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iINatTNall Wad Critcl Los vencidos Los indios del Pert frente a la conquista espafiola (1530-157( Alianza Universidad BYEMGOBIERNO. AAA La historiograffa tradicional describe el descubrimiento y colonizacién de América exclusivamente desde la perspectiva de los vencedores; NATHAN WACHTEL se ocupa, en cambio, de las reacciones de LOS INDIOS DEL PERU FRENTE A LA CONQUISTA ESPA- NOLA durante e! periodo 1530-1570, El tema se halla en la encru- cijada de dos disciplinas: si los problemas de las continuidades y los cambios en el tiempo son competencia de la historia, el estudio de las culturas que no conocen la escritura y el examen de la diversidad de las sociedades y de su mutuo contacto en el espacio entran en el campo de la etnologia. Este enfoque etnohistérico se propone, asi pues, revivir lo singular e irrepetible del trauma sufrido por los incas, y también descubrir Jas estructuras y aspectos mds generales del proceso de aculruracién; dado que la América pre-colombina vivié durante milenios aislada del resto de los continentes, las ciencias humanas disponen en este caso de una oportunidad excepcional para estudiar las catastréficas alteraciones producidas en una civilizacién pot obta de acontecimientos de orden rigurosamente externos. Recu- rriendo cuando resulta preciso al estudio comparado de otras dreas {especialmente las habitadas por los aztecas y mayas) y utilizando como fuentes las crénicas indigenas posteriores a la invasién, algunas piezas de folklore de origen remoto ¢ incierto (que todavia hoy hacen tevivir en fepresentaciones teatrales los avatares de la derrota), los archivos de la Corona (muchos funcionarios y misioneros estudiaron y describieron las instivuciones locales para poder realizar mejor sus tareas) y los testimonios de los cronistas espafioles (apologistas o erfticos de la colonizacién), la obra se divide en tres partes: los acon- tecimientos de la Conquista, tal y como fueron vividos por LOS VENCIDOS; las estructuras de la sociedad inca antes y después de Ja Ilegada de los espafioles; las resistencias ofrecidas al proceso de aculturacidén y las revueltas y guerras libradas por Jos indios contra sus dominadores. NW, | Alianza Editorial NN Cubierta Daniel Gil Alianza Universidad 4 Nathan Wachtel Los vencidos Los indios del Pert frente a la conquista espafiola (1530-1570) Versién espafiola de: Antonio Escohotado Revisor técnico: Enrique Tandeter Alianza Editorial INDICE ane 8 Indice Segunda parte Estructuras Los cambios sociales en el Peri (1530-1570/1580) ... : 93 Capitulo 1. Las estructuras del Estado Inca... ... ... OS 1. Reciprocidad y redistribucién . we 96 1. La produccin ... bce 7 2. La propiedad . 100 3. El tributo ... 107 II. La organizacién sociopolitica .. 113 1, Dualismo y cuatriparticién 114 2. La triparticién u7 3. La organizacin decimal . 119 III. La visién del mundo 122 1. Dioses, categorias, sociedad ... .. 123 2. La representacién del tiempo .. . 124 3. Un modelo andino . ce ve 132 Capitulo 2, La desestructuracién ... 0... . 1 I, La catdstrofe demogrdfica 136 1. La despoblacién 137 @) La curva demogréfica .. 137 5) La pirémide de las edades 142 2. Las causas de Ja despoblacién ... bot eee 146 3, La demograffa en Ja conciencia indigena ... - 131 IL, La desestructuracién econdémica 154 1, La economia colonial .. 154 2. El tributo ... : 158 a) Los chupachos de la regién de Hudnuco ... 158 6) La regién de Chucuito 0... see 162 ¢} El valle de Yucay, llamado Valle Sando se 168 d) El valle de Huaura ... ... . 175 3. La moneda ... 183 IIT. La desestructuraci6n social 1... ... 186 1. Los curacas ... 187 4) El poder de los curacas .. 187 &) De la reciprocidad al despotismo . 196 2. Los yanas ... 201 IV. La extirpacién de fa idolatria 2. 0. ee ce ee - 208 Indice 9 Capitulo 3. Tradicién y aculturacién ... ve 213 IT. El mestizaje ... ... 2. coe 214 216 216 II. La vida material 1. La alimentacién 2. El vestuario y fos signos de prestigio ILE. La vida mental... . rrr o 226 1. La lengua y la eseritara . ws be ne 227 2. La evangelizacién 229 2) La insuficiencia de los misioneros cee ees . 229 4) Les limites de la evangelizacién : 231 TV. Pensamiento salvaje y aculturacién ... 242 1. Garcilaso de 1a Vega... .. cee : 243 2. Guaman Poma de Ayala... 0. 2... a 246 Tercera parte Praxis Rebeliones 267 Capitulo 1. Rebeliones y milenarismos ... v 269 1. El Estado neo-Inca ... 0... oe we 269 1. La rebelién de Manco Inca... 2... a 269 2. El refugio de Vilcabamba ... 0 0... o 273 II, La crisis de los afios 1560-1570 ... . oe 277 1. El proyecto de sublevacién general... 0.0... 2. 277 a) Complot ... ... 27 4) Negociaciones : cee ee ee 280 2. La resurreccién de los doses sees . fee ee tees 282 IE. La segunda muerte del Inca - 290 IV. Un milenarismo mexicano: la guerta de Mixton 291 Capftulo 2, Guerra y aculturacin 0.60 cee cee ce ce cee cee ee wee ee 297 1. Las guerras chichimecas ... 297 IE. Las guerras araucanas .. 302 Conclusién .., ve ee tee eee ee nee tee ee tee tee tty tte eee ree eee BEB Anexos 327 Apéndice, Fuentes sobre ia demografin del Peri en el siglo xvi y a comienzos del siglo XVI oe eee ee ee ae 327 10 Indice Cuadros . 333 Gréficos 341 Mapas ... .. 359 3 Glosatio ... ... ce ee tee nee ene ee ca ML Bibliografia fetes ee tee tee sae sae STB Indice de nombres propios ... .. 395 Indice de temas ... ... Guaman Poma de Ayala: Conquisia. Embarcdronse a las Indias. ORT ain Sond VMATACVCHY den jh megs vo blaine Guaman Poma de Ayala: Corregidor de Minas. Cémo lo castiga cruel- mente a los caciques principales tos corregidores y jueces con poco : temor net in tener misericordia por a Dios a ae de la justicia con diferentes castigos sii los pobres. 7 . COMA EC TYR TA Ibo Pcriollos mestizos ymula tosycriollas meshizas yespa ==noles crishianos 3\— 45 2 ? . 4 KOMV » wh er iodo estuntn Inf KrAS y LIAS Dei ernbo ques 4 ° ew anne coms apni scateyiepedilr v= Guaman Poma de Ayala: El padre fraile dominico muy colérico y so- berbioso que ajunta solteras y viudas diciendo que estén amancebadas, @junta en su casa y hace hilar, tejer ropa de «cumbi» y cauasca», en todo el reino en las «doctrinas», de | SPAVIOLES, || fe Sy re ty ALIN BE ¥ \ LEC 5 Npy| -PVDNE VEIOW nw oo” DESEISAVINAL:SOC memin los pobres sles as omnes ama llapa Uny que hg BS gpanatis dtisba “LE wy = tos OB Shes animist no trite, J1'03 meee ates pobuaseles ts pegrne yey pala Dayana 4 o$ Guaman Poma de Ayala: jPobres de los indios! De seis animales que come que tememen los pobres de los indios en este reino. Estos dichos animales que no temen a Dios desuellan a tos pobres de los indios en este reino y no hay remedio. jPobre de Jesucristo! A la izquierda, de arriba abajo: la serpiente (corregidor), el leén (eu comendero) y el ratén (cacique principal). A la derecha, de arriba abajo: el tigre (espafioles del «tambo»), la zorra (padre de la doctrina) y el gato (escribano). do AA NEA GX Les Ee EA No apes sinay veey enprradorshsanfaugei sane Oe he son Hoge — que by eponpen ie 4 Vad ynga capaci wes, tle ey SH rtey ro Shed nh DP Pd0%4 Ahm etos yoeuen Srent Bes sen eames de Cos “yrs mmaageneracon y Eley iat a vey topera dor Kemen ~ m4 onan bot, Guaman Poma de Ayala: Principe Don Melchor Carlos. Con estos prin. cipes habla el sefior rey emperador y le (ha) dado encomienda de San- tiago. Quiere decir principe auqui inga capacchuri en ia ley de este reino de las Indias, y todos sus nietos y descendientes son principes de los indies en su generacion y ley merced del sefior rrey emperador tienen indios de encomienda ellos ellas. © Doi mERHISTTORIADEFISIASA | TRAVAXO ! RPV MI) zs = Feticn bee syavagmd quilla — AMY SS Se BVEUGOBIERNO 4 * GOGOL AOD “TAMA CAVE SEELCV3CO INTRODUCCION La historiograffa occidental ha instaurado hace mucho tiempo a Europa como centro de referencia respecto del cual se ordenaba la historia de la humanidad. De acuerdo con una representacién simple y unilateral del devenir, todas las sociedades debian pasar por las mismas etapas en el camino del progreso y la civilizacién, cuyo modelo més acabado lo encontraba Europa en dicha trayectoria; las sociedades no eutopeas se situaban detrés, como ejemplos de Estados de civilizacién inferior: se trataba de una ideologia justi- ficativa de la expansién mundial del Occidente y de su hegemonia. ¢Es acaso un azar que la historiografia referida a América Latina se centre sobre todo en Ia civilizacién espafiola, mientras que la historia del mundo indigena, desde la Conquista hasta nuestros dias, permanezca, por as{ decirlo, desconocida? Es preciso esperar a los tiempos actuales, al fin de la hegemonia europea y a los movi- mientos de descolonizacién, para que Occidente tenga conciencia de que también existen otras sociedades, es decir, que tienen su his- totia particular y de que ésta no sigue necesariamente las huellas del modelo europeo. Con el desarrollo de las ciencias antropoldgi- cas, sociolégicas e histéricas, el mundo Ilamado «subdesarrollado» (en relacién con Occidente) emerge en toda su originalidad y com- plejidad: el campo de las ciencias humanas se ve trastornado por la cafda del eurocentrismo. ¢Por qué la visién de los vencidos y pot qué los indios? Las civilizaciones precolombinas ejercen una especie de fascinacién: 23. aw Introduccién durante milenios vivieron aisladas del resto del mundo, mientras que las otras sociedades, en Africa, en Asia y en Europa, cohocieron, a pesar de las distancias, el juego de las difusiones culturales y de las influencias recfprocas. Cuando los espafioles descubrieron en América otra humanidad, su estupefaccidn fue sin duda mds grande de Jo que seria la nuestra si encontrdramos seres pensantes en pla- netas lejanos. Pero este choque de dos mundos radicalmente ex- trafios coincide, en el siglo xvi, con los comienzos de la expansién europea sobre el globo. Por consiguiente, el proyecto de invertir la perspectiva eurocentrista se sitia aqui en el origen mismo de la hegemonia occidental y resulta aplicado a sociedades cuya evolucién histdrica segufa caminos totalmente independientes de los del mundo antiguo. Nos encontramos ante un fenédmeno, quizd tinico, que cons- tituye una verdadera base de experimentacidn en el dominio de las ciencias humanas: sociedades hasta entonces cerradas sobre si mis- mas‘ sufren, con la irrupcién de los hombres blancos, el choque de un acontecimiento de origen rigurosamente externo. ¢Cémo reac- cionan? ¢Cudl es, a partir de entonces, su evolucidn? La historio- gtafia occidental estudia generalmente la «Conquista», como lo indica esta palabra, inicamente desde Ja perspectiva de los vence- dores. Pero existe otro rostro del acontecimiento: para los indios, no menos estupefactos, la llegada de los espatioles significa la ruina de sus civilizaciones. ¢Cémo han vivido !a derrota? ¢Cémo la han interpretado? Y ¢cémo se ha perpetuado su recuerdo en la memoria colectiva de estos pueblos? Se trata, en cierto modo, de pasar al otro lado del escenario y .escrutar la historia af revés, porque estamos, efectivamente, acos- tumbrados a considerar el punto de vista europeo como el derecho: en el espejo indigena se refleja el otro rostro de Occidente. Sin duda, jam4s podremos revivir desde el interior los sentimientos y los pensamientos de Moctezuma o de Atahualpa. Pero podemos, al menos, intentar desprendernos de nuestros hdbitos mentales, des- plazar el punto de observacién y transferir el centro de nuestro interés a la visién trégica de los vencidos. Y no movidos por algtin tipo de efusién afectiva, sino a través de un trabajo critico sobre los documentos que permiten conocer las sociedades indigenas ame- ricanas en el siglo xvi. Esto nos conduce a la confluencia de dos disciplinas: la historia y Ia etnologia. En efecto, nos planteamos los problemas de los cambios sociales en el tiempo, peto a propdsito _ 1 En relacién con el resto del mundo: no hace falta decir que las influen- cias culturales y los trasiegos de poblacién se desarrollaron ampliamente en el interior del continente ameticano, Jairestuccién, 25 de un mundo marginal, reservado generalmente a los especialistas de las sociedades llamadas «primitivas». Se tratard, entonces, de un ensayo de «etnohistorian. eSer4 ésta un género bastardo, vana- mente ecléctico? Evitemos encerrarnos en querellas de palabras; la cuestién no se reduce al vocabulario, que es aqui simple con- vencién. ¢Cudl es el sentidovde nuestra doble aproximacién me- todoldgica? La oposicién entre historia y etnologfa proviene, en realidad, de contingencias académicas. Suele considerarse que el historiador investiga el devenir de las sociedades, cuyo pasado reconstruye gra- cias a los documentos, en general escritos, que dejaron tras de si. Se le escapan las sociedades «primitivas», desprovistas de textos escritos —por tanto, de archivos—, que estdn reservadas al etnd- logo. Lo que obliga a este ultimo a buscar el objeto de su estudio sobre el terreno: se trata de sociedades vivientes, o supervivientes en la actualidad, cuyo pasado sdlo est4 inscrito en sus tradiciones orales?, No es que el etndlogo se desinterese de la historia por cuestién de principios; es que a menudo le resulta inaccesible; ha de describir los elementos cuyo conjunto integra el grupo social observado, y se pregunta acerca de las relaciones que unen dichos elementos en la sincronia; por lo general, intenta dar cuenta de las variantes de estas relaciones comparando sobre un plano tedérico diversos tipos de sociedades. En suma, la historia es ciencia de la continuidad (o de la solucién de continuidad) de las sociedades en el tiempo; la etnologia es ciencia de la diversidad de las sociedades (llamadas «primitivas») en el espacio?. Sin embargo, los historia- dores saben desde ahora que el tiempo histérico sigue un ritmo di- ferenciado, pluridimensional, y se enfrentan al problema de las re- laciones sincrénicas o de los desfases entre los distintos niveles {econdmicos, sociales, politicos, etc.) de las sociedades cuyo devenir estudian. Los etndlogos, por su parte, saben que las sociedades sin historia no existen, y, siguiendo un itinerario inverso, tropiezan con el problema de Ja evolucién en Jas relaciones que analizan dentro de un cuadro estdtico (o de acuerdo con une ldgica intemporal}. Di- cho de otro modo, la oposicién entre las dos disciplinas no se reduce, como a menudo se cree, a la de la sincronia y la diactonia, 2 A menos que existan vestigios descubiertos por la arqueologia: la prehis- toria constituye, asi, una especie de eslabén intermedi: sntre las dos dis- ciplinas. 3 Acerca de estas cortelaciones y oposiciones, cf. la clasificacién de Claude Lévi-Strauss en «Histoire et ethnologies, en Asthropologie Structurale, Pa- rs, 1958, pdgs. 3-33. Cf. la bibliografia para las referencias de las versiones espafiolns’ de las obras citadas. 26 Introduccién a la de la estructura y la praxis, a la de lo formal y lo concreto; estas dualidades definen problemas internos tanto de la historia como de la etnologia. Toda ciencia procede desligéndose de los datos inmediatos para conseguir objetos abstractos mediante los cuales expresa en férmulas rigurosas las relaciones existentes entre los datos; peto los conceptos pierden, por lo mismo, el sabor tnico de lo inmediato. En etnologia, al igual que en historia, dos ac- titudes simulténeamente se oponen y se completan: por una parte, la restitucién de lo singular, de lo vivido, y, pot otra parte, la aspira- cién a la ley, a Jo universal. El etndlogo revela las estructuras de la sociedad bororo, o los vinculos de parentesco, o los relatos mito- Idgicos, apoydndose sobre una descripcién minuciosa de datos em- piricos, que el andlisis intenta luego integrar en todos sus aspectos, aunque a otro nivel. El historiador evoca gl «siglo de Luis XIV» describiendo el fasto de Versalles, el orden cldsico, la miseria de las guerras, etc.; pero no por ello deja de elaborar curvas de precios, de salarios o de beneficios, o de investigar el movimiento de la natalidad y la mortalidad con arreglo a categorias totalmente igno- radas por los contempordneos, Se trata de diferentes cortes de una misma realidad. El problema es relacionar todos esos lenguajes en un ir y venir entre el andlisis y lo concreto. Ir y venir, porque no podemos aprehender simultdneamente la originalidad de lo vivido y la genetalidad de la abstraccién. Son las modalidades y la orien- tacién de este itinerario las que difieren en la historia y en la etnologia; la primera procura, en definitiva, retornar a lo singular; ja segunda reintegra lo singular al seno de lo general. La inevitable divisién de la ciencia en sectores mds y mds especializados acentéa estas divergencias. Pero por el hecho mismo de que la historia y Ja etnologia se concentran en las mismas cuestiones, aunque abor- dandolas desde perspectivas opuestas, quizd les sea posible ofre- cerse una ayuda reciproca: una investigacién que asociara los méto- dos de ambas disciplinas, para hacerlas mutuamente fecundas, se situarfa en un lugar estratégico dentro del presente campo de las ciencias humanas. La nocién de aculturacién ocupa uno de esos lugares estratégi- cos‘. El término, surgido a fines del siglo pasado en la literatura etnoldégica anglosajona, designa todos los fenédmenos de accién re- cfproca que resultan del contacto entre dos culturas. Précticamente, * Cf. Alphonse Dupront, «De l'acculturations XIl¢ Congrés International des sciences bistoriques, vol. 1, Rapports, Viena, 1965, pégs. 7-36; ed. italiana: Lacculiurazione. Per um nuovo rapporto tra ricerca storica e scienze umane, Turin, 1966. Introduccién 27 los estudios de aculturacién se relacionan con la escuela difusionis- ta que triunfa en la antropolog{a de los afios veinte; y, a pesar del retroceso del difusionismo (desde los afios treinta), esta nocién consetva su vigor hasta nuestros dias. Es indiscutible que su suerte sigue el curso mismo de la historia; el ocaso de las formas directas de colonizacién no borra la huella de la cultura occidental sobre el mundo, que poco a poco ve cémo desaparecen las saciedades Ila- madas tradicionales. De esta forma, la nocién permanece ambigua, como mancillada por un pecado original; los estudios de aculturacién se refieren esencialmente a sociedades de fuerza desigual, una do- minante y otra dominada; el término se carga, pues, con una «hi- poteca histdrica de supremacia» y amenaza llevar consigo el viejo marco del eurocentrismo. Se trata de un peligro a vencer y respecto del cual es necesario estar en guardia: nos advierte que la empresa propuesta sigue estando amenazada desde el interior y de que es preciso velar pata ponerla permanentemente en cuestién. Metodoldgicamente, el concepto de aculturacién comporta otra ambigiiedad, de alguna manera positiva: nace en el terreno de la etnologia, pero se sittia desde el comienzo, y por definicién, en una perspectiva histérica orientada hacia los fenémenos del cambio. De ahi provienen, quiz4, las incertidumbres en los estudios de aculturacién, desde hace mucho tiempo marcados por dos tipos de etrores. Por una parte, la escuela difusionista descompone la cultura en un cierto mimere de elementos o de rasgos culturales, observando el despliegue de éstos en el espacio y en el tiempo; mé todo de inspiracién histérica, ciertamente, pero se trata de una his- toria de meros acontecimientos, parcial por afiadidura, porque olvida que toda cultura constituye un sistema complejo, regido por relaciones globales. Uno de los pioneros en los estudios de acul- turacién, M. J. Herskovits, recordaba, por el contrario, en sus pro- gtamas teGricos, que toda difusién procede de haces de elementos en una situacién de conjunto, y no de rasgos arbitrariamente ais- lados*. Por otta patte, para evitar cl desmenuzamiento de Ja his- toria y de las culturas, se suele volver hacia el resultado del proceso (sincretismo, asimilacién, rechazo) 0, en un andlisis mds sutil, hacia los «grados» de aculturacién, etapas o estadios cuya definicidén rein- troduce entonces un cuadro estdtico. Se trata de un anélisis util en una primera aproximacién; pero gqué sucede con el proceso mismo? ¢Cémo se vinculan los grados? ¢Qué acontece con las elecciones, los conflictos, las creaciones? En suma, hay una antinomia: aislar 5 Cf. Melville J. Herskovits, Acculturation, the study of culture contact, New York, 1968. 28 Introducci6n elementos significa olvidar el todo de una cultura; definir etapas es renunciar al dinamismo de la aculturacién. ¢Es ésta una antinomia insoluble? Podemos pensar que se relaciona con momentos ya supe- tados, tanto de la historia como de la etnologia. Pero ilustra una doble exigencia: la tensidn entre la abstraccién del andlisis tedrico y la comprensién de la experiencia vivida. eee En todo estudio histérico, la eleccién de los documentos im- plica, conscientemente o no, una perspectiva particular acerca del tema tratado y determina la orientacién de la investigacién. Empe- cemos, pues, estableciendo una clasificacién de las fuentes dispo- nibles. 1° Existen fuentes auténticamente indigenas *. Antes de la lle- gada de los espafioles, los indigenas tenian ya costumbre de per- petuar el recuerdo de los principales acontecimientos de su histo- tia. En Pert, donde los incas ignoraban la escritura’, se trataba de una tradicién oral; pero en México, los aztecas y los mayas escribian en caracteres ideogréficos crénicas que conservaban en verdaderas bibliotecas. Asf lo asegura Antonio de Herreta, el cronista oficial de Felipe II: «Conservaban las Naciones de Nueva-Espafia, la me- moria de sus antiguallas: En Yucatdn, i en Honduras, havia vnos Libros de Hojas, enquadernados, en que tenian los Indios [a distri- bucién de sus tiempos, i conocimiento de las Plantas, i Animales, i otras cosas naturales. En la Provincia de Mexico, tenian su Libre- ria, Historias, i Kalendarios»*. Después, bajo la dominacién espa- fiola, los aztecas y los mayas asimilaron en algunos afios el alfabeto latino y lo utilizaron para transcribir cantos y relatos en lengua 6 En Ia clasificacién que sigue no entramos en el detalle de la critica de las fuentes, notablemente efectuada por Miguel Ledén-Portilla en sus dos com- pilaciones antolégicas, Visidn de los vencidos. Relaciones indigenas de la con- quista, México, 1959 (trad. en francés por A. Joucla-Ruau, bajo el titulo Le Crépuscule des Azteques, Paris, 1965), y El reverso de la Conquista. Rela ciones aztecas, mayas e incas, México, 1964. Las citas de la presente edicién espafiola remiten a las segundas ediciones de ambas antologias, La Habana, 1969, y México, 1970, respectivamente. 7 En el imperio inca, los gaipu o cordeles con nudos, servfan para la con- tabilidad y Jas estadisticas, y etan considerados documentos de archivo; pero es poco probable que estos instrumentos hayan permitido registrar relatos. Antonio de Herrera, Historia General de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Oceano, Buenos Aires, 1945-1947, tomo IV, p&ginas 130-131; citado por Miguel Ledn-Portilla, Visién de los vencidos. Rela- ciones indigenas de la Conquista, 2.* ed., La Habana, 1969, pdg. XVII. Tatroduccién 2 nahuatl, quiché o cakchiquel, mientras que en el Pert: las crénicas indfgenas fueron redactadas en un espafiol mds o menos mezclado de quechua. En México, los primeros cantos nahuat]) que evocan la derrota estan fechados inmediatamente después de este acontecimiento; habrian sido compuestos, segtin Angel M. Garibay, en los afios 1523-1524°, El manuscrito de Tlatelolco, redactado por personas anénimas hacia 1528, presenta un telato de conjunto de la caida de México *. Mas amplio todavia es el testimonio de los informantes de Sahagin, cuya primera versién, desgraciadamente perdida, est4 fechada en 1555; existe una segunda redaccién, terminada en 1585, que constituye el libro XII del Cédice Florentino, donde se reinen ilustraciones indigenas, algunas veces influidas por la técnica es- pafiola ". Las ochenta ilustraciones del Lienzo de Tlaxcala, pintadas a mediados de! siglo xvi, reflejan el punto de vista de los indios aliados de Cortés *. Es preciso mencionar, ademés, los relatos _de ¢tonistas como Alvarado Tezozémoc, Domingo Chimalpain Cuath- tlehuanitzin o Fernando de Alva Lxtlilxochitl, que escribieron a fines del siglo xvi y a comienzos del xvu1, pero sobre la base de docu- mentos mds antiguos ". Los mayas de las altas tierras de Guatemala nos han legado los Titulos de la casa Ixquin Nehaib, de los cuales poseemos solamente una traduccion espafiola del siglo xviti, pero que fueron, sin duda, redactados (en quiché) desde la primera mitad del siglo xvi. Este documento describe la campafia de Alvarado y su batalla contra el ° CE Angel M. Gatibay, Historie de la literatura nabuatl, México, 1953- 1954, tomo I, pags. 90-92. 1 Este manusctito (consetvado cn la Biblioteca Nacional de Paris) esta editado en facsimil en el tomo II del Corpus Codicum Americanorum Medit Aevi; la parte relativa a la conquista esta ttaducida al espafiol y publicada por A. M. Garibay en la edicién de B. de Sahagin, Historia General de las cosas de Nueve Espafta, México, 1956, tomo TV, pags. 167-185. it Florentine Codex, editado por Dibble y Anderson, Santa Fe, 1950-1957; traducide al espaol y publicado por A. M. Garibay en la edicidn de Bo de Sahagin, ob. ci?., tomo IV, pags. 78-165: las ilustraciones han sido publicadas en facsimil por Del Paso y Troncoso, Madrid, 1905, vol. V. 2 Lienzo de Tlaxcala, Antigiedades Mexicanas, México, 1892, 2 vol, cf. F. Maziheatzin, «Descripcidn del Lienzo de Tlaxcala, en Revista Mexicana de Estudios Histéricos, México, 1927, ap. a los némeros 2 y 3 del tomo I, paginas 59-88. 13 Domingo Chimalpain Cuauhtlehuanitzin, Sixieme et septitme Relation (1528-1612), publicado y traducido por Remi Simeén, Paris, 1889, Fernando de Alva Extlilxochitl, Obras completas, México, 1891-1892, 2 val, F. Alvarado Teraximoc, Crénica Mexicana, México, 1944.

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