de la creación o al que es el gobernador de la creación, como se lee en la
Nueva Versión Internacional. Cualquiera de las dos interpretaciones
La Laodicea de Hoy
Apocalipsis 3:14-22
Paul C. Young en su libro “La Cabaña”, describe a un hombre, McKency,
que después de sufrir una tragedia en su vida, recibe en su buzón una nota
firmada por Dios que inicia una cadena de eventos que finalmente le
rescatan de la gran tristeza. Imagine que usted fuera a su buzón y entre las
cartas encontrara un sobre cerrado que dijera, “carta de Jesucristo para
usted y su iglesia. Favor de abrir y leer la carta hasta el domingo delante de
la congregación.” ¿Qué pensaría usted? ¿Qué haría usted? En Apocalipsis
2 y 3 hay siete cartas que Jesús envía a siete iglesias con mensajes
personales que aun hoy siguen siendo relevantes para nosotros. Hoy
estudiaremos la última de esas cartas. El mensaje de Jesucristo a la iglesia
de Laodicea encuentra muchos paralelos con la condición actual del
cristianismo en los EE.UU. Al prestar atención a ese mensaje podremos
estar preparados para hacerle frente a la actitud consumista, centrada en la
comodidad y en el entretenimiento que hoy se vive aquí. Además, podremos
comprometernos a cumplir la gran comisión. Leamos ahora versículo a
versículo.
14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo
fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:”
En la actual ciudad Turca de Denizli existió la antigua ciudad de
Laodicea. En los tiempos en que se escribió esta carta Laodicea era la
ciudad más importante y rica de la región de Frigia conocida por sus bancos,
por su escuela de medicina y por su industria textil. Celebridades
intelectuales de la antigüedad vivieron allí como Cicerón. El principal
problema de la ciudad de Laodicea era su deficiente suministro de agua. El
dios patrono era Zeus, aunque también había templos dedicados al menos a
siete dioses más (Apolo, Esculapio, Atenea, Hera, Hades, Dionisio y
Serapis). El nombre “Laodicea” significa el gobierno del pueblo. Pudo ser
una ciudad democrática, ocupada en hacer la voluntad del pueblo, no de un
líder ni de un dios. La iglesia cristiana en ese lugar era muy buen reflejo de
la ciudad. La gente gobernaba, no Jesucristo.
Esta carta fue dictada por Jesús al apóstol Juan, para que se la enviara
a la iglesia en la ciudad de Laodicea. La carta fue entregada a un mensajero
asignado para esa iglesia. Ángel significa mensajero y parece que se trataba
de alguien de la congregación, quizás uno de sus ancianos. El mensaje era
para toda la iglesia.
El remitente se identifica como el Amén, el testigo fiel y verdadero y el
principio de la creación de Dios. Los títulos de “amén, testigo fiel y
verdadero” traen a la memoria el pasaje de Isaías 65:16 que describe a Dios
como el Dios de la verdad. Jesucristo, pues, se presenta como el mismo
Dios de la verdad del A. T. El título “el principio de la creación” se puede
referir al primero en tiempo o al primero en rango. Es decir, al que era antes
expresa la superioridad de Jesucristo sobre todo lo que existe.
En resumen, en este primer versículo Jesucristo se presenta como el
soberano Dios de toda la creación quien envía un mensaje autoritativo y
personal a su iglesia ubicada en la próspera y famosa ciudad de Laodicea.
v.15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o
caliente! 16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi
boca.
Sorprendentemente, Jesús inicia su mensaje a la iglesia sin incluir
ningún reconocimiento. De las siete iglesias mencionadas en Apocalipsis 2 y
3, la iglesia en Laodicea fue la única que no recibió elogios pero si un
regañó. Jesús no consideró ninguna de sus obras lo suficientemente buena
como para ser elogiada. Sin embargo, sus pecados si eran lo
suficientemente ofensivos como para ganarse la reprensión de Jesús. Hay
veces que reclamamos el reconocimiento de nuestro buen trabajo, pero
también hay veces que lo que merecemos es una llamada de atención y
debemos estar abiertos para recibirla. La reprensión bien fundada es una
ayuda. Implica que le importamos a quien nos reprende. Cuando alguien le
reprenda con amor y verdad, considere lo que se le dice antes de
defenderse. Proverbios dice que quien responde antes de escuchar es un
necio (Pro 18.13 “Es necio y vergonzoso responder antes de escuchar.”)
Laodicea estaba a 11.3 Km. de Hierápolis, ciudad que era conocida por
sus aguas termales medicinales. La gente la visitaba buscando sanidad a
sus dolencias. Puesto que Laodicea carecía de agua, se construyó un
acueducto para traer el líquido vital desde Hierápolis. Cuando el agua
caliente de Hierápolis llegaba a Laodicea, ya estaba tibia, motivo de queja
constante para los prósperos laodicenses. El agua no era caliente para
sanar, ni era fría para refrescar.
Jesús dijo “conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente.” Él usó las
mismas palabras que ellos solían decir para hacerles ver su lamentable
condición espiritual. El reproche de que no eran fríos ni calientes no se
refiere a que no eran ni radicalmente santos o radicalmente pecadores, sino
a que eran espiritualmente inútiles; en su condición presente no servían
para nada a Dios; no saciaban la sed de los espiritualmente sedientos ni
tampoco traían sanidad a la comunidad enferma. En tal caso, Jesús
amenazó con vomitarlos de su boca.
Jesucristo espera que su iglesia sea un agente que trae salvación y
provecho a su comunidad, que esté ocupada en cosas que en verdad hacen
una diferencia en la vida de la gente a la luz de la eternidad. Jesús habló
claramente acerca de la misión de su iglesia cuando señaló:
Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se desvanece, ¿con qué será salada?
No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y pisada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede
esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de una canasta, sino sobre el
 candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 16Así alumbre la luz de
ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a
su Padre que está en los cielos. Mateo 5:13-16
Hay iglesias que son consideradas por la sociedad como “quistes”
comunitarios, pues parecen solo estorbar y enfermar. Hacen mucho ruido,
generan problemas de tráfico, de basura e incomodidad a su vecindario. En
el mejor de muchos casos nadie sabe de su existencia en el barrio. Pero la
iglesia debería ser oasis refrescante a su entorno, ambiente sanador. Jesús
advirtió a los cristianos de Laodicea que los vomitaría de su boca. ¿Qué
diría Jesús a su iglesia en los EE.UU. hoy? Dios desea de los hispanos
cristianos que se distingan por ser un pueblo que en lugar de siempre
extender la mano para recibir llegue a ser un pueblo que extiende la mano
para dar y para servir, empezando en su propio hogar, vecindario y luego
también en su congregación y en su ciudad.
v. 17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa
tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre,
ciego y desnudo.
Laodicea era famosa por su riqueza. En el año 60 la ciudad quedó
semidestruida por un terremoto y Roma ofreció ayuda para la
reconstrucción. La orgullosa Laodicea rechazó la ayuda valiéndose de su
propia riqueza para reconstruirse. La ciudad también era famosa por la
industria textil. Comerciantes de toda Asia viajaban allí para conseguir la
fina tela de algodón y de lana teñida de negro. Otra cosa que trajo renombre
a Laodicea fue la pomada de colirio que allí se vendía, usada para curar la
vista. De lo más remoto del imperio gente viajaba allí para comprar ropa fina
o para ser sanada de la vista.
Jesús reprocha a su iglesia en Laodicea la actitud autosuficiente. La
llama ignorante, desventurada, paupérrima, ciega y desnuda. La iglesia se
había adaptado muy bien a su ciudad. Tenían buenas entradas financieras
por sus empleos y negocios, compraban buena ropa, se atendían con
buenos médicos, daban buena educación a sus hijos, tenían buenos
vehículos, comían bien, eran intelectuales. Para Jesús, sin embargo, eran
pobres, ciegos y desnudos. Los cristianos laodicenses tenían mejores
ingresos que sus hermanos en muchas otras ciudades pero espiritualmente
eran unos pordioseros miserables. Gente iba a Laodicea y mejoraba su vista
pero la iglesia no podía ver las oportunidades para ser usada por Dios por
estar tan ocupada en sus negocios. La ciudad vestía a mucha gente pero la
iglesia no era capaz de vestirse a sí misma de Cristo. Se podría decir que
eran buenos laodicenses pero pésimos cristianos.
Eso se parece en parte a la iglesia de hoy. Muchos cristianos ahora
gravitan día y noche tratando de vivir al estilo americano; Jesús espera que
vivan como cristianos. Muchos anhelan mejores riquezas terrenales y
disfrutar de la vida presente, ignorando el consejo bíblico a dejar el pecado y
revestirnos de Cristo. No hay nada de malo con ser bendecidos
materialmente, de hecho, si puede hacerlo hágalo. Sin embargo, vivir solo
para eso, sacrificando su andar con Cristo y sin usar lo que usted tiene para
el beneficio del reino de Dios es lo que Jesús no acepta, sobre todo si
usamos lo que tenemos para pecar o para vivir egoístamente.
Romanos 13:13-14 dice, “Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en
orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y
envidias. Más bien, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen
por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa.”
Jesús dice que hay cosas que vomitar y visión que sanar. Dios sabe
proveer a sus hijos mucho más abundantemente de lo que ellos realmente
necesitan cuando ellos buscan primeramente el reino de Dios y su justicia.
Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Con qué nos
vestiremos?” Porque los paganos andan tras todas estas cosas, y el Padre
celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el
reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Mateo 6:31-
33
v. 18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego,
para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra
la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
Aquí Jesús aconsejó, no ordenó. El pide obediencia voluntaria como
expresión de amor por parte de su iglesia. Luego el consejo es que
“compren”, lo cual implica pagar un precio. Jesús aconseja comprar oro,
vestiduras y colirio. El oro es algo de gran valor. La ropa son vestiduras, y el
colirio sana la visión. Jesús manda que renueven sus valores, sus
vestiduras y su visión.
El oro en la Biblia se encuentra asociado con las propiedades de los
reyes y poderosos, con instrumentos destinados a la adoración, o para
referirse a las obras espiritualmente perdurables de los creyentes. El rey
Salomón recubrió los enseres de su palacio con oro. Los instrumentos del
Templo eran de oro puro, y también algunos ídolos. Pablo dijo en 1 Corintios
3 que las obras duraderas de los creyentes son como de oro. Tal vez sea a
esto último a lo que se refiere Jesús aquí a la luz del contexto. La frase “oro
refinado” habla de la más alta pureza y valor. La iglesia debía comprar, es
decir, pagar el precio que sea necesario por aquellas cosas que sí son
valiosas a los ojos del Señor, como lo es cumplir con santidad la misión que
les había encomendado de ser luz y sal en su comunidad y el invertir su vida
y recursos en los tesoros del cielo, como en hacer discípulos donde quiera
les fuera posible, en lugar de vivir para sí mismos persiguiendo la
comodidad mundana. Solo así serían ricos.
Las ropas blancas hablan de cubrir su miseria espiritual al revestirse de
Cristo (ropa) y con la santidad (blanca) de vivir bajo la llenura de su Espíritu.
Con quebrantamiento y clamor se consigue esa ropa y se cubre la
vergonzosa desnudez.
El colirio, como ya se dijo antes, se refiere a aquello que sana la visión.
Nuestro colirio espiritual es la palabra de Dios que aclara la realidad de
todas las cosas y las expone tal y como realmente son. Al leer, estudiar y
memorizar las Escrituras, y al considerarlo todo a la luz de sus principios la
realidad se hace evidente, lo que tenemos por delante se aclara, nuestra
visión se afina.
Jesús aconseja a la iglesia que voluntariamente pague el precio por
aquellas cosas que más valen como lo son vivir para Cristo, en el poder de
su Espíritu, cumpliendo su misión en el mundo; la misión de ser santos
instrumentos de Dios para la salvación de los perdidos invirtiendo en ello los
recursos recibidos.
v. 19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y
arrepiéntete. 20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y
abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. 21 Al que
venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he
vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. 22 El que tiene oído,
oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Jesús nos ama. Por esa razón reprende y castiga cuando es necesario.
Algunas de las cosas que nos producen dolor pueden venir de parte de Dios
para hacernos volver a él. Un hijo verdadero de Dios revisa su vida
espiritual cuando una prueba llega a su vida. Si su conciencia le acusa tal
vez es el Espíritu Santo obrando arrepentimiento en su vida. Cuando
experimente dolor pregúntese, ¿hay algo que estoy haciendo mal a los ojos
de Dios? Si lo hay Él se lo hará saber sin mucho trabajo. Si no lo hay, no lo
invente. Se trata de una prueba que Dios usará para glorificarse en el futuro.
Pero si es un pecado, él esperara ver genuino arrepentimiento en usted.
El desea que su iglesia haga dos cosas al respecto: ser celosos y
arrepentirse. ¿No son los celos algo malo? No lo son cuando se trata de
molestarse por la fidelidad perdida. ¿De qué hemos de ser celosos?
Santiago 4:4-5 dice:
“¡Oh gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con
Dios? Si alguien quiere ser amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios. ¿O
creen que la Escritura dice en vano que Dios ama celosamente al espíritu que
hizo morar en nosotros?
Los celos son algo emocional, pero el arrepentimiento es algo más
profundo, es una decisión de cambiar. Es un cambio en la mente y luego en
la conducta. Jesús pide un cambio de su iglesia cuando esta ha caído en la
comodidad de su entorno comprometiendo la santidad, descuidando su
misión, y perdiendo la capacidad de ver la vida a la luz de la Escritura. Jesús
espera ver una iglesia apasionada y comprometida con él.
Jesús dice que los que se hacían llamar cristianos de algún modo lo
sacaron de sus vidas, hogares y fraternidad. Él llama otra vez y ofrece
entrar en las vidas de aquellos que le abren. Desea tener con ellos
compañerismo y traer su misma presencia ante ellos, y al final, hacerles
verdaderamente vencedores como él lo es.
Jesús no tuvo consideraciones con su iglesia cuando halló que esta se
había convertido en un grupo de gente acomodada, que existía para
satisfacer sus propios intereses mundanos. En lugar de servir a la
comunidad servían a su comodidad. Sus recursos y tiempo eran destinados
a su propio engrandecimiento o entretenimiento. Ejemplo de la iglesia
Luterana en U.S.A.
Habían sacrificado su pureza, habían descuidado su misión, y habían
perdido su visión. Jesús les hace la invitación a
1. Arrepentirse de su mundanalidad vergonzosa
2. Comprometerse de nuevo con su misión de hacer discípulos
3. Dedicarse de nuevo a ver la vida a la luz de su palabra
4. Vivir y usar sus recursos para agradar a Dios
Nosotros aquí en los Estados Unidos estamos propensos a caer en lo
mismo. Recuerde de dónde le ha traído el Señor, de un lugar de necesidad.
No le trajo nada más para prosperarle, le trajo para que usted le conociera,
le sirviera con su vida y sus recursos, y para que le sea fiel. Por eso
debemos vivir con pasión para Cristo y anhelar lo mejor en todo, en nuestro
espíritu, en nuestra alma, y en nuestro cuerpo, así como en nuestras
finanzas, pero esto no solamente con el fin de disfrutar de la vida nosotros y
nuestros hijos, sino con el fin de poder servir más a Dios, de poder bendecir
a más gente, de poder alcanzar más gente para Cristo, de engrandecer con
santidad el nombre de Cristo en todo lugar.
Algunas preguntas que usted se puede hacer para reflexionar esta semana
son
 ¿Qué debo dejar de comer o de mirar?
 ¿Qué me invita Jesús a recortar del presupuesto para invertirlo en
lo eterno, puede ser el cable, ropa fina u otro lujo?
 ¿A quién he de testificar del Señor, y si no sé como hacerlo,
prepárese, compre un libro, vaya a un curso, o compre uno por
DVD.

La Laodicea de Hoy
Apocalipsis 3:14-22
El mensaje de Jesucristo a la iglesia de Laodicea es
relevante a nosotros hoy pues encuentra muchos paralelos
con la condición actual del cristianismo que se ve en esta
generación. Al prestar atención al mensaje de esta carta,
podremos responder a la invitación de nuestro Señor y
Salvador a mantenernos puros y enfocados. Leamos
versículo a versículo.
14Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el
Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación
de Dios, dice esto:”
Ángel significa literalmente mensajero. Esta carta fue
dictada por Jesús al apóstol Juan, para que se la enviara a
la iglesia en la ciudad de Laodicea. La carta fue entregada a
un mensajero asignado para esa iglesia. Ángel significa
mensajero, y parece que se trataba de alguien de la
congregación, quizás uno de sus líderes.
En la actual ciudad Turca de Denizli existió la antigua
ciudad de Laodicea. En los tiempos en que se escribió esta
carta, era la ciudad más prominente y rica de la región de
Frigia conocida por sus bancos, por su escuela de medicina
y por su industria textil. El principal problema de la ciudad
de Laodicea era su suministro de agua. El dios patrono era
Zeus, aunque también había templos dedicados a los dioses
de Apolo, Esculapio, Atenea, Hera, Hades, Dionisio y
Serapis entre otros.
El remitente se identifica como el Amén, el testigo fiel y
verdadero y el principio de la creación de Dios. Los títulos
de “amén, testigo fiel y verdadero” traen a la memoria el
pasaje de Isaías 65:16 que describe a Jehová o Yahveh
como el Dios de la verdad. El título de “el principio de la
creación” se puede referir al primero en tiempo o al primero
en rango. Es decir, quien era antes de la creación o quien es
el gobernador de la creación. Cualquiera de las dos
interpretaciones posibles expresa la superioridad de
Jesucristo sobre todo lo que existe.
En resumen: Jesucristo el soberano Dios de toda la
creación envía un autoritativo mensaje directo y personal a
su iglesia ubicada en la próspera y famosa ciudad de
Laodicea.
15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá
fueses frío o caliente! 16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío
ni caliente, te vomitaré de mi boca.
La ciudad vecina de Hierápolis era famosa por sus aguas
termales medicinales. La gente la visitaba buscando sanidad
a sus dolencias. Desde allí se llevaba por medio de canales
el agua hasta la ciudad de Laodicea. Para cuando el agua
llegaba a la caliente ciudad de Laodicea, el agua había sido
usada y llegaba tibia. Los prósperos habitantes de Laodicea
constantemente se quejaban del agua tibia y turbia. Ni era
caliente para sanar, ni era fría para refrescar.
Sorprendentemente, la carta no incluye ninguna cortesía
ni reconocimiento para la iglesia. Seguramente había cosas
buenas, pero ninguna de ellas fue observada por Jesús.
Jesús dijo que conocía las obras de ellos, y reprochó que no
saciaban la sed ni tampoco traían sanidad a la comunidad
enferma. En pocas palabras, no servían para nada.
Jesucristo espera que su iglesia sea un agente que trae
salvación y provecho a su comunidad, que esté ocupada en
cosas que en verdad hacen una diferencia en la vida de la
gente.
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere,
¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser
echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del
mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede
esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud,
sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en
casa. 16Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para
 que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos. Mateo 5:13-16
Hay iglesias que son como quistes comunitarios. La
ciudad las considera como un problema social pues hacen
mucho ruido, generan problemas de tráfico, de basura e
incomodidad a su vecindario. En el mejor de muchos casos
no contribuyen con nada. Nadie sabe de su existencia en el
barrio. Pero la iglesia debería ser oasis refrescante a su
entorno, ambiente sanador. Jesús advirtió a los cristianos de
Laodicea que los vomitaría de su boca. ¿Qué diría Jesús a
su iglesia en América hoy? Los hispanos cristianos se
distinguen porque pasan de ser un pueblo que siempre
extiende la mano para recibir y llega a ser un pueblo que
extiende la mano para dar y para servir, empezando en su
propio hogar, cuadra y luego también en su congregación y
en su ciudad.
17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de
ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
Laodicea era famosa por sus banqueros y recursos
materiales. En el año 60 la ciudad quedó semidestruida por
un terremoto y Roma ofreció ayuda para la reconstrucción.
La orgullosa Laodicea rechazó la ayuda valiéndose de su
propia riqueza para reconstruirse. La ciudad también era
famosa por la industria textil, especialmente de lana. Otra
cosa que trajo renombre a Laodicea fue el colirio, usado
para curar la vista. Gente de todo el imperio viajaba allí para
comprar ropa blanca o para ser sanada de la vista.
Jesús reprocha a su iglesia en Laodicea la actitud
autosuficiente. La llama ignorante, desventurada, miserable,
paupérrima, ciega y desnuda. La iglesia se había adaptado
muy bien a su ciudad. Tenían buenas entradas financieras
por sus empleos o negocios, compraban buena ropa, se
atendían con buenos médicos, daban buena educación a
sus hijos, tenían buenos vehículos, comían bien. Pero para
Jesús eran pobres, ciegos y desnudos. Los cristianos
laodicenses tenían mejores ingresos que sus hermanos en
muchas otras ciudades pero espiritualmente eran unos
pordioseros miserables. Gente iba a Laodicea y mejoraba su
vista pero la iglesia no podía ver las oportunidades para ser
usada por Dios por estar tan ocupada en sus negocios. La
ciudad vestía a mucha gente de blanco pero la iglesia no era
capaz de vestirse a sí misma de Cristo. Se podría decir que
eran buenos laodicenses pero pésimos cristianos.
Eso se parece en parte a la iglesia en los de hoy.
Muchos cristianos aquí gravitan día y noche tratando de vivir
al estilo americano; Jesús espera que vivan como cristianos.
Muchos anhelan mejores riquezas terrenales y disfrutar de
la vida presente, ignorando el consejo bíblico a dejar el
pecado y revestirnos de Cristo.
Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y
borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y
envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para
los deseos de la carne. Romanos 13:13-14
Curiosamente este pasaje habla de glotonerías y
borracheras, cosas que tienen que ver con la boca; así
como de lujurias y lascivias, cosas que tienen que ver con
los ojos. Jesús dice que hay cosas que vomitar y visión que
sanar, pero consideraremos esto un poco más adelante.
Baste decir ahora que Dios sabe proveer a sus hijos mucho
más abundantemente de lo que ellos realmente necesitan
cuando ellos buscan primeramente el reino de Dios y su
justicia.
Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o
“¿Con qué nos vestiremos?” Porque los paganos andas tras
todas estas cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las
necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y
su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Mateo 6:31-
33
18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado
en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para
vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez;
y unge tus ojos con colirio, para que veas.
Jesús aconsejó, no ordenó. El pide obediencia voluntaria
como expresión de amor por parte de su iglesia. Luego el
consejo es que “compren”, lo cual implica pagar un precio, y
al referirse al oro, no lo hace en sentido literal, sino como
una referencia a lo más valioso que se puede comprar.
Jesús aconseja comprar oro, vestiduras y colirio.
El oro en la Biblia se encuentra asociado con las
propiedades de los reyes y poderosos, con instrumentos
destinados a la adoración, y para referirse a las obras
espiritualmente perdurables de los creyentes. El rey
Salomón recubrió sus enseres con oro. Los instrumentos
del Templo eran de oro puro, y también algunos ídolos.
Pablo dijo en 1 Corintios 3 que las obras duraderas de los
creyentes son como de oro. Tal vez sea a esto último a lo
que se refiere Jesús aquí a la luz del contexto. La frase “oro
refinado” habla de la más alta pureza y valor. La iglesia
debía comprar, es decir, pagar el precio que sea necesario
por aquellas cosas que sí son valiosas a los ojos del Señor,
como lo es cumplir con santidad la misión que les había
encomendado de ser luz y sal en su comunidad y el invertir
su vida y recursos en los tesoros del cielo, como en hacer
discípulos donde quiera les fuera posible, en lugar de vivir
para sí mismos persiguiendo la comodidad mundana. Solo
así serían ricos.
Las ropas blancas hablan de cubrir su miseria espiritual
al revestirse de Cristo (ropa) y con la santidad (blanca) de
vivir bajo la llenura de su Espíritu. Con quebrantamiento y
clamor se consigue esa ropa y se cubre la vergonzosa
desnudez.
El colirio, como ya se dijo antes, se refiere a aquello que
sana la visión. Nuestro colirio espiritual es la palabra de
Dios que aclara la realidad de todas las cosas y las expone
tal y como realmente son. Al leer, estudiar, y memorizar las
Escrituras, y al considerarlo todo a la luz de sus principios la
realidad se hace evidente, lo que tenemos por delante se
aclara, nuestra visión se afina.
Jesús aconseja a la iglesia que voluntariamente pague el
precio por aquellas cosas que más valen como lo son vivir
para Cristo, en el poder de su Espíritu, cumpliendo su
misión en el mundo; la misión de ser santos instrumentos de
Dios para la salvación de los perdidos invirtiendo en ello los
recursos recibidos.
19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues,
celoso, y arrepiéntete. 20 He aquí, yo estoy a la puerta y
llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y
cenaré con él, y él conmigo. 21 Al que venciere, le daré que
se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y
me he sentado con mi Padre en su trono. 22 El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Jesús nos ama. Por esa razón reprende y castiga cuando es
necesario. El desea que su iglesia haga dos cosas al
respecto: ser celosos y arrepentirse. ¿No son los celos algo
malo? No lo son cuando se trata de molestarse por la
fidelidad perdida. ¿De qué hemos de ser celosos? Santiago
4:4-5 dice:
“¡Oh gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es
enemistad con Dios? Si alguien quiere ser amigo del mundo se
vuelve enemigo de Dios. ¿O creen que la Escritura dice en
vano que Dios ama celosamente al espíritu que hizo morar en
nosotros?
Los celos son algo emocional, pero el arrepentimiento es
algo más profundo, es una decisión de cambiar. Es un
cambio en la mente y luego en la conducta. Jesús pide un
cambio de su iglesia cuando esta ha caído en la comodidad
de su entorno comprometiendo la santidad, descuidando su
misión, y perdiendo la capacidad de ver la vida a la luz de la
Escritura.
Jesús dice que los que se hacían llamar cristianos de algún
modo lo sacaron de sus vidas, hogares y fraternidad. Él
llama otra vez y ofrece entrar en las vidas de aquellos que le
abren. Desea tener con ellos compañerismo, y traer su
misma presencia, y al final, hacerles verdaderamente
vencedores como él.

Jesús no tuvo consideraciones con su iglesia cuando

halló que esta se había convertido en un grupo de gente
acomodada, que existía para satisfacer sus propios
intereses mundanos. En lugar de servir a la comunidad
servían a su comodidad. Sus recursos y tiempo eran
destinados a su propio engrandecimiento o entretenimiento.
Habían sacrificado su pureza, habían descuidado su misión,
y habían perdido su visión. Jesús les hace la invitación a

1. Arrepentirse de su mundanalidad vergonzosa

2. Comprometerse de nuevo con su misión de hacer
discípulos
3. Dedicarse de nuevo a ver la vida a la luz de su
palabra
4. Vivir y usar sus recursos para agradar a Dios

Debemos vivir con pasión para Cristo y anhelar lo mejor en

todo, en nuestro espíritu, en nuestra alma, y en nuestro
cuerpo, así como en nuestras finanzas, pero esto no con el
fin de disfrutar de la vida nada más, sino con el fin de poder
servirle más, de poder bendecir a más gente, de poder
alcanzar más gente para Cristo, de engrandecer con
santidad el nombre de Cristo en todo lugar.