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¿Y si Dios no existe?
Se han hecho famosos, en la tradición filosófica, varios títulos aplicados tanto a la persona
como a la filosofía de David Hume, entre ellos podemos encontrar “el mayor escéptico”, “la
cumbre del empirismo inglés”, “el más grande escritor de Inglaterra de su época”. Todos
han tenido especial atención y se ha escrito mucho sobre ellos. Pero hay otro aspecto que a
pocos ha llamado la atención, ya por ser algo muy evidente, ya por ser un aspecto de su
persona y que la filosofía se interese en ello sería una falacia ad hominem; me refiero a la
denominación que se le da como el primer filósofo “ateo” de la historia de la filosofía.
Copleston hace una separación entre el ateísmo devenido por la formación religiosa
calvinista impuesta por su padre cuando aún era un niño y sus ideas filosóficas en torno a
Dios o a la religión, y yo acepto eso en virtud de que no se puede considerar su filosofía como
fruto de la aversión que sintió el filósofo, desde muy temprana edad, hacia la religión. Mi
propuesta, pues, recae en encontrar en la filosofía de David Hume el motivo de su “ateísmo”.
Para ello tomaré la investigación acerca del principio de causalidad (causa-efecto), que hace
tanto en el Tratado de la Naturaleza Humana, como en las Investigaciones sobre el
Conocimiento Humano, como base para responder a la siguiente pregunta: ¿los argumentos
de la existencia de Dios que encontramos en san Anselmo y en santo Tomás de Aquino son
refutables con la filosofía de Hume, o bien se puede sostener alguno? Esto nos dará una
claridad en la concepción que se tienen del filósofo y se podrá demostrar si es que su filosofía
lleva consigo un “ateísmo”.
Desde un principio se puede decir que apelando al carácter empírico de David Hume
se da por sentado que no se puede sostener ningún argumento de la existencia de Dios con
su filosofía, pero esta conjetura es demasiado generalizadora y no podemos aceptarla tan
fácilmente sin una demostración que respalde esta afirmación. Berkeley, en su carácter
empirista, argumenta que es más evidente la existencia de Dios que la de cualquier otro
objeto, ¿por qué no dejar como una probabilidad que del mismo modo Hume termine como
un defensor de esto? Proseguiré pues a traer acá los argumentos de los filósofos que antes
mencioné y los analizaré desde una perspectiva humenan para desechar o rescatar alguno.
1. “…hay tanta abundancia de bienes, cuya múltiple necesidad nos es conocida por la
experiencia de los sentidos y por la intención del Espíritu” (M, I, p. 1951). Dado el carácter
empírico de Hume, no tendría mayor problema por aceptar esta premisa, pues, como lo dice
al principio de su Tratado todas las percepciones se dividen en impresiones e ideas y las
impresiones se dividen a la vez de la sensación y de la reflexión, las de la sensación son
aquellas que nos vienen por los sentidos2 tal con Anselmo afirma que es evidente la
abundancia de los bienes.
2. “Es cierto y evidente para todo el que quiera prestar atención que todos los objetos
entre los cuales existe una relación de más y menos, o de igualdad, son tales en
virtud de una cosa, que no es diferente sino la misma en todos, sin que importe el
caso de que ésta se halle en ellos en proporción igual o desigual” (M, I, p. 195).
Dentro de los tipos de relaciones entre ideas que acepta Hume aparecen precisamente estas
dos, a saber, semejanza y grados de cualidad, dentro de aquellas que nos proporcionan un
conocimiento certero porque dependen de las ideas que tengamos en nuestra mente 3. La
primera es la base de toda relación pues si dos objetos no son semejantes en ningún sentido
todas las relaciones se vienen abajo. El segundo tipo se refiere a que dos objetos son
diferentes según su grado de cualidad, esto es, que un árbol comparado con otro árbol, pero
más joven tienen semejanza en cuanto a árboles y grados de cualidad en cuanto a que el más
joven tiene un color verde más tenue que el otro4. Hasta aquí Hume podría aceptar esta
premisa, pero la dificultad surge en el momento en que Anselmo pone un universal en ella.
A manera platónica presupone una cierta idea abstracta, un caballo es más bueno que otro en
virtud de la idea de la bondad. Esto es altamente rechazable por David, pues él piensa que las
ideas abstractas no son más que una recopilación de ideas simples de objetos que comparten
1
En adelante citaré el Monologio de san Anselmo con una M y el Proslogio con una P, el número que le
sigue será el capítulo y por último la página en la edición consultada.
2
Cfr. SB 1-10. En adelante proseguiré a citar el Tratado de la Naturaleza Humana conforme a las páginas
establecidas por L. A. Selby-Bigge.
3
Cfr. SB 70
4
Cfr. SB 14-15
una característica. La mente de hecho no funciona con ideas abstractas pues en el momento
en que se menciona alguna de ellas nuestra mente se remite no a la idea como un universal
sino a cosas particulares, así si yo digo bueno no traigo a la mente un referente universal de
bueno, sino que, conforme a la experiencia, cada quien trae a la mente algo bueno en
particular, e.g. un caballo bueno, un hombre bueno, etc.
Llegados a este argumento que Kant denominó “ontológico” y que tantas veces ha tenido
polémica en la tradición filosófica, procederé a ver de qué modo Hume lo tomaría pues,
aunque es un argumento apriorístico (y con el empirismo de Hume nos debería llevara a
rechazarlo), creo que podemos encontrar algunas objeciones o asentimientos que Hume
haría.
“…este objeto por encima del cuál no se puede concebir nada mayor, no existe en la
inteligencia solamente, porque, si así fuera, se podría suponer, por lo menos, que
existe también en la realidad, nueva condición que haría a un ser mayor que aquel
que no tiene existencia más que en el puro y solo pensamiento. Por consiguiente, si
este objeto por encima del cual no hay nada mayor, estuviese solamente en la
inteligencia, sería, sin embargo, tal, que habría algo por encima de él, conclusión que
no sería legítima. Existe, por consiguiente, de un modo cierto, un ser por encima del
cual no se puede imaginar nada, ni en el pensamiento ni en la realidad” (P. II, 367).
Hume se hace la pregunta ¿qué es la existencia? y la respuesta es que todo lo que tenemos en
nuestra mente proviene de nuestras impresiones, por tanto, de objetos existentes. La idea de
existencia no es separable de la idea de un objeto, i. e. que percibimos algo en la mente y ese
algo existe. Todo lo que está en nuestras ideas son percepciones de cosas que existen, así
todo lo que concibo existe. Pero es evidente que nos formamos quimeras y que de ellas no
tenemos una realidad como tal porque nadie las ha visto o tocado en su conjunto. Estas
quimeras son causadas por nuestra imaginación de las relaciones de ideas simples que
conjuntamos y las hacemos ideas complejas. El punto más grande de la imaginación nos lleva
precisamente a que es sólo una relación de ideas.
Si seguimos esto, tendríamos primero que percibir a Dios para poder tener una idea
de él, para poder comprenderlo. Es así que no tenemos una percepción sensorial de Dios por
los sentidos, siguiendo el estilo del autor, nos preguntaríamos si esa idea proviene de las
sensaciones de la reflexión. ¿De qué relación nos puede provenir esa idea? Necesitamos
responder a esta pregunta, que por cierto Hume no se plantea, para poder aceptar o rechazar
este argumento. Ya se negó que podamos percibir a Dios por los sentidos, ahora nos toca
investigar cómo llegamos a la idea de Dios. Creo que hay una respuesta que podemos inferir
de la filosofía de la causalidad de Hume de la que ahora me ocuparé.
“Ahora bien, ¿quién podrá dudar de aquello por lo cual es bueno todo lo que es
bueno no sea un gran bien? Este bien es bueno por sí mismo puesto que todo bien
viene por él. (…) Solamente, pues, este ser es soberanamente porque es bueno por
sí, porque solamente es supremo el que supera de tal modo a los otros, que no tiene
ni igual ni superior” (M. I, p. 197).
De esto deduce san Anselmo que existe un ser que es el más bueno y el más grande de todos
los seres y que es necesaria su existencia. De esta conclusión aquello que tenemos que
rescatar para el análisis que me propongo hacer es la frase “per seipsum”, que en mi
interpretación tiene la connotación de que es causa de sí mismo y causa del bien de todos los
demás5.
“…todo lo que existe parece existir en virtud de un solo y mismo ser. Porque todo
lo que existe viene de algo o de lanada. (…) Por tanto, desde el momento en que la
verdad no permite admitir que toda la causa de todas las cosas es múltiple, es
necesario que esta causa sea única, y puesto que todo lo que existe no existe más
que en virtud de una causa única, es necesario que esta causa única exista por sí
misma. Todo lo demás tiene su origen de otro. Solamente ella existe por sí misma,
pero todo lo que existe por otro es menor que la causa que ha producido todos los
seres y que existe por sí misma. Por lo cual, lo que existe por sí mismo es mayor que
5
Cfr. SB 80
todo lo demás. Hay, pues, un principio superior, y único, a todo lo que existe” (M.
III, pp.199-201)
De este argumento lo que podemos extraer para nuestro propósito son dos cosas: la primera
nuevamente el “per seipsum” de ese ser supremo que es Dios; en segundo lugar, una premisa
que no aparecía explícita, pero sí presupuesta en la conclusión anterior: “Omne namque quod
est, aut estper aliquid aut per nihil”. Esta premisa será clave para ver cómo Hume trabaja
con ella y qué efecto sufriría el argumento.
Es evidente pues don cosas que hay que tomar en cuenta en los argumentos sobre la
existencia de Dios de san Anselmo. Primero que todos tiene la premisa y la conclusión de
que el ser del que hablan (Dios) es por sí mismo, tanto en el bien, como en su existencia. Pero
qué quiere decir esto, por el último argumento sólo podemos decir que es causa de sí mismo.
El ser por sí mismo, es causa por sí mismo. No puede decirse que es incausado porque de ser
así el argumento sería destruido por sí mismo pues además de esto tenemos la premisa de
que todo tienen una causa. Aquí entra Hume en su análisis de la causalidad poniendo en duda
precisamente este principio tan arraigado en la tradición filosófica. Un objeto no puede ser
incausado porque eso implicaría que se elimina el juicio porque si es causa de sí mismo,
existe antes de sí mismo y por tanto una contradicción y una falacia de petición de principio,
argumentando para demostrar que no tiene causa que la causa es él mismo. Pero si se dice
que es causa de sí mismos lo que sigue de esto es que es también efecto y es regla general
que el efecto sucede a la causa, y si la causa es el mismo efecto subsistiría todo en el tiempo
y el espacio y por tanto se daría la imposibilidad de que fuera ese ser que es causa de sí
mismo, la causa de la existencia o del bien de otros seres en niveles inferiores, pues todo lo
que de él saldría sería simplemente él mismo.
Esto no ha respondido a cuestión ¿de dónde proviene la idea de Dios? según Hume,
el análisis que hemos hecho de los argumentos de Anselmo fueron muy fáciles de destruir.
Tenemos que apelar a más argumentos para poder encontrar, en el análisis de éstos, la
respuesta a nuestra pregunta. Proseguiré a exponer algunos argumentos de santo Tomás de
Aquino para poder esclarecer lo que estamos buscando. Sólo tomaré del 1 y el 2 pues los
restantes son equivalentes a los argumentos de Anselmo antes referidos, a excepción del
tercero que por cuestiones de brevedad no explicaré aquí.
1) “Pues es cierto, y lo perciben los sentidos, que en este mundo hay movimiento. Y
todo lo que se mueve es movido por otro. (…) Este proceder no se puede llevar
indefinidamente… Por lo tanto, es necesario llegar a aquel primer motor al que
nadie mueve. En éste, todos reconocen a Dios” (ST, I, 2, 36).
Los argumentos de santo Tomás tienen una estructura similar, y todos tiene la idea de
causalidad, esta es que todo tiene una causa y que del efecto es posible la deducción de la
causa. La idea de causalidad es un tema al que le dedicó bastante espacio del Tratado, en él
podemos observar que la idea de causalidad está en nuestra mente, esto quiere decir que en
el mundo no hay nada que nos pueda informar de la causalidad simplemente percibimos por
intuición ciertas relaciones tales como la de contigüidad en donde dos objetos están juntos o
separados en mayor o menor grado en el espacio y el tiempo; está también la idea de
prioridad en donde la causa precede al efecto, pero este tipo de relaciones no nos imprime
en nuestra mente la idea de causa-efecto.
La pregunta que Hume se hace y que es preciso hacernos en este momento es ¿de
dónde proviene dicha idea?. La respuesta es de la experiencia de la observación de la relación
de la contigüidad y la prioridad en el mundo. Por medio del hábito es como adquirimos por
nuestra experiencia pasada la idea de causa y efecto. Cuando tenemos una llama y acercamos
nuestra mano a ella siempre en contigüidad sucede que nos quemamos, pero no hay ninguna
característica sensible en los objetos que nos dé la idea de la causalidad, sino solamente el
hábito de observar que un objeto siempre o casi siempre se conjunta con otro, su otro usual
por llamarlo de alguna manera.
Así queda demostrado, desde la perspectiva de Hume, que este argumento no se puede
aceptar, pues si la idea de causalidad deviene de nuestra experiencia y por el hábito de la
observación, es evidente que de Dios no podemos tener ni una impresión de la sensación, tal
vez podríamos decir que esta idea deviene de la misma fuente que la causalidad.
6
En adelante las siglas ST se refieren a la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino y los números
siguientes siguen el orden: Parte-cuestión-artículo.
Si la causalidad proviene de la observación por el hábito de una relación de ideas,
tal vez podríamos descubrir una relación entre un efecto que sería el mundo y una causa que
sería Dios, esto nos remite a la afirmación de santo Tomás en la segunda vía: “…si se quita
la causa, desaparece el efecto…”, es decir que del efecto es posible inferir una causa. Y bien
esto lo admitiría Hume en cuanto al mundo, pero en cuanto a Dios tiene sus dudas.
Así mismo podemos concluir que el ateísmo atribuido a David Hume es consecuencia
de su filosofía como aquí se ha demostrado, si no es posible rescatar algunos de los
argumentos de la prueba de la existencia de Dios, es muy probable que Hume se hubiera dado
cuenta de ello y por tanto terminar por no creer en un Dios, de hecho, no podría no ser ateo.
BIBLIOGRAFÍA
DE AQUINO, Tomás, “Suma de Teología” en Santo Tomás, (Trad. José Martorell Capó,
Donato González y Ovidio Calle Campo), Gredos (Grandes pensadores),
Barcelona: 2014.