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La esclavitud en la América precolombina

La esclavitud es un mal intemporal y universal, y como consecuencia, el sistema


esclavista en América es preexistente a la llegada de España, que en pocas décadas
acabaría suprimiendo ese régimen de servidumbre que, como en el resto del mundo,
venía siendo utilizado por los pueblos pre hispánicos.
De esa realidad dieron pronto cuenta los cronistas en sus relaciones; así, Bernal
Díaz del Castillo relata en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España que

los indios y caciques comúnmente tenían cantidad de indios y indias por


esclavos, y que los vendían y contrataban con ellos como se contrata cualquier
mercadería, y andaban indios mercaderes de plaza en plaza y de mercado en
mercado vendiéndolos y trocándolos a oro y mantas y cacao, y que traían
sobre quince o veinte juntos a vender atados con colleras y cordeles muy peor
que los portugueses traen a los negros de Guinea, y de todo esto llevaron
nuestros embajadores probanzas de fe y de creer y por testigos ciertos indios
mejicanos. (Díaz: 1611)

Pero no era el mercadeo el principal factor del esclavismo. En esclavitud, como


veremos en las siguientes líneas, se podía caer por varias circunstancias, y curiosamente
no era la guerra el principal suministrador de esclavos, ya que el primer y principal
destino de los vencidos en la guerra era ser sacrificados.

De los esclavos tomados en la guerra todos mataban y sacrificaban


ante los dioses: hombres mujeres y niños. Los sacerdotes vestidos de sus
insignias, los tendían y les quebraban las espaldas sobre una piedra los que
para ello tenían y con un pedernal hecho a manera de navajón, le daba por el
pecho tan diestramente, que saltándole fuera el corazón, aún antes que
expirase, se le mostraba, y le ofrecía luego al sol y al ídolo a cuya reverencia
lo sacrificaban. Y derramaba su sangre por cuatro paredes, y daban con el
cuerpo las gradas abajo, donde de presto era hecho cuartos y puesto a cocer.
(Mendieta)

Pero alguno escapaba al destino. Quienes lo conseguían, los menos, serían


vendidos como mercancías a los artesanos y otros principales para realizar labores, y estarían
destinados a servir en los más variados menesteres.
Serían, así, los más afortunados en el infortunio, pues según señala Ginés de
Sepúlveda

no vayas a creer que antes de la llegada de los cristianos vivían en aquel


pacífico reino de Saturno que fingieron los poetas, sino que por el contrario se
hacían continua y ferozmente la guerra unos a otros con tanta rabia, que
juzgaban de ningún precio la victoria si no saciaban su hambre monstruosa
con las carnes de sus enemigos. (Sepúlveda)

No sólo servían de alimento o de esclavo los vencidos en guerra. También se


organizaban expediciones en busca de víctimas. Tenemos siempre presente la actividad
desarrollada en este sentido por el imperio azteca, pero fuese por su influencia sobre los otros
pueblos, o por otras circunstancias, esos mismos pueblos ejercían la misma presión sobre otras
comunidades con inferior potencial bélico.
En ese sentido, años antes de la conquista de México, ya Cristóbal Colón señalaba la
existencia de esas expediciones.

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á la parte de Mediodía había muchas islas, unas pobladas y otras no, las cuales
se llamaban, como aquella india y las demás decían, Jaramachi, Cairoato,
Huino, Bnriari, Aruveira, Sixibei, pero la tierra firme decían que era muy
grande y á la Española llamaban Guania, porque en otros tiempos solían venir
á comerciar con los indios de ella, y también dijeron que el Rey de la isla de
donde se habían huido había salido con diez grandes Canoas, y 300 indios á
correr las islas vecinas y pillar gente para comer. (Colón tomo I: 207)

Así, los esclavos estaban sometidos a un régimen no conocido nunca en


Occidente. Lo que podemos convenir como derecho del esclavo, también debemos
convenir que no existía. La sumisión era total y absoluta, pues como hemos señalado, el
esclavo podía servir para trabajar o para servirlo como comida.

Cuando un chiriguana se enoja, coge un hacha o maca y mata al esclavo; y


cuando a una vieja le da gana de comer carne humana matan al esclavo que se
le antoja y se lo dan a comer; y cuando muere algún chiriguana natural, o su
mujer, o hijo, o hija, matan algunos esclavos para enterrarlos con ellos, demás
que en unas tinajas grandes que tienen para este ministerio meten vivos a los
muchachos y muchachas e indios mayores y alrededor de la sepultura ponen
estas tinajas en cada una un esclavo o una esclava y con la chicha y maíz que
les ponen les encierran allí hasta que mueran. (Iraburu 2003: 194)

En cualquier caso, y en aspectos generales, el régimen prehispánico de


esclavitud estaba en cierto modo asumido no sólo por los indios, sino salvando el
capítulo de la antropofagia, por todo el orbe, y particularmente por el europeo y español,
que conforme a la filosofía aristotélica lo consideraba natural y estaba habituado a
ciertas modalidades, más o menos duras de servidumbre, viendo en el mismo cierta
benignidad del vencedor para con el vencido.
Pero los sacrificios rituales, o habituales para suministrar la cocina, se
sobreponían a todo lo demás. Y es que, para señalar la gravedad del asunto, debemos
recordar que no se limitaban a la barbaridad de asesinar a los vencidos; que no todos los
sacrificados en los ritos religiosos ni todos los esclavos eran presos de guerra. Y es que,
si la derrota en la guerra no era absoluta garantía para abastecer los altares de
sacrificios, tampoco la servidumbre o la precariedad era garantía de no abastecerlos.
Así, los tributos que debían suministrar los pueblos sometidos cumplían ambos
objetivos: siervos y víctimas de sacrificio.
Había un tercer estadio que posibilitaba el mantenimiento del estatus esclavista.
Las personas también podían entregarse voluntariamente como esclavas, las más de las
veces por pobreza.

cuando llegaba a morir el padre, todo su patrimonio, si el rey no determinaba


otra cosa, pasaba entero al hijo mayor, por lo cual era preciso que muchos
pereciesen de hambre ó se viesen forzados a una servidumbre todavía más
dura, puesto que acudían a los reyezuelos y les pedían un campo con la
condición no sólo de pagar un canon anual, sino de obligarse ellos mismos al
trabajo de esclavos cuando fuera preciso. (Sepúlveda)

También la esclavización, como en la Edad Antigua en Grecia, se producía por


necesidad extrema.

El que tiene extrema nesessidad é ha vendido quanto tiene, acaesge que


venden los padres á los hijos, é aun cada uno se puede vender á sí proprio, si
quiere é por lo que quisiere; pero puédense los unos á los otros rescatar con

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voluntad del señor de los tales esclavos e no de otra manera. (Fernández de
Oviedo T.IV: 51)

Por su parte, la ley determinaba que ciertos delitos como deudas o robo eran
motivo suficiente para que las personas empeñaran su libertad. Y en el caso de
asesinato, si la víctima era varón y si la esposa perdonaba al asesino, éste le sería
entregado en calidad de esclavo.

si alguno mata á otro , el muerto se queda por muerto, é al que lo mata, no le


dan pena ni le hacen daño; pero si alguno mata á otro, ques libre, da á sus
parientes é muger un esclavo ó esclava ó ropa ó de lo que tiene, é no se le da
otro castigo. (Fernández de Oviedo T.IV: 51)

Otros delitos menores también estaban castigados con la esclavitud

Si le toma el dueño del hurto con el hurto, átalo é llévalo á su casa, é tienelo
atado hasta que le paga ó contenta do aquello que le hurtó; é si no tiene de qué
pagar, tiéneselo por esclavo. (Fernández de Oviedo T.IV: 51)

El incumplimiento en el pago de los impuestos también estaba sancionado con


la pena de esclavitud.

(En México) quando ha de dar el tributo, diez dias antes recoge en casa del
señor indio lo traydo por los tiquitlatos; é si algun pobre indio no puede
cumplir lo que cabe de tributo , ó por enfermedad ó pobrega , ó que no halla
dónde trabaxar, dige el tiquitlato al señor que fulano no quiso cumplir la parte
del tributo que le avian echado: é manda el señor al tiquitlato que al tal
vassallo que no quiso cumplir, le leve á vender por esclavo á un tiangüez, que
quiere degir mercado , que se hage de ginco en ginco dias en todos los pueblos
de la tierra , é del presgio quel tal indio es vendido se paga el tributo.
(Fernández de Oviedo II: 551)

Por su parte, los nobles aztecas recibían concesiones de tierras por parte del
emperador, por cuya circunstancia, los habitantes que vivían en su jurisdicción debían
atender ciertos servicios personales, como sembrar las sementeras, trabajar en las casas
de sus amos etc. Por estas labores, ciertamente semejantes a las aplicadas en España
durante la Edad Media, recibían una remuneración consistente en la comida y algún
otro pago en especie.
Pero al fin, estos servicios vinculados a las concesiones de los nobles, en puridad
no pueden ser entendidos como esclavismo. Con este medio de trabajo semi servil
convivía el puro esclavismo, siendo normal que cada cacique dispusiese de varios
centenares de esclavos, denominados tamemes (porteadores), encargados de transportar
todo tipo de cargas en una sociedad carente de bestias que pudiesen cumplir ese
cometido.
En el Perú, el otro ejemplo paradigmático de los imperios americanos
prehispánicos, también existía una forma de servidumbre, la conocida como mita, que
finalmente sería adaptada en parte importante por España.

La mita (sistema de trabajo obligatorio utilizado en América específicamente


en la Región Andina), institución de origen y heredad incaica, usufructuada
igualmente por Caciques en el período hispánico, es abolida por decreto del
Consejo de Regencia de las Españas e Indias, mismo que poco antes había
sido presidido por el criollo quitense Joaquín de Mosquera y Figueroa (Rey de

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las Españas encargado, había nacido en Popayán, Presidencia y Real
Audiencia de Quito), mediante decreto de 9 de noviembre de 1812. (Núñez
del Arco. Ecuador políticamente incorrecto)

En el mundo incaico, la mita no era un sistema esclavista, sino un sistema de


servicio a la sociedad, por la cual, los mitarios estaban obligados a prestar un servicio
temporal que era dedicado a las necesidades del imperio, fuese el mantenimiento de los
caminos o cualquier otro servicio. Tras la conquista, el sistema de mita fue adoptado por
los conquistadores con evidentes mejoras en cuanto al tiempo del servicio, procurando
compaginarla de forma que el indígena pudiera dedicarse a sus tierras en el tiempo que
no tuviese que servir en la mita, que en este caso se reducía a dos meses al año.
Sin embargo existía un grupo social, los yanacunas, que en ocasiones se trataba
de prisioneros de guerra no sacrificados y en ocasiones habían caído en esa condición
por alguna circunstancia, que a diferencia de los servidores, no eran considerados
personas sino cosas de sus dueños.
Debemos recordar que esta situación no se circunscribe a América. También en
Filipinas se reproduce el mismo modelo.

“los sclavos que los naturales tienen, parte dellos son de ynmemorable
memoria, que sus padres y agüelos sirvieron a sus antepasados; parte dellos
por empréstitos y deudas an venido a ser sclavos, contando siempre en los
empréstitos husuras, que se husan aquí mucho, parte por delitos o por aver
hurtado, por poco que sea, o levantado testimonio, o atrevídose en palabra o
en hecho contra algún principal; otros, y estos son los menos, que an sido
cautivos en guerras, que tiene entre sí, las quales algunas son de que muy
antiguo son enemigos, otra por algún agravio, que de la una o de la otra parte a
sido hecho, las quales causas son difíciles de averiguar quién tiene justicia,
aunque es gente en este caso tan mal ynclinada, que quando hallan ocasión, no
guardan cara al amigo. Otro género de sclavos ay después que los españoles
están en esta tierra, que se an vendido en tiempo de hambre por comida, en
tiempo de el hambre el padre al hijo, el hermano al hermano, el tío al sobrino,
y otros asimismo por muy poco precio, en lo qual, el que comprava hazía
misericordia al comprado, que jamás vendían sino al que estava tal que no
podía vivir por sí." (Hernández)

De tal forma, podemos concluir que las causas fundamentales por las que una
persona podía ser reducida a esclavitud eran tres: la guerra, la ley y la voluntad. Las
mismas que encontramos en un rápido análisis de todos los sistemas esclavistas en el
mundo.
Así, la esclavitud que España acabaría suprimiendo, estaba ampliamente
extendida por los territorios americanos. Al respecto, Brígida Von Mentz señala:

Cuando los europeos llegaron a Mesoamérica existían en los reinos y señoríos


indígenas del altiplano mexicano formas específicas de sujeción de individuos
que los conquistadores denominaron en castellano «esclavos» y que en el
náhuatl o lengua «mexicana» se denominaban «tlacotl» o en plural «tlacotin»
o «tlatlacotin». Estos esclavos formaban parte de estas sociedades clasistas y
cuyos grupos subalternos producían un excedente notable. (Von Mentz 2007)

Y entre las primeras muestras de esta realidad nos encontramos con la relación
de la primera entrevista habida entre Cortés y Moctezuma, que tuvo término en la plaza
de Tatelulco. Sobre la misma Bernal Díaz del Castillo señala:

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quedamos admirados de la multitud de gente y mercaderías que en ella había y
del gran concierto y regimiento que en todo tenían. Y los principales que iban
con nosotros nos lo iban mostrando; cada género de mercaderías estaban por
sí, y tenían situados y señalados sus asientos. Comencemos por los mercaderes
de oro y plata y piedras ricas y plumas y mantas y cosas labradas y otras
mercaderías de indios esclavos y esclavas; digo que traían tantos dellos a
vender aquella gran plaza como traen los portugueses los negros de Guinea, e
traíanlos atados en unas varas largas con colleras a los pescuezos, por que no
se les huyesen, y otros dejaban sueltos. (Díaz: 476)

No es la única referencia que Díaz hace del esclavismo en la América pre hispana.

Estando en la isla de Cozumel, donde los indios tenían esclavos a unos


españoles que habían naufragado años atrás, el cacique dijo a Cortés que
enviase rescate para los amos con quien estaban que los tenían por esclavos,
por que los dejasen venir, y ansí se hizo, que se les dio a los mensajeros de
todo género de cuentas. (Díaz: 131)

Y esas circunstancias se repetirían hasta la saciedad.

Los de Cempoal relataron a Cortés que los mejicanos nos dan guerra cada año,
de más de cient años a esta parte, y bien veis questamos en estas nuestras
tierras como acorralados, que no osamos salir a buscar sal, ni aun la comemos,
ni aun algodón, que pocas mantas dello traemos, pues si salen o han salido
algunos de los nuestros a la buscar, pocos vuelven con las vidas, questos
traidores mejicanos y sus confederados nos los matan y hacen esclavos. (Díaz:
331)

Tan es así que esa circunstancia fue hábilmente utilizada por Hernán Cortés para
reclutar aliados, hastiados de las relaciones de subordinación a que se veían sometidos,
y es que, por lo que se refleja en la crónicas, los recaudadores aztecas suscitaban gran
terror de los pueblos sometidos al imperio azteca, al que se veían obligados a
suministrar todo tipo de bienes, incluidas la personas destinadas al sacrificio.

E como aquello oyeron todos aquellos pueblos que dicho tengo,


secretamente, que no lo sintieron los embajadores mejicanos, dan tantas
quejas de Montezuma e de sus recaudadores, que les robaban cuanto
tenían, y sus mujeres e hijas, si eran hermosas, las forzaban delante
dellos y de sus maridos y se las tomaban, e que les hacían trabajar como
si fueran esclavos, que les hacían llevar en canoas e por tierra madera
de pinos, e piedra, e leña, e maíz e otros muchos servicios de sembrar
maizales, y les tomaban sus tierras para servicio de sus ídolos, e otras
muchas quejas que, como ha ya muchos años que pasé, no me acuerdo.
(Díaz: 437)

Pero no es sólo Bernal Díaz quién hace relación de estas cuestiones. Otro
cronista, Gonzalo Fernández de Oviedo explica los métodos esclavistas desarrollados en
el imperio azteca, siendo destacable que la venta de esclavos tenía un doble fin:
esclavos para el trabajo forzado, o esclavos para servir de alimento. Y estos no eran, por
lo que se puede deducir, resultado de acciones bélicas.

En una cosa ó en las que diré se imitan ó son conformes; y es que cada
generación destas tienen sus plaças é mercados para sus tractos é mercaderias

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en cada pueblo principal; pero no se admite en essas ferias ó plaças sino los de
la mesma lengua, é si estos otros van, es llevándolos á vender para los comer ó
se servir dellos por esclavos; é assimesmo son conformes en que todos los
ques dicho comen carne humana, e todos ellos son ydólatras é siervos del
demonio en diverssas maneras de ydolatrias. (Fernández de Oviedo T. IV: 37)

La Corona Hispánica, desde el primer momento de la Conquista, y con los


vaivenes propios de la nueva situación, llevó a cabo una profusa relación de leyes
prohibiendo la esclavitud de los indios. Serios problemas se generaron en el ámbito de
los encomenderos, que en un primer momento esclavizaron a los indígenas. Las leyes
protectoras del indio, una auténtica cascada de legislación, fue acompañada de serias,
periódicas y acuciantes visitas de los agentes de la Corona que conminaron a los
encomenderos al cumplimiento de las leyes, pero otro problema estaba en el fondo del
asunto: la difícil adopción de las medidas legales por parte de los naturales, que a pesar
de las leyes continuaron con sus prácticas hasta bien avanzada la Conquista.
El 6 de noviembre de 1538, el Emperador Don Carlos y la Emperatriz
gobernadora en Toledo dispusieron:

Prohibimos y defendemos (impedimos) a los Caciques, y (indios) Principales


tener, vender, o trocar por esclavos a los indios, que les estuvieren sujetos, y
asimismo a los españoles podérselos comprar, ni rescatar” (Recopilación,
Libro VI, Ley III, Título II).

A pesar de la prohibición el problema persistía, así el 26 de octubre de 1541, el


Cardenal Tavera, gobernador en Fuensalida decretó que: “Los Caciques, y (indios)
principales no tengan por esclavos a sus sujetos” (Comprendida en la Ley III, Título II,
Libro VI, de la Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias).

Los Caciques no quedaban conformes con estas leyes muchas veces y


se empecinaban en sus abusos contra sus indios gobernados, “vasallos
naturales”, como los definía el derecho hispánico recogiendo la norma
consuetudinaria de los pueblos prehispánicos. Por lo cual muchos
viajaban a Madrid a exigir compensaciones y derechos en sustitución de
la esclavitud de sus gobernados. Las Audiencias muchas veces
prohibían estos desplazamientos, procurando se acataran las normas
regias, sin embargo, los Caciques se dirigían directamente al Rey y
consiguieron que Don Fernando VI, el 19 de enero de 1751, en Buen
Retiro, emitiera una Real Cédula sobre que no se impida a ellos, los
Caciques, y a otros indios que tengan justos motivos para ir a la España
peninsular, verificar su viaje, “proporcionándoles en dicho caso los
auxilios correspondientes”. (Núñez del Arco. Ecuador políticamente
incorrecto)

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