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Si los dos últimos siglos (XIX y XX) estuvieron dominados en materia de ciencia y
tecnología por la física y la química, respectivamente, todo parece indicar que la
manipulación genética está destinada a establecerse como la corriente científica
que marcara la pauta de la investigación experimental en este naciente siglo XXI.
Con más de cincuenta años de historia a sus espaldas, la biotecnología se ha
logrado abrir paso en el estricto mundo de la ciencia, adquiriendo cada vez más
valor y reconocimiento, al grado de ser ya referida a la par de los mayores
descubrimientos de su inagotable historia.
Desde hace por lo menos un par de décadas se han venido divulgando los
resultados obtenidos tras diversos experimentos relacionados con la manipulación
de genes en personas, o por lo menos de experimentos en animales con miras a
una posible aplicación humana, generando con ello reacciones de lo más diversas,
expuestas por personajes igualmente dispares. Lo que es importante tener en
cuenta es el hecho de que estos procedimientos están teniendo lugar cada vez
con más frecuencia y consecuente aceptación. Así, resulta sensato ubicarnos en
el epicentro de este debate científico-ideológico, buscando provocar una reflexión
objetiva que nos permita entender su trasfondo, basándos en la información
fehaciente y no en la espesa nube de ignorancia que envuelve al tema.
De la manipulación genética a nivel germinal en seres humanos conocemos muy
poco, esto si lo ponemos en comparación con lo que ignoramos de ella. En el
mejor de los casos, los miembros de una población, ajenos a su estudio, tienen
una idea muy generalizada de lo que representa este tipo de investigación
científica, aunque esa preconcepción está limitada a versiones poco claras que
han escuchado o leído en más de alguna ocasión.
Contaminacion ambiental
Numerosos tipos de pruebas de toxicidad (LD, LC, LDLo, TCL0, MTD, etc.) se
llevan a cabo con el pretexto de realizar experimentación toxicológica. Otras
investigaciones incluyen pruebas de irritación cutánea y ocular (el infame Test
Draize), de carcinogénesis (cáncer), estudios de mutagénesis (mutaciones
genéticas), de teratogénesis (defectos de nacimiento), y estudios de toxicidad
reproductiva, hepatotoxicidad (dañó hepático), de nefrotoxicidad (riñón), de
neurotoxicidad, etc. A partir de estos estudios, se reúnen enormes cantidades de
datos ambiguos, contradictorios e inútiles que permiten a los “científicos” extraer
sus conclusiones “científicas”. Por ejemplo, si quieren “probar” que un producto
químico en particular no es cancerígeno, todo lo que tienen que hacer es
presentar las pruebas procedentes de los experimentos de laboratorio que
respalden sus teorías. Por otra parte, si desean probar que el mismo producto es
cancerígeno desarrollan otros experimentos de laboratorio que prueben que el
producto es cancerígeno.
Al mismo tiempo, parecería utópico, en una sociedad tan plural, las diversas
posturas que entran en conflicto ante temas que afectan profundamente a la
sensibilidad social sin el apoyo jurídico para discernir aquellos valores que es
necesario proteger jurídicamente atendiendo al bien de la sociedad en general.
madres incubadoras
Casi siempre que surge este debate se centra más en los aspectos morales. Es
decir, se cuestiona la legitimidad del procedimiento por cuestiones éticas. Las
técnicas de reproducción asistida desde sus comienzos han suscitado fuertes
reacciones y han estado sujetas a las críticas más virulentas por parte
especialmente de algunos sectores religiosos. Ello, independientemente de lo que
impliquen o conlleven. Paradójicamente, la mera idea de que la reproducción se
lleve a cabo de una forma que no sea sexual choca con los conceptos de la
mayoría de personas.
Los 'embarazos subrogados' se vienen efectuando desde los años 80 y fue sólo a
comienzos del siglo XXI cuando se empezaron a realizar los primeros estudios de
investigación para evaluar si ser separados de la 'madre de alquiler' tiene un
efecto negativo en el bebé —o en los bebés en general—. Tales estudios han sido
llevados a cabo por parte de científicos británicos del Centro de Investigación
Infantil y Familiar de Londres. Asimismo, otro grupo de investigadores británicos
han estudiado el efecto que este procedimiento puede tener en la 'madre de
alquiler'. Los resultados obtenidos por todos los científicos sobre este tema son
positivos y contribuyeron a que el Reino Unido diera luz verde a la legalidad del
procedimiento, por lo menos en los casos en los que la 'madre de alquiler' no
recibe una remuneración económica.
Se plantea que los Comités de Ética surgieron en los EE. UU. en respuesta a los
problemas presentados en la investigación y en la práctica de la medicina. Se
citan como antecedentes más importantes: el Comité de Seattle en 1960,
destinado a resolver los dilemas éticos de los pacientes renales; la propuesta de
Pediatría de Karen Tell en 1975; el caso de Karen Quinlan de New Jersey en
1976; y los casos de “Baby Doe” de 1983.18 Esos casos estaban más cerca de los
dilemas de la asistencia médica que de la investigación clínica pero fueron
antecedentes también de los Comités de Ética de la Investigación en los propios
EE. UU.