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CÁNCER Y HERENCIA
I I . C Á N C E R Y H E R E N C I A
Es ahora de todos conocido que los seres vivos, cualquiera que sea su naturaleza,
poseen información hereditaria contenida en los ácidos nucleicos, los cuales constituyen
el material genético. Estos ácidos nucleicos son el ácido desoxirribonucleico (ADN), el
de la mayoría de los seres vivos, y el ácido ribonucleico (ARN), el de ciertos virus. Los
componentes fundamentales de dichos ácidos son los nucleótidos, constituidos por
cuatro bases nitrogenadas: adenina, guanina, citosina y timina (que en el ARN es
remplazada por uracilo), más un azúcar (desoxirribosa en el ADN y ribosa en el ARN) y
un ácido fosfórico. Dichos nucleótidos son como las letras del alfabeto con el que se
construye el código genético donde se almacena la información hereditaria.
También nos es familiar que el ADN adopta la forma de dos cadenas que se enrollan en
forma similar a la de una escalera de caracol, en la que los peldaños están
representados por el apareamiento de dos bases nitrogenadas (siempre adenina frente
a timina, y guanina frente a citosina). El ADN de las células humanas se encuentra
superenrollado, compactado y repartido en 23 pares de estructuras que conocemos
como cromosomas y contiene segmentos con combinaciones específicas de las cuatro
bases, las cuales constituyen unidades de información conocidas como genes (Figura
5). Se sospecha que poseemos alrededor de 100 000 genes en lo que llamamos el
genoma humano; dichos genes controlan la síntesis de otras tantas proteínas (o de las
cadenas de aminoácidos de los polipéptidos que las forman), las cuales caracterizan a
las células y desempeñan un papel importante en su estructura y funcionamiento.
Esta misma forma de regulación se aplica a los procesos que llevan a la célula a
dividirse y diferenciarse, y en los que las moléculas proteicas clave que participan en
ellos también están sujetas a los mecanismos de control que determinan cuándo y
cuánto deben leerse los genes que contienen la información para su síntesis. Hoy en
día sabemos que diversas moléculas proteicas a las que se hace referencia están
codificadas por los llamados protooncogenes, o precursores de los genes del cáncer u
oncogenes.
LA MAGIA DE LA FOSFORILACIÓN
El proceso de fosforilación también permite entender por qué una pequeña mutación en
el material genético, la cual da lugar a un cambio de un aminoácido por otro en una
proteína participante en la división celular, puede hacer que las células proliferen
continuamente al perderse el sitio en el que se introduce un grupo fosfato para
bloquear su actividad.
El estudio de la secuencia de nucleótidos del gen src permitió, además, descubrir que,
por su organización (presencia de secuencias conocidas como exones e intrones típicas
de los genes animales pero no virales), ese gen no pertenecía al virus, sino que debió
ser arrastrado por éste después de unirse y desprenderse del material genético de
alguna célula hospedera (Figura 7). Más aún, sus homólogos en las células normales
resultaron ser genes activos y fue también el grupo del doctor Bishop quien descubrió
la proteína codificada por el gen src (llamado c-src porque corresponde a la versión
celular de ese gen), a la que denominaron pp60c-src, y que, sorprendentemente,
resultó ser una proteína fuertemente unida a la superficie interior de la membrana
celular y capaz de fosforilar a las tirosinas.
Hoy se sabe que en las células cancerosas que contienen activo el oncogén c-src: está
presente una proteína pp60c-src a la que, curiosamente, le falta, en un sitio peculiar,
una tirosina, que en su versión normal es fosforilada, como mecanismo para bloquear
la propia actividad fosforilante de la proteína pp60c-src. Tal parece ser la explicación
por la cual esa proteína está permanentemente funcionando e introduciendo grupos
fosfato en otras proteínas, en el caso de las células tumorales.
Los virus cuyo material genético está constituido por ARN y que tienen la capacidad de
inducir la síntesis de la enzima transcriptasa reversa, pueden hacer copias de ADN a
partir de su ARN e insertarse en el genoma de las células hospederas como lo hace el
virus del sarcoma de Rous. A estos virus se les conoce como retrovirus y constituyen
una familia a la cual pertenece el virus del sida y otros que no causan enfermedades y
que parecen formar parte integrante de algunas células y participar en la regulación de
sus procesos de diferenciación.
comportamiento celular.
A pesar de que todavía no se cuenta con esta información, ya ahora destacan ciertos
elementos que se repiten y permiten inferir algunos de los papeles que desempeñan
oncogenes y sus consecuencias. Por ejemplo, es notable el hecho de que numerosos
oncogenes ya han sido vinculados con algún elemento relacionado con el control de la
proliferación celular (Tabla 3). Los productos de tres de los oncogenes enlistados en la
tabla (fos, myc y myb) se localizan en el núcleo de las células y parecen participar en la
activación de genes que provocan la división celular. En tanto que los productos de los
oncogenes restantes se encuentran en la membrana o cerca de ella. Tal es el caso de
erb, que es una versión alterada del receptor del factor de crecimiento epidérmico a la
que le falta el dominio externo, por lo que se encuentra permanentemente activo. Por
su parte, sis controla la síntesis de la cadena B del factor de crecimiento plaquetario, y
los restantes están relacionados con enzimas fosforilantes (proteínas cinasas) (Figura
8).
Receptor en la superficie
erb-B Tirosina cinasa
celular
Receptor en la superficie
fms Tirosina cinasa
celular
Receptor en la superficie
neu Tirosina cinasa celular (aún no
identificado)
Receptor en la superficie
ros Tirosina cinasa celular (aún no
identificado)
Factor de crecimiento
sis Señal
FCP (subunidad B)
src Tirosina cinasa ¿Transducción de señales?
abl Tirosina cinasa ¿Transducción de señales?
ras ¿Proteína G? ¿Transducción de señales?
¿Efector de la división
fos ¿?
celular?
¿Efector de la división
myc ¿?
celular?
¿Efector de la división
myb ¿?
celular?
Se ha descubierto también que no basta con que se active un oncogén en una célula
para que ésta adquiera las características de una célula cancerosa, sino que se requiere
por lo menos la participación de dos oncogenes. Así, por ejemplo, ni el oncogén Ela ni
el Elb del adenovirus pueden inducir tumorigenicidad por separado, pero actuando
juntos provocan la transformación maligna de las células; lo mismo ocurre con los
oncogenes celulares ras y myc que por sí solos no son suficientes para inducir tumores,
lo que sí ocurre cuando se activan ambos.
En las células que no han sido infectadas por virus y en las que ocurre la activación
anormal de los protooncogenes, se ha visto que ésta puede producirse como resultado
de tres mecanismos (Tabla 4):
—Una mutación puntual, que cambia la secuencia de bases en el gen y que se refleja
en un cambio en la secuencia de aminoácidos de la proteína oncogénica.
Mecanismo Porcentaje
Oncogén Tipo de tumor
de activación de tumores
que lo
contienen
Mutación
H-ras Carcinomas y melanomas 1-10
puntual
Porcentaje de
Especie tumores con el
animal Tumor Carcinógeno Oncogén oncogén activado
¿QUÉ RELACIÓN TIENEN LOS ONCOGENES CON LAS ETAPAS DEL CÁNCER?
Algo interesante ha sido encontrar que las mutaciones en el protooncogén ras se dan
repetidamente en dos codones (secuencia de tres nucleótidos) específicos, que ocupan
las posiciones 12 (Guanina-Guanina-Adenina) y 61 (Citosina-Adenina-Adenina). Esas
mutaciones tienen como resultado que en la proteína p2l, codificada por ras, se altere
el sitio clave que le permite unirse al GTP, con lo que éste permanece más tiempo
unido a ella; como consecuencia final de lo anterior, también se altera la regulación de
la división celular.
Sumado a eso, se ha visto que en los carcinomas de piel, que corresponden a la fase
de progresión tumoral o transformación maligna de los papilomas, el oncogén ras
mutado puede amplificarse. Esto coincide con la propuesta de la producción de un
segundo acontecimiento genético, que desencadena la malignización. También se ha
observado una estrecha asociación entre la amplificación del oncogén myc y los estados
avanzados del cáncer; por ello se considera pues, que dicha amplificación contribuye a
la progresión, como sucede en el cáncer del cuello del útero. Los oncogenes ras y myc
parecen complementarse uno a otro, y si, como ya se había mencionado, cada uno por
separado no induce por sí mismo la transformación maligna completa de las células,
ello sí ocurre si ambos son activados.
Si se analiza la figura 8 se puede ver cómo ras y myc toman parte secuencialmente en
una de las cascadas bioquímicas que desencadenan la división celular. Se ha visto que,
Afortunadamente, los seres vivos han desrrollado mecanismos para protegerse de los
efectos indeseables de los radicales libres; entre ellos se encuentran las enzimas
superóxido desmutasa y catalasa, que catalizan la conversión del anión superóxido a
peróxido y la de éste en agua y oxígeno. Además, existen otros componentes celulares
o sustancias ingeridas con los alimentos que atrapan a los radicales libres, como el
glutatión, los flavonoides, retinoides y la vitamina C; por lo que la nutrición se vuelve
un elemento esencial contra las lesiones autooxidantes pues aporta dichos elementos
protectores. Coinciden en destacar la importancia de la alimentación las observaciones
que demuestran que se puede inhibir la liberación de radicales libres, la expresión de
oncogenes y la promoción con el empleo de la vitamina C, los retinoides, el aceite de
cebolla y los inhibidores de proteasas.
El conocimiento de los mecanismos por los cuales las células cancerosas bloquean su
capacidad de diferenciarse, así como de las proteínas que actúan en cada tipo particular
como señales para inducir la diferenciación, se espera lleve a descubrir el modo de
inducir a las células tumorales a proseguir su diferenciación normal. En este aspecto el
modelo de las células hematopoiéticas ha aportado resultados esperanzadores, por lo
menos en los ensayos hechos en cultivos celulares.
Algo similar a lo anterior se ha descubierto en el estudio de las células del cáncer del
cuello del útero, que, como se señaló antes, está asociado con la infección por virus
oncogénicos. En este caso particular, la supresión del comportamiento tumoral por la
fusión con células normales hablaría en favor de que en las células humanas existen
mecanismos de defensa ancestrales que las protegen de los efectos adversos de los
virus que producen cáncer. Es posible que la mutación o inactivación de los genes
supresores sea lo que tiene como consecuencia el que los oncogenes virales queden
libres de manifestarse. La observación de la existencia de un mayor riesgo de
desarrollar el cáncer de útero en las mujeres fumadoras hace creer que los agentes
mutagénicos presentes en el tabaco pudieran ser los responsables de la inactivación de
los genes supresores.
Es preciso hacer notar que en los países en los que el cáncer ocupa uno de los
primeros lugares como causa de enfermedad y muerte no es raro ver aparecer en una
misma familia más de un caso de este padecimiento. Esto es lo que ocurre en Estados
Unidos, en donde 20% de las muertes se deben al cáncer y uno de cada cinco
individuos fallece por esta enfermedad. A pesar de ello, varias características permiten
distinguir los casos de transmisión hereditaria, entre las cuales se encuentran las
siguientes:
A la fecha, se han identificado alrededor de 50 tipos de cáncer hereditario como los que
aparecen listados a continuación y se sospecha que existen muchos más:
Carcinoma neviode de
Tumor de Wilms
células basales
Poliposis y carcinoma
Retinoblastoma
de colon
Adenomatosis
Tricoepitelioma
endocrina múltiple
Feocromocitoma y
cáncer medular de Quemodectomas
tiroides
Tilosis con cáncer
Neurofibromatosis
esofágico
Se ha observado en el caso del cáncer de mama que puede existir una propensión en
ciertas familias a que más de un miembro de sexo femenino de la familia desarrolle la
enfermedad. Por ello, y como una medida para detectar oportunamente el inicio de un
tumor, se recomienda que mujeres cuyas madres, tías, abuelas maternas o hermanas
hayan tenido cáncer de mama vigilen continuamente sus senos para detectar nódulos
precursores.
El retinoblastoma es un tumor de los ojos que se origina en las células de la retina y los
individuos que lo padecen pueden pertenecer a dos grupos (hereditario y no
hereditario). En uno de dichos grupos, el cáncer hace su aparición antes del primer año
de vida, frecuentemente es bilateral, o sea que afecta a ambos ojos, y los individuos
que lo padecen tienen, por lo general, un progenitor también afectado por la misma
forma de cáncer (el tumor puede ser extirpado y los individuos sobreviven y pueden
reproducirse, aunque transmiten la propensión a desarrollar el tumor a sus
descendientes).
El otro grupo de individuos presenta el tumor más tarde, pero antes de los cinco años
de edad (después de esa edad los retinoblastos dejan de dividirse y son menos
susceptibles a transformarse en células cancerosas), además de que es común que sólo
tengan un tumor en un ojo y no tienen parientes afectados.
Lo anterior hizo suponer al doctor Knudson que los casos de retinoblastoma hereditario
deberían ser causados por la transmisión de un gen recesivo, que no se manifiesta sino
hasta que su homólogo normal (todos los genes de las células, salvo algunos de los
cromosomas sexuales, se presentan en pares) sufre una mutación que lo inactiva o se
pierde. En los individuos que no presentan la forma hereditaria del tumor, Knudson
supuso que se requerían dos mutaciones sucesivas para inactivar a los dos genes y
provocar el tumor, por ello era más probable que tuvieran tumores sólo en un ojo.
No se sabe aún qué relación existe entre estos antioncogenes y los genes supresores
del comportamiento canceroso de las células, a los que se hizo alusión anteriormente.
Actualmente se ha propuesto y se investiga la posibilidad de que oncogenes, genes
supresores y antioncogenes sean en realidad una misma familia de genes y que su
diferente comportamiento obedezca a la modulación de su manifestación.
cual los individuos afectados son propensos a desarrollar cáncer de piel en virtud de su
extrema susceptibilidad a la luz ultravioleta del sol y a una deficiencia en su capacidad
de reparar el daño que provoca dicha radiación en el material genético de las células de
la piel. Las células de estos individuos al ser sometidas a distintos agentes físicos,
químicos o virales, muestran una mayor frecuencia de alteraciones en su material
genético que las células normales. Tanto los cánceres de tipo hereditario como este tipo
peculiar de asociaciones entre enfermedades hereditarias, vulnerabilidad a agentes
ambientales, lesiones genéticas y padecimientos malignos, constituyen modelos a
investigar para desentrañar la relación que existe entre la herencia, el ambiente y el
cáncer.
Los seres humanos difieren en su capacidad de llevar a cabo tales procesos, ya que
pueden contar con enzimas que presentan distinta actividad (isoenzimas) como
resultado de los cambios genéticos que han ido ocurriendo a lo largo de la evolución.
Ciertos individuos deficientes en ciertas enzimas biotransformadoras pueden ser menos
susceptibles a carcinógenos químicos que requieren activación metabólica. Por el
contrario, otros pueden ser más vulnerables por no contar con mecanismos eficientes
de destoxificación de carcinógenos.