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La liebre y la tortuga
En cambio la liebre, corrió tan rápido que dejó muy atrás a la tortuga. Al darse la vuelta
y ya no verla, la liebre vió seguro su éxito sobre la carrera y deicidió echarse una siesta.
Poco después, la liebre despertó y vió si por atrás seguía sin llegar la tortuga, pero al
mirar hacia la meta, vió a la tortuga muy cerca de la final, y en un intento desesperado
por correr lo más veloz que pudo, la tortuga llegó y ganó.
Moraleja: la enseñanza es que las metas se consiguen poco a poco, con trabajo y
esfuerzo. Aunque a veces parezcamos lentos, el éxito llegará siempre.
También nos muestra que no tenemos que burlarnos de las personas por sus defectos
físicos, ya que pueden ser mejores en otros aspectos.
Esta fábula tiene un gran valor educativo, ya que hacer las cosas bien hechas es
importante en la educación y para ello es necesario ser pacientes.
El león y el ratón
Érase una vez un león que estaba descansando en la selva, después de un día de caza.
Era un día caluroso y solo le apetecía dormir.
Cuando se encontraba más cómodo, llegó un ratón haciendo mucho ruido. El león era
tan grande que ni si quiera se percató, pero el ratón empezó a subir por su nariz.
El león se despertó con muy mal humor, empezó a gruñir, y agarró al ratón,
preparándose para comerlo.
“¡Perdóname!” suplicó el pobre ratón. “Por favor déjame ir y algún día seguramente te
lo pagaré”.
Al león le resultó divertido pensar que un ratón podría alguna vez ayudarlo. Pero fue
generoso y finalmente lo liberó.
Algunos días más tarde, mientras acechaba a una presa en el bosque, el león quedó
atrapado en la red de un cazador.
Era incapaz de liberarse y rugió fuerte para pedir ayuda. El ratón reconoció la voz y
acudió rápidamente para ayudarlo. Mordió una de las cuerdas que ataban al león y este
se liberó.
La cigarra y la hormiga
-¡Bah! Trabajar tanto es para bobos, haz como yo, canta y disfruta del verano.
La pequeña hormiga sin decir más nada siguió su camino. En los siguientes días, la
cigarra seguía cantando y muchas veces componía canciones que se burlaban de su
amiguita la hormiga.
La helada era la peor de todas en muchos años, trató de abrigarse con hojas de su
rama, pero no pudo. Hambrienta buscó comida, pero no encontró nada.
Entonces recordó que su amiguita hormiga había estado guardando provisiones durante
el verano y se dirigió a su hormiguero, tocó la puerta y la hormiguita salió. Entonces
dijo:
-¡Pues si eso hiciste en el verano, ahora baila en el invierno!- Dijo la hormiga y cerró la
puerta.
Mientras, la cigarra arrepentida se alejaba reflexionando sobre la lección que había
aprendido.
Pedro y el lobo
Había una vez un niño llamado Pedro que era pastor y se llevaba todo el día caminando
con sus ovejas.
Un día estaba tan aburrido que comenzó a preguntarse cómo divertirse. Entonces se le
ocurrió gastar una broma, diciendo que un lobo estaba cerca. Dijo:
Los vecinos del pueblo acudieron rápidamente con palos para ahuyentar al lobo, pero
cuando llegaron al árbol donde se sentaba Pedro, lo encontraron riendo a carcajadas.
Pedro decía:
¡Ja ja ja! ¡Os lo habéis creído!
Los vecinos se fueron a sus casas pensando que era una broma y que no pasaba nada.
Otro día, de nuevo Pedro se encontraba aburrido y volvió con la misma broma:
Los vecinos volvieron a acudir rápido, con sus palos y preparados para hacer frente al
lobo. Pero se volvieron a encontrar a Pedro riendo, que reía y decía:
Esta vez los vecinos pensaron que la broma no era tan graciosa y se fueron
malhumorados a sus casas.
Otro día, Pedro estaba caminando con sus ovejas cuando escuchó un ruido entre los
matorrales. No le dio importancia, pero rápidamente un lobo salió empezó a perseguir
a sus ovejas. Pedro empezó a pedir ayuda:
Los vecinos lo escucharon pero no prestaron atención, ya que pensaban que era otra
broma de Pedro.
El lobo pudo atrapar a algunas de sus ovejas y se las llevó para comerlas con su manada.
Moraleja: no mientas, ya que puede que los demás no te crean cuando digas la verdad.
El cuervo y el zorro
El zorro, sonriendo, corrió hacia el queso y lo atrapó con la boca antes de caer al suelo.
Moraleja: presta atención cuando alguien te dice cosas bonitas. Puede que sea por
interés.
La pulga y el hombre
– Lo siento pequeña pulga, pero no puedo hacer otra cosa que acabar con tu vida para
siempre, ya que no tengo ningún motivo para seguir aguantando tus picaduras, no
importa si es grande o pequeño que pueda ser el prejuicio que me causes.
Moraleja: nos enseña a que todo aquel que le hace daño a otra persona, debe estar
dispuesto a afrontar las consecuencias. Ya que cuando uno molesta, agrede u ofende a
otros compañeros, debe saber que sus actos irán seguidos de unas consecuencias.
El conejo y el cerdo
Había una vez en un colegio un conejo muy presumido que todos los días llevaba sus
zapatitos muy limpios, relucientes, brillantes.
En su misma clase también estaba el cerdito Peny, que tenía mucha envidia al conejo
por sus zapatos.
Pero el cerdito al vivir en una charca de barro sabía que nunca conseguiría tener unos
zapatos como los de su amigo conejo.
Todos los días limpiaba y limpiaba, pero nada seguían igual de sucios.
Un día jugando en el recreo tenía que hacer una carrera para ver quien era el más veloz.
El cerdito asustado, no sabía que hacer, ya que sus zapatillas no eran como las de su
amigo.
Mientras corría, solo pensaba en ser el ganador y no rendirse nunca, tal y como le decía
su madre.
Al llegar a la meta, todos se quedaron asombrados por la rapidez del cerdito Peny, no
entendían como podía haberle ganado al conejo y sus superzapatillas.
Moraleja: da igual el zapato que lleves, el esfuerzo por conseguir una meta que te
propongas no está en los zapatos sino en ti. Debes ser feliz con lo que tienes, sentirte
a gusto contigo mismo y confiar en ti.
Familia de hormigas
Había una vez una familia de hormigas formada por la madre, el padre y su dos hijitas.
Pronto se acercaba el invierno, así que toda la familia salió en busca de comida ya que
si no morirían.
Paseando por el prado, se encontraron con otra hormiga, pero esta no era de su misma
especie, ya que era de color rojo y le faltaban dos patitas.
Angustiada, la hormiga roja les pidió ayuda para que la llevasen hasta su casa, ya que
podría morir enterrada por la nieve.
Así que la familia siguió su camino, pero una de las hijas no pudo aguantar y se dio la
vuelta para ayudar a la hormiga roja, aun sabiendo que podrían echarla del prado para
siempre.
Una vez llegaron las dos a la casa de las hormigas rojas, estas sorprendidas por la
solidaridad de la hormiga negra, le regalaron toda la comida que tenían.
Moraleja: hay que ayudar a los demás cuando lo necesiten, ya que algún día también
nosotros podemos necesitar esa ayuda.
También nos enseña a que no hay que prejuzgar ni discriminar a otros por su raza o
por su condición fisica, algo muy importante en la vida, ya que tenemos que educar a
nuestros hijos en la tolerancia y el respeto a la diversidad.
El gato y el ratón
Cat Garage Drawing Comic Image Mouse
Una vez, un gato muy hambriento vio
entrar a su casa a un ratoncito. El felino,
con muchas intenciones de agarrarlo y
luego comérselo, se acercó a la ratonera
para decirle:
– Ven, pequeñito ven. ¡Mira este queso y estas nueces! ¡Todo eso será para ti!
-No me hará nada mamá. Sólo quiero probar un pedacito… – dijo por última vez el
ratoncito, y sin que su madre pudiera detenerlo, salió rápidamente de su agujero.
La mamá ratona no pudo hacer nada para salvar a su ratoncito que murió devorado por
el gato.
Moraleja: esta fábula nos enseña que debemos obedecer a nuestros padres y respetar
sus decisiones, ya que ellos siempre querrán lo mejor para nosotros y el no hacerles
caso nos puede pasar factura como al ratoncito de la historia.
El ciervo y el cervatillo
El cervatillo tozudo y enfadado se dispuso a luchar hasta que fue perdiendo poco a poco
sus cuernos.
-¿Como lo has hecho?, no puede ser, si yo soy más. joven y más veloz que tú.
El cervatillo sorprendido se dió cuenta de que los cuernos estaban intactos, eran mucho
más fuertes y robustos que los suyos.
Moraleja: debemos respetar a las personas mayores, ya que el ser una persona mayor
no quiere decir que sean patosos o lentos, sino todo lo contrario, ya que nos pueden
enseñar muchas cosas que aún no sabemos.
El mono y el delfín
Había una vez un marinero que se comprometió a realizar un viaje muy largo. Para
hacer más entretenida la travesía, se llevó con él a un mono para divertirse durante la
larga travesía.
Cuando estaban cerca de la costa de Grecia, una muy ruidosa y violenta tempestad se
levantó e hizo naufragar a la débil nave. Su tripulación, el marinero y su mono tuvieron
que nadar para así poder salvar sus vidas.
Mientras tanto, el mono que luchaba contra las olas, fue visto por un delfín; el cual
creyendo que era un hombre, fue a salvarlo deslizándose debajo él y transportándolo
hacia la costa.
– Mono ¿eres ateniense (nacido en Atenas)?, y él mono por darse de muy presumido y
mentiroso, le respondió:
El delfín le preguntó de nuevo si conocía el Pireo (el famoso puerto de Atenas). El mono
creyendo entonces que se trataba de un hombre, le contestó que no solo lo conocía,
sino que también era uno de sus mejores amigos.
El delfín indignado por tantas mentiras que el mono decía, dio media vuelta y lo devolvió
a alta mar.
Moraleja: las propias mentiras del mentiroso son las que se encargan de revelar la
verdad en un pequeño descuido. Las mentiras tienen las patas muy cortas, por tanto
siempre saldrá a la luz la verdad.
El asno, el perro y el lobo
Caminaban muy despacio y agotados por el sol un asno, con su carga de pan, y su amo
seguido por su perro. Es así que llegaron a una pradera verde donde el amo cansado y
agotado por la caminata realizada, echó a dormir bajo la sombra de un árbol.
El asno se fue a comer algo de pasto que había en la pradera cuando de pronto el perro,
que también estaba muy cansado y hambriento, le dijo:
– Estimado asno, yo también tengo hambre, ¿Me darías un poco de pan que hay en la
cesta que llevas encima por favor?
– Mejor ¿Por qué no esperas un rato más hasta que despierte el Amo y te dé el mismo
de comer?
El perro, respondió:
-Mejor, ¿Por qué no esperas un poco más hasta que despierte el amo y te salve?
Moraleja: hay que ofrecer nuestra ayuda a los demás siempre y cuando la necesiten
si no queremos que nos pase lo mismo que al asno. Hay que educar a nuestros hijos
para que sean personas solidarias y compartan con el resto de sus iguales.
Un día el dios Júpiter citó a todos los pájaros a una reunión para elegir como Rey al más
hermoso de todos. Los pájaros, muy halagados ante esta gran oportunidad, de
inmediato fueron a las aguas del gran río para lavarse y acicalarse para estar
presentables.
Entonces llegó el día esperado y todas las aves acudieron a la cita, entre ellos el cuervo,
que destacó al instante por sus plumas multicolor. Júpiter al verlo, decidió coronar al
cuervo por su gran belleza, pero los pájaros se sintieron muy indignados por haber
elegido al cuervo.
Sin embargo, el cuervo pronto perdió sus plumas, sintiendose avergonzado ya que
volvía a ser el mismo que era en realidad.
Moraleja: no tenemos que aparentar lo que no somos y no debemos por que sentirnos
inferiores por nuestro físico o aptitudes, ya que cada persona es única y diferente, con
sus virtudes y sus defectos.
Debemos querernos tal y como somos, ya que solo así nos querrán los demás.
Un día, mientras se encontraba en una jornada de caza junto a su amo, se topó con un
hermoso jabalí, al que quiso atrapar para su dueño. Poniendo en ello todo su empeño,
consiguió morderle una oreja, pero como su boca ya no era la de siempre, el animal
consiguió escaparse.
-Querido amo mío, no creas que he dejado escapar a ese hermoso animal por gusto.
He intentado retenerlo, al igual que hacía cuando era joven, pero por mucho que lo
deseemos ambos, mis facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de
enfadarte conmigo porque me he hecho viejo, alégrate por todos esos años en los que
te ayudaba sin descanso.
Moraleja: nos viene a decir que debemos ser respetuosos con nuestros mayores, ya
que hicieron lo posible porque nuestra familia tuviera una vida feliz.
El perro y el reflejo
Había una vez un perro, que estaba cruzando un lago. Al hacerlo, llevaba una presa
bastante grande en su boca. Mientras lo cruzaba, se vio a si mismo en el reflejo del
agua. Creyendo que era otro perro y viendo el enorme trozo de carne que llevaba, se
lanzó a arrebatársela.
Decepcionado quedó cuando, por buscar quitarle la presa al reflejo, perdió la que el ya
tenía. Y peor aún, no pudo obtener la que deseaba.
Moraleja: no hay que envidiar a los demás y debemos ser felices con lo que somos y
con lo que tenemos, ya que como dice el dicho “la avaricia rompe el saco”. Tenemos
que conformarnos con lo que tenemos, y no pedir o exigir más a nuestros padres, sino
queremos que nos pase lo que al perro.
Vivían dos ranas en un bello pantano, pero llegó el verano y se secó, por tanto la
abandonaron para buscar otro con agua. Hallaron en su camino un profundo pozo
repleto de agua, y al verlo, dijo una rana a la otra:
– Amiga, bajemos las dos a este pozo.
El labrador y la culebra
Al lado del hogar de un modesto labrador, una culebra había decidido instalar su nido.
Un tarde, el pequeño hijo del labriego, pensando que era uno más de sus juguetes,
agarró al animal de tan mala manera, que este le mordió en defensa propia. Una
mordedura de la que no se pudo recuperar y que su padre quiso vengar cortándole la
cola a la culebra.
Enterado de cómo habían sucedido los hechos, el labrador sintió tal culpa que fue en
busca de la culebra para pedirle perdón y ofrecerle miel, agua, harina y sal, como
muestra de su sincero arrepentimiento. A pesar de la nobleza de sus intenciones, la
culebra no solo no le perdonó, sino que además se permitió el lujo de decirle:
– Agradezco que quieras venir a intentar remediar el error que cometiste conmigo, pero
no hay ninguna posibilidad de que tú y yo podamos ser amigos. Mientras que a mí me
falte la cola que tú me quitaste y a ti el hijo que mi veneno te ha arrebatado, seremos
incapaces de estar en paz.
Moraleja: es imposible reconciliarse con algún amigo si uno de los dos no ha perdonado
al otro. Con esta fábula aprendemos a que hay que saber pedir perdón y perdonar
cuando tengamos algún debate o discusión con un compañero. De esta manera se
resolverán tranquilamente y pacíficamente cualquier problema.
El lobo y el perro dormido
Entiendo que desees saciar tu hambre –comenzó diciendo el perro- pero de un saco de
huesos como yo, tu estómago no tardará en volver a sentirse vacío; si en verdad deseas
darte un buen festín, espera a que mis dueños celebren sus bodas y seguro que me
encuentras mucho más apetecible.
Tan convincente era su argumento, que el lobo se marchó tan contento. Meses después,
estaba el perro asomado a una ventana de la casa de su dueño, cuando volvió el lobo
para reclamar lo que tanto tiempo había estado esperando. Molesto ante la insistencia,
el perro contestó:
Moraleja: viene a decirnos que si hemos sido capaces de salir airosos de algún tipo de
peligro y si recordamos como lo hicimos, podremos hacerlo en otras ocasiones.
Un zorro que por allí pasaba, viéndolos extenuados por la lucha y con el cervatillo en
medio, se apoderó de este y corrió pasando tranquilamente entre ellos.
Y tanto el oso como el león, agotados y sin fuerzas para levantarse, murmuraron:
-¡Desdichados nosotros! ¡tanto esfuerzo y tanta lucha hicimos para que todo quedara
para el zorro!
Era una vez 2 avestruces amiguitas que se hicieron tan pero tan amiguitas que no
podían pasar un día sin la compañía de la otra, hasta que cierto día un pequeño desliz
entre ambas puso a prueba su hermosa amistad:
-Dejemos los juegos por hoy y encontremos otra manera de llegar a un acuerdo.
Y diciendo estas palabras ambas acordaron alternarse diariamente y que cada una
decidiese por un día entero que juegos jugar.
De esta manera no hubo más problemas y conflictos y conservaron una linda amistad
hasta la muerte.
El aceituno y la higuera
El aceituno ridiculizaba a la higuera porque, mientras él era verde todo el año, la higuera
cambiaba sus hojas con las estaciones.
Un día una nevada cayó sobre ellos, y, estando el aceituno lleno de follaje, la nieve cayó
sobre sus hojas y con su peso se quebraron sus ramas, despojándolo inmediatamente
de su belleza y matando al árbol.
Moraleja: No debemos burlarnos de las cualidades ajenas, pues las nuestras pueden
ser inferiores. Debemos ser respetuosos y tolerantes con el resto de personas.
El zorro y la cabra
Una vez un zorro estaba vagando por la oscuridad, cuando or desgracia cayó en un
pozo. Intentó salir pero no podía. No tenía otra alternativa que permanecer allí hasta la
mañana siguiente. Al día siguiente, una cabra llegó por allí, miró al pozo y vio al zorro.
La cabra preguntó “¿qué estás haciendo ahí, señor zorro?”
“Vine aquí para beber agua. Es la mejor que he probado en mi vida. Ven y pruebala por
ti misma. Sin pensar ni siquiera por un rato, la cabra saltó al pozo, apagó su sed y buscó
una forma de salir. Pero al igual que el zorro, también fue incapaz de salir.
“Tengo una idea. Ponte de pie sobre tus patas traseras. Subiré sobre tu cabeza y saldré.
Entonces yo te ayudaré a salir también”.
“Si hubieras sido lo suficientemente inteligente, nunca hubieras entrado sin ver cómo
salir”.
Moraleja: Mira ante de saltar. No hagas algo ciegamente sin pensarlo antes.
El huevo de oro
Había una vez un rico comerciante de tela que vivía en un pueblo con su esposa y sus
dos hijos. Tenían una gallina hermosa que ponía un huevo todos los días. No era un
huevo normal, sino un huevo de oro. Sin embargo, el joven comerciante no estaba
satisfecho con lo que solía obtener todos los días.
Quería conseguir todos los huevos de oro de su gallina en muy poco tiempo. Por tanto,
un día pensó y al fin concluyó en un plan. Decidió matar a la gallina y juntar todos los
huevos.
Al día siguiente, cuando la gallina puso un huevo de oro, el hombre lo cogió, tomó un
cuchillo afilado, cortó su cuello y cortó su cuerpo abierto. No había nada más que sangre
por todas partes y ningún rastro de ningún huevo en absoluto. Estaba muy triste porque
ahora no conseguiría ni siquiera un solo huevo.
Moraleja: Si deseas más, puedes perder todo. Es necesario estar satisfecho con lo que
uno tiene y actuar sin codicia.
Una tarde muy soleada, un coyote iba caminando y el estómago le rugía de hambre. De
repente, nota en la cima de un árbol que hay un racimo de hermosas uvas moradas e
intentó alcanzarlas apoyándose en sus patas traseras, pero no llegó.
Intentó alcanzarlas saltando, pero tampoco llegó; una y otra vez fallaba hasta que sus
patas ya no podían más y entonces cayó al suelo extenuado.
Estando tumbado en el suelo, se pudo dar cuenta que dos pajarillos la estaban
observando; levantándose, se sacudió el polvo y se marchó diciendo.
Retomó así su camino, y en cuanto ya había ganado distancia, los pajarillos picotearon
las uvas y éstas cayeron al suelo, donde se dieron un banquete.
Moraleja: A veces nuestro orgullo puede más que nuestro juicio, hasta el punto en que
somos capaces de despreciar las cosas, sólo porque parecen inalcanzables.
La hormiga y la mariposa
Mientras volaba, la mariposa desconcertada giró su cabeza para ver qué había herido
al cazador, y se dio cuenta que era la hormiga a la que ese mismo día había salvado.
Moraleja: Haz el bien, sin mirar a quien. La vida es una cadena de favores.
El viento y el sol
-Yo soy el más fuerte, cuando yo paso, los árboles se mueven; hasta puedo derribarlos
si quiero- dijo el viento.
-El más fuerte aquí soy yo, yo no derribo árboles, pero puedo hacerlos crecer- Le
respondió el sol.
-Voy a demostrarte que soy el más fuerte ¿ves a ese hombre con chaqueta? Se la voy
a quitar con mi soplido- dijo el viento.
Así, el viento sopló con todas sus fuerzas, pero mientras más fuerte soplaba, más fuerte
el hombre se aferraba a su chaqueta, y el viento se cansó de soplar.
Entonces fue el turno del sol, y este, lanzando todos sus rayos hacia el hombre, hizo
que se quitara la chaqueta de tanto calor.
-Bien, tú ganas, pero debes admitir que yo hice mucho más ruido- dijo el viento al final.
Moraleja: cada persona tiene sus propias capacidades y a menudo vale más la maña
que la feurza.
El halcón, el cuervo y el pastor
Sin embargo, no pasó lo mismo que antes, y al desconocer las artes, el cuervo se enredó
en la lana, donde sin importar que tan fuerte batía sus alas, no logró escapar.
Viendo el pastor lo que sucedía, tomó al cuervo entre sus manos, con su machete cortó
sus alas, y a su casa lo llevó.
El hijo y el padre
Un día, un joven iba por la calle de noche después de salir de su trabajo; apurado
recorría los rincones solitarios de la ciudad pues esa noche su madre le había dicho que
lo esperaba en casa con una deliciosa cena.
Faltando sólo unas cuadras para llegar, el joven ve a lo lejos la figura desgastada por
la edad de alguien que aguardaba en la esquina de una acera para cruzar la calle
mientras un semáforo estaba en verde.
–Tonto viejo, ¿por qué no cruzas si no vienen carros? ¡Yo sí cruzaré, tengo un
compromiso importante!- pensó el joven acelerando el paso.
Pero al llegar a la esquina de aquella acera se dio cuenta ¡ese hombre era su padre!
-¿papá?-
-hola hijo-
-sí ya veo-
-¡Papá nadie nos está viendo! ¡Vamos a cruzar que vamos tarde!-
Moraleja: Siempre podremos engañar a los demás, pero nunca podremos engañarnos
a nosotros mismos. Una conciencia tranquila es la clave para vivir en paz con uno
mismo.
Fue entonces, cuando a su espalda, un zorro que esperaba paciente dio un salto hacia
la verja y de un mordisco feroz cazó al gallo ganador.
Moraleja: La humildad es una virtud que muy pocos practican, pero que todos deberían
dominar. A quien hace alarde de sus propios éxitos, no tarda en aparecerle alguien que
se los quita.
Algunas personas cuentan que los cisnes son hermosas aves capaces de entonar bellas
y armónicas canciones justo antes de su muerte.
Sin saber esto, un día un hombre se hizo a un hermoso cisne. Éste no era sólo el más
bello, sino el mejor cantante de todos. Por esta razón, el hombre pensó que el cisne
podría deleitar a quienes visitaran su hogar con sus maravillosos cantos. De esta
manera, el hombre buscaba generar envidia y admiración en sus allegados.
Una noche, el amo organizó una fiesta, sacando a al cisne para exhibirlo, como si se
tratase de un valioso tesoro. El amo solicitó al cisne que entonara una bella canción
para entretener al público. Ante esto, el cisne permaneció impávido, generando molestia
e ira en el amo.
Los años pasaron y el amo siempre pensó que había malgastado su dinero en la bella
ave. No obstante, una vez el cisne se sintió viejo y cansado, entonó una maravillosa
melodía.
Al escuchar el canto de la melodía, el amo comprendió que el cisne estaba a punto de
morir. Reflexionando sobre su comportamiento, el amo entendió su error al intentar
apurar al animal a cantar cuando éste era joven.
Moraleja: nada en la vida debe ser apurado. Todas las cosas llegan en el momento
más oportuno.
El enfermo y el doctor
Un día, el Doctor que le revisaba se encontraba dando sus habituales rondas. Al entrar
en la habitación del paciente le preguntó a éste qué le aquejaba.
El enfermo sin dudarlo respondió que estaba sudando más de lo normal. Ante esto el
Doctor dijo:
Al día siguiente, el Doctor volvió a visitar al paciente. Éste indicó que se encontraba
más enfermo que el día anterior, y que tenía mucho frío. Ante esto el Doctor respondió:
– Estás bien.
Ante esto, el Doctor sintió vergüenza y entendió que debía prestar más atención a las
necesidades de sus pacientes.
El gato y el cascabel
En una casa de una gran urbe vivía un gato grande y consentido por sus dueños. Dicho
gato tomaba toda la leche que gustaba, y sus amos le consentían y cuidaban,
esforzándose por darle todo lo que quisiera.
El gato tenía una confortable cama para él solo, y pasaba sus días persiguiendo a un
grupo de ratones que también vivían en la casa. Cada vez que uno de estos ratones se
asomaba para tomar algo de alimento, el gato aparecía y ferozmente le cazaba.
Los ratones eran atosigados por el gato de tal manera que ya no podían salir de su
ratonera para conseguir alimento.
Un día, los ratones se reunieron para buscar una solución a sus problemas. Tanto los
niños como los jóvenes y los viejos deliberaron infructuosamente en busca de
soluciones.
Hasta que un joven ratón propuso una alternativa que a todos gustó: ponerle un
cascabel al gato para así saber cuándo merodeaba fuera de la ratonera.
Todos los ratones vitorearon y acordaron que ésta era la mejor alternativa. Hasta que
uno de los ratones más viejos preguntó:
Se dice que hasta el día de hoy los ratones pasan las tardes deliberando quién se
encargará de la temeraria labor, mientras que la comida continúa escaseando.
El adivino
El adivino se paró de un brinco y corrió hacia su casa para ver qué había sucedido.
Sorprendido al entrar en su morada vio que ésta se hallaba vacía.
– Tú, que siempre estás por ahí hablando del futuro de los otros, ¿por qué no predijiste
el tuyo?
Moraleja: el futuro no puede ser previsto. No hay que confiar en aquellos que dicen
que pueden predecir lo que va a pasar con nuestras vidas.
Existía hace muchos años un zapatero laborioso, cuya única labor y entretenimiento
consistía en arreglar los zapatos que sus clientes le llevaban.
Tan feliz era el zapatero que a sus clientes cobraba poco o nada, ya que arreglaba los
zapatos por placer. Esto hacía del zapatero un hombre pobre, sin embargo, cada vez
que terminaba un encargo, lo entregaba sonriente y se iba a dormir plácidamente.
Era tal la felicidad del zapatero que pasaba las tardes cantando, cosa que molestaba a
su vecino, un hombre rico.
– Dígame usted, buen hombre, ¿cuánto dinero produce al día? ¿es el dinero lo que causa
so desbordante felicidad?
El zapatero respondió:
– Vecino, la verdad es que soy muy pobre. Con mi trabajo solo obtengo unas cuantas
monedas que me ayudan a vivir con lo justo. No obstante, la riqueza no significa nada
en mi vida.
El zapatero no terminaba de creer lo que estaba sucediendo. Había dejado de ser pobre
en segundos. Luego de agradecerle al rico, tomó el saco de monedas y lo guardó con
recelo bajo su cama.
Este saco de monedas cambió la vida del zapatero. Al tener algo que cuidar con recelo,
su sueño se volvió inestable y temía que pudiese entrar alguien a su hogar a robar el
saco de monedas.
Al no dormir bien, el zapatero ya no tenía la misma energía para trabajar. Ya no cantaba
de felicidad y su vida se volvió agotadora. Por esta razón, el zapatero decidió devolver
al hombre rico el saco de monedas.
El hombre rico no daba crédito a la decisión del zapatero, por lo que le preguntó:
– Vecino, antes de tener ese saco de monedas, yo era realmente feliz. Todos los días
me levantaba cantando después de dormir plácidamente. Tenía energía y disfrutaba mi
trabajo. Desde que recibí este saco de monedas, dejé de ser el mismo. Vivo preocupado
por cuidar el saco y no tengo tranquilidad para disfrutar de la riqueza que se encuentra
en él. Sin embargo, agradezco su gesto, pero prefiero vivir siendo pobre.
Moraleja: aquello que realmente nos puede hacer felices no es el dinero o las
posesiones materiales. La vida se compone de pequeños detalles y situaciones que nos
pueden hacer felices, aun cuando no tenemos dinero.
En una verde pradera vivían un toro y tres cabras. Estos animales habían crecido juntos
y eran verdaderos amigos. Todos los días el toro y las cabras jugaban y disfrutaban de
la pradera.
Era normal que estos cuatro amigos jugaran, sin embargo, para un perro viejo y
vagabundo que rondaba por la misma pradera, esta escena resultaba extraña. Las
experiencias de la vida del viejo perro le impedían entender cómo aquellas cuatro
criaturas podían ser amigas y llevarse bien entre sí.
– Señor toro, ¿cómo es que un animal tan grande y fuerte como usted puede pasar los
días jugando en la pradera con tres pequeñas cabras? ¿No ve usted que esto puede
resultar extraño para los demás animales? Este juego puede afectar su reputación. Los
demás animales van a pensar que usted es débil y por eso se relacionan con esas tres
cabras.
El toro meditó sobre las palabras del perro, sin querer convertirse en el hazmerreír de
los demás animales. Él quería que su fuerza no fuera subestimada. Por esta razón,
decidió alejarse de las cabras, hasta que dejó de verlas.
El tiempo pasó, y el toro se sentía solo. Echaba en falta a sus amigas cabras, ya que
para él ellas eran su única familia. Ya no tenía con quien jugar.
Al meditar sobre sus emociones, el toro entendió que había cometido un error grave.
Se había dejado llevar por lo que otros pudieran pensar, en vez de hacer aquello que le
nacía. De esta forma, se dirigió hacia sus amigas cabras y les pidió disculpas.
Afortunadamente, hizo esto a tiempo y las cabras le perdonaron.
El toro y las cabras siguieron jugando todos los días y fueron felices en la pradera.
Moraleja: debemos hacer aquellos que nos nace y dicta nuestra conciencia y corazón,
sin importar lo que otros puedan pensar sobre nuestras decisiones.
La mula vanidosa
Había dos mulas de carga que trabajaban para diferentes amos. La primera mula
trabajaba para un campesino y se encargaba de llevar pesadas cargas de avena. La
segunda mula trabajaba para el rey y su labor consistía en llevar cuantiosas sumas de
monedas de oro.
La segunda mula era sumamente vanidosa y orgullosa de su carga. Por esta razón,
caminaban altanera y haciendo ruido con las monedas que llevaba. Tanto ruido hizo un
día que, unos ladrones se percataron de su presencia y le atacaron para robar su carga.
La mula se defendió con fuerza, hasta perder su carga y terminar gravemente herida.
Al caer sobre el suelo adolorida y triste, preguntó a la primera mula:
– ¿Por qué me pasó esto? ¿por qué esos ladrones robaron mi carga?
– A veces lo que parece un gran trabajo no lo es. Es mejor pasar desapercibido para no
despertar la envidia de otros.
Moraleja: es mejor ser discreto que vanidoso cuando se tiene algo de gran valor.
Muchas personas pueden sentirse envidiosas cuando se habla mucho de lo que se tiene.
El elefante y el león
En la selva todos los animales le rendían culto al león como su rey. Veían en él una
figura fuerte, valiente, fiera y elegante. No les importaba que llevara muchos años
gobernándoles.
Sin embargo, algo que todos los animales de la selva no conseguían entender era que,
al lado del tenaz león siempre se encontraba un viejo y lento elefante. Cada animal de
la selva ardía en deseos de estar al lado del mandatario en lugar del elefante.
El rencor y los celos de los animales fueron gradualmente creciendo. Un día todos los
animales decidieron hacer una asamblea para que el león eligiese a un nuevo
compañero.
Una vez inició la asamblea, la zorra tomó la palabra:
– No me cabe en la cabeza cómo nuestro rey, un animal tan imponente, puede tener
como amigo a un animal que carece de garras grandes y fuertes como las mías.
– Yo entiendo perfectamente lo que está pasando. Nuestro rey eligió al elefante como
su amigo porque tiene unas orejas grandes como las mías. No me eligió a mí primero
porque no tuvo el placer de conocerme antes que al elefante.
Tal fue la preocupación de todos los animales por reconocer sus cualidades sobre las
del elefante, que no consiguieron ponerse de acuerdo y jamás lograron entender que el
león prefería al elefante por su humildad, sabiduría y modestia.
Moraleja: los valores como la humildad, el desinterés y la modestia pueden hacer que
las cosas más valiosas de la vida vengan por sí solas. La envidia es una pésima
consejera.
El guepardo y el león
Una vez, los animales de la sabana estaban un poco aburridos y decidieron buscar
maneras de divertirse.
Unos fueron a los pozos a saltar en el agua, otros se pusieron a trepar árboles, pero el
guepardo y el león, aprovecharon la ocasión para probar sus cualidades frente a todos
y decidieron hacer una carrera.
– ¡Atención! Si queréis entretenimiento aquí está: seremos testigo de una carrera de
velocidad entre el león y el guepardo. ¿Quién ganará? Acercaos y lo sabréis en minutos.
Y así cada cual abogaba por su candidato. Mientras tanto, los corredores se preparaban
para la competencia.
– Querido, ¿qué haces aquí? La chita está poniéndose a tono para la competencia y tú
solo estás aquí sentado con la mirada perdida. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
– ¿Meditando? A segundos de una carrera con el animal más veloz de la sabana, ¿tú
meditas? No te entiendo querido.
– No tienes que entenderme cariño. Yo ya preparé mi cuerpo para esta carrera durante
todo este tiempo. Ahora, necesito preparar mi ánimo.
El clan de los elefantes mayores, fueron quienes prepararon la ruta y marcaron las
líneas de salida y de meta. Los suricatos serían los jueces y un hipopótamo daría la
señal de salida.
La victoria parecía ser del guepardo, pero al minuto de haber empezado, dejó de ser
tan veloz. El león seguía corriendo a su ritmo pero cada vez estaba más cerca de
alcanzarla, hasta que al fin la superó y allí aumentó la velocidad y le ganó.
Moraleja: No por ser más veloz, ganas una carrera. A veces, basta con utilizar tus
energías de una forma inteligente.
Había una vez, en una casa de campo donde habitaban muchos animales de distintas
especies, una araña y una lagartija.
Vivían felices en sus labores; la araña tejía hermosas y enormes redes mientras la
lagartija mantenía lejos de la casa a los insectos peligrosos.
Un día, vieron un grupo de hormigas trabajando recogiendo cosas. Una de ellas las
dirigía y les ordenaba a dónde ir a buscar la carga y por cuál ruta debían llevarla hasta
su casa.
– Hola. Perdonen el descuido. Somos las hormigas y estamos de paso, buscando comida
para prepararnos para el invierno. Espero que no estemos molestando.
– No exactamente, pero es extraño verlas aquí. Este terreno ha estado solo para
nosotras desde hace mucho y…
– Y no nos gusta el escándalo ni que dejen suciedad en esta zona. Nuestro trabajo es
mantener a los insectos alejados de aquí- dijo la lagartija con tono de cierta molestia.
– Pues yo no sé si lloverá, lo que sé es que les agradezco que terminen rápido con su
labor y se vayan a su casa. Aquí ya estamos completos- sentenció la lagartija y se fue
por los matorrales velozmente.
La araña, algo incómoda por el mal humor de su vecina, también se fue a sus aposentos.
Antes, le advirtió a la hormiga sobre su naturaleza insectívora.
Esa noche llovió a cántaros y mientras las hormigas estaban en su casa con refugio
seguro y comida abundante, la araña y la lagartija temblaban de frío y pensaban en
que por estar discutiendo no habían guardado comida en sus despensas.
Moraleja: Debemos ser abiertos con lo nuevo y lo diferente porque no sabemos si ahí
podemos encontrar o aprender algo para nuestro bien.
Había una vez una casa grande en la que vivían varios perros: Negrita, Blani, Estrellita
y Radio. Vivían felices corriendo por los patios, jugando y haciendo travesuras, pero
casi a ninguno lo dejaban entrar a las casas.
Solo Estrellita tenía permiso de hacerlo, por ser la más pequeña y consentida.
Al llegar el invierno, todos buscaban refugio porque el frío les helaba todo el cuerpo.
Estrellita se burlaba de ellos desde la comodidad de su camita dentro de la casa.
El invierno pasó y el sol radiante iluminaba todo. Los días eran perfectos para jugar al
aire libre.
Los perros salieron contentos a correr y Estrellita también quiso acompañarlos pero
ellos le dijeron:
Moraleja: Los buenos amigos no se burlan de las dificultades de los demás. Intentan
ayudarlos.
La abeja y el fuego
Había una vez una abejita que siempre visitaba un jardín lleno de girasoles. La abejita
se pasaba las tardes conversando con los girasoles más pequeños.
En su casa, le decían que el jardín era para polinizar, no para conversar. Pero ella sabía
que podía hacer ambas cosas. Y le encantaba.
Sus amigos girasoles eran divertidos y siempre hablaban de cuánto admiraban el sol.
Un día, quiso darle una sorpresa a los girasoles y se fue a buscar un cerillo encendido.
Con gran esfuerzo encontró uno en un basurero y se las ingenió para encenderlo en la
estufa de una casa en la que siempre olvidaban cerrar las ventanas.
Con todas sus fuerzas llegó al jardín y cuando estaba cerca de sus amigos, se le cayó
el cerillo. Afortunadamente, se encendió el riego automático porque era justo la hora
de regar el jardín.
Moraleja: por muy buenas que sean tus intenciones, siempre debes calcular los riesgos
de tus acciones.
Tilín el desobediente
Había una vez un caballito de mar llamado Tilín, que tenía un amigo cangrejo llamado
Tomás. Les encantaba pasar las tardes jugando juntos y visitando arrecifes.
Los padres de Tilín le habían dicho siempre que tenía permiso para jugar con su amigo
cangrejo, siempre que no saliera a la superficie.
Un día, le ganó la curiosidad y le pidió a Tomás que lo llevara a la orilla. Este se negó a
llevarlo pero Tilín insistió.
El cangrejo accedió pero con la condición de que solo fueran hasta una roca por un
momento y regresaran enseguida.
Así lo hicieron, pero cuando subieron a la roca, no se dieron cuenta que una lancha de
pescadores venía del otro lado y cuando los vieron lanzaron su red.
Tilín sintió que algo le tiró muy fuerte hacia abajo y se desmayó. Cuando despertó,
estaba en su cama con sus padres. Al ver que despertaba Tilín, ellos suspiraron de
alivio.
Lo siento mamá y papá. Solo quería ver la superficie una vez. Sentir el aire de allá
arriba. ¿Qué pasó con Tomás? -dijo Tilín.
El zorro irresponsable
Un día la maestra les asignó una tarea que consistía en tomar del bosque 5 ramitas
durante 10 días y hacer con ellas una figura.
Al final de los 10 días, todos expondrían sus figuras. La mejor escultura ganaría un
regalo.
Todos los zorritos salieron hablando de lo que pensaban hacer; unos harían la torre
Eiffel, otros un castillo, otros grandes animales. Todos se preguntaban cuál sería el
regalo.
Los días pasaban y aunque Antonie decía que estaba avanzando en su tarea, la verdad
era que no había empezado siquiera.
Todos los días al llegar a su madriguera, se ponía a jugar con lo que encontrara y a
pensar en cuánto le gustaría comerse un pastel de moras.
Faltando un día para la entrega, la maestra le preguntó a los zorritos sobre sus avances
con la tarea. Uos decían que ya habían terminado y otros que ya casi.
Me alegra mucho oír eso niños. El que haga la escultura más bonita, se llevará este rico
pastel de moras.
Era el pastel con el que Antonie soñaba. Al salir de la clase, Antonie corrió a su
madriguera y en el camino tomó tantas ramas como pudo.
Llegó y comenzó a realizar su proyecto pero ya era muy poco el tiempo que le quedaba
y no logró hacer su tarea.
Al llegar a su clase el día de la presentación, todos los demás llevaban bonitas obras
menos Antonie.
Moraleja: Cuando pierdes tiempo por pereza, no puedes recuperarlo y podrías perder
buenas recompensas.
La carrera de perros
Érase una vez una carrera de perros que se celebraba cada año en un pueblito remoto.
Los perros debían correr un tramo de mil kilómetros. Para lograrlo, solo se les daba
agua y tenían que sobrevivir con lo que pudieran encontrar.
Para la gente de los demás poblados, esta carrera era la más complicada del mundo.
Llegaba gente de todas partes del mundo a poner a prueba a sus canes.
En una ocasión, se presentó a la carrera un perro flaco y viejo. Los demás perros se
reían y decían:
Llegó el día de la carrera y, antes de la voz de partida, los perros jóvenes al viejo le
decían:
“Bueno viejo, nos llegó el día, por lo menos tendrás la dicha de decir que en esta carrera
participaste un día”.
Salieron los perros al escuchar la voz de partida, los veloces pronto tomaron la
delantera, detrás iban los grandes y los fuertes, todos a la carrera.
Al cabo de los primeros tres días, los veloces se desmayaron por agotamiento y falta de
comida. Siguió así la carrera y los perros grandes, al viejo le decían:
Viejo los rápidos se salieron ya. Es un milagro que sigas en pie, pero eso no significa
que a nosotros nos ganés.
Finalmente quedaban los fuertes y el perro viejo. Todos estaban sorprendidos porque
el perro viejo iba cada vez más cerca de los fuertes.
Ya casi al final de la carrera los perros fuertes sucumbieron y decían: “¡No puede ser!
Ahora dirán que todos los perros, fuertes, grandes y jóvenes, ante un viejo cayeron”.
Solo el perro viejo la meta logró cruzar. y al lado de su amo fue feliz a celebrar.
El gallo puntual
¡Kikirikiii!
Hijo, canto a la misma hora porque todos confían en que yo cumpla con mi trabajo y
los despierte. Así todos pueden cumplir sus labores con puntualidad.
Otro gallo que pasaba por allí, escuchó la conversación y le dice al pollito:
Tu papá se cree importante, pero no es cierto. Fíjate, yo canto cuando quiero y no pasa
nada. Él por gusto propio canta todas las mañanas.
¿Eso crees? Hagamos algo: mañana cantas tú a la hora que quieras, pero te quedas en
el poste después de cantar.
Al día siguiente, según lo planeado, el otro gallo cantó en el poste, pero esta vez no fue
a las 5 de la mañana, sino a las 6:30.
Todos en la casa se levantaron como locos; corrieron atropellándose unos con otros,
malhumorados. Todos iban retrasados a sus labores.
Ya listos, salieron todos, pero antes de irse, el señor de la casa agarró al gallo que aún
seguía en el poste y lo encerró como represalia por haberlo despertado tarde.
El caballo presumido
Un día llegó un campesino a la tienda del pueblo en busca de un animal de carga que
lo ayudara a transportar las herramientas para el campo.
Habiendo visto a todos los animales que el tendero le ofrecía, el campesino procedió a
cerrar el trato en el interior de la oficina de la tienda.
En el establo, los animales quedaron ansiosos esperando enterarse por cuál de ellos se
había decidido el campesino.
“Listo yo ya me voy, el campesino me elegirá, soy el más joven, bello y fuerte aquí así
que mi precio él pagará”.
“Cálmate chico que con ser tan presumido, no ganarás nada. Al cabo de unos minutos,
entraron el campesino y el vendedor. Llevaban dos cuerdas en mano y enlazaron a dos
borriquitos.
“Mira chico, al campesino solo le importaban animales para el trabajo no un animal bello
y joven”.
El loro y el perro
El loro daba compañía al perro y al hablar mucho le entretenía. Por su parte, el perro
protegía al loro de otros perros que se lo querían comer.
Sin embargo, el loro a veces hablaba demasiado, y seguía haciéndolo aunque el perro
le pedía que se callase para dejarlo dormir.
Un día el loro estuvo hablando desde la mañana hasta la noche, incluso cantó varias
canciones mientras el perro intentaba dormir. Al final el perro dejó de intentar dormir
y se quedó despierto sin poder hacer nada.
A la mañana siguiente el loro se despertó, empezó a hablar, pero se dió cuenta que el
perro ya no estaba para escucharle. Se había ido, seguramente porque así le dejaría
descansar. Prefería estar solo que mal acompañado.
Moraleja: No hay que molestar a nuestros amigos. Intenta tratarlos bien para que
quieran estar a tu lado.