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“Sois libres, sois iguales, sois hermanos”


Sociedades democráticas en Quito de mediados del siglo XIX

Galaxis Borja González,


Área de Historia, Universidad Andina Simón Bolívar – Sede Ecuador
Octubre 2015

Resumen
This paper focuses on the study of appropriating and resignification ways of artisan’s, artists’ and
learned people’s key conceptions of liberalism in Quito in the mid-19th century during the Marcist’
Ecuadorian governments, especially in the presidents José María Urvina’s (1851-1856) and Francisco
Robles’ (1856-1859) terms. The first section examines the role of the so called Sociedades
Democráticas as places of sociability and confluence of artists and artisans with members of the
politic and publishers elite. The second section studies the 1845 Revolution commemoration speeches,
made by members of the Sociedades Democráticas and their requirements for building an egalitarian,
democratic and Catholic political community. Finally, section three explores the newspaper El
Artesano (1857-1859), published by former members of the Sociedades Democráticas and analyzes its
local version of Catholic liberalism. The aim of this research is to discuss how subaltern recreate the
ideas and practices of liberalism by constructing meaning of their local experiences and political
identities.

Introducción
En el Álbum de Imágenes del Ecuador (1850-1860),1 que reposa en la Biblioteca Nacional de España,
se encuentra una lámina que muestra a una joven de rostro enfermo y sufriente que guarda cama. La
joven está arropada con una manta de color azul celeste y con un gorro frigio como única prenda de
vestir; la rodean hombres ilustres del mundo de la ciencia y la política, quienes la auscultan y
observan. Un halo burlesco y trágico recorre la escena. La paciente fallece, apartada del mundo por
una copiosa cortina, que cuelga sobre la cama; mientras que guardias, de sugerente piel oscura y
vestidos de civil pero con armas, rodean el lugar. Una serie de elementos del cuadro nos hablan de
desengaño: el gesto sufriente e indignado de la joven, su aparente desnudez escondida bajo las prendas
revolucionarias, las herramientas desperdigadas en el piso, el cuchillo traidor que aguarda en la
espalda del amigo ilusorio. La iconografía del héroe republicano se presenta aquí como la alegoría de
la patria enferma, cubierta alevosamente con la bandera de los gobiernos Marcistas en Ecuador (Ver
anexo).

La imagen seleccionada – carente de autor y fecha exacta de elaboración y que forma parte de un total
140 láminas que corresponden al periodo 1850-1860 – pone de manifiesto la participación de los
artistas ecuatorianos decimonónicos en los debates políticos de su tiempo y sus esfuerzos por
reflexionar, desde el mundo de la cultura, sobre la relación entre ciudadanía y autoridad republicana,
en el marco de un proyecto de gobierno, que suscitó desde arriba la politización de los sujetos
subalternos.2 El propósito del presente artículo es examinar las maneras cómo los miembros de las
denominadas Sociedades Democráticas de Quito se apropiaron del discurso liberal oficial, lo recrearon
en función de sus propias identidades religiosas, expectativas e imaginarios políticos y dieron a luz un
liberalismo local, formulado en clave católica y democrática. No se trata, por tanto, de ofrecer un
análisis de la producción artística y literaria como tal (i.e. las representaciones de tipos, costumbres y

* Agradezco los valiosos comentarios de Juan Maiguashca y Pablo Ospina; así como la colaboración de Tatiana Salazar y
Ligia Caicedo para la obtención de las fuentes documentales requeridas para este ensayo. Este trabajo ha sido financiado por
el fondo para investigaciones del Comité de Investigaciones de la Universidad Andina Simón Bolívar (UASB, Quito) y forma
parte de un proyecto más amplio de la autora, en el que se estudian las tempranas experiencias liberales en Ecuador de la
primera mitad del siglo XIX, desde una perspectiva transnacional y de historia cruzadas.
1 Sin autor, “Sátira a la república en tiempos de Urvina”. Alfonso Ortiz Crespo, Imágenes de identidad: acuarelas quiteñas del

siglo XIX (Quito 2005), lámina 59, pp. 298-299.


2 Juan Maiguashca, “La dialéctica de la ‘igualdad’, 1845-1875”. En Christian Büschges et.al. Etnicidad y poder en los países

andinos. (Quito 2007), pp. 61-78, aquí: p. 64.


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paisajes), sino más bien de explorar las estrategias culturales y discursivas de artistas, artesanos y
jóvenes letrados capitalinos para apropiarse y darle sentido al discurso liberal oficial.3

El periodo de estudio se ubica en una coyuntura denominada por la historiografía ecuatorianista como
Revolución Marcista, que arranca con la destitución del presidente Juan José Flores, antiguo
combatiente de las gestas independentistas, pero que en ese momento personificaba el dominio militar
extranjero y el peligro del retorno al orden monárquico.4 Destaca en este periodo el gobierno del
general José María Urvina (1851-1856), durante el cual se ejecutaron una serie de medidas de corte
liberal radical, como fueron la expulsión de los jesuitas provenientes de Nueva Granada, la
manumisión de los esclavos (1851), la supresión de las protecturías de indígenas (1854) y del tributo
indígena (1857), el fomento de la educación básica y la reducción de los aranceles para productos de
consumo popular. Estas reformas abrieron camino a procesos de integración nacional, especialmente
la institucionalización de la autoridad estatal a lo largo del territorio nacional y la inclusión de nuevos
sectores poblacionales en la condición ciudadana, en un contexto de liberalización de la economía y de
crecimiento del mercado mundial.5 La coyuntura Marcista coincide, por otra parte, con el ascenso al
poder y la participación en la vida política republicana de una nueva generación compuesta por
jóvenes letrados, artistas y maestros artesanos, provenientes de distintos sectores de la sociedad
capitalina. Esta generación elaboró una crítica al republicanismo de corte aristocratizante de los tres
primeros lustros de vida del Ecuador y propugnó un orden político sustentado en la idea de una
“república de iguales”, igualdad que se construía mediante educación y trabajo.6

La investigación histórica sobre el siglo XIX en el Ecuador ha prestado poca atención a los gobiernos
Marcistas, y especialmente a los del general Urvina y de su sucesor, Francisco Robles (1856-1859).
Mientras los relatos decimonónicos, escritos en su mayor parte por historiadores de corte liberal y en
clave nacionalista, han explicado los acontecimientos de Marzo como la reacción de protagonistas
individuales al régimen dictatorial del general Juan José Flores; investigaciones más recientes, tienden,

3 La literatura que estudia los vínculos entre sociabilidad, el orden de lo político y esferas públicas es cuantiosa. Se citan a
continuación los estudios sustanciales de Maurice Agulhon, El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848. (1 ed.
esp., Buenos Aires 2009). Roger Chartier, Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes
culturales de la Revolución francesa. (Barcelona 1995). Javier Fernández Sebastián, “Sobre la construcción, apogeo y crisis
del paradigma liberal de la opinión pública: ¿un concepto político euroamericano?”. Historia Contemporánea 27 (2003), pp.
539-563. Noemí Goldman, “Legitimidad y deliberación: el concepto de opinión pública en Iberoamérica, 1750-1850”.
Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas / Anuario de Historia de América Latina 45 (2008), pp. 221-243. Carlos A. Forment,
Democracy in Latin Ameerica (1760-1900) (Chicago 2003). François-Xavier Guerra; Annick Lempérière; et al., Los espacios
públicos en Iberoamérica: ambigüedades y problemas, siglos XVIII y XIX (México D.F. 1998). Pilar González Bernaldo de
Quirós, Civilidad y política en los orígenes de la nación argentina: las sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862 (2 ed.,
Buenos Aires 2007). Lynn Hunt, ed., The New Cultural History (Berkeley 1989). Francisco A. Ortega y Alexander Chaparro
Silva, Disfraz y pluma de todos: opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX (Bogotá 2012). Hilda Sabato (coord.)
Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina (México D.F 1999). Hilda
Sabato, “Nuevos espacios de formación y actuación intelectual: prensa, asociaciones, esfera pública (1850-1900)”, Carlos
Altamirano, Historia de los intelectuales en América Latina. Vol.1. (Buenos Aires 2008), pp. 387-411..
4 Mark J. van Aken, King of the Night. Juan José Flores and Ecuador, 1824-1864. (Berkeley 1989), pp. 144- 248.
5 La historiografia ecuatorianista explica la Revolución del 6 de Marzo de 1845 como el resultado de una conspiración de las

elites comerciantes en contra los sectores terratenientes serranos y que contó con un importante apoyo popular y de los
sectores medios del ejército. Los quince años que comprenden este periodo (hasta 1859) se caracterizan por la alternancia de
las elites liberales costeñas en el poder y traen consigo una serie de reformas políticas, administrativas y comerciales para
promover la inserción del país en el mercado internacional. Cfr. Enrique Ayala Mora, Lucha política y origen de los partidos
en el Ecuador (Quito 1988), pp. 86-112; Manuel Chiriboga, Jornaleros, grandes propietarios y exportación cacaotera 1790-
1925. (2 ed., Quito 2013), pp.57-79; Carlos Espinosa, Historia del Ecuador en contexto regional y global (Barcelona 2010),
pp. 506-511; Juan Maiguashca, “El proceso de integración nacional
en el Ecuador: el rol del poder central, 1830-1895”. Ibídem, Historia y región en el Ecuador: 1830-1930 (Quito 1994), p. 355-
420. Rosemarie Terán Najas, “La escolarización de la vida: El esfuerzo de construcción de la modernidad educativa en el
Ecuador (1821-1916)”. Tesis doctoral, Texto manuscrito, julio 2015, pp. 54-76.
6 Maiguashca utiliza el adjetivo “aristocratizante” para caracterizar al modelo republicano de tipo excluyente previo a la

Revolución Marcista. El artífice principal de dicho proyecto fue el General Juan José Flores, quien contaba con el apoyo de
los terratenientes de la Sierra, cuya agenda política se tradujo en la carta constitucional de 1843 -también conocida como
“Carta de la Esclavitud”- y que pretendía el fortalecimiento del poder central y del ejecutivo. Maiguashca, El proceso (nota
5), pp. 377-383. Ver tambien Martha Irurozqui y Víctor Peralta, “Elites y sociedad en la América andina: de la república de
ciudadanos a la república de la gente decente. 1825-1880”. Juan Maiguashca (ed.), Creación de las repúblicas y formación de
la nación. Historia de América Andina, V.5. (Quito 2003), p. 93-140; Carmen McEvoy, “De la república utópica a la
república práctica: intelectuales y artesanos en la forja de una cultura política en el área andina, 1806-1878”. Ibídem, p. 347-
388.
3

en cambio, a abordar el período desde una perspectiva estructural, que examina la disputa entre las
oligarquías regionales por el control sobre la mano de obra y los recursos naturales, y la relación entre
Estado y sectores subalternos.7 Estas investigaciones (tanto las clásicas como los aportes más
recientes) han descuidado, sin embargo, la comprensión de la dimensión simbólica y comunicativa del
quehacer político; vacío historiográfico que llama aún más la atención, si se lo coteja, en primer lugar
con la investigación histórica de los países vecinos, en la que se explora la participación de los grupos
subalternos, especialmente artesanos, soldados y mulatos libres, en la cultura política republicana en
los Andes.8 Y en segundo lugar, con las apreciaciones y observaciones de los propios contemporáneos
decimonónicos que refieren a formas de reflexionar y actuar públicamente que no solo se
desenvuelven en los espacios tradicionales del quehacer político: el gabinete ministerial, la asamblea,
el conflicto armado, etc.; sino también en espacios de producción cultural y simbólica, entre ellos, las
escuelas de arte, las sociedades patrióticas y democráticas, las tertulias literarias. Para el caso
ecuatoriano, han sido básicamente los aportes elaborados desde la historia del arte, la visualidad y la
mirada del viajero, los que han dado cuenta de la participación de artistas y letrados en el paisaje
político decimonónico y su incidencia en la producción, circulación y consumo de los imaginarios
republicanos en Ecuador.9 No existe sin embargo una reflexión sobre las formas de apropiación,
adaptación y recreación del programa Marcista liberal entre los grupos subalternos ecuatorianos.10

El presente trabajo se propone acometer este vacío y centrarse en el estudio de los artistas, artesanos y
jóvenes letrados capitalinos, organizados en las Sociedades Democráticas de Quito y sus opciones por
darle sentido al discurso liberal oficial. El primer acápite tematiza a las Sociedades Democráticas
como espacios de confluencia de artistas y artesanos quiteños con los miembros de las elites liberales
del mundo de la política y la prensa. El siguiente acápite examina liberalismo de las Sociedades
Democráticas quiteñas en base a los discursos conmemorativos de la Revolución Marcista, y que
invocan un orden republicano igualitario, democrático y católico. En la última parte del artículo se
analiza finalmente el periódico El Artesano (1857-1859) de cuya edición y publicación participaron

7 Además de los autores citados en la nota 5, cfr. Derek Williams, “Popular liberalism and indian servitude: The Making and
Unmaking of Ecuador´s Antilandlord State, 1845-1868”. Hispanic American Historical Review 8 3:4 (Washington D.C.
2003), p. 697-733. Maiguashca, La dialéctica (nota 2). Aleezé Sattar, “¿Indígena o Ciudadano?. Republican Laws an d
Higland Indian Communities in Ecuador, 182-1857”. En A. Kim Clark and Marck Becker, Higlands Indians and the State in
modern Ecuador. (Pittsburgh 2007), pp. 22-36.
8 Para los fines del presente artículo, destacan los trabajos de Gilberto Loaiza Cano, Sociabilidad, religión y política en la

definición de la Nación. Colombia 1820-1886. (Bogotá 2011). Iñigo García-Bryce Weinstein, República con ciudadanos. Los
artesanos de Lima, 1821-1879 (Lima 2008). Gilberto Loaiza Cano, “El Neogranadino, 1848-1857: un periódico situado en el
umbral”. Francisco A. Ortega y Alexander Chaparro Silva, Disfraz y pluma de todos: opinión pública y cultura política,
siglos XVIII y XIX (Bogotá 2012), pp. 447-472; Camilo Andrés Páez Jaramillo, “El artesano-publicista y la consolidación de
la opinión pública artesana en Bogotá, 1854-1870”. Ibídem, pp. 473-498. McEvoy, De la república utópica. Alfonso Munera,
“Pedro Romero: el rostro impreciso de los mulatos libres”. Ibídem, Fronteras imaginadas: la construcción de las razas y
geografía en el siglo XIX colombiano (Bogotá 2005), pp. 153-174. David Sowell “La sociedad democrática de artesanos de
Bogotá”. Germán R. Mejía, et. al., comp., Colombia en el Siglo XIX. (Bogotá 1999) pp. 189-216. James E. Sanders, “The
Vanguard of the Atlantic World. Contesting Modernity in Nineteenth-Century Latin America”. Latin American Research
Review 46, 2 (2011), pp. 104-127.
9 Víctor Peralta Ruiz “Viajeros naturalistas, científicos y dibujantes: De la ilustración al costumbrismo en las artes (siglos

XVIII-XIX)”. Visión y símbolos: del Virreinato criollo a la república peruana (Lima 2006), pp. 243-274; Rosemarie Terán
Najas, “Facetas de la historia del siglo XIX, a propósito de la estampas y relaciones de viajeros”. Ortiz, Imágenes de
identidad (nota 1), pp. 63-112; Alexandra Kennedy, “Formas de construir la nación ecuatoriana. Acuarelas de tipos,
costumbres y paisajes. En Ibídem, pp. 25-62. Maiguashca menciona a las Sociedades Democráticas como espacios de
formación política, apuntalados desde arriba; queda sin embargo por dilucidar cómo funciona está disposición
gubernamental, sobre todo en qué medida la agencia de los letrados y artistas decimonónicos interactúa, debate y/o cuestiona
los intentos de politización del gobierno de Urvina. Maiguashca, La dialéctica (nota 2), p. 64.
10 Con excepción, hasta cierto punto, de los estudios de Williams, Popular liberalism (nota 7) y de Valeria Coronel, “A

Revolution in Stages: Subaltern Politics, Nation-State Formation, and the Origins of Social Rights in Ecuador, 1834-1943”,
Department of History, New York University. Tesis Doctoral. Enero 2011, pp. 118-202. La historiografía ecuatorianista tiene
pendiente todavía un estudio sostenido sobre los procesos de manumisión de esclavos a mediados del siglo XIX. Con
excepción de referencias puntuales sobre la creación por parte de José María Urvina de los batallones de los denominados
Tauras (elaborados en su mayoría por una historiografía liberal y/o desde un posición reivindicativa de los procesos de
liberación afroecuatorianos), poco o nada se conoce sobre su participación en la vida republicana. En la coyuntura en la que
se ubica este trabajo no es posible identificar todavía formas de sociabilidad asociacionista entre los manumitidos, en tanto
que la ley de abolición de la esclavitud fue promulgada recién en julio de 1851. No será sino a finales del siglo XIX e inicios
del siglo XX que las poblaciones afro-ecuatorianas arranquen con experiencias organizativas, en el contexto de la Revolución
Liberal de 1895 e incidan desde estos espacios, en los debates políticos del país.
4

antiguos miembros de las Sociedades Democráticas y que puso en circulación temas concernientes a
libertades republicanas, división de poderes, bien común, economía comercial, derechos ciudadanos,
sin hacer uso – y esto es importante– del léxico “liberal”. El examen de El Artesano sintetiza la
versión local del liberalismo católico y pone en evidencia el desencanto de esta fracción de la
población frente a la incapacidad de la autoridad política por asegurar el funcionamiento de un orden
social liberal..

Cabe finalmente tomar en cuenta algunas consideraciones metodológicas y sobre las fuentes. En
primer lugar es importante precisar que el énfasis en los artesanos y artistas quiteños, escogido para
esta investigación, se debe a que se trata del grupo mejor documentado frente a otros representantes de
las otras ciudades del país.11 Los resultados de este estudio se sustentan, por otra parte, en dos tipos de
fuentes documentales, revisadas en diversos archivos quiteños. De un lado, documentación manuscrita
que nos habla del sujeto artesano como trabajador urbano, que interactúa con otros grupos capitalinos,
las autoridades y la ciudad en general. De otro, textos impresos, especialmente hojas volantes,
periódicos y discursos celebrativos, que aportan sobre todo información del deber ser de la sociedad
decimonónica republicana, esto es, de las representaciones que letrados, publicistas y artistas tenían de
sí mismos, de cómo imaginaban el orden social en el que creían objetivar su existencia y de las
características de (i) legitimidad del poder establecido. Los textos clásicos del liberalismo temprano,
como por ejemplo de Vicente Rocafuerte, José Joaquín de Olmedo, Pedro Moncayo y Pedro Fermín
Cevallos, no han sido tomados en cuenta para este artículo; ya que lo que se busca es ubicar las voces
de los artesanos y artistas letrados que se apropiaron de la terminología, conceptos y metáforas
liberales y las emplearon como herramientas argumentativas y de combate para participar en los
asuntos públicos de su tiempo.12 Nos encontramos, de esta manera, frente a una experiencia de
sociabilidad particular: la quiteña, que produce una forma específica de retórica liberal (democrática,
católica y nacionalista), y que permite plantear como una posible hipótesis de trabajo la existencia de
un liberalismo de la sierra norte ecuatoriana -con Quito como centro regional-, cuyo corte resulta más
cercano al del liberalismo granadino, antes que a experiencias simultáneas en las ciudades de la Costa
y australes del país.

1. La nueva sociabilidad republicana: Las Sociedades Democráticas de Quito


Tal como lo han señalado los historiadores ecuatorianistas, los gobiernos de Urvina y Robles
plasmaron una alianza con la oligarquía comercial porteña y el ejército, en contra del poder
latifundista serrano. La agenda política de estos dos generales estuvo, por otra parte, fuertemente
imbricada con las propuestas del liberalismo radical granadino; de hecho, no pocas de las reformas que
se ejecutaron en estos años se dieron también en el país vecino del norte, así como en los otros países
de la región13, además de que formaron parte del laboratorio de experiencias, lenguajes políticos y
construcciones identitarias en el que había convertido el espacio atlántico desde finales del siglo
XVIII. Se trata de un liberalismo que se desarrolló entretejido en redes transnacionales y
transcontinentales como resultado de la circulación de intelectuales, textos e ideas y que, para el caso
de los territorios iberoamericanos, fue imaginado como un “movimiento político unitario” entre ambas
orillas del océano.14 Experiencias como el exilio político, la existencia de cánones literarios
compartidos, la impronta gaditana de las constituciones iberoamericanas y la memoria de un pasado,
conjunto, dieron pie, además, a una variante católica del liberalismo que, -para la coyuntura que nos

11
Con lo que no pretendo afirmar la ausencia de sociabilidades asociativas en otras ciudades del país. Hasta el momento se
han ubicado Sociedades de distinto tipo en Guayaquil, así como en ciudades de la sierra norte (Provincia de Imbabura) y
sierra central (actualmente Chimborazo y Tungurahua) y en Azuay.
12
Elias Palti, The “Theoretical Revolution” in Intellectual History: from the History of Political Ideas to the History of
Political Languajes.” History and Theory, 53, 3 (October 2014), pp. 387-405.
13 Cfr. David Bushnell y Neill Macaulay, El Nacimiento de los países latinoamericanos. (Madrid 1989), pp. 183-24. Alonso

Valencia Llano, “Integración de la población negra en las sociedades andinas 1830-1880.” En: Maiguashca, Historia (nota 6),
pp. 140-172, aquí: 161-166.
14 Javier Fernández-Sebastián (comp.), La aurora de la libertad. Los primeros liberalismo en el mundo iberoamericano

(Madrid 2002), p. 18.


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ocupa-, se proyecta como un horizonte de expectativa en el que se funden, reinventan y re-significan


elementos discursivos de origen colonial junto a otros de cuño moderno.15

Inscritos precisamente en la tradición incluyente de la Constitución de Cádiz, los gobiernos liberales


Marcistas, y de manera especial el del General Urvina, apelaron al apoyo en el mundo indígena-
campesino, y de los sectores populares de Guayaquil y Quito. Además de ello, promovieron la
creación de institutos artístico-profesionales y espacios asociativos, denominados por los propios
contemporáneos de manera genérica como Sociedades Democráticas. De tal suerte que a mediados del
siglo XIX existe en Quito una presencia considerable de escuelas y sociedades artísticas, entre las que
destacan el Liceo de Pintura Miguel de Santiago (1849), ubicado en el colegio San Fernando y
dirigido por Ernest Charton; la Sociedad de Historia y de Idiomas (1850), la Sociedad Filarmónica de
Santa Cecilia, la Sociedad de Amigos de la Ilustración (1849, reapertura en 1852), la Escuela
Democrática Miguel de Santiago (1850) y la Escuela Hipocrática (1853). Estos ámbitos de
sociabilidad convocaron la asistencia de un grupo limitado y seguramente minoritario de artistas,
maestros artesanos y oficiales de talleres capitalinos (pertenecientes en algunos casos a linajes
artísticos de importancia, como por ejemplo la familia Salas), que combinaban el trabajo manual con
las artes, estaban vinculados a la cultura letrada y contaban con un importante ascendente simbólico en
el mundo de las artes, las letras y la política local.16 Como veremos en las siguientes páginas, las
sociabilidades asociativas en Quito de mediados de siglo -de corta vida en la mayoría de los casos,
constituyeron experiencias pioneras de politización de sus asociados, fueron ámbitos de aprendizaje y
puesta en práctica de lenguajes, actitudes y usos republicanos. Así lo afirmaba el artista quiteño Juan
Agustín Guerrero, para quien el ejercicio asociativo eran el testimonio indiscutible de los “tiempos de
libertad”, en los cuales humildes y oscuros artesanos dejan de lado su pincel y suben a la tribuna
respetable para hablar de los derechos del pueblo.17

15 Sobre todo los aportes elaborados en el marco del proyecto El atlántico como laboratorio conceptual (1750-1879). Hacia
un Diccionario histórico del lenguaje político y social en Iberoamérica (Iberconceptos), que concluyó con la publicación
dirigida por Javier Fernández-Sebastián, Diccionario político y social del mundo iberoamericano (Madrid 2009 y 2014), 11
vols. en 2 tomos. Ver también Bernard Bailyn, Atlantic History. Concept and Contours. (Cambridge 2005); Bernard Bailyn
and Patricia L. Denault, Soundings in Atlantic History: Latent Structures and Intellectual Currents, 1500-1830 (Cambridge
2009); Scott Eastman and Natalia Sobrevilla Perea, The rise of constitutional government in the Iberian Atlantic world : the
impact of the Cádiz Constitution of 1812 (Tuscaloosa 2015); Javier Fernández-Sebastián, “Liberales y liberalismo en España,
1810-150. La forja de un concepto y la creación de una identidad política. Revista de Estudios Políticos 134 (Madrid 2006),
p. 125-176; François-Xavier Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. (Madrid
1992); José C. Moya “Modernization, Modernity and the Trans/formation of the Atlantic in the Nineteenth Century”. José
Cañizares-Esguerra and Erik R. Seeman, The Atlantic in Global History (1500-2000), (New Jersey 2009); Jaime E.
Rodríguez, “Las revoluciones atlánticas: una reinterpretación”. Historia Mexicana 63, 4 (2005), pp. 1871-1968. William H.
Sewell Jr., Work & Revolution in France. The Language of Labor from the Old Regime to 1848. (Cambridge 1980); y Guy
Thomson (ed.), The European Revolutions of 1848 and the Americas. (Londres 2002). Así como los estudios clásicos de
Robert Palmer, The age of the democratic revolution: a political History of Europe and America, 1760-1800 (Princeton 1959-
64) y David Harris, “European Liberalism in the Nineteenth Century”. The American Historical Review 60,3 (1955), p. 501-
526.
16 Las fuentes revisadas hasta el momento sobre la presencia de trabajadores artesanales en Quito y otras ciudades serranas de

mediados del siglo XIX revelan que criterios como el oficio, el honor, la sangre y las filiaciones corporativas eran aun
importante en la configuración de las relaciones sociales capitalinas. Se configura así un perfil de la población artesanal
urbana que combinan prácticas económicas y asociativas más cercanas al Antiguo Régimen con retóricas que cabalgan entre
la tradición y la modernidad política, y donde se complica el uso de la categoría clase para explicar la estructura y el
funcionamiento social. Por otra parte, ya desde finales del siglo XVIII las elites ilustradas enmarcadas en el proyecto
borbónico, habían impulsando iniciativas de fomento de la industria en aras de racionalizar y modernizar la producción
artesanal. En 1775 se publica en Madrid el Discurso sobre la educación popular de artesanos y su fomento, texto que influyó
en las propuestas de las Sociedades de Amigos del País en Hispanoamérica. Sin embargo, mientras en la Península la política
borbónica de fomento de la producción artesanal conllevó al debilitamiento de los gremios a favor del control estatal, en la
Hispanoamérica se impulsó un mayor control de los gremios artesanales (i.e. impuestos de alcabala), lo que a su vez
expandió las formas de interacción entre las autoridades coloniales y los maestros de taller, que iban desde la negociación
hasta el levantamiento. García-Bryce, República con ciudadanos, p. 68-74; Irurozqui y Peralta, Elites y sociedad; Minchom,
El Pueblo de Quito, pp. 89-100; Rocha, De la representación.
17 La Democracia Nº 8, Quito 23 de marzo 1852, p. 3. Me parece además importante precisar que los propios artistas se

autodefinían como artesanos. Definición que estaba vinculada a sus formas de ganarse la vida: se trata de trabajadores
urbanos que vivían tanto de su producción artística (plástica, literaria y musical) como de los encargos que recibían para la
refracción de altares, elaboración de vestimenta militar, etc., pero que además remite a una identidad como grupo, un
conjunto de valores, lenguajes y prácticas culturales que se encuentran a caballo entre el Antiguo Régimen y la Modernidad
política.
6

En el paisaje político republicano, las Sociedades Democráticas entretejieron importantes vínculos con
el mundo de la política. Sea porque los artistas y artesanos asociados actuaban como parte del
gobierno local o porque representantes del gobierno apadrinaban la asociación. Este es el caso del
pintor y músico Juan Agustín Guerrero (1818-1880), socio de la Escuela Democrática de Miguel de
Santiago quien ejercía a la vez como miembro del concejo municipal de Quito18; lo acompañaban en el
gobierno de la ciudad, Manuel Sáenz y Modesto Rivadeneira, ambos socios de la Escuela
Democrática. Por su parte, Miguel Riofrío, secretario del concejo municipal ejercía también las
funciones de director de la Sociedad de la Ilustración.19 Para el mismo año, el político liberal radical,
Pedro Moncayo se desempeñaba como protector de la Sociedad Filarmónica de Quito.20 Estos nexos
entre las elites políticas y asociados se replican en las otras ciudades, con el añadido de que algunos de
ellos estaban además vinculados con la prensa liberal local. Así por ejemplo Pedro Mantilla, miembro
del Concejo Municipal de Ambato, fungía como representante comercial del periódico La
Democracia; también Antonio Jaramillo ocupaba el cargo de miembro del concejo municipal de
Otavalo y era a la vez, representante del periódico oficialista en esa ciudad. Cabe mencionar que las
agencias de provincia encargadas de la venta de periódicos, servían a menudo también como lugares
de venta de otros impresos de tinte liberal. La agencia lojana del periódico El Artesano, administrada
por Benjamín Pereira Gamba, ofrecía sus servicios como agencia de suscripción de la Historia del
Ecuador de Pedro Fermín Cevallos.21

Los vínculos entre sociedades republicanas, autoridad política y prensa liberal se manifiestan
asimismo en el acto de instalación de la Escuela Democrática de Miguel de Santiago, realizado el 31
de enero de 1852 en el coliseo capitalino, y sobre el cual el periódico La Democracia publicó una
amplia reseña a finales de abril, en el contexto de una nueva amenaza floreana. Según el articulista, se
trató de un “acto popular”, novedoso y pionero en el paisaje local, en definitiva, “un acontecimiento
fecundo en consideraciones graves para el político y en tamañas esperanzas para la patria”. Lo
interesante de esta reseña, es que además de la descripción del evento que ella ofrece, dota por otra
parte, de un significado político, republicano y patriótico a la existencia de las Sociedades
Democráticas. Según el testimonio, el acto se desarrolló de la siguiente manera:
A las siete de la noche del día que hemos citado se encontraban reunidas en el Coliseo de este lugar
la Sociedad de Ilustracion, la Filarmónica, la Escuela Democrática de Miguel de Santiago y una
multitud de espectadores que apenas cabia en el espacioso local. La noticia de la instalación se
había esparcido anticipadamente en la ciudad, y unos por el interés que inspiraba el acto en sí
mismo, otros con una prevención de censura y murmuración y otros por invitación de la Sociedad
que iba á instalarse asistieron todos, formando así un concurso respetable é imponente. La parte
superior del Coliseo estaba ocupada por las autoridades locales, por los directores y presidentes de
las sociedades y por un considerable numero de socios honorarios de la Escuela Democratica, entre
los que se encontraban los jefes de la guarnicion, muchos artesanos, maestros de taller y varios
abogados; el centro del patio ocupaban las tres Sociedades y los espectadores se apiñaban en los
costados, en los palcos y en todos los demás puntos del local.22

Las escenas descritas nos hablan, en primer lugar, de la existencia de espacios diferenciados,
normalizados y jerarquizados para la ubicación de los distintos asistentes del acto de instalación de la
Escuela Democrática de Miguel de Santiago. En la parte superior del Coliseo se acomodaron las
autoridades de gobierno, conjuntamente con los directivos y los socios honorarios, estos últimos

18 Juan Agustín Guerrero personificaba al sujeto letrado de procedencia social intermedia, que gracias al capital social y
simbólico que le concedía su calidad de artista, accedió al círculo letrado capitalino y se relacionó con hombres como Juan
Montalvo (1832-1889) y Pedro Moncayo (1807-1888), en cuyo encargo elaboró el álbum Imágenes del Ecuador (1852).
Durante su formación artística, Guerrero se vinculó además con los maestros Ramón Salas Paredes (1815-¿?) y Ernest
Charton (1818-1878), el primero asociado a la Escuela Democrática de Miguel de Santiago (1850), y el segundo, al Liceo de
Miguel de Santiago. Formó también parte de los políticos liberales que fueron convocados en Quito el 23 de marzo de 1856,
por el presidente Urvina para deliberar sobre la cuestión electoral y que en ese contexto, emitieron su voto a favor del general
Francisco Robles. Además de su producción artística y musical, destacan sus esfuerzos por recuperar y difundir la música
indígena y popular ecuatoriana y su compromiso con la enseñanza artística. www.enciclopediadelecuador.com;
www.diccionariobiograficoecuador.com. Consulta realizada el 02.01.2015. Rocha, De la representación.
19 La Democracia, Nº 8, p. 3.
20 Ibídem, Nº 10, Quito 6 de abril 1852, pp. 2-10.
21 El Artesano. Periódico Popular, artístico, económico, industrial, literario, de costumbres y avisos, Nº 41, Quito 1 de julio

1858, p. 162.
22 La Democracia Nº 13, Quito 27 de abril 1852, p. 2. El resaltado es mío.
7

pertenecientes a su vez, a grupos urbanos (militares, abogados, maestros de taller y muchos artesanos),
cuyo prestigio no derivaba necesariamente de la procedencia social, sino de los conocimientos
adquiridos vía educación y formación profesional. Por su parte, los miembros de la Escuela
Democrática de Miguel de Santiago se ubicaron en el centro del edificio; no lo hicieron sin embargo,
en calidad de individuos, sino como colectivos, creando así la imagen de una identidad corporativa.
Los socios eran el objeto observado, aplaudido, evaluado; su disposición en el centro del coliseo los
diferenciaba, pero también los convertía en el vínculo simbólico entre el grupo de las autoridades y el
público apiñado (es decir, en aparente desorden) en los espacios no normados del coliseo.

Según el articulista de La Democracia, reinaba además una gran expectativa entre los asistentes,
aunque las razones de su concurrencia eran diversas y en algunos casos, incluso, de manifiesto
escepticismo. Los discursos de los oradores, no obstante, lograron revertir esta situación, provocando
el entusiasmo de los asistentes y despertando un conjunto de las cualidades y sentimientos patrióticos.
Cada uno de los discursos respiraba un ardoroso patriotismo, cada uno ostentaba la liberalidad de
las ideas del siglo y todos elevaban los principios democráticos á la altura de su naturaleza. El
auditorio interrumpía á los oradores con repetidos aplausos, se apasionaba, se entusiasmaba con
ellos, seguía sus movimientos y recojía con interés, de boca de pobres artesanos, las sublimes
verdades que encierra el dogma de la fraternidad humana. Era aquella una solemnidad digna de un
pueblo republicano.23

Del testimonio en La Democracia llama finalmente la atención la calidad de acontecimiento público


del acto. No se trata de un evento privado que concierne únicamente a los miembros de las
asociaciones quiteñas, sino por el contrario es un suceso que se desarrolla en un edificio importante de
la vida cívica quiteña y que convoca a autoridades de gobierno, miembros de las Sociedades
Democráticas, así como a conglomerado impreciso de curiosos, interesados y escépticos, y que
sobretodo, tiene la capacidad de trasmutar los sentimientos de desconfianza de los participantes en
actitudes cívicas, a favor de un imaginario Marcista, que se concebía como liberal, democrático y
nacionalista. . La reseña en La Democracia opera entonces con un doble registro discursivo: nos habla
en primer lugar de la puesta en escena del evento; a la par que convierte a la multitud de espectadores
en actores de la representación; su anuencia busca convencer no tanto a los público asistente, cuanto
mas al publico lector sobre las facultades civilizatorias y republicanas de las experiencias asociativas.

2. El liberalismo de las Sociedades Democráticas quiteñas: católico, democrático e igualitario


En la misma tónica celebrativa del acto de instalación de la Escuela Democrática de Miguel de
Santiago se realizó en el Coliseo capitalino una exhibición de pintura en conmemoración por los siete
años de la Revolución Marcista y a la que asistieron los socios de las tres Sociedades Democráticas,
así como el gobernador de la provincia de Pichincha, Francisco Montalvo, autoridades municipales, y
“un grande y respetable número de espectadores”.24 Además de los habituales discursos, la ceremonia
contemplaba el reconocimiento a Julio Zaldumbide, miembro de la Sociedad de la Ilustración, por su
composición poética A la música; la presentación de la pieza musical El Belisario, preparada por la
Sociedad Filarmónica expresamente para esta ocasión y, la ejecución de un canto marcial con
orquesta, compuesto por Juan Agustín Guerrero. El evento cerraba finalmente, con la premiación de
los participantes en la exhibición de pintura y el respectivo informe de la comisión de profesores.

Fueron en total once socios, todos hombres, los que participaron como oradores en el acto celebrativo:
cinco miembros estaban vinculados a la Escuela Democrática de Miguel de Santiago; destacaban en
este grupo los pintores de profesión: Francisco Paz y Antonio Cárdenas y el joven Benigno Alvarado
de 13 años. Otros cinco oradores pertenecían a la Sociedad de Ilustración, entre los que cabe
mencionar al joven estudiante Juan Montalvo, quien para la fecha tenía 20 años. Mientras que a

23Ibídem. Liberalidad que implica nobleza de sentimientos y prodigalidad. Ver Javier Fernández-Sebastián, “Liberalismos
nacientes en el Atlántico iberoamericano: “liberal” como concepto y como identidad política, 1750-1850”. Jahrbuch für
Geschichte Lateinamerikas / Anuario de Historia de América Latina, 45 (Colonia 2008), pp. 150-195, aquí: pp.160-161.
24Discursos pronunciados en la sesión pública de exhibición por los miembros de las Sociedades Democráticas de Ilustración,

de Miguel de Santiago y Filarmónica, en el septimo aniversario del seis de marzo de 1845 (2 ed., Quito 1984), p. 1. Es
importante indicar que el texto fue publicado por primera ocasión en la Imprenta F. Bermeo en Quito 1852. A continuación
como Discursos (1852).
8

nombre de la Sociedad Filarmónica de Santa Cecilia no intervino sino solo su instructor, Pablo
Bustamante.

A grandes rasgos, los discursos celebrativos reivindicaban la Revolución Marcista como una gesta que
permitió retomar el espíritu emancipador de la Independencia y en cuya conmemoración habían sido
dedicados los trabajos artísticos exhibidos en el Coliseo.25 Los oradores caracterizaban esta fecha
como “una regeneración política”, que restituyó los ideales libertarios y dio lugar al ejercicio de
principios igualitarios y antioligárquicos:
La atmósfera política se halla pura y despejada; y los ecuatorianos respiran un aire benéfico, libres
ya de la fuerza que comprimía su pecho – Despues de haber sido oprimidos por la planta de los
egoístas, oyen una voz dulce que les dice: sois libres, sois iguales, sois hermanos – La
clasificacion de linajes esta al extinguirse, y comienza la distinción de la luces y del talento. – La
predilección infundada no existe, y el pueblo empieza á gozar de sus derechos bajo el amparo de
una lei que gravita sobre todos los individuos con igual peso.26

En la retórica de los asociados, el 6 de marzo de 1845 figura como el momento fundador de una
enarbolada “república de iguales” para cuya constitución se requería de la ruptura con el pasado
colonial, encarnada -como hemos visto- en la figura de Juan José Flores. Pero si el ideal de libertad
refería a la ruptura con la Metrópoli, la acepción democracia suponía, en cambio, la germinación de
una nueva familia política y un horizonte de expectativa prometedor de felicidad, bienestar y unidad:
La Democracia, cimentada en los principios LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD,
representa, por tanto, el clamor de los Marzistas y el fruto de sus padecimientos, indica la posición
venturosa del Ecuador y su prosperidad futura, la voluntad del Creador y la misión sublime de los
hombres sobre la tierra. Ella quebranta el orgullo y la ferocidad de los grandes, y eleva á los
pequeños á la misma altura que á los demas: deja á los individuos la libertad de espresar sus
pensamientos, y forma de todos una sola familia en que el amor y la correspondencia de ausilios
establecen la felicidad y ejendran el progreso.27

La libertad republicana y el ejercicio democrático-igualitario no se concebían sin embargo, como


valores opuestos a la religión. Por el contrario: los jóvenes disertantes quiteños reivindican la religión
católica como un elemento completamente integrado al programa Marcista, tal como lo habían hecho a
finales de la década de 1840 su pares bogotanos, al sostener como principio de la Sociedad de
Artesanos la “fusión del camino del republicanismo con las máximas del evangélicas del
cristianismo”.28 En palabras del socio de la Escuela Democrática de Miguel de Santiago, Benigno
Alvarado, existía un símil entre el nacimiento del Cristianismo y la emergencia de la Sociedades
Democráticas. En ambos momentos se había fomentado la “perfeccion y adelantamiento” de la vida
asociativa, e impulsado al hombre en el ejercicio de la virtud, la búsqueda del progreso y la ruptura
forzosa de sus cadenas para proclamar la igualdad y la libertad.29 También el capitán Mariano
Rodríguez, presidente de la Escuela de Miguel de Santiago, con motivo de una nueva conmemoración
revolucionaria, celebrada en 1853 en el local de sesiones de la Sociedad de Ilustración, subrayaba la
comunión entre la religión católica y los principios modernos:
[…] nuestra relijion ha sido, es y será siempre la cristiana que nos han dejado nuestros padres;
nuestra divisa la obediencia á las leyes; nuestro anhelo la paz y el progreso; nuestra ocupación el
trabajo y nuestro invariable y ardoroso propósito, encaminar á la República hacia los triunfos que
distingue la era de la positiva grandeza de un pueblo libre; contando para esto con la cooperacion
de las virtudes, del civismo, y de las luces de los miembros de las otras sociedades, con las que nos
hallamos en relaciones de amistad é inteligencia.30

25 Ibídem, p.3.
26 Ibídem, p. 22. El resaltado es mío.
27 Ibídem, p. 21.
28 Loaiza Cano, Sociabilidad, p. 75. En las elecciones de 1848 la Sociedad de Artesanos de Bogotá apoyaba al general liberal

José Hilario López, a quien caracterizaban como católico-democrático.


29 Discurso pronunciado por el Señor Benigno Alvarado, socio de la Escuela Democrática de Miguel de Santiago, niño de

trece años de edad. En Discursos pronunciados por los miembros de la Sociedad de Ilustración, de la Escuela Democrática de
Miguel de Santiago y de la Sociedad Hipocratica en el día seis de marzo del presente año de 1853. En el local de las sesiones
de la Sociedad de Ilustración. (Quito, Imprenta del Gobierno, 1853), p. 14. A continuación como Discursos (1853).
30 Discurso del Capitán Mariano Rodríguez, Presidente de la Escuela Democrática de Miguel de Santiago. En Discursos

(1853), pp. 7-8.


9

De esta manera, la retórica de los miembros de las Sociedades Democráticas quiteñas combinaba
fragmentos católicos con una terminología en clave liberal. Esta amalgama lingüística funcionaba –
adquiría sentido- porque ser liberal y ser católico no era una anomalía en el mundo iberoamericano, .
En el ámbito de las experiencias políticas, la Constitución de Cádiz había proclamado al Catolicismo
como única religión nacional; impronta que se manifiesta en las seis cartas fundacionales ecuatorianas
existentes hasta la década de 1850. Por otra parte, los liberales ecuatorianos no se pensaban a sí
mismos como enemigos de la religión, y en la mayoría de los casos, ni siquiera como opositores de la
Iglesia; lo que no presupone, sin embargo, la ausencia de conflictos entre los ámbitos político y
eclesial. Aun cuando la expulsión de los jesuitas ha sido leída por una parte de la historiografía
ecuatorianista como una señal del carácter anti-religioso del periodo, es preciso tomar en cuenta que
durante los años de los gobiernos Marcistas se procede con una serie de acciones que implican la
interacción entre Iglesia y Estado, por ejemplo la beatificación de Mariana de Jesús (Roma 1850),31 el
reconocimiento de la Virgen de la Inmaculada como patrona de la República (marzo 1851) y el de la
Virgen de la Merced como protectora de Quito (abril 1851). Las celebraciones realizadas como parte
de este calendario católico contaron con la concurrencia de la autoridad política, además de su apoyo a
través de disposiciones como la iluminación de los espacios públicos, la ostentación de los símbolos
nacionales y la presentación de actos musicales.32 Mientras que, desde el lado del Estado, las
celebraciones Marcistas se realizaban en el ámbito de la Catedral y procuraban también la asistencia
de representantes de la institución eclesial. Finalmente, los letrados decimonónicos ecuatorianos no
eran ajenos a los debates contemporáneos sobre la relación entre Iglesia, Estado y sociedad,
provocados por las revoluciones del 48, las emergentes repúblicas europeas y la crisis del absolutismo.
En este contexto arribaron a Quito, los textos del teólogo reformista y filosofo catalán, Jaime Balmes,
que según Tobar Donoso, aportaron de manera significativa al pensamiento católico de las elites
ecuatorianas.33 Los discursos pronunciados por los socios de las Sociedades Democráticas se inscriben
por tanto en este universo de conceptos y experiencias de impronta católica que formaban parte de la
vida cultural de los artistas y artesanos decimonónicos, que no se contraponían a las reivindicaciones
de igualdad, confraternidad, compromiso social, expuestas también por los asociados y que se expresa
de manera sucinta en la frase de Alphonse de Lamartine que sirve de lema al ya citado periódico La
Democracia que utiliza la frase “El evanjelio es democrático: el Cristianismo republicano”.

En los discursos de los oradores Marcistas destacan tres temáticas, que quiero abordar a continuación,
y que permiten identificar el sentido que los asociados encontraban en la puesta en práctica de las
divisas católico-liberales. En primer lugar, los discursos enaltecen a las Sociedades Democráticas
como lugares de aprendizaje de los valores patrios en clave ilustrada y liberal, que perseguían la
“mejora intelectual de los asociados”,34 y aspiraban a convertirse en “los telégrafos propagativos de la
ilustración del Ecuador”.35 Para el Capitán Mariano Rodríguez eran el lugar donde los artesanos –que
antes se habían visto obligados a engrosar los cuarteles- podían volver a sus tareas artísticas, rescatar
las empolvadas tradiciones pictóricas coloniales, y adelantar en sus talentos, bajo el influjo de la paz,

31
Proceso que arrancó en marzo de 1845, unos días después de la Revolución Marcista; pero que no se concretó sino hasta
mayo de 1854 cuando se realizaron las primeras celebraciones públicas por la causa de beatificación de Mariana de Jesús.
Proceso Mariana de Jesús/ Archivo Arquidiocesano de Quito.
32
En palabras del Ministro del Interior, Marcos Espinel: “El Supremo Gobierno que tiene la alta satisfacción de hallarse a la
cabeza de una República en que unen y convienen la libertad y la religión como emanada de una misma fuente; quiere que el
Pueblo libre y religioso de esta ciudad celebre al mismo tiempo el aniversario del primer día de su existencia política y
bendiga solemnemente la mano de la Providencia que colocó en el coro de las vírgenes á nuestra excelsa compatriota, la
bienaventurada Mariana de Jesús”. Marcos Espinel al Arzobispo de Quito, Sobre celebración conjunta. Quito, 6 de febrero de
1854. En Archivo Nacional de Historia. Vol. 206/ Caja 55/Copiadores/General, fol.1. Sin embargo Este intento por celebrar
conjuntamente la fiesta en honor a Mariana de Jesús y la conmemoración de la Revolución Marcista no se llegó a concretarse.
33
Los textos de Balmes fueron leídos por Gabriel García Moreno, Fray Vicente Solano y otros miembros de la Iglesia
guayaquileña y de provincia. Formaron parte además de los contenidos de enseñanza primaria y se debatieron al interior de la
Academia de Derecho Práctico. Tobar Donoso remite también al relato de Solano quien afirma haberle sugerido al
predicador Marcista ,Dr. Merchán, la lectura de Balmes para un evento conmemorativo por la promulgación del decreto de
manumisión de los esclavos en 1854. Julio Tobar Donoso, “La influencia de Balmes en el Ecuador”. En Boletín de la
Academia Nacional de Historia antes Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, Vol. LI, No. 111 (Enero-
Junio de 1968), pp. 38-63
34 Discurso de Miguel Riofrío de la Sociedad de Amigos de la Ilustración. Imprenta de J. Bermeo. (Quito 4 de noviembre de

1849), p. 1.
35 Discursos (1852), p. 24.
10

civilidad y la industria.36 Por su parte, Rafael Baraona, presidente de la Sociedad Hipocrática, anotaba
que la asociación tenía por propósito cultivar el “arte de la vida” desde una perspectiva de lo local y a
favor de la salubridad pública.37 Miguel Riofrío de la Sociedad de Ilustración, sostenía en cambio, que
la misión de las asociaciones literarias debía ser la de infundir sentimientos patrióticos, con el
propósito de promover la unión y los sentimientos nacionales.38 Mientras que el instructor de la
Sociedad Filarmónica de Santa Cecilia se mostraba convencido de que:
La pintura, la literatura y la música cultivadas asiduamente por las sociedades, embellecerán la
historia de nuestra patria, pobre y desgraciada hasta hoy en que las discordias civiles, los combates
y las ambiciones desenfrenadas han hecho del Ecuador una porción desventurada del nuevo
mundo.39

Las Sociedades Democráticas eran además el espacio de aprendizaje de prácticas y lenguajes


republicanos. Los pintores de profesión Francisco Paz y Antonio Cárdena creían que estas debían “dar
acción y vida á las clases desvalidas”, y velar por las “garantías individuales y con ellas la felicidad
común de los asociados”. Por su parte el presidente de la Sociedad de Ilustración afirmaba que
encarnaban el derecho de todo hombre a la asociación libre, convirtiéndose en experiencias
propiciadoras de las ideas liberales y a favor de la igualdad para las “clases trabajadoras”; 40 pedagogía
política que se apreciaba de reconocer el justo medio entre la libertad excesiva, la ambición del
poderoso y la ausencia de sentimientos patrióticos.41

Los discursos destacaban además el protagonismo de los asociados como pedagogos del pueblo, con
lo que evidenciaban el lugar social y simbólico que se habían auto-asignado en la construcción de una
comunidad política de tipo liberal-democrático. En este sentido, los disertantes quiteños se
caracterizan a sí mismos como una “juventud libre é industriosa”, formada en la “escuela de la
libertad”, y animada por el PENSAMIENTO DEMOCRATICO.42 Proponen la imagen de una elite
joven, masculina, laboriosa, letrada y urbana que se habría de demostrar a través de las artes y las
letras, su grado de civilización, equipararse con las sociedades europeas y actuar como agente
protector y educador del pueblo. Léxico pueblo que en primer lugar refería al conjunto de la nación, es
decir al pueblo ecuatoriano; pero que también designaba al sujeto artesano, -el hombre plebeyo- que
vivía de su trabajo en condiciones morales y sociales más bien precarias, y de ignorancia sobre sus
derechos ciudadanos y sus obligaciones cívicas. En palabras de Fernando Polanco, vicepresidente de la
Escuela Democrática de Miguel de Santiago:
Sí Señores, que no viva ya el Pueblo Sepultado en el abismo de la ignorancia, de la miseria y del
olvido; que no continúe mirándose como la parte más inútil y despreciable de la creación,
desempeñando el papel de plantas que vejetan sin cultivo alguno […] que manifiesten por la cultura
y el trabajo que son hombres dotados de las mismas facultades que los otros hombres, que sienten
las mismas necesidades y que son capaces de transformarse de ignorantes en sabios, de plebeyos en
nobles […] Tal son Señores la idea y el pensamiento que deben realizarse en el Ecuador, según la
dirección en que se ha encarrilado ya la juventud quiteña.43

El tercer tema concierne a la educación del sujeto colectivo pueblo. La república de ciudadanos se
edificaba sobre una pedagogía política que aspiraba incluir a nuevos sujetos sociales a la condición
ciudadana y ofrecerles la posibilidad (real o simbólica) de mejorar su posición en la escala social; a la
vez que fijaba y normaba las distancias entre el sujeto laborioso y cívico, y los vagos sin oficio que
poblaban las ciudades serranas y que, en el imaginario de las elites, constituían estamentos peligrosos,
carentes moral y de disciplina, y siempre dispuestos a la revuelta.44 También los discursos de los
miembros de las Sociedades Democráticas respiran este optimismo con respecto a la cualidad
transformadora de la educación; ven en ella una facultad igualadora que posibilitará el nacimiento de

36 Discursos (1853), p. 6.
37 Ibídem, p. 9.
38 Discurso de Miguel Riofrío, p. 2
39 Discursos (1852), p. 18.
40 Ibídem, pp. 13, 12 y 19 respectivamente.
41 Discurso de Miguel Riofrío, p. 1.
42 Discursos (1852), p. 26, 8 y 25, respectivamente.
43 Ibídem, p. 8.
44
Irurozqui y Peralta, Elites y sociedad, pp.117-124.
11

una comunidad de sujetos iguales y libres, diferenciados entre sí únicamente por las destrezas
adquiridas y no por el origen aristocrático de los miembros. Partiendo del ideal de la “nobleza positiva
del talento”, las Sociedades Democráticas aspiraban a convertirse en espacios de enseñanza donde los
asociados podían transformarse de artesanos en artistas, imbuirse de conocimientos en la lecto-
escritura y de carácter profesional. Según lo anuncia el orador Javier Endara -protector de la Escuela
Democrática de Miguel de Santiago y Gobernador de Imbabura entre 1854 y 1857- la asociación había
servido como escuela para que artesanos sin recursos puedan adquirir en el transcurso de tres meses
“los fundamentales conocimientos de las primeras letras”, pero también en las matemáticas, así como
otros conocimientos de tipo aplicado, como el dibujo y la perspectiva.45

El afán educador de los asociados encerraba además una intensión económica: se trataba de hacer del
sujeto artesano un sujeto capaz de responder a las demandas de productividad, utilidad y disciplina
social que requerían las nuevas relaciones mercantiles e instruirlo en aquellos patrones culturales: i.e.
el progreso, la ciencia, la utilidad y la propiedad, que legitimaban al liberalismo como práctica política
y económica. En palabras del protector Endara:
Congratulémonos pues, Señores, por este fausto acontecimiento que iniciará la emancipación y el
progreso de nuestras clases trabajadoras – Inculquémosles los principios que determinan la ciencia,
la temperancia, el valor y la actividad, la economía, la probidad, el patriotismo, la simplicidad de
costumbres y la práctica de todas aquellas acciones útiles á la sociedad, que constituyen las virtudes
individuales, domésticas y sociales.46

Por fin -y aun cuando los oradores no lo declaran de manera explícita- es importante tomar en cuenta
que el “saber leer y escribir”, así como el ejercicio de “una profesión científica o industria útil de algún
arte mecánico o liberal” eran dos requisitos que establecía la Constitución de 1852 para acceder a la
condición ciudadana y con ello al derecho del sufragio que -valga la aclaración- no era universal sino
censitario.47 De esta manera, la educación a la que aspiraban los asociados no era un simple acto
retórico, carente de aplicación en la vida real. Por el contrario, era a través de ella que se materializaba
uno de los principios enarbolados por los oradores de manera recurrente, el de la igualdad política, y
que tenía su contrapartida en los esfuerzos estatales por fomentar la educación básica y aumentar con
ello, el universo de potenciales electores.48 Gracias a la educación, la república católica de iguales se
edificaría sobre el criterio de las facultades adquiridas, y no del origen aristocrático; aun cuando –
huelga decirlo-el ideal igualitario dejaba por fuera a la mayoría de la población ecuatoriana, entre ellos
mujeres, indígenas, campesinos jornaleros y sirvientes.

3. Juan Pablo Sanz y la publicación del periódico El Artesano


De igual manera que las Sociedades Democráticas que crearon tribunas de deliberación y
participación cívica – sea en forma de exposiciones artísticas, celebraciones y discursos
conmemorativos –, también la prensa funcionó como palestra que recurría a temáticas de tipo
educativo y artístico-artesanal para poner a discusión el tipo de orden social -existente o deseada- y la
relación entre autoridad y sociedad civil. A continuación quiero exponer el caso del periódico
capitalino El Artesano, que inició su aparición a finales de mayo 1857, durante el gobierno del general
Francisco Robles y cuyo principal artífice fue el tipógrafo, pintor y arquitecto Juan Pablo Sanz,
miembro de la Escuela Democrática de Miguel de Santiago y alcalde del barrio de San Marcos en
1850.49 Sanz –de la misma manera que Guerrero- actúa en el cruce entre producción simbólica,

45 Ibídem, p. 6-7.
46 Ibídem, p. 7.
47 Federico Trabucco, Constituciones de la República del Ecuador (Quito 1975), p. 153. Con leves variaciones, los requisitos

de ciudadanía son los mismos en las cartas magnas de 1845 y 1850.


48 Terán Najas, La escolarización (nota 5), p. 64.
49Juan Pablo Sanz (1819-1897), Hijo natural del comerciante quiteño Pedro Sanz-García, crece en un ambiente de pobreza;

trabaja desde muy joven como cajista del Semanario “El Quiteño Libre” dirigido por Pedro Moncayo; formación como
dibujante y grabador. Ejerce como oficial y cajista de imprenta. En 1847 funda una Escuela de Dibujo; dos años más tarde
colabora con la creación de la Sociedad Artística Escuela Democrática Miguel de Santiago y en 1852 participa como artista y
secretario en la exhibición de pintura, en la que obtiene el segundo premio. Miembro de la logia de Guayaquil, a la que
también pertenecía Urvina. Fue además profesor de las cátedras de dibujo y perspectiva en el Convictorio de San Fernando.
Entre 1852 y 1859 publica un Manual de la Cocinera que aparece en la imprenta de Valencia. Con Gabriel García Moreno en
la presidencia, y raíz de un conflicto en torno al periódico La Candela, debe abandonar el país por un par de años, retornando
12

sociabilidad política y esferas del gobierno local y evidencia la capacidad de ciertos letrados de
procedencia no aristocrática para acceder a los círculos del gobierno local y realizar alianzas con las
elites tradicionales de la política.50 De allí, que la agenda político-pedagógica que difunde en El
Artesano tiene sin duda que ver con el recorrido profesional, intelectual y político de este autodidacta
quiteño, quien se auto-inscribía en el grupo de los artesanos empresarios y presentaba su tarea
publicista como el esfuerzo de:
[…] artesanos que, en vez de entregarse al descanso, después de sus fatigas diarias, toman la pluma
para ejercer el derecho del pensamiento, trazar sus conceptos sobre el papel, y comunicarse con sus
hermanos, identificando sus ideas, con la sencillez de la verdad, con la naturalidad de su lenguaje y
con la mas cándida pureza de su intención.51

El Artesano inició como una hoja impresa de formato mediano, de aparición semanal, que constaba de
cuatro carillas, fijadas a dos columnas, y que se editaba en la “Imprenta del Pueblo” de José María
Sanz. Según lo deja entrever un llamado a sus suscriptores, del 20 de septiembre de 1857, el periódico
se financiaba básicamente con aportes de los lectores, lo que pone de manifiesto la fragilidad de la
empresa editorial. El rótulo “Periódico Popular, Semanal, Artístico, Económico e Industrial”, que
acompañaba al título, ofrece unas primeras pistas de los espacios de la vida social sobre los cuales se
estimaba opinar en el periódico; así mismo el epígrafe adjunto: “Que hoy de su ruina a nuevo ser
revive”, del poeta y político José Joaquín Olmedo (1780-1847)52, traduce la reflexión de sus editores,
de que se trataba de un momento de regeneración de la vida republicana. Entre septiembre de 1857 y
abril de 1858 se produce, sin embargo, una modificación en el subtítulo del periódico, de tal suerte que
éste recoge nuevos campos de información: el de la literatura, la vida cotidiana y avisos comerciales, a
la par que la citada frase de Olmedo desaparece de la primera página de la publicación. En su lugar se
imprime una indicación de Juan Pablo Sanz, editor empresario del periódico, en la que se informa
sobre la aparición quincenal del periódico, el costo de suscripción (de 5 reales) y la posibilidad de
imprimir avisos comerciales y de canjearlo con otras publicaciones periódicas nacionales e
internacionales. Desde abril de 1858 en adelante, el periódico El Artesano se comercializa, tanto a
nivel nacional: en Quito, Ambato, Guayaquil, Ibarra, Latacunga, Loja, Otavalo, Riobamba, Portoviejo,
Guaranda (desde julio 1858), Ibarra (de agosto 1858) Cuenca (desde septiembre 1858), y Babahoyo
(desde abril 1859); como en territorio granadino, en las ciudades de Bogotá y Neiva. El Artesano no
solo se vende en Nueva Granada, sino que además recibe y publica artículos enviados desde el vecino
del norte, partiendo del supuesto de la existencia de “sentimientos uniformes” entre los dos países.53

El análisis de El Artesano permite explorar cómo el programa liberal radical se asienta en las páginas
impresas publicadas por representantes de los sectores artístico-artesanal quiteños. Y si bien el
periódico no hace uso de manera expresa al léxico liberal, creo posible sostener la tesis de que se trata
de un importante esfuerzo por parte de la nueva generación de letrados nacida con la república, por
poner en circulación, reflexionar y darle un sentido local a las ideas del liberalismo oficial, en lo que
concierne por ejemplo al papel de la opinión pública, de la autoridad política y la educación. En
palabras de los editores, la misión de la prensa periódica consistía en instruir al público y “denunciarle
cuantos atentados se cometan, para contener de este modo á los hombres y hacerles marchar por el
sendero del órden y la moderación”.54 Los editores de El Artesano exigían para sí el papel de

a Ecuador en 1865. Efrén Avilés Pino, Enciclopedia del Ecuador, www.enciclopediadelecuador.com, Consulta realizada el
02.01.2015. Agradezco a Santiago Pazos por la valiosa información facilitada.
50 Recojo aquí la propuesta interpretativa de Jocelyn-Holt sobre el talento como un valor adquirible, que permite a letrados de

origen no aristocrático adquirir prestigio social y realizar alianzas con las elites tradicionales. Ver Alfredo Jocelyn-Holt
Letelier, El peso de la noche: nuestra frágil fortaleza histórica (Santiago 1999), pp. 35-36.
51 El Artesano Nº 8. Quito 11 de junio 1857, p. 29.
52 José Joaquín de Olmedo apoyó a la Revolución Marcista, que puso fin al gobierno floreano; junto a Diego Noboa y

Vicente Ramón Roca integró el triunvirato provisional que gobernó desde el 6 de marzo hasta el 8 de diciembre de 1845. Fue
además Diputado a la Asamblea Constituyente que se reunió en Cuenca a partir del 3 de octubre de 1845. En dicha Asamblea
su nombre fue propuesto para la Presidencia de la República, pero se impuso la figura de Vicente Ramón Roca. Autor de
“Manifiesto Sobre las Causas de la Presente Transformación de los Pueblos Americanos”, publicado el 6 de julio de 1845.
Constituye un figura clave en el pensamiento republicano, liberal y fue una de las principales figuras de oposición durante el
gobierno de Roca. Avilés Pino, Enciclopedia (nota 39). Consulta realizada el 02.01.2015.
53 El Artesano, Nº 16. Quito 20 de agosto 1857, p. 62.
54 Ibídem, Nº 7. Quito 4 de junio, p. 28.
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instigadores de la verdad y defensores de los derechos del pueblo,55 a la par que consideraban a la
opinión pública (y ya no a la autoridad) como el lugar social – “el tribunal riguroso e inflexible,
terrible como la palabra de Dios, justo como la esencia de la justicia y cierto como la verdad” 56 –
donde deben dilucidarse las diversas opiniones y emitirse una única opinión, cuyo objeto es cuidar del
funcionamiento del orden social.57 Son numerosos y variados los temas sobre los cuales El Artesano se
pronuncia en aras de cumplir con esta tarea pedagógica y de examinación de la acciones del
gobernante. Así por ejemplo el número 7 denuncia el “estado retrógrado” en el que se encuentran las
manufacturas y las artes, y reclama la “formación científica” de los artesanos para que perfeccionen
sus oficios.58 Según el articulista, la razón del atraso se debe a que las universidades y escuelas se
limitan a la enseñanza de jurisprudencia, medicina y teología, mientras que las artes se aprenden en
espacios no escolarizados, sujetos a la tradición y en condiciones de deficiencia material y pedagógica.
El autor concluye construyendo un símil entre el pueblo francés de la Revolución que “pedía pan” y el
pueblo ecuatoriano que exige “escuelas para la industria, seminarios para el progreso”.59 Meses más
tarde, el número 15 del periódico insiste, una vez más, en la necesidad de crear espacios de formación
profesional para los artesanos, por ejemplo una escuela de “arquitectura naval y náutica”, que daría
impulso al comercio y ampliaría de la frontera agrícola y cultural en la Amazonía y la costa. Una
institución educativa de este tipo, permitiría a los “carpinteros de Guayaquil y a los albañiles de
Quito” transformarse de artesanos en artistas, poseedores de una instrucción teórica y científica,
capaces de aportar al progreso material y moral de la sociedad.60

Los requerimientos de instrucción y formación profesional de los que da cuenta El Artesano, se


inscriben en los debates en clave liberal que irrumpieron en el espacio atlántico con la modernidad
política y que abordaban cuestiones como el tipo de institucionalidad, los derechos del individuo, la
legislación de los asuntos públicos y el conjunto de principios y valores político-morales propios de
una sociedad libre y republicana, a la par que denuncian la gestión del gobierno de Robles como
vacilante e insuficiente en lo que refiere a la construcción del deseado orden liberal. A nombre del
sujeto pueblo, el periódico imputa el despilfarro y la irresoluta tarea legisladora de congresos y
asambleas constituyentes que han descuidado la promulgación de leyes a favor de la industria, la
nación y la civilización.61 El Ecuador, se señala, posee riquezas naturales, productos de exportación, y
“una población dotada de un injenio singular para la industria fabril, las artes liberales y la
arquitectura, y sin embargo nuestras minas están sin explotarse, las vías de comunicación al oriente y
occidente obstruidas y los artesanos maniatados al poste del centralismo”.62 De la administración
presidencial se exige la puesta en práctica de cinco reformas o “cinco diamantes”, como las denomina
el autor del artículo, que consisten en libertad absoluta de prensa, elección directa de las autoridades,
abolición de la pena de muerte, descentralización, y creación de guardias nacionales.63 Los siguientes
números del periódico abordan otros tópicos pertenecientes a lo que Fernández Sebastián denomina el
cluster concept del liberalismo atlántico, como son la separación de poderes,64 la denuncia sobre casos
de tortura y maltrato físico a indígenas y artesanos,65 y la soberanía popular como un derecho
consagrado constitucionalmente.66 El periódico exhorta finalmente, a que las reformas “se apliquen

55 Ibídem, Nº 16, p. 63.


56 Ibídem, Nº 19, p. 73.
57 Ibídem, Nº 41, p. 61.
58 Ibídem, p. 25.
59 Ibídem, p. 26.
60 Ibídem, Nº 15. Quito 6 de agosto 1857, p. 60. En esta línea de educar al sujeto artesano en “las artes y la industria”, se

inscriben también los recurrentes artículos en los que se instruye al lector en los temas clásicos de la historia del arte. El
periódico anuncia además la pronta aparición de la “Historia del Ecuador” de Pedro Fermín Cevallos, indicando las
modalidades, lugares y precios de su adquisición e informa la realización de una exhibición de pintura, el 19 de octubre del
año en curso, para la cual se espera la afluencia de artesanos y que tiene por finalidad mantener la memoria de los héroes
independentistas; así como de la apertura de un teatro en la capital.
61 Ibídem, Nº 19. Quito 10 de septiembre 1857, pp. 74-75.
62 Ibídem, Nº 17. Quito 27 de agosto 1857, p. 66.
63 Ibídem, Nº 17, p. 65; Nº 18. Quito 3 de septiembre 1857, p. 69 y Nº 19, p. 74. En esta misma línea se encuentra la

acusación respecto a las prácticas de tortura por parte del comisario de policía Joaquín Pareja contra sujetos indígenas de
apellido Barajas; el comisario queda no obstante absuelto de esta acusación. Ibidem, Nº. 41. Quito 1 de julio 1858, p. 161.
64 Ibídem, Nº 36. Quito 22 de abril 1858, p.141.
65 Ibídem, Nº.41, p. 161.
66 Ibídem, Nº 45. Quito 26 de agosto 1858, p. 175.
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con tino para evitar el desgobierno, así como el desborde de las masas, la impotencia de la razón y de
los hábitos del orden y finalmente la anarquía”.67

El periódico El Artesano se asume por otra parte, como una instancia de denuncia pública de actos de
descuido del gobierno municipal respecto a temáticas sociales y morales en Quito. En este sentido,
censura la existencia de billares y otros lugares de diversión pública, considerados como sitios de
inmoralidad, enviciamiento social y ocio, entre cuyas víctimas también se encuentran los artesanos,68
denuncia el aparente mal estado de la institución policial,69 reclama la falta de inversión en la
construcción de rutas de transporte que permitirían mejorar condiciones de intercambio comercial,
especialmente de los productos agrícolas; imputa la falta de aseo en las calles, el alza injustificada de
la pensión anual en el convictorio de San Fernando y la venta innecesaria de la Casa del Rastro,70 y
pide adjudicar la restauración de los edificios coloniales a profesionales nacionales y prescindir de
maestros advenedizos y especialmente, de arquitectos extranjeros.71 Vale además mencionar que el
cuestionamiento a la autoridad local no se limita a demandas de tipo material y moral, sino que, y tal
como lo demuestra el artículo “Heráldica” de abril 1858, se recurre también a la memoria histórica
para poner en entredicho la legitimidad del poder municipal.72 De entre esta amplia gama de temáticas
abordadas por el periódico, llama la atención el anuncio de inicios de 1859, en el que los editores
informan sobre la próxima creación de una lotería, cuya finalidad consiste en permitir al “pobre
artesano, al miserable labriego, al anciano padre de familia y a la madre de inocentes y bellas hijas”,
acceder a recursos financieros con los cuales mejorar sus condiciones de trabajo y de vida. El texto del
anuncio elabora un discurso democrático, radical y católico a favor de la “clase indigente” y en contra
de la acumulación de riqueza por parte de la “clase acomodada”; a la par que reivindica, desde una
posición paternalista y con una retórica más moderada, el derecho al trabajo como el camino del
progreso, el respeto a la propiedad y a la asociación, como un mecanismo de defensa contra el poder.73

Las páginas de El Artesano dan cuenta finalmente de un sutil desplazamiento en la relación entre
autoridad liberal y los grupos de jóvenes letrados, artistas y artesanos quiteños. Si a comienzos de la
década de 1850, durante el gobierno de Urvina, artistas como Juan Agustín Guerrero y Juan Pablo
Sanz se habían mostrado afines al régimen y de manera optimista le habían pronosticado el desarrollo
de las artes, las ciencias y los principios democráticos, cinco años más tarde, durante la administración
de Francisco Robles, dicho apoyo presenta ciertas fisuras, sobre todo en lo que respecta a la posición
frente al gobierno municipal capitalino. Ello no significa un cuestionamiento al programa liberal,
como tal; tampoco el desconocimiento a la herencia política y simbólica de la Revolución Marcista. El
descontento se debe más bien a la supuesta incapacidad de las autoridades de gobierno por cumplir
con las tareas que, en la opinión de los editores, eran imprescindibles para la construcción de la
comunidad política en clave liberal, democrática y católica: el fomento de la educación, la provisión
material y moral de la población y la puesta en práctica de la igualdad política entre los potenciales
ciudadanos.

Conclusiones
Este artículo comenzó constatando una fisura entre las expectativas de una nueva generación de
letrados, artistas y artesanos de un lado, y los representantes del proyecto Marcista durante los
gobiernos de Urvina y Robles, del otro. Es desde la perspectiva que hemos leído la lámina del Álbum
de Madrid en la que se nos muestra una patria republicana que yace enferma y temerosa, acechada por
personajes grises del mundo de la política y la ciencia. También las páginas del periódico El Artesano

67 Ibídem, Nº 36, p. 141.


68 Ibídem, Nº 15, p. 57-59. Para ello, se ejemplifican cuatro casos, uno de ellos protagonizado por “un artesano”.
69 Ibídem, Nº 16, pp. 61-62. Entre las razones para el mal estado de la policía se mencionan: salarios insuficientes, carencia

de fondos, inestabilidad de los jefes de la institución, vinculación “servil” de la policía con el concejo municipal y falta de
interés del legislativo para dotar a las instituciones con los poderes. La policía, afirma el articulista, se limita a “conocer
demandas” y asumir la tareas de alumbrado y aseo público, mientras que tiene descuidadas tareas como el arresto y control de
los presos, la organización del trabajo forzado y la construcción de caminos, puentes y calzadas. Esta situación parece
agravarse, si hacemos caso a las palabras mordaces del número 36, de abril 1858, que llama a la policía “una chiquilla
pequeña, sucia, cabezona, ciega, sorda, muda, desaseada y retobada en estremo”.
70 Ibídem, Nº 18, pp. 71-72.
71 Ibídem, Nº 58. Quito 21 de abril 1859, p. 228.
72 Ibídem, Nº 36, pp. 139-140.
73 Ibídem, Nº 52, p. 206.
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nos trasmiten la misma imagen. En ellas, los articulistas -entre los cuales destaca la voz de Juan Pablo
Sanz- manifiestan su desengaño frente a las acciones del gobernante, especialmente las del consejo
municipal capitalino, del cual otro artista quiteño y miembro de las Sociedades Democráticas, Juan
Agustín Guerrero, había formado parte años atrás. Empero, como hemos afirmado previamente, no se
trata de una crítica a los ideales democrático-liberales como tal, sino más bien un reproche a la
incapacidad de la autoridad política de poner en marcha reformas, sobre todo de tipo educativo y
formativo profesional, a favor de un sector específico de artistas y artesanos urbanos, vinculados con
la pintura, la construcción y las letras. De esta manera, los textos de El Artesano permiten proponer la
tesis de que a finales de la década de 1850 la generación de artistas, artesanales y de jóvenes letrados,
que en un inicio había plegado efusivamente al proyecto Marcista, se distancia de él, tras constatar la
incapacidad de las elites políticas por poner las bases del edificio liberal. Llama la atención, por otra
parte, que las Sociedades Democráticas, en las cuales los socios habían puesto sus no pocas esperanzas
de transformación democrática, anti-oligárquicas y educativas, estén ausentes en las páginas del
periódico.

Este sentimiento de desencanto nos pone frente a otras preguntas: ¿fue este uno de los motivos para
que artistas como Juan Agustín Guerrero plegaran posteriormente al proyecto conservador de Gabriel
García Moreno (1861-1875), mismo que apostaba por la identidad católica como fundamento de la
identidad nacional? ¿Se explica así la síntesis en la agenda política garciana entre valores católicos y
principios de libertad moderada? ¿Es posible plantear una continuidad entre el liberalismo católico de
artistas-artesanos capitalinos de la década de 1850 con los sectores artesanales serranos de finales del
siglo XIX, inscritos en la matriz católica y demandantes a su vez de reformas democráticas e
igualitarias? ¿Qué pasa con los otros liberalismos en el Ecuador Marcista? ¿Cómo se apropian y dotan
de sentido los artesanos guayaquileños, cuencanos o lojanos al proyecto liberal radical desplegado
desde arriba por las elites Urvinistas? Estas son preguntas pendientes que futuros estudios intentarán
contestar.

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