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Educando nuestras emociones: La silla de

los abrazos.

La primera infancia es un tiempo vital, único e irrepetible. Desde el momento en


que los peques crecen en el vientre materno, perciben un mundo de sensaciones,
sentimientos, emociones que aún no pueden describir pero que ya les pertenece.
Muy dentro de ellos, cada uno va creando su propio universo. El adulto que lo
acompaña y sostiene en ese camino es quien lo habilita a encontrarse con el
mundo que lo rodea. La familia en primer lugar y luego los profesores en la
escuela.
Es un cada uno de estos universos (familia/escuela), donde los peques aprenden a
expresar, reflejar, revelar, entender las emociones que sienten. Reír o llorar
para poder abrirse a los demás y explicarles lo que sienten. Y, este proceso debe
vivirse con naturalidad. Sentir es inherente a todo ser humano, es parte de crecer,
por eso, cuando los peques quieren expresarse es importante que el docente les
ayude a poner ese “sentir” en palabras, ayudándolos a encontrarlas.
Al igual que en otros procesos, los niños van aprendiendo a manejar sus
emociones de manera paulatina y progresiva. Y, todo ese aprendizaje se puede
potenciar a través de ciertas actividades que se pueden realizar tanto en casa
como en la clase con los demás compañeros. Actividades y juegos como la lectura
de cuentos, juegos sobre las emociones, dramatizaciones (teatro), dibujo libre,
entre otras, son muy beneficiosas para los peques.

¿Cómo se trabajan las emociones desde la escuela?


Cuando las familias dejáis a vuestros peques en la escuela, sus emociones van
con ellos. No las podéis guardar vosotros en una mochila mientras ellos andan por
clase. No. Con el primer “¡Buenso días!, las emociones del alumno y del docente
entran cada día en clase, se mezclan entre sí y con los demás y generan
innumerables matices y estados de ánimo diversos. Este encuentro
emocional tiene un impacto sobre los aprendizajes, por lo que, lograr que los
peques entiendan y controles estas emociones, es importantísimo puesto que esta
acción adapta las necesidades del niño con las demandas del medio, condimento
fundamental para considerar una sociabilización saludable. Para ello iremos
introduciendo a nuestros alumnos en la llamada “regulación emocional”. Gracias
a ella, se ejercita la capacidad de control emocional (el autocontrol), se favorece el
aprendizaje, ya que mejora los procesos de atención y, finalmente, promueve la
posibilidad de mantenerse motivado.
Hay muchas actividades y juegos para ello. A continuación os explicamos una que
a nosotros nos gusta mucho y a los peques también.

La silla de los abrazos


Esta es una silla muy especial. Es una silla que abraza, que contiene, que no
juzga, que mima. Para tener vuestra silla de los abrazos, necesitáis crear un
espacio en el aula. Tranquilo, en el que la silla sea la protagonista, y a donde los
peques irán a explorar las consecuencias de sus acciones y, aprendan de los
errores en compañía de un adulto. Reflexionarán juntos, hablarán sobre lo que ha
pasado y, de esta manera, podrán relajarse y ser conscientes de las emociones que
los dominan.
Cuando un niño lleva a cabo una conducta inadecuada, se le invita a ir a este
sector. Una vez que se calma, junto con el docente buscarán alternativas a la
situación que provocó malestar entre sus compañeros.
“Cada una de las emociones básicas tiene un función adaptativa, conocerlas
ayuda a aceptarlas y aprender a regularlas. De poco servirá el reto si no
enseñamos alternativas a ese comportamiento”

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