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EL PADRE AGUILAR, SU VIDA Y SU OBRA

Introducción

Desde hace siglos la música popular religiosa forma parte del legado cultural

de los pueblos occidentales. Sus melodías, ritmos y letras, les son familiares, puesto

que, al surgir del pueblo, han llegado a enraizar en el ser mismo de las comunidades

cristianas. Su fácil aprendizaje y memorización, así como el estilo musical popular,

hacen que penetre en la idiosincrasia y sentir de los pueblos y arraigue en ellos

como parte de sus tradiciones religiosas populares. Ella va acompañando a las

distintas festividades, siendo además una expresión honda de la fe sencilla de los

pueblos.

Bajo la influencia de la música religiosa de ámbito popular y de nacionalidad

española surgieron en México, y por consiguiente en Chihuahua, algunos

compositores a finales del siglo XIX y de la primera mitad del XX que llevaron a la

partitura sus composiciones religiosas. Entre estas composiciones se encuentra la

música litúrgica, compuesta explícitamente para las celebraciones sacramentales y

que servía para realzar el culto, pero más abundante aún es el número de obras de

canto sagrado popular para su uso en las parroquias, asociaciones religiosas y

seminarios de formación sacerdotal. Esta música era interpretada sobre todo en

celebraciones populares devocionales, tales como rosarios, romerías, novenas, y

reuniones de grupos apostólicos.

Un ejemplo de música religiosa en nuestra región, que ha prevalecido desde

hace varios años y que además se tiene el conocimiento de la existencia del material
en el campo de la música sacra, son las composiciones que realizó el presbítero

don Leopoldo María Aguilar durante el período del episcopado de don Antonio

Guízar y Valencia (1879-1971), que comprende los años de 1920 a 1970. Este

sacerdote diocesano se destacó también como gran orador sagrado, tocaba el piano

de manera empírica y fue director durante cuarenta y seis años de la revista “La

Cruzada Mariana”, donde precisamente se publicaron la mayoría de sus

composiciones de melodías religiosas.

El presente trabajo es una contribución importante para sacar a la luz y

difundir la obra musical del Padre Leopoldo María Aguilar, sacerdote de la entonces

Diócesis de Chihuahua (grande en extensión, pues comprendía todo el estado).

Fruto de esta investigación ha sido la recopilación de una buena parte de las

partituras de música religiosa compuesta por el sacerdote, sobre todo de índole

mariana, así como también una breve presentación biográfica que incluye el

contexto social y cultural de la época. Este estudio ha sido realizado principalmente

en trabajo de campo: como entrevistas con personas cercanas a la vida del

sacerdote y que tienen en posesión la mayor parte del material, así como el acceso

y la búsqueda de material en las principales bibliotecas y archivos públicos y

privados. Todo ello con el fin recopilar las partituras compuestas por el sacerdote,

transcribirlas musicalmente y realizar un breve análisis musicológico.

La obra musical de este sacerdote tiene su importancia como parte del

patrimonio cultural de este período histórico de la Iglesia Católica en Chihuahua. Se

considera importante la difusión de este material para asegurar su resguardo y

cuidado. Sugiero trabajar mas esta parte para dejar en claro, que se pretende hacer
con el material de los particulares y como se pretende difundir el material. Parte de

este acervo musical conocido se encontraba en manos de particulares por lo que

se creyó necesario buscar su resguardo (se ha resuelto esto?) y la difusión del

mismo. El propósito es dejar evidencia del trabajo musical del padre Aguilar para

que la edición de sus obras sirva a los músicos de iglesia tanto en el presente como

en el futuro de manera que se puedan seguir interpretando estas melodías por su

valor artístico, histórico y religioso.

Dado que la obra del padre Aguilar es ante todo formativa para la niñez y la

juventud por la labor realizada en las asociaciones marianas que fundó y donde se

les daba formación moral, intelectual y cultural, se hace necesario presentar

primeramente el trabajo que la Iglesia Católica ha hecho en Chihuahua desde los

orígenes de su historia y ver así la continuidad y el progreso que cada época trajo

consigo. Asimismo es conveniente, antes de exponer la vida y obra del padre

Aguilar, comprender el contexto social, político y religioso que le tocó vivir, pues

cada hombre es hijo de su tiempo y su labor no se puede entender sin la influencia

que recibió como herencia tanto del ambiente socio-político como de la iglesia.
Breve recorrido histórico de la iglesia en Chihuahua

La labor de la iglesia católica en la región desde sus orígenes como pueblo,

villa y luego como ciudad, ha sido siempre constante y discreta. No solo en el

aspecto de formación religiosa y de celebración del culto, sino también a través de

la promoción humana y la educación de la niñez y la juventud, para quienes ha

desplegado principalmente su misión. Es conveniente empezar a observar los

orígenes e historia de la Iglesia católica en Chihuahua, así como su labor educativa

y asistencial, para descubrir, reconocer y valorar la labor de los misioneros y

sacerdotes que entregaron su vida y quehacer para bien del pueblo y como un

antecedente de la obra del padre Aguilar que nos ocupa, partiendo de los orígenes

de las misiones chihuahuenses.

Partamos, pues de las primeras expediciones españolas en el siglo XVI junto

con las que llegaron los primeros misioneros a tierras chihuahuenses, estableciendo

las primeras misiones y celebrando por primera vez la misa en la región. Los

primeros en plantar la cruz cristiana en estas regiones del norte entre los años 1533-

1535 fueron el conquistador Alvar Núñez Cabeza de Vaca y sus compañeros de

expedición. Años después, en 1565 llegan los primeros franciscanos con fray Pedro

de Espinoreda a establecer una misión en lo que luego llamaron Valle de san

Bartolomé (en la actualidad Valle de Allende) para convertir a la fe a los indios

conchos. Se cree que fueron Espinoreda y sus compañeros los que celebraron la

primera misa en tierras chihuahuenses. Al descubrirse las minas de Santa Bárbara

en 1567 y posteriormente la de Todos Santos, en Parral, los conquistadores piden

la asistencia de frailes misioneros para la atención religiosa de estas poblaciones.


Al extenderse las misiones por otras regiones hubo levantamientos de los indígenas

que se oponían a ellas, lo cual dio como resultado el asesinato de los primeros

misioneros.

Con la llegada de más religiosos se fueron extendiendo las misiones a otros

lugares, sin embargo, los franciscanos primero, y, después los jesuitas, encontraron

la muerte a manos de los indios que se sublevaban. Al ser enviados de la provincia

franciscana de Zacatecas a la misión de Valle de San Bartolomé, fray Agustín

Rodríguez y otros dos compañeros salieron en 1580 a fundar misiones cerca de lo

que hoy se conoce como Casas Grandes, y también en Carretas y Janos. Algunos

indios se rebelaron y quemaron una de las iglesias recién fundada, dispersaron a

los indios fieles y asesinaron a los tres frailes franciscanos, convirtiéndose estos en

los primeros misioneros sacrificados. Los jesuitas, por su parte, se dirigieron a

evangelizar a los indios tarahumaras y, en febrero de 1632 murieron los padres Julio

Matías Pascual y Manuel Martínez en Chínipas a manos de los indios de la región.

Cabe resaltar de esta época un dato especial: Fue el jesuita Juan Fonte quien, a

principios del siglo XVII, misionero en la Tarahumara, comenzó a llamar a los

rarámuris con el témino de tarahumaras, como lo señala Zacarías Márquez:

Fue Fonte el primero que menciona a los tarahumares en sus cartas. Ellos se

denominaban raramuri, usando la r por la t, como todavía es frecuente: rra es

pie y huma es correr, re adjetivo: el que corre veloz. Fonte optó por la t inicial,

ya que la r en español, al principio de palabra tiene sonido de rr, por lo que le

pareció más próximo al sonido suave de la t, creando el vocablo tarahumares

(Márquez, 1991: 30).


Un siglo más tarde, se comenzaron a notar mayores obras en las misiones fundadas

y en lo que sería después la ciudad de Chihuahua. Fue entonces cuando comenzó

la construcción de los primeros templos y escuelas en la villa.

Al concedérsele a San Felipe el Real de Chihuahua en 1718 el título de villa,

empezó la construcción de los templos de San Francisco de Asís, San José y los

primeros colegios (expecificar de que tipo). Ante el crecimiento de la población, los

franciscanos quisieron ampliar el templo de san Francisco de Asís y Nuestra Señora

de Regla, en la actualidad Catedral Metropolitana de Chihuahua, donde se puso la

primera piedra en 1725. Los mismos frailes comenzaron a construir otro templo en

honor a San José, actual Templo de San Francisco, para atender a los fieles de la

Orden Tercera Franciscana, concluyendo la iglesia en 1726. Estos mismos frailes

abrieron la primera escuela de educación básica en la ciudad en 1721, siendo el

sacristán su primer maestro, a su vez los jesuitas abrieron en 1718 el Colegio

Nuestra Señora de Loreto para educación superior de blancos e indios, así lo indica

Zacarías Márquez: “Hay una cláusula en la escritura que conviene enfatizar, en la

que el gobernador pone como condición que tanto los hijos de españoles como los

de los caciques indios de la tarahumara sean educados en igualdad de condiciones”

(Márquez, 2010: 78-79). Por lo que se observa, este colegio jesuita fue un

importante centro de educación abierto a todos sin discriminación de razas, sin

embargo, cerraría sus puertas en 1767 con la expulsión de la Compañía de Jesús

del continente americano. Con la construcción de iglesias y escuelas la villa

incrementó su nivel cultural y religioso. En ese tiempo había una simbiosis entre la

Iglesia y el Estado, pues la religión oficial según las leyes locales era la católica, y
además no existía prohibición alguna para que los ministros del culto ocuparan

cargos públicos.

A principios del siglo XIX continuaba la unión entre Iglesia y Estado, y ante la

lejanía del obispado en Durango, del cual dependía eclesiásticamente todo el

estado de Chihuahua, se creó una vicaría foránea en la ciudad de Chihuahua,

llamada in cápite, siendo don Mateo Sánchez Álvarez el primer vicario. Una prueba

de la unión entre lo civil y religioso fue el decreto del Congreso del estado en 1824

donde se declaraba la religión católica como oficial, prohibiendo cualquier otro culto

en la ciudad. La Vicaría in cápite fue formada en 1817 para que el vicario atendiera

Chihuahua, Cusihuiriachi, Satevó, Santa Eulalia, San Buenaventura y las misiones

de la alta tarahumara. Además de ser el primer vicario, el padre Sánchez Álvarez

fue también presidente del Congreso del Estado y formó parte de la comisión que

juzgó y condenó al cura Hidalgo a su llegada a Chihuahua. Se resalta en esa época,

por lo aquí expuesto, la unión de la religión con la sociedad y el gobierno en turno.

Por otra parte, a la par de esta situación, en este siglo surgieron importantes centros

educativos para la formación de la niñez y la juventud.

En el siglo XIX la ciudad de Chihuahua vio surgir nuevas escuelas: una

institución impulsada por los franciscanos, un centro de estudios superiores y una

escuela más creada por el ilustre profesor Lucas Terrazas. El franciscano fray

Joaquín de Arenas en 1815 propuso al ayuntamiento abrir una cátedra de gramática

latina y castellana y, al autorizársele, se convirtió él en su primer maestro. El

Congreso, a su vez, pide al gobernador la creación de una escuela de estudios

superiores que se llamó primero “Casa de Estudios” y se abrió el 1 de diciembre de


1827 siendo su primer director el padre Antonio Cipriano Irigoyen. La importancia

de esta institución y su fundador lo señala Zacarías Márquez:

Antonio Cipriano Irigoyen de la O fue el fundador del Instituto Científico y

Literario de Chihuahua, el más importante plantel educativo que hubo en

nuestro Estado durante el siglo XIX y la primera mitad del XX; antecesores y

piedra fundamental de la actual Universidad de Chihuahua (Márquez, 1985:

58).

Se concluye entonces la importancia de este chihuahuense, pionero de la educación

superior en la ciudad. Años más adelante, en 1887 se abre la escuela del Sagrado

Corazón por Lucas Terrazas y Terrazas, uno de los maestros más ilustres de la

ciudad. Todas estas instituciones de educación superior sirvieron para formar a

grandes chihuahuenses de esta época.

Fue durante el siglo XIX cuando Chihuahua vio la terminación y la

construcción de varios y hermosos templos: San Francisco de Asís, Nuestra Señora

de la Regla, el Santuario de Guadalupe y Santo Niño de Atocha. Para el año de

1800 la parroquia de la ciudad, que estaba dedicada a dos patronos, San Francisco

de Asís y Nuestra Señora de Regla (hoy Catedral) estaba prácticamente terminada.

Asimismo el Santuario de Guadalupe se empezó a construir en 1793 y se concluyó

en 1825. En 1882 se inicia la construcción del templo de Santo Niño de Atocha.

Estos y algunos otros templos embellecieron la ciudad y permitieron dar un mejor

servicio a los fieles que acudían a ellos. Más importante aún que la construcción de

nuevas iglesias fue la labor apostólica y social que desplegó el primer obispo de

Chihuahua a su llegada a la ciudad.


En 1893 don José de Jesús Ortíz toma posesión como primer obispo de

Chihuahua, cuya labor se distinguió sobre todo por dar nuevo impulso a las

asociaciones religiosas, a la promoción social de los obreros y la creación de varias

escuelas. Este Obispo también dio gran apoyo a la vida cristiana instituyendo estas

asociaciones de laicos: las Vicentinas, la Asociación Guadalupana, las Hijas de

María Inmaculada y la Sociedad de la Sagrada Familia, entre otras. Como se

menciona anteriormente, promovió el desarrollo integral de los obreros creando la

Sociedad Católica de Artesanos, para ayudarles a defender sus derechos. Durante

su ministerio surgieron escuelas católicas o de inspiración católica: Colegio san

José (1894); el Liceo Franco-mexicano (1896); el Liceo o Colegio Católico

Guadalupano, y otras más. Estando en boga las ideas sociales de la encíclica

Rerum Novarum del Papa León XIII don José de Jesús Ortíz ayudó a los obreros

en la defensa de sus derechos. Al ser trasladado el señor Ortíz a la sede episcopal

de Guadalajara, Chihuahua recibe a su segundo obispo, don Nicolás Pérez Gavilán,

hombre carismático y activo.

En el período del segundo Obispo de Chihuahua, se crea la segunda

parroquia de la ciudad, se invita a los padres Paúles a la diócesis e inician labores

en la ciudad dos grandes colegios para niñas y señoritas. Desde 1722 era una sola

la parroquia en la ciudad por lo que se ve la conveniencia, dado el crecimiento

poblacional, de crear una segunda en 1902, Santo Niño de Atocha. Don Nicolás

Pérez Gavilán manda traer en 1902 a los padre Paúles o Vicentinos a que se hagan

cargo del Seminario, lugar donde ingresaría a los pocos años y se formaría el futuro

sacerdote mártir san Pedro de Jesús Maldonado. Durante este episcopado la


educación tuvo gran impulso, llegaron las Hermanas del Verbo Encarnado y

abrieron el Colegio Guadalupano, actual Instituto América, y las Siervas del Sagrado

Corazón que abrieron la escuela Amiga de la Obrera, ambos para la formación

femenina. Respecto a esta última institución observa Dizán Vázquez la iniciativa de

las Damas Vicentinas en su preocupación por las hijas de las obreras:

La idea de fundar La Amiga de la Obrera fue de la Sra. Carolina Cuilty de

Terrazas y de las asociaciones de Damas de San Vicente, unidas en un

Consejo Central, que ella dirigió desde su fundación hasta su muerte en 1919,

para dar albergue durante el día, además de educación y alimentación, a los

niños de obreras, mientras éstas estaban en su trabajo (Vázquez, 2012: 10).

Se puede observar que la prioridad para el segundo obispo fue la formación del

clero y la educación de la niñez. Al morir el señor Pérez Gavilán lo sucede don

Antonio Guízar y Valencia, quien regirá los destinos de la Iglesia por casi cincuenta

años.

Al Señor Guízar le toca vivir los duros años de la persecución religiosa, quién

a pesar de esto creó nuevas parroquias y revitalizó la vida diocesana con nuevas

asociaciones y colegios. Este obispo supo afrontar con valentía y serenidad los

duros años de la persecución religiosa (1926-1929) teniendo que mandar fuera de

la diócesis a los sacerdotes para su formación. Creó las parroquias del Sagrado

Corazón de Jesús y la de Nuestra Señora del Refugio en la colonia obrera. En su

tiempo trajo a la ciudad asociaciones como la ACJM (Asociación Católica de la

Juventud Mexicana), la Adoración Nocturna, apoyó a la Congregación Mariana, y

se abrieron el Instituto Regional a cargo de los jesuitas y la Casa Hogar de Niñas.


Respecto a su labor asistencial Dizán Vázquez señala que: “El obispo prestó

también especial atención a las beneficencia y auxilio a las clases más

desprotegidas. En 1921 fundó el orfanato San Antonio, atendido por un grupo de

voluntarios que el mismo obispo coordinaba” (Vázquez, 2010: 123). Se puede

apreciar, por lo aquí expuesto, la preocupación de este obispo por los pobres y

huérfanos desde sus primeros años en Chihuahua. Durante su obispado, a pesar

de las revueltas y persecuciones, supo servir a la iglesia de Chihuahua trayendo

asociaciones, grupos y formando escuelas, que todavía perduran al día de hoy.

Sacerdotes distinguidos

Cabe mencionar a algunos sacerdotes que en los siglos XIX y XX se

distinguieron por su ejemplar vida y labor, iniciando con el padre José de la Luz

Corral.

Muy respetado y recordado fue el El padre José de la Luz Corral quien se

distinguió por ser un sacerdote ejemplar, gran orador, poeta y maestro. Ejerció su

sacerdocio como vicario in cápite de todo el estado de Chihuahua por más de 30

años, sobresaliendo por su trato cordial y amable para con todos. Tenía cualidades

de orador y poeta, sus poesías fueron publicadas en los periódicos de su tiempo.

Fue maestro del Instituto Científico y Literario, y en el año de 1864 en el que el

presidente Juárez vino a Chihuahua se le nombró director del plantel. El filósofo

chihuhuense Porfirio Parra fue su discípulo, y tiene palabras de admiración y aprecio

por el padre Corral:

En sus sermones proyectaba fulgores de ira en las tormentosas nubes de aquel

estado social y, con su consejo, lograba conciliar a las familias que en esa
época experimentaban las fieras convulsiones de una crisis política y social,

(…) en las ciudades las familias estaban divididas en partidos que se

aborrecían, y entre nosotros fue la elocuencia del padre Corral, la que evitó que

se derramara sangre entre nosotros (…) nunca tuvo una frase dura para

conservadores o liberales (…) fue de la sociedad: amable, cariñoso, cordial y

bueno; por todos estos títulos Chihuahua le cuenta entre sus ameritados hijos,

y sobre su tumba fría debe verter más de una lágrima de gratitud (Márquez,

1985: 181).

Podemos apreciar aquí los dotes de conciliador y don de gentes que poseía este

sacerdote, mismos que le ganaron la admiración y el cariño de la gente. Se

distinguió el padre Corral no únicamente como sacerdote sino también como

maestro en el campo de la educación. A los pocos años tendrá la ciudad otro

sacerdote que hizo mucho por la niñez en cuanto a la educación y formación

religiosa, el jesuita Pedro Delgado.

El padre Pedro Delgado se preocupó por la educación en tiempos de la

revolución, abrió varias escuelas y formó espiritualmente a muchos jóvenes entre

ellos al Padre Leopoldo M. Aguilar. Al llegar en 1909 a Chihuahua y desatarse al

poco tiempo la revolución ve la necesidad de crear centros educativos

especialmente para los niños pobres. Se dedicó a fundar nueve escuelas, una en

cada barrio, existiendo a su muerte al menos seis de ellas. En el Santuario de

Guadalupe formó a la niñez y juventud, siendo uno de sus discípulos escogidos el

niño Leopoldo María Aguilar. El padre Delgado es uno de los sacerdotes que con

su labor callada y humilde pero fructífera aportó mucho a la ciudad de chihuahua en

materia de educación en aquellos años difíciles.


Contexto religioso, social y político

La obra del Padre Aguilar se vio afectada o influida por el ambiente que le

tocó vivir, un ambiente, en cuanto al aspecto religioso, que se distinguía por un gran

fervor y entusiasmo. En la primera mitad del siglo XX a pesar de las conflagraciones

mundiales, o a causa de ellas, hubo una gran afluencia de vocaciones al sacerdocio

y a la vida religiosa. Los seminarios y los monasterios estaban llenos, e incluso

había vocaciones que esperaban turno para poder ingresar en ellos. A veces los

que pedían su ingreso a la vida religiosa eran jóvenes excombatientes que

comprendieron, a raíz de lo vivido en la guerra, la fugacidad de la vida y decidieron

entregarse a Dios. Al Padre Aguilar le toco vivir ese ambiente. Aunque su vocación

surgió por la semilla sembrada sobre todo por su madre, también los padres jesuitas

influyeron mucho en su decisión.

A pesar de que le tocó vivir en la época de la revolución, de la Guerra Cristera,

de las dos guerras mundiales eso no afectó mucho a su obra literaria y musical.

Eran más las relaciones con las personas que convivieron con él directamente a

largo de su vida, los acontecimientos de sus vidas y, por supuesto, su vida religiosa,

lo que fueron los motores que lo motivaron a componer sus poesías y cantos

religiosos.

Como hemos podido observar al hacer el breve repaso de la historia de la

Iglesia en Chihuahua en nuestro país, durante la época Colonial, gran parte de la

educación estaba en manos de los religiosos sobre todo de la Compañía de Jesús

y de los Franciscanos. A cualquier lugar donde llegaban para fundar una misión era
su preocupación formar escuelas para la impartición de enseñanza a la niñez. Las

primeras universidades del nuevo mundo fueron fundadas por la iglesia.

En la etapa que nos ocupa existían ya escuelas oficiales, pero había un buen

número de escuelas católicas que con la laicización de la educación cambiaron de

nombre, pero siguieron impartiendo las clases y fungiendo siempre como colegios

católicos. Baste mencionar el Instituto Elemental y de Ciencias que crearon los

jesuitas a principios del siglo XX y la Academia del Verbo Encarnado.

Cuando se anunció la implantación de la educación socialista en los años

treinta, la sociedad estudiantil, así como los padres de familia manifestaron su

opinión contraria a esta reforma y siempre a favor de la enseñanza. La revista La

Cruzada Mariana de enero de 1937 hace eco del llamado que hacía el Secretariado

Central de las congregaciones marianas sobre la propaganda atea y comunista que

Unión Soviética iba esparciendo en todo el mundo, invitando a luchar por medio de

la propaganda religiosa, de forma oral o por escrito para contener el avance del

ateísmo en varias partes del planeta (La Cruzada Mariana, 1937: 22). Hace pues

un llamado a defender a la iglesia de los ataques de esas ideologías que

empezaban a surgir y a dominar en varios países.

Y no es que la Iglesia se desentendiera de los problemas sociales. Ya desde

1891 el papa León XIII con su encíclica Rerum Novarum, relativa a la doctrina social

cristiana, propone soluciones tanto para los gobiernos como para los patrones para

mejorar las condiciones laborales. En la Cruzada Mariana el congregante Salomón

Rahaim (futuro sacerdote jesuita muy destacado por sus escritos) en un artículo

muestra al respecto su preocupación por los obreros y propone soluciones al


respecto: “Lamentable, verdaderamente es el estado a que se ven expuestos

innumerables obreros, que por la avaricia de sus patrones quedan a la postre

convertidos en bestias macilentas por la excesiva carga que se les impone”. Habla

de la importancia no solo del descanso dominical necesario sino también del

descanso diario, proporcionado a la tarea diaria; es necesario “que los estados

dicten leyes y disposiciones que limiten hasta donde sea justo y necesario la tarea

de cada día, no permitiendo que se desequilibre así ni la producción por una

extrema reducción en las horas de trabajo, ni la salud de los obreros, tanto en su

parte más noble del alma, cosa por la que también ha de vigilar, como la salud del

cuerpo, por una excesiva extensión de la jornada de trabajo” (Rahaim, 1926: 5-6).

También en esos años treinta hubo leyes de la legislatura local que limitaban

el número de ministros del culto, primero a solamente once sacerdotes en todo el

estado y después en mayo de 1934 a solo cinco. Como se ve, era imposible que un

número tan pequeño de sacerdotes pudieran atender al medio millón de habitantes

que tenía en aquel entonces el estado. La Iglesia levanta su voz protestando y

solicita que se reconsidere esa disposición y que sea totalmente derogada, ya que

estaba en pugna con otros artículos de la Constitución Mexicana, por lo que con

todo derecho se podía tachar de anticonstitucional.

Ya anteriormente en el año de 1926 como aplicación de las leyes de Plutarco

Elías Calles en contra de la iglesia, se clausuran dos de los colegios católicos de la

ciudad provocando las protestas sobre todo de la Sociedad de Madres Cristianas,

que apelan al derecho de los padres de familia a escoger con toda libertad la

educación para sus hijos.


Ante esta problemática de la época, el padre Aguilar toma los medios que

están a su alcance para contrarrestar esas disposiciones y propaganda contraria a

las enseñanzas de la religión católica. En las secciones sabatina y académica, como

se le llamaba al área de la congregación relativa a la enseñanza, de las

congregaciones marianas los jóvenes recibían una sólida formación religiosa, donde

se incluía las materias Historia Universal y Eclesiástica, así como Sociología para

estar al tanto de la doctrina social cristiana. Se estudiaban también las lenguas

clásicas y la literatura. A juzgar por los abundantes artículos publicados en la revista

La Cruzada Mariana y redactados por congregantes se puede apreciar la excelente

formación académica que recibían. Se estudiaba Lógica, con la cual tenían los

elementos filosóficos para argumentar y defender sus posturas, así como un criterio

bastante amplio y maduro en diversas áreas.

Ante la cruzada de la educación socialista, el padre Aguilar funda

congregaciones marianas, de jóvenes cruzados que lucharán con las armas que

tenían a la mano y ante todo la prensa, por medio de la Revista “La Cruzada

Mariana” en donde se les instruirá con toda clase de artículos formativos en la fe

cristiana, el amor a la patria, en el cultivo de la literatura, la poesía y en las bellas

artes como es la música. Al finalizar los cursos de la academia se tenían exámenes

finales ante sinodales en donde disertaban los más variados temas religiosos y

sociales. En cada ejemplar de la revista venía un lema que se tenía que vivir durante

el mes, así como una consigna y una intención por la cual hacer oración.

A través de las congregaciones marianas se organizan también veladas

culturales donde se daban conferencias, se presentaban obras de teatro, poesías y


números musicales donde curiosamente intervenían los mismos músicos que eran

requeridos para las reuniones de las brigadas socialistas.

El padre organizaba días de campo con sus jóvenes donde podían darse al

sano esparcimiento y a los torneos deportivos, y, donde, igual que las falanges

socialistas estos grupos de congregantes tenían su himno oficial donde se les invita

a enfilarse bajo el manto de María con todas sus fuerzas. “Firmes marchemos en el

combate … Valor, confianza, nuestra es la gloria, con María vamos a la victoria”

reza el Himno Nacional de las Congregaciones. Sus veladas musicales y literarias

eran transmitidas también por la Radiodifusora XEFI, con un buen número de

radioescuchas. Se organizaban también concursos literarios sobre temas religiosos

específicos para empujar a los jóvenes a sacar sus dones literarios.

Con base a los antecedentes del contexto social en que se desarrolló la vida

del Padre Aguilar, a continuación, pasemos a esbozar algunos aspectos de la vida

del sacerdote.
Breves notas biográficas del Padre Aguilar

Leopoldo María Aguilar nació el 15 de noviembre de 1898 en Zacatecas.

Desde muy niño, al perder a su padre, su madre y él vinieron a establecerse en la

ciudad de Chihuahua. Fue ahí donde tuvo su primer contacto con el saber y el arte.

En los primeros años de su infancia empezó a cultivar relación con los padres

jesuitas que tenían a su cargo las recién fundadas Congregaciones Marianas en

algunos templos de la ciudad. Su temperamento sensible y abierto se sintió atraído

por el esplendor de las ceremonias sagradas de su tiempo, los cantos religiosos y

la devoción a la Virgen María. A la edad de 11 años recibió la cinta azul con la

medalla que lo acreditaba como miembro de la congregación como mencionamos

enseguida al ya ingresar al seminario.

Los estudios primarios los realizó en el colegio que como escuela anexa al

seminario tenían a un costado del templo de la Sagrada Familia. Al terminarlos

ingresó al Seminario. En esos años había alrededor de 40 alumnos, mismos que

eran formados por los padres Paúles o Vicentinos que el obispo Pérez Gavilán había

mandado traer ex profeso para la formación de los seminaristas. Eran siete los

sacerdotes, de los cuales el padre Esteban Goñi fungía como rector.

Al llegar los años de la revolución, a causa de la crisis e inestabilidad

económica el seminario sufrió carencias en cuanto a la alimentación de los

muchachos además de pobreza y privaciones de todo tipo. Estas carencias, sin

embargo, fortalecían el espíritu y el temple de los futuros sacerdotes. Los pilares

que sostenían su vocación eran los que les inculcaban los padres formadores: un

amor a Jesús en la eucaristía y la sólida devoción a la Virgen María. Fueron los


padres Paules los que infundieron la devoción a María a través de las Congregación

Mariana existente en el seminario. De entre los recuerdos que tiene el padre Aguilar

destaca cuando le fue impuesta la medalla de postulante:

“Ellos (los religiosos vicentinos) supieron formar un haz eucarístico de sacerdotes

… amo a la Congregación Mariana porque fueron los PP. Paúles los que me iniciaron e

inscribieron en ese Glorioso Ejército de María, al ingresar a la Congregación existente

entonces en el Seminario bajo el Título de la Medalla Milagrosa y San Luis Gonzaga

agregada a la Prima Primaria de Roma.”

Fue el día 27 de noviembre de 1908 cuando varios seminaristas se recibieron

de congregantes. Del rector de esa época, el padre Goñi el padre Aguilar se refiere

a el como un sabio y erudito varón. Este sacerdote dejó el cargo de rector en 1912

al ser nombrado Visitador Provincial. Lo sucede en el cargo el P. José E. Morales

Tijerina, C.M. quien se desempeñará en él hasta 1923. De él tiene también muy

gratos recuerdos el padre Aguilar, sobresaliendo por su amabilidad y dulzura para

con los seminaristas.

Al entrar al seminario no dejó de frecuentar la amistad y el apoyo de los

padres jesuitas, sobre todo cuando el general Villa tomó la ciudad de Chihuahua y,

por la fobia que tenía para con los extranjeros hace que los padres Paúles (la

mayoría españoles) huyan a El Paso, Texas.

Los sacerdotes jesuitas al notar su fervor religioso y sus cualidades artísticas

lo tomaron bajo su tutela, siendo el padre Constancio Saiz el primero en tenerlo bajo

su cuidado. Al poco tiempo dicho sacerdote fue trasladado por sus superiores a otra

ciudad y entonces lo toma a su cuidado el R. P. Pedro Delgado. En los años de


1910 a 1920, los padres jesuitas regentean el templo del Santuario de Guadalupe,

y el superior, el padre Delgado consolidó en el niño Leopoldo la devoción hacia la

Virgen María que su madre había sembrado en él, a la vez que lo indujo también

hacia la poesía al descubrir las dotes que tenía para ello.

Fue en esos años, de 1908 a 1921 que permaneció en distintos períodos al

lado de los jesuitas, sobre todo al cerrarse el seminario a causa de la revolución

mexicana, sirviéndoles en diversos oficios que le encomendaban. Fue entonces

cuando los padres apreciaron sus cualidades como acólito, sacristán, organista y

cantor, así como también prestó sus servicios de profesor como veremos más

adelante.

A pesar de que el ejemplo y el carisma de los padres jesuitas lo impulsaban

a ingresar en la Compañía de Jesús, decidió ingresar en el Seminario Conciliar de

Chihuahua para estar cerca y al pendiente de su madre. En esta institución pudo

aprender los rudimentos musicales de canto y solfeo que formaban parte de la

formación sacerdotal.

Fue en esos años de estar fuera del seminario a causa de su clausura cuando

el seminarista Leopoldo, de apenas 16 años, tuvo que hacer un paréntesis en sus

estudios para dedicarse a la enseñanza de los niños en una de las escuelas que

fundó el padre Delgado, siendo el joven Leopoldo cofundador y director por varios

años de dicha escuela, la Escuela Particular n.° 7 de San Ignacio.

En esta etapa el R. P. Samuel Ginori S. J., al tenerlo cerca y aprovechando

la confianza que le tenía y por sus conocimientos musicales, lo puso a cargo del
coro de la Congregación Mariana donde montaron, entre otras piezas, los cánticos

del “Repertorio Músico” del P. Otaño, libro que se había traído de España, entre

ellos, entresacaron cantos marianos y villancicos para utilizarlos en las funciones

sagradas.

El joven Leopoldo recibió la ordenación sacerdotal de manos del Excmo.

Señor don Antonio Guízar en abril de 1921. Su primera encomienda fue la de vicario

en la catedral, después párroco del templo de Santo Niño y en 1931 lo designó el

obispo Guízar primer párroco de la recién creada parroquia del Santuario de

Guadalupe. En todas estas Iglesias dio gran impulso a las congregaciones marianas

de niños, jóvenes y adultos.

En sus primeros años como vicario en la catedral, donde permaneció hasta

fines de 1925, impulsó la música sacra, formando coros para darle mayor atractivo

a la catequesis y la liturgia. El uso de los cánticos sagrados realzaba las clases del

catecismo y a la vez era foco de atracción para los niños y jóvenes. Contaba

entonces a su cargo con unos 500 niños y 100 catequistas de todas las clases

sociales. Supo descubrir en algunos niños y jóvenes aptitudes para la música y los

condujo a cultivar el amor hacia ella. En ese tiempo conoció e impulsó al jovencito

Francisco M. Sierra, de quien luego volveremos a hablar, a desarrollar su bella voz

de barítono.

En 1926, año en que se desata el conflicto religioso en el país, fue trasladado

como párroco a la parroquia del Santo Niño. A pesar de los tres años que duró el

conflicto, (si puedes añadir mas información, es mejor) él siguió atendiendo a los

fieles a pesar de todos los peligros y de todas las dificultades.


Para darle mayor cohesión a la formación de los que estaban a su cargo

fundó y dirigió desde octubre de 1924 hasta su muerte, acaecida en el año de 1970,

la revista “La Cruzada Mariana” donde se puede encontrar multitud de poesías de

su autoría y de otros poetas chihuahuenses, así como de algunas de las piezas

musicales que compuso sobre todo en honor a la Virgen María.

Obra

Para abordar el tema de la obra del Padre Aguilar se hace necesario

referirnos a él como un artista, hablar de sus cualidades y personalidad, de su

entorno social, del impacto social que tuvo su obra, así como la relación que tuvo

en el ámbito y el campo musical de su época: Lo que le hacía ganarse la simpatía

no sólo de las personas piadosas sino también de los no creyentes o indiferentes

fue:

“su carácter de verdadero artista, pero de artista que refleja en sus

composiciones ya literarias, ya musicales, su alma profundamente religiosa,

enamorada de María, de su Patria y de su Religión… Porque nuestro poeta

tiene una cualidad muy difícil de conseguir, a saber: Expresar la belleza con

sencillez y al mismo tiempo con sublimidad, esto es, arrebatar, enamorar y

entusiasmar sin necesidad de recurrir a ciertos giros y palabras estrambóticas

tan usadas hoy por los poetas modernos” (La Cruzada Mariana, 1929: 7).

Le tocó vivir en una época en que, gracias a la reforma litúrgica del Papa Pío

X se vivían con gran esplendor las celebraciones litúrgicas, aunado al creciente

auge que experimentó la música sacra en cuanto a composiciones. En aquellos


años eran ceremonias suntuosas, de gran belleza y boato en la liturgia. Fue el

tiempo de los grandes músicos italianos de música sacra, Licinio Réfice y Lorenzo

Perosi, cuyas composiciones sacras eran interpretadas en todo el catolicismo. Por

otra parte, en México se vivía también una renovación y florecimiento en el ámbito

de la música sacra, impulsado desde Morelia por el gran músico y maestro Miguel

Bernal Jiménez, a través de la revista sacro-musical que fundó y editó por varios

años: “Schola Cantorum”, misma que contenía como suplemento mensual partituras

de música sacra compuestas por artistas mexicanos contemporáneos.

Es por ello que, en ese contexto religioso y musical, fueron muy bien recibidas

sus producciones. Sus obras no eran “obras abiertas” sino obras programadas para

el auditorio que le escuchaba en sus sermones, en sus misas, en sus obras

teatrales, en sus festivales y en las veladas literarias que organizaba con los

miembros de las congregaciones marianas. Obras que por la sencillez e intención

directa del autor no podían tener más que semejantes interpretaciones al infundir él

mismo su espíritu y entusiasmo en los que las representaban en público. Ese ardor

y apasionado fuego que infundía en todas sus composiciones provocaba siempre

un singular y fuerte impacto en sus oyentes.

Su lírica y su prosa estaban influenciadas por los acontecimientos del

momento, pero, al componerlas, la rima o las ideas que surgían iban siendo el hilo

conductor que hacía que entretejiera la belleza en las palabras de su poesías o en

las líneas melódicas de sus cantos.

La obra musical del Padre Aguilar no se puede entender de forma aislada, sino

como un producto de la religiosidad y espiritualidad propia de la época en que vivió


y de la que tan impregnado estaba su espíritu. El estilo musical de sus

composiciones no es algo nuevo, no es un rompimiento con los patrones y modelos

artísticos anteriores. Sus melodías entran dentro de la música popular religiosa,

pues esa era su intención, llegar al alma y corazón de sus oyentes produciendo en

ellos ese amor y fervor hacia la figura de la Virgen María, a la cual estaban

dedicadas todas sus obras.

Su habitus era, pues, ese contexto de la sociedad de su época que tenía una

acendrada religiosidad y un gusto por las celebraciones religiosas embellecidas con

lo cantos religiosos. El efecto de su obra llegaba a todos los estratos sociales, Se

contaban entre los miembros de las congregaciones marianas por él fundadas a

familias de buena posición económica, mismas que apoyaban económicamente al

padre en sus empresas, pero también numerosos niños y jóvenes pertenecientes a

familias de bajos recursos que también se beneficiaban de su labor.

Para valorar pues, la creatividad en la obra del Padre Aguilar, podemos decir

que surgió en un género que podríamos llamar “Canto Religioso popular” o

“Misterios”, que son composiciones religiosas cuyo texto evoca alguna escena

bíblica o alguna verdad o dogma que se cree sobre Jesucristo, la Virgen María o los

santos. En algunas de sus composiciones podemos encontrar influencias de la

música romántica popular que todavía se respiraba en la primera mitad del siglo XX.

A la vez que poseía una personalidad sumamente sociable, sabía darse al

retiro y a la soledad, y era en el silencio donde brotaba en él la inspiración para

componer gran cantidad de poemas y cantos sagrados. No había número de la

revista “La Cruzada Mariana” en que no apareciera una o varias poesías de su


autoría. Asimismo, fue una persona con gran iniciativa y espíritu emprendedor,

características que lo llevaron a realizar actividades poco usuales para el común de

los sacerdotes, pero a la vez sabía aceptar las críticas o las llamadas de atención

de la autoridad eclesiástica con humildad y sumisión a sus directrices.

Tanto para su música como para su poesía, la base de su inspiración no era

solamente lo divino o celestial, sino también el afecto especial hacia ciertas

personas o lugares. Otra fuente de inspiración fue su amor a la patria y a sus

tradiciones, la cual lo lleva a componer obras como: Esto es ser charro, Recuerdos

marinos, Barcarola, entre otras. Sus poesías reflejaban lo que conocía y apreciaba

de la persona o ser a la que componía, pero también confluyen en sus versos lo

inconsciente, los recuerdos que fluían y se plasmaba en sus letras. Compuso

poesías a los amigos sacerdotes que partían de este mundo, a sus queridos

discípulos congregantes, a su madre que tanto amaba, y a la patria.

Dentro de las composiciones musicales de los primeros años de su

sacerdocio destacan Todo el mundo en general que se convirtió en el himno oficial

de las congregaciones marianas en Chihuahua por su tema a la Inmaculada

Concepción de María. Otra pieza que adquirió gran popularidad, cantándose en

varias partes del estado sobre todo en el mes de mayo y festividades marianas fue

Salve, del mar estrella, así como su sentimental Barcarola que tanto gustó.

La Cruzada Mariana

Su obra principal fue la revista “La Cruzada Mariana”, la cual fundó, dirigió y

editó hasta su muerte. Esta revista sirvió de educación religiosa, literaria, poética,
historia eclesiástica y con un enfoque de amor hacia el arte, la cultura y a la patria.

El éxito de esta publicación mensual trascendió los confines del estado: “se la alabó

en el Estado, en toda la República, y se la alabó en Estados Unidos, y se la alabó

en España, y se la alabó en Italia … La Cruzada Mariana es el monumento más

espléndido del P. Aguilar en Chihuahua” (La Cruzada Mariana, 1929: 5).

El 5 de octubre de 1924 sale a la luz el primer número del boletín o sencillo

periodiquito que espera fungir como órgano oficial de las congregaciones marianas

de la Catedral. Constaba de cuatro páginas y aparecen como director Salomón

Rahaim y como administrador Agustín Palacios Escudero, ambos futuros

sacerdotes jesuitas. Fue impreso en la Imprenta El Norte, S.A. y en el primer artículo

escrito por su director se expone el objetivo de dicho panfleto: “es una legión que

se propone conquistar (por eso Cruzada a ejemplo de las Cruzadas para rescatar

los Santos Lugares) a los demás en el amor y devoción a la Santísima Virgen e

incendiarlo todo con el fuego de ese amor”. (Cita literal)

Desde el primer número aparecen anuncios publicitarios de tiendas y

negocios que existían en aquel entonces en nuestra ciudad y que sería uno de los

principales medios con los que se financiaría la publicación. Por citar algunos como

dato curioso: “Leopoldo Mares, Abarrotes en general. Los mejores precios de plaza.

Calle 5.ª y Allende Tel. 760”. Se anunciaba también la Botica Central, el doctor Max

Kunstler, y otros más.

En el número dos del boletín, editado el 2 de noviembre de 1924, ya se

anuncia un solemne festival preparado por los mismos congregantes, que tendría

lugar en el Teatro de los Héroes y cuyos fondos recabados servirían para celebrar
la fiesta de la Inmaculada Concepción del 8 de diciembre. Fue en el día 15 del mes

de noviembre, cuando aparece propiamente como revista la “Cruzada Mariana2,

siendo esta edición una sorpresa que los congregantes de catedral dieron al padre

Aguilar por su cumpleaños. En esta primea revista se publican varios artículos entre

ellos la crónica del festival organizado por los niños congregantes de la catedral, en

el cual, entre otros números se presentó una obra teatral histórica en tres actos

titulada El descubrimiento de América cuyo autor era el padre Aguilar.

A lo largo de casi 50 años la revista tuvo como misión principal propagar la

devoción y el amor a la Virgen María a través de diversos artículos. En casi todos

sus números iniciaba un artículo a modo de editorial por el padre Aguilar, resaltando

alguna virtud, dogma o advocación de María. Asimismo, aparecían uno o dos

poemas de su autoría principalmente con tema mariano, pero también poesías a la

patria, a diversos lugares, ciudades, a personas queridas por él, a la Iglesia, a la

congregación, a sus discípulos o con motivo de congresos o acontecimientos

celebrativos de la nación o eclesiásticos.

Numerosos artículos de autores católicos renombrados a nivel nacional y

mundial aparecían en la Cruzada Mariana, exponiendo verdades de la fe, la

catequesis cristiana, sobre moral o buenas costumbres, apologética, panegíricos,

doctrina social cristiana, etc. Por citar algunos: P. Sarabia, Mons. Gibier, Francisco

Finn S. J., Luis Coloma S. J. De entre los congregantes más distinguidos, tanto por

los cargos que ostentaban como por sus dotes literarias y formación, encontramos

a Salomón Rahaim S. J., los Pbros. Jaime Quintanar y Luis M. Rosas, Francisco

Sierra, Manuel Camacho, Salvador Rodríguez, entre otros, quienes escribieron una
amplia variedad de artículos. Dichos artículos versaban sobre temás de interés

social y religioso. Cada mes, bajo el título de Ecos de las Congregaciones Marianas

se mostraban a manera de crónica los distintos eventos religiosos y sociales que se

habían realizado, narrando a veces, con lujo de detalles, la participación en ellos de

los distintos miembros de la congregación. También había una sección de notas

sociales de los acontecimientos como: bodas, eventos sociales, e inclusive decesos

que ocurrían en la sociedad chihuahuense. Asimismo, se presentaba una

clasificación de las películas en boga acorde a los principios cristianos en diversas

clases: Clase “A”, buenas para todos; Clase “B 1”, para mayores, no aptas para

niños; Clase “B 2”, solamente para personas con criterio formado; Clase “C”,

prohibidas por la moral cristiana. (Poner imagen de la revista feb 1940)

Poseía el Padre Aguilar una verdadera vena de poeta. Las innumerables

poesías que se presentan en los diferentes números la revista, así como su variedad

de temas eran bien recibidas por los entusiastas del arte de la poesía, con unos

versos muy bien trabajados en su métrica y rima, con una rica abundancia de

vocabulario y un estilo y con una gracia particular, la cual bien pudo haber sido del

agrado de los lectores

Como ejemplo baste presentar un breve poema basado en el hecho histórico

de la revolución francesa.

Borradle si podéis !! … Núm. 5, febrero 1940 p. 12 Año XV

“Ya templos no tenéis ni campanarios”.

en tiempo del “terror” decía un malvado


a un pobre campesino, que guardaba

la Fe de Cristo Dios cual relicario! …

“Ya cayeron las cruces por el suelo,

los curas ya no existen, los retablos

que pregonaban vuestras tontas creencias

yacen, viles despojos … olvidados!...”

“¿Quién la Fé dará ahora a vuestros hijos? …

¿Dónde leerán sus dogmas y enseñanzas …

De Dios el nombre, que decís bendito,

Dónde lo aprenderán? … lo hemos borrado! …”

Se yergue entonces noble el campesino

e inspirado en su creencia sacrosanta,

así responde con valor, altivo,

la bóveda celeste señalando:


“Mientras no destruyáis con vuestra saña

ese Cielo de estrellas tachonado,

ahí el nombre de Dios leerán mis hijos,

BORRADLE SI PODÉIS! … Viles! … Malvados!! …” (La Cruzada Mariana,

1940: 12)

Además de los innumerables artículos, las crónicas, poesías y escritos

aparecidos en la revista, se tiene el conocimiento de que al menos cinco libros que

llevó a la imprenta el Padre Aguilar. El primero de ellos lo escribió en sus primeros

años de sacerdocio, cerca de 1923 y se titulaba Rosas rústicas, el cual era un

pequeño compendio de sus primeros poemas. Más tarde escribió un pequeño

opúsculo titulado El Secreto de la Felicidad, el cual fue editado y divulgado a nivel

nacional por la prestigiosa editorial católica La Buena Prensa de los sacerdotes

jesuitas, en la ciudad de México en el año de 1954. A través de veinte capítulos va

explicando y comentando diversas frases de la Sagrada Escritura, de los Santos y

de la Plegaria Cristiana que se refieren a la Virgen, basando en el conocimiento y

devoción a Ella el secreto de la felicidad (Explicarlo mejor). Después apareció un

pequeño libro titulado Mayo, el mes de la gran Reina que consiste en una serie de

meditaciones marianas para cada día de este mes dedicado a la Virgen.

Fue en el libro Del Camino de mi Vida de mayo de 1965 donde el padre

presenta un compendio de los principales poemas que escribió a lo largo de su vida

y que a modo de biografía poética muestra su largo recorrido como periodista, poeta

y escritor sacro.
Durante varios años el padre escribía en la Cruzada Mariana un artículo con

pensamientos marianos y hacía una glosa de ellos. La gente le pedía que los

reuniera y los publicara. Así fue como en el año de 1967 publicó un denso libro que

lleva por nombre Pensando en ella todo el año, con un pensamiento para cada día

referente a la Santísima Virgen y su correspondiente meditación.

Además, como ya se ha señalado más arriba, con frecuencia presentaba en

distintos foros, como el antiguo Teatro de los Niños Héroes, diversos festivales de

música, poesía y obras teatrales bien representadas.

En las secciones sabatina y académica que formó dentro de la Congregación

Mariana, impartió clases de Apologética, Lengua Nacional y Latina, Mariología,

Historia de la Iglesia, Lógica, Literatura, Historia de la Literatura, Elocuencia, Historia

Patria y Lectura Selecta. Fueron varias las generaciones que se graduaron de dicha

Academia habiendo pasado antes por exámenes finales orales que se presentaban

ante varios sacerdotes sinodales incluido el Señor Arzobispo.

Existían también la sección Eucarística, la Laus Perennis, la Catequística y

la Académica, esta última era donde practicaban los canticos religiosos del

repertorio y los compuestos por el padre, para realzar las fiestas de la Virgen, así

como también para preparar comedias, zarzuelas etc., para los festivales que daba

la congregación. Esta misma sección era la encargada de redactar la revista La

Cruzada Mariana.

A pesar de que le tocó vivir en la época de la revolución, de la Guerra Cristera,

de las dos guerras mundiales eso no afectó particularmente la producción de su


obra literaria y musical dadas las carencias materiales con que se vivía en ese

tiempo. Eran más las relaciones con las personas que convivieron con él

directamente a largo de su vida, y los acontecimientos de sus vidas y, por supuesto,

su vida religiosa lo que lo motivaron a componer sus poesías y sus canciones.

A pesar del apoyo y la buena aceptación de su trabajo entre la mayor parte

de los fieles católicos de ese tiempo, hubo, sin embargo, algunos sacerdotes que

consideraban demasiado romántica y melosa su música para ser ejecutada en los

templos, se atrevieron a criticar y acusar ante el obispo don Antonio Guízar y

Valencia de falta de ortodoxia en la letra de algunas de sus composiciones o en

artículos de su revista.

El padre Aguilar fue humilde y acató siempre las correcciones e indicaciones

que le daba la autoridad eclesiástica. Tenemos conocimiento de que al menos dos

veces se le escribió para amonestarle por las atrevidas frases que a veces publicaba

en su revista referentes a la Virgen y que podían causar escándalo entre los fieles.

En carta del 14 de mayo de 1940 el Excmo. Sr. Guízar le hace algunas

rectificaciones al Padre Aguilar sobre todo por dos frases que aparecieron en la

revista de dicho mes. “Dichas proposiciones están en estos términos: a) María tiene

con Dios cierta identidad de naturaleza; b) Si por un imposible los bienaventurados

llegaran a perder en el cielo la VISION BEATÍFICA de Dios, ésta quedaría suplida

perfectamente por la visión de la gloria y belleza de María” (cita). El Padre Aguilar

publicó dicha carta en la revista del mes de junio con una declaración por su parte

donde se somete totalmente a la autoridad e indicaciones de su prelado.


En general, sus composiciones fueron bien recibidas por los músicos y

críticos de arte de esa época. Al darlas a conocer se contribuirá a dar un nuevo

impulso y belleza a las celebraciones religiosas de hoy en día que a veces se ven

ambientadas por composiciones de poco valor artístico, literario y musical. (Vale la

pena ahondar tambien en la redacción para explicar que se va a lograr con la

difusión de su obra)

Los músicos que participaban en las celebraciones de la iglesia eran por lo

general músicos que pertenecían a otras agrupaciones musicales de la ciudad como

bandas y orquestas. El “Quinteto Maguregui” era requerido no únicamente para las

reuniones y eventos sociales, sino también para interpretar la música en las

celebraciones religiosas como lo vemos en esta crónica de La Cruzada Mariana: “el

simpático coro de los congregantes que aún no habíamos escuchado en todo el

novenario dejó oír sus melodiosos y enamorados cantos que, acompañados por el

afamado Quinteto Maguregui, subían, subían al cielo” (La Cruzada Mariana, 1928:

14).

El reconocido violinista chihuahuense Ernesto Talavera también tenía sus

participaciones sobre todo en los festivales que organizaba la Congregación: “Muy

lucido resultó el que se verificó en el Teatro de los Héroes en honor y beneficio del

inspirado artista del violín don Ernesto Talavera” (La Cruzada Mariana, 1928: 18).

Entre los músicos chihuahuenses famosos por sus composiciones y sus

interpretaciones en esa primera mitad del siglo XX y contemporáneos del Padre

Aguilar podemos mencionar a Guillermo Ramos Sánchez, José Perches Enríquez,

Arturo Tolentino Hernández, Ernesto Talavera Escandón, Antonio Maguregui


Herrera, Francisco Moure Holguín y Jesús Martínez González. (Fondo Arte y

Cultura, 2017)

Algunos discípulos del padre aprendieron y desarrollaron el gusto por la

música y después realizaron carreras exitosas. Cabe mencionar algunos ejemplos:

El barítono Francisco Sierra, que al irse a la Ciudad de México se casó con la

famosa soprano Esperanza Iris y cantó en los principales foros de esa ciudad. El

tenor Luis M. Rosas, quien siendo sacerdote fue a los Estados Unidos, y estando

allá abandonó el ministerio sacerdotal, dedicándose al canto y presentándose

también en importantes escenarios de aquél país. Otro sacerdote que también

cultivó el gusto por la música sacra, que luego perfeccionó durante sus estudios en

Roma, y de quien se conservan algunas de sus composiciones, es el Pbro. Joaquín

Díaz Anchondo, quien en su juventud perteneció a la Congregación Mariana.

Basándose en las entrevistas con las personas que conocieron y convivieron

con el Padre Aguilar, sobre todo en la investigación y revisión de archivos

particulares y de la colección de La Cruzada Mariana a los que se ha podido

acceder, se ha realizado un listado de las piezas musicales que se sabe fueron

compuestas por él. Solamente de dos o tres piezas no se tiene la certeza absoluta,

pero es presumible su autoría.

Obras de carácter religioso: Estrella que radiante fulges, El Amor de María nos

alienta, Con flores las más bellas, Flor Espiritual, Gloria y Honor, Dios te Salve,

Esposo Hermoso, Virgen querida, flor del Carmelo, Oh, Medalla Milagrosa, Al

servicio de María, Estrellita Pura, Jardinera del cielo, Himno a la Inmaculada, Salve,

del Mar Estrella, Cerca de mí, Arrullo, Sobre la dura peña, Salud a la Reina, Salve
Falange, Inmaculada, Cantar a Nuestra Señora de la Soledad, Himno de María

Reina y Alborada de Mayo.

En total, veintidós piezas, de las cuales se poseen las partituras de quince de

ellas, algunas impresas en las revistas citadas y otras en manuscritos de archivos

de música sacra a los que se ha tenido acceso.

Obras de carácter profano. Hasta el momento se conoce Eso es ser Charro,

Barcarola, Recuerdos marinos, la Pastorcilla y Cantar a Jiménez. No se ha tenido

acceso a estas partituras, excepto a la de Eso es ser Charro.


BIBLIOGRAFÍA

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Chihuahua/P%C3%A9rez%20Gavil%C3%A1n.pdf
La crisis padecida por el país a causa de la Revolución y la inestabilidad política y

económica que ésta conlleva, va a afectar tremendamente al Seminario, por lo que

se va a encontrar en condiciones de pobreza y privaciones de todo orden.

Ya decíamos cómo la deficiente alimentación fue una de las causas de que el P.

Maldonado, y es de suponer que algunos otros, se desarrollara débil y enfermizo y

que por ello saliera un tiempo del seminario.

Pero estas deficiencias materiales hacían fortalecer el espíritu y forjar hombres de

temple heroico, capaces de llegar a dar la vida por Cristo.

Los pilares de la vida espiritual del Seminario serían principalmente el amor a Jesús,

presente en la eucaristía, y el sentir la protección maternal de la Virgen María. En

este ambiente fue donde el P. Maldonado alimentó su amor a Jesús Hostia que lo

llevó a ofrecerse también como Hostia viva. Prueba del gran arraigo de la devoción

mariana en el seminario es cuando todos los alumnos del seminario (36 den total)

recibieron el distintivo de la Congregación Mariana en el año de 1908.

El P. Leopoldo Aguilar, en el 50 aniversario de la llegada de los Padres Paules a

esta ciudad, celebrado en 1953, nos presenta un bosquejo de lo que fue su vida en

esta época del Seminario: “En 1908 en dicho colegio (escuela anexa al Templo de

la Sagrada Familia) terminé mi instrucción primaria y al año siguiente ingresé al

Seminario Conciliar. Éramos pocos los alumnos que formábamos el Seminario

como siempre lo han sido para las necesidades de la Diócesis, quizás no

llegábamos a cuarenta, pero éramos atendidos con toda la eficacia por los RR. PP.
Me parece que la comunidad contaba entonces con 7 sacerdotes como profesores

juntamente con el Rector que lo fue en mi tiempo primeramente del R. P. Eugenio

Goñi, sapientísimo y erudito varón, sucediéndole en el rectorado el R. P. José E.

Morales, varón todo amabilidad y dulzura… Ellos supieron formar un haz eucarístico

de sacerdotes… amo a la Congregación Mariana porque fueron los PP. Paúles los

que me iniciaron e inscribieron en ese Glorioso Ejército de María, al ingresar a la

Congregación existente entonces en el Seminario bajo el Título de la Medalla

Milagrosa y San Luis Gonzaga agregada a la Prima Primaria de Roma. En efecto el

27 de noviembre de 1908 (fecha de la mencionada foto) día en que el inolvidable P.

Enríquez se recibía de Congregante, recibía yo el distintivo de aspirante de manos

del P. Orcajo, que era entonces el director de la Congregación… Aún recuerdo las

solemnes fiestas que nuestra Congregación del Seminario hacía en mayo y el 27

de noviembre en las cuales la imagen bienamada recorría no sólo el templo sino el

claustro, mientras nuestras voces juveniles le cantaban con amor ya el Salve Regina

Coelitum o bien Oh María Concebida son pecado. Los recuerdos de las reuniones

congregacionales son algo imborrable en mi vida; cuánto les agradezco a los

buenos PP. Paúles el bien que hicieron en las almas de sus alumnos, y muy

especialmente en la mía, al infiltrarnos el amor a la Santísima Virgen María a quien

debo lo que soy y tengo. Así marianizaron los Paúles las almas de sus alumnos

tanto del Seminario como de la escuela anexa… (11)

Además menciona cómo les fue infundido el amor a los pobres a través del

apostolado de los PP. Paúles en las Conferencias de San Vicente; lo mismo que el
celo misionero característico de estos sacerdotes pertenecientes a la Congregación

de la Misión.

Albúm de las Bodas de Oro de los RR. PP. Paúles en Chihuahua pág 9 a 11

El 23 de agosto de 1912, cuando el P. Eugenio Goñi Zalba es nombrado visitador

Provincial, fue designado para el cargo de rector el P. José Morales Tijerina, C. M.

Dicho cargo lo desempeñará hasta 1923.

Al tomar Villa la ciudad de Chihuahua en noviembre de 1913, y por la fobia que tenía

para con los extranjeros los padres de la Misión se ven precisados a huir a El Paso

y el Seminario es clausurado.

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