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VERDAD Y REALIDAD EN EL PRINCIPIO Y EL FIN DE LA FILOSOFÍA

Filosofía para el porvenir de la Cultura.

Por Luis Arístides R. S.

Con esta columna, la revista Tn ha ofrecido noblemente abrir un espacio para el pensamiento
filosófico, y no encuentro una mejor manera para agradecerles este honor que comentar
brevemente lo que de manera tan crucial están premiando. Mi disertación tendrá como hilo
conductor la siguiente pregunta: ¿Qué es y que hace la filosofía?

Lo determinante de la pregunta filosófica es que de ella pende nuestra relación


con las cosas del mundo, nuestra relación como personas con las cosas, y por supuesto con otras
personas, nuestro convivir con realidades. El modo como se da lugar esta convivencia es a lo que
llamamos mundo y no andamos a secas a través de él, pues este se nos presenta como una
realidad. Por eso, la investigación filosófica es crucial, lo diremos de la siguiente manera: qué sea
la realidad, determina su propio porvenir. Ahora bien, ¿debe alarmarnos el hecho de que esta
investigación, siendo así de importante, es a la vez inagotable? Definitivamente no. La naturaleza
propia de esta profesión es muy especial, existe un elemento de dedicación en esta labor. Esta
dedicación es una fuerza intelectual que arrastra al investigador a dar razones de la realidad
verdadera –quizá más adecuado sea decir, dar razones hacia ella–, aquel que da su vida por esta
búsqueda no sólo posee una serie de conocimientos ordenados y listos para divulgarse u
ordenarse en una justa académica, a la vez esta necesidad permea la propia vida del investigador,
convirtiéndose así en principio rector de su actividad y moneda de cambio de todas sus
elucubraciones. Esta posesión no es adjudicable de manera arbitraria, no puede serlo. Dedicarse a
la verdad de hecho es una cuestión de necesidad, y cuando decimos necesidad queremos decir
que significa no poder no hacer eso a lo que nos dedicamos.

Nos encontramos en un momento en que el mundo y la cultura se configuran en torno a


un sentimiento de indiferencia, permea en nuestros tiempos la individualidad que supone ya por
principio la consumación de los placeres propios dentro de la praxis teórica. No basta la
acumulación de supuestos o de verdades asumidas como tales por una comunidad restrictiva.

Parte fundamental de este momento de la vida del ser humano que es la añoranza por la
verdad, es por supuesto la educación. Educo en latín, significa literalmente sacar desde dentro lo
que ya estaba allí, es una unión del prefijo ex- que significa “hacia afuera”, y la raíz duco que
significa “lo que hay dentro”. El lector podrá dar cuenta inmediatamente la lejanía que existe
entre el significado literal de la palabra educación y la práctica observable de la misma dentro de
nuestras instituciones, incluido también el núcleo familiar. Así, la pregunta filosófica parece tener
no solo un momento de cientificidad, sino además uno más importante para la vida común, un
momento moral. Muchas veces nos preguntamos qué es lo que significa tremenda palabra: moral.
Lo pondré de manera sencilla, así me lo explico un profesor alguna vez: el hambre cuando es de
uno es una necesidad fisiológica, cuando es de otro es una necesidad moral.

El primer paso decisivo para la investigación, es declarar que lo que se busca no se sabe, y
más allá, quizás no se pueda saber. La ruptura con el escepticismo craso de los antiguos sofistas
() que ostentaban poseer ya la sabiduría se da en el momento en que la búsqueda es
dirigida hacia un punto firme e inamovible. Platón pensaba que esta ausencia, la que ponía de
manifiesto el des-conocimiento, preparaba y ejercitaba a las personas que la aceptasen, en la
tarea de la investigación de la verdad.

La filosofía pretende constituirse en un saber sin supuestos, esto es lo que hace cuando
busca. El problema del escepticismo que los sabios profesaban era justamente que todo,
absolutamente todo, es susceptible de ser fundamentado con validez de verdad. Había que
avanzar de la mera opinión hacia algo digno de ser llamado conocimiento. El hombre es realidad
inmersa en una multiplicidad abierta de realidades. ¿Qué hace a un filósofo entonces? Indaga en
este carácter propio de la realidad, hace la pregunta  (¿Qué es…?). Lo que sea la
filosofía deberá traer a la presencia aquello otro que des-conoce, a saber, la propia filosofía. Esto
traiciona el sentido común, lo que no quiere decir que estamos dando malos pasos. Todo lo
contrario, el avanzar de la opinión () hacia el conocimiento, a través de la contradicción que
supone su oposición inmediata que es el des-conocimiento, presenta una paradoja ()
que exige nuevos niveles de interpretación, y esta exigencia fundamenta la labor de la filosofía,
brindándole un suelo firme por donde avanzar, un camino que seguir, sea cual sea el contenido de
este.

Diré, en mis palabras, que aquel que ame el saber sufre su ausencia pero se alegra en la
espera; así también quien con esto es movido a buscarle, en el camino, ya le ha encontrado.
Con este espacio la revista Tn tuvo la delicadeza de ocuparse de la filosofía y por eso mi
agradecimiento es también motivo de felicidad para los que dedicamos cualquier esfuerzo
intelectual a esta noble y antigua vocación.

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