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Una vez que se da la unión del un óvulo y un espermatozoide se inicia una nueva
vida. Esta célula extraordinaria tiene ya designado todas las características que nos
corresponderán: sexo, color de ojos, piel etc. La velocidad de desarrollo es increíble. El
embrión es algo divino en tanto que es ya un hombre en acto.
A las tres semanas empieza a latirnos el corazón, a las seis semanas tenemos ondas
cerebrales que pueden ser medidas con un electroencefalograma El embrión encierra una
estructura grandiosa, admirable, completísima animada por un espíritu inmortal.
Se toman decisiones de eliminar tantas vidas inocentes, en las formas más terribles, y ¡ tan
ligeramente aceptamos, hablamos, sugerimos el aborto!. No debemos ignorar lo que es
realmente este gran mal de nuestros tiempo, ¡el aborto!. Olvidamos el quinto
mandamiento ¡no matarás!. Cuando lo minimizamos y no estamos informados, aquellos
que lo promueven nos convencen y terminamos aconsejándolo a nuestros propios hijos. No
medimos también que al difundir una cultura de muerte, nuestros propios fundamentos se
vuelven contra nosotros mismos. Decimos: “No te conviene continuar con el embarazo,
debes eliminarlo, porque trunca tu futuro, tienes que prodigarle tiempo, dedicación y
atención, te impedirá desarrollarte en tus actividades, será un estorbo para tu crecimiento
personal”. Cuando nos llegue el tiempo de la ancianidad, enfermedad, tendrán los mismos
fundamentos para aplicárnoslo, como ya ocurre en otros países “desarrollados”.