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América profunda de Rodolfo Kusch: sabiduría americana, sujeto del filosofar y barroco
Introducción
Podría decirse que en América profunda para Rodolfo Kusch la tarea en América es
pasar del plano de lo inconsciente a lo consciente la tensión entre el ser y el estar que nos
habita y que habitamos como latinoamericanos. El ser occidental aparece aquí fagocitado por
el estar, y sólo existe a partir de él. Para pensar el desarrollo de Kusch sobre la sabiduría en
América es necesario intentar comprender qué se entiende por sujeto del filosofar
latinoamericano y cómo situarnos a partir de él para recobrar la salud.
Leer a Kusch en el siglo XXI: apuntes para pensar una América barroca
La imagen de la virgen del cerro encarna el primer sincretismo producido de la mezcla de las
culturas occidentales con las indígenas, del tensionar entre el ser y el estar. Puede verse la
representación de la Virgen María, la Santísima Trinidad cristiana y las figuras reales
ace
españolas. Sin embargo, la virgen toma la forma del cerro, del sumaj urqu. Urqu h
referencia a “cerro”, pero también tiene una significación marcadamente masculina (Kusch
toma orco como “macho” en el apartado Cielo y tierra). Aparece entonces la bisexualidad en el
cerro, se toman ambos elementos desde el plano de la conjuración del mundo para obtener las
riquezas de las minas (donde también existe el culto al tío, al diablo, nada se mantiene
absoluto). La dualidad en la pintura es clara como en el esquema del yamqui: “se traduce como
macho (orco) y hembra (china) y (...) separa al mundo en dos capas horizontales, el mundo de
arriba (...), donde presumiblemente se sitúa todo lo vinculado al orden, y el mundo de abajo o
(...) este suelo”.(Kusch, 1999:57); así la trinidad y la virgen se sitúan arriba, pero esta se funde
con el cerro: nada permanece absoluto, lo divino debe hacer su paso por el mundo para darle
sentido. Además, la composición de la pintura recuerda al esquema del yamqui tomado por
Kusch: sol y luna a uno y otro lado de la virgen, los opuestos que recuerdan al paso de los
héroes gemelos por el mundo.
En el neobarroco en el siglo XX aparece de nuevo la pregunta por el sincretismo, por el
origen mestizo de América, tal es el caso de De donde son los cantantes de Severo Sarduy,
cuyos personajes-temas atraviesan, desde la deformación de las imágenes, sobrecarga y
teatralidad, los elementos negros, indígenas, asiáticos y occidentales que constituyen a Cuba.
Los primeros fagocitan la cultura del ser europeo: los cuerpos marginados de las travestis lo
desbordan y corrompen. Es interesante que en el neobarroco en general y en el neobarroso
rioplatense aparece la figura travesti como central: aquella mujer que posee también lo fálico,
en una cierta similitud con la dualidad y los opuestos de la Virgen del Cerro y se sugiere, desde
la falta y la imposibilidad tan lacanianas, la idea de autofecundación. En este sentido es
interesante retomar Loco afán: crónicas del sidario del neobarroco chileno Pedro Lemebel. Allí
aparece el personaje de la Madonna: “La Madonna tenía cara de mapuche, era de Temuco, por
eso nosotros la molestábamos, le decíamos Madonna Peñi, Madonna Curilagüe, Madonna
Pitrufquén. Pero ella no se enojaba, a lo mejor por eso se tiñó el pelo rubio, rubio, casi blanco.
Pero ya el misterio le había debilitado las mechas (Lemebel, 2000:31). La Madonna, la virgen,
es india mapuche, americana y aunque quiera teñirse del rubio occidental las raíces crecen y
su pelo se debilita, es imposible recubrirlo con el aparentar del ser. En el neobarroso de
Lamborghini y Perlongher, por ejemplo, aparece la pregunta por el peronismo y por la figura de
Evita desde lo travesti y lo popular, desde la fastuosidad y el derroche que implica la estética
barroca. Estética que también contrasta con la idea del ser occidental: los objetos desbordan,
exageran. Está ligada a la superabundancia y el desperdicio; la sobrecarga y la distancia entre
la realidad de la obra y la imagen fantasmática, aquello que evidencia el vacío, el horror vacui.
El derroche es propio del placer, de lo exagerado y desmesurado, del trabajo perdido y privado
de su funcionalidad. De esta manera, se produce otra rebelión de los objetos, que no carecen
una funcionalidad ritual pero que sí aparecen despojados de su funcionalidad en el ser, en el
capitalismo que se mide por la oferta y la demanda, por la utilidad de los objetos.
De las mismas características y llegando ya este siglo, en Córdoba en el 2017 se llevó
a cabo la obra El cabaret de la difunta correa. En ella Camila Sosa Villada representa un relato
autobiográfico de su vida como travesti/mujer trans encarnando a la Difunta Correa. Y es aquí
donde vemos cómo lo travesti desde lo dual y los objetos sí toman el carácter ritual y mágico
que representa la santa popular, un ejemplo de la sabiduría de América como el Gauchito Gil u
otros santos populares.
De esta manera, al acercarnos muy a grandes rasgos a la estética barroca
latinoamericana podemos entrever los aspectos latentes en América antes vistos, y asumirlos
istinta a la
es su tarea. Una forma de hacerlo es producir a partir de una teoría estética otra, d
occidental, propia de nuestra experiencia, como quizás puede ser la barroca mestiza o
neobarroca. Si bien el análisis ha sido breve y aproximativo, se abre como una puerta a
investigaciones y producciones artísticas futuras.
Leer a Kusch hoy y pensarnos como sujetxs del filosofar americano implica
comprometerse con un proceso de creación e intuición, un repensarnos como sujetxs
habitantes y habitades por el territorio, de producción teórica, artística, política que difieren del
pensamiento occidental. Con la sombra de la derecha sobre América Latina es necesario para
emanciparnos asumir la matriz del estar y la fagocitación del ser, aceptar que en el fondo no
hay más que esa eternidad que se gasta, el conjuro y el tiempo orgánico del fruto. La estética
neobarroca puede plantearse entonces como esa puja por la emancipación del pensamiento,
sí como el estar no es el concepto europeo, ni
por situarnos desde un sujeto del filosofar otro. A
el filósofo es el académico para Kusch, el barroco no es el arte europeo del siglo XVII, sino es
propio, hediento.
Bibliografía
SARDUY, Severo. De donde son los cantantes. Barcelona: Editorial Seix Barral, 1980