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JAUME CELA

“LA ESCUELA ES EL LUGAR DONDE VAMOS A


EQUIVOCARNOS”

Afirma que la educación empieza con una pregunta:


“¿me ayudas?”.
Sí, así el educador moviliza las competencias para poder
atender las necesidades de esta persona. Tenemos que saber
escuchar al alumnado para poder percibir cuáles son las
necesidades que nos plantean. Esto se resume en algo muy
fácil de definir pero muy difícil de hacer. El maestro tiene que
manifestar que se siente atraído por su alumno y que quiere
establecer con él un vínculo que le permita desarrollar al
máximo esas competencias, y que también le permita decirle
adiós cuando llegue el momento.
Decía justo ahora que el docente debe aparentar cariño
por todos los niños. Incluso para aquellos que no le caen
tan bien como otros. ¿Tiene que hacer teatro?
Sí. Tiene que hacer teatro, y del bueno.
¿Por qué?
Sabemos que todo lo que es cognitivo pasa por la vía
emocional. Así que si no sale espontáneamente este cariño, el
maestro tiene que teatralizarlo. Dentro de su trabajo tiene que
asegurar esa parte emocional, que el niño esté a gusto con él.
Porque sin esto no se asegura que lo cognitivo pueda funcionar.
Usted utilizaba el cine como recurso educativo, ¿no es
cierto?
Sí. Tanto en la formación de niños como todo lo que pudiera ser
para la formación de maestros.
¿Y es útil como recurso?
Sí, utilísimo. Tiene un lenguaje propio. Y si hablamos de que al
niño debemos ponerle en contacto con todos los lenguajes, el
cine también es imprescindible. En este momento hay
verdaderas obras de arte que el alumno debe conocer o debe
poder posicionarse delante de ellas. Y se puede utilizar para
muchísimas cosas, como ilustrar aspectos del currículum.
Volviendo a eso que comentaba de que el maestro debe
saber decir adiós. ¿Es importante que el docente sea
reconocido por su labor?
Esa es una de las máximas expresiones que puede recibir el
maestro, cuando te reencuentras con un alumno y podéis
establecer un diálogo sobre lo que habéis compartido. Esta
experiencia que te devuelve el alumno es interesantísima. Es
difícil expresarla con palabras.
¿Y cree que este reconocimiento es necesario?
Necesario no, parto de la base de que el alumno a mí no me
debe nada. Si acaso, yo le debo a él el sentido de mi profesión,
porque yo existo como maestro porque hay alumnos que me
necesitan. Pero soy una persona humana que necesita también
ser reconocida. Si este reconocimiento se da, es un acto de una
gratitud impresionante.
Según usted, los niños no sólo aprenden del maestro,
sino de sus compañeros y su entorno. ¿Cuál debe ser la
función del docente en ese entorno?
La función principal es la de acompañar. Hay muchas imágenes
que ilustran la acción educativa en las que el maestro señala
con el dedo el objeto de conocimiento que el alumno mira, pero
la mirada del maestro se dirige al alumno. El maestro
acompaña en este proceso de descubrimiento del mundo, que
puede plantear cosas agradables o desagradables. Les va
ayudando a que se planteen preguntas, a que descubran sus
respuestas.
Y esto está muy ligado a lo que te formula el niño. Sabemos que
una criatura necesita ser acogida. Necesitan de adultos que
estemos ahí, a su lado. Y ahí viene una de las dificultades: el
maestro tiene que precisar a qué distancia hacer ese
acompañamiento, porque no todos los niños necesitan que nos
situemos en el mismo lugar.
En el proceso, el profesor también aprende, no solo el
estudiante.
Sobre todo el profesor. Es el que aprende más. Tengo un libro
cuyo título es Tú me aprendes. Esto vino porque en mis
primeros años, los niños me decían “Tú me aprendes muy bien”,
y yo les corregía: “No, yo te enseño”. Y ellos tenían razón. Los
verbos aprender y enseñar están tan íntimamente unidos que
no se pueden separar.
Afirma que, igual que hay que acoger las diferentes
maneras de aprender, también es importante acoger el
error. ¿Es cierto?
¡Claro! Una de las cosas ahora que más predico es que la
escuela no puede sancionar el error. Lo que es importante es
que el error no nos derrote, que los niños en la clase puedan
expresar sus opiniones y crear conversación alrededor de los
temas que están trabajando. Es absurda una concepción de la
evaluación que consista simplemente en sancionar el error y
concretarlo con una nota. La escuela es el lugar donde los niños
van a equivocarse. Y lo hacen en grupo, que para eso están los
demás, para ayudarse los unos a los otros en la construcción de
este conocimiento compartido.
Respecto al concepto de excelencia educativa. ¿Qué es
la excelencia?
Para mí la excelencia es que cada persona llegue a desarrollar
al máximo sus competencias, pero este punto de llegada no
tiene que ser igual para todos.
¿Y cree que coincide con el concepto de excelencia que
se está asentando en la comunidad educativa?
Si la excelencia no tengo claro para qué la quiero, no me
interesa. Hacer según qué tipos de excelencias, sin definir el
tipo de personas que aspiramos a crear, me parece equivocado.
Claro que quiero que mis alumnos sean excelentes. Pero, ¿qué
quiere decir esto? Que desarrollen al máximo sus capacidades.
Por ejemplo, no se habla de excelencia en el campo de las
relaciones sociales, sino que cuando hablamos de excelencia
predominan las cuestiones lingüísticas y matemáticas.
Entonces, ¿debemos cambiar este concepto?
Mientras esto no lo cambiemos, no iremos bien. Igual que
tenemos que luchar para que la escuela sea inclusiva. Y esto
quiere decir luchar para que la sociedad lo sea también. La
escuela no crece aislada de su contexto social.

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