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Laura de los Santos García

A01175728

Tarea 1, Pregunta #4

“Los políticos son personas moralmente pervertidas”. Discuta si esto es cierto utilizando a
Michael Walzer y Max Weber. Use además, si lo desea, a Maquiavelo

Para determinar si los políticos son personas moralmente pervertidas, es crucial entender cuál es
el propósito de los políticos y si la ética les impide o dificulta lograr dicha labor. Existen autores
como Michael Walzer y Max Weber quienes argumentan que una toma de decisiones basada en
absolutismos morales o una ética de la convicción podrán llevar a errores de juicio. Por otra
parte, hay autores de corte utilitarista como Nicolás Maquiavelo que ven la toma de decisiones
basada en la ética como un obstáculo para lograr los fines deseados. Para entender la postura
moral del político, al inicio de este ensayo, profundizaremos en los textos principales de estos
tres autores. Después, se abordará el ejemplo de la crisis de migración como un problema de
política pública que enfrenta múltiples dilemas éticos y se expondrá como diferentes líderes
políticos han tomado decisiones al respecto. Al concluir, se analizará el gran espectro de las
decisiones éticas dentro de este reto en política pública que explican la calidad moral del líder
político.

En el texto de Michael Walzer, The Problem of Dirty Hands (1973) se muestra al político
puramente bueno como incapaz de gobernar, pues se encontrará frente a tantos dilemas éticos
que si se vuelve un absolutista moral en muchas ocasiones no tomará la mejor decisión frente a
la población que gobierna. Walzer explica que si bien el político evitará encontrarse en
posiciones en donde esté orillado a cometer actos terribles, en ocasiones es necesario realizarlo
para obtener el bien mayor para su población. El autor no permite abiertamente que los políticos
comentan crímenes, pero sí los justifica en ocasiones puntuales. Al final, distingue entre la toma
de decisiones utilitarista y la moral absolutista, y afirma que, ya que el político tiene mayor
responsabilidad al gobernar una nación, deberá tomar en cuenta ambas posturas para poder llegar
a un punto medio que no elimine todos sus escrúpulos pero que también le permita tener mano
firme ante problemáticas en su estado.
Weber expone algo similar en su obra La política como vocación (1920), pero lo distingue entre
la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. La primera ética trata de las creencias
profundas e inquebrantables que un político sostiene, y la segunda habla de la necesidad de usar
la violencia del estado para preservar el bien mayor. Para poder manejar ambos polos, un
político deberá ser pasional y mesurado. (28) La pasión debe dirigirlo hacia una causa y el
temple orientarlo a tomar acciones racionales para llegar a esa causa. Se propone un uso sabio de
la fuerza en donde ésta es empelada para resistir el mal que aqueja a una población, ya que si
ganara el mal mayor sería responsabilidad del político y resultaría en un incumplimiento de sus
funciones. A diferencia del utilitarismo y el absolutismo moral, las éticas que plantea Weber sí
son complementarias y se deberá en la mayor medida posible tomar en cuenta ambas al tomar
decisiones, sacrificando un poco la ética de la convicción en caso de ser absolutamente
necesario.

Por otra parte, Maquiavelo en su más celebre obra El Príncipe (1998) muestra la toma de
decisiones morales como una debilidad del político. El pragmatismo amoral es el sello que
distingue su estrategia, lo único que la interesa es la eficacia de las acciones para mantener al
líder en el poder. Maquiavelo explica que el líder debe estar “por encima de las censuras
morales” (7) y de esta manera podrá tener un reino pacífico y vencedor. Cita además una serie de
ejemplos de gobernantes idealistas que fallaron al inclinarse por la compasión y la justicia. Por lo
mismo, el autor es célebre por profesar que el fin justifica los medios, sin importar la maldad o
engaño de los medios. Este es un extremo del utilitarismo, en donde la moral del líder es
completamente despreciada y en lugar se prefiere su frialdad y raciocinio.

Como se puede observar, dependiendo del autor se podría concluir que los políticos son personas
moralmente pervertidas o no. Aquellos que se enfocan en una toma de decisiones exclusivamente
utilitaristas desdeñan la ética como algo irrelevante y que dificulta la labor del gobernante. En
cambio, Weber y Waizer dejan la posibilidad de mantener un compás ético que guíe la mayoría
de las decisiones, manteniendo cierta flexibilidad para malos actos si estos encaminan a un bien
mayor. Los políticos que siguen esta pauta no se consideran moralmente pervertidos pues si
cuentan con una moral de guía, y al incumplirla se debe de justificar el beneficio mayor. Esto se
puede ver traducido en la realidad por muchas decisiones políticas, y para propósito de este
ensayo se analizará la postura frente a la migración de los presidentes de los siguientes tres
países: Alemania, Francia y Estados Unidos.

La migración explica el fenómeno del movimiento de las personas de un lugar a otro, con la
intención de fijar su residencia en el destino. Hay diversas razones que motivan a una persona a
migrar, como las oportunidades laborales, la búsqueda de un mejor futuro, rencontrarse con sus
familiares, escapar un desastre natural o el caso de los refugiados que escapan ciudades
consideradas zonas de guerra. Los países generalmente primermundistas, al cumplir con estas
características deseadas, se vuelven foco de los migrantes. Esto ha provocado numerosas olas de
migración que presentan un reto público para los países destino. En el caso de Alemania, viven
12,165,083 migrantes, los cuales suponen 14.58% de la población (ONU). En Francia, la
migración ha aumentado significativamente a partir de el decaimiento económico de países de la
unión europea y cuenta con 7,902,783 inmigrantes que representan el 11.1% de la población
(ONU). Viendo a otro continente, en Estados Unidos los inmigrantes representan el 15.27% de la
población (ONU). Estas cifras van en aumento en los tres casos y representan una serie de retos
para sus gobernantes y la población a la que gobiernan.

Existen distintos dilemas éticos en torno a la migración, como el respeto a la humanidad de quien
migra, así como el cuidado de los intereses de los ciudadanos que habitan un país. Tratándose de
vidas humanas de por medio es necesario hacer un análisis de las consecuencias en términos de
justicia y solidaridad pues esto último se suele olvidar y se plantea la problemática en términos
de costo-beneficio. Hay distintas decisiones éticas acerca de la inmigración que los líderes
mundiales deben de sopesar, como las posibilidades del país receptor de ofrecer servicios de
educación y salud básicos a la cantidad de personas que recibe, la importancia de mantener
unidas a las familias y además de renovar el capital humano y cultural del país. La complicación
comienza cuando los inmigrantes todavía no adquieren un estatus legal en dónde se pagan
impuestos, los cuales son usados para ofrecer dichos servicios básicos. Frente a esta disyuntiva,
existe todo un espectro de políticas públicas que son mas o menos estrictas, según la postura de
su dirigente.
En el caso de Alemania, Ángela Merkel optó hasta el 2015 una política pública amigable y “de
puertas abiertas” hacia los migrantes y refugiados. (De la Cruz) Fue el país europeo que se
mostró más solidario ante la crisis actual de migración del medio oriente, basándose en los
valores democráticos alemanes de Willkommenskultur (cultura de la bienvenida) de manera
similar a la ética de convicción. Sin embargo, esto enervó rápidamente a los residentes alemanes
que sufrieron en el 2016 distintos ataques sexuales y terroristas provenientes de extranjeros con
asilo denegado. (Paz) Se puede observar que, si bien la canciller tomó una decisión ética basada
en convicciones, lo cual la exime de ser moralmente perversa, se produjo un déficit en la ética de
la responsabilidad que la comprometía a salvaguardar la seguridad de sus gobernados.

Un país europeo con una política más moderada es Francia. Actualmente, se comparte un
proyecto de ley para mejorar la acogida de refugiados, pero en contraparte endurece las medidas
contra la inmigración económica (Saget). Es una política pública criticada tanto por la derecha
como la izquierda francesa pues la primera lo considera demasiada laxa y la segunda demasiado
estricta. Incluso, la política de Macron se fue endureciendo dado el descontento de la población
frente a los migrantes, pues 60% de los franceses consideran que Francia recibe demasiados
inmigrantes y no consideran al gobierno actual a la altura de la problemática (Quiñonero).

Esta postura más mesurada del gobierno francés habla de una mezcla de ética de convicción con
ética de responsabilidad, pues a pesar de los ideales tanto personales como nacionales del líder,
se consideran fuertemente los deseos del pueblo gobernado y la función principal de seguridad
que tiene el Presidente de la república. Sin embargo, se critica que esta política es poco eficaz en
proteger derechos humanos de todos los migrantes, pues se favorece la entrada de aquellos que
pueden aportar talento o conocimiento académicos a Francia. Es decir, el compás ético pasa a
segundo plano de una decisión utilitarista.

En el otro caso más radical del espectro ético se encuentra Donald Trump frente al gobierno
estadounidense. Desde su lanzamiento como candidato a la presidencia, propuso un muro
divisorio en la frontera considera que esta es la mejor opción para atender la problemática. En el
proceso de la implementación de esta política, ha separado numerosas familias con el
razonamiento de “si no los separas llegará mucha más gente al país” (Editorial CNN). Incluso, se
reportó la separación de por lo menos 2,500 menos de sus padres (Excélsior). Estas separaciones
incluyen 20 días de retención, lo cual ya rompe acuerdos internacionales al excederse de la
duración máxima de privación de libertad que un niño inmigrante puede tener. Se puede
concluir que esta práctica se relaciona con las sugerencias de gobernanza de Maquiavelo, en
donde el fin de preservar la seguridad y el poder justifica cualquier medio utilizado para lograrlo.
Se basa en razonamientos utilitaristas dejando completamente de lado la moral.

Tomando en cuenta estos ejemplos, podemos hacer un juicio más justo sobre la afirmación “Los
políticos son personas moralmente pervertidas”. Alemania, Francia y Estados Unidos se
enfrentan hacia un reto común, la migración creciente y descontrolada. Sin embargo, las
maneras de atender esta problemática han sido muy diferentes. Si todos los líderes políticos
fueran personas moralmente pervertidas, se guiarían exclusivamente bajo parámetros utilitaristas
de costo-beneficio. En el caso de Alemania y Francia, se tomaron en cuenta elementos morales
como la integridad de las familias y el derecho a la migración y búsqueda de oportunidades.
Cuando estas decisiones toman en cuenta valores y no la “embriaguez personal del poder”
(Weber 29) son justificadas, aunque tengan consecuencias negativas para alguna de las partes
involucradas.

Si bien existen políticos que no se atienen a lineamientos morales al tomar decisiones, como lo
es en este caso Donald Trump, existe un gran espectro de líderes en políticas públicas que logran
llegar a un punto medio entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad que
presenta Weber. De la misma manera, el balance entre el autoritarismo moral y el utilitarismo de
Walzer sugiere que los políticos pueden tener un compás moral que encamine las decisiones, y se
ha visto reflejado en la práctica. Se puede concluir que ser político no es sinónimo de una
persona moralmente pervertida, pero puede llegar a serlo al utilizar parámetros únicamente
utilitaristas y dejar que la sed de poder guíe sus decisiones.
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