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Autor​: Iván Serrano Iturriaga

El noveno capítulo del libro "Cazadores de Microbios" nos cuenta de las aventuras
de David Bruce, un médico inglés que se enroló en el ejército para investigar las
enfermedades que aquejaban a los soldados. Su primer trabajo lo realizó en la isla
de Malta, estudiando una misteriosa fiebre que dejaba tendidos a los soldados y
cuyo origen era desconocido.

Sus superiores no estuvieron contentos con esto, pues lo veían perdiendo tiempo
en su laboratorio improvisado y desatendiendo sus labores como soldado. Su
esposa lo acompañaba, dando que ambos intentaban reunir dinero suficiente para
casarse. Tras un tiempo, los jefes de la guarnición decidieron trasladarlo a otro
sitio, no obstante, Bruce fue requerido en Inglaterra para dar clases en la Escuela
de Sanidad Militar de Netley. Dicho puesto lo ganó gracias a que había logrado
identificar el patógeno que causaba la enfermedad de los soldados de Malta,
llamada precisamente fiebre de Malta. Sin embargo, no había logrado más
avances por causa de haber sido cesado de sus funciones en la guarnición.

Posteriormente viajó a Sudáfrica para investigar una enfermedad que infectaba


tanto animales como humanos de la cual no se sabía nada su procedencia.
Únicamente se sabía que los indígenas la llamaban "nagana" y que los animales
que pastaban en las llanuras irremediablemente contraían este mal. Bruce y su
esposa estaban asentados sobre una colina, por lo que el riesgo de contraer la
enfermedad era mínimo.

No pasó mucho tiempo cuando se logró el primer gran avance. Entre glóbulos
rojos amarillentos Bruce había notado unos pequeños organismos que se movían
de forma extraña. También se dio cuenta de que estaba presente en otras
secreciones y que cuanto peor era el estado del animal más abundantes eran
estos organismos. Eran tripanosomas, microorganismos de cuerpo flexible y
ondulante; con una membrana transparente y un flagelo que usan para explorar lo
que tienen de frente.

El siguiente paso era resolver cómo es que los tripanosomas pasaban de los
animales enfermos a los animales sanos. Los europeos que habían estado
viviendo por más tiempo en el lugar argumentaban que la nagana provenía de la
mosca Tsé-Tsé mientras que los jefes indígenas decían que eran los desechos de
animales salvajes que contaminaban la hierba. Para comprobar esto, Bruce dejó
bajar animales a las planicies para que pastaran, no obstante, les tapó los hocicos,
por lo que si contraían la enfermedad no sería por causa de hierba contaminada.
Observó entonces que las moscas revoloteaban sobre los caballos y se dejaban
caer sobre ellos.

Tiempo después del experimento, los caballos comenzaron a caer enfermos. Fue
claro entonces que las moscas eran las causantes de la enfermedad y para
comprobarlo, en lugar de ir colina abajo con caballos de nuevo, bajó por su cuenta
a capturar moscas. Tras contar con algunos ejemplares hizo que estas mordieran
más caballos sanos y después de un mes los caballos murieron por causa de la
nagana.

Tras haber obtenido conclusiones rotundas sobre el origen de la nagana dio


instrucciones a los agricultores para evitar la proliferación de las moscas y evitar
que su ganado muriera. Tras esto, partió de regreso a Inglaterra.

Tiempo después fue llamado a Uganda, pues un extraño mal había surgido de
nuevo. Los habitantes de los alrededores del Lago Victoria se quedaban dormidos
y nunca más volvían a despertar. Bruce estudió la sangre y el líquido
cefalorraquídeo de los negros infectados y encontró que estos también estaban
infectados por los tripanosomas. No obstante, existían objeciones, puesto que
creían que la mosca Tsé-Tsé no podría llegar a tales alturas, sin embargo, que la
enfermedad fuera transmitida por esta mosca era la opción más factible.

Tras hacer más investigación con monos, personas enfermas y fluidos corporales
se llegó a la conclusión de que era la mosca Tsé-Tsé, o Kivu, nombre con el que
se le conocía en Uganda, la causante de la llamada enfermedad del sueño.

David Bruce nunca pudo encontrar una cura a este patógeno, no obstante, sus
aportes fueron fundamentales para identificar las causas de padecimientos
misteriosos, que de no ser por su curiosidad y espíritu aventurero, nunca hubiera
llegado a comprender. Quizás la identificación de este patógeno hubiera llegado
más tarde, cuando la enfermedad hubiera cobrado demasiadas vidas y hubiera
impedido la colonización del continente africano.

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