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EMILIANA DE ZUBELDIA
Una vida para la música

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Leticia T. Varela Ruiz

EMILIANA DE ZUBELDIA
Una vida para la música

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Título: Emiliana de Zubeldia. Una vida para la música
Autora: Leticia T. Varela Ruiz
Imagen cubierta: Retrato de Emiliana de Zubeldia de su archivo personal, París, 1924. Procesado a
color por Alejandra Rivera.

© GOBIERNO DE NAVARRA. 2012


Departamento de Cultura, Turismo y Relaciones Institucionales
© Leticia T. Varela Ruiz

Diseño cubierta: Estudio Creativo Juanjo Barasoain


Fotocomposición: pretexto@pretexto.es
Impresión: Ona Industria Gráfica
ISBN: 978-84-235-3326-8
Depósito legal: NA 2226-2012

Promoción y distribución: Fondo de Publicaciones del Gobierno de Navarra


C/ Navas de Tolosa, 21
31002 PAMPLONA
Teléfono: 848 427 121
fondo.publicaciones@navarra.es
https://publicaciones.navarra.es

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Presentación

A
lo largo de la historia, muchos han sido los navarros que, re-
sidiendo en Navarra o en distintos lugares del mundo, han
desarrollado una trayectoria muy relevante y alcanzado justa
notoriedad en uno o varios campos de la actividad humana. Son na-
varros que merecen ser recordados, estudiados, admirados, porque
la memoria y el análisis de su vida, obra y acción conservan, todavía
hoy, una incuestionable utilidad para nosotros, navarros del siglo XXI
convencidos de que podemos seguir aprendiendo del ejemplo de esos
grandes personajes de nuestro pasado.
Por ello, es voluntad del Gobierno de Navarra acometer la pu-
blicación de monografías que den a conocer la vida y acción de esas
personas en la colección que lleva el título de Personajes navarros. En
estas publicaciones tienen cabida estudios sobre navarros que tuvie-
ron una presencia intelectual, artística, religiosa, política o social rele-
vante en distintos momentos de nuestra historia. Queremos conocer
no sólo aquellos datos ciertos de su devenir biográfico, sino también
lo fundamental de su actividad o de su pensamiento, lo que dijeron
o hicieron en su campo y que los convirtió en personajes sobresalien-
tes. No nos guía únicamente el frío afán de conocer. También hay un
impulso ético en la divulgación de la trayectoria de esos personajes:
el de permitir que nos fijemos en ejemplos de acción notables, el de

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lograr que su andadura ilumine también nuestra propia vida y nues-


tro proceder. Y hay, en fin, un objetivo social: que los ciudadanos, y
no sólo los navarros, conozcan y valoren lo que Navarra, y los nava-
rros, ha aportado, a lo largo de la historia, a la cultura y a la sociedad.
Entre esos navarros puede incluirse, con todos los honores, a
Emiliana de Zubeldia. Pianista y compositora nacida en 1888 en la
localidad navarra de Salinas de Oro, Emiliana fue una mujer nota-
ble. Estudió en Pamplona y sobre todo en París y a partir de 1928
recorrió varios países americanos, en los que trató a muchos músicos,
compuso un buen número de obras y ofreció recitales, en solitario o
con otros músicos, en los que brilló su ejecución pianística. A finales
de los años treinta se estableció en México, y más en concreto, a par-
tir de 1947, en Hermosillo, la capital del norteño estado de Sonora,
donde desarrolló hasta su muerte, casi a los cien años, una ingente
labor en todos los terrenos de la actividad musical, y donde se convir-
tió en una personalidad muy reconocida y admirada.
Es en esta segunda etapa de su larga vida, la etapa mexicana, don-
de la navarra alcanzó su madurez expresiva, donde más brilló y más
frutos produjo su incansable actividad musical. Y también el espacio
en el que pudo tener discípulos. Destaca entre ellos doña Leticia Va-
rela, que durante un buen número de años aprendió, mucho y muy
de cerca, de Emiliana de Zubeldia. Por eso doña Leticia Varela es
quien mejor podía entregarnos un recuento minucioso, rico, bien
circunstanciado, del extenso itinerario vital y profesional de la pianis-
ta y compositora navarra.
Emiliana de Zubeldia dejó Navarra definitivamente en 1922 y
partió a América en 1928. Solo por motivos familiares, en contadí-
simas ocasiones y de riguroso incógnito, retornó a Pamplona en los
más de sesenta años que todavía vivió. Pero, aun en la ausencia tanto
tiempo, hay muchas pruebas de que amó profundamente a su tierra y
la tuvo siempre presente. Así lo demuestran sus discursos, artículos y
composiciones. Esta biografía que ahora presentamos cumple la fun-

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ción de reintegrarla a su tierra y a su gente, un objetivo que Emiliana


de Zubeldia hubiera aprobado sin duda, ya que, como escribió en
una de sus obras, un Zortziko, «En las montañas donde yo he nacido,
en mis montañas... donde mi madre mi cuna ha mecido quiero mi
sueño eternal vivir».
Esta navarra y mexicana ilustre merecía un relato de su andadura
vital y profesional. Ya don Fernando Pérez Ollo, el gran periodista
navarro, publicó algunos artículos sobre la música navarra, llenos,
como todos los suyos, de buena información y análisis perspicaces.
El que nos regala ahora doña Leticia Varela es muy completo y sis-
temático, y nos permite recuperar con más integridad a una artista
y profesora que dedicó su vida a la música, que estuvo abierta a to-
das las tendencias renovadoras de este arte en el siglo XX, que ayudó
decisivamente a muchos discípulos, que dejó una huella profunda
en Hermosillo por su contribución capital a los estudios musicales,
y que merecía por todo ello una biografía que le hiciera justicia, la
justicia que emana del conocimiento de una vida intensa, laboriosa y
fecunda. Me satisface mucho que el Gobierno de Navarra pueda con-
tribuir al conocimiento de una navarra que nunca dejó de serlo, tuvo
siempre a su tierra en la mente y en el corazón y en todo momento
guió su vida con un empeño esencial: el infinito amor a la música y a
las bondades que este arte atesora.
Juan Luis Sánchez de Muniáin Lacasia
Vicepresidente segundo y Portavoz del Gobierno de Navarra
y Consejero de Cultura, Turismo y Relaciones Institucionales

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Índice

Proemio ............................................................................................ 13

1. Años de formación ........................................................................... 17


Años infantiles ........................................................................... 17
La forja parisina ......................................................................... 22

2. Inicio de la actividad profesional .......................................................... 29


La Academia Zubeldia ............................................................... 29
Giras de conciertos y primeras obras .......................................... 30
Un giro en la vida familiar y profesional ..................................... 32
La partida definitiva ................................................................... 34

3. América, de sur a norte ..................................................................... 39


Brasil .......................................................................................... 39
Uruguay ..................................................................................... 41
Argentina ................................................................................... 43
Nueva York tras el colapso económico del 29 ............................. 46
El encuentro con Augusto Novaro .............................................. 49
Primera gira por el Caribe .......................................................... 56
México en la mira ...................................................................... 62
Éxito compartido en Nueva York ............................................... 64
Segunda gira por el Caribe ......................................................... 67

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4. México, última estación .................................................................... 69


A la vera de Augusto Novaro ...................................................... 69
Hermosillo fino al fine ................................................................ 84

5. Post mortem .................................................................................. 137


Las exequias ............................................................................... 138
Homenajes y reconocimientos .................................................... 138
Devenir musical en la UniSon .................................................... 141
El legado musical de Zubeldia .................................................... 142
Instituciones creadas y dirigidas por los discípulos de Zubeldia ..... 145
Proyección de Zubeldia en el mundo ......................................... 147

Bibliografía, hemerografía y otras fuentes ................................................... 151

Apéndices .......................................................................................... 153


1. Registro de obras .................................................................... 155
2. Cronología ............................................................................. 174

Índice onomástico ................................................................................ 183

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Proemio

E
l domingo 12 de mayo de 1991 apareció en la sección Cultura/
Espectáculos de El Diario Vasco una nota de Luisma Rodríguez
anunciando que:

Musikaste ha decidido homenajear en su decimonovena edi-


ción a la figura de Emiliana de Zubeldia, compositora navarra que
falleció hace cuatro años en México cuando contaba con 98 años
de edad. Mañana comenzará la Semana Musical de Rentería con
sendas ponencias sobre esta importante personalidad de la música
vasca y que a juicio de uno de los organizadores de Musikaste, Jon
Bagüés, es la compositora más importante surgida en el País Vas-
co... En la actualidad en el registro del Archivo de Compositores
Vascos, Eresbil, ubicado en Rentería, figuran más de 20 composi-
toras vascas. De todas ellas es Emiliana Zubeldia la que presenta
características de mayor interés.

Nacida en Salinas de Oro (Navarra) en 1888, la pianista y com-


positora Emiliana de Zubeldia Inda salió de su tierra poco después de
1920 para no regresar más, y su figura, ya ilustre, se fue perdiendo en
la distancia: «se diluyó en México con claros indicios de permanecer
en el anonimato...», dice El Diario Vasco citado, que orgullosamente
anunciaba al público el redescubrimiento de la artista diciendo:

Cuando en 1985 desde Eresbil se publicó en Euskor un toque de


atención sobre su paradero se recibió una llamada de Nicanor Zabale-

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ta, que notificaba su ubicación en el Estado de Sonora (México). Des-


de ese momento se incrementaron las pesquisas y a través de la Cruz
Roja Internacional se consiguió saber que había fallecido en 1987 a
los 98 años de edad en el Cabildo Hermosillo (Sonora-México).

Puestos en contacto con algunos discípulos de Zubeldia en la


Universidad de Sonora, donde quedaron depositados los archivos
personales de la maestra, los investigadores de Eresbil obtuvieron al-
gunas copias de sus partituras, como la Sinfonía Euskadi, Maizaren
orpotik, Kristo zerura doa, Esquisses d’une aprés-midi basque, etc., que
felizmente fueron dadas a conocer durante la semana Musikaste 91
en la iglesia de Capuchinos de Rentería en conciertos corales, sinfó-
nicos y de cámara.
La vida y obra de esta artista redescubierta aquella semana de
mayo de 1991 transcurren en las páginas de este libro, con el afán de
reintegrarla a su tierra y a su gente, a las que amó entrañable e inde-
fectiblemente a través del tiempo y de la ausencia, y para cumplir así
el ferviente deseo expresado en su Zortziko: «En las montañas donde
yo he nacido, en mis montañas... donde mi madre mi cuna ha meci-
do quiero mi sueño eternal vivir». Que así sea.

* * *
En primerísima instancia deseo expresar mi profundo agradecimien-
to a la propia biografiada, Emiliana de Zubeldia Inda, mi entrañable
maestra, protectora y amiga por más de veinte años. Gracias a ella
recibí la formación académica, la información, los recursos, el impul-
so, las experiencias y convicciones y el deseo de escribir su biografía.
Gracias a su forja, guía, ejemplo y estímulo desemboqué en lo que
ahora soy, profesional y humanamente hablando. De ahí que este
resumen de su vida constituya un reconocimiento público a su per-
sona, a su calidad humana y artística, con la que impactó en la vida
de miles de seres y seguirá impactando a través de su legado póstumo:

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su música, el quehacer de sus discípulos y su espíritu, que permanece


presente y activo en todo lo que deriva de su obra.
Mi agradecimiento también sin límites a mi muy querida amiga
Pilar Arcelus Iroz, activísima investigadora, escritora y promotora in-
cansable de la cultura y la colaboración entre sus dos pueblos, el navarro
y el mexicano, generosa impulsora y respetuosa protectora de la activi-
dad productiva de las mujeres, especialmente de las hispano-mexicanas,
quien en medio de su intensa labor cotidiana dedicó su esmerada aten-
ción y su valiosísimo tiempo a corregir, línea por línea, este texto bio-
gráfico, haciendo oportunas sugerencias de cambios y añadiduras, se-
ñalando inconsistencias, irregularidades, erratas, faltas de ortografía, en
fin, cuidando de que este escrito resultara decoroso y digno de ser leído.
Gracias infinitas a mi entrañable amiga, socia y compañera de
maravillosas experiencias en el quehacer artístico, pedagógico, em-
presarial, social y humano, Yolanda Carrillo Vázquez, escritora y
amante de los niños de todas las edades, creadora infatigable de jue-
gos, materiales didácticos y narraciones de mundos reales, míticos
y fantásticos, quien me acompañó y apoyó en todo el proceso de
gestación de este escrito, criticando certeramente los contenidos se-
gún fueron emergiendo y evitando que mi entusiasmo desbordara en
prolijidades inútiles y visiones estrechas.
Mi agradecimiento muy especial a la señora Yvette Couturier, ex-
perta correctora de la DEMAC (Documentación y Estudios de Mujeres,
Asociación Civil), quien aun sin conocerme y solo por su amistad con
Pilar Arcelus, simplemente se dio a la generosa tarea de revisar y corre-
gir gran parte del manuscrito, aportando guías estructurales de suma
importancia para clarificar su contenido.
Gracias asimismo al Gobierno de Navarra por confiarme la re-
dacción de esta biografía y por concederle a Emiliana de Zubeldia
Inda el lugar y reconocimiento que merece entre los suyos.

La autora

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Capítulo 1
AÑOS DE FORMACIÓN

AÑOS INFANTILES

D
on José Antonio Zubeldia Elizondo, nacido en Iráizoz (Nava-
rra) el 6 de octubre de 1851, comerciante en telas, casó en 1875
con doña Asunción Inda León, pamplonesa de su misma edad,
educada con esmero en cuestiones de salud familiar y administración
doméstica tradicionales. Fervientes católicos, los esposos Zubeldia
Inda fincaron su residencia en la calle del Comercio de la ciudad
navarra de Estella, donde nació su primogénito Abencio Antonio,
consumido irremisiblemente a los 3 años de edad por una fiebre gás-
trica. Nueve meses antes del deceso había nacido el segundo vástago,
Néstor, con vocación sacerdotal y de filósofo social. Los requerimien-
tos de sus dos primeros hijos hicieron pensar a don Antonio en la
necesidad de buscar un mejor punto comercial para su almacén de
telas y decidió mudarse con su familia al nº 12 frente a la plaza de San
Martín. Ahí vio la primera luz en 1880 el pequeño Martín, futuro
fraile capuchino y guía de almas.
Poco tiempo más permaneció en Estella la familia Zubeldia Inda
antes de cambiar su residencia a la pequeña población salinera de
Jaitz (Salinas de Oro en castellano), frente al valle de Guesálaz, donde
Sancho el Fuerte y Teobaldo II habían gozado de la visión lejana de

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los montes y del arroyo salado desde la torre de su castillo medieval,


transformado ahora en la iglesia de San Miguel Arcángel. Don Anto-
nio asumiría aquí el cargo de secretario del Ayuntamiento, y ayudaría
a la vez a los ovejeros y salineros, menos avezados en cuestiones con-
tables, a mantener al día sus libros de registros.
El padre Azcona, párroco de San Miguel, ofreció a la familia in-
migrante la casa parroquial para asentarse en ella. La habitaron el
tiempo suficiente para recibir ahí a los dos nuevos miembros de la
prole, Gumersindo en 1883 y Félix Antonio en 1885, a quienes el
Creador acogería en su seno, uno tras otro, al año siguiente, 1886,
so pretexto de una letal viruela. Pero el Señor se compadeció de doña
Asunción, que contaba a la sazón cuatro meses de gestación de su pri-
mera hija, Eladia Eusebia, a quien bendijo con una entrada triunfal
a la vida en 1887.
El párroco Azcona fue reubicado y el nuevo cura de San Miguel
solicitó la devolución de la casa parroquial. La familia se mudó en-
tonces a la calle del Centro nº 9, donde nació Emiliana al alba del 6
de diciembre de 1888. Ese mismo día compareció don Antonio ante
el juez, don Ramón Eraso, para registrar a su hija, acompañado de
Salustiano Azcona y Pedro Goñi en calidad de testigos para dar fe del
acto. El acta se redactó en los siguientes términos:

En el lugar de Salinas de Oro a las diez de la mañana del día


seis de Diciembre de mil ochocientos ochenta y ocho, ante D. Ra-
món Eraso y Armendáriz, Juez municipal, y D. Calixto Larumbe
Arguinano, suplente de Secretario, compareció Antonio Zubeldia
y Elizondo natural de Iráizoz, término municipal de Ulzama, pro-
vincia de Navarra, de edad treinta y siete años, de estado casado, su
ejercicio Secretario del Ayuntamiento, domiciliado en este pueblo,
calle del Centro número nueve según acredita por cédula personal
que exhibe, expedida por esta Alcaldía en 1º de Julio último, pre-
sentando con objeto de que se inscriba en el Registro civil una niña;
y al efecto, como padre de la misma, declaró: Que dicha niña nació

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Años de formación 19

en la casa del declarante el día de hoy a las siete de la mañana. Que


es hija legítima del compareciente y de Asunción Inda León, na-
tural de Pamplona, término municipal de Navarra, de edad treinta
y siete años, dedicada a las ocupaciones propias de su sexo y do-
miciliada en el de su marido. Que es nieta, por línea paterna de
Juan Antonio Zubeldia natural de Lizarza, término municipal del
mismo, provincia de Guipúzcoa, ya difunto, y de Juana Elizondo
natural de Iráizoz, término municipal de Ulzama, provincia de Na-
varra, ya difunta, y por línea materna de Antonio Inda natural de
Elorz, término municipal de Elorz, provincia de Navarra, residente
hoy en Pamplona, y de Dorotea León natural de Pamplona, térmi-
no municipal del mismo, provincia de Navarra, ya difunta. Y que a
la expresada niña se le puso el nombre de Emiliana.

Al día siguiente, sábado 7, Emiliana entró en la iglesia de San Mi-


guel en brazos de su madrina, doña Prudencia Munuce, para recibir
las aguas bautismales.
En aquel caserío encaramado en la sierra de Sarbil, rodeado de un
manantial salado, de los cerros de Ichurroch y Esparaz, y de las verdes
colinas de sus faldas, abrió Emiliana sus ojos al mundo y amó para
siempre sus montañas, sus ovejas, sus pájaros, sus flores, su gente y el
tañer de sus campanas parroquiales.
Pequeña aún, la inquieta «Emilen» y sus hermanos mayores, es-
coltados por sus padres, traspusieron el portal de San Nicolás en las
murallas de Pamplona aquella primavera de 1890. Don Antonio y
doña Asunción esperaban encontrar en la ciudad más opciones edu-
cativas para sus hijos, y no se equivocaron.
Bullía en Pamplona la actividad cultural, particularmente la mu-
sical. Por doquier sonaban las bandas populares con gaitas antiguas
y tambor, evocando ecos medievales, se escuchaba con frecuencia al-
gún acordeón montañés, proliferaban los organillos, los grupos de
txistularis, fanfarres, charangas, rondallas, orfeones espontáneos, así
como grupos de música clásica, escolanías parroquiales, órganos y

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armonios. Todo este ambiente musical y las campanas de la catedral,


muy próxima a la casa de los Zubeldia en Navarrería nº 32, envolvie-
ron cotidianamente la niñez de Emiliana.
La ciudad contaba también con una Academia de Música Muni-
cipal y con la tradición coral iniciada por el Orfeón Pamplonés desde
1865, dirigido por su fundador, el maestro Joaquín Maya. Revitali-
zado en 1890 bajo la dirección artística de don Remigio Múgica, el
Orfeón Pamplonés adquiere en breve la categoría de gran coro de
concierto y guarda entre sus memorias importantes la participación
en sus primeros tiempos del joven tenor Julián Gayarre y la colabora-
ción del maestro Hilarión Eslava en la enseñanza del solfeo.
Gayarre nunca olvidó estos inicios en su carrera artística y entre
sus giras por Europa y América, consagrado ya como el mejor tenor
del mundo, encontraba la coyuntura propicia para regresar algún ve-
rano a Pamplona. Entonces participaba con su coetáneo Pablo Sa-
rasate, el «hijo predilecto de Pamplona», amenizando las fiestas de
San Fermín. Sarasate acostumbraba salir por las mañanas de estío a
su balcón frente a la plaza del Castillo para tocar su violín y durante
el resto del año daba conciertos con la orquesta Santa Cecilia, que él
mismo había integrado y dirigía. El Teatro Principal de Pamplona,
construido sobre el antiguo solar del monasterio de las Carmelitas
Descalzas, fue escenario de muchos de estos conciertos. Emiliana no
llegó a tiempo a Pamplona para escuchar personalmente a Gayarre
(†1890), pero Sarasate y el Orfeón Pamplonés sí le dieron esa opor-
tunidad.
En 1891 un nuevo hermanito, Cándido, llegó a engrosar la prole
Zubeldia Inda, pero solo por espacio de unos días. Finalmente nació
Alejo con buena estrella en 1893.
Poco antes, don Antonio y doña Asunción habían inscrito a Ela-
dia en las clases de piano del maestro José Ezcurra, lo que incitó a la
pequeña Emilen a sentarse al piano para imitar a su hermana, con tal
insistencia que no tuvieron más remedio que inscribirla a ella tam-

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Años de formación 21

bién, cuando contaba apenas cuatro años. –A los cinco años di mi


primer recital–, comentará Emiliana en su edad madura.
A su tiempo, ingresaron las niñas en el colegio de las Madres
Beatas. La calle de los Descalzos fue escenario cotidiano del recato
de Eladia y de las travesuras de Emiliana en su trayecto al colegio.
Mientras tanto, maduraban las vocaciones de los hermanos mayores,
hasta el punto en que Néstor solicitó su inscripción en el seminario
y Martín fue acogido en el monasterio capuchino. Un año después,
el 31 de agosto de 1897, Martín pronunció sus primeros votos to-
mando el nombre de fray Gumersindo de Estella, en memoria de su
hermano muerto en la infancia y de su ciudad natal. Al año siguiente,
Néstor cantó misa.
El misticismo y la erudición filosófica de Néstor progresaban,
mientras Martín se acogía cada vez más a la pobreza, humildad y
simplicidad franciscanas, forjándose así los rasgos característicos del
«hermano sabio» y el «hermano santo», los sacerdotes de la familia
Zubeldia.
Las pianistas, en cambio, avanzaban por rumbos muy diversos.
Mientras Eladia tendía a imitar la imagen maternal de doña Asun-
ción, Emiliana desbordaba entusiasmo frente a la biblioteca de su
padre, cuyos libros contenían al universo entero entre sus páginas.
Incluso encontró en alguno de ellos la foto de un indio del norte
mexicano, un hombre de mirada franca, torso fornido y gruesas tren-
zas negras que caían pesadas sobre su pecho. Emiliana supo entonces
que un día iría a México y conocería a estos indígenas. No obstante,
su pasión por el piano fue aún más desbordante. Avanzando a gran-
des zancadas, llenó todas las exigencias del maestro Ezcurra y a los
ocho años de edad, habiendo culminado sus estudios de solfeo, fue
admitida en la Academia de Música Municipal para continuar sus
clases de piano con el maestro Joaquín Maya, aquel fundador del
Orfeón Pamplonés en funciones ahora de director y maestro de esta
academia.

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22 EMILIANA ZUBELDIA

Mientras esculpía su talento con una disciplina inquebranta-


ble, Emiliana vio girar el tiempo hacia el siglo XX, lleno de grandes
promesas y perspectivas. No obstante, las academias municipales de
música no estaban facultadas para otorgar un reconocimiento válido
a los méritos académicos. Para ello había que demostrar los conoci-
mientos y habilidades desarrolladas en el Conservatorio de Música y
Declamación de Madrid. De tal suerte que Emiliana tuvo que acudir
a la ciudad capital a presentar en junio-julio de 1904 los exámenes
de piano correspondientes a los grados 1º a 4º y regresar en 1906 a
examinarse en agosto-septiembre de los grados 5º a 8º. Así obtuvo
las ocho papeletas de examen y certificación académica con el predi-
cado de «sobresaliente» en cada una de ellas. Tenía diecisiete años de
edad y en su mano los documentos que la acreditarían en París para
continuar sus estudios.

LA FORJA PARISINA

Al abrirse el siglo XX París era verdaderamente la Ciudad Luz del


arte en Europa. No solo la iluminaban las grandes figuras musica-
les recientes del siglo anterior, portadoras de la tradición: Berlioz,
Franck, Gounod, Bizet, Fauré, sino la nueva forma de rendir culto a
la sensualidad efímera del instante, que instauraron los impresionis-
tas pintores y músicos y los poetas simbolistas, lo que condujo a una
transformación social y filosófica: Manet, Degas, Toulouse-Lautrec,
Monet, Renoir, Cézanne, con sus paletas cargadas de luces y som-
bras de colores; Debussy, Ravel, Dukas, con sus tonalidades sonoras
trenzadas sin contornos definidos, Verlaine, Baudelaire, Mallarmé,
transformando en poesía lo inasible... En el estudio de Augusto Ro-
din también se expresaban los mármoles con nuevas suavidades. En
medio de esta vorágine de libertad expresiva –París acoge artistas de
todo el mundo y aloja a todas las corrientes– florece un nuevo hu-

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manismo, que valora y valida lo antiguo, lo actual y embiste con


fruición el futuro.
A mediados de la primera década del siglo, cuando Emiliana
entra a París por la Gare d’Austerlitz, la tendencia vanguardista del
conservatorio rivaliza con el culto a la música antigua y religiosa que
prevalece en la Schola Cantorum y que, pese al cultivo respetuoso de
la misma, llegará a transformarse en una especie de conservatorio
libre por su eclecticismo.
Los antecedentes culturales y familiares de Emiliana guían sus pa-
sos hacia el nº 269 de la Rue Saint-Jacques, donde se ubica la Schola
Cantorum. Ahí es admitida, por sus magníficas credenciales, como
discípula de composición del maestro Vincent d’Indy, director de la
institución.
Vincent d’Indy (1851-1931), criado por una abuela exigente, ha-
bía tenido por maestros a Diemer, Marmontel y Lavignac. Después
se convierte en uno de los discípulos favoritos de César Frank. Fre-
cuenta a Saint-Saens (con quien sostendrá luego una célebre polé-
mica), se acerca a Liszt, a Brahms y luego a Wagner. Toda su vida se
orienta por los viajes que realiza en Alemania. Jalonado por la orques-
ta y la ópera, consagra a la música de cámara, al piano en particular,
paginas de irrefutable valor.
Después de celebrar a Italia, a Hungría, a España, a la Alemania
de las grandes sagas, a la Europa de la Guerra de los Treinta Años y
a la Suiza alemana con sendos poemas sinfónicos entre 1873 y 1885,
d’Indy, organista de Saint-Leu, timpanista de Colonia, director de
coros, tras su germanismo evidente y una lenta evolución a través del
manejo de la orquesta, bajo la guía de César Franck, parece retomar
contacto con su propio país para mostrarse abiertamente nacionalis-
ta: dan testimonio de esto una Suite en estilo antiguo para trompeta,
dos flautas y cuerdas, una Sinfonía sobre un tema montañés fran-
cés, la Fantasía para oboe principal y orquesta sobre aires antiguos
(1888), las variaciones sinfónicas Istar (1896) y la grande y poderosa

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24 EMILIANA ZUBELDIA

Segunda Sinfonía en Si bemol (1903), así como el poema sinfónico


Día de verano en la montaña (1905), en el que explota algunos temas
populares y al que le siguen algunas otras obras posteriores para gran
orquesta.
Este sinfonista, dramaturgo y ferviente católico funda, en 1896,
en colaboración con Charles Bordes y Alexandre Guilmant, la
Schola Cantorum para hacer de ella una escuela de canto y música
religiosa, desde el canto gregoriano, buscando el regreso al estilo
original medieval, hasta el polifónico renacentista, con énfasis en
Palestrina y Victoria, pero también para perpetuar el nombre, el
recuerdo y las enseñanzas de su maestro César Franck. Como dis-
cípulo de Franck, d’Indy había estudiado a fondo desde muy joven
el Tratado de instrumentación y orquestación de Berlioz, al grado
de ser considerado su inmediato continuador, así como los princi-
pios de l’idee fixe y las formulas wagnerianas obsesivas, incluyendo
su leitmotiv como recursos formales de composición. Además, a
principios del siglo XX se adhiere al renacimiento avasallador de la
música de J. S. Bach.
No obstante su afición por Wagner, el maestro d’Indy desde-
ña lo que Debussy llama «la histeria grandilocuente de los héroes
wagnerianos»; busca la mesura, y su obra dramática, toda ella ilu-
minada de amor cristiano, llega a un equilibrio, una nobleza y una
simplicidad que la remontan a la tradición de Jean Philippe Ra-
meau, pero no penetra como éste en la historia de las almas con
tan aguda visión. Tanto aquí como en su música de cámara o de
orquesta, d’Indy sigue siendo un profesor. Se conoce la firmeza de
sus principios, su amor por la verdad, su carácter intransigente.
Más intelectual que sensible, predica a sus discípulos una doctrina,
tanto en sus obras como en su Curso de composición musical: frenar
las pasiones, dejar fuera la fantasía y la ensoñación. El lenguaje es
complejo, a veces rudo, aun en el contrapunto. Nada recuerda al
romanticismo o al lirismo de un Fauré. Si bien coetáneos y conna-

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Años de formación 25

cionales, Fauré y d’Indy son dos mundos diferentes, dos estéticas


contrapuestas.
Si d’Indy se inserta en la tradición nacional es –a diferencia de
Fauré– por un regreso a los temas folklóricos, por la ilustración de un
cierto regionalismo musical, que no solo transmite a sus alumnos y
amigos –como Bordes, Severac, Guy Ropartz, Canteloube, Le Flem,
Zubeldia– para hacerles cantar a sus tierras natales. También al exal-
tar en algunas de sus partituras las montañas de Vivarais, su tierra de
origen.
Pero su espíritu sistemático, su música más reflexiva que sensible,
lo alejan de gran parte del público, aficionado por entonces a la sen-
sualidad de Debussy.
Este coloso, que maneja con admirable destreza los timbres en
la instrumentación de sus obras y se opone a Fauré en el campo del
arte lírico, es el maestro predilecto de Emiliana y el forjador de la
compositora en ciernes. Al lado del maestro d’Indy, Emiliana nutre
en la Schola Cantorum su afición por la música medieval, renacentista
y su gusto particular por Tomás Luis de Victoria, teniendo en cuenta
el espíritu profundamente religioso y ascético que d’Indy proyectaba
hacia sus alumnos. Su influencia será definitiva en la obra posterior
de Zubeldia.
Emiliana conserva este espíritu de su mentor hasta el final de sus
días y lo prolonga en sus propios alumnos. «A Victoria yo lo adoro
–suele repetir–, me podría poner de rodillas delante de Victoria».
D’Indy se sentiría halagado si pudiese escuchar esta declaración de
su discípula.
Un lustro antes del arribo de Emiliana a la Schola Cantorum,
d’Indy moldeaba la ilustre figura de otra jovencita, Blanche Selva
(1884-1942), catalana egresada del Conservatorio de París a los 12
años de edad y, a partir de entonces, autodidacta en la búsqueda de
soluciones para todas las dificultades técnicas de la ejecución pia-
nística y su enseñanza. Pianista de conciertos desde los 13 años, se

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26 EMILIANA ZUBELDIA

encuentra a los dieciséis con el maestro d’Indy, con quien comparte


por el resto de sus vidas la pasión por los valores esenciales del arte, al
punto de ser considerada su «hija espiritual», amén de su intérprete
más reconocida y principal propagadora del quehacer y principios de
la Schola Cantorum.
En 1903 d’Indy contrata a Blanche Selva como maestra de piano
de la Schola y tres años después es confiada a sus manos la nueva
alumna Zubeldia para las clases superiores de piano y pedagogía pia-
nística.
En 1904, cuando Blanche Selva contaba veinte años, tuvo la
oportunidad de presentar durante el año diecisiete conciertos con
la obra completa para clave de J. S. Bach, su autor preferido, y muy
estimado por el maestro d’Indy. No es raro entonces que Emiliana
haya hecho eco para siempre a esa devoción de ambos maestros por
Bach y exigiera a cada uno de sus alumnos tocar algo de su música.
El equilibrio y sobriedad de Bach son elementos también acendrados
en el estilo y el espíritu de Vincent d’Indy.

Como Bach no va a haber ningún otro jamás. Ahí se rompió el


molde –insistirá Emiliana en sus años maduros–. Podrá haber dife-
rentes estilos de música, diferentes teorías de música, diferente casi
concepto de la forma musical, pero la maravilla de este hombre, la
profundidad de este hombre, la grandeza de este nombre... No hay
más que uno solo; por eso le llaman ‘el Dios de la música’, y el que
no estudie mucho a Bach, nunca será nada.

El talento especial de Blanche Selva, aunado a su experiencia


como maestra de piano de la Schola Cantorum y posteriormente de
su academia privada en Barcelona, le permitieron elaborar una serie
de cuadernos pedagógicos para la enseñanza del piano en todos los
niveles, los cuales penetraron con éxito por toda Europa. Blanche
Selva formó más de dos mil alumnos-maestros, entre ellos Emiliana,

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Años de formación 27

quien permanecerá fiel a sus enseñanzas y a su memoria durante toda


su vida.
Violín, canto, órgano, dirección coral y orquestal son asimismo
materias de estudio para Emiliana durante su paso por esta Schola,
que habrían de pisar también en su momento Albert Roussel, Isaac
Albéniz, Erik Satie, Deodato de Severac, Magnard, Koechlin, Turina,
Messiaen y Milhaud, entre otros.
Llegado el tiempo de las Navidades de 1908, Emiliana retorna a
casa para las celebraciones en familia. No imagina que ya no volverá a
la Schola porque tendrá que permanecer en Pamplona tras la muerte
de su padre en enero de 1909.

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Capítulo 2
INICIO DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL

LA ACADEMIA ZUBELDIA

L
a muerte de don Antonio significa para Emiliana no solo el dolor
por la pérdida del padre entrañable, sino además un serio impe-
dimento para continuar sus estudios en el extranjero. Por su par-
te, la familia Zubeldia está deseosa de reinstalar a la hermana menor
nuevamente en su seno. La ciudad también se muestra acogedora tras
aquellos breves años de ausencia.
Ciertamente, la Pamplona a la que regresa Emiliana ha cambiado
un poco su fisonomía. Por sus calles, principalmente por el amplio
Paseo de Sarasate –antes de Valencia–, circulan ya algunos modernos
automóviles, y en el lugar de la fuente de la Beneficencia, que antes
rociaba el ambiente central de la plaza del Castillo se eleva ahora el
quiosco de música, reubicado desde un lateral frente al Café Iruña.
Incluso la muralla de la ciudad ha sido derribada a ambos lados del
portal de San Nicolás, para transformar el viejo puente en una en-
trada amplia a la nueva urbe. Todo apunta hacia una modernidad
muy compatible con la atrayente propuesta educativa que ofrecerá
la Academia de Música Emiliana de Zubeldia, al estilo de París. La
afluencia de alumnos no se hará esperar.
Una vez abierta su academia, Emiliana combina la labor docente
con su actividad profesional de concertista en ciudades cercanas, así

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30 EMILIANA ZUBELDIA

como en las salas pamplonesas disponibles: la sede de la Sociedad Coral


Orfeón Pamplonés, y el antiguo Teatro Principal rebautizado con el
nombre de Julián Gayarre. En el ambiente musical de Pamplona en la
segunda década del siglo, suena ya con fuerza el nombre del joven sacer-
dote, organista y compositor donostiarra, José Gonzalo Zulaica, quien
labraba su prestigio, no solo de músico, sino de investigador folklorista,
crítico y escritor, bajo la firma de Padre Donostia (1886-1956). Emi-
liana descubre en él grandes paralelos con su venerado maestro d’Indy
y con ella misma, tales como su acendrado catolicismo, su formación
musical y su amor por el terruño y por su música popular.
No sorprende, entonces, que Emiliana se aficione a la música
de este compatriota e incluya en sus conciertos obras suyas, como
en el de 1917 en el Teatro Gayarre, donde dedica toda la segunda
parte del programa a los Preludios vascos del Padre Donostia: «Bat
batian» (Improvisación), «Oñazez» (Dolor), «Iruela» (La hilandera),
«Seaskaldean eresia» (Canción de cuna), «Oyanian» (En el bosque) y
«Eztei-taldea» (Cortejo de boda). El propio compositor aclara al res-
pecto: «son vascos particularmente porque he querido pintar en ellos
el alma vasca de aquellos paisajes, de aquellas personas y pueblos».
Pocos años después renovará Emiliana esta intención en París al com-
poner su propia serie de preludios vascos bajo el título de Esquisses
d’une après-midi basque (Bocetos de una tarde vasca).

GIRAS DE CONCIERTOS Y PRIMERAS OBRAS


El gran despegue de su vida itinerante por las salas de conciertos
fuera de Pamplona lo marca la primavera de 1914 en Biarritz, donde
ofrece un concierto con un programa para piano solo y el Concierto
en La menor opus 16, de Edward Grieg, acompañada por la orquesta
sinfónica del maestro Gastón Coste. De ahí continúa su gira por Bur-
deos, Bayona y finalmente toca en San Sebastián, bajo la conducción
orquestal del maestro Arbós.

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Inicio de la actividad profesional 31

Pero 1917 es el año de los grandes conciertos en las salas de Ma-


drid: el Ateneo, el Salón Novedades, el hotel Ritz, el Círculo de Be-
llas Artes y otras, alternando con las cantantes de aquella ciudad zar-
zuelera, María Valverde, Enriqueta Guardia, Carmen Andújar, y sus
pianistas acompañantes, J. L. Lloret y el maestro Guervós.
Por este mismo tiempo, Néstor Zubeldia deja su parroquia de
Beorlegui para asumir el cargo de canónigo archivero de la cate-
dral de Pamplona, mientras fray Gumersindo (Martín) permanece
en Sangüesa como superior del convento capuchino. Eladia y Alejo
acompañan en casa a doña Asunción.
De regreso en Pamplona en 1918, Emiliana colabora nuevamente
con el Orfeón Pamplonés para solemnizar el acto de imposición de
las insignias de Caballero de la orden Civil de Alfonso XII, otorgadas
por el rey Alfonso XIII al director de la misma Sociedad Coral, don
Remigio Múgica. Siguen a este evento sendos conciertos en el Teatro
de la Villa y en el Monte Igueldo de San Sebastián, en los que Emi-
liana hace dúo con el violinista Raimundo Urio y, nuevamente, en el
Teatro Gayarre de Pamplona formando dúo de violín y piano con el
maestro Alfonso Alberro.

El arte de Zubeldia –reza la crónica de Antonio Guerra y Alar-


cón– es completamente interior, sin concesiones al efecto, sin ex-
terioridades deslumbradoras, sin la brillantez y la fuerza que tan
fácilmente conquistan el aplauso. Chopin, Schumann, Gluck, Gra-
nados, Albéniz desfilaron en sus versiones con un espíritu austero,
narrativo y poético. Las dos obritas Diálogo e Hilandera, dos pre-
ciosos cuadros de género construidos con temas populares, inge-
nuos, dulces y poéticos, como todo lo que sale del pueblo, y hechos
con la gran habilidad y maestría que todos reconocen en el músico
de Lecaroz ‘el Padre Donostia’, las toca Emiliana de Zubeldia con
un encanto tal, que aparecen llenas de carácter; diríase que surgen
de sus manos con una vida poética y desbordante que penetra en
nuestra alma y hace vibrar las fibras del sentimiento.

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32 EMILIANA ZUBELDIA

En medio de esta ingente actividad, Emiliana se da tiempo y es-


pacio para abordar la composición de algunas pequeñas obras para
piano bajo el seudónimo de Emily Bydwealth, dedicadas a varias de
sus discípulas más distinguidas: para Mrs. P. M. Irurzun, Dans la
terrasse (En la terraza) y para Mlle. María del Pilar Azcárate, Le prin-
temps retourne (La primavera vuelve), así como un Souvenir de Bia-
rritz (Recuerdo de Biarritz), publicadas por Arilla y Ca. Editores de
Pamplona-San Sebastián.

UN GIRO EN LA VIDA FAMILIAR Y PROFESIONAL

El salón de la Filarmónica de Bilbao también es testigo de «el arte de


Zubeldia» en enero de 1919, seis meses antes de sus esponsales con
don Joaquín Fuentes Pascual, el único doctor en química de Nava-
rra, políglota y científico prestigiado, maestro universitario de ma-
temáticas, física y química, exdirector del Laboratorio Municipal de
Logroño, fundador y presidente de la fábrica de sulfato tetracúprico
por electrólisis Curpiol, S.A. y a estas fechas director del Laboratorio
Agrícola de Navarra.
Joaquín y Emiliana eligen la Colegiata de Roncesvalles, que coro-
na el enclave pirenaico donde los vascones derrotaron a Roldán y ata-
jaron la invasión del imperio carolingio, para celebrar su matrimonio
el 9 de julio de 1919, oficiando la ceremonia don Néstor Zubeldia.
La prensa pamplonesa lanza sus páginas al vuelo con grandes titulares
que anuncian «las bodas entre la ciencia y el arte».
Es muy probable que la Academia de Música Zubeldia haya en-
trado entonces en receso, ya que un año después, en julio de 1920,
Emiliana se inscribe en el concurso convocado por la Academia de
Música Municipal de Pamplona para ocupar la plaza de profesor
auxiliar de piano, abandonada por Camino Villanueva. Además de

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Inicio de la actividad profesional 33

Zubeldia, participan en este concurso Tadea Lizaso Alegre, interina


por entonces de dicha plaza, y María del Hoyo.
Para inscribirse, Emiliana presenta una solicitud refiriendo su
formación, tanto en España como en Francia, y aludiendo a sus años
de experiencia docente. Y como Memoria para el examen de oposi-
ción, redacta un magnífico escrito titulado El alma de las cosas, en el
que expone su plan de enseñanza, proponiendo y justificando el pro-
grama de estudios del Conservatorio de Madrid, pero detallando los
recursos didácticos que aprendiera con Blanche Selva en París para
resolver los problemas de técnica pianística que suelen presentar los
alumnos. Todos estos recursos aparecerán luego expuestos progresi-
vamente en los tres volúmenes de la obra pedagógica que publicará la
maestra Selva bajo el título de L’enseignement musical de la technique
du piano en París 1922-1925.
Abundantes «agregados» de Emiliana al programa de estudios de
Madrid para la etapa de perfeccionamiento pianístico engrosan las
páginas de su Memoria, cuya conclusión inapelable sostiene que «La
música es el alma de las cosas».
Una vez admitidas al concurso, las contendientes deben enfrentar
diversas pruebas, tanto de armonía como de ejecución pianística y de
habilidades pedagógicas. En todas las pruebas, Emiliana supera a sus
oponentes con sobrada ventaja y obtiene la plaza. Toma posesión de
la misma el 2 de octubre del mismo 1920, recibiendo un grupo de
diecinueve alumnos, que se reducirá a dieciséis en el siguiente ciclo
escolar.
Solo estos dos años permanece Emiliana como maestra en la
Academia de Música de Pamplona, combinando esta actividad con
nuevos conciertos en Francia y España. Joaquín la acompaña en to-
das sus giras, aunque el matrimonio no funciona a satisfacción de
ninguno de los cónyuges. Hasta que, en una visita a París, se da el
rompimiento. Joaquín regresa a Pamplona y Emiliana permanece en
la Ciudad Luz.

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34 EMILIANA ZUBELDIA

LA PARTIDA DEFINITIVA

Con la esperanza de dar un poco de tiempo para que su esposa re-


capacite y regrese a casa, el doctor Fuentes solicita a la academia de
música la excedencia de Emiliana por el ciclo escolar 1922-23, justi-
ficando su ausencia con el argumento de que la maestra realizará en
París nuevos estudios muy pertinentes para beneficio de los alumnos
pamploneses. La Academia otorga el permiso. Pero Emiliana no re-
gresa. El 15 de octubre de 1923 envía otra solicitud para un año más
de excedencia, con el fin de continuar sus estudios pedagógicos con
la gran Blanche Selva y otros más sobre las novísimas corrientes y
escuelas de composición con el insigne maestro belga Désiré Pâque.
La nueva solicitud es igualmente concedida. Pero al siguiente año,
Emiliana no tiene más remedio que despedirse definitivamente de
Pamplona y asumir que ha decidido huir de su hogar y proseguir sola
su camino.
París le permite abrir con plena libertad las alas de su creatividad
expresiva y empiezan a brotar de su pluma obras de todos los géne-
ros. Primero surge La muñeca de vidrio, quizá como un desahogo al
dolor de su fracaso matrimonial, pues además de ser un allegretto bi-
tonal –en dos tonalidades irreconciliables entre sí–, la autora escribe
al margen de la partitura:

Fue una muñequita que, gustosa de bailar, cayó del pedestal


haciéndose pedazos. Pero eran tan grandes sus ansias danzantes
que, luego de rehacerse, prosigue la danza.

Ciertamente «rehacerse y proseguir la danza» es la tónica en la


vida de Emiliana después de cualquier pena o dificultad extrema,
y lo logra siempre componiendo. Ahora, después de La muñeca de
vidrio, titulada inicialmente Danza de la muñeca de cristal, Emiliana
aborda la composición de su serie de preludios vascos Esquisses d’une
après-midi Basque: 1. Vers le bois, 2. L’ écho dans la montagne, 3. Sous

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Inicio de la actividad profesional 35

le vieux roble, 4. La petite fleur solitaire, 5. Un souvenir d’Usandizaga-


Au bord du ruisseau y 6. Retour à la maison que editará B. Roudanez
ese mismo año de 1923 en un solo volumen, conservando la autora
los derechos.
Mientras tanto, la familia Zubeldia espera su regreso a Pamplona.
Pero Emiliana no puede compartir con ellos su última decisión ni
darles explicaciones satisfactorias. De manera que empiezan a llegar
cartas y postales a Navarrería 32, justificando su permanencia en el
extranjero:

26 de enero de 1924: «Queridísima mamá y hermanos, el sába-


do toco en un concierto en la Sala Clarige: solo obras mías. ¿Cómo
están de ahí? Les abraza Emiliana».
26 de febrero de 1924: sendas tarjetas de felicitación por sus
cumpleaños a Eladia y Alejo, y promesas de regreso a casa...

Pero la actividad y los compromisos en París se multiplican: es-


tudios de composición con Désiré Pâque, de filosofía en la Sorbo-
na, conciertos en las salas más selectas de París, actividad docente y
la producción continua de obras nuevas. Emiliana menciona en las
misivas que siguen llegando a Pamplona obras como un cuaderno
de melodías españolas y vascas, otro de armonizaciones de melodías
populares japonesas, piezas para piano y violoncello, un cuarteto,
un trío español, numerosas obras para piano y algunos apuntes para
obras orquestales.
La primavera de 1924 la sorprende cansada, lo que justifica unas
breves vacaciones, que reseña para su familia el 19 de abril:
desde Neully donde los Guerrier tienen una casa de campo.
Me han traído para descansar unos días (las Pascuas). Les envía un
cariñosísimo abrazo su Emiliana. Felices Pascuas.

Durante el verano se prepara para presentar nuevos exámenes en


el Conservatorio de Madrid, con el fin de obtener la acreditación

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36 EMILIANA ZUBELDIA

como maestra de los tres años obligatorios de solfeo y de los cuatro


primeros grados de piano. Los exámenes se realizan en septiembre de
1924 con el resultado habitual: «sobresaliente».
De vuelta en París, empieza a suscribir contratos para dar con-
ciertos en diversas ciudades de Alemania, Bélgica, Suiza, Italia e In-
glaterra. Pero Emiliana también tiene que atender su trabajo como
organista de iglesia y como pianista de ensayos de los ballets rusos de
Diaghilev, y no puede faltar a los conciertos de Stravinsky, quien vive
por ahora su momento de «retorno a Bach», y a los de Ravel, que
estrena por estas fechas su Tzigane, L’enfant et les sortileges y Ronsard
à son âme; también necesita escuchar las incomparables masas corales
del Conservatoire Americaine de Fontainebleu y de l’École Normale
de Musique bajo la exquisita dirección de Nadia Boulanger.
El 3 de mayo de 1925 envía a casa otra postal:

Les escribo a bordo de un vapor que hace la vuelta por el lago


Leman y cuesta todo un día. No he visto nada más maravilloso. En
este momento pasamos por Lasarre. El 5 doy otro concierto y en la
ópera de Genève se toca música mía de orquesta. Les abraza fuerte
Emiliana.

Y el 19 de junio siguiente:
Mañana sábado salgo para Londres adonde llegaré a las 6 de la
tarde. Salgo por la mañana. Inmediatamente les escribiré excelente
sobre. Les abraza fuertemente Emiliana.

En 1926 se prepara otra vez para sus últimos exámenes en Ma-


drid durante el mes de septiembre. Irá en busca su acreditación como
maestra de piano de los grados 5º a 8º. Finalmente, el 6 de octubre
recibe del maestro Tomás Bretón, comisario regio del conservatorio,
y de don Sérvulo Calleja y González, secretario del mismo, el do-
cumento final que la acredita como maestra de piano en todos los
niveles y que reconoce su desempeño como «sobresaliente» en todas

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Inicio de la actividad profesional 37

las asignaturas. Paralelamente, la Revue Musical de París publica su


canción Asturiana.
Emiliana aprovecha esta visita al conservatorio para entrar en con-
tacto con Pepita Sanz, primera soprano del Teatro Real de Madrid,
a quien propone una actuación conjunta en París, para presentar sus
últimas canciones, «un manojo de flores populares» –en expresión
del Padre Donostia– vendidas a la casa editorial Max Eschig para ser
publicadas al año siguiente, 1927: Berceuse, Guajira, Coplas gitanas,
La gitanilla, Jota y Zortziko.
Pepita y Emiliana ofrecen su concierto de música española en el
Centre Internationale de Musique de París en 1927.
El Padre Donostia comenta estas «Canciones españolas» de Emi-
liana escribiendo:
De su origen tienen el olor a campo que las hace tan simpáticas
en su sencillez. Perderían su perfume si se les ahogara en un tejido
contrapuntístico tupido. Como los apuntes a lápiz, esbozos de cua-
tro rayas fundamentales, a los que no se les pone un marco histo-
riado de talla, sino algo elemental que sirva para aislarlos, así estas
canciones traen como indumento suyo una armonización refinada
y una sobriedad de líneas, ambas nacidas de la entraña misma de las
canciones. Armonización que conoce los secretos del refinamiento
moderno y se complace en ellos, no hurgando en la masa sonora
con la dificultad del que busca y rebusca una veta, un filón cuya
posición ignora dónde está enclavada, sino con la facilidad del artí-
fice que amasa a su antojo esa arcilla de los sonidos, susceptible de
mil formas variadas.
Suenan deliciosamente estas melodías populares por la línea
de su dibujo. Como una gasa transparente que no desdibuja las
formas de una estatua, así este acompañamiento no vela la línea ni
el espíritu de la melodía. Claro, luminoso, sabiendo dejar de lado
los ripios y frases comunes con que los poco experimentados hacen
vulgares las frases más nobles, el acompañamiento tiene una gra-
cia femenina, bebida en las mejores fuentes de la escuela francesa

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38 EMILIANA ZUBELDIA

moderna. No porque sea un calco, repetición de otros modelos del


género, sino por la asimilación del espíritu, que es el que da vida a
la letra. (Donostia, Obras completas, vol. III, pp. 51-52).

Esta pureza de líneas sencillas que describe el Padre Donostia, la


armonización refinada y ligera, así como una gran riqueza y liber-
tad rítmicas permanecen como rasgos característicos en el estilo de
Zubeldia, aun cuando aborda diversos sistemas musicales a lo largo
de su vida.
Entre sus últimas obras de este periodo están la Sinfonía Natural
en dos movimientos –Allegretto quasi andantino y Moderato–, con la
que se lanza en busca de nuevas sonoridades por los caminos de la
atonalidad, pero que finalmente guarda inédita, y el Trío España con
tres movimientos: Quand le jour decline –Quasi Allegretto en La–,
Chanson dans la nuit –Adagio Quasi Andante en Si bemol, muy mo-
dulante– y Dance au clair de lune –Allegretto en La, también modu-
lante– para violín, cello y piano, dedicado al Trío Cabart y vendido
al editor Max Eschig.
Durante ese mismo año de 1927 una agresiva meningitis ataca a
doña Asunción, sin darle oportunidad a Emiliana de acudir a acom-
pañarla en sus últimos momentos. Tras el deceso de su madre, Emi-
liana decide partir hacia el nuevo mundo... Sus amigos músicos de
París organizan conciertos de despedida y estrenan para esta ocasión
su Trío España.

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Capítulo 3
AMÉRICA, DE SUR A NORTE

BRASIL

E
miliana aborda el transatlántico a principios de 1928 en direc-
ción al cono sur americano. En el trayecto le esperan espectácu-
los azules, verdiazules y celestes llenos de horizontes, mecidos
por un vaivén sereno. Al final, asoma aquella mole verde y ocre li-
bérrima de las costas selváticas del Brasil. La viajera desembarca en
Río de Janeiro y se hospeda en uno de los ecológicos mucambos del
hotel Central dispersos sobre la Praia do Framengo, entre la selva y
el mar. Inevitablemente, el encuentro amoroso de Emiliana con el
suelo americano cristalizará en breve en su Berceuse de palmeras en el
Brasil, para piano.
Pero Emiliana tiene que abandonar pronto aquel acogedor en-
torno natural y trasladarse a una habitación más urbanizada en una
pensión citadina, para entrar en contacto con el Centro Español e
iniciar su penetración artística. Ahí inicia relación con personajes im-
portantes para la vida política y cultural del país, como Mr. Douglas
Ainsle, embajador de Inglaterra, el cónsul italiano Giorgio Serafini,
los músicos Neuton Padua, cellista de Botafogo, y el violinista Alfonso
Geper, a quienes invita a formar con ella un ensamble de cámara,

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40 EMILIANA ZUBELDIA

que finalmente estrenará su Trío España en tierras de América. El Dr.


Orlando Goes, gran melómano local, ofrece su residencia y su piano
para los ensayos del trío y posteriormente para el concierto íntimo.
Acuden a este primer concierto en casa del Dr. Goes, entre otros,
Mariano Terrer, a quien conoció Emiliana en el hotel Central, Ana
Conde Ferreira y su esposo, el matrimonio que conoció en la pensión
de Rio, el cónsul y el vicecónsul de Italia, el embajador de Inglaterra,
sus compatriotas del centro español, Henrique Poudres, escritor de
Nécolos, don Antonio Claros, director del Correo de España, José Vi-
cent Paya, columnista de la Revista da Semana, Constante Ramos, o
Madame Sauza.
La cálida acogida que tuvo la música de Emiliana en Rio motivó
a sus nuevos amigos músicos a acompañarla a São Paulo para dar
otro concierto. Pero había que preparar primero el ánimo del pú-
blico, que desconocía a la artista principal. Lo primero era obtener
las fotos apropiadas para una buena promoción. El fotógrafo más
recomendable en São Paulo era Nicolas Alagenovitt y a él acudie-
ron. Con las impresiones en mano, arrancó la publicidad el 9 de
noviembre de 1928 en el Diario Nacional, el Correo Paulistano, O
Jornal, O Globo, A Noite, el Jornal do Brasil, también se le turnó la
información al Sr. José Paulo de Cainara, representante de United
Presse, y a R. Dupuy de Lorne Moreno, corresponsal de La Prensa
de Buenos Aires.
La Prensa anuncia que Emiliana

... interpretará a los grandes maestros de la España moderna,


Falla, Granados, y Albéniz, tan queridos de nuestros auditorios por
el colorido y la emoción de sus páginas modernas y expresivas. Jus-
tamente con ella, Emiliana de Zubeldia interpretará composiciones
propias en dos partes del programa del recital. Oiremos entre ellas
su famoso Trío para piano, violín y violoncello, tan elogiado por los
críticos.

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América, de sur a norte 41

El concierto se programa para el lunes 17 de diciembre 1928 en


el Instituto Nacional de Música, fuera ya de temporada, por lo que
es dudoso que acuda mucho público. No obstante, el teatro se llena
y el concierto es un éxito rotundo. La reseña aparece de inmediato en
el Diario Nacional:

Emiliana de Zubeldia nos dio el placer de ejecutar obras de


ella... La compositora es incontestablemente un temperamento rít-
mico de primer orden, con una manera ardiente, nerviosa, llena
de arrebatos bruscos, que ejecuta con eficiencia la notable riqueza
rítmica de sus obras. Me parece asimismo que la contribución im-
portante que Emiliana de Zubeldia trae a la escuela española y a
su época es su fuerza rítmica que, junto con la obra de Manuel de
Falla, conserva bien los motivos rítmicos españoles, estereotipados
en las obras de los rusos y franceses, y que el mismo Albéniz y Gra-
nados virilizaron...

En São Paulo surgen nuevos amigos: Mario de Andrade, director


del conservatorio, y el tenor Perfeito Pires do Rio. Sus compañeros
brasileños Geper y Padua se despiden y regresan a Río de Janeiro,
mientras Emiliana continúa su camino rumbo a Montevideo a prin-
cipios de 1929.

URUGUAY

Alberto Pauyanne Etchart, pianista director de la Escuela Superior


de Música, recibe con su familia a Emiliana en la capital uruguaya.
Con una esmerada formación musical en París, Pauyanne Etchart es
el candidato idóneo para tocar a dúo con Emiliana en los próximos
conciertos. Los programas siguientes incluirán su Poema de mis mon-
tañas en versión para dos pianos. Se trata muy probablemente de una
transcripción del poema sinfónico homónimo que había compuesto

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en París y habían interpretado las orquestas europeas. Quizá es a este


poema sinfónico al que se refiere Emiliana en el comentario que hace
a su familia en aquella postal enviada desde el barco en que paseaba
por el lago Leman en 1925:

en la ópera de Genève se toca música mía de orquesta...

Las transcripciones para dos pianos de diversas obras orquestales


serán una práctica frecuente de Emiliana en los próximos años, con
el fin de incluir en sus conciertos a los nuevos amigos pianistas que
surgen a su paso por las ciudades de América, incluso transcribirá
para dos pianos obras para clave de Juan Sebastián Bach. La distribu-
ción de partes para los diversos instrumentos y voces humanas nunca
supuso un problema para Zubeldia, al contrario, siempre fue un gozo
jugar con los timbres instrumentales y hacer fluir nuevas voces inter-
caladas entre las polifonías renacentistas.
En Montevideo también tiene ocasión de conocer al guitarrista
Luis de la Moza, a quien dedica un Capricho vasco para su instrumen-
to a ritmo de zortziko en abril de 1929.
En la Embajada de España Emiliana se entrevista con el señor
embajador Alfonso Danvila, entrando así en contacto con el me-
dio diplomático. No tarda en recibir invitación para la ceremonia en
homenaje a la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou en el Palacio
Legislativo del Uruguay, donde es proclamada «Juana de América».
En esta ceremonia, Emiliana tiene el gusto de conocer no solo a la
homenajeada, sino a dos poetas más, J. Zorrilla de San Martín, con-
siderado el poeta «oficial» del Uruguay, quien preside la ceremonia,
en la cual participa también el ensayista y poeta mexicano Alfonso
Reyes, embajador de México en Argentina (1927-30). Emiliana se
entusiasma con el ambiente literario de Hispanoamérica y empieza
a bocetar su próximo proyecto, al que titulará «Poetas de América»,
con la intención de componer 100 canciones a partir de sus poemas.

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Su primera canción para esta colección, que continuará engrosando


hasta el fin de sus días, es justamente la basada en el poema El buen
día, de Juana de Ibarbourou; luego musicaliza los poemas Flor de la
adormidera y La amenaza de la flor, de Alfonso Reyes.

ARGENTINA

Tras esta breve pero riquísima estancia en Montevideo, Emiliana par-


te en julio de 1929 rumbo a Buenos Aires, acompañada por nuevos
amigos músicos y cantantes, para iniciar una gira de conciertos por
varias ciudades de Argentina.
Tanto El buen día, de Ibarbourou, como Mi corazón fue una ho-
guera, de la poetisa mexicana Rosario Sansores, las dedica Emiliana al
Baske Ensemble de Buenos Aires, cuyos coros, músicos y danzantes,
unidos a la tropa de artistas uruguayos que acompañan a Emilia-
na, montan imponentes espectáculos durante el segundo semestre
del año, con el apoyo irrestricto de la gran familia vasca del Centro
Laurak-Bat, la Acción Nacionalista Vasca, el Centro Vasco Francés,
el Centro Navarro, el Zazpirak-Bat, el Euskaldunak-Denak Bat y el
Seminario Gure Herria.
El 26 de julio presentan el primer concierto con obras de Zubel-
dia exclusivamente para los «Amigos del Arte» de Buenos Aires, con
la participación de la soprano bonaerense Rosalina Crocco en la se-
gunda parte, acompañada al piano por Zubeldia, interpretando las
seis Canciones españolas traídas de París, a las que se suma ahora El
buen día, de reciente factura. En la primera y tercera parte la auto-
ra interpreta sus propias obras para piano, también compuestas en
París: Capricho español, Quejas, Habanera, Arabesque, Serenata suite
española, Las fuentes de la Alhambra, Meditación y Danza, agregando
en la última parte su nueva composición americana, Berceuse de pal-
meras en el Brasil.

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El éxito de Buenos Aires se repite en Córdoba el 17 de agosto en


el Real Cine Theatre, con el mismo programa anterior. Y el 27 del
mismo mes, pianista y cantante están de regreso en Buenos Aires para
ofrecer de nuevo el programa de canciones en el Salón La Argentina,
complementado con el Poema de mis montañas, interpretado por el
dúo de pianistas Zubeldia-Pauyanne.
Durante los meses siguientes Emiliana se entrega a una actividad
frenética para organizar y dirigir una gran tropa musical integrada
por el tenor Carlos Pini, los barítonos Adolfo Sauce, Venancio de Es-
cobal Vértiz y Bevan Williams, los Coros de Mlle. Jeane Dumas y los
dantzaris de la Acción Nacionalista Vasca, con el fin de montar con
ella un grandioso festival vasco promovido por todas las agrupaciones
vascas de Buenos Aires antes de finalizar el año.
El programa en tres partes ofrece: Cuartillas leídas por el poeta y
escritor vasco Luis G. Echavarri, seguidas de nueve Canciones vascas
a cuatro voces, armonizadas por Zubeldia: Ainhara, Errefusa, Men-
diko negara (solista Juan C. Pini), Maizaren orpotik (solista V. Esco-
bal Vértiz), Argizagi ederra (solista A. Sauce), Atonaren esana, Zeruko
izarenbidia (solista Rosalina Crocco), Chorietan Buruzagi y Zortziko.
La segunda parte queda a cargo de los dantzaris, ejecutando una
Espatadantza en 6 partes: Saludo, Zortziko, Aita San Miguel, Makil
Dantza, Launako y Txakarraukua.
La tercera parte corresponde a Emiliana y Alberto Pauyanne, inter-
pretando a dos pianos la suite Ritmos vascos en tres tiempos: De fiesta
(Allegretto), Llamada a la oración (Andante) y Danzas (Allegro vivace)
–primera audición en América– para culminar con el Poema de mis
montañas, descrito en el programa de mano en los siguientes términos:

... había visto primeramente el cielo cubierto de nubes tan es-


pesas y lóbregas que parecían vaticinar la eterna ausencia del sol, y
luego a las praderas brillar bajo sus áureos rayos y a la luz invadir
las más umbrosas hondonadas, disolviendo sus rosados y pajizos

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copos la apretada malla de las tinieblas, y que entonces comprendió


por qué las canciones euskaras manifestaban un júbilo tan loco y
una melancolía tan profunda (Raúl a Blanca en el libro Don García
Almorabid, de Arturo Campión).

Tres semanas después, con el apoyo del centro Zazpirak-Bat,


los pianistas y cantantes de esta tropa se presentan en el Círculo de
Obreros de Rosario, también con obras exclusivamente de Zubeldia
en el programa. En la primera parte Emiliana presenta Ocho prelu-
dios vascos, que no son otros que la serie de seis, ampliada a ocho,
Esquisses d’une après-midi basque, con títulos traducidos –y en parte
modificados– al castellano: Hacia el bosque (Vers le bois), El eco de las
montañas (L’ écho dans la montagne), Lo que contó un viejo roble al ru-
mor del viento (Sous le vieux roble), La pequeña flor solitaria (La petite
fleur solitaire), La canción del viejo labrador –obra agregada a los seis
primeros–, La vuelta del rebaño –obra agregada–, El arroyuelo (Un
souvenir d’Usandizaga-Au bord du ruisseau) y Volviendo por el sendero
(Retour à la maison), seguidos por un Capricho vasco y un Zortziko,
de la misma autora.
Para la parte central del programa, Emiliana elige las Canciones
vascas armonizadas a cuatro voces que habían presentado los Coros
de Mlle. Jeane Dumas en Buenos Aires, interpretadas ahora en Rosa-
rio por un cuarteto de voces solistas integrado por Rosalina Crocco,
soprano primera, Alicia Folly, contralto, Juan Pini, tenor y Venancio
de Escobal Vértiz, barítono, bajo la dirección de Emiliana.
Zubeldia y Pauyanne cierran este programa interpretando a dos
pianos el Poema de mis montañas.
La afición de Emiliana por los poetas de América continúa ali-
mentándose en Argentina, con el encuentro con la poetisa chilena
Gabriela Mistral, quien le proporciona algunas poesías infantiles in-
éditas para convertirlas en canciones: Berceuse, La manca y El papa-
gayo.

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Antes de iniciarse la Revolución Militar Argentina de 1930,


Emiliana reorienta su brújula hacia el norte y parte rumbo a Nueva
York.

NUEVA YORK TRAS EL COLAPSO ECONÓMICO DEL 29

Cuando la economía norteamericana colapsó en 1929, John D.


Rockefeller Jr. decidió utilizar una propiedad en el centro de Man-
hattan, conocida como «The speakeasy belt», para construir ahí una
nueva Metropolitan Opera House, lo que se podría considerar un
proyecto prohibitivo para la economía y los fracasados negocios del
momento. No obstante, Rockefeller sostuvo inquebrantable esta
decisión, que dejaría un impacto profundo y duradero en el paisaje
arquitectónico y cultural de la metrópoli y del país. El complejo de
edificios a construir en esa propiedad debería ser de tal magnitud
y elegancia que pudiera atraer a los grandes emporios comerciales
para rentar espacios en esta ciudad sumida en la depresión y la des-
esperanza. Justamente por esto, el proyecto debería expresar los más
altos ideales de la arquitectura y del diseño artístico, para erigirse
como símbolo de optimismo y esperanza en este país desesperado.
Rockefeller estaba decidido a imbuir al pueblo norteamericano de
un espíritu triunfalista, haciéndolo crecer a través del arte y la cul-
tura.
El primer paso en el proyecto Rockefeller era convocar a la com-
pañía RCA y al genio de los teatros Samuel Lionel «Roxy» Rothafel.
Este promotor de espectáculos se había ganado una enorme reputa-
ción, utilizando una innovadora combinación de vaudeville con esce-
nas de cine y danzas para decorar los teatros a lo largo y ancho de los
Estados Unidos. La tarea ahora era crear un teatro-auditorio único en
el mundo, un verdadero sueño que el jefe de la RCA, David Sarnoff,
terminó llamando «Radio City».

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América, de sur a norte 47

El Radio City Music Hall debía ser un palacio para el pueblo,


un lugar de belleza incomparable que ofreciera arte, cultura y entre-
tenimiento de alta calidad a precios que el pueblo ordinario pudiera
pagar; un lugar donde el ciudadano común no solo se pudiera animar
y entretener, sino donde pudiera elevar su espíritu e inspirarse para
dar cauce a todos sus talentos y creer en sí mismo.
Para el diseño de interiores del Music Hall se contrató al desco-
nocido Donald Deskey, quien fincó su gran reputación final en el
resultado de este trabajo. Para los interiores del gran teatro, Deskey
exigió la máxima elegancia y magnificencia. Diseñó más de trein-
ta espacios separados, destinados a ser estancias y cuartos de fumar,
cada uno con motivos propios y distintos, pero todos con el tema
general de «el progreso del hombre», creando así un magno tributo
a los logros humanos en el arte, la ciencia y la industria. Para su rea-
lización contrató a los mejores artistas y artesanos, quienes crearon
murales, tapices, esculturas, cortinajes, carpetas, cerámicas, paneles
de madera, candelabros, muebles, símbolos y abundantes detalles de-
corativos, utilizando materiales preciosos como el mármol y láminas
de oro, combinados con materiales industriales de alta eficiencia y
practicidad, como baquelita, aluminio y corcho, entre otros. De tal
manera que el Music Hall se convirtió en un ejemplo del arte mo-
dernista americano de su época, conservando su vigencia hasta hoy
como modelo de elegancia, sofisticación y unidad.
El Radio City Music Hall fue en su momento el teatro interior
más grande y sofisticado del mundo. Los actores pueden entrar ahí
llevando la acción hacia el recinto de los espectadores. No hay co-
lumnas que obstruyan la visión. Tres mezzanines proveen de cómo-
dos asientos sin sobreponerse al foso de la orquesta. El resultado es
que cada asiento es un buen lugar. El escenario está provisto de un
equipo tecnológico de máxima eficiencia. Comprende tres secciones
de elevadores montados sobre máquinas hidráulicas, con los que es
posible crear espacios dinámicos y lograr efectos espectaculares en la

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escena. Un cuarto elevador levanta y sumerge a la orquesta completa.


Dentro del perímetro de los elevadores está una mesa giratoria que
puede usarse para cambios rápidos de escena y otros efectos especia-
les. Un poderoso órgano Wurlitzer fue creado especialmente para este
teatro, que brilla iluminado por más de veinticinco mil luces y juegos
luminosos de cuatro colores. Los mecanismos originales aún en uso
hacen posible que surjan fuentes, nubes, nieblas, vapores y caigan
lluvias torrenciales que se desvanecen sin dejar huella. No hay otro
lugar como éste para montar y ver un espectáculo.
Pero el Music Hall no es el único lugar para las artes en la gran
metrópoli. En los albores de 1930, Nueva York bulle culturalmente
con instituciones de alto nivel académico, como la Columbia Uni-
versity, teatros y auditorios como el Strand, el Rialto, el Rivoli, el
Capitol, el Roxy y el Town Hall, considerado éste como el espacio
ideal para conciertos, entre otras cosas por su maravillosa acústica,
y donde se han presentado artistas de la talla de Richard Strauss. El
Town Hall se ha ganado para esas fechas la reputación de ser «el lu-
gar» donde los grandes artistas deben hacer su debut en Nueva York.
Rivalizando con el Town Hall, entran en escena el Carnegie Hall y la
Metropolitan Opera House, los museos y galerías proliferan, como el
Nicholas Roerich Museum, de manera que no es solo alrededor del
Rockefeller Center donde impacta el movimiento restaurador de la
vida social, académica y artística que impulsa Rockefeller para supe-
rar la gran depresión del 29.
Sin embargo, el Radio City Music Hall se convierte rápidamen-
te en el principal teatro para los cineastas y cinéfilos, y en un imán
para las más grandes celebridades, seguidas por masas cada vez más
densas de público espectador y radioescucha internacional. En breve,
Radio City se constituye en la meta final de lo mejor y más brillante
a nivel mundial. Pisar el gran escenario del Music Hall es saber lo
que significa ser una estrella... y Emiliana tendrá repetidas ocasiones
de pisarlo.

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América, de sur a norte 49

EL ENCUENTRO CON AUGUSTO NOVARO


Los primeros contactos que hace Emiliana al llegar a Nueva York son
con el Centro Vasco local y con la Asociación de Mujeres Americanas
(AWA, American Women Association), en cuya residencia del 353
West 57 Street recibe hospedaje. Pero el encuentro más importante
en su vida profesional se da con el músico, investigador e inventor
mexicano Augusto Novaro Novaro, recientemente llegado a esta ciu-
dad para impulsar su novísima teoría musical y demostrar su viabili-
dad ante la más exigente sociedad cultural del continente.
Novaro había estudiado en México piano, armonía y composi-
ción en las primeras décadas del siglo, pero en el curso de sus traba-
jos, su espíritu inquisitivo e intransigente empezó a tropezar con se-
rias dificultades que los tratados de música tradicionales estaban lejos
de resolver. Entonces decidió retomar todo desde cero, dedicándose
a la investigación científica de la música.
Mis dudas –comentará después Novaro– me llevaron poco a
poco a emprender una investigación encaminada a sentar la base
del mundo armónico que, forzosamente, debía existir. No encon-
trando un apoyo en mis ideas ni en los libros, ni en los profesores,
ni nada que satisficiera mis inquietudes, cerré los libros, olvidé a los
clásicos y me dediqué a mis propias investigaciones que inmediata-
mente llevaba a la práctica.

Estas investigaciones arrancaron con la construcción de cajas


acústicas e instrumentos musicales, así como con la opinión críti-
ca y la colaboración de maestros especialistas en música y acústica,
como Luis G. Saloma, Estanislao Mejía, Daniel Castañeda, Ernesto
Enríquez, Jerónimo Baqueiro Foster, Gabriel Zaldívar, José Antillón
Rossner, Manuel Torres Torija, Santiago André Laguna, Jesús C. Ro-
mero y el doctor en física Pbro. Juan Segale.
A partir de 1924 Novaro inicia la publicación de una serie de fo-
lletos titulados Teoría de la música, donde expone el resultado de sus

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estudios. El folleto de 1927 con sesenta y dos páginas lleva el título


de Teoría de la música. Sistema natural base del natural-aproximado.
Al año siguiente, 1928, los profesores Daniel Castañeda y Jeró-
nimo Baqueiro Foster inician cátedra en el Conservatorio Nacional
de México con las «escalas fundamentales de Novaro», y a partir de
1930, el maestro Carlos Chávez, director del Conservatorio, y un
comité de maestros del mismo sancionan y adoptan oficialmente los
efectos inmediatos de esta nueva teoría, afinando los pianos de la
institución de acuerdo a su propuesta.
Novaro defiende apasionadamente las posibilidades prácticas de
las escalas armónicas fundamentales y su aplicación a todos los tem-
peramentos musicales ante grandes personajes del mundo musical
como Leopold Stokowski, Nicolas Slonimsky, Charles Seeger, Wi-
lliam Braid White, Henry C. Cowell, Marion Bauer, Joseph Schi-
llinger, Jonne Landseet, Wallingford Riegger, Harry Cumpson, Leon
Theremin y otros. Este despliegue de ciencia y creatividad lo con-
vierte en el primer mexicano que se hace acreedor a una beca de la
John Simon Guggenheim Foundation en 1930 para continuar sus
experimentos e investigaciones en los Estados Unidos.
Con la recomendación del Dr. Henry Allen Moc, secretario de
dicha Fundación, Novaro obtiene el apoyo del Dr. Harvey Flechter,
Director de Acústica Experimental de los Bell Telephone Labora-
tories para hacer experimentos con sus sonómetros, oscilógrafos y
aparatos para filtrar el sonido, contando además con la colabora-
ción del Dr. J. Steinberg. Después confirma los resultados de es-
tos estudios en la Universidad Estatal de Iowa, donde el decano
Dr. Carl Emil Seashore efectuaba investigaciones acústicas, con la
cooperación del Dr. D. A. Rothschild, Joseph Tiffin, Mack T. Hen-
derson, Ray S. Miller, Don Lewis, Harold Seashore, Prof. Clapp y
el Dr. Baker. En esta misma universidad colabora el Sr. W. Hale en
diferentes estudios sobre afinación y realizaciones prácticas en los
pianos.

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América, de sur a norte 51

Con estos antecedentes incursiona Novaro en Nueva York cuan-


do Emiliana hace su arribo y el encuentro inevitable marca el rumbo
de nuevos caminos para ambos.
En Estados Unidos se interesan profundamente en la Nueva Teo-
ría de Novaro el decano del profesorado musical de la escuela Juliard,
Walter Damrosh, así como el maestro de la propia Academia J. See-
ger; el compositor Leopoldo Stokowski, el chelista Gerard Warburg,
el compositor y musicólogo Henry Corwell, el profesor Surette, de la
Universidad de Harvard, y Claudio Bragdon, filósofo y esteta.
Pero el grupo más entusiasta de conocedores en Nueva York está
integrado por Ignacio Morán, José Juan Tablada, Henry C. Pfaff,
Sirio Esteve, E. Wood, Paulina Joutar, Francis Flyn Paine, Emiliana
de Zubeldia, Sensitiva E. Sorieri, Esperanza Pulido, Luis Zamudio y
Carlos López.
David Mannes acepta la afinación de pianos de Novaro para el
conservatorio que lleva su nombre. Leopold Godowsky le presenta a
Frederick C. Mayer, maestro organista de la United States Military
Academy de West Point, quien se da a la tarea de afinar el órgano
monumental de su iglesia.
Eugene A. Schmitt, vicepresidente de una constructora de pia-
nos, es el primero en implantar la afinación de Novaro en sus instru-
mentos y en patrocinar conciertos. El primero de ellos en el Roerich
Hall, tocando Herma Menth. Enseguida las fábricas de pianos Har-
man and Peck, Piano Co., Knabe Piano Co., Cristman Piano Co.,
la Baldwin y la Steinway aprueban y adoptan el sistema de tempera-
mento perfecto, fundado en la Teoría de Novaro.
En pianos de estas empresas se hacen demostraciones públicas en
el Town Hall durante la temporada de conciertos 1930-31. Es aquí
donde Emiliana hace su debut el 12 de febrero de 1931 tocando a
dos pianos con Miirrah Alhambra las primeras obras que ha com-
puesto sobre la base de los principios de Novaro. Pero la música vasca
no puede faltar en este programa, de modo que en la primera parte

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se presenta el Orfeón Vasco interpretando Ocho canciones folklóricas


vascas en arreglos de Zubeldia para voces mixtas. El programa reza:

Ainhara – Like de Swallow


Aitonaren esana – Grandpa’s Story
Mendiko Negara – Weeping Mountain
Maizaren orpotik – Bacchus Song
Zeruko izarenbidia – The Way of the Stars
Txorietan Buruzagi – The Nightingale
Argizagi ederree – More Beautiful than the Stars
Zortziko – Mountain Song

La segunda parte ofrece la Suite Ritmo Vasco en tres tiempos: Fes-


tival, Plegaria y Danza, compuesta por Zubeldia y tocada a dos pia-
nos por Miirrah Alhambra y la autora.
Finaliza el programa con la participación del Ballet de Espata-
dantzaris de Antonio Otza, estrenando una serie de nueve Danzas
Folklóricas Vascas arregladas para dos pianos por Emiliana de acuerdo
a la «Teoría de A. Novaro», las mismas que interpreta el dúo Zubel-
dia-Alhambra:
Ikurrina dantza
Zortziko
Baneko
Bineko
Launeko
Linuaren penak
Makildantza
Espatadantza
Txankarraukua

El programa de mano incluye la siguiente explicación:

Este concierto presenta música vasca y danzas clásicas que han


sido presentadas con éxito ilimitado en Londres, París y Buenos

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Aires. «Espatadantza», la serie de danzas más pintoresca, enérgica e


inspiradora, será danzada siguiendo las melodías folklóricas vascas
más melodiosas, sensuales y rítmicas.
De acuerdo a la historia, los vascos Euzkaldunek son la raza más
antigua que existe aún en Europa. Ellos han conservado de manera
asombrosa su identidad, características, costumbres y lenguaje origi-
nales. Esta raza orgullosa, persistente e inconquistable de las mon-
tañas pirenaicas, que ha resistido heroicamente todas las invasiones,
sigue siendo un misterio para los científicos y los antropólogos. Su
música y danzas preservadas íntegramente hasta el presente pertene-
cen a los tiempos más primitivos. (Traducción de la autora.)

Paradójicamente, estas danzas habían sido arregladas a dos pianos


por una compositora vasca siguiendo los principios de una teoría
musical completamente nueva y desconocida hasta entonces, creada
por un mexicano de ascendencia italiana. El resultado es un éxito
clamoroso, que el New York Times reseña en los siguientes términos:

El programa vasco típico de canciones folklóricas, piezas de pia-


no y danzas populares, evocadoras de la cultura de una de las razas
más antiguas de Europa, fue recibido cálidamente por una audiencia
que incluyó a muchos compatriotas. Mme. de Zubeldia dirigió dos
docenas de voces mixtas cantando a cappella ocho canciones vascas...
La atmósfera exótica de las melodías, los intervalos y las armonizacio-
nes, plenamente típicas e individuales, fueron fácilmente asimilables
para quienes las escucharon por vez primera. La versátil compositora,
acompañada por Miirrah Alhambra, presentó su vigorosamente rít-
mica ‘Suite en tres tiempos’ para dos pianos y ofreció un solo adicio-
nal a instancias del auditorio. (Traducción de la autora.)

Y aludiendo a Augusto Novaro, el New York Evening Post agrega:


Hasta ahora solo se ha hecho una demostración pública de la
aplicación de la teoría armónica de Novaro. El 12 de febrero, la
compositora vasca Emiliana de Zubeldia tocó, en un recital en el

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Town Hall, algunos aires vascos armonizados de acuerdo a los prin-


cipios que establece el mexicano. El señor Novaro ha demostrado
sus teorías de composición y de afinación de pianos a nuestros mú-
sicos y técnicos del piano y del órgano más renombrados, y ha sido
galardonado con la beca John Simon Guggenheim. (Traducción de
la autora.)

El mismo programa se repite días después en el Teachers’ College


de la Columbia University. El Sr. Edwin J. Stringham, profesor del
Departamento de Educación Musical de dicha universidad, expresa:

Su recital fue uno de los más interesantes que se hayan escu-


chado jamás en la Columbia University y el más valioso, tanto para
legos como para profesionales, ya que nos ha traído música muy
poco conocida, tocada con una consumada musicalidad, acompa-
ñada con deliciosas explicaciones y con composiciones originales
fascinantes y hermosas. (Traducción de la autora.)

No es menor el entusiasmo de Emiliana por los resultados musi-


cales al aplicar los principios de Novaro a la composición. Pero la teo-
ría es bastante compleja y exige un estudio profundo y prolongado
para lograr el dominio de todos sus recursos. La exigencia no asusta a
Emiliana y se sumerge de lleno en el estudio, mientras aborda parale-
lamente la composición de nuevas canciones según los cánones de la
armonía tradicional. En este periodo brotan When the Orange Blos-
som Time Comes Back Again, con letra de Ellen McGrath de Galván,
así como Yumuri (Impresión de Cuba) de la misma autora. Con letra
y música de Emiliana nace una Jota Basca para coro a cuatro voces,
seguida de Bakartasun...! sobre un texto de Telesforo Monzón Olaso,
para ocho voces mixtas, acompañadas de txistu y tamboril; luego un
Himno al sol en tono de sol mayor, con texto en quechua, para coro
a cuatro voces, y otra versión del mismo himno para voz y piano,
dedicado a Miirrah Alhambra.

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Para sus siguientes canciones, Emiliana toma poemas de Marga-


ret La Farge Osborn, Duke of Arcos, Arturo Capdevila, Noel Lloens,
Federico García Lorca, Antonio Machado, Luisa Luisi, Julio Merca-
do, Sabino Arana Goiri y otros de su propia pluma.
El producto inmediato de sus últimos estudios de la Teoría de
Novaro son dos Sonatinas para dos pianos en tres movimientos cada
una. La primera inicia con un Moderato-Lento-Moderato, seguido de
un Allegretto Scherzando, finalizando con un Vivace. La segunda se
articula con un Allegro, un Lento y otro Allegro final.
Todas estas composiciones de 1931 se presentan en concierto an-
tes de concluir el mismo año: el 24 de noviembre en el Roerich Mu-
seum, al día siguiente en el auditorio del Club de la AWA (Asociación
de Mujeres) y el 15 de diciembre de nuevo en el Roerich Museum.
Los intérpretes son la soprano Laura Mollenauer, solista del coro del
Centro Basco Americano, el barítono mexicano Luis Zamudio y las
pianistas Zubeldia y Alhambra.
Mientras Emiliana compone y estudia la nueva teoría, Novaro
viaja a México para dar a conocer en conferencias los resultados de
sus últimos experimentos. El Excelsior publica en su diario del tercer
domingo de mayo que:

Augusto Novaro está en México. Las teorías de este músico e


investigador son estudiadas con interés en los Estados Unidos.

Verdaderamente, los músicos residentes en Nueva York empiezan


a enfocar su atención sobre la ciencia musical que propone Novaro
y surgen nuevos adeptos. Entre ellos la joven pianista mexicana Es-
peranza Pulido, quien perfecciona en este momento su técnica en la
Manhattan School of Music. Esperanza entra en contacto con No-
varo y, a través de él, con Emiliana, para integrar un trío indisoluble
de colegas colaboradores entre sí y buenos amigos para el resto de sus
días.

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56 EMILIANA ZUBELDIA

PRIMERA GIRA POR EL CARIBE

Con el concierto del 15 de diciembre en el Roerich Museum conclu-


ye la actividad de 1931 sobre los escenarios neoyorkinos. El nuevo
año inicia con la organización de una primera gira a Cuba, en res-
puesta a la invitación del matrimonio Damborenea, colaborando el
Centro Vasco y la Sociedad Pro Arte Musical de La Habana. En fe-
brero de 1932 arriba Emiliana a La Habana, para iniciar ensayos con
el Orfeón Vasco y la soprano solista. El primer concierto está previsto
para el lunes 28 de marzo en el Teatro Auditorium de la Habana, con
un programa en tres partes:
En la primera parte se incluyen tres de las canciones compuestas
durante la época parisina de Emiliana: Berceuse, Guajira y Asturiana,
y siete de creación más reciente con poemas de autores hispanoame-
ricanos: El buen día de Juana de Ibarbourou, Partir de Luisa Luisi
–poema dedicado a Emiliana–, La amenaza de la flor de Alfonso Re-
yes, tres canciones con los poemas infantiles inéditos que le regalara
Gabriela Mistral en su paso por Argentina: Berceuse, La manca y El
papagayo, compuestas para este concierto al llegar a la isla, al igual
que La niña de Guatemala, con texto de José Martí, que la autora de-
dica a la señora Natalia A. de Suárez. Angelita de la Torre de Dambo-
renea es la soprano intérprete de todas estas canciones, acompañada
al piano por Emiliana.
La segunda parte del concierto contiene solo obras para piano,
todas originales de Zubeldia e interpretadas por ella misma: Poema
místico, Las fuentes de la Alhambra, Berceuse de palmeras en el Brasil,
Danza navarra y Zortziko.
Emiliana describe el contenido programático del Poema místico
en los siguientes términos:

En un viejo claustro gótico español, y cuando el sol se oculta,


vagan los espíritus de los monjes que yacen sepultados bajo las lo-

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sas, y mientras suenan los ecos de los cantos litúrgicos, recuerdan


los tormentos pasados entre el renunciamiento de las cosas terrenas
y el amor de Dios, lleno de amor y esperanza.

Culmina el programa con seis de las ocho canciones vascas pre-


sentadas en el Town Hall de Nueva York el año anterior, interpre-
tadas ahora por el Orfeón del Centro Vasco de La Habana, bajo la
dirección de Emiliana.
El crítico Iturriaga publica el 30 de marzo un artículo amplio y
elocuente en Pro Arte Musical afirmando:

Contados son los que han llegado a la compenetración ínti-


ma del pueblo vasco, como Emiliana de Zubeldia. Su música es
de lo más original, sugestivo y eurítmico en la que la técnica más
sabia se funde en amigable concierto con el fluir espontáneo de la
música popular vasca. El carácter vasco, siempre sobrio, poco pro-
picio a las efusiones exteriores y a las ampulosidades, se manifiesta
en la música popular, huye de floreos y cromatismos, refugiándose
en la serenidad de las escalas diatónicas. La mayor parte de nues-
tros compositores han considerado al alma popular en su aspecto,
digámoslo así, externo, en su periferia. Cuidan mucho del perfil.
Zubeldia se adelanta un paso más. ‘Ve’ y siente el alma popular
vasca tal cual en sí misteriosa, melancólica, salvaje, bravía... adentra
en su morfología interna, psicológica. Su ‘visión’ es introspectiva.
He ahí su mérito.
Los corales vascos ejecutados en el ‘Auditorium’ son magníficos
dechados, donde podemos aprender mucho de técnica coral y sen-
timiento folklorístico. No se trata, simplemente, de canciones ar-
monizadas; se trata de fantasías de inspiración caudalosa y polimor-
fa, donde, sin desdeñar jamás los motivos, entreteje sus ensueños
con riqueza de modulaciones y matices, efectos y consecuencias.
Zubeldia tiene la noble ambición de llegar a los públicos por el
camino de la verdad, camino que debía ser el más corto, pero que
desgraciadamente es el más largo.

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... Zubeldia dirige con ademanes sobrios. Comunica a la masa


sus bríos juveniles, sin recurrir a violentas contorsiones del cuer-
po. Ella sabe lo que hace. Se apodera de sus subordinados, como
se apodera de las melodías que compone. Une y empasta al coro;
transmite calor y brío en los momentos cumbres; cierra sobriamen-
te. Posee las dos cualidades, muy necesarias al director: corazón de
artista y poder psicológico.

Durante su estancia en Cuba, que se prolonga hasta junio, Emi-


liana se entusiasma escuchando la música vernácula y exclama:

La música cubana me encanta. La encuentro deliciosamente


inspirada y el folklore interesantísimo. Son admirables estas or-
questas típicas con el bongó, las maracas, la marimba, que interpre-
tan de manera impecable esos ritmos que son sangre y vida y todo...
Lo que puedo decirles es que siempre acaricié la idea de hacer un
poema tropical y, en un principio pensé en Brasil; pero ahora solo
pienso en Cuba.

También la conquista el fervor literario que observa en la isla y


decide preparar una conferencia a la que titula «La asociación de la
poesía con la música». Finalmente, el viernes 15 de mayo, en la So-
ciedad Pro Arte Musical, Emiliana toma la palabra ante su público
y dice:
La primera manifestación de la belleza es el ritmo, el gran di-
rector de la orquesta cósmica... La música va unida a la palabra
como la pluma al ave. El puntal en que se apoya la melodía es el
acento... La aplicación del ritmo al lenguaje es lo que patentiza
el acento de la palabra, el cual estuvo siempre asociado al acento
musical... las frases generan el acento expresivo. Alguien dijo: «Una
poesía sin música es como un molino sin agua». Toda poesía es
música y la música es poesía.
Ahora bien, para asociar la poesía con la música estrechamen-
te, es indispensable tener en cuenta todos los factores que la obra

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poética encierra. Si fijamos la mirada en una poesía con el objeto


de poner en relieve la música que ella contiene, debemos comenzar
por observarla globalmente, porque lo primero que se debe hacer
es trazar la arquitectura o forma general.
¿Qué número de sílabas tiene cada verso, de cuántos versos
consta cada estancia y cuántas estancias tiene la poesía que tratamos
de asociar con la música? El número de estancias nos indicará cómo
y dónde deben situarse los temas, su ámbito, etc. Generalmente
los temas son dos, A y B, aunque a veces será necesario construir
temas secundarios. El mismo poema nos mostrará el desarrollo de
las frases y la reexposición del tema.
El edificio a levantar deberá estar en la mente del composi-
tor perfectamente diseñado antes de colocar el lápiz sobre el pa-
pel pautado para expresar gráficamente el contenido musical de la
obra. Una vez fija en la mente la arquitectura del poema, pasará a
estudiar, a penetrar en el «ethos» o sentido expresivo que contenga;
muy diferente si la poesía es lírica, épica o dramática; si tiene ca-
rácter religioso, profano, etc. Es necesario que la expresión emotiva
que contenga haga vibrar el alma del compositor, sin lo cual toda la
perfecta arquitectura no servirá gran cosa, porque la música es, ante
todo, arte expresivo en el tiempo.
Como es de suponer, la puntuación ortográfica deberá seguirse
con toda exactitud, porque determina las pausas y cadencias más
o menos definitivas o conclusivas de las frases. El verso primero de
la poesía será el motivo generador del tema primero, el cual fijará
el acento musical de acuerdo con el acento tónico de la primera
palabra. Ejemplo: «allá lejos, por el llano». La palabra «allá» indica
claramente que el tema musical deberá comenzar en anacrusa para
fijar el ictus correspondiente al acento, en tiempo fuerte. Si el com-
positor coloca en tiempo fuerte la palabra «allá», ésta se convertirá
en «halla»; el adverbio de lugar queda trocado en la tercera persona
del presente del indicativo del verbo hallar y, por tanto, el sentido
de la frase es completamente diferente. En «allá lejos, por el llano»
algo acontece, mientras que «halla lejos por el llano» quiere decir
que algo encuentra en el llano; posiblemente la «H».

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Definido ya el contorno arquitectónico de la melodía, se tra-


tará de escribir la letra de la poesía debajo del pentagrama para ir
colocando las notas musicales sobre ella de acuerdo con el plan
trazado. A veces a una nota le corresponden dos sílabas de distintas
palabras, otras, una sílaba contiene varias notas-melismas.
Queda finalmente la realización de la armonía por tratarse de
una melodía para ser acompañada por instrumentos. La armonía
puede ser pobre en interés sonoro, en cuyo caso la melodía, por be-
lla que sea, pierde gran parte de su valor estético. Es necesario que
los acordes tengan variedad de colorido, tonos, modulaciones, etc.
La canción culta deja libre la melodía con el objeto de que
los intérpretes tengan cierta libertad que presta al ritmo una bien
medida flexibilidad. Además, bajo el punto de vista del canto, la
estética musical exige que la melodía entonada no se halle doblada
por los instrumentos que han de servir como acompañamiento,
teniendo aquellos, en cambio, la delicada misión de formar el am-
biente adecuado que la obra poética dicta, de acuerdo con la emo-
tividad que contiene.
Para terminar diremos que hay poetas cuyos versos son bellos y
que además contienen ideas en su todo bastante profundas. ¿Qué
les falta para tener encanto? ¡Ah! Como dicen los andaluces: «les
falta la gracia de María Santísima», «no tienen duende». El duende
es la gracia que está patente en el contenido rítmico, en el sentido
de la proporción adecuada que debe presidir el sentir y el decir.

Emiliana presenta sus propias canciones como ejemplos de cada


uno de los aspectos expuestos en esta charla. Para este efecto, utiliza
las canciones con poemas de Carmelina Vizcarrondo, Carmen Alicia
Cadilla, Marta Lomar, Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, José
Martí, Alfonso Reyes y Alfonso Cravioto, embajador de México en
Cuba por aquellos días.
El impacto causado por esta conferencia fue la mejor publicidad
para que la sala del Auditorium se viera abarrotada en el concierto del
día siguiente, 16 de mayo.

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Durante las semanas posteriores a este concierto, Emiliana ensaya


con la Filarmónica de La Habana para presentar el 4 de junio en el
gran Teatro Nacional el estreno mundial de su poema sinfónico Euz­
kadi, bajo su batuta.
Con el éxito insuperable de este último concierto cierra Emiliana
su primera visita a Cuba y prepara su regreso a Nueva York. Antes
de partir, el cronista de la sección periodística «De teatros, cines y
música» de la Habana, Juan Bonich, entrevista a la artista, quien le
confía su entusiasmo por su próximo retorno a la meca musical de
América y le dice:

Encontré en mi camino a Augusto Novaro, el gran maestro mexi-


cano residente en Nueva York, quien, pagado por una de las primeras
universidades de Norteamérica, que ha puesto a su disposición los
gabinetes de física y electricidad, trabaja sin descanso en la demostra-
ción de su nueva teoría que fijará las reglas de la música en el futuro,
sin que esas reglas puedan ser modificadas jamás, ya que están basa-
das en el estudio de las gamas armónicas. Figúrese usted que la tercera
gama armónica, que comprende cinco intervalos, ofrece cincuenta
y tres sonidos diferentes, que constituyen un acorde y las respuestas
armónicas al mismo. Cuando se llegue a la octava gama serán infi-
nitos los acordes que puedan derivarse de ella... En estos momentos,
los más grandes sabios del universo visitan a Novaro y trabajan con
él en las investigaciones científicas, porque el mundo de la música
va a experimentar una revolución absoluta. Ya se están fabricando
los instrumentos que podrán ejecutar la música ya escrita, porque
si bien en esta teoría, como he dicho, están comprendidas todas las
gamas, también lo está la de nuestro sistema actual de cinco tonos y
dos semitonos. A mí se me antoja Novaro el mesías de la música que
esperábamos cuantos abrigamos la firme creencia de que quedaba
mucho por hacer, y me cabe el honor de ser su primera discípula.

Satisfecha con sus éxitos y sus últimas declaraciones, la discípula


de Novaro regresa a Nueva York a continuar sus estudios, llevando

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en su espíritu gratísimos recuerdos de esta isla del Caribe que poco


después se convertirán en música: la canción Yumuri (Impresión de
Cuba), poema de Ellen McGrath de Galván, Fardes de Cuba y Es-
tampa cubana al atardecer, poema sinfónico en tres tiempos dedicado
a Nena Benítez: 1. Tempo de habanera (con languidez), 2. Tempo de
guajira moderado, y 3. Tempo de habanera (tempo primo).

MÉXICO EN LA MIRA
Cuando la discípula de Novaro vuelve a Nueva York procedente de
La Habana a mediados de 1932, se entera de los avances que el maes-
tro ha realizado en materia de acústica musical, específicamente en
el tema de afinación de los instrumentos musicales para producir las
gamas armónicas, aquellas que tanto había elogiado ella en la isla
grande antes de partir. Pero a Novaro se le agotan el tiempo y los
recursos financieros, ya que su beca Guggenheim está a punto de
expirar, de modo que tiene que prepararse para regresar a México
ese mismo año, no sin antes publicar los resultados de sus últimos
avances bajo el título The Novaro Tuning. Lleva ya en mente cómo
resolver los problemas acústicos y mecánicos para la construcción de
su «novaro-clave», que lo ocupará durante varios años más.
Emiliana vuelve entonces su mirada hacia México y recuerda
aquella intuición que tuvo de pequeña en la biblioteca paterna, con-
vertida ahora en convicción: «Un día iré a México». Pero la tarea en
Nueva York aún no termina. El Radio City Music Hall había estado
en construcción todo el año anterior y 1932 sería el año de la inau-
guración. Además, la Columbia University le gira invitaciones para
dar cursos y conferencias, actividad nada despreciable. También es
necesario establecer vínculos con México y conocer el medio artístico
imperante antes de acudir ahí.
La vida cultural de este país al sur de los Estados Unidos atrae por
aquellos años la visita de numerosos artistas e intelectuales, no solo

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por la majestuosidad de sus paisajes, que inspiran particularmente a


pintores y fotógrafos, sino también por cierto halo místico que le con-
fieren las culturas indígenas aún vigentes junto a la mestiza popular;
algunos personajes polémicos de gran impacto nacional e internacional
también llaman la atención de artistas y pensadores, entre ellos Diego
Rivera, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Salvador Novo, María Anto-
nieta Rivas Mercado, Xavier Villaurrutia, Celestino Gorostiza, Carlos
Chávez, Manuel M. Ponce, Miguel Bernal Jiménez y muchos, muchos
más, que han dado a la filosofía del «indigenismo» y del «nacionalis-
mo» carta de naturalización en el desarrollo del México moderno, afec-
tando todos los aspectos de su vida sociocultural, económica y política.
Emiliana decide organizar una gira de conciertos al Distrito Fe-
deral para valorar la situación. El Teatro Hidalgo, sede de los grandes
conciertos en México antes de entrar en funciones el Palacio de Bellas
Artes, abre sus puertas a la pianista y compositora vasca para dos con-
ciertos en agosto de 1933.
El programa que Emiliana diseña para esta ocasión contiene una
primera parte con música original suya para dos pianos, asumien-
do ella el primer piano, como de costumbre, e invitando al pianista
mexicano Alfonso Rendón Muñoz para acompañarla en el segundo.
Las obras programadas son Sonata en tres tiempos: 1. Allegretto gra-
cioso-Lento-Allegretto, 2. Grave y profundo, y 3. Presto, enseguida una
Sonatina en un solo tiempo: Allegro-Lento-Allegro, compuesta sobre un
pequeño tema popular vasco de 18 compases, y finalmente la Suite
Vasca: 1. Ritmo de fiesta, 2. La ronda que pasa, 3. La hora mística del
crepúsculo, 4. Ecos de la Espatadantza, y 5. El baile en la plaza.
La segunda parte es un exquisito bouquet de canciones, iniciado
con cuatro Melodías españolas originales de Zubeldia: Dos Berceuses,
La molinera y Asturiana, seguidas de cinco canciones más, de la co-
lección «Poetas de América»: El buen día de Juana de Ibarbourou,
Todo se me mintió de Marta Lomar, Partir (Viaje eterno) de Luisa Lui-
si, Mi pena es grande de Carmen Alicia Cadilla, y Yumuri (Impresión

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de Cuba), de Ellen McGrath de Galván. Todas interpretadas por la


mezzo-soprano mexicana Josefina Aguilar, acompañada al piano por
la autora Zubeldia.
Finalmente llega el momento de la gira y México recibe a la artista
con buenas noticias acerca del maestro Novaro: la Facultad de Música
de la Universidad Nacional ha decidido sacar a la luz ese mismo año
un Preludio y Cinco estudios que ha compuesto el maestro de acuerdo
a su Nueva teoría para la perfecta afinación temperada del piano y de
cualquier instrumento de teclado. El profesor Estanislao Mejía publica
además un folleto con algunos de los Estudios Armónicos de Novaro y
sus reglas sobre la afinación. El maestro Novaro continúa su labor en su
propio taller, construyendo nuevos instrumentos y ocupado particular-
mente en la forja del arpa para su «novaro-clave», que deberá soportar
la tensión de una sola cuerda por tecla y que abrirá paso a la tecnología
que requerirá para su próximo «novar» con tres cuerdas por tecla.
El éxito arrollador de los conciertos de Emiliana en el Teatro Hi-
dalgo y la supuesta inminencia de la revolución musical que acarreará
al mundo el sistema de Novaro refuerzan la convicción de Emiliana
de establecerse en México para formar parte de las huestes impulsoras
del universo musical del futuro próximo. Con esta convicción regresa
a Nueva York a cumplir sus compromisos.

ÉXITO COMPARTIDO EN NUEVA YORK

A principios de 1934 Emiliana frecuenta la Columbia University,


donde entra en contacto con la poesía de los fabulistas españoles del
siglo XVIII Tomás de Yriarte y Félix María de Samaniego. Y su entu-
siasmo se traduce en dos ciclos de canciones supuestamente infan-
tiles, pero que conllevan graves enseñanzas morales para todo aquel
que se atreva a escucharlas. Uno de estos ciclos contiene las fábulas
en verso La ardilla y el caballo, La abeja y el cuclillo, La rana y la ga-

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llina, El burro flautista y El oso, la mona y el cerdo, de Yriarte; el otro


La pulga y el camello, Los gatos escrupulosos y La zorra y las uvas, de
Samaniego. Ambos ciclos son compuestos durante una breve estancia
en Washington. En la Columbia University conoce además al joven
estudiante boricua Pedro Juan Labarthe López de Victoria, autor de
nuevas fábulas, que también son dignas de musicalización, por lo
menos aquella titulada Y los niños oyeron hablar del arco iris, que re-
vela los sueños de los niños puertorriqueños inmigrantes en Nueva
York, sueños semejantes a los de los niños indígenas de los demás
países hispanoamericanos. Y así empieza Emiliana a soñar también
con Puerto Rico. Pero un poema inca del Perú capta de pronto toda
su atención y se convierte en el coral a cuatro voces mixtas Himno
al sol, cuya versión para voz y piano dedica a su gran colaboradora y
excelente pianista laureada en Berlín, Miirrah Alhambra.
El año empieza así con gran actividad y en un vertiginoso crescen-
do. Por estas mismas fechas recibe la invitación esperada para tocar
en el Radio City Music Hall. El contrato estipula dar un concierto
semanal durante los siguientes cuatro meses de primavera y verano, el
cual será transmitido por la RCA al mundo entero. En otras palabras,
la contratan para una serie de dieciséis conciertos dirigidos a millones
de radioescuchas del ámbito internacional. Sus hermanos habrán de
escucharla cada domingo en Pamplona. ¡El colmo de la dicha!
Pero la dicha es mayor si puede compartirse y eso es precisa-
mente lo que planea Emiliana: incluirá en sus programas a Miirrah
Alhambra para presentar sus obras y arreglos a dos pianos. Asimismo
participarán los cantantes solistas y el conjunto completo del Orfeón
Vasco interpretando sus Canciones folklóricas vascas para voz y piano,
entre ellas, Zortziko (En las montañas), Bermeo’ko Madalen abestuje y
las canciones de cuna Loa Loa y Askue; y para voces mixtas, el Alleluya
vasco, Mendiko negarra, Txorietan buruzagi, Ainhara, Errefusa, Mai-
zaren orpotik, Aitonaren esana, Argisagi ederrak y otras de la colección
35 Corales.

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También hará participar al maestro guitarrista Andrés Segovia,


quien se encuentra de paso por la gran urbe. Para él compone Emilia-
na un Allegro para guitarra, que titula Paisaje basco. Asimismo se en-
cuentra en la ciudad un talentoso arpista vasco donostiarra que trata
de abrirse paso hacia los grandes escenarios, es el joven Nicanor Za-
baleta (1907-1993), a quien Emiliana también invita a participar en
los programas que emitirá la RCA, obligándolo de inicio a aprender
a tocar el txistu con el tamboril, para acompañar con ellos al Orfeón
Vasco en su interpretación del poema de Monzón Olaso Bakaitasun!
musicalizado a ocho voces mixtas. El desempeño del joven Zabaleta
como txistulari es tan maravilloso como su virtuosismo sobre el arpa
y Emiliana decide rendirle merecido homenaje dedicándole un Alle-
gro para arpa en compás de 6/8, que compone en julio bajo el título
de Paisaje desde el Pirineo.
Poco después de esto, Nicanor Zabaleta logra reunir a diez mil
personas en el Lewisohn Stadium, tocando un concierto con la Sin-
fónica de Nueva York. La gran carrera del maestro Nicanor Zabaleta
se inicia así de lleno en Nueva York bajo los mejores auspicios, obte-
niendo contratos inmediatos para dar conciertos en París, Londres,
Zurich, Berlín, La Haya y posteriormente en el resto del mundo.
El maestro Zabaleta comentará años más tarde que Emiliana había
sido una persona maravillosa y una amiga entrañable, que le había fran-
queado la entrada por la puerta grande hacia los escenarios que él bus-
caba, cuando era apenas un joven artista abriéndose paso por la vida.
Aquel mismo verano se presentan fricciones entre las provincias
vascongadas y el gobierno español a causa de ciertos impuestos. El
conflicto se alarga por algunos meses y genera un ambiente tenso que
presagia un movimiento armado generalizado. En realidad se gesta
ya la Guerra Civil española, que habrá de desatarse en 1936. En este
contexto, el hermano filósofo de Emiliana, Néstor, publica en San
Sebastián su libro La sensibilidad y la razón, despertando polémica en
torno al pensamiento filosófico-cristiano. Emiliana intenta rescatar

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la propuesta de su hermano, registrando y divulgando su libro en


los Estados Unidos. En primer término, encuentra a un traductor
idóneo, el Padre Pulgar, religioso agustino, que domina el idioma tras
veinte años de vivir en este país, pero Emiliana decide no entregarle
el manuscrito hasta concluir los trámites de registro de la obra. Luego
informa epistolarmente a su hermano sobre la posibilidad de editarla:

... hay muchos conventos y los frailes son muy ricos y tienen
grandes revistas de filosofía con intercambio internacional. Según
me dice el P. Pulgar, no será difícil encontrar un editor de libros
católicos que compre la edición (si tú quieres) y con ella te hagas un
gran capitalista y puedas ir editando y vendiendo todas tus obras...
Mientras tanto el traductor cumple su obra, puedo hacer que
un periódico de aquí que se llama La Prensa y se edita en español
hable de ti y vaya vendiendo ejemplares, ya que tiene en sus talleres
venta de libros... No dejes de escribirme y mandarme lo primero las
correcciones de tu libro... mándame también un ejemplar de cada
uno de los periódicos que han hecho la crítica del libro...

El asunto del libro de Néstor ocupa gran parte de las actividades


de Emiliana durante 1935; sin embargo, por alguna razón no llega a
publicarse en los Estados Unidos.

SEGUNDA GIRA POR EL CARIBE


Otra actividad administrativa que requiere la atención de Emiliana a
finales de este año es la organización de una nueva gira por el Caribe,
pero ahora por varias islas. El plan es visitar San José de Puerto Rico,
Puerto Príncipe, Santo Domingo y nuevamente, La Habana y México,
para regresar luego a otra temporada en Radio City Music Hall. Pero
solo se formalizan los conciertos de Puerto Rico y Cuba para 1936.
Emiliana, acompañada por Miirrah Alhambra, inicia su segunda
gira por el mar Caribe durante los últimos meses de la existencia de

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la República en España. A principios de 1936 las pianistas tocan en


Puerto Rico, culminando sus presentaciones el 21 de marzo con un
concierto de despedida. El programa incluye, además de obras de
Emiliana –la Sonatina sobre un tema vasco, sus cuatro Danzas vascas
arregladas a dos pianos según la Teoría de Novaro, y La muñeca de
vidrio–, arreglos suyos para dos pianos de obras de Bach –Toccata
y Fuga en Re y la Obertura de la Cantata Nº 1–, así como piezas de
diversos autores más para piano solo –una Gavota de Gluck, una So-
nata del Padre Gallés, la Polonesa militar de Chopin, un Mouvement
de Debussy, La luna sobre el mar Caribe de Murray Jacoby, la Danza
Nº 6 de Granados, Tango, Asturias y Jota de Albéniz–.
Las pianistas, contratadas por la Sociedad Pro Arte de La Haba-
na, presentan el 19 de abril en esta ciudad el mismo programa an-
terior, con ligeras modificaciones: se sustituyen las obras de Murray
Jacoby, Granados y Albéniz por Laideronette, impératrice des pagodes
y Le jardin féerique, de Ravel y la Suite Vasca de la propia Zubeldia.
El domingo 10 de mayo presentan su siguiente concierto en el
Teatro Auditorium de La Habana y culminan su visita a la isla gran-
de con un concierto de Emiliana transmitido el 13 de mayo por la
emisora C.M.K. en La Hora Magestic. Dos meses más tarde estalla la
Guerra Civil en España.
Antes de finalizar este año, Alejo y Eladia Zubeldia son encarce-
lados, y fray Gumersindo es removido del convento de Pamplona-
extramuros y enviado a Zaragoza para asistir a los reos de muerte.
Los siguientes seis años el «hermano santo» de Emiliana permanecerá
como auxiliar voluntario del capellán de la cárcel de Zaragoza, para
asistir a más de trescientos condenados.
De regreso en Nueva York tras la gira de El Caribe, Emiliana solo
piensa en el México que no pudo visitar de nuevo y en las enormes
posibilidades que ofrece la Teoría de Novaro para la creación de la
música del futuro.

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Capítulo 4
MÉXICO, ÚLTIMA ESTACIÓN

A LA VERA DE AUGUSTO NOVARO

S
eis años de asentamiento en Manhattan, desde donde partie-
ron dos giras por el Caribe, una a México y visitas a lugares
más cercanos, como Washington; el encuentro y colaboración
con personajes altamente reconocidos del mundo literario, artísti-
co y científico internacional, como Andrés Segovia, Nicanor Za-
baleta, Leopold Stokowski, Miirrah Alhambra, Esperanza Pulido,
Laura Mollenauer, Luis Zamudio, Antonio Otza con sus dantzaris
y cantantes del Orfeón Vasco, José Juan Tablada, los artistas, poetas
y pensadores de Norteamérica, Cuba y Puerto Rico; los enormes y
sofisticados escenarios neoyorkinos, el derroche de ingeniería y tec-
nología al servicio del arte, el entusiasmo de un público conocedor,
exigente y entusiasta, habían marcado uno de los periodos más ricos
en vivencias memorables para Emiliana. Pero el encuentro con el
maestro Augusto Novaro no podía quedar inscrito tan solo como un
pasaje memorable. Emiliana necesitaba seguir avanzando en tiempo
presente por el camino que Novaro seguía trazando hacia el mundo
musical futuro. Y habiendo regresado a su país el maestro, el cambio
de residencia a México era así impostergable para Emiliana.
El primer proyecto de Emiliana para 1937 es, incuestionablemen-
te, montar con todos sus bártulos en el barco que atracará en enero en

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70 EMILIANA ZUBELDIA

el puerto de Veracruz, México, para transbordar ahí al tren con que


don Porfirio Díaz, expresidente de México, había unido el puerto vera-
cruzano con la capital de la nación. Y procediendo así, entra Emiliana,
con actitud triunfante y mirada optimista, a los andenes del Distrito
Federal, donde la esperan el maestro Novaro, su esposa y sus dos hijos:
Rosa y Tito, para recibirla con la más cordial bienvenida al país que
será su nuevo hogar durante la segunda mitad de su vida terrena.
A partir de ese momento, los siguientes diez años constituirán
el lapso de labor conjunta más intensa y productiva en la historia
del dueto Novaro-Zubeldia. El maestro Novaro contrata a Emilia-
na para componer música durante cinco horas diarias siguiendo los
principios de su Sistema Natural de la Música. Emiliana acepta este
trabajo, que implica el estudio en profundidad del sistema musical
del maestro, bajo su propia guía, y su aplicación práctica en lo que
ella tanto disfruta y domina: la composición, el manejo de las for-
mas perfectamente equilibradas, de los ritmos libérrimos, de las ideas
melódicas más creativas y novedosas, de los timbres instrumentales y
vocales imbricados en texturas de diversas densidades. En fin, la tarea
de Emiliana será inventar todas las formas posibles de combinación
perfecta de los sonidos nuevos y antiguos, rigurosamente extraídos
de la armonía infinita y natural del universo. ¿Qué más podía soñar?
Tendrá las herramientas para crear música perfecta y la libertad ab-
soluta para utilizar la gama ilimitada de sonoridades posibles en su
estado natural... Y de inmediato pone manos a la obra, con mente y
corazón rebosantes de aventura.
El estudio, la experimentación y la composición al lado de Augus-
to Novaro parten, unas veces, de motivos concebidos sobre nuevas
ideas o inscritos en la memoria étnica de Emiliana, y otras veces de
pequeños temas musicales que el maestro propone:

Emilianita, le tengo un tema gracioso que me gustaría lo usara


como sujeto de una fuga a cuatro voces...

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México, última estación 71

Y Emiliana genera entonces escalas recíprocas y fundamentales


en varias posiciones para crear el contrasujeto, la respuesta, y desa-
rrollar la fuga, que luego pasará a ser discutida y que, si el maestro
lo considera prudente o preferible, tendrá algunas modificaciones o
nuevas opciones de desarrollo, para luego verificar los resultados to-
cando la obra sobre el novaro-clave. Al día siguiente trabajarán algún
preludio, una sonatina, un estudio, algún coral o simplemente unas
frases a guisa de ejercicios alternando acordes. Ahí comienzan a surgir
los primeros Tientos.

El nombre de ‘Tiento’ –aclarará Emiliana más tarde– me pa-


reció apropiado porque, tratándose de una nueva concepción de la
teoría de los sonidos, es tentar, probar. Esta palabra, como se sabe,
la usaban los organistas españoles para eso en la época del Rena-
cimiento, para denotar una especie de preámbulo, palabra afín al
‘Ricercare’ italiano.

Por estas mismas fechas se gesta un gran cambio en el ambien-


te académico de México, que tendrá una enorme repercusión en el
desarrollo educativo nacional y en la vida privada y profesional de
Emiliana. El intelectual mexicano Daniel Cosío Villegas presenta al
presidente Lázaro Cárdenas una propuesta cultural ambiciosa, muy
acorde a la visión política del señor presidente. El proyecto consiste
en invitar a intelectuales españoles republicanos para que vengan a
México a dar conferencias en las universidades públicas. Cárdenas
autoriza la propuesta y son invitados los primeros doce conferencian-
tes. Algunos de ellos tienen cargos en el gobierno, actualmente en lu-
cha contra el franquismo en un enfrentamiento bélico que desangra
a toda España.
Al llegar «los doce» a México en 1938, se les asigna un par de
habitaciones prestadas por el Fondo de Cultura Económica en la ca-
lle de Madero, y establecen en este lugar la Casa de España, bajo la
dirección del humanista mexicano Alfonso Reyes –a quien Emiliana

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conoció como poeta en Montevideo, en funciones de embajador de


México en Argentina, durante la ceremonia de reconocimiento a Jua-
na de Ibarbourou como «Juana de América», y de quien había elegido
ya un par de poemas para musicalizarlos–. Desde esta sede de la Casa
de España se desplazan los visitantes españoles para dar conferencias
en las universidades de Michoacán, Jalisco y Guanajuato, así como
en la Universidad Autónoma de México y en el Instituto Politécnico
Nacional.
La Guerra Civil española termina al año siguiente con la derrota
de los republicanos, y los profesores temporales de visita en México
no pueden regresar a su patria, antes al contrario, atraen a decenas
de intelectuales acosados por el franquismo hacia el país que les da
cobijo y en el que pueden proyectar su gran saber polifacético en
beneficio de la juventud estudiosa.
Paralelamente, muchos otros republicanos españoles de todos los
estratos sociales empiezan a refugiarse en Francia. Néstor Zubeldia
es apresado en Pamplona y confinado en Abaurrea Alta por casi dos
años, transferido posteriormente a la Cartuja de Miraflores, para lue-
go ser llevado a juicio en Burgos, donde es condenado a pagar una
multa para su liberación en 1939. Cansado y débil, Néstor se retira
un tiempo a descansar, recobrar sus fuerzas y su paz en un pueblo
cercano a Pamplona.
Pero aquel año implacable de 1939 reservaba aún mayores des-
venturas. Barcelona queda casi desierta cuando la población en masa
huye hacia los Pirineos, y la plaza, desprotegida y famélica, cae en
manos de los militares del Generalísimo Franco. Vascos y navarros
se unen a la «retirada estratégica» entre los montes nevados fronte-
rizos y los sobrevivientes del frío son recibidos allende las montañas
por los soldados franceses para impedirles continuar su marcha tierra
adentro.
Francia inicia entonces la erección de campos de concentración
en barricadas, fábricas abandonadas, establos, prisiones obsoletas

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y ruinas diversas de antiguas construcciones para alojar en ellos a


los refugiados españoles y evitar que este problema en el occidente
francés se mezcle y complique con el de la inminente amenaza del
ejército nazi por el lado oriente. Pero dar alimento a cientos de miles
de refugiados es una carga insostenible para Francia y se empiezan a
estudiar todas las formas posibles de evacuación de los refugiados y
sus destinos posibles: África y América en primer término.
En este maremágnum de incertidumbre, peligro e indigencia, la
acción humanitaria y ejemplar de Gilberto Bosques Saldívar, cónsul
general de México en Francia (1939-44), cobra una importancia cru-
cial y da un giro sin precedentes a la historia.
El cónsul Bosques inicia su estrategia cambiando la sede del Con-
sulado General a Marsella y rentando los viejos castillos de Reynar-
de y Montgrand para acondicionarlos y alojar ahí a los mexicanos
residentes en Francia, que estarán en grave peligro en caso de una
invasión nazi, así como a los refugiados españoles que entran masi-
vamente a territorio francés. El propio cónsul Bosques describe esta
situación, diciendo:

Había universitarios, magistrados, literatos, hombres impor-


tantes y también había trabajadores del campo y del taller. Todos
llegaron ahí –a los viejos castillos– a protegerse, a buscar abrigo,
con el ánimo completamente caído. Para levantarles el espíritu se
organizó una orquesta, se montó un teatro, se organizaron juegos
deportivos y esos hombres recobraron el buen ánimo. Las fiestas
eran muy alegres. Se improvisaron representaciones teatrales como
La zapatera prodigiosa de Federico García Lorca, y algunas otras
obras de dramaturgos españoles. Además se efectuaban ballets. Los
albergues también contaban con bibliotecas, talleres, enfermería y
casa de exposiciones de arte.

En uno de los castillos se alberga a los varones, en el otro a las


mujeres y los niños.

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A todos estos refugiados les otorga el consulado visas de residen-


cia en México, con el beneplácito del presidente mexicano Lázaro
Cárdenas. Enseguida, el cónsul renta barcos para que zarpen de Mar-
sella rumbo a México, Brasil, Argentina y otros países de Latinoamé-
rica, cargados de refugiados de la Guerra Civil española y de prófugos
de diversas naciones del centro y este de Europa perseguidos por los
regímenes dictatoriales que habían logrado desatar la II Guerra Mun-
dial.
Los primeros barcos con diez mil personas a bordo zarpan de
Marsella el 15 de mayo de 1939 rumbo a América: México abre sus
puertas. El Sinaia atraca en el puerto de Veracruz el 13 de junio con
1619 republicanos. Los recibe el Comité Técnico de Recepción del
Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) que dirige
el doctor Puche, en coordinación con el Departamento de Inmigra-
ción de México, a cargo de Francisco Trejo. Ambas organizaciones
deben resolver el problema del asentamiento de los inmigrantes y
solicitan para ello el apoyo de la Secretaría de Finanzas y de la Con-
federación de Trabajadores Mexicanos (CTM), y logran que la Fede-
ración de Campesinos acepte ubicar a una familia en cada ejido hasta
dar cabida a cuarenta mil individuos.
Tras el Sinaia llegan al puerto durante aquel verano más de cin-
co mil refugiados a bordo del Siboney, el México, el Iseri, el Oriza-
ba, el Flandre, el Orinoco, el Leeream, el Monterrey, el Iberia y el
Ipanema.
Emiliana guardará siempre para México su más profundo agrade-
cimiento por la generosa hospitalidad que brinda a sus compatriotas
–a quienes llama ella sus correligionarios–, pero no puede mantener
su gozo por mucho tiempo. Antes del cierre de la inmigración de re-
fugiados anunciado para el 27 de septiembre, recibe una fatal noticia
de Pamplona: su hermana Eladia ha muerto inesperadamente el 12
del mismo mes de septiembre, al parecer a causa de una intoxicación
por alimentos en mal estado.

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México, última estación 75

Néstor ya ha sido liberado y Martín (fray Gumersindo) se en-


cuentra todavía en Zaragoza, llevando el consuelo final a los reos
condenados a muerte. Alejo se encuentra solo en la casa de Navarre-
ría en Pamplona, acudiendo cotidianamente a su trabajo adminis-
trativo en La Papelera Española de Villava, muy cerca de Pamplona.
Entretanto, en México, el maestro Novaro continúa trabajando en
su novaro-clave, tratando de inventar un tipo de martinete que hiera
correctamente la cuerda tensa de cada tecla. Así llega a la creación de
un dedo mecánico con una estrella hexagonal, que hiere la cuerda al
girar, pero el maestro queda inconforme con el resultado acústico y
cambia el pistón que lo activa por otro con aire comprimido, que re-
sulta muy ruidoso. Acude entonces a una serie de electroimanes para
hacer vibrar las cuerdas sin contacto, con el mero flujo de energía
eléctrica para impulsar las ondas vibratorias. El resultado es bueno
para los sonidos medios y graves del teclado, mas no para producir
agudos.
Además de la tenacidad con que aborda Novaro los trabajos ar-
tesanales que requieren sus investigaciones acústicas, la aplicación de
sus leyes armónicas a la creación de nuevas obras musicales debe con-
tinuar avanzando, es más, debe ser demostrada ante quienes puedan
comprender la magnitud de su propuesta.
Y ese mismo año aciago de 1939 se inician las veladas musicales
de los viernes en la casa de Tacubaya, la casa de los Novaro ubicada
en Progreso nº 21. A estas veladas acuden artistas, poetas, escritores,
filósofos, científicos y diplomáticos interesados en escuchar a Zubel-
dia interpretando sobre «el piano de Novaro» sus últimas composi-
ciones, creadas bajo los principios del Sistema Natural de la Música.
Se dan cita en estos encuentros la maravillosa pianista franco-rusa
Mme. Sophie Cheiner, el maestro Luis Sandi, director del Coro de
Madrigalistas, el maestro Rodolfo Halffter, compositor y maestro de
las jóvenes generaciones de compositores mexicanos vanguardistas,
los hermanos José y Silvestre Revueltas, poeta y compositor respec-

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tivamente, los musicólogos y especialistas en acústica don Manuel


Torres Torija, el Dr. Adolfo Salazar, Jerónimo Baqueiro Foster, el Dr.
Otto Mayer Serra, la soprano Irma González, los poetas Alfonso Re-
yes y Asunción Izquierdo de Flores Muñoz, la pianista y musicóloga
Esperanza Pulido, gran amiga de Augusto y Emiliana, el profesor
Daniel Castañeda, colaborador estrecho de Novaro, el Lic. Héctor
Carrillo Marcor, el Lic. Roberto González Ríos, y muchas personali-
dades más del mundo intelectual y diplomático mexicano, al que se
sumarán muchos refugiados ilustres.
En estas veladas Emiliana presenta sus seis primeros Tientos (de
un total de trece), dos Preludios y los primeros cinco Estudios (de un
total de veinte), dedicados respectivamente a Miguelito Block, Elvi-
ra Larios, Asunción Izquierdo, Sophie Cheiner y Renée Bauxou de
Schweinfurth –quien patrocinará la publicación de estos cinco Estu-
dios por la Editorial Ricordi en 1946–. Con dedicatoria a Esperanza
Pulido, Emiliana presenta también un Nocturno lejano, así como una
Sonata en tres estancias. Y para mitigar el dolor por la pérdida de su
hermana, Emiliana compone una Sinfonía Elegiaca: moderato – molto
lento – vivo, que no se podrá tocar sobre el novaro-clave, por lo que
tendrá que esperar hasta el 5 de agosto de 1956 para que sea estrena-
da por la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM), bajo la batuta del maestro José Vásquez. Esta
sinfonía, dedicada «a mi hermana Eladia», obtendrá el Premio Na-
cional de Composición del año de su estreno.
En 1940 la Casa de España, que acoge a nuevos inmigrantes
intelectuales, se transforma en El Colegio de México y se convier-
te en una institución permanente, complementaria del sistema de
educación pública superior de México. Don Alfonso Reyes deja en-
tonces la dirección de esta Casa así consolidada, para abordar un
nuevo proyecto: la integración de un «Comité para las relaciones
culturales México-Europa», que planea y realiza junto con Jules Ro-

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mains. En torno a ellos se agrupan algunos españoles, franceses y


mexicanos, entre los que se encuentran Alfonso Caso, Jaime Torres
Bodet, Ignacio y Mireille Asúnsolo, Eduardo Villaseñor y Diego
Rivera. En 1943 queda fundado oficialmente el Comité, con Al-
fonso Caso como representante por parte de México y Paul Rivet,
por Francia. Al año siguiente el comité se transforma en lo que a
partir de 1945 será conocido como el Instituto Francés de América
Latina (IFAL), el cual inicia operaciones con una agenda muy di-
versa. Las actividades científicas en primer término: Marceau-Pivert
imparte conferencias de física atómica y Aubert de la Rue de geo-
grafía, quedando las de filosofía a cargo de Joaquín Xirau, Alfon-
so Reyes y Jaime Torres Bodet. Mme. Sophie Cheiner, prófuga de
las persecuciones nazis, asidua asistente a estas conferencias, ofrece
ahí mismo sus recitales de piano y acude a las veladas de Novaro y
Emiliana en la casa de Tacubaya. En la cafetería del IFAL se reúnen
Cheiner, Zubeldia, Esperanza Pulido y los hermanos José y Silvestre
Revueltas en amenas tertulias donde se discute sobre estética, mú-
sica, poesía, filosofía y derechos humanos. Las bancas del patio dan
asiento a Emiliana mientras escucha de viva voz a los protagonistas
de las historias de la última Guerra Mundial y de la Civil Española,
historias de hijos secuestrados, padres asesinados, hambres, fríos,
persecuciones, campos de concentración en Europa central, cuevas
de refugio para los fugitivos españoles en los Pirineos, perros vigías
de los vascos a ambos lados de la frontera serrana, un París destruido
por las bombas, un Guernica en llamas, en fin, historias del reciente
apocalipsis europeo.
En 1942 Emiliana solicita su visa de residencia en México, aco-
giéndose a las leyes de inmigración especialmente sancionadas por el
presidente Cárdenas para dar un trato preferencial a los refugiados
españoles. Para este fin acude el 3 de agosto a la Dirección General de
Población, donde llena la forma F-14 de inmigrante y paga su cuota

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de treinta pesos mexicanos. Desde este momento, se ostentará como


«refugiada española» por solidaridad con sus correligionarios.
Así avanzan los años 40 y Emiliana continúa su tarea creadora,
ya no solo para presentar sus obras en las veladas de Tacubaya, sino
para difundir a gran escala la Teoría de Novaro a través de música
orquestal. Sus siguientes obras serán un Concierto para piano y or-
questa y un ciclo de canciones sobre un poema de Daniel Castañeda
para soprano y orquesta, titulado Motivos del año. Se suma a éstas
una Sin­fonía coral inconclusa.
Todas estas obras, creadas de acuerdo a los principios armónicos
de Novaro durante la década de los años 40 surgen junto a otras que,
basadas en la armonía clásica tradicional, obedecen a diversas bús-
quedas expresivas. Tal es el caso de la Canción triste (azteca): andante
e con intimo sentimento (fragmento) para piano, así como la Fuga en
Re a cuatro voces (1940) dedicada, como la Sinfonía Elegiaca, «a mi
hermana Eladia», una Sonata a dos pianos y otra Sonata para piano
solo, que estrenará Miguel García Mora en 1956.
Para conjuntos de cámara, Emiliana compone, también en térmi-
nos de la armonía tradicional, un Cuarteto Vivace para dos violines,
viola y contrabajo, y una Sonata para violín y piano en Fa sosteni-
do dedicada a Abel Eisenberg. Brotan también de su pluma tonal un
Morceau para violín y piano en Fa sostenido, «escrito especialmente
para una lección práctica», una Introducción y allegretto para orquesta
con piano, un Divertimento alla turca: Allegro moderato grazioso, con
zambar («avec sordine») y triángulo (© 1941), la Sinfonía Nº 3, un
Lento (Grave) para contrabajo y orquesta, que queda incompleto, una
obra orquestal más para Eladia: la Suite elegiaca: Berceuse – largo (paz)
– glorificación (incompleta), y algunos apuntes de un Concierto para
viola y orquesta.
La tierra mexicana empieza a germinar también en el arte de
Zubeldia y florece convertida en obras orquestales como el poema

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sinfónico En el Desierto de los Leones, que la autora describe con el


siguiente programa:
Los pinos del desierto me parecen procesión de penitentes
que avanzan lentamente para alcanzar el cielo. Van rezando sus
oraciones. Algunas veces caen en el camino heridos de muerte y
van rodando al abismo. Pero los otros siguen su camino y con-
templan atónitos la loca danza de la vida. ‘Sigamos: allá arriba
está la felicidad. De allí nos llega el sol fogoso y la lluvia que nos
alimentan’...
Invierno: Los pinos del desierto suben como penitentes en bus-
ca del cielo. ‘De allá arriba nos llega la luz y el rocío que nos dan
vida. Bamos [sic.] sin descanso purificando nuestras vidas y hacien-
do penitencia para alcanzar’.
El gran sacerdote (solo de fagotes) inicia el tema con melan-
colía.

Entre los poetas que acuden a las veladas de la casa de Tacubaya


se encuentra Asunción Izquierdo de Flores Muñoz, quien le ofrece a
Emiliana su ciclo de poemas «El Cántaro a la Puerta», firmado bajo el
seudónimo de Ana Mairena. De estos poemas, la compositora selec-
ciona cuatro: El primer día, Que soy blanca rosa, ¡Ay, que no soy! y Perdí
mi canica, para convertirlos en canciones utilizando los principios de
Novaro, y las dedica a otra asidua visitante de las veladas musicales, la
soprano Irma González. Irma estrenará estas canciones, acompañada
por el pianista José de Jesús Oropeza, al lado del ciclo Los motivos
del año, en México en 1956. Finalmente las cuatro canciones serán
editadas individualmente por la Casa Ricordi Americana de Buenos
Aires en 1963.
En 1944 Emiliana escribe música y letra para una nueva canción
de cuna: Duérmete mi niño lindo que te velo yo, con el fin de ejempli-
ficar con ella el concepto de una pequeña forma musical y su técnica
de composición en una lección de armonía, pues su afán pedagógico

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la lleva a dar clases privadas de piano y armonía paralelas al resto de


sus otras actividades.
Otro ciclo importante de canciones que aborda Emiliana a prin-
cipios de los años 40 procede de la colección de cantos y danzas
populares de España, de Matilde de la Torre Gutiérrez (1884-1946).
Originaria de Cabezón de la Sal, Matilde era una humanista,
idealista y ferviente luchadora por las libertades sociales y por la
igualdad entre hombres y mujeres, que no titubeó en comprometerse
políticamente como militante del PSOE. Considerada heredera del
regeneracionismo del 98, escribió obras de denuncia social, como El
Ágora (1930), El banquete de Saturno (1932) y Mares en la sombra
(1940), en donde relata su contacto con la guerra en tierras asturia-
nas. También publicó miles de artículos en prensa local y nacional de
España y de México, donde se exilió como refugiada, trayendo entre
sus tesoros más preciados la colección de cantos y danzas populares
que había recuperado y recopilado de todas las regiones de España.
En base a estos cantos, Matilde escribe un breve ensayo musicológico
sobre el folklore español, al que titula Soles y brumas de España y sub-
titula como «Pequeña antología de canciones del folklore español».
Emiliana elige diez de estas canciones y las armoniza para voz y
piano, según los principios de la armonía tradicional: Alegre y conten-
ta (asturiana), El clavel (de ronda), Noche clara (de ronda), Cuando
más hondo (de ronda), Ojos que te vieron ir (de despedida), La vi
llorando (de despedida), Asomada a tu puerta (de romancillo, Casti-
lla-León), Tengo cuatro pañuelucos (montañesa), Villancico (siglo XIX,
Extremadura) y una Escena de «La Maya» (Pujayo de Iguña).
Tras la muerte de Matilde de la Torre en 1946, Mme. Renée Bau-
xou de Schweinfurth editará el cuaderno de canciones armonizadas
por Emiliana y posteriormente el ensayo musicológico escrito por la
propia Matilde, ambos bajo el mismo título, Soles y brumas de Espa-
ña, a manera de partes complementarias.

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Entre los «poetas de América» que Emiliana descubre en México


está el abogado, poeta, dramaturgo, periodista, historiador y político
mexicano Antonio Mediz Bolio (1884-1957), originario de Mérida,
Yucatán. De él toma siete poemas infantiles para musicalizarlos de
acuerdo al sistema temperado tradicional, creando un nuevo ciclo de
canciones infantiles: La abeja, El sauz, El caballito del diablo, Cada
uno, La mariposa nocturna, Peces voladores y La lana.
Otro personaje ingente de México que imanta a Emiliana es Sor
Juana Inés de la Cruz, de quien toma su poema Aquella zagala de
mirar sereno para convertirlo en una obra coral a ocho voces mixtas,
dedicada a Luis Sandi y su Coro de Madrigalistas bajo el título de
Villancicos, la cual dejará inédita.
Novaro tampoco descansa. Una vez logrado y probado ante el
público más selecto y exigente su novaro-clave con una cuerda por te-
cla, activadas por un nuevo martinete de material sumamente duro y
flexible, está listo para intentar su «novar» con tres cuerdas por tecla.
Si logré un éxito acústico y musical empleando una cuerda para
cada sonido –relatará posteriormente–, me pareció fácil construir-
lo con tres; estuve equivocado, los problemas que se presentaron
fueron de índole diversa. Para hacer sonar las tres cuerdas no me
servía el martinete construido para el novaro-clave. Además, tuve
que empezar una serie de trabajos respecto a la maquinaria y ajus-
tes que no eran precisamente problemas, pero que representaban
contratiempos para mí. Cuando estaba más atareado en estos tra-
bajos, tuve necesidad de acostar el aparato en el suelo, y al recibir
un golpe, se rompió el arpa: había sido fundida con el metal de-
masiado caliente, defecto notado con anterioridad; no obstante,
juzgué conveniente probarla. Volví a empezar, logrando al fin éxito.
Me faltaba tan solo un detalle: barnizarlo; procedí a hacerlo. El
resultado fue desastroso: el sonido adquirió un timbre sumamente
metálico que no me agradaba. Este problema me llevó varios años
más; fueron muchos los experimentos, hasta lograr un barniz que
no perjudicara el sonido, más bien lo mejoraba.

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La experimentación para fabricar sus «pianos» –el novaro-clave


y el novar– lleva al maestro doce largos años de trabajo incesante.
No obstante, se da tiempo para alternar esta actividad con la fabri-
cación de otros instrumentos de cuerda: violas, violines, guitarras,
adecuados a las exigencias de su sistema musical. Para el estudio teó-
rico de los principios acústicos requeridos, cuenta con el apoyo de su
hermana Blanca, profesora de física, así como con el financiamiento
de su hermano Luis, el editor, para solventar los gastos de todos sus
experimentos.
La casa de Tacubaya es un verdadero taller artesanal y académico:
Blanca y Augusto resolviendo ecuaciones o el maestro, en funciones
de artesano, fundiendo arpas, modelando martinetes, experimentan-
do con todo tipo de barnices para cubrir las maderas de sus pianos y
violines; Emiliana componiendo, ensayando las obras a presentar en
la próxima velada, ajustando la afinación más adecuada en el novaro-
clave para tocar las nuevas obras el siguiente viernes, y discutiendo
con el maestro cada detalle. Rosita y su madre preparan los alimentos
de cada día. Hasta Mikito, el gato, se hace presente para sancionar el
trabajo cotidiano, moviendo sinuosamente la cola cuando aprueba
los resultados acústico-musicales y culinarios de la jornada.
Pero aun en medio de esta intensa actividad, Emiliana mantie-
ne vivo y continuo el recuerdo y la preocupación por los hermanos
lejanos, inmersos primero en una atroz experiencia bélica, luego en
un régimen represivo y peligroso. No obstante, Martín (fray Gumer-
sindo) es reintegrado a su convento de Pamplona-extramuros, des-
pués de aquellos seis años agobiantes como confesor en la cárcel de
Zaragoza.
Néstor sigue transitando por su camino espiritual y manteniendo
su disciplina de escribir durante dos horas cada mañana para sacar a
la luz su siguiente libro –siempre hay un siguiente libro–, que en este
momento es el que llevará el título Vida escondida con Cristo en Dios.
La casa de Pamplona es atendida ahora por dos hermanas, amigas de

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México, última estación 83

Eladia, que acudieron tras su muerte a atender a los hermanos Zubel-


dia. Una de ellas, viuda, lleva consigo a su pequeño hijo Valentín
Fernández, a quien Néstor toma bajo su tutela y más tarde enviará al
seminario para hacer carrera eclesiástica.
Alejo continúa trabajando en La Papelera Española, pero el in-
vierno de 1946-47 se presenta especialmente frío y el traslado coti-
diano de Pamplona a Villava le afecta la columna vertebral, provo-
cándole inflamaciones en una vértebra y obligándolo a someterse a
una intervención quirúrgica. Alejo se interna en el hospital para la
cirugía, pero su cuerpo rechaza la transfusión preoperatoria y muere
en febrero de 1947.
Pocos meses después del telegrama que anuncia la muerte de Ale-
jo, Emiliana recibe una invitación firmada por el profesor Manuel
Quiroz Martínez, rector de la Universidad de Sonora, para formar
parte de la planta docente de la máxima casa de estudios del estado,
fundada hacía apenas un lustro en la pequeña ciudad de Hermosillo.
El rector le solicita a Emiliana dar formación musical a los univer-
sitarios e integrar coros de estudiantes en las escuelas secundaria y
normal adscritas a la joven universidad.
La perspectiva de una nueva aventura por el norte de México
no parece descabellada ni fortuita. Después de diez años de trabajo
conjunto con el maestro Novaro, Emiliana conoce ya a fondo toda
su propuesta teórica y tiene suficiente experiencia práctica como
para seguir aplicándola por cuenta propia. El maestro ha logrado
integrar todos los principios de su teoría en una metodología cohe-
rente, que solo requiere de instrumentos ad hoc para perfeccionar
su aplicación y dejar abierto el desarrollo ad infinitum de todas sus
implicaciones. La teoría está redonda, acabada y probada, por lo
que Novaro se concentra en la construcción de instrumentos y en
la redacción de su gran libro, en el que aborda tanto los principios
teóricos como los ejemplos de composición que él mismo propone,
así como la descripción de sus avances tecnológicos en la fabricación

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84 EMILIANA ZUBELDIA

de instrumentos acústicos capaces de producir los sonidos de todas


sus escalas y los problemas que plantea la afinación de los mismos,
con sus propuestas de solución. El libro saldrá a la luz en 1951 bajo
el sencillo título de Sistema Natural de la Música, editado en México
por Manuel Casas.
En tanto que Emiliana, al leer la misiva universitaria, recuerda
aquel libro encontrado en su infancia en la biblioteca paterna, con
una foto de un indio del norte mexicano, justamente de la etnia Ya-
qui de Sonora. Y ahora Sonora convoca su presencia...

HERMOSILLO FINO AL FINE

Al iniciarse los años 40, el estado de Sonora, al noroeste de México,


era una región con un importante desarrollo agropecuario y restos de
una tradicional actividad minera, pero con escaso acceso a la forma-
ción de profesionales de nivel superior. Solo contaba con una Escuela
Normal para formar maestros de educación básica, y con algunos
profesionales activos en distintas especialidades, que habían acudi-
do a hacer sus estudios en México D.F. o en el extranjero, o bien
con personajes de amplia cultura originarios de otros estados y na-
ciones. Justamente esta minoría veía con preocupación la necesidad
de cimentar la educación superior en Sonora, para dar acceso a ella
a las nuevas generaciones deseosas de conocimiento, sin tener que
exiliarse para conseguirlo. Hermosillo, la capital del estado, era una
ciudad pequeña de alrededor de cincuenta mil habitantes, viviendo
una transformación cívica y cultural gracias al idealismo de los «hijos
cultos» de Sonora y a la inmigración de intelectuales que se estable-
cieron o permanecieron algún tiempo en Sonora, como el profesor
Manuel Quiroz Martínez, el profesor José Sosa Chávez, el ingeniero
Norberto Aguirre Palancares, el obispo Juan Navarrete y Guerrero, el
filósofo José Vasconcelos, entre otros, a quienes se sumarán la visión

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México, última estación 85

y el impulso del nuevo gobernador de Sonora, don Abelardo Rodrí-


guez, constructor de «la era de Abelardo» (1943-48).
Era, pues, el momento justo y las circunstancias propicias para
crear una universidad. La comunidad intelectual y política que habi-
taba en Hermosillo se organizó y buscó los recursos humanos y ma-
teriales para arrancar este proyecto. De esta manera, el 12 de octubre
de 1941 se colocó la primera piedra del primer edificio universitario,
en el marco de una ceremonia cívica de gran relevancia. El diputado
local, licenciado Luis Encinas Johnson, pronunció el discurso oficial,
precedido por la declamación del poema Alma parens por el poeta
Leopoldo Ramos. A la vuelta de un año, el profesor Aureliano Esqui-
vel, en funciones de director de las Escuelas Universitarias y Organi-
zador Técnico de la Universidad –en realidad, en funciones de primer
rector–, declaró iniciado el primer ciclo académico.
En la ceremonia inaugural de este primer ciclo se estrenó un can-
to universitario, compuesto especialmente para esta ocasión por el
profesor José Sosa Chávez. El texto había brotado de la pluma del
señor obispo, don Juan Navarrete y Guerrero:

Hosanna, Mater alma, hosanna gloriae porta, hosanna vitae


ductrix, hosanna spes Sonorae, hosanna...

El rector Esquivel Casas, hombre visionario y partidario de la


educación integral del individuo, promovió desde el inicio de su
gestoría los espectáculos musicales a cargo de la Banda de Guerra
Universitaria, que integró y dirigía el maestro Ignacio Bribiesca, y
del Coro Universitario dirigido por el maestro José Sosa Chávez, así
como conciertos de artistas profesionales como el violinista Samuel
Martí. A estos espectáculos se sumaban los declamadores y los con-
ferenciantes de artes y humanidades, montados sobre el pequeño
escenario del patio central de la Escuela Secundaria y Normal uni-
versitaria.

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86 EMILIANA ZUBELDIA

El doctor José Jiménez Cervantes propuso sumar cursos de tea-


tro y danza a los ya existentes de música, dibujo y modelado, corte
y confección de ropa, para integrar un cuerpo interdisciplinario de
actividades propicias para la expresión creativa de los universitarios, y
aunque fue un proyecto bien recibido por parte del rector, al renun-
ciar éste a su cargo el 15 de agosto de 1944 todo se disolvió en el aire.
El ingeniero Francisco Antonio Astiazarán asumió la rectoría solo
para culminar el periodo del profesor Esquivel, y en su breve paso por
este cargo alcanzó a diseñar el escudo y a acuñar el lema «el saber de
mis hijos hará mi grandeza», de la nueva casa de estudios sonorense.
En septiembre de 1946 la universidad dio la bienvenida al profe-
sor Manuel Quiroz Martínez como su tercer rector. Gran melómano
y convencido del poder de la música para forjar hombres de bien y
científicos humanistas –sus propios hijos habían estudiado música en
el Conservatorio Nacional–, Quiroz Martínez propuso de inmediato
la creación de un Conservatorio Regional dentro de la universidad,
con un plan de estudios de tres años para la «Escuela Secundaria de
Artes», dos años para la «Escuela de Bachilleres Musicales», y carre-
ras de diversa duración para Instrumentista, Cantante, Maestro de
Composición, Pedagogo Musical y Musicólogo. Los programas se-
rían avalados por la UNAM y los maestros convocados de cualquier
parte. El Comité Administrativo rechazó rotundamente la propuesta
por exceder los límites presupuestales de la institución.
El profesor Quiroz Martínez quedó muy inconforme con este re-
chazo, ya que en su concepto de «universidad» la actividad académica
músical era una necesidad imprescindible. Y para agravar la situa-
ción, en agosto de 1947 el profesor José Sosa Chávez renunció a su
cargo como director de coros. Temiendo que los coros universitarios
aún incipientes se desintegraran por falta de un director, el señor rec-
tor designó a su propia hija Olga como directora interina, mientras
encontraba al titular ideal. Fue entonces cuando envió a Emiliana
la misiva que recibió ella en México aquel septiembre, invitándola a

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México, última estación 87

sumarse al personal académico de la Universidad de Sonora durante


el año académico 1947-48.
Semanas más tarde, aterriza en el minúsculo aeropuerto de Her-
mosillo un pequeño avión comercial de hélices de la compañía Ae-
ronaves de México, que empieza a abrir los caminos del aire a la
población civil.
Al asentarse la nube de polvo provocada por el aterrizaje, los pa-
sajeros bajan por la escalera lateral de la aeronave. Entre ellos viene
Emiliana de Zubeldia, sin imaginar siquiera que éste es el inicio de
una labor ingente de casi cuarenta años al frente de la actividad mu-
sical de la Universidad de Sonora.
El comité de recepción conduce a Emiliana de Zubeldia al hotel
más nuevo y lujoso de la ciudad, el Hotel Laval, en el corazón de
Hermosillo y muy próximo al Parque Madero, a la Capilla del Car-
men, a la calle Serdán –que es la del comercio central– y al Mercado
Municipal. La administración del hotel colabora con el proyecto
universitario, concediendo a la maestra una tarifa especial para que
pueda permanecer ahí durante todo el año académico. Emiliana se
instala y luego sale a conocer el entorno. Recorre las primeras calles
flanqueadas de naranjos, observa a los transeúntes y entra en con-
tacto con los habitantes de este sector. En primer término, sobre la
calle Serdán, viven los Soria Larrea, dueños y administradores de un
colegio de instrucción primaria, y frente al colegio habita la famila
Espinoza. Ambas familias solicitan de inmediato clases de piano
para sus hijas: las hermanas Josefina y Consuelo Soria y Aurora
Espinoza.
Más adelante se levanta la casa de Cecilia G. de Guilarte, culta y
activa compatriota de Emiliana, quien convertirá su casa en uno de
los principales centros de tertulias de Emiliana y sus nuevas amigas,
con quienes realizará innumerables tareas de beneficio social y pro-
moción cultural. Entre las más activas se encuentran doña Enriqueta
de Parodi, escritora, y Elsa Rebling, esposa del doctor Banderas.

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88 EMILIANA ZUBELDIA

Pero Emiliana no ha venido a Sonora para organizar un club de


amigas. Su objetivo principal es la educación musical de los jóvenes
universitarios. Su entrada a las aulas deja un recuerdo indeleble y de
los más gratos en su discípulo Julio Cubillas, quien más tarde tomará
el hábito franciscano con el nombre de fray Antonio María. Inscrito
por aquellos años como alumno de la Escuela Secundaria de la Uni-
versidad de Sonora fray Antonio relatará años más tarde su primer
encuentro con la maestra:

En una mañana del mes de septiembre de 1947 en el salón «C»


del antiguo edificio de Secundaria de la Universidad de Sonora se
presenta una persona de porte modesto y firme que nos ordena se-
guirlo. Es el rector Manuel Quiroz Martínez. Hay expectación, corre
la voz de que vamos a clase de música. Alguien despierta aún más la
curiosidad al comentar que es una maestra la que impartirá la clase.
Después de pasar frente al edificio de la rectoría llegamos al
antiguo salón de actos, donde se impartía la clase de música. Una
mujer de porte sencillo y noble nos recibió y después de ser pre-
sentada al grupo nos dirigió las primeras palabras; pidió dedicación
y nos prometió a cambio, darnos a conocer con su trabajo cosas
muy bellas y de gran importancia para nuestra formación. El grupo
«C» estaba, por primera vez, ante una mujer que había de traer un
enorme mensaje de entrega al servicio de la belleza y del arte, para
bien de sus discípulos, de la universidad y del estado de Sonora.
Pronto anunció su disposición de dar clases de piano gratuitamente
a quien se interesara. Así fue como al poco tiempo tuve el privilegio
de que esta gran maestra pusiera por primera vez mis manos sobre
el teclado de un piano.
Así se vinieron las horas de estudio unidas a una continua y
profunda conversación, que llevaban al alumno a formarle el sen-
tido de la belleza, de los grandes valores, de los principios indele-
bles... Así fue como aquélla que fue mi maestra en el arte, era al
mismo tiempo, y Dios se valió de ella, instrumento para adentrarse
en mi vocación franciscana al servicio de Dios y del prójimo.

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México, última estación 89

Julio Cubillas llegará a ser uno de los discípulos más brillantes de


la primera generación de pianistas formados por Emiliana y, final-
mente, el celebrante de su misa exequial, casi cuarenta años después
de aquel encuentro con el grupo «C».
Pequeña y con muchas necesidades, la ciudad de Hermosillo cau-
sa un impacto inusitado en Emiliana. Los atardeceres son arrobado-
res –«formidablemente lujuriosos» declarará más tarde la maestra–, y
el ambiente cargado de enredaderas floridas y del aroma embriagante
de los azahares que inundan las calles de «la ciudad de los naranjos».
Pero no menos impactante es el darse cuenta, a medida que pasa lista
de asistencia en las aulas universitarias, que casi todos los estudiantes
tienen entre los apellidos de sus padres y abuelos al menos uno vas-
co: Arriaga, Arriola, Ochoa, Elizondo, Echeverría, Iberri, Ibarra, Íñi-
go, Barrenechea, Salazar, Munguía, Zazueta, Zataráin, Uribe, Sáinz,
Urrutia, Velderráin y tantos otros, que en aquel ambiente dan a Emi-
liana la sensación de un regreso al solar pamplonés de su infancia.
Frente al edificio de la rectoría, en dirección a oriente, arranca
la calle Niños Héroes, bordeando el majestuoso edificio del museo
y biblioteca. Dos calles más adelante se encuentra la privada Niños
Héroes. Ahí habitan seis parejas de españoles refugiados de la Gue-
rra Civil, algunos de ellos protagonistas de una dolorosa historia de
dispersión familiar al final de la guerra, así como otras tantas fami-
lias sonorenses igualmente jóvenes que, con el buen humor que los
caracteriza, mantienen un ambiente de gran camaradería. En aquel
rinconcito citadino encuentra Emiliana la fervorosa acogida de unos
y otros.
En la privada Niños Héroes es costumbre que por las mañanas de
invierno, alrededor de las once, salgan las señoras de sus casas a tejer y
convivir con las vecinas al calor amable de los rayos del sol. Por la tarde,
cuando regresan los maridos del trabajo, alguno lanza el grito de bata-
lla: «¡Vamos a tomar la cuba!» y se arma la fiesta. Las botas españolas
desdeñan el vino y derraman la «cuba» en todas direcciones. Nunca

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falta un buen pretexto: cumpleaños, onomástico, bautizo, aniversario


de boda, buenos negocios o buen humor. Emiliana suele llegar con su
bolsa de «disfraces»: son sus elegantes vestidos de conciertos, algunos
con plumas blancas muy volátiles, que ahora sirven para hacer lucir los
espectáculos domésticos de actrices improvisadas para cualquier papel.
Dentro de aquel ambiente inicia Emiliana su trabajo académico.
En cada grupo de la Escuela Secundaria asume la dirección de un
pequeño coro de adolescentes; integra otro de voces femeninas en
la Escuela Normal y selecciona a las mejores voces de todos los gru-
pos para formar los «Conjuntos Corales Universitarios». La actividad
musical inicia este ciclo escolar con gran efervescencia. Muchos de
los estudiantes deciden tomar clases de piano.
Próximos al fin de curso, los coros de secundarianos y normalis-
tas son convocados a concurso para asignarles la valoración escolar
correspondiente. Todos los miembros del coro triunfador obtendrán
la máxima calificación. Los desafinados irredentos tendrán «permiso
obligatorio» de mantener la boca cerrada durante el concurso. Los
más afinados serán invitados a formar parte de los conjuntos corales
universitarios y/o a presentarse en eventos diversos como cantantes
solistas acompañados al piano por su maestra. El ambiente entre los
jóvenes adolescentes es burbujeante.
En mayo, antes de concluir el ciclo escolar, el diario El Imparcial
publica las primeras líneas didácticas de Emiliana dirigidas a la co-
munidad hermosillense en memoria del maestro Manuel M. Ponce,
fallecido el 24 de abril de ese mismo año 1948, en un artículo titula-
do «Recordando al maestro».
No se tienen evidencias de un encuentro entre Ponce y Zubeldia
en París, pero sí de que ambos compartieron simultáneamente el am-
biente parisino de los años 20. Además consta el gusto de Emiliana
por la música del maestro Ponce.
En junio, Emiliana ha cumplido ya su contrato anual y se dispo-
ne a partir, pero antes de regresar al D.F. la universidad renueva la

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invitación para el siguiente ciclo escolar. Su estancia en México re-


sulta así un mero periodo de vacaciones, ya que en septiembre del 48
vuelve a su segundo año en Hermosillo. Y este mismo esquema de
contrato anual, renovación y vacaciones de verano se repite durante
varios años. Sus viajes a México en el verano permiten a Emiliana
mantener el contacto activo con sus amigos, su colaboración con el
maestro Novaro, la composición de nuevas obras y la presentación
de las mismas en conciertos, tanto en el D.F. como en otras ciudades
cercanas.
El resto del año, los hermosillenses observan los pasos ágiles con
que la «miss Zubeldia» traza el camino entre el hotel San Alberto y
la universidad. Emiliana se ha mudado al hotel San Alberto, frente
a la oficina de correos y cercano a la catedral, porque el Hotel Laval
ha tenido que cerrar sus puertas. Allí permanecerá hospedada por el
resto de sus días.
Se inicia el ciclo 1948-49 y los coros tienen que prepararse de
inmediato para participar en los festejos del sexto aniversario de la
universidad el próximo 14 de octubre. El jardín central de la Escue-
la Secundaria, rodeado de pasillos y arcadas de estilo monacal, será
acondicionado como teatro al aire libre, tal como se acostumbra en
los eventos importantes. Llegado el día, la ceremonia se inicia con
«Honores a la Bandera» interpretados por la Banda de Guerra Uni-
versitaria. Abre el programa artístico una de las hijas del señor rec-
tor, María Antonieta Quiroz Martínez, tocando al piano tres Valses
de Brahms, seguidos de dos discursos alusivos a la celebración. Lue-
go alternan los declamadores de poesías con el coro femenino de la
Escuela Normal, que interpreta un Romancillo español del siglo XVII
y Sobre el césped de Joseph Haydn. Nuevos discursos y poemas ape-
lan a la conciencia de los asistentes y dan paso enseguida a la alumna
de la Escuela Normal, Dora Nájera, para interpretar la Canción de
Solveige, de la suite Peer Gynt, de Edward Grieg, acompañada al pia-
no por su maestra Zubeldia. Cierran el programa un nuevo Canto

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de los Universitarios de Sonora, compuesto por Adalberto Sotelo y


Ernesto Salazar, seguido del Himno Nacional Mexicano. Por la no-
che se celebrará un baile en el Casino Aliancista, musicalizado por
la Orquesta Bahía.
Concluido este evento, es necesario preparar rápidamente el si-
guiente, ya que será en fecha muy próxima, el 20 de noviembre, para
festejar el aniversario de la Revolución Mexicana. Para esa celebra-
ción se estrena el nuevo salón de actos. Participan los Coros Univer-
sitarios cantando El despertar de las flores de Beethoven, Rayando el
sol, de Guty Cárdenas, el Romancillo español del siglo XVII estrenado
en el evento anterior, así como el nuevo Canto de los Universitarios de
Sonora, y el Himno Nacional. El programa de piano está a cargo de
la alumna de secundaria Clorinda Guajardo Huerta, quien interpreta
obras de Bach, Chopin, Falla y Rachmaninoff. La maestra Zubeldia
acompaña a sus alumnos de canto Marín Vega Ibarra y Ana Ríos
Valdés, de la Secundaria y Normal respectivamente, intérpretes de
La despedida y Cuanto más hondo es el pozo, de la colección Soles y
Brumas de España.
Y enmedio de su acelerada agenda, aprovechando sus contactos
en México, Emiliana organiza la vista en Hermosillo de la Orques-
ta Sinfónica de Jalapa dirigida por el maestro José Yves Limantour,
utilizando la sala del Teatro-Cine Sonora. El concierto tendrá lugar
el martes 23 de noviembre, solo tres días después de la celebración
anterior. Para entonces, la maestra ya habrá recorrido las calles, em-
presas, oficinas y casas de Hermosillo colocando billetes de entrada
para garantizar la asistencia del público.
Para el invierno Emiliana programa conferencias para sus alum-
nos, impartidas por sus amigos intelectuales del D.F. Este progra-
ma de conferencias se repetirá durante varios inviernos y acudirán el
maestro Jerónimo Baqueiro Foster, Jaime Torres Bodet y otros perso-
najes de reconocido prestigio académico de México. Algunas de estas
charlas serán transmitidas por la radio XEBH para hacerlas llegar a

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México, última estación 93

todo el auditorio. Y como complemento a las mismas, participará la


propia Zubeldia en calidad de pianista.
Aprovechando su visita a Sonora, el maestro Baqueiro Foster rea-
liza investigación musicológica de campo entre algunas etnias del es-
tado. A través de este estudio Emiliana conocerá los cantos de la etnia
Seri, de las costas desérticas de Sonora, y se prendará de su espíritu.
Al abrir la primavera de 1949 y con el fin de conmemorar el nata-
licio del Presidente Benito Juárez el 21 de marzo, Emiliana organiza
la presentación del violinista Samuel Martí haciendo dúo con la pia-
nista norteamericana Gunhild Nilsson. El programa se lleva a cabo
en el teatro al aire libre de la Escuela Secundaria, incluyendo obras de
Édouard Lalo, Carlos Chávez, Manuel M. Ponce y Manuel de Falla.
Alternan con estos artistas los alumnos de Emiliana, el tenor Max
Jiménez, los Coros Universitarios y el declamador Leopoldo Cons, y
cierra la Banda de Guerra.
Una salva de artillería, locomotoras, sirenas, campanas de iglesias
y bandas de guerra despiertan a la población de Hermosillo el 10 de
mayo para celebrar el día de las madres. Los niños y jóvenes de todas
las escuelas recorren las calles cantando Las mañanitas, y a las diez de
la mañana se inicia el gran espectáculo en el Teatro-Cine Sonora, con
cantos, bailes, piezas instrumentales, discursos y la alegría desbordan-
te que las radiodifusoras pueden capturar con sus micrófonos para
compartirla con su auditorio. El programa de mano anuncia que «El
Departamento Universitario de Cultura Musical, bajo la dirección
de la señorita profesora Emiliana de Zubeldia» participa en esta fiesta
con un programa completo: el Coro de la Escuela Secundaria, inter-
pretando una Canción de cuna de Mozart, con letra en castellano de
E.A. Grunauer Herrera; el Coro de la Normal con la Canción de cuna
de Brahms, en versión para coro de Juan E. Martini; la estudiante
Ana Ríos Valdés cantando una Ofrenda con música de Schumann y
texto de A. del Río y la canción de cuna compuesta por Zubeldia en
México en 1944, Duérmete mi niño lindo que vigilo yo; Max Jiménez

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canta el Paño moruno y una Jota de Falla; y para cerrar el programa, la


estudiante Clorinda Guajardo toca al piano una Mazurka de Chopin
y la Danza ritual del fuego de Falla. ¡Una verdadera celebración de
lujo para las madres hermosillenses!, que en compañía de sus familias
acuden a llenar aquel recinto de espectáculos.
Al finalizar el ciclo escolar 1948-49 se celebra en Hermosillo
el Primer Congreso de Escuelas Secundarias, en el cual toma parte
Emiliana el 30 de junio, presentando una charla en la que expresa
claramente su visión de la responsabilidad que ha asumido ante los
jóvenes universitarios y la sociedad hermosillense. Dice la maestra:

Ilustre profesorado, distinguido público: La educación musical


no solamente es conveniente, sino absolutamente necesaria como
auxiliar en la perfecta educación general de la juventud, porque la
música recoge toda la belleza, toda la expresión de los estilos de cada
momento histórico, que están palpables en los grandes monumen-
tos arquitectónicos, en la literatura, en la poesía, en la escultura, en
la pintura y además reflejan en ella el carácter y la idiosincrasia de
cada pueblo y también la vida política de cada nación.
Ya en tiempos de Platón se reconocía este valor funcional de
la música. Decía el filósofo que el estilo musical no cambia nunca
sin que los principios constitucionales se modifiquen de la misma
manera.
Aristóteles decía que la música era el medio más seguro para des-
pertar en el alma sentimientos nobles y que es un auxiliar poderoso
para unificar las muchedumbres. Un arte que dispone a su gusto de
los corazones es un precioso medio de gobierno. Esto se ha advertido
tanto en Asia (ya en la antigüedad) como en Europa. Los filósofos po-
líticos de la antigua Grecia exigían del gobierno que los magistrados y
jueces aplicasen leyes sobre la composición musical para que ésta no
degenerara, a las cuales estaban sometidos los artistas y aun los aficio-
nados. En la China teocrática y patriarcal la música no pertenecía a
la iniciativa privada: era una institución. El jefe del estado otorgaba
a su pueblo una música que hacía componer bajo sus indicaciones.

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Confucio, el gran filósofo chino (470 años antes de nuestra era),


decía que la virtud es el principio de la naturaleza humana y que la
música es la flor de la virtud, y añadía: La moral tiene por objeto no
exaltar los sentimientos, sino estudiarlos, a fin de que cada uno de
ellos sea colocado en el lugar en que sea útil. Esclarecida por la razón,
ella arregla su esfuerzo y dispone sus reacciones de tal modo, que con-
curran eficazmente al objeto supremo, que es la armonía universal.
Ésta establecida de dos maneras: por la música y por los ritos. Muchas
cosas dividen a los hombres, solo la música los une verdaderamente.
Aquel que se haya compenetrado con la música hasta el punto
de regir por ella su corazón, su corazón renacerá a la justicia, a la rec-
titud, la afección y la sinceridad, estará alegre: la alegría es la calma,
la calma es la eternidad, la eternidad es el cielo. Para él no existirá
dificultad aquí abajo. Por medio de la música la humanidad vulgar
se aproxima a la sabiduría. En los templos, príncipes y magistrados,
jefes y súbditos la escuchan juntos y entre ellos no hay ninguno que
no experimente armonía y respeto. En las asambleas de las provin-
cias, jóvenes y viejos la escuchan juntos y entre ellos no hay ninguno
que no experimente armonía y docilidad. En el interior de las casas,
padres e hijos mayores y menores la escuchan juntos y entre ellos
no hay ninguno que no experimente armonía y ternura. Así habló
Confucio...
Es, pues, la música un poderoso medio de educación moral
y cívica para la juventud. Por otra parte, al estudiar, al adquirir el
alumno una cultura musical, se interesa vivamente por todas las
otras artes y por las ciencias. No conozco un solo músico que, ha-
biendo adquirido una educación musical bastante completa, no se
interese por todas esas cosas.
El joven que no ha tenido la buena suerte de pertenecer a una
familia que posea una cultura general, incluyendo la música, piensa
y cree muchas veces que ésta consiste únicamente en la mal llama-
da música popular, que mejor se puede denominar «popularacha».
Entre la música popular, mejor dicho folklórica de cada pueblo, y la
música «popularacha» existe la misma diferencia que entre el pueblo
y la plebe.

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Plebe, como todos saben, es aquel núcleo de gentes que no tie-


ne cultura ninguna ni educación cívica (afortunadamente, gracias al
sacrificio y a la incansable labor de los maestros, las filas de la plebe
van diezmándose), y pueblo somos todos los demás. Del pueblo sa-
len esclarecidos varones, grandes genios en todas las ramas del saber
humano, pero la plebe nada bueno puede dar. La música folklórica
–la verdaderamente popular, no plebeya– tiene sabor de fruta fres-
ca y aroma delicada de flor silvestre. Generalmente es música fina,
concebida por gentes bien preparadas, pero que, andando el tiempo,
ha llegado a ser anónima: se ha perdido el nombre del compositor...
Y ahora bien: ¿Cómo despertar el interés por la bella música
entre sus alumnos? Únicamente dándole importancia, la importan-
cia que tiene el arte bien llamado divino. Voy a poner un ejemplo:
Si alguien se situara en una calle céntrica, con el hueco de su mano
lleno de piedras preciosas: rubíes, perlas, topacios, diamantes, ópalos,
esmeraldas, etc. ofreciéndolas a cinco centavos, nadie se molestaría
en comprarlas; puede que algún niño caprichoso las adquiriera con
el fin de jugar con ellas como si fueran canicas; pero si esas piedras
preciosas se exhibieran en un escaparate lujoso, y bajo una hermosa
esmeralda se leyera el precio (digamos cinco mil pesitos), seguramen-
te alguien vaciaría su bolsillo para adquirir la bella gema, y sería solo
porque a esa joya se le dio importancia al exhibirla debidamente. Pues
bien, esto hay que hacer con la música: darle importancia.
La música, ciencia y arte, es la más compleja de todas las artes
y su proceso evolutivo a través de las edades es de un interés apasio-
nante. Si esclarecidos ingenios, si hombres de inmenso corazón de
todos los tiempos han consagrado su vida entera a su estudio para
contribuir a su desenvolvimiento, ¿cómo negar que su conocimien-
to es algo sumamente interesante? Para amar una cosa es necesario
comprenderla; solo con el conocimiento de ella se la comprende:
en cuanto se la comprende se la ama. Enseñar al joven a gozar del
placer que proporciona la música es hacerle penetrar al templo de
la dicha, del placer más perfecto y más puro.
Todo ser humano lleva en sí un deseo grande, una necesidad de
satisfacer sus anhelos espirituales, que ninguna cosa material puede

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llenar. La música cumple esa función, la de procurar placer puro y


grande que satisface el ansia de felicidad, propia de todo hombre.
Además –y esto es importantísimo– cuando el joven aprende a gus-
tar de ese inmenso arte, él le distrae en sus ratos de ocio, haciendo
que esos ratos no los emplee en placeres que a veces menoscaban su
salud física y espiritual.
Para procurar, pues, el conocimiento de la música dándole la
importancia que tiene, es necesario recurrir a la historia: es necesa-
rio mostrar ante los ojos del alumno su evolución desde los tiempos
más antiguos, entonces comprende su importancia y se interesa por
ella.
Al iniciar mi actuación como profesora el pasado curso en la
Universidad de Sonora, comencé por explicar la historia de la mú-
sica desde su primer período, el periodo de la monodía. Hablé a
los alumnos de los sistemas musicales de las antiguas civilizaciones
china, japonesa, india, árabe, griega y también de la antigua músi-
ca mexicana anterior al descubrimiento de América, explicándoles
estas cosas con bastantes detalles. Les mostré grabados en los cuales
podían ver estampados los preciosos instrumentos musicales que
utilizaban esos pueblos. Les hice oír, tocando al piano, trozos de
música de aquellos lejanos y hermosos tiempos, comparándolos con
nuestra música de escalas occidentales. En fin, para no ser tediosa
diré, que el resultado ha sido muy halagador. Casi todos los alumnos
con pocas excepciones se han interesado por el estudio de la música.
Estas lecciones de historia y apreciación las alterno con las de
teoría y solfeo, y con la práctica del canto coral. La sola teoría y el
solfeo, sin cultura y sin el conocimiento y apreciación de la música
sirve de poco. La prueba del interés que se ha despertado en la uni-
versidad por el arte musical está en que muchos alumnos se acercan
a pedirme que les dé clase de piano y armonía. Uno de los prime-
ros alumnos a quien instruí en el arte pianístico y el estudio de la
armonía es el joven Abraham Katase, nativo de Hermosillo. El me
confesó que cuando comenzaron las clases no conocía ni el nombre
de los signos musicales y que además no le había preocupado dicho
arte, pero que se había interesado vivamente al escuchar las leccio-

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nes. Fue una gran satisfacción para mí el darle cada semana una
clase de piano y armonía. Solamente lleva estudiando diez meses y
de sus progresos saben los que le han escuchado. Además compone
ya música con las reglas del arte y la ciencia armónica.
Actualmente varios jóvenes de las escuelas Secundaria y Nor-
mal toman en la universidad una clase semanaria de lección de
piano y todos están haciendo progresos rápidamente sin que decai-
ga su entusiasmo. Estas clases extras son completamente gratuitas
en gracia a los alumnos y a la universidad. ¿Cuál es la razón de esa
comprensión y entusiasmo por la música? Simplemente el haberla
presentado dándole la importancia que tiene.
Y ahora entre paréntesis: acá en Sonora hay jóvenes de mucho
talento musical y algunas pianistas se pueden codear con los gran-
des artistas de fama mundial. ¡Lástima que no se les estime como
merecen! Pero ya dijo Cristo que ‘ningún profeta es honrado en su
patria’. Esperamos que pronto otros públicos extraños les darán el
espaldarazo artístico: así sea.
El señor rector de la universidad, con una visión clara al respec-
to, procura, siempre que le es posible, traer artistas de reconocido
valor y agrupaciones que contribuyen con sus destacadas audicio-
nes al desarrollo cultural de la música y a su apreciación. Loor a
los señores dirigentes de la universidad y que Dios les premie. Y
para terminar mi modesta actuación ante los honorables profesores
y público que tiene la benevolencia de escucharme, permítanme,
antes de retirarme, decir con el poeta Ayala:
La música es el acento
que el mundo arrobado lanza
cuando a dar forma no alcanza
de su mejor pensamiento.
De la flor del sentimiento
Es el aroma lozano
Es del bien más soberano
Presentimiento suave
Y es todo lo que no cabe
Dentro del lenguaje humano.

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Una fuerte ovación del público hace patente el beneplácito de los


presentes y su comprensión de la tarea que asume Emiliana al aceptar
la cátedra universitaria. Un diploma de reconocimiento le será en-
tegado por la universidad dos días después de esta ceremonia, justo
antes de partir hacia el D.F.
Entre sus múltiples actividades de verano en México, Emiliana
prepara su material de trabajo para su siguiente ciclo escolar en Her-
mosillo, como la elaboración de los arreglos del nuevo repertorio co-
ral a ensayar a partir de septiembre: La paloma de Sebastián Yradier,
Nina de Giovanni Battista Pergolessi, la traducción de dos canciones
de Johannes Brahms, cuyas versiones para el Coro Universitario que-
dan bajo los títulos Canción de amor y paz y Tejí un ensueño de amor;
del yucateco Guty Cárdenas elige la canción Caminante del Mayab
con letra de Mediz Bolio, y toma dos muestras del folklore español,
Ya se van los pastores y Eres alta y delgada.
Cuando Emiliana descubre la poesía de Antonio Mediz Bolio
(1884-1957), abogado, dramaturgo, poeta, periodista, historiador y
político mexicano originario de Mérida (Yucatán), selecciona siete de
sus poemas infantiles para musicalizarlos, creando un nuevo ciclo de
canciones infantiles: La abeja, El sauz, El caballito del diablo, Cada
uno, La mariposa nocturna, Peces voladores y La lana.
Con este bagaje regresa a Hermosillo en septiembre de 1949 para
emprender su tercer ciclo escolar. Nuevos grupos de secundarianos
y normalistas hacen su entrada en las aulas, así como aspirantes a
pianistas de todas las edades, universitarios o no.
El entusiasmo musical en Hermosillo es creciente y el rector en-
cuentra la situación propicia para traer de Oaxaca al mayor Isauro
Sánchez Pérez, con el fin de reorganizar la Banda de Guerra y trans-
formarla en la Banda de Música de la Universidad. Paralelamente,
envía funcionarios académicos a la Primera Asamblea Nacional de
Universidades e Institutos de Enseñanza Superior (ANUIES), que-
dando así integrada la naciente red nacional de universidades.

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100 EMILIANA ZUBELDIA

Durante la conmemoración del cuadragésimo aniversario de la


Revolución Mexicana, el 20 de noviembre de 1950, el gobernador
Ignacio Soto entrega los certificados de estudio a los jóvenes que
egresan de la universidad. La antigua Banda de Guerra, convertida
ya en Banda de Música de la Universidad, bajo la batuta del mayor
Isauro Sánchez Pérez, ofrece al auditorio una Pequeña fantasía de la
ópera Aída de Verdi. Después, el alumno de piano Abraham Katase
toca varias Sonatas y Preludios de Scarlatti, Bach y Chopin, y el Coro
Universitario interpreta una versión bastante modificada por «miss
Zubeldia» de la obra Con amores la mi madre de Juan de Anchieta
(ca. 1462-1523), el prominente sacerdote y compositor polifonista
vasco del Renacimiento, a quien Emiliana se atreve a enmendarle la
plana, así como un Madrigal de Thomas Morley y un Canto a Sonora
de autor desconocido, obviamente en arreglo para coro de Zubeldia.
Paralelamente, Hermosillo modifica su fisonomía, iniciando la
construcción de un amplio Boulevard que parte de la universidad
hacia el noreste en dirección al nuevo fraccionamiento residencial de
lujo bautizado con el nombre de «Colonia Pitic». El voluminoso edi-
ficio de cinco pisos del museo y biblioteca, construido por el gober-
nador anterior, don Abelardo Rodríguez, con líneas arquitectónicas
poderosas, un tanto germánicas, frente al edificio de la rectoría, había
sido cedido a la universidad por el señor gobernador antes de con-
cluir su periodo (1948) para servir de asiento a varias dependencias
universitarias. Entre ellas para la cátedra de Zubeldia.
La ciudad crece a un ritmo vertiginoso y, por lo mismo, no es ca-
paz de solventar todas las necesidades que surgen con este crecimien-
to. Emiliana empieza a notar entonces que algunos de sus «chicos
del coro» ostentan vergonzosos agujeros en las suelas de sus zapatos.
Y de inmediato los lleva a la zapatería Varela, la única en Hermosillo
por estas fechas, para que don Pancho Varela, el dueño, los calce con
propiedad. A otros estudiantes los invita ocasionalmente a comer en
cualquier restaurante y, por las tardes, al concluir el ensayo coral del

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día, la directora sale del recinto universitario con todo su coro con-
vertido en corro de juglares citadinos, que la rodean mientras cantu-
rrean la obra recién aprendida, caminando por las calles del centro
rumbo a «El limoncito», la refresquería de don Isidoro Angulo, mon-
tada sobre la esquina sureste del Jardín Juárez, para compartir con
todos ellos las sabrosas aguas frescas de limón, naranja, piña, tama-
rindo, cebada y horchata que allí mismo se preparan, minutos antes
de que se enciendan aquellos voluptuosos ocasos, que todos disfrutan
en amable compañía. Emiliana no encuentra mejor manera de agotar
sus ingresos que en estos generosos despilfarros.
Nuevamente llega el verano y con él el retorno a México. El
maestro Novaro está dando los últimos toques a su gran libro sobre
el Sistema Natural de la Música, en el que consigna todos sus avan-
ces no solo en torno a su teoría musical, demostrada ya en las obras
de Emiliana, sino que además describe acuciosamente los tempera-
mentos de más de doce sonidos, especialmente el de quince y el de
cincuenta y tres sonidos en la octava, así como los detalles técnicos
de construcción de sus diversos instrumentos, como su guitarra y su
nuevo piano, el «novar», con tres cuerdas por tecla, el cual Emiliana
tiene la oportunidad de tocar este verano de 1950. Finalmente la
obra de Novaro queda lista para ser publicada en 1951.
A su regreso a Hermosillo, Emiliana es recibida con la noticia de
que, en atención a sus méritos, el Comité Administrativo de la Uni-
versidad ha determinado asignarle plaza definitiva como «Directora
de Conjuntos Corales». El documento correspondiente a su nom-
bramiento es el nº 18, fechado el 1 de septiembre de 1950, con va-
lidez retroactiva al 1 de enero de 1948. Firman el presidente, doctor
Ignacio Cadena, y el secretario, licenciado René Martínez de Castro.
Con el apoyo decidido de la administración académica en la uni-
versidad, Emiliana solicita la adquisición de un equipo de sonido,
discos y un proyector de imágenes para sus clases de historia y apre-
ciación musical. Con este equipo en su haber, inicia su serie de diez

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102 EMILIANA ZUBELDIA

charlas abiertas al público sobre historia de la musica universal desde


la antigüedad hasta el siglo XX. El propio señor rector envía invita-
ciones personalizadas para asistir cada tercer viernes a partir del 15 de
diciembre de 1950 al Salón de Actos de la Universidad. Es el inicio de
una tradición que se mantendrá vigente en las charlas de historia de
la maestra Zubeldia los viernes a las 6.00 p.m. durante varias décadas.
No menos elocuente se muestra la voz docta de Néstor Zubeldia en
Pamplona cada domingo de 1951 a través de Radio Requeté, hablando
sobre su concepto de «socialismo cristiano», puesto en circulación a
través de su más reciente libro, El supremo derecho a la necesidad:
El ideal social de la paz tiene que ser esencialmente cristiano, y
son los católicos, los que tienen que llevarlo a la realidad de la vida»
–afirma un diario navarro comentando las charlas de don Néstor,
y continúa:
Se queja contra esta generación utilitarista y adúltera, escép-
tica e indiferente, anunciando un nuevo ideario social, solidarista
y radical, pero con un radicalismo no como el de otros idearios
paganos, sino conciliador de intereses y de clases, moralizador y
espiritualista. Seguimos actualmente una táctica equivocada. Hay
que ir a la conquista de los poderosos, encerrados dentro de un
individualismo cruel, sin esperarlo todo de los poderes públicos.
Los católicos pueden y deben organizar y realizar la justicia social
en el orden privado.
Alrededor de estas ideas básicas giró la conferencia –dice el dia-
rio–, dejando algunas incógnitas que el muy ilustre conferenciante
promete disipar en disertaciones sucesivas...

Las conferencias radiofónicas de don Néstor Zubeldia tienen una


calurosa acogida entre el público navarro y hacen posible iniciar ese
mismo año en Pamplona la muy popular asociación denominada So-
lidaridad Cristiana de Familias, que se mantendrá activa más allá del
periplo existencial de su creador y será modelo para muchos otros
movimientos sociales posteriores dentro de la iglesia católica.

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México, última estación 103

Igualmente provechoso es el año 1951 en México. El maestro


Novaro finalmente publica el libro que recoge más de treinta años de
intensísima labor, seguido de una serie de dieciocho artículos perio-
dísticos dominicales de su colaborador infatigable, el maestro Daniel
Castañeda, publicados de junio a octubre en El Universal de México
dirigidos a músicos profesionales, para presentarles en dosis contro-
ladas y con intenciones didácticas la propuesta musical de Novaro.
Emiliana simplemente compone, de preferencia durante los veranos
en el D.F. En éste de 1951, los Tientos Nº 7 y 8, posteriormente tres
más hasta completar la colección de 11 Tientos dedicados a Espe-
ranza Pulido, los cuales habrá de publicar en 1963 la Casa Ricordi
Americana, prologados por el maestro Castañeda. También dedica
a Esperanza otras 3 Sonatas; compone una nueva Sonata para violín
y piano dedicada al violinista Higinio Ruvalcaba, un Concierto para
piano y orquesta y una Sinfonía coral inconclusa, a manera de apuntes
para estudios de composición; así como un ciclo de canciones para
soprano y orquesta, sobre un poema de Daniel Castañeda, titulado
Los motivos del año: Primavera andante – Verano quasi adagio – Oto-
ño allegretto – Invierno lento, dedicado a la soprano Irma González,
quien la estrenará en México en 1956, acompañada por el maestro
José de Jesús Oropeza, con re­ducción para piano de la parte orques-
tal. Todas estas obras siguen los postulados del maestro Novaro.
Y acorde a los principios de la armonía tradicional, Emiliana mu-
sicaliza el poema Odisea de amor, escrito por su discípulo sonorense y
poeta de la revista universitaria Axios, Rafael Ángel Rentería; compo-
ne también una Sonata para viola y piano en Re dedicada a Abel Eisen-
berg, la canción Una vieja tristeza para tenor y piano sobre un poema
de Enrique González Martínez, dedicada al tenor Carlos Puig, varias
Nanas, un Padre Nuestro para piano, órgano y voz sobre un poema de
Julio Mercado, un Grave para orquesta, una Estampa cubana (Al atar-
decer) en honor de Nena Benítez, importante pluma literaria de Cuba,
a quien Emiliana había conocido en una de sus visitas a La Habana,

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104 EMILIANA ZUBELDIA

culta dama que había sido jefe de la sección de Bellas Artes y luego ti-
tular de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación de Cuba
a mediados de los años 40, escritora y editora de la sección «Música y
Músicos» del Diario de la Marina de La Habana.
En agosto de 1951 Emiliana anuncia su regreso a Hermosillo y
sus amigos del D.F., quienes no comprenden su entusiasmo por la
pequeña provincia, lo cuestionan:

—¿Qué tiene Sonora, Emiliana, para que regreses allá cada


año? Tu mundo es éste.
—Estáis muy equivocados. Yo debo ir allá.
—Pues te habrás enamorado.
—Sí, me he enamorado de Sonora, de esas flores sembradas tan
menudas ahí, cerca del desierto, tan lindas, tan completitas y tan
niñas. Tan chiquitas. Todo me emociona, va mucho con mi manera
de ser, con mi temperamento... Después, Sonora me pareció una
unión de la música de Bach y la música de Debussy [la música de
los compositores que la subyugaron en París]. Y esas puestas de sol,
tan formidablemente lujuriosas... Luego la gente, tan sencilla, tan
humana, tan firme y tan... todo... no sé, pero Sonora me ganó el
corazón.

Y en septiembre, Emiliana retoma con determinación la cátedra


universitaria, la dirección coral y las lecciones de piano intra y extra-
muros del alma mater.
Por estas fechas los padres de Angélica Méndez Ballesteros lle-
van a su pequeña niña ante la maestra Zubeldia para que desarrolle
su evidente talento musical. Un par de años más tarde, Angélica se
presentará como «niña prodigio» en Hermosillo, México, Oaxaca y
Phoenix (USA). En Hermosillo recibe una enorme muñeca como
regalo y reconocimiento del señor gobernador don Ignacio Soto. Así
se inicia la carrera de quien llegará a ser en su vida adulta maestra de
piano de la Academia Superior de Música de Viena en Austria.

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Las autoridades universitarias deciden entonces crear una depen-


dencia más sólida para cobijar el quehacer musical de Emiliana y sus
pupilos. Y en 1954 se crea la Academia de Música de la Universidad
de Sonora en sustitución del Departamento Universitario de Cultura
Musical de la Universidad, con la maestra Zubeldia como su directo-
ra. El edificio del museo y biblioteca, que la alberga, cuenta además
con un auditorio muy adecuado para los conciertos que habrán de
venir.
Toda la década de los años 50 en Hermosillo se caracteriza, par-
ticularmente para Emiliana, por la acción social y la promoción cul-
tural. Cada vez que la maestra invita a sus chicos del coro a algún
restaurante, observa la voracidad con que comen algunos de ellos y,
paso a paso comprueba el enorme esfuerzo, los ayunos y sacrificios
que muchos de los jóvenes y sus familias hacen para obtener una
educación superior. De inmediato inicia trámites ante las autoridades
universitarias y consigue una beca de sesenta pesos mensuales para
cada uno de los miembros del Coro Universitario. Acude enseguida a
sus amigos de la privada Niños Héroes, a los de la calle Serdán, los de
la colonia Pitic y los de cualquier otra zona urbana para confrontarlos
con la dura situación de sus pupilos. Y con el apoyo de su infatigable
colaboradora, doña Elsa Rebling de Banderas, logra establecer la So-
ciedad de Amigos del Estudiante, con el objeto de obtener recursos
económicos para auxiliar a los más necesitados. Naturalmente, las
actividades más socorridas son las culturales. Emiliana se constituye
así en un puente entre sus amigos artistas de México, los agentes ar-
tísticos y la comunidad hermosillense para organizar eventos de gran
calidad y recaudar fondos. Inicialmente son conciertos ocasionales,
luego vienen las grandes temporadas, la primera de ellas de febrero a
abril de 1955. En ella participan, entre otros artistas, el pianista Mi-
guel García Mora, y el tenor Carlos Puig, acompañado al piano por
su esposa Luz N. de Puig. Entusiasmados por este movimiento en la
ciudad capital, los jóvenes miembros de la Federación de Estudian-

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106 EMILIANA ZUBELDIA

tes de la Universidad de Sonora (FEUS) suman sus esfuerzos a esta


enorme tarea, de la que se obtienen resultados altamente positivos en
todos los órdenes. Los ingresos obtenidos en cada temporada se en-
tregan a la Sociedad de Amigos del Estudiante en presencia del señor
rector, así como los comprobantes de gastos y los billetes de entrada
no vendidos. La meta es fundar un internado para universitarios de
escasos recursos, tanto locales como procedentes de los diversos pue-
blos de Sonora.
El enorme éxito de la primera temporada permite a la «Comisión
organizadora de conciertos» solicitar el apoyo de todos los implica-
dos para las siguientes temporadas. Para la de 1956 se anuncia la
participación de la pianista Esperanza Pulido, el chelista Guillermo
Helguera, el violista Abel Eisenberg, la pianista Sophie Cheiner, el
Cuarteto Lenner trayendo como primer violín a Higinio Ruvalcaba,
el guitarrista Jesús Silva, la soprano Irma González y nuevamente
el pianista Miguel García Mora. Así, lo más selecto de la comuni-
dad artística de México viene a Hermosillo convocado por Emiliana.
Luego empiezan a llegar artistas extranjeros contratados a través de
la agencia Daniels de conciertos. La sociedad hermosillense adquiere
de esta manera una visión cultural y humanista sin precedentes, y
los jóvenes estudiantes reciben sustento y horizontes más amplios y
accesibles para su desarrollo profesional.
Además de estas temporadas, los discípulos de Emiliana presen-
tan nutridos recitales de piano, de canto y veladas corales al final de
cada ciclo escolar. Una vez concluidos estos eventos anuales de fin de
curso, la «golondrina vasca» vuela de regreso a México para pasar el
verano, componer y presenciar otros conciertos en los que suele darse
a conocer su música. En los primeros veranos de la década compone
la canción En las noches, con poema de Alfonso Cravioto, un Padre
nuestro para piano, órgano y voz sobre un poema de Julio Mercado,
Del cabello más sutil y Colegiala con letras de autores no identificados;
hace arreglos corales de canciones mexicanas, como el Corrido de Ro-

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mán Castillo, Cuatro milpas, La pajarera, La viudita, ésta para cuatro


voces blancas, y de compositores europeos, como Las golondrinas de
Tchaikovski, entre otras.
Mediando la década, en el verano de 1955 la Sala Ponce de Bellas
Artes incluye en su séptima temporada un concierto completo con
las obras más recientes y aún inéditas de Zubeldia. Unas semanas más
tarde, el 22 de agosto, Emiliana presenta a su discípulo Julio Cubillas
como pianista en la ciudad de Oaxaca. El diario Oaxaca Gráfico rese-
ña el concierto de Cubillas en los siguientes términos:

Llena, antenoche, la Sala Mayor de nuestra Escuela de Bellas


Artes, para escuchar al joven pianista sonorense Julio Cubillas E.,
el aplauso fue también lleno, expresivo, elocuente: el público se
dio cuenta de que tenía enfrente a un ejecutante superior por el
cuerpo (estatura de norteño) y por la forma en que interpreta mú-
sica de fuerza, como el Preludio en Do Sostenido Menor de Sergei
Rachmaninoff, o de gran delicadeza como los Valses de Brahms,
es decir, lo opuesto entre sí. Había expectación por escuchar a este
discípulo de la distinguida maestra Emiliana de Zubeldia, Directo-
ra de la Academia de Música en la Universidad de Sonora, porque
los comentarios de prensa le acreditaban cualidades de profesional.

Tras el brillante concierto de Cubillas, maestra y discípulo deben


regresar a casa, a Hermosillo, a iniciar un nuevo ciclo académico.
Otras dos niñas de extraordinario talento se inscriben por estas fechas
en la Academia de Música, María Teresa Serrato y Marcela Fernández
Aguilar. Al final del ciclo escolar, María Teresa sorprende al público
con medio recital de piano, interpretando a los clavecinistas barrocos
Daquin, Bach y Scarlatti, haciendo luego un puente romántico con
música de Chopin para cerrar con Debussy. La otra niña, Marcela,
es hija de un compatriota de Emiliana, don José Ramón Fernández,
emigrante en su adolescencia para evitar ser enviado a la guerra de Es-
paña contra Marruecos y a la postre empresario prominente en Sono-

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ra, quien pone a sus cuatro hijos en manos de la ilustre maestra vasca,
Faustino, Serafina, José Ramón y la pequeña Marcela, la que habrá
de destacar como pianista de grandes conciertos, especialmente em-
pática para la interpretación de J. S. Bach. Años más tarde, cuando
Marcela contrae matrimonio, Emiliana solo acierta a expresar:

El matrimonio es la tumba del piano...

La temporada de conciertos de invierno-primavera de 1956 pre-


senta a todos los artistas anunciados en el programa de pre-venta
de los abonos para el ciclo completo: Esperanza Pulido, Guillermo
Helguera, Abel Eisenberg, Sophie Cheiner, Cuarteto Lenner, Higi-
nio Ruvalcaba, Miguel García Mora, Jesús Silva, Irma González y
un programa especial de danza a cargo de la maestra recientemente
contratada por la Universidad de Sonora, la señorita Martha Bracho,
quien también habrá de hacer historia en los anales artísticos de esta
institución.
El verano de 1956 en México es especialmente grandioso: La so-
prano Irma González estrena todas las obras que Emiliana le ha dedi-
cado. Acompañada por el maestro José de Jesús Oropeza, interpreta
por vez primera el ciclo de canciones con letra de Daniel Castañeda,
Los motivos del año, con reducción para piano de la parte orquestal.
Completando el programa, interpreta las cuatro canciones con poe-
mas de Ana Mairena: Perdí mi canica, Que soy blanca rosa, El primer
día y ¡Ay, que no soy! También se estrenan ese verano los primeros
diez Tientos para piano dedicados a Esperanza Pulido e interpretados
por ella misma. Todas estas obras siguen los postulados del maestro
Novaro.
Y antes de concluir ese verano, el 5 de agosto, la Orquesta Sin-
fónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
bajo la dirección del maestro José Vásquez, ofrece el estreno mundial
de la Sinfonía Elegiaca compuesta por Emiliana en 1939-40 a la me-

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moria de su hermana Eladia, tras su reciente fallecimiento. El tejido


armónico según Novaro que ofrece esta obra, las ideas temáticas, el
magistral manejo de timbres orquestales, la estructura formal y su
profundidad emotiva causan un impacto muy particular en el públi-
co, así como entre los críticos y los músicos de la propia orquesta. Y
el día 22 de agosto Zubeldia recibe el «Premio Nacional de Compo-
sición» por esta obra. Ese mismo día, el violista Ivo Valenti estrena en
el Auditorio de la Escuela de medicina de la UNAM la Sonata para
viola y piano de Zubeldia.
Días antes, el pianista Miguel García Mora estrenaba su Sonata
en tres movimientos, Allegro-Adagio-Presto. Por su parte, la mezzo-
soprano Josefina Aguilar, quien había participado con Emiliana en
sus conciertos del Teatro Hidalgo en 1933, incluye en su recital del
28 de agosto en el salón barroco de la Universidad de Puebla una
Canción de cuna de Zubeldia.
Después del estreno de su Elegiaca, entre una cosa y otra, Emilia-
na presenta a su discípula Angélica Méndez Ballesteros, aún niña, en
Oaxaca con un recital completo que se hace merecedor de la ovación
del público.
Pero hay que esperar hasta el 2 de febrero de 1957 para que la
revista Hoy publique la reseña de Pepe Morales sobre el premio na-
cional que ha obtenido la maestra Zubeldia por su Sinfonía Elegiaca.
Concluido el grandioso y agitado verano del 56, Emiliana se re-
coge en su Academia de Música con sus clases de solfeo, teoría mu-
sical, armonía, historia y apreciación musical, piano y canto. Dirige
los coros universitarios, escribe para revistas, hace crítica musical en
periódicos, da charlas en vivo, por radio y por televisión y prepara la
temporada de conciertos de 1957.
El primero de los siete conciertos de esa temporada está a cargo
del pianista Miguel García Mora en su tercera visita a Hermosillo.
Los siguientes incluyen la participación de la mezzo-soprano Aurora
Woodrow, la violinista Gloria E. de Vásquez, de nuevo la soprano

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Irma González, la pianista Esperanza Pulido, el Cuarteto Lenner y la


pianista Sophie Cheiner. No obstante, la recaudación de esta tempo-
rada es exigua y el comité organizador, que incluye a varios miembros
del Club Rotario, al gobernador Álvaro Obregón y al rector Guiller-
mo Acedo Romero, entre otras personalidades, decide organizar un
concierto adicional en mayo. Para atraer a un público más numeroso,
proponen un concierto que incluya obras originales de la maestra
Zubeldia. Así se abren las puertas del auditorio del museo para pre-
sentar el 28 de mayo al violinista Higinio Ruvalcaba, acompañado al
piano por su esposa Carmela Castillo Betancourt ejecutando la So-
nata en re menor: moderato-lento-presto, que Emiliana ha compuesto
para él.
No obstante, la recaudación total apenas alcanza para costear los
gastos de organización de la temporada y sostener los desayunos es-
colares de los universitarios. A consecuencia de este desajuste finan-
ciero, el comité organizador de las temporadas de conciertos tiene
que reducir el número de eventos a programar para el siguiente año,
pero para mantener la vida musical universitaria en el mismo nivel
de actividad que ya había alcanzado, Emiliana empieza a preparar
presentaciones de sus discípulas más avanzadas: Josefina Bustamante,
Emma Vásquez Correa, Amparo González Loaiza, Consuelo y Josefi-
na Soria, con sendos recitales y ejecutando conciertos de Tchaikows-
ky, Liszt, Beethoven y otros grandes maestros, a dos pianos con re-
ducción de la parte orquestal para uno de ellos. En diciembre de
1958 el Club Rotario dona para este fin un gran piano Steinway de
concierto, que se instala en el auditorio del museo.
De esta manera continúa la actividad musical en Hermosillo y
se inician las giras artísticas a otras ciudades. Angélica Méndez, ya
adolescente, vuelve a tocar en Oaxaca y agrega a su itinerario la Sala
Molière del Instituto Francés en la ciudad de México; también en
el D.F. debuta como solista de la Orquesta Sinfónica de la UNAM
bajo la batuta del maestro José Vásquez, y posteriormente se presenta

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como solista de la Filarmónica de Phoenix (Arizona, USA), interpre-


tando el Concierto en Re de Haydn.
Así continúa Emiliana proyectando su genio como pedagoga y
compositora desde Sonora, en múltiples direcciones. En México se
siguen escuchando los estrenos de sus obras, como el de la Sonata
para viola y piano en Re dedicada a Abel Eisenberg, transcrita para
violín e interpretada por el violinista Higinio Ruvalcaba y su esposa,
la pianista Carmela Castillo Betancourt, en la Sala Ponce del Palacio
de Bellas Artes en septiembre de 1958. La reseña de este concierto
aparece en la revista Tiempo el 22 del mismo mes de septiembre (pp.
59-60). Mientras tanto, Emiliana prepara sus primeros 11 Tientos
para ser editados por la Casa Ricordi Americana.
Finaliza la década de los 50 y nuevos aspirantes a pianistas siguen
acudiendo a la Academia de Música de la universidad, incluso pro-
cedentes de otras ciudades de Sonora. Emiliana los valora y admite
de inmediato a los de mayor talento. Griselda Cabanillas acude regu-
larmente cada semana desde Ciudad Obregón para sus lecciones de
música. María Guadalupe Rodríguez se traslada con igual fin desde
el puerto de Guaymas, José Corella viene desde Agua Prieta. Abra-
ham Katase, Martha Licona, Gilda Madrid, Carmen Molina, Enri-
que Sánchez, Rito Emilio Salazar, los hermanos Fernández Aguilar
y muchos otros solicitantes talentosos y dedicados tienen la ventaja
de residir en Hermosillo. A todos ellos los prepara Emiliana con la
intención de lanzarlos luego a los grandes escenarios del mundo.
Pero antes de que la siguiente década tome vuelo, Emiliana reci-
be noticias desde Pamplona, sobre el estado de salud de su hermano
Néstor. El padre Valentín Fernández, protegido en su infancia por el
canónigo Zubeldia, le informa:

Don Néstor está muy enfermo, Emiliana, ojalá pudiese usted


venir a visitarlo, creo que le haría mucho bien. Don Néstor padece
una enfermedad nerviosa que le ha debilitado el cerebro; se cree

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condenado al infierno, se preocupa por todos, tiene una depresión


muy profunda. ¡Venga pronto, Emiliana!

La enfermedad de Néstor y la llamada urgente de don Valentín


crean un conflicto serio en Emiliana. Hace treinta y ocho años que
salió de Pamplona huyendo de Joaquín, su marido, y éste continúa
aún visitando ocasionalmente a don Néstor en calidad de cuñado.
También ha seguido buscando infructuosamente a su esposa –lo si-
gue siendo ante Dios– hasta hace poco más de un lustro, mientras
ella exige de sus hermanos la máxima reserva sobre el lugar de su
residencia. Pero ahora Néstor la necesita en Pamplona. Finalmente
triunfa el amor fraterno y accede a la solicitud, no sin antes asegu-
rarse de que su estancia en Pamplona pasará inadvertida para todos,
especialmente para Joaquín Fuentes Pascual. Y en respuesta a su co-
municado, don Valentín recibe la siguiente misiva de Emiliana:

Esta bien, don Valentín, iré. Pero necesito que me ayude a pa-
sar inadvertida. Por favor, consiga un auto de amigos de confianza
y espéreme frente a la gruta de Lourdes, en Francia...

Don Valentín acepta la condición de Emiliana y consigue que los


esposos Ciga lo lleven a esta cita en Lourdes a bordo de su Mercedes
Benz. Emiliana cruza así los Pirineos por única y última vez de re-
greso a Pamplona, donde la esperan don Néstor y la madre de don
Valentín, aún en funciones de ama de llaves de la casa Zubeldia. Un
mes y medio permanece Emiliana aquí encerrada acompañando a
su hermano durante el día y dando pequeños paseos campestres por
la noche en compañía del ama de llaves, envuelta su cabeza en una
pañoleta protectora de su identidad. Finalmente se despide dejando
a Néstor un tanto recuperado y regresa a México por el mismo cami-
no, sin que persona alguna, fuera de la casa Zubeldia y de los esposos
Ciga, se haya enterado de su presencia en ésa durante el verano de
1960.

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México, última estación 113

Desafortunadamente, en México la espera otra despedida defi-


nitiva. El maestro Novaro está gravemente enfermo y le queda poco
tiempo de vida. Emiliana lo visita por última vez antes de continuar
su camino a Sonora. Novaro muere el 11 de noviembre siguiente.
Emiliana honra al maestro, componiendo a su memoria un Lento
elegiaco para viola y piano, basado en los principios de su teoría o
Sistema Natural de la Música.
Antes de finalizar ese mismo año en Hermosillo, su genial alum-
no Julio Cubillas le da la noticia de su próxima partida hacia un con-
vento capuchino y la maestra abre su mano generosa para dejar volar
al discípulo en pos de una meta más alta.
Emiliana enfoca su atención en la formación de las discípulas
más destacadas al iniciar los años 60. Su labor docente y creativa no
se ve nunca disminuida por sus pérdidas o penas personales, por lo
que nadie se entera cuando recibe noticas como la del fallecimiento
de su hermano Néstor el 27 de febrero de 1962. Para sus «chicos del
coro» y sus pianistas cada día transcurre como una jornada normal
de trabajo académico intenso. Emiliana no dice palabra alguna ni
cambia de ánimo, lo único que la irrita es el bajo rendimiento y la
irresponsabilidad cuando éstos se presentan en algún alumno.
Mientras tanto, la demanda de aspirantes a pianistas crece y Emi-
liana contempla la necesidad de formar auxiliares para atender a los
principiantes. Matilde Katase y María Teresa Serrato son las primeras
auxiliares que entran en funciones, a las que se suman poco después
María Guadalupe Rodríguez y Lourdes Fonseca. Esta situación exige
a las auxiliares una mayor dedicación a su propia formación como
pianistas y los resultados se ponen de manifiesto en los recitales que
organiza la maestra para presentar a sus alumnos, tanto durante el
ciclo escolar como al final de los cursos académicos.
En 1963, el doctor Moisés Canale, Rector en turno de la Uni-
versidad de Sonora, otorga a la maestra Zubeldia una medalla de
reconocimiento a la importante labor educativa y artística que ha

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114 EMILIANA ZUBELDIA

realizado durante sus primeros quince años de trabajo en la insti-


tución. Su labor social y de promoción cultural es premiada con el
corazón y el respeto manifiesto de cada uno de los hermosillenses.
Emiliana se emociona enormemente ante estas manifestaciones y las
acepta con gran humildad, pero no cosidera haber hecho suficiente.
Tras la ceremonia de recepción de su medalla, Emiliana redobla sus
esfuerzos docentes.
Durante el mismo año, un día de abril, se presenta en la Academia
de Música para solicitar clases de piano una adolescente que intuitiva-
mente sabe que el estudio de la música tiene horizontes más amplios
que la mera ejecución instrumental. Es Leticia Varela, quien ha estu-
diado piano y violín durante un par de años con el maestro local Mau-
ricio Sáenz, pero que, inevitablemente inquieta e inquisitiva, acude a
Emiliana en busca de «algo más». Leticia es rechazada de inmediato
por haber estudiado otras técnicas pianísticas, que seguramente han
desarrollado en ella vicios de ejecución insuperables. La niña suplica y
pide una oportunidad. Emiliana, sorprendida y contrariada, autoriza
a su nueva auxiliar Matilde Katase a tomar bajo su guía a la solicitante
en calidad de prueba. Diez meses después, Matilde remite a Leticia
ante la maestra para una revaloración. Más indispuesta que la vez an-
terior, Emiliana escucha a la aspirante tocar el Vals en La bemol de
Brahms. Su crítica es acerba y despiadada, sin embargo, la chica Varela
es admitida bajo condición de cumplir cabalmente con todas las exi-
gencias y de integrarse de inmediato al Coro Universitario.
Durante los años 60, Emiliana da una atención más esmerada a
su Coro Universitario, que alcanza en esta década su época de oro.
El repertorio se incrementa con obras de diversos estilos, como can-
tos espirituales negros y nuevas armonizaciones de obras como Ten-
go cuatro pañuelucos, de la colección Soles y Brumas de España, una
Canción de cuna Seri, tomada de la recopilación que hiciera Baqueiro
Foster en su visita de 1949. La armonización a cuatro voces –SATB–
que hace Emiliana para esta canción es de una delicadeza altamente

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México, última estación 115

impresionista: El canto en lengua seri –en las voces femeninas– alter-


na con breves frases polifónicas a boca cerrada, a imitación de sua-
ves ráfagas de aire húmedo, entrelazadas y ondulantes, que llegan de
todos los rumbos y forman sutiles remolinos en las amplias playas
de la región seri, para acunar, mecer y acariciar al bebé destinatario
junto con la voz materna que entona la melodía del canto original.
Entran también al repertorio del Coro Universitario un Ave Maria
de Jacobo Arcadelt, un Coral de J.S. Bach, el Vere languores nostros de
Tomás Luis de Victoria y algunos Madrigales a cuatro voces de Ora-
zio Vecchi y de Luca Marenzio, pero si surge alguno a tres voces que
merezca ser considerado, como es el caso de Amor e ritornato de Luca
Marenzio, Emiliana intercala una cuarta voz –en esta obra una línea
melódica para los tenores– para permitir a todos los «chicos del coro»
cantar en su propia tesitura. Algunos villancicos navideños también
vienen a engrosar y diversificar el nuevo repertorio. Con este bagaje,
los conciertos y las giras no se hacen esperar.
Son los albores de 1964. El señor gobernador Luis Encinas Jo-
hnson considera el ambiente cultural suficientemente preparado para
dar otro paso y suscribe un convenio con sus homólogos de los esta-
dos de Chihuahua, Baja California Norte, Baja California Sur y Sina-
loa, para contratar entre todos a la Orquesta Sinfónica de la Universi-
dad Autónoma de Guadalajara, con el fin de que recorra estos cuatro
estados del noroeste de México ofreciendo una temporada anual de
seis conciertos en cada una de sus capitales. Esta orquesta itinerante,
dirigida por el maestro Luis Ximénez Caballero, será conocida como
la Orquesta Sinfónica del Noroeste (OSNO) durante los 6 meses de
cada temporada otoño-invierno. Pero la tarea más exigente es la de
crear afición en un público no acostumbrado a la música sinfónica.
De hecho, los primeros conciertos en Hermosillo hacen que el Audi-
torio del Museo, con quinientas localidades, parezca un enorme sa-
lón que no logran llenar las cincuenta personas que ahí se congregan
para escuchar los primeros conciertos sinfónicos.

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La nueva tarea para Emiliana es entonces llenar el auditorio en


cada concierto. Su primera estrategia es distribuir entradas gratuitas
entre todos sus alumnos y sus colaboradores, para luego comentar
con ellos las obras de cada programa en el marco de su clase de his-
toria y apreciación musical. Ocasionalmente cuenta con el disco de
alguna de ellas y los asistentes a clase pueden escuchar entonces la
grabación y abordar la obra con mayor detenimiento. Así empieza
a crecer la asistencia a los conciertos de la OSNO. Por otra parte, el
trabajo coral se intensifica y la labor docente se multiplica.
En marzo de 1965 el Coro Universitario acude a dar un con-
cierto en la ciudad de Navojoa, al sur del estado. En el interludio de
su programa tocan las pianistas Matilde Katase y María Guadalupe
Rodríguez.
El Coro participa también en las premiaciones de los poetas ga-
nadores en los Juegos Florales Anita Pompa de Trujillo, acude como
mensajero a otras ciudades del estado y por el vecino estado de Ari-
zona (USA), combinando su participación con la de alguna de las
pianistas en turno. Al final del ciclo 1964-65 son muy numerosos los
discípulos de Emiliana y de sus auxiliares, que presentan en público
sus destrezas pianísticas. Los más avanzados de este año, Carlos Qui-
rós y Leticia Varela, ofrecen un recital completo entre los dos.
Griselda Cabanillas madura rápidamente y promete ser una pro-
digiosa embajadora musical de Sonora en cualquier parte del mundo,
pero antes de lanzarse a esta aventura, contrae matrimonio y confir-
ma literalmente aquella sentencia de su maestra: «El matrimonio es la
tumba del piano...» Griselda muere en su primer parto y el amoroso
corazón de su mentora sangra, pero reanuda su danza, como lo hicie-
ra La muñeca de vidrio en el París de los años 20.
Por su parte, el connotado médico ortopedista, Dr. Federico So-
telo Ortiz, discípulo privado de Emiliana, quien dedica cada instante
libre de su consulta a practicar sobre el piano de cola que ha colo-
cado en un anexo de su consultorio, desea ahora tocar las obras de

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Bach para órgano, mas no reducidas al piano, sino sobre un ver-


dadero órgano de conciertos con una rica gama de registros y gran
pedalier. El Dr. Sotelo adquiere en el extanjero el órgano que desea
y prepara la gran sala de su casa para instalarlo, previa demolición
de una pared lateral para poderlo introducir. Pero antes es necesario
presentar ante la comunidad hermosillense el versátil y poderoso ins-
trumento que llega a la ciudad. La propia empresa distribuidora de
estos instrumentos cuenta con organistas especialmente dedicados a
hacer demostraciones públicas de sus órganos y envía uno de ellos a
Hermosillo. Emiliana transforma esta presentación en un gran fes-
tival de coros, canto, piano y órgano sin precedentes en la ciudad.
El novísimo Auditorio Cívico del Estado da cabida al monumental
espectáculo musical antes de finalizar 1965.
Poco después, la maestra Zubeldia envía a sus discípulas Irma
Gloria Islas y Leticia Varela a ofrecer conjuntamente un recital de
piano en el Salón de los Veteranos en Nogales (Arizona, USA).
Para la temporada de conciertos de invierno-primavera 1966 en
Hermosillo Emiliana ha invitado a la violinista francesa Jeannine An-
drade, haciendo dúo con la pianista Esperanza Pulido. También se
presenta el Coro de Madrigalistas de Luis Sandi incluyendo en su
programa el coral a ocho voces Hondo mirar, que Emiliana les dedi-
cara años atrás, compuesto bajo los cánones de Augusto Novaro.
Avanzada la primavera, el Coro Universitario viaja a la ciudad de
Douglas (Arizona, USA), con un programa que incluye un interludio
pianístico a cargo de Matilde Katase.
Para el 30 de mayo Emiliana programa la presentación de Pilar
Rioja, bailarina y crotalista, con un evento poético-musical-dancísti-
co basado en poemas de Federico García Lorca.
Poco después inician los recitales de fin de cursos del ciclo 1965-
66 de la Academia de Música. Este año Matilde Katase toca a dúo
con María Guadalupe Rodríguez un Concierto de Mozart con re-
ducción para piano de la parte orquestal. Y como evento novedoso

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en este cierre académico, Emiliana convoca a un concurso de canto


entre todos sus discípulos. Como era de esperarse, dos de sus «chicos
del coro», Sandra Luz Cantúa y José Olayo Macías, son quienes ob-
tienen el primer y segundo lugar respectivamente.
Las vacaciones de verano dan oportunidad a Emiliana de viajar
nuevamente a México para luego regresar a Hermosillo cargada de
nuevas propuestas para el siguiente ciclo escolar. Su primer cometido
ahora es presentar a una de sus discípulas en concierto como solista
de la OSNO en la próxima temporada. Lupita Rodríguez es la elegida
para tocar el Concierto en Re de Haydn en octubre de 1966. La inte-
racción de los discípulos de Emiliana con la OSNO continuará pro-
duciendo excelentes frutos en los años por venir. Y para no olvidar al
maestro Novaro, en otro de los conciertos de esta temporada el maes-
tro Higinio Ruvalcaba toca uno de los violines de Novaro, acompaña-
do por la orquesta. Por primera vez el público de Hermosillo escucha
el timbre tan peculiar de uno de los instrumentos del renombrado
maestro. Poco a poco el recinto del Auditorio del Museo se ve colmado
de asistentes y empieza a sentirse la necesidad de una sala más amplia.
Concluida la temporada de conciertos sinfónicos, en febrero de
1967, Emiliana envía a su discípula Leticia Varela a la Universidad de
Chihuahua (Chihuahua) en intercambio cultural para dar su primer
recital completo en el Paraninfo de esta universidad.
En abril siguiente los estudiantes universitarios sonorenses con-
vocan a una huelga general y toman control de todas las instalacio-
nes. Su movimiento recibe el apoyo de la población, pudiendo así
prolongar su huelga hasta octubre, lo que significa la pérdida del
semestre para muchos de ellos. No obstante, Emiliana sigue dan-
do clases a domicilio a sus alumnos. Al inicio del verano envía a su
discípula Marcela Fernández a ofrecer un recital en Ensenada (Baja
California). Y en noviembre, Leticia Varela presenta el suyo en Her-
mosillo, una vez recuperados los espacios universitarios, tras la des-
gastante huelga.

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Por estas mismas fechas asume la rectoría de la universidad el


Dr. Federico Sotelo, el único alumno de órgano de Emiliana, quien
decide poner remedio a la estrechez y otras limitaciones del Auditorio
del Museo y ordena su remodelación. También adquiere un nuevo
piano Steinway de concierto para el auditorio, pero el movimiento
estudiantil no termina con la huelga y se presentan algunos brotes de
violencia en el campus universitario. La remodelación del auditorio
se paraliza intermitentemente y el Dr. Sotelo renuncia a la rectoría
antes de terminar su periodo, entregando el cargo al Licenciado Al-
fonso Castellanos Idiáquez. La actividad política estudiantil se pro-
longa indefinidamente y buena parte de los recursos financieros se
distraen de sus objetivos originales. En estas circunstancias, el audi-
torio permanece en ruinas y cerrado durante ocho años, en tanto que
el piano nuevo duerme en una bodega esperando ser desempacado.
Pero tan pronto se reanudan las clases en la universidad, Emiliana
organiza sendas presentaciones de su coro en diferentes foros y ciu-
dades del estado como Guaymas, Ciudad Obregón, Cananea y, para
concluir el año, prepara un concierto a beneficio de «La Navidad del
Niño Pobre». El coro llega al climax de su desempeño y Emiliana
se anima a presentarlo en México, durante las olimpiadas de 1968.
Mientras organiza todos los requerimientos del viaje y tramita la pre-
sentación de su coro en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes,
Emiliana aprovecha el paréntesis de la semana santa de este año para
encerrarse bajo llave en su academia y componer su primera y única
misa, a la que titula Misa de la Asunción, aludiendo a la advocación
de la Virgen patrona de la catedral de Hermosillo –pero quizá en su
fuero interno la dedica también a su madre, doña Asunción–.
Si bien basada en los modos gregorianos, la Misa de la Asunción
es una de las primeras misas de la iglesia católica en lengua verná-
cula –en este caso, castellano–, y aunque carece del fragmento del
Benedictus, constituye una misa completa, teniendo en cuenta que es
compuesta tras la celebración del recientemente concluido Concilio

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Vaticano  II, durante un periodo en el que la misma jerarquía ecle-


siástica propicia cambios litúrgicos continuos antes de establecer una
reglamentación definitiva. Emiliana sigue fielmente las disposiciones
y traducciones del ordo misae emanados del concilio, para integrar así
las cinco partes de su misa: Señor ten piedad, Gloria, Credo, Santo y
Cordero de Dios. La Misa de la Asunción, a cuatro voces y recitativo,
es una muestra de la genuina espiritualidad de su autora, quien extrae
de la imperturbable tradición polifónica y homófona de la Schola
Cantorum de d’Indy los diversos tejidos que van forjando frases me-
lódicas y estructuras armónicas de acuerdo al espíritu del texto y de
cada instante sacro del calvario incruento sobre el altar.
Concluida la semana santa, el lunes de Pascua, Emiliana recibe
a su asistente y alumna Leticia Varela con las partituras de su nueva
obra en mano y le encomienda pasarlas en limpio para que los «chicos
del coro» las puedan leer sin dificultad, ya que su caligrafía es difícil-
mente legible. Así, sin mayor trámite, transfiere el cargo de calígrafo
de su fiel y lejano Pineda a su discípula Varela para los próximos años.
Los preparativos del coro para su gira hacia el D.F. incluyen
el diseño y confección de uniformes. Emiliana determina que sus
«chicos» vistan una túnica semejante a la de Guido d’Arezzo –aquel
monje italiano del siglo IX-X a quien se le adjudica el nombre de las
notas de la escala musical–: gris con cuello azul para los varones y los
mismos colores invertidos para las damas. Y sobrepuesto en el pecho,
el escudo universitario. Para ampliar el repertorio del programa, la
directora compone dos pequeños y graciosos «divertimenti» a cuatro
voces sobre coplillas españolas, Por San Juan, y La pulga.
El plazo previsto para esta gira se cumple a la mitad del verano.
El 31 de julio a las 8 de la tarde, el autobus de la Universidad de
Sonora, conducido por «Don Ramón», arranca con su preciosa carga
de cantores y directora rumbo a México, en una travesía que durará
varios días. Los dos primeros días con sus noches transcurren sobre
el asfalto y el 2 de agosto llegan a Guadalajara para pasar su tercera

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noche de viaje en un hotel y retomar fuerzas para continuar. Al día


siguiente hacen un ensayo en el Teatro Degollado ante la presencia
del director de la OSNO, maestro Luis Ximénez Caballero, quien,
entusiasmado al escuchar la Misa de la Asunción, exclama:

¡Es impresionante, es fascinante la misa de los sonorenses!

El mismo día 3 por la tarde el coro vuelve a montar en el autobus


para recorrer el último tramo hasta México. Llegan a la capital del
país al clarear aquella mañana fresca y rosada del 4 de agosto de 1968,
cargados de juventud, bromas, risas y, sobre todo, del entusiasmo y
vitalidad de su casi octogenaria directora, erguida en su asiento no
reclinable de aquel autobus urbano universitario.
Las duchas en el Hotel El Romano arrancan de la piel de los jó-
venes cantores y de su directora dos mil kilómetros de cansancio, así
como la arena del insomnio depositada en sus ojos, para luego acudir
ligeros a una visita al Museo de Antropología e Historia, antes de pre-
sentarse por la tarde en la sala de recepción de la Asociación Ponce,
donde Ángela Calcáneo les ha preparado una animada bienvenida
con deliciosos bocadillos y música para bailar. Cualquier tensión o
timidez de los jóvenes de provincia queda así en el olvido.
Llega por fin el esperado 7 de agosto y el Coro Universitario sube
al escenario de la Sala Ponce. En primera fila, ansiosos, los amigos
más cercanos de Emiliana: Esperanza Pulido, Elisa Kahan, Carlos
Palomar «Junius», Eloísa R. de Baqueiro Foster, Ángela Calcáneo y
otros más. El público restante llena la sala por completo. Lo primero
que interpreta el coro es la Misa de la Asunción, que produce, como
el resto del programa, el impacto deseado. Las críticas en diarios y
revistas no se hacen esperar. El domingo siguiente aparece en el diario
Novedades el comentario de «Florestán», diciendo:

Un afortunado comienzo fue la audición de la Misa de la


Asunción de la propia directora del coro, magníficamente com-

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puesta, basándose en los modos griegos; obra de gran finura y


calidad, en la que se nos antojaba estar en la austeridad de una
catedral gótica. Su autora supo adaptar la música a los requeri-
mientos del texto litúrgico. En el Credo, un bello coral acompa-
ñaba a la recitación salmodiada (Humberto Sotomayor) y en el
«se encarnó», nos embelesó la dulzura de la música y la manera
como fue cantado.
En el resto del programa, nos ofrecieron hermosas obras de los
siglos  XII y XIII, de las que nos complació muy especialmente una
Pastourelle de Marcabru y un Villancico Tradicional.
Del siglo XVI presentaron obras de Luca Marenzio con alegre
ritmo y precisión de matices. En el Coral de Bach hubo nobleza y
elevación.
Largo sería enumerar cada obra de este interesante concierto,
pero no podemos pasar por alto las magníficas armonizaciones y
arreglos de la propia Emiliana de Zubeldia, a las canciones de Pon-
ce y a la canción Seri –Viento rápido, viento alegre– (bellamente
cantada por Concepción Bernal de Félix), hechas con un gran sen-
tido polifónico.
Notables los divertimentos sobre coplillas populares españolas,
obra de la misma autora y finalmente sus armonizaciones sobre dos
canciones tradicionales españolas graciosamente hechas y cantadas
con mucho encanto.
Todo elogio se quedaría corto para la labor de Emiliana de
Zubeldia, mecenas de cultura musical de Sonora y de su propio
coro al que le dedica su ilimitada generosidad. Muy de apreciar-
se es, que tratándose de un conjunto no profesional, haya sabido
imbuirles su propia musicalidad y hacer de ellos un coro de fina
calidad. Es cierto que su dinámica no llega al «fortísimo», pero su
directora, que conoce las posibilidades vocales de un grupo en que
no son cantantes, ha logrado en cambio un «pianísimo» de gran
refinamiento para ordenar, partiendo de ahí, la gama de matices,
dando por resultado un coro de cámara que honra a la Universidad
de Sonora.

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De manera muy semejante se expresan Eloísa R. de Baqueiro


Foster y Esperanza Pulido en sus respectivas crónicas. También se le
reconoce a este coro el mérito de ser el único grupo de provincia en
todo México que participa en las olimpiadas culturales paralelas a las
deportivas de 1968.
Y en acción de gracias por el éxito obtenido, el coro canta la Misa
de la Asunción en la Basílica de Guadalupe el viernes 9 de agosto. De
regreso en Hermosillo, la Misa de Zubeldia se estrena localmente en
la Catedral de la Asunción el 12 de diciembre.
Poco antes, tomando parte en la temporada sinfónica invernal
de Hermosillo, la auxiliar de Emiliana, Matilde Katase, se presenta
como solista de la OSNO interpretando el Concierto en Re menor
para piano y cuerdas K 466 de Mozart.
Durante la temporada de 1969 el turno como solista de la OSNO
es para Marcela Fernández, interpretando el Primer Concierto para
piano y cuerdas de Bach, y en la temporada de 1970 Leticia Varela
interpreta el Quinto Concierto «Emperador» de Beethoven, en la con-
memoración del bicentenario del nacimiento del gran compositor.
El intenso trabajo que desarrollan maestra y discípula para preparar
este concierto melifica el dolor de Emiliana por la muerte, ese mis-
mo año en Zaragoza, de Martín (fray Gumersindo), el último de
sus hermanos y su director espiritual durante toda su vida. Emiliana
experimenta ahora una soledad íntima intensa, ya sin su guía espiri-
tual y sin familiar alguno en la distancia. Pero su fe, su música y su
determinación inquebrantable la sostienen y la impulsan para no dar
señales externas del suceso y continuar con su labor inalterada.
El coro es, más que nunca, la «niña de sus ojos» y el próximo aso-
ciado con la OSNO para la temporada de conciertos de 1971. Para
este fin, Emiliana elige el «Alleluya» del oratorio El Mesías de Handel.
Los jóvenes del coro experimentan por primera vez el maravilloso
efecto sonoro de sus voces armonizadas y entrelazadas con los instru-
mentos de la orquesta. Para su conjunción, el maestro Luis Ximénez

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Caballero cede la batuta a la maestra Zubeldia, quien dirige coro y


orquesta para cerrar el programa sinfónico de noviembre en Hermo-
sillo. Días después, repiten la experiencia en la ciudad de Álamos (So-
nora). Y finalmente, en diciembre el coro ofrece el primer Concierto
Coral Navideño, que de ahí en adelante quedará establecido como
tradición anual.
Por si fuera poco, Emiliana se da tiempo para componer. Antes de
culminar ese mismo año, entre los ensayos del «Alleluya», la maestra
musicaliza para el coro el poema de Ramón López Velarde Nuestras
vidas son péndulos, luego retoma los principios de Novaro para com-
poner un nuevo Tiento, que dedica «a los lectores de Heterofonía», la
revista que publica su amiga Esperanza Pulido en México, la misma
que incluye en su número 15 del mes de octubre el Tiento recién
compuesto con su análisis anexo, realizado por la propia composito-
ra. Un Tiento más verá la luz en enero siguiente, también publicado
por Heterofonía en su número 17, con su análisis anexo e igualmente
dedicado a los lectores de esta revista musical.
Esta incesante actividad de la Academia de Música de la Univer-
sidad de Sonora (UniSon) atrae a nuevos aspirantes de gran talento
y vocación a inscribirse en la institución en la década de los 70, en-
tre ellos René Pavlovich y su pequeña hija Lupita, Mirna Dolores
Ceballos, Orlando Cervantes, María Luisa Cabanillas, Ana Isabel
Campillo, Leonardo Morales, Carina Robles Linares y otros más en
el primer lustro; y en el segundo lustro, los hermanos Juan Alberto,
Lizeth y Jesús David Cámalich Landavazo, Pedro Vega Granillo, Fe-
lizardo Andrade Lagarda y José Fernando Solórzano Prieto, entre los
más relevantes. Algunos de ellos llegarán a destacar profesionalmente
en el arte, en la docencia y/o en la investigación musical.
Pero para Emiliana esto no es suficiente. Siempre atenta a nuevas
posibilidades y con visión futurista, después del Concierto Coral Na-
videño de 1971 considera oportuno abrir el área de guitarra clásica
en su academia, aunque no cuenta con recurso alguno para ello. Sin

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embargo, esto no constituye ningún obstáculo, como de costumbre.


Ella conoce al guitarrista clásico José Salazar Erbe, originario de Ála-
mos (Sonora), actualmente radicado en Hermosillo, exdiscípulo bri-
llante del maestro mexicano Manuel López Ramos, considerado éste
como un guitarrista de perfil semejante al de Andrés Segovia, creador
además de un método pedagógico y una técnica guitarrística propios.
Pero las circunstancias no son propicias para convocar al maestro Sa-
lazar a dar clases de guitarra en la Academia de Música de la UniSon.
No obstante, el proyecto guitarrístico se vuelve uno de los principales
propósitos de año nuevo en 1972.
Y así, apenas iniciado el año, Emiliana propone a su discípula
Leticia Varela –a la sazón empleada por la universidad como su au-
xiliar en las clases de piano, iniciación musical, solfeo, y como su
asistente personal–, para que acuda ante el maestro Salazar a tomar
clases de guitarra con la intención de prepararse como instructora de
dicho instrumento. Tanto Leticia como el maestro Salazar aceptan la
propuesta y se inicia un proceso acelerado y por demás demandante,
que conduce positivamente a la realización del proyecto: En el ciclo
escolar 1973-74 la Academia de Música abrirá su área de guitarra
clásica para principiantes.
Pero también el trabajo coral exige continuidad y aprovecha-
miento de los logros obtenidos hasta ahora. 1972 es el momento
justo para organizar una gran gira de conciertos por varios estados del
centro y sur del país y para grabar un disco. Y como es su costumbre,
después de una idea brillante, Emiliana pone manos a la obra e inicia
los preparativos para la gran gira: Guadalajara (Jalisco), Zacatecas
(Zacatecas), Monterrey (Nuevo León), México D.F. incluyendo aquí
una presentación en televisión nacional dentro del programa «24 Ho-
ras», conducido por el renombrado periodista Jacobo Zabludowsky,
además de un concierto en vivo en el Instituto Mexicano-Americano
de Relaciones Culturales (IMARC); de ahí hacia el extremo sur del
país, hasta Villa Hermosa (Tabasco) y de regreso a México para gra-

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bar su disco LP titulado Concierto Inolvidable en los estudios de la


disquera CBS. Para esta gira el repertorio coral se ha actualizado con
nuevos arreglos y composiciones de Zubeldia, entre ellas las reciente-
mente compuestas sobre poemas de Ramón López Velarde, Nuestras
vidas son péndulos (1971) y Huérfano (1972). Un gran estímulo para
los jóvenes del coro en esta gira es la visita a la casa natal del poeta
López Velarde en Jerez (Zacatecas) después del concierto ofrecido en
la capital de ese estado.
Al regresar de su gira, Emiliana recibe un homenaje de parte de
sus amigas y colaboradoras, las damas de la Asociación de Mujeres
Profesionistas y de Negocios de Hermosillo, a quienes la composi-
tora, agradecida, dedica una nueva canción, Haced el bien sin mirar
a quién, con texto de autor desconocido. También por estas fechas
armoniza a cuatro voces para su coro otra cancioncilla popular es-
pañola, Ya se murió el burro. Y aunque la vitalidad de Emiliana, su
dedicación al trabajo, su amor a la música y su sentido del humor no
menguan, la guerrera infatigable cuenta ya ochenta y cuatro años... y
los primeros rasgos de senilidad empiezan a aparecer. Emiliana suele
sentirse a ratos un tanto abandonada y hasta acosada; con frecuencia
detecta supuestas burlas encubiertas entre sus chicos del coro, que en
realidad están muy lejos de existir.
Pero nada la detiene ni le impide continuar con su gimnasia ma-
tutina y su ducha de agua fría cotidiana. Nunca acude a los médicos
porque no los necesita, tal pareciera que la enfermedad y la muerte
jamás han formado ni formarán parte de su vida. Además debe ase-
gurarse de que forja una institución ricamente actualizada para las
generaciones siguientes que ya están a la puerta. Y se prepara para
dar el siguiente paso en su proyecto de desarrollo, que es instalar en
la universidad los estudios de musicología para formar investigadores
que se ocupen, en primer lugar, de deslindar la historia de la música
de Sonora y particularmente de la música de sus ocho etnias aún
vivas y dinámicas.

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En primer término, acude a sus amigos de México para infor-


marse en qué parte del mundo se ofrecen los estudios más sólidos
y vanguardistas en el campo de la musicología. Y la respuesta más
reiterativa es: «en Colonia, Alemania». Entonces voltea nuevamente
hacia su asistente, la chica Varela, para plantarle su próximo reto:

¿Estarías dispuesta a ir a Alemania a estudiar musicología?

Y la chica Varela, ignorante del significado de tal especialidad e


incrédula ante la posibilidad de ser enviada al extranjero, pero ávida
de conocer todo lo posible acerca de la música, responde de inmedia-
to sin titubeos:

Por supuesto, maestra, estoy dispuesta.

Corre el mes de mayo de 1974 y los recitales de fin de cursos del


ciclo 1973-74 están próximos. Emiliana anuncia entonces a Leticia
que debe presentar su examen final de armonía y su último recital,
para completar los créditos académicos que requiere antes de partir.
Leticia es examinada y aprobada por el mayor Isauro Sánchez Pérez,
ofrece su recital en junio y el proyecto acordado se anuncia ante los
compañeros del coro. Durante los meses siguientes, Emiliana acu-
de a la propia UniSon, así como al titular de la Sub-Secretaría de
Mejoramiento del Ambiente en México –su exdiscípulo Francisco
Vizcaíno Murray–, para solicitar sendas becas necesarias para finan-
ciar los estudios de la chica Varela en la Universidad Alberto Magno
de Colonia (Alemania). Siete meses más tarde, en febrero de 1975,
Leticia vuela hacia Alemania, para iniciar el aprendizaje del alemán
en el Instituto Goethe de Boppart –«la Perla del Rihn»–, cerca de
Colonia, a donde acude luego para presentar exámenes de ingreso en
la universidad e inscribirse como aspirante a un doctorado en musi-
cología. En octubre del mismo año inicia su primer semestre en esta
universidad alemana.

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Mientras tanto, en Hermosillo ha quedado la propia maestra


Zubeldia como suplente de Leticia para dar las clases de música a los
bachilleres de la UniSon, con el fin de seguir cobrando el sueldo co-
rrespondiente y entregárselo a la madre de la chica para su sustento.
Como suplente en las clases de guitarra es designado el alumno más
avanzado del momento, Ramón Andrés González, quien asume el
cargo y continúa sus estudios bajo la instrucción personal del maes-
tro José Salazar. Emiliana solicita entonces al maestro Salazar que
elabore un plan de estudios completo para presentarlo ante el Depar-
tamento de Planeación Académica de la UniSon. El maestro elabora
un proyecto de programa en 14 semestres, que es aprobado e inicia
de inmediato su vigencia. En breve tiempo, los talleres de guitarra
darán frutos abundantes, formando guitarristas de alto nivel que irán
en busca de posgrados al extranjero y darán conciertos por el mun-
do entero, destacando entre ellos el hermosillense Dieter Hennings
–quien habrá de doctorarse en Rochester (USA)– y otros más, que
serán los próximos instructores de los propios talleres, como Jesús
Cota Saavedra y Germán Mendoza Cota.
Emiliana continúa su trabajo en el aula, formando pianistas, ar-
monizando nuevas canciones para su coro y dirigiéndolo. Durante
el verano de 1976, los exuniversitarios que habían formado parte del
coro en años previos organizan un homenaje a la maestra y crean la
asociación civil «Pro Música de Hermosillo» para apoyar a su men-
tora en la organización de conciertos. Pero Emiliana no acepta esta
colaboración y empieza a temer que quieran arrebatarle sus atribu-
ciones. Con más determinación sigue entonces admitiendo a nuevos
aspirantes a pianistas.
En 1978, con sus estudios básicos de musicología concluidos, la
chica Varela regresa a Hermosillo para realizar una investigación de
campo entre los miembros de la etnia yaqui, con el fin de abordar su
disertación doctoral con el tema de «La música en la vida de los ya-
quis». Nuevamente Emiliana –próxima ya a cumplir noventa años, lo

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México, última estación 129

que nadie en su entorno acierta a imaginar, menos al verla remontar


aquellas interminables escalinatas del museo en dirección a su acade-
mia– se da a la tarea de obtener los recursos materiales y financieros
para hacer posible esta investigación. La UniSon aporta el equipo
de grabación, así como los asistentes técnicos de la Radio Universi-
taria para registrar la música de la etnia, y la esposa del gobernador
en turno, doña Áurea Castro de Carrillo Marcor, financia los gastos
restantes. Emiliana muestra su agradecimiento a la señora Castro de-
dicándole su próxima composición: la canción de cuna Eres un niño
distraido, que habrá de integrarse en la obra de teatro «Requiem por
un girasol», original del chileno Jorge Díaz. Leticia puede así realizar
su investigación entre octubre de 1978 y abril del siguiente año, para
regresar de inmediato a Colonia a obtener su doctorado.
Por su parte, Emiliana organiza una nueva gira del coro, que ella
misma reseña en una misiva a su discípula en Alemania:

... El Coro estuvo también en Magdalena de Kino [Sonora]


y en La Paz, Baja California y ahora tenemos cinco compromisos
más, y yo con ganas de mandar por la ventana a algunos alumnos
poco aplicados para que corran antes, y a otros tan brillantes, aun-
que sea con miga de pan les levantaré un monumento, natural-
mente, en miniatura..., porque el pan está muy caro. Bueno, no me
hagas caso, pero yo digo como Haydn: Si Dios me dio un corazón
alegre, que me permita servirle alegremente.

Entre sus alumnos de piano empieza a destacar Pedro Vega Gra-


nillo, y Emiliana prepara su presentación en México para 1980. En
el programa que trabajan maestra y discípulo incluyen, además de
obras de Bach y Debussy, algunos Estudios y Tientos de Emiliana,
de los publicados por Ricordi. Venturosa e inesperadamente, Emi-
liana tiene la suerte de obtener un gran premio en un sorteo de la
UniSon, consistente en un lujoso automóvil del año. La maestra
no lo necesita para su uso personal, pero sí acierta a venderlo para

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130 EMILIANA ZUBELDIA

costear la gira de su discípulo a la capital del país. Así, este golpe


de suerte presagia el enorme éxito de la presentación de Pedro Vega
en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes de México, así como en
el auditorio Julián Carrillo de Radio UNAM. Y Emiliana se anota
un nuevo triunfo, que habrá de repetirse dos años más tarde, en la
segunda gira de Pedro a la capital, paralela al regreso a Hermosillo
de la doctora Leticia Varela.
Leticia pretende realizar el proyecto inicial que la llevó al extran-
jero, esto es, organizar los estudios de musicología en la UniSon. Pero
Emiliana sospecha que su exalumna quiere arrebatarle su puesto de
trabajo y no permite que la joven posgraduada sea contratada por la
universidad para cargo alguno. En tales circunstancias, con el apoyo
de sus compañeros de la asociación Pro Música de Hermosillo y de la
Casa de la Cultura de Sonora, Leticia crea su propia fuente de trabajo
al ofrecer abiertamente al público interesado cursos de musicología,
historia y apreciación musical, y piano sin créditos académicos, así
como otros de actualización profesional para los maestros de música
de la propia Casa de la Cultura. Esta actividad será el germen de la
futura Escuela de Disciplinas Musicales (EDIMUS), que dirigirá Le-
ticia durante los próximos dieciocho años.
Emiliana continúa con su actividad habitual y en 1983 dedica su
nueva canción, Mañanita alegre, con letra de Carmelina Vizcarrondo
–otra de sus «poetas de América»–, a sus amigos hermosillenses, los
esposos Alicia y Luis López Álvarez. Sus discípulos de piano, Feli-
zardo Andrade y José Solórzano, empiezan a dar muestras de talento
especial y, junto con ellos, otros pianistas de la última generación de
Emiliana continúan dando lustre a su academia. Los conciertos navi-
deños del coro en las escalinatas del palacio de gobierno, ostentando
sus togas «alla Guido d’Arezzo», se oficializan como una tradición
local en auge.
Los amigos de Emiliana en México también la recuerdan con
entrañable afecto y reverencia. De tal suerte que en 1984 la soprano

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Irma González viaja a Hermosillo acompañada por el pianista Raúl


Herrera, para interpretar las canciones que Emiliana le había dedi-
cado años atrás, compuestas según la Teoría de Novaro a partir de
poemas de Ana Mairena. También la Unión Mexicana de Críticos de
Música organiza en México una ceremonia en su honor. Mientras, el
Cabildo de Hermosillo, con la alcaldesa Alicia Arellano a la cabeza,
impone su nombre a la plaza universitaria situada entre el museo y el
edificio de rectoría.
Antes de concluir 1985, los fundadores de la próxima Universi-
dad de Hermosillo, Asociación Civil, convocan a la doctora Varela
para crear los programas de estudio para varias licenciaturas musica-
les, entre ellas la de musicología, con la intención de abrir las puertas
de una Escuela Superior de Música en septiembre de 1986 bajo su
dirección. Y es así como en esta universidad privada cristaliza el pro-
yecto gestado para la Universidad de Sonora.
En medio de este desenlace, en enero del 86 Emiliana sufre un
accidente y cae de los escalones del museo, fracturándose la cadera y
el fémur derecho. A su avanzada edad –noventa y siete años–, tiene
que someterse por primera vez a una cirugía para recibir una placa
metálica que le permitirá volver a caminar.
Tan pronto se recupera, Emiliana sigue en pie, trabajando y re-
cibiendo los bien merecidos reconocimientos a su labor y su entrega
humanitaria. Durante el verano de 1986 su antigua discípula, la niña
prodigio de los años cincuenta, Angélica Méndez Ballesteros y su
esposo, el pianista chileno Carlos Rivera, abandonan temporalmente
sus clases en la Academia Superior de Música de Viena para venir
a Hermosillo a ofrecer sendos conciertos de piano los días 3 y 5 de
julio respectivamente en honor de la maestra Zubeldia. Finalizan su
actuación los esposos tocando a cuatro manos en el Auditorio Cívico
del Estado, donde la comunidad hermosillense se vuelca para corear
las alabanzas a la gran maestra. La recaudación en taquilla se destina
al asilo de ancianos de Hermosillo.

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132 EMILIANA ZUBELDIA

Emiliana acude a estos conciertos, apoyada en su bastón, evi-


tando, como de costumbre, cualquier intento de ayuda física y aba-
tida por la pena que le provoca tanta movilización por causa suya.
Al concluir el evento, Emiliana toma el micrófono para agradecer
aquellas demostraciones, pero su garganta y la emoción la traicionan
impidiéndole hablar y decide expresarse a través del periódico. El
viernes 8 de agosto de 1986 aparece su escrito en El Imparcial, en el
que se dirige:

A la ciudadanía sonorense:
Quien gracias posee, gracias puede dar, y no encuentro pala-
bras bastante expresivas para estampar en la presente mis ideas.
Han sido tantas y tan finas las manifestaciones escritas y pu-
blicadas en los periódicos por las grandes personalidades de estas
tierras...; solo un pensamiento voy a expresar, que si yo entregué
mi trabajo con suficiente tesón para formar generaciones cultas en
música, es debido a mi afán por servir algo a la humanidad, pues no
hay nada más hermoso que abrir los ojos del espíritu a la gente que
tiene uso de razón perfecta, y por lo tanto no hay ningún mérito
en lo que he hecho por satisfacer mis ansias de mejoramiento en la
enseñanza de ideas de carácter universal, trabajo al que me entregué
con todas mis fuerzas.
Sabido es que el talento para las artes plásticas es propio del
sonorense, el maestro no tiene más que observarlo y hacer un plan
de acuerdo con sus posibilidades y las del alumno con segura se-
renidad, y eso nunca fracasará, pues acá en esta tierra bendita por
Dios existe desde siglos atrás el espíritu refinado de las altas artes.
Somos muchos los que pensamos que un alma abierta al sen-
timiento aunado a la razón es base sólida para formar ciudadanos
de provecho.
Leyendo las firmas de los que escribieron aquellas palabras tan
hermosas recuerdo a algunos de ellos delante del pupitre pidiéndo-
me que volviera a poner en el tocadiscos alguna de las obras que
habían oído en la clase de Historia de la Música.

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México, última estación 133

En una de las primeras generaciones había dos hermanos cuyo


padre tenía el sitio de taxis «Bona» de apellido vasco aunque de mo-
mento no recuerdo exactamente cuál, ambos muy aplicados, y al
terminar sus estudios de enseñanza Secundaria su padre quiso ha-
cerles un regalo, y al preguntarles qué querían, ellos respondieron:
la música grabada que oíamos en la clase de Historia de la Música.
Fue un gran triunfo.
Después y muy pronto la alta escuela pianística que ya es muy
famosa por el talento de los sonorenses tuvo un gran éxito al eje-
cutar una de las alumnas el concierto para piano y orquesta de
Haydn en Phoenix, Arizona, con la gran orquesta Sinfónica de esa
localidad contando esta joven artista con solamente doce años de
edad: todo esto fue un regalo de alas tan poderosas como las de las
águilas bajo el punto de vista espiritual.
Todo lo que yo he hecho es cumplir con mi deber y mi vo-
cación, y por ello, como ya dije, no tiene ningún mérito; mérito
tuviera cuando no queriendo hacer las cosas las hiciera.
Para mí la mayor satisfacción es escuchar las palabras que siem-
pre he dicho, que Sonora siga siempre para arriba luciendo fuerte-
mente como una radiante estrella en el firmamento.
No puedo dar las gracias porque no las tengo, pero Sonora es
para mí como un paraíso de grandes bellezas naturales y de estu-
pendos habitantes que las cuidan.
Siempre a sus órdenes humildemente estrecha sus manos con
el cariño de siempre.
Emiliana de Zubeldia

Días más tarde, el ayuntamiento de Hermosillo organiza otro


homenaje en su honor en la sala del Cabildo. Ahí, el señor goberna-
dor, ingeniero Rodolfo Félix Valdés, entrega a Emiliana una placa de
reconocimiento a su intensa y fructífera labor de casi cuarenta años
ininterrumpidos. La figura ya fragil, disminuida y un poco encorva-
da de Emiliana armoniza con la expresión doliente y apenada de su
rostro al recibir su presea. No obstante, se coloca frente a su coro ahí

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presente y dirige un breve programa que el reducido público asistente


recibe con regocijo y el aplauso siempe entusiasta.
Después de esta ceremonia, Emiliana retoma los ensayos corales
para el próximo concierto navideño, pero una nueva caída la obliga
a internarse en el hospital Ignacio Chávez, de donde es transferida
poco después a la Casa San Vicente para un largo reposo y su pre-
tendida recuperación paulatina. El concierto coral navideño de 1986
sale adelante gracias a su discípulo Jesús David Cámalich, quien ante
la incapacidad física de la maestra asume la dirección del coro.
La pasividad se vuelve insoportable para Emiliana y su mente
busca la evasión en las alucinaciones, las cuales abonan su temor de
ser perseguida y desechada. Pero la imagen sólida, poderosa, artística
y humanística de Emiliana prevalece, de tal suerte que al iniciarse el
año 1987, el periodista de la revista La Opinión, Alberto Arizmendi,
la visita en la Casa San Vicente para hacerle una entrevista. En marzo
siguiente el entrevistador publica su artículo en dicha revista (Año I
nº 3), narrando su experiencia ante la maestra Zubeldia. Arizmendi
escribe:

Un cuarto sencillo, verde pistache y blanco, como todo ahí.


Un calentador, un calendario junto a la cama. Emiliana casi inmó-
vil, con sus ojos profundamente hundidos, vidriosos. Ella, impeca-
ble. Una pañoleta cubre su cabeza. Su cara, delgadísima, arreglada
como siempre.
Sonríe con sus ocurrencias, habla de la cantante de voz esplén-
dida que viste de negro y viene de muy lejos para practicar, del
temor por el paradero de su piano. Cree que es fin de año y que el
Coro está ensayando abajo, pero es Enero y su Coro está lejos, en
el Museo Universitario, tras los escalones que no puede subir. –En-
tonces no puedo ir, que vengan ellos.
Desde su cama pide luz, que se enciendan las luces, todas las
luces. Su voz, ronca ya, retumba en la pequeña habitación de cuyo
techo solo pende un foco. En su autoridad nos ha hecho levan-

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México, última estación 135

tarnos y accionar «switches» inexistentes girando las perillas de la


puerta. Los intentos son vanos, no podemos darle la ansiada luz.
Entonces, en su acento español nos dice: —Dejadlo ya, yo no sé
qué hacen cuando están solos en casa, si ni una luz pueden encen-
der.
Asegura que alguien de la Universidad quiere sacarla, que quie-
ren deshacerse de ella, —hay que tener cuidado, aquí hay muchas
lenguas viperinas. No sé por qué me odia, si lo que yo hago es un
servicio a la humanidad, a la música y a Sonora.
Rehusa hablar de ella, —yo en lo personal no soy noticia...

Con la primavera se inician los dolores de cadera. Su cuerpo no


tolera más aquel trozo de metal injertado en su fémur. Es necesario
trasladarla al Hospital General, donde ingresa el 7 de abril. Su expe-
diente reza:

Se trata de fémina en la 9ª década de vida quien es portadora de


material de osteosíntesis en la cadera derecha por fractura de fémur,
el cual se planea retirar. No refiere antecedentes de importancia
salvo la cirugía previa...

El día 9 de abril entra a quirófano, donde el médico cirujano José


Ernesto Chavarín ha programado extraer el material implantado y la
parte superior del cuello femoral para colocar en su lugar una prótesis
de Thompson. La cirugía transcurre con éxito y Emiliana pasa a cui-
dados postoperatorios y recuperación en buenas condiciones genera-
les, bien hidratada y con signos vitales estables. Pero casi no come y
empieza a deprimirse profundamente.
El 15 de mayo, por la celebración del día del maestro, recibe nu-
merosas visitas y flores. El reporte médico declara:

Se encuentra a doña Emiliana más reactiva, quizá por recibir el


día de hoy tantos estímulos florales, se encuentra tolerando bien la
V.O. y con manejo adecuado de excretas.

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136 EMILIANA ZUBELDIA

Pero la reactivación es pasajera y la depresión vuelve a sumir a


Emiliana en el autoabandono, al que nunca pensó llegar. El 26 de
mayo a las 18.00 horas ella parte serenamente a su hogar definitivo y
su médico redacta un «Resumen clínico de hospitalización» que dice:

Paciente ingresa a la sala de Ortopedia, se le aplica placa de


Thompson, la evolución fue mala, desnutrición por adecuada mal
ingesta, se le transfundió sangre y alimentación por SNG, hizo
neumonía de decúbito, la senilidad de la paciente fue obstáculo
para su recuperación; fue deprimiéndose lentamente hasta morir.

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Capítulo 5
POST MORTEM

C
uando Emiliana llegó a Sonora en 1947, Hermosillo era una po-
blación pequeña de aproximadamente cincuenta mil habitantes,
con grandes deseos de crecimiento y progreso y una incipiente
universidad que aún estaba lejos de tener el perfil de una institución de
educación superior. Cuarenta años después, cuando Emiliana concluye
su labor, Hermosillo es una ciudad de medio millón de habitantes, que
alberga a una Unidad Regional Centro de la Universidad de Sonora,
con extensión en una Unidad Regional Norte con campus en las ciu-
dades de Nogales, Santana y Caborca, y una Unidad Regional Sur con
campus en Navojoa, para ofrecer a unos veinte mil estudiantes alrede-
dor de cincuenta diferentes licenciaturas con diversas especialidades,
maestrías y doctorados. Además de la UniSon, en este mismo lapso
han proliferado en Sonora otras universidades, institutos tecnológicos
superiores y centros de investigación científica y humanística, públicos
y privados.
Emiliana de Zubeldia fue testigo y factor importante de cam-
bio en esta acelerada transformación cultural y educativa durante la
segunda mitad del siglo XX, la cual ha exigido también una trans-
formación económica, urbana, social y administrativa, con lo cual
Sonora se equipara a inicios del siglo XXI con muchos otros estados
de primer nivel en cualquier parte del mundo.

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138 EMILIANA ZUBELDIA

LAS EXEQUIAS

La noticia de la muerte de Emiliana se difundió rápidamente cerca y


lejos de su entorno. Miles de hermosillenses acudieron al día siguien-
te a su misa exequial en la catedral de la Asunción, para cuya celebra-
ción se presentó de inmediato fray Antonio María –su exdiscípulo
Julio Cubillas–. El Coro Universitario engrosó sus filas con algunos
de sus exintegrantes que acudieron a sumarse oportunamente para
entonar la Misa de la Asunción durante el oficio litúrgico.
Concluida la celebración religiosa, el féretro fue sacado y trans-
portado en una carroza fúnebre seguida de una muchedumbre a pie
que invadía las calles rumbo a la universidad, para hacer una primera
guardia en el museo, a las puertas del auditorio y luego trasladarse,
cruzando la plaza Zubeldia, hacia el edificio de rectoría, para ofrecer-
le una segunda guardia antes de conducir sus restos a los jardines del
Buen Pastor, donde fue sepultada. Su coro cantó en todo momento
junto a su féretro.

HOMENAJES Y RECONOCIMIENTOS

Los diarios y revistas sonorenses publicaron, asiduamente durante


meses, un sinnúmero de artículos cargados de reflexiones, memorias
y adioses. Poco después, una calle de Hermosillo recibió el nombre
de Zubeldia. También el auditorio del museo, donde Emiliana pre-
sentaba los recitales de sus pianistas y cantantes, fue bautizado con
su nombre.
No tardó mucho el Archivo Vasco de la Música ERESBIL, asenta-
do en Rentería (Guipúzcoa), en ponerse en contacto con la UniSon
para solicitar toda la información posible acerca de la navarra ilustre
que acababan de reencontrar post mortem a través de la Cruz Roja In-
ternacional. El director de ERESBIL, padre José Luis Ansorena, hur-

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Post mortem 139

gando en el archivo del Padre Donostia en Lekarotz un par de años


atrás, había encontrado algunas de las primeras obras compuestas por
Emiliana en Pamplona a principios del siglo XX, aquellas que había
firmado bajo el nombre de Emily Bydwealth, y la curiosidad musico-
lógica de Ansorena, quien había localizado previamente a otras veinte
compositoras vascas, se encendió. Su interés por encontrar a Emilia-
na aumentó al analizar comparativamente sus obras, que resultaron
ser de mayor interés que las de todas las compositoras antes descu-
biertas. Ansorena recibió algunas copias de partituras depositadas en
la UniSon y finalmente, acordó con los demás organizadores de la
semana anual Musikaste dedicar a Emiliana la de 1991, para darla a
conocer entre su propia gente.
La semana Musikaste 91 abrió el lunes 14 de mayo con la presen-
tación de dos conferencias concatenadas a cargo de los musicólogos
Fernando Pérez Ollo y Leticia Varela, abordando respectivamente la
biografía de Emiliana en Europa y en América. Durante el resto de
la semana, la Coral Andra Mari, dirigida por Ansorena, otros coros
vascos y la Coral Emiliana de Zubeldia, integrada por exmiembros
del Coro Universitario de la UniSon, participaron incluyendo en
sus conciertos abundantes obras originales y armonizaciones de la
maestra. La Orquesta Sinfónica de Euskadi estrenó en esta tierra su
poema sinfónico Euskadi. Y entre sus obras de piano, fue posible
escuchar sus Esquisses d’une après-midi basque compuestos en París.
La presencia del maestro arpista Nicanor Zabaleta, amigo y compa-
ñero de conciertos de Emiliana en Nueva York, aportó mayor realce
a la celebración y le permitió al maestro Zabaleta dar testimonio de
la actividad de Emiliana en la gran metrópoli norteamericana y de
reconocer el apoyo recibido por él de su entrañable colega.
En México se sumaron a los reconocimientos las Mujeres His-
pano-Mexicanas, quienes incluyeron en su 10º encuentro una ce-
remonia en honor de Emiliana. Ésta se realizó el 12 de febrero de
1994 en el Club España, donde se presentó un video con una sem-

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140 EMILIANA ZUBELDIA

blanza biográfica de Zubeldia, y Leticia Varela tocó varios de sus


Tientos.
Por su parte, los miembros del Solar Navarro en México, funda-
do por Pilar Arcelus Iroz –una de las más productivas y comprome-
tidas mujeres hispano-mexicanas–, acordaron y procedieron a dar
el nombre de Emiliana de Zubeldia a su fonoteca. Además, el 30
de enero de 2011 celebraron una misa solemne de entronización
de Santa María de Roncesvalles como patrona de su Solar Navarro
en la iglesia del Sagrado Corazón, en la que el Fratellum Ensamble
cantó la Misa de la Asunción de Zubeldia. Para esta celebración acu-
dió desde Navarra S. E. don Francisco Pérez González, arzobispo de
Pamplona-Tudela.
El Cabildo de Hermosillo estableció un reconocimiento perma-
nente, al crear en 2007 la Medalla Emiliana de Zubeldia Inda para pre-
miar el mérito artístico, académico y humanístico de personalidades
destacadas en Sonora, en primer término, y en el resto de México o de
otros países según se considere prudente. La selección del candidato
idóneo para recibir esta medalla queda invariablemente a cargo del
Consejo Directivo de la Fundación Emiliana de Zubeldia Inda, A.C.
y la entrega se realiza por manos del alcalde en una ceremonia pública
con la que se abren anualmente las tradicionales «Fiestas del Pitic»
–antiguo nombre de Hermosillo–, que se celebran durante la última
semana de mayo, coincidiendo con el aniversario luctuoso de Emilia-
na. Esta ceremonia incluye un concierto breve con obras de Zubel-
dia. Se han hecho acreedores a esta medalla hasta 2012 los pianistas
José Solórzano y Pedro Vega, discípulos de Emiliana posgraduados en
Tucson (USA), el guitarrista hermosillense Dieter Hennings, egresado
de los talleres de la UniSon y posgraduado en Rochester (USA), y el
maestro guitarrista, colaborador de Emiliana, José Salazar Erbe, todos
ellos con trayectorias brillantes y méritos excepcionales.
El reconocimiento a los méritos de Emiliana se ha hecho patente
reiteradamente y de diversas maneras, por parte de la comunidad

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Post mortem 141

hermosillense, desde antes de la despedida en sus funerales, así como


en numerosos actos públicos que periódica y esporádicamente se si-
guen realizando y que actualizan su memoria y el agradecimiento,
tanto de la comunidad directamente favorecida como de observado-
res de otras latitudes y de compatriotas suyos que pueden compren-
der la trascendencia de su legado artístico y humanístico para Sonora
y para el mundo.

DEVENIR MUSICAL EN LA UNISON

Lo que en vida de Emiliana fue la Academia de Música de la UniSon


ha generado después de su partida las siguientes áreas de organiza-
ción para la educación musical:
– Talleres de Iniciación Musical: La Academia de Música de la
UniSon se bifurca de acuerdo a una reestructuración admi-
nistrativa de la universidad, conservando en la Academia los
talleres de iniciación musical, solfeo, piano y guitarra. Pero a
pesar de conservar su carácter y actividad como taller, el área
de piano, bajo la dirección del discípulo de Emiliana, Pedro
Vega Granillo, ha logrado forjar pianistas adolescentes que
han obtenido ya primeros y segundos lugares en certámenes
nacionales y que continúan sus estudios de nivel superior en
instituciones extranjeras. El taller de guitarra ha prosperado en
Hermosillo hasta posibilitar el establecimiento de:
– Festival Internacional de Guitarra auspiciado anualmente por
la UniSon, al que acuden los más renombrados guitarristas
del mundo cada noviembre. La semilla sembrada por Emi-
liana y el maestro Salazar Erbe en los talleres de guitarra se
ha transformado en una licenciatura universitaria a partir del
ciclo académico 2012-13. Tanto la licenciatura con especia-
lidad en Guitarra como el Festival Internacional de Guitarra

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142 EMILIANA ZUBELDIA

Clásica son atendidos por los maestros formados en la propia


UniSon.
– La Escuela de Música: Depende del Departamento de Bellas
Artes en la División de Humanidades de la Universidad de So-
nora. Tiene acreditación para otorgar el grado de licenciatura
en Música en las especialidades de canto operístico y guita-
rra clásica. Para la especialidad en canto, cuenta con maestros
mexicanos y extranjeros con amplia trayectoria escénica y pe-
dagógica. Además, el discípulo de Emiliana, Jesús David Cá-
malich, posgraduado como director de Óperas en la Universi-
dad Estatal de Arizona en Tucson (USA), dirige la producción
operística universitaria, donde los estudiantes tienen oportuni-
dad de experimentar ampliamente todas las exigencias de este
arte escénico.
– El Departamento de Bellas Artes también ofrece otras licenciatu-
ras artísticas, como las de Teatro y Danza. En ambas licencia-
turas es obligatoria la formación musical, cuya responsabilidad
recae en otra discípula de Emiliana, la Pedagoga Musical Ana
Isabel Campillo Corrales.
– El Coro Universitario continúa vigente, mas ya no como coro
de cámara, sino de ópera, bajo la dirección de la soprano cuba-
na Marybel Ferrales.

EL LEGADO MUSICAL DE ZUBELDIA

El legado musical de Emiliana de Zubeldia aún no se ha terminado


de reunir ni de estudiar a profundidad, lo cual es indispensable para
crear un catálogo de la OPERA OMNIA.
No obstante, lo reunido hasta el presente hace posible observar
una evolución en los enfoques y recursos de composición utilizados
por Zubeldia a lo largo de su vida productiva. De tal suerte que po-

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Post mortem 143

demos señalar la influencia decisiva del maestro d’Indy en la compo-


sición de obras descriptivas con evocación nacionalista, tales como el
Poema de mis montañas, los Esquisses d’une après-midi basque (Bocetos
de una tarde vasca,) Las fuentes de la Alhambra y Berceuse de palmeras
en el Brasil, todas éstas para piano; también en obras orquestales,
como en los poemas sinfónicos Euskadi, Impresiones de España, En
la Alhambra, En el Desierto de los Leones (México) y Estampa cubana
al atardecer. También se observa la influencia de d’Indy y su Schola
Cantorum en el empleo de los modos gregorianos para el tratamien-
to del canto litúrgico, como en la Misa de la Asunción.
La corriente impresionista se refleja en muchas de las obras de
Emiliana, aunque también se hacen presentes las propuestas de van-
guardia en París durante los años 20 en la música de Zubeldia, quien
aborda el atonalismo para componer su Sinfonía Natural, e incursio-
na en la bitonalidad con su Muñeca de vidrio.
Pero indudablemente, quien satisface más ampliamente sus bús-
quedas de sonoridades nuevas y formas de expresión más libres y
amplias es Augusto Novaro. No obstante, no podemos hablar en
Emiliana de imitaciones «a la manera de»; como bien lo describe el
Padre Donostia en sus comentarios a las canciones de Emiliana de
su segunda época parisina (Obras completas, vol. III, p. 52), sus obras
manifiestan una influencia de las corrientes más recientes:

... bebida en las mejores fuentes de la escuela francesa moderna.


No porque sea un calco, repetición de otros modelos del género,
sino por la asimilación del espíritu...

Efectivamente, Emiliana asimila el espíritu de los tiempos y lu-


gares por donde va pasando y los transforma en música con caracte-
rísticas muy propias, que identifican su personalidad detrás de cada
una de sus obras: sobriedad; un equilibrio perfecto de las partes, que
genera estructuras bien definidas; pureza de líneas melódicas sin or-

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144 EMILIANA ZUBELDIA

natos superfluos, que demandan más profundidad y riqueza expre-


siva que virtuosismo del intérprete, aunque el virtuosismo se haga
necesario en algunos casos, como en los Estudios para piano y en la
Sonata en tres estancias. En Zubeldia el virtuosismo se exige en aras
de un arte expresivo de contenidos bien definidos, no en busca de
ejecuciones espectaculares. De igual manera, la complejidad armóni-
ca que se observa en las obras basadas en la Teoría de Novaro brota
de la exigencia misma del material básico de cada obra, no de una
búsqueda de complejidades ostentosas.
La tendencia natural de Zubeldia es a utilizar un mínimo de re-
cursos para obtener un máximo de efectividad expresiva y estética.
Así vemos, por ejemplo, que en sus canciones las líneas melódicas
de las voces solistas no están dobladas por los instrumentos acompa-
ñantes. Cada línea instrumental tiene su propio camino y desarrollo
dentro de un conjunto sonoro que confluye en la mayor simplicidad
posible.
En Los motivos del año para soprano y orquesta, por ejemplo, la
dificultad tanto para la cantante como para las cuerdas frotadas no
es ni una gran extensión de registros ni la acrobacia, sino la afinación
precisa de la línea melódica, que transcurre en el ámbito de una ar-
monía nueva, sin soporte de duplicación de la nota de la voz solista
y exigiendo de las cuerdas una precisión milimétrica en cada pisada
para obtener del conjunto la armonía precisa, distinta a la del sistema
musical temperado. Definitivamente, la interpretación de estas obras
exige una reeducación de la escucha, lo que supone, según afirma el
propio Novaro, un «cambio de mentalidad».
Otro rasgo característico en la obra de Zubeldia es su vitalidad,
precisión, riqueza y libertad rítmica. Es frecuente encontrar cambios
de compás en todos los géneros que aborda, y no es menos frecuente
que elimine del todo las barras de compás. Lo cual no compromete
de ninguna manera la precisión rítmica, que resulta verdaderamente
unívoca y fluida en todo momento.

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Post mortem 145

El equilibrio estructural que también caracteriza a las obras de


Zubeldia, evidencia además el perfecto conocimiento y control de la
intención en la idea primigenia y los recursos puestos en juego en la
creación de cada obra. A este respecto, recomendaba Emiliana:

Si quieres componer, no tomes el lápiz hasta que tengas termi-


nada tu obra...

El conjunto más voluminoso de obras musicales de Emiliana de


Zubeldia se encuentra al presente resguardado en el Archivo Histó-
rico de la Universidad de Sonora, a la espera de convenir entre todas
las partes involucradas cómo habrá de protegerse y darse a conocer.
Además, es necesario ampliar las investigaciones para ubicar y resca-
tar otras obras suyas dispersas por el mundo.

INSTITUCIONES CREADAS Y DIRIGIDAS POR LOS DISCÍPULOS DE ZUBELDIA

La búsqueda de más caminos y oportunidades de educación mu-


sical para las nuevas generaciones es una preocupación heredada y
atendida por los discípulos de Emiliana, como se puede constatar
enseguida, al considerar la lista de instituciones que ellos han esta-
blecido:
– Academia de Música Viola, fundada y dirigida por José Corella
en Agua Prieta (Sonora).
– Academia de Piano de María Guadalupe Rodríguez en Guay-
mas (Sonora).
– Academia de Piano de Matilde Katase en Hermosillo.
– Academia de Piano de Mirna Ceballos en Hermosillo.
– Academia de Piano de Marilú Silvas en Torreón (Coahuila).
– Muchachos Cantores de Sonora, coro infantil fundado y dirigido
por Julio Salazar en Hermosillo.

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146 EMILIANA ZUBELDIA

– Escuela de Disciplinas Musicales (EDIMUS) fundada y dirigida


por Leticia Varela en Hermosillo, con incorporación a la Secre-
taría de Educación y Cultura del Estado de Sonora.
– Escuela de Música de la Universidad de Hermosillo (privada),
fundada y dirigida por Leticia Varela, con varias licenciaturas,
entre ellas las de Musicología y Pedagogía Musical.
– Muchos egresados de las Academias y Escuelas establecidas por
los discípulos de Zubeldia han ampliado la actividad musical
docente estableciendo nuevas instituciones o apostados en
otras dentro y fuera de Sonora.
– Orquesta Filarmónica de Sonora, fundada y dirigida inicialmen-
te por Gastón Serrano, después por nuevos directores proce-
dentes de México –Héctor Reyes– y de Jalapa (Veracruz) –Rey
Alejandro Conde–.
– Orquesta Juvenil Sinfónica de Sonora, fundada y dirigida ini-
cialmente por Gastón Serrano, después por Carina Robles Li-
nares, Oscar Mayoral y posteriormente por los últimos direc-
tores de la Filarmónica.
– Coral Emiliana de Zubeldia, integrada por exmiembros del
Coro Universitario.
– Fundación Emiliana de Zubeldia Inda (FEZI), Asociación Ci-
vil. Establecida el 20 de noviembre de 2007 por cuatro discí-
pulos de Emiliana y otros cuatro egresados de diversas escue-
las de la UniSon, en total ocho socios que forman el Consejo
Directivo de esta Asociación, a cuyos cargos se agrega el del
Presidente Honorario, que corresponde al rector en turno de
la UniSon. Los objetivos de esta A.C., según reza en su acta
constitutiva, son: «El rescate, la protección, difusión y aprove-
chamiento del legado musical de Emiliana de Zubeldia Inda
para las presentes y futuras generaciones, así como el fomento
y patrocinio de la actividad musical y musicológica en Sono-
ra... en conformidad con la ley que crea al Instituto Nacional

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Post mortem 147

de Bellas Artes y Literatura». Para este fin, la FEZI aglutina a


los musicólogos sonorenses en un colegio musicológico coor-
dinado por la Dra. Leticia Varela, para abordar las actividades
propias de su especialidad dentro de la FEZI. La tarea más
importante que ha asumido este colegio hasta el presente es el
«Proyecto Novaro-Zubeldia», que incluye la elaboración de un
manual de introducción a la Teoría de Novaro para músicos
profesionales, ejemplificando su aplicación práctica con obras
de Emiliana de Zubeldia. Para esta labor, así como para todas
las que se propone, la FEZI ha establecido líneas de comuni-
cación y convenios con la UniSon, el Cabildo de Hermosillo,
la Sociedad Sonorense de Historia, el Instituto Sonorense de
Cultura, el Estado español y el abogado español que protege
los derechos intelectuales de las obras de Zubeldia, quien no
dejó testamento escrito ni parientes consanguíneos y conservó
su nacionalidad española hasta el final, lo que otorga de facto el
derecho de decisión sobre su legado al Reino de España.

PROYECCIÓN DE EMILIANA DE ZUBELDIA EN EL MUNDO

Aunque Emiliana no acumuló objetos de valor monetario ni recursos


financieros, su legado para el mundo es rico y múltiple. Su principal
herencia son los miles de alumnos que llenaron sus vidas con los co-
nocimientos, experiencias, valores morales y estéticos inculcados por
la maestra, tanto en el aula como en el trato cotidiano, así como los
discípulos que preparó para continuar su tarea. Dejó en la UniSon
una estructura académica básica para un desarrollo natural posterior.
También dejó valiosísimas composiciones musicales de diversos gé-
neros que pasan a engrosar la literatura musical universal. Y por si
fuera poco, las obras que compuso de acuerdo a la Teoría de Novaro
constituyen el único modelo existente para comprender y manejar

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148 EMILIANA ZUBELDIA

dicha teoría. Emiliana fue la única discípula de Novaro y la úni-


ca compositora que logró convertir los principios matemáticos del
maestro en música, de tal suerte que la interpretación y estudio de sus
obras es la llave que puede abrir una nueva etapa en la historia de la
música universal y una nueva forma de comprensión y recepción de
toda la música creada por la humanidad a través de los siglos.
Realmente la propuesta de Novaro logró un gran impacto en Mé-
xico y en Estados Unidos en los años veinte y treinta. Desde 1928 los
profesores Daniel Castañeda y Jerónimo Baqueiro Foster inician cá-
tedra en el Conservatorio Nacional de México con las Escalas Funda-
mentales de Novaro, y el profesor José Antillón Rossner coopera en
los trabajos de afinación a partir de 1929. El maestro Carlos Chávez,
director del Conservatorio y un Comité de Maestros encabezado por
Luis G. Saloma, sancionan y adoptan oficialmente en 1930 los efec-
tos inmediatos de la Nueva Teoría de Novaro, afinando los pianos
de la institución de acuerdo a su propuesta. Aunque poco después, a
falta de un afinador bien entrenado en los principios de Novaro, se
retoma la afinación tradicional.
En 1930, cuando Novaro hace una brillante defensa de su teoría
ante autoridades musicales indiscutidas del mundo, como Leopold
Stokowski, Nicolas Slonimsky y Charles Seeger, entre otros, se
hace acreedor a la primera beca que concede la Fundación Simon
Guggenheim a un mexicano. A raíz de esto, los más renombrados
críticos de Nueva York profetizan un desenlace esplendoroso en la his-
toria universal de la música, como lo comenta José Juan Tablada [El
Universal, año XV, tomo LVIII (5265), secc. «El Magazine para Todos»,
pp. 3-4, Nueva York, 29 de marzo 1931], en su artículo «Un genio
mexicano», afirmando que:
Novaro provee al músico de una ley inviolable para enlazar los
sonidos dentro de un vasto campo científico, mostrándole las vías
para dilatar los horizontes en las regiones musicales de un futuro
preñado de prodigios...

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Post mortem 149

Las grandes compañías constructoras de pianos, Harman and


Peck, Piano Co., Knabe Piano Co., Cristman Piano Co., la Bald-
win y la Steinway aprueban y adoptan el «sistema de temperamento
perfecto» propuesto por Novaro en su manual The Novaro Tuning
[Nueva York, 1932], que es adoptado igualmente en el Conservato-
rio David Mannes.
Sin embargo, el Sistema Natural de la Música solo dejó de ser
mera teoría para convertirse en música cuando Emiliana de Zubeldia
la tomó en sus manos. De manera que esta teoría tan rica, promi-
soria y viable para cimentar la música del futuro, como anunciaba
Tablada, solo cuenta con las obras de Zubeldia como modelos para
su realización. Ningún otro compositor ha logrado hasta el presente
dominar sus postulados teóricos para componer música.
Pero esta propuesta resulta tan apasionante que, después de casi
un siglo, la Teoría de Novaro sigue conquistando adeptos. Existen
bastantes músicos profesionales en el mundo, algunos reunidos en
agrupaciones formales, intentando desentrañar los misterios del sis-
tema de Novaro. En Italia funciona una de estas asociaciones; otra
en los Estados Unidos con una página de internet, «The Augusto
Novaro Society», dedicada, según declaran sus propios integrantes,
... a la apreciación del trabajo de este teórico mexicano. Es-
peramos impulsar investigaciones futuras y documentación de sus
obras.

Para este fin, trabajan actualmente en la traducción al inglés del


folleto de Novaro editado en 1927 bajo el título Teoría de la música.
Sistema Natural base del natural-aproximado, así como del gran libro
editado en México en 1951 bajo el título Sistema Natural de la Mú-
sica.
No obstante, las obras musicales que se esperan de los composi-
tores conocedores de los principios de Novaro siguen sin producirse.
Por lo que el proyecto «Novaro-Zubeldia» del Colegio Musicológico

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150 EMILIANA ZUBELDIA

de la FEZI, además de enfocarse en el estudio de dicha teoría, con-


fronta sus postulados con la producción musical de Zubeldia, para
elaborar un Manual de Introducción al Sistema Natural de la Música
de Augusto Novaro, incluyendo en él fragmentos y obras completas
de Zubeldia con sus correspondientes análisis, para que el músico
interesado tenga un acercamiento al lenguaje matemático de Novaro
a través del lenguaje musical de Zubeldia.
De esta manera, el «Proyecto Novaro-Zubeldia» del Colegio Mu-
sicológico de la FEZI pretende poner en evidencia la importancia de
Emiliana de Zubeldia en la historia universal de la música, y propi-
ciar la «revolución musical» que anunciaban los diarios neoyorquinos
a principio de los años 30, cuando empezaron a escucharse allá las
primeras obras de Zubeldia basadas en la Teoría de Novaro en los
conciertos que ofrecía ella misma sobre pianos afinados de acuerdo
a esta teoría, que ni es microtonal, como algunos suponen –de ahí
su confusión– ni tampoco tonal o modal, como nuestra música oc-
cidental tradicional. Para entender a Novaro y llevar a la práctica su
propuesta, esto es, para iniciar la mencionada «revolución musical»,
es necesario escuchar y estudiar a Zubeldia: uno sin el otro limitan
su propia dimensión, por genial y magnífica que ésta sea individual-
mente.

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Bibliografía, hemerografía y otras fuentes

BIBLIOGRAFÍA
ARCELUS IROZ, Pilar: Presencia de Navarra en México, 1870-1950, Gobierno de
Navarra, Departamento de Presidencia, Justicia e Interior, 2001.
CASTAÑEDA, Daniel: «Emiliana de Zubeldia y las teorías musicales de Augusto
Novaro», Introducción a la edición de los Once Tientos para piano de Emiliana
de Zubeldia, Buenos Aires, Ricordi Americana, 1963.
DUFOURCQ, Norbert: La musique francaise, Paris, Ed. A y J. Picard, 1970.
NOVARO, Augusto: Sistema Natural Base del Natural-Aproximado, México, 1927.
—Sistema Natural de la Música, México, Ed. Manuel Casas, 1951.
TORRE, Matilde de la: Soles y brumas de España. Pequeña antología de canciones y
romances del folklore español, México 1947 (Partituras) y 1948 (Ensayo mu-
sicológico).
VARELA RUIZ, Leticia Teresita: Zubeldia, maestra maitea, Hermosillo, Ed. privada,
1992.

HEMEROGRAFÍA
ARIZMENDI, Alberto: «Emiliana de Zubeldia: La naturaleza hecha música», revista
La Opinión, Año I, nº 3, marzo 1987, pp. 16-19.
CASTAÑEDA, Daniel: «Sistema Natural de la Música», serie de 18 artículos en El
Universal de México de junio 12,19 y 26; julio 3,10, 17 y 24; agosto 2, 9, 16,
23 y 30; septiembre 6, 12, 20 y 27; octubre 4 y 11 de 1951.

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152 EMILIANA ZUBELDIA

CONTI, Luca: «Novaro», en Heterofonía, vol. XXXVI, enero-diciembre 2004, pp.


130-131.
Novedades, del 11 de septiembre 1967.
Oaxaca Gráfico, del 24 de agosto 1955.
RODRÍGUEZ, Luisma: «Emiliana de Zubeldia, ‘la compositora más importante de
Euskadi’, centrará la atención del Musikaste-91», en El Diario Vasco, del 8 de
mayo 1991, sección «Guipúzcoa».
TABLADA, José Juan: «Un genio mexicano», en El Universal, año XV, tomo LVIII
(5265), 29 marzo 1931, sección «El Magazine para Todos».
ZUBELDIA, Emiliana de: «Carta a los hermosillenses» en El Imparcial, del 8 de
agosto 1986.
— «Tiento» y «Análisis del Tiento», en Heterofonía, nº 15, octubre 1970, pp. 24-25.
— «Tiento» y «Análisis del Tiento», en Heterofonía, nº 17, enero 1971, pp. 24-25.

OTRAS FUENTES

EXPEDIENTE MÉDICO del Hospital General del Estado de Sonora, manuscrito de


abril-mayo 1987.
PROGRAMAS DE MANO de conciertos en Europa y América 1914-1987.
TESTIMONIOS de Esperanza Pulido (México D.F.), Pilar Arcelus (México D.F.),
Rosa Novaro (México D.F.), Valentín Fernández (Pamplona), Maritxu Guler
(San Sebastián).
WIKIPEDIA. Voces: Alfonso Cravioto, Alfonso Reyes, Antonio Mediz Bolio, Blan-
che Selva, Carmelina Vizcarrondo, Carmen Alicia Cadilla, Félix María de Sa-
maniego, Gabriela Mistral, Gilberto Bosques Saldívar, Jorge Díaz, José Martí,
Juana de Ibarbourou, Julio Mercado, Matilde de la Torre Gutiérrez, Nadia
Boulanger, Nena Benítez, Padre Donostia, Pedro Juan de Labarthe, Ramón
López Velarde, Resurrección María de Azkue, Rosario Sansores, Tomás de
Yriarte.
ZUBELDIA, Emiliana de: Manuscritos de conferencias y artículos, archivo personal
de Leticia Varela.
— Epistolario dirigido a Leticia Varela 1975-1982.
— Partituras manuscritas.

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APÉNDICES

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Apéndice 1
REGISTRO DE OBRAS COMPUESTAS O ARMONIZADAS
POR EMILIANA DE ZUBELDIA

E
l presente «registro de obras» es un mero inventario de las obras
que se han localizado hasta el presente, la mayoría de ellas bajo
custodia de la Universidad de Sonora, depositadas en su Archivo
Histórico. No pretende ser un registro exhaustivo, ya que la tarea de
investigación y rescate continúa en proceso. Menos aún puede consi-
derarse como un catálogo musicológico, puesto que no se ha realizado
el análisis correspondiente de todo el corpus. Por todo lo anterior, solo
ha sido posible insertar información diversa sobre algunas obras que,
aunque carezca de uniformidad, se estima conveniente que aparezca
en este apéndice, para dar al lector una idea aproximada de la herencia
musical que ha dejado al mundo nuestra biografiada.

OBRAS PARA UNO Y DOS PIANOS

Souvenir de Biarritz. One step firmado bajo el seudónimo de Emily


Bydwealth. Editado por Arilla y Ca. Editores, Pamplona-San Se-
bastián, en la 2ª década del siglo XX. Obra ubicada en el Archivo
Vasco de la Música ERESBIL, en Rentería.
Dans la terrasse. Vals dedicado a Mrs. P. M. Irurzun, firmado bajo
el seudónimo de Emily Bydwealth. Editado por Arilla y Ca.

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156 EMILIANA ZUBELDIA

Editores, Pamplona-San Sebastián, en la 2ª década del siglo XX.


Obra ubicada en el Archivo Vasco de la Música ERESBIL, en
Rentería.
Le printemps retourne. Vals dedicado a Mlle. María del Pilar Azcara-
te, firmado bajo el seudónimo de Emily Bydwealth. Editado por
Arilla y Ca. Editores, Pamplona-San Sebastián, en la 2ª década
del siglo XX. Obra ubicada en el Archivo Vasco de la Música
ERESBIL, en Rentería.
Esquisses d’une après-midi basque, 6 preludios:
— Vers le bois.
— L’écho dans la montagne.
— Sous le vieux roble.
— La petite fleur solitaire.
— Un souvenir d’Uzandizaga-Au bord du ruisseau.
— Retour à la maison.
Editor y depositario exclusivo para Francia y el extranjero B. Rou-
danez 1923. Derechos propiedad de la autora.
La muñeca de vidrio. Allegretto bitonal. Compuesta en París bajo
el título de Danza de la muñeca de cristal. La autora le agregó
un segundo piano en Nueva York para tocarla así en La Habana
(1932) y en Puerto Rico (1936) con Miirrah Alhambra. Inédita.
La mariposa de las alas rotas. Preludio en Fa sostenido. Presunta-
mente compuesta en París en los años 20. Inédita.
Poema de mis montañas a 2 pianos. Presuntamente compuesta en
París en los años 20. Tocada por la autora y Alberto Pauyanne en
Buenos Aires y en Rosario (Argentina) en 1929. Tocada nueva-
mente por la autora y Miirrah Alhambra en Nueva York en 1931.
Inédita.
Quejas. Tocada por la propia compositora en Buenos Aires y Córdo-
ba (Argentina) en 1929. Inédita.
Capricho español. Tocada por la propia compositora en Buenos Aires
y Córdoba (Argentina) en 1929. Inédita.

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Apéndices 157

Arabesque. Tocada por la propia compositora en Buenos Aires y Cór-


doba (Argentina) en 1929. Inédita.
Habanera. Tocada por la propia compositora en Buenos Aires y Cór-
doba (Argentina) en 1929. Inédita.
Serenata suite española. Tocada por la propia compositora en Buenos
Aires y Córdoba (Argentina) en 1929. Inédita.
Meditación. Tocada por la propia compositora en Buenos Aires y
Córdoba (Argentina) en 1929. Inédita.
Capricho vasco. Tocada por la propia compositora en Buenos Aires y
Rosario (Argentina) en 1929. Inédita.
Berceuse de palmeras en el Brasil. Compuesta en Rio de Janeiro en
1928. Tocada por la propia compositora en Buenos Aires y Córdo-
ba (Argentina) en 1929 y en La Habana (Cuba) en 1932. Inédita.
Danza navarra. Tocada por la propia compositora en Buenos Aires
y Córdoba (Argentina) en 1929 y en La Habana (Cuba) en 1932.
Inédita.
Zortziko. Tocada por la propia compositora en Buenos Aires y Ro-
sario (Argentina) en 1929 y en La Habana (Cuba) en 1932.
Inédita.
Las fuentes de la Alhambra. Dedicada a Arianne Holmes Edwards.
Tocada por la propia compositora en Buenos Aires y Córdoba
(Argentina) en 1929 y en La Habana (Cuba) en 1932. Publicada
en Nueva York 1934 por Sherman Square Music Publishihg Co.
Scherzando. Sobre un tema vasco. Tocada por la propia compositora
en La Habana (Cuba) en 1932.
Poema místico. Tocado por la propia compositora en La Habana
(Cuba) en 1932.
Sonata en tres movimientos. Compuesta en Nueva York en 1932.
Estrenada ahí mismo por la propia compositora y luego tocada
en La Habana el mismo año.
Sonatina a 2 pianos en tres movimientos:
— Moderato-lento-moderato.

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158 EMILIANA ZUBELDIA

— Allegretto-scherzando.
— Vivace.
Tocada por la propia compositora y Miirrah Alhambra en Nueva
York en 1931 y en México en 1933.
Suite vasca a 2 pianos
— Ritmo de fiesta.
— La ronda que pasa.
— La hora mística del crepúsculo.
— Ecos de la ezpatadantza.
— El baile en la plaza.
Tocada por la propia compositora y Miirrah Alhambra en Méxi-
co en 1933 y en Puerto Rico en 1936.
Sonata en tres tiempos a 2 pianos:
— Allegretto gracioso-lento-allegretto.
— Grave y profundo.
— Presto.
Tocada por la propia compositora y Alfonso Rendón Muñoz en
México en 1933.
Suite ritmo vasco a 2 pianos:
— Festival.
— Plegaria.
— Danza.
Tocada por la propia compositora y Miirrah Alhambra en Nueva
York en 1931.
9 Danzas vascas:
— Ikurrina dantza.
— Zortziko.
— Baneko.
— Bineko.
— Launeko.
— Linuaren Penak.
— Makidantza.

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Apéndices 159

— Espatadantza.
— Txankarraukua.
Folklore vasco en arreglo a 2 pianos de acuerdo a la *TN. Tocadas
por la propia compositora y Miirrah Alhambra en Nueva York en
1931 y en Puerto Rico en 1936.
Sonata vasca en La con un movimiento Allegro para clavecín vasco.

Obras compuestas en México


Canción triste (azteca). «Andante e con intimo sentimento», frag-
mento.
Fuga en Re a 4 voces. Compuesta en 1940. Dedicada «a mi hermana
Eladia». Inédita.
Sonata en tres estancias. *TN, compuesta para «La música e l’anima
delle cose». Dedicada «a Esperancita» (Pulido). Interpretada rei-
teradamente en México y Hermosillo por Esperanza Pulido y Pe-
dro Vega. Inédita.
Tientos 1-6. *TN, compuestos en los años 40.
Tientos 7-8. *TN, compuestos en el verano de 1951.
Tientos 9-11. *TN, compuestos a mediados de los años 50. Esperan-
za Pulido estrena los diez primeros Tientos en México en 1956.
Ricordi Americana publica éstos y uno más con prólogo de Da-
niel Castañeda en 1963.
5 Estudios. *TN, compuestos a principios de los años 40. Dedica-
dos a Miguelito Block, Elvira Larios, Asunción Izquierdo, Sophie
Cheiner y Renée Bauxou de Schweinfurth respectivamente. Edi-
tados por Ricordi Americana en 1946.
15 Estudios. *TN, compuestos en los años 40, aún no localizados.
Inéditos.

*  TN: Obras(s) compuesta(s) de acuerdo a la «Teoría de Novaro».

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160 EMILIANA ZUBELDIA

3 Sonatas. *TN, compuestas en 1951, dedicadas a Esperanza Pulido.


Inéditas.
Sonata para piano en tres movimientos:
— Allego.
— Adagio.
— Presto.
Compuesta en los años 40 y estrenada por Miguel García Mora
en el verano de 1956. Inédita.
Nocturno lejano *TN. Compuesta a principios de los años 40. Dedi-
cada a Esperanza Pulido. Inédita.
2 Preludios.*TN. Inéditos.
Danza a 2 pianos, dedicada a Mónica Baudry. Inédita.
Sonata a 2 pianos. Compuesta en los años 40. Inédita
2 Tientos. *TN, compuestos en Hermosillo en octubre y diciembre de
1970. Dedicados «a los lectores de Heterofonía». Publicados, con
análisis anexos hechos por la propia compositora, en los n.os 15
y 17 de la misma revista, correspondientes a octubre 1970 y enero
1971 respectivamente.

OBRAS PARA INSTRUMENTOS SOLISTAS

Capricho vasco para guitarra. Compuesta en Montevideo 1929. De-


dicada al guitarrista Luis de la Moza.
Allegro para guitarra. Compuesta en Nueva York 1934. Dedicada al
guitarrista Andrés Segovia.
Paisaje desde el Pirineo para arpa. Compuesta en Nueva York 1934.
Dedicada al arpista Nicanor Zabaleta.

*  TN: Obras(s) compuesta(s) de acuerdo a la «Teoría de Novaro».

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Apéndices 161

OBRAS PARA CONJUNTOS DE CÁMARA

Trío España para violín, chelo y piano, en tres movimientos:


— Quand le jour decline: Quasi allegretto, en La.
— Chanson dans la nuit: Adagio quasi andante, en Si bemol.
— Dance au clair de lune: Allegretto en La.
Compuesto en París en 1927. Dedicado al Trío Cabart. Tocado
en París por el Trío Cabart en 1927 y en Sao Paulo por la propia
compositora, el violonchelista Neuton Padua y el violinista Alfon-
so Geper en 1928. Editado por la Casa Max Eschig, París 1927.
Vivace para cuarteto de cuerdas: 2 violines, viola y contrabajo. Com-
puesta en México en los años 40. Inédita.
Sonata para violín y piano en Fa#. Compuesta en México en los
años 40. Dedicada al violista Abel Eisenberg. Inédita.
Sonata para violín y piano, *TN compuesta en México en los años 40.
Dedicada al violinista Higinio Ruvalcaba. Tocada en Hermosillo
el 28 de mayo de 1957 por Ruvalcaba y su esposa pianista Car-
mela Castillo Betancourt. Inédita.
Sonata para viola y piano en Re, compuesta en México en los años 40.
Dedicada a Abel Eisenberg. Transcrita para violín y estrenada por
Higinio Ruvalcaba acompañado por su esposa Carmela Castillo
Betancourt en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes de México
en septiembre de 1958. Inédita.
Serenata para violín y piano (incompleta)
Morceau para violín y piano en Fa#, «escrito especialmente para una
lección práctica» en México en los años 40. Inédita.
Lento elegiaco para viola y piano, *TN a la memoria de Augusto
Novaro. Compuesta en México en agosto de 1962. Inédita.

*  TN: Obras(s) compuesta(s) de acuerdo a la «Teoría de Novaro».

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162 EMILIANA ZUBELDIA

OBRAS SINFÓNICAS

Sinfonía natural:
— Allegretto quasi andantino.
— Moderato.
Obra atonal compuesta en París en los años 20. Inédita.
Poema sinfónico Euskadi. Presuntamente compuesto en París en
los años 20. Estrenado por la Orquesta Sinfónica de La Habana
(Cuba) en 1932, bajo la dirección de la propia compositora.
Iné­dita.
Impresiones de España. Compuesta en Nueva York 1930, ©1932.
Inédita.
Sinfonía Elegiaca con piano, en tres movimientos:
— Moderato.
— Molto lento.
— Vivo.
*TN compuesta en México en 1939-40. Dedicada «a mi herma-
na Eladia». Estreno mundial en México en agosto de 1956 por
la Orquesta Sinfónica de la UNAM bajo la dirección de José
Vásquez. Premio Nacional de Composición de 1957. Estreno en
Rentería (Guipúzcoa) durante la Semana Musikaste 1991, por
la Orquesta Sinfónica de Euskadi, dirigida por Enrique Jordá.
Inédita.
Sinfonía para coros y orquesta. Apuntes: «Estudios de composición
de acuerdo a la Teoría de Novaro. 1ª escala harmónica». México,
años 40.
Sinfonía Nº 3, México, años 40. Inédita.

*  TN: Obras(s) compuesta(s) de acuerdo a la «Teoría de Novaro».

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Apéndices 163

Suite elegiaca:
— Berceuse.
— Largo (paz).
— Glorificación (incompleta).
Compuesta en México en los años 40. Dedicada «a mi hermana
Eladia». Inédita.
Divertimento para orquesta alla turca: Allegro moderato grazioso.
Registrada en México en 1941. Inédita.
Estampa cubana al atardecer, en Re:
— Tempo de habanera (con languidez).
— Tempo de guajira moderado.
— Tempo de habanera (tempo primo).
Compuesta presuntamente en México en los años 40. Dedicada
a Nena Benítez. Inédita.
Concierto para violín y orquesta. Apuntes, inconclusa.
Concierto para piano y orquesta. Inédita.
Concierto vasco. Incompleto. México, años 40.
Concierto para viola y orquesta. Apuntes. México, años 40.
Concierto para violín y orquesta. Apuntes.
En la Alhambra para piano y orquesta en Re:
— Lento-Allegretto un poco vivo-Andante.
— Allegretto un poco vivo (1er tempo)-Andante.
— Andantino-Allegretto un poco piu vivo-Andante.
Obra inconclusa.
Introducción y allegretto para orquesta con piano. México, años 40.
Inédita.
En el Desierto de los Leones, poema sinfónico compuesto en México
en los años 40. Obra inédita.
Lento (Grave) para contrabajo y orquesta. México, años 40. Inédita.
Lento para piano, contrabajo y orquesta. Incompleto. México, años 40.
Grave para orquesta. México, años 40. Dedicada a Nena Benítez.
Inédita.

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164 EMILIANA ZUBELDIA

Motivos del año para soprano y orquesta, sobre cuatro poemas de


Daniel Castañeda.
— Primavera: Andante.
— Verano: Quasi adagio.
— Otoño: Allegretto.
— Invierno: Lento.
Compuesta en México *TN a principios de los años 50. Dedi-
cada a la soprano Irma González. Reducida al piano la parte or-
questal, fue estrenada por esta soprano y Juan José Oropeza en
México en 1956. Inédita.

OBRAS PARA VOZ Y PIANO

Asturiana, dedicada a la Marquesa de Amposta, Publicada por la


Revue Musicale de París en su edición de octubre de 1926.
Seis melodías populares españolas: Compuestas en París. Edición
Max Eschig, París 1926, con textos castellanos sin autor y versión
francesa de Henri Collet. Reseñadas por al Padre Donostia en el
diario La voz de Navarra, 7 de abril de 1927. Interpretadas por
Pepita Sanz y la autora en París 1927; por Rosalina Crocco y la
autora en Buenos Aires y Córdoba, Argentina 1929; por Laura
Mollenauer y la autora en Nueva York 1931. Posteriormente in-
tegradas al repertorio de Irma González en México:
— Guajira.
— Coplas gitanas.
— La Gitanilla.
— Jota.
— Zortziko: En las montañas.

*  TN: Obras(s) compuesta(s) de acuerdo a la «Teoría de Novaro».

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Apéndices 165

Berceuse: Duérmete, niña bonita, además de las cantantes antes ci-


tadas, ha sido interpretada por Josefina Aguilar y la autora en
México 1933. Presentada nuevamente en el «Salón Barroco» de
la Universidad de Puebla el 28 de agosto de 1956, por Josefina
Aguilar y Salvador Ochoa al piano. También existe la versión para
voz con acompañamiento coral a 4 voces.
Bermeo’ko «Madalen abestuje» Inédita.
Loa Loa! Canción de cuna en vasco. Inédita.
Ciclo infantil 1, cinco canciones con poemas (fábulas) de Tomás de
Yriarte. Compuestas en Washington, D.C. durante la primavera
de 1934. Obra inédita:
— La ardilla y el caballo.
— La abeja y el cuclillo.
— La rana y la gallina.
— El burro flautista.
— El oso, la mona y el cerdo.
Ciclo infantil 2, tres canciones con poemas (fábulas) de Félix María
de Samaniego. Compuestas en Washington, D.C. durante la pri-
mavera de 1934. Obra inédita.
— La pulga y el camello.
— Los gatos escrupulosos.
— La zorra y las uvas.
Y los niños oyeron hablar del arco iris, poema de Pedro Juan Labarthe.
Compuesta en Washington, D.C. en la primavera de 1934. Inédita.
Ciclo infantil 3, siete canciones con poemas de Antonio Mediz Bolio.
Compuestas en México durante el verano de 1949. Obra inédita:
— La abeja.
— El sauz.
— El caballito del diablo.
— Cada uno.
— Mariposa nocturna.
— Peces voladores.
— La lana.

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166 EMILIANA ZUBELDIA

Del cabello más sutil..., poema autor desconocido. Inédita.


No vengas a deshora, poema autor desconocido. Inédita.
El pavo real, poema autor desconocido. Inédita.
Que la paz reine en la tierra, poema autor desconocido. Inédita.
Colegiala, poema de Aldo M. Sozan. «Música de Emiliana Inda».
Mns original a lápiz. Inédita.
Margarita, poema de Aldo M. Sozan. «Música de Emiliana Inda».
Mns original a lápiz. Inédita.
Canción de cuna, letra anónima en alemán. Fotocopia de mns en
ERESBIL.
Canción de cuna Loa loa, letra en vasco. Mns a lápiz. Inédita.
Nanas, poema de Carmelina Vizcarrondo. Mns del calígrafo Pineda
en ERESBIL. Inédita.
Berceuse, poema de Gabriela Mistral. Interpretada por Angelita de
la Torre de Damborenea y la autora en La Habana 1932. Iné­
dita.
La niña de Guatemala, poema de José Martí. dedicada a Natalia A.
de Suárez. Interpretada por Angelita de la Torre de Damborenea
y la autora en La Habana 1932. Fotocopia de mns en ERESBIL.
Inédita.
Mi corazón fue una hoguera, poema de Rosario Sansores. Inédita.
Un buen día, poema de Juana de Ibarbourou. Interpretada por
Rosalina Crocco y la autora en Buenos Aires y Córdoba, Ar-
gentina 1929; por Josefina Aguilar y la autora en México 1933.
Inédita.
La manca, poema de Gabriela Mistral. Interpretada por Angelita
de la Torre de Damborenea y la autora en La Habana 1932.
Inédita.
El papagayo, poema infantil de Gabriela Mistral. Interpretada por
Angelita de la Torre de Damborenea y la autora en La Habana
1932. Inédita.

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Apéndices 167

Velloncitos (Berceuse), poema infantil de Gabriela Mistral. Interpre-


tada por Angelita de la Torre de Damborenea y la autora en La
Habana 1932. Inédita.
La amenaza de la flor, poema de Alfonso Reyes. Interpretada por
Angelita de la Torre de Damborenea y la autora en La Habana
1932. Inédita.
Flor de las adormideras, poema de Alfonso Reyes.
Todo se me mintió, poema de Marta Lomar. Interpretada por Josefina
Aguilar y la autora en México 1933. Inédita.
Mi pena es grande, poema de Carmen Alicia Cadilla. Interpretada
por Josefina Aguilar y la autora en México 1933.
Partir (viaje eterno), poema de Luisa Luisi. Interpretada por Ange-
lita de la Torre de Damborenea y la autora en La Habana 1932 y
por Josefina Aguilar y la autora en México 1933. Inédita.
When The Orange Blossom Time Comes Back Again, poema de Ellen
McGrath de Galván. Compuesta en Nueva York a principio de
los años 30, para contralto. Inédita.
Yumuri (Impresión de Cuba), poema de Ellen McGrath de Galván.
Compuesta en Nueva York a principios de los años 30. Interpre-
tada por Josefina Aguilar y la autora en México 1933. Inédita.
Duérmete mi niño lindo que te velo yo, canción de cuna con texto
propio compuesta en México en 1944 para ejemplificar, en una
lección de armonía, el diseño de una pequeña forma musical y su
técnica de composición melódica y armónica a partir de un texto
literario. Inédita.
Mañanita alegre, poema de Carmen Alicia Cadilla. Dedicada «para
mis queridos amigos el distinguido Prof. don Luis López Álvarez
y su fina esposa Sra. Alicia Bustamante de López, con profunda
admiración por las virtudes que les adornan. Emiliana de Zubel-
dia. Hermosillo, mayo de 1983». Inédita. Fotocopia de mns.
Una vieja tristeza, poema de Enrique González Martínez. Para tenor
y piano. Dedicada a Carlos Puig. Para tenor y piano. Compuesta
en México, agosto de 1952. Inédita.

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168 EMILIANA ZUBELDIA

En las noches, poema de Alfonso Cravioto. Inédita.


Canto a la primavera, poema de Román López Durán. Inédita.
Padre nuestro, poema de Julio Mercado. Para piano, órgano y voz.
Inédita.
Crucifix, poema de autor desconocido, mns a tinta de calígrafo des-
conocido. Inédita.
Tan dulces son tus ojos (a María), de autor desconocido, mns original
a tinta de calígrafo desconocido. Inédita.
Odisea de amor, poema de Rafael Ángel Rentería. Compuesta en
Hermosillo ca. 1950. Dedicada al propio poeta sonorense.
Cuatro canciones *TN poemas del ciclo El cántaro a la puerta, de
Ana Mairena (Asunción Izquierdo de Flores Muñoz), México,
Edición Letras 1952. Interpretadas por Irma González, soprano,
y José de Jesús Oropeza, piano, en México 1956. Editadas por
Ricordi Americana, Buenos Aires 1963.
— Perdí mi canica.
— Que soy blanca rosa.
— El primer día.
— ¡Ay, que no soy!

ARMONIZACIONES PARA VOZ Y PIANO


De la colección Soles y brumas de España de Matilde de la Torre.
México, edición de Renée Bauxou de Schweinfurth, 1947:
— Alegre y contenta, canción asturiana.
— El clavel, canción de ronda.
— Noche clara, canción de ronda.
— Cuanto más hondo, canción de ronda.
— Ojos que te vieron ir, canción de despedida.
— La vi llorando, canción de despedida.

*  TN: Obras(s) compuesta(s) de acuerdo a la «Teoría de Novaro».

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Apéndices 169

— Asomada a tu puerta, canción de romancillo, Castilla-León.


— Tengo cuatro pañuelucos, canción montañesa.
— Villancico, siglo XIX, Extremadura.
— Escena de «La Maya», Pujayo de Iguña.
Adiós, Rosina, canción asturiana.
Chiquitito, chiquitito hay en la cuna, del Padre Resurrección María
de Azkue, para soprano, contralto y piano. Inédita.
Himno al sol, canción de los Incas del Perú armonizada en Nueva
York a principio de los años 30 para voz y piano. Dedicada a Mii-
rrah Alhambra. También en versión coral. Inédita.
Canción triste (azteca). Inédita.
Maria hat mit Mutterlieb, canción de cuna navideña en alemán.
Inédita.
Ya se van los pastores, villancico español del siglo XVII, también en
versión para STB y piano.

OBRAS ORIGINALES PARA CORO**


Berceuse: Duérmete, niña bonita para voz y murmullo coral a 4 vo-
ces. Compuesta en París 1926 en versión para voz y piano.
Zortziko: En las montañas, a 4 voces mixtas. Compuesta en París
1926 en versión para voz y piano.
Alleluya vasco (Kristo zerura doa) para 4 voces blancas.
Bakaitasun!, poema de Telesforo Monzón Olaso, compuesta en
Nueva York 1934 para 8 voces mixtas, con txistu y tamboril.
La perla de las Antillas, poema de autor desconocido. Compuesta en
La Habana 1932.
Villancicos, poema Aquella zagala de mirar sereno de sor Juana Inés de
la Cruz. Compuesta a 8 voces mixtas en México 1951, dedicada a
Luis Sandi y su Coro de Madrigalistas.

**  Todas las obras para coro permanecen inéditas.

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170 EMILIANA ZUBELDIA

Hondo mirar, *TN poema de autor desconocido, compuesta a 8 vo-


ces mixtas en México 1951, dedicada a Luis Sandi y su Coro de
Madrigalistas.
Misa de la Asunción: Señor ten piedad, Gloria, Credo, Santo y Cordero
de Dios, compuesta en Hermosillo durante la semana santa de
1968 para cuatro voces mixtas, el Credo incluye un recitativo para
barítono. Estrenada en México en agosto de 1968.
Por San Juan, divertimento sobre una coplilla española. Compuesto
en Hermosillo 1968, para 4 voces mixtas.
La pulga, divertimento sobre una coplilla española. Compuesto en
Hermosillo 1968, para 4 voces mixtas.
Nuestras vidas son péndulos, poema de Ramón López Velarde. Com-
puesta en Hermosillo 1971, para 4 voces mixtas y recitativo para
barítono.
Huérfano, poema de Ramón López Velarde. Compuesta en Hermo-
sillo 1972, para 4 voces mixtas.
Canción de cuna: «Eres un niño distraído...», poema de Jorge Díaz
(chileno), para 2 voces iguales, dedicada a la señora Aurea Castro
de Carrillo Marcor. Compuesta en Hermosillo para la obra tea-
tral «Requiem por un girasol». © mayo 1978.

ARMONIZACIONES PARA CORO***


Canciones populares españolas
Eres alta y delgada, D.P.
Ya se murió el burro, D.P.
Romancillo español, siglo XVII.

*  TN: Obras(s) compuesta(s) de acuerdo a la «Teoría de Novaro».


***  Todas estas armonizaciones son para 4 voces mixtas, salvo indicación distinta.

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Apéndices 171

Canción castellana, siglo XVII.


Tengo cuatro pañuelucos, de la colección Soles y Brumas de España.
También en versión para voz y piano.
Ojos que te vieron ir, de la colección Soles y Brumas de España. Tam-
bién en versión para voz y piano.
Cuanto más hondo es el pozo, de la colección Soles y Brumas de Espa-
ña. También en versión para voz y piano.

Canciones populares vascas


Ainhara.
Mendiko negara.
Maizaren orpotik.
Aitonaren esana.
Argisagi ederrak.
Zeluko izarenbidia.
Tzorietan buruzagi.
Zortziko.
Liñuaren penak.
Kuku.
Jota baska.
Urrundik, tempo de zortziko.
Madalenian (Itxasoa).
Txorietan buruzagui.
Jota – Cetray.

Canciones de Hispanoamérica
Himno al sol, canción de los Incas del Perú armonizada en Nueva
York a principio de los años 30 para voz y piano. Dedicada a
Miirrah Alhambra. También en versión coral.
Vidalita, D.P. Argentina, para 4 voces blancas.

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172 EMILIANA ZUBELDIA

La viudita, D.P. Argentina, para 4 voces blancas.


La paloma, Sebastián Yradier, Cuba.
Lejos de ti, Manuel M. Ponce, México.
A la orilla de un palmar, Manuel M. Ponce, México.
Marchita el alma, Manuel M. Ponce, México.
Qué lejos ando, Manuel M. Ponce/Mabarak, México.
Palomita, Manuel M. Ponce, México.
Caminante del Mayab, Antonio Mediz Bolio/Guty Cárdenas, México,
para 4 voces y piano.
Rayando el sol, Guty Cárdenas, México.
Flor, Guty Cárdenas, México.
Peregrina, Guty Cárdenas, México.
Vida plácida, D.P. México.
Corrido de Román Castillo, D.P. México.
Cuatro milpas, D.P. México.
La pajarera¸ D. P. México.
Ojos tapatíos, D.P. México.
Palmero, D.P. México.
Canto a Sonora, Anón. México.
Viento rápido, canción Seri, México, murmullo a 4 voces mixtas y
soprano.
El niño duerme, canción de cuna Seri, México.

Canciones de épocas y autores diversos

El cucú, John Fornsette, siglo XII, canon con ostinato.


Cantiga a santa María, Alfonso X, el Sabio, siglo XIII.
Balada provenzal, Anón. siglo XIII.
Con amores la mi madre, Juan de Anchieta, siglo XVI.
Toda mi vida os amé, Luis Milán, siglo XVI.
Molinillo, Juan del Vado, siglo XVII.

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Apéndices 173

Pastorela, François Couperin, siglo XVIII.


Chiquitito, chiquitito hay en la cuna, Padre Resurrección María de
Azkue, para voz solista y coro.
Canción de cuna, W.A. Mozart.
El tilo, Franz Schubert.
Nacht und Träume, Mathëus von Collin/Franz Schubert.
Canción de amor y paz, Johannes Brahms.
Canción de cuna, Johannes Brahms.
Las golondrinas, Peter I. Tchaikovski.

Cantos navideños

Ya se van los pastores, villancico español del siglo XVII, para STB y


piano.
También en versión para voz y piano.
El niño del tambor, Katherine Davis.
Venid, adoremos, tradicional francesa.
Regocijad, Jesús nació, G.F. Handel.

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Apéndice 2
CRONOLOGÍA DE EMILIANA DE ZUBELDIA INDA

EUROPA
Fecha Lugar Evento
1888 Jaitz / Nacimiento (6 diciembre) y registro (7 diciembre) Sus herma-
Salinas nos vivos: Néstor, Martín y Eladia.
1890 Pamplona Nueva residencia de la familia Zubeldia Inda en Pamplona.
1892 Inicia estudios de piano con el maestro José Escurra y de música
en general en la Academia Municipal de Música de Pamplona.
1893 Nacimiento de Alejo, el hermano menor.
1894 Inicia estudios escolares en el Colegio de las Madres Beatas.
Continúa paralelamente sus clases de música.
1904 Madrid Exámenes a título de suficiencia de los grados 1 a 4 de piano en
el Conservatorio de Música y Declamación de Madrid: «Sobre-
saliente» en todos.
1906 Exámenes a título de suficiencia de los grados 5 a 8 de piano en
el Conservatorio de Música y Declamación de Madrid: «Sobre-
saliente» en todos.
1907 París Ingreso a la Schola Cantorum de París. Estudios de piano con
Blanche Selva, de composición y orquestación con Désiré Pa-
que y Vincent D’Indi. Impacto del impresionismo de Debussy
y Ravel.
1909 Pamplona Muere don Antonio Zubeldia Elizondo, padre de Emiliana. Per-
manencia en la casa paterna e inicio de la «Academia Musical
Emiliana de Zubeldia».
Conciertos en Pamplona, Biarritz, Burdeos, Bayona, San Sebas-
tián, Bilbao, Madrid. Primeras composiciones.
1919 Matrimonio con Joaquín Fuentes Pascual en la Colegiata de
Roncesvalles.
1920 Exámenes de oposición y obtención de la plaza de «Profesor auxi-
liar de piano» en la Academia Municipal de Música de Pamplona.
Conciertos en diversas ciudades de España y Francia.

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Apéndices 175

EUROPA
Fecha Lugar Evento
1922 París Residencia permanente en París. Estudios de filosofía en la Sor-
bona. Compone abundantemente música para voz y piano, pia-
no solo, orquesta y conjuntos de cámara. Manejo de bitonalidad
y atonalidad.
Conciertos en París, Génova, Londres, Berlín y otras ciudades
europeas. Se toca música orquestal suya en Génova y otras ciu-
dades. Da clases privadas.
1924 Madrid/ Exámenes a título de suficiencia como maestra de solfeo y de
París los 4 primeros grados de piano en el Conservatorio de Música y
Declamación de Madrid: «Sobresaliente» en todos.
1926 Exámenes a título de suficiencia como maestra de los 4 grados
superiores de piano en el Conservatorio de Música y Declama-
ción de Madrid: «Sobresaliente» en todos.
1927 París Muere su madre Asunción Inda León en Pamplona.
1928 París Conciertos de despedida de sus amigos músicos parisinos. Par-
tida hacia América.

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176 EMILIANA ZUBELDIA

AMÉRICA, DE SUR A NORTE


Fecha Lugar Evento
1928 Brasil Conciertos en Rio de Janeiro y São Paulo, al lado de músicos
del país.
1929 Uruguay Conciertos en Montevideo, Buenos Aires, Córdoba y Rosa-
y rio, con músicos y cantantes uruguayos y argentinos, coros y
Argentina danzantes vascos residentes. Conoce a los poetas hispanoame-
ricanos: Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, Carlos López
Rocha, Alfonso Reyes (embajador de México en Argentina),
Román López Durán, Julio Mercado. Con sus poemas inicia su
colección de canciones Poetas de América.
1930 Nueva York Conoce a Augusto Novaro. Inicia el estudio de su teoría o Siste-
ma natural de la música, y la aplica a la composición instrumen-
tal: piano, 2 pianos, sinfonías y poemas sinfónicos.
Conferencias, clases privadas, experimentación, conciertos con
músicos y cantantes locales y de paso, coros y danzantes vascos
residentes. Columbia University, Town Hall.
Frecuentes conciertos a dos pianos con Miirrah Alhambra, para
lo cual arregla obras de Bach y otros, y armoniza música folkló-
rica vasca de acuerdo a la Teoría de Novaro.
1932 Cuba Primera gira a Cuba. Dirige su Poema Sinfónico Euskadi en La
Habana. Da charlas públicas. Nuevos contactos con poetas his-
panos o sus obras: José Martí, Carmen Alicia Cadilla, Carmelina
Vizcarrondo, Marta Lomar, Luisa Luisi, Alfonso Cravioto (em-
bajador de México en Cuba).
1933 México Primera visita a México (agosto). Dos conciertos en el Teatro
Hidalgo con obras suyas para dos pianos –tocando con Alfon-
so Rendón Muñoz– y para voz y piano, con Josefina Aguilar,
mezzo.

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Apéndices 177

AMÉRICA, DE SUR A NORTE


Fecha Lugar Evento
1934 Washington Abril: 1er ciclo canciones infantiles con poemas de Tomás de
Yriarte.
2º ciclo de canciones infantiles con poemas de Félix María de
Samaniego.
Musicaliza poema de Pedro Juan Labarthe.
Nueva York Primavera-verano: Serie de conciertos –uno semanal durante
cuatro meses de primavera y verano– en Radio City Music Hall,
transmisión internacional, compartiendo escenario y micrófo-
nos con Miirrah Alhambra –a dos pianos–, Andrés Segovia –gui-
tarra– y Nicanor Zabaleta –arpa y txistu con tamboril–.
Compone, da clases.
1936 Gira por Gira por Puerto Rico (marzo) y Cuba (abril) con Miirrah Al-
el Caribe hambra. Conciertos con arreglos a dos pianos de compositores
barrocos, obras propias y de compositores españoles y franceses
contemporáneos.

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178 EMILIANA ZUBELDIA

MÉXICO
Fecha Lugar Evento
1937-47 México
Es la década más productiva de Emiliana en composición.
D.F.Entra a México por Veracruz hacia México D.F.
Estudio, experimentación y composición al lado de Augusto
Novaro.
Conciertos semanales domésticos en la casa Novaro, donde se
reúnen artistas, poetas, escritores, filósofos, diplomáticos, entre
otros.
1939 Calurosa acogida a sus compatriotas exiliados de la Guerra Civil
española. Se identifica con ellos y a partir de entonces se presen-
ta a sí misma como «refugiada española».
Muere su hermana Eladia (Pamplona, 12 de septiembre de 1939).
Continúa su colección de canciones «poetas de América» con:
Asunción Izquierdo de Flores Muñoz (Ana Mairena), y sor Jua-
na Inés de la Cruz.
1947 Muere su hermano Alejo (Pamplona, febrero 1947).
1947 Hermosillo La Universidad de Sonora (UniSon) la invita como directora de
coros universitarios por un año. Da clases de piano. La UniSon la
recontrata al terminar el ciclo escolar.
1948 Organiza concierto con la Orquesta Sinfónica de Jalapa.
1948-53 Contratos anuales en la UniSon. Veranos en el D.F.
1954 Se asienta definitivamente en Hermosillo como directora de la
nueva Academia de Música de la Universidad de Sonora. Imparte
clases de solfeo, teoría musical, armonía, historia y apreciación
musical, piano y canto.
Dirige los coros universitarios y arregla para ellos canciones de los
clásicos, de compositores mexicanos como Manuel M. Ponce y
Guty Cárdenas, folklóricas de diferentes pueblos, especialmente
de España y México, melodías indígenas sonorenses –seris–, can-
ciones navideñas y compone obras corales originales. Continúa
pasando los veranos en el D.F.
Escribe para revistas, hace crítica musical por periódico y da char-
las en vivo, por radio y por TV.
1955 Primera temporada de conciertos feb-abr. con: Miguel García de
la Mora (piano); Carlos Puig (tenor), Luz N. de Puig (piano), et al.
Presenta a su primera alumna prodigio: la niña Angélica Méndez
Ballesteros, de 10 años, en su primer recital de piano completo.
Se tocan obras de EZ en la Sala Ponce de Bellas Artes, en el D.F.

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Apéndices 179

MÉXICO
Fecha Lugar Evento
1955 Gira a Presenta a su alumno Julio Cubillas en recital pianístico en
Oaxaca Oaxaca.
1956 Hermosillo Segunda temporada de conciertos con: Esperanza Pulido (pia-
no), Guillermo Helguera (chelo), Abel Eisenberg (viola), Mme.
Sophie Cheiner (piano), Cuarteto Lenner (cuerdas), Higinio
Ruvalcaba (violín), Miguel García Mora (piano), Jesús Silva
(guitarra), Irma González (soprano) y un programa de danza
con la maestra Martha Bracho de la propia UniSon.
México Estreno mundial de su Sinfonía Elegiaca por la Orquesta Sinfó-
nica de la UNAM en Bellas Artes, D.F., bajo batuta del maestro
José Vásquez (agosto 5).
Se le otorgó por ella el «Premio Nacional de Composición»
(agosto 22).
Estreno mundial de su Sonata para viola y piano, con Ivo Valenti
(viola) en la Escuela de Medicina de la UNAM (agosto 28).
La contralto Josefina Aguilar incluye en su recital en el Salón
Barroco de la Universidad de Puebla una Canción de cuna de
Emiliana Zubeldia (agosto 28).
1957 Hermosillo Tercera temporada de conciertos: Miguel García Mora (piano),
Aurora Woodrow (mezzo), Gloria E. de Vásquez (violín), Irma
González (soprano), Esperanza Pulido (piano), Cuarteto Lenner
(cuerdas) y Sophie Cheiner (piano).
Concierto de Higinio Ruvalcaba (violín) y Carmela Castillo B.
de Ruvalcaba, tocando la Sonata en Re menor , dedicada a él por
la propia compositora Emiliana Zubeldia (mayo).
Gira Gira de conciertos de la niña Angélica Méndez Ramos, su alum-
México / na, a Oaxaca y México, actuando como solista de la Orquesta
Oaxaca / Sinfónica de la UNAM, bajo el maestro José Vásquez y en di-
USA ciembre con la Filarmónica de Phoenix , Arizona, USA.
1960 Pamplona Viaja de incógnito a Pamplona a visitar a su hermano Néstor, en-
fermo. De regreso en México, visita a Novaro, también enfermo.
México Muere Augusto Novaro el 11 de noviembre de 1960 en México.

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180 EMILIANA ZUBELDIA

MÉXICO
Fecha Lugar Evento
1960-70 Hermosillo Década de giras por Sonora del Coro Universitario, y de concier-
tos esporádicos con artistas foráneos: Jeannine Andrade (violín),
Esperanza Pulido (piano), Coro de Madrigalistas de Luis Sandi,
Pilar Rioja (bailarina crotalista), Higinio Ruvalcaba (violín).
1962 Compone su Lento elegíaco para viola y piano a la memoria de
Novaro.
Muere su hermano Néstor el 27 de febrero en Pamplona.
1963 Medalla y homenaje de la UniSon –Rector Dr. Moisés Canale–
en reconocimiento a sus 15 años de labor docente.
1964 Inicio de las temporadas semestrales de conciertos de la Orques-
ta Sinfónica del Noroeste, batuta del maestro Luis Ximénez Ca-
ballero.
1966 USA Gira del Coro de la Universidad de Sonora a Douglas, Arizona
(USA).
1966-70 Hermosillo Las alumnas avanzadas de piano en concierto con la OSNO:
Lupita Rodríguez (1966) concierto de Haydn, Matilde Katase
(1968), concierto de Mozart; Marcela Fernández (1969), con-
cierto de Bach y Leticia Varela (1970), concierto de Beethoven.
1968 Gira Primera gira del Coro de la UniSon a México D.F. Concierto
México coral en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes: Estreno de la
D.F. Misa de la Asunción.
1970 Hermosillo Muere su hermano Martín (Fray Gumersindo) en Zaragoza.
1972 Gran gira Segunda gira del Coro de la UniSon a México D.F. y otras ciu-
por dades: Guadalajara, Villahermosa, Zacatecas; grabación de su
México primer disco LP Concierto Inolvidable, en los estudios de la CBS.
Hermosillo Homenaje de las Mujeres Profesionistas y de Negocios de Her-
mosillo.
1976 Hermosillo Homenaje de sus exalumnos del coro.
1978 Gira B.C. Gira del Coro a La Paz, B.C.
1980 Gira D.F. Gira con su discípulo Pedro Vega al D.F. incluyendo en el pro-
grama sus Tientos y Estudios.
1982 Gira D.F. Segunda gira de Pedro Vega al D.F.

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Apéndices 181

MÉXICO
Fecha Lugar Evento
1984 Hermosillo Concierto de Irma González (soprano) y Raúl Herrera (piano)
en Hermosillo, con canciones suyas.
1986 Enero: Primera caída y fractura. Hospitalización y cirugía. Ju-
nio: Gran homenaje de la ciudadanía hermosillense.
Dos conciertos de su exdiscípula Angélica Méndez Ramos (ac-
tual maestra en la Academia Superior de Música de Viena) y de
su esposo Carlos Rivera (piano).
Homenaje del Ayuntamiento de Hermosillo y reconocimiento
del gobernador de Sonora, Ing. Rodolfo Félix Valdés.
Segunda caída. Nueva hospitalización y cirugía.
1987 26 de mayo: Muere en el Hospital General del Estado de Sonora
a las 18 horas, a la edad de 98 años y 6 meses.
27 de mayo: Exequias en la catedral de Hermosillo, guardias en
la UniSon y sepultura en los Jardines del Buen Pastor en Her-
mosillo. Su lápida no indica lugar ni fecha de nacimiento por
desconocerse en aquellos momentos.

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Índice onomástico

Acedo Romero, Guillermo, 110 Arizmendi, Alberto, 134


Aguilar, Josefina, 64, 109, 165, 166, 167, Astiazarán, Francisco Antonio, 86
176, 179 Asúnsolo, Ignacio, 77
Aguirre Palancares, Norberto, 84 Asúnsolo, Mireille, 77
Ainsle, Mr. Douglas, 39 Ayala, 98
Alagenovitt, Nicolas, 40 Azcárate, Mlle. María del Pilar, 32
Albéniz, Isaac, 40, 41, 68 Azcona, Salustiano, 18
Alberro, Alfonso, 31
Alejandro Conde, Rey, 146 Bach, Juan Sebastián, 24, 26, 36, 42, 68,
Alfonso XII, 31 92, 100, 104, 107, 108, 115, 117, 122,
Alfonso XIII, 31 123, 129, 176, 180
Alhambra, Miirrah, 51, 52, 53, 54, 55, 65, Bagüés, Jon, 13
67, 69, 156, 158, 159, 169, 171, 176, Baker, Dr., 50
177 Banderas, doctor, 87
Allen Moc, Henry, 50 Baqueiro Foster, Jerónimo, 49, 50, 76, 92,
Anchieta, Juan de, 100, 172 93, 114, 148
Andrade Lagarda, Felizardo, 124, 130 Baqueiro Foster, Eloisa R. de, 121, 123
Andrade, Jeannine, 117, 180 Baudelaire, 22
Andrade, Mario de, 41 Bauer, Marion, 50
André Laguna, Santiago, 49 Bauxou de Schweinfurth, Renée, 76, 80,
Andrés González, Ramón, 128 159, 168
Andújar, Carmen, 31 Beethoven, 92, 110, 123, 180
Angulo, Isidoro, 101 Benítez, Nena, 62, 103, 152, 163
Ansorena, José Luis, 138, 139 Berlioz, 22, 24
Antillón Rossner, José, 49, 148 Bernal de Félix, Concepción, 122
Arana Goiri, Sabino, 55 Bernal Jiménez, Miguel, 63
Arbós, 30 Bizet, 22
Arcelus Iroz, Pilar, 15, 140, 152 Block, Miguelito, 76, 159
Arellano, Alicia, 131 Bonich, Juan, 61

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184 EMILIANA ZUBELDIA

Bordes, Charles, 24, 25 Ceballos, Mirna Dolores, 124, 145


Bosques Saldívar, Gilberto, 73, 152 Cervantes, Orlando, 124
Boulanger, Nadia, 36, 152 Cézanne, 22
Bracho, Martha, 108, 179 Chavarín, José Ernesto, 135
Bragdon, Claudio, 51 Chávez, Carlos, 50, 63, 93, 148
Brahms, 23, 91, 93, 99, 107, 114, 173 Cheiner, Sophie, 75-77, 106, 108, 110
Braid White, William, 50 Chopin, 31, 68, 92, 94, 100, 107
Bretón, Tomás, 36 Ciga, 112
Bribiesca, Ignacio, 85 Clapp, 50
Bustamante de López, Alicia, 167 Claros, Antonio, 40
Bustamante, Josefina, 110 Conde Ferreira, Ana, 40
Bydwealth, Emily, 32, 139, 155, 156 Confucio, 95
Cons, Leopoldo, 91
Cabanillas, Griselda, 111, 116 Corella, José, 111, 145
Cabanillas, María Luisa, 124 Cosío Villegas, Daniel, 71
Cadena, Ignacio, 101 Coste, Gastón, 30
Cadilla, Carmen Alicia, 60, 63, 152, 167, Cota Saavedra, Jesús, 128
176 Couturier, Yvette, 15
Cainara, José Paulo de, 40 Cowell, Henry C., 50
Calcáneo, Ángela, 121 Cravioto, Alfonso, 60, 106, 152, 168, 176
Calleja y González, Sérvulo, 36 Cristo, 98
Cámalich Landavazo, Jesús David, 124, Crocco, Rosalina, 43-45, 164, 166
134, 142 Cubillas, Julio, 88, 89, 107, 113, 138, 179
Cámalich, Juan Alberto, 124 Cumpson, Harry, 50
Cámalich, Lizeth, 124 D’Arezzo, Guido, 120, 130
Campillo Corrales, Ana Isabel, 124, 142 D’Indy, Vincent, 23-26, 30, 120, 143
Campión, Arturo, 45 Damrosh, Walter, 51
Canale, Moisés, 113, 180 Danvila, Alfonso, 42
Canteloube, 25 Daquin, 107
Cantúa, Sandra Luz 118 Debussy, 22, 24, 25, 68, 104, 107, 129, 174
Capdevila, Arturo 55 Degas, 22
Cárdenas, Guty, 92, 99, 172, 178 Del Hoyo, María, 33
Cárdenas, Lázaro, 71, 74, 77 Deskey, Donald, 47
Carrillo Marcor, Héctor, 76 Diaghilev, 36
Carrillo Vázquez, Yolanda, 15 Díaz, Jorge, 129, 152, 170
Carrillo, Julián, 130 Díaz, Porfirio, 70
Casas, Manuel, 84, 151 Diemer, 23
Caso, Alfonso, 77 Dukas, 22
Castañeda, Daniel, 49, 50, 76, 78, 103, Duke of Arcos, 55
108, 148, 159, 164 Dumas, Mlle. Jeane, 44, 45
Castellanos Idiáquez, Alfonso, 119
Castillo Betancourt, Carmela, 110, 111 Echavarri, Luis G., 44
161, 179 Eisenberg, Abel, 78, 103, 106, 108, 111,
Castro de Carrillo Marcor, Áurea, 129, 170 161, 179

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Índice onomástico 185

Elizondo, Juana, 19 González Martínez, Enrique, 103, 167


Encinas Johnson, Luis, 85, 115 González Ríos, Roberto, 76
Enríquez, Ernesto, 49 González, Irma, 76, 79, 103, 106, 108, 110,
Eraso y Armendáriz, Ramón, 18 131, 164, 168, 179, 181
Eschig, Max, 37, 38, 161, 164 Gonzalo Zulaica, José, 30
Escobal Vértiz, Venancio de, 44, 45 Goñi, Pedro, 18
Eslava, Hilarión, 20 Gorostiza, Celestino, 63
Espinoza, Aurora, 87 Gounod, 22
Esquivel, Aureliano, 85, 86 Granados, 31, 40, 41, 68
Esteve, Sirio, 51 Grieg, Edward, 30, 91
Ezcurra, José, 20, 21 Grunauer Herrera, E.A., 93
Guajardo Huerta, Clorinda, 92, 94
Falla, Manuel de, 40, 41, 92-94 Guardia, Enriqueta, 31
Fauré, 22, 24, 25 Guerra y Alarcón, Antonio, 31
Fernández Aguilar, hermanos, 111 Guerrier, 35
Fernández Aguilar, Marcela, 107, 118, 123, Guervós, 31
180 Guilmant, Alexandre, 24
Fernández, Faustino, 108 Gumersindo de Estella (ver Zubeldia Inda,
Fernández, Serafina, 108 Martín)
Fernández, José Ramón, 107, 108
Fernández, José Ramón (hijo), 108
Hale, W., 50
Fernández, Marcela, 108
Halffter, Rodolfo, 75
Fernández, Valentín, 83, 111, 112, 152
Handel, 123, 173
Ferrales, Marybel, 142
Haydn, Joseph, 91, 111, 118, 129, 133, 180
Flechter, Harvey, 50
Helguera, Guillermo, 106, 108, 179
Florestán, 121
Henderson, Mack T., 50
Flyn Paine, Francis 51
Hennings, Dieter, 128, 140
Folly, Alicia, 45
Herrera, Raúl, 131, 181
Fonseca, Lourdes, 113
Franck, César, 22, 23, 24
Franco, 72 Ibarbourou, Juana de, 42, 43, 56, 60, 63,
fray Antonio María, 88, 138 72, 152, 166, 176
Fuentes Pascual, Joaquín, 32, 34, 112, 174 Inda, Antonio, 19
Inda León, Asunción, 17-21, 31, 38, 119,
Guilarte, Cecilia G. de, 87 175
García Lorca, Federico, 55, 73, 117 Irurzun, Mrs. P. M., 32, 155
García Mora, Miguel, 78, 105, 106, 108, Islas, Irma Gloria, 117
109, 160, 179 Iturriaga, 57
Gayarre, Julián, 20, 30 Izquierdo de Flores Muñoz, Asunción, 76,
Geper, Alfonso, 39, 41, 161 79, 159, 168, 178
Gluck, 31, 68
Godowsky, Leopold, 51 Jacoby, Murray, 68
Goes, Orlando, 40 Jiménez Cervantes, José, 86
González Loaiza, Amparo, 110 Jiménez, Max, 93

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186 EMILIANA ZUBELDIA

Joutar, Paulina, 51 Marcabru, 122


Juárez, Benito, 93 Marceau-Pivert, 77
Marenzio, Luca, 115, 122
Kahan, Elisa, 121 Marmontel, 23
Katase, Abraham, 97, 100, 111 Martí, José, 56, 60, 152, 166, 176
Katase, Matilde, 113, 114, 116, 117, 123, Martí, Samuel, 85, 93
145, 180 Martínez de Castro, René, 101
Koechlin, 27 Martini, Juan E., 93
Maya, Joaquín, 20, 21
La Farge Osborn, Margaret, 55 Mayer Serra, Otto, 76
Labarthe López de Victoria, Pedro Juan, 65, Mayer, Frederick C., 51
152, 165, 177 Mayoral, Oscar, 146
Lalo, Édouard, 93 McGrath de Galván, Ellen, 54, 62, 64, 167
Landseet, Jonne, 50 Mediz Bolio, Antonio, 81, 99, 152, 165,
Larios, Elvira, 76, 159 172
Larumbe Arguinano, Calixto, 18 Mejía, Estanislao, 49, 64
Lavignac, 23 Méndez Ballesteros, Angélica, 104, 109,
Le Flem, 25 110, 131, 178, 179, 181
León, Dorotea, 19 Mendoza Cota, Germán, 128
Lewis, Don, 50 Menth, Herma, 51
Licona, Martha, 111 Mercado, Julio, 55, 103, 106, 152, 168, 176
Limantour, José Yves, 92 Messiaen, 27
Lionel «Roxy» Rothafel, Samuel, 46 Milhaud, 27
Liszt, 23, 110 Miller, Ray S., 50
Lizaso Alegre, Tadea, 33 Mistral, Gabriela, 45, 56, 60, 152, 166,
Lloens, Noel, 55 167, 176
Lloret, J. L., 31 Molina, Carmen, 111
Lomar, Marta, 60, 63, 167, 176 Mollenauer, Laura, 55, 164
López Álvarez, Alicia, 130 Monet, 22
López Álvarez, Luis, 130, 167 Monzón Olaso, Telesforo, 54, 66, 169
López Durán, Román, 168, 176 Morales, Leonardo, 124
López Ramos, Manuel, 125 Morales, Pepe, 109
López Velarde, Ramón, 124, 126, 152, 170 Morán, Ignacio, 51
López, Carlos, 51, 176 Morley, Thomas, 100
Lorne Moreno, R. Dupuy de, 40 Moza, Luis de la, 42, 160
Luisi, Luisa, 55, 56, 63, 167, 176 Mozart, 93, 117, 123, 173, 180
Múgica, Remigio, 20, 31
Machado, Antonio, 55 Munuce, Prudencia, 19
Madrid, Gilda, 111
Magnard, 27 Nájera, Dora, 91
Mairena, Ana, 79, 108, 131, 168, 178 Navarrete y Guerrero, Juan, 84, 85
Mallarmé, 22 Nilsson, Gunhild, 93
Manet, 22 Novaro, Augusto, 11, 12, 49, 50, 51, 53,
Mannes, David, 51, 149 54, 55, 61, 62, 64, 69, 70, 75, 76, 77, 78,

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Índice onomástico 187

79, 81, 82, 83, 91, 101, 103, 108, 109, Quirós, Carlos, 116
113, 117, 118, 124, 143, 144, 148, 149, Quiroz Martínez, Manuel, 83, 84, 86, 88
150, 151, 161, 176, 178, 179, 180 Quiroz Martínez, María Antonieta, 91
Novaro, Blanca, 82
Novaro, Luis, 82
Novaro, Rosa, 70, 82, 152 Rachmaninoff, Sergei, 92, 107
Novaro, Tito, 70 Rameau, Jean Philippe, 24
Novo, Salvador, 63 Ramón, Don, 120
Ramos, Constante, 40
Olayo Macías, José, 118 Ramos, Leopoldo, 85
Oropeza, José de Jesús, 79, 103, 108, 164, Ravel, 22, 36, 68, 174
168 Rebling de Banderas, Elsa, 87, 105
Otza, Antonio, 52, 69 Rendón Muñoz, Alfonso, 63, 158, 176
Renoir, 22
Padre Azcona, 18 Rentería, Rafael Ángel, 103, 168
Padre Donostia, 30, 31, 37, 38, 139, 143, Revueltas, José, 75, 77
152, 164 Revueltas, Silvestre, 75, 77
Padre Gallés, 68 Reyes, Alfonso, 42, 43, 56, 60, 63, 71, 76,
Padre Pulgar, 67 77, 152, 167, 176
Padua, Neuton, 39, 41, 161 Reyes, Héctor, 146
Palestrina, 24 Reynarde, 73
Palomar «Junius», Carlos, 121 Riegger, Wallingford, 50
Pâque, Désiré, 34, 35 Rioja, Pilar, 117, 180
Parodi, Enriqueta de, 87 Ríos Valdés, Ana, 92, 93
Pauyanne Etchart, Alberto, 41, 44, 45, 156 Rivas Mercado, María Antonieta, 63
Pavlovich, Lupita, 124 Rivera, Carlos, 131, 181
Pavlovich, René, 124 Rivera, Diego, 63, 77
Paya, José Vicent, 40 Rivet, Paul, 77
Pérez González, Francisco, 140 Robles Linares, Carina, 124, 146
Pérez Ollo, Fernando, 139 Rockefeller Jr., John D., 46, 48
Pergolessi, Giovanni Battista, 99 Rodin, Augusto, 22
Pfaff, Henry C., 51 Rodríguez, Abelardo, 85, 100
Pineda, 120, 166 Rodríguez, Luisma, 13
Pini, Juan Carlos, 44, 45 Rodríguez, María Guadalupe, 111, 113,
Pires do Rio, Perfeito, 41 116, 117, 118, 145, 180
Platón, 94 Romains, Jules, 76
Ponce, Manuel M., 63, 90, 93, 122, 172, Romero, Jesús C., 49
178 Ropartz, Guy, 25
Poudres, Henrique, 40 Rothschild, D. A., 50
Puche, doctor, 74 Roudanez, B., 35, 156
Puig, Luz N. de, 105, 178 Roussel, Albert, 27
Pulido, Esperanza, 51, 55, 69, 76, 77, 103, Rue, Aubert de la, 77
106, 108, 110, 117, 121, 123, 124, 152, Ruvalcaba, Higinio, 103, 106, 108, 110,
159, 160, 179, 180 111, 118, 161, 179, 180

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188 EMILIANA ZUBELDIA

Sáenz, Mauricio, 114 Sorieri, Sensitiva E., 51


Saint-Saens, 23 Sosa Chávez, José, 84, 85, 86
Salazar Erbe, José, 125, 128, 140, 141 Sotelo Ortiz, Federico, 116, 117, 119
Salazar, Adolfo, 76 Sotelo, Adalberto, 92
Salazar, Ernesto, 92 Soto, Ignacio, 100, 104
Salazar, José, 128 Sotomayor, Humberto, 122
Salazar, Julio, 145 Steinberg, J., 50
Salazar, Rito Emilio, 111 Stokowski, Leopold, 50, 51, 69, 148
Saloma, Luis G., 49, 148 Stringham, Edwin J., 54
Samaniego, Félix María de, 64, 65, 152, Suárez, Natalia A. de, 56, 166
165, 177 Surette, 51
Sánchez Pérez, Isauro, 99, 100, 127
Sánchez, Enrique, 111 Tablada, José Juan, 51, 69, 148, 149
Sancho el Fuerte, 17 Tchaikovski, 107, 173
Sandi, Luis, 75, 81, 117, 169, 170, 180 Teobaldo II, 17
Sansores, Rosario, 43, 152, 166 Terrer, Mariano, 40
Sanz, Pepita, 37, 164 Theremin, Leon, 50
Sarasate, Pablo, 20 Tiffin, Joseph, 50
Sarnoff, David, 46 Torre Damborenea, Angelita, de la 56, 166,
Satie, Erik, 27 167
Sauce, Adolfo, 44 Torre Gutiérrez, Matilde de la, 80, 151,
Sauza, Madame, 40 152, 168
Scarlatti, 100, 107 Torres Bodet, Jaime, 77, 92
Schillinger, Joseph, 50 Torres Torija, Manuel, 49, 76
Schmitt, Eugene A., 51 Toulouse-Lautrec, 22
Schumann, 31, 93 Trejo, Francisco, 74
Seashore, Carl Emil, 50
Seashore, Harold, 50 Urio, Raimundo, 31
Seeger, Charles, 50, 148
Segale, Juan, 49 Valdés, Rodolfo Félix, 133, 181
Segovia, Andrés, 66, 69, 125, 160, 177 Valverde, María, 31
Selva, Blanche, 25, 26, 33, 34, 152, 174 Varela, Leticia, 5, 6, 114, 116, 117, 118,
Serafini, Giorgio, 39 120, 123, 125, 127, 128, 130, 131, 139,
Serrano, Gastón, 146 140, 146, 147, 152, 180
Serrato, María Teresa, 107, 113 Varela, Pancho, 100
Severac, Deodato de, 25, 27 Vasconcelos, José, 63, 84
Silva, Jesús, 106, 108, 179 Vásquez, José F., 76, 108, 110, 162, 179
Silvas, Marilú, 145 Vásquez Correa, Emma, 109, 110, 179
Slonimsky, Nicolas, 50, 148 Vecchi, Orazio, 115
Solórzano Prieto, José Fernando, 124, 130, Vega Granillo, Pedro, 124, 129, 130, 140,
140 141, 159, 180
Sor Juana Inés de la Cruz, 81, 169, 178 Vega Ibarra, Marín, 92
Soria, Consuelo, 87, 110 Verlaine, 22
Soria, Josefina, 87, 110 Victoria, Tomás Luis de, 24, 25, 115

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Índice onomástico 189

Villanueva, Camino, 32 Zamudio, Luis, 51, 55, 69


Villaseñor, Eduardo, 77 Zorrilla de San Martín, J., 42
Villaurrutia, Xavier, 63 Zubeldia Elizondo, José Antonio, 17, 18,
Vizcaíno Murray, Francisco, 127 19, 20, 29, 174
Vizcarrondo, Carmelina, 60, 130, 152, Zubeldia Inda, Abencio Antonio, 17
166, 176 Zubeldia Inda, Alejo, 20, 31, 35, 68, 75,
83, 174, 178
Wagner, 23, 24 Zubeldia Inda, Cándido, 20
Warburg, Gerard, 51 Zubeldia, Inda, Eladia Eusebia, 18, 20, 21,
Williams, Bevan, 44 31, 35, 68, 74, 76, 78, 83, 109, 159, 162,
Wood, E., 51 163, 174, 178
Woodrow, Aurora, 109, 179 Zubeldia Inda, Emiliana de, 3, 5, 6, 7, 12-
15, 18-23, 25-27, 29-46, 48, 49, 51-57,
Ximénez Caballero, Luis, 115, 121, 123, 58, 60-71, 74-84, 86-94, 99-152, 155,
180 166, 167, 174, 178
Xirau, Joaquín, 77 Zubeldia, Inda, Félix Antonio, 18
Zubeldia, Inda, Gurmensindo, 18
Yradier, Sebastián, 99, 172 Zubeldia, Inda, Martín (fray Gumensindo
Yriarte, Tomás de, 64, 65, 152, 165, 177 de Estella), 17, 21, 31, 68, 75, 82, 123,
174, 180
Zabaleta, Nicanor, 13, 66, 69, 139, 160, Zubeldia, Inda, Néstor, 17, 21, 31, 32, 66,
177 67, 72, 75, 82, 83, 102, 111, 112, 113,
Zabludowsky, Jacobo, 125 174, 179, 180
Zaldívar, Gabriel, 49 Zubeldia, Juan Antonio, 19

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