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La valoración pericial del daño

moral
Dr. Manel Fernández Jiménez.
Director de la Unidad de Valoración del Daño Psicosocial-UVADAP.

1. INTRODUCCIÓN

Los daños morales se definen como aquellos perjuicios causados a los sentimientos de las personas, como
a su honor, a su imagen o a sus afecciones legítimas, es decir a su vida espiritual.

Son daños morales, pues, todos aquellos sobre los que no cabe deducir una pérdida directa patrimonial,
como los daños emergentes o el lucro cesante, en los que podemos analizar o cuantificar una apreciación
pecuniaria.

Como quiera que estemos hablando de un daño no patrimonial, cuando nos referimos a ellos lo hacemos
más en términos de indemnización compensatoria por la vía de la sustitución que por la de la reparación.

A pesar de la dificultad para su cuantificación, los peritos del daño psicosocial cada vez más somos
requeridos para establecer mecanismos y baremos que ayuden a su cuantificación, como los que existen para
valorar otro tipo de daños, como el corporal en los accidentes de circulación.

Contrariamente a la opinión generalizada, los expertos podemos contribuir con aportaciones científicas a la
identificación de métodos e instrumentos que ayuden a valorar, baremar y cuantificar este tipo de daños.

Estas contribuciones tienen su campo de aplicación en las diferentes ramas del derecho y especialmente en
la del trabajo –en la que operan los graduados sociales–, donde venimos observando que este soporte está
ayudando a superar límites indemnizatorios que venían siendo aceptados como consecuencia de la ausencia
de criterios técnicos o científicos.

2. ETIOLOGÍA DEL DAÑO MORAL

El daño moral o daño espiritual puede provenir como consecuencia de muy diversas situaciones, entre las
que podemos citar las siguientes:

• Daños físicos y orgánicos y cualesquiera lesiones corporales que afecten a la


salud física o psíquica de las personas, incluida la función libidinosa.
• Daños físicos y orgánicos y cualesquiera lesiones corporales que afecten a la
estética o imagen corporal de las personas.
• Daños psíquicos y psicosociales que afecten a la salud psíquica de las personas,
como el acoso laboral o sexual.
• Cualquiera de los daños anteriores que afectan a la capacidad de goce, disfrute,
confort u ocio.
• Atentados al honor, al prestigio o a la reputación personal.
• Atentados a los derechos fundamentales, como el de la libertad personal.
• Violación del domicilio u otras pertenencias materiales.
• Violación de todo aquello que afecte a la vida íntima de la persona.
• Agresión, daño y muerte de las personas allegadas, tanto del ámbito familiar
como del social o del laboral.
• Perjuicio juvenil y perjuicio social
3. CLASIFICACIÓN DEL DAÑO MORAL

El daño moral lo podemos clasificar desde dos puntos de vista: desde su objetividad y desde su proximidad
con el interesado.

Desde el primer punto de vista, es decir, el de la objetividad, podemos hablar de daños morales objetivos,
que son aquellos que afectan a la consideración social del individuo y de daños morales subjetivos, que son los
que afectan a su vida íntima.

En cuanto al segundo criterio, el de la proximidad, el daño moral puede ser directo, cuando se lesiona un
interés tendente a la satisfacción o goce de un bien jurídico no patrimonial, y puede ser indirecto, cuando se
lesiona un interés tendente a la satisfacción o goce de bienes jurídicos patrimoniales, produciendo, además, el
menoscabo de un bien patrimonial.

4. VARIABLES PARA LA CUANTIFICACIÓN DEL DAÑO MORAL

Una misma agresión puede causar daños morales muy diferentes en sendos individuos, en función de
múltiples variables que podemos clasificar en dos grupos:

Las variables dependientes del propio individuo, como

– Su cultura o costumbres
– Su educación
– Sus creencias
– Su religión
– Su posición o estatus social
– Su nivel económico
– S u p e r s o n a l i d a d ( e n e s p e c i a l l a s d e t i p o A )

Las dependientes de la situación, como

– La gravedad de los hechos inflingidos


– La entidad del daño o aflicción del ánimo inflingida
– La intencionalidad o dolo del daño inflingido
– El daño patrimonial causado
– La sanción o condena que corresponda a la agresión cometida

5. LA CUANTIFICACIÓN DEL DAÑO MORAL EN EL SISTEMA ESPAÑOL DE VALORACIÓN DE DAÑOS

El marco jurídico para la valoración del daño moral en España hay que situarlo en el Anexo sobre el
Sistema para la valoración de los daños y perjuicios causados a las personas en accidentes de circulación, del
Real Decreto Legislativo 8/2004, de 29 de Octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre
responsabilidad civil y seguro en la circulación de vehículos a motor (B.O.E. del 5 de noviembre del 2004), que
en su punto primero siete señala que “la cuantía de la indemnización por daños morales es igual para todas la
víctimas”

Dicho Anexo incorpora unas tablas, que han sido revisadas y modificadas por la Resolución de la Dirección
General de Seguros de 24 de Enero del 2006, en las que se fijan las cuantías de determinados daños:

– La tabla I se refiere a las indemnizaciones a tanto alzado por muerte y señala que en las indemnizaciones
que se fijan están incluidos los daños morales.
– La tabla II indica unos factores de corrección para las anteriores indemnizaciones básicas por muerte.
– La tabla III se refiere a la indemnización por puntos de las lesiones permanentes (incluidos los daños
morales).
– La tabla IV indica unos factores de corrección para las anteriores indemnizaciones básicas por lesiones
permanentes, que incluye indemnizaciones por daños morales complementarios para determinados supuestos,
como cuando una sola secuela exceda de 75 puntos; cuando las secuelas concurrentes superen los 90 puntos;
o cuando constituyan una incapacidad para la ocupación o actividad habitual de la víctima.
– La tabla V se refiere a la indemnización diaria por incapacidad temporal, que señala que son compatibles
con otras indemnizaciones.
– La tabla VI especifica los puntos que corresponde aplicar a determinados tipos de secuelas físicas y
psíquicas, a la vez que señala normas y reglas para su aplicación, como cuando existan lesiones concurrentes.

Del análisis de las indicaciones a los daños morales de este sistema –que suele aplicarse subsidiariamente
a otros ámbitos diferentes del de los accidentes de circulación–, podemos deducir lo siguiente:

– Las indemnizaciones por daños morales serán las mismas para cualquier persona con derecho a las
mismas.
– Las indemnizaciones que este sistema fija para la muerte, para las lesiones permanentes y para la
incapacidad temporal, comprende los daños morales.
– El sistema establece unos factores correctores para las indemnizaciones por muerte, algunos de los
cuales podrían considerarse como comprendidos en el marco de los daños morales, así como unos factores
correctores para las indemnizaciones por lesiones permanentes, entre los que se cuentan daños morales
complementarios, cuando dichas lesiones son muy importantes.

6. UN SISTEMA PARA LA VALORACIÓN Y CUANTIFICACIÓN DE LOS DAÑOS MORALES

Es evidente que el sistema que hemos comentado, el de la valoración y baremación de los daños derivados
de los accidentes de circulación, presenta notables limitaciones para una adecuada valoración general del
perjuicio causado por este tipo de daños, como la estandarización de las indemnizaciones y las dificultades
para su extrapolación a situaciones que no pueden ser contempladas ni asimiladas a los accidentes de
circulación.

El abordaje de un sistema para la valoración del daño moral ha de partir, pues, de la hipótesis de que el
daño moral causado debe ser considerado de forma individualizada, habida cuenta la individual repercusión
que el mismo tiene para cada individuo, así cómo que el daño moral inflinge un daño psíquico que limita las
posibilidades de disfrute y ganancia del individuo, es decir, la calidad de vida de la persona.

En función de esta tesis, para la determinación de dicho daño valoramos la pérdida de calidad de vida de la
persona afectada a partir del daño inflingido y la expresamos en porcentajes, dejando a los juristas que llevan
la defensa de la misma, la opción de cuantificar las indemnizaciones, que entendemos que deberían de tener
en cuenta tanto el estatus de la persona como su esperanza de vida.

Por lo que respecta al proceso de valoración de dicha pérdida de calidad de vida, como en otras
valoraciones de situaciones, lo realizaremos a partir de una valoración triangular, en la que interviene un
médico forense, un médico psiquiatra y un psicólogo especializado en psicometría.

Las fases que se siguen en este proceso son las siguientes:

– En primer lugar, el médico forense realizará la primera visita en la que elabora la historia clínica del
interesado, centrando su atención en aquellos aspectos relacionados con el daño moral a valorar.
– Seguidamente, el médico psiquiatra realizará una visita y exploración clínica, a partir de la cual se realiza
una estimación del porcentaje de pérdida de la actividad global de la persona valorada, a partir de
instrumentos psicométricos que permiten una proyección de dicha actividad antes del daño y en el momento
presente.
– A continuación, el psicólogo especialista en psicometría realizará una visita y exploración clínica y
psicométrica, a partir de la cual se realiza una estimación del porcentaje de pérdida de la calidad de vida de
la persona, apoyándose en instrumentos psicométricos que permiten una proyección de dicha calidad antes
del daño y en el momento presente.
– Por último, el médico forense recupera el expediente para elaborar un informe de síntesis, en el que se
establece la pérdida de calidad de vida que corresponde al promedio de los porcentajes detectados en sus
áreas correspondientes por parte del psiquiatra y del psicólogo; porcentaje al que aplica un factor de
corrección de un 1 % por cada 10 años transcurridos desde el evento, como consecuencia del deterioro
psíquico producido por la edad.

Como decíamos más arriba, a partir de esta cuantificación, el letrado especialista o, en su caso el Graduado
Social, dispondrá de un dato objetivo a partir del que puede cuantificar y computar el importe de la
indemnización correspondiente, en función de las expectativas de ganancia del individuo en el momento en que
se produjo el daño, para cuya estimación existen tablas actuariales que tienen en cuenta, entre otros, el
estatus social y la esperanza de vida.

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