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Contexto histórico
Liberada de las guerras napoleónicas, Europa vive durante el resto del XIX la
expansión de la Revolución Industrial. Surgida en Inglaterra, se traduce en
innovaciones tecnológicas de gran alcance, siendo la máquina de vapor la primera
de ellas; en el cambio de siglo, entre 1890 y 1910, aparecen, por ejemplo, el
automóvil, el cine, la aviación, etc. El comercio marítimo se fortalece con la
multiplicación de los barcos de vapor y con la apertura de los canales
transoceánicos. Nace una nueva clase de hombres de negocios, los empresarios
capitalistas, que piden el ahorro de particulares para desarrollar sus empresas. Se
crean entonces las sociedades anónimas, divididas en acciones que, a veces, se
pueden comprar y vender en la bolsa. Para hacer frente a sus competidores, los
empresarios se esfuerzan por fabricar sus productos con el mínimo coste, pagando
salarios de miseria y buscando otras formas de aumentar la productividad. Se
desarrolla, entonces, una nueva clase social, los obreros de fábrica. Algunos
miembros de la burguesía intelectual son sensibles a las condiciones de la clase
obrera, como Karl Marx, que desarrolla una teoría bien argumentada, la “lucha de
clases”, para justificar el combate de los obreros o “proletarios” contra los
capitalistas. No solo la población europea se duplica en menos de un siglo, sino
que, además, decenas de millones de europeos emigran a América u Oceanía para
escapar de la miseria y la opresión política, y poder rehacer sus vidas en países en
expansión. La instrucción se desarrolla, y a finales de siglo la mayor parte de la
población está alfabetizada. La narrativa realista del XIX La corriente literaria del
Realismo se desarrolla en Europa en la segunda mitad del XIX, en especial en
Francia e Inglaterra. Los escritores realistas se proponen retratar la realidad
objetivamente basándose en una observación que les permita describir con
minuciosidad y exactitud personajes y ambientes. Se documentan tomando notas
de la realidad o mediante libros, evitan idealizar lo que ven, sin importarles lo sórdido
o repugnante que resulte. Cronológicamente coincide en parte con el
Romanticismo, pero se opone a esta corriente: rechaza la exaltación de los
sentimientos, el alejamiento de sus argumentos en lugares y tiempos remotos y la
actitud melancólica o apasionada de los románticos. Pero también discrepa del
Clasicismo, no pretende imitarlo, sino que es la naturaleza la fuente de su
inspiración, la realidad misma. La literatura realista recoge las doctrinas filosóficas,
políticas y científicas del momento: el positivismo de Comte, basado en la
investigación de los hechos observables y mensurables es el sistema filosófico
dominante; investigaciones como las de Darwin sobre la teoría de la evolución o las
de Mendel sobre las leyes de la herencia apuntalan también entre los escritores una
visión optimista sobre el poder de la investigación y el análisis en los
comportamientos de la propia sociedad y el individuo. Claude Bernard, otro científico
muy de moda, introductor del método científico, aceptó el determinismo como
certeza de que cada fenómeno está determinado por las condiciones materiales y
una serie de leyes fijas. Las características del realismo podrían resumirse de la
siguiente manera: Tiempo y espacio: se suele narrar hechos contemporáneos, que
constituyen un fondo histórico real para los hechos ficticios –pero verosímiles- con
los que se encuentran comprometidos los personajes novelescos. El ambiente
social resulta de capital importancia entre los realistas para entender al individuo,
sin llegar a ser deterministas. Así pues, abundan descripciones minuciosas que
sirven para crear un ambiente determinado. Por otro lado, habiendo una gran
diversidad de ambientes, predominan los espacios urbanos.
5.1. Francia. Sthendal, Flaubert, Zola. Sthendal (1783-1842). Sus dos grandes
novelas son Rojo y Negro (1830) y La cartuja de Parma (1840). Uno de los
elementos originales de este autor radica en la forma narrativa: el lector sigue la
historia a través de los ojos del héroe, que transforma la realidad en materia
subjetiva. Gracias al uso del yo y del monólogo, el lector sigue los movimientos del
pensamiento y los sentimientos de los personajes, sus dudas y su visión del mundo.
Así pues, el narrador desaparece y no surge la sensación de que conduce o controla
la situación. Flaubert (1821-1880). Publicó en 1856 Madame Bovary, su obra más
conocida, que causó gran escándalo y le reportó un proceso por inmoralidad, cargo
del que fue absuelto. La novela está formada por 35 capítulos y se presenta como
una sucesión de cuadros que describen los momentos de una vida. Más que una
narración lineal, los capítulos se presentan como unidades enteras, vinculadas
sutilmente entre ellas. Como relato de un adulterio banal, esta novela es el relato de
la insatisfacción y de la frustración nacidas del deseo no realizado y del
aburrimiento. Madame Bovary es un Quijote femenino, perturbada por lecturas de
un tiempo pasado que ella idealiza, lecturas que en vez de ennoblecerla, como a
don Quijote, la llevan a comportamientos absurdos y cursis. El ambiente en que vive
Emma es mediocre; sus sueños siempre chocan con la realidad. La originalidad del
autor se basa en que los personajes, los lugares y las acciones parecen tener
existencia autónoma, y da la impresión de que el narrador no los domina totalmente.
Por otro lado, mediante el personaje de Emma Bovary, Flaubert rompe todas las
convenciones morales y literarias de la burguesía del siglo XIX, quizá porque nunca
antes nadie había presentado un prototipo de heroína de ficción rebelde y tan poco
resignada al destino. Émile Zola (1840-1902). Teórico del Naturalismo, que se
manifiesta claramente en 1867 con la publicación de Teresa Raquin, para la que se
inspira en los análisis casi médicos de los hermanos Goncourt y en las teorías de
Taine sobre la influencia del medio. Después llegó un proyecto ambicioso, Los
Rougon-Macquart, proyecto literario sobre “la historia natural y social de una familia
bajo el Segundo Imperio”, y que comprenderá, al final, veinte volúmenes hasta 1893.
Proyecto de novela experimental que tratará de analizar los efectos que las
pasiones humanas producen sobre el medio y las circunstancias. Zola fue muy
criticado por los conservadores y burgueses por su apología de las clases bajas. A
su vez, también recibió ataques desde el ámbito progresista, que le reprochaba su
determinismo social y su visión fatalista de la condición obrera. 5.2. El realismo ruso:
Dostoyeski y Tolstoi. La literatura rusa de la segunda mitad del siglo XIX es realista,
a pesar de que el contexto social y político del país presenta unas estructuras de
tipo feudal que poco hacían intuir la revolución comunista que surgirá en el siglo XX.
La novela rusa insiste en la descripción de los paisajes naturales, los rasgos físicos
de los personajes, los atavíos, lo que le dota de un ritmo lento a la narración. El
argumento resulta a veces anecdótico, como la acción, que avanza lentamente.
Presenta un fuerte sentimiento de piedad hacia los miserables y, aún siendo realista,
el enfoque de los autores rusos trata también de buscar en la obra el significado
profundo o espiritual de la vida, con una gran carga de preocupación moral y
filosófica, lo que le confiere una densidad especial. Dostoyeski. Entre sus obras
mencionamos Pobres gentes, El jugador, El idiota, Los hermanos Karamazov y la
más importante de ellas, Crimen y castigo (1867). En esta novela, el autor narra la
la tormenta interior del protagonista que, autor de un crimen cometido con fría
indiferencia, sufre terribles remordimientos y acaba, influido por ideas cristianas,
acusándose a la policía. Dostoyeski trata de mostrar que la violencia, incluso si
procede del deseo de hacer el bien, es naturalmente inhumana y que cualquier
crimen, con independencia de sus motivos, es una violación de las normas éticas.
En Los hermanos Karamazov rescata la figura de su padre, tirano y alcohólico, para
recrear una trama en la que priman las preocupaciones de su juventud: el bien y el
mal, el concepto de libertad y moral, y la salvación del pecado mediante el
sufrimiento.
Tolstoi (1828-1910). Sus dos obras más importantes son Guerra y paz y Ana
Karenina. Ésta última, a pesar de parecer una simple historia sentimental con final
trágico, no se puede obviar la voluntad moralizadora del autor, que critica la
hipocresía dominante en la aristocracia de la época. La obra puede entenderse
como una parábola sobre la dificultad de ser honesto cuando el resto de la sociedad
se ha instalado en la hipocresía. Tolstoi es un autor racionalista y materialista, de
un vitalismo esperanzado y una moral optimista, que cree en la transformación del
hombre gracias a la bondad natural, la que lo conducirá a abandonar la felicidad
ilusoria y a buscar una forma de vida más ajustada a la naturaleza. 5.3. Inglaterra:
Dickens. Hay que destacar como rasgos característicos de la narrativa de Dickens
su penetrante caracterización de personajes y ambientes de la época; la
idealización, la ternura y el sentimentalismo lleno de bondad al que somete sus
historias. Este sentimentalismo contrasta con la dureza de las situaciones que
presenta, de forma que se puede concebir como una manera amable de denunciar
una sociedad desigual y creadora de pobreza. Entre sus obras más importantes
están Oliver Twist, David Copperfield y Grandes esperanzas. La primera narra la
historia de un niño huérfano que pasa por infinitas penurias hasta que al final se ve
realizado como persona. Se presenta una panorámica completa de la sociedad
victoriana y una oposición muy clara entre el campo y la ciudad; mientras que el
campo representa la alegría y el bienestar, la ciudad, Londres, simboliza la
delincuencia, la pobreza el crimen o la marginación. David Copperfield empieza con
una pesimista descripción de la situación de los niños en el país y, especialmente,
en los internados. Luego describe el ascenso de un joven que, trabajando y
estudiando, mantiene a su tía y termina convirtiéndose en escritor. Grandes
esperanzas cuenta la historia de Pip; huérfano desde niño, es educado por su
hermana y parece empujado a una existencia oscura. Pero un día conoce a la
extraña Miss Havisham, que vive recluida en su casa en compañía de su hija
adoptiva, Estella, cuya fría belleza exalta y desespera a Pip al mismo tiempo. Esta
novela puede considerarse una obra de iniciación, de descubrimiento de la
existencia. Otros autores británicos de relevancia son las hermanas Brontë: Emily
(Cumbres borrascosas), Charlotte (Jane Eyre) y Anne. También mencionamos a
Henry James, de origen norteamericano. 5.4. Norteamérica: Edgar Allan Poe.
Estados Unidos en el XIX era un país de naturaleza, con las ciudades aún con poco
peso y donde la industria, a pesar de su rápido crecimiento, no había destruido el
hábitat natural, concebido como espacio donde se podía enraizar la identidad
nacional. De esta forma, la novela se desarrolló menos que en Europa. Cuando
finalmente aparece la novela por influencia europea, es menos social que en Europa
y se muestra más preocupada por las preguntas transcendentales que por el
análisis de la realidad presente. Poe (1809-1849). Su contribución más importante
a la literatura son los relatos cortos de tipología diversa. Dotado de gran inteligencia
e imaginación, es un maestro en el campo del misterio, así como en la recreación
de atmósferas de terror. En lo técnico, su dominio del ritmo narrativo no tiene
comparación. El cuento de terror fue un género que adoptó para satisfacer los
gustos del público y donde sobresale. Sus temas recurrentes tienen que ver con la
muerte, incluyendo sus manifestaciones físicas, los efectos de la descomposición
de cadáveres (La verdad sobre el caso del señor Valdemar), la reanimación de
cadáveres ( Conversaciones con una momia, La caída de la casa Usher); pero
también con la culpa y la autopunición (William Wilson, El corazón delator, El gato
negro), la influencia del alcohol y del opio (El gato negro, La caída de la casa Usher),
el poder de la voluntad (Morella), la claustrofobia (El barril de amontillado, El entierro
prematuro). Muchas de estas obras se han encuadrado dentro del llamado
romanticismo oscuro, movimiento que surgió como reacción al trascendentalismo
de la época. Fue precursor e iniciador de los relatos de detectives o policiacos,
cuentos analíticos y de raciocinio que de forma meticulosa resuelven problemas e
interrogantes de gran complejidad (El escarabajo de oro, Los crímenes de la calle
Morgue, La carta robada).
Entonces Legrand, como en el relato anterior, pasa a dar cuenta del proceso mental
que le llevó del escarabajo al tesoro, es decir, a explicar los pasos que le llevaron a
deducir dónde estaba el tesoro, como Dupin explicó el proceder de los asesinos y
su verdadera naturaleza. Esta es la línea de los hechos: en la costa frente a la isla,
legrand y Júpiter descubren vivo al escarabajo; ante la mordedura que sufre
Legrand al recogerlo, le pide a su criado que sea él quien lo haga; este recoge,
semienterrado en la arena, lo que a los dos le pareció un papel, pero que en realidad
era un trozo de pergamino; además Legrand descubrió restos del casco de un barco
bastante carcomidos, pero entonces nada le hizo atar cabo alguno. Cuando Legrand
quiere dibujarle a su amigo cómo es el escarabajo que había encontrado pero que
en ese momento estaba en poder del capitán, al no encontrar papel en el escritorio,
busca en su pantalón y encuentra el papel con que Júpiter había cogido al
escarabajo. El papel estaba limpio en ese momento. Pero, cuando el narrador
recoge el papel para contemplar el dibujo, se encontraba muy cerca del fuego pues
estaba aterido de frío; además el Terranova de Legrand le daba lametones por un
lado y el narrador tuvo que alejar el papel que sostenía de la boca del perro, cosa
que hizo que lo acercara aún más al fuego. Debió de ser entonces cuando la
calavera se hizo visible, como ocurre con esos pergaminos y vitelas impregnados
de una composición química que mantiene lo escrito o dibujado invisible salvo que
se le acerce un foco de calor. Tras la partida del narrador, Legrand pudo constatar
que la calavera prácticamente coincidía en su silueta con la forma del escarabajo
pintado por él mismo en el envés. Entonces comenzó a trenzar los hechos hasta
entonces sueltos. Acercó al fuego de nuevo el pergamino y descubrió en el lado
opuesto al de la calavera la silueta de un cabrito, kid en inglés, y supuso que hacía
referencia al famoso pirata inglés Kid, de quien se decía que había enterrado un
tesoro que seguía sin salir a la luz. Entre ambos dibujos logró encontrar con una
ingeniosa solución (calentando el pergamino en una sartén al fuego) el texto cifrado
de lo que ya sospechaba que se trataba d e un mapa del tesoro. Lenguaje de
números, puntos, comas y otros signos que pronto descodificó a base de establecer
el número de apariciones de los diferentes números y signos en consonancia con la
frecuencia de apariciones de las diferentes letras en lengua inglesa, pues supuso
que la traducción debería ser al inglés. En efecto, con un poco de paciencia
consigue desvelar el lenguaje y obtiene un mensaje harto indeterminado que
comenzaba así: “Un buen cristal en la posada del obispo en la silla del diablo…”
Acabó deduciendo las coordenadas del lugar y el procedimiento para establecer el
punto exacto donde se escondía el tesoro, como en efecto, los tres hombres
pudieron comprobar. La obcecación de Legrand por el escarabajo y por hacerlo
introducir por el ojo de la calavera en vez de la bala, como proponía el texto del
pergamino, era fingida, buscaba escarmentar e inquietar a su amigo, que había
acabado por pensar que Legrand estaba loco. Una pequeña venganza ideada por
un hombre singular. (Apuntar más semejanzas con el relato anterior, además de la
ya citadas de la estructura detectivesca que deja para el final la resolución de los
enigmas, la personalidad extravagante pero brillante de los protagonistas, su
cercanía intelectual y de carácter con el propio Poe, la presencia de lo mágico,
sobrenatural, el gusto por el efectismo, la presencia de expresiones y palabras
francesas, en este segundo relato, tal vez por la ascendencia gala de Legrand, que
es apellido francés aunque en el cuento nada se diga de eso…). 3. William Wilson
Su ambientación está inspirada en los años de formación de Poe fuera de Londres.
El cuento sigue el tema del doble pero en este caso, el "doble" del protagonista no
juega un papel de malvado, sino que siempre aparece cuando el William realiza una
acción poco ética. Se puede apreciar que la fecha de nacimiento de William Wilson
y Edgar Allan Poe coinciden, aunque se diferencian en el año. Fue publicado por
vez primera por la revista Burton's Gentleman's Magazine en octubre de 1839 La
historia comienza con el narrador, un hombre de ascendencia aristocrática que se
llama a sí mismo William Wilson, denunciando su pasado derrochador, aunque no
se siente culpable pues entiende que ningún otro hombre ha sido tentado de igual
manera antes. Narra su infancia y juventud en un colegio isabelino. Relata que allí
conoció a otro chico con su mismo nombre, parecido a él y nacido el mismo día, el
19 de enero, fecha de cumpleaños del propio Poe. Compite con este muchacho,
pero él le supera fácilmente. Este chico, comienza a imitar la forma de vestir, la
manera de andar e incluso la forma de hablar (sin embargo, tiene un defecto en el
habla que solo le permite hablar susurrando) del protagonista, y llega un momento
en que William descubre que éste tiene exactamente su misma cara. Al ver esto,
William abandona inmediatamente la academia, sólo para descubrir que su doble
se ha marchado el mismo día. William, con el tiempo estudia en Eton y Oxford,
haciéndose más depravado cada vez, ganando enormes cantidades de dinero
mediante engaños jugando a los naipes y seduciendo a una mujer casada. En esta
etapa, su doble aparece, con la cara siempre cubierta, susurrando unas pocas
palabras que alertan a otros sobre el comportamiento de William. En el último de
estos incidentes, en un baile en Roma, William arrastra a su doble a una antecámara
y lo apuñala.