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Acerca del concepto pueblo en los discursos

de Eva Perón
Karina Savio

“Fuera del camino del pueblo, todo es teoría y palabras.”1

Resumen:
Entendiendo que en el análisis del discurso histórico se plantea como necesario reconstruir, interpretar
o explicar los hechos del pasado desde las propias condiciones de producción, a partir del lenguaje
y de los conceptos empleados por los actores involucrados, en este artículo, nos proponemos describir
y analizar el concepto pueblo en los discursos de Eva Perón. Para tal fin, se consideran dos períodos
de tiempo: 1946-1947 y 1951-1952; división que contempla, por un lado, los discursos que
pertenecen a las primeras presentaciones públicas de Eva Perón, y, por el otro, aquellos previos a su
fallecimiento. Nuestro objetivo es aprehender el o los significados del concepto a partir de un análisis
de sus distintos usos, de las asociaciones semánticas que el concepto pueblo establece con otros
conceptos –es decir, las redes semánticas en las que la figura del pueblo participa– y de la
importancia de este significante dentro del tejido discursivo que se construye.

Abstract:
Understanding that the historical discourse analysis considers necessary to reconstruct, interpret or
explain the facts of the past from their own conditions of production, using the language and the
concepts used by the involved actors, in this article, we intend to describe and to analyze the concept
people in Eva Perón's discourses. For such purpose, two periods of time are considered: 1946-1947
and 1951-1952; division that contemplates, on the one hand, the discourses that belong to Eva
Peron’s first public presentations, and, on the other hand, those previous to her death. Our aim is to
understand the meanings of the concept analysing its different uses, the semantic associations that the
concept people establishes with other concepts and the importance of this word in the discursive
universe that is constructed.

Palabras claves: Eva Perón – pueblo – discurso histórico


Keywords: Eva Perón – people – historical discourse.

Introducción
“Yo pertenezco a mi pueblo, me confundo con él, soy lo que una de ustedes”2,
afirma Eva Perón en uno de sus primeros discursos, pronunciado el 9 de Octubre de
1946 con motivo del aniversario de la jornada del 17 de Octubre de 1945. Desde
las primeras apariciones públicas de Eva Perón, el concepto pueblo ocupa una

1 Discurso pronunciado por Eva Perón el 27 de marzo de 1951en la Conferencia


Interamericana de Seguridad Social.
2 En este artículo, trabajamos con los discursos recopilados en Eva Perón. Discursos Completos, Tomo I

y II, Buenos Aires, Editorial Megafón, 2004.

Revista de los Alumnos de Maestría en Análisis del Discurso – ISSN 1669-886X


FFy FFyL – UBA – Nº 3– Diciembre 2006
www.lsdrevista.net
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posición privilegiada dentro del entramado semántico que se despliega en su


universo discursivo. No obstante, el significado de pueblo escapa a cualquier intento
de definición ahistórica y atemporal: la historia refleja los cambios semánticos que
este concepto polisémico –como todo concepto– ha cobrado a lo largo de los siglos.
A partir de las revoluciones liberales del siglo XIX, se le ha otorgado a la figura del
pueblo un protagonismo que antes desconocía y esta nueva configuración ha
permitido la resignificación del concepto que será un reflejo de estas
transformaciones sociales3. Pero estas modificaciones no han conducido al
establecimiento de una única definición, sino que, por el contrario, han desembocado
en una pluralidad de significados que debe analizarse a la luz de cada coyuntura
sociohistórica dentro de la que este concepto circula.
En este sentido, entendemos que los conceptos con los que estructuramos el mundo
no son los mismos que los de nuestros precursores. Por lo tanto, en el análisis del
discurso histórico se plantea como necesario reconstruir, interpretar o explicar los
hechos del pasado desde las propias condiciones de producción, a partir del
lenguaje y de los conceptos empleados por los actores involucrados. El carácter
mutable y polisémico del concepto implica que de cada uno de ellos se pueda
realizar su propia historia en la que se traducen las diferentes pugnas políticas,
sociales, económicas que confluyen en él. El concepto es, entonces, a la vez activo y
pasivo: activo porque participa en la percepción de la compleja realidad y en el
conocimiento de nuestra experiencia, y pasivo porque es un reflejo de las
circunstancias históricas que atraviesa.
En este artículo, nos proponemos describir y analizar el concepto pueblo en los
discursos de Eva Perón. Para tal fin, abarcaremos dos períodos de tiempo: 1946-
1947 y 1951-1952; esta división contempla, por un lado, los discursos que
pertenecen a las primeras presentaciones públicas de Eva Perón y, por el otro,
aquellos previos a su fallecimiento. Nuestro objetivo es aprehender el o los
significados del concepto a partir de un análisis de sus distintos usos, de las
asociaciones semánticas que establece con otros conceptos –es decir, las redes
semánticas en las que participa– y de la importancia de este significante dentro del
tejido discursivo que se construye.

1. Los discursos de 1946-1947: el pueblo en su dimensión social y política.


Los primeros discursos de Eva Perón se encuentran dirigidos a diferentes sectores
de la sociedad. En algunos de ellos, dialoga con los descamisados en su totalidad;
en otras ocasiones, habla con algunos grupos particulares (por ejemplo, obreros de
una fábrica); en su viaje por el exterior –su famosa gira por Europa–, conversa con
los trabajadores extranjeros. No obstante, en este período, la mayoría de sus
presentaciones están destinadas a las mujeres “descamisadas” y comienzan, en
general, con el encabezamiento: “Mujeres de mi país, compañeras”. La presencia de
las mujeres como destinatarias privilegiadas se debe principalmente a que durante
estos años Eva Perón realiza una campaña en favor del sufragio femenino.

3 Un trabajo que se orienta en este sentido es el de Juan Francisco Fuentes, “Mito y concepto de
pueblo en el siglo XIX: una comparación entre España y Francia” (Historia Contemporánea, N°28,
2004, página 95-110) en el que se analiza la revalorización que se realiza del pueblo a partir de
las revoluciones liberales que tienen lugar en Francia y España.

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El voto femenino fue promulgado en septiembre de 1947. Según la escritora


Marysa Navarro (2005), la sanción de la ley 13.010 era un hecho que las
feministas habían intentado obtener históricamente desde principios del siglo XX a
través de un largo proceso del que Evita sólo formó parte de su última etapa. Sin
embargo, el sufragio femenino, según esta autora, es un logro que se adjudicará
como uno de los triunfos de Perón y de su movimiento.
El campo semántico que se encuentra presente en la mayoría de los discursos de
estos primeros años está vinculado principalmente a lo que se podría denominar una
retórica épica. Es en uno de ellos en donde Eva Perón se nombra por primera vez
Evita: “Vosotras mismas, espontáneamente, (...), me habéis dado un nombre de lucha:
Evita”4 (I, 32) 5; diminutivo que posteriormente utilizará para referirse a ella en
tercera persona. Dentro de este entramado semántico, ella es un “soldado” (I, 22)
que se encuentra unida a las mujeres a partir de “una bandera común de combate” (I,
31), el hogar es una “trinchera” (I, 38), y la promulgación de la ley, una “victoria” (I,
43).
“Escudo de la fe cívica… el voto de la mujer será el arma más poderosa que haya
esgrimido nadie, para la decisiva conquista de la conciencia argentina.” (I, 55)

En este primer tiempo, la misión principal de Eva Perón consistirá en defender los
derechos de las mujeres a través de una “lucha crucial” que acompaña a la
revolución iniciada por Perón.

“…, la compañera Evita, que está luchando por la reivindicación de millones de


mujeres injustamente pospuestas, en aquello de mayor valor en toda conciencia.” (I,
33)

A pesar de que en estos discursos las interlocutoras privilegiadas son las mujeres
debido al interés de Eva Perón en el sufragio femenino, ya en esta primera etapa
aparece la figura del pueblo como un protagonista principal y una de sus
preocupaciones esenciales. Así encontramos, en las primeras páginas, lo que
podríamos resignificar como una primera definición:

“Gestada así con cálido aliento humano, la Secretaría del pueblo trabajador, como
intérprete de sus necesidades y aspiraciones de hombres y mujeres que viven de su
propio esfuerzo y que no habían tenido hasta entonces la más mínima y decorosa
retribución.” (I, 9)

La definición de pueblo presenta aquí una doble condición: su carácter de


trabajador y su situación de grupo marginado. Ambas propiedades caracterizan al
concepto desde su dimensión social, como una clase de la sociedad dedicada al
trabajo y relegada de todo reconocimiento. A su vez, el esfuerzo que aparece
asociado al trabajo se relaciona con la idea de actividad física o manual.
Podríamos pensar que, en unos párrafos más adelante, la definición de pueblo se
amplía y se completa.

4 Los destacados son nuestros.


5 De aquí en más, se menciona el número de tomo y la página entre paréntesis.

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“Nombres ambos a los que me he referido, y que el pueblo ha confundido en alarido


de triunfo, aquel memorable 17 de octubre que eclosionara la reacción viril de todo
un pueblo, porque Perón y Mercante son nombres que alientan ya vívidamente en el
corazón de todos los trabajadores argentinos, (…) un pueblo que sabe de donde
viene, ya que este movimiento reconoce hálitos gloriosos que nos vienen del fondo
perdurable de nuestra historia, y porque sabe adonde va, conducido por tales manos
que tiene su sedimento en el trabajador argentino” (I, 10)

En esta extensa cita, a los mencionados rasgos constitutivos del pueblo en el


fragmento anterior se añaden dos más: la identidad nacional –argentina– y la
conciencia de clase. La argentinidad comenzará, a partir de ahora, a definirse en
los discursos de Eva Perón en relación con los trabajadores. Se podría pensar,
entonces, que en este movimiento discursivo en el que el pueblo es sinónimo de
trabajador argentino, el otro está conformado por los trabajadores no argentinos
que, por lo tanto, se encuentran por fuera del pueblo. Es decir, en el discurso se
construye un otro extranjero en el propio país.
Por otra parte, el pueblo tiene conciencia de clase en tanto “sabe” de dónde
viene y hacia dónde va y, por lo tanto, no puede ser manipulado o engañado con
facilidad, ya que es conocedor de su propia historia.
Es interesante notar, también, la relación que se establece entre el pueblo y lo
masculino a partir del adjetivo viril.
En el discurso siguiente, se produce un giro semántico: el concepto pueblo se
orienta hacia una dimensión política. El peronismo es asociado allí con la figura del
pueblo, que se erigirá, en tal sentido, como fuente de legitimidad.

“Porque el peronismo no es, en esencia, otra cosa que el gobierno ejercido por el
pueblo, y los pueblos no renuncian a los derechos adquiridos”. (I, 14)

La cara política del pueblo es aquella que predomina en el uso de este concepto
durante estos años debido a que atraviesa la mayoría de los discursos. Es a partir
del triunfo de Perón, es decir, el triunfo del pueblo, que éste logra alcanzar su
propia emancipación y acceder al poder, descubriendo el engaño que ha sufrido a
lo largo de los años anteriores. De esta asociación se desprende, entonces, la
siguiente ecuación: peronismo = pueblo = poder.

“… puedo asegurarles que, desde la casa Rosada, el viejo coronel Perón la sigue
considerando la casa del pueblo, lo que quiere decir, la casa de los verdaderos
trabajadores, de los descamisados de corazón, pero no de aquellos que lo único que
tienen de tales es el over-all y se infiltran en los gremios pretendiendo confundir a la
auténtica masa trabajadora argentina.” (I, 44)

“Nuestro movimiento es el pueblo mismo, porque estamos defendiendo lo más puro


que se puede defender: la espiritualidad y grandeza de la patria.” (I, 125)

El énfasis otorgado a la dimensión política del pueblo y al destacado lugar que


se le otorga a su figura en los destinos del país son los fundamentos esenciales
mediante los cuales Eva Perón argumenta en favor del sufragio femenino. En este

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sentido, la mujer no puede quedar relegada a un segundo plano en este nuevo


escenario político en el que pueblo es el protagonista principal de la dinámica en
juego.
“Aquí, pues, es donde se hace necesario resaltar el valor extraordinario que tiene
para la mujer, esa arma del sufragio, vale decir, la voluntad de elegir, la voluntad de
discriminar, y de ilustrar; la voluntad de negarse o consentir en el juego democrático
de las elecciones de un pueblo.” (I, 56)

“La mujer debe votar. La mujer debe complementar el proceso cívico de su pueblo.
(…) Piénsese que el lenguaje del voto, que es el lenguaje de un pueblo libre y
soberano, nace naturalmente en el hombre, y en cambio la mujer debe aprenderlo
desde sus primeras frases.” (I, 72)

Es, inclusive, esta cara política la que constituye y funda al pueblo como tal. De
ahí que Eva Perón pueda afirmar que la mujer es pueblo desde el 17 de octubre, es
decir, a partir del momento en que sale a las calles a defender a Perón. Dentro de
esta lógica, el voto de la mujer permitirá que se formalice este proceso que se inició
el 17.
“Aquella jornada consagratoria y la noche del 17, a la luz de las teas, te reveló en
toda tu suprema belleza de mujer, y de luchadora. Ya no se te podría posponer en tu
derecho adquirido. Ya no se te podría olvidar, mujer de la fábrica, de la escuela, de
la oficina, del campo argentino. Ya eres pueblo, y eres gobierno. Tu voto no será
más que la renovación ritual, de tu sacrificio espontáneo del 17 de octubre. Tienes
el deber de preocuparte por la estructura moral y política de tu Patria. Tienes el
derecho de exigirlo.” (I, 64)

Asimismo, este voto, la participación de la mujer en la política como una


integrante más del pueblo trabajador argentino, está asociado, por su parte, a un
aspecto moral. Según Eva, la elección política tiene sus bases en la moral cristiana.

“De tal modo que, cuando hablamos del hogar argentino, y de la mujer, como símbolo
de ese hogar, estamos hablando de la mujer cristiana, y del hogar asentado sobre
esta base de sólida moral tradicional. De hecho, para legitimar nuestra aspiración de
que toda mujer vote, podríamos agregar que toda mujer debe votar conforme su
sentido religioso, vale decir, ajustándose a una clara y alta medida de su deber de
madre, de esposa, o de hija, para con los seres que conviven junto a ella, dentro de
un cuadro de cristiana equidad, de estricta justicia, de limpia aspiración de
mejoramiento espiritual, de generoso impulso solidario, de atento y minucioso
ordenamiento mental” (I, 57)

Con el voto femenino, la inclusión de la mujer dentro del pueblo extiende los
límites de este concepto, debido a que ya no se reduce solamente a los
trabajadores argentinos:
“…ustedes (amigos, niños, mujeres, trabajadores argentinos), que son el pueblo
sufriente que fue engañado durante cincuenta años de baja politiquería, ven ahora,
cómo, tanto el general como la compañera Evita, están luchando por el ideal de
felicidad de todos.” (I, 141)

Otro de los usos del concepto pueblo que se puede rastrear en estos discursos
está vinculado al lugar de legitimación desde donde Eva Perón habla. En este

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sentido, se podría pensar que ella se legitima y legitima su decir desde tres sitios
diferentes.
En primer lugar, en sus discursos, Eva Perón hace mención a su condición de mujer,
al que apela hasta sus últimas palabras. En este punto, intenta correrse de su
carácter de primera dama6.
“Quien siente la angustia de los hogares proletarios, su inquietud y zozobra, tiene no
ya como esposa del primer mandatario de la Nación, -condición que no invoco para
dirigiros la palabra- sino como una mujer de esta tierra de promisión, la legítima
esperanza de que no habrá sido escuchada en vano.” (I, 12)

Ella, en su condición de mujer y de madre de todos los obreros a los que


considera sus “propios hijos” (I, 25), defiende, siguiendo esta comparación, al país,
que es su propio hogar.
En segundo lugar, se autoriza a través de la agrupación desde la que habla: el
peronismo. Desde allí se presenta como “modesta colaboradora” o “fiel
colaboradora” de Perón. Es decir, sus iniciativas y su pensamiento no nacen de su
propia voluntad sino del movimiento en el que su discurso se inscribe.

“El motivo de este mensaje que dirijo como peronista a las mujeres peronistas...”. (I, 10)

Finalmente, su carácter de “mujer de pueblo” es fundamental en el entramado


discursivo que va construyendo. Su origen es el lugar de legitimación por excelencia.
Ella puede hablar con el pueblo porque proviene de él y, por lo tanto, conoce sus
necesidades y sus dolores. Sabe de las angustias y de la miseria. Es decir, su propia
historia es la que la habilita a la palabra y la que le confiere un conocimiento
distinto. A diferencia del saber erudito o intelectual, la sabiduría de Eva Perón
emana de su propia experiencia, de sus vivencias personales, que le enseñaron la
severidad de la pobreza.

“He aprendido en el dolor de cada día, la escuela de la sencillez, conozco la crudeza


de esperar.” (I, 41)

Por este motivo, afirma que ella habla con un “lenguaje común, veraz, patriótico
y, ante todo, profundamente femenino” (I, 55). Insiste en aclarar que no posee una
“gran elocuencia”, sino un “gran corazón” (I, 20), privilegiando, entonces, el
sentimiento por sobre la razón.
Este gesto de legitimación promueve, a su vez, un fenómeno identificatorio fuerte.
Eva Perón es también parte del pueblo y, por lo tanto, se puede ubicar en el lugar
de su interlocutor. Es decir, ella no habla en nombre del pueblo, desde un espacio
exterior a él, sino que ella es pueblo; y, de esta manera, lo puede definir desde la

6 Cabe una aclaración: en algunos discursos, Eva Perón apela a este lugar de esposa del presidente.

Este es el caso de un discurso pronunciado el 26 de septiembre de 1947 en un acto organizado por


suboficiales retirados. Allí, ella se nombra como “la señora de Perón” (I, 127). Esta excepción podría
explicarse a partir de la necesidad de remitir a un lugar más formalizado debido al contexto
institucional en el que Eva Perón habla.

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propia interioridad. Pone la voz a las inquietudes populares porque conoce las
vicisitudes de aquél.

“Yo pertenezco a mi pueblo, me confundo con él, soy lo que una de ustedes; un
corazón de mujer que, en el día difícil y amargo de la derrota, ha sacado fuerzas de
su flaqueza, y ha luchado y se ha impuesto por el futuro mejor de su país, de su
pueblo.” (I, 17)

“Conozco a mis compañeras, sí. Yo misma soy pueblo. Los latidos de esa masa que
sufre, trabaja y sueña son los míos” (I, 32)

Eva en tanto “mujer de pueblo” hereda todas las propiedades de aquél: es


peronista, fiel, argentina, obrera, descamisada, modesta y humilde.
Otra característica principal en el empleo de este concepto se vincula con un
intento de homogeneizar las diferencias entre aquellos que integran al pueblo. No
solo el uso del singular –pueblo– se orienta hacia la anulación de la
heterogeneidad, sino también la mención del pueblo como unidad, como una única
entidad, como una persona que se multiplica en cada trabajador, borra la
pluralidad de conciencias que lo constituyen. En este sentido, se habla de “la recia
voz del pueblo” (I, 27) –en contraposición a las voces–, “la entraña de ese pueblo” (I,
33), “cálida ternura del pueblo” (I, 41), “lenguaje de un pueblo” (I, 72), “la conciencia
del pueblo” (I, 136). Inclusive, cuando Eva Perón afirma “somos pueblo” (I, 126) se
produce un juego entre el “nosotros” plural que se condensa y reduce en el concepto
pueblo en singular.
Por último, se puede mencionar que este concepto se encuentra definido a partir
de su oposición con otra clase social: la oligarquía. El mundo novelístico7 al que
remite Eva Perón en sus discursos se encuentra construido a partir de una lógica
binaria que estructura este universo en un juego de opuesto. Mientras que, por un
lado, establece categorías invariables, fija, por el otro, una serie de cualidades con
las que la pareja se asocia. En primer lugar, el pueblo está caracterizado por ser
trabajador, leal, humilde, argentino, puro y peronista. En un segundo lugar, la
oligarquía -los vendepatrias- está constituida por traidores, hombres sin Dios,
vendedores de la Argentina, mediocres, cobardes, entreguistas y soberbios.
Mientras que el pueblo es ilimitado en tanto está conformado por las “masas
heroicas” (I, 25), los integrantes de la oligarquía pueden ser enumerados y se los
reduce a unas “cien familias privilegiadas” (I, 149). Estos epítetos son rasgos
particulares que son repetidos incansablemente de manera literal en todos los
discursos de Eva Perón y pueden rastrearse tanto en sus primeras apariciones como
en las últimas. Podría pensarse que esta reiteración, estrategia frecuente en la
oralidad, no sólo aspira a la fijación de su contenido sino también configura una
cierta identidad discursiva. Esta bipartición de la sociedad implica, por lo tanto, dos
posibilidades: o se es del pueblo (y, en consecuencia, se es peronista, trabajador y

7 Marysa Navarro (2005) señala la relación de los discursos de Eva con las escenografías propias de

los radioteatros: “Evita expresaba contundentemente sus sentimientos y requería de una reacción
emocional de sus auditorios, buscando los desbordes pasionales de amor y de odio. Usando un
vocabulario que parecía extractado de una novela radioteatral, pero que era también el que empleaba
el pueblo, transformaba sus discursos en dramas en los que actuaban los mismos personajes
estereotipados con determinados adjetivos”.

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argentino), o se está por fuera del pueblo (y, por ende, se ostentan las
características y los vicios del oligarca).

2. Los discursos de 1951-1952: el pueblo en su dimensión moral y espiritual.

Ahora bien, en cuanto a los discursos pronunciados en los años 1951-1952, se


puede observar que Eva Perón continúa aludiendo a su carácter de mujer, peronista
y mujer de pueblo para legitimar su decir.

“Por eso les agradezco muchísimo la colaboración que prestan a la causa, como
peronista y como mujer.” (II, 291)

“Trataré de honrarla como una mujer del pueblo,...” (II, 308)

Pero, ahora, a diferencia de los discursos de sus primeros años, recurre para su
legitimación a otros tres lugares diferentes: a su condición de presidenta, a la
metáfora de puente y a la función de intérprete.
En primera instancia, Eva Perón apela en estos años a un espacio
institucionalizado: ya no habla solo como mujer, peronista y mujer de pueblo, sino
que también lo hace como la presidenta del partido peronista femenino y de su
Fundación. Mientras que el 8 de julio de 1948 nace, desde el punto de vista formal,
la "Fundación Eva Perón”, el 26 de julio de 1949 Eva es proclamada presidenta del
partido peronista femenino por las mujeres que asisten a su acto en el Teatro
Nacional Cervantes.

“No sería yo, quizás, la más indicada para hablar, dada mi condición de esposa del
general Perón. Pero, en mi calidad de presidenta del partido peronista femenino no
puedo traicionar a las mujeres que en él se agrupan por millones.” (II, 303)

“Por eso la Fundación que tengo el honor de presidir, haciéndose intérprete de los
deseos del pueblo argentino...” (II, 293)
En segundo lugar, Eva se autoriza a partir de la comparación de su actuación con
un “puente” que liga al pueblo y a Perón. Esta metáfora aparece tímidamente por
primera vez el 3 de febrero de 1947, pero, en el 51-52, se encuentra ya instalada
en el circuito simbólico y se repite con una mayor frecuencia. Esta idea de puente
describe a Eva como un lazo entre el pueblo y su presidente, como el punto de unión
entre ambos. Es ella la que permite esta relación. En este sentido, el posicionarse
como mediadora entre ambos implica una diferenciación; se produce, entonces, un
desplazamiento del lugar de enunciación: ya no es el pueblo, sino que es su
intermediaria. Tanto el general como el pueblo aparecen, ahora, en posición de
agente de la acción, relegando a la figura de Eva, que queda, en este movimiento,
desalojada a un sitio de mayor pasividad. En estos fragmentos discursivos se
produce un borramiento de la propia subjetividad.

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“...él (se refiere a Perón) me ha hecho comprender...” (II, 327)

“Yo quiero que ustedes (se refiere al pueblo) me autoricen para que diga lo que
ustedes sienten,...” (II, 334)

“El general Perón y los descamisados me han enseñado a hablar el duro pero
cordial lenguaje de la verdad.” (II, 330)

En tercer lugar, conjuntamente con la metáfora del puente, Eva se presenta como
intérprete de las palabras del general y de los sentimientos del pueblo. En estos
últimos años, este enunciado aparece con mayor vigor y se multiplica en todos sus
discursos, remitiendo no sólo a su figura sino también a la de su Fundación.

“Evita, interpretando al general Perón, no se olvidará en ningún momento de la Unión


Obreros Municipales, porque yo sé de lo que son capaces.” (II, 291)

“Esta condecoración la recibo en nombre del pueblo argentino, del que fui intérprete
de sus sentimientos y del gobierno argentino...” (II, 293)

“Por eso la Fundación que tengo el honor de presidir, haciéndose intérprete de los
deseos del pueblo argentino, de los trabajadores de nuestra Patria y del General
Perón, levantó sus alas rumbo al Ecuador llevando un mensaje de cariño y
fraternidad.” (II, 291)

Si en la metáfora del puente se elimina todo rastro de subjetividad, la idea de


intérprete lo recupera de manera velada. La interpretación reenvía necesariamente
al sujeto que enuncia. Aquél que interpreta no es un reproductor fiel de las palabras
que provienen del otro, sino que, por el contrario, resignifica este decir al otorgarle
un nuevo sentido. De esta manera, la representación de Eva Perón como puente,
como simple pasaje entre Perón y su pueblo, como un instrumento “dócil” y, en este
sentido, sumiso y obediente, se diluye: ya no es Perón o el pueblo quienes la “han
hecho” comprender, sino que es ella quien lee allí donde ambos enuncian.
Con respecto al léxico que se emplea, la retórica épica que utiliza en sus
primeros discursos parece, en un primer momento, no poseer la misma fuerza. A
diferencia de los primeros años en los que el peronismo se encuentra en el poder, en
el 51-52 el movimiento liderado por Perón ya se ha instalado en la sociedad
argentina y, por lo tanto, se orienta principalmente hacia su afirmación y
consolidación.

“Aquí estamos, mi general. No venimos a combatir a nadie, no venimos a pedir nada,


sino tan solo el privilegio de servir humilde y honradamente a vuestro lado.” 8 (II,
303)

8 En esta cita, se puede observar también un recurso retórico que es ampliamente usado por Eva en
este tiempo; esto es, emplear la tercera persona del plural con el fin de incluirse dentro del pueblo.

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Sin embargo, esta aparente desaparición del campo semántico épico retoma la
misma energía luego de que un grupo liderado por Benjamín Menéndez se
levantara el 28 de septiembre de 1951. Ese día a las 21 hs. Eva pronuncia un
breve discurso desde su lecho de enferma:

“El pueblo argentino tiene derecho a ser respetado y a ser defendido en su voluntad
soberana, en sus derechos y en sus conquistas, porque es lo mejor de esta tierra; y lo
mejor de este pueblo, que es Perón, tiene que ser defendido así, como hoy, por todo su
pueblo: por los trabajadores, que han sabido convertirse en escudo y trinchera de
Perón.” (II, 363)

Por otro lado, junto a este léxico combativo, el discurso religioso también se
instala dentro de este repertorio semántico. Abunda, entonces, un vocabulario
religioso, que se desprende a partir de una analogía entre la figura de Perón y la
de Cristo. En este sentido, se compara la relación que Perón mantiene con su pueblo
con el vínculo entre el hijo de Dios y los pobres.

“Los humildes, mi general, vienen a demostrar aquí, como han demostrado siempre, que
se produce así el milagro que se produjo hace dos mil años: no fueron los ricos, los
sabios ni los poderosos quienes comprendieron a Cristo; fueron los humildes, los
pobres quienes lo comprendieron, porque los humildes y los pobres no son como los
ricos, que tienen cerrada el alma por la avaricia y el egoísmo.”

“Y cuando todo parecía perdido, acaso definitivamente, nosotros, un pueblo humilde,


a quien la soberbia de los poderosos llamó descamisado, nosotros, un pueblo que
repite en su generosidad, en su sencillez y en su bondad la figura de los pastores
evangélicos, hemos sido elegidos entre todos los pueblos y entre los hombres para
recoger de las manos de Perón, bañado en el fuego de su corazón e iluminado por sus
ideales de visionario, el antiguo mensaje de los ángeles.” (II, 388)

En esta última cita, se puede observar la analogía que se establece entre el


pueblo y los pastores evangélicos, y las virtudes que se le atribuyen a aquél:
generosidad, sencillez y bondad; cualidades que reenvían a una dimensión moral en
la concepción de pueblo.
En el discurso pronunciado el 27 de marzo de 1951 en el acto de clausura de la
Conferencia Interamericana de Seguridad Social, Eva Perón realiza una larga
disertación sobre la noción de pueblo con el propósito de justificar el motivo por el
cual el pueblo es la causa de los esfuerzos del peronismo. Dentro de este contexto,
polemiza con la teoría marxista y afirma que el pueblo no puede ser confundido
con una clase social, ya sea el proletariado, la plebe, etc., porque el aspecto
económico no es concluyente para definir este concepto y determinar sus
componentes. Sostiene, para argumentar su posición, que ciertos ricos pueden ser
considerados como parte del pueblo al ser amigos o solidarios de los pobres.
En contraposición a una definición desde un punto de vista económico, define al
pueblo a partir del sentimiento:
“Nosotros, siguiendo la doctrina de Perón, sostenemos que el pueblo es lo que el
pueblo siente que es”. (II, 324)

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Como Eva proviene del pueblo -y, por lo tanto, ha “vivido con él” (II, 323) -
puede definirlo a partir de su sentir.

“El pueblo se siente en primer lugar una gran comunidad de no privilegiados. (...) El
concepto de solidaridad, de la fraternidad, de la igualdad y del amor son
inseparables del concepto de pueblo. (…) El pueblo se siente, asimismo, una unidad
enorme y anónima de hombres y mujeres con tarea y un destino humano, destino que
cada uno cumple. (...) El pueblo siente que tiene un pasado y tiene conciencia de él. (...)
La doctrina de Perón establece que el pueblo es una unidad social, económica, y
política de fundamento moral.” (II, 324-325)

Eva enuncia, luego, una definición del concepto: “comunidad organizada de


hombres, con personalidad y conciencia social” (II, 325). En este sentido, se plantea
como objetivo del peronismo convertir a cada hombre y a cada mujer en pueblo, es
decir, “darle a cada uno conciencia de su destino social” (II, 326).
Según las palabras de Eva Perón, esta concepción de pueblo ha sido fundada
por Perón.

“...él (Perón) ha creado en su doctrina un nuevo concepto de pueblo y lo ha realizado:


un nuevo concepto que yo me permito exponer como conclusión de mis palabras
diciendo que es la gran comunidad de hombres con una clara conciencia social de sus
destinos humanos y con una personalidad organizada para defender todos sus
derechos y hacerlos valer con su fuerza ante el poder de las fuerzas opresoras
económicas, sociales y políticas que quieran someterlas y explotarlas”. (II, 328)

En este discurso, además de enfatizar la importancia del pueblo dentro del


ámbito político, de subrayar la necesidad de que el pueblo logre una conciencia
social para defender sus derechos, Eva Perón le otorga al concepto un giro moral
que no aparece con tanta claridad y con tanta fuerza en los discursos de 1946 y
1947. La política y el pueblo no pueden separarse así de la dimensión moral. El
acento está colocado ahora en las virtudes y en las cualidades más que en lo
político o en lo social, conservando, además, la idea de unificación del pueblo a
partir del empleo de los términos de conciencia y personalidad. Lo moral se
constituye como fundamento de lo político.
Por último, en los discursos de estos años se establece una relación de
equiparación entre Perón, la patria y el pueblo, a los que Eva denomina sus “tres
amores” (II, 307); pero, en particular, asocia el término patria con el de pueblo.
Ambos conceptos aparecen vinculados, también, con los valores morales.

“Me uno con los compañeros futbolistas, al deseo de que el general Perón acepte ser
reelecto, puesto que la reelección es una seguridad para todos los argentinos de bien
que hemos abrazado con amor la causa de la Patria, que es la causa del pueblo”. (II,
344)

“Pero nosotros somos el pueblo y yo sé que estando en pueblo alerta somos


invencibles porque somos la Patria misma”. (II, 417)

“El pueblo quiere a Perón no solo por las conquistas materiales –el pueblo, mi general,
jamás ha pensado en eso, sino que piensa en el país, en la grandeza material,

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espiritual y moral de la Patria–, porque este pueblo argentino tiene un corazón


grande y piensa en los valores morales por sobre los valores materiales.” (II, 347)

A modo de conclusión
La estrecha relación que existe entre lenguaje e historia plantea la necesidad de
abordar los conceptos a la luz de los contextos discursivos en los que aparecen.
Pero, además, se podría pensar que estos conceptos no solo varían según las
distintas circunstancias históricas, sino que también pueden adquirir nuevos
significados a lo largo de la producción discursiva de un mismo actor. En este
sentido, en este trabajo hemos intentado analizar los diferentes usos del concepto
pueblo en una selección de discursos de Eva Perón que abarca distintos años, con el
objetivo de observar no sólo la manera en que en los discursos aparecen nuevos
matices de dicho concepto sino también su relevancia en el tejido discursivo que se
construye.
A partir de este análisis, podemos concluir, entonces, que tanto en los años 1946-
1947 y en los años 1951-1952 la concepción de pueblo que aparece remite a tres
dimensiones: una social, una política y una moral. Social, en tanto el término pueblo
reenvía a un sector de la sociedad, que en un principio serán los trabajadores
argentinos y que luego se extenderá a los niños, los ancianos y las mujeres. Político,
porque se asocia al pueblo con el movimiento peronista que se encuentra en el
poder, y, en este punto, subraya el lugar del pueblo como sujeto de derecho y
fuente de legitimidad. Moral, dado que tiene sus bases en principios morales, como
la solidaridad, fraternidad, igualdad. Sin embargo, estos aspectos se combinan de
diferentes formas a lo largo de los años, lo que determina que no se pueda
establecer una única definición del término.
En las primeras apariciones de Eva, ella se dirige a la mujer debido a su
campaña en favor del sufragio femenino e intenta legitimar, a su vez, su lugar de
enunciación dentro del panorama socio-político en el que se encuentra. En este
contexto, enfatiza la cara política y social del término, el pueblo vinculado al
peronismo y al poder, la importancia de la defensa de los derechos; asociaciones
que le permiten justificar su acción política en pos de la sanción de la ley sobre el
voto femenino. En cambio, en sus últimos discursos, la dimensión moral del término
adquiere un mayor valor y se conjuga con la aparición del campo semántico
religioso que parte de la asociación entre el general y Dios. El sentimiento es
aquello que permite definir al pueblo y, en este sentido, es aquello que lo funda.
Dentro de este horizonte, lo político tiene sus bases en lo moral.
Pero, por otra parte, se puede observar que en ambos períodos los distintos usos
del concepto convergen, por lo general, en la homogeneización de aquellos que
integran el pueblo y le otorgan, en este movimiento, una identidad social que
elimina todo rastro de pluralidad, de divergencia entre sus miembros. Se crea, de
esta manera, cierta identidad a la que se asocian determinadas virtudes (fidelidad,
humildad, modestia) y que se va a oponer al imaginario al que se encuentra ligado
la oligarquía.
Por último, la alusión al pueblo es un lugar esencial desde el cual Eva Perón se
legitima. Su origen permite no solo definir al pueblo sino también dar cuenta de su
condición desde la misma interioridad. Es su carácter de mujer de pueblo lo que la
autoriza, en un primer lugar, a hablar de él y de sus necesidades, para luego
convertirse en su intermediaria. En este sentido, esta escenografía permite a Eva

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Perón sentar las bases para la construcción de su propio espacio dentro del
movimiento peronista y dentro de la estructura de poder. Si es ella el puente de
unión entre el general y su pueblo, si es ella quien puede interpretar lo que el líder
piensa y lo que sienten sus descamisados, su ausencia acarrearía la pérdida de este
vínculo. Si Eva Perón es un puente entre ambos, sin su mediación no habría
comunicación posible. Al unir, entonces, separa. En consecuencia, ella se convierte en
una figura indispensable, una herramienta esencial para el presidente.

4. Bibliografía
FUENTES, J. F., “Mito y concepto de pueblo en el siglo XIX: una comparación entre
España y Francia”, en Historia Contemporánea, N°28, 2004, página 95-110.
NAVARRO, M., Evita, Argentina, Edhasa, 2005.
FERNÁNDEZ SEBASTÍAN, J., y Juan Francisco FUENTES (eds), Dossier Historia de los
conceptos, Ayer, Revista de Historia Contemporánea, n°53, 2004 (1), pp.11-26.
GOLDMAN, N., El discurso como objeto de la historia, Buenos Aires, Hachette, 1989.

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