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Qué es una escuela de padres

Qué es una escuela de padres

17 de octubre de 2014THINKSTOCK

Las escuelas de padres son reuniones informativas para padres que proporcionan el marco ideal para
intercambiar experiencias y depurar hábitos incorrectos en la educación de los hijos. Sirven para
informar y formar a los padres, mediante un sistema que muchos definen como autoeducación, y se han
consolidado como una herramienta para mejorar la calidad educativa dentro de la familia.

A todos nos hubiera gustado que los niños vinieran al mundo con un manual de instrucciones debajo del
brazo donde poder consultar por qué llora, cómo puedo calmar sus cólicos... y que más adelante
incluyera capítulos sobre educación para hacer lo mejor posible aquello en lo que nos hemos convertido
los padres: guías en la vida de los adultos del futuro.

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A falta de manual de instrucciones, hoy contamos con la escuela de padres, hasta ahora, generalmente
relacionada con el colegio, pero que está empezando a surgir también en otros colectivos relacionados
con la familia. Para que estas reuniones, se puedan establecer como escuela de padres deben contar con
una periodicidad regular y una asistencia sistemática. Además, existe otra alternativa que son las
escuelas de familia, donde profesionales especializados, tratan de manera personalizada un problema en
concreto.

Por qué necesitamos una escuela de padres

1. Información. Los padres de hoy tenemos mucha información, a veces demasiada. Esta información,
en ocasiones apoya nuestras teorías y en otras las desbarata, añadiendo y muchas veces con puntos de
vista completamente contradictorios que hace que no sepamos hacia donde dirigirnos.

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2. Inseguridad. Nos preocupa sobremanera estar haciendo las cosas bien o todo lo contrario. Queremos
estar seguros de cada paso y cada movimiento porque nos rodea la sensación de que una vez dado un
paso, será difícil volver atrás.

3. Orientación. En algunos momentos, necesitamos traducción. "Dudamos de todo", incluso después


de informarnos sobre el tema, aún no estamos seguros de qué estamos haciendo.

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4. Empatía. Los sentimientos del niño cuentan. Aún más, dirigen nuestros pasos. Esta es una
característica de la educación que choca con muchos de los modelos que hemos visto en casa.

5. Falta de tiempo. Tenemos en la mente el constante peso de lo fugaz: la vida de nuestros hijos pasará
rápido y ¡ay de ti como no la hayas disfrutado porque no va a volver...!

6. Obligaciones. La rutina, las obligaciones y en muchos casos también la culpabilidad son el mayor
castigo y las grandes responsables de que no siempre podamos hacer las cosas que nos gustan.

Soluciones que aporta la escuela de padres

1. Informarse está bien, pero no lo es todo. Igual que en los primeros meses de vida de nuestros hijos
se nos repite una y otra vez que el instinto nos guiará, muchas veces también ocurre esto en la
educación. A veces será el instinto el que nos dirá cómo orientar a nuestros peques en qué está bien o
mal.

2. Nada es irreparable. Nuestros hijos entienden que somos humanos y, aunque en sus primeros años
nos tengan mitificados, no está de más que aprendan que somos seres humanos que se equivocan de
vez en cuando.

3. Todo es refutable. No hay mucho que se pueda hacer ante la constante duda. En la educación como
en todo en la vida, todo es refutable.
4. Evita la sobreprotección. Los sentimientos del niño deben guiar nuestros pasos, pero no debemos
protegerles de sentimientos que un día experimentarán por otras razones. Por ejemplo, si discuten con
sus amigos, es bueno que sean ellos quienes resuelvan el problema. Antes o después tendrán que
hacerlo cuando crezcan. Os soprenderán sus soluciones.

5. Disfruta del momento. Es cierto; la niñez acaba pronto. Pero no solo de los momentos para recordar,
disfrutad de todo lo que esté acompañado de salud y amor. Disfrutad de las cenas, de las prisas de ir al
colegio, de recoger los juguetes, incluso de la hora de los deberes. Otras familias estarían encantadas de
estar en medio de esa rutina que nos envuelve.

6. Relájate. Intentad quitaros de encima las prisas, relajad horarios y hablad más. No hay nada que
iguale la sensación de poder contar a nuestros peques por qué algo creemos que es bueno o malo

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