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TEMA: PASEMOS AL OTRO LADO

Alabanzas:
1. A tus pies
2. Al estar aquí
3. Gracias

EN LA HORA DE LA PRUEBA,

Mat_14:22-27

Acto seguido Jesús hizo que Sus discípulos se metieran en la barca y se Le adelantaran hacia el otro lado del
lago dejándole tiempo para despedir a toda la gente. Cuando lo hubo hecho, se subió al monte a solas pace
orar. Cuando ya era tarde, se encontraba allí Él solo La barca estaba por entonces en medio del mar,
combatido por las olas, con el viento en contra. A eso de las tres de la madrugada Jesús se dirigió hacia ellos
andando sobre el Mar. Cuando los discípulos 4 vieron andando sobre el mar, les entró mucho miedo.
-¡Es un fantasma! -dijeron, gritando de miedo. Pero Jesús les dijo en seguida:¡Tranquilos, que soy Yo! No
tengáis miedo.

La lección de este pasaje está suficientemente clara, pero no así lo que realmente sucedió. En primer lugar,
vamos a reconstruir la escena.
Después de darle de comer a aquella multitud, Jesús envió por delante a Sus discípulos. Mateo dice que los
obligó, a meterse en la barca e ir por delante de Él al otro lado del Mar de Galilea. A primera vista, la palabra
obligar nos resulta extraña; pero si comparamos este relato con el de Juan, seguramente encontraremos la
explicación. Juan nos dice que después de alimentar a la multitud, esta quería hacerle rey a la fuerza
(Jua_6:15). Había peligro de que se produjera una aclamación popular, y en la inflamable Galilea podía
iniciarse allí y entonces mismo una revolución. Era una situación peligrosa, y bien pudiera ser que los
discípulos la complicaran más todavía, porque también ellos pensaban todavía en Jesús en términos de poder
terrenal. Jesús envió a Sus discípulos por delante porque había surgido una situación que Jesús podía manejar
mejor solo, y no quería que ellos se involucraran.

Cuando se quedó solo, subió a orar a un cerro; para entonces ya se había hecho de noche. Los discípulos
habían iniciado la travesía de vuelta. Se había producido una de las tormentas repentinas que son
características del Mar de Galilea, y los discípulos estaban en serios apuros peleando con el viento y las olas y
avanzando escasamente.
Ya entrada la noche Jesús se puso a rodear el lago por el Norte para llegar al otro lado. Mateo ya nos ha
dicho que, cuando Jesús alimentó a la multitud, hizo que se sentaran todos en la hierba verde. De ahí
deducimos que estarían en primavera. Es muy probable que fuera cerca de la Pascua, que caía a mediados de
abril. En ese caso habría luna llena. En la antigüedad la noche se dividía en cuatro vigilias: desde las 6 de la
tarde hasta las 9; desde las 9 hasta la medianoche; desde la medianoche hasta las 3 de la madrugada, y desde
las 3 hasta las 6 de la mañana. Así que, a eso de las 3 de la madrugada, Jesús, andando por los terrenos
elevados al Norte del lago, vio claramente la barca combatida por las olas, y bajó a la orilla a prestar ayuda.
Aquí es donde aparece una dificultad para saber lo que sucedió realmente. En los versículos 25 y 26 leemos
dos veces que Jesús iba andando sobre el mar, y lo curioso es que en el original las dos frases en el mar son
diferentes. En el versículo 25 es epi tén thalassan, que puede querer decir tanto por encima del mar como
hacia el Mar.
En el versículo 26 es epi tés thalassés, que puede querer decir sobre el mar, y que es de hecho la misma frase
que se usa en Jua_21:1 con el sentido incuestionable de a la orilla del mar de Tiberíades. Y además, la palabra
que se usa para andando es en los dos versículos 25 y 26 peripatein, que quiere decir pasearse.
La verdad es que hay dos interpretaciones perfectamente posibles de este pasaje por lo que se refiere al
original. Puede tratarse de un milagro en el que Jesús anduvo sobre el agua; o puede querer decir igualmente
que la tempestad había llevado la barca de los discípulos a la orilla septentrional del lago, que Jesús bajó de la
colina a ayudarlos porque los había visto a la luz de la luna luchando con la tempestad, y que vino andando a
través de la espuma y las olas hacia la barca, y llegó inesperadamente que se llenaron de miedo porque creían
que era un fantasma. Ambas interpretaciones son igualmente y validas; unos prefieren una, y otros la otra.
Pero, sea cual sea la interpretación que escojamos del original, el sentido está perfectamente claro. Cuando
los discípulos se encontraban en una necesidad perentoria, Jesús acudió en su ayuda. Cuando el viento les era
contrario y la vida e una lucha a muerte, Jesús estaba allí para ayudarlos. Cuando parecía que la situación era
irremediable, Jesús estaba allí para ayudar y para salvar.
En la vida tenemos que arrostrar a menudo vientos contra, ríos. A veces nos encontramos entre la espada y
la pared, y la vida es una lucha desesperada con nosotros mismos, con las circunstancias, con las tentaciones,
con el dolor y con largas decisiones. En tales casos, nadie tiene que pelear solo, porque Jesús acude a través de
las tormentas de la vida con Su brazo; extendido para salvar, y con Su clara y tranquila voz animándonos a
tener ánimo y a no tener miedo.
No importa demasiado cómo nos figuremos este incidente; en cualquier caso, es mucho más que la historia
de algo que Jesús hizo una vez en una tormenta de la lejana Palestina; es, una señal y un símbolo de lo que Él
hace siempre por los Suyos cuando el viento nos es contrario y estamos en peligro de que nos traguen las
tormentas de la vida.

III. Protección (14:22-36)


Jua_6:15 nos dice por qué Cristo estuvo tan afanado por despedir a las multitudes: ¡Se habían saciado del
pan y querían hacerle Rey! Los hombres siguen a cualquiera que les promete las cosas materiales de la vida,
pero Jesús no quiere tener discípulos por «la comida».
Tenemos aquí un hermoso cuadro de la iglesia de hoy. Cristo está en el monte orando mientras los
discípulos batallan con la tormenta en el lago. Hoy Jesús está en el cielo intercediendo por nosotros mientras
luchamos en esta tierra con las tormentas del pecado. Su venida parece estar tan distante, sin embargo, en la
hora más oscura (la cuarta vigilia: de las tres de la mañana a las seis de la tarde) ¡Él vino a ellos! Calmó la
tormenta y llevó a los suyos con seguridad a su destino (Jua_6:21).
La experiencia de Pedro nos da la aplicación personal. Pedro pudo caminar sobre las aguas debido a que
tuvo fe en la palabra de Cristo: «Ven» (v. 29). «La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Rom_10:17).
Pero cuando se olvidó de la fuente y dejó de mirar a Jesús (Heb_12:1-2), empezó a hundirse. El secreto de
vencer la tormenta y de hacer lo imposible es simplemente creer en la Palabra de Dios y perseverar en mirar al
Hijo de Dios. Sin embargo, incluso cuando fallamos, ¡Jesús con su gracia nos ayuda! Qué bien preparado estuvo
Pedro para escribir: «Echando toda ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros» (1Pe_5:17).
La edad presente será de tormentas para la Iglesia. Tenga en mente que los discípulos estuvieron en la
tormenta, no porque desobedecieron a Cristo (como lo hizo Jonás), sino porque le obedecieron. Si obedecemos
la Palabra de Dios, habrá sufrimiento y persecución, pero Cristo ora por nosotros y pronto vendrá para
llevarnos al Hogar. El secreto es la fe. Las dudas y el temor siempre van juntos, y la fe y la paz también. ¡Que no
seamos cristianos de «poca fe»!
Este capítulo entero, entonces, muestra el curso de esta edad. El Rey se retira y hay persecución en contra
de sus siervos. Por medio de ellos Él distribuye el precioso Pan de Vida a un mundo hambriento. Sus siervos
atraviesan tormentas y pruebas, pero Cristo vuelve y les da paz y los rescata del enemigo. ¡Aleluya! ¡Qué
Salvador!
COLAPSO Y RECUPERACIÓN

Mat_14:28-33

Entonces Pedro se dirigió a Jesús diciéndole:


-¡Señor, si eres Tú de veras, mándame que vaya hacia Ti sobre las aguas!
-¡Ven! -le contestó Jesús.
Pedro se bajó de la barca e iba andando por el agua hacia Jesús. Pero cuando vio el viento, le dio miedo; y,
cuando empezó a hundirse bajo el agua, gritó:
-¡Señor, sálvame!
Jesús le tendió la mano y le sujetó mientras decía:
-¡Hombre de poca fe! ¿Por qué te pusiste a dudar?
Y, cuando los dos se subieron a la barca, amainó el viento; y los que iban en la barca se arrodillaron
reverentes ante Jesús, diciendo:
-¡No cabe duda que Tú eres el Hijo de Dios!
Mat 14:34 Cuando ya habían cruzado llegaron a tierra de Ginosar;

No hay ningún otro pasaje del Nuevo Testamento en el que se nos revele el carácter de Pedro mejor que en
este. Nos dice tres cosas acerca de él.
(I) Pedro era propenso a actuar por impulso sin pensar lo que hacía. Era su debilidad el actuar una y otra
vez sin darse cuenta de la situación ni calcular el costo. Había de hacer exactamente lo mismo cuando hizo
protestas de lealtad a Jesús a toda prueba y hasta la muerte (Mat_26:33-35), negando al poco tiempo que Le
conocía. Y sin embargo, hay pecados peores que ese, porque todo el problema de Pedro era que en él mandaba
el corazón; y, aunque fallara a veces, siempre tenía el corazón en su sitio, y el instinto de su corazón era amar
siempre.
(II) Como Pedro actuaba por impulso, fallaba a menudo y luego se angustiaba. Jesús siempre insistía en que
una persona tiene que considerar todos los contras en cada situación antes de actuar (Luc_9:57 s; Mat_16:24
s). Jesús era siempre completamente honesto con las personas: siempre las hacía comprender, antes de que
iniciaran la andadura cristiana, lo difícil que era seguirle. Un montón de fracasos cristianos se deben a actuar
en un momento de emoción sin contar el precio.
(III) Pero Pedro nunca falló para no recuperarse, porque siempre, en el peor momento, se aferraba a Cristo.
Lo maravilloso es que, cada vez que cayó, se levantó otra vez; y que tiene que haber sido verdad que hasta sus
fracasos le acercaron más y más a Jesucristo. Como se ha dicho muy bien, un santo no es uno que no falla
nunca, sino uno que se levanta y sigue adelante cada vez que cae. Los fracasos de Pedro sólo le hicieron amar
más a Jesucristo.
Estos versículos terminan con otra gran verdad de carácter permanente. Cuando Jesús se subió a la barca,
amainó el viento. La gran verdad es que, dondequiera que Jesús está, la tormenta más salvaje se convierte en
calma. Olive Wyon, en su libro Considérale a Él, cita algo de las cartas de Francisco de Sales. Este se había
fijado en una costumbre popular del, distrito en que vivía. Había visto a menudo a una criada de una. granja
sacar agua del pozo, y que, antes de sacar el cubo. rebosando, siempre le echaba un trozo de madera. Una vez
se. dirigió a una chica y le preguntó por qué hacía eso. Ella le miró sorprendida y le contestó, como si fuera
algo de cajón: " ¿Que por qué? ¡Para que no se me derrame el agua... para hacer que se esté quieta!»
Escribiéndole más tarde a un amigo, el obispo.. le contó esta historia y añadió: «Así que cuando tienes el
corazón inquieto y agitado, ¡ponle la Cruz en medio para que se mantenga firme!» En tiempos de tormenta y
tensión, la presencia de Jesús y el amor que fluye de la Cruz traen paz, serenidad y calma.

KINÉRET
1. Ciudad fortificada de Neftalí. (Jos 19:32, 35.) En la actualidad se la identifica con “todo Kinéret” alude a la
fértil llanura de Genesaret.

3. Antiguo nombre del mar de Galilea. (Nú 34:11.) Algunos relacionan Kinéret con la palabra hebrea para
arpa (kin·nóhr), y piensan que se aplicó a este lago debido a que su forma recuerda a un arpa. Cuando Jesús
estuvo en la Tierra, se le conocía como mar de Galilea o Tiberíades, así como lago de Genesaret
(probablemente su nombre griego). (Lu 5:1; Jn 6:1.)
Además de estar incluido en los límites de la Tierra Prometida (Nú 34:11
Isa 53:4 De hecho, El cargó con nuestras enfermedades, nuestros dolores, los cuales El sufrió. °
Sin embargo, lo tuvimos por castigado,
golpeado y afligido por YAHWEH Elohim. °
Isa 53:5 Pero El fue herido por causa de nuestros pecados, °
machacado por nuestras iniquidades; °
el castigo de nuestro Shalom cayó sobre El °
y por sus llagas hemos sido sanados.[256] °
Isa 53:6 Todos nosotros, como ovejas, nos descarriamos; °
cada cual se volvió por su propio camino; °
sin embargo, YAHWEH cargó sobre El °
la culpa de todos nuestros pecados. °
Isa 53:7 A pesar de ser maltratado, fue sumiso – °
El no abrió su boca.
Muestran a Jesús como el Siervo Doliente de Dios.
Testimonio de Martin Lutero sobre que Jesús está muerto.

Eze.37:10 Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos; revivieron y se incorporaron
sobre sus pies: era un enorme, inmenso ejército.
Eze.37:11 Entonces me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: Se
han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros.
Eze.37:12 Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré
salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel.
Eze.37:13 Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo
mío.
Eze.37:14 Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh,
lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.»
Eze.37:14 Yo pondré Mi Ruaj en ustedes; y ustedes estarán vivos. Entonces los pondré en su propia tierra; y
sabrán que Yo, YAHWEH, he hablado, y que Yo lo he hecho,' dice YAHWEH."[177] °
Juan.11:40 Yahshúa le dijo: "¿No te dije que si permaneces confiando, verás la Gloria de YAHWEH?"
Juan.11:41 Así que removieron la piedra. Yahshúa alzó su vista a lo alto, y dijo: "Padre, te doy gracias porque
Tú me has oído.
Mar 9:23 Entonces Yeshua le dijo: ¿Qué quieres decir con eso de "si puedes"? ¡Por supuesto que todo es posible
para el que tiene absoluta confianza que será como el Padre ha prometido!
Dijo: = Yo te amo, Yahveh, mi fortaleza, (mi salvador, que de la violencia me has salvado).
Sal 18:2 (3) Yahveh, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios; la peña en que me amparo, mi escudo y
fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio.
Sal 18:3 (4) Invoco a Yahveh, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos.
Sal 18:4 (5) Las olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de Belial,
Sal 18:5 (6) los lazos del seol me rodeaban, me aguardaban los cepos de la Muerte.
Sal 18:6 (7) Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué; y escuchó mi voz desde su Templo, resonó
mi llamada en sus oídos.
Sal 18:46 (47) ¡Viva Yahveh, bendita sea mi roca, el Dios de mi salvación sea ensalzado,
Sal 18:47 (48) el Dios que la venganza me concede y abate los pueblos a mis plantas!
Sal 18:48 (49) Tú me libras de mis enemigos, me exaltas sobre mis agresores, del hombre violento me salvas.
Sal 18:49 (50) Por eso he de alabarte entre los pueblos, a tu nombre, Yahveh, salmodiaré.
Sal 18:50 (51) El hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su ungido, a David y a su linaje
para siempre.
Mat 8:18 Cuando Yahshúa vio la multitud que le rodeaba, dio órdenes de cruzar al otro lado del lago.

18 Viendo Jesús la muchedumbre a su alrededor, dio orden de pasar a la otra orilla. 19 y se le acercó
un escriba para decirle: Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas, 20 y Jesús le contesta: Las
zorras tienen madrigueras, y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar
la cabeza.
Grande es la disposición de aquel escriba: quiere seguir a Jesús a todas partes adonde vaya. Es mucho lo que
está dispuesto a hacer. Jesús no contesta con una negativa ni con una aprobación; solamente muestra lo que
aguarda al que le quiera seguir. Porque llegar a ser discípulo de Jesús no solamente significa como quien dice
ir a su escuela para «aprender» algo. Sobre todo significa compartir la vida propia de Jesús. El que le sigue,
participa en la forma de vida del Mesías, es empujado hacia esta forma. Esto es lo primero.
Los hombres tenemos un hogar, o por lo menos el anhelo de llegar a tenerlo. Nos es natural buscar la
seguridad en nuestra propia casa. Con todo empeño, en nuestros cambios de domicilio y emigraciones,
voluntarios o impuestos, buscamos siempre una morada fija. Aspiramos a una residencia de la que ya nunca
nos puedan echar. El caso de Jesús es distinto. Desde que se marchó de la casa de Nazaret ha renunciado al
acogimiento del hogar. Es un rasgo esencial de su nueva vida no morar en ninguna casa. Vive la vida de un
simple viandante. No tiene dónde reclinar la cabeza. Esto no sólo forma parte de su vocación como pregonero
de verdad. Forma parte de su renuncia, de la vida del siervo que se entrega y que también se abstiene del calor
del hogar de la casa.
A esto tendremos que estar dispuestos antes que nos decidamos. Y no llamarnos a engaño, si Jesús nos coge la
palabra...

21 Otro, que era de sus discípulos, le dijo: Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre.
22 Pero Jesús le contesta: Sígueme, y deja a los muertos que entierren a sus muertos.

Después del escriba viene un discípulo, y pide a Jesús que antes de unirse con él pueda cumplir los deberes de
piedad con su anciano padre.
El llamamiento: Sígueme se refiere a la acción inmediata, a que se junte con él sin demora. Este seguimiento
es mucho más importante y urgente que cualquier obligación filial.
Los que espiritualmente están muertos y no han oído el llamamiento a la vida y perseveran en el pecado, son
también sepultureros de los demás.
Es el tiempo apremiante, es el plazo único determinado por Dios, que existe una vez y no se repite más; la
presión del reino (que está llegando), la cual impulsa a Jesús incesantemente. No hay tiempo que perder. Esta
premura del tiempo tanto tiene validez para el discípulo como para el maestro,
23 Luego subió a la barca, y lo acompañaron sus discípulos. 24 y en esto se levantó en el mar una
tempestad tan grande, que las olas llegaban a cubrir la barca. Pero él estaba dormido. 25 Se le
acercaron y lo despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!
Ahora Jesús sube a la barca y sus discípulos lo acompañaron. Jesús es el primero, el que precede, los demás van
detrás de él. Con el estilo del primer versículo se continúa el tema del seguimiento, y se le hace llegar al
acontecimiento del lago. En medio del mar se levanta la gran tempestad, Jesús está escondido en Dios, y no le
afecta el riesgo de la vida.
En recelosa inquietud y angustia mortal los discípulos dan voces al Maestro: ¡Señor, sálvanos, que nos
hundimos! Es un llamamiento de desesperación, pero también de confianza. La única salida que ven es el
Señor, que está con ellos. Se dan por perdidos y no encuentran ayuda en su experiencia ni en las propias
fuerzas. Sólo Jesús podría liberarles del peligro. La exclamación: Nos hundimos, además del significado literal,
tiene un sentido más espiritual: nos vamos a pique, perecemos, estamos en un trance mortal, nuestra vida está
al borde del abismo y está llegando a su fin, se ha perdido toda esperanza. Vemos el peligro de muerte de tal
forma que con el riesgo exterior al mismo tiempo parece que vaya disminuyendo toda esperanza interna de la
vida.
26 Pero él les dice: ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó a los
vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. 27 Los hombres quedaron admirados y se preguntaban:
¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y la mar le obedecen?

Una vez despertado, Jesús pregunta sorprendido a los suyos: ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? La fe
es todavía débil en aquel que teme. La fe disipa el temor, porque llena de Dios a todo el hombre. Son «hombres
de poca fe», es decir, la fe ya existe, de lo contrario ya no hubiesen esperado que él los ayudara; pero todavía es
escasa, de lo contrario no hubiesen afirmado angustiosos que estaba perdidos. En esta situación se encuentra
a menudo el discípulo de Jesús. Cree, pero no íntegramente, espera ayuda de arriba, pero no toda la ayuda; no
se sabe todavía enteramente a salvo en las manos sustentadoras del Padre, como Jesús ha enseñado (cf. 6,25-
34). Jesús refrena las fuerzas desencadenadas y reprime la furiosa tormenta y el mar agitado. De repente el
lago se queda muy tranquilo, La gente pregunta sorprendida. No es eso lo que interesa, sino solamente la
pregunta acerca del hombre misterioso: ¿Qué clase de hombre es éste? Antes la gente se asombró del mensaje
propuesto con autoridad (7,28), ahora se asombra de su acción poderosa, del dominio de la tormenta y del
mar. Le obedecen los elementos igual que los demonios y las enfermedades. ¿No tiene que obedecerle también
el hombre, si Jesús tiene tal poder? ¿No es realmente Señor y maestro, como le llaman los discípulos? ¿No es
también el Señor de mi vida? El discípulo debe seguir al maestro incondicionalmente, y contar sólo con él.
El seguimiento es una llamada para dejar los compromisos terrenos y tomar un solo compromiso, a saber, el
que se toma con el Señor. Eso vino a ser el acontecimiento del lago. En él tuvo lugar un tercer
desprendimiento: el desprendimiento de la confianza en las propias facultades. En el lago se experimentó lo
que significa en último término el seguimiento de Jesús: él está en la barca y en el centro, él sólo basta, puede
suceder en torno lo que él quiera; está oculto en Dios; sólo él nos puede liberar. Vivir de estas verdades es la
incumbencia de la fe. Esta escena puede estar con frecuencia ante nuestros ojos, aunque todas las apariencias
sean de signo contrario. Sin embargo, Jesús está en la barca...
Jesús era sabio: conocía el corazón humano, y sabía -muy bien que si aquel hombre no empezaba entonces
a seguirle, nunca empezaría. A veces sentimos el impulso de hacer cosas elevadas; pero dejamos que se nos
pase sin hacer nada.
La mayor tragedia de la vida es muchas veces la de las oportunidades perdidas. Nos sentimos movidos a
hacer algo bueno, a abandonar alguna debilidad o hábito, a decirle a alguien una palabra de simpatía, o de
advertencia, o de aliento; pero se nos pasa el momento, y no lo hacemos nunca; la debilidad queda sin
conquistarse, y la palabra sin pronunciarse. En el mejor de nosotros hay algo de letargo, de inercia; el hábito
de dejar las cosas para un mañana que no llega nunca, una cierta indecisión; y a menudo el buen impulso no se
traduce nunca en acción.
Jesús le estaba diciendo a aquel hombre: «Ahora tienes la convicción de que debes salir de esa sociedad
muerta en la que te mueves; dices que ya lo harás cuando pasen los años y haya muerto tu padre; sal ahora
mismo, o no saldrás nunca.»

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