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EL ADÁN FILOSÓFICO

Con el propósito de reducir el montículo de apuntes y


garabatos que suelo guardar en un viejo baúl de madera
descolorida y mandar al fuego de la consumición todo lo que no
supere la valla de lo aprovechable, ayer por la mañana me atreví a
hacer una revisión exhaustiva de todo el material durmiente, y
grande fue mi sorpresa al encontrarme con este ejemplar de mi
primer ensayo de novela que escribí, allá por el mes de diciembre
de 2014, con el título impropio de El Adán filosófico.
Está presentada bajo la forma de una carta que un supuesto
padre, Cleón, escribe a su hijo Antímero, narrándole la vida de su
compatriota Tales de Mileto, a fin de que deje ese mal camino de la
frivolidad y el facilismo a la que se había entregado, y siga por el
contrario su noble ejemplo, de sacrificio y grandeza, los únicos
medios razonables para arribar a la soñada inmortalidad.
Francamente, yo pensé que había desaparecido de mi vida,
como me aseguré que desaparecieran los otros ejemplares que
saqué. Pero no. Seguía aquí, oculto en el fondo de la maleza de mil
papeles amarillentos —¡y junto a mí por varios años sin que yo lo
supiera!—, a salvo de la persecución y el ensañamiento de mi
cólera.
Por supuesto, hoy que la tengo frente a mí ojos, ya no la
pienso destinar a las fauces negras del olvido. Ya el odio hacia ella
se desvaneció con el tiempo y creo que hasta le estoy agarrado
cierta ternura.
No sé si guardarla, así como está, bella en su imperfección, o
tome el arrojo de rehacerla y darle unos nuevos aires de frescura.
Pero esa es una cuestión que resolveré en el futuro. No
ahora…
Con permiso.
El Adán filosófico
Jesús Curasma de la Cruz

EL ADÁN FILOSÓFICO

Con el propósito de reducir el montículo de apuntes y


garabatos que suelo guardar en un viejo baúl de madera
descolorida y mandar al fuego de la consumición todo aquello que
no supere la valla de lo aprovechable, ayer por la mañana me atreví
a hacer una revisión exhaustiva de todo el material que allí
reposaba sus horas de espera, y grande fue mi sorpresa al
encontrarme con este ejemplar de mi primer ensayo de novela, que
escribí, allá por el mes de diciembre de 2014, con el título impropio
de El Adán filosófico.
Está presentada bajo la forma de una carta que un supuesto
padre, Cleón, escribe a su hijo Antímero, narrándole la vida de su
compatriota Tales de Mileto, a fin de que deje ese mal camino de la
frivolidad y el facilismo a la que se había entregado, y siga por el
contrario su noble ejemplo, de sacrificio y grandeza, los únicos
medios razonables para arribar a la soñada inmortalidad.
Francamente, yo pensé que había desaparecido de mi vida,
como me aseguré que desaparecieran los otros ejemplares que
saqué entonces. Pero no. Seguía aquí, oculto en el fondo de la
maleza de mil papeles amarillentos —¡y junto a mí por varios años,
sin que yo lo supiera!—, a salvo de la persecución y el
ensañamiento de mi cólera.
Por supuesto, hoy que la tengo frente a mis ojos, sobreviviente
e inmortal, ya no la pienso destinar a las fauces negras del olvido.
Ya el odio hacia ella se desvaneció con el tiempo y creo que hasta le
estoy agarrando cierta ternura.
No sé si guardarla, así como está, bella en su imperfección, o
tome el arrojo de rehacerla y darle unos nuevos aires de frescura.
Pero esa es una cuestión que resolveré en el futuro. No
ahora…
Con permiso.

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