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El abuso y el

concepto de poder
· El presidente de la Conferencia episcopal
argentina ·
12 de Febrero de 2019
La clave para comprender el fenómeno de los abusos sexuales está en
la concepción del poder. Porque el abuso es siempre una explotación
de una posición de inferioridad, sea esta física, psicológica o jerárquica.
Está convencido de ello el obispo Oscar Ojea, presidente de la
Conferencia episcopal argentina. La Iglesia en el país sudamericano ha
presentado normas urgentes en materia de abusos cometidos por
miembros del clero, intentando facilitar la posibilidad para las víctimas
de denunciar sin temor. En la página web del propio organismo están
presentes las líneas guía de implementación de estas disposiciones y
las indicaciones para un comportamiento apropiado en el caso de que
se tenga conocimiento de situaciones sospechosas.

Si el poder está en la raíz, el silencio, de hecho, es uno de los frutos


más odiosos. El menor vulnerable, explica el prelado, entra en una red
de indiferencia: «En el silencio hay factores neurológicos y psicológicos
implicados, el silencio es parte del trauma del abuso y el comienzo de
poder hablar es parte de la curación». Desde ese momento se inicia
una nueva fase, liberadora, pero dolorosa, que debe tener en cuenta
diversos aspectos públicos, desde la justicia a la reparación. «Para que
haya abuso sexual -explica nuevamente monseñor Ojea- seguramente
tiene que haber habido abuso de autoridad y manipulación de la
conciencia». Una conciencia manipulada no es capaz de expresarse
adecuadamente. A menudo pierde también la capacidad de comunicar
lo que le está sucediendo. «Empezar a resolver el problema grave que
es el abuso comienza con poder comunicar y hablar, pero eso es
posible si todos aprendemos a generar el espacio para escuchar. A
partir de ahí, podemos empezar a reparar. Esto implica accionar en
varios planos como la justicia, psicología y la espiritualidad. La sanación
-explica el prelado- supone además cerrar las heridas, el dolor y el enojo
profundo. Es imprescindible orientar toda esa fuerza y esa energía para
poder capitalizar todo ese dolor, llamado a ser semilla de un mundo que
nos permita entrar en una cultura del cuidado, enseñando a los chicos,
chicas y a los jóvenes para saber decir que no cuando se trata de la
invasión de la propia intimidad. A confiar en los adultos responsables».
Porque el abuso casi siempre tiene su origen en experiencias de
violencia que generan otras en una desesperada coacción a repetirlo.
Romper este círculo es dar una gran contribución a la prevención.

de Marco Bellizi

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