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METAPOLÍTICA VOL. 5/NÚM. 18/pp.

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Democracia participativa
Repensar la democracia como radicalización de la política
RAMÓN MÁIZ *

A partir del análisis de una serie de rasgos constitutivos de la política y la


democracia, el autor del presente ensayo propone una superación de las
interpretaciones tradicionales y profundamente insatisfactorias de la
democracia. Para alcanzar dicho objetivo, se retoman y profundizan
elementos de las tradiciones liberal y republicana. Con ello, se busca
entender y conceptualizar a la democracia como un horizonte imaginario
capaz de radicalizar a la política.

La République est une forme qui entrame le fond. camiento transversal a ambos retornan-
Gambetta do argumentos insuficiente o reductiva-
A democracia conceito pode até ser vítima mente desarrollados.
da falta da democracia conduta. A los efectos de la argumentación que
Merquior sigue podemos sintetizar las divergencias
básicas entre liberalismo y republica-
nismo, tal y como se vienen postulando
MÁS ALLÁ DE LA hasta la fecha, en seis discrepancias bá-
ANTÍTESIS LIBERALISMO- sicas. Veámoslas sucintamente, asumiendo
REPUBLICANISMO desde un principio lo que ello comporta de
artificial simplificación y reduccionismo

L a más reciente etapa del ya his


tórico debate entre los modelos
liberal (representativo) y republicano
de un debate por lo demás extraordinaria-
mente rico y matizado.
Por lo que al modelo liberal de demo-
(participativo) de democracia, ha puesto cracia respecta sus tesis básicas pueden
de relieve una serie de nuevas dimensio- esquematizarse como sigue:
nes y problemas que, de un lado, vuel-
ven obsoleta la tradicional y confortable 1. La política resulta entendida esencial-
antítesis de dos arquetipos mutuamente mente como agregación estratégica de
excluyentes, y de otro, reclama un acer- preferencias prepolíticas, esto es, previa-

* Profesor de Teoría del Derecho de la Universidad de Santiago de Compostela, España.

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mente dadas, y además, opuestas y con- dora de intereses conflictivos en intere-


flictivas por naturaleza. ses no conflictivos, promotora del acuer-
do racional en torno al bien común.
2. La política, en consecuencia, deviene
actividad esencialmente instrumental y 2. La política, por tanto, constituye más
utilitaria, en cuanto atiende a la realiza- que un medio, un auténtico fin en sí mis-
ción de preferencias previas por parte de mo, una actividad autotélica, educativa y
los sujetos y, por ello, limitada en su cam- expansiva en pro de ámbitos de mayor
po de acción y pretensiones. acuerdo y transformación ética colectiva.

3. La política, además, se articula sobre 3. La política, consecuentemente, cons-


la acción individual y privada, sobre la tituye una dimensión eminentemente pú-
elección aislada de los individuos singu- blica, ejercida a través del debate racional
lares, y alcanza su máxima expresión en y la interacción comunicativa entre los
el voto secreto. ciudadanos.

4. La democracia, en consonancia con lo 4. Los derechos individuales negativos,


anterior, se considera como una dimen- las garantías, son considerados como
sión subsidiaria e instrumental para el instrumentales para la democracia, en
despliegue de los derechos subjetivos cuanto permiten el despliegue de todas
(negativos) que el individuo posee frente las potencialidades participativas y
al Estado y frente a los otros individuos. transformativas de ésta.

5. La ciudadanía, a su vez, se configura 5. La ciudadanía, a su vez, se concibe


como esfera restringida de realización de positivamente como participación activa,
las preferencias, a través de su agrega- directa y expansiva en la génesis de la
ción mediante mecanismos representati- voluntad política.
vos que garantizan la posibilidad de
influencia de los intereses en los proce- 6. Ocasionalmente, por último, la concep-
sos de decision-making. ción republicana se refuerza con una ver-
tiente comunitarista, en la que la solidaridad
6. Por último, la concepción de la identi- entre los individuos y las pautas culturales
dad resultante es individualista en el am- y normativas generan una identidad colec-
plio sentido de atender unilateralmente tiva en la que se inscriben las identidades
al carácter competitivo de los sujetos ais- individuales.
lados, así como a su configuración exter-
na y previa al proceso político. En las líneas que siguen, una breve re-
consideración crítica de la antítesis entre
Frente a este modelo, la democracia re- los dos arquetipos anteriormente esque-
publicana opone tradicionalmente los si- matizados nos permitirá constatar, ante
guientes postulados: todo, la presencia de una serie de limita-
ciones comunes en las premisas semio-
1. La política constituye una dimensión cultas y los supuestos no investigados de
integradora, comunicativa, transforma- ambas corrientes. En segundo lugar, la

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pertinencia de argumentos procedentes relaciones de producción que configuran


de una y otra que deben ser mantenidos en a las clases sociales, ora de una subya-
una teoría plausible de la democracia e cente comunidad orgánica, nos encontra-
incluso, en algunos casos, desarrollados mos de nuevo con unos intereses que les
y radicalizados. son otorgados prepolíticamente a los in-
En este orden de cosas, nos parece dividuos, en cuanto miembros de una de
imprescindible abordar sucesivamente, aquellas colectividades. Colectividades
cuanto menos, seis cuestiones: determinadas, a su vez, exógenamente, con
a) la noción de intereses/preferencias; carácter prepolítico que expresarían las
b) la cuestión de la ideología y los valores; “necesidades” emanadas del respectivo
c) la naturaleza de la acción política; sustrato objetivo (comunidad, nación o
d) la redefinición de la identidad indivi- clase) subyacente.
dual y colectiva; Frente a ello, los teóricos de la de-
e) la función productiva de las institucio- mocracia participativa han insistido ra-
nes, y derivado de todo ello, zonablemente en lo insostenible del
f) la naturaleza de la democracia y, más postulado de las preferencias exógenas y
genéricamente, de la política misma. en el hecho de que los intereses no pre-
ceden causalmente al proceso democrá-
tico sino que se perfilan, modulan y
LA PRODUCCIÓN POLÍTICA generan políticamente (Hirst, 1986;
DE LOS INTERESES Y LAS Sunstein, 1988). De hecho, considerar
que las preferencias, deseos, necesidades
PREFERENCIAS
e intereses se encuentran dadas con ca-

C onstituye una premisa básica del


modelo de democracia liberal,
llevada a sus más extremas consecuen-
rácter previo, esto es, que sólo pueden ser
“descubiertas”, impide atender a su carác-
ter de preferencias incompletas y al con-
cias por la teoría de la elección racional siguiente proceso sociopolítico de su
(rational choice), la consideración de los construcción (Lindblom, 1990).
intereses como preferencias individuales Este problema nos remite, a su vez,
prepolíticas, esto es, como exogenous in- a una divisoria en la historia de la teoría
terests, intereses exógenos (Bowles y política sobre la que, tal vez, no se ha
Gintis, 1986) al proceso político demo- reparado lo suficiente. En efecto, lo que,
crático. Los fines de la acción se postulan por debajo de otras divergencias, aleja a
previamente determinados por preferencias pensadores como Sieyes o Stuart Mill
individuales completas y la política deviene, (o J. Dewey) del modelo de Rousseau (o
así, ámbito instrumental de maximización C. Pateman o J. Rawls), reside en la aten-
de preferencias dadas de antemano. ción que aquéllos prestan al papel crea-
Pese a las diferencias radicales que tivo, productivo de la política. Dicho de
se alzan entre las tradiciones respectivas, otro modo, a la imposibilidad de pensar
en el seno del marxismo y del comunita- a ésta como mera expresión o descubri-
rismo emerge, sin embargo, en no pocas miento de voluntades previas de los ciu-
ocasiones, una similar consideración dadanos, como si éstos fueran portadores
prepolítica de los intereses. En efecto, ora ab ini tio de una voluntad totalmente aca-
emergiendo de un sustrato económico, las bada y determinada. Pues esto último con-

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vertiría a la política en una actividad esen- exceso de optimismo racionalista que a


cialmente simple, el interés general esta- un encuentra ocasional eco en los plan-
ría dado a priori y el proceso democrático teamientos del Habermas de la Óffentlickeit
convergería progresivamente hacia él: e incluso de la Kominunikative Handeln
(Habermas, 1962 y 1981). A saber: se
Tant que plusiurs hommes réunis se acepta que el consenso sobre el bien co-
considérent comme un seul corps, ils mún es producto del debate público me-
n’ont qu’une seule volonté, qui se diado institucionalmente, que incluso la
rapporte á la commune conservation et decisión política lejos de la inalcanzable
au bien-étre général. Alors tous les unanimidad exigida por el concepto rou-
ressorts de l’Etat sont vigoureux et sseauniano de preferencias prepolíticas ha
simples, ses maximes sont claires et de ajustarse al criterio de las mayorías.
lumineuses; il n’a point d’intérets Pero en el fondo se comparte la ilusión
embrouillés, contradictoires, le bien rousseauniana de que, una vez elimina-
commun se montre partout avec dos los privilegios, los intereses gene-
évidence et ne demande que du bon sens rales son armoniosos, es decir, que los
pour etre apercu (Du contrat social IV, 1). desacuerdos sobre el verdadero bien co-
mún pueden ser solventados mediante el
De ahí no solamente la exigencia exor- debate público. Y con ello se mantiene
bitante de unanimidad como criterio úl- una perspectiva implausiblemente epis-
timo de legitimación (Manin, 1985), sino temológica del proceso democrático don-
la tan ingenua cuan peligrosa asunción de la información y la comunicación
de la transparencia ético-política de la conducen progresivamente al consenso.
voluntad general (Merquior, 1991). No resulta preciso insistir en que tal
Por el contrario, para Sieyes, por ejem- ilusión difícilmente puede superar las crí-
plo, de lo que se trata es precisamente de ticas que ya en su momento le dirigieron
diseñar las “combinations politiques” per- autores tan dispares como Marx o Schmitt.
tinentes para que el pueblo pueda alum- El primero de ellos (Zur Judenfrage), cri-
brar una voluntad, pues el problema del ticando la “ilusión de la política” en sus
“establecimiento público representativo vanas pretensiones de superar la división
con base democrática” radica, precisamen- clasista de la sociedad. El segundo (Die
te, en “former en commun une volonté geistesgeschichtliche Lage des heu ti gen
comunne” (Máiz, 1990). En efecto, sobre Parlamentarismus) denunciando la abu-
multitud de problemas y opciones los ciu- siva pretensión parlamentarista de acce-
dadanos carecen de preferencia predeter- so a la verdad por medio de discusión
minada alguna, más aún de un conjunto (el mito de “la discussion substituée a
coherente de preferencias. De ahí que la la force”), subrayando la evidencia de que
política como proceso de información y siempre existirán conflictos políticos
comunicación no aporte solamente nue- irresolubles a través del intercambio per-
vas soluciones a necesidades dadas, sino suasivo de argumentos. Pero ambos pen-
que cualifica y transforma, asimismo, las sadores, sin embargo, se mostrarían, a su
preferencias iniciales de los ciudadanos. vez, igualmente incapaces de aprehen-
Ahora bien, Sieyes y Mill compartían, der la funcionalidad temporalizadora de
sin embargo, con la ilustración política un las instituciones, la irreductible autono-

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mía del Estado, el carácter profunda- tión de la justificación normativa de los


mente integrador y productivo del pro- límites de lo político.
ceso político.
Precisamente sería desde una óptica 2. En su elección individual los agentes
abiertamente crítica con la noción de po- se encaran con una serie de alternativas,
lítica de Marx y Schmitt, desde donde asimismo dadas, lo cual, a su vez, elimi-
pensadores como Kaufmann o Heller na la problemática de la manipulación de
apuntarían algunos elementos para la su- la agenda política.
peración del impasse. En efecto, para
Kaufmann, la voluntad popular no existe 3. Los agentes poseen preferencias pre-
como algo dado que solamente precisa políticas igualmente dadas y esencial-
ser invocado o revelado, sino que ha de mente inmutables en el curso del proceso
actuarse y articularse en su concreta de- político, que pasa, consecuentemente, a
terminación sobre la base de la inter- ser considerado puramente instrumental.
pelación activa por medio de demandas
y alternativas (Kaufmann, 1931). Heller, 4. Además, en la versión operacional de
a su vez, llamó la atención sobre el he- la teoría, las preferencias son puramente
cho de que la unidad política no posee ordinales, lo que implica la no conside-
una naturaleza sustancial, producto de la ración de la intensidad de las preferen-
representación puramente subjetiva, sino cias ni la posibilidad de comparaciones
como unidad de acción y comportamien- interpersonales de las mismas.
to, como resultado, en suma, de proce-
sos organizativos (Heller, 1928). 5. Las preferencias individuales se hallan
Y este es, vuelve a constituir de nue- definidas sobre toda pareja de alternati-
vo, el punto clave del debate contemporá- vas y se consideran, por tanto, comple-
neo sobre el problema de la “voluntad tas. Esto es: A>B, B>C = A>C.
general”. En efecto, desde Arrow a Riker,
la cuestión no es tanto si existe o no un 6. Por lo que respecta a la elección so-
bien común subyacente, sino que incluso cial, que ha de establecer un orden de
aun cuando existiera, ningún proceso po- preferencias sociales respecto de las al-
lítico, esto es, de agregación de preferen- ternativas dadas, ésta debe ser, al igual
cias podría descubrirlo. La imposibilidad que la elección individual, completa y
de garantizar la existencia de equilibrio a transitiva.
partir de las voluntades individuales y la
precariedad del criterio de decisión por 7. Debe ser, asimismo, Pareto-óptima,
mayorías apuntan certeramente al corazón esto es, nunca debe haber una opción so-
de la teoría democrática. La cadena cialmente preferida a otra que sea indivi-
argumental de la imposibilidad arrowia- dualmente preferida por todos.
na podría sintetizarse en torno a los
siguientes supuestos o requisitos, cierta- 8. La elección social entre dos opciones
mente restrictivos: debe depender tan sólo de cómo los indi-
viduos ordenen esas dos opciones, sin
1. El conjunto de los agentes se encuen- considerar posibles cambios en sus pre-
tra dado, lo que, por cierto, obvia la cues- ferencias en razón a otras opciones.

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9. La ordenación de las preferencias so- nos. Esto es, de hecho, la precariedad de


ciales, en fin, debe respetar y reflejar las la decisión mayoritaria, el desequilibrio,
preferencias individuales, a lo largo de se origina necesariamente a partir de la
los posibles óptimos de Pareto de mane- exorbitante exigencia de la unanimidad
ra que se respeten los principios de: como criterio de legitimación política.
a) anonimidad (anonymity): todos los Sin embargo, la presunción de la exis-
individuos cuentan igual, tencia de unas preferencias completas y
b) no-dictadura: ningún individuo puede sustancialmente inmutables ha sido pro-
imponer su criterio al conjunto, gresivamente erosionada, poniéndose de
c) liberalismo: todos los individuos po- relieve que el problema de la reformu-
seen un ámbito personal irreductible en lación del modelo neoclásico y liberal en
el que sólo cuentan sus preferencias y, términos de rational-choice, reside en la
d) ausencia de comportamiento estraté- confusión benthamita y utilitarista entre
gico: imposibilidad de expresar pre- el tipo de conducta propia del mercado y
ferencias falsas. la que debe predominar en el fórum polí-
tico (Manin, 1985; Elster, 1986).
Como quiera que no es posible satisfacer En efecto, la noción de soberanía del
simultáneamente un conjunto tal de con- consumidor, el cual elige entre opciones
diciones, concluyen Arrow y sus segui- que difieren tan sólo en cómo le afectan
dores, plantear la existencia de una a él mismo, resulta imposible de trasla-
“voluntad general”, o del “bien común”, dar al campo de la decisión política, en
y la posibilidad misma de una elección la que el ciudadano debe elaborar su pre-
social racional, carece de sentido. ferencia en torno a opciones que afectan
Pues bien, lo decisivo, a los efectos que también y de modo diferente a otros ciu-
aquí importan, es que las críticas funda- dadanos. Si un mecanismo de elección
mentales (Elster, 1986; Domenech, 1989) racional puede resolver los fallos del
a los teoremas de imposibilidad arrowia- mercado derivados de la ilimitada sobe-
nos, afectan precisamente, directa o indi- ranía del consumidor, difícilmente, en
rectamente, el presupuesto de la naturaleza cambio, puede dar cuenta de la voluntad
exógena, prepolítica de las preferencias. general. La tarea de la política es no sólo
Así, por ejemplo, la hipótesis de la ocul- procurar la eficiencia sino alcanzar el bien
tación de las preferencias (Tversky) su- común, el social welfare, y a tal efecto la
braya que la elección a menudo oculta más simple agregación de preferencias
que revela las preferencias. Por su parte, prepolíticas constituye un medio paten-
la hipótesis de ordenación cardinal de las temente inapropiado. La voluntad gene-
preferencias (Harsanyi, Rilcer), desblo- ral, por decirlo en términos clásicos, no
quea la imposibilidad pareto-arrowiana puede consistir simplemente en la reali-
centrada en la mera ordinalidad. zación óptimo-paretiana de preferencias
El propio concepto de equilibrio re- dadas, sino debe constituirse como resul-
sulta deudor de una asunción subyacente tado de preferencias previas reelaboradas
harto problemática; a saber: que la vo- comunicativamente en orden al bien co-
luntad general sea el reflejo de las pre- mún. Esto es, la voluntad popular no es
vias (y por tanto básicamente completas) el motivo, sino el producto del proceso
voluntades individuales de los ciudada- político, el resultado, en definitiva, de la

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DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

deliberación; a saber: la transformación la indeterminación inicial, no sólo de los


endógena de las iniciales preferencias medios para satisfacer preferencias da-
incompletas de los ciudadanos por me- das, sino de las preferencias mismas, se
dio de comunicación, información y dis- inscriba en el corazón de la política.
cusión racional. Y ello resulta aún más patente, si
Consecuentemente, la óptica delibe- cabe, al tomar en consideración, no ya
rativa implica la superación del limitado las preferencias ordinarias, sino las pre-
horizonte clásico de la política concebi- ferencias de segundo orden o preferen-
da unilateralmente como expresión con- cias sobre las preferencias. Estas últimas,
flictiva de intereses exógenos. El proceso como es sabido, devienen pieza clave en
de deliberación constituye un aprendiza- la formulación democrática republicana,
je que “lava”, transforma y genera ulte- para la que la formación de la voluntad
riores preferencias, y así, los ciudadanos, general se realiza a través de un horizon-
frente al postulado clásico de Stuart Mill, te imaginario de autocomprensión ética.
no se dividen, mecánicamente, entre En efecto, la democracia genera no sola-
choosers, esto es, ciudadanos informados mente un proceso tendencialmente
y dotados de preferencias completas, y igualitario e informado de transfor-
learners, aquellos otros carentes de for- mación de las preferencias, sino que po-
mación y desconocedores, por tanto, de tencia, además, las oportunidades de
sus verdaderos intereses. Tampoco la dis- autogobierno y autodeterminación de los
tinción marxista entre clase an sich y cla- ciudadanos (Dahl, 1989). La democracia
se fur sich, en cualquiera de sus versiones, incrementa la autonomía, es decir, la
resulta mucho más afortunada. Al presu- capacidad de modificar las preferencias
poner la existencia de una matriz infra- en ausencia de manipulación y generar
estructural en la que se hallan previamente discursivamente una volición política
definidos los intereses de clase, y hacer de- individual y colectiva de calidad (Ben-
pender de un proceso inmanente y habib, 1989; Elster, 1986; Held, 1987;
teleológicamente orientado el descubri- Mansbridge, 1980; Merquior, 1982 y
miento y realización final de los mismos, 1983). La democracia permite desarrollar-
considera, de hecho, a la política como se y perfeccionarse a los ciudadanos, a la
un epifenómeno, una “forma ilusoria” par que cimienta el autocontrol, por parte
cuya “verdad” reside (y prácticamente se de aquellos de los antedichos procesos de
agota) en las relaciones de producción mejora y desarrollo (Gould, 1988). De es-
(Máiz, 1992). Resulta insuficiente preten- te modo, la autonomía es deseable en sí
der que la determinación social de las pre- misma, como proceso de depuración y per-
ferencias, que las sigue considerando feccionamiento solidario de las preferen-
como variables exógenas, obvie la efica- cias incompletas, al tiempo que constituye
cia y consecuente apertura de su cons- un componente decisivo de la legitimación
trucción política. de las instituciones representativas, en
De modo más plausible, se impone, cuanto proveedor de información y auto-
por el contrario, la consideración del pro- determinación de los votantes (Sunstein,
ceso político como articulación de elec- 1988).
ción y formación de intereses en el seno Pero es que además —y ello deviene
del mismo movimiento, de tal modo que decisivo en lo que a la delimitación del

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ámbito de lo político respecta—, la deli- Reconociendo que necesidades y prefe-


beración lleva consigo exigencias proce- rencias a menudo divergen (y ello dismi-
suales de libertad, acceso a la información nuye la autonomía de los ciudadanos), la
e igualdad de los participantes, que ero- teoría de la democracia se orientaría ha-
sionan y remueven los propios límites cia el diseño de procesos que transfor-
de la esfera política para proyectarse so- men las preferencias incompletas y las
bre el entero orden social de la economía acerquen a las necesidades (Offe, 1985).
de mercado, induciendo profundas trans- Asimismo, una reelaboración políti-
formaciones del mismo, urgiendo la revi- co-normativa del concepto de interés se
sión de la perspectiva liberal clásica, de la articularía fructíferamente con la problemá-
política al servicio de la economía compe- tica democrática de la autotransformación
titiva. Ciertamente, en un país democráti- o autoentendimiento ético mejorando la
co avanzado el sistema económico debe competencia política cualitativa, informa-
entenderse como un instrumento no sólo da y autónoma de los ciudadanos (Dahl,
de la producción y distribución de bienes 1989; Connolly, 1988).
y servicios, sino de una gama mucho más Pero, además, reformular al sujeto
amplia de valores democráticos. Si el in- de la ciudadanía democrática como ar-
greso, la riqueza de los ciudadanos son ticulación de intereses irreductiblemente
también recursos políticos, y no están dis- político-normativos lo ubicaría en el seno
tribuidos equitativamente, ¿cómo podrían de un más plausible contexto de relacio-
los ciudadanos ser iguales en el plano nes de poder; esto es: de consenso y con-
político? Y si no lo son, ¿cómo puede exis- flicto. Como quiera que todo interés es,
tir la democracia? (Dahl, 1989). La igual- en principio, inespecífico hasta que se
dad, en definitiva, deviene dimensión vincula a un bien determinado, y los bie-
básica, intrínseca de la libertad (Merquior, nes, generalmente, atañen asimismo a
1982). otros ciudadanos, todo interés posee una
Se ha llegado a sostener que, en ra- naturaleza potencialmente política. Esta
zón de su perfil semántico deudor de una óptica permite reformularla, de otro modo
problemática economicista, el concepto en exceso abstracta, dialéctica conflicto/
de interés debe ser excluido de una teo- comunidad, atendiendo a las diferentes
ría democrática atenta a la potencialidad características de esos bienes (individua-
endógena y generativa de la política les o sociales, materiales o simbólicos,
(Bowles y Gintis, 1986). Sin embargo, escasos o abundantes, etcétera), (Warren,
puede sostenerse de modo plausible que, 1992). De este modo se superarían, si-
debidamente reformulado, el concepto de multáneamente, las limitaciones del mo-
interés identifica una problemática irre- delo liberal de democracia que considera
ductiblemente normativa, referida a la todos los intereses como de índole indi-
competencia política (actual o potencial) vidual-material, así como las del modelo
de los ciudadanos, difícilmente prescin- republicano, que tiende a generalizar en
dible (Warren, 1992). En efecto, conce- exceso la presencia de intereses colecti-
bir al individuo como locus de intereses vos y sociales. Cualificando la teoría de
puede complementar pertinentemente la la democracia con un concepto políti-
asunción democrático-republicana de que co-normativo de interés se da cumplida
los individuos precisan de autonomía. cuenta de la incompletud inicial de las

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DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

preferencias con anterioridad a su mo- distorsión de las preferencias, perspecti-


mento político de constitución, así como va desde la que la dimensión simbólica
de la necesidad de reformular la dialécti- no es percibida sino como encubrimien-
ca comunitarismo/pluralismo a la luz de la to de la realidad conflictiva de intereses
diferente naturaleza de las arenas de in- contradictorios.
tereses, más proclives unas que otras al Sin embargo, una teoría de la demo-
conflicto o a la solidaridad (Mansbrid- cracia como deliberación supone que el
ge, 1980; Warren, 1992). discurso político, considerado no reduc-
En definitiva, su redefinición, a la luz tivamente como compleja trama de ideo-
de los bienes y valores implicados, nos logía y acción, no puede entenderse como
permite abordar de modo complejo y me- reflejo ni de las relaciones de producción,
nos unilateral el concepto de interés y aten- ni de una eticidad orgánico-comunita-
der, no sólo el hecho de su construcción ria, ni de un panel de preferencias guiadas
política a partir de preferencias incomple- por la Zweckrationalitát.
tas, sino a la naturaleza misma del proce- La perspectiva instrumentalista que se
so, agregativo o integrativo según los deriva de la concepción prepolítica de las
casos, en el seno del cual debe generarse preferencias y de la acción política como
en atención a su naturaleza específica. simple elección, conduce a un entendi-
miento del sistema político como conflic-
to en torno a los recursos escasos. De esta
¿CONSENSO O CONFLICTO?: suerte, la acción es reducida a la elección
IDEOLOGÍA, VALORES Y y la elección es, a su vez, conceptuada
CULTURA POLÍTICA en términos de expectativas sobre sus
consecuencias inmediatas. Paralela-

E l abandono de la noción de inte-


reses exógenos o preferencias
prepolíticas, de la mano de una concep-
mente, se postula que los significados
se hallan destinados funcionalmente a
reforzar las elecciones y los símbolos
ción de la democracia como deliberación, devienen meras cortinas de humo que os-
en la que el learning se realiza no sólo a curecen la real política de intereses.
través del choosing, sino del making Muy diferentemente, la perspectiva de
preferences, requiere, a su vez, una reela- la deliberación precisa recuperar la idea
boración de la problemática de la ideolo- clásica, más exigente, de la política como
gía. En efecto, en las perspectivas liberal, creadora y transformadora de interpre-
comunitaria o marxista existe un sorpren- taciones de la vida y el mundo. Esto es:
dente punto de acuerdo: el discurso que el postulado de que a través de la política
no acierta a descubrir y exteriorizar, para los individuos desarrollan sus identida-
su maximización, los “verdaderos intere- des, sus comunidades y el bien común. Y
ses” que residen la matriz originaria —sea ello no sólo porque la coherencia inter-
la preferencia individual guiada de modo pretativa para las ambigüedades de la vida
estrictamente consecuencialista sobre un política es proporcionada por tradiciones,
fondo óptimo-paretiano, los “intereses de rituales y convenciones, sino porque
clase” o las tradiciones histórico comu- muchas de las actividades políticas se
nitarias— resulta considerada “falsa definen por relación a mitos y símbolos
consciencia”. Esto es, mera ideología y ampliamente compartidos y, simultánea-

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mente, la conducta simbólica constituye ideológico de la transformación de las


un elemento estratégico imprescindible en preferencias incompletas en intereses
la propia competición política. Aún más, político/normativos, articulados íntima-
en no pocas ocasiones, los procesos de mente con valores, mitos y símbolos. De
decision-making están vinculados a aspec- ahí la primacía última de lo político (pro-
tos simbólicos sociopolíticos (March y ceso de sobresignificación) sobre lo so-
Olsen, 1989). En definitiva, la vida políti- cial (sedimentación institucionalizada)
ca no consiste solamente en elección, sino como presupuesto básico de una teoría
también en interpretación. De hecho, los transformativa de la democracia. Y en
resultados o las expectativas en no pocas consecuencia, la configuración de lo ima-
ocasiones pesan menos sobre los acto- ginario como elemento central de cons-
res que los procesos que otorgan sentido titución de todo interés en el seno del
al comportamiento político. proceso político-ideológico.
La construcción política de los inte- En efecto, ninguna necesidad o pre-
reses nos muestra a éstos como construc- ferencia puede ser aprehendida al mar-
tos, a partir de preferencias específicas, gen del sentido que la acompaña. Todo
generadas por los diversos bienes, me- interés se articula como una relación
diados por valores, culturas e ideologías. significante/significado que desborda
Por todo ello, la sobresignificación polí- constantemente la mera denotación para
tico-ideológica de las preferencias no prolongarse como valor, propiedad,
puede considerarse como una apariencia identidad connotativa. Y esta connotación
exterior añadida y superficial a la preten- reenvía a un significado que no es ni pue-
dida literalidad profunda, material y de ser “material”, ni racional, sino imagi-
suturada de lo social, sino como la fun- nario. De hecho, la necesidad o el interés
ción específica de lo político: el trabajo no deviene necesidad o interés social sino
de articulación y de construcción prác- en función de una elaboración cultural, de
tico-ideológica de valores/intereses un sistema de significaciones imaginarias
(Laclau, 1990). En breve: los valores y que valorizan y desvalorizan, estructuran
los símbolos no constituyen un subpro- y jerarquizan preferencias y bienes articu-
ducto de lo “real”, ni mucho menos una lándolos como intereses. En este sentido,
ocultación de intereses dados, sino la usual la pseudorracionalidad moderna constitu-
forma de emergencia de éstos en la esce- ye una de las formas históricas del ima-
na política, mediante la fijación provi- ginario, pues más que en ninguna otra
sional de sentido, con diversos grados de sociedad, el carácter “arbitrario”, no na-
estabilidad, en una cadena de significación tural sino artificial, de la definición so-
permanentemente abierta y en conflicto. cial de las necesidades se presenta en la
En este orden de cosas, la asunción, sociedad occidental como consecuencia de
común a liberalismo y marxismo, de que un desarrollo productivo que le permite ir
toda contradicción de intereses socia- mas allá de las necesidades elementales
les deviene, mediata o inmediatamente (Castoriadis, 1975). La aparición consta-
pero de modo inevitable, antagonismo tada de un desplazamiento hacia valores
político, no puede ser ya mantenida. El postmaterialistas (autoexpresión, senti-
antagonismo es, precisamente, una di- miento de pertenencia, calidad de vida,
mensión capital del momento político- etcétera) en la cultura política de las so-

81
DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

ciedades occidentales, ha puesto de relie- su sentido más profundo, de los inte-


ve el lento cambio en curso en el seno de reses, a partir de las preferencias in-
la civic culture de estos países. Pero lo más completas, alumbra tanto conjuntos
significativo, a los efectos que aquí inte- generalizables de presencias como inte-
resan, es que las investigaciones al respec- reses dispersos e individuales. En modo
to muestran, de un lado, que el retraso en alguno, la construcción político-norma-
la traducción electoral de las nuevas pre- tiva de los intereses/valores y el potencial
ferencias se debe en buena medida al peso transformativo de la deliberación, impli-
de elementos culturales: la inercia de las can por fuerza una dirección irresis-
tradiciones políticas, las lealtades partidis- tiblemente comunitaria y social de las
tas históricas, la pervivencia de reperto- preferencias, en la que se disuelven de
rios estratégicos del pasado, etcétera. Pero, modo irreversible los ciudadanos indivi-
sobre todo, se constata empíricamente la duales y sus intereses.
centralidad creciente de los valores y la con- Parece razonable admitir que la par-
siguiente movilización cognitiva como fac- ticipación política democrática pueda
tor de participación y polarización política promover cambios sustantivos en las pre-
(Inglehart, 1990). De ahí que el imagina- ferencias previas, en el sentido de procu-
rio se presente, más que nunca, como un rar una mayor solidaridad y atención al
horizonte, un límite que estructura el cam- bien común, transformando previas áreas
po de inteligibilidad y deviene de este mo- de conflicto en nuevos ámbitos de con-
do la condición de posibilidad misma de senso (Barber, 1984). Incluso, aún cuan-
emergencia de todo interés (Laclau, 1990). do se fracase en el acuerdo sobre los
En la perspectiva republicano-co- intereses comunes, en la interacción po-
munitarista, sin embargo, nos encontra- lítico-comunicativa se promueve un cier-
mos en reiteradas ocasiones con una to sentido de reciprocidad (Gould, 1988).
paradoja. En efecto, por una parte, se in- Y, en último extremo, se incrementa la
terpreta demasiado estrecha y unilate- tolerancia frente al pluralismo no supe-
ralmente el alcance de la construcción rado en la convergencia.
discursiva y la correspondiente media- Ahora bien, este pluralismo dista
ción político-valorativa de las prefe- mucho de ser meramente residual. Ante
rencias (y, consecuentemente de las todo, porque las identidades individua-
identidades). Consecuentemente, se so- les, conformadas político-normativamen-
brevalora el potencial solidario de la te por valores/intereses, no se constituyen
autocomprensión ética y se minusvalora jamás completamente sobre intereses
el pluralismo que pasa a ser considerado generalizables, como si un fondo comu-
puramente residual. Y todo ello se tradu- nitario proporcionara una matriz última
ce, por último, en la precipitación con que subyacente que garantizara, de algún
se despacha la vertiente irrenuncia- modo, el acuerdo unánime en torno a los
blemente agregativa del proceso político Jared understandings.
y la perentoria necesidad de decisión Y es que la acción comunicativa po-
política con unos costes externos y tran- see, también, una capacidad de generación
sactivos razonables. de diferencia, pluralidad y desacuerdo
Sin embargo, lo cierto es que la cons- adicionales, generadora de nuevos particu-
trucción político-normativa, discursiva en larismos y formas de vida, paralela a las

82
RAMÓN MÁIZ

nuevas parcelas de voluntad general tereses/valores, que pueden ser conflic-


intersubjetivamente compartida por toda tivos y, en cualquier caso, no serán pre-
la comunidad. Esto es, la interacción visiblemente objeto de consenso, como
comunicativa produce unanimidad en nue- no sea a costa del pluralismo y la toleran-
vas arcas de acuerdo general, pero pone, cia, reunidos unos mínimos requisitos de
simultáneamente, severos límites a éste, aceptación de las comunes reglas de jue-
generando nuevos subconjuntos dispersos go, forman parte del patrimonio cultural
de intereses grupales (Zolo, 1992). Plura- y político de una comunidad y deben ser
lidad de intereses/valores últimos que ha garantizados en su autonomía. La demo-
de considerarse inevitable, en cuanto que cracia ha de definirse, también, por el
ni el más perfeccionado proceso de diálo- reconocimiento colectivo de la irreduc-
go y autocomprensión ética en una comu- tibilidad del conflicto social y la corre-
nidad ideal de comunicación podría, ni lativa necesidad de institucionalizarlo
debería, homogeneizar. La política, en de- (Merquior, 1982).
finitiva, se configura irreductiblemente Ahora bien, la constatación, frente al
como “combate entre los dioses”, como uniformismo comunitarista de la presen-
“politeísmo de valores” (Nietzsche, Weber). cia de intereses diversos producto de la
Pero además, la pluralidad de formas pluralidad de formas de vida, nos devuel-
de vida inherente a la modernidad, la ve a la faceta estratégica y agregativa, de
época del “capitalismo desorganizado”, necesaria procura de equilibrio y com-
genera sin cesar valores e intereses no ge- promiso entre intereses/valores de la po-
neralizables, muchos de los cuales, por lítica. En definitiva, si el consenso en
su riqueza cultural y social, deben prote- torno a determinados intereses/valores no
gerse jurídicamente. Esto equivale a su- es posible, ni deseable, se impone la ne-
brayar, en definitiva, que, frente al ímpetu cesidad de aceptación de decisiones no
comunitarista-republicano, la construc- consensuales. Y así se recupera la pro-
ción político-normativa de los intereses blemática de la necesidad y constricción
implica una barrera, un límite irremedia- temporal de la decisión, que constituye
blemente pluralista a la homogeneidad de una diferencia capital entre el debate fi-
interés/valores en torno al bien común o losófico y el debate propiamente políti-
la voluntad general. En suma, preci- co. Esto es, se vuelve perentoria una regla
samente porque los intereses se cons- de decisión eficaz aun cuando las dife-
tituyen de forma político-normativa, el rencias en el seno de la sociedad sean
pluralismo, lejos de eludirse comuni- importantes y perdurables. O lo que es lo
tariamente, se refuerza y multiplica a te- mismo: decisión mediante criterio de
nor de las diferentes formas de vida. mayorías vs. criterio de unanimidad.
El pluralismo social, cultural y po- Por todo ello, la capital transforma-
lítico resultante de la participación polí- ción integrativa de las preferencias ha de
tica y la multiplicación de los espacios entenderse como complemento de un
de toma de decisiones, vuelve necesario mecanismo de agregación de intereses/
mantener como objeto de la política, con- valores y no, ingenuamente, como su
juntamente con el bien común, la exis- radical sustituto, tal y como parece deri-
tencia de intereses/valores que no son, ni varse de algunos discursos republicano-
aspiran a serlo, generalizables. Estos in- comunitaristas. Y con ello reaparece el

83
DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

el comunitarismo, y se muestra como una


compleja y problemática síntesis de po-
lítica dialógica y política instrumental, de
discusión racional y de estrategia. Pero
como ya se ha dicho, esto apunta direc-
tamente a una dimensión en extremo es-
quiva tanto para quienes postulan una
visión agregativa, como para aquellos que
resaltan el carácter inte-grador de la po-
lítica: las instituciones.

LA ACCIÓN POLÍTICA
COMO PROCESO DE
SUBJETIVACIÓN

E strechamente vinculada con el


concepto de intereses exógenos
se halla, en la concepción tradicional de
problema de la optimización de la mayo- la política (liberal, comunitaria o marxis-
ría sobre un equilibrio entre costes exter- ta), un concepto expresivo de acción que
nos (esto es, las consecuencias derivadas divorcia el nivel social de las voluntades
de desatender los intereses/valores de una individuales. Así, el liberalismo reduce
parte de la ciudadanía) y los costes tran- la acción social, de modo claramente ins-
sactivos (los mecanismos y dispositivos trumental, a simple medio para conseguir
necesarios para alcanzar el acuerdo de la el fin de maximización de preferencias
mayoría requerida por la regla de deci- prepolíticas y la satisfacción de necesi-
sión: 1/2 +1, 2/3, etcétera). dades dadas. Por su parte, el comunita-
Ahora bien, esto, a su vez, nos devuel- rismo tiende a analizar la acción en
ve a la cuestión del poder como dimensión cuanto exteriorización o manifestación de
sociopolítica que ningún comunitarismo una subyacente solidaridad, ora orgáni-
puede superar definitivamente. En efec- ca (nacionalismo), ora de valores cívicos
to, la democratización no consiste en con- (comunitarismo republicano). El marxis-
seguir una utópica sociedad reconciliada, mo, a su vez, considera la acción como
un discurso racional perfecto y transpa- reflejo práctico de la existencia de in-
rente que neutralice el poder y excluya la tereses objetivos delimitados por las
acción política de naturaleza estratégica, relaciones de producción en sujetos co-
sino en la redefinición de nuevas relacio- lectivos: las clases sociales.
nes de poder que faciliten una volición En todos los casos anteriores, el mo-
política cualitativamente superior. delo de acción política presenta, pese a
Así pues, la democracia como deli- las diferencias, una estructura similar:
beración excluye esa transferencia al pla- los intereses exógenos prepolíticos, in-
no de la moral, ese “estrechamiento ético” dividuales o colectivos, conforman la
(Habermas) de la política a la que tiende identidad del sujeto, correlativamente

84
RAMÓN MÁIZ

individual o colectivo, y este sujeto ac- ciencia”) como exteriorización del res-
túa políticamente de modo instrumental, pectivo interés de clase. De esta suerte,
en orden a maximizar aquellos intereses lo que en este modelo se obvia, es el pro-
previos que determinan inexorablemen- blema de la elección, toda vez que la
te el curso de su acción. política siguiendo “leyes que se imponen
Bien se percibe el empobrecimiento con férrea necesidad” no aporta nada sus-
y desvalorización de la política que de tantivo a la predefinición de preferencias
una tal concepción se sigue: el escenario (Máiz, 1992). La estructura de explota-
político, por decirlo en palabras de Marx, ción derivada de las relaciones de pro-
constituye la forma ilusoria en la que se ducción alumbra una estructura exterior
manifiestan conflictos cuya “realidad” de intereses antagónicos que da por re-
reside en otro lugar, el “verdadero lugar suelto, tanto el carácter político (y por
y escenario de toda la historia”, propor- añadidura, inevitablemente “revoluciona-
cionado por la matriz de preferencias rio”) del conflicto entre explotadores y
prepolíticas dadas. explotados, cuanto la solidaridad políti-
Una consecuencia inmediata que se ca horizontal de ambos grupos.
deriva del concepto expresivo de acción, De modo no muy diferente, el comu-
en la perspectiva liberal y en la marxista, nitarismo tiende a reproducir el concep-
es la automática interpretación o lectura to expresivo de acción, de la mano de una
de las contradicciones entre intereses en concepción utópica de la voluntad gene-
antagonismos políticos entre individuos ral, que no solamente desconsidera y
o grupos. En efecto, en la tradición libe- erosiona el pluralismo derivado de las
ral, los antagonismos políticos derivan de diversas e irreductibles formas de vida,
que las preferencias son inherentemente sino que, además, parte de la asunción
conflictivas, habida cuenta que están implícita de un mundo de intereses uni-
orientadas hacia recursos escasos y dispu- ficados, subyaciendo al aparente plura-
tados. Por eso, las adversarial institutions lismo. De esta suerte, en sintonía con
(Mansbridge, 1980) han de fomentar la Rousseau, se tiende a identificar ética-
agregación de preferencias y, paralela- mente la voluntad individual con la vo-
mente, controlar el daño que la procura luntad general.
de los intereses por parte de unos indivi- Un primer frente de superación de
duos pueda ocasionar en los derechos y esta importante limitación despoliti-
libertades de otros. En cualquier caso, zadora de la teoría expresiva de la acción,
falta una conexión entre acción y forma- lo encontramos en el seno del pensamien-
ción de preferencias, toda vez que el in- to republicano más reciente. En efecto,
dividuo se halla constituido de forma tal se ha insistido en que, lejos del modelo
que preferencias y acción se articulan rousseauniano, según el cual los indivi-
como momentos sucesivos, y las prefe- duos descubren en la voluntad general la
rencias, a su vez, se expresan y realizan suya propia a través de su transformación
mediante la elección. ética altruista, el autogobierno radica en
Más problemática resulta aún, si cabe, la génesis de una voluntad general dife-
la perspectiva marxista clásica. Aquí, la rente de las previas voluntades particula-
acción individual es considerada (caso de res. Aún más, será precisamente en la
no constituir “Ideología” o “falsa con- identificación y conciencia de esa dife-

85
DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

rencia, donde reside la capacidad de au- Ante todo, por cuanto resulta plausible
todeterminación democrática (Connolly, el postulado explicativo de un condicio-
1988 y 1991). namiento económico a largo plazo de la
Dicho de otro modo, los individuos viabilidad de la acción política, del aba-
se producen a sí mismos y a los otros a nico de discursos disponibles, del reper-
través de la interacción política. Y esta torio de opciones posibles, etcétera. Pero
última deviene, consecuentemente, gene- además, debido a la inevitable institu-
radora de intereses y preferencias. Y ello, cionalización de la acción por medio de
porque la participación política democrá- reglas, convenciones, usos, rutinas y pro-
tica desarrolla una capaci- cedimientos.
dad clave: la autonomía de Frente a los modelos uni-
los ciudadanos (Benhabib, laterales de la lógica de ac-
1989; Held, 1987). A sa- ción colectiva (Olson, Hardin)
ber: capacidad de juicio y puramente agregativos de in-
discernimiento libre de tereses prepolíticos, consti-
manipulación o coacción, tuye un lugar común de la
pero libre también de de- ciencia social empírica la cons-
terminación exhaustiva por tatación de que la acción se
la pertenencia de grupo o encuentra frecuentemente
supuestas preferencias in- modulada por dicta cultura-
natas. En definitiva, auto- les y normas sociales, pro-
determinación política, ducto de la decantación y
como capacidad superior cristalización de experien-
de juicio informado, como cias históricas previas. Así,
proceso de interacción co- el comportamiento se halla
municativa, como acción a menudo basado, en mayor
política, en fin, generadora medida, en la identificación
y transformadora de valores, de una conducta normati-
creencias y preferencias de vamente apropiada que en el
segundo orden (Dahl, 1989; cálculo racional del efecto
Elster, 1986; Warren, 1992). esperado de posibles elec-
La capacidad política ciones alternativas (March y
transformativa de la acción Olsen). Obligaciones, ade-
no debe, sin embargo, como cuación, deberes, confianza
parece eventualmente de- no basada en el intercambio,
ducirse de ciertos pasajes constituyen componentes de
de la teoría del discurso de la acción política, tanto o
filiación más netamente postestruc- más importantes que el cálculo racional
turalista (Laclau), extrapolarse hacia el y la previsión de las consecuencias de
otro extremo, postulando una total inde- la toma de decisiones. La acción política
terminación de la acción. La acción polí- toma así, en numerosas ocasiones, la
tica, en efecto, no opera en el vacío y su forma de una conducta adecuada en tér-
apertura no puede equipararse a la ausen- minos de relaciones entre roles y situa-
cia de constricción estructural alguna. ciones, a través de un orientado proceso

86
RAMÓN MÁIZ

de determinación de qué situación se tra- discursiva, en el sentido antes aludido,


ta, qué papel debe ser desempeñado y qué de las preferencias incompletas iniciales,
normas y obligaciones comporta este úl- lo que constituye una identidad político-
timo (appropriateness). En este sentido, cultural individual o colectiva como ar-
la acción política procede, en numerosas ticulación más o menos estable, pero
ocasiones, más de una concepción de siempre abierta, de intereses/valores.
necesidad que de una preferencia prepo- A la luz de esta radicalización cons-
lítica “racional”. Y la autonomía del ciu- tructivista de los sujetos políticos, se des-
dadano reside en la capacidad de asumir pliegan todas las potencialidades intuidas
o desviarse y criticar determinados roles, por el modelo republicano. De hecho, po-
rutinas y tradiciones. dría afirmarse que el desacuerdo central
Así reformulada, la teoría de la ac- entre liberalismo y republicanismo ven-
ción conduce no sólo al inexcusable dría a residir en torno a la consideración
horizonte normativo de la política ya exa- del sujeto como prepolíticamente
minado más arriba, sino a la constatación objetivado o como locus de interés/valo-
de que las identidades (individuales o res en transformación (Barber, 1984;
colectivas) no existen plenamente cons- Dryzek, 1990; Gould, 1988; Offe, 1985).
tituidas previamente al desarrollo de la Ahora bien, ya hemos señalado supra
acción política misma. Esta última, en que del hecho de que la política constru-
definitiva, deviene radicalmente consti- ya identidades, y no simplemente se li-
tutiva de identidades, intereses y valores. mite a exteriorizarlas o manifestarlas, en
La política, en fin, no sólo es una arena modo alguno se sigue que el resultado
de conflictos entre intereses/valores, sino de la participación y la interacción po-
que constituye simultáneamente un pro- líticas dé lugar necesariamente a un
ceso de construcción y desarticulación de mayor entendimiento y a un acuerdo cre-
identidades personales y colectivas. La ciente en torno al bien común. La consi-
acción política proporciona autonomía y deración de las identidades como un
capacidad de juicio individual, pero tam- proceso político de rearticulación indivi-
bién interacción, solidaridad, agrupacio- dual y colectiva de intereses/valores, en
nes de interés/valores, siempre “in touch su indeterminación, no prejuzga la orien-
with identity”. tación solidaria y cooperativa del pro-
Una tal conceptualización de la acción ceso, pudiendo muy bien engendrar
política hace necesaria la paralela consi- intolerancia, violencia, imposición des-
deración de todo sujeto como constructo pótica de la mayoría sobre las minorías.
político. Más allá de cualquier cristaliza- Por eso se muestra difícilmente pres-
da y estática objetividad de la situación cindible la funcionalidad jurídico-ga-
del sujeto, éste último deviene provisio- rantista del arsenal institucional liberal.
nal fijación de un proceso constante de Este último, en efecto, desconfiando del
articulación/desarticulación de identida- progreso inevitable hacia la fraternidad
des, de posiciones (Laclau) de sujeto. universal que subyace en el fondo del
De ahí, el carácter en última instan- comunitarismo, critica la totalización que
cia mítico del sujeto y su relación íntima implica la voluntad general y la unani-
con la constitución imaginaria de la socie- midad tendencial que le subyace, estable-
dad. De hecho, es la sobresignificación ciendo garantías (derechos) y controles

87
DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

(Constitución, separación de poderes, et- viduos y grupos, valores e identidades,


cétera) institucionalizados. normas y hábitos (March y Olsen, 1989).
Además, frente a las formales posibili-
dades de desequilibrio en la toma de de-
REINVENTANDO LAS cisiones, la estabilidad política observable
INSTITUCIONES: en la función de las poliarquías occi-
¿PARTICIPACIÓN VERSUS dentales ha llamado la atención sobre el
REPRESENTACIÓN? equilibrio institucionalmente inducido
(Shepsle). Esto es, la capacidad de las insti-

S ubyaciendo a los modelos clásicos


de democracia nos encontramos,
por último, una singular infravalorización
tuciones para conformar, mediante res-
tricción, coordinación e integración de
actores y alternativas, a través de proce-
de la funcionalidad de las instituciones. dimientos, un equilibrio sobrevenido y
Así, en el liberalismo y el marxismo, aqué- previamente inalcanzable por directa
llas son consideradas como meros cana- agregación. Por ello, tanto el análisis del
les por los que discurre la acción expresiva contexto social de la política, como el de
de intereses exógenos. Ciertamente, se los motivos individuales de los actores,
admite que las instituciones pueden intro- deben de completarse, por tanto, con la
ducir cambios en las preferencias al hilo atención a la eficacia específica de las ins-
del proceso que les es propio (agregación), tituciones políticas.
pero dichos cambios son considerados pu- Si la democracia como deliberación
ramente episódicos y secundarios. tiene que aunar, como ya quedó señala-
El republicanismo, por su parte, y la do, la doble vertiente de agregación e in-
versión comunitarista del mismo en ma- tegración, la institucionalización de los
yor medida, de acuerdo con su concep- procedimientos adecuados deviene, sin
ción de la autonomía y la consiguiente duda, el terreno clave en el que se sol-
multiplicación de espacios de decisión y venta la plausibilidad de una teoría de la
de grupos en torno a intereses/valores, los democracia (Dahl, 1989; Lijphart, 1988).
“nuevos espacios públicos de libertad” Son precisamente los procedimientos y
(Arendt), tiende a centrarse en la poten- los diseños organizativos los que poten-
ciación de la sociedad civil, marginando cian o bloquean la posibilidad de que
al Estado y su materialidad institucional aquella cumpla su doble y mutuamente
selectiva, abandonándose a una suerte de imbricada misión de alcanzar compromi-
staatsverdrossenheit, cuando no de autén- sos entre intereses y avanzar simultánea-
tica “alergia ao estado” (Merquior, 1982). mente en el consenso (Lijphart, 1988).
Sin embargo, parece más plausible En este sentido, la tradicional preocu-
considerar, pues los testimonios empí- pación por el establecimiento de institu-
ricos de ello se multiplican en los estu- ciones y procedimientos adecuados,
dios politológicos contemporáneos, que propia del liberalismo, y su desconfian-
las instituciones no se limitan a ser neu- za del poder y las mayorías, ha permiti-
tras arenas o escenarios especulares en do reducir las exorbitantes pretensiones
los que se desarrolla la agregación y con- de una autocomprensión ética comunita-
flicto de intereses. Muy diferentemente, ria global irrespetuosa para con el plura-
las instituciones generan, producen indi- lismo así como implementar una sana

88
RAMÓN MÁIZ

economización de la virtud ciudadana de nes, la funcionalidad de los partidos po-


cara a evitar todo autoritarismo pedagó- líticos como intermediarios organiza-
gico (Merquior, 1982 y 1991). tivos y sintetizadores de volición política,
Asimismo, la revalorización crecien- entre la esfera privada de la sociedad ci-
te del papel generador y activo de las ins- vil (preferencias incompletas) y el Esta-
tituciones, nos permite ir bastante más do, semeja difícilmente cuestionable.
lejos. Para empezar, pone de relieve el Por otro lado, ya hemos mencionado
carácter artificioso de la tradicional con- que una de las características inequívocas
traposición liberal/comunitaria entre par- de las sociedades complejas (Zolo, 1992)
ticipación y representación. En efecto, el es la pluralidad de formas de vida y una
mercado y el fórum, generan dos mode- sociedad civil que posee una dimensión
los diferenciados de tratamiento de la plu- pública de modulación e integración/agre-
ralidad de intereses. Ante todo, y no gación de preferencias (movimientos so-
vamos a insistir en ello, la deliberación po- ciales, asociaciones, etcétera). También
lítica a diferencia del mercado no aporta hemos insistido en que uno de los objeti-
solamente medios y soluciones para ma- vos de la perspectiva deliberativa de la de-
ximizar preferencias prepolíticas, sino que mocracia es generar nuevos espacios, la
contribuye decisivamente a transfor- multiplicación de centros de discusión,
mar esas preferencias e incluso institucio- comunicación y toma de decisión. Pues
nalizar (mediante la Constitución y las le- bien, todo ello apunta a una democrati-
yes, por ejemplo) preferencias de segundo zación potenciadora del pluralismo de las
orden cualitativamente más elaboradas. nuevas formas de vida, nuevos ámbitos
Pero además, y en virtud de lo ante- autónomos de poder e, inevitablemente,
rior, mientras lo propio del mercado es la multiplicidad y descoordinación añadida.
máxima multiplicidad dispersa de la ofer- La consecuencia es que los mecanismos
ta posible en la libre concurrencia, la fun- de agregación/integración, de reducción de
ción generadora de intereses/valores complejidad, de cooperación y coordina-
propia del fórum, requiere, diferentemen- ción, en definitiva, de representación,
te, una drástica reducción de aquélla. Y devienen irrenunciables. Con ello, el Es-
ello porque la deliberación precisa plura- tado como máxima institución represen-
lidad, esto es, una restricción severa de tativa e integradora, decisivo Pattern of
la multiplicidad que haga posible la Politics (Skocpol), recupera toda su cen-
decisión a través de un proceso de inte- tralidad. Hace tiempo que Tocqueville,
gración/agregación, la formación de agru- como es de sobra conocido, puso de re-
paciones de valores, y economice, así, la lieve que los estados poseen una particu-
necesidad de explorar infinitas posibili- lar eficacia porque sus configuraciones
dades que paralizarían la génesis de la institucionales, conjuntamente con sus
volición política. reglas y procedimientos, modelan a la
Precisamente por ello, toda vez que cultura política, impulsan determinadas
la radicalización de la democracia como clases de formación de grupos y de
deliberación vuelve insostenible la pre- acciones políticas colectivas y posibili-
suposición dieciochesca europea de una tan determinadas decisiones y no otras.
voluntad general o bien común subyacen- Pero aún más, la eficacia de las insti-
te, que volvía perjudiciales a las fraccio- tuciones y sus reglas de juego radica en

89
DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

la dimensión tiempo que añaden al juego Pero ello, claro está, no puede dejar
político, esto es, en la dilación temporal intacto el modelo mayoritario-republi-
que confieren al proceso de agregación/ cano: la democracia no es el gobier-
integración y al conflicto político. De no del pueblo, tout court, sino el gobierno
hecho, las instituciones ofrecen un hori- del pueblo de acuerdo a ciertas limita-
zonte temporal dilatado a los actores y ciones, procedimientos, garantías y “pre-
grupos, que les permite superar la dimen- commitments” (Holmes, 1988). Si la
sión antagónica, muchas veces irreduc- legitimación democrática radica no en
tible en la intensidad de la coyuntura. Y el fiel reflejo de las preferencias inicia-
así proporcionan un marco, un escenario les en la decisión última, sino en la par-
y unos procedimientos de negociación, ticipación con garantías en el proceso de
conflicto y posibilidad ad futurum de con- integración/agregación, uno de los ele-
secución del apoyo necesario, que legi- mentos clave de todo el modelo, por cuan-
timan la participación de los grupos, por to vincula equilibradamente participación
más que sus expectativas a corto plazo y representación, es la Constitución. En
no sean óptimas. Indeterminación y aper- efecto, el Estado constitucional sin so-
tura, de un lado, y garantías procedi- berano basado en los derechos deviene
mentales, de otro, constituyen el fulcro un componente imprescindible de una
de la eficacia estratégica institucional, y teoría de la democracia como delibera-
en concreto del Estado, a estos efectos ción. La Constitución, en efecto, aúna de
(Przeworski, 1991). un lado su condición de producto del

90
RAMÓN MÁIZ

poder constituyente, momento de máxi- danos implicados de la mano de la am-


ma participación, movilización y debate pliación del sufragio universal. Posterior-
popular. De hecho, el proceso constitu- mente, de los propios asuntos sometidos
yente se configura como el ejercicio por a participación ciudadana: elección po-
excelencia de la soberanía popular, no pular de los presidentes de la república,
sólo por cuanto se produce en el seno de referéndum en cuestiones importantes,
una movilización política excepcional, consulta de los afectados por determina-
sino porque, a partir de entonces, ya no das decisiones, etcétera.
habrá soberano, habida cuenta que todos Esta óptica, necesaria en su momen-
los poderes estarán limitados jurídica- to y aún insuficientemente puesta en prác-
mente por la Constitución. La Constitu- tica en el segundo presupuesto de los
ción garantiza, además, los derechos y indicados, ha dejado crecientemente, sin
mecanismos de respeto a las minorías, embargo, de ser suficiente. Ante todo, el
esto es, la imposibilidad de que la parte límite al incremento lineal de la partici-
suplante al todo, de que la mayoría cir- pación de los implicados, del tipo, por
cunstancial se considere equivalente al ejemplo de las Bürgerinitiativen, ha sido
pueblo en su totalidad (Ackerman, 1988). puesto rotundamente de manifiesto en
No quiere ello decir que el periodo temas de mayorías/minorías nacionales,
de democracia normal y pluralista se re- religiosas o sexuales. Y ello no sólo por
duzca a la mera selección de las elites las dificultades insolubles de determinar,
gobernantes (Schumpeter), sino que, y en cada caso, quiénes son los realmente
ello es decisivo, la ley no será considera- implicados, sino por cuanto determina-
da ya más como expresión de la volun- das formas de pluralismo político (nacio-
tad general, sino de una coyuntural nal, religioso, sexual) tienden a generar
correlación de fuerzas. Y la mayoría par- una dinámica de exclusión del Otro (Offe
lamentaria como una sinécdoque, frac- y Preuss). Pero es que, además, puede
ción ocasional del pueblo que tras un constatarse el hecho de que el incremen-
proceso de deliberación ha alcanzado ma- to de participación política ha implicado,
yor apoyo para sus posiciones. en no pocas ocasiones, un descenso de la
Lo anterior nos conduce, por último, información y de la calidad de la decisión.
no sólo a resaltar la centralidad de las El reto, por el contrario, consiste en
instituciones y procedimientos en la con- dar el salto a la preocupación por la
cepción deliberativa de la democracia, mejor calidad de la participación; la vie-
sino a reconsiderar la orientación que ha ja obsesión de Condorcet: no sólo demo-
de tomar su reforma. Y es que la funcio cratizar la política racional, sino volver
nalidad que a aquéllas otorga la demo- racional la política democrática (Máiz,
cracia (concebida como deliberación en el 1990). El problema, en definitiva, ya no
sentido más arriba aludido), sugiere un es tanto “dar poder al pueblo”, sino ha-
cambio hacia lo cualitativo en su rede- cerlo en condiciones de que éste pueda
finición. En efecto, hasta el presente, la controlar la información y la pertinencia
óptica de la democracia republicano- de su concreto ejercicio. De lo contrario,
expansiva ha llevado, por lo general, a y esta es una penosa constatación para
privilegiar el incremento cuantitativo de los demócratas participativos, un incre-
la participación. Primero, de los ciuda- mento en la participación tiende a tra-

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DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

ducirse en una mayor posibilidad de ma- ción en la sociedad civil y el Estado. Al


nipulación o desencanto: en degradada diseño y experimentación, en fin, de dis-
participación de masas a costa de un um- positivos vehiculadores de una formación
bral mínimo de reflexión. Rechazando el más depurada de los intereses/valores,
elitismo, que vulneraba la igualdad, se ha hacia una participación ciudadana más
potenciado, de hecho, una participación reflexiva e informada. A tal efecto se
degradada por su renuncia a la delibera- muestra necesario complementar el voto
ción (Fishkin, 1991). Hace ya tiempo, por individual y secreto con ámbitos dialó-
lo demás, que este riesgo fue anticipado gicos de información, contraste y debate
por Bernard Shaw cuando, al criticar las del tipo deliberative opinion polis, estruc-
versiones de la democracia cuantitativa, turas de temporalización, información y
afirmaba que éstas se limitaban a “evitar debate, multiplicación del acceso infor-
que unos pocos corruptos designen a los mativo, etcétera (Barber, 1984; Fishkin,
gobernantes para proceder a su elección 1991; Offe y Preuss, 1991).
por muchos incompetentes”.
En este sentido, las condiciones insti-
tucionales a satisfacer por la democracia LA DEMOCRACIA COMO
deliberativa parecen reconducirse a tres: PLENITUD DE LA POLÍTICA
—Igualdad política versus elitismo: esto
es, igualdad que remueve las desigual-
dades de recursos económicos y cultura
que impiden un ejercicio de la partici-
D e todo lo antes visto se derivan
una serie de rasgos, constituti-
vos de la política y la democracia, aquí
pación política en condiciones de infor- tan sólo esquemáticamente esbozados,
mación y no sumisión. los cuales, retomando y profundizando
—Deliberación: frente a participación ma- elementos de las tradiciones liberal y re-
siva alienada: capacidad de discusión y publicana, apuntan a una nueva síntesis.
transformación de las preferencias, crean- a) Ante todo, la política no puede ser
do ámbitos de integración y paralela agre- considerada como un sector o nivel
gación de áreas de pluralismo. específico de la vida social (paralelo a
—Tolerancia: mecanismos institucio- otros: económico, ideológico, etcéte-
nales de defensa de las minorías frente a ra), sino como una categoría ontoló-
la tiranía de la mayoría, como resultado gica, como el proceso de constitución
de la consideración de aquéllas como del espacio social, el modo mismo de
elemento central y no residual de la mo- institución de la sociedad, su mise en
derna escena política de las sociedades forme (Lefort, 1986).
complejas diferenciadas. b) No hay lugar, por tanto, para estructu-
En este sentido cualitativo, la nece- ras elementales o naturales subyacentes,
saria reinvención de las instituciones sujetos o intereses (de clase o comuni-
apunta claramente a la introducción dad) que preexistan al conflictivo pro-
—complementaria a la reforma de los ins- ceso de emergencia y constitución de
titutos de democracia representativa y la sociedad. De ahí la razón última de la
participativa existentes, y no en ruptura prevalencia de lo político (dinámica
con ellos— de mecanismos de conexión de articulación) sobre lo social (cristali-
entre los nuevos espacios de delibera- zación de procesos históricos).

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RAMÓN MÁIZ

c) La política no constituye un mero refle- f) Por todas estas razones, la democracia


jo o expresión de preferencias previas, se presenta como una forma cuali-
sino un complejo proceso articulatorio tativamente superior, como la radica-
y múltiple, genético, simultáneamente lización de la política. En efecto:
de intereses/valores, identidades, prác-
ticas e instituciones. De creación y ero- 1. La democracia implica la definitiva
sión continuas, con tiempo e intensidad desaparición de los referentes de certi-
variables, de identidades, valores, nor- dumbre (Lefort, 1986; Przeworski, 1991;
mas e instituciones. Apertura e indeter- Laclau, 1990), o lo que es lo mismo, la
minación esenciales, que ninguna crisis de la representación de una totali-
necesidad inmanente o teleológica pue- dad orgánica como voluntad general, pero
de dar por resueltas con carácter previo también de toda previa determinación
a su proceso de constitución. natural. Ni el Estado, ni el pueblo, ni la
d) La comprensión de la política como de- nación constituyen realidades orgánicas
liberación, lejos de pretender reprodu- predeterminadas al conflictivo proceso
cir idealmente los rasgos de un debate político-discursivo (ideológico y prácti-
filosófico, o abrigar ingenuas esperan- co) de construcción. Por eso, el naciona-
zas sobre una subyacente matriz comu- lismo organicista, etnicista, deviene no
nitaria proveedora de acuerdo social sólo antidemocrático sino, estrictamen-
último mediante auto-comprensión éti- te, antipolítico. La democracia es un pro-
ca, implica una doble y conflictiva sín- ceso en el cual los resultados dependen
tesis entre las dimensiones de exit y voice de lo que los participantes deciden pero
(Hirschman). Esto es, posee de un lado en el que nadie puede controlar finalmen-
una irrenunciable vertiente integrativa, te lo que ocurra. En este sentido, la de-
y deviene así un fin en sí misma, una mocracia es un sistema de incertidumbre
actividad autotélica, por cuanto transfor- relativa normativamente regulada.
ma preferencias incompletas y somete a
debate y fomenta el acuerdo sobre pre- 2. La democracia se estructura así, ante
ferencias de segundo orden, genera con- todo, como mito de autodeterminación
senso y solidaridad. Pero de otro, ha de individual y colectiva, como procura in-
mantener una vertiente indeclinable- cansable de procedimientos e instituciones
mente agregativa e instrumental, de pon- que articulen integración y agregación,
deración y equilibrio entre intereses, de y que se legitimen simultáneamente por
compromiso y negociaciones sobre una los resultados a largo plazo, cuanto por la
base de pluralismo tolerante. participación de todos los ciudadanos en
e) En esta tensión esencial entre la lógi- la decisión. Pero ello, no nos remite, sin
ca de la identidad y la lógica de la di- embargo, a un concepto puramente proce-
ferencia (Connolly, 1991; Mouffe, dimental de democracia, sino que ésta se
1991), comunidad y pluralismo, tota- configura como una forma que requiere un
lidad y dispersión, citoyen y homme, fondo, esto es, un proceso con inherentes
es donde se muestra en toda su ra- exigencias normativas y sustantivas que
dicalidad, la indeterminación y aper- pongan la base de su plena realización.
tura esenciales de la política en las La democracia es así un horizonte ima-
actuales sociedades complejas. ginario, una aspiración siempre inal-

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DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

canzada que anuda indisolublemen- cepto de ciudadanía, somete política-


te procedimientos con valores que ema- mente, sin homogeneización alguna,
nan del propio procedimiento: libertad, otros aspectos sociales, económicos y
igualdad, tolerancia/pluralismo y solida- culturales a su imaginario.
ridad. El proceso democrático requiere, La democracia, en fin, posee un ca-
en efecto, la igualdad sustancial, la equi- rácter profundamente politizador, cons-
paración de condiciones materiales y tructivo, rearticulador de identidades,
comunicativas de participación de todos pero limitado por garantías y derechos
los ciudadanos, que a su vez devienen que protejan la pluralidad de formas de
fuente de ulteriores exigencias, cierta- vida. La democracia constituye, en reali-
mente más allá de un limitado social dad, un proyecto siempre inacabado de
democratic tinge (Hofstadter). La demo- democratización. Y la radical, que no to-
cracia se vuelve crecientemente exigente tal, politización democrática del poder
desde sus propios supuestos fundadores, político y social constituye el socialismo
amplía sin cesar cualitativamente su con- de nuestro tiempo. M

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