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La ciencia del texto

Teun A.van Pijk


F&idós Comunicación
La ciencia del texto
T itulo original: Tekshvelenschap E en m terdisciplincure inleidíng.
P ublicado en holanriés-por H et Spectruin

T raducción d £ 5 i£ifó'H unz¡nger


S upcrv isió i/fi6 & q b etfp .B ein

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Rubén D arío 118
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l'a x : 590-4361

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Indice

Introducción / 9
1. L a ciencia del texto / 13
1.1 L a ciencia del texto com o nueva ciencia interdisciplinaria / 13
1.2 La ciencia del texto, la lingüistica y los estudios literarios / 15
1.3 La ciencia del texto y la psicología cognitiva / 20
1.4 La ciencia del texto, la psicología social y la sociología / 21
1.5 La ciencia del texto y la ju risprudencia, la econom ía y la
p olitología / 23
1.6 La ciencia del texto y los estudios históricos / 25
1.7 La ciencia del texto y la an tro p o lo g ía / 26
1.8 T areas de la ciencia del texto / 27
2. Texto y gram ática / 31
2.1 A lgunos conceptos básicos de la gram ática / 31
2.2 Secuencias de oraciones / 36
2.3 M acroestructuras de los textos / 54
3. Pragm ática: texto, actos de habla y contexto / 79
3.1 ¿Qué significa pragm ática? / 79
LA C I E N C I A D E L T E X T O

3.2 Acción e interacción / 82


3.3 A ctos de h abla e interacción com unicativa / 90
3.4 Texto y contexto / 93
4. Estructuras estilísticas y retóricas / ¡09
4.1 O bjetivos y problem as del análisis estilístico / 109
4.2 La estructura retórica del texto / 125
5. Superestructuras / 141
5.1 ¿Qué son las superestructuras? / 141
5.2 ¿Cóm o se describen las superestructuras? / 144
5.3 Las bases em píricas de las su p erestructuras / 146
5.4 T ipos de superestructuras / 148
5.5 E structuras narrativas / 153
5.6 E structuras argum entativas / 158
5.7 El tra ta d o científico / ¡64
5.8 O tros tipos de texto / 165
5.9 O tras características del texto / 168
5.10 E structuras textuales: resum en / 172
6. Psicología de la elaboración del texto / 175
6.1 El planteam iento / 175
6.2 Principales procesos de la elaboración inform ativa / 178
6.3 C om prensión textual I: la com prensión de secuencias de oracio­
nes / 186
6.4 C om prensión textual II: la com prensión del contenido global
del texto / 198
6.5 La com prensión de otras estructuras textuales / 202
6.6 Las estructuras textuales en la m em oria sem ántica / 204
6.7 T ransform aciones sem ánticas / 211
6.8 R eproducción, reconstrucción y producción de textos / 214
6.9 La elaboración de los textos com o acciones lingüísticas / 223
6.10 La adquisición de habilidades textuales / 228
6 .11 Psicopatología de la elaboración textual / 231
7. Texto e interacción - La conversación / 237
7.1 Introducción y planteam iento / 237
7.2 Interacción y contexto social / 239
7.3 Lengua, com unicación e interacción / 249
7.4 La conversación / 257
7.5 C onsideraciones finales / 281

Epílogo a la edición castellana / 285

Bibliografía / 295
Indice analítico / 305
Introducción

Las diferentes disciplinas científicas se o cupan, entre o tras cosas,


de la descripción de textos. Estos estudios se llevan a cabo desde
distintos p u n to s de vista y m últiples perspectivas. En determ inados
casos interesan m ás las diferentes estructuras textuales, en otro s la
atención se centra sobre todo en las funciones o los efectos de los
textos, m ientras que num erosas investigaciones tienen p o r objeto
precisam ente las relaciones entre las funciones y los efectos de los
textos. D esde la A ntigüedad Clásica se conocen la poética y la
retórica, que se ocup ab an de las estructuras especiales y de las
funciones estéticas o persuasivas de los textos literarios o los discur­
sos, com o hoy en día lo hacen la estilística y los estudios literarios.
Tam bién la teología y la jurisprudencia em plean tipos de textos
especiales, que en am bos casos requieren una «exégesis», pero que
posteriorm ente sirven de norm as p a ra acciones concretas. La lingüís­
tica se interesa especialm ente p o r la estructura gram atical de las
oraciones y los textos, pero tam bién se ocupa de las condiciones y
características de su em pleo en distintos contextos. La psicología y la
pedagogía didáctica deben de interesarse p o r las distintas m aneras de
com prensión, retención o reelaboración de testos. La psicología
LA C I E N C I A D E L T E X T O 10

social y la investigación de los m edios de com unicación de masas se


preocupan especialm ente p o r los efectos que los textos provocan en
estos m edios sobre las opiniones y los co m p ortam ientos de los
receptores, m ientras que, por últim o, la sociología analiza los textos
en la interacción social, en particu lar en las conversaciones cotidia­
nas y a través de form as textuales y de com unicación en distintas
situaciones o instituciones.
Si bien esta enum eración de disciplinas científicas que se ocupan
directa o indirectam ente de textos no es com pleta — seguram ente
habría que añ ad ir la p siq u iatría— , ya debe de haber quedado claro
que el análisis de las estructuras y funciones de los textos requiere un
m odo de proceder interdisciplinario. E sto tiene una validez aún más
am plia para la investigación de la utilización de la lengua y la
comunicación.
La evolución de los# últim os años ha tendido a que los problem as
y objetivos de los análisis de textos en las distintas disciplinas cientí­
ficas m encionadas requirieran un estudio integrado, precisam ente en
el m arco de una nueva «conexión transversal» interdisciplinaria: la
ciencia del texto. La tarea de la ciencia del texto consiste en describir
y explicar las relaciones internas y externas de los distintos aspectos
de las form as de com unicación y uso de la lengua, tal y com o se
analizan en las distintas disciplinas.
Sin lugar a dudas, la lingüística cum ple una parte de esta tarea, y
tam bién lo hacen sobre to d o la sociolingüística y la psicolingüística.
Si bien Ja ciencia del texto se superpone parcialm ente con la lingüís­
tica o com o m ínim o se basa en ella, la lingüística hasta a h o ra sólo
discute de form a muy indirecta, si es que llega a hacerlo, las estruc­
turas textuales retóricas, estilísticas, literarias, argum entativas o
narrativas, o bien se lim ita a la descripción de la estructura o del
em pleo de oraciones. Partiendo del supuesto de que el uso de la
lengua,, la com unicación y la interacción se producen ante todo bajo
la form a de textos, será o p o rtu n o analizar sistem áticam ente diferen­
tes tipos de textos, estructuras textuales y sus diferentes condiciones,
funciones y efectos en una ciencia del texto interdisciplinaria: conver­
saciones cotidianas y terapéuticas, artículos de la prensa, narracio ­
nes, novelas, poesías, textos publicitarios, discursos, instrucciones de
uso, libros de texto, inscripciones, títulos, textos jurídicos, reglam en­
tos, etc. Si bien todos estos tipos de textos se consideran p o r separa­
do en las distintas disciplinas y de ello resultan problem as de diversa
índole, la ciencia del texto se interesa especialm ente p o r descubrir las
propiedades y características com unes de sus estructuras y funciones,
creando sim ultáneam ente una conexión entre las ciencia? sociales y
las del espíritu.
El presente libro pretende ofrecer una introducción elem ental a la
ciencia del texto. A la vista del carácter interdisciplinario de la
m ateria y, p o r lo tan to , de su interés p ara estudiantes, profesores e
interesados de to d o tipo de especialidades, facultades y profesiones
]] IN TR O D U C C IO N

dedicadas a las ciencias sociales y del espíritu, resulta casi obligado


que los distintos aspectos de los textos y su uso sólo puedan tratarse
muy breve y elem entalm ente, evitando conscientem ente m étodos
dem asidado especializados y explícitos p ropios de las m encionadas
disciplinas. P o r to d o ello se ha pretendido que se tra tara de una
verdadera introducción a los cam inos básicos de la descripción
textual; por ejem plo, de los distintos niveles de análisis (sem ántico,
pragm ático, estilístico) y de las relaciones esenciales con diferentes
tipos de contextos, en especial con el contexto social y el psicológico.
Tenem os la intención de p u b licar m ás adelante otra obra in troducto­
ria que ahonde en los problem as específicam ente sociopsicológicos,
sociológicos, de la ciencia de los m edios de com unicación, jurídicos
y antropológicos de la com unicación textual y la interacción. No
obstante, este libro ya ofrece una base para la u lterior am pliación de
la ciencia del texto.
Lo que acabam os de señalar ya Índica el grupo de personas al que
va destinado este libro: a los estudiantes de las facultades o especia­
lidades lingüísticas y literarias, así com o a los del ám bito de las
ciencias sociales; p o r o tro lado, a todos aquellos que por razones
profesionales se ocupan de los análisis de texto, com o los m aestros,
los pedagogos, los psicólogos, los psiquiatras, los psicoterapeutas,
los teólogos, los ju ristas, los sociólogos y los antropólogos. No se
presuponen conocim ientos de lingüística (ni de psico- y sociolingüís­
tica), pero se recom ienda leer introducciones a los cam pos m encio­
nados, p articularm ente a la lingüística, en conexión con este libro.
Para el análisis de determ inados tipos de textos, com o p o r ejemplo
el de textos publicitarios o literarios, se indicará en cada caso la
bibliografía correspondiente. Las indicaciones y rem isiones aparecen
únicam ente en las notas y no a lo largo del p ro pio texto, d ado que
esta introducción trata principalm ente determ inados fenóm enos y
problem as, y no discute los trabajos de o tro s científicos realizados en
el terreno de la ciencia del texto. N aturalm ente, esta obra utiliza los
resultados de investigaciones, m encionándose en las notas los estu­
dios -en que se basan. De esta m anera hem os querido facilitar la
lectura. Por lo dem ás, una p arte del libro se basa en investigaciones
propias. Sin d uda, ello contribuye a la coherencia de esta introduc­
ción, pero p o r o tro lado, en una disciplina tan joven com o la ciencia
del texto, una term inología unitaria resulta m ás bien vulnerable. Por
eso, algunos conocim ientos p o d rán parecer provisionales o incluso
especulativos y muy probablem ente hará falta una posterior correc­
ción o una am pliación. P o r ello serán bien recibidas las observacio­
nes o las críticas que puedan surgir al respecto.

U niversidad de A m sterdam ,
Diciem bre de 1978/O ctubre de 1979
T .A .v.D .
1. La ciencia del texto

1.1 La ciencia del texto como nueva ciencia interdisciplinaria

1.1.1 El objeto de la ciencia del texto ya ha sido brevem ente


expuesto en el prefacio. E n este prim er capítulo se pretende indicar
con m ayor exactitud el ‘lu g ar’ que ocupa la ciencia del texto frente a
las dem ás disciplinas científicas. Se considerarán tam bién los aspec­
tos, problem as y tareas de investigación realizados en este cam po.
En los capítulos posteriores, la atención se centrará de m anera más
sistem ática en los distintos sectores que com prende la ciencia del
texto.

1.1.2 Si bien el concepto de «ciencia del texto» es relativam ente


nuevo, se ha establecido com o tal desde hace ya aproxim adam ente
unos diez años. En el área de habla francesa se le denom ina «Science
du texte», y en inglés, «discourse analysis». No obstante, hace ya
m ucho tiem po que se conocen los térm inos de «análisis del texto» e
«interpretación del texto», sobre to d o en los estudios de lenguas
donde, sin em bargo, la m ayoría de las veces, se considera sobre todo
la descripción concreta de textos literarios. La ciencia del texto
LA C I E N C I A D E L T E X T O 14

aspira a algo m ás general y ab arcador: p o r un lado se refiere a todo


tipo de textos y a los diversos contextos que les corresponden, y p o r
otro se preocupa de los procederes más bien teóricos, descriptivos y
aplicados.
La difusión de la ciencia del texto tam bién hay que entenderla en
relación con fenóm enos y problem as que se estudian en o tras cien­
cias y especialidades, com o la lingüistica general, la filología (sobre
todo en los ám bitos referentes a textos de uso y de capacidades
lingüísticas generales de interés, p o r ejem plo, en la enseñanza), los
estudios literarios y la ciencia del estilo, y finalm ente tam bién la
psicología y las ciencias sociales, así com o la ciencia de la com unica­
ción de m asas. E ntre las ciencias sociales destaca un m étodo de
investigación, el análisis de contenido (contení analysis) que tam bién
se inscribiría en el ám b ito de una ciencia del texto interdisciplinaria.
E sto tam bién resulta válido para el d en om inado análisis conversacio­
nal en psiquiatría, psicoterapia y sociología (dentro del m arco de la
llam ada «etnom etodología») y, desde hace algún tiem po, en la
lingüística.
De ahí se deduce que el origen de una nueva ciencia dedicada al
análisis más general de textos se paran g o n a con evoluciones de otras
disciplinas y que, con ello, representa la prosecución consecuente de
una tendencia a estu d iar el uso de la lengua y la com unicación de
m anera interdisciplinaria.

1.1.3 Por regla general, las ciencias nuevas se desarrollan com o una
especialización de otras ya existentes. Las tendencias de investigación
lingüística surgieron en un m om ento en que en el seno de la filología
germ ánica y de las lenguas y literaturas extranjeras, los «m étodos»
históricos, filológicos y descriptivos se consideraron insuficientes;
entonces se prestó especial atención a la ‘lengua com o sistem a’ y a la
lingüística teórica.
En las ciencias sociales se han pro d u cid o m odificaciones similares:
la ciencia de la com unicación o de la inform ación, p o r ejem plo, se ha
d esarro llad o a p a rtir de la politología, de la psicología social,
respectivam ente.
D uran te la fase de form ación de una nueva tendencia científica se
produce en m uchos casos no sólo una especialización de las discipli­
nas prim itivas, sino que a m enudo tam bién se realizan conexiones
transversales interdisciplinarias, con lo que varían la división y la
distribución que ocupan los objetos y problem as de las distintas
m aterias tan to entre sí com o en relación con las ciencias contiguas.
Este tam bién es el caso de la ciencia del texto: en varias disciplinas
se analizan textos paralelam ente, teniéndose m utuam ente m ás o
m enos en cuenta. D esde este p u n to de vista, la ciencia del texto
resulta indudablem ente integradora, en especial en cuanto se refiere
a los objetos y problem as com parables, es decir, a la estructura y el
uso del texto en diferentes contextos com unicativos.
15 LA C I E N C I A D E L T E X T O

C uando una ciencia se em ancipa de su ciencia-m adre, ello no se


debe sólo a los progresos de los m étodos de investigación o a nuevos
resultados, sino que esta nueva ciencia supone la respuesta a deter­
m inadas evoluciones sociales que tam bién han originado m odifica­
ciones en la estructura institucional de las universidades. C uando, a
causa de las evoluciones sociales en general, y en especial dentro del
ám bito político-económ ico, aparecen nuevos intereses o necesidades
sociales, esto tam bién se puede co m p ro b ar con frecuencia (a largo
plazo) en los cam bios de la oferta de estudios de las universidades.
D entro del m arco de la nueva form ación para estudiantes, conoci­
m ientos nuevos, nuevos m étodos o resultados de investigaciones
resaltan con especial nitidez cu an d o corresponden a exigencias p ro ­
fesionales claras en nuevos sectores sociales. N o obstante, a m enudo
se puede observar un desarrollo exactam ente opuesto, en el que la
estructura de la ciencia se m uestra m ás bien perezosa en sus institu­
ciones: una nueva ‘distribución deí tra b a jo ’ den tro de la ciencia y en
las universidades, com o consecuencia de una nueva ciencia ínterdis-
ciplinaria, despierta ta n ta oposición que la nueva disciplina se ve
am enazada de ‘raq u itism o ’, no sólo p o r las lim itaciones personales y
financieras ya existentes, sino sobre to d o por la reticencia a la
‘entrega’ de determ inados sectores a esta nueva ciencia. Este meca­
nism o funciona incluso cuando las disciplinas contiguas sólo se vean
afectadas en grado m ínim o (por ejem plo, en el caso de que hasta ese
m om ento no hayan prestado atención alguna a los objetos de la
nueva ciencia).
Estas observaciones generales sobre el desarrollo de una ciencia y
la inercia de las instituciones resultan necesarias p ara tener una idea
del lugar especial que ocupa la ciencia del texto y las dificultades de
su desarrollo. A hondarem os en estos tem as en un breve análisis de
las relaciones de la ciencia del texto con otras disciplinas, a p artir de
las cuales, o bien ha surgido, o bien se com pone esta nueva discipli­
na. A este respecto hay que m encionar de nuevo, acaso innecesaria­
mente, que las conexiones transversales que la ciencia del texto se
preocupa p o r crear, en ningún m om ento entorpecen la autonom ía de
disciplinas ya existentes. Estas conexiones transversales tam bién pue­
den ser objeto de o tras especialidades interdisciplinarias tales com o
la lingüística, la ciencia de la com unicación o la sem iótica.

1.2 La ciencia del texto, la lingüística y los estudios literarios

1.2.1 La ciencia del texto, en prim er lugar, supone una generaliza­


ción frente a los estudios literarios y a los estudios correspondientes
a cada idiom a (anglística, etc.). F rente a los estudios de literatura
general (y comparada) que actualm ente sólo se enseñan en unas
cuantas escuelas superiores, la ciencia del texto acentúa aspectos más
am plios de los objetos a investigar; esta am pliación de los ám bitos
de investigación tam bién se com prueba en los repetidos inform es
LA C I E N C I A D E L T E X T O 16

realizados den tro del m arco de los estudios literarios recientes:1 se


descubrió que m uchas características de los textos literarios coinci­
den con características generales del texto, o al m enos con determ i­
nados tipos de textos, p. ej.‘ con relatos de la vida cotidiana o textos
publicitarios. A la vez se entendió que las estructuras y funciones
«literarias» con frecuencia sólo pueden describirse apropiadam ente
cuan d o se tom an com o base los conocim ientos de las características
m ás generales de los textos y su uso. D e m anera sim ilar se desarro ­
llaron las relaciones entre los estudios literarios y la lingüística a
través del análisis del em pleo de la lengua en los textos literarios.2
En los estudios de idiom as resulta n o to ria la tradicional distinción
entre lingüística y gram ática, p o r un lado, y el tratam ien to m ás o
m enos exclusivo de textos literarios, p o r el otro. A las dem ás m oda­
lidades lingüísticas y com unicativas se les presta una atención sólo
pasajera, com o p o r ejem plo a los textos periodísticos, a los textos en
otros m edios de com unicación o a los textos políticos e históricos,
etc. Sin tener en cuenta el papel relativam ente m odesto de la litera­
tu ra (en el sentido estricto de la p alabra) den tro del contexto cultural
y com unicativo, dom ina precisam ente el estudio de esta literatura:
otros textos se leen a lo su m o com o «inform aciones de fondo» y
com o contexto socio-cultural de la literatura y de su historia.
M ás allá de la estupidez científica de esta tradición, se ve que esta
form a de análisis d om inante y exclusivo de los textos literarios
conlleva tam bién una cantidad de inconvenientes didácticos y socia­
les. Al fin y al cabo, la tarea de los futuros profesores de castellano
y de idiom as en general es la de p ro p o rc io n a r a sus alum nos un
am plio espectro de habilidades y conocim ientos para p oder com uni­
carse, en los que la producción y la interpretación de diferentes tipos
de textos es de m áxim a im p o rtan cia,3

1 Se ab o g a p o r la funda m entación científica del análisis de la litera tu ra en, entre


otro s escritos, v a n D i j k (1971 a, b, 1972 a, b), en el q u e se d an m ás referencias sobre
la evolución de los estudios literarios en general. S obre to d o en la R F A se han
d esarro llad o estu d io s de la litera tu ra o rien tad o s hacia la ciencia del texto; com párese,
en tre o tro s, S cth m id t (1973) y P l e t t (1975) y las respectivas referencias.
Los análisis lingüísticos de textos literarios, en especial del uso del lenguaje en la
litera tu ra, ya existian desde hacía tiem po, pero eran de índole m ás bien intuitiva; fue
sobre to d o la p ro p ag ació n de la gram ática generativ o -tran sfo rm acio n al de C hom sky
y o tro s lo que dio el estím ulo p a ra la creación de una ciencia literaria lingüística. Para
ello com párese tam bién van D ijk (1971 a, b, 1972 a, b), I h w e (1972) y la gran
selección an to ló g ica ( I h w e ) (com p.) (1971/1972). P ara una visión general de los
estudios literario s franceses, ingleses y norteam erica n o s y el papel esencial que en ellos
desem peña la lingüística com párese C u i .l e r (1975). U na de las p rim e ras com pilacio­
nes en las qu5 se aplica la lingüística m oderna a la litera tu ra es la de S e be o k (com p.)
(1960).
3 C on el análisis de los objetivos pedagógicos de la enseñanza de idiom as y de la
litera tu ra en la escuela de v a n D i j k (1977 b) se dem u estra detallad am en te que el
con o cim ien to de las estru ctu ras y funciones de textos, com o elem ento central de las
habilid ad es co m u n icativas de los alum nos, constituye una tarea im p o rtan te en la
form ación de m aestro s, y p o r tan to tam bién en los estudios lingüísticos y literarios en
17 LA C I E N C I A D E L T E X T O

En otras palabras: en las ciencias hum anas, adem ás de la form a­


ción lingüística y literaria, es necesario brin d ar un destacado com po­
nente de ciencia del texto y de la com unicación.

1.2.2 La am pliación del cam po de investigación del concepto de


texto literario al concepto general de texto significa, a la vez, la
superación del abism o que m edia entre los estudios literarios y la
lingüística y entre los estudios de literatura general y la lingüística
general. Tal y com o ya se ha dicho, el estudio de las lenguas a
m enudo se lim ita a la gram ática (com parada) de un idiom a determ i­
nado y se halla lejos de to m ar en cuenta un análisis sistem ático de
los diferentes tipos y contextos de uso de la lengua. En el m arco de la
ciencia del texto, precisam ente, se podria dedicar sistem áticam ente
una m ayor atención a estas form as de uso de la lengua, de m anera
que tam bién se tra ta ra n los artículos periodísticos, los productos de
otros m edios de com unicación, las conversaciones, las situaciones e
instituciones sociales de un determ inado idiom a o cultura.
D ebido a su carácter más general e interdisciplinario, la lingüística
general evita una serie de lim itaciones im puestas a las asignaturas de
lenguas. Eí m ayor esfuerzo de trab ajo todavía va dirigido al análisis
gram atical y a las teorías gram aticales; sin em bargo, sobre todo
d uran te los últim os años, existe una am plia tendencia a estudiar el
uso de la lengua den tro de su contexto psíquico y social. Es ésta una
evolución que ya ha tenido lugar anteriorm ente en la antropología
en lo referente al contexto cultural.
De hecho, estas am pliaciones del cam po de la lingüística siguen
siendo la excepción frente al análisis lingüístico propiam ente dicho.
En el capítulo siguiente se evidenciará, por ejem plo, que la g ram áti­
ca, en la m ayoría de los casos, todavía se lim ita a la descripción de
frases aisladas o de partes de ellas, y que prácticam ente om ite
cualquier análisis gram atical de secuencias de frases o textos. Lo
m ism o sirve, m utatis mutandis, p ara el uso del idiom a: se analizan los
procesos psíquicos de com prensión de la oración, la adquisición de
la lengua (a saber: la adquisición de la gram ática) y las diferencias
idiom áticas entre dialectos y sociolectos, aunque la m ayoría de las
veces sólo en el plano gram atical (de la oración).
En m uchos aspectos estas lim itaciones resultan ad hoc y dependen
de la situación de la ciencia: si se supiese más acerca de la estructura
gram atical de los textos — con lo que el térm ino «gram ática» tam bién
experim entaría sin d u d a una am pliación— el estudio de la lengua y
su uso en la lingüística podría referirse más fácilm ente y con m ayor
razón a textos.

la u niversidad. En él tam bién se tra ta n las experiencias escolares, las discusiones y los
m odelos de en señ an za en el ám b ito de la form ación sobre texto y com unicación,
especialm ente en la R FA .
LA C I E N C I A D E L T E X T O 18

Pero incluso en este caso, un análisis lingüístico quedaría lim itado


a unos niveles, unidades, categorías y reglas de sistemas lingüísticos
y uso de la lengua determ inados. O tras características ‘no-lingüísti-
cas’ de los textos quedan fuera del ám bito de la lingüística.4 Las
‘superestru ctu ras’ especiales de, p o r ejem plo, narraciones o argum en­
taciones son ejem plos típicos de esto. A un cuando en los textos se
expresen a través de la lengua, no son de tipo ‘idiom ático’ o ‘lingüís­
tico’ en el sentido estricto del térm ino: una estructura narrativa
tam bién se puede expresar m ediante dibujos.
O cupa tam bién un lugar periférico de la lingüística el análisis del
«estilo», tarea pro p ia de la relativam ente independiente ciencia del
estilo o estilística. Tam bién el concepto de «estilo» se refiere al uso
de la lengua, pero en este caso alude a propiedades especiales,
individualizadoras, den tro de contextos sociales especiales, y a fun­
ciones y acciones/e fe c to s especiales dentro del proceso de com unica­
ción. Puesto que el estilo no se puede estudiar convenientem ente a
p artir de p alab ras, grupos de p alabras o frases individuales, ya que
se refiere al en unciado lingüístico com o to talid ad , tam bién en este
caso sería más adecuado el m arco de la ciencia del texto.
Finalm ente, tam bién las estructuras retóricas del texto están estre­
cham ente em p aren tad as con las estructuras estilísticas, de las que
una p arte se conoce com o «figuras de estilo». T am bién aquí se trata
nuevam ente de determ inadas estructuras u operaciones que se m ani­
fiestan lingüísticam ente, cuyas categorías sin em bargo no son gram a­
ticales o lingüísticas. La categoría de la «repetición» — p. ej.: de un
fonem a, una palab ra, un significado, etc.— no es, p o r principio, una
categoría lingüística.5 Lo m ism o se puede aplicar a las categorías que
abarcan la distribución global de un enunciado lingüístico. Tam bién
estas estru ctu ras pueden ser objeto de la ciencia del texto am pliada,
con lo cual evidentem ente hay que explicitar asim ism o las relaciones
con la estructura gram atical de oraciones y textos.
D ebido a su orientación m ás general y, precisam ente p o r ello, a su
interés especial p o r la «lengua com o sistem a», la gram ática y las
características generales del uso de la lengua, la lingüística apenas se
preocupa p o r la descripción de diferentes tipos de ‘form as de uso de
la lengua’ , es decir: de textos, en los que, p o r ejem plo, caracterice las
propiedades específicas de conversaciones, de textos publicitarios,
inform aciones en los periódicos, escritos de p ro p ag an d a, co n trato s,
leyes, instrucciones de uso, etc., y las diferentes funciones de cada
uno.

* El caso n o es q u e to d o s los lingüistas acepten tales lim itaciones de la g ram ática


y la lingüistica. F u era del p arad ig m a de la gram ática g en erativ a que im p erab a en los
añ o s 60, hay lingüistas y ‘escuelas' que tienen una o rien tació n m ucho m ás am plia y
que p o r ello tam b ién se interesan p o r el uso del lenguaje y los textos, co m o P i k l
(1967) y Fí Ai.LiDAV (1967).
5 Véase n o ta 4.
19 LA CIENCIA DEL TEXTO

Después de esta exposición de las relaciones entre la ciencia del


texto y la lingüística se llega autom áticam ente a la conclusión de que
coincidirían en el caso de que la lingüística se am pliase teórica y
em píricam ente y si describiese las características del texto citadas, así
com o sus funciones y efectos. Sin em bargo, de la m ism a m anera que
la independencia de los estudios literarios está garantizada por su
especial atención a estructuras y funciones de textos literarios, la
m ayoría dé los lingüistas seguram ente todavía aboga p o r lim itar la
lingüística a las propiedades m ás bien «lingüísticas» en el sistem a de
la lengua y en su uso, esto es, la gram ática, de m anera que quede
suficiente espacio para una ciencia del texto au tónom a para el estu­
dio de las dem ás características de las expresiones y form as de
com unicación.

1.2.3 Si recordam os brevem ente la historia de las diversas ciencias


hum anas, verem os que la retórica clásica, a pesar del interés que se
le dispensaba tan to en la A ntigüedad com o en las Edades M edia y
M oderna hasta el siglo x v m , ha perdido casi por com pleto su
posición frente a o tras ciencias del llam ado Trivium , a saber, la
gramática y la dialéctica.6 M ientras que la lingüística y la lógica,
com o form as actuales de la gram ática y de la dialéctica, ocupan una
posición independiente, y tam bién los estudios literarios tienen un
papel p ro p io co m o form a m oderna de la poética, injustificadam ente
se concede m uy poca o ninguna atención a los problem as y m anifes­
taciones que representaban el objeto de la retórica clásica. Si bien la
retórica se ocupaba, en prim er lugar, de la descripción (norm ativa)
del «arte de h ablar», p ro n to surgieron form as alternativas de uso de
la lengua y com unicación don d e, sin em bargo, el carácter norm ativo
siempre cum plía un papel fundam ental, o rientado hacia el hablar
«bien» o «eficaz» (ars bene dicendi), en oposición al hablar «correc­
to» com o objeto de la gram ática (ars recte dicendi). Este carácter
pragm ático de la retórica, tal y com o se discute en los capítulos 4 y
5, precisam ente tan sólo se vuelve a en co n trar en las últim as evolu­
ciones de la lingüística y la estilística.
Podem os considerar la retórica com o un precedente histórico de la
ciencia del texto si nos fijam os en la o rientación general de la
retórica clásica, consistente en la descripción de textos y de sus
funciones específicas. D am os preferencia al térm ino más general de
ciencia del texto únicam ente porque el concepto de retórica a m enu­
do se asocia a d eterm inadas form as y m uestras estilísticas y de otra
índole, en especial en la com unicación pública y persuasiva.

6 T al co m o se ex p o n d rá brevem ente en el cap ítu lo 4, la retó rica, ju n to con la


dialéctica y la g ram ática, fo rm a p arte del curriculum (escolar) de la E dad M edia. P ara
la evolución de la retó rica com o disciplina a u tó n o m a véanse entre o tro s los artículos
en C om m unications 16 (1970), así com o las indicaciones d ad a s en el capítulo 4. Véase
tam bién U e d i n g (1976).
LA C I E N C I A D E L T E X T O 20

P or lo dem ás existen a escala m undial especialidades com o la


«retórica» o «rhetorics», especialm ente en los E E .U U .7 G u ard a n
estrechas relaciones con los «departm ents o f speech», com o por
ejem plo se d a desde hace algunos años en los Países Bajos y dentro
del m arco del estudio del holandés la especialidad «Taalbeheersing»
(esto es, habilidades lingüísticas y sistem ática del uso de Ja lengua).
La retórica clásica en sí sigue suscitando interés en las diferentes
literatu ras históricas y en la lingüística y literatura clásicas. La
ciencia del texto puede ofrecer un m arco general p a ra el estudio
renovado de aspectos retóricos de la com unicación.

1.3 La ciencia del texto y la psicología cognitiva

1.3.1 M ientras que en la lingüística, la estilística, la retórica y los


estudios literarios se analizaban principalm ente determ inadas carac­
terísticas (estructuras, propiedades) de los textos m ism os, aun cuan­
do se tra ta ra de perspectivas de determ inadas funciones dentro del
contexto cognitivo y social, en las disciplinas de las que a h o ra se
h a b ra rá querem os tra ta r precisam ente estas funciones, es decir: los
procesos que tienen lugar en la com prensión y producción de deter­
m inadas form as lingüísticas.
Una gram ática describe un sistem a de norm as más o m enos abs­
tracto en el que se basa un uso «ideal» y sistem ático del idiom a. La
psicolingüística y la psicología (cognitiva) se ocupan actualm ente en
explicar el funcionam iento real de este sistem a lingüístico abstracto;
así pues se describe cóm o se ha ad q u irid o este sistem a lingüístico en
térm inos de determ inadas condiciones y determ inados procesos cog-
nitivos y, sobre tod o , qué n orm as y estrategias se aplican cuando un
h ablante produce o com prende un texto. Para la ciencia del texto es
im po rtan te o btener una explicación de cóm o los hablantes son capa­
ces de leer o de o ír m anifestaciones lingüísticas tan com plejas com o
lo son los textos, de entenderlos, extraer ciertas «inform aciones»,
alm acenar (al m enos parcialm ente) estas inform aciones en el cerebro
y volver a reproducirías, según las tareas, las intenciones o los
problem as concretos que se presenten. H ace tan sólo unos años que
la psicología em pezó a p lantearse estas cuestiones, llevar a cabo
experim entos, diseñar m odelos y desarrollar teorías para describir y
explicar este tipo de co m portam iento lingüístico tan com plicado. El
sim ple hecho de que un hab lan te habitual no pueda de ninguna
m anera retener y reco rd ar en el cerebro todas las inform aciones
estructurales o de contenido de un texto supone uno de los proble­
m as m ás im po rtan tes, de m odo que una selección u otros procesos

7 P ara la situ ació n de «rhetoric(s)» y las relaciones con los estudios de «speech» y
<*com m unication» en los E E.U U . véase, entre o tro s, B i t z e r & B L A C K (com ps.)(l971).
:i LA C I E N C I A D E L T E X T O

de reducción de la inform ación resultan indispensables. C on ello se


plantea la siguiente cuestión: ¿de qué procesos se trata y bajo qifé
condiciones y requisitos previos pueden desarrollar su efecto?

1.3.2 Estas p reguntas son fundam entales para toda una serie de
problem as que existe ta n to den tro com o fuera de la psicología. Pues
si sabem os qué inform aciones, sobre to d o de los textos, «sacan» y
alm acenan los hablantes en el cerebro — según el contenido y la
estructura del texto, los conocim ientos previos, los intereses, el entre­
nam iento, etc., así com o según el planteam iento concreto de tareas y
la situación p articu lar— , poseem os un instrum ento im portante para
com prender los procesos de enseñanza y eventualm ente para poder
guiarlos. A buen seguro, tam bién deberem os conocer la estructura
de los conocim ientos que el hablante ya posee e intentarem os averi­
guar cóm o se m odifica este conocim iento debido a nuevas inform a­
ciones que brin d an los textos. Este es un problem a que tam bién
interviene en la d enom inada artificial intelligence.
En segundo lugar, el conocim iento de los procesos cognitivos de la
elaboración de los textos nos facilita una base para el análisis de los
procesos sociales. D espués de todo, un individuo actúa según unos
conocim ientos casuales pero tam bién generales y convencionales que
posee gracias a sus congéneres y a la sociedad en general. Este
conocim iento se lo ha organizado m ediante la interacción y la per­
cepción, pero sobre to d o m ediante un sinfín de textos con los que ha
tom ad o contacto en m últiples situaciones de com unicación.

1.4 La ciencia del texto, la psicología social y la sociología

1.4.1 E n tretan to hem os llegado a un cam po de actividad central de


la ciencia del texto, a saber: la psicología social.8 Los hom bres son
individuos sociales: no sólo hablan para expresar sus conocim ientos,
deseos y sentim ientos, no sólo registran pasivam ente lo que otros
dicen, sino que, sobre todo, hacen que la com unicación tenga lugar
en una interacción social donde el oyente, m ediante la enunciación,
el texto, pretende ser influido de alguna m anera p o r el hablante.
Q uerem os que él (el oyente) sepa lo que nosotros sabem os (le facili­
tam os inform aciones), pero adem ás querem os que haga lo que deci­
mos. Pedim os, o rdenam os y recom endam os. Al em itir un texto
realizam os un acto social. Felicitam os, insultam os, saludam os o

* En este libro no se observan de cerca la psicología social de la elab o ració n del


texto y el an álisis del texto en su contexto social; serán objeto de una ulterior
investigación m u ch o m ás am plia de la ciencia del texto. P ara una visión general del
ám b ito de opin io n es y actitu d es véase F i sh be in & A jz l n (1975) y la an to lo g ía de
H i m m e l f a r b & E a g l y (com ps.) (1974). En lo referente a la com unicación de m asas,
véase la n o ta 12 de este p rim e r capítulo.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 22

culpam os. En caso de que ostentem os una a u to rid ad , un papel o una


función especial, tam bién podem os acusar, absolver, bautizar o dete­
ner con una actuación lingüística. La descripción de estas actuacio­
nes lingüísticas, tam bién llam adas actos de habla, y sus estructuras
específicas relacionadas con el carácter de ia enunciación, son la
esfera de acción de la pragmática, que pertenece tan to a la lingüística
com o a la psicología social y a la filosofía. En el tercer capítulo
discutirem os los problem as pragm áticos.
Para la psicología social evidentem ente son im portantes las «con­
secuencias» de este tipo de actuaciones lingüísticas para los conoci­
m ientos, las opiniones y las actitudes, y los com portam ientos resul­
tantes de nuestros congéneres. Las actuaciones lingüísticas pueden
ser llevadas a cabo por un individuo, pero tam bién por un grupo o
una institución, y pueden ir dirigidas a un individuo, un grupo, un
público am plio o una institución. D e ahí que tam bién podam os
hab lar de elaboración social de la información. En esta presentación
del problem a entra en juego la ciencia del texto, en tan to que estudia
las relaciones entre una determ inada estru ctu ra del texto y sus efec­
tos sobre el conocim iento, la opinión, las actitudes y las actuaciones
de individuos, grupos o instituciones. N os m uestra cóm o se puede
influir sobre otros con un contenido d eterm inado que se expresa de
una m anera estilística concreta, con unas operaciones retóricas deter­
m inadas y con un d eterm inado tip o de texto.
La ciencia del texto pretende explicar cóm o a través de estructuras
textuales especiales, los individuos y grupos ad o p tan y elaboran
determ inados «contenidos» y cóm o esta inform ación lleva a la for­
m ación de deseos, decisiones y actuaciones, p. ej.: cóm o m odificam os
nuestro com p o rtam ien to de com pra bajo la influencia de determ ina­
do texto publicitario, o n uestro co m p o rtam ien to electoral a causa de
un discurso político o una inform ación en el periódico o en cualquier
o tro medio; de cóm o dejam os que tenga lugar nuestra interacción
con determ inados ($ub-) grupos en la sociedad debido al conocim ien­
to que creem os poseer sobre o tras personas de estos grupos y de
cóm o finalm ente nuestras costum bres, reglas, norm as, convenciones
y valores se form an o tran sfo rm an debido a las inform aciones del
texto.
La función de la ciencia del texto den tro de la psicología social
estriba en la solución de los problem as de esta índole y es en este
terreno en el que probablem ente halla su aplicación m ás productiva.

1.4.2 La estructura del texto den tro del contexto de la com unica­
ción no sólo se ve influida p o r el conocim iento o las intenciones del
individuo o p o r las funciones del texto en su incidencia sobre actitu­
des y co m portam ientos de otros individuos, sino que tam bién los
grupos, instituciones y clases se com unican colectivam ente o «a
través» de sus m iem bros m ediante la producción de textos. El lugar,
el papel o la función que el individuo ocupa dentro de estas estruc­
23 la c ie n c ia d e l t e x t o

turas sociales tam bién se m anifiesta a través de su com portam iento


lingüístico. A ntes ya vimos que el individuo necesita disponer de una
determ inada a u to rid a d o función p a ra pro d u cir actuaciones lingüís­
ticas, p. ej. un juez, un sacerdote o un director, y lo m ism o se puede
aplicar al contenido y la form a del texto expresado, con lo que
llegam os al papel que ocupa la ciencia del texto dentro de la
sociología,9
Las instituciones se pueden identificar y analizar m ediante la
consideración de, entre o tras cosas, las clases de textos que éstas
producen. U na em presa de p roductos quím icos produce textos dis­
tintos de los de la Iglesia C atólica o de una A udiencia Provincial.
Estos textos no sólo tienen un contenido diferente, sino que tam bién
su estilo y o tras operaciones retóricas son diferentes y, en todos los
casos, las funciones pragm áticas y sociales son diferentes. Las rela­
ciones entre los individuos den tro de estas instituciones se evidencian
claram ente a través de los tipos de texto, las form as y los contenidos
que producen; el d irecto r de una fábrica produce unos textos diferen­
tes para sus codirectores que p ara sus su bordinados (a través de una
serie de interm ediarios). Así tam bién, en el caso de que quiera
pedirle algo a mi am igo, no lo haré com o una petición al alcalde.
Com o sector de la sociología general de la com unicación, la sociolo­
gía que estudia la elaboración de los textos tiene la tarea específica
de m o strar cóm o se m anifiestan las relaciones de poder, jerarq u ía y
fuerza, funciones, papeles, niveles y clases en las posibles estructuras
de textos de los individuos, grupos o instituciones afectados. En
parte tam bién se h ab lará de ello en este libro (capítulo 7); a saber, en
el análisis de conversaciones en la m icro-interacción social.

1.5 La ciencia del texto y la jurisprudencia, la economía y la


politología

1.5.1 H em os visto que en la estructura social existen determ inadas


instituciones y sistem as parciales, todos caracterizados p o r la m anera
concreta en que se com unican interna y externam ente y p o r los
textos típicos que p ara ello em plean. La p roporción de «reglam enta­
ción» de estas form as de com unicación es distinta en cada caso.
Acaso uno de los sistemas m ás reglam entados sea el sistema
jurídico o la justicia que en su gran m ayoría funciona sobre la base

^ A pesar de q u e existen m uchos trab ajo s lingüístico-sociológicos y sociolingüísti-


cos al respecto, el co n o cim iento de las estru ctu ras y funciones especiales de los textos
en el co n tex to social es aú n relativam ente escaso. Cf. sin em b arg o S ü d n o w (com p.)
(1972) y las'referen cias d ad a s en los trab ajo s reunidos en esa com pilación. P ara otro s
aspectos de la socio-lingüística véanse las introducciones de D n 1 m a r (1973) y APPhL,
H ubers & M e ü e r (1976). P ara una visión in tro d u c to ria m ás general sobre las
relaciones en tre lenguaje, texto y sociedad véase R o b i n s o n (1972).
LA C I E N C I A D E L T E X T O 24

de textos: se dictan leyes, se levantan actas, se conciertan contratos,


se extienden órdenes de registro dom iciliario y docum entos, etc.
Estos textos perm iten d enunciar, defender, juzgar o absolver. En
todos estos casos, estos textos tienen — p o r escrito u oralm ente—
una form a fija, ju ríd ica y convencional extrem adam ente precisa, con
expresiones especiales y una sintaxis pro p ia que depende de las
funciones jurídicas precisas de estos textos. P or todo ello, pues,
puede existir una estrecha relación entre la ciencia del texto y ía
jurisprudencia. 10
M utatis muiandis esto puede ser válido para las ciencias políticas. 11
Los discursos de Jos políticos, los debates parlam entarios, los infor­
mes políticos de las agencias de prensa y los com entarios, tratad o s
internacionales y conferencias, la p ro p a g a n d a y los program as de los
partidos configuran la m anifestación «textual» del sistem a político.
C iertam ente no es casual que los análisis de la comunicación de
masas y las ciencias de la información 12 siem pre hayan tenido lugar
bajo un techo politológico, aunque estas ciencias m ás bien debieran
pertenecer a la psicología social y ya hace tiem po se merecen un
estatu to au tó n o m o . D e ahí que en prim er lugar se va a tra ta r el
análisis de contenido ya m encionado y Jas relaciones entre textos y
actitudes de los receptores con la ayuda de textos propagandísticos y
o tras form as de com unicación política.

1.5.2 Sin duda alguna, el objeto central de la economía 13 no es una

El análisis y la in terp retació n de textos son claram en te una tarea cen tral en la
ju risp ru d en cia. Sin em b arg o existen pocos tra b a jo s que se ocupen de las estru ctu ras
textuales especiales y el uso del lenguaje en leyes y o tro s textos ju ríd ica m e n te im p o r­
tan tes, así co m o de la co m unicación en los procesos. Véase L l o d o l t f . r (1 975) para el
análisis co n creto ; véase tam bién RAVLet al, (1971).
11 S obre el tex to , el uso del lenguaje y la com unicación en co n tex to s políticos,
L a s s w f l l , L eitf .s et al. (com ps.) (1 949) han a p o rta d o im p o rtan tes trab ajo s en el
á m b ito del análisis de con ten id o , la com unicación persuasiva y o tro s terren o s sim ila­
res. V éanse tam b ién o tro s a rtícu lo s en d e S o la P o o l , S c h r a m m et al. (com ps.)
(1973). K laus (1 971) ofrece, e n tre o tro s, una perspectiva d istin ta. Z immf .rm a n n
(1969), p. ej., realiza un análisis co n creto ; H u n d h a u s e n (1 975) analiza la publicidad.
12 A buen seguro qu e d e n tro de la investigación de la co m unicación de m asas se
p resta g ran aten ció n al análisis del ‘m ensaje’, p. ej. en el m arco del análisis de
co n ten id o : véase, en tre o tro s, G e rb n e r et al. (com ps.) (1 969) y H ol sti (1969) . A
pesar de q u e en el g ran m anual de la investigación de la com unicación de de S ol a
P o o l , S c h r a m m et al. (com ps.) (1 973) se h abla de ello, no se n o ta p rácticam en te
n inguna influencia desde la lingüística o la ciencia del texto que hu b iera vuelto m ás
sistem ático el análisis del ‘m ensaje'. T am bién en este pu n to , la investigación en la
R F A p arece e s ta r alg o m ás av an zad a. D e entre las m uchas in troducciones y reseñas
p u ed en co n su ltarse en tre o tro s P r o k o p (com p.) (1 9 7 2 /7 7 ) , A u f f r m a n n , B o h r m a n n
& S ü l z f r (co m p .) (1973). W f r s ig (1 969) ofrece una am plia bibliografía so b re el
análisis de co n ten id o . El d esarro llo m ás actu al p ro b ab lem en te lo representan L is c h &
K riz (1978). N o o b sta n te , en este a p a rta d o no es posible d ar una bibliografía
específica p ara los diferentes tipos de textos co m o la p u b licid ad , la p ro p a g a n d a , los
in fo rm es perio d ístico s y sim ilares.
11 N o co n o zco n ingún tipo de investigación sistem ática que se ocupe de form as de
uso del lenguaje y textos en los c o n tex to s económ icos.
25 LA C I E N C I A D E L T E X T O

form a de com unicación textual o lingüística, sino el intercam bio de


bienes, m oneda, servicios y trab ajo . A dem ás de las diferentes m ani­
festaciones textuales de las estructuras económ icas (inform es de bol­
sa, balances anuales y sim ilares), la producción, el consum o y los
servicios principalm ente tienen lugar en contextos sociales de interac­
ción, es decir: en la em presa, en el negocio, en la oficina y en la
fábrica. De ahí que, tan to p ara la sociología com o p ara la econom ía
social, sea m uy im po rtan te saber cóm o se dirigen com unicativam en­
te estas interacciones. N o sólo se com unican entre sí em presas ente­
ras, sino tam bién los trab ajad o res den tro de la em presa, los patrones
con los trab ajad o res, etc., con lo que las relaciones jerárquicas
determ inan de m anera rígida las actuaciones lingüísticas, las clases
de textos y el estilo posibles. En principio, y sólo para no m b rar un
ejem plo, los encargos o incluso las órdenes van «hacia abajo», y
desde abajo hacia arrib a van a lo sum o las «peticiones».
Sin em bargo, los p ro d u cto s y servicios difícilm ente podrían intro­
ducirse en nuestra estructura económ ica sin las etiquetas y los textos
publicitarios que a veces inform an pero que casi siem pre m anipulan,
y m ediante los cuales se ven influidos los conocim ientos, las opinio­
nes, las necesidades y los deseos para determ in ar un com portam iento
económ ico.
Podem os observar, pues, que las diferentes ciencias filosóficas y
sociales están estrecham ente relacionadas entre sí precisam ente por
el papel fundam ental de la com unicación textual. Los acuerdos
tácitos, las convenciones o las posibilidades de sanción se consignan
jurídicam ente en leyes y disposiciones, el com portam iento político se
com pone cada vez m ás de una com unicación verbal, la interacción
de com praventa se fija m ediante co n trato s, etc. D esde el p u n to de
vista histórico se ha p roducido un cam bio que aún se encuentra en
continua evolución, de las actuaciones e interacciones directas y la
producción de m ercancías a la com unicación textual que los dirige y
representa.

1.6 La ciencia del texto y los estudios históricos

1.6.1 Lo anteriorm ente dicho acerca del papel que tiene la ciencia
del texto en lo referente a objetos y problem as en las ciencias
filosóficas y sociales, en principio tam bién puede extenderse en el
tiem po y el espacio. Así, los estudios históricos no dispondrán, en la
m ayoría de los casos, de nada m ás que de textos de diferente índole
(docum entos, historiadores, literatu ra, m em orias, inform es, descrip­
ciones, etc.) sobre los acontecim ientos sociales, culturales, políticos,
económ icos y otros, de tiem pos p asad o s.14

14 E ntre o tro s, D a n t o (1965) y G ray (1971) tra ta n h base textual de los estudios
históricos, y, sobre to d o el papel que desem peña la n arración.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 26

1.6.2 D esde esta perspectiva, el estudio de la historia prácticam ente


no es otra cosa que una ciencia histórica del texto, puesto que puede
aclarar cóm o diferentes tipos de textos han variado a lo largo del
tiem po y bajo qué condiciones políticas, sociales y culturales ha
tenido lugar este cam bio. Un c o n tra to redactado en la E dad M edia
seguram ente era diferente de uno de la actualidad y algo sim ilar
tam bién ocurrirá en lo referente a la jurisp ru dencia, los debates
políticos y la historiografía. N o o bstante, tam bién resulta evidente
que existen constantes y continuidades históricas, que nuestras leyes
están aún estrecham ente ligadas al D erecho rom ano, que en nuestra
literatura todavía se elaboran tem as y tópicos del clasicism o griego,
y que nuestros textos persuasivos siguen em pleando operaciones
retóricas que los o radores ya em pleaban hace dos mil años en las
asam bleas públicas o ante los tribunales.

1.6.3 La form a en que los hom bres fijan m ediante descripciones,


narraciones o declaraciones de testigos sus percepciones, experiencias
y vivencias en ta n to se extienden a otros hom bres, sucesos o actu a­
ciones, puede resultar interesante no sólo p ara los estudios históri­
cos, sino tam bién p a ra la psicología, la jurisprudencia y la sociolo­
gía. La reconstrucción de una realidad actual o histórica se basará en
com plejos procedim ientos de interpretación que pueden explicarse
coherentem ente den tro de una ciencia general del texto.

1.7 La ciencia del texto y la antropología

M ientras que la ciencia de la historia puede explicar las coincidencias


y diferencias tem porales entre diferentes tipos de textos y diferentes
períodos em pleándolos para la reconstrucción de la historia, la a n ­
tropología se ocupa más en las diferencias locales, regionales y
culturales entre textos, tipos de textos y uso de te x to s.15
Es evidente que m uchos de los textos y m odelos que hemos
m encionado ni siquiera aparecen en otras culturas o p o r lo m enos no
en las form as conocidas p o r nosotros. P o r ejem plo una novela, un
balance an u al, el program a de un p artid o , una biblia o una ley no
aparecen en los pueblos que tienen o tra estru ctura social y política
con form as de com unicación p uram ente orales. Por el co ntrario,
noso tro s ya no conocem os las largas narraciones épicas o las leyen-
des de la tradición oral prim itiva que aún sigue existiendo en algunos

15 M i e n t r a s qu e ya h a c e t i e m p o q u e la a n t r o p o l o g í a se o c u p a del l e n g u a je y d e l us o
del le n g u a je (véase, p. ej., la a n t o l o g í a d e H Y M H S (c om p .) (1964), d u r a n t e los ú ltim o s
a ñ o s t a m b i é n se a n a l i z a n f o r m a s te x tu a le s de c o m u n i c a c i ó n , a s a b e r , en la « e ih n o -
g ra p h y o f c o m m u n ica tio n » G u m p l r z & H ymi s ( c o m p s . ) (1972) y en la « e th n o g ra p h y o f
s p e a k in g » (v é a se la n o t a siguie nte ). V é as e t a m b i é n B l n A m o s & G o l d s t l i n ( c o m p s . )
(1975).
27 LA C I E N C I A D E L T E X T O

lugares. En otras palabras: en o tros sitios se narra de distinta m ane­


ra, se inform a, se acusa, se insulta y alaba de m anera diferente.
U na de-las tendencias de investigación antropológica, a saber: la
«ethnography o f speaking», se interesa principalm ente por la descrip­
ción de tales coincidencias o diferencias de textos y com unicaciones
en diferentes contextos cu ltu rales.16 Este análisis no sólo se lim ita a
la com paración de culturas de diferentes pueblos, sino que puede
extenderse tam bién a diferentes (sub-) culturas d en tro de un país o
de un pueblo. Por ejem plo, en relación con las variaciones lingüísti­
cas existen tam bién tipos de textos m uy diversos entre sí debido a los
sociolectos.17
En este m arco, la teología, en particular, debe de interesarse por la
m anera en que las com unidades elab o ran , form an y transm iten sus
m itos y ritos con respecto a sus dioses u otros seres extraterrestres o
celestiales y cóm o, den tro de instituciones com o la Iglesia, se estruc­
tu ran y funcionan una biblia, el catecism o, los serm ones y los
c a n to s.18 D icho sea de paso, una de las form as más antiguas de la
«interpretación de textos» procede de la teología m edieval, a saber,
la herm enéutica19, que, entre otros, tam bién juega un papel conside­
rable en los estudios literarios.

1.8 Tareas de Ia ciencia del texto

1.8.1 A p a rtir de la enum eración de una serie de ciencias filosóficas


y sociales se ha explicado la am plitud del cam po potencial total de la
ciencia del texto. La enum eración no era ni siquiera com pleta, a
pesar de que se evidenció que la ciencia del texto com o objeto, com o
investigación de la com unicación textual, no es de interés para las
ciencias naturales. Y sin em bargo, las form as de com unicación p ato ­
lógicas son interesantes precisam ente para las ciencias médico-psico-
¡ógicas; por ejem plo, los textos de apáticos o esquizofrénicos, ya que
con ello se obtiene un m ayor conocim iento de los trasto rn o s psíqui­

16 La an to lo g ía m ás im p o rtan te en este cam po es sin d u d a B a u m a n & S c h e r z e r


(com ps.) (1974).
17 Un e je m p lo d e o t r o t i p o d e t e x t o tí p ic o d e una c la se socia l es « s o u n d i n g » ,
a n a l i z a d o en tre o t r o s p o r L a b o v (19 72 c ).
18 T am bién es la teología, que desde siem pre se ha o cu p ad o intensam ente de textos
y su análisis e in terp retació n (exégesis), se tra b a ja desde hace algunos años más
sistem áticam en te co n aplicaciones sem ióticas, lingüísticas, de la ciencia del texto y
teo rías n arra tiv as. V éanse entre o tras las publicaciones L ingüistica Bíblica (B onn),
Sém iotique et Bible (L yon) y Sem eia (U niversidad de M on tan a).
** La h erm en éu tica, que principalm ente procede de la exégesis bíblica de la E dad
M edia, se extendió m ás tard e a o tras ciencias filosóficas y sociales, sobre to d o a p a rtir
de la o b ra de D ilth ey . p o r un lado, y la fenom enología filosófica de, p. ej., H usserl,
p o r o tro . Sin d u d a, el estudio m ás im p o rtan te en este p arad ig m a lo a p o rta G a d a m l r
(1960). Sin em b arg o aú n existen m uchas o tras ‘ten d en cias’ ap aren tem en te in co m p ati­
bles, qu e van desde H eidegger hasta el ‘polo o p u esto ': H ab crm as y Apel.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 28

cos. Algo sim ilar resulta válido p ara las neurosis o los problem as
psíquicos sobre los que un paciente inform a a su psiquiatra o psico-
terap eu ta.20 En algunos casos, la conversación no sólo ap o rtará al
psiquiatra inform aciones sobre posibles causas y m otivos del tra sto r­
no sino que a la vez ejerce un im portante efecto terapéutico. Tales
conversaciones e inform es tam bién son o bjeto de interés de la ciencia
del texto, puesto que facilitan inform aciones sobre las relaciones
entre estructuras textuales y estructuras psíquicas (afectivas, em o­
cionales).
Si finalm ente consideram os la matemática, la lógica y la filosofía,
observarem os que la m atem ática y la lógica tam bién tienen que ver
con textos: sobre tod o con las estructuras «form ales» de textos com o
dem ostraciones y deducciones;2' p o r el co n trario , la filosofía, sobre
todo en la teoría de la argumentación,22 se preocupa directam ente de
la estructura, el contenido y las estrategias de los textos, independien­
tem ente del propio «carácter puram ente textual» de la filosofía com o
ciencia.23
1.8.2 D espués de los p árrafos anteriores debería haber quedado
claro que la función de la ciencia del texto no puede consistir en
form ular o incluso en solventar los problem as particulares de casi
todas las ciencias filosóficas y sociales. De lo que sí se trata es de
aislar determ inados aspectos de estas disciplinas científicas, a saber,
de las estructuras y del uso de form as de com unicación textual, y de
su análisis den tro de un m arco integrado e interdisciplinario.
Esta integración p o d ría llevarse a cabo en un análisis de las
características generales que en un principio co ntendrá todo texto de
un idiom a p a ra poder siquiera funcionar com o texto. Se tra ta , pues,
de estructuras gram aticales (sintácticas, sem ánticas, pragm áticas),
estilísticas y esquem áticas y de su conexión m utua. T am bién se trata
del funcionam iento del texto, es decir, de un análisis de las propieda­
des cognitivas generales que posibilitan la producción y com prensión
de una inform ación textual com pleja.

20 P ara estu d iar el papel de los textos en la p sic o te rap ia, véanse especialm ente los
trab ajo s realizados sobre la d en o m in ad a terap ia conversacional. P ara una descripción
sistem ática véase en tre o tro s T au s ch (1974). P ara el análisis de textos terapéuticos
véase L a b o v & F an s h e l (1977).
21 P a r a las r e la c io n es e n t r e las e s t r u c t u r a s f o r m a l e s de d e m o s t r a c i o n e s o d e r i v a c i o ­
ne s, p o r un la d o , y te x to s , p o r el o t r o , vé a n s e e n t r e o t r o s C o r c o r o n (1969) y van
D ijk (1974).
u P ara to d as las n o ta s e indicaciones sobre la teoría de la arg u m en tació n , véase el
cap ítulo 5.
25 El hecho de que la filosofía, a falta de una ‘b ase’ em pírica, es so b re to d o una
ciencia de los textos (filosóficos) no requiere m ayor explicación. U n aspecto de esto se
plan tea especialm ente en la filosofía analítica, que se basa en g ran m edida en un
análisis co n cep tu al y lingüístico. C on esta observación evidentem ente no querem os
decir qu e la filosofía no pueda ocuparse, m ás bien de m an era ab stra c ta , de d eterm i­
n ad o s p ro b lem as o co nceptos (p. ej.: actu ació n , lenguaje, espíritu, causa, etc.), que a
su vez pueden ser co n sid erad o s independientem ente del texto y del contexto.
29 L A CIEN CIA D E L TEX TO

A dem ás se p o d ría n form ular criterios en térm inos de la estructura


del texto y del contexto» sobre cuya base se diferencian los textos
entre sí, de m anera que pu ed an ser clasificados según diferentes
tipos, incluso p o r el hablante. H a b ría que indicar, pues, cóm o estos
diferentes tipos de textos tam bién definen y m odifican diferentes
contextos sociales, culturales, políticos y económ icos y de cóm o el
contexto, p o r el co n trario , resulta determ inante p ara la estructura
del texto. Puesto que la pro p ia ciencia del texto no puede dedicarse
a la psicología, sociología, ecología, etc., sim plem ente puede entresa­
car algunos conocim ientos generales sobre las estructuras caracterís­
ticas de texto y con tex to de los procesos de com unicación e interac­
ción observados en las diferentes ciencias. En este sentido, la ciencia
del texto puede p aran g o n arse con la lingüística ínterdisciplinaria,
que estudia el uso del lenguaje p ropiam ente dicho, p o r ejem plo, en
diferentes contextos sociales.
C on la ayuda de estos conocim ientos y análisis se puede form ular
una teoría general del texto que te n d rá que d a r la base p ara una
descripción explícita y m ás am plia de diferentes tipos de texto y de
sus relaciones recíprocas. Así, la teoría del lenguaje y la teoría del
texto form an ju n ta s la teoría general de la com unicación verbal.

L8.3 D ad o que la ciencia del texto tan sólo está com enzando a
desarrollarse en este sentido, en la actu alid ad existen sólo algunos
fragm entos p ara un pro g ram a de tra b a jo ta n am plio. La lingüística,
la literatu ra, la retórica, la teoría de la argum entación, la teoría de la
narración y la estilística h an ap o rta d o im p o rtantes ayudas para
la descripción de las estructuras de textos. En este p unto acaso se
pueda h ab lar de una ciencia del texto en sentido estricto, a pesar de
que no se pueda o b ten er m ucha inform ación sobre las estructuras de
los textos si no se estudian tam bién sistem áticam ente las condiciones
previas, las funciones y los efectos, es decir, el contexto en relación
con la estru ctu ra del texto. P o r lo tan to , esta introducción d ará, en
un principio, u n a visión general de las diferentes estructuras textua­
les, debiendo lim itarse luego al tratam ien to del contexto cognitivo y
m icrosocial. T an sólo en u na fase p o sterio r de la evolución de la
ciencia del texto se p o d rán integrar resultados ya existentes o futuros
de la psicología social, la antrop o lo g ía, la sociología, la ju risp ru d en ­
cia, los estudios históricos y la psiquiatría. T am bién es muy posible
que a p a rtir de las perspectivas de estas o tras ciencias será im p o rtan ­
te diferenciar otros niveles de análisis y de categorías tam bién para
la propia estructura del texto.

1.8.4 U na investigación ínterdisciplinaria de lengua, texto y co m u ­


nicación se refiere tan sólo a aspectos determ inados, aunque a m enu­
do fundam entales, de los fenóm enos y problem as de los que se
ocup an las ciencias m encionadas. Al repetir esta advertencia quere­
mos su brayar que existe en estas ciencias un gran núm ero de otros
LA C I E N C I A D E L T E X T O 30

tipos de fenóm enos y problem as que en cada una de ellas tiene un


papel de m ay o r im portancia que la com unicación textual, p. ej. la
lengua, el com p o rtam ien to , los procesos cognitivos y afectivos, las
actitudes, Jos m edios, la estructura social, la clase, el trab ajo , los
m odos de producción, el poder, el derecho, la enferm edad, etc. La
ciencia del texto, p o r su p arte, sólo ap o rta una pequeña ayuda a la
in v e s tig a c ió n de determ inadas características de estos aspectos
m últiples.
2. Texto y gramática

2.1 Alguno a conceptos básicos de la gramática

2.1.1 En el capítulo a n terio r hem os visto que la lingüística general


tiene com o tarea principal el desarrollo de teorías sobre las gram áti­
cas de las lenguas naturales. U na gram ática es un sistem a de reglas,
categorías, definiciones, etc., que abarcan el ‘sistem a’ de una lengua.'
Un sistema lingüístico de este tipo es relativam ente ab stracto y existe
idealm ente en el sentido de la descripción. N uestro conocim iento
real de la lengua y su aplicación en las com unicaciones lingüísticas
tan sólo es una m aterialización indirecta de este sistem a lingüístico.
D icho de otra m anera: cada individuo, cada g rupo o com unidad

1 P ara u n a o rien tació n general sobre los objetivos, la teoría y las diferentes
m o d alid ad es de g ram áticas, véase H e i .big (1974), tam bién indicado p a ra una breve
d escripción de niveles co m o la m orfología, la fonología, ta sintaxis y la sem ántica, que
se tra ta rá n p o sterio rm en te. V éase tam bién B ü n t i n g (1972) y W u n d e r l i c h (1974).
A q u í se h allarán tam b ién suficientes referencias al cam po de trab ajo o rig in a rio de la
teo ría de la gram ática y, sobre to d o , a la o b ra de C hom sky. P or lo d em ás, en este
lib ro se resp etan los resultados m ás im p o rtan tes de la gram ática generativa, p ero el
tra ta m ie n to de las estru ctu ras textuales es gram áticam en te neutral y m ás bien se basa
en la lógica filosófica y la sem ántica (lingüística, lógica y cognitiva).
LA C I E N C I A D E L T E X T O 32

lingüistica social o geográfica em pleará lel m ism o’ sistem a lingüístico


de m anera más o m enos diferenciada, según las circunstancias más
diversas y según eí contexto com unicativo.
P or regla general, una gram ática intenta reconstruir el sistem a
lingüístico, más bien general y ab stracto , haciendo abstracción de las
diferencias individuales, sociales, geográficas y casuales del uso del
lenguaje. De ahí que, p o r ejem plo, una gram ática del español no
tendrá en cuenta la articulación especial de los sonidos, la construc­
ción de la frase y el léxico del dialecto de Sevilla. Y una gram ática de
la lengua que se habla en Sevilla no se p reocupará por las diferencias
entre sus diferentes barrios. Esto, evidentem ente, no significa que
tales diferencias den tro de la m ism a lengua, ya sea el lenguaje
estándar, un dialecto o un sociolecto. no pudieran e incluso debieran
ser descritas. Esta es una de las tareas de la sociolingüística.1

2.1.2 U na gram ática explica sobre to d o el sistema de norm as que


form a la base de la producción y la com prensión de los enunciados
de una lengua determ inada. La descripción de la estructura de estos
enunciados tiene lugar en diferentes niveles. En prim er lugar, una
enunciación lingüística se puede caracterizar en un nivel puram ente
físico com o una serie de ondas sonoras, o bien fisiológicam ente,
com o una serie de m ovim ientos de los órganos fonadores y au diti­
vos, que provocan, o bien tienen com o consecuencia las m anifesta­
ciones físicas del habla. Tales investigaciones son el objeto de la
fonética, una ciencia que tiene una ligazón m ás bien débil con la
lingüística, es decir, con la g ram ática.3
La gram ática se ocupa en niveles de enunciados que tienen un
cierto carácter ab stracto y convencional a la vez. Esto significa que la
m ayoría de los hablantes conoce las reglas que caracterizan estos
niveles y, m ientras hablan, suponen que el o tro hablante conoce
(casi) las mism as norm as y que, p o r lo tan to , sabrá actuar en
consecuencia m ediante, p o r ejem plo, la contestación a una pregunta.
Así, la fonología estudia el nivel de las fo rm a s del sonido en una
gram ática. Su tarea consiste, p o r ejem plo, en describir qué caracte­
rísticas distintivas diferencian una / a / de una / e / , cóm o estas form as
de sonido (fonemas) pueden unirse entre sí p a ra form ar com binacio­
nes y las variaciones que p o r ello puedan experim entar.

2 Este p u n to requiere una m ay o r precisión. C iertam en te, la lengua e stá n d a r no


sólo es un a co n stru cció n g ram ático -teó rica (o acaso incluso una ficción) com o conse­
cuencia de las g ran d es diferencias entre los diversos dialectos y sociolectos de una
'le n g u a '; tam b ién resu lta evidente que en la m ay o ría de las sociedades la lengua
e stá n d a r se fo rm a a p a rtir de un dialecto y que éste se ha c o n v ertid o en «lengua
están d ar» d eb id o a fa ctores socio-económ icos, históricos y cu ltu rales (p. -ej,, po r
hegem onía política o económ ica), co m o po r ejem plo el holandés en ios Países Bajos.
P ara detalles de esta Índole y los problem as gram aticales y lingüísticos generales que
se p ro d u cen , véase A p p el, H u b e r s & M e ije r(1 9 7 6 ).
1 P ara u n a d e s c r i p c i ó n m á s p re c is a de la f o n é tic a , la f o n o l o g í a , la m o r f o l o g í a y la
s in ta xis , v é as e B ü n t i n ü (1972).
33 T EX T O Y G R A M A T IC A

La morfología es la parte de la gram ática que se ocupa en las


form a s de las palabras (m orfem as). Los m orfem as son las unidades
significativas m ás pequeñas de un sistem a lingüístico; por ello cons­
tituyen la base de todos los dem ás niveles de descripción, a saber, de
las funciones gram aticales (sintaxis) y los significados (sem ántica).
Aquí nos lim itarem os a estos dos últim os niveles.4
Así com o las form as de los sonidos pueden enlazarse (linealm ente)
hasta crear form as de p alab ras, tam bién las form as de las palabras
pueden ligarse fo rm an d o unidades m ayores. U na unidad fundam en­
tal que crean es la oración. P o r regla general, en la gram ática se
describen los enunciados exactam ente desde esta perspectiva: se des­
cribe la estructura de las oraciones. La sintaxis (teoría de la construc­
ción de la oración) indica qué com binaciones de palabras form an
oraciones inteligibles de una lengua y cuáles no lo hacen. Esto tiene
lugar a través de categorías de orden y reglas (sintácticas). Las
posibilidades de com binación de las palab ras en una oración vienen
determ inadas p o r las posibilidades de com binación de las categorías
a las que pertenecen las p alabras o grupos de palabras. De esta
m anera y por regla general le puede seguir un sustantivo a un
artículo com o el, p. ej.: hom bre, pero tam bién un adjetivo com o en
el caso de el pequeño hombre, y tam bién un adverbio: el m uy pequeño
hombre, siem pre que los tres grupos de p alabras aplicados al artículo
pertenezcan a la m isma categoría, a saber, a la de una «frase nom i­
nal» (inglés: noun phrase, abreviado NP). C u ando la categoría de
este grupo de p alabras es conocida, tam bién se puede indicar la
categoría siguiente en el m ismo nivel (p. ej.: «predicado» o «frase
verbal»; inglés: verb phrase, VP), tal y com o lo conocem os aproxim a­
dam ente de la articulación clásica de la oración. Sin em bargo, una
gram ática analiza con categorías y reglas explícitas, es decir: se sabe
perfectam ente bajo qué condiciones unas form as de p a la b ra s/p a la ­
bras y grupos de p alabras determ inados corresponden a una catego­
ría y según qué regla unas categorías pueden com binarse con otras.
Finalm ente, la semántica a p o rta una descripción en el nivel de los
significados de p a la b ra s/g ru p o s de palab ras y del papel de las cate­
gorías y sus com binaciones en el significado de la frase.5 En un
diccionario o en una enciclopedia de una lengua determ inada se
especifican los significados generales y convencionales de las p ala­

4 Si bien aq u í n o se h abla de fonología ni de m orfología, esto no significa que en


esle nivel no existan características estru ctu rales p a ra los textos, co m o p o r ejem plo
d eterm in ad as m elodías de frase, acentos (p. ej. co n traste) o d eterm in ad o s tipos de
p alab ra. P ara un estu d io em pírico en varios idiom as, véase L o n g a c r e (com p.) (1976).
5 C e n tram o s n u estra atención en la sem ántica p o rq u e en ella se puede h allar un
nú m ero co n sid erab le de características textuales particu lares. P ara una in tro d u cció n ,
véase L le c h (196 9), K a t z (1972), L yon s (1 9 77) y sus referencias bibliográficas sobre
sem ántica lingüística. P ara la sem ántica referencial lógica, véase van D ijk (19 77 a) y
las indicaciones q u e se d an en las siguientes n otas al pie de página.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 34

bras. En esta descripción de significados convencionales se intenta


em plear clasificaciones. U na posible clasificación del significado de,
p o r ejem plo, «andar», «correr», «viajar», «trasladarse», etc., es el
m o v i m i e n t o . La clasificación de «hom bre», «piloto», «chica», «hé­
roe», etc., será H U M A N O . A lgunas palabras, com o p o r ejem plo el, no
pueden derivar su significado de un concepto general, sino que sólo
poseen una función en las relaciones de significado de un grupo de
palabras o una oración, o bien determ inada función pragm ática
(véase el capítulo siguiente).
Los enunciados lingüísticos ‘tienen’ un determ inado significado en
tan to que, debido a un acuerdo (convención), ios hablantes de una
com unidad lingüística les asignan un significado. Tam bién en este
p u n to , las diferencias individuales, sociales y situacionales deben de
desem peñar un papel im portante, pero de m om ento prescindim os de
ello. T am bién las estructuras y los procesos psíquicos concretos al
‘asignar’ significados a enunciados lingüísticas, tan to en la ‘expresión’
com o en la ‘com prensión’, quedan fuera del ám bito de la gram ática.
D esde un p u n to de vista abstracto , la sem ántica describe, pues,
todos los posibles «conceptos de significado» (estructuras conceptúa-
les) que se pueden expresar m ediante oraciones. H asta aquí y para
sim plificar direm os que la gram ática resulta ser un sistema de reglas
que une las form as de sonido (a través de form as de oraciones) con
los significados.
En lo referente a la sem ántica, vam os a am p liar de inm ediato su
caracterización. La sem ántica se refiere no sólo a significados gene­
rales y conceptuales de p alabras, grupos de p alabras y oraciones,
sino tam bién a las relaciones entre estos significados y la ‘realidad’,
las denom inadas relaciones «referencíales». El em pleo del grupo de
palabras el hombre pequeño no sólo expresa una unidad conceptual
(«com o parte de la clase individuo, h u m ano, m asculino,..., con la
propiedad de poseer una altu ra m ás pequeña que la habitual (...)»),
sino que tam bién puede rem itir (referirse) a un objeto especial, que
cum pla con estas condiciones conceptuales, p. ej., a mi herm ano
Pedro. Así, el enunciado corre puede rem itir a una propiedad de este
objeto y al período de tiem po (ahora) en que el objeto posee esta
propiedad. D ependiendo de la categoría sintáctica se puede hacer
claram ente referencia a distintos tipos de cosas de la realidad; p. ej.
los sustantivos rem iten a objetos, los adjetivos y los verbos a las
propiedades de estos objetos y los adverbios a las propiedades de
estas propiedades («rápidam ente» en «Juan corre rápidam ente»). La
asignación de ‘u n idades’ (cosas, propiedades, relaciones, etc.) de la
realidad a realizaciones lingüísticas se llam a interpretación. Aquí se
trata de la interpretación de frases de la lengua n atu ral, en especial
de su estructura m orfológico-sintáctica, tal y com o se ha descrito
anteriorm ente. Esto significa que a una determ inada categoría sintác­
tica se le asigna un determ inado tipo de unidad, y a una relación
entre categorías se le asigna una relación entre diferentes tipos de
35 T EX T O Y G R A M A T IC A

unidades. Evidentem ente, esta interpretación denom inada ‘referen-


cial’ de frases se basa en la asignación de significados a las oraciones,
es decir, en la ‘co m prensión’. No sabem os a qué rem ite un grupo de
palabras si no sabem os lo que significa. P osteriorm ente volverem os
sobre este y o tros aspectos de la sem ántica, cuando hablem os de la
interpretación de secuencias de oraciones y textos. Lo que a este
respecto es im p o rtan te es que determ inadas propiedades (caracterís­
ticas) de los textos — ‘con ten id o ’, ‘tem a’, ‘relación’ y o tra s— se
explican en térm inos de la sem ántica. Se estudiarán tan to los signifi­
cados, llam ados intensiones com o tam bién la rem isión a referentes,
llam ados extensiones. M ás tarde indicarem os que, adem ás de esta
sem ántica lingüística intensional y extensional, tam bién necesitare­
mos una semántica cognitiva p a ra la descripción del proceso de una
interpretación del texto, donde, entre o tras cosas, el conocimiento del
mundo (el saber del m undo) del hablante tiene un papel im p o r­
tante.
En la lingüística m oderna, las estructuras de los enunciados se
fo rm a liza n 6 en los más diversos niveles, e incluso a m enudo sobre la
base de sistem as m atem áticos y lógicos. Para citar un ejem plo, las
estructuras sem ánticas a veces se reproducen en el lenguaje de la
lógica m odal o de predicado. Esto tiene la ventaja de que esta
transm isión en principio es explícita y no am bigua, y que este tipo de
lenguaje lógico posee una interpretación exacta (sem ántica lógica).
Sin em bargo, tiene el inconveniente de que varias estructuras lingüís­
ticas im portantes no pueden transferirse sin m ás a un lenguaje
lógico, y que de esta m anera únicam ente se puede conseguir una
aproxim ación al lenguaje natu ral. No o bstante, en esta introducción
utilizarem os poco la form alización del lenguaje n atural o de las
estructuras de textos.
A pesar de que los textos posean tam bién un núm ero considerable
de características fonológicas, m orfológicas y sintácticas especiales,
com o p o r ejem plo una d eterm inada secuencia de entonación o un
acento d eterm in ad o , o bien p alabras y form as sintácticas que form an
secuencias que tam bién dependen de frases anteriores o posteriores,
prácticam ente dirigirem os nuestra atención sólo a la descripción
sem ántica den tro de una g ram ática, puesto que la descripción de
textos se diferencia m ás claram ente en este nivel de la descripción de
oraciones. Para la descripción de estructuras fonológicas, m orfológi­
cas, sintácticas y sem ánticas de las frases rem itim os a las «introduc­
ciones generales a la lingüística».

6 La fo rm alizació n xle la gram ática puede servirse de diferentes sistem as m atem áti­
cos y lógicos. L as estru ctu ras y referencias sintácticas a b s tra c ta s pueden reproducirse
de fo rm a alg eb raica o p o r la teoría de conjuntos; véase tam bién B r a n d t C or s t iu s
11974). Las estru ctu ras sem ánticas m ás bien se describen m ediante lenguas lógicas,
lógicas de p red icad o s, lógicas m odales, lógicas ¡ntensionales. etc.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 36

2.2 Secuencias de oraciones

2.2.1 A ún podem os d a r un paso m ás en la descripción gram atical


de los enunciados. M uchos de ellos no tienen la estructura abstracta
de una o ración, sino la de una serie de oraciones. De ahí que
adm itim os que una gram ática pretende tanto describir oraciones
com o secuencias de oraciones, si resultase que entre las oraciones de
unos enunciados existieran determ inadas relaciones, tal y com o por
ejem plo existen entre palabras y grupos de palabras dentro de una
misma oración. Estas relaciones entre las oraciones deben describirse
en los m ism os niveles gram aticales (m orfofonologia, sintaxis y sem án­
tica) que la estructura de las oraciones. D a d o que una secuencia
tam bién puede constar de una única oración, una gram ática de la
descripción de secuencias debería contener tam bién una gram ática
de la descripción de la oración. Por lo dem ás resulta básico el
conocim iento de la estructura de las oraciones, si recordam os que las
relaciones, tal y com o se d an en las secuencias, se basan muy a
m enudo en relaciones entre elem entos de oraciones sueltas (distintas).
En consonancia con los objetivos de una gram ática, una descrip­
ción de la secuencia de oraciones en la que ‘se b asa’ una enunciación
lingüística deberá indicar cuáles secuencias oracionales son posibles
en una lengua, cóm o la estructura sintáctica y sem ántica de una o
varias oraciones determ ina en la secuencia la de otras oraciones, y
cóm o determ inados grupos de oraciones pueden llegar a form ar
unidades para las que existen otras categorías especiales.
A pesar de que, com o ya se ha dicho, tam bién existen relaciones
m orfológicas y sintácticas entre frases de una secuencia, se dem ostra­
rá que las relaciones entre frases son en su m ayoría de tipo sem ánti­
co, refiriéndose al significado y la referencia de las frases.

2.2.2 Para describir secuencias hay que aclarar antes que nada que
las propias oraciones pueden poseer tales estructuras ‘secuenciales’,
a saber, com o oraciones compuestas. Estas frases están form adas por
com ponentes que en sí m ism as poseen una estructura oracional
abstracta y que actúan com o ‘frase p rin cip al’ o ‘frase su b o rd in ad a’
del to d o com puesto, com o p o r ejem plo en:
(1) C o m o hacía buen tiem po, fuim os a la playa.
(2) H acía b u en tiem po, y p o r eso fuim os a la playa.

D ad o que resulta posible form ar frases com puestas (en teoría inter­
m inablem ente largas y com plicadas) com o (1) y (2), es necesario
aclarar hasta qué p u n to existen diferencias o sem ejanzas entre estas
frases com puestas y secuencias de frases como:
(3) H acía b u en tiem po. P or eso fuim os a la playa.
(4) H acía buen tiem po. F uim os a la playa.

Desde un p u n to de m ira intuitivo parece que podem os ‘expresar1 et


m ism o ‘con ten id o ’, es decir, el m ismo significado, con la oración
T EX TO Y G R A M A T IC A

com puesta que con la secuencia de oraciones. A pesar de que esto a


m enudo sea cierto, tam bién existen ejem plos de secuencias que no
habrían p o d id o sim plem ente expresarse com o oraciones com puestas:
(5) ¡A quí hace ta n to calor! ¿Q uieres a b rir la ventana, p o r favor?
(6) ¿Sabes qu é h o ra es? N o tengo reloj.

A la inversa, hay tam bién oraciones com puestas que no pueden


expresarse fácilm ente com o secuencias:
(7) Si fuera rico me co m p raría una barca.

De ahí se deduce que existe una serie de diferencias sistem áticas


entre las oraciones com puestas y las secuencias, de m anera que la
descripción de secuencias no puede identificarse sin m ás con la
descripción de oraciones com puestas.7 M ás adelante m ostrarem os
que estas diferencias se refieren sobre todo al uso de frases y secuen­
cias den tro del contexto com unicativo, tal y com o lo describe sobre
todo la pragmática. Por el m om ento harem os abstracción de tales
diferencias y nos vam os a referir más concretam ente a las relaciones
entre oraciones (m ejor dicho, entre ‘construcciones oracionales abs­
trac ta s’) o cu p án d o n o s ta n to en las frases com puestas com o en las
secuencias.

2.2.3 A cabam os de m encionar brevem ente que las relaciones entre


oraciones en oraciones com puestas y secuencias son sobre todo de
tipo sem ántico} En parte, las conexiones sintácticas dependen de ello.
En prim er lugar se tra ta de describir las relaciones entre los
significados de las oraciones y de caracterizar el significado de
secuencias (parciales) de las oraciones. ¿Qué yuxtaposiciones de o ra­
ciones resultan com prensibles e interpretables, y cuáles no? Las
secuencias (1) hasta (7) son com prensibles, m ientras que las siguien­
tes, vistas en general, resultan m enos com prensibles o incom ­
prensibles:

7 C o n frecuencia se ha sostenido que la e s tru ctu ra de secuencias oracionales, es


decir, de textos, puede integrarse sin m ás en las actuales gram áticas de la oración;
véase tam bién la reseña de van D ijk (1972 a) p o r m edio de D as cai & M a kg al i i en
P R O JE K T G R U P P E T E X T L IN G U IS T IK (com ps.) (1974). T a n to en este capitulo
co m o en los tra b a jo s lin güístico-textuales recientes se parte del su p u esto , a la vez que
se d em u estra, que una reducción de este tipo ni es razonable ni es posible. P ara
trab ajo s lingüístico- y gram ático-textuales véase van D ijk (1972 a, 1977 a),
D r i s s l i r (1972), Pi m m & R ii .s j .r (com ps.) (1973). S ciiM im (1973), K a i i m i y i r
e.a. (1974), G r i m ls (1975), K u m m e r (1975), D rl ss llr (com p.) (1973) y P t r o m
(com p.) (1979). D rí ssi i .r & S c h m i d t (1973) ap o rtan una am plia bibliografía sobre el
cam p o de la lingüística textual. H a u .i o a y & H as an (1976) y W i r i .ich (1976) hacen
una descripción m ás co n creta de las estru ctu ras textuales de la gram ática (inglesa). En
van D ijk & P f t o f f i (com ps.) (1977), d istintos lingüistas textuales an alizan el m ism o
texto. R o m m l t v e i t (1974) analiza tex to s/m en sajes desde la perspectiva de la psicolo­
gía social.
s P ara la sem ántica textual véase tam bién (a excepción de los títulos referidos en la
n o ta 7) van D ijk (1977 a).
LA C I E N C I A D L L T E X T O 38

(8) C o m o hacía buen tiem po. la l una gira a lred ed o r de la T ierra.


(9) C u an d o vo era rico. Ju a n nació en C olonia.
(10) Ju a n ha a p ro b a d o su exam en. Su m adre pasó las vacaciones del añ o pasado
en Italia.
(11) ¿Qué hora es'.’ ¡Dám elo!

C iertam ente existe una serie de condiciones que determ inan cuáles
frases {es decir: sus significados) pueden unirse en form a de secuen­
cia. C om o hablantes de la lengua castellana sabem os que en las
secuencias (8)-(I I) no existe ninguna conexión de significado entre las
oraciones (parciales).
Hay diversas condiciones para la conexión de secuencias. En parte
se basan en las relaciones entre los significados de las frases, y en
parte, en las relaciones entre la referencia de frases. A dem ás, las
condiciones se refieren a conexiones entre oraciones ‘com o un to d o ’
y a conexiones entre com ponentes oracionales. D ada una secuencia
(.Vi, S 2....... S „), distinguirem os conexiones entre pares de oraciones
consecutivas, p. ej. ( S lr 5\ i), y conexiones entre oraciones o series
arbitrarias, p. ej., entre S j y S4,en tre ( S v S 6, S 10, ..,) o entre (Í>’i_^) y

2.2.4 Puesto que aquí se tra ta de conexiones sem ánticas, es decir,


de relaciones de significados y referencias, no nos extenderem os más
sobre las oraciones que expresan estos significados o que se emplean
para referirse a alguna cosa, sino que hablarem os de los objetos
sem ánticos mism os. El significado de una oración aislada se denom i­
na, a grandes rasgos, una proposición; este concepto está tom ado de
la filosofía y la lógica. P or regla general, la proposición se caracteri­
za com o algo que puede ser ‘v erd ad ero ’ o ‘falso’ (en una situación
determ inada). A m enudo tam bién se em plea el térm ino «aserción»
(en inglés: statem ent), pero puede llevar a equívocos, puesto que una
pregunta o una orden tam bién expresan un significado, es decir: una
proposición (véase capítulo próxim o).
Antes ya hem os hablado de las relaciones referenciales entre actu a­
ciones lingüísticas y unidades de la ‘realid ad ’. A hora suponem os que
las proposiciones, en consecuencia, están ligadas a los estados de
cosas, en lugar de a la ‘v erdad’ o ‘no-verd ad ’ habituales. U na oración
es verdadera cuando el estad o de cosas al que ‘rem ite’ existe; de lo
contrario, es falsa.9
Sin em bargo, sería muy pobre una sem ántica que únicam ente nos
perm itiera h ab lar de las circunstancias de la realidad ‘real’. En la

’ En la sem ántica (form al) no es co rrien te acep tar las ‘circu n stan cias’ com o refe­
rentes de frases, sino que m ás bien se a d o p ta n valores de verdad com o ‘v e rd a d e ro ’ y
‘falso ’. D ejan d o de lado el hecho de que tales valores pueden aplicarse casi exclusiva­
m ente a oraciones indicativas (aseveraciones), existen o tras razones p ara h ab lar de
referentes de frases, p. ej., de circunstancias. Véase v a n D i i k (1977 a) p ara un análisis
m ás am p lio de estas concepciones.
39 TEX TO Y G R A M A T IC A

frase (7), por ejem plo, se habla de una ‘realidad’ im aginaria que se
caracteriza por la proposición «yo soy rico», y en esa realidad existe
el hecho de que com pro una barca. Así pues, al lado de la denom i­
nada realidad actual existen las denom inadas realidades alternativas.
Fl térm ino técnico para los dos tipos de realidad es mundo (posible).10
Sem ejante m undo hay que considerarlo com o una abstracción, com o
algo construido p o r la sem ántica. No sólo la realidad histórica y
actual es un m undo de esa índole, sino tam bién la realidad de un
sueño, o sim plem ente cualquier m undo que nos queram os ‘im aginar’,
aunque no se asemeje al nuestro. Asi pues, un m undo es una colec­
ción de circunstancias. Estas se com ponen de objetos con determ ina­
das características y relaciones m utuas. T am bién los m undos posibles
están interrelacionados: a saber, m ediante la relación de la «alterna-
tividad» y de la «accesibilidad».
Vemos que una sem ántica referencial ap o rta una reconstrucción
abstracta de la realidad, de m anera que estam os en condiciones de
enlazar unidades ab stractas de la lengua (palabras, categorías, rela­
ciones) con unidades ab stractas de la realidad, precisam ente a través
de los significados conceptuales de las unidades de la lengua. A hora
poseem os los siguientes elem entos de la estructura de la realidad:11
(12) (i) un co n ju n to de m undos posibles (M)\
(ii) una relación (b in aria) que está definida para los elem entos de M, a saber,
altern ativ id ad y accesibilidad, (R)\
(iii) un co n ju n to de ‘co sas’ sobre las que se puede h ab lar, el dom inio (inglés:
d o m ain ; universe o f discourse) (D)\
C aso que los dom inios para los diferentes m undos fueran distintos,
p o d em os diferenciar entre ¿>2, ..., co n ju n to s que ju n to s form an el
d o m in io total D.
(iv) un co n ju n to de características y relaciones (P)\
(v) un co n ju n to de circunstancias (t~).

10 El co n cep to de « m undo posible», ya presente en la filosofía desde hace tiem po,


se em plea co m o térm in o técnico sobre to d o en el m arco de la lógica m odal. Las
in terp retacio n es en un a sem ántica de este tipo se dan con vistas a los m undos
posibles, con respecto a los que las frases pueden ser falsas o verdaderas. P ara la
in tro d u cció n a este con cepto, véase, entre otros, H u g h l s & C'Ri ssw t i.i. (1968). P ara
aplicaciones en la lingüistica, véase D a v i p s o n & H a r m a n (com ps.) (1972) y K lln an
(1975).
11 En térm in o s técnicos, esta relación se d enom ina «estru ctu ra m odelo». Una
estru ctu ra m odelo de este tipo es en cierto m odo una reconstrucción a b stra c ta de la
‘realid ad ’, es decir: una relación de todos los elem entos im p o rtan tes p a ra la in terp re­
tación de en u n ciad o s en una lengua d eterm in ad a. La e s tru ctu ra m odelo form a, ju n to
con una función in terp retativ a, un modelo. Estos conceptos, que provienen de la
teoria m atem ática de los m odelos, son la causa p o r la que a m enudo se presenta la
sem ántica lógica co m o una sem ántica teórica de m odelos. C o m o ya vim os a n te rio r­
m ente, su base form al es la teoría de conjuntos. P ara m ás detalles, véase H ijg ii (:s &
C r i s s w h i . (1968). El tipo de estru ctu ra m odelo aquí p resen tad o se a p a rta del
h ab itu al, p o rq u e ad em ás de un co n ju n to de individuos tam bién se ha incluido un
co n ju n to de p ro p ied ad es/relacio n es y uno de circunstancias. Sin em b arg o , a p a rtir de
la perspectiva de la teo ría de co n ju n to s se pueden definir pro p ied ad es o relaciones en
co nceptos de individuos.
LA C I E N C I A DHL T E X T O 40

Hay que añ ad ir adem ás que los objetos individuales, las característi­


cas/relaciones v circunstancias no sólo están actualizados en uno o
varios m undos, sino que tam bién ‘existen’ de una m anera más bien
abstracta, com o conceptos. A dem ás de esta mesa especial tam bién
existe el concepto MF.SA, a p artir del cual todas las mesas posibles en
todos los m undos posibles (situaciones) son actualizaciones. En cier­
ta m anera, incluso esta mesa especial es tam bién una abstracción,
puesto que existe en las situaciones m ás diversas y puede recibir las
características m ás dispares (p.ej., colores). A pesar de que esta
mesa, desde un p u n to de vista puram ente físico, puede ser diferente
en cualquier situación m undial consecutiva posible, resulta cognitiva,
es decir: sigue siendo ‘la m ism a’ para nuestra percepción y com pren­
sión. Algo sim ilar ocurre con la diferencia entre las determ inadas
características físicas de este color rojo, y entre el color rojo y el
concepto r o j o , del que vuelve a ser una actualización particular. Al
fin y al cabo, el concepto ab stracto de u na circunstancia es para
nosotros lo m ism o que lo que hem os expresado con el térm ino
proposición i:. De ahí resulta que en esta sem ántica, significado y
referencia están ligados form alm ente entre sí. El significado de la
enunciaciones lingüísticas es igual a la interpretación conceptual de
estas enunciaciones, m ientras que su referencia es la relación de las
actualizaciones de estos conceptos en los diferentes m undos posibles.
Los conceptos de las enunciaciones se denom inan, com o ya vimos
anteriorm ente, intensiones, y los referentes (en un m undo), extensio­
nes de estas enunciaciones. La expresión form al sería: las intensiones
son funciones que asignan extensiones a las m anifestaciones de una
lengua para determ inados m undos posibles.13

2.2.5 D espués de este interm edio teórico sobre algunos conceptos


básicos de la sem ántica (lógica) estam os en condiciones de decir algo

13 C on frecuencia se define una p ro p o sició n com o un o bjeto que puede s e r 'v e r d a ­


d e ro ' o ‘falso ’. Pero, d eb id o al hecho de que una frase que exprese una proposición de
este tipo tam bién se llam a ‘v e rd a d e ra ’ o ‘falsa’, se produce una cierta confusión, en
especial si se tiene en cuenta que la m ism a frase, expresada en d iferentes co n texto s,
puede referirse a d istin tas c ircu n stan cias, a no ser que el hic et nunc del contexto se
exprese en la m ism a. P or ello p a rtire m o s de la base de que una proposición es un
co n cep to d e te rm in a d o , a saber, el c o n c e p to p a ra una ‘circunstancia p o sib le’; en una
frase que se expresa en un d e te rm in a d o co n tex to , puede aparecer una conexión con
circu n stan cias co n c re ta s en d ete rm in a d o s m undos posibles. Véase, entre o tro s, van
Di.ik (1977 a). P ara un a in terp retació n sim ilar del concepto de «proposición» véase
tam bién C r i - s s w f l l f J973> y p ara térm in o s c o m o «concepto» en la filosofía lógica,
véase, p. ej., M ont ac hj l (1974). D e aq u í en ad elan te no harem os referencia a la
am p lia bib lio g rafía q u e existe sobre el co n cep to proposición.
n R esulta realm ente m uy p lausible h acer que la referencia de una expresión
d ep en d a de su significado. M o n t a g u p : (1974) analiza tam bién este tipo de relaciones
en tre intensiones y extensiones. S egún estos conceptos, el referente o la extensión de
u na expresión es un valor fu n cio n al, es decir, el significado o intensión en un
d eterm in ad o m u n d o p o sible (y e v en tu alm en te con respecto a un determ in ad o contexto
de enunciación).
41 T EX T O Y G R A M A T IC A

más preciso acerca de las relaciones sem ánticas entre oraciones o,


m ejor dicho, proposiciones, en una secuencia. Según queda dicho,
estas relaciones pueden fundarse en significados (relaciones intensio-
nales) o en relaciones entre referentes o denotados (relaciones
extensionales).
En prim er lugar observam os las conexiones entre proposiciones
‘com o un to d o ’ y form ulam os la siguiente condición p ara la ‘ligabi-
lidad ’ de proposiciones:
(13) D os p ro p o sicio n es están ligadas entre si, c u an d o sus d e n o ta d o s, es decir, las
circu n stan cias que les han sido asig n ad as en u n a in terp retació n , están ligados
en tre sí.

Esto significa, para los ejem plos (8) hasta (11), que las proposiciones,
expresadas p o r las oraciones de las secuencias, no pueden ser ligadas
entre sí porque las circunstancias no lo están. La circunstancia del
buen tiem po no tiene nada que ver con la circunstancia (general) de
que la Luna gire alrededor de la T ierra; la circunstancia de mi ri­
queza (en un m undo alternativo posible) no tiene nada que ver con el
hecho de que Ju a n haya nacido en C olonia (en este m undo), etc. En
últim a instancia, las condiciones para la conexión de oraciones y
secuencias dependen de las relaciones entre unas circunstancias de­
term inadas (en situaciones determ inadas). El hecho de que esto
realm ente es una condición indispensable se deduce de la secuencia
siguiente:
(14) J u a n ha a p ro b a d o su exam en. N ació en A m sterdam .

A pesar de que en am bas oraciones de la secuencia se encuentran


enunciados que rem iten al m ism o individuo, pues Juan y él rem iten
a Ju a n , la identidad referencial no es suficiente.14 C om o mínim o es
necesario que la circunstancia de que Ju a n haya apro b ad o su exam en
esté ligada a Ja circunstancia de que haya o no nacido en A m sterdam .
De la oración (1) se deduce que las oraciones pueden ir perfectam en­
te unidas aun cu an d o no se pueda h ablar de la identidad de
individuos.
A pesar de que la identidad de características puede ser am plia­
m ente suficiente para la conexión de secuencias, com o en el caso de:
(15) P edro ha co m p rad o un piano, y G e ra rd o tam bién c o m p ró u n o la sem ana
pasad a.

tam bién pueden darse ejem plos donde este hecho no esté tan claro:
(16) Ju a n y M a rg arita se casaron la sem ana pasada.
La reina B eatriz está casada con el príncipe N icolás.

14 C on frecuencia se considera injustificadam ente que la id en tid ad referencial de


los en u n ciad o s (sobre to d o la de los enu n ciad o s nom inales) es necesaria y /o suficiente
p ara la co h eren cia, de m anera que antes m uchos anáfisis gram aticales de estructuras
textuales se o rie n ta b a n hacia los p ro n o m b res, p o r p oner un ejem plo; véase van D ijk
(1972 a. 1973).
LA C I E N C I A D E L T E X T O 42

A p esar de que se hable del m ism o tipo de relaciones (estar casado),


en la o ración (16) no se puede h ab lar de una relación clara entre las
circunstancias. Lo m ism o puede ocu rrir en la (15), pero en ella el
hablan te co m p ara dos circunstancias, m ientras que P edro y G erard o
ya pertenecían con an terio rid ad al círculo de am istades del hablante.
Así pues vem os que las condiciones para la conexión aquí ya no sólo
son sem ánticas, puesto que los térm inos «hablante» o «conocim ien­
to s/d a to s del hablante» no estaban definidos en la sem ántica. Más
adelante q u ed ará claro que tales condiciones p ara una conexión
deben tratarse en la pragm ática o en la psicología, y lo mismo
resulta válido en general p a ra las relaciones entre interlocutores y su
idea de las circunstancias. Para algunos interlocutores dos hechos
pueden estar ligados entre sí y p ara o tros no, dependiendo de su
conocim iento del m u n d o , sus opiniones y deseos. En la frase (13)
habría que añ ad ir den tro de la pragm ática o de la psicología: «rela­
tivam ente según los conocim ientos (experiencias, etc.) de un ha­
blante».
No o bstante, nuestro conocim iento e interpretación de la realidad
tam bién se basa en principios convencionales generales: no todas las
circunstancias están ligadas arbitrariam en te entre sí. De ahí que si
un interlocutor dijese, com o disculpa p o r su tardanza:
(17) R uego q u e disculpen mi retraso , p ero es que tengo el peto rojo.

el receptor podría, con todo derecho, rehusar su disculpa com o


disp aratad a,-d ad o que tener el cabello rojo normalmente no es ningu­
na excusa para llegar tarde.
Así pues ya hem os en contrado uno de los criterios generales que
determ inan la conexión de circunstancias, una relación de motivación.
D os circunstancias A y B están ligadas causalm ente entre sí, cuando
A es una causa o una m otivación p a ra B, p o r lo que B es una
consecuencia de A .15 Tal relación entre circunstancias form a la base
para el em pleo de conectivos (causales), com o las conjunciones
porque, puesto que, de modo que, etc., y los adverbios por eso, por
ende, po r tanto, p or consiguiente, etc. R ecíprocam ente observam os
tam bién que los conectivos, que convierten las proposiciones en la
lengua n atu ral en proposiciones compuestas, pueden interpretarse
com o (referirse a) relaciones entre circunstancias.
En tan to que las relaciones causales entre circunstancias se basan
en regularidades físicas, biológicas y otras del m undo actual (y de un
conjunto de m undos sim ilares) y que las relaciones que ap o rtan
fundam entaciones se basan en principios del conocim iento y de la
argum entación válida, existen adem ás otras relaciones aún m ás estre­

15 V an D ijk (1 9 7 7.a) in ten ta definir el concepto de cau salid ad en térm in o s de la


sem án tica lógica. Este concepto tiene u n papel im p o rta n te en la descripción de
co h eren cias de oracio n es, igual que el concepto general co n d icio n aü d ad . P ara la
discusión filosófica general sobre este com plicado con cep to , véase S osa (com p.) (1975).
43 T EX T O Y G R A M A T IC A

chas, relaciones lógicas en general y relaciones conceptuales en espe­


cial, p o r ejem plo en frases tautológicas com o:
(18) P ed ro n o tiene esposa p o rq u e es soltero.

D ad o que el concepto de «soltero» im plica que «no tiene esposa»,


una frase com o ésta es verdadera en todos los m undos posibles
(donde Pedro existe y es soltero). Este tip o de oraciones es tam bién
parte de los postulados de significado de una lengua, m ediante los que
se reproduce la estructura conceptual de los significados de palabras.
Las relaciones entre circunstancias tam bién pueden resultar más
‘débiles’ o m ás ‘laxas’ que las im plicaciones causales o lógico-concep­
tuales. U na prim era condición p o d ría ser, p o r ejem plo, que dos
circunstancias tuvieran lugar en la m ism a situación, es decir: en el
m ism o período, sim ultánea o sucesivam ente, d en tro del m ism o m un­
do posible, com o en:
(19) E stuvim os en la playa y ju g am o s al fútbol.
(20) M aria hacía p u n to . Jo rg e to cab a el piano.

En (19), donde las proposiciones están ligadas m ediante la co njun­


ción «y», resulta que la prim era de ellas define en cierta m anera la
situación en la que debe in terpretarse la segunda (ja práctica del
fútbol es una circunstancia de un m undo — p asad o — en el que
estábam os en la playa, de tal m anera que el período del p artid o de
fútbol pertenecía al período de la estancia en la playa).
En (20) los dos sucesos a los que las oraciones hacen referencia
tienen lugar aproxim adam ente al m ism o tiem po. No obstante, esta
condición es en general dem asiado débil p ara la conexión de dos
secuencias:
(21) M aría hacía p u n to , y la T ierra gira alred ed o r del Sol.

A p esar de que el tiem po en el que la tierra gira alrededor del sol es


el m ism o que en el que M aría hace p u n to , por regla general (21) no
es aceptable.
Algo sim ilar ocurre con la disyunción, expresada p o r «o»:
(22) Voy al cine, o voy a visitar a la tía A na.
(23) Voy al cine, o seré abogado.

En prim er lugar la disyunción ya exige que las dos circunstancias no


existan al m ism o tiem po en el m ism o m undo (siem pre que el interlo­
cutor pueda ‘observarlas’, es decir: pueda tener acceso a ese m undo
desde su m undo actual, desde su contexto com unicativo), sino en
m undos alternativos. A esto se añade que tam bién las dos circuns­
tancias, de una m anera u o tra , son alternativas, es decir, comparables;
las circunstancias acaso sean dos actuaciones del hablante, a saber:
dos actuaciones que suelen llevarse a cabo después de la jo rn ad a
laboral y no una sim ple actuación breve (ab rir una puerta) y una
actuación muy com plicada y larga (construir un puente). En otras
LA C I E N C I A D E L T E X T O 44

palabras: debe existir una base para la co m parabilidad de circunstan­


cias. Por eso que (20) es interpretable, puesto que am bas circunstan­
cias provienen del ámbito de ocupaciones d u ran te los ratos de ocio,
m ientras que p o r estos m otivos (21) no lo es.
En los casos en los que la prim era proposición no describe el
‘m arco ’ para la circunstancia que se expresa m ediante la segunda
proposición, se puede suponer que existe una tercera proposición
im plícita (o una serie de proposiciones) m ediante la que se pueden
com prender o in terp retar las dos proposiciones originales; p. ej.:
«M aría y Jorge se fueron al cuarto de estar después de com er» para
la frase (20) y «Esta noche salgo» p ara (22); esto sin em bargo no
resulta posible para (23). U na tercera proposición de este tipo a
m enudo’ se enco n trará m ás adelante en el texto o bien será parte
integrante de aquello que el hablante o el oyente saben sobre el
contexto o el m undo en general.
D adas dos proposiciones p y q que se in terp retan respectivam ente
com o circunstancias A y B, por ah o ra podrem os decir que entre estas
proposiciones existe una conexión — expresada m ediante conectivos
o no — , cuando A y B están unidas de la siguiente m anera:

(24) (i) A es cau sa de B (= B es consecuencia de A).


(ii) A es una fu n d am en tació n de B (siendo B una actu ació n o la consecuencia
de un a actuación).
(iii) A y B o cu rren en la m ism a situación (es decir: en el p a r m u n d o /tie m p o
[m„ I,]) y pertenecen al m ism o ám bito conceptual; están perm itidas las
siguientes posibilidades:
— A sim u ltánea a B;
— A tiene lugar en un período parcial de B (o al revés);
— A y B se suceden (com o en la relación causal);
— A y B se traslad an .
(iv) A es necesariam ente (lógica, conceptualm ente) p arte de B. o al revés.
(v) A es u n a 'p a rte in teg ran te' norm al (convencional) de H, o al revés.

En todos los casos, estas condiciones son válidas relativamente res­


pecto de un conjunto de proposiciones C que com prende la base de
la com parabilidad, los postulados generales, las regularidades y el
conocim iento general, p o r lo que un hablante puede y debe im aginar­
se relaciones entre circunstancias.
El hecho de que un conocim iento convencional de situaciones
típicas y de acontecim ientos es necesario, se dem uestra p o r ejemplo
en las siguientes frases:

(25) P edro no tenia dinero, p o r lo que ah o ra no ha ido a la tab ern a.


(26) La cosecha no fue buena. N o ha llovido en to d o el verano.

El hecho de que estas secuencias sean sem ánticam ente aceptables se


fundam enta en nuestro conocim iento general de que norm alm ente se
ha de pagar la consum ición en una taberna y de que la ausencia de
lluvias puede ser la causa de una m ala cosecha. Las unidades de este
tipo de inform ación convencional sobre d eterm inadas situaciones y
45 TEX TO Y G R A M A T IC A

acontecim ientos típicos se llam an marcos (fra m es).lb Estos m arcos


especifican, por ejem plo, la condición (v) arriba m encionada, a
saber, cuando una cosa es ‘parte in teg ran te’ de una circunstancia,
com o «pagar» lo es de «ir a la taberna».
Más tarde verem os que el conjunto C, a la vista del cual sus dos
proposiciones se interpretan com o 'conexas', tam bién debe abarcar
inform aciones sobre el tema de la secuencia. No sólo las circunstan­
cias de las que se habla deben estar ligadas entre sí, sino que tam bién
lo que de ellas decim os debe relacionarse en cierta m anera, poseer
una cierta continuidad, siem pre referida a d eterm inado tema de la
conversación (topic o f con versa t ion).

2.2.6 Tenem os ah o ra una noción superficial de cóm o las proposi­


ciones pueden estar en suma ligadas entre ellas de dos en dos. Estas
condiciones establecen tam bién cuándo las proposiciones pueden
expresarse en una oración y por lo cual tam bién fundam entan el uso
de conectivos naturales. En el capítulo siguiente verem os que estos
conectivos no sólo son sem ánticos sino tam bién pragm áticos, en e)
sentido de que no sólo pueden hacer alusión a relaciones entre
circunstancias, sino tam bién a relaciones entre las actuaciones lingüís­
ticas que podem os llevar a cabo al pro d u cir una enunciación.
La conexión de las secuencias sin em bargo no sólo resulta de la
conexión directa entre proposiciones, com o se ha expuesto an terio r­
mente. Así por ejem plo, en una exposición sobre las vacaciones de
invierno de Pedro pueden darse las siguientes secuencias:
(27) (...) V iajó con el tren de la noche (.V,). Esos trenes son cóm odos (.V2). Al día
siguiente p o r la m añana P edro se en co n tró descansado en su Jugar de vacacio­
nes (.V,). N evaba ( S'4). El hotel estaba al final del pueblo ( 5 ;). La vista sobre
las m o n tañ as era excelente Desde que llegó se en co n tró m uy a gusto (.S'7).
(...)

Q ueda claro que las oraciones de este texto (en cierto m odo trivial
pero no por ello m enos típico) no cum plen las condiciones de
conexión linealm ente y de dos en dos, tal com o se han form ulado
arriba. Si bien en S 2 se expresa una proposición que rem ite a una
m otivación de la circunstancia representada en — condición (ii)— ,
.V2 no está ligada a S 3i sino a lo sum o S1, con S } al aplicar la
condición (iii): sucesos que tienen lugar sucesivam ente, dentro del
m ism o ám bito conceptual (en este caso se tra ta de viajar). Sin
em bargo no posee conexiones directas y únicam ente se puede
in terp retar p o r el tema global del pasaje, el deporte de invierno.
Tam bién S 5 se relaciona sólo débilm ente con otras proposiciones y
puede in terpretarse únicam ente a través de la inform ación especial

16 El co n cep to de fra m e (m arco) se trata con m ayor detalle en el cap ítu lo 6, en el


que tam bién se dan referencias bibliográficas en el cam po de la psicología y de la
‘artificial intelligence’, en la que se em plea este concepto.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 46

sobre el m arco, a saber: «C uando se hacen vacaciones de invierno se


busca alojam iento en un hotel» y «La m ayoría de las veces se hace la
reserva con antelación». S 6 solam ente es im po rtante en cuanto a la
inform ación del m arco de los deportes de invierno (el deporte de
invierno sólo se practica en las m ontañas); adem ás, S 6 aún puede
expresar una débil condición para S 7, m ientras que S 7 vuelve a ser
una consecuencia (tem poral) de la circunstancia, rem itiendo a S
En lo referente a las conexiones todavía se pueden decir m uchas
más cosas sobre este pasaje. Por lo p ro n to se ha dem ostrado que las
relaciones de conexión no tienen por qué ser continuadas, sino que
tam bién pueden existir proposiciones que no se sigan directam ente.
En el caso de que ya exista una conexión, ésta será indirecta; se dará
a través del tem a del pasaje (sobre el que posteriorm ente entrarem os
en m ayor detalle) o de un determ inado m arco convencional de
conocim ientos (sobre in v ierno/deporte).
Tam bién salta a la vista que la secuencia no sólo expresa una serie
de proposiciones explícitam ente, sino que asim ism o deben existir
inform aciones implícitas para poder in terp retar una secuencia, com o
ésta, es decir: para poder ligar las proposiciones. Si se tom a al pie de
la letra, se puede decir que Pedro sólo puede estar en su lugar de
vacaciones si el tren realm ente ha llegado hasta ahí. No obstante,
puesto que nuestro conocim iento sobre T R E N /v iA JK S nos dice que
esto norm alm ente es así, puede prescindirse de una inform ación de
este tipo. M ás tarde verem os que existen razones pragm áticas para
ello («no m ostrarse m ás explícito o redundante de lo necesario» y
«no p o rm enorizar una cosa que el oyente ya sabe»). El em pleo del
artículo determ inado el en S 5 presupone que existe una inform ación
im plícita, según la que existe com o m ínim o un hotel (p. ej., «Fue al
hotel en el que había hecho la reserva»). T am bién hay que suponer
que la vista sobre las m ontañas se tiene desde el hotel y que Pedro
desde un principio se encuentra a gusto en el hotel y no en o sobre
las m ontañas, aunque éstas se m encionen en últim o lugar. T odas
estas suposiciones son necesarias para poder in terpretar correctam en­
te la vista.
Resum iendo, podem os decir que para la interpretación correcta de
cada proposición de una secuencia se necesita gran núm ero de
proposiciones m ás generales, a saber, los postulados significativos de
la lengua y los conocim ientos generales sobre el m undo (el m arco)
p o r p arte del oyente, por lo que, ju n to con las proposiciones explíci­
tas de la secuencia, puede derivarse una serie de proposiciones im plí­
citas especiales. Sin estas proposiciones im plícitas la secuencia no
sería com pletam ente interpretable. Ya que anticipam os el térm ino
texto, podem os d enom inar base del texto a la serie de proposiciones
que tiene com o base una secuencia textual, pudiendo diferenciar así
entre una base del texto implícita y una explícita. Para com prender un
texto debem os reconstruir cognitivam ente (así pues, tam bién teórica­
mente) la base textual explícita com pleta, basándonos en la base
47 T EX T O Y G R A M A T IC A

textual im plícita tal y com o aparece en la secuencia de frases. Inver­


sam ente es válida la regla general (pragm ática) de que no necesitan
expresarse todas las proposiciones de la base textual explícita (pue­
den qu ed ar im plícitas) cuando el hablante tiene razones para supo­
ner que el oyente ya dispone de esta inform ación. Para evitar confu­
siones digam os que la base explícita del texto es la secuencia de
proposiciones de las que una p arte queda im plícita al ‘p ro n u nciarlas’
(‘expresarlas’) com o secuencia oracional; por el contrario, la base
implícita de! texto se m anifiesta en su to talid ad , m ediante la omisión
de las proposiciones ‘co n o cid as’, directam ente com o ‘texto’; p o r eso,
una base explícita del texto es tan sólo una construcción teórica y
acaso tam bién una reconstrucción de procesos de interpretación
cognitivos (véase capítulo 6).

2.2.7 M ientras que la conexión de las proposiciones en (27) se basa


en las m encionadas relaciones entre circunstancias, tam bién se puede
co n statar que se garantiza una determ inada unidad debido a la
identidad de la persona (Pedro) a la que rem iten varias oraciones de
la secuencia. L lam arem os referente del texto (discourse referent) este
referente de un pasaje. Desde luego que tam bién pueden serlo otros
objetos, com o «tren» (o m ejor, el concepto T R E N ) en S, y S 2, que
posibilita la conexión de am bas oraciones.
Vam os a suponer pues que, adem ás de la conexión entre proposi­
ciones enteras, tam bién existen relaciones entre partes de proposicio­
nes, es decir: entre significados de verbos o entre significados o
referentes de sustantivos, etc. En nuestro pasaje existe la ya m encio­
nada co-referencialidad entre él y Pedro en S ]f S } y S 7. En este caso
se trata de la identidad de referentes; n o o b stante, tam bién son
posibles otras relaciones entre los referentes del texto aunque no
vengan dadas p o r el significado del verbo (predicado), p. ej., entre
Pedro y el tren, o sea, entre una persona que actúa (sujeto de la
acción de viajar) y un instrum ento o m edio de transporte que posi­
bilita esta acción. P o r regla general esto es válido para las relaciones
entre los diferentes papeles o funciones de los referentes que se hacen
posibles a través del predicado (sujeto, objeto directo, instrum ento,
tiem po o lugar, m eta, etc.). Así pues podem os introducir con facili­
dad una oración en el pasaje (27), com o p. ej.:
(28) Su m ad re le habia p rep arad o alg o p a ra com er d u ra n te el viaje.

Aquí se introduce un referente del texto: «m adre», con la ayuda del


p ronom bre posesivo su que rem ite a Pedro. Pedro y su m adre están
pues ligados com o sujeto y objeto (directo): «Pedro tiene m adre» (es
esta una proposición que no necesita ser expresada explícitam ente
debido a la regla de los conocim ientos generales). C on ello vemos
que podem os introducir nuevos referentes en una secuencia m ediante
una relación, im plícita o directam ente expresada, con referentes
introducidos anteriorm ente.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 48

C iertam ente hay que insistir en que esto sólo es posible dentro de
las reglas generales de la conexión, es decir: tam bién la circunstancia
nueva en su conjunto tiene que estar ligada a otra circunstancia.
A unque la m adre de Pedro aparece en la oración siguiente:
(29) Su m ad re nació en A m sterdam .

(29) no es aceptable com o oración posible en (27). Un caso interesan­


te de identidad de referentes se presenta cuando la identidad no
posee validez en un m undo d eterm inado sino en m undos distintos.
En este caso se da una identidad ‘conceptual’ entre un individuo y su
co n trario (c o u n te rp a rt),17 por ejem plo, en la proposición de la o ra ­
ción siguiente:
(30) P edro so ñ ó qu e ten d ría un accidente de esquí.

Si bien Pedro y el sujeto elíptico de la su b o rd in ada rem iten a Pedro,


en el prim er caso se trata de Pedro en el m undo actual, y en el
segundo, de su co n trario en el m undo de los sueños. Este tipo de
trans-world identity (expresión muy acertad a) requiere sin em bargo
que los dos m undos estén ligados entre sí (en este caso, p. ej., a
través del p redicado «soñar»); es decir que deben ser accesibles en
una dirección determ inada, puesto que el m undo real no es accesible
desde el m undo de los sueños, ya que en tal caso las vacaciones de
invierno reales de Pedro ya h ab rían fracasado p o r el solo hecho del
sueño.
H em os visto que las relaciones entre los referentes del texto son
im portantes p a ra la conexión de un pasaje cuando a la vez están
ligadas entre sí las circunstancias. En este caso esto significa que
tam bién pueden estar ligados los significados de otras partes de la
oración (verbos, adjetivos, adverbios, etc.) que ‘van m ás allá’ de
estos referentes. En algunos casos, el predicado puede ser el mismo
para varias proposiciones, es decir que puede rem itir a la misma
característica o a la m ism a relación entre referentes, pero en la
m ayoría de los casos se tra ta de predicados diferentes del mismo
(grupo de) referente(s). M ientras que los referentes del texto pueden
seguir siendo ‘los m ism os’ d urante un tiem po d eterm inado, los pre­
dicados, dicho de m anera intuitiva, dan siem pre informaciones nue­
vas, velando de esta m anera por la continuidad de la secuencia. La
condición previa era que los predicados debían proceder realm ente
del m ism o ámbito conceptual — v i a j a r : d a r algo de com er para el
viaje en (28)— , com o se especifica m ediante nuestro conocim iento
convencional (los m arcos de este ám bito). De esta m anera volvemos

17 El co n cep to de « counterpart», in tro d u c id o p o r L a k o f f ( 1968) tam bién en la


lingüística, proviene de la sem ántica m odal, en la que se estu d ian las relaciones entre
(‘los m ism o s’) in dividuos en diferentes m undos posibles. P o r !o dem ás, el concepto en
sí p resen ta un a serie de problem as. P a ra tr a ta r el tem a, véase L ewis (1 973 ) y R e s c h e r
(1975).
49 TEX T O Y G R A M A T IC A

a las relaciones entre circunstancias, y se co nstata que si un referente


posee una caracteristica determ inada se crea una circunstancia.
Finalm ente, adem ás de estas relaciones (p. ej. de identidad) entre
individuos y /o sus características, existen tam bién relaciones de tiem ­
po, lugar y m undos posibles en los que están d ados individuos/ca-
racterísticas y circunstancias, p. ej.: sucesión, identidad, sim ilitud y,
en general, accesibilidad o aJtem atividad, relaciones en definitiva
con las que ya nos hem os en co n trad o en los requisitos para conexio­
nes. El hecho de que la sim ilitud de m undos tam bién tiene un papel
en la conexión de textos se evidencia en la oración (7): naturalm ente
hay que d ar p o r supuesto que en el m undo alternativo, en el que soy
rico, tam bién tengo ganas de com prarm e una barca. En eso, el otro
m undo debe parecerse bastante al nuestro. De hecho, este otro
m undo debería ser además totalm ente igual al prim ero, salvo el
hecho de que en él soy rico. P o r todo ello debem os suponer que el
conjunto de m undos en los que se dan circunstancias a las que
remiten las oraciones de un texto es más o m enos hom ogéneo, es
decir: posee el m ism o conju n to de postulados sobre norm as y regula­
ridades en estos m undos. P o r eso la diferencia entre los m undos de
un conjunto hom ogéneo de este tipo tan sólo es accidental: con algo
de suerte yo podría haber sido rico en este m undo, si por ejemplo
hubiera gan ad o el «gordo» en la lotería. Sin em bargo, en la literatu­
ra de ciencia ficción pueden introducirse m undos que ap o rta n po stu ­
lados físicos y biológicos notoriam ente diferentes. Allí las circunstan­
cias pueden conectarse cuando en nuestro propio m undo — suponien­
do que existiesen— eso sería im posible. P o r ello, el hecho de cóm o
se interrelacionan los textos depende tam bién de nuestro conocim ien­
to sobre el respectivo conjunto de m undos y de sus postulados
básicos.

2.2.8 En los párrafo s anteriores hem os h ab lad o sobre las relaciones


entre proposiciones enteras (y p o r ende, entre circunstancias) y sobre
relaciones entre partes de proposiciones. Sin em bargo, y com o ya
hemos visto con anterioridad, las proposiciones tam bién pueden ser
com puestas, existen tam bién relaciones proposicionales entre partes
de proposiciones, p. ej., entre la proposición «p & q» y la proposi­
ción «q &. r». Por lo tan to , en una frase determ inada se puede hacer
referencia a una circunstancia que ya había sido introducida an te rio r­
mente com o referente en el texto y que ah o ra , en esta oración, está
ligada a una nueva circunstancia, form ando una circunstancia ‘com ­
puesta’, por ejemplo:

(31) D eb id o a q u e el hotel estaba en las afueras del p ueblo. P edro tenia una buena
vista sobre las m o n tañ as.
(32) A P ed ro le g u stó que el hotel estuviera en las afueras.
(33) P ed ro sabia qu e el hotel estab a en las afueras.
(34) T am bién este hotel estaba en las afueras.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 50

En estas frases siem pre se parte del estado de cosas ya introducido^


de que un hotel (el mismo u o tro ) estaba en las afueras, y se sostiene
que esta circunstancia es m otivo o causa de otra circunstancia (bue­
na vista, que eso era del agrado de P edro, que Pedro tenía su
opinión al respecto, que concuerda con o tro estado de cosas). La
proposición, que se interp reta com o sem ejante estado de cosas ya
introducido anterio rm en te, la llam arem os presuposición18 de las p ro ­
posiciones com puestas (31) a (34) dadas. D ad o que una presuposi­
ción rem ite a una circunstancia ya introducida, esta parte de la frase
es, en principio, verdadera, aunque luego la frase com pleta podría ser
tan to verdadera com o falsa. P or ello, en el nivel de la pragm ática, en
el que se dem uestran los conocim ientos del hablante y del oyente, el
térm ino sem ántico de presuposición se refiere a las suposiciones del
hablante sobre los conocim ientos del oyente: el prim ero supone que
el segundo ya conoce este estado de cosas, bien a causa de las
proposiciones anteriores de la secuencia o bien debido a las proposi­
ciones que lógicam ente resultan de ellas o que resultan del conoci­
m iento general sobre el m undo. C uando afirm amos algo (o pregun­
tam os, recom endam os, etc.), p o r ejem plo, expresando las oraciones
(31 )-(34), esa afirm ación en rigor se refiere únicam ente a la ‘nueva’
proposición, es decir: a aquello que el oyente todavía no sabe; en
especial se dice de esta afirm ación que es verdadera o falsa, según
que el estado de cosas in terp retad o exista o no. C uando un hablante
sostiene que lo que ocurre es p, a pesar de saber que lo que ocurre es
~ p (o que com o m ínim o no se trata de p), esa afirm ación es
incorrecta. Si en cam bio dice que ocurre p y adem ás lo cree au tén ti­
cam ente, y sin em bargo no es p lo que sucede, su aseveración es
correcta aunque sea falsa.19 En el lenguaje n atu ral existe una gran
cantidad de posibilidades para dar a conocer que un determ inado
estado de cosas, un individuo o una característica ya han sido
introducidos o que están im plícitos gracias a conocim ientos especia­
les o generales; p o r ejem plo, m ediante frases su bordinadas con que
en diversos predicados (llam ados factivos); con «saber», «gustar»,
«ver», «oír», pero no con «sostener», «pensar», «creer»; m ediante
una construcción sintáctica, p o r ejem plo, la posición inicial en la

Las p resuposiciones han desem peñado un papel p rim o rd ial en la sem ántica
filosófica y lingüistica d u ra n te los últim os diez años, especialm ente a causa de los
pro b lem as acerca de su definición, d o n d e frecuentem ente se han m ezclado aspectos
sem ánticos y p rag m ático s entre sí; p ara ello véase v a n D u k (1980 b). D os m o n o g ra­
fías recientes que tra ta n de los p ro b lem as a este respecto son K lm p so n (1975) y
W ils o n (1975). P f t o f f i & F r a n k (com ps.) (1973) ofrecen una buena recopilación de
distintos enfoques.
ISI A dem ás de los conceptos sem ánticos ya existentes de « verdadero» y «falso»,
tam bién se em plean o tro s (com o p o r ejem plo «cum plir»); el concepto de «corrección»
— ad em ás del co n cep to de «appropriateness», em pleado en el siguiente cap ítu lo — es
m ás bien p rag m ático p o rq u e se basa en el conocim iento del hab lan te o del oyente
d en tro del co n tex to y referido a las circunstancias previam ente dadas; véase G r o l n l n -
d i j k & S t o k h o i (1 97 5, 1978).
51 TEXTO Y G R A M A T IC A

oración; m ediante el em pleo de pronom bres o artículos d eterm in a­


dos, etc. Así, en nuestro ejem plo, la expresión de el hotel só lo puede
rem itir a un hotel ya conocido, que se ha introducido im plícitam ente
con el indicio de que Pedro probablem ente se alojará en un hotel.

2.2.9 D e esta breve consideración sobre el papel que tienen las


presuposiciones en las secuencias se deduce que difícilm ente pueden
delim itarse con precisión las fronteras entre sem ántica y pragm ática.
Sin em bargo nos m antendrem os fieles al principio de que la sem án­
tica se ocupa de significados y referencias, au n q u e éstos estén deter­
m inados p o r las relaciones de hablantes y oyentes en un contexto
dado. En este ú ltim o caso se habla tam bién de semántica c o n te x tu á is
Tan p ro n to com o se h abla del conocim iento de hablante y oyente y
nos p reocupam os p o r el acierto, la corrección o la aceptabilidad de
los enunciados, nos m ovem os en el cam po de la pragm ática. N a tu ­
ralm ente tam bién el hablante o el oyente (u otros elem entos del
contexto) pueden ser objeto de referencias, p. ej., en narraciones
( Yo...Yo...)\ tam bién en este caso seguim os den tro del dom inio de la
sem ántica (contextual),

2.2.10 Ya den tro del terreno fronterizo entre la sem ántica y la


pragm ática querem os finalm ente volver a la discusión de las presu­
posiciones, teniendo especialm ente presentes las conexiones de un
pasaje com o (27). Vimos que una parte de la inform ación en una
oración puede ser ‘con o cid a’ y que o tra puede ser ‘nueva’, en el
sentido de que no so tro s ya sabem os que Pedro existe y que en el
paso u lterior se dice algo nuevo sobre Pedro, com o p o r ejem plo que
viajó en tren. Esta inform ación nueva a m enudo se ha d ado en
llam ar comento (o focus) de la oración, y la inform ación ya conocida
tópico.2' Estos térm inos a veces tam bién se em plean para indicar la
p arte de la oración que representa estas funciones diferentes. En
nuestro pasaje* él en S, es tópico y viajó con el tren de la noche es
com ento.
En el últim o ejem plo, sin em bargo, tam bién podem os leer las
palabras tren de la noche enfatizando la p alab ra n o c h e . E n este
caso podrem os deducir que Pedro viajó con el tren (com o tópico) y

20 La sem án tica co n tex tu al, es decir: una sem ántica en la que se in terp retan frases
según el co n tex to de su enunciación (lugar, tiem po, etc.), se ha ex tendido sobre todo
a p a rtir de la o b ra de M o n tag u e — véase M o n t a g u f (1974)— , quien, sin em bargo, Ja
llam ó «fo rm a l pragm ática», un concepto que tiene poco en com ún con aquello que,
por ejem plo en el cap ítu lo siguiente, se entiende p o r p rag m ática. Véase tam bién
L l:\v i s ( 1970) y las ap o rtacio n es e n K e e n a n (com p.) (1975).
El co n cep to de «tó pico-com ento» es u n o de los p ro b lem as m ás com plicados de
la lingüistica m o d ern a: intervienen aspectos ta n to sem ánticos com o pragm áticos y
tam bién cognitivos. P ara la bibliografía general y o tra s reseñas, véase S g a l l , H a j í Í o .
v a & B f n lS o v a (1973). D en tro del m arco de la gram ática y la prag m ática textuales
este co n cep to se tra ta en van D ijk (1972 a, 1977 a, 1980 b).
LA C I E N C I A D E L T E X T O 52

que la inform ación nueva consiste en que se tra ta del tren nocturno.
C om o no rm a general, y lejos de cualquier perfección, se puede decir
que el tópico de una oración se transm ite m ediante el sujeto (a
m enudo se tra ta del prim er grupo nom inal), m ientras que el resto de
la oración es el com ento. C u an d o se acentúan determ inadas partes
de un enunciado (Pedro viajó con el tren, no M aría), éstas tam bién
pueden ad q u irir funciones de com ento. En este caso, puesto que
tan to Pedro com o tam b ién el hecho de que alguien viajó con el tren
son conocidos (los llam arem os x), deberíam os designar com o com en­
to el nuevo hecho (afirm ado) de que Pedro = x.
D e ahí podem os deducir que el tópico de una oración posee
tam bién la función de escoger un elem ento d eterm inado (un estado
de cosas, un individuo, una característica, una relación, algunos
individuos) de entre un co njunto m ayor de inform aciones conocidas,
y que el com ento tiene la función de decir algo que aún no se sabía
sobre esto. P o r ello es inherente a la estructura tópico-com ento una
función im p o rtan te en la elaboración pragm ática y cognitiva de
informaciones de enunciados lingüísticos.
H ay que tener en cuenta que el tópico en una secuencia puede
variar continuam ente. El tópico en 5 , de (27) se expresa m ediante él,
en S 2 tiene lugar un cam bio de tópico a «trenes nocturnos»; en S 5 el
tópico, es el hotel. S A sin em bargo presenta m ás problem as: nevaba,
puesto que el verbo im personal no alude a un sujeto conocido. Aquí
suponem os que no existe ningún tópico o en todo caso sólo uno
‘vacío’, a pesar de que tam b ién se po d ría decir que rem ite a la
situación actual o al estado del tiem po en general. El mism o proble­
ma surge en S 6: p. ej. en alem án esta oración se construye con un
prono m b re que posee una referencia vaga a un lugar determ inado o
a una situación d eterm in ad a (acaso com o una debilitación de allí).
C om ento entonces sería el resto de la oración. En oraciones com o
Erase una vez un hombre que cruzó la calle corriendo puede prescin­
dirse de Erase una vez, de m anera que realm ente se puede hablar de
un tópico ‘vacío’, a pesar de que tam bién aquí se p o d ría suponer
im plícitam ente que tópico es el m undo posible d eterm inado sobre el
que se habla (con esta función del tópico nos encontram os sobre
todo en las prim eras frases de u n a narració n , en especial en las de los
cuentos).
Po r lo dem ás, hay que proceder con cuidado cuando se em plean
criterios intuitivos p o r los que po d ría dársele un nom bre a la función
del tópico conform e a preguntas com o «sobre qué», «de qué»,
«quién» o «qué». La prim era o ración de nuestra secuencia trata
tan to ‘de’ Pedro com o ‘del’ tren de la noche. En tales casos, ‘de’
señala casi siem pre una referencia. C om o prueba habría que pregun­
tar com o m ínim o: «¿Sobre qué se sostiene algo?» U na función del
tópico tam bién puede ser a m enudo ‘d isco n tin u a’, es decir, que
puede suprim irse en diferentes partes de u n a oración, tal y com o
sucede en S s, donde ta n to el hotel com o el pueblo ya son (im plícita­
53 T EX T O Y G R A M A T IC A

m ente) conocidos, m ientras que lo único nuevo que se introduce es


la referencia «estaba en las afueras», p o r lo cual posee función de
com ento. El p ar (hotel, pueblo) es tópico.
Finalm ente tam bién cabe p reg u n tar de qué tra ta el pasaje com o un
todo. En este caso nos ocupam os del tem a del texto. Es éste un
térm ino que no está definido para las proposiciones aisladas ni para
las relaciones que existen entre ellas, sino únicam ente para secuencias
enteras; el tem a se define entonces en térm inos de las macroestructu-
ras de textos.

2.2.11 A hora estam os m ás o m enos en condiciones de resum ir las


condiciones y los criterios que perm iten reconocer si una secuencia
es coherente. En sum a se tra ta de la coherencia semántica, aun
cuando ha quedado claro que a m enudo tiene que ver con la cohe­
rencia pragm ática. A dem ás, la coherencia que hem os tra ta d o aquí es
lineal: explica las relaciones entre proposiciones aisladas y otras
proposiciones (o grupos de proposiciones) d e n tro de una secuencia.
Finalm ente, la coherencia se determ ina en el plan o de los significados
(cuando se tra ta de las relaciones entre conceptos: identidad, com pa­
rabilidad, sim ilud del ám bito conceptual) así com o en el plano de la
referencia/referentes. U na secuencia es sem ánticam ente coherente,
cuando cada proposición de la secuencia puede ser interpretada de
manera intensional y extensional en relación a la interpretación de
otras proposiciones de la secuencia o de las proposiciones especiales o
generales que con ello resultan implícitas. De ahí que el concepto de
texto esté caracterizado p o r la noción de interpretación relativa.
La m anera en que una secuencia presenta u n a conexión sem ántica
se puede expresar m ás form alm ente com o sigue:

I. C O N E X IO N E N T R E P R O P O S IC IO N E S

D os proposiciones a y están vinculadas (son conexas) cuando


sus interpretaciones, referidas a un hablante h ¡, un tem a t ¡, conoci­
m ientos generales C y otras proposiciones (anteriores) D implícitas
en el texto o el contexto, y el m undo m ,/j, es decir: 1 (a, h¡, ti. C. D,
m ¡) e / (7?, h i, t¡, C, D \ w j), es decir: las circunstancias fa y fg , f a
y f p pueden estar ligadas entre sí de la siguiente m anera:

(35) (i) Existe una circunstancia parcial fy de j ^ .d e m anera que fa - Jy (presu­


posición);
(ii) Ja es una condición tuerte (causal. I'undam entadora) o débil para ;
(iii) fa y son altern ativ as co m p arab les (en m u n d o s alternativos: m, t- m j \
ni, R ni,):
0 V) son instancias del m ism o ám b ito conceptual en m u n d o s posibles
em p aren tad o s (del m ism o m u n d o /tie m p o /lu g a r o de m u n d o s /tie m p o s /lu ­
gares sucesivos).
LA C I E N C I A D E L T E X T O 54

II. O T R A S R E L A C IO N E S D E C O H E R E N C IA

(i) -Los referentes del texto de d os o m ás p roposiciones están ligados en tre sí p o r


la id en tid ad (en el m ism o m u n d o o m undos altern ativ o s) o p o r o tra relación
d eterm in ad a (p. ej.: p a rte -to d o , p ro p ietario -p ro p ied a d , etc.).
(ii) C aracterísticas del m ism o referente del texto están conectadas co m o en la
condición I (iv), p ero no son idénticas.
(iii) Los m u n d o s posibles (tiem po, lugar, etc.) se relacionan en tre sí: identidad,
sucesión, accesibilidad, sim ilitud.

En ello debe regir que, p a ra cada proposición de la secuencia, se


cum pla p o r lo m enos una de estas relaciones con p o r lo m enos una
de las dem ás proposiciones de la secuencia o con proposiciones
(im plícitas) que de esta m anera se im plicitan.
A hora resulta fácil dem o strar que p o r ejem plo la secuencia (27) es
coherente debido a estas condiciones. En o tras palabras: todas las
proposiciones de esta secuencia son importantes en cuanto al conteni­
do en relación con o tra proposición o con una serie de proposiciones.
Por lo dem ás, al p u n to II (ii) va ligada la típica condición de
avance sem ántico-pragm ática de las secuencias determ inada por las
funciones de tópico y com ento de cada proposición y oración, con lo
que en cada interpretación de proposiciones consecutivas cr¡ y a ¡+ i,
los conjuntos de proposiciones según las cuales se interpreta no
son iguales: D ¥ D \ La inform ación i. expresada p o r a ,+ i, que es
parte integrante de D ’, tiene entonces función de tópico, m ientras
que la función de com ento se asigna a la inform ación restante,
expresada por a ¡+ i, con lo que sim ultáneam ente tam bién D'
cam bia a D ” (esto puede ser la base para la interpretación de las
proposiciones siguientes). D e esta m anera tan com plicada, aunque
no com pleta ni m ucho m enos, com prendem os que en cada oración
de un texto debem os decir algo ‘nuevo’.

2.3 M aero estructuras de los textos

2.3.1 Puesto que ah o ra hem os podido d ar los prim eros pasos en


cuanto a las relaciones entre oraciones de un texto, debería a su vez
sernos posible d ar o tro paso im portante. Así com o de hecho una
oración es ‘m ás’ que una serie de p alab ras, tam bién se pueden
analizar los textos en un nivel que supera la estructura de las
secuencias. En los p árrafos anteriores hem os em pleado a propósito
continuam ente el térm ino «secuencias», porque aún no se podía
m ostrar claram ente que las secuencias, com puestas p o r oraciones
que a su vez satisfacen las condiciones de conexión y coherencia, en
realidad suelen constituir tam bién un texto. P o r esta razón hem os
hablad o constantem ente de la coherencia lineal.
En el nivel de descripción al que ah o ra pasarem os ya no se
considerarán ante todo las conexiones entre oraciones aisladas y sus
55 T EX T O Y G R A M A T IC A

proposiciones, sino las conexiones que se basan en el texto com o un


todo o p o r lo m enos en unidades textuales m ayores. Llam arem os
macroestructuras estas estructuras del texto m ás bien globales.22 Por
consiguiente, podem os llam ar microestructuras las estructuras de
oraciones y secuencias de textos para diferenciarlas de aquéllas; no
obstante evitarem os este térm ino de a h o ra en adelante.
La hipótesis en la que nos basam os com o p u nto de p artid a dice
así: únicam ente las secuencias de oraciones que posean una m acroes-
tru ctu ra, las denom inarem os (teóricam ente) textos. C on ello, la p ala­
bra texto se convierte en un térm ino teórico que ya se corresponde
sólo indirectam ente con el em pleo de esta p alabra en la vida cotidia­
na, donde se designan así sobre to d o las realizaciones lingüísticas
escritas e im presas. C om o es habitual en lingüística, nos basarem os
en una descripción estructural más am plia de la estructura de enun­
ciados. A dem ás de la (re-) construcción de estructuras y oraciones
abstractas (así com o de sus proposiciones) y secuencias en la gram á­
tica, postularem os ah o ra la unidad ab stracta de ‘texto'.
A dem ás supondrem os que existen estructuras textuales especiales
de tipo global, es decir, m acroestructuras, y que estas m acroestructu­
ras son de naturaleza semántica. La m acro estru ctura de un texto es
por ello una representación abstracta de la estructura global de
significado de un texto. M ientras que las secuencias deben cum plir
las condiciones de la coherencia lineal, los textos no sólo han de
cum plir estas condiciones (porque se ‘p resen tan ’ com o secuencias de
oraciones), sino tam bién las de la coherencia global.
Resulta im p o rtan te tener presente que se trata de estructuras
abstractas y teóricas, au n cuando se fu ndam entan sobre categorías y
reglas de tipo general y convencional que los hablantes conocen
im plícitam ente, es decir: las dom inan y em plean. A nálogam ente a la
experiencia de que los hablantes a veces se desvían de las reglas
sem ánticas y sintácticas al producir oraciones, especialm ente en el
uso oral de la lengua en determ inados contextos, tam bién los textos
(m anifiestos) pueden desviarse de las reglas de la coherencia lineal y
global. Este hecho se puede d a r conscientem ente (p. ej. en la lírica
m oderna) o m enos conscientem ente en la conversación cotidiana con
vecinos y amigos.

2.3.2 H em os supuesto que las m acroestructuras de los textos son


sem ánticas; así pues nos ap o rtan una idea de la coherencia global y

P ara una discusión m ás am plia de m acro esiru ctu ras, véase v a n D ijk (1972 a,
I97«? a) p ara las m acro estru ctu ras sem ánticas, y v a s D ijk (1980 b) p a ra las m acroes­
tru ctu ras prag m áticas.
P ara la relación con esquem as globales, véanse las referencias del capítulo 5, entre
u tro s. relativas a la teoria de la n arra ció n . Para el significado de m acro estru ctu ras en
la elab o ració n cognitiva de textos, véanse las n o tas al cap ítu lo 6.
Se está p re p a ra n d o un intento de síntesis de este concepto en el análisis textual, la
cognición y la in teracción (véase v a n D i j k 1980 a).
LA C I E N C I A D E L T E X T O 56

del significado del texto que se asienta en un nivel superior que el de


las proposiciones p o r separado. De esta m anera, una secuencia
parcial o entera de un gran núm ero de proposiciones puede form ar
una un id ad de significado en el nivel más global.
Puesto que consideram os que las m acroestructuras son sem ánticas,
podem os y debem os describirlas en térm inos de la sem ántica. Por
ello volvem os a h ab lar aquí de proposiciones, con lo que una m acroes-
tru ctu ra no se diferencia form alm ente de una m icroestructura: tam ­
bién aquélla se com pone de una serie de proposiciones. P or tanto, el
térm ino m acroestructura se presenta com o relativo: designa una
estructura de tipo global que es relativa respecto de estructuras más
específicas en o tro nivel ‘m ás b a jo ’. D e ello se deduce que lo que en
un texto puede considerarse una m icroestructura, en o tro sería una
m acroestructura. P o r lo dem ás, existen distintos niveles posibles de
¡a macroestructura en un texto, p o r lo que cada nivel ‘sup erio r’ (más
global) de proposiciones puede representar una m acroestructura fren­
te a un nivel inferior. L lam arem os sim plem ente la m acroestructura
del texto a la m acro estru ctu ra m ás general y global de un texto
com pleto, m ientras que determ inadas partes del texto pueden tener
sendas m acroestructuras. C om o resultado obtenem os una estructura
jerárq u ica posible de las m acroestructuras en diferentes niveles: véa­
se figura (35).
Se puede observar que una serie de proposiciones, </ju , p n ,
p o r ejem plo, se representa com o M ) en el prim er nivel de la m acroes­
tructu ra,... etc., hasta el nivel superior M". (El núm ero del nivel está
arriba a la derecha de M , lo que cada vez indica una proposición en
el m acronivel.)
Resulta perfectam ente posible que n “ 0; entonces el micronivel
57 T EX T O Y G R A M A T IC A

será igual al m acronivel. Esto se produce p. ej. cuando un texto se


com pone de pocas o de una sola oración.

2.3.3 C ada m acroestructura debe cum plir las m ismas condiciones


pura la conexión y la coherencia sem ánticas que los niveles microes-
tructurales; conexiones de condiciones entre proposiciones, identidad
de referentes, etc. Si esto no se diese, un m acronivel no podría ser
micronivel en o tro texto, tal y com o ocurre en realidad en las
oraciones del texto. A dem ás resulta im p o rtan te para una teoría de
las m acroestructuras saber qué condición nos posibilita indicar explí­
citam ente cóm o lle g a m o s’ hasta la m acroestructura de un texto
determ inado. T oda gram ática y sem ántica rigurosas requieren que
siempre describam os la estructura de unidades y niveles en térm inos
de su construcción o su derivación de otras unidades y niveles.
Así pues necesitam os reglas para la realización de la unión de
micro- y m acroestructuras, que se evidencian com o series de p ro p o ­
siciones ligadas a series de proposiciones, puesto que en am bos casos
se trata de estructuras significativas proposicionales. Este tipo de
norm as, form alm ente denom inadas reproducciones, tienen la form a
de transformaciones semánticas: tran sfo rm an una serie de proposicio­
nes en una serie de proposiciones (distintas o iguales).
Para sim plificar, estas reglas las denom inarem os macrorreglas. Si
existe una serie de proposiciones, tam bién a p o rta rá una serie de
proposiciones, tan to entre la propia m icroestructura y el prim er nivel
de la m acroestructura com o entre las m acroestructuras de diferentes
niveles entre sí. C ada linea de unión, o m ejor dicho, cada haz de
líneas de unión, que se ju n ta en una M ' de un nivel superior,
representa una m acrorregla. En seguida pasarem os a form ular algu­
nas de estas m acrorreglas y m ostrarem os algunos ejem plos para
ilustrar la teoría.

2.3.4 La función sem ántica de las m acroestructuras y las m acro rre­


glas consiste en la form ación de unidades de series de prgposiciones.
Si observam os el esquem a (35), se puede interpretar a partir de la
proposición m ás global M \ que la serie <pn , p n , ...> es coherente.
Adem ás nos posibilitan relacionar series de proposiciones como un todo
con otras series de proposiciones, p. ej. <pu —p 2Q> c ° n <p2l—Pu? •
De hecho, sin las m acrorreglas sólo p odríam os relacionar p 2Ocon p 2i
de entre am bas series. Sin em bargo, puede m uy bien ocurrir que
estas dos proposiciones no posean ninguna conexión ni ninguna otra
relación de coherencia, a pesar de que en la base textual, sean
sucesivas. V am os a em plear una com paración: cuando saludo a mi
vecino, difícilm ente se podrá decir que mi m ano saluda la de mi ve­
cino, aunque las m anos sean una parte de mí y tam bién de mi
vecino. Por ello, algunas relaciones se refieren a ‘totalidades’ y no a
elem entos de tales totalidades.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 58

2.3.5 Las m acrorreglas son una reconstrucción de aquella parte de


nuestra capacidad lingüistica con la que enlazam os significados con­
virtiéndolos en totalidades significativas más grandes. Es decir: in tro ­
ducim os un orden en lo que a prim era vista no es más que una larga
y com plicada serie de relaciones, com o por ejemplo entre proposicio­
nes de un texto.
Si consideram os las proposiciones com o una representación abs­
tracta de aquello que norm alm ente llam am os información (sem ánti­
ca), las m acrorreglas organizan en cierta m anera la inform ación
extrem adam ente com plicada del texto. En cierto m odo, esta conside­
ración implica una reducción de la inform ación, de m anera que —en
el plano cognitivo— tam bién podem os consid erar las m acrorreglas
com o operaciones para reducciones de información semántica. En el
capítulo 5 tratarem o s más extensam ente el papel cognitivo que tie­
nen las m acroestructuras en la elaboración de textos; de m om ento
nos lim itarem os m ás bien (en lingüística y gram ática) al papel abs­
tracto de las m acrorreglas en la organización de significados e
interpretaciones.

2.3.6 En este punto querem os intercalar una observación de tipo


general: debem os preguntarnos por qué han de aceptarse estas m a­
croestru ctu ras para la descripción de la estructura sem ántica del
texto. ¿Qué fenóm enos em píricos del uso de la lengua describen y
explican? ¿Qué problem as lingüísticos pueden form ularse m ejor de
esta m anera y, caso dado, solucionarse? La form ulación de este tipo
de preguntas es esencial en toda teoría cuan d o se desea introducir
térm inos, unidades, niveles descriptivos, diferencias, etc., nuevos.
Ya hem os form ulado un prim er objetivo em pírico: las m acroestruc­
turas deben explicar por qué p ara el hablante de una lengua intuiti­
vam ente ciertas series de oraciones no son válidas com o texto corrí'
prensible y aceptable, aun cuando cum plan las condiciones de cohe­
rencia lineal. Sin m acroestructura, al oír una serie de frases, el
h a b la n te d eb ería p reg u n tar continuam ente; «¿de qué hablas?»,
«¿adonde quieres llegar?», etc.
Uno de los térm inos que pretende aclarar la m acroestructura, es el
concepto de tema de un texto o tema del discurso (topic o f discourse o
topic o f conversationj. H em os de poner en claro aquella capacidad
esencial de un hablante que le perm ite contestar preguntas com o
«¿de qué se habló?», «¿cuál fue el objeto de la conversación?»,
incluso en textos largos y com plicados. Un hab lante tam bién puede
contestar cuando el tem a o el objeto en sí no se m encionan total y
explícitam ente en et texto. P o r lo tan to , debe deducir el tem a a partir
del texto. Las m acrorreglas son, pues, la reconstrucción form al de
esta ‘deducción’ de un tem a, con lo cual el tema de un texto es
exactam ente lo m ism o que lo que hem os llam ado m acroestructura, o
una p arte de ella.
Adem ás de que entiendan e interpreten relaciones de significado
59 T F X T O Y G R A M A T IC A

generales en los textos y de que deduzcan uno o varios tem as de un


texto, los habíanles son capaces de hacer un resumen del texto, es
decir, de producir o tro texto que guarde relaciones muy especiales
con el texto original, puesto que reproduce brevem ente su contenido.
A unque, com o verem os, los diferentes hablantes aporten diferentes
resúm enes del m ismo texto, siem pre lo hacen basándose en las
mism as reglas generales y convencionales, las m acrorreglas.
Esta capacidad de deducir tem as, describir objetos del texto o
produ cir resúm enes, así com o de cum plir otras tareas que hacen
referencia al ‘co n ten id o ’ de un texto en su to talidad (contestar pre­
guntas, parafrasear, traducir, etc.) tiene tam bién determ inadas im pli­
caciones gram aticales. Pues en su interpretación del texto, el hablan­
te puede hacer una diferencia entre la inform ación que pertenece a la
m icroestructura auténtica y m anifiesta del texto, y la que únicam ente
se da para o rganizar esta m icroestructura y su interpretación. F.n e l 4
texto no sólo se m anifiestan palabras temáticas (palabras clave), sino
tam bién oraciones tem áticas, que representan directam ente una parte
de las m acroestructuras. Tales oraciones tem áticas tienen caracterís­
ticas gram aticales especiales: por regla general no se pueden enlazar
con otras oraciones del texto (p. ej. tam poco m ediante conectivos).
Posteriorm ente se discutirán otras funciones de las m acroestructu­
ras, especialm ente en lo que se refiere a los procesos cognitivos de la
elaboración de textos.

2.3.7 Las m acroestructuras de los textos se obtienen al aplicar las


m acrorreglas a series de proposiciones. V am os a tra ta r a h o ra cuatro
de estas m acrorreglas:

(36) 1. O mitir
II. Sl-,1 T C T I O N A R
III. G ( NI RAI IZAR
IV . C o n s t r u ir o in t iu r a r

D esde un p u n to de vista form al, las dos prim eras son reglas de
anulación (deletio), y las dos últim as son reglas de sustitución, de la
m anera siguiente:
( 3 7 ) ( i)
(ii) <a, j8, > > -► í

Las cuatro m acrorreglas deben cum plir adem ás el principio denom i­


nado implicación semántica (entailment). Con ello se expresa que
cada m acroestructura, obtenida m ediante las m acrorreglas, debe
estar im plicada sem ánticam ente en su co njunto p o r la serie de p ro ­
posiciones a las que se aplica la regla. Así pues, una m acroestructura
debe resultar, en cuanto a su contenido, de la m icroestructura (o de
otra m acroestructura inferior).
P or lo dem ás, com o hem os visto antes, cada m acroestructura debe
cum plir las condiciones de conexión/coherencia norm ales para series
LA CIEN CIA D E L T EX TO 60

de proposiciones. De ahí resulta, entre otras cosas, que nunca pode­


m os o m itir una proposición cu an d o hace de presuposición para una
(otra) proposición del m ism o m acronivel, d ad o que en su defecto el
nivel ya no sería com pletam ente interpretable.
La prim er m acrorregla, OM ITIR, resulta b astante trivial y significa
que toda inform ación de poca importancia y no esencial puede ser
om itida.
Esto significa según (37) (i) que, cu an d o tenem os una serie de
proposiciones (a, 0 , y ), podem os sim plem ente elim inar a y 7 si estas
dos proposiciones no tienen una ‘función’ u lterior para el texto, por
ejem plo, com o presuposición para la interpretación de las p ro p o si­
ciones siguientes. La oración Pasó una muchacha con un vestido
amarillo, que entre o tras contiene las proposiciones siguientes:

(38) (i) P asó u n a m uchacha.


(ii) Llevaba un vestido.
(iii) El vestido era am arillo.

puede así reducirse, según la regla I, a:

(39) (i) P asó un a m uchacha.


(ii) L levaba un vestido.

y finalm ente a:

(40) P asó una m u ch acha.

si para la interpretación del texto restante ya no es necesario saber


que la m uchacha llevaba un vestido (y no unos téjanos y una blusa)
o que el vestido era am arillo (y no azul). En este caso considerare­
mos esta inform ación poco importante en relación al texto entero.
Esto no significa que la inform ación en sí no sea ‘im p o rta n te1, sino
que a lo sum o es secundaria p ara el significado o la interpretación en
un nivel su p erio r o m ás global. M ás tarde verem os que estas p ro p o ­
siciones secundarias realm ente se olvidan m ás p ro n to al hacer la
elaboración cognitiva.
Las proposiciones om itidas son, p o r lo dem ás, no-esenciales, en el
sentido de que las características señaladas en estas proposiciones
son ‘casuales’ y no ‘inherentes’. El hecho de que lleve un vestido no
es parte esencial del concepto de ‘m uchacha1, y tam poco es caracte­
rística esencial de un vestido el hecho de que sea am arillo. T ras la
aplicación de la regla 1 hem os ‘p erd id o ’ así por com pleto una parte
de la m icroinform ación; la regla no puede aplicarse a la inversa para
volver a o btener los mism os detalles.
No o bstante, en la segunda regla, s e l e c c i o n a r , sí que podem os
hacerlo. T am bién en este caso se om ite cierta cantidad de inform a­
ción, según (37) (i), pero aquí la relación entre las series de proposi­
ciones se da m ucho más claram ente. C onsiderem os las siguientes
series de proposiciones:
61 T EX TO Y G R A M A T IC A

(41) (i) P ed ro se d irigió hacia su coche.


(ii) Subió.
(iii) Se fue a F rancfort.

Según la regla II podem os o m itir las proposiciones (41) (i) y (41) (ii),
puesto que son condiciones, parte integrante, presuposiciones o conse­
cuencias de o tra proposición no om itida, a saber (41) (iii). D ebido a
nuestro conocim iento general sobre tran sp o rte y autom ovilism o sa­
bem os que, para ir en coche de un lugar a o tro , prim ero deberem os
ir hacia el coche y después subirnos a él. De la mism a m anera
podem os o m itir tam bién la proposición llegó a Francfort, puesto que
es evidente que se llega a algún sitio si se viaja. Si este no fuera el
caso, no p odríam os o m itir esta inform ación, y la proposición (pero
nunca llegó) ten d ría, con to d a seguridad, im portancia sem ántica para
todo el texto, p. ej. en un parte sobre un accidente de autom óvil que
le ocurrió a Pedro en su cam ino hacia F rancfort.
Por lo ta n to , la regla II exige que la proposición j9 im plique la
serie (a, 7), a raíz de conocim ientos generales de situaciones, actuacio­
nes o sucesos (m arco), o bien debido a postulados sem ánticos para
conceptos. C o n trariam en te a la regla I, la inform ación om itida pue­
de recuperarse reducida (recoverable): si poseem os la inform ación de
que X viajó en coche a F rancfort, podrem os deducir que subió al
coche, p artió , etc. U na p arte de esta inform ación es constitutiva para
el concepto o m arco aludido; o tras inform aciones, sin em bargo, no
son esenciales en circunstancias norm ales, p. ej. que antes de partir
se limpien los cristales o que se encargue una reserva de billetes si se
viaja en tren.
La tercera regla, g e n e r a l i z a r , tam bién om ite inform aciones
esenciales, pero lo hace de m anera que se pierden (com o en la regla
I). Se om iten com ponentes esenciales de un concepto al sustituir una
proposición p o r otra nueva, según el esquem a (37) (ii):
(42) (i) En el suelo h abía una m uñeca.
(ii) En el suelo h abía un tren de m adera.
(iii) En el suelo h ab ía ladrillos.

Estas proposiciones pueden ser sustituidas p o r una nueva p ro ­


posición:
(43) En el suelo h ab ía juguetes.

porque todas las proposiciones de (42) im plican conceptualm ente


(43). Así se sustituye una serie de conceptos por el sobreconcepto
com partido que define el conjunto abarcad o r. Las palabras «cana­
rio», «gato», «perro», etc., pueden ser sustituidas según esta regla
por el concepto de «anim al(es) dom éstico(s)».
La diferencia con la regla I consiste en que aquí se om iten carac­
terísticas constitutivas (esenciales) de los rasgos de los referentes, y no
características casuales. En las generalizaciones de este tipo se p ro d u ­
ce tam bién aquello que norm alm ente denom inam os abstracción. El
LA C I E N C I A D E L T E X T O 62

sentido de esta operación reside en que los rasgos característicos más


particulares de una serie de objetos se vuelven relativam ente poco
im portantes en el m acronivel.
La regla no sólo se lim ita a predicaciones que en una lengua
norm alm ente se expresan m ediante sustantivos («gato», «perro»,
etc.), sino que tam bién se refiere a las que se expresan m ediante
verbos y adjetivos. Las predicaciones com o «prom eter», «recom en­
dar», «tranquilizar» pueden abstraerse, p o r ejem plo, con «decir».
La regla IV, c o n s t r u i r o i n t e g r a r , tiene un papel m uy im por­
tante. En su función se asem eja a la regla II, pero opera según el
esquem a (37) (ii), de m anera que la inform ación se ve sustituida por
una nueva inform ación y no es om itida ni seleccionada. Tam bién
aquí existe una relación inherente entre los conceptos, expresada, po r
la serie de proposiciones que form an el input de la regla: condiciones
habituales, circunstancias, com ponentes, consecuencias, etc., de una
situación, un suceso, un proceso, una actuación, etc. El texto en sí
puede m encionar una serie de estos aspectos, de m anera que juntos
pueden fo rm ar un concepto m ás general o global, com o en

(44) (i) Fui a la estación,


(ii) C o m p ré un billete.
(iii) Me acerq u é al andén.
(iv) S ubí al tren .
(v) El Iren p artió .

Esta serie, que aú n po d ría estar más subdividida, define en su


totalidad la proposición siguiente:
(45) Cogí el Iren.

Las proposiciones en (44) son elem entos — constitutivos u opcionales


(es decir: posibles, pero no ‘oblig ato rio s’)— de nuestro conocim iento
convencional, es decir, el m arco, de v i a j a r e n t r e n . La regla
resulta interesante p o r el hecho de que el concepto v i a j a r e n t r e n
no necesariam ente tiene que estar presente en el texto: sólo hace falta
m encionar una serie de com ponentes necesarios del viajar en tren
para poder deducir esta conexión a p a rtir del texto.
En este caso se ve claram ente que el principio general de la
im plicación sem ántica (entailment), en el que deben basarse y en
realidad se han basado las diferentes reglas, no tiene p o r qué aplicar­
se de una m anera lógica estricta (deductiva), sino que a m enudo se
aplica de la m anera inductiva habitual. Si recibim os la inform ación
«Fui a la estación y viajé a París», deducirem os norm alm ente que
alguien subió al tren que va a París, aunque esto no sea la consecuen­
cia lógica sacada de la inform ación dada. C om o ya lo vim os en la
diferenciación de inform aciones im plícitas y explícitas en los textos,
tam bién en esta regla se supone que usam os la inform ación no
m encionada, pero razonablem ente deducible, para construir los con­
ceptos m ás globales, es decir, las m acroproposiciones.
63 T EX TO Y G R A M A T IC A

A unque todavía no poseam os de ningún m odo un cuadro teórico


com pleto de las m acrorreglas existentes, de m om ento querem os de­
jarlo en estas cu atro operaciones básicas.
Finalm ente hay que añ ad ir una lim itación general. La cuestión
que se plantea es cuán ‘fuertes’ son realm ente estas reglas y cuán a
m enudo pueden aplicarse. Por eso resulta im po rtante que se lleve a
cabo una cierta abstracción y generalización, pero no de m anera que
se pierda el propio contenido ‘g enuino’ de un texto. Esto requiere
que en todos los casos todas las reglas operen lo más lim itadam ente
posible: al generalizar y construir hay que elegir el sobreconcepto
directam ente superior. Por ello no pasam os de «anim al dom éstico» a
-anim al» y desde luego tam poco a «ser viviente» o incluso a «cosa».
Para aclarar direm os que la m acroproposición resultante siempre
debe obtenerse a p artir de la implicación inmediata de las proposicio­
nes dadas. Así tam bién se garantiza que la inform ación, en todos los
niveles, incluso la de fragm entos textuales largos, siga siendo b astan­
te específica, puesto que tam poco resum im os un texto con las pala­
bras: alguien hacía algo con alguien.

2.3.8 Después de esta consideración de las m acrorreglas llegamos a


la conclusión de que una m acroestructura determ inada puede, en
principio, ‘basarse’ en un núm ero infinitam ente grande de textos
‘concreto s’. Una m acroestructura define un conjunto de textos, a
saber, todos los textos que tienen el m ismo significado global. En
uno de los textos, la m uchacha lleva un vestido am arillo, en otro,
uno azul, en el tercero, uno negro, etc. O fue a ver a su tía, a la
estación, al cine, etc., y en todos los casos lo globalm ente im portante
podría ser sólo el hecho de que la vi, la encontré herm osa y me
enam oré de ella. Por ejemplo. Lo dem ás es, en efecto, una cuestión
secundaria. Las reglas nos perm iten decidir de m anera más o menos
exacta qué es lo principal y lo secundario, según el contexto de cada
texto. Si, al aplicar la regla, pueden producirse dos m acroestructuras
en el mismo nivel, hablarem os de un texto macro-ambiguo, con lo
que querem os expresar que desde un p u n to de mira form al hay
com o m ínim o dos interpretaciones válidas posibles.
Una posibilidad de esta índole tam bién debe existir en la realidad,
puesto que diferentes hablantes pueden efectuar diferentes aplicacio­
nes de las reglas. Para uno un texto ‘significa’ globalm ente M\
m ientras que para o tro quizá signifique A/’ , dependiendo de m uchos
factores com o el interés, el conocim iento, los deseos, los objetivos,
etc., cuestión que tocarem os brevem ente m ás adelante. A quí nos
lim itam os al significado o al contenido general, convencional y
global de los textos; de hecho, todas las interpretaciones individuales
deben ser, por n aturaleza, una función de este significado.

2.3.9 Ya hem os co n statad o que el concepto intuitivo de tema u


objeto (tópico) de un texto debería poder explicarse en conceptos de
LA CIE N CIA DEL TEXTO 64

m acroestructuras. Un tem a parece no ser sino una m acroproposición


en un d eterm inado nivel de abstracción. El tem a de una serie de
proposiciones com o (44) realm ente es algo com o V IA JE EN T R E N o
acaso aún m ejor la proposición H A C E R (Y O , V IA JE EN T R E N ). Si
concebim os un tem a com o una proposición que equivale a una
m acroestructura o es una p arte de ella, el texto tam bién implica el
tem a. Según las reglas III y IV hay que observar que este tem a no
tiene por qué ser nom brado explícitam ente en el texto. Si, no ob stan ­
te, ello es así, hablam os de palabra temática u oración temática;
am bas poseen la im portante función cognitiva de p oner al lector u
oyente en condiciones de construir la m acrointerpretación ‘co rrecta’
del texto: con ello recibe una ayuda para su ‘suposición’ de lo que
p odría tra ta r el texto. En estos casos son típicos los títulos de textos,
p o r ejem plo, en los periódicos, que por definición son una parte de
la m acroestructura, de m anera que sabrem os qué es lo que global­
m ente se tra ta rá en esos textos.

2.3.10 Por últim o debemos prestar atención a una lim itación im por­
tante de la aplicación de las m acrorreglas. Pese a tener un carácter
general com o principios de organización y reducción global de la
inform ación, pueden aplicarse de diferente m anera para distintos
íipos de texto y en distintos contextos pragmáticos. Las reglas conven­
cionales para una narración, p o r poner un ejem plo, requieren que en
un m om ento determ inado de la narración se haga necesaria una
acción (global), con lo que, en este caso, la acción se vuelve más
esencial que por ejem plo el aspecto exterior de las personas que
actúan o de las condiciones atm osféricas. Por ello podem os decir que
lo que debe resultar, una vez aplicadas las m acrorreglas, es una
proposición de acción y no una descripción de las circunstancias.
M ás tarde verem os cóm o funcionan estas lim itaciones.

2.3.11 H a llegado el m om ento de d ar algunos ejem plos concretos


de la aplicación de m acrorreglas y la construcción de una macvoes-
tructura que ilustren las hipótesis teóricas form uladas. Para la form a­
ción sistem ática de la teoría evidentem ente habría que usar todo tipo
de textos y aplicar las reglas de form a puram ente ‘au to m átic a’, es
decir: algorítm icam ente, p o r ejem plo, con la ayuda de una com pu­
tad o ra, debiendo observarse las lim itaciones e hipótesis dadas. Sin
em bargo, todavía resulta algo prem atu ro , p o r lo que la aplicación
quedará sólo, por asi decir, sem i-explícita/
Com o prim er ejemplo elaborarem os algo más la breve historia
em pleada en (27) p ara el análisis de la coherencia lineal del texto:

(46) .V[ P edro este a ñ o decidió ir a p racticar d ep o rtes de invierno.


.V; H asta ah o ra sólo h abía ido en verano de vacaciones a Italia, pero ah o ra
quería ap ren d er a esquiar, y adem ás el aire de la m o n iañ a le parecía m uy
saludable.
65 TEX T O Y G R A M A T IC A

S , Fue a un a agencia de viajes a b u scar algunos folletos, para luego poder


elegir ad o n d e le g u staría ir.
A ustria era lo que. de hecho, m ás le atraía.
5 , Una vez hecha la elección volvió a la agencia de viajes para en carg ar su
viaje y reservar un hotel que h ab ía visto en el folleto de la agencia.
N atu ralm en te debería haberse co m p rad o tam bién un equipo de esquí, pero
n o tenía d in e ro suficiente, de m odo que decidió alq u ilarlo allí m ism o.
■S\ Para ev itar la gran afluencia de personas decidió no ir h asta después de
A ño N uevo.
S \ U na vez llegado el día en cuestión, p o r la noche su p a d re lo llevó a la
estación p ara que no tuviese que carg ar con to d o el equipaje.
(...) [véase (27)]

Este texto es muy sencillo, más o m enos al estilo de una redacción,


o ai m enos no presenta especiales com plicaciones ‘literarias’.
Suponem os que este texto (no m uy n atu ral) com ienza con Con
esta oración se introducen los referentes Pedro y deporte de invierno
(o m ejor dicho: el intensional «ir de vacaciones de invierno»). Según
nuestras reglas no podem os elim inar todas las proposiciones en las
que se basa p o r la sencilla razón de que p. ej. «Pedro (a)» es ya
una presuposición p a ra oraciones posteriores del texto. Al fin y al
cabo, Pedro es eí referente central del texto, es decir, aquel referente
respecto del cual se introducen to d o s los dem ás referentes. C ierta­
m ente se puede o m itir la p roposición «decisión (a, P)» porque es una
condición habitual p ara la ejecución de una acción. Por tan to , si
sacam os la p roposición «ir a (Pedro, deporte de invierno)», podem os
elim inar o integrar, según la regla II o IV, gran parte de S t.
S 2 remite a las razones o m otivos de Pedro para practicar deportes
de invierno. En tan to que estas razones son típicas, com o parte
integrante del m arco D E P O R T E DE i n v i e r n o , según la regla II se
puede o m itir la m otivación de una acción p osteriorm ente m enciona­
da. anuncia acciones preparatorias para una acción principal; esta
acción p rep arato ria tiene un objetivo ella mism a (buscar unos folle­
tos) y una consecuencia (elegir el lugar). Esta acción prep arato ria es
típica del m arco t u r i s m o , pero no es en sí una condición necesaria
para la acción principal: tam bién se pueden p racticar deportes de
invierno sin la ayuda de una agencia de viajes; p o r consiguiente, esta
inform ación sólo tiene im portancia /ocal p a ra el texto en su conjun­
to, m ientras no influya en el resto de la interpretación de los sucesos.
S 4 puede om itirse de la m ism a m anera que S l7 puesto que las
preparaciones ‘m entales’ (preferencias) y los m otivos, desde un pun­
to de vista global, son de poca im portancia o bien son im plicitadas
por la acción principal. No o bstante, en este caso persiste la in form a­
ción sobre el objetivo de la acción viaje, A ustria, com o parte de una
categoría l u g a r de una proposición principal P e d r o v i a j a a
A u s t r i a p a r a p r a c t i c a r d e p o r t e s d e i n v i e r n o , que el lector
puede form u lar ah o ra com o una hipótesis que hace referencia al
‘objeto ’ del texto.
¿"s registra otras acciones p rep arato rias com o condiciones previas
LA C I E N C I A D E L T E X T O 66

habituales para el m arco v i a j e y v a c a c i o n e s (encargar el viaje,


reservar el hotel), pero tam bién introduce el referente hotel, al que
más tarde se rem itirá con un artículo d eterm in a d o /n o m b re. A parte
de esta inform ación, el resto de lo m encionado en S s puede integrar­
se en el concepto «viajar».
D e form a aún m ás específica, S b cuadra bien en el m arco d e p o r ­
t e s d e i n v i e r n o , al m enos la últim a parte. Puesto que aquí vuelve
a tratarse de intenciones o proyectos, éstos pueden om itirse según la
regla II o integrarse según la regla IV.
S 7 confiere la referencia tem poral a la acción (principal) proyecta­
da, introduciendo así el ‘espacio de tiem p o ’ del texto; éste es un
elem ento que evidentem ente pertenece al significado global del texto
com pleto, puesto que todas las dem ás acciones tendrán lugar en este
tiem po. La m otivación p ara realizar esta acción d u ran te este período
es, una vez m ás, relativam ente poco im p o rtan te (del m ism o m odo
podría haber salido de viaje antes de A ño N uevo porque ya no tenía
clase, sin que esto hubiese influido en el texto restante).
En sum a, las oraciones — S 7 nos dan a conocer una serie de
acciones p rep arato rias (y algunos de sus com ponentes) para la acción
principal que se anuncia en Sj, de m anera que S, es una oración
tem ática; adem ás nos enteram os de las condiciones m entales (deci­
sión, planificación) p ara la ejecución de la acción principal que
com ienza en ¿Y
S g im plica una condición previa habitual y necesaria para cualquier
viaje en tren, a saber, el tener que ir a la estación, ligado a la
inform ación, de nuevo b astante irrelevante, de que alguien nos ayu­
de en esta acción. Según la regla II se pueden om itir tan to el
constituyente norm al (ir a la estación) com o la acción auxiliar
anterior.
D ado que el viaje representa un com ponente principal de las
vacaciones, no om itirem os S \ en (27), pero en cam bio suprim irem os
la inform ación sobre el tren no ctu rn o (regla I). Según la regla II
tam bién se om ite la razón de la decisión, es decir, (27) S 2. de (27)
es una consecuencia norm al de la acción principal, p o r lo que
tam bién se puede elim inar según la regla II. S 4 contiene un elem ento
habitual del invierno que ya viene im plicado p o r el deporte de
invierno. U nicam ente si no nevase y p o r ello fracasasen sus vacacio­
nes de invierno, sería un detalle im portante de la inform ación para
el texto entero. 5 5 introduce la verdadera instancia (y la localización)
del hotel en cuestión, siendo de im portancia com o «lugar de perm a­
nencia» p a ra to d o el texto. Las frases S 6 y S 7 hacen m ención al
estado m ental del referente central (del ‘h éro e’) Pedro, pero de
m om ento no se pueden om itir, dado que la ‘d iversión’ representa
uno de los objetivos m ás im portantes de las ‘vacaciones (de invier­
n o )’, no siendo sin em bargo su consecuencia necesaria. Estas p ro p o ­
siciones, y o tras que pudieren seguir, p robablem ente fo rm arán la
proposición global: «A P edro le gustó m ucho».
67 T EX T O Y G R A M A T IC A

R econstruirem os este pasaje en un prim er nivel de abstracción


com o sigue:
(4 7 ) ( i ) P L D R O Q C JR 1 A IR LSTL AÑO A P R A C T IC A R D LPO R T LS DR IN V lf RMO A A U S T R IA .
(Ü ) H IZO LOS P R E P A R A T IV O S NT O SA R IO S
( iii) TOMO IT 1RLN
(iv) I I OIJSTO LL H OT Ll SI TU ADO LN LA S MONT AÑAS

Esta inform ación se puede generalizar aún más:


(4 8 ) ( i ) Pl-D RO SI. ÍT JL LN T RLN A A U S T R IA P A RA PR A C T IC A R IH P O K II.S D L IIMVILRNO.
( i i) SL LO PASO M U Y BILN.

Puesto que norm alm ente sabem os que suele irse en tren a los lugares
de deportes de invierno, tam bién podem os o m itir esta inform ación,
v eventualm ente incluso la circunstancia de que se encontraba en
A ustria, d ad o que la indicación de lugar no es dem asiado im portante
para la interpretación:
(4 9 ) ( i ) Pl-DRO SE ITT DI VIA.II l’ARA PRA CT IC A R D L P O R T L S DI. INYILRNO.
(ii) IO D O I I P A R I C I O L \ C I I I M I

Puesto que em pleam os oraciones norm ales para expresar las m acro-
proposiciones, se puede m o strar directam ente que sobre la base de
m acrorreglas podem os resumir el texto tra ta d o . Según la regla gene­
ral. (49) realm ente es im píicitada p o r el texto.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 6S

Doscientos kilos de
dinamita acabaron con la
vida de Bechir Gemayel
Una carga de doscientos kilos de explosivos destrocó ayer al presiden-
5— te electo de Líbano, el cristiano Bechir Gemayel, 34 años, y el futuro
político inmediato de este país clave de Oriente Próximo. La muerte
de Gemayel, considerado tanto por Israel como por Estados Unidos,
como ana de las piezas cruciales para alcanzar una solución negociada
en toda la región, abre un futuro incierto para Líbano.
10 — La carga explosiva fue colocada en presó su esperanza de que Líbano
Beirut este, en el inmueble donde encuentre un nuevo líder que per­
está situada la sede del partido mita restablecer la autoridad. Un — 45
Kataeb (milicias falangistas cris­ próximo colaborador del secreta­
tianas), del que era líder el joven rio de E stado norteam ericano,
15— político libanés. La explosión de­ George Shultz, que no quiso ser
rrumbó tres pisos del edificio y citado, expresó su temor de que la
causó la muerte además de otras muerte de Gemayel pueda provo- — 50
veinte personas y sesenta heridos, car “un nuevo baño de sangre”.
según fuentes policiales. Entre los Gemayel, hijo de Pierre Gema­
20— muertos figuran otros tres altos yel, líder tradicional de la comuni­
responsables del partido. dad cristiana libanesa, se convirtió
Confusión y terror eran los dos en 1976 en el jefe indiscutible de
sentimientos dominantes ayer en las Fuerzas Libanesas, donde que­
Beirut al conocerse la noticia. daron agrupados las diferentes or­
25— Confusión, por la incertidumbre ganizaciones cristianas del país.
que abre la muerte de Gemayel, Su elección el pasado 23 de agosto
que debia asumir la jefatura del por el Parlamento libanés, mien- —60
Estado el próximo día 23. Terror, tras la aviación y la artillería israelí
ante las previsibles represalias que bombardeaban las posiciones pa­
30— esta muerte puede desencadenar lestinas, despertó en un primer
contra los enemigos tradicionales momento el rechazo de la comuni­
del líder falangista, los palestinos y dad musulmana, que le considera- — 65
los musulmanes de izquierda. Sin ba el “candidato de Israel”.
embargo, nadie se atrevía a ade- Sin embargo, este sentimiento
15— lantar una hipótesis fiable sobre cambió en las últimas semanas
los posibles autores del atentado. para conceder al nuevo presidente
En Washington y Tel Aviv, que un cierto margen de confianza, en — 70
habían depositado su confianza en la esperanza de que pudiera armo­
el joven político libanés, la reac- nizar los intereses de las diversas
40— ción fue de consternación. Un alto com unidades que form an este
funcionario israelí condenó en tér­ país.
minos enérgicos el atentado y ex­
e l p a í s , 15 d e s e t i e m b r e . 1982. p ág . 1.
69 T EX T O Y G R A M A T IC A

Después de estos pocos ejem plos especialm ente construidos para


m ostrar cóm o se puede asignar una m acroestructura sem ántica a un
texto, analicem os aho ra un ejemplo más realista, a saber, un tipo de
texto con que nos vem os co n frontados todos los días y para el cual
la m acroestructura tiene un papel fundam ental: un relato periodísti­
co. Para nuestro análisis hem os escogido un artículo de El País del
15 de septiem bre de 1982 sobre el asesinato de Bechir Gem ayel,
presidente electo del Líbano. Este texto fue elegido especialm ente
para la presente versión castellana de La ciencia del texto, para que
se contara con un periódico fam iliar a los lectores. El suceso (la
m uerte de G em ayel) tam bién se está estudiando en un proyecto de
com paración de los periódicos m ás im portantes del m undo en cuan­
to a sus descripciones del «mismo acontecim iento». De esta m anera
querem os exam inar cóm o las estructuras sem ánticas y estilísticas
locales, así com o las m acroestructuras generales de artículos perio­
dísticos. pueden v ariar entre periódicos del mismo pais o de países
distintos.
Antes de analizar la m acroestructura del artículo en cuestión, sin
em bargo, debem os hacer algunas observaciones adicionales sobre la
estructura del discurso periodístico. Los textos no sólo tienen una
estructura sem ántica global, sino tam bién una estructura esquemáti­
ca global, la llam ada superestructura. A nalizarem os estas superestruc­
turas más en detalle. E n tretan to , de todos m odos, deberíam os seña­
lar algunos aspectos de los esquem as de las noticias, que no se
estudian en el capítulo 5. C onform e a nuestras investigaciones de los
últim os años, tenem os razones para creer que el discurso periodístico
tam bién exhibe estructuras esquem áticas convencionales. U na estruc­
tura esquem ática consiste en una serie de categorías jerárquicam ente
ordenadas, muy sim ilares a las categorías (planteo, com plicación,
resolución, evaluación y m oraleja) de un esquem a narrativo (véase
capítulo 5). Las categorías deben verse com o funciones específicas
asignadas a las respectivas m acroproposiciones de un texto. Una
superestructura esquem ática — querem os en fatizarlo— es m eram ente
una estructura form al, muy sim ilar a la sintaxis de una oración. Se
«llena» con el contenido de la m acroestructura sem ántica. En otras
palabras, en principio cualquier discurso periodístico (ideal, prototí-
pico) tiene el m ismo esquem a de noticias, pero, desde luego, el
contenido global del texto es diferente en cada caso. Las superestruc­
turas esquem áticas son tam bién im portantes p o r razones cognitivas
(véase capítulo 6), porque organizan el proceso de lectura, com pren­
sión v (re-)producción del discurso periodístico. Tam bién nos perm i­
ten esperar ciertos tipos de contenido m acrosem ántico. En un relato,
por ejem plo, después de la C om plicación, sabem os que típicam ente
podem os esperar una R esolución, y que una tal Resolución consisti­
rá a m enudo en una acción o reacción llevada a cabo por un agente
hum ano contra el suceso perjudicial de la C om plicación. Por lo
tanto, ya antes de leer la p arte de la R esolución del relato sabrem os
LA C I E N C I A D E L T E X T O 70

que p resentará una m acroproposición sobre acciones específicas de


participantes hum anos. Lo m ism o vale p a ra el discurso periodístico:
al m enos para algunas de las categorías centrales de un esquem a de
noticia periodística sabem os qué categorías pueden presentarse y qué
tipo de inform ación se sitúa en cada categoría.
Las principales categorías de un esquem a de noticia son:

D isc u r so p e r io d ís t ic o

R esum en R e l a t o p e r io d ís t ic o

T IT U L O S encabeza­ E p iso d io s ^ ^ ^ ^ o m e n t a r io s
m ie n t o

X PECT A TI V A S E VALUACIO N

S ucesos C o n se c u e n c ia s

Sucesos p r e v io s Sucesos S u c eso s/ a c c io n e s R e a c c io n e s


ACTUALES CONSECUENTES (ORALES)

H is t o r ia A ntece­
dentes
d ir e c t o s E x pl ic a c ió n Sucesos pr I n c i p a l e s

A nteceden - C ontexto
tes g e n e - actual
RALES

Figura 1. Una superestructura esquemática prototípica del discurso


periodístico

La m ayor parte de las categorías de este esquem a no necesita


explicación. Desde luego, no siem pre será fácil distinguir entre la
inform ación histórica y los antecedentes, ni entre antecedentes y
contexto, pero en general será posible trazar una distinción entre un
relato más general y largo de algún acontecim iento o conflicto y los
sucesos previos inm ediatos (por ejem plo, aquellos sobre los que el
periódico inform ó en días anteriores), y lo m ism o vale para la
diferencia entre los antecedentes generales (com o la situación socio-
política de un país) y el contexto actual, real, inm ediato de un suceso.
Para nuestro m acro-análisis este tipo de estructura esquem ático es
im po rtan te porque la form ación de la m acro estru ctura depende ta m ­
bién de la superestructura. Esto quiere decir que cada categoría
esquem ática necesita alguna form a de contenido global, en especial
las categorías de los niveles superiores, de m odo que aquella infor­
71 T EX T O Y G R A M A T IC A

mación deviene im po rtan te por definición, y debe ser, p o r ende,


representada com o una m acroproposición del texto.
El vínculo más obvio entre m acro- y superestructuras en un a rti­
culo periodístico es establecido en los títulos y el encabezam iento.
Aquí encontram os las m ás obvias y bien conocidas prim eras catego­
rías del esquem a, am bas señalizadas tam bién en la estructura super­
ficial (van en la p arte superior del artículo, las letras son más
grandes, están separadas del resto del texto), a saber, el RESUMEN o
la INT RODUCCION del texto. De acuerdo con nuestra teoría de la
m acroestructura, esto significa que en aquella parte del texto encon­
tram os una expresión directa de la m acroestructura del discurso
periodístico com o un todo. Pese a que tam bién o tros tipos de discur­
so, com o los artículos científicos o las novelas por entregas, tienen
alguna categoría de RESUMAN, ésta no necesita darse en esos discur­
sos. En un discurso de noticias es obligatoria: en principio, todos los
discursos periodísticos tienen un RESUMEN expresado al menos a
través de los TITU LOS o, más extensam ente, en el encabezam iento
(los periódicos ingleses, p o r ejem plo, no traen específicam ente un
sum ario, pero tienen una prim era oración tem ática que cum ple la
misma función). La función cognitiva y com unicativa de esta expre­
sión explícita de la m acroestructura sem ántica en el propio texto es
obvia: ante to d o perm ite que el lector lea y com prenda superficial­
mente ('hojee') las noticias leyendo únicam ente los puntos principa­
les, sobre to d o cuando vienen im presos en tipos especiales al com ien­
zo del discurso. Por otra parte, una vez que conozca los tem as o
asuntos principales del discurso, al lector le resultará más fácil la
lectura y com prensión de los artículos (véase capítulo 6), porque no
le hará falta construirse él m ismo una m acroestructura; tam bién será
más simple la com prensión de los detalles secundarios y la coheren­
cia, si el lector ya sabe cuáles son el asuntó y la coherencia generales.
D eberíam os añ ad ir que la organización tan to de la m acro- cuanto
de la su perestructura de un texto periodístico responde generalm ente
menos al ordenam iento condicionado o lógico de los hechos o de la
inform ación que a lo que llam am os la ordenación por importancia.
Esto significa que los h echos/inform aciones im portantes siem pre
aparecen prim eros, a veces sólo de m anera resum ida o breve, y los
detalles los hallarem os después en el-artículo en sí. De ello resultará
a m enudo una estru ctu ra fuertem ente discontinua de las noticias: si
querem os aplicar las m acrorreglas o las reglas del esquem a superes­
tructura! , nos encontrarem os con que la inform ación im portante del
artículo aparecerá en varios lugares del texto, a veces aparentem ente
no muy ordenada. Si esto ocurriera en el caso de artículos científicos
o cuentos, quizá perderíam os el ‘hilo’, es decir, la coherencia global,
Pero en artículos periodísticos esto es m enos im portante porque a
través de la interpretación de los títulos y el encabezam iento ya
tenem os construida la m acroestructura y, p o r tan to , los principales
temas del texto. Sólo el orden exacto de los acontecim ientos puede
LA CIEN CIA DEL TEX T O 72

ser un poco confuso debido a la ordenación p o r im portancia del


discurso periodístico, pero este orden respetará a m enudo el de las
relaciones condicionales y tem porales entre los hechos globales.
Volviendo a h o ra nuestra atención al artículo de El País, enco n tra­
mos ante to d o que el título d o s c i e n t o s k i l o s d e d i n a m i t a a c a b a ­
r o n c o n l a v i d a d e B e c h i r G e m a y e l efectivam ente resum e el
tem a central del discurso, es decir, la m uerte violenta de B . G . C on
todo, el título ofrece tam bién un detalle m ás o m enos irrelevante, a
saber, el peso de la bom ba que m ató a B . G . (cosa que, com p arán d o ­
la con periódicos de otros países, resulta m ás bien sorprendente). De
todos m odos es típico que la m ayor p arte de los artículos de noticias
dé esta inform ación de detalle; y esto no lo in terpretam os com o una
simple consecuencia de que alguna agencia de noticias provea tales
detalles, sino más bien com o un recurso em pleado com o elem ento de
algo que p odríam os llam ar la «retórica de la facticidad». Es decir:
los periódicos tra ta rá n de ofrecer cuantos núm eros precisos les sea
posible, con el ñn de sugerir o p ro b a r que sus noticias son fáctica-
m ente correctas (incluso a pesar de que los núm eros sean con frecuen­
cia pura especulación y que varíen de un periódico a otro). Por
consiguiente, siem pre encontrarem os: el núm ero de víctim as (como
en el prim er párrafo de nuestro texto: veinte m uertos y sesenta
heridos), el núm ero de arrestos, los d años p roducidos, etc. Este tipo
de detalle suele especificarse en el texto, pero no siem pre em erge en
los títu lo s (excepto en lo que se refiere al núm ero de víctim as o a la
cantidad de d años) com o sucede en nuestro texto.
Tam bién el encabezam iento com ienza con este detalle, lo cual
enfatiza, al m enos para este periódico, el papel del tam año de la
bom ba. Luego el encabezam iento expresa las siguientes m acropropo-
siciones (repitiendo la inform ación expresada en el título):

M, UNA BOMDA | PI SA D A) MATO A M R Al PRI SIIM NTl I [ I ( TO mil. L l B A N O B l C T l l R


G l M AV l l .
M : BG S E RI A UN P O IIIH O ti AVI [M I L lU A N O , SCGUN IOS EE.UU. 1 IS R A l l . .
M, H ABR A UN 1111 RO IN SE GU RO I.N I I L lB A N O Y 11. C I RUANO O RI UN TU.

Exam inem os si las (m acro-)proposiciones del encabezam iento son


‘co rro b o rad as’ p o r la inform ación sem ántica local del texto mismo,
y /o si podem os derivar otras m acroproposiciones no expresadas en
el encabezam iento.
Las prim eras líneas (10-15) del texto, que form an la prim era
oración, dan detalles de la ubicación de la bom ba, es decir, Beirut
este, y de la sede del K ataeb (el partido falangista cristiano), y una
especificación sobre la función de BG. La ubicación puede agregarse
com o categoría locativa a la prim era m acroproposición (M ,), y la
especificación de la función de BG puede ser una proposición m odi­
ficante adicional agregada a BG en M ,, fo rm an do así la m acro p ro ­
posición com pleja M¡:
73 TEX TO Y G R A M A T IC A

M'| A Y ER UNA P LS A D A BO M BA M ATO A L P R E S ID E N T E ELEC T O B G , L ID L R D E L P A R T ID O


F ALANG1STA, LN SU S L D L C E N T R A L D L B L IR U T ESTE.

La oración siguiente (líneas 15-19) especifica los daños causados al


edificio y otras consecuencias (negativas): los heridos y m uertos. Los
daños causados al edificio son una consecuencia norm al de la explo­
sión de bom bas, por lo cual pueden subsum irse bajo la m acropropo-
sición de la explosión de una bom ba (M ,). Un elevado núm ero de
heridos y m uertos es im p o rtan te com o hecho noticiable; por tanto
tam bién debería incluirse en una m acroproposición:
M 4 M U C H A S PERSO N A S FU ERO N M U E R T A S y HLR1DAS

Las líneas 19-21 especifican luego que había o tros responsables entre
los m uertos, pero esta inform ación está incluida en M 4. La línea 22
com ienza con una oración tem ática, expresando la m acroproposición
de la que dan detalles las oraciones siguientes:
LA S R EA C C IO N ES A ESTE A C O N T EC IM IEN T O CA U SA R O N C O N FU SIO N V T ER RO R LN
B e ir u t .

La confusión se explica en relación con el futuro político del pais,


d ado que BG había sido elegido para presidente. Ésta inform ación
está incluida en M ,, expresada en el encabezam iento. Las líneas
28-33 tam bién especifican este futuro incierto, sobre todo la posible
venganza y la oposición entre los falangistas y las fuerzas m usulm a­
nas izquierdistas libanesas. Esas líneas expresan lo que podría llam ar­
se una nueva m acroproposición del texto:
M,, LOS FA L A N G IST A S SI: OPON IA N/OPONI N A LOS M U SU LM A N ! S DI IZQ U Ii RDA.

que incluye la descripción de la situación política y la an terior guerra


civil en el Líbano.
Desde la línea 37 en adelante leemos acerca de las reacciones en
Israel y en los E stados U nidos, dos de las partes com prom etidas en
la situación política libanesa. La m acroproposición
M 7 Is r a ll y io s E s t a d o s U n id o s e x p re s a ro n s u s i i m o r ís p o r l a s itu a c ió n ln
i i L IB A N O .

es, de hecho, una consecuencia de M?, dado un escrito POLITICO en


general, por el conocim iento universal que especifica que si es asesi­
nado un aliado en una situación política confusa, habrá problem as
políticos. La especificación de la declaración de un alto funcionario
israelí, en la que se condena el asesinato y se expresa la esperanza (de
la elección de un nuevo presidente libanés que tam bién sea p ro israe­
lí), es tam bién una consecuencia de M , en este tipo de escrito, p o r lo
cual se la puede incluir en M,. Lo m ismo vale para la especificación
de la reacción am ericana respecto de un posible futuro sangriento,
basada en el mismo escrito y en la m acroproposición M 6, que
predice choques entre las partes contendientes.
Las líneas 52-58 d an alguna inform ación sobre los antecedentes
LA C I E N C I A D E L T E X T O 74

históricos de BG , incluidos p o r la m acroproposición que form a


parte de la m acroproposición com pleja M'b a saber, que BG era el
líder de la Falange. Las líneas siguientes, sin em bargo, dan cuenta de
un asu n to im portante, a saber, que la com unidad m usulm ana se
oponía a la elección de BG:
Mj L OS M U SU L M A N E S (IZ Q U IE R D IS T A S ! SE OPO NIAN A I A ELE C C IO N D E BG,

lo cual sería im portante com o una posible razón (im plícita) del
aten tad o (o quizás incluso com o explicación del mismo). El párrafo
final, de todos m odos, especifica que hubo algún grado de aceptación
de la cand id atu ra de BG de parte de todos los sectores:
M» I IN A L M E N T E TODOS L O S S F C T O R L S ACEPT ARON LA ELECCIO N .

Una vez establecida esta m acroproposición, sin em bargo, las especu­


laciones posibles sobre los agentes responsables del aten tad o se
vuelven confusas: casi todas las partes envueltas en el conflicto
tenían m otivos para acep tar a BG y, sim ultáneam ente, para lam en­
ta r su elección. P o r lo tan to , los diferentes sectores se acusaron en la
prensa unos a o tros, y hasta el día de hoy no se ha aclarado la
responsabilidad del asesinato.
Vemos que en un prim er análisis el artículo de El País puede ser
incluido en unas nueve m acroproposiciones, cuatro de las cuales
están expresadas en los títulos y el encabezam iento. Las proposicio-
nes que no están expresas en el encabezam iento resultan de m acro-
proposiciones anteriores o representan conocim ientos políticos gene­
rales acerca del L íbano (com o la inform ación sobre los sectores
opuestos, y la aceptación — por elección— de BG com o presidente).
En otras p alab ras, el encabezam iento de E l País ofrece en efecto la
inform ación política principal que puede extraerse de este discurso
noticioso.
Las m acroproposiciones respectivas pueden atribuirse a varias
categorías esquem áticas de este artículo: M, es, sin duda, el s u c e s o
ACTUAL p r i n c i p a l ; M 2 expresa tan to el c o n t e x t o político (el papel
de Gem ayel en el L íbano) com o la r e a c c i ó n de los Estados U nidos
e Israel ante el acontecim iento político. M 3 expresa típicam ente las
e x p e c t a t i v a s sobre las consecuencias futuras del suceso. M 4 es
parte del SUCESO p r i n c i p a l . M 5 form a p arte de las CONSECUENCIAS
o de la categoría de r e a c c i o n e s . M 6 ap o rta los a n t e c e d e n t e s
políticos. M 7 tam bién es una REACCION, m ientras que M g y M 9
pueden asignarse a la función esquem ática de s u c e s o s p r e v i o s i n ­
m e d i a t o s . El c o n t e x t o no está especificado en este artículo, pero
incluiría la actu al situación política libanesa, com o la presencia del
ejército israelí, las conversaciones entre el L íbano, fuerzas izquierdis­
tas, los E stados U nidos e Israel. O tros periódicos, en efecto, sí
especifican esta inform ación. En E l País esta inform ación se detalla
m ás adelante en o tros artículos del m ism o periódico. La noticia de
que el ejército israelí ocupó Beirut oeste después del asesinato de
75 T EX T O Y G R A M A T IC A

BG, con el fin de «m antener el orden», todavía no era conocida,


pero se publicó al día siguiente. A un cu an d o m uchos periódicos
inform aron sobre la m uerte de BG sólo el 16 de setiem bre (y dieron
el 15 la inform ación errónea de que BG sólo había sido herido en la
explosión de Ja bom ba), especificaron entonces am bos sucesos p rin ­
cipales en el m ism o artículo (o en artículos distintos el m ism o día).
En ese caso la m acroproposición I s r a e l o c u p o B e i r u t o e s t e p ue­
de asignarse a la categoría de ACCION c o n s e c u e n t e . En este análi­
sis superestructura! vem os que la m ayor p arte de las categorías del
esquem a noticioso está efectivam ente representada y «rellenada» con
las m acroproposiciones respectivas. El trab ajo em pírico ulterior de­
berá establecer si hay un orden preferencial para las categorías esque­
m áticas. O bviam ente el s u c e s o p r i n c i p a l irá en prim er lugar, com o
parte del título y el encabezam iento, pero luego p o d rán aparecer el
contexto, los antecedentes o las consecuencias.

En esta últim a parte del capítulo hem os supuesto im plícitam ente,


al tra ta r las m acroestructuras sem ánticas, que no hay más que una
m acroestructura m ás o m enos objetiva o ab stracta de un texto (no
am biguo). Esto es, por supuesto, una idealización bastante parecida
a la afirm ación de que las palab ras u oraciones tienen «un solo»
significado. Esta idealización podría tener alguna base em pírica si
suponem os que el significado global representado por la m acroestruc­
tura del texto es algo así com o un «significado consensual», o una
intersección de interpretaciones individualm ente diferentes de los
tem as o asuntos m ás im portantes del texto. Sin em bargo, parece ser
más ap ro p iad o , especialm ente en un m odelo cognitivo de com pren­
sión del discurso (véase capítulo 6), suponer que las m acroestructu­
ras pueden ser, igual que los significados de las oraciones, subjetiva­
mente variables. Esto da cuenta de la observación intuitiva y em píri­
cam ente fu n d ad a de que las diferentes personas pueden considerar
diferentes inform aciones com o m ás im portantes o relevantes en un
texto. Por lo tan to , cada lector o grupo de lectores asigna al texto
una m acroestructura subjetiva. D esde luego que estas m acroestructu­
ras subjetivas solerán ser lo suficientem ente sim ilares para garantizar
la m utua com prensión. D e hecho el h a b la n te /re d a c to r em pleará a
m enudo recursos convencionales, com o p alabras tem áticas (palabras
clave), oraciones tem áticas, resúm enes previos y — com o en el caso
de noticias— títulos y encabezam ientos para establecer al menos
alguna m acroestructura intencionada. M uchos lectores de un periódi­
co, p o r supuesto, no tendrán otra alternativa que la de aceptar esta
‘interpretación global’ de los sucesos y, por tan to, de la definición de
la situación tal com o es p roporcionada p o r las n o ticias/el periódico,
o p o r las agencias noticiosas internacionales que sum inistran la
inform ación.
Las diferencias entre las interpretaciones globales subjetivas del
discurso pueden explicarse fácilm ente en una teoría cognitiva de la
LA C I E N C I A D E L T E X T O 76

form ación de m acroestructuras. H em os visto, en prim er Jugar, que


las m acroproposiciones sólo pueden ser derivadas sobre la base de
proposiciones expresadas en el texto (o sea, de la llam ada ‘base
textual’) conjuntamente con el conocim iento previo del m undo, es
decir, de m arcos o escritos alm acenados en la m em oria dei lector.
Por consiguiente, un d istinto conocim iento del m undo llevará a u to ­
m áticam ente a interpretaciones globales distintas del m ism o discur­
so, porque puede haber un conocim iento distinto de los detalles
políticos, causas y efectos y situaciones políticas. Si p o r ejemplo
sabem os que Israel y los E stados U nidos tienen fuertes intereses en
el dram a libanés, podrem os inferir sus evaluaciones de acontecim ien­
tos com o el asesinato de Bechir G em ayel. Esto significa que varios
periódicos y, por ende, varios grupos de lectores asignarán m ayor
im portancia a la proposición, brevem ente m encionada (¡entrecom i­
llada!) en El País (línea 66), de que BG era el candidato de Israel.
Adem ás de este conocim iento general de escritos políticos, los lecto­
res tam bién tienen, de todos m odos, creencias, opiniones, actitudes e
ideologías diversas. Esto significa que las creencias evaluadoras pue­
den ser activadas en la m em oria y usadas para asignar una interpre­
tación evaluadora a los sucesos, tal y com o son relatados (o dados a
entender) p o r las noticias. En efecto: bajo esa luz el periódico iraní
Kayhan presenta el asesinato de BG m ás bien com o un ‘suceso
positivo', de acuerdo con las evaluaciones sobre el papel de BG en la
guerra civil (protagonizó la m atanza de num erosos adversarios), o de
acuerdo a su presunta am istad con Israel: según ese sistema de
valores, el asesinato de un am igo del enem igo (Israel) o de un
enem igo de nuestros am igos (m usulm anes, fuerzas izquierdistas) será
valorado positivam ente. De m anera sim ilar, según este sistema de
valores, las reacciones positivas ante el asesinato se volverían más
im portantes que las negativas (com o las de Israel y de los Estados
Unidos). Del mismo m odo, o tros periódicos pueden asignar una
m ayor im portancia a Jas reacciones de otros E stados árabes (que a
las de Israel y los E E .U U ., adversarios aliados contra Jos Estados
árabes en el conflicto m esoriental). En otras palabras: según nuestros
conocim ientos, creencias, opiniones o ideología, podem os asignar
distintas m acroestructuras al m ism o discurso periodístico.
En esta últim a sección hem os visto que las m acroestructuras pue­
den derivarse, con variantes subjetivas, de la inform ación sem ántica
expresada por ei texto —ju n to con la inform ación cognitiva asequi­
ble del lector— y que una m acroestructura de ese tipo representa lo
que llam am os los tem as o asuntos principales del texto, así com o lo
que consideram os la inform ación más im p o rtan te o relevante im pli­
cada por el texto. Las m acroestructuras representan así al mismo
tiem po la coherencia global del texto: especifican los ‘antecedentes’
respecto de los cuales podem os o debem os establecer la coherencia
local. F inalm ente, tam bién hem os visto que las m acroestructuras
tienen una im portante función cognitiva: perm iten al lector com pren­
77 T EX T O Y G R A M A T IC A

der globalm ente un texto, y esta inform ación dirigirá tam bién la
interpretación de las palabras y oraciones de un texto. En el capítulo
6 apo rtarem o s m ás detalles sobre este papel cognitivo de las m acroes­
tructuras. Allí m ostrarem os que las m acroestructuras tienen un p a ­
pel im p o rtan te en la representación del texto en la m em oria, y que al
mismo tiem po dirigen la recuperación de la inform ación textual de la
m em oria en los procesos de evocación y reproducción. De todos
m odos es im p o rtan te destacar aquí que esta asignación cognitiva de
m acroestructuras a un texto no es un proceso estructural, es decir,
una aplicación de las m acrorreglas que hem os discutido, sino más
bien un proceso estratégico. Q uerem os decir que los lectores habitual­
mente no asignarán una prim era m acroproposición sólo después de
haber leído to d a una secuencia de oraciones. M ás bien utilizarán
todo tipo de inform ación, tan to la que surge del texto, de los escritos
alm acenados en la m em oria y de experiencias previas, com o del
contexto de la com unicación e interacción, con el fin de derivar una
macroproposición hipotética. Con este «asunto provisional» en mente,
un lector puede tra ta r de in terp retar la nueva inform ación adicional
de m anera lineal (‘en línea’, com o decim os em pleando una m etáfora
de la inform ática). Sí la hipótesis era errónea, esta inform ación
adicional la falsificará, y se establecerá un nuevo asunto. En un
artículo de periódico, el título y el encabezam iento son, com o hem os
visto, una inform ación textual im p o rtan te que señaliza cuál será la
probable m acro estru ctu ra del texto, y el lector utilizará efectivam en­
te tales señales com o parte de la batería de m acroestrategias. En
otras p alabras, una señal de la estructura superficial de la presenta­
ción de las noticias (título, posición inicial, negritas) será em pleada
para tra z a r la conclusión sem ántica de que la inform ación expresada
por el título (o p o r el encabezam iento) será m acro-relevante. El
capítulo 6 no hace m ucho hincapié en esta naturaleza estratégica de
la com prensión del discurso, pero nuestra obra reciente (con K intsch)
ha prestado m ucha atención a esta vital propiedad del procesam ien­
to cognitivo. Es en este p u n to donde vem os la diferencia crucial
entre una relación ab stracta, gram atical o lingüística, y m acroestruc­
turas, basadas en propiedades estructurales (sem ánticas) del discurso
y en reglas sistem áticas, abstractas, que operan en esta inform ación
sem ántica. La consecuencia de esta observación es que la «com pren­
sión real» del discurso puede ser muy diferente del tipo de m odelo
abstracto tal cual ha sido esbozado en este capítulo.
D ado que los hablantes procesan óptim am ente y evocan m ejor las
m acroestructuras' que las estructuras textuales superficiales y las
estructuras sem ánticas locales (significados de palabras y oraciones),
las prim eras tam bién tienen, desde luego, una im portante función
comunicativa y de interacción. Vale decir que en la com unicación las
personas no siem pre estarán interesadas en los detalles de lo que se
dice o escribe, sino m ás bien en el resultado. Es este resultado lo
esencial, y por ende el asu n to m acroestructural de un discurso lo que
LA C I E N C I A D E L T E X T O 78

sum inistra la inform ación m ás im portante que será relevante para


las reacciones y la interacción ulterior. Es esta m acroestructura
(subjetiva) lo que los individuos reco rd arán h abitualm ente de una
conversación o de un artículo periodístico, y será tam bién la infor­
m ación realm ente usada en la com unicación e interacción posterior.
En o tros térm inos: las m acroestructuras tienen no sólo un papel
sem ántico o cognitivo, sino tam bién uno com unicativo, de interac­
ción y, p o r tan to , social. D efinen cuáles son los asuntos más im por­
tantes de las conversaciones, definen lo que las personas típicam ente
evocarán de las interacciones y del discurso público (com o las noti­
cias), y definen tam bién aquello a lo que la gente p restará atención,
lo que evaluará y sobre lo que actuará. D icho de o tro m odo, gran
p arte de la inform ación social im portante, com o conocim ientos,
creencias y opiniones com partidos, serán a m enudo de un tipo de
nivel m ás general y elevado que el representado p o r m acroproposi­
ciones. N uestro conocim iento político acerca del O riente Próxim o no
suele presentar la inform ación sobre el peso de una bom ba o el
núm ero de pisos que destruyó, sino m ás bien sobre hechos generales,
com o las partes m ás im portantes envueltas en el conflicto, sus obje­
tivos políticos principales, los incidentes m ayores (com o el asesinato
de un presidente), etc. Lo m ismo vale p ara casi todos nuestros
conocim ientos sociales m utuam ente com partidos. U nicam ente sole­
m os conocer y co m p artir los detalles de aquellos episodios cotidia­
nos, triviales, en los que estam os regularm ente envueltos y que están
representados en la m em oria a través de scripts o de estructuras de
conocim iento sim ilares. De hecho conocem os los detalles de cóm o
com er en un restaurante, de las fiestas de cum pleaños, de cóm o
to m ar un tren, un au to b ú s o un avión o de cóm o viajar hasta el
trabajo . Sin em bargo, sobre to d o nuestros conocim ientos socio-polí-
ticos generales acerca de acontecim ientos actuales serán de n aturale­
za más bien m acroestructural.
Esto quiere decir que tam bién en nuestra interacción cotidiana
actuarem os sobre la base de tales conocim ientos. Estos actos tam bién
serán actos «orales», es decir, los actos de habla de los que hablare­
m os en el capítulo siguiente. Allí verem os que podem os distinguir
nuevam ente entre un análisis local o m icroanálisis de los actos (y las
secuencias de actos) de habla, y un análisis global de los actos de
habla, es decir, en térm inos de m acro-actos de habla. El contenido
global de estos m acroactos de habla tendrá que ser rellenado e n to n ­
ces con las m acroproposiciones sem ánticas que hem os estudiado en
este capítulo, de m odo que tendrem os establecido un vínculo entre la
sem ántica y la pragm ática, es decir, entre el significado y la acción
en el discurso y la com unicación.
3. Pragmática: texto, actos de habla y contexto

3.1 ¿Qué significa pragmática?

3.1.1 A lo largo del últim o capítulo nos hem os ocupado am pliam en­
te de la estructura ‘in tern a’ de los textos, sobre la que ahora volvere­
mos desde otra perspectiva. C iertam ente hem os om itido un p unto de
vista al que a h o ra querem os referirnos: las realizaciones lingüísticas
(con una estructura textual de este tipo) tienen, p o r regla general, la
misión de co n trib u ir a la comunicación y a la interacción social. Por
lo tan to , no sólo poseen una naturaleza en cierta form a ‘estática’,
sino que tam bién tienen una función ‘d inám ica’ en determ inados
procesos. D esde este p u n to de vista, el térm ino «realización» (utteran-
ce) adm ite varias interpretaciones: puede referirse a un ‘objeto’ con­
creto — oral o escrito— , pero tam bién puede hacer referencia a una
acción, que es el hecho de m anifestar, de «realizar» este objeto. Para
evitar esta am bigüedad seguirem os llam ando «enunciado» al objeto
expresado, m ientras que denom inarem os las acciones realizadas ac­
ciones lingüísticas o actos de habla.
La pragmática com o ciencia se dedica al análisis de los actos de
habla y, más en general, al de las funciones de los enunciados
lingüísticos y de sus características en los procesos de com unicación.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 80

Esta ciencia, que tan sólo com ienza a desarrollarse plenam ente
d urante los últim os veinte años, tiene carácter interdisciplinario y la
estim ulan la filosofía, la lingüística y la antrop o logía, pero tam bién
la psicología y la sociología.1 En el presente capítulo nos ocuparem os
sobre to d o de la pragm ática lingüística, con lo que nos acercarem os
tam bién a la descripción gram atical de los textos. En un principio, la
pragm ática fue uno de los tres com ponentes de la sem iótica, una
ciencia que se ocupa principalm ente de los signos y de sus sistem as2
(en sím bolos, significados y com unicaciones) y que representa un
com ponente al lado de la «sintaxis» (el análisis de las relaciones
entre signos) y de la «sem ántica» (el análisis de las relaciones entre
signos, significados y realidad). Por eso, la pragm ática se consideró
p o r de p ro n to com o una descripción de las relaciones entre signos y
quienes los em plean. N o o bstante, dado que el térm ino «signo» no es
precisam ente específico, nos ocuparem os en su lugar de las estructu­
ras norm ales, tal y com o las describen la gram ática (estructuras
textuales), com o base para un análisis de las relaciones con los
usuarios de los signos, es decir: usuario de la len g u a/u su ario del texto.

3.1.2 A dem ás querem os delim itar un poco más el ám bito del análi­
sis de la pragm ática al que acabam os de aludir. Pues si quisiéram os
estudiar rigurosam ente todas las relaciones que existen entre realiza­
ciones lingüisticas y procesos de com unicación e interacción, tendría­
mos que incluir en la pragm ática disciplinas com o la psicolingüística,
la sociolingüística y gran p arte de la psicología y la sociología. No es
nuestra intención extendernos ta n to , a pesar de que, evidentem ente,
existen estrechas relaciones entre la pragm ática y estas disciplinas.
M ientras que la sintaxis especifica en qué condiciones y según
cuáles reglas los enunciados están «bien form ados» y la sem ántica
indica las condiciones para que los enunciados sean «interpretables»
(tanto en lo relativo al significado com o a la referencia), a la prag­
m ática se le adjudica la tarea de ocuparse de las condiciones bajo las

1 P ara la in tro d u c ció n al cam p o de la p rag m ática, véase en p rim e r lugar la


im p o rtan te o b ra de S e a r l e (1969) y la de A listín (1962), en la que se basa la prim era.
P ara un a serie de artículos y ap o rtacio n es sobre actos de habla y prag m ática, véase
C ol l & M o r g a n (com ps.) (1975), B ar - H i ll el (1972), W i j n d e r l ic h (com p.) (1972),
M aas & W u n d e r l i c h (1972), van D ijk (com p.) (1972) y S c h m i d t (com p.) (1976).
Véase tam b ién W u n d e r l i c h (1976), S a d o c k (1975), S assf . & T urk (com ps.) (1978) y
van D ijk (1980 b). S c h i . ifbf .n- L a n g e (1975) y van D ijk (1978) a p o rta n una prim era
introducción.
2 La sem iótica, o ciencia general del signo, goza de una p o p u larid ad relativam ente
grande entre los estu d ios literarios y a rtístico s, sobre to d o bajo la influencia del
estru ctu ralism o francés (com o, p o r ejem plo, p o r la o b ra de Barthes). N o o b sta n te , la
sem iótica es de origen anglosajón: Peirce (véase P eircf . (1960), es con sid erad o gene­
ralm ente el ‘fu n d a d o r’ de la sem iótica m o d ern a, y M o r r is (1938, 1964), el divulgador
y e lab o rad o r m ás im p o rtan te de estos principios en las ciencias filosóficas y sociales.
E c o (1976) a p o rta una visión general sobre la sem iótica actual. V éanse tam bién las
ap o rtacio n es en la revista Semiótica.
81 PRA G M A T IC A

que las m anifestaciones lingüísticas son aceptables (acceptable), apro­


piadas u oportunas (appropriate); estos tres supuestos son válidos
para la situación com unicativa en la que se expresa el hablante.
D ado que para la sem ántica hem os trab ajad o con una reconstrucción
abstracta m uy útil de la ‘realid ad ’, a saber, con el concepto de
«m undos posibles», tam bién aquí querem os in troducir una ab strac­
ción para el térm ino ‘situación com un icativ a’: el concepto de con­
texto. Así pues, la pragm ática se ocupa de las condiciones y reglas
para la idoneidad de enunciados (o actos de h abla) para un contexto
determ inado; resum iendo: la pragm ática estudia las relaciones entre
texto y contexto.

3.1.3 Si querem os discutir de m anera sistem ática las relaciones


entre texto y contexto, evidentem ente habrem os de conocer la estruc­
tura contextual adem ás de poseer un conocim iento de la estructura
textual. Tal y com o ya expusim os an teriorm ente, el contexto es una
abstracción de aquello que intuitivam ente llam aríam os «situación
com unicativa». A hora bien, ¿qué elem entos de la situación debere­
m os incluir en nuestro concepto de contexto? La respuesta es senci­
lla: únicam ente aquellos elem entos que determ inan sistem áticam ente
la aceptación (o no), el logro (o fracaso) o la idoneidad (o no) de los
enunciados. D esde nuestro p u n to de vista lingüístico podem os preci­
sar aun más: se tra ta sólo de los elem entos que determ inan sistem á­
ticam ente la estru ctu ra y la interpretación de los enunciados (textos
expresados), o bien de elem entos determ inados p o r éstos. La prag­
mática se ocupa, pues, de la relación entre la estructura textual y los
elem entos de la situación com unicativa sistem áticam ente ligados a
ella: todos estos elem entos juntos form an el contexto.
El hecho de que el hablante esté constipado, cecee o sea pelirrojo
no pertenece al contexto, aunque caracterice su utilización ad hoc de
la lengua. Pero no existen relaciones sistem áticas que se apoyen en
reglas convencionales que sostengan que 'la propiedad de ser pelirro­
jo ’ im plique tal o cual tipo de construcción sintáctica o interpreta­
ción sem án tica.3
Las características sistem áticas de los procesos com unicativos,
conform e las analizan la sociología o la psicología, tam poco pertene­
cen al contexto: p. ej., clase social, form ación escolar, inteligencia,
retentiva, rapidez de lectura, m otivación, etc. Si bien todas estas
circunstancias ciertam ente influyen en el proceso com unicativo, tam ­
poco aquí se trata de reglas convencionales aplicables a toda la
com unidad com unicativa. Al fin y al cabo, to d a persona con una

1 En el presente libro se em plea a m enudo el térm in o «convención» y «convencio­


nal.. en un sen tid o científico (y no con el significado de « tradicional p asad o de m oda»),
H co n cep to de c o m e n c ió n se define co m o concepto fun d am en tal p ara o tro s térm inos
'.orno “regla», «ley», «acuerdo», «norm a», etc. p ara un colectivo social d eterm in ad o .
Para m ás detalles, véase Li.w is ( I96K).
LA C I E N C I A D E L T E X T O 82

form ación o una retentiva determ inadas debe conocer y aplicar las
m ism as condiciones y reglas cuando produce o com prende unos
enunciados. Si este no fuera el caso, se rechazará el enunciado com o
no adecuado o no ap ro p iad o , de m odo que la interacción fracasa.
A este respecto, las reglas pragm áticas tienen las mism as caracte­
rísticas que las sintácticas y sem ánticas. En seguida verem os que no
sólo los actos de h abla están sujetos a convenciones, sino que ta m ­
bién lo están otras actividades sociales en distintos niveles y en
diferentes ám bitos (tránsito, conversaciones, visitas, etc.).
Lo que sí pertenece al contexto, adem ás del enunciado en si, son
categorías com o hablante y oyente, la acción que éstos llevan a cabo
al producir un enunciado o bien al escucharlo, el sistema lingüístico
que em plean o conocen, y especialm ente aquello que conocen respec­
to del acto de habla, lo que con él persiguen y proyectan; tam bién
pertenecen al contexto las ‘actitudes’ m utuas de los hablantes (com o
el tipo de relaciones sociales entre los ‘roles’) y frente a los sistem as
de n o rm a s , o b lig a c io n e s y c o s tu m b re s sociales, p o r cuanto
estos elem entos determ inan de m anera sistem ática y convencional la
estructura y la interpretación del enunciado (en el sentido de reglas).
N uestra intención en este capítulo no es d ar una introducción
com pleta a la pragm ática, sino que querem os ofrecer una evaluación
general de esta disciplina para dirigir la atención sobre las particula­
res características pragm áticas de los textos y no únicam ente de las
frases. ¿Qué otras condiciones han de cum plirse para que un enun­
ciado, que ya posee, según se dijo, una estructura textual, cum pla
adem ás una función com unicativa adecuada y sea p o r ende aceptado
p o r el interlo cu to r com o correcto, ap ro p iad o o acertado?
En prim er lugar darem os una descripción de los distintos com po­
nentes de un contexto, p a ra luego relacionarlos con las característi­
cas de los textos.

3.2 Acción e interacción

3.2.1 U no de los descubrim ientos m ás im portantes de la m oderna


filosofía de la lengua, que a p o rta la base para el desarrollo de la
pragm ática, consiste en el reconocim iento de que la utilización de la
lengua no se reduce a pro d u cir un enunciado, sino que es a la vez la
ejecución de determ inada acción social. Si p o r ejem plo, pronuncio la
oración Mañana te devolveré las dos m il pesetas, no sólo he expresado
una oración correctam ente form ada e interpretable, es decir, gram a­
tical, de la lengua castellana, sino que al m ism o tiem po he hecho algo
que com porta ciertas im plicaciones sociales: p. ej., he prom etido
algo. Existen así num erosas acciones que se llevan a cabo mediante
la m anifestación de una frase o un texto, es decir: ‘con’ la lengua,
am enazar, rogar, sostener, p reg u n tar, aconsejar, denunciar, absolver,
congratular, lam entar, etc. El carácter social de este tipo de actos de
P R A G M A T IC A

habla se m anifiesta, entre otros, en el hecho de que querem os m odi­


ficar el conocim iento, los deseos y eventualm ente el com portam iento
je nuestro interlocutor, así com o porque un acto de habla de esa
índole conlleva ciertas obligaciones. C uando doy mi palabra debo, en
principio, atenerm e a ella. E sto requiere que, al m anifestar mi p ro ­
mesa, sepa o bien tenga razones de peso para suponer que estaré en
condiciones de cum plirla. T am bién he de saber que mi interlocutor
tiene un cierto interés en la acción que estoy a p unto de prom eter: él
tam bién ha de desear esta acción. Si este no fuera el caso, com o por
ejemplo en una acción que anuncio m ediante la enunciación de la
oración: /Mañana te daré una buena tunda!, no prom eto nada, sino
que expreso una am enaza o una advertencia.
Así com o en sem ántica las oraciones (o los textos) pueden ser
‘verdaderas’ o ‘falsas’, tam bién en pragm ática los actos de habla
pueden ‘tener éxito’ o ‘fracasar’ en un contexto concreto. La pragm á­
tica se ocupa, entre otras cosas, de la form ulación de tales condicio­
nes para el éxito de los actos de habla. C om o ya hemos visto antes,
estas condiciones están relacionadas con los conocim ientos, los
deseos y las obligaciones de los hablantes.

3.2.2 Para conocer m ejor las condiciones que hacen que unos actos
de habla tengan, o no, éxito, debem os saber m ás sobre la acción en
general. La teoría de la acción proviene de la filosofía p o r lo que, en
prim er lugar, introducirem os algunos conceptos fundam entales de la
m ism a.4
Para ello partim os de la hipótesis de que las acciones representan
un d eterm inado tipo de sucesos. El concepto de suceso se refiere,
pues, a modificación; por ejem plo, a la m odificación de un estado en
otro, denom inados respectivam ente estado inicial y estado final. El
concepto de estado nos lo hem os de im aginar tan abstracto com o el
de «m undo posible», es decir: com puesto de una serie de objetos con
determ inadas características y relaciones. Un sufceso se produce cu an ­
do, en un d eterm inado estado, se añaden o se suprim en objetos o
cuando los objetos adquieren otras propiedades o pasan a relacionar­
se entre sí de otra m anera. Esta m odificación del estado es n atu ral­
mente una función del tiem po: el estado final de un suceso es
posterior al estado inicial. Las m odificaciones de los estados pueden
ocurrir en varias fa se s sucesivas, es decir, a través de una serie de
estados interm edios que duran un período de tiem po determ inado.
Si querem os referirnos a este tipo de series continuas de m odificacio­

4 Para un a (breve) in tro d u c ció n a la teoría de la acción, véase van D ijk (1977 a);
p a r a la ap licació n en la p rag m ática, véase van D ijk (1980 b). E sta teo ría de la acción
tiene su origen, en tre o tro s, en los ám b ito s de la filosofía y de la lógica filosófica,
c o m o p o r ejem plo de von W r i g h t (1967). P ara in tro d u ccio n es a p ro p ia d a s, véase
C are & L a n d e s m a n (com ps.) (1968), W hi te (com p.) (1968) y B ri n k l e y , B r o n a u g h
& M a rr as (com ps.) (1971).
LA C I E N C I A D E L T E X T O 84

nes de estados, sin tener especialm ente en cuenta un estado inicial o


final, hablarem os de procesos. De esta m anera, ‘llover’ es un deter­
m inado tipo de proceso, m ientras que ‘com enzar a llover’ o ‘dejar de
llover’ es un suceso. C u an d o una taza cae al suelo desde la mesa
hablam os de un suceso, porque no ponem os una atención especial en
las distintas fases interm edias, sino que únicam ente nos preocupam os
p o r la m odificación del estado ‘taza sobre la m esa’ en ‘taza en el
suelo’ y todo se caracteriza p o r la expresión ‘caer (al suelo)’. En un
nivel de abstracción superior, la m odificación dentro de un suceso o
un proceso vuelve a ser un suceso.
Si una acción es un tipo especial de suceso, tam bién deberá tener
un papel im p o rtan te la ‘m odificación del esta d o ’ en las acciones. De
hecho esto es así. C uando hacemos algo sabem os que, p o r regla
general, se produce una m odificación del estado de nuestro cuerpo:
m ovem os brazos y piernas cuando abrim os una puerta o cogemos
una pelota. Con la p alabra ‘h acer’ querem os indicar, en la m ayoría
de lós casos, unas m odificaciones del cuerpo que son ‘externas’
(visibles o perceptibles de alguna m anera) y que en principio pode­
mos controlar, es decir que dom inam os su com ienzo, su transcurso y
su final. N aturalm ente, un ataq u e al corazón tam bién supone una
m odificación del estado de nuestro cuerpo, pero en circunstancias
norm ales no podem os co n tro lar este tipo de sucesos o procesos. Por
eso tam poco podem os llam ar acciones aquellas m odificaciones del
cuerpo que o tro s provocan en nosotros (cuando nos levantan del
suelo, p o r ejem plo) o que realizam os d u ran te el sueño, cuando no
som os conscientes de ellas. El control de las m odificaciones c o rp o ra­
les requiere que seam os conscientes de estas acciones. A unque p o d a­
mos contro lar, en principio, o tras m odificaciones corporales (p. ej.,
si guiñam os un ojo, si m ovem os los dedos de los pies, etc.), no
siem pre ejercem os este control conscientem ente. En general tam poco
llam am os acciones estas m odificaciones del cuerpo. Sin em bargo, ya
que no se puede p o n er en d u d a que hacemos algo al guiñar el ojo,
m over los dedos de los pies o girar o b ajar la cabeza, aun cuando no
seam os conscientes de ello, denom inarem os tales m odificaciones del
estado del cuerpo, en principio controlables, un hacer.
D ad o que un hacer únicam ente puede tener lugar en una situación
en la que el (auto-)control o la controlabilidad son im portantes, no
se tra ta sólo de un ‘cu erp o ’, sino de una persona y un sujeto. Para
sim plificar supondrem os que sólo los seres hum anos vivos pueden
ser personas, aun cuando pueda aceptarse que tam bién m uchos
anim ales son ‘conscientes’ de su hacer y capaces de controlarlo.

3.2.3 Para la caracterización del hacer hum ano acabam os de em ­


plear algunos conceptos que provienen del ám bito m ental o cognitivo,
com o conciencia, contro lar, etc. Estos conceptos son indispensables
para una definición satisfactoria del concepto de acción. La diferen­
cia típica entre el hacer ‘guiñar los ojos’ y la acción ‘guiñarle el ojo a
PRA G M A TIC A

alguien’ se m anifiesta entonces tam bién p o r la circunstancia de que,


en la acción, llevam os a cabo un hacer d eterm inado de una m anera
consciente y controlada. En otras palabras: cuando llevamos a cabo
una acción tenem os el propósito o la intención de ejecutar un hacer,
para eludir en parte los problem as cognitivos y filosóficos más
im portantes que aquí se nos presentan y que no tienen una solución
simple, caracterizarem os una acción sim plem ente com o la com bina­
ción de una intención y un hacer. A lgunos tipos de haceres son tan
com plicados que ni siquiera pueden tener lugar sin el control m ental
de una intención, com o la com pra de un libro o el pedir una cerveza
en la taberna: por regla general estas acciones no pueden producirse
‘por casualid ad ’. Por o tro lado, tropezar es típicam ente un hacer o
incluso un m ero suceso con nuestro cuerpo, ya que por lo com ún no
tenem os la intención de tropezar. T anto en la ética com o en la
filosofía del derecho siem pre es im p o rtan te que en principio seamos
responsables de nuestras acciones, precisam ente porque son conscien­
tes, controlables e intencionadas.
Aquí no necesitam os seguir analizando el significado de las «inten­
ciones». Suponem os que se trata de determ inados estados m entales o
sucesos que se refieren al hacer posterio r de una persona. En este
sentido se las puede co m p arar con un plan o un program a ('softw a­
re') que se necesita para activar y co o rd in ar m úsculos, órganos, etc.
(‘hardw are’), según unos m odelos más o m enos estables.
O tro elem ento fundam ental de las acciones es que no las llevamos
a cabo sin m ás, ‘sólo porque sí’, sino para conseguir con ello alguna
otra cosa. M ientras llevamos a cabo una acción perseguim os determ i­
nada finalidad, tenem os fijado un objetivo o determ inado propósito.
El concepto de «propósito» im plica que debem os distinguir entre
propósitos e intenciones. U na intención se refiere únicam ente a la
ejecución de un hacer, m ientras que un p ro p ó sito se refiere a la
función que este hacer o esta acción puedan tener. Puedo llevar a
cabo conscientem ente la acción de ‘guiñar los o jos’ aun cuando no
pretenda hacerle ninguna señal a otra persona. La acción de ‘ab rir
una p u e rta ’ la realizo para e n tra r o salir. Por eso, la m ayoría de
nuestras acciones está ‘e m b u tid a’ en un propósito. Un p ropósito de
este tipo se refiere, pues, al estado o suceso que querem os o desea­
mos causar con o a través de nuestra acción. Un estado o un suceso
que nos pro p o n íam o s debe haber sido causado p o r nuestra acción,
concepto éste con el que ya nos habíam os en contrado en la sem ántica.

3.2.4 A hora podem os describir m ejor el concepto central del logro


o éxito de las acciones. C onsiderada p o r separado, una acción ha
salido bien cuando el estado final del hacer coincide con el estado
final intencionado, y ha fracasado o no se ha conseguido cuando este
no es el caso. Si tenem os el p ro p ó sito de levantar una piedra y
nuestro hacer consiste en m antener la piedra levantada en el aire,
LA C I E N C I A D E L T E X T O 86

habrem os logrado la acción de levantar. P o r eso llam arem os tam bién


resultado al estado final de la acción.
Sin em bargo, ya que p o r regla general querem os conseguir con
nuestras acciones algo m ás que llevarlas a cabo, podem os hablar
tam bién del logro de una acción si con ella hem os hecho realidad
nuestros propósitos. Así puedo ser capaz de ejecutar la acción de
silbar, no consiguiendo no obstante el suceso que me había p ro p u es­
to, com o el de despertar a un am igo. Con frecuencia decim os que se
ha lo g rad o una acción en este sentido cuando realiza un fin determ i­
nado, es decir: cuando el resultado pro v o ca determ inada consecuen­
cia, p o r ejem plo, cuando se tala un árb o l o se convence de algo a
una persona.
Po r o tro lado existe to d a una serie de acciones que ejecutam os sin
un fin especial (es decir, no sólo para satisfacer deseos o necesida­
des), tales com o pasear, bailar, can tar. En estas acciones, propósito
e intención coinciden, el objetivo y el resultado son lo mismo. Sin
em bargo, las acciones tam bién pueden tener éxito por casualidad,
cuando conseguim os el resultado que teníam os «en m ente», pero no
com o consecuencia de nuestra acción: el am igo puede despertarse,
pero no porque yo silbe sino porque las gallinas cacarean al haberse
d espertado p o r mi silbido. T am poco se puede h a b lar de hab er ejecu­
tad o la acción de ‘re p a ra r’, si p o r casualidad he tocado el cable
correcto del m o to r de mi coche. P o r fin tam bién hay que observar
que m uchas acciones im plican una m odificación sim ultánea del esta­
do de otros objetos, p. ej., cu an d o a b ro una puerta. Si esta m odifi­
cación del estado de o tro objeto cae bajo el control de quien actúa
(el agente), la m odificación del estado pertenecerá tam bién al hacer
y, p o r tan to , a la acción. D e todas form as, los fines son sólo una
consecuencia indirecta de n uestro hacer y p o r ello se sustraen, en
principio, a n uestro control (cuando no se trate nuevam ente a su vez
de acciones com o cuando ab ro una p u erta p a ra p oder e n tra r en una
habitación).

3.2.5 Al com er, co n stru ir una casa o ir en coche se puede observar


fácilm ente que en la m ayoría de los casos las acciones se componen
de varias acciones (básicas). Esto suele significar que el estado final
de una acción parcial es el requisito previo para el logro de la
siguiente acción. En ese caso hablam os de acciones parciales necesa­
rias. En o tro s casos se ten d rán que ejecutar varias acciones a un
m ism o tiem po p a ra conseguir un resultado determ inado. Incluso en
este caso se puede distinguir entre acciones necesarias y no necesa­
rias (posibles, opcionales). U na acción com puesta se da p o r lograda
cuand o el resultado, es decir, el fin, coincida con la intención global,
es decir, con el objetivo del agente.
Con esto hem os llegado a un p u n to de la descripción de la acción
que recuerda la descripción de oraciones y textos com puestos, que
tienen un significado ta n to ‘local’ com o ‘global’. A dem ás de las
87 P R A G M A T IC A

intenciones locales p a ra las acciones particulares, dam os tam bién


por supuesto la presencia de una intención y un p ropósito globales
previos. L lam arem os plan esta intención global. Un plan coordina el
decurso de todas las acciones p articulares con vistas a determ inado
resultado final que ha de lograrse. H ay que hacer hincapié en que
tam bién una acción com puesta vale com o una sola acción, a saber,
en relación con nuestra percepción, descripción o interpretación de
esta acción. A este respecto consideram os el fum ar en pipa com o
una acción, au n cu an d o se com pone de distintas acciones parciales:
‘llenar’, ‘encender’, ‘d a r una fu m ad a’, etc. C ontrariam ente a las
acciones com puestas, las acciones parciales ad o p tan , en una serie de
acciones o secuencia de acciones, un papel o una función independien­
tes p ara la percepción, descripción o in terpretación, com o en la
secuencia ‘llegar a casa’, ‘colgar el ab rig o ’, ‘sacar una cerveza de la
nevera’, ‘encender u na p ip a ’. En estos casos, no hace falta que una
acción precedente sea el requisito previo (necesario o habitual) para
la acción siguiente, p o r lo que tam poco tiene p o r qué existir una
intención global. C u an d o una serie de acciones posee una intención
global y un fin global de este tipo, decim os que la serie tiene una
macroestructura. D e ahí que las acciones com plicadas (construir una
casa o viajar a N ueva Y ork) puedan denom inarse acciones globales
o macroacciones.
Al o tro lado del espectro distinguim os com o acciones básicas o
acciones simples aquellas que pueden ejecutarse de m anera indepen­
diente y que com o tales pueden in terpretarse convencionalm ente.
Así, p o r ejem plo ag itar la m ano es una acción básica con una
función (p. ej. social) especial, m ientras que el m ovim iento del brazo
solam ente es un hacer: tengo la intención de saludar, pero no la de
m over mi brazo.
V am os a establecer un nuevo paralelo con la estructura de enun­
ciados lingüísticos: una acción básica se puede co m parar con un
m orfem a (o ‘p a la b ra ’), ya que es la unidad de acción m ínim a con un
significado o una función convencionales, pero en general sólo tiene
lugar en el m arco (sólo tiene una función en el m arco) de u na acción
(com puesta o no) que tenga determ inada finalidad o intención; bajar
el picaporte es una acción básica que es p arte integrante de la simple
acción de ab rir una p u erta, que a su vez puede ser parte de una
acción com puesta de ‘e n tra r’ o ‘salir’, y esta últim a a su vez puede
querer representar un m icrocom ponente de la m acroacción de ‘em ­
prender un viaje de vacaciones’.

3.2.6 D e esta caracterización d e ningún m odo exhaustiva del con­


cepto de acción se puede deducir que las acciones son de tipo
intencional. C om o tales, no son perceptibles o identificables com o
por ejem plo un hacer. Se tra ta de unidades que, para la percepción
y la com prensión, se basan en la interpretación de un hacer, perfec­
tam ente com parables con los significados, los cuales tam bién consti­
LA C I E N C I A D E L T E X T O 88

tuyen una in terpretación, a saber, de sonidos del habla con una


estructura convencionaí determ inada. C uando se percibe, interpreta
y describe una acción, se atribuye esta acción a alguien, haciendo
una suposición sobre las intenciones y los objetivos del agente.
C uan d o veo a alguien realizando un hacer, p o r ejemplo: escribir su
firm a, puedo in terpretar este hacer com o la acción de ‘term inar una
c a rta ’, pero tam bién com o la de ‘cerrar un c o n tra to ’ o ‘co m p rar una
casa. P o r eso, un hacer puede pro v o car varias interpretaciones, por
lo que, sin m ás, podem os entender erróneam ente a o tras personas si
no conocem os sus intenciones. T am bién aquí vuelve a hacerse paten ­
te la influencia de las convenciones: ai observar a alguien que baja
un picaporte suponem os que quiere ab rir la puerta, es decir, que
quiere en trar o salir.

3.2.7 En lo referente a la descripción de condiciones m entales para


las acciones aún no hem os llegado ‘m ás allá ’ de los propósitos y las
intenciones; sin em bargo, norm alm ente sólo realizam os acciones
basadas en una decisión m ental que constituye la ‘conclusión’ de una
argum entación o m otivación m ental, con n uestro conocimiento sobre
el m u ndo y nuestros deseos y preferencias aplicados com o ‘prem isas’.
Al ab rir una p uerta respondem os a una decisión (en este caso casi
inconsciente o au to m ática) debida a n uestro conocim iento de que las
puertas pueden abrirse y que m ediante este acto se puede e n trar o
salir de una habitación o casa, o a nuestro deseo de e n trar o salir.
Sin em bargo, m uchos de nuestros deseos no llevan a la form ación de
intenciones, porque sabem os que m ediante nuestro hacer tam poco
las po drem os realizar o que estas acciones serían incom patibles con
las de otras personas y sus deseos o con los deseos de la com unidad
(norm as, leyes).
Para fo rm ar una intención racional resulta necesario poseer un
cierto conocim iento previo sobre las posibles consecuencias, sobre el
ámbito de las acciones, es decir, sobre la can tid ad de acciones que en
principio podem os llevar a cabo, y sobre las propiedades del m undo
al que referim os nuestra acción (por eso seguram ente no intentare­
mos levantar una casa con la m ano).

3.2.8 Finalm ente aún hem os de distinguir entre acciones que no


realizan m odificaciones en el m undo, sino que, al co n trario , evitan o
hacen cesar la m odificación, p. ej., contener a una persona o a p arar
un vaso que se está cayendo, de m anera que sin nuestra intervención
el suceso o la acción podrían hab er tenido lugar, así com o en las
acciones anteriorm ente descritas un suceso de este tipo no habría
tenido lugar si no hubiéram os intervenido. T o d a acción posee este
eJemento ‘co n trafáctico ’.
Tam bién el no-hacer puede ser in terp retad o com o un a acción
(com o un ‘dejar que o c u rra ’), si nuestro no-hacer es intencional y si
norm alm ente realizaríam os o deberíam os realizar la acción. En este
89 PRA G M A T IC A

caso m odificam os nuestras costum bres u obligaciones, pero seguim os


siendo responsables de estas acciones ‘negativas’.

3.2.9 N o sólo la actuación es característica del com portam iento


hum ano, sino, sobre todo, la actuación social, la interacción, que se
define com o una serie de acciones en las que varias personas se ven
im plicadas alternativa o sim ultáneam ente com o agentes. Al lado de
los requisitos previos ya m encionados para el buen logro de las
acciones se im pone tam bién una serie de requisitos sociales, a saber,
convenciones de distinta especie.
En consonancia con la definición para el logro de una acción
podem os decir ah o ra que una interacción es exitosa cuando el resul­
tado coincide con las intenciones de las personas en cuestión. En la
realidad, esta idea se com plica todavía m ucho más: las personas en
cuestión pueden tener la m ism a intención (p, ej., cam biar una mesa
de sitio), intenciones distintas {p. ej,, A, o bien B, gana al ajedrez),
las m ism as o distintas intenciones, pero distintos o bien los mismos
propósitos (p. ej.: A va al cine con B: A quiere distraerse, B quiere
ver una película determ inada). Así pues, la condición previa para el
logro de una interacción es que tengam os, com o m ínim o, un acceso
parcial al conocim iento, los deseos, las intenciones y los propósitos
de nuestros interlocutores. Los interactuantes no sólo pueden llevar
a cabo ju n to s la misma acción, sino tam bién sim ultánea o sucesiva­
mente. C ada uno tam bién puede realizar una acción parcial de una
acción com puesta o bien una m acroacción (p. ej., la construcción de
una casa). Si las intenciones y los objetivos son diferentes, o bien
contrarios, A p o d rá llevar a cabo acciones con el fin de evitar las
acciones de B. Al revés, A puede realizar m eras acciones auxiliares
para la acción de B (A ayuda a B ), a saber, acciones que lleven al
logro de las acciones (parciales) de B, sin que el p ropio A tenga la
intención de B de conseguir un resultado determ inado o un objetivo
final. O tras acciones se definen exclusivam ente com o interacciones y
sólo pueden realizarse con varias personas (casarse, despedir a al­
guien), aun cuando las dem ás personas no siem pre estén de acuerdo,
es decir: no tengan la misma intención.
La sucesión de acciones en la interacción puede sujetarse a reglas
convencionales. U na acción a de A puede volver necesaria una acción
b de B , com o el saludo y su devolución, hacer regalos y agradecer el
presente, violar las norm as de la circulación y extender una m ulta,
p reg u n tar y contestar. En estos ejem plos hay que observar que
determ inados interactuantes asum en determ inados papeles o funcio­
nes: un científico no puede penalizar una infracción, sino únicam ente
un policía. Por lo tan to , una función se puede definir com o un
conjunto de acciones posibles den tro del ám bito de acción social de
la persona que dispone de esta función.
Por últim o deberíam os aludir a la diferencia entre las interaccio­
nes de personas, instituciones o personas e instituciones. Por ejem plo,
LA CIEN CIA D EL TEXTO 90

puedo hacer una petición a una institución, ésta me puede despedir,


y las instituciones pueden apoyarse m utuam ente o com petir unas
con otras. T am bién aquí los deseos, las preferencias, las decisiones,
las intenciones y los propósitos tienen su papel, y la diferencia
consiste a m enudo en que todos estos factores son explicitados, de
m odo que los m iem bros y los afectados los conocen.

3.2.10 Esta breve disertación sobre conceptos com o acción e inter­


acción no sólo nos ha sido necesaria para la com prensión de los
actos de habla, sino tam bién para el conocim iento provisional de la
im portancia de los actos de habla para la interacción social en
general; a la vez hem os sentado la base para el análisis del papel de
los textos en la sociedad, que será am pliado en el capítulo 7.

3.3 Actos de habla e interacción comunicativa

3.3.1 Según la descripción del concepto de acción, los actos de


habla son realm ente acciones: hacemos algo, a saber, producim os una
serie de sonidos o signos ortográficos que, com o enunciado de una
lengua determ inada, tienen u n a form a convencional reconocible, y
adem ás ejecutam os este hacer con una intención correspondiente
determ inada, dado que norm alm ente no nos p ronunciam os en con­
tra de nuestra voluntad y sabem os co n tro lar nuestra lengua. No
obstante, los enunciados lingüísticos poseen u n a serie de característi­
cas especiales. Para em pezar, se trata casi siem pre de enunciaciones
com puestas: producim os varios sonidos que se organizan en grupos
de sonidos sobre la base de reglas (gram aticales) convencionales para
form as y com binaciones de sonidos y grupos de sonidos. Esta o rg a­
nización tiene lugar sim ultáneam ente en distintos niveles. Mediante
la producción de sonidos realizam os sim ultáneam ente acciones fono­
lógicas, m orfológicas y sintácticas com puestas. A unque no seamos
conscientes de todas estas acciones al hablar, en principio son con­
trolables {podemos actualizar fonem as y m orfem as individuales, de
entre varias construcciones sintácticas podem os elegir una posibili­
dad). Puesto que aquí se trata de acciones com puestas, poseem os un
plan m ás o m enos consciente para la ejecución de esta acción d eno­
m inada acto del habla (locutionary act). Por lo dem ás, obtenem os
una acción de orden superior, que ejecutam os m ediante la realización
de un acto del habla, un acto de significación o acción semántica: con
nuestra enunciación lingüística expresam os un determ inado significa­
do, con lo cual podem os realizar adem ás una acción referencial:
hacem os referencia a un objeto concreto, le atribuim os determ inada
propied ad y de esta m anera cream os u n a conexión entre el enuncia­
do y una serie de hechos. Por regla general, tales acciones sem ánticas
son conscientes: sabem os Mo’ que decim os, y lo controlam os precisa­
mente a través de la form a del enunciado.
91 P R A G M A T IC A

3.3.2 Si seguim os co n statan d o hasta qué p u n to este tipo de actos


de habla y de acciones sem ánticas tam bién tiene un objetivo determ i­
nado , llegamos autom áticam ente a la pragm ática, P or tan to , h abre­
m os de pregun tarn o s en qué m edida los actos de habla son capaces
de p ro v o c a r m odificaciones, sobre to d o en otras personas. C uando
m anifestam os algo, evidentem ente tenem os, en la m ayoría de los
casos, la intención de que aquellos que nos oyen o leen, interpreten
este ‘hacer’ com o un acto de habla según las m ism as reglas conven­
cionales. Bien m irado, en el fondo pretendem os que el oyente dé al
enunciado el m ism o significado y la m ism a referencia que inten táb a­
m os expresar. Q uerem os ser «com prendidos» (captados). El acto de
habla se ha conseguido si, de acuerdo con nuestros propósitos,
m odificam os los conocim ientos del oyente, es decir: que él sepa que
hablam os, que m anifestam os este texto y que con ello expresam os un
significado d eterm inado aludiendo a algo d eterm inado.
En sum a, los actos de habla tienen propósitos m ás extensos de
tipo m ás específicam ente pragm ático. Al rem itir a una circunstancia
en p a rtic u la r nuestra intención puede ser, p o r ejem plo, que el oyente
sepa que esta circunstancia existe en un m undo determ inado. Q uere­
mos informar al oyente de algo. L lam arem os aseveración un acto de
habla que tiene la intención de info rm ar al oyente de algo. Este acto
de habla d ará resultado si realm ente el oyente am plía sus conocim ien­
tos según nuestras intenciones, o m ejor dicho: si el oyente com pren­
de en sentido estricto que nuestra intención es la de inform arlo de
algo. A un cuando no nos crea, habrem os aseverado un hecho. Fuera
de la interpretación correcta de nuestros propósitos no incluirem os
o tras acciones del oyente en el verdadero acto de habla, aunque
existan varios actos de habla que im plican que el oyente tam bién
realice una acción (p. ej., ser persuadido). C o n trariam ente a los ya
m encionados actos de habla, que en inglés se llam an «speech acts» o
«illocutionary acts», estas acciones se denom inan «perlocutionary
acts».*

3.3.3 C ada m odalidad de acto de habla dispone de sus propias


condiciones convencionales gracias a las cuales una acción da resul­
tado. Para realizar un acto de aseveración se requieren ciertos cono­
cimientos: si no sabem os que lo que ocu rre es p, no podrem os
com unicar nada al respecto, a no ser que mintamos. La condición
p a ra m entir será, pues, que digam os que ocurre p , pero sepam os que

5 La diferencia en tre p e rlo c u tio n a r y e illo c u tio n a ry a c ts (p. ej.: convencer versus
reco m en d ar), co n sid erad a p o r A u s t i n (1962) y S e a r l e (1969) h a causado gran
sensación. El q u id de la cuestión se p lan tea a p a rtir de la p reg u n ta de si las consecuen­
cias p o sib les de u n a c to de h abla deben o no incluirse en la definición, es decir: en las
co n d icio n es o requisitos del a c to de habla. P or ejem plo, en un p e rlo c u tio n a r y a c t
tam b ién se p ro v o ca en el oyente u n a m odificación (m en tal), de acu erd o con las
inten cio n es del h ab lan te y com o consecuencia de u n illo c u tio n a ry a c t (acción
lingüística).
LA C I E N C I A D E L T E X T O 92

ocurre~/?, con la intención de conseguir que el oyente piense que sí


ocurre p.
Para la acción de una prom esa (p. ej., form ulando la oración:
M añana te visitaré) im portan otras condiciones: el hablante tiene que
saber que podrá hacer una visita al día siguiente, debe planear
verdaderam ente (tener la intención de) hacer la visita, tiene que
saber que el oyente está interesado en que se lo visite, etc.
Podem os darle hábilm ente un consejo a alguien si querem os que
haga o deje de hacer una acción concreta, si dam os p o r supuesto que
no realiza la acción p o r sus propios m otivos, si suponem os que la
acción recom endada es de interés para el oyente y si adem ás tenem os
el derecho o la au to rid ad de ju zg ar sobre lo que el oyente debe o no
hacer en un cam po determ inado (p. ej.: en lingüística, jardinería,
cocina). De ello se desprende que tales presuposiciones o condiciones
nos perm iten clasificar diversos actos de habla: al d a r un consejo,
pedir un favor, d a r una orden, el enunciado se refiere a una acción
futura deseada del oyente, y al hacer una prom esa, am enazar o
aceptar se refiere a una acción fu tu ra del hablante. Con una asevera­
ción, una com unicación, una explicación y unas instrucciones de
m anejo el hablante quiere inform ar.
A p a rtir de los pocos ejem plos que aquí se exponen resulta que
todas las condiciones pueden ser definidas m ediante una serie de
conceptos, denom inados prim itivos (su significado se supone conoci­
do): p. ej.: conocimiento, voluntad o preferencia, creencia o fe , inten­
ción, obligación y posición (p. ej., au to rid ad ) del hablante y el oyente.
Es muy posible que se necesiten m ás conceptos prim itivos.

3.3.4 En general, los interlocutores de una conversación no son


pasivos — a excepción de las m anifestaciones publicadas, los discur­
sos, las conferencias, etc.— sino que tam bién ad o p tarán el papel del
hablante para que pueda tener lugar una interacción lingüística. La
interacción resulta de una serie de actos de habla de diferentes
interlocutores, ordenados, entre otras cosas, según unas reglas con­
vencionales. Al igual que las interacciones en general, tam bién en el
caso de los actos de habla debe coincidir el estado final de un acto
con las condiciones iniciales del siguiente. Para las com unicaciones
rige la condición bastante trivial de que en general no aseveram os la
m ism a cosa dos veces seguidas: el resultado de la prim era asevera­
ción tiene p o r consecuencia que el oyente ya sabe p, y com o nosotros
lo hem os de supo n er o de saber, la aseveración repetida de p no es
correcta. Si congratulam os a alguien, estam os creando un ligero
com prom iso al oyente p ara que nos lo agradezca. Las condiciones
que determ inan la interacción no son lingüísticas en estos casos
(pragm áticos), sino que m ás bien se fundam entan en normas de
comportamiento m ucho más generales, p. ej.: las de la cortesía.

3.3.5 Por consiguiente, se puede decir que los actos de habla deben
93 P R A G M A T IC A

cum plir en general ciertos principios de cooperación que cuidan del


decurso óptim o de la interacción lingüística.6 Es decir: partim os de
la base de que alguien dice la verdad, dam os todas las inform aciones
deseadas, no m uchas m enos, pero tam poco m uchas más, nuestro
enunciado se refiere al tem a de conversación (com o ya se había
definido anterio rm en te para los textos), y no som os ni dem asiado
parcos ni dem asiado prolijos. En cuanto estos vagos principios se
quiebren, se produce un efecto especial para el que tam bién existen
determ inadas reglas convencionales. Así por ejem plo puedo expresar
m ediante una respuesta que no viene al caso, que no tengo ganas de
hablar de un determ inado asunto.

3.4 Texto y contexto

3.4.1 El concepto de «contexto» se caracteriza com o la reconstruc­


ción teórica de una serie de rasgos de u n a situación com unicativa, a
saber, de aquellos rasgos que son parte integrante de las condiciones
que hacen que los enunciados, den resultados com o actos de habla.
El objetivo de la pragm ática es form ular estas condiciones, es decir:
indicar qué vinculación existe entre los enunciados y este contexto. Y
puesto que describim os los enunciados teóricam ente com o textos, se
trata aquí de la especificación de las relaciones entre texto y contexto.
Estas relaciones se extienden en am bas direcciones: por un lado,
ciertos rasgos textuales pueden ‘expresar’ o incluso constituir aspec­
tos del contexto, y p o r otro, la estructura del contexto determ ina,
hasta un cierto grado, de qué rasgos deben disponer los textos para
ser aceptables —com o enunciado— en el contexto. Estas considera­
ciones todavía m uy generales se co n cretarán a h o ra m ediante una
serie de ejemplos.

3.4.2 En prim er lugar hay una serie de relaciones entre la oración


(texto) y el contexto que aún se adscriben al cam po de la sem ántica,
la semántica contextual, a saber, las expresiones indicíales.1 Se trata
de expresiones que rem iten a com ponentes del contexto com unicati­
vo (a él le deben su interpretación), p. ej.: hablante, oyente, m om en­
to de la m anifestación, lugar, etc. Esto significa que estas expresiones
tienen cada vez un referente distinto según el contexto (cam biante).
Son expresiones indicíales: yo, tú, aquí, allí (todos los com puestos

6 E stos p rincipios elem entales de cooperación social se en cu en tran , entre o tro s, en


G (1967).
R IC E
7 P ara la «sem ántica co n tex tu al» , véase la n o ta 20 del capitulo an terio r. Las
expresiones deicticas o indexicales rem iten a determ in ad o s aspectos del contexto
co m u n icativ o , p. ej., al h ab lan te (yo), al oyente (tú, Vd.), al tiem po (ahora, hoy), al
lugar (aguí, allí, e t c j . E stos elem entos contextúales tam bién determ inan el valor de
verdad de un a o ració n .
LA C I E N C I A D E L T E X T O 94

con aquí y allí com o hasta aquí, desde allí, etc.), y tam bién ahora,
hoy, ayer, mañana y los artículos y pronom bres dem ostrativos el, la,
lo, este, esta, esto, aquel, aquella, aquello, etc. T am bién m ediante los
tiem pos verbales (presente, etc.) se crean relaciones con el contexto
actual; si digo: Pedro está enfermo, la oración es cierta en el m om en­
to en que la digo, y probablem ente sería falsa si la hubiera p ro n u n ­
ciado una sem ana antes. De esta m anera tam bién se define el pasado
y el fu tu ro en relación al A H O R A del contexto com unicativo. En
todos estos casos se trata de relaciones referenciales, p o r muy espe­
ciales que sean, p o r lo que su análisis le corresponde a la sem ántica.

3.4.3 T an to las relaciones sem ánticas com o las pragm áticas entre
texto y contexto form an los denom inados verbos perform atívos,8
com o por ejem plo prom eter, ordenar, aconsejar, etc. Se trata, pues, de
verbos que en la prim era persona del singular y del plural del presen­
te pueden fo rm ar oraciones perform ativas, es decir: oraciones que se
interp retan com o las acciones que se llevan a cabo — en un contexto
adecu ad o — debido a la enunciación de las oraciones. Si digo: Te
recomiendo que escribas una carta al ministro, el p ro nunciar la o ra ­
ción es a la vez una recom endación (si el contexto es apropiado: si
esa es realm ente mi intención, si el contenido de la recom endación es
de interés del oyente, etc.). N aturalm ente, esto sólo tiene sentido si el
verbo está en prim era persona (es.decir que rem ite ai hablante) y en
presente (o sea que rem ite al A H O R A del contexto). La oración: Pero
si yo te había recomendado..., no es una recom endación, sino más
bien una co nstatación o incluso un reproche. Lo m ism o sirve para El
te recom ienda/él te ha recomendado..., que es una com unicación de
tipo especial. En los últim os ejem plos, así com o en todos los verbos
que rem iten a un acto de habla, se trata de la descripción de un acto
de habla y no del hacer de un acto de habla com o en las frases
perform ativas.

3.4.4 La observación de los actos de habla no puede coincidir sin


más con una observación (sem ántica) de los significados de verbos
com o ‘■prometer’, ‘ro g ar’, ‘am enazar' y ‘co n g ra tu lar’, que rem iten a
actos de h a b la .9 En prim er lugar existe una serie de actos de habla

s P ara el análisis de los verbos p erfo rm atív o s, véase G rof .nf .n d u k & S t o k h o f
(1976) y sus referencias bibliográficas.
* C on frecuencia se ha in ten tad o reducir d eterm in ad o s aspectos pragm áticos a un
análisis sintáctico o sem ántico ( S a d o c k (1975) y L f wis (1970), su poniéndose que el
acto de habla co rresp o n d ien te estaría ya suficientem ente rep resen tad o p o r un verbo
p erfo rm ativ o (‘te p ro m eto que m añ an a ven d ré’ en lugar d^ ‘vendré m a ñ a n a ’). Si bien
de esta m an era p u ed e justificarse una serie de aspectos p ragm áticos, esta reducción
p ro p u esta no resulta ad ecu ad a p o r m uchas o tras razones. Lo m ás razo n ab le es
e lab o rar un nivel independiente del análisis p rag m ático y ligarlo sistem áticam ente con
la sintaxis y la sem án tica, p a ra p o d er d a r una explicación de diferentes fenóm enos
lingüísticos. P ara una discusión am p lia de este p ro b lem a, véase van D ijk (1980 b).
95 PRA G M A TIC A

que no se llevan a cabo m ediante la pronunciación del verbo explíci­


to. Si bien decim os ¡Cuidado con el coche! no direm os ¡Te aviso, ten
cuidado con el coche! En m uchos casos tam bién se puede prescindir
del verbo y sin em bargo llevar a cabo el acto de habla: Mañana te
devolveré el dinero, o bien Yo escribiría una carta al ministro, que son
una prom esa y un consejo, respectivam ente.
Los verbos en cuestión tam poco se usan en actos de habla indirec­
tos,10 es decir, en expresiones que a la prim era interpretación a p are­
cen com o una acción A¡, pero a la segunda, com o una acción A¡. Si,
por ejemplo, un padre le dice a su hijo que vuelve a casa con los
zapatos sucios: ¡Acabo de freg a r el suelo!, no sólo se trata de una
inform ación, sino a la vez de una am enaza o de un ruego. En general
solemos expresar las peticiones corteses de una m anera indirecta:
¿Puede alcanzarme la revista? ¿Podría ayudarme un momento? ¿Le
importaría correrse un poco? En ninguno de estos casos el hablante
(sólo) quiere saber si el oyente puede, quiere o tiene algún inconve­
niente en hacer algo. El hablante únicam ente pretende que el oyente
haga algo, y la acción indirecta se efectúa en tan to que el hablante
expresa una condición previa (necesaria) a la acción deseada.

3.4.5 El hecho de que la oración (texto) y el contexto estén ligados


sistem áticam ente entre sí, resulta de las relaciones entre el significado
de una oración y las condiciones para el logro de los actos de habla.
Una de las condiciones de la prom esa es que el hablante tenga la
intención de realizar una acción en el futuro a favor del oyente. En
la m ayoría de las prom esas, esta ‘acción fu tu ra ’ se expresa explícita­
mente: Mañana te haré una visita. A la inversa, un oyente que
escucha una frase con un significado de este tipo, puede deducir,
ju n to con m ás inform ación del m ismo contexto, que el hablante le
prom ete alguna cosa. Por eso una oración com o A yer estuve en el
cine, p o r regla general no puede funcionar com o prom esa. Tam bién
una oración que rem ite a una acción futu ra del oyente (Por qué no
me das un beso, por qué no me traes el libro mañana, etc.), se
interpretará según el contexto com o una petición, una orden o una
recom endación.

3.4.6 U no de los factores centrales que determ inan las característi­


cas pragm áticas de los enunciados, es el conocim iento (o la creencia)
del hab lan te, ta n to del ‘m u n d o ’ en general com o tam bién del con­
texto y, en especial, del oyente en p articular. Si digo: Pedro quizás
esté enfermo, com unico algo. Sin em bargo, esta com unicación tan
sólo es correcta si no sé si Pedro está enferm o (o n o ).11 Lo que sí he
de saber es la posibilidad de que podría estar enferm o. En térm inos

1IJ P ara el co n cep to «acto de habla indirecto», véase S i a r l l (1975) y F ra n ck


(1975).
11 P ara el térm in o «corrección», véase no ta 19 del cap ítu lo an terio r.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 96

sem ánticos: desde mi punto de vista, y por lo que yo sé, existe un


m undo posible en el que Pedro está enferm o. Si uso las palabras
necesario o seguro, Pedro deberá estar enferm o en todos los m undos
posibles que coinciden con lo que yo sé. Tales condiciones sirven en
general p ara todas las expresiones modales, com o por ejem plo seguro
y probablemente y para todos los verbos m odales (Podría estar
enfermo).

3.4.7 C om o últim a de la serie de expresiones que señalizan relacio­


nes típicas entre enunciado y contexto pragm ático, citarem os las
denom inadas partículas pragmáticas, que se em plean muy a m enudo
en idiom as com o el alem án, el ruso, el neerlandés y el griego [T.:
pero m ucho m enos es castellan o ].12 Difícilm ente se puede hablar de
un ‘significado’ fijo, sino que más bien se acostum bra a hablar de
una determ inada función pragm ática. Estas partículas aparecen sobre
todo en la lengua hablada y especialm ente en las conversaciones:
simplemente, vaya, pero, por qué, pues, de todas maneras, ¿no es
cierto?, etc.: Sim plem ente lo haré; Vaya, quisiera saber dónde se ha
metido; ¿Por qué no me ayudas? ¡Pues dale el libro de una buena vez!;
¡Pero si yo tampoco lo sé!, etc.
En m uchos casos tales partículas señalizan relaciones especiales (p.
ej. ‘actitudes’ del hablante) frente a acciones (lingüísticas) contiguas
del hablante y el oyente. Una m anifestación com o esta: Pero si ya te
he dicho donde vive, im plica que de hecho el com unicado es super-
fluo, d ad o que el hablante debe suponer que el oyente ya posee la
inform ación. Al recordar al oyente una inform ación ya conocida, el
hablante le puede hacer un (ligero) reproche. E m pleando la partícula
seguro, el h ablante puede tranquilizar al oyente (seguro que está
bien), m ientras que la utilización de pero indica im paciencia o preo­
cupación del hablante (Pero, ¿dónde se ha metido?). No resulta fácil
describir las condiciones exactas del em pleo de estas partículas,
porqu e aún sabem os dem asiado poco sobre los factores concretos
que tienen un papel en la interacción com unicativa.

3.4.8 No solam ente las p alabras y las expresiones pueden adquirir


una función pragm ática especial, sino tam bién determ inadas estruc­
turas sintácticas. Los m odelos típicos son las construcciones que
nosotros conocem os p o r «oración afirm ativa», «oración interrogati­
va» e «im perativo», com o en Le he dado el dinero, ¿Le has dado el
dinero?, ¡Dale el dinero! En la oración interrogativa se produce en
algunas lenguas una inversión de sujeto y verbo (auxiliar) y en el
im perativo la elisión del pro n o m b re de la segunda persona (tú,
vosotros). Si bien estas form as de oración no corresponden a los

12 P a ra el a n á lisis d e la s p a rtíc u la s y su s im p lic a c io n e s p ra g m á tic a s , véase F r a n c k


(1979).
97 P R A G M A T IC A

actos de habla «com unicado», «pregunta» y «orden», caracterizan


clases de actos de habla que poseen algunas características básicas
com unes, y que pueden parafrasearse, por ejem plo, con: Quiero que
lo sepas, Quiero saberlo. Quiero que m e lo des a conocer o Quiero que
¡o hagas.
Estas condiciones básicas, sin em bargo, tam bién pueden expresar­
se m ediante la entonación o las partículas: ¿Verdad que le has dado el
dinero?

3.4.9 M ientras que los anteriores ejem plos de rasgos funcionales


pragm áticos de enunciados pueden describirse en el nivel oracional,
en la teoría del texto nos preocupan especialm ente las características
pragm áticas más específicas de las estructuras textuales.
V olvam os a com enzar p o r las conexiones y los conectivos que
caracterizan las secuencias de oraciones o proposiciones. En la se­
m ántica hem os elucidado que dos proposiciones están ligadas entre
sí (son conexas) cuando las circunstancias que representan están
ligadas entre sí. Esta conectividad es relativa, referida a un determ i­
nado tem a (m acroestructura) del texto o a uno de sus pasajes, pero
tam bién a los que participan en la interacción verbal. Si bien existen
unas reglas convencionales generales para establecer relaciones entre
proposiciones y circunstancias, una relación es conexa, en últim a
instancia, cuando estas relaciones existen tanto para el hablante como
para el oyente. D ado que, p o r lo dem ás, las personas pueden tener
las razones más extrañas para hacer o d ejar de hacer una cosa,
secuencias com o Sólo he pagado 10 marcos por este libro; eres pelirro­
ja, pueden ser aceptables, p. ej., com o enunciado de un hom bre a su
esposa, cuando el librero la ha m irado con detenim iento, porque
tiene una debilidad p o r las mujeres pelirrojas. En general, en estos
casos se necesita una descripción de la situación p articular para
interp retar razonablem ente la secuencia, de m anera que la conectivi­
dad vuelve a existir a través del conjunto de proposiciones de la
descripción de la situación. Si generalizam os, direm os que la conec­
tividad es relativa al conocimiento de hablante y oyente, y no sólo al
conocim iento ad hoc específico en una situación determ inada, sino
tam bién al conocim iento están d ar m ás bien general y convencional
del m undo, tal y com o viene organizado por los marcos anteriorm en­
te descritos.
O tra característica interesante de los textos se m anifiesta en los
conectivos m ism os, a saber, en la diferencia entre oraciones compues­
tas y secuencias de oraciones. En la sem ántica sólo hem os tra ta d o las
relaciones entre proposiciones, om itiendo el hecho de que algunas
series de proposiciones deben o pueden expresarse m ediante una
oración com puesta y otras m ediante una secuencia de oraciones:
(1) D ad o que Ju a n estaba can sad o , se qu ed ó en casa.
(2) Ju a n estab a cansado. Se qu ed ó en casa.
(3) Ju a n se q uedó en casa. E staba cansado.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 98

(4) Ju a n estab a can sad o . P o r lo ta n to se qu ed ó en casa.


(5) J u a n estab a can sad o . P o r eso se qu ed ó en casa.

Estas secuencias son hasta cierto p u n to sem ánticam ente equivalentes.


Y sin em bargo, en el uso lingüístico hacem os una distinción sistem á­
tica entre estas enunciaciones, p o r lo que debem os suponer que
com o m ínim o, tienen funciones pragm áticas diferentes. En la oración
com puesta (1) se une causalm ente (o m ejor dicho: fundam entadam en-
te) el hecho de que Ju a n estaba cansado con el de que se quedara en
casa. Esto tam bién es aplicable a todos los dem ás ejem plos, pero con
(1) se puede expresar que la prim era m itad de la oración representa
una proposición que el oyente ya conocía (presuposición) y que el
hablante retom a para indicar de qué circunstancia era una consecuen­
cia la circunstancia de que Ju a n se q u edara en casa. En los otros
textos, am bas circunstancias son desconocidas, de m anera que am ­
bas oraciones siem pre se expresan com o aseveraciones separadas. La
prim era observación que se puede hacer en los textos (2) y (3),
consiste en que el orden de los textos en una secuencia puede expre­
sar las relaciones entre las circunstancias. En la oración (3) se
m enciona en prim er lugar la consecuencia y luego la causa, m ientras
que (2) hace valer la típica relación causa-consecuencia. U na de las
razones p ara (3) puede ser que no se quiera expresar, o al m enos no
prim ariam ente, una relación entre circunstancias, sino m ás bien una
relación entre proposiciones (aseveradas), es decir: entre actos de
habla. M ientras que las dos oraciones de (3) son aseveraciones, a la
segunda oración se le puede adjudicar adem ás la función de una
explicación. U na ‘explicación’ de este tip o puede tener un doble
papel: en prim er lugar señala la causa o el m otivo de una determ ina­
da circunstancia, pero a la vez puede servir de apoyo a una asevera­
ción determ inada, que ya se ha hecho antes, com o se puede ver más
claram ente en:

(6) Ju a n debe de h ab er estad o en casa. Su luz estaba encendida.

En este caso, la últim a frase funciona en cierta m anera com o premisa


para una consecuencia ya m encionada, cuya ‘necesidad’ se expresa
m ediante debe.
A p a rtir de estos ejemplos podem os inferir que las relaciones entre
oraciones no son sólo de naturaleza semántica, sino tam bién pragm á­
tica. N o se tra ta únicam ente de expresar conexiones entre circunstan­
cias, sino tam bién entre actos de habla. Esta doble función se eviden­
cia en los prop io s conectivos. M ientras que en (4) podem os decir que
por lo tanto expresa una relación entre circunstancias, cosa que
tam bién se puede hacer en una sola oración Juan estaba cansado, por
lo tanto se quedó en casa, o com o en (I), el por eso de la oración (5),
entonado generalm ente con cierto énfasis, tiene m ás bien una función
pragm ática. Este por eso pragm ático expresa en cierta m edida la
conclusión de la aseveración anterior. P o r ese m otivo distinguim os
99 PR A G M A T IC A

un uso semántico y un uso pragmático de los conectivos: el prim ero


remite a relaciones entre circunstancias y el segundo a relaciones
entre actos de h a b la .13 Un rasgo m uy característico de los conectivos
pragm áticos es el papel que tienen en el contexto com unicativo: se
emplean típicam ente cuando un acto de habla posee una im p o rtan ­
cia especial para la situación actual, p o r ejem plo, com o condición
para las siguientes acciones e interacciones de los interlocutores.
Esto se m anifiesta claram ente en el siguiente diálogo, al com ienzo de
un encuentro:
(7) A: J u a n está enferm o. N o viene.
B: ¿C onque p o d em os em pezar?

donde B saca una conclusión de la aseveración de A.


Esto tam bién se puede observar en otros conectivos. En lugar de
una disyunción de circunstancias, o expresa en el texto siguiente más
bien un m atiz, una duda o una corrección de una acción de habla
anterior:
(8) ¿V endrás tú tam b ién esta noche? ¿O no tienes ganas?
(9) P edro está b o rrac h o . O a lo m ejor ha fum ado.

De la m ism a m anera, el conectivo y puede expresar no sólo una


conjunción sem ántica, sino tam bién el complemento o la continuación
de una aseveración:
(10) F u im o s al zoo. Y (y entonces...) allí co m p ram o s un helado.

Pero acaso sea uno de los conectivos pragm áticos más típicos y por
ello funciona a m enudo com o p artícula especial:
(11) A: ¿Vienes co n n o so tro s al cine?
B: ¡Pero sí sabes que m añ an a tengo un exam en!

F.n este caso, pero no sólo rem ite a una excepción de una relación
norm al entre circunstancias, sino a una objeción contra una acción
(lingüística) anterio r, o incluso a un reproche. El conectivo de todos
modos tiene un papel sim ilar, y se em plea para contradecir argum en­
tos anteriores:
(12) A: ¡A com páñanos! El tiem po está herm oso.
B: Me q u ed aré en casa de to d o s m odos.

M ientras que, desde un p u n to de vista sem ántico, los conectivos pero


y de todos modos representan excepciones de ‘courses o f events’
norm ales, su función pragm ática com parable resulta del desencanto
de una expectativa despertada en el oyente:
(13) Se sentía m uy débil. D e to d o s m odos aú n p u d o alcan za r la orilla.

13 En van D ijk (1977 a ) y en v a r i o s a r t í c u l o s de v an D ijk (19 80 b) se sigue


e l a b o r a n d o la d ife re n c ia e n t r e los c o n e c t i v o s s e m á n t i c o s y p r a g m á t i c o s .
LA C I E N C I A D E L T E X T O 100

De esta m anera podem os ver claram ente que el sistem a lingüístico


no sólo tiene la función de expresar el estado de cosas (funciones
referenciales, em ocionales o expresivas), sino tam bién la de causar o
indicar relaciones entre actos de habla en la interacción com unicativa.
3.4.10 A nteriorm ente ya nos habíam os ocupado de los aspectos
pragm áticos de las dem ás relaciones de coherencia. El principio gene­
ral que establece que siem pre debem os decir algo ‘nuevo’ en una
secuencia, se plasm a en la condición de que los predicados de
oraciones sucesivas, si bien pueden estar conceptualm ente vinculados,
p o r regla general no pueden ser idénticos.
Esto tam bién se puede ap licar a la inversa: en principio toda
oración ofrece nuevas inform aciones; sin em bargo, p ara estru ctu rar
esta inform ación y relacionarla cognitivam ente con la inform ación
conocida que el oyente ya posee, una p arte de la oración deberá
ofrecer esta inform ación ya conocida. E sto ocurre habitualm ente a
través de ia estructura tópico-comento ya com entada, o a través de
expresiones y estructuras sintácticas especiales, p o r ejem plo, a través
de subordinadas de prim er grado, es decir, a través de la m anifesta­
ción de presuposiciones. Su carácter p ragm ático se encuentra en las
descripciones de las presuposiciones del hablante sobre el conocimien­
to del oyente. U nicam ente si estas presuposiciones son correctas, los
actos de habla siguientes del hablante pueden ser aceptables para el
oyente. T am bién aquí resulta que los procesos de inform ación y el
control de la interacción pragm áticos determ inan siempre claram en­
te las características de la estructura oracional y textual y viceversa.

3.4.11 En una serie de ejem plos expuestos anteriorm ente se pone de


m anifiesto que las relaciones entre texto y contexto tienen lugar,
entre otras cosas, en la dependencia m utua de las secuencias de
oraciones y las secuencias de actos de habla. La oración (1) en 3.4.9
puede expresarse antes de la ejecución de una acción lingüística,
posiblem ente com puesta, a saber, una aseveración sobre una relación
causal entre dos circunstancias. Sin em bargo, en los ejem plos siguien­
tes se pone de m anifiesto que el em pleo de varias oraciones a la vez
ofrece la posibilidad de llevar a cabo diferentes acciones lingüísticas,
no sólo aseveraciones sucesivas, sino tam bién una aseveración a la
que sigue una explicación, una corrección o una conclusión, o bien
una aseveración a la que sigue un reproche, aunque no provenga del
m ism o h a b la n te .14 Así llegamos a la im p o rtan te conclusión de que la

H A q u i, de h ech o se tra ta de aseveraciones; no o b sta n te , pueden ten er funciones


especiales co n relación a actos de habla anteriores. Este tipo de relaciones funcionales
tam bién existe en la sem ántica de las secuencias de oraciones, c u an d o decim os que
una o ració n es la especificación de o tra o ració n . Eh lo referente a las relaciones en tre
actos de h ab la, p o d em o s h ab lar, p o r ejem plo, de ‘p re p a ra c ió n ', ‘m o tiv ació n ’ o ‘expli­
cació n ’ con respecto a o tra acción lingüística.
Véase G rim e s (1975) p ara una serie de relaciones funcionales entre oraciones y
van D ijk (1977 a, 1980 b) p a ra las relaciones funcionales entre acto s de habla.
101 P R A G M A T IC A

oración no sólo es una un id ad esencial, sintáctica y sem ántica, sino


que tam bién tiene un papel fundam ental en la ejecución de acciones
lingüísticas, es decir que puede servir com o base para las estructuras
pragm áticas.
Con esto llegam os a un p u n to al que ya se h abía hecho referencia
en el prim er capítulo, a saber, la posibilidad de reducir secuencias de
oraciones a oraciones com puestas. U na de las razones por las que
esto no siem pre es posible, siempre y cu an d o se quieran m antener
aceptables los enunciados, es el hecho de que algunas secuencias de
oraciones ad o p ta n un papel especial en la enunciación de una secuen­
cia de actos de habla:
(14) ¿M e ay u d as un m om ento? S olo no me aclaro.
(15) ¡Pasa un d ía de estos! ¿V erdad que no me tienes m iedo?
(16) ¡Espera! ¡En seguida estoy listo!

Adem ás de los requisitos habituales para la coherencia sem ántica,


estas oraciones tam bién están pragm áticam ente vinculadas en estos
textos a causa de las acciones lingüísticas que m anifiestan: a la
petición de la prim era oración de (14) le sigue una aseveración que
funciona com o motivación de la petición. U na petición resulta tan to
más aceptable cuanto m ás claro esté para el oyente que el hablan­
te/sup lican te no puede ejecutar la acción p o r sí solo. La invitación
en la prim era oración de (15) se com pleta igualm ente con una
pregunta (m ás o m enos retórica) que expresa la condición que deben
cum plir las invitaciones, a saber, que el hablante da p o r supuesto
que al oyente le gustaría visitarlo. En (16) se com plem enta la petición
que se expresa en la prim era oración con la aseveración de que no
hace falta esperar tan to tiem po, con lo que se m anifiesta que la
petición es relativam ente fácil de cum plir. Este tipo de atenuación,
sobre to d o de actos de h abla que piden algo — referida a las acciones
que el hablante espera y desea del oyente— tam bién se m anifiesta
con el em pleo de partículas y expresiones m odales (de to d o s m odos,
casualm ente, podrías, habrías, etc.). E sta atenuación es necesaria
para disp o n er al oyente favorablem ente, a la m anera retórica clásica,
para dejarle la libertad, en general sólo aparente, de satisfacer, o no,
la petición. La caracterización aquí expuesta lim ita con la descripción
de las norm as sociales para la interacción en general.
O tra observación de los ejem plos (14) a (16) finalm ente nos con­
ducirá al macronivel de los actos de habla. R esulta sorprendente que,
a pesar de que cada ejem plo esté com puesto de dos oraciones que en
sí son una acción lingüística, de hecho esté en juego un solo acto de
habla principal en cada ejem plo, a saber, un pedido en (14), una
invitación en (15) y una p etició n /ex h o rtació n en (16). Esto significa
que la segunda acción lingüística en estos ejem plos está pragm ática­
mente subordinada a la acción principal. Y realm ente es este el caso
porque estas acciones cum plen sendas condiciones, o intentan cum ­
plirlas, para el logro de la acción principal; a saber: la m otivación, la
LA C I E N C I A D E L T E X T O 102

averiguación de presuposiciones y la atenuación de la acción princi­


pal. E n una serie de casos, tales acciones lingüísticas com puestas
pueden llevarse a cabo m ediante una sola oración:
(17) V engo a hacerte una visita po rq u e me sobra tiem po.
(18) Si no te callas enseguida te sacaré de clase.

La prim era oración puede em plearse p a ra cum plir con una prom esa,
pero una p arte de esta acción consiste en com unicar (o en presupo­
ner), que uno de los requisitos p a ra la realización de la prom esa se
ha cum plido, lo que da m ayor credibilidad a la acción lingüística
principal en sí. T an to en esta com o en casi todas las oraciones
com puestas, la relación sem ántica sigue teniendo una función central:
se trata de una vinculación condicionante entre ‘sobrarle el tiem po a
alguien’ y ‘visitar a alguien’.
En (18) tenem os un ejem plo típico de amenaza condicionada; tam ­
bién existen prom esas condicionadas. A unque la am enaza tiene lu­
gar, su ejecución depende de' unas condiciones concretas. En otras
palabras: la circunstancia ‘saldrás de clase’ o ‘te sacaré de clase’
solam ente existe en las situaciones posibles en las que tam bién se
lleve a cabo la circunstancia de que ‘no te callas’. Así podem os
lim itar discrecionalm ente el ‘co n ten id o ’ de determ inadas acciones
lingüísticas en tiem po, lugar, circunstancias, m odo, etc. La prom esa
de la oración (17), sin em bargo, es ilim itada y se llevará a cabo en
todos los posibles ‘decursos de las cosas’ futuros, dad o que el hablan­
te asevera saber de antem ano que se cum ple o bien se cum plirá una
condición esencial (tener tiem po).
Si bien hasta ah o ra hem os considerado una serie de ejem plos en
los que las acciones lingüísticas se m anifiestan com o oraciones com ­
puestas o com o secuencias de oraciones, esto no significa en absolu­
to que ya seam os capaces de ca p ta r las norm as exactas, y la m ayoría
de las veces sutiles, que determ inan la diferencia entre oraciones y
secuencias. A dem ás de factores estilísticos o retóricos, sociales y
psicológicos que tam bién determ inan esta diferencia en la utilización
de la lengua, una serie de requisitos sem ánticos y pragm áticos tiene
un papel im p o rtan te en el nivel del sistem a lingüístico y de las reglas
convencionales. Sem ánticos son, p o r ejem plo, el cam bio a un m undo
posible, un cam bio de discourse referents, esto es, su introducción, el
cam bio de topic o f discourse o de perspectiva, com o p o r ejem plo de
lo particular a lo general (Juan vuelve a llevar sus pantalones viejos.
Nunca se pone algo que esté de moda). Las razones pragm áticas para
com enzar u na oración nueva están dadas fundam entalm ente p o r la
posibilidad así creada de llevar a cabo una nueva acción lingüística,
dependiente o no de la anterior. Las condiciones y lim itaciones de la
ejecución de las acciones a las que hacem os referencia a través de los
actos lingüísticos son más bien de tipo sem ántico, p o r lo que pueden
volver a expresarse m ediante una oración com puesta. P o r lo general
se em plean oraciones com puestas para la ejecución de acciones
103 PR A G M A T IC A

lingüísticas com puestas del m ism o tipo, p o r ejem plo, de dos com uni­
caciones ( Visito a m i tía y le pregunto si no quiere cuidar de nuestro
gato). En otros casos, así com o en las frases su b o rdinadas, por
ejem plo, en (17), se debería h a b la r entonces de una sola acción
lingüística que hace referencia a una proposición com puesta. Así
pues, si digo:
(19) V isito a mi tía, o voy al cine.

proporciono una (única) com unicación de mis fu tu ras acciones alter­


nativas, y no la prim era o la segunda com unicación. La disyunción
de acciones lingüísticas queda excluida p o r definición, porque de
cada acción he de saber que la realizo, y la disyunción sólo es posible
en circunstancias que todavía no son conocidas.
En este p u n to no discutirem os o tros problem as que hacen referen­
cia a las im plicaciones pragm áticas de oraciones o secuencias de
oraciones co m p u estas.15

3.4.12 D espués de haber desarrollado el análisis de las propiedades


textuales p ragm áticas p aralelam ente a la sem ántica textual, podem os
plantearnos la cuestión de hasta qué p u n to tam bién las macroestruc­
turas poseen una función pragm ática. Y, a la inversa, se plantea la
cuestión de si, b asán d o n o s en las m ism as reglas que se aplican a las
inform aciones sem ánticas com plejas, podem os h ab lar de macroaccio-
nes lingüísticas.
En los ejem plos anteriores ya vimos que una serie de acciones
lingüísticas puede tener una estructura jerárquica, de m anera que
una acción lingüística funcione com o acción principal, y las dem ás,
com o acciones auxiliares. En ese caso se puede sostener a la vez que
la acción realizada, desde un p u n to de vista global, es del m ism o tipo
que la acción lingüística principal. Esto resulta de la m acrorregla n.°
III (véase el capítulo anterior): la circunstancia m ás im portante se
selecciona de u n a secuencia, suprim iendo requisitos, com ponentes o
consecuencias habituales.
Según las m ism as reglas, p o r ejem plo ia n .° IV ( C O N S T R U IR ),
tam bién deberá ser posible llevar a cabo una m acroacción lingüísti­
ca, sin que este tipo de acción lingüística se ejecute directam ente en
un m om ento d eterm inado de la conversación, a saber, no sólo en los
casos en los q u e se h ab la de acciones lingüísticas indirectas (p. ej.,
una serie de com unicados: E l pasillo está sucio. Las maderas están
podridas..., que funciona com o una orden para arreglar estos ‘esta­
dos de cosas’). E sto significa que la acción lingüística global debe
com ponerse de acciones lingüísticas que tienen que realizar las con­
diciones, los com ponentes y las consecuencias correspondientes, co­

15 P ara las relaciones entre o raciones co m p u estas y secuencias de oraciones, véase


van D ijk (1977 a, 1980 b).
LA C IE N C JA D E L T E X T O 104

m o tam bién sucede en general, p a ra la descripción é interpretación


de m acroacciones (p. ej.: co n stru ir una casa, ir a París). El siguiente
diálogo telefónico de Pedro y Ju a n puede considerarse un pedido (o
una pregunta) de Ju a n a Pedro para que asista en su lugar a una
conferencia, es decir: p a ra que le facilite n o tas o apuntes:
(20) Pedro: 1 ¿Hola?
Ju a n : 2 E h, P edro, ¿eres tú?
P edro: 3 ¡Eh! ¡H ola, Ju a n ! ¿C óm o estás?
Ju a n : 4 M uy bien. E scucha. La sem ana p ró x im a hay u n a conferen-
5 cía de Jo h n Searle; ya sabes, aquel
de Jos «Speech
6 A c ts » (...).
Pedro: 7 Sí, ya lo he oído. ¿D ónde la hacen?
Ju a n : 8 En el edificio cen tral; no sé en qué au la, p ero está
9 a n u n ciad o en el ta b ló n del vestíbulo.
Pedro: 10 A h , si.
Ju a n : 11 Lo que p asa es que p a ra la sem ana próxim a tengo que h acer un
12 inform e sobre la ú ltim a o b ra de S earle, p a ra el sem i-
13 n a rio de «pragm ática»; p o r eso de hecho debería ir a su
14 conferencia, p ero tam b ién tengo que
15 m u d arm e la sem ana que viene...
Pedro: 16 O h , sí. ¡Tienes razón!
Juan: 17 B u en o, entonces yo h ab ía p en sad o que si tú vas de to d o s m odos,
18 y to m as ap u n tes...
Pedro: J9 CJaro que sí. N atu ralm en te. N o hay ningún p roblem a.
20 Si tienes que h acer alg o m ás p ráctico
21 que la prag m ática...
Ju a n : 22 (se ríe). Ya lo creo que sí. E stu p en d o , qué bien que
23 p u ed as h acerlo. ¿M e p asarás tus apuntes?
Pe d ro : 24 T e los enviaré a tu nueva dirección.
Juan: 25 F a n tástico , te lo agradezco.
Pedro: 26 N o te preocupes que h ab ría ido igual. B ueno, pues h asta p ro n to .
27 U n d ía de estos iré a ver tu nueva casa.
Juan: 28 Sí, hazlo. Pero llám am e an tes p o rq u e si no a lo m ejor n o
29 nos en cu en tras en casa.
P edro: 30 Bien, h asta entonces, y no te olvides de darles m is recuerdos.
Ju a n : 31 O h , sí. T ú tam b ién . Y m uchas gracias de an tem an o . A diós.
Este breve diálogo sigue siendo un ta n to artificial: las conversaciones
reales discurren de o tra m an era, incluso p o r teléfono, donde no
existe una interacción visu al.16 Pero aquí lo que nos preocupa es la
serie de acciones lingüísticas.
Lo que llam a la atención en esta conversación es que una acción
lingüística global se define, entre otras cosas, p o r su ‘incrustación’ en
otras acciones sociales: llam ar p o r teléfono, ir a la conferencia,
ayudarse m utuam ente, visitarse, etc.
Este carácter social tam bién lo posee la estructura de la secuencia
de actos de habla. En prim er lugar requiere u na identificación de los
interactuantes (pregunta y comunicación en la línea 2), después de
haber establecido la com unicación en sí y hab er solicitado la identi­

16 P ara el estu d io de conversaciones y de interacciones conversacionales véase


cap ítu lo 7 y las co rresp o n d ien tes notas.
105 P R A G M A T IC A

ficación. Las salutaciones siguientes de distintos tipos son los requi­


sitos norm ales de interacción entre interactuantes que se conocen y
que no se han v isto /o íd o desde hace algún tiem po. Este com ienzo de
la conversación no h abría sido posible si Pedro ya hubiese llam ado
media h o ra antes. La construcción de la verdadera acción lingüística
global, es decir, del pedido, com ienza en la línea 4, cuando Ju a n
habla p o r segunda vez, donde la m anera de expresarse M uy bien,
escucha no es tautológica, sino u n a m anera convencional de dirigir la
atención hacia un (nuevo) topic o f conversation, o hacia una acción
lingüística especial. La com unicación que tiene lugar a continuación
‘establece’ una presuposición para form ular un pedido. En el plano
ahora alcanzado se puede seguir preg u n tan d o (precisión) y contestan­
do (inform ación), sin que el oyente, P edro, sepa cuál es el verdadero
m otivo de la acción lingüística global. Seguidam ente vemos, cuando
Ju an habla p o r cu arta vez (línea 11) una serie de comunicaciones que
preparan la m otivación del pedido: la obligación de Ju a n de hacer
algo que lam entablem ente le im pide o tra acción necesaria, con el
resultado de que la obligación siga en pie. En su texto siguiente,
Ju a n presenta el ‘cen tro ’ de la petición expresado indirecta y condi­
cionalm ente, a saber, la propuesta indirecta de que Pedro le puede
ayudar a cum plir la obligación contraída. El pedido se reviste de la
‘aten u ació n ’ habitual, situando en prim er lugar la suposición de que
Pedro no tendrá que realizar un esfuerzo adicional, sino que bastará
con que perm ita que Ju a n participe de su acción: lo único que tiene
que hacer es enviarle los apuntes de la conferencia. Pedro interrum pe
a Ju an , m ostrándole que ya ha entendido la petición, y así se
adelanta a la situación un ta n to ‘pen o sa’ para Ju a n de tener que
form ular un pedido com pleto y explícito. A dem ás tranquiliza a Ju an
al hacerle llegar una intensificación de la m otivación de su ruego
m ediante un pequeño juego de palab ras (‘no te queda o tro rem edio’),
en las líneas 20-21, confirm ado luego p o r J u a n en la línea 22. A esto
le sigue una m anera típica de dar las gracias, a saber, una valoración
positiva de la fu tu ra acción de Pedro o bien de la suposición corres­
pondiente (líneas 22-23). A hora, Ju a n está en condiciones de asegu­
rar la consecuencia concreta de la acción p rom etida (línea 23), lo
cual no requiere una confirm ación directa de Pedro, sino sim plem en­
te una comunicación (línea 24) que presuponga esta confirmación.
Sigue el agradecimiento de Ju a n y el principio de la finalización de la
conversación (línea 25), donde Pedro vuelve a a ten u ar esta obligación
de agradecim iento (línea 26), al recordarle a Ju an que de todas
m aneras tendría que realizar la acción solicitada y que el envío de los
apuntes no constituye una m olestia especial. T am bién Pedro inicia
entonces unos giros de despedida, cuando, entre otras cosas, se
refiere a una próxim a visita a la nueva vivienda, a la que ya se había
aludido anteriorm ente en la conversación. Ju a n confirm a esta p ro ­
puesta con una leve recomendación (líneas 28-29) que pretende pre­
servar a Pedro de ciertas m olestias. El final de la conversación se
LA C I E N C I A D E L T E X T O 106

produce m ediante saludos dedicados tam bién a otras personas (im plí­
citas) y la anticipación del agradecimiento de Ju a n p o r la acción
prom etida p o r Pedro.
Esta descripción no form al de la serie de actos de habla m uestra
que las acciones lingüísticas globales pueden llevarse a cabo m edian­
te la ejecución de acciones lingüísticas necesarias y opcionales p repa­
ratorias, constitutivas y consecutivas en el micronivel: ruego de
identificación, identificación, saludo, com unicación com o presuposi­
ción para una m otivación, co n firm ació n /p reg u n ta referente a esta
com unicación, especificación de una com unicación, com unicación
que constituye la m otivación de una petición, pregunta indirecta (si
de todos modos...) com o p arte de una propuesta incom pleta, confir­
m ación y prom esa, tranquilización, agradecim iento, pregunta explí­
cita p o r las consecuencias de la acción previam ente prom etida, p ro ­
mesa, agradecim iento, atenuación de la obligación de agradecer, avi­
so, aceptación e invitación, recom endación, saludos, agradecim iento,
final.
U na p arte de los actos de habla sólo tiene una función lim itada,
p o r ejem plo, asegurar presuposiciones y hacer una recom endación
acerca del aviso de una visita com o p arte final de la conv ersació n /p e­
tición. O tros actos poseen una función directa com o parte de la
petición en sí, a saber, m ediante la sugerencia de un requisito para la
realización de una acción (tú vas de todos modos), que el otro
cum ple, lo que sigue a una im p o rtan te m otivación de la petición y es
seguido de la confirm ación y el agradecim iento. Las dem ás acciones
lingüísticas se ocupan de los factores de interacción m ás bien genera­
les: el contacto, la confirm ación de unas relaciones am istosas, el
aviso de unas acciones posteriores (la visita) y de la estructuración
global (iniciar/concluir). A dem ás de la conexión pragmática, la acción
lingüística global « Juan le pide a Pedro que asista a una conferencia
en su lugar» garan tiza a la vez la coherencia semántica de esta
conversación en su conjunto. C on esto querem os decir que tam bién
a los diálogos hay que reconocerles una macroestructura debido tan to
a las secuencias de actos de habla com o a las relaciones tem áticas: de
una m anera coherente se rem ite a estados de cosas vinculados entre
sí, a condiciones, partes y consecuencias de la asistencia a conferen­
cias y a la interacción am ig ab le/co rtés entre conocidos/am igos en
general. Un acto de habla global, igual que cualquier o tro acto de
habla, posee un ‘conten id o ’ sem ántico. En este caso, este contenido
debe ser la m acroestructura del texto, lo que nos a p o rta un nuevo
argum ento para ap o y ar la hipótesis de que hay que postu lar m acroes­
tructuras en la descripción de textos. Aquí la m acroestructura puede
describirse com o las proposiciones ‘Pedro va a una conferencia en
lugar de Ju a n y le deja sus a p u n te s’, eventualm ente precisada por
‘Ju a n no tiene esta posibilidad, pero necesita los ap u n tes’. Estas
proposiciones se pueden deducir del texto en cuestión m ediante las
m acrorreglas.
107 PR A G M A T IC A

Por ta n to se deduce que, hasta el nivel global de la descripción


textual inclusive, existe una estrecha unión entre el significado y la
función de la interacción lingüística. Se dem uestra, pues, que texto y
contexto guardan una dependencia recíproca.
4. Estructuras estilísticas y retóricas

4.1 Objetivos y problemas del análisis estilístico

4.1.1 En el prim er capítulo hem os discutido brevem ente que la


ciencia del texto ofrece un m arco m ás am plio tan to p ara la retórica
clásica com o p a ra la disciplina científica que de alguna m anera tiene
su origen en ella: la estilística. En el presente capítulo estudiarem os
con m ayor detalle hasta qué p u n to es necesario un análisis estilístico
y retórico m ás am plio de los textos. De en trad a supondrem os que
los objetivos y problem as de la estilística pueden distinguirse de los
de la retórica, p o stu lan d o una variante actual de la retórica clásica
que, no o bstante, tam bién denom inarem os ‘retó rica’. A continuación
investigarem os qué rasgos textuales especiales tienen un carácter
estilístico o m ás bien uno retórico. En este capítulo la discusión se
m overá en un plano b astan te gen eral.1

1 En este cap ítu lo se co nsideran las estru ctu ras estilísticas y retó ricas de una
m an era m enos sistem ática que las dem ás estru ctu ras en los o tro s capítulos. El presen­
te cap ítu lo se lim ita a d a r algunas relaciones breves sobre el tipo de estru ctu ras y
p ro b lem as, so b re to d o p o rq u e la bibliografía es ya m uy a b u n d a n te en el ám b ito de la
ciencia del estilo y en especial en el de la retó rica. Lo m ism o o curre con el estudio de
la litera tu ra y las llam adas estru ctu ras ‘litera rias’ de los textos.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 110

4.1.2 D ado que el ám bito de investigación de la estilística, o ciencia


del estilo, se concentra m ayorm ente en las estructuras textuales que
hem os descrito a lo largo de los capítulos anteriores, por ejem plo en
conceptos gram áticos y pragm áticos, com enzam os aquí con una
breve descripción de los verdaderos objetivos del análisis estilístico.
N os lim itarem os sobre todo a lo que llam arem os directam ente esti­
lística textual,2 es decir, a las investigaciones que se dedican a la
descripción del estilo de textos en lengua natural. D e esta m anera
queda fuera de consideración el estilo de otros ‘artefactos’ (dibujos,
cuadros, objetos de uso, vestim enta, arq u itectu ra, etc.), aunque p u ­
dieran ser de interés p ara una estilística general y com parada, que
habría que incluir entonces en los estudios de arte o en la sem iótica.3
Existen pocos térm inos tan vagos y am biguos com o el de ‘estilo’,
p o r lo que un estudio serio, aunque breve, im pone aquí una rigurosa
restricción en su em pleo. La utilización del concepto de estilo (com o
térm ino técnico) lleva im plícitos, p o r regla general, otros conceptos
com o ‘especificidad’, ‘caracterización’, ‘desviación’, etc., que se apli­
can tan to a artefactos particulares com o a conjuntos de artefactos
que"se caracterizan p o r tener el m ism o p ro d u cto r, el m ism o grupo de
productores, p o r el tiem po, el lugar o la cultu ra. Tales explicaciones
del térm ino convierten el concepto de estilo en un concepto esencial­
m ente relativo; un artefacto o conjunto de artefactos poseen un
‘estilo’ d eterm inado en relación a otros artefactos o conjuntos de
artefactos o en relación a o tras características, reglas, norm as o
convenciones generales según las que han sido producidas estas
clases de artefactos. El estilo m ism o puede basarse en reglas genera­
les o particulares, pero siem pre en reglas de naturaleza específica, es
decir: en relación a o tro sistem a de reglas. En lugar de em plearlo
para artefactos o conjuntos de artefactos, el térm ino ‘estilo’ tam bién
se em plea m etoním icam ente para aquellos que los han producido.
Para concretar direm os que un d eterm inado enunciado de un
hablan te d eterm inado puede poseer un estilo respecto de sus dem ás
enunciados, o la to talid ad de sus enunciados puede caracterizarse
com o un estilo respecto de los de o tro s hablantes; un grupo de
hablantes puede tener un estilo en sus enunciados que sea específico
respecto de los de otros grupos y /o respecto del uso lingüístico de
toda la com unidad. Injustificadam ente, a veces sólo se presta aten­

2 P ara el estu d io de fenóm enos literario- y lingüistico-estilísticos, véase S e b e o k


(com p.) ( 1 9 6 0 ) , K f r k h o f f ( 1 9 6 2 ) , F o w l e r (com p.) ( 1 9 6 6 ) , F i e m a n (com p.) ( 1 9 7 0 ) ,
R i i t a i i r r i ( 1 9 7 1 ) , C m a i m a n (com p.) ( 1 9 7 1 ) . E n k v i s t ( 1 9 7 3 ) , S a n d í -.r s ( 1 9 7 3 ) ,
S o w i n s k i ( 1 9 7 3 ) . S a n d i c . ( I 9 7 K ) ofrece u n a estilística pragm ática. Las relaciones e n t r e
la variació n estilística y retórica y sus funciones estratégicas en el diálo g o se discuten
en F r a n c k ( 1 9 7 9 ) m ed iante el ejem plo de las p artícu las m odales alem anas. Para la
perspectiva de tip o m ás bien sociolingüístico. véase B l n i -. S& V a c h i k (com ps.) ( 1 9 7 1 ) .
La lingüística cu an titativ a se estu d ia, entre o tro s, en D o l f . 2 f l & B a i i i y (com ps.)
(1 969 ).
1 El concepto de «estilo» en o tras artes es estu d ia d o p o r B e a r d s l e y (195 8, passim .)
III E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R I C A S

ción al estilo de los textos escritos y en especial a los textos escritos


con una función p articu lar (ensayos, novelas). A dem ás, en estos
casos el concepto de estilo es tan general que sólo se em plea para
designar unos rasgos característicos de estos tipos de textos (p. ej.:
‘estilo literario ’).

4.1.3 La siguiente tarea consiste en explicar estas descripciones un


tanto generales y en delim itar un poco más el concepto de estilo,
para evitar confusiones entre estilística, gram ática, poética y retórica.
La prim era aproxim ación al concepto de estilo puede efectuarse en
relación a la estructura gram atical de oraciones y textos. Tiene aquí
un papel im po rtan te el concepto de elección u opción; p o r ejemplo: la
elección de unidades, categorías o reglas que, desde un p unto de
vista d eterm inado, son equivalentes. Esta equivalencia viene frecuen­
tem ente determ inada p o r térm inos sem ánticos; se habla de variantes
estilísticas, cuando dos o m ás enunciados poseen la misma interpre­
tación —es decir, significado y referencia iguales— pero estructuras
diferentes. E sto significa que han sido p roducidos con o tras reglas
fonológicas, m orfológicas o sintácticas y /o con otros lexemas (‘pala­
bras’), com o en:
(1) F ue a un especialista en enferm edades de la m ujer.
(2) Se d irigió a un ginecólogo.
(3) D ijo que al día siguiente iría al m édico.
(4) Al día siguiente iría al m édico, dijo.

En (1) y (2) se tra ta de variantes léxicas; en (3) y (4) de variantes


sintácticas, adm itiendo que los significados de (1) y (2) y los de (3) y
(4) sean idénticos.
A dem ás se adm ite la hipótesis de que la elección de una variante
determ inada tiene una función determ inada, de m anera que podem os
hablar de variantes funcionales. Sin em bargo, ¿qué se entiende p o r
‘función’? En prim er lugar se puede circunscribir ese térm ino dicien­
do que dos enunciados sem ánticos equivalentes poseen una función
diferente en el texto o diálogo: así, la oración (3) es posible com o
contestación a la pregunta ¿Qué dijo?, pero no la (4). De esta m anera
tam bién se po d rían etiq u etar de ‘varian tes’ las oraciones sem ántica­
m ente equivalentes con distintas estru ctru ras de tópico-comento de
p resuposición/aserción.
O tras diferencias funcionales resultan de la pragm ática: están de­
term inadas p o r las diferencias de contexto en el que se em plean las
oraciones:
(5) ¡ E s c u c h a !
(6) ¿T en d ría V uestra Alteza la inm ensa b o n d ad de p re sta r un m o m en to de ate n ­
ción a su m uy h u m ilde servidor?

Sin duda alguna se tra ta de diferencias sem ánticas; no obstante, la


intención de esta variante es m o strar que ia m ism a acción lingüística,
en este caso una petición, puede m anifestarse prácticam ente con el
LA C I E N C I A D E L T E X T O 112

mismo contenido de m aneras muy distintas, que dependen de la


posición de hablante y oyente y de la respectiva sociedad y cultura.
A dem ás, las diferencias funcionales se refieren al determ inado tipo
de texto; entonces las denom inam os diferencias tipológicas (textuales).
P or norm a general, (1) aparece en conversaciones cotidianas, m ien­
tras que (2) posiblem ente sólo exista en textos escritos con cierta
‘fo rm alid ad ’. En este caso tienen una im portancia directa las diferen­
cias funcionales sociales y situacionales, que se derivan de las carac­
terísticas sociales de hablante, oyente (público) y grupo o clase al
que pertenecen, com o en (5) y (6). Las distintas funciones situaciona-
les tam bién pueden diferir psicológicamente e indicar diferentes dis­
posiciones de ánim o del hablante u oyente;

(7) ¡C ierra el pico de una vez!


(8) ¿Q uieres callarte la boca de una vez?

Al lado de las diferencias pragm áticas (orden versus ruego), tienen


aquí un papel im p o rtan te p. ej. la im paciencia, el enfado y el com ­
portam ien to previo del oyente.
A p a rtir de esta breve enum eración de diferencias funcionales
posibles de expresiones que varían estilísticam ente en relación al
texto, al tipo de texto, al contexto y a la situación, se deduce que en
todos estos casos se tra ta de diferencias en el uso lingüístico, es decir:
de diferencias de opciones posibles entre categorías y reglas gram ati­
cales y pragm áticas: existen ‘m an eras’ diferentes de expresar el ‘mis­
m o’ contenido o de efectuar la ‘m ism a’ acción lingüística. Sin em bar­
go, se trata todavía de diferencias sistemáticas y convencionales del
uso de la lengua; esto quiere decir que se asignan diferentes variantes
a las diferentes funciones en virtud de interpretaciones um versalm en­
te aceptadas.
A dem ás de este tipo de estilo convencional y funcional que, en
principio, el habíante puede contro lar, existen aspectos estilísticos en
la utilización de la lengua que, por regla general, no se em plean de
m anera consciente en la com unicación. Se tra ta , p o r ejem plo, de
características cuantitativas de la realización: el núm ero de palabras
por o ración, la frecuencia de determ inadas categorías, la frecuencia
de determ inadas construcciones sintácticas, etc. En tal caso se indica
lo característico de un estilo concreto (de un enunciado, de un
hablante) m ediante valores m edios, que tienen en cuenta el tipo de
texto, de lenguaje, etc. Podem os decir, pues, que los hablantes pue­
den variar den tro de las ‘posibilidades’ de un lenguaje y un tipo de
texto basado en reglas y convenciones: uno em pleará frases más
largas, d ispondrá de un vocabulario m ás extenso o em pleará otras
construcciones sintácticas que otro. Si bien, p o r lo general, esta
variación no es consciente, seguram ente no siempre es arbitraria:
puede, p o r ejem plo, depender del ‘estilo de uso lingüístico’ de un
grupo o clase determ inados, o estar determ inada p o r el origen social,
113 E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R I C A S

la form ación cultural, etc.4 T am bién la situación com unicativa espe­


cífica puede co n trib u ir a tales características estilísticas: si estam os
de mal h u m o r o im pacientes posiblem ente fo rm ulam os frases más
cortas que ‘de co stu m b re’ o que en o tras situaciones, com o en una
conferencia, en la que se adm iten oraciones más largas. En este
p unto se produce, p o r así decirlo, una transición al estilo ‘funcional’
antes descrito: precisam ente m ediante la form ulación de frases cortas
podem os eventualm ente llegar a hacer sentir que estam os im pacien­
tes. No es fácil delim itar estas dos ‘fo rm as’ de estilo. Para sim plificar
sólo hablarem os de variantes estilísticas funcionales cuando una
form a d eterm inada del uso de la lengua se puede in terpretar m ás o
menos convencionalm ente (funcionalm ente) en un contexto determ i­
nado. En general no es este el caso para tipos de diferencias com o el
uso de quince en lugar de dieciséis palabras p o r oración o el de
cuatro sustantivos en lugar de tres. No o bstante, estos rasgos más
bien inconscientes del uso lingüístico pueden caracterizar a un ha­
b la n te d e te rm in a d o , igual que pueden hacerlo su letra o sus
m ovim ientos.
En la llam ada estilística cuantitativa se analizan estadísticam ente
estas características de estilo, y sobre todo se intenta averiguar hasta
qué p u n to se diferencian significativam ente de determ inados valores
medios (suponiendo que se co nozcan).5 Al e lab o rar el ‘perfil estilísti­
co’ de un texto o de una serie de textos, en principio tam bién se
puede averiguar si estos textos fueron p roducidos por un hablan­
te /a u to r determ in ad o cuyas características cuantitativas de estilo ya
nos eran conocidas. T am bién se pueden m edir las diferencias de
estilo que no se perciben conscientem ente, que se perciben sólo un
poco o bien de m anera sólo muy intuitiva: así, p o r ejem plo, un poeta
puede em plear relativam ente m uchos adjetivos, m ientras que otro
apenas les concede im portancia, pero em plea frases subordinadas. El
hecho de que un estilo sea ‘breve y conciso’, ‘flu ido1, ‘enérgico’, etc.,
depende, entre o tras cosas, de estas diferencias, que evidentem ente
en no pocos casos pueden ser tam bién de tipo cualitativo, com o por
ejem plo si se em plean o no los adjetivos.

4.I.4 Volvem os ah o ra sobre el problem a que aún no quedó del


todo claro antes: hasta qué p u n to podem os averiguar que tales ‘dife­
rencias’ entre enunciados son estilísticas. De en trad a ya hem os dado
por supuesto que p o r lo m enos algo debe seguir siendo ‘lo m ism o’;
tam bién hem os acep tad o que la variación estilística se basa, entre
otras cosas, en una (cuasi-)equivalencia sem ántica: dos expresiones

4 L a s d ife re n c ia s de e st ilo de los s o c io l e c to s , q u e se m a n i f i e s t a n e n , e n t r e o t r o s , el


l l a m a d o c ó d i g o r e s t r i n g i d o o e l a b o r a d o , se d i s c u t e n e in v e s t ig a n p o r B l k n s t h n
( 197I), se s o m e t e n a u n a d i s c u s ió n c rít ic a p o r A m m o n (1973), H a g e r , H a b e r l a n d &
P a r í s ( 1973) y (c a si) se r e c h a z a n p o r L a b o v ( 1972 a, 1972 b).
5 V é as e D o l e 2 e l & B ailf .y ( c o m p s . ) ( I 9 6 9 ) p a r a la e sti lística e sta d ís tic a .
LA C I E N C I A D E L T E X T O 114

tienen m ás o m enos el m ism o significado, pero una es, p o r ejemplo,


m ás ‘decorosa’, la o tra, ‘m enos d ecorosa’; una es ‘p ru d en te’ y la o tra
no lo es. Tienen, pues, diferentes funciones com unicativas: las dife­
rentes interpretaciones de un oyente no se basan en significados
distintos (en un sentido más estricto: no se basan en significa­
dos ‘d enotativos’), sino en diferentes funciones de los enunciados (p.
ej. en conexión con significados asociativos especiales de las pala­
bras). Si una variante estilística posee una función particular, p odre­
mos suponer que el hablante tam bién tiene la intención de que su
expresión cum pla adecuadam ente esta función y que sus característi­
cas estilísticas especiales sean una expresión clara de sus intenciones
(p. ej.: ser. descortés, parco, im paciente). De ahí resulta que el
hablante no es Ubre a la hora de elegir las variantes estilísticas. En
otras palabras: con respecto a un determ inado significado de base se
habla de variantes equivalentes, pero con respecto a diferencias de
intenciones, funciones y efectos se distinguirán variantes estilísticas
funcionales. A hora bien, si entre dos enunciados no pueden señalar­
se diferencias funcionales, los denom inarem os variantes (estilística­
mente) libres, lo que únicam ente significa que son intercam biables en
cualquier contexto posible.
Algo sim ilar se puede observar tam bién en o tros niveles: se puede
m antener constante la m ism a ‘acción lingüística de base’, pero variar
el g rad o de a u to rid ad , em peño, cortesía, etc., com o en ruego versus
orden, ruego u rg en te/co rtés, etc. (véanse los ejem plos dados). En
estas variantes, según veremos, puede v ariar tam bién, en m ayor o
m enor grad o , el contenido sem ántico de las realizaciones. Podem os
m antener constantes todas las estructuras sintácticas, sem ánticas y
pragm áticas de un enunciado y llevar a cabo una m era variación
fonética, p. ej., cuando im itam os un deje dialectal o una pro n u n cia­
ción intencionadam ente distinguida.

4.1.5 Lo anteriorm ente dicho sobre oraciones se puede aplicar


análogam ente a las secuencias de oraciones y a los textos: cuando dos
secuencias tienen estructuras diferentes (elección de las palabras,
sintaxis), pero el m ism o significado, hablam os de variantes estilísti­
cas. Son de tipo funcional cuando la diferencia tiene una relación
sistem ática con una diferencia convencional dentro del contexto
com unicativo. Pero si exigimos que adem ás el ‘significado’ pragm á­
tico sea el m ism o, estas diferencias en el contexto com unicativo no
deben ser de tipo pragm ático, puesto que en tal caso más bien
deberíam os h ablar de dos enunciados (diferentes) y no de variantes
(estilísticas) del ‘m ism o’ enunciado. P o r ello, de hecho, no podem os
h ablar de variantes estilísticas en el ejem plo siguiente:

(9) (i) M aría estab a enferm a aquella noche. P ero au n asi fue a la reunión,
(ii) A p esar de q ue M aría estaba enferm a aquella noche, fue (no o b sta n te ) a la
reunión.
115 E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R IC A S

(iii) A pesar de su enferm edad, M arta fue aquella noche a la reunión.


(iv) M aría fue a la reunión aquella noche a pesar de que estaba enferm a.

La diferencia pragm ática entre estos enunciados consiste, entre otras


cosas, en que en el prim er ejem plo (9) (i) se expresan dos aseveracio­
nes sobre M aría, m ientras que en los otros dos ejem plos pro b ab le­
m ente no se trate m ás que de una aseveración, en la que, o bien ya
se da p o r supuesto una cierta inform ación, a saber, que M aría estaba
enferm a aquella noche (9) (iii), o en la que se asevera la otra
inform ación tan sólo indirectam ente o, m ejor dicho, ‘de m anera
su b o rd in ad a’ com o p arte de la aseveración principal. Si en el texto o
en la conversación ya se m encionó la enferm edad de M aría, (9) (i) no
es aceptable; lo son, en cam bio, (9) (ii-iv). A dem ás, (9) (i) parece
poder seguir a una pregunta como: ¿Qué hizo María aquella noche?,
pero no a ¿Vino también María a la reunión aquella noche?, que sin
em bargo aceptaría las contestaciones (9) (ii-iv). Las otras diferencias
entre (9) (ii-iv) aún son más sutiles. Así com o en (9) (ii y iii) lo ‘más
im p o rtan te’ parece la aseveración de que M aría fue a la reunión, (9)
(iv) se interpreta m ás bien en el sentido de que lo m ás im portante es
el hecho de que asistiera a pesar de su enferm edad. Esta últim a
diferencia tam bién se obtiene si la expresión a pesar de su enfermedad
en (9) (iii) no estuviera en la prim era p arte de la oración, o si esta
parte se pronunciase con un énfasis especial. T an p ro n to com o dejen
de poder dem ostrarse diferencias sem ánticas o pragm áticas de este
tipo, los diferentes enunciados se convierten en variantes estilísticas
entre sí, según nuestro concepto «estricto» de estilo. Suponiendo que
en (9) dejáram os de considerar las diferencias pragm áticas, se tra ta ­
ría m ás bien de variantes estilísticas (con el mismo significado),
pudiendo equipararse eventualm ente las diferencias pragm áticas con
las diferentes ‘funciones’ de estas variantes. Sin em bargo, nos aten ­
drem os a diferenciar entre funciones estilísticas y pragm áticas de los
enunciados.
4.1.6 Las diferencias entre características textuales de ‘estilo’ tam ­
bién pueden em plearse significativam ente p ara las diferentes form as
de narración. Así, p o r ejem plo, se puede explicar la m ism a serie de
sucesos desde perspectivas diferentes, com o en:
(10) (i) P edro tenía h am b re. ¿D ebía o no debía so p la r un plátan o ? E n aquel
m o m en to el v erd u lero estab a d esp ach an d o a un cliente. P edro no pud o
co n ten erse m ás. R á p id a m e n te sacó u n p lá ta n o de la caja. (...)
(ii) M ien tras el verdulero estab a o cu p ad o en servir a un cliente, P edro se
p reg u n tó si debía ro b a r un p lá ta n o , ya que tenía m ucha ham bre. R á p id a­
m ente cogió un p lá ta n o de la caja p o rq u e ya no p o d ía contenerse m ás. (...)

Si p o r un m om ento prescindim os de que la inform ación del prim er


fragm ento se expresa m ediante oraciones simples y en el segundo
m ediante un núm ero m ás reducido de oraciones com puestas, obser­
vam os que tam bién existe una diferencia de perspectivas, ya que en
la oración (10) (i) el suceso se describe más desde el p u n to de vista
LA C I E N C I A D E L T E X T O 116

de P edro.6 En tal caso, sus pensam ientos ya no necesitan ser ‘descri­


to s’ com o tales, com o p o r ejem plo en (10) (ii) — él se preguntó— sino
que pueden ‘expresarse’ directam ente. C om únm ente se em plean en
esos casos aquellas expresiones que son una reconstrucción de los
propios pensam ientos de Pedro (soplar), en lugar de las expresiones
‘más form ales’ y descriptivas del n a rra d o r (robar). Este tipo de
diferencia de perspectiva se em plea generalm ente en la transm isión
del estilo directo:
(11) (i) Ju a n aseg u ra b a eslar loco p erd id o p o r esa tía.
(ii) Ju a n dijo que esa m ujer le in teresaba m ucho.

T an to (i) com o (ii) pueden ser un inform e de la afirm ación de Juan:


Tengo un gran aprecio por esta mujer. De todas form as, en el prim er
caso el hablante puede d ar a entender, m ediante la utilización del
verbo asegurar, que d u d a de la veracidad de lo dicho p o r Ju an , en
tan to que designa con sus ‘p ro p ia s’ p alabras los sentim ientos por
una m ujer y p o r la m ujer en sí, lo cual posiblem ente im plique a la
vez una cierta valoración. Si este fuera el caso y si, com o en la
oración (10), existen diferencias en la perspectiva narrativa, entonces
ya sólo se habla de variantes estilísticas (en este caso con unas
funciones claram ente diferentes) de un significado (básico) sem ántico
m ás o m enos equivalente.

4.1.7 A hora, pues, hem os reducido el concepto de «estilo» a lo que


podem os llam ar «form a característica de la utilización de la lengua»,
tan to en el nivel oracional com o en el textual, y hem os dirigido
nuestra atención sobre to d o a las «form as de expresión» de la
lengua, es decir: a las características fonéticas, m orfológicas, sintác­
ticas y léxicas de los enunciados. C om o delim itación ulterior tam bién
se han discutido com o «estilo» las diferencias características en el uso
de la lengua que no expresen a la vez diferencias sem ánticas o
pragm áticas. Sin esta delim itación, todas las diferencias entre enun­
ciados deberían ser de p o r sí «estilísticas». P o r ello tenem os muy
presente que no se puede em plear rigurosam ente un concepto de
estilo sin m antener algo im plícita o explícitam ente constante o equi­
valente, p. ej. el significado, la función pragm ática (acto de habla) o
determ inadas categorías, reglas o convenciones, en relación a las que
pueda definirse un estilo característico.
Después de resum ir to d as nuestras consideraciones con respecto al
concepto de estilo, podem os com enzar a definirlo tam bién en otros
niveles de la descripción lingüística y textual. ¿Se podría, p o r ejem­
plo, h ablar tam bién de un estilo semántico, después de habernos
ocup ad o anteriorm ente sobre to d o del estilo sintáctico? Precisam ente

6 El co n cep to de «perspectiva» en la n arra ció n su p o n e una p a rte im p o rtan te de la


te o r í a c lá sic a de la novela. Véase H a m b u r g e r (1968) y S t a n z e l (1964), en tre otros.
K u r o d a (1975) lo am p lía desde p u n to s de vista m ás lingüísticos.
117 E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R I C A S

las form as tan esenciales del estilo léxico, es decir: del estilo que
resulta de una determ inada elección de p alabras, acaso nos p ro p o r­
cionarían la posibilidad de definir tam bién las form as ‘de co n ten id o ’
del estilo. El estilo léxico tam bién se basa en el principio de que dos
morfem as m ,y pueden ser estilísticam ente variantes en relación a
un com ponente de significado com ún c, com o p o r ejem plo en las
v an an tes ya m encionadas de «robar» y «soplar». A dem ás del com ­
ponente com ún de «apropiarse de algo ilícitam ente» se puede decir
tam bién que m ediante los dos enunciados se señala el m ism o ‘refe­
rente’, a saber, una acción determ inada. Por eso la diferencia se
reduce a la situación concreta en la que realm ente se em plea o podría
em plearse este m odo de expresión. Lo que aquí reviste un interés
especial es una serie de propiedades características del hablante (así
com o de sus suposiciones sobre el oyente), al igual que el tipo de
situación o interacción, p. ej.: una conversación cotidiana, una co n ­
versación con am igos de la m ism a generación, etc. En nuestro ejem­
plo (10), Pedro po d ría decir a sus am igos que ha soplado un plátano,
m ientras que en otra situación, p o r ejem plo, delante de un funciona­
rio policial, aseguraría que no ha robado ningún plátano. En ello
reconocem os una vez m ás una serie de determinantes situacionales
para la variación estilística.
A la pregunta que acabam os de form ular sobre si puede hablarse
de un estilo sem ántico, podem os contestar, pues, que deben de
existir tam bién variantes de significado en los niveles oracional y
textual, originadas por las características situacionales ya m enciona­
das u otras. Esto significa que las im plicaciones proposicionales y
pragm áticas de una oración o de una serie de oraciones deben ser las
mismas y p o r ello tam bién sus referencias, las circunstancias aludi­
das y los actos de habla intencionados. U n ejem plo m uy típico lo
ap o rtan las variaciones estilístico-sem ánticas de las peticiones. Si un
hablante quiere pedirle a un oyente que devuelva lo antes posible
una d eterm inada cantidad de dinero, existen incontables posibilida­
des sem ánticas, con un com ponente proposicional com ún, cuyas
diferencias son un indicio o expresión de diferencias situacionales,
com o p o r ejem plo la cortesía, la sum isión, la paciencia, la im pacien­
cia, la osadía, el poder, la a u to rid ad , la com prensión p o r el oyente,
etc. Estos tipos de actitudes estilísticas expresadas de m anera diferen­
te p o r el hablante frente al oyente, a m enudo tam bién se denom i­
nan tono de la realización. A continuación m ostram os algunos
ejemplos:
(12) (i) H az Iíi tran sferen cia enseguida ( p ro n to /rá p id o /in m e d ia ta m e n te /s in d e ­
m o ra /d e prisa...).
(ii) H az la tran sferen cia lo m ás p ro n to posible.
(iii) H az la tran sferen cia en cu an to puedas.
(iv) H az la tran sferen cia en cu an to tengas un poco de tiem po.
(v) H az la transferencia en cu an to tengas el dinero.
(vi) H aga la transferencia ... (véase i-v).
(vii) ¿H arás la transferencia enseguida (de in m e d ia to /lo a n te s pos ib le/etc.)?
LA C I E N C I A D E L T E X T O 118

(viii) ¿Q uerrías hacer la transferencia (...)?


(ix) T e ruego hagas la tra n sferen cia/ten g as a bien hacerla.
(x) Q u iero pedirte q u e h agas Ja transferencia (...).
(xi) Si n o te im p o rta , p o d rías h a c e r que el dinero...
(xii) Q uiere V d ./Q u e rria Vd. ... (vii-xi).
(xiii) ¿P uedo llam arle la aten ció n sobre el hecho de que aú n me debe algún
dinero?
(xiv) Le recu erdo que todavía no ha cum plido con sus obligaciones.
(xv) C o m o yo m ism o estoy p a sa n d o p o r un m al m o m en to económ ico,
q u iero p reg u n tarte si...
(xvi) A ún me debes cinco mil pesetas.
(xvii) ¿Te acu erd as de que m e debes dinero?
(...)

De esta m anera, estos ejem plos pueden variar extensam ente con la
variación de tu/V d. y la diversidad de m odos de expresión form ales.
H ay que tener en cuenta que se puede p asar paulatinam ente desde la
directiva ‘m ás d u ra ’ (i) a la form a ‘m ás suave’, según las categorías
situacionales ya m encionadas com o cortesía y posición social/poder.
A dem ás de las ó rdenes/peticiones directas tam bién son posibles las
indirectas (xiii y siguientes), p o r las que el oyente puede deducir el
contenido exacto de la petición. U na de las razones p o r las que las
peticiones indirectas, p o r regla general, son m ás corteses o de m ayor
tacto en las interacciones, es que el oyente dispone, al m enos a p aren ­
tem ente, de una cierta libertad para in terp retar la petición. Tal y
com o ya se ha visto antes, puede realizarse un acto de habla indirec­
to cuando se pregunta o com unica uno de sus supuestos. M ientras
que en todos los casos se puede h ab lar de variaciones léxicas y
sem ánticas, se produce adicionalm ente una variación pragm ática
entre las órdenes (i-vi),y las peticiones de los dem ás ejem plos; en tal
caso la base com ún consiste en la directiva «yo quiero que tú hagas
alg o /q u e Vd. haga algo», con lo que la diferencia contextual se
traduce en una diferencia de autoridad.
Adem ás de las ya m encionadas variaciones estilísticas en el nivel
sem ántico de la o ración, pueden producirse tam bién diferencias se­
m ánticas en los textos, igual que en las relaciones de conexión y de
coherencia ya discutidas. U na form a de variación posible es la que se
basa en el g rado de ‘explicitud1. Intuitivam ente sabem os que pode­
mos expresar una inform ación de m odo claro o menos claro, puesto
que, com o ya vim os, una gran p arte de la inform ación queda im plí­
cita, a saber, aquello que el hablante supone que el oyente ya sabe o
puede deducir de lo anteriorm ente dicho:
(13) (i) P edro está enferm o. N o viene.
(ii) P ed ro está enferm o. Así p u e s /p o r ello no viene.

En principio, estas secuencias pueden considerarse variantes estilísti­


cas; la diferencia consiste en que en (ii) se expresa la conexión causal
(m ejor dicho: constitutiva), lo que no ocurre en (i), donde el oyente
debe deducir por el texto (i) que la circunstancia m encionada es el
m otivo de la segunda. De esta m anera pueden llegar a ad q uirir una
119 E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R I C A S

im portancia estilística los diferentes grados de «explicitud» (evidente­


mente den tro de las fronteras de las reglas lingüísticas: tam poco hay
que ser dem asiado explícito o im plícito, ya que de lo contrario el
enunciado resulta dem asiado redundante o incoherente, lo cual lleva
en am bos casos a una falta de aceptabilidad).
Estrecham ente em parentadas con este tipo de diferencias estilísti­
cas posibles se encuentran aquellas que se basan en la integridad
relativa del enunciado, con respecto a las circunstancias descritas.7
Ya hem os visto que podem os describir un suceso m encionando sólo
los aspectos m ás im portantes, pero tam bién haciendo una relación
de toda una serie de detalles, inclusive las reacciones resultantes del
hablante. Según la situación com unicativa, se reconoce un límite
inferior y uno superior de esta integridad (se supone, p o r ejemplo,
que le explicaré m ás detalles a mi esposa que a la de otro), pero
dentro de esos límites la variación estilística es posible. En concreto:
uno ‘da la la ta ’ y o tro es ‘parco de p a la b ra s’. Las diferencias estilís­
ticas que surgen de esta m anera pueden describirse en térm inos de
sem ántica textual, com o se ha esbozado en los últim os capítulos.
No o bstante, en este nivel deben explicarse conceptos intuitivos
que hacen referencia al estilo de un texto, com o p o r ejem plo ‘clari­
d a d ’, ‘concisión’, etc. Así se puede calificar de «conciso» el estilo de
un texto si de las circunstancias que son im portantes para la inter­
pretación e interacción (contexto) se m enciona todo lo necesario y lo
menos posible. La claridad debe cum plir sobre todo el prim er crite­
rio, y adem ás, las condiciones de un d eterm inado orden de la infor­
m ación, com o las prem isas en una argum entación, o las presuposi­
ciones y oraciones que son requisito indispensable de una presuposi­
ción de este tipo.
Hay casos especiales en los que se q u eb ran tan intencionadam ente
determ inados criterios m ínim os de coherencia y conexión sem ánticas,
por ejem plo, para conseguir un efecto pragm ático concreto o, en el
caso de la literatu ra, para funciones literarias determ inadas. Por
ejem plo, la descripción de una persona en una novela puede ser
‘sobrecom pleta’ en relación con descripciones com parables en n a rra ­
ciones cotidianas, m ientras que en d eterm inadas form as de la poesía
con frecuencia no se cum plen condiciones m ínim as de «explicitud”,
con lo que se puede im pedir una interpretación unívoca o dem asiado
rápida. En tal caso no se debería h ab lar de estilo, sino de unas
características sem ánticas típicas de la com unicación literaria, a u n ­
que p o r regla general lo característico, es decir, en relación con el
uso no literario de la lengua, lo llam aríam os ‘estilístico’. Ya no se
trata de la variación entre textos, textos de d eterm inadas personas o
grupos, sino de la variación entre tipos de texto.

7 C o n cep to s co m o «explicitud», e «integridad» en las descripciones, etc., son


tratad o s b revem ente p o r van D ijk (1977 a).
LA C I E N C I A D E L T E X T O 120

M ientras que los ejem plos a rrib a expuestos se referían sobre todo
a la estructura de la inform ación sem ántica (cómo se dice «algo»),
con el distintivo de la integridad ya se trasp asa la b arrera hacia la
próxim a dim ensión de variación sem ántica (precisam ente, a qué se
dice). E sto quiere decir que el hablante tiene determ inada posibilidad
de elección p a ra decir o no ciertas cosas; estas opciones deben
moverse den tro de unos límites de naturaleza pragm ática y social,
designados p o r la actitud, la posición social, los tabúes, etc. Existen
culturas en las que, vistas globalm ente, se habla poco y otras en las
que se habla m ucho y en detalle, o culturas en las que las mujeres y
los niños hasta cierta edad no ‘p ueden’ h ablar en determ inadas
situaciones o en las que los tem as de los que pueden hablar, están
som etidos a cierta lim ita c ió n .8 Algo sim ilar ocurre en la interacción
entre hom bres y mujeres, m aridos y esposas, señores y criados, niños
y adultos, etc. En el presente capítulo se estudia el hecho de que las
posibles diferencias estilísticas entre textos vienen d adas p o r una
selección de temas u objetos de conversación, es decir: de m acroes­
tru ctu ras sem ánticas. P o r eso, lo característico de un hablante puede
indicarse a través del ámbito y de la frecuencia de un cam po tem ático
y de sus objetos, determ inados a su vez p o r los intereses, deseos
conscientes o inconscientes, etc. Precisam ente a este respecto, la
estilística se ha ocupado tradicionalm ente del análisis del estilo para
extraer de él características personales, com o p o r ejem plo en las
ciencias sociales.
Con esto ya casi desbordam os el concepto de estilo. Si bien, aún
podem os decir sim plem ente que el hecho de que alguien hable p rin­
cipalm ente de m ujeres, coches deportivos y copas es característico de
su estilo, este concepto requiere en nuestro em pleo científico que
‘algo’ se m antenga constante o sea equivalente, es decir que requiere
un criterio p o r el cual se lo defina. En este caso lo serían los textos
y tem as de conversaciones ‘h abituales’ que siem pre surgen en deter­
m inadas situaciones. Inm ediatam ente se observa que conceptos co­
m o norma, habitual, preponderantem ente y otros sim ilares, com o
características problem ático-convencionales del uso de la lengua,
constituyen la descripción de estilo, aun cuando no existe ningún
m otivo para reducir el concepto de estilo, en el análisis del uso
lingüistico, a fenóm enos ‘superficiales’ com o el sonido, la construc­
ción de la frase o la elección de palabras: los textos, las personas o
los grupos individuales pueden variar igualm ente en lo que respecta
al significado, la conexión o la tem ática.
Y, p o r fin, la sistem ática del m odelo de descripción lingüística
requiere que nos preguntem os hasta qué p u n to podem os hab lar
razonablem ente del estilo pragm ático de textos o conversaciones; así

* P ara los d ife re n te s estilos d e le n g u a je en c u l t u r a s d is tin ta s , vé as e G u m p e r z &


H y m l s ( c o m p s .) (1972) y B a u m a n & S c h e r z e r ( c o m p s . ) (1974).
121 ESTRU CTU R A S ESTILISTICAS Y RETO RICA S

com o hem os hablado de posibilidades variables de elección de tem as,


tal vez se puede decir que el hablante puede elegir entre los diferentes
tipos de actos de habla, siem pre que se atenga a las condiciones
pragm áticas norm ales de aceptabilidad en un contexto dado. En
prim er lugar existe la posibilidad, ya m encionada, de actos de habla
directos e indirectos, com o p o r ejemplo:
(14) (i) ¡H e olv id ad o mi reloj!
(ii) ¿Q ué h o ra es?

o bien:
(15) (i) ¡A cabo de en cerar el suelo!
(ii) ¡L ím piate los zapatos!

A dem ás se p o d rían diferenciar las realizaciones, en las situaciones en


que am bas posibilidades son aceptables, según representen una peti­
ción o una ord en , un consejo o una propu esta, etc.
De esta m anera vuelve a surgir la pregunta de cuál es la base
com ún para la variación estilística; en el presente caso se m antienen
c o n s ta n te s las intenciones y las consecuencias correspondientes,
aproxim adam ente de la siguiente m anera: se pretende que el oyente
haga p. Si existe una determ inada intención interactiva, el hablante
puede elegir entre varios actos de habla posibles de un contexto
dado, de m anera que la consecuencia de tod as form as siem pre sea
idéntica. Si bien existen diferencias de p ro b ab ilid ad debido a la
variación estilística en los textos p o r lo que se realizan las consecuen­
cias deseadas, a ia vez esto supone uno de los aspectos más funda­
mentales de variantes estilísticas, a saber, el efecto o la eficacia de
diferentes características estilísticas. M ientras que la pragm ática, en
principio, especifica las condiciones previas para que una m anifesta­
ción sea la adecuada en un contexto dad o , la estilística da un paso
más al describir las condiciones p a ra que una m anifestación sea
eficaz, es decir, que contribuya óptim am ente para que se realicen las
actitudes e intenciones del hablante en una situación determ inada.
A pesar de la diferencia sistem ática entre el objeto de la p ragm áti­
ca y el de la estilística se hace patente que am bas disciplinas están
muy interrelacionadas. En la m ayoría de contextos, las variantes (5)
y (6) no son intercam biables sin m ás, p o r lo que no sólo existe una
diferencia en cuanto a la efectividad, sino tam bién en lo que se
refiere a la conveniencia. Esto se debe a que determ inados requisitos
contextúales, com o p o r ejem plo la «cortesía» o «la posición social
del oyente, m ás elevada que la del hablante», parecen desem peñar un
papel tan to pragm ático com o estilístico, lo cual se expresa tam bién
en la pro p ia enunciación. A hora bien: la pragm ática indica cuándo
un hablante expresa o puede expresar una aseveración, una petición,
una prom esa, etc., es decir, que une el enunciado lingüístico con un
acto de habla. Pero es en las diferentes variantes estilísticas donde se
"oncreta cóm o se puede realizar de diferentes m aneras el mismo tipo
LA C I E N C I A D E L T E X T O 122

de acto de habla (del m ism o m odo que se puede llevar a cabo la


mism a acción de m aneras diferentes). D esde luego, esta variación
generalm ente no es casual en una observación funcional de los
fenóm enos lingüísticos. C om o decíam os, el hab lante desea configu­
rar su acción lingüística lo m ás eficazm ente posible, p a ra poder
m odificar la actitu d del oyente según su intención original: el hablan­
te quiere que el oyente crea en su aseveración, que considere su
petición, y lo que m ás quiere es que, com o consecuencia de la
interacción, su petición, recom endación o propuesta se lleve a cabo.
Estas m odificaciones en el oyente —cam bios de conocim ientos, opi­
niones, deseos e intenciones— no sólo son realizadas p o r las caracte­
rísticas del acto de habla, sino tam bién por determ inadas caracterís­
ticas del hablante, com o se com unican d u ran te el acto de habla en
cuestión. Así, p o r ejem plo, se llevará a cabo con m ayor éxito una
petición form ulada ‘cortésm ente’ que una form ulada con ‘descorte­
sía’; (véanse los ejem plos de (12)). D esde el punto de vista de la
interpretación lo im portante no es tan to si el hablante realmente tiene
una actitud cortés o si sólo la da a entender, de m anera que el oyente
pueda suponer que el hablante es am able, Si partim os de esta suposi­
ción del oyente sobre la actitud interactiva del hablante, el oyente
puede dejar p en etrar este factor en sus pensam ientos que finalm ente
lo llevarán a to m ar una decisión favorable p ara el hablante. Por
cierto que en las situaciones en las que el oyente ya sabe o supone
que el hablante se le presenta am ablem ente o com o m ínim o con una
postura benevolente, y viceversa, son menos necesarias las form as de
expresión estilísticas especiales. Entre am igos o entre cónyuges puede
ser ‘a p r o p ia d a ’ una petición com o Dame el periódico, siendo
adem ás neutral en cuanto a la condición de am abilidad. Se sabe que
tales condiciones, de im portancia en la conversación cotidiana, se
m odifican en las situaciones en que los am igos o cónyuges se enfa­
dan; entonces una petición de este tipo puede ser contestada por un
¡Cógelo tú mismo!

4.1.8 En nuestra discusión hem os aludido varías veces a diferentes


funciones (efectos) del estilo, p o r ejem plo, a las m odificaciones espe­
cíficas del oyente com o consecuencia del acto de habla. Sin em bargo,
a la vez resultó que estas m odificaciones que se dan en el oyente
dependen de suposiciones sobre características del hablante. P or lo
tanto , a este respecto hay que buscar las funciones del estilo no sólo
en los efectos o las consecuencias, sino tam bién en las razones o los
motivos de una determ inada variación estilística com o expresión de
determ inadas características del hablante. P o r ello, la descripción
tradicional del estilo más difundida une el estilo con una caracteriza­
ción general del hablante. En ella puede co nstatarse una diferencia
entre las características (sem i-)perm anentes de un hablante y las que
únicam ente caracterizan la situación com unicativa en cuestión. Por
ejem plo, una persona puede ser an tipática ‘p o r n atu raleza’, o serlo
123 E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R I C A S

sólo en aquel preciso m om ento; algo parecido ocurre con la im pa­


ciencia, la precaución, la cortesía, etc. P o r un lado se trata de un
rasgo característico general de una persona, y p o r otro, de los rasgos
particulares de una situación com unicativa y de un enunciado deter­
m inado. En una descripción lingüística no podem os, p o r así decirlo,
establecer una diferencia entre am bos.
M ás adelante verem os que en las dem ás ciencias del texto precisa­
m ente interesa la m anera en que los enunciados y en particular su
estilo pueden llegar a p o n er de m anifiesto las propiedades perm anen­
tes ‘escondidas’ del hablante.
Así llegamos a una segunda diferencia en las características del
hablante, que supone condiciones previas para las variaciones estilís­
ticas: la cuestión de si estas propiedades son, o no, conscientes o
controlables y, lo que es aun más im portante, si la elección de las
variantes estilísticas es intencional o no. A m enudo se parte del hecho
de que precisam ente las características de estilo involuntarias, no
controladas e incontrolables, perm iten conocer el carácter y la perso­
nalidad del hablante, p. ej.: los deseos y las intenciones callados, las
postu ras y opiniones. En el o tro caso, el hablante precisam ente
quiere que el oyente se dé cuenta de cuál es su p ostura (p. ej., la
am abilidad), con la que la intención del hablante (p. ej., la satisfac­
ción de una petición) pueda realizarse. M ientras que decim os que
una acción lingüística es ap ro p iad a (appropriate) o no en relación a
ciertos conocim ientos, deseos y actitudes de los interlocutores, pode­
mos decir que una realización lingüística o un acto de habla son
adecuados (adequate) o no en relación a otros factores situacionales
com o la actitud del hablante frente al oyente. Por ello denom inam os
el prim er caso el contexto pragm ático, y el segundo, el contexto
estilístico del enunciado. De esta m anera resulta com o contexto
estilístico una estructura de precondiciones situacionales sistem áticas
que determ inan la adecuación (o eficacia) del enunciado. Ya hem os
dado algunos ejem plos de actitudes estilísticam ente relevantes: la
am abilidad, la condescendencia, la paciencia, la cortesía, la seguri­
dad, el enfado, etc., así com o sus contrarios. Y no solam ente la
actitud en si es im p o rtan te, sino sobre to d o la actitud frente al
oyente, ya que al fin y al cabo es la decisiva para el tipo de
interacción com unicativa. De m om ento no nos interesan las caracte­
rísticas psicológicas precisas de estas actitudes, ni los procesos cogni-
tivos (estrategias, etc.), que tienen un papel en la producción y la
interpretación estilísticas. La verdadera tarea de la estilística consiste
en describir las relaciones sistem áticas entre el m encionado contexto
(estilístico) y las variantes estructurales pragm áticas, sem ánticas,
sintácticas y m orfológico-fonológico/léxicas del enunciado. P or a h o ­
ra podem os dejar sin aclarar hasta qué p u n to se m anifiestan aquí
reglas de estilo (p o r ejemplo en la form a de que si S m anifiesta la
estructura gram atical G, en un contexto c esto expresará la actitud
' puesto que no sabem os a ciencia cierta si estas reglas son com pa-
LA C I E N C I A D E L T E X T O 124

rabies con otras reglas del sistem a lingüístico. De todas m aneras, a


m enudo se distingue entre reglas y estrategias; así existen reglas para
ju gar (correctam ente) al ajedrez, pero existen estrategias concretas,
es decir, aplicaciones de las reglas, para hacer rápidam ente jaque
m ate; tam bién existen reglas p a ra una configuración correcta de una
petición y estrategias para conseguir que alguien reaccione ante una
petición, orden o recom endación. El estilo de un texto, que se
plasm a tan to en la ‘fo rm a’ y el ‘con ten id o ’ de cada oración com o en
la ‘fo rm a ’ y el ‘co n ten id o ’ de to d o el texto, parece estar íntim am ente
ligado a estas estrategias com unicativas.

4.1.9 A nteriorm ente hem os discutido sobre to d o las características


concretas de los hablantes precisam ente en su calidad de determ inan­
tes en el contexto estilístico, com o p o r ejem plo actitudes u opiniones
en relación al oyente. No o bstante, se puede introducir toda una
serie de categorías que pueden determ inar la variación estilística.
A quí presentam os com o relación provisional:

(i) con d icio n es ad -h o c (condiciones situacionales) del h a b lan te (p o r ejem plo:


excitación, enfado);
(ii) actitu d es ad -h oc del h a b la n te en relación al oyente (cortesía, respeto);
(iii) características (sem i-)perm anentes del h ab lan te (rasgos de su carácter, com o
im paciencia, co m p o rtam ie n to d o m in an te, etc.);
(iv) características sociales y situacionales del h ab lan te en su relación con el
oyente (ro l, p o stu ra , etc.);
(v) características sociales (sem i-)perm anentes del h ab lan te (status. p oder, etc.);
(vi) tip o de in te ra c c ió n /situ a c ió n /in stitu c ió n social (a u to b ú s, clase, iglesia, ofici­
na, etc.);
(vii) tip o de en u n ciad o y función prag m ática (conversación co tid ian a, an u n cio ,
n arra ció n , etc.);
(viii) situación socio-económ ica (clase, capa social, form ación);
(ix) tip o del m o d o /m e d io com unicativo (o ral, escrito, c a rta , periódico, televisión,
etc.);
(x) situación so cio -cultural (costum bres, tradiciones, convenciones).

Esta lista se po d ría estru ctu rar y especificar au n m ás, pero aquí sólo
se tra ta de indicar que en las variaciones estilísticas se pueden
m anifestar factores situacionales muy diversos y que, a la inversa, al
in terp retar enunciados, el oyente puede sacar conclusiones con res­
pecto a estos factores sobre la base de rasgos de estilo, además de la
interpretación sem ántico-pragm ática del enunciado. En algunas situa­
ciones, esta interpretación estilística puede ser incluso m ás im p o rtan ­
te que la sem ántico-pragm ática; lo que interesa no es lo que se dice
sino cómo se dice; no es lo que el hablante quiere expresar o lo que
pretende con su enunciado, sino que son o tras p ro p ied ad es/caracte-
rísticas prim arias del hablante las que despiertan el interés del oyente.
En los próxim os capítulos se caracterizarán con m ayor detalle
estas relaciones, entre estilo y situación com unicativa, entre otras
cosas. En este capítulo in tentam os m o strar fundam entalm ente que
125 ESTRU CTU R A S ESTILISTICAS Y RETO RICAS

un texto —adem ás de su estructura gram atical— tam bién puede


poseer o tras características estructurales que son de im portancia
para la interacción com unicativa.

4.2 La estructura retórica del texto

4.2.1 La retórica está estrecham ente em p arentada con la estilística,


e incluso en algunos casos coinciden. En m uchos aspectos se puede
considerar la estilística actual com o la continuación de la ‘retórica’
clásica, que desde finales del siglo x ix prácticam ente ya no existe
com o disciplina científica au tó n o m a .9 En la A ntigüedad, la Edad
M edia y la E dad M oderna clásica, la retórica tenía en cam bio una
función muy im po rtan te al lado de la «gramática»», la «poética» y la
«dialéctica». M ientras que la gram ática actuaba com o «ars recte
dicendi (loquendi)», es decir, com o el arte del correcto hablar, la
retórica representaba el «ars bene dicendi (loquendi, scribendi)», es
decir, el arte de la «buena» utilización de la lengua. O riginalm ente,
la retórica, com o su nom bre lo indica, tenía especial im portancia
para el hablar del o rad o r, p o r ejem plo ante un tribunal o en una
asam blea p opular. P o r eso, los rasgos cualitativam ente ‘buenos’ del
hablar tam bién se consideraban en relación con su eficacia para
convencer al juez o a la parte contraria. C on estas intervenciones
‘estratégicas’ ya nos habíam os en co n trad o al caracterizar las varian­
tes estilísticas, a través de las cuales tam bién se expresa el com ponen­
te com ún de la retórica y de la estilística m oderna. La retórica se
preocupa precisam ente de la m anipulación consciente, perseverante
para conseguir sus fines y dependiente de ellos, de los conocim ientos,
las opiniones y los deseos de un au d ito rio , m ediante rasgos textuales
específicos, así com o de la m anera en que ese texto se realiza en la
situación com unicativa. P or consiguiente, la retórica no analiza el
uso de la lengua com o realización (involuntaria), que depende de los
factores situacionales m encionados en el a p a rta d o 4.1.9, y en especial
del orad o r; una p arte de la estilística se ocupa de esta tarea.
Puesto que tam bién se pueden estipular o tras diferencias sistem á­
ticas entre la estilística y la retórica en cuanto al objeto y los fines
perseguidos, introducirem os una form a m oderna de la retórica, a
m enudo tam bién d enom inada ‘nueva retó rica’, siguiendo una evolu­
ción que viene delineándose desde hace ya unos diez años. A quí, sin
em bargo, seguirem os utilizando el nom bre an tig u o .10

9 El, sin d u d a, m ás am p lio m anual de la retórica clásica es el de L a u s be rg (1960).


10 U n a f o r m a m á s re c ie n te d e la r e t ó r i c a se d e b e , e n t r e o t r o s , a D u B O i s e . a . (1970).
P ara t e n e r u n a id e a g e n e r a l s o b r e la e v o l u c i ó n de la r e t ó r i c a c lá sic a y s us f o r m a s
a c t u a le s , vé as e Communications, 16 (1970), K o p p e r s c h m i d t (1973) y U e d i n g (1976).
P ara los «new rhetorics » en los E E .U U . véas e S t f i n m a n n ( c o m p . ) (1967). La «nouvelle
rhétorique» d e P e r h l m a n es m á s b ie n u n a d o c t r i n a de la a r g u m e n t a c i ó n ; véas e el
p ró x im o capitulo.
LA C I E N C I A D E L T E X T O 126

4.2.2 A unque no resulte fácil (y acaso tam poco dem asiado razona­
ble), sep arar la retórica de la estilística y la pragm ática, puede
decirse que la prim era se ocupa especialm ente de una serie de fenó­
m enos y características textuales de carácter ciertam ente diferente al
de las variantes de uso lingüístico que denom inam os estilísticas.
En prim er lugar, las variantes estilísticas tratadas siem pre resultan
variantes descriptibles p o r categorías y reglas gram aticales y pragm á­
ticas; desde el p u n to de vista del texto se tra ta b a de la elección
característica de unidades léxicas, estructuras sintácticas, relaciones
sem ánticas, etc. A este respecto, el estilo tam bién es una form a
(típica) del uso de la lengua en un sentido estricto, es decir: un
procedim iento del sistem a lingüístico tal y com o lo explica la gram á­
tica. Pero adem ás existen estructuras textuales que deberán caracte­
rizarse m ediante categorías y reglas de otra índole, aunque éstas
vuelvan a referirse a unidades gram aticales. Las estructuras especia­
les las denom inarem os estructuras retóricas. Especialm ente las figu­
ras estilísticas (figurae) han sido un tem a central en cierto nivel de
la descripción retórica en los libros de texto hasta nuestros días, y
con frecuencia se ha lim itado injustificadam ente la retórica a la
consideración de estas figuras y sus m odos de procedim iento.
U na segunda distinción entre retórica y estilística se evidencia en
el hecho de que la retórica no sólo se ocupa de estructuras específi­
cas en el ám bito de las oraciones o series de oraciones, sino tam bién
de la estructura textual global. Así pues, la retórica ap o rta reglas y
categorías para la división de determ inados tipos de texto, com o p o r
ejem plo de un discurso o de una argum entación, en partes funciona­
les, y p a ra un posible orden de estas partes. Esta estructura global no
es siempre la m ism a que la m acroestructura sem ántica que in tro d u ­
jim os en un capítulo anterior, pero puede estar basada en ella. En el
capítulo siguiente presentarem os diferentes estructuras globales de
textos con la ayuda de ejem plos de tipos particulares (p. ej.: una
narración), p o r lo que aquí nos lim itarem os a las características
textuales retóricas en el m arco de las oraciones y secuencias.
T racem os, grosso modo, un resum en de las relaciones entre estilís­
tica y retórica: con la retórica hem os ab an d o n ad o la caracterización
gram atical prop iam en te dicha de los textos, p o r lo que debem os
intro d u cir nuevos conceptos teóricos para las unidades y reglas
específicas. Asi com o en general se puede decir que las estructuras
retóricas se basan en estructuras gram aticales, d eterm inadas varian­
tes estilísticas pueden poseer tam bién una función retórica, a saber,
com o p a rte de las estructuras con las que se intenta provocar una
m odificación eficaz sobre el oyente. M ientras que la estilística pone
de relieve form as lingüísticas gram aticalm ente diferentes y las rela­
ciona con propiedades del contexto estilístico com o postura, actitud,
carácter y factores sociales, la retórica perm itirá reconocer tam bién
otras estructuras com o características y estará más bien dirigida al
elem ento cualitativo p o r el cual un texto posee una eficacia óptim a;
127 ESTRU CTU R A S ESTILISTICAS Y RETO RICAS

con ello, el significado se basa m ucho m enos en la postura que en las


intenciones com unicativas del hablante, es decir, en la m odificación
que él desea p ro v o car en el oyente. P o r ta n to , uno de los conceptos
básicos de la estilística es el de la ‘ad ecu id ad’, m ientras que la
retórica se preocupa m ás bien de la ‘eficacia (óptim a)’, de las reali­
zaciones: una realización no sólo debe ser correcta o ap ro p iad a en
determ inadas situaciones para resu ltar aceptable, sino que tam bién
debe encajar bien para que realm ente se acepte com o condición para
una actuación posterior. C on este prim er ensayo ciertam ente no se
han aclarad o todas las relaciones entre dos disciplinas científicas
estrecham ente em paren tad as (concordancias y diferencias); no obs­
tante, vam os a lim itarnos aquí a esta discusión general; ahora sólo
discutirem os las estructuras retóricas m ás específicas.

4.2.3 Sería ab su rd o concebir una retórica m oderna sin tener en


cuenta los objetivos, las clasificaciones y los principios de la retórica
clásica, que ciertam ente ya poseía un sorprendente nivel de ‘sofisti­
cación’. Si bien no es posible d a r una visión de la retórica clásica en
un espacio lim itado, nos ocupam os aquí de una serie de principios
básicos de la descripción específicam ente retórica de los textos.
La retórica clásica no es tan to una teoria, es decir, una ciencia
(epistémé, scientia), sino que m ás bien tiene un carácter descriptivo-
norm ativo, com o un arte o una técnica (tejné, ars). Por eso, sus
reglas son m ás bien prescripciones con respecto a un discurso o un
hablar óptim os. El arte de h ablar se analizaba especialm ente con
respecto a su función en el contexto jurídico de un proceso, aun
cuando las prescripciones tam bién resultaban válidas para otras
ocasiones, com o p o r ejem plo las asam bleas p opulares o una lau d ato ­
ria. C om o ya se indicó an teriorm ente, la retórica se ocupa sobre
todo de la m odificación de las condiciones p o r las que una situación
concreta puede luego m odificarse, en general se ocupa de las opinio­
nes y apreciaciones del juez o del público; de allí proviene el carácter
esencialm ente persuasivo de la retórica.
Si bien para esta interacción co m unicativa/persuasiva se em plea
u n.cu id ad o especial en la estructura del texto (del discurso), tam bién
se tienen en cuenta los dem ás aspectos del proceso general, p o r
ejemplo, unas fases determ inadas p a ra ‘en c o n tra r’ la tem ática correc­
ta (inventio), la selección y el orden de determ inados objetos dentro
de la tem ática (dispositio), la estructura (estilo, etc.) de la actuación
en sí (elocutio) y la m anera en que se expone (pronuntiatio), así com o
las estrategias y estructuras cognitivas de la m em oria (al hab lar de
m em oria).
En este capítulo nos interesa en prim er lugar la estructura retórica
del texto en sí (elocutio), en tan to que posponem os hasta el próxim o
capítulo el tratam ien to de las estructuras globales (retóricas y dem ás)
del texto com o cierre de la descripción textual.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 128

4.2.4 El carácter norm ativo de la retórica acarrea el hecho de que


las reglas que se refieren a la estru ctu ra del texto deben obedecer a
una serie de criterios generales que fijan la ‘idoneidad’ del texto.
C uando discutim os ciertos conceptos intuitivos de estilo, com o la
claridad o la transparencia, ya nos encontram os con una serie de
criterios; tam bién en los trabajos m ás recientes sobre las interaccio­
nes com unicativas surgen estos principios básicos. Por lo dem ás, la
utilización de la lengua debe ser ‘p u ra ’, es decir que debe concordar
con la gram ática hab itu al y o tras convenciones del uso de la lengua;
adem ás hay que ad ap tarse a las n orm as y los valores del público.
A dem ás de estos criterios aú n form ulados un tan to vagam ente en
esta parte: la elocutio, im p o rta sobre to d o lo que habitualm ente se
denom ina la ‘elegancia’ del discurso, ta n to en lo que se refiere a los
objetos tra ta d o s com o al uso lingüístico en sí. Son ante todo las
estructuras retóricas las que deben a p o rta r esta ‘orn am en tació n ’
(ornatus) y cuyo fin práctico es el de conm over o entusiasm ar al
público. D e ahí que resultara casi obvio que especialm ente esta parte
de la retórica fuera rápidam ente adm itida en la poética com o rasgo
distintivo de la obra de arte literaria. Este estado de cosas ha llevado
con frecuencia e injustificadam ente a su p o n er que sólo el texto
literario posee estas estructuras especiales, «olvidándose» que tienen
una función com unicativa m ucho m ás general y que pueden presen­
tarse en los m ás diversos tipos de textos.
Las estructuras retóricas se basan, com o decíam os, en estructuras
gram aticales, p o r lo que resulta ap ro p iad o b asar su sistem ática en
los diferentes niveles habituales com o la fonología, la m orfología, el
léxico, la sintaxis y la sem ántica. A dem ás se puede señalar el ‘dom i­
n io ’ de las estru ctu ras retóricas, a saber, el de la palab ra, el grupo de
palab ras, la o ración, la secuencia y el texto. La retórica clásica se
ocupaba sobre to d o de la p alab ra y del g rupo de palabras y dedicaba
una atención m ucho m enor a la sintaxis y a la sem ántica de oracio­
nes y secuencias enteras (compositio).

4.2.5 G eneralm ente se pueden caracterizar las estructuras retóricas


m ediante una serie de operaciones básicas que tienen lugar en los
niveles m encionados y den tro de las unidades que en ellos se
encuentran:

A. A dju n c ió n
B. O m isión
C. I nv ersión
D. S ustitució n

M ediante estas operaciones básicas en principio tam bién se pueden


definir otras m odificaciones estructurales (transform aciones), com o
p o r ejem plo la REPETICION, m ientras que a la inversa tam bién puede
definirse la operación de la SUSTITUCION com o OMISION y ADJUN­
CION de un elem ento. Este tipo de o peración, aunque sólo se haya
129 E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R IC A S

definido con relación a las estru ctu ras sintácticas, tam bién surge en
la lingüística generativa transform acional. No o b stante, las operacio­
nes retóricas recién introducidas no son en sí de tipo ‘gram atical’
aunque operen en niveles y unidades gram aticales.
Estas operaciones pueden interpretarse de dos m aneras: en prim er
lugar, com o operaciones teóricas, abstractas, p a ra la descripción de
determ inadas estructuras y sus interrelaciones; pero tam bién com o
ciertos procedimientos cognitivos p a ra la producción e interpretación
de enunciados que posean estas estructuras retóricas. En este cap ítu ­
lo nos ocupam os del aspecto ab stracto de la descripción estructural.
Por lo dem ás, tam bién se puede especificar en qué medida se
realizan estas operaciones y en qué lugar y orden, p. ej.: al principio,
en el m edio o al final de una unidad estructural determ inada.
El output de las operaciones, es decir, las estructuras retóricas,
puede o no ser gramatical; en el prim er caso éstas asignan una
‘extra’-estructura a una m anifestación p o r lo dem ás gram atical; en el
segundo, se puede m odificar una estructura gram atical ‘n o rm al’ de
una m anera específica m ás o m enos pron u n ciad a. La diferencia entre
las estructuras retóricas gram aticales y el estilo radica en la cuestión
de hasta qué p u n to se aplican o no las operaciones retóricas
m encionadas.
En este p u n to nos abstendrem os de co m en tar cóm o, en una teoría
general de la lengua, se puede deducir la relación exacta entre las
estructuras gram aticales y las retóricas, p o r ejem plo, en un m odelo
generativo.11 Si querem os generar una estructura de aliteración, el
esquem a de la identidad de sonidos a p o rta rá una lim itación de la
selección léxica (es decir: de la elección de las palabras), por lo que
en este caso la adjunción retórica de una lim itación fonológica
precede a una operación gram atical de selección léxica. O m itirem os
otros ejem plos de este tipo de coordinación m utua entre operaciones
retóricas y gram aticales.

4.2.6 O tro p roblem a que merece nuestra atención pero que, sin
em bargo, aquí no puede tratarse a fondo, es el de la base empírica de
las operaciones retóricas. C om o condición general para ello se podría
recordar que las estru ctu ras retóricas, igual que las estructuras gra­
maticales, se basan en reglas convencionales. E sto significa lo siguien­
te: los hablantes conocen estas reglas im plícitam ente, las dom inan y
las em plean en la producción e interpretación de enunciados. Un
gran núm ero de ‘figuras’ retóricas (véase más adelante) de la retórica
clásica seguram ente poseía este carácter convencional, p o r lo que
casi siem pre tenían nom bres especiales. Sin em bargo, el sistema
operacional tiene un carácter productivo, lo cual posibilita un núm e­

11 P ara las op eraciones a rrib a descritas y que pueden especificarse aún m ás en el


caso de la litera tu ra, véase tam bién v a n D i j k (1972 a) y P l l t t (1975). P ara la
m etáfo ra véase v a n D i j k & P e t o e f -i (com ps.) (1975), y, entre o tro s, v a n D i j k (1975 c).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 130

ro infinito de estructuras retóricas. No obstante, existen ciertas limi­


taciones em píricas, p o r ejem plo, cognitivas: p a ra seguir siendo per­
ceptibles com o tales, las unidades y relaciones, com o p o r ejem plo las
rim as, deben cum plir con unas condiciones que a su vez se basan en
las capacidades cognitivas de elaboración.
Tam bién cabe preguntarse cóm o se adquieren estas reglas retóricas
bajo aspectos sociopsicológicos: ¿cómo se aprenden o controlan
im plícita o explícitam ente? O de m anera m ás general: ¿qué estructu­
ras retóricas se em plean de hecho regularm ente en la utilización
‘n o rm a l’ de la lengua, qué hablantes las utilizan y en qué tipo de
situaciones?
U n problem a que tiene im plicaciones ta n to em píricas com o teóri­
cas, es la identificación de las estructuras retóricas especiales. Sólo
podem os h ab lar de estructuras especiales, que se añaden a las estruc­
turas gram aticales, cuan d o se da una cierta regularidad convencional­
m ente d eterm inada y, p o r lo tan to , no casual. Esto requiere, entre
otras cosas, que poseam os im plícitam ente (en la utilización de la
lengua) y explícitam ente (en una teoría del texto) ciertas suposiciones
sobre normas y reglas no retóricas, a p a rtir de las cuales pueden
identificarse las estructuras retóricas. SÍ, p o r ejem plo, en un periódi­
co, dos palab ras seguidas casualm ente tienen la misma consonante
inicial, no necesariam ente hablarem os en la descripción textual de
una estructura retórica (aliteración). P o r consiguiente, las hipótesis
sobre las intenciones del h ab lan te, el tipo de texto y las funciones
convencionales del texto tienen un papel en la asignación de las
estructuras retóricas. Por eso, ta n to la descripción estilística com o la
retórica requieren la discusión de conceptos com o ‘n o rm a’, ‘utiliza­
ción neutral de la lengua’, etc., con los que se pretende describir
variantes estilísticas y estructuras retóricas especiales. P or todo ello
hay que m encionar de nuevo que las estructuras estilísticas y retóri­
cas siem pre tienen un significado relativo en cu an to a su descripción
y percepción, referido a lo que, en una situación determ inada, para
un hablante u oyente determ inados o p a ra un tipo de texto concreto,
posee validez com o norm a convencional (ligada a reglas) o com o
norm a p robabilística (lo que ocurre «la m ayoría de las veces»). Con
estas reflexiones rozam os los problem as de naturaleza m etodológica
sobre las relaciones entre el conocim iento ‘ideal’ de sistem as lingüís­
ticos o de o tra índole sem iótica p o r un lado, y el em pleo real de estos
sistem as y de las hipótesis que se obtienen a p a rtir de este em pleo,
p o r otro.
Así com o aquí no pueden discutirse las relaciones exactas entre
las reglas o estructuras gram aticales y retóricas, tam poco podem os
indicar el status exacto de las reglas o estructuras retóricas en com ­
paració n con otros sistem as sem ióticos (literarios, estéticos, vi­
suales, form ales, etc.). P o r eso nos lim itarem os a los sistem as y
estructuras im portantes para la descripción de textos de una lengua
n atural.
131 E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R IC A S

4.2.7 C on las reflexiones generales que acabam os de hacer sobre la


historia y el sistem a de la retórica, pero sobre todo, sobre el tipo de
operaciones que son la base de las estructuras retóricas (en el nivel
de las oraciones y secuencias), podem os a h o ra d a r una serie de
ejemplos de estas operaciones.
Por tradición se distingue entre las operaciones que se refieren a
una sola palabra y aquellas que se refieren a combinaciones de
palabras„ Sin em bargo estas diferencias resultan problem áticas com o
m ínim o en u n a serie de casos. Podem os decir de m anera superficial
que el em pleo de un sinónimo supone la S U S T IT U C IO N — o variación—
de una p alab ra, y que una rim a siem pre requiere un m ínim o de
palabras; pero cu an d o optam os p o r em plear tropos, de los que
probablem ente los m ás conocidos son las m etáforas, se com plica
m ucho m ás esta distinción. Incluso cuando se tra ta de la S U S T IT U ­
C IO N de una p a la b ra p o r otra usada m etafóricam ente, esto será
válido solam ente en un ‘con tex to ’ m etafórico especial. En otras
palabras: una m etáfora en sí sólo es perceptible, descriptible e inter­
pretable con relación a otras expresiones de la oración o del ffagm en-
to de texto. Así com o probablem ente casa y hogar sean sinónim os en
determ inados textos y situaciones, ello no será válido para otros
textos y contextos estilísticos. Por eso, las transform aciones retóricas
están (con-)textualm ente lim itadas; puede decirse, pues, que uno o
varios elem entos de una estructura concreta experim entan una ope­
ración con relación a o tros elem entos de esta estructura, com o ya
ocurre en un sentido estrictam ente gram atical con m uchos sinónim os
(p. ej.: te a m o ^ m e gustas).
De ahí se deduce que una ‘sintaxis’ retórica seria debe apoyarse en
‘com binaciones de p alab ras’ (in verbis conjunctis) y que de hecho
todas las operaciones se incluyen en el concepto clásico de las
figurae. com o se conocen tradicionalm ente bajo el térm ino «figuras
estilísticas» y en la teoría literaria estructuralista bajo el térm ino de
«artificios».12
La sistem ática de las 'figurae' o estructuras retóricas se basa, por
lo tan to , en los siguientes parám etros:
(i) nivel (fon o lo g ía, m o rfo lo g ía/léx ico , sintaxis, sem ántica)
(ii) tipo de o p eració n (ad ju n ció n , om isión, inversión, sustitución)
(iii) á m b ito de la o p eración (unidades que se ven afectadas)
( i v ) o t r a s l i m i t a c i o n e s d e la o p e r a c i ó n ( l u g a r , f r e c u e n c i a , e t c . ) .

Sin p retender ofrecer la clasificación com pleta de la retórica clásica


ni m ucho m enos, podem os indicar los siguientes fragm entos del
sistema:

12 El co n cep to de «artificios», con una función m enos literaria que ‘estétic a’,
proviene, en tre o tro s, del F o rm a lism o ruso (especialm ente del teórico de la novela
Sklovskij). Véase tam b ién E r u c h (1955) p a ra una visión general, y S t r i f .d t f r (com p.)
(1969), p a ra los textos.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 132

I. E S T R U C T U R A S M O R F O -F O N O L O G IC A S
A. A d junc ió n
1. (repetición) id éntica
a. F o n em as
i. vocales: aso n an cia [contexto: acentuación, lim ite de m orfem a]
ii. co n so n antes: aliteración [principio de p a lab ra, etc.]
b. G ru p o s de fonem as
i. v o cales/co n so n an tes: diferentes tipos de rim a
[acen tu ación; lugar; m é tric o /n o m étrico, etc.]
c. M orfem as: reduplicación, etc.
[lu g ar en la oració n y en la secuencia oracio n al o en la
estru ctu ra m étrica]
2. casi idénticas
p. ej.: repetición de p a la b ra s d e igual raíz
3. no idénticas
a. M orfem as: enum eración, etc. [m ism a categoría sintáctica]
B. O m isión
a. F o n em as
i. vocales: elisión [áto n a, estru ctu ra m étrica o lenguaje h ablado]

II. E ST R U C T U R A S S IN T A C T IC A S
A . A dju n c ió n
1. idéntica (repetición): paralelism o
B. O m isión : elipsis, zeugm a, asín d eto n [contexto sintáctico p arcialm en te idéntico;
g ra m a tic a l/a g ra m a tic a l]
C. I n v e r s i ó n : inversión, h ip érb ato n [lugar en la o ració n ; g ra m a tic a l/a g ra m a tic a l]

III. E ST R U C T U R A S S E M A N T IC A S
A. A d junc ió n
1. co m p o n en tes sem ánticos: clím ax [en serie], hipérbole
2. lexem as: acu m u lació n , am pliación [idéntica: repetición]
3. g ru p o s de lexem as: especificación, corrección, definición; co m p aració n ,
d escripción
B. O m isión
1. co m p o n en tes sem ánticos: anticlím ax; litote
2. lex em a/g ru p o s de lexem as: elipsis (sem ántica)
C. I nv e r s ió n
o ra c ió n /p ro p o sic ió n : especificación p o ste rio r de presuposiciones; q u e b ra n ta ­
m ien to del orden n a tu ra l de n arra ció n (fábula versus sujeto [véase cap ítu lo 5])
D. S ustitució n
1. co m p o n en tes sem án tico s/lex em as: m etáfo ra, m eto n im ia, ironía [identidad
sem ántica, relación, etc.]
/adjunción: h ipérbole (véase III A 1, B 1)
/o m isión: litote
2. proposiciones: q u eb ra n ta m ie n to de con ex io n es/co h eren cia; digresión

En esta relación fragm entaria de una serie de figuras estilísticas


tradicionales se tra ta no ta n to de d ar una descripción satisfactoria
sino m ás bien de m o strar qué niveles, operaciones y otras lim itacio­
nes posibles existen para caracterizar posibles estructuras retóricas
(entre otras, las tradicionales). En especial las operaciones dentro de
sistem as m étricos estrictam ente regulados (p. ej.: la rim a) y o p e ra d o -
133 E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R IC A S

nes sem ánticas com o las m etáforas, deben de requerir o tras especifi­
caciones más am plias de condiciones, contextos, etc., lo que sin
em bargo no entra en el objetivo dé este libro ni de este capítulo. En
el capítulo siguiente se estudiará una serie de operaciones m ás ‘am ­
plias’ que han sido m encionadas anterio rm en te, m ientras que el gran
grupo de las operaciones sintácticas (elipsis, zeugma; pero tam bién el
em pleo del estilo directo o indirecto, así com o el ‘discurso vivido’,
etc.) requeriría una m ayor discusión, sobre to do d en tro de una
sintaxis oracional, lo que sin em bargo tam bién sobrepasa el m arco
del presente libro.

4.2.8 Si bien las estru ctu ras retóricas no están ligadas p o r principio
a las oraciones, hem os p o d id o ver que en m uchos casos, y tam bién
en la retórica clásica, la descripción se produce en palab ras o grupos
de palab ras, es decir, en térm inos de u n a sintaxis oracional. En esta
obra nos ocupam os ante to d o de la descripción de textos, aun
cuando la descripción en el nivel oracional sea tam bién un com po­
nente integral de aquélla. P o r consiguiente, todavía prestarem os
cierta atención a aquellas operaciones retóricas que sobrepasan (o
puedan sobrepasar) los límites de la o ración, es decir: a las que son
características de las secuencias de oraciones. En el próxim o capítulo
se discutirán las estru ctu ras globales del texto com pleto.
En principio casi to d as las operaciones retóricas pueden ser efica­
ces m ás allá de los límites de la o ración, n aturalm ente a excepción de
las que se refieren a la sintaxis de la o ración (p. ej. el zeugm a). Pero
la asonancia, la rim a, la enum eración, la elipsis, el clím ax, etc., muy
bien pueden extenderse a dos o m ás oraciones, aunque no sin las
barreras (cognitivas) antes m encionadas para las estructuras retóri­
cas en general. Incluso existen operaciones que de hecho requieren el
límite de la oración o, com o m ínim o, el de una oración incluida,
com o p o r ejem plo la figura en la que la últim a p alabra de una
oración debe ser idéntica a la prim era p alab ra de la oración siguiente
o en la que las p alabras iniciales o finales deben ser idénticas
(anáfora, epífora).
M ás interesantes todavía son las operaciones en las que las relacio­
nes entre oraciones form an la base p a ra las operaciones retóricas.
Un ejem plo de esto es el paralelism o sintáctico, en el que las estruc­
turas sintácticas de oraciones sucesivas son al m enos parcialm ente
idénticas (con o tras lim itaciones, com o la longitud y com plejidad de
las categorías correspondientes). Su «técnica» la em plea el siguiente
texto de un an uncio en el periódico p a ra un Fiat 127 de Lujo:
(16) «Tiene u n m o to r de 47 D IN H P.
A lcanza fácilm ente los 140 k m /h , y
tiene espacio p a ra 5 p erso n as y equipaje.
T iene un a caja de seg u rid ad (...)»

Por regla general, este paralelism o sintáctico tam bién supone una
identidad léxico/sem ántica o un paralelism o léxico/sem ántico, com o
LA C IE N C IA D E L T E X T O 134

la repetición del verbo «tiene», que rem ite al m ism o referente textual,
a saber, al F iat 127 de Lujo. Lo n otable es que estas estructuras
realm ente llam an la atención (com o la repetición en esta oración).
En realidad, y acaso en o tro contexto (una n arración cotidiana), la
continua repetición del esquem a V /O D com o en (16) no tiene por
qué ser algo ‘especial’ y difícilm ente po d ría funcionar de m odo
retórico: si se hace la relación de una serie de propiedades de un
objeto, de en trad a se puede esperar tam bién una estructura de este
tipo. L o sutil, sin em bargo, consiste en que, sobre to d o en el lenguaje
escrito, conocem os una serie de lim itaciones que prescriben una
cierta variación (estilística u otra) o que una variación com parable
surja p o r casualidad. T an sólo en presencia de tales reglas y regula­
ridades de la utilización cotidiana de la lengua pueden funcionar las
estructuras retóricas com o tales.
A dem ás de las m encionadas operaciones sintácticas en las secuen­
cias de oraciones, las relaciones entre oraciones, ya vistas en capítu­
los anteriores, son del dom inio de la semántica y de la pragmática.
Tam bién aquí, pues, se pueden asignar a las estructuras ya existentes
unas estructuras ‘especiales’ o bien desviaciones sistem áticas de las
reglas sem ánticas habituales. En este caso esto debería de referirse en
especial a las reglas de la conexión, coherencia, de tópico/com ento y
perspectiva en lo que respecta a la sem ántica, y a relaciones entre
actos de habla en cuanto a la pragm ática. En el nivel de proposicio­
nes podem os, pues, construir las siguientes operaciones sem ánticas:

A d junc ió n: I. R epetición de proposiciones


2. In fo rm ació n superflua, red u n d an cia
3 . A m pliación (digresión)
Om isión: 1. D e presuposiciones
2. D e consecuencias (esperadas)
3. D e elem entos - p roposiciones, p. ej.:
— p redicados
— arg u m en to s
— c u an tificad o re s/articu lo s
— expresiones m odales
4. R u p tu ra d e c o n e x i o n c s / c u a s i - c o n e x i ó n
(sin re la c io n e s e n t r e c i r c u n s t a n c i a s )
5. R u p tu ra de coherencia
— ningún ‘tem a' (m acro e stru ctu ra)
— cam bio de tem a im procedente
— ninguna id en tid ad referencial
— ninguna relación entre m undos (posibles)
6. D e s v i a c i ó n d e l t ó p i c o - c o m e n t o / d i s t r i b u c i ó n d e i n f o r m a c i ó n
7. C am b io de perspectiva
P e r m u t a c i ó n : 1. Las presuposiciones vienen después de la o ración
2. Las consecuencias vienen an tes de la o ració n
3. D esviaciones del ord en habitual de tas p ro p o sicio n es (tiem po,
d im ensiones, gen eral-p articu lar, etc.)
S u stitució n: Véase om isión: em pleo de o tras pro p o sicio n es q u e l a s necesa­
ria s/e sp e ra d a s
1. O raciones m etafóricas; alegorías
2. T ip o s de expresión irónica
135 E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R IC A S

U nas divisiones esquem áticas parecidas tam bién pueden hacerse p a­


ra las estructuras retóricas posibles de base pragm ática. Tam bién en
este caso la razón explícita se fundam enta en unos conocim ientos
que poseem os a través de la estructura pragm ática de la lengua y el
texto, p o r lo que, com o m ucho, podem os d ar un nom bre a los
fenóm enos más sim ples, puesto que una pragm ática del texto de
hecho apenas ha com enzado a d a r los prim eros pasos.
Vam os, pues, a en um erar las siguientes operaciones pragm áticas
(se om iten eventuales denom inaciones tradicionales para las o p era­
ciones, de la m ism a m anera que antes tam poco hem os em pleado las
designaciones latinas de la retórica: se tra ta de conocer el sistema,
sus reglas y principios, y no de una enum eración de nom bres o una
clasificación):

A d junció n : 1. R epetición del (m ism o) acto de habla


2. A cto de h abla ‘su p e rflu o ’, cuasi-acto de habla
3. {A u to-)corrección, p. ej.:
— aseveración de p resu p o sicio n es/
p resuposición de aseveraciones.
O m isión: 1. (Véase sem ántica) om isión de presuposiciones que se h ab rían
tenido que especificar
2. O m isión de actos de habla n ecesario s/esp erad o s, especifica-
d o re s/m o tiv a d o re s
3. R u p tu ra de condiciones p rag m áticas (om isión de condiciones)
p ara d eterm in ad o s acto s de habla
4. R u p tu ra de conexiones de parejas de actos de habla
5. R u p tu ra de la coherencia p rag m ática
— ningún m acroacto de habla
— cuasi-cam bio de h ab lan te
P erm u tació n : 1. Los actos de habla p resupuestos vienen después del a c t o de
habla
2. Las consecuencias del acto de h abla vienen an tes del acto de
h abla
3. O tras desviaciones del o rden h ab itu al de a c t o s de h a b la
S us r i T i cion: 1. E m pleo incorrecto de un acto de h abla en l u g a r de o tro , que de
hecho se habría aju sta d o al contexto (p. ej.: com o hipérbole o
litote pragm áticas)
2. E m pleo de cuasi-actos de habla

Esta relación de una serie de operaciones es provisional debido a las


razones ya m encionadas: tiene cierto carácter in-form al, p o r un lado
por la m anera general de presentarlas, y p o r o tro , p o r la falta de
conocim ientos de la m ism a pragm ática. Por tan to , no podem os
todavía d a r el paso siguiente, a saber, el de in tegrar las desviaciones
sistem áticas de las reglas pragm áticas p o r razones retóricas en el
inventario descriptivo.
T anto de las ‘figuras’ pragm áticas com o de las sem ánticas darem os
al final una serie de ejem plos extraídos de textos típicam ente persua­
sivos: de textos publicitarios de los periódicos. M uchos otros aspec­
tos (figuras fónicas, repeticiones léxicas, propiedades sintácticas co­
mo la om isión de artículos, verbos o sustantivos, desviaciones de las
habituales divisiones de secuencias oracionales en oraciones, etc.)
LA C IE N C IA D E L T E X T O 136

quedan sin analizar. T am poco entrarem os en detalle en las caracte­


rísticas globales, típicas de los anuncios, tales com o el nivel de la
argum entación, los aspectos visuales (dibujos, fotografías) y sus
relaciones con el te x to .13 La tarea específica de u n a ciencia del texto
socio-psicológica consiste en averiguar hasta qué p u n to las estructu­
ras estilísticas y retóricas dependen de los requisitos para la m odifi­
cación de opiniones, posturas e intenciones.
Un caso claro de O M IS IO N lo hallam os en el título de o tro anuncio
de u n a m arca de coche, el M arina M ark II:
(1 7) - P o r q u e n o le g u s t a c o r r e r r i e s g o s »

Este tílulo de un anuncio, im preso en letras grandes y gordas,


sim plem ente reproduce la parte constitutiva de una frase, o m ejor
dicho, la explicación de una circunstancia que se da p o r supuesta. En
estos anuncios, p o r regla general, se tra ta de la p ro p o sició n /asev era­
ción: «Vd. com pra un X /V d . debe com prar un X», donde la variable
representa el p ro d u cto correspondiente. E sta suposición vuelve a
confirm arse con el texto del anuncio, que al final de la exposición
reza:
(18) « E videntem ente, quien no quiera co rre r riesgos piensa a h o ra en un M arina
M ark II antes de c o m p ra r un coche.»

T am bién resulta típico que aq u í el m ensaje central im plícito de ‘Vd.


com pra X ’, se exprese sólo indirectamente, com o una condición pre­
via norm al de la acción (antes de co m p rar algo se reflexiona). En el
m ism o anuncio tam bién aparece una serie de operaciones pragm áti­
cas. Por de p ro n to , el lem a de la casa (en los anuncios holandeses):
(19) ¡ P e r o si es o t r o b u e n p r o d u c t o L e y l a n d !

en el que se im ita el lenguaje h ab lad o , cosa habitual en los anuncios


actuales (un tipo de cam bio de sistem a [de registro o código], que
funciona retóricam ente al sugerir el contexto de una conversación
honesta y digna de confianza), y en el que adem ás, y m ediante el
em pleo de pero (si es otro), se da una cuasi-contestación a la refuta­
ción o a la débil p ro testa de una expresión (im plícitam ente) negativa
u opiniones de o tro s, p o r ejem plo, del lector. D esde el p unto de vista
pragm ático se deberá, pues, h ab lar de O M IS IO N . T an to en estas
operaciones com o en las sem ánticas de este tipo, la función cognitiva
de la O M IS IO N consiste en que el m ism o lector a p o rta m entalm ente la
inform ación ausente (proposición, acto de h abla) con lo que se
pro cu ra una inform ación m ediante unas conclusiones que el anuncio
en sí no explica, d ad o que la inform ación en sí podría ser no del

IJ Para la e s tru ctu ra y la función de los an u n cio s véase, entre o tro s, L e ec h (1966),
N usser (com p.) (1975), R o e m e r (1968), F l a d e r (1974) y H a u s w a l d t - W i n d m ü l l e r
(1977). S a n d e l l (1977) escribe sobre la influencia m ás generalizada del estilo.
137 E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R IC A S

todo correcta o dem asiado directa. La actuación indirecta es un


m edio m uy ap reciado en la utilización persuasiva de la lengua.
D espués del títu lo , el texto del anuncio para el M arina M ark II
com ienza (17) com o sigue:
(20) «A Vd. te g u sta o b se rv ar bien to d o lo que hace»

A dem ás de la extraña estructura sem ántica (lo norm al sería: «le


gusta observar bien to d o lo que com pra») se produce aquí una
excepción pragm ática específica, d ad o que el hablante le da una
inform ación al oyente sobre el p ro p io oyente, inform ación que éste
ya debe de poseer. Estos enunciados tam bién se producen en conver­
saciones/argum entaciones, sobre to d o si se quieren fijar condiciones
o prem isas: «Si V d..., tendrá que...». Está es tam bién la estructura de
la argum entación de n uestro ejem plo del anuncio; p o r eso se trata
aquí de la A D JU N C IO N de ‘inform ación su p erflu a’.
M ientras que por un lado se pueden d ejar im plícitas ciertas infor­
m aciones im portantes, p o r o tro tam bién puede expresarse la in­
form ación en una posición su b o rd in ad a, p. ej.: en una oración
su b o rd in a d a /tó p ic o , y realizar de esta m anera una form a de ‘litote’
o ‘sub v alo ració n ’, actu an d o com o si una característica buena deter­
m inada fuese en realidad b astante casual:
(21) « P o r eso el ag rad ab le aspecto ex terio r del M a rin a no le d istraerá de lo que en
realid ad busca. Y es que Vd. quiere un coche y no p reo cu p acio n es y lo tendrá.»

El agradable aspecto exterior del coche aún no había sido m enciona­


do; p o r eso el efecto pragm ático que acabam os de discutir se basa en
la ru p tu ra de la habitual estructura de tó p ic o /c o m en to o de presupo­
sición/aserción. En la segunda p arte de la segunda oración sigue una
om isión gram aticalm ente m ás o m enos incorrecta del verbo auxiliar
querer, con lo que se produce un zeugm a.
Así com o en el m ism o ejem plo, hasta el m om ento, la perspectiva
siempre ha sido la del oyente, o sea, una especificación de sus
acciones y deseos (que el hablante daba p o r supuesto), en la últim a
oración de (21) se produce un cam bio de perspectiva: sólo el hablante
puede saber, desde su p u n to de vista, que el oyente tendrá un coche,
com o m ínim o, si se sigue la interpretación norm al de la últim a
oración. Así, ya llegam os a la próxim a estru ctura retórica de base
sem ántica: la exageración. Es evidente que el lector no ten d rá (no se
le regalará) un coche, sino que se lo tendrá que com prar. Esto
significa que lo recibirá (en propiedad) si lo com pra. Este tipo de
lim itación de un com ponente sem ántico es, p o r ende, una form a de
O M IS IO N . N o o bstante, com o a la vez se h abla del precio, tam bién se
puede h ab lar de una p e r m u t a c i ó n , y lo norm al sería: «Tendrá un
coche p o r... ptas.»
Ya habíam os discutido una cuasi-refutación co n tra una asevera­
ción im plícita en este anuncio, y a h o ra nos en contram os con una
típica pregunta retórica, es decir, una pregunta que no cum ple con
LA C IE N C IA D E L T E X T O 138

los requisitos habituales de las preguntas. T am bién en este caso se


asevera indirectam ente algo evidente, con lo que se pretende subva­
lo rar u n a cierta m anifestación cualitativa, que ha de d a r pie al lector
a corregirla im plícitam ente y predisponerlo a recibir bien precisam en­
te la característica decisiva:
(22) «¿Por q u é un coche sólido no h ab ría de tener tam bién un aspecto excelente?»

Finalm ente, y en el m ism o ejem plo, en contram os un ejem plo de


REPETICION sem ántica (que no es a la vez sintáctica ni léxica) en el
nivel de las proposiciones:
(23) «U na au tén tica g a ra n tía para co n d u cir tra n q u ilo (...)
P o d rá estar seguro d e co n d u cir libre de to d a preocu p ació n .»

Si bien este ejem plo de anuncio que acabam os de tra ta r aún nos
perm itiría m uchos m ás análisis, ya después de esta breve observación
nos m uestra to d a una serie de operaciones generalm ente esenciales
de los textos publicitarios.
En el anuncio de una agencia de viajes seguram ente tam bién
hallarem os notas con respecto a lo que puede o debe en co n trar, es
decir: se cam bia de perspectiva (lo que norm alm ente es incorrecto),
con lo que se produce una aseveración incorrecta:
(24) «[En el catálo g o de verano] tam bién Vd. en c o n tra rá algunas p ro p u estas
sed u cto ras»

La om isión de presuposiciones (necesarias) se encuentra en el clásico


ejem plo del com p ararativ o sin función com parativa, uno de los
‘tru co s’ m ás n o torios de los textos publicitarios:
(25) « C on vi a je s S ü d -E u r o p a l l e g a r a ma s l ej os »

con lo que queda im plícito que otras organizaciones de viajes o bien


el lector en general suelen quedarse en un lugar más cercano a su
hogar. U n p aradigm a típico, en este sentido, es el siguiente:

(26) X. (p a ra ) { JJ.nf A D J ./C O M P .

«X, p a ra un café m ejor», «Y, p a ra un cabello m ás sedoso», «Z, para


una conducción más segura», etc.
Estas com paraciones im plícitas, en las que el p ro d u c to ofrecido se
presenta com o m ejor o único, tam bién se pueden presentar m ediante
determ inados enunciados sin com parativo, com o en el siguiente
anuncio de un seguro de vida:
(27) « P ara C o n c o rd ia to d o s los aseg u ra d o s son iguales»

A quí se asevera im plícitam ente — si se lee acen tu an d o en Concordia—


que tal vez este tra to igualitario lo brin d a sólo esta com pañía; en el
m ism o anuncio, algo m ás tard e, esto se explícita, y adem ás, con un
com parativo:
139 E S T R U C T U R A S E S T IL IS T IC A S Y R E T O R ÍC A S

(28) « p o rq u e C o n c o rd ia hace las cosas de o tra m an era, m ás cerca del asegurado».

C on frecuencia en los anuncios se om iten no sólo las presuposicio­


nes, sino tam bién las consecuencias y conclusiones, y el lector debe
introducirlas m entalm ente. Un buen ejem plo lo a p o rta el deseo
aparentem ente ‘universal’, en el anuncio de A ño N uevo de la em pre­
sa Opel:
(29) « D e se am o s a t o d a s las pe r s o n a s q u e c o m p r e n un c o c h e n u e v o en 1977, qu e
TENGAN BUEN OJO Y SEPAN DECIDIR CORRECTAMENTE»

en el que se sustituye pragm áticam ente una in v itació n /ex h o rtació n


(«Com pre V d....») p o r un deseo, y sólo ap arentem ente se desea
sabiduría, es decir, algo en interés del co m p ra d o r/le cto r; más bien se
desea indirectam ente que com pre un Opel. T am bién se da indirecta­
m ente una m otivación a través de la enumeración de los éxitos de
venta y rendim iento de los coches Opel:
(30) «1969: El coche m ás vendido en los Países Bajos: O pel Rally; cam peón de
H o lan d a: O pel K ad ett
1970: EJ coche m ás vendido en los Países Bajos: O pet Rally; cam peón de
H o lan d a: O pel K adett
[etc] (...)»

Com o im plícitam ente se supone que la enum eración de estos hechos


ya es razón suficiente p a ra co m p rar un O pel, no hace falta d ar una
argum entación m ás d etallada, y el deseo en sí puede expresarse de
m anera vaga.
V olksw agen-A udi em pleó en su anun cio de A ño N uevo una figura
sim ilar: se dirige a todos los conductores según sus marcas:
(31) « Q uerido c o n d u c to r de M a serati, q u erid o c o n d u c to r de A lfa-R om eo,...»

De esta m anera se enum eran unas treinta m arcas/co n d u cto res, des­
pués de lo cual se le desea metafóricam ente al m undo autom ovilísti­
co: «Les deseam os un buen com ienzo para el año 1977». En este
caso, el quid de la cuestión aparece en una postd ata:
(32) «P.D .
Los co n d u cto res de V olksw agen y A udi ya h an recibido u n a felicitación
personal.
El añ o p ró x im o , tam bién Vd. puede tenerla...»

con lo que el m ensaje esencial se presenta casi com o de pasada y la


conclusión, que se indica por m edio de p untos (..., si com pra un VW
o un A udi), debe ser deducida p o r el lector. El em pleo de una
expresión com o «personal» es característico de una serie de expresio­
nes léxicas distintivas de los anuncios en lo que respecta a su valor,
digam os, asociativo/em otivo.
D e m om ento nos contentarem os con estos pocos ejem plos de la
aplicación específicam ente retórica de relaciones pragm áticas y se­
m ánticas entre p ro p o sicio n es/o racio n es/acto s de habla d en tro de
secuencias. A prim era vista estas figuras apenas se reconocen, debido
LA C IE N C IA D E L T E X T O 140

a lo acostum brados que estam os a las típicas form as de lengua y


com unicación de los anuncios y m ensajes persuasivos en general.
H em os visto que un texto publicitario trab aja sobre todo con O M I­
S IO N E S sem ánticas y pragm áticas, quedando im plícitas las presuposi­
ciones y las consecuencias/conclusiones; sólo se ejecutan actos de
habla indirectos o cuasi-actos de habla, a m enudo conform e al uso
lingüístico de una conversación fam iliar, personal (o del anuncio
público com o en el circo, p. ej., en un anuncio de Fiat: «¡Entre y
mire! ¡Entre y mire!») o sobre la base de la om isión sintáctica
(artículo, etc.).
De este resum en no debe deducirse que sólo los textos publicita­
rios em plean intensivam ente las operaciones retóricas. Bien al con­
trario , d ad o que la m ayor p arte de n uestro uso lingüístico cotidiano
es de tendencia m ás o m enos persuasiva, p o r lo que em plea las
m encionadas estructuras retóricas. C om o m edio para la interacción,
y c o m o acción que debe dirigir otras acciones — es decir: influir en el
interlo cu to r— , un acto de habla finalm ente no sólo debe ser correcto
o estilísticam ente adecuado en un contexto específico, sino que tam ­
bién exige un efecto óptim o en sentido estratégico. Esta estrategia es
determ inada y posibilitada p o r la aplicación de estructuras retóricas.
5. Superestructuras

5.1 ¿Qué son las superestructuras?

5.1.1 Para finalizar provisionalm ente la discusión sobre los diferen­


tes tipos y niveles de estru ctu ras textuales, vam os a dedicarnos a una
serie de estructuras globales especiales, a las que denom inarem os
superestructuras. D ad o que para estas estructuras todavía no se ha
acuñado un concepto generalizado y obligatorio, tam bién podría
em plearse el térm ino «hiperestructura». Incluso el ya m encionado
concepto de m acro estru ctu ra po d ría servirnos en este caso; no obs­
tante, y para evitar evidentes posibilidades de confusión, m antendre­
mos el térm ino m acroestructuras semánticas para la explicación del
significado global — del objeto del tex to — , e introducirem os las
superestructuras com o concepto nuevo.

5.1.2 La m anera m ás sencilla de ilustrar las superestructuras es


hacerlo a través de una narración. U na n arración puede tra ta r de un
tema d eterm inado, p. ej., de un robo. Sin em bargo, adem ás del
hecho de que el texto posea este tem a global, tiene a la vez la
característica global de que se tra ta de una ‘n arra ció n ’. En otras
LA C IE N C IA D E L T E X T O 142

palabras: después de hab er escuchado o leído una narración, sabe­


m os que se tra ta de una n arración y no de un anuncio o una
conferencia. A hora bien: p a ra d em o strar que el tem a o el objeto y la
típica estru ctu ra n arrativ a son independientes entre sí, podem os muy
bien im aginarnos un texto que si bien tam bién trata de un robo, no
es en absoluto una narració n , sino un inform e policial o una decla­
ración hecha después del robo, un inform e de los daños habidos a
una casa de seguros ju n to con la denuncia del robo, etc. Estos
diferentes tipos de textos se diferencian todos entre sí, no sólo por
sus diferentes funciones com unicativas y, p o r ello tam bién, p o r sus
funciones sociales, sino que adem ás poseen diferentes tipos de cons­
trucción. D enom inarem os superestructuras a las estructuras globales
que caracterizan el tipo de un texto. P o r lo tan to , una estructura
narrativa es una superestructura, independientem ente del contenido
(es decir: de la m acroestructura) de la narració n , aun cuando vere­
mos que las superestructuras im ponen ciertas lim itaciones al conte­
nido de un texto. Para decirlo m etafóricam ente: una superestructura
es un tipo de fo rm a del texto, cuyo objeto, el tem a, es decir: la
m acro estru ctu ra, es el contenido del texto. Se debe com unicar, pues,
el m ism o suceso en diferentes ‘form as textuales’ según el contexto
com unicativo.

5.1.3 A unque no existe una teoría general de las superestructuras,


sí se conoce una teoría sobre determ inadas superestructuras, p articu­
larm ente sobre la n arració n y la argum entación. P or esta razón no
podem os ofrecer una teoría general, sino que hem os de lim itarnos a
una serie de observaciones sobre las hipotéticas características de
estas estructuras. D iscutirem os en detalle algunos tipos de estructu­
ras textuales p a ra d em o strar de qué m anera se relacionan las super­
estru ctu ras con o tras estructuras, textuales; p o r ejem plo, con las
sem ánticas.
D e la m ism a m anera que en las estructuras retóricas en el nivel de
oraciones y secuencias, con la introducción de las superestructuras
dejarem os de lado la gram ática y la lingüística propiam ente dichas.
P or esta razón, las su p erestructuras tradicionalm ente sólo tenían
cabida en los cam pos de la retórica, la poética y la filosofía, o —en
las asignaturas m ás m odernas— sólo en aquellas disciplinas en que
la im portancia de determ inadas estructuras textuales específicas era
evidente, com o el texto propagandístico en la politología o el texto
periodístico en las ciencias de la inform ación. Esta fragm entación de
la investigación del uso de la lengua y del texto precisam ente se evita
m ediante la delim itación de una ciencia del texto interdisciplinaria,
que coloca el estudio de diferentes textos, sus estructuras y funciones
en un d en o m in ad o r com ún.
Las su p erestructuras y las m acroestructuras sem ánticas tienen una
propied ad com ún: no se definen con relación a oraciones o secuen­
cias aisladas de un texto, sino p a ra el texto en su conjunto o para
143 SUPERESTRU CTURA S

determ inados fragm entos de éste. E sta es la razó n p o r la que h ab la­


m os de estru ctu ras globales, a diferencia de estructuras locales o
m icróestructuras en el nivel de las oraciones. Si decim os de un texto
que se tra ta de u n a n arració n , nos estam os refiriendo a todo el texto
y no a la prim era oració n ni a las siguientes, de las que a prim era
vista p robablem ente tam poco p o d ría decirse que form an parte de
una narración.
Las su p erestructuras no sólo p erm iten reconocer o tra estructura
más, especial y global, sino que a la vez determ inan el orden (la
coordinación) global de las partes del texto. Así resulta que la pro p ia
superestructura debe com ponerse de d eterm inadas unidades de una
categoría determ inada que están vinculadas con esas partes del texto
previam ente o rdenadas. La expresión form al sería la siguiente: una
superestructura se plasm a en la estru ctu ra del texto (com o la hem os
construido hasta ahora). Es decir que la superestructura es una
especie de esquema al que el texto se ad ap ta. C om o esquem a de
producción esto significa que el hab lan te sabe: «A hora contaré un
cuento», m ientras que com o esquem a de interpretación esto significa
que el lector no sólo sabe de lo que tra ta el texto, sino, sobre todo,
que el texto es una n arración. En el próxim o capítulo discutirem os
estos aspectos cognitivos de las su p erestructuras en la elaboración de
los textos.
A cabam os de m encionar que las superestructuras existen indepen­
dientem ente del contenido y que, p o r regla general, estas estructuras
no se describen con la ayuda de u n a gram ática lingüística. P o d ría­
m os decir, den tro de ciertos límites, que u n a p ersona puede h ab lar y
entender su lengua, sin que p o r ello tenga que estar capacitada para
narrar. P o r o tro lado tam p o co sería m uy útil p a ra un hablante
conocer las reglas de la gram ática sin saber reproducir los sucesos
cotidianos con u n a n arració n correcta o sin p oder com prender lo
que o tros cuentan. Es decir que tam bién hay que d o m inar las reglas
en que se basan las su perestructuras, y estas reglas pertenecen a
nuestra capacidad lingüística y com unicativa general. P or consiguien­
te supondrem os que com o m ínim o una serie de tipos de superestruc­
turas posee un carácter convencional, es decir que la m ayoría de
hablantes de una co m unidad lingüística las conoce o reconoce. En
seguida verem os que esa com unidad lingüística puede ser bastante
lim itada, com o p o r ejem plo las com unidades de técnicos, ya que no
todo el m undo puede escribir un soneto, p redicar o red actar y
com prender un artículo psicológico.
Si bien las su p erestructuras pueden tener tam bién un carácter
convencional y m anifestarse en textos de la lengua n atu ral, resultará
conveniente considerarlas y describirlas en p rim era instancia com o
independientes de las estructuras textuales ‘lingüísticas’. En otras
palabras: en prim er lu g ar podem os analizar el esquema abstracto y
posteriorm ente investigar hasta qué p u n to se m anifiesta en los textos
de una lengua natu ral. La lógica nos ofrece unos procesos parecidos;
LA C IE N C IA D E L T E X T O 144

tam bién en ese caso se tra ta de estructuras de argum entación ab strac­


tas, cuyas variantes form ales se pueden explicitar en sistem as lógicos
de fórm ulas y reglas de deducción, igualm ente independientes del
‘conten id o ’ de las fórm ulas. El reconocim iento de que este m odo
‘ab stracto ’ de proceder no sólo es conveniente sino incluso necesario
debería de resultar del hecho de que las m ism as superestructuras, los
mism os esquem as, pueden manifestarse en diferentes sistem as semió-
ticos. U na estru ctu ra de relato se puede expresar tan to a través de un
texto com o a través de dibujos o películas. Es decir que aquí se
m antiene la típica estructura de relato — que a p artir de ahora
denom inarem os estructura narrativa p a ra evitar confusiones con el
relato n a rra d o (el texto)— en los diferentes ‘m ensajes’ de los sistem as
sem ióticos. D ado que un sistem a de categorías y reglas narrativas
típicas que define la estructura narrativ a no puede m anifestarse
directam ente, sino que siem pre necesita de o tro sistem a, de una
Mengua’, podem os llam ar secundarios a estos sistem as.1 O tro ejemplo
conocido de un sistem a secundario de este tipo nos lo ofrece la
m étrica: tam bién un d eterm inado sistem a m étrico sólo puede m ani­
festarse m ediante form as fó n ico /g ráficas de la lengua n atu ral (o de
la música). A quí nos lim itarem os en un fu tu ro a los sistem as que
puedan representarse en textos de la lengua n atural.

5.2 ¿Cómo se describen las superestructuras?

5.2.1 D espués de h ab er ad q u irid o esta prim era noción de superes­


tru c tu ra , surge la cuestión de cóm o describir form alm ente una estruc­
tura de este tipo. Esta descripción puede tener un carácter m ás o
menos intuitivo, com o p o r ejem plo en la ciencia tradicional de la
n arració n o de la argum entación, o ser m ás o m enos explícita, com o
puede verse en los ejem plos de la gram ática y la lógica.
Las pro p u estas p ara una descripción sistem ática de este tip o ya
resaltan del últim o párrafo: una su perestructura es un tipo de esque­
ma ab stracto que establece el orden global de un texto y que se
com pone de una serie de categorías, cuyas posibilidades de com bina­
ción se basan en reglas convencionales. E sta característica produce
un paralelism o con la sintaxis, con la que describim os u n a oración
(no en balde h ablábam os de una ‘form a textual’). La form ulación
sugiere, p ara este tip o de sistem as sem ióticos abstractos, un procedi­
m iento que funciona análogam ente a la gram ática y la lógica. E sto
requiere, en p rim er lugar, que form ulem os (i) una serie de categorías
p ara las diferentes su p erestructuras y (ii) una serie de reglas m edian­
te las que pueden com binarse las categorías entre sí. Estas reglas de

1 S o b re to d o en los estu d io s literario s estru ctu ralistas rusos se ha d isc u tid o con
frecuencia el co n cep to de «sistem as secundarios», com o p o r ejem plo, la litera tu ra
frente a la lengua n atu ral. V éase p. ej. L o t m a n ( 1972 a, b).
145 SU PERESTRU CTU RA S

form ación deben establecer, por ejem plo, que, dadas las categorías a,
b, c, sólo son aceptables las com binaciones ab, be, ac y no ba, cb, ca
o abe, bac, cab, etc. Estos fenóm enos ya los conocem os de la escuela,
com o esquemas de la rim a. A dem ás de estas categorías y reglas que
generan las estructuras básicas elem entales de los distintos sistem as
(es decir: que los describen explícitam ente) tam bién conocem os reglas
que relacionan estas estructuras entre sí o que las com binan. Se trata
de las reglas de transformación. Esta regla de transform ación po d ría,
por ejem plo, significar que si com binam os las estructuras ab y be
entre sí, tam bién podrem os poner en su lugar la estructura ac, es
decir que desde un p u n to de vista d a d o ,<ab, bc>y ac son equivalen­
tes. Las reglas de transform ación tam bién pueden determ inar que en
ciertas circunstancias podem os desviarnos de una estructura básica.
T am bién este fenóm eno nos resultará conocido de la m étrica y la
teoría de la versificación, com o cuando, p o r ejem plo, una estructura
m étrica de repente se vuelve ‘irreg u lar’ porque la p alab ra de la rim a
no es la últim a p alab ra de una parte sintácticam ente independiente
de la oración (com o en el encabalgam iento). D e la mism a m anera
tam bién verem os que en la estructura narrativ a ‘can ónica’, p o r ejem­
plo en la literatu ra, a m enudo tienen lugar ciertas m odificaciones.
Estas m odificaciones tienen el m ism o status que las operaciones
retóricas: a d j u n c i ó n , o m i s i o n , i n v e r s i ó n y s u s t i t u c i ó n . Para
evidenciar la naturaleza ab stracta del esquem a, las unidades (‘pala­
b ra s’) del sistem a se com p o n d rán sólo de letras, p o r ejem plo x, y, z...
o a, b, c..., com o ya se ha m encionado an teriorm ente. Según la
superestructura en cuestión, estas letras p o d rá n interpretarse com o
unidades fónicas, gráficas o sem ánticas. De hecho ya hicimos algo
sim ilar en el nivel oracional con las estructuras retóricas, que tam ­
bién son ‘secundarias’ y que se describen ju n to con las superestruc­
turas en la retórica clásica.

5.2.2 Esta aproxim ación ‘fo rm al’ a las superestructuras es provisio­


nal en m uchos sentidos, d ad o que la problem ática en sí todavía no
puede ser v alorada en su ju sto p unto. En prim er lugar hay que
subrayar que la form ación explícita de la teoría sólo puede realizarse
adecuadam ente sobre la base de observaciones sistem áticas. Incluso
una gram ática m oderna se fundam enta en la tradición de un estudio
de la lengua de casi dos mil años. D u ran te este período se h an ido
desarrollando las categorías y reglas ‘intuitivas’ m ás im portantes, y
hay que añ ad ir varias décadas de análisis estructural de la lengua.
A ún sabem os m uy poco acerca de las su p erestructuras, p o r lo que
estas observaciones y análisis tam bién suponen un prim er requisito
para una descripción m ás bien form al.
P o r lo dem ás, en el nivel form al de la descripción surge una serie
de problem as. Incluso si tuviéram os una ‘sintaxis’ elem ental p ara un
determ inado sistem a de superestructuras, nos haría falta u na semán­
tica que aportase el ‘con ten id o ’, el ‘significado’, la ‘referencia’ o la
LA C IE N C IA D E L T E X T O 146

‘fu n ció n ’ a las estructuras. Sin em bargo, todavía no se ha aclarado


hasta qué p u n to se puede h ab lar en realidad del ‘significado’ de una
estructura narrativa, excepto en la m anera form al-abstracta en que
se pod ría decir que el ‘significado’ de una estructura narrativa sería
1a ‘n arració n ’, de m odo análogo al que un esquem a a b b a puede
interpretarse com o una com binación de unidades de rim a. Aquí nos
lim itarem os a esta discusión para dedicarnos en prim er lugar a las
bases em píricas y los diferentes tipos de superestructuras.

5.3 Las bases empíricas de las superestructuras

5.3.1 D ad o el carácter ab stracto de las superestructuras se nos


plantea la cuestión de cóm o se manifiestan concretam ente. Esta
m anifestación sólo puede producirse indirectam ente, d a d o que las
superestructuras form an p arte de sistem as secundarios. Para la des­
cripción textual, por ejem plo, esto supone que nos encontram os con
ciertas limitaciones o regularidades que com o tales no se producen
sobre una base gram atical (si tom am os la lengua n atural com o el
sistem a respecto del cual las superestructuras son sistem as secunda­
rios). Tracem os una com paración: podem os observar que en deter­
m inados textos aparece una identidad fónica regular, p o r ejem plo,
una rim a, que no se basa en las reglas fonológicas de la lengua. Por
ello suponem os que hay además de la gram ática, o tro sistem a que
determ ina la estructura de tales tipos de textos, com o por ejem plo un
sistem a m étrico o un sistem a que se basa en la teoría de la versifica­
ción, de m odo que esta regularidad no es en absoluto casual.

5.3.2 A dm itim os adem ás que este sistem a no sólo establece la


estru ctu ra textual en ab stracto , sino que los hablantes lo conocen y
pueden aplicarlo adecuadam ente. P o r lo tan to , un hablante debe ser
capaz de pro d u cir y de in terp retar textos de acuerdo a este sistema.
Si un sistem a de este tipo es convencional, se p o d rá deducir, entre
o tras cosas, que un hablante puede establecer grosso modo una
diferencia entre los textos que m anifiestan una superestructura
‘co rrecta’ y aquellos en los que esto no se produce. Si volvemos a
restringirnos a las estru ctu ras narrativ as, resultará que un h ablante
sabe, en principio, si un enunciado dado es una narración o no, o si
sim plem ente es ‘m ás o m enos’ una n arración. P o r ello, una teoría de
las su p erestructuras debe tem atizar determ inadas particularidades
del com portam iento lingüístico de los hablantes; y la teoría realm en­
te lo hace al p o stu lar un sistem a convencional de categorías y reglas
que parcialm ente tam bién co-definen este com portam iento. La ‘exis­
tencia’ de un sistem a de superestructuras puede tam bién explicarse,
adem ás de p o r m edio de esta observación sistem ática de expresiones,
textos y dem ás usos de la lengua, sobre la base de la aplicación o
calificación m ás o m enos consciente del propio hablante: éste puede
147 SU PERESTRU CTU RA S

a p o rta r ciertos juicios sobre los textos en conceptos del sistem a,


clasificar los textos sobre la base de estos conceptos así com o d a r un
nom bre convencional a los tipos de texto específicos; p. ej.: esto es
una narració n , aquello se encuentra en un texto publicitario, alguien
daba u n a conferencia, etc.

5.3.3 Si hablam os de que los hablantes ‘conocen’ un sistem a de


reglas im plícitam ente y que lo aplican, ello significará que este
sistem a debe poseer una base psicológica en form a de reglas/proce­
sos, categorías, etc., cognitivos. Sin em bargo, no significa que una
teoría form al, que genera superestructuras de textos, deba coincidir
con una teoría de los procesos cognitivos de la elaboración de textos,
es decir, de la producción y la interpretación de superestructuras.
Q ueda en suspenso en qué consiste exactam ente la relación entre
estas dos teorías. U na teoría cognitiva no sólo debe explicar cuáles
representaciones de superestructuras tenem os en nuestra m em oria,
sino tam bién cóm o se producen en un d eterm inado proceso de
interpretación. No o bstante, en una teoría m ás abstracta se asigna
una d eterm inada su perestructura como un todo a un texto en virtud
de determ inadas reglas de reproducción, p o r lo que quedan fuera de
toda consideración aquellas estrategias concretas que un hablante
em plea p ara una construcción lo m ás eficaz posible de una represen­
tación de su perestructuras. C on todo, una teoría del texto rigurosa
tam bién debe ser cognitivam ente relevante en el sentido de que com o
m ínim o u na p arte de sus categorías y reglas debe ser parte integrante
de una teoría cognitiva m ás am plia, si realm ente quiere tom arse en
serio la utilización real de la lengua. M ás tard e volverem os sobre la
im portancia de las m acroestructuras y su p erestructuras introducidas
para la form ación de la teoría psicológica.

5.3.4 F inalm ente cabrá preguntarse hasta qué p u n to las superestruc­


turas realm ente son una propied ad general de los textos. Si bien ya
hemos m encionado u n a serie de ejem plos, com o la narración, la
argum entación y el poem a, no puede deducirse de ello que todos los
textos posean u n a superestructura. T am bién los textos de u na sola
frase o incluso de una sola p alab ra caen bajo esta categoría (por
ejemplo, la orden «¡Ven!»). U nos problem as parecidos tam bién su r­
gieron d u ran te la observación de las m acroestructuras sem ánticas.
Sin em bargo, en este caso resulta que las m icro- y m acroestructuras
pueden muy bien coincidir, m ientras que podem os suponer que todo
texto coherente tiene un ‘tem a’ global, es decir, u n a m acroestructura,
aunque sólo se exprese con una frase.
No o b stan te, es posible que las superestructuras específicas, com o
p o r ejem plo un esquem a narrativ o , im pongan ciertas lim itaciones a
la form a de un texto. P o r ejem plo, enseguida se verá que por princi­
pio no se puede h acer ninguna n arració n sobre la base de u na única
o ració n /p ro p o sició n . C on la argum entación ocurre lo m ism o. En
LA C IE N C IA D E L T E X T O 148

am bos casos el esquem a debe plasm arse en secuencias, con lo que las
diferentes unidades de estas secuencias caen ‘b a jo ’ diferentes catego­
rías del esquem a.
Sin em bargo, persiste la pregunta de hasta qué p unto todos los
textos tienen una superestructura. Si así fuera, esto supondría que
cada texto pertenece a un tipo convencional, y no sólo p o r su conte­
nido o sim plem ente p o r cierta función p ragm ática o social (com o
una o rden, una petición o una excusa), sino debido a una estructura
esquem ática global d ad a que se m anifiesta en el texto. Esta hipótesis
parece, al m enos a p rim era vista, b astante problem ática p a ra un
texto del tipo del ya m encionado «\Venl», a no ser que se quiera
adm itir este enunciado com o p arte de una conversación y distinguir
a su vez determ inadas superestructuras en esta conversación; las
categorías pueden, en ciertas circunstancias, tam bién estar ‘vacías’,
lo cual puede darse de m anera sim ilar en la construcción de oraciones.
Sin em bargo, no queda excluido de en trad a que haya textos que,
aunque se reconozcan com o tales p o r o tras razones (sem ánticas,
pragm áticas y retóricas), apenas posean o acaso no posean ninguna
superestructura convencional. A parentem ente, un anuncio o un poe­
ma pueden poseer una form a global casi arb itra ria , y tam poco
podem os im aginarnos directam ente y sin más de qué m anera tienen
una su perestructura convencional una noticia de la prensa o un spot
publicitario de la televisión. A la inversa, tam bién hay textos cuyas
form as están institucionalmente establecidas o fijadas, com o por
ejem plo los rituales religiosos, las leyes, los co n tratos o determ inados
docum entos. N uestro problem a de si todos los textos tienen superes­
tructu ras, es pues sobre to d o em pírico, y debe solucionarse m ediante
la observación y la descripción sistem áticas.

5.4 Tipos de superestructuras

5.4.1 C on los ejem plos expuestos h ab rá quedado claro que segura­


m ente hay que distinguir entre diferentes tipos de superestructuras.
U na prim era división puede llevarse a cabo si tom am os com o base
aquellas estru ctu ras que com ponen un sistem a prim ario (por ejem­
plo, la lengua natural), en el que se m anifiestan las superestructuras.
Los sistem as m étricos o bien los que se basan en la teoría de. la
versificación se m anifiestan ante to d o com o ciertas lim itaciones de la
estructura fonoló g ica/m o rfo ló g ica/léx ica y parcialm ente tam bién sin­
táctica de un texto; dichas lim itaciones son, en principio, indepen­
dientes del contenido del texto. A la inversa, habitualm ente una
estructura narrativa se plasm a en la estructura (macro-)semántica de
un texto. Finalm ente tam bién podem os suponer que la superestruc­
tura se basa en la estructura pragm ática de un texto o un a conversa­
ción, p o r ejem plo en la secuencia de actos de habla, com o puede
ocurrir en una discusión argum entativa.
149 SU PERESTRU CTU RA S

5.4.2 E ventualm ente tam bién p odríam os in ten tar dividir las supe­
restru ctu ras sobre unas bases puram en te form ales, y no, com o se ha
hecho an teriorm ente, según su m anifestación o sus funciones (com o
enseguida verem os). Esta división form al puede llevarse a cabo
según el tipo de categorías, reglas y otras lim itaciones — i n t e r n a s -
de los diferentes sistem as. Los sistem as pueden distinguirse, pues,
según varios tipos de recursividad, es decir, a través de la posibilidad
de repetir la m ism a categoría o regla. Sin em bargo, en este caso se
trata únicam ente de propiedades teóricas, ya que los textos, desde un
p u nto de vista em pírico, sólo tienen u n a longitud lim itada. D ados
los sím bolos de categorías A y B, podem os im aginarnos sistem as que
p o r ejem plo perm itan una serie A A A A A A B , p ero no una serie
A B B B B B B , o viceversa. Así pues, una argum entación o una dem os­
tración form al será del prim er tipo y no del segundo (si B representa
la categoría de la conclusión), en ta n to que el segundo tipo de
estructura m ás bien representa un inform e periodístico (en el que A
es la categoría del título). O tras diferencias form ales similares se
hallan en la posibilidad de p o d e r «em potrar» una superestructura
dentro de sí o no, de la m anera en que se puede «em potrar» un
cuento den tro de un cuento, o una dem ostración com o ‘lem a’ dentro
de una dem ostración. A quí no intentarem os p resen tar una teoría
form al que, p o r ejem plo, pudiera basarse en la lingüística m atem áti­
ca o la teoría de las lenguas form ales; nuestra tarea consiste más bien
en ju n ta r algunos fragm entos (inform ales) p a ra una teoría de esta
índole.

5.4.3 F inalm ente podem os plan tear la cuestión de si resulta posible


diferenciar las superestructuras sobre la base de las funciones o los
efectos sociales y pragmáticos. H ay que tener en cuenta que las
superestructuras nunca pueden poseer directamente (es decir, «en sí»)
estas funciones, d ad o que únicam ente se m anifiestan a través de la
estructura de una lengua. P o r eso, el efecto o la función de una
narración nunca pueden considerarse desvinculados de o tras estruc­
turas sem ánticas, retóricas o estilísticas. Así parece, pues, que un
esquem a n arrativ o ‘vacío’ nunca puede tener una función determ ina­
da por sí m ism o, o p o r lo m enos no com o esquem a narrativo, si bien
existe la posibilidad de que la estructura específica del esquem a
posea una función de este tipo en un texto determ inado. C oncretan­
do direm os que la m anera en que se cuenta una historia puede tener
cierto efecto estético, pero incluso en tal caso persiste la pregunta de
si tales efectos no se basan tam bién en o tros factores, sobre todo
sem ánticos. A dem ás, persiste el hecho de que la función específica de
los textos está vinculada con su superestructura. Ya hem os visto que
en principio podem os describir el ‘m ism o con tenido’, p o r ejemplo,
un ro b o , tan to en una n arración com o en una declaración policial o
en una reclam ación p o r d años y perjuicios dirigida a la com pañía de
seguros. P or regla general, estos tipos de texto funcionan en diferen­
LA C IE N C IA D E L T E X T O 150

tes contextos, p o r lo que podem os supo n er que d eterm inadas propie­


dades cognitivas y sociales de los contextos están relacionadas con
categorías específicas en las superestructuras. V am os a d a r un ejem­
plo m uy gráfico: si un fiscal, debido a una serie de reflexiones, llega
a hacer u n a petición, ésta ten d rá una función institucional muy
específica; p a ra el juez, p o r ejem plo, tendrá un status m uy diferente
que las ‘reflexiones’ del fiscal que, consideradas p o r separado, acaso
se hayan realizado ad hoc, p o r lo que no tienen una función institu­
cional específica. Lo m ism o puede aplicarse al fa llo específico del
juez frente a la fundam en tació n del fallo. D e esto parece poder
deducirse que el ‘hallar’ determ inadas categorías p a ra la descripción
de las superestructuras puede ser determ inado, aunque, en sentido
estricto, indirectam ente, p o r un análisis de las posibles funciones que
tienen estas categorías en el contexto com unicativo.

5.4.4 O tra cuestión interesante para la tipología y la teoría de las


superestructuras es la de la posible base común: ¿resulta posible
reducir las diferentes superestructuras con que nos hem os en co n tra­
do hasta ah o ra, com o la n arración y la argum entación, a una super­
estructura m ás elem ental o a un pequeño núm ero de superestructu­
ras m ás elem entales? El problem a se reconoce fácilm ente si esta
pregunta ha de referirse ta n to a superestructuras de base fonológica
com o de base sem ántica: una estructura que se basa en la teoría de
la versificación y una estructura narrativ a son, quiérase o no, de
índole to talm ente distin ta, p o r m ás que alguna vez se em pleen m etá­
foras de la teoría de la m úsica o de la m étrica para describir
estructu ras n arrativas, o a la inversa, com o ya lo insinúa el vago
concepto de «com posición».
Estas preguntas no se pueden contestar sin una am plia investiga­
ción de todas las superestructuras posibles. N o obstante, la form a­
ción de hipótesis es necesaria de en trad a para que sem ejante análisis
tenga la necesaria coherencia. Ya nos sería de gran ayuda si las
categorías de distintos tipos de superestructuras fueran com parables
entre sí, lo cual p o d ría llevarnos, a través de la generalización y la
abstracción, a una teoría general de las estructuras globales de textos.
Al buscar una base com ún p a ra las estructuras globales no nos
queda m ás rem edio que tener presente que los esquem as m uy p ro b a­
blem ente no son arb itrario s y que están en estrecha relación con los
aspectos sem ánticos y pragm áticos de los textos y de la com unicación
o que, com o m ínim o, en un principio, existía esta relación. A cto
seguido, y en el nivel global de la descripción textual, en el que se
distingue entre superestructuras y m acroestru ctu ras, se puede recono­
cer u n a diferencia que ya surge en el nivel de las oraciones, entre,
p o r un lado, la estructura sem ántica de la o ración, y p o r otro, la
estructura de tó p ico /co m en to o presuposición/aserción de la oración,
que está dirigida a la pragm ática de la com unicación. D e esta
m anera existe la estructura oracional ‘canónica’ de que el prim er
151 SUPERESTRUCTURA S

constituyente nom inal (o sujeto) ad o p ta la función del tópico, es


decir: la función que indica sobre qué ‘ob jeto ’ ya introducido o
conocido den tro del resto de la frase ‘se dice algo’, com o en la
sencilla frase: Juan está en et cine. La estru ctu ra de tó p ico /c o m en to
tiene algo que ver con la distribución de la inform ación dentro del
texto, d onde, en principio, un concepto (una cosa, u na persona o un
hecho) siem pre sirve de ‘p u n to de p a rtid a ’ al que a lo largo del texto
se asignan determ inadas características o propiedades.
Po r lo que la lingüística m oderna ha p o d ido descubrir hasta
ah o ra, una estru ctura de tó p ico /co m en to no puede generalizarse sin
m ás en el nivel del texto. D e en trad a sería ab surdo decir que al
principio del texto aparece un único tópico global y en el resto un
com ento global, p o r lo m enos no en el sentido arrib a indicado. En la
m edida en que pueda h ablarse de una relación, no hay que verla con
el texto com o secuencia de oraciones, sino con la m acroestructura
del texto. En segundo lugar, com o decíam os, la división binaria
tó p ico /co m en to en el nivel de la frase afecta a la distribución de la
inform ación en el texto. En el nivel del texto com o un to d o a buen
seguro no siem pre se puede arg u m en tar en estos conceptos, puesto
que los objetos ‘ya introducidos en te x to s/o racio n es previos’ ap are­
cen a lo sum o en secuencias textuales, p o r ejem plo en conversaciones
(diálogos, discusiones, cartas, etc.). A lgo sim ilar vale p ara la división
presuposició n /aserció n , que se basa en proposiciones previas y actu a ­
les expresada en oraciones.
A pesar de estos avisos en co n tra de una adopción dem asiado
directa del p ar conceptual tó p ico /co m en to , tam bién se pueden fijar,
con un poco de fantasía y en el nivel del significado global de un
texto — es decir, en el nivel de la m acro estru ctu ra— posibles distin­
ciones en las funciones de la inform ación. Este paso incluso es
necesario p a ra los casos en que el texto realm ente sólo se com pone
de una única frase. Si alguien llam a p o r teléfono y pregunta por
Ju a n y si yo (parco de palab ras) le contesto sim plem ente con la ya
m encionada frase: Juan está en el cine, tam bién mi contestación
pertenecerá com o texto a la división de funciones tópico /co m en to ,
aun cuando sólo sea p o rq u e aquí las estructuras m icro- y m acrose-
m ánticas de oració n y texto coincidan.
En los textos m ás com plejos, en los que ya no se d a este caso,
podem os seguir, sin em bargo, razo n an d o de la siguiente m anera: si
se quiere saber ‘de qué tra ta el tex to ’ hay que m encionar en prim er
lugar una serie de objetos, personas o circunstancias sobre los que se
quiere decir algo. En algunos contextos estos objetos, personas o
circunstancias pueden ser ya conocidos p o r el o y en te/lecto r (com o
p o r ejem plo, las personalidades políticas en los artículos de periódi­
cos), m ientras que en o tros contextos prim ero deben introducirse en
el texto. U na introducción hab itu al se realiza, p o r ejem plo, m ediante
«érase» o «había»: ‘érase una vez un rey’ o ‘había una niña sentada en
la acera'. En am bos casos y desde un p u n to de vista global, existirá
LA C IE N C IA D E L T E X T O 152

una form a textual canónica tal que las prim eras m acroestructuras o
la prim era parte de ellas funcionen com o ‘tó p ico ’ en el nivel textual.
(Para evitar confusiones recordem os que en este caso no hay que
pensar en un concepto de ‘tó p ico ’ que sea equivalente a un concepto
de objeto o tem a, es decir: a la to talid ad de la m acroestructura del
texto.) E n un tópico de este tipo se introduce, p o r ejem plo, una
persona, de m anera que en el texto en sí pueda describirse am plia­
m ente esta persona. A dem ás, den tro del m ism o ‘tó p ico ’ pueden
introducirse o tras personas a la vez que el lugar y tiem po del suceso
sobre el que se inform a. Esta inform ación reunida puede a d o p ta r la
función de introducción de una n arración o un inform e. A lo largo
del resto del texto se dirá lo que es p ragm áticam ente necesario
inform ar sobre las personas m encionadas, de m anera que esto fun­
ciona com o ‘com en to ’ en el nivel textual. C on unas expresiones aún
muy vagas y en analogía con la sem ántica o racio n al/p rag m ática
oracional hem os d ad o el prim er paso p a ra distinguir determ inadas
funciones en la m acro estru ctu ra de un texto. D ad o que ya hem os
aclarad o que las superestructuras a buen seguro no son arbitrarias,
sino que ‘reflejan’ determ inadas funciones cognitivas, pragm áticas o
sociales en la com unicación textual, vam os a suponer a h o ra que las
‘funciones inform ativas’ globales introducidas paso a paso son for­
m as básicas en el nivel de la m acroestructura, p ara, com o m ínim o,
una p arte de las superestructuras. E n seguida verem os que la estruc­
tura de una n arración en el fondo no es m ás que otra diferenciación
de tales estructuras elem entales.
Algo sim ilar se co nstata en la m ism a distribución funcional en el
nivel de las proposiciones, a saber, en la estru ctura de presuposi­
ció n /aserció n de oraciones (com plejas). En este caso se hace una
m anifestación con relación a una circunstancia ya conocida que se
fund am en ta, p o r ejem plo, en algo ya m anifestado en el texto o el
contexto. T am bién aquí nos m ovem os en el cam po límite entre
sem ántica y pragm ática: las circunstancias y los m undos son el
dom inio de la sem ántica, m ientras que el ‘co nocim iento’ de circuns­
tancias en el oyente y el ‘h acer’ del ‘en u n ciar’ son sin duda de orden
pragm ático. A dem ás de h ablar de estas relaciones entre proposicio­
nes, podem os discutir sobre las relaciones de condiciones y consecuen­
cias m ás generales entre las circunstancias o proposiciones ‘sobre’ las
circunstancias. U na form a fácilm ente reconocible de estas relaciones,
que se basan en diferentes tipos de ‘necesidad’, es la relación de
im plicancia, que en la oración se expresa m ediante conectivos: por­
que, de manera que, por ello, por eso, etc. E n el nivel del texto existe
una distribución ‘funcional’ sim ilar entre ‘supuestos’ y ‘consecuen­
cias’, y en la estructura de la argum entación, de prem isa y conclusión,
sobre lo que volverem os m ás adelante.
Las ‘consecuencias p rácticas’ representan una form a específica de
esta clásica estructura silogística de un texto: las prem isas tienen una
consecuencia que se refiere a una acción práctica a ser llevada a
153 SU PERESTRU CTU RA S

cabo: si ocurre A, H A Z B, es u na estru ctu ra básica que conocem os


en una serie de tipos de textos (preguntas, peticiones o recom enda­
ciones, p o r ejem plo en los anuncios).
Finalm ente conocem os o tra variante m ás de este tipo de estructu­
ra de ‘req u isito /co n clu sió n ’: la estru ctu ra de problema y solución,
que a m enudo se encuentra incrustada en una n arración (y que con
ello perm ite reconocer evidentem ente u n a estru ctura más com pleja)
y que caracteriza todas las form as de reseñas, publicaciones científi­
cas, etc.
D espués de estos intentos m ás o m enos especulativos para llegar a
generalizaciones interesantes m ediante la búsqueda de form as elem en­
tales de la construcción de los textos, realm ente parece com o si sólo
nos las tuviéram os que ver con un pequeño núm ero de form as
funcionales básicas; p o r ejem plo, se pueden m anejar conceptos com o
«tópico-com ento» o «condición-consecuencia»; incluso este prim er
p ar de conceptos posiblem ente pueda reducirse al segundo, si consi­
deram os la estructura tó p ico /co m en to y la estructura presuposi­
ció n /aserció n com o variantes en el nivel oracional. D e ahí se deduce
que la estructura funcional más general de los textos, y por ello la
menos inform ativa, posiblem ente pueda considerarse com o una dife­
rencia binaria entre condición y consecuencia (posible/necesaria). Así
hallam os en el nivel textual una diferencia que tam bién existe en
form as diferentes en el nivel de la oración: com o su jeto /p red icad o ,
tó p ico /co m en to , etc. E sto nos lleva a suponer, no sin ciertas reser­
vas, que p o d rían existir razones cognitivas análogas de la elaboración
inform ativa ta n to p a ra oraciones com o p a ra estructuras textuales
globales.
A hora, sin em bargo, hemos de fijarnos m ás detalladam ente en
cóm o se han ido diferenciando estas estructuras básicas elem entales
para los diferentes tipos de textos, com o consecuencia, entre otras
cosas, de diferencias en funciones pragm áticas y sociales.

5.5 Estructuras narrativas

5.5.1 Sin d u d a alguna, los textos narrativ o s son ‘form as básicas’


globales muy im portantes de la com unicación textual.2 C on «textos
narrativos» se hace referencia, en prim er lugar, a las narraciones que
se producen en la com unicación cotidiana: narram os lo que nos pasó
(a nosotros o a o tros que conocem os) recientem ente o hace tiem po.

2 P a r a referencias sobre el cam po de la teoría n arra tiv a, véase tam bién v a n D i j k


(1972 a, b , 1976 a, b). En p a rtic u la r pensam os en la llam ad a teoría n a rra tiv a estructu-
r a l i s t a , in sp irad a p o r l a o b ra de P r o p p (J968 [1928]), que se ha in tro d u cid o en el
estu d io estru ctu ralista de la lite ra tu ra a través de la an tro p o lo g ía ; véase C o m m u n ic a ­
tions 8 (1966) p ara artículos de B a r t h e s , B r e m o n d , G r e i m a s , T o d o r o v y o tro s, y
t a m b i é n B r e m o n d (1973). P ara análisis de estas orientaciones, véase entre o tro s a
C i i . l f r (1975) y G ü l i c h & R a i b l e (1977).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 154

Esta n arración sencilla y ‘n a tu ra l’ es, si tenem os en cuenta el contexto


de la situación conversacional, p rim ariam ente oral y única en su tipo,
aun cuando p o d am o s a n o ta r los sucesos en cartas o diarios o las
podam os g ra b a r y p o r ende repro d u cir con cintas m agnetofónicas
(esto lo hace sobre to d o el científico o el investigador). En el contexto
conversacional, en el que transm itim os ‘la m ism a’ n arración a otros
interlocutores, producirem os por lo general una variante de la prim e­
ra n arració n , es decir, un texto con la m ism a m acroestructura.
Después de estas narraciones ‘n atu rales’ aparecen en segundo
Jugar los textos n arrativ o s que ap u n tan a otros tipos de contexto,
com o los chistes, m itos, cuentos populares, las sagas, leyendas, etc.,
y en tercer lugar, las narraciones a m enudo m ucho más com plejas
que generalm ente circunscribim os con el concepto de ‘litera tu ra ’:
cuentos, novelas, etc. D ad o que en prim er lugar no nos preocupan
los textos ni los contextos literarios, ni sus propiedades específicas,
discutirem os aquí ante to d o las características básicas de la narración
natural. L a estru ctu ra de las narraciones literarias deriva de los
textos naturales a través de transform aciones b astante com plicadas.3

5.5.2 La prim era característica fundam ental del texto n arrativo


consiste en que este texto se refiere ante to d o a acciones de personas,
de m anera que las descripciones de circunstancias, objetos u otros
sucesos quedan claram ente su bordinadas. A este respecto, un texto
n a r r a tiv o se diferencia sistem áticam ente de, p o r ejem plo, una
catálogo.
Esta característica sem ántica de un texto n arrativo se ju n ta con
otra de orden pragm ático: p o r regla general, un hablante sólo expli­
cará unos sucesos o acciones que en cierta m anera sean interesantes.
Evidentem ente, este criterio hay que considerarlo relativam ente y de
acuerdo a cada contexto; sin em bargo presupone que únicam ente se
explican el suceso o las acciones que hasta cierto p unto se desvían de
una norm a, de expectativas o costum bres. No se n arra una historia
adecuada sobre el desayuno, el m ecanografiado de una carta o el
ab rir una p u erta si con ello no va ligado algo especial. E n otras
palabras: un texto n arrativ o debe poseer com o referentes com o
m ínim o un suceso o una acción que cum plan con el criterio del
interés. Si se convencionaliza este criterio, se obtiene una prim era
categoría de su perestructura p ara los textos n arrativos, la COMPLICA­
CION.4 A quí se tra ta de una superestru ctu ra dad o que el suceso

' P ara la teoria de la novela de o rientación m ás bien literaria véase H amburcíí - r


(1968). SlA N Ztl. (1964) y tam bién B o o m (1961) y la an to lo g ía de S t i vick (com p.)
(1964) p ara la teo ria n o rteam erica de la novela, asi com o finalm ente tam bién L á m m í rt
<1955). N o ex am in arem os en detalle los lím ites de esta teo ría ‘clásica' de la novela (ni
los de la teo ría n arra tiv a estru ctu ralista).
4 Las categ o rías que aquí se em plean proceden p arcialm en te de L a b o v & W a -
i i t z k y (1967). quienes son casi los únicos au to res que no an alizan n arra cio n es
'p rim itiv as' ni literarias, sino n arracio n es co tid ian as ‘n a tu ra le s’.
155 SU PERESTRU CTU RA S

discutido posiblem ente pueda ser descrito en un fragm ento más


largo (raras veces en una oración) del texto; si hacem os referencia a
ello podem os fo rm ar una o m ás m acroproposiciones. Es decir que
existe una p arte del te x to /d e la m acroestructura cuya función especi­
fica consiste en expresar una com plicación en una secuencia de
acciones.
M ientras que esta com plicación, p o r principio, puede ser un suceso
en el que no intervienen personas, com o un terrem oto o una torm en­
ta, el principio an terio r requerirá que a lo largo del texto se vean
im plicadas algunas personas en su reacción ante el suceso. En térm i­
nos generales, esta reacción a m enudo po d ría o sten tar el carácter de
una ‘dilución’ de la com plicación. P o r eso, la categoría narrativa
tradicional correspondiente es la RESOLUCION (en inglés: resolution).
Por lo dem ás, una resolución puede ser ta n to positiva com o negati­
va: nuestra reacción ante otra acción u o tro suceso puede tener éxito
o fracasar, p o r lo que la n arració n puede acab ar ‘bien’ o ‘m al’. Para
la fundam entación teórica de estos conceptos de acción véase el
capítulo 3.5
Con estas dos categorías de COMPLICACION y RESOLUCION ya
disponem os del núcleo de un texto n arrativ o cotidiano. Llam arem os
SUCESO a este núcleo conjunto.
C ada SUCESO tiene lugar en una situación determ inada, en un
lugar d eterm inado, a una h o ra d eterm inada y en determ inadas cir­
cunstancias. D enom inarem os MARCO a la p arte del texto narrativo
que especifica estas circunstancias (en inglés: setting ). El MARCO y
el s u c e s o ju n to s form an algo que podem os llam ar EPISODIO. Surge
de suyo que den tro del m ism o m a r c o pueden darse varios sucesos.
En otras palabras: la categoría s u c e s o es recursiva. L o m ism o vale
para el EPISODIO: los sucesos pueden tener lugar en sitios diferentes.
Esta serie de e p i s o d i o s se llam a t r a m a del texto narrativo.
Si bien hem os introducido a h o ra las categorías narrativ as superes-
tructurales que constituyen la p arte m ás im p o rtante de un texto
narrativ o , existen o tras categorías que aparecen regularm ente en las
narraciones cotidianas. La m ayoría de los narrad ores no sólo repro­
duce los sucesos, sino que tam bién a p o rta su reacción m ental, su
opinión o valoración (p. ej.: que tenían m iedo, estaban asustados o
im presionados p o r los sucesos). Esta categoría se denom ina general­
m ente e v a l u a c i ó n . J u n to con la t r a m a , la e v a l u a c i ó n form a la
verdadera HISTORIA, em pleada aq u í com o térm ino técnico. O bsérve­
se que la EVALUACION en sí no pertenece a la TRAMA, sino que se
trata de una reacción del n a rra d o r frente a la misma.
Finalm ente, m uchos textos poseen tam bién un ANUNCIO y un
e p i l o g o , que son de n aturaleza m ás bien p ragm ática que sem ántica,
p o r lo que se refieren a las acciones actuales y fu turas del h ab lan ­

5 V éase p o r ejem plo v a n D ijk (1976 a, b) so b re to d o p a ra la fu n d am en tació n


teó rica d e las estru ctu ras n arra tiv as.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 156

te /n a rra d o r y /o del oyente. Un típico ejem plo de esta categoría de


epílogo lo ap o rta la fábula, en la que al final se extrae una ‘lección’
o una ‘conclusión’, la m o r a l e j a , en cierto sentido una conclusión
práctica: ¿qué se te n d ría /te n d rá que hacer o no en el fu tu ro si se
tienen presentes los sucesos de la historia? La su perestructura de un
texto narrativo,- es decir, la estructura narrativa N a r r ) que acab a­
mos de esbozar de m anera no form al, puede esquem atizarse m edian­
te un diagram a arb o lad o com o sigue:

N arr

M arco S u ceso

COMPLICACION RESOLUCION

En lugar de esta reproducción esquem ática de la estructura narrativa


tam bién podem os a p u n ta r las respectivas reglas de form ación para
esta estru ctu ra, p o r ejem plo en analogía con las reglas generativas
sintácticas:

(2 ) N a r r — ► H i s t o r i a M o r a l e ja
H i s t o r ia — ► T r a m a E v a l u a c ió n
T r a m a — ► E p i s o d i o s (S)
E p is o d io — ► M a r c o S u c e s o (S)
S u c e s o — ► C o m p l ic a c ió n R e s o l u c ió n

Estas reglas deben leerse de las siguiente m anera: una categoría a la


izquierda de la flecha se ‘sustituye’ o se ‘reescribe’ con las categorías
a la derecha de la flecha. Las categorías que aparecen en singular o
en plural son recursivas, p o r lo que pueden aparecer varias veces
[aquí se indica m ediante () ]. N o vam os a e n tra r en detalles sobre
o tras observaciones con respecto a un form alism o de este tipo, así
com o tam poco vam os a h ablar sobre otras posibles diferenciaciones
en textos narrativos m ás com plejos.
M ucho m ás im p o rtan te — especialm ente p a ra la descripción em pí­
rica de tales textos n arrativ o s— es el hecho de que algunas catego­
157 SU PERESTRU CTU RA S

rías, p o r ejem plo el M A R C O , la e v a l u a c i ó n y la M O R A L E JA puedan


q u ed ar im plícitas: el oyente ya sabe cuándo o dónde se produce el
episodio, p o r Jo que puede sospechar la evaluación del hablan­
te /n a rra d o r, así com o tam bién las consecuencias, la M O R A L E JA ,
para ese contexto com unicativo. A la inversa, en las narraciones
(orales o escritas) ‘fijadas’, y en especial en los casos de personas
ficticias, deberá efectuarse prim ero una descripción detallada del
lugar, el m om ento, las personas y sus características, etc. A dem ás es
posible que la estructura narrativ a básica (o canónica) arrib a defini­
da pueda ser m odificada m ediante ciertas transformaciones. Así p o ­
dem os im aginarnos narraciones, p o r ejem plo, literarias, que com ien­
cen con la C O M P L IC A C IO N y que sólo después ap o rten las especifica­
ciones necesarias de las personas y de sus ‘trasfo n d o s’.
El tipo de categorías introducidas lleva im plícito que la estructura
semántica del texto tenga lim itaciones específicas. P or ello, los suce­
sos pertenecerán a la categoría de la C O M P L IC A C IO N , y en la catego­
ría de la R E S O L U C IO N deberán generarse p o r lo m enos tam bién
acciones en el m acronivel; p o r el contrario , el m a r c o consistirá
principalm ente en descripciones de circunstancias y procesos, y la
E V A L U A C IO N , en un estado de ánim o.
Sobre la base de Ja prim era regla de form ación podem os ver que
la estru ctu ra narrativ a asum e de hecho la estructura de la ‘consecuen­
cia p ráctica’, puesto que una serie de circunstancias term ina en una
conclusión final práctica: la relevancia de la n arración para el con­
texto narrativo. La descripción de las circunstancias en sí posee
entonces la estru ctu ra binaria de tópico-com ento, aun cuando el
‘com en to ’ debe cum plir evidentem ente el criterio pragm ático de lo
‘nuevo’ de la inform ación: tiene que resultar interesante (intrigante,
sensacional, ex trañ o , extravagante, etc.). En el suceso en sí resulta de
nuevo la estructura básica de condición/consecuencia m anifestada
por la C O M P L IC A C IO N y la R E S O L U C IO N . D e ahí resulta para los
textos narrativ o s en general, y cu an d o surgen lim itaciones específicas
(a saber, acciones ‘interesantes’), que se tra ta de una com binación de
posibles estructuras elem entales, a las que ya hem os aludido antes de
m anera especulativa.
Vam os a p asar p o r alto otras lim itaciones, p o r ejem plo, las que se
producen con relación a las posibles características de las personas
(valentía, h o m b re /m u je r, etc.) o bien constelaciones válidas para
narraciones especiales (cuentos populares, relatos policíacos), al igual
que las operaciones estilísticas, retóricas o de o tra índole, que tam ­
bién determ inan la eficacia (p. ej.: estética) del texto n arrado. P or lo
dem ás, las antes citadas lim itaciones de n aturaleza sem ántica tam bién
pueden ser convencionales, es decir que pueden ser ap tas tan sólo
para d eterm inado tipo de n arración. La prim era teoría de la n a rra ­
ción estructuralista tam bién discutía una ‘m orfología’ de estos tem as
fijos (a veces tam bién denom inados ‘funciones’): las regularidades
estructurales derivadas q uedaban plasm adas entonces com o invarian­
LA C IE N C IA D E L T E X T O 158

tes, com o p o r ejem plo ‘ru p tu ra de un equilibrio’, ‘solicitud al héroe’,


‘llegada del h éroe’, ‘p artid a del h éroe’, ‘puesta a prueba del héroe’
(n veces), ‘ayuda al héroe’, ‘el héroe se hace dueño de la situación’,
‘restablecim iento del equilibrio’ y ‘recom pensa del héroe’.6 Aqui se
trata en verdad de una realización sem ántica especial para cada caso
del esquem a n arrativo antes discutido, y en p arte tam bién de una
diferenciación más am plia de la categoría de la COMPLICACION, así
com o de partes ‘n orm ales’ de una secuencia de acciones en general
(véase capítulo 3). Para cada tipo de texto narrativo se pueden
deducir m ás exactam ente estas lim itaciones de contenido especiales,
com o se insinuó para m ito s/cu en to s populares (y p ara los m odernos
relatos policíacos).

5.6 Estructuras argumentativas

5.6.1 Las s u p e r e s tr u c tu r a s q u e sin d u d a h a n s id o la s m á s a m p lia ­


m e n te c o n s id e r a d a s ta n t o en la filo s o fía c o m o en la te o r ía d e la
ló g ic a s o n la argumentación y la demostración.1 El e s q u e m a b á s ic o d e
e sta s e s tr u c tu r a s es m u y c o n o c id o : se tr a t a d e la s e c u e n c ia HIPOTESIS
(prem isa)-C O N C L U SiO N . Esta e s tr u c tu r a la e n c o n tr a m o s ta n t o en las
c o n c lu s io n e s : f o r m a l e s . c o m o en las e n u n c ia c io n e s a r g u m e n ta tiv a s
del le n g u a je fa m ilia r d e c a d a d ía :
(3) E stoy enferm o. Luego no pu ed o venir.
(4) P ed ro ha sacado un cu atro . Luego no ha a p ro b a d o et exam en.

La palabra luego no es de tipo sem ántico en estos ejem plos, es decir


que no reproduce una relación causal entre dos circunstancias, sino
que es un luego pragm ático, que se refiere a la acción de quien saca
la conclusión. P o r eso la estructura argum entativa de un texto debe­
mos verla, sobre to d o si procedem os de m anera histórica, sobre el
fondo del diálogo persuasivo. C ontrariam ente a la aseveración direc­
ta, aquí la tarea consiste en convencer al oyente de la corrección o la
verdad de la aseveración, aduciendo suposiciones que la confirm en y
la hagan plausible, o bien suposiciones a p a rtir de las que pueda
deducirse la aseveración. A diferencia de la dem ostración en el
sentido lógico estricto, la argum entación cotidiana (y tam bién la
científica) se ocupa en m uy pocas ocasiones de una relación ‘necesa­
ria’ entre hipótesis y conclusión (es decir, de u n a im plicación), sino
que más bien se dedica a una relación de p ro b abilidad, credibilidad,
etc. N o o bstante podem os diferenciar las estructuras argum entativas

6 Véase n o ta 2 (cap ítulo 5).


7 Los libros qu e sin d u d a alguna m ás han influido sobre la teoría de la a rg u m en ­
tació n , a u n cu a n d o en su co n stru cció n y m éto d o elegido se diferencian b astan te en tre
sí, son los estudios de T o u l m i n (1958) y P e r e l m a n & O l b r e c h t s - T y t e c a (1968
[1958]). P ara un a discusión renovada, véase la in tro d u c ció n de G o e t t e r t (1978).
159 SU PERESTRU CTU RA S

sobre la base del tip o de relación entre H IP O T E S IS y C O N C L U S IO N : la


derivabilidad (sintáctica) en un cálculo form al, la implicación (sem án­
tica) o entailment y finalm ente las conclusiones (pragm áticas). En
estos tres niveles de relaciones argum entativas tam bién se puede
hacer u n a distinción en cu an to al carácter estricto de estas relacio­
nes, p artien d o de la necesidad lógica, y p asan d o p o r o tras form as de
la necesidad (física, biológica, psicológica, etc.) y de la probabilidad a
la posibilidad.

5.6.2 La estructura del texto argum entativo puede seguir analizán­


dose m ás allá de las categorías convencionales de H IP O T E S IS y C O N ­
C L U S IO N . En p articu lar, la categoría de las H IP O T E S IS puede seguir
dividiéndose en categorías de d istinta índole y tipos de suposiciones,
igual que en la d o ctrin a clásica de la argum entación se distinguía
entre una prem isa ‘m ay o r’ y una ‘m enor’. Si consideram os las form as
cotidianas de la argum entación, tal y com o aparecen superficialm en­
te en los ejem plos (3) y (4), verem os que estas categorías tam bién
pueden no existir, o m ejor dicho, pueden estar im plícitas. En estos
casos se p a rtirá de la base de que una circunstancia determ inada es
una condición suficiente p a ra o tra circunstancia. Pero no hay que
olvidar que en cada caso sem ejante relación condicionante entre
circunstancias p resupone una hipótesis implícica de tipo m ás general
(por ejem plo, u n a regla o regularidad). El hecho de que Pedro no
haya ap ro b a d o com o consecuencia de su cu atro (la nota), resulta
también del hecho de que existe una regla que estipula que un cuatro
no es suficiente para una p rueba, y que to d o aquel que no aporte un
rendim iento suficiente, suspende (esto es aplicable a los exám enes,
los deberes, los tests, etc.). En o tras palabras: si se desea explicar la
estructura arg um entativa, debe existir una base p a ra la relación de
las conclusiones y p a ra la relación sem ántica condicional entre cir­
cunstancias en las que se basa la conclusión. U na categoría de este
tipo po d ría denom inarse ‘g a ra n tía ’ o ‘legitim idad’ que ‘a u to riza ’ a
alguien a llegar a una conclusión d eterm inada (p ara esta categoría de
la argum entación se aplica tam bién frecuentem ente la expresión
inglesa «warrant»)} Puesto que aquí nos ocupam os de una base
general p a ra la argum entación, denom inarem os esta categoría la
l e g i t i m i d a d de la argum entación. Así deducim os o justificam os
que Pedro ha suspendido con su cu atro , precisamente debido a la
relación general (la regla) que existe entre la no ta c u atro y el suspen­
so de una evaluación. E ventualm ente p odam os explicar mejor esta
legitim idad m ediante la explicación de que en nuestro sistem a de
evaluación de exám enes un cu atro no es suficiente, con lo que la
relación que se crea entre ‘insuficiente’ y ‘su spender’ representa la
legitim idad de nu estra dem ostración. D e esta m anera dam os un

8 P ara un a serie de estas categ o rías, véase T oulmin (1958).


LA C IE N C IA D E L T E X T O 160

REFUERZO (backing) a nuestra dem ostración, al indicar claram ente


qué y cómo tiene que ver un cu atro con un suspenso. Para seguir
desarrollando este ejem plo un poco m ás, podem os decir tam bién que
la relación entre una no ta insuficiente y un suspenso sólo es im por­
tante en una situación determ inada, a saber, en la situación de
exam en. Al m enos im plícitam ente hay que p a rtir entonces de la
suposición de que Pedro se ha presentado a un exam en final, donde
el exam en en p articu lar tiene un papel m ás o m enos im portante.
Igual que en los textos narrativ o s denom inarem os MARCO del arg u ­
m ento a esta especificación.
Sin em bargo, en la su perestructura de la dem ostración hasta ahora
sólo esquem atizada, podem os establecer diferencias m ás precisas. Si,
po r ejem plo, se necesitase una explicación m ás precisa de las circuns­
tancias, a saber, que Pedro tuvo un c u a tro /u n insuficiente, ciertam en­
te habría que incluir un ARGUMENTO en la dem ostración: que Pedro
no ha trab ajad o (h echo/suposición), que no se consigue una nota
suficiente si no se trab aja lo necesario para un exam en (justificación).
D e esta m anera se puede, pues, com plejizar una estructura argum en­
tativa m ediante la recursividad de la categoría a r g u m e n t o .
Finalm ente, todas las argum entaciones co tidianas encierran la
posibilidad de una ‘cláusula de p retex to ’. D ad o que la relación entre
el precedente y las consecuencias, en un contexto habitual, usualm en­
te no es ‘necesaria’, sino a lo sum o ‘p ro b ab le’, resulta muy posible
que existan ‘excepciones’. En n uestro ejem plo, P edro puede, a pesar
de no hab er obten id o una no ta suficiente, tener tan tas o tras notas
buenas antes del exam en o bien en la evaluación general, com o para
que los ‘jueces’ lo aprueben. A esta conclusión se le puede añ ad ir
adem ás la siguiente l i m i t a c i ó n : «Sólo en el caso de que las dem ás
n otas sean buenas». E sta lim itación de sólo en el caso de que tam bién
puede form ularse com o SUPOSICION, com o: «Pedro no tiene otras
notas buenas», p o r que en el caso de que no, es equivalente a la
conjunción de la frase condicional si.
D espués de nuestra discusión de la estru ctu ra global de una arg u ­
m entación podem os in ten tar situ ar las categorías en un esquem a
jerárq u ico (un d iagram a arbolado):

(5 ) A r g u m e n t a c ió n

J u s t if ic a c ió n CONCLUSION

M arco C ir c u n s t a n c ia

P u n t o s d e p a r t id a H echos

L e g it im id a d R efu erzo
161 SUPERESTRU CTURA S

Las denom inaciones de las diferentes categorías son provisionales y


probablem ente p u ed an ser sustituidas p o r otras, en especial según el
tipo de argum entación. El tipo de argum entación tam bién depende
del contexto institucional de la dem ostración. Puesto que en la vida
cotidiana y el lenguaje fam iliar, com o en los ejem plos (3) y (4),
sim plem ente b astaría una relación superficial o general de las circuns­
tancias condicionantes p a ra la justificación de una aseveración, en la
sala de audiencia y especialm ente en la lógica form al se ha de
precisar la legitim idad, el m arco y to d as las dem ás categorías, y entre
éstas tam bién las que han p asad o al lenguaje fam iliar y que ahora
form an p arte del marco de conocimiento general de todos los h ab lan ­
tes (la d enom inada lógica natural), y p o r razones pragm áticas ya no
necesitan m encionarse expresam ente en la co m unidad lingüística. En
análisis de interacción em pírica incluso se dem o stró que las pregun­
tas sobre la justificación en form a de reglas o ‘evidencias’ se conside­
raban no aceptables o incluso socio-patológicas (y llevaban a un
conflicto com unicativo).9

5.6.3 La estructura canónica de las argum entaciones puede m odifi­


carse sobre la base de transformaciones: determ inados puntos de
partida pueden q u ed ar im plícitos (dependiendo del contexto), y una
JU S T IF IC A C IO N tam bién puede seguir a una aseveración expresada
anteriorm ente, cuando es evidente que esta aseveración es una C O N ­
C L U S IO N del h ablante. C u an d o se argum enta indirectamente, puede
ser suficiente n o m b ra r una circunstancia dad a y no ya la conclusión
en sí: si me p reg u n tan si p o d ré venir esta noche, basta con que
conteste: «estoy enfermo». Sobre la base de texto y contexto, y aun
m ás sobre la del conocim iento general, el oyente p o d rá sacar sus
p ropias conclusiones.

5.6.4 A p a rtir de un texto d em ostrativo no sólo se puede justificar


una aseveración con respecto a circunstancias generales, sino tam bién
con respecto a acciones que, p o r regla general, requieren de una
justificación m ás exacta; en este caso, las circunstancias representan
las consideraciones, los m otivos, las decisiones, los deseos, etc., del
actu an te (agens). El argumento práctico, cuya C O N C L U S IO N es una
orden , una p rohibición, un consejo, una recom endación o una p ro ­
puesta (H A Z p) es una variante específica de estas argum entaciones
de acciones. D e m anera análoga a la de la discusión general de las
argum entaciones, aquí no entrarem os en detalle en los problem as
filosóficos y lógicos de tales consideraciones, d ad o que nos interesan
sobre to d o las características básicas de algunos tipos convencionales
de superestructuras y no de cada teoría que se preocupa p o r analizar
los detalles correspondientes.

9 G a r f i n k e l (1972) h a d e m o s t r a d o c o n la a y u d a de u n o s e x p e r i m e n t o s , q u e ser
d e m a s i a d o e x p lí c it o s en la c o m u n i c a c i ó n c o t i d i a n a p u e d e p r o v o c a r c onfl ic to s .
LA C IE N C IA D E L T E X T O 162

C om o ejem plo típico de una conclusión im plícita e indirectam ente


práctica volverem os a u sar un A N U N C IO , cuya estructura básica,
com o vim os, es la conclusión implícita: C O M P R A x o, aún más
general: H A Z p.
Ilustrém oslo con un ejem plo concreto; p a ra el fin de año de
1976/77 apareció en los periódicos holandeses un gran anuncio de la
com pañía Shell, en el que se m etía m ucho ru ido acerca de una
‘nueva’ sustancia en la gasolina, el A SD (A m sterdam Super D eter-
gent), un p ro d u cto que, si se quiere d a r crédito a los experim entos,
m antiene m ás limpio el m otor. El anun cio pretende ofrecer una
dem ostración relativam ente detallada de p o r qué el A SD en la
gasolina, o sea, en la gasolina de Shell, m antiene el m o to r más
lim pio, repercutiendo en un ah o rro de gasolina. V am os a reproducir
los pasos de la argum entación en orden inverso, o sea realm ente
com o justificación, em pezando p o r la conclusión p ra g m á tic o /p rá c ti­
ca de « C O M P R A gasolina Shell».

(6) (i) * C OMPRA GASOLINA SHELL (conclusión)


(ii) L A GASOLINA S HELL CONTIENE A S D ( h e c h o )
(iii) A S D LIMPIA EL MOTOR (justificación)
(iv) U N MOTOR LIMPIO CONSUME MENOS GASOLINA (refuerzo)
(v) (iii-iv) D e m o s t r a d o m e d i a n t e e x p e r i m e n t o s (A R G 2, hecho)
(vi) *M enos g a s o l i n a es mas b a r a t a ( r e f u e r z o 2)
(vii) * V d . q u i e r e c o n d u c i r por p o c o d i n e r o ( m o t i v a c i ó n = j u s t i f i c a c i ó n ^
(viii) * V d . no q u i e r e g a s t a r m a s p o r q u e si (ju s t i f i c a c i ó n 3)
(ix) * V d . c o n d u c e un c o c h e ( m a r c o ) .

E ntre paréntesis ( ) se indican las categorías (en los distintos niveles)


que constituyen los ‘p aso s’ del contenido de la argum entación que
está en versalitas porque la argum entación es reproducida p o r la
m acro estru ctu ra del anuncio (y no p o r las respectivas oraciones
originales). A p a rtir de esta argum entación ‘d esm o n tad a’ resulta
claram ente que casi todos los p untos de p artid a generales quedan
norm alm ente im plícitos en el anun cio (caracterizados aquí p o r un
asterisco), inclusive el hecho (del m arco) de que el anuncio se dirige
únicam ente a los conductores de autom óviles. La justificación sobre
la que se basa el hacer o d ejar de hacer una acción la hem os llam ado
motivación; sin em bargo podem os ver en el anuncio que esta diferen­
cia entre ‘ju stificación’ y ‘refuerzo’, no siem pre es m uy m arcada,
sobre to d o en los casos en los que el argum ento se vuelve m ás
com plejo y cu an d o una argum entación (im plícita) realm ente está
incluida en la argum entación real. Así, la justificación (iii) es en
realidad un hecho to m ad o del experim ento m encionado, un com po­
nente de una argum entación ‘científica’, en la que (iv) representa una
justificación explicativa de la conclusión final: (iia) L a g a s o l i n a
A SD ES M A S E C O N O M IC A .
E stá claro que estos anuncios ‘cuasi-científicos’ producen cierta
confusión p o r el hecho de que ya hace tiem po que Shell tiene ASD
en su gasolina (por lo que aquí no se ofrece nada ‘nuevo’) y, sobre
163 SU PERESTRU CTU RA S

todo, p o rq u e no sólo la gasolina de Shell contiene ASD , con lo que


sim plem ente no existe ninguna m otivación válida p a ra precisamente
por eso co m p rar gasolina Shell. P o r eso, la m acroproposición (ii) es
incom pleta y sólo po d ría expresar una circunstancia condicionante si
SO LO g a s o l i n a S h e l l c o n t i e n e A SD fuera una afirm ación ver­
dadera, a la vez que la aseveración de que otras sustancias no
m antienen el m o to r lim pio en las m ism as condiciones, fuera igual­
mente verdadera.

5.6.5 Este últim o ejem plo de un anuncio desconcertante nos aclara


a la vez que existen condiciones expresas p a ra una dem ostración
correcta. El hecho de o m itir circunstancias que puedan influir nega­
tivam ente sobre la conclusión final, el no g aran tizar la validez gene­
ral de una justificación, o el hecho de ser irrelevante debido a la
ausencia de un refuerzo especial, com o en el presente ‘caso’, puede
llevar a una estructura argum entativa incorrecta. D ebido a la com ­
plejidad de m uchos argum entos, en el contexto de la com unicación
diaria no siem pre resulta posible d etectar esta incorrección, de m ane­
ra que las dem ostraciones encam inadas a justificar una aseveración
y que p o r lo ta n to se em plean persuasivam ente en un contexto
activo, representan un instrum ental frecuentem ente em pleado para
la m anipulación de conocim ientos y opiniones de los hablantes. Por
eso consideram os que una de las tareas m ás im p o rtantes de la ciencia
crítica del texto es analizar esta form a de influir en los conocim ien­
tos, las opiniones y las actitudes com o consecuencia de determ inadas
estructuras textuales y concienciar a los hablantes (p o r ejem plo en la
educación escolar) sobre estas relaciones. C om o preparación a estos
aspectos socio-psicológicos de la ciencia del texto hem os analizado en
este libro una serie de ejem plos en los que el estilo, la estructura
retórica y ciertas superestructuras pueden d ar pie a una m anipulación
de los sentim ientos, las opiniones y las postu ras de lectores y oyen­
tes. Evidentem ente, u n a m anipulación de este tipo no aparece direc­
tamente: el lecto r/o y en te prim ero percibirá las estructuras textuales
correspondientes, las entenderá y las alm acenará en la m em oria
(véase próxim o capítulo), y luego sacará sus conclusiones, que p o ­
drán m odificar los conocim ientos, las postu ras y las intenciones de
acción. En este proceso desem peñan un papel im p ortante los conoci­
m ientos previos, las suposiciones sobre las intenciones del hablante
(y su credibilidad, etc.), los criterios, las p o stu ras existentes, los
deseos y los proyectos. La elaboración extrem adam ente com plicada
y sin em bargo hasta cierto p u n to sistem ática del texto decide si un
texto potencialm ente persuasivo o m anipulativo en realidad cumple
con el efecto deseado. Por to d o ello seria dem asiado fácil pensar que
existe una relación directa entre las estructuras textuales y el co m por­
tam iento social real. 10

1(1 Véase n o t a '8 del cap ítu lo 1.


LA C IE N C IA D E L T E X T O 164

5.7 E l tratado científico


5.7.1 En los discursos científicos se presenta una variante especial
de las superestructuras argum entativas, de las que aquí darem os un
breve ejem plo. La estructura básica del discurso científico no (sólo)
consiste en una C O N C L U S IO N y su j u s t i f i c a c i ó n , sino tam bién en
un P L A N T E O D E L P R O B L E M A y una S O L U C IO N .
Esto se puede ilustrar m ediante un tipo de artículo científico cuya
estructura (convencional) es b astante com ún: se tra ta del informe
experim ental que suele publicar los resultados de experim entos (p.
ej., en psicología).
5.7.2 Desde un p u n to de vista global, un inform e experim ental
p arte de una o varias O B S E R V A C IO N E S , com o p o r ejem plo del hecho
de que un hablante no es capaz de repro d u cir literalm ente un texto
de cinco páginas después de haberlo leído una sola vez. Se intentará
encon trar una E X P L IC A C IO N para esta circunstancia, recordando el
funcionam iento general de la elaboración inform ativa en el cerebro
hum ano. Esta ‘pro p ied ad ’ general se fo rm u lará luego com o H IP O T E ­
SIS. De esta hipótesis se puede derivar una serie de expectativas
(P R E D IC C IO N E S ) que se refieren a las regularidades esperadas en el
com portam iento lingüístico de los hablantes; estas regularidades pue­
den com probarse experim entalm ente ( t e s t ). D ad o que un E X P E R I­
M E N T O de este tipo debe cum plir generalm ente unas exigencias co­
m unes, tam bién el inform e deberá p restar atención a estos criterios:
a las P E R S O N A S d e e n s a y o que se necesitan, a la e s t r u c t u r a c i ó n
del experim ento, a las diferentes c o n d i c i o n e s d e i n v e s t i g a c i ó n , a
la E JE C U C IO N del experim ento, al co m p o rtam iento de las personas
de ensayo, a los r e s u l t a d o s del experim ento, a la D IS C U S IO N de los
resultados y la C O N C L U S IO N o las C O N C L U S IO N E S , sobre cuya base
la hipótesis se confirm a o no y m ediante las que se d em ostrará si se
ha h allado o no una explicación adecuada de las observaciones
originales (S O L U C IO N ). La estructura jerárq u ica de un inform e de
este tip o sería más o m enos la siguiente:

(7) In f o r m e e x p e r im e n t a l

P la n t e o d e l pr o blem a S O L U C IO N

O b s e r v a c io n e s E x p l ic a c ió n

H ip ó t e s is P r e d ic c io n e s

T est C o n c l u s io n e s

E x p e r im e n t o R esu lta do g eneral

E s t r u c t u r a c ió n E je c u c ió n R esu lta d o s D i s c u s ió n

P erso n a s d e en sa y o C o n d ic io n e s d e in v e s t ig a c ió n
165 SUPERESTRUCTURA S

T am poco aq u í se puede esperar una denom inación definitiva o pre­


cisa de las categorías; lo que sí se puede exigir es que los esquem as
globales den a estos textos una estru ctu ra de form a convencionaliza-
da. M ientras que en el texto n arrativo o la dem ostración este esque­
ma convencional se basa en prim era instancia en factores p ragm áti­
cos (fascinar a alguien, convencer a alguien), en el inform e experi­
mental no sólo interesan las funciones argum entativas, sino tam bién
las convenciones científicas del ‘ritu al’ experim ental, que tiene clara­
mente prescritas una serie de acciones a seguir para que la acción
experim ental global sea ‘exitosa’.

5.7.3 O tros discursos científicos pueden m uy bien ser distintos,


sobre to d o en las disciplinas científicas no experim entales. Pero
aunque la construcción global esté claram ente m odificada, la acepta­
bilidad de la publicación depende de una serie de criterios que exigen
m étodos e inform es adecuados. C o n trariam en te a las argum entacio­
nes cotidianas, la institucionalización de la ciencia requiere que las
presuposiciones en principio se hagan explícitas, que se definan
todos los conceptos, etc. V am os a suponer, sin d ar aquí otros
ejem plos, que estos ‘criterios’ institucionalizados tam bién se basan
en categorías y reglas com o las que refleja el texto científico en su
estructura global.

5.8 Oíros tipos de texto

5.8.1 Sin profu n dizar dem asiado en la teoría de la narración, la


argum entación o la ciencia, hem os discutido brevem ente una serie de
características básicas de su p erestructuras construidas b astante con­
vencionalm ente. Así surge de nuevo la p regunta que ya se nos
planteó una vez, de si realm ente todos los textos o tipos de texto
disponen de una estructura global y característica. En prim er lugar
se trata de una pregunta de carácter em pírico, cuya contestación tan
sólo p o d rá darse después de observaciones sistem áticas y de un
análisis de un gran núm ero de tipos de textos (de una determ inada
sociedad o cultura). Sin em bargo podem os im aginarnos, a p artir de
unas reflexiones sencillas, que u na su perestructura debe existir nece­
sariamente en cada texto, com o ocurre tam bién con las m acroestruc­
turas en un texto coherente. Pero existen algunas diferencias entre
m acro- y superestructuras: las m acroestructuras sem ánticas son indis­
pensables p a ra que se prod u zcan conexiones lineales entre oraciones
y para la com prensión del tem a de un texto: p or eso tienen cierto
carácter de necesidad cognitiva. Las m acroestructuras sem ánticas
com o tales no son convencionales, aun cu an d o existan algunas limi­
taciones sobre lo que se puede, o no, decir en unos contextos
determ inados. Las su perestructuras, p o r el con trario, se com portan
a este respecto m ás bien com o estru ctu ras ‘sintácticas’: se basan en
LA C IE N C IA D E L T E X T O 166

reglas convencionales y no necesariam ente to d o tipo de texto posible


tiene que estar convencionalizado p o r fuerza en el nivel de las
superestructuras. Ya hem os visto el anuncio del periódico com o
ejem plo de un tipo de texto para el que no existe una superestructura
clara y fija. En este caso, sin em bargo, el tipo de texto viene determ i­
nado p o r el tipo de contenido, es decir, p o r la proposición im plícita
de ‘C o m p ra X ’. D e aquí parece deducirse que la m acroestructura, en
algunos casos, es obviam ente suficiente com o estructura global de un
texto. A esto se añade que en esos casos se puede h ab la r tam bién de
un orden de tipo sem ántico. Pero esto significa que la estructura del
texto es un reflejo de determ inadas estructuras de la realidad, com o
p o r ejem plo el decurso de los sucesos, el orden causa/efecto, etc.

5.8.2 A p a rtir de las reflexiones arrib a expuestas se puede deducir


que las superestructuras no son una característica necesaria de los
textos y que p ara u n a división global del texto tam bién puede servir
el orden de las m acroestructuras. N o o bstante, con los ejem plos de
las superestructuras tratad as hem os podido ver que este orden sem án­
tico y pragm ático puede llegar a ser m ás o m enos convencional y que
puede fijarse com o un esquem a cuasi-sintáctico. En este caso, no
obstante, se producen exactam ente las superestructuras cuyas reglas
subyacentes son determ inantes p a ra la producción e interpretación
de tipos específicos de textos. C on to d o hay que subrayar que una
diferenciación em pírica de los tipos de texto por parte del hablante,
y p o r ello tam bién una tipología teórica de los textos, no sólo se
basan en las superestructuras, sino tam bién en el contenido, es decir,
en la m acro estru ctu ra, en estructuras estilísticas y retóricas, en fun­
ciones pragm áticas y funciones sociales. U na tipología textual seria
sólo puede p asar al orden del día después de o tras investigaciones
sociológico-textuales. P o r a h o ra no podem os hacer o tra cosa que
establecer diferencias en el nivel m eram ente ‘textual’, es decir: según
criterios que han sido sacados de la pro p ia estructura del texto en los
diferentes niveles aquí descritos.

5.8.3 E ntre to d a la serie de ejemplos ofrecidos de superestructuras


típicas, hem os descuidado unas estructuras globales que acaso sean
las m ás frecuentes y tam bién las m ás im p o rtan tes — las estructuras
de la conversación— . En este caso ya no se tra ta de un texto (m ono-
lógico), sino de una organización de una serie textual de varios
hablantes en el m arco de una conversación. Pero esta organización
tam bién puede derivarse prim ariam ente de las características de la
interacción com unicativa; este tem a se tra ta am pliam ente en el capí­
tulo 7. A este respecto tam bién h ab rá que discutir la ‘superestructu­
ra ’ de la conversación, aun cuando se po d ría aseverar que aquí se
trata de la estructura inherente de un ‘texto dialogístico’. A la
inversa tam bién resulta posible que se fije u n a serie de características
de las superestructuras (y otras estructuras textuales) aquí tratad as a
167 SU PERESTRU CTU RA S

través de propiedades pragm áticas, cognitivas y sociales de la interac­


ción. No o bstante, este tem a aú n se discutirá.

5.8.4 Existe un gran núm ero de estructuras textuales globales que


no son únicam ente convencionales, sino sobre to d o institucionales: se
basan en reg las/n o rm as de una determ inada institución social, com o
por ejem plo la escuela, una organización, la Iglesia, la com unidad, el
Estado, etc. En estos casos, las estructuras pueden estar casi com ple­
tam ente fijadas e incluso expresam ente descritas en un esquem a,
com o en el caso típico de los docum entos y de los form ularios para
rellenar. Lo mismo vale p ara la estru ctu ra de leyes, disposiciones y
pactos, aun cuando en estos casos la estructura global pueda quedar
im plícita. No o bstante, la institucionalización se refiere a la estructu­
ra global no sólo de los textos, sino tam bién de las secuencias
textuales, los diálogos, las interacciones, etc. Esto se evidencia clara­
m ente en el ritual del servicio religioso pero tam bién en el desarrollo
de una asam blea o reunión o d u ran te un debate parlam entario.

5.8.5 Finalm ente querem os enunciar en un orden arb itrario una


serie de tipos de textos que posiblem ente tengan una típica superes­
tru ctu ra pro p ia. En m uchos casos se p o d rán reunir en tipos más
am plios. U na gran can tid ad de ellos se p o d rá incluir, por ejem plo, en
la argum entación (en un sentido ah o ra más general): ta n to en una
conferencia de oposición a una cátedra com o en un discurso acusa­
torio del fiscal o en un inform e de la defensa se justifica una
conclusión sobre la base de unas circunstancias, m otivaciones, obser­
vaciones, etc. D am os aquí una relación provisional (entre paréntesis
consta una x en los tipos de textos que aparecen típicam ente en un
contexto institucionalizado):

(8) 1. co nferencia académ ica (p. ej.: una oposición) (x)


2. serm ó n (x)
3. in fo rm e del defensor (x)
4. acusación (x)
5. a testad o (x)
6. d em o stració n [(x)]
7. o rd en de pago (x)
8. o rd en p en al (x)
9. acta de d eclaració n (x)
10. ley (x)
11. d isposición (x)
12. co nferencia [(x)]
13. in fo rm e
14. petición
15. noticias
16. co m en tario
17. discu rso p ú b lico
18. artícu lo
19. co n feren cia universitaria
20. instru ccio n es p a ra el uso (de un arte fa c to )
LA C IE N C IA D E L T E X T O 168

5.9 Otras características del texto

5.9.1 A dem ás de las características sistem áticas que hem os discuti­


do hasta ah o ra, los diferentes tipos de texto tienen una serie de
características m enos universales, que a m enudo pertenecen menos al
texto propiam ente dicho que a la presentación del texto; entre éstas
se cuentan sobre todo las características que form an parte del aspec­
to exterior del texto, la im agen con que aparece en lo que se podría
llam ar portador del texto (es decir, form as de m ediación com o los
m edios de com unicación: la radio, la televisión, los periódicos, las
revistas, los libros, los carteles, etc.). A quí no vam os a in tentar
desarrollar una m etodología, sino que darem os una breve caracteri­
zación de las repercusiones de estas características.

5.9.2 La identificación pragmática: escribiente/hablante, lugar, fecha.


Si el contexto pragm ático no especifica quién es el hablante, ni
cuándo ni dónde se ha pro d u cid o el texto, tales p arám etros pragm á­
ticos a m enudo se introducen en el m ism o texto o, m ejor dicho, al
lado del texto. E sto suele ocu rrir en los textos escritos; sin em bargo
tam bién puede revestir cierta im portancia en los textos orales: en un
texto em itido p o r la radio o la televisión o en la alocución de un
hablante desconocido p o r el oyente. En estos casos se adelanta o
añade al texto el nombre del hablante o la entidad correspondiente.
Tam bién el oyente puede qu ed ar especificado, com o persona o com o
grupo, según a quién esté destinado o dirigido el texto: una ley se
refiere con frecuencia a un g rupo d eterm inado (p. ej.: a alum nos,
conductores, asalariados), o una orden de pago a personas in­
dividuales.
D ad o que la verdad o la validez de los enunciados de un texto
vienen determ inadas tam bién p o r el lugar y el tiem po de la pro d u c­
ción textual, con frecuencia se indican el lugar y la fecha correspon­
dientes al texto: al em pezar una carta o al com ienzo de un inform e
de la prensa. La validez de un d o cum ento puede establecerse even­
tualm ente p a ra un cierto período (un p asap o rte, pólizas de seguro) o
tam bién para un lugar d eterm inado y un tiem po lim itado (las en tra ­
das para el cine, las letras de cam bio).

5.9.3 Características semánticas. P ara garan tizar una recepción óp­


tima del significado (global) de un texto, los textos escritos tam bién
pueden expresar directam ente una parte de la m acroestructura, p.
ej.: en el o los títulos, subtítulos o títulos intermedios. D e esta m anera
el lector sabrá aproxim adam ente cuál es el objeto del texto y podrá
decidir si lo encuentra interesante o no, o se p reo cu p ará p o r conse­
guir una inform ación general sobre la m acroestructura, que entonces
guiará su com prensión del texto. A lgunos experim entos han dem os­
trado que los títulos poseen una im p o rtan te función cognitiva para
169 SUPERESTRUCTURA S

la com prensión del texto cuando éste es un tan to vago, am biguo o


difícil.11
Esta función se hace aú n m ás evidente en los resúmenes parciales
o com pletos de los textos al principio o al final de un fragm ento o
del texto entero. Los artículos de periódico suelen d a r un breve
resum en — generalm ente en negritas— del texto en sí. Este resum en
suele funcio n ar al m ism o tiem po com o una especie de ‘in troducción’
m ediante la cual se introducen las cosas, personas o sucesos más
im portantes (véase tam bién capítulo 6).

5.9.4 Indicaciones referentes al tipo de texto y a la superestructura.


Los textos pueden presentar indicaciones sobre el tipo de texto —por
ejem plo, en form a de subtítulos— para una identificación más efec­
tiva del tipo de texto y, con ello, de las funciones específicas y la
im portancia del texto para el lector. El subtítu lo ‘novela’ o ‘poesía’
caracteriza claram ente diferentes textos literarios, m ientras que los
textos institucionales se sirven de determ inadas denom inaciones:
disposición, ley, certificación, etc.
Lo que es válido para el texto en su conjunto, puede aplicarse
tam bién a determ inadas categorías de la superestructura. C on frecuen­
cia nos en contrarem os en los textos argum entativos con indicaciones
especiales com o ‘in tro d u cció n ’ o ‘conclusión’, m ientras que la ya
m encionada estructura de un inform e científico suele reflejarse en
‘títu lo s’ (tan to s com o categorías haya) de p árrafo s o capítulos.

5.9.5 A lgunas características especiales de los niveles pragm ático,


sem ántico y superestructural a veces pueden reunirse en lo que se
denom ina textos acompañantes. P o r de p ro n to , un texto im preso de
una cierta extensión, p o r ejem plo en fo rm ato de libro, no sólo posee
una IN T R O D U C C IO N , sino tam bién un P R O L O G O o un e p i l o g o . Por
lo general, el P R O L O G O debe cum plir con la tarea pragm ática de
brin d ar al le c to r/c o m p rad o r una inform ación sobre el contexto:
causas, razones y m otivos para escribir este texto, intenciones relati­
vas al contenido y a la función del texto, indicación de problem as
específicos en su producción y, finalm ente, los lectores/el público a
los que se destina. D ad o que aquí se tra ta en cierta m anera de un
texto ‘sobre’ el texto y el contexto, se puede hab lar tam bién de
metatextos. U n e p i l o g o , que no necesariam ente ha de ser del mismo
a u to r, puede a su vez asum ir una p arte de estas funciones, con
frecuencia en form a de un comentario sobre el contenido, la realiza­
ción lograda o no de las intenciones o el contexto interpretativo
posiblem ente m odificado del texto (p. ej.: después de una serie de
años en el caso de reim presiones o reediciones).

11 P ara el significado del títu lo en la com p ren sió n tex tu al, véase tam bién el
cap ítu lo 6.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 170

Los textos o títulos acom pañantes tam bién pueden cum plir una
función de. etiqueta (rótulo), com o las solapas, los títulos de cubierta
o las reseñas.
En este últim o caso se trata de textos acom pañantes más sistem á­
ticos, casi siem pre escritos p o r otras personas y que tienen la función
de anunciar el texto com o tal (com o libro, etc.), p o r ejem plo en
emisiones de radio y televisión, para una lectura de la obra realizada
p o r el autor. U na reseña de este tipo puede com prender el título, un
resum en, el tipo de texto, el nom bre del a u to r y el público al que se
supone que va destinado. En las reseñas de cierta extensión tam bién
se pod ría h ablar de secuencias textuales en las que se establecen
relaciones particulares entre textos. En el capítulo 7 se discutirá una
serie de estas relaciones, con especial atención al análisis con­
versacional.

5.9.6 Fórmulas. De m anera sim ilar a la fijación ‘esquem ática’ de la


estructura textual global y a su consiguiente m anifestación en la
estructura superficial del texto, tales estru ctu ras fijas existen tam bién
en el nivel m ás ‘local’ de la oración individual o de la secuencia
oracional; se las puede d enom inar fórm ulas. En prim er lugar conoce­
mos estas fórm ulas a través de las cartas que tienen un p r i n c i p i o y
un f i n a l establecidos (categorías de la su perestructura), y que con
frecuencia m uestran giros léxico-sintácticos com o: «por la presente le
comunico que...» o «con nuestro escrito queremos llamarle la atención
sobre...», que a la vez explicitan la función pragm ática del texto (una
com unicación, una petición, etc.). T am bién las cartas de institucio­
nes suelen tener un carácter de fórm ula en este nivel: disposiciones,
leyes y co n trato s se introducen y finalizan con fórm ulas estándar, o
a veces tan sólo consisten en éstas, pudiendo especificarse las varia­
bles según el contexto (usuarios, lugar, tiem po, tem a, objeto, etc.).
Tam bién los form ularios que se han de rellenar cada vez con m ayor
frecuencia ilustran estas disposiciones en el terreno de lo cotidiano.
Estos ejem plos han sido to m ad o s del — socialm ente determ inado—
m anejo de inform aciones, es decir, de un tipo de elaboración social
de la información. 12
Las fórm ulas fijas no sólo actúan en el sentido institucional que
acabam os de describir, sino tam bién de m anera socio-pragm ática y
cognitivo-pragm ática. T radicionalm ente, los textos acom pañantes o
introd u cto rio s atraen la atención benevolente (captativo benevolen-

12 D esg raciad am ente no puede tra ta rs e en este libro el p ro b lem a de la elab o ració n
social de la in fo rm ació n , al que ya alu d im o s brevem ente en et prim er capítulo.
E stam os p en san d o to b re to d o en la m an era en que una sociedad ‘categ o riza’ a sus
m iem bros m ediante tex tos y d o cu m en to s, p. ej.: en ficheros, en la higiene p ú b lica (el
h o sp ital), en los o rg an ism o s sociales (residencias de an cian o s), en los in terro g ato rio s
policiales y en las fichas personales com p u tarizad as. P ara algunos aspectos de este
p ro b lem a, véanse, en tre o tro s, los tra b a jo s de S u D N O \ v ( c o m p . ) (1972). Véase tam bién
ClCOUREL (1968).
171 SU PERESTRU CTU RA S

íiae’) del público, que luego h ab rá de centrarse en el ‘verd ad ero ’


texto; de m anera sim ilar podem os in ten tar a tra e r favorablem ente al
oyente o lector m ediante fórm ulas de cortesía o deferencia p a ra que
éste acepte nuestra acción lingüística; tam bién p odem os expresar la
posición social del hab lan te frente al oyente con estas fórm ulas.

5.9.7 Así llegam os de nuevo a la estructura superficial del texto y


dirigim os nuestra atención brevem ente a las estru cturas fonológicas y
gráfico-tipográficas globales y locales. Sin dud a, un título ocu p ará un
lugar determ in ad o y resaltará con letra gruesa en com paración con
el resto del texto. P ara p o n er de m anifiesto la particularidad de la
m acro estru ctu ra no sólo disponem os de títulos interm edios sino
tam bién de demarcaciones de párrafos, com o las sangrías u otras
m arcas gráficas (p. ej., un orden num érico). A dem ás existen divisio­
nes p o r partes, capítulos, libros, tomos, etc. C on frecuencia, estas
divisiones gráficas son reproducciones de la articulación de la m a­
croestru ctu ra, p o r ejem plo, el paso a un nuevo tem a.
La división fo nológica/gráfica de! texto tam bién se puede conven-
cionalizar e institucionalizar. Los ejem plos m ás extendidos de estos
esquem as son la métrica y los versos en la poesía; en estos últim os,
tam bién la im presión (elección de la letra, etc.) y la disposición
(tipo-)gráfica puede a d o p ta r funciones especiales: pensem os en una
poesía concreta.

5.9.8 La distinción entre los textos p o r un lado y los diferentes


soportes de textos, canales y medios p o r o tro resulta absolutam ente
adecuada y necesaria. E n este sentido, los libros, los periódicos, las
revistas, los carteles, los docum entos, etc., no son tipos de textos
sino soportes. Sin em bargo, en m uchos casos, la diferencia entre
texto, so p o rte y contexto no es tan clara com o p o r ejem plo entre
‘c a rta ’ o ‘discusión’: u n a carta no sólo es una form a de texto, sino
tam bién una form a de com unicación. P o r el co n trario , las fichas
(sistemas de fichas D IN ), las etiquetas o los sobrescritos son claros
soportes textuales. Los canales textuales hay que distinguirlos, p o r
regla general, sobre la base de sus características técnicas y audiovi­
suales de com unicación (televisión, radio, teléfono, prensa, carteles,
etc.), cosa que con el concepto de medio suele no quedar clara;
habitualm ente se usa este concepto p a ra los canales y p a ra los
soportes textuales cu an d o se tra ta de u n a ‘m acrocom unicación’, es
decir: cuan d o el oyente es un público am plio y num eroso. La solu­
ción de estos problem as de hecho corresponde a una teoría de la
comunicación m ás am plia, que excede con m ucho el m arco de nues­
tro te m a .13

11 P ara las indicaciones referentes a la teoría de la com u n icació n , véase n o ta 12 en


t-'l cap ítu lo 1.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 172

5.10 Estructuras textuales: resumen

5.10.1 En este p u n to in tentarem os tra z a r un breve resum en de las


estructuras textuales m ás im portantes que aquí hem os tra tad o , antes
de p asar a ‘situ ar’ el texto m ás exactam ente en el contexto, la
com unicación y la interacción. D esde esta perspectiva más am plia
resulta necesaria una diferenciación de distintos tipos de estructuras
textuales, d ad o que tienen que ver con p arám etros cognitivos, com u­
nicativos, sociales y culturales diferentes.
A nálogam ente a las divisiones habituales en gram ática, teoría de
la lengua, filosofía de la lengua y sem iótica, hem os distinguido las
diferentes estructuras textuales en prim er lugar según sus niveles:
fonología, sintaxis, sem ántica y pragm ática. D espués hem os distin­
guido en cada nivel entre m icroestructuras (locales) y m acroestructu­
ras (globales), es decir, según la am plitud y el ám bito/alcance. En
otras disciplinas científicas tam b ién suele hacerse unas distinciones
parecidas, com o p o r ejem plo en la econom ía, donde se distingue
entre la m icroeconom ía de la fam ilia y la m acroeconom ía de la
com unidad, la provincia, el E stado o la co m unidad de Estados.
Finalm ente se analizó en cada nivel cómo pueden emplearse las
diferentes reglas y categorías de m anera significativa (el estilo) y qué
estructuras adicionales globales o locales u operaciones pueden m ani­
festarse en la estructura lingüística del texto (estructuras retóricas),
com o esquemas, fórm ulas o fo rm a s de presentación convencionaliza-
dos o institucionalizados o no convencionalizados ni institucionales.
Si bien la descripción de la estru ctu ra gram atical de la oración es
parte integrante de una descripción del texto, hem os om itido aquí
este ám bito más restringido, d ad o que n o rm alm ente es el objeto de
la lingüística (gram ática); la ciencia del texto se basa en la lingüísti­
ca, pero intenta proceder sobre to d o de m anera m ás ‘am plia’.
Suponem os que se h ab rá hecho p atente que a m edida que nos
hem os alejado de la descripción ‘lingüistica’, las observaciones y los
m étodos descriptivos se h an hecho m ás vagos, fragm entarios y me­
nos sistem áticos: sabem os m ás de la sem ántica de las secuencias que
de la p ragm ática, y tam bién sabem os más de las estructuras estilísti­
cas y retóricas que de las (super-)estructuras globales y dem ás carac­
terísticas textuales, com o las form as de presentación, de las que no
hem os p o d id o d ar m ás que una enum eración no sistem ática.
A h o ra bien: la cuestión de hasta qué p u n to hem os discutido
realm ente todos los tipos im portantes de estructuras textuales tendrá
que dem o strarla un análisis m ás am plio de las condiciones, las
funciones. los efectos y o tro s p arám etro s de la com unicación (oral).
Pero esto significa que desde el p u n to de vista m etodológico conside­
ram os que em pírica y teóricam ente sólo son ‘im p o rtan tes’ aquellas
estructu ras textuales y lingüísticas que guarden relación con las
características del contexto cognitivo social y cultural. N o obstante,
el hecho de si actualm ente estam os capacitados para d esarrollar
173 SUPERESTRUCTURA S

sistem ática y explícitam ente todas estas relaciones en una teoría es


una cuestión bien diferente.

5.10.2 Finalm ente, y con las n aturales reservas con respecto a la


posibilidad de representar gráficam ente unas estructuras com plejas,
intentarem os in tegrar las diferentes estructuras textuales en un esque­
ma; para ello nos servirem os de las tres dim ensiones nivel, ám bito/al­
cance y form a/m anera. En principio, todas las características que se
han tra ta d o en este libro deberían aparecer en uno de los 96 parale­
lepípedos de este ‘cubo de la estru ctu ra tex tual’ (o bien en las
relaciones entre los paralelepípedos).

F o n o lo g ía
R epresentación gráfica
M o rfo lo g ía
Léxico
Sintaxis
S em ántica:
- significado
- referencia P resentación

P rag m ática S u p erestru ctu ra


E stru ctu ra retórica
O ración S ecuencia T exto E stilo
6. Psicología de la elaboración del texto

6.1 E l planteam iento

6.1.1 En los anteriores a p artad o s de este libro hem os discutido los


diferentes tipos de estructuras textuales. N os hem os acercado un
paso hacia el contexto precisam ente cuando nos ocupábam os de los
actos de habla que se llevan a cabo cuando un texto se m anifiesta en
un contexto concreto. En este y en el próxim o capítulo proseguire­
mos las reflexiones sobre las relaciones entre el texto y el contexto.
Procederem os de m anera sistem ática, com enzando p o r el contexto
‘más in m ediato’, el contexto psíquico, en el que se realizan la p roduc­
ción, la com prensión y la posterior ‘elab o ració n’. A continuación
observarem os la interacción social en el m icronivel, es decir: en el
nivel de la conversación y de la com unicación textual en grupos
reducidos. En un libro po sterio r esperam os p o d er estudiar el papel
que desem peñan los textos y docum entos en el m acronivel de las
estructuras sociales, p o r ejem plo, los textos en los m edios de com u­
nicación y de las instituciones, para concluir con el contexto cultural
más am plio (antropológico) del texto y uso lingüístico.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 176

6.1.2 El problem a capital que se discute en este capítulo se refiere


a la verdadera interpretación de los textos. El concepto de «interpre­
tación» tam bién se em plea de m anera m ucho m ás form al en sem án­
tica y pragm ática, cuando se tra ta de adjudicar estructuras de signi­
ficado y referencia, así com o acciones lingüísticas, a un texto. Sin
em bargo, ah o ra se tra ta de elucidar los aspectos psicológicos que
desem peñan un papel en la comprensión de los textos. Para diferen­
ciar la interpretación form al de la interpretación psicológica em plea­
rem os en el caso de esta últim a los conceptos de «com prender»,
«com prensión» así com o «interpretación (cognitiva)». A p artir de
esta concepción de texto se puede decir que la inform ación del texto
o sobre el texto se alm acena en la m em oria. El problem a consiste en
saber qué inform ación o qué tipo de inform ación se guarda en la
m em oria y cóm o se relaciona este proceso con la com prensión del
texto. ¿Qué ocurre con la inform ación alm acenada en la m em oria?
Sin dud a, después de algún tiem po ‘olvidam os’ buena parte de las
inform aciones, m ientras que otras quedan precisam ente a nuestra
disposición. P o r eso debem os p reguntarnos cuáles son las inform a­
ciones que ante todo se olvidan y cuáles ante todo se retienen. Y
tam bién: si es cierto que ciertas inform aciones quedan alm acenadas
en la m em oria, ¿cóm o podem os volver a hallarlas de m anera eficaz
para aplicarlas en otras tareas, com o p o r ejem plo la com prensión de
otros textos? Después de tod o , una de las funciones más esenciales
de nuestro ‘m ecanism o’ psicológico consiste en que en determ inadas
circunstancias podem os ‘evocar’ inform aciones: nos acordam os de
algo. D e aquí surge la próxim a pregunta: ¿qué es realm ente aquello
que recordam os de un texto después de haberlo leído u oído?
En estos problem as se ocupa la psicología cognitiva.1 A grandes
rasgos, el ám bito de la psicología cognitiva puede describirse com o
el cam po de las funciones psíquicas más ‘com plejas’ o ‘elevadas’,
tales com o entender, hablar, pensar, solucionar problem as, planear,
etc. En este capítulo verem os sobre to d o los aspectos cognitivos de
la psicología de la elaboración de los textos. Esto no significa en
m anera alguna que al pro d u cir o elab o rar textos no entren tam bién
en juego otros factores psíquicos, p o r ejem plo, los em otivos/afectivos:
podem os estar enfadados, tristes, alegres o tensos cuando leemos u
oím os un texto, m ientras que a la inversa, estos factores em otivos
tam bién pueden ay u d ar a establecer las características del texto
(propiedades textuales), com o ya observam os en el tratam ien to de
las estructuras estilísticas. A este respecto ya habíam os señalado la
especial im portancia que tienen los estados em otivos y los traum as o
neurosis conscientes (o sub- o inconscientes) para el análisis de
textos, d ad o que ayudan a averiguar ciertos aspectos de la persona­

1 E n tre los n u m erosos m anuales sobre psicología cognitiva querem os m encionar


sobre to d o el de L indsay & N orman (1972), ad em ás de las m o n o g rafías de N eisser
( 1967) y K intsch (1977 a).
177 P S IC O L O G IA DE LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

lidad, convirtiéndose en algo im po rtan te en la tradición del psicoaná­


lisis. U ltim am ente tam bién se em plea el análisis y la aplicación de la
estrategia de conversaciones en el m arco de diversas técnicas psicote-
rapéuticas, A quí no vam os a considerar todas estas im plicaciones
em otivas, psicoanalíticas o psicoterapéuticas del análisis textual: por
un lado, nuestros conocim ientos de estos procesos aún son escasos,
pero sobre to d o tienen aún poca base sistem ática o em pírica (experi­
m ental) y, por otro, tales investigaciones se ocupan en el uso de la
lengua com o un todo (p o r ejem plo: en el problem a de la elección de
palabras, que luego se interpreta ‘sim bólicam ente’) y en un grado
m ucho m enor, en las estructuras textuales. A dem ás existen num ero­
sas introducciones ai psicoanálisis y a la psicoterapia en las que se
estudia el análisis de los sueños, pero tam bién el análisis de las
conversaciones, el sostener una conversación, etc. A quí, pues, nos
concentrarem os en la elaboración cognitiva del texto.2

6.1.3 La elaboración del texto se refiere no sólo a la com prensión,


a la conservación y al recuerdo de los textos, sino tam bién a otros
procesos cognitivos, com o p o r ejem plo al establecim iento de lazos
entre las inform aciones de un texto y los conocim ientos/inform acio­
nes que ya poseem os, para au m en tar o corregir nuestro saber. A de­
más som os capaces de responder a preguntas sobre los textos, de
describ irlo s/p arafrasearlo s, resum irlos o incluso com entarlos. C on la
ayuda de inform aciones textuales podem os solucionar problem as o
guiar nuestras acciones de m anera distinta; p o r ejem plo, con la
ayuda de instrucciones p a ra el uso de una m áquina. U na serie de
estas tareas cognitivas son los procesos de aprendizaje en general: ¿de
qué m anera obtenem os conocim ientos a través de las inform aciones
textuales? ¿Cóm o se alm acenan estos conocim ientos, y cóm o se los
halla de nuevo y se los aplica?

6.1.4 Las estru ctu ras y los procesos psicológicos que desem peñan
un papel en la com prensión de textos suelen ser de tipo m ás general.
Tam bién en la com prensión de escenas (visuales) y episodios reales
reproducidos (fílm icam ente) o representados, se em plean con frecuen­
cia las m ism as reglas, estrategias y categorías. E stas caracterizan la
elaboración de la información com pleja3 en general.

2 P ara la p ro b lem átic a de la conversación en general, véase el capitulo 7 y la n o ta


20 del cap ítu lo 1.
3 P ara la u tilización de estos y o tro s conceptos de la elaboración cognitiva de la
in fo rm ació n , véase L i n d s a y & N o r m a n (1972).
LA C IE N C IA DHL T E X T O 178

6.2 Principales procesos de la elaboración informativa

6.2.1 A ntes de dedicarnos a la com prensión de los textos, querem os


m encionar algunos puntos referentes a la com prensión de la lengua y
la elaboración de informaciones en general. ¿Qué niveles de análisis,
qué conceptos y qué preguntas y problem as tienen aquí un papel? En
este m arco, evidentem ente sólo podem os discutir los conceptos más
im portantes de la psicolingüística y de la psicología (lingüística)
cognitiva.4

6.2.2 Si querem os analizar la elaboración de las inform aciones,


partirem os p o r de p ro n to del hecho de que un ‘organism o que
com prende’, p o r ejem plo, un hom bre, se ve co n frontado con señales
p o rta d o ra s de inform ación de m anera que percibe estas señales. Esta
percepción se realiza m ediante los órganos sensoriales. E n la com ­
prensión lingüística, esta percepción suele ser visual o auditiva.
A hora bien: p ara p o d er atrib u ir inform aciones a una serie de señales
visuales o auditivas, se requiere una serie de procesos fundam entales.
Si bien estos principios tam bién tienen su validez en la com prensión
de im ágenes, aquí nos lim itam os a la com prensión de enunciados
lingüísticos, tan to orales com o escritos.
El prim er principio consiste en que un hablante es capaz de aislar
unidades discretas del ‘flujo’ (fonético) contin u o de la lengua; esto
significa que puede segmentar señales de ese flujo. De hecho, en la
escritura ya ha tenido lugar esta segm entación: las letras y las
palabras se separan unas de o tras en form a de unidades.
El segundo principio es la categorización. P ara com prender las
señales hay que hacer una abstracción: si bien un sonido se p ro n u n ­
cia o se oye fonéticam ente de distintas m aneras, el sonido siempre
puede interpretarse com o la mism a fo rm a de sonido. D espués de
todo, es esta la diferencia decisiva entre la fonología y la fonética
(esto ya lo discutim os al com ienzo). Este principio im plica psicológi­
cam ente que los sonidos que aparezcan serán siem pre com parados
con una form a de sonido ‘a b stra c ta ’ pero ya conocida, a lo que
entonces sigue la decisión de si se tratab a p. ej. de una a o una o.
Desde luego, este proceso se realiza a gran velocidad y sólo muy
pocas veces de m anera consciente: en este nivel elem ental, la com ­
prensión lingüística está auto m atizad a casi p o r com pleto. La catego­
rización, sin em bargo, no se lim ita a la com prensión de fonem as,
sino que tam bién tiene lugar en otros niveles: reconocem os aquellas
‘p a la b ra s’ que ya conocem os, es decir: a una d eterm inada configura­
ción de sonidos le asignam os una fo rm a de palabra (m orfem a). A la

4 P ara el cam p o de la psico lin g ü ística/p sico lo g ía del lenguaje aconsejam os la


colección en u n volum en de Fl. O R is d ' A r c a i s & L f v h l t (com ps.) (1970); p a ra las
im plicaciones psicológicas de la gram ática generativa, véase F o d o r , B e v e r & G a r r e t
(1974). S i . o b i n (1971) y C l a r k & C l a r k (1977) ofrecen in tro d u ccio n es sim ples.
179 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

vez tiene lugar una prim era categorización sintáctica: determ inadas
form as de palab ras se asignan a determ inadas categorías sintácticas,
com o artículos o sustantivos. Así puede dem ostrarse enseguida un
tercer principio: las unidades se ‘reú n en ’, se combinan con otras
unidades y esta com binación vuelve a considerarse com o una unidad.
El principio de com binación tiene, pues, validez para la com prensión
de m orfem as, porq u e los fonem as se yuxtaponen, y para la com pren­
sión de (partes de) oraciones, porque los m orfem as se yuxtaponen.
El hablante conoce los principios de com binación posibles de su
lengua (reglas), y por eso generalm ente reconoce cuáles com binacio­
nes posibles son aceptables. T am bién vuelve a aplicar la categoriza­
ción necesaria en el nivel de las com binaciones, de m anera que un
grupo de m orfem as puede funcionar, por ejem plo, com o ‘sujeto’ de
la oración.
En el nivel de la com prensión de la p alab ra y de la oración
interviene sim ultáneam ente el principio siguiente, el de la interpreta­
ción: a las form as de p alabras, partes de oraciones u oraciones se les
asigna d eterm inado significado convencionalm ente establecido. Esto
significa que un hablante, cuando entiende una palab ra, no sólo
extrae de su m em oria la form a de p alab ra correspondiente (ám bito
de conocim iento lingüístico), sino a la vez el (los) significado(s)
posible(s) o actual(es) que va(n) acoplado(s) a la form a de la palabra.
Tam bién en este nivel el principio de categorización ejerce su influen­
cia: si bien un hablante puede tener una gran cantidad de asociacio­
nes al in terp retar form as de p alabras o (fragm entos de) oraciones,
debem os supo n er que en principio es capaz de asignarles un signifi­
cado específico y convencional; es precisam ente esta convención la
que ha hecho que el hab lan te haya querido expresar con seguridad
exactam ente este significado. Pero com o num erosas form as de pala­
bras poseen varios m atices de significado o incluso varios significa­
dos, puede producirse muy fácilm ente un m alentendido si no se
dispone de m ás inform ación proveniente del texto o del contexto, y
el oyente puede asignar a una p alab ra u oración un significado
distinto del p retendido p o r el hablante.
Vemos que la elaboración de la inform ación se basa en realidad
sobre to d o en la adjudicación de significados a señales (perceptibles)
y que esto tan sólo es posible com o consecuencia de operaciones
mentales: la segm entación, la categorización y la com binación de lo
percibido. A dem ás, hem os de tener presente que no sólo se interpre­
tan las ‘u n idades’, sino tam bién las relaciones entre éstas, que esta­
blecen sus com binaciones posibles si tam bién en la psicología de la
com prensión de la lengua distinguim os entre ‘estructura superficial’
y ‘estructura p ro fu n d a ’ de un enunciado, es decir, entre las estructu­
ras m orfo-fonológico-sintácticas y las estructuras sem ánticas, esto
supone que, p o r ejem plo, las relaciones sintácticas tam bién pueden
poseer una relación sem ántica com o correlato significativo. Sin em ­
bargo hay que hacer hincapié en que los citados cu atro principios de
LA C IE N C IA D E L T E X T O 180

la elaboración inform ativa no son sucesivos, sino que en m uchos


casos están interrelacionados. Con frecuencia se puede proceder a
una categorización sintáctica cu an d o ya se han com prendido las
form as de palabras de las partes de la oración correspondientes, es
decir, cuando se les ha asignado una form a de significado. Lo mism o
resulta válido p ara la segm entación de m orfem as y el reconocim iento
de determ inadas com binaciones. C o n trariam en te a la gram ática,
tanto la producción com o la com prensión de la lengua tiene lugar en
varios niveles a la vez: las unidades u operaciones en un nivel posibi­
litan frecuentem ente operaciones a o tro nivel o, com o m ínim o, las
apoyan.

6.2.3 H asta ah o ra se ha h ablado de. m anera muy general sobre lo


que un hablante ‘hace’ m entalm ente p ara poder com prender un
enunciado. Para ello hem os p artid o del hecho de que él conoce una
serie de form as de palabras más los significados, igual que tam bién
conoce una serie de reglas de com binación e interpretación, y del
hecho de que el uso real del lenguaje (h ab lar o com prender) se basa
de tal m anera en estos conocim ientos, que los fragm entos de percep­
ción que surgen se co m paran constantem ente con estos conocim ien­
tos. Lo característico de la elaboración cognitiva de la inform ación
es, sin em bargo, que fuera de estos conocim ientos de las reglas de
validez general hay tam bién estrategias para una aplicación eficaz de
las reglas. Para entender adecuadam ente la diferencia que existe
entre estrategias y reglas puede observarse com o ejem plo análogo el
juego de ajedrez. En prim er lugar existen reglas generales y fijas para
ju g ar al ajedrez, reglas que en principio to d o ju g a d o r debe observar
si realm ente quiere jugar. Pero adem ás, to d o el sentido del juego
consiste en que un ju g a d o r intenta hacer jaque m ate al otro. Para
conseguir este fin no sólo debe saber ju g ar ‘correctam ente’ al ajedrez,
sino tam bién conocer una serie de estrategias ‘ó p tim as’ para realm en­
te hacerle jaq u e m ate al otro. Algo sim ilar ocurre con el uso de la
lengua y la com unicación: se tra ta de in te n ta r realizar lo más eficaz­
mente posible los objetivos com unicativos de la interacción, com o
por ejem plo conseguir que el oyente entienda qué se quiere decir o
qué funciones pragm áticas posee el enunciado. En el caso concreto,
el oyente debe establecer para la com prensión de las oraciones una
serie d a hipótesis que se refieran a la segm entación, categorización,
com binación e interpretación m ás inm ediatas, incluso en el caso de
que, sobre la base de estas reglas, esta hipótesis plausible tenga que
m odificarse en el curso de la po sterio r elaboración de la oración.
U na de las estrategias am pliam ente extendidas se basa, p o r ejem plo,
en la suposición de que en el uso de la lengua el prim er sustantivo,
el prim er constituyente nom inal, actúa en la m ayoría de las oracio­
nes com o sujeto y a la vez, en el nivel sem ántico-textual, com o
‘tópico ’ de la oración. Esta estrategia tam bién significará que ya se
puede com enzar con la categorización provisional, es decir, con la
181 P S IC O L O G IA D E L A E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

estructuración, aun cuando el resto de la o ración todavía no se haya


seguido elaborando; de esta m anera se acelera la elaboración de la
oración, con lo cual se favorece una com prensión más rápida.

6.2.4 La memoria constituye un im p o rtan te com ponente de un


m odelo de elaboración cognitiva de la lengua. Si, dicho a grandes
rasgos, se quiere elab o rar la segunda m itad de una frase, hay que
saber lo que h ab ía en la prim era m itad. D u ran te la elaboración hay
que guardar la inform ación sobre la estru ctu ra y com prensión de
palabras o partes de oraciones hasta que se la vuelva a necesitar, por
ejem plo, p a ra establecer relaciones gram aticales necesarias. El lugar
cognitivo p a ra el alm acenam iento de tales inform aciones es la
m em oria.
En general se distinguen dos tipos de m em oria, una ‘a corto plazo’
(short term m em ory) y la o tra ‘a largo p lazo ’ (long term memory).
Esta diferencia se hace evidente cuando nos planteam os que m uchas
form as de la inform ación alm acenada deben qu edar disponibles sólo
un breve m om ento, m ientras que o tras inform aciones acaso sean
necesarias para m ás tiem po o incluso para siem pre, si pretendem os
que el organism o funcione adecuadam ente. La inform ación fonoló­
gica, m orfológica y sintáctica precisa, relativa a la estructura de
partes de la oración, se necesita sólo para la o ración en sí y acaso
para la oración an terio r o la posterior. N ingún lector que lea esta
página será capaz de repro d u cir literalm ente la p rim era oración, aun
cuando la haya entendido y au n cuando estas estructuras oracionales
hayan estado tem poralm ente en su m em oria. P o r eso adm itim os que
estas inform aciones de ‘poca vida’ se alm acenan en la m em oria a
corto plazo d u ran te cierto tiem po, y precisam ente m ientras quede
suficiente espacio en esta m em oria. Sin em bargo, el contenido de
una o ración, es decir, su estructura sem ántica, p o r lo general deberá
qued ar disponible d u ran te un tiem po m ucho más largo, p ara, por
ejem plo, establecer relaciones de conexión y coherencia con signifi­
cados anteriores o posteriores, pero tam bién p ara (trans-)form ar
nuestro conocim iento a largo plazo. P o r lo tan to , al m enos una parte
de estas inform aciones se tran sp o rta a la m em oria a largo plazo. Por
esta razón tam bién se la denom ina m em oria semántica o conceptual.5
Si observam os todo el proceso, verem os que la m em oria a corto
plazo funciona de hecho com o u na especie de ‘taller’ en el que las
inform aciones que en tran reciben un prim er tratam iento, de m anera
que a continuación se las pueda alm acenar en la m em oria sem ántica
(a largo plazo). H em os visto que, en el fondo, este tratam iento
apunta a una interpretación cognitiva de las señales que se reciben,
es decir: a una traducción a conceptos o relaciones entre conceptos a

5 P ara la teo ría de la m em oria, véase K i n t s c h (19 77 a ), así com o T ulving &
D onaldson (com ps.) (19 72 ).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 182

una proposición (o a una red de conceptos). C u ando estudiem os los


m ecanism os de la com prensión textual, nos ocuparem os exclusiva­
m ente en esta elaboración sem ántica de la inform ación, es decir: con
conceptos y proposiciones, adm itiendo que las oraciones y sus partes
ya han sido traducidas a inform aciones sem ánticas en la m em oria a
corto plazo. P o r lo dem ás, to d o lo que hem os expuesto acerca de la
m em oria y su función p ara la com prensión de las realizaciones
lingüísticas, vale igualm ente para cualquier o tra percepción y elabo­
ración de inform aciones, por ejem plo, para la com prensión de im á­
genes: la percepción gráfica de una silla se analiza en la m em oria a
corto plazo (se segm enta, categoriza, etc.) y luego se interpreta
sem ánticam ente com o él concepto de ‘silla’ o la com binación de
conceptos ‘la silla se cae’. A veces incluso se adm ite que los princi­
pales procesos que conducen y fijan la interpretación de los enuncia­
dos, y aquellos que conducen la interpretación de o tras ‘im presiones’,
son en gran p arte idénticos; así, p o r ejem plo, la m anera en que
‘com ponem os’ la estructura sem ántica de una oración a p artir de la
com prensión de sus partes, debe de estar estrecham ente em parentada
con la percepción y elaboración de im ágenes y escenas. Un p unto
litigioso es p o r ejem plo la cuestión de si en nuestra m em oria sólo
tenem os estructuras conceptuales ab stractas que sirven com o base de
interpretación y alm acenam iento ta n to para la lengua com o para las
imágenes o si poseem os conceptos ‘lingüísticos’ antes que ‘im ágenes’.6
Sea com o fuere, resulta indudable que la elaboración lingüística y
visual de la inform ación están estrecham ente interrelacionadas: con
un enunciado podem os describir sin grandes esfuerzos una im agen o
una escena percibida en aquel m om ento o antes, y a la inversa,
después de un enunciado podem os hacernos una ‘im agen’ de una
cosa. A veces ocurre que algún tiem po m ás tarde ya no sabem os si
hemos visto nosotros m ism os un suceso d eterm inado o si tan sólo
hemos oído h ablar o leído sobre él, o incluso si nos lo hem os
‘inven tad o ’ o ‘im aginado’ todo.
La diferencia entre la short term m em ory (STM ) y la long term
m em ory (L TM ) todavía es muy vaga. U na identificación com pleta de
la LTM con la m em oria ‘sem ántica’ a veces parece llevar a confusión,
puesto que en la LTM tam bién podem os alm acenar inform aciones
‘de estructura superficial’ (com o p o r ejem plo un texto oral dicho p o r
alguien, una consigna o la letra de una canción, el estilo hab lad o o
escrito de alguien en particular, o bien la m elodía o el ritm o de una
canción o de otra pieza de música). A la inversa tam bién se puede
suponer que debe de hab er inform aciones sem ánticas disponibles en
la STM o p o r lo m enos p o r un ‘breve espacio de tiem po’ y que
posiblem ente dispongam os de ellas p o r muy poco tiem po p a ra la

6 P a i v io (1 971) o fr e c e u n a a m p l i a vis ió n s o b r e las r e la c io n e s e n t r e le n g u a e im a g e n


y sus e l a b o r a c i o n e s re spec ti vas.
183 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

com prensión de oraciones y secuencias de oraciones. Incluso si he­


mos entendido una oración determ inada al principio de este capítu­
lo, en general no serem os capaces de repro d u cir esta oración ‘en
cuanto a su co n ten id o ’, es decir, m ediante una paráfrasis, y ni
siquiera la reconoceríam os. Esta reflexión nos servirá de p u n to de
partid a p a ra un tratam ien to de los problem as cognitivos específicos
que se producen en la com prensión de textos e inform aciones sem án­
ticas com plejas en general.
Para poder diferenciar aú n m ás los diferentes ‘tipos’ de m em oria
se ha introducido adem ás de la STM y LTM el concepto de memoria
episódica. La característica p articu lar de la m em oria episódica, que
m ayorm ente se considera com o una p arte de la m em oria a largo
plazo, estriba en el registro especial de una serie de rasgos del input
inform ativo: dónde, cu án d o y cóm o se percibió y com prendió una
cosa. Así no sólo podrem os reco rd ar en general que Allende, el
presidente de Chile, fue asesinado p o r fascistas, sino que adem ás
todavía ‘sab rem o s’ cóm o y cuándo obtuvim os esa inform ación. Esto
significa, sin em bargo, que la restante LTM m ás bien sirve com o
alm acén de nuestro conocimiento de circunstancias m ás generales y
que a través de nuestra m em oria episódica recordamos m ás bien
sucesos concretos vividos por nosotros (se incluye la lectura o el
haber oído ciertas cosas). R esulta, pues, muy posible que la ‘breve’
inform ación sem ántica que necesitam os para la com prensión de una
oración o un texto, se alm acene de m anera característica en esta
m em oria episódica.

6.2.5 Con estos problem as de la teoría de la m em oria se vinculan


dos operaciones m entales em parentadas aunque muy distintas entre
sí, a saber, el (re-)conocer y el recordar. A nte to d o debem os suponer
que la inform ación alm acenada en la m em oria puede volver a encon­
trarse. Pero tam bién es posible que alguna vez hayam os alm acenado
una inform ación determ inada en la m em oria sem ántica, y que no
volvam os a encontrarla. En este caso se habla de olvido. Se puede
olvidar tem poralm ente o p a ra siem pre, lo que en el prim er caso
quiere decir que en determ inadas circunstancias aún puede hallarse
un ‘cam in o ’ para acceder a la inform ación que antes no obteníam os.
La diferencia fundam ental entre (re-)conocer y recordar consiste
en que en el curso del reconocim iento disponem os de inform ación
actual y lo único que tenem os que hacer es averiguar si ya existe en
algún lugar de nuestra m em oria. Sobre la base de este ‘m odelo’
podem os registrar rápida y eficazm ente nuestra m em oria; sólo debe­
mos decidir con m ás o m enos seguridad si ya existe esta pieza de
inform ación. Para recordar hay que poner en m archa el m ecanism o
m em orístico de m anera m ucho m ás potente, d ad o que en el m arco
de una tarea d ad a se exige repro d u cir una pieza de inform ación sin
un m odelo anterior. N atu ralm en te, este proceso se puede facilitar
LA C IE N C IA D E L T E X T O 184

con ciertos ‘indicios’ (cues), p o r ejem plo, indicando u na serie de


propiedades características de la inform ación.
Sin em bargo, am bos procesos requieren que la inform ación no
esté arb itrariam en te alm acenada en la m em oria. En o tras palabras:
sólo som os capaces de retener en la m em oria la enorm e cantidad de
inform ación sobre circunstancias generales y p articulares que necesi­
tam os p a ra nuestro ‘funcio n am ien to ’ cognitivo y social, si las infor­
m aciones están m ás o m enos eficazm ente estructuradas. Podem os
suponer, p o r ejem plo, que to d o lo que sabem os sobre mesas, sillas y
lám paras está alm acenado en conexión con nuestro conocim iento
general sobre el m obiliario y los enseres de la casa. N uestro conoci­
m iento sobre o tras personas y sobre las relaciones sociales funciona
de m anera parecida. P o r eso, los diferentes conceptos que se encuen­
tran en la m em oria sem ántica form an ciertos conglomerados (clusters)
que pueden actualizarse, p o r ejem plo, en los tradicionales tests aso­
ciativos. Estas estructuras de conglom erados pueden estar articula­
das, p o r lo m enos parcialm ente, de m anera jerárquica: distintas
cosas que sabem os acerca de Pedro, tam bién son aplicables en
general a personas, hom bres u objetos concretos: P edro puede estar
enferm o, puede ser padre y es visible. Las estru cturas jerárquicas de
este tipo son condición indispensable p a ra una elaboración efectiva
de la inform ación (alm acenam iento, output): no es necesario que
alm acenem os todas las propiedades (posibles) de cada concepto que
tengam os en la m em oria, puesto que las podrem os deducir de las
propiedades de conceptos m ás ‘elevados’ cada vez que necesitem os
esas inform aciones. En general, respecto del concepto de ‘P edro’ no
habrem os alm acenado conscientem ente inform aciones sobre el hecho
de que tiene un corazón; sin em bargo, esta inform ación puede ser
inm ediatam ente asequible p o r deducción (del concepto de ‘ser vivo’)
en cuanto debam os in terp retar un suceso o un enunciado para los
que el hecho de que P edro tenga un corazón resulte relevante. Por lo
dem ás, esto no perm ite concluir que en la m em oria no existan
tam bién la ‘m ultiplicación’ o la ‘red u n d an cia’: si se desea elaborar
inform aciones rápidam ente y sin rodeos, m uchas veces h a rá falta
disponer de algunos detalles directa e inm ediatam ente, en lugar de
tener que deducirlos prim ero. Así sabem os que el gato es un anim al
sin que tengam os que deducir este hecho del hecho general de que el
gato es un m am ífero. En resum en, podem os decir de la estructura de
la m em oria que en ella se alm acenan inform aciones de m anera
estru ctu rad a y frecuentem ente jerárq u ica y que existen determ inadas
reglas para ligar unas inform aciones con otras; sobre la base de estas
reglas puede procederse a d eterm inadas deducciones. A esto se le
debe añ ad ir un principio de elaboración básico: la m anera en que se
alm acenan inform aciones en la m em oria y, p o r ende, la m anera en
que más tard e estas inform aciones son asequibles o pueden reprodu­
cirse, dependen de la manera en que las informaciones hayan sido
elaboradas al principio. En otras palabras: la estructura que se adju­
185 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

dica a una inform ación d u ran te la percepción y la com prensión,


establece en qué ‘cajó n ’, a qué ‘nivel’ y den tro de qué estructura más
am plia se m antiene esta inform ación en la m em oria. A continuación
descubrirem os que este principio es básico para com prender la m a­
nera en que se entienden y retienen las oraciones de un texto.

6.2.6 En los capítulos sobre la coherencia local y global de los


textos ya se ha introducido un concepto m ás bien cognitivo, que
tiene que ver muy directam ente con el tip o de articulación de las
funciones de la m em oria: el concepto de marco (fram e).1 C om o ya se
ha dicho, los m arcos son d eterm inadas form as de organización del
conocimiento convencionalmente establecido que poseem os del ‘m un­
d o ’. Por esta causa, los m arcos form an una p arte de nuestra m em o­
ria sem ántica general, en la que m ás bien se alm acenan inform acio­
nes com o «las mujeres pueden ser m adres» pero no «M aría ha tenido
un niño». En un análisis m ás preciso verem os que los m arcos no
(sólo) se refieren a regularidades o norm as físicas, biológicas y
psicológicas generales, sino sobre to d o a las num erosas regularida­
des, convenciones, norm as, personas, roles, funciones, actitudes, etc.,
que desem peñan un papel en las situaciones sociales. El conocim iento
del m arco es necesario para la interpretación correcta de los más
diversos sucesos sociales, p a ra la propia participación adecuada en
estos sucesos y, en general, para la razón de ser de nuestro propio
com portam iento y el de los dem ás. P o r ejem plo, «com er en un
restaurante», «viajar en tren» e «ir de com pras» son m arcos que
establecen las acciones que debem os llevar a cabo, en qué orden y
con qué g rad o de necesidad, si querem os lograr determ inado objeti­
vo social. C on lo cual se evidencia que estos m arcos suponen una
form a de organización m ental para acciones y sucesos com plejos y
estereotipados: sim plem ente sabem os que antes de viajar en tren
tendrem os que co m p rar el billete (en la taquilla o en el tren), y que
no nos traerán com ida en un restaurante si no la pedim os o si no
vam os a buscarla no so tro s mismos. T am bién sabem os que en los
trenes h ab itualm ente hay revisores que tienen ciertos deberes y dere­
chos, y que en una tienda solem os en co n trar a una persona que nos
atiende o que cobra.
Un m arco puede describirse, pues, com o una estructura de concep­
tos en la m em oria sem ántica; esta estru ctu ra se com pone de una
serie de proposiciones que se refieren a sucesos estereotípicos. Estas
proposiciones están, entre otras cosas, ordenadas jerárquicam ente de

7 La teo ría de los m arcos o fr a m e s d esarro llad a p o r M i n s k y (1975) se estudia


sobre to d o en los p a p e rs de B o b r o w & C o l l i n s (com ps.) (1975). Véase tam bién
C h a r n i a k (1972), q u e ya em pleó esta idea p a ra el análisis de los cuentos infantiles, y
S c h a n k & A b e l s o n (1977), que provienen de la d en o m in ad a a r tific ia l intelligence, o
sea, de la sim ulación de co m p u tad o ras. P ara la discusión de las relaciones entre los
m arcos y las m acro estru ctu ras p a ra la com prensión textual, véase v a n D i j k (1977 e).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 186

tal m anera que las propiedades necesarias y com unes de estos suce­
sos prevalezcan sobre las inform aciones acerca de los detalles subor­
dinados. Un m arco no sólo se com pone de unas partes ‘fijas’ o
‘necesarias’, sino tam bién de una serie de ‘conclusiones’ variables,
que perm iten aplicar el m ism o m arco a un gran núm ero de situacio­
nes parecidas; p o r ejem plo, la circunstancia de que en el tren se
llegue a conocer a una persona agradable, puede ser incluida com o
variable en el m arco. Se trata aquí de la transform ación de una
inform ación que ya figura en el m arco, o bien de la aparición de
sucesos com patibles (encontrar una persona en el tren, y no un
elefante o una nave espacial). Enseguida verem os la im portancia que
revisten los conocim ientos del m arco para la com prensión de la
lengua o de textos.

6.3 Comprensión textual I: la comprensión de secuencias de oraciones

6.3.1 D espués de haber estudiado una serie de conceptos y princi­


pios básicos que caracterizan la elaboración de la inform ación y la
com prensión de la lengua en general, en el resto de este capítulo nos
dedicarem os sobre to d o a la com prensión de textos y a otros aspec­
tos de la elaboración textual, com o la (re-)producción, el resum en,
etc.
M ientras que nuestra com prensión de precisam ente aquellos p ro ­
cesos y estru ctu ras que desem peñan un papel im portante en la
elaboración de la inform ación y la com prensión de la lengua es aún
muy fragm entaria, hay que o b servar en prim er lugar que en la
actualidad no sabem os prácticam ente nad a sobre la elaboración de
estructuras sem ánticas com plejas com o los textos, en p articular p o r­
que las investigaciones experim entales en este cam po no han hecho
m ás que em pezar.8 D u ran te los últim os años, la psicolingüística y la
psicología cognitiva experim ental, frecuentem ente dem asiado escla­
vas de los desarrollos teóricos de la lingüística, se han ocupado sobre
todo de la percepción de sonidos, la com prensión de palab ras y la
form ación de conceptos, el recordar palab ras ‘sin sentido’ y la elabo­
ración de estructuras sintácticas. Si bien se ha llegado a descifrar en
estos cam pos una can tid ad considerable de procesos de la com pren­
sión y de las estru ctu ras de la m em oria, ya m encionados en este
capítulo, se ha dem o strad o com o im posible una verdadera com pren­
sión de los m ecanism os del proceso de elaboración lingüística sin un
m odelo de elaboración inform ativa sem ántica. En ta n to que actual-

* A ctu alm en te, la bib liografía sobre la psicología de la adq u isió n textual es b a s ta n ­
te am plia. D e la bib lio g rafía ap arecid a en fo rm a de lib ro , véase K1NTSCH (1974, 1977
a), M i yi r (1975), F r i .i im.i (com p.) (1977) y van D ijk & K intsch (1977), K intsch
& van D ijk (1978) y J i i s t & C a r p in t ir (com ps.) (1977), tam bién p a ra o tras referen­
cias bibliográficas.
P S IC O L O G IA D E l.A E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

m ente se están conociendo algunos resultados sobre la com prensión


(sem ántica) de fragm entos de oraciones y oraciones enteras,9 creemos
que el siguiente paso a d ar está bastante claro: las oraciones se
elaboran y com prenden en relación a otras oraciones de un texto y /o
en relación a un contexto no verbal. U na teoría cognitiva de la
elaboración lingüística deberá disponer, pues, de un m odelo en el
que se tenga en cuenta cóm o se com prenden, alm acenan, reproducen
y producen las unidades m ás com plejas, com o los textos, y cóm o se
guían m entalm ente los diálogos.
A pesar de la ya m encionada escasez de resultados ‘contundentes’
de las investigaciones, conocem os algunas circunstancias seguras de
propiedades específicas de la elaboración cognitiva del texto. Puesto
que estos factores, p o r regla general, parecen ap o y ar la descripción
teórica de las estructuras textuales bosquejada en los capítulos ante­
riores, lo cual subraya sobre todo su posible relevancia psicológica,
podrem os a ñ a d ir en lo sucesivo tam bién un com ponente teórico a un
m odelo de elaboración cognitiva del texto. P o r lo ta n to , lo que aquí
estudiam os, de hecho constituye una com binación de ideas generales,
más o menos confirm adas, sobre la elaboración sem ántica de la
inform ación, resultados m ás específicos de investigaciones experim en­
tales a base de m ateriales textuales y, finalm ente, una serie de
hipótesis plausibles sobre operaciones y estru cturas posibles que
desem peñan un papel en la elaboración del texto.

6.3.2 P artíam os de la suposición de que la elaboración del texto se


basa en estructuras que se asignan a los enunciados lingüísticos
duran te su incorporación y elaboración en la m em oria a corto plazo.
Este principio tam bién rige para la elaboración de textos. Ya hem os
podido c o n sta ta r que aquello que caracteriza los textos es sobre todo
de índole sem ántica (y pragm ática). H acíam os, adem ás, una distin­
ción entre la estructura local — o m icroestructura, es decir: la estruc­
tura de proposiciones y secuencias de proposiciones— y la m acroes­
tru ctu ra , m ás global, de un texto. D ebem os suponer que esta diferen­
cia teórica tam bién tiene su im portancia para un m odelo psicológico
de la elaboración textual: p o r un lado, un hablante com prende
oraciones y com binaciones (cortas) de oraciones, y p o r o tro com pren­
de (en conexión con éstas) un texto o fragm entos de un texto de
m anera m ás global. Estas suposiciones se ven apoyadas p o r hechos
psicológicos, p. ej., p o r el hecho de que un hablante puede recordar
sin esfuerzo el contenido global de un texto (m acroestructura), pero
que en lo que respecta a la m icroestructura este recuerdo suele ser
breve y m uy fragm entario. P o r eso nos ocuparem os en prim er lugar
de la com prensión de estas m icroestructuras.

9 P ara la co m p ren sió n de oraciones, véase la bibliografía m en cio n ad a en la n o ta 4,


au n q u e tam b ién a C l a r k (1976).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 188

6.3.3 La com prensión de secuencias y la de oraciones (com puestas)


com parten una serie de rasgos. En prim er lugar, el proceso de
elaboración está o rientado sobre to d o sem ánticam ente, es decir: un
hablante quiere registrar en su m em oria sobre todo inform aciones
relativas al contenido «extraídas de» oraciones o secuencias, y no
inform aciones m orfológicas, fonológicas, léxicas o sintácticas. Estas
últim as norm alm ente son, com o hem os visto, ‘instrum entales’: se
elaboran en la m edida que en ellas se plasm e o exprese la inform a­
ción sem ántica. Resulta bastante fácil co m p ro barlo pidiéndoles a
personas de ensayo que repitan inm ediatam ente, y después de unos
cuantos segundos o m inutos, oraciones que acaban de oír o leer. De
esta m anera se com prueba que después de cierto tiem po ya no es
posible la repetición literal de frases o secuencias largas o com plica­
das, pero sí lo es una reproducción p o r lo m enos parcial del conteni­
do m ediante p erífrasis.10 No o bstante, verem os que en la m em oria
tam bién existen lim itaciones para las inform aciones sem ánticas.
Por lo dem ás, se ha com p ro b ad o que la unid ad sintáctica de la
oración en la elaboración del texto sólo tiene un papel m arginal en
este nivel sem ántico. Si, p o r ejem plo, dam os a personas de ensayo
textos com o los siguientes:
(1) C u a n d o P edro llegó a casa, to m ó un baño y se puso el traje nuevo.
(2) P ed ro llegó a casa. T o m ó un bañ o . D espués se p u so el traje nuevo.

no sab rán , si les preguntam os (por ejem plo en un test de reconoci­


m iento), si han leído determ inada inform ación (p o r ejem plo, una
proposición) en form a del texto (1) o del texto (2). La inform ación
de varios fragm entos u oraciones se integra en una única estructura
sem ántica, p. ej., en una proposición (com pleja). Tal y com o lo han
dem ostrado los tests m em orísticos con oraciones activas y pasivas,
tanto en la estructura de la oración com o en la segm entación en una
secuencia se tra ta principalm ente de cóm o está repartida la inform a­
ción en el texto, cóm o se ha in troducido, cóm o está ordenada (tan to
con respecto a lo que se supone conocido com o con respecto a ia
perspectiva de la descripción) y jerarq u izad a. Si bien estas caracterís­
ticas de estructura superficial tam bién determ inan la estructura se­
m ántica, cuando ésta se ha form ado, la estructura superficial origi­
nal ya no es relevante, p o r lo que puede olvidarse.11 D e ahí se deduce
que p a ra nuestro m odelo de la elaboración lineal (local) de textos
em plearem os exclusivam ente térm inos de las estructuras conceptua­
les, com o proposiciones, elem entos de proposiciones y relaciones
entre proposiciones o elem entos proposicionales.

10 B r a n s f o r d & F r a n k s (1971, 1972), entre o tro s, estudian las lim itaciones de la


rep ro d u cció n de estru ctu ras oracionales y po r ello la d eterm inación sem ántica de la
co m p ren sió n .
11 S a c h s (1967) y C l a r k (1976) describen las lim itaciones de la capacidad p a r a
reco rd ar oracio n es activ as y p a siv a s.'
189 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

6.3.4 U na teoría parcial de la capacidad inm ediata de la memoria


semántica a corto plazo es un com ponente esencial para un m odelo
de la elaboración textual. Ya se ha señalado que los hablantes no son
capaces de alm acenar m ás que una determ inada cantidad de ‘unida­
des’ de las inform aciones estructurales m orfológicas, fonológicas,
léxicas y sintácticas en la m em oria a corto plazo. A la vista de las
funciones sem ántico-pragm áticas de la com unicación tam poco resul­
ta necesario; adem ás, esta capacidad es suficiente para transform ar
las estructuras superficiales en estructuras sem ánticas. En el uso
habitual de la lengua ocurre sin em bargo algo sim ilar en el plano
sem ántico: no hace falta reco rd ar to d o s los aspectos de las inform a­
ciones sem ánticas para poder com prender un texto. Para sim plificar
direm os que un hablante sólo extraerá del texto y alm acenará en la
m em oria la inform ación que le resulte im portante. Pero en la com ­
prensión de las secuencias de oraciones, lo fundam ental es que el
hablante esté en condiciones de retener las relaciones necesarias entre
las proposiciones. P or eso, las proposiciones han de ser asequibles
por lo m enos d u ran te un breve espacio de tiem po, en la que pode­
mos llam ar «m em oria sem ántica a co rto plazo» (SSTM ). T an p ronto
com o se ha llenado este espacio de alm acenaje, ten d rán que elim inar­
se algunas inform aciones, es decir que deberán enviarse a la m em o­
ria a largo p la z o .12 U nicam ente podem os hacer conjeturas acerca de
la capacidad de la m em oria sem ántica a co rto plazo necesaria para
la com prensión de oraciones (com puestas) y com binaciones de o ra ­
ciones; por lo m enos debe ser lo suficientem ente grande para que el
hablante pueda vincular oraciones consecutivas sin ninguna dificul­
tad. En otras palabras: los com ponentes del significado de S i deben
ser directam ente asequibles p ara p o d er com prender una oración
«SVj. En este m odelo cognitivo volvem os a encontrarnos con el
concepto de interpretación relativa de la sem ántica textual. Si supo­
nemos que un hablante puede com prender norm alm ente una oración
com puesta por entre diez y veinte proposiciones atóm icas, esto signi­
ficará que si la oración siguiente a aquella con la que debe ligarse
tiene la mism a extensión, en la SSTM deberá haber espacio para un
m ínim o de entre veinte y cu aren ta proposiciones. Pero esto todavía
no basta. Enseguida verem os que para p o d er unir coherentem ente
estas proposiciones, tam bién se añaden proposiciones extraídas de
las existencias de conocim ientos de la LTM , adem ás de una serie de
proposiciones m ás globales — a saber, m acroproposiciones— que
determ inan el tem a co ntinuo del fragm ento textual. S um ándolo todo
acaso lleguem os a una cantidad de unas cincuenta proposiciones
como capacidad m áxim a de la m em oria sem ántica a corto plazo: con
este espacio de alm acenam iento, un hablante debe ser capaz de

12 P ara los aspectos teóricos del proceso de la elab o ració n textual, véase K i n t s c h
& van D ijk (1978).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 190

producir, sin m ás recursos ni la intervención de la LTM , la coheren­


cia local de un texto.
Esto no parece poco, y p o r ello tam poco tenem os que creer que un
hablante es capaz de (re-)producir sin m ás estas cincuenta proposi­
ciones. En prim er lugar no sólo se tra ta del recordar ‘activo’, sino
sobre to d o del reconocer ‘pasivo’: para com prender en una oración
S¡ la expresión e7, el hab lan te p o r de p ro n to no tendrá m ás que
rastrear en una oración an terio r una persona o un objeto que lo
rem itan m uy probablem ente al m ism o objeto o persona. Enseguida
volverem os sobre este tem a.
El factor más im po rtan te que establece la capacidad (relativam en­
te volum inosa) de la m em oria sem ántica a co rto plazo es, com o
siem pre, la estructuración de las inform aciones. P or regla general hay
que tener presente que retener —y, con ello, rep roducir— trozos de
inform ación a rb itrario s, es decir, p alabras u oraciones que nada
tienen que ver entre sí, es m ucho m ás difícil que retener y reproducir
inform aciones con una cierta relación estructural sintáctica, sem ánti­
ca o de o tro tipo de esquem a (p. ej., narrativo). Lo m ism o vale para
la SSTM . Las proposiciones no tienen que retenerse por separado,
sino que form an una estructura que consiste en las relaciones de
conexión m encionadas en los anteriores capítulos:
(3) (i) R e la c i o n e s d e c o n e x io n entre proposiciones (com o un todo): condicio­
n es/co n secu en cias posibles, p ro b ab les y necesarias;
(ii) R e la c i o n e s d e c o h e r e n c ia entre elem entos proposicionales:
(a) id en tid ad referencial (p. ej.: Juan... él... el chico)
(b) relaciones referenciales (p. ej.: Juan... sus manos)
(c) relaciones de pred icad o , entre o tra s sobre la b ase de m arcos de cono­
cim ientos ([Ju a n ] compró un billete... se dirigió al tren...)
(d) relaciones tem porales (... compró... se dirigió...)
(e) relaciones m odales (quizás aún venga y traiga flores ): el m ism o m u n d o
o m u n d o s posibles relacionados en tre sí;
(iii) T ema (m acro e stru ctu ra).

A dem ás de estas relaciones que un hablante debe elaborar para


poder entender una secuencia — y que a la vez la estructura que
posibilita ‘asim ilar’ tan tas inform aciones a la vez— probablem ente
tam bién exista una serie de relaciones funcionales entre las proposi­
ciones que se ocupan de las estructuras jerárq u icas inm ediatam ente
superiores. Ya nos habíam os en contrado con tales relaciones funcio­
nales en la descripción de secuencias de actos de habla: una acción
lingüística puede servir de prep aració n , com ponente, apoyo, explica­
ción, corrección, etc., de o tra acción lingüística. Algo parecido tam ­
bién puede ocu rrir en el nivel sem ántico: una proposición es un
com ponente, una especificación, una lim itación, etc., de la inform a­
ción a p o rta d a p o r o tra proposición, p o r ejemplo:
(4) M a ría quiere casarse c o n un sueco. M ide d os m etros.

La segunda oración nos d a u n a proposición que se puede in terp retar


com o especificación de la inform ación de la prim era. A unque sobre
191 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

este tipo de relaciones todavía no haya una investigación teórica


a b u n d a n te ,13 podem os supo n er que estas relaciones contribuyen a la
estructuración de la inform ación, p o r lo que pueden ejercer una
influencia sobre el alm acenam iento de la inform ación en la m em oria
y tam bién sobre su reproducción.
Finalm ente tam bién debem os suponer que no sólo existe una
estructura que se basa en las m encionadas relaciones de coherencia
entre proposiciones, sino que hay tam bién una ‘configuración’ sem án­
tica más específica de proposiciones atóm icas en un «case-fram e», es
decir: una estru ctu ra sem ántica de relaciones funcionales entre arg u ­
m e n to s/p a rtic ip a n te s.14 D e esta m anera podem os articular la siguien­
te oració n en una serie de proposiciones atóm icas, aunque éstas
puedan seguir o rd enándose en algunas lenguas sobre la base de
relaciones entre casos gram aticales:

(5) P ed ro afirm ó que ay er fue am en aza d o p o r un lad ró n con un cuchillo, de m odo


que tu v o que en treg ar su billetero con din ero .

(6) I. P ed ro = .v,
2. afirm ó (.v,, (3) )
3. (4) de m o d o que (9)
4. fue a m en aza d o p o r (*,, jt2)
5. lad ró n (x 2)
6. a y e r ((3 ))
7. tener (x2, x 3)
8. cuchillo (*,)
9. tu v o qu e (*), (10))
10. en treg ar ( jc,, x4)
11. billetero (x4)
12. en (;c4, x 5)
13. d in ero (x 5)

Com o ya lo insinúa la estructura de la o ración (5), estas trece


proposiciones atóm icas — que p o r lo dem ás no reproducen en abso­
luto explícitam ente las inform aciones de la o ración— form an un
H E C H O com plejo, el H E C H O de que Pedro asevera algo sobre dos
H E C H O S relacionados entre sí (el atraco y la entrega del billetero). El
concepto de H E C H O (escrito en versalitas) que aquí se em plea desig­
na la representación cognitiva de circunstancias en el m undo.
La estructura sem ántica funcional de la oración es la representa­
ción de la estru ctu ra de los papeles de los participantes en el suceso
—en térm inos com o «agente», «paciente», «objeto», «instrum ento»,
«objetivo», etc., tal com o se relacionan a través del predicado (ver­
bo)— para n uestro ejem plo ap roxim adam ente com o en (7):

13 M e y e r (1975), b asán d o se en G rim e s (1975), em plea las relaciones funcionales


en la elab o ració n tex tual, com o p o r ejem plo en la form ació n de las estru ctu ras
jerárquicas.
14 La e s tru ctu ra o racio n al de casos, tal com o la describe F illm o r e ( 1 9 6 8 ) , tam bién
^ p e rc u te en la elab o ració n de oraciones; véase en tre o tro s a K in ts c h (1974).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 192

A c ción : a firm ar (x,, ( 3 ) )

__ A g e n t e P ed ro = v,

H ECHO,---- __ O bjeto : H echo2 = ( H echo, C ond


H e c h o 4)
= (3 )
C ircunstancias

L. T iempo : p asado; hoy

A c ción : a m en azar (x 2, x,)

A gente lad ró n (x¡)

__ P a c i e n t e : P edro (x,)

H ECHO,---- __ I nstrum ento : cuchillo (x 3)

C ircunstancias :

|__ T i e m p o : ayer

A cción : e n treg ar (x,, x 4, x 5)

__ A g e n t e P ed ro ( x j

__ O b je t o : billetero (x4)

H ECHO.---- L,- E spec ific a c ió n : C o n t e n i d o ; d inero

__ U s u f r u c t u a r i o : lad ró n (x s)

C ircunstancias

L T iempo : ayer

Si bien esta estructura —es decir, las diferentes categorías y sus


relaciones— es aú n provisional, d ad o el lim itado conocim iento que
poseem os de una sem ántica funcional, podem os adm itir la hipótesis
de que los hablantes, al com prender las oraciones y secuencias,
organizan las m ínim as porciones de inform ación expresadas p o r las
proposiciones atóm icas en ‘u n idades’ fácilm ente dom inables, es de­
cir, en unidades com o los H E C H O S 15 recién introducidos. Sin em bar­
go, hay que tener en cuenta que en este capítulo se tra ta de H E C H O S
cognitivos, y no de circunstancias o hechos de la realidad, que en los
capítulos anteriores considerábam os com o d enotados de proposicio*

15 En conexión co n la sem ántica lingüística y lógica hem os u tilizad o proposiciones


p a ra la rep resen tació n de e s tru c tu ra s textuales y de conocim iento. Sin e m b a r g ó
existen tam b ién o tro s sistem as de representación p a ra rep ro d u c ir los co n cep to s y su i
estru ctu ras. V éase, p o r ejem plo, el sistem a de S chank en S c h a n k & A b e ls o n (1977),
y tam bién N o r m a n & R u m e l h a r t( c o m p s .) (1975).
193 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

nes. Con esta am bigüedad term inológica se persigue un propósito:


tenem os razones p a ra suponer que no sólo al entender una lengua,
sino tam bién al percibir e in terp retar circunstancias y sucesos, se
aplica un E SQ U E M A D E H E C H O S para relacionar de alguna m anera
los num erosos datos.
V olvam os a nuestra problem ática fundam ental: p a ra poder com ­
prender una oración com puesta o una serie de oraciones, el hablante
deberá interrelacio n ar una serie de proposiciones; estas proposicio­
nes (± 50) son adm itidas en la SSTM de m anera que se construyan
sim ultáneam ente en diferentes niveles d istintos tipos de estructuras
(de contenido, referenciales, funcionales, de acuerdo con el m arco,
etc.) entre las proposiciones o sus elem entos; la unidad inform ativa
global en este nivel es un H E C H O , que consiste en una estructura de
relaciones funcionales entre participantes en u n a circunstancia, un
suceso o una acción determ inados. En nuestro ejem plo se puede ver
que trece proposiciones atóm icas constituyen cu atro H E C H O S . Si se
quiere evaluar la capacidad de alm acenam iento en la m em oria sem án­
tica hay que p a rtir del hecho de que para vincular esta oración con
una an terio r y una posterior, cada una de las cuales se com pone
igualm ente de cu atro H E C H O S , el núm ero de unidades de este tipo es
aproxim adam ente de doce. A pesar de que calculam os que la m em o­
ria a co rto plazo tiene capacidad p a ra unas cincuenta proposiciones,
y, p o r tan to , para unos quince H E C H O S , no podem os concluir de
esto que un hablante siem pre usará esta capacidad de alm acenam ien­
to en su to talid ad . En la m ayoría de los casos ya es posible una
com prensión local del texto cuando se ligan fragm entos de oraciones
u oraciones enteras relativam ente consecutivos. Incluso una oración
bastante larga com o la (5) finalm ente no com prendía m ás que cuatro
H E C H O S . A quí todavía se puede añ ad ir que o tras investigaciones de
la capacidad de la m em oria a corto plazo y de las unidades de la
elaboración de la inform ación han dado com o resultado que hay una
frontera n atu ral en la zona del ‘m ágico’ núm ero siete;16 en caso de
existir m ás unidades, se requiere una estructuración u lterior en otros
niveles. Sin ningún tipo de esfuerzo podem os, pues, cap ta r núm eros
de hasta siete cifras y retenerlos, y algo sem ejante valga quizá
tam bién para una lista de p alabras, una serie de oraciones o fragm en­
tos en una estructura sintáctica, una serie de proposiciones (no
estructuradas) y una serie de h e c h o s . Ya vim os anteriorm ente que
las categorías de un h e c h o no suelen ser m ás de siete. D e ahora en
adelante no seguirem os o cu p ándonos en estas especulaciones num é­
ricas sobre la capacidad de elaboración y retentiva de lar m em oria a
corto plazo. Lo esencial es que esta capacidad es lim itada, pero que
debido a las num erosas relaciones estructurales p ara la elaboración

16 El «magical number se ven» es una expresión del psicólogo George Miller, que
pretendía indicar que el núm ero ‘siete1 es un im portante valor límite en la elaboración
‘•normativa a niveles distintos. Véase M ili.f.r (1 9 56).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 194

inm ediata podem os alm acenar un núm ero relativam ente grande de
unidades de inform ación sem ántica.

6.3.5 Las observaciones del p árrafo an terio r im plican que la com ­


prensión de secuencias de oraciones de un texto debe poseer una
especie de carácter cíclico: registram os una serie de proposiciones,
las interrelacionam os, luego aceptam os una nueva serie de proposi­
ciones (p. ej., de la oración siguiente) y, a ser posible, la ligam os con
la serie an terio r; en este p u n to la SSTM ya está m uy cargada, p o r lo
que deberem os decidir qué inform ación de la SSTM borrarem os
antes de p o d er cap tar nuevas inform aciones. La pregunta es, pues, la
siguiente: ¿qué ocurre en ese ciclo?
A grandes rasgos podem os decir que el principio cíclico de la
elaboración textual de las inform aciones tiene com o objetivo unir
inform aciones nuevas con las viejas (es decir, con inform aciones ya
conocidas). Se ha d em o strad o que esto sólo es posible si los diferen­
tes ciclos se solapan. P ara p o d er establecer, relaciones, sin em bargo,
se requiere algo m ás; en prim er lugar, un tem a, es decir, una o varias
m acroproposiciones, con relación a las cuales se logre establecer las
relaciones de conexión y coherencia. P or lo dem ás, tam bién se
requiere la necesaria inform ación de m arco, que proviene de la
LTM , p ara a p o rta r ‘missing iin ks’, es decir, proposiciones que no
aparecen en la base textual enunciada (explícita), y que sin em bargo
se necesitan p a ra establecer u n a conexión en la base textual. Por
consiguiente, un ciclo interpretativo presenta el siguiente contenido:

(8) a. co n diciones de interp retació n necesarias (presuposiciones) de inform ación


‘vieja’;
b. in fo rm ació n vieja; p. ej., las proposiciones d e la oració n an terio r;
c. in fo rm ació n nueva; p. ej., las p roposiciones de u n a o ració n a in terp retar;
d. m acro p ro p o sicio n es, p a ra ligar b con c\
e. p ro p o sicio n es del m arco , p a ra ligar b con c\
f . im plicaciones plausibles de b y c (y asociaciones);
g. in fo rm ació n esquem ática (de su p e restru c tu ra) en relación a la función glo­
bal de b y c;
h. e stru ctu ra de conexión y coherencia de <6, c. d. e> .

Así pues, no se tra ta de un conju n to desordenado de proposiciones,


sino de una serie de proposiciones estructuralm ente ordenadas, lo
que se especifica en h. P o r lo dem ás, algunas proposiciones pueden
ser idénticas: hay presuposiciones que pueden coincidir con m acro­
proposiciones; algunas m acroproposiciones pueden coincidir con mi-
croproposiciones, m ientras que las im plicaciones plausibles a m enu­
do son idénticas a los ‘missing lin ks’ d ad o s p o r el m arco de conoci­
m ientos. El p u n to a incluye las proposiciones que se necesitan para
la interpretación relativa correcta de inform ación vieja; se tra ta de
proposiciones restantes de un ciclo a n terio r y que sirven p ara una
conexión lineal perm anente, p. ej., a través de la identidad referen­
cial. A la oración (5) le podem os añ ad ir, p o r ejem plo, la siguiente:
195 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

(9) Sin em b arg o , n o creo que pueda h a b e r sido a s altad o , sino que él m ism o ha
hecho d esap arecer el dinero.

En este caso disponem os de las proposiciones de la oración (9) más


las de la oración (5), de las relaciones entre ellas, adem ás de las
presuposiciones de (5) — Pedro existe, el oyente conoce su existencia,
respective; existe un billetero con dinero, se h abla de él, respective— ,
de una m acroproposición com o ‘P edro tuvo que en tregar dinero en
alguna p a rte ’, y, finalm ente, de inform ación de m arco que hace
referencia a que lo que p o r regla general le interesa a un ladrón es el
dinero y que una am enaza supone una condición probable p ara su
entrega; adem ás, el em pleo de la p alab ra «afirm ó» parece im plicar
que el hablante duda de la veracidad de lo que Pedro dice, cosa que
se evidenciará claram ente en la nueva o ración (9).
A hora bien: si a (9) le siguiera o tra oración, la inform ación de la
oración (5) po d ría elim inarse p o r lo m enos parcialm ente. N o ob stan ­
te, se conserva la inform ación que se convierte en presuposición para
(9), a saber: «Pedro existe», «Pedro fue asaltado», «El dinero fue
robado» y «Se habló de dinero». En este m om ento ya no im porta
que Pedro fuera am enazado y que el ladrón tuviera un cuchillo, por
lo que, p o r lo m enos provisionalm ente, estas inform aciones pueden
eliminarse. Supondrem os entonces que la inform ación de un ciclo
anterio r que ya no se queda en la SSTM para el ciclo siguiente, se
alm acena en la m em oria sem ántica (episódica). T an p ro n to com o esa
inform ación vuelva a necesitarse, p o d rá volvérsela a la SSTM. Esto
significa, en nuestro ejem plo que en un texto posterior podrem os
aludir nuevam ente al ladrón o al cuchillo. Según el tipo de inform a­
ción y la distancia {es decir, el tiem po que haya entre los ciclos),
existen barreras naturales que im piden volver a en co n trar detalles ya
m encionados: si las oraciones citadas están al principio de una
novela policíaca, puede m uy bien ocu rrir que el lector, al final del
libro, ya no sepa que la am enaza se hacía con un cuchillo, aun
cuando el lector pueda deducir verosím ilm ente, del concepto de
‘am enaza’, el hecho de que había un arm a en juego y que esta arm a
posiblem ente fuera un cuchillo, En breve volverem os sobre tales
operaciones de reconstrucción en el proceso de recordar inform acio­
nes de los textos.

6.3.6 A hora poseem os una noción general acerca de cóm o se com ­


prenden las oraciones en un texto y de cóm o las interrelaciona el
hablante. P ara ello hem os tenido que form ular una serie de supues­
tos sobre el contenido y la estructura de la m em oria sem ántica a
corto plazo, supuestos que constituyen condiciones hipotéticas para
este proceso de com prensión de inform aciones com plejas. A quí po­
demos llevar a cabo una serie de experim entos para p ro b ar las
diferentes hipótesis. En prim er lugar podem os esperar que la dispo­
nibilidad de inform aciones es m ayor en la SSTM , m edida en un id a­
des de tiem po, que la de aquellas inform aciones que prim ero deben
LA C IE N C IA D E L T E X T O 196

(volver a) recuperarse de la LTM . T am bién podem os suponer que las


inform aciones que se encuentran en la SSTM en un lugar jerárq u ica­
m ente su perior — p o r ejem plo, las presuposiciones y m acroproposi­
ciones— , serán más rápidam ente asequibles que, p. ej., detalles de la
oración anterio r. Se puede co m p ro b ar experim entalm ente qué volu­
m en sem ántico m áxim o y qué com plejidad llegan a ser elaborados
por la SSTM , y cóm o se reduce el grado de com prensión a m edida
que la longitud o com plejidad vayan su perando un valor de­
te rm in a d o .17
En resum en, lo que querem os o btener es un conocim iento de la
m anera en que un hablante lleva a cabo las diferentes operaciones,
es decir, cóm o produce una conexión lineal u otras relaciones asocia­
tivas. T om em os, p o r ejem plo, las siguientes secuencias:
(10) P ed ro fue a saltad o p o r un ladrón. P or suerte sólo llevaba p oco dinero consigo.
(11) P ed ro fue atacad o po r un ladrón. P or suerte fue detenido el m ism o día.

A un hablante no le cuesta ningún esfuerzo in terpretar que el sujeto


elíptico de la segunda oración de (10) se refiere a Pedro y que en (11)
se refiere al ladrón, aun cuando desde el p u n to de vista sintáctico
pueda hablarse de am bigüedad. Las reglas aplicadas entonces p o r un
hablante tam bién se basan en conclusiones extraídas de la inform a­
ción sem ántica de am bas oraciones, p o r ejemplo:
(12) Si y ataca a x, es p o rq u e y cree que x lleva algo valioso.
( 13) (i) Si y lleva a cab o un a traco , y está com etiendo con ello un a acción crim inal,
(ii) Si y ha co m etido u n a acción crim inal, la policía in te n ta rá c a p tu ra r a y.

Con la ayuda del conocim iento del m arco de la proposición (12), el


hablante sabe que en (I) el sujeto elíptico deberá rem itir al mism o
referente que Pedro, m ientras que las proposiciones de (13) cuidarán
de que el hablante sepa que la segunda oración describe una conse­
cuencia posible de la circunstancia descrita p o r la prim era oración, y
que el ladrón participa de estas circunstancias conexas en am bos
casos. Estas deducciones se com prenden com o conocim iento conven­
cional del m undo, p o r lo que tam poco son deductivas o al m enos no
siempre. Se trata de suposiciones m ás o m enos plausibles del hablan­
te, p o r lo que tam bién son posibles los errores y las correcciones
posteriores.
Si bien la decisión sobre la interpretación correcta de enunciacio­
nes correferenciales se basa en la inform ación sem ántica de las
oraciones conexas y en los conocim ientos que la m em oria tiene del
m arco, debem os recalcar que de todas form as existen propiedades de
las estructuras superficiales que posibilitan o aceleran estratégicam en­
te estas interpretaciones. De esta m anera, Pedro y el sujeto elíptico

17 La elab o ració n de secuencias de oraciones y de su com plejidad se discute en


conexión co n alg u n o s ex perim entos de K in ts c h (1974). Véase tam bién la discusión de
este libro en v a n D ijk (1975 a).
197 P S IC O L O G IA D E L A E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

son sujeto y tópico en am bas oraciones de (10), cosa que no ocurre


con ladrón y el sujeto elíptico en (11). En (11) tiene lugar, en cierta
m anera, un cambio de perspectiva: prim ero tra ta de Pedro, después,
del ladrón. En un caso com o éste, en la segunda oración de (11) se
em pleará m ás bien u n a expresión com o éste, puesto que el em pleo
del sujeto elíptico en posición de su je to /tó p ic o sugiere una correfe­
rencia con el su je to /tó p ic o anterio r. C on to d o , los ejem plos m ues­
tran que se tra ta de u n a estrategia y no de una regla. Tam bién
observam os que ni desde el p u n to de vista lingüístico ni desde el
cognitivo existen u n a regla o una estrategia que interpreten un sujeto
elíptico correferencialm ente con respecto al últim o sustantivo m en­
cionado, com o suele creerse.
Pese a que en el caso de una inform ación sem ántica com pleja, la
m edición del tiem po que se necesita p a ra la com prensión de oracio­
nes y secuencias de oraciones es un problem a m etodológicam ente
com plejo, podem os afirm ar que, en general, la com prensión de aque­
llas secuencias en las que intervienen m ás m acroproposiciones, p ro ­
posiciones del m arco, im plicaciones y, por lo ta n to , m ás consecuen­
cias p ara u na construcción adecuada de las conexiones insum en más
tiem p o .lg D esde este p u n to de vista se requiere m ás tiem po para
com prender (11) que (10), sobre to d o si una estrategia hiciese nece­
sario que el sujeto elíptico de la segunda oración de (11) se interpre­
tase prim ero erróneam ente com o referido a P edro, antes de q u edar
claro que tiene que señalar al ladrón. L o m ism o vale para la com ­
prensión de secuencias com o las siguientes:
(14) A P ed ro le ro b a ro n to d o su d inero. El d in e ro to d av ía no ha sido en co n trad o .
(15) A P ed ro le ro b a ro n to d o su dinero. El lad ró n a ú n no ha sido detenido.
(16) P ed ro fue a saltad o ayer m ientras iba al b anco. El dinero a ú n no ha sido
en co n trad o .

Probablem ente, en principio la secuencia (14) puede com prenderse


más fácilm ente y, p o r tan to , m ás rápidam ente que la (15), y la (15)
más rápidam ente que la (16), d ad o que en am bas oraciones de (14)
se habla explícitam ente de dinero, m ientras que en (15) las im plica­
ciones sólo se pueden actualizar gracias al conocim iento del m arco
(Pedro ha tenido que ser asaltad o p o r un ladrón), m ientras que en
(16) hay que em plear ta n to el concepto de ‘a sa lta r’ com o el de
‘banco’ p a ra deducir la im plicación de que se tra ta b a de dinero.
T odo lo anteriorm ente dicho sobre una posible com probación
psicológica de las diferentes hipótesis de n uestro m odelo de la elabo­
ración textual en lo que se refiere a las relaciones de referencia o de
tó p ico /co m en to entre oraciones, tam bién puede aplicarse a la com ­

18 En el L a b o ra to rio P sicológico de la U niversidad de A m ste rd am se com enzó en


1^77, en c o lab o ració n con psicólogos ( B r e u k e r , v a n D ijk , v a n O o s te n d o r p , d en
1Ji.il y o tro s) con un a serie de experim entos de elaboración tex tu al, en los que se
■nvestigan las relaciones en tre m arcos de referencia, las expectativas derivables de ellas
> la co m p ren sió n de n arraciones.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 198

prensión de otras relaciones de conexión. Los predicados (verbos) se


unen a través de la com patibilidad de circunstancias, es decir, a
través de conexiones de condiciones/consecuencias ‘posibles’, ‘pro b a-
bles’ o ‘necesarias’, así com o a través de estados o procesos ‘n orm a­
les’, com o se especifican en el m arco de los conocim ientos. «Ser
detenido» es una consecuencia posible de « asaltar a alguien», o
m ejor dicho: el hecho de que «x com eta un atraco» conlleva la
posible consecuencia de que «x sea detenido».
Finalm ente, un hablante tam bién debe preocuparse p o r la com ­
prensión lineal de lugar, tiem po y circunstancias. En el ejem plo (5),
las circunstancias de que Pedro fue am enazado y que le q u itaro n el
dinero tienen lugar en un m undo posible, a través del cual se accede
al m undo posible en el que Pedro asevera ‘algo’, m undo al que el
oyente a su vez accede a través del contexto pragm ático actual en el
que el hablante com unica algo. El oyente tam bién supone que los
sucesos tuvieron lugar rápidam ente uno tras o tro en el m ism o lugar,
aunque esto no se m encione expresam ente: la conexión causal de las
circunstancias exige este tipo de ‘un id ad de tiem po y lugar’.

6.3.7 Lo que m uy bien puede ocu rrir es que oraciones consecutivas


en un texto no presenten relaciones de conexión, es decir que no
aporten indicaciones correferenciales ni describan relaciones condi­
cionales de conexión entre circunstancias. En este caso podem os
suponer que el hab lan te retiene am bas oraciones (o com o m ínim o
los hechos m ás im portantes, es decir, las m acroproposiciones) en la
SSTM siem pre que le sea posible, y que prim ero pasa a la oración
siguiente, que probablem ente p ro p o rcio n ará una unión indirecta de
las oraciones no directam ente interrelacionadas. Esto tam bién suce­
derá cuando com ience un párrafo nuevo con un tem a nuevo.

6.4 Comprensión textual II: la comprensión del contenido global del


texto

6.4.1 T an to los capítulos teóricos sobre la estructura textual com o


los a p artad o s sobre la com prensión de las secuencias de oraciones
han d ad o com o resultado que tam bién debam os postu lar estructuras
sem ánticas en o tro nivel más global; se tra ta precisam ente de las
macroestructuras. La circunstancia de que Pedro fuera am enazado
por un ladrón, y la circunstancia de que Pedro entregara su dinero at
ladrón, se unen en la circunstancia de orden su perior de que Pedro
fuera asaltad o . P o r lo ta n to , en la interpretación de la secuencia <5,9>
el hablante construye una m acroproposición hipotética «Pedro es
atacado» sobre la base de lo m encionado en las oraciones del texto
(proposiciones) y de los conocim ientos convencionales (m arco) sobre,
los atracos. En cada oració n siguiente (ciclo interpretativo) se revisa­
rá hasta qué p u n to las nuevas proposiciones especifican m ás exacta­
199 P S I C O L O G Í A D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

mente la m acroproposición supuesta, p. ej., introduciendo condicio­


nes habituales, com ponentes, consecuencias, características de los
participantes, circunstancias, etc. En cuanto una oración ya no pue­
da ser in terp retad a den tro del m arco de una m acroproposición,
eventualm ente se intro d u cirá una nueva m acroproposición, y así
sucesivam ente. Si resultase necesario, la m acroproposición ‘vieja’ o
algunas de sus presuposiciones m ás im portantes pueden perm anecer
en la SSTM ; de lo con trario , se alm acenan en la LTM. M ás tarde
esta m acroproposición puede volver a actualizarse, cuando una serie
de m acroproposiciones se plasm a, m ediante el em pleo de m acrorre­
glas, en m acroproposiciones aún m ás globales. Este procedim iento
prosigue hasta que se haya in terp retad o el texto íntegro.

6.4.2 Así pues, vem os que los principios de la sem ántica abstracta
del texto tam bién se tom an com o base de la com prensión real del
texto. Suponem os que al lado de la com prensión de oraciones y
secuencias tiene lugar un proceso paralelo m ediante el cual un texto
tam bién se com prende ‘globalm ente’. Esta com prensión global resul­
ta im po rtan te no sólo para la organización de la inform ación de
todo el texto en la m em oria (a largo plazo), sino tam bién para la
posibilidad de interpretaciones de las conexiones lineales y otras
relaciones de coherencia entre las proposiciones de la base textual.
S upondrem os, adem ás, que las macrorreglas de la sem ántica textual
tam bién están presentes en un m odelo del proceso psicológico; la
organización y reducción inform ativa se basan, d u ran te la com pren­
sión de oraciones, en las siguientes operacio n es:19

(17) I o m itir. Se omiten todas aquellas proposiciones que el hablante no consi­


dera importa ni es, p. cj. como presuposiciones, para la interpretación de
las proposiciones siguientes.
II i.iM r a í iz a r. Toda la secuencia de proposiciones en la que aparecen
conceptos abarcados por un superconcepio común se sustituye por una
proposición con este supcrconcepto.
III c oNSiRink. T oda secuencia de proposiciones que indica requisitos norma-
les. com ponentes, consecuencias, propiedades, ele., de una circunstancia
más global, se sustituye por una proposición que designe esla circunstan­
cia global.

Téngase en cuenta que aquí ya no se tra ta de reglas abstractas, sino


de operaciones mentales: el hablante lleva a cabo una estructuración
(jerárquica) m ediante estas operaciones y a la vez se ocupa de que la
inform ación no in corporada p o r la m acro estru ctura pueda reducirse.
Estas operaciones perm iten deducir la instrucción del proceso que
tiene lugar al elim inarse inform aciones de la SSTM: precisam ente
aquellas proposiciones que no siguen desem peñando un papel ma-

Las reglas II y IV del capítulo 2 son variantes de la macrorregla III que se ha


estudiado aquí.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 200

croestructural se alm acenan lo m ás rápidam ente posible en la LTM ,


m ientras que hay que seguir trab ajan d o con las m acroproposiciones.
La form ulación inform al de las m acrorreglas en (17) ya indica que
en un m odelo del proceso cognitivo se ponen en juego las suposicio­
nes del hablante: una vez alm acenada una serie de proposiciones, el
hablante constru irá una m acroproposición provisional (o la seleccio­
nará de la base textual) respecto de la cual puedan com prenderse las
proposiciones y sus relaciones. D esde luego, un hablante tam bién
puede incurrir en errores, p o r lo que nuevas inform aciones pueden
hacerle desechar la m acrohipótesis y co n stru ir una nueva.

6.4.3 Para poder aplicar las m acrorreglas y m acroestrategias no


sólo se requiere un conocim iento sem ántico general, com o p o r ejem­
plo en la regla II ( g e n e r a l i z a r ), sino que tam bién hay que recurrir
a los marcos de conocimientos. Un hablante sólo será capaz de
decidir qué tipo de inform ación seguirá siendo probablem ente im por­
tante en el texto o qué tipo de circunstancia global se describe en el
texto, cuando las proposiciones añ adidas se com paren con proposi­
ciones en las situaciones de m arco habitualm ente esperadas. Así,
conceptos com o ‘estació n ’, ‘billete’ y ‘su b ir’ muy probablem ente
pertenecerán al m arco del viaje en tren, de m odo que po d rá deducir­
se la m acroproposición «a coge el tren» o, generalizando, «a viaja».
La com paración de proposiciones provenientes del texto con com ­
ponentes del m arco de conocim ientos no sólo da com o resultado los
conceptos característicos de este m arco (p. ej.: «viaje en tren»), sino
que a la vez produce una serie de expectativas sobre el decurso
ulterior de los sucesos y sobre el posible desarrollo ulterior del texto.
C uan d o Pedro ha ido a la estación y ha com prado un billete,
esperam os que tam bién vaya al andén y suba al tren, que el tren
p arta, etc. Estas expectativas se denom inan expectativas de marco y
se basan en nuestro conocim iento convencional sobre procesos y
desarrollos norm ales. En el ejem plo citado incluso se trata de expec­
tativas de m arco más o m enos necesarias o esenciales: si Pedro no
sube al tren (o si nadie lo sube al tren), tam poco p o drá hacer un
viaje en tren. A dem ás de estas expectativas tam bién existen expecta­
tivas de m arco posibles u opcionales: hacen referencia a situaciones,
sucesos o acciones que con frecuencia pertenecen a circunstancias de
m arco globales (o a un episodio), pero que no constituyen una parte
necesaria. Un claro ejem plo sería la com pra de un periódico en el
quiosco de la estación antes de em prender el viaje.
Po r lo dem ás, tam bién existen sucesos y circunstancias que no se
esperan, o p o r lo m enos no a p a rtir del m arco, pero que coinciden
con los sucesos del m arco: en la estación podem os ir al lavabo,
en co n trar a un am igo en el andén o incluso caer debajo del tren.
Precisam ente son estos los sucesos que definen la información especí­
fic a de un texto, porque no se esperan ni se pueden prever, p o r lo
cual se vuelven im portantes para la com unicación p o r razones prag­
P S IC O L O G IA DE LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

m áticas. Sin em bargo, hay que observar que aunque tales sucesos
específicos no se esperen a p artir del m arco concreto, sí pueden
esperarse, debido a otros sucesos específicos que se m anifiestan en el
m icro- y m acronivel del texto, com o, digam os, consecuencia posible
o probable. U na vez que estos sucesos surgen regularm ente en el
episodio del m arco, pueden incorporarse al p ro p io conocim iento del
m arco, com o p o r ejem plo la com pra de algo para leer antes del viaje
en tren o en avión; el quiosco será entonces una parte ‘convencional’
de nuestra idea de estación o aeropuerto.
Las m acroestructuras, los m arcos y las expectativas, esenciales o
no, que de ellos se deducen tienen un papel esencial en el com plejo
proceso de la com prensión textual; esto se dem uestra al observar que,
en cuanto aparecen proposiciones que no se ajustan a la m acroestruc­
tura, no aparecen en un m arco ni son com ponentes posibles, hipóte­
sis o consecuencias de circunstancias ya conocidas, y que adem ás son
incompatibles con las expectativas ya construidas, se produce un
‘co rto circu ito ’ en el proceso de com prensión. El texto se vuelve
incom prensible, o bien se supone que se tra ta de una tontería o de
algo m uy poco habitual:

(18) En la estación compré un billete y fui al baño.


(19) Delante de mí, en el com partim iento, había un elefante rosa.

O bservam os que la ‘rareza’ de un texto va estrecham ente ligada a la


‘rareza’ de circunstancias posibles en m undos posibles. En otras
palabras: la interpretación del texto presupone una interpretación
del m undo.
Tam bién estos aspectos de la com prensión textual son co m p ro b a­
bles experim entalm ente en el sentido de que podem os suponer que
para las distintas proposiciones se requiere ta n to más tiem po, cuanto
menos relación tengan con las m acroproposiciones, las m icropropo-
siciones, los m arcos y las expectativas deducidas ya actualizados.
D ebido al principio pragm ático-com unicativo general de que se pue­
de esperar que un texto sea una enunciación lingüística de una base
textual correcta e interpretable y con la intención de serlo, el hablan­
te p ro c u ra rá ‘buscar un significado’ incluso en secuencias evidente­
m ente inconexas o sin sentido, es decir: inten tará construir relaciones
de coherencia indirecta — p o r ejem plo, un tem a concreto— que
hagan finalm ente com prensible la secuencia.
Estas operaciones m entales de búsqueda pueden dem ostrarse expe­
rim entalm ente, p. ej., variando el m aterial textual ofrecido. Se puede
partir de textos muy explícitos, en los que no hay que actualizar
prácticam ente ninguna inform ación del m arco y en los que las
m acroproposiciones mism as aparecen explícitas, p asando a textos
progresivam ente m ás implícitos, en los que se om iten cada vez más
proposiciones así com o indicaciones con respecto al tem a del texto
(por ejem plo, el título). En este últim o caso seguram ente se requerirá
LA C IE N C IA D E L T E X T O 202

más tiem po p a ra la elaboración de un m ism o núm ero de proposicio­


nes; adem ás deberá de au m en tar la frecuencia de errores.20

6.5 La comprensión de otras estructuras textuales

6.5.1 En la actualidad todavía se sabe m uy poco acerca de los


procesos psicológicos en que se basan la percepción, interpretación y
reelaboración de o tras estru ctu ras textuales, com o los esquemas, y en
p articu lar, de estructuras textuales estilísticas, retóricas y literarias.
A la vista de la experiencia de que la com prensión textual se dirige
esencialm ente hacia las inform aciones sem ánticas y pragm áticas, por
lo m enos en los procesos interpretativos norm ales, es de suponer que
las estructuras que no a p o rta n nad a a la organización de la inform a­
ción sem ántica, sim plem ente son perceptibles ad hoc y que com o
m ucho pueden su b ray ar o reducir la im portancia de determ inadas
inform aciones sem ánticas. P o r cierto que en procesos de com unica­
ción especiales — p o r ejem plo, en los literario-estéticos— la atención
del hab lan te puede dirigirse, incluso fundam entalm ente, a estas es­
tructu ras especiales, ta n to m ás cuanto que en estos casos no puede
hablarse, o sólo indirectam ente, de funciones pragm áticas prácticas
(¡del uso de la len g u a!).21

6.5.2 Las superestructuras esquemáticas, com o la estructura de la


n arración o la de un tra ta d o psicológico, son de gran im portancia
para la estructuración global de las inform aciones sem án ticas.22 Esto
significa que d u ran te el proceso de interpretación se intenta plasm ar
las proposiciones y, sobre to d o , las m acroproposiciones que de ellas
se derivan, en categorías de un tip o de texto im p ortante. Este tipo de
texto con frecuencia ya se conoce p o r una inform ación anterior: p o r
el título, el su btítulo, anuncios, el tip o de m edio o de soporte del
texto, las intenciones ya conocidas del hablante, el tipo de situación
com unicativa, etc. De esta m anera se m antienen prep arad as catego­
rías de este d eterm inado tip o de texto en form a de ‘slots ab iertas’
(ranuras abiertas), en las que pueden insertarse fragm entos del texto,
o m ejor dicho, m acroproposiciones que ‘representan’ a estos fragm en­

J0 K i n t s c h (1974) tr a ta la cuestión de la presencia explícita de inform aciones en


los textos.
21 S o b re to d o en los estudios literarios se concede p a rtic u la r atención a las estru c­
tu ras del p ro p io texto. Véase, p o r ejem plo, J a k o b s o n (1960).
22 P ara la co m p ren sió n de las estru ctu ras n arra tiv as, véase v a n D i j k (1975 b, 1976
b), K in ts c h , & v a n D ijk (1975), v a n D ijk & K i n t s c h (1977), K in ts c h (1976, 1977
b), R u m e l h a r t (1975), T h o r n d y k e (1975), M a n d l e r & J o h n s o n (1977) y S c h a n k
& A b e ls o n (1977). R especto de la com pensión de o tro s tipos d e textos véase M e y e r
(1975) y F r e d e r j k s e n (1972, 1975 a, b) (p a ra descripciones). E n v a n D ijk (1976 c) y
K i n t s c h & v a n D ijk (1978) se tra b a ja con un texto sociopsicológico. V éase tam bién
el n ú m ero ex tra de Poelics, 9 (1980) sobre la co m p ren sió n de las n arraciones.
203 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

tos. U n fragm ento al com ienzo de una narración, en el que se


describe el lugar, el tiem po, las personas, las circunstancias, etc., lo
podem os interp retar esquem áticam ente com o M A R C O de una n a rra ­
ción. Estos procesos tienen, adem ás, un carácter probabilístico: a la
vista de la u lterior intrepretación del texto puede resultar que no se
tra ta b a del M A R C O sino de la situación final de la narración, con lo
que tendrem os que m odificar nuestra hipótesis estructural.

6.5.3 D ad o que las superestructuras con frecuencia im ponen ciertas


lim itaciones al contenido (global) de fragm entos textuales, el hablan­
te posee determ inados ‘indicios’ para p o d er co n struir hipótesis p a rti­
culares sobre la categoría esquem ática de im portancia en aquel
m om ento. Así, en una n arración la C O M P L IC A C IO N suele introducir­
se con la ayuda de pero entonces... o de repente..., etc. P or consiguien­
te, la C O N C L U S IO N de un esquem a argum entativo se prepara en
frases com o de esto se deduce o bien podem os inferir que, etc.
No sabem os con qué exactitud los hablantes pueden derivar tales
interpretaciones esquem áticas a p a rtir de las estructuras superficial y
sem ántica de un texto. T an sólo podem os suponer que disponen de
esquem as convencionales, de reglas y categorías de superestructuras
y de im p o rtan tes lim itaciones (plasm aciones) sobre o tras estructuras
textuales, y que pueden actualizar estos conocim ientos (específicos
del m arco) tan p ro n to com o el texto ofrezca indicaciones suficientes
para la categorización esquem ática de la inform ación. A ctualm ente
todavía no se ha podido co n testar hasta qué p u n to el hablante,
duran te la interpretación, m antiene p reparados estos conocim ientos
categoriales en la SSTM p ara el ciclo siguiente, o si estas inform acio­
nes son m ás bien im portantes en la LTM , p ara poder alm acenarlas.

6.5.4 Sobre la elaboración de las estructuras estilísticas y retóricas


sabem os aún menos. Sin duda alguna puede hablarse de una especie
de ‘coherencia estilística’, a p a rtir de la cual un hablante puede
reconocer una cierta ‘ru p tu ra estilística’ en un texto, es decir: una
m odificación del ‘registro’ (el problem a de la selección de palabras)
o de la estructura sintáctica típica (extensión y com plejidad de las
oraciones, etc.). Q uizá podam os adm itir especulativam ente que d u ­
rante la recepción de un texto en este plano se construye cierta
actitud. Esta actitud del hab lan te se basa en sus expectativas sobre
una selección léxica y una estructura, sintáctica posibles, de m anera
que d u ran te la com prensión de las oraciones se m antienen en princi­
pio prep arad as determ inadas ‘regiones’ léxicas y m arcos para la
interpretación; podem os im aginarnos, p o r ejem plo, que para cada
m a rc o /c a d a región funciona una selección que actualiza palabras del
m ism o registro personal, social, etc. E sto no sólo ocurre en el nivel
de las estru ctu ras superficiales, sino tam bién en el de las estructuras
sem ánticas. Ya hem os visto que las descripciones pueden ser más o
m enos com pletas y que unos tipos de texto específicos requieren un
LA C IE N C IA D L L T E X T O 204

nivel específico de integridad, que depende de las funciones pragm á­


ticas y com unicativas del enunciado. En un artículo sobre la visita de
un jefe de E stado extranjero — en un periódico serio— seguram ente
no encontrarem os la inform ación de que en el aeropuerto fue al
lavabo. En otras palabras: tam bién tenem os expectativas sobre la
integridad y el nivel de las descripciones de sucesos o circunstancias.

6.5.5 En la discusión sobre las estructuras retóricas pudim os ver


que éstas se em plean m enos por razones estéticas que p o r razones de
eficacia. Este es, indudablem ente, un concepto psicológico, que, por
lo tan to , tam bién debe ser explicado en un m odelo psicológico de la
elaboración del texto. Lo único que podem os decir, a la luz de la
teoría arrib a m encionada, es lo siguiente: (i) a través de las estructu­
ras retóricas, las m icroestructuras quedan m arcadas para la relevan­
cia, es decir, adquieren un papel de m acroestructura; (ii) las proposi­
ciones adquieren una estructura más am plia, p o r lo que perm anecen
asequibles en la LTM m ás prolongada y fácilm ente.

6.6 Las estructuras textuales en la memoria semántica

6.6.1 Hem os supuesto que las inform aciones sem ánticas que no se
puedan o deban alm acenar p o r m ás tiem po en la SSTM son trasp a­
sadas a la m em oria sem ántica a largo plazo (LTM ). A hora debere­
mos in ten tar averiguar cómo y bajo qué requisitos se da este proceso.
T am bién en este caso nos basam os en una serie de hipótesis de
trabajo.
La prim era hipótesis consiste en que, en principio, todas las p ro p o ­
siciones de un texto, tal y com o han sido com prendidas —es decir,
elabo rad as— p o r la SSTM , pasan a la LTM . Esta es una suposición
muy am plia, que no debería llevarnos a pensar que, p o r lo tan to , un
hablante es capaz de reco rd ar y reconocer todas las proposiciones de
un texto. Al contrario: enseguida verem os que reco rd ar y reconocer
se basan en operaciones que presuponen la recuperabilidad (retrieva-
bility) de inform aciones en la m em oria. C on ello, nuestra hipótesis
implica el ingreso de casi todas las proposiciones en la m em oria,
pero no su recuperabilidad ilim itada. En la propia form ulación de la
hipótesis en contram os otra lim itación más: únicam ente las inform a­
ciones que han sido estructuradas en la SSTM (m ediante la interpre­
tación del texto) pueden ser adm itidas p o r la LTM . A unque esto nos
pueda parecer absolutam ente evidente, hay que tener presente que
suele ocu rrir que un hab lan te ‘pase p o r a lto ’ ciertas inform aciones.
En tal caso no se form a ninguna proposición o hecho en la SSTM ,
p o r lo que la LTM tam poco puede registrar nada. Estos factores de
‘interferencia’ se conocen parcialm ente: falta de atención, distracción
debida a o tras inform aciones (p. ej., o tro s pensam ientos), etc. Los
factores en los que determ inados detalles se pierden casualmente en
205 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

la SSTM son de tipo m ás bien estructural. No o bstante, para saber


que una p arte d eterm inada de las inform aciones es sólo un ‘detalle’,
el hab lan te deberá hab er com prendido estos detalles, es decir, tendrá
que hab er form ado proposiciones. Según nuestra hipótesis, esta in­
form ación debería entonces ser adm itida en la LTM .
Sin em bargo, la hipótesis de trab ajo no presenta una form a tan
absoluta: suponem os que, en principio, todas las proposiciones entran
en la L T M , pero tam bién adm itim os que una proposición se pierda
casualm ente ya en la SSTM . Esto parece rem itir a que una persona
de ensayo, en un experim ento, a veces ni siquiera es capaz de
reconocer una proposición d eterm inada inm ediatam ente después de
la interpretación de una frase. Pero en este caso no tendríam os
ninguna posibilidad de decidir si el hablante realm ente ha interp reta­
do la porcioncita de inform ación situada en la SSTM , o si sim ple­
m ente hay que h ablar del m encionado ‘p asar p o r a lto ’. C on respecto
a este p u n to m antenem os flexible nuestro m odelo: sólo supondrem os
que la SSTM no siem pre es ‘perfecta’, d ad o que ciertas estructuras
superficiales no son en ab so lu to percibidas ni elaboradas por la
SSTM , por lo que a veces ya se pierden inform aciones en la SSTM,
antes de que una operación de alm acenam iento pueda transportarlas
a la LTM . En todos los dem ás casos dam os p o r supuesto que la
inform ación ingresa en la LTM .

6.6.2 La segunda hipótesis general de trab ajo p robablem ente sea la


m ás im p o rtan te en un m odelo cognitivo de la elaboración textual.
Dice así: el almacenamiento de información en la L T M es una función
de la estructura asignada a esta información en la SST M . Esto implica
que la estructura de la inform ación textual es construida en la
m em oria sem ántica d u ran te la com prensión del texto.
T am bién esta hipótesis es muy am plia, puesto que parece dar por
p robad o que en la pro p ia LTM ya no se realizan m ás operaciones de
interpretación. D e ahí se deduce que si la inform ación tiene que ser
alm acenada en o tro lugar que el original o si a un texto o a un
fragm ento de texto se les debe asignar o tra estructura, ello no debe
ocurrir en la LT M , sino de nuevo en la SSTM : el resultado es una
reinterpretación de la inform ación. Y no sólo tiene lugar durante la
lectura de un texto — p o r ejem plo, si nuevas inform aciones nos
obligan a corregir una hipótesis estructural a n te rio r— , sino tam bién
d u ran te el recuerdo, cuando reproducim os inform aciones de un texto
en contextos posteriores naturales o experim entales.
Esta hipótesis de trab ajo evidentem ente dejaría de tener sentido si
nuestra suposición an terio r — de que la SSTM y la LTM son dos
tipos distintos de m em oria sem ántica: una ‘m em oria de tra b a jo ’ y un
‘lugar de alm acen am ien to ’, respectivam ente— resultase ser incorrec­
ta. De m om ento nos basam os en el hecho de que esta diferenciación
tiene, con to d o , una serie de ventajas. Significa, p o r ejem plo, que
todas las inferencias que se necesitan para la p 4oducción e interpre­
LA C IE N C IA D E L T E X T O 206

tación de enunciados lingüísticos tienen lugar en la SSTM , tanto


sobre la base de la inform ación que llega y la que ya está presente,
com o sobre la de la inform ación extraída de la LTM . P or eso, en la
LTM no puede producirse inform ación ‘nueva’ m ediante inferencia
u otro s procesos de razonam iento o pensam iento.
Si bien nos hem os pron u n ciad o b astante vagam ente sobre una
serie de características específicas de la SSTM , debem os suponer que
no todos los procesos en la SSTM se desarrollan de m anera conscien­
te. Intuitivam ente y muy de repente podem os com prender cosas al
‘hallar’ una deducción concreta o la com binación de una serie de
unidades inform ativas. Según nuestras hipótesis, este proceso tiene
lugar en la SSTM , es decir: después de haber actualizado en la SSTM
la inform ación proveniente de la LT M , lo que no tiene p o r qué
ocurrir de m odo ‘consciente’ y m ucho m enos ‘vo lu n tario ’, de la
mism a m anera que m uchos otros procesos de in terpretación, deduc­
ción y sim ilares no, o no siem pre, pueden m anejarse conscientem en­
te. A quí no tratarem o s esta cuestión.

6.6.3 La segunda hipótesis de trab ajo está destinada a hacernos


com prender la m anera en que las inform aciones textuales se alm ace­
nan en la m em oria. U na estructura textual en la m em oria se com po­
ne de diferentes niveles interrelacionados: una serie de proposiciones
ligada p o r conexiones y relaciones lineales de coherencia, una m a­
croestructura jerárq u ica, con la que se asigna una m acroestructura
com o ‘etiq u eta’ a las secuencias parciales de las proposiciones en
distintos niveles, y finalm ente, una estructura esquem ática específica
que asigna a las m acroproposiciones una función determ inada para
la to talid ad del texto.
Una estructura textual de este tipo en la m em oria a buen seguro
no es idéntica a la estructura textual ab stracta com o la que una
gram ática o una teoría textual ab stracta asignan a un texto. Si bien
el hablante construye la estructura textual en la m em oria sobre la
base de reglas lingüísticas (convencionales), de realidades textuales,
tam bién lo hace sobre la base de sus propios intereses, prejuicios,
conocimientos, comprensión, deseos, objetivos, etc. Tales disposiciones
psicológicas (en el sentido m ás am plio) pueden llevarlo a com pren­
der equívocam ente d eterm inadas partes del texto, conferir un carác­
ter m acroestructural a ciertas proposiciones sin que existan razones
objetivas para ello, etc. A unque, dependiendo del texto y del con­
texto, después de la elaboración del m ism o texto se encuentre en las
m em orias de diferentes hablantes una serie de características estruc­
turales coincidentes, sin lugar a dudas tam bién hallarem os no-coin­
cidencias. Enseguida nos ocuparem os con m ayor detalle de estas
diferencias con la ayuda de la hipótesis de que el hablante puede
aplicar una serie de transformaciones a inform aciones nuevas, es
decir, a inform aciones extraídas de la m em oria.
207 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

6.6.4 A ntes de p ro fu n d izar m ás en el tem a de la representación de


textos en la m em oria será conveniente form u lar la tercera hipótesis
de trabajo: la recuperación, o bien la accesibilidad o la posibilidad de
reconstruir una información textual en la memoria, es una función de
la estructura informativa en la memoria. E sta hipótesis puede form u­
larse m ás exacta y concretam ente diciendo que una proposición se
reencuentra ta n to m ás fácilm ente en la m em oria cuanto m ayor sea
su valor estructural. M edirem os el valor estructural de una proposi­
ción sim plem ente com o el núm ero de relaciones que esta proposición
(o bien, una p arte de ella) guard a con o tras proposiciones (o con
partes de ellas).
D e aquí se deduce que a una proposición se le asignará necesaria­
m ente un elevado valo r estru ctu ral en la LT M , cuando dicha pro p o ­
sición haga falta repetidas veces en la SSTM p a ra establecer conexio­
nes necesarias. T am bién verem os enseguida que este valor estructu­
ral es precisam ente uno de los criterios para retener o reencontrar
una proposición de este tipo. Se puede ver de inm ediato que una
macroproposición relacionada con u n a gran can tidad de proposicio­
nes de la base textual com prendida acaso posea un gran valor
estructural. Algo sim ilar, au n q u e en m enor grad o, tam bién se puede
aplicar a las presuposiciones, cu an d o no entran en juego funciones
m acroestructurales: si una secuencia parcial tra ta particularm ente de
Ju a n y de la enferm edad de Ju a n , y si esta inform ación es un
supuesto p ara la interpretación de todas las oraciones siguientes, esta
proposición (que en cierta m anera siem pre se vuelve a ‘repetir’ en la
SSTM ) tiene un valor estructural relativam ente elevado en la LTM .
Las que poseen un valor m ínim o son aquellas proposiciones que se
reducen inm ediatam ente en la SSTM m ediante m acrorreglas, que
p o r lo ta n to sólo están ligadas a una m acroproposición y que, p o r lo
dem ás, no (o apenas) g u ard an relaciones de conexión directas con
las proposiciones de su en to rn o inm ediato, es decir: no poseen
referentes com unes o relacionados, ni una relación de causa/efecto,
ni tam poco una relación funcional (com o p o r ejem plo la ‘especifica­
ció n ’ de lo que les precede).
A dem ás hay que a ñ a d ir que el valor estructural no sólo viene
determ in ad o p o r relaciones sem ánticas, sino tam bién p o r relaciones
esquemáticas. C uando una proposición tiene a la vez una clara
función en u n a categoría su p erestructural, o bien cuando fija la
relación entre las categorías o el trán sito de una categoría a o tra , se
le asigna un valor estructural especial (frecuentem ente se trata de
una m acroproposición). Puesto que los esquem as constituyen a la
vez indicios de recuperabilidad y desem peñan un papel im portante
en la producción de textos, no resulta fácil d em o strar que la m ejor
‘accesibilidad’ de la inform ación esté determ inada p o r un m ayor
valor estructural gracias a la im portancia esquem ática de una
proposición.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 208

6.6.5 U na hipótesis de trab ajo m ucho m ás problem ática es la que


se refiere a la m anera en que se alm acena la inform ación en la
m em oria. N o se tra ta ta n to de la estru ctu ra ‘objetiva’ del texto o de
la form a m ás general, convencionalm ente establecida, de cóm o un
hablan te interpreta un texto, sino de u n a serie de factores que, tanto
en general com o de caso en caso, codeterm inan el proceso de inter­
pretación y la retención. Estos factores, com o el interés, los objetivos
o las tareas, las opiniones, los deseos, etc., que ya han sido m enciona­
dos an teriorm ente, a b arcan la postura cognitiva frente al contenido
del texto.23
Q uerem os m encionar de nuevo la im portancia que tienen los
conocimientos del hab lan te sobre el ‘o b jeto ’ del texto. H em os visto
que los marcos convencionales tienen un papel fundam ental por el
hecho de a p o rta r inform aciones gracias a las cuales las proposiciones
pueden ser ligadas m utuam ente y porque sólo ellas posibilitan el
em pleo de m acrorreglas. P o r tan to se puede supo ner que los m arcos
em pleados con m ayor frecuencia son m ás rápida y fácilm ente asequi­
bles que los que se usan ra ra vez. Esto no sólo es aplicable a la
com prensión textual, sino tam bién a la elaboración m ás general de la
inform ación (percepción, actuación, solución de problem as, etc.).
Sin em bargo, la m anera en que se extraen y reelaboran inform a­
ciones de un texto tam bién depende de otras situaciones cognitivas
(y afectivas) del hablante. E stas situaciones pueden ser más bien
generales o (sem im perm anentes, o específicas p a ra cada contexto y
objetivo. U n hablante puede tener, p o r ejem plo, un interés perm anen­
te p o r los aviones, la energía nuclear, la contam inación o el sexo; y
estos intereses deben de influir en cóm o com prende y elabora los
textos en los que se habla de estos tem as. Tal com o lo describim os
anterio rm en te, un com ponente de este interés puede ser el conoci­
m iento m ás am plio de las características de los objetos, las circuns­
tancias y los sucesos pertenecientes al tem a en cuestión. El m ayor
conocim iento lleva a una com prensión m ás ráp ida, a m ás relaciones
y con ello a un m ayor valor estructural del texto en la m em oria.
A dem ás, existe o tro facto r del que podem os h ablar m ucho menos
explícitam ente: se tra ta de la intensidad con la que transcurre el
proceso de la elaboración textual. A esto se vincula tam bién el hecho
de que cu an d o leemos un texto que nos interesa m ucho p o r su
contenido, es m ucho m ás difícil que nos dejem os distraer, hacem os
m enos faltas al leer, etc. A ctualm ente todavía no sabem os cuáles son
las consecuencias de esta m anera ‘co n cen trad a’ de la interpretación
p ara la calidad del alm acenam iento. U nicam ente sabem os que en
este caso la inform ación del texto seguirá siendo más fácilm ente
asequible: nos resultará m ás fácil reco rd ar un artículo del periódico

2J K i n t s c h & v a n D ijk (1978) tam bién a b o rd a n el significado del objetivo o de la


tarea p ara la co m p ren sión tex tu al, lo cual tiene un p apel m uy im p o rta n te en la
psicología del ap ren d izaje.
209 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

cuando el tem a nos interese. Acaso p odam os suponer que un texto


en la m em oria, adem ás de asignársele un valor estructural, tam bién
recibe un valor de relevancia (personal).
El concepto de ‘interés’ es todavía b astan te indeterm inado. Aquí
adquieren im portancia en prim er lugar o tras propiedades cognitivas
y afectivas del h ablante, sus deseos y necesidades (tam bién para un
período de tiem po prolongado), las normas y los valores que determ i­
nan sus acciones y sus interpretaciones de los sucesos. U n hablante
que quiera poseer un coche determ inado, ten d rá, pues, interés por
este coche así com o p o r o tras inform aciones sobre este coche, por lo
que en principio no sólo ‘seleccionará’ textos referentes a este ‘obje­
to ’ (p o r ejem plo, anuncios), sino que adem ás los in terpretará más
‘intensam ente’.24 En estos casos no tiene p o r qué tratarse solam ente
de deseos personales; estos deseos tam bién pueden basarse en norm as
y valores socialm ente establecidos que se refieran ta n to al co m p o rta­
m iento p ro p io com o al de los otros. Este es un problem a que en
realidad proviene de la psicología social. P or ello nos lim itam os aquí
a indicar aquellos factores que, tan to p ara el texto íntegro com o
para determ inadas proposiciones del m ism o, pueden incidir en la
m anera de co m prender y retener el texto. Bajo ciertas circunstancias
seguram ente se alm acenan en la m em oria precisam ente aquellas
proposiciones de un texto que coincidan con el sistem a de norm as y
valores.
H ace tiem po que ha podido averiguarse experim entalm ente que
durante la com prensión de un texto tienen lugar unos procesos de
racionalización, precisam ente cuando no se com prende un fragm ento
textual p orque los conocim ientos m ás im p o rtan tes acerca del m arco
faltan o son incom pletos.25 En tales casos, el hablante intentará
ad a p ta r la inform ación a los m arcos de los que dispone, así com o a
las expectativas que de ellos se derivan. Algo sim ilar ocurre al
registrar e in terp retar inform aciones que exigen determ inado juicio
de valor o d eterm inada actitud: el hablante intentará hacer coincidir
el m áxim o de tales inform aciones con el sistem a de posturas, norm as
y valores existente o, si ello no es posible, tenderá a ‘desatender’ las
inform aciones.26 Expresém oslo con nuestros conceptos: el hablante
asignará a estas inform aciones un valor de relevancia bajo en la

24 D esde hace ya tiem po que la psicología social es consciente de la im p o rtan c ia


del ‘in terés’ p a ra la selección y la difusión de inform aciones. P ara ello, véase F l s t i n -
g e r (1957). P a u l (1 9 5 9 ), quien tra ta con m ayor detalle una serie de experim entos de
B a r t l e t t (1 9 3 2 ), estu d ia b a p rin cip alm en te có m o interviene la fam iliaridad (y el
interés) en la co m p ren sión y la retención de textos.
25 B a r t l l t t (1 9 3 2 ) ya describió el proceso de la racionalización en el registro de
un a info rm ació n ‘e x tra ñ a ’ o inesperada; se lo co nsidera el fu n d a d o r del tra ta m ie n to
psicológico de los textos (n arracio n es) y de su elab o ració n (m em o ria, recuerdo,
repro d u cció n ).
26 A tra v é s d e la p s ic o lo g ía s o c ia l y a se c o n o c e la o m is ió n de in fo rm a c io n e s
in c o n siste n te s; v éase F e s t in g e r (1 9 5 7 ).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 210

m em oria. Estos factores de la com prensión textual hay que estudiar­


los m ás profundam ente den tro del m arco de la psicología social de
la elaboración textual. En cam bio los factores específicos de las
situaciones repercuten de m anera m ás bien asistem ática.
U no de estos factores es la tarea actual del lector y su objetivo
correspondiente.27 C uando un hablante, en un contexto n atu ral o
experim ental, necesita determ inadas inform aciones por voluntad p ro ­
pia o debido a una im posición, o bien cu an d o se le exige un interés
especial por unas inform aciones concretas, la m anera en que elabora
un texto con tales inform aciones seguram ente será diferente que en
el caso de la elaboración ‘n e u tra ’ del texto (si es que realm ente existe
tal neutralidad en situaciones naturales). En estos casos no sólo se
trata de entender y retener las inform aciones de un texto lo m ás
correcta y eficazm ente posible, sino tam bién de d a r a las inform acio­
nes alm acenadas una función p ara una tarea concreta, es decir, para
la realización de un objetivo concreto, com o p o r ejem plo la solución
de un p roblem a, la contestación de una preg u n ta o la redacción de
un artículo. D espués de haber descrito el valor relevante afectivo o
social, nos ocupam os ah o ra del valor de relevancia funcional que se
asigna a las inform aciones. Por lo dem ás, este valor tam bién posee
ciertas im plicaciones estructurales: al fin y al cabo, las inform aciones
im portantes estarán relacionadas con las inform aciones que hay que
construir para la realización de la tarea, a través de relaciones de
condición, presuposición y circunstancias. La validez general de
estos supuestos se ve avalada p o r la conocida experiencia de que las
personas de ensayo disponen de una sorprendente capacidad de
reproducción en aquellos experim entos psicológicos en los que saben
o sospechan que tendrán que repetir o aplicar inform aciones de un
texto. Estos resultados suponen justam en te lo contrario de la inter­
pretación y el alm acenam iento inform ativos que ocurren cuando se
lee algo p o r casualidad, p. ej.: artículos del periódico (sin un interés
específico).
Vam os a suponer que el interés y el objetivo definen una cierta
actitud esquemática. En este caso no se tra ta de un esquem a puram en­
te estructural, com o en la estructura narrativa, sino de un esquema
sem ántico, de contenido. U n esquem a de este tipo actúa selectivamen­
te en la interpretación de textos. A dem ás de las m acrooperaciones
habituales, esta función selectiva asignará un determ inado valor de
relevancia, ya globalm ente, ya a proposiciones textuales específicas,
y así las alm acenará en la m em oria. T am bién puede describirse este

27 La im p o rtan cia que el c o n tex to p rag m ático reviste para el experim ento psicoló­
gico («¿Qué quiere el in vestigador de las p ersonas de ensayo?», «¿Qué es lo que se dice
y espera?») y, p o r ello, el p lan team ien to específico, son realm ente esenciales p ara unos
procesos de co m p ren sión tan com plejos com o la elab o ració n de textos. En los
m odelos co g n itivos casi siem pre se Kan d escu id ad o in justificadam ente los co m p o n en ­
tes sociales y p rag m ático s de la elab o ració n in fo rm ativ a, la co m u n icació n , la represen-
tación del co n o cim ien to y la m em oria.
211 P S IC O L O G IA DE LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

proceso diciendo que el contenido textual recibe adicionalm ente una


categorización especial al ser ajustado a la m alla del esquem a
sem ántico.
M ientras que los intereses, conocim ientos, n orm as y valores gene­
rales, así com o las tareas y los objetivos contextualm ente estableci­
dos, aún parecen ser relativam ente sistem áticos, debem os discutir
finalm ente o tro fenóm eno, que denom inarem os detalle sorprendente.
A través de experim entos se ha co m p ro b ad o claram ente el hecho ya
intuido de que no sólo retenem os lo importante o relevante, sino
tam bién detalles com pletam ente ‘triviales’. E sto es válido tan to para
la interpretación del texto com o para la percepción y la acción, y
puede variar según la situación, la personalidad o incluso p o r casua­
lidad. A unque sea prácticam ente im posible describir características
com unes de estos detalles, y m enos aú n las condiciones para su
elaboración y su status p articu lar, puede com probarse ex negativo
que, p o r definición, estos detalles no pueden ser m acroproposiciones
ni proposiciones a las que se haya asignado un elevado valor estruc­
tural o de relevancia en la m em oria. A dem ás es de suponer que un
detalle de este tipo no puede deducirse sin m ás de los m arcos, y por
ende tam poco de las expectativas resultantes o de otros sistem as más
generales de opiniones, norm as y valores. En otras palabras: el
detalle sorprendente tiene que ver con las expectativas que se crean
d uran te el proceso de in terpretación, de m anera que una cosa, un
suceso o una propied ad determ inados no eran de esperar ni por el
texto ni el contexto {y que sin em bargo a la vez son de im portancia
secundaria, es decir que no form an una m acroproposición). Después
de esta explicación que —confesam os— es b astante vaga, supondre­
mos p o r últim o que las proposiciones pueden ad q u irir un valor de
«imprevistidad» en la m em oria. No sostenem os que hayam os explica­
do exhaustivam ente el fenóm eno del detalle sorprendente: a veces
uno se acuerda de cosas que no sólo son triviales sino que ni siquiera
destacan. En un caso así, y a falta de una teoría correspondiente,
sólo podem os suponer que se tra ta de ‘casualidades’ (en cuanto a
percepción e interpretación) que pueden v ariar de persona en perso­
na y que a veces se basan en hechos biográficos no conscientes.

6.7 Transformaciones semánticas

6.7.1 A ntes habíam os p artid o del supuesto de que los hablantes


alm acenan las ¿structu ras textuales en la m em oria tal com o han sido
estructuradas d u ran te el proceso de interpretación en la SSTM . No
obstante, el m odelo deja m ás o m enos intacta la estructura sem ánti­
ca del texto d u ran te el proceso de interpretación. Sin em bargo, esta
suposición no es realista, d a d o que se d em o strará que los protocolos
de recuerdo de los hablantes no son en ab so lu to idénticos al texto
original o a fragm entos del mismo. P o r ello hemos de construir la
LA C IE N C IA D E L T E X T O 212

siguiente hipótesis, para ad m itir que el hab lan te aplica una serie de
transformaciones semánticas d u ra n te el proceso de elaboración del
texto. N o sé tra ta aquí de operaciones form ales (gram aticales, ni
m ucho m enos sintácticas), sino de operaciones cognitivas en la es­
tru ctu ra conceptual de la m em oria (SSTM o LTM ), aun cuando
am bos tipos de operación se parezcan en la form a.

6.7.2 E stas operaciones no se discutieron en la com prensión de


textos, puesto que no se sabe si tienen lugar d u ran te la com prensión
o la reproducción de un texto. P o r eso dejarem os en suspenso la
cuestión de si estas operaciones se realizan d u ran te el prim er tra ta ­
m iento de un texto en la SSTM , o bien d u ran te la recuperación de
inform aciones de la LTM y el proceso de reproducción que se
desarrolla en el caso de un p ro to co lo recordativo o de un resum en.
Es muy posible que d eterm inadas operaciones sólo se den d u ran te la
fase del input y o tras sólo d u ran te la fase del output, en ta n to que
otras tengan lugar ta n to en el input com o en el output.

6.7.3 V am os a suponer que las siguientes transform aciones sem án­


ticas o conceptuales desem peñan un papel en la elaboración del texto:

(20) I. O m itir. De una serie de proposiciones pueden om itirse una o varías


p ro p o sicio n es, y tam b ién pueden faltar partes de p roposiciones (o H e ­
ch o s). (En determ in ad as circunstancias, si se aplica d u ra n te la com pren­
sión, esta o p eració n es a la vez una m acro -o p e ració n .)
II. A d j u n t a r . Se añ ad en u n a o varias p roposiciones a una serie de p ro p o si­
ciones en virtud de las condiciones siguientes:
(i) las p ro posiciones se deducen de o tras proposiciones del texto o de
m acro p roposiciones;
(ii) las p ro p o sicio n es se deducen de un m arco de conocim iento relevante,
p. ej., p a ra la explicación del texto;
(iii) las p ro posiciones se form an según asociaciones, valoraciones, etc.,
co n cep tu alm en te relevantes.
E stas ad ju n ciones no tienen p o r qué ser necesariam ente correctas; el
h ab lan te tam bién puede a ñ a d ir inform aciones incorrectas o incluso
in com patibles.
III. P e r m u t a c i ó n . La perm u tació n aparece frecuentem ente com o tra n sfo rm a ­
ción: frente a la e s tru ctu ra lineal o rig in aria del texto, se invierte o altera
el o rd en de las proposiciones.
IV. S u s t i t u i r . U na o varias proposiciones pueden ser su stitu id as p o r o tra u
o tras, p. ej., p o r un co n cep to léxicam ente equivalente.
V. (R e-)C o m b in acio n . U na form a especial de III y IV es la form ació n de
nuevas p ro posiciones sobre la base de partes de pro p o sicio n es d adas.

Estas transform aciones pueden ser de distinta especie. D e una m ane­


ra estricta pueden preservar tan to el significado com o la referencia
(valor de verdad). En ese caso, la nueva estructura es, desde el punto
de vista sem ántico, estrictam ente equivalente a la original. Sin em­
bargo, tam bién puede m antenerse idéntica la estructura referencial
em pleando conceptos o proposiciones diferentes. A dem ás de estas
transform aciones ‘co rrectas’, el hablante puede realizar transform a­
213 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

ciones ‘in co rrectas’, caso que om ita inform aciones, añad a inform a­
ciones incorrectas o las perm ute o recom bine incorrectam ente.

6.7.4 En cuanto a las condiciones exactas p a ra estas transform acio­


nes hem os de ad m itir que aú n an d am o s a tientas. Si bien existe sin
d uda alguna to d a una serie de regularidades generales, a p a rtir de
varios experim entos resulta que distintas personas de ensayo pueden
aplicar operaciones siem pre diferentes a un m ism o texto.28
U na de las operaciones m ás generales es evidentem ente la om isión.
T ranscu rrid o cierto tiem po después de la recepción inform ativa, el
hablante om ite cada vez m ás proposiciones o partes de éstas. Las
proposiciones que deben de om itirse más rápidam ente son aquellas
que poseen poca im portancia para la reproducción del texto, debido
a los valores estructurales y de relevancia de las inform aciones
correspondientes en la m em oria, y según las interferencias con nue­
vas inform aciones.
A lgunos experim entos han d ad o com o resultado que los hablantes
tienden con cierta facilidad a añ ad ir inform aciones en form a de
proposiciones, y no sólo p a ra las relaciones de conexión o coheren­
cia ya conocidas, sino tam bién una v ariedad de proposiciones deri­
vadas o asociadas. En algunos casos esto debe de ocurrir porque se
pretende explicar un texto, o bien porque el hab lante desea m anifes­
tar su opinión sobre las inform aciones recibidas.
D ad o que la estru ctu ra real del texto no es necesariam ente una
reproducción directa de la estru ctu ra conceptual subyacente, es posi­
ble que para repro d u cir o alm acenar inform aciones el h ab lan te/o y e n ­
te m odifique el orden estructural real d u ra n te la interpretación o la
reproducción. D e este m odo puede p a sa r a reducir la estructura
esquem ática a la canónica (‘la m ás n o rm al’), al com prender o volver
a co n ta r p. ej. una n arración o un tra ta d o científico.29 Algo sim ilar
debe de o cu rrir en el plano sem ántico, donde el hablante acaso
elegirá un orden m ás lógico o al m enos un orden que tenga m ayor
relevancia p a ra la ejecución de su tarea o el logro de su objetivo.
Puesto que las expresiones léxicas en la lengua son enunciados
convencionales de las estructuras conceptuales subyacentes, eventual­
m ente puede resu ltar una com binación de conceptos distinta, con lo
que se necesitan nuevas expresiones léxicas. Tales sustituciones no
sólo deben de tener lugar d u ra n te la com prensión, sino sobre todo
tam bién d u ran te la reproducción de textos.
Estos tipos de transform aciones no sólo son señal de una com pren­
sión ó ptim a o una m anera ó ptim a de alm acenam iento de inform acio­
nes textuales p a ra el h ablante, sino que estas transform aciones tam ­

28 P ara las d istin tas tran sfo rm acio n es que surgen d u ra n te la rep ro d u cció n de
p ro to co lo s en ex p erim en tos de retención de textos, véase K in t s c h & van D ijk (1978).
29 M a n d l e r (1978) d escribe la reducción de estru ctu ras n a rra tiv a s a su estru ctu ra
can ó n ica. V éase tam b ién K i n t s c h (1977 b).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 214

bién tienen, com o verem os m ás adelante, una serie de lim itaciones


específicas que varían según el contexto. P o r este m otivo, en algunos
contextos es necesario aplicar ciertas transform aciones y no otras.

6.7.5 P o r ú ltim o hay que volver a m encionar que estas operaciones,


p o r regla general, no se aplican conscientemente, salvo en caso de
encargos específicos, com o resúm enes o paráfrasis. Olvidar inform a­
ciones, es decir, o m itir proposiciones o partes de ellas, es un proceso
que tiene lugar p o r sí solo, aun cuando el hablante pueda influir
positivam ente sobre él (m ediante el ejercicio, la repetición, la aplica­
ción, etc.). H em os supuesto que olvidar — es decir, el no poder
en co n trar inform aciones— viene establecido, entre otras cosas, por
los valores estructurales y relevantes asignados a las proposiciones
textuales en la m em oria. N o o bstante, hem os dejado abierta la
posibilidad de que ciertos tipos de inform ación casualm ente ni siquie­
ra lleguen a la LTM , p o r lo que ya se pierden d u ra n te el proceso de
interpretación en la STM o en la SSTM.

6.8 Reproducción, reconstrucción y producción de textos

6.8.1 A hora debem os plantearnos la cuestión de qué es lo que en


realidad ocurre con la inform ación textual form ada o transform ada
después que se la haya alm acenado en la m em oria. En prim er lugar
debem os tener presente que la elaboración y com prensión del texto,
p o r regla general, tienen lugar en un proceso de com unicación en el
que el hablante desea que el oyente se entere de algo o m odifique su
estado in terior de otra m anera (se form e o m odifique determ inadas
opiniones o posturas) y en virtud de ello eventualm ente lleve o no a
cabo ciertas acciones deseadas. Puede o c u rrir que el oyente elabore
un texto con la m era intención de m odificar sus conocimientos o su
comprensión. Estos conocim ientos pueden referirse a circunstancias
particulares, pero tam bién pueden ser m uy generales. A un cuando el
texto no ap o rte estos conocim ientos generales, el hablante puede
sacar p o r inducción una serie de conclusiones m ás generales y a ñ a ­
dirlas a su conocim iento sem ántico general. En tal caso puede resul­
tar necesario elim inar o m odificar o tros conocim ientos, si el hablan­
te desea preservar cierta coherencia y consistencia en su stock de
conocim ientos. Si las inform aciones captadas se com binan de esta
m anera con el conocim iento ya existente, se habla de un proceso de
aprendizaje. En caso co n trario , la inform ación m antiene su carácter
episódico: el texto se acepta ‘a m ero título in fo rm ativo’, sin p ro ducir
consecuencias en los conocim ientos sobre el ‘m u n d o ’.
Esta diferencia parece m anifestarse característicam ente en ciertos
tipos de textos: p o r un lado, en la n arración o el artículo periodísti­
co, y p o r o tro , en el libro de texto. Sin em bargo, aún es muy escasa
nuestra com prensión de tales procesos y de las condiciones que
215 P S IC O L O G IA D E L A E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

establecen de qué m anera las inform aciones registradas m odifican un


stock de conocim ientos generales; p o r esta razó n no vam os a o cu p a r­
nos m ás de esta problem ática.

6.8.2 O tro aspecto im p o rtan te del proceso de com unicación consis­


te en el empleo de textos p a ra la pro p ia producción de inform aciones:
querem os repetir lo que se nos ha com unicado, querem os resum ir lo
que hem os leído, se espera que contestem os a preguntas sobre un
tem a del que hem os oído o sobre el que hem os leído, y puede o currir
que tengam os que resolver un p roblem a o que q ueram os realizar una
serie de acciones sobre la base de inform aciones ad q u iridas a través
de un texto específico (p. ej.: un libro de texto, unas instrucciones de
uso, etc.). En todos estos casos deberem os volver a sacar a la luz,
explícitam ente o no, com o m ínim o u n a p arte de las inform aciones
adqu irid as an terio rm en te p a ra p o d er satisfacer lo que se nos pide.
P o r ello en este p árrafo nos ocuparem os de la m anera y de las
condiciones según las cuales el hab lan te puede volver a sacar de la
m em oria inform aciones textuales y utilizarlas p a ra la producción de
nuevas inform aciones o la ejecución de acciones. P or últim o hay que
a ñ a d ir — ya lo habíam os m encionado— que las inform aciones pue­
den servir p a ra m odificar los conocim ientos, de m anera que puedan
aplicarse a la com prensión de o tros textos.

6.8.3 En experim entos psicológicos bajo condiciones controladas se


ha investigado de cerca u n a serie de tareas de este tipo. Las más
corrientes son las de acordarse de inform aciones (con o sin conceptos
clave), reconocer y resumir inform aciones y aplicarlas a la solución de
problemas.30 E n todos estos casos hay que extraer la inform ación de
la m em oria. P o r eso in tentarem os describir, en prim er lugar, cóm o
ocurre esto en general; un segundo p aso consistirá en describir lo
que sucede en el caso de tareas concretas.

6.8.4 C om o dijim os anterio rm en te, las inform aciones textuales se


alm acenan en la m em oria según lo establece la estructura que les ha
sido asignada d u ra n te el proceso de in terpretación. C uando interac-
túen la representación textual y los conocim ientos existentes en la
m em oria, la estru ctu ra de los conocim ientos ya existentes seguram en­
te influirá sobre la m anera en que se sigan elab o ran d o las inform a­
ciones textuales.
El p rim er principio que establece la búsqueda y recuperación
(retrieval) de las inform aciones textuales es de nuevo esa estructura
de la representación textual (y la estructura de los conocim ientos

30 La rep ro d u cció n de aq u ello que se sabe de un tex to puede d isc u rrir en el m arco
de diferen tes ta re a s y p o r lo ta n to a través de p ro to co lo s m ném icos d istintos: recono­
cer, reco rd ar, re c o rd a r p o r co n cep to s clave, resum ir, c o n testar p reg u n tas sobre los
tex to s co rre sp o n d ien tes y a p lic a r in form aciones p a ra so lu c io n a r problem as.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 216

existentes) en la m em oria. P o r lo ta n to , podem os adm itir la hipótesis


general de trab ajo de que la pro b ab ilid ad de extraer inform ación de
la m em oria es una función de los valores estructurales y de relevan­
cia asignados a d eterm inadas unidades de inform ación. En otras
palabras: cuantas m ás relaciones estructurales posea una proposición
en la representación de la m em oria, tan to m ás rápido p o d rá encon­
trarse y reproducirse. D e aquí se deduce que son sobre todo las
macroproposiciones, las presuposiciones y, de o tra m anera (p. ej., por
razones personales o peculiaridades del contexto), las proposiciones
relevantes las que ofrecen las mejores perspectivas de ser recordadas.
T am bién supondrem os que estas inform aciones son las que estarán
más tiempo disponibles para su uso. Pero to d o esto no sólo sirve
para reco rd ar inform aciones, sino tam bién para reconocerlas, aun
cuando p robablem ente se las pueda reconocer m ás fácil, prolongada
y detalladam ente que reproducirlas activam ente en el recuerdo. A ho­
ra bien, el recordar puede facilitarse m ediante una serie de condicio­
nes. Un ejem plo característico lo constituyen los conceptos sem ánti­
cos clave: en esos casos se agrega a la exigencia un fragm ento de las
inform aciones a recordar, de m anera que una parte del proceso
consiste en reconocer, m ientras que el resto sólo requerirá una
com plem entación o deducción de las inform aciones así halladas.

6.8.5 D u ran te la recuperación de inform aciones textuales se aplica


una serie de operaciones, pues no se trata sim plem ente de que las
inform aciones reencontradas pued an ser o sean reproducidas com o
tales. En prim er lugar ya hem os d ad o p o r supuesto anteriorm ente
que tam bién puede aplicarse una serie de transformaciones al repro­
ducir inform aciones ( o m i t i r , A D JU N T A R , IN V E R T IR , S U S T IT U IR y
R E C O M B IN A R ). Precisam ente en el proceso de p roducción, el hablan­
te puede decidir consciente o inconscientem ente si una proposición
determ inada puede om itirse, es decir, si conviene no expresarla, si
hace falta una u lterior explicación de las inform aciones, si determ i­
n ado orden resulta m ás claro que o tro o si o tra estructura léxico-se­
m ántica (o tra selección de p alab ras, etc.) es m ás adecuada al (re-)
p ro d u cir las inform aciones. La razón principal p o r la que esto no
sólo es posible sino incluso necesario, reside en las reglas básicas de
la producción textual: tam bién la producción de un p ro tocolo de
recuerdo o de un resum en, o el d a r una respuesta, están su b o rd in a­
dos a las reglas gram aticales y p ragm áticas norm ales del uso de la
lengua. Si querem os analizar la m anera en que un hablante rep ro d u ­
ce o resum e un texto, tendrem os que tener en cuenta que deberá
som eterse en todos los casos a reglas m ás generales de la producción
textual: su texto debe ser gram atical, claro, coherente, eficaz, etc., y
para ello posiblem ente deberá aplicar las transform aciones m encio­
nadas a la estru ctu ra conceptual de la representación textual retenida
en la m em oria. En o tras palabras: se puede explicar p o r lo menos
una p arte de las transform aciones si se tiene en cuenta lo que
217 P S IC O L O G IA D E L A E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

podríam o s llam ar las restricciones de salida (output constraints), que


son a su vez condiciones p a ra la interacción com unicativa ulterior.
Al in ten tar reco rd ar el contenido de un texto, los hablantes no
sólo re p ro d u c irá n ' algunas proposiciones de m anera idéntica o las
tran sfo rm arán , sino que en m uchos casos tam bién in ten tarán recons­
truir inform aciones. R ecordarán proposiciones que de prim era ins­
tancia no h a b rá n podido hallar directam ente en la m em oria, pero
que reco n stru irán sobre la base de o tras proposiciones. Si aú n nos
acordam os de que Pedro perdió su dinero, acaso p odam os descubrir
que esto ocurrió en un atraco . Esta hipótesis p o d rá servir entonces
com o indicio (cue) p a ra la recuperación de la proposición de este
contenido eventualm ente a ú n presente; es un proceso m ucho más
sencillo, puesto que se basa en el reconocim iento. Sin em bargo
puede o cu rrir que el hab lan te ya no esté seguro de si ía proposición
es realm ente u n a p arte integrante de la representación textual en la
m em oria. En tal caso, no m anifestará la propo sición, o la m anifesta­
rá en virtud de u n a conjetura m ás o m enos plausible. P o r eso, en
estos procesos de reconstrucción pueden producirse errores. Existen
dos tipos de errores: unos están relacionados con inform aciones
añadid as que no aparecían en el texto ni se im plicaban directam ente,
pero que podrían hab er aparecido en el texto; en este caso se tra ta de
errores plausibles. O tros errores originan reconstrucciones no plausi­
bles o incluso incom patibles. En tal caso ya no se puede reconocer
su «plausibilidad».
Suponiendo que d u ran te el proceso del recuerdo las m acro p ro p o ­
siciones sean asequibles de m anera directa y relativam ente simple, el
proceso de reconstrucción estará relacionado sobre to d o , al m enos
transitoriam ente, con m icroproposiciones, es decir, con detalles del
texto. E sto se consigue aplicando operaciones de reconstrucción a la
m acro estru ctu ra del texto. M ientras que en la com prensión textual
había que resum ir, o rg an izar y reducir inform aciones m ediante m a­
crorreglas, las reglas de la reproducción precisam ente tienen que
especificar, ampliar y detallar plausiblem ente las inform aciones exis­
tentes. P o r ello tam bién suponem os que, de hecho, las reglas de
reconstrucción requieren la aplicación de macrorreglas inversas:
(21) I. A d j u n t a r Es la inversión de la m acro rreg la o m itir. E n este caso se
añ ad en p ro posiciones de detalles que no rep resen tan pro p o sicio n es rele­
v an tes en el texto. E stos detalles pueden reconstruirse según característi­
cas p lausibles y posibles de cosas, p e rso n as y sucesos.
II. p a r t i c u l a r i z a c i o n . E s la inversión de la g e n e r a li z a c i ó n . Si se dispone
de un co n cep to general, se p o d rán reco n stru ir los conceptos parciales m ás
p lausibles (p. ej.: ‘flo r’— » ‘tu lip á n ’).
III. e s p e c ific a c ió n . Es la inversión de la ( r e ) c o n s tr u c c i o n . Este es el caso
m ás sim ple de reco n stru cció n de inform aciones, d a d o que las in fo rm acio ­
nes se p u eden ded u cir de los m arcos co rre sp o n d ien tes sobre cuya base
h ab ía ten id o lugar la co n stru cció n . P o r consiguiente, existen c u a tro fo r­
m as de esta regla:
a. la especificación de características norm ales de cosas y p erso n as (sobre
la base del m arco);
LA C IE N C IA D E L T E X T O 218

b. la especificación de condiciones n orm ales para una acción o un suceso;


c. la especificación de co m p o n en tes norm ales o de sucesos parciales de
u n a acción o un suceso;
d. la especificación de consecuencias, resu ltad o s o im plicaciones n o rm a ­
les de un a acción o un suceso.

6.8.6 En virtu d de los diferentes principios, hipótesis de trabajo y


operaciones supuestas, podem os aho ra tra z a r a grandes rasgos el
esquem a de la posible estructura de contenido de un protocolo de
recuerdo. M ás o m enos sabem os cóm o se m o n tan en la m em oria las
inform aciones de un texto en form a de u n a secuencia o rd en ad a de
proposiciones con una m acro estru ctu ra y una estructura esquem áti­
ca, a través de un tratam ien to cíclico en la m em oria sem ántica a
corto plazo. H em os supuesto que la p ro b ab ilid ad de recuperar una
proposición es ta n to m ayor cu antas m ás relaciones estructurales
posea y cuanto m ayor sea su valor de relevancia. T am bién sabem os
que d u ran te el co m prender o el reco rd ar el hablante suele aplicar
una serie de transform aciones que m odifican la estructura del conte­
nido. Estas transform aciones pueden a b arcar to das las estructuras
posibles que se construyen en la SSTM: (m icro-)proposiciones, m a­
croproposiciones y estru ctu ras esquem áticas. P or últim o tam bién
hem os supuesto que d u ra n te el proceso del recuerdo no sólo se
reproducen proposiciones (tran sfo rm ad as o no) com o tales, sino que
un hablante tam bién recurrirá frecuentem ente a diferentes form as de
reconstrucciones. En virtud de estas características básicas del m ode­
lo de proceso pueden esperarse, pues, los siguientes tipos de inform a­
ción en un protocolo:

(22) 1. m icro p ro p o sicio n es de la representación textual;


2. m acro p ro p o sicio n es (eventualm ente idénticas a 1.);
3. p ro p o sicio n es referentes a la e stru ctu ra esquem ática;
4. tran sfo rm acio n es d e 1. y 2.;
5. m icro p ro p o sicio n es reconstruidas;
6. m acro p ro p o sicio n es reconstruidas;
7. m eta-en u n ciaciones (p o r ejem plo, p roposiciones sobre el co n ten id o del
tex to , qu e incluyen co m en tario s, enjuiciam ientos y o tra s reacciones);
8. restricciones de salida (repetición d e pro p o sicio n es en calidad d e p re su p o ­
siciones, m acro p ro p o sicio n es p re p a ra to ria s o sin tetizad o ras que sirven
p a ra la ex plicación, etc );
9. in fo rm acio n es estru ctu rales p a ra 1. h asta 8., es decir, la e stru ctu ra sem án­
tica de secuencias y de la m a c ro e stru c tu ra y la e stru c tu ra esquem ática;
10. la e stru ctu ra p rag m ática del texto del p ro to c o lo (según la ta re a p lan tead a);
11. la e s tr u c tu r a s u p e rfic ia l d e l p r o to c o lo .

La probabilidad de que estas proposiciones y estructuras aparezcan


en un p ro to co lo varía. Evidentem ente, las estru cturas que posibilitan
la producción correcta son necesarias. Sin em bargo, en lo que se
refiere a las inform aciones del texto original, hem os visto que serán
las m acroproposiciones las que seguirán apareciendo m ás frecuente­
219 P S IC O L O G IA D E L A E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

m ente, sobre to d o después de cierto tiem po, aunque en relación al


núm ero de m icro- y m acroproposiciones del tex to .31
Un p ro to co lo del recuerdo de u n texto que fue confeccionado sólo
después de un cierto tiem po, p o r ejem plo, después de u na serie de
sem anas, meses o incluso años, en prim er lugar seguram ente será
m ás breve: sim plem ente dispondrem os entonces de m ucho m enos
inform ación activa del texto. R esulta sorprendente que la tendencia
a recordar siem pre m ejor las m acroproposiciones se presenta aquí
con m ayor énfasis: es dem ostrable que después de unas sem anas
recordam os casi exclusivam ente las m acroproposiciones; la m ayoría
de las m icroproposiciones ya no puede recuperarse. D iversos experi­
m entos tam bién indican que aquellas m icroproposiciones que se
retuvieron únicam ente debido a un valor de relevancia (personal)
— las proposiciones que tra ta n de algo que el lector enco n tró diver­
tido, sorprendente, estúpido, etc.— pero que no tienen una función
m acroestructural ulterior en el texto, aparecen con frecuencia en
proto co lo s inm ediatam ente posteriores a la enunciación, pero después
de algunas sem anas en general ya no son asequibles. La falta de un
valor estructural parece vengarse de esta m anera. C om o ya se ha
dicho, se tra ta aquí de una tendencia. D e ahí que no pueda decirse
que es im posible que un hablante se acuerde exactam ente de un
detalle de un texto aun después de m ucho tie m p o :32 este fenóm eno
existe, igual que en la elaboración de inform ación visual.
La m em oria retard ad a n aturalm ente tam bién se caracteriza por el
hecho de que las personas de ensayo ya no disponen de la estructura
sem ántica original del texto, sino que com ienzan a aplicar toda una
serie de transform aciones o com o m ínim o a rep ro d u cir/reco n stru ir
el texto original con to d a clase de transform aciones. Sin em bargo,
podem os co m p ro b ar que después de cierto tiem po ya no siguen
aplicando estas transform aciones: se han co n struido un a estructura
más o m enos ‘fija’ que sirve de base p a ra recuerdos ulteriores u otros
objetivos. Este fenóm eno tam bién lo conocem os de la com unicación
textual natural: si narram o s varias veces una aventura de nuestras
vacaciones a diferentes am igos, poco a poco se irá fijando nuestro
inform e. Es decir que no intentarem os m antener vivos en nuestra
m em oria o tro s sucesos y detalles p a ra incluirlos en la narración.
D esde luego, a la larga incluso la m acro estructura de m uchos
textos que leemos diariam ente deja de ser im p o rtante p a ra nuestros
conocim ientos, actitudes y acciones, de m anera que tam bién ella
com ienza a ‘desm o ro n arse’. Existen tan to s factores que desem peñan
un papel en el proceso del olvido, que no resulta fácil decir después

11 v a n D ijk (1975 b ) y K i n t s c h & v a n D ijk (1978) indican m acro estru ctu ras que
d o m in an a costa de m icroestructuras.
” B a r t l e t t (1932) in fo rm a sobre un caso en el que la p ersona de ensayo aún
reco rd ab a, después de m uchos años, el ex trañ o títu lo (casi siem pre o lv id ad o ) de la
n arració n .
LA C IE N C IA D E L T E X T O 220

de cuánto tiem po se olvidan ciertos tipos de m acroestructuras. En


este caso tam bién podem os volver a echar m ano del concepto de
relevancia com o criterio global. U na p roposición adquirida sobre la
base de la elaboración de un texto concreto resulta asequible tan to
m ás prolon g ad am en te cu an to m ás im p o rtan te sea p ara los conoci­
m ientos, las opiniones, las actitudes y las acciones e interacciones
sociales del hablante. Sin em bargo, esta relevancia estructural o
cognitiva es sólo uno de los aspectos; adem ás hay que tener en
cuenta la relevancia afectiva, es decir: en nuestra m em oria retenem os
du ran te m ás tiem po las circunstancias que más nos han ‘im presiona­
d o ’. La definición del vago concepto de ‘im presión’ debería basarse
en sistem as de deseos, anhelos, norm as, valores y los juicios, expec­
tativas y objetivos que de ellos se derivan.

6.8.7 El libre recuerdo de inform aciones textuales es en cierta m a­


nera la ‘form a básica’ en que se restituye la inform ación anteriorm en­
te recibida. Sin em bargo, hay que tener presente que raras veces
aparece esta repetición inform ativa en la com unicación n atu ral, p o r
lo que adem ás estam os m uy mal p rep arad o s p a ra repetir un texto
proposición p o r proposición. Incluso en las situaciones experim enta­
les que se co ncentran especialm ente en la lectura y elaboración de un
texto específico y en las que la p ersona de ensayo ya sabe o en todo
caso puede suponer que ese texto ten d rá que ser reproducido, una
persona de ensayo m edia no retiene, directam ente después de la
presentación del texto, m ás que entre la m itad y un tercio de la
cantid ad original de proposiciones en un texto de unas doscientas
proposiciones (cinco páginas escritas a m áq u in a, 1 600 p alab ras).33
En un texto m ás breve esta p ro p o rció n puede m ejorar, m ientras que
en un texto m ucho m ás largo — p o r ejem plo, en una novela o un
libro de texto— las inform aciones retenidas pueden ser aún m uchas
m enos (del orden del uno al dos p o r ciento). Lo que naturalm ente
nos cuesta m ucho m enos es, en todos los casos, reconocer in­
form aciones.
U na form a m ucho m ás n atu ral de la elaboración inform ativa es la
realización de resúmenes, 34 U na y otra vez tendrem os que hacer un
breve resum en de inform aciones adquirid as anteriorm ente, tan to en
la interacción cotidiana com o en las interacciones específicas de una
em presa o universidad. El proceso en el que se basa el resum en
puede describirse de m anera relativam ente simple. P or ejem plo, se
puede decir que al hacer un resum en un hab lan te selecciona aquellas
proposiciones de su m em oria que poseen el m ayor valor estructural,
que en la práctica deben de ser sobre to d o las m acroproposiciones.

53 Véase v a n D ijk (1975 b), K in ts c h & v an D ijk (1975, 1977), v a n D ijk &
K in ts c h (1977).
34 El resum en es u n o de los m edios m ás d irecto s p a ra c o m p ro b a r la com prensión
textual global. V éanse tam bién los trab ajo s ya m encionados de K i n t s c h & v a n D ijk .
221 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

P or eso a veces se dice que un resum en representa en cierta m anera


la m anifestación textual de la m acro estru ctu ra de un texto. C uando
resulta casi im posible resum ir un texto podem os suponer tran q u ila­
m ente que no es posible co n stru ir un significado sem ántico global de
este texto.
Los resúm enes inm ediatos de los textos son m uy parecidos a los
protocolos de recuerdos aplazados: presentan sobre todo m acro p ro ­
posiciones y a lo sum o m uy casualm ente algún detalle relativam ente
poco im portante. Es, pues, patente que cu an d o un hablante hace un
resum en ejecuta m ás o m enos conscientem ente lo que su m em oria
hace de m anera autom ática: seleccio n ar/red u cir inform aciones, o
bien, olvidar inform aciones.
Con lo antes expuesto se dem uestra que sin una teoría de la
m acroestructura no podem os d ar una explicación siquiera m ediana­
m ente adecuada de cóm o se com prenden, alm acenan, re tien e n /ap re n ­
den, reproducen y vuelven a aplicarse inform aciones com plejas. La
enorm e com plejidad de la estructura proposicional de un texto nos
obliga a o rd en arla y a aplicar determ inados principios para las
reducciones: debem os saber qué es lo m ás im portante o relevante de
un texto, para que podam os siquiera en tenderlo y para que más
tarde, si fuera necesario, p odam os recuperar precisam ente esta infor­
m ación. U na vez m ás querem os repetir que estos principios de la
elaboración textual son válidos para la elaboración de inform ación
com pleja en general. T am bién las series com plejas de imágenes,
sucesos y episodios, así com o la coordinación e interpretación de
acciones com plejas son dirigidas, tanto en la producción com o en la
interpretación, p o r la construcción y la ejecución de unidades ‘globa­
les1, es decir, p o r m acroproposiciones.

6.8.8 Estos supuestos más generales de una teoría de la elaboración


inform ativa natu ralm en te tam bién pueden aplicarse a la producción
de textos.35 A cabam os de ver los aspectos del proceso productivo
que tienen algo que ver con la reconstrucción o la reproducción de
inform aciones textuales ya adquiridas. En general, sin em bargo,
debem os suponer que el significado global, es decir, la m acroestruc­
tu ra, tiene un papel fundam ental en la planificación y ejecución del
enunciado lingüístico. La producción de una secuencia de oraciones
coherente es una tarea de una com plejidad tan ex traordinaria, que
únicam ente to d a una serie de estrategias, reglas y estructuras y
categorías jerárq u icas puede co n tro lar adecuadam ente esta infor­
m ación.
N uestra p rim era hipótesis de producción p ropiam ente dicha es la
de que un hablante form a en prim era instancia una m acroproposi-

A quí solam en te se ab o rd a la p roducción de la lengua. P recisam ente to d av ía se


sabe m uy p o co acerca de los procesos de p roducción. V éanse los tra b a jo s de K em pen,
en tre o tro s, y en especial K fm pen (1977) (sobre oraciones).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 222

ción que proviene de sus conocim ientos, deseos, intenciones, etc., o


que, m ejor dicho, está construida sobre estas bases, y que esta
m acroproposición constituye el significado provisional intencionado
del prim er fragm ento textual o de to d o el texto. A continuación, la
m acroproposición o una serie de m acroproposiciones se transform a
en la SSTM en una serie de proposiciones de una base textual, por
ejem plo, m ediante la aplicación de las m acrorreglas invertidas antes
com entadas. N aturalm ente, esta últim a serie debe cum plir las condi­
ciones de conexión y coherencia habituales. Sólo entonces pueden
transm itirse las proposiciones al fo rm u lad o r de oraciones. En este
caso, las m acroproposiciones sirven a la vez para el control del
contenido global: d eterm inan cuál es el ‘tem a’ y qué oraciones
pertenecen o no a este tem a, cuándo se divaga, se dicen cosas sin
im portancia, etc. T am bién pueden m odificarse m acroproposiciones
form adas an teriorm ente, en form a de intenciones, com o p o r ejemplo
cuan d o el hab lan te se da cuenta de que el oyente no com prende el
tem a, que no le interesa, etc.
La segunda hipótesis general de producción se refiere a la form a
‘global’ del texto y a las restricciones específicas de la estructura
sem ántica, tal com o lo definen las superestructuras esquem áticas.
Resulta prácticam ente evidente que la estructura esquem ática de la
narración se em plea com o un plan global de producción para la
disposición de las m acroestructuras y, p o r ello, de los segm entos
textuales, cuando se desea p. ej. n a rra r alguna cosa.
En am bos casos, las m acroestructuras y las superestructuras for­
m an planes cognitivos im prescindibles p a ra la estructura de las inten­
ciones de significado y finalidad en la ejecución de tareas com plejas.36
A hora podem os especificar estos planes, que ya se discutieron en
psicología, con cierta precisión. Desde luego, no podem os p a rtir de
la hipótesis de que cu an d o un hablante desee producir un texto se
enco n trará con m acroestructuras o su p erestructuras abstractas o
ideales listas p ara ser usadas, com o sería de esperar de un m odelo de
producción psicológicam ente plausible. T am bién en este caso tienen
un papel im po rtan te las estrategias. En algunos casos excepcionales,
com o p o r ejem plo en una alocución, una acusatoria o un libro,
seguram ente es cierto que el habla-nte o el a u to r ya tiene un ‘plan ’
p rep arad o o incluso an o tad o (lo cual, conform e a la teoría, supon­
dría nuevam ente una especie de resum en, en este caso en form a de
‘n o ta s’). Sin em bargo, en o tro s casos se debe de pensar m ás bien en
unos tem as concretos d u ran te la conversación en curso y desarrollar­
los p. ej. a p a rtir del com portam iento y las reacciones del oyente, la
situación específica de la conversación, etc. En otros casos tal vez
sólo se disponga de un tem a muy global (p o r ejem plo, las preguntas

56 Los ‘p lan es’ se han llegado a co n o cer en psicología sobre to d o a través del
influyente lib ro de M ili . hr, G a l a n t h r A P rib ra m (1 9 6 0 ). S c h a n k & A b e ls o n (1 9 7 7 )
p ro fu n d izan en el análisis.
223 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

de «cóm o me encuentro» o «cóm o he pasado las vacaciones»), que


luego p o d rá desarrollarse a través de sub-tem as hasta llegar a su
enunciación en el nivel textual. Es probable que m uchas veces se
form en y ejecuten m eras fracciones de m acroproposiciones antes que
se siga reflexionando sobre o tros tem as relacionados. D urante la
ejecución de un m acroplan, el hablante puede incluso llegar a perder
el hilo debido p. ej. a un fallo del m acrocontrol: en ese caso dejará
de saber p o r un m om ento cuál era el tem a: «¿D ónde me había
quedado?»
No estará de m ás hacer hincapié en que el control de la form a
esquem ática global, la m acroestructura y, en especial, la estructura y
el contenido de las secuencias de oraciones no es sólo de tipo
cognitivo. A ntes al con trario . Si bien el hablante expresa principal­
m ente lo que en realidad quiere decir — conform e a sus conocim ien­
tos, deseos, opiniones, intenciones, etc.— su enunciado es, ante todo,
una acción lingüística, es decir, una form a de interacción com unica­
tiva. D e aquí casi surge de suyo que las reglas, convenciones y
estrategias m ás generales de la interacción (com unicativa), igual que
las propiedades sociales específicas de cada caso y del contexto
actual (relación hablante-oyente, status, funciones, etc.) ejercen una
profunda influencia en todos los niveles de la producción textual,
desde el contenido global, p asan d o por el esquem a, hasta la realiza­
ción fonoló g ico /fo nética («¿D ebo u sar el dialecto para hablar con el
b arrendero, o no?»). N o se puede negar que estos factores sólo fijan
la producción del texto en la m edida en que el hablante realm ente
conozca (consciente o inconscientem ente) estas propiedades y reglas,
de m anera que, una vez más, las restricciones son, en efecto, cogni­
tivas; pero p o r o tro lado, o tro nivel de descripción — a saber, el de
las estructuras sociales de la interacción— requiere que tales factores
tengan tam bién un carácter ‘sobreindividual’ m ás general en la p ro ­
ducción textual. M ás adelante volverem os a tra ta r detalladam ente
estos aspectos que hacen referencia a la influencia de las estructuras
sociales en las estructuras textuales — y viceversa— , ‘a través de’ la
elaboración cognitiva y afectiva.

6.9 La elaboración de los textos como acciones lingüísticas

6.9.1 H asta aquí nos hem os lim itado a estudiar la estructura ‘real1
del texto — en especial, su estructura de con ten id o— y la m anera en
que se la com prende, asigna, alm acena y, eventualm ente, reproduce.
No o bstante, ya hem os visto en capítulos anteriores que, p o r regla
general, un texto es enunciado con la intención de ejecutar una
acción lingüística, por ejem plo, para p ro d u cir determ inado estado
—p o r ejem plo, cierto estado de conocim ientos— o determ inada
acción.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 224

En este p u n to se nos plantea la siguiente cuestión: ¿cóm o saben los


hablantes, cuando oyen y com prenden una enunciación determ inada
en un contexto concreto, cuáles son las acciones lingüísticas que
corresponde realizar ahora? En otras palabras: ¿cóm o se interpreta
pragm áticam ente un enunciado lingüístico? ¿M ediante qué procesos,
conocim ientos, etc., el hablante es capaz de asignar una acción
lingüística a un texto in terp retad o (en cuanto a su contenido)?37

6.9.2 La contestación sistem ática a estas preguntas requiere una


discusión teórica am plía que no podem os realizar en este m om ento.
Sin em bargo, existe una serie de hipótesis que p robablem ente podrían
constituir com ponentes im portantes de una teoría de esa índole. En
prim er lugar debem os p a rtir del hecho de que un hablante posee un
conocimiento sistem ático y convencionalm ente establecido de las ac­
ciones lingüísticas. Q uizás incluso p odríam os aceptar la existencia de
marcos de acciones lingüísticas, suponiendo que en estos m arcos se
fijaran detalladam ente las condiciones sociales que deben cum plirse
para poder llevar a cabo adecuadam ente tales acciones lingüísticas.
Por consiguiente, no excluirem os el hecho de que existan determ ina­
das estrategias p ara la ejecución de determ inadas acciones lingüísti­
cas com plejas (p. ej., para p ro p o n er leyes d erogatorias), ni el de que
tales acciones lingüísticas estén organizadas en form a de m arco; pero
supondrem os que los ‘conceptos de acció n ’ simples no tienen carác­
ter de m arco, para no am pliar dem asiado el concepto de m arco. De
todas form as, determ inadas acciones lingüísticas pueden ser un com ­
ponente constante de un marco.
En virtud de su conocim iento conceptual de las acciones lingüísti­
cas, el hablante dispone de un conocim iento sobre las propiedades y
condiciones m ás im portantes de estas acciones lingüísticas. En otras
palabras: el hablante sabe que alguien que dice x y p o r lo tanto hace
y, si el contexto posee adem ás las características z, ejecutará la (m ás
o m enos probable) acción lingüística h m ediante la enunciación de x.
C ontrariam en te a una teoría pragm ática ab stracta, aquí nos encon­
tram os de nuevo con suposiciones del oyente más o m enos fundadas
en percepciones e inferencias, pero no con conclusiones deductivas.
Esto es tan to más im po rtan te cuanto que los datos que recibe el
hablante pueden ser b astante escasos. A ún así, el proceso com unica­
tivo discurre sin dem asiados problem as a este respecto, a excepción
de las situaciones conflictivas (ejem plo típico: «¿Acaso pretendes
am enazarm e?»)

6.9.3 D esde luego, la interpretación de un enunciado lingüístico


com o acto de habla o com o una serie de actos de habla se basa, en

í7 P ara la elab o ració n cognitiva de las e stru ctu ras prag m áticas (de acciones lingüis­
ticas), véase v a n D ijk (1977 c).
225 P S IC O L O G IA DE LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

p r i m e r l u g a r , e n l a s p r o p i e d a d e s d e l p r o p i o enunciado. S i n e m b a r g o ,
n o h a y q u e o l v i d a r q u e u n e n u n c i a d o c o m o t al p u e d e s e r s i n d u d a
pragm áticam ente ambiguo:

(23) Voy a traerte algo para beber

puede ser tan to una afirm ación com o una confirm ación, una prom e­
sa o una am enaza, según que el oyente desee o no la acción corres­
pondiente. A dem ás se añaden a las estructuras sem ánticas y m orfo-
sintácticas im portantes indicios dados p o r la pronunciación en sí
(velocidad, altu ra del tono, acentuación, volum en del sonido, etc.)
que tam bién establecen hasta qué p u n to una oración com o (23) es
una prom esa o una am enaza para el oyente.
R esum iendo direm os que las diferentes propiedades de la enuncia­
ción misma ofrecerán los indicios más im portantes para la correcta
interpretación del enunciado com o acción lingüística. Con esto he­
mos discutido qué propiedades del enunciado eventualm ente tienen
algo que ver con las de la acción lingüística:
(24) 1. E structura sem ántica
a. ¿Se refiere el enunciado a un estado o a una acción del hablante o del
oyente, ahora, en el pasado o en el futuro? Tales diferencias contribu­
yen a definir la prom esa, acusación, disculpa, etc.
b. ¿Se refiere el enuncia'do a acciones ag rad ab les o d esagradables p ara el
h ab lan te o el oyente? ¿Se refiere a ciertos deseos del hablante? Etc.
Tales diferencias se p ara n , po r ejem plo, la prom esa de la am enaza.
c. ¿Se refiere el enunciado a personas u objetos contextualmente relevantes
(p. ej., al hablante, al oyente, etc.)?
2. E structura sintáctica
¿De qué tipo pragmáticam ente relevante es la estructura sintáctica? (P. ej.:
oración afirm ativa, interrogativa, imperativa.) Esto puede facilitar indicios
para distinguir entre preguntas o peticiones e informaciones de diversa
índole.
3. E structura léxica; estilo
Como hemos visto, la selección de palabras puede ser una expresión
indirecta o directa del estado cognitivo y afectivo particular del hablante,
por lo que puede facilitar informaciones sobre su actitud ante el oyente
(enfadada, impaciente, servicial, etc.), lo que vuelve a subrayar la relevan­
cia de la acción lingüística.
4. Tim bre de voz, velocidad de habla, altura de! tono, etc.
Acabamos de ver cuán reveladora es la m anera de expresar un texto con
respecto a la postura del hablante: esto tam bién resulta aplicable al timbre
de voz, la rapidez, la altura, etc.; un ruego o una felicitación no se
pronuncian en un tono ‘antipático’ o ‘rudo’.

A dem ás de estas características más específicas del propio enuncia­


do, existe otra serie de posibilidades que el hablante tiene para seguir
m atizando las funciones pragm áticas de su m anifestación, especial­
m ente p o r su actuación com plem entaria y las propiedades paratextua-
}es o no-verbales del com p o rtam ien to com unicativo:
(25) Propiedades paratextuales de ¡a comunicación
a. Mímica (sonreír, poner mala cara, etc.);
b. Gestos (indicar, lam entar, estar inseguro, etc.);
LA C IE N C IA D E L T E X T O 226

c. P o stu ra de la cabeza;
d . D ista n cia c o n respecto a l oyente;
e. O tras acciones (d a r la m ano,- c errar los p u ñ o s, a b ra z a r, h acer señas con la
m a n o , etc.).

N o se sabe exactam ente de qué m anera van acopladas las inform a­


ciones de este nivel con las de los o tros niveles m encionados. Sea
com o fuere, suponem os que lo que hem os tra ta d o hasta a h o ra sobre
los procesos que tienen lugar en la SSTM corresponde a u na perspec­
tiva dem asiado sim plificada; pues un enunciado se interpreta sim ul­
táneam ente en o tro s niveles, y a p a rtir de él se va construyendo al
m ism o tiem po algo que pod ríam o s d en o m in ar representación prag­
mática, es decir, una idea de qué acción se ejecuta en realidad y qué
intenciones posee p o r ende el hablante.

6.9.4 Pero incluso las propiedades del enunciado lingüístico y de


las características y acciones com plem entarias del hablante m encio­
nadas en (24) y (25), p o r regla general no bastan para una interpre­
tación pragm ática unívoca. A h o ra sabem os que las interacciones
lingüísticas están relacionadas con la estructura social del contexto.
P or eso, el oyente deberá llevar a cab o a la vez un análisis del
contexto, basándose en la situación interactiva y social actual.
Para ello, el oyente no sólo em pleará sus conocim ientos o suposi­
ciones sobre el conocim iento, las opiniones, los deseos y las intencio­
nes del h ablante, sino que tam bién ten d rá que analizar la ‘posición’
social del h ablante, así com o la suya pro p ia y la relación entre el
hablan te y el oyente.
P o r ello, la interpretación de una situación social contextualm ente
relevante debe servirse de algunos conceptos que pueden extraerse de
un llam ado marco de referencia social. Un m arco de referencia social
es una estru ctu ra de acción convencional o incluso institucionalm en­
te establecida con los participantes característicos situados en sus
respectivos roles, funciones, diferencias de status, etc., característicos.
Esta estru ctu ra de acción está fijada p o r reglas ‘de procedim iento’
que particularizan lo que los diferentes p articipantes pueden o deben
hacer en d eterm inadas situaciones. El em pleo de transportes públi­
cos, una dem anda ante el trib u n al, la particip ación en el tránsito
callejero o la asistencia a un cóctel son tales episodios regulados p o r
m arcos sociales. Estos m arcos pueden ser, pues, privados o públicos,
institucionalizados o no, y pueden o no prescribir algo forzosam ente.
P or ese m otivo, las p alab ras de un policía o un revisor de billetes se
interpretan de m anera diferente en el m arco del tráfico o el servicio
ferroviario de cercanías que en un m arco en el que las mismas
personas, sin los derechos ni las obligaciones originales que resultan
de su posición, pronuncien esas m ism as p alabras. A quello que en un
m arco se vive com o un ruego, en o tro resulta ser una orden. A esto
hay que añ ad ir que las acciones lingüísticas que se llevan a cabo en
los m arcos de referencia sociales son p arte integrante de una serie de
227 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

otras acciones sociales que a su vez pueden ser com ponentes, condi­
ciones o consecuencias de o p ara acciones de habla. E n el próxim o
capítulo se com en tarán estas relaciones entre enunciados (textos) y
otros aspectos de la interacción. A quí únicam ente señalarem os que
una correcta interpretación pragm ática de los textos requiere a la vez
un análisis sistem ático del contexto social.

6.9.5 Lo que hem os dicho acerca de la elaboración cognitiva de las


acciones lingüísticas no sólo es válido para las acciones lingüísticas
simples y aisladas, sino tam bién para las secuencias de acciones
lingüísticas, conversaciones, etc. Ya hem os visto que los textos están
relacionados sistem áticam ente con unidades globales de acciones
lingüísticas del m ism o hablante o de diferentes hablantes. En este
p unto se ha introducido tam bién el concepto de macroacción lingüís­
tica para definir la estru ctu ra pragm ática global de un enunciado, es
decir, para establecer cuál es la acción lingüística global que se lleva
a cabo m ediante una serie de acciones lingüísticas ‘locales1, con lo
que constituye la verdadera función del enunciado.
Igual que lo que ocurre con las m acroestructuras en el nivel
sem ántico, las m acroestructuras pragm áticas desem peñan un im por­
tante papel en la elaboración cognitiva de las interacciones lingüísti­
cas. T an to para la planificación com o para la com prensión de un
enunciado, el h ablante debe poseer una visión global de las intencio­
nes de la interacción. En el proceso de com prensión, el hablante
tendrá que plasm ar p o r ta n to en la SSTM , las respectivas acciones
lingüísticas en m acroacciones lingüísticas. Sólo entonces será capaz
de entender globalm ente una serie de enunciados p o r ejem plo com o
prom esa o am enaza y sabrá qué consecuencias (conocim ientos, obli­
gaciones, acciones) acarrearán los enunciados. En tal caso, las m a­
crorreglas pragm áticas son las m ism as que las m acrorreglas sem ánti­
cas: O M IT IR , G E N E R A L IZ A R y, sobre todo, C O N S T R U IR : las acciones
lingüísticas locales se interp retan com o condiciones previas, com po­
nentes o consecuencias de una acción lingüística m ás global. El
hablante debe c o n tro la r perm anentem ente, tan to en la producción
com o en la interpretación, cóm o está vinculado cada enunciado con
esta intención más global del enunciado: com prenderá que un enun­
ciado acerca de la tem peratura de la habitación no es sólo una
aseveración, sino que sim ultáneam ente está p rep aran d o la fo rm ula­
ción de un ruego, p o r ejem plo, el de cerrar la ventana.

6.9.6 Suponem os que a lo largo de los p árrafos anteriores ha


quedado claro que la comprensión de textos o realizaciones lingüísti­
cas tiene lugar en varios niveles. Por ello, para todos estos niveles
debe especificarse un m odelo de elaboración cognitiva de la infqrm a-
ción sobre la base de textos, m ientras que a su vez hay que interrela-
cionar los distintos niveles. T am bién debem os suponer que el proce­
so de in terpretación no discurre sólo lineal, sino tam bién paralela­
LA C IE N C IA D E L T E X T O 228

mente: el hablante analiza el contexto y a la vez la estructura gram a­


tical del texto, y al m ism o tiem po va construyendo provisionalm ente
una p arte de la representación sem ántica y pragm ática del enuncia­
do. Ésto ocurre sobre la base de reglas y categorías convencionales y
con la ayuda de un gran núm ero de estrategias, a lo cual las diferen­
tes características m encionadas del enunciado y del com portam iento
del hablante se consideran com o indicios para establecer hipótesis
sobre las intenciones pragm áticas y de contenido.
En la actualidad todavía no se sabe gran cosa acerca de la elabo­
ración inform ativa en este nivel de com plejidad. A penas se acaba de
com enzar con el diseño de m odelos para la com prensión (sem ántica)
de los textos; d u ran te m uchos años la atención estuvo centrada en
los aspectos psicológicos de la elaboración de p alabras, conceptos y
estructuras oracionales. El m odo en que la com prensión textual está
vinculada con la com prensión de acciones lingüísticas y el m anejo de
interacciones com unicativas es un problem a que p o r a h o ra apenas se
form ula en psicología cognitiva. P o r consiguiente, los p árrafos ante­
riores no son m ás que un com ienzo muy provisional y a grandes
rasgos de esta tarea, a p a rtir de la que pretenden desarrollarse
m odelos explícitos así com o los correspondientes experim entos.
Sin em bargo, se ha dem o strad o que de hecho puede encontrarse
en todos los niveles una serie de principios básicos de la elaboración
de inform ación com pleja: segm entar, categorizar, aplicar reglas, em ­
plear estrategias, co n stru ir o ejecutar m acroestructuras y utilizar
m arcos de referencia (frames) sociales y conceptuales, im prescindibles
para la organización del conocim iento, el pensam iento, la deducción,
la interpretación y la actuación social.

6.10 La adquisición de habilidades textuales

6.10.1 H asta ah o ra nos hemos ocu p ad o sobre todo de aspectos


bastante generales y teóricos de un m odelo de elaboración textual.
No o bstante, las conclusiones y discusiones de los p árrafos y capítu­
los anteriores tienen sin duda toda una serie de consecuencias prác­
ticas, p o r ejem plo, en el terreno educativo. La producción y la
com prensión de textos son aspectos b astante centrales de la enseñan­
za de la lengua (m atern a ).38 El conocim iento de causa de las caracte­
rísticas fundam entales de esta com prensión textual puede llevar a
elaborar m odelos didácticos p ara enseñar d eterm inadas categorías,
reglas y estrategias. Un alum no no sólo tendrá que com prender

18 Los posibles r e s u l t a d o s d e l c a m p o d e la e l a b o r a c i ó n t e x t u a l y d e s u a p l i c a c i ó n ,
p o r e je m p lo e n la s c la s e s d e le n g u a ( m a t e r n a ) , s o n m u y i m p o r ta n t e s c u a n d o s e d e s e a n
a c o p la r t a r e a s c o m o la s r e d a c c io n e s , lo s r e s ú m e n e s , la s c o n te s t a c i o n e s a p r e g u n t a s , la s
p a r á f r a s i s v o t r a s s i m i l a r e s c o n la c o m p r e n s i ó n d e l a f u n c i ó n d e l o s t e x t o s . V é a s e v a n
Di.ik (1977 b).
229 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

oraciones, sino que tam bién deberá ap ren d er de qué m anera están
organizadas las inform aciones en un texto m ás extenso — p o r ejem­
plo, en un artículo periodístico— , cóm o puede ‘a p re n d er’ esta hab i­
lidad lo m ás eficazm ente posible, cóm o se resum e adecuada y correc­
tam ente un texto y cóm o se relacionan finalm ente las estructuras
textuales con las funciones p ragm áticas y sociales de los textos.
D espués de hab er conseguido un cierto conocim iento de causa sobre
la m anera en que de hecho pueden elaborarse los textos, podem os
predecir en cierta m edida la com plejidad didáctica de determ inado
texto, su posibilidad de aprendizaje, las cuestiones m ás relevantes
que p o d rán y d eberán plantearse y la p ro p o rció n de inform aciones
textuales que se reten d rá y que sigue siendo asequible d u ran te algún
tiem po. U na vez acum ulada cierta experiencia con las estructuras
textuales que encauzan estos procesos de elaboración, podrem os
adecu ar m ejor el m aterial didáctico y las tareas que planteam os
com o enseñantes a las posibilidades cognitivas de los alum nos: po­
drem os expresar m ás claram ente las m acro- y superestructuras del
texto o enfatizar o tras características de la estru ctura superficial que
hacen au m en tar tan to la com prensión com o la rete n c ió n .39

6.10.2 A tal fin naturalm ente debem os obten er cierto conocim iento
de causa sobre la form a en que se adquieren las reglas, categorías y
estrategias textuales y en qué estadio de desarrollo cognitivo y afecti­
vo se da este proceso. T am poco la psicolingüística, ni la psicología
del aprendizaje o la pedagogía didáctica saben p o r a h o ra dem asiado
a este respecto. Intuitivam ente sabem os que un niño de entre dos y
tres años apenas está en condiciones de p ro d u cir correctam ente
textos largos, es decir, de hacerlo respetando las reglas de coherencia
lineal y global. La capacidad de co m prender h istorias se adquiere
relativam ente p ro n to ; sin em bargo, el (volver a) n arra r tiene prim ero
un ‘m icro’-carácter, es decir: se enuncia una serie de proposiciones
m ás o m enos a rb itra ria , independientem ente de la m acroestructura o
superestructura de la narració n . El niño no m enciona principalm ente
las circunstancias m ás im portantes, sino que se acuerda sobre todo
de detalles, p. ej. según el principio de relevancia, es decir, de detalles
que a la vista de sus m arcos de referencias y de intereses todavía
lim itados le han parecido im portantes o so rp re n d en te s.40 Sólo en el

39 R ep etid am en te se ha co m p ro b a d o el a u m en to de la cap ac id a d de m em o ria en


diferentes ex p erim en to s (m ediante conceptos clave, esquem as, m acro estru ctu ras), in­
cluso sin o b te n e r un a explicación teórica útil y, p o r lo dem ás, con desigual éxito,
com o p o r ejem plo en R o t h k o p f (1972). E n la a c tu alid ad (1979) se están llevando a
cab o m uchos ex p erim en tos en este sentido. Véase sobre to d o la revista n o rteam erica­
na D iscourse Processes (1978, A blex, N o rw o o d , N .Y .) y la serie de libros del m ism o
n o m b re y ed ito rial.
40 Se h a i n v e s t i g a d o m u c h o s o b r e la p r o b l e m á t i c a d e q u é i n f o r m a c i ó n r e tie n e n los
n i ñ o s a q u é e d a d e s : v é as e K in t s c h (1977), M a n d l e r (1978) y M a n d l e r & J o h n s o n
(1977).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 230

curso del desarrollo posterior, se aprenden las reglas y norm as


convencionales m ás com unes, sobre cuya base p odrá tom arse una
decisión sobre la im portancia relativa de las expresiones en los
textos. Especulativam ente podem os supo n er que en p rim er lugar se
captan las reglas de coherencia lineal m ás im portantes — p o r ejem­
plo, las presuposiciones y otras sim ilares— , y sólo después las reglas
m ás globales. Es de suponer que las reglas de coherencia lineal se
adquieren ta n to más rápidam ente cuanto m ás coincidan con el cono­
cim iento sobre las relaciones causales, espaciaíes y tem porales de la
realidad, com o se tra ta ro n p o r ejem plo en la cuestión de la ‘disposi­
ción n o rm a l’ de las proposiciones en un texto. M ás tard e les tocará
el tu rn o a transform aciones pragm áticas y de la lógica del conoci­
m iento m ás com plejas de estos principios ordenadores.
Las reglas m ás com plejas en el nivel m acroestructural y esquem á­
tico sólo se adquieren en un estadio m ás av anzado del pensam iento
abstracto; son las reglas que le perm iten al niño resum ir un texto,
escribir una redacción y — sobre todo en un estadio aún más avan­
zado-—, co n stru ir una discusión ab stracta con una buena estructura
argum entativa.41 Si adem ás se pretende conjugar esta estructura con
las operaciones estilísticas y retóricas m ás eficaces, habrem os llegado
a un nivel de adquisición de habilidades textuales que sólo unos
pocos hablantes deben de d o m in ar en to d a su gam a y en todos los
espectros posibles, y p a ra las que no existe apenas una didáctica en
la enseñanza superior ni en la universidad. En el m arco de la
form ación científica quizá alguien ap ren d a (im plícitam ente) cuál es
la estructura esquem ática de p. ej. un tratad o psicológico o una
argum entación lingüística; sin em bargo, la com prensión (y aplica­
ción) de las form as más eficaces de organización textual, uso de la
lengua y operaciones se adquieren dem asiadas veces de m anera más
o m enos fortuita.
6.10.3 E sto no significa que en un estadio de desarrollo m uy ante­
rio r no existan tam bién su p erestructuras y m acroestructuras. En
verdad ocurre lo contrario: muy p ro n to se aprende a n a rra r una
historia y a ejecutar muy sistem ática y eficazm ente las acciones
lingüísticas relevantes p ara determ inado contexto social y personal.
Esta apreciación habitualm ente se refiere a diferentes tipos de textos
en distintas culturas, clases sociales, situaciones e instituciones. Así
pudo co m probarse que los niños de clase m edia escriben sistem ática­
m ente redacciones distintas de las de los niños de fam ilias obreras; se
expresan con una ‘profusión de p a la b ra s’ m ucho m ayor, es decir,
con más redundancias, explicaciones (superfluas), floreos introducto­
rios, etc.42 Por o tro lado, los niños de capas o grupos sociales

41 Véanse, p o r ejem plo, los estadios de la evolución que d escribió P iaget, P i a g e t


(1959).
42 B f . r n s t l . i n (1971) ya rem itió al diferente estilo de redacción d e los niños de clase
m edja frente a los de la clase o b re ra , d e n tro del m arco de su d istinción en tre un
231 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

inferiores poseen ciertas habilidades lingüísticas — p o r ejem plo, los


juegos de p alab ras— de las que carecen los niños de clase m e d ia .43
Sin em bargo, todavía hab rá que investigar en p ro fu n d id ad hasta qué
p u n to existen diferencias sistem áticas en la adquisición y aplicación
de reglas textuales en distintas circunstancias sociales y culturales.

6.11 Psicopatología de la elaboración textual

6.11.1 Resulta im posible exponer en un solo capítulo todas las


ram as de la psicología relacionadas con d eterm inados aspectos espe­
cíficos del m anejo de textos. A ún así se indica al final una serie de
breves observaciones sobre los aspectos patológicos de la producción
y com prensión textual.
Pero antes de en u m erar estos aspectos querem os hacer una obser­
vación m etodológica de gran im portancia. La utilización del texto es
una habilidad tan com plicada en m uchos aspectos que, tan to en la
producción com o en la recepción, habitualm ente se producen ‘des­
viaciones’ de las estructuras ideales o correctas. T odos sabem os que
al form ar oraciones en la vida cotidiana o en algún o tro m om ento
com etem os tal o cual falta gram atical. La producción de secuencias
de oraciones coherentes y linealm ente conexas según las reglas, que
posean una m acro estru ctu ra clara y una superestructura, y que
adem ás tengan la estructura estilística y retórica adecuada, es una
tarea que un hablante ‘no rm al’ difícilm ente puede cum plir. Por eso,
un análisis de las form as patológicas del uso de la lengua y de la
com unicación en ese nivel es una lab o r muy delicada, que a lo sum o
perm ite sacar ciertas conclusiones en los casos m ás claros. N o pode­
m os declarar que alguien que narre u n a historia incoherente o diga
tonterías esté listo para ser internado. Las fro n teras son borrosas, las
norm as son relativas y las convenciones poco seguras, lo cual no
simplifica la descripción de eventuales psicopatologías. N o obstante,
los trasto rn o s psíquicos suelen deducirse precisam ente de estas p arti­
cularidades en la utilización com pleja de la lengua, suponiéndose
equivocadam ente que los m odelos de com unicación anóm alos son
indicadores seguros de estructuras y procesos m entales ‘an ó m alo s’.
Los siguientes p árrafos deben leerse, pues, bajo el signo de esta
advertencia.

elaborated y un restricted code. L a b o v (1 9 7 2 a ) m e n c io n a c o n r a z ó n q u e e n re a lid a d


‘s ó l o ’ s e t r a t a de una d ife re n c ia d e e s tilo y no de un p r o b le m a de in te lig e n c ia o
d e s a rro llo .
41 T a m b ié n L a b o v (1 9 7 2 a , b ) in d ic a q u e lo s in d iv id u o s d e o t r a s c a p a s s o c ia le s a
m e n u d o n o d i s p o n e n d e h a b ilid a d e s e x p re s iv a s , i n f e r io r e s , s in o d is tin ta s .
LA C IE N C IA D E L T E X T O 232

6.11.2 En este p u n to podem os decir poco acerca de los trastornos


evolutivos, p o r la simple razón de que no sabem os con exactitud
cuándo y en qué orden se adquieren las habilidades textuales. Sin
em bargo, está claro que aquí no se tra ta sólo de factores mentales
(inteligencia, etc), sino tam bién de factores sociales. Ya hem os m en­
cionado que determ inados tipos de textos no o apenas se usan en
ciertos contextos culturales y sociales p o rq u e carecen de relevancia
en esos contextos. En tales casos, el niño no o difícilm ente podrá
aprender las reglas textuales de estos tipos de textos específicos, es
decir, las reglas superestructurales y sus restricciones estilísticas y de
contenido anejas.
Por ello sólo podem os h ab lar de trasto rn o s relativos cuando un
niño, co m parado con sus com pañeros de edad de aproxim adam ente
el mismo grupo so d o c u ltu ra l, se retrasa en la producción y com pren­
sión de estructuras textuales que éstos ya d o m inan desde hace m u­
cho tiem po, p o r ejem plo, cuando un niño de diez años todavía no
puede relatar cuál ha sido su participación en determ inado suceso.
Si, a la inversa, se averigua que un niño no puede elab o rar una serie
de instrucciones com plejas en form a de una ‘ta re a ’, es decir, no
puede traducirla en estructuras intencionales, o bien, si no es capaz
de resum ir o volver a c o n ta r un inform e textual, po d rán sacarse
conclusiones sobre el d esarrollo del niño. Sin em bargo, tam bién en
este caso es muy posible que un estancam iento o un atraso en el
nivel de la evolución afectiva y cognitiva se equilibre con progresos
en otros niveles. Así hem os visto que por ejem plo la interpretación
de un enunciado requiere a la vez la in terpretación de la situación
social y del co m portam iento del otro. Lo que m uy bien puede
ocurrir es que algunos niños ad quieran p rim ero estos conocim ientos
sociales, y sólo después las realizaciones o correlaciones pragm áticas,
sem ánticas y gram aticales relevantes de la interacción lingüística.

6.11.3 Los trasto rn o s patológicos de las habilidades de elaboración


textual de los hablantes pueden producirse p o r diferentes causas y
ad o p ta r form as distintas. C om o m ínim o se distinguen el grupo de
los trasto rn o s psíquicos, com o en el caso de la esquizofrenia, y el de
los trasto rn o s som áticos o psicosom áticos que se deben a lesiones o
enferm edades del cerebro, com o en el caso de los tum ores o acciden­
tes. Estos trasto rn o s pueden m anifestarse en distintos niveles según
la gravedad de la lesión y su localización en el cuerpo y el cerebro:
pueden producirse diferentes tipos de lim itaciones cerebrales; por
ejem plo, la de que un paciente no sea capaz de retener una oración
o una secuencia, au n cu an d o de en trad a la haya captado y entendido
correctam ente; tam bién puede ocu rrir que un paciente no sea capaz
(o sólo parcialm ente) de fo rm ar estru ctu ras sem ánticas coherentes o
que no pueda darles una fo rm a gram aticalm ente adecuada. A lgunos
trasto rn o s son de tipo muy general, es decir: afectan a la elaboración
tan to de textos com o de im ágenes y de acciones, m ientras que otros
233 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

tienen efectos m uy específicos: afecta p o r ejem plo, única o preponde-


rantem ente al em pleo efectivo de la lengua.44
De esta m anera puede ocu rrir que, contrariam ente a las personas
de ensayo ‘n o rm ales’, los pacientes con d eterm inada lesión cerebral
no sean capaces de repetir una oració n o una n arración breve
cuand o les sigue o tra oración o un texto corto. En este caso, la
inform ación nueva resulta deletérea p ara la estru ctura de la inform a­
ción a n terio r en la m em oria, es decir, im posibilita la recuperación de
su representación en la m em oria. P o r esto puede ocu rrir que los
pacientes ya no sepan lo que están o estaban haciendo, lo cual, desde
luego, tam bién trae consigo consecuencias p a ra la com prensión
textual. E n la SSTM deben ligarse proposiciones con algunas pro p o ­
siciones de inform aciones que llegan m ás tarde; dichos pacientes ya
no son capaces de llevar a cabo este proceso. Sin em bargo, algunos
pacientes no pueden retener una serie de p alabras, a consecuencia de
su tipo de lesión retroactiva, pero sí son capaces de reco rd ar una
oración sem ánticam ente coherente. En o tras palabras: se ven afecta­
dos p rim ariam ente la m em oria a co rto plazo o los prim eros procesos
de la SSTM , pero no la inform ación sem ántica ya alm acenada en la
SSTM o acaso en la LTM , M ientras que tales lesiones, siem pre según
su gravedad, afectan sobre to d o a las zonas m ás profundas del
cerebro, una lesión en la zona frontal es responsable sobre todo de
los posibles trasto rn o s en la organización y recuperación de inform a­
ciones en la LTM . En tal caso, los fragm entos de inform aciones
alm acenadas altern an en la (re-)producción con expresiones estereo­
tipadas, im presiones o asociaciones irrelevantes. Estos trasto rn o s
sem ánticos o lógicos — ta n to p a ra la SSTM com o para la LTM — en
general no se pro d u cen p o r lesiones en la corteza cerebral del hem is­
ferio izquierdo; éstas, en cam bio, originan trasto rn o s fonéticos (acús­
ticos, articulatorios) y verbales al h ab lar y entender. Tales trastornos
pueden caracterizarse com o afasias, puesto que se lim itan estricta­
m ente a las ‘estru ctu ras superficiales’.45 D ad o que las investigaciones
neuropsicológicas y neurofisiológicas h an revelado que los distintos
trasto rn o s pueden localizarse p o r las diferentes ubicaciones de las
lesiones en el cerebro, se puede distinguir exactam ente entre afasias
y desviaciones lógico-sem ánticas. Es sabido que las estructuras glo­
bales (planes, esquem as, m acroestructuras) guían los procesos más
‘locales’; si aquéllas tam bién están lesionadas — p o r ejem plo, debido
a daños de las partes an teriores del cerebro— se produce una inca­

44 Los aspectos ling ü ístico-patológicos de la co m p ren sió n textual se han extraído


de L u ria { 1 9 7 3 ), en especial las diferencias neurofisiológicas entre los d istin to s niveles
y fu n cio n es en la co m p ren sió n de la lengua y la p ro d u cció n y com prensión textual.
P uede o c u rrir, sin em b arg o , que las investigaciones n eurolingüísticas m ás recientes
d em u estren la n ecesidad de revisión de las suposiciones acerca de la localización de
los d istin to s procesos.
45 P ara los experim entos sobre afasia y sus resu ltad o s, véase E n g e l (1977).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 234

pacidad de regulación de casi todas las actividades racionales y


conscientes, aun q u e todavía se pueda p ro d u cir o com prender pala­
bras sueltas u oraciones cortas.
U na form a especial de la afasia, la afasia dinám ica, provoca
trasto rn o s que dejan intactas las m acroestructuras y los planes cog­
nitivos, pero que influyen en la ejecución de estos planes, es decir, en
la form ación de oraciones com plejas. E sta afasia, que es provocada
po r una lesión de las zonas posfrontales inferiores del hem isferio
cerebral izquierdo, p ertu rb a la disposición sintáctica y sem ántica de
conceptos (y palabras), aun q u e el paciente pueda expresar desorde­
nadam ente diversos conceptos relevantes, d a d o que los planes globa­
les existen. N o obstan te, m edios auxiliares externos — com o esque­
m as visuales de oraciones— pueden ay u d ar al paciente a que vuelva
a p ro n u n ciar oraciones y secuencias correctam ente ordenadas.
C u an d o querem os exam inar los trasto rn o s afásicos de com pren­
sión de los textos, el problem a es cóm o distinguir entre el hecho de
que el paciente pueda co m prender intelectualm ente un texto y el de
que no p ueda, sin m ás, realizar tareas productivas que dem uestren
su com prensión, com o p o r ejem plo cu an d o se le pide que cuente una
historia, piense un títu lo o resum a un texto. Lo que puede esperarse
de un afásico son fragm entos m ás o m enos incoherentes, lo cual
tam poco lo distingue de los pacientes con trasto rn o s que producen
fragm entos parecidos p o r falta de capacidad m nem ónica o que,
com o no se les ocurren las palab ras adecuadas en el m om ento
preciso, se valen de giros estereotipados. P o r tan to , haría falta
desarro llar unos m odelos que correspondieran al m áxim o a estos
procesos. A dem ás, probablem ente todos los grupos de afásicos p o ­
d rán repro d u cir m enos can tid ad de texto que los hablantes no rm a­
les. E sto se puede explicar, adem ás de p o r la lim itada capacidad de
alm acenam iento, p o r las dificultades de prod u cción que im piden la
búsqueda y recuperación de m uchas (dem asiadas) proposiciones. Lo
que sí se evidencia de m anera m uy clara es la superposición de
distintas tareas que no consiguen dom inarse todas a la vez. Pero esta
últim a característica es com ún a todos los hablantes: cuando el
‘sistem a' se ve sobrecargado p o r dem asiadas (o dem asiado difíciles)
tareas sim ultáneas, la prod u cció n textual no puede discurrir sin
trasto rn o s. La lectura de un texto en un idiom a relativam ente extra­
ño supone una fuerte lim itación para la com prensión global; algo
sim ilar ocurre cu an d o ‘se piensa en dem asiadas cosas a la vez’.
A cerca de estos procesos interfuncionales y los que enlazan tareas y
funciones en los d istintos niveles de la elaboración textual tam poco
hay p o r a h o ra investigaciones m ás precisas.
La diferencia característica entre los d istintos afásicos y los esqui­
zofrénicos en cu an to a la p roducción textual consiste en que los
pacientes esquizofrénicos no siem pre elab o ran la m ism a m acroestruc­
tura del m ism o texto. En cu an to haya repro d u cido algunas proposi­
ciones den tro del m arco de un tem a dad o , el paciente puede, acto
235 P S IC O L O G IA D E LA E L A B O R A C IO N D E L T E X T O

seguido, reaccionar con proposiciones asociativas —generalizaciones


irrelevantes, otras características y evoluciones, etc.— aun cuando
(ya) no tengan nada que ver con el tem a. T am bién puede o cu rrir que
realice varios tem as entrem ezclados, entre los que seguram ente habrá
reacciones específicas: el paciente reacciona directam ente a determ i­
nados conceptos, o p o r lo m enos a los sucesos subyacentes.46

6.11.4 P o r ah o ra nos co ntentarem os con estas observaciones acerca


de los trasto rn o s de tipo patológico en cuanto a su repercusión en la
elaboración textual. Los pocos resultados experim entales indican
una serie de principios básicos que parecen confirm ar nuestras supo­
siciones acerca de los diferentes estadios y niveles en la elaboración
textual. A la inversa, las hipótesis sobre estos aspectos de la elabora­
ción textual pueden servir de sugerencias para ulteriores experi­
m entos con planteam ientos sobre problem as didácticos, patológicos
y otro s, aunque tam bién para desarrollar m odelos de enseñanza y
aprendizaje prácticos. Desde nuestro p u n to de vista, el desarrollo y
los objetivos de la ciencia del texto y de la ciencia en general sólo son
justificables en la m edida en que co ntribuyan a revelar críticam ente,
form ular y solucionar problem as sociales.

46 Véase E n g e l (1977).
7. Texto e interacción - La conversación

7.1 Introducción y planteam iento

7.1.1 En cierta m anera, en este capítulo dam os un paso hacia


delante y uno hacia atrás. A vanzam os al p restar una atención aún
m ayor al contexto y a las relaciones entre texto y contexto. En este
capítulo, n uestro contexto será el den o m in ad o m icrocontexto social,
que se caracteriza sobre to d o p o r la interacción social entre los
individuos. U na parte de esta interacción es la com unicación oral,
que analizarem os en prim er lugar en su form a m ás elem ental, a
saber, el diálogo (cotidiano) que se m anifiesta en la conversación.
Desde este p u n to de vista tam bién retrocedem os un paso. M ientras
que en los prim eros capítulos hem os tra ta d o sistem áticam ente la
estructura de textos, nos hem os ocupado únicam ente y adrede de
textos monoiógicos, sin considerar los textos dialogísticos com o con­
versaciones, discusiones, entrevistas, etc., es decir,-los textos p ro d u ­
cidos p o r h ablantes diferentes que se van altern an do. P or consiguien­
te, un análisis de un texto dialogístico com o el de la conversación
supone un com plem ento del análisis de la estru ctura textual con el
que com ienza el presente libro.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 238

No o bstante, ofrecem os este com plem ento sólo en este últim o


capítulo, porque así podem os enfatizar el hecho de que una conver­
sación — considerada com o ‘tex to ’ o ‘enun ciad o ’ de una acción con­
versacional— tiene que ser descrita en conceptos que se to m arán de
una teoría general sobre la interacción. Esta aproxim ación sociológi­
ca, sin em bargo, no excluye las propiedades ‘lingüísticas’ específicas
de la conversación: siguen describiéndose en conceptos de la teoría
de la estructura textual; pero esta teoría ah o ra deberá am pliarse con
las categorías interaccionales.

7.1.2 Sabem os que el análisis de la conversación es el objetivo


legítim o de diferentes disciplinas científicas. La lingüística se interesa
p o r los aspectos gram ático-textuales, com o p o r ejem plo la coheren­
cia sem ántica y pragm ática; la psicología se interesa por las condicio­
nes cognitivas y afectivas y las consecuencias de las conversaciones;
la psiquiatría y las diferentes ram as de la psicoterapia se interesan por
el análisis del papel de la conversación en la m anifestación y conduc­
ción de trasto rn o s m ás o m enos patológicos de los individuos; la
sociología, p o r últim o, se interesa por la conversación com o una
form a de interacción social conectada con conceptos com o ‘rol’,
‘función’, y ‘statu s’ y con num erosas relaciones sociales. P osterior­
m ente investigarem os otras variantes de interacciones sociales en
form a de elaboraciones de inform aciones textuales y de com unicacio­
nes. Por últim o, algunos aspectos esenciales de la conversación coin­
ciden con cam pos de investigación de la psicología social, por ejem­
plo, los intentos de influir en otras personas m ediante conversacio­
nes, la m anera de conversar en un grupo pequeño, la aparición y
solución de conflictos en y a través de conversaciones y otros casos
similares.
Vuelve a presentarse el cuadro, ah o ra bien conocido, del procedi­
m iento interdisciplinario en los problem as del cam po de la lengua y
la com unicación. Precisam ente el análisis de las form as convenciona­
les de la utilización de la lengua —es decir, de los textos— requiere
una form a de trab ajo con la que este libro se ha com prom etido bajo
el d en o m in ad o r com ún de ‘teoría tex tu al’ o ‘ciencia del texto’.

7.1.3 La conversación no es la única form a de interacción oral.


Tam bién lo son el ‘d iálo g o ’ p reg u n ta/resp u esta entre alum no y
profesor, el escribir/leer cartas, la entrevista, la discusión, la asam ­
blea y las diferentes form as de interacción en las fábricas y em presas,
en la oficina, en el ayuntam iento o ante el juez. En posteriores
investigaciones prestarem os m ayor atención a estas form as; aquí nos
dedicarem os a las características ab stractas generales de las interac­
ciones, pero ante todo a la conversación, en la m edida en que se
distingue sistem áticam ente de otras form as de interacción com unica­
tiva, tal com o se m anifiesta en las conversaciones cotidianas. La
razón principal p o r la que hem os elegido este procedim iento es la
239 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

suposición de que la conversación es, p o r así decirlo, la ‘form a


fu ndam en tal' de la interacción oral y a la vez un com ponente esen­
cial del tra to co tid ian o —es decir: no específico ni especializado— de
las personas en situaciones sociales. La segunda razón m ás bien es de
tipo m etodológico: un m inucioso análisis de la conversación perm ite
una descripción modelo, en la que aparecen sistem áticam ente los
conceptos básicos más im portantes del análisis del em pleo social e
interaccional de los textos y la lengua. Estos conceptos po d rán
em plearse y eventualm ente adecuarse a la descripción de otros tipos
de texto y de o tras interacciones sociales. La tercera razón p o r la que
hem os elegido la conversación en este capítulo se basa en la historia
de la ciencia y la práctica científica: d u ran te los últim os años,
m uchas disciplinas se han ocu p ad o en el análisis conversacional,
m ucho m ás que en e! de otras form as convencionales de com unica­
ción. Especialm ente en la ‘etnom eto d o lo g ía’ se ha trab a jad o a m enu­
do con el análisis conv ersacio n al.1

7.1.4 A cabam os de recalcar que las conversaciones no sólo serán


analizadas en el nivel de la estructura textual, sino tam bién en el de
la interacción social, que es el concepto general de la ‘especialización’
conversación cotidiana. D ad o que ya se han tra ta d o las estructuras
específicam ente textuales así com o tos aspectos cognitivos del uso de
la lengua, expondrem os en prim er lugar las características más im­
p o rtan tes de la interacción social en el m icronivel, es decir: en el
nivel del co n tacto directo ‘cara a c a ra ’ entre los individuos.

7.2 Interacción y contexto social

7.2.1 La filosofía analítica ha discutido b astante am pliam ente el


concepto de acción, pero apenas se ha ocupado de m anera sistem áti­
ca del concepto de interacción. U nicam ente las ciencias sociales, y
sobre to d o la an tro p o lo g ía y la sociología, han investigado bastante
a fondo las características generales de la interacción social.2 No
obstante, en el presente capítulo in tentarem os realizar p o r de p ronto
un análisis filosófico ab stracto del concepto de interacción, con lo
que conectam os con la teoría de la acción a la que ya aludim os
brevem ente en el capítulo 3.

1 P ara el análisis etn o m eto d o ló g ico de la conversación véanse sobre to d o los


trab ajo s de S a ck s , S c h e g l o f i y o tro s en S u d n o w (com p.) (1972) y T u r n f r (1974).
P ara un a visión g en eral, véanse tam bién las an to lo g ías de W e i n g a r t e n , S ac k s ,
S c h e n k e i n (co m p .) (1976). T am bién A p p e i , H u be rs & M l ij e r (1976) ofrecen una
in tro d u cció n .
2 A cerca de la teo ria de la interacción en las ciencias sociales, véase en prim er
lu g ar la o b ra de M e a d (1934), a co n tin u ació n los trab ajo s de G o i t m a n ( p . ej. 1967,
1971) así co m o las ap o rtacio n es en D o u g l a s (com p.) (1970) y S ij d n o w (com p.)
(1972). Véase tam b ién B ri t ta n (1973).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 240

7.2.2 Las acciones se basan en el hecho de que las personas realizan


una m odificación de la situación de m anera consciente y con un
objetivo, ‘hacien d o ’ algo, es decir, ejecutando un m ovim iento inten­
cional del cuerpo (o evitando una m odificación de la circunstancia,
es decir, no haciendo nada). El rasgo característico de la interacción
es que varías personas, ju n ta s o p o r separado, sim ultánea o consecu­
tivam ente, ejecutan una o varías acciones. D e esta m anera se p ro d u ­
ce una secuencia de acciones en la que particip an varios agentes. El
requisito m ás im po rtan te p a ra ello es que todas las acciones tienen
que estar relacionadas entre sí. P or eso tam bién se puede decir que la
secuencia debe ser coherente. Ya habíam os analizado tales relaciones
de coherencia p ara las secuencias, y precisam ente para las que hay
entre oraciones y entre proposiciones y en especial para las que hay
entre acciones lingüísticas.
Las acciones están interrelacionadas cuan d o existen, p o r ejem plo,
relaciones condicionales entre ellas: una acción es una condición
(posible, probable o necesaria) p a ra o tra acción, o es la consecuencia
de otra acción. Las acciones tam bién están interrelacionadas cuando
una de ellas es un componente de otra acción, lo cual ocurre sobre
todo en el caso de acciones parciales o auxiliares. Las relaciones
condicionales entre acciones im plican relaciones tem porales: cuando,
en una secuencia, una acción posibilita u origina o tra acción, la
prim era tiene que preceder a la segunda o tener lugar al mismo
tiem po (p o r lo m enos parcialm ente).

7.2.3 Las interacciones conform an un subconjunto del conjunto de


todas las secuencias de acciones posibles. U na prim era restricción
característica de este subconjunto es la p articipación de varias perso­
nas, que pueden to m ar p arte de m aneras m uy diversas en las accio­
nes e interacciones. H ay que tener en cuenta que siem pre se trata de
personas, es decir, de individuos conscientes que controlan su ‘hacer’.
De esta m anera, si llevam os a su cam a a alguien que está durm iendo,
no se tra ta rá , según nuestra definición (provisional), de una interac­
ción, puesto que sólo una persona lleva a cabo la acción, es decir,
tom a p arte activa en la acción.
O tra posibilidad consiste en que varias personas pueden verse
afectadas p o r una acción, pero sólo hay un agente, m ientras que las
dem ás personas son objeto de la acción, com o p o r ejem plo cuando le
dam os una b ofetada a alguien. Para sim plificar, en estos casos
hablarem os de interacción unilateral. Para m encionar un ejem plo del
uso de la lengua y la com unicación, direm os que p ro n u n ciar una
conferencia es una form a de interacción (oral) unilateral. La posibi­
lidad eventual de que una persona, ‘objeto de una acción’, es decir,
cuyas propiedades se m odifican com o consecuencia de esta acción,
‘intervenga’ con frecuencia en una acción u nilateral, es discutible,
aun cuando únicam ente se tra ta ra de una aceptación, una om isión
de un im pedim ento o una om isión de o tro tipo p ara que esta acción
241 T E X T O E IN T E R A C C IO N - L A C O N V E R S A C IO N

fracase. U na interacción bilateral consiste, p o r tan to , en u na serie


o rd en ad a de acciones, en la que se ve im plicado m ás de un agente.
Tam bién en este caso existen varias posibilidades. Las personas
activas pueden ejecutar una o varias de estas acciones conjuntamente
o por separado, com o p o r ejem plo tra n sp o rta r u na m esa ju n to s o
saludarse en la calle. En la teo ría, esta diferencia resulta m enos
simple de lo que el ejem plo puede sugerir: al fin y al cabo, al
tra n sp o rta r u n a m esa am bos agentes realizan su ‘hacer’ p ropio por
separado. A quí vuelve a aso m ar la gran diferencia entre el hacer
(perceptible, extensional) y el concepto ab stracto de actuar (interpre­
tativo, intensional). D e esta m anera p o drem os h a b lar de una acción
(o secuencia de acciones) conjunta cu an d o am bos agentes realizan
un hacer sim ultáneo, que pretende conseguir intencionalm ente el
m ism o resultado. En o tras palabras: en estos casos se tra ta de una
sola acción, aun q u e se lleve a cabo m ediante el ‘hacer* coordinado de
dos agentes. C ad a acción no sólo tiene, pues, su p ropio ‘hacer’, sino
tam bién su pro p ia intención y su p ro p io resultado correspondiente.
P or lo dem ás, resulta ciertam ente posible llevar a cabo conjuntamen­
te una secuencia de acciones, au n cuando cada acción individual
tenga existencia autónoma, com o p o r ejem plo en el juego de ajedrez
o al g o b ern ar un país. T am bién aquí resalta la necesidad de distin­
guir entre el micronivel y el macronivel, es decir, entre acciones
individuales y la interacción o la secuencia de interacciones com o un
todo.
M ientras que algunas acciones pueden ser realizadas p o r una o
varias personas (p. ej.: la lim pieza de coches), o tras son intrínseca­
mente interactivas (p. ej.: casarse, discutir). Hay otras acciones que no son
intrínsecam ente interactivas, pero lo son norm al o regularm ente
(p. ej.: ju g a r al ajedrez o go b ern ar un país). A lgunas acciones no son
en realidad intrínsecam ente interactivas ellas m ismas, pero se las
define com o componente de una secuencia interactiva; p o r ejem plo,
contestar o defenderse.

7.2.4 Las relaciones entre las acciones de u n a secuencia interactiva


pueden ser de m uchos tipos, com o acabam os de ver. SÍ las considera­
mos desde el p u n to de vista del tiempo, estas acciones pueden o no
coincidir parcialm ente o ser consecutivas. D esde el p u n to de vista
condicional, las acciones pueden ser en m ayor o m enor m edida
condiciones p a ra , o consecuencias de, otras acciones. Las interaccio­
nes alternantes son un caso p articu lar de este ú ltim o tipo de interac­
ción: aquí, varias personas son agentes de acciones consecutivas y
condicionalm ente vinculadas. E n o tras palabras: cada acción de la
secuencia es condición previa para o tra o consecuencia de o tra
acción, ejecutada en cada caso p o r personas distintas. L os ejemplos
m ás característicos vuelven a ser el ajedrez — sobre el que volverem os
con m ayor detalle— y la conversación.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 242

7.2.5 P ara poder h a b la r de una interacción (eficaz) debe cumplirse


una serie de requisitos cognitivos y sociales. AI fin y al cabo no se
puede llam ar interacción en sentido estricto a cualquier serie de
actos interrelacionados y ejecutados p o r varios agentes. Difícilm ente
se p o d rá h a b la r de interacción entre mi hijo y el vecino si el prim ero
rom pe la ventana del segundo con el baló n de fútbol y si, en
consecuencia, el vecino entabla una conversación conm igo o avisa al
vidriero. La interacción únicam ente se produciría si el vecino pidiese
explicaciones a mi hijo p o r su ‘m al’ com portam iento. P or tanto,
debem os suponer que entre las interacciones existen generalm ente
relaciones cognitivas. En acciones conjuntas, p o r ejem plo, puede
darse el caso de que todos los interactuantes no sólo tengan la
mism a intención, es decir, hacer algo con vistas al m ism o objetivo,
sino que adem ás sepan o supongan que cada uno de ellos posee esta
intención com ún. En el caso de acciones interactivas separadas y
sucesivas esto puede significar: yo sé, supongo o deseo ejecutar mi
acción con la intención de m odificar el conocim iento, la voluntad,
etc., de o tro , com o consecuencia de esta acción, o con la intención
indirecta de que el o tro realice una acción que sea consecuencia de la
que yo he llevado a cabo. Así pues, si le doy una bofetada u ofendo
a alguien, sólo se p o d rá h ab lar de interacción (unilateral) cuando el
o tro sea consciente de mi acción, cuando mi acción sea intencional y
vaya dirigida contra él. P o r consiguiente, si le sacam os la lengua a
alguien que duerm e, según este criterio no hab rá interacción, com o
tam poco la h ab rá en la serie de acciones que se produce cuando
pierdo un billete de mil pesetas y o tra persona lo encuentra.
C om o ocurre con las acciones en general, podem os observar ios
requisitos cognitivos de la acción interactiva desde la perspectiva del
agente y desde la del ‘o tro ’ afectado p o r la acción. P or ejemplo,
puedo ofender a alguien o causarle m olestias sin querer, m ientras
que el afectado piensa que lo he hecho adrede. En este caso no habrá
interacción p a ra mí, pero sí para el o tro . P o r el co n trario , puedo
ay u d ar a alguien o hacerle un cum plido sin que el o tro sea conscien­
te de ello o sin que interprete mis intenciones del m ism o m odo que yo.
P o r lo dem ás, en este tip o de interacciones no necesita haber una
persona que desem peñe el papel de ‘o b jeto ’ o ‘paciente’: el o tro
tam bién puede verse afectado interactivam ente de otra m anera en
una acción; puede, p o r ejem plo, salir favorecido. Puedo repararle el
coche a o tro o sacar dinero del banco p a ra él, con lo que le estoy
ayud an d o interactivam ente.
Ya hem os m encionado brevem ente que las secuencias interactivas
deben cum plir d eterm inadas condiciones de coherencia. N o cualquier
serie de acciones de personas diferentes constituye ‘u n a ’ interacción,
ni siquiera cu an d o se cum plen las condiciones antes descritas. P o r
ello debem os en co n trar u n a m anera de aislar unidades con sentido
de una serie, en principio, infinita de actividades de las personas; es
decir: de poder segmentar esta serie a fin de identificar determ ina­
243 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

das interacciones y saber dónde com ienza u n a interacción y dónde


acaba otra. La unidad mínima de una interacción unilateral es, por
definición, la acción de una persona que se refiere a o tra persona.
Por lo tan to , la un id ad m ínim a de interacción bilateral es un par
orden ad o de acciones de dos personas, de m anera que cada acción se
refiere respectivam ente a la otra persona. L lam arem os conexos a
estos pares cuando entre las acciones sucesivas exista adem ás la
relación condicional ya m encionada. Así pues, u na form a de interac­
ción en la que una persona pro p in a un golpe a o tra será conexa si la
otra persona devuelve el golpe o com ienza a insultar a la prim era, y
no lo será si al golpe le sigue la tom a de una fotografía. Sin
em bargo, hay que señalar que puede darse el caso de que un obser­
vador o uno de los interactuantes interprete el p ar com o conexo, aun
cuando dos acciones consecutivas de dos personas evidente o inten­
cionalm ente nad a tengan que ver entre sí. En otras palabras: los
interactuantes h arán to d o lo posible p o r in terpretar com o conexa
cada acción del otro. E sto adem ás resulta fácil debido al carácter
intencional de las acciones: una acción no desencadena la siguiente a
la m anara de los sucesos. U na acción, o m ejor dicho; la in terpreta­
ción de una acción, es m eram ente un motivo para otra acción, es
decir: una parte en el proceso de saber-desear-decidir que lleva a otra
acción. Puesto que este proceso puede ser m uy com plejo y que las
personas pueden tener ostensiblem ente m otivos muy antojadizos
para realizar acciones, en principio se p a rtirá siem pre de la suposi­
ción táctica de que las acciones del o tro son conexas dentro de una
secuencia interactiva, es decir: constituyen una reacción intencional
a las p ropias acciones.
Una condición cognitiva todavía m ás com plicada de la interacción
eficaz es que la secuencia tenga sentido com o tal. A unque pueda
ejecutarse sin m ás una serie de acciones interrelacionadas p o r pares,
esto no im plica que toda la serie tenga que ser interpretada com o
‘u n a ’ unid ad de interacción. En otras palabras: igual que entre las
proposiciones de un texto, entre las acciones de toda la serie debe
existir una coherencia. U no de los criterios de coherencia m ás noto­
rios p ara, p o r ejem plo, las secuencias interactivas, es la permanencia
de uno o varios interactuantes. Si le doy una bofetada a Pedro, y
después éste le com pra un helado a su hijo, quien a su vez d a de
com er a los patos, hab rá relaciones entre los interactuantes de la
secuencia, pero no com o participantes en una interacción coherente,
ni siquiera si las acciones se condicionasen entre sí de dos en dos.
O tra condición consiste en que las acciones deben provenir en cierta
m anera del m ism o marco de acción. El hecho de que le preste un
libro a una persona y que luego pelem os p atatas ju n to s, no form ará,
p o r regla general, una unidad de interacción coherente. A unque debe
de existir un buen núm ero de ejem plos que no cum plen este criterio
de m anera suficientem ente explícita para p o d er proceder a la identi­
ficación, necesitam os de un m edio para p o d er distinguir las diferen­
LA C IE N C IA D E L T E X T O 244

tes form as de interacción, reconocer la m ism a form a de interacción


y sacar la conclusión de que una serie de acciones realizadas por
personas puede considerarse una única interacción. Una im portante
condición general de este procedim iento consiste en que cada acción
de una secuencia esté concebida com o requisito previo, com ponente
o consecuencia de o tra acción. P o r eso, p restar un libro no suele
ser una condición indispensable para que ju n tos podam os pelar
patatas.
P o r últim o, tam bién deberem os poder en co n trar esta coherencia
en un hipotético m acronivel de la descripción interactiva. En otras
palabras: la secuencia interactiva tam bién será coherente cuando,
desde una perspectiva determ inada y /o en d eterm inado nivel de la
descripción se pueda h ab lar de una m acroacción o macrointeracción.
P or ejem plo, al construir una casa se pueden hacer m uchas cosas en
com ún, y esta secuencia interactiva es coherente y tiene sentido
debido a que, visto globalmente, a través de esas cosas se construye
una casa ju n to con alguien, es decir: se realiza una acción global en
com ún. Lo m ism o es válido para interacciones globales com o salir
ju n to s o hacer un viaje en com pañía, pero tam bién para un grupo de
m inistros que gobierna un país. Las m acrointeracciones naturalm en­
te pueden fo rm ar a su vez secuencias coherentes y conexas que en un
nivel superior pueden volver a integrarse en una m acrointeracción
aún m ás global.
Finalm ente hay que señalar que la interpretación de una serie de
acciones com o una unidad de interacción viene determ inada por
ciertas lim itaciones espacio-temporales, en p arte inherentes a las ac­
ciones condicionalm ente vinculadas. N orm alm ente no se p o d rá h a­
blar de una sola interacción si hoy saludo a una persona que me
devuelve el saludo en otra ocasión sólo al cabo de un año; sin
em bargo, se po d ría tra ta r de una interacción en el caso de acciones
de extensa relevancia e im portancia, p. ej., en la escritura de un libro.

7.2.6 Las propiedades y condiciones cognitivas generales de la inte­


racción (con sentido) tam bién tienen una im portancia social en la
m edida en que existe un conocim iento general y convencional sobre
estas propiedades. A dem ás, precisam ente la conexidad y la coheren­
cia pueden ser normativas o dependientes de reglas. Así pues, tam bién
es un requisito social el hecho de que nuestra interacción con otros
cum pla con las exigencias elem entales de la coherencia lineal y
global. Los participantes de las interacciones poseen así una serie de
derechos y deberes m utuos que resultan de las correspondientes
acciones de la interacción o que las determ inan. P or ejem plo, con
frecuencia se d a rá el caso de que tenga que devolver el saludo si otra
persona me saluda; o bien, si le pregunto a una persona qué cam ino
debo to m ar, p o r lo general tendré que ag u a rd a r su respuesta (a la
que de alguna m anera he obligado al o tro m ediante mi pedido).
Estas propiedades específicas de las relaciones entre los interactuan-
245 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

tes son ejem plos de las condiciones sociales de una interacción


(social) eficaz/con sentido.
Para poder com prender las relaciones que existen entre el texto o
la conversación y las estructuras sociales, introducirem os el concepto
de contexto social, de la m isma m anera que lo hicimos con el de
‘contexto p rag m ático ’ en el capítulo 3. El contexto pragm ático es
una construcción ab stracta en la que se ubican aquellos factores
sociales y cognitivos que son decisivos para que un enunciado sea
adecuado com o acto de habla. El contexto social tam bién lo consi­
derarem os una abstracción relativa a la situación social. D icho a
grandes rasgos, el contexto es un conju n to (ordenado) de factores
d eterm inantes p ara, o determ inados p o r, las propiedades del texto o,
en general, p o r la conversación o el suceso comunicativo. Si la estruc­
tu ra superficial, el estilo, la estructura sem ántica, la superestructura
y la estructura pragm ática de una conversación pueden variar en
función de d eterm inadas estructuras sociales, categorías y relaciones,
estas últim as pertenecen al contexto social del texto o de la interac­
ción com unicativa. En pocas palabras: aquí se trata de no m b rar una
serie de propiedades m ás generales del contexto social, propiedades
de dem ostrada relevancia para la caracterización de la interacción
com unicativa. En el presente capítulo nos lim itam os a los aspectos
del contexto social que resultan determ inantes para el micronivel
social, en especial para la interacción, y dejam os de lado otras
propiedades del contexto social, com o la estratificación socioeconó­
mica, la estructura social global, la estructura y función de las
instituciones, etc.
El m icrocontexto social se define por una serie de características
de los individuos y p o r las relaciones entre ellos, es decir, entre los
participantes en el contexto social. H ay que tener en cuenta que se
trata de características sociales, no de características cualesquiera:
tener el pelo rojo no es, en general, ninguna característica social. El
criterio p ara la característica consiste en que ésta influya sistem ática­
m ente en las acciones e interacciones del individuo en relación a
otros individuos. El m ism o criterio lo podem os aplicar a la caracte­
rización de las relaciones sociales entre individuos: si me enam oro de
alguien sólo se p o d rá h ablar de relación social cuando el en am o ra­
m iento influya sistem áticam ente en mi com p o rtam iento con respecto
a o tro individuo. El ser padre o m adre, m édico o funcionario supone
auténticas características sociales de los p articipantes, puesto que
establecen sistem áticam ente lo que los individuos con estas propieda­
des hacen en situaciones sociales. De esto se desprende que tam bién
aquí tiene lugar la categorización repetidam ente citada: dentro del
contexto social, las relaciones entre los participantes se definen en
térm inos de la categoría que éstas ‘desem peñan’ en un m om ento
determ inado, igual que las posibilidades de com binación de las
palab ras en una oración son d eterm inadas p o r las categorías gram a­
ticales sintácticas asignadas a estas p alabras. Esta categorización no
LA C IE N C IA D E L T E X T O 246

es sólo un p ro d u cto del trab ajo sociológico, sino tam bién un medio
de los prop io s participantes p a ra p o d er in terp retar y co n tro lar suce­
sos sociales.3
T am bién las relaciones m ism as pueden ser generales o categoria-
les: pag ar algo en una caja, detenerse ante un policía o alq uilar una
habitació n a alguien son form as de interacción de tipo más general,
en el sentido de que pueden ad o p ta r un curso característico o típico
o incluso estereotípico: p o d rán repetirse de la misma m anera para
diferentes participantes, y en tales interacciones h ab rá condiciones y
consecuencias sim ilares. T irarle a alguien un libro a la cabeza es, sin
duda alguna, una form a de interacción que no posee las característi­
cas ‘estan d arizad as’ m encionadas: no se repite regularm ente en deter­
m inadas situaciones, ni existen condiciones o consecuencias fijas
asociadas a este hecho. P o r eso, lo relevante para la descripción del
m icrocontexto social es la categoría cuya realización son en cada
caso tales interacciones, por ejem plo, la categoría de ‘agresión’, o la
categoría aú n m ás global de ‘conflicto’.
Las relaciones generales o categoriales entre participantes interpre­
tadas com o categorías se establecen sobre la base de diferentes tipos
de convenciones tales com o reglas, costum bres, norm as, leyes, pres­
cripciones, códigos, etc.4 Una convención determ ina cuáles relaciones
posibles o necesarias existen entre los participantes en una situación
concreta y cuál es la naturaleza de estas relaciones en el curso de la
interacción. Si bien las convenciones tienen una base cognitiva —en
virtud del hecho de que los participantes sociales deben conocerlas—,
tienen tam bién un carácter social, puesto que distinguen a un grupo
o una comunidad y sus conocim ientos, respectivam ente, y porque
establecen las interacciones sociales en este g rupo o com unidad. Esto
significa que la m ayoría de participantes de la com unidad efectiva­
m ente tiene que conocer esas convenciones y saber aplicarlas, adem ás
de saber cada uno de ellos que el o tro tam bién sabe hacerlo, de
m anera que en la m ayor p arte de las situaciones se puedan esperar
las acciones posibles o necesarias que hará el o tro , lo cual, según
vimos an teriorm ente, es una condición im po rtan te para una interac­
ción con sentido y eficaz. Las convenciones pueden ser de índole
muy diversa: pueden ser válidas p ara un tiempo breve y un reducido
número de participantes (p o r ejem plo, un acuerdo de encontrarse una
vez p o r sem ana d u ran te algunos meses), o generales y más o m enos
perm anentes para toda la com unidad (com o las reglas lingüísticas y
de com unicación). Las convenciones pueden, o no, ser explícitas
para la com unidad: ciertas costum bres jam ás se form ulan com o

' U n o d e lo s a s p e c t o s c a r a c t e r í s t i c o s d e l a n á li s is e t n o m e t o d o l ó g i c o d e la s e s t r u c t u ­
r a s s o c ia le s c o n s is t e e n p a r t i r d e l h e c h o d e q u e lo s p r o p i o s p a r t i c i p a n t e s i n t e r p r e t a n la
r e a lid a d y c o n s tr u y e n c a te g o r ía s a p a r t i r d e la s q u e p u e d e e n te n d e r s e su c o m p o r t a ­
m ie n to . V é a s e , a d e m á s d e la s a n t o l o g í a s y a m e n c i o n a d a s , la o b r a d e C ic o u r e l (1 9 7 3 ).
* A c e r c a d e l c o n c e p t o d e ‘c o n v e n c i ó n ’, v é a s e L t w i s ( 1 9 6 8 ) .
247 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

tales, y m ucho m enos se fijan (p o r escrito), m ientras que otras


convenciones requieren precisam ente esta form ulación y fijación,
com o las leyes y ordenanzas. Al fin y al cabo, las convenciones
obligan en m ayor o m enor grado: puede no hacer falta que devolva­
m os un saludo convencional o asistam os a una asam blea, pero
estam os verdaderam ente sujetos a leyes y o tras convenciones que
suponen obligaciones (jurídicas).
La ejecución de acciones e interacciones que no coincidan con las
prescripciones derivables de convenciones o explícitam ente pro h ib i­
das p o r estas convenciones, llevará a la aplicación de sanciones.
Según el tipo de convención, estas sanciones serán m uy severas o
sólo se aplicarán de m anera casual y débil. Así pues, una sanción
constituye una categoría de interacción que es la consecuencia posi­
ble o necesaria de u n a acción ‘no convencional’ (es decir: ilegal,
anóm ala, irregular, etc.) de los individuos, y posee la función especí­
fica de hacer que el individuo vuelva a ac tu a r en concordancia con
las convenciones en ocasiones posteriores. En o tras palabras: las
sanciones son in strum entos de la com unidad destinados a preservar
estructuras sociales.
D ad o que en un capítulo a n te rio r ya discutim os que las relaciones
específicas entre un acto de h abla y el contexto pragm ático definen
el concepto de adecuación, podem os in tro d u cir ahora el concepto de
adecuación o aceptabilidad (social) p a ra las relaciones entre una
acción o interacción social y el m icrocontexto social. U na acción o
interacción es socialm ente aceptable cuando es consistente con las
convenciones (reglas, norm as, leyes, etc.) válidas para este tipo de
acciones/interacciones, o cuando cum ple con las condiciones de acep­
tabilidad relevantes para aquéllas. Estas condiciones resultan de la
estructura categorial del contexto social. Así, p o r ejem plo, es acepta­
ble que un p articipante de la categoría ‘c o b ra d o r de tran v ía ’ ejecute
la acción de pedirm e mi billete, m ientras que no lo sería de parte de
un participante que no tuviera esa categoría, o que tuviera o tra (p.
ej., la de ‘com pañero de viaje’).
A hora disponem os de los tres com ponentes principales de una
teoría del m icrocontexto social: categorías de participantes, catego­
rías de relaciones entre estos participantes (interacciones) y conven­
ciones que regulan estas categorías de participantes y sus interaccio­
nes. E ntre estas diferentes categorías podem os seguir estableciendo
diferencias. T radicionalm ente se habla de roles, funciones y posicio­
nes, si se tra ta de categorías de participantes. A dem ás existen catego­
rías que hay que volver a fijar o definir p a ra cada situación y que
requieren cierta ‘negociación’, p. ej.: el ‘p o rta v o z’ de un grupo o el
‘presidente’ de una asam blea. O tras categorías tienen un carácter
m ás bien perm anente, y son válidas d u ran te b astante tiem po y en
m últiples contextos, com o ‘policía’, ‘m édico’ o ‘m adre’. A p a rtir de
estos ejem plos podem os ver que una categoría es realm ente determ i­
nante p a ra acciones típicas posibles, para los derechos y deberes de
LA C IE N C IA D E L T E X T O 248

un p articipante en contextos específicos. Las categorías pueden ser


m ás o m enos estrictas, lo cual depende de las convenciones corres­
pondientes: está relativam ente establecido lo que un juez puede
hacer según las convenciones, m ientras que en categorías com o
‘m adre’ o ‘am ig o ’ la cuestión es m ucho m enos rígida.
Los p articipantes no sólo categorizan a o tro s participantes o a sí
m ism os, ni sólo sus acciones e interacciones, sino tam bién los con­
textos sociales com o un tod o . P ara ap render y com prender con
sentido, aceptable y eficazm ente la com plejidad de los acontecim ien­
tos sociales e intervenir en ellos es necesario un ordenamiento, una
organización del contexto o de series de contextos. Este ordenam ien­
to tiene lugar en lo que hem os d ad o en llam ar marcos sociales.5 Un
m arco social se define p o r una serie de interacciones, sus categorías
correspondientes y las convenciones que establecen las interacciones
y su decurso. Para cada m arco están definidas las acciones e interac­
ciones obligatorias, las opcionales, las propiedades típicas o invaria­
bles que los participantes (categorizados) poseen o que se les pueden
atrib u ir, etc. C o n cretando direm os que si un participante sabe a qué
m arco pertenece el contexto, tam bién sabrá lo que puede o debe
hacer en ese contexto y lo que puede esperar de los dem ás p articip an ­
tes. P o r eso, los m arcos no son situaciones ad hoc, sino que tienen
un carácter m ás general: son contextos o secuencias de contextos
sistem áticos e invariables de determ inada co m unidad o cultura que
siem pre se repiten. El ya m encionado ‘control de billetes1 es un
m arco en el que está establecido qué categorías de participantes
(revisor, viajero) son de interés y cuáles acciones pueden o deben
esperarse según las convenciones de este m arco: com o viajero estoy
obligado a presentar mi billete si el revisor me lo pide.
H ay m arcos que pueden ser p arte de otros m arcos m ayores, com o
el control de billetes es p arte integrante del ‘su p erm arco ’ del ‘servicio
de trenes de cercanías’, o la ‘den u n cia’ y la ‘defensa’ son parte
integrante de un proceso. Los (super-)m arcos pueden clasificarse
jerárq u icam en te según las convenciones y la estrictez de las catego­
rías de participantes. Existen m arcos públicos y privados (p. ej.,
castigar a un delincuente versus castigar a un niño en fam ilia) así
com o m arcos informales y form a les o institucionales. U na breve
charla con el co n d u cto r del au to b ú s es un m arco inform al com o
parte de un m arco institucional público, a saber, la participación en
el tran sp o rte público; pedir la m ano de alguien tiene un carácter más
o m enos form al com o p arte de un m arco privado; el hecho de que
les explique algunos problem as de este libro a mis alum nos es un
m arco institucional público (form ación, universidad); platicar con
ellos sobre las últim as elecciones provinciales d u ran te un sem inario
es un m arco inform al público; el cotilleo con uno de los estudiantes

s A cerca del a n á l i s i s de los ''social fr a m e s ’ véase G o f f m a n (1 9 7 5 ), si bien les d a un


tra ta m ie n to un ta n to d iferen te del que se ha usado aquí.
249 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

tom an d o u n a cerveza después del sem inario es un m arco inform al


privado. En seguida verem os de qué m anera están establecidas la
com unicación en general y la conversación en p articu lar precisam en­
te p o r estos m arcos.

7.2.7 En los p árrafo s anteriores se ha discutido u na serie de im por­


tantes características de la interacción social. Sin em bargo, los dife­
rentes conceptos sólo se han descrito de m anera breve y sin una
deducción form al, y gran núm ero de detalles y de o tras p articu lari­
dades de la estru ctu ra social han quedado desatendidos. E n cada
caso hem os tra ta d o la estructura conceptual m ás general del concep­
to de interacción en conexión con el concepto de acción; luego
hem os especificado cóm o las personas proyectan, m anejan e interpre­
ten cognitivam ente sus interacciones. F inalm ente hem os explicado
que la interacción hay que considerarla referida al contexto social, el
cual se com pone de categorías de p articipantes, relaciones y distintos
tipos de categorías convencionales que perm iten establecer en qué
m edida se puede considerar aceptable una acción o una interacción.
Del m ism o m odo que son cognitivam ente im p o rtantes para la org a­
nización de los conocim ientos, tam bién en el nivel sociológico del
análisis podem os h ab lar de estructuras globales de interacción de
naturaleza m ás o m enos estereotipada (m arcos), que determ inan
ta n to la p articipación correcta, eficaz y con sentido en la realidad
social com o su interpretación.

7.3 Lengua, comunicación e interacción

7.3.1 Tal com o el concepto habitual de interacción oral perm ite


suponer, es necesario definir la com unicación lingüística en térm inos
del concepto de interacción. E sta exigencia parece ser b astante trivial;
sin em bargo, la m ayoría de los lingüistas, ta n to los clásicos com o los
m odernos, descuida este p u n to de p artid a en la form ación de la
te o ría .6 D esde siem pre se ha concedido m ayor interés a la estructura
de los enunciados lingüísticos (p alabras, oraciones o incluso textos),
eventualm ente se ha prestad o cierta atención a la base cognitiva de
la competence y la perform ance y p o r últim o, y sólo desde hace
algunos años, a los aspectos pragm áticos del uso de la lengua. No
obstan te, incluso en la p ragm ática se tra ta de explicar los enunciados
en térm inos de los actos de habla p o r ellos realizados, y no ante todo
a través de una descripción sistem ática de las relaciones interactivas
que las secuencias de actos de h abla pueden form ar. Sobre todo se
dejan de lado los p arám etros sociales, que en este caso desem peñan
un papel en la ejecución aceptable de los actos de habla y las

6 H ay , desde luego, excepciones1im p o rtan tes: lingüistas qu e precisam ente acen tú an


el carácter fu n cio n al de la lengua, com o p o r ejem plo H a l l i d a y (1967).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 250

interacciones lingüísticas. Sin em bargo, en verdad es im posible com ­


prend er bien los actos de habla aislados y las series de actos de habla
de un o ra d o r o de varios o radores que se alternan, si no se analizan
las condiciones, propiedades y consecuencias interactivas (cognitivas
y sociales) específicas. La gran m ayoría de los enunciados se m ani­
fiesta en secuencias de actos de habla, o com o m ínim o en pares de
interacción oral bilateral, tales com o pregunta y respuesta, asevera­
ción y com entario, pedido y reacción, saludo y devolución del salu­
do, etc. Incluso en aquellas situaciones en las que se m anifiesta un
acto de h abla de un hablante, hay que analizarlo en relación a las
otras acciones de la situación social. A p a rtir de estas observaciones
prelim inares puede verse que una teoría lingüística rigurosa debe
contener com o com ponente básico esencial una teoría de la interac­
ción lingüística. Lo m ism o es válido, m utatis mutandis, para una
teoría del texto.

7.3.2 Si, tal y com o se adm ite aquí, el concepto de interacción


lingüistica puede ser derivado de una teoría general de la interacción
cognitivo-social, las afirm aciones sobre la interacción tam bién serán
válidas p ara la com unicación lin g ü ística/textual. Tam bién aquí vuel­
ven a presentarse com unicaciones orales unilaterales y bilaterales, p.
ej.: al notificar, d a r una o rden, etc., p o r un lado — sobre todo en la
com unicación escrita y fo rm al— , y al sostener una conversación,
p articip ar en u n a discusión o m antener una polém ica, p o r el otro.
Sin em bargo, incluso en la com unicación unilateral de un hablan­
te/escribiente debe p o d er suponerse que aho ra (o más tarde) existe
un oy en te/lecto r actual o posible que elab o rará conscientem ente lo
que se dice/escribe, de m anera que q u ed ará inform ado de algo,
invitado a hacer algo, culpado de algo, etc., a consecuencia de la
com unicación; en resum en: experim entará una m odificación cogniti­
va y eventualm ente una social. Según esta acepción de la definición
de interacción (unilateral), el h ab lar solo o la experiencia de dirigir
las palab ras a alguien que no puede o no quiere escuchar, no son
una form a de interacción lingüística (sino una m era enunciación
lingüística en el sentido estricto del térm ino, eventualm ente con
cierta función psicológica, p o r ejem plo, una función expresiva).
En la interacción lingüística bilateral sucesiva existen, p o r defini­
ción, varios hablantes, cuyos e n u n ciad o s/acto s de habla van alter­
nando. Esta com pleja secuencia de acciones sólo es aceptable com o
interacción si se cum plen las dem ás condiciones cognitivas h a b itu a­
les: cada hablante debe tener conciencia de la presencia de los dem ás
(y naturalm ente tam bién de sus enunciados), y los hablantes deben
‘o rie n ta r’ m utua e intencionadam ente sus actos de habla de m anera
que cada una de las partes tenga la intención de ‘m odificar’ m ental­
m ente y acaso tam bién socialm ente a la otra m ediante los respectivos
actos de habla. En o tras palabras: un oyente debe p a rtir del supuesto
de que un hablante tiene tales intenciones y propósitos con respecto
251 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

a él (y que no habla ‘casual’ o ‘invo lu n tariam en te’), m ientras que el


hablante, p o r su p arte, puede suponer que el siguiente acto de habla
del oyente (dirigido al hablante) tam bién deberá interpretarse en
función de la m odificación m ental provocada por el acto de habla
an terio r, es decir: com o reacción a lo expresado por el hablante.

7.3.3 De igual im portancia para la ejecución aceptable de las inte­


racciones orales son las condiciones sociales. Los p a rtic ip a n te s/h a ­
blantes no sólo llevan a cabo o experim entan una m odificación
m ental m u tu a, sino que sim ultáneam ente se produce una m odifica­
ción en el contexto social, com o se definió anteriorm ente. Esto
significa que hay un estado inicial d eterm inado del contexto social y
que éste se convierte en o tro estado com o consecuencia de la interac­
ción com unicativa. Esta m odificación de las circunstancias puede
referirse (i) a propiedades sociales de los participantes, es decir, a las
categorías; (ii) a las relaciones sociales entre los participantes. De
esta m anera, una persona puede ad q u irir, m ediante un acto de habla
concreto, la prop ied ad social de determ inada función (puede llegar a
ser juez a raíz de un n om bram iento, etc.), o bien pueden entablarse
o m odificarse relaciones entre el hablante y el oyente referidas, por
ejem plo, a obligaciones m utuas (prom esas, co n tratos, etc.).
Las m odificaciones del contexto social efectuadas por la interac­
ción oral dependen del estado inicial de la interacción — es decir, de
las propiedades y relaciones de los participantes al principio del
proceso com unicativo y d u ran te el m ism o, respectivam ente— , así
com o de las convenciones de interacción, com o ias reglas y norm as:
determ inadas interacciones, com o p o r ejem plo el dictar una senten­
cia, sólo son aceptables si el hab lan te realm ente posee la función de
juez. Pero estas condiciones tam bién rigen en contextos de interac­
ciones privadas. La m ayoría de las veces, una prom esa — que p ro d u ­
ce una situación en la que el hablante tiene ciertas obligaciones para
con el oyente— únicam ente tiene sentido si el hablante se encuentra
en un estado en que es consciente de los deseos del oyente en
relación a las acciones futuras del hablante. Lo m ism o vale para las
condiciones que se refieren a las relaciones sociales entre el hablante
y el oyente. D ar órdenes, p o r ejem plo, ya sea en un contexto concre­
to, ya m ás en general, es el caso típico de una situación en la que el
hablante tiene cierta a u to rid a d sobre el oyente, lo cual puede im pli­
car sanciones en caso de desobediencia. D e la m ism a m anera, el
aceptar un consejo va ligado a la circunstancia de que el oyente
reconoce en principio que el hablante tiene cierta experiencia en la
m ateria en cuestión.
Lo que es válido para la aceptabilidad social de los actos de habla
individuales (véase tam bién capítulo 3), rige tam bién para las secuen­
cias de actos de habla que constituyen la interacción oral. En este
caso hay siem pre un nuevo contexto inicial: la situación generada
p o r los actos de habla precedentes. R epetim os que el contexto social
LA C IE N C IA D E L T E X T O 252

no viene dado de p o r sí, sino que, en prim er lugar, los participantes


lo interpretan com o tal y, en segundo lugar, van construyéndolo por
las acciones e interacciones. Para citar u na form a elem ental de
interacción oral, direm os que una aseveración, p o r ejem plo, es una
respuesta funcionalm ente aceptada en un contexto construido p o r el
hablante a través de que éste m anifiesta no saber una cosa y espera
que el oyente le conteste. C on ello al oyente se le im pone la obliga­
ción (débil) de d ar esa inform ación, si es que dispone de ella. Si no
se cum ple esta condición, una respuesta-aseveración no aceptada
puede sancionarse con reacciones com o «/A ti nadie te ha preguntado!».
La interacción com unicativa se produce en parte en tipos esta­
blecidos de marcos sociales, y en algunos casos estos m arcos se defi­
nen exclusivam ente sobre la base de los correspondientes contactos
orales entre los participantes, A continuación citarem os prim ero
una serie de m arcos com o ejem plos de una localización contextual
con los correspondientes participantes habituales en estos contextos.
(Téngase en cuenta que partim os aquí de situaciones todavía muy
extendidas, y no de situaciones deseables, en las que, p o r ejem plo, la
distribución de los roles y el status de p o d er fueran más justos):

(1) 1. dentro de ¡a casa, en casa - padres, hijos, am igo(a), m arid o , m ujer


2. fu era de la casa, de ¡a vivienda - vecino(a), am igo(a)
3. escuela - alu m n o s, m aestro (a), am igo(a), colega, directo r, inspector, p o r­
tero , secretaria(o), etc.
4. universidad - estudiante, docente, asistente, colega, co tab o rad o r(a), secre-
taria(o ), etc.
5. oficina - director, jefe, m ecanógrafa, esten o tip ista, secretaria(o), colega,
personal de can tin a, etc.
6. fábrica - o b re ro , cap ataz , jefe de sección, gerente, d irecto r, jefe de perso­
nal, p erso n al ad m in istrativ o , etc.
7. calle - p eato n es, ciclistas, autom ovilistas, tran seú n tes, b arre n d ero s, vende­
d o res am b u lan tes, policías, carteristas, etc.
8. medios de transporte público - chófer, c o n d u c to r, revisor, c o b ra d o r, viaje­
ro, in sp ecto r, etc.
9. edificios públicos (véase 5):
a. autoridades municipales - em pleado, fu n cio n ario , jefe, etc.
b. m inisterios - m in istro , secretario de E stad o , fu n cio n ario , etc.
10. higiene pública y sus instituciones:
a. hospital, clínica - p aciente, en ferm era(o), m édico, etc.
b. residencia de ancianos - p ersonas de ed ad , asistentes, etc.
c. hogar para niños - n iñ o , en ferm era, asistente social, m édico, etc.
d. sanatorio - paciente, enferm o, en ferm era(o), m édico, etc,
e. centro de orientación (p. ej., higiene del bebé) - p ad res, hijos, pacientes,
en ferm era(o), especialista, m édico, etc.
f. consulta médica - p aciente, m édico, a y u d an te, etc.
11. juzgado - in cu lp ad o , ju ez, fiscal, ab o g ad o defensor, etc.
12. cárcel - preso, fu n cio n ario , etc.
13. tienda, supermercado - cliente, v endedor(a), cajero(a), etc.
14. banco - cliente, em pleado del b an co , etc.
15. bar. restaurante, club - cliente, huésped, (p rim er) c a m ararero (a), en carg a­
d a de g u a rd a rro p ía , etc.
16. museo, exposición - em pleado del m useo, visitante, guía, etc.
17. hotel - huésped, p o rte ro , c a m a re ra , etc.
253 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

18. radio, televisión - p resen tad o r(a), a c to r, actriz, m o d erad o r, r e d a c tó la ) ,


perio d ista, etc.

Esta relación no está com pleta ni es sistem ática. Su única finalidad


consiste en presentar diferentes ‘lugares’ de la interacción oral y las
categorías de los p articipantes entre los que se produce la interacción
en los correpondientes contextos. A co ntinuación ofrecerem os algu­
nos ejem plos de m arcos de interacción estereotípicos dentro de estas
localizaciones/contextos (asignados a los distintos contextos según
( 1) ) :
(2) 1. lev an tarse, d espertarse (1, 10, 12, 17)
2. salu d o , ch arla (2-17)
3. h o ra de clase (3)
4. sem in ario (4)
5. tra b a jo d e clase, exam en final (3)
6. exam en, licen ciatu ra, d o c to ra d o (4)
7. solicitar; ser despedido (3, 4, 5, 6, etc.)
8. p au sa p a ra alm o rzar, h ora de com er (5, 6, 9, 10, etc.)
9. p r e g u n t a r el c a m i n o , i n d i c a r el c a m i n o (7)
10. c o m p r a r el billete; c o g e r el t r a n v í a , el a u t o b ú s , el tre n (8)
11. m u lta, recib ir una citación, re p a rtir (7)
12. investigar, co n su lta r (10)
13. p resen tar u n a m oción, em itir un co m u n icad o (9)
14. dejarse aco n sejar (10)
15. acu sar, d efen der, ju z g a r (11)
16. c o m p ra r/v e n d e r (13)
17. re tira r fo n d o s, tran sferir, to m a r un créd ito (14)
18. p ed ir co m id a, beb id a, servir (15)
19. c o m p ra r e n tra d a s, a d q u irir un catálo g o (16)
20. p resen tar, a n u n c ia r (18)

Estos m arcos, que aquí sólo se h an en um erado de m anera incom ple­


ta y a rb itra ria , pueden definirse a través de la(s) serie(s) de acciones
e interacciones, así com o a través de las intenciones, los p ro pósitos y
las lim itaciones específicas de cada contexto social (posturas, partici­
pantes, etc.). A quí, los participantes no sólo cuentan com o indivi­
duos, sino tam bién com o categoría: los profesores, alum nos, pacien­
tes, m édicos, clientes o funcionarios, según las convenciones (norm as,
leyes, reglas, usos) únicam ente pueden perm itirse cierta serie de
acciones que determ in an la interacción. A dem ás, los ejem plos de la
relación (1) dem uestran con b astante claridad que las (categorías de)
participantes pueden clasificarse b astante fácilm ente p o r m etacatego-
rías m ás globales según los distintos contextos. Estas m etacategorías
caracterizan, a su vez, propiedades o (m acro-)intenciones posibles
típicas. En la m ayoría de las situaciones sociales aparecen:
(3) I. personas de l a misma categoría - h erm anos, h erm an as, am igos, colegas,
presos, c o m p añ ero s de viaje, de enferm edad, etc.
2. superiores - p ad res, jefes, d ocentes, profesores, jueces, a u to rid a d e s ejecuti­
vas, em p lead o s, etc.
3. inferiores - niños, su b altern o s, asistentes, inculpados, d eten id o s, pacientes,
in tern ad o s en residencias, alu m n o s, etc.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 254

4. dadores’ - profesores, cam arero s, vendedoras, etc.


5. 'receptores' - clientes, pacientes, solicitantes, etc.

En prim er lugar, estas categorías perm iten deducir una clara estruc­
tura jerárquica, no sólo en el m acronivel social, sino tam bién en las
actitudes y los contextos sociales y, p o r ello, en los m arcos de
interacción: hay participantes de rango ‘igual’, ‘superior’ e ‘inferior’
en la jerarq u ía, lo cual define las relaciones de a u to rid ad , poder,
asesoram iento, etc. Al m ism o tiem po cristaliza la categoría de inte­
racción fundam ental del ‘d a r /to m a r ’ en una serie de categorías de
participantes: algunos participantes necesitan algo (com ida, servicios,
inform aciones, papeles, etc.), m ientras que o tros se lo p ro porcionan,
habiendo sido en general institucionalm ente em pleados (nom brados,
destinados) a tal efecto. T am bién existen otras clasificaciones y
abstracciones posibles. Las categorías m encionadas son, sin em bar­
go, fundam entales a la vez que ilustrativas. N atu ralm ente se trata de
una descripción (no form alizada) de la estructura social, tal com o es
en realidad, y no de una estructura social posible o deseada, en la
q u e p o d r ía d e s e a rs e p. ej. la ausencia de ciertas estructuras
jerárquicas.
7.3.4 A la luz de los ejemplos de ‘lugares’ sociales característicos y
los m arcos posibles que pueden tener lugar den tro de estos ‘lugares’,
estam os ahora en condiciones de volver a dirigir nuestra atención a
la interacción oral.
Ya hem os visto que algunos de los m arcos típicos son de hecho
total o parcialm ente orales: una charla, una hora de clase, un semi­
nario, preguntar el cam ino, hacer una solicitud, acusar, defender,
juzgar, presentar, etc. A hora podem os describir estas interacciones
com unicativas de m anera m ás adecuada, ya que podem os considerar­
las com ponentes estructurales de los contextos e interacciones socia­
les antes bosquejados: ¿qué categorías de participantes pued en /d eb en
decir algo, en qué instituciones, y qué relaciones (p. ej.: las jerá rq u i­
cas) son determ inantes para los actos de habla y enunciados posibles
(p. ej.: su estilo)? Así sabem os que en la interacción oral entre
médico y paciente, convencional y tradicionalm ente es el m édico
quien hace las preguntas, da consejos y prescribe m edicam entos,
m ientras que el paciente debe contestar a las preguntas y decir qué le
ocurre. P or regla general, las opiniones del p acien te/p ro fan o son
tabú: él no debe sacar conclusiones (triviales o cotidianas) de sus
síntom as; el diagnóstico está reservado al m édico. Las desviaciones
de esta norm a (au to ritaria) norm alm ente se sancionan con un suave
‘ vaya, vaya', ‘es posible’, hasta llegar a la reprim enda ‘¡Mejor será que
lo deje en mis m anos!’, etc.
A continuación volvem os a d ar prim ero una serie de ejem plos de
distintas form as de interacción o m arcos lingüísticos, para que p o d a­
mos realizar una descripción sistem ática de tales interacciones lingüís­
ticas sobre la base de un ejem plo (la conversación):
255 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

(4) 1. la con v ersación (co tid ian a)


2. la con v ersación (form al, sem i-form al)
3. la co n su lta, el in terro g ato rio
4. el exam en
5. la en trevista
6. la h o ra de clase, el sem inario, la sesión de tra b a jo
7. la asam b lea, el congreso
8. el altercad o , la d isp u ta
9. la discu sió n , el d eb ate, el foro
10. el p roceso
11. la ch arla
12. el d iálo g o ‘d a d o r- tom ador*
13. el in tercam b io de cartas (p e d id o /c o n te sta c ió n )
14. rellen ar u n fo rm u lario
etc.

Las distintas form as de interacción (dialogística) pueden definirse


m ediante los rasgos siguientes:
(5) 1. la secuencia de acto s de habla
2. las categ o rías de los in teractu an tes y sus posibles co n trib u cio n es
3. la situ ació n social (p riv ad a, pública, institucional)
4. el g rad o de convencionalización (n orm alización)
5. el objetivo social de la interacción
6. las convenciones (reglas, norm as, usos, etc.)

Una asam blea, p o r ejem plo, se define com o una serie de actos de
habla de diferentes participantes (norm alm ente se trata de com unica­
dos, ap o rtació n de opiniones, preguntas, etc.), en la que uno de ellos
guía la interacción en su calidad de presidente, con lo cual establece
quién p o d rá decir qué, cu án d o y p o r cuánto tiem po; puede estar
institucionalizada o no; puede ser desde muy form al hasta inform al;
por regla general, su objetivo es to m ar decisiones colectivas. En
ulteriores explicitaciones y sistem atizaciones de los distintos concep­
tos de las ciencias sociales p o d rán seguir elaborándose estas ‘defini­
ciones’ de las form as convencionales de interacción com unicativa.
Para u n a m ayor diferenciación se puede especificar el tema de la
conversación d esarrollado en la interacción. En la conversación coti­
diana hay m enos lim itaciones en cuanto a los tem as que, p o r ejem­
plo, en asam bleas o sem inarios. Estos tem as pueden, a su vez,
sistem atizarse, puesto que generalm ente se refieren a propiedades de
los hablantes, o a relaciones de los hablantes entre ellos o con
respecto a situaciones y sucesos del ‘m u n d o ’. En estos tem as tam bién
se incluyen los conocim ientos, las opiniones, las posturas y los
deseos de los hablantes con respecto a estas circunstancias del m un­
do. P o r esta razón, la interacción puede referirse, en cu an to a su
contenido, a algo que el hab lan te sabe, quiere, puede, hace (sabía,
quería, etc., h ará, etc.), o a algo que el oyente sabe, quiere, puede,
hace (tam bién en presente, pasado o futuro). Así, el contenido global,
tan to de la consulta com o del interro g ato rio y la entrevista, se refiere
a algo que el h a b la n te /in te rro g an te desea saber de aquello que et
oyente sabe, quiere, encuentra, ha hecho, etc. En este caso tam bién
LA C IE N C IA D E L T E X T O 256

podríam os h a b la r del contenido pragm ático de la interacción, puesto


que tiene algo que ver con las intenciones del h a b lan te/o y en te en
relación a la función de la interacción. El contenido global de un
proceso judicial, p o r ejem plo, se refiere al hecho de que el ac u sa d o /in ­
culpad o haya o no hecho o haya podido hacer una acción en
perjuicio de o tra p e rso n a /d e la sociedad y que, por lo tan to , está
prohib id a p o r la ley; el objetivo pragm ático consiste en que un juez
dé su veredicto, en el que se establece algo cuya consecuencia supone
el castigo de u n a persona, y ciertas acciones pueden o no tener lugar,
respectivam ente. Esta form ulación todavía es bastante general, y
para cada proceso en p articu lar hab rá que especificarla más. A quí se
trata únicam ente de utilizar tam bién para las unidades de interacción,
en distintos niveles, conceptos com o estructura sem ántica (global)
— contenido— y función pragm ática, que ya habíam os discutido.
O tro criterio para la diferenciación de tipos de interacción lingüística
es la programación o planificación de la interacción. Si bien podem os
planear parcialm ente ciertas conversaciones (p. ej., en lo que respec­
ta al objeto global de la conversación), no podem os program arlas, lo
que sí resulta posible en u n a asam blea, una entrevista o un interro­
gatorio. U na disputa, sin em bargo, prácticam ente nunca se planifica
o program a, y lo m ism o ocurre con u n a charla cotidiana. La plani­
ficación de una interacción se refiere a la decisión tom ada con
(m ucha) antelación de h a b la r con determ inada persona en determ i­
nado m om ento sobre d eterm inado tem a con d eterm inado propósito.
En tal caso tam bién suele p o d er concertarse una cita para la interac­
ción (p. ej., para una consulta m édica). La program ación se refiere a
la ejecución real de la conversación, la disposición de los actos de
habla, el m anejo del interactuante, ías estrategias de la interacción,
etc.
A p a rtir de esta caracterización inform al del concepto de pro g ra­
m ación de la interacción, se infiere que u n a interacción puede mane­
jarse de distintas m aneras. El m anejo puede ser unilateral (p. ej., en
un interrogatorio, en algunas asam bleas), en el sentido de que un
único p articipante o grupo de participantes decide quién puede decir
qué y cuándo. P or últim o, podem os p u n tu alizar la serie de form as
posibles de interacción oral con el concepto de modalidad, que aquí
se em plea com o concepto general p ara el estilo, el tono, la m anera
de hab lar, etc. N orm alm ente, una disputa tiene una m odalidad dife­
rente de una declaración de am o r o una sesión en el juzgado. Ya
hem os visto que estas particularidades textuales y (para-)lingüísticas
de una enunciación tam bién pueden influir decisivam ente en la inter­
pretación del acto de habla en cuestión, lo cual significa en este
contexto que pueden llegar a ser decisivas para la interacción oral.
H em os ad q u irid o a h o ra los suficientes conocim ientos sobre la
situación com unicativa y el contexto social p a ra poder em prender un
análisis m ás detallado de la interacción conversacional.
257 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

7.4 La conversación
7.4.1 In troducción - conversación y coloquio

7.4.1.1 A p a rtir de a h o ra considerarem os la conversación com o una


form a, especial de interacción lingüística. La razón p o r la que preci­
sam ente elegimos este tipo de texto ya ha sido expuesta al principio
de este capítulo: se basa en la hipótesis de que las conversaciones
son, p o r así decirlo, la ‘form a básica’ de la interacción lingüística.
Las reflexiones que fundam entan esta afirm ación no sólo atañen a la
historia de la lengua (sin d u d a, el diálogo cotidiano precedió a otras
form as del ‘h a b la r’ y con to d a seguridad a las form as de la com uni­
cación escrita), sino que tam bién nos basam os en criterios sistem áti­
cos, es decir, estructurales y funcionales. E n prim er lugar, en la
conversación no suele haber restricciones categoriales p a ra los p a rti­
cipantes: en d eterm inadas situaciones to d o hab lante puede participar
y p articip ará regularm ente en las conversaciones. P or lo dem ás, no
existen restricciones fijas de contenido: en principio, una conversa­
ción puede tra ta r de cualquier cosa, si bien existen restricciones
sem ánticas específicas p a ra conversaciones específicas. T am poco hay
lim itaciones pragm áticas: en principio, en u n a conversación pueden
darse todos los tipos de actos de habla. P or últim o, no existen
restricciones en cu an to al contexto social: la m ayoría de los contextos
perm iten sostener una conversación. P o r tan to , se puede generalizar
diciendo que la conversación es la form a elem ental de conservación
y control de estru ctu ras sociales en la interacción en el m icronivel, es
decir, en el nivel de la relación directa entre participantes.

7.4.1.2 D iferenciarem os a h o ra dos conceptos que con frecuencia se


em plean com o sinónim os: conversación y coloquio. Un coloquio es
una unidad de interacción social com puesta p o r una serie ordenada
de acciones (lingüísticas) definida en relación a un contexto social.
P or el co n trario , una conversación es m ás bien una abstracción
lingüística o de la teoría textual; es la un id ad textual que se form a
con una serie orden ad a de enunciados m anifestada en el coloquio.
Por eso hablam os de p articipantes de un coloquio, de la conducción
del coloquio, etc., m ientras que conceptos com o coherencia, orden,
etc., son propiedades típicas de la conversación. El concepto de
'diálogo’ es de tipo m ás general y se refiere ta n to a conversación/co­
loquio com o a otras form as de interacción lingüística, p o r ejem plo,
al diálogo entre el juez y el acusado. El concepto de diálogo se
caracteriza sobre to d o p o r el hecho de que no se tra ta de una
interacción unilateral.

7.4.2 T ipos de conversación

A quí nos vam os a lim itar a lo que denom inarem os conversación


cotidiana, que presenta las propiedades generales antes m encionadas.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 258

T am bién hay conversaciones de naturaleza m ás específica y que, por


lo tan to , exigen restricciones en las categorías de participantes, los
actos de habla posibles, los contenidos, el estilo y los c o n tex to s/m ar­
cos sociales. Las conversaciones cotidianas típicas son aquellas que
tienen lugar en contextos informales, con frecuencia entre particip an ­
tes ‘iguales’: d u ran te el desayuno, en el tran v ía, p o r la calle, etc. Las
conversaciones un poco m ás específicas serían, p o r ejemplo:
(6) I. la con v ersació n de solicitud (de em pleo)
2. la con v ersació n de venta
3. la con v ersació n de enseñanza
4. la con v ersació n de exam en
5. la con v ersació n radiofónica o televisiva
6. la conversación institucional (p. ej., con un funcionario)
7. la con v ersació n m édica (p. ej., con un m édico, un auxiliar)
8. la con v ersació n terapéutica

En prim er lugar hay que tener en cuenta que el concepto de «conver­


sación» con frecuencia tiene tam bién el significado m ás general de
diálogo (hablado), lo cual se ve en el em pleo de conceptos com o
«conversación telefónica». Los ejem plos de (6) m uestran que las
form as no cotidianas de conversación se definen a través de los
criterios enum erados en (5). E n la conversación de solicitud de
em pleo, los participantes se hallan frente a frente en las categorías
(roles) de solicitante y jefe de personal (o de representantes de quien
con trata los servicios). La conversación de venta se lim ita a los roles
de vendedor y com prador; la de enseñanza, a alum nos y profesores;
la de exam en, a d o centes/profesores y estudiantes; la institucional, a
un representante de la institución (E stado, com unidad, Iglesia, etc.)
y a un ciudadano, m iem bro, solicitante, etc., m ientras que las con­
versaciones m édicas y terapéuticas tienen lugar entre un médico,
un(a) enferm ero(a), un(a) asistente, p siquiatra, etc., y los pacientes,
clientes, internados, etc.
En prim er lugar, en todos estos casos la conversación estará
planeada: p o r regla general, las citas se h ab rán convenido para un
m om ento y un lugar determ inados; a veces incluso se explicitarán el
tem a y la función de la conversación. En segundo lugar, la m ayoría
de estas conversaciones se conducen y programan unilateralm ente:
hay participantes que p o r su fu n c ió n /ro l/‘cualidades’ profesionales
u otras tienen, por así decirlo, el derecho o tam bién el deber de
establecer el objeto de la conversación, ponerle térm ino, estim ular
determ inados actos de habla, etc.
Adem ás, el objeto global de la m ayor p arte de estas conversaciones
estará lim itado: la conversación de solicitud deberá girar en to rn o a
calificaciones, experiencia y planes del solicitante, asi com o a las
condiciones de em pleo, el sueldo y dem ás inform aciones de la insti­
tución co n tratan te. La conversación de exam en tra ta , en principio,
de m aterias ap ren d id as/estu d iad as, o bien de opiniones y posturas
del estudiante frente a la m ateria concreta. Las conversaciones m édi­
259 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

cas deberán ocuparse del estado de salud física y psíquica del pacien­
te y de las eventuales posibilidades de m ejoría.
Por últim o, estas conversaciones se desarrollan en un lugar típico
y en un contexto o m arco social determ inado: la conversación de
solicitud, en una em presa, una oficina o un instituto; la de enseñanza
o exam en, en un centro de form ación; las conversaciones m éd icas/te­
rapéuticas, en la consulta del m édico o en u n a institución sanitaria
(hospital, etc.).
Así pues, resulta que todas estas conversaciones pueden caracteri­
zarse unívocam ente sobre Ja base de los criterios ya m encionados: la
categoría de los participantes, sus relaciones m utuas, el objeto de la
conversación, el desarrollo de la interacción conversacional (diálogo)
y el co n tex to /m arco .

7.4.3 La conversación cotidiana

7.4.3.1 D e to d o lo dicho podem os deducir que no hay lim itaciones


generales p a ra las conversaciones cotidianas: en principio, cualquier
persona puede p articip ar, no están planeadas con an terio rid ad , ni
son p rogram as unilateralm ente, su objeto no está fijado a priori
— p o r lo m enos no en detalle— , y se pueden sostener en distintos
contextos y tener varias funciones posibles.

7.4.3.2 A p rim era vista parecería que la conversación cotidiana no


se rige p o r ningún tipo de regla ni lim itación, com o si se tra ta ra de
una form a de interacción oral «espontánea». Esta im presión, sin
em bargo, es incorrecta. E n prim er Jugar, la conversación debe cum ­
plir con las condiciones m ás generales de la interacción social ya
enum eradas. E n segundo lugar, una de las reglas de la conversación
cotidiana consiste precisam ente en que no aparecen ciertas lim itacio­
nes, p. ej., la de que un solo hablante pueda establecer quién puede
hab lar y cuándo. En tercer lugar, enseguida verem os que tam bién la
conversación cotid ian a posee una estructura ‘in tern a’ norm alizada.
E n cu arto y ú ltim o lugar, cada conversación específica posee lim ita­
ciones debido a Ja situación y al contexto específicos: hay diferencias
sistem áticas entre u n a conversación entre cónyuges y o tra entre
vecinos o viajeros de autobús.

7.4.3.3 Las conversaciones cotidianas tienen, adem ás de éstas, limi­


taciones de tipo contextual D e en trad a parece un tan to trivial decir
que u n a conversación no puede ni debe tener lugar si ya se está
produciendo (o se espera que se produzca) o tra form a de interacción
lingüística. Así, d u ran te un exam en form al no se puede entab lar sin
más una conversación (personal), y m ucho m enos d u ran te un in terro ­
g ato rio form al o un a sesión del trib u n al. L o m ism o rige cuando el
p ro p io hablar está som etido a restricciones, com o en un a clase (de
LA C IE N C IA D H L T E X T O 260

tipo tradicional), u n a conferencia o ante un tribunal. En esos casos,


una conversación puede tener lugar en un contexto entre participan­
tes no primarios (p. ej., oyentes pasivos) y a d o p ta r así un carácter de
conversación accesoria secundaria, habitualm ente susurrada o a m o r­
tiguada de o tra m anera y m antenida en secreto, y que puede ser
castigada p o r interactuantes categoriales prim arios com o el m aestro
o el juez, quienes exigirán «¡silencio!».

7.4.3.4 La conversación cotidiana debe cum plir adem ás con las


condiciones generales de una interacción aceptable: las acciones de­
ben sucederse en cierto orden, ser ejecutadas conscientem ente p o r
distintos hablantes, referirse unas a otras y ser relevantes tan to en el
ám bito local com o en el global, etc.
O tra p ro p ied ad de la conversación es que debe ser una interacción
bilateral pero no conjunta; hay varios hablantes y varias enunciacio­
nes, y éstas no se superponen (o a lo sum o parcialm ente o p o r
casualidad).
La siguiente propiedad específica de la conversación consiste en su
oralidad: los enunciados se dicen/oyen, en un m ism o contexto, una
inm ediatam ente después de la o tra. A esto se añade, p o r regla
general, la posibilidad de un contacto p o r lo m enos visual entre los
hablantes: éstos tienen que p o d er verse m utuam ente, puesto que
tan to la producción com o la interpretación se pueden conducir con
m ovim ientos de los labios, m ím ica, gestos y otras acciones de los
interlocutores destinadas, p o r ejem plo, a la correcta interpretación
del acto de habla correspondiente en el caso de expresiones deícticas
(aquí, allí, esto, eso, etc.), p ara evitar am bigüedades, com prender
ironías, etc.

7.4.3.5 Las conversaciones cotidianas pueden clasificarse contextual


y globalm ente de dos m aneras. En prim er lugar existe un a diferencia
entre conversaciones privadas y públicas. U na conversación privada
suele tener lugar entre personas que se conocen bien o b astante bien:
parientes, conocidos, am igos y colegas. El carácter privado de la
conversación tam bién influye en la elección de su objeto, estilo y
funcionalidad. En las conversaciones privadas tam bién pueden tra ­
tarse tem as íntim os, lo cual no suele darse en una conversación
pública que, en general, tiene lugar entre personas que se conocen
poco o nada.
En segundo lugar hay que establecer la distinción entre conversa­
ciones abiertas y cerradas, aun cuando esta distinción con frecuencia
sólo sea gradual. U na conversación cerrada suele tener lugar entre
dos personas, sin testigos, o, dicho de m anera general: en un contexto
en el que están presentes exclusivam ente las personas que intervienen
en la conversación, es decir, las que a p o rta n a la conversación o de
alguna m anera tienen acceso al tem a de la m ism a. Si mi esposa habla
conm igo y los niños nos pueden oír, se tra ta de una conversación
261 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

abierta. Sem i-abiertas serán aquellas conversaciones en las que los


interlocutores tienen la intención de que nadie las oigá, pero en que
otras personas pueden seguir partes o la to talid ad de lo hablado. De
esta m anera tam bién se producen conversaciones privadas abiertas,
privadas cerradas, públicas abiertas y públicas cerradas. En una
conversación pública cerrada puedo pedirle a alguien que me indique
el cam ino, pero tam bién puedo ch arlar con el co n d u cto r del autobús
en una conversación pública abierta. Las conversaciones públicas
abiertas tienen la p articu larid ad de perm itir la presencia de escuchas.
Estos escuchas no tienen que perm anecer necesariam ente pasivos:
pueden convertirse en posibles hablantes u oyentes (indirectos). Un
ejem plo típico: pregunto el cam ino a un p eatón y otro s transeúntes
me oyen; en este caso, tam bién los dem ás transeúntes, sin haber sido
abordados directamente, tienen derecho a intervenir en la conversa­
ción. O tro ejem plo: el m édico da determ inadas instrucciones o for^
m uía determ inadas p reguntas a la enferm era ju n to a la cam a del
paciente, de m an era que éste tam bién obtiene la inform ación. De
este m odo vem os que se puede establecer una distinción entre oyen­
tes, escuchas, personas ab o rd ad as, oyentes indirectos y personas
indirectam ente abordadas.

7.4.4 La estru ctu ra de la conversación y del coloquio - m icroes­


tru ctu ra

7.4.4.1 T an to en el plano del texto — es decir, de la serie ordenada


de enunciados— , com o en el de la conversación — o sea, de la serie
o rd en ad a de actos de h ab la— hay que distinguir características
estructurales estrecham ente vinculadas entre sí. Se trata, pues, de
d em o strar que las series no son arb itrarias, sino que su disposición
viene establecida p o r reglas y estrategias convencionales. En esta
descripción estru ctu ral harem os las m ism as distinciones que en la
descripción de textos (m onológicos) y secuencias de actos de habla,
añadiendo adem ás una serie de características de los textos de las
conversaciones cotidianas.
En prim er lugar, deberem os distinguir entre el nivel local o micro-
nivei y el global o macro-nivel. En el prim er nivel, el análisis se
refiere a los enunciados individuales y sus relaciones, y el del segun­
do nivel se refiere a la estructura de la conversación com o un todo,
po r ejem plo, a unidades de análisis m ayores o a niveles de descrip­
ción m ás abstractos. E sta distinción es válida ta n to para la estructu­
ra de la conversación com o para la del coloquio: podem os describir
una conversación en térm inos gram aticales (m orfología, sintaxis,
sem ántica) y estru ctu ras teórico-textuales (estilo, estructuras retóri­
cas, esquem as), m ientras que para el co loquio se em plea una term i­
nología prag m ática, de la teoría de la acción, cognitiva y social. Lo
realm ente interesante e im p o rtan te es la tarea de vincular estas dos
ram as de interacción lingüistica.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 262

En este a p a rta d o nos ocuparem os, p o r de p ro n to , de la m icroes­


tru ctu ra del texto y el coloquio, es decir, de los respectivos enuncia­
dos y actos de habla y de sus organizaciones.

7.4.4.2 A dem ás de los conceptos ya introducidos para la descrip­


ción de la estructura textual y las acciones, para la descripción del
texto y el coloquio nos hace falta in co rp o rar el concepto de turno
(turn,1 en inglés). Ya hem os visto que en las form as de interacción
alternantes y sucesivas, los posibles interactuantes se tu rn an en su
calidad de agentes de las acciones consecutivas. La unidad estructu­
ral, que se define com o aquello que un hablante hace o dice durante
una ap o rtació n interactiva continuada, se denom ina turno.
T eóricam ente, el concepto de tu rn o adm ite varias interpretaciones.
Por un lado puede ser una unidad en el nivel textual, es decir, una
unidad de conversación. En tal caso, un tu rn o es equivalente al
enunciado de un hablante (o de su estructura ab stracta ‘subyacente’),
com o com ponente de una secuencia de enunciados de varios hablan­
tes. Pero si querem os caracterizarlo en conceptos de la teoría de la
acción, com o acción llevada a cabo p o r un hab lante en la interacción
verbal, el tu rn o será una unidad del coloquio. T am bién aquí dejare­
m os subsistir, p o r ah o ra, esta am bigüedad term inológica, de m anera
que un tu rn o puede considerarse ta n to la aportación de un hablante
a una conversación, es decir, un enunciado (= p ro d u cto lingüístico),
com o la ap o rtació n a un coloquio, es decir, com o acto de habla.
Esta am bigüedad es posible porque el concepto de tu rno es, de
hecho, una categoría m eram ente estructural-funcional: implica que
las unidades de conversación y coloquio están m arcadas para diferen­
tes hablantes. En otras palabras: al concepto de tu rn o le es inherente
el de cambio de turno; si no existiese un cam bio de tu rn o , el concepto
de ‘tu rn o ’ no tendría ningún sentido.
A las posibilidades de analizar un texto com o secuencia de oracio­
nes (en el nivel sintáctico), com o secuencia de proposiciones (en el
nivel sem ántico) y com o secuencia de actos de habla (en el nivel
pragm ático), y a la de analizar un coloquio com o secuencia de
acciones lingüísticas y otras, relevantes para la com unicación, se
añade un nuevo principio estructural, tan to p a ra el texto com o para
el coloquio: tam bién podem os segmentarlos en conceptos de turno y
cam bio de turn o . Así pues, necesitarem os otras reglas ‘sintácticas’,
que establezcan de qué m anera están organizados los turnos; reglas
‘m orfológicas’, que digan en qué pueden consistir los turnos, es
decir, qué propiedades form ales tienen; y reglas ‘sem ánticas’, que
determ inen qué otras estructuras sem ánticas (significativas y referen-
cíales) se pueden asignar a estos tu rn o s o estructuras de turnos. Si
pudiéram os establecer esas reglas, d ispondríam os de una ‘gram ática’

7 A cerca del co n cep to de ‘turn’ véase H enne & R ehbock (1979).


263 T E X T O E IN T E R A C C IO N - L A C O N V E R S A C IO N

de la conversación. Sin em bargo, todavía no podem os tra b a ja r siste­


m áticam ente de esta m anera: aú n sabem os d em asiado poco acerca
de las estru ctu ras y funciones de las conversaciones y los segm entos
de conversaciones. P o r eso, aq u í nos lim itarem os a algunas observa­
ciones sencillas en los distintos niveles de la conversación, orien tán ­
dono s de nuevo p o r el m arco sistem ático de análisis de los capítulos
precedentes.

7.4.4.3 Puesto que en la conversación, las estructuras y los esque­


m as de tu rn o s se plasm an en u n a secuencia de enunciados de sucesi­
vos hablantes, de la m anera antes descrita, la serie de tu rn o s posibles
tam bién se puede describir con los conceptos de la serie de enuncia­
dos. En tal caso, lo m ás sencillo es decribir las posibilidades de
com binación de los enunciados de textos dialogísticos en un nivel
m orfológico-sintáctico, sem ántico y pragm ático.
P o r lo que respecta a las estructuras superficiales de las conversa­
ciones, no vam os a extendernos dem asiado. E n principio partim os
del hecho de que los enunciados de cada tu rn o satisfacen norm alm en­
te las reglas gram aticales en el nivel oracional. H ay, pues, reglas
norm ales para la sustitución p ronom inal en oraciones consecutivas,
organizaciones oracionales determ inadas p o r la estructura de tópi­
co /co m en to , estructuras sem igram aticales relativas a las estructuras
gram aticales precedentes que las hacen in terpretables (p. ej.: respues­
tas o reacciones com o No, yo a él o correr no, etc.). En m uchos
idiom as hay expresiones específicas que señalan el com ienzo, la
interrupción o el final de tu rn o s (véase m ás adelante), com o pse, ah,
etc. Si bien hem os d a d o p o r supuesto que los enunciados de una
conversación deben, en principio, cum plir con las reglas gram aticales
norm ales, esto no supone que to d o enunciado de un tu rn o tenga
que ser necesariam ente gram atical. E nseguida verem os que un h a­
blante frecuentem ente es in terru m p id o a m itad de frase p o r el hab lan ­
te siguiente, lo que convierte su enunciado en sem igram atical. Esta
idea, sin em bargo, no es del to d o adecuada, puesto que se puede
supo n er que el enunciado p robablem ente h abría sido del to d o nor­
mal si no hubiese hab id o esta interrupción. P or ello, en lugar de
hab lar de enunciados sem igram aticales concepto que en realidad se
aplica a la estru ctu ra de oraciones ‘com p letas’, m ás bien deberíam os
h a b la r de enunciados fragm entarios. En otras palabras: la plasm ación
de los tu rn o s en la secuencia de enunciados no tiene que ser necesa­
riamente aco tad a p o r límites oracionales, au n cu ando en la realidad
de la conversación esto ocu rra con frecuencia.
La condición ya m encionada de la g ram aticalidad de los enuncia­
dos de una conversación se ve lim itada adicionalm ente p o r la cono­
cida problem ática m etodológica de la diferencia entre la capacidad
lingüística (competence) y el uso de la lengua (performance). En
consonancia con los m étodos habituales en lingüística, hasta ah o ra
hem os descrito la estru ctu ra textual en un plan o de reglas, categorías
LA C IE N C IA D E L T E X T O 264

y estructuras relativam ente abstracto . A dem ás hem os esbozado una


teoría cognitiva sobre la producción y com prensión de textos, en la
que se explicaba que en la elaboración de textos, las reglas g ram ati­
cales se em plean de m anera específica, que existen estrategias para
una elaboración textual eficaz y que aparecen norm alm ente lim ita­
ciones de m em oria, atención y producción. En ab stracto , ciertam en­
te podem os describir las estru ctu ras de las conversaciones en térm i­
nos gram aticales y de la teoría textual, p ero en m uchos casos los
factores cognitivos y sociales aquí tra ta d o s d arán a las conversacio­
nes concretas una estru ctu ra m uy distinta. Y en este últim o nivel
descriptivo tam bién hay que darse cuenta de la estructura fragm en­
taria y sem igram atical de las aportaciones a las conversaciones:
com enzar m al, rectificar, repetir p alab ras, equivocaciones al hablar,
etc. En p arte, estas ‘enunciaciones’ pueden atribuirse sim plem ente a
factores casuales en la producción textual. N o ob stan te, p o r otro
lad o , estos factores d enom inados ‘de perform ance’ tam bién son siste­
m áticos y resultan ser u n a m anifestación norm al de la interacción
estratégica, en la que factores com o la repetición, la corrección, la
vacilación y o tro s sem ejantes pueden tener una función im portante.
A quí no seguirem os discutiendo los problem as m etodológicos espe­
ciales relacionados con el establecim iento del objeto de la lingüística
y la ciencia del texto, p o r un lado, y la psicología y las ciencias
sociales, p o r el o tro . Sin em bargo, suponem os que las estructuras
abstractas de los textos y de las conversaciones, y adem ás y vincula­
da a aquéllas, la estructura real de estos textos y conversaciones,
pueden describirse com o enunciados determ in ad os p o r diversos fac­
tores sistem áticos y casuales, cognitivos y sociales. En este capítulo
fijarem os nuestra atención en am bos niveles descriptivos.

7.4.4.4 Igual que en el caso de los textos en general, en el de las


conversaciones se puede sostener que las propiedades semánticas y
pragm áticas son las m ás características e interesantes, dado que
tam bién en este caso im porta ante to d o la direcciónalidad significa­
tiva y funcional de la interacción com unicativa: los hablantes quie­
ren sobre to d o que los dem ás hablantes, en su calidad de oyentes, los
entiendan bien y que sepan lo que de ellos se espera.
T am bién en los niveles sem ántico y p ragm ático,.las conversaciones
deben seguir las reglas gram aticales y textuales habituales. P ara los
enunciados en el m arco de tu rn o s esto supone que las oraciones
deben ser interpretables y que varias oraciones d eberán ser linealmen­
te coherentes: tendrá que h ab er conexión de proposiciones debido a
relaciones entre circunstancias, relaciones referencia les entre indivi­
duos, p ropiedades y relaciones del m ism o m arco o de m arcos vincu­
lados entre sí, relevancia con respecto a m acroestructuras, etc. E sto
tam bién se puede aplicar, m utatis mutandis, a las relaciones sem ánti­
cas y pragm áticas entre enunciados de tu rn o s diferentes. En otras
palabras: la secuencia de tu m o s viene o rd en ad a p o r las estructuras y
265 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

restricciones sem ánticas y pragm áticas subyacentes. Así pues, los


turnos deben ser linealm ente coherentes a través de conexiones posi­
bles (condiciones/consecuencias posibles, probables o necesarias),
relaciones referenciales, etc.:
(7) A: ¡Esta noche no vendré!
B: ¿P orque viene Ju a n ?

W A: E sta n o ch e no vendré p o rq u e viene J u a n .


B: ¡Pero si n o te ha hecho nada!

(9) A: ¡Esta noche no vendré!


B: ¡Yo tam p o co !

(10) A: Soñé qu e ten ía un accidente.


B: ¿Y qué p asó luego?

En estos ejem plos de fragm entos (construidos) de conversaciones se


m anifiestan los fenóm enos de coherencia habituales: en (7), el segun­
do hab lan te (B) puede pedir inform aciones con respecto a una
circunstancia que constituye la m otivación de la circunstancia nom ­
brad a p o r el prim er hablante (A). En (8), B puede rem itir a una
persona n o m b rad a p o r A m ediante un m orfem a de 3.a persona del
singular: ha hecho (identidad referencial), m ientras que en (9) se
puede o m itir el predicado, p o rq u e se añ ade un tampoco debido a la
identidad de predicado. Y, p o r últim o, en (10) resulta que un segun­
do hablante puede rem itir inm ediatam ente a sucesos en el mismo
m undo posible que en el introducido p o r el prim er hablante. Así,
(10) (B) norm alm ente no se in terp retará com o una pregunta en
relación a lo que pasó después del sueño.
De esta m anera constatam os que en una conversación (p o r lo
m enos en ejem plos susceptibles de una sola interpretación) existen
las relaciones de conexión ya descritas para los enunciados.

7.4.4.5 C on el nivel pragm ático de análisis llegam os casi a la fro n ­


tera entre la estructura de la conversación y la del coloquio, dado
que en este caso se tra ta de secuencias de actos de habla. De una
m anera m ás estricta tam bién podem os h ab lar de relaciones de cohe­
rencia entre turnos, considerándolos com o actos de habla con­
secutivos.
El prim er principio que aquí entra en juego es el de la conexividad:
tan to en el coloquio com o en la conversación, los tu rn o s deben ser
conexos p o r pares. Un p a r de turnos es conexo cuando éstos son
m utuam ente relevantes. M ientras que esto en el nivel sem ántico
significa que la referencia tiene que producirse con respecto a circuns­
tancias conexas, aquí vale la relevancia entre actos de habla o bien
entre actos de habla y otras acciones com unicativas incluidas en la
conversación. E ntre o tras cosas, tam bién aquí un acto de habla es
condición, com ponente o consecuencia de o tro acto de habla, com o
se dijo en el capítulo 3.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 266

Así, p o r ejem plo en (7), la pregunta de B es u na consecuencia de


la aseveración de A, puesto que se refiere a m ás inform aciones, no
ap o rtad as p o r A. T am bién en (8), el en unciado de B es una conse­
cuencia del enunciado de A; se tra ta de una objeción que tam bién se
sugiere m ediante el conectivo pragm ático pero. En (9), el enunciado
de B es una consecuencia del de A, d ad o que B asevera algo sobre la
mism a acción, a p ro b a n d o a la vez el enunciado de A. La relación
que existe en (10) es com parable a la de (7). En estos ejem plos, que
com prenden dos tu rn o s cada u n o , el segundo enunciado es siempre
consecuencia del prim ero. La razón p o r la que esto no es necesaria­
m ente trivial se dem uestra con el siguiente ejem plo, en el que el
segundo enunciado es consecuencia del prim ero, pero el prim ero es
a la vez una condición para el segundo:
(11) A: ¡A quí hace m ucho frío!
B: ¿Q uieres qu e cierre la ventana?

pues el enunciado de A puede interpretarse com o propuesta y, con


ello, com o pedido indirecto, ante el cual se espera una reacción por
parte de B, reacción que efectivam ente se concreta a través del
ofrecim iento. La relación de condición/consecuencia es aún más
estricta en pares de, p. ej., preg u n ta/resp u esta:
(12) A: ¿C ó m o te llam as?
B: P edro.

En este caso, la pregunta de A es una condición más o menos


probable p ara la contestación (socialm ente) necesaria de B. Este tipo
de pares de actos de h abla biconexos se llam a adjacency pairs .8 Los
ejem plos típicos de este tipo de pares ‘contiguos’ son: pregunta y
respuesta, saludo y devolución del saludo, felicitación y agradecim ien­
to, oferta y rech azo /acep tació n , petición y rech azo /au to rizació n ,
etc. En todos estos casos el hab lan te espera una acción lingüística
específica del o tro hablante, p o r lo que el enunciado de cada uno de
ellos debe ser interp retad o com o p reparación y /o condición para el
siguiente. En este caso tam bién se puede h ab lar, p o r ta n to , de una
conducción (localm ente) programadora de la conversación p o r parte
de uno de los hablantes.
T am bién se puede distinguir entre tu rn o s Ubres y obligados. Si
bien, según el principio de la ‘acción libre’, en una interacción
no-determ inista no hay acciones lingüísticas obligadas, puede afir­
m arse que tras una pregunta un hablante está obligado a d ar una
determ inada contestación (n atu ralm en te tam bién puede tratarse de
una nueva pregunta). El turno que precede a un tu rn o obligado puede
constru ir un contexto, de m anera que el hab lante siguiente sólo
puede elegir de entre una can tid ad lim itada de actos de habla y de

8 A cerca del co n cepto de ‘adjacency p a ir' véanse los trab ajo s de S a c k s (1972 a, b)
y S a ck s y o tro s (1974).
267 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

inform aciones sem ánticas. E sta necesidad u obligación es, pues, de


tipo social, pudiendo ser sancionada socialm ente si no se cum ple con
ella. Si no surge ningún cam bio de tem a (véase más adelante), cada
tu rn o siguiente debe vincularse con el precedente según los principios
de coherencia. Pero la manera en que esta vinculación se produce
vuelve a ser libre, en principio, com o en los ejem plos (7) a (10).
C on tod o , podem os seguir m atizan d o la diferencia entre turnos
libres y obligados en co n v ersaciones/coloquios m ediante la hipótesis
de que en algunos casos un tu rn o obligado es estructuralmente
obligado, m ientras que en o tro s casos lo es (sólo) convencionalmente.
En el prim er caso, los turnos sólo tienen una función específica
m utu a, com o en el caso de p regunta y respuesta u oferta y rechazo.
Los dem ás casos tam bién se refieren a pares contiguos, pero éstos no
presentan relaciones funcionales inherentes, sino una relación basada
en la costum bre, com o p o r ejem plo en el p a r (felicitación, agradeci­
m iento). A unque ante una felicitación suele reaccionarse con un
agradecim iento, tam bién existe la posibilidad de no co ntestar o de
reaccionar de o tra form a, sin, p o r ello, infringir las reglas de interac­
ción fundam entales; esta infracción se da, sin em bargo, cuando
deliberadam ente se deja una preg u n ta sin contestar, puesto que la
función de la preg u n ta consiste precisam ente en obtener una contes­
tación, m ientras que no se puede sostener que la función de la
felicitación consista en recibir u n agradecim iento. A pesar de la
relevancia de esta diferenciación, seguram ente no pueden excluirse
form as de transición, en las que la fron tera entre la ‘costum bre’ y la
‘regla’ (o ‘n o rm a ’) no es precisa y en las que el no-cum plim iento se
sanciona en am bos casos con un veredicto de descortesía.

7.4.4.6 Un coloquio no sólo se define en térm inos de tu rn o s o actos


de h ab la, sino que tam bién contiene o tro s ‘haceres’ y acciones que
ejercen su influencia sobre la correcta conducción e interpretación de
ios actos de h abla y sobre la interacción com unicativa. A lgunas de
esas acciones ya las hem os m encionado entre las propiedades gene­
rales de las conversaciones e interacciones: el contacto visual (buscar­
lo, fijarlo, evitarlo), los gestos, la mímica (reír, sonreír; p oner cara de
enfadado, aliviado, interrogante, etc.), m antener distancia o acercar­
se m ás, tocar, a b ra z a r, acariciar, etc. Estas propiedades paratextuales
de la conversación contribuyen a establecer la coherencia lineal de la
conversación. No sólo determ inan la interpretación correcta de cada
enunciado, sino que tam bién pueden ser consecuencias o condiciones
norm ales de actos de h ab la an teriores o posteriores. Si un hablante
A asevera alguna cosa y, acto seguido, su oyente B lo m ira incrédu­
lo, A perseguirá una estrategia p a ra a cab ar convenciendo a B, aun
cuand o sólo diga, p o r ejem plo, ¡es absolutamente verdad! A nte una
reacción de enfado se reacciona norm alm ente con la afirm ación de
buenas intenciones. E n una descripción ab stracta de estas relaciones
de com unicación en distintos niveles (texto, gesto), tendríam os que
LA C IE N C IA D E L T E X T O 268

ligar los diferentes ‘haceres’ paratextuales con ‘contenidos’ afectivos


y cognitivos, «traduciéndolos», p o r ejem plo, en proposiciones, y
establecer así la conexión en los niveles sem ántico o p ragm ático.9 Un
rostro interrogante en ta n to que acción g estual/m ím ica se vuelve
entonces funcionalm ente equivalente a un acto de habla, y una cara
enfadada, al contenido sem ántico de una frase com o m e voy a
enfadar. D e m om ento hablam os intencionalm ente de ‘h acer’, puesto
que no siem pre el hablante es consciente de su m ím ica, sus gestos u
otros ‘sucesos’ corporales, a diferencia de los actos de habla, aunque
podam os suponer que en principio son controlaWé’í, y p o r lo tan to
constituyen acciones en sentido m ás am plio, igual que, p o r ejemplo,
la a ltu ra del ton o , la rapidez al h ab lar, la acentuación, el volum en,
etc., de la pro p ia enunciación.
Fuera de algunos ejem plos que hayam os p o d ido d ar, no podem os
d esarro llar aquí una verdadera teoría sobre las propiedades p a ra ­
textuales del coloquio y la m anera en que fijan el curso del mismo.
Sin em bargo, queda bien claro que no se tra ta de factores subordi­
nados, y es tam bién una razón p o r la que las conversaciones telefó­
nicas en m uchos aspectos transcurren de m anera diferente de las
conversaciones de presencia personal directa.

7.4.4.7 P o r últim o queda preg u n tarn o s hasta qué p u n to los factores


cognitivos y sociales de la interacción com unicativa determ inan la
coherencia lineal de la conversación.
En un coloquio, un hablante sólo puede reaccionar adecuada y
coherentem ente ante aquello que ha dicho el hablante an terio r, si ha
comprendido el enunciado, el acto de habla y el ‘h acer’ paratextual de
éste. Este proceso de la com prensión se ha tra ta d o detalladam ente en
el capítulo anterior. Sin em bargo, en el coloquio no sólo im porta la
com prensión de los enunciados en sí, sino la de sus funciones en la
conversación. El oyente debe, en prim er lugar, entender a qué acto
de habla ap u n ta el hablante con su enunciado. Ya hem os visto antes
los puntos de p artid a de los que dispone un oyente para una inter­
pretación pragm ática de este tipo. En segundo lugar, en la conversa­
ción el hablante debe hacer am plias suposiciones sobre las intencio­
nes del hablante precedente o sobre las intenciones que se refieren a
aquello que se espera del oyente, a lo que el hab lante desea o espera
que el oyente haga y a cóm o reaccionará el oyente en su calidad de
próxim o hablante.
A la inversa, en la producción de turnos, un hablante no sólo debe
co ntin u ar coherentem ente la conversación según su propia com pren­
sión del tu rn o precedente, sino que a la vez tiene que hacer los
preparativos necesarios y estratégicos para realizar sus verdaderas

9 E specialm ente B i r d w h i s t l e (1970) ha llevado a cabo el análisis de los adem anes


bajo el n o m b re de ’kinesics'.
269 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

intenciones interaccionales. Enseguida verem os que esto requiere


tam bién en una conversación la planificación m acroestructural ya
m encionada, pero el hablante tam bién debe g arantizar el efecto
óptim o de su acto de habla en el nivel local de la sucesión de turnos.
‘Ó p tim o ’ no im plica que siem pre se com prenda lo m ás rápidam ente
posible lo que el hablante quiere decir; tam bién puede significar que
el hablante precisam ente pretende o cu ltar d eterm inadas intenciones,
p. ej., a través de la ejecución de actos de habla vagos o m eram ente
indirectos. Si analizam os el papel estratégico o táctico de un turno (o
de actos de h abla en un tu rn o ) en la interacción, se habla general­
m ente de una jugada (move).
Para la p rep aració n estratégica del curso de la conversación, el
hablante no sólo debe d o m in ar las reglas generales de la conversa­
ción, sino que a la vez tiene que poseer conocim ientos específicos
sobre el oyente, que le perm itan anticipar aquello que el oyente dirá
o de qué o tra m anera p o d rá reaccionar o reaccionará. Así, por
ejem plo, un hablante que sabe que una aseveración p su p o n d rá una
ofensa para el oyente, (no) h ará esta aseveración de m anera conscien­
te, según el deseo del hablante con respecto a la p ostura del oyente.
En el ejem plo de diálogo del capítulo 2 ya hem os visto que las
aseveraciones con frecuencia se planean y ejecutan com o condiciones
funcionales (necesarias o posibles), para p o d er p ro d u cir los enuncia­
dos siguientes. Una persona que quiera to m ar prestada una cantidad
de dinero considerable, seguram ente com enzará explicando las razo­
nes p o r las que necesita el dinero o las causas que lo llevan a esa
situación. En tal caso, la conversación a d o p ta rá en m uchos sentidos
el carácter de solución de un problema: existe una tarea determ inada,
y el p ro p io hablante se ha p ropuesto em prender pasos óptim os
(«jugadas») p a ra p o d er llevaría a cabo satisfactoriam ente, p o r ejem ­
plo, a través del logro de un objetivo concreto com o la influencia en
los conocim ientos, la opinión, una decisión o incluso el o b ra r del
oyente. T o d o esto requiere un proceso cognitivo extrem adam ente
com plicado p a ra pro d u cir los correspondientes enunciados de la
conversación: el particip an te debe hacer una interpretación correcta,
tan to en el nivel sem ántico com o en el pragm ático, de lo que se
acaba de decir; debe alm acenar esta interpretación adecuadam ente
en la m em oria, analizar su pro p ia reacción cognitiva ante lo que se
ha dicho, o rd en ar sus propios deseos y decidirse p o r ulteriores actos
de habla posibles; a continuación tiene que ejecutar estratégicam ente
todos estos actos de h abla de m anera ó ptim a en todos los niveles de
la enunciación y del co m p o rtam ien to p aratextual — conform e al
com plicado proceso de producción de oraciones y secuencias esboza­
do en el capítulo an terio r— y a la vez debe co n tro lar las reacciones
externas inm ediatas del o tro participante, las cuales pueden hacerle
m odificar la m acro estru ctu ra, las diversas proposiciones y el estilo.
V em os, pues, que la sorprendente com plejidad del acontecer cogniti­
vo se evidencia aú n más claram ente en la conversación. No vam os a
LA C IE N C IA D E L T E X T O 270

en trar en más detalles con respecto a este proceso, pues aquí sólo
nos interesa com prender los verdaderos principios cognitivos básicos
que se realizan cuando sostenem os una conversación.

7.4.4.8 En nuestro m icroanálisis de la conversación sigue pendiente


la cuestión del tipo de influencia que ejercen las estructuras sociales
sobre la coherencia de la conversación. ¿H asta qué p unto la catego­
ría de los participantes determ ina sus posibles enunciados y, sobre
todo, su organización en cada tu rn o , y de qué m anera están relacio­
nadas las conversaciones con los m arcos sociales?
En los tipos de conversación no cotidiana ya había quedado claro
que el rol o la posición del hablante ejercen una influencia determ i­
nante sobre la asignación, el contenido, la función o la extensión del
turno: en una asam blea, p o r ejem plo, el presidente establece a quién
le toca h ablar en cada m om ento y sobre qué tem a, con lo que
determ ina el verdadero desarrollo de la asam blea. Lo m ism o es
válido en un interrogatorio, una entrevista o una solicitud de em pleo.
Pero tam bién en una conversación cotidiana puede ocurrir que debi­
d o a su rol, su status o su poder un hablante influya considerable­
m ente sobre el curso de la conversación: tradicionalm ente son los
padres los que determ inan una conversación a la hora de la com ida.
T am bién existe la convención de que no se puede interrum pir sin
m ás a los hablantes de un status social superior. Y por últim o, tales
restricciones im puestas p o r el contexto social dependen de la confian­
za/in tim id ad que existe entre los hablantes: a un extraño se le
com unicarán ciertas cosas sólo en muy determ inadas circunstancias.
Incluso cuando le p reguntam os a alguien el cam ino, a m enudo
com enzarem os con excusas: Perdone, ¿podría indicarme el camino...?
De ello se deduce que los hablantes deben proceder perm anentem en­
te a una categorización adecuada de sus interlocutores antes de la
conversación y d u ran te la m ism a. Pues esta categorización establece
sobre todo qué actos de habla puede p ro d u cir el interlocutor, qué se
puede decir y con qué estilo conviene expresarse, y de qué m anera se
plasm an entonces los enunciados en la secuencia de turnos. Así, por
ejem plo, en u n a conversación con un ‘superio r’ cierto enunciado
puede in terpretarse com o una ord en , en ta n to que hab lan d o con una
persona del ‘m ism o nivel’ ese m ism o enunciado adquiere m ás bien
un carácter de consejo.
La conversación cotidiana, contrariam en te a otras form as de con­
versación, tiene que ver sólo indirectam ente con los marcos sociales.
C om o sabem os, los m arcos son estructuras m ás o m enos estables de
series típicas o estereotípicas de acciones sociales en las que los
participantes, p o r regla general, realizan categorías específicas. Los
actos de h abla pueden ser partes inherentes de estos m arcos, com o
p o r ejem plo pedir la com ida en un restaurante, com prar un billete en
la taquilla y defender a un acusado ante el tribunal. A veces estos
m arcos sólo consisten en actos de habla, com o en el caso de un
271 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

debate público o una asam blea. U na conversación tam bién puede ser
en su conjunto un elem ento posible (opcional) de un m arco actuali­
zado, p o r ejem plo, una conversación en el m etro con o tro viajero.
A unque en este caso tan to la conversación com o su duración tengan
lim itaciones más generales — p o r ejem plo, a consecuencia del status
o del g rad o de am istad de los interlocutores— , no parece existir una
relación directa entre la estructura de m arco y la propia conversa­
ción: ésta puede darse en m uchas situaciones sociales distintas, pero
sólo se ve influida indirectam ente p o r el m arco correspondiente: el
hecho de m antener una conversación con un am igo en un restau ran ­
te o en el tranvía apenas influye sobre la estructura de la mism a; a lo
sum o determ ina el tema de la conversación (la com ida,.los m edios de
transporte). Precisam ente ia relativa libertad, antes postulada, de los
turnos — es decir, la espontaneidad de la conversación cotidiana—
sirve de explicación para el hecho de que las conversaciones no son
reproducciones sin m ás de los m arcos sociales que m encionábam os.
De todas form as, en los m arcos sociales puede haber un lugar para
‘claves’ p ara una conversación, es decir: parece existir un a especifica­
ción de que una conversación cotidiana puede ser una de las accio­
nes norm ales del m arco social. P o r ejem plo, el m arco contextual-pri-
vado de un desayuno es com patible con una conversación entre los
participantes; lo m ism o es válido para los m edios de transporte
público, el restau ran te o la visita a un m useo. O tros m arcos, en
cam bio, no suelen perm itir tales conversaciones, lo cual se hace
paten te en los contextos form ales, institucionales: la clase, el sem ina­
rio universitario, el proceso judicial, la solicitud de em pleo o la
sesión. T am bién hay m arcos que parecen contener las conversaciones
com o com ponentes esenciales, com o p o r ejem plo u na visita o una
fiesta, precisam ente p o rq u e las conversaciones constituyen el objeti­
vo social de estos episodios-m arco.
Así llegam os p o r últim o a las funciones sociales de la conversación;
pero éstas se refieren a la conversación com o un todo, y no tan to a
la estru ctu ra local lineal del coloquio. V olverem os a tra tarla s cuando
nos dediquem os a las estru ctu ras y funciones globales de la conver­
sación y el coloquio.

7.4.5 Secuencias de turnos y cam bio de turn o

7.4.5.1 Los turnos han dem o strad o ser las unidades funcionales
características de la conversación o el coloquio. Ya hem os especifica­
do inform alm ente cóm o se interrelacionan estos tu rn o s en distintos
niveles, plasm ados en secuencias de actos de h abla y enunciados de
h ablantes consecutivos. El concepto de tu rn o incluye tam bién el de
cambio (de turno), es decir, de la cesión de la p alabra; en este
a p a rta d o in tentam os o cuparnos de cóm o los participantes de una
conversación segm entan estos tu rn o s, cosa que hacen comenzando,
LA C IE N C IA D E L T E X T O 272

cediendo, reteniendo o recibiendo su tu m o . En o tras palabras: quere­


mos indicar qué reglas y estrategias determ in an la estructura de la
p ro p ia secuencia de tu r n o s .10

7.4.5.2 P uesto que los tu rn o s son unidades funcionales de un colo­


quio, deben cum plir con las condiciones norm ales de las interaccio­
nes. E n principio deben estar linealm ente organizados en lo que
respecta al tiem po: cu an d o dos personas hablan a la vez no lo hacen
adrede. La razón cognitiva elem ental de esta condición hay que
buscarla en la im posibilidad de que los interlocutores com prendan
enunciaciones sim ultáneas; en ese caso no se p o d ría h ab lar de com u­
nicación, con lo que tam poco se concretaría la intención global de la
conversación. Según la definición del concepto de tu m o , o tro factor
constitutivo de la secuencia de turnos es que los hablantes se alter­
nen: cada tu m o sucesivo tiene o tro hablante.
En la conversación cotidiana, un tu rn o no tiene una extensión
establecida, au n cuando los tu rn o s se pu ed an lim itar tem poralm ente
y los que sean dem asiado largos pu ed an ser interrum pidos o
sancionados.
P ara el desarrollo aceptable de un coloquio debe haber en la
conversación ciertos p untos de apoyo a p a rtir de los cuales le toca
hab lar al o tro /a interlocutor. Este cambio de turno puede m anifestar­
se de diferentes m aneras.
Un hablante puede designar él m ism o al hablante para el tu m o
siguiente, señalando explícitam ente a ese hab lan te y creando condi­
ciones suficientes p a ra un tu rn o del m ism o, p o r ejem plo, dirigiéndole
una pregunta. O tra estrategia consiste en d a r p o r term inada la
propia enunciación indicando expresam ente que debe proseguirse o
que se desea un com entario al respecto. En todos los casos, el tu m o
se cede dirigido a alguien.
Esto, sin em bargo, no tiene p o r qué significar que el hablante
ap o stro fad o realm ente haga uso de su derecho a hablar: puede dejar
p asar su tu rn o , con lo que el prim er hablante volverá a hacer uso de
la palab ra, u o tro hablante iniciará un tu rn o sin que nadie se lo haya
pedido.
En o tros casos de cam bio de tu rn o , o tro hablante comienza un
turno . Sin em bargo, esta posibilidad no es ilim itada, ya que, de lo
contrario , se produciría una desigual destribución de las contribucio­
nes al discurso, y esto no está perm itido. Si un hablante desea
interru m p ir un tu rn o en curso deberá, en prim er lugar, respetar los
posibles lugares de interrupción del p ro p io enunciado. E n el caso
ideal, este lug ar se encuentra al térm ino de una serie m ás o m enos
‘a c ab a d a ’ de oraciones, es decir, de un co njunto de oraciones que
pertenece a la m ism a categoría esquem ática o a la m ism a m acropro-

10 A c e rc a del s iste m a d e tu r n o y c a m b io d e tu r n o v é ase s o b re to d o a S a c k s y o tro s


(1974).
273 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

posición, o en to d o caso al final de una secuencia que representa una


única circunstancia global. En la p ráctica, estos lugares de in terru p ­
ción vienen indicados en el nivel o racional p o r unidades sintácticas y
sem ánticas o m arcados p o r rasgos de en tonación — p o r ejem plo, por
un final de o ración, un límite entre frases su b o rdinadas o entre la
principal y la su b o rd in a d a — , pero en to d o caso se tra ta rá , com o
m ínim o, de categorías sintácticas com pletas (p o r ejem plo, un consti­
tuyente nom inal) o de pausas y acentuaciones.
Un hablante que desea interru m p ir un tu rn o dispone de varias
categorías. N aturalm ente po d ría em pezar enseguida con su enuncia­
ción en el lugar de interrupción, pero en m uchos casos seguram ente
com enzará p o r señalizar esta interrupción, bien levantando la m ano,
bien p ro n u n cian d o los d enom inados 'pre-starters’ com o sí, pero, no.
ah, ahora, escucha, etc. En este caso, el hab lante puede p arar y
realm ente cederle el tu rn o , o ign o rar sus señales a sabiendas y
sim plem ente seguir hablando. C u an d o un hablante no quiere ser
interru m p id o en un lugar de eventual interru p ció n, in ten tará n eu tra­
lizar este lugar, p o r ejem plo, prosiguiendo inm ediatam ente después
del final de una o ración o secuencia. T am bién puede ocu rrir ju sta ­
m ente lo contrario: u n h ablante puede utilizar expresiones específi­
cas para d a r a entender que en ese lugar desea ser interrum pido para
entregar su tu rn o , a un posible próxim o hablante.
M ientras que en el coloquio de dos, el ‘o tro ’ hablante es siem pre
el m ism o, p o r lo que al ceder o hacer acep tar el tu rn o siempre le toca
h ablar a la m ism a perso n a, la situación en conversaciones con m u­
chos participantes es m ucho más com plicada. El contacto visual
directo y o tras ‘señales direccionales’ sólo son posibles entre dos
interlocutores; si un hab lan te desea dirigirse a m ás de un p articipan­
te, está obligado a m irar a un oyente d eterm inado, variar constante­
m ente la m irada o p o n er una cara ‘n e u tra l’, es decir, m irar otra cosa.
En la entrega de un tu rn o hay que indicar la p ersona a la que está
destinado el siguiente. Si esto no ocurre, to d o s los dem ás tienen
derecho a iniciar un tu rn o , según el lema: el que prim ero llegó, ése la
calza.
En estos coloquios entre varias personas tam bién puede o cu rrir
que los hablantes form en grupos — p o r ejem plo, pares de hablantes— ,
lo cual es característico entre m atrim onios o am igos que conversan
con terceros. E n este caso, el tu rn o puede qu ed ar en el grupo, por
ejem plo, cu an d o un m atrim o n io cuenta una historia alternándose,
com plem entándose, corrigiéndose, etc. C u an d o un hablante de un
grupo no está dispuesto a ‘c o m p a rtir’ los turnos p o r igual con su
pareja, pueden surgir conflictos o sanciones: ¡Déjame hablar a m í
alguna vez!, o ¡Por qué siempre has de hablar tú! En este tipo de
disposición en grupos resulta com unicativam ente no to rio que algu­
nos participantes ya saben to d o o p arte de lo que se dirá, p o r lo que
pueden dirigir su atención a o tra cosa o incluso p re p a rar su propia
contribución a la conversación (planeada).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 274

7.4.5.3 Los turnos deben ser relevantes con respecto a otros turnos
o interp retad o s com o tales p o r los dem ás p articipantes, es decir que
deben cum plir con las ya m encionadas exigencias de coherencia
estilística, sem ántica y pragm ática. En principio se habla del mismo
tema o del m ism o objeto, p o r ejem plo, d u ran te toda una serie de
turnos. Esto significa, com o verem os enseguida, que la conversación
debe estar estru ctu rad a tam bién en el nivel global, p o r m acroestruc­
turas sem ánticas, entre otras. El cam bio de h a b la n te /tu rn o tam bién
es im po rtan te en este nivel global, puesto que en este caso puede
tener lugar al m ism o tiem po un cambio de tema. T odavía no se
conocen del to d o las condiciones en las que hay (puede haber) un
cam bio de tem a. En una conversación cotidiana parece evidente que
se puede ‘saltar de un tem a a o tro ’, con lo cual se puede hab lar de
un gran núm ero de tem as. Sin em bargo, debem os suponer que los
cam bios de tem a tam bién están sujetos a restricciones. En general
hacen falta límites de oraciones o grupos de oraciones. No obstante,
hay tam bién restricciones cognitivas: p o r regla general, los tem as
deben ser al m enos contiguos, es decir, tener un concepto en com ún
con el tem a precedente (p. ej.: ‘P ed ro ’, ‘vacaciones’, ‘P arís’ y ‘policía’
ligan con el tem a ‘Pedro fue a veranear a París, y allí tuvo problem as
con la policía1). O tra posibilidad la constituyen las ‘intercalaciones
p. ej., objeciones breves dirigidas en el Ínterin a otra persona, ofre­
ciendo algo de com er, beber o f u m a r .11 P o r últim o tam bién se
conocen metasecuencias, en las que un hablante com ienza su turno,
pero no lo hace con la intención de proseguir con el objeto de la
conversación o de iniciar un nuevo tem a, sino m ás bien con la
intención de hacer un com entario sobre el enunciado del hablante
anterior. Esto puede referirse a todos los niveles del enunciado: la
articulación de los sonidos, la p ronunciación, el estilo (vocabulario,
etc), el tem a, las proposiciones, los actos de habla, etc. (¿Acaso
pretende ser una amenaza?). C on frecuencia se difum inan los límites
entre las diferentes form as de com entarios (p rotesta, corrección, etc.)
y el h ablar sobre el hablar. Eventualm ente tam bién se puede distin­
guir entre m etasecuencias y secuencias organizadoras. Estas últim as
poseen la función exclusiva de estru ctu rar el curso de la organización,
influir sobre él u organizarlo, p o r ejem plo, a través de observaciones
sobre el reparto de las contribuciones a la conversación (Ahora si que
tienes que decir algo. Por qué no te callas de una vez; los demás
también tienen derecho a hablar).

7.4.6 Las estructuras globales de la conversación y del coloquio

7.4.6.1 Igual que los textos y las interacciones en general, ni el


coloquio ni la conversación se com ponen sólo de estructuras locales,

11 J u H:Rson (1972) ha estu d iad o estas sitie sequences'.


•275 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

m icroestructuras, sino tam bién de estructuras globales. Y tam bién


aquí distinguirem os com o m ínim o entre estru ctu ras globales semán­
ticas (m acroestructuras) y esquemáticas (superestructuras).
A hora ya conocem os las razones de estas diferencias. La coheren­
cia lineal m utua de los enunciados y actos de habla en una secuencia
siem pre debe considerarse en relación a unidades m ás globales.
T am bién se evidencia que en distintos niveles hay propiedades textua­
les que requieren una descripción a través de m acroestructuras (p.
ej.: la interpretación de p ronom bres, artículos determ inados, la a p a­
rición de oraciones tem áticas, etc.). Las m acroestructuras tam bién
brind an una explicación del concepto de ‘tem a’ de un texto, tan
im p o rtan te desde el p u n to de vista intuitivo y teórico. A dem ás, una
elaboración cognitiva del texto no es posible sin un nivel de estruc­
turas globales. Y, p o r últim o, tam poco es posible ligar estructuras
esquem áticas directam ente a oraciones o proposiciones de un texto,
sino que precisam ente tienen que plasm arse en las m acroestructuras.
A este respecto tam bién hay que d estacar finalm ente el argum ento
de que sin estructuras globales tam poco hay funciones globales para
el coloquio y la conversación. Al fin y al cab o se espera que después
de una serie de actos de habla los interlocutores sepan globalm ente
lo que se les ha com unicado, lo que de ellos se espera, etc.
A p a rtir de los argum entos m encionados podem os deducir adem ás
que no se puede sostener un coloquio o una conversación sin elabo­
rar estructuras m ás globales en el nivel de la planificación y conduc­
ción estratégica: er hablante no sólo tiene que saber lo que se acaba
de decir, sino tam bién lo que él o los dem ás hablantes han dicho a
lo largo de la conversación. Ya habíam os indicado que esto no
puede tener lugar en el micronivel: no se pueden alm acenar todas las
proposiciones de una conversación de cierta extensión. P or lo dem ás,
tam bién puede o cu rrir que el hablante tenga d eterm inado plan prag­
m ático o de contenido: quiere com unicar p o pedir q, y esto puede
hacerlo a través de la conversación com o un to d o y /o a través de sus
contribuciones a la conversación. Para ello necesita una estrategia
que consiga que los dem ás interlocutores se interesen p o r el tem a, los
m antenga ocupados, etc. Ya hem os discutido el ejem plo de una
persona que quiere to m a r prestado dinero de otra: p o r regla general
no ‘e n trará de ro n d ó n ’, sino que com enzará con salutaciones, inter­
cam biando algunas p alabras sobre el tiem po, los fam iliares o am igos
de la o tra persona, y sólo entonces a b o rd ará el tem a ‘crítico’, enum e­
rando en prim er lug ar toda una serie de circunstancias y sacando la
conclusión de que no dispone de dinero, aunque lo necesita im pres­
cindiblem ente, adem ás de lo difícil que resulta to m ar p restado dine­
ro en cualquier parte. Sólo entonces, y con frecuencia indirectam en­
te, ap elará a la eventual buena v o luntad de la o tra persona para que
preste la can tid ad deseada. D u ran te toda la conversación, el hablan­
te ha tenido un p lan pragm ático (un pedido) con un contenido
específico (‘quiero que x me preste d in ero ’); pero ese plan sólo existía
LA C IE N C IA D E L T E X T O 276

en el nivel m ás global, pese a que n aturalm ente guiaba la ejecución


de los m icro-enunciados y su orden: cortesía, tacto, enunciados
indirectos, estilo y sobre to d o la construcción sistem ática del ‘pedi­
d o ’ (p. ej., m ediante acciones p rep arato rias, presuposiciones, etc.).
N o todas las conversaciones cotidianas deben de evolucionar de
esta m anera tan orientada: una sim ple plática o charla precisam ente
se caracteriza p o r el hecho de que no conlleva un tem a p rep arado.
Con frecuencia, sin em bargo, versará sobre tem as estereotipados — a
saber, los habituales tópicos de conversación com o el tiem po, la
salud, la fam ilia (esposa-o, niños), las vacaciones, la profesión y
otros sim ilares— aunque realm ente no pu ed a decirse que estén pla­
neados com o tales.
Para fu n d am en tar el ya m encionado cambio de tema necesitam os
una explicación en térm inos de m acroestructuras sem ánticas. H em os
de saber qué aportaciones a la conversación siguen perteneciendo al
m ism o tem a y cuáles ya ab o rd an el próxim o. Desde luego, esta
descripción tiene lugar en el nivel de la estructura sem ántica de los
enunciados de la conversación: cuando una subsecuencia de proposi­
ciones ya no puede qu ed ar co m prendida m ediante m acrorreglas y
m arcos de conocim ientos en una m acroproposición ya construida,
hay que ‘d iseñar’ una nueva m acroproposición. Pero tam bién aquí
existen, p o r regla general, indicios en la estru ctu ra superficial de la
conversación que perm iten que esta decisión ocu rra m ás eficazm ente
en la elaboración de la conversación: en m uchos casos, un hablante
debe de insinuar un nuevo tem a con expresiones com o, por cierto,
hablando de otra cosa, entre paréntesis, ya que estam os en eso, en lo
que respecta a .... a sí pues..., etc.
Vemos que la m anera en que se analizan los estructuras de signifi­
cados globales en una conversación y la índole de su papel estratégi­
co y cognitivo en la (co-)conducción de la m ism a se atienen en lo
esencial a nuestras descripciones anteriores de las m acroestructuras
sem ánticas. Pero la característica típica de u n a conversación cotidia­
na es que su m acroestructura, p o r lo general, no está com pletam ente
planeada o incluso puede no estar planeada. Si som os conscientes de
la libertad de los interlocutores, es bien cierto que pueden tocarse
varios tem as distintos, entre los que puede haber algunos que no
interesen en lo m ás m ínim o a uno de los participantes. C o n trariam en ­
te a m uchos otros tipos de texto, en la conversación puede ocurrir
que únicam ente tengan que tener una coherencia global fragm entos
individuales: los distintos tem as no tienen p o r qué tener nada que
ver entre sí, ni tienen que ser p arte de un tem a m ás global. En otras
palabras: una conversación cotidiana puede m uy bien no tener nin­
guna macroestructura general.

7.4.6.2 Si la conversación se efectúa bajo una form a textual (dialo­


gística) especial, es de suponer que hab rá estructuras esquemáticas
específicas que cum plan una función. A dem ás de estar articulada
277 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

p o r m acroestructuras (tem as de la conversación), una conversación


tam bién puede estar estru ctu rad a, pues, p o r su fo rm a , de m anera
parecida a la n arración. Así surge la cuestión de si existen determ i­
nadas categorías esquem áticas que definan esta superestructura del
coloquio y la conversación y qué reglas d eterm inan el ordenam iento
de la conversación a través de estas categorías. C om o el térm ino
‘su p erestru ctu ra’ ya perm ite suponer, estas estru cturas esquem áticas
form an en cierta m anera un ‘arm a z ó n ’ global que se ‘aplica’ a la
conversación: establecen a grandes rasgos lo que ha de decirse prim e­
ro y de qué m anera, qué ha de venir a continuación y cóm o hay que
hacerlo, actu an d o así sim ultáneam ente de esquem a cognitivo para
facilitar la producción, la com prensión, el reconocim iento, la elabo­
ración, el alm acenam iento, etc., y tam bién de esquem a social, al
indicar el tipo convencional de texto de la interacción com unicativa:
así sabem os que alguien quiere conversar sobre algo y no sólo
pregu n tar una cosa, im p artir una orden o disponer determ inadas
acciones de m arco (p. ej., en la ventanilla de u n a oficina m unicipal).
T am bién en el m icronivel hay esquem as elem entales, que consisten
entonces en unos pocos turnos. Los ya m encionados pares contiguos
(adjacency pairs), com o pregunta y respuesta, acusación y defensa,
felicitación y agradecim iento y, sobre to d o , saludo y devolución del
saludo, pueden tener con frecuencia este carácter esquem ático. Pues
los distintos tu rn o s no sólo tienen un significado y una función
pragm ática, sino que sim ultáneam ente expresan algo que podríam os
llam ar función estructural. Así p o r ejem plo, una contestación de
hecho no es una acción lingüística, sino que la acción lingüística
específica — p o r ejem plo, una aseveración— actúa de contestación a
una pregunta. P or lo dem ás, estos m icroesquem as tam bién pueden
estar relacionados de m anera estereotipada con los tópicos de con­
versación de contenido estereotipado, com o p o r ejem plo en el inter­
cam bio m eram ente retórico de saludos.
En un nivel más global, p o r cierto, la conversación parece tener a
m enudo una estru ctu ra esquem ática nítida. P o r ello dam os a conti­
nuación una serie de categorías provisionales que tienen aquí un
papel im portante:
La A P E R T U R A . Así com o una n arración p o r regla general com ien­
za con un M A R C O , las conversaciones suelen em pezar con una serie
de tu rn o s que, ju n to s, hacen las veces de a p e r t u r a . Las fórm ulas de
ap ertu ra típicas son evidentem ente las del saludo (hola, bienvenido,
buenos días, etc.). T am bién existe la categoría de la P R E P A R A C IO N ,
que a m enudo incluso precede al saludo y constituye tal vez una
categoría p o r sí mism a. Las expresiones de p reparación pretenden
llam ar la atención, establecer una com unicación, etc. (oye, escucha,
mira, eh, etc.). La estructura de la A P E R T U R A depende de m uchos
factores. La form alidad de la conversación puede requerir una ap er­
tura larga en algunas culturas (en los países árabes y en el Ja p ó n esto
es m ucho más com plejo que en O ccidente). En todo caso, incluso en
LA C IE N C IA D E L T E X T O 278

las conversaciones cotidianas es poco cortés ‘e n tra r de ro n d ó n ’, lo


cual nos indica al m enos la sujeción a reglas de una de las aperturas
que suelen presentarse. A dem ás, son im portantes el g rado de intimi­
dad de los interlocutores, así com o el tiem po transcurrido desde la
últim a vez que se h ablaron. U na persona con la que se habla a diario
generalm ente no necesitará una A P E R T U R A extensa, y las fórm ulas de
saludo suelen ser inaceptables en ese caso.
La O R IE N T A C IO N . C on esta categoría, tom ada de la estructura de
la narración designam os la serie de turnos que tienen la función de
p rep a ra r el tem a de la conversación. En la O R IE N T A C IO N se puede,
p o r ejem plo, aseverar que existen una cosa, una circunstancia o un
suceso a los que la conversación se referirá de inm ediato. C on la
O R IE N T A C IO N se pretende, sobre tod o , despertar el interés del inter­
locutor, o p o r lo m enos, co n tro lar que este interés realm ente exista.
Los giros típicos al com ienzo de una O R IE N T A C IO N son: ¿Ya sabes lo
que m e pasó ayer? ¡Imagínate lo que me ha pasadof, y otros similares.
El O B JE T O D E LA C O N V E R S A C IO N . La categoría central de la con­
versación la llam arem os sim plem ente o b j e t o d e LA C O N V E R S A C IO N ,
puesto que desde el p u n to de vista global y de contenido es la
categoría ‘de la’ que tra ta la conversación. En el o b j e t o D E LA
c o n v e r s a c ió n se ofrece una n arración, se com unica un suceso
im po rtan te, se enuncia el contenido de un deseo, un pedido o una
orden, etc. En o tras palabras: el o b j e t o d e l a C O N V E R S A C IO N es la
categoría que tam bién constituye la base para la función pragm ática
de la conversación: ¿qué es lo que los interlocutores quieren decirse,
qué quieren el uno del otro?
A cabam os de señalar el hecho de que m uchas conversaciones no
tienen un solo tem a. Así resulta que la categoría esquem ática de
O B JE T O d e l a C O N V E R S A C IO N tiene que ser recursiva u ofrecer
espacio p ara una secuencia de tem as. D ebem os suponer que el paso
de un O B JE T O d e l a C O N V E R S A C IO N a o tro tiene lugar igual que el
cam bio de tem a, es decir, p o r m edio de señales.
La C O N C L U S IO N . A falta de un térm ino m ejor, ad optam os de la
estructura esquem ática de la argum entación el concepto de ‘conclu­
sión’. Se tra ta de una serie de turnos cuya función es la terminación
del tema. Esta term inación puede ir acom p añ ada de oraciones de
síntesis, de las habituales evaluaciones n arrativas (Nunca m e había
pasado algo así, Vaya miedo que pasé, etc.) y de expresiones del ‘o tro ’
que exigen la p ro n ta term inación del tem a {bien, bueno, vale, etc,).
La p arte ‘de co n ten id o ’ de la conversación no tiene p o r qué haber
term in ad o después de la C O N C L U S IO N . Un hab lante puede querer
decir súbitam ente algo m ás, iniciar un nuevo objeto de conversación
o añ ad ir algún detalle. En tal caso incluso puede volverse necesaria
una nueva O R IE N T A C IO N . D e ahí nuestra hipótesis de que todo el
grupo O R IE N T A C IO N - O B JE T O D E LA C O N V E R S A C IO N - C O N C L U S IO N
es recursivo.
La T E R M IN A C IO N . Las conversaciones com ienzan de una m anera
279 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

característica, pero tam bién term inan esquem áticam ente. T am bién
aquí son im portantes las fórm ulas de saludo (adiós, hasta la vista,
etc.). N o o b stan te, estas fórm ulas sólo suelen darse al final, es decir
que son los últim os tu rn o s de la T E R M IN A C IO N . D e esta m anera
resulta fácil reconocer una clara estru ctu ra interna en la T E R M IN A ­
C IO N . P o r de p ro n to , la T E R M IN A C IO N m ism a puede ser p re p a ra d a .12
U n hab lan te puede, p o r ejem plo, an u n ciar que la conversación está
p o r concluir o debe term inarse pro n to . E sto lo puede hacer in terru m ­
piendo al o tro o m anifestando que no le queda tiem po (acom pañán­
dolo norm alm ente con unas m iradas al reloj, d a n d o la im presión de
tener prisa), que tiene o tro com prom iso, etc. H ay fórm ulas típicas
para la T E R M IN A C IO N , com o p o r ejem plo: Pues bien, ya pasaré
mañana; Bueno, creo que debo irme; Eso es todo, etc.
Puede o cu rrir que incluso la T E R M IN A C IO N sea interrum pida p o r
un tu rn o , si un hab lan te de p ro n to recuerda que aún tiene algo
im po rtan te que decir (Ay, se m e olvidaba decirte que...; Un momento,
se m e olvidaba que..., etc.).
El contenido central de la T E R M IN A C IO N puede tener dos funcio­
nes: com entar globalm ente el coloquio o la conversación (M e ha
gustado volverte a ver, etc.) o an u n ciar o hacer planes para una
interacción o conversación fu tu ras (Bueno, pues entonces hasta maña­
na a las doce; Correcto, te espero mañana, etc.). A este respecto, la
T E R M IN A C IO N posee u na función típica para la planificación global
del tra to social entre individuos. Expresa las evaluaciones de los
encuentros, establece convenciones y planea los próxim os encuentros.
P ara la fase final de la T E R M IN A C IO N disponem os de los ‘verdade­
ro s’ giros de cierre, com o fórm ulas de saludo, partículas, etc.: ¡vale!,
¡que vaya bien!, ¡ciao!, ¡adiós!, ¡hasta mañana!, ¡ánimo!, ¡a pasarlo
bien!, ¡hasta la vista!, etc. T am bién esta serie de tu rn o s puede estar
articu lad a en el nivel local. C om o m ínim o parece necesario un
saludo p o r h ablante, p ero a m enudo ocurre que el que saluda
prim ero repita u na vez m ás un salu d o final, com o p o r ejemplo:
(13) A: B ueno, ¡que te vaya bien!
B: Sí, ¡igualm ente!
A: ¡A diós!
(B: ¡A diós!)

Así com o B, en p rim er lugar, co ntesta el prim er saludo, A tiene que


volver a co n testar el saludo de B y d a r a entender con ello a la vez
que el saludo realm ente significa el final de la conversación. T am bién
B puede realizar este últim o cierre. Las term inaciones de las conver­
saciones natu ralm en te perm iten m uchas variantes, y pueden aparecer
recursiones de salu d o /d ev o lu ció n del saludo m ucho m ás largas.
F inalm ente hay que d estacar el hecho de que precisam ente la t e r m i -

12 S chegloff & S acks (1973) hacen un análisis del p rin cip io y el final de la
co nversación.
LA C IE N C IA D E L T E X T O 280

N A C IO N va aco m p añ ad a de o tras acciones y de adem anes paratex tu a-


les. M irar el reloj y ‘ap restarse’ a p a rtir son adem anes característicos
p ara concluir o acabar, m ientras que darse la m ano, abrazarse, irse
corriendo o salu d ar con la m an o son acom pañantes típicos de los
saludos de la T E R M IN A C IO N .

7.4.6.3 T am bién se halla en el nivel global del análisis de la conver­


sación y del coloquio la explicitación de las posibles funciones de la
conversación, a saber, las posibles consecuencias o efectos cognitivos
y sociales del suceso conversacional to tal. A este respecto serem os
breves, puesto que aú n no se sabe dem asiado sobre este tem a.
E n tretan to nos hem os fam iliarizado con las funciones pragm áticas
de los textos, o sea, con el macroacto de habla, realizado a través de
una serie de actos de habla. H em os m o strad o que esto tam bién
puede darse en las conversaciones. P ara un hablante determ inado,
una conversación puede significar la intención de fo rm ular un pedi­
do o p ro testar co n tra algo.
Las funciones psicológicas y sociales de la conversación no perm i­
ten una form ulación tan clara. E n prim er lugar, am bos interlocuto­
res pueden tener la intención de que la conversación se realice para
resolver un pro b lem a, p o r ejem plo, p a ra aclarar un m alentendido o
hab lar con franqueza respecto de un conflicto. La conversación es
así el lugar en el que se pueden m anifestar m ás o m enos librem ente
los deseos, los anhelos, las p o stu ras, las opiniones, los sentim ientos
y los planes de cada uno. N o ocurre lo m ism o en contextos más
form ales o en conversaciones estan d arizad as o institucionalizadas.
P or eso, una conversación no sólo p resupone cierta fam iliaridad
entre los p articipantes sino que tam bién im plica cierta intim idad.
Pues p o r regla general se p arte del supuesto de que aquello que un
in terlo cu to r m anifiesta en el curso de una conversación personal y
desinhibida sobre sus p ropias opiniones o sentim ientos, no deberá
ser ‘p u b licad o ’ p o r el o tro in terlocutor. En cualquier caso no se
pueden deducir obligaciones form ales, sociales, p ara un individuo a
p artir de una conversación de este tipo.
Precisam ente son estas características de la conversación las que la
convierten en u n a fo rm a de com unicación excelente p a ra situaciones
terapéuticas:13 se le pide al paciente que exprese todos los deseos,
sentim ientos, anhelos, p o stu ras y opiniones posibles, p ara que pueda
analizarse hasta qué p u n to las m anifestaciones ‘libres’ en una conver­
sación (confidencial) revelan algún tra sto rn o psíquico (n eu rosis/psi­
cosis, etc.). C o n trariam en te a o tras form as de com unicación, precisa­
m ente la conversación (y la n arració n en u n a conversación) carece de
funciones pragm áticas y sociales específicas, salvo de aquellas que
definen la situación terapéutica específica: sólo im porta aquello que

13 V éase n o ta 20 de cap ítu lo 1.


281 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

el paciente dice, o pina, etc., y las posibles p ro p u estas del terapeuta


p ara posteriores m odificaciones de com portam iento. C on este fin, el
terapeu ta, a ser posible, se apoya en la com prensión ad q u irid a p o r el
paciente m ism o en cu an to a p articularidades específicas de su propio
com portam iento a n te rio r o el de o tras personas. A quí no vam os a
en trar m ás en detalle sobre los num erosos aspectos terapéuticos y
patológicos de las conversaciones.14
P or ú ltim o nos ocuparem os de las funciones sociales y sociopsico-
lógicas de las conversaciones: una conversación puede tan to provo­
car conflictos entre los p articipantes com o au m en tar el conocim iento
m utuo , la confianza u o tras p articularidades del m icrocontexto so­
cial. C on frecuencia no se pretende lograr nad a específico fuera del
coloquio en sí: no es im prescindible que una conversación tenga el
fin de que el o tro haga algo. Este carácter reflexivo de la conversa­
ción, que m utatis mutandis tam bién puede aplicarse a narraciones,
chistes y literatu ra, tam bién puede a d o p ta r la función social de
m eram ente consolidar las relaciones ya existentes: nos param os en la
calle p ara ch arlar un ra to con un conocido, precisam ente porque
querem os que se siga m anteniendo la relación de ‘buen conocido’.
U na conversación puede, p o r o tro lado, cum plir la función de comen­
zar o redefínir una relación: a través de la conversación conocem os a
una perso n a, ch arlan d o conseguim os conocerla m ejor, y con ello
podrem os categorizarla m ejor (am igo, enemigo^ etc.).
D esde el p u n to de vista sociopsicológico, la conversación es el
lugar ad ecuado p a ra la extensión y distribución de conocimientos
sociales intuitivos, rumores, opiniones, posturas, estereotipos, prejui­
cios, etc. D ad o que sobre to d o en las form as de com unicación
form ales e institucionalizadas, el control de lo que se dice puede
estar m uy establecido en el sentido de una n o rm a, p o r lo cual los
hablantes a p o rta rá n m ás que nad a contribuciones ‘socialm ente espe­
rad as’, la conversación cotidiana espontánea es la form a básica
adecuada p a ra difundir, m ediante una interacción com unicativa di­
recta, los conocim ientos, las p o stu ras, las opiniones, las habladurías,
etc., con lo que se actualizan, confirm an y eventualm ente m odifican
convenciones tales com o norm as, reglas, estereotipos y prejuicios.
Aquí no podem os seguir ocupándonos de estos aspectos sociopsico-
lógicos de la elaboración textual. Nos conform am os con su brayar el
significado especial y sobresaliente que las conversaciones cotidianas
obtienen precisam ente en la elaboración social de la inform ación.

7.5 Consideraciones finales


7.5.1 En el presente capítulo se han expuesto varios proyectos de
cóm o estudiar el uso de la lengua y los textos en su contexto social;

14 P ara el análisis de aspectos patológicos de la conversación y la com unicación,


véase W a t z l a w i c k y o tro s (1967).
LA C IE N C IA D E L T E X T O 282

hem os prestad o especial atención a la ‘form a básica’ de la m icrointe-


racción social y la com unicación: la conversación cotidiana. D e esta
m anera se ha introducido u n a serie de conceptos sociales básicos que
cum plen un papel d em ostradam ente im po rtan te en el análisis de la
conversación, con lo cual, en ulteriores investigaciones sobre funcio­
nes sociales de los textos, se p o d rá profu n d izar con m ayor detalle en
la cuestión de qué estructuras sociales m ás específicas influyen en las
estructuras y funciones de los textos. Para esta investigación textual-
sociológica sería m uy im p o rtan te llevar a cabo un análisis de la
m anera en que las p ro p ias estructuras sociales (com o instancias o
instituciones) son tam bién definidas o conservadas en su situación
gracias a los tipos de textos que estas estructuras elaboran, lo que
reviste gran im portancia, p o r ejem plo, en las instituciones escolares.

7.5.2 A dem ás se ha evidenciado en este capítulo que para el análi­


sis del uso social de lengua y texto hay que postu lar una base
cognitiva: los individuos se co m p o rtan de acuerdo a sus interp reta­
ciones, conocim ientos, suposiciones y criterios, y lo hacen en relación
a otros individuos, a la estructura social y al ‘m u n d o ’ en general. En
el capítulo an terio r hem os discutido con relativa am plitud una serie
de estos principios cognitivos básicos. En la justificación del uso de
la lengua y del texto den tro del contexto social, los procesos cogniti­
vos constituyen, p o r así decirlo, el vínculo entre las estructuras
textuales y los com po rtam ien to s sociales: un texto sólo puede tener
un efecto sobre los conocim ientos, las opiniones y los puntos de vista
si ha sido elab o rad o cognitivam ente en varios niveles, con lo que el
significado y la referencia sem ánticos, la función pragm ática, la
p ostu ra (estilística) y las intenciones del hab lan te h ab rá n sido recons­
truido s sobre la base de esta interpretación cognitiva.

7.5.3 Los prim eros capítulos de este libro p ro p o rcio n an a una


posterio r investigación científico-textual en las diferentes ciencias
sociales una base esencial, a saber: el conocim iento de las distintas
estructuras del texto. A quello que hasta a h o ra se había practicado de
m anera b astan te intuitiva y poco sistem ática bajo el concepto de
análisis del contenido (contení analysis)y a h o ra puede llevarse a cabo
dentro de un m arco b astan te claro de niveles, categorías y reglas.
Esta evaluación de tan vasto alcance natu ralm ente no quiere decir
que las diferentes estru ctu ras textuales m encionadas a lo largo de
este lib ro puedan analizarse actualm ente todas de form a explícita y
com pleta. En verdad ocurre exactam ente lo con trario. Fuera de los
estudios valiosos, pero a m enudo intuitivos, de una larga tradición
de la retórica, la poética y la d o ctrina de la arg u m entación, hace sólo
pocos añ o s desde que un análisis sistem ático — que incluye, entre
otros, el análisis lingüístico— de las estructuras textuales se ocupa de
com prender los factores m ás elem entales de los textos y de sus
funciones.
283 T E X T O E IN T E R A C C IO N - LA C O N V E R S A C IO N

P or lo dem ás, es de esperar que, fuera de este análisis de textos, la


investigación de textos específicos y sus funciones en distintos co n ­
textos sociales y culturales m uestre ia necesidad de o tras categorías
textuales o incluso de otros niveles de análisis.

7.5.4 A pesar de las recién m encionadas lim itaciones del análisis


textual, cognitivo y de interacción com enzado en este libro, dispone­
m os ah o ra de un instrum ental que nos perm ite investigar otros tipos
de textos específicos e incluir en el trab ajo científico distintos efectos,
condiciones y funciones de los textos en sus contextos sociales y
culturales, Sobre to d o en el cam po de la psicología social y sobre la
base de los principios cognitivos y textuales aquí esbozados, hay que
realizar un am plio análisis de la influencia textual sobre opiniones,
p ostu ras, intenciones y co m portam ientos, poniendo especial atención
en las instituciones educativas y los m edios de com unicación de
masas. Si consideram os el gran núm ero y la com plejidad de los
factores que, adem ás de la com prensión textual, determ inan las
opiniones, los criterios, etc., nuestra actual com prensión de estos
procesos resulta alarm antem ente escasa. Por esta razón, la aplicación
crítica de la ciencia del texto a estos cam pos de investigación parece
ser una de las tareas m ás urgentes de la investigación cientí­
fico-textual.
P o r lo dem ás, ocurre desde luego algo sim ilar en otros ám bitos
sociales en los que la influencia, la m anipulación y o tras form as de
ejercicio del p o d er desem peñan un papel im p ortante a través de
form as particulares del uso de la lengua y del texto. Esto no sólo se
evidencia en la creación de prejuicios, sino tam bién en la categoriza­
ción textual (docum entación) de los individuos (a m enudo con ayuda
de com p u tad o ras), en instituciones com o las judiciales y educativas,
la previsión sanitaria, la policía y o tros órganos estatales. Por ello,
este libro no sólo pretende b rin d a r conocim ientos para la com pren­
sión de las estructuras textuales y sus elaboraciones o estim ular
ulteriores investigaciones en m uchos terrenos y problem as aún ¡m o­
cados, sino que quiere ser un alegato en favor de la ‘fo rm ación’,
ta n to fuera com o den tro de la escuela; quiere, pues, elevar al nivel
consciente las relaciones entre el uso de la lengua/el texto y los
problem as sociales y psicológicos, el poder y la desigualdad.
Epílogo a la edición castellana

Cinco años han p asad o desde la publicación de la versión holan­


desa de este libro. En un cam po nuevo y en continuo desarrollo
com o el de los estudios del discurso, estos cinco años h an presencia­
do, desde luego, la publicación de num erosos estudios nuevos. Por
eso com encé a escribir un nuevo capítulo p a ra esta traducción caste­
llana de Tekstw etenschap, en el que me p ro p o n ía d ar cuenta de los
nuevos desarrollos m ás im po rtan tes en este cam po. Sin em bargo,
p ro n to se evidenció que para sem ejante resum en haría falta otro
libro, y que incluso una visión superficial de la nueva bibliografía
insum iría meses de lectura y prep aració n . Renuncié, pues, a la tarea,
y escribí en cam bio este epílogo, en el que sólo podré resum ir
brevem ente mi propia evolución en el cam po de los estudios del
discurso, sobre el fondo de los dem ás avances notorios en este
cam po. C on to d o , pese a que d u ran te los últim os cinco años se ha
investigado m ucho, incluso p o r mi p arte, el contenido de este libro
sigue vigente. Se han discutido los ám bitos m ás im portantes del
análisis del discurso, incluida la psicología de la elaboración del
texto y el estudio de la interacción conversacional. Q uedó excluido el
estudio del discurso en otras disciplinas com o la sociología (a excep­
LA C IE N C IA D E L T E X T O 286

ción de la interacción conversacional), la etnografía, el estudio del


derecho y otras ciencias sociales, p a ra las que h aría falta o tra in tro ­
ducción. E nfocaré, pues, mi pro p ia lab o r de estos últim os cinco años.

La gramática del texto

A p a rtir de mi libro Texto y Contexto (1977), traducido al castella­


no en 1980, he realizado poca investigación sistem ática en el cam po
m ás específico del análisis gram atical del discurso. Las nociones
básicas sobre coherencia, resum idas brevem ente en el segundo capí­
tulo del presente libro, parecen, no o bstante, seguir siendo válidas en
lo fundam ental. Sin em bargo, hacen falta algunas observaciones
adicionales. En prim er lugar h abría que d estacar que en los últim os
años hem os sido testigos de un creciente interés p o r la descripción
textualm ente significativa de la sintaxis, sobre todo en los E stados
U nidos (donde la gram ática del texto no había sido particularm ente
popu lar, no m ás que la m ayoría de las contribuciones europeas a la
lingüística). Así, en una colección de ensayos bajo el significativo
título de Discourse and S yn ta x (G ivón, com p., 1979), encontram os
no sólo los habituales ensayos sobre la estru ctu ra global del discur­
so, p o r ejem plo en térm inos de párrafo s, sino tam bién una nueva
aproxim ación a la sintaxis de la oración. Esta aproxim ación fu n cio ­
nal enfatiza el hecho de que las categorías y reglas sintácticas no son
sim plem ente autónom as, sino una función del contexto, es decir,
tan to de la situación social com o del discurso en los que suelen estar
integradas las oraciones. Y, en efecto, com o ya habíam os sugerido
en nuestra tem p ran a lab o r sobre la gram ática textual, la m ayor parte
de las categorías de oraciones, así com o los fenóm enos del orden de
las p alabras, son sensibles al contexto o al texto. Esto es obvio para
los habituales m arcadores de cohesión, com o los pronom bres, dem os­
trativos y varios tipos de conectivos. Pero desde luego vale lo mism o
para la estructura tópico-comento de las oraciones y, p o r tan to , para
el orden de las p alabras o los m orfem as que expresan esta estructura.
Y lo m ism o rige p a ra relaciones sintácticas com o sujeto y objeto. De
esta m an era, la estructura sintáctica es función no sólo de estructu­
ras sem ánticas, sino tam bién de coerciones im puestas p o r el discur­
so, com o el tópico sem ántico (m acro estru ctu ra) de secuencias de
oraciones o discursos enteros. O bservaciones sim ilares pueden hacer­
se con respecto a las categorías (y los tiem pos) verbales en las
oraciones. En el discurso, la identidad y el cam bio en los tiem pos
verbales no son, desde luego, arb itrario s, sino que dependen de
parám etros tem porales de los episodios, p o r ejem plo — en relatos—
en el caso de flashbacks o cam bios de perspectiva. En efecto, muy
pocas son las propiedades sintácticas de las oraciones que parecen no
depender sistem áticam ente de tales im posiciones del discurso. La
conclusión obvia de los m uchos estudios em píricos y teóricos que
287 E P IL O G O A LA E D IC IO N C A S T E L L A N A

han verificado esta afirm ación en años recientes es efectivam ente que
las gram áticas deberían ser tam bién, p o r definición, gram áticas del
texto, en el sentido de que tendrían que d ar cuenta de las estructuras
oracionales den tro de un m arco m ás am plio, que incluyera las estruc­
turas lingüísticas del discurso m onológico y, p o r supuesto, estructu­
ras conversacionales. P o r otra p arte, esto no significa que todas las
estructuras textuales deberían ser explicadas en una gram ática, com o
podem os ver fácilm ente en el estudio del estilo, los recursos retóri­
cos, las estructuras esquem áticas o la recepción de turnos en la
conversación.

Un segundo p u n to que debem os tra ta r aquí concierne a la n a tu ra ­


leza de la coherencia local en el discurso. H em os hecho una diferen­
cia entre coherencia local condicional y funcional. La prim era de ellas
es bien conocida y explica las conexiones causales habituales entre
hechos den o tad o s p o r proposiciones, y a m enudo se la señala p o r
conectivos com o porque, por lo tanto o como resultado de. El otro
tipo de coherencia local es m ucho m ás difícil de definir. Lo hem os
llam ado «funcional», porque en tales conexiones a una proposición
se le puede asignar una función específica respecto de o tra proposi­
ción an terio r en el texto. U na proposición puede funcionar, por
ejem plo, de especificación, generalización, contraste o ejem plo de
una proposición previa. G rim es (1975) llam ó «retóricas» tales co­
nexiones. A hora bien: en el coloquio, p o r ejem plo, los hablantes
recurren to d o el tiem po a este tip o de coherencia funcional, en
especial p o r razones estratégicas. De este m odo pueden «retom ar»,
«corregir», «enfatizar» o «m itigar» lo que se acaba de decir. En otras
palabras, tales vínculos de coherencia van pareciéndose m ucho más
a estrategias sem ántico-pragm áticas o interactuales p a ra establecer
vínculos de coherencia en o entre tu rn o s de habla. H a b rá que seguir
profu n d izan d o en este tem a p ara definir y describir detalladam ente
estas conexiones de coherencia.

P o r últim o, en la fro n tera entre la lingüística y la psicología habría


que volver a d estacar — pese a que no prestem os atención a ese
asunto en este lib ro — que la coherencia no es (sólo) una especie de
fenóm eno «objetivo» del discurso. Al ser un aspecto del significado
o de la interpretación de un discurso, tam bién es, desde luego,
subjetiva, y depende de la com prensión de los hablantes. Sobre la
base de sus experiencias previas, conocim ientos, m etas y perspectivas
personales, así com o sus opiniones y actitudes, los hablantes asignan
una coherencia al discurso que leen u oyen o del que participan. En
otros térm inos: la coherencia no es una m era p ro p ied ad abstracta del
discurso, de la que haya que d a r cuenta en la sem ántica de una
teoría del discurso o una gram ática del texto, sino un fenóm eno
interpretativo dinám ico de com prensión cognitiva en el que intervie­
nen varios tipos de conocim ientos subjetivos. A fin de g aran tizar un
LA C IE N C IA D E L T E X T O 288

m ínim o de intersubjetividad en la com prensión y com unicación, se


infiere, pues, que la m ayor parte de las condiciones de coherencia
deberían ciertam ente form ularse en térm inos de esquem as (o scripts)
de conocim ientos intersubjetivos. M ientras que un lingüista form ula­
ría una p arte de estos conocim ientos en térm inos de léxico, un
psicólogo m ás bien los especificaría en térm inos de recuerdos episó­
dicos y el conocim iento general de palab ras o scripts de los hablan­
tes. Estos scripts incluyen los conocim ientos típicos de una sociedad
o cultura acerca de las estructuras posibles de los episodios.

Macroestructuras

De hecho, se pueden hacer observaciones sim ilares acerca de la


noción de macroestructura sem ántica. En este libro hem os supuesto
que la m acroestructura de un discurso es la reconstrucción teórica de
lo que suele llam arse el tópico de un discurso, es decir, su inform a­
ción más im portante. Y para derivar sem ejante tópico de un texto
hem os po stu lad o una serie de (m acro-)reglas que destruyen la infor­
m ación no significativa y generalizan e incluyen inform ación en
(m acro-)proposiciones de un nivel superior. Es obvio que com o
nuevam ente estam os tra ta n d o el sentido de un discurso, pero ahora
en un nivel m ás global, deberem os d estacar los m ism os hechos que
en la coherencia local, sobre todo el de que la form ación de m acroes­
tructuras en un texto depende tam bién de la inform ación cognitiva
(subjetivam ente variable) de los hablantes. Es decir que para deducir
un tópico de un discurso necesitam os scripts. Y com o las m acroes­
tructuras dan cuenta de lo «m ás im portante» de un discurso, debe­
ríam os percibir que en principio todo lecto r/o y en te puede asignar a
un texto una m acroestructura diferente, subjetiva, según sus propias
m etas, perspectivas u opiniones. D e todos m odos, una vez más, este
hecho no perm ite derivar interpretaciones globales totalm ente arb i­
trarias. En prim er lugar, el h ab lan te/escrib ien te em plea m uchos
recursos p a ra señalar la m acro estru ctu ra «correcta» o «que tenía
intención de expresar», com o sum arios, títulos, anuncios u oraciones
tem áticas. En segundo lugar, el lecto r/o y en te tiene tam bién un m o­
delo cognitivo del hablan te/escrib ien te y p o r ta n to tra ta rá de actu a­
lizar el conocim iento que sea relevante p ara com prender el tópico
del h ab lan te/escrib ien te, de m odo que la com unicación eficaz siga
siendo posible. P o r supuesto, esto no im pide asignar al discurso una
interpretación global m ás personal, «sesgada». P or últim o, com o
verem os más adelante, la asignación de m acro estructuras no es sólo
una operación basada en reglas, sino tam bién estratégica.

En nuestra m onografía sobre m acroestructuras (Macrostructures,


1980) tratam o s de explicar el hecho de que las «interpretaciones
globales» no sólo son relevantes p a ra la producción y com prensión
289 E P IL O G O A L A E D IC IO N C A S T E L L A N A

del discurso, sino tam bién p a ra la elaboración de todo tipo de


inform ación com pleja. E sto significa que la noción es tam bién rele­
vante, p o r ejem plo, p a ra la interpretación y «producción» (planifica­
ción, ejecución) de acciones com plejas. E n ese m arco tam bién p ode­
m os explicar la noción de m acroacto de h abla en pragm ática. En
am bos casos es el m odelo cognitivo el que nos p ro p o rcio n a la base
teórica p a ra una explicación adecuada de la elaboración «global»
tan to del discurso com o de la (inter-)acción, incluidos los actos de
habla y las conversaciones.

La elaboración del texto - un modelo cognitivo

C om o puede colegirse de las an teriores observaciones, en los


últim os años mi perspectiva general del discurso se ha visto muy
influida p o r la psicología cognitiva. E n efecto, la m ay o r parte de mi
trabajo de la últim a década la he efectuado en el área del desarrollo
de m odelos cognitivos p a ra la com prensión del discurso. U na gran
parte de esta tarea la he realizado en co laboración con W alter
K intsch, de la U niversidad de C olorado, en B oulder (E stados U ni­
dos). N uestro prim er m odelo fue resum ido en eJ inform e de K intsch
y van D ijk (1978), y m uchas de las ideas form uladas en este libro
derivan de aquel trab ajo . Bajo la influencia de aquel escrito y de
o tros trab ajo s independientes en psicología e inteligencia artificial,
surgió una v erdadera m oda en esta área de la elaboración del texto:
en revistas y libros destacan num erosos escritos de orientación ta n to
teórica com o p ráctica, y las aplicaciones fueron especialm ente p o p u ­
lares en psicología educativa, com o p o r ejem plo en el estudio de la
lectura.

En lo que respecta a m i p ro p ia lab o r con W alter K intsch, en estos


últim os años hem os d esarrollado u n m odelo m ás com prensivo, que
corrige tam bién algunos de los principios del prim er m odelo. M ien­
tras que éste aú n era p redom inantem ente «estructural», nuestro nue­
vo m odelo debería llam arse «estratégico». E sto significa que en vez
de o p erar con reglas y estructuras ab stractas prefijadas, ah o ra prefe­
rim os tra b a ja r con operaciones cognitivas m ás flexibles de com pren­
sión del discurso, a saber, con estrategias. A diferencia de una regla,
una estrategia puede o p erar sobre inform ación estructural incom ple­
ta (com o p o r ejem plo las prim eras p alabras de un a oración, y no
únicam ente sobre la oración en su conjunto); recibe inform ación de
varios niveles al m ism o tiem po (no exclusivam ente, p o r ejem plo,
inform ación sem ántica, sino tam bién fonológica, sintáctica, p rag m á­
tica, contextual y cognitiva, com o los scripts o los recuerdos episódi­
cos); está dirigida hacia un objetivo, p o r lo cual depende de los
objetivos e intereses personales de los hablantes; y globalm ente, su
p ro pied ad m ás im p o rtan te es ser lo m ás eficaz posible. Los hablantes
LA C IE N C IA D E L T E X T O 290

tra ta rá n de a rrib a r lo m ás eficazm ente (rápida y com prensivam ente)


posible a la interpretación de una oración, una secuencia de oracio­
nes o un discurso. E sto puede significar que se hagan «conjeturas»,
es decir, hipótesis eficientes que luego se p o d rán confirm ar, ajustar
o rechazar. En nuestro libro m ostram os la m anera en que los ha­
blantes asignan proposiciones a las oraciones, «com binan» estraté­
gicam ente proposiciones p o r vínculos de coherencia local, deducen
estratégicam ente m acroestructuras del discurso y utilizan estratégica­
m ente sus conocim ientos (scripts o representaciones sim ilares) a fin
de poder asignar tales interpretaciones.

O tro rasgo de nuestro nuevo m odelo es la hipótesis de que en la


m em oria episódica no sólo tenem os una representación textual (RT)
com o resu ltad o del proceso de com prensión, sino que toda la inter­
pretación tiene que basarse en lo que llam am os un modelo de situa­
ción (M S) en la m em oria episódica. U n MS de este tipo es una
estructura integrada de experiencias previas que incluye textos leídos
anteriorm ente, pero que tam bién incorpora inform ación actualizada
de los scripts. El m odelo de situación es, p o r decirlo así, una «im a­
gen» cognitiva del fragm ento de m undo del que trata el discurso.
C om pleta to d a la inform ación sobre la situación y perm ite, por
tan to , la plena com prensión del discurso. Esa inform ación, sin em ­
bargo, no es expresada p o r el discurso m ism o; añade, p o r ende,
todas las «presuposiciones» del hablante. El MS es crucial para d ar
cuenta de la coherencia local y global, especificando por ejem plo las
relaciones entre los «hechos» de los que hem os h ablado y pro p o rcio ­
n ando la base p a ra la referencia y correferencia en el texto. Por
últim o, y entre m uchas o tras funciones im portantes, este m odelo de
situación perm ite explicar elegantem ente el hecho de que el hom bre
«actualice» sistem áticam ente sus conocim ientos sobre el m undo. Si,
p o r ejem plo, leem os en el periódico en días consecutivos las noticias
acerca de la guerra civil en El Salvador, desde luego no tendrem os
acceso a cada uno de los artículos. M ás bien nos irem os forjando
gradualm ente una «im agen» de aquella guerra civil, sobre la base de
la RT en la m em oria episódica, construyendo así un m odelo de
situación de la guerra civil. Al leer un nuevo artículo sobre El
Salvador, sólo necesitarem os activ ar el correspondiente M S, y p odre­
mos entonces entender los nuevos detalles, rellenar lo que quede
im plícito en este nuevo texto y p o n e r al día los nuevos d atos de
conocim ientos según se infieran del texto. D e esta form a, el m odelo
de situación es al m ism o tiem po la base em pírica del proceso de
aprendizaje. M ediante la descontextualización, generalización y abs­
tracción p o drem os co n stru ir así esquem as de conocim ientos más
generales, com o los scripts, p o r ejem plo, un script de G U E R R A C IV IL .
Finalm ente, com o verem os m ás adelante, el MS puede bien ser la
m ejor ubicación p a ra n u estras opiniones habituales sobre algún aco n ­
tecim iento; p o r ejem plo, n u estras opiniones (políticas) sobre la guerra
291 E P IL O G O A LA E D IC IO N C A S T E L L A N A

civil en El Salvador. Y es obvio que un MS con esas opiniones


tam bién influirá en nuestra com prensión (y, p o r ende, en nuestra
evaluación) de la nueva inform ación sobre El Salvador en el
periódico.

La psicología social de la elaboración del discurso

Aquí nos en contram os con un área de investigación que du ran te


años ha sido una de las principales m otivaciones de mi trab ajo sobre
el discurso, a saber, el tem a de las funciones y los efectos sociales del
discurso. En este tipo de trab ajo deberían hacerse m ás explícitas
nociones del tipo de la «persuasión» y «m anipulación», después de
su an terio r y m enos satisfactorio tratam ien to en la retórica, p o r un
lado, y en la psicología social, p o r el otro. C on un m odelo cognitivo
de elaboración del discurso, tal com o se lo ha bosquejado antes,
ah o ra estam os al fin en condiciones de form u lar explícitam ente el
proceso de com prensión, representación y «utilización» del discurso.
En otras p alab ras, el com plejo proceso de la persuasión puede
finalm ente analizarse en subcom ponentes em píricam ente verificados
y teóricam ente sólidos. A hora sabem os ap roxim adam ente cóm o es­
tán organizados los conocim ientos y cóm o se adquieren y por tanto
se m odifican sobre la base de la inform ación textual, y por tanto
podem os in ten tar explicar el im p o rtan te aspecto del cam bio de opi­
niones y actitudes y el papel de las ideologías en la elaboración del
discurso y la com unicación.

A hora bien: con el fin de estu d iar eficazm ente este problem a muy
general y com plejo, lo hem os dividido en varios com ponentes, cada
uno de ellos vinculado a m odelos teóricos separados y a u na evalua­
ción experim ental u otras form as de evidencia em pírica. U na prim e­
ra tarea sería la de idear un m odelo a p ro p iad o de «cogniciones
subjetivas» com o las creencias, opiniones y actitudes. Pese a que
ah ora tenem os el ejem plo de m odelos de conocim ientos, p. ej. bajo
la form a de scripts, se ha evidenciado que la representación de
opiniones y actitudes no es tan sim ple, entre o tras cosas porque
intervienen conceptos tan n o toriam ente vagos com o «valores», «em o­
ciones» o «afectos». Sea com o fuere, consideram os las opiniones
com o creencias evaluativas, distinguim os entre opiniones particu la­
res y generales y definim os las actitudes com o esquem as de opinio­
nes (generales). E sto quiere decir que las actitudes son, en principio,
estructu ras del tipo de los esquem as cognitivos jerárquicos que cono­
cem os de la investigación de la inteligencia artificial acerca del
conocim iento. Sin em bargo, en ese caso tam bién tendrem os que
in co rp o rar valores, planes o m etas individuales de las personas. Por
ah o ra no sabem os cóm o se p o d rá d esarro llar exactam ente este m o­
delo. Sin em bargo, no podem os esperar a que el m odelo teórico esté
LA C IE N C IA D E L T E X T O 292

listo, y deberíam os tra ta r de hallar una evidencia ta n to para su


carácter estructural com o p ara su uso efectivo en la elaboración del
discurso. D e ese m odo es plausible que la activación de opiniones
pueda influir en la busca léxica en la m em oria sem ántica, la construc­
ción de proposiciones, el establecim iento de la coherencia local y la
derivación de m acroestructuras. Así, las opiniones no sólo asignan
«valores» a proposiciones locales o globales, sino que tam bién pue­
den determ inar lo que es relevante, im p o rtan te y, p o r tan to , la
estructura de las proposiciones y del tópico to tal en la m em oria. En
un experim ento actualm ente estam os in tentando m ostrar cóm o los
lectores de un artículo periodístico pueden «cam biar» la m acroestruc­
tura intencionada del artículo realzando un tem a de nivel inferior,
porque conform e a sus opiniones o actitudes personales resulta más
im portan te p a ra ellos. De esta m anera, p o r ejem plo, un artículo
sobre una cuestión político-legal (la persecución de crim inales de
guerra) puede convertirse p ara el lector ante to d o en un artículo con
un tópico m ucho m ás em ocional, a saber, las atrocidades de los
crím enes de guerra.

O tra m anera de estu d iar el papel de las opiniones y actitudes es


seleccionar un sub ám b ito específico de actitudes y analizar sistem á­
ticam ente la evidencia em pírica p ara este cam po. P or eso estam os
em prendiendo actualm ente el estudio del prejuicio racial, a saber, el
prejuicio contra m inorías étnicas (negros de Surinam y trabajadores
extranjeros turcos y m arroquíes) en H olanda. Así hem os estudiado
la expresión, a veces m uy indirecta y sutil, de actitudes étnicas en los
periódicos y libros de texto, y tam bién en conversaciones y relatos
cotidianos. Así estam os a h o ra en condiciones de m ostrar qué «con­
tenidos» cognitivos pueden estar presentes en las actitudes étnicas
respecto de los «extranjeros» en H olanda, al m enos entre ciertas
personas, y en especial, de qué m anera pueden analizarse las estrate­
gias conversacionales y n arrativas com o m anifestaciones (indirectas)
de estrategias cognitivas p ara la m anipulación de opiniones étnicas.
Los futuros trab ajo s experim entales en este caso deberán com plem en­
tarse con ulteriores d ato s sobre hipótesis m ás específicas derivadas
de este tipo de análisis textual de conversaciones.

Noticias

Po r fin, o tra área de aplicación en n uestro trab ajo de los últim os


años ha sido el análisis de noticias de la prensa. T am bién aquí es
necesaria una aproxim ación interdisciplinaria. En prim er lugar tuvi­
mos que realizar el habitual « trabajo de base», es decir, idear un
modelo estructural para el discurso de las noticias. Se verifica, por
ejem plo, que las estructuras convencionales del discurso de noticias
de la prensa puede explicarse en térm inos de un esquema de noticias
293 E P IL O G O A L A E D IC IO N C A S T E L L A N A

específico, destacando categorías com o a c o n t e c i m i e n t o PRINCIPAL,


HISTORIA, ANTECEDENTES, CONSECUENCIAS O EXPECTATIVAS- T am ­
bién hab rá que interesarse p o r las coerciones de coherencia local y
global específicas en el discurso noticiero. Se ve, p o r ejem plo, que
aquí' se establece con m ucha frecuencia u n a coherencia local funcio­
nal. F inalm ente se destaca que la organización del discurso noticiero
está determ inada p o r un principio de relevancia: los títulos, el enca­
bezam iento y el o rdenam iento del texto no son cronológicos ni
lógicos, sino que m ás bien están determ inados p o r un principio de
prim acía: los aspectos m ás im portantes vienen los prim eros.

Pero tal com o se puede esperar de los discursos de los m edios


m asivos de com unicación, así com o del discurso en el contexto social
en general, estas estru ctu ras de las noticias no son sim plem ente
au tó n o m as, sino que vienen d eterm inadas p o r varias im posiciones de
su producción y uso. O bviam ente, la estructura de relevancia de los
artículos de periódicos tam bién se usa a fin de señalizarle al lector
qué es lo im p o rtan te o relevante (según el periódico en cuestión).

En o tras p alab ras, la estructura de las noticias es un indicio


im p o rtan te en el proceso de com prensión de los lectores, y p o r tan to
influirá sobre la representación textual últim a y la puesta al día del
m odelo de situación en la m em oria episódica. Los títulos y encabe­
zam ientos expresan prim ariam ente m acroproposiciones y —si se leen
prim ero — «guiarán» la com prensión y la estructura de relevancia
de la representación de las noticias en la m em oria episódica, y las
m aneras en que se pone al día el m odelo de situación. De m odo
sim ilar, la estructura de las noticias expresa los «valores (de base
ideológica) de las noticias» del periodista: a lo que sea relevante e
im p o rtan te tam bién se le asignará una posición destacada en la
organización de los p árrafo s de las noticias. Esta organización es,
p o r consiguiente, un reflejo ta n to sem ántico cuanto estructural de la
interp retació n subjetiva o incluso de la reconstrucción de los aconte­
cim ientos sociales y políticos p o r p arte del periodista. T am bién nos
encontram os con que la m ayor parte de las rutinas sociales en las
que los periodistas se ven envueltos d u ra n te la recolección de noti­
cias aparecen com o «textuales». E sto significa que los periodistas
casi nunca tra ta rá n con los «hechos» m ism os, sino con versiones ya
«codificadas», es decir, interpretaciones o construcciones de los he­
chos en form a de discursos de m uchas fuentes: inform es de testigos
oculares, entrevistas, conferencias de prensa, resúm enes de prensa,
declaraciones, relatos o discursos de o tros m edios. En o tras palabras:
pro d u cir noticias es de hecho una form a de elaboración com pleja del
discurso en el contexto institucional del periódico y los m edios
m asivos. D esde luego, será muy im p o rtan te establecer em píricam en­
te la naturaleza de estas form as de elaboración textual: ¿cóm o proce­
LA C IE N C IA D E L T E X T O 294

den los periodistas p a ra co n tactar, h ablar con alguien, escuchar,


interp retar o resum ir fuentes y discursos? Es decir: ¿de qué m anera
(re-)construyen los acontecim ientos sociales y políticos como aconte­
cim ientos de noticias, y cuáles estrategias se em plean en la pro d u c­
ción real del discurso noticiero? T odas estas cuestiones ten d rán que
ser tratad as en ulteriores trabajos em píricos en esta área.

Relevancia social

Desde luego, to d a esta investigación «aplicada» no se realiza


sim plem ente com o un «ejemplo» del papel de las opiniones y actitu­
des en la elaboración del discurso. M ás bien deberíam os darnos
cuenta de que el análisis del discurso o la construcción de m odelos
cognitivos o sociales de uso del discurso no tendrían que ser un fin
en sí m ismas. N uestro conocim iento de causa debería estar orientado
hacia la aplicación p ráctica, p. ej., a fin de co m prender (e incluso
quizá de rem ediar) eficientem ente im portantes problem as sociales.
Es este el caso de los prejuicios raciales, discrim inaciones, m anipula­
ciones, etc., y pueden citarse m uchas aplicaciones m ás del análisis
del discurso (para algunos ejem plos, véase el últim o volum en del
Handbook o f Discourse Analysis, van D ijk, com p., 1983). A través de
un largo rodeo p o r la lingüística, la lógica, la filosofía y la psicolo­
gía, esto significa que a h o ra podem os p o r fin in tentar aplicar nuestra
penetración en las estructuras y funciones del discurso al contexto
social y cultural. Sin d u d a, los problem as en esta área seguirán
ocup ándonos d u ran te m uchos años, y esperam os que esto no sólo
contribuya a la solución de estos problem as, sino que tam bién
tengan su realim entación en los propios estudios del discurso. En ese
caso, los p u n to s im portantes serán dictados no sólo p o r las m odas
del m om ento o el progreso de atractivas teorías, sino tam bién por las
dem andas de nuestra responsabilidad social. D ad o que los problem as
sociales de esta naturaleza — prejuicios, discrim inación, racism o,
sexismo, com unicación internacional, etc.— son extrem adam ente
com plejos, la aproxim ación requerida será esencialm ente interdisci­
plinaria. H em os visto antes que los conocim ientos com binados de
las orientaciones lingüística, psicológica y social de la investigación
en estudios del discurso pueden com enzar ah o ra a b rin d a r la base
para este tip o de investigación interdisciplinaria. A pesar de que este
libro sólo narre una p arte de una historia naciente, esperam os que
pueda servir de m odesta contribución a ese esfuerzo interdisci­
plinario.

A m sterdam , enero de 1983 T eun A. van D ijk


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ción humana. Interacciones, patologías y paradojas. Buenos Aires, Editorial Tiempo
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Wunderlich, Dieter (comp.) (1972): Linguistische Pragm atik, Wiesbaden, Athenaion.
Zimmermann, Hans Dieter (1969): D ie politische Rede. D er Sprachgebrauch Bonner
Politiker, Stuttgart, Kohlhammer.
303 B IB L IO G R A F IA

Aquellos que deseen familiarizarse más con el campo de la ciencia del texto pueden
servirse de las siguientes notas. Unicamente se relacionan aquellos títulos que garan­
tizan una visión general sobre determinados sectores de la ciencia del texto. Las notas
son abreviadas; para las indicaciones más detalladas se remite a las notas.
A. Bibliografía para ¡a ciencia del texto
Dressler & Schmidt (1973), sobre todo para la lingüística textual.
B. Visión generaI (interdisciplinar)
D ressler (co m p .) (1977).
C. L ingüística y gram ática textual
Halliday & Hasan (1976) y Werlich (1976) para la descripción de estructuras textuales
en inglés. Para los idiomas no-indoeuropeos, véase p. ej.: Longacre (comp.) (1976). En
Van Dijk & Petófi (comps.) (1977) se encuentran ejemplos de descripciones textuales
con diferentes métodos.
Petófi & Rieser (comps.) (1973), Schmidt (1973), Grimes (1975), Van Dijk (1972 a,
1977 a), Kummer (1975) así como Petófi (comp) (1979), proceden de una forma más
bien teórica.
Para la pragmática del texto, véase Van Dijk (1980 b).
D. La literatura, la estilística y la retórica com o ciencias del texto.
Schmidt (1973), Ihwe (1972), Plett (1975), Gülich & Raible (1977), Sanders (1973).
Sowinski (1973) Van Dijk (1971 a, b: 1972 a, b).
Para la retórica véase Ueding (1976).
E. Psicología de la elaboración textual
Kintsch (1974). Meyer (1975), Just & Carpenter (comps,) (1977), Freedle (comp.)
(1977) y V an D ijk & K intsch (1977).
Psicoterapia: Labov & Fanshel (1977),
Psicopatología de la elaboración textual (afasia): Engel (1977).
F. Análisis de la conversación: T exto e interacción
Sudnow (comp.) (1972), Turner (comp.) (1973), Sacks e.a. (1974), Henne & Rehbock
(1979).
G. Psicología social y sociología de ¡a elaboración textual: comunicación de masas
Robinson (1972), Gerbner e.a. (comps.) (1969) y Lisch & Kriz (1978) para el análisis
de contenido. Sandell (1977) para la influencia del estilo dentro del contexto persuasivo.
Fishbein & Ajzen (1975) para la manipulación en el sentido de la influencia en general.
Tan sólo existen unos pocos estudios sobre la elaboración textual en este campo, a
excepción de los realizados para los tipos de texto específicos (propaganda, publici­
dad, noticias, etc.); sin embargo, en el ámbito (de la investigación general) de la
comunicación se encuentra un amplio material, por ejemplo De Sola Pool & Schramm
e.a. (comps.) (1973) y Prokop (comp.) (1972-1977).
H. A ntropología/E tnografía: Texto, comunicación y cultura.
Gumperz & Hymes (comps.) (1972), Bauman & Scherzer (comps.) (1974).
/. Series, ediciones senadas
Existen unas pocas series, en cuyo seno se publican libros sobre la ciencia del texto
(lingüística de texto/elaboración textual/etc.):
a. Papiere zur T extlin g u istik/P apers in T ext lingüistica, Flamburgo, Buske, desde 1972:
b. Research in T ext Theory/U ntersuchungen zur Texttheorie. Nueva York, Berlin, de
Gruyter, desde 1977;
c. Discourse Processes, Norwood. N.J.. Ablex, desde 1977:
./. Revistas
a. Discourse Processes, Norwood. N..1. Ablex. desde 1978.
h. Text. la Haya. Mouton, a partir de 1980.
Indice analítico

acción, 79, 82 y sigs. —teoría de la, 28. 158


—marco de, 243 artificial intelligence, 21
—semántica, 90 aseveración, 50, 91
—teoría de la, 83
acciones, ámbito de las, 88 base textual
—secuencias de, 87, 240 y sig. —explícita, 46 y sig.
actitudes, 117 —implícita, 46 y sig.
acto de habla (speech act, illocutionary
act, locuiionary act). 22, 79, 82 y sig., cambio de tema, 274
91 (iexto véase también n. 5), 223 y sigs. canales textuales, 171
—directo, 121 capacidad lingüística (competence). 263
—indirecto, 95, 118, 121 categorías (criterio de organización sin­
—principal, 101 táctica), 33
acts, perlocutionary, 91 (véase también n. categorización, 245
5) ciencia crítica del texto, 163
adjacency pairs. véase pares contiguos ciencia del estilo (estilística), 18. 109 y
adquisición de habilidades textuales, 228 sigs.
y sigs. ciencia del texto como nueva ciencia in-
afasia. 233 y sig. terdisciplinaria, 13 y sigs.
antropología, 26 y sig. —histórica. 26
apertura (de la conversación), 277 y sig. —tareas de la, 27
argumentación, 158 y sigs. ciencias de la información, 24
LA C IE N C IA D E L T E X T O 306

ciencias médico-psicológicas, 27 y sig. —estructuras esquemáticas, 276 y sig.


clasificación de actos de habla, 92 —estructuras globales, 55, 274 y sigs.
coherencia lineal, véase conexión (véase también macroestructuras)
coloquio, véase conversación —estructuras sociales, 270
comento, 51 y sig., véase también tópico —estructuras superficiales, 263
competence, véase capacidad lingüística —factores cognitivos, 268
complicación (en el texto narrativo), 154 —funciones de la, 280
Y sig. —objeto de la, 278
comprensión (pragmática), 224 —privada, 260
—del contenido global del texto, 198 y —pública, 260
sigs. —terapéutica, 280
—del lector, 214 —tipos de, 257 y sigs,
—de secuencias de oraciones, 186 y sigs. —tópicos de, 276
—de textos, 177 corrección, 50 y sig. (véase tam bién n.
comunicación, 79, 237 19), 95
—de masas, 24 correferencialidad, 47, 196
—e interacción, 249 counterpart, véase contrario
—paratextual, 225, 267
—proceso de, 215 deberes (como condición social de la in­
—teoría de la, 17 [ teracción), 244
concepto de modelo, 39 y sig. decisión (condición mental para la ac­
conceptos, 40, 181 y sig. ción), 88
conclusión (argumentación), 161 demostración, 158
—(conversación), 278 derivabilidad (sintáctica), 159
condiciones de coherencia (de secuencias detalle sorprendente, 211
interactivas), 242 diálogo, 257
conectivos, 42, 97 discourse referent, véase referente del
—pragmáticos, 45, 98 y sigs. texto
—semánticos, 45, 98 y sigs. dispositio, 127
conexión, 44 y sig., 97 disyunción, 43
—de la conversación, 264 y sig,
—global, 55 economía," 23 y sigs.
—lineal (coherencia), 38, 53, 54 ejecución del enunciado, 221
—pragmática, 106 elaboración de estructuras retóricas, 203
conexiones lineales de textos, 38, 53 elaboración de información compleja,
conjunción, 43 177
conocimiento del mundo, 35 elaboración de la información, 52
conocimientos, 95, 97, 208, 214 y sig, elaboración de la información semántica,
—convencionales, 44 186
—del marco, 200 elaboración
consecuencia (de una acción), 86 —estilística, 203
contexto, 81 y sigs., 175, 237 —principios de la, 178 y sigs.
—análisis del, 237 —psicológica de textos, 176 y sig.
—estilístico, 123 —semántica, 186 y sig.
—pragmático, 123 —social de la información, 22, 170
—psíquico, 175 elocutio, 127
—social, 239 y sigs., 245 entaifm ent, 59, 62, 159
—y texto, 93 y sig. enunciación: entiéndase como produc­
contrario (counterpart), 48 ( véase también ción del enunciado (véase entrada
n. 17) siguiente)
convenciones, 246 (véase también n. 4) enunciado (lingüístico), 32, 79
conversación, 189, 237 y sigs., 257 y sigs. —aceptable, 81
—abierta, 260 —apropiado, 81
—cambio de tema, 276 esquema, 143, 207
—cerrada, 260 —semántico, 210
—coherencia de la, 270 esquizofrenia, 234
—coherencia lineal, 264 estado como punto de partida para una
—cotidiana, 257 y sig,, 259 y sigs. acción, 83
307 IN D IC E A N A L IT IC O

estados de cosas, 38 hermenéutica, 27 (véase también, n. 19)


estilística, véase ciencia del estilo hipótesis (en la argumentación), 159
estilística cuantitativa, 113
estilo, 18, 110 identidad referencial, 41
—directo, 116 identificación pragmática, 168
—efectos del, 119, 121 implicación, 159
—eficacia del, 121 —semántica, 59
—léxico, 117 información implícita, 46
—pragmático, 120 información, organización de la, 199
—semántico, 116 —reducción de la, 58
estrategias, 124 y sig., 180 informe experimental (de experimentos
—para el cambio de turno, 272 en psicología), 164 y sig.
estructura integridad relativa, 119
—global, 143 intención, 85 y sig.
—modelo, 39 (véase también n. 11) intención (en pragmática), 85
—narrativa canónica, 157 intensión, 35, 40
estructuras interacción, 89 y sig., 239 y sigs.
—argumentativas, 158 y sig. —bilateral, 241
—conceptuales, 34 —lingüística, 92, 254 y sig.
—esquemáticas de la conversación, 276 —oral, 249
y sig. —social, 79 y 237
—estilísticas, 110 y sig. —unilateral, 240
—narrativas, 153 y sigs. —y comunicación, 223
—retóricas, 18, 125 y sigs. intercalaciones (en la conversación), 274
—sintácticas, 96 (véase también n. 11)
—textuales. 97, 172 y sig. interés (en informaciones que deben re­
—textuales en la memoria semántica, 204 cordarse), 209
y Sigs. interpretación, 34, 176
estudios de idiomas, 16 —cognitiva, 176
—históricos, 25 y sig. —estilística, 124
—lingüísticos y literarios, 15 y sig. —pragmática, 224
expectativas de marco, 200 —relativa, 53
«explicitud», grado de, 119 inventio, 127
expresiones indicíales, 93
—modales, 96 jurisprudencia, 23 y sig.
extensión, 35, 40
evaluación (en un texto narrativo), 155 legitimidad de la demostración, 159
«ligabilidad» de proposiciones, 41
figuras estilísticas, 126 locutionary act, véase acto de habla
focus, 51 logro (éxito) de acciones, 85 y sig.
fonética, 32 long term memory, véase memoria a lar­
fonología, 32 go plazo
fórmulas (en un texto), 170 y sig.
fra m e, véase m a rc o macroacción, 87, 244
fu n c io n e s macroacto de habla, 103 y sig.
—de la conversación, 280 macroestructura, 53, 54 y sigs., 87, 198 y
—de la información, 151 sig., 221
—del estilo, 111 y sig., 122 y sigs. —funciones en la, 152
—de los interactuantes, 89 —pragmática. 227
—en la macroestructura, 152 macrointeracción, 244
—pragmáticas de las estructuras sintácti­ macroproposición, 207, 221
cas, 96 macrorreglas, 57 y sigs., 199 y sigs.
—pragmáticas de las estructuras textua­ marco (frame), 45, 97, 185 (véase también
les. 97 y sigs. n. 7), 208
gramática, 16. 3 1 y sigs. —de conocimientos, 200
—de la narración. 155
hacer, versus acción, 84 y sig. —del argumento, 160
hechos, 191 y sigs. —social, 226, 248
LA C IE N C IA D E L T E X T O 308

medios, 171 planes cognitivos, 222 y sig.


memoria. 127 planificación de la enunciación, 221
memoria, 181 politologia, 23 y sig.
—a corto plazo (shon term memory. postulados (sobre mundos posibles), 49
STM). 181 y sig. postulados de significado, 43
—a largo plazo (tong íerm m em ory, postura cognitiva, 208
LTM), 181 y sig. —esquemática, 210
—capacidad de la, 189 pragmática, 22, 79 y sigs.
—conceptual. 181 preferencias (del hablante), 88
—episódica, 183 premisas, 158
—semántica. 181 presuposiciones, 50 y sig. (véase también
—semántica a corto plazo, 189 n. 18), 100, 207
—semántica estructuras textuales, 204 y principios de cooperación, 93
sig. procesos de acción, 84
metasecuencias, 274 proceso de aprendizaje, 177, 214
microcontexto. 237 producción de textos, 215, 221
—social. 245 programación de la interacción, 256
microestructura, 55 pronuntiatio, 127
modalidad, 256 propiedades paratextuales (no-verbales),
moraleja (en el texto narrativo), 156 225
morfología, 33 proposición, 38, 40 (tam bién n. 12), 182
motivación, 42 protocolo del recuerdo, 218 y sig.
mundo posible, 39 y sigs. (véase también psicoanálisis, 177
n. 10) psicolingüística, 20
psicología cognitiva, 20 y sig., 176
narración, 153 y sigs. psicología de la elaboración textual, 231
—estructura canónica. 157 y sigs.
—natural, 154 psicología social, 21 y sig.
normas de comportamiento, 92 psicopatología de la elaboración textual,
231 y sigs.
objetivo, 85, 105 psicoterapia, 177
obligaciones (deberes), 83, 244 publicidad, 162 y sig.
operaciones de reconstrucción, 217
—pragmáticas, 135 racionalización, 209
—(retóricas) básicas, 127 reconocer (informaciones), 183
—semánticas, 132 y sig. reconstrucción
oración, 33, 36 —de información textual, 217
—compuesta, 36 y sig., 97 —de textos, 214
oraciones performativas, 94 recuerdo de informaciones textuales, 183,
oración temática, 59, 64 220 y sig.
orientación (en la conversación), 278 recuperabilidad (retrievabiiity), 204
output consi raints, véase restricciones de recuperación (retrieval) de informaciones
salida textuales, 215
oyente, 82 red (de conceptos), 182
referencia, 34 y sig.
palabra temática, 59, 64 reglas. 33, 123 y sig.
papel de las estructuras retóricas, 89 y —convencionales, 81 y sig.. 129
sig. reinterpretación, 205
pares contiguos (adjacency pairs), 266, relaciones funcionales entre proposicio­
277 nes, 190 y sig.
pares de acciones conexas, 243 relaciones de coherencia, aspectos prag­
participantes, 244 máticos, 100
partículas, 97 relevancia (importancia), 60, 220
perform ance, véase uso de la lengua —afectiva, 220
perlocutionary act, 91 (véase también n. 5) —cognitiva, 220
perpectiva, 115 y sig. —estructural, 220
plan, 87 reproducción de informaciones textuales,
—de producción. 221 216
309 IN D IC E A N A L IT IC O

reproducción de textos. 214 y sigs. — del texto (topic o f discourse), 53, 58


requisitos cognitivos y sociales. 242 terminación de la conversación, 278 y sig.
resolución (en la estructura narrativa). texto
155 —concepto teórico, 55
restricciones de salida (output cons- —contenido del. 142
traints), 217 —de anuncio publicitario, 148 y sig.
resultado (estado final de una acción). 86 —de tipo institucional, 167
resumen de un texto. 59, 169, 221 —e interacción, 237 y sigs.
retórica, 18, 109 y sigs.. 125 y sigs. —estilística del, 109 y sigs.
reirievability, véase recuperabilidad —forma del, 142
retrieval, véase recuperación de informa­ —macro-ambiguo, 63
ciones textuales —monológico, 237
—portador del, 168, 171
secuencias de actos de habla, 100 y sig. —presentación del, 168
—de oraciones, 36 y sigs. —producción del, 216
—organizadoras, 274 —publicitario, 136 y sigs.
semántica, 33 y sigs. —referente del (discourse referen! ), 47
—cognitiva, 35 —tema del, 53, 58 y sig., 63 y sig.
—contextual, 51, 93 —teoría del, 29
—lingüística, 35 —tipos de, 64, 165 y sigs.
semiótica, 80 ( véase tam bién n. 2) —y contexto, 8 1
short term m em ory (STM), véase memo­ título, 168, 201
ria a corto plazo tono, 117 y sig.
significado (contenido y referencia), 33 y tópico, 51 y sigs.
sigs. tópico-comento, 51 y sig. (también n.
situación social fvs. contexto social), 245 21), 100, 111, 150 y sigs.
sintaxis, 33, 80 topic o f conversation, véase tema de la
sistemas conversación
—secundarios, 144 topic o f discourse, véase tema del texto
—semióticos, 144 trama (en el texto narrativo), 155
sociología, 23 transformaciones semánticas, 211 y sigs.
speech act, véase acto de habla trastornos evolutivos, 232
suceso, 83 tratado científico, 164 y sig.
—en un texto narrativo, 155 turno, 262 y sig.
superestructuras, 18, 141 y sigs,, 222 —cambio de, 271 y sig.
—base empírica de las, 146 y sigs. —libre, 266 y sig.
—esquemáticas, 202 —obligado, 266 y sig.
—funciones pragmáticas, 149 —secuencias de turnos, 271 y sigs.
—funciones sociales, 149 uso de la lengua (performance), 17, 126,
—tipología, 150 263 y sig.
—tipos de, 148 y sigs. valor de «imprevistidad», 211
—de relevancia, 209
tarea (en la lectura de informaciones —de verdad, 38 (también n. 9)
textuales), 208, 210 —estructural de proposiciones, 207
lema, 45, 63 y sig. variación pragmática, 1 1 8
—de la conversación ( topic o f conversa- —semántica, 118
don), 45, 58, 274, 278; véase también variantes estilísticas, 111
objeto de la conversación —funcionales, 111
Esta obra se terminó de imprimir en el mes de
noviembre de 1996 en los talleres de
Compañía Editorial Electro-Comp, S.A. de C V
Calz. deTlalpan 1702
Col. Country Club
México, D.F.
Las más diversas disciplinas se ocupan, desde
distintos puntos de vista, de los textos: la poética y la
retórica, la estilística y la literatura, la tecnología y
la jurisprudencia, la lingüística, la psicología
y la psicología social, la pedagogía, la sociología,
la investigación sobre comunicación de masas y
hasta la psiquiatría. Esto ha dado lugar a que en los
últimos tiempos se desarrollara una ciencia del texto
constituida como disciplina transversal y plural. Dicha
ciencia parte del supuesto de que el uso de la lengua,
la comunicación y la interacción se producen
especialmente en forma de textos; su principal tarea
consiste en describir y explicar las relaciones internas
y externas de los diversos aspectos de las formas de
comunicación y uso de la lengua tal y como se analiza
en las diferentes disciplinas.
En este trabajo, Teun A. van Dijk explica, en forma
pedagógica, la evolución de esta nueva disciplina: la
ciencia del texto. Basándose en gran parte en sus
propias investigaciones, van Dijk desarrolla los rasgos
maestros de esta joven ciencia que, aun con
vacilaciones conceptuales y terminológicas, hace un
esfuerzo interdisciplinario por integrar los diversos
aspectos de la producción, la comprensión y el efecto
de los textos, así como sus relaciones con el contexto.
Cabe destacar que esta es prácticamente la primera
publicación en castellano sobre el análisis de los
textos desde un punto de vista interdisciplinario, y que
el propio autor ha reescrito para la versión castellana
la última parte del segundo capítulo y ha agregado un
epílogo que incorpora las últimas investigaciones
sobre el tema.

ISBN 968-853-326-2
34005

9 789688 533260

Raidos Comunicación 5

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