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1. Estructuralismo
a- “El estructuralismo y la nueva crítica” de Beatriz Sarlo
> contextualización en las ciencias sociales y en el campo de la lingüística:
Beatriz Sarlo explica que Saussure, a partir de sus cursos de Lingüística General (dictados entre 1906 y 1911)
asentó gran parte del pensamiento moderno, dado que influyó no sólo en la Lingüística sino también en otras
disciplinas como la antropología, la teoría literaria y la teoría de la comunicación.
Saussure descubre relaciones inéditas entre los elementos de la lengua: busca desentrañar las oposiciones
diferenciales (en lugar de coleccionar similaridades o atomizar particularidades) naciendo así la noción de sistema
como estructura en la cual el cambio de uno de sus elementos implica el cambio de la totalidad de la organización.
Además, afirma la oposición entre sistema (sincronía, eje de la simultaneidad) e historia (diacronía, eje de las
sucesiones), subrayando la necesidad metodológica de inscribir el análisis sólo en uno de esos ámbitos 1. No hay que
olvidar que Saussure, también, descubre e implementa la diferencia entre código general, social por definición (la
lengua), y elecciones particulares que realiza el hablante a partir del código (el habla, los idiolectos).
El pensamiento científico del siglo XIX2, pensaba sobre la base de analogías, comparaba: y en la
comparación estaba su “llave maestra”. El otro resorte fundamental se vinculaba con la teoría de génesis: donde el
objeto se definía por su origen. Como los formalistas rusos, los estructuralistas subrayan la necesidad de analizar las
operaciones (Shklovski los llama procedimientos) porque en ellas, en su organización particular de los contenidos,
está la estructura, cuya cualidad fundamental puede definirse como una organización de las diferencias.
El estructuralismo, en una primera definición, supone una operación intelectual encaminada hacia el análisis
de la significación, partiendo de que todo “hecho” tiene una función significativa, es mensaje o se estructura como tal.
Por otra parte, al enfocar su interés sobre el sistema, las oposiciones estructuralistas privilegian una actividad del pen
samiento que tiende a trascender la realidad apariencial y radicar el análisis en las relaciones (oposiciones) diferencia
les ocultas. Es decir, el estructuralismo de la década de 1960 surge como un antigenetismo, limitando el rol de la his
toria y la casualidad. De Saussure en adelante se trata de establecer el sistema por oposición a la temporalidad y el
pensamiento se encamina hacia la reducción de la temporalidad a fin de aislar el sentido de las oposiciones en el siste
ma. Entonces, la “llave maestra” de este nuevo pensamiento serán la organización y el código. Sarlo señala que no
puede afirmarse con rigor la existencia de UN estructuralismo, sino de varios: el estructuralismo lingüístico de Mar
tinet y Benveniste; los análisis semiológicos de Greimas; la antropología estructural de LéviStrauss; la arqueología
de la cultura de Foucault; el formalismo retórico de Todorov, el pensamiento marxista de Althusser y Macherey; y el
“superestructuralismo” de Sollers, que si bien, tienen en común sólo ciertas operaciones referidas al sistema y el có
digo; comparten una problemática que supone una “ruptura epistemológica” con el pensamiento anterior (difieren en
1 El enfoque sincrónico observa la lengua desde un punto de vista estático, realiza un corte temporal y determina cuáles son las pautas
que en ese momento estructuran la lengua, aceptada por la comunidad lingüística. Por su parte, el enfoque diacrónico examina la evolu
ción de esta en el tiempo. Se centra en investigar de qué forma se modifican los signos de las palabras, aparecen nuevos y otros se vuel
ven arcaicos. Realiza una comparación con el corte de un vegetal: Entonces, el corte longitudinal representa el estudio diacrónico, en el
cual se muestran los componentes pero no sus relaciones; cosa que sí ocurre en el corte transversal, es decir, lo que representa al corte
sincrónico en el estudio del lenguaje. Por otro lado, como las alteraciones jamás se hacen sobre el bloque del sistema, sino, sobre uno u
otro de sus elementos, Saussure también genera esta comparación del sistema del lenguaje, pero aquí con la analogía del juego de
ajedrez, donde cada pieza puede representar un signo lingüístico, los movimientos (o cambios) son mínimos en el sistema, aunque
repercuten en el mismo, y a su vez, cada movimiento tiene un antecedente (más allá de que el jugador de ajedrez tiene la intensión de
ejecutar el movimiento y modificar el sistema, mientras que en la lengua no se premedita nada).
2 Sarlo aclara q’hay que excluir al marxismo, puesto que la dialéctica es la operación misma de la razón y la historia sobre los opuestos.
cuanto a la propuesta de una ideología o una actividad estructuralista y a los límites del método). Además, agrega que
el estructuralismo fue “la moda intelectual” de ésa década “y algo más”, que caracterizó la reacción del pensamiento
frente al “humanismo” y el existencialismo; proclamando “la muerte del hombre”, suponiendo la elaboración de un
nuevo estatuto de la razón para superar las limitaciones del pensamiento analítico tradicional. Como metodología de
análisis revolucionó disciplinas tales como la teoría literaria y cultura y la antropología social. Por ej, LéviStrauss 3,
en su “Introducción” a la Antropología estructural afirma la existencia de los sistemas de signos como objeto de la
antropología: el lenguaje mítico, los signos orales, gesticulares, rituales, las reglas de matrimonio y parentesco, las le
yes consuetudinarias; de esta manera, la antropología estructural se define como el dominio de la semiología, puesto
que todos los fenómenos que estudia importan como significación, como signos: en el planteo del objeto (instrumen
tos, técnicas, modos de producción y consumo) reside la posibilidad de considerarlo como signo; es decir, como elemen
to de un sistema general de comunicación sobre el cual se fundan las sociedades. Aquí, la pregunta que nos hacemos
es “¿Qué significa todo esto?” ya que “no se trata de hechos sino de significaciones. Cuando el orde de los hechos
revierte hacia el de las significaciones, la operación implica la existencia, en los hechos mismos, de una estructura
que debe responder a dos condiciones: que sea un sistema regido por una cohesión interna; que esta cohesión, inac
cesible a la observación de un sistema aislado, se revele en el estudio de las transformaciones gracias a las cuales se
encuentras propiedades similares en sistemas en apariencia diferentes”. Es decir, el rasgo fundamental de la estruc
tura es yacer oculta por la apariencia y revelarse sólo ante la práctica hermenéutica. Las relaciones estructurales son
aparentes; se dan por oposiciones significativas, diferenciales; la estructura tiene sentido cuando el observador las ha
ce jugar como variable de un modelo: el sistema de los sistemas, que establece con las estructuras relaciones de trans
formación. El modelo formaliza las relaciones necesarias que se establecen entre los elementos organizados estructu
ralmente; estas relaciones son rasgos que caracterizan la estructura; su relación es de oposición; en ella definen su va
lor. El modelo se sitúa en un nivel de abstracción que considera “no lo los términos sino las relaciones entre los térmi
nos”. Entonces, LéviStrauss establece dos niveles de abstracción: en el primero se sitúa la estructura; en el segundo y
más general, el modelo. Donde el carácter sistemático de la estructura confirma su adscripción a un nivel que se sitúa
por encima del hecho empírico: “Cuando la tarea (del lingüísta, el antropólogo, del científico de la comunicación)
consiste en definir la estructura, el investigador debe situarse, puede decirse, en el nivel de la gramática y la sintaxis,
y no en el de la lengua hablada”
El estructuralismo en la lingüística moderna:
El movimiento del estructuralismo lingüístico se sitúa a comienzos del siglo XX y supone ya el arranque de la
lingüística moderna. Su iniciador fue Ferdinand de Saussure con su Curso de lingüística general (1916), que fue una
obra publicada póstumamente por dos de sus discípulos, quienes se basaron en apuntes de clase de estudiantes que ha
bían escuchado a Saussure durante sus tres últimos años en la Universidad de Ginebra. Ésta se convierte en el punto
de partida para la elaboración de una nueva actitud hacia el objeto: ello significa la “muerte de la inocencia” que su
pone, a su vez, el nacimiento de una reflexión que, en lo fundamental, desconfía de las apariencias, pasa por sobre las
relaciones y cualidades más evidentes del objeto, para descubrir detrás de ellas las relaciones ocultas, la estructura
significativa a partir de la cual –y sólo a partir de ella se accede al sentido, se totaliza y se establece un sistema gral.
que tiende a agotar las variables significativas, el modelo. Esta nueva actitud ante el objeto supone una práctica
que privilegia un determinado tipo de operaciones frente a la realidad: la reflexión estructural, el análisis es
tructural, la “actividad estructuralista” desplazan su interés desde la historia hacia el sistema; y en vez de reflexionar
sobre el hombre, reflexiona sobre la significación.
3 Antropólogo q’proviene de la filosofía, conoce el idealismo y el racionalismo clásico; tb se ha declarado marxista “aunque adjudicán
dole al término un sentido más político que filosófico” (B.S); a su vez, por su especialización en antrop. se lo inscribe en la línea de refle
xión sociológica de Durkheim y relaciona, por s/referencias teóricas y metodológicas c/Marcel Mauss y Malinowski; y Saussure.
De entre las más importantes aportaciones del estructuralismo, debemos destacar la separación de diacronía y
sincronía de cara al análisis lingüístico. Mientras la primera atiende a las variaciones que la lengua experimenta a lo
largo de un período largo de tiempo, la segunda se centra en la descripción precisa de una lengua en un momento
determinado. Precisamente es el interés por la sincronía lo que hace posible el estudio de la lengua desde un punto de
vista estructuralista, y también el que hace posible el estudio diacrónico, que viene a ser el estudio comparativo entre
dos estadios sincrónicos previos. En la consideración del signo lingüístico –en realidad en la propia consideración del
lenguaje como conjunto de signos– como doble manifestación, como concepto (significado) y como imagen acústica
(significante) se condensa buena parte del pensamiento estructuralista. El significante es la representación del sonido
que forma el signo, mientras que el significado es la representación mental de la realidad. Ambos tienen para el
estructuralismo una relación completamente arbitraria, construida socialmente (prueba de ello es que un mismo
significado tenga su propio significante en cada idioma).
En la relación entre los signos se sitúa la estructura del lenguaje, concepto éste que da nombre a toda esta
corriente de análisis y que pone sus cimientos en la diferenciación de cada signo. El lenguaje, no obstante, no puede
considerarse de una manera atomística, sino únicamente desde una aproximación holística. Es decir, no podemos
aislar los elementos que constituyen la estructura del lenguaje sino que debemos entenderlos desde sus múltiples
conexiones y relaciones, tanto las que relacionan a unos con otros como las que lo hacen entre cada uno y el conjunto
global o la “estructura”.
b. Indicar representantes más importantes del estructuralismo en el campo de la literatura y un concepto clave
de cada uno de ellos.
> Barthes y el análisis del relato: “es probablemente el estructuralista más inteligente y paradojal de la década del
60” y “el que significa una de las últimas y más coherentes propuestas del estructuralismo sobre la literatura” (B.S.).
En su obra El grado cero de la escritura (donde analiza los textos de Racine 4) comienza definiendo la lengua como
“objeto social”, más acá de la literatura, caracterizada por su opacidad, por su vinculación naturalizada, con la histo
ria. El estilo, en cambio, está más allá de la literatura: “imágenes, flujo, léxico, nacen del cuerpo y del pasado del
escritor y poco a poco se transforman en el automatismo de su arte”; así el estilo, ámbito autárquico del lenguaje, se
vincula con la mitología personal del autor; su dimensión es vertical, puesto que se hunde en la personal, es casi su
metáfora, la “ecuación entre la intención literaria y la estructura carnal”. Entre lengua y estilo se crea un espacio
(entre ése más acá y ese más allá de la literatura); ese espacio es el de la escritura que es fruto de la intencionalidad.
Para Barthes, la escritura es la única y real fundadora del texto. Representa una elección general del tono, un ethos,
un compromiso del escritor. A través de la escritura se establece una relación esencial entre la creación y la socie
dad. Es decir, a través de éste nuevo concepto de escritura, un discurso literario se abre a nuevas posibilidades de
análisis: la ideología del escritor está presente en las elecciones que realiza a partir del código social, la horizontalidad
de la lengua. Su compromiso con la realidad y la historia están en la escritura misma. Mientras que lengua y estilo
son objetos, la escritura es una función. Con la escritura comienza la problemática literaria, puesto que provoca la re
flexión del escritor sobre el uso social de la forma. Hay que tener en cuenta que en la elección de la escritura tb actúa
la presión de la historia y la presencia de la tradición, bajo la forma de las otras escrituras posibles. Con este concepto,
la crítica tiene un instrumento privilegiado para trabajar dentro de la obra, convirtiéndose así en una crítica de funcio
nes y significaciones.
* Mito como mensaje: En su obra Mitologías (1957), Barthes propone la consideración del mito como mensaje, in
cluyendo la literatura como sistema mítico. Referido a la materia mítica todo es palabra: el lenguaje, el discurso, la
4 Analiza las obras de Jean Racine, dramaturgo del clasicismo francés, considerado uno de los tres grandes dramaturgos del siglo
XVII, junto a Corneille y Molière.
imagen. Dentro de éste contexto, el mito es un “lenguaje robado”, puesto que la actividad mítica se apropia de una
palabra (de una imagen) para hacerla significar otra cosa. Ese otro sentido que la palabra adquiere en el mito se carac
teriza por convertir la historia en naturaleza; el mito es necesario allí donde las ideologías se proponen naturalizar una
situación cualquiera: la colonización, el imperialismo, las morales burguesas. De allí que la función del mito no sea la
de ocultar sino la de deformar. Su particularidad residen en la construcción: como la literatura es un “sistema semio
lógico segundo”, la lengua, la imagen, son la materia (el 1er sist. semiológico) a partir del cual se edifica el mito. Por
eso Barthes afirma que el mito es un leguaje robado: el mito propone la lengua como significante, como forma,
a la cual el proceso mítico atribuye un concepto, que se impone al designar y notificar una significación. La
relación que une significante y significado en una formulación mítica es de deformación.
Existen varios tipos de lecturas posibles del mito. La lectura crítica consiste en el desmontaje de sgte. y sgdo., en
revertir a la historia lo que el mito cristalizó en naturaleza. Esa lectura crítica, desmitificadora, se opone al consumo
ingenuo del mito. La interpretación de un texto está unida, para Barthes, con una práctica, la de la escritura, que no se
agota en un sentido sino en la pluralidad de sentidos 5. La pluralidad puede definirse a partir de la significación; es de
cir, en este contexto equivale a polisemia. Así como se establecían cadenas semiológicas para el mito, la connotación
(que incluye todos los sentidos segundos, aquellos que no están en el diccionario) configura las cadenas que determi
nan el texto polisémico. La diferencia que existe entre diversos textos se da en el nivel de su connotación, definida en
dos espacios: un espacio secuencial, el de la sucesión de las frases, y un espacio aglomerador, que condensa “nebulo
sas de significado”. Ambos espacios pueden definirse como lo sintagmático horizontal y lo paradigmático vertical.
Barthes propone, frente al texto, una metodología, un definir diversos pasos operacionales. En 1er lugar, es impres
cindible romper el texto: su “naturalidad” reside en una superficie lisa que, frente a una lectura ingenua, no presenta
sino un bloque de significación. Ésta deberá ser fragmentada en unidades de lectura crítica: Cada una de estas unida
des encierra un “volumen semántico” presente en las connotaciones, en las traslaciones y repeticiones de significado.
Según Barthes, la materia semántica que conforma el texto admite diversos tipos de crítica: psicológica, psicoanalista,
histórica, estructural. Entonces, el critico se propone como tarea “cortarle la palabra”, descubrir los códigos que sub
yacen al sistema. Estos códigos forman una especie de red, un modelo, que configura los sentidos del texto. El crítico
no debe establecer una jerarquía entre los códigos, ya que ello implicaría deshacer la pluralidad del texto, ordenarlo.
Los códigos, en cambio, no apuntan al orden sino a la simultaneidad de los sentidos; operan circularmente, se
corrigen sin cesar. Además, Barthes descubre cinco códigos en su lectura (del texto de Balzac):
1º: El código hermenéutico: constituido por aquellas unidades de significación cuya función sea articular una
pregunta y respuesta, un enigma y su desciframiento. Su función es dilatoria, busca “retrasar el flujo del discurso” que
conduce desde la pregunta hasta su respuesta. Un relato organizado en torno de éste código se definiría como un
sujeto cuyo predicado sólo se encuentra en el desenlace de la narración. Los procedimientos de este tipo de relato son,
entre otros, el engaño, el equívoco, la respuesta parcial y la respuesta diferida.
2º: El código sémico es el referido a los significados (semas). Los semas o significaciones se hallas suspendidos
en el texto; su distribución, su redundancia o repetición apuntan a una ideología de la obra que el crítico debe desen
trañar. Los semas tematizan diversos significados, los convocan al texto y allí mantienen su vigencia. Dentro de este
código, la connotación es de fundamental importancia: cada núcleo significativo remite a un complejo de sinónimos,
de alusiones, exige la consideración de las expansiones semánticas. Los semas se organizan en una economía general
de la significación que designan un personaje, un lugar, una situación. Cada uno de los elementos del relato está
caracterizado por un conjunto de semas que, sin embargo, no le son privativos, sino que pueden definir otros
elementos o situaciones. Hay que destacar que el conjunto de los semas y su suma configuran la ideología del texto.
3º: El código simbólico, “el lugar propio de la multivalencia y la reverersibilidad”, donde la retórica se constituye
en legisladora de este código (al menos, en el ámbito de la literatura clásica): las figuras son los procedimientos
5 Desde este punto de vista el texto contemporáneo es el texto más plural, mientras que el texto clásico sólo es relativamente plural.
adoptados para referirse indirectamente al mundo, a la significación. La equivalencia, la representación, la antítesis y
resolución aparente en la paradoja son una de las clasificaciones de los modos posibles de representación simbólica.
4º: El código funcional o proairético, fundamental respecto de la linealidad de la narración, está constituido por
las unidades de comportamiento, de actuación, y se denominan funciones y se organizan en secuencias. La narrativa
de ficción, afirma Barthes, ha configurado varias organizaciones posibles de acciones, según el régimen de
presentación a que estén sujetas6. El régimen de presentación de las acciones depende del punto de vista que el
narrador adopte frente a su relato. Las secuencias de acciones constituyen un orden lógico y temporal que Barthes
define como “la estructura más fuertemente visible”. Son, desde este punto de vista, la evidencia del relato; su
organización puede ser fácilmente sometida a un análisis estructural7. Y,
5º : El código referido a la cultura de la referencia, dentro del cual de la cual debe enmarcarse las significaciones
del relato. Señalan los diferentes saberes contextuales: el saber físico, médico, psicológico, literario, histórico, etc.;
Barthes denomina al conjunto de estos saberes el “monstruo de la ideología”.
El análisis propuesto agrega a los cinco códigos el plante del problema de la enunciación del texto: la pregunta acerca
de quién es el que habla (narra). El texto se articula sobre una “inestabilidad tonal” producida por la articulación de
muchas voces. Cuanto mayor sea la omnisciencia del texto clásico mayor será su inestabilidad de enunciación.
Otros modelos de análisis:
> (Tb de) Barthes: En la “Introducción al análisis estructural 8” (1966) el autor se propone como objetivo aportar al
establecimiento de una lingüística del discurso, puesto que el relato responde, de alguna manera, al modelo de la fra
se: tiene sujetos (personajes) de funciones (actuaciones) que predican acerca de ellos; se caracteriza también por sus
categorías verbales (tiempos, aspectos, modos, personas); a través de los elementos antes citados define una “jerarquía
de niveles”. Esta jerarquía determina la organización del relato: cada nivel posee unidades diferentes que sólo adquie
ren sentido cuando son integradas en el nivel superior. P/Barthes el análisis del relato debe apuntar, en 1ª instancia, al
reconocimiento de esos niveles; luego a la organización de sus unidades en sentido horizontal y vertical. El sentido
horizontal, el más evidente, no alcanza para desentrañar la significación del un relato, ya que el sentido no reside en el
desenlace sino que atraviesa verticalmente la narración. Barthes, como Greimas y Brémond, propone la consideración
de 3 niveles que se integran progresivamente (el de las funciones, el de los sujetos (o actantes, según Greimas) y el de la na
rración): Una función tiene sentido integrada con un actante y trasladada a un código. Sarlo señala que es imprescin
dible señalar que el modelo de relato folk propuesto por V. Propp es el antecedente de estas propuesta estructuralistas:
1 El autor define las funciones como las más pequeñas unidades narrativas, que son, a la vez, unidades de
contenido y unidades funcionales. Las clasifica en dos grandes grupos:
Unidades distribucionales: cuya relación se establece dentro del mismo nivel, horizontalmente, constituyendo el
esquema sintagmático. Éstas se denominan funciones propiamente dichas y son la base del relato, cuentan la historia,
determinan cambios en la trama, responden a lo que tradicionalmente llamaríamos el argumento9; y
Unidades integrativas: cuya relación se establece entre niveles, verticalmente, constituyendo el esquema
paradigmático. Éstas se denominan índices: remiten a “un carácter, un sentimiento, una atmósfera”. Su significado es
siempre implícito. No hacen avanzar al relato sino que configuran expansiones, entre función y función.
Es decir, las funciones propiamente dichas son las que crean situaciones de riesgo en la narración; los índices,
proporcionan la ambientación del relato, predican acerca de las cualidades de los personajes. Ambos tipos de
funciones se agrupan en secuencias.
6 Es Posible, por ejemplo, nombrar la acción sin describirla; o nombrarla y describirla; o describirla solamente sin aludir a su sentido.
7 Por ejemplo, el análisis de las funciones realizados por Propp
8 Trabajo incluido en la revista Communications, 1966
9 El quijote decide convertirse en caballero andante; prepara sus armas; busca un escudero, etc.
2 En el segundo nivel están los personajes o actantes que dan sentido a la sintaxis de las acciones. En este tipo de
análisis estructural procura despojar al personaje de toda connotación psicologista. Para Brémond cada personaje es el
agente de una secuencia de acciones que le son propias. Greimas propone clasificar los personajes no según lo que
son sino según lo que hacen. Todorov, en cambio, los analiza según las relaciones que se establecen entre ellos.
Barthes no satisfecho con estas descripciones deja la pregunta abierta sobre una “clase privilegiada de actores”, sobre
el “héroe” del relato.
3 En el tercer nivel, el de la narración, Barthes afirma la necesidad de describir el código a través del cual narrador
y lector se comunican y “están significados en el relato”. Este código se expresa por signos de la narración, conjunto
de operaciones que integra funciones y actantes: el punto de vista del narrador, las intervenciones del autor, los estilos
de representación, la formalización de los comienzos y los desenlaces. Sarlo señala que este nivel parece el menos
beneficiado por los análisis estructuralistas y agrega que aún no se ha formulado un código que dé cuenta de los
procedimientos de la escritura.
> Todorov10 considera imprescindible definir dos conceptos antes de formular su modelo de relato: el sentido, como
la posibilidad que tiene un elemento de la obra para entrar en relación con otros elementos del mismo texto, “su
capacidad de integrarse en el sistema”: La obra en su conjunto tiene, a su vez, un sentido cuando se integra o se opone
a otras obras de la literatura; y la interpretación, en cambio, varía según las lecturas que se realicen de un texto; al ser
interpretada la obra ingresa a un sistema que le es extraño: el sistema del crítico (o de la lectura). En el relato,
Todorov distingue dos niveles:
1º: la historia, (lo que los formalistas rusos llamaron fábula) constituida por una lógica de las acciones y una lógica
de los personajes.
2º: el discurso, en relación con la narratividad y la escritura, está caracterizado por tiempos, aspectos y modos: Mien
tras que el tiempo de las historias es pluridimensional (suceden varias cosas a la vez), el tiempo del discurso es lineal
(aún los hechos contemporáneos se dan como sucesivos); el tiempo del discurso admite también deformaciones, trans
posiciones, juegos estructurados en función de la trama, del suspenso, etc. Los aspectos del relato se relacionan con
una teoría del punto de vista del narrador; Todorov los clasifica según lo que sepa e ignore el narrador sobre sus perso
najes. Los modos del relato se definen en la exposición que el narrador hace de la historia, sus formas de presenta
ción, el estilo directo o indirecto, etc. Sarlo menciona que Todorov muestra una inclinación peligrosa hacia la meca
nización de los procedimientos de análisis, convirtiendo con cierta frecuencia el análisis estructural en una retórica
demasiado similar a la de los formalistas.
> Greimas, en su trabajo11, deja planteado uno de los problemas más serios que el análisis estructural aún no ha solu
cionado: el de la vinculación de las estructuras inmanentes del texto con las semióticas del mundo exterior, es decir,
con el universo de las ideologías. Greimas implementa uno de los instrumentos más eficientes del análisis semántico:
la isotopía12, el nivel de significación principal de un texto, establecido a partir de la redundancia o repetición de las
unidades significativas. Sarlo señala que la acertada elección de la isotopía puede determinar el fracaso o el éxito de
un análisis.
> Genette, en 1965 publicó la obra Estructuralismo y crítica literaria, donde propone aplicar a la actividad crítica la
designación de bricolage, término con el que LéviStrauss caracterizó el pensamiento mítico. El bricolage es una ope
ración que crea a partir de los residuos heterogéneos de viejas estructuras: “una actividad típicamente estructuralista”
10 Trabajo incluido en la revista Communications, 1966
11 Trabajo incluido en la revista Communications, 1966
12 La isotopía son un conjunto de semas que unificados dentro de un campo semánticos para dar una homogeneidad de significados, lo
cual va a permitir una lectura adecuada, para evitar la ambigüedad de los textos. Es un término tomado de los postulados de la química
física, adaptada a los estudios literarios. Además la isotopía es un concepto ligado a la cohesión textual y la coherencia textual, que se
van a manifestar al plano de la expresión o al plano del contenido a distintos niveles fónicos, morfológicos y sintácticos.
(Genette). En efecto, al constituirse la crítica como lenguaje sobre un lenguaje (lo literario), es decir, metalenguaje, se
convierte en un bricolage que, utilizando la misma lengua de su objeto, crea estructuras de sentido diversas. Pero la
diferencia entre escritor y crítico no reside sólo en el carácter de su actividad, sino también en su límites: el material
del crítico es la literatura y aparece, por lo tanto, limitado; el material literario es el universo mismo. Genette sostiene
que la crítica, como actividad estructuralista, comienza a operar “tan pronto abandona la investigación de las condi
ciones de existencia o de las determinaciones exteriores psicológicas, sociales, o de cualquier otro tipo de la obra
literaria”. Al asumir esta posición el estructuralismo de Genette se suma a los enfoques que preconizan el alejamiento
de las falacias biográficas o psicologistas respecto de la obra. El determinismo de la estructura se propondría como
reemplazo de otro determinismo: el de su génesis.
> Jacques Derrida: en su obra De la gramatología (1967) pone su centro en el concepto de escritura; donde la “gra
matología” se propone como una ciencia en la cual el concepto de escritura se modifica y amplía respecto de la posi
ciones bartheanas, al intentar un cotejo con la semiología y la lingüística saussureana. Derrida afirma un estatuto de la
escritura que revele su raíz común con el lenguaje fónico y destruya las concepciones que privilegian la lengua habla
da (fonocentrismo), dado que sostiene que “ningún elemento puede funcionar como signo sin remitir a otro elemento,
que no está tampoco simplemente presente (…) Nada, ni en los elementos ni en el sistema, está jamás simplemente
presente o ausente. No hay de un lado a otro, más que diferencias de diferencias y huellas de huellas”. Derrida formu
la (como Barthes en Mitologías) una cadena semiológica abierta a las transformaciones donde todo significado puede,
eventualmente, también funcionar como significante. La sucesión de estas cadenas abiertas constituye un texto. El
autor propone admitir dentro del concepto de escritura todos los sistemas cuya relación entre términos se dé por la
diferencia. Entonces, la escritura se amplía postulándose como “significante que puede ser significado” (rompiendo el
molde sgdo/sgte saussureano).
> Sollers (En Programme, en la revista Tel Quel, 1967) analiza las posibilidades de una práctica de la escritura que
no puede ser asimiladaa un concepto ya históricamente sobredeterminado, la literatura. Propone una teoría de la
escritura que supone una teoría de la textualidad, lograda con la práctica misma de la escritura; rompe la continuidad
impuesta sobre la “historia de la literatura”, demuestra todo un sistema de exclusiones que la literaura ha forjado para
salvaguardar una identidad que los textos excluidos problematizaban. Además, sostiene la fetichización de las
relaciones textuales mediante conceptos tales como ‘obra’ y ‘autor’.
> Michel Foucault (Las palabras y las cosas; 1966) propone una “arqueología del saber” que da cuenta de los diver
sos códigos ordenadores correspondientes a la diferentes visiones del mundo: (Ej: S.XVI →anagogía y la escritura vis i
ble; S.XVII→constitución de la literatura a través de la literatura). Entonces, existen otros saberes que configuran el
espacio de las ideologías: las cs. humanas, cuyo estatuto es el objeto de su reflexión (con el peligro de sucumbir ante
dos reduccionismos: el psicologismo y el sociologismo, que anulan la posibilidad de conocer la espisteme correspon
diente a cada momento particular, aquello que condiciona la posibilidad de todo saber. Junto con la abolición de la
historia, Focault afirma la muerte del hombre, puesto que su invención, como problemática, es reciente y quizás esté
próximo su fin: “Una cosa es cierta: que el hombre no es el problema más antiguo ni el más constante que se haya
planteado el saber humano”. Así, los estructuralistas de la década de 1960 pasan de la negación de la dialéctica y su
reemplazo por el sistema, a la afirmación de la textualidad por encima de la obra y el autor y la definición de un saber
cuya condición fundamental es la creación de sentidos.
> Gillo Dorfles: (Símbolo, comunicación y consumo; 1962) caracteriza el proceso por el cual tanto las obras como los
símbolos y los mensajes se complican en un acelerado ritmo de obsolescencia provocada por el consumo. Los canales
de comunicación masivo colaboraron con la desacralización del arte (+ la unión a la manipulación trivial y hedonista:
la obra de arte como “elemento decorativo y de consumo”); la actividad creadora sujeta al elemento desgaste continuo
> U. Eco: (1965) estructura una defensa crítica de los medios de comun. en la medida q’posibilitan una difusión masi
va de informaciones (realiza críticas a través de análisis semiológicos y la interpretación psicoanalítica en función de
un desocultamiento de las ideologías de base). 1962, en La obra abierta, propone un proyecto de epistemología del
arte: “El arte, más que conocer el mundo, produce complementos del mundo”. Establece nuevas relaciones entre el
artista y el público, puesto q’ la obra nunca es completa en sí misma su existencia total depende de la experiencia de
la interpretación y la contemplación.
> Susan Logan (1932) afirma q’la interpretación supone una reducción de la obra, una simplificación o una remisión
hacia lo que no es la obra ni su msj: Cuando reducimos la obra a su contenido p/luego interpretarlo la domesticamos.
S/Sarlo “ingenua”: “la función de la crítica debiera ser mostrar cómo es lo que es, incluso qué es lo que es, en lugar de
demostranos su significado”, para que nuestra experiencia con la obra sea para nosotros “más reales, no menos”