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HEMETHERII V A L V E R D E TELLEZ
Episcopi Leonensis
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Hsu- r c i n t o c s i j l o . i u . l u .le la " B i b l i o t e c a M e x i c a n a Popular y P e o n ó


"•e-i (18511 publicado a raíz del f a l l e c i m i e n t o «le Gorijstiza.
O B R A S
OR DON

M A N V K L K L>« UOROSTIZA

TOMO IV

TEATRO

M E X I C O

INI*, DH V. ACÚKKUN, KUITOK.


Cerca ile Santo Domingo No. 4 .

BIBLIOTECA
VALVERDE Y TELLEZ
DON BONIFACIO.
PIEZA ft*UN A n o .

CGI 9 5 2
PERSONAS.

DOÑA CANDIDA, A C T O UNICO.


KITA,
MARGARITA/ " ESCENA I
DOÑA LUZ.
DOÑA JOSEFA,
DON ROQUE, DON ROQUE Y DOÑA CANDIDA.
DON SILVESTRE,
DON BONIFACIO, CANDIDA.
DON JUAN, ¡Ay Dios mío! ¡y qué carnaval Un triste para
MR. P L A T T O F F ,
UN MOZO. n¡í! ¡Haberme acostado todas estas noches an-
tes de las nueye, y hoy que tenia un bailecito,
no poder tñ acompañarme!

ROQUE.
Ya ves, hija, no es culpa mía: y, como se
suele decir, primero es la obligación que la de-
voción.

CANDIDA.
Pero es fuerte cosa que, desde que no3 hemos
casado, siempre, has de haber tenido algo que
hacer en "noche en que yo 'hubiera podido diver-
tirme.
PERSONAS.

DOÑA CANDIDA, A C T O UNICO.


KITA,
MARGARITA. " ESCENA I
DOÑA LUZ.
DOÑA JOSEFA,
DON ROQUE, DON ROQUE Y DOÑA CANDIDA.
DON SILVESTRE,
DON BONIFACIO, CANDIDA.
DON JUAN, ¡Ay Dios mío! ¡y qué carnaval Un triste para
MR. P L A T T O F F ,
UN MOZO. n¡í! ¡Haberme acostado todas estas noches an-
tes de las nueye, y hoy que tenia un bailecito,
no poder tñ acompañarme!

ROQUE.
Ya ves, hija, no es culpa mía: y, como se
suele decir, primero es la obligación que la de-
voción.

CANDIDA.
Pero es fuerte cosa que, desde que no3 hemos
casado, siempre, has de haber tenido algo que
hacer en "noche en que yo 'hubiera podido diver-
tirme.
ROQUE. " i
¿Para qué te casaste con un médico? por tan p o c o . . . ¿Qué vale un baile más 6 menos,
cuando tu marido trata de llenar los sagrados de-
CANDIDA. beres de 8» profesión... de ir al socorro de la
Tan pronto es un parto que no viene derecho: humanidad a f l i g i d a . . . . ?
tan pronto es una boca t o t c i d a . . . .
CANDIDA.
ROQUE. ¿Y por qué se ha de afligir la humanidad poi-
Lo de ahora no es nada torcido ni derecho, que á ese padre le haya dado apoplejía por
sino un terrible ataque de eplopejía que le ha haber sin duda almorzado esta mañana como uu
dado A un padre de Santo Domingo, y que me buitre?
pone, á la verdad, en mucho cuidado.
ROQUE.
CANDIDA. Al cabo tú no habías de bailar en casa de dofia
íTendrfts por supuesto que pasar toda la noche Sinforosa....
fi la cabecera de su cama?
CANDIDA.
ROQUE. ¿Y quién te dice á ti que yo uo hubiera bailado
Mncho me lo temo. esta noche en casa de doña Sinforosa?

CANDIDA. ROQUE.
¿Y yo tendré que meterme en Ir> mfa dentro Porque de cincuenta años arriba
de media hora?
CANDIDA.
ROQUE. No debe nadie mojarse la barriga, según el
Es lo mejor que puedes hacer, porque es pro- refrán; pero esto no quiere decir que no pueda
bable que yo vuelva muy tarde y bailar la que, como yo, siente todavía ágiles
sus piernas Además, yo no tengo cincuenta
CANDIDA. años, y . . .
Mil pracias por la noticia.
ROQUE.
ROQUE. Ya se ve que no los tienes como que nacis-
Vaya, Cilndida. sé razonable y no le ínconi»dcs te el año de setenta y cinco, si mal no me acuer-
do.
CANDIDA. las treinta docenas de sanguijuelas que le voy ft
Yo soy la que no me acuerdo de semejante recetar, se ha de pasar mucho tiempo.
cosa y la qiie no me quiero tampoco acor-
dar de ella. ¡Ay- ltoqüeí ¡y qué mal me hue- CANDIDA.
le el que me estés ya todo el dfa trayendo á la ¡Jesús! ¡Treinta docenas!
memoria el .vflo de mi nacimiento!
ROQUE.
Y si no cede el nial, tendré qu* ordenarle lue-
ROQUE.
¿Cómo quieres que se olvide ese año, si fu5 go, ventosas, cftosticos, sangrías, mosas é incisio-
el del terreniuto de Lisboa? nes transversales.

CANDIDA.
.CANDIDA.
Oye, no dejes entonces de recetarle también
Repito que me da muy mala espina semejante
afectación de tu parte, y Extremaunción... porque para lo que q u e d a . . .
i •
ROQUE.
ROQUE.
Y A mí me la da peor el que empecemos .1 Todo se andará si fuere necesario. Adiós, que
estas horas una conversación tan vidriosa como te recojas lo más pronto que puedas mira
lo es la de tu edad. Así, mejor será que me que la noche está fría, y que es fácil cojas, si
vaya, y Conque, quédate con Dios, Cándida. te descuidas, otro reumatismo como el que atra-
paste el invierno pasado. (Vase.)
CANDIDA.
¿Al fin te vas?
ESCENA II
ROQUE.
Da. CANDIDA, SOLA.
(Tomasu sombrero.) ¡Qué hetíe hacer!
¡Qué empeño tiene en que me recoja temprano'.
CANDIDA. 'No parece sino que no está á gusto cuando yo
•no estoy dormida. Pofere Cándida, y qué mal
Y si encuentras por casualidad algo aliviado hiciste en casarte con. «ate matasanos, que aun-
al padre, ¿no volverías todavía A tiempo d e . . . ? que mozo todavía, era ya v i u d o . . . Y quien dice
ROQUE. viudo dice resabiado y marrajo. ¡Cuánto más
No lo espero, porque primero que se le ••e-lien ,; -¡i,- 1>.
%
, V
me hubiera valido el haberme casado con mi ría esta noche las caiabucitas
•itas.\/¿£j j á ^ b e . ^ \
primo Silvestre que me quería t a n t o . . . . ! Como Pero no es mala purga la que\eu¿> v d - ^ h o r a / ^
que desesperado de verme en poder de otro, sen- dentro del cuerpo.
tó plaza, y Dios sabe en dónde estará fi estas
h o r a s . . . . Quizá habrá muerto en la guerra, de
MARGARITA. w v
algún balazo.... 6 de algún tumor que se le ha- <s Vé
Sin duda el señor doctor....
ya gangrenado porque como era oficial de
%
sastre y se metió luego á soldado de caballería, GANDIDA.
rada tendría de extraño que no se hubiera podi- P u e s . . . . mi marido es el q u e . . . .
do acostumbrar á aquellos trotes. No me con-
solaría en toda nu vida si tal hubiera sucedido. MARGARITA.
Vea su merced, solo por eso no me hubiera yo
casado con un doctor.... que es uua gaita el
E S C E N A III que la anden á uua siempre jaropeando.

MARGARITA Y DICHA. GANDIDA.


No es eso, Margarita, sino que precisamente
MARGARITA. le acaban de llamar para un enfermo muy gra-
Buenas noches, señorita.
ve, y . . . .
t
CANDIDA. MARGARITA.
Buenas te las dé Dios, Margarita.... ¿Qué
Para uua enferma muy grave, querrá decir su
traes de nuevo?
merced.

MARGARITA. CANDIDA.
Mi ama doña Sinforosa, que le besa á su Qué enferma ni qué bereugena... Mi marido no
merced las m a n o s . . . . y q u e cómo es que no ha visita enfermas de noche sin que yo lo sepa y
ido todavía su merced por a l l á . . . . que la casa le autorice antes para ello Así me lo tiene
la tenemos ya llena de máscaras.... y q u e sólo prometido. . .
se espera A su merced para servir el chocolate
y para empezar los sonecitos. MARGARITA.
Poco importa eso, señorita, con tal que no lo
GANDIDA. tenga además cumplido.... Dígolo porque le
Es verdad que le había prometido que baila-
acabo de ver entrar en esa casita blanca de la Roque el que se atrevió il darte ese pellizco que
esquina, en donde sólo viven dos hermanas muy dices.
lindas, que conozco como á las yemas de mis
dedos. MARGARITA.
Como no es la primera vez que se ha- atre-
CANDIDA. vido. . . .
No lo creas, que' á donde ha ido es á Santo
Domingo á visitar á un padre. CANDIDA-
Repito que no puede ser.
MARGARITA.
Yo 110 sé si el fradre de- esas niñas vivé 6 no MARGARITA.
en Santo Domingo, pero lo que sí sé es> que en Y yo repito que él fué el que me lo dió
todo caso ha empezado por visitar á las hijas. y de monja, por más s e ñ a s . . . . así. (La pélliz
ca:)
CANDIDA.
Le habrás equivocado con otro. CANDIDA.
• rv • /. ¡Ay ! ¿Qué has hecho, bruta?
MARGARITA.
No me pude engañar, señorita, porque al pasar MARGARITA.
por mi lado me dió, segfln su costumbre, un buen Explicarle á su merced la cosa.
pellizco, y yo, ya se ve, con el dolor volví la
cara, y conocí a! punto al sefior D. Roque. No CANDIDA.
le hablé, es verdad, porque vi que iba muy de ¡Habrá animal! ¡Pues no me ha hecho ver las
prisa, p e r o . . . . estrellas!
. / . .i ' J9
CANDIDA. MARGARITA.
¡Qué oigo! ¡Es imposible! Mejor las he visto yo antes como que es-
taba en la calle.
MARGARITA.
¡Imposible! ¿Quiere ver su merced la señal? CANDIDA.
Anda, que eres una bestia muy malcriada1 'y
CANDIDA. muy habladora Yo se lo diré á tu ama en
Nó; no...'. -No digo eso, sino que no sería mi cuanto la vea.
MARGARITA.
liará su merced mal porque yo ¿qué he-
dicho? La verdad Que D. Roque ha entrado
ESCENA IV.
en oasa de las dos Carrasquitos.... Porque así
se l l a m a u . . . . Si lo sabré yo que las conocí eu Da. CANDIDA Y LUEGO RITA.
la a m i g a . . . . Una ets rubia y la otra un poco
CANDIDA.
prieta, pero con dos ojos muy hermosos co-
¡Jesús! »Jesús! ¡qué taravilla tan impertinen-
mo dos zapotes Fsto es todo lo que he di-
te! No sé cómo he tenido paciencia y uo la
c h o . . . . Y lo del pellizco.... Nada más No
he mondado arrojar por las escaleras Pero,
creo que en eso he ofendido á n a d i e . . . . Si hu- Cándida, ¿y si lo que te ha dicho fuera cierto por
biera añadido alguna malicia sobre el motivo de acaso? Si tu marido en lugar de estar á la ea-
la visita, entonces podría su merced llamarme 'becera del padre estuviera ahora á los pies de
cou razón habladora Pero Dios me libre de otra caiua ¡Horrible incertidumbre! Ello no
semejante tentación, que no soy de las que les hay duda que estos maridos son capaces de to-
gusta platicar en perjuicio de tercero.... No, d o . . . . y mucho más cuando sus m u j e r e s . . . .
s e ñ o r a . . . . Si D. Roque ha eutrado allí, como eu ahora que no nos escucha n a d i e . . . . pasan como
efecto ha entrado, para algo será, y sólo para yo de de los veinticinco. ¡Maldita cana-
algo Estará quizá mala la rubita O lla masculina! Si tai supiera, vive el cielo que
quizá la prieta Una de las dos ha de ser la me había de vengar estrepitosamente y en esta
enferma que I). Roque habrá ido á curar misma noche Porque no hay cosa como las
porque no hay sino ellas dos en toda la casa venganzas nocturnas y, como añadía mi ma-
Así, no se apure su merced ni se enfade coumi- dre, que esté en la gloria, simultáneas y espon-
go Todo lo que ha pasado es muy natural, táneas.
y muy inocente, y muy Conque Quédese
su merced con Dios Diré A mi ama que su RITA.
merced no puede venir porque su marido ha te- Tía, ¿conque no vamos esta noche en casado
nido que ir á visitar á an padre de Santo Do- doña Sinforosa?
mingo... Y lo de las Carrascos se quedará para
nosotras, por lo que puede trouar. Agur. (Aparte.) CANDIDA.
Tómate esa, vejestorio, para que me llames otra No. hija, tu tío ha salido, y
vez bestia y habladora. (Vsse.)
RITA
¡Qué lástima!
19

CANDIDA. CANDIDA.
Va se ve que es lástima.
Continuemos.—(Lee.)—"Es disfraz que me va
\-
muy bien?'-según usted mismo dijo antes de ano
RITA.
che, cuando me lo probé delante de usted."-; Ay,
^o que me rha Ji vestir de monaguillo....
Virgen de las Angustias, y qué calor! (Se aba-
nica con mucha prisa y fuerza.)
CANDIDA.
V yo de cupidillo... con sus flechas y su aljaba, RITA.
y . . . Veinte-reales me lleva por el traje el sas-
¿Quiere usted que abra las ventanas?
tre que me lo ha alquilado:
CANDIDA.
RITA. Apuremos el tósigo. (Lee.)-"Así, Ó me quedo en
¿Y no podíamos ir sin el tío?
casa y se me alborotan de seguro los nervios,
ó me trae usted hoy mismo una media luna de
CANDIDA. oro y un velo de punto. Le advierto á usted
¡Qué diceSr muchacha ! ¡Cómo habíamos de que los mejores velos son los de Bruselas allá
ir por. esas calles, y ft estas horas, dos mujeres en Flandes, y que se venden en el cajón de "Los
solas y. 110 mal parecidas, para que algún inso- Tres Navios."—Eso es, bribona, luce á costa mía
lente nos hiciera alguna insolencia! Sería imper- la poca geografía que sabes.
donable.... ¿Pero qué papel traes en la mano?
•J RITA.
RITA. ¿Y para qué enfermedad sirve esa receta, tía?
Uno que me he encontrado en el corredor, y
que sin duda se le ha caído á mi tío del bolsillo CANDIDA.
cnando fué por la capa. Déjame en paz que estoy hecha nn basi-
lisco, y estoy por arrancarme uno á uno todos
• CANDIDA. . los pelos de la cabeza.
Alguna receta Dámelo (Aparte.) ¡QuC-
veo! ¡Letra de mujer! Leamos.—(Lee.)—"No se RITA.
canse usted, nniiguito, si he de ir con usted á la De la peluca, dirá usted, tía. (Suena dentro una
máscara, ha de ser de turca."—¡Ah perra moral guitarra.) .

RITA. CANDIDA.
¿Es una receta, tía? ¿Qué música es esta?
RITA.
Algfin enamorado con carraspera, que querrá que yo me asomara A la v e n t a n a . . . . Sólo que
hacer gárgaras A la reja de su novia. algunas veces se enfadaba de esperar.... ¡como
era tan vivo! y cogiendo entonces un guijarro de
á dos libras (Tiran una piedra.)
CANDIDA.
Calla, y oigámosle, que no lo hace del todo
mal. RITA.
¡Válgame San Tito!
RITA.
Ya me callo. (Cantan.) CANDIDA.
Ahora sí que no me queda duda. (Asomándose
con precipitación.) ¡Silvestre!
CANDIDA.
¡Rita!
SILVESTRE.
(Desde dentro.) ¡Cándida!
RITA.
¿Tía?
CANDIDA.
¿Eres tfi?
CANDIDA.
Y conozco esta voz.
SILVESTRE.
(Desde dentro.) Yo soy ¿Puedo entrar?
RITA.
Yo no.
CANDIDA.
Sube, sube Anda, niña, alumbra á tu tío.
CANDIDA.
¡Ay Dios m í o . . . . ! ¡qué agitada me siento!... RITA.
Mira, mira los vueltos que irte .lu el « n n n i n . . .
¿A su marido de usted? Qué, ¿ha vuelto ya?
no parece sino qu- se quier? salir del pedio.
CANDIDA.
RITA.
Pues chícese usted bien el tápalo para que No, no, á otro tío que yo te he dado, porque
no se vaya. (Silban.) es primo carnal mío, y de consiguiente

CANDIDA.
¡Oh! sí. él e s . . . . Así silbaba cuando quería
SILVESTRE.
ESCENA V Qué discreta indirecta Con eso has qperi
do decirme que me amas todavía con el propio
SILVESTRE Y DICHAS. frenesí con que me amabas cuando me plantaste y
te casaste con el otro ¿No es cierto?
SILVESTRE.
Cándida paloma que mereciste mis primeros CANDIDA.
arrullos.... Prima idólatra, idolatrada, 6 idola-'
Créelo, como si lo leyeras en letra de molde...
trabie ¿Cómo estás?
Pero vaya, y tú ¿cómo vuelves í mis amantes
brazos?
CANDÍ DA.
¡Silvestre!... ¡Ah Silvestre! ¡Oh Silvestre!... SILVESTRE.
(A Rita.) Vete, niña, allá adentro. Con una charretera á la izquierda.

RITA. CANDIDA.
(Aparte.) ¿Saben ustedes que mi nuevo tío me No te pregunto eso, sino ¿si vuelves tan ena-
tiene trazas de algo salvaje? (Vaseí morado como lo oslabas cuando sentastó plaza
de soldado?

ESCENA VI SILVESTRE.
Muchísimo más, como que ya soy alférez.
DICHOS, MENOS RITA.
CANDIDA.
SILVESTRE. ¿Sólo alférez?
Qué buena te encuentro.... Un poco flaca....
Bastante descolorida Muy aviejada Con SILVESTRE.
algunos dientes menos Y la maldita pata de Pues mira, no creas que se encuentran por
gallo Pero por lo demás, lo mismo, lo mis- ahí muchos subtenientes De otros grados no
mo que te dejé ahora hace nueve años. digo que no, pero

CANDIDA. CANDIDA.
Y también la misma, la misma que me dejas- ¡Pobre Silvestre! ¡Qué lejos estaba de que te
te ahora hace nueve afios. vería esta noche!
SILVESTRE.
Ctiando vi entrar íl tu marido jugueteando con el
También me temía yo que uo te podría abrazar
bastoncito y haciendo mil dengues. Buenas bas-
hasta mañana por la mañana.
cas me dieron al reconocerlo, eso es otra cosa,
acordándome del despojo que me había hecho,
CANDIDA.
"in ¡lio tempore," usurpándome tu mano.
¿Tor qué?
CANDIDA.
SILVESTRE.
Continúa, continúa.
Porque te creí cenando con tu Tuurido...
SILVESTRE.
CANDIDA.
Pregunto en seguida por el amo de la casa;
Ya hace mucho tiempo que no cómo nada de
vino éste, y le dijo que iría esta noche á cenar
noche sin que se me indigeste al punto.
con una señora á eso de las diez, para dirigirse
desde allí al baile de máscara.
SILVESTRE.
Pues entonces ¿para quién es la cena que ha CANDIDA.
encargado esta tarde en la gran fonda de las Sie- ¡ Pérfido!
te Cabrillas?
SILVESTRE.
CANDIDA. Hablaron, por supuesto, del precio, de la pieza
¿Qué d i c e s . . . . ? ¿Mi marido ha encargado una en que había de cenar, de los platos, de los vinos
cena en la fonda? y de los helados.

SILVESTRE. CANDIDA.
Sí, para dos personas, y íl ocho pesos por ¡Ingrato!
cabeza.
SILVESTRE.
CANDIDA. Y se marchó después por donde había veni-
¡Qué peso tengo en la mía! ¡Si me habr.1 en- do Yo, ya se ve, me figuré que serías tú la
trado jaqueca! convidada... y estuve para irme á dormir
pero no sé qué presentimiento me detuvo, y
SILVESTRE. quise ensayar si podría todavía esta noche al-
Yo estaba allí en un rincón refrigerándome un canzar la inefable dicha de verte, aunque fuera
Bi es, no es, y acabado de bajar de la diligencia.
ni travfe do tus cristales.... De ahí que, to- razón de estado, le he sido siempre fiel á mi ma-
mando la guitarra, y enjugándome la boca con rido.
unos cuantos tragos de chinguirito, vine, canté, y
lo demás ya lo sabes, si no te se ha olvidado SILVESTRE.
con el gusto que has tenido. No lo sé, pero me lo supongo Digo que no
lo sé, porque como me marché el día mismo ríe
CANDIDA. tu boda
Gusto y o . . . y diera en este momento cuanto
poseo por que te hubiera salido esta mañana en CANDIDA.
Río Frío una cuadrilla de ladrones, y te hubiera Y bien, mi mando me la pega
dejado en camisa.
SILVESTRE.
SILVESTRE. No es el primero.
¡Cándida! ¡qué profieres!
CANDIDA.
CANDIDA. ¡Oh! si Y me la pega Y quizas en es-
Sí, porque de ese modo no hubieras podido re- te momento ¿Qué hora es?
frigerarte en la fonda, y no hubieras allí descu-
bierto mi infamia y su traición. SILVESTRE.
Las diez menos tres minutos.
SILVESTRE.
Es verdad, si no hubiera "estado allí, nada hu- CANDIDA.
biera podido oir de lo que allí se hablé acerca de ¿Quieres acompañarme?
tu infamia y de su traición.
SILVESTRE.
CANDIDA. ¿A dónde?
Fero, pues ello ha sucedido, pensemos á lo
menos en mi venganza. CANDIDA.
A esa fonda de las Siete Cabrillas en donde
SILVESTRE. mi marido me quiere traicionar, según dicen en
Eso es, eso es, véngate, véngate. nuestra tierra.

CANDIDA. SILVESTRE.
Silvestre, no ignoras que aunque me casé por Y en donde antes quiere cenar
CANDIDA.
CANDIDA. ('
Conque así, vente conmigo.
Utia sobrina de mi marido, bastante bonitue-
la, y . . . .
SILVESTRE.
Reflexiona, prima del alma SILVESTRE.
¡Bonituela ! Entonces vamos á buscarla.. •
CANDIDA que yo después alquilaré al paso algún disfrar,.
¡Qué! ¿temerías acaso ?
CANDIDA.
SILVESTRE. Vamos, pues. (Vanse.)
Sí, y no por mí, que al cabo tengo este sable
con que poder defenderme y ofenderle; sino por
ti, víctima desventurada de la injusticin conyu- ESCENA vil
g a l . . . . porque si le sorprendemos y se enfada,
¿quién crees tú que pagará, tarde 6 temprano, su SALA DE UN CAFE: UN MOZO, D.
enojo? ROQUE Y Da. LUZ, VESTIDOS DI-:
. TURCOS.
CANDIDA
MOZO.
No importa sígneme.
Por a q u í . . . . este es el cuarto.... y todo l»i
tenemos listo para cuando usted diga que quie
SILVESTRE.
re cenar.
Pero repara al menos que no puedes ir en >»s«»
tiaje ni sola conmigo, por el maldito qué ROQUE.
dirán. Ahora m i s m o . , . . ¿No le parece á usted Liv
*>cita?
CANDIDA.
En cnanto á lo primero, no hay cuidado, pue» LUZ.
Rita y yo teníamos ya preparados nuestros dis- Nf. señor,
fraces para ir en casa de una amiga nuestra
ROQUE.
SILVESTRE. Sí, sí, cuanto más pronto mejor, para que po-
¿Quién es esa Rita? damos ir á buena hora ni baile del teatro.
30

MOZO. Sólo cuando tengo esta linda mano entre !¡«fl


Pues voy A subir In cena. mías... y cuando mis labios sellan en ella, co-
mo ahora, s u . . . (Va A besarla la mano.)

ESCENA VIH BONIFACIO.


(Desde un palco.) ¡Kh! eso no lo permitiré yo.
DICHOS, MENOS E L MOZO, Y LUE-
GO D. BONIFACIO, D. JUAN, Mr. JUAN.
PLATTOFF y Da. JOSEFA. (Desde una luneta.) Silencio.

(Los cuatro últimos personajes hablan, el pri- BONIFACIO.


mero, desde un palco, el segundo desde la lune- No, señor, no lo permito... No faltaba m á s . . .
ta, el tercero desde el" patio, y el cuarto desde Hasta ahí podían llegar laíT chanza*
la galería).-
JUAN.
ROQUE. Silencio Fuera.
Y bien, ¿no se quita usted la máscara?
PLATTOFF.
LUZ. (Desde el patio.) A la puerta.
Es que, el mozo va A volver, y . . .
BONIFACIO.
ROQUE. .
Es una picardía... una desvergüenza...
¿Y qué importa eso?
se falta así A lo que se ha contratado.
LUZ.
¡Oh! no, tengo mucha vergüenza Después JUAN.
que traigan la cena y se vaya me la quitaré. Cállese usted.

ROQUE. BONIFACIO.
Como usted guste, Lucesita mía. pero senté- Tiene razón ese caballero.... Cállense uste-
monos entretanto... a q u í . . . y yo A su lado de des y déjenme h a b l a r . . . . que no he venido ya
usted Ojalá no me separará nunca de él, desde Aguascalientes para que se me afrente
porque sólo A su lado de usted soy dichoso...! delante de tan respetable público porque han
30

MOZO. Sólo cuando tengo esta linda mano entre la»


Pues voy A subir In cena. mías... y cuando mis labios sellan en ella, co-
mo ahora, s u . . . (Va A besarla la mano.)

ESCENA VIH BONIFACIO.


(Desde un palco.) ¡Eh! eso no lo permitiré yo.
DICHOS, MENOS E L MOZO, Y LUE-
GO D. BONIFACIO, D. JUAN, Mr. JUAN.
FLATTOFF y Da. JOSEFA. (Desde una luneta.) Silencio.

(Los cuatro últimos personajes hablan, el pri- BONIFACIO.


mero, desde un palco, el segundo desde la lune- No, señor, no lo permito... No faltaba m á s . . .
ta, el tercero desde el" patio, y el cuarto desde Hasta ahí podían llegar luir chanza»
la galería).-
JUAN.
ROQUE. Silencio Fuera.
Y bien, ¿no se quita usted la mAseara?
PLATTOFF.
LUZ. (Desde el patio.) A la puerta.
Es que, el mozo va A volver, y . . .
BONIFACIO.
ROQUE. -
Es una picardía... uná desvergüenza...
¿Y qué importa eso?
se falta así A lo que se ha contratado.
LUZ.
¡Oh! no, tengo mucha vergüenza Después JUAN.
que traigan la cena y se vaya me la quitaré. Cállese usted.

ROQUE. BONIFACIO.
Como usted guste, Lueesita mía. pero senté- Tiene razón ese caballero.... Cállense uste-
monos entretanto... a q u í . . . y yo A su lado de des y déjenme h a b l a r . . . . que no he venido yo
usted OjalA no me separarft nunca de él, desde Aguascalientes para que se me afrente
porque sólo A su lado de usted soy dichoso...! delante de tan respetable público.... porque han
33

de saber ustedes que yo he tenido el honor, de JUAN.


nacer en Aguascalientes y que, de consi- ¿Por qué?
guiente, tengo siempre la sangre hirviendo
BONIFACIO.
Porque es mi mujer, en primer lugar.
JUAN.
JUAN.
Pero hombre, ¿qué nos importa á nosotros quo
¿Y qué más?
haya usted nacido en Aguascalientes, ni en
aguas frías? Lo que queremos es que se calle
BONIFACIO.
usted la boca, y que no interrumpa la represen-
¿Qué más? ¿Qué m á s . . . ? ¿Y qué no sobra
tación.
con e s t o . . . ? Bien se conoce que no es usted ca-
sado.
BONIFACIO.
Cuando ustedes s e p a n . . . .
JOSEFA.
(Desde la galería.) Se equivoca usted de me-
JUAN.
dio á medio.
Si no queremos saber n a d a . . . ¡Hay tal imper-
BONIFACIO.
tinencia! ¿Cree usted, acaso, que liemos paga-
¿Quién me ha desmentido por ahí ? Y ello
do nuestro dinero para venir íi oir vaciedades?
era voz de tiple, ó de pito, ó . . . .

BONIFACIO.
JOSEFA.
Tantas veces habrán ustedes pagado su di-
Porque es casado; sí, señor, y muy casado: el
nero y habrán obtenido el mismo resultado, que
día de Nuestra Señora de los Remedios hizo
ho sé por qué ahora lo extrañan ustedes y res-
trece años que mi Juan
p i n g a n . . . . Además de que, lo que yo tengo que
decir á ustedes está reducido á dos palabras,
BONIFACIO.
y son, que la decencia, la moral universal, el in-
(Saca un anteojo de larga vista.) Un momen-
terés privado, y quizá, quizá la tranquilidad pú-
to Hágame usted el favor de suspender un
blica, exigen imperiosamente q«e se impida por
momento su relación; porque esto de hablarse
todos los medios legales que aquel angelito que
sin verse siquiera las caras es cosa de mala
está allí, nnde en b'w « v arrumacos con crianza Ya puede usted soltar la sin hueso
nquella cristiana dV-nsa-la <!«• •,-.vcr. que está más
cuando g u s t e . . . .
nllá.
JOSEFA. la comedia, que ahora iba empezaudo precisa-
Decía, que mi marido Juau se casó conmigo mente lo más interesante.
lmce trece años poco más ó menos, un día de
Nuestra Señora de los Remedios; por sellas que BONIFACIO.
tronó mucho aquel día: aun algunos sostienen que Sí, lo más interesante para t i . . . . Como que
hubo su poquito de terremoto iba empezando la parte pantomímica.... ¡Qué!
no hay más que besarte la mano en mis bigo-
BONIFACIO. tes y sin guante todavía Pues hija, si
Ya la descubrí ¡l usted Tápalo, coquilicó este era el principio, hazme favor de indicarme
y guantes uegros Nariz proporcionada ¿cuál hubiera sido el postre, á no haberme yo
Ojos traviesos Y de treinta á treinta y cin- interpuesto?
co años bien conservados. Pues señora, me tie-
ne usted á sus pies y le doy á usted la enho- LUZ.
ra buena de que este caballero sea su marido, Anda, que siempre has sido y serás un celoso
y de que se llame Juan Y dígame usted, ridículo.
señora, ¿es Juan de Dios, Juan de Mata, Juan
Clímaco ó Juan Nepomuceno? BONIFACIO.
En cuanto á lo celoso no digo que no, para
JOSEFA. eso no tengo otra falta, pero en cuanto
Es Juau Evangelista. á lo ridículo, es una calumnia porque si
soy celoso, es cabalmente porque no quiero ser
BONIFACIO ridículo Lo que sí soy, además de
Pues señor Evangelista reconózcame usted ser celoso, es desdichado ¡Oh! ¡muy desdi-
también por su servidor y apasionado Yo me chado ! y lo soy desde que estaba en el vien-
llamo Bonifacio Sardina 1T mi madre era de tre de mi madre Pues aquí donde ustedes
Acapulco, de las familias de los Pámpanos me ven, he sido sietemesino Luego he pasa-
Familia muy conocida en toda la costa. do tres veces las viruelas Después me edu-
qué en un colegio de padres de la Misericordia,
LUZ. que me azotaban paternal y compasivamente por
Pero Bonifacio, ¿es posible que seas así? mañana y tarde En seguida he sido meri-
¿Qué tienen que ver estos señores con que tu torio de una oficina once años y cinco meses, sin
madre fuera un pámpano y tu padre una Sar- sueldo, y sin poder obtener jamás ninguna de
dina ? Cállate por Dios, y deja continuar las plazas que vacaban y me correspondían, por-
que siempre se atravesaba algún sobriuo del PLATTOFF.
«•untador ó algún primo de la comisaria que me" Me, signor Bonifacia, mua dice lo mismo que
las birlaban gracias á esa inmensa paren- este cabaliero.... Usté estar fú.
tela que tienen por lo regular todos los jefes de
oficina Y así, si yo fuera del Congreso, la.
BONIFACIO.
primera ley que iniciaba era la de exigir para
¿Mande usted?
ser alto funcionario.... y aun si ustedes me
apuran para ser tamb.éu mediano funciona-
PLATTOFF.
rio del Estado, el requisito indispensable de ser
Usted tener la testa loca.
antes hijo de la cuna 6 inclusero.

BONIFACIO.
JUAN.
¡La testa!
¡Jesús! ¡qué desatino ! ¿Qué se harían en-
tonces tautos pretendientes? PLATTOFF.
(Señalándose la cabeza.) Sí, signor la tes-
BONIFACIO. ta, la testa.
Como ellos fueran verdaderos pretendientes,
vería usted cómo ninguno de ellos conocía des- BONIFACIO;
pués quién había sido su padre ni madre. ¡Ah! usted quiere decir la cabeza.

JUAN. PLATTOFF.
Repito que está usted loco. Se sá il cabezo la testa ce tegal.

BONIFACIO. BONIFACIO.
¿Y usted, señor D. Juan, sabe por ventura
Y que la tengo trastornada
quién fué su padre?
PLATTOFF.
JUAN.
Ui, ui, üste tener la testa patas arriba.
Ciertamente que lo sé.
BONIFACIO.
BONIFACIO. Pues amigo mío, si yo tener la testa patas arri-
Pues no sería usted bueno por mi ley, ni para ba, como usted dice, yo añado que usted tener
ser siquiera oficial segundo primero de una es-
cribanía de vagos. GorosMz» —3
1'1 lengua patas abajo, ó usted uo ser «Ir; .-sta
tierra. BONIFACIO.
No, s o ñ o r . . . . Como en los padres de la Mise-
ricordia no se enseñaba mucha o r t o g r a f í a . . . .
PLATTOFF.
Certeneman Yo haber nacido en la R u s í . . .
PLATTOFF.
Es verdad, que ústedes en el Mecsicó llaman
BONIFACIO.
¿En dónde? á mon peis de otra m a n e r a . . . . Ustedes le dicen
Ruchia.... Rossia.... ó
PLATTOFF.
En la Rusf un gran peis muy léeos, muy BONIFACIO.
léeos 6 muy poderoso 6 fuerte Con se- ¿Rusia querril usted decir?
senta y diez millonee de hombres todos esco-
peteros é con una barba hasta aquí. PLATTOFF.
Ui, R u s i a . . . . Precisamente.

BONIFACIO. BONIFACIO
¡Qué me cuenta usted! ¿Conque, según' eso, usted es un ltusio?

PLATTOFF. PLATTOFF.
E dan mon peis cuando un macadero viene Yo lo creo bien.
como úste con tantas macaderias delante del
público, se le toma todo dulcemente, se le re- BONIFACIO.
gala con doscientos golpes de bastón en las do»
Y yo también lo c r e o . . . . porque si no fuera
plantas del pie, 6 se le envía & trabacar á las
usted lo que es, me hubiera usted dejado acabar
minas de la Siberla.
mi historia, y ya sabría usted el por qué no he
querido yo se continúe la pieza en los términos
BONIFACIO.
:
que iba.
No iré yo á su país de usted por si acaso,
JUAN.
PLATTOFF.
¿Conque no hay remedio? ¿Conque nos ha de
¿Usted no haber oído janiAs hablar de la
RUBÍ? embocar usted toda su vida y milagros, que que-
ramos ó que no queramos?
BONIFACIO. cualidades de mi mujer, no podía atinar para qué
Si, s e ü o r . . . . Y usted que me lia llamado loco, habíamos los dos nacido, ni para qué éramos los
y ese caballero Rusio que me ha llamado maca- dos á proposito: hasta que á los diez meses de
nero, y que me quería regalar á la moda de su casados, esto es, en el mes de octubre último,
peis, son lo» que más me hau puesto en la ne- quiso Dios que mi pobre Lucecita diese á luz tres
cesidad de justificarme. Ustedes, pues, tienen la chiquillos (Je un parto, como tres terneros. En-
tulpa, y cargarán con toda la responsabilidad. tonces vi el cielo abierto, y me dije:—Ea, Boni-
En cuanto á mi, me lava las manos, toso, me sue- facio, ya no tienes que apurarte, ya has dado en
no, continúo, y digo: Que cansado al cabo, el la dificultad; si Napoleón nació para ser el pri-
día de los santos Inocentes del uño de mil ocho- mero de los guerreros, tú has nacido para ser
cientos treinta y dos, de ser meritorio sin mere- el primero de los pobladores Y eres de consi-
cer nunca vacante alguna, renuncié en forma des- guiente mucho más recomendable que él
tino tan excelente: y después de haber lucha- Márchate, pues, con tu mujer á Texas: que te
do algunas horas eutre la idea de ahorcarme y vayan dando tierras á proporción de los hijos
la de casarme con mi actual mujer, de quien yo que te vaya dando tu Luz; y si continúa ésta á
estaba muy enamorado, escogí lo último de puro razón de tres ó cuatro cada diez meses, en po-
aburrido. ¡Y aquí fueron, señores, los trabajos! cos años te verás jefe patriarcal de una colonia
¡ Aquf empezaron las verdaderas penalidades! Mí que rivalizará con la de Austin, y quizá la me-
mujer no me trajo otro dote que una cara bas- terá un día en cintura. Dicho y hecho: reuní
tante agraciada, como ustedes verían si ella se al punto el poco dinero que me quedaba; esto
quisiera quitar la máscara; mucha virtud, gran- es, pedí lo que tenía aún que pedir á los pocos
des ganas de comer y un apetito desordenado á quienes todavía no había pedido nada, y me
por túnicos nuevos y peinetas de c a r e y . . . . Yo planté en México, con ánimo de solicitar del Go-
por mi parte no tenía sobre qué caerme muerto, bierno la concesión de las susodichas tierras, y
según ya he insinuado á ustedes: soy además una ayuda de costa para el viaje.
algo flojo, poco mafloso, y en extremo v a n o . . . .
D e ahf que, nadie sabe lo que me ha costado ef JUAN.
mantener mis obligaciones Hoy le pedía un Pues, señor buen viaje.
peso á Pedro, mañana se lo pedía á D i e g o . . . BONIFACIO.
Nunca se lo volvía á ninguno: y así he ido pa- Si, pero ya saben ustedes lo que es pretender
sando, con mil afanes, pero á lo menos con hon- en México, y cómo se van los días y las cuar-
radez y decoro. Lo peor era, que por más que me tillas Dos semanas me ha costado sólo el
examinaba á mi mismo, fi que discurría sobre las
43
domesticar al portero de la Secretaría par« que
me proporcionara el hablar con el Ministro, de BONIFACIO.
refilón, y al entrar ó salir de su despacho: ello No lo sería si no hubiera yo sabido contratar-
no hay duda que conseguí al cabo que me encu- l a . . . . Pero ahora van ustedes á oir las condi-
cliara S. E. con mucha atención, aunque sin ciones de su ajuste, y me dirán ustedes si en-
cesar de andar nunca, y que me respondiera con tiendo el negocio También he querido en mi
mucha afabilidad,—bien, bien, se le tendrá á contrato atar un poco las manos á estos señores
usted presente;—y ya ven ustedes lo que esto cómicos, porque se suelen entusiasmar algunas
significa en boca de 1111 Ministro. Desgraciada- veces en la escena y ya he dicho que soy al-
mente mi posadero no me ha querido por su pur- go celoso ¿Pero dónde diablos he puesto el
te tener presente si no le pagaba, y me ha estado contrato? ¡si lo habré perdido...! ¡Caram-
quemando la sangre por miserables veinticinco ba! pues sería chasco Y me podrían quizá
pesos que le debía. En este compromiso supe hacer droga de los veinticinco pesos Creo
antes de ayer que la Administración del teatro que es este No, que es la fe de bautismo
buscaba con empeño dos ó tres actrices nuevas de mi mujer, y la que no leo por no dar mal
que habían de salir en esta misma comedia qnn ejemplo ¡Qué gresca no se armaría si á to-
estamos oyendo, donde al autor se le ha anto- dos los maridos se les antojase después leer en
jado poner más mujeres que hay en el serrallo pflblico las fes de bautismo de sus queridas
del gran turco. Entonces me informé del Ad- consortes ! ¡Dios nos libre ! Se volvería
ministrador sobre lo que daría á cada una por el teatro una representación en miniatnra de lo
las tres funciones del Carnaval.—Veinticinco pe- que ha de pasar algfin día en el valle de Jo-
sos—me respondió lacónicamente, aunque con unn safat.—Pues señores, no encuentro el tal pa-
voz muy meliflua, porque el tal Administrador pelucho No lo encuentro, por vida mía
es un jovencito barbilampiño, á quien no le gus-
y si no lo he dejado por casualidad en el cama-
ta gastar mucha prosa.—¡Veinticinco pesos!—
rín de mi mujer, entonces lo he perdido sin re-
exclamé yo, y sin titubear ajusté á mi mujer,
medio. Así, permítanme ustedes que lo vaya á
que ha manifestado siempre mucha disposición
buscar, que no es cosa de juego perder vein-
para el teatro, y á la que, para ser buena actriz
ticinco pesos, después de tanto como me ha cos-
no le falta ya casi n a d a . . . Sólo tener memoria,
tado ganarlos. (Vase.)
saber hablar, entender lo que le dicen y mover-
se á tiempo.

JUAN.
Pues es una bagatela.
to de mi mujer Oigan ustedes Paso;
por supuesto, el introito, y voy al grauo. (Leyen-
ESCENA IX
do.)—Art. lo. No se obligará A mi mujer A que
aprenda nada de memoria.
DICHOS, MENOS DON BONIFACIO
ROQUE. ROQUE.
Pero D. Bonifacio....
(Al público.) Señores, la Administración del
Teatro se halla á la verdad sumamente cons- BONIFACIO.
ternada con lo que acaba de pasar Nunca (Leyendo.)—Art. 2o. No se quitará mi mujer
pudo figurarse que este buen hombre vendría la máscara.
con sus extravagancias ft interrumpir y á echar
A perder una representación escénica; sobre la ROQUE.
que tenia fundadas grandes esperanzas, y para Repare u s t e d . . . .
la que habla expendido cuantiosos desembolsos.
En parte, es una fortuna que estemos en Carna- BONIFACIO.
val, porque asi podrAn ustedes disimular mejor (Leyendo.) —Art. 3o. No abrirá mi mujer la
boca en la escena, sino para bostezar.
tantos desatinos Y con tal que ustedes se
hayan reído Pero la administración se en-
ROQUE.
cuentra ademAs en otro apuro, y es. que en
nuestros relojes son ya las diez y m e d i a . . . . y Por vida d e . . . .
aunque puede que adelanten un poco, siempre de
BONIFACIO.
todos modos es muy tarde para continuar la
(Leyendo.)—Art. 4o. No »e le dirá que ande, que
pieaa interrumpida, y . . . .
se siente ó qne se pare.

ROQUE.
ESrENA X Me quiere usted oir una palabra, señor D. Bo-

D. BONIFACIO POR LA ESCENA, Y BONIFACIO.


DICHOS. Ya poco falta. (Leyendo.)—Art. 5o. No se ges-
ticulará con mi mujer—Art. <¡o. No la íoniar.'.n
BONIFACIO. ni besarán mano, dedo, ni otra dependencia
Aquí estamos todos y aquí está el contra-
47

Buya.—Este es el artículo que se iba á violar ROQUE.


cuando yo reclamé sobre el proyectado óscu- ¿Y le queda á usted algo qué decir?
lo.—Art. 7o
BONIFACIO.
No, señor, porque ya creo haberme vindicado
ROQUE.
con estos señores por lu Intrusión é interrupción
Una sola palabra, por la Virgen.
que me había permitido en defensa de mis de-
rechos conyugales.
BONIFACIO.
ROQUE.
Ni por San José, hasta que yo acabe. (Le-
Pues ahora vea usted cómo compone este fre-
><ndo.)—Art. 7o. No se le hará gestos, ni se la
gado... puesto que usted es la causa primera de
hablará al oído, ni se acercarán á ella á menos
todo.
distancia que íi catorce pulgadas.—Art. 8o. y últi-
mo. Mi mujer se compromete por su parte á ha-
cer todo lo demás que no se reza en este contra- BONIFACIO.
to, y cuanto se la mande, con tal que se me con- ¿De qué fregado habla usted.?
sulte previamente, y que yo dé mi beneplácito,
recibiendo por tan laboriosas tareas, veinticin-
co pesos, un tarro de colorete, dos onzas de cas- ROQUE.
carilla, el traje, la máscara, las zapatillas, el cor- Que son las diez y media de la noche; que fal-
sé, medias, Ruantes, cintas, flores, alfileres, alhu- lan aun, diez y nueve escenas muy picantes pa-
cemas para zahumar el camarín, dos velas de ce- ra concluir la pieza, y que de consiguiente no
ra para alumbrarse, y un asiento de palco para hay tiempo para representarlas, á menos que el
mí desde donde la pueda ver y observar.—Fecha páblico no quiera retirarse á su casa entre cinco
en México, á 8 de febrero, etc., etc.—Siguen las y seis de la mañana.
firmas.
BONIFACIO.
Todo será que q u i e r a . . . . Pero parece que
ROQUE. ro; y así, se me ocurre una cosa, y es . . . Vea-
¿Acabfi usted ya? mos primero lo que se le ocurre á usted.

BONIFACIO. ROQUE.
En esto instante. Si á mi no se me ocurre nubi.
BONIFACIO.
guardacasa, y al ponerse A la mesa, entraban
Pues íi mi sf Oigame usted, pobre hom- Cupido, el sacristAn y el arlequín 6 en otros
bre Estos señores, ahí donde usted los ve, términos la vieja, la sobrina, y el primo subte-
no han venido por la pieza, ni les importa un niente Y allí los tienen ustedes, por mAs se-
bledo la p i e z a . . . . Valiente caso hacen ellos de ñas. en aquel bastidor. Pasen ustedes adelante,
las piezas A lo que han venido es á dos caballeros
cosas, para que usted lo sepa: la primera, íi
pasar dos horas lo menos fastidiosamente po-
CANDIDA.
sible, y la segunda, A ver la decoración nueva.
Amigo, eso es ya demasiado, y
En cuanto A lo primero, j a lo han conseguido,
y lo mismo se les da que sea con esto que con
SILVESTRE.
a q u e l l o . . . . Y por lo que respecta A lo segundo,
Cállate, por Dios, prima, porque sí no, no
cuanto mAs pronto satisfagamos su curiosidad,
acabaremos nunca.
mejor serA. ¿Qué falta, pues? Explicarles en
un credo lo esencial de esas diez y nueve esce-
BONIFACIO.
nas picantes, y que el apuntador pite en segui-
Cupido empezaba por llenar de desvergüen-
da. De uno y otro me encargo yo. (Al públi-
zas A Don Roque, y habla aquello de—pérfido...
co.) Señores: por supuesto que no han tomado
Falso Teniendo una mujer como la que tie-
ustedes al pie de la letra eso de las diez y nue-
nes La culpa me tengo yo, etc., etc.—D. Ro-
ve escenas porque A la verdad no eran tan-
que balbuceaba y la niña se reía; mí mujer bos-
tas Todo lo mAs que podían ser eran cuatro
tezaba; el subteniente se quitaba la máscara pa-
6 cinco Y lejos de ser picantes, como se ha ra retorcerse un poco los bigotes. Y aquí fué
dicho eran por el contrario, muy sonsas é in- Troya. Mí mujer reconocía entonces al subte-
sípidas créanme ustedes A mí Así, na- niente por uno de sus antiguos admiradores.
da han perdido ustedes con que no se represen-
ten. Se reducían A que estos dos enamorados
LUZ.
se requebraban un rato con todas las insulse- A quien conocí y amé en C u e r n a v a c a . . . .
ces de ordenanza porque no he visto'gente
que se repita mAs que los tales amantes, en el
BONIFACIO.
teatro y fuera de él No salen nunca de ¿Cómo es eso? ¿Que le conociste y que le amas-
conjugar el mismo verbo Te amo. me amas, te?
te amaré, me amarAs, te amé. me amabas, v LUZ.
vuelta A empezar. Luego traían la cena del Así lo dice mi papcL
los veinticinco p e s o s . . . . que no los he robado
por cierto. Vete, Luz. Buenas noches, señores.
¡Caramba! que creí que hablaba de v e r a s . . . .
No gana uuo para sustos en este maldito teatro. TODOS.
Couque, como iba diciendo, mi mujer reconocía Buenas noches, D. Bonifacio.
al subteniente; el subteniente reconocía A mi mu- (Vanse todos, y cambia la decoración en la del
jer: D. Roque tenía celos del subteniente: éste baile.)
los tenía de D. Roque: Doña Cándida los tenía
de los tres; y la niña no los tenía de ninguno.
Vean ustedes qué zambra. De ahí quejas, re-
convenciones, sarcasmos y todo lo que se sigue,
hasta que el autor se cansaba al cabo, los re-
conciliaba por ensalmo, y los enviaba A concluir
la noche al baile del teatro. (A los actores) ¿No
era esto, caballeros?

ROQUE.
¿Qué había de ser ? Ni por pienso.

CANDIDA.
Eso era, poco mAs 6 menos.

TODOS.
Si No Eso era No era eso.

BONIFACIO.
¿Lo ven ustedes?... Todos están conformes en
que lo he explicado muy bien Y, el público
ha quedado tan enterado como satisfecho. Ea,
D. Marianito, pite usted ahora, y hagan todos
como que bailan y se divierten mucho... para
que la ilusión sea completa, y para que yo ten-
ga tiempo de ir entretanto á la contaduría por
Carolina de Neris, viuda joven.—Eduardo, ahi-
jado de Carolina.—Ohunjpetlú, .fd de íd.—D. Yor-
dy, administrador de id.—Cecilia.
A C T O UNICO
ESCENA I
El teatro representa la «ala de uua cfisa de cam-
po, con una puerta en el fondo y dos latera- • (Yordy cerca de la mesa hablá con Cecilia, que
les. A los fados de íquélla, ventanas con per- está cociendo, y Champenú de pie en el foro,
sianas, nna de Itís cuales estrirá entreabierta. A con una talega de dinero debajo del brazo.)
la izquierda del actor unií mesa con todo lo ne-
cesario para escribir, y una salvilla con un va- »' • ^ • J1. i** • ' • /' * í*1» ./líW'rí.ir»
so de agua. Á la derecha tina tóesita redon- YORDY.
da, sobre la cual habrá dos raquetas y dos vo-
lantes. ¿Dices, Cecilia que Eduardo corría esta maña-
na tras de tí en el jardín?

CECILIA.
Sí, hermano.

YORDY.
í.Qud te abrazó?

CECILIA
Creo que sí.

0 0 1 952
CHAMPENU.
¿Dos reces? Hace dos horas que me dice usted lo mismo.
Si yo viniera á pedir dinero, en hora buena, pero
CECILIA. como es al contrario, que lo traigo
No s e no las c o n t é . . . . Sólo tintaba «le de-
fenderme, y YORDY.
Ya lo sé tu última r e n t a . . . . Voy á po-
YORDY. ner el recibo (Se pone á escribir.) ¿No son
¡Ah pícamelo! Apenas tiene diez y nueve años, tres mil francos? •
y atreverse ya á abrazar á la hermana de un
procurador y de un procurador de Senlis... CHAMPENU.
Si lo hubiera hecho estando en París, no sería SI, señor. ¿Y. por qué no recibe la señora el
raro; se ven allí tales c o s a s . . . Pero hoy mismo dinero como antes?; con ella se despachaba más
tendremos cuidado de avisárselo á su madrina. pronto.
' -Mii—--tu. a:. • •.«K¡tt>; na » vJ' •"'•'•
CECILIA. YORDY.
Si hablas de eso ¡V la señora de Nerís, no te Porque soy su apoderado.-.. ¡Toma el recibo.
volveré á decir cosa alguna no quiero qne ¿Y los tres mil francos?
• >
p»r causa mía regañen íi Eduardo; pues si me
abrazó f u é sin mala intención. Ya se ve. es tan CHAMPENU.
aturdido que nnnca sabe lo que hace. Aquí están. (Pone el talego sobre la mesa.)

YORDY. YORDY,
¿Lo crees asi?
Bueno: yete.

CHAMPENU. CHAMPENU.
\ amos, señor, que hace ya un gran rato ( Acer- No: es menester que yo hable á la señora.
cándose.) que estoy aqnl aguardando.
YORDY.
YORDY. No está visible : ¿Pero qué teuéis que de-
¿Y qué importa? No es esa tu obligación? Ya
voy. cirla ?

CHAMPENU.
Ese es asunto mío, que sólo á mí me interesa.
Y usted, señor Administrador, que tan orgulloso ra tomar con usted cierto tono insolente el
se muestra ahora conmigo, mudarla bien pronto que Hsted toma conmigo, verbigraciu.
de tono si supiera quién soy.
YORuY.
YOIIDY. ¿Qué quieres decir con eso?
¿Pues quién eres t ú . . . . ? Champenú, un arren-
datario de la señora.
CHAMPENU.
Y'a sé que es coutra los intereses de usted:
CHAMPENU. ¡pero cómo ha de ser! la caridad bien ordena-
Lo que quiero decir no tiene relación con mi da Y luego que no me lo cogeré todo
profesión, sino con mi nacimiento. Por s u p u e s t o . . . . Que todo el muudo viva
y usted también. Agur. (Vase.)
YORDY.
¡Tu nacimiento ! ¿Eres acaso más que. uu
triste hijo de un antiguo guardabosque? ESCENA JI
CtíHí»i
CHAMPENU. YORDY Y CECILIA.
Puede ser; pero hay otro título que usted se
alegraría de t e n e r . . . . y q u e me relaciona con
la señora: título que podría yo decir, y que no YORDY.
diré sólo por enseñar á usted
¡Habrase visto semejante impertinencia! Has-
ta estos rústicos palurdos se atreven hoy íí ra-
YORDY.
ciocinar.
Entonces déjame en paz y vete á pasear.
CECILIA.
Es verdad, si ya no hay rústicos. (Levantán-
CHAMPENU.
dose.)
l a se ve que podría pasearme si quisiera:
pero prefiero irme ahora á alcorzar, porque ten- YORDY.
go derecho para almorzar aquí, si señor se- No los hay, por lo menos en las inmediaciones
pa usted que soy de casa, y que deben recibir- de las grandes ciudades, y hoy haj por desgra-
me, y acogerme en ella con miramiento. Mi tí- cia demasiados en Francia: nsí, mientras no se
tulo me da derecho para, tt^er orgullo, y aun pa-
supriman a l g u n a s . . . . Pero volvamos á nuestra YORDY.
conversación. Ya estás, hermana, en edad de ca
Sí: quisiera casarme con algún millón.;.. To-
sarte.
davía hay algunos por casar. Esto me propor-
cionaría «demás los medios de establecerte Mi-
CECILIA. ra, mira este magnífico palacio situado á doce
Si, hermano.
leguas de la capital; mira este parque hermoso,
estos bellos juegos de agua, esta habitación dig-
YORDY. na de un príncipe; ¿no te parece que todo esto
Pronto necesitarás un esposo, ó lo que es lo convendría muy bien á un procurador que se re-
mismo, un dote; porque, ahora, tanto en la. tira de los negocios?
provincias como en París, no se separa lo uno
«
de lo otro.
CECILIA.
¡Cómo! ¿Tendrías proyectos acerca de mada-
CECILIA. ma de Neris? Una viuda de diez y nueve años,
¡Quién s a b e . . . | Ahí está el señor Leonardo, viva ligera, caprichosa....! y sobre todo, muy
tu primer escribiente, que quizá ^ contetaría rica.
con poco.

YORDY. YORDY.
¡Cómo! ¿Leonardo dices? Por eso precisamente. Hija de un grau fa-
bricante y viuda de uno de nuestros principales
CECILIA. capitalistas: madama de Neris reúne una fortu-
Hablo en general. na tan considerable, qne ella mifcma no sabe á
lo que monta. Sólo la administración de sus
YORDY. bienes requiere un trabajo inmenso. Sin embar-
Espero, en efecto, que con él nada hay de go, ella no piensa sino en divertirse, y nada hay
particular, porque me interesa tu bienestar fu- que la fastidie tanto como que le hablen de ne-
turo. La prueba es que te daría de buena gu- gocios. Por lo mismo no le hablo yo de otra
i a un dote, porque soy buen hermano, v por- cosa en todo el día.
que e procurador * mn, ^
desgracadamente necesito mi dinero n i r „ CEGIL1A.
una especulación que m e d i t o . . . . Un casamiento Lindo modo de enamorarla.
CECILIA.
¡Qué: ¿Te casarías tíi por ventura? YORDY.
¿No ves, tonta, que eso la incomoda, y que
tendrá al cabo qué casarse conmigo para hacer-
me callar, y para que su marido Ja desembara- acaba de llegar sin q U e nadie le haya con vi-
ce de su administrador? Ella tal vez podría des-
confiar de un seductor que tratase de agradar
le; pero yo al contrario, tengo la prudente pre-
CECILIA.
caución de quererla conquistar á fuerza de fas-
¿Qué mal hay en eso? Un ahijado puede venir
tidiarla.
" casa de su madrina sin necesidad de convite.

. CECILiA. YORDY.
¿De conquistarla a fuerza de fastidiarla? Sí, pero cuando el ahijado y la madrina son
cas. de una edad, cuaudo apenas tienen los diez
YORDY. y nueve afios
De ese modo me prometo que no teudré ri-
vales.
CECILIA,
¡Qué, recelas....!, ¿del hijo de un soldado,
CECILIA. de un pobre huérfano, que l.js antiguos señores
¡Qué sé yo!; ¡hay ahora tanta concurrencia en de la casa recogieron é hicieron educar á sus
el género fastidioso ! expensas?
i.y.Luyíí/ •
YORDY. YORDY:
De ahí que haya yo tenido buen cuidado de Ciertamente que no; pe^o es un atolondrado,
sacarla de París, aconsejándole que se viniera un atrevido, que apenas ha salido del colegio y
aquí, donde le bago la corte solo y con más ya se burla de m í . . . . No sé cómo se educa hov
facilidad. la juventud.
/<1)!<> /
CECILIA. CECILIA.
Lo cierto es que ayer en todo el día no hizo Aquí viene madama de Neris y trae un libro
más que bostezar. en la m a n o . . . . y bosteza lo mismo que ayer, á
lo que reparo.
YORDY.
Excelente síntoma, esa e s la base (Alegre.) YORDY.
principal de mi sistema. Lo único que me in- Tai vez piensa en mí: el momento es favorable.
comoda es el joven Eduardo su ahijado, que Déjanos. (Yase Cecilia.) •
65

YORDY.
ESCENA III Muchísimas gracias.... (Recorriendo los pa-
Peles.) Aquí hay varias cuentas que queWa pre-
D I C H O Y CAROLINA. sentar a usted para su aprobación.

• CAROLINA.
¿Ron muy largas?
CAROLINA.
jQué paseo tan insípido! ¡Este parque es tan
grande y tan triste! ¡Tudo lo que se lee en él YORDY.
parece tan fastidioso ! y sin embargo, lo
que leo es una novela nueva que hace .mucho Nos ocupará ti dos ó tres horas cuando más, -
ruido.
CAROLINA.
lAyJ
YORDY
¿Me permitirá usted, señora que le presente YORDY.
mis respetos? •Cortijo de Hotorive. Simón su arrendatario no
Pagaba sino seis mil francos, y le he aumentado
CAROLINA. a la renta una cuarta parte.
¿Usted aquí Yord.v?, ¡ Ah! Venga usted, ven-
ga en mi auxilio No me abandone ust.yj, CAROLINA.
porque ya ni sé qué hacerme, ni cómo matar ¿Le ha aumentado usted la cuarta parte' ¿Y
el tiempo. t** »lué? Simón tiene una hija muy bonita, que
>ne trajo leche esta mañana, y sería lástima pa-
YOItDY. gárselo en esta moneda.
Me pareció que anoche, nuestra conversación,
y las cuentas de Jos arrendamiento? importuna- YORDY.
ban á usted de tal modo q u e . . . . Sí Margarita, la que está reñida con su no-
Vio Julián.

CAROLINA.
No le hace; cualquier cosa es mejor que abu- CAROLINA.
rrirse una sin saber por qué A lo menos, ;Margarita está reñida con su novio! Pues yo
cuando está usted delante, hay siquiera un moti- me encargo de reconciliarlos. ESo me ocupará
vo un motivo suficiente. ' 10 m e n o s n n a mañana, y á usted se lo deberé.
Es más divertido hablar de asuntos serios que
lo que yo me figuraba Y después tendremos CAROLINA.
boda en la Aldea, gran comida, baile Repito ¡Do tais camelias! ¡Será posible! Todo se lo
que todo esto es muy divertido Y yo co , P ^ o ' ^ o , Pero que haya hollado mis po-
hozco alguno que cuando lo sepa se pondrá muy bres camelias, unas flores tan hermosas que re-
contento, b a b a yo para hacer con el.as una g u a r í !
ctén porque no sabe usted, Yordv, lo linda
ue es una guarnición de flores naturales, y en
YORDY.
i Quién? particular de camelias, de rosas del Japin .
nada hay más precioso. Son el emblema virginal
ae la mas pura inocencia.
CAROLINA.
Eduardo, mi ahijado, á quien gusta tanto el
taile Voy A escribirle que se venga. YORDY.
* como fila, muchas veces no duran más que
lo que dura el baile.
YOR0Y.
No es necesario, que ya está aquí acaba
de llegan CAROLINA.
El caso es que cuando se ha logrado el objeto,
consuela uno después pensando en lo pasa-
CAROLINA
¡Sin mi permiso! de^emn'0 ' " T f • ^ ^ 86
antes
8e empezar el baile, entonces es doble chasco.

YORDY. YORDY.
Está desde esta mañana en el parque con la Usted, (¡ene, señora, demasiada indulgencia con
escopeta on la mano, haciendo una carnicería en ^ e joven, y s ¡ y 0 n o temiera enfadarla 1c di-
está maRí,n
liebres y faisanes. , " sorprendí yo mismo co-
'nendo tras de mi hermana y abijándola.
JA ROL IX A.
¡Oh! ¡Qué maldad! Que venga inmediatamente. CAROLINA.
¿Dé veras? Pues esas no sou rosas del Japón.
¿ V s
YORDY. hnd»? r W . S U i h a alIf- no le dijo
hada? Lo s i e h t o . . . . Y no se debe permitir, A
Está ya muy lejos S e fué al galope por
I® " '" ,a " n j ° V e n <l"e «ale del colegio y que
i-ntre los acirates de tulipanes y camelias. debía pensar más que en sus l i b r o s . . . . V*.
H> pierda usted cuidado I-e voy ít reñir se- YORDY.
Si aun no hemos principiado
veramente Asi me distraeré un poco.

YORDY. CAROLINA.
Si usted empieza por predicarle, y acaba siem- Al cabo me veré en la necesidad de tener que
pre por jugar con él, ¿cómo,quiere usted regalar A usted todos mis bienes para no oir hablar
siquiera de ellos.
CAROLINA.
No se puede estar regañando toda la vida. YORDY.
Si yo los aceptara, entonces, sería con la
YORDY. condición de participar de ellos con usted.
En hora buena; ¿pero todos esos favores que
usted le dispensa, los merece acaso? Al cabo CAROLINA.
es preciso considerar que no es mfts que el hijo ¡De v e r a s . . . . ! ¡Qué gracia! (Riendo.) Y la
de un idea es original por vida mía. Sabe usted, Yordy,
que cuando usted quiere es muy amable?
CAROLINA.
De uli militar que murió de sus h e r i d a s . . , . YORDY.
jAh, señora!
Era la deuda de la patria, y mi padre quiso en
cargarse de pagarla. Apenas tenía yo cinco ó
seis años, cuando mi padre mandó que yo fuese CAROLINA.
la madrina de un huérfano tan joven como yo, Darse una misma en pago A su administra-
queriendo enseñarme, con una orden tan precio- dor ! Yaya, que por lo menos es cosa nueva:
sa, que en todas las edades hay desgracias, y y no creo que se podría usted quejar de los emo-
que en todas se deben socorrer. lumentos.

YORDY. YORDY.
Ciertamente fué muy bien hecho; pero olvida- (Con viveza.) Ciertamente que no; y si usted,
mos las cuentas. «ñora

CAROLINA.
¡Cómo! ¿qué no Se han acabado?

Go rostí za —5
Bar que me corresponde; ¿no hago bien madri-
ESCENA IV na? (A Yordy,) porque esta señora es mi madri-
na, para lo que usted quiera mandar.
DUCHOS Y CHAMPENU.
YORDY.
¡Cómo, señora!, este es otro ahijado! ¿Pues
CHAMPENU. cuántos tiene usted?
Es preciso ser justo, he almorzado canónica-
mente.
CAROLINA.
Muchos; pero creo que pocos tengo tau espi-
YORDY.
g a d i t o s . . . . ¡Pobre Champen«! (Dándole un gol-
¡Qué desgracia! ¿Aparecerse ahora este bru-
pecito en la cara.) qué lástima que tenga tina
to cuando el momento era tan propicio? (A
cara tan abobada!
Champen3.) ¿Quién te ha permitido entrar aquí?
¿Qué te trae?
CHAMPENU.
¡Qué amable es usted, madrina! (A Yordy) y
CHAMPENU.
no como usted, que siempre tiene un gesto de
Ya sabrán lo que me trae; pero no será usted. cirujano dentista.

CAROLINA.
¡Ah! es Champenú. Buenos días. CAROLINA.
¿Espero que comerás aquí?

CHAMPENU.
CHAMPENU.
Buenos días, madrina. (Más alto y con afecta-
Oh, sí, madrina; ya he empezado, y acabo
ción.) Buenos días, madrina.
de almorzar sin cumplimientos,-y sin andarme en
remilques.
YORDY.
¡Sn madrina! (Admirado.)
CAROLINA.
¿Cómo es eso?
CHAMPENU.
Sí, señor administrador; y pues que ya se ha
CHAMPENU.
declarado mi incógnito (Pasa delante de Yor-
Porque he comido de todo lo que había
dy y va cerca de Carolina,) tomaré ahora el lu-
en lo que hice bien, ¿no es verdad, madrina?
CAROLINA.
Ciertamente. ESCENA V
CHAMPENU.
DICHOS, MENOS YORDY.
¿Lo oye usted? Conozco mis derechos y prerro-
gativas. Siempre he oído decir que un padrino
y una madrina eran como el padre y la madre CHAMPENU.
del niño, A quien servían de tales. Entonces yo ¡Y se lleva el talego !, y va A dar una
soy, como quien dice el niño de la casa y vuelta por sus cortijos ! ¿Madrina, lo ha oí-
do usted? Va A dar una vuelta por sus corti-
CAROLINA. jos! ¡Qué!, ¿tiene algo que ver con ellos? ¿Le-
Exactamente ¿Y cómo van los negocios? tocarA algo? Si fuera ahijado de usted, como yo,
ó como Eduardo, A quieu acabo de encontrar,
CHAMPENU. entre paréntesis
;Ah!, madrina, hay muchas novedades, muchas
variaciones, que van A asombrar .A usted, y so- CHAMPENU.
bre eso quería yo hablar precisamente (Mi- ¿Lo acabas de ver?
rando A Yordy) y en particular.
CHAMPENU.
YORDY. Sí, señora, y vestido como un príncipe; por
Eso es decir que me vaya. mAs señas, madrina, que eso 110 le hace A usted
mucho honor.
CHAMPENU.
Yo no fuerzo A nadie; pero al buen mtende- CAROLINA.
dor Conque vaya Usted con Dios. (Quitándo- ¿Por qué?
se el sombrero.)
CHAMPENU.
YORDY. Porque yo que soy ahijado de usted como
Ya comprendo, y cedo el lugar al niño de la Eduardo, voy de chaqueta y zapatones: porque
casa. (A Carolina.) Voy A dar una vuelta por él come con usted en la mesa: y yo lo hago des-
nuestros cortijos, y volveré para la hora de co- pués en la ante cocina: porque si bien es verdad
mer. (Coge el talego y vase.) que yo cómo tanto ó m&s que él, también lo es
que siempre cómo una hora mAs tarde; porque
Tí 75

todas estas preferencias, madrina, como son en CHAMPENU.


mi ti a fio, me temo que la van á desacreditar á S e ñ o r a . . . . pero eso no tiene gracia, porque
usted tarde ó temprano con las gentes que pien- como mi padre era mi padre, y yo era su hijo
san bien.
único, no pudo dejársela á ningún hermano
mío.
CAROLINA.
No lo temas, lo que sí veo con disgusto e s CAROLINA.
que resientes tu poquito de envidia de lo que yo Es verdad. (Sonriéndose.)
bago por Eduardo y que....
CHAMPENU.
También, si vamos á eso, soy heredero de mi
CHAMFENU.
primo Tomás, uno de los labradores más aco-
¡Yo! ¡Madrina! ¡Envidia yo! Jesús, no lo crea
modados de estos contornos.
usted, ni por p i e n s o . . . . Ya sé yo también que
Eduardo es hijo de casa, que es casi mi berma-
no, y por lo mismo no le quiero mal. Todo lo CAROLINA.
contrario. Verdad es que yo 110 quiero mal á nu- ¡Ah! sí; del honrado Tomás, aquel antiguo sol-
die, sobre todo si no tienen sobre que caerse dado, que fué padrino de Eduardo y mi com-
muertos. padre. ¿Cómo está el buen Tomás?

CHAMPENU.
CAROLINA.
¿De veras? Para servir á usted madrina Hace ya un
año que murió.

CHAMPEN!*« CAROLINA.
Es que soy muy amigo de la justicia, y no fin- ¡Dios mío! ¡U11 año ya! Cómo se pasa el tiem-
agrada ver que otro esta mejor vestido que yo
po ! Ya se ve, he estado tantos años en Pa-
<1 que es más rico.
rís q u e . . . ¡Pobre Tomás! Parecía todavía joven.

CHAMPENU.
CAROLINA.
No se puede decir que era viejo; pero había
Sin embargo, tú tienes lo que necesitas. Tu empleado bien su tiempo había servido en el
padre te dejó á su muerte una buena haci«n<l:», ejército con el padre de Eduardo y cabal-
}•
mente tiene relación con su muerte mi visita de

*
hoy. Madrina, quería consultar cou Uü. sobre un
asunto, y es. que bace algunos meses registran- CAROLINA.
do sus papeles, encontré uuo que me dicen es ¡Y bien!, ¿qué condición?
su testamento, y en el cual deja todos su bienes
que ascienden á tres mil seiscientos cincuenta
francos de renta en buenas tierras, fi su ahijad«, CHAMPENU.
Eduardo. Y bien, para impedir, como iba diciendo, sus
despilfarres y calaveradas, 110 le dejó su heren-
cia sino con la condición expresa de que se ha
CAROLINA,
de casar antes de cumplir los diecinueve ailos.
i Y no me lo habías d i c h o . . . ! ¡Conque Eduar-
do, que por orgullo no quería ya recibir nada
de mí, tendrá en adelante con qué vivir decen- CAROLINA.
temente independiente! ¡Cuánto me alegro' ¡Es Eso 110 puede ser.
tan buen muchacho! ¿Pero ahora que me acuer-
do, sabes que á tí, que eras el heredero natural, CHAMPENU.
te debe haber apesadumbrado este suceso? (Dándole unos papeles.) Véalo usted. Y como
por desgracia, Eduardo tiene ya diecinueve años
CHAMPENU. cumplidos, resulta que se quedó sin la herencia,
En verdad que no: no tengo tan mal corazón: y que ésta me corresponde á mí.
además, un padrino Ó una madrina pueden dejar
cuanto quieran á un ahijado. En este particular CAROLINA.
deben tener carta blanca, y aun abusar de ella. ¿Así lo crees tíi?
Lo que sí siento es que mi primo en su testa-
mento pusiera cierta condición.... CHAMPENU.
Lo mismo que creo el Credo. Cumplió los 19
CAROLINA. años en el mes de enero último, porque nació,
¿Cuál? según él mismo dice y todo el lugar sabe, el pri
mer día del año, época bien notable, y como es
CHAMPENU. tamos en septiembre
Temiendo sin duda que su ahijado gastara
alegremente lo que á él le había costado tanto CAROLINA.
adquirir.... Porque el tal ahijado es un bribon-
Pues si no es más que eso, consuélate. Eduar
zuelo, eso es otra cosa, que no trata mas que- do no tiene todavía la edad que piensas.
de cortejar m a d a m a s . . . .
CHAMPEND. CAROLINA.
¡Cómo que no! ¿Conque no nació el día de año ¿Por qué?
nuevo ?

CHAMPENU.
CAROLINA. Porque en estas aldeas, tan luego como una
Sí, pero cuando nació, regía en Francia el muchacha hace su primera comunión, lo primero
Calendario Republicano, y el año empezaba en- que procura es habilitarse de amante ó de mari-
tonces el 22 de septiembre, y se llamaba este día do, cuando no afianza á un tiempo dos cosas;
el primero del mes Vendimiér. y así....

CHAMPENU. CAROLINA.
¡Esta es otra!
¡Calla!, ahora se me o c u r r e . . . . Esta Cecilia...
La hermana de mi Administrador, que es muy
CAROLINA. amable, muy bien e d u c a d a . . . .
1 como según tu cálculo, estamos á principios
de septiembre, le falta aún cerca de medio mes
CHAMPENU.
para poder casarse. (Le vuelve los papeles).
Sí; ¿pero querrá Eduardo? ¿Será feliz con ella?;
porque esto es lo esencial, madrina, y cuidado
CHAMPENU.
Pues señor, no vuelvo á creer en nada, y no vaya usted á equivocarse porque
menos en el Calendario. Vean ustedes, qué ani-
mal será este Vendimier, que no se halla ea CAROLINA.
mi A l m a n a q u e . . . . ! Si yo lo hubiera sabido no Dicen que esta mañana corría tras de ella.
hubiera venido hoy. y que la a b r a z ó . . . . lo que prueba, siendo cierto,
que....
CAROLINA.
(Pensativa.) Quince días no más para casar- CHAMPENU.
le ! No hay tiempo que perder. Pero, ¿en dón- Que corría tras ella, y que la abrazó; uo
de se encontraría una novia tan pronto ?; prueba otra cosa.
sobre todo, aquí
CAROLINA.
CHAMPENU. Puede también indicar que la a m a . . . Espera
Mucha habilidad se necesita para encontrarla un momento. (Se sienta y escribe.)
aquí de repente.
CHAMPENU.
¡Qué desgracia! Encontrar ya una uoviu co- E S C E N A VI
mo llovida del cielo!; aunque no es ella lo que
más me incomoda, sino ese maldito Vendimiér. CAROLINA, Y A POCO EDUARDO
Han hecho bien en borrarlo del Almanaque;
pero debían haberlo hecho a n t e s . . . . ¿Y qué no CON AVIOS DE CAZA.
se podría con una buena protección ¿Díga-
me usted madrina, usted que visita señoronas y
que conoce á los Ministros.... CAROLINA.
¡Pobre muchacho! ¿Qué no querría casarse?
CAROLINA. (Se oye un tiro de escopeta.) ¡Dios mío! ¿Qué
(Escribiendo.) Déjame. es esto?

EDUARDO.
CHAMPENU.
¡Qué siniestro es el destino para los pobres! (Dentro.) ¡Trae, trae, majadero! ¡Jestis! Mi
Estoy cierto de que si tuviera yo mucho dineiv. madrina! (Sale: pone la escopeta junto á la »•-.•n-
conseguiría que Vendimiér cayera en enero co- tana.)
mo marzo en Cuaresma.
CAROLINA.
CAROLINA. Sí, señor; yo soy, y estoy muy disgustada con
Toma, busca á Yordy y entrégale esta carta usted, muy enfadada. ¡Asustarme de ese modo!
para que venga al instante á traerme él mismo
la respuesta. Aprisa, corre, ¿no lo oyes? EDUARDO.
Perdone usted, madrina creía que todavía
CHAMPENU. estaba usted durmiendo.
(Sin moverse.) Sí, madrina.... y a corro..
¿Pero está usted bien segura de que Eduar- CAROLINA.
do ? ¿Y por eso dispara usted su escopeta casi en
mi mismo aposento?
CAROLINA.
EDUARDO-
(Con enfado.) Vete pronto. (Viise Champenú.)
No hay duda que hice mal; pero es tan difí-
cil contenerse á la vista de una codorniz, eme
CHAMPENU.
¡Qué desgracia! Encontrar ya una uoviu co- E S C E N A VI
mo llovida del cielo!; aunque no es ella lo que
más me incomoda, sino ese maldito Vendimiér. CAROLINA, Y A POCO EDUARDO
Han hecho bien en borrarlo del Almanaque;
pero debían haberlo hecho a n t e s . . . . ¿Y qué no CON AVIOS DE CAZA.
se podría con una buena protección ¿Díga-
me usted madrina, usted que visita señoronas y
que conoce á los Ministros.... CAROLINA.
¡Pobre muchacho! ¿Qué no querría casarse?
CAROLINA. (Se oye un tiro de escopeta.) ¡Dios mío! ¿Qué
(Escribiendo.) Déjame. es esto?

EDUARDO.
CHAMPENU.
¡Qué siniestro es el destino para los pobres! (Dentro.) ¡Trae, trae, majadero! ¡Jestis! Mi
Estoy cierto de que si tuviera yo mucho diuer-, madrina! (Sale: pone la escopeta junto á la »•-jn-
conseguiría que Vendimiér cayera en enero co- tana.)
mo marzo en Cuaresma.
CAROLINA.
CAROLINA. Sí, señor; yo soy, y estoy muy disgustada con
Toma, busca á Yordy y entrégale esta carta usted, muy enfadada. ¡Asustarme de ese modo!
para que venga al instante á traerme él mismo
la respuesta. Aprisa, corre, ¿no lo oyes? EDUARDO.
Perdone usted, madrina creía que todavía
CHAMPENU. estaba usted durmiendo.
(Sin moverse.) Sí, madrina.... y a corro..
¿Pero está usted bien segura de que Eduar- CAROLINA.
do ? ¿Y por eso dispara usted su escopeta casi en
mi mismo aposento?
CAROLINA.
EDUARDO-
(Con enfado.) Vete pronto. (Váse Champenú.)
No hay duda que hice mal; pero es tan difí-
cil contenerse á la vista de una codorniz, eme
CAROLINA. me gustan las adulaciones, en particular cuando
¡Maldita caza! ¡Diversión más tonta! Y por estoy enfadada. De todos modos, repito que me
lo mismo que á mi me enfada ha de estar us- enojaré de veras si vuelve usted á correr en el
ted todo el día con la escopeta al hombro bosque contra mi voluntad Vea usted el es-
Vaya, es preciso que estos hombres tengan muy tado en que se halla Estropearse y fati-
mal corazón para entretenerse en matar unos garse así Vaya, tome usted este pañuelo y
pobres animales que ningfin daño les han he- limpíese el sudor.
cho! ¿No serla mejor que se estuviesen en casa
y se entretuvieran de cualquier otro modo? Te-
EDUARDO.
ro no señor, lo que importa es cazar desde que ¡Ah! (Toma el pañuelo y lo besa.;
amanece, y más que para ello haya que estropear
todo mi parque y que hollar mis pobres came-
CAROLINA.
lias, unas flores que estaban reservadas para mi
(Quitándoselo con violencia.) No le daba yo á
propio adorno.
usted el pañuelo para eso Y no puedo per-
mitir por cierto, semejantes libertades. Abusa us-
EDUARDO. ted de mi bondad, Eduardo. Pero pase por esta
¡Válgate Dios! ¿Y yo he hecho todo eso? vez con tal que no vuelva á suceder.

CAROLINA. EDUARDO.
Sí, señor, y sepa usted que no me ha caído en ¡Ah! ¡Madrina! Conozco todo lo que debo á
gracia Vamos, ¿qué hace usted con los ojos usted; sólo tengo un sentimiento, y es, que no
bajos, y tan callado? ¿Qué dice usted? ¿Qué res- se me presenta ocasión de manifestar á usted
ponde usted? mi gratitud: así, le protesto á usted que el me-
jor día de mi vida será aquel en que me haga
EDUARDO. matar por usted.
¿ Q u é ? . . . . que lo siento mucho y que....
Pero crea usted madrina, que ninguna falta le CAROLINA.
harán á usted las tales flores para pnrecer bo ¡Qué desatino ! Y eso me recuerda, Eduar-
nita. do, que te debo todavía otro regaño Ver-
dad es que no hago otra cosa en todo el día.
CAROLINA. Dime, ¿qué disputa fué la que tuviste poco an-
¡Buena excusa! ¿Piensa usted satisfacerme con tes que yo viniera, con Agata Nerval y con su
semejante insulsez? Pues ya sabe usted que no hermano? ,
EDUARDO. EDUARDO.
¡Cómo, madrina! usted s a b e . . . . Eso es lo que dije precisamente, añadiendo só-
lo, que nadie era digno de la mano de usted,
CAROLINA. porque era usted la más linda de todas las mu-
Con su hermano, pase, es un presumido que jeres, con lo que se encolerizó tanto Agata Ner-
tío puedo sufrir; pero ella es una joven muy val, que hubo un momento en que tratándome
bonita: y á tu edad, Eduardo, no debe uno dis- como un chiquillo de la escuela levantó casi la
putar con las jóvenes que son bonitas; porque mano para mf.
ese es un modo indirecto de empezar fl enamo-
rarlas: te lo digo porque tengo mfts experiencia CAROLINA.
que tfi, y . . . . (Riéndose.) ¡Qué lance tan gracioso!

EDUARDO. EDUARDO.
Si la cosa hubiera sido sólo conmigo, nada les Nada tuvo de gracioso, madrina porque en
hubiera dicho; pero como era A usted ¡1 quien ñn, si me hubiera dado un bofetón, era un com-
ofendían promiso del diablo.,.. Y á fe mía que ignoro
lo que hubiera debido hacer en tal c-ftso, madri-
CAROLINA. na. ¿Qué hubiera debido hacer?
¡A mí! ¿Y qué podían decir?
CAROLINA.
EDUARDO. ¿Qué sé yo?
D e c í a n . . . . Decían Mil horrores.
EDUARDO.
CAROLINA. A usted le toca aconsejarme, sin embarga.
Pero, ¿qué horrores eran estos?
• CAROLINA.
EDUARDO. Escucha:, si hubiera sido un hombre, no hay
¿Qué? Que iba usted á casarse segunda vea. necesidad de decirte lo que hubieras debido ha-
cer; pero cuando es una mujer la que insulta
CAROLINA. y sobre todo, si es bonita entonces no hay
¡De veras! ¿Y qué mal hay en eso, ui qué te más que un género de satisfacción que se pue-
importa á tí? ¿No soy libre? ¿No puedo hacer lo da exigir de ella.
que más me convenga?
Gorostlza -6
te explicará luego mis intenciones precisas y for-
EDUARDO. males.
¿Cuál?
CAROLINA. EDUARDO.
U n abrazo, 6 cosa asi. ¡Dios mío!, ¡qué misterio!

EDUARDO. CAROLINA.
Gracias, madrina. (Aparte.) No olvidaré el Ellas van á imponerte nuevas obligaciones, de
consejo. quien tendrás en adelante que dar cuenta de tu
. 'i! i;r.í-"ÍI>H¿Í¡ ; i.^-mbiríijl'
condueta: será necesario que trabajes asiduo en
CAROLINA. acrecentar tu fortuna, y que no imites á esos jóve-
* Pero ahora,'toma esa silla y escucha, porque nes ociosos, á esos botarates vacíos, cuya única
tengo que hablarte seriamente de cosas impor- ocupación consiste en acicalarse, y que se pavo-
tantes. (Ella va á sentarse cerca de la mesa re- nean en nuestras sociedades eori las modas más
donda á la derecha. Eduardo toma una silla y se ridiculas ¡A.V!, ¡qué bonita corbata tienes!
sienta cerca de Carolina á la izquierda.)
EDUARDO.
E D U A R E O. La compré ayer. <
Diga u s t e d . . . . ya escucho.
CAROLINA.
CAROLINA. Te sienta perfectamente; wrtás muy bien así.
Eduardo, ya tienes diecinueve afios, ya eres, : \ <-'• ;1'M} :tfr .olqui'ij. I 7yq íjfil «.i 11. JM
como quien dice, un hombre: de ahí que httyá EDUARDO.
yo formado, para tu futura felicidad, cierto pro- Se lo parece á usted.
yecto, de que no te hablaré hasta que Yordy te
haya dado parte de él, pues que al cabo de Yor- CAROLINA.
dy depende su éxito. ¡Miren el presumido!

EDUARDO. EDUARxJO.
¿De Yordy? ¿Del administrador, con quien ¿Yo, madrina?
siempre estoy disputando?
CAROLINA.
CAROLINA. Sí, es muy linda, aunque me agradaría más
Creo que hoy estarás de acuerdo con é l . . . . él
con una cenefa más angosta, como las he visto
en la calle de Richelieu en casa de Burthi. Ire- 89
mos juntos á comprar corbatas cuando regre-
semos de París. Y como te decía, un hombre EDUARDO.
inútil puede ser acogido con política en la socie- Sí, con sable en mano, y en medio del comba-
dad, pero nunca será con razón en ella ni apre- te, ganando mis charreteras de capitán, para ga-
ciado ni apreciable. Por lo tanto, es necesario nar en seguida las de coronel: porque juro á
que empieces por escoger estado. usted que llevaría un día charreteras de coro-
nel á menos que una bala de cañón (Se
EDUARDO. levanta.) ¿Y qué importa ? por mi madrina se
Ya lo tengo elegido, seré soldado como mi pa- puede afrontar todo género de peligros, y ca-
dre. pitán ó coronel, mi último suspiro s e r á . . . . por
mi madrina.
CAROLINA
Serás oficial, yo me encargo de e l l o . . . . y es CAROLINA.
menester que escojamos un regimiento que ten- (Se levanta.) No, no: y yo que olvidaba que en
ga bonito uniforme. la guerra le podían matar á u n o . . . Prefiero otra
profesión menos arriesgada la de legista, por
EDUARDO. ejemplo, ó la de agente de negocios, en las que
Poco importa eso. no hay más riesgo que correr, que el de enrique-
cerse.
CAROLINA.
El de los lancero^ por ejemplo, te iría perfecta- EDUARDO.
mente. Sólo los bigotes me disgustan ¿ten- Pues yo no las prefiero.
drás bigotes?
CAROLINA.
EDUARDO. Qué tono es ese, niño. ¿Ha olvidado usted
Como usted quiera, madrina. • que yo soy aquí la que mando?

CAROLINA.
EDUARDO.
Aunque si no son muy grandes Me parece
No, señora; pero á mí no me gustan los nego-
verte ya montado en un buen caballo alazán
cios, no quiero parecerme á Yordy, á quien no
puedo sufrir, con su cabeza erguida y sus cejas
arqueadas. (Remedando á Yordy.) Señora, este
es un asunto muy grave..v. muy peliagudo.
N-3

mira, á tu edad todavía no se reflexiona, (Dis-


CAROLINA. traída va hacia la mesa y toma la raqueta.) y ú
Eso es, eso es; y ahora el polvo de rapé con la mía ya se atiende á la razón: yo te he obser-
que termina todos sus periodos. (Remedando á vado, te conozco, eres un poco tronera.
Yordy.) Y ya he dicho al señor Presidente...
EDUARDO.
EDUARDO. ¿Yo, madrina?
¡Oh! ¿Qué b i e n . . . ? si es el mismo modo de
tomar el polvo. CAROLINA.
¡Oh! confiesa que lo eres: tienes un excelente
CAROLINA. carácter; pero eres todavía muy joven, y no pue-
»>'10!. O u«l¡".¡-
¿No es verdad? des ocuparte dos minutos de una cosa seria.
aniibtdi :u¡"
(Hace saltar maquinalmente el volante sobre la
EDUARDO. raqueta.) el menor juguete te distrae, y y
El mismo: vuelva usted, por Dios .1 empezar, sin embargo, ya ha llegado el momento de re-
madrina, se lo suplico íi usted. nunciar á toda especie de niñerías. (Eduardo to-
ma una raqueta que está sobre una silla en la
CAROLINA. izquierda.)
No señor, que no es bien hecho burlarse de
un hombre respetable, de talento, que tiene mi EDUARDO.
confianza. Y en cuanto ¡i lo de la profesión, no Si, madrina.
cederé .1 los caprichos de usted, porque tengo ca-
rácter y una voluntad firme é inflexible. Si nin- CAROLINA.
guna de las que le he indicado á usted le convie- Así lo exijo de tí; porque hay muchos en el
ne, tomará usted otra y sólo porque yo lo mundo que juzgan por las apariencias, y á la
quiero. menor inconsecuencia de nuestra parte (Ella
le tira el volante y juegan.) No hay, pues, que
EDUARDO. descuidarse un momento y estar siempre so-
En hora buena, y yo prometo obedecer á usted bre aviso No eches el volante con tanta
en todo, seguir en todo sus consejos. fuerza, Eduardo.

EDUARDO.
CAROLINA. Así lo creo de la prudencia de usted. Ahora l*
Y eso es 16 mejor que puedes hacer, porque di demasiado flojo.
i ilir k* • fí"""-
CAROLINA.
CAROLINA.
Que lo conducta Menos vivo me re-
¡Ah!, dámela pronto (arroja su raqueta: Eduar
compense un día.
do hace lo mismo con la suya, coge la escopeta
y se pone á hacer ejercicio.)
EDUARDO.
Por complacer a usted haré todo ¡Ah!, por
CHAMPENU.
poco le doy.
Yordy ha garrapateado esos renglones tnnv de
prisa y con cierto gestecülo burlón, que nada
CAROLINA. bueno prometía.
Ponte más cerca.
CAROLINA.
EDUARDO. (Después de haber leído la carta.) ¡Jesús ¡No
Que lo echo: allá va: digo que haré todo por
puedo creerlo! ¡Rehusar mi propuesta!
complacer á usted

CHAMPENU.
CAROLINA. ¡Será posible ! ¡Ah, qué hombre tan hon-
Y si quieres colmar mis deseos, has de ser pru- rado! (Aparte.) ¿Quién podía esperar esto de un
dente, estudioso y has de tener mejor tu procurador?
raqueta.
CAROLINA.
ESCENA VII ¡Despreciarla!, ¡y de qué m o d o ! . . . . tildando su
nacimiento, su pobreza ¡qne indignidad!, co-
DICHOS Y CHAMPENU no si él tuviera la culpa de

CHAMPENU.
EDUARDO.
Perdone usted, madrina si (Viene por el ¿Qué hay madrina? (Deja la escopeta y se acer-
foro y se detiene en la puerta.) ca á Carolina.)

CAROLINA.
Ya ves que estoy ocupada. (Sigue jugando.) CAROLINA.
¡Pobre muchacho! No tengas cuidado que no
te abandonaré... Por más que digan y h a g a n . . .
CHAMPENU.
no saben los necios que cnanto más me contra-
Si á usted no le importa, á mi tampoco. Es
rían me empeñan más y m á s . . . . ¿Tendré, de
la respuesta que traigo de Mr. Yordy.
consiguiente, que trascarte yo misma una no-
.tí: .
v i a ? , . . Dime, Eduardo, amas por ventura á al-
guna de las jOvenes que conoces? CAROLINA.
¿De veras? ¡Y por qué'ío he de extrañar cuan-
EDUARDO. do y o . . . ! Sí, no lo d u d o . . . . estoy persuadida
¿Yo madrina? de tu amistad, de tu a f e c t o , . . . y también por
mi parte puedes estar s e g u r o . . .
CAROLINA.
SI, porque esto nos ahorraría mucho t r a b a j o . . . EDUARDO.
¿Conque vamos, responde, amas á alguna? (Tomándole la mano.) ¡Ah! ¡Qué bondadosa
es usted!
n••
EDUARDO.
¿ D e amor? CAROLINA.
. Y pronto, si, pronto sabrás todos mis proyectos,
CAROLINA. tos.
Pues.
EDUARDO.
EDUARDO. ¿Sus proyectos de usted?
No, no, madrina. (Durante esto, Champenú ve-
coge las raquetas, arregla las sillas y entra al CAROLINA.
cuarto de la derecha.) Poro cualesquiera que éstos sean, señor mío,
espero que inmediatamente concurrirá usted á su
CAROLINA. logro.
Tanto "peor ¿Y cuya es la culpa? Desde
que saliste del colegio, hace tres meses, te he EDUARDO.
estado preguntando á cada instante en qué em- Sí, madrina.
pleabas el tiempo.
CAROLINA.
EDUARDO. Porque la primera obligación de usted es de
Mi único deseo es el de estar siempre con us- ser sumiso.
ted; de no separarme de su lado ¿Qué otra
cosa puedo yo desear? ¡Estoy así tan bien! EDUARDO.
Sí, madrina.
- m

96
CAROLINA.
(Huyendo por el foro.) Tómala si puedes.
CAROLINA.
De obedecerme en todo. EDUARDO.
¡Ah! Qué traición! (Corre tras ella.)
EDUARDO.
(Estrechándole la mano contra su corazón.) Sí. '
madrina. ESCENA VIII

CAROLINA. YORDY DEL CUARTO DE LA IZ-


(Impaciente retira la mano y le da con ella en QUIERDA.
la cara.) ¿Te quieres estar quieto?
YORDY.
(Observando por d foro.) ¿Qué miro? ¡Eduar-
EDUARDO.
¡Jesús! ¡Qué felicidad! do corriendo tras de su madrina! ¡Y ya la alcan-
zó! Toma, y ahora la abraza, s^u que ella se
irrite del atrevimiento, á lo que parece, por-
CAROLINA.
¿Cuál? que se ríen á carcajadas y siguen, corriendo.
(Viene á la escena, y después de un momento
EDUARDO. de reflexión dice.) Hice mal, muy mal en res-
¿Madrina, creo que me ha insultado usted? ponderla como le respondí. ¡Y el abrazo no fué
de ahijado! no por cierto. ¿Si estará Eduardo
CAROLINA. enamorado, sin saberlo, de su madrina? Mucho
¿Yo? me lo temo y aunque ella todavía no pien-
se en él quién sabe si dentro de cinco minutos...
Con un carácter como el suyo, basta con una
EDUARDO.
idea, con un capricho para y verla yo enton-
(Se adelanta con I06 brazos abiertos.) Y según
ces todos mis planes trastornados por un chi-
lo que usted misma me ha dicho
cuelo, por un colegial! ¡Imposible! ¡Mal-
dito joven!, no lo puedo sufrir, le abomino, le
CAROLINA.
(Corre tras la mesa.) ¡Cómo se entiende!, mira detesto, y si le tuviera entre mis manos le
que me enfadaré. le Pues señor, es menester que sea mi cu-
fiado que le dé á Cecilia H«d.i aquí.
EDUARDO.
No importa: el honor antes que todo: requiero
una satisfacción. (Siguiéndola.)
me dijo que había encargado á usted me expli
case sus intenciones.
ESCENA IX
•.i:\ft M-IJ i•'[., »• ¡ni'iBurÜ >ny ilAj
DICHOS, Y EDUARDO QUE VUEL- YORDY.
VE POR E L FORO. ¿No te aa dicho otra cosa?

EDUARDO.
EDUARDO. No, seüor.
No pude volver á aleauzarlá, se encerró en su
cuarto, y ¿Pero qué tengo y i ahora? ¡Qué YORDY.
pasa en mf ! ¡Esté abrazo ! ¡Y también ¡Bueno!—(Aparte) Nada le ha dicho de mi ne-
mi madrina parecía conmovida: j'Qij'é significa- gativa.—(Alto.) "I bien, amigo L:ÍO, tu madrina
rá esto! Lo que sí siento es que quizá ya nó que- piensa en darte una carrera.
rrá insultarme otra vez; pero rio hay cuidado,
ya buscaré yo pretexto para qiie disputemos, y EDUARDO.
p a r a . . . ¡Hola!, ¡usted aqní Sr. Yordy! Ya lo sé.
rtiINiltol 'íif »li .¡HJfc-jli f .fiU'>í>«W j:! il -ki>>I { I
i
YORDY. YORDY.
Acércate Eduardo, tenemos que iiablhr los dris 'í Y también en casarte.
de cierto negocio que •!•
iir>!ii< . ^diiuuii •»;» .•>!". "Jr. • ¡i!' • i'';n»*oinn*» EDUARDO.
EDUARDO. ¡Qué idea!, á mi edad qué prisa corre; y luego
¿Pues si viera usted qne pftco eSioy yo ahbra huérfano, humilde, y sin bienes de íorluua, ¿quién
para hablar de negocios?; así vale más q'ñfe lo ha de querer casarse conmigo.'
dejemos para después, f..'.-. «wá/viáj 4
id- «II •-. :• >>¡n:. «io- 901-1) H-K. YORDY. .... •

YORDY. i • ¿Y por qué no?; tü tienes disposiones para to-


No es urgente; es de parte de tu madrfntf.t. do.
*JIIPW '¡íll HIIIm >:••••• - V .OtWfl-íb.
:r EDUARDUL
EDUARDO. "'I " - - 3
(Con viveza.) ¡De toi mádrin»: Hable usted' No lo crea usted.
pronto ¡Y es verdad, ya ¿un acuerdo! que
YORDY.
Eres amable, juicioso.
!f loo
EDUARDO.
Favor guf usted me hace.
YORDY.
No tengas cuidado, que no se ha enfadado por
YORDY.
eso, antes al contrario, porque hace tiempo que
(Con impaciencia.) Cuando U- digo que eres
enta casarte, y aquí tengo un., carta que me
juicioso— si lo sabré mejor que t u . . . . y ade-
escribió esta mañana sobre el asunto.. (Le en
más, no 30y solamente quien lo ha Observado,
rega una carta: Eduardo la lee y se la vuelve)
existe otra persona que...
l o r ella verás que tu madrina d e s e a . . . 6 J
mejor decir, exige que se haga este casamiento
EDUARDO.
mmediatamente. Lo juzga de la mayor importan-
(Con viveza.) ¡Otra persona!, ¿Y quién? despa-
c-a, y en fin, lo quiere, como todo lo que quiere.
che« usted.

YORDY, EDUARDO.
¿Pero por qué lo quiere?
¿No lo adivinas? Una señorita á quien acosa-
bas esta mañana en el jardín; mi hermana Ce-
cilia. YORDY.
Lo ignoro: sospecho, sin embargo, que tiene
algún plan con respecto á ella misma: algún pro-
EDUARDO.
yecto de casamiento, y que trata antes de ocu-
¡Gran Dios"!
parse del tuyo, y de asegurar tu felicidad. Yo
desde luego no puedo oponerme á ello, soy de-
YORDY.
masiado sumiso á su voluntad, y como te tengo
Y" aun creo,—(Aparte) porque parece que este
por otra parte tanto c a r i ñ o . . . . En cnanto á ti,
es su sistema con todas;— y aun oreo que le 0 10 m i s m o
diste un abrazo. - l e debes demasiada deferencia,
respeto y reconocimiento p a r a . . . . en fin, tu pro-
P.o corazón te dirá sobre esto más de lo que
EDUARDO. yo podría decirte; ¿no es v e r d a d . . . . ? Conque
¡Cómo!, sabría usted TOy dar cuenta
á la señora de Neris de mi dili-
genca en ejecutar sus órdenes, y de la sumisión
YORDY. con que las has recibido. (Vase.)
Y tu madrina también lo sabe.

EDUARDO
¡Infeliz de mí!

Gorostlza.—7
EDUARDO. 105
¿Qué harías?
EDUARDO.
Ya lo creo.. • capaz es uno de jeílir hasta con
CHAMPENU. su madrina...,
Me burlarla de toda esa «ente: no liarla más
que mi voluntad, y sobre todo, permanecería to-
da mi vida soltero: porque, mire usted, señor CHAMPENU.
"i no se hace otra cosa en todo el día q „ e re-
Eduardo, nosotros los aldeanos no tenemos gran negar, y jurar, y beber agua.
cacumen, ni somos como los letrados, que dicen
«Iiora blanco, y lu*go negro; pero tenemos una
dosis de sana razón que hace vayamos siempre EDUARDO.
al grano. De ahí que yo vea claramente que us- E s que todo eso me pasa á mi, y tongo una sed
rabiosa. (Acabando de beber un vaso de agua.)
ted no ama á la que le destinan.

CHAMPENU.
EDUARDO. ¿Será posible?
E s verdad.

EDUARDO.
CHAMPENU.
Porque yo ya he pasado por ahí, y estoy se- Sí y bien sabe Dios que no podía explicarme
guro, además, de que usted no ama á nadie, por i m í T ™ l a C a U S U d e m i s tormentos, ó por
que nunca he notado que padezca usted palpi- mejor decir, no me atrevía á confesármela; pero
taciones, ni sofocaciones, ni comezones, ni cier- tu me acabas de obligar á que lea en mi cora-
tas punzadas en el corazón que se asemejan á zón por lo tanto ya no debo desconocer ni de-
pinchazos de alfiler de á tlaeo. jarte de contestar que existe realmente una per-
sona que a m o . . . . q u e idolatro con frenesí

CHAMPENU.
EDUARDO.
Estoy perdido, arruinado. ¿Y dice usted que
(Poniéndose la mano en el corazón.) ¡Ah! ¡Dios
mío! J'o soy quien le ha obligado á leer en

EDUARDO.
CHAMPENU. Sí.
Cuando uno está enamorado, tiene uno ganas
de camorra con todo el mundo.
CHAMPENU.
(Aparte.) Maldito sea mi abecedario.
Por otra parte, este enlace ha sido siempre el
CAROLINA.
Que yo deseaba que se verificase Us¡ed J
No quiero que usted se disculpe ahora, sino
6 mC a d m Í r U eS P 0 r que sea franco. Esta mañana, aquí mismo pre-
babló'EH, r ^ ' "" «'«
e8tU m a Í ¡ a m i d e e s a gunté á usted si amaba á alguna persona.
porür
QUÍen ha W a d o al
con su c o n f ¿ >ora
EDUARDO.
¿Puede usted dudarlo? Usted que es mi bien-
hechora, m i . . . .

CAROLINA.
EDUARDO. No es eso: lo que yo pregunté á usted esta ma-
J o l ?¡0S' mad^¡na• D° Se enfade
» ^ 1 , no se ñana y le pregunto ahora, es si usted ama .1 al-
encolerice contra m í . . . . guna persona: pero amar, pues, como se ama
cuando está uno muy enamorado; en fin, ya me
CAROLINA. entiende usted.
¡Encolerizarme yo! ¿Y en qné lo conoce usted?
Porque me ocupo de usted, de su porvenir EDUARDO.
porque quiero tratar de asuntos serios v hacer ¡Cielos ! En f a r d a d , madrina Yo no
oue usted escuche la razón, ¿por eso me enfado. puedo No sé Jamás me atreveré
L Z r * : ™ ' n ° CS V e r d a d ? ^ «nodo de
habla,! l Q u é expresiones! ¿Quién se las ha ense, CHAMPENU.
fiado ft t c . d ? Champenú, sin duda; yo se l o " "

T2LTsi
(Poniéndose entre Eduartlo y Carolina.) De con-
fuese tan rud tado que jamás se atfeverá; pero yo sí me atrevo,
» — * - y le aseguro á usted, madrina, que ahí donde
usted le ve, está perdido de amores, rematado,
CHAMPENU. f u r i o s o . . . . (Eduardo trata de impedirle que ha-
¿Cómo es eso. madrina?
ble.)

CAROLINA. CAROLINA.
Cállate. ¡Pero usted, Eduardo! ¡usted! ¡Qué sabes tú!, ¿ni quién habla contigo?

EDUARDO. CHAMPENU.
¡Ah! señora, perdone usted s i . . . . El es quien me lo ha dicho no hace un Credo.
*
ESCENA XIV
ESCENA XIII
DICHA, Y CECILIA.
CAROLINA SOLA.
Gracias al cielo que se fueron: no parece sino CECILIA.
q
Z t 0 d ° S « entienden hoy para contrariarmi Perdone usted, señora, si ¿Estarla usted
. P a r a contrariarme? ¿ P „ e s n o me obedecen" acaso indispuesta?
dos. 6 N o h a c e n t o d o s c n a n t o
CAROLINA.
Eso es cabalmente lo q„ e ffie desesperé i Z
Y aun cuando asi fuera, ¿qué tendría de ex-
«o v.sos de mandar, de imponer leyes" y no me
traño? ¿No puede una estar mala ó tener mal
obedecen sino en aquello que no quisiera. ^ humor? ¡Qué tiranía! No la dejan á una siquiera
nwf no "lo 8oy Cr % ^ » £ un momento suyo para tener mal humor. ¿Pero
vaya, qué quiere usted? ¿A quién busca? ¿Al se-
quedaba? Ninguno.. .t^Sntonces ° t r ° ^ a r t i d o ~
ñor Eduardo? No está aquí.
z i r mj e jro r -. . . .
tanto corazones fríos é indiferentes
CECILIA.
¡Ah!, señora, cómo me recibe usted ! Us-
ted que es siempre tan buena, tan indulgente!
asraarar. x . ' z z z m z
Paciencia, me habré equivocado creyendo que
r
me podría dirigir á usted.

CAROLINA.
No comprendo la razón de ese abatimiento. ¿En
dónde está la desgracia? ¿Qué más quiere usted?
No aprueban todos su boda con Eduardo? ¿No
se casa usted con quien ama?

CECILIA.
¿Y si yo no le amara?
CECILIA.
ESCENA XV. Cielos!

DICHAS Y CHAMPENU. CAROLINA.


Y usted me hablaba de su indiferencia, cuando
ha perdido la cabeza por usted, cuando la pasión
es un delirio? ¡Válgame Dios! ¿Y qué haré aho-
ba h P 0 Ü ü POr Sí 8¡n ra? ¿Qué será de él?
y ««• yo le dijera nada

CAROLINA. CECILIA.
¿Pues qué ha ocurrido? ¡Ah, señora, no me abandone usted!

CHAMPENU CAROLINA.
¿Quién, yo? ¡Oh, no, no tenga usted cuidado;
eso es otra cosa, se casará usted con su Leonar-
do, se lo prometí á usted así, y se lo cumpliré-
CAROLINA. de lo contrario habría dos desgraciados más.
¿Pero quifin se ha ¡do?
CECILIA.
CHAMPENU. ¿Querrá acaso mi hermano?

Toma, el otro ahijado, el Sr. Eduardo.


CAROLINA.
Le hablaré, lo zanjaré todo, prestaré á Leo-
CAROLINA. nardo cuanto dinero necesite.
¡Dios mío!

CHAMPENU CECILIA.
Iba yo al correo, como usted me mand6 - ¡Cómo!, señora, tanta bondad, tanta genero-
sidad!
: s r oi
rel galope de
- » -
* ^ ' y lo Pálido y desfigurado
5
_
(.A donde vas?—le d i j e : - : o„/i , '• CHAMPENU.
i v u e se yo!—me tas.
pondiO,—pero adiós, Champen*. adiós n J • ¡Ah! madrina, eso es muy digno de usted
pre: desdeñado, aborrecido de l0U( t Z T Z l H'T y mientras que usted no haga otra especie de ca-
y o amif v n , v . . . >s, ¿qué haría
samientos.. . .
a U n S qU,era PUed
Loro ' ° * a-e
Gorostlza.—8
CAROLINA.
¡Qné!

CHAMPENU. ESCENA XVI


Puede usted estar segura de mi aprobación.
CAROLINA Y A POCO EDUARDO.
CAROLINA.
¡Qué necio! Lo que importa ahora es que co CAROLINA.
rras tras de Eduardo, que lo alcances, ó que se- .Desgraciado joven! ¡ Q a é cabeza! ¡Qué locu-
pas á lo menos hacia dónde ha ido. r a . . . . & Por qué no habla de tener mas confian-
za en mí? ¡Ah!, ¡si y o n o t e m ¡ e s e »
CHAMPENU. e . uv.ese .nenos inqueta, qué cólera tendría
Suponga, madrina, que ya no piensa usted en iJesüs! ¿No es Eduardo? ( y e t Edu;irdo: luego
más bodorrios, eh? que éste entra, corre a cerrar las puertas y Z -

n i " T ,QUt' 86 V U d V a * — i ' - « L a .


CAROLINA.
Ni pienso en eso, ni él tampoco. Anda. (Hola, i ya está usted aquí caballerito? ¿Y qué
le trae a usted de nuevo; se puede saber? ¿Cómo
se atreve usted a ponerse delante de mí? No
CHAMPENU. pnes no crea usted que me aplacará con la faci-
(Reflexionando.) Ello no hay duda que casada lidad que lo ha hecho otras veces. Ahora p u l
esta niña con el otro, ya no se puede casar con enfadarme a mi antojo. (Mirando las llave! qu
Eduardo, porque no se puede una casar con dos, tiene «en su mano.)
y . . . Corro tras él, madrina. (Vase.)
EDUARDO.
CECILIA. aba y V!l mUy lej0S de aq,lí
f1lttL - °, - «"todo la
Y yo á decir á mi hermano, que gracias á us- r f T a d , a Q U e e C h 6 S ° b r e e s t a ^ t a me re-
ted, señora, me caso con mi Leonardo. (Yase.) bordó todos los favores que he recibido en ella.
Sí, señora; toda mi vida me hubiera arrepentido
y me hubiera echado en cara de haberme ido sin
despedirme de usted, sin haberla visto siquiera
otra vez P o r e s o h e v u e I t Q ft c

eonfesar a usted todas mis f a l t a s . . . . para darla


un eterno adiós.
CAROLINA.
¡Qné!

CHAMPENU. ESCENA XVI


Puede usted estar segura de mi aprobación.
CAROLINA Y A POCO EDUARDO.
CAROLINA.
¡Qué necio! Lo que importa ahora es que co CAROLINA.
rías tras de Eduardo, que lo alcances, ó que se- ¡Desgraciado joven! ¡ Q a é cabeza! ¡Qué locu-
pas á lo menos hacia dónde ha ido. r a . . . . & Por Q ué no habla de tener más confian-
** en mí? ¡Ah!, ¡si y o no temiese por él' si
CHAMPENU. es uv-ese mcnos inqueta, qué cólera tend'rí
Suponga, madrina, que ya no piensa usted en iJesüs! ¿No es Eduardo? ( y e a Eduardo: luego
más bodorrios, eh? que éste entra, corre a cerrar las puertas y g u a r -

Hola' v T V " ' 86 VUdVa


*
t Hola, i ya está usted aquí caballerito? ¿Y qué
"La.
CAROLINA.
Ni pienso en eso, ni él tampoco. Anda. le trae á usted de nuevo: se puede saber? ¿Cómo
se atreve usted á ponerse delante de mí? No
CHAMPENU. pnes no crea usted que me aplacará con la faci-
(Reflexionando.) Ello no hay duda que casada lidad que lo ha hecho otras veces. Ahora p u l
esta niña con el otro, ya no se puede casar con enfadarme á mi antojo. (Mirando las .laves qu
tiene en su mano.)
Eduardo, porque no se puede una casar con dos,
y . . . Corro tras él, madrina. (Vase.)
EDUARDO.
CECILIA. aba yo va muy l e j o s d e a q u i cuand
r1ittL - , - <> 'a
Y yo á decir ft mi hermano, que gracias a us-
r f T a d , a Q U e e C h 6 S ° b r e e s t a ^ t a me re-
ted, señora, me caso con mi Leonardo. (Yase.) bordó todos los favores que he recibido en ella.
Sí, señora; toda mi vida me hubiera arrepentido
y me hubiera echado en cara de haberme ido sin
despedirme de usted, sin haberla visto siquiera
otra vez P o r eso he vuelto á carrera para
eonfesa r a usted todas mis f a l t a s . . . . p a r a darla
un eterno adiós.
CAROLINA. CAROLINA.
No valla, por cierto, la p e n a . . . . ¿Y á dónde
En hora b u e n a . . . . Escuche usted. Usted sabe
se encaminaba usted?
que nada tengo de acre ni de severa, que por lo
mismo, y para dirigir la inexperiencia de usted
EDUARDO. he echado mano hasta ahora de los medios más
Ya se lo dije á usted esta mañana, íi sentar suaves, más comedidos; pero supuesto que na-
plaza de soldado, como lo fué mi padre A da he adelantado, y que es nst.«i incorregible,
que me maten como á él. le intimo á usted que desde aquí adelante lo
trataré á usted con el mayor rigor. Sí, señor, lo
CAROLINA. tendré á usted encerrado en este mismo cuarto...
. ¡Gran proyecto ! y al cual 110 le faltaba Y no espere usted burlar mi vigilancia, porque
otra cosa sino mi consentimiento que no ha- no ie perderé á usted un momento de vi;rta, y
bla dado, y que no daré jamás, lo ¿entiende us- estaremos siempre juntos.
ted?

EDUARDO.
EDUARDO. Pero eso es demasiado arbitrario, y usted no
tiene derecho para tiranizarme asi.
¿Y por qué, señora?
CAROLINA.
CAROLINA. ¿Cómo es eso? ¿Cómo es eso>
Porque usted depende de mf, señor, porque aquí
nadie manda sino yo, y porque usted suele olvi- EDUARDO.
dar que soy su madrina. Ya se ve que sí, que yo no soy nvugún esclavo,
ni ningún niño mamón para no tenor voiuntad
EDUARDO. propia; y si quiero seguir la carrera de mi pa-
(Murmurando entre dientes.) Ya. pero es que dre, si quiero ser soldado, si quiero hacerme
una madrina „ matar, ¿por qué no me ha de dar usted ese gusto?
El que usted sea rica y feliz, no le infiere á
CAROLINA. usted derecho para humillarme y envilecerme,
¡Cómo!, ¡qué es eso! ¿Qué habla usted entre aun cuando yo sea, como lo soy en efecto, el
dientes? más miserable y el más desgraciado de los hom-
bres.
EDUARDO.
Nada, madrina, si no digo nada.
CAROLINA. CAROLINA.
¡Jesús! ¿Y quién piensa eu tal cosa? ¿Qué Es que no sé cómo decirte cómo darte una
motivo le he dado yo á. usted para deducir seme- noticia que va á duplicar tus penas.
jantes consecuencias? ¡Yo humillar á usted! ¡Yo
envilecerle; cuando si le detenía aquí, era sólo EDUARDO.
para consolarle, para calmar sus penas, para ¿Y es, madrina?
que fuera usted feliz á mi lado? Pero usted se
enfada por eso, y me insulta y . . . Vaya, que es- CAROLINA.
tá usted inconocible! Tome usted, tome usted Que no sólo Cecilia no te ama sino....
caballero, la llave, ya es usted dueño de irse,'
de hacer lo que guste. EDUARDO.
¿Sino qué?
CAROLINA.
EDUARDO.
Ea, amigo mío, ahora es cuando necesitas de
¡Yo! (Toma la llave y no sabe qué hacer.)
todo tu valor sino que Cecilia vamos,
no sé cómo anunciártelo.
CAROLINA.
Sí, puede usted darme ya cuantas pesadumbres
quiera. EDUARDO.
¡Usted me asusta!, acabe usted. ;

EDUARDO. CAROLINA.
Jamás; aquí me tiene usted á su disposición,
Sino que Cecilia va á casarse con otro. (Acer-
prefiero perder mil veces la vida, á dar á usted
cándose á la mesa y poniéndose junto á la esco-
la menor pesadumbre. (Pone las llaves en la
peta, que Eduardo dejó allí.)
mesa.)

EDUARDO.
CAROLINA. ¡Ah! ¿No es más que eso? (Fríamente,) y bien
(Después de un momento de silencio.) ¡Eduar-
tanto mejor.
do!

CAROLINA.
EDUARDO. ¡Cómo! ¿No te contristas? ¿No te arrancas los
¡Madrina!
cabellos? ¿No te desesperas?
EDUARDO. CAROLINA.
¿Y por qué?
Por supuesto que no lo tiene nadie; pero yo
sí, yo soy excepción de la regla. ¿Vamos, Eduar-
CAROLINA. do, dime, por quién es?
¡Tú, que la amabas lauto!
EDUARDO.
EDUARDO. Imposible, madrina.
Jamás la he amado.
CAROLINA.
CAROLINA. Pues yo quiero saberlo prouto, ahora mismo.
¿Pues no ibas á casarte con ella?
Y mira que te advierto que no me gusta aguar-
dar, y que si no me ló dices, entonces sí que me
EDUARDO. enfado de veras.
Sí, por obedecer á usted.
•i; • " i & w t ».líiac. <i jjtojí, .uta i,'¡
EDUARDO.
CAROLINA. Y si se lo digo á usted se enfadará mucho más,
¡Cómo!, entonces ¿no es por ella por quien re- y me echará de su casa, y no querrá volverme
sientes ese amor frenético, esa pasión que te ha á ver en su vida.
ce perder el seso, que te alejaba de aquí?
CAROLINA.
EDUARDO. . Esas son cuentas mías, y yo sabré lo que mo
No es por ella.
he de hacer. ¿Couque me lo dices? ¿Sí ó no?

CAROLINA. EDUARDO.
¡Dios mío! ¿Pues por quién es?
Sí, seilora, puesto que usted lo exige. Escuche
usted. Desde que existo, desde que me conozco, hay
EDUARDO. cierta persona en este mundo, que ejerce en mí
Eso es otra cosa; y suplico á usted que no in- un poder que no puedo explicar. Cuando ella me
sista en quererlo saber. Este secreto, lo es casi mira
para mí; es, además, el único bien que poseo en
este mundo, y nadie tiene derecho de arrancár-
CAROLINA.
melo. ¡Ah ¡Es una mujer!
EDUARDO.
CAROLINA.
Sí, madrina, es uiia mujer Cuando me mi- En efecto, ese er. el mejor partido que podría
ra, soy feliz; cuando me riñe, también lo soy, usted tomar. Desgraciadamente que no lo puede
porque siquiera me habla; todo en ella me hace usted.
estremecer de placer el sonido de su voz, el
ruido de sus pasos, el tacto de su vestido to-
EDUARDO.
do, todo lo que es de ella. Cuando su mano en- Ya veril usted si puedo.
cuentra la mía, no sé ya lo que quiero, ni
lo que deseo; y si conozco el riesgo y quiero huir,
CAROLINA.
no puedo. Trémulo y cortado ft su vista, creía
No, señor; no puede usted, porque su padrino
hasta aquí que era "temor," 6 respeto Y
le dejó todos sus bienes con la condición de que
bien no no es eso; ó mfts bien es res-
se casase, y usted por gratitud, aun más que
peto, pero acompañado del amor mfts puro, mfts
por propia conveniencia, está obligado ft obede-
^ exaltado. Sí, señora; tengo la audacia, la ingra-
cer este precepto.
titud de amar ft esa mujer, aunque hasta hoy no
lo había c o n o c i d o . . . . hasta esta mañana. -
EDUARDO.
¡Dios mío!
CAROLINA.
¿Cuftndo?
CAROLINA.
Y como no quedan ft usted para ello sino algu-
EDUARDO. nos días, por eso esta mañana me apresuraba
Al abrazar (l usted. yo ft que se casase usted con Cecilia. Pero ahora
que ella no quiere, ¿qué haremos? Yo desde lue-
CAROLINA. go no lo sé.
(Aparte) ¡Ah! ¡Era y o . . . . ! (Alto.) Y usted se
atreve
EDUARDO.
Ni yo tampoco.
EDUARDO.
iEh! ¡Qué tal! ¿Decía yo bien? Estaba segu- CAROLINA.
ro de que usted se e n f a d a r í a . . . . Pero ft lo me- En esta casa no hay más que Cecilia 5
nos he ganado el que usted sepa que no me pue- yo.
do ya casar en mi vida con otra, y no me ca-
saré.
EDUARDO.*
¡Cielos! ¿Qué dice usted?
EDUARDO.
CAROLINA.
(Todavía de rodillas.) Y bien, tanto mejor, así
Digo Digo, que usted es el hombre más no entrará.
torpe que he visto: que le aborrezco, que le de-
testo, y que con usted no hay modo de enten- CAROLINA.
derse. Sí, porque tiene una llave maestra, que abre
todas las puertas.
EDUARDO.
Continúe usted Continúe usted De ro- EDUARDO.
dillas se lo pido. Por qué se anda entonces en tocaduras
Ea, una palabra todavía, una sola palabra.
CAROLINA.
No señor No señor. CAROLINA.
Bien; sí, Eduardo, sí, amigo mío, diré todo lo
CHAMPENU. que usted quiera, pero levántese usted Déje-
(Tocando la puerta del foro.) ¡Madrina! ¡Ma- me usted ¡Ah! Usted me pierde.
drina! el caballo del señor Eduardo ha vuelto (En este momento, Champenú, que ha abierto
ya. la persiana del lado izquierdo, se asoma á la ven-
tana: el señor de Yordy abre la puerta del lado
CAROLINA. derecho y entra con Cecilia; Carolina los divisa,
¿Y qué importa? (A Eduardo, bajo.) Eduardo, y se priva. Eduardo la sostiene y la lleva á la
por Dios, levántese usted! silla, que está cerca de la mesa.)

EDUARDO.
No, diga usted que me perdona, que me ama.
ESCENA XVII.
YORDY.
(Por fuera tocando la puerta derecha.) ¡Señora!
CECILIA, YIORDY, CHAMPENU Y
¡Señora! abra usted.
DICHOS.
CAROLINA. YORDY.
Yordy es este ¡Y estamos encerrados! Y bien, ¿qué hace usted'
EDUARDO EDUARDO.
(Besando la mano á Carolina.) Tratando de ¡Qué felicidad!
que mi madrina vuelva en sí.
CHAMPENU.
CAROLINA. ¡Ay!, madrina, no esperaba yo eso de usted; y
No es nada El susto, la agitación Es- en particular después que me había prometi-
te mentecato (Señalando á Champenú) que con do....
sus gritos....,
CAROLINA.
1
CHAMPENU. ¡Pobre Champenú!
Sí écheme usted ahora la culpa, después que
me ha hecho usted buscar como un papamoscas CHAMPENU.
a quien tenía usted bajo de llave. •Pobre! Tiene usted razón, puesto que este ca-
samiento me arruina; pero veremos, porque eso
YORDY. de casarse una madrina con un ahijado no me
En efecto, señora, es muy extraordinario que parece á mí que es muy católico ni arregla-
su ahijado de u s t e d . . . . do á la ley de la materia. De consiguiente, me
opongo al tal casamiento desde ahora, y por si
CAROLINA. acaso.
¿Lo encuentra usted así? Pues me temo, Yor-
dy, que no sea usted el sólo que lo extrañe. De EDUARDO.
ahí que, para evitar que las gentes charlen, y ¿Estás loco?
para satisfacer los escrúpulos de usted, me veo
casi precisada á dar á Eduardo mi mano. CAROLINA.
Serénate, que ya tenía ánimo, por mi parte, de
EDUARDO. renunciar á la herencia de tu primo; y si Eduar-
¡Qué oigo, cielos! Se quiere usted burlar de do, si mi marido, es de mi opinión
mí?
EDUARDO.
CAROLINA. ¡Ah! madrina, jamás tendré otra.
No, ciertamente: así me pagaras el nombre que
te di cuando fui tu madrina, con el que me darás CHAMPENU.
como á tu esposa. (Riéndose y enjugándose las lágrimas.) ¡Es po-
sible! ¡Querido Eduardo! Esto me reconcilia con
Vendimiér. Madrina, no hay nada de lo dicho;
cásese usted, que ya levanto la mano.

YORDY
Espero, señora, que en cuanto ha pasado esta
mañana, no habrá usted visto otra cosa que UH
exceso de celo, y

CAROLINA.
Nada he visto, ni de nada me acordaré, con
tal que usted no se oponga por su parte á la bo-
da de Cecilia con ese joven que se llama Leo-
nardo. Yo soy quien los dotó á los dos y quien
será la madrina de este enlace.
PAULINA
TODOS.
¿SE SABE QUIEN MUEVE LOS ALAMBRES?
(Menos Eduardo) ¡Viva la madrina!
> .
Comedia en dos actos, imitada del francas.
CAROLINA.
¿Qué, no quieres tú, á lo que parece, que viva
la madrina?

EDUARDO.
(Besándole la mano.) Es que quiero ser el pri-
mero que grite: ¡Viva mi esposa!
sible! ¡Querido Eduardo! Esto me reconcilia con
Vendimiar. Madrina, no hay nada de lo dicho;
cásese usted, que ya levanto la mano.

YORDY
Espero, señora, que en cuanto ha pasado esta
mañana, no habrá usted visto otra cosa que un
exceso de celo, y

CAROLINA.
Nada he visto, ni de nada me acordaré, con
tal que usted no se oponga por su parte á la bo-
da de Cecilia con ese joven que se llama Leo-
nardo. Yo soy quien los dotó á los dos y quien
será la madrina de este enlace.
PAULINA
TODOS.
¿SE SABE QUIEN MUEVE LOS ALAMBRES?
(Menos Eduardo) ¡Viva la madrina!
> .
Comedia en dos actos, imitada del francas.
CAROLINA.
¿Qué, no quieres tú, á lo que parece, que viva
la madrina?

EDUARDO.
(Besándole la mano.) Es que quiero ser el pri-
mero que grite: ¡Viva mi esposa!
PERSONAS
El Conde de Vermauton, Julia su hija, La Ba- ACTO PRIMERO
ronesa su hermana, Paulina, joyen huérfana re-
cogida en casa del Conde, El Príncipe de Sou- ESCENA I
bise, Nicolás Bosier, Milord Kinston, La Pre-
sidenta, Un Oficial, Un Abate, Un Lacayo, Con- El Conde, la Baronesa y Julia .icabaudo de to-
vidados, Lacayos, etc. mar té. Paulina sentada al otr.. extremo bor-
dando.

BARONESA.
¿Con que, segíin eso, hermano, ya no se trata
de alianza ninguna con el Austria, y podemos de
cir que la Inglaterra se ha salido con la suya.

JULIA.
Tanto peor: no hay cosa más desairada que los
tales uniformes colorados.

CONDE.
¡Silencio, n i ñ a . . . ! Cuando se tiene la dicha
de ser hija del Conde Vermanton, y sobrina de
la Baronesa de las Tres Torres Sarracenas, de-
be uno tener mucho cuidado en no manifestar CONDE.
en público op'niones políticas que puedeu com- Completamente.... Sólo unos locos, unos in-
prometer íl la familia. sensatos, los de la facción austríaca, en fin, hu
bierau podido imaginarse que derribarían á la fa-
JULIA. vorita, suponiendo que el amigo más sincero di
Como estas opiuiones eran ayer las de usted, Luis XV, el Príncipe de Soubise, era su rival...
papú.... El rival favorecido por la Marquesa.

CONDE. BARONESA.
Ayer Ayer era ayer, y hoy las cosas han ¡Qué horror...!
cambiado de semblante. (Julia se levanta y habla bajo ú Paulina.)

BARONESA. , CONDE.
(Acercando la silla.) ¿De veras? Dichosamente que la Marquesa es el primer
hombre de Estado que tiene hoy la Francia, y
CONDE. que con una sola m i r a d a . . . . Con una sonrisa lm
(En voz baja.) Ta te acuerdas que durante logrado desbaratar todos los planes de sus ene-
toda la semana, no se ha hablado de otra cosa m i g o s . . . . ¡Verdad es que sonríe esta mujer con
una gracia!
en todo Versalles, quo del destierro probable de
la Pompadour... De madama de Poiupadour...
¡De la sonora Marquesa de Pompadour! BARONESA.
¡Ah! ¡Cómo la quiero! Ya se v e . . . . tampoco
es extraño que la quiera, porque al cabo somos
JULIA.
parientas, y
"i de tal modo se creía este destierro, que el
baile que da usted esta noche, estaba precisamen-
te destinado á celebrar su desgracia. JULIA.
¡Calla!, pues también era usted parienta, á lo
CONDE. que decía, de la favorita pasada, de la Duquesa
Y bien, celebrará, su triunfo. de Chateauroux! (Se ha vuelto á sentar.)

BARONESA. BARONESA.
¿Conque ni cabo ha triunfado? No tal, no t a l . . . . jamás he dicho e s o . . . . ó
si lo he d i c h o . . . . ¡Pero lo que sí es evidente y
esta probado, es que descendemos en linea rec- CONDE.
ta de un primo tercero de la bisabuela de la (Con desprecio.) ¡Habrá tonta! ¡Vamos, está
madre de la actual Marquesa de Pompadour! visto, no ha nacido para otra. cosa, que para
casarse con un cualquiera, y para enterrarse des-
pués en algún lugar de cuatro casas!
PAULINA.
(Aparte.) Es extraordinario: siempre desciende
la Baronesa de todas las familias que ascienden. PAULINA.
(Con humildad.) ¡Oh, no, señor Conde !
CONDE.
(Levantándose los tres.) ¡Cáspita!, pues que BARONESA.
parentesco no es de descuidar en el día Por- (Con desdén.) ¿Qué, temes tanto casarte?
que, no lo disimulo, me vendría tan bien una
legación! * PAULINA.
Lo que es eso Según
BARONESA.
CONDE.
Y a mí la plaza de Dama de Palacio ¡Es
¿Qué dices entonces del marido que te pro-
tan hermoso esto de poderse una sentar delante
puse hoy hace quince días?
de la Reina en un taburete!

PAULINA.
PAULINA.
(Tímidamente.) ¡Es tan viejo!
(Aparte.) ¡En un taburete! Pudiéndose una sen-
tar en su casa en un buen sofá.
CONDE.
¿Y del que te ofrecí la semana pasada?
CONDE.
A Julia la haremos camarista Y en cuan-
PAULINA.
to a P a u l i n a . . . . Vamos. Paulina, dinos lo que (Idem.) ¡Es tan feo!
quieres tú ser Ya que ha llegado ahora tu
vez, y estamos de gracias. JULIA.
(Con ironía.) ¡Oh! el marido de Paulina tiene
PAULINA. que ser un hombre perfecto, á lo que parece.
(Levantándose.) ¿Yo? Yo no quisiera otra cosa
que ser dichosa, seíior Conde; con esto me bas- PAULINA.
taría. Quisiera sólo poder amarle
CONDE. PAULINA.
(Con sequedad.) ¿Acaso puedes tú aspirar á (Un poco conmovida.) Nicolás Rosier, señor
AJO.... ¿Ni pensar en más que tomar Ú ojos Conde, uu compatriota mío, un pobre muchacho
cerrados el marido que te den? Una pobre huér- muy honrado y de muy buen corazón Aun-
fana hija de un triste caballero de provin- que quizá demasiado sencillo con quien mo
cia que tuvo el honor de arruinarse en el ser- he criado como que su madre fué mi nodri-
vicio del Rey, y que no te dejé otra cosa que za y quien ha manifestado siempre un gran
interés por Por toda mi familia.

PAULINA.
CONDE.
(Suspirando.) Que su apellido Ya lo sé
¡Oh, es una historia muy p a t é t i c a . . . ! ¿Y qué
Lo qiié no es un gran dote por cierto.
liace? ¿En qué se ocupa ese señor Nicolás?

CONDE.
PAULINA.
Sin contar que no tienes en este mundo, ni
Tiene un pequeño destino en el ministerio de
un a m i g o . . . . Ni un protector.... A no ser yo.
negocios extranjeros Bien inferior á su mé-
ó el Príncipe de Soubise, ú quien tu padre te re-
rito, eso es otra cosa Como que sólo es es-
comendé también al morir.
cribiente Cuando le sobra talento é instruc-
ción para Verdad es que es muy modesto,
JULIA. y que conoce tan poco el mundo ¡Así tra-
(Irónicamente.) ¡Jesús, papá, y qué atrasado
baja tanto! Todo el día está ocupado en sus
está usted de n o t i c i a s . . . ! Usted olvida incluir
cuentas, y en sus expedientes, y En tanto
en el número de sus amigos, al señor Nicolás,
que sus jefes están con los brazos cruzados, ó
cuando no se pasa día sin que éste venga en per-
se pasean en esos jardines Por eso sin duda,
sona á informarse de la salud de la señorita
ellos ascienden de destino en destino, al paso,
Paulina de Pour.
que él Que él no se mueve nunca del mismo
lugar No parece sino que le han clavado
BARONESA. allí Y bien sabe Dios, que era acreedor á
¡Nicolás! ¡Qué nombre tan elegante...! mejor suerte aunque no fuera por otra co-
sa, sino porque envía todo su sueldo á su pobre
CONDE. madre Y porque sólo emplea en su propia
¡Nicolás! ¿Y quién es ese Nicolás?
manutención, lo poco que gana copiando música,
á ratos perdidos.
JULIA.
CONDE. (Mirando por la ventana.) El coche del Prín
(Con desprecio.) ¿Conque, copia música? cipe de Soubise.

JULIA. CONDE.
Sí, señor A mí me está ahora copiando un Es verdad Me había prometido anoche que
acto de Rameau Por señas que ahora me lo pasaría hoy por mí para ir juntos á la corte...
debe traer. (Bajo á su hermana.) ¿No has reparado en lo á
menudo que nos visita?
CONDE.
¡Copiante de música! De eso vive también Juan BARONIA.
Jacobo Rouseau Será quizá otro tal De En efecto.
esa trinea de filósofos De gente de mérito...
buena sólo para tratar con la canalla Ya, ya CONDE.
diré yo al portero, que no le deje nunca subir (Bajo.) ¿Y no sospechas el por qué?
la escalera Para que no inficione mi casa.
BARONESA.
PAULINA. (Idem.) ¿Crees acaso que vendrá por mí?
(Aparte.) ¡Ay Dios mío!
CONDE.
CONDE. (Idem.) ¡Qufi desatino...! Viene por Julia.
En cuanto á tu establecimiento Pero ca-
lle ! Ahora me acuerdo que me hablaron ayer _ PAULINA.
noche, de un nuevo pretendiente (Aparte.) O por otra.

PAULINA. CONDE.
(Asustada.) ¿A mi mano, señor Conde? (Bajo á su hermana.) ¡Y ese sí qne sería enla-
ce honorífico! Figúrate tú. ¡casarse con el favori-
CONDE. to de la favorita!
Sí, sí Un excelente partido Es menes-
ter qü'e me vuelva á ocupar de ello ¿Pero, BARONESA.
qué ruido es este? (Alto.) ¿Y lo tenías tan callado...? Me voy,
me voy á mi tocador.
CONDE.
1 yo á iu¡ piano.
Yo mismo no esperaba ft usted tan tempra-
n o . . . Y por lo tanto, si usted me permite
2o. CRIADO.
(Anunciado.) S. A. el Sr. Príncipe de Sonbise.
PRINCIPE.
Sin ceremonia, mi querido Conde.
BARONESA Y JULIA.
Escapémonos.
CONDE.
-Y íi propósito (deteniendo con un gesto ft Pau-
lina que quería retirarse), puede usted entre tan-
to entretenerse en reñir un si es no es, ft su pro-
E S C E N A II tegida De la que no estoy, si he de decir
la verdad, muy satisfecho Conque con licen-
EL PRINCIPE QUE ENTRA POR EL cia de usted En cinco minutos me pongo el
FORO, E L CONDE Y PAULINA uniforme de gentilhombre La banda y
me verft usted aquí ft sus órdenes.
CONDE.
(Yendo ft su encuentro.) ¿Príncipe?

ESCENA NI.
PRINCIPE.
I Qué es eso! ¿Mi llegada hace huir acaso á EL PRINCIPE Y PAULINA, QUE SE
aquellas señoras?
HA VUELTO A SENTAR A BOR-
DAR.
CONDE.
Y usted no hace huir generalmente sino al ene- PRINCIPE.
m i g o . . . . Por eso se admira u s t e d . . . . Pero la (Aparte.) Mayor imbécil.... Que Dios no me
verdad es, que se han refugiado por algunos ins-
salve si se encuentra en todo Versalles una fami-
tantes en su tocador, y . . . .
lia mfts completamente insoportable".... ¡Oh, no
sería yo el que volvería ft poner aquí los pies,
PRINCIPE. si no fuera por aquel tesoro de gracias y atrac-
(Sonriéndose.) ¡Ah, ya lo comprendo ahora...! tivos (Señalando ft Paulina.) Una mera chi-
Una retirada falsa para volver laego al ataque quilla que casi he visto nacer, y que me vuel-
con mayor ventaja. ve, 8¡n embargo, loco Que hace de mí lo que
quiere Y sin la menor compensación de su
parte, que es lo peor del caso ¿Qué talV Ni PAULINA.

siquiera se ha dignado dirigirme todavía una mi- No sería del todo imposible.
r a d a ! . . . Así es que, he querido ya cieu veces
prescindir de ella Abandonarla.... Pero im- PRINCIPE.
posible Luego, creo que estoy, además, lo Por eso tiene á mis ojos tanto precio Pe-
que se llama realmente picado Que este ro tú, ingrata, te haces la desentendida, y
se ha vuelto ya asunto de amor propio Por- Sin agradecerme siquiera el que por tu causa me
que, no lo niego, daría la mitad de mi fortuna condene diariamente al fastidio de tener que su-
por no quedar al cabo desairado. (Mirando al frir el enjambre de necios que te rodean Só-
rededor, y acercándose después de puntillas, á lo por verte algunos minutos Porque, bien lo
Paulina.) Y bien, adusta Paulina, ¿te dura toda- conozco represento aquí á veces un papel ri-
vía el enojo? dículo, capaz de comprometer mi reputación.

PAULINA.
PAULINA.
(Con frialdad.) ¿Y por qué estaría yo todavía (Con intención.) Mucho me lo temo.
enojada?
PRINCIPE.
¿Qué? ¿Qué quieres decir, maliciosa ? Va-
PRINCIPE.
mos, lo mismo me trata que á un chicuelo.
¡Qué sé y o . . . ! Ayer te pusiste como una fie-
ra No sé si fué porque te besé esa linda ma-
PAULINA.
no O porque me quise quedar con esa sortija
(Con seriedad.) Es que usted me trata quizá
de pelo que llevas en el dedo del corazón....
como á una persona demasiado grande.
y que dices que tienes reservada para e r á r -
sela á una amiga Lo que no creo, sea di-
PRINCIPE.
cho entre paréntesis Todo lo contrario....
No lo creas Y si conocieras la pureza de
Estoy casi seguro de que la guardas
mis intenciones (Aparte.) Estas muchachas
dan más que hacer que todas nuestras Duque-
PAULINA. sas ¿Qué extraño es tampoco, que yo me
¿Para quién?
ocupe con interés de tu porvenir, siendo, como
eres, hija de uno de los oficiales más valientes
PRINCIPE. que han servido á mis órdenes, y habiéndote
Para dársela algtin día al hombre á quien dejado tu padre encomendada á mi vigilancia?
ames.
PAULINA. des tú creer semejante» vulgaridades? ¿Te ima-
Y también ú su honor de usted, Príncipe. ginas acaso que yo había de ser tan necio y tan
imprudente, que había de querer rivalizar con mi
PRINCIPE. soberano? Cuando hay tantas mujeres mil veces
(Con viveza.). P o r lo mismo debo yo prevenir más bonitas que ella, y sobre todo, cuando te
los peligros que te amenazan Y si reflexionas he visto á t í . . . . Era menester que hubiera
nn poco sobre lo que te indiqué el otro d í a . . . perdido la chabeta Si voy con frecuencia á
casa de la Marquesa, es únicamente porque es
PAULINA. en realidad nuestro primer Ministro, y porque
¡Oh, pocas propuestas deben ser, en efecto, me conviene estar bien con ella, para no poner-
más s e d u c t o r a s . . . . ! ¡Una fortuna brillante...! me mal con el Rey Y la memoria de los po-
¡Mandar en lugar de obedecer ! Lo único que derosos es tan flaca, que ¿ necesitan verte to-
se dejó en el tintero, f u é el decirme lo que todo dos los días, para que se acuerden alguna vez de
esto me costaría. que e x i s t e s . . . ! Conque así. hermosa, si no hay
otra cosa que lo impida, dame esa sortija que te
PRINCIPE. pedí anoche Dámela por tu vida.
(Tiernamente.) Casi nada. Paulina mía. casi
nada Sólo que me lo pagaras con un poco de PAULINA.
amistad....
Ya no puedo.

PAULINA.
PRINCIPE.
(Con aire ingenuo.) ¿ D e qué especie, Príncipe?
¿Y por qué?
PRINCIPE.
¿De qué especie? PAULINA.
Porque ya he.'dicho que se la he de ^ar á, quien
PAULINA. yo ame Y sería una especie de confesión....
¿De la que usted tiene, según dicen, ú mada-
ma de Pompadour? PRINCIPE.
(Con fuego.) Que me haría el más dichoso de
PRINCIPE. los hombres.
(Aparte.) ¡Oiga! Celos hay en campaña. ¡Bra-
v í s i m o . . . ! (Alto.) ¡Qué d e s a t i n o . . . ! ¿Cómo pne* Gorosttza.—10
PAULINA.
CONDE.
(Con seriedad.) Entonces Permita usted •(Que le ha observado.) Por lo que veo, Prín-
que me quede con ella. ^Le hace una cortesía.) cipe, no me parece que está usted muy contento
con esta niña.
PRINCIPE.
¡Ah! ya esto es demasiado, sefiorita, y . . .
PRINCIPE.
\ '' * i; 'Igf En efecto no nos entendemos. (Bajo á Pau-
üí »«»Í mNÍMI lina.) Tú me llamarás, tarde 6 temprano; pero no
seré yo el que venga.
ESCENA IV
PAULINA.
DICHOS, Y EL CONDE, DE GRAN (Aparte.) Todo será que yo quiera.
UNIFORME.
•<b xivn.tl«i S rs M-|.-f.»-;ts -.up ,•.-,!;.} »¿JM
PRINCIPE.
CONDE. (Acercándose.) ¿Qué me decías algo?
Ya me tiene usted aquí, no se impaciente us- • :- - <-mnv jn • yi««J i!> riHiiu-.tj-tftfil
ted. PAULINA.
(Con gravedad.) Decía, señor, tan sólo, que ya
PRINCIPE. se acerca la hora de que el primer Ministro se
(Aparte.) ¡Maldito seas! c-mpiece á poner lo6 papillotes, y que puede echar
íi: usted de menos.
CONDE.
Y si he tardado algo más de lo que debía, PRINCIPE.
es porque he tenido que acabar de escribir otro (Picado y aparte.) Por vida d e . . . . (Alto.) Va-
memorial sobre la legaciOn que hace tanto tiem- mos, Conde, esta muchacha es incorregible.
po s o l i c i t o . . . . ¡Veintitrés llevo con e s t e . . . ! V
cuento con que tendrá usted la bondad de pre CONDE.
sentárselo á S. M., y (Yéndose con él.) No se sofoque u s t e d . . . . .
Cuando vuelva de Palacio, la regañaré por ns-
PRINCIPE. ted, y por mí. (Vanse los dos.)
(Distraído.) Bien, bien, démelo usted. (Aparte
mirando á Paulina.) Si vuelvo á pisar estos um-
brales ,
biente...! Si fuera siquiera oficial de número
Vamos, es muy mal hecho, y ft menos que no
esté enfermo Yo le diré (Oye ruido: se
ESCENA V. vuelve; ve á Nicolás, y deja caer la cortina) ¡Cie-
los! ¡él e s . . . !
PAULINA SOLA.
Ea, esta vez si quequedamos reñidos de ve- ESCENA VI.
j a s . . . Y bien, tanto mejor No deseaba otra
cosa. ¡Ay, qué cortesanos...! ¡Qué cortesanos!
DICHA Y NICOLAS.
Todos son lo mismo. Dígalo si no, el Príncipe de
Soubise que tiene la generosidad inaudita de ofre- NICOLAS.
cerme su protección con tai que yo consienta en (Con timidez.) Perdone usted, señorita Paulina
ser íi su lado una favorita subalterna.... ¡Una si la distraigo Creo que estaba usted miran-
Pompadour de tercera ó cuarta c l a s e . . . ! Muchas do no sé qué cosa.
gracias, señor serenísimo, muchas gracias por
tanto honor Pero convengamos en que he PAULINA.
nacido bien desgraciada No poseer ni una (Confusa.) Sí, 6eñor miraba que puede
blanca en este mundo, y tener, sin embargo, la llover bien pronto.
nobleza suficiente para no poder casarme con el
fínico hombre que me podía hacer feliz ! ¡Po- NICOLAS.
bre Nicolás ! Tan bondadoso, tan afectuoso! (Sin saber lo que se dice.) Puede muy b i e n . . . .
1 Ab! ¡ó con él 6 con ninguno! (Mirando al de- porque hace un sol magnífico ' y . . . .
rredor.) Ahora que me han dejado sola, veamos,
desdo aquella ventana, si está ya en su ofici- PAULINA.
na No tengo otro consuelo, ni otra distrac- (Alzando los ojos.) Pero ¡Ay, Dios mío
ción en todo el día; huérfana desventurada, y ¿Qué le ha sucedido íi usted? ¿Por qué está us-
recogida en esta casa por mera caridad Y ted tan triste?
la caridad ft veces es tan poco a m a b l e . . . . (Le-
vantando la cortinilla de la ventana.) Sobre todo, NICOLAS.
cuidemos de que no nos vea ¿Pero qué es Yo triste No, sefidra.... Es aprensión de
esto? ¿Qué no habrá venido todavía? Y son ya usted Venía ú entregar á la señorita de la
las d o c e . . . . ! ¡Qué negligencia....! ¡Un escri- casa, este dúo de Castor y Polux Y tam-
bién á despedirme de u s t e d . . . . (Haciendo un es- NICOLAS.
fuerzo.)
Es verdad ¡De lo contrario sería bien in-
grato . . . ! Pero no se enfade usted, que se lo
PAULINA. diré á usted que lo sabrá usted todo Us-
(Sorprendida.) ¡A despedirse de m í . . . ! ted no ignora que tenia una plaza de escribiente
en el Ministerio de negocios extranjeros....
NICOLAS.
Sí, señora Es necesario que me vaya de PAULINA.
aquí Que me vaya al instante ¿Y bien?

PAULINA. NICOLAS.
(Con un suspiro.) Y b i e n . . . Ya no la t e n g o . . .
¿Y por qu6?
Porque me han echado de allí.

NICOLAS.
PAULINA.
No puedo d e c i r l o , . . . Es un secreto. ¡Echado! ¡Ay Dios mío! ¿Qué, habrá usted co-
metido alguna falta?
PAULINA.
(Vivamente y tomándole la mano.) ¡Un secre- NICOLAS.
to! ¡Y para mí! ¡Imposible...! ¿Qué, no soy ya Sí, señora, una y bien grande Mr. Gatry,
su hermana de usted, su compañera de infan- que es jefe de la sección de fondos secretos, me
cia? ¿Cuando mi padre le puso á usted en el había encargado un trabajo muy importante pa-
colegio de Rennes, se quería usted acaso sepa- ra el Ministro lo que no tiene nada de extra-
rar de mí? ¿Y cuando algunos años después me ño, porque como ya es jefe y cobra uno de los
hallé yo huérfana, sin apoyo, sin amigo alguno, mayores sueldos de la Secretaría, disfruta ya de
no fué usted el único que corrió á mi auxilio, muchas prerrogativas Y una de ellas es la
que me ofreció cuanto tenía, y era el fruto de de no hacer nada.
sus ahorros y sudores? (Con ternura.) Ya ve us-
ted, Nicolás, que no tiene usted ningún derecho PAULINA.
para ocultarme sus pesares, y que yo sí le ten- Prosiga usted.
go para exigir de usted que me confíe cuanto
le pasa.
NICOLAS.
Eran c u e n t a s . . . . Y como puse gran cuidado
en revisarlas, descubrí pronto una equivocación lástima de destino ! Ello no estaba muy bien
de sesenta y siete mil fran(S>s. p a g a d o . . . . Sesenta francos al mes Pero co-
ti .,•,,".? .. . . mo no tenía otra cosa
PAULINA.
¿En favor del tesoro? PAULINA.
(Vivamente.) ¡Pero su Mr. Gatry de usted es
NICOLAS. un picaro, un malvado!
No, señora, en contra.
NICOLAS.
PAULINA. Mucho ine lo t e m o . . . . Con todo, como es
Mucho se lo debió agradecer íi usted. jefe

NICOLAS. PAULINA.
¡Agradecérmelo! Sí.... eñ eso estaba pensando.... (Id.) ¿Jefe? ¿Y qué i m p o r t a . . . . ? E s preciso
Lo mismo fué empezar á decfselo, que se fué arrancarle la máscara.
poniendo tan. colorado.... tkn colorado Va-
mos, tan colorado, como yo me fui poniendo ama- NICOLAS.
rillo Ibamos íi dúo Y luego que acabé'mi ¡Cielos! ¿Qué dice usted, señorita Paulina?...
relación, me llamó tonto, necio, estúpido Con ¿A un hombre que disfruta de tanto favor con el
otra porción de términos administrativos Me Ministro?
dijo qué'era un torpe, que no comprendía nada..
Y concluyó con despedirme de la Secretaría: ofre- PAULINA.,
ciéndome, sin embargo, qiie la cosa un pasaría dn Le digo á usted que no importa Es su de-
ahí si yo usaba de prudencia y no desplegaba tos ber de usted Y luego, semejante paso no le
labios.. 1 :. Tiene muy buen corazón el tal Mr. puede conducir á usted á ningún peligro.
Gatry, ¿no es verdad?
NICOLAS.
PAULINA. Lo que es eso de conducirme es muy posible,
Según eso, ¿se ha quedado usted en la calle? sin embargo que me pudiera conducir á la Bas
tilla Lo que no quita que en el primer arre-
NICOLAS. bato no hubiera yo escrito esta representación,
Completamente Y sólo porque no me he acompañada de documentos justificativos, con áni-
sabido equivocar en una miserable suma ¡Qué mo de enviársela al Ministro, denunciándole el
fraude de que soy víctima (Paulina toma el NICOLAS.
papel y lo lee bajo.) Pero pensé después que no Enhorabuena No quiero contradecir á us-
adelantaría nada, y que la cosa se arreglaría en-
ted ¿Pero qué partido me queda?
tre músicos y danzantes, de tal modo, que si al-
guno de los dos debía de ir á la cárcel, sería PAULINA.
probablemente yo De ahí que me haya que-
No irse de Versalles, y entregar esta represen-
dado con lo escrito e s c r i t o . . . . y que me haya al
tación al Rey en mano propia, y en esta misma
cabo resuelto á echarme en un pozo de cabeza,
tarde, cuando salga á caza
para obviar 4 todos los demás inconvenientes.
NICOLAS.
PAULINA. ¡Al Rey ! ¡Y en mano propia! Válgate Dios,
(Asustada.) ¡En un pozo! ¿Está usted loco? señorita Paulina, ¿y cómo quiere usted que pue-
da yo ver al Rey; que me dejen hablar con él?
NICOLAS.
¿Qué he de hacer? PAULINA.
(Aparte.) Si el Príncipe de Soubise con
PAULINA. sola una palabra que yo le dijera En efec-
¿Y su pobre madre de usted? ¿Y las personas to ¿Y por qué no? ¿No son nuestras ar-
que le aman? mas naturales el disimulo y la travesura? Ade-
más, no puedo salvar de otro modo á Nicolás,
NICOLAS. y . . . . y lo primero es lo primero.
Mi m a d r e . . . . ¡Ah! ¿De qué le puedo ya ser-
vir ? En cuanto a los que me aman, si no es NICOLAS.
ella, no sé yo quién Por lo tanto, creo yo que vale más que me
atenga á mi primera idea, y (Hace que se va.)
PAULINA.
¡Qué sabe usted lo que se dice! Hay quien PAULINA.
se interese mucho por usted, y . . . . ¿Dónde va usted? Venga usted aquí y es-
cuche usted bien lo que le voy á decir Lle-
NICOLAS. ve usted ahora mismo esta representación al Prín-
Conque no s é . . . . cipe de Soubise, cuyo palacio está a h í . . . . En
la esquina de la calle de
PAULINA.
(Impaciente.) Habrá t e r c o . . . . ! Yo lo afirmo.
NICOLAS. ¡Cielos! ¡La voz del Conde ! Si uos sorpren-
Sí, sí, ya sé dónde Ostft el palacio del Príncipe derá Huya usted por la otra escalera.... (Se-
de S o u b i s e . . . . ¿p¿ro acaso me querrá 'dejdí en- ñalando la derecha) y sobre todo, no olvide us-
trar el portero? ted ninguna de mis prevenciones.
PAULINA.
Hágale usted decir al Príncipe, que tiene que NICOLAS.
darle un recado de una d a m a . . . . Cuando se le (Solo y un poco aturdido.) Por la otra esca-
anuncia esto, siempre está S. A. visible. lera ¿Y por dónde estará esta señora ?
¡Pero este Príncipe de Soubise ! ¡Este anillo
NICOLAS. de pplp! ¡Este r e c a d o . . . . ! Nada de todo esto me
¡Oh, es muy fino....!' parece muy católico., (Al tiempo de irse se en-
cuentra con la Baronesa.)
PAULINA.
Dígale usted entonces que va de mi parte; pre-
séntele usted esos papeles, y . . .
{ESCENA VII
NICOLAS. DICHO, LA BARONESA, Y DESPUES
¿Querrá creerme?
JULIA
PAULINA. BARONESA. .
(Le da un anillo.) Enséñele usted ese anillo.
(Con altanería.) ¡Qué es eso! ¿A quién
busca usted?
NICOLAS.
¡Cómo! NICOLAS.

PAULINA. (Turbado.) Nada, s e ñ o r a . . . . S o y . . . V e n í a . . .


Ya sabrá S. A. lo que esto significa Pe-
ro no haga usted más que enseñárselo y vuélva- JULIA.
melo usted á t r a e r . . . . Dígale usted también, ¡Ahí ¡es el señor Nicolás, que me traerá pro-
que si mi aprecio tiene nlgón valor á sus o j o * . . . . bablemente mi dúo!
Mi aprecio, lo entiende usted Que en este ca- NICOLAS.
so exijo de él que se le naga á usted pronta y Sí, señorita Precisamente Aquí lo tie-
debida j u s t i c i a . . . . (Escuchando hacia el foro.» ne usted (Le da un papel de música, y dice
aparte.) Bien hayan las mujeres; nunca pier- NICOLAS.
den la cabeza. (Teíublando.) Perdone usted, señor C o n d e . . . .
I b a . . . . Soy Nicolás Rosier.
JULIA.
¿No es verdad que es muy sentimental? CONDE.
¡Nicolás! ah, sí, ya me acuerdo Vaya us-
NICOLAS. ted, vaya usted con Dios (Entre dientes.) No
Oh, mucho, sí, señora, m u y . . . . he visto un portero más descuidado que el mío.

BARONESA. NICOLAS.
Vamos, vamos, Julia, siempre le has de parar (Saludando á todos.) Quédense ustedes con Dios.
á hablar con todo bicho viviente. (Al volverse á ir, tropieza con Milord, y parece
enfadarse.) Cero, y van tres.
NICOLAS.
A los pies de usted. (Al salir por el foro se en-
cuentra con el Conde.) ESCENA IX
" í ^ Tu i .. I / ' )'l / 'j A.„l < >11 .*'(I LA BARONESA, JULIA, EL CONDE
ESCENA VIII Y MILORD.

DICHOS Y EL CONDE. CONDE.


¡i) i '.'«i tln «{•'»? - (Tomándole de la mano.) Acérquese usted. Mi-
CONDE. lord Señoras, tengo el gusto de presentar á
Sígame usted, sígame usted, Milord. ustedes á Milord Kingston, uno de los Secreta-
rios de la Embajada Inglesa, recién llegado á Pa-
NICOLAS. rís, y á cuyo padre conocí mucho cuando estu-
(Míis turbado, y retrocediendo delante del Con- ve en Londres.
de.) ¡Tampoco por aquí' ¿Si podré salir por algu-
na parte? MILORD.
' 'W' "i.1 'Mit'Majf (Saludándolas.) Oh, sí
CONDE.
(Con altivez.) ¡Eh! ¿Dónde va usted? ¿Quién BARONESA Y .TULTA.
es usted? (Id.) Milord....
!u • ^..nfrSfl-iMio-v.t uilMt«v«Ov>,4s»r«í.i
aparte.) Bien hayan las mujeres; nunca pier- NICOLAS.
den la cabeza. (Teíublando.) Perdone usted, señor C o n d e . . . .
I b a . . . . Soy Nicolás Rosier.
JULIA.
¿No es verdad que es muy sentimental? CONDE.
¡Nicolás! ah, sí, ya me acuerdo Vaya us-
NICOLAS. ted, vaya usted con Dios (Entre dientes.) No
Oh, mucho, sí, señora, m u y . . . . he visto un portero más descuidado que el mío.

BARONESA. NICOLAS.
Vamos, vamos, Julia, siempre le has de parar (Saludando á todos.) Quédense ustedes con Dios.
& hablar con todo bicho viviente. (Al volverse á ir, tropieza con Milord, y parece
enfadarse.) Cero, y van tres.
NICOLAS.
A los pies de usted. (Al salir por el foro se en-
cuentra con el Conde.) ESCENA IX
" í ^ Tu i .. I / ' )'l / 'j A.„l < >11 .*'(I LA BARONESA, JULIA, EL CONDE
ESCENA VIII Y MILORD.
,, -••>•••• • .-I . i '•'!•; pil
DICHOS Y EL CONDE. CONDE.
¡i) i '.'«i tln «{•'»? •• (Tomándole de la mano.) Acérquese usted. Mi-
CONDE. lord Señoras, tengo el gusto de presentar á
Sígame usted, sígame usted, Milord. ustedes á Milord Kingston, uno de los Secreta-
rios de la Embajada Inglesa, recién llegado á Pa-
NICOLAS. rís, y á cuyo padre conocí mucho cuando estu-
(Míis turbado, y retrocediendo delante del Con- ve en Londres.
de.) ¡Tampoco por aquí' ¿Si podré salir por algu-
na parte? MILORD.
' 'W' "í.l >MJ:>f'!ajI (Saludándolas.) Oh, sí
CONDE.
(Con altivez.) ¡Eh! ¿Dónde va usted? ¿Quién BARONESA Y .TULTA.
es usted? (Id.) Milord....
••'i: !o • Ull«M«MH>í> ,4»í«í.
CONDE.
13« nnn persona muy amable... realizándolo inmediatamente, según Milord lo
desea.
" MILORD.
Ob, sí. MILORD.
Oh, sf, inmediatamente, inmediatamente....
Pero la miss no estar ella aquí.
JULIA.
¡Que autómata!
BARONESA.
Ahora vendrá, Milord.
MILORD. ;Ci A J 3 / XTv r "
Oh, sf.
CONDE.
¿Qué tal ? Y después dirán que los ingleses
BARONESA. - no se inflaman. (Riendo.)
¿Y se puede saber qué nos procura el honor
de
BARONESA.
(Con remilgo.) Lo que es tanto más lisonjero
CONDE. para Paulina, que Milord bibrá encontrado ya,
en la corte de Versálles, una multitud de bellezas
Una pasión repentina Un verdadero acci-
mucho más acabadas, y ¿No es verdad. Mi-
dente de novela Milord Kingston vió la otra
lord?
noche en nuestro palco á Paulina, y desde enton-
r - j j í i vv "> •
ces se prendó tanto de ella, que
MILORD. •
Oh, no, señora Baronesa, no encontrar otra be-
JULIA.
lleza que ella.
(Bajo ú su" tía.) ¿ lía visto usted jamas una mu-
chacha más insoportable? Nadie tiene ójo6 sino
BARONESA.
para mirarla Por Dios, tía, cásenla ustedes
(Picada y aparte.) ¡Vaya, y qué grosería!
pronto, y que se vaya de aquí.
JULIA.
CONDE. (Idem.) í Qué paladar tan estragado!
Luego, como me pueden «lar de un momento á
otro esa legación que me han prometido, he creí- CONDE.
do que convendrá desembarazarnos de ese enlace, (Bajo á laB dos.) Es que no conoce todavía las
Goróstiza.—-11
delicadezas de la lengua. (Alto,) Pero, aquí vie- CONDE.
ne Panlina. Nada Nada La sorpresa, la alegría...
(A Paulina.) ¡Es un partido soberbio....!
•• '•'' V- «1 llv'I . . K'jiil f.l(¡
. MILOJtD.
¡Oh, sí, ser ella! PAULINA.
(Bajo.) Señor C o n d e . . . .

CONDE.
ESCENA X (Bajo á Paulina.) Y esta vez no hay nada que
objetar ni viejo, ni feo, ni
DICHOS, Y PAULINA POR LA DE- /

RECHA. JULIA.
PAULINA. (Idem.) De un nacimiento distinguido.
(Aparte.) Ya se ha ido.
BARONESA.
(Idem.) Con una fortuna inmensa.
CONDE.
Ven acá, Paulina que te tengo que comu-
CONDE.
nicar una cosa que no puede menos que regoci-
jarte. (Idem.) Vamos, aun cuando lo hubiéramos man-
dado hacer de barro, no hubiera podido salir inás
á propósito para tí.
MILORD.
(Mirándola amorosamente.) ¡Oh! sí. . 1 PAULINA.
Pero, señor C o n d e . . . .
PAULINA.
(Admirada mirando á Milord.) ¿Qué querrá de-
CONDE.
cir este original con sus contorsiones?
(A Milord.) Está muy contenta Y no me
admira, por vida mía Porque ya ve usted,
CONDE.
Milord, los ingleses son nuestros aliados natura-
Reconoce en este caballero tu 'uturo esposo.
les, y . . . . (A la Baronesa.) Celebraremos la bo-
da esta misma noche.
PAULINA.
¡Cielos!
PAULINA.
MI LORD.
(Asustada.) ¡Esta noch»»!
(Al Conde.) ¿Qué es lo que ella gritar?
CONDE.
PAULINA.
(A Milord.) Dispóngalo usted todo para que A (Con despecho.) Si usted quiere cargar con é l . . .
eso de las d i e z . . . . En la capilla de San L u i s . . . . - tX i
CONDE.
MILORD. (Al irse.) Es im'posible manejar mejor él asun-
Oh, muy bien. to, que yo lo he hecl^o..,.. Cuando digo que he
nacido para diplomático
CONDE.
Comerá usted antes con nosotros....

MILORD.
ESCENA XX.
Oh, muy bien. J
PAULINA SOLA. '
oONDE. ¡Esta noche á las diez! ¡ y me he de casar con
Después asistirá usted al baile, en donde verá semejante hombre ! ¿Y en qué momento?
usted bailar á Paulina un minué n u e v o . . . y lue- Cuando esperaba que el pobre Nicolás ¿Có-
go iremos todos á presenciar la ceremonia. mo impedir yo semejante desgracia? Qué »é y o . . .
Pero la impediré cuésteme lo que me cueste....-
PAULINA. Y pues que todos se han conjurado contra mi. . . .
(Bajo y con las lágrimas en los oj.«s.) Pero, por Y que yo me veo sola contra todos No me
la Virgen, señor Conde queda más que un m e d i o . , . . El de servirme de
ellos mismog para engañarlos á todos, y para em-
CONDE. brollarlos de tal manera, que no sepan al cabo á
(Sin hacerle caso, y á Milord.) Ahora entremos dónde dar con sus cabezas... ¡Ah! ¿No es éste
adentro, y convendremos en las principales esti- que oigo el Príncipe ? Sí, él es (Enju-
pulaciones.... Déle usted la mano á mi hermana. gándose los ojos.) Vamos, un poco de coquete-
ría Ello, será la primera vez Pero algu-
BARONESA. na ha de ser la primera Y no creo, por otra
(Al pasar por delante de Paulina.) ¡Qué des- parte, que la cosa sea tan difícil.
tino tan próspero el tuyo!

(Idem.) ¡Como que vas á ser mujer de un Lord!


•ttrir.<.

170 171

-ir que tenías el mayor empeño en que así fuera?


Y yo por complacerte por satisfacer eí
ESCENA XII. menor de tus deseos no hay nada que me pa-
rezca difícil ó que me detenga ¡iría al fin
DICHA, Y EL PRINCIPE. del m u n d o . . . . ! ¡me batiría con el universo en-
tero!
PRINCIPE.
PAULINA.
(A media voz desde el foro.) ¡Oiga! ¿Estás solaV Muchas gracias ¿Pero cuénteme usted, qué
es lo que usted me ha hecho?
PAULINA.
(Fingiendo sorpresa.) ¡Cómo! ¿Usted en esta PRINCIPE.
casa? ¿Pues no decía usted que no habla de Corrí á palacio, y hablé allí con tanta energía
volver? en favor de tu pobre escribiente, que conseguí
pronto enternecer á l a Marquesa, hasta el pun-
PRINCIPE.
to que se le saltaron Lis lágrimas.
¡Ah. bribona ! Ya sabias tú que me habías
de volver ú v e r . . . . Y en cuanto me enseñaron PAULINA.
(Con malicia.) ¡Ah! ¿Conque fué el primer Mi-
aquel anillo, emblema de paz y de alianza
nistro?
PAULINA.
PRINCIPE.
S e equivoca usted, Príncipe He tratado
^Reponiéndose.) N o . . . Quise decir q u e . . . Qu«
sólo de procurar A usted la oportunidad de repa-
se encontraba allí En el gabinete del Rey..
rar una injusticia.
¡Como está siempre con él ! Y que esto fué
muy oportuno para nosotros..!. Porque ella de-
PRINCIPE.
testa al Ministro Bernis, que es precisamente
(Sonriendo.) Sin duda, sin duda. (Alto.) ¡Qué
el que protegía á ese tunante de Gatry, y . . . . En
pretexto tan bien buscado! Y de ahí que la injus-
suma, el fraude se ha descubierto y probado, han
ticia esté ya reparada.
puesto preso á Gatry, el Ministro tendrá que re-
tirarse avergonzado.... Y como yo he sido el
PAULINA.
que ha levantado toda esta polvareda, paso en
(Con alegría.) ¿De veras?
este momento á los ojos de totjos, por un gruí!
economista, por un Colbert Figúrate tú, qué
PRINCIPE.
Inmediatamente ¿No me habías hecho de-
temo A la lotería Economista yo, cqandi
¡el mayor imbécil! Por señas que nunca hemos
soy eí mayor derrochador
sabido Qué hacer con él en .la familia: y bien, le
haremos empleado Voy, voy á escribir su
PAULINA.
nombre, y á enviarle el despacho. (Se sienta á la
(Con alegría.) Snpongo que se hábrfi usted SPiftj,
mesa, y toma la pluma.)
vechado de la coyuntura, para obtener alguna re-
compensa V
PAULINA.
PRINCIPE.
Divinamente.... (Siguiéndole con la vista, y
dando una patada, con cólera.) ¡Habríi e g o í s t a . . . !
No, ¿qué soy tonto? Pedí, y obtuve, "ipso
facto," que me hicieran del consejo de minis-
PRINCIPE.
tros Cosa que deseaba hacía mucho tiempo,.,
(Volviéndose á mirarla.) ¿Qué es éso? ¿Qué tie-
nes?
PAULINA.
(Con despecho.) ¡Ah, obtuvo usted eso para us- PAULINA.
ted! No me maravilla Nunca se olvida lino (Vivamente y de mal humor.) ¿Qué tengo? ¿Qué
de sí mismo Pero además, no se ha acordado tengo? Lo que tengo es horror á la ingratitud,
usted No ha conseguido usted nada para al- y esa la tienen todos los hombres en la masa de
guno de sus amigos, 6 para la sangre.

PRINCIPE. PRINCIPE.
Sí, sí, tambkx me han dado este despacho en (Admirado.) Pero mujer, no comprendo
blanco, de la placa que servía G a t r y . . . . (Riendo.)
Para que yo le llene á mi antojo, fiándose, se-, PAULINA. ,,
gún dijeron, en mis grandes conocimientos finan- Cada cual piensa en sí en sus parientes...
cieros. Pero en cuanto al pobre diablo que se ha ex-
, 1 . .
puesto que se ha comprometido ¡Oh! ese
PAULINA. no obtendrá nada, y todo el mundo le olvidará. > •
(Con esperanza.) Entonces ; Cosa más en el orden ! Como que no es primo
de nadie.
PRINCIPE.
Y ahora se me ocurre que no le vendría mal PRINCIPE.
el trtl destino, á un primo que Dios me ha dado... (Levantándose.) ¡Ah! ¿Tú quieres hablar de
ese joven que me has enviado con el anillo, y
que me entregó la representación? ¿Qué, te inte- PRINCIPE.
resa algo su suerte? El caso es que ya te he dicho que mi primo no
tiene sobre qué caerse muerto, y

PAULINA.
PAULINA.
¿A.quién? ¿A m í . . . . ? Apenas le conozco....
¿No dijo usted también que era un imbécil?
Lo que sí me interesa mucho, son otras cosas,
y Pues bien, entonces no le faltará á usted algún
empleo, en Palacio, en qué colocarlo Allí
con saber hacer cortesías y genuflexiones
PRINCIPE.
(Con ternura.) ¿Entraría yo por ventura en el • V) i:j(I. -H» :b" • •••! 1 Min 'IIHO'I - i.-uff
número «le esas cosas? PRINCIPE.
Tienes razón Haré que lo nombren gentil-
hombre.
PAULINA.
Quién sabe O por mejor decir, 110 lo sé
PAULINA.
yo misma t o d a v í a . . . . Pero de todos modos, es-
Y al o t r o . . . . para que la gente conozca y aplau-
té usted seguro de que no faltará por ahí quien
da el desinterés de usted ¿le dará usted, por
diga y no sin visos de razón —¿Ven us-
supuesto, el destino en cuestión?
tedes el ruido que ha metido el Príncipe de Sou-
bise, en el asunto de los fondos secretos? Pues
no lo ha hecho sino porque quería colocar fi un PRINCIPE.
primo suyo en el destino de Gatry, y para que Por supuesto Es dé rigurosa justicia y
le nombraran también á él. del consejo de Minis- sobre todo, basta que tú lo quieras y . . . . (Apar-
tros. te.) ¡Cuidado, que es fortuna la de tener uno á
su lado un ángel que vele así sobre su reputa-
ción !
PRINCIPE.
¡Cómo! ¿Se atreverían A suponer
PAULINA.
(Muy contenta.) ¡Ah! ¡Qué amable es usted!
PAULINA.
No. que no Pues es cierto que se muer- PRINCIPE.
den mucho la lengua en el día para hablar de los (Queriendo tomarla entusiasmado la mano.) ¡Y
grandes. tú, qué divina!
PAULINA. PAULINA.
(Retirando 1« mano.) .¿No sería bueno que llena--
Ni yo Aunque me parece que le oí decir un
ra usted ahora el despacho?
día que vivía en esta misma c a l l e . . . .
m> >/- oí. i
PRINCIPE. PRINCIPE.
(Yendo hacia la mesa y sentándose.) Sí, sí, aho- (Toca la campana y sale un criado.) Entonces
ra m i s m o . . . . A propósito, ¿cómo se llama nues- cualquier criado del Conde Pongamos un so-
tro protegido?
bre al despacho. (Se lo pone de pie.) Tome usted,
y lleve esta carta á Mr. Rosier Pregunte us-
PAULINA. ted, de puerta en puerta, en esta calle, y algu-
(Haciendo como que se acuerda de alguna cosa) no le dará razón al cabo, de tal sujeto.
Se l l a m a . . . . Espérese usted..".. Creo que se lla- •" i y.':1
ma Nicolás Rosier. PAULINA.
(Vivamente al criado:) Pregunta usted en el
PRINCIPE. número 7. (Se va el criado.)
(Escribiendo.) Rosié.
• i •< t • • -. >• 'f% PRINCIPE.
PAULINA. Yr bien, espero que estarás ya contenta; que
(Que le ha visto firmar.) Falta todavía una r des- nada te contraría ahora, y q u e . . . .
pués de la e.
PAULINA.
PRINCIPE. „ (Tomando un aire bien triste.) Todo lo contra-
Vaya en g r a c i a . . . . pongamos la r después de rio ¡Y si viera usted qué desgraciada soy!
""1 I'JI . '.'! , 7 •.'•>>¡08?/. { . • • . ! • . • : H I T ! MI«'
la e. (Escribe y se levanta.) Ya e s t á . . . . (Que-
riéndole tomar la mano.) Ahora, Paulina m í a . . . . PRINCIPE.
¿Tú?
PAULINA.
Pero, ¿por qué no hace usted que le lleven des- PAULINA.
de luego ese p a p e l . . . . ? ¡Estará el pobrecillo con El señor Conde se ha empeñado en que me he
una inquietud! de casar Con un hombre que detesto

PRINCIPE. PRINCIPE.
¿Acaso sé dónde vive? ¡Cáspita... ¿Y pronto?
179
PAULINA.
H o y ^ m i s m o . . . . á las dio? de la n o c h e . . . .

PRINCIPE.
(Vivamente.) ¡Qué infamia! Eso no puede ser... ESCENA XIII.
Yo le hablaré y Y tú, por tu parte, insiste en
que no quieres. DICHOS, E L CONDE, LA BARONE-
SA Y JULIA.
PAULINA.
CONDE.
Pero, ¿cómo puedo y o . . . . ?
Cómo, Príncipe, ¿usted aquí? Pues no me es-
peraba hoy por la mañana tener por segunda vez
PRINCIPE.
el h o n o r . . . .
¡Toma!, di que aborreces á. ese hombre; que amas
á otro (Tiernamente.) Lo que no será absolu-
PRINCIPE.
tamente falso, ¿no es verdad?
(Embarazado.) Acabo de llegar, y E iba en
este momento ít que le entrasen íl usted reca-
PAULINA.
do Se me había pasado decir íi usted cierta
(Suspirando.) ¡Ay!, no, por cierto.
cosa....

PRINCIPE.
CONDE.
(Queriendo abrazarla.) Paulina mía
'Vivamente.) ¿Sobre mi petición?

' PAULINA. PRINCIPE.


(Interrumpiéndole.) Alguien viene Por Dios.
Pues (Aparte.) Por cierto que no sé lo que
Príncipe, sepárese usted, yo se lo suplico. (Se
he dicho de ella. (Alto.) En fin, h'ego hablare-
separa con prontitud: Paulina se sienta fi bordar,
mos, y (A Juba con galantería.) Jesús, seflo-
y el Príncipe sale al encuentro del Conde.)
rita, y qué elegante, con qué gusto está usted
peinada.

CONDE.
(Bajo á la Baronesa.) ¿Ves cómo no deja esca-
par ninguna ocasión de manifestar su predilección
por Julia?
PRINCIPE.
PRINCIPE. (Bajo al Conde.) ¿A quién se lo dice usted ?
Y 110 crea usted tampoco, Baronesa, que - he ol- ¡Pero en una casa tan respetable como la vues
vidado su encabo. tra ! Ademas, tengo otros proyectos, y . . . .
Mañana, mañana volveremos a tomar el hilo de es
BARONESA. ta conversación.... Ahora v o l v a m o s . . . .
(Con alegría.) ¿Conque segfin eso. podré ir ya
desde esta noche a la tertulia de mi querida pa- CONDE.
rienta? (Bajo.) ¿A mi petición?

CONDE. PRINCIPE.
¿De cuSl de ellas? (Alto.) Volvamos a tributar a estas damas los
homenajes que les son tan debidos, y . . . .

BARONESA.
(Con sequedad.) ¿ D e cual ha de ser? No parece
sino que tengo treinta y seis De Madama de ESCENA XIV.
Pompadour.
DICHOS, NICOLAS Y UN LACAYO.
CONDE. LACAYO.
Es verdad, es verdad, úó me acordaba.
' nWv. flTf 1<1<. , : •»- .. • "* ' (Anunciando desde el foro en voz alta.) El señor
Nicolás Rosier.
PRINCIPE. .
Sí, señora, puede usted presentarse en casa de CONDE.
la Marquesa, Cuando y como quiera (AI Con-
de.) En cuanto a su asunto de n s t e d . . . . (Cam- ¿Quién? ¿Quién ha dicho ese animal?
biando de tono.) ¿Pero qué es lo que me estaba
diciendo Paulina chando usted entraba? ¿Que la PAULINA.
quería usted casar? ;Oh! ¡Es muy joven todavía! (Aparte.) ¡Válgate Dios, y qué torpeza! ¿A qué
vendrá ahora Nicolás aquí?
CONDE. NICOLAS.
Por lo mismo, Príncipe. Tí (Bajo.) Si usted su- (A media voz y aturdido, al lacayo.) Qué hace
piera lo que hormiguean en este pueblo los liber- u«ed, no había necesidad de anunciarme. (Se
tinos, los seductores Gorostiza.—11
va el lacayo.) Le pregunto solo, si la señorita de
NICOLAS.
Pous está visible, y el gran mostrenco me respon-
(Siguiendo las miradas de Paulina.) Sí, sí, el
de abriendo la mampara de par en par.
Príncipe era precisamente.
;i
'< ' :->
¡i'-rt^ViMV én imif .iifiiim:U. .
JULIA. PAULINA.
¿No es el señor Nicolás? Entonces Allí tiene usted á S. A (Ba-
jo y empujándole.) Vaya usted á darle las gra-
BARONESA. cias Vaya usted pronto.
¡En efecto, es el joven copiante !
:r i / ! ; r
NICOLAS.
CONDE. ¡Ah señor! Permita V. A . . . .
Y en verdad que es menester que sea bien
atrevido, 0 bien n e c i o . . . . Y bien, señor Nicolás, PRINCIPE.
¿qué nos quiere usted? ¡Hola! ¿Qué es eso? ¿Qué me quiere ese hom-
v i z Aicaüaa bre á quien no he visto en mi vida? (Habla bajo
NICOLAS. con Julia, y se vuelve sorprendido.)
(Temblando.) Perdone tígtfcd, señor. Oonde.
^ enía Conducido por mi gratitud hacia una PAULINA.
persona (Mirando á¡Pa(.irua> á quien debo mu- (Haciéndole señas.) Cómo, señor, no cae us-
c h o . . . . Porque he recibid*:. . . O mfis bien, se ted Nicolás Iiosier
me ha enviado.... Y yo he adivinado al punto.:*
PRINCIPE.
CONDE. ¡Ah! sí Rosier Ahora caigo
¿Una persona á quien usted ílobe mhcho?
CONDE.
BARONESA. (Aparte.) Pues si entiendo una jota
Pues yo no veo ^
• , , . • • i , '¡••|»«i' -i'f<> •,'<< c i u r f f t MlblJtV NICOLAS.
•••<• i » « !
PAULINA. (Id.) Ni yo.
(Haciendo señas if "Nt^.'lhs^ Tampoco y o . . . .
i . ,,..,¡:| .«.(,)¡tij,. , ,.,.,.„„ A > PRINCIPE.
Como Nicolás no hable da) spñor Príncipe^e Sou- Sino que estaba tan distraído.... ¡Oh, el se-
b i s e . . . . , S. .A- íes tan bondadoso, y hace tanto ñor Rosier...! Un joven muy amable... á quien
bien á los que se dirigen á é l . . . . que no puede
acabo de hacer nombrar jefe de la sección de 185
fondos secretos del Ministerio de negocios extran-
jeros ¿Me parece que es esto, no es ver- PAULINA.
dad? (Con malicia.) De la que era usted parienta
quizá.

• NICOLAS. BARONESA.
Conque V. A. ha sido el q u e . . . . Pues el Minis- No, pero
tro, á quien acabo de ver, me habla dicho que él
había sido quien PRINCIPE.
(Mirando á Paulina.) Luego, el sefior Rosi-r
PRINCIPE. reúne á sus muchos méritos y buenos servicios, la
¡Oh! los Ministros dicen siempre, que ellos son circunstancia, á su favor, de que se halla prote-
los que lo hacen todo. gido por una señora muy linda, que es omnipo-
tente en este momento.
BARONESA.
¡Será posible! Un destino tan codiciado.... NICOLAS.
(Aparte y de mal humor.) ¡Tercera ojeada! (El
Príncipe pasa al lado de Paulina.)
CONDE.
(Bajo á la Baronesa.) ¡Jefe de la sección de los
CONDE.
fondos secretos! ¡Sabes, que me puede ser muy
(Bajo á su hermana.) ¡Señora omnipotente! ¿Si
útil la amistad de este hombre cuando me den la
será madama de Pompadour? Y en efecto, no es,
legación! (Alto.) ¡Un ascenso tan rápido! mirándole bien, muy mal parecido. (Alto.) Dígame
usted, mi querido Rosier, ha recibido usted nues-
BARONESA. tro convite para el baile que damos esta noche?
Que no me admira, sin e m b a r g o . . . .
NICOLAS.
JULIA. (Admirado.) ¿Un convite dice usted?
¡Copia tan bien música!
CONDE.
BARONESA. Pues Y contamos con usted.
Conocí una familia R o s i e r . . . .

Señor C o n d e . . . .
187
¥•">.
BARONESA. LACAYO.
Mire usted que lo exigimos de su amistad. Espera con los otros señores en la sala verde.

NICOLAS. CONDE.
Señora Muy bien. (Se va el lacayo.) Príncipe, si usted
quiere hacernos el favor
JULIA.
¡Oh, cómo había do dejar de venir á nuestro PRINCIPE.
baile un vecino a quien apreciamos tanto! Lo siento infinito, pero

NICOLAS. PAULINA.
S e ñ o r i t a . . . . pero el caso es que no sabiendo
(Bajo al Príncipe, á quien. se ha acercado.) Acep-
bailar
te u s t e d . . . .

CONDE.
PRINCIPE.
(Riendo,) Tampoco lo he sabido yo nunea, si va-
(Bajo á Paulina.) ¡Imposible! Me están espe-
mos a e s o . . . . pero de lo que se trata es de que
rando en otra parte.
hagamos allí mas amplio conocimiento.
(Nicolás se inclina, como que acepta; á una se-
ña que le hace Paulina, se retira un poco y PAULINA.
observa.) (Id.) No importa, me puede usted hacer falta
aquí.

NICOLAS.
(Aparte.) ¡Otro cuchicheo! (Sube y se coloca en
ESCENA XV.
un extremo del Teatro.)
(.ubvi
DICHOS Y UN LACAYO.
PRINCIPE.
LACAYO. (Bajo á Paulina.) Ah, eso es otra cosa. (Alto.)
La sopa está en la mesa. ¡Aunque, por otro lado, la tentación es tan fuer-
te ! porque esto de acompañar en , la mesa á
CONDE. unas damas tan amables.. i .
¿Y Milord Kingston?
m m m

188

C O N D E .
PAULINA.
'Encantado.) ¿Qué, cede usted al cabo á anee-
(Le hace una cortesía desde el foro, y con la
tras súplicas, es verdad? (Bajo ft su hermana.)
mayor gravedad.) Mr. Rosier, tengo el ho-
; Bravísimo! Vamos, no se puede separar ni un
n o r . . . . (Id.)
instante de mi h i j a . . . . ¡Qué honor para toda la
familia!
NICOLAS.
¡También ella! Vaya, si parece que se están to-
BARONESA. dos burlando de mí. (Id.)
Vamos, señores; Príncipe, deme usted la mano.

PRINCIPE.
(A Paulina al pasar.) S e ñ o r a . . . . Qué enco¿-
do es nuestro protegido.

PAULINA.
(Sonriéndose.) Un poco. (A Nicolás al pasar.) No
«e aleje usted mucho de este sitio, que le tengo que
hablar. —

NICOLAS.
Pero señorita Paulina

* CONDE.
Hasta la noche, Mr. Rosier. (Yéndose por la iz-
quierda.)

BARONESA.
Mr. Rosier, tengo el honor (Id.)

JULIA.
Mr. Rosier, tengo el honor (Id.)
\

ACTO SEGUNDO
ESCENA I
NICOLAS, QUE SALE POR E L FORO
¡Todavía están en la mesa ! Paulina me di-
jo que volviera... ¡Que me tenía que hablar...!
Y desde entonces estoy con una inquietud...!
que ni siquiera me ha dejado comer ¿Qué
me querrá? Bien sabe Dios que no atino
Tampoco comprendo mi repentina elevación, ni
los cumplimientos de estas gentes, ni Ya pa-
rece que no soy para ellos el insignificante y obs-
curo Nicolás Todo lo contrario, ahora soy
Mr. Rosier, y se me convida para el baile, y
¡Qué cambio de decoración....! Lo único que sí
me enfada, es que he reparado ciertas ojeadas en-
tre ciertos sujetos; ciertas palabras dichas al pa-
so y al oído, que Ello no sé en lo que con-
NICOLAS.
siste, pero desde que he sabido A quién le debo (Aparte, y hace que se va.; Estoy por irme y
mi nuevo empleo, ya no rae parece éste tan agra- volver después.
dable El tal Príncipe... Varaos, me he pues-
to de un humor.... Desearía como quien soy, en- MILORD.
contrar aquí A la mano con quien desahogarme... ¡Ah, perro, perro peis de franceses! (Dando
A bien que si no, ya tengo subalternos que lo pa- una patada, y volviéndose hacia el cuarto de don-
guen ¡Pobre del que siquiera tosa hoy delan- de salió.)
te de mí! (Se pasea en el foro muy agitado.*
NICOLAS.
(Deteniéndose y volviendo la <?abeza.) ¿Qué dia-
blos le ha sucedido A este hombre?

ESCENA II MILORD,
(Hacia el bastidor.) Esta miss Paulina, ser una
DICHO Y MILORD POR LA DERE- pequefiita loca
CHA.
NICOLAS.
MILOBD. (Aparte.) ¡ Cómo es eso !
(Aparte y colérico.) ¡Oh, yo estar relleno de fu-
ror ! ¡Goddem ! ¡Una miss francesa tra- MILORD.
tar A mi de este modo! Yo que venía todo con (Id.) Una pequefiita coqueta Una peque-
tentó A decir A ella que estar ya todo en regla fiita
para casarnos A la noche Y ella entonces de-
cir A mf A la oreca:—Oh sifior, yo no poder sufrir NICOLAS.
A usted Y yo querer ir mejor A todos los con- (Id.) ¡Habrá insolente! Y cabalmente no bus-
ventos de París, que no ir A la iglesia con us- caba yo otra cosa (Yendo hacia donde estA
ted.— Milord.) Oiga usted ¿Qué quiere usted decir
con eso? ¿De quién habla usted?
NICOLAS.
(Aparte.) ¡Lo que tarda! MILORD.
¡Waht! ¡Waht!
MILORD.
Ya se vé esto me llevé el apetito y...
NICOLAS.
M;
MILORD.
Aquí no hay vot que valga Lo que yo le pre-
¿Ahora mismo?
gunto (i usted es lo que decía usted y de quién
lo decía.
NICOLAS.
Ahora mismo.
MILORD.
Yo decir lo que querer.
MILORD.
¿Con espada 6 con pistola?
NICOLAS.
Es que yo no quiero que hable usted de la se-
NICOLAS.
ñorita Paulina en estos términos ¿Lo entien-
Me es igual Con las dos cosas á un tiempo.
de usted ? Que no hay en todo Londres ni
si usted lo quiere.
Reina, ni Archiduquesa que merezca descalzarla.
PAULINA.
MILORD. ¡Cielos, qué oigo! BÍ.»..qa-»l
¡Ah! ¿usted ser el amigo ? (Aparte.) Y ser
él quizá también la causa de no querer ella ir á
MILORD-
la iglesia con mi. . -, ¿En el Parque?
<i ¡ii «mii
NICOLAS. NICOLAS.
Sí, señor soy su a m i g o . . . . y me honro con Junto al Dragón.
tener este título.
MILORD.
MILORD. Allí esperar yo á usted. (Se va.)
¡ Oh, muy b i e n . . . . ! Entonces vamos á batir-
nos nosotros. NICOLAS.
No, no me esperará usted mucho.
NICOLAS. (Hace que se va. Paulina sale, lo alcurnia, y j 0
(Admirado.) ¡A batirnos ! Toma, y ¿por qué toma por la mano.) „¡
no? Es una idea como otra cualquiera Y
pensándolo bien, lo mismo se me da refrescarme
MMIZ
la sangre á costa de éste, que refrescármela á
costa del Preste Juan. (Alto.) Y bien, sí señor,
nos batiremos.
PAULINA.
Sí, usted iba íi batirse con él, no lo niegue us-
ESCENA III. ted Yo misma les he oído hablar á ustedes
de espadas, de pistolas
NICOLAS Y PAULINA.
PAULINA. NICOLAS.
¿Dónde va usted? (Haciendo un esfuerzo.) Y bien, es verdad
A eso iba.
NICOLAS.
¡Ella es: PAULINA.
Pero, ¿por qué?
PAULINA.
Sí, señor, yo soy Que he pretextado una ja- NICOLAS.
queca para levantarme de la mesa, y Pero, ¿Por qué? Porque en mi presencia ha tenido el
respóndame u s t e d . . . ¿Dónde iha usted? atrevimiento de hablar mal de usted Y por-
que por lo mismo que usted se encuentra sola y
NICOLAS. aislada, por lo mismo es deber mío tomar su de-
(Turbado.) I b a . . . En casa del Ministro para fensa, no sólo contra él, sino contra cuantos
que firmara algunos papeles.
PAULINA.
PAULINA. jAy Dios mío! Según eso, ¿usted es valiente?
Usted me engaña
NICOLAS.
NICOLAS. Qué sé yo Pero si no lo soy, tanto peor pa-
;Yo ! ¿Cómo:
ra mí.

PAULINA. PAULINA.
Sí, sefior, usted me engaña, usted iba ft batir* ¿Y sabe usted acaso batirse?
con ese inglés.
NICOLAS.
NICOLAS. Ni pizca pero en cerrando los ojos
No lo crea usted.
Gorostíza.—13
PAULINA.
PAULINA.
Excelente receta para hacer buena puntería.
(Con ternura.) ¿Y si le mata á usted?

NICOLAS.
NICOLAS.
A lo menos, para salir pronto del paso
Si me mata B u e n o . . . . Esté usted segura
de que no diré después, esta boca es mía. Muy
PAULINA.
por el contrario, lo miraré casi como un favor
Vaya. Nicolás, sea usted razonable.... Es me-
porque usted lo sentiría probablemente un
nester disimular algo á ese inglés, 'porque como poco Y pensará en mí alguna vez Y aña-
se qmere casar conmigo, y yo no quiero, es natu- dirá quizá: ¡Pobre Nicolás! era un buen mu-
chacho No tenía en este mundo otra cosa que
le perteneciera sino su vida, y la perdió con gus-
NICOLAS. to por mí Si más hubiera tenido, más hubiera
No es natural, no aflora: ¡pues no faltaba •perdido con el mismo gusto.
mas Conque porque una mujer no nos quie-
re ,hemos de poder nosotros ponerla de oro y PAULINA.
^ u l . . . . ? Bueno andaría el mundo entonces. (Enternecida.) ¡Ali, cómo puedo 110 amarle'

PAULINA. NICOLAS.
Pero, en fin, ¿q„é ha dicho ese inglés de mí? Luego Si me matan, como usted dice
es más que posible que no volveré á pensar en
NICOLAS. cierta cosa que Que. la verdad no puedo aho-
Mil h o r r o r e s . . . . Que era usted una ^ ^
ra digerir, por más que hago.

PAULINA. PAULINA.
Déjelo usted que lo d i g a . . . . ¿ Q u 6 importa?
¿En cuál?

NICOLAS. NICOLAS.
No. seílora. no quiero que nadie lo d i g a . . . . Ni (Aparte.) Y o se lo d i g o . . . . Al cabo si me han
que lo imagine s i q u i e r a . . . . Sobre t o d o . . . (Apar- de matar, no es gran cosa lo que arriesgo. El
te.) Sobre todo, desde que empiezo á temer que caso es q u e . . . . (Alto.) Porque ha de saber usted,
sea verdad. sefiorita Paulina, que lo que es á ese Príncipe de
Son vise A mi protector Lo quiero lo pro-
Pió que & un dolor de m u e l a s . . . . Vamos, no lo
puedo sufrir.
me Parecían ustedes dos telégrafos.... Además
cuando le enseñé a, Príncipe la dichosa sortea
PAULINA.
Uero, ¿qué razón tiene usted pan;...? me acuerdo ahora que me dijo que .a desünab'
usted par dársela á quien usted amara.
NICOLAS.
La razón que tengo e s . . . . q u e hay momentos PAULINA.
en que recelo que ama á usted y * ¡La sortija. ! ¡ E s verdad! Y se me había ya
olvidado ¿Q U 6 , 8 e h a b r á q u c d a d o ^

PAULINA.
¿Y no hace usted más que recelarlo? NICOLAS.
¡Qué se había de q u e d a r . . . . ! ¡Pues poquito
apretada la tenía yo entre estos dos denlos •
NICOLAS.
No, señora, aquí la tiene u s t e d . . . . También á
¡Cómo!, ¿qué si no hago más que recelarlo '
mí se me había olvidado el volvérsela á usted- j
¿Le parece ii usted todavía grano de anís? puesto que ha de ser para quien usted ame..'.
Aquí la tiene usted.
PAULINA.
Lo digo, porque si usted no pasa de ahí, y„
PAULINA.
voy más adelante; pues lo sé de positivo.
(Rechazándole la mano.) ¿Para q u é . . . . ? ¿Aca-
so se la he pedido ya á usted?
NICOLAS.
¡Qué tal! ¡Si me lo temía yo b i e n . . . . ! Y como
pudiera suceder igualmente que por parte de us- NICOLAS.
ted (Absorto.) ¡ C ó m o . . . . ! ¿Dice usted que....?

PAULINA.
PAULINA.
(Con un poco de enfado.) Jesfis, y qué cabeza
No, lo que es « o , se equivoca usted de medio
tan dura Sí, sí, guárdesela u s t e d . . . . ¿No lo
á medio.
entiende usted todavía?

NICOLAS. NICOLAS.
E s que no se me han estapado ciertas señas y mi- (Fuera de sí.) ¡Qué o i g o . . . . ! ¡Sería posible...!
radas, y . . . . (Meneando la cabeza.) Como que
PAULINA.
Calle u s t e d . . . . No venga alguno, y . . . .
NICOLAS.
NICOLAS.
(Fuera de si.) ¿Usted me amarla?
Ahora más que n u n c a . . . . ¡Amarme usted, y
querer él casarse con u s t e d . . . . ! ¡Mayor atrevi-
PAULINA. miento! ¡Pistoletazo mejor merecido!
(Con ternura.) Y bien, sí, amigo mío ¿A qué
disimularlo por más tiempo? A usted es á quien
PAULINA.
amo. á quien amaré toda mi vida Porque us- Pero, Nicolás
ted lia sido siempre indulgente parn mí, sensible,
generoso Usted es el único protector que quie-
NICOLAS.
r o . . . . El único maridb.
Cuando le digo á usted que lo m e r e c e . . . . Y
se lo d a r é . . . . que me mate ó que no me mate,
NICOLAS. yo se lo juro á usted. (Aparte.) Cabalmente, me
¡Yo! ¡Marido de usted ! ¡Dios mío! y luego estará esperando para eso.
dicen que una alegría mata ! ¡Yo ! Pero
la distancia que nos s e p a r a . . . . PAULINA.
(Aparté.) ¡Pues he adelantado bastante! ¡.Vál-
PAULINA. game Dios!, ¿qué haré? (Alto.) ¿Y se puede saber
Ella desaparecerá Fíese usted de mí cuándo, á qué hora es esa fatal entrevista?
Sus ascensos de usted corren desde hoy de mi
cuenta Las mujeres entendemos esta clase NICOLAS.
de negocios mucho mejor que ustedes. (Con intención.) ¡Oh! no es hasta mañana
Al rayar el día.
NICOLAS.
Ya, pero es que yo no quisiera ascender con el PAULINA.
otro por lazarillo, p o r q u e . . . . (Aparte.) ¡Mañana ! Entonces hay tiempo
de Y yo sabré impedirla. (Alto.) ¿Pero no ha
PAULINA, parado un coche? Sí Será alguna visita
(Poniéndose el dedo en la boca.) ¡Chitón!, y so- O quizá la Baronesa que saldrá, y . . . Váyase us
bre todo, confianza absoluta! ¡Sumisión ciega! ted, váyase usted Y venga usted temprano al
¿Qué puede usted temer ahora, puesto que amo baile.
á usted, y que se lo digo? A propósito, ¿supon-
go que ya no pensará usted en batirse con Mi- NICOLAS.
lord Kingston? Pierda usted cuidado Adiós, señorita Pan-
lina (Aparte al irse.) Busquemos á Milord, no
PAULINA.
sea que se impaciente. (Aparte.) Sí, el cielo me inspira esta idea.

PRINCIPE.
Conspirando siempre contra los pobres hom-
ESCENA IV bres. (Acercándose poco á poco, y apoyándose so-
bre el respaldo de la silla de Paulina.)
PAULINA, Y DESPUES EL PRIN-
CIPE. PAULINA.
(Fingiendo que la coge de sorpresa.) ¡Jesús, se-
PAULINA. ñor, y qué susto me ha dado usted!
¡Oh, no se b a t i r á . . . . ! ¡Primero haré poner en
la Bastilla á toda la Inglaterra ! (Se acerca PRINCIPE.
al tocador con agitación.) ¡Y tener uno ahora que Tenía tanta impaciencia por volver á encontrar-
ocuparse del traje y del peinado, para este mal- me contigo á solas Para que siguiésemos la
dito baile ! No se me ocurre ningún expedien- conversación que entablamos á hurtadillas en la
te Ninguno Al cabo tendré que valerme mesa
del Príncipe, y Si le indispusiera con los in-
gleses ¿Si consiguiera por su medio que se PAULINA.
echase á todos ellos de Versalles? ¿Y cómo? Esa ¿Que entabló usted, querría usted decir?
es la dificultad ¡Dios mío, para qué se le an-
tojaría al tal Milord Kingston el llamarme co- PRINCIPE.
queta! (Apercibe al Príncipe con el rabo del ojo.) Lo mismo da Y para eso me senté á tu
Ah, el Príncipe Viene muy fi propósito l a d o . . . . Así. no te puedo figurar lo eterna y fas-
En efecto, picfindole un poco el amor propio que tidiosa que me ha parecido la última parte de
tiene Y que tiene amor propio de Prínci- la comida Dichosamente que la Baronesa se
pe Quizás Hagamos ahora la deshecha. levantó para ir á visitar á su querida parien-
y veamos después por dónde salimos. (Se sien ta que el Conde tuvo que salir á saber cómo
al tocador, coge unas flores y hace como que estfi estaba de su indigestión no sé qué palaciego
acabando de peinarse.) Y que á Julia la llamaron porque acababa de lle-
gar la modista con el vestido para el baile
PRINCIPE. Entonces me aproveché de la ocasión, y vine á
(Aparte saliendo por la derecha.) Allí estfi. buscarte Verdad es que no creí que estabas
207
206

ya á vueltas con tu peinado tratando de ha- hay duda Pero qué quiere usted no es
certe todavía más bonita de lo que eres ¡Go- tampoco culpa mía, que yo no pueda ver con in-
mo si eso fuera p o s i b l e . . . . ! ¡ Como si necesita- diferencia que se humilla á mi patria.
ras tú de adorno alguno para deslucir á todas las
PRINCIPE.
demás mujeres!
(Riéndose siempre, coge una silla y se sienta
PAULINA. enfrente de Paulina, que sigue peinándose.) Pe-
ro, señor, ¿qué diablos dice esta muchacha?
Si me he puesto al tocador, crea usted, Prín-
cipe, que ha sido bien maquinalmente porque
PAULINA.
tengo un humor una cólera
¡Insultar así nuestros hombres más ilustres, los
PRINCIPE. mejores amigos que tiene el Rey!
(Sonriéndose.) ¿Contra mí?
PRINCIPE.
PAULINA. (Levantando la cabeza.) Los mejores amigos del
Rey ¿Qué, se tratará acaso de mí?
Contra todo el mundo y sobre todo, con-
tra el Gobierno.
PAULINA.
¿Y de quién quiere usted que sea?
PRINCIPE.
(Riendo.) ¡Ay, Dios mío! PRINCIPE.

PAULINA. (Con altivez.) ¡Oiga! Pues yo quisiera saber


quiénes son los temerarios que se permiten
Porque, C yo me equivoco mucho, ó las cosas
I
marchan muy mal. PAULINA.
¡Toma ! ¿Acaso pueden ser otros que esos
PRINCIPE.
ingleses tan vanos, tan insolentes, que nos tratan
(Riendo más fuerte.) ¡Oh! muy mal. M.
con tanto desprecio.... desde que por ellos he-
mos desdeñado la amistad del Austria? ¿Y sabe
PAULINA.
usted lo que dicen a h o r a . . . . ? Que si hemos acep-
Sí, ya sabía yo qae se iba usted á burlar de tado su alianza, es porque 110 podíamos otra cosa;
mí Una chicuela de diecisiete años, que que no teníamos medio alguno de hacerles la gue-
piensa por casualidad en otra cosa que 110 sea" en
rra que no contamos siquiera con un triste
moños y amoríos, es sumamente ridicula 11c
general que sepa mandar tres batallones.
PAULINA.
PRINCIPE. ¿Le parece & usted que me estaría bien un
(Picado.) ¿Cómo es eso? nar aquí, en este sitio?

PAULINA. PRINCIPE.
(Volviendo la cabeza.) ¿Le gusta & usted esta Un si es, no es, más a b a j o . . . . con algo más
rosa? de colorete para que realce aquél m á s . . . . Y co-
mo decía, me conocen muy mal los que se ima-
PRINCIPE. ginan que me ocupo de futilidades.... Ponte to-
(Distraído.) Muy b o n i t a . . . . ¿Conque esos se- davía más colorete.... Y en cuanto á los ingle-
ñores afirman que no contamos con ningún ge- ses
neral?
PAULINA.
PAULINA. También añaden que nada tienen que temer
•Aparte.) ¡Ya sintió la banderilla ! «Alto v tampoco de la diplomacia francesa, porque como
peinándose.) Excepto usted, P r í n c i p e . . . . de quien en el consejo de Ministros no hay ningún hombre
se burlan, sin embargo, llamándole á boca llena de Estado, según e l l o s . . . . y eso que no pueden
hCroe de papel de estraza, y Mariscal de Fran- ignorar que usted sea del c o n s e j o . . . . siendo pú-
cia que se marea con el olor do la pólvora. blico desde esta mañana, y . . . . Pero quizá lo
digan por lo mismo, con toda malicia
PRINCIPE.
(Entre dientes.) ¡Canalla! PRINCIPE.
(Levantándose indignado.) Vamos, si parece
PAULINA. imposible semejante descaro.
Como si el sitio de Friburg ó el asalto de la for-
taleza de Malinas, lo hubiera usted hecho desde PAULINA.
el tocador de alguna elegante de P a r í s . . . . ¿Me (Siempre sentada.) Mr. Rosier lo ha oído... El
alarga usted un alfiler, Príncipe? joven á quien hizo usted nombrar esta mañana
jefe de la sección de fondos s e c r e t o s . . . . Y se in-
dignó de tal modo, que quería batirse con media
PRINCIPE.
docena de ellos.
(Lisonjeado.) ¡De todo se acuerda esta Pauli-
na; es mucha muchacha! Y en efecto, cuando me
apoderó de M a l i n a s . . . . ¡Ah, perdona, se me ha- PRINCIPE.
bía olvidado que me habías pedido un-alfiler....! ¡Ah! Bah.
(Se lo da.) Pero volviendo á los ingleses
PAULINA. habla de tener el paso en cierta función de cor-
(Cou fingido candor.) ¡Es tan buen sujeto! ¡Y t e . . . . Pero no crea que ahora se ha de quedar
le est.1 A usted tan r e c o n o c i d o . . . . ! Serla capas la cosa a s i . . . . Y hoy mismo me ha de dar una
de arrojarse en una hoguera por usted Pe- satisfacción, ó
ro yo le dije que eso sería meterse en camisa de
once varas y no eran cuentas s u y a s . . . . y
PAULINA.
q u e . . . . ¿No he hecho bien, Príncipe? (Aparte.) ¡Qué locura! ¡Ni qué ganarla yo con
eso! ¿Acaso querrá él? (Alto.) ¿No ve usted que
PRINCIPE. los Embajadores no se baten sin permiso de sus
Sin duda sin duda (Agitado.) Yo no gobiernos respectivos?
dejo que nadie se tome el trabajo de vengar mis
propias injurias.... Y ya verás si luego que co PRINCIPE.
nozca yo quiénes son los q u e . . . . ¿Conque, me Es verdad.
dices quiénes son?
PAULINA.
PAULINA. Y sin embargo, es preciso castigar á esos in
¡Jesús! Todos ellos empezando por los de solentes.
la embajada.... lo que probaría, en mi concep-
to, que el gabinete de San J a m e s entra por algo PRINCIPE.
en este sistema de difamación. Sin duda; ¿ pero cómo? Después de todo, yo
no me puedo enfadar contra toda la Inglaterra.
PRINCIPE.
¡Qué infamia! ¡Y también Lord Albermarle, el PAULINA.
Embajador! Siempre me temí y o (Entre dientes) (Mirándole, y lentamente.) ¿Por qué no? Si yo
que no me había de perdonar nunca el que le hu- me hallara en el lugar del Príncipe de Soubise...
biera deshancado en sus amores con Chucha la si yo fuera y pudiera lo que él es y puede
bailarina. dentro de dos horas no me quedaría un in-
glés en Yersalles... Ni uno s ó l o . . : . A todos se
PAULINA. les enviarían sus pasaportes, y Buen viaje.
¿Qué decía usted?
PRINCIPE.
PRINCIPE. ¡Los pasaportes á la Embajada! (Con serie-
Nada, una disputa que t u v i m o s . . . . sobre quién dad.) ¿Sabes l o q u e me propones? Equivale á de-
clarar la guerra.
PAULINA. PAULINA.
(Aparte.) ¡La guerra! ¡Ay Dios mío!, no sabia (Sonriéndose.) ¡Y también lo cree usted así,
Príncipe le espera á usted tanto género <1-
yo qué quería decir eso. Ello después de to
do, si no queda otro remedio (Se levanta.) Y triunfo!
bien, sí, la guerra No quería indicar otra co-
sa Que aprendan esos extranjeros á conocer PRINCIPE.
(Pensativo.) ¡Vamos, sería una locura!
al Príncipe de Soubise en el campo de batalla; y
cuando haya vengado el honor del nombre fran-
cés. . . . PAULINA.
(Aparte.) El c a e r á . . . . (Alto.) ¡Oh, qué duda
tiene!, soy una loca, pues que quiero que la Pran-
PRINCIPE.
1 cia sea respetada y el Príncipe de Soubise ad-
(Sonriéndose.) ¡Qué entusiasmo! ¡Y qué bien
< te sienta ! Se me figura que estoy viendo & la
quiera fama y Hombradía lo que es, en ver
dad, muy ridículo de mi p a r t e . . . . lo que no tie-
Doncella de Orleans
ne sentido común.
il
PAULINA.
PRINCIPE.
Ah, si yo fuera hombre
(Titubeando.) Mujer, yo no digo eso, sino que
c:
esto de romper cou la Inglaterra
PRINCIPE.
(Riendo.) Oh, si tú fueras hombre.
PAULINA.
Gran cosa por cierto: si rompemos con la In-
PAULINA.
glaterra, nos quedará el Austria y ¡Pobre
¡SI I Sí, Príncipe, sí ¿Qué quiere usted? Amo
Emperatriz María Teresa, tan bondadosa! ¡Tan
cou pasión la gloria éste es mi flaco
noble ! Y tendiéndonos los brazos.
y tengo formada tan alta idea de lo que es un
héroe que vuelve á su patria cubierto de laureles,
PRINCIPE.
que (Mirándole tiernamente) que me parece
(Reflexionando.) En cuanto á tendernos los bra-
imposible pueda existir corazón alguno que le se- zos y apetecer con ánsia nuestra amistad, es
pa entonces resistir. innegable que el Austria Por señas que su
?»linistro en Francia, el Conde Estarembel'g, me
PRINCIPE. hace más reverencias.... Pero el caso es que
(Con fuego, y tomándole la mano.) ¿Qué, lo
crees tú así?
(íorostlzH. -14
me be pronunciado sobre este asunto eu el cuar-
to del Rey, de una manera tan positiva PAULINA.
«Mirándole con calma.) ¿Lo comprende usted
ahora? ¿Cae usted ya en ello, y por lo que quie-
PAULINA.
ro que se vayan todos esta noche?
¿Qué importaV Dirán cuando más que ha va-
(Se vuelve al tocador, y empieza de nuevo ¡1
riado usted de opinión ¿ E s esto, por ventura, andar en su peinado.;
tan extraño en un hombre de Estado?

PRINCIPE.
PRINCIPE.
No, no es muy extraüo por c i e r t o . . . Pero si tú (Vivamente y paseándose agitado.) ¿Y por qué
reflexionaras un poco, conocerías no te explicabas antes? ¡Privarme de e l l a . . . . :
¡Esta n o c h e . . . . ! ¡Después de todo lo que he he-
c h o . . . . ! Oh, no hay duda, lo que ellos quieren,
PAULINA.
es sólo aesesperarme, burlarse de mí ¿Y lo pue-
Pues yo no quiero reflexionar nada No
do yo sufrir ? Por otra parte, lo que Pauli-
quiero conocer nada (Impaciente y con las lá-
na me acaba de d e c i r . . . . La alianza con Ma-
grimas en los ojos.) Y si no se declara esa gue-
ría Teresa La conducta atroz de Inglate-
rra y si todos los ingleses no se van esta
rra ¡Llamarme héroe de papel de e s t r a z a . . . !
noche, estoy segura que me dará una enferme-
¡Mariscal de Francia á quien marea el olor de
d a d . . . . que me moriré de una pesadumbre
la pólvora ! Es claro que se ha insultado á la
Aunque ninguna de las dos cosas le importan á Francia.
usted, según se ve, un pito.
PAULINA.
PRINCIPE. (Sin volv<í la cara.) ¿Ahora se desayuna usted
(Inquieto.) ¿Qué dices? ¡Morirte tú de pesadum- de eso?
bre ! Luego hay en este negocio más de lo
que parece? PRINCIPE.
(Paseándose agitado.) Lo más terrible" del caso
PAULINA. es qne Madama Pompadour está encaprichada
¿Quién lo n i e g a . . . . ? Sino que usted no adivina en favor de los tales ingleses, y Con todo, ha-
nada Ese novio que d e t e s t o . . . . con quien me bría un m e d i o . . . . Reconciliándome con Chov-
óbligan á casar esta noche es un inglés. seuil y con Richelieu qu¿ abogan los intereses del
Austria haciendo que Staremberg maniobre
PRINCIPE. por su lado acariciando á u n o s . . . . amena-
¿Un inglés? zando á o t r o s . . . . podíamos quizá i n t e n t a r . . . .
216
PAULINA.
PRINCIPE.
(Con los brazos abiertos, volviéndose hacia él
Se trata de tu felicidad.... (A media voz) de
con gracia.) ¡Ah, usted me encanta!
la mía Estoy decidido á que un enlace secre-
to nos fina para siempre Mi propio cape-
PRINCIPE.
l l á n . . . . en mi capilla-... ¿Lo entiendes ahoraV
(Deteniéndose á contemplarla.) Y tü m e . . . .
Pero primero es necesario que convengamos en
¡Jamás, jamás ha existido mujer más linda !
el modo y en lo que después hemos de ha-
En fin, me decido, y suceda lo que suceda... Voy
cer, hasta que la cosa se pueda declarar Pa-
á palacio... Corro, y . . . . Pero antes, bueno se-
ra eso te enviaré luego mi coche, y cuando la gen-
rá que estipulemos nuestras condiciones No
te esté más engrescada en el baile, te escurres,
olvides que me expongo á perder en un instante conferenciamos en mi casa, y antes de que se pa-
mi crédito en la corte Y quién sabe si tam- se media hora estás ya de vuelta, sin que nadie
bién mi empleo y fortuna sélo por librarte baya tenido tiempo para echarte de menos.
de un himeneo que harta tu desgracia Por
lo mismo, es natural que yo exija siquiera de tí PAULINA.
la recompensa. (Aparte.) ¡tnfame! Si me dejara llevar de mi
indignación
PAULINA.
PRINCIPE.
¡Ah, cuente usted con mi etérna gratitud!
(Aparte.) Bueno, que lo piense. (Alto.) Conque,
PRINCIPE. ea, Paulina, ¿me lo prometes?
¡Con tu gratitud! Bien, no digo que no sea al- PAULINA.
go pero no es bastante (Bajando los ojos.) Oh, yo no prometo nada.
PAULINA. PRINCIPE.
¿Cómo? (Instando.) Vamos, diine que vendrás: dícelo
á tu futuro esposo.
PRINCIPE.
Acuérdate de lo que te insinué á voz baja en PAULINA.
la mesa Es de absoluta necesidad que yo t? (Fingiendo embarazo.) Pero
hable sin testigos ni interrupciones.
PRINCIPE.
PAULINA. (Aparte.) Ya t i t u b e a . . . . De tí depende llamar-
(Bajando los ojos.) Príncipe. te pronto la Princesa de Soubise.
PAULINA.
(Fingiendo embáraro.? Y b i e n . . . . Veremos...

PRINCIPE.
ESCENA VI
(Aparte.) Ya es mía.
NICOLAS, Y DICHA.
PAULINA. NICOLAS.
Pero no se detenga usted más corra usted Tranquilícese usted Todo se concluyó ya.
á vengar su p a t r i a . . . . y ese nombre que usted
me ofrece.
PAULINA.
¿Se concluyó? ¿Luego usted me había enga-
PRINCIPE. ñado?
Tienes r a z ó n . . . . A d i ó s . . . . Pero mira que te
espero. (Se va.)
NICOLAS.
No, pero no quise asustar á usted diciéndol*
que nos íbamos á batir en aquel momento.
ESCENA V.
PAULINA.
PAULINA. SOLA. ¡Dios m í o . . . . ! Y ese pañuelo negro ¿Es-
tará usted herido?
(Siguiéndole con los ojos.) Sf, espérame....
hasta que yo vaya, y no darás corta prueba de NICOLAS.
paciencia. ¡Qué hombres! y ¡qué poco diestros Si no es nada Un mero rasgrño.
son! cuando más, nos engañan ! Ello, algún
trabajo me ha costado decidir al Príncipe á que PAULINA.
hiciera lo que yo deseaba pero al cabo lo ha- ¡Infeliz de mí !
rá, y ¡Con tal que no me quede esta noche
ningún Inglés en Versalles! Sólo así puedo estar NICOLAS.
segura de que no se batirá el pobre Nicolás con No se apure usted ' Cuando le digo que no
ese necio de Milord Kingston ¡Y sería tan es nada Absolutamente nada.
desgraciada toda mi vida, si hoy le sucediera al-
go! (Viendo á Nicolás con la mano envuelta en
un pañuelo negro.) Pero, cielos, ¿qué veo? ¿Qué ¿De veras?
significa esto?
PAULINA.
(Fingiendo embáram.? Y b i e n . . . . Veremos...

PRINCIPE.
ESCENA VI
(Aparte.) Ya es mía.
NICOLAS, Y DICHA.
PAULINA. NICOLAS.
Pero no se detenga usted m a s . . . . corra usted Tranquilícese usted Todo se concluyó ya.
á vengar su p a t r i a . . . . y ese nombre que usted
me ofrece.
PAULINA.
¿Se concluyó? ¿Luego usted me había enga-
PRINCIPE. ñado?
Tienes r a z ó n . . . . A d i ó s . . . . Pero mira que te
espero. (Se va.)
NICOLAS.
No, pero no quise asustar á usted diciéndol*
que nos íbamos á batir en aquel momento.
ESCENA V.
PAULINA.
PAULINA, SOLA. ¡Dios m í o . . . . ! Y ese pañuelo negro ¿Es-
tará usted herido?
(Siguiéndole con los ojos.) SI, espérame....
hasta que yo vaya, y no darás corta prueba de NICOLAS.
paciencia. ¡Qué hombres! y ¡qué poco diestros Si no es nada Un mero rasgrño.
son! cuando más, nos engañan ! Ello, algún
trabajo me ha costado decidir al Príncipe á que PAULINA.
hiciera lo que yo deseaba pero al cabo lo ha- ¡Infeliz de mí !
rá, y ¡Con tal que no me quede esta noche
ningún Inglés en Versalles! Sólo así puedo estar NICOLAS.
segura de que no se batirá el pobre Nicolás con No se apure usted ' Cuando le digo que no
ese necio de Milord Kingston ¡Y sería tan es nada Absolutamente nada.
desgraciada toda mi vida, si hoy le sucediera al-
go! (Viendo á Nicolás con la mano envuelta en
un pañuelo negro.) Pero, cielos, ¿qué veo? ¿Qué ¿De veras?
significa esto?
NICOLAS. NICOLAS.
I'ucs no ve usted que ni siquiera me impide Pero, ¿por qué está usted tan seria, tan preo-
el venir al b a i l e . . . . ? Tuvimos él y yo una pe- cupada? ¿Estaría usted acaso tan enfadada con-
queña explicación, y la cosa no ,.«só de ahí migo?
Todo lo contrario.... ¡Inglés más hourado....!
No sólo renuncia ii usted, sino que quería por r ÍULINA.
fuerza que los preparativos para su boda, que ¡Contigo! ¡Que estás herido! ¡Que has expues-
había hecho en la capilla de San Luis, sirvieran to tu vida por defenderme! No, no lo creas
esta noche misma para la nuestra, ofreciéndose (Riendo.) Y ahora que ha pasado el peligro, te
además á ser nuestro padrino. diré aún más, y es, que has hecho bien que
has tenido razón.
PAULINA.
¡Oh, qué hombre tan bueno! ¡Y yo que les h> NICOLAS.
cía declarar la guerra! Es preciso que cuando ¿No es verdad ? Y después, un lancecillo
vuelva el Príncipe, trate de deshacer todo lo que como este, le hace siempre á uno honor co-
trabajé antes. rre la voz, y no falta quien diga:—¿Quién? ¿Mr.
Rosier? ¡Oh! ¡Oh! cuidado con él Miren us-
NICOLAS. tedes que no gasta pulgas y —(Cambiando de
¿En qué se ha quedado usted pensando? tono.) Pero volviendo á lo que más me impor-
ta Hablemos un poco de nosotros mismos,
PAULINA. de nuestros proyectos.. ¡Yo marido de u s t e d . . . !
Pensaba en la proposición que te habla he- La verdad ¿Cree usted esto posible?
cho Milord K i n g s t o n . . . . ¿Y tú que le respon-
diste? PAULINA.
En subiendo un poco m á s . . . . En rbteniendo
NICOLAS. un destino mejor.
Como era impracticable.... y por otra parte me
instaba tanto traté sólo de salir del paso, y NICOLAS.
le dije que lo consultarla con usted. (Meneando la cabeza.) Si, uno de Embajador,
verbigracia.... O cosa que se le parezca.
PAULINA.
(Aparte.) Lo que es impracticable.... En un
«aso desesperado.... ¿Y por qué no?
NICOLAS.
Con una buena ejecutoria por delante Y mi tía que no ha vuelto todavía para recibir ta
gente (Reparando en Nicolás.) ¡Ah! ¿ya es-
tá usted aquí, Mr. Rosier?
PAULINA.
A bien que ahora se venden bien b a r a t a s . . . .
PAULINA.
Además, el Rey podía ennoblecerte, y
(Que se estaba mirando al espejo y se vuelve.)
¡Mr. Rosier...! ¡Jesús, que no le había v i s t o . . . !
NICOLAS. Verdad es que mete siempre tan poco ruido cuan-
Eso sería aun más b a r a t o . . . ¡Ah, señorita Pau- do e n t r a . . . .
lina! usted se burla de mí 6 quiere que me vuel-
va loco La idea sólo de que pueda un día po-
NICOLAS.
seer esa hermosa m a n o . . . . (Se la toma) me arre-
(Aparte.) ¡Qn¿ t a l . . . » ! Si es más hábil
bata, y fuera de m í . . . . (Se la besa.)
(Alto.) Sí, señoritas, acabo de llegar, y

PAULINA. JULIA.
(Que lo escuchaba con placer.) Suelta, por Dios, Oye, Paulina, y ¿qué has hecho del Príncipe de
l e v a n t a . . . . ¿No oyes que se acerca «ente? Siem-
Soubise ? Me dijo que se estaría contigo, en
pre has dA hacer de las t u y a s . . . . (Rajo.) Aho-
tanto que yo concluía mi tocador.
ra retírale á un lado, y no me vuelvas á hablar
hasta que yo te hable.
NICOLAS.
(Nicolás se retira, y ella se vuelve á poner al
(Aparte, mirando á Paulina con desconfianza.*
tocador volviéndole la espalda.)
¡El Príncipe de Soubise!

PAULINA.
ESCENA Vil (Fríamente.) Pues no se ha estado aquí

DICHOS. JULIA. LACAYOS OUE EN- NICOLAS.


CIENDEN LUCES, ARREGLAN (Aparte.) Lo mismo «s. nombrarme á este hom-
LOS MUEBLES, ETC.; Y DESPUES bre. que me da calambre!
CONVIDADOS SUCESIVAMENTE.
LACAYO.
JULIA. (Anunciando.) El señor Marqués de Bar; el
Despáchense ustedes, que ya he oído parar algu- Abate de Coipi; la señora Presidenta de Lorges.
nos coches Pronto, esas luces, esas mesas... (Entran un Oficial, un Abate y la Presidenta:
PRESIDENTA.
después siguen entrando otros convidados; Julia Enhorabuena; pero ¿qué quiere decir eso?
va á recibirlos, y habla un poco con cada uno.
Nicolás se va al foro, pasea, se pone á hablar con OFICIAL.
algunos, y de cuando en cuando vuelve á subir la Lo que quiero decir es, que la alianza con la In-
escena.) glaterra-no está firmada todavía, y

JULIA.
Buenas noches, M a r q ? £ » , . . Adiós, primo ESCENA VIII.
Oh, señora P r e s i d e n t a . . . .
DICHOS, Y LA BARONESA
OFICIAL.
(Al Abate.) ¿Pero está usted seguro de lo qu'í BARONESA.
dice? (Muy acalorada, y que ha oído las filtimas ex-
presiones.) Ya se ve que no está firmada gra-
ABATE. cias al cielo y esperemos todos que nadie vol-
Le digo á usted que la noticia es cierta. verá á pensar en ella

OFICIAL. OFICIAL.
Mucho me sorprende, por cierto. ¿Qué dice usted, señora?

ABATE. ABATE.
No se habla de otra cosa en Palacio. Tía

PRESIDENTA. PRESIDENTA.
Y bien, señorea, ¿de qué se ocupan ustedes ? ¿Qué, Baronesa, viene usted ahora de Pala-
¿Qué noticia es esa tan «straordinaria? cio?

OFICIAL. BARONESA.
Que se acaba de convocar al Consejo de Mi- Sí, s e ñ o r a . . . . vengo del cuarto de mi querida
nistros á toda prisa, y á instancias, segftn asegu- pari'enta de madama la Marquesa de Pom-
ran, del Príncipe de Soubise. p a d o u r . . . . que nos r e c i b í a . . . . como s i e m p r e . . . .
con una amabilidad.... con una g r a c i a . . . . Sen-
PAULINA.
(Aparte.) Adiós con mi dinero.
tada á BU lado estaba yo precisamente, cuando
entró el Príncipe de S o u b i s e . . . . Y es preciso ha-
cerle justicia estaba furioso.
ESCENA IX
OFICIAL.
«Contra quien?
DICHOS, Y E L CONDE.
CONDE.
BARONESA (Que ha oído lo último.) ¿Qué dice usted, Mar-
Contra esos ingleses, esos impertinentes que w qués? ¿Palabras al aire, cuando ha habido insul-
han atrevido á propalar mil horrores que to á la corona? (Da su espada á un criado.)
han llegado hasta el punto de decir que el ce-
tro de Francia se ha trasformado en rueca que OFICIAL.
estamos gobernados por unas enaguas, y que el A la corona No sé yo cómo pueda inferir-
gabinete de San James en lugar de un Embaja- se porque lo que hasta ahora nos han refe
dor, nos debía de haber enviado una modistuela rido
de Londres, con plenos poderes para tratar de po-
tencia á potencia con Madama de Pompadour. CONDE.
« ¿Y qué me importa á mí lo que hayan podido
TODOS. referir «1 ustedes? Sepa usted, seflor Marqués,
¡Oh....! que yo me encontraba en el despacho del Rey
yo mismo yo el Conde de Vermanton
PAULINA. mi propia persona cuando Madama de Pom-
(Aparte.) Sin embargo, nada de eso es mío. padour se presentó pálida, desgreñada, y con los
ojos bañados en lágrimas, á manifestarle el modo
ABATE. injurioso con que Milord Albermale, el E^baja
Por mncho menos se han declarado otras gue- dor mismo de S. M. Británica, osaba tratar á S
rras, y M. Cristianísima.

OFICIAL. TODOS.
No tanto como e s o . . . . Al cal>o no pasan de ¿El Embajador?
*
ser palabras al a i r e . . . .
PAULINA.
(Aparte.) También esto es nuevo.
-

CONDE.
,Ah, señor!—exclamó la pobre Marquesa sollo-
zando,—«i hubiera sido yo la que hubiera sido in- OFICIAL.
sultada en esta ocasión, ni me quejarla, ni pedi- No uj" puedo persuadir, sin embargo, que la
ría nada á V. M.; pero cuando veo ultrajar así IuglPtwíra
al mejor de los Mouarcas, lo confieso, no lo pue-
do sobrellevar con pudenda. Es claro que lo CONDE.
que se busca es enajenarle el corazón de sus Calle usted, Marqués, calle usted esos in-
vasallos, repitiendo que es un Rey que no tiene gleses son una nación muy cautelosa son
voluntad propia; que no sabe tomar las armas nuestros enemigos naturales bien lo decía yo
para otra cosa que para cazar venados, y que esta mañana. (Julia y Paulina se miran.)
pasa su vida entera ocupado (líricamente en des-
poblar los bosques de su reino, en tanto que sus BARONESA.
cortesanos se reparten los despojos del mísero Una nación que os adula, en tanto que os ne-
pueblo. cesita

TODOS. CONDE.
(Con indignación.) ¡Ah! Y que cuando menos se lo espera usted os ha-
ce la mamola, y se queda con la mitad de vues-
PAULINA.
tros navios.
(Aparte.) Pero señor, ¿cuándo he dicho yo nada
de esto? ABATE.
Pues dígole á ustedes que esto puede parar en
CONDE.
una guerra general.
¡Figliren.se ustedes ahora lo que habrá sucedi-
do ! Las cabezas se han exaltado; el Consejo CONDE.
de Ministros se ha dedarado en sesión perinanen
Yo lo quisiera.
te; los Secretarios de Estado entran y salen, su-
ben y bajan Creo aun haber visto doblar los BARONESA.
centinelas de palacio, y apostaría cualquier eo
Y yo
sa á que dentro de dos horas se ha entregado a OFICIAL.
todos los ingleses los respectivos pasaportes. ¿Pero la Holanda se declarará por la Inglate-
rra ?
PAULINA.
(Aparte.) Pues la he hecho buena.
Gorostiza.—15
23 L
230

NICOLAS.
CONDE.
(Mirando á todas partes.) ¿ r ú e s qué, han em-
Ba que nosotros podemos contar con el Aus
tria. pezado ya las partidas?

CONDE.
ABATE.
Y con la España. (Bajo á los otros.) Se hace el disimulado. (Al-
to.) No es eso, sino que á lo que parece,
John Bull ha encontrado ya con quien se las en-
CONDE.
Luego cayendo de repente sobre H a n o v e r . . . . tiende?
NICOLAS.
PRESIDENTA. (Aparte.) Esto lo dice sin duda por mi desaffo.
Y s¡ los turcos hacen una d i v e r s i ó n . . . . Amigo m í o . . . . ya ve usted, él es el que lo ha
querido. (Sigue paseándose.)
PAULINA.
^Aparte.) Es* visto, he trastornado toda ,a CONDE.
(Bajo á los otros.) ¿Lo oyen ustedes? ¿Qué más
claro ha de hablar? (Alto.) ¡Oh. la guerra es ine-
CONDE. vitable! ¡Qué ascensos va á haber en nuestros
A b Í K<>SÍ, r q U e ejércitos! ¡Qué cambios en nuestras legaciones!
col ll ?p " - - '-blando
con a, } Pero Espérenme n s t e d e s . . . . A
qué estarnos calentando to OFICIAL.
tenemos , Mr 1rW"B iee r J ? ' ",'and° " " Cabalmente está vacante el empleo de encarga-
, Jefe de secc ón en el
Ministerio de negocios extranjeros.... , u e e s p do de negocios cerca del Elector de S a j o n i a . . . .
br„ 2 o derecho del Ministro. que £ £ será preciso que yo lo solicite para mi cuñado.
nos á punto fijo lo que hay.
CONDE.
PAULINA. (Aparte.) ¡Encargado de negocios en Sajonia!
¡Cáspita! ¡qué buen bocado sería este para mf.
(Aparte.) A buena parte se arriman.
PAULINA.
CONDE. (Aparte.) ¡Encargado de n e g o c i o s . . . . ! Seme-
jante destino le vendría de molde al pobre Ni-
(Yendo hacia Nicolás.) Conque, según las tra-
colás.
Z eh? ° ' "UeStr0 j0eg
° se
OFICIAL. CONDE.
Hablaré, pues, mañana por la mañana al Minia- Ahora que el Príncipe de Soubise estA en el
tro Berui Consejo de Ministros escribiéndole mi hija
dos renglones y pidiéndole para mí la tal pla-
CONDE. za de encargado de negocios es óbvio que no
(Aparte.) Y yo escribiré esta noche misma so- ha de poder desentenderse con facilidad del com-
el
Particular".... que el que madruga mata promiso. (Le hace sentar A una mesa que estA
primero.... (Alto.) Vamos, vamos, señores, no A la izquierda del píiblico.) Julia, siéntate aquí.
es cosa que la política nos impida el di vertirnos...
Hermana.... haz que rompa el b a i l e . . . . Pre- PAULINA.
sidenta. ¿por qué no empieza usted su partida de (Aparte.) ¡La plaza de Nicolás ! Es abo-
biribis? minable Habiendo yo pensado en ella antes
que él. (Se sienta á un tocador.)
BARONESA.
JULIA.
Tiene ratón mi h e r m a n o . . . . Vamos, señores.
(Al irse le dice el Conde al paso.) Pero, papá, ¿qué quiere usted que haga?

CONDE.
CONDE.
Que escribas lo que te voy A dictar.... por-
Y no te olvides de esparcir con destreza la v„z
que no sé en dónde he dejado mis anteojos, y
de que doy esta función para celebrar nuestra
alianza con la augusta María Teresa. (Detenien-
PAULINA.
do A Julia que sale con su tía.) Escucha, Julia.
(Tomando papel y pluma.) ¿En qué me paro?
Una simple esquela que dirija al Príncipe....

CONDE.
(Dictando.) "Alteza Serenísima.
ESCENA X
PAULINA.
EL CONDE. JULIA Y PAULINA EN (Escribiendo.) "Príncipe....
UN EXTREMO.
CONDE.
PAULINA. (Dictando.) "Cuando se cambia de sistema poli-
(Aparte.) ¿Qué querrá?
234

CONDE.
tico, se cambia por lo comúu de instrumentos ó
(Dictando.) "Si obtengo un favor de tanto pre-
personas, porque las que estaban antes emplea-
cio para mí, crea usted que mi reconocimiento,
das, participaban necesariamente de las ideas que
etc., etc."—Lo de siempre.
entonces predominaban. De ahí que, en víspe-
ras, como lo estamos, de una conflagración gene- PAULINA.
ral, se necesite en la corte del Elector de Sajo-
(Escribiendo.) "Si usted consigue entrambas co-
nia, de uu agente de toda confianza que observe,
s a s . . . . con qué p l a c e r . . . . i r é . . . . á darle á us-
lo que pasa en Prusia
ted las gracias."—Rayaré el "iré," para que llame
la atención á mi desinteresado protector.
PAULINA.
(Escribiendo.) "El que ha sabido verter su JULIA.
saugre por usted, sería un excelente encargado Firme usted.
de negocios en S a j o n i a . . . .
CONDE.
. CONDE. (Firmando.) Dichosamente que puedo contar
(Dictando.) "Yo os propongo, pues....—Aquí con el ugier, para que le entren al punto m.
me propones tú.—Y pues que el nacimietwo ilus-
carta.
tre es indispensable para desempeñar tan altas
funciones, me lisonjeo que los timbres de mi fa- PAULINA.
milia. . . . (Aparte.) ¿Y cómo enviaré yo la mía?

PAULINA. CONDE.
(Escribiendo.) "Sus servicios, sus conocimien- Ahora el s o b r e . . . . ¿Qué no hay aquí papel de
tos.... cerrar?

CONDE. PAULINA.
(Dictando.) "Hablarán bastante á favor de mi Aquí lo tiene usted, señor C o n d e . . . . Permita
padre.— u s t e d . . . . yo lo pondré.
(Dobla la carta del Conde, y junta con la su-
PAULINA. ya pone las dos bajo un mismo sobre Ni-
(Escribiendo.) "Os inspirarán, quizá, la idea de colás aparece al foro, y observa lo que acaba de
solicitar al mismo tiempo para él un título de no- hacer Paulina.)
bleza.
CONDE.
(Dictando & Paulina.) A. S. A, S. el Príncipe criado que la ha de l l e v a r . . . . (A Paulina.) En
ue Soubise, etc., e t c . . . . . . Y un poco más arriba: cuanto á tí, Paulina, pues los ingleses se van, y
Muy urgente." tú no has sabido procurarte otro marido, ma-
ñana mismo se te conducirá á un convento.
PAULINA.
(Aparte.) No se puede quejar, las dos llegarán PAULINA.
á un mismo tiempo. (Alto y se levanta.) Ya es- ¡Cómo, señor Conde!
tá. £ Quiere usted que se la entregue á algún
criado? CONDE.
Lo mismo que lo o y e s . . . . mañana sin f a l t a . . .
CONDE. Pero puedes escoger con todo, el que más te
Espérate. convenga. Ven, Julia. (Vase con Julia.)

PAULINA. PAULINA.
(Aparte.) ¡Cielos! Es que no me conviene ninguno así. será
mucho más fácil para mí el encontrar de aq¡n
allá con quien casarme.
CONDE.
Dame esa carta.
«

PAULINA. ESCENA XI.


(Aparte, dándosela./Me vió sin d u d a . . . . Soy s
perdida. , NICOLAS Y PAULINA.

CONDE. NICOLAS.
Pues no se me había olvidado el sello de mis (Con cara muy seria.) Señorita
a r m a s . . . . cuando esto es lo que hace que se lea
al punto cualquier carta. (Sella.) PAULINA.
(Yendo hacia él.) ¡Ah, ya estás a q u í . . . . !
PAULINA.
(Aparte.) Respiremos. NICOLAS.
(Con frialdad.) Sí, señorita.

CONDE.
PAULINA.
Por lo demás, yo me encargo de dársela al
Deseaba con ansia hablarte.
NICOLAS. yo no quiero ya más destinos Yo no quiero
(Idem.) Yo también á usted. ya n a d a . . . . Y el primer ascenso que me ven-
ga, esté usted segura de que lo recibo abriendo
PAULINA. la ventana y arrojándome de cabeza. ¿Pues qué,
(Mirándole.) ¡Jesús, y qué ceño! ¡Qué turba- estoy acaso ciego? ¿Cree usted que ignoro que
ción manifiestas! ¿Me quieres decir lo que signi- esos señores no dan nunca nada por nada?
fican V
PAULINA.
NICOLAS. ¡Nicolás!
Significan.... que lo abandono t o d o . . . . que
no quiero ver ya más de lo que he v i s t o . . . . que NICOLAS.
he sido un necio de c r e e r . . . . de imaginar.... Y si no, dígame usted la verdad ¿No es
pues es claro que no soy y o . . . . que es c t r o . . . . cierto que espera de usted algo?

PAULINA. PAULINA.
¡Otro! (Fríamente.) Sí, espera esta noche una visita
mía.
NICOLAS.
Niéguelo usted todavía, cuando acabo de ver NICOLAS.
con mis propios ojos que ha puesto usted una ¡Una visita! ¿En su casa?
esquela suya en la carta del C o n d e . . . . para el
Príncipe de Soubise. PAULINA.
(Fríamente.) Sin duda; para que le dé allí las
PAULINA. gracias por tantas bondades como me ha d:spen-
Es cierto pero era para hablarle de sado.

NICOLAS. NICOLAS.
(Con ironía.) Muchas gracias. (Confundido.) ¿Y usted irá?

PAULINA. PAULINA.
Para pedirle otro destino mejor (Idem.) He empeñado mi palabra y ya es-
tará esperándome su coche en la' mera esquina.
NICOLAS.
(Con cólera.) ¡Qué destino, ni qué c.labaw
NICOLAS.
¡Canario! ¡esto es ya demasiado! y . . . . LACAYO.
No, señora se fueron siu esperarla.
PAULINA.
(Con imnerio.) ¿Te quieres callar y no dar vo PAULINA.
ees 7 Estíl bien: déjanos ahora. (Se va el lacayo, y
abre la carta.)
NICOLAS.
Es q u e . . . . NICOLAS.
(Muy inquieto.) Podré yo saber
PAULINA.
PAULINA.
Calla, te digo no sea que lo oigan, y nos
Como no la he leído todavía, yo soy la que no
ahoguemos por tu culpa íi la orilla.
puede aún saber si conviene ó no que tú te en-
NICOLAS. teres de su contenido Un poco de flema.
Si me quiere usted todavía más ahogado
NICOLAS.
Y la rabia me rebosa por la punta de los ca-
lAparte.) Por vida de
bellos.
PAULINA.
¡Es de Milord! (Lee bajo.)—Miss Paulina: Yo
ESCENA XII. estar esperando á ustedes, y el Ministro tener
ya puesto el sobrepellico También estar con
DICHOS Y UN LACAYO. mí un otro gentleman muy mi amigo, para padri-
nar a Mister R o s i e r . . . . Venir ustedes pronto si
LACAYO.
querer casarse h o y . . . . á la media pasadas las
(A Paulina.) Esta carta acaban de dejar para diez, irme yo esta noche con el Embajador ¡i Lon-
usted, señorita Paulina. don.—¡Qué haré! Y si dejo pasar esta ocasión,
mañana El convento
NICOLAS.
(Aparte.) Esto sólo faltaba ¿Y scrll soya? NICOLAS.
(Irónicamente y con amargura.) Mucho le da á
PAULINA.
usted en qué pensar esa carta. ¿Qué se ha mu-
(Abriéndola.) ¿Dijeron si tenía respuesta? dado por ventura la hora de la cita?
PAULINA.
(Impaciente.) Eso es, apúrame tú también la
paciencia. (Aparte.) Yo me resuelvo al cabo....
ESCENA XIII
¡Aprovechemos estos instantes en que todavía
entran convidados, y escurrámonos sin que nos EL CONDE, UN LACAYO Y CONVI-
vean ! (Alto.) Vamos, ven, dame la mano. DADOS.
NICOLAS.
LACAYO.
(Indignado.) ¿Quién, yo? (Anunciando.) La señora Maríscala de Noalles;
el Duque de Aiquillon; Mr. de Rocquefort.
PAULINA.
¿Pues quiéu ha de ser? CONDE.
(Yendo á su encuentro.) Gracias á Dios, Ma-
NICOLAS.
ríscala; temíamos que no viniera usted Oh,
Primero se hundiría.... señor Duque, cuáuto gusto tengo Pasen us-
tedes, allí estó mi hermana, y (Los conduce
PAULINA.
hasta el bastidor, y vuelve.) Válgate el diablo, y
(Tomando un velo y un tápalo de encima del to- lo que tarda este lacayo ¿Si habrán entrado
cador.) Enhorabuena, si prefieres que vaya sola... mí carta al Príncipe? ¿Si podrán ponerme si-
(Echa á andar.) quiera dos líneas de respuesta...? ¡Qué digo dos
NICOLAS. líneas! con una bastaba Con ponerme solo,—
No, cáspita, eso sí que n o . . . . En todo caso ya es usted encargado de negocios.—¿ Qué le pue-
vale más que yo vaya. y . . . . .Dios mío, qué hu de costar esto? —¿Germán?
rrible posición! (La alcanza, le da el brazo, y se
van al propio tiempo que sale otro grupo de con- LACAYO.
vidados. El Conde sale del lado en que se figu- ¿Señor"»
ra que están bailando.)
CONDE.
¿No ha vuelto todavía el criado que llevó mi
-arta á palacio?

LACAYO.
No, señor.
CONDE.
¿Pues en dónde está esa muchacha? (Llaman-
CONDE.
do.) ¿Paulina? ¿Paulina?
Cuidado, que es obra Hace media \iora por
lo menos que se fué, y Estoy por ir yo mis- ABATE.
mo. . . . Quizá esté en el gran salón hay tanta gen-
te, que no es extrafio....

ESCENA XIV JULIA.


No, señor, no está allí; la acabo de buscar, y....
EL C O N D E , JULIA, E L ABATE, LA
PRESIDENTA Y CONVIDADOS. PRESIDENTA.
D E S P U E S LA BARONESA. Puede que se haya ido á su cuarto á mudar
traje.
PRESIDENTA.
SI, sf, refresquémonos un poco, porque buco un JULIA.
calor por allá, adentro Ahora he enviado á v e r . . . .

OFICIAL. BARONESA.
¡Qué reunión tan brillante! (Por la derecha muy sofocada.) ¡Qué escánda-
lo! ¡Qué horror!
ABATE.
Deliciosa. CONDE.
¿Cómo? ¿Tues qué ha sucedido'?
CONDE. l.lin' .. •.; •. „¡J,
(Yendo hacia ellos,, y subiendo con ellos la es- BARONESA.
calera.) Oh, pues no han visto ustedes todavía Que Paulina que la miserable....
nada Se ha de bailar afín, cierto minué nue-
vo. que ha compuesto, expresamente para mi hi- TODOS.
ja, el Vizconde de Mortouval.... Y bien. Julia, ¿Y bien?
¿para cuándo lo dejas ? ¿Por qué nos lo ha-
ces tanto desear? BARONESA.
Se ha hecho robar.
JULIA. Gorosttra.—1«
Pero, papá yo no puedo bailar sola y has-
ta que venga P a u l i n a . . . .
TODOS. PRESIDENTA.
¡Robar! Señora, ¿qué dice usted?

JULIA. TODOS.
¿Serla posible? ¡Imposible!

BARONESA. BARONESA.
¡Qué afrenta para todos nosotros! Sí, señores, sí; el Príncipe de S o u b i s e . . . . pues-
to que ella se ha ido en un coche s u y o . . . . con
CONDE. .. /. sus armas Mi doncella lo ha visto desde el
¡Qué deshonra para toda la familia' balcón de la esquina, en donde estaba por casua-
lidad asomada.
BARONESA.
¡Qué dirá mi querida parienta ella que ha- CONDE.
ce tanto caso de las buenas costumbres! ¡ A i , por eso no qnería <«ta mañana que se ca-
/.! 13'r. , sara su protegida!
JULIA.
Siempre sostuve que la tal niña era una hi- BARONESA.
pócrita. (A media voz al Conde.) Y por eso hacía la
corte á la pobre Julia para disimular mejor
CONDE. su intriga.
(A los convidados.) Por Dios, amigos míos, no
esparzan ustedes la noticia yo se lo suplico CONDE.
á ustedes Quizá todavía puede hallarse un (Furioso.) Tienes mucha razón Se ha bur-
medio decoroso Voy, voy ahora mismo á la lado de todos modos de nosotros.... Pero juro
embajada inglesa puesto que el raptor no que mi venganza Porque por más Príncipe
puede haber sido otro que Milord Kingston que sea, sabré buscarle y Digo buscarle, por-
el Insular más fogoso que han producido los tres que es bien seguro que no será bastante atrevi-
reinos. do para volver jamás á pisar estos umbrales....
ye se guardará bien.
BARONESA.
¡Milord Kingston! Qué desatino No lo l
LACAYO.
creas el que ha robado á Paulina, es el (Anunciando.) El Príncipe de Soubise.
Príncipe de Soubise.
go, porque se ha quedado sin la legación! (Alto.)
¡Y bien, amigo mío, cómo ha de ser! ha sido un
pequeño chasco para usted, pero
ESCENA XV.
CONDE.
EL PRINCIPE Y DICHOS. ¡Calla! ¡y todavía lo encuentra pequeño!

CONDE. x PRINCIPE.
(Aturdido.) ¿Qué dice este hombre? Pero trataremos de repararlo, y

TODOS. BARONESA.
¿Cómo? ¡El Príncipe de Soubise! ¿Y cómo?
ül! ¡f « übcit(»••'»
PRINCIPE. PRINCIPE.
(Aparte) He hecho cuanto ella ha querido, y Fácilmente; en procurándole al Conde o t r a . . .
al cebo no fué á mi casa ¡Se estará acaso dentro de algunos días en lugar de la que se
burlando de mí! le ha ¡do de entre las manos

CONDE. CONDE.
(Humildemente.) ¡Oh Príncipe! cuánta satis- ¡Otra! Pues me gusta la salida; como si mi ca-
facción es la mía sa fuera No señor, no señor, lo que yo quie-
ro, es ella, ella
BARONESA.
(Bajo y tirándole de la casaca.) No es eso, no PRINCIPE.
es eso, háblale en otro tono. ¡Imposible ! Si ya está dada

CONDE. CONDE.
(Bajo.) Es verdad, la maldita costumbre Qué dada, ni qué tomada! yo no entien-
(Alto y serio.) No puedo menos de extrañar, se- do de evasiones ni de subterfugios Así, exijo
ñor Príncipe de Soubise de usted que *os presente ahora m i s m o . . . ,

PRINCIPE. PRINCIPE.
(Aparte.) ¡Este estará ahora á matar conmi- ¿El diploma?
go, porque se ha quedado sin la legación! (Alto.)
¡Y bien, amigo mío, cómo ha de ser! ha sido un
pequeño chasco para usted, pero
ESCENA XV.
CONDE.
EL PRINCIPE Y DICHOS. ¡Calla! ¡y todavía lo encuentra pequeño!

CONDE. x PRINCIPE.
(Aturdido.) ¿Qué dice este hombre? Pero trataremos de repararlo, y

TODOS. BARONESA.
¿Cómo? ¡El Príncipe de Soubise! ¿Y cómo?
oí ! ¡f « übottoo'i
PRINCIPE. PRINCIPE.
(Aparte) He hecho cuanto ella ha querido, y Fácilmente; en procurándole al Conde o t r a . . .
al cebo no fué á mi casa ¡Se estará acaso dentro de algunos días en lugar de la que se
burlando de mí! le ha ¡do de entre las manos

CONDE. CONDE.
(Humildemente.) ¡Oh Príncipe! cuánta satis- ¡Otra! Pues me gusta la salida; como si mi ca-
facción es la mía sa fuera No señor, no señor, lo que yo quie-
ro, es ella, ella
BARONESA.
(Bajo y tirándole de la casaca.) No es eso, no PRINCIPE.
es eso, háblale en otro tono. ¡Imposible ! Si ya está dada

CONDE. CONDE.
(Bajo.) Es verdad, la maldita costumbre Qué dada, ni qué tomada! yo no entien-
(Alto y serio.) No puedo menos de extrañar, se- do de evasiones ni de subterfugios Así, exijo
ñor Príncipe de Soubise de usted que *os presente ahora m i s m o . . . .

PRINCIPE. PRINCIPE.
(Aparte.) ¡Este estará ahora á matar conmi- ¿El diploma?
CONDE. parándome Permítanme ustedes, corro (i in
Esa joven desventurada que usted ha extra- formarme....
viado de Ir senda
CONDE.
PRINCIPE. No tal. no ta) es preciso que antes nos di
(Vivamente Una joven dice usted ¿Con- ga usted en dónde ha escondido á su victima...
que hablaban ustedes de una joven? porque usted es quien la ha perdido á la des
graciada....
CONDE.
De la senda del honor, de la virtud, de PRINCIPE.
de En fin, de todas las s e n d a s . . . . y la que (Con altivez.) Señor Conde..
confiada á nuestro cuidado....
CONDE.
PRINCIPE. Quien la ha arrancado para siempre de esta
Pero, por Dios, ¿qué joven es esa?
casa....

CONDE.
¿Pues qué, no lo adivina usted? ¿No sabe usted ".i r- >•••' ••"- •' «m«l :t
que hablamos de la infeliz Paulina, extraviada
por usted de la senda ?
ESCENA UI.TIMA.
PRINCIPE. PAULINA, NICOLÁS, MILORD Y
(Vivamente.) ¿De Paulina? ¿Y qué le ha suce-
DICHOS.
dido?
PAULINA.
CONDE. No lo crea usted, señor Conde Aquí m*
Eso es. finja usted ahora que cuando se ha
tiene usted.
escapado en uno de sus coches de usted; cuan-
do....
TODOS.
¡Paulina!
PRINCIPE.
(Aparte.) ¿En mi coche? Sin duda nos habre- CONDE. '
mos cruzado en 2! camino Y estará ya es- (Estupefacto. Esta es otra que bien baila.
PAULINA. nctración había empezado por adivinar que yo
Pero, señores, ¿qué es lo que he oído? ¿Será amaba en secreto A una persona....
posible que haya quien se atreva ií acusar al se-
ñor Príncipe de Soubise? ¿A calumniarle? ¿Y en PRINCIPE.
mi presencia; cuando nadie sabe mejor que yo, (Con ceño y aparte.) ¡Cómo! ¡Amaba A otra
lo noble, lo desinteresada que ha sido su conducta? persona.

PRINCIPE. BARONESA.
(Aparte.) ¡Caramba! y qué poco me gusta el ¿Conque adivinó que amabas en secreto A otra
introito de este panegírico.... Estoy por irme. persona?

PAULINA. PAULINA.
No, Príncipe, no baje usted los ojos ni se pon- Sí, señora adivinó que amaba A un jo-
ga colorado, que nadie debe avergonzarse porque ven de humilde, aunque de honrado nacimiento,
le digan lo que es cierto y justo. sin amigos, sin medios de fortuna, pero lleno de
esperanzas y de mérito.... y no sólo lo adivinó,
PRINCIPE. sino que no paió hasta sacarle de su rincón, pro-
Bien EstA bien Pero basta, bastn por curAndole sucesivamente mil ocasiones de hacer-
ahora. se conocer, protegiéndole, ascendiéndole

CONDE. PRINCIPE.
(A Paulina.) Pero en fin, ¿qué es lo que ba he- (Aparte, mirando A NicolAs.) ¡Ah! ya empiezo
cho? A comprender....

PAULINA. PAULINA.
¿Qué ha hecho? ¿Qué ha hecho en beneficio En suma, no ha descansado un instante en su
mío, pobre huérfana, que no tenía otra reco- empeño generoso tanto, que hoy m i s m o . . . .
mendacién A sus ojos que el recuerdo de los ser- cuando ustedes le acusaban tan gratuita 6 injus-
vicios de mi padre? Ha sido mi protector, mi tamente.... era cabalmente cuando mAs se ocu-
apoyo; el guía que ha dirigido mi inexperien- paba de mí de mi felicidad.... cuando apre-
cia Ha querido, en seguida, asegurarme suraba mi boda... cuando vencía los filtimos obs-
un porvenir, una existencia decente y venturo- táculos cuando me prestaba, en fin, su pro-
sa (Bajando los ojos) porque con su gran pe- pio coche para que nos condujera A la iglesia....
(Movimiento general) ¡porque de allí es, seño- NICOLAS. i
les, 'de donde venimos en este instante.... y por Aquí, á dos pasos, en la capilla de San Luis.
eso tengo yo ahora el honor de presentar á uste-
des .1 in marido Mr. Rosier. MILORD.
(Tomándole de la mano, y haciendo los dos una La ceremonia que yo haber pagado para mí,
reverencia á todos.) haber servido á ellos y yo todavía haber que-
rido ser padrino de ellos antes de partir pa-
PRINCIPE. ra London.
¡Su marido!
tNicolás le vuelve 11 saludar.) PRINCIPE.
(Bajo á Paulina, y amenazándola con el dedo.*
PAULINA. ¡Ah cocodrilo! ¿y esa era la visita prometida?^..
(Bajo.) No dirá usted, Príncipe, que no cuido
de su reputación. PAULINA.
(Bajo.) Quién dice que no le he hecho Con
TODOS. mi marido.... Su portero de usted le entregará
¡Su marido! nuestras dos tarjeta».

CONDE. PRINCIPE.
¿Conque te has casado? (Picado.) ¡Oiga ! ¡Una visita de boda !
¡Muy b i e n . . . . ! No se puede negar que harás una
PAULINA. excelente diplomática.
(Tímidamente.) ¿Qué- quería usted que hiciera,
señor Conde? Usted me había dicho que si no CONDE.
tenía hoy la habilidad de procurarme un mari- (Que hablaba bajo con su hermana.) No im-
do, me pondría mañana en un convento.... y porta, no importa.... siendo tutor suyo, jamás
como ya sabía yo lo que era un convento, y no permitiré y no me llamaría Polidoro, Ana-
lo que era marido cleto, Basilio de Bermanton, como me llamo
si no hiciera mañana mismo anular el tal bodo-
CONDE. rrio.
Pero ¿cómo te has casado?
NICOLAS.
MILORD. ¿Y cómo? ¿Por qué?
Oh, muy bien.
CONDE. PRINCIPE.
Un miserable oficinista de mala muerte.. (Aparte.) ¡Canario! ¡Esto es ya demasiado apre-
tar!
PAULINA.
Perdone usted, señor Conde mi marido ha CONDE.
sido nombrado, en esta misma noche, encargado (Encogiéndose de hombros.) Entonces y
de negocios en la corte de Sajonia ¿No digo pues que no queda callejuela para impedirlo....
bien, Príncipe?
PRINCIPE.
PRINCIPE. (Bajo á Paulina.) Me has embromado, picarue-
En eíecto cuando estábamos en el conse- la Pero no importa Ya nos volveremos á
jo S. M. quiso (Con embarazo.) encontrar; porque te seguiré á Sajonia, y

CONDE. PAULINA.
¡Pues ésta si que es más n e g r a . . . ! ¡Haber da- (Sonriendo y un poco bajo.) No vamos por el
do el destino que yo solicitaba, á un hombre obs- mismo camino (Alto) porque á lo que nos ha
curo, á un plebeyo! asegurado en la iglesia Milord Kingston, puedo
tener la satisfacción, Príncipe, de anunciar á us-
PAULINA. ted que el Rey le ha confiado el mando del ejér-
También está usted en eso equivocado por- cito que debe ocupar el Electorado de Hanno-
que el Rey lo habla ennoblecido antes ¿No ver.
digo bien, Príncipe?
MILORD.
PRINCIPE. Yes, yes; el Embajador ha dicho esto á mí, to-
Sí, si, fué p r e d i o - - • • mando los dos el té.

CONDE. PRINCIPE.
Pero, señor, ¿es acaso creíble semejante carre (Con alegría.) ¡Será posible!
tilla de gracias, de nombramientos, de ?
NICOLAS.
PAULINA. Sí, señor, la gloria le espera á usted allí, con
Y todo eso sin intrigas sin prostergar á na- treinta y cuatro mil hombres.'
die El mérito sólo de Nicolás ¿No digo
bien, Príncipe?
PRINCIPE. PAULINA.
(Frotándose las manos.) B u e n o . . . . Inmejora- Porque una chicuela de diecisiete años tomó
ble Ahora verán los señores ingleses, si soy la costumbre de asomarse á aquella veutaua to-
ó no de papel de estraza. das las mañanas ! ¿Pero, se sabe acaso mu-
chas veces, en este mundo de títeres, QUIEN
ABATE. MUEVE LOS ALAMBRES?
¡Jesús! ¡Jesús! ¡cuántos sucesos en poco más
de dos horas!

OFICIAL.
¡Una guerra declarada!

CONDE.
¡Que puede comprometer el sosiego de toda la
Europa!

BARONESA.
¡Y quizá el favor de mi querida parienta !

PRINCIPE.
¡Haber obtenido yo el mando de un ejército!

NICOLAS.
¡Y yo una legación!
PAULINA.

Y yo un marido.
3*31 « i í n ' i
CONDE.
Y yo nada.

PRINCIPE.
Ahora bien y todo e(¡o por qué? Hagan-
me ustedes el favor de decírmelo.

•Vv
LA HIJA DEL PAYASO
Comedia e» un acto, arreglada al teatro mexicano
i

PERSONAS
EL EMPRESARIO.—EL BARBA.—CATALI ACTO UNICO-
NA, HIJA DE UN PAYASO.-NICOLAS,
CRIADO D E L EMPRESARIO. Sala bien adornada, con puerta en el foro, y una
en cada lado—Nicolás saliendo por el fondo
hablando hacia dentro.
(LH escena en una ciudad de España )

ESCENA I
NICOLAS. i
Está bien, señorita se lo diré pierda
usted cridado... Siéntese usted otro poquito...
(Sale.) ; Pobre muchacha ! Si no ha venido
diez veces en tres días, 110 ha venido una Y
mi amo sin quererla recibir ¿Y por qué?
Porque 110 sale de ningtin Conservatorio... ¡Qtlé
prevención! Como si las hijas de los payasos no
tuvieran lensua. y . . . . y como si la naturaleza
no fuera á veces el mejor conservatorio de toda
la I t a l i a . . . . Y ello, bien puede ser que no sepa
ni representar ni bailar; pero aquellos ojos que
empresario, que portero de un Ministro de ha-
tiene, y aquel aire picaríllo, me hace sospechar cienda Y de un empresario como yo, sobre
<iue le sobra gramática p a r a , . . . todo, que tiene además la dicha de estar á partir
un piñón con lo más escogido de la más bella
EMPRESARIO. mitad de la especie humana.
(Dentro.) ¿Nicolás?
NICOLAS.
NICOLAS. (Aparte.) Pues tiene malditísimo gusto la más
Ya se levantó mi amo. bella mitad de la especie humana.

EMPRESARIO. EMPRESARIO.
(Dentro.) ¿Nicolás? Ya se v e . . . . cuando uno es empresarir de uu
gran teatro Rico
NICOLAS.
Señor Aquí estoy Allá voy NICOLAS.
(Aparte.) En ronqueras.

EMPRESARIO.
ESCENA II Con una figura

EMPRESARIO Y NICOLAS. NICOLAS.


(Aparte.) Figura.
EMPRESARIO.
Eso es Allá voy Y te estás con los EMPRESARIO.
brazos cruzados, y sin m e n e a r t e . . . . ¡Lindo mo Y de una edad razonable
do de servir!
NICOLAS.
NICOLAS. (Aparte.) Ya lo creo como que cumplió los
He estado hasta ahora en la antesala, despi- sesenta y cinco el día de Sau Nicomedes
diendo á unos; entreteniendo á otros; engañando
á todos EMPRESARIO.
¿Conque ha venido á buscarme mucha gen-
EMPRESARIO. te. eh?
Como que es más difícil ser buen criado de un
266

NICOLAS. EMPRESARIO.
M uchísima. Que espere: que espere No puedo sufrir es
la gente plebeya
EMPRESARIO.
Supongo que el volante de la Duquesa me ha-
NICOLAS.
brá traído algún billete
También está ahí una señorita
NICOLAS.
No ha venido ningún volante. EMPRESARIO.
Una señorita ¿Es joven? ¿Es bonita :
EMPRESARIO.
¿Ni nadie tampoco de parte de la Condesa? NICOLAS.
Oiga usted, no tiene malos bigotes
NICOLAS.
Tampoco. EMPRESARIO.
¿Y no te ha dicho quién es?
EMPRESARIO.
¿Ni de la Baronesa? NICOLAS.
Dijo que se llamaba Catalina B i a n c o . . . Aguar
NICOLAS. de usted Es un apellido tan enrevesado
Menos. Biancn....

EMPRESARIO. EMPRESARIO.
Ni de l a . . . . (Con enfado.) Catalina Biancolelli.

NICOLAS. NICOLAS.
Sí, seíior, de la sastra es de quien ha venido Eso es Colelli.
una oficiala con unas muestras
EMPRESARIO.
EMPRESARIO. La hija de un tal Beruardino De un cier
Maldito seas! Quién te habla ahora de la to payaso
sastra ni de su oficiala.
NICOLAS.
NICOLAS. ^ La misma.
Es que está todavía esperando.
EMPRESARIO. EMPRESARIO
¡Que teuacidad ! Empeñada eu que le he ¿Por qué? ¿Por qué? Buena pregunta por
de permitir que se presente al público como gra- cierto.... En dónde diablos quieres que haya
ciosa 6 como bailarina... y carta sobre carta, y aprendido una pobre hija de un
visita sobre visita

NICOLAS. ESCENA III.


Si usted ni le contesta, ni la oye siquiera.
EL BARBA, Y DICHOS
EMPRESARIO.
¿Para qué? ¿Qué puede escribirme ni decirme BARBA.
la hija de un payaso? (Entra can'ando.) V viva la alegríi, el buen
v i n y un delantal de tafetán. No hay como un
NICOLAS. delantal de tifeUin. Para mí es un verdadero
Pues ella asegura que usted conoció ú su pa- título de nobleza.
dre, y que éste no fué con usted tan poco indul-
gente como usted lo es con ella. NICOLAS.
(Aparte.) Voy á ver cómo despido á mi prote-
EMPRESARIO. gida. (Vase.)
Es cierto que lo conocí Y era un hombre de
taleuto en su profesión, se entiende, y de BARBA.
muy buen corazón eso es otra cosa Yo Saludo al señor Erni rosario.
era huérfano y pobre y me ayudó con
sus consejos.... no lo puedo n e g a r . . . . y tam- EMPRESARIO.
bién á veces con su bolsillo Y bien, el mío Saludo al Sr. Odalberto (alias D. Diego el de
está también á la disposición de la hija que "El Sí de las Niñas;" alias
me pida lo que quiera, y yo se lo daré Sí, se
lo daré con mucho gusto; pero eso de comprome- BARBA.
ter la reputación de mi empresa, una joven que ¡Ah perezbso! ¡Las once, y todavía en gorro de
no sabrá quizá abrir la boca que no sabrá dormir!
qué hacer con los brazos
EMPRESARIO.
NICOLAS. Qué q u i e r e s . . . . cuando uno ha cenado con dos
Pero ¿por qué? jóvenes encantadoras....
BARBA
B A R B A .
loma, ¿y no es más que eso / ¿Pues qué
"Iiré yo, que he cenado con doce? Ahora, por ejemplo, tengo una Princesa p>-
laca.

EMPRESARIO.
¡Con doce! EMPRESARIO.

¡Una Princesa!
BARBA.
BARBA.
Con todo el almacén de modas de Mademoise
Que está loca por mis pedazos.
He B a r b i n . . . . u n verdadero palomar.
EMPRESARIO.
EMPRESARIO.
¿Y tú solo con todas ellas? ¡Una Princesa tú! Imposible.

BARBA.
BARBA. Loca, loca rematada Y lo sé de buena tin
No, éramos tres los palomos.... un sacristán
ta Se prendó de mí en "El Hipócrita."
el apuntador y y o . . . . En mi vida me he diver-
tido más.
EMPRESARIO.
• .¡En el papel de U. Fidel!
EMPRESARIO.
¡Ah qué gusto tan depravado ! Modistas
sacristanes.... No hay duda que la sociedad era BARBA.
del mejor tono. Se exaltó después cuando me vió de turco.

EMPRESARIO.
BARBA.
Puede, en efecto, haber perdido la chabeta.
Para tí que estás por los pergaminos.... Pero
.vo n o . . . . yo no estoy sino por lo que me di-
vierte.... Y no será porque me faltan otra es- BARBA.
pecie de conquistas » Y ayer se desmayó en "El Hechizado por fu-r
za."
EMPRESARIO.
¡ Oiga! EMPRESARIO
Urania á la verdad muy patético.
BARBA.
Es positivo La tuvieron que llevar á su co
EMPRESARIO.
«•lie en silla de la Reina.
(Leyendo.)—Muy señor mío: Pues que me es im-
posible el ver á usted, y pues que ni siquiera se
EMPRESARIO. ha dignado conceder una triste audiencia á la hi-
¿Y le has hablado ya?
ja de uno de sus antiguos amigos, me tomo la li-
bertad de escribirle estos renglones para convi-
BARBA. darle á una representación que me propongo dar
No la he visto todavía Pero acabo de es- c-n presencia de usted Usted juzgará enton-
cribirle un billete, dándole una cita en el jardín ces, si soy 0 no digna del honor que reclamo, en
de plantas junto á la casa de las fieras vano, hace tanto tiempo.—De usted, etc. Catali
na Biancolelli.—
EMPRESARIO.
(Aparte.) ¡Una Princesa loca por este animal!
BARBA.
Si se la pudiera soplar
¡Calla! ¿La hija de aquel original de Bernar-
dino. . . ? Y esa quiere hacer parte de nuestra
compañía....

ESCENA IV. EMPRESARIO.


¡Y con un empeño! Quiere ser graciosa, qniere
NICOLAS, Y DICHOS. ser característica, quiere ser bailarina Vamos.
por poco no se ofrece para desempeñar el papel
NICOLAS. de barba.
Una carta para usted.
BARBA.
EMPRESARIO. •Ta, ja ¿y qnó sería entonces de mí?
Dámela, dámela Alguna declaración de
amor....
EMPRESARIO.
Y no había querido responderle ni verla, poí-
BARBA. no tener que decirle cara á c a r a . . . .
Lo dudo, porque no huele á almizcle Y de-
claración de amor que no huele á almizcle, es un
NICOLAS.
anacronismo.
(Aparte.) ¡Si supiera que los ha estado escu-
chando desde aquel cancel!
BARBA. ya no quiero esperar más. (Aparte á Nicolás.)
Sf, sí, tienes razón lo has hecho por puro ¿No me conoces todavía, mameluco? La oficiala
miramiento; y te lo debe agradecer... Pero de- de la sastra me ha dado un vestido, y Toma,
jemos eso & un lado ¿quieres alguna cosa? (Le da dinero) calla y vete.

EMPRESARIO. EMPRESARIO.
¿Te vas? Vamos, ¿qué quiere decir esto? ¿No me respon-
des?
BARBA.
Sí voy á ver si mi bella desconocida es NICOLAS.
exacta; y sí lo creo, porque es una Princesa, y Quiere decir que esta niña es la oficiala de la
ya hace mucho que se dijo—que la exactitud es sastra, que se ha cansado de hacer centinela.
la política de los Reyes.—(Con énfasis.) Adiós,
carísimo Empresario. EMPRESARIO.
Bueno, bueno ahora le hablaré Toma
este billete, y envíaselo á la señorita Biancolelli.
ESCENA V.
NICOLAS.
EMPRESARIO, NICOLAS, Y LUEGO (Tomándolo.) No ha de tardar mucho en llegar
CATALINA. á sus manos. (Se lo da á escondidas á Catali-

na.) Tome usted, señorita. Ja, ja, ja ¡Y lo
EMPRESARIO. nne corre el correo! (Se va.)
(Se dirige á escribir.) Y yo voy á contestar A la
Biancolelli En cuatro, palabras le voy íi decir
que pierda toda esperanza; (Se sienta) que yo no ESCENA VI.
quiero asistir á ninguna representación suya
y que —(Escribiendo.) Señorita:—(Entra Ca-
CATALINA. EMPRESARIO.
talina cantando.) ¿Qué es esto? ¿Qué quiere de-
cir esto? EMPRESARIO.
(Mirándola con el lente.) ¡Cáspita! y ¡qué gua-
CATALINA. pa es la oficiala de la sastra! Archiduquesa he
Quiere decir, que hace dos horas que estoy en visto yo que (A Catalina.) Acércate, hija
esa antesala plantada como un espárrago, y que mía ¿Cómo te llamas?
CATALINA. g
° h e i d 0 m U c h a a vece* en coche, y s e pa usted
¿Qué no lo sabe usted? que ya no me mareo.

EMPRESARIO. EMPRESARIO.
Si es ésta la primera vez de mi vida qu? te Lo creo, mi vida, lo creo sin que me lo j„
he visto, cómo quieres q u e . . . . res, y
Pero yo no he venido aquí á charlar, sino A
CATALINA. traer á su merced la casaca que ha de estrenar
Toma, pues esa era la gracia:... Yo me lla- pasado mañana, que es día de Corpus. ¿Se la
mo Blasa y soy la ahijada de mi madrina. quiere su merced probar?
y nací en mi lugar; y todo para servir ft su mer-
ced, si es que su merced quiere aceptar de mí. EMPRESARIO.
(Hace una cortesía mal hecha.) Con mucho gusto.

EMPRESARIO. CATALINA.
¿Y cémo qué quiero ? Cuando se tiene un ¡Y vaya una casaca!, de un paflo que parece ni.
palmito como el tuyo, y u n . . . . t a f e t á n . . . . tornasolado.... En mi lugar se lia
nía este color, de ala de m o s c a . . . . Y de un
CATALINA. corte
Eso mismo decía mi madre, ni más ni menos...
Mira, Blasa, me decía, tíi no eres tuerta ni biz- EMPRESARIO.
ca y á nadie le falta su aquél Conque Las mangas están- un poco estrechas.
así, bueno será que te vayas á la ciudad, y que
allí.... CATALINA.
¡Tanto mejor!, así se manea más lo torneado
EMPRESARIO. del b r a z o . . . . ¡Jesús! y ¡qué chulo está usted!
Por supuesto, en las ciudades es donde se apre-
cian las lindas muchachas como tú ¿Y hace EMPRESARIO.
mucho que llegaste? ¿De veras?

CATALINA. CATALINA.
Hace tres meses que hice mi entrada princi- Cuando le digo á usted que se puede pagar di-
nero por verle.
pal en burro, con perdón de u s t e d . . . . pero lúe-
Qorontiza.—18
i • EMPRESARIO. CATAliíNá.""!
(.Aparte.) Saben ustedes que esta joven no sólo Y lo teugo todavía.... pero taii .'chiquito:/.,
es bonita, sino que tiene mucho talento. tan chiquirritito, que no puede contenerse por
'•<»Ir. / ' '1*11 . medio. i./.i.M.'i /.:>
•••(> «.>« CATALINA. •di ólku -I!'.! owii yuju-M] ->U1 ..iliihob Vnuilq lél
¡Ay, señor! no se quite usted, por. Dios, esa • EMPRESAKIO: - 1'- jot .
casaca; ni'para dormir: Pumíi<|u& ¿es algún nirio"de l«s *ní.uehhtss? '
f
f* ud •¡>ur • .obuia
• :/«!*•••' - 'EMPRESARIO. CATALINA.
(Aparte.) ¡Me parece que le he dado tlechfuw! No, señor, es un-'íámlWífctfí)'.' M ;•{
Oye, Blasita... supongo que hasta ahora tu co- üíjirife',,v.ftd oa «n.iiiiod noo vwuoni!. «*io*l
razón ha estado Ubre, y . ' . . . •••" E M P R E S A I t l t í j a . .ib ....j.n..
¡'.«tvrj'i «WMffW lio'1 lUti tambor!' q> { . . . .¡í-iiuiq -jj „ / ., n p ,
CATALINA. ..».atoii ''b 'iil un i n-Vmai'i , ...vio ait¡;nn->
¿Mande usted? ' 1 ••-•T ul a» «»;• ••BQ*WA,Lti¡A:«il*iO'*Mt f i í í : •
'I il>'fl[lh'-Mf*'Wi •• '•i' !' !'• r.v«v 7 De cazadores con honores de pito;Ji-.ib^i
V- '„> v >il k EMPRÉSARIO. '»• no mal parecido, eso es otra cosa.
• En otros términos, fsupong'o qríe Mdhvía no'has i/.^JJAT/.r»
tenido ningún quebradero de cabeza? bi.ii«MfRESAáfilOuííi'viiq.ini .tfOÍ. ,!
Algún muchachuelo de doce fi trece afios..o»Í-.».t
CATALTNA. '
¿No me la:ve--usted entera?" 1 " 1 —'
' Ya hizo los diecisibteoni:jiisina qae efl'tchajrarrí-
EMPRESARIO. to; y. jl.. Se»llama-Juflriito;,TJiíb¿Hi»o¿apotv»Hefias..
'(iAparte.) Quft' candorosa Te "f$r<iMinTMm ; si que le viene el apellido de molde.
habías-tenido enamorado. I> MI ÍaVHÍI/.ÍI
•'• '.»I EMPRES.WRiO.nq aH-.i.<»lif.i¡
CATALINA. ¿Por qué?
¡Oh! no. ¡Ah! sí ' .,...! .OiifMíf 7.«3íliw;i
JU M i d a * - CATALtNAl ! > .¿..í ;¡ x.
EMPRESARIO. Porqde es^lg®,qaimori8tao.y..;!*rea.rf(wnffos..h¡i
'fCómo1-¿ya h a s tenido u n . :.»•:? «WV-V» tenidoli-ya' nésüti seBMna, >yi- como- ma«ej«Vjjauy
. .Oh»*? iWj»'*"-!'''! bien el sable, en los tres ha corrido sangrewf¿u/i'..«
ni-
EMPRESARIO.
V CATALINA.
¡Ay, Dios mío! Pues quédese usted con Dios.

CATALINA.
EMPRESARIO.
El primer desafío f u é porque uno me miró de
Cuidado que vuelvas mañana mira que te-
lado; el segundo, porque me miraron de frente;
nemos que concluir nuestra conversación... v ¿No
y el tercero, porque no me miraron de ningún
es verdad que volverás?
modo.

CATALINA.
EMPRESARIO.
Volveré.
Pues entonces con este hombre no hay escapa
t o r í a . . . . Mira, hija, hablemos c l a r o . . . . si quie
EMPRESARIO.
res que yo te proteja y que te compre una
(Le besa la mano.) Adiós, chula.
cruz de o r o . . . . francés, y un hilo de p e r l a s . . . .
falsas, es necesario que te deshagas de tu Tor
CATALINA.
bellino
Adiós, seSror. (Se va por una puerta del lado.)

CATALINA.
Es, que sepa usted que tiene por camino dere-
cho . . . .
ESCENA VII
EMPRESARIO.
Vendrá por el camino que tú q u i e r a s . . . . pe-
EL EMPRESARIO, Y LUEGO LL
ro en muy mal criado, y muy expuesto, y muy...,
BARBA.
EMPRESARIO.
BARBA.
¡Qué lástima que no sea de sangre r e a l . ' . . . !
(Dentro.) Es preciso que >'o le hable.
y sobre todo, que conozca al tal Torbellino
porque eso de que uno BO sepa ni cómo mirar-
EMPRESARIO.
l a . . . . ó cómo no m i r a r l a . . . .
¡Santo D i o s . . . . ! El b a r b a . . . . Anda, hija, an-
da, que no quiero que te vean Por ahí en-
BARBA.
contrarás otra escalera que también baja al za-
¡Empresario! ¡ E m p r e s a r i o . . . . ! Grandes noti-
guán. "
cias.
EMPRESARIO. EMPRESARIO.
¿Qué ha sucedido? . i>•• ¿Te escribió? a •' i--'

.«»•! B A R B A . BARBA.
Estupendas.... •Magníficas...'. Y' aquello que Ni una letra. '' tX "lii^Vi^buírjoi, . aolii,ov»jfv
te dije salty..exactísima. "J
' . '; :- /i«>v7WH(i hai'Vi/.y.'. EMPRESARIQ., , .....
EMPRESARIO. ¿Te. ^vj^'aípi^i recado?
¿Aquello que me dijiste? ' i- . .• , ¡i , •>
Jn-n\n7 . * , | ' ' B A R B A ,. . . . .
BARBA. $ n a Princesa nó se compromete tan fácil
QuC*, ¿ya uo te 1 aouérdft's Sello de la Princesa mente.
polaca? .Blriit'tt.w'>il>/. BI I. •-! KI •n-.u.'M-.S'lU:. '. scat
EMPRESARIO. • „• , .• ; y
E M P R E S A RÍO. Pues entonces, ¿en qué diab os adelantaste?
¡AhJ. s I . i 4 . (Aparte;) Y en efectoi la Blasi-
11a es capaz de hacerme olvidar media Polonia. BARBA. v <
En que ya sé c5mo se llama.
BARBA. !> i l: y ! : ' i ,• •
Ya está la cosh muy adelantada. E M P R E S A R I O . ...
Algo es.
, , . iEMPRES.VRIQ. ; / |
¿Le hablaste ya? C5.| B A R B A . , , .
Se llama, S. A. 8. Cunegunda, Alejandra, Ber
BARBA. tha, A l f o n s i n a . . . . , , i t ¡
No. • lr\\i\ti»'
-¡ • iH'f. i-i •••. .',. fcjt-,*
. «NILÍM.hoT ¡ti* I». k*7.hu-') .up. ,o .MÍO- •/ EMPRESARIO.
•»I.-1ÍMI • cu i EMPRESARIO. ¿Todavía más nombres?
¿Pero la verías por lo menos? .. ,.¡ • '••' . ;M>,W Wfftl.t- }•••' .sv-lfH :
''•'•.
BARBA.
BARBA. Sebastiana, Melchora
Tampoco. > . [,
BARBA. BARBA.
Poloski y Potehniski.
Lo único que me interesaba era averiguar ei
nombre con que le había de saludar cuando me
EMPRESARIO.
Apellidos verdaderamente polacos. encontrara en su presencia, y también si era cier-
to que estaba lóea por mis pedazos.
BARBA.
Tuve la dicha de tropezar en el cafó con un EMPRESARIO.
cuñado de una prima de la madrasta de la mu- En lo que. según lo contento que estás, ya no
jer de su portero, y éste, como relacionado en te cabrá duda?
cierto modo con la familia, me pudo responder i
todas mis preguntas. BARBA.
En cuanto á que está loca, parece que es po-
EMPRESARIO. sitivo, y en cuanto á lo segundo, es más que pro-
¿Y es joven? bable, porque mi informante conviene en que S.
A. se chifló de puro amor por uno de los prin-
BARBA. cipales personajes de nuestro teatro...-. Y ya
Quien, ¿el cuñado de la ? ves tú, que, modestia aparte, ninguno me puede
disputar
EMPRESARIO.
No, la Princesa.
EMPRESARIO.
Es que yo soy, si vamos á eso, el principal de
BARBA. todos los principales personajes de nuestro tea-
¿Creerás que no le he preguntado?
tro como que soy el E m p r e s a r i o . . . . y quién
sabe s i . . . .
EMPRESARIO.
Pero te habrá dicho siquiera que es bonita. BARBA.
Hombre, el empresario no es personaje en nin-
BARBA. gún teatro, sino el día que paga (Mira el re-
¿Qué necesidad había de informarse de e s o . . . ?
: loj.) ¡Cielos!, ¡las once!, y hay un cuarto de le-
T na P r i n c e s a . . . .
gua desde esta casa hasta la de las fieras
Adiós, adiós. (Vase.)
EMPRESARIO.
¡Ay hijo!, que las he conocido yo hasta con co-
lor de hígado.
EMPRESARIO.
ESCENA VIII. ¿Y tirabuzones? . iou>> .

EL . EMPRESARIO Y LUEGO NICO- /NICOLAS.'


LAS Y tirabuzones.. .
•>¡i it< i >i4»i|HÍl) j.F . !./•' Miíl . . . lh>t?(|j i-, i
EM P R E S A R I O .
EMPRESARIO. • ' •
¡Ponqué uno d e - l o s principales personajes de
¡Dios mío, si será mi Princesa! «•! < ».i
este teatro es el sér. afortunado que ha podido
-. ¿j¡. • . ..'£»»- i t .. .•:-. .;u». • loq .lnt*u • •.,./.•
destornillar el serenísimo cerebro de la Princesa
.. . . . NICOLAS. . . ii t . :
Cunegunda! ¿Y por qué no podía yo ser ese per-
Cabglito Una Princesa es/.segfin. me dijo.
s o n a j e . . . . ? ¿Por que no hubiera podido verme
iibá'- • r.tll/i
su alteza en una de las muchas noches en que sa-
EMPRESARIO.
co la cabeza por el agujero del apuntador, para
¿La Princesa Cunegunda?
cerciorarme de si iiay ó no entrada ? Todo
¥. . kU|t Ai o .... ii 5..»'iisíf} ••
cabe en lo posible...". Aunque si he de decir
NICOLAS.
lo que siento, aquella á l a s a tan graciosa y tan
Eso es, la Princesa.de la cuna que se hunde.
pispireta me tiene aún tan preocupado, que • • .... . ¡ifc'J» I. • l)
EMPRESARIO.
NICOLAS. ¡Oh! ¡Qué fortuna! Y el otro bárbaro que la
(Entra corriendo.) Señor, señor, una v i s i t a . : . .
va á buscar á la casa de las fieras. ,
' ->'¡ •;•• ..• 'lito > • (|ll ' r- : l.l
• . EMPRESARIO. NICOLAS.
¡Una v i s i t a . . . . !
Ya llega Por señas que!-fio me parece que
está muy en sus t r e c e . . . . porque tra»- unos ojos
NICOLAS. tan d e s e n c a j a d o s . . . .
Una dama, una dama de alta categoría.
a i í í / l ;. . >,, ..-•
ESCENA IX •.
EMPRESARIO. • .. -.,¡1 ,¡;j, • -(JiJI (111
¿Una dama de alta categoría?
DICHOS, Y CATALINA.
H. .;«'. , , _
NICOLAS.
No puede menos de serlo, porque trae tres li- CATALINA.
bras de albayalde en la cara. ¿En dónde está, en dónde está mi adorado Em-
presario?
EMPRESARIO.
ESCENA VIII. ¿Y tirabuzones? . iou>>

EL . EMPRESARIO Y LUEGO NICO- /NICOLAS.'


LAS Y tirabuzones.. .-.
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destornillar el serenísimo cerebro de la Princesa
.. . . . NICOLAS. . . ii t . :
Cunegunda! ¿Y por qué no podía yo ser ese per-
Cabglito Una Princesa es/, según, me dijo.
s o n a j e . . . . ? ¿Por qué no hubiera podido verme
libá'- ' r.rii/i
su alteza en una de las muchas noches en que sa-
EMPRESARIO.
co la cabeza por el agujero del apuntador, para
¿La Princesa Cunegunda?
cerciorarme de si iiay ó no entrada ? Todo
¥ . . kU|t Ai • -.. .. • n 5..»'iisíf} ••
cabe en lo posible...". Aunque si he de decir
NICOLAS.
lo que siento, aquella á l a s a tan graciosa y tan
Eso es, la Princesa.de la cuna que se hunde.
pispireta me tiene aún tan preocupado, que • • .... . ¡ifc'J» I. • l)
EMPRESARIO.
NICOLAS. ¡Oh! ¡Qué fortuna! Y el otro bárbaro que la
(Entra corriendo.) Señor, señor, una v i s i t a . : . .
va á buscar á la casa de las fieras. ,
»-4>ÍJ )'.• •;•• ..• 'lito > • l|!' ' l'-:M
• . EMPRESARIO.
¡Una v i s i t a . . . . ! NICOLAS.
Ya llega Por señas que!-tío me parece que
estíí muy en sus t r e c e . . . . porque tra»* unos ojos
NICOLAS.
tan d e s e n c a j a d o s . . . .
Una dama, una dama de alta categoría.
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ESCENA IX •.
EMPRESARIO. • .. •>•'1 ->fíl •,•!•!' >• 'MUI ÚU
¿Una dama de alta categoría?
DICHOS, Y CATALINA.
H...;<•• , _
NICOLAS.
No pnede menos de serlo, porque trae tres li- CATALINA.
bras de albayalde en la cara. ¿En dónde está, en dónde está mi adorado Em-
presario?
EMPRESARIO.
¿Qué, señora, sería yo acaso e! mortal... ? CATALINA.
¡Qué oigo! ¿Quién es el temerario que se atre-
CATALINA. ve á reir en mi p r e s e n c i a . . . . ? ¡Hola! guardias,
¡Oh, usted. Marqués, por a q u í . . . . ¡-¿Cómo pajes, escuderos; que le prendan; que le carguen
está u s t e d . . . . ? - B u e u a , & la disposición de us- de cadenas.
ted Algo afectada de los nervios ¿Y la
señora y los uifios?-A propósito de n i ñ o s . . . ¿Ha NICOLAS.
visto usted, por ventura, il mi adorado bien? Si ¡Ay, Virgen Santísima! ¡Si será cierto que me
supiera u s t e d . . . . por agradarle, unas veces me puede enviar al grillete!
transformo en Ninfa, otras en Náyade, en Dríada,
en Amadriada....
CATALINA.
¡Qué peso siento en la cabeza! ¡Me encuentro
NICOLAS.
tan lánguida! ¡He dormido tan m a l . . . ! ¡Apuesto
(Bajo á su ama.) ¿En ama de q u é . . . . ?
á que tengo unas ojeras ! Estaré hoy horri-
ble Si hubiera por aquí un espejo Allí
EMPRESARIO. creo que hay u n o . . . . Sí, y es de cuerpo entero...
(Idem.) Calla, no me distraigas.
Voy á ver si espanto (Descorre las cortinas
del espejo, y se mira.) No, pues no estoy tan
CATALINA.
descolorida como me figuraba, ni mis ojos están
En vano le llamo con una p i r u e t a . . . . ni si-
tan dormidos, ni Qué bien entallado está este
l e r a me contesta con un simple pas de basque!
v e s t i d o . . . . ¡Cómo me gustan las mangas!; mar-
can bien el contorno del brazo ¡Tampoco es-
EMPRESARIO.
toy nía) calzada ! Ya se ve que no lo estoy..,.
(Aparte.) ¡Cómo me interesa!
Estoy segura de que si me viera ahora mi pri-
mo el gran Duque el que decía que me pare-
CATALINA.
cía tanto á la Taglioni en esta actitud, por
¡Ah! ¡Qué desgraciada soy! ¡Adorarle, y no
querer mi marido que me case con él! ejemplo ó en esta
(El Empresario estornuda.)
NICOLAS.
(Riendo.) Ja, ja, ja. ¡Y los desatinos que en- NICOLAS.
sarta!
Dominus tecum.
CATALINA. CATALINA.
(Corriendo la cortina.) ¡Vái¿aíne Dios, qué rui-
do...«f» éste!. M !•» ' •">;'.». (Baila delante del espejo.) Empecemos.

EMPRESARIO. CJUtaV
EMPRESARIO
¡Chit'ón! ••1IJ. i¡
.Aiuobto -.ib ¡Divino! ¡Delicioso!

CATALINA.
CATALINA.
Creí que alguno me e s c u c h a b a . . . . Pero no i!. i
(Corre la cortina.) -¡Cielos!
•/. veft á nadie Sólo allí advierto á'lo lejos "una •i [ iiiij ,OT»'1
especie de promontorio....' • , i'c« Vi ..flpt.aj
EMPRESARIO.
NICOLAS. Perdone V. A., pero me f u é imposible conte-
. (Bajo á su amo.) Habla sin duda de su barriga uer por mas tiempo la irrupción eptusia¿»ta que
de usted. • ' "' • se escapó del cráter de mi sensibüidud
<.nwiiq/.¡ : . . . l i ¡ n i akl ú/tWrrififl olí', itiiúü^itift unt

EMPRESARIO." :'P M '" p CATALINA-


(Ídem.) Qué sabes tú Je « ¿ o g r a ^ e s ^ i á o . ¡Ah! todavía no se ha ido el Marques... i ¡ Po-
bres Marqués! ¡Tan buen amigo, tan indulgente!
CATALINA'.;' •; ; Ce, ce. (Le hace señas de que se acerque.)
Vaya, son ilusiones, desvarios '¡le luna'cabeza
' volcánica. . . . (Vuelve & d e s c o c e r l a cnrüna'í fa' EMPRESARIO.
vafnos' al é t í W , .V ya que 'estoy ' í f c . . " y que (Acercándose.)^ Me llama V. A.? i »
me reconozco é'n'e¿te'momento con cierta ejástí-' :!«/. W'.HJB
cidád', cob cierta morbidez. . V ^ é S ' / ^ r NICOLAS.
acuerdo de a^tiel solo que bailé eri'Tar'sovia cnart- (Tirándole de la casaca:) íNo se acerque su
do' 'fe 'corónó'1 Nicolás. ' ' " • > » • "'.»f>/.l
merced tanto; no se fíe su merced. im .1
-»ejr.q 'fiif ••'?!> í.i->'iJi f. i • . .•.ii1,frtíi,*»1R4 >P> r^n
, TFICOLÁ'FC • I- ••• <• A EMPRESARIO.
(Bajo al Empresario.) ¿Qné W habráh'wi-óna- ' (Bajo á Nicolás.) ¿Qué puede h a c e r m e . . . . uña
do .1 mí sin saberlo?' • .<¡ 1
mujer tan linda ? i:*» i

EMPhfe&ÁftlO. NICOLAS,
(Idem.) A que te corono yo de 'rttf- róawa«ó Es que las mujeres lindas también muerden.'..
mo vuelvas á decir esta boca es mía.
292
293
CATALINA.
(Tomándole la mano.) Más c e r c a . . . . más cer- CATALINA.
ca ¡Ah! mi querido amigo, venga usted (Corre de un lado á otro.) ¡Si le pudiera co
venga usted á consolarme... á compadecerme... ger ! Ahora Se me escapó Aquí,, so
á que hablemos de aquel c r u e l . . . . Si viera us- bre este rosal Tampoco Sobre aquel 11a
ted cómo me t r a t a . . . . Si le miro, aparta los ranjo Ya lo cogí. (Hace que lo cogo sobu
ojos Si le llamo, 110 me responde (Llo- las narices de Nicolás.)
ra.) ¡Ah! no pu»do contener las lágrimas
Tero, por Dios, no le diga usted que he llorado, NICOLAS.
porque se reiría y se burlaría de mi llanto. ¡Ay, mis narices!

NICOLAS. CATALINA.
(Llorando.) Y yo también lloro como un cua- Aquí está ¡Ah pérfido! no te me irás aho-
drúpedo de sólo rerla. ra ; voy, voy á ponerte debajo de una campana
de cristal. (Vase corriendo.)
EMPRESARIO.
¡Ah, señora! ¡Crea usted que aquél que ama no EMPRESARIO.
puede resistir A tanto a m o r . . . . ! (De rodillas.,' Corre, Nicolás, sigúela, no vaya á rodar la es-
I" A vuestros' pies jura calera.

CATALINA.
C h i t ó n . . . . Cállese u s t e d . . . . u- le ve usted
allí Allí está
ESCENA X
EL EMPRESARIO Y LUEGO EL
EMPRESARIO. BARBA.
(Levantándose.) ¿Quién, señoraV
EMPRESARIO.
CATALINA. ¡Esto se llama inspirar una pasión! ¡Ni yo
Mi dueño, mi a m a n t e . . ; , trastornado en ma- mismo lo creería si no lo hubiera visto con mis
riposa.
propios ojos ! Es inconcebible.... En estos
tiempos En estos tiempos de hielo y de agua
NICOLAS. de chía, volverse una mujer loca 'achicha-
¡Mi amo mariposa! rrada de amor ! Vaya, es un fenómeno que
sólo á mí me sucede Lo que más me divier-
Goroetiía—19
te en este asunto, es e! necio orgullo del barba, BARBA.
que se había figurado que él era el dichoso
¿Qué, ya sabes lo que me ha sucedido?
¡Qué imbécil, estando yo de por medio, lison-
jearse
EMPRESARIO.
Me lo figuro.
BARBA.
(Al entrar y aparte.) ¡Pobre Empresario,; no BARBA.
le digamos nada de mi aventura. Qué quieres la culpa en parte es tuya
Si me hubieras acompañado
EMPRESARIO.
(Al entrar y aparte.) ¡Pobre Empresario!; no
poco de él. EMPRESARIO.
Si tú no te hubieras movido de aquí
BARBA.
¿Y bien, mió caro, has dormido ya tu siesta de BARBA.
carnero? No la hubiera visto entonces.
N "MV

EMPRESARIO. EMPRESARIO.
Y ¡i tí, mió dileetto, te ha ido bien en tu pa- Sí la hubieras visto entonces.
seo?
BARBA.
BARBA. ¿Aquí?
r
¿Viste en sueños fi alguna Emperatrir, d»
hermosura? EMPRESARIO.
Aquí; por señas que no sé cómo no has trope-
EMPRESARIO. zado con ella en la escalera.
¿Encadenaste á tu carro alguna nueva vícti-
ma, allá en la casa de las fieras? BARBA.
Ja, ja, ja. ¡Y qué chuscada!, cuando me he
BARBA. estado paseando con ella de bracete en el jardín
Pues mira, no he empleado tan mal mi tiempo público.
desde que me separé de tí.
EMPRESARIO.
¿Con la Princesa Potoski?
EMPRESARIO.
Lo creo, debes estar muy satisfecho.
297
ülj'
BARBA.
BARBA. (Dejando la silla.) Esas son chanzas muy pesa-
Con la Princesa Potoski. das.
EMPRESARIO.
¡Imposible! EMPRESARIO.
(Idem.) Y tus indirectas muy directas.
BARBA.
Y tan posible, como que.me dió íl guardar la BARBA.
sombrilla, el abanico, el ridiculo y su perrít.i do- Yo no te dije más sino que mentías.
ga Todavía me duelen los brazos de la carga.
Í • I l í ' V ''* !'^ :
EMPRESARIO
EMPRESARIO. Y yo s61o que calumniabas.
(Enfadado.) Pues yo te declaro que todas esas -AHSrX«
son imposturas, porque ella no se ba separado de BARBA.
mi ni un instante, y no traía sombrilla, ni aba- Pues ese es un insulto.
nico, ni ridículo, ni perra doga.
EMPRESARIO.
BARBA. ¿Y el tuyo es acaso un requiebro?
¡Embustero! ./ flitt'l
BARBA.
EMPRESARIO. Me darás una satisfacción.
(Cogiendo una silla.) ¡Calumniador! WMjt'tk'í
EMPRESARIO.

.
BARBA. Como gustes.
(Idem.) ¡A mi calumniador!
BARBA
EMPRESARIO. Nos desafiaremos.
¡A mí embustero! • M' f /. 51*1 !*!
EMPRESARIO.
BARBA. Nos desafiaremos.
i A que te rompo la cabeza?
.ÓtiiAXílJPl BARBA.
EMPRESARIO Con espadas.
¿A que si rompes la silla me la pagas de tu se-
mana?
EMPRESARIO.
O con pistolas Las tengo de seis tiros.

BARBA. ESCENA XI
Enhorabuena.... Con p i s t o l a s . . . . Desafío á
muerte A ochenta pasos. DICHOS, Y CATALINA DE TAMBOR
EMPRESARIO. CATALINA.
A doscientos, si quieres á mí no se me arru- Buenos días, caballeros.
ga el ombligo por diez pasos más 6 menos.
BARBA.
BARBA. Calle, y ¿quién será este pequeño Bonaparte?
¡Sostenerme que la Princesa no me adora!
CATALINA.
EMPRESARIO. Con perdón Je usted, señor botijón, sería usted,
¡Negar que ha estado aquí! por ventura, el Empresario?

BARBA. EMPRESARIO.
Eres un mandria. Ese soy y o . . . . ¿Qué quería usted?

EMPRESARIO. CATALINA.
Y tü una gallina. Nada, ¿qué he de querer...? Una bagatela...
En primer lugar, decirle á usted, que cuando me
BARBA. bautizaron tuvieron la feliz ocurrencia de llamar-
(Cogiendo la silla.) ¡A mí gallina! me Juanito Torbellino.

EMPRESARIO.
EMPRESARIO.
(Idem.) ¡A mí mandria! ¡Qué oigo!

CATALINA.
Mi nombre y mi apellido nada más Y aho-
ra le falta á usted que oir que yo soy aquel tam-
bor de cazaderos de quien habló á usted la niña
Blasita la oficiala de la sastra, con quien us
ted en esa misma sala, y no hace todavía un cuar-
to de hor, se ha permitido ciertas libertades. EMPRESARIO.
En resumidas cuentas, ¿nos quiere usted dejar
en paz, y largarse?
BARBA.
¡Hola! ¡Hola! ¡Conque te permites tfl también CATALINA.
libertades con la gente de delantal! Es que yo no soy de aquellos que matan á un
hombre sin decirle por qué Y como ha llega-
CATALINA. do á mi noticia que usted ha tenido sus dares
Por lo que, y si usted no l 0 lleva á mal, vengo y tomares con la niña de mis ojos, y que la dió
con el ánimo de atravesarle á usted de parte á usted un beso
parte con este monda dientes.
EMPRESARIO.
EMPRESARIO. ¡Fué en la mano!
¿Está usted en s u j u i c i o . . . . ? NI yo conozco á
usted, ni sé lo que me dice, n i . . . . CATALINA.
Pero siempre fué beso, y vive bríos

CATALINA.
Señor contratista de constipados, usted falta á BARBA.
a v e r d a d . . . . .Señalando al Barba.) Y si no. que (Al Empresario.) ¡Oh! ¡qué escena tan gracio-
lo diga este timbal de macarrones que tenemos sa! ¿Conque esa era la famosa conquista de que
aquí, y que será nuestro juez. tanto te vanagloriabas?

BARBA. CATALINA.
^(Incomodado.) ¡Botijón! ¡Timbrfl de macarro- ¡Cómo es eso de conquista ! ¿Usted conquis-
tar á mi Blasa?

CATALINA. EMPRESARIO.
Qué Blasa, ni qué
¿qUÍere
ñinnT "Sted acaso
Por alfe-
vientreO ' ^ """ * CATALINA.
Es que, es mía; sí, señor, mía y muy mía.

BARBA.
EMPRESARIO.
J t i emi
flue t ¡ Í a q UesÍ e una
b a barriga t 0
-tambora?
' í * * ^ « usted Pues cómasela usteó en empanada, con tal que
yo no vuelva á ver á usted.
BARBA.
Ju
. ja. ja. El que decía que no le cuadraba CATALINA.
gente plebeya, y salimos con que ha estado ena En guardia, repito, ó le rebano á usted como
morando u n a . . . . si su cabeza fuera una calabaza.

CATALINA. BARBA.
(Dando media vuelta.) ¿Una qué'. ¡Que me matan! ¡Que me degüellan !

BARBA.
Una....

CATALINA.
¿Una qué? ¿Una qué? ESCRNA XII.

BARBA. NICOLAS, CATALINA Y EL BARBA.


Una costurerilla....
NICOLAS.
CATALINA. ¿Qué alboroto es éste? ¿A quién han degollado?
(Saca el sable.) Esto ya no se puede sufrir, y BARBA.
ahora lo veremos. A mí ¿No lo estás viendo ? Conténle,
por Dios.
BARBA.
Pero señor, la que cose por oficio, ¿cómo se NICOLAS.
llama V Por Dios, señor m i l i t a r . . . .

CATALINA.
CATALINA.
Yo no entiendo de filosofías En guardii: (Bajo il Nicolás.) No tengas miedo, todavía soy
póngase en guardia! yo.

EMPRESARIO. NICOLAS
Yo me escurro. (Vase.) Ja, ja, ja.

BARBA.
BARBA.
No se aproxime usted, hombre, que el diablo las ¿Y por qué te ríes, a n i m a l . . . . ? Más valiera
carga. que arrojaras á ese hombre por la ventana.
NICOLAS.
¡A ese hombre ! J U , ja, ja.
NICOLAS.
CATALINA. ¿Y el sable, hombre, y el sable? ¿No ves que
Silencio.-... y basta de e s c á n d a l o . . . . .Lim- mientras yo le soplaba los mocos, me podía ha-
piando el sable.) Y pues ya hemos matado todo ber soplado las orejas de una cuchillada?
lo que podíamos matar con semejantes bucéfa-
los, e n v a i n e m o s . . . . que si alguno se resiente de NICOLAS.
lo que he dicho 6 he hecho, fácil le será encon- Y hubiera sido chasco, porque un Barba mo-
trar á Juanito Torbellino, tambor de la primera cho . . . .
de c a z a d o r e s . . . . ¿Estamos? ¿Nadie c h i s t a . . . . ?
Pues atención: media vuelta á la d e r e c h a . . . . EMPRESARIO.
Paso acelerado: ¡marchen! Ta, ta, ta, ta, ta ta (Sacando la cabeza.) ¿Se fué ya?
ta, t a . . . . (Vase.)
BARBA.
¿Pues no se había de ir?

EMPRESARIO.
ESCENA XIII Entonces, Nicolás, anda, atranca la puerta, y
no me dejes entrar á ninguno, aunque venga el
BARBA, NICOLAS Y LUEGO EL
lucero del alba, que ya estoy harto de bullas y
EMPRESARIO. de impertinencias.

BARBA.
NICOLAS.
O u f . . . . y qué maldito muchacho si no
¿Conque digo á todo el mundo que ha salido
tiene una legión de diablos en el c u e r p o . . . . Me
usted?
he sofocado: pero yo le juro que hoy mismo le
he de hablar á su coronel, y he de hacer que le
pudran en el calabozo á pan y a g u a . . . . ;Boni- EMPRESARIO.
A todo bicho viviente.
to soy yo cuando me enfado!

BARBA.
NICOLAS.
Pero, Empresario, ¿y si viene alguna preten-
Pero ¿por qué no le ha dado usted un sopla
mocos? diente á solicitar algunas de las plazas qne tene-
/
mos vacantes, y que tanta falta nos hacen? ¿No
será conveniente que siquiera para ellas estuvie-
ras visible?
EMPRESARIO.
EMPRESARIO.
No, 110, que vuelvan mafiana Hoy no es
Esto es si se hacía á lo vivo Y no sé, bien
toy para visitas ni para ajustes. Además, qué
sabe Dios, cómo nuestros autores románticos no
bailarina quieres que venga, ni qué graciosa, ni
han tentado esta pequefia variante.
qué característica.... En esta ciudad no hay na
•la, no hay ninguna Las cartas que 'ie escri
NICOLAS.
to á los corredores, apenas habrán llegado á sus
destinos, cuando más ¿Conque atranco. 6 no atranco?

EMPRESARIO.
BARBA.
Eso es verdad; pero quién sabe á veces... Sí, sí, atranca, atranca, * quo ni moscas pa-
sen.

EMPRESARIO.
NICOLAS.
Sí, sí, abre la boca por si te cae el maná.
(Se dirige hacia ln puerta.) Pues manos á la
obra.
BARBA.
¡Paciencia! y apechuguemos todas las noches
con dramas patibularios. BARBA.
Espera un momento

EMPRESARIO.
¡No hay remedio! Mientras que no haya con EMPRESARIO.
qué variar, habrá todas las noches «jne rellenar Pero ¿por qu*?
de muertos la concha del apuntador.
BARBA.
Se me ocurre una idea
BARBA.
Como no tengamos todavía que descuarti.-.ar
en una de estas noches al apuntador. NICOLAS.
¡Oiga! ¡También los barbas tienen ideas!

EMPRESARIO.
BARBA.
¡Ojalá! ¡Me daría una magnífica entrada!
¿Insistes en que nos encerremos?

BARBA.
EMPRESARIO.
No hay duda que sería escena de gran efecto.
Herméticamente.
MHBMMMÉII

308
BARBA.
BARBA.
Detente.
Para libertarnos de importunos.

NICOLAS.
EMPRESARIO.
Y de tambores de cazadores. Y es mujer, según lo blundito que pisa.

BARBA.
BARBA.
¿Mujer? Pues es mi Princesa. <
Eso quiere decir que no esperas otras visitas.

EMPRESARIO.
EMPRESARIO.
Si será Blasilla

BARBA.
BARBA.
Salgamos á recibirla.
Toes yo s í . . . . Y si vinieran y se encontraran
con la puerta cerrada, no nos lo perdonarían
jamás. EMPRESARIO.
Corramos. (Se dirigen los dos á la puerta.)
EMPRESARIO.
Pero, hombre, ¿qué visitas esperas tú y en mi NICOLAS.
casa? Ya está aquí.

BARBA.
Quién sabe si la Princesa me habrá hecho se-
guir, y sabiendo que he entrado a q u í . . . . venga. ESCENA XIV.

EMPRESARIO. CATALINA, DE VIEJA, Y LOS DI-


Volvemos á las a n d a d a s . . . . No te digo..., CHOS
CATALINA.
NICOLAS. •
Que suben la escalera. ¡Alabado sea Dios!

EMPRESARIO.
EMPRESARIO.
Cierra. ¡Una vieja! ¡Maldición! <
Gorostiza—20
MHBMMMÉII

308
BARBA.
BARBA.
Detente.
Para libertarnos de importunos.

NICOLAS.
EMPRESARIO.
Y de tambores de cazadores. Y es mujer, según lo blandito que pisa.

BARBA.
BARBA.
¿Mujer? Pues es mi Princesa. <
Eso quiere decir que no esperas otras visitas.

EMPRESARIO.
EMPRESARIO.
Si será Blasilla

BARBA.
BARBA.
Salgamos á recibirla.
Toes yo s í . . . . Y si vinieran y se encontraran
con la puerta cerrada, no nos lo perdonarían
jamás. EMPRESARIO.
Corramos. (Se dirigen los dos á la puerta.)
EMPRESARIO.
Pero, hombre, ¿qué visitas esperas tú y en mi NICOLAS.
casa? Ya está aquí.

BARBA.
Quién sabe si la Princesa me habrá hecho se-
guir, y sabiendo que he entrado a q u í . . . . venga. ESCENA XIV.

EMPRESARIO. CATALINA, DE VIEJA, Y LOS DI-


Volvemos á las a n d a d a s . . . . No te digo..., CHOS
CATALINA.
NICOLAS. •
Que suben la escalera. ¡Alabado sea Dios!

EMPRESARIO.
EMPRESARIO.
Cierra. ¡Una vieja! ¡Maldición! <
Gorostiza—20
NICOLAS. impaciencia Maldita tos Y la cólera
¡Una vieja! Retortijón de tripas le« ha dado á Condenado boticario, que no me lia querido ven-
los dos el chasco que se han llevado. der cuartilla de malvabiscó:..'. ¡Si lo cogiera
ahora entre mis u ñ a s . . . . !
CATALINA.
Caballeros, si lo sois, ine quieren decir Ay BARBA.
qué escalera, es capas: de reventar al caballo del' Pues no hay duda, señora, que le ha aprove-
Rey D. Sancho!... Si alguno de ustedes... ¡Ay! chado A usted el sermón dél padre.
ya me dió la tos
CATALINA.
EMPRESARIO. Es que, ha de" saber usted
Así reventaras.
EMPRESARIO.
CATALINA Lo que nosotros tenemos que saber, señora, es
Ya se ve Como me salf en a y u n a s . . . . Y quién es n s t e d . . . .. y lo que nos quiere usted
oí cinco misas Y después me reconcilié Y Lo demás no nos importa ¿Me entiende us-
luego me quedé al s e r m ó n . . . . ted? Ni es justo que nos haga usted perder el
tiempo en oir vaciedades.
EMPRESARIO.
Pero señora CATALINA.
Y superfluidades también, nene usted razón...
CATALINA. Otro tanto le dijo el ángel á Nabucodonosor.
Porque aquel padre D. Timoteo, tiene un pi-
quito de oro; y unas mancuernas de topacios EMPRESARIO. '
que en cuanto sube al púlpito ¡Aprieta!

EMPRESARIO. CATALINA.
Voto va Por otro nombre, el Bruto de Babilonia
' . • • • ' -i';-, 1

CATALINA. EMPRESARIO.
¡Jesñs! ¡Un voto va! Pues eso es jurar, cria- No soy yo poco bruto, en aguantar á usted
tura y eso es pecado Precisamente asi
lo dijo hoy el padre D. Timoteo Porque la CATALINA.
Cuando se le apareció allá en la Asiría.
313;
312
BARBA.
EMPRESARIO. No, señora, soy el Barba de esta compañía.
y ]9 (Hace que se va.) Pues quédese usted en Asi-
1i
fei.; ^ ría, si gusta, que yo me voy á mi recámara. CATALINA.
1:1 ; BARBA.
Brava cabeza de peluca
ra una peluca de barba
Quiero decir, pa-
Ni cortada Dios
No tal, no tal ven acá que hablando se la conserve á usted.
se entiende la g e n t e . . . . Esta señora nos dirá al
cabo cómo se llama. BARBA.
Amén.
CATALINA.
Mariquita de la Luz, para servir á Dios y á us- CATALINA.
tedes también, caballeros. Pero entonces, ¿quién es el que me ha de ajus-
tar?
BARBA.
Y lo que q u i e r e . . . . BARBA.
El señor es el Empresario.
CATALINA.
¡Toma! ¿Y qué he de querer? Ajustaran-. CATALINA.
Así lo creí en cuanto vi al señor.
BARBA.
¡Ah! es usted actriz. BARBA.
(Bajo al Empresario.) Oye, si le habrás dado
CATALINA. flechazo.
Y buena: no es porque yo lo diga, sino por-
que EMPRESARIO.
(Idem.) Eso me faltaba para ahorcarme. .Es-
BARBA. tantigua más horrible!
Lo creo, señora, lo creo y si yo fuera el
Empresario CATALINA.
(Al Empresario.) Sé, caballero, que tiene us-
CATALINA. ted en la compañía varios destinos vacantes; y
¿Qué, no lo es usted? como hace cincuenta y cuatro años que soy de
la profesión, venía
EMPRESARIO. CATALINA.
Perdono usted, señora, desgraciadamente ya En fin, cómo ha de ser, me resignaré y haré lat
no tengo destino ninguno vacante. Anoche mis- viejas.
mo me comprometí con varias actrices
BARBA.
CATALINA. (Bajo al Empresario.) Tiene razón, las hará sin
¿Qué tendría usted ya dama joven? trabajo.

EMPRESARIO. EMPRESARIO.
Pero, ¿qué, quería usted por ventura ? Imposible, no hace dos horas que firmé la es-
critura de la señorita....
CATALINA.
¿Por qué no? Me parece que todavía en CATALINA.
estirando un poco el cútis con clara de huevo y ¡Qué fatalidad! ¿Conque de nada me puede us-
afinando un sí eS no es la voz ted ajustar?

EMPRESARIO. EMPRESARIO.
No señora, no señora, no se incomode usted, > De nada.
tengo ya dama joven.
BARBA.
CATALINA. . (Aparte.) Divertámonos todavía un poco. (Al-
¿Y de carácter? to al Empresario y riéndose.) Oye, chico, ¿pues no
me dijiste ahora mismo que te faltaba aún la pri-
EMPRESARIO. mera bailarina?
Y de carácter.
EMPRESARIO.
CATALINA. (Riéndose y mirando á Catalina.) En e f e c t o . . .
¿Y también segunda dama? Ja, ja, ja se me había olvidado; y siempre
que esta señora ja, ja, ja se encuentre
EMPRESARIO. bastante ágil
También: repito á usted que tengo todas las
plazas cubiertas. BARBA.
Lo que es el t a l l e . . . . ja, ja, ja.
. CATALINA. BARBA.
¿Primera bailarina dice usted? Melodramático

EMPRESARIO. EMPRESARIO.
Primera bailarina es lo único en que. De Ninfa.

CATALINA. BARBA.
¿Qué sueldo tiene? De Paraninfa.

EMPRESARIO. EMPRESARIO.
(Aparte.) No importa que echemos por largo. De bruja.
(Alto.) Si fuera buena, la pagaría bien; treinta
mil francos, por ejemplo. CATALINA.
Pues vuelvo á mi tema, la cosa merece refle-
CATALINA. xionarse.
Treinta mil francos No es mal bocado por
cierto Y sepa usted que la cosa merece re- EMPRESARIO.
flexionarse.
Hay más que lo reflexiones usted

EMPRESARIO. CATALINA.
Por supuesto. Sí, señor Vamos atando cabos Trein-
ta mil francos Tres veces por semana
CATALINA. Todos los géneros Y el caso es que yo no
¿Y ha de bailar mucho? sé reflexionar cuando tengo gente delante.

EMPRESARIO. EMPRESARIO.
Tres veces por semana, y en todos los géne- Nos iremos.
r o s . . . . Bucólico
CATALINA.
BARRA. No, no señor con tal que ustedes se callen
Trúgico.... y me dejen á mi sentar en cualquier rincón
Allí, sin ir más lejos, en aquella silla
EMPRESARIO.
Mitológico....
EMPRESARIO. BARBA.
\ nosotros, para no distraer á usted, nos reti-
Sabes que me lo voy temiendo.
raremos al rincón opuesto
EMPRESARIO.
CATALINA. Toseré por ver si la despierto. (Tose.)
Bien dicho (Se sienta.) Treinta mil fran-
cos Tres veces por semana
BARBA.
Y yo silbare (Silba.)
EMPRESARIO.
(Llevando al Barba al otro extremo del foro.) EMPRESARIO.
Ven, dejémosla envegada á sus meditaciones. Ni por e s a s . . . .

BARBA. BARBA.
(Riendo.) Pobre ñifla, no sabe reflexionar cuan- ¡Caramba ! ¡Si se habrá desmayado!
do ve gente.
(Acercándose.) ¿Doña Mariquita?

EMPRESARIO. EMPRESARIO.
(Idem.) Es tan tímida ¡Luchita!—(Catalina aparece por el foro bailan-
do.)—¡Que veo!
BARBA.
Como que no tiene mfis de cincu^uta y cuatro BARBA.
afios de profesión.
¿Quó quiere decir esto?

EMPRESARIO. CATALINA.
(Siempre riendo.) Se equivocó, los tiene sólo de Que acepto los treinta mil francos, y hoy mis-
vieja. A bien que si no la ajusto, se podrí! siem- mo, si no pulsan ustedes inconveniente, firmare
pre colocar en cualquiera casa, de pilmama. mi compromiso.

BARBA. EMPRESARIO.
Pero ¿que le ha sucedido que no da seflal de
¡Cielos! ¡Sería posible! ¿Pues y la vieja?
vida?

BARBA.
EMPRESARIO. (Desenvolviendo el manto y mirando que no
¿Si se habrá dormido? hay nada.) Se liquidó.
CATALINA.
La vieja, señor Empresario, se volvió mucha- dón de ustedes, Cunegunda, Alejandra, Berta,
cha; pero no menos está pronta á arrugarse de Alfonsina
nuevo tal cual vez, cuando así lo exijan, el ser-
vicio de un público que tanto desea complacer, EMPRESARIO.
y los intereses de usted. ¡Qué escucho!

EMPRESARIO. CATALINA.
¡Bravo ! Ni una palabra mfis Primera (Con el mismo tono que antes.) Poloski y Po-
bailarina: primera característica tehniskl —¡Ah! ¡qué desgraciada nací! Ado-
rarlo y no querer mi marido que me case con él!
BARBA.
Aquí hay tinta y papel Yo quiero extender BARBA.
el contrato. (Se sienta á escribir.)—Teatro Prin- ¡Oh!
cipal de etc., etc La Empresa, deseosa de
utilizarse de-los talentos de la señorita doña EMPRESARIO.
¿Cómo es su gracia de usted, señorita? ¡Ah!

CATALINA. CATALINA.
Yo me llamo B l a s a . . . . y soy la ahijada de mi En fin, por apellido no hemos de quedar
madrina y nací en mi lugar: y todo para ser- Un hermano tengo que es tambor de cazadores...
vir .1 su merced, si es que su merced se quiere
servir de mí. (Hace una cortesía ridicula.) EMPRESARIO.
Lo que usted tiene, niña de mis ojos, es mucha
EMPRESARIO. gracia y mucha habilidad Y lo que yo sé es,
¡San Trifón me valga! que no saldr.1 usted de aquí sin firmar su con-
trato Aunque sea usted actriz anónima.
BARBA.
Y ú mí Santa Cananea. CATALINA.
No, tanto como eso
CATALINA.
Pero si .1 ustedes pareciere que este nombre BARBA.
de Blasa no es el que conviene fi la parte que Ea, ya estfl extendido firme usted.
voy ú desempeñar, me llamaré entonces, con per-
CATALINA.
Enhorabuena. (Firma.)
BAEBA.
Catalina Biancolelli.

CATALINA.
Servidora de ustedes. (Hace una reverencia.)

EMPRESARIO.
La hija de

CATALINA.
Bernardino De su amigo de usted: sólo
ese título podía haberme inspirado confianza
para

BARBA.
ESTELA
Para burlarse de todo un Barba. 0 EL PADRE Y LA HIJA
'«.i i
EMPRESARIO.
Comedia en un acto, imitada del francés.
T para chasquear á todo un Empresario.

CATALINA.
¿Me perdonan ustedes?

EMPRESARIO.
Con el alma y la vida Ahora sólo falta que
el público reciba á usted

CATALINA.
¡Oh! no hay cuidado.... El público no se en-
fada sino con los soberbios, y es demasiado in-
dulgente para que maltrate á la pobre Hija de un
Payaso.
BAEBA.
Catalina Biancolelli.

CATALINA.
Servidora de ustedes. (Hace una reverencia.)

EMPRESARIO.
La hija de

CATALINA.
Bernardino De su amigo de usted: sólo
ese título podía haberme inspirado confianza
para

BARBA.
ESTELA
Para burlarse de todo un Barba. 0 EL PADRE Y LA HIJA
. - • n i .

EMPRESARIO.
Comedia en un acto, imitada del írancés.
T para chasquear á todo un Empresario.

CATALINA.
¿Me perdonan ustedes?

EMPRESARIO.
Con el alma y la vida Ahora sólo falta que
el público reciba á usted

CATALINA.
¡Oh! no hay cuidado.... El público no se en-
fada sino con los soberbios, y es demasiado in-
dulgente para que maltrate á la pobre Hija de un
Payaso.
PERSONAS ACTO UNICO-
Soligni, antiguo militar—Estela, su hija.—Rai- Sala con puerta y dos ventanas en el foro, dos
mundo, (.'icial de marina.—í'rambal, notario puertas laterales, mesa y recado de escribir á la
y amigo de Soligni.--Jorge, criado de Soligni. derecha del espectador; un buró á la izquierda,
y un sofíi más inmediato á la escena.

ESCENA I

RAIMUNDO Y JORGE.
RAIMUNDO.
¡COmo! ¿Dice usted que no le puedo ver?

JORGE.
No señor, no le puede usted ver ni hablar.

RAIMUNDO.
Entrele usted por lo menos un recado Dí-
gale usted que un joven oficial de marina desea
tener el honor de presentarle sus respetos.
Gorosttza.—21

Jl
326 . 327

JORGE. con unas órdenes tan terminantes como son las


Imposible, mi amo no recibe á nadie. que se le han dado.

RAIMUNDO. RAIMUNDO.
Entonces, y aun cuando tenga poquísimo tiem Ahora sé yo que lo hay, porque la puerta de
po á mi disposición, volveré más t a r d e . . . . hierro estaba entreabierta, y "porque usted es la
primera persona que he encontrado desde que
JORGE. me apié del caballo, á quien poder preguntar por
Hará usted muy m a l . . . . Y lo mismo adelan- Mr. de Soligni.
tará usted más tarde que ahora Ni vecinos
ni forasteros consiguen nunca que se les admita JORGE.
en esta c a s a . . . . A mi amo le gusta vivir sólo Buen descuido por c i e r t o . . . . No, pues si él
con su hija. y . . . . amo lo llega á saber, no le arriendo la ganalicia
ai tal M i g u e l . . . . Lo despedirá infaliblemente,
.RAIMUNDO. por más canas que tenga.
¡Cosa más extraña!
RAIMUNDO.
JORGE. Calle usted, que álguien se aceita ¿Serla
Y ni afín siquiera sus criados podemos diri- por ventura su amo de usted?
girle á veces la palabra, sin exponemos á que
se incomode y nos eche una. andanada Aquí JORGE.
se sirve bien y se calla Lo contrario de lo No, señor También es forastero Y no
que sucede en otras partes, en donde se sirve- parece sino que se han dado ustedes el san.to....
mal, y se habla mucho I,o que es, sin du- ¡Dos visitas en un mismo día! ¡Jesús! no he vis-
da alguna, infinitamente más agradable y fácil. to tanta concurrencia en dos años que hace que
vivo en esta casa.
RAIMUNDO.
Ciertamente: pero no menos es de admirar
que

JORGE.
Lo que es de admirar, caballero, es cómo el
portero le ha dejado á usted subir la escalera,
JORGE.
Será Miguel que habrá visto pasar alguna ban-
dada de perdices, y no habrá podido resistir á la
ESCENA JI tentación de matar alguna de ellas para cenarla
en estofado esta n o c h e . . . . For eso dejaría el
FRAMBAL Y DICHOS. zaguán abandonado; y con eso se explica el poi-
qué han podido ustedes colarse hasta aquí, como
FRAMBAL. Pedro por su casa.
Gracias á Dios que tropecé al cabo con algún
ser viviente.... (A Raimundo.) Caballero, no FRAMBAL.
sabe usted lo que me complace el hallar á usted Todo eso es muy probable. (A Raimundo.) ¡Con-
aquí porque la vista de un joven de un que, caballero mío, me hace usted el favor de
militar tiene un no sé qué de calmante cuan- conducirme á donde está Mr. de Soligni!
do uno entra por primera vez en un caserón co-
mo éste, con honores de castillo encantado y RAIMUNDO.
en donde ni siquiera hay perros que ladren. Ojalá pudiera; pero desgraciadamente se diri-
ge usted á un malísimo introductor de emba-
JORGE. jadores Yo mismo deseo hablarle de un asun-
Qué, ¿tampoco ha hablado usted con Miguel el to de la mayor importancia para mí, y todavía 110
portero? he podidó conseguirlo, ni sé de qué medio valer-
me al efecto Es invisible, á lo que este buen
FRAMBAL. hombre asegura; y no sólo no quiere recibir á na-
No, s e ñ o r . . . . á nadie lie visto Por señas die, sino q u e . . . .
que como no me ha hecho Dios muy valiente qne
digamos, empezaba ya á tener un poquito de pa- FRAMBAL.
vura (Se oye un tiro.) ¡Canario! ¿Qué es es- ¿No es más que eso? Pues tranquilícese usted,
to? ¿Corremos algrtn peligro? que Que yo haré que obtenga usted la de-
seada entrevista Yo se lo prometo á usted.
RAIMUNDO. (A Jorge.) Vamos, ¿en qué te detienes, mamelu-
No, señor, no se asuste usted. co? ¿Qué no me anuncias á tu amo, ó á su hija
Estela?
FRAMBAL.
Es que, como estamos solos, aislados al pie de JORGE.
los Pirineos Ya me guardaré yo muy bien de hacerlo
Ayer, sin ir más lejos, se negó al prefecto y al ge- JORGE.
neral del departamento.... que vinieron paseán- (Con respeto.) Sí, s e ñ o r . . . . Voy á avisar á mi
dose desde Bafieras... Conque, figúrese u s t e d . . . amo; pero como no hace mucho que le vf junto al
Usted que no es ni prefecto, ni general, según estanque que está al otro extremo del parque,
las t r a z a s . . . . Puede muy bien que tarde 1111 rato en estar su
merced de vuelta V No se impaciente usted,
FRAMBAL. pues, si tal sucede. (Vaso.)
Es que soy mucho más aquí donde tú me
miras. y en prueba de ello, te advierto que
si no quieres que hoy mismo te planten en la ca- ESCUNA III
lle á instancias mías, le entres al instante á tu
amo esta tarjeta El nombre sólo que contie- RAIMUNDO, Y FRAM RAL.
n e . . . . y que tu amo espera con impaciencia....
bastará para que al punto desaparezcan, como RAIMUNDO.
por encanto, cerrojos, trancas, puentes levadizos ¡Ah! ¿Conque usted es notario?
y caballos de frisa.
FRAMBAL.
JORGE. Sí, s e ñ o r . . . . y establecido en Pau Para
(Asustado.) ¡Ay! ¡Virgen mia ! Pues ¿qué lo que usted guste mandar ¿Usted sin duda
nombre es ese tan formidable? habrá estado ya en Pau?

FRAMBAL. RAIMUNDO.
(Leyendo la tarjeta.) Sebastián Domingo Fram No, señor; nunca he tenido ocasión de
bal, notario en Pau.
FRAMBAL.
JORGE. Tanto peor para usted porque Pau es una
¡Notario! de las ciudades más interesantes de F r a n c i a . . . .
Bien situada, con 1111 magnífico río que la baña,
FRAMBAL. y sobre todo, con un viñedo ! ¡Oh! si usted me
(Con importancia.) Notario real y del juzgado hace algán día el honor «le visitarme, ya verá us-
de capellanías Cuenta así con lo dicho, y ted qué buen vino se bebo por acá Y si en-
marcha. tretanto como ya le he dicho á usted
puedo servir á usted de a l g o . . . .
RAIMUNDO. dre, que es devota, lo educaba de pequeñuelo con
Muchas gracias, caballero, muchas gracias., j. una severidad, con un rigor que me parecían ex-
¡Tanta bondad con un desconocido I cesivos, y por eso y ó . . . . sin contrariarla osten-
siblemente porque soy buen m a r i d o . . . . pa-
FRAMBAL. ra restablecer con todo, el equilibrio le mi-
¿Acaso lo es usted para mí? ¿No le veo á us- maba y le echaba á perder por mi parte cuanto
ted con una charretera en el hombro, y cuando me era posible. Así fueron las cosas muy b i e n . . .
más con veinte años de edad? 6 por mejor decir muy mal hasta que llegO
el día en que tuvo que elegir una carrera 0 pro-
RAIMUNDO. fesión Mi mujer quiso entonces qne entrase
Aun no los he cumplido. en el Seminario Conciliar Yo me empeñé en
que había de ser pasante de abogado Ella
FRAMBAL. insistió Yo persistí Y en tanto que nos-
Mayor recomendación para mí Yo tengo otros nos disputábamos sobre si nuestro hijo se-
un hijo que ha hecho ya los dieciocho, y que ría con el tiempo cura de almas 0 juez de prime-
es también oficial No en la marina como us- ra instancia, el muchacho corto el nudo gordiano,
ted sino de dragones De ahí que, cuando y sentO plaza en un regimiento de dragones.
tropiezo en cualquier parte con un joven con
un militar que se encuentra en algún apuro, no RAIMUNDO.
necesito preguntarle cOmo se llama, para servir-
¿Sin decirles á ustedes nada?
le si puedo: porque de todos modos me digo íi mí
mismo:—Alguno podrá hacer otro tanto por mi FRAMBAL.
hijo, y es preciso que el cargo corresponda con
Después nos pidió nuestro consentimiento
la data.
¿Y qué habíamos de hacer? Más vale tarde que
nunca....
RAIMUNDO.
(Apretándole la mano.) ¡Ah, señor! RAIMUNDO.
Ya se ve.
FRAMBAL.
Luego, debo confesar .1 nsted qne siempre he FRAMBAL.
sido muy parcial con los jóvenes Mi hijo Luego, es preciso confesar que mi néCtor ha
Héctor, que es un tronera, si los hay, hace, sin nacido para militar Bebe como un tudesco:
embargo, cnanto se le antoja de mí Su ma- juega cuanto tiene: gasta lo que no tiene, y se
bate por uu quítame allá esas pajas, eou el lu- FRAMBAL.
cero del aíba Por lo demás, nadie le gana á Amigo íntimo Le conocí muy joven en el
buen corazón Si viera usted lo que me quie- ejército.... mandando un batallón, cuando ape-
re ¡Y lo difícil que es no quererle ! Aho- nas tenía veinticinco años En seguida y
ra cuando pasó por Bañeras...', que, como u.- cuando volvieron los Borbones, dejó el servicio
ted sabe, está á un cuarto de legua de aquí, y militar y se hizo comerciante, con tal fortuna.
en donde se halla acantonado su regimiento.... que en poco tiempo se enriqueció Verdad es,
quise darle un abrazo, pero no pude, porque es- que no ha emprendido nada desde entonces, que
taba precisamente arrestado en la guardia de pre- no me haya consultado ni confiado.
vención Parece que había tenido la noche
antes una disputa con no sé quién en el teatro. RAIMUNDO.
¡Qué feliz soy ! ¡Yo que tenía tanta nece-
RAIMUNDO. sidad de que alguno le hablara en mi favor!
¿Y por qué?
FRAMBAL.
FR.\MBAL. Pues bien, amigo mío. aquí me tiene usted á su
Por mi causa Dicen que salía en la come- disposición Le repito á usted lo que le dije
dia uu notario muy ridículo.... como se suelen antes, y Pero chitón, que oigo pasos.
poner en todas las comedias y que mi hijo,
por puro amor filial, empezó á silbar y á no de- RAIMUNDO.
jar á representar á nadie De ahí se siguió (Con miedo.) ¡Ay! ¡Dios mío!
naturalmente que otros espectadores se incomo-
dasen con él que hubiera disputas, gritos, FRAMBAL.
un duelo y etc. Por desgracia no he podido hoy ¿Qué tiene usted miedo? Voto va S a n e s . . . Un
detenerme en Bañeras para echarle una buena marinero tener m i e d o . . . . (Tomándole la mano
reprimenda -Pero t-slaba sumamente de pri- afectuosamente, y mirando hacia la puerta.) Pe-
s a . . . » Había recibido una carta de mi amigo So- ro tranquilícese usted, la que se acerca es su hi-
ligni á quien hace dos años que no veo . . . ja Una joven muy linda que ¡Calla! pues
y quien me decía que tenía que consultar comul- cualquiera diría que ahora tiembla usted mucho
go no sé qué asunto muy urgente. más que antes.

RAIMUNDO.
¿Él señor Soligni es amigo de usted?
ESCENA IV.
jo.. otro camino para olvidarnos tal cual vez de
nuestras arrugas? Pero hablando de otra cosa,
ESTELA Y DICHOS permítame usted, aliado mío, que le haga á usted
ESTELA. una sola pregunta, ya que no hace mucho me
dirigió usted á mí sus diez ó doce cuando me-
(Entrando.) Vamos, si no puede ser Si no
nos ¿Cómo es que, sin conocer usted á Mr.
esperamos ninguna visita ¡Oh! ¿Es usted.
Soligni, según infiero de nuestra pasada conver-
señor Frambal? (Reparando en él.) ¡Cielos! ¡Qué.
sación, ha visto usted, sin embargo, á esta niña
veo! (Reparando en Raimundo.) ¡Raimundo!
antes de ahora?
FRAMBAL.
ESTELA.
¡Hola! ¿Se conocían ustedes ya?
¡Oh! somos amigos muy antiguos.
RAIMUNDO.
FRAMBAL.
(Turbado.) P u e s . . . Sí Sí, señor.
¡Oiga!
FRAMBAL.
RAIMUNDO.
(Sonriendo.) ¿Y era usted quien quería que yo
Amigos desde nuestra i n f a n c i a . . . . Durante los
le presentase cuando quizá podrá suceder que
cinco años que duró el último viaje de Mr. Solig-
yo sea el que tenga que pedirle á usted semejan-
ni. . . .
te favor?

ESTELA. ESTELA.
Mi madre me había traído á París para que
¡Oh! no, nunca puede llegar-este caso Us-
concluyera mi educación.... Tenía yo entonce»
ted es el amigo más antiguo que tiene mi padre;
doce años
el mejor amigo que tengo yo Como que us-
ted ha sido en todo tiempo, de mi propio pare-
cer. RAIMUNDO.
Mi padre, antiguo camarada de regimiento do
FRAMBAL. Mr. Soligni, me había presentado á estas da-
Ese es mi sistema Siempre me pongo del m a s . . . . las visitaba casi todos los días
lado en que están los jóvenes, y hago causa co-
mún con ellos ¿Acaso nos queda á los vie- ESTELA.
El señor era nuestro único acompañante
No se separaba de nosotras.
RAIMUNDO.
RAIMUNDO.
Esto es íi los principios; pero l u e g o . . . . y cu Lo malo es que todavía estoy lejos de ser con-
cinco años de niña que era esta señorita.... traalmirante; pues no soy más que alférez de fra-
g a t a . . . . que es todo lo que he podido ganar en
FIIAMBAL. el combate de Navaríno... y que por lo mismo
Se fué volviendo poco íi poco una señorita con ine vuelvo mañana A Bayona, donde debo em-
todos sus menesteres, ¿no es esto? Por señas barcarme para un viaje muy largo Como que
que semejante cambio no era de naturaleza di-
tenemos que dar la vuelta al mundo.
poder asustar A usted mucho, ni de hacerle que se
alejase de ella.
ESTELA.
¡ A y de mí ! ¿Mañana?
RAIMUNDO.
Pues precisamente eso fué lo que me sucedió.
RAIMUNDO.
Sí. señorita..,.. Pero antes y por esto solo
FRAMBAL. me ve usted en su c a s a . . . . he creído que esta
¿Cómo'¿ charretera me daba algfin derecho para poder de-
cir A su padre de usted:—¡Ah! ¡señor Soligni!
RAIMUNDO- concédame usted siquiera dos a ñ o s . . . . sólo dos
Porque al considerarla tan linda, tan bien edu- años, y esté usted seguro que durante esto pla-
cada, y heredera de una fortuna tan considera- zo. me conduciré de tal modo, que si existo toda-
ble, no podía menos de recordar al mismo tiem vía al cabo de ellos, podré presentarme ante us-
po. cu&n distinta era mi triste posición Mi ted otra vez sin tanto embarazo, y solicitar la
vela pobre, sin esperanza alguna, huérfano, y sin mano de su hija.
familia que me pudiera asistir ¿Qué recurso
me qnedaba? Uno sólo; y fué, no hablar de mi
ESTELA.
proyecto ¡V nadie, y embarcarme .1 bordo del pri-
¡Ah! ¡Raimundo!
mer buque de guerra que me quiso admitir, di-
ciéndome íi mí mismo:—Dentro de algunos años
RAIMUNDO.
volveré contraalmirante,. ó me habré hecho ma-
No la pido A usted tampoco otra c o s a . . . . Es-
tar.
péreme usted, por Dios, hasta entonces.

ESTELA.
ESTELA.
¡Cielos!
¿Puede usted dudarlo?
FRAMBAL. ESTELA.
(Sonriéndose.) ¿Qué dice usted? (Psfisando en medio y después de un momento
de silencio.) Mi padre, que usted ha conocido tan
ESTELA. alegre, tan amable, tan dichoso, se ha vuelto de
La verdad. Sí, señor hace ya muchos repente tétrico, misántropo, taciturno . . .
años tantos como hace que le conozco... que
le aprecio infinito, que le porque es tan bue- F R A M B A I .
no. tan franco, tan ¡Oh! ningftn inconve- Por eso, su. ,-,n;lK. dejó o.» escribirme, de con-
niente tendría en repetir esto delante de mi pa- testarme.. . .
dre. delante de usted mismo ¿Haría acaso
mal? ESTELA.
Si no quiere tratar con nadie.
FRAMBAL.
No. no tal. Semejantes cosas se pueden decir RAIMUNDO.
sin inconveniente cuando se dicen ante un nota- ¿Y de dónde proviene esa melancolía, ese des-
rio Pero si hemos llegado, queridos míos. aliento? Quizá el fallecimiento de su esposa...
il este punto: si ustedes se aman ya lo bastante
para no poder ser felices si no unen sus desti- FRAMBAL.
nos para siempre, no veo entonces el por qué se En primer lugar hace ya más de tres años
ha de esperar A que un alférez de fragata llegue qne murió l a no existía cuando Soligni vol-
te negocio... La cosa podía ser mAs larga de vió de su último viaje Por seña? que sobre-
A ser contraalmirante para tratar de redondear os- llevó este golpe con ánimo, con filosofía Con
lo qne ordinariamente parecen estas cosas A die- una filosofí;1 verdaderamente conyugal.
ciocho y veiñfe años (A Estela.) Luego, si
mal no recuerdo el ascendiente que usted ha te- RAIMUNDO.
nido siempre sobre su padre, con media palabra Entonces, pudiera muy bien originarse su tris-
que usted le diga teza de algán revés d* fortuna

ESTELA. FRAMBAL.
¡ Ah! eso era en otro t i e m p o . . . . poro de dos Imposible.... Volvió con inmensos capitales
años A esta parte que después ha realizado Si lo sabré yo que
soy su notario, y que le he comprado en este de-
FRAMBAL. partamento dos ó tres millares de acres en tie
¡Cómo! ¿Qué quiere usted decir? Corostiza—22
iras de labor, prados, bosques, etc.; lo que ha ESTELA.
consolidado su fortuna y bonificado mi bufete. Pues bien, todavía no lo había usted visto todo;
Couque, no puede ser eso; y así, 110 coifczco en y desde la muerte de mi madre, no puede usted
este inundo, bija mía, sino A usted que pueda figurarse hasta qué puuto creció su cariño, su
ooligarle í! que nos c o n f í e . . . . ciega parcialidad por mí No se separaba de
mi lado ni un instante; no soñaba sino conmi-
go París no tenía para engalanarme trajes
ESTELA.
bastante ricos, joyas bastante preciosas Me
¿Y cómo: Ni siquiera me atrevo .1 hablarle...
hubiera podido creer hija única de uno de los pri-
Temo que la menor palabra le irrite contra mí.
meros potentados de la t i e r r a . . . . Veinte criados
y — me servían; y hubiera sido despedido al punto
aquel que no hubiera adivinado mi voluntad ó
FRAMBAL. prevenido mis deseos No bien mi padre me
Sería posible ¿Qué, también ha cambiado veía sonreír que ya estaba fuera de sí de ale-
con usted ? gría; que ya me abrazaba, que ya me agradecía
mi propia dicha Si, por el contrario, me
ESTELA. quejaba del mfts pequeño dolor, de una simple
¡Ah! he creído que no podría resistir ¡í seme- jaqueca, bastaba esto para que se desconsolase,
jante pesadumbre Ya sabe usted cufil era an- para que se desesperase; y muy A menudo, cuan
tes la ternura que le debía A mi padre y de do me despertaba por las mañanas, le apercibía
la cual ha sido usted tantas veces testigo. en pie A la cabecera de mi cama, esperando con
inquietud fi que yo abriese los ojos para pregun-
FRAMBAL. tarme si había dormido bien, si me sentía me-
Ya se vé que lo sé Toma, como que era una jor De ahí comprenderá usted, sin trabajo,
especie de idolatría, (A Raimundo.) En ella cifra-
que no existía entonces una hija mAs dichosa qne
ba toda su dicha; era su orgullo, su pensamiento
yo, ni padre mAs amado que lo era el mío, en
fínico, y de cada instante se hubiera echado
justa retribución de tantas bondades Así,
cien veces al río de cabeza por satisfacer A esta
cuando éste me solía proponer de tiempo en tiem-
costa el ni As insignificante de sus deseos En
po algún enlace brillante y ventajoso, mi respues-
fin, yo mismo á quien todo el mundo acusa, y
ta era siempre la misma—todavía no—en primer
con razón, eso es otra c o s a . . . . de padrazo y de
Juan lanas, hubiera sido con todo, A su lado, un Ingar, porque no me quería apartar de él Y
t i r a n o . . . . un-opresor de mi familia. lnego, porque, ¡l pesar mío, le tenía A usted siem-
pre presente, Raimundo, y aunque usted no me
«•-' ! id-i t.'. »»iinqrjwl tfí'i .t»*su .tía ¡t -ViH
había dicho nunca nada, creí no sé por qué, que
Quise, como era natural, abrazarle antes de reco-
usted me amaba, y que tarde 6 temprano se lo
germe Quise también que me viera vestida
confesaría usted á mi padre.
de baile, porque sabía que nada le agradaba tan-
to como el contemplarme elegante y ricamente al-
RAIMUNDO. hajada Corrí, pues, á su cuarto, abrí con
¡Oh! ¡qué feliz soy!
precaución la puerta, y jamás, ¡oh! jamás olvi-
daré el espectáculo que se ofreció á mi vista
FRAMBAL.
Mi padre estaba sentado junto ÍL la chimenea,
¿Y qué replicaba Soligui á ese constante—to-
davía no?— pálido, inmóvil, con los ojos clavados en el suelo.
con el semblante desencajado Verle así, dar
un grito, correr hacia él, y estrecharle en mis
ESTELA. brazos, fué todo uno. ¿Pero, lo creerá usted,
Siempre también lo mismo:—llaz lo que quie-
Mr. Frambal? ¿Lo creerá usted? Mi padre me
ras, hija mía, cuando quieras y con quien quie-
rechazó, me arrojó de sí con violencia... á m í . . .
ras.—
¡á su hija! En vano traté de indagar la causa:—
no tengo nada,—me respondía,—DO tengo n a d a . . .
FRAMBAL.
y me miraba con un aire sombrío é irritado
Eso sí, vive Dios Ahora sí que le reco-
y parecía que examinaba mis facciones, como si
nozco, siempre fué un excelente padre.
por primera vez las hubiera visto entonces
y se podía 'eer en sus ojos, que mil sentimientos
ESTELA.
se sucedían en eu alma, á cual míis terribles pa-
Pero hace ahora dos años, poco más 6 me-
ra mí: el desprecio, la ira. el odio ¡Sí, se-
nos Estábamos entonces en París, en donde
ñor. el ódio ! ¡Aboretvrme mi padre ! Des-
había querido pasar el invierno por causa mía,
pedirme de su seno ! ¿Pues qué había hecho
y para que disfrutara yo de todas sus diversio-
yo, Dios mío? ¿De qué crimen era yo culpa-
nes Cuando una noche, habiendo tenido mu-
ble ? Yo se lo preguntaba d e s o l a d a . . . . Yo
cho que hacer en aquella tarde, y no pudiendo
lo inquiría fervorosa del Cielo Yo descendía
acompañarme por hallarse muy fatigado, me con-
fié ¡i mi tía la Baronesa, para que me llevase, ;'t luego á mi propio corazón, y no hallaba allí otra
una brillante tertulia que se daba en casa de una cosa, sino amor y respeto hacia el autor de mis
de sus a m i g a s , . . . Yo bien no quería, dejarle solo; días ! Y' sin embargo, se fué de París aque-
pero lo exigió, y tuve que obedeoerle Me re- lla misma madrugada, dejándome con mi tía, y
tiré, sin embargo, muy temprano, y al entrar en se estuvo después dos meses sin escribirme si-
casa apercibí luces todavía en su habitación quiera un renglón; sin hacerme saber siquiera que
existía.
peligrosamente enferma, y ya no le fué posi-
ble Me hizo entonces cuidar con el mayor
RAIMUNDO.
¡Dos meses! esmero: enviaba dos ó tres veces cada día, & sa-
ber cómo estaba Nada me faltó, pues ex-
ESTELA. cepto su presencia.
Sí. señor, dos uieses, cuando antes 110 podfu
pasar un solo día separado de m í . . . . Supe al ca- FRAMBAL.
bo por mi tía, que se hallaba á doscientas le- ¡Cómo! ¿No la vió á usted?
guas de París, en este castillo medio arruinado
al pie de los Piriueos, y que estaba enfermo ESTELA.
'Enfermo, y no me l l a m a b a . . . . ! Entonces, sin Ni una sola vez entró en mi alcoba Desde
escuchar más que mi cariño, y mi desesperación... esta época tampoco me volvió íl decir nada
Sin solicitar la vénia ni el consejo de nadie A mandarme nada Puedo entrar y salir 4
en lo que ciertamente hice mal me metí en mi antojo, sin que ni siquiera lo repare Vi-
una silla de porta con una criada, y viajando día vo á su lado.- sola, aislada, abandonada, como si
y noche, aunque en el rigor del invierno, llegué fuera una extranjera advenediza No nos ve-
aquí Mi padre al verme me preguntó brusca- mos sino siempre solitarias y silenciosas, porque
mente:—¿Quién ha llamado á usted?—jYa no me das son siempre solitarias y silenciosas, porque
tuteaba !—¿A qué viene usted?—A cuidar á ni recibe, ni quiere ver á nadie, ni sale jamás
usted, padre mío.—le dije,—y sea cual fuere la do este recinto.... Por lo dem.ls, evita constan-
falta que haya yo cometido, á. merecer á fuerza temente el dirigirme la palabra, y hasta el trope
de amor y de arrepentimiento, que usted me la zar conmigo Cuando le hablo alguna vez
perdone.—Para eso,—me replicó mi padre, con cuando sólo me atrevo íi mirarle con ojos supli-
mucha sequedad,—hubiera sido mejor 110 haberse cantes, esto basta para causarle visiblemente la
usted movido de París sin obtener antes mi per- impresión más dolorosa y huye de mí sin
miso.— responderme, ó me impone silencio con sólo un
gesto de cólera ó de menosprecio. Y yo me digo
FRAMBAL. entonces íi mí misma bañada en lágrimas:—¡Ahí
¿Espero, sin embargo, que su padre de usted ferft culpa mía, porque mi padre no puede ser in-
no la hizo deshacer el camino que ya había he- justo: será culpa mía. ¿Pero cuál es ésta? ¿Y
cho? cómo podré yo expiarla?—En tan acerba incerti-
dumbre, ni sé qué hacer, ni me decido á nada
ESTELA. Mi vida se consume, si vida se puede llamar so-

Lo quiso; poro dichosamente caí yo á mi vez


mejante agonfa, en llorar, en orar por mi padre,
RAIMUNDO.
en temerle sin saber por qué, y en amarle sin es-
¡Conmigo!
peranza. ¡Ay, amigos míos, compadézcanme us-
tedes, pues soy bien desgraciada!
FRAMBAL.
P u e s . . . . usted me ayudará Y para empe-
FRAMBAL. zar por el principio, le presentaré á usted á mi
(Pasando en medio de los dos.) ¿Qué be escu.- amigo Soligni tan luego como nos vea.
chado? ¿Es acaso un sueño? /Soligni ? ¿El
honrado, el afectuoso Soligni. conducirse de este RAIMUNDO.
modo con su inocente hija? Pero esto no puede ¿Qué, no podrá usted empezar sin mí? Me acó:
ser . . ; y sobre todo, no puede durar Es me- modarfa mucho más que usted iniciase antes el
nester que yo Ir, tome por mi cuenta Que negocio....
le cure de esta especie de locura
FRAMBAL.
ESTELA ¡Cualquiera diría que tiene usted miedo!
¡Usted! ¿£Crfd p o s i b l e . . , ?
RAIMUNDO.
FRAMBAL. Miedo no, sino q u e . . . .
Sí y o . , ahora mismo antes que todo..
Me temo, por lo tanto, que no sea é?te el momen-
ESTELA.
to de hablarle de la boda en cuestión, si prime
(Desde el fondo y mirando al foro.) ¡Mi padre!
ro....

RAIMUNDO.
RAIMUNDO. Entonces le dejo á usted, y volveré cuando me
Y sin embargo, no podemos perder tiempo
n e c e s i t e . . . . Hága«ie usted llamar. (Se va pre-
Dentro de ocho días tengo que estar en Ba- cipitadamente por la izquierda.)
y o n a . . . . El bergantín que he de mandar se ha-
rá á la vela á fines do este mes, y una vez á
FRAMBAL.
bordo....
¡Eh! oiga usted, señor contraalmirante; oiga
usted Sí, que si quieres, viró de largo con
FRAMBAL. todas las alas y arrastraderas ¡Yaya un ma-
También eso es v e r d a d . . . . Habrá entonces rino valiente ! ¡Soligni! (Va á su encuentro.)
que apelar en esta ocasión al abordaje..,, y pa-
ra eso cuento desde ahora con usted.
Estela, junto á la puerta, habla bajo con Jorge
ESCENA V
como si le diera alguna orden.)
ESTELA, FRAMBAL, SOLIGNI Y
JORGE QUE SE QUEDA A LA SOLIGNI.
PUERTA. Eso lo veremos ¿Jorge?

SOLIGNI. JORGE.
(Echándose en los brazos de Frambal.) ¡Frám- ¿Señor?
bal! ¡AI fin, te vuelvo á ver!
SOLIGNI.
FRAMBAL. Ocfipate de preparar la habitación en que ha
Sí, sí, ya estamos otra vez juntos. de pasar la noche este caballero.

SOLIGNI. JORGE.
¡Ah ! ¡Cuánto deseaba este momento! (En- Ya me estaba diciendo la señorita que asease
jugándose una lágrima) ¡y cuánto lo necesitaba la recámara principal La de su madre.
mi corazón ! (Adelantándose y reparando
Estola.) ¿Qué hace usted aquí? (Con severidad.) SOLIGNI.
Sálgase usted allá afuera. ¡La de su madre!
¡L

ESTELA. JORGE.
Sí. papá Ya me voy.
• 11 . ' i;. 0 ,, Que es la mejor de todas las de la casa.

SOLIGNI.
SOLIGNI.
(A Frambal.) ¿Supongo que te quedarás con-
(A Jorge.) ¿Y quién es la señorita para dispo-
migo? ¿Qué pasarás conmigo toda la semana?
ner e s o . . . ? Me parece á mí, que quien manda
FRAMBAL. aquí soy yo, no ella.
Ojalá pudiera; pero he dejado en Pau cierto ESTELA.
negocio muy grave á medio despachar Lue- Perdone usted, papá he hecho mal
go, mi hijo está en Bañeras con su regimiento,
y aun no le he v i s t o . . . . Con todo, me tendrás FRAMBAL.
aquí hoy y mañana. (Se sienta en el canapé. Dichosamente el mal no es grande.
SOLIGNI.
Está b i e n . . . . B a s t a . . . . Pon la cama del se-
ESCENA VI.
ñor eu el gabinete que está junto á mi a l c o b a . . . .
Así podremos hablar con más facilidad y á todas
h o r a s . . . . Pero en adelanta cuidado con olvidar FRAMBAL Y SOLIGNI.
que en esta casa no hay más amo que y o . . . y
que nada se debe hacer en ella sin que "antes se FRAMBAL.
haya consultado conmigo.... Vete. (Vase Jor- ¿Sabes lo que digo ? Que 110 dejas de ser
ge.) • algo severo con la pobre Estela.

SOLIGNI.
ESTELA. Y o . . . . ¿En qué?
Tiene usted razón, p a p á . . . . Nadie tiene la cul-
pa sino yo, que creyendo acertar....
FRAMBAL.
El tono con que la acabas de hablar....
SOLIGNI.
(Fríamente.) Nadie la acusa á usted ni la cul-
SOLIGNI.
p a . . . No era á usted á quien yo me dirigía....
¡ C ó m o . . . . ! ¿Lo dices por eso ? Pues iiu lo
Hablaba con ese criado.
debías e x t r a ñ a r . . . . . Y antes bien, debías aplau-
dírmelo.... No be hecho más que aprovecharme
ESTELA. de tus consejos.... Me reñías no h o ^ muchos
No importa Crea usted que sunrsa en años porque me encontrabas demasiólo indul-
gente hacia ella Me repetías que era una de-
bilidad imprudente, peligrosa
SOLIGNI.
(Secamente.) No veo que sea así porque
FRAMBAL.
s. mal no me acuerdo, ya la he pedido á usted
Pues Cuando los jóvenes abusan Co-
que nos deje solos, y no lo hace. (F.-anibal se le-
mo sucede casi siempre ¡Pero tu hija, es tan
vanta. Estela al pasar para irse, le dice bajo
y con dolor:) amable ! ¡tan d ó c i l . . . . !

| SOLIGNI. -
ESTELA.
(Fríamente.) Sí, no es mala muchacha.
¿Lo oye usted? (Vase.)
.1 \iv / , :
FRAMBAL.
¡Que no es mala muchacha! Ya lo c r e o . . . .
Como que es un ángel de bondad y de belle-
za Ojalá que pudiera yo decir de mi hijo tiene tan mala cabeza á los veinte años no cum-
Héctor algo que se pareciera á esto. plidos, ¡cómo la tendrá, Dios mío, cuando llegue
á los cuarenta...! En lugar que tu hija, siempre
SOLIGNL sumisa, siempre razonable
¿De quién? ¿De Héctor mi ahijado? ¿Pues pue-
de tener acaso nadie, corazón más noble, ni ge- SOLIGNI.
nio más entrenido? Darla la mitad" de cuanto (Con impaciencia.) Ciertamente.
tengo por ser su p a d r e . . . . jAhl ¡qué dichoso
e r e s . . . . ! !Si yo tuviera h i j o s . . . . ! (Contenién- FRAMBAL.
dose.) Hijos varones quiero d e c i r . . . . Sin otro estudio ni anhelo que agradarte....

FRAMBAL. SOLIGNI.
No, pues lo que es la dicha, 110 es muy grande (Interrumpiéndole.) ¡Válgate Dios! Pero, quién
que d i g a m o s . . . . porque si vieras los quebraderos te dice que 110 ? El caso es que si te he su-
de cabeza que me cuesta el tal caballerito 1 licado que me vinieras á ver, ha sido
¡y lo de dinero que me gasta! Cuanto gano en mi
bufete, otro tanto so t r a g a . . . . Como que no ha- FRAMBAL.
ce otra cosa, sino convidar á comer todos los días ¿Para que habláramos de Estela?
á la oficialidad de su regimiento, y á bailar to-
SOLIGNI.
das las noches, á todas las modistas y costure-
No, no por cierto Ha sido porque tenía
ras de Bañeras
«pie pedirte un consejo O más bien, que re-
clamar de tí un favor Un servicio He
SOLIGNI.
¿Quién ? ¡Héctor! pensado que no me podía dirigir á nadie mejor
que á tí.
FRAMBAL.
FRAMRAL.
¡Toma! lo que le sobran son Andrómacas.
Has pensado b i e n . . . . Y te. lo agradezco
Empieza cuando quieras.
SOLIGNI.
¡A su edad! 1
SOLIGNI.
FRAMBAL. (Después de un corto silencio.) Se trata de un
Eso es cabalmente lo que me asusta Si amigo m í o . . . . De un amigo í n t i m o . . . . que ha
FRAMBAL.
venido á consultarme il mf, antiguo militar,
Entonces serta más difícil Habría que fir
antiguo negociante, que no entiende una palabra
mar una obligación: en favor de u ntercero, que
en materias de jurisprudencia sobre 1111 ne-
éste debería aceptar, acto continuo, y por la cual
gocio que le interesa sobremanera y de
se reconociese que se había recibido de él tal ó
ahí que me haya i-esuelto ii confiarte un secre-
cual cantidad, reeiubolsable á la muerte del sig-
te que no es mío, y . . „
natario.

FRAMBAL. SOLIGNI.
Pues bien, ¿en qué te detienes?
Ya comprendo.

SOLIGNI. FRAMBAL.
Sentémonos. (Se sientan en el sofá, Frambal á
la izquierda de Solignii) El acto tendría que extenderse por duplicado; y
con sólo dos testigos que lo legalizasen con sus
firmas, adquiriría luego el carácter y valor de
FRAMBAL.
cualquiera escritura pública.
¿r»e qué se trata?

SOLIGNI.
SOLIGNI.
Perfectamente..... Pero bueno sería antes de
(Después de un breve silencio.) Cuando un hom- todo, encontrar alguno que quisiese aceptar se-
bre es rico y no tiene más que un hijo, y tiene mejante donación.
motivos graves para excluirle totalmente de su
herencia, ¿qué medio, dime. puede emplear para FRAMBAL.
obtener semejante resultado? Valiente dificultad.... Lo que sobra por ahf
son aficionados que no sólo están dispuestos á
FRAMBAL. aceptar la fortuna agena, sino que también lo
N i n g u n o . . . . & menos que no enagene sus bi<- están á tomársela cuando les viene á las manos.
nes ó ios desnaturalice, 6 - i o s regale sucesiva-
mente A escondidillas.
SOLIGNI.
(Distraído.) Es verdad, no dices m a l . . . . . (Ti-
SOLIGNI. tubeando.) ¿Pero no podrías tú escribirme un
Pero, ¿y si no quisiera privarse de ellos du- borrador ó modelo de ese acto?
rante su vida? Ooroftt ra.—23
SOLIGNI.
Si conoces íatimamente á la p e r s o n a . . . . Si me No hables tan a l t o . . . . Si me he dirigido á
aseguras de la justicia que le asiste para querer t í . . . . que eres mi único a m i g o . . . . ha sido por-
obrar así
que he creído que podía confiarte sin recelo un
secreto Que me ayudarías Y, en efecto.
SOLIGNI. cuento contigo, me lo has prometido.
Te lo juro sobre mi honor.

FRAMBAL.
FBAMBAL. \ o no te he prometido ayudarte á ninguna in-
Enhorabuena.... Entonces no ¿o. s i „ 0 tú. justicia Y ésta sería una
que queda responsable de la c o s a . . ' <L„S
dos se levantan: Frambal s* acerca A la mesa v SOLIGNI.
se pone & es-r:b:r.) Con cuatro renglones salimo's ¡Qué sabes tfl ! ¿Sabes acaso lo que se pa-
del paso. (Mostrando lo que escribe á Soligni
ta en mi corazón? ¿Sabes lo que he sufrido? ¿Lo
que le sigue con la vista., ¿Ves ahora en lo qué
que sufro en este momento? ¡Ah!, soy el más des-
c o n s i s t e . . . . ? No se necesita más que esto. Se
graciado de los hombres ¡Abandonado por
ponen los n o m b r e s . . . . q n e ( I p j o a q u f p n b | a n ,
todos, vendido, ultrajado ! La rabia me de-
C0 ,So ,le9! nil Ia vora Y todavía tengo que disimular mi pro-
* c a n t i d a d . . . . que se supone
nue se toma prestada; y para que todo fuera en pia afrenta; una afrenta que ni aun siquiera pue-
regla, convendría también indicar en seguida, en do vengar
qué so va á emplear el dinero: p.ro para eso se-
ría indispensable conocer los negocios y la posición __ F R A M B A L .
I"" h a d e fi™ la obligación, nnra fijarse i.Qué dices?
en un pretexto algo plausible, y
SOLIGNI.
SOLIGNI. Sí tiempo té ya de que lo sepas todo
<A media voz.) Y bien, si es fuerza que sepas Harto he callado Harto he batallado conmi
quién es esa persona, sabe q u e . . . . que soy yo. go mismo, para no depar traslucir mi oprobio
No, ya no puedo m á s . . . depositando en el seno de
FRAMBAL. un amigo el secreto iue me agobia, podré al me-
(Alto y levantándose.) ¡Qué oigo! ¡Tú. tfl quie- nos aligerar un poco sti horrible p e s o . . . . Escu-
res desheredar á tu h i j a . . . . ! Pribarla de tus cha. . . No te hablaré de los primeros años de
b i e n e s . . . . ¡Trasmitirlos á un extraño! mi v i d a . . . . Ellos fueron demasiado dichosas, y
todavía echo de menos aquel tiempo en que, siem- ¡TA fuiste buen testigo- de e l l o . . . ! ¿Qué pa-
ple oficial, y acabado de salir del colegio de Saint- dre podría encontrarse más tierno, más amante
Cir, debí á tu amistad el primer equipo de cam- que yo? Su belleza, su talento, su carácter an-
pana D e mfls edad que yo, y pifo rico, fuis- gelical, todo en ella me enagenaba, todo to-
te sin embargo el fínico que me tendió la mano.. do me envanecía Y cuando la admiraban mis
y eso que yo 110 te podía ofrecer entonces otra se- amigos, con qué orgullo, con qué delicia les de-
guridad, otra prenda, que mi persona que cín que era mi hija, que era mi Estela, nú hija
una bala de caüón podía el día menos pensado única y adorada ¡Ah! era demasiado dicho
hacer desaparecer No fué así por fortuna... so y todas mis ilusiones, todos mis sueños iban
E11 aquella época se caminaba aprisa, y cuando á disiparse.
volví íi París, general de brigada y edecán de!
Emperador, 110 hubo nadie que 110 creyera ya mi FRAMBAL.
fortuna hecha U11 rico armador de Burdeos ¡Cómo!
me ofreció su h i j a . . . . La acepté Era muy
linda La amé con sinceridad y creí :i mi SOLItíNl.
vez ser a m a d o . . . . Por lo menos me conduje Una noche, estando en París, me quedé solo en
siempre con ella como buen rnarido. y no pensé la casa en que habitaba y en donde había
desde entonces más que en hacerla dichona.... igualmente habitado mi familia por muchos años,
La restauración de los Borbones vino á cortar mi y durante mis continuados y dilatados v i a j e s . . .
«arrera, ¡l comprometer mi |x>rvenir Traté. Necesitaba unos papeles para redondear cierto ne-
pues de restablecer mi fortuna por medio del co- gocio al día siguiente, y los buscaba con impa-
mercio Compré un b n q u e . . . . Hice muchos ciencia en todas partes. Registré después de otros
viajes que casi todos me salieron bien, y durante muchos, un buró que había pertenecido á mi mu-
mis largas ausencias. 110 tenía otro estímulo ni jer, y tropezando inadvertidamente con 1111 re-
otro consuelo que el recuerdo de mi mujer y de sorte que no conocía, desóubrí un secreto, y es-
mi hija Sobre todo, el de esta ú l t i m a . . . . condido en su seno un r e t r a t o . . . . Con una car-
Era una dicha, y hasta entonces me había si- t a . . . . El retrato era de mi mujer, y la cao--
do desconocida Una idea fija que absorbía ta.... ¡Ah! ¡110 olvidaré jamás su contenido!
tildas las demás una pasión, un amor que decía asi:—Me <-scribes que me esperas, y estas
constituía realmente mi existencia.... Acuérda- palabras, que me hubieran hecho ayer el más di-
te, si no. lo que sucedió después de la muerte de choso de los hombres, me hacen hoy el más des-
su madre y cuando por no separarme de ella de- \enturado el más despreciable de t o d o s . . . .
jé también el comercio que me enriquecía No iré, pues, ni te volveré á ver j a m á s . . . Adiós.
Enriqueta Tu marido me acaba ib- salvar el gué de nuevo A aquellas palabras-A mí que lo
honor y la vida; á mí que le ultrajaba traidora- ultrajaba traidoramente hacía tantos años.—un
mente baee tantos años!— frío mortal corrió al punto por mis venas, poi-
que no pude menos de pensar entonces en Est.t
FRAMBAL. la ¡en la que yo creía mi hija!
¡Cielos! t
FRAMBAL.
SOLIGNI. ¡Ah! ¡Qué horrible ¡dea!
La letra era de Mr. de Bussieres, antiguo ca-
ma ra da mío, huérfano pobre A quien traje A SOLIGNI.
mi casa tan luego como me casé y .1 quien ¿Y cómo quieres« tfi que no se me hubiera ocu-
traté siempre como ¡1 hermano. rrido esa horrible idea ¿Cómo 110 hubiera conce-
bido esa fatal sospecha que desecaba en mi cora-
FRAMBAL. zón cuantos sentimientos había allí tiernos... que
¿Ese Bussieres no fué aquél que murió duran- envenenaba mi alegría que cambiaos mi di-
te tu último viaje? cha en desconfianza y mi "mor en o d i o . . . . : Mil
recuerdos me asaltaban Mil circunstancias.
SOLIGNI. que hasta entonces me habían parecido indife-
Sí. el mismo por desgracia mía ¡los rentes, se agolpaban ya en mi idea con nuevos co-
dos que me ofendieron ya no existen ! lores, y corroboraban juntos mi naciente convie
c i ó n . . . ¡ Ay!, ¡y qué no he hecho yo para sustraer
FRAMBAL. me A ella; para engaítame A mí mismo ! Hu-
Pero biera pagado con la mitad de mi existencia cual-
quiera mentira que hubiera podido v-iverme la
SOLIGNI. tranquilidad que había perdido ! r'ero bien
Durante tan fatal descubrimiento sere- V-onto ni aun siquiera me quedó el Triste con-
no impasible habfá ya abandonado á la suelo de poder dudar loüavía.
venganza del Cielo fi una esporo tan culpable...
A un amigo ti>n pérfido, y que así había recom- FRAMBAL.
pensado mi confianza y mis beneficios Los ¡Explícate!
despreciaba ii entrambos demasiado, para que me
pudieran inspirar ni cólera ni resentimiento SOLIGNI.
Pero leí por segunda vez la carta, y cuando Ile- Ya sabes que en mi último viaje fui recogido A
bordo de uii buque inglés que iba á Calcuta, y tección de una huérfana, si esta huérfana no
que estuvieron usteds más de un año sin recibir hubiera sido hija suya ? Y el título de tutor
otras noticias que las de que había yo naufraga- con que le reviste, ¿110 indica suficientemente que
do á poca distancia del puerto que acababa de ella misma le reconocía otro de mayor autori-
dejar con mi fragata Me tuvieron ustedes, dad más sagrada? (Vivamente.) Pero res-
de consiguiente, por muerto, y cada ( día «pie pa- ponde Respóndeme, por Dios ¿Encuen-
saba les confirmaba á ustedes en ••sta creencia... tras siquiera algún argumento, alguna objeción
Entonces fué cuando mi mujer falleció también, con que destruir ó debilitar, por lo menos, este
después de una larga y penosa enfermedad cúmulo de pruebas»?
Y bien, ¿sabes lo que hizo? ¿Sabes á quién con-
fió. al espirar, la tutela, la educación, la existen- FRAMBAL.
cia de su h i j a . . . ? Pues 110 fué á su propia her- (Embarazado.) Eh Jx> que es eso Mi-
mana en cuya compañía v i v í a . . . No á ninguno rándolo desapasionadamente
de mis parientes que eran sus tutores natura-
les No F u é á su cómplice, á su amante, SOLIGNI.
al padre de Estela A Mr. Bnssieres. No bien conoces que es imposible que
tengo razón que esta joven en nada me to-
FRAMBAL. ca que es una extranjera en esta casa
¿Será posible? ó inás bien, que su presencia aquí es una afren-
ta continua, una demostración viva de mi des-
SOLIGNI. honra. Y cuando considero que la he amado con
Y lo que todavía arroja mayor evidencia, es frenesí durante tanto tiempo, que la he estre-
que, .Mr. de Bnssieres no estaba á la sazón en chado mil veces entre mis brazos que la he
Francia Hacía cinco ó seis años que se lia-" mimado y acariciado como á la niña de mis
bía casado con una prima suya, y que, viéndose ojos ¿Y á quién? ¡A la hija de mi mayor
en la mayor miseria, se había espatriado y ha- enemigo ! ¡Qué horror ! Y como si tantos
bía tomado partido en el ejército Polaco, en cuyas tormentos 110 fueran aún bastantes en vida, ¿to-
filas encontró después una muerte que le envidió, davía he de permitir después de mi muerte, que
y que 110 merecía ¿Cómo entonces, una mu- toda mi fortuna, que el fruto de tantas vigilias
jer á quien había abandonado para siempre y trabajos, sirva sólo para enriquecer á Estela de
tina mujer á quien había escrito un (iltimO y eter- Bnssieres? ¡Ah! ¡Semejante idea me humilla bas-
no a d i ó s . . . le hubiera podido confiar... á él au- ta el extremo ! Y no se realizará 110
sente sin patria sin amigos la pro- l o d o cuanto posee en este mundo, mi vida lo
mismo que mis bienes, todo le hubiera perlcue- ren los motivos que tu cólera, no puedes menos
. cido á mi hija, de todo hubiera podido disponer: de conocer que tu hija qué Estela, quiero de-
pero A la hija de Bussieres, nada le debo, y nada cir, no debe ser castigada por un crimen que 110
t e n d r á . . . . Sería, de lo contrario, hollar todas las ha cometido ¿Qué culpa tiene la pobre ?
leyes: sería insultar la moral; sería dotar el per- Si te ama, si te respeta y obedece, si te mira CO-
jurio y recompensar H adulterio Repito que MÍ" lo más caro que existe para ella en este mun-
nada tendrá: mi heredero será ulgfln amigo do. ¿puedes acaso culparla por eso?
m í o . . . . (Con intención) alguno que merezca mi
aprecio, mi confianza, mi gratitud por servicios SOLIGNI.
pasados... y este amigo, este heredero, serás tú. ¿Acaso la culpo y o . . . . ? No. todo lo contra-
rio Y era tal la costumbre que tenía de
FRAMBAL. amarla, que en muchas ocasiones, te lo confieso,
¿Yo? suelo olvidar momentáneamente el ódio que me
SOLIGNI. anima, y estoy ya cerca de echarme en sus bra-
Sí, tú A tí te destino todo lo que ten- zos, de mezclar mi llanto con el suyo, de lla-
go No te lo quería decir, pero tal fué desde marla otra vez hija mía ! Pero, ¡ay!, esto no
luego mi intención dura más que un i n s t a n t e . . . . y en el instante
que sigue, me verías avergonzado, indignado con-
FRAMBAL. migo mismo, vengarme de la infeliz con nuevos
Que espero hacerte c a m b i a r . . . oso os otra co- desprecios, con duplicada indiferencia ¿Có-
s a . . . . pero ahora no s e trata de esto, ni tampo- mo 110 me exasperaría, por otra parte, al consi-
co de m í . . . . sino de ver cómo se puede eonse derarla tan linda ? Y cuando tengo que admi-
gnir que recobres de a'gún modo tu perdida tran- rar, á pesar míq, tanta bondad, tanta resigna-
quilidad.... lo que sorfa bien difícil, por vida ción, tantas virtudes, tantos tesoros, en fin, que
mía, si tu conducta er. esta ocasión fuera tal que
ya 110 me pertenecen ! ¡Ah! qué injusto, qué
tú mismo tuvieras alprtn día que echártela en
cruel debo aparecer á sus ojos, cuando no soy
cara.
más que el más desgraciado de los h o m b r e s . . . . !
¡Me hace tanto daño lólo el verla ! (Se arroja
SOLIGNI. en los brazos de Frambal: después se aleja de
¿Echármela yo en cara? él hacia el foro, se enjuga los ojos, y vuelve á co-
locarse á su izquierda.)
FRAMBAL. ' FRAMBAL.
Sí, por cierto... porque eres hombre de bien...
porque eres j u s t o . . . . y, poique sean cuales fue- S í . . . Te comprendo ahora, es preciso que Es-
tola so aleje de tf Pero sin que fi nadie de- menos de hacerlo bien conoces que aunque no
ba chocar ni infundir sospechas semejante se- fuera por otra cosa sino por el qué dirán
paración.
SOLIGNI.
SOLIGNI. Tienes razón La daré cincuenta mil
¿Y cómo? francos

FRAMBAL. FRAMBAL.
Casándola. Imposible: ¿Cómo quieres que encuentre un ma-
rido por semejante precio ¡Ahora que esca-
SOLIGNI. sean tanto!
¡ Y o . . . ! ¿Ocuparme yo de su boda?
Bien, b i e n . . . . La daré cien m i l . . . . Y creo que
FRAMBAL. nada tendrás que decir ahora.
¿Quién te dice que lo hagas? Yo me encarga-
ré de todo. FRAMBAL.
Si otro fuera el que los diera No digo
SOLIGNI. q„e Pero tú siendo tan rico como e r e s . . .
Enhorabuena Báscula un marido El No, no me parece todavía bastante.
que tü quieras... Tu hijo, verbigracia.
SOLIGNI.
FRAMBAL. ¿Frambal?
¿Quién? ¿Mi hijo Héctor ? Pobre mucha-
cha . . . . Era lo único que la f a l l a b a . . . . Que la FRAMBAL.
casara con un tronera que disipara en ocho días Y ya que crees deber castigar á una desgra-
su d o t e . . . . ciada. de una ofensa tan involuntaria como lo es
la suya, es menester que lo hagas infiriéndola
SOLIGNI. el menor daño posible.... De otro modo sería
(Descontento.) ¿Su dote? vengarte, y el hombre de bien no se venga nun-
ca como no sea con nuevos beneficios.
FRAMBAL.
P u e s . . . . El que le has de dar. . Porque de SOLIGNI.
todos modos tienes que dotarla.. No puedes Pero.... . I
FRAMBAL. Perdóneme usted. Estela, de haberla hablado á
Te 'ligo que lo h a r á s . . . . Que me darás tan
noble ejemplo. usted demasiado bruscamente

ESTELA.
SOLIGNI! ¡Ah! n o . . . . ¿Quién tiene más derecho que us
¿Y quién me lo agradecerá?
ted para hacerlo ?: y cuando le veo á usted
descontento, crea usted, papá, que á nadie acu
FRAMBAL. so sino á mí misma, que sin saberlo habré sin
Nadie probablemente, porque nadie lo sabrá, duda disgustado á usted.
excepto Dios que lo sabe t o d o . . . Y yo. que te di-
ré o f d o . . . . Bien, Soligni; bien, amigo mío...
FRAMBAL.
—Fero chitón, que ella se acerca.
¡Pobre m u c h a c h a . . . . ! Siempre humilde, siem-
pre resignada.

ESCENA Vil SOLIGNI.


(Con emoción.) Es v e r d a d . . . . Soy bien injus-
ESTELA Y DICHOS. to

SOLIGNI. FRAMBAL.
(A Estela que entra por la puerta de la de- (Haciéndole pasar entre él y Estela.) Mírala.
recha.) ¿Qué quiere usted? ¿Por qué entra us- Y bien, ¿qué dices? (Soligni levanta los ojos so-
ted aquí sin </•»« la llame? bre ella con emoción.)

ESTELA. SOLIGNI.
¡Ah! no se enfade usted p a p á . . . . I0 hago bien (En voz baja y con cólera.) Que es inconcebi-
á pesar m í o . . . . pero un caballero que quiere ble lo que se parece . Bussieres
hablar con el señor Frambal. me ha suplicado
que le avise, y VRAMBAL.
(Con despecho.) ¡Maldita idea! (Con vive/a á
SOLIGNI. Estela.) Conque, decía usted, hija mía. que al-
(Con más dulzura.) Eso es diferente Es- guno me buscaba?
tábamos ocupados en un asunto muy importan- ESTELA.
te, y y molestado con la interrupción (Con timidez.) Sí, señor Aquel joven de
esta mañana El oficial de marina q u e . . . .
SOLIGNI.
SOLIGNI.
(Bruscamente.) ¡Un joven! ¡Un oficial de ma-
Qué locura Que le digan que e s p e r e . . . .
rina! ¿Qué significa esto?
Luego podrAs hablarle.

FRAMBAL.
ESTELA.
Nada, nada Es un conocido mío Un
(A media voz á Frambal.) Es que está muy de
amigo
P"sa Dice que ha recibido la orden de irse
esta noche mismo á Bayona para embarcarse in-
SOLIGNI. mediatamente.
¡Oh! eso es otra cosa.
FRAMBAL.
ESTELA. E n t o n c e s . . . . Y' Cómo un minuto que pierda
Dice que le urge mucho hablar con usted
puede perjudicarle Eso es, dígale usted que
nos haga el favor de comer hoy con nosotros.
FRAMBAL.
Y bien, ¿por qué no entra? SOLIGNI.
¡Cómo!
SOLIGNI.
No. no Ya sabes que 110 recibo A nadie. FRAMBAL.
Yo soy el que lo convido De ese modo ten
FRAMBAL. dremos tiempo para hablar de nuestros nego-
(Tomando su sombrero y bastón que dejé en la cios, y . . . .
mesa cuando escribió.) Entonces Y pues que
tfi no quieres recibir A mis amigos e ntu c a s a . . . ESTELA.
'Hace como que se va.) (Tímidamente á Soligni.) ¿Lo he de decir eso,
papá ?
SOITGNT.
(Deteniéndole.) ¿Dónde vas? stfLTGNI.
Puesto (jue Frambal lo desea
FRAMBAL.
A recibir A éste en la m í a . . . Me iré con él A FRAMBAL.
Pau. SI . . Sí Pero siempre será bueno que si:
:
• 1 -'i
Gorostlza.—24
le convide en tu nombre..... (Acercándose á So- por cierto Pero con tal que aparezcas para
ligni.) Ahora mismo te lo voy á presentar. algo y por sólo una vez, nada más exijo de t í . . . .
No tienes más que hacer que escuchar á ese jo-
SOLIGNI. ven de un modo amable cuando te pida la ma-
(Con cólera.) ¡A mi! ¿Estás en tu juicio? no de Estela, y que responderle con política estas
palabras:—Se la cedo á usted, con doscientos mil
ESTELA. francos de dote.—
(Asustada.) ¡AyJ ¡Dios mío!
SOLIGNI.
FRAMBAL. Yo no he dicho e s o . . . .
(Haciéndola seña .cpu la mano.) No hay que
a s u s t a r s e . . . . (Estela se retira hacia la puerta de FRAMBAL.
la derecha.) Espere usted un instante. Pero lo dirás (A Estela.) Espere usted to-
davía un poquito (A Soligni.) Lo dirás para
SOLIGNI. que esto se acabe, y para no volver á pensar en
(A media voz.) Pues no es mala salida la tn ello Ya ves que no es muy difícil el papel que
ya Venirme ahora con presentaciones tienes que representar Y en desquite te re-
pito que me encargo de todo lo demás.
PBAMBAL.
(Lo mismo.) ¿No buscamos un novio? Pues SOLIGNI.
bien, éste es u n o . . . . Un oficial de marina, jo (Fríamente y más bajo.) Corriente Con es-
ven, amable, instruido, que ama precisamente á ta condición se entiende Y es de que has de
t u . . . . Que ama á E s t e l a . . . . Y supuesto que tfl aceptar la herencia de que te he hablado antes.
me has dado carta blanca para casarla, no titu-
beo en decirte que será difícil .encontrar mejor FRAMBAL.
partido que é s t e . . . . No.

SOLIGNI. SOLIGNI.
Siendo a s í . . . . Haz lo que más te c u a d r e . . . . ¿Y por qué¡
Con tal que yo nó aparezca para n a d a . . . .
FRAMBAL.
FRAMBAL. Porque soy, gracias á Dios, hombre de honor,
Lo que es para n a d a . . . . no deja de ser difícil y nunca me enriqueceré con los despojos de la
viuda ni del huérfano.
377

SOLIGNj. FRAMBAL.
(Aleando la ¡voz.) ES que, tendrás que hacerlo. Primero me dejaría hacer pedamos. ,
- -- - i a 1Í-. -.J 01. ..„•. . „: „..
• i FRAMBAL. SOLIGNI.
(Lo mismo.) E s que, no lo haré. Y yo primero pondjía luego á todo cuanto ten-
'" .''''íjl >ih . i» • • » go, que (Echando una mirada rápid£ ; sobre
80LIGNI. la mesa.) ¡Ah! Ya no te uecesito Allí está el
(Más alto.) ¿Cómo que no? liorrador (Señalándoselo) que tú mismo me has
dictado. (Se sienta y escribe con. precipitación.)
FRAMBAL.
(Lo mismo.) Como que no. FRAMBAL.
• • thtito l. íiBli u a /. . . .Vjil. i»! ... • ¿Qué.me quieres decir con eso?
ESTELA.
(Asustada.) *Ay! ¡Cielos! ¡que se.enfadan! SOLIGNL
Nada te impprta. i
. FRAMBAL..
(Yendo hacia ella.) No,, qué disparate,..,. Al
contrario, ahora es cuando nos vamos entendien- ESCENA IX
do En prueba de elkj. dígale usted que venga.
•* •- (.oUd »km / RAIMUNDO, ESTELA Y DICHOS.
ESTELA. .¡wn'íl ir» r'»i«i 6ujttt tuf* "iü'»iiir.,>irin rMn\
Sf, s e ñ o r . . i . , Ahf está en: el cuarto inniediuto. ESTELA.
(Entrando de puntillas, y á media voz á Fram-
FBAMBAJ-t bal.) Aquí le tiene usted.
Tanto mejor, vaya usted á buscarle. (Vase. Es- .(»< |
tela por la derecha.) FRAMBAL ... . <
IXUTjiW (A Raimundo.) Está bien Venga usted.
. hip n»q Y ,
RAIMUNDO.
ESCENA VIII.
i/.TKAjr-i ¡Ah! -¡señor!
" 'SOLIGNI Y FRAMBAL. .
• I .MÍ. .
. !
, -I. I
•!"•> •.; ••» . „„ „.,„,„ FRAMBAL
SOLIGNL, ,.. ,! , (Señalándole á Soligne que escribe.) Silencio...
l7
¿Conque la aceptas? .OMV'jwriAn
Todo está y a arreglado, hijos míos Se ca- FRAMBAL.
sarán ustedes. ¡Qué respeto ni qué calabaza ! Cuando le
digo á usted que ha dicho que sí Ea, vaya
ESTELA. usted Y nosotros nos retiraremos ' pro forma"
¡Sería posible! hasta que pase esta ceremonia. (Vánse Estela y
Frambal por la puerta de la derecha.)
RAIMUNDO.
¿Qué, consiente en nuestra boda?

FRAMBAL ESCENA X
Sí me acaba de empeñar su palabra.
RAIMUNDO, Y SOLIGNI ESCRI-
ESTELA. BIENDO
¡Ah! ¡Qué no pueda yo arrojarme en sus bra-
zos! RAIMUNDO.
(Tímidamente.) Caballero
FRAMBAL
(Aparte.) Sería bien inútil ahora, y todo lo SOLIGNI.
echaría á perder.... (A Raimundo.) Así, lo que (Bruscamente.) ¿Qué es eso? ¿Qué me quiere
falta únicamente es que usted le pida en térmi- usted?
nos formales la mano de Estela Allí le tiene
usted. RAIMUNDO.
Yo perdone usted yo soy yo soy el
RAIMUNDO. joven de quien el señor Frambal ha tenido la bon-
Sí, s e ñ o r . . . . p e r o . . . . el caso es que estoy dad de Y si no fuera por las esperanzas que
temblando él mismo me ha hecho concebir y que escusa»
hasta cierto punto mi temeridad crea usted
FAMBAL. que jamás me hubiera atrevido á á Pe-
¡Qné t i m i d e z . . . . ! ¡Ah! ¡Si estuviera mi hijo ro como amo tan sincera, tan ardientemente á
Héctor en lugar de u s t e d . . . . ! Lo haría lo mismo su amable hija de usted
que beberse un vaso de ponche.
SOLIGNI.
(Conteniéndose.) ¿A Estela?
Mi respeto...'
Todo está y a arreglado, hijos míos Se ca- FRAMBAL.
sarán ustedes. ¡Qué respeto ni qué calabaza ! Cuando le
digo á usted que ha dicho que sí Ea, vaya
ESTELA. usted Y nosotros nos retiraremos ' pro forma"
¡Sería posible! hasta que pase esta ceremonia. (Vánse Estela y
Frambal por la puerta de la derecha.)
RAIMUNDO.
¿Qué, consiente en nuestra boda?

FRAMBAL ESCENA X
Sí me acaba de empeñar su palabra.
RAIMUNDO, Y SOLIGNI ESCRI-
ESTELA. BIENDO
¡Ah! ¡Qué no pueda yo arrojarme en sus bra-
zos! RAIMUNDO.
(Tímidamente.) Caballero
FRAMBAL
(Aparte.) Sería bien inútil ahora, y todo lo SOLIGNI.
echaría á perder.... (A Raimundo.) Así, lo que (Bruscamente.) ¿Qué es eso? ¿Qué me quiere
falta únicamente es que usted le pida en térmi- usted?
nos formales la mano de Estela Allí le tiene
usted. RAIMUNDO.
Yo perdone usted yo soy yo soy el
RAIMUNDO. joven de quien el señor Frambal ha tenido la bon-
Sí, s e ñ o r . . . . p e r o . . . . el caso es que estoy dad de Y' si no fuera por las esperanzas que
temblando él mismo me ha hecho concebir y que escusau
hasta cierto punto mi temeridad crea usted
FAMBAL. que jamás me hubiera atrevido á á Pe-
¡Qué t i m i d e z . . . . ! ¡Ah! ¡Si estuviera mi hijo ro como amo tan sincera, tan ardientemente á
Héctor en lugar de u s t e d . . . . ! Lo haría lo mismo su amable hija de usted
que beberse un vaso de ponche.
SOLIGNI.
(Conteniéndose.) ¿A Estela?
MI reapeto...-
RfUMm-pp.
s e ñ o r . . . . la a m o . . . . SOLIGNI.
(Algo impaciente.) Es i n ú t i l . . . . se lo repito ft
u s t e d . . . . Me sobra con lo que me ha dicho
SOLIGN1.
F r a m b a l . . . . y sea cual fuere ía fortuna que us-
i Fríamente.) Bien.
ted tenga

RAIMUNDO.
RAIMUNDO.
1 solicito.... aunque temblando.... aunque Es que no tengo ninguna.
sm mérito a l g u n o . . . . su m a n o . . . .

SOLIGNI.
SOLIGNI.
(Fríamente.) Se la concedo á usted. Tampoco me importa El dote serú de
doscientos mil francos Con tal que este en-
lace se haga p r o n t o . . . . Lo míis pronto posi-
RAIMUNDO.
ble Y con tal qne Frambal corra con t o d o . . .
(Con alegría.) ¡Qué oigo! ¡Me la concede us-
Se haga cargo de todo Porque yo no podré
t e d . . . . ! ¡A mi!, que no tengo ningún título, nin-
gún . . . . asistir .1 la boda.

RAIMUNDO.
SOLIGNI. ¡Cómo! ¿Y por qué?
Mi notario.... q n e es también mi a m i g o . . . .
me ha respondido por usted, y
SOLIGNI.
Un viaje repentino indispensable, me obli-
RAIMUNDO. ga ú partir mañana por la m a ñ a n a . . . .
(Admirado.) Pues si me conoce apenas.
RAIMUNDO.
SOLIGNI.
Entonces retardaremos nuestra boda y por
(Levantándose.) No importa.... Esto me basta. mucho que dure este viaje, sabremos tener pa-
ciencia, y esperar á que usted vuelva.
RAIMUNDO.
Pero A mí no me basta,.... No s e ñ o r . . . . Quie- SOLIGNI.
ro que usted sepa quién s o y . . . . Q u e usted conoz- (Impaciente.) ;.Y para qué? También es buena
ca mi posición Mis esperanzas.... El apre- pesadez. (Se sienta en el sofá.)
cio que debo S mis j e f e s . . . .
RAIMUNDO.
RAIMUNDO.
(Admirado.) Me parece, sin embargo, que el
¡Que no sabe usted quién s o y . . . . ! ¿No se ha
respeto y la gratitud bastarían por sí solos paru
informado usted siquiera cómo me llamo? ¿Y con
imponernos esta obligación pero existen ade-
todo me admite usted como su yerno, y me con-
más otras razones y la antigua y buena
cede usted la mano de su hija?
amistad que en otros tiempos ha unido á nuestras
familias.... SOLIGNI.
SOLIGNI. (Con cólera.) De mi hija De mi hija
¡ Amistad....! No se trata ahora de ella sino de usted
de su nombre de usted ¿Cuál es, pues, éste?
RAIMUNDO.
Sí, señor Amistad que hasta aquí no me HAIMUNDO.
ha sido dado cultivar, porque mientras usted ha- Raimundo.... Raimundo de Bussieres, alférez
bitaba en París, yo me hallaba desde muy jo- de fragata.
ven en la Academia de Marina de Angulema, y
sólo pude visitar aquella capital, cuando usted SOLIGNI.
acababa de emprender el último v i a j e . . . . Por se- (Levantándose con ímpetu y yendo hacia él.)
ñas que entonces se temía que usted hubiera nau- ¡Bussieres! ¿Sería usted por ventura hijo del co-
fragado Entonces fué también cuando tuve ronel Bussieres?
la dicha de que mi padre me presentara á mada-
ma de Solignl, y de que esta amable señora me RAIMUNDO.
tratara con una bondad ! Con la misma bon- Sí, 6eñor De su antiguo amigo de usted.
dad con que siempre había tratado á mi padre,
y á todos los míos. SOLIGNI.
(Alejándose con horror.) ¡De Bussieres!
SOLIGNI.
Pero, ¿quién es usted? ¿Cómo se llama usted? RAIMUNDO.
A quien usted colmó de beneficios Y quien,
RAIMUNDO. durante quince afios, no tuvo otra casa ni otra
¡Cielos ! ¿Y lo ignora usted?
familia que la de usted.

SOLIGNI. SOLIGNI.
Ya se ve que lo ignoro ¿Quién quiere usted (Con furor.) ¡Quince años!
que me lo haya dicho?
RAIMUNDO. puede defenderse (Yendo hacia. éL y apretán-
(Con alegría.) séflor. dole con fuerza la mano) se equivoca usted, Mr.
de Soiigni, mi padre no ha .muerto en tanto que
SOLIGNI. yo viva
(Con furor.) ¿Y era su padre de usted? . •Mi/ni;»;,

SOLIGNI.
RAIMUNDO. (Atravesando el teatro.) Tanto m e j o r . . . . ¡»si
Ciertamente. podré al m?nos vengarme en usted.
....!'í.fíl lio .f! . I*' :|Í llrl •,( I /tí-»¡ci ... ,• i, ^
SOLIGNI. RAIMUNDO.
(Con sonrisa amarga.) ¡Y tiene un h i j o ' . . . . : Y usted retractará esas palabras injuriosas 'que
¡Un hijo que ciñe espada ! ¡Ah! ¡Qué feliz ha proferido en su ofensa, 6 si ño'....
soy ! (Yendo bacía Raimundo y tomándole la
mano.) Escuche usted..-.. ¡Su padre de ustbd SOLIGNL
fué un traidor, un cobarde! ¿Qué?

RAIMUNDO.
RAIMUNDO.
(Estupefacto.) Caballero
O si no Aiyi cuando t^n^ga que sacrificar
• •• I « « i * ' M.l i-t i - •'... . para siempre toda esperanza de dicha no de-
SOLIGNI. jaré impunemente ultrajar su meipoi;ia.
Yo soy quien se lo digo ii usted.
¡,. r¿!fjgf AH SOLIGNJ.
RAIMUNDO. Bien, muy bien,,.... Merecía usted, por cierto,
¡Qué oigo! ¿Hablaría usted con seriedad? otro p a d r e . . . . porqué el que ustéd tuvo, fué, du-
rante quince años, un
SOLIGNI.
Sí, fué un infame. <«!'/'> tAl/if
. (ti, /_ •" i, i / ' < . RAIMUNDO.
RAIMUNDO. (Con energía.) No concluya usted. ¿Qué ar-
No Mil veces no Mi padre fué un hom- mas? (Con frialdad.),.. .
bre de bien, un hombre de honor.'... Su apellido SOLIGÑT.
y su reputación me pertenecen igualmente Espadas.
y si usted le ultraja porque cree usted que ya no
¿En qué sitio?
SOLIGNI.
FRAMBAL.
En mi propio parque.
Si no puede ser (A.Raimundo.) ¿No le lle-
gó usted á pedir la mano de Estela?
RAIMUNDO.
¿Cuándo?
RAIMUNDO.
Si, señor.
SOLIGNI.
Dentro de media hora En cuanto haga que
lleven esta carta á Bañeras. (Va á la mesa, to- FRAMBAL.
¿Y qué le respondió á usted?
ma la carta, la cierra y se levanta con ella en
la mano.) No tendrá usted que esperar mucho
tiempo. (Vase por el foro.) RAIMUNDO.
Que me la concedía, que me la daba, con dos-
cientos mil francos de dote.
RAIMUNDO.
¡Estoy soñando! (Se cubre la cara con las ma
FRAMBAL.
nos.)
Pues eso es lo esencial; lo demás no importa
un bledo.

ESCENA XI. RAIMUNDO.


Está usted muy equivocado.... porque no bien
FRAMBAL, ESTELA Y DICfiOS. le dije cómo me llamaba, cuando se inmutó todo,
y se puso como una fiera, y me insultó, y
FRAMBAL.
Y b i e n . . . . ¿Qué ha sido? ¿Por qué han grita-
FRAMBAL.
do ustedes tanto?
Bah, bah, todo eso no vale n a d a . . . . ;Un mo-
mento de capricho.... Le entendería usted qui-
RAIMUNDO. zá m a l . . . . Cuando se tiene el genio irascible
¡Ah!, ¡señor! todo se ha perdido.
la menor cosa á v e c e s . . . . Porque lo que es su
nombre de usted no creo yo que haya podido in-
FRAMBAL. fluir tanto más cuanto que nada tendrá de
¿Se quiere usted callar?
•/ 11 terrible, si mal no me acuerdo.
•• ' • . . IT . »
ESTELA.
RAIMUNDO.
¿Qué será de nosotros?
Ya se ve que no.
FRAMBAL. ESTELA.
¿No so llama usted Raimundo? Y que vuelva usted á mtere&urse- por nos-
al -: ¿3 • íi ii. .i j¡Í . i,.. • otros
RAIMUNDO.
SI, señor, Raimutido de Bussieres. FRAMBAL.
¡Yo! ¡Dios me libre!
FRAMBAL.
(Estupefacto.) ¿De Bussieres? ESTELA.
¡Cómo ! Pues, ¿y nuestra boda?
RAIMUNDO Y ESTELA.
¿Qué tiene usted? FRAMBAL.
(A media voz.) Cállese usted Cállese us-
FRAMBAL. t e d . . . . (Aparté.) ¡Dios m-'o! ¿Qué iba yo á ha-
(Con el mayor espanto.) ¿De Bussieres ha dicho cer? (Alto.) Amigos míos, no me acusen uste-
usted ? des No se irriten ustedes co-unigo Pero,
en conciencia c?é)iume ustedes.. . . lo que es
RAIMUNDO. este enlace es imposible . . . . • absolutameute
Sí, señor, soy hijo del coronel. imposible.

FRAMBAL. E S T E L A Y RAIMUNDO.
¡Ah! Qué desgraciado es usted ¡Infelices ¿Qué dice usted?
muchachos!
FRAMBAL.
ESTELA. Que no Ies queda á ustedes la menor espe-
(Temblando.) Pües, Jqné ha sucedido? ranza. .. | / / ;/
- r '
FRAMBAL.
ESTETA.
N á d a . . . . N f t d a . . . . Son cosas q u e . . ' . . Y lue-
go la sorpresa El desaliento ¿Y por qué?
t ..... RAIMUNDO.
' airar
RAIMUNDO. ¡Ah.V. no; píoionguo usted pvv más tiempo nues-
Con tal que usted 110 nos r.bandone tra agonía..,., expliqúese u s t e f

Oorootiza— 2->
FRAMBAL. RAIMUNDO.
¿Acaso lo puedo yo? Pero ustedes concebirán ¡ Inmediatamente, no, no p u e d o . . . , pero sí den-
lácilmente, hijos m í o s . . . . qne y o . . . . q „ e „„ ver-
tro de una hora Fíese ust^d t;n lo que le di-
dadero amigo de u s t e d e s . . . . n o querría ahora
go Y de consiguiente (Pasando al otro lado
d e s u n i r l o s . . . . separarlos para s i e m p r e . . . . si las
de Estela) es probable que ésta sea la última vez
causas más graves
que nos veamos

RAIMUNDO. ESTELA.
Pero bien, ¿cuáles son? ¡Raimundo!

FRAMBAL RAIMUNDO.
No me las pregunte usted.. . . Pero si le me- (Con mucha sensibilidad.) Adiós otros de
rezco á usted alguna confianza si tiene usted beres me l l a m a n . . . . pero tranquilícese u s t e d . . .
alguna amistad hacia Estela.
sabré respetar lo que le es á usted tan caro
y si como la he indicado á usted no vol-
RAIMUNDO. viese yo á contemplar imagen tan querida, con-
¡ A m i s t a d . . . . ! Diga nsted a m o r . . . . el más ságreme usted tal cual vez algún recuerdo.
puro, el más violento
A/AU/./.U'l
ESTELA.
FRAMBAL. ¡Oh, siempre!
No, n o . . . . eso es ya d e m a s i a d o . . . . y rhe con-
/..IV;
tento con mucho m e n o s . . . . Conque nsted haga RAIMUNDO.
por ella el sacrificio que le voy á pedir. Adiós, sefior F r a m b a l . . . . Adiós, Eftela. Es-,
pero, suceda lo que suceda, que obtendré al me
RAIMUNDO. nos el aprecio de ustedes.; (Vaso por el foro.)
Y es
. . . .Bija'»*« - of O. i'.<r»iiiv oJuaí
.!-.••:,.• ¿yi<> <,iV! «insivnoa *v, ;m, tpiáO o(
FRAMBAL.
FSCKNA XII.
Que huya -usted de aquí inmediatamente....
•««••' «t «itóih »* ft -liiiilntnio uh-niq •/ Trrt
Que se aleje usted de Estela por algunos años
FRAMBAL Y ESTELA
Hágalo usted, por D i o s . . . . Mire nsted que le«
•(! Inm .
.injjilo?; nóhnnon üí (•»nnqA»
va ft ustedes en ello todo un porvenir.
FAMBAL. • ,
(Enjugándose una lágriiuaj Excelente j o v e n . . . ,
No puede uno separarse de él sin sentimiento.
ESTELA. ESTELA.
(Llorando.) Ciertamente.... y en cuanto á mi, ¿Qué qué ha de aceptar usted?
le amaré toda mi vida.
FRAMBAL.
FRAMBAL. Nada no lo puede usted saber Aunque
No, no haga usted tal. llegará algún día en que Pero chitón
que su padre de usted se acerca.
ESTELA.
¿Que no le ame?
E S C E N A XIII
FRAMBAL.
Pues, de ese amor que usted dice, por lo me- DICHOS, Y SOLIGNI QUE ENTRA
nos . . . . POR LA IZQUIERDA MUY PEN-
SATIVO, Y SE SIENTA JUNTO A
ESTELA. LA MESA.
¿Ni aun de lejos? r ' '! iiiniito it- : < kp") ,ubn! *>.{«! sd »Bl 'U'p • ¡ >b
FRAMBAL. , ,
FRAMBAL. (Bajo á Estela.) ¡Qué ensimismado! ¡Qué me-
Ni aun de Iejo6. lancólico! Ni nos ha visto siquiera ¡Soligni!
(Alto.)
ESTELA.
Pero dígame usted siquiera la razftn por- SOLIGNI.
que hasta ahora todo es para mí un enigma. (Apercibiéndolos, y levantándose.) ¡Ah! eres
tú....
FRAMBAL.
FRAMBAL.
Tanto mejor eso es lo que se necesita
lo tínico que ya conviene Pero crea usted, Sí, amigo mío Quería hablarte acerca de
hija mía, que por mi parte, cuanto dependa de aquello que me propusiste esta mañana y
mí y pueda contribuir á su dicha ó á su tran- después de haberlo reflexionado mucho, te con-
quilidad de n s t e d . . . . Y ahora que lo pipnso bien. fesaré que estoy ya muy inclinado á admitirlo, y
(Aparte) la donación de Soligni ¡qué mal he que.... !¡ '
hecho en no aceptarla ! (Alto.) Sí, sí, hija (i •iJnviHiV' : te--' ''tu -»i 'iiii
SOLIGNI.
mía, la aceptaré la aceptaré pero sera
para devolvérselo á usted todo. C ó m o . . . . Lo admitirías y a . . . . , < .
FRAMBAL. ESTELA.
Sí aun CriaiidO no fuera sirio por (lurte ¿Papá?
gusto.
.JAH1//.JU SOLIGNI.
SOLIGNI. Acérquese usted (Estela se acerca entre
L o , : S f d í f o . \ . p e r o crtrto te habías negado re- los dosj Acabo de hablar con ese joven que que-
dondamente á e l l o . . . . he tomado'otras disposi-" ría casarse con usted y el que, si no hubie-
ciones.... ra contado antes con su consentimiento de us-
ted, no hubiera, sin duda, dado este pa^o.
N ^FEJÜTÓÜFEA
Que podrás cambiar sin embargo. ESTELA.
asróa 3u q raouoe y ¿ o m i a El señor Frambal fué quien
• -Í'L / J U S O G I G N I . IL / J F¡( ,.¡
/ Nb.1 i:'/.yá !nOefetíetípt. H< el/acto,fit-jnjidopor FRAMBAL.
mí en debida forma, y conforme éri todo ai mo- Porque entonces ignoraba todavía que Mr. do
delo que me habías dado, está ya en camino pa- Bussieres
ra su nuevo destiné/ ' ••' -
• ¡o •>«(>; !ttl>ninniminn'.i •-in{)¡ I.Í.I;:-'! ¡j,
SOLIGNI.
••>•-< FRAMBALt - (A Frambal.) Bien, bien si no te pregunto
¡Cielos! ¿Y para qué tanta prisa? á tí nada (A Estela.) ¿Le ama usted, pues?

«Madre ESTELA.
Me iW^ía demnWádb'e» tíempo'porque qáteá (Bajando los ojos.) Sí señor.
dentro de media hora
SOLIGNI.
FttAWBAr,! ¿Y cómo no me lo había usted dicho?
••fcQtfgr» «íiaMád '•'•',) .:..,;),„ oaimn ja
1 nnnfíñm ftfc» vúb.nqovi • '» í.ijp o|i .» ,¡¡ ESTELA.
""'• "''SOLKfNT. ol • ".•>.:- '.'f, Es que la verdad, papá, se lo había dich i
Qué 9P- fo>) ..."Pcfo «e • todos modos: .-\v -y. á usted varias veces aunque indirectamente,
aquí donde me v e s . . . . ¡hacía ya mucho tiempo y hace ya mucho tiempo Acuérdese usted
que no me sentía tan contento !. ¡tan dicho- cuando me solía decir,—es menester que piense.-!
s o . . . . ! (A Estela. W ÍWfoa quedado un poco ya en casarte —¡ah!, ¡entonces me tutea b»
atrás.) ¿Estela?
usted todavía ! y que yo Je respondía ¡i usted
FRAMBAL.
constantemente—no, papá, esperemos un p o c o . . . (A media voz.) No diga usted eso.
existe cierta persona que yo preferirla á todos,
pero que no se ha declarado afiu, ni me ha in- ESTELA.
sinuado siquiera que me ama.—Y si te equivoca- ¿Y por q u é ? . . . . ¿Por qué no quiere usted que
ses, hija njfá,—me teplicaba usted.-¿ no serías diga la verdad?
después muy desgraciada?—No, respondía yo siem- .iy.;>i.j<>x
pre, porque aun en_ése caso, me quedaría''el a'mir
SOLIGNI.
de mi padre, y éste me- consolaría.—Eírtílncéfe us-
Tiene razón ¿Y no ha sabido usted acaso,
ted se sonreía, me abrazaba cariñosamente y mu-
que su madre de u s t e d . . . . estando yo en ese
daba de conversación.
mismo viajé, y Creyéndome muerto, pensó en que
' ' »""«1*7 • 'ill-c 1.1
Mr. de Bnssieres fuera su tiitor de usted ?
SOLIGNI. • <

(Después de un momento' ríe silencio.) S í . . ESTELA.


es v e r d a d . . . . ahora recuerdo todo e s o . . . . ' ¿Pe- Sí, s e ñ o r . . : , lo he sabido porque mi po-
ro cuándo ha conocido usted á ese joven? ¿Dóhde? ibre madre. . . . pocos días antes de que la per-
diera me hizo venir á la cabecera de su ca-
; - ESTELA. m a - . . . . 'y estando las dos solas en su alcoba,
En P a r í s - . . . . en nuestra propia caía, .adonde rao dijo:—Bien' pronto, hija mía, te quedarás
veiiiü todos los días con Mn cíe Bussléres su pa- huérfana: he nombrado, por lo tanto, tutor tuyo
dre Usted se hallaba entonces a u s e n t e . . . . á un'amigó dò nuestra f a m i l i a . . . . á un amigo
Fué cuando hizo usted aquel viaje tan |argo. de tri i i í f a n c i a . . . . á Mr: de B u s s i e r é s . . . . quien
..í.iw i . JI ' '
en éste momento no se encuentra en F r a n c i a . . . :
FKAMJ3fL. pero á-quien, tan fuego como vuelva, lé entrega-
(Aparte haciéndole seña de que calle.) Imptígi- rás tú misma, y á él únicamente, esta carta —
ble hacerla callar.
SOLIGNI Y F R A M B A L .
SOLltó. (Aparte.) ¡ d é l o s !
'KGort emoción.) Y es.- Mr. Bussieivs. . . . no . I:I L|- I.L
hablo del joven, sino del o t r o . . , , ¿la quería á ESTELA.
:usted mucho?
¡'I 'til (I Illf'lilon ,-lí -. lili,.i. .„., ,,|,rt»ur, Y me confió, en efecto, una carta cerrada con
lacre negro, que contenía sih duda suS 'últimas
ESTELA. disposiciones* pero habiendo fallecido poco des-
Mucho como me había visto casi n a c e r . . . pués Mr. de Bussieres en Polonia
SOLIGNI. SOLIGNI.
(Vivamente.) ¿No pudo usted entregar la cartaV (Fríamente.) S í . . . . en efecto ahora cai-
g o . , . . (Señalando el secretario.) Allí está.
ESTELA.
No, señor.
FRAMBAL.
(Aparte.) ¡Ay! ¡Dios mío!
SOLIGNI. é > f. «I • - % ,i: i»-»-- • i:!i (¡un I!*.. oU-ito ta trtftll «njf
¿Y existe todavía?
SOLIGNI. <
(A Estela fríamente.) Déme usted esa llave.
ESTELA.
r/. 0 1 . 1 0 2
("reo que sí La puse en la misma cajita en FRAMBAL. '
que mi madre guardaba sus joyas con las (En voz baja.) No se la dé usted.
cartas que usted me había escrito anteriormen-
i ahí/ A mí
te en fin, con todo lo más precioso que yo
ESTELA.
tenía y $ día mismo que usted llegó se la
(Admirada.) ¿Qué significa esto?
di a usted No sé, sin embargo, lo que usted
•¡ frite» w p RVrtífl «oiC! . . . .•iiniUfiiBi ...oí
hizo de dicha caja pero recuerdo que la vi
SOLIGNI. .
todavía sobre la mesa de su despacho de usted Démela usted la n e c e s i t o . . . .
á la mapana s i g u i e n t e . . . . que usted me dijo
que allí estaban los diamantes de mi madre; quo FRAMBAL; "
ya me pertenecían; pero que, como no los podía Y yo te digo que haces muy mal en pedírse-
usar hasta que me casara, me los iba usted fi la que es absurdo/¿ i: que es inútil por-
guardar hasta e n t o n c e s . . . . . y que en seguida que después de todo ..
cerrfi usted la caja, y quiso que yo me quedase
con la llave.
SOUGNIí
Y'o se lo mando. 'I . . .i , .
F RAM RAL.
(Vivamente.) ¿Pero y ¡a caja? ¿Qué se .hizo, de FRAMBAL.
la caja? Y yo se lo prohibo..^. En su propio interés...
Eu el tuyo (A Estela vivamente.) Sí, - hija
ESTELA. mía. t«0; entregue . usted esa l l a v e . . , . Mire usted
Papá la debe tener. que la va á usted en ello todo su p o r v e n i r . . . .
No sea usted, por lo menos, cómplice de su pro
pia desventura.
ESTELA.
(Lentamente.). N o le comprendo á u s t e d . . . . No
sé qué desgracias son esas que me a m e n a z a n . . . . ESCENA XIV.
pero sean las que fueren, no quiero evitar nin-
guna de ellas, si para conseguirlo tengo que des- SOLIGNI, SOLO
obedecer a mi padre (Se quita una cadena
En fin, ya me he quedado solo (Va al se-
que lleva al cuello con una llavecita, y se la da &
cretario, le abre, y de uno de sus cajones saca
Soligni.) Esta es la Have
una cajita de tafilete que trae y pone sobre la me-
.••»lili ¡/-"i l»*»i¿!tj i iini /-.)
sa.) Esta es (Se sienta) la caja que Estela
SOLIGNI.
iiit entregó hace cerca de tros años Sí
Está bien.
(La abre) éstos son los diamantes de su'mudre...
Los diamantes que yo la dí (Levanta la pri-
FRAMBAL.
mera división de la caja, la coloca sobre la me-
(Con enfado.) Gran h a z a ñ a . . . . Se puede usted
sa, y mira el fondo de la caja.) En esta parte in
alabar por la gracia Es un rasgo muy herói-
ferior ¡Ah! ¡no sé lo que siento dentro de
c o . . . . S u b l i m e — . Dios quiera que usted no
m í . . . . ! ¿Y hay quien me acuse de injusticia? ¡A
se arrepienta. (Vase.)
mí, que no pediría otra cosa al Cielo, sino que
me dejara siquiera un íipice de duda ! ¡A mí.
ESTELA.
que estoy tan persuadido de la existencia del cri-
(Temblando.) Pero, ¿por qué?
men, y que tiemblo sin embargo porqHe voy á en-
contrar ahora una nueva prueba! (Coge del fon-
SOLIGNI. do de la cala una carta.) ¡Ah! aquí e s t á . . . .
¡Ah! ¡qué tormento! (Mirando el sobre.) Sí La letra es de Enri-
queta (Leyendo.) A Mr. de Bnssieres.—(La
ESTELA.
abre temblando.) Ea. nn poco de Animo (Le-
(Cruzando las manos.) P a p f i . . . .
yendo lentamente.) Me muero. Ernesto y mi
mano desfallecida, apenas puede ya trazar estos
SOLIGNI.
renglones Pronto, mny pronto me presentaré
Retírese usted Déjeme usted s o l o . . . v (Va-
ante aquel A quien tanto he o f e n d i d o . , . . Y este
se Estela para el foro, volviendo de tiempo en
Juez severo que también conoce la amargura de
tiempo la cabeza para ver á su padre, y suspi-
mis penas, la sinceridad de mi arrepentimiento,
rando.) i
si no encuentra algnnas palabras con que absol-
« ' '>.'• •j 'il'imí-• .; jUr i) i;• v /
verme, verterá al menos algnnas lágrimas al con
403

denarme.—(Se detiene, enjuga una lágrima, y des- mano con la ¡ O h ! . . . . no. es imposible
pués de un instante, de, «ilepoio. continúa leyen-
no puede s e r . . . Y Estela es m í a . . : .
do.)—¡Oh, tú! que tanto he amado tú tuvis-
Sí, es mía E s mi hija ¡Ah! (Viéndola
te el valor que á JHi me í ^ h f t . , < . > ;>- cuando des-
y se sienta en el canapé.)
pués de seis años de tormentos y de combates
iba ya á sucumbir á impulsos de una pasión fre-
nética. tú fuiste sólo el que pudo contenerme al
borde del abismo el que me puso de nue-
vo en la senda del honor y del deber.—¡El! (Con ESCENA XV.
indignación;.y vuelve á leer.)—Tú fuiste, no yo.
el que me salvaste de la ignominia, do la deshon- ESTELA Y DICHO
r a - . . . . (Interrumpiéndose.) ¡Ah. y aun se lison-
SOLIGNI.
jeaba que podía alucinarme con e s t o . . . . ! Verfa
aquestas mismas palabras escritas con su propia SI es mi h i j a . . . . (Mirándola con terimra.
sangre, y todavía no las creería. (Lee.) Seas, como si hiciera mucho tiempo que 110 la viera.)
pues, bendito por tan noble conducta; y en prueba Es e l l a . . . la misma que antes me arrebataha...
de mi reconocimiento, voy á confiarte un tesoro la misma que era hace dos años. (Estela levanta
de que tú sólo: eres d i g n o . . . . A tí. Ernesto, que los ojos, le apercibe, y hace un movimiento de te-
has sabido respetar la esposa de tu amigo, á tí mor.) ¡Ah!, mi presencia sólo basta para ame-
te lego su h i j a . . . . - C o n indignación.) ¡Su hija!— drentarla no sabe que ahora soy yo el que
Exijo aún más de tí: he creído descubrir que tiembla delante de ella ¿Estela?
Raimundo tu hijo era amado de Estela: que la
correspondía, pero que su escasa fortuna le ha- ESTELA.
bía impedido confesarla su pasión Como pue- (Aproximándose un poco.) ¿Papá?
de retenerte también á ti el mismo temor, te or-
deno que los cases un día.—(Levantándose y le- SOLIGNI.
yendo.)—Te ordeno que los c a s e s . . . . Qne los ca- E s t e l a . . . . Aeérquese u s t e d . . . . (Con embara-
ses —¡Y es ella ! ¡Y es su mano la que lo zo.) Siéntese u s t e d . . . . aquí (Estela se aeér-
ca lentamente y se sienta á su izquierda en el ca-
ha escrito.,,.!—Que los cases -r-¡Ah. qué he napé.) Estela (Después de un momento de si-
leído ! Hubiera podido dudar todavía; pero có- lencio, mirándola con ternura.)
mo suponer que en su postrera hora.. >. que pró-
xima á presentarse á su Creador.... baya queri- ESTELA.
do cometer un nnevo crimen enlazando á el her- (Con ternura.) P a p á . . . .
ESTELA.
SOLIGNI. Yo ¡Dios m í o . , . . ! }'o perdonar á mi pa •
Quisiera abrazarte dre ¿Y. por qué"!

ESTELA. SOLIGN!.
(Echándose en sus brazos.) ¡Ah ! (Levantándose y cogiéndola las dos manos.)
No lo sabrás jamás; pero dime que me perdo-
SOLIGNI. nas qqe me amas todavía.
(Estrechándola en su seno.) ¡Hija ! ; Hija • * f ¿.'<' . • t
mía! ESTELA.
¡Oh, s i e m p r e . . . . toda mi vida ! y yo era la
ESTELA. que, sin penetrarlo, había irritado á usted
¡ H i j a . . . ! ¡Me llama usted otra vez su h i j a . . . ! bien me lo s o s p e c h a b a . . . . bien lo veía ann
¡Ah, cuánto tiempo hacía que no pronunciaba us- cuando no podía adivinar la c a u s a . . . . Pero ya
ted tau dulce palabra! la conozco ahora.

SOLIGNI.
SOLIGNI.
S í . . , , tienes razón ¡Hacía mucho tiempo
¿Qué dices?
que estábamos separados! ¡Que no te había visto!

ESTELA.
ESTELA.
Que el amor qn* me haDía ipspirado Rajmpq-
(Con ingenuidad cariñosa.) ¿No es verdad?
do era sin duda lo que le ofendía á usted Y
bien, padre mío, por mucho que me cueste, re-
SOLIGNI.
nunciaré á é l . . . .
Pobre hija m í a . . . ¡Dos años enteros desterrada
del corazón de su padre ! Tratada como una
e x t r a n j e r a . . . , como una enemiga en su c a s a . . . SOLIGNI.
¡ A h . . . . ! (Se echa á sus pies.) ¡Cómo!, sacrificarías.-».

ESTELA.
ESTELA.
¡Cielos! ¿Qué hace usted? tCqp entusiasmo.) Tpdo en este mundo, con tai
que conserve el aiuqr de m» padre.
SOLIGNI.
Goroztlita.—»
Hija m í a . . . . Perdóname. .
, 406 407

SOLIGNL SOLIGNI.
(Estrechándola tiernamente en -sus brazos.) (Levantándose con cólera.) ¿Cómo que no bas-
¡Ah! esto es ya demasiado. ta? ¿Habráse visto mayor insolencia? Yo no pu-
' THJlil de decir eso; y si otra vez

i ESTELA.
• W. (Abrazándole y calmándole.) Papá m í o . . . (Con
ESCENA XVI. dulzura.) Anda, Jorge.

DICHOS .Y. JORGE. JORGE.


IB !i Sí, s e ñ o r i t a . . . . lo que usted q u i e r a . . . . todo
i a. K JORGE. '; lo que usted quiera (Aparte.) Está visto, son
¿Señor? tercianas (Alto en la puerta del foro á Rai-
mundo.) Pase usted adelante, caballero. (Vase
I SOLIGNI. después que sale Raimundo.)
¿Qué es eso?

JORGE. ESCENA XVII.


Aquel caballerito.... oficial (le marina:.'.' que
estuvo aquí esta nínñajia ha vuelto, y dice SOLIGNI, ESTELA Y RAIMUNDO
1 1 que desea habfár con úáted .'. á solas.
'!.' i • i' ; i.'H'V- ttf í i Vi'i1'• 'rJ' ";!¡/v' íí RAIMUNDO.
1
1 i!'.. -ESTELA. ' . • i., :' .• • Ya me tiene usted á sus órdenes (Viendo á
Me quedo entonces. papá, .y en presencia dé, us- Estela.) ¡Cielos!, su hija.
ted sabrá ahora mismo cuáles son mis intencio-
n e s . . . . Que venga. 1 . . . .Tof-j^o. hazle entrar. (Vien- SOLIGNI.
W do que Jorge no sp mueve.) ¿Qué no me has (Mirando á sn hija.) Es verdad ¡se me
oído? había olvidado !

'JORGE. '' . RAIMUNDO.


. Sí, señorita..:-: pero ya ve natéd.. J; Venía á buscar á usted p a r a . . . .
como se-
Kán dijo su papá de usted antes no basta qne ESTELA.
usted mande una cosa
407

SOLIG-NL SOLIGNI.
(Estrechándola tiernamente en -sus brazos.) (Levantándose con cólera.) ¿Cómo que no bas-
¡Ah! esto es ya demasiado. ta? ¿Habráse visto mayor insolencia? Yo no pu-
' THJlil de decir eso; y si otra vez

i ESTELA.
• W. (Abrazándole y calmándole.) Fnpá m í o . . . (Con
ESCENA XVI. dulzura.) Anda, Jorge.

DICHOS .Y'JORGE. JORGE.


IB !i Sí, s e ñ o r i t a . . . . lo que usted q u i e r a . . . . todo
i a. K JORGE. '; lo que usted quiera (Aparte.) Está visto, son
¿Señor? tercianas (Alto en la puerta del foro á Rai-
mundo.) Pase usted adelante, caballero. (Vase
I SOLIGNI. después que sale Raimundo.)
¿Qué es eso?

JORGE. ESCENA XVII.


Aquel caballerito.... oficial de marina:.'.' que
estnvo aquí esta níañajia ha vuelto, y dice
1 1 SOLIGNI, ESTELA Y RAIMUNDO
qne desea habfár con úáted .'. á solas.
>!.< ' • ! ' ; i.'H'V- ttf í i Vl'l1' • 'rJ' "i!iilr' jí ,'ftjj¡#i RAIMUNDO.
;
7 -ESTELA. ' . -,}'• • i., :' • Ya me tiene usted á sus órdenes (Viendo á
Me quedo entonces, papii, .y en presencia dé, us- Estela.) ¡Cielos!, su hija.
ted sabrá ahora mismo cuáles son mis intencio-
n e s . . . . Que venga. 1 . . . Jot-j^o. hazle entrar. (Vien- SOLIGNI.
W do que Jorge no sp mueve.) ¿Qué no me has
(Mirand® á su hija.) Es verdad ¡se me
oído?
había olvidado !
. -I'
'JORGE. '' . RAIMUNDO.
. Sí, señorita.. fleto ya ve usted.-. j i como se- Venía á buscar á usted p a r a . . . .
gfin dijo su papá de usted aptes no basta qne
usted mande una cosa ESTELA.
SOLIGNI. ESTELA.
Para batirse conmigo. (Yendo hneia él con timidez.) Raimundo, mi pa-
dre quiere saber lo que usted desea.
ESTELA.
¿Sería posible ? ¡Usted, Raimundo...! Us- RAIMUNDO.
ted A quien tanto amaba ¡atentar A la vida (Titubeando.) ¿Yo ?
de mi p a d r e . . . . !
ESTELA.
RAIMUNDO. Pues Lo que usted desea para satisfacerse.
Bien A pesar mío, pregúnteselo usted A él
mismo. RAIMUNDO.
Deseo Deseo dos cosas
SOLIGNI.
Es c i e r t o . . . . yo soy quien le he provocado.... ESTELA.
¿Y cuAles son?
ESTELA.
(EchAndose en los brazos de Soligni.) No. no, RAIMUNDO.
por Dios. papA m í o . . . . y si es cierto que es us- En primer lugar, que Mr. Soligni retracte lo
ted yn para mí el mismo que era antes An-N que ha dicho de mi padre.
tes no me rehusaba usted nada de lo que le pe-
día ESTELA.
¿Consiente usted, papA?
SOLIGNI.
Y bien, habla, qué quieres ahora. SOLIGNI.
Confieso y éste es quizá el momento mAs
ESTELA. dichoso de mi v i d a . . . . que no tuve razón, y que
Que no se bata usted con Raimundo. Mr. de Bussieres jamAs faltó al honor ni A la
amistad. (A Estela.) ¿Pregúntale ahora, qué es
SOLIGNI. la otra cosa que desea?
Eso no depende de mí, sino de Raimundo: ya
te he dicho que soy yo el que lo ha insultado ESTELA.
De consiguiente, yo soy el que le debo una satis- (Con timidez.) Raimundo, ¿mi padre quiere sa-
f a c c i ó n . . . . Anda pregúntale lo que exige Lo
ber qué mAs desea usted?
que d e s e a . . . .
411-

R A I M U N D O . SOLIGNI.'
(Titubeando y á media voz.) Su mano de us- Entonces, hija mía, ; tu mano," iiis bienes, y
ted. todo ;cuanto. ppseo; . . . (Con dolor.) Pero ahora"'
quo me acuerdo ¡Dios mío! ¿Qué he he-
ESTELA. cho ? ¡Infeliz de mí ! (Corre hacia la
¡Ay, Dios mío! puerta del foro.)
'•\H -i
SOLIGNI.
¿QUÉ es eso? ¿Qué es, pues, lo que desea?
ESCENA XVIIí.
ESTELA.
Cosas imposibles DICHOS Y FRAMBAL
• ;»

SOLIGNI. FRAMBAL.
¿Que no dependen de nosotros? (A Soligni.) Qué es esto, ¿adónde vas?
'S • .•• i ' • •'• "• •" '
ESTELA. S O U G N L
Oh lo que es depender de nosotros jAh, Frambal!. He arruinado & mi hija A
mi pobre h i j a . . . No hace diez minutos que aquel
SOLIGNI. a c t o . . . , que aquella obligación
En ese caso, ya te be dicho que puedes conce-
der siu recelo, y á mi nombre, todo cuanto te FRAMBAL.
pida. Qué, ¿la firmaste?

ESTELA. SOLIGNI.
Es que lo qu«» pide Soy y o . . . SI.'... Ya te d i j e . . . . . '

SOLIGNI. FRAMBAL.
Bien y a menos que no te acomode ¡Qué locura! Frustrarla así de todos sus bie-
nes

ESTELA.
(Con viveza.) Todo lo contrario.,.. Me acomo- ESTELA.
da mucho No importa, siempre que mi padre me ame
FKAMBAL. •'*•' • dio...-. (Alto.) Pero de-todos modos, no ha p
¡Caramba! ¿Pues no ha de importar? Pero sea dido hablar con seriedad, cuando
quien fuere la persona en - cuestión, es imposible
qne acepte.... ¡Oh! no aceptará. SOLIGNI. >
(Fríamente y dando el documento que venía
dentro de la carta.) Te equivocas.... Ha acepta-
ESCENA ULTIMA. do la donación, y el documento está en debida
forma; nadie lo sabe mejor que tú.
JORGE Y DICHOS
FRAMBAL.
JORGE. No tal 'No está en debida forma Héc-
(A Soligui.) Ya está de vuelta el postillón con tor Frambal es menor de e d a d . . . . No puede
la respuesta.... Cuenta que el señorito se ha aceptar nada sin mi consentimiento (Rom-
vuelto loco de c o n t e n t o . . . . . Qne abrazaba á to- piendo el papel.) Y éste es el único que yo le doy.
das las vivanderas, y que le dijo á uno de sus ca-
rneradas—que mandara tocar bota-silla y anun- SOLIGNI.
ciara que Convidaba á comer todo el tejimiento ¿Qué haces?
durante tres días cohseeútivos.—Luego sé pufto
á escribir esta carta (Le da á Sollgni una carta FRAMBAL.
que trae en mano) y encargó al postillón le ase- Un acto de justicia, como tú acabas de hacer
gure á usted qne Vendría a darle un abrazo tan otro con Estela, á lo que veo, recompensando su
luego como saliera de su arresto. virtud y el amor de Raimundo.

FRAMBAX. SOLIGNI.
¡De su arresto! ¡Y antes había abrazado á todas Sí, amigo mío. . . y ojalá que todavía pudie-
las vivanderas! ¿Sería por ventura mi hijo Héc- ra hacer míls para indemnizarla de tantos injus-
tor? tos padecimientos ¿Pero y tu hijo?

SOLIGNI. FRAMBAL.
(Bajo á Frambal.) El mismo; como quería ani- Nada le faltará en tanto que yo viva Y
quilar mi fortuna.... cuando me pierda, ¿no estás tú ahí? ¿No están
ahí sus hermanos? (Señalando á Estela y á Rai-
FRAMBAL. mundo.)
(Idem.) En efecto, no podías hallar mejor me-
SOLIGNI.
¡Oh, sí ! Tienes razón Aquí están sus'
hermanos, que le pagarán un día, si fuere ne-
cesario, la dicha que te deben. Hijos míos, ubra-
zad á vuestro segundo padre Ahora, todos á
mí. !

¡VAYA UN APURO!
Comedia en dos actos, arreglada al teatro mexicano.
POR EL LIC. SANCHEZ VICUÑA,
NATURAL DÉ MARA VATIO (1)

(1) Esta pieza, y la que sigue después, intitula-


da "Un Enlace Aristocrático." se publicaron en Mé-
xico en 1846, en ''El Repertorio Mexicano," con la
firma del Lic. Sánchez Vicuña, natural de Marava-
tlo.
Creemos que ambas obras son de Gorostiza, pues
el estilo, los recursos escénicos, el carácter de los
personajes, etc., asi parecen confirmarlo. Como nos-
otros, lo creen al gunos literatos entendidos. Ade-
más, el Lic. Sánchez Vicuña es un nombre desco-
nocido en nuestra historia literaria.
Por eso incluimos las dos piezas citadas en la co-
lección de las obras de Gorostiza.—(N. del E.)
SOLIGNI.
¡Oh, sí ! Tienes razón Aquí están sus'
hermanos, que le pagarán un día, si fuere ne-
cesario, la dicha que te deben. Hijos míos, ubra-
zad á vuestro segundo padre Ahora, todos á
mí. !

¡VAYA UN APURO!
Comedia en dos actos, arreglada al teatro mexicano.
POR EL LIC. SANCHEZ VICUÑA,
NATURAL DÉ MARA VATIO (1)

(1) Esta pieza, y la que sigue después, intitula-


da "Un Enlace Aristocrático." se publicaron en Mé-
xico en 1846, en ''El Repertorio Mexicano," con la
firma del Lic. Sánchez Vicuña, natural de Marava-
tio.
Creemos que ambas obras son de Gorostiza, pues
el estilo, los recursos escénicos, el carácter de los
personajes, etc., asi parecen confirmarlo. Como nos-
otros, lo creen al gunos literatos entendidos. Ade-
más, el Lic. Sánchez Vicuña es un nombre desco-
nocido en nuestra historia literaria.
Por eso incluimos las dos piezas citadas en la co-
lección de las obras de Gorostiza.—(N. del E.)

PERSONAS
D. Simón, tío de.—D. Pepito, joven de diecinueve
años, y de.—Doña Carmen, de quince años.—
D. Pedro de Mendoza, tío de.—Doña Dolores.
ACTO PRIMERO.
—Siníorosa, ama de gobierno de D. Simón.—
Nicolasa, cocinera del mismo.
ESCENA I

La escena es en Madrid, en una sala bien ador-


SINFOROSA ACABANDO DE LIM-
nada de la casa que habita D. Simón, aunque PIAR EL CUARTO
con muebles algo antiguos.
¡Bravísimo ! Todo esta ya en regla El
pocilio de chocolate La rosca y el vaso de
agua sobre la mesita redonda La chocolate-
ra arrimada a la lumbre Ya puede levan-
tarse el amo cuando quiera En cuanto ni
cuarto, me parece que no dirán que lo tengo bien
limpio más de media hora he estado barrién-
dolo y sacudiéndolo. ]Ay! ¡Dios mío, que se me
habla olvidado la poltrona! (Mueve los cojines.)
Ño hay día que no se oiga en el barrio:—¿Quién?
¿Doña Sinforosita....?—porque así me llaman
todos los vecinos —¡Oh! no hay mujer más
. <', í ,• ... . . •;,." ? ; ,. >.
dichosa que Doña Sinforosita-.... ¡Ya .se ve, ha- SINFOROSA.
ce cuarenta años que es ama de gotyeruo de un Y bien, hábleme vd- á mí ¿De qué se trata?
víudo setentón que tiene cuarenta mil reales de
renta!—Y creen, en efecto, los necios, que el ser DOLORES.
ama de gobierno no tiene nada que h a c e r . . . . Que Ya he dicho á vd. que es á él á quien quisiera
es una especie de beneficio s i m p l e . . . . Como si hablar.
una no tuviera que estar todo el día hecha un
azacán desde la cocina á la b o t i c a . . . . re- SINFOROSA.
gañando á todo el mundo, hasta á su propio Y ya le he respondido yo á vd. también, que
amo para que no falte á éste nada, y para lo mismo da que hable vd conmigo que con mi
que viva á gusto. Luego es muy desagradable amo.
mandar, esencialmente en casa, y que los de afue-
ra la traten á una como si fuera siempre una DOLORES.
simple criada Pero, ¿quién viene allí? ¡Una Es que no me da á mMo mismo.
joven bien parecida y elegante! ¿A quién busca-
rá, y, sobre todo, á estas horas ? SINFOROSA.
Bueno es, sin embargo, que vd. sepa, señorita,
que en esta casa no se acostumbra á recibir nun-
ESCENA II ca y sobre todo.á las ocho de la mañana.
personas ipisteriosas, y de una edad porque.
Da. DOLORES Y DICHA. ¿qué podría vd. tener á lo sumo? Diecisiete ó
dieciocho años.
DOLORES. -.'.'. • • ; 1 1 ' 1
(Al salir.) Bájate Catalina, y espérame en el DOLORES.
cuarto del portero ¿Dígame vd.. buena mu- Cumpliré los diecisiete el día de la Candelaria.
jer, el señor D. Simón está ya visible?
SINFOROSA.
SINFOROSA. .(Ya voy viendo claro.) ¿Y conoce .vd. personal-
¡Buena mujer! (Con seqnedad.) No señora, se mente á mi amo? •„,, . . ¡,,
acaba de levantar, y Pero no importa, aquí
estoy yo, y puede vd. decirme Jo que quiere. DOLORES.
... • . . ,¿ Mucho. • ; . . ¡-
DOLORES.
Quisiera hablarle.
SINFOROSA.
¿Y espera A vd. hoy por la mañana? da me ha hablado de esto!'Es preciso que yo tru-
te de apurar este enigma ) (Alto.) En ese ca-
DOLORES. so, mejor será que espere vd. en aquel gabine-
No, pero no creo qne le disguste mi visita. te hasta que mi amo se haya desayunado, y yo
le vaya A avisar.
SINFOROSA.
DOLORES.
Pues no puede vd. hacérsela ahora. Mi amo
ha salido Como vd. guste Con todo, yo hubiera pre-
ferido hablarle ahora mismo, no sea que mi tío
DOLORES. me eche de menos y vaya á sospechar
¿No decía vd. que se acaba de levantar?
SINFOROSA.
SINFOROSA. ¿Qué, qué puede sospecha!- su señor tío de
Eso es; ha salido de la eama, y está todavía en vd.?
paños menores.... de ahí que no le puede vd.
DOLORES.
ver.
Nada, nada señora. (Entra en el gabinete.)
DOLORES.
SINFOROSA.
Esperaré entonces A que se vista. (Sentía-
¿Qué significa esto? Acaso mi a m o . . . . ¡Báh!
dos«. 11
tenta del pico... Por ese lado estoy tranquila...
% en otros tiempos no digo que no, pero A los se-
SINFOROSA.
¿Pero si esto tuviera relación con la disputa de
¿Cómo, esperará vd.?
ayer. '.. .'? Ahora recuerdo que me amenazó, que
si le volvía A incomodar me echaría de casa y
DOLORES.
tomaría otra ama de l l a v e s . . . No faltaba m á s . . .
Sí, señora, mi suerte depende quisfi de lo que le
¡Después de cuarenta años que cómo su p a n . . . !
tengo que decir. -¡Como es tan bondadoso! ¡Tan
Aunque, nada tendría dé'extraño, por otra par-
generoso! v
te porque los tales amos son tan ingratos !

SINFOROSA. ¡Calle! Ya estA levantada la niña Carméncita.


la sobrinita de D. S i m ó n . . . . ¡Pues no lo acos-
(Aparte.) (¡Qué dice esta muchacha! ¿Que su
tumbra hacer hasta las diez ! ¿Qué habrá
suerte depende de mi amo? ¡Y mi amo-que na-
ocurrido de nuevo?
Gorostiza.—27
Quién sabe si á estas horas no tendrá ya el pelu-
quín Como se nos ha vuelto entre las manos
ESCENA III. pisaverde y casquivano.

CARMEN Y SINFOROSA. CARMEN.


¡Mi tío!
CARMEN.
¿e.L,e
L opodré T S i n fya?
T Z ^abrazar 0r08a
— ¿C6mo está SINFOROSA.
m¡ tío?
Pues Y si vd. supiera, niña ¡Oh! 110
dirán vds. ahora que le regaño sin motivo, ni
SINFOROSA. que soy u n a . . . . U n a . . . . Y, como decía, á su
VCr 8 ¡ Q U Í e r e V e D Í r 6 n 0 ft
edad, podía ya estar quietecito en casa, y no
colate.* ' » cho- andarse mariposeando Dando citas, y reci-
biendo visitas ¿No es cierto? Aunque á mí,
CARMEN. qué se me da de todo e s o . . . . A ver cómo n o . . . .
Trata de que se te despache, y de que nos de- Si lo siento y me incomodo, es por su salud y por
es aquí un momento solos; porque, la verdad, su propio sosiego Por lo demás, él es el
tengo que decirle ciertas cosas antes que venga amo y Conque voy á decirle que vd. le está
algún importuno. aguardando.

SINFOROSA.
Entonces llega vd. tarde, que ya tenemos visi-
tas que hace, d e s a l a esperando á q„ e s u mer- ESCENA IV.
eed dé audiencia.
CARMEN SOLA
CARMEN.
¡ V á l e m e Dios, y y o que temía madrugar de- CARMEN.
masiado?
¡Pobre Sinforosa ! Si pasara un sélo día sin
enfadarse 6 gruñir, la tendríamos que enterrar
SINFOROSA. á la madrugada del siguiente Por fortuna
Si hubiera sido ayer cuando vd. hubiera veni- que ya no debemos temer nada por su salud, pol-
do, entonces sí hubiera sido temprano ft las ocho lo que respecta á hoy He aquí á mi tío.
de la mañana; pero h o y . . . . hoy es otra c o s a . . .
425

zón de un viejo, como el que se festeje el día de


ESCENA V. su llegada, cuando se encuentra, como quien dice,
en la víspera de su partida.
r>. SIMON, SINFOROSA Y CARMEN
SINFOROSA.
SINFOROSA.
Sí. sí, pero ¿quién es el que pagará los violi-
(Que da el brazo á D. Simón.) ¡Bah! No vaya
nes?
vd. tan de prisa, que se puede vd. hacer m a l . . . .
(Con mal humor.) Es vd. tan atolondrado.
SIMON.
Toma, ¿quién los ha de pagar? Yo ¿Para
SIMON.
qué diablos qniero yo mi dinero? Ya no me que-
(Sentándose en el sillón.) ¡Conque yo soy un
dan otros placeres que los que puedo procurar á
atolondrado! Vaya, que la tal - Sinforosa me di-
los otros... Y buen tonto sería si me privara
ce á veces más l i s o n j a s . . . .
también de ellos.

CARMEN. SINFOROSA.
Buenos días, tío ¿Cómo ha pasado vd. la
Pero ¿qué necesidad había de haber gastado
noche?
cuatrocientos reales en música y refrescos? Con
una buena guitarra y unos cuantos mostacho-
SIMON.
nes. . . .
Así, así, hija m í a . . . . Mil gracias por tu cui-
dado, y por haber venido tan temprano á infor- SIMON.
marte del estado de mi salud Me cansó un
Bien sé que allá en nuestros tiempos se brinca-
poco, á la verdad, la trasnochada de ayer. ba más barato y que lo mismo nos sabían en-
tonces los mostachones, que ahora les saben los
SINFOROSA. diabolenes Pero, ¿cómo ha de ser? Es menes-
Ya lo creo ¡No acostarse hasta las dos! ter marchar con el siglo En el día, cada con-
¡Dar un baile á los setenta ailos! tradanza es una especie de sinfonía á toda or-
questa y en lugar de bailar minuetes, se bai-
SIMON. lan colas de gato y cadenas inglesas Y co-
No era yo el que daba el baile, sino mis nietos mo todo lo que es inglés es caro, no es extraño
que quisieron celebrar mi cumpleaños Y por que Pero tampoco me pesa de ello si he de
cierto que nada hay más agradable para el cora- decir la verdad Mi sobrino Pepe bailó ayer
mejor que lo podía haber hecho un Ministro de SIMON.
Estado (Enjugándose los ojos.) Y en cuanto ¿Quiénes son esos?
á Carmen, creí que estaba todavía viendo á su
pobre madre! Basta decir, que algunas personas SINFOROSA.
que nos habían presentado, y que de consiguiente ¿No lo adivina vd.? Aquella jovencita La
apenas nos conocían, me preguntaban á cada paso que está vd. esperando, quizá.
y en voz baja:—Oiga vd.. D. Simón, ¿quién es
aquella niña que es tan bonita y que baila con SIMON.
tanta gracia ?—¿Cuál dice vd.?, les respondía ¡Yo!
yo, haciéndome el desentendido —¿Cuál quie-
re vd. que sea?—replicaban ellos,—¡la que tiene SINFOROSA.
en la cabeza la guirnalda de capullos de r o s a s . . . ! Y lo más raro es que dice que ha de ser en
—Válgate Dios, ¡y qué chula es !—Pues se- secreto.
ñores, esa niña de los capullos es mi sobrina
i C ó m o . . . . ! — S í , señores, mi sobrina, para servir SIMON.
á vds —Y ya ves tú, Slnforosa, que todo es ¿Que me quiere hablar á mí en secreto?
infinitamente lisonjero para el que tiene la di-
cho de «er su tío. SINFOROSA.
Sí, señor Había de llegar el día en que las
mozuelas habían de correr tras de vd.
SINFOROSA.
¿Qué no toma vd. su chocolate?
SIMON.
En eso hacen bien, porque yo ya no puedo
SIMON.
Carmen, ¿quieres tomar la mitad de mi poci- rrer tras ellas, y si nos hemos de alcanzar alguna
lio? vez..^.

CARMEN. SINFOROSA.
No, tío Lo que yo quisiera sería hablar Bueno, bueno es vivir para ver.
con vd y también lo desea mi hermano Pe-
pe. á lo que me ha dicho. SIMON.
Lo único malo que encuentro en el caso, sin
embargo, es que no espero á n a d i e . . . . y de con-
SINFOROSA.
siguiente, Sinforosa, que no entiendo jota do
Antes sería preciso que vd. reciba los de fuera
de casa. cuanto has ensartado hasta aquí.
428. 429

SINFOROSA. SIMON.
Con que no entiende vd. que ahí, ahí fuera es- Mira, hija, no te pares eu tan p o c o . . . . Todo
tá una joven que espera, y q u e . . . . . eso hace la costumbre. Durante los cinco prime-
ros años que Sinforosa tuvo en esta casa, d e c í a -
SIMON. la sala del amo—durante los cinco siguientes,
Eso sí lo he entendjdoc pero no todo lo demás. decía—nuestra sala—y ahora ya no dice sino—mi
sala.—¿Qué quieres?, toma tanto interés en to-
SINFOROSA. do lo mío, que ya lo considera absolutamente,
Entonces voy á decirla quq pase adelante, para como si fuera suyo. Pobre Sinforosa Va-
que explique á vd. todo lo demás. mos, vamos, déjanos solos.

CARMEN.
No, no, es justo que mi. tío me escuche á mí
ESCENA VI
primero.

D. SIMON Y CARMEN.
SIMON.
Tienes r a z ó n . . . . algún privilegio han de gozar SIMON.
los p a r i e n t e s . . . . Anda. Sinforosa, y suplica tan- Y bien, chula mía. ¿qué me tienes que decir?
to á esa señora, como á cualquiera otra persona Pero me parece que te noto algo triste ¿Es-
que pueda v.ejiir y despc hablarme, que sp tome tás mala, ó te ha sucedido alguna cosa desagra-
la molestia de esperar .todavía cinco minutos dable?
Pero hazlos entrar en la sala y que se sienten
No los tengas, según costumbre, en el recibimien- CARMEN.
to 6 en el descanso de la escalera, que me estás Sí, t í o . . . . Cada Cual tiene sus cuidados.
dando estos días el tono de un promotor fiscal.
SIMON.
SINFOROSA. ¡Oiga!
Eso es, para que m e . estropeen mi. sala y mis
muebles ¡Como, tengo tan poco que limpiar CARMEN.
cada mañana! • Ya sabe vd. que tengo muy cerca de dieciseis
años, y que á pesar de eso, trata vd. de volver-
CARMEN. me á enviar al convento en que me educó, tan
¡Me parece, Sinforosa, que no harías mucho pronto como pasen las vacaciones.
en decir, la sala de mi tío!
SIMON. SIMON.
Ya suponía yo que esa sería lo que te teuía
tan macilenta. ¡Ay, Dios mío! ¿Y qué será eso que falta peor?

CARMEN. CARMEN.
Es que, si he de decir ja verdad, no es sola- Que no nos pudimos enteuder en toda la no-
mente eso. che
SIMON.
SIMON.
¡Cémo! ¿Pues qué hay todavía mfts? Ni yo tampoco puedo comprender c ó m o . . . .

CARMEN. CARMEN.
Y de consiguiente, nos separamos reñidos
Sí, s e ñ o r . . . . hay que D. Miguelito es un in-
grato.
SIMON.

SIMON. ¡Es una cosa increíble! ¡Es un horror!


¿Quién? ¿Miguel Sahdoval, eamarada de cole-
gio de tu hermano Pepe? CARMEN.
¿No es verdad, tío, que es un horror? Dicho-
CARMEN. samente que cuento con vd. para que medie en-
Ese mismo: ayer estuvo en el baile, y sélo tre nosotros, y para que nos haga hacer las pa
porque bailé dos contradanzas seguidas con otro, ees.
rae dijo que no hacía caso de él, que era una co- SIMON.
queta En fin, me dijo cosas muy desagra- No digo eso, sino que es un horror el que ya
dables Y vd., t í o . . . . Vd. que me conoce, po- pienses en esos enamoramientos Yo que te
drá saber mejor que nadie, si yo merezco que'Si- iba A comprar la más magnífica muñeca
me trate así, como un .estropajo.
CARMEN.
SIMON. No, no señor, ya no me divierten á mí las mu-
Pero es posible, señora, que dieciseis años ñecas desde que he conocido á D. Miguelito.

CARMEN. SIMON.
Calle vd.. tío. y no me interrumpa vd., que to- Pero explícame, á lo menos, ¿cémo os habéis
davía falta lo peor.
432 433

podido enamorar, y os lo habéis podido decir, tfi -SIMON.


en tu convento y él eu su colegio. Habráse visto jamás tamaña picardía... ¡Abu-
sar así de mi confianza !
CARMEN.
Nos lo decíamos los domingos cuando salía- CARMEN.
mos. y nos lo escribíamos los demás días de en- J M Vaya, tío, no se enfade vd. conmigo ¿Quién
tre semana. quiere vd. entonces, que me consuele en mis pe-
nas? Vd. que es tan bueno tan cariñosi-
SIMON. to (Acariciándole.)
(Con severidad.) Yo quisiera saber quién era el
picaro que se encargaba de llevar y traer seme- SIMON.
jante correspondencia. Ello, bien considerado, nadie es más culpable
que yo en este negocio, porque
CARMEN.
CARMEN.
Vd. era ese picaro, tío, precisamente, y el
Ya se ve que vd. es la causa de t o d o . . . y del
que
pesar que me aflige hoy (Llorando.)
SIMON.
SIMON.
¡Yo....!
Caramba, ¿conque yo soy?

CARMEN. CARMEN.
Sí, señor ¿No se acnerda vd. que nos iba Pero no tenga vd. cuidado, que no le reñiré
vd. A ver todos los días ft Pepe y á mi? Me basta con que vd. no haya sabido nada, y . . .
Lo que sí ha de hacer vd. ahora, es darse prisa
SIMON. á reconciliamos.... Porque esto es lo que más
¡Y bien! nos importa á todos.

CARMEN. SIMON.
Pues con Pepe estaba siempre D. MiguelUo. (Linda comisión para dársela á un tío.) Bien,
y tanto éste como yo,'le introducíamos á vd. en bien, ya veremos lo que conviene hacer: tranqui-
el bolsillo de la casaca, sin que lo s i n t i e r a . . . . . lízate, fíate de mí Pero cuenta con qne na-
nuestras cartas. da de esto que hemos hablado, llegue á noticia de
f
tu hermano No sea que se le susciten algu-
SIMON.
nas ideas perniciosas El es todavía un ehi-
No la he de conocer ! Su tío vive en este
cuelo que tiene los ojos cerrados misma calle, en el número treinta y cuatro.

PEPE.
ESCENA VIL ¿Y no la encuentra vd. muy linda?

D. PEPITO Y LOS DICHOS. SIMON.


Lo es, en efecto; y parece, ademAs, muy ama-
PEPE. ble y muy bien educada.
(Fuera de sí.) Tío, tío: A vd. era A quien bus-
c a b a . . . . Ya no puedo sufrir por uiAs tiempo mi PEPE.
posición Y si vd. no me saca del berenjenal Pues sepa vd. que me la quieren casar con el
en que estoy metido, soy capaz de darme aquí Marqués del Soto.
mismo un pistoletazo.
CARMEN.
SIMON. ¡Cómo! ¿Con ese hombre tan horrible que
¡Oídos que tal oyen! ¡Un pistoletazo! Pues no pasa ya de los cincuenta y cinco ?
ves, hijo, que te iba A doler muchísimo.
PEPE.
PEPE. Precisamente y sin mAs que porque tiene
E s que lo que A mí me sucede es tan terrible, veinte mil duros de renta.
tan inaudito, que vd. mismo cuando lo sepa no
podríi menos de irritarse. SIMON.
Lo siento ¡Pobre muchacha! Es un verda-
SIMON. dero sacrificio, porque el tal Marqués no sólo es
Enhorabuena me irritaré si te empeñas... viejo y feo, sino que también disfruta de una re-
con tal que te calmes y te sosiegues. Vamos, putación muy equívoca.... Nadie sabe de dón-
¿qué es lo que te ha pasado? de le viene 6U dinero....

PEPE. CARMEN.
¿Conoce vd. A Dolores Mendoza, sobrina de un ¿No es el que compré el otro día ese magnífi-
antiguo ascentista de cárceles y hospitales? co caserón de la esquina?
43?

SIMON. SIMON.
Sf. y el que también ha comprado una gran ha- ¡Casarte con ella! ¡A tu edad!
cienda, y un molino, y un olivar y Vamos, lo
ha comprado todo, menos el aprecio público, que, PEPE.
dichosamente, no se vende. ¿Y no vale más hacerlo ahora que no dentro
de cinco ó seis años? Así gozará vd. más pron-
PEPE. to del espectáculo de mi dicha y de la de mi her-
Lo ve vd. tío, cómo es vd. de mi misma opi- mana Porque, sepa vd., que si mi hermana
nión ? y que es una infamia que no debemos y yo estamos decididos á casarnos lo más pronto
sufrir. que nos sea posible, es únicamente por vd
expresamente por vd ¿No es cierto, Car-
SIMON. men?
¡Que no debemos sufrir! ¿Y qué te importa á
tí? ¿Qué nos va ni q u é nos viene íi nosotros de CARMEN.
que la tal Dolores se case 0 no se case con el Y es lo mismo qne hnce un instante trataba yo
Marqués? de hacer comprender al tío.

PEPE.
Íi
PEPE.
¡Como! ¿Pues no le he dicho ÍL vd. que la amo,
Oiga vd. cómo hemos arreglado nosotros este
que la adoro, que no puedo vivir sin ella?
negocio, y con qué facilidad Hemos empeza-
do por convenir desde luego en que vd. nos ha
SIMON.
bía de dar sesenta mil duros á cada uno de los
¿Y te atreves trt íi hacerme semejante con-
dos. ,
fesión?

PEPE. SIMON.
¿Pues á quién se la he de hacer sino ¡i mi me- ¡Ah! ¿yo les tengo que dar á cada uno de vds.
jor amigo? Sí, tío. tenga vd. por seguro que me sesenta mil duros?
costará la vida si pierdo la esperanza de conse-
guir íi mi Dolores Ello, sentiré mucho dar- PEPE, i
le ¡i vd. esta p e s a d u m b r e . . . . Pero ¡i bien que Sí, señor: no necesitamos más: ¿no e s verdad,
se lo prevengo íi vd. con t i e m p o . . . . lo qne al Carmen, que nos basta con sesenta mil duros.? Ll
contrario si me casara con ella.
ttorostha.—28
CARMEN.
PEPE.
Por s u p u e s t o . . . . Y luego si falta algún pico,
Al contrario Estamos ahora completamente
¿no está aht el tío? reñidos, sin que se haya dignado decirme el por
qué Aunque yo, si he de decir la verdad,
SIMOiN.' creo que pudiera acertar con el motivo Ha-
Pero me. parece, amigos míos, que debían vds. brá sabido, sin duda, (A media voz) que yo por
haber contado antes conmigo p a r a . . . . pasar el tiempo estaba coqueteando con otra
PEPE.
CARMEN.
Ya se ve que se lo hubiéramos dicho á vd
¡Jesús, y qué perrada! ¿Coquetear con otra
Ya pensábamos en ello. Pero escuche vd., escu-
mando amabas á Dolores?
che vd., que todavía no he acabado Después
viviremos los dos matrimonios con v d . . . . siem-
PEPE.
pre con vd ¿Cómo
¿Qué sabes tu de.eso ? ¡Como se conoce que
quiere vd. que lo dejemos
no te ha salido todavía la muela del j u i c i o . . , .
solo ? Y le cuidaremos á vd. todos á porfía,
Pero nosotros los hombres amamos de amor á una
y le acompañaremos de día y de noche, y
persona, y á pesar de eso En fin, basta
pues, nuestros hijos ¡Oh! cémo nos los va
El tío me habrá ya comprendido.
vd. á echar á perder.... ¡epos sí que serán ni-
üos mimados!
In • i •• 1
o • ' » ! • f c • ' r < ' f,
SIMON.
CARMEN.
Está bien, está bien; no profundicemos más
Tío, ¿vd. se sonríe? ¡Vd: se enternece! la m a t e r i a . . . . Y volviendo á lo esencial Ya
vez, Pepe, que ni aun tú mismo puedes asegurar
SIMON. que esa niña te corresponde.... Por otra par-
No digo que no |>ero hijos míos, antea
te, el tío te desecharía, probablemente por la cor-
de todo, es menester ser racionales. (A D. Pe-
ta edad Luego el contrato del Marqués está
pe.) ¿Sabes acaso cu Ando'se firma el tratado de
ya tan adelantado, como que hoy mismo se fir-
cosas con el Marqués?
ma Todo esto complica demasiado el nego-
cio Lo hace casi un imposibles... Y yo, ann-
. PEPE. qne con la mejor voluntad del mundo, no me atre-
Hoy mismo. '. ' N . •,'
. ><i;i. . .:„.., -v vo á tentar el vado.

SIMON.
¿Y estás seguro que ella te ama?
¿Por qué?
SIMON. que no viniera otro rival fi reemplazarle, porque
Porque es locura intentar lo que no se puede ab- correría la voz de que Dolores se hallaba ya com-
solutamente realizar. prometida con vd., y esto los asustaría.... Luer
go en vd. estaba el ir alargando la boda, y el ga-
nar la mayor cantidad del tiempo posible....
PEPE.
Que yo por mi parte trataría de aprovechar, pa-
(Con aire embarazado.) ¡Ata! si vd. quisiera na-
ra envejecerme un poco ft los ojos del tío, y pa-
da es más fftcil Con sólo una palabra que vd.
ra reconciliarme con la sobrina. Sucedido esto,
pronunciara....
me cedía vd. ft la novia, sin que nadie tuviera
que admirarse de que vd. la hubiera hecho la cor-
SIMON.
te. y de que yo me casara en seguida con e l l a . . . .
Explícate.
Porque esto se ve todos los días.
PEPE.
¿Quién no sabe que el Marqués no tiene otro CARMEN.
mérito ft los ojos de D. Pedro, que el poseer vein- ¡Ay! qué lindo proyecto De esta hecha voy
te mil libras de renta? ft tener una hermana y una confidente.
r. .lid :! ,'J . . . ' • '
SIMON. SIMON.
Y aunque eso sea así, como tft no posees otras Sí, muchachos, todo esto está muy bien coordi-
veinte nado en vuestras cabezas de dieciseis año»
A lo menos así os lo parece ft vosotros.... Y to-
PEPE. do se reduce, en vuestro concepto, ft una picar-
Pero como vd. posee más de •cincuenta, sería diguela mfts ó menos de estudiante Ó colegialn...
rnrts que probable que vd fuera preferido ft los Pero un hombre de mi edad no se puede prestar
dos. ft semejantes subterfugios Equivaldría fi bur-
;•! _•» .>:>.¡tn»\f !••: «luí r . • 3 larse de D. Pedro,-y de toda una familia muy res-
petable
SIMON.
¡Yo! Confieso que no me esperaba semejante
s a l i d a . ' . J Y qué sacarías til de qne yo me pre- PEPE.
sentara como pretendiente de Dolores? ¡ Cómo, tío, usted se opone á . . . . !

PEPE. SIMON.
Conseguiría, en primer lugar, que el Marqués Positiva y decididamente.
tendría que retirarse; y conseguiría después el
PEPE. CARÍMEN.
Entonces, descargue vd. sobre mí toda su cóle- Quiere decir que él mismo es el que trae su res-
ra; porque estaba tan creído de que vd. darla su puesta.
consentimiento, que he escrito esta mañana á D. .' ".' , i--»!.; •.(». ii ,(.. un ' ' '•' '•
Pedro en nombre de vd., y sin consultarle PEPE. 'i
tanta tiempo adiado ? ¿Podría usted, acaso í . - . •
Pues le repito á vd., tío, que no sobreviviré ún
dudar de mi consentimiento? Por fortuna que
minuto á la mentir palábra que vd. diga -eii ,con-
no se había formalizado el otro contrato
tra de lo que yo escribí; y aunque siento ? n n u
Así, lo mismo fué recibir su carta de usted, que
alma faltarle & vd., hasta ese punto, .al respeto,
escribir yo al Marqués para retirar mi palabra y
tenga vd. por seguro, que pronunciar vd.. el fa-
devolverle yo la suya.
tal no, y arrojarme yo por esta ventana, todo, se-
rá uno.' (Corre hacia ella.) i ín • n'-S
SIMON.
¡Qué oigo! ¡Te habrás atrevido! SIMON.
¡Pepe, Pepe, yo te mando que te estés aquí á
PEPE. mi lado! (No me ha quedado una gota de sangre
Pidiéndole la mano de su sobrina en las venas.)

SIMON.
¿Para mí?
ESCENA IX
PEPE.
Tara vd de suerte que si vd. me desaira, DON PEDRO Y DICHOS
le juro á vd. que no sobreviviré un minuto á mi
deshonra. PEDRO.
¡Ah! ¡Amigo mío! ¡Ah! mi querido futuro so-
brino, no se puede vd. figurar cómo me ha pene-
trado, su carta de vd., de alegría y de ternura.
ESCENA VIH.
SIMON.
DICHOS Y'UN CRIADO Señor (Queriéndose levantar.)

CRIADO. PEDRO.
(Anunciando.) El señor D. Pedro Mendoza,
No, este usted quieto No faltaba más que
anduviera vd. ahora con esos cumplimientos con-
PEPE. CARÍMEN.
Entonces, descargue vd. sobre mí toda su cóle- Quiere decir que él mismo es el que trae su res-
ra; porque estaba tan creído de que vd. daría su puesta.
cousentimiento, que he escrito esta mañana á D.
Pedro en nombre de vd., y sin consultarle PEPE. :. ...
tanta tiempo adiado ? ¿Podría usted, acaso í . - . i
Pues le repito á vd., tío, que no sobreviviré ún
dudar de mi consentimiento? Por fortuna que minuto á la mentir palábra que vd. diga-en con-
no se había formalizado el otro contrato tra de lo que yo escribí; y aunque siento mi
Así, lo mismo fué recibir su carta de usted, que alma faltarle & vd., hasta ese punto, .al respeto,
escribir yo al Marqués para retirar mi palabra y tenga vd. por seguro, que pronunciar vd.. el fa-
devolverle yo la suya. tal no, y arrojarme yo por esta ventana, todo, se-
rá uno.' (Corre hacia ella.)
SIMON. i ín • n'-S
¡Qué oigo! ¡Te habrás atrevido! SIMON.
¡Pepe, Pepe, yo te mando que te estés aquí á
PEPE. mi lado! (No me ha quedado una gota de sangre
Pidiéndole la mano de su sobrina en las venas.)

SIMON.
¿Para mí?
ESCENA IX
PEPE.
Tara vd de suerte que si vd. me desaira, DON PEDRO Y DICHOS
le juro á vd. que no sobreviviré un minuto á mi
deshonra. PEDRO.
¡Ah! ¡Amigo mío! ¡Ah! mi querido futuro so-
brino, no se puede vd. figurar cómo me ha pene-
trado, su carta de vd., de alegría y de ternura.
ESCENA VIH.
SIMON.
DICHOS Y'UN CRIADO Señor (Queriéndose levantar.)

CRIADO. PEDRO.
(Anunciando.) El señor D. Pedro Mendoza,
No, este usted quieto No faltaba más que
anduviera vd. ahora con esos cumplimientos con-
m i g o . . . . T eonio decía A vd.. estoy loco de con- PEDRO.
tento Y, na<V«, liada hubiera podido suce- Tampoco Quería la pobre A el Marqués
der para mi familia de más dichoso ¡Un en- lo mismo que A 1111 buen dolor de muelas
lace tan honorífico! ¡Un matrimonio tan propor- ¿Pero qué quiere vd.? Las circunstancias....
cionado y conveniente bajo todos aspectos ! Ciertos compromisos Ya se lo contaré A vd.
Pero hombre, ¿por qué diablos se ha estado vd. todo ¡Y luego, esto de tener una sobrina de
tanto tienmpo callado ? ¿Podría vd. acoso dieciocho años por casar! ¡Ay amigo mío! Si vd
dudar de mi consentimiento? Por fortuna que no supiera cuAn apurados se encuentran A veces lo»
se había formalizado el otro contrato Así, que se ven A la cabeza de una familia?
lo mismo fué recibir su carta de vd., que escribir
yo al Marqués para retirar mi palabra y devolver- SIMON.
le yo la suya. ¿A quién se lo cuenta vd.?

SIMON. PEDRO.
¡Qué!, ¿ya ha escrito vd. al Marqués? Conque, si le parece A vd., aprovecharemos el
tiempo, y convendremos algunos puntos prelimi-
PEDRO. nares ¿CuAndo quiere vd. que se celebre la
Toma, al instante Y ya he recibido su res- boda?
puesta ¡Está f u r i o s o . . . . ! y yo estoy encan-
tado porque, no se lo oculto A usted, aquella SIMON.
boda no me convenía bajo ningún punto de vis- El caso es que yo quisiera antes
ta; y si se hacía, era bien A pesar mío.
CARMEN.
SIMON. (AI oído de su tío.) ¡Ay, tío, que Pepe se acer-
¿A su pesar de vd.? ca A la ventana!

PEDRO. SIMON.
Sí, sefior hubiera firmado el tal contrato. ¡Pepe!
como si hubiera firmado mi testamento.
PEDRO.
SIMON. Lo mAs pronto serA lo mejor, ¿no es cierto?
Entonces, sería la nifia la q u e . . . .
SIMON.
Pues Pero debo prevenir A vd.
CARMEN. PEDRO.
(Al oído.) Que tiene ya medio cuerpo de fue- ¡Ah! qué amigo tan inapreciable Voy, voy
ra
á decírselo ú Dolores, y fi que citen al notario
para esta misma noche.
SIMON.
¡Pepe! SIMON.
Un instante Quisiera decir ft vd. una sola
PEDRO. palabra ó por mejor decir, manifestar fl vd.
que yo también pongo una condición, "Sine qua
¡Qué! ¿qué es lo que tiene vd. que prevenir?
non," como dicen los diplomáticos, y es, que ne-
cesito se me conceda algún tiempo para que ha-
SIMON.
Nada, nada sino que estoy decidido ga la corte á la novia, puesto que estoy firmemen-
te resuelto á no casarme con ella hasta que me
PEDRO. confiese que me ama. (Bajo á Pepe.) Ya ves tú
¡Decidido! ¿Y á qué? que de este modo no me comprometo á nada.

CARMEN. PEDRO. .
(Lo mismo que antes.) ¡Cielos! ¡que ya levan- Corriente y le tomo ú vd. la palabra, por-
ta la pierna izquierda! que así se realizar«, el matrimonio mucho más
pronto de lo que vd. piensa Sepa vd., amigo
SIMON. mío, que mi sobrina me habla de vd. á cada cuar-
A casarme, señor, á casarme con su sobrina to de hora, y que se hace lenguas de su bondad,
de vd ¡Pepe! de su amabilidad, de su excelente corazón....
No hace todavía ocho días que vd. debió de co-
PEPE. mer en casa ;.Se acuerda vd ? Pues nun-
(Volviendo hacia él.) Ay tío, no olvidaré en mi ca la había visto tan alegre Al contrario.
vida semejante acción.
cuando supimos que vd. no podía ya venir por
su maldito ataque de gota Dolores se puso
PEDRO. pálida, llorosa, displicente vamos, fué un
¡Oh!, ¡qué amigo tau apreciable! ¡Ah! pero ad-
cambio que no se le escapó Si ninguno, y que ad-
vierto á usted que no doy ningún dote
miró mucho .1 todos.

SIMON. PEPE.
Tampoco lo apetezco. ¡Cómo! íSería posible?
PEDRO.
Y no pudimos distraerla en toda la noche por SIMON.
mfls que hicimos. ¡Cómo es eso! ¡La señorita de Mendoza en mi
gabinete!
PEPE.
¡Pues no me habfa vd. dicho nada de esto, tío! PEDRO.
Eso es lo que yo digo ¿Cómo estaba mi so-
PEDRO. brina en su gabinete de vd.?
Pero adiós, mi querido D. Simón, le dejo á vd..
porque de todos modos quiero escribir dos ren- DOLORES.
glones al notario. ¡Perdóneme vd., tío ! Y cree vd. que
V", ,'"< •'•".>' • ••'."• • irvóf» '«! (A D. Simón.) ¡Ah! señor, dígnese vd. proteger-
SIMON. me Cuando vd. sepa los motivos que me han
Si no es más que eso, ¿A qn«f se quiere vd. can- obligado á implorar su auxilio
sar en ir hasta su casa ? Entre vd. ahí en
mi gabinete, y hallará sobre la mesa todos ios PEDRO.
avíos dé escribir. Dichosamente eií las alturas en que ya esta-
mos El cual no es tan grande como hubiera
podido ser 'A D. Simón.) Pero usted, cono-
PEDRO.
ce, amigo mío, que después de una aventura como
Lo haré, ya que vd. me permite que le trate
ésta, cualquiera retardo ó dilación serían inadmi-
sin c e r e m o n i a s . . . . Serft cosa de tres minutos.
sibles.
(Vase hacia el gabinete, y al abrir la puerta, se
halla con Dolores.)
SIMON.
Sí, pero

ESCENA X PEDRO.

(Bajo A D. Simón.) Porque, supongo que A su


DICHOS, Y DOLORES edad de usted, no querrá pasar plaza de seduc-
tor.
PEDRO.
¡Qué veo! wl fi •. aII»I'Í«>' . • •«*•»• >u»>"«l- <"•.
SIMON.
Ya se ve que no q u i e r o . . . . Ciertamente
PEPE.
¡Cielos! ¡Dolores! Pero antes de todo, es necesario que apuremos
451

cómo se encuentra aquí esta señorita, y qué ob- delicia que no me engañaba, y que he hecho muy
jeto la ha traído. bien en venir á ponerme en manos de' vd.; por-
que aunque es cierto que mi tío me ama mu-
PEDRO. cho sin embargo
Y bien, niüa, ¿en qué te detienes? Explícate.
SIMON.
DOLORES. Acabe vd Ca Mire usted que su tío
Si mi tío lo permite, quisiera que fuera usted se lo manda.
sólo, señor D. Simón, íi quien yo confiara mi se-
creto. : DOLORES.
¡Acaso he tenido jamás otra voluntad que la
PEPE. suya ! Y ahora mismo que está empeñado
,Muy picado.) Se me figura, señorita, que pu- en que me he de casar con el Marqués del Soto,
diera usted, muy bien, decirnos a nosotros en voz ó quien aborrezco, ¿no estoy resuelta, si no lo
alta, lo que va usted .1 decir fi mi tío cuando se puedo ablandar, á tomar mañana en ayunas tres
halle usted á solas con él. cuarterones de sublimado corrosivo?

DOLORES. PEDRO.
(Lo mismo.) Precisamente, caballero, es lo que ¡Qué escucho! ¿Qué dice esta muchacha?
trato de evitar. . .Ja ! • : * '. V''.1) o.'
DOLORES.
PEDRO. ¡Sin otro fin que el de no verme en peligro de
Pues eso es cabalmente lo que yo te ordeno que desobedecerle ! Pero antes, y recordando
hagas al instante. cuán bueno es vd., y con cuánta justicia le quie-
ren á vd. y le respetan cuantos le conocen á vd.,
SIMON. vine, señor D. Simón, ft implorar el favor de vd.,'
(A Dolores.) Vamos, vamos, no hay que alte- para que se interesara con mi tío y me salvaran
rarse Y usted, hija mía, ni sé apure usted entrambos la vida rompiendo este malhadado en-
ni tema nada; hable usted sin r e c e l o . . . . que yo lace.
la prometo ft usted protejerla y defenderla.
SIMON.
DOLORES. Pues hija mía, si no pide vd. otra cosa, ya lo
¡Ah! ¡eso es todo lo que yo deseaba! y veo con tiene conseguido y concedido.
DOLORES. tenido la bondad de pensar en mi establecimiento!
Mucho le agradezco que se halla tomado tantas
¡Serla cierto! ¡Oh! ¡Qué dicha!
molestias para que al cabo perteneciera yo A
o t r o . . . . Por lo demás, no podía haber hecho una
SIMON.
elección que me hubiera sido más agradable.
Pero no se alegre vd. todavía porque
porque yo soy el que le reemplazo.
PEPE.
DOLORES. (Con emoción.) Es que estaba convencido, se-
ñorita, que cualquiera le hubiera sido á usted
¡Vd. señor!
igualmente agradable, con tal que no me hubiera
SIMON. escogido yo á mí mismo.
Y de los dos no sé cuál le parecerá á vd. el
DOLORES.
menos malo.
Sí. señor, con tal que hubiera vd. escogido A
DOLORES. quien hubiera yo podido estimar A uno que
¡Oh! lo que es eso, prefiero A usted mil veces no hiciera gala de amor y de engañar á dos per-
más que A el otro. sonas á la vez.

PEPE.
PEDRO.
Sin duda que no es por mí por quien vd. dice
¿Lo oye vd.? ¿Quiere vd. todavía mAs?
eso; porque yo no he amado todavía á nadie.
SIMON.
DOLORES.
Aguárdese vd., porque hasta ahora lo tínico
que saco en limpio es que el Marqués le sería afin ¿Y se puede vd. imaginar acaso, que yo pen-
mAs insoportable que le seré yo. Doloritns.... saba en vd ?
hija mía, es preciso que le confiese A vd., con mi
SIMON.
natural franqueza, que qnizA yo no hubiera nun-
ca soñado el solicitar la mano de usted, si ese Vamos, hijos míos, vamos, un poco de pruden-
chico, mi sobrino Pepe, no me hubiera sugerido cia.
tan peregrina idea.
PEDRO.
En verdad, que me sorprende m u c h o . . . . Y no
DOLORES. •<
sé, á fe mía, lo que esto quiere decir.
(Con emoción.) ¡Cómo! ¡El señor eB el que ha Gorostiza.—20
454 455

SIMON. PEPE.
(Con gravedad.) Esto quiere decir, que este ea- (Aparte.) ¡Y titubea la infiel! ¡Por cierto que
balierito olvida en este momento delante de quién todo esto es muy lisonjero para mí!
está Y deduzco de ahí, que será muy difícil
que mis sobrinos se lleven bien algún día con la DOLORES.
mujer de su tío. (A Dolores.) Escuche vd., hija (Aparte.) ¡Y ni siquiera me ha mirado el trai
m í a . . . . Ya ha visto vd. cómo he hecho romper
dor!
el proyectado enlace de vd. con el Marqués, y pol-
lo mismo, no puedo disimulármelo. Me hallo com- SIMON.
prometido, como hombre de honor, hacia su tío Conque, ¿por quién se decide usted?
de vd. y hacia vd. misma. De consiguiente, es-
toy pronto á casarme con vd. si vds. lo desean... DOLORES.
Nada me puede dispensar de semejante sagrada (¡Qué liaré!) Pero también, es bueno que me
obligación.... Pero, si como lo creo, y después
quieran vds. obligar á
de pensarlo vd. un poco, me halla vd. demasiado .. • i •:
viejo y achacoso para hacer su felicidad, en este PEPE.
caso no renuncio al derecho, conque me reconozco,
¡Oh! no, señorita, nadie la quiere á vd. obligar
de poder nombrar mi sucesor Y uso de él
aquí á nada Escoja usted, escoja usted á su
ofreciéndolo á usted desde ahora mismo. Escoja
antojo Que ya se sabrá consolar el que usted
usted, pues, entre, el tío y el sobrino.... (Seña-
desprecie.
lando á Pepe.) Vaya, pronuncie vd. el fallo sin
embarazo.... No deja de ser un título de gloria
DOLORES.
para vd. el que se pongan á sus pies dos genera-
(Aparte.) ¡Pues no me insulta todavía!
ciones.

PEDRO. PEDRO.
¡Otro enigma! Pero me quieren vds. decir ¿Ea, lo dices ó no lo dices?

SIMON. PEPE.
Cállese vd. hasta que nombre Doloritas el di- Vaya, dígalo vd. (¡Que mis ojos no fueran ra-
choso mortal á quien prefiere.
yo!)

DOLORES. DOLORES.
Es que Pero señor D. S i m ó n . . . . ¡Se ha
(Muy picada.) ¿Me lo pide vd., caballero?
visto nunca mujer en mayor apuro!
DOLORES.
PEPE. En efecto, ¿no lo ha oído vd., señor D. Si-
Si, señorita, por vida de su mamasita de vd. món ? ¿No ha oído vd. que á vd. es al que
prefiero? Además, vd. me ha jurado que será mi
DOLORES. marido, y yo reclamo de su honor de vd. el cum-
¡Ah! Pues entonces y por complacer A plimiento de esta promesa.
vd diré que escojo á D. Simón, con el
alma y con la vida. PEDRO.
Y yo también Siendo necesario que lo que
PEPE. se ha de hacer, se haga pronto; esto es, que hoy
Me alegro. (Por vida d e . . . . ) mismo quede firmado el contrato, y que mañana
se echen las bendiciones Es menester, pues,
SIMON. que no perdamos tiempo Dolores, vámonos á
Pero hija, si eso no puede ser Habrá vd. casa, tú á vestirte de novia, y yo á que me lla-
querido decir, sin duda, que escogía á mi sobrino, men al notario para que borronée un pliego de
y con la turbación papel sellado... Adiós, sobrino mío dentro
de media hora nos tendrá vd. otra vez aquí. Vá-
DOLORES. monos, Dolores.
(¡Y dice que se alegra!) No, señor; no señor;
ningún "quid pro quo" ha habido He escogi- SIMON. -
do á vd., porque vd. es el único que me puede Un momento Permítanme vds. que les ha-
hacer dichosa. Ka los honores

TEDRO. FEDRO.
¡Sobrino mío! (Abrazando á D. Simón repeti- No, no Estese vd. quieto
das veces.) v
SIMON.
SIMON. Siquiera hasta el zaguán.
Quítese vd., que me ahoga, y entonces sí que
no me podré casar con su sobrina de vd. Pero PEPE.
niña, reflexione vd. — (Aparte.) Ahora sí que rueda la perjura la es-
calera.
PEPE.
¿Pero no ha oído vd., tío, lo que esta señorita
ha dicho?
SIMON.
En, Doloritas denie usted el brazo 6,
por mejor decir, tome vil. el mío Y por Dios
que bajemos muy poco A poco 1>. Pedro ahí
tiene A Carinen.... Y tú, buena alhaja, cierra
la retaguardia.

PEPE.
(Aparte.) (Hasta eso Me quedé para paje
de cola.)

DOLORES.
¿Pero para qué se quiere incomodar'
ACTO SEGUNDO
SIMON.
No, por c i e r t o . . . . en mis tiempos esto es lo ESCENA I
que se usaba. (Vanse en la forma dicha.)
SINFOROSA POR EL FORO.
¡Ay Jesús ! ¿Pues dónde estftn V ¿Pues
qué les ha sucedido ? ¡Moverse mi amo de su
poltrona sin llamarme para que lo conduzca !
Pues no habla hecho otro tanto desde el año del
cometa ¡Malditos temblores; en esto habían
de parar! ¡Cuando digo yo que se acerca el fin
del mundo ! Pero ahora que me acuerdo, si
también se habrA ido la niña vergonzante
la que estaba esperando en ese gabinete Vea-
mos ¡Virgen de Covadonga, si también se
f u é . . . . ! Y quizA con el amo No hay duda,
aquí hay gato encerrado... Aquí hay gatupe-
rio Este eclipse total de los habitantes de
esta casa, me ha dejado completamente fi obs-
curas esto es, me ha dejado sin poder ati-
SIMON.
En, Doloritas deme usted el brazo 6,
por mejor decir, tome vd. el mío Y por Dios
que bajemos muy poco A poco 1). Pedro ahí
tiene A Carinen.... Y tú, buena alhaja, cierra
la retaguardia.

PEPE.
(Aparte.) (Hasta eso Me quedé para paje
de cola.)

DOLORES.
¿Pero para qué se quiere incomodar'
ACTO SEGUNDO
SIMON.
No, por c i e r t o . . . . en mis tiempos esto es lo ESCENA I
que se usaba. (Vanse en la forma dicha.)
SINFOROSA POR EL FORO.
¡Ay Jesús ! ¿Pues dónde estAn V ¿Pues
qué les ha sucedido ? ¡Moverse mi amo de su
poltrona sin llamarme para que lo conduzca !
Pues no había hecho otro tanto desde el año del
cometa ¡Malditos temblores; en esto habían
de parar! ¡Cuando digo yo que se acerca el fin
del mundo ! Pero ahora que me acuerdo, si
también se habrá ido la niña vergonzante
la que estaba esperando en ese gabinete Vea-
mos ¡Virgen de Covadonga, si también se
f u é . . . . ! Y quizA con el amo No hay duda,
aquí hay gato encerrado... Aquí hay gatupe-
rio Este eclipse total de los habitantes de
esta casa, me ha dejado completamente A obs-
curas esto es, me ha dejado sin poder ati-
nar con él, porque de lo qué me está pasando SINFOROSA.
¡Es cosa de volverse loca ! Pero, vamos, va- Que eres capaz de quemar una cama de gusa-
mos, Sinforosa, aquiétate por Dios, tranquilízate, nos con tu pachorra.
toma un polvo y ten un poco de reflexión....
Quizii no será tan grande el daño como te pa- NICOLASA.
rece ft primera vista (Toma uu polvo.) ¡Ex- Si usted hubiera subido cincuenta y cuatro es-
celente cucarachero! Como que me lo dió un pa- calones sin tomar resuello
dre del Carmen. (Estornuda.) ¡Dominus te-
c u m . . . . ! Y como iba diciendo, el amo no pue- SINFOROSA.
de estar todavía lejos Teniendo que andar & Bueno, bueno Ahora lo que me urje es que
paso de convoy Y con una escalera tan res- me digas lo que traes de nuevo.
baladiza como la nuestra Atisvemos (Se
asoma por la puerta por donde salieron.) ¿No NICOLASA.
lo dije yo ? Hablando están en el z a g u á n . . . . Lo que hacía f a l t a . . . Colinabos, cbiribías..
Y aquella voz es la del a m o . . . . Si pudiera olfa-
tear. Pero ésta que sube, ¿no es Nicolasa la SINFOROSA.
No digo eso, animal Sino que me cuentes
cocinera? S í . . . . y ella al pasar debe haber oí-
do algo de la conversación.... Nicolasa, Nico- lo que has v i s t o . . . .
l a s a — . Sube a p r i s a . . . . Despacha.
NICOLASA.
¡Ah! En efecto, vi allá en la plaza un señor
que enseñaba un bicho que tenía tres r a b o s . . . .
ESCENA II
SINFOROSA.
NICOLASA CON UN CESTO EN LA Cinco has de tener tú, según lo estúpida que
MANO, Y DICHA. e r e s . . . . Mira, mujer, lo que á mí me interesa
saber, es lo que observaste.... Ahora cuando
NICOLASA.
atravesaste por el zaguán.
Condenada escalera Si ya no puedo más.
NICOLASA.
SINFOROSA.
Anda, mujer, que pareces consejero., ;,i ¿Conque yo atravesé el zaguán?

SINFOROSA.
P r e c i s o . . . . ¿No está allí el amo"
¿Mande usted?
NICOLAS* SINFOROSA.
Va so ve que está. ¡ C ó m o . . . ! ¡Qué estas diciendo!

SINFOROSA. NICOLASA.
Hablando eon una En ademftn de querérsela besar

NICOLASA. SINFOROSA.
V también están los niflos. ¡Nicolasa!.

SINFOROSA. NICOLASA.
Por s u p u e s t o . . . . I'ero el amo estft hablando O de santiguarse con ella.
eon una
SINFOROSA.
NICOLASA. Eso es meutira.
^ Quien estaba charlando con el amo era I). IV
d r o . . . . Ese vecino de enfrente que tiene un-, NICOLASA.
portera bizca ¡Mentira ! ¡A.v, Da. Sinf¿rosita! ¿No sa-
be usted lo adelantada que está la cosa?
SINFOROSA.
Oiga, pues no sabía que había venido ese tal SINFOROSA.
D. Pedro
¿Qué cosa? ¿Qué cosa?

NICOLASA. NICOLASA.
Y que también tiene una sobrinita muy chu Y'o, la verdad si lo siento es por usted, que
Ifl. . , , acostumbrada por tantos años á mandar en ca-
sa
SINFOROSA.
S í . . . . Dicen que no es mal parecida.... SINFOROSA.
Pero, ¿qué cosa, qué cosa es esa que está tan
NICOLASA. adelantada ?
Que es, precisamente, la niña que tenía el amo
agarrada ahora de la m a n o . . . . NICOLASA.
Por lo menos Si no miente la portera de
D. P e d r o . . . . que es la que me lo ha contado
todo SINFOROSA.
¡Calumniadora!
SINFOROSA.
¿Acabarás, bachillera? NICOLASA.
D. Pedro gritó á su portera desde el zaguán
NICOLASA. de casa, que fueran á buscar el notario, y ya ve
Y la que me llamó ai pasar ahora por delante usted lo que esto indica.
de su puerta.
SINFOROSA.
SINFOROSA. Querrá hacer su testamento.
Oye. Nicolasa, si no quieres que te rompa la
cabeza con esta silla, dime pronto qué cosa es NICOLASA.
esa que está tan avanzada, que te ha contado No tal No tiene D. Pedro cara de querer
esa infernal portera de D. Pedro, y la que, se- hacer su testamento Todo lo contrario
gún parece, te has propuesto tfi que yo la vay* Le rebosa la alegría, y estoy por jurar que
tragando gota ft gota, comò si fuera bebida aati- cuando subía yo el primer tramo de la escalera,
flojl8tica. oí que llamaba á D. Simón sobrino.... Conque
así, ate usted cabos.
NICOLASA.
T o m a . . . . Pues si lo quiere usted saber de so- SINFOROSA.
petón sepa usted Eres una deslenguada.

SINFOROSA. NICOLASA.
¡Qué! ¡Yo!

SINFOROSA.
NICOLASA.
Que el amo se casa. Anda, quítate de mi presencia, y la primera vez
que te atrevas á insinuar siquiera que el amo
SINFOROSA. se puede volver á casar
¡Rribona!
NICOLASA.
¿Pero acaso se lo aconsejé yo?
NICOLASA.
Con la sobrinita de D. Pedro
SINFOROSA. SIMON.
A la cocina... Márchate ft la cocina... Char- (Después de un momento de silencio.) Y bien,
l a t a n a . . . Parlanchína hijos míos

NICOLAS A. CARMEN.
¡ Sefiora...! ¡Cosa más rara! ¿Y qué, tío, será posible que
sea usted á quien ella ame?
SINFOUOSA.
Quita créditos SIMON.
Hay hija mía Creerás que empiezo ya á
NICOLASA. temérmelo ¡Y hazme entonces el favor de
Me iré. me i r é . . . . No se enfade usted. (Apar- decirme si no soy bastante desgraciado!
te.) No le queda mal hueso uue roer. (Vase.)
PEPE.
SINFOUOSA. Yo sí que soy desgraciado, y mil veces más que
Y no olvides lo que te d i g o . . . . La primera vez usted porque no sólo me han plantado por
que vuelvas con semejantes despropósitos... (Se otro que eso sucede todos los días sino
va tras ella muy colérica.) que me han plantado por un tío abuelo.

SIMON.
ESCENA III. Mira tú las consecuencias que pueden tener
tus locuras, y tus atolondramientos.... Casar á
D. SIMON, D. PEPITO Y CARMEN. tu tío, setentón, con una chica de dieciocho
nüos Y como una plata
SIMON.
Por Dios, Carmen, acércame esa poltrona PEPE.
que ya no puedo dar un paso. ¿Y qué, tío. se casará usted al cabo con ella?
;.Tendrá usted valor para ?
CARMEN.
Aquí e s t á . . . . Siéntese, u s t e d . . . . Con cuida- SIMON.
do.... Pero maldito, ;.cómo quieres que yo lo evite?
Tú mismo has pedido la mano de Dolores para
PEPE. mí; el tío consiente Ella me a d o r a . . . . Va-
Recuéstese n»ted. mos, todo se ha reunido para arruinarme.
4C9

PEPE.
¿Qué importa eso? Usted debe volverse atrás,
retirar su palabra ¡Dios mío!, ¿por qué no
ESCENA IV.
la habré yo dejado que se casara con el Mar-
qués. DICHOS, Y SINFOROSA
SINFOROSA.
CARMEN.
¡Vaya! ¡Vaya! ¡Y cómo traigo la cabeza! Lo
Eso es, para que Dolores fuera todavía más
mismo que la farola de la retreta Creerá us
desgraciada....
ted, sefior, que la portera de D. Pedro ha tenido
el atrevimiento de contar á nuestra cocinera....
PEPE.
y que ésta ha tenido la sandez de repetirme
Tanto mejor Así me echaría, siquiera al-
que usted i b a . . . . á ¡Ay! Ni siquiera quiero
guna vez, de m e n o s . . . . Y no que casándose con
tomar en boca el condenado del verbo Pero
el t í o . . . . Como tiene ese carácter de almíbar, ca-
he dicho á Nicolasa una sarta de desvergüenzas.
da día le irá queriendo más. y acabará por ser
que y a . . . . ya bonita la he puesto para que
dichosa con él ¡Qué consuelo me quedará á
no venga otra vez á insultarme.
mí entonces! ¡Ah! No, tío de mi vida, por la Vir-
gen Santísima que falte usted á su promesa
SIMON.
Con dos líneas que escriba usted á D. Pedro
Pero ¿quién te mete á tí ?
SIMON.
SINFOROSA.
Sobrará, á la verdad, con ello, para deshonrar-
Sí, señor que yo no puedo consentir qué en
me y cubrirme de ridículo No, hijos míos.
casa se tengan semejantes conversaciones.... A
á vuestra edad queda siempre tiempo para repa-
veces una palabra imprudente nos sugiere una
rar cualquier falta que se cometa: pero á la mía
maldita idea y así, la he dicho, que si
es menester cuidar mucho de no cometer ninguna,
algún día sé yo que sueña siquiera con que us
porque está uno siempre con el pie en el estri-
ted se ha vuelto á casar, aquel mismo día se la
bo, y no es cosa de dejar este mundo con deudas
atrasadas. despide y se la planta en la mitad del arroyo
¿No es verdad que he hecho bien?

SIMON.
No, por cierto, que has hecho muy mal.
GÓrost.iza.—30
SINFOROSA.
¿Y por qué? nos únicamente en reparar el m a l . . . . Si se no«
ocurriera algún m e d i o . . . .
SIMON.
Porque la pobre no ha dicho más que la ver- SINFOROSA.
dad. Pues no se nos ha de ocurrir.... Ni digo vo
»» medio, aunque fueran ciento... Qué ;lje-
SINFOROSA. nios de dejar á su tío de usted que se exponga
¡San Nicudemus! ¿Conque es cierto que se vuel- A J a rechifla y á los sarcasmos de todo el mun-
ve usted á casar? do. t liemos de permitir que se lo lleven á
tasar en palanquín?
SIMON.
Mirad, hijos míos, aunque no os lo decía, este SIMON.
episodio es lo que más miedo me metía de toda Va sé yo que se van á reír á mi costa ociosos
la historia. J maliciosos; pero he empeñado mi palabra y
vale más que me tengan por un estravagante
SINFOROSA. que no p o r un pillo.
Despedirme, arrojarme de su casa después de
cuarenta años de buenos servicios... pues quo CARMEN.
rVr
á esto equivale el traerme ahora otra mujer que ° ' ¿ y s f Pudiéramos conseguir que Dolo-
mande en ella lo que yo mandaba ¿Y piensa res ó s„ tío fueran los primeros que se desdi-
usted que le dejaré cometer tamaña injusticia? gesen ?
No señor Primero nos han de oír los sor-
dos y antes soy yo y vuestros sobri- SIMON.
nos . . . . y . . . .
¡Oh! entonces tanto mejor para mí.
SIMON.
¡Sí, mis sobrinos! Ellos son precisamente la CARMEN.
causa de todo. - Podía usted, por ejemplo, fingir con ella que
tenía usted mal carácter.... Q„ e era usted vio-
lento, gruñón, c e l o s o . . . . Quizá se asustaría con
PEPE.
esto y
Sí, Sinforosa, nosotros tenemos la culpa
Así. no hablemos más de lo pasado: ocupémo- SIMON.
Bueno, si queréis me pondré hecho un Luci-
fer. (Con dulzura.)
TEPE. te ama á tt n a d a . . . . Pero ni uno ni lo otro quita
No podrá u s t e d . . . . Y le conocerían ií usted que no pueda amar, sin que nosotros lo sepamos,
antes de tres minutos, que todo era fingido á un tercero en discordia.
¿Cuándo ha sabido usted nunca engañar á na-
die? SINFOROSA.
(Con prontitud.) En efecto, pondría mis nía
SIN POROSA. nos en el fuego á que ama ya ese tercero en dis-
Ese es un Evangelio Y de ahí quizá pro- cordia.
viene todo lo que nos está sucediendo ¡Dar
á los setenta años de su edad una palabra de ca- PEPE.
samiento! ¡Qué locura! ¿Se debe acaso prome- ¿Cómo es eso? ¿Qué dicen ustedes? ¡Dolores
ter jamás lo que no se puede cumplir? amaría á otro ! Si tal supiese, tío, esté usted
seguro de que la cosa no se pasaría tan sosega-
SIMON. damente como se ha pasado cuando estaba usted
Te repito que no hablemos más de eso No de por medio.
ves, mujer, que con tus exclamaciones y lamen-
taciones nos impides el deliberar? A uií me ha SIMON.
venido en este mismo instante una idea muy lu- Déjame, por Dios,- que concluya mi racioci-
minosa. nio No digo yo precisamente que la mucha-
cha ame ya á ese otro, sino que quizá si le pro-
PEPE. porcionásemos el conocimiento de algún jovenci-
¿Para deshacer su boda de usted? to, bonituelo y vivaracho que le cayera en gra-
cia, y á quien le pudiera yo ceder después todos
SIMON. mis derechos ¿Sabes, Carmen, como quién
Sí, hijo mío. decía yo? Un muchachito así Por el estilo
de tu D. Miguelito.
PEPE.
Dígala usted, dígala usted. CARMEN.
Eso es No me faltaba más; írsele á usted
SIMON. á ocurrir ahora D. Miguelito!
Ello es cierto, por más que diga lo contrario
Doloritas. que ella no me puede amar mucho SIMON.
Desgraciadamente, Pepe, también lo es que no Tampoco me entiendes.... Quería yo indicar
únicamente
PEPE.
No señor, no señor. Esa ¡dea no me conviene... SINFOROSA.
Y si usted me apura, es peor el remedio que la Está visto ¡No quieren dejar respirar á su
e n f e r m e d a d . . . . Para procurar :1 Dolores un jo- víctima!
ven que la adore, y por quien se le vaya á ella
la chaveta, vale cien mil veces más que se case SIMON.
con usted. ¿Qu6 casaca me pondré, Sinforosa? ¿Te parece
á tí que me ponga la negra?
CARMEN.
Por mi parte lo prefiero con tercio y quinto. SINFOROSA.
No señor no es color el negro que alegra
PEPE. la vista Y luego será bueno reservar esa ca-
Y tamliiC-n yo, suceda después lo que suce- saca por si acaso se lleva Dios á la señora un
d a . . . . Siempre me quedará el consuelo de que poquito antes que á usted.
todos seremos desgraciados.
SIMON.
SINFOROSA. ¿Pues cuál me aconsejas tú?
Pero niños Pero señor
SINFOROSA.
SIMON. Ay Don Ya que es preciso, póngase usted
Ya lo ves, Sinforosa.... Los dos se han pro- la de color de ala de mosca con sus correspon-
nunciado contra nosotros. dientes guantes blancos y el fatal ramillete en
el segundo ojal.
PEPE.
Por supuesto. Que venga ahora la pérfida CARMEN.
cuando quiera... Me es igual; completamente ¿Qu6 estás diciendo? No hay necesidad de lle-
igual. var ramillete para firmar el contrato.
SIMON.
iAy Dios, que se me había olvidado! ¡Y el SINFOROSA.
tío que me amenazó con que iba á volver al ins- Sí, señora, que la h a y . . . . ¡Si lo sabré yo que
tante con el notario, la novia y toda la comparsa' he sido casada las siete veces que lo permite nues-
Pues yo no los puedo recibir en este pelaje tra santa madre la Iglesia! Y" también le pido
á usted que no se encasquete ese horrible som-
que lo sea mi ama de gobierno, que siempre lo
cesión del Corpus, y que le lince á usted represen mana, lo niAs terrible del caso es, que Dolores
dice que me detesta; que yo digo también queda
tnr diez años inris de los que tiene.
detesto, y que, sin embargo, estoy seguro que los
PEPE. dos nos amamos como dos pichones torcaces....
Pero ella no lo confesará nunca, por supuesto, y
(Bajo á Siuforosa.) Al contrario, déjalo que se
es capaz de casarse con el tío, tan sólo por hacer-
lo encasquete ¡Qué te importa A ti!
me rabiar.
SIMON.
Vamos, S i u f o r o s a . . . . y Dios nos saque con CARMEN.
bien de este horrible lance ¡Ah! Quién me Espera ¡Hubiera quizá todavía un reme-
había de decir esta mañana cuando abrí los ojos, dio!
lo que he visto ya Y lo que me queda toda-
vía que ver con ellos. PEPE.
Ay Cármen de mi vida ¡Cuánto te quie-
ro ! Dime presto ese medio Dímelo
Ya sabes que siempre que has estado reñida con
ESCENA V.
I). Miguelito
CARMEN Y D. PEPITO.
CARMEN.
PEPE. Sí, sí. siempre que he estado reñida con I).
¿Conque se va á vestir de novio? ¿Conque tan Miguelito, lo que has hecho tú ha sido darle la
luego como llegue ella con el notario se procede- razón, porque los hombres se sostienen siempre
rá .1 leer y A firmar el contrato Lo que quiere mutuamente Pero no importa.... Y me pa-
decir, que dentro de algunos minutos ya no ha- rece que mi medio se ha de lograr Lo que
brá esperanza para mí ¡Qué desventurado únicamente tenemos ahora que hacer, es concer-
soy! tarnos con el tío, para que por su parte repre-
sente bien el papel que le toca.
CARMEN.
¿Pues no decías ahora mismo que n j se te PEPE.
daba nada? No, por cierto, yo 110 soy de opinión de que ha-
gamos entrar al tío en el complot Es me-
PEPE. nester que empecemos por engañarle; de lo con-
Oh, si eso se dice siempre; mas mira, her- trario, nos echará abajo con sus cosas todos
nuestros planes.
CARMEN. SINFOROSA.
Como quieras Esto trastorna un poco lo (Suspirando.) No señor Todavía no ha lie
que tenía pensado; pero cambiaremos las bate- gado su mujer de usted.
rías, y al cabo resultará lo mismo Vente tú
ahora conmigo, que ya me parece que oigo rui- SIMON.
do en la escalera, y puede que sea la uovia con ¡Mi mujer! Qué dolor de estómago me da
su comitiva. cuando pronuncio esta p a l a b r a . . . . No sé dón-
de he puesto los guantes.
PEPE.
No lo creas que yo me vaya contigo -Quie-
ro presenciar la entrevista. SINFOROSA.
(Llorando.) Aquí los tiene usted.
CARMEN.
Eso sí que no puede ser Para salir adelan- SIMON.
te con mi proyecto, se requiere que tú no estés Vamos, mujer, no llores Cuando un mal ne
aquí. tiene remedio, es menester resignarse. ¡Pobr«
Sinforosa! (Se enjuga las lágrimas y la abraza.)
PEPE.
(Titubeando.) Sabes lo que digo, Carmen SINFOROSA.
Que me temo que tu proyecto no valga nada. (Sollozando.) Ojalá que sea usted muy dichoso,
pero por más que hago no puedo figurarme de-
CARMEN. que esto pueda acabar en bien.
Y yo te respondo del éxito, con tal que me si-
cas y que me obedezcas. (Se van por el foro.) SIMON.
¿Y por qué no? ¡Ella es de un carácter tan
dulce!
ESCENA VI
SINFOROSA.
D. SIMON MUY COMPUESTO. Y ¡Pero es tan joven! Ya verá usted, amo mío,
CON EL RAMILLETE, Y SINFO- cómo le sucede á usted algo.
ROSA.
SIMON.
SIMON. Lo que es por ese lado, maldito el cuidado que
¿Crees tú que había oído ruido y temí que no tengo.
fuera ya mi mujer?
SINFOROSA. PEDRO.
Pues ¡i mí cabalmente es el lado que me asus- ¿Qué, amigo mío, no quiere usted asistir á la
ta B s usted tan confiado. redacción del contrato?

SIMON.
SIMON.
Gállate, que ya están aquí.
Desearía, entre tanto, tener con mi futura dos
minutos de conversación.

PEDRO.
Nada tiene de particular.... y aun es muy
ESCENA VII. natural ese deseo (Al notario.) Entraremos
en ese gabinete, y allí despacharemos en un san-
DOLORES DE NOVIA, D. PEDRO. tiamén. (A D. Simón.) Le dejo A usted, pues.
UN NOTARIO, Y DICHOS. A solas con la n o v i a . . . . Ya ve usted si tengo
confianza en usted.
PEDRO.
No dirá usted, sobrino mío, que le lie hecho SIMON.
esperar Y le traigo á usted ya el notario...
Haré por justificarle.
De este modo, y antes que empiecen A llegar los
parientes y testigos, podremos, si á usted le pa- PEDRO.
rece, ponernos de acuerdo sobre los principales
¿Tiene usted, ahí A la mano, sus documentos,
artículos.
su fe de bautismo?

SIMON. SIMON.
EncArguese usted de ese cuidado Pasaré Todo lo hallará usted en regla en un cajonei-
por cuanto usted haga. (Bajo ü Sinforosa.) ¡Re- to de ébano que está sobre la mesa, y que tiene
para, Sinforosa, qué aire tan decente y tan mo- un rótulo que dice:—Papeles de familia.
desto ! ¿Sabes que mi mujer es muy boni-
ta? SINFOROSA.
¡La fe de bautismo!
SINFOROSA.
¡Qué salida ésta de pie de banco ! ¡Ocu-
rrírsele ahora semejantes tontunas! Sí, es necesaria.
482 483

SINFOROSA. DOLORES.
¿Para qué? Ya sabemos todos que es usted ¿Quién? ¿Yo? ¡Cambiar yo de idea! Titu-
mayor de edad. bear No, no señor; conozco demasiado sus
buenas cualidades de usted para
(D. Simón la hace señas que se vaya: Sinforosa
lo hace murmurando entre dientes, y después de SIMON.
haberle exhortado, también por señas, ft que no No digo que no tenga yo alguna de esas bue-
se case, D. Simón la dice que puede estar tran- nas cualidades que usted cree, Doloritas, pero lo
quila y fiarse en él.) malo es que las tengo hace ya mucho tiempo...
y en este picaro mundo se encuentran ft cada pa
so una multitud de cosas excelentes que no va-
len nada, sin embargo, tan sólo por su fecha
ESCENA VIII. Así, respóndame usted con franqueza sin re-
celo ninguno; como si se lo dijera usted ft un lo-
D. SIMON Y DOLORES. ro ¿Es verdad que usted no me ama y
SIMON. que ?
He procurado, señorita, que nos quedemos aquí
solos, porque quería preguntar ft usted, si des- DOLORES.
pués que se ha dignado concederme su mano, ha Cómo puede usted figurarse que yo no he de
reflexionado usted bien sobre este paso? agradecer esa dulzura, esa bondad con que us-
ted me trata yo que • he sido tratada siem-
DOLORES. pre por mi familia con una severidad, con un des-
Sí, señor. (Suceda lo que suceda, no seré yo pego
la que me desdiga.)
SIMON.
SIMON. Ya; pero agradecer no es a m a r . . . . Acuérdese
(¡Qué obstinada es! y me temo que por más usted de que hay una comedia con este título
que haga ) Me parece, sin embargo, qne tie- Y luego mis años.
ne usted los ojos encarnados. ¿Qué ha llorado
usted? Escuche usted, querida mía, si por ven- DOLORES.
tura ha cambiado usted de idea, dígamelo us- ¡Sus años de usted! Ni siquiera me he acor-
ted No sienta usted la pesadumbre qne me dado yo de ellos Me ha sido mucho míis gra-
pueda dar. to emplearme en contar sus virtudes de u s t e d . . .
Además, no conozco otro medio de manifestarle SIMON.
mi gratitud, que el de embellecer sus últimos días
Y si algún día echase usted de menos
con mis conatos, con mi deferencia, con mi ter-
nura . . . . DOLORES.
Nada, nada me queda ya que echar de me
SIMON. nos
(Aparte.) ¡Excelente muchacha! Y no hay duda
SIMON.
que considerado así el matrimonio, nada tiene
¡Ali! Entonces empiezo á esperar
que espante ¡Y yo que me quejo siempre de
que me dejan solo (i todas horas! DOLORES.
(Y yo á temblar.)
DOLORES.
Seré su hija adoptiva de usted No me sepa- SIMON.
raré nunca de su lado.
Que á pesar de mi edad Vamos. Doloritas,
me confío en usted Entremos en el gabinete
SIMON.
y firmemos.
¡Nunca ! Pues señor, ¡i medida que con-
templo este enlace más de cerca, me parece ineno- DOLORES.
ridículo A mi edad es cuando más falta le
¡Tan pronto!
lince á uno el tener una amiga, un gula, un apo-
yo Y partiendo de este juicio, no cabe duda SIMON.
que me ha de ser mucho más agradable el que
Sí, sí; deme usted la mano ¿Pero por qué
usted sea la que me acompañe y cuide, que no el
tiembla usted?
que sea mi ama de gobierno que siempre lo
hace respingando y gruñendo De allí que, si DOLORES.
yo no recelara de alguna inclinación secreta
¡Yo!

DOLORES. SIMON.
Oh, no señor Ya no tengo ninguna, ni vol-
veré á tener en mi vida y una de las ra- ¿Tendría usted qne decirme todavía algo?
zones principales que me deciden á casarme con
usted, es (A media voz.) Es porque yo 110 DOLORES.
quiero amar á nadie. No, señor (¡Ah! Ya sería demasiado tar-
de.) Vamos cuando usted guste.
Gorostrtza.—31
CARMEN.
En un regimiento de dragones. ..,'. Dentro de
ESCENA IX.
una hora saldrá de Madrid, con otros reclutas,
para Zaragoza....
DICHOS Y CARMEN
CARMEN. SIMON.
¡Qué desatino! ¡Qué locura! ¡Cielos, y esta po-
\•«>•«-' Ii« salido de puntillas por la izquierda,
bre muchacha! (Reparando en Dolores, que se ha
y hace ahoia como que entra corriendo por el fo-
dejado caer sin sentido en una. silla.)
ro.) ¡Tío, tío! ¡Ay tío de mi vida, y qué desgra-
cia tan grande!
CARMEN.
SIMON. Y bien, ¿qué le ha sucedido á la novia?

¿QuC> es eso? ¿Qué es lo que ha sucedido? SIMON.


No me faltaba más quti eso. ¡Sitiforosa! ¡Sin-
CARMEN. forosa! ¡Trae 1111 frasco de agua de Colonia! Vi-
Que Pepe Que mi hermano se nos va. (Fin- nagre de los cuatro ladrones... Alcali volátil
giendo que llora.) ¡Nadie responde! Todo el mundo está s o r d o . . . .
SIMON. Será preciso que yo misino vaya y (Vase.)
s
¡Cómo!
CARMEN.
Yo conozco mejor específico —¿Pepe?
DOLORES.
¡Cómo! . • Pepe?

CARMEN.
Como ustedes lo oyen Viendo que usted
iba A casarse al cabo con la que él adoraba BSCENA X
con la que él no ha dejado un momento de ado-
rar, no ha podido soportar la idea de que su tío D. PEPE, CARMEN, DOLORES.
había sido su rival, y acaba de sentar plaza.
PEPE.
SIMON. ¡Qué veo! ¡Dolores mía! (Corriendo y arroján
¡Sentado plaza! dose á sus pies.)
DOLORES. La coje la mano y se la besa con transporte: en
¡Pepe! ¡Ah! ¡Ya no te volveré á ver más! (Con
este momento salen del gabinete D. Pedro y el
voz débil.) notario, y por el foro Siuforosa con un írasquito
en la mano.)
PEPE.
Sí. vida mía, aquí me tienes ¡Mírame!
PEPE.

DOLORES. ¡Ah! ¡Qué feliz soy!

¡Será posible! ¿Eres tú. Pepe? PEDRO. .


¿Qué significa esto?
PEPE.
Sí, yo soy, y no me alzaré de tus pies hasta SINFOROSA.
que hayas pronunciado mi perdón. Mi hermana
¡Válgame Santa Polonia! ¡Un joven á los pies
lia imaginado esta estratagema para intentar sal-
varme; pero si no me vuelves tu cariño, ¡oh! en- de la novia!
tonces he tomado mi partido, y te juro que sa- DOLORES.
bré hacerme matar. ¡Tío! (Dolores se levanta de la silla y corre
hacia donde está su tío, y Sinforosa se deja caer
DOLORES.
en la silla en que estaba Dolores.)
¡Pepe! ¡Carmen!
SINFOROSA.
CARMEN. ¡Qué escándalo! Si le decía yo bien á mi amo,
Vaya, perdónale, mira que te ama ft tí sola que le sucedería algo. ¡Ay de mí!
y lo mismo que antes.

DOLORES.
ESCENA UI.TIMA.
¿No me engañas?

PEPE. DICHOS, Y D. SIMON CON OTRO


¿Y tú, no me has olvidado, no es verdad?
FRASCO.
SIMON.
DOLORES.
Aquí estoy, aquí estoy. Y bien, ¿ha vuelto
No, no lo he podido por más que lo he deseado.
ya ?—Huela usted, hija mía. huela u s t e d . . .
491
490
dro, ya sabe usted nuestras convenciones.... l í e
—¡Cómo! Eres tií, Sinforosa.... Habrá puer-
prometido firmar el contrato y lo firmaré; pero
ca ¿A tu edad te desmayas todavía?
110 será como novio, sino como tío y p a d r e . . . .
(¡Caramba! De la que e s c a p o . . . . ¡Si me volvie-
SINFOROSA.
ran á atrapar !)
No, que uo me desmayaré habiendo visto lo
que he v i s t o — Sepa usted que ahora mismo...
Aquí, en este mismo s i t i o . . . . DOLORES Y P E P E .
¡Tío querido! ¡Tío!
PEPE.
SIMON.
¡Quieres callar!
- Ese es el título que me corresponde, y el úni-
co que conviene al que tiene setenta
SINFOROSA.
¡Cóu.o! ¡Que me calle! Que me calle, cuando
CARMEN.
está el honor de mi amo de por medio Ima-
Tío. ¿y D. Miguelito?
gínese usted, señor, que estos chicos se aman to-
davía Que lo he oído con estos oídos.. .
SIMON.
Si, señorita, lo he oído No será á mí á la
Deja que le apunte la barba, y hablaremos. (A
que se intente engañar.
bien que con ese no me han de querer casar.'
SIMON.
SINFOROSA.
¡Con que se aman todavía! Y yo Yo be
(Enjugándose una lágrima.) Bendito sea 1 »ios
podido hacerme un instante ilusión Para qué
que no queda en casa ningfin sobrino soltero.
sirve, pues, vivir setenta años?
SIMON.
SINFOROSA.
Y aunque los hubiera, Sinforosa, nada tenías
Ya sabía yo que se había de enfurecer usted
que temer A mi edad no se llevan calabazas
al considerar....
dos veces Por poco que uno mismo no sea
SIMON. una calabaza Vamos, hijos míos, á firmar el
¡Enfurecerme yo, y estoy fuera de mí de go- contrato Dolores, dé usted el brazo á su tío.
zo! Venid, venid, hijos míos, y abrazadme (A Pepe que quiere tomar el otro.) No, no. dé-
Ahora. Dolores, no podrá usted desdecirse, poi- jame este libre, para que os pueda echar mi ben-
que tenemos testigos que deponen Sr. I». Pe- dición.
PERSONAS
Ursula de Mira val, rica heredera, prima de.—
Celina de Mirara!, ñifla de once aflos.—El Oon-
de do Luzy, oficial de Mosqueteros de la guar-
dia.—Octavio de Blaisville, de trece a f l o s - A n -
selmo, Mayordomo de la casa—Pascual, cria-
do del campo.—Labradores de ambos sexos. ACTO UNICO-

La escena se representa á 20 leguas de París, ESCENA I


en 1730, en una antigua casa de campo al estilo
gótico. URSULA, SENTADA ESCRIBIENDO.
ANSELMO.
Sala al gusto anticuo, en la cual habrá varios
adornos, como jarrones, etc. En el fondo dos ANSELMO.
grandes sillones ó poltronas, mesas, sillas, etc. A A decir verdad, difícilmente se encuentra una
la izquierda una ventana. señorita tan estudiosa y aplicada como la nues-
tra! Apenas se ha apercibido de que he entra-
do yo en esta sala.

URSULA.
(Ocultando de prisa la carta.) ¡Quién está ahí!
¡Ah!, ¿es usted, señor Anselmo?

ANSELMO.
Yo soy, señori ¡ a como mayordomo de la
casa, me hallo en todas partes y á decir ver-
497

ANSELMO.
dad, tengo ya tal costumbre de olfatear, q u e . . . .
Es verdad; porque es protectora nata de to-
que he adivinado al ponto que usted quiere que
dos los novios de la comarca Si los detes-
yo sea el portador de esa carta. (Indicándola.)
tara tanto como yo

URSULA.
URSULA.
¡No hay para q u ó . . . ! Es una lista de libros...
Ya entiendo: ¡habrá usted sido casado!
ANSELMO.
ANSELMO.
Libros de devoción, por supuesto: ¡eso 110 me
Y lo soy todavía; con mujer, hijos, nietos y . . .
admira! Dueña de sus acciones, rica, riquísima,
y entrar en un convento de Canoncsas.... va-
URSULA.
ya, será usted el ejemplo de tenias las jóvenes de
esta provincia, por sus virtudes y edificación. ¡Jesús!

ANSELMO.
URSULA.
Dichosamente que la niña Celina, su prima de
Pues si me imitaran mis compañeras, no Ba-
usted, á consecuencia del estado que usted va á
ñarían mucho los del otro sexo, porque se casa-
tomar, reunirá sobre su cabeza las dos heren-
rían p o c a s . . . . (Sonriendo.)
cias; y siendo huérfana y de diez años de edad,
preciso será que el manejo de sus ricas posesio-
ANSELMO.
nes se ponga al cuidado de un mayordomo, y
Tanto mejor. A decir verdad, yo no concibo
que
esta manía que tienen ahora las jóvenes de bue-
nas familias, de casarse antes de que les salga
URSULA.
la muela del j u i c i o . . . . Todas se precipitan por
alistarse en las banderas del himeneo, sin consi- Creo que ella preferirá se los administre me-
derar que es una locura perder tan pronto su li- jor un buen marido
bertad, y lo que es mfis, la administración de sus
bienes. No ha pensado así ciertamente la se- ANSELMO.
ñora de Mira val, su tía de usted. Pueden hacerse ambas cosas: y no será extra-
ño, porque la tal niña es de la piel del diablo...
URSULA. y porque á decir verdad
Permítame usted, Anselmo: ft mi tía no se la
URSULA.
puede considerar como enemiga del matrimonio.
Observo, Anselmo, qne tiene usted un afecto
particular A la palabrita que usa siempre esa A mi tía, sino A toda la corte, A mis parientes...
Je á decir verdad
¡Me estremezco sólo al pensar en el escúndalo
que esto va á producir! Cómo decirles ahora que
ANSELMO. la falsa noticia de que Luzy había perecido en
Es costumbre que he tomado cuando arreglo campaña, me había « l i o tomar la resolución de
mis cuentas; y porque en boca de un mayordomo, encerrarme en un claustro, y que ello, es
semejante frase nunca daña Admira al prin- preciso declarar este secreto, de otro modo no es
cipio, mas después se acostumbra uno á .»irla, posible vivir con tranquilidad. Cuando suele ve-
y (Tocan la campanilla.) nir mi marido A visitar 4_mi tía, me parece que
Pero la señora toca la campanilla; si será al- todos nos miran: que leen en nuestros semblan-
guna diablurilla de la niña Celina? Desde que el tes lo que queremos ocultar ¡Ah! ¡si sorpren-
BarOn de Blaisville se empeñé en enviarnos á diesen mi correspondencia epistolar con un ofi-
su hijo Octavio, los dos muchachos nos traen lo cial de la guardia real ! qué zambra se ar-
eos: son tan enredadores y tan traviesos ! maría.
No sé tampoco con qué objeto se adorna hoy tan-
to la capilla, ni para qué han traído de París
esa canastilla que llegó anoche con tantos tra-
jes y embelecos como si se preparara alguna bo-
ESCENA III.
da. (Suena otra vez la campanilla.) ¡Allá voy!
¡Ni siquiera un instante puede uno hablar con URSULA, CELINA.
sosiego!
URSULA.
Válgame Dios, Celina, ¡adonde vas tan grave y
meditabunda', con ese pañuelo en la mano! ¡Pa-
ESCENA II reces una heroíua de novela! (Está jugando A
las muñecas.)
URSULA.
¡Gracias á Dios que se fué! Coloquemos, mi CELINA.
carta en ese jarrón, como siempre Puede ha- No sé qué tengo, prima mía: pero lo cierto es
ber mayor desgracia que estar casada hace ocho que estoy muy triste.
días, y no poder una escribir á su marido? ¡Ya
se ve! como se han divulgado tanto las voces de URSULA.
mi vocación religiosa: como yo misma se lo anun- Es menester que te distraigas, que te divier-
cié A mi tía con toda formalidad y no sólo tas
CELINA. Como si á tu edad pudieras ignorar que las mu-
No puedo; mis juguetes me fastidian. jeres tenemos fi veces nuestras penas y que

URSULA. URSULA.
¡Es cosa terrible! ¿Por qué no te vas ft jugar (Habrá arrapieso.) Te repito que no entiendo
con Octavio? lo que me dices.

CELINA. CELINA.
¿Con Octavio? Si vieras de qué humor se ha ¡Qué inocente eres! Como si yo no hubiera ob-
levantado.... Mira, prima, no sé qué tenemos servado que has estado otras veces tan mala co-
las dos: estamos insoportables. Cuando vamos & mo lo estoy yo a h o r a . . . . ! Crees que soy alguna
la pradera y Octavio se pone á bailar con las al- b o b a . . . . Crees que no te he visto más de cua •
deanas, sin hacerme caso, me da una r a b i a . . . . tro noches en el jardín, sola, cabizbaja, haciendo
Al instante se me quita la gana de merendar.... pucheros y parándote de cuando en cuando pa-
Otras veces me pongo á llorar como una Mag- ra arrojar un suspiróte así ¡Ay! (Hace
dalena si su ayo le riñe porque 110 ha sabido la ademanes de suspirar.) Y cuando entrabas en 1«
sala, ¿por qué tenías siempre los ojos fijos en
lección Vamos, si no sé lo que me pasa
la puerta,. y el menor ruido por qué te hacía pal-
Fugúrate tú que ayer me dió la tía un caramelo,
p i t a r . . . . ? En fin Ursulita, seamos francas; las
y me pareció de acíbar porque él no quiso to-
mujeres que no entienden de semejantes cosas,
mar la mitad que le daba. Oyes. Ursula, ¿si
no se ponen como un gitomate cuando se anun-
rae habrán hecho mal de ojo?
cia la vista de algún caballerato con charreteras
de plata y uniforme encarnado ¿Digo algo?
URSULA.
¿Estás loca?
URSULA.
CELINA. Te quieres callar, muchacha.... si te oye-
ran
Pues ello algo es.

URSULA. CELINA.
Sin contar que todo te fastidiaba, y con que
Qué sé yó niñadas tuyas.
muchas veces cuando nos poníamos á c o m e r . . . .
CELINA. y había cosas muy buenas, por cierto, tú de i.a-
da comías, y . . . . de suerte que todos pcnsába-
¿Conque no lo sabes ? ¡Habrá embustera!
Gorostiz».—32
503
luos que estabas enferma, y que te ibas á que- • • " j i i''
dar como un alambre si no te morías 'le los sacrificios que tiene una que h a c e r . . . . i >
Por fortuna, que de r e p e n t e . . . . hace tres acuerdas, dime, de aquella crema de chocolate
c u a t r o . . . . siete días, siete c a b a l e s . . . . cambiaste que había ayer en la m e s a . . . . ? p „ e s no la qui-
enteramente. Primero has tomado un airecito se c o m e r . . . . aunque se me iban los ojos tras
entre admirado y confuso; después, aunque es- e l l a . . . . y sólo porque tú no la q u i s i s t e . . . . Lo
tés sola y no haya en casa uniformes encama- peor del cuento es que después de todo, nada
dos, te pones encendida.... de mil colores, adelanto, y q u e . . . .
mino si te. acordases de algo que te avergon-
zara Como lo estás ahora cabalmente Y URSULA.
si no, mírate, mírate al espejo. (Se ha visto jamás una mocosa por est® esti-
lo!. Repito, niña, que es muy mal hecho eso de
andar remedando á u n a . . . . qne es mala crian-
URSULA.
z a . . . y'que si lo sigues haciendo y no olvidas
Sabes, primita, que no me gusta que me an-
rodas esas necedades, se lo diré á tu tía para
des espiando y que nada te importa que yo esté
que te riña y castigue severamente.
alegre 6 que esté triste?

CELINA. CELINA.
Por más que digas, ahora estás nuiy sosegada ¿Se lo dirás á mi tía? ¿Se Jo dirás á mi tía?
y muy contenta: ojalíi estuviera yo a s í . . . . pero Pues mira, anda dícelo; que si tú eres soplona.
quién sabe si con el t i e m p o . . . . si haciende, lo que también lo seré yo, y si tú le cuentas algo, tam-
bién le contaré yo lo que vi ayer noche cuftndo
t i i . . . . porque has de saber (Con malicia)
r.os paseábamos todos en derredor del estanque.
que yn que no haya podido adivinar tu secreto,
he tomado por lo menos el partido de imitarte en
todo de ese modo obtendré, quizás sin sa- URSULA.
¿Pues qué viste?
berlo, lo que tú has conseguido con tus m a ñ a s . . .
así es que, todo el día me estoy paseo arriba y
paseo abajo en el j a r d í n . . . . por señas que me CELINA.
Vi, y lo ví muy bien, que el señor Luzy. así, al
dan unos calambres que ya. ya y me pongo
descuido y como quien no quiere la c o s a . . . .
mustia y levanto los ojos al cielo, y me doy pal-
te dió una carta.
madas en la frente, y hay hija, sabes que
para curarse uua de estos males incóguitos, se
URSULA.
necesita tener mucha paciencia. Y no digo nada
¿A mí?
:• ' }á-> Jí:
50;'.
CELINA.
SI señor». A tí cuando tropezaste en aque- URSULA.
lla cftsenra dé naranja, y el Je cogió la mano para fin. haré lo que tú q u i e r a s . . . . con tal
que no te cayeras ó para darte el papelito. que....
quién sabe.
CELINA.
URSULA Enhorabuena.... callaré como una muerta
; Cállate, por Dios! pero me has de decir tu receta.

CELINA. URSULA.
Hola ¿esas tenemos? ¿Conque quiére us- ¿Cuál?
ted qué me r i ñ a n . . . . ? ¡Pues repito que sé lo
diré á mi tía y á todos los que quieran oírme! CELINA.
Esa que te ha puesto como una pascua
URSU1.A.
Me pierdes. Celina, (Suplicando) no hagas tal, URSULA.
por Dios. Te la diré.

CELINA. CELINA.
¿Tanto te importa? ¿Cuándo?

URSULA. URSULA.
Mucho, muchísimo y si te callas, te ofres- Mañana.
co una muñeca.
CELINA.
CELINA. ¿Mañana?
¡Eso es llamarme chiquilla....! Se lo diré á
mi tía. URSULA.
Sí, mañana. (A bien que yo haré de modo que
URSULA. la envíen esta noche á su pensión!)
No, no te compraré dos libras de caramelos.
CELINA.
CELINA Corriente Esperaré ft mañana. Y dime.
Anda chúpatelos t ú . . . ' . Se lo diré & m i . . , . tengo que prepararme para tomar la medicina?
URSULA.
¿Qué medicina....? ¡Ahí sí. la de mi re-
ceta No, nada tienes que hacer sino tomar ESCENA V.
al acostarte un buen par de vasos de agua bien
fría. Adiós. CELINA Y OCTAVIO
CELINA.

ESCENA IV. Octavio.


OCTAVIO.
CELINA, SOLA.
Celina.
Adiós ¡Agua fría! Pues entonces será alguna CELINA.
purga Puf, y ¡qué amarga será ! Pero la ¿Dónde estabas?
v e r d a d . . . . No me parece muy creíble que una
persona triste se ponga contenta con purgas y va- OCTAVIO.
sos de a g u a . . . . Yo creo que mi prima me en- En el corr.il.
gaña Aquí hay gato encerrado... ella anda
mucho por esta sala y . . . . y hoy la he visto CELINA.
acercarse dos ó tres veces á este jarrón íSe ¿Meditando?
pone pensativa, levanta la tapadera del jarrón
.v encuentra un billete doblado: se pone muy ale- OCTAVIO.
gre.) ¡Una carta!, y cerrada en forma de cora- No, jugando al trompo.
zón. ¡Ay! y cómo me late el m í o . . . . ¿De quién
será ? Sin duda del señor Luzy y para CELINA.
mi p r i m a . . . . ! ¡Toma, esto es lo que le llaman ¡Oh, al trompo! ¡Qué vulgaridad! ¿Y' no ha-
un billete amoroso una..... una una de- blabas con nadie?
claración ! Eso es. una declaración & 10
menos así la llaman en las comedias. Estoy por OCTAVIO.
abrir la carta Pero alguien viene oeul- Con nadie Sólo con Juanita, la hija del jar-
témosla. (Oculta su papelito.) dinero.

CELINA.
Precisamente con la que yo no qniero que ha-
bles.
OCTAVIO. • CELINA.
Si yo no la decfa nada..'.. Ella, ella era la que ¡Toma!, lo que es eso s í . . . . estaba yo fresca
tenfa traza» de estarse burlando de mí. si con diez artos cumplidos de edád no supiera to-
',t f T yi v f ' i davía
CELINA.
¿Por qué? OCTAVIO.
Es QUC yo tengo trwo 1 y sin embargo.
A} i .. ' V •
OCTAVIO.
Porque me estaba ponderando que le gustaba CELINA.
yo mucho. Porque eres hombre, y porque los hombres eu
general, son muy tontos en semejantes mate-
CELINA. rias Así se lo decía por lo menos mi tía il
¡Ah! ¡qué bribona! su compadre el canónigo la otra noche.
.Wiiii^ffOiyAOwfr • 'xt 't r; 'v
OCTAVIO. OCTAVIO.
Y que tenfa muy buenos ojos Pues bueno, ¿qué es un amante?

CELINA. CELINA.
Lo que es eso, no digo que no. Mira, hombre, un amante es un enamorado....
¡a> t»! WButóerí
OCTAVIO. OCTAVIO.
Por fin. me aseguró que mi cara era ni más ¡Ah!
ni menos, la que correspondía ft un amante favo-
recido.... Verdad es, que esto último me lo di- CELINA.
jo riéndose. Es un joven que lleva guantes amarillos, que
mira de reojo que estfi siempre sonriéndosé,
CELINA. cuando tiene los dientes blancos, y que hace
mucho ruido cuando sé sienta en la luneta del
¿Amante favorecido? ¿Y qué cosa es esa?
t e a t r o . . . . La Baronesa tiene uno con todos es-
tos requisitos su cufiada tiene otro la
OCTAVIO.
¡Qué se yo ! ¿Qué no sabes tú lo que es marquesa no, esa tiene d o s . . . . según dice
amante? mi prima Ursula.
511
510
CELINA.
OCTAVIO.
Pues bien, toma. (Dándole misteriosamente un
Entonces, ¿qué es* lo que no entiendes de lo billete.)
que me dijo Juanita?

CELINA. :
• OCTAVIO.
Aquello de favorecido. ¿Qué quieres que haga yo con este papelucho?
(Levantando el billete en el aire.)
OCTAVIO.
CELINA.
¿Quieres que busque otra vea A Juanita y se
¡Qué simple eres! ¡No ves que es un billete
lo pregunte?
amoroso! ¡No lo enseñes, y procura ocultarlo,
para que no lo vea nadie!
CELINA.
No. no. muchas gracias; más vale que nosotros
dos lo adivinemos solitos. Reflexionemos. OCTAVIO.
(Haciendo como si lo ocultase.) ¿Así? ¿Y
luego?
OCTAVIO.
Reflexionemos.
CELINA. •
Leelo muy de prisa, sin olvidar que soy yo
CELINA.
quien te lo escribe.
Si hiciéramos lo que mi prima y el oficial ha-
rían anoche en el jardín Oyes, dame el bra-
zo, y paseémonos. OCTAVIO.
"¡Dueño mío, por quien suspiro! ¡Tú haces
OCTAVIO. "las delicias de mi vida! ¡Cuando estoy lejos de
"tí parece que todo me falta, pues eres mi úni-
Con mucho gusto. (Se pasean agarrados del
co bien!"
brazo.)

CELINA. CELINA. .
¿Nos mira alguien? ¡Si no le das sentido ! No parece sino que
estás leyendo las pascuas del sereno.
OCTAVIO.
¿Quién nos ha de mirar si estamos solos? OCTAVIO.
Leeré otra vez. (Con énfasis.) "¡Dueño mío!"
513
512

CELINA. ESCENA VI.


"Por quien suspiro." ¡Ah!
DICHOS, Y URSULA.
OCTAVIO.
"Tú haces las delicias de mi vida! ¡Cuando es- URSULA.
"to.v lejos de tí. parece que todo me falta....!" ¡Qué hacéis aquí vosotros! No estAis oyendo
que os están llamando.
Í.J ' iííJt'T
CELINA.
"Pues eres mi único bieu." ¡Bien, ax( va OCTAVIO.
bien ! Y diiue, ¿qué efecto te lineen estas pa- ¿Nos van fi reñir, Ursula?
labras?
URSULA.
OCTAVIO. No sé. Acaba de llegar un correó de París,
¡A mí ninguno! y al instante nuestra tía ha despachado un pro-
>V > r
pió á todos nuestros vecinos para que se reúnan
CELINA. a q u í . . . . Ño sé si será baile, ó comedia, ó . . . ' ,
Ni siquiera te dan canas de estornudar. peró lo que sí sé. es que mé voy á encerrar en mi
cuarto. ¡Cuidado, Celina, con que digas que mé
OCTAVIO. has visto y con lo que hablas!
No.
CELINA.
CELINA. Tranquilízate ya estoy algo más aliviada
Entonces todavía no está la receta de mi prinin. con tus lecciones. (Esconde la carta en el ja-
rrón mientras.)
VOCES DENTRO. (Ursula vuelve la cabeza, y dice á Octavio:)
¡Celina! ¡Octavio! Venga usted acá. caballero, ¿teme nsted qué le
riñan? Vaya, ¡qué vergüenza!: un hombre como
un trinquete!; y yo que soy una triste joven ten-
go más valor que él Adiós, primita. (Vanse
los dos.)
LUZY.
Así lo supuse pero m<\ he adelantado un
ESCENA VII. poco, porque quería llegar antes que los convida-
dos y hablar contigo ¡i solas estos cortos instan-
URSULA, Y A POCO LUZY. res. Desde ayer no sabía de tí.

URSULA.
URSULA. Pues yo te he escrito por nuestro correo ordi-
(Mirándolos salir.) ¿Qué querrá decir esto? Es- nario. (Tomo la carta del jarrón.)
te correo ¡Este convite .' ¡Tantos prepa-
rativos. . . . ! ¡Con tal que no sea yo la v í c t i m a . . . ! LUZY.
(Sale Luzy.) ¡Cómo! ¿eres tú?; ¿qué casualidad Te entiendo: ¿y que dice nuestro correo?
te trae tan temprano 4 casa de mi tía?
URSULA.
LUZY. Lo de siempre: que estoy ansiando por que lle-
Me hH convidado, como á t«da la nobleza de gue el dulce momento de poder amarnos libre-
las inmediaciones, por medio de un billete, para mente.
que vengamos cuanto antes A presenciar una ce-
remonia. que se nos dice, para dejarnos el pla- LUZY.
cer de la sorpresa... tales son sus propias pala- Pero quién nos lo impide ? Por qué no to-
bras. mamos nuestro partido? Por qué no declara-
mos nuestro matrimonio? ¿Temes acaso el te-
URSULA. ner que confesárselo á la tía? Para eso hay
Algún casamiento.... ¿no conoces su manía? mil medios. Podemos escribirla una carta muy
todos los afios ha de casar alguna aldeana, y la respetuosa, en que expresemos los poderosos mo-
hu de dotar en premi" de su buena conduct-. tivos que nos obligaran á tener secreto nuestro
Luego habrá su baile y enlace, siendo uno de los principales el escándalo
que este acontecimiento iba á producir eq la pro-
LUZY. vincia. i • i . •-
¿Asistirás tú? . '' f.'-í I , . • '.Xé-.. rtf.'.'r AÍ .->*
URSULA.
URSULA. Tanta más razón para evitar este escándalo.
No, me fastidian estas diversiones patriarcales.
URSULA.
LUZY.
¡Nos llena usted de terror! ¿Qué ha-sucedido
Ya he dado mis instrucciones al efecto. Si
en suma? (Sonriendo.)
quieres, esta noche 'á las doce estará pronta en
el parque una silla de posta con un criado que
ANSELMO.
nos conducirá á nuestra casa de París, donde to-
do está preparado para recibirnos. ¡Una carta, señorita!

URSULA. URSULA.
¡Esta misma noche! Y sólo una carta.
todos los años ha de casar alguna aldeana, y la
LUZY. • ha de dotar en premio de su buena conducta.
¿Ya estás asustada?. Vamos, Ursula, valor y Luego habrá su baile y
sobre todo, no te vayas á arrepentir en el momen-
to del peligro. Conque asunto concluido. LUZY.
¿Asistirás tú?

ESCENA VIII URSULA.


No; me fastidian estas diversiones patriarca-
DICHOS, Y ANSELMO les.

LUZY.
ANSELMO. Así lo s u p u s e . . . pero me he adelantado un
¡Jesús, qué noticia! ¿Quién se lo hubiera ima- poco, porque, quería llegar antee que los convi-
ginado? dados y hablar contigo á .solas estos cortos ins-
tantes. Desde ayer no sabía de tí.
URSULA.
¿Pues qué ha sucedido? URSULA.
Pues yo te he escrito por nuestro correo ordi-
ANSELMO.
nario. (Toma la carta del jarrón.)
Yo que lo he visto con mis propios ojos, toda-
vía lo dudo, señorita. A decir verdad, la cosa es LUZY.
sorprendente, fulminante, aniquilante!
Te entiendo; ¿y qué dice nuestro correo?
Gorostiza.—33
'sa, renunciar todos sus bienes en favor de sn
URSULA. p r i m a . . . . la que tiene diez años y la qne en el
Lo de siempre; que estoy ansiando porque lle- orden regular, todavía había de tardar cuatro ó
gue el dulce momento de poder amarnos libre- cinco en casarse.
mente.
LUZY.
LUZ Y. ¿Y bien?
¿Pero'quién nos lo i m p i d e . . . . ? ..Por qué no
lomamos nuestro partido? ¿Por qué no declara - ANSELMO.
Y bien; el señor Barón que sabe, jt lo que pu
ANSELMO. rece, dónde le aprieta el zapato, temiendo sin
Déjeme, usted, por Dios, cordinar mis ideas. duda que en cuatro 6 cinco años se le escape de
Tina carta de París, que acaban de traer, del entre las manos la más rica herencia de esta pro-
Sr. Barón del padre del niño Octavio, vincia. ha solicitado r obtenido del Rey el per
miso necesario para que sn hijo Octavio se case
URSULA. desde ahora con la niña Celina, con ia expresa
¿Y bien, qué dice esa carta? ¿Ha habido mu- condición de que inmediatamente han de condu-
danza de ministerio? cir á el novio á su colegio y A la novia á su pen-
ANSELMO. sión, hasta que el primero cumpla dieciocho años
No, gracias á Dios; sino que envía el nombra y ptiince la segunda.
miento de canonesa que el señor Barón solicitó
para usted, señorita, y . . . . . -URSULA.
Parece increíble.... pero mi tía...'.
URSULA. ' '• " ••• '
.'

Y yo que le escribía ayer que suspendiese to- ANSELMO.


dos lós pasos que estaba
• T Vdardo
'
Toma, su tía de nsted está 'llena de alboro
corto fodofc'.íienén. en esta casa frtror
171
LUZ Y. matrimonial, ""ya los tiene usted todos en la ra
¿Y es eso todo, Anselmo? pilla celebrando ln ceremonia: allí los acabo de
dejar. Los novios, H decir verdad, están tan gra
ANSELMO. ves. que es cosa de risa. ¡Estoy desesperado!
No. señor, si eso no es nada en comparación con
lo que queda..'.. Ya sabe usted que esta señori- URSULA.
ta ofreció, tan luego como llegara á ser canone- ¡Desesperado! ¿Pues á usted qué le importa?
ANSELMO.
¡Una b a g a t e l a . . . . ! ¿No re usted, sefiorita. si
se pone en moda el casar fi los niños antes que CELINA.
los desteten, y entran desde entonces en la ad Oh. señor L u z y . . . Lo que ha tardado u s t e d . . .
ministración de sus bienes, no ve usted, repito, Ya me encuentra usted casada como cual-
que se llevará la trampa todo el sistema mayor- quiera otra mujer Me trae usted el cartu-
domial con los emolumentos? Pero ya llegan los cho de dulces que me ofreció usted anoche.
recién casados Fuerza será que les dé la
enhorabuena mal que me pese. (Salen Octa- LUZY.
vio y Celina vestidos de boda. Criados y depen- Cumplo mi palabra. (Le da un cartucho de
dientes de la casa.) duloes.)
OCTAVIO.
-W M¡ • .• . • >ri> •:• t
¿Qué es lo que haces? (Tirándola del vestido.)
ESCENA IX.
CELINA.
¿Acaso no puedo ya comer dulces porque me he
LUZ Y, ANSELMO. URSULA, OCTA-
casado? ¡No faltaba otra cosa! Mira, son al-
VIO. CELINA, CRIADOS Y DE : mendras de garapiña. tienen canela, pruébalas
PENDIENTES DE LA CASA. que son muy buenas (Octavio toma un pu-

ñado.) ¡No, no. que me las comes todas! (Guarda
CRIADOS.
el cartucho.) ¡Qué cosa tan chula es casaise!
¡Vivan los señoritos!
Mira, Octavio, qué hermosa canastilla me ha re-
galado mi suegro con mis vestidos de boda. (Los
OCTAVIO. criados traen una canasta grande que colocan
¡No vuelvo en mí de alegría! ¡Salto, hrincn de en la mesa. No, tan alto, no tan a l t o . . . . ¿Quie-
contento! (Lo hace.) ren ustedes que me suba en una silla para ver
los regalos?
CELINA.
Octavio, por Dios, un poco de moderación. 130
ANSELMO.
reparas que nuestro* criados nos miran? (Ade-
La señorita tiene razón. (A los criados que la
lantándose.)
ponen en el suelo.) Ahí está más á la mauo
Señora Baronesa, después de tributar á usted
LÜZY.
mis homenajes y cordiales plácemes por un en-
Baronecita. permítame usted que sea el prime-
lace tan bien proporcionado Permítame us-
ro que la ofrezca mis respetos.
ted le recomiende á mi hijo Atenógenes, de edad
:»28

CELINA.
de nueve uñón, que ya sabe leer en libro, y que ¿Cómo haremos ? ¿Ursula? (Habla bajo con
pudiera muy bien cou el tiempo substituirme en su prima.>
mis ausencias y enfermedades.
URSULA.
Yo me encargo de eso. Anselmo, véngase us-
CELINA.
ted conmigo, y repartirá usted á los criadus algún
Bueno, bueno; que aprenda ft escribir y lo nom-
dinero para que celebren mejor el casamiento de
braré m 1 secretario.
mi prima.

LÜZY.
Bravísimo, seüor Anselmo, no pierde usted nun-
ca la cabeza, á lo que v e o . . . . Ya aseguró usted ESCENA X.
para sn hijo una excelente colocación.
LUZ Y, CELINA Y OCTAVIO.
ANSELMO. LUZY.
La bondad de mis amos, su previsión, su mag- Si incomodo ,
nanimidad..
CELINA.
OCTAVIO. Al contrario; tenemos mil cosas que preguntar
Ahora, señores, me harán ustedes el «usto de á usted, señor de Luz.v.
dejarme un rato á solas con mi e s p o s a . . . . Te
liemos que arreglar varios asuntos de familia, LUZY.
y.V.. ¿Por qué 110 van ustedes á la sala?

CRIADOS. OCTAVIO.
; Vivan los novios! ;Dios nos favorezca ! Así que nos casa-
mos, nos llevaron en procesión á ella, y nos zam-
CELINA. bulleron en dos grandes sillones de terciopelo
Oye, Octavio, antes que se vayan dales para encarnado, con galones de oro, eñ donde nos tu
beber, ¿tienes dinero? vieron media hora sin dejarnos mover, sin per-
mitirnos reír, en tanto que los convidados, colo-
OCTAVIO. cados en círculo en rededor de nosotros, nos con-
(Tentándose los bolsillos.) Ni blanca.
:»28

CELINA.
de nueve uñón, que ya sabe leer en libro, y que ¿Cómo haremos ? ¿Ursula? (Habla bajo con
pudiera muy bien cou el tiempo substituirme en su prima.)
mis ausencias y enfermedades.
URSULA.
Yo me encargo de eso. Anselmo, véngase us-
CELINA.
ted conmigo, y repartirá usted á los criados algún
Bueno, bucuo; que aprenda ft escribir y lo nom-
dinero para que celebren mejor el casamiento de
braré mi secretario.
mi prima.

LÜZY.
Bravísimo, seüor Anselmo, no pierde usted nun-
ca la cabeza, á lo que v e o . . . . Ya aseguró usted ESCENA X.
para sn hijo una excelente colocación.
LUZ Y, CELINA Y OCTAVIO.
ANSELMO. LUZY.
La bondad de mis amos, su previsión, su mag- Si incomodo ,
nanimidad..
CELINA.
OCTAVIO. Al contrario; tenemos mil cosas que preguntar
Ahora, señores, me harán ustedes el gusto de ft usted, señor de Luz.v.
dejarme un rato á solas con mi e s p o s a . . . . Te
liemos que arreglar varios asuntos de familia, LUZY.
y.... ¿Por qué no van ustedes á la sala?

CRIADOS. OCTAVIO.
; Vivan los novios! ;Dios nos favorezca ! Así que nos casa-
mos, nos llevaron en procesión á ella, y nos zam-
CELINA. bulleron en dos grandes sillones de terciopelo
Oye, Octavio, antes que se vayan dales para encarnado, con galones de oro, en donde nos tu
beber, ¿tienes dinero? vieron media hora sin dejarnos mover, sin per-
mitirnos reír, en tanto que los convidados, colo-
OCTAVIO. cados en círculo en rededor de nosotros, nos con-
(Tentándose los bolsillos.) Ni blanca.
templaban cou la boca abierta como á (los muñe- CELINA.
cos de China. ¡Oh! infinitas cosas ¿No es verdad, Oc-
tavio?

CELINA.
OCTAVIO.
Y mi tía que me decía: ¡Celina, tente derecha!
En primer lugar, quisiera yo saber "si después
no muevas la cabeza como un molinillo: no bos-
de casado uie puede todavía mi ayo sentenciar á
teces y otras mil cosas, que me tenían tan
pan y agua?
fastidiada, que de buena gana me hubiera yo di-
vorciado en aquel momento.
CELINA.
¡A pan y agua! No faltaba m á s : . . ¡Lindos ca-
OCTAVIO. chetes echarías con tanto ayuno!
¿Cómo? ¿Qué dices? i' •
OCTAVIO.
CELINA. Luego queremos saber cuáles son nuestras obli-
Y gracias que al cabo se compadeció de nos- gaciones.
otros la tía. y nos envió á que corriéramos un po-
co por la casa, aunque con el encargo de que no LUZY.
arrugásemos nuestros vestidos. Sus obligaciones de ustedes ?

CELINA.
LÍJZY.
P u e s . . . las de la mujer y las del m a r i d o . . . .
Siempre se encarga eso á los novios para
para que Octavio no me haga después drogas,
que puedan lucir sus trajes en el minué con que
haciéndome creer que él lo puede hacer todo, y
lian de romper el baile.
yo nada.

CELINA. OCTAVIO.
Pues si son éstas todas las diversiones de una Vaya, despáchese usted.
pobre novia, dígole A usted que
LUZY.
LUZY. Con mucho gusto Pero el caso es que ya
Y hablando de otro asunto, ¿qué era lo que te- dieron las seis, y tengo cierto negocio....
nía usted que preguntarme?
OCTAVIO. LUZ Y.
No, no, que esporo el negocio, primero nomo« Qué es eso, amigos uilos, haya paz, sosiégúen-
nosotros. se ustedes no. no empiecen ustedes tan prou-
to á disputar sobre las prerrogativas respecti-
CELINA. vas de cada sexo, que es la parte más divertida
Couque, en suma, ¿cuáles son nuestras obliga del diálogo matrimonial.
clones?
CELINA.
LÜZY.
Dice bien el señor Luzy Tiempo nos queda
La principal del marido, es la de dar gusto a
para enfadarnos ! Lo que ahora nos intere-
su mujer en cuanto sea racional, y la de U mu-
sa. es que mis siga explicando las otras cosas
jer la de respetar y obedecer al marido, porqu •
que nos tiene que explicar, y.."..
al flu y al cabo es el amo de la casa.
LÜZY.
OCTAVIO. Perdoue usted, Baronecita, lo dejaremos, si á
¡Bravo, bravo!: yo soy el que mando. ustedes les parece, partí mañana Es imposi-
ble que yo me detenga ni un instante m á s . : . .
CELINA.
Adiós Adiós (¡Caramba! y qué curiosos
Pues mi gusto es que no mandes sino lo que
w n los tales chiquillos!»
yo quiera.

OCTAVIO.
ESCENA XI.
Eso no ha dicho el señor.
CELINA Y OCTAVIO.
CELINA.
Ni lo otro tampoco. CELINA.
Está visto, no quiere decirnos nada.
OCTAVIO.
Celina, no me sofoques:..-'. OCTAVIO.
¿Y qué importa? Después de t o d o . . . . nosotros
CELINA. daremos con ello tarde Ó temprano.... no ha de
Octavio, no me precipites ser un arco de iglesia... - Con tal que tú me re-i-
petes y obedezcas
ANSELMO.
CELINA. A impedirla.
Y tft me des gusto
OCTAVIO.
: Ki ¡Qué disparate!
OCTAVIO.
¡Oh! ¡qué felices vamos ft ser!
ANSELMO.
CELINA. Se ha enfadado mucho, porque su señora tía
(Con ternura.) ¡Marido mío: de ustedes se ha dado tanta prisa en casarlos.

CELINA.
ESCENA XII.
No creo que el señor Barón (Con orgullo) m !
suegro, tiene por qué enfadarse.
ANSELMO Y DICHOS
ANSELMO. ANSELMO.
Malas noticias, señorito Octavio, muy mala« Parece que recibió una carta de la señorita Ur-"
• noticias! sula. en que le declaraba que ya no quería ser
Baronesa, y que, de consiguiente, no renunciaba
CELINA. ¿5 su libertad ni ¡i sus bienes. En tal caso,, ya
¡Ay Dios! ¿qué, nos quieren volver á sentar en le parece al señor Barón que la niña Celina no
es tan buen partido para su hijo, como se lo pa-
los sillones?
recía antes..... y así es que habla ahora de plei-
ANSELMO. t o . . . . de divorcio d e . . . . . .
¡Qué más día de fiesta para ustedes!
OCTAVIO.
OCTAVIO. (Muy irritado.) ¡Jamás!
¿Pues qué hay?
CELINA.
ANSELMO. ild.) ¡Nunca! _
Que su padre de usted acaba de llegar de Pa-
rís.... ANSELMO.
Eso es lo que dice su tía de usted y hay
OCTAVIO. yn una boruca La sala se ha convertido en
¿A presenciar mi boda?
T~T - -'r-p '' -- - ?*•
nn campo de Agramante Los vecinos gri- I»or Diofc....! yo te lo pido yo te lo man-
tan Los parientes disputan A la mujer do! (Con majestad.)
del Prefecto le ha dado el mal ' • • g£f-1» •
OCTAVIO.
CELINA. Señora, ¿qué exige usted de mí? (Quitándose
Y á mí también me va á dar ¡Ay! ¡Ay. . . ! el sombrero y con dignidad.)

OCTAVIO. CELINA.
No. todavía no, deja primero que Anselmo nos Que no olvides que aunque tirano tu padre, es
diga el fin.... tu padre que es el mío. (Con ternura.)

ANSELMO. OCTAVIO.
El fin es, que su padre de nsted me ha man- ¡Caramba! pero quieres tfl que me deje ence-
dado provisionalmente conducir á usted á su. re- rrar en un cuarto á obscuras y quizás sin
cámara, y encerrarlo allí bajo de llave, hasta cenar ¡y en noche de boda ! Repito que
que mañana por la mañana muy temprano lo no •
lleve á ustel él mismo á París.
ANSELMO.
OCTAVIO. Ello, sin embargo, es preciso
¡Primero me harán pedazos! .... .. , ... it-v . .-f. '». -
OCTAVIO.
CELINA. Si avanzas un paso, destituyo á tu hijo de la 1

¡Llevarte á París! Separarte de tu esposa le- supervivencia que le hemos dadó.


gítima. ffft\ |- - . í,.- . .-V» -VjJ -

• ANSELMO- •.-,...-... '-


ÓCTAYIO. que si no hago lo que .su. padre,,de usted m-
¡Imposible! Ahora mismo hablar«' con iui . pa- manda, me destituye él entonces á mí. y Atené-
d r e . . . . St>y capaz de t o d o . . . . ;Oh!. no sabe r tries y yo nos quedamos en la calle...-. Con-
todavía nadie de lo que soy capaz! (Poniéndose que así
el sombrero.)
OCTAVIO.
CELINA. ¡Infame! Ahora lo verás. (Quiere tirar de la es-
¡ Espido.. • .! ¡Dueño mío ! no te pierdas pada. v por más que hace no la puede sacar.
ANSELMO.
tan medrosa verme aquí, sola, sin mi na-
¿Juan? ¿Pedro? (Salen dos lacayos.) Hagan
na ¿Quién me pondrA esta noche los papillo-
ustedes 16 que les he d i c h o . . . . y cuidado con
tes? ¿Quién me atará la cinta de la papalina?
que lo lastimen.
¡Ah! ¡mujer más desgraciada ! ¿Y mi Octa-
íLos lacayos se apoderan de Octavio, A' pesar da
vio? ¿Y mi pobre Octavio? ¿Qué harán con él?
su resistencia, y al cabo lo snjetan.)
¿Me lo matarán ? Y yo soy la causa de todas
OCTAVIO. sus desgracias Yo que le amo tanto Yo
¡Picaros! ¡Viles! (Llorando.) que darla por volverlo á ver, cuanto tengo
mi traje de blonda, mi cadena á la polka, mi san-
CELINA. gre Todo, todo hasta mis muñecas. (Po-
¡Desventurada de mf! (Llorando.) niéndose de rodillas.) ¡Virgen mía! no desampa-
res á esta infeliz víctima del amor conyugal
OCTAVIO. Que no la separen de su marido y nada le
No llores. Celina, no llores por Dios Imi- importa, si se va otra vez á su lado, vivir con él
ta mi valor. en mazmorras y subterráneos ¡Santa Bárba-
ANSELMO. ra bendita! (Se levanta asustada.) ¡Quién an-
Síganme ustedes. da en aquella ventana ! ¡Si serán ladrones!
(Octavio detrás de la ventana.)
OCTAVIO.
No iré, (Llorando!)"' No quiero ir ¡Cobar- OCTAVIO.
des! hacer Jlorar A una mujer. (Se van.) ¿Celina?, abre por D i o s . . . . ¿Celina?, que me
muero de frío.
CELINA.
¡Muerta soy.."..! i Dejándose caer en una silla, CELINA.
dice después de un momento de silencio.). ¡Qn* Esta es la voz de Octavio.... y suena detrás
me sucede! Mi cabeza se trastorna Mis ojos de la ventana.
se enturbian.... (Levantándose azorada.V ¡Oh!
;Qué horror! no voo en torno de mí sino som- OCTAVIO.
bras f a n t a s m a s . . . . espectros Allí está ¿Celina?
mi su-gro No, no. es el costurero Qué
CELINA.
susto me he llevado parece que me han echa-
El e s . . . . Me subiré en una silla (Abre.)
do un jarro de agua con h i e l o . . . . Yo que soy
Entra Pon el pie aquí No te caigas.
Corostlza. 34
OCTAVIO.
ESCENA XIV. Subí por él nogal.

CELINA Y OCTAVIÓ. CELINA.


¿Por e) nogal?
OCTAVIO.
(Saltando al mielo.) ¡Ya respiro!
OCTAVIO.
De rama en rama..-., como un chupamirto...
CELINA.
Pero vamos A lo e s e n c i a l . . . . Ha« de saber que
Pero explícame.... vengo decidido á robarte.

OCTAVIO.
CELINA.
¡Toma! que apenas me encerraron aquellos bri- ¡Un rapto! ¡Qué atrevido eres!
bones en mi recámara, cuando yo abrí la venta-
na que da al jardín, y . . . .
OCTAVIO.
Como ¡o oyes, ahora misino te dejas robar.
CELINA.
;.Te arrojaste?
CELINA.
Ib-para
OCTAVIO. i
No. me deslicé sobre el empurrado que eslfí
OCTAVIO.
debajo, y luego, de un brinco En, vamos, te robo ó no te robo?

CELINA.
CELINA.
¡Jeslis mil veces!
Yo Iñen quisiera; )>ero si nos tenemos que ir
fior la ventana, yo no sé si podré
OCTAVIO.
Pero fué cuando tuve que encaramarme en
tu ventana. OCTAVIO.
Es verdad podías caerte, romperte una
pierna, y Dios me libre de semejante des-
CELINA.
gracia Con una mujer coja no puede haber
¿Cómo lo luciste?
«•n una casa equilibrio de poderes.
OCTAVIO.
CELINA. Porque ya 110 heredamos lo que ella tiene y . . .
Más vale que nos sentemos y hablemos un rato.
CELINA.
OCTAVIO. ¡Qué avaricia '. No eres tú bastaute rico...
Mices bien, sentémonos. sin necesidad de que la o t r a . . . .

CELINA. OCTAVIO.
Jiintitos. Si no lo digo por mí pero ya ves nuestros

hijos.
OCTAVIO. CELINA.
Muy jnntitos. ¡Ah! es verdad 110 había caído en ello

CELINA. OCTAVIO.
Hombre, no tanto no me dejas sentar. Asi son ustedes todas las mujeres, no piensan
nunca sino en lo que tienen delante de los o j o s . . .
OCTAVIO. Cabalmente 110 pienso, desde que me casé, en
¿Ahora estamos bien. Celina? otra cosa en mis hijos El primero 110 me
apura cargará con el mayorazgo.... El se-
CELINA. gundo lo pondremos en el colegio m i l i t a r . . . .
¿Qué?
OCTAVIO. CELINA.
¿Sabes lo que digo? Sí. sí; oficial de h ú s a r e s . . . . bailan muy bien
los oficiales de húsares.
CELINA.
No porque hasta ahora no me has dicho OCTAVIO.
nada. El tercero lo haremos caballero de M a l t a . . . .

OCTAVIO. CELINA.
r ú e s digo que siento mucho que tu prima no Caballero de Malta ¡Ni lo sueñes!
quiera ya ser eanonesa.
OCTAVIO.
CELINA. ¿Pero por qué?
¿Y qué te importa á tf?
CELINA.
OCTAVIO.
Porque no se pueden casar, y . . . .
Presentes.

OCTAVIO.
CELINA.
Los otros se casarán ¿tantas ganas tiene.» Mucha gente.
de ser abuela?

OCTAVIO.
CELINA.
No nos ha faltado tampoco.
No «s eso. sino que el pobrecillo (Bosteza./
Mejor será «pie consultemos su inclinación
CELINA,
así que nazca, i Vuelve á bostezar.)
(¡ian función de Iglesia.

OCTAVIO.
OCTAVIO.
(Levantándose incómodo.) Jesús, mujer, qné La capilla de la tía tiene órgano.
poco te divierte mi conversación no haces
más que bostezar.
CELINA.
Trajes, música» comida, bailé
CELINA.
Me acostaba siempre á las ocho y
OCTAVIO.
Tienes razón el baile se ha suprimido pero
OCTAVIO.
no importa bailaremos aquí los dos si quie-
1 yo íl bis nueve.
r e s . . . . así como así los novios son los que em-
piezan.
CELINA.
Por eso tengo sueño. Luego es preciso confe-
sar que Muestra boda lia sido hasta ahora tan • CELINA.
monótona. Enhorabuena b a i l e m o s . . . . quizás me dis-
traeré un poco. (Bailan unos cuantos compases).

OCTAVIO-
¿Pues qué sucede en otras bodas? OCTAVIO.
¿Te distraes? .
CELINA.
Hay sus correspondientes n o v i o s . . . . CELINA.
No, me canso y nada.
54]

OCTAVIO. OCTAVIO.
Pues lio sé, ¡1 te mía, lo que pueda hacerse to I'ues vamonos nosotros también.
daría, pero «alia ¿No sientes ruido?
CELINA.
CELINA. ¿A dónde?
S í . : . , en el cuarto de mi prima Ursula No
hagas ruido voy á espiar por el agujero de la OCTAVIO.
llave. ¡(¿ué sé yo! Pero ello es fuerza tomar un
partido y . . . .
OCTAVIO.
¿Qué ves? ¿Qué ves? CELINA.

>.
¡Ay! Octavio, que oigo pasos en el corredor.
CELINA.
Un lacayo con una maleta Mi prima lia-
OCTAVIO.
bla con el señor Luzy ¿Qué dices?

OCTAVIO. CELINA.
¿No oyes nada? Sí, >í se acerca mucha gente.

CELINA. OCTAVIO.
Apenas ¡Ahora ella le dice bien mío'. ¿Dónde nos ocultaremos?

OCTAVIO. CELINA.
¡Qué palabra tan dulce! ;bieu mío! Despáchate.

CELINA. OCTAVIO.
Ahora la besa la mano. Si lio encuentro d ó n d e . . . . Aquí debajo de es-
ta mesa. (Se esconde.)
OCTAVIO.
Aquí estoy yo. (Besa la mano á Celina.) CELINA.
¿Y y o . . . . ? Tampoco encuentro dónde
CELINA. Aquí. Dentro de esta canastilla.
Ahora se vam (Se quita de la puerta.)
PASCUAL.
ESCENA XV Sí, lo vi por mis propios o j o s . . . . por señas
que en poco tiempo se ha mudado mucho el se-
ANSELMO, CRIADOS, PASCUAL Y ñorito Octavio, porque nadie creería que era él
MOZOS DEL CAMPO. el que bajaron de la silla de posta.

ANSELMO.
ANSELMO. i Habrá imbécil!
Si los liemos «le encontrar Que se cierre la
puerta del zaguán Que 110 se deje salir á na- PASCUAL.
die. I'ues yo tengo mis dudas.

PASCUAL. ANSELMO.
Señor mayordomo; señor mayordomo ya ¿Quién quieres que fueran los fugitivos? No
no liay cuidado ya lian traído la silla de se escapó el señorito Octavio por la ventana?
posta. ¿Parece acaso en ninguna parte la niña Celina?

ANSELMO. PASCUAL.
¿Con ellos? ¿Qué quiere usted que le diga'A pero los que yo
vi bajar de la silla, 110 eran ni el señorito Octa-
PASCUAL. vio, ni la niña Celina.
No svíior, vacía.

ANSELMO. ESCENA ULTIMA.


Maldito seas.
URSULA, LUZ Y Y DICHOS.
PASCUAL.
Es que los señores que fueron detrás de ella LUZ Y
hicieron bajar untes á los que estaban dentro Tiene Pascual razón; porcue éramoá uosotio«.

ANSELMO.
ANSELMO. ¡Tengo cataratas! ¡El señor de Luzy y la seño-
¿Estás seguro de ello? rita Ursula!
URSULA.
Y la señora de Luzy este es ya mi nombre, LUZY
mi buen Anselmo; porque ya no hay motivo para Como un pichoncito dentro de su cascarón.
ocultar nuestro casamiento.
URSULA.
ANSELMO. Ven, C e l i n a . . . . Venga usted. Octavio, ¿qué
¡ Válganme las once mil vírgenes! hacían ustedes allí?

URSULA. OCTAVIO.
Ya el señor Barón se ha encargado do decír- ¿Es que si han de anular nuestro matrimonio?
selo á mi tía y
URSULA.
ANSELMO. Nada de e s o . . . . ya he conseguido que su pa-
Pues siendo así, ¿dónde están los niños? dre de usted se aplaque, y que apruebe todo lo
hecho.
URSULA.
I.os venía á buscar para conducirlos á pre- OCTAVIO.
sencia del Barón ¿Sin condición alguna?

ANSELMO. URSULA.
Si no parecen. Ninguna hueva la misma que impuso el
Rey Usted se vuelve á su colegio, ésta á su
URSULA. pensión, y dentro de cuatro ó cinco a ñ o s . . . .
¡Dios mío! ¿En dónde estarán?
OCTAVIO.
OCTAVIO. Cómo ha (le ser Pero desde ahora digo que
Aquí estoy yo. (Sacando la cabeza.) la he de escribir todos los correos.

CELINA. URSULA.
¡Y yo aquí ! (Id.) Todos.

ANSELMO. CELINA.
¡La novia dentro de su propia canastilla! Y yo. bien mío. le he de co.itestai todos.
URSULA.
Y la señora do Luzy este es ya mi nombre, LUZ Y
mi buen Anselmo; porque ya no hay motivo para Como un pichoiicito dentro de su cascarón.
ocultar nuestro casamiento.
URSULA.
ANSELMO. Ven, C e l i n a . . . . Venga usted. Octavio, ¿qué
¡ Válganme las once mil vírgenes! hacían ustedes ahí?

URSULA. OCTAVIO.
Ya el señor Barón se ha encargado de decír- ¿Es que si lian de anular nuestro matrimonio?
selo A mi tía y
URSULA.
ANSELMO. Nada de e s o . . . . ya he conseguido que su pa
Pues siendo así, ¿dónde están los niños? dre de usted se aplaque, y (pie apruebe todo lo
hecho.
URSULA.
lyos venía á buscar para conducirlos á pre- OCTAVIO.
sencia del Barón ¿Sin condición alguna?

ANSELMO. URSULA.
Si no parecen. Ninguna nueva la misma que impuso el
R e y . . . . Usted se vuelve á su colegio, ésta á su
URSULA. pensión, y dentro de cuatro ó cinco años
¡Dios mío! ¿En dónde estarán?
OCTAVIO.
OCTAVIO. Cómo lia de ser Pero desde ahora digo que
Aquí estoy yo. (Sacando la cabeza.) ln he de escribir todos los correos.

CELINA. URSULA.
¡Y yo aquí ! (Id.) Todos.

ANSELMO. CELINA.
¡La novia dentro de su propia canastilla! Y yo. bien mío. le he de co.itestni todos
LUZ*
Todos,

CELINA.
Entretanto, estudiaremos. Adelantaremos, y no*
Formaremos, para poder decir con ratón ú to-
INDICE.
dos los que nos favorezcan con su presencia el
día de nuestra verdadera boda (Al público).
Muchas gracias, señoras. Muchísimas gracias,
Píga.
c a b a l l e r o s . . . . Ya sabemos lo que ustedes se in-
teresan por nuestro b i e n e s t a r . . . . Con todo, bue- 1>0X BONIFACIO. Pieza en un acto. . r,
no será que nos lo demuestren más palpablemen- LA MADRINA. Comedia en un acto. . . ií3
t e . . . . a s í . . . . a s í . . . . (Dando ella con sus ma- PAI LINA, ¿Ó se sabe quién mueve los
nas dos f , tres palmaditas.)
alambres? Comedia eh dos actos 33.1
LA HIJA DEL PAYASO. Comedia en un
acto ' 2c,|
E S T E L A O E L P A D R E Y LA H I J A . <V
dia en nn acto. , . . . . . . , ;>2.1
¡YAYA l'X API RO.1 Comedia en dos actos. 415
IX ENLACE ARISTOCRATICO. Conte-
dia en 1111 fleto, traducida del francés. . 40.*}
LUZ*
Todos.

CELINA.
Entretanto, estudiaremos. Adelantaremos, y no*
Formaremos, para poder decir con ratón ,„.
INDICE.
dos los que nos favoreícan con su presencia el
día de nuestra verdadera boda (Al público).
Muchas gracias, señoras. Muchísimas gracias,
Píga.
caballeros.... Ya sabemos lo que ustedes se in-
teresan por nuestro bienestar.... Con todo, bue- t)OX BONIFACIO. Pieza en un acto. . r,
no será que nos lo demuestren más palpablemen- LA MADRINA. Comedia en un acto. . . ií3
t e . . . . a s i . . . . a s í . . . . (Dando ella con sus ma- I'AI LINA, ¿ó se sabe quién mueve los
nas dos f , tres palmaditas.)
alambres? Comedia en dos actos 33.1
I.A HIJA DEL PAYASO. Comedia en un
HCtO ' 2(¡|
ESTELA O EL P A D R E Y LA HIJA. Co-
dia en tin acto. . . . . . . . . ;>2.1
¡YAYA l'N API RO! Comedia en dos actos. 415
T N ENLACE ARISTOCRATICO. Conte-
dia en un fleto, traducida del francés. . 40.*}
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Está ya terminado, y de venta, el primer tomo


DE esta B Í B L I O T H C A . S e intitula: Leyendas de le.
Santísima Virgen Seguirán: Vidas de Madres
de Santos, Eugenia de Guérin, Diario de una
joven, etc.
A L B U M DK LA C O R O N A C I Ó N

OF. L A S A N T I S I M A V I R G E N D E G U A D A L U P E .

Primera y segunda parte.


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Patrona de los mexicanos y como un recuerdo de
¡as fiestas de su Coronación.
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y del culto de Nuestra Señora en su advocación
de Guadalupe, la historia detallada de su Colegia-
ta, hasta las últimas obras ejecutadas, con mil no-
ticias curiosas é interesantes.
La 2» parte contiene la crónica extensa, deta-
llada y documentada de las fiestas de la Corona-
ción de la Santísima Virgen, con la serie de los
sermones predicados en el mes de Octubre de 1895.
Los dos tomos están impresos con todo lujo y
contienen más de 300 ilustraciones. Entre ellas
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los i - a r i o s . - I l i y I V Biografías.—V B i o g r a f í a de D. F r .
luán de Zu m i r r a e a.— V I , V I I y V I I I Opúsculos varios.—
IX Bi 'grafías.—X O p ú s c u l o s varios.
Obras de P E Ó N C O N T R E R A S . — T o m o s I y II. T e a t r o .
Obras do V I L I . A S K S O R y V I L L A S E S O R . — T o m o I. Estudios
Históricos
Obras l i t e r a r i a s de D. V I C T O R I A N O A G Ü E R O S . — T o m o I.
Artículos sueltos.
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Beristdin (conclusión ) y Opúsculos históricos.
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ciones sobre la H i s t o r i a de México.
O b r a s l i t e r a r i a s de D . I O A Q U I N BARANDA.—Un t o m o .
O b r a s de D R A F A E L A N G E L O E I.A P H R A . — T o m o I .
O b r a s l i t e r a r i a s del Sr. L i c . D. S i l v e s t r e Moreno.
N O V E L A S C O R T A S de A u t o r e s Mexicanos del p r i m e r t e r -
cio del S i g l o X I X [ R o d r í g u e z GalvAn, P e s a d o , P a c h e c o ,
N a v a r r o , etc.i Tomo. I .
O b r a s de D. Manuel P a v n o , Tomo « Novelas cortas
N o v e l a s C o r t a s de A u t o r e s Mexicanos. T o m o 2 °
O b r a s de D. L U C A S A L A M Í N . — T o m o I V . — A p é n d i c e s A
las Disertaci -nes sobre la H i s t o r i a de México.
O b r a s del Lic. D. P R I M O F E L I C I A N O VKLÁZQUEZ.—0/>iísr»(-
/OS Históricos.
O b r a s de R O A B A R C E N A . — T o m o I . C U E N T O S .
O b r a s de D . losé M r R o í B á r c o n a . - T o m o s 2? y j o -
R e c u e r d o s de la invasión N o r t e - a m e r i c a n a , tsib-lgiS.
O b r a s do R o a B a r c e n a — T o m o IV.—Biografías.
O b r a s de I). F e r n a n d o C a l d e r ó n —Poesías y T e a t r o .
O b r a s de D. R a f a e l D e l g a d o . Tomo I.Cuento.-,
«»•ras do J u a n IMaz Covarrubiae.—Novelas
O b r a s do F l o r e n c i o M del Castillo.—Novela.
O b r a s de D. M. E. de (lorostlm.—'Tomo IV.
RN PRENSA:
Obra» de D. R a f a e l Delgado.—Tom. II, I.os P a r i e n t e s Ri-
cos," novela.
O b r a s de Peón Controra».—Touio I I I , Romanceo, Poe-
ta». etc.
« «liras d e Don B e r o a i d o P o n c e > j ' o n t ,
PRECIO DB CADA TOMO:

§1.50 en t o d a la R e p ú b l i c a y § 2 en e l e x t r a n j e r o
J ^ p T o d o s los l o m o s srr.-ln e n t e r a m e n t e i g u a l e s ni
presente.' De v r n t a . c n la Administración y L i b r e r í a de
KL T I E M P O C e r c a de S a n t o Domingo n ú m e r o ! , y e n l a s
de mil» l i b r e r í a s de la capital.—En los Estado», en l a s ca-
» n á d e los A g e n t e » y C o r r e s p o n s a l ^ de E L T I E M P O .

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