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¡NO MÁS JEP, NO MÁS FARC!

Por Harold Alvarado Tenorio

Es posible que cuando esta nota se publique, el presidente Iván


Duque haya objetado la ley estatutaria de la llamada Jurisdicción
Especial para la Paz, mejor conocida como Justicia Especial para las
FARC.
Una suerte de Corte Suprema para impedir que los caciques del
más grande cartel de drogas del mundo, autores de incalculables
asesinatos, violaciones, reclutamiento de menores, etc., etc., sean
castigados, paguen algún día cárcel y reparen a sus millares de
víctimas.
Un tribunal para premiar los victimarios y burlar los mártires,
mientras magistrados y homicidas se enriquecen y continúan
traficando sin castigo. Una Corte Suprema instrumento mediante el
cual las FARC juzgarán y condenarán, a voluntad, militares y civiles
que consideren colaboraron en combatirles.
La Jurisdicción Especial para la Paz es la única en el mundo que
realiza y acredita este tipo de acosos políticos, desairando el Tribunal
de Núremberg, que condenó a los nazis.
Desde su instalación y antes de su composición, la JEP ha estado
sumida en numerosos escándalos políticos, jurídicos y de corrupción.
Fue inventada por seis “genios del mal” pactados entre las FARC y
el propio Juan Manuel Santos: Alvaro Leyva, Diego Martinez,
Douglas Cassel, Enrique Santiago, Juan Carlos Henao y Manuel José
Cepeda.
Alvaro Leyva por sus amistades, de más de cuatro décadas, con
líderes de las FARC, fue acusado de haber planeado el fracaso del
proceso de paz de Andrés Pastrana, habiéndose exiliado por ocho
años en Costa Rica. Fue absuelto por una Corte Suprema de Justicia
presidida por Yesid Ramirez, integrante de su sala penal, acusado de
tener relaciones con Georgio Sale, un mafioso italiano delatado por
narcotráfico. A su regreso en Colombia en 2006 dijo era capaz de
acabar con el conflicto en seis meses.
Diego Martinez es secretario de un Comité de Defensa de los
Derechos Humanos y el más conocido abogado de Simón Trinidad, el
guerrillero preso en USA por haber secuestrado a tres
norteamericanos, e integrante del Movimiento Nacional de Victimas
de Crímenes de Estado, que obtiene enormes sumas de dinero en
compensación por los homicidios y violaciones perpetradas por
miembros de la fuerza pública.
Douglas Cassel fue litigante contra Colombia ante la Corte
Interamericana por la masacre de Santo Domingo, junto al colectivo
de abogados mamertos Alvear Restrepo, resultando condenada la
nación. Cassel fue director de Derechos Humanos de Notre Dame, y
uno de los predilectos de Bernie Aronson, delegado de Barack Obama
para el proceso de paz y accionista de la empresa recolectora de
basuras más grande de Colombia durante el gobierno de Santos.
Enrique Santiago es Secretario del Partido Comunista Español,
fue asesor de las FARC y decisivo consejero de Juan Manuel Santos
en la obtención del Nobel. Entre sus logros internacionales se
destacan sus persecuciones y/o procesamiento de Adolfo Sciling,
Augusto Pinochet, George W. Busch, José Couso y Luis Barcenas.
Según el periodista de ABC, Ramón Pérez Maura, “Lo que ha pagado
Noruega, durante años, al despacho del barrio de Salamanca del
comunista madrileño Enrique Santiago, debe ser suficiente para que
la razón esté de lado del No en aquel plebiscito.”
Juan Carlos Henao es un afrancesado, que luego de trabajar para
la multinacional Carvajal S.A., terminó de presidente de la Corte
Constitucional y sucediendo, al indiscutible elector de las cortes
Fernando Hinestrosa, en la rectoría de la Universidad Externado. Es
muy adepto a los derechos de las prostitutas y la comunidad LGTBI.
Manuel José Cepeda, “Cepedín”, fue miembro del jardín de
infantes con que gobernó el constructor de la cárcel La Catedral, que
hospedó el mentor de la Constitución del 91, de la cual, el señor
Cepeda, fue uno de sus artífices. Otra de sus notables contribuciones
han sido las costosas asesorías que ha prestado en el Fallo de la Haya
en la cual, la república perdió el mar de San Andrés o el fiasco de la
Reforma a la Justicia. Sin olvidar su colaboración en la Reforma a la
Justicia Penal Militar de Santos, que enfureció al gremio. O los
contratos que suscribió con él, por decir lo menos, insolente fiscal
Eduardo Montealegre y su acompañante, el agraciado Jorge
Fernando Perdomo.
Fueron estos seis personajes quienes sirvieron desquiciaron el
tratado que había pactado el equipo de Humberto de la Calle y Sergio
Jaramillo, a quienes Santos traicionó y abandonó, luego de cinco años
de reuniones y más de cien millones de dólares dilapidados en La
Habana. Así lo sugiere aquel en su libro Revelaciones al final de una
guerra: “Recordé el Manual de negociación estalinista que aconseja
dividir al antagonista… Siempre me llamó la atención la vehemencia
con que las FARC sostenían que los documentos de la Comisión de
Juristas constituían un acuerdo… Lo cierto es que los juristas se
reunieron y comenzaron a trabajar sobre una matriz conceptual bien
diferente de la presentada por nosotros en ese mes de enero de 2015.
En la configuración de los delitos, se apeló a la forma como estaban
tipificados en el derecho internacional; se impulsó el renacimiento del
delito político que entraría a desempeñar un papel importante; …
también al principio de sanciones únicamente reparadoras y no
privación de la libertad para quienes reconocieran verdad y
responsabilidad. En fin, el enfoque fue bastante diferente.”
Al final, la camarilla inventada a última hora por Santos,
determinó que las FARC no pagarían un solo día de cárcel, ni un
centavo, por todos los crímenes que habían cometido. Y aun cuando
el pacto sostenga que para los mentirosos habrá prisión entre 15 y 20
años, está demostrado que con la JEP es imposible tocar, ni con un
pétalo de rosa, a los treinta y pico de capos responsables de los
crímenes de lesa humanidad.
A lo cual hay que sumar los millones de hectáreas de tierra que les
concede el pacto, las numerosas emisoras que están construyendo y
financiando, las curules gratis en el senado y la cámara, la cacería de
todos aquellos que señalen de paramilitares, los cientos de escoltas y
la garantía de no extradición bajo ninguna circunstancia.
Este caos de la justicia en Colombia no es de nueva data. Se
remonta a los gobiernos del Frente Nacional, cuando liberales y hasta
conservadores miembros de las Cortes comenzaron a hacer saber que
los delitos cometidos por el mamertismo y sus variantes, eran menos
graves que aquellos cometidos por los del centro o la derecha.
Así ocurrió cuando con saña indagaron y condenaron a los para-
políticos, pero nunca lo hicieron con los farc-políticos. Llegando al
extremo, del Consejo de Estado, de condenar la nación por el atentado
cometido por las FARC en el Club de ricos El Nogal, donde murieron
36 personas y 200 quedaron heridas. O la ocurrencia de la Corte
Constitucional, que al revisar la Ley Estatutaria de la JEP
incluyeron en el tratamiento especial de cero cárceles, a los asesinos
y violadores de menores de edad, fueran hembras o machos,
ignorando que precisamente esos “placeres”, eran el paraíso de los
treinta y pico de capos de la banda. Todo en nombre de la revolución,
que, según el Cartel de la Toga, son las enormes sumas de millones
de pesos que han recibido durante los ocho años del gobierno del
traidor. Ignorando de paso, el documento del Ejército que contiene
unos 208.000 casos de secuestros, torturas, desaparición forzada y
desplazamientos.
Desde los mismos días de la puesta en escena, mediante un
procedimiento expedito llamado <Fast Track>, activado con la
mermelada Santista, designando a dedo 38 magistrados, escogidos
por cuatro extranjeros y una nacional que nada tenía que ver con la
justicia, la JEP se ha comportado como un sujeto extraño a las
tradiciones jurídicas del país, creando la sospecha de que,
ciertamente, fue instituida al servicio de las FARC y está lubricada
por sus capos, cuyo ejemplo flagrante es su intervención en impedir
que la justicia ordinaria extradite al narcotraficante Jesus Santrich,
pedido por una corte norteamericana.
Ahora ningún medio de prensa quiere recordar que el pacto FARC-
SANTOS fue rechazado por los colombianos en el plebiscito del 2 de
octubre de 2016, o que la JEP ha permitido salir al menos a 13 de los
capos para realizar viajes de placer o políticos al exterior, incluido
Fernando Arellán, el terrorista condenado a cuarenta años por dirigir
el atentado al Club El Nogal. O que su primer secretario decía que
ocho [Danilo, Catalina, Caterina, Rodolfo, Iván, Alejandro, Eduardo
y Yesid] de los 38 magistrados, planeaban tomar su control, pero
estos, a su vez, le culparon de haberse pelado 4,5 millones de dólares
en un año; o que la fiscalía acusó a la señora que reemplazó al primer
secretario, que acaba de renunciar porque tres de los capos
abandonaron las zonas de reincorporación con su ayuda y silencios, y
todavía están huyendo y nadie los llama a cuentas, y que la misma
JEP tiene en el congelador la extradición de otro delincuente que
estuvo en la banda 43 años y es un patroncito de los cultivos de coca,
amapola y bareta en el norte del Cauca, o que tampoco ha llamado al
orden, para que den la cara, las mediapendejaditas de Iván Marquez
y El Paisa, dos de los más feroces asesinos de la pandilla.
Y para perfeccionar la película, los embajadores de Noruega, Suiza
y Suecia hablaron en una carta de una red de intermediarios
interesada en la adjudicación de contratos a cambio de porcentajes
en la JEP, con especial énfasis en proyectos de avicultura,
agricultura, piscicultura e infraestructura. Y según el entonces
contralor, el primer secretario habría dicho que él no manejaba
recursos, sino que los manipulaban desde la misma oficina de la
presidencia de Santos.
Hace poco se ha sabido que los abogados de Santrich están
vinculados a la JEP con contratos de 78 millones de pesos para
prestación de servicios en la defensa de los asesinos; luego ha
aparecido otro contrato con el hijo de Ernesto Samper que a su vez
había contratado, cuando era director de una agencia de tierras, a
otro hermano o hermana funcionaria de la JEP, así como una
hermana de la presidente Mirtha Linares, trabaja en la Unidad de
Búsqueda de Desaparecidos, y la jefaza tiene de asesora a una que
fue secretaria de un gobernador, preso por el carrusel de la
contratación; pudiendo agregar que la esposa del enemigo número
uno del jefe del partido de gobierno y gran senador mamerto, tiene a
su esposa trabajando en la JEP y entre los dos se ponen algo más de
500 millones de pesos entre el pecho, la hoz y el martillo cada año.
Todo esto se comprende bien si nos enteramos que los cultivos de
coca, durante los ocho años de la autocracia de Juan Manuel Santos,
combustible de la corrupción e industria en la conquista del poder
mediante la captura de las Cortes por parte de la FARC, crecieron de
cuarenta mil hectáreas en 2010 a las 180.000 actuales. Y que la
semana pasada, Juan Manuel Santos, luego de reunirse
indebidamente con tres magistrados de la Corte Constitucional
patrocinados con su mermelada, dijo que la eliminación de la coca
usando herbicidas, estaba envenenando a los campesinos. Pero no
dijo que donde hay más coca sembrada, es donde más votaban por él
y su protegido, el senador de la chuspa llena de billetes.
Tiene razón. En su rostro, demacrado por el abuso de las cirugías
nasales y las modificaciones de las coronas dentales, se refleja el
sufrimiento de ser considerado traidor de todo el mundo y no premio
Nobel.

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