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Informe de lectura

Presentado por Yesica Paola Herrera

En el documento escrito por Edgar Morin y Anne Brigitte Kern se plantea la


necesidad de dar un giro planetario, es decir, generar en la humanidad una
transformación en el pensamiento y la moral, en la misma forma de un giro
copernicano. El documento inicia con una detallada exposición del proceso de
globalización y occidentalización, los albores de la modernidad y junto a estos las
revoluciones, guerras y transformaciones económicas y políticas que tal proceso
ha causado. Es decir, se hace un barrido histórico muy detallado teniendo en
cuenta los hitos en la historia de los hombres que dieron paso al desarrollo de la
ciencia, la técnica, las diferentes formas culturales, la moral, la religión. Esto con el
fin de mostrar cómo procesos revolucionarios como el desarrollo de la ciencia, la
industrialización, etc., nos permiten en la actualidad hablar de la necesidad de una
nueva conciencia planetaria.

La conciencia planetaria implica transformar la arcaica y arraigada idea de la tierra


estática con el ser humano como centro del universo; para dar paso a la
conciencia del cosmos, es decir, la conciencia de que somos apenas una parte de
un planeta en una galaxia en un rincón del universo. Somos parte de un sistema
que se autocreó, se autorreprodujo. Es tener conciencia de que existimos en un
universo que se autoorganiza desintegrándose.

Deberíamos reconocer que todas nuestras partículas se formaron hace miles de


millones de años, que nuestros átomos de carbono se constituyeron en un sol
anterior al existente. Pero este conocimiento no lo tienen los humanos, según los
autores, debido a la forma de educación occidental, una educación unilateral,
fragmentaria, que nos hace concebir la humanidad de manera aislada, por fuera
de la vida que nos rodea.
El conocimiento que hasta el día de hoy se tiene de la génesis de la vida se debe
a la investigación científica que desde el siglo XVIII se centra no solo en la
superficie terrestre, sino también en los subsuelos, abriendo así las puertas a la
geología, la química y la paleontología. Desde esta época la tierra ya no se piensa
estática, sino en constante cambio. Pero estos hallazgos se han ignorado.

Estos conocimientos permiten concluir que es la tierra un planeta solitario, es


decir, es el único, por lo que se sabe, que alberga vida. Una vida azarosa,
cambiante, que se autorregula, que es dependiente y autónoma a la vez.

Después de 1950, a partir del descubrimiento del código genético inscrito en el


ADN, se concluye que la vida está formada por los mismo componentes físico-
químicos en todo el planeta. Y se explica cómo es que hay diferentes
manifestaciones de la vida, como la vegetal, la animal etc. Se explica cómo estas
son ramificaciones y bifurcaciones de la vida que se han separado y desarrollado
de maneras distintas, formando una especie de “árbol de la vida” en el que el
hombre aparece como una de sus más recientes ramificaciones.

La modernidad, según los autores, plantea dos visiones dicotómicas con relación a
la vida del hombre: Bacon, Descartes, Marx, entre otros, son pensadores que le
adjudicaron al hombre la potestad de dominar la naturaleza y ponerla a su
servicio. Por otro lado, en el romanticismo se reconoce la unidad hombre–
naturaleza por parte de escritores y poetas que resaltaban la maternización de la
tierra.

Los autores apuntan que a lo largo del siglo XIX las ciencias naturales conciben al
hombre como un ser biológico, mientras que las disciplinas sociales lo aíslan de su
entorno biológico, reconociéndolo únicamente como ser psíquico y cultural. La
propuesta de los autores implica la integración o fusión de los conocimientos de
las ciencias naturales con los de las disciplinas sociales, permitiendo así una
conciencia compleja que engloba tanto lo biológico como psíquico y cultural.

El homo sapiens sapiens ha creado unas formas de vida diferentes a las del resto
del cosmos. Estas son la vida espiritual, los mitos, las ideas, la conciencia. Y por
esto dependen del lenguaje, sintiéndose así cada vez más distante y extraño al
resto del mundo viviente.

La diversidad cultural que se generó desde la diáspora del homo sapiens ha


causado hostilidad y rivalidad entre las comunidades de humanos, haciendo que
se maten entre ellas. Las religiones, las ideas políticas, las económicas, etc.,
suscitan nuevos enfrentamientos a muerte. Por esto, según los autores, existe una
necesidad primordial de develar la unidad de la especie, es decir, la identidad
humana.

Reencontrar – completar la unidad del hombre implica hacer una reforma o


transformación en la conciencia de cada uno de los hombres. Es decir, transformar
el pensamiento y la moral que nos posibilitara a todos reconocer en cada hombre
una identidad humana.

Desde la perspectiva de los autores, el camino para esta transformación pasa por
dejar atrás el pensamiento aislante, mutilante, reductor, para dar paso al
pensamiento complejo, que reúne en la antropología una ciencia multidimensional,
es decir, que articula lo biológico, lo cultural, lo sociológico, histórico, económico y
lo psicológico.

Los autores enfocan el mercado global en términos de los sistemas


autoorganizados. En pocas palabras, sostienen que, como cualquiera de esos
sistemas, no es completamente autónomo. Ellos dicen que la economía global es
un sistema “auto-eco-organizado”, lo que quiere decir que su autonomía no es
absoluta, puesto que depende de otros sistemas autoorganizados que también
son autónomos y dependientes de otros. Con base en esta observación, sostienen
que el principal fallo de la ciencia económica es el desconocimiento de esta
interdependencia. Esto implica que, además de que el sistema económico se ve
perturbado por los otros, también los afecta, y la ciencia económica es incapaz de
comprender estas relaciones.

La situación se agrava dados dos factores adicionales: el primero es la


preponderancia de la ciencia económica en las decisiones de gobierno. Y el
segundo es la doble tensión existente entre, por un lado, la realidad compleja del
mundo y el pensamiento simple con el que se aborda (la economía es un ejemplo
de esto) y, por el otro, la globalización y la tendencia contraria hacia el
nacionalismo y lo local, lo étnico.

La conclusión final de los autores es que el camino para comenzar a superar este
marco de problemas (que no garantiza que no habrá otros) comienza por la
superación del concepto de desarrollo y, por tanto, por una nueva visión de
nuestro lugar en el mundo. Dado que el concepto de desarrollo, incluso el de
desarrollo sostenible, se basa todavía en la visión unilateral, autónoma y
antropocéntrica de la naturaleza.

Por otra parte, el filósofo John Gray plantea una perspectiva distinta en su artículo
“El homo rapiens y la destrucción en masa”. Gray considera que la causa
fundamental de problemas ecológicos como la extinción en masa y el riesgo
latente de la extinción de la especie humana, es la expansión humana, es decir, la
superpoblación.

Gray advierte que la magnitud del problema de la pérdida de biodiversidad por el


impacto humano se hace más grave aún si se tiene en cuenta que esta pérdida de
especies es irreversible, y afirma que de no pasar nada, o dicho de otro modo si
no se hace algo que modifique sustancialmente las tendencias que se viven en la
actualidad, todas las generaciones futuras de humanos vivirán en el mundo
biológicamente más empobrecido en la historia del planeta desde hace eones.

Según Gray, en la actualidad se niega la realidad de la superpoblación,


especialmente desde gran parte de las organizaciones ecológicas, que
argumentan que no es la expansión humana el problema sino principalmente los
defectos de las instituciones humanas, que la injusticia impide el adecuado uso de
los recursos naturales.

Otro motivo por el que se niega el problema de la superpoblación, según él, es la


profunda desigualdad del crecimiento de las cifras demográficas: en países como
la Rusia poscomunista, España, Italia, el descenso de la fertilidad está llegando a
niveles negativos de crecimiento. Sin embargo, en otras partes del mundo el
crecimiento de la población es alarmante.

En 1940 había aproximadamente dos mil millones de humanos en el planeta,


actualmente hay seis mil millones y, según las proyecciones más conservadoras,
para el 2050 habrá casi ocho mil millones. Será necesario, entonces, hacer uso de
las reservas de biodiversidad, como las selvas.

La actividad humana está alterando el equilibrio del clima global y los efectos del
calentamiento global no son nada positivos para la especie humana,
especialmente si se trata de hacer una proyección a futuro. Para finalizar, Gray
concluye exponiendo las siguientes ideas: i) no puede haber un equilibrio entre
los recursos naturales y las necesidades humanas si el número de humanos no
deja de crecer; y ii) el homo rapiens viene acumulando una larga historia de
asesinatos en masa, pero difícilmente ha optado por regular la población social de
forma inteligente y humana, si esta disminuye es por consecuencia de la guerra.

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