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ÍNDICE
TEXTO
1. Planteamiento
a) Que la concepción abierta, salvo excepciones (arts 127; 135 bis d; 346; 355; 358;
360; 395; 412 y 563), de los delitos imprudentes no se compadece con el principio de
legalidad penal (arts 9.3 y 25.1 de la Constitución), ni tampoco es respetuoso con la
deseable seguridad jurídica. Por ello la doctrina coincide en reconocer el acierto que
representa el sistema de "numerus clausus", propio del Derecho alemán entre otros
ordenamientos legales, y el avance en su día representado por el proyecto de 1980 y
por el actual proyecto C.P., remitido por el Gobierno a las Cortes en el mes de
septiembre de 1992.
La ausencia de una enumeración cerrada de los delitos imprudentes como "crimina
culposa", creemos que propicia la consideración del delito imprudente con un carácter
residual o subsidiario respecto del doloso, recurriéndose con frecuencia a la
calificación como culposos de hechos que incorporan un reproche penal mínimo pero
cuyo resultado lesivo o dañoso puede ser de la máxima gravedad, sirviendo en estos
casos la condena penal, por ínfima que sea, para sustentar la declaración de la
responsabilidad civil que es de lo que se trata, con frecuencia de carácter subsidiaria o
a cargo de las entidades aseguradoras.
Es discutible la valoración imprudente de delitos esencialmente dolosos en nuestra
opinión, como sucede con el parricidio (T.S. 28.03.84, A. 229; 19.12.85, A. 6.345 y
03.10.87 A. 6.947), la violación (T.S. 30.05.1890; 15.10.31 y 11.04.77 A .1.549); o
con determinadas falsedades documentales (T.S. 21.11.83 A. 5.675 y 10.02.92 A.
1.110). En la sanción por esta vía del delito de infidelidad en la custodia de
documentos, a pesar de que hayan recaído varias sentencias coincidentes en la materia
(04.03.77 A . 939; 10.06.87 A. 4.723 y 24.10.90 A. 8.229), creemos que se ha
extremado la interpretación de los elementos descriptivos de la conducta típica en pos
de su sanción imprudente.
II. Autoría
1. Planteamiento
1.- Sujeto activo del delito es quien realiza los elementos objetivos y subjetivos del
tipo, mientras que autor es una de las personas responsables del delito.
4.- El autor mediato tiene sustantividad formal propia y, al igual que los demás
autores, se encuentra fuera del art. 14.C.P.; es decir en la parte especial.
5.- Autor es quien tiene el dominio objetivo del hecho y está en posición de determinar
(objetivamente) la producción causal del resultado, mientras que los demás
intervinientes son partícipes.
III. Participación
1. Planteamiento
1. Planteamiento
Luego me referiré a varias sentencias del T.S. para exponer el tratamiento práctico que
se hace de la cuestión, ocupándonos ahora de los distintos criterios con que la doctrina
científica (58) aborda el estudio de la influencia de la conducta imprudente de la
víctima.
a) Incidencia sobre la infracción del deber de cuidado. En cuanto a su incidencia sobre
la infracción del deber de cuidado, debe tenerse en cuenta que este deber comprende
los de naturaleza genérica y de común experiencia, que desde el principio (ex ante)
aparecen como adecuados para evitar la lesión del bien juridico; así surge la
previsibilidad como fundamento del deber interno subjetivo, mientras que el deber
externo habrá que graduarlo en función de la observancia u omisión de las normas y
reglas establecidas para evitar la lesión de aquel bien jurídico, teniendo en cuenta
también la capacidad del autor y las exigencias que se deriven de las circunstancias
externas concurrentes.
En la determinación de este deber de cuidado se tendrá en cuenta el principio
denominado de "confianza", en base al cual el "partícipe en el tráfico (en general)
puede confiar en que los demás se comportarán correctamente, mientras no le conste lo
contrario por circunstancias especiales" (WELZEL); que en materia de circulación
viaria se formula como principio de "confianza ajustada a la normalidad del tráfico", es
decir la expectativa fundada y legítima en un comportamiento de los demás ajustado a
la norma, por parte de quien se comporta "reglamentariamente". Es oponente de la
confianza el principio de "defensa", creado precisamente para dotar de protección a los
miembros de la sociedad que se consideran más desvalidos, tales como niños, ancianos
o minusválidos psíquicos, y con arreglo al cual el partícipe en el tráfico deberá prevenir
hasta sus comportamientos defectuosos, incluyendo medidas de cuidado
extraordinarias para conjurar el peligro potencial de las conductas de estas personas.
Que el principio de confianza está subordinado al de defensa, es una realidad
perceptible a través de la doctrina jurisprudencial (S.T.S. 01.06.74 A. 2.781; 17.04.78
A. 1.430; 14.03.80 A. 1.126; 08.06.85 A. 2.976 etc.). Sin perjuicio de lo cual el
principio de confianza permite afirmar que sólo han de comprenderse dentro del deber
de cuidado las conductas de las víctimas, o de los terceros, que pudieran conocerse
anticipadamente porque para el sujeto activo no resulta exigible la previsión de lo que
no pudo saberse "a priori" (así la sentencia de la Audiencia Provincial de Valencia
23.10.90 sobre rotura de la Presa de Tous). Con el principio de defensa, en cambio, se
amplía el deber objetivo de cuidado, pero nunca hasta el punto de comprender los
acontecimientos imprevisibles (S.T.S. 05.02.73 A. 602; 02.02.78 A. 326; 21.01.80
A.112 y 25.02.91 A. 1412).
Cuando los acontecimientos revistan el carácter de imprevisibles, en función del
peligro introducido por la víctima, habrá lugar a la exoneración ya por la vía de que el
riesgo lo creó ésta, o porque el peligro introducido por el sujeto activo no haya sido el
adecuado para la producción del resultado (así S.T.S. 18.06.90 A. 5.563 que habla de
culpa exclusiva de la víctima, y reconduce la cuestión al campo de la culpabilidad
afirmando que se trata de un caso fortuito en que no hay dolo ni culpa). Y si la
situación concurrente se presenta de parte de terceros entonces, además de lo dicho,
habrá de tenerse en cuenta que como cuestión previa se deberá decidir sobre la relación
de autoría o de participación.
Al hablar del deber objetivo de cuidado y de los principios de confianza y de defensa,
no debe omitirse una referencia, al menos, a las peculiaridades del campo laboral, ya
tratado desde el punto de vista de la autoría y de la intervención participativa.
Tanto el Estatuto de los Trabajadores como las Ordenanzas Laborales, constituyen al
empresario y a sus asimilados como destinatarios del deber subjetivo público de velar
por la seguridad en el trabajo, colocando a éstos en una posición genérica y difusa de
garantes de la salud física y psíquica de los trabajadores bajo su dependencia, y sólo en
el caso de que los riesgos sean introducidos por terceros no destinatarios de aquél
deber general, podrá el empresario invocar la operatividad del principio de confianza.
Antes aludíamos a que la jurisprudencia incluía entre los sujetos destinatarios de la
normativa reguladora de las condiciones de seguridad en el trabajo, tanto al empresario
propiamente dicho como a los técnicos y mandos intermedios, e incluso a encargados y
capataces con tal de que ejercieran sus funciones en régimen de alguna autonomía o
con poder de mando, organización, o representación. También se dijo que la
jurisprudencia, habitualmente, estimaba las actuaciones imprudentes de estas personas
como casos de "concurrencia de culpas" en régimen de autonomía y casi nunca de
codelincuencia en régimen de autoría, a pesar de que con alguna reiteración las
conductas de éstos obedecen a la existencia de acuerdo en cuanto al hecho imprudente,
sin virtualidad para exonerar o disminuir siquiera la responsabilidad del empleador.
Concretando lo antes dicho a propósito de la más propia "concurrencia de culpa",
diremos que la intervención de la víctima-operario resultará intrascendente cuando el
deber de cuidado por éste infringido traiga causa del cumplimiento, aún defectuoso de
la orden emanada del empresario y producirá efectos excluyentes o atenuatorios de la
responsabilidad de dicho empleador, en los casos en que el deber infringido por la
víctima no esté incluido en el deber omitido por el empresario, o para éste resulte
imprevisible la infracción del trabajador, siendo un claro caso de no exigencia de
responsabilidad cuando el operario accidentado llegara a actuar contra la prohibición
expresa de las personas encargadas de la dirección (S.T.S. 15.11.75 A. 4.388; 02.10.76
A. 4.595 y 13.11.77 A. 4.332), situaciones que el Tribunal Supremo trata a base de
explicaciones causalistas, como supuestos de ruptura del nexo causal.
La degradación de la responsabilidad por culpa de la víctima o de terceras personas
también trabajadores, se produce según el T.S. en los casos en que es el operario quien
genera la situación de riesgo concreto, actuando por su cuenta aunque sin contravenir
instrucciones precisas (S.T.S. 30.03.90 A. 2.651; 22.12.90 A. 10.004 y 20.11.91 A.
8.334).
b) En la determinación de la autoría. El segundo criterio que considera a este respecto
la doctrina científica es el que concierne a la determinación de la autoría. Cuando la
conducta de la víctima, o de terceros, adquiere tal protagonismo que la del sujeto
activo resulta secundario, no parece necesario acudir a la explicación de la relevancia
causal, justificando la exoneración en base a que la culpa de la víctima desplaza a la
del autor aparente, sino que en realidad de lo que se trata es de una cuestión relativa a
la autoría o participación, correspondiendo la primera a la víctima y la condición de
partícipe en hecho atípico al sujeto activo que por tanto resulta impune. La doctrina
(59) incluye en estos casos los de provocación imprudente de suicidios, auto-lesiones y
los de autopuesta en peligro. Casos que en la obra de ROXIN se enfocan a través del
fin de protección de la norma, y que la doctrina española (CORCOY y LUZON
PEÑA) tratan como cuestión de autoría o de participación (impune esta última en la
tesis ya conocida de LUZON PEÑA).
La Sala 2ª del T.S. ha tenido ocasión de ocuparse recientemente (S. 17.07.90 A.
6.728), de un caso de puesta en peligro de la víctima con su consentimiento, en el que
un joven que finalmente resultó fallecido retó a un amigo, miembro de un Instituto
Armado, con quien compartía una fiesta, a que acertara a dispar sobre una botella
mientras el retador bebía de la misma. Aquel aceptó la proposición y disparó su arma,
en el instante preciso en que el proponente efectuaba un movimiento con el cuerpo
para limpiarse una mancha de vino, siendo alcanzado por el proyectil y falleciendo días
después.
En el recurso se alega la "interconcurrencia de culpas", argumentando que fue la
víctima, al inducir al procesado, quien realizó como único autor el tipo penal. La
sentencia estima que se trata de un supuesto de consentimiento en el riesgo propio, en
que tal consentimiento no resulta relevante en la medida en que la vida o la integridad
corporal no son bienes disponibles. Es decir, que el bien que se protege con la norma
de cuidado no se vería afectado por el consentimiento lo que excepcionalmente se
produciría, razona la sentencia, en los casos en que el riesgo provenga exclusivamente
de la víctima; sin que en esta ocasión se tenga en cuenta al introducir el sujeto un factor
de elevación del riesgo al disparar en una situación no prevista, lo que excluye la
eliminación de la imputación objetiva. No obstante el T.S. aprecia una atenuación de lo
ilícito, que sitúa genéricamente en el art. 9.10 C.P. aunque tratándose de un delito
culposo entiende que no hay necesidad de operar expresamente con la aplicación de las
reglas del art. 61 C.P.
Teniendo en cuenta que el incremento del riesgo, realmente fue introducido por la
víctima con su comportamiento imprevisto, opinamos que aún sosteniendo la
irrelevancia del consentimiento, este extremo quizá debió haberse contemplado por la
Sala, para apreciar un menor nivel de exigencia en el cuidado del acusado (al parecer
un tirador experto), lo que disminuyendo la previsibilidad pudo motivar la degradación
del reproche a título de falta del art. 586 bis C.P.
Se comparten los fundamentos de la sentencia en cuanto que ni se interrumpe el nexo
causal, ni deja de existir imputación objetiva en los resultados consecutivos a
situaciones de puesta en peligro con consentimiento de la víctima, estimando no
aplicables en nuestro Derecho las posiciones de la doctrina alemana (60), en cuanto a
la "relativización" del bien jurídico voluntariamente puesto en peligro, o sobre lo inútil
de la protección del Derecho penal, cuando la víctima consiente en la lesión del bien de
que es titular. Afirmación esta última que sí creemos aplicable en el ordenamiento
español, cuando el resultado se concrete en la producción de daños materiales
recayentes sobre cosas propias del consentidor.
x0 Para concluir este apartado diremos que el T.S. no admitió que se tratara de un caso
de autopuesta en peligro, el contemplado en la Sentencia 26.01.81 (A. 246), en que un
obrero agrícola iba subido en los aperos que el tractor accidentado remolcaba; sin dar
lugar siquiera a la degradación de la responsabilidad del conductor del vehículo.
c) En la determinación de la gravedad del injusto. El tercer criterio doctrinal viene
referido a la valoración de la gravedad del injusto imprudente, a tener en cuenta en los
casos en que aun manteniéndose la relación de autoría para el sujeto activo, la conducta
de la víctima crea un riesgo que al disminuir el deber de cuidado determina la
valoración individualizada de cada una de las conductas portadoras de riesgo;
degradando la entidad del injusto por disminución de la previsibilidad y no como
cuestión de "compensación de culpas concurrentes".
Antes se explicó el procedimiento a que acude el T.S., para ponderar el nivel de las
"imprudencias concurrentes" y llegar luego a la conclusión correspondiente, sobre
degradación o exoneración en el sujeto agente, limitándonos a citar ahora algunas
manifestaciones de los criterios jurisprudenciales, (pudiendo sobre este particular
consultarse la casuística recogida en la obra de CABALLERO GEA) (61):
- Las situaciones de peatones caminando por lugar inadecuado de la calzada, o bien
situados indebidamente en la vía pública, dan lugar a la degradación de la culpa del
sujeto activo (en S.T.S. 23.10.74 A. 3.846; 22.01.82 A. 119 y 25.02.91 A. 1.412).
- Los casos de peatones que cruzan antirreglamentariamente la calzada se resuelven
también con efectos degradatorios (en S.T.S. 28.09.79 A. 3.166; 24.03.83 A. 2.176 y
21.10.88 A. 8.097).
La última de las sentencias reseñadas ha sido objeto de comentario a cargo de
LUZON PEÑA (62), creemos que acertado en sus críticas, en cuanto que el acusado
conducía bajo los efectos de la embriaguez y la Sala le condena por delito contra la
seguridad del tráfico y falta de imprudencia por degradación del posible delito
imprudente por la culpa concurrente de la víctima; cuando lo correcto hubiera sido
estimar sólo el delito de peligro abstracto por ser el más gravemente penado en
aplicación de la regla de "alternatividad" contenida en el actual art. 340 bis c) C.P.
- También con efectos degradatorios en los casos de cambios de dirección con
excesiva lentitud interfiriendo la calzada, mientras que otros vehículos avanzan a
excesiva velocidad o sin advertir que la vía se encuentra ocupada (en S.T.S. 15.11.74
A. 4.337 y 28.01.80 A. 246).
- Igual en situaciones de incremento de riesgo; así S.T.S. 05.12.80 (A. 4.779), en que
un usuario de energía eléctrica suministrada en defectuosas condiciones por
sobrecarga, acomete la tarea de reparar un interruptor llevando calzado humedecido, y
que en estas circunstancias fallece por electrocutación.
- Igual solución en los casos de invasión parcial y momentánea del lado contrario de la
calzada, también por el vehículo conducido por la víctima, cuando el autor la ocupaba
asimismo y en mayor medida. (30.12.87 A. 990).
- Igual en casos de accidente ocasionado al hallarse mal estacionados los vehículos de
los perjudicados (S.T.S. 12.12.83 A. 6.516 y 16.05.88 A. 3.663).
- O el caso del conductor que no se apercibe con antelación de la presencia de un
ciclomotor en la vía pública, indebidamente manejado por su conductor (T.S. 26.06.79
A. 2.775).
- Un caso de exoneración por "culpa exclusiva de la víctima", se encuentra en la
S.T.S. 18.06.90 (A. 5.563), en peatón que en hora nocturna cruza una vía interurbana y
es atropellado por quien con luz de cruce, en función de otros vehículos que circulan
en sentido contrario, conduce a velocidad superior a la que le permitiría detener la
marcha del vehículo dentro de la zona iluminada. La Sala absuelve por apreciar caso
fortuito, estimando que no concurre la culpabilidad en concepto de dolo ni de culpa, es
decir, apreciando el caso fortuito porque, según razona, "cuando un peatón se coloca
inesperadamente delante de un vehículo, necesariamente se tiene que producir el
atropello, sea cual fuere la atención del conductor, la velocidad a la que marche o la
hora del día en que el suceso ocurra". Como se aprecia, el T.S. sigue tratando como
una cuestión de causalidad y de culpabilidad, lo que es materia más propia de lo injusto
del delito imprudente, en base a la creación de la situación de riesgo por infracción del
deber objetivo de cuidado.
d) En la imputación del resultado. El cuarto y último de los criterios utilizados por la
doctrina se refiere a la cuestión de la imputación del resultado. Al considerar la
determinación del deber de cuidado, nos referíamos a que sólo lo cognoscible
anticipadamente es previsible y puede justificar el ilícito imprudente, por no haberse
previsto lo previsible y no haberse evitado lo evitable con el empleo de medidas,
generales o especiales, al alcance del autor teniendo en cuenta las circunstancias; por el
contrario los hechos de la víctima sobrevenidos (ex post facto) habrían de tenerse en
cuenta para la imputación del resultado. En este sentido el T.S. aprecia la "interrupción
del nexo causal" sólo en el caso de los accidentes extraños sobrevenidos que sean
imprevisibles, distinguiendo según se trate entre conductas posteriores dolosas o
culposas. Cuando sean imprudentes dependerá de su previsibilidad, rigie ndo el
principio de confianza en la actuación de los demás, y siendo dolosa impide la
atribución de los resultados (en aplicación de la teoría de la prohibición del regreso).
Al aludir a la intervención posterior dolosa de terceros, vuelve a suscitarse el
precedente establecido por el T.S. en la sentencia, ya citada, mediante la que se
resolvió el conocido "caso Vinader", criticable por cuanto que no se hizo uso de la
doctrina que conduce a la interrupción del nexo causal.
- En los casos de daños posteriores, consecutivos al primer accidente, el T.S. viene
sosteniendo la autoría directa del causante del primer hecho, lo que CORCOY
BIDASOLO insinúa que pudiera ser una reminiscencia versarista. Sostiene esta
monografista del tema, que en tales casos el resultado no entra dentro del fin de
protección de la norma pudiendo, además, excluirse la relación de autoría cuando aquél
no llegara a controlar el proceso causal del segundo resultado.
En el caso de la S.T.S. 27.01.84 (A. 804), ya vista (II 2 b), en la que se enjuiciaba el
hecho de la persona que huyó despavorida por la irrupción en la acera de un coche que
atropelló a otros viandantes, atravesando el peatón la calzada por lo que a su vez fue
arrollado por otro vehículo que circulaba en sentido opuesto; LUZON PEÑA al
comentar esta resolución estimó que se trataba de un caso de autoría mediata, criterio
válido para explicar la relación de autoría en los casos de procesos causales complejos,
seguidos de actuación imprudente de la víctima o de terceros, siempre que el control
del proceso causal correspondiera al autor del primer accidente. Criterio no compartido
por la autora de la completa monografía sobre el " Delito imprudente" CORCOY
BIDASOLO (63).
- En el caso de accidentes múltiples, como sucede en las colisiones en cadena, la
práctica de los Tribunales suele llevar a la condena de la totalidad de los conductores,
cuyos vehículos hallándose en movimiento colisionan por alcance con otros, situando
la actuación imprudente en el hecho de no haberse respetado la distancia de seguridad
(art. 99 del Código de la Circulación) y, con frecuencia, en base al artículo 17 del
mismo Código viario (hoy art. 11 de la Ley sobre tráfico) que es una especie de "cajón
de sastre" (64), en donde se incluyen las imprudencias residuales de difícil encaje en el
ámbito de la circulación y en base al cual se ha construido el principio de seguridad o
de circulación dirigida. Claro que con arreglo al principio de confianza, el autor de la
primera colisión puede esperar que los demás conductores que le siguen en la marcha
guarden la distancia reglamentaria, lo que les permitiría detener anticipadamente sus
vehículos y evitar el choque, por lo que el primero no debería responder de los
acontecimientos inmediatamente posteriores. No obstante la S.T.S. 21.11.80 (A.
4.532), en un caso complejo de una primera colisión sobre cuatro vehículos
estacionados, en la que se ocasionó la muerte de una persona y daños materiales
importantes, luego se precipitaron contra los primeros coches accidentados entre sí
otros dieciséis vehículos, sin resultados apreciables, y cuando habían transcurrido unos
instantes se aproximó al grupo otro vehículo que chocó contra todos ellos,
ocasionándose entonces cinco muertes entre los conductores y usuarios de los
vehículos. El T.S. entendió, argumentando sobre la "concatenación causal", la
concurrencia de culpas no concordadas, es decir la existencia de dos autores del hecho
imprudente, atribuyendo también la cocausación de la segunda colisión al autor de la
primera, por entender que el corto lapso de tiempo transcurrido entre uno y otro hecho
no era suficiente para interrumpir el nexo causal.
V. Conclusiones
I
1.- La configuración que en nuestro Ordenamiento Jurídico recibe el delito imprudente
según el denominado sistema de "numerus apertus", no es el más conforme al principio
de legalidad de los delitos y permite la incriminación de hechos punibles de dudosa
comisión imprudente. Por ello es deseable la fijación de supuestos tasados a modo de
"numerus clausus", en la línea del proyecto de Código Penal de 1.980 y la propuesta de
1983; por lo que se valora positivamente en este extremo el Proyecto C.P. de 1992.
2.- La causación de dos o más resultados típicos mediante un solo comportamiento
imprudente, debería sancionarse por la vía del concurso ideal, en lugar de absorber el
resultado más grave los de inferior entidad; pues sólo así la imposición de mayor pena
reflejaría la mayor gravedad del injusto, basado en el "desvalor de la acción - desvalor
del resultado".
3.- El delito imprudente requiere la producción de resultado, consistente en la lesión
del bien jurídico protegido, no bastando la mera puesta en peligro del mismo.
Consecuentemente, los delitos imprudentes de actividad, sin resultado diferencia do
respecto a la conducta, sólo son posibles en la medida en que se tipifiquen
expresamente.
4.- El tipo de lo injusto en los delitos imprudentes es distinto que el de los delitos
dolosos, por lo que no es preciso aguardar al juicio de reproche radicado en la
culpabilidad, para diferenciar una y otra clase de infracción punible.
II y III
IV
Notas
(1) Entre otras pueden verse: BUSTOS RAMIREZ, Juan. "Culpa y Finalidad.
Los delitos culposos y la teoría final de la acción". Santiago de Chile, 1967.
CORCOY-BIDASOLO, Mirentxu. " El delito imprudente. Criterios de
imputación del resultado" Barcelona, 1989. JORGE BARREIRO, Agustín. "La
imprudencia punible en la actividad médico-quirúrgica". Madrid, 1990.
MARTINEZ-PEREDA RODRIGUEZ, José Manuel. "La imprudencia punible en
la profesión sanitaria según la jurisprudencia del Tribunal Supremo". Madrid,
1985. NUNEZ BARBERO, Ruperto. "El delito culposo". Salamanca, 1975.
QUINTANO RIPOLLES, Antonio. "Derecho Penal de la culpa". Barcelona,
1958. SERRANO GONZALEZ DE MURILLO, José Luis. "Teoría del delito
imprudente". Madrid, 1991.
(2) En "Delitos contra la seguridad del tráfico y su prevención", varios autores.
Valencia, 1975.
(3) Ley Penal del automóvil de 9 de mayo de 1.950, Ley de 8 de junio de 1957
reformadora de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y Ley de uso y circulación de
vehículos de motor de 24 de diciembre de 1.962.
(4) Memoria de la Fiscalía General del Estado.
(5) La simple ahora constitutiva de falta en cualquier caso.
(6) QUINTANO RIPOLLES: "Tan impropio es hablar de delito de imprudencia
como de delito de dolo". En Derecho penal de la culpa página l9.
(7) Así LUZON PEÑA en: Derecho penal de la circulación pag. lOl y ROMEO
CASABONA en: los delitos culposos en la reforma penal. ADP l.990 pag. 474.
(8) En Derecho Penal. Teoría jurídica del delito pag. 610.
(9) La infracción del deber objetivo de cuidado figura en la jurisprudencia desde
las sentencias de ll y 16.06.1964 (A. 3.068 y 3.146).
(10) CORDOBA RODA; CEREZO MIR; MIR PUIG; GIMBERNART; NUäEZ
BARBERO; QUINTERO OLIVARES; OCTAVIO DE TOLEDO-HUERTA;
BUSTOS RAMIREZ; BACIGALUPO; LUZON PEäA; entre otros.
(11) En el trabajo de GUALLART Y DE VIALA la significación del resultado en los
delitos culposos en el Derecho Penal español. ADP 1.979 pag. 617 y ss.
(12) "El nuevo sistema de Derecho Penal. Una introducción a la doctrina de la acción
finalista" Traducción y notas de CEREZO MIR. Barcelona 1.964 y "La polémica en
torno a la doctrina de la acción finalista en la ciencia del Derecho Penal español".
Revista Nuevo pensamiento penal, 1.972.
(13) RODRIGUEZ RAMOS: ÈEl resultado en la teoría jurídica del delito". Cuadernos
de política criminal nº 1 del año 1.977, pag. 57 y s.s.
(14) RODRIGUEZ RAMOS obra citada pag. 61.
(15) Teoría jurídica del delito citada, pag. 598 y ss.
(16) Según datos estadísticos obrantes en la Memoria sobre el estado,
funcionamiento y actividades de los Tribunales de Justicia (Tribunal Supremo);
durante el año 1.991 se tramitaron un total de 4.362.052 asuntos civiles y penales,
dictándose un total de 1.417.309 sentencias. Según la Memoria del Fiscal General
del Estado, durante igual periodo de tiempo se tramitaron un total de - 1.854.295
causas penales y 344.799 juicios de faltas.
ain (17) Artículo 110.
(18) OWIG artº 14.
(19) Para un estudio detallado, doctrinal y jurisprudencial ver GARCIA
CONLLE DO. "Autoría en Derecho Penal". Barcelona 1.991, pag. 349 y ss. Y la
crítica de la Teoría en GIMBERNART "Autor y Cómplice" pag. 54 y ss.
(20) Sobre S.T S que hacen referencia a este concepto de autor y a las teorias
subjetivas, ver GARCIA-CONLLEDO, pag. 306 y ss.
(21) Casos conocidos como "De la bañera" y "Statsckinsky", citados por
GIMBERNART en "Autor y cómplice" pag. 52.
(22) Sentencias a partir de 1.967 en la obra de GARCIA - CONLLEDO. Con
posterioridad pueden citarse las de 21.02.89 y 02.07.91. La primera de ellas
ampliamente comentada en Poder Judicial nº 27, año 1.992, sobre todo en cuanto al -
"codominio funcional". Con anterioridad pueden citarse las de 26.05.47 (A. ñ 708), y
de 11.03.64 (A. 1.408).
(23) Sobre todo LUZON PEÑA.
(24) Obra citada pag. 547.
(25) GIMBERNAT en "Autor y cómplice" pag. 126, quien sin embargo
posteriormente y en esta misma obra defiende que el dolo es elemento integrante
del dominio del hecho. En el mismo sentido JESCHEK y MAURACH.
(26) LUZON PEÑA: "Observaciones sobre la autoria en delitos dolosos e imprudentes
de resultado". En Estudios Penales; Barcelona 1.991
(27) En comentarios al Código Penal, Barcelona 1.972, pag. 800 y ss.Este autor junto
con GIMBERNAT son los principales divulgadores de la teoría.
(28) En los términos reflejados en la anterior página 16.
(29) Obra citada pag. 625 y ss.
(30) RODRIGUEZ MOURULLO: "El autor mediato en Derecho Penal español".
ADP 1.969, pag. 480. "Comentarios al Código Penal", pag. 817; y LUZON
PEäA en "Autoria e imputación objetiva en el delito imprudente. Valoración de
las aportaciones causales". En Derecho Penal de la circulación, 1.990, pag. 82 y
ss.
(31) En "Autoria e imputación objetiva", ya citada, pag. 83 y ss.
(32) La jurisprudencia tradicional en este entido y su crítica en GIMBERNAT:
"Delitos cualificados por el resultado y causalidad". Edición 1990, pag. 129;
además del trabajo citado de LUZON PEÑA.
(33) JAEN VALLEJO: Código Penal comentado. AKAL 1.990 pag. 119.
(34) Comentada por JUAN DEL ROSAL: "Sobre la codelincuencia culposa"
ADP 1953 pag. 529 y ss.
(35) Los párrafos 26 y 27 del Código Penal alemán sólo castigan la participación
dolosa.
(36) Entre otros QUINTANO; RODRIGUEZ MOURULLO; COBO - VIVES;
MIR PUIG; OCTAVIO DE TOLEDO - HUERTA; LUZON PEäA (tras negarla
inicialmente y sostener ahora la impunidad). CORCOY BIDASOLO etc; en
contra, entre otros, JIMENEZ DE ASUA; CEREZO MIR; BACIGALUPO;
MUäOZ CONDE; ROMEO CASABONA; QUINTERO OLIVARES; GOMEZ
BENITEZ y ARROYO ZAPATERO.
(37) "Comentarios", pag. 814 y ss.
(38) Derecho Penal de la culpa, pag. 335.
(39) En Derecho Penal de la circulación, pag. 94.
(40) Comentarios,pag. 895
(41) La Crítica, por otras razones, en GIMBERNAT: "Libertad de expresión y
Derecho penal" 1.985, pag. 107 y ss.
(42) Estudios penales, pag. 214.
(43) Sección Séptima, Ponente ALBERTO JORGE BARREIRO.
(44) Poder Judicial nº 27, año 1992, puede verse el trabajo genérico sobre
"Autoría o participación en determinados supuestos de vigilancia". Comentarios a
laS.T.S21.02.89.
(45) Entre otros RODRIGUEZ MOURULLO, en "Comentarios", pag. 841 y ss. y
GIMBERNAT en "Autor y Cómplice", pags. 318 y 321.
(46) JORGE BARREIRO: "La imprudencia punible en la actividad médico-quirurgica
Madrid", 1990, pag. 120 y 8S.
(47) La doctrina general a propósito de la imprudencia médica en ST.S.12.03.90 (A.
2.987): y sobre la "Conexión" de las actividades de los profesionales intervinientes la
de 04.09.91 (A. 6.021).
(48) Una visión general de la doctrina jurisprudencial en la imprudencia médica, en la
obra de MARTINEZ-PEREDA, año 1.985.
(49) La sentencia recuerda la obligació n de los Tribunales de señalar la cuota de
responsabilidad civil en aplicación del art 106 C.P., con libertad de criterio sólo
revisable en casación en cuanto a las bases.
(50) Una visión de la misma hasta 1.978 en la obra monografica de ARROYO
ZAPATERO: "Protección Penal de la seguridad en el trabajo" 1.981
(51) ARROYO ZAPATERO, obra citada pag. 57 y ss.
(52) Se ocupan del tema LUZON PEäA en "Estudios penales" pag. 225; HUERTA
TOCILDO: "Problemas fundamentales de los delitos de omisión", 1.987 y SILVA
SANCHEZ: "El delito de omisión: concepto y sistema" 1.986
(53) LUZON PEäA en"Estudios penales" pag. 227 y ss. y ROSARIO DE
VICENTE:"la responsabilidad penal omisiva de los funcionarios públicos por
delitos contra el medio ambiente", 1.992 (Obra inédita).
(54) "Estudios penales", pag. 210 y ss.
(55) Sobre responsabilidad civil nos remitimos, entre otros trabajos, a las obras
de SOTO NIETO:"La responsabilidad civil derivada del ilícito culposo", ñ
Montecorvo, 1.982; y SANTOS BRIZ "La responsabilidad civil", Montecorvo,
1.991
(56) Derecho Penal de la culpa, pag. 324.
(57) Como pone de relieve LUZON PEäA, en "Derecho penal de la circulación", pag.
75 y ss.
(58) CORCOY BIDASOLO: "El delito imprudente", sobre todo pag. 345 y ss.
(59) En CORCOY BIDASOLO, obra citada, pag. 358.
(60) En CORCOY BIDASOLO, obra citada,pag. 550 y ss
(61) "Las responsabilidades penal y civil dimanantes del accidente de circulación ", A.
1.986
(62) En " Poder Judicial" 21/1991, pag. 129 y ss. También comentada por
UJALA JOSHI JUBERT en "Comentarios a la jurisprudenia penal del Tribunal
Supremo". Barcelona 1.992.
(63) En el mismo sentido SILVA SANCHEZ, que comenta la sentencia en "La Ley"
1.984/4.: "Límites en la responsabilidad por imprudencia", pag. 1040.; para quien el fin
de protección de la norma no abarca los daños no directos.
(64) Así en S.T.S. 25.02.91 (A. 142).
Bibliografia