Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
La modernidad no debe ser pensada exclusivamente como proceso histórico entrelazado al aspecto,
filosófico, político y económico. También fue el proyecto de la ciudad, ya no de forma utópica, sino como
realidad concreta de un nuevo modelo de mundo articulado bajo la lógica capitalista. Sujeta a una relación con el
desarrollo del concepto de lo moderno, la urbe fue concebida como un medio para borrar el pasado. Para ello se
revistió de símbolos arquitectónicos que intentaban captar y expresar el espíritu de la nueva época.
Por lo tanto, desde la óptica moderna del capitalismo hay una estrecha relación entre el modelo, la
realidad y la ciudad. Esta última es el reflejo de un sistema o modelo y su máxima expresión.
En este sentido, las reformas hechas a las calles de París y su referente de Ciudad de las luces, alude al
imaginario de todo lo que conllevó el proceso de la Ilustración francesa. Por su parte durante el siglo XIX, Londres
se convirtió en el referente de la revolución industrial y del espíritu mercantil de la época.
Dentro de este paradigma, la reflexión sociológica ha planteado que Colombia, como nación, ha tenido
un proceso de modernización sin haber transitado por la modernidad. A nivel de imaginario, la sociedad colombiana
históricamente no ha realizado una apropiación e interiorización de este concepto. Incipientemente lo intentó en
eventos aislados como la Expedición botánica, la traducción de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano y
la independencia política de España.
En este orden de ideas, Chaparro Valderrama (1998: 37) plantea: “Se ha dado una larga discusión acerca
de si en Colombia existe o no la ciudad moderna, en tanto ésta entraña una cultura de la tolerancia y el respeto
por la diferencia, razón por la cual algunos estiman que en el país no hay cultura urbana, ni ciudad al menos en
ese sentido. Estas opiniones se sustentan por comparación con otras urbes”.
A mediados del siglo XIX Colombia continuaba anclada a una suerte de limbo. Había tenido diversos
nombres en corto tiempo: República de Nueva Granada, Confederación Granadina, Estados Unidos de
Colombia.
A nivel urbano aún existía una influencia marcada del periodo hegemónico de España y mientras en el
territorio colombiano se inauguraba el ferrocarril de Panamá (1885), Georges-Eugène Haussmann, entre el
periodo de 1848 – 1870, ya había adelantado la gran trasformación de Paris, dando apertura a los bulevares. La
intrincada morfología del territorio colombiano, caracterizado por su quebrado relieve no facilitó la construcción
de ferrocarriles o de vías transitables1.
Paralelo a ello no habían grandes referentes arquitectónicos que expresarán un imaginario de nación
republicana.
En este orden expositivo, mi presente disertación, plantea el urbanismo y la arquitectura como un
fenómeno que surgió tardíamente en Colombia y se desarrolló a partir de la construcción de las grandes obras
civiles requeridas en post de desarrollar económicamente el territorio, financiadas, en parte, con los recursos
provenientes de la indemnización por parte de los Estados Unidos a Colombia a causa de la Perdida del Canal de
Panamá y la separación de dicho territorio.
Al respecto, la investigadora Silvia Arango ha expuesto ampliamente como en Colombia, desde
mediados de 1863 a la época actual, el tema de lo urbano y arquitectónico ha atravesado diversas etapas que bien
pueden ser resumidas en tres rasgos característicos fundamentales:
1. Un proceso de urbanismo tardío, que se da entre 1863 hasta 1920 caracterizado por expresiones
urbanas que no están en articulación con los procesos de desarrollo que se da en las ciudades del
mundo. Igualmente, existe una intención por desarrollar la ciudad de la mano del ímpetu de la aparición
del aparato industrial como eje de la dinámica económica.
2. Un periodo de modernización entre la década de 1920 a 1990. En esta fase al ciudad colombiana es un
experimento que atraviesa la influencia de la arquitectura moderna y el urbanismo, dentro del cual surgen
las figuras de arquitectos internacionales radicados en el país y nacionales que exploran una propuesta
1
[…]A decir verdad, poca diferencia existía entre los caminos y las trochas utilizados por los conquistadores en el siglo XVI
y los transitados a fines de la Colonia: vías en tierras extendidas a campo traviesa, sin importar la topografía del terreno, para
muchos de los cuales puede resultar su recorrido más seguro cuando se realiza a espalda de cargueros experimentados que
actúan como bestias de carga que en el lomo de los animales de silla, como consecuencia de las condiciones primitivas de las
vías terrestres, altamente escabrosas, que limitan de hecho la capacidad de carga de los animales e impedían pensar en la
utilización de sistemas comunes en Europa, basados en el empleo de la rueda, etc. (Corradine, Alberto & Mora de
Corradine, Helga. 2001, p. 32.)
que este en armonía con el sentir del desarrollo del país, pero, que está sujeta a iniciativas que provienen
del exterior como lo fue la Alianza para el Progreso.
3. La última fase comprende los años de 1990 a la actualidad, caracterizado por una intención de
repensar la ciudad, a través del cual surgen una serie de planes de renovación parcial al interior de las
distintas ciudades colombianas que pasan a ser modelos a nivel mundial.
En este orden, de ideas mi pretensión no es otra que establecer un recorrido por la arquitectura
colombiana del periodo independiente como proceso histórico, con el fin de acercar al lector a las características
y rasgos más relevantes de esa búsqueda constante de identidad y transformación cultural a través de la creación
de hitos arquitectónicos como expresión de modernidad que se dio en Colombia desde la mitad del siglo XIX y
atravesó gran parte del XX y que parece haber llegado a su climax con la globalización.
Durante el periodo colonial la arquitectura y el arte fueron las máximas expresiones del imaginario
ideológico que la Corona española impuso en el virreinato neogranadino. Ambas actuaban como propaganda de
los valores e ideales religiosos. Por consiguiente, se dio un desarrollo constructivo de dos iconos arquitectónicos
de este periodo. Así, se creó la imagen del convento como un lugar reservado para los hombres sabios que
deseaban acercarse a Dios. Por su parte, la arquitectura religiosa expresada en el diseño de las iglesias, estuvo
destinada al común de la población. Pese a la carencia de arquitectos y mano de obra calificada para la
construcción de dichas edificaciones, estas demandaron para su culminación mayores esfuerzos que los
presentados en otros lugares del continente. Esas mismas dificultades no permitieron la opulencia de estos
inmuebles religiosos, pero, la tradición predominó gracias al papel ejercido por la pintura religiosa.
La mayor parte del siglo XVII vio el desarrollo de un género arquitectónico nacido de
la necesidad de evangelizar el Nuevo Mundo; si el proceso colonial cristalizaría, en
sentido espiritual, durante los últimos decenios del XVII, en cambio la fase de
adoctrinamiento debió de tener lugar inmediatamente luego del proceso de conquista.
(Téllez, Germán citado por Traba Marta, 1984, p. 15)
Este estilo arquitectónico estuvo determinado por los materiales de construcción disponibles en cada una
de las poblaciones de los distintos virreinatos. En el caso de la Nueva Granada, respecto al interior del altiplano
cundiboyacense y de las regiones selváticas y apartadas, el uso de la piedra no fue un elemento común de
construcción. Se hizo uso de elementos constructivos más simples y sencillos, ligados a la sobriedad de estilo,
pero, que terminaron siendo incorporados a la propuesta estética profesada, esta última, por la tesis del ascetismo
en torno al abandono de los ornamentos y demás objetos decorativos asociados o relacionados con la opulencia.
[…]Con adobe y pañete encalado, con ladrillos planos y teja de barro fueron elevando
claustros de las orillas del caribe a los páramos que no serían nunca muy barrocos,
nunca muy ricos, escasamente clásicos, pero siempre de una vigorosa arquitectura,
llena a la vez de sol deslumbrante y profunda sombra. (Téllez, Germán citado por
Traba, Marta, 1984, pp. 15-16)
Este sentido de la estética religiosa es fundamental para comprender el papel preponderante e influencia
que la arquitectura religiosa tuvo una vez consolidada la independencia del país en 1.819. A partir del nacimiento
de la República se presentó un fenómeno curioso; se retomaron los proyectos inacabados de Catedrales e Iglesias
que los españoles habían iniciado y no habían podido terminar tal como las catedrales de Tunja y Popayán, cuya
construcción había iniciado antes del proceso de independencia. En este orden de ideas la Catedral ha sido un
ícono de una estética de la arquitectura y del arte colonial desarrollado en Colombia durante los siglos XVII y
XVIII. Esta tendencia por la construcción de Catedrales se prolongó hasta el siglo XX, siendo uno de los
elementos que identificaron a las nacientes ciudades del eje cafetero como fue el caso de la Catedral de Manizales
y la catedral de Nuestra Señora de la Pobreza y la Iglesia de San José en Pereira. No obstante, la arquitectura
religiosa se dio en otros puntos del país, como aconteció con la construcción de la Catedral mayor de Santa Fe de
Bogotá.
Un segundo aspecto de los rezagos de la herencia española en el urbanismo del periodo repúblicano se
presentó con la traza urbana. En este orden de ideas, para la arquitecta Sara María Mejía Giraldo (1998: 2) el
desarrollo del urbanismo como disciplina en Colombia ha pasado por diversos momentos o instancias.
Para dicha investigadora, la primera etapa es de índole funcional y estaría caracterizado por la influencia
latente de lo que ella ha denominado como urbanismo vernacular, concepto ligado a la ciudad colonial. Es decir,
durante el periodo posterior a la independencia se planteó la idea de que “[…]la urbe crece por manzanas
siguiendo una retícula que parte de una plaza pública y coincide con la red de servicios públicos”.
Por ende, gran parte de las poblaciones fundadas a mediados del siglo XIX no se distinguían nivel
urbano unas de otras y, hasta finales del siglo XX se continuó la fundación de pueblos, siguiendo el modelo
tradicional de cuadrícula rectangular con un centro representado por la plaza o parque, que también cumplía
funciones de mercado público y en cuyos alrededores se construía la Catedral y se congregaban las viviendas de
las familias fundadoras. Sólo el paisaje y los rasgos particulares del relieve sobre el que eran asentadas estas
poblaciones permitían diferenciarlas.
Curiosamente sobre el final del siglo XX, en el hemisferio sur, las ciudades de la Plata y Belo Horizonte
ya habían sido planeadas desde el gobierno central con una función específica: ser capitales. Por esta misma
época son fundadas Calarcá (1882) y Montenegro (1892) en el departamento del Quindío 2. El trazado de las
nuevas urbes en Argentina y Brasil correspondía a una dinámica totalmente nueva, basada en unos principios
racionalistas en armonía con el discurso que emanaba el pensamiento de modernidad que desde Europa circulaba
alrededor del mundo occidental. En este sentido, el urbanismo en Colombia como concepto moderno de
innovación de diseño y trazado de ciudades y pueblos fue un aspecto que surgió tardamente.
[…]examinando los casos más notables de fundaciones efectuadas entre 1810 y 1930,
a lo largo y ancho del país, solamente de manera excepcional se encuentra un ejemplo
innovador, un planteamiento nuevo que implique la adopción de una estrategia urbana
novedosa, cuya aplicación signifique la conformación de una nueva concepción
urbana, un nuevo tipo urbano o de asentamiento. Por el contrario, el esquema
universalmente adoptado y aceptado estuvo girando alrededor de la cuadrícula, desde
cuyo centro, la Plaza, salían las calles y las vías de comunicación interna, y cuya
prolongación por los campos daba lugar a las vías de intercomunicación con otros
centros habitados. (Corradine, Alberto & Mora de Corradine, Helga, p. 41. 2001)
En este sentido, alrededor del periodo comprendido entre 1854 a 1886 y producto de la expansión y
colonización interna por parte de los colonizadores antioqueños quienes, emigraron hacia los territorios ubicados
al sur del departamento de Antioquia, fueron fundadas muchas de las ciudades de la región centro occidente de
Colombia, las cuales fundadas obedecían los parámetros de este urbanismo vernacular.
Entre estas poblaciones se encontraban: Riosucio, (1821), Salamina (1825), Neira (1843), Santa Rosa de
Cabal (1844), Manizales (1848), Valparaíso, Támesis, Andes, Ciudad Bolívar, Jardín, Fresno (1856), Chinchiná
(1857), Soledad, Líbano, Murillo Manzanares (1860), Santo Domingo (1866), Finlandia (1878), Calarcá (1882),
Circasia (1884), Armenia (1889), Sevilla (1903), La Tebaida y Caicedonia (1905), Quimbaya (1914), entre otras.
La colonización y poblamiento del occidente colombiano uno de los hechos más importantes de nuestra
historia, fue un gran movimiento interno de población que se extendió desde el sur de Antioquia a las regiones
vecinas de los actuales departamentos de Caldas, Quindío, Risaralda, Valle, Tolima y Chocó. Eran tierras baldías
que habían sido otorgadas por la Corona española en el período colonial.
2Estas poblaciones a final del siglo XIX pertenecían al departamento de Caldas. En 1966 pasarían a ser parte del naciente
departamento del Quindío.
Arquitectura tradicional del Eje Cafetero en Colombia
Desde sus inicios el eje económico de todas las poblaciones fundadas por los antioqueños fue la
agricultura, siendo el departamento de Caldas el epicentro de una sociedad cafetera. Arquitectónicamente
predominaban las construcciones de una sola planta y de dos plantas. La casa cafetera fue construida a partir de
emplear la guadua como elemento estructural y de revoque al cual se le denominó como bareque3. Este consistía
en una esterilla que era recubierta por los desechos de ganado y de los caballos al que se conocía como cagajón,
que posteriormente era pintada por cal. Para la parte de los techos se empleaba teja cocida de barro.
Se puede decir que la arquitectura rural de la colonización del centro del país en el
siglo XIX es un remolino singular y atípico dentro del contexto de la corriente
histórica que lleva de la Colonia a la República. Y que también la casa de finca
antioqueña o quindiana no se puede considerar simplemente una rama del árbol
genealógico de la casa de hacienda colonial, sino una especie de arquitectura original
de la región, aunque dotada de ciertos inevitables y muy genéricos rasgos espaciales en
común con la primera y compartidos con otras regiones centroamericanas y del Caribe
donde se difundió el mismo cultivo. (Tellez, German & Castañeda, Antonio. 1997, p.
195)
En el estilo de esta tipología de vivienda se destacaba un corredor adornado por plantas ornamentales,
reflejando la influencia del elemento rural, muy ligado a la herencia colonial. La vivienda cafetera era un espacio
propiamente dedicado a las actividades familiares. En ella habitaba un núcleo familiar que podía llegar a más de
ocho personas. Contaba con un patio o solar grande, en el cual existía una huerta casera destinada al cultivo del
café, hortalizas y frutas
En su distribución interior contaba con una cocina ubicada en uno de los extremo de la casa. Hasta la
llegada de la electricidad se empleo madera como material combustible para la preparación de alimentos.
Igualmente, el inmueble contaba con una gran sala desde cuyo interior se podía acceder a las
habitaciones. También, la casa tenía con una habitación en la cual se guardaban las herramientas y utensilios de
trabajo al que comúnmente se le conocía como Cuarto de rebujo o Cuarto de San Alejo.
Las primeras manifestaciones modernistas en torno al contexto urbano, curiosamente proceden de una
obra literaria. A mediados de 1892, el poeta modernista José Asunción Silva, conocido por su obra poética, entre
la que sobresale su Nocturno III, había manifestado en su novela Sobremesa, la necesidad de modernizar la capital
colombiana. A través del personaje de Fernández aludiá al progreso, entendiendo este concepto como la
construcción de una infraestructura física que permitiría la industrialización y la integración del país con los
mercados mundiales para luego posibilitar el desarrollo cultural y moral de la nación.
En este sentido, el gesto propuesto por Silva a través de Fernández intuye la idea de un urbanismo
regularizador, planificador y modernizador que a su vez, habría de repercutir en el embellecimiento de la capital
como eje de la nación y símbolo del progreso y del futuro, alcanzados finalmente:
3 “La Guadua, es un material natural renovable que crece en casi todo el mundo, a excepción de Europa y la Antártida. Hay
muchas especies, pero la más importante de Colombia, y la más utilizada por Vélez, es la Guadua angustifolia. Esta planta de
sección transversal hueca, crece desde el suelo sin cambiar demasiado su diámetro, alcanzando su máxima altura (entre 15 y
30m) en sus primeros seis meses”. (Arias, Julia Et Al. 2011, p. 4)
La capital transforma agolpes de pica y de millones[…] recibirá al extranjero[…] la
grandeza melancólica de los viejos edificios de la época colonial, el esplendor de
teatros[…] bibliotecas y librerías que junten en sus estantes los libros europeos y
americanos ofrecerán nobles placeres a su inteligencia y como flor de esos progresos
materiales podría contemplar el desarrollo de un arte, de una ciencia, de una novela
que tengan sabor netamente nacional y de una poesía que cante las viejas leyendas
aborígenes, la gloriosa epopeya de las guerras de emancipación (Silva, José Asunción.
1984, pp. 213-214)
Este gesto de Silva, en parte se ha visto cumplido. Hoy, ya iniciado el nuevo milenio la ciudad de Bogotá
encaja en muchos aspectos en la descripción del poeta colombiano. Teatros como el Julio Mario Santo
Domingo, la biblioteca pública Virgilio Barco son paradigmas y expresiones de una arquitectura nacional que ya
es referenciada en el panorama latinoamericano y que, a su vez conviven con diversas tradiciones: la colonial
como lo es el barrio de La Candelaria, la inglesa y alemana en Barrios como El Chicó.
No obstante, a inicios del siglo XX la situación era distinta como lo hace constar Alberto Saldarriaga Roa
(1997):
Imagen 8. Remate del capitolio. 1926. Fachada Imagen 9. Aspecto del capitolio en 1989.
Posterior
República es, en lo civil, la casa de todos; esta debe ser la expresión de mi obra. Nada
pues de aislada cárcel, ni de hosca fortificación, ni de alegre teatro; nada tampoco de
iglesia, toda vez que no tratamos de fábrica religiosa. Queda abierto ese atrio o ese
patio, como una inmensa puerta por donde entre, con derecho de amo de casa, toda la
República".
Reed era consciente de la responsabilidad de dar al Estado colombiano una imagen
apropiada. Otras referencias que se encuentran en su informe explican claramente su
escogencia del modelo del templo griego como fuente de referencias estilísticas para
su "templo civil" o "palacio republicano". Tiene claro que no se trata de una
construcción religiosa, para lo cual ese modelo sería posiblemente inapropiado. Este
tipo de raciocinio basado en analogías fue común en la actitud académica
decimonónica. Reed, al expresarse, demostró conocimiento de esos problemas y
también de la retórica acompañante, como se puede apreciar en la elaborada
construcción de sus frases. Reed asumió la visión neoclásica de la "sobriedad y de la
severidad republicana" que se había instalado como un paradigma luego de la
Revolución Francesa. La imagen de un templo griego --pagano, por supuesto-- debió
agradar al general Tomás Cipriano de Mosquera, reconocido anticlerical, quien
comisionó a Reed el proyecto del capitolio y fue una muestra evidente de la libertad
cultural propia de la nueva república.
En el surgimiento del urbanismo en Colombia hay otros aspectos que tuvieron una fuerte incidencia. El
punto de partida se originó a partir de la construcción de las grandes obras civiles requeridas en post de
desarrollar económicamente el territorio nacional. Algunas de estas obras partieron de la cotidianidad del entorno
urbano de las poblaciones y tenían que ver con el amueblamiento y equipamiento de los espacios públicos.
Las obras de arquitectura del siglo XX en Colombia se pueden agrupar en dos grandes
períodos: el fin de la arquitectura republicana y el período moderno, cuya frontera se
encuentra alrededor de 1930. Esta división esquemática separa las edificaciones
proyectadas bajo la influencia estilística del academicismo, de las obras basadas en los
principios de los movimientos modernos de la arquitectura. En el primer período
trabajaron varios arquitectos europeos llegados al país por su propia voluntad o por
encargos especiales: Gaston Lelarge, Pietro Cantini, Robert M. Farrington, Agustin
Goovaerts, Auguste Polty, Joseph Martens. También actuaron algunos arquitectos e
ingenieros colombianos formados en las escuelas locales o en el exterior: Mariano
Santamaría, Julián Lombana, Arturo Jaramillo, Horacio Marino Rodriguez, Alberto
Manrique Martín, entre otros. El segundo período se gesta bajo la influencia de otros
extranjeros: Vicente Nasi, Leopoldo Rother, Karl Brunner, Bruno Violi, y se desarrolla
con el trabajo de los mejores profesionales graduados en Colombia.
Lelarge fué especialmente prolífico en Bogotá entre 1900 y 1920. En este período
proyectó el Palacio Echeverri (actual Ministerio de Interior) (1900-1904), el Edificio
Liévano (actual Alcaldía Mayor) (1901), el Palacio de La Carrera (1906-1918, con
Julián Lombana) y el Palacio de San Francisco (ANTIGUA Gobernación de
Cundinamarca) (1918-1933, con Arturo Jaramillo). Al radicarse en Cartagena
desarrolló una serie de obras entre las que se destaca el Club Cartagena (1920-1925).
Cantini, italiano, proyectó el Teatro Colón (1885-1896) y el Hospital de San José
(1904-1925). Goovaerts, arquitecto belga radicado en Medellín, produjo una extensa
obra en la ciudad y su región. A él se deben el Teatro Junín, hoy desaparecido (1924) y
el Palacio Departamental en Medellín (1925). Joseph Martens, otro arquitecto belga,
proyectó el Palacio Nacional en Cali (1925-1933), como parte de los proyectos del
Ministerio de Obras Públicas.
La irrupción del CIAM marcó la historia de la arquitectura moderna con La carta de Atenas. En el caso
de Colombia esta bitácora arquitectónica fue fundamental en la segunda mitad de la década del treinta y las dos
décadas posteriores porque constituyó el punto de inflexión en que se inició y a considerar el proceso de pensar
y diseñar la ciudad en el tiempo mientras lo arquitectónico es apreciado como icono o símbolo representativo de
lo urbano.
Alberto Saldarriaga Roa (1999) señala que este proceso fue tardío y que fue el gobierno nacional en
manos del poder ejecutivo el encargado de crear los entes responsables de desarrollar los planes urbanísticos en
el territorio nacional:
[…]Un primer hecho importante sucedido en este siglo fue el descubrimiento de la
arquitectura como una disciplina autónoma, diferente e independiente de la ingeniería,
con el consiguiente reconocimiento del arquitecto como profesional capaz de
responder a las demandas del Estado y de clientes particulares. El descubrimiento
tomó tres décadas y se ratificó con la fundación de la Sociedad Colombiana de
Arquitectos en 1934 y de la facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional dos
años después. Otro descubrimiento, simultáneo al anterior, fue el de la planeación
como instrumento de ordenamiento urbano. Los planes de "Medellín Futuro" (1913)
y "Bogotá Futuro" (1923) pueden considerarse ejemplos pioneros. Karl Brunner
asumió la dirección de la Oficina de Planeación de Bogotá en 1934. Le Corbusier
trabajó en el Plan Piloto para la capital entre 1949 y 1950, terminado por la firma de
Paul Lester Wiener y Jose María Sert en 1951. A partir de esta fecha, fué común
contar con oficinas o departamentos de planeación en las ciudades más grandes y se
entendió el ordenamiento físico como una de las tareas de los arquitectos. Las
recientes leyes de Ordenamiento Territorial consolidan esta línea de acción.
Teóricos de la índole de Estanislao Zuleta y Silvia Arango han planteado que Bogotá sólo comienza a ser
moderna tras los incidentes de El Bogotazo, acontecidos el 9 de abril de 1948 a causa del asesinato del candidato
presidencial Jorge Eliecer Gaitán, hechos que obligaron a la reconstrucción de las áreas de la ciudad destruida.
Este Plan Director fue sustituido por un nuevo enfoque en el que la capital dio prioridad a
las grandes obras de modernización en cuanto a infraestructura vial, proyectando y diseñando
avenidas y puentes viales que dieran movilidad a la ciudad.
2. La preocupación de la nación colombiana por responder y satisfacer la necesidad de una vivienda
asequible a las grandes masas4. Para lo cual se aprovechó el programa de la Alianza para el progreso,
llevándose a cabo la construcción de varios barrios populares que llevaron el apellido del presidente
Kennedy.
La vivienda económica, hoy llamada de interés social, fue un tema referencial en las
discusiones y en la práctica de la primera arquitectura moderna en Colombia. El
Instituto de Crédito Territorial, el Banco Central Hipotecario y la Caja de la Vivienda
Popular fueron tres de las entidades estatales encargadas de proporcionar soluciones
de vivienda a los sectores de ingresos bajos y medios. Sus proyectos urbanísticos y
arquitectónicos se guiaron por las pautas dadas en los Congresos Internacionales de
Arquitectura Moderna y por entidades como el Centro Interamericano de Vivienda,
establecido en Bogotá en 1951 como apoyo de la Organización de Estados
Americanos a la capacitación de expertos en la materia. La construcción directa de
vivienda por parte del Estado subsistió hasta 1991, cuando las políticas neoliberales la
sustituyeron por el sistema de subsidios, destinado a privilegiar la acción privada.
(Saldarriaga, Roa Alberto. 1999, p. 3)
En estos años apareció la revista de Arquitectura Proa que en sus primeros diez números se centró en
torno a la planificación urbana en Colombia.
4 A principios del siglo XX, la población urbana de Colombia no superaba el 30%, proporción que fue modificándose a lo
largo del siglo, pues para 1951, ese porcentaje se incrementó al 38%, y en menos de 15 años la población ubicada en las
ciudades llegó a un 52%. (Urrea Uyaban, Tatiana et al. 2008, p. 26)
3. Urbanismo y arquitectura en busca de identidad
A inicios de la década de los años el modelo de la urbe producto de la expansión urbana en la mayoría
de las ciudades intermedias de Colombia entró en crisis. Se rompieron y extrapolaron los límites impuestos al
plano urbano a inicios de la década del veinte y treinta. La tradicional cuadrícula fue deformada por la aparición
de barrios que una década atrás no habían existido. En este orden de ideas, el urbanismo y Planeación Nacional
no lograron articular una finalidad clara en torno a la relación de los ciudadanos con el espacio urbano.
En este periodo, aparecen figuras importantes dentro de la arquitectura nacional como lo son Rogelio
Salmona, Guillermo Bermúdez Umaña, Fernando Martínez y German Samper. Pese a que en el pasado ya habían
arquitectos que intentaron repensar la ciudad bajo la influencia del CIAM y en especial de Le Corbusier, los
arquitectos mencionados acá desarrollaron una visión novedosa para la época en la arquitectura nacional. Ellos
enfatizaron en su obra la prioridad de desarrollar una propuesta a nivel arquitectónico que estuviera acorde con
la idiosincrasia urbana histórica de Colombia. Los antecedentes de este pensamiento se remontaban al inicio de la
década:
En estos años se erigieron algunos referentes arquitectónicos dentro de Bogotá y Medellín, ciudades que
comenzaron a ser modelos en materia urbana a emular por parte de las ciudades intermedias. Así en Medellín se
inició hacía 1968 la construcción del Edifico Coltejer de 34 pisos. Por su parte, en la capital del país se destacó el
conjunto Carrera Treinta, obra proyectada por los arquitectos Luis Esguerra y Ernesto Herrera:
[…]Fue también una metáfora de la Colombia de 1965. Construido por y para
integrantes de la clase media emergente del país, se levanta sobriamente sobre una
ciudad llena de gente sobria y diligente. Los apartamentos debían su carácter único a
una crítica radical del diseño arquitectónico, orgánicamente vinculada con la frecuente
crítica violenta de todas las instituciones nacionales. Angular e inmovible, más notable
que bello, el edificio proyectaba para el ojo entendido lo que la historiadora del arte,
Silvia Arango, describe como “un interesante juego de luces y sombras”. (Henderson,
James D. 2006, p. 608)
Pero, las intervenciones arquitectónicas más recordadas fueron las que desarrolló Rogelio Salmona con
su obra de las Torres del parque.
[…]este arquitecto logró una intervención urbana que inauguró una posibilidad de
construir ciudad y lugar a partir de concebir la obra en sus relaciones con un contexto
existente. Esta obra construida por el Banco Central Hipotecario (1964-1970) y
ubicada en el barrio de la Macarena, en las inmediaciones orientales de la Plaza de
toros y en el costado nor-oriental del Parque de la Independencia, consta de tres torres
de vivienda para estratos medios, con una sucesión de espacios públicos que a la vez
que son contenidos por los mismo edificios se descuelgan por al pendiente del cerro,
creando vínculos con las edificaciones aledañas y el Parque de la Independencia.
(García Moreno, Beatriz, 2000. p. 193)
Durante la década del sesenta se evidneció la existencia del problema de déficit de vivienda pública,
(rasgo que común a la historia urbana de América Latina durante este periodo). Esta problemática intentó ser
solucionada por parte del Estado con reducidos recursos o planes parciales, en las cuales primaba más la
satisfacción de una necesidad que crear un elemento que se articulara arquitectónicamente con el entorno
urbano.
Los planes públicos de construcción de viviendas son erráticos y mal planeados. Entre
1960 y 1967 el instituto de Crédito Territorial y el banco de Crédito Hipotecario de
Colombia Intervinieron en la construcción de 147 176 unidades, o sea, viviendas para
18 396 familias urbanas por año; esta producción permitió satisfacer la demanda del
26, 5% de las 69 244 familias o 387 653 personas en que anualmente creció, como
promedio, la población urbana de Colombia. (Mosseri J & Oberlander J citados en
Segre Roberto. 1997, p. 74)
Rogelio Salmona, a inicios de la década de 1970, expresó la necesidad de desarrollar una arquitectura
moderna que respondiera a unas características propiamente colombianas, trastocando o asumiendo una postura
de crítica frente al modelo del urbanismo y la arquitectura moderna en el que la vivienda, el paisaje, la tradicción
arquitectónica de una cultura arquitectónica popular, el uso de materiales regionales fueron la base de su
discurso. Fruto de la observación de los planes de vivienda implementados durante este periodo el ya fallecido
Salmona expresó:
De este periodo surge una serie de propuestas de intervención desarrolladas por el propio Salmona junto
a los arquitectos Guillermo Bermúdez Umaña, Germán Samper y Fernando Martínez.
Centros históricos renovados en las ciudades capitales del Eje Cafetero
Mejía Giraldo (1998: 9) ha planteado la existencia de una última fase de reflexión en torno a la
problemática del urbanismo, en Colombia, a la cual denomina como urbanismo de dimensión nacional. Este proceso
se da desde finales de la década de los noventa: “[…]Empieza a surgir por parte de algunos urbanistas de
Planeación Nacional la reflexión sobre el tema. Se detecta la necesidad de restablecer los contactos con el
urbanismo internacional, la nación debe asumir responsabilidades en el tema, la gestión del suelo debe ser un
tema central”. En este sentido, resultaba necesario formular acciones concretas que contribuyeran a superar las
desventajas competitivas que tenían las ciudades.
La investigadora plantea que se trata básicamente de la relación problemática entre territorio y
competitividad. La Constitución de Colombia de 1991, en el Artículo 339, Título XII: Del Régimen Económico y de la
Hacienda Pública planteó la necesidad de crear planes de desarrollo como un elemento encaminado a englobar la
planeación futura de la nación y de cada ente territorial a partir de fijar estrategias que se prolongaran en el
tiempo, encaminadas estas a dar prioridad o asegurar los derechos fundamentales de los ciudadanos. Este artículo
fue reglamentado por la Ley 152 del 15 julio de 1994, de la cual emana la Ley Orgánica del Plan de Desarrollo que, a su
vez, dió pie a la implementación de los (POT) Planes de Ordenamiento Territorial. Dentro de este marco
jurídico surgió posteriormente la Ley de Desarrollo Territorial 388 de 1997.
De estos planteamientos se desprendió la necesidad de repensar la ciudad y reorganizarla a partir de
darle prioridad al espacio público, como punto común dentro del discurso de reflexión del urbanismo a nivel
mundial. Este aspecto en Colombia durante las décadas anteriores no había sido tenido en cuenta por parte de
los gobiernos centrales.
En Colombia, propiamente en Armenia, Pereira y Manizales los proyectos de renovación urbana han tenido
suma importancia en las dos últimas décadas han alimentado la discusión, a favor y en contra, alrededor del papel
del urbanismo y la planificación regional. La renovación urbana de los centros históricos de las ciudades mencionadas
ha generado opiniones encontradas en torno a la preservación del patrimonio arquitectónico que, en el caso
particular de estas tres urbes, poseía una gran influencia de un diseño popular heredado de la hacienda cafetera para
dar paso al progreso y futuro de las amplias plazas, grandes edificios y superficies comerciales.
Bien es sabido que en la incidencia de la producción material, todo objeto debe cumplir una función y
todo artefacto, cosa y objeto no son ajenos a las intricadas relaciones, de todo ámbito, creadas a través de la
cultura. Por lo tanto, existe una ciencia del diseño que, en el actual momento histórico, entra constantemente en
profundas transformaciones de acuerdo a los cambiantes valores y patrones que, son establecido por la lógica del
mercado del mundo contemporáneo y que, en una época de globalización conlleva a que se dé un
desplazamiento del universo material, cotidiano y popular, característico de cada pueblo. Pero, al mismo tiempo
se da una tendencia que busca encontrar esos rasgos de lo popular en iniciativas o propuestas que rescatan lo
más relevante de dicha tradición.
Teniendo en cuenta este rasgo, ¿Es posible hablar de unos referentes de diseño que sea autónomo y den
rasgos de una identidad cultural propia de ciudades del eje cafetero?
Una posible respuesta puede ser encontrada en Luis Fernando González Escobar (2010) para el cual:
Algunas obras del arquitecto colombiano Simón Vélez
En este sentido, cada sociedad adquiere un momento de apogeo del diseño cuando logra unificar lo
mejor de su tradición popular con la tradición academicista y racionalista, heredada de la modernidad y de los
procesos de modernización. A nivel de construcción y de diseño arquitectónico, en la última década ha surgido un
proceso de hibridación, entre tradición popular y tradición académica, caracterizado fundamenta por el uso de la
guadua como elemento estructural en los desarrollos de grandes edificaciones, lo cual ha dado un resurgir a la
arquitectura cafetera tradicional del eje cafetero, la cual ha sido armonizada junto a la influencia tecnológica y
vanguardista de los tiempos de globalización5.
En el caso particular de Colombia este desarrollo se ha dado con la figura del arquitecto Simón Vélez
quién, en los últimos veinte años, ha venido trabajando con el bambú en el campo del diseño arquitectónico.
También dentro de este ámbito de la hibridación. En este sentido Alberto Mayor Mora (2005) expresa:
Retomando lo expuesto en páginas anteriores, se puede afirmar que la búsqueda de una identidad de
la arquitectura colombiana ha estado asociada directamente con la construcción del imaginario y de los
respectivos símbolos de una nación moderna. Esta pretensión se remonta a los albores del siglo XIX,
cuando las nacientes republicanas necesitaban referentes que expresaran o manifestaran el ingreso a una
nueva época: la modernidad.
El medio de expresión para llevar a cabo este propósito fue la arquitectura. Y fueron Francia,
Estados Unidos e Inglaterra los primeros en hacer uso de dicha disciplina.
La nación reformaría su capital París a partir de abrir los Bulevares y de crear un símbolo para el
futuro: la torre Eiffel.
El país norteamericano creó una nueva capital inspirada urbanamente en una concepción masónica
de la arquitectura inspirada por la lógica.
Por su parte, los ingleses desarrollaron un inmobiliario urbano a partir de explorar los elementos
industrial y los materiales nuevos como el hierro, el acero y el cristal.
En el caso de los países latinoamericanos la tradición arquitectónica había estado marcada por la
impronta de la cultura religiosa dejada en cada uno de los virreinatos por la corona española.
En el caso particular de Colombia, la arquitectura colonial no había alcanzado a desarrollarse y
consolidarse plenamente y no existía una visión de arquitectura que expresará la nueva etapa histórica
llamada independencia.
Por lo tanto, el desarrollo de símbolos arquitectónicos estuvo sujeto a dos hechos en concreto: una
cierta dependencia de la arquitectura colonial de índole religiosa que fue un rasgo común de las ciudades
colombianas hasta entrado el siglo XX. En este tiempo la construcción de iglesias y catedrales fue prioridad.
E igualmente, la naciente república continuó con la terminación de aquellos proyectos inconclusos de la
Corona.
[...]posee fibras longitudinales que la hacen altamente resistente, por lo que generalmente se la
denomina “acero vegetal”. Al poseer una sección transversal tubular, resiste esfuerzos de
torsión. Para solicitaciones de compresión en elementos no mayores a 3 metros de longitud,
no hay una gran relación de esbeltez respecto de un eje que pase por su centro. Por poseer
gran inercia, no tiene problemas de inestabilidad por pandeo.
Esta fue la primera paradoja del espíritu moderno en Colombia. Mientras en Europa la construcción
de iglesia fue un símbolo del pasado. En contraposición, la construcción de templos religiosos en los
nacientes pueblos que se fueron fundando, constituyeron una marca o impronta de civilización.
Estos pueblos fueron diseñados con una traza española en la que existía una plaza principal que
recibió el nombre de los gestores de la independencia: Bolívar y Santander. Años más tarde las plazas
recibirían los nombres de los grandes caudillos de las distintas guerras civiles y presidentes: Rafael Reyes,
Rafael Uribe Uribe, Enrique Olaya Herrrera, Alfonso López Pumarejo
A causa de las dificultades que constituía la abrupta topografía colombiana y la carencia de una
infraestructura apropiada, de la inexistencia de caminos y la carencia de mano de obra calificada impidieron
el desarrollo de grandes proyectos arquitectónicos durante el siglo XIX, dejando un espacio en la fundación
de los pueblos y ciudades en donde la recursividad, heredada de una tradición indígena y campesina que
aprovechaba los elementos y materiales que el medio natural proporcionaba fue empleada durante un buen
periodo de tiempo en la construcción y diseño. Este fue el caso particular de la arquitectura cafetera.
En conclusión, esa incipiente modernidad estuvo dada por la cuadrícula, la Iglesia y la construcción
de plazas. Por lo tanto, era prioritario, a nivel de imaginario, para la joven nación la construcción de un
símbolo del poder político como encarnación de la democracia como base de la modernidad. Por tal motivo
se emprendió la construcción del Capitolio nacional, sede del congreso de la república, y de la Casa de
Nariño, sede del poder presidencial. En ambas construcciones edilicia se puede apreciar una influencia
arquitectónica de un estilo helenista que se hibridizaba, a través de sus superficies limpias y libres de
esculturas con la idea cultivaba por Maximiliano Robespierre en torno a una imagen del Estado como ser
supremo que estaba encarnado en la construcción edilicia misma.
Paralelo a ello y a bajo la influencia de la colonización antioqueña se dio los departamentos de
Caldas, Risaralda, Quindío, norte del Valle del cauca y en una parte del Tolima un desarrollo de estilo
arquitectónico asociado con la cultura y tradición popular en el que, se privilegió el uso de la guadua como
elemento estructural. Mientras en otros lugares del país se recurrió a los materiales que el entorno
posibilitaba usar.
Sólo con la lenta industrialización del país, la irrupción del urbanismo y de las primeras migraciones
en los albores del siglo XX las ciudades surgió la necesidad de crear referentes arquitectónicos. De tal forma,
se fueron levantando edificios de marcada influencia republicana a finales de los treinta. Algunos
influenciados Art Deco en distintas ciudades. En tal periodo, la arquitectura colombiana recibió la impronta
e influencia alemana.
En la década de los cuarenta la ciudad comienzo a ser pensada y cuestionada.
En los sesenta las ciudades colombianas se transformaron radicalmente. Fue el punto en que se dio
el proceso de borrar el pasado arquitectónico y de reescribir urbanisticamente la ciudad. Aparecieron
edificios de distintos estilos, sobre todo bajo la figura de nombres que serían claves para el desarrollo de la
arquitectura como Rogelio Salmona.
Los años posteriores han constituido la búsqueda de un camino de una arquitectura colombiana que
exploró distintos caminos y alternativas. Si algo ha caracterizado a la arquitectura colombiana es su capacidad
de ser la mimesis de un crisol de estilos y su capacidad de hibridización. En este sentido, se han adoptados
modelos foráneo y, a su vez, se han desarrollo estilos que se ajustan al contexto topográfico. Así mismo, en
los últimos años ha existido por parte de diversos arquitectos una intención de rescatar una tradición del
habitar emparentada con la cultura popular y la herencia agraria.
6. Referencias
Corradine, Alberto & Mora de Corradine, Helga. (2001) Historia de la arquitectura colombiana: Volumen siglo XIX.
Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Artes. Editorial Unibiblos. Bogotá.
Duque Fonseca, Claudia Alexandra. (2005) Territorios e imaginarios entre lugares urbanos: procesos de identidad y región en
ciudades de los Andes colombianos. Universidad de Caldas. Manizalez.
Ferrer Manuel. (2005) La ciudad del siglo XXI: Megaride 94. En Sergi Martínez Rigol, Professor Joan Vilà Valentí: el seu
mestratge en la geografia universitària. Barcelona.
García Moreno, Beatriz. (2000) Región y lugar: arquitectura Latinoamericana contemporánea. CEJA. Bogotá.
González Escobar, Luis Fernando. (2010) Ciudad y arquitectura urbana en Colombia, 1980-2010. Editorial
Universidad de Antioquia. Medellín.
Granados Jiménez, Jennifer. (2010) Las migraciones internas y su relación con el desarrollo en Colombia: una aproximación
desde algunos estudios no clasificados como migración interna de los últimos 30 años. Maestría en desarrollo rural.
Facultad de estudios ambientales y rurales. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá
6Ya Lipovetsky hablaba que la hipermodernidad es una impronta que establece la necesidad de modernizar a la propia
modernidad.
Henderson, James D. (2006) La modernización en Colombia: los años de Laureano Gómez, 1889-1965. Facultad de
Ciencias Económicas. Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.
Lipovetsky, Guilles. (2003) Metamorfosis de la cultura liberal. Traducción de Joan Vinyoli y Michèle Pendanx.
Editorial Anagrama, S. A., Barcelona.
Lotman, Iuri & Navarro, Desiderio (2000) La semiosfera: Semiótica de las artes y de la cultura. Ediciones Cátedra
(Grupo Anaya, S. A) Madrid.
Maya Sierra, Tania. (2004) Karl Bruner (1887-1960) o el urbanismo como ciencia del detalle. Revista Bitácora Urbano
Territorial, enero-diciembre, año/vol. 1. Número 008. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
Martí Arís, Carles. (2009) Bogotá y Le Corbusier: Una relación no consumada. En: DPA 24 – Bogotá moderna.
Mejía Giraldo, Sara María. Colombia: una nueva visión del urbanismo. Disertación en los Martes del Planetario
“Colombia: un camino hacia el futuro”. Sociedad Geográfica de Colombia.
Sebastián, Santiago. (1965) Arquitectura colonial en Popayán y Valle del Cauca. Biblioteca de la Universidad del Valle.
Cali.
Segre, Roberto. (1997) América Latina en su arquitectura. Siglo XXI editores. México.
Segre, Roberto. (2005) Tres décadas de reflexiones sobre el hábitat latinoamericano. Facultad de Artes. Universidad
Nacional de Colombia. Bogotá.
Sepa Flórez, Roberto. (2005) Progenitores. Crónica de una familia e historia de una Nación. Academia Nacional de
Medicina, Bogotá.
Silva, José Asunción. (1984) De sobremesa. En Poesía y prosa. Círculo de Lectores, S. A. Bogotá.
Traba, Marta. (1984) Historia abierta del arte colombiano. Instituto Colombiano de Cultura Colcultura, Bogotá.
Tellez, German & Castañeda, Antonio. (1997) Casa de hacienda: arquitectura en el campo colombiano. Villegas Editores.
Bogotá.
Urrea Uyaban, Tatiana & del Castillo Daza, Juan Carlos. (2008) Bogotá años 50: el inicio de la metrópoli. Cuaderno de
urbanismo y arquitectura. Grupo de Investigación EUT. Facultad de Artes. Universidad Nacional de
Colombia. Bogotá.
Vallejo de la Pava, Adriana (2010). Ciudad Victoria. En Las ciudades del mañana. Gestión del suelo urbano en Colombia.
Editado por Patricia Torres Arzayús y María Constanza García Botero. Banco Interamericano de
Desarrollo.
Yori, Carlos Mario. (2006) Ciudad, consumo y globalización: caracterización de las grandes metrópolis en el comienzo del siglo
XXI; una mirada desde la relación entre consumo y sociedad. Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá
Arango, Silvia (1989). Historia de la Arquitectura en Colombia. Centro Editorial y Facultad de Artes. Universidad
Nacional de Colombia. Consultado el 4 de Febrero de 2013. Publicado en
http://aplicaciones.virtual.unal.edu.co/blogs/hacolombia
Chaparro Valderrama, Jairo (1998). La ciudad contemporánea y el proyecto urbano. En Colombia urbana una aproximación
cultural. Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD. Consultado el 4 de febrero de 2013.
Publicado en http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/sociologia/colur/6.htm
Fonseca Martínez, Lorenzo (1999). Ciudad Universitaria de Bogotá: Leopoldo Rother. Tomado de Revista Credencial
Historia. Bogotá. Junio 1999. No. 114 Consultado el día 4 de febrero de 2013. Publicado en
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/junio1999/114ciudad.htm
Maya Sierra, Tania. Áreas residenciales y desarrollo urbano en Bogotá. Consultado el 4 de febrero de 2013. Publicado en
http://facartes.unal.edu.co/portal/publicaciones/urbanismos/urbanismos2/Areas_residenciales_desarrollo_urbano.pdf
Rueda Plata, José Olinto. (1999) El campo y la ciudad colombiana, de país rural a país urbano. Consultado el 24 de
octubre de 2011. Publicado en
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/noviembre1999/119elcampo.htm
Saldarriaga Roa, Alberto (1997) La imagen de la iglesia y del estado en la arquitectura republicana: Gótico, clasicismo y
eclecticismo fueron los estilos definitorios. Tomado de Revista Credencial Historia. Edición 86 - febrero 1997.
Bogotá. Biblioteca Virtual del Banco de la República. Consultado el 4 de Febrero de 2013. Publicado en
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/febrero1997/feb972.htm
Saldarriaga, Roa Alberto. Arquitectura colombiana en el siglo XX: edificaciones en busca de ciudad. Tomado de Revista
Credencial Historia Junio 1999. No.114. Bogotá. Biblioteca Virtual del Banco de la República.
Consultado el 4 de febrero de 2013. Publicado en
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/junio1999/114arquitectura.htm