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-EL DESAFÍO DE

ARISTÓTELES-
Estamos frente a un fragmento de una obra titulada “El Desafío de Aristóteles”, la cual no
está escrita por el famoso filósofo aunque el título pueda llevar a confusión. El texto está
redactado por un periodista del periódico estadounidense “New York Times”.

Comienza haciendo mención a distintas situaciones de nuestros tiempos, incluyendo noticias


actuales. Estas noticias tratan sobre venganzas, asesinatos y actos racistas que reflejan la
pérdida de control sobre las emociones y por consiguiente la inseguridad mundial.

El libro trata de buscar sentido a lo absurdo que habita en nuestra sociedad. Una sociedad que
tiene falta de control de uno mismo y un gran vacío empático. Además, investiga sobre las
emociones de las que goza nuestro intelecto, tanto desde el punto de vista biológico como
psicológico. Últimamente, el estudio de nosotros mismos es objeto de muchos periodistas,
neurólogos y psicólogos, pues como bien dice el autor de este escrito, lo mental está
inexplorado.

Finalmente, nos sume en un viaje que tendrá como destino el descubrir qué relación existe
entre las emociones y la inteligencia. Si llegamos a comprenderlo, tendremos la maravillosa
posibilidad de experimentar con ellas.
Comienza hablando acerca de llegar a comprender la interacción de las diferentes estructuras
cerebrales que gobiernan nuestras iras, nuestros temores, nuestras pasiones y nuestras
alegrías. Seguidamente hace mención a los impulsos emocionales y al papel central y
fundamental de las emociones frente a la inteligencia.
Habla sobre la maleabilidad emocional de la que hemos sido dotados en casa y el colegio
desde que éramos unos benjamines, pasando por nuestra adolescencia.
A parte explora los riesgos tomados al abrirnos al mundo, al socializar con otras personas,
demostrando el aumento de la tendencia en la presente generación infantil a tener problemas
emocionales. El periodista opina que la solución pasa por pararnos a pensar en cómo
preparamos a los niños para el desarrollo de sus respectivas vidas y finaliza lanzando la
siguiente cuestión: ​¿de qué modo podremos aportar más inteligencia a nuestras
emociones, más civismo a nuestras calles y más afecto a nuestra vida social?

En relación a la pregunta que propone, me gustaría ofrecer mi opinión acerca de qué es para
mí ser inteligente y cómo creo que debe ser usada para aportar a la civilización.
Muchas veces se confunde el ser listo con ser inteligente. Ser listo comprende todos aquellos
conocimientos adquiridos en los estudios escolares, los cuales son “vomitados” en una prueba
tipo examen. Es la capacidad para recordarlos y saber plasmarlos en unos papeles, los cuales
son clave, ya que según la nota que saques en ellos, tendrás el futuro que deseas o no.
Por otro lado, ser inteligente es para mí, saber aplicar los conocimientos que se van
adquiriendo a lo largo de la vida, incluyendo la formación escolar, desde lo que nos enseñan
nuestros familiares, profesores, amistades, etc. como lo que aprendemos por nuestra cuenta.
Por dicha diferencia, una persona que tiene buenos resultados académicos puede no ser capaz
de desenvolverse en determinadas situaciones, y una persona inteligente sí.

En resumen, creo que la clave está en ser inteligente, más que listo, debido a que lo que
realmente importa es saber desenvolverse en la vida a pesar de que el sistema instaurado en
nuestros tiempos valore únicamente los resultados obtenidos en exámenes, por lo tanto, no
vale olvidarse de esto último. Así hemos sido educados desde pequeños y poco se hace para
que cambie.
Finalmente, considero que todo el desarrollo de una persona se resume en ​detalles que
muchas veces etiquetamos como insignificantes, pero en esos detalles puede estar la clave de
una formación brillante.

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