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Las enfermedades escolares: la miopía y las desviaciones de la columna vertebral

especialmente

Pero hay más todavía que obliga a cuidar con todo esmero del régimen higiénico de las
escuelas. Observaciones repetidas, apoyadas en estadísticas tan variadas como minuciosas,
han puesto de manifiesto que, así como los cuidados higiénicos en las escuelas preservan y
mejoran la salud de los alumnos, el descuido respecto de ellos provoca resultados contrarios.
Al propio tiempo se ha observado que ciertas enfermedades de las que padece la niñez, son
más frecuentes en la población escolar que en los niños que no asisten a las escuelas, y más
entre los que concurren a unas que entre los que frecuentan otras.
Sin aceptar las exageraciones en que a este respecto haya podido incurrirse, es indudable
que los hechos apuntados acusan desde luego la existencia en las escuelas de causas
especiales perturbadoras de la salud, que son origen de las afecciones que la Patología
designa con el nombre de enfermedades escolares.
Los mismos estudios a que nos referimos muestran con toda evidencia, que semejantes
enfermedades son debidas al exceso de trabajo intelectual y a la falta del físico; a las malas
disposiciones del mobiliario de las clases, que hace adoptar a los niños actitudes viciosas; a
la escasez y nocivas condiciones de la luz que éstos reciben durante los ejercicios escolares;
a la continuidad de los trabajos manuales de las niñas; al aire viciado que en las escuelas se
respira, y a la humedad y lobreguez de los edificios en que éstas suelen hallarse instaladas.
Entre las enfermedades que se designan con el calificativo de «escolares», figuran en
primer término la miopía y las desviaciones de la columna vertebral, que ahora trataremos
con algún detenimiento, y cuyas causas generadoras hay que buscarlas principalmente en las
malas condiciones de la luz y del mobiliario de las clases. A la actividad cerebral a que se
somete a los alumnos mediante el trabajo de la escuela, a las actitudes viciosas que toman, al
aire enrarecido de las clases, se achacan el mal persistente de cabeza y las hemorragias de la
nariz, que son enfermedades que también han entrado a figurar en el cuadro de las escolares6,
en el que asimismo empieza a introducirse, merced a las observaciones del doctor Guillaume,
de Neufchatel, la papera escolar, que se considera como derivada de las actitudes viciosas,
y que ninguna relación parece tener con la papera endémica7. Según algunos médicos e
higienistas, no deja de contribuir a propagar entre los niños la tisis, la vida sedentaria de la
escuela (que se acentúa más tratándose de las niñas), la falta o insuficiencia en ella del
ejercicio físico y la respiración de un aire húmedo, viciado por la aglomeración y alterado
por una calefacción defectuosa. También parece comprobado que un gran número de escuelas
situadas en locales manifiestamente insalubres, bajos, húmedos, oscuros y mal ventilados,
han podido contribuir, si no las han producido enteramente, a favorecer de un modo singular
en los niños manifestaciones escrofulosas. Las observaciones de algunos médicos, y los datos
de las estadísticas parecen mostrar que mientras de más duración son las clases y menos
frecuentes los descansos y recreos, más comunes son en los niños que asisten a las escuelas
la debilidad de la vejiga, la retención e incontinencia de la orina, y la pereza del tubo
digestivo8.Por último, es indudable que las escuelas donde no se tiene cuidado respecto de la
aplicación de las reglas higiénicas, y el reconocimiento médico de los niños se halla
desatendido o es nulo, favorecen grandemente la propagación de las enfermedades
contagiosas.
Tratando en particular de las dos enfermedades primeramente mencionadas en la
enumeración que precede, he aquí lo que en otro lugar hemos dicho refiriéndonos a la
influencia que en su producción ejerce el mobiliario de las clases9:
-«En cuanto a la miopía escolar, es cierto, -dice el doctor Riant,- que el hábito de fijarse
en objetos pequeños, como los caracteres frecuentemente diminutos de los libros, y de no
mirar, en la extensión muy limitada de la clase, más que objetos poco lejanos, dispone a esa
alteración de la vista. El ojo cesa poco a poco de ser capaz para ver de lejos, su globo se dilata
en el sentido antero-posterior bajo la acción de los músculos que no cesan de obrar y de
comprimirlo, y pronto la retina no recibe más que las imágenes de los objetos cercanos. Los
niños se hallan tanto más dispuestos a esta alteración, cuanto que en ellos se encuentran las
condiciones que la favorecen, y que el poder de acomodación o adaptación del ojo a las
distancias es mayor en esa edad. Estos resultados son incontrastablemente atribuídos a la
influencia de la escuela; en efecto, se observa que la miopía es relativamente rara en los
individuos que no frecuentan las clases, y en los que de ordinario tienen a la vista un horizonte
extenso. Se sabe que el número de miopes es mayor en las ciudades que en los campos, y
entre los ricos que entre los pobres.
»La miopía escolar -añade el citado doctor- se producirá más fatalmente aún, si el niño
toma una posición viciosa en su banco o en su mesa durante el trabajo de la escuela, si cede
a la disposición, ya muy frecuente, de disminuir la distancia entre sus ojos y el libro, o si una
colocación defectuosa del mobiliario escolar le facilita y aun le impone una actitud
perjudicial para su salud.
»Estas circunstancias, unidas a otras que ya se han dicho o se tratarán más adelante
(libros mal impresos, caracteres muy pequeños, color inadecuado del papel de éstos, mala
iluminación de las clases, etc.), determinan una frecuencia excepcional de alteraciones de la
vista en la población escolar, que ha hecho que los médicos y los higienistas se consagren al
estudio de esta cuestión verdaderamente importante. Entre los resultados que ofrecen las
observaciones hechas a este propósito, merecen citarse los obtenidos por el médico alemán,
doctor Cohn, quien durante los años de 1865 y 1866 observó 10.000 niños de los que asistían
a las escuelas, y encontró que más del 17 por 100 de ellos estaban afectados de miopía.
»Las cifras más favorables de esta estadística, que revela un mal verdaderamente
desconsolador, se refieren a las escuelas rurales, en las que sólo el 5 por 100 de los alumnos
ofrecía ese género de alteración visual, mientras que en las escuelas superiores de las
ciudades se elevaba esta proporción al 15 por 100; en los Realschulen era de 24, y de 32 en
los Gimnasios. En más de la mitad de los casos se trataba de esa miopía que, según el citado
doctor, se halla en vías de progresión, de clase en clase, en todas las escuelas10.
»Debe tenerse en cuenta que, si bien el doctor Cohn no considera la escuela como la sola
causa de la miopía, atribuye, sin embargo, su desenvolvimiento a diversas condiciones
antihigiénicas de las clases, y en particular al mobiliario defectuoso que en ellas se encuentra
con frecuencia.
»Las mismas causas -añade el expresado doctor, fundándose siempre en datos
irrecusables- tienden de igual modo a favorecer las desviaciones de la columna vertebral, la
ausencia de simetría en la altura de las espaldas y, como consecuencias, un encogimiento de
los diámetros del pecho y una incomodidad considerable en el funcionamiento de los
importantes órganos que éste encierra. Que esto proviene de las actitudes viciosas a que antes
nos hemos referido, lo muestra el hecho de que, mientras los niños que no han asistido a las
escuelas ofrecen rara vez semejantes desviaciones, los que las frecuentan es común que
padezcan de ellas. Así, de una estadística formada por el ya citado doctor Guillaume, de 350
niños de los que se hallan en el último caso, ha encontrado este médico 62 afectados de
desviación de la columna vertebral, y de 381 niñas, 156 con el mismo defecto, en grado más
o menos pronunciado. En lo tanto, de 731 alumnos había 218 que corrían el mayor riesgo de
padecer una enfermedad grave durante toda su vida. El mismo hecho ha sido comprobado
por el Comité de médicos de Leipzig, que en su sesión de 15 de Enero de 1878, examinó
dichas deformaciones, y reconoció que los maestros no pueden hacerlo todo para evitarlas,
mucho menos si no disponen de un mobiliario costruído según las reglas de la Higiene
escolar»11.
Concretándonos a la miopía, debemos añadir, refiriéndonos particularmente a lo que a
su producción contribuye la mala luz de las clases, que estadísticas especiales, tan minuciosas
como autorizadas, han puesto de manifiesto los siguientes hechos, cuya importancia es harto
evidente para que necesitemos ponderarla, y que declaran con cuánta razón ha podido llamar
Fonssagrives a las escuelas fábricas de miopes: 1º La miopía, muy rara en la primera infancia,
se produce durante la frecuentación escolar. 2º En las escuelas rurales es menos frecuente
que en las urbanas la miopía. 3º En una misma población es más considerable el número de
miopes en las escuelas mal dispuestas bajo el punto de vista de la luz.
¿No serán suficientes las indicaciones que preceden para imponer un riguroso régimen
higiénico en las escuelas, o imponerlo teniendo en cuenta todas las causas y todos los
elementos que pueden contribuir a alterar la salud de los alumnos? Aun para las personas que
menos se preocupen del bienestar de las nacientes generaciones, para las que la salud
constituye un tesoro inapreciable, no puede por menos que ser afirmativa la repuesta. La
Ciencia, la Pedagogía en particular, y el amor a los niños han respondido de consuno a esa
pregunta, creando la rama especial de la Higiene de que a continuación tratamos.

Necesidad de aplicar la higiene a las escuelas primarias

El hecho de ser el período de la niñez la época más peligrosa para la salud, es ya una
razón suficiente para pedir que los preceptos higiénicos se apliquen con todo esmero en las
escuelas, en las que pasan los niños la mayor parte del día en condiciones especiales, por lo
que a la vida física respecta. No debe olvidarse, por otra parte, que la aglomeración de
individuos que toda escuela implica, constituye de por sí una causa bastante poderosa para
hacer que se redoblen los cuidados higiénicos, así por lo que atañe a los individuos como en
lo tocante al medio en que se hallan; individuos y medio que en el caso que nos ocupa, están
representados por los alumnos y el local de la escuela, respectivamente.
La influencia que puede ejercerse en las costumbres públicas por lo que respecta a formar
hábitos higiénicos -de que tan menesteroso se halla nuestro pueblo- es otro de los motivos
que aconsejan someter la escuela a las más rigurosas prácticas higiénicas, máxime cuando
por virtud de ellas contraerán los niños hábitos corporales que reemplacen a los viciosos
que de ordinario adquieren con detrimento de su salud, y a menudo con grave riesgo de su
existencia, que en ocasiones destruyen prematuramente. Y que los hábitos corporales que
adquieren los niños en la escuela, no sólo tendrán resonancia en la vida ulterior de éstos,
sino que trascenderán a la sociedad, influyendo en ella en buen o mal sentido, según que
sean buenos o malos, indicado queda ya, y es verdad que por lo notoria, excusa de toda
prueba. Basta con recordar la influencia que en la vida de los individuos ejercen los hábitos
adquiridos en la niñez, y la fuerza que tienen los que contraen las colectividades

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