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Las fronteras, concepto y metáfora.

Bryan Alexander Pérez

Fronteras, espacios geográficos y simbólicos de y para la transculturación


Las colonizaciones implicaron expropiación y explotación de las diversas tierras
invadidas, pero también creó artificialmente unidades territoriales que con las
descolonizaciones fueron configurándose como Estados independientes, los
ciudadanos que habitaban las naciones irían afirmando sus actitudes y sentimientos
nacionalistas y con ello aparece la idea de fronteras, sin las cuales no podemos entender
los estados modernos. Las mismas se abordan conceptual y metafóricamente, habiendo
así, fronteras físicas y culturales-simbólicas. Alrededor de estos pensamientos iniciamos
la experiencia de aprendizaje en el módulo de migración e interculturalidad, llevando en
mente que el viaje representaría una forma de contacto con las realidades que se viven
en las dinámicas migratorias, tanto por escuchar personas que han sido migrantes,
como por conocer de los misioneros scalabrinianos que de manera loable han atendido
y contribuido a que el peregrinaje de los migrantes sea más tolerable, de la misma
manera, ir a un espacio fronterizo específico, Arcatao, y escuchar los testimonios de los
hondureños que nos guiaron en el recorrido abonaron a ese contacto que nos permite
apreciar que en las fronteras no sólo vemos un espacio físico, sino también que en ellas
están presentes diversas identidades, los conflictos, las luchas de poder y los estigmas
que también persisten.

Estos estigmas y conflictos los experimentó una de las guías, a quien llamaré María,
que contaba cómo en el proceso de adaptación en El Salvador hubo quienes le
apoyaron y ayudaron, pero también aquellos quienes aprovechaban alguna oportunidad
para mostrarle lo no grato que era que ella estuviera con ellos, por ejemplo nos contaba
que cuando en las tierras se perdía algún cultivo (por hurto), había quienes difundían
voces para decir que había sido “la hondureña” (o los hondureños)… el estigma y el
rechazo se hace presente en estos ambientes fronterizos que “per sí” son espacios
llenos de tensiones de todo tipo.

En la explicación del facilitador del módulo vimos que las migraciones pueden ser,
básicamente: voluntarias, forzadas, internas e internacionales; en el desplazamiento
forzado de las personas más allá de las fronteras político-administrativas del país propio
se suele explicar que los Estados de origen no quieren o no son capaces de proteger a
tales personas, de ahí que se vayan en calidad de refugiados o asilados, siendo los
planteamientos jurídicos que le auxilian, el Derecho Internacional de los derechos
humanos, el Derecho Internacional humanitario y el Derecho Internacional de los
Refugiados. Bajo esta protección se espera el cumplimiento de principios mínimos: no
devolución automática, no separación familiar, confidencialidad, no detenerles
arbitrariamente, entre otras.

Sin embargo también hay desplazamientos internos de manera forzada, este tipo de
migraciones es otra evidencia de la deuda estatal para proteger y garantizar los
derechos de los ciudadanos. Este fenómeno a nivel interno está presente en nuestro
país, y en la sede de los misioneros scalabrinianos nos relataron la asistencia en
trámites, el hospedaje y el apoyo que han dado a muchas personas e incluso familias a
causa de estos desplazamientos forzados. La abogada del centro de atención a
migrantes remarcaba el hecho de que al menos ahora se reconoce este tipo de
migración en nuestro país (5%) cosa que antes no se hacía desde el gobierno, aunque
los datos son totalmente lejanos a la realidad, pero ya hay un reconocimiento, sin
embargo, la deuda del Estado es innegable pues, en estos casos se vulneran derechos,
como lo son el derecho a la vida, libre tránsito, propiedad privada…
A pesar de lo complicado, peligroso y costoso que puede significar el cruce de fronteras,
cada vez menos se piensa en que esto sea por voluntad propia, siempre hay factores
externos que condicionan en buena medida tales decisiones, ahora hay que detenernos
a considerar las peculiaridades fronterizas. Alejandro Grimson aborda el caso de la
frontera Estados Unidos-México (en Fronteras e identificaciones nacionales: diálogos
desde el Cono Sur) y en dicho trabajo describe que “el cruce fronteras” evidencia lo
inestable de nuestras sociedades y el inicio de un milenio nuevo, pues ahora las
fronteras propician mezcla y multiplicidad, por lo tanto, se constituyen espacios de
transculturación donde convergen diferentes identidades y en su abordaje de los
diversos autores, advierte que tampoco podemos generalizar los conflictos ni tampoco
hablar de homogenizar las culturas que se manifiestan en las fronteras, pues son
diversas, de ahí que el aporte a la comprensión de las dinámicas migratorias que se
puede apreciar, según Grimson, al hacer un análisis de la frontera de Estados Unidos
con México es que ésta desafía cualquier noción uniforme y no relacional de las culturas
e identidades y además, se trata de la frontera con mayor estructura de desigualdad
conocida en el mundo contemporáneo, porque para él ninguna exhibe la desigualdad
de poder.

Además, pareciera que no existe una conciencia social sobre el fenómeno de movilidad
migratoria, Javier Urbano explica que esto se entiende porque en su devenir histórico el
fenómeno parece estar normalizado, al punto de que los flujos migratorios se realizan
undireccionalmente. En la industrialización del país mexicano la ruta de migración de
finales del siglo XIX e inicios del XX y sus sistemas de transporte fueron diseñados para
conectar el centro del país con el sur de Estados Unido, además, el tratado de
Guadalupe-Hidalgo de 1848 (surgido de la guerra entre ambos países) significó la
pérdida de un poco más de la mitad del territorio mexicano que deparó en el rompimiento
y separación familiar; más la firma del Tratado de la Mesilla en 1853, y 75000 personas
decidieron quedarse en Estados Unidos. Urbano cita el trabajo de Durand y Massey
para describir las fases en el desarrollo de los flujos migratorios: Enganche (1900-1920,
deportaciones (1924-1939), la fase de Braceros (1942.1964) y la de indocumentados
(1964-1986); para afirmar que esta relación bilateral es una construcción histórica que
se moldeaba por las necesidades de la empresa, la consolidación de mercados y la
configuración de las redes migratorias apegándose a nuevas demandas para la
integración de los inmigrantes. Con esto y con la experiencia de campo podemos
concluir que el tema de las fronteras no se agota con la teoría ni mucho menos con
considerarlas como aspectos exclusivamente geográfico-físicos; para entender sus
complejidades hay que conocerlas y experimentar las limitantes que supone su cruce,
pero también a las mismas, se las debe ver como el fruto de dinámicos procesos
histórico-sociales, y a la vez se debe comprender que detrás de cada migrante hay una
serie de aspectos políticos y de derechos pendientes en sus países que no acaba allí,
que añade otra cantidad de vulneraciones de derechos en el viaje del migrante. Queda
pendiente un diálogo migratorio que proponga el respeto de los derechos humanos y
que atienda a las demandas y necesidades de los migrantes.

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