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24 DE AGOSTO 2018

DÍA DEL PADRE ARGENTINO.

Profs. Ariel Gustavo Poves y Alejandro Garay

INTRODUCCIÓN.
Mendoza es el lugar, no sólo desde el que el Libertador preparó su estrategia
continental, impulsó la declaración de la independencia y enmarcó la
libertad de todo el continente, sino que fue aquí, en esta tierra cuyana,
donde asombró a propios y extraños como gran estadista, líder destacado
y hombre público honesto y austero.

También es Mendoza la tierra que el 24 de Agosto de 1816 viera nacer a su


hija Mercedes Tomasa San Martín, "La Infanta Mendocina" como la solía
llamar su padre Don José Francisco de San Martín.

Será por aquellos tiempos, en su "Ínsula Cuyana", donde José Francisco


podrá disfrutar de una vida familiar completa pese a sus múltiples
ocupaciones, y serán los únicos años en que podrá compartir el calor de
hogar junto a su esposa Remedios.

Nos ponemos de pie.

ENTRADA DE BANDERAS.
Te saludamos, bandera de la patria, “sublime enseña de libertad y honor,
jurando amarte como así defenderte”, mientras palpite nuestro fiel corazón.
Recibimos con orgulloso respeto a las banderas de ceremonias.

HIMNO.
“Tiene esencia de paz y de laureles,
cada letra del Himno majestuoso;
cada verso sugiere el victorioso
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accionar de patriotas y corceles”.
Entonemos las estrofas de nuestro Himno Argentino.

PALABRAS ALUSIVAS

Además de héroe y antes de ser padre de la patria, José de San Martín fue
padre de una niña mendocina a la que llamó Mercedes. La tradición oral
dice que “de su padre, José, heredó la rectitud y de Remedios, su madre, la
fortaleza”.
La pequeña Merceditas nació un 24 de agosto de 1816, razón por la cual
nuestra ley provincial instituye éste como “El día del Padre Argentino”.
Podemos tomar asiento para escuchar palabras alusivas al motivo de
nuestra conmemoración.

Nuestro Héroe, nuestro prócer, padre americano, de vocación intachable


por la Patria. La historia analizada por los liberales y por el revisionismo
histórico coincide en resaltar las virtudes del General San Martín. Entre ellas
la prudencia y la justicia.
El escritor cubano José Martí lo define en estas bellísimas y famosas palabras:
“San Martín, grande y sereno, alto y de tez oscura; de soberanos,
penetrantes ojos; de selvoso y negrísimo cabello; la nariz prominente y
aguileña; los labios finos, llenos siempre de enérgicas y vívidas palabras; y en
su levita azul con charreteras y pantalones de galón de oro, militar
imperante, austero y culto, de tan visibles dotes, que con oírle hablar
aparecía su superioridad considerable entre sus contemporáneos, y tan
tierno y profundo en sus afectos, que, de ver tan grande hombre, se
consolaban los demás de serlo”.

Finalmente agrega: “Triunfó sin obstáculo, por el imperio de lo real aquel


hombre que se hacía el desayuno por sus propias manos, se sentaba al lado
del trabajador, veía porque herrasen la mula con piedad, daba audiencia
a las muchas gentes que a verle venían en la cocina, entre puchero y el
cigarro negro, dormía al aire, en un cuero tendido”.

José de San Martín representa la Grandeza y Simpleza conjugadas. Sus ideas


claras de Patria lo llevaron a liberar medio continente. El cruce de los Andes

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es considerado una de las epopeyas más importantes de los tiempos, algo
inimaginable para aquellos años del siglo XIX. Fue el modelo de soldado
hecho en la disciplina, desafiando la muerte en los campos de batalla,
utilizando siempre como bandera sus nobles ideales.

Solo hay que analizar algunas de sus frases más célebres, adelantadas a su
época, para darse cuenta cuáles eran sus intereses reales, que hoy, en
nuestros tiempos, parecen lejanos pero cuyo significado no ha perdido
valor. “Mi sable nunca saldrá de la vaina por opiniones políticas”, “En
defensa de la patria todo es lícito menos dejarla perecer”, “La conciencia
es el mejor juez que tiene un hombre de bien”, “Seamos libres, lo demás no
importa nada”.

El padre cariñoso, el hábil ajedrecista, el estadista, el intelectual: San Martín


no es sólo el militar que cruzó los Andes y ganó el decisivo combate de San
Lorenzo.
San Martín era un padre preocupado porque tuvo que pasar mucho tiempo
lejos de su familia. En algún momento sintió que la crianza de su hija se le iba
de las manos, porque veía que su suegra la malcriaba bastante ”. En las
máximas para Merceditas se deja ver la ternura del prócer, quien
recomienda “humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos
que nos perjudican” y tener “amor al aseo y desprecio al lujo ”. San Martín
también se preocupa por “acostumbrarla a estar formal en la mesa ” y por
promover en su hija “dulzura con los criados, pobres y viejos”, así como
“amor a la verdad y odio a 1a mentira”. También le importa “acostumbrarla
a guardar un secreto” y “ que hable poco y lo preciso ”. La última pauta
acaso fuera la primordial para el Libertador: allí pide inculcarle a Merceditas
“ amor por la Patria y por la Libertad ”.

Dicen que el reloj dejó de funcionar a las 3 de la tarde en aquella casa de


Boulogne-sur-Mer, en Francia, el 17 de agosto de 1850. A esa hora, moría
José de San Martín, acompañado por su hija Mercedes, a quien la Historia
conoce como “Merceditas”.

La vida y obra de San Martín debe iluminar el camino de quienes tienen el


deber y el compromiso de conducir los hilos de nuestra Nación. Han pasado
168 años de su partida pero su legado perdurará por siempre.

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DESPEDIDA DE LAS BANDERAS.

De pie.

Bandera que eres gloria de un pueblo generoso, y de los hombres eres un


vínculo de paz; bajo tu manto cubres a todo aquel que anhele, honrar con
sus virtudes tu augusta majestad.

Despedimos a nuestras banderas de ceremonias.

VIDEO.

Los invitamos a tomar asiento.

El video que les presentamos a continuación tiene por finalidad homenajear


toda la humanidad de San Martín, en una de sus facetas tal vez menos
mostrada: su paternidad.

(Proyección de video)

CONCLUSIÓN Y DESPEDIDA.

Hay en San Martín una gloria mayor que la de haberse medido con la
montaña y con el mar, o que la de haber vencido, con soldados que él sacó
de la nada, a las armas españolas que habían vencido a Napoleón,
destrozando así el imperio secular de los reyes en el Nuevo Mundo.
Esa otra gloria más grande es la virtud, excepcional en un guerrero, de haber
sabido vencerse a sí mismo, haber renunciado a los ascensos, los honores y
los premios del triunfo en todos los lugares en que venció; haber domado de
tal modo su carne que no tuvo la fruición del mando, ni del dinero, ni de la
lujuria como la tuvieron tantos otros vencedores militares; haber sabido
sobreponerse a la adversidad cuando se eclipsó su estrella, coronando su
vida en el destierro, en la soledad y la pobreza, con el caritativo silencio de
los más puros maestros espirituales.
Para llegar a esto último, necesitó perdonar injurias y supo perdonarlas,
acaso más que por amor a los hombres, por amor a su América, la tierra
entre cuyas pasiones primitivas él fue un luminoso hijo del sol.

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Sobrellevó enfermedades, trabajos, pobrezas, ingratitudes y calumnias con
impresionante resignación. De entre esos fuegos salió purificado como los
metales más nobles, y en ello consistió su santidad. Renunció a sueldos,
ascensos, mandos, premios y honores. Tal es la virtud de este santo laico.

Muchas gracias por su presencia y respeto en esta conmemoración que


damos por finalizada.

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