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Estrategias para afrontar conductas

Proyecto Editorial

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COORDINADORAS

Elena Berazaluce Estíbaliz Diego

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Estrategias para afrontar conductas

Montserrat Lapastora Fátima Velázquez de Castro

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PROLOGO

INTRODUCCIÓN

1 Sobre la adopción

Definición y características

Tipos de adopciones

Estereotipos sociales

Recorrido psicológico hacia la adopción

Sentimientos ante la imposibilidad de tener hijos biológicos

Sentimientos ante los tratamientos médicos: inseminación artificial y fecundación in


vitro (FIV)

Clases de motivación

Adopción en familias diferentes a la tradicional

Ejercicios prácticos y de toma de decisiones

Cuestionario para determinar si se ha elaborado la incapacidad para tener hijos


biológicos

Ejercicios para reconocer y aceptar la infertilidad

Ejercicios de comunicación con su pareja

Ejercicios para transformar los pensamientos negativos en positivos

Preguntas y respuestas

2 El proceso de adopción

Diferencias entre embarazo biológico y adoptivo

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¿Son reales sus expectativas ante su hijo?

Miedos que surgen ante la adopción

Características de la segunda adopción

Ejercicio sobre las expectativas del menor

Preguntas y respuestas

3 La llegada del menor

Pensamientos y emociones que surgen

Estrategias ante el primer encuentro

Preguntas y respuestas

4 El niño de 0 a 12 meses

Introducción

Vinculación y apego

Proceso de adaptación

Trastornos de conducta y su resolución

Consecuencias de una mala alimentación

Conductas derivadas de la falta de estimulación y afecto

Consecuencias del abandono y de la institucionalización

Bases para una buena comunicación

Preguntas y respuestas

5 El niño de 1 a 3 años

Introducción

Proceso de adaptación: establecimiento de vínculos afectivos

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Incorporación al medio escolar

Responder con sinceridad a sus preguntas sobre la adopción

Distintos trastornos de conducta y modo de resolverlos

Consecuencias del abandono y de la institucionalización

Bases para una buena comunicación

Cómo fomentar la autoestima

Preguntas y respuestas

6 El niño de 3 a 6 años

Introducción

Proceso de adaptación: establecimiento de vínculos afectivos

Bases para una buena comunicación: hablarle de la adopción

Distintos trastornos de conducta y modo de resolverlos

Consecuencias del abandono y de la institucionalización

Cómo fomentar la autoestima

Integración en la escuela

Preguntas y respuestas

7 El niño de 7 a 12 años

Introducción

Cómo abordar la historia previa del menor y sus preguntas

Proceso de adaptación: establecimiento de vínculos afectivos en adopciones de riesgo

Incorporación al medio escolar, social y familiar

Distintos trastornos de conducta y modo de resolverlos

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Consecuencias del abandono y de la institucionalización

Preguntas y respuestas

ó La adolescencia

Introducción

Psicología del adolescente adoptado: búsqueda de sus orígenes

Problemas de conducta más frecuentes

Necesidad de crear un espacio para expresar los sentimientos

Normalizar la situación como algo evolutivo y pasajero

Decálogo del adolescente

Preguntas y respuestas

9 Cuando los hijos adoptivos se convierten en padres

Comunicación y sobreprotección

Capacidad para superar situaciones traumáticas o resiliencia

Desapego

Trastornos derivados del desapego

Dificultades para el contacto físico

Preguntas y respuestas

BIBLIOGRAFÍA

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Uno espera llevar a su hijo de la mano transmitiéndole seguridad.

¿Y cuando uno duda porque su hijo es adoptado?

Los hijos del corazón no tienen que dar las gracias a Montse Lapastora ni a Fátima
Velázquez de Castro por la sólida labor realizada desde su ciencia psicológica,
pedagógicamente plasmada en este libro. Pero aquellos cuyos padres lean este texto se
verán beneficiados por su lógica, su saber y sus acertados criterios.

Y es que cuando uno se interna por un terreno intrincado, difícil, inexplorado, precisa
de una brújula, un mapa y unas instrucciones para su uso. Lean el completísimo índice,
su metódica confección y entenderán que están ante un instrumento tan útil como
necesario.

Créanme, éste es un libro que se lee con pasión, con agrado, aunque uno ya no
piense en tener más hijos biológicos o adoptados, dada la edad ya alcanzada.

Es un volumen que genera desde el principio un profundo agradecimiento, sabedor de


que va a hacer el bien a tanta y tanta gente, quizá a mis hijos, a mis nietos.

Porque adoptar, ese compromiso de solidaridad, es mucho más, es una decisión


generosa de la que se recibe mucho más de lo que se entrega, pero que requiere del
conocimiento de los propios senti mientos, de los de la pareja, de la respuesta social, y lo
que es fundamental del niño adoptado.

Los distintos momentos en la evolución del proceso, ansiedades, ilusiones,


frustraciones, dificultades son desbrozados con tino.

Paso a paso, sin sobresaltos, el lector se siente acompañado en esa decisión tomada
desde la madurez, la libertad y el compromiso.

Desde la conformación de la idea de adoptar a disfrutar con el hijo adolescente hay


muchos instantes, imágenes, valoración de idoneidad, viaje, encuentro, espera, charlas,
aceptación mutua, decir la verdad, siempre la verdad, expectativas, pequeños chantajes
emocionales, indecisiones. Las autoras han conocido todo el proceso de muchas y
distintas personas, conocen sus interrogantes y la necesidad de respuestas, y a ello se
aplican desde quien, conocedor en profundidad de lo que se le demanda, lo contesta con

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claridad meridiana, desde la lucidez de quien no precisa adornarse con citas bibliográficas
o términos crípticos.

Para quien piense adoptar, este libro es referencial, un manual de uso reflexivo; quizá
en algún pasaje no esté plenamente de acuerdo con las autoras; si así acontece, bueno es,
porque no buscan dar recetas sino dialogar inteligentemente con el lector al que saben
muy interesado.

Pero el libro sobrepasa a los seres que van a conformar un hogar, para alcanzar a
todo ciudadano que se identifique con la nueva sociedad, con la multiculturalidad, con el
amor que desborda el compromiso de sangre de mi sangre, para expandirse desde el
amor de la razón, el corazón, el presente y el futuro.

Al terminar uno agradece a las colegas Velázquez de Castro y Lapastora su


contribución ciudadana, pero sobre todo admira a aquellos que un día decidieron,
deciden o decidirán adoptar desde el respeto no sólo a las leyes sino a la evolución de un
niño que tiene su historia psicológica y su familia biológica, admirar a aquellos que
superaron sus fantasmas y aprendieron junto a sus hijos adoptados a conocerse, a
quererse, a entender lo más sublime del ser humano, todo lo que da a esta especie su
dignidad y respeto. El compromiso de vida racionalmente concebido.

Escribir un prólogo es siempre un honor, hacerlo cuando el contenido es tan ameno,


diverso e interesante como éste es de agradecer y saber que humildemente se contribuye
a una bella labor del alma humana, un lujo.

Gracias a Montse, gracias a Fátima por guiarnos con tanta destreza: respetando al
tiempo nuestra autonomía, no nos llevan en brazos.

Gracias a usted, lectora o lector porque me consta sin conocerle que es una magnífica
persona. La elección de este libro lo demuestra.

Léalo, subráyelo y déjelo en heredad a sus hijos.

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Cuando se consolida un proyecto de adopción, lo que en un principio se está planteando
es la materialización de un encuentro. Un encuentro que se reviste de aspectos múltiples
y complejos tales como diferentes estados anímicos, distintas experiencias personales y,
en la mayoría de los casos, el encuentro de diferentes culturas, lenguas, costumbres y
modos de entender la vida.

Es indiscutible que del conjunto de variables que rodean la adopción de un menor,


sólo unas pocas pueden ser previstas o controladas de antemano y, seguramente, éstas no
son las más importantes para determinar el éxito final de la incorporación del menor a
una nueva familia. Por eso, el factor más importante, fundamental, del planteamiento de
la adopción es la existencia de un deseo incondicional a nivel afectivo de ser padres. Se
trata pues de la existencia de una necesidad de entrega, de la materialización de una
verdadera necesidad de tener un hijo.

Así pues, la adopción no es un valor en sí mismo, no está condicionada, cuando su


motivación es la antes señalada, por las ideas de solidaridad y altruismo o por el deseo de
realizar un acto humanitario. La verdadera esencia de la adopción es la existencia de un
sentimiento de auténtico amor por un hijo que va a llegar. Y de esta forma, el resto de
aspectos con los que el proceso de la adopción pueda sorprender a los futuros padres no
serán condicionantes para el éxito de esa relación paterno-filial que se encuentra en
ciernes. Todo es tará sometido a ese sentimiento incondicional que garantizará la
resolución de los múltiples problemas que, sin duda, se plantearán cuando el menor se
incorpore a una nueva familia y a un nuevo círculo social. En las páginas de este libro
vamos a intentar aproximarnos a esta realidad multiforme con esta idea central como eje
fundamental: ninguna circunstancia será lo suficientemente importante para deshacer el
vínculo afectivo forjado en la adopción cuando éste se fundamenta en el verdadero amor
de unos padres hacia su nuevo hijo.

El libro consta de dos partes, en la primera el objetivo ha sido ayudar y orientar a los
padres en su recorrido psicológico hacía la adopción, mostrando cuáles son los
sentimientos, pensamientos y reacciones ante la imposibilidad de tener hijos biológicos.
Esto es un hecho que genera mucha frustración y dolor, y que es muy difícil de asumir
para muchas personas. Algunas de ellas se sienten culpables y lo viven como un castigo.
Es fundamental desmitificar la infertilidad como algo socialmente negativo y como
motivo de desvalorización de las personas que la padecen, como ocurría antiguamente.

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Los padres adoptivos adquieren su paternidad por una vía distinta a la biológica, pero
esto no quiere decir que sean diferentes a la hora de ejercerla, un hijo adoptado es tan
hijo como uno biológico, y unos padres adoptivos lo son tanto como los biológicos. Sin
embargo, el camino que recorren los padres que deciden tener un hijo por la vía de la
adopción es largo y difícil, pero suelen superarlo por su gran deseo de ser padres.

En la segunda parte del libro hemos hecho un recorrido evolutivo por las conductas
difíciles que plantean algunos niños adoptados y el modo de resolverlas.

Es necesario hacer saber, tanto a los padres como a profesores o profesionales que
trabajan con niños, que la psicología de éstos a veces se ve alterada por el abandono que
sufrieron. Esto que parece muy evidente no lo es tanto cuando profundizamos con los
padres en las entrevistas que realizamos con ellos. Todos saben que su hijo es adoptado
y que es clave comunicarle esta condición, de hecho lo hablan con sus hijos, pero cuando
hablamos del abandono del menor, muchos no lo han considerado y otros incluso lo
niegan. Inconscientemente separan adopción y abandono porque éste les produce mucho
pesar. Los padres hablan de no querer provocar dolor a sus hi jos, pero es su propia
aflicción la que les impide aceptarlo. A lo largo de este libro explicamos la importancia de
enfrentarse al abandono y repetimos que "un niño adoptado es un niño abandonado" lo
uno lleva a lo otro, si no se abandona no hay adopción posible.

Todos los niños pasan por unas etapas evolutivas que se caracterizan por una serie de
pautas externas como conductas e internas como pensamientos o miedos. Hasta los seis
años aproximadamente es normal tener miedo a la separación de los padres. Los hijos
biológicos los tienen a pesar de no haber sufrido ningún abandono, sin embargo el niño
adoptado sí lo ha sufrido, por lo menos una vez. Esta experiencia de abandono, aunque
se haya dado a una edad muy temprana, influye en el posterior desarrollo integral del
menor. Éste lo lleva impreso en su memoria, no con palabras, pero sí queda en él la
sensación de abandono, por lo que el miedo normal a la separación de sus padres se
suma la experiencia real del abandono. Los progenitores deberán tener esto siempre en
cuenta porque en muchas de las dificultades que muestra el menor en distintos puntos de
su desarrollo subyace el abandono, es decir, el no haber podido asumirlo.

También en la segunda parte sugerimos estrategias pare enfrentarse a los conflictos o


problemas que podrían presentan los niños y damos una visión general de aquello con lo
que se pueden encontrar, lo que puede ser normal y lo que no lo es. La mejor estrategia
es escuchar, escuchar y escuchar. Aplicar el sentido común y no empeñarse en solucionar
aquellas situaciones que son desbordantes para padres e hijos. Que los progenitores no
puedan solucionar un conflicto, no quiere decir que sean peores padres o que lo estén

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haciendo mal, simplemente hay veces en que la situación debe ser tratada por un
profesional por la dificultad que entraña. Cuando no se puede resolver aquello que está
produciendo sufrimiento al niño y a la familia, lo responsable es acudir a un profesional
especializado para que oriente o intervenga de la forma más adecuada.

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Definición y características

La adopción supone el deseo por parte de una pareja o una persona adulta de tener un
hijo. Es, por tanto, un medio para la realización del deseo de ser padre o madre cuando,
por distintos motivos, esta vía es elegida como una alternativa a la paternidad o
maternidad biológica. Es importante, de este modo, destacar que la adopción supone las
mismas implicaciones legales, afectivas y sociales que aquellas.

Legalmente la adopción se constituye por resolución judicial. La legislación al efecto


está construida sobre la prioridad del interés del menor adoptado y, así, tendrá siempre
en cuenta la idoneidad del adoptante o adoptantes para el ejercicio de la patria potestad.
La adopción produce la extinción de los vínculos jurídicos entre el adoptado y su familia
biológica y es irrevocable. Una vez que se establece legalmente la adopción, los padres
biológicos pierden todos los derechos jurídicos sobre sus hijos pasando éstos a sus padres
adoptivos de una manera definitiva e inapelable.

Desde un punto de vista emocional, la adopción supone la incorporación de un menor


a la familia. Este hecho genera nuevos vínculos afectivos y el desarrollo, siempre
complejo, de los roles y funciones paterno-filiales.

En el caso del niño adoptado, los vínculos afectivos se refieren a la relación estrecha
de carácter emocional que el niño debe crear con sus padres adoptivos para que exista
una verdadera relación paternofilial entre ellos. Cuando este vínculo se establece de
forma sana, genera en el niño seguridad y confianza.

Cuadro 1.1. Características de la adopción

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Sin embargo, algunas veces, pasado el primer momento de entusiasmo por haber
conseguido ese hijo tan deseado, empiezan a surgir conflictos que resultan difíciles de
resolver para los padres. En algunos casos esta situación puede llegar a generar un
sentimiento de fracaso que da lugar al replanteamiento, por parte de los padres, de lo
adecuado del proyecto de adopción que iniciaron y que, en ciertas ocasiones, puede
conducirles a cuestionarse la devolución del menor. Cuando esto ocurre es debido a que
la motivación no fue la adecuada.

Aunque a nivel legal, la filiación con el menor no se puede extinguir, existe la


posibilidad de dejarle en una Institución. Como es evidente, la vivencia por parte del niño
de un nuevo abandono, repitiéndose la lamentable situación que ya experimentó con su
primera institucionalización, puede suponer graves consecuencias psicológicas para el
menor y su desarrollo psicoafectivo. De ahí la capital importancia de que la adopción sea
el resultado de una decisión meditada y afectivamente madura.

El niño está buscando unos padres y le gustaría tener una familia, por lo que es
importante que esta decisión se medite antes de llevarla a cabo para que sea exitosa.

Tipos de adopciones

A lo largo de la Historia siempre han existido las adopciones. Moisés fue uno de los
primeros niños adoptados de los que se tienen referencias. Desde entonces hasta nuestros
días el contexto en el que se han dado es muy diferente.

Hasta hace relativamente pocos años la adopción era considerada como algo que se
tenía que ocultar por el propio bien del niño y de los padres y se mantenía en secreto. Sin
embargo, hoy día se sabe que esto es un grave error ya que es origen de serios conflictos
personales y familiares, y por lo tanto es primordial que los padres comuniquen a su hijo
su condición de adoptado.

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Otra de las grandes diferencias que caracteriza a las adopciones actuales es la
prioridad del bienestar del menor, en contraposición con las adopciones de antaño en las
que sólo se tenía en cuenta el deseo y la satisfacción de los padres.

Antes de que la adopción se regulara legalmente, ésta se llevaba a cabo de manera


informal, cuando un niño quedaba abandonado o huérfano, algún familiar o persona del
entorno se hacia cargo de él y le incorporaba a su familia.

Dentro de la adopción se pueden distinguir diferentes modalidades, una de ellas es la


adopción tradicional, en la que se adopta a un menor de la misma raza que la familia
adoptante aunque el país sea multirracial, como ocurre en Estados Unidos.

Otra modalidad es la adopción nacional, por medio de la cual se adoptan a los niños
institucionalizados en el propio país. Éste es el tipo de adopción que se ha venido
realizando en nuestro país hasta hace unos años. Sin embargo, la transición de España de
país en vías de desarrollo a país desarrollado, con la consiguiente incorporación masiva
de la mujer a la vida laboral y profesional, la generalización del uso de los
anticonceptivos, la legalización del aborto en algunos casos, el cambio de mentalidad
sobre la maternidad de las mujeres sol teras y el apoyo social hace que no existan en la
práctica niños que se den en adopción. Hoy en día los menores que son susceptibles de
ser adoptados a nivel nacional son los procedentes de familias inmigrantes con recursos
limitados, por lo que suelen ser de otras razas.

En la adopción abierta, la familia adoptiva tiene contacto con la familia biológica, lo


que no quiere decir que ésta tenga ningún derecho legal sobre el niño.

Por último, en la adopción internacional los países desarrollados establecen acuerdos


con países pobres o en vías de desarrollo para la adopción regulada de niños. En este
caso, los adoptantes tienen que ir al país de origen del niño para recogerle y formalizar
los trámites de la adopción.

Cuadro 1 .2. Tipos de adopciones

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Estereotipos sociales

La adopción en sí misma es algo desconocido para la mayoría de la gente y como todo lo


desconocido, genera ideas y pensamientos erróneos a su alrededor, por lo que se
convierte en un estereotipo social.

Se entiende por estereotipo social una idea general acerca de un grupo social que está
basada más en lo emocional que en lo racional, que no tiene base científica y que se
utiliza para definir a dicho grupo. Por ejemplo, "los catalanes son trabajadores" o en este
caso la idea estereotipada sería "los padres adoptivos son de menor categoría que los
biológicos".

Los estereotipos más frecuentes respecto a la adopción son:

• Es una forma de paternidad de menor categoría que la biológica.

La adopción es un camino hacia la paternidad tan válido como el biológico. El


desarrollo de las capacidades y vínculos parentales no tiene que ver con la forma
en que se tienen los hijos sino en cómo se establecen vínculos afectivos con ellos
y en cómo se los trata.

De todos es conocida la existencia, tanto de padres biológicos o adoptivos


negligentes que maltratan o abandonan a sus hijos, como la de padres adoptivos y
biológicos competentes. Por eso no se puede concluir que la manera de ejercer la

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paternidad sea mejor cuando es biológica que adoptiva.
Debido a este estereotipo los padres adoptivos a veces sienten que se
enfrentan a una sociedad que les juzga como "imperfectos" por no poder ser
padres biológicos y que cuestiona su proyecto de adopción: "¿Estáis seguros de lo
que vais a hacer?", "¿te sientes capaz de ser madre de un extraño?". Este
sentimiento puede verse reforzado por los requisitos burocráticos del proceso de
adopción, que se suelen vivir como algo injusto e intrusivo: "A los padres
biológicos no se les exige nada mientras que a nosotros se nos exige todo."
La vinculación afectiva de padres a hijos no depende del camino, biológico o
adoptivo, por el que se haya llegado a la paternidad.

• Los padres adoptivos tienen el instinto paternal, pero menos desarrollado que los
biológicos.

Éste es un pensamiento erróneo y un prejuicio social ya que el instinto


maternal se tiene normalmente antes de saber que no se pueden tener hijos.
Las personas que plantean con ligereza este pensamiento erróneo lo hacen sin
conocer la realidad ni lo que verdaderamente sienten los padres adoptivos, que
han recurrido a la adopción precisamente por su instinto paternal expresado en su
deseo de tener hijos. Una vez que han conseguido tener a su hijo desarrollarán
sus afectos como cualquier padre biológico, asumiendo las dificultades de crianza
que se presenten.

El instinto paternal es común a padres biológicos y adoptivos.

• Con la adopción se salva a un niño de un futuro miserable, por lo que se considera


una obra de caridad que dignifica a quien la realiza.

A menudo se piensa que la adopción es un acto de caridad hacia el menor que se


adopta. Nada más alejado de la realidad, pues el niño no sólo viene a cubrir unas
necesidades de los padres, sino que también les da a éstos la oportunidad de
sentirse bien pensando que están ayudando a alguien desprotegido. En el fondo
son ellos, los padres, los que satisfacen su necesidad de sentirse "salvadores".

Con frecuencia se escuchan frases dirigidas a los padres que socialmente refuerzan
la falsa idea de que adoptar por altruismo es bueno.

Cuadro 1.3. Frases que refuerzan el altruismo en la adopción

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Cuando alguien decide adoptar, lo hace para cubrir un deseo que generalmente no
puede conseguir de otra manera. Sin duda el menor adoptado recibirá muchas
cosas: familia, cariño, objetos. Pero los padres van a ver satisfecho su deseo de
serlo y van a recibir del niño tanto o más de lo que ellos le puedan ofrecer.

Para que una adopción tenga éxito, los padres deben adoptar teniendo en cuenta su
propio deseo de ser padres y nunca movidos por la pena y la solidaridad. Si esta
es la motivación principal la adopción tiene muchas posibilidades de fracasar, es
decir, de que las expectativas de los padres no sean cubiertas por ese hijo y no le
acepten tal y como es, por lo que el menor no encontraría un verdadero lugar en
la familia.

Es verdad que hay muchos niños en orfanatos esperando a una familia que les
quiera, pero es mejor que se integren en una familia en la que sean deseados por
sí mismos, que en una donde sus padres sean sus salvadores a quienes deba estar
eternamente agradecido.

1 La adopción no es un acto de generosidad ni de altruismo.

En este sentido se piensa que el proceso no debería ser tan largo y complicado pues
habiendo tantos niños abandonados siempre estarán mejor en un entorno
familiar, sea éste el que sea, que en un orfanato. Esto no es cierto, ya que
teniendo en cuenta los intereses del menor, es necesario e importante dedicar el
tiempo que sea preciso para encontrar a la familia idónea para ese menor.

La adopción no es un acto de salvación hacia un niño abandonado. Es el hijo


adoptado el que proporciona a sus padres la oportunidad de realizar su deseo de
tener un hijo.

• Es un niño que se puede devolver.

Este estereotipo lleva implícita la idea de que un hijo adoptivo es de menor


categoría que uno biológico.

Los padres adoptivos tienen los mismos derechos y obligaciones sobre sus hijos que

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los biológicos. Los menores no son un producto de consumo que se pueda
devolver o tirar cuando ya no cumplan las funciones por las que se han
adquirido. Ante los problemas y dificultades que plantea un hijo, sea biológico o
adoptado, hay que hacerles frente con los recursos internos y externos de que se
disponga.

El concepto de "devolución" de un hijo no existe, la decisión de algunos padres que


dejan a sus hijos en una institución es un acto de abandono. Las consecuencias
de este acto, que en un hijo biológico son muy negativas a nivel psicológico,
revisten una especial gravedad cuando se trata de un nuevo abandono.

Un hijo adoptivo no se puede "devolver".

Recorrido psicológico hacia la adopción

La adopción no es algo que suela estar incluido en el proyecto de vida de la mayoría de


las personas, ya que en general, cada pareja desea formar su propia familia biológica.
Cuando esto no es posible debido a causas de infertilidad (no se producen embarazos
aunque no haya causa orgánica que lo justifique), o esterilidad (no se pueden tener hijos
debido a una lesión orgánica diagnosticada), tendrá lugar en cada uno de los miembros de
la pareja, un proceso psicológico que deberán resolver para poder asumir su incapacidad
para tener hijos y poder llegar a una adopción responsable.

En este proceso psicológico se pueden diferenciar dos momentos, uno de ellos


relacionado con los sentimientos que produce la imposibilidad de tener hijos biológicos y
otro con los que producen los tratamientos médicos para conseguirlos.

Sentimientos ante la imposibilidad de tener hijos biológicos

En un primer momento cuando se decide tener hijos se producen sentimientos de alegría,


esperanza e ilusión, y un estado de emoción que acompaña a la pareja durante los
primeros meses. Según va pa sando el tiempo y el embarazo no se inicia, empiezan a
surgir sentimientos de preocupación, desilusión e inquietud y surge el temor ante la
posibilidad de que aparezca algún impedimento físico que lo justifique.

Ante esta situación no siempre se reacciona de la misma manera; algunas personas


pueden enfrentarse a esta dificultad acudiendo al médico para encontrar el motivo y
solucionarlo. Otras personas no son capaces de enfrentarse a los hechos y dejan pasar el
tiempo esperando que el problema se resuelva solo. Estas dos actitudes denotan dos
formas muy diferentes de enfrentarse a la adopción. En general, si son capaces de asumir

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las dificultades que les surjan seguramente serán más capaces de resolverlas, si por el
contrario no las hacen frente, difícilmente podrán solucionarlas.

Cuando tras la exploración médica se detectan causas orgánicas que justifican la


ausencia de embarazo, pueden aparecer distintos sentimientos en uno o en ambos
componentes de la pareja:

1. Negación: en un primer momento puede aparecer una, actitud por la que algunos
padres se niegan a aceptar la información que les dan o temen escucharla debido
al dolor que les produce afrontar su infertilidad o esterilidad. Las actitudes
negadoras pueden aparecer de diferentes formas:

Cuadro 1.4. Actitudes negadoras

2. Rabia: ante la evidencia de no poder tener hijos se produce un estado de


irritabilidad y frustración general, que desencadena una actitud agresiva que,
dependiendo de cada persona, se puede dirigir contra uno mismo, contra la
pareja o contra el mundo entero. Esta etapa de rabia también puede ir
acompañada de sentimientos de desesperación, llanto explosivo y crispación.

Cuadro 1.5. Pensamientos que expresan la rabia

3. Culpa: pensar que uno es el causante de no poder tener hijos puede conducirle a
darse razones absurdas para justificar, desde la propia responsabilidad, la
ausencia de embarazo: "Si no hubiera hecho esto", "si hubiera hecho lo otro", "si
no hubiera tomado anticonceptivos no me pasaría esto", "a lo mejor era porque
llevaba los vaqueros muy ceñidos."

Este sentimiento es diferente cuando no se sabe quién es el causante de la

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incapacidad para tener hijos que cuando se conoce. En el primer caso la culpa es
compartida y produce menos ansiedad, responsabilidad y se sienten más apoyados
mutuamente. Cuando sí se sabe quién es el responsable pueden surgir diferentes
sentimientos en cada uno de ellos relacionados con la culpa.

El causante de la falta de hijos puede tender a aislarse, a tener miedo al rechazo y al


abandono de su pareja, a la que puede llegar a ofrecer la ruptura de la relación para que
pueda rehacer su vida y tener hijos con otra persona.

El miembro de la pareja que sí puede tener hijos, ante la infertilidad de su cónyuge


puede sentirse, en un primer momento, decepcionado, frustrado, dolido y rabioso, pero
luego, si la persona y la relación es lo suficientemente madura, estos sentimientos se
transforman en actitudes de protección, desdramatización y de apoyo mutuo en la
resolución del problema. Para que se dé este cambio de sentimientos es necesario que
haya una aceptación auténtica e interna por parte del miembro de la pareja que es fértil.
En el caso de que no hubiera verdadera aceptación y ésta sólo fuera superficial, el
resentimiento, la frustración, la insatisfacción y la incapacidad para aceptar al otro tal y
como es, repercutirá en la relación de pareja, deteriorándola e incluso pudiendo llegar a
romperla.

Cuadro 1 .6. Sentimientos que acompañan a la culpa

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4. Tristeza: es frecuente al principio de esta situación la aparición de un ánimo
deprimido, acompañado de un sentimiento de desolación, de impotencia y de
desasosiego. La persona se siente hundida y piensa que no volverá a ser la misma
de antes.

En esta etapa se pierde la ilusión por las cosas, la visión del mundo se vuelve
negativa y el ánimo se tiñe de gris, debido a que la sensación de pérdida no

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permite ver los otros aspectos positivos que hay a su alrededor, convirtiéndose la
infertilidad en el eje fundamental de la vida de esa persona.
Cuadro 1.7. Pensamientos que acompañan a la tristeza

5. Baja autoestima: debido a la decepción por no tener hijos surgen sentimientos de


desvalorización hacia uno mismo. Se puede tener la sensación de no servir para
nada, de estar incompletos y de no cubrir las propias expectativas, ni las de la
pareja, ni las de la familia, ni las de la sociedad en general. Muchas veces este
sentimiento se ve reforzado por los roles que a nivel cultural se esperan de cada
sexo. Esta situación se refleja de forma lingüística con expresiones como: "está
hueca", "está vacía"o "no sirve" cuando se habla de mujeres a las que se ha
extirpado el útero. Es decir, se tiende a sobrevalorar el aparato reproductor en
detrimento de otros órganos que son de igual importancia.

En el hombre, desde el punto de vista cultural, se suele asociar erróneamente


la esterilidad con potencia sexual, por lo que muchos de ellos se sienten
avergonzados y lo ocultan. Estas creencias no tienen ninguna base científica.
Cuadro 1.8. Pensamientos que acompañan a la baja autoestima

Sentimientos ante los tratamientos médicos: inseminación artificial y fecundación in vitro


(FIV)

Una vez que la pareja ha pasado por el proceso de aceptación de su infertilidad, puede
decidir someterse a diferentes tratamientos médicos, entre ellos la inseminación artificial
y la fecundación in vitro.

La inseminación artificial es una técnica de reproducción asistida que consiste en la


colocación de los espermatozoides (aislados de semen eyaculado) dentro del útero.

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La fecundación in vitro consiste en la extracción de los óvulos (ovocitos) por vía
vaginal con la ayuda de la imagen ecográfica, procediendo a la fecundación en el
laboratorio.

El proceso médico para conseguir una inseminación artificial o una fecundación in


vitro es laborioso, complicado y afecta tanto al estado físico como al estado psicológico.

A) Desde el punto de vista físico

Hay diferentes tratamientos médicos para favorecer el embarazo que van desde la
estimulación del ovario hasta la FIV. En todos ellos, la mujer debe tomar ciertos
fármacos, en general hormonas, que actúan sobre su cuerpo y su estado de ánimo.

La sexualidad se va a ver alterada, ya que muchas veces las relaciones sexuales


deben restringirse a las circunstancias prescritas por los médicos, por lo que la pareja
llega a contemplarlas como un instrumento únicamente destinado a obtener un embarazo
y no como algo natural que simplemente proporciona placer y unión entre ellos.

En esta etapa de tratamientos médicos es muy importante que la mujer se sienta


apoyada por su compañero y que éste comprenda tanto los cambios de humor como la
irritabilidad que ella manifiesta. Si no es así pueden surgir conflictos entre ambos y la
relación puede deteriorarse.

También puede ocurrir que, si la mujer no se siente comprendida, experimente una


sensación de soledad, desencadenando en ella una falta de expresión de sus sentimientos
que puede generar resentimiento hacia su marido.

El hombre, aunque no experimente en su cuerpo las consecuencias de la


inseminación, también sufre al ver a su mujer angustiada y cómo le están afectando los
tratamientos médicos. Suele sentirse impotente y en ocasiones cree que no puede hacer
nada, pero sí que puede hacer y mucho, porque es en esos momentos cuando ella más le
necesita. Puede ayudarla escuchándola, cogiéndole la mano cuando le ponen inyecciones
o sufre dolor, dándole ánimos, abrazándola, siendo paciente y demostrándole que la
quiere y que está a su lado compartiendo su dolor y su angustia.

Si él adopta estas actitudes, no sólo aliviará y reconfortará a su mujer, sino que


también se sentirá útil y en compañía para pasar este proceso.

B) Desde el punto de vista psicológico

El proceso por el que una pareja pasa al someterse a inseminaciones artificiales u

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otros tratamientos médicos les provoca diversos sentimientos, algunos de los cuales
coinciden con los que ya tuvieron cuando decidieron tener hijos de forma natural y no lo
consiguieron.

La medicina les abre nuevas alternativas para ser padres biológicos, por lo que dejan
frustraciones y decepciones a un lado y, ante la posibilidad de conseguir un embarazo por
otras vías, vuelven a renovar sus ilusiones.

Además de concebir nuevas esperanzas, uno de los primeros sentimientos que surgen
es el de ansiedad, derivada principalmente de la posibilidad de poder o no conseguir un
embarazo.

Ambos esperan con impaciencia que pase el mes para comprobar el éxito del
tratamiento y cuando aparece la menstruación o reciben el resultado negativo de la FIV,
desaparecen las esperanzas y se sienten nuevamente decepcionados y frustrados.

Algunas mujeres, con el apoyo de sus parejas, se someten a varias inseminaciones o


FIV sin obtener ningún resultado positivo, lo que les genera un importante desgaste
psicológico que puede ocasionar conflictos en la pareja ya que ésta puede llegar a
deteriorarse en su relación. Pueden surgir sentimientos de soledad en cada uno de ellos
debido a dificultades para poder exteriorizar los sentimientos y las vivencias, lo que
generaría problemas de comunicación. Es muy importante que cada uno exprese sus
sentimientos al otro, sean los que sean, para que no se queden dentro y se conviertan en
rencor o en resentimiento.

El deseo sexual disminuye o desaparece al estar las relaciones sexuales pautadas por
los médicos. En algunos casos, el embarazo se convierte en el objetivo único y
prioritario, llegando a convertirse en una obsesión que altera la vida cotidiana de ambos,
no dejándoles disfrutar de las otras cosas agradables y enriquecedoras de la vida.

Cuadro 1.9. Consecuencias de los tratamientos médicos

35
Todos estos sentimientos y otros que puedan surgir son absolutamente normales
dentro de esta situación. Con el paso del tiempo van desapareciendo y transformándose
en aceptación.

Ante el fracaso de los tratamientos médicos, en los que se han depositado muchas
ilusiones y esperanzas, es necesario tener los suficientes recursos psicológicos para
aceptar y asumir de forma madura la dificultad o imposibilidad de poder tener hijos Sólo
así se conseguirá ir asimilando la pérdida que este hecho supone. A partir de este punto
es posible comenzar a pensar en la adopción como una vía para poder ser padres, desde
una postura responsable, reflexiva y madura.

Además de este camino basado en la elaboración de la incapacidad para tener hijos


biológicos, hay otros que también llevan a la adopción cuya motivación puede ser
madura o no.

Clases de motivación

Las personas que quieren adoptar pueden hacerlo por distintas causas. No siempre éstas
son válidas porque realmente no se tiene en cuenta el interés del menor. Dentro de las
motivaciones más frecuentes están:

a) Altruismo. Algunas personas, movidas por un sentimiento humanitario o de


solidaridad deciden adoptar un menor porque creen que así podrán ayudarle y
rescatarle de un futuro miserable e incierto.

36
Esto, que a primera vista parece muy loable, es un gran error, porque ese
sentimiento conmovedor o de empatía momentánea, que surge cuando se ve en la
televisión a los niños abandonados, hacinados o atados a sus cunas, no es
suficiente para que la adopción tenga éxito.
Si una adopción llega a término con una motivación esencialmente altruista, lo
más seguro es que fracase. Los padres, que han adoptado no con el deseo de
tener un hijo, sino de realizar una buena acción, se verán probablemente
desbordados ante las dificultades, constatando que ese niño que chilla, llora y
rompe todo, no es el "pobrecito" que ellos habían imaginado. El niño, por su
parte, sentirá que no es aceptado y probablemente esto le causará más
sufrimiento y consecuencias negativas que si se hubiera ido con otra familia que
verdaderamente lo deseara.
Otra consecuencia negativa de este tipo de motivación es que las personas altruistas
suelen esperar "agradecimiento eterno" por parte de su hijo adoptado. El niño
percibe este mensaje e intenta complacerles adaptándose a sus expectativas, por
lo que el desarrollo psicoevolutivo se verá alterado, renunciando a su
personalidad para no defraudar a sus padres. Si no lo hace, el niño puede verse
rechazado y manifestar trastornos de conducta.

El niño no es un "pobrecito"; si quiere llevarle a su casa hágalo porque lo desea y no


porque le compadezca.

b) Crecimiento cero. La mentalidad de los jóvenes está cambiando y hay algunos


que deciden no tener hijos biológicos y adoptar de una forma responsable y
madura, porque piensan que hay muchos niños abandonados en el mundo y que
ellos verían satisfecho su deseo de ser padres adoptando uno o varios menores.
No sienten la necesidad imperiosa de que el niño tenga que ser biológicamente
suyo para considerarse sus padres.

Pero a veces esta opción es debida a otros factores:

•Cambios en la estética corporal: algunas mujeres consideran que el embarazo


alteraría su figura y produciría secuelas corporales que no podrían superar. Si
esta causa es la que subyace en una motivación para una adopción, es muy
probable que ésta fracase, ya que lo que se desea no es un hijo adoptado por
sí mismo sino que éste estaría sustituyendo al biológico y nunca podría ser
aceptado per se.

•Problemas psicológicos: hay determinados conflictos internos que dificultan a las

37
personas que los padecen tener hijos biológicos, como puede ocurrir en los
trastornos de alimentación o en los problemas relacionados con la sexualidad
entre otros.

c) Nido vacío: algunas mujeres han dedicado la mayor parte de su existencia a


cuidar de sus hijos, objetivo primordial en su vida, y éstos han llenado un vacío
que había en sus vidas que no se ha puesto de manifiesto hasta que los niños se
han hecho mayores y se han ido de casa.

En esos momentos ven que sus vidas no tienen mucho sentido. Ya no tienen a
quien cuidar y no saben cómo llenar ese vacío emocional, pues en muchos casos,
debido a su entrega en el papel de madre, han descuidado a su pareja y ésta se ha
convertido casi en una desconocida.
Suelen ser mujeres de mediana edad y todavía se sienten vitales, por lo que
en algunas ocasiones deciden emplear esa vitalidad en volver a ejercer de madres
para llenar el vacío que sienten. En este caso, el niño cubriría una carencia
personal de la madre en lugar de satisfacer el deseo de maternidad y formación de
una familia. El niño adoptado lo que necesita es que le deseen por sí mismo y no
ser utilizado para rellenar ningún hueco.
El niño es algo más que un entretenimiento.

d) Moda social: en la sociedad en la que vivimos, últimamente ha tomado mucho


auge el fenómeno de la adopción, pues muchas personas relevantes, en los
medios de comunicación, pertenecientes a diferentes ámbitos como la política o
el mundo artístico entre otros, se convierten en referentes para muchas familias.
Algunas de ellas se identifican con algunos personajes famosos que han adoptado
y quieren imitarlos. Además del fenómeno de la identificación, la adopción se ve
reforzada porque socialmente está bien vista y proporciona un determinado
estatus social.

Es evidente que esta motivación no es responsable ya que no está basada en un


principio de realidad.

e) Muerte de un ser querido: la muerte de un ser querido es una experiencia muy


dolorosa que deja un gran vacío en quien la sufre. A veces se trata de paliar este
dolor con un hijo, sea biológico o adoptado, que llene el vacío hasta que el dolor
desaparezca. Esta motivación constituiría una instrumentalización del niño, ya
que no ha sido deseado por sí mismo sino para una función en concreto, en este
caso sería como "analgésico" (para mitigar el dolor) y para sustituir a una figura

38
afectiva importante. Pero lo cierto es que la persona que ha fallecido es única e
irrepetible y no hay nadie que la sustituya.

La muerte de un ser querido necesita un tiempo para poder superarse, tiempo que se
denomina "duelo". Suele durar entre uno y dos años y en este período no se debe
incorporar a la familia ningún niño porque las consecuencias para él serían negativas.

Una situación especial es la muerte de un hijo. Dicha situación constituye una


tragedia familiar en la que el sufrimiento que se siente es tan tremendo que parece que
nunca desaparecerá. Algunos padres, movidos por el dolor y la pena deciden adoptar un
hijo para atenuar su padecimiento.

Si no han superado el duelo de su hijo muerto, el adoptado vendrá a suplirle y nunca


será percibido por él mismo. La sombra de su hermano siempre le perseguirá y,
probablemente sus padres, de manera inconsciente, depositarán en él todas las ilusiones
que habían puesto en el otro, no dando a éste la oportunidad de desarrollarse de una
forma sana. Algunos niños llevan incluso el nombre de su hermano muerto. Esto es un
gran error, porque el nombre de cada uno es un atributo esencial de su identidad. Cada
uno es cada uno, con su propio nombre, con sus diferencias y con sus características
especiales. Al que murió hay que enterrarle definitivamente, y esto no quiere decir que se
le olvide sino que no se permita que usurpe el lugar de ningún miembro de la familia.

El aborto es un caso análogo al anterior. La pérdida de un hijo deseado a través de un


aborto, provoca un sentimiento de dolor que precisa de un tiempo de elaboración. Al
igual que en el supuesto anterior, la adopción de un menor en estas circunstancias sería
utilizada para sustituir al que se perdió y el fantasma de ese hermano perdido siempre le
acompañaría, haciéndole el depositario de las expectativas que sus padres tenían para su
hijo perdido.

f) Crisis en la pareja: algunas parejas en las que su relación se ha ido deteriorando y


que no ven una salida para resolver sus crisis, piensan que una manera de
solucionarlas es tener un hijo, sea biológico o adoptado, para que éste les vuelva
a unir. La realidad es que el niño no va a resolver nada, incluso en algunas
ocasiones incrementaría las crisis debido a que sus padres podrían utilizarle como
un arma arrojadiza entre ellos.

g) Otros motivos: además de los anteriormente señalados existen otros que


frustrarían cualquier adopción. Serían todos aquellos cuyo fin fuera
instrumentalizar al menor, es decir, adoptarle para que cumpla una misión como
trabajar, cuidar de sus padres cuando éstos sean mayores o hacerle depositario de

39
una herencia.

h) Motivación responsable: una motivación responsable es la basada en una actitud


reflexiva y madura. Es decir, se ha asumido la incapacidad de tener hijos y por
tanto se ha elaborado el sentimiento de pérdida, debido a la infertilidad o la
muerte de un ser querido. Asimismo, se ha renunciado al hijo biológico, es decir,
se ha tenido en cuenta de una manera madura que el hijo que se va a adoptar
nunca va a ser el hijo biológico que se quiso tener. Que el hijo adoptado se desea
por sí mismo, como hijo y nunca va a ser sustituto de nadie.

La motivación responsable parte de un auténtico deseo de ser padres. Las


personas que deciden adoptar con este tipo de motivación, toman su decisión
desde la responsabilidad y la madurez. No adoptan un menor pensando que le
van a hacer un favor, sino para poder ejercer de padres.
Desean un hijo y lo que esperan es que éste enriquezca sus vidas,
aportándoles tantos beneficios a ellos como ellos a él. Su actitud es de aceptación
total de las características propias de ese menor, sin adjudicarle ni sus
expectativas ni sus deseos.
También se han valorado y asumido las dificultades que encontrarán en su
proceso de adaptación, el tiempo que tendrá que pasar para poder vincularse
afectivamente, la predisposición para hablarle de la adopción y ayudarle a
elaborar su historia anterior.
Cuadro 1.10. Tipos de motivación

40
Adopción en familias diferentes a la tradicional

La adopción de un menor ya no es privativa de la familia tradicional que ha existido hasta


ahora, es decir, la formada por un matrimonio heterosexual que no puede tener hijos.

Actualmente, debido a los cambios políticos y sociales, la estructura familiar ha


cambiado. Hoy día encontramos, además de la familia tradicional, familias
monoparentales, familias reconstituidas, familias con hijos biológicos, familias fértiles sin
hijos y familias homosexuales. Todas ellas quieren adoptar y lo hacen por diferentes
motivos.

• Familia monoparental: es aquella que está constituida por una sola persona, sea
hombre o mujer. Hay autores que no están de acuerdo en que se denomine
familia a este tipo de estructura de convivencia, pero como cuando van a adoptar
así se les denomina, en este libro se hablará de familia monoparental al referirse a
la adopción por parte de un solo hombre o una sola mujer.

Estas personas deciden tener hijos porque sienten que no necesitan una pareja
para ser padres y consideran que tienen los recursos suficientes para llevar a cabo
la adopción.
•Familia reconstituida: es la que está compuesta por personas que han tenido
anteriormente una pareja, tanto uno como los dos miembros de dicha pareja, y
que cualquiera de ellos o ambos aportan hijos a su nueva familia. En estos casos,
lo más frecuente es que los padres ya no tengan edad para tener hijos biológicos,
por lo que deciden adoptar para tener un hijo en común.

•Familia con hijos biológicos: es aquella en la que ya existen hijos biológicos y


desean un hijo adoptado como otra alternativa a la paternidad.

•Familia fértil sin hijos: este tipo de familia está formada por una pareja que es fértil,
pero que no necesitan sentirse padres biológicos para ejercer la paternidad.

•Familia homosexual: aunque ya está permitida la adopción por matrimonios


homosexuales, en los casos en los que no exista relación marital, adoptan como
personas individuales.

En algunos casos, la familia estaría constituida por uno de los padres


(generalmente la madre) y el menor. En otros casos la familia estaría constituida
por dos mujeres o dos hombres (normalmente son mujeres) que aportan, una o
ambas, hijos biológicos de un matrimonio heterosexual anterior o por

41
inseminación artificial. Su decisión de adoptar suele estar motivada por el deseo
de tener un hijo en común.
Cuadro 1.11. Familias diferentes a la tradicional

Ejercicios prácticos y de toma de decisiones

A continuación, se presentan una serie de ejercicios sencillos que pueden ayudarle a


reflexionar sobre su estado psicológico actual acerca de la infertilidad o de su auténtica
disposición ante la adopción.

Siempre que pueda, hágalos por escrito ya que esto implica un mayor esfuerzo y por
lo tanto el resultado es más enriquecedor.

Cuestionario para determinar si se ha elaborado la incapacidad para tener hijos biológicos

•Se considera usted inferior a los demás por no poder tener hijos biológicos.

•A pesar de que los médicos le dicen que no puede tener hijos, usted no pierde la
esperanza.

•Se siente frustrada cada vez que tiene la regla.

•Piensa que la infecundidad es un castigo por algo que hizo anteriormente.

•No se siente una persona completa si no tiene hijos.

•Cree que de alguna manera la sociedad le estigmatiza por no tener hijos biológicos.

•Le entristece pensar que no podrá amamantar a su hijo.

•El no poder tener hijos es algo muy íntimo que no le gusta compartir con nadie.

•El hecho de no tener hijos ha deteriorado su vida.

•Le asaltan algunas imágenes repetitivas sobre su infertilidad.

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•Cree que la vida no se puede disfrutar plenamente si no se tienen hijos.

•Considera que la paternidad biológica es el objetivo último de una pareja.

•No ha podido sacar nada positivo de su infertilidad.

•A veces me siento hundida por no poder tener hijos, pero procuro disimularlo para
no herir a mi pareja.

Si tiende a contestar de manera positiva a la mayoría de los ítems, debería reflexionar


sobre la aceptación de su infertilidad antes de hacer realidad la adopción.

Ejercicios para reconocer y aceptar la infertilidad

A) Primer contacto con el hijo

En un lugar tranquilo y en una postura cómoda, cierre los ojos, respire tres veces
profundamente y relájese poco a poco (póngase música suave si eso le ayuda). Deje que
su respiración fluya espontáneamente y una vez relajada imagínese que va a ver a su hijo
por primera vez. Observe a ese niño durante unos minutos; fíjese en cómo es, cómo se
siente al verle, cómo es ese primer encuentro, quién está presente.

Si en ese primer contacto con su hijo, usted se ha imaginado dando a luz es que quizá
no tiene asumida su infertilidad y por tanto sería un buen momento para reflexionar un
poco más sobre la adopción.

Escriba los sentimientos que ha experimentado, piense si se sorprende de alguno de


ellos y reflexione por qué.

B) Reconocimiento del cuerpo

Con las mismas premisas del ejercicio anterior de tranquilidad y comodidad y una vez
relajado imagínese que va a dar un paseo por el interior de su cuerpo; obsérvele, mire
cómo es por dentro, qué parte o qué órgano es el que le impide tener hijos; párese ante él
y deje salir la emoción que éste le provoque, pregúntele por qué razón le ha hecho eso,
qué le contesta, cómo se siente. Tómese un tiempo para dejar salir todos los sentimientos
que le surjan y una vez hecho esto hable con su cuerpo y perdónese por ser infértil.

C) Reflexione sobre su infertilidad

Piense y conteste por escrito a las siguientes preguntas:

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a) Sobre usted mismo:
•¿Cómo era antes de conocer su infertilidad o esterilidad?

•¿Cómo es ahora?

•¿Qué diferencias observa y de qué tipo?

b) Sobre su pareja:
•¿Cómo veía a su pareja antes de conocer su infertilidad o esterilidad?

•¿Cómo la ve ahora?

•¿Qué diferencias observa y de qué tipo?

c) Sobre la paternidad:
•¿Qué tipo de madre o padre se imaginaba antes de conocer su infertilidad?

•¿Qué tipo de madre o padre se imagina ahora?

•¿Cuáles son las diferencias?

Una vez reflexionadas las cuestiones anteriores intente analizar qué tipo de
diferencias ha encontrado.

Dése cuenta de si hay algo que le haya sorprendido y si esto puede influir en su
proceso de adopción.

Ejercicios de comunicación con su pareja

A) Fomentar la empatía

Siéntese frente a su pareja, exprésele cómo se siente y nombre cada uno de los
sentimientos que tiene ante la infertilidad mientras el otro le escucha, y luego inviertan los
papeles. Al final comenten sus emociones y vivencias.

El objetivo de este ejercicio es trabajar la empatía, es decir, la capacidad para


comprender lo que el otro siente, mejorar la comunicación y fomentar la escucha
demostrando comprensión e interés por lo que la pareja expresa.

B) Ejercicio de asertividad

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Comente a su pareja lo que siente o lo que desea en primera persona y hágale una
petición de forma concreta.

Utilice la primera persona para expresar lo que usted necesita y desea. Enuncie la
petición de forma concreta evitando la queja. La ventaja de expresarla está en que
proporciona a su pareja la oportunidad de complacerle y de informarle de qué es lo que
realmente quiere. Si usted dice: "Yo me siento sola porque esto es muy duro para mí, por
lo que me gustaría que cada vez que tengo que ir al médico me acompañaras", le está
diciendo cómo puede ayudarla y no le está culpabilizando. Si, por el contrario, lo que
expresa es: "Estoy harta de que no me hagas caso", su marido no sabrá qué hacer para
satisfacerla. Además, lo que provoca la queja es una respuesta defensiva porque se suele
vivir como una acusación.

Es importante evitar la queja porque ésta genera una actitud de alejamiento y


sentimientos de rabia y culpa.

Cuadro 1.12. Ejemplos de comunicación

Ejercicios para transformar los pensamientos negativos en positivos

En muchas ocasiones, la frustración que provoca el no poder tener hijos biológicos


genera muchos sentimientos negativos en quien la padece. Es importante aprender a
controlarlos, ya que si no se hace así, estos sentimientos podrían generar pensamientos
negativos que pueden llegar a instaurarse de manera permanente dentro de cada uno,
produciendo daño psicológico y distorsión en la autopercepción.

A continuación se presentan algunos ejemplos de pensamientos negativos


transformados en positivos.

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Construya su propia lista con 10 pensamientos negativos que le surjan y conviértalos
en positivos.

Cuadro 1.13. Pensamientos negativos convertidos en positivos

Preguntas y respuestas

¿Es verdad que se tarda un determinado tiempo en establecer los vínculos afectivos?
Sí, porque tanto los padres adoptivos como su futuro hijo adoptado, en un primer
momento son tres desconocidos. Y aunque se tenga un sentimiento de afecto, es a través
del trato diario y de la interrelación como llegan a consolidarse los vínculos.

¿Por qué es importante hablarle al menor de su condición de adoptado?


Porque la adopción supone para el niño enfrentarse a un pasado doloroso, lleno de
incertidumbre y en algunas ocasiones totalmente desconocido. Es importante ayudarle a
que elabore por sí mismo su abandono previo, ya que muchas veces puede sentirse
culpable de la situación porque crea que hizo algo malo. Poner palabras a los
sentimientos va a ayudar al niño a que los asimile, debido a esta confianza, a la existencia
de un espacio para hablar, van a estrecharse más los vínculos afectivos entre los padres
adoptivos y el hijo adoptado.

¿Por qué hay que asumir la infertilidad?


Porque su asimilación llevará a tomar decisiones maduras. Si no se asume la infertilidad
propia o de la pareja, no se renuncia a tener un hijo biológico idealizado. Así, el futuro

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hijo adoptivo jamás va a cumplir las expectativas y nunca será como el biológico, será
otro. Si esto no se tiene en cuenta, al frustrarse las mismas, por no adecuarse a la
realidad de lo que se pensaba, puede surgir una actitud de rechazo hacia el menor.

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48
Diferencias entre embarazo biológico y adoptivo
Cuando se ha renunciado al hijo biológico y se comienza un proceso de adopción, se
suceden una serie de acontecimientos que caracterizan a dicho proceso y que se puede
llamar "embarazo adoptivo".

Los padres que van a adoptar suelen pensar, en un principio, que tener un hijo por la
vía de la adopción es más o menos igual que por la vía biológica, porque generalmente
sólo se refieren al cariño que tendrán a su hijo, y aunque esto llegará a ser así, las dos
formas de adquirir la paternidad son muy distintas, y los hijos también vienen con
diferencias muy marcadas:

a) Tiempo del embarazo: en el embarazo biológico el tiempo es definido, se sabe


que dura nueve meses, y durante este período la madre se somete a
exploraciones médicas, en las que poco a poco va conociendo características del
bebé como son su sexo y su peso, puede escuchar su corazón a través de
monitores a partir de los tres o cuatro meses y siente a su hijo moverse dentro de
su cuerpo.

El tiempo de duración de un embarazo adoptivo es indeterminado, puede


durar desde diez meses hasta dos o tres años. En este período los futuros padres
realizan trámites burocráticos, asisten a reuniones informativas, son valorados por
un psicólogo, reciben en su casa la visita de un trabajador social. No saben
cuándo terminará el proceso, lo cual genera cierta ansiedad en los mismos.
b) Implicación del cuerpo: en el embarazo biológico está implicado el cuerpo de la
madre. Éste va cambiando poco a poco, y cada cambio constata la existencia de
un bebé que está creciendo dentro de ella, provocándole sentimientos muy
agradables de ilusión y alegría. En el padre también se generan estos
sentimientos, ya que puede ver a su bebé a través de las ecografías y tocando la
tripa de su mujer siente cómo se mueve. Muchas madres saben que al bebé se le
puede estimular dentro de la tripa con sonidos y luz y no dudan en hacerlo,

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ponen música para que la escuche el bebé, se ponen al sol para que el niño reciba
la luz y el calor a través de ellas. Todo esto no se puede hacer en el caso del
embarazo adoptivo.

Desde el momento en que la mujer conoce su embarazo se va estableciendo


un fuerte vínculo emocional con su hijo. En el caso del embarazo adoptivo,
muchos padres establecen éste a partir de que les hacen la asignación de un
menor, y esto ocurre cuando ya han pasado varios meses de trámites.
c) Valoración psicológica: a los padres biológicos no se les hace ninguna valoración
psicológica, se da por hecho su capacidad para la paternidad, mientras que los
adoptivos tienen que pasar obligatoriamente por una serie de entrevistas con un
psicólogo que determine si son aptos para la paternidad. Esta evaluación suelen
vivirla como algo intrusivo e injusto ya que se pone en duda su capacidad de ser
padres.

d) Visita de un trabajador social: la casa de los padres adoptivos es también


examinada por un trabajador social mientras que nadie se preocupa de cuáles
serán las condiciones en las que vivirá un niño nacido biológicamente.

e) Historia previa del menor: ésta es una de las diferencias más importantes que hay
entre un hijo biológico y uno adoptado. Éste, por muy pequeño que sea, ya ha
sufrido un abandono, lo que puede ser determinante para su vida posterior.

Es muy importante que los padres asuman que su hijo fue abandonado antes
de la adopción para poder hablar de ello con su hijo y que éste sea capaz de ir
elaborándolo poco a poco.
El abandono es una cuestión muy difícil de tratar por los padres, en ocasiones
porque a ellos mismos les evoca recuerdos o sentimientos relacionados con una
infertilidad mal aceptada, pues temen herir a su hijo, y, muchas veces llevados
por este temor, no son capaces de hablarlo y transmitirlo de una forma adecuada.
Hablarle de su condición de adoptado no significa simplemente incorporar la
palabra "adoptado" en su vocabulario, porque aunque esto sea importante, no es
suficiente para que el menor comprenda todo lo que significa esa palabra.
La condición de adoptado es inherente a haber sido abandonado, ya que para
que pueda producirse una adopción ha tenido que haber un abandono, el cual se
ha producido por diferentes motivos:
•Los padres no cuidaban al menor, desatendiendo sus necesidades básicas, tanto
afectivas como materiales, por lo que el Estado se hace cargo del niño, que pasa

50
a una institución en la que es tutelado por el Gobierno.

•El menor ha sido víctima de malos tratos o abusos sexuales, en cuyo caso también
pasaría a un orfanato.

•Los padres mueren y el niño queda huérfano. Esto es vivido por el menor como un
abandono.

•El menor es abandonado en la calle.

•Los padres, por diferentes razones, dejan a sus hijos en un orfanato.

Los padres no siempre conocen el pasado del niño, pero cuando se sabe es
clave contarle los datos que se tienen de él, buscando la fórmula menos dolorosa
pero ajustada a la realidad, pues penoso va a ser siempre, pero es mejor decirle la
verdad a que el niño perciba que se le está ocultando algo. Si esto es así no
confiará en sus padres y puede llegar a sentirse culpable y malo, ya que puede
pensar que para que le hayan abandonado ha debido de ser muy malo y por tanto
él tiene la culpa.
Estas fantasías no suelen ser expresadas abiertamente por el niño, pero
aunque así sea, los padres deberán decirle que él no tiene ninguna responsabilidad
sobre su abandono o sobre la conducta de sus padres, que él no es malo y que si
le abandonaron fue porque ellos no podían cuidarle y el entregarle a otras
personas para que le cuidaran fue un acto de amor. En el caso de que haya
habido maltrato, se le puede explicar que sus padres seguramente estaban
enfermos o intoxicados por las drogas y no eran dueños de sus actos, por lo que
un juez determinó que le cuidaran otras personas.
En ocasiones los padres creen que como su hijo es de una raza diferente, o ve
las fotos y el vídeo del orfanato, ya tiene claro que es adoptado y por ello, no
abordan el tema con la claridad suficiente para que el hijo pueda comprender y
asimilar su condición.
En estos casos, es el propio miedo de los padres el que les lleva a no ser
claros. Los niños tienen capacidad para asimilar las cosas, el abandono entre
otras, pero para ello necesitan que sus padres les cuiden, les comprendan,
respondan con claridad a sus preguntas y les dejen expresar su rabia y su dolor.
Que el niño se enfade o muestre sufrimiento al conocer algún dato de su pasado
es algo positivo, pues poco a poco sacará todo lo que lleva dentro y aprenderá a
confiar en sus padres y a darse cuenta de que, aunque sus padres biológicos le
abandonaron, él también es digno de ser amado y aceptado.

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La edad que tenga el niño y sus circunstancias anteriores, influirá en las
futuras relaciones entre los padres y el niño. Cuanto más mayor sea éste, más
bagaje psicológico traerá y más difícil puede hacerse la incorporación a la familia.
El apego o capacidad para establecer vínculos emocionales se da entre los
ocho y los treinta y seis meses de edad. El niño adoptado ha sufrido, como
mínimo, una ruptura vincular, por lo que su desarrollo ha sido dañado en
diferentes niveles: afectivo, físico e intelectual.
En el primer año de vida es fundamental la presencia de la madre o figura
materna, que sería aquella persona que se encarga del cuidado del niño, que
además de ésta puede ser tam bién su abuela, su cuidadora, ya que su presencia y
el vínculo que se genera con ella crearán en el niño actitudes de confianza y
seguridad. Además del tiempo pasado en la institución es muy importante la
cantidad de rupturas o separaciones que haya sufrido el niño. Si ha estado en una
casa de acogida cinco años, tendrá muchas más posibilidades de crear un nuevo
vínculo afectivo con una familia adoptiva que un niño de dos años que haya
sufrido varias separaciones de sus figuras de apego.
Un niño que ha sido maltratado tardará más tiempo que otro que no lo haya
sido en confiar en sus nuevos padres, hacia los que puede mostrar conductas de
rechazo y de agresividad.
Todas estas circunstancias y otras que hayan formado parte de la vida del
menor antes de incorporarse a su familia adoptiva, deben ser tenidas en cuenta
por los padres. Si es así, cuando surjan dificultades, podrán enfrentarse a ellas
con más madurez y eficacia que si no son capaces de asumirlas. Es importante
que los padres sepan que esas actitudes de rechazo o violencia no tienen que ver
con ellos, que no son algo contra ellos, sino que están relacionadas con el o los
abandonos que ha sufrido su hijo.
f) Fantasías: otra diferencia importante son las fantasías o pensamientos que los
padres tienen de sus futuros hijos. En el caso de los biológicos suelen fantasear
en cómo será su hijo o hija, puesto que conocen el sexo antes de terminar el
embarazo, a quién se parecerá, qué características podría heredar de sus
familiares, conocen su carga genética y si hay enfermedades hereditarias pueden
prevenirlas.

Los padres adoptivos no conocen todos esos datos y eso les genera temor e
incertidumbre. Una fantasía común a estos padres es que su hijo desee buscar sus
orígenes y les abandone por sus padres biológicos. También divagan sobre cómo
habrá sido la vida de su hijo antes de vivir con ellos, qué habrá heredado de sus

52
padres biológicos, les preocupa su salud, no sólo la que tienen cuando llegan a su
casa, sino la que más adelante pueda condicionar la vida del menor por alguna
enfermedad hereditaria.

53
Figura 2.1. Las fantasías que se dan en un embarazo biológico y en uno adoptivo son
diferentes.

Un hijo biológico, viendo a sus padres, abuelos y otros familiares, puede


imaginarse cómo será de mayor - tan alto como su padre, tan delgado como su
madre - dentro de unos parámetros de realidad. Además hay datos externos que
le identifican con sus padres como son el color de los ojos, de la piel o la forma
de la nariz.
El niño adoptado carece de esas referencias físicas; de su vida anterior tiene
un desconocimiento que puede generarle inseguridad con respecto a su cuerpo o a
su desarrollo físico.
El niño adoptado sabe que tiene o tenía otros padres e imagina todo lo
relacionado con ellos, cómo será su aspecto, cómo vivirán, pero sobre todo
fantasea con el motivo por el que le abandonaron porque le cuesta trabajo admitir

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la realidad. En este sentido las fantasías más frecuentes son que sus padres eran
personas muy importantes como reyes, príncipes, mujeres de belleza excepcional,
y que ellos fueron robados a sus padres, o que éstos son muy pobres y él puede ir
a rescatarles de la miseria.
g) Temores: otra de las diferencias existentes entre el embarazo biológico y el
adoptivo son los tipos de temores que se generan en ambos procesos y que están
relacionados con sus futuros hijos.

Los padres biológicos temen que su hijo no nazca sano o que tenga alguna
malformación. Pero hoy día, gracias a los avances tecnológicos, se pueden
prever, detectar y tratar la mayoría de las enfermedades de los neonatos.
Los padres adoptivos no saben cómo estará la salud de su hijo (hasta que no
lo tengan y puedan llevarlo a un reconocimiento médico completo). Saben que
puede tener un retraso en el desarrollo psicomotor, con problemas de nutrición,
con una talla por debajo de la que le corresponde, o que puede traer otros
problemas más graves no detectables a primera vista. Y aunque le hagan un
reconocimiento médico nada más incorporarse a la familia, siempre les queda el
temor de que aparezca cualquier enfermedad hereditaria en el futuro.
Los padres adoptivos temen que el niño los rechace, que no se adapte a la
familia, que tengan dificultades con el entorno social, que si es de raza distinta a la
nativa sufra discriminación. Este temor no lo tienen los padres biológicos.
Otro temor de los padres adoptivos es si serán capaces de atender con eficacia
a ese niño que viene con tantas carencias. No saben cómo se comportará, y no
suelen tener referentes de otros padres en la misma situación. Los padres
biológicos cuentan con un entorno formado por personas que han tenido bebés y
pueden aconsejarles, sus propios padres, sus hermanos, sus amigos.
h) Rituales de iniciación: el día que un niño nace se festeja cada año con una fiesta,
en la que se reúnen familiares y amigos. Es importante que todo acto significativo
en la vida de cada persona sea señalado por un determinado rito. La adopción es
algo muy trascendental en la vida de una familia por lo que se debe celebrar una
fiesta cada caño para conmemorar el día en que el menor se incorporó a la
familia o cualquier otro día que se considere significativo para que pase a formar
parte de los acontecimientos familiares más destacados.

i) Depresión posparto: algunas madres adoptivas hablan de depresión posparto,


cuando se refieren al estado de ánimo que las inunda cuando ya tienen a su hijo.
Debido a la tensión que han vivido durante todo el proceso de adopción, se

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sienten cansadas y tristes provocándoles estos sentimientos de extrañeza ya que
lo que esperaban era sólo sentir alegría. Este estado de ánimo es normal, ya que
cuando se relaja, su cuerpo responde a todo el estrés que han tenido. Tanto los
sentimientos de desánimo como de tristeza desaparecen en poco tiempo.

En el biológico, las mujeres dejan de ser el centro de atención, se produce una


alteración de hormonas y también una situación de descanso ante el estrés que
produce el parto. Puede surgir inseguridad ante la duda de si tendrán capacidad de
saber tratar al bebé. Todo esto hace que pueda surgir una depresión posparto.
Cuadro 2.1. Diferencias entre embarazo biológico y adoptivo

Tanto si el embarazo es biológico como si es adoptivo, el niño llega a formar


parte de su familia de la misma manera, aunque hayan llegado por caminos
diferentes.
Hay un cuento para describir cómo el hijo adoptado se constituye en parte de
su familia en la que la parte biológica y la no biológica se unen y forman un todo.

Cuento del injerto

Un brote de naranjo (menor adoptado) puede ser injertado en un limonero (familia


adoptiva). Al principio se dan dificultades de adaptación porque ambos árboles son
diferentes, pero poco a poco el brote de naranjo se va integrando en el limonero, que es
quien le aporta todo lo necesario para seguir creciendo. El brote de naranjo se convierte

56
en una rama del limonero, al que ya pertenece y del que se alimenta, es una rama más
del árbol.

Figura 2.2. Representación del cuento del injerto.

¿Son reales sus expectativas ante su hijo?

Entendemos por expectativas todo aquello que los padres, consciente o


inconscientemente, esperan de sus hijos.

El principal motivo de los fracasos en adopción son las falsas expectativas de los
padres hacia los hijos.

El hijo adoptado viene con unas características que no se pueden prever, como son
su edad, su sexo, su pasado, que suponen una gran dificultad a la hora de imaginarse al
menor. Cuanto más concretas sean las expectativas de los padres, más difícilmente se
cubrirán, provocando dificultades en la integración del menor en la familia.

La actitud ante el futuro hijo debe ser lo más abierta posible. Es comprensible e
inevitable elucubrar cómo será el futuro hijo, pero otra cosa es pensar en unas
características concretas, por ejemplo en una niña, como única posibilidad ante el sexo
del futuro hijo. Si esto es así y la familia adopta un niño en vez de una niña, pueden
sentirse frustrados y esto puede generar resentimiento contra el niño, que verá
deteriorado su desarrollo por no cubrir las expectativas de sus padres.

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También es frecuente que los padres esperen de sus hijos buenos resultados
escolares, que destaquen en un deporte o en cualquier actividad que ellos consideran
beneficiosa para el menor, sin pensar en los gustos, intereses o capacidades del niño. Éste
percibe que no está cumpliendo las expectativas de sus padres y puede interpretarlo
como un rechazo, por lo que es posible que intente complacerles, renunciando a ser él
mismo o puede reaccionar con agresividad, mostrando conductas inadaptadas.

A veces, resulta difícil para los padres aceptar que sus hijos no son los mejores, que
no son una continuidad de ellos mismos, y achacan a su herencia biológica todo lo que
consideran inadecuado, evadiendo así su responsabilidad en la educación y formación del
niño, adjudicando a éste su falta de capacidad para aceptarle.

En ocasiones se espera del menor que venga a resolver un conflicto de la pareja o


que haga de cuidador de un hermano deficiente cuando los padres falten o para cualquier
otro motivo en el que se "utilice" al menor para un objetivo concreto. Esto, además de
ser injusto no suele salir bien. Es injusto porque al menor adoptado, que ya ha sufrido el
abandono de sus padres biológicos, y a lo mejor ha tenido un pasado lleno de
experiencias difíciles, ahora se le utiliza para una "misión" como unir, cuidar y tampoco
es deseado por sí mismo. Cualquiera que se ponga en su situación comprenderá lo injusta
que es. Además, lo más probable, es que dicho menor tenga dificultades en la integración
familiar, pues percibirá que no ha sido adop tado por quien es y esto, no sólo le hará
mucho daño, también puede provocar que la adopción fracase.

Es básico diferenciar al niño ideal del niño real. Cuando se espera un hijo adoptado es
importante aceptar que el menor que viene es único y que su realidad es la que es y no la
que se desea. Los padres deben ser perfectamente conocedores de que su hijo no será el
primero de la clase, que tardará en aceptar algunos hábitos, que es posible que los
rechace, a uno o a los dos, que tardará en alcanzar el peso y la talla que le corresponden
por su edad, que puede ser un niño "feo" y no un niño alto, rubio, guapo y con los ojos
azules.

En las expectativas de los padres se encuentra ese niño ideal que es el que se
imaginan de forma concreta y maravillosa. Cuando verdaderamente renuncian a ese niño
ideal y aceptan al niño real, al que tienen delante con sus virtudes y sus defectos, estarán
facilitando su integración. Además de aceptar la realidad, la integración se favorece
observando al niño, escuchándole, viendo qué expresa y cuáles son sus carencias, yendo
un poco por detrás de él para cubrir sus necesidades y haciéndole ver en todo momento
que los padres están ahí para protegerle, quererle y cuidarle.

Hay niños que se han mantenido abrazados a su madre cuarenta y cinco minutos,

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otros que no la han dejado acercarse en meses, otros que se mantienen en actitudes
estáticas. Sea lo que sea, hay que demostrarle que se le acepta, que haga lo que haga
seguirá siendo su hijo y que se le seguirá queriendo. Si los padres reconocen y valoran
los avances que va teniendo su hijo, facilitarán su integración, el niño irá cogiendo
confianza y seguridad y es entonces cuando se le pueden ir implantando normas y
hábitos hasta ahora desconocidos para él.

Las expectativas suelen cubrirse en un primer momento y toda la familia, tanto


padres como hijos, disfrutan los unos con los otros. A este período se le llama "luna de
miel" y suele durar entre unas pocas semanas y unos meses. Los padres creen que va a
durar siempre y se sorprenden cuando las cosas dejan de ir tan bien. El niño, cuando ya
se siente aceptado y seguro, puede empezar a manifestar conductas inadecuadas o a dar
señales de que algo anda mal en su interior, lo cual suele estar relacionado con su pasado
y su abandono. Los padres deben recordar que su hijo posiblemente procede de unos pa
dres no equilibrados y que el embarazo no tuvo el ambiente y las condiciones más
adecuadas por lo que su cuidado no fue el más idóneo.

A pesar de ser niños muy deseados, en ocasiones, las madres o los padres, cuando se
les adjudica o cuando ven a su hijo por primera vez, no experimentan aquellos
sentimientos que habían esperado ni se encuentran embargados por la emoción y esto
hace que se sientan muy culpables. Al igual que en las madres biológicas, esto es normal.
Cada persona necesita un tiempo diferente para crear un vínculo emocional, el cual se
puede generar en el momento del nacimiento (biológico o adoptivo) o establecerse poco a
poco. Al niño se le irá queriendo con el tiempo y éste hará que los lazos afectivos se
vayan fortaleciendo.

No hay que olvidar que el menor es un extraño que se va a introducir en la familia,


provocando en ella muchos movimientos (físicos y emocionales) y que la adaptación de
los unos a los otros será paulatina.

Las expectativas no deben ser rígidas, pero esto no quiere decir que cuando se va a
adoptar a un menor, cada uno no sea consciente de sus propias limitaciones. Si los padres
creen saber que determinados rasgos raciales pueden hacerles sentir incómodos, es
aconsejable que se dirijan a un país donde no se encuentren con esas características en el
menor.

Si se desea un niño cuya edad está comprendida en un intervalo concreto, porque se


sienten más preparados para llevar a cabo sus funciones parentales, están en su derecho
de ceñirse a ese intervalo y no aceptar una edad diferente llevados por la ansiedad y el
deseo de tener un hijo. Si dominados por el impulso del momento aceptan un menor que

59
no estaba dentro de sus deseos, probablemente la adopción tendrá muchas dificultades a
corto y largo plazo ya que no se cumplirá una de las expectativas más importantes, por lo
que el riesgo de fracaso de esa adopción aumenta.

A veces, cuando llega el niño a casa con su familia adoptiva, muestra un


comportamiento inmejorable, es obediente, intenta agradar en todo, no se queja y no
pide nada. Esto no es señal de que se haya integrado perfectamente, lo que está
indicando es que teme que le vuelvan a abandonar, que si hace algo "malo" sus padres
van a dejar de quererle, por lo que renunciará a hacer cosas que le corresponden, como
jugar, saltar, llorar o quejarse, para que sus padres sigan a su lado.

En estas circunstancias hay que hablar con él, tenga la edad que tenga, pues aunque
sea pequeño o no entienda el idioma, sí captará por el tono de voz y el lenguaje no verbal
que se le quiere y se le acepta. Hay que asegurarle la continuidad del cariño, que él no es
responsable del abandono, que no hizo nada que lo provocara, que no es malo y que no
se le va a abandonar.

Algunas madres, para calmarles y transmitirles seguridad les cantan canciones de


cuna poniéndoles la letra de la historia del niño, y de cómo ellos se sienten felices al
tenerle como hijo. Utilizan frases como: "Siempre serás nuestro hijo", "te queremos
mucho y nunca te abandonaremos" o "nos sentimos orgullosos de que seas nuestro hijo."

En algunos padres existe la falsa expectativa de que el menor tendrá que estarles
eternamente agradecido por todo lo que han hecho por él, por toda la miseria de la que le
han sacado y el dolor que le han evitado. Si esto es así, el niño lo percibirá y es posible
que intente pagar a sus padres la factura que le están pasando con el alto precio de
renunciar a ser él mismo. Responda de esta manera o de otra, percibirá que no es
aceptado nuevamente tal y como es y esto le provocará un sentimiento de baja
autoestima y un posible deterioro en su desarrollo.

Ya que las expectativas ante el menor son tan importantes en la evolución de su


desarrollo, los padres deben reflexionar sobre cuáles son las suyas y eliminar al hijo ideal
para aceptar al real.

Cuadro 2.2. Expectativas ante el menor

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Miedos que surgen ante la adopción

Salud

A muchos padres, cuando están realizando un proceso de adopción, les produce mucho
miedo y preocupación la salud de su futuro hijo. Muchas veces estos problemas de salud
provocan mayor inquietud que los problemas psicológicos o los trastornos de conducta,
disminuyendo la relevancia que puedan tener éstos.

Aunque generalmente los padres tienen conciencia de la existencia de problemas


físicos que pueden solucionarse, no pueden evitar el miedo y la desconfianza sobre el
estado de salud del menor, es decir, que éste tuviera alguna enfermedad no detectada o
comunicada desde su país de origen.

Otras veces el miedo está relacionado con los orígenes del menor y su herencia
genética. En concreto con enfermedades transmitidas por sus padres biológicos. Se
cuestionan cómo éstas habrán influido en el estado de salud y desarrollo del menor, por
ejemplo, si fuera hijo de padres alcohólicos o drogadictos.

Estas fantasías de los padres adoptivos pueden dificultar la vinculación con el menor,
ya que los problemas o trastornos que pudiera presentar van a ser entendidos por
aquellos como consecuencia de su herencia, dejando a un lado su implicación y
responsabilidad en el proceso de adaptación del menor.

Integración del niño con sus padres

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Otro miedo que les surge a los padres en el proceso de adopción, es si el niño se va a
integrar bien en el núcleo familiar. Desean que su futuro hijo adoptado sea de la menor
edad posible, pensando así, que será más fácil la adaptación para él y para ellos. Piensan
que la experiencia previa del menor con su familia biológica o el tiempo vivido en la
institución puede dificultar su adaptación a la familia.

Dificultad para que se establezcan vínculos afectivos

El establecimiento de vínculos afectivos entre padres e hijo adoptado requiere un tiempo


determinado de adaptación a la nueva situación. Aunque durante el proceso de adopción
los padres adoptivos han ido creando un lazo afectivo hacia ese menor, éste es más
idealista que real, ya que cuando se encuentran por primera vez con su hijo adoptado,
aunque sientan que le quieren, no dejan de ser tres extraños que van a necesitar un
tiempo para conocerse, para acercarse afectivamente y para aceptarse tal como son.
Debido a este proceso podrán llegar a crearse entre ellos unos vínculos afectivos basados
en un principio de realidad, y así posibilitar y hacer sentir a los padres interiormente que
ese menor es su hijo y a éste poder vincularse con sus padres. Es importante tener esto
en cuenta, porque muchas veces el miedo que sienten los padres a que no se integre el
menor con ellos, es debido a que no han considerado plenamente la necesidad de un
tiempo determinado para que se establezcan unos lazos afectivos sólidos ya que éstos no
se generan de forma inmediata.

Posibilidad de que no se llegue a establecer el vínculo afectivo

Por el deseo de tener un hijo adoptado, los padres pueden decidir en un primer momento
aceptar tener un hijo mayor de lo que ellos quisieran, debido fundamentalmente a la edad
que tienen los padres adoptivos. Muchas veces, cuando el menor es mayor, éstos sienten
temor a que no se llegue a establecer el vínculo afectivo con su futuro hijo adoptado.

Es cierto que un niño adoptado que tiene ya varios años o es preadolescente tiene
más dificultades añadidas que si fuera un niño de menor edad, pues de un niño mayor
habría que considerar dos aspectos: uno sería el tiempo vivido y la relación con su familia
biológica y el otro sería el tiempo de institucionalización en el orfanato. Con respecto al
primero habría que decir que muchas veces la experiencia vivida con sus padres
biológicos no ha sido positiva, se pudo dar un pasado de maltrato, abusos o abandono,
donde no se establecieron unos buenos vínculos afectivos. En relación al segundo, el
haber estado en una institución durante largo tiempo ha influido en su carácter y
comportamiento negativamente.

Así los padres ante su paternidad adoptiva tienen que enfrentarse con un niño de más

62
edad, que va a necesitar mayor tiempo, comprensión y estrategias para que pueda
adaptarse y pueda crear víncu los afectivos positivos, pues debido a su mala experiencia
previa con su familia biológica puede tender a establecer con sus padres adoptivos el
mismo tipo de vínculos conflictivos que tenía con su familia biológica, solapándose
ambas relaciones.

Si los padres adoptivos tienen en cuenta esta dificultad del menor podrán ayudarle a
elaborar su pasado y a que pueda establecer unas relaciones afectivas sanas y positivas.

Rechazo

Otro miedo que tienen los padres en el proceso de adopción es que el niño los rechace
como padres adoptivos. Esto es algo que puede ocurrir, ya que a veces el menor siente
aversión por ambos padres o por alguno de ellos. Esta situación puede suponer para los
padres un malestar, pues ellos estaban ilusionados con la llegada de su futuro hijo y poder
formar una familia con él y sin embargo, el niño no se les acerca a nivel afectivo.

Esta reacción del menor hacia los padres que aparece ante el encuentro, pasado el
tiempo desaparece y el niño se integra y se vincula con ellos. Para que esto suceda es
clave la actitud que haya tomado el adulto ante esta reacción. El niño puede comportarse
así por motivos relacionados con su experiencia previa, puede estar asustado, por lo que
su rechazo no se da en respuesta a unas personas determinadas como son en este caso
sus padres adoptivos.

Si ante el comportamiento del menor, éstos muestran una actitud de comprensión y le


dan tiempo para que se vaya adaptando, acercándose a ellos o a uno de ellos,
beneficiarán positivamente su relación. Sin embargo si ante el rechazo se devuelve una
actitud también rechazante, la vinculación con el menor no va a ser positiva.

Miedo a no saber actuar ante determinadas conductas del menor

Muchas veces los padres tienen miedo a no saber cómo actuar ante determinadas
conductas que puede manifestar el menor, como la conducta ante la comida, en los dos
sentidos, tanto por déficit como por exceso, es decir, que el niño rechace comer
determinados alimen tos o que sólo quiera una clase de comida o por el contrario que
muestre un hambre insaciable, que coma en grandes cantidades y de manera frecuente.
También puede robar comida y comérsela a escondidas. Este tipo de conductas suelen
darse con frecuencia al principio del proceso de adaptación del menor a su nueva familia
y luego conforme va pasando el tiempo el niño va normalizando su ingesta de comida.
Esta actitud hacia la comida puede deberse al cambio que supone para el menor

63
enfrentarse a la nueva situación familiar en la que se le van a ofrecer alimentos que
desconoce, que no se atreve a probar y ante los que quiere mantener sus gustos de
siempre. También puede ser que determinados alimentos o líquidos no los quiera tomar
porque el menor los asocie con ciertos hábitos de su estancia en el orfanato que él vivió
de manera aversiva. Otras veces, ante un tiempo vivido de escasez de comida, ésta se
sobrevalora como un bien que puede desaparecer en cualquier momento y al que no se le
puede dejar escapar, ya que lo que se teme es volver a sufrir la misma necesidad.
Conforme va teniendo confianza en que eso no sucederá, va normalizando su conducta
ante la comida. Los padres adoptivos, si muestran comprensión y flexibilidad ante esta
conducta del hijo adoptado y van inculcándole actitudes de confianza, facilitaran la
adaptación del menor ante la comida.

Con respecto al baño o el aseo en un primer momento pueden tener una conducta de
rechazo, debido probablemente a cómo eran los hábitos de higiene del menor en el
orfanato; de igual modo, el mostrar una actitud de comprensión y emplear distintos
recursos y estrategias por parte de los padres facilitará su higiene.

Estos niños, debido a la dificultad que han tenido para establecer vínculos afectivos y,
por tanto, al tener una carencia afectiva, buscan ese afecto acercándose a cualquier
persona de manera indiscriminada. Esta manera de actuar que suelen mostrar al principio
de su proceso de adaptación va a ir disminuyendo conforme se unan más a sus padres
adoptivos y establezcan un vínculo afectivo con ellos. Este comportamiento, que puede
preocupar a los padres al principio y ante el cual suelen pensar que no les consideran sus
hijos adoptivos como figuras afectivas relevantes, sino que son como las demás
personas, puede desanimarles y hacerles sentir desvalorizados. Es importante que éstos
muestren hacia el menor una actitud empática, dándoles tiempo para que puedan
establecer unos vínculos afectivos y que se sientan queridos por sus padres adoptivos.

El niño muestra ante los juguetes una actitud egocéntrica y un sentimiento de


propiedad muy agudizado, ya que lo considera todo como suyo. Este comportamiento,
debido tal vez a la carencia de pertenencias cuando el menor estaba en la institución,
agudizaría esta actitud, teniendo en cuenta que ante la llegada del menor a la familia ésta
le ofrece un gran número de regalos que él nunca tuvo. Es importante dosificar esta
actitud tan dadivosa hacia él porque le puede costar asimilar el cambio, a la vez que el
niño adoptivo tiene que ser educado no dándole más de lo que es necesario, enseñándole
a la vez a compartir y a dar. Si se hace así será más fácil modificar esta conducta tan
posesiva además de que se le va a enseñar a tener tolerancia a la frustración, a asimilar el
"no".

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Muchos niños pueden mentir ante determinadas preguntas de los padres, a veces esto
puede deberse al temor que siente el niño a decir algo que considera que está mal y que
puede tener una respuesta negativa, como un castigo y también que dicha actitud suya
pueda condicionar la relación afectiva con sus padres y pueda ser rechazado. Los padres
adoptivos deberán proporcionar al menor la confianza de que nunca será abandonado a
pesar de tener un mal comportamiento o hacer algo que no debiera hacer.

Algunos niños llegan a sustraer dinero o pequeños objetos a sus padres. Puede ser
debido a la necesidad de apropiarse de lo que nunca han tenido o nadie les ha dado. Los
padres adoptivos a través de la comunicación pueden hacerles comprender que no es
necesario quitar nada, que las cosas de la casa se comparten entre todos, pero siempre
mostrándoles los límites de su conducta y el respeto por las cosas de los demás.

Muchos niños muestran enfados y exhiben pataletas ante sus padres como respuesta
a las negativas de éstos cuando les dan menos cosas de las que piden y aprenden
contrariándose cuando no llevan la razón. Muchas veces estos enfados llegan a
producirse durante un período largo de tiempo, calmándose poco después. Es importante
mostrar actitudes tranquilas ante el menor intentando calmarle, son niños con baja
tolerancia a la frustración y es una labor de los padres ayudarles a asimilar sus
contrariedades.

Hay niños que muestran conductas de balanceo ante situaciones de miedo o


ansiedad; dichas conductas sirven para calmar al niño. Las han aprendido en el orfanato
y están relacionadas con la deprivación afectiva. Ante estas conductas, los padres en vez
de mostrar una conducta alarmista, es preferible que transmitan tranquilidad y cariño,
ayudándole mediante el afecto y el diálogo a intentar dar una respuesta más adaptada a
tales situaciones de ansiedad.

Integración y acogida del entorno

Los padres adoptivos ante la llegada del menor temen cómo va a ser la integración del
mismo en el entorno. Les preocupa el colegio, el comportamiendo de los demás niños
con él, pues saben que alguna vez se sentirá desplazado o minusvalorizado ante ellos.

También tienen miedo a que sea rechazado por vecinos y comerciantes del entorno
cercano en el que vive. Y aunque en menor medida, están expectantes ante la respuesta
que les dará la familia extensa. En la medida que los padres proporcionan al niño
recursos para afrontar situaciones difíciles, fomentan su nivel de autoestima y le dan
seguridad y confianza, sabrá resolver cualquier situación negativa que se le presente.

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Miedo a que la madre se quede embarazada después de la adopción

Ante esta situación, los padres adoptivos pueden tener miedo a que su hijo adoptado se
sienta desplazado por su futuro hijo biológico. Asimismo a la madre le pueden surgir
dudas sobre si le querrá igual que a su hijo biológico y no hará diferencias entre ellos.

Muchas veces los padres adoptivos, después de infructuosos intentos por tener un
hijo biológico, tras la elaboración del duelo eligen el camino de la adopción y en
ocasiones en este proceso la madre se queda embarazada. Entonces aparece la duda y el
miedo a no saber qué hacer ante esta situación. Surge el deseo de tener a los dos, sin
embargo es importante tener en cuenta que cada niño necesita su espacio y su tiempo.
Por tanto es fundamental detener el proceso de adopción, criar al hijo biológico y cuando
reaparezca el deseo de un segundo hijo continuar con los trámites, asegurándose con ello
un mejor desarrollo psicoevolutivo de cada uno de los hijos.

Cuadro 2.3. Miedos ante la adopción

Características de la segunda adopción

La segunda adopción, a diferencia de la primera, tiene unas características particulares.


Como ya se tiene una experiencia previa pues se ha llevado a cabo una primera
adopción, enfrentarse otra vez a la realización de este proceso produce en los padres
adoptivos menor ansiedad. Se sabe qué trámites hay que volver a realizar y cómo se va a
desarrollar esta segunda adopción. Se conoce cómo van a ser las entrevistas con el
psicólogo y el trabajador social, los aspectos que se van a tratar en las mismas para tener
un nuevo hijo adoptado y que en éstas los profesionales que tramitaron la primera
adopción van a conocer a su hijo adoptado. Asimismo, saben las siguientes etapas que
van a tener que pasar después de que se les dé a los futuros padres adoptivos el informe
psicológico y el social.

El conocimiento del proceso en los padres adoptivos, además de reducir su nivel de

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ansiedad, hará que se enfrenten a éste de una manera más realista y madura. Idealizarán
en menor medida al menor, pues tienen la experiencia de haber realizado una primera
adopción y saben cuáles son los problemas y las dificultades de ésta y cómo han hecho
frente a las mismas para resolverlas.

Debido a la experiencia anterior la segunda adopción se vive con menor ansiedad.

Cuando los padres adoptivos deciden realizar una segunda adopción es importante
que se planteen cuándo es el momento adecuado para hacerla; deberá haber transcurrido
el tiempo suficiente para que su primer hijo adoptado esté adaptado a la familia, es decir,
que los vínculos afectivos se hayan establecido mutuamente entre padres e hijo y que los
padres adoptivos hayan sido capaces de resolver con éxito las dificultades que se les
hayan presentado. Si esto es así, el menor estará integrado en todos los ámbitos de su
vida, tanto en el familiar como en el escolar y el social, y el futuro hijo tendrá un espacio
físico y psicológico para conseguir una buena adaptación.

En una segunda adopción, los padres ya tienen asumido su condición de padres


adoptivos, existe una mayor elaboración de su infertilidad, ya no se piensa en un hijo
biológico y lo que se desea es un nuevo hijo adoptivo. Son felices y se sienten dichosos
con su hijo adoptado. Saben que un hijo adoptivo no es igual que un hijo biológico, que
tiene una historia previa que tiene que elaborar y unas dificultades de adaptación que
requerirán un determinado tiempo para poder integrarse en la familia. Pero también
saben y tienen mayor seguridad en cómo afrontar y resolver los problemas que se les
presentan. En este sentido, en la entrevista con el psicólogo referirán los problemas y
dificultades y cómo han actuado. Asimismo, en éstas, el profesional evaluará al menor
adoptado, observará las relaciones vinculares, el desarrollo psicoevolutivo y las
soluciones dadas por los padres adoptivos a sus dificultades y conflictos. Una valoración
positiva de las mismas, aportará al profesional seguridad y confianza en que los futuros
padres tienen la capacidad necesaria para solucionar los problemas que se presenten y le
darán al menor su afecto y se vincularán emocionalmente con él.

Los padres en una segunda adopción aunque pueden tener una preferencia por un
sexo u otro, suelen ser flexibles y aceptar con agrado si éste es un niño o una niña. Lo
que sí les preocupa es la edad, ya que desean, como ocurre en los hijos biológicos que
éste siga una escala natural de edades, es decir, que su futuro hijo adopta do sea de
menor edad que el hijo adoptado que tienen. Y esto suele ser así, ya que legalmente se
respeta el intervalo de edades entre los menores, pues si no fuera de esta manera,
repercutiría negativamente en los mismos.

También les inquieta a los padres adoptivos que su hijo adoptado sienta celos de su

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futuro hermano y cómo esto va a influir en él. A nivel evolutivo es cierto que esto pueda
producirse y se resolverá de manera adecuada si los padres adoptivos saben manejar esta
situación dándoles a cada uno su espacio físico y emocional, haciéndoles sentir igual de
importantes y queridos. Esta manera de actuar repercutirá beneficiosamente entre los
hermanos, creciendo el afecto entre ellos en vez de convertirles en rivales. La unión y el
cariño entre hermanos va a favorecer en éstos la elaboración de su propia historia, su
condición de adoptado y va a ayudarles en muchos aspectos a lo largo de su desarrollo.
Una manera que los padres hacen de propiciar esa relación es llevar a su hijo adoptado,
cuando van a por su segundo hijo, al país de origen del menor para que participe del
encuentro. Éste mayoritariamente suele ser el mismo del que procede su primer hijo
adoptado, para que tenga las mismas raíces y cultura y haya un nexo de unión entre
ellos. De esta manera el hijo adoptado se sentirá partícipe del encuentro con su hermano
y no se sentirá relegado y tenderá a vincularse con él, estrechando los lazos afectivos.

Ejercicio sobre las expectativas del menor

Escriban en un papel y por separado cómo sería el hijo que les gustaría tener. Una vez
terminada la tarea piense en ese hijo y descríbaselo a su compañero. Escuche qué opina
éste y cuáles son las diferencias que entre los dos han descubierto entre ese hijo ideal y el
hijo real. Ahora repitan el ejercicio invirtiendo los papeles y vuelvan a cambiar
impresiones.

Probablemente se darán cuenta de que el niño que vendrá no tendrá mucho que ver
con ese niño ideal, por lo que es importante que renuncien a éste. Para ello cojan cada
uno su papel con el hijo ideal, rómpanlo y despídanse de él.

Preguntas y respuestas

Estamos esperando la asignación de nuestro hijo adoptado, al que ya llevamos


esperando un año. Cuanto más se acerca el momento de su llegada, más me
imagino cómo será, las cosas que haremos con él, no sabemos si será niño o
niña, mi deseo es que sea varón y no puedo evitar pensar en un niño. Nos
corresponde un menor entre uno y tres años y yo me imagino a un bebé de
alrededor de un año y medio. Siempre me han gustado los niños y creo que me
encantará sea como sea, me siento preparada para ejercer de madre de un
menor de tres años y también me siento ilusionada si pienso en una niña, pero
como he leído que no me debo hacer una idea concreta, me preocupa que esto
pueda suponer un problema para mi futuro hijo o para mí.

Sería un problema para ambos si sólo estuviera dispuesta a aceptar un sexo determinado

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o un intervalo de edad muy rígido. De sus palabras se desprende que lo que hay en
ustedes es una preferencia por un niño, pero que una niña no le supondría un rechazo.

Es normal que según se acerca el momento su imaginación se desborde, pero eso no


quiere decir que no vaya a querer a su hijo y a aceptarle tal y como sea.

Hemos adoptado a un niño de Etiopía de dos años, hace cuatro meses. La


reacción del entorno ha sido muy buena, pero nos preocupa su integración en el
colegio, pensamos que le pueden discriminar por su raza y esto le haría mucho
daño. ¿Podríamos evitarlo de alguna manera?

Hoy día casi todos los colegios son multirraciales por lo que su hijo no será discriminado
por su raza. Es posible que le hagan comentarios sobre su color, pero probablemente no
se meterán con él más que con otros niños por llevar gafas, por tener pecas o por
cualquier otra cosa. Los niños se hacen amigos de aquellos con quien se encuentran a
gusto, sin importarles su condición o su color. Muchas veces son los padres los que
anticipan una realidad negativa ante sus hijos que no es más que un miedo infundado.

En cualquier caso, son los padres los que tienen que transmitir seguridad a sus hijos
con su actitud. Si el niño viene del colegio quejándose por algún comentario
malintencionado, le calmarán y le dirán que él es como es y que hay algunos niños
maleducados a los que no hay que hacer caso. Si su hijo se siente verdaderamente
apoyado y querido por sus padres, estos incidentes no pasarán de ser anecdóticos.

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Pensamientos y emociones que surgen

El primer contacto que tienen los padres con su hijo es a través de una foto que se les
manda cuando ya se les ha asignado un niño concreto. Muchos padres refieren que en
ese instante consideran que ése es su hijo, y que ya no podrían pensar en otro. Desde ese
momento empiezan a construir un vínculo afectivo con el menor, que aunque no esté
presente, se va fortaleciendo cada día.

Desde el momento de la asignación, los padres se ven invadidos por una amalgama
de emociones. Hay un sentimiento de alegría por ver que su proyecto está próximo a
cumplirse. Todo el tiempo de espera empieza a tener sentido, pues su hijo ya está muy
cerca. Pero también puede existir miedo, ya que en estos momentos de espera les surgen
muchas dudas y temores, tanto respecto al menor como respecto a ellos. Los padres se
sienten inseguros ante sus propios recursos, dudan de si serán buenos padres para ese
niño y de si tendrán las habilidades suficientes para resolver los problemas cotidianos que
surjan. Les preocupa si sabrán transmitirle de forma clara su cariño y si su entorno les
generará problemas, ya que siempre hay alguien "bien intencionado" que hace
comentarios inadecuados.

Otro de los grandes miedos es cómo será su estado de salud, si su desarrollo


madurativo estará muy deteriorado o si tendrá alguna en fermedad importante que se
pueda manifestar con el tiempo. También, desde el punto de vista psíquico, les preocupa
su desarrollo, pues saben que su historia previa puede ser determinante para el menor y
ellos la desconocen, no saben si ha sufrido malos tratos, si estuvo mucho tiempo
abandonado, o si sus cuidadores le proporcionaron los cuidados afectivos mínimos.

Respecto al menor les preocupa cómo se adaptará a ellos y a su entorno. Si sabrán


entenderle y hacerse entender, si les rechazará en un primer momento y durante cuánto
tiempo.

También forma parte de sus temores el desarrollo de la vida cotidiana, es decir, les
preocupa qué comerá, cuáles son sus gustos ante las comidas, qué hábitos traerá y cómo

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enseñarle los de su nueva familia. Si será adecuado que duerma solo o con ellos.

Asimismo, sienten que su relación de pareja se fortalece ante la realización de su


objetivo, están más unidos que nunca, hablan de cómo se encuentran, comparten sus
emociones y se sienten muy apoyados mutuamente. También tienen en cuenta cómo su
núcleo familiar se va a ampliar con la llegada del menor, lo que les hace mucha ilusión.

Por un lado surgen sentimientos de euforia y sobreactividad. Es frecuente que se


sientan eufóricos y necesiten hacer más actividades de lo habitual para calmar su
ansiedad. Si no lo han hecho ya, se dedican a colocar o recolocar la habitación del
menor, comprueban que no falte nada de lo que el niño pueda necesitar, leen libros sobre
adopción y este tema pasa a ser el prioritario en sus vidas.

Aparece un sentido de la responsabilidad sobre su futuro hijo y suelen consultar a


profesionales, como psicólogos y pediatras, las dudas que les surgen. En este período de
espera la emoción más difícil de controlar es la impaciencia. Mientras se dedicaban a
todo el proceso burocrático la espera era más llevadera porque todo se veía mucho más
lejano y porque podían hacer algo, pero ante la inminente llegada del menor se sienten
mucho más nerviosos e impacientes.

Cuadro 3.1. Emociones ante el primer encuentro

Dudas que surgen en los padres adoptivos ante el primer encuentro

Miguel es un niño de un año y medio que ha sido asignado a una familia. A sus padres les
acaban de enviar su foto, saben que ya está muy próximo el momento de conocerle.
Ante esta inminente situación, tienen una gran variedad de emociones, sienten miedo y
piensan si la adopción ha sido una decisión acertada.

Voz de los padres

72
"Nosotros ante el cercano encuentro con Miguel de repente nos sentimos asustados,
pensamos en si hemos hecho bien, en cómo va a desarrollarse ese momento, en cómo
reaccionará él y nosotros, estamos muy nerviosos e inquietos. Tememos no saber
adaptarnos a la situación y fracasar."

Voz del niño

"Me han dicho que van a venir un papá y una mamá a buscarme, sólo les he visto en
fotos. No sé exactamente qué es lo que va a ocurrir. Para mí también supone una
experiencia nueva que me intranquiliza."

Pautas de actuación

Durante el tiempo de espera hasta el encuentro con el menor, es probable que surjan
emociones como miedo, incertidumbre y ansiedad ante lo que pueda suceder, ante lo
desconocido. En situaciones que son vitales o cruciales en la vida de un individuo, a las
que uno se tiene que enfrentar, es normal que aparezcan temores, dudas,
replanteamientos sobre si una decisión tomada en un tiempo anterior fue la acertada.
Cuando esto ocurre, es importante aceptar lo que uno siente y expresar los sentimientos
y pensamientos puntuales que se tienen. Se darán cuenta, si reflexionan sobre su
proyecto de adopción, de la solidez que posee, el deseo que existe por ese hijo y la
capacidad para poder resolver las dificultades que se le presenten.

Estrategias ante el primer encuentro

Cuando llega el tan deseado momento, el niño está en la habitación de al lado y sólo les
separan unos instantes para verle, los padres reaccionan de diferentes maneras, unos se
sienten invadidos por un llanto incontrolable, otros se bloquean y no saben qué hacer ni
qué decir, otros tienen reacciones corporales como el sudor y un temblor en las piernas
que no les deja andar y hay otros que han tenido que ir urgentemente al baño antes de
poder ver a su hijo.

Todas éstas son reacciones normales pero muy incómodas, y aunque los padres se
han propuesto no tenerlas, cuando llega el momento, no son capaces de controlarlas. Por
ello es necesario prepararse, practicar alguna técnica que les haga dominarse, ya que esto
ayudará a los padres y al menor.

Sienta lo que sienta, no se asuste, cualquier reacción en esta situación es normal.

El niño estará asustado, pues aunque sea muy pequeño, percibirá que algo está
pasando, y no le ayudará encontrarse en brazos de alguien que se siente tan inseguro

73
como él.

Una técnica de relajación practicada en casa durante algún tiempo será una buena
fórmula para emplear en el momento anterior a la llegada del niño. Un ejemplo que se
puede realizar en casa y que con la práctica puede quedar reducido a tres respiraciones
profundas es el siguiente:

Túmbese en un lugar cómodo y tranquilo, cierre los ojos, céntrese en su


abdomen y respire profundamente, inhalando todo el aire que pueda, reténgalo
tres segundos y expúlselo suavemente por la boca, repita esta respiración tres
veces. Ahora respire normalmente y lleve su atención a sus pies, centre su
atención en ellos y dése cuenta de cómo están, fíjese si están tensos, sí tiene los
músculos contraídos y poco a poco relájelos, sienta cómo se aflojan y cómo están
cada vez más blandos. Ahora que sus pies están totalmente relajados centre su
atención en sus pantorrillas, fíjese en cómo se van ablandando poco a poco hasta
que estén completamente blandas y sueltas. Repita esto con cada una de las
partes de su cuerpo hasta que todo esté totalmente relajado. Manténgase así unos
minutos o el tiempo que necesite. Cuando quiera terminar vuelva a respirar tres
veces profundamente, siguiendo las mismas normas que al principio e incorpórese
despacio. Si quiere realizar la relajación con música y no le dificulta la
concentración, póngasela.
El objetivo de este ejercicio es que ante un determinado acontecimiento estresante,
con el solo hecho de cerrar los ojos y realizar tres respiraciones profundas, se consiga el
estado de relajación al que se llegaba con el ejercicio completo. Para ello es necesario
practicarlo de manera constante al menos un mes antes de la situación ansiógena, en este
caso ante el primer encuentro con el menor.

Hay que tener en cuenta que el niño también está atravesando un difícil momento de
cambios que afectan a su conducta y pueden generar estados de ansiedad. Existen
diversas estrategias que pueden ser beneficiosas en esos primeros momentos del
encuentro con los nuevos padres:

a) Repetir su nombre: para los bebés y niños hasta los dos años escuchar el nombre
propio es algo que tranquiliza. Si es un bebé y se siente intranquilo ante una
situación desconocida, le consolará oír su nombre. A veces los padres se
preguntan: ¿Le debemos cambiar el nombre?

El nombre es algo muy importante para las personas, constituye parte de su


identidad y probablemente es lo único que podrá conservar de su pasado. Cuando

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un niño es adoptado se le despoja de todo, se le separa de su ámbito conocido, de
sus cuidadores, de sus país, y en ocasiones, se le quita hasta la ropa y se le
entrega a los padres totalmente desnudo. Todo esto supone una agresión al
menor, que quizá sea inevitable, para cumplir los requisitos de su adopción, pero
ya que esto no se puede cambiar, déjenle con lo único que le pertenece y que
siempre formará parte de su identidad, su nombre.
Algunos padres, aludiendo a la dificultad de pronunciación del nombre de su
hijo o para disimular que es de procedencia extranjera, y así evitar comentarios
malintencionados o que la gente les pregunte cuál es su procedencia al escuchar
un nombre extranjero, justifican su cambio; pero en el fondo, es una manera de
no aceptar las características propias del niño y una falta de respeto hacia su
origen e historia previa.
En ocasiones, los padres, antes de conocer cómo será su futuro hijo, ya han
pensado en el nombre que le pondrán, sin saber la edad que tendrá el menor o si
el nombre que ya tiene resulta bonito, fácil o difícil de pronunciar. En estos casos,
además de la falta de respeto por los orígenes del menor, también podría haber
unas falsas expectativas, ya que se está cambiando lo real (el nombre que ya
tiene) por lo ideal (el que desean los padres).
El niño adoptado va a sufrir muchos cambios al integrarse en su nueva
familia, y el cambiarle de nombre, por pequeño que sea, supone un cambio más,
ya que su nombre está muy vinculado a su identidad. Dicho cambio puede
provocarle una dificultad añadida en su integración. También puede interpretar
que su pasado es malo, ya que si sus padres quieren borrar de su vida todo lo
anterior que le atañe, puede inferir que rechazan su historia previa con lo que él
puede sentir que también se rechaza una parte de él mismo.
Cuando los niños tienen 3 o 4 años, no suelen querer cambiar de nombre y se
le debe conservar, con lo que se le trans mite el respeto por su identidad y por su
pasado. En los adolescentes es mucho más evidente lo inadecuado de este
cambio, ya que llevan mucho tiempo con él, pero se da el caso de que algunos
rechazan el de la familia adoptante, lo que estaría indicando que no quieren
integrarse en dicha familia. En otras ocasiones los adolescentes quieren renunciar
a su nombre, como una forma de renunciar a su pasado. En estos casos hay que
decirles que el nuevo nombre no va a cambiar su pasado, ni a ellos tampoco, que
van a seguir siendo los mismos, que cambiarán algunas cosas de su vida pero que
él siempre será el mismo y es así como se le quiere.
En algunos casos es necesario cambiar el nombre, por ejemplo, cuando tiene
un hermano que se llama como él o cuando su nombre puede ser objeto de burla.

75
En estos casos se debe buscar un nombre que fonéticamente sea parecido al
suyo.
Es importante recordar, que cuando se escoge un nombre para un hijo, sobre
todo en occidente, se le quiere transmitir algo importante de esa familia, por lo
tanto será como una especie de mensaje que los padres biológicos le quisieron
aportar.
Una forma de no renunciar totalmente a su nombre es ponerle uno compuesto
por el original y otro que elijan los padres. Si a pesar de todo, se decide cambiarle
el nombre, debe guardarse en la carpeta de sus papeles, porque con el tiempo se
puede olvidar y al niño se le privaría de una parte importante de su pasado.
b) Hablarle con tranquilidad: cuando el niño tiene entre 0 y 2 años es muy sensible
al tono de la voz. Una vez que el niño está en brazos de su madre o padre, y si
no se encuentra alterado, háblele despacio, dígale cómo se siente usted. Si no
puede contener el llanto no se preocupe y explíquele a su hijo por qué llora,
dígale que se siente feliz de poder abrazarle después de esperarle durante tanto
tiempo. Si el bebé sigue tranquilo, acérquese a su pareja para que también le
hable con suavidad.

El niño no entenderá el significado de sus palabras pero sí captará sus


sentimientos, percibirá que está en unos brazos que le quieren y que le van a
cuidar. Es importante que le digan que no tenga miedo, que comprenden que esté
asustado pero que no le van a hacer daño. Aunque para los padres esto es
evidente, el niño estará asustado y necesita que le tranquilicen. Un tono de voz
amable y una actitud tranquila le transmitirá seguridad y le calmará.
Mientras le habla sujetándole en sus brazos, usted o su pareja, acaríciele
suavemente su piel, si se deja déle un masaje en los pies o en las manos. Si lo
rechaza no lo haga más, podría aumentar su nerviosismo.
Si el niño está llorando y no quiere irse con usted déjele un tiempo en brazos
de su cuidadora mientras le saluda con su nombre repitiéndolo varias veces.
Acérquese y acaríciele poco a poco hasta que se vaya tranquilizando y cuando
esté calmado, cójale en sus brazos y háblele con suavidad.
Si el niño tiene entre 3 y 5 años es probable que ya haya sido aleccionado
para que cuando vea a sus padres les llame papá o mamá, pero, en el caso de que
lo haga, esto no quiere decir que el niño entienda claramente la situación y esté
asustado.
Acérquense a él y observen su reacción, no le fuercen a darles un beso si no

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quiere hacerlo. Salúdenle repitiendo su nombre varias veces, escucharlo le dará
seguridad. Si consiguen que se tranquilice, poco a poco se acercará a ustedes y
cogerá confianza, es mejor tardar un poco en que el menor se acerque a los
padres con calma que obligarle a hacerlo, pues esta actitud puede generar rechazo
y aumentar el miedo en el niño.
El primer encuentro con un niño de entre 5 y 8 años va a depender mucho de
su historia previa y de las rupturas vinculares que haya tenido. Diríjanse a él por
su nombre, si es posible siéntense a su lado, de forma que sus ojos y los suyos
queden a la misma altura. Hablen con él repitiendo su nombre a menudo, no
teman ser pesados, al niño le dará seguridad oírlo y probablemente se sentirá más
aceptado por ustedes, que si sólo lo nombran una vez. Repítanle que no tenga
miedo, que son sus papás y que van a cuidar de él.
c) Palabras en su idioma: cuando los niños son de un país cuyo idioma es diferente
al de la familia adoptante, sería conveniente aprender unas pocas palabras en su
idioma, y no aquellas necesarias para hacerse entender en una ciudad extranje ra,
sino aquellas que estén directamente relacionadas con el menor.

Palabras o frases sencillas que el niño pueda entender como: "hola cariño", "te
cuidaré", "soy mamá", "soy papá", "no tengas miedo", o cualquier otra frase que
se use en su idioma para tranquilizarle. Los padres pueden pedir a sus cuidadoras
que les enseñen cuatro o cinco expresiones coloquiales que el niño esté
acostumbrado a escuchar y que se utilicen para calmarle.
Otra fórmula para intentar calmarle sería cantarle una canción de cuna en su
idioma. Esto se puede preparar con tiempo antes de acudir al país de origen, ya
que el mercado actual ofrece una amplia gama de posibilidades musicales de casi
todos los países.
d) Respetar la conducta que el niño manifieste: llanto, rechazo, silencio, etc.

Actitud de rechazo del menor ante el primer encuentro

Beatriz es una niña de tres años que se siente asustada en el momento en que es dada a
sus padres adoptivos, unas personas que no conoce y que están tan nerviosos como ella.
Llora, no habla y no acepta el contacto físico. Muestra una conducta de rechazo ante
ellos y se resiste a que se la lleven.

Voz de los padres

"Estábamos muy ilusionados pensando en el momento del encuentro con nuestra futura

77
hija adoptada, imaginábamos que iba a acercarse a nosotros y darnos su cariño. Sin
embargo no ha reaccionado como esperábamos y nos sentimos decepcionados. Nos la
vamos a llevar a casa y a lo mejor no nos quiere."

Voz del niño

"Tengo miedo porque no entiendo qué es lo que pasa. No sé quiénes son estas personas.
Me siento intranquila e insegura ya que me separan de todo de lo que conozco, de este
sitio y de mis amigos."

Pautas de actuación

Los padres tienen que tener presente que el menor necesita un tiempo para adaptarse a
ellos y que tiende a reaccionar ante situaciones nuevas en función de su propia
experiencia. Por este motivo, puede manifestar al principio un tipo de conducta que quizá
no sea la esperada por los padres adoptivos y suponga una causa de decepción o
frustración para ellos. Sería conveniente que los padres antes del encuentro con el menor
fueran conscientes de esto. Por tanto, si la situación no se desarrolla como esperaban, la
resolverán mejor si son capaces de controlar su ansiedad, si mantienen una actitud de
calma y tranquilidad, si le hablan con un tono suave y si respetan su rechazo hacia las
muestras de afecto. Esta flexibilidad de los padres en su manera de actuar y saber
discriminar que la conducta de la niña no está dirigida personalmente a ellos sino que es
una reacción de la menor ante la situación, contribuirá a que disminuya el nivel de
angustia de padres e hija.

Es muy probable que ante la situación en la que se encuentra el menor, de ruido, de


estar rodeado de varias personas desconocidas y de tener que estar en brazos de unos
extraños, manifieste su incomodidad y miedo mediante el llanto. Esta reacción, que es
totalmente normal, es vivida por algunos padres como un rechazo personal, y desde
luego, no es así. Si el niño llora deben intentar calmarle y si no se consigue en un
principio sería necesario tener paciencia y que los padres controlen sus nervios y
frustración, pues si le transmiten su propia ansiedad, la situación se agravará y el niño se
sentirá inseguro y no se calmará.

En otras situaciones, el niño entra en un mutismo preocupante y los padres se


angustian porque no son capaces de sacarle una sonrisa o una palabra. Déjenle el tiempo
que necesite para que adquiera seguridad, cada uno tiene su tiempo, y el silencio es
indicativo de que el niño está asustado. Háblenle con tranquilidad y el niño poco a poco
irá cambiando de actitud.

78
Cuando la reacción del menor es de rechazo a los padres, lo que manifiesta no
queriéndose ir con alguno de ellos, no dejándose tocar por uno o ambos, o llorando cada
vez que se le acercan, lo mejor es no obligarle bruscamente a que esté con la figura que
rechaza. Es comprensible que esta reacción resulte muy dolorosa para los padres, pero
ellos como adultos que son, tienen que sobreponerse a la situación y entender que ese
rechazo, que puede durar meses, está relacionado con su abandono, con sus sentimientos
de miedo y desconfianza hacia los demás.

Un matrimonio que había adoptado a una niña china contaba cómo su hija llevaba un
año rechazando a la madre, al principio no la dejaba ni acercarse, sólo consentía que su
padre la lavara, le diera la comida, la acostara y realizara todas las tareas de su cuidado.
La madre refería lo duro y doloroso que le resultó soportar esta situación, pero la única
manera de superarla fue respetar el rechazo de la niña, hasta que ésta fue permitiéndole
acercarse poco a poco.

e) Juguetes y regalos: si fuera posible adquirir alguno de los objetos que el niño tiene
en el orfanato, como un palo, un trozo de tela o su mantita, sería bueno para él
ya que podría agarrarse a algo conocido. Se puede intentar comprarlo o
cambiarlo por algún juguete nuevo o por algo que se necesitara para otros niños
(pañales, ropita o biberones).

Si no es posible, se le puede dar algún juguete sencillo o un peluche que no


sea muy grande y pueda abrazarlo. La textura de estos muñecos de trapo es muy
suave y suele reconfortarles. En ocasiones, los niños se agarran a tan solo un
trozo de trapo que tenga un tacto cálido y flexible.
En muchos casos, la preparación y reacción de los padres ante el primer
encuentro es más importante que la del niño, ya que son ellos los que tienen que
mantener la calma para poder transmitir seguridad a un niño que está muy
asustado.

Respeto hacia el entorno del menor

Ana es una niña de dos años que va a ser adoptada, en el momento del encuentro con
sus padres, no acepta los regalos que le ofrecen y éstos se dan cuenta de que parece estar
muy apegada a un juguete que lleva consigo, del que no quiere desprenderse.

Voz de los padres

A los padres les puede preocupar que la actitud de la niña denote que prefiere más lo que
tiene que todo lo nuevo que ellos le puedan dar, ya que piensan que lo que le ofrecen es

79
mejor y no debería rechazarlo, y el que lo haga les hace pensar que no les acepta.

Voz del niño

El niño puede preferir los juguetes que ha tenido durante años porque le gusta jugar con
ellos. Muchas veces lo hace especialmente con uno, que le proporciona seguridad.
Mantener uno de los juguetes consigo le va a dar una sensación de continuidad entre la
situación anterior y la nueva con su familia adoptiva, y no vivir un cambio tan repentino
de la situación.

Pautas de actuación

Los padres no deberían pensar que el apego que el menor tiene a ciertas cosas de su
entorno implica un rechazo a la nueva situación. Es lógico que el niño tenga ciertas
conductas de continuidad con aquellos juguetes con los que ha compartido sus años de
vida ya que le inspiran confianza y seguridad. Por eso es conveniente, en su adaptación a
la nueva familia, que los padres sean comprensivos y empáticos y permitan que convivan
a la vez con él los juguetes nuevos y los viejos para que haya una mejor adaptación al
cambio.

f) Estancia en el país: cuando el niño sale del orfanato se encuentra con un montón
de cosas que no ha visto nunca y que por lo novedoso le generan ansiedad.
Algunos nunca han salido del orfanato y de repente se encuentran en espacios
muy grandes que les desorientan y agotan; los menores están acostumbrados a
moverse en espacios pequeños y cuando sus padres les sacan a dar una vuelta
por la ciudad, se cansan enseguida porque no están acostumbrados a caminar. Es
importante que los padres tengan esto en cuenta para que vayan preparados con
mochilas o carritos si quieren hacer con el niño un poco de turismo.

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Figura 3.1. Los niños que han estado en los orfanatos no están acostumbrados a realizar
grandes caminatas.

Están acostumbrados a dormir compartiendo colchoneta o cuna en


habitaciones y cuando llegan al hotel se encuentran con una cama, en ocasiones
muy grande, para ellos solos. Les hablan personas desconocidas, comen
alimentos diferentes a los habituales.
Si los adultos se ponen en su lugar, comprenderán la ansiedad que les
provocaría a ellos mismos y la paciencia y flexibilidad que es necesaria en estos
casos.

Si su hijo adoptivo enferma mientras está en el país de origen

El primer encuentro de Lee con sus padres adoptivos tuvo lugar cuando la niña tenía un
año y medio. Después de este primer encuentro, pasaron su primera noche juntos en el
hotel, pero Lee empezó a vomitar, tenía fiebre y no dejaba de llorar. Sus padres estaban
angustiados, no sabían exactamente que hacer.

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Voz de los padres

"Nos acababan de dar a nuestra hija y estábamos tan contentos con ella, que cuando se
puso mala, nos quedamos bloqueados, no sabíamos qué le pasaba y no entendíamos lo
que decía. Nunca hemos cuidado de un niño y no sabemos casi nada de enfermedades
infantiles."

Voz del niño

En una situación de cambio como es ésta, en la que se entrega a un menor en adopción a


unos padres que no conoce, la niña puede sentirse muy intranquila. Si además empieza a
sentirse físicamente mal, su malestar aumentará. Está en un entorno extraño, no están las
personas que conoce y que le han atendido anteriormente cuando no se ha encontrado
bien. Además está con unos desconocidos a los que no entiende y de los que percibe un
comportamiento nervioso, lo que le hace sentirse más insegura y desprotegida.

Pautas de actuación

Después del encuentro con su hija adoptiva, si se pone enferma, ante todo debe
conservar la calma, analizar serenamente la situación, para poder tomar las primeras
medidas oportunas. Por este motivo es necesario tener unos conocimientos básicos sobre
enfermedades y trastornos leves de salud infantil y qué se debe hacer ante ellos. También
es conveniente llevar un pequeño botiquín con un termómetro. Asimismo, saber palabras
y frases determinadas en el idioma del menor les va a ayudar a comunicarse mejor con
él, especialmente en esos momentos. Todo esto va a permitir a los padres que tengan una
actitud serena ante su hija y se sientan con capacidad de afrontar la situación. Si ésta no
reviste mayor gravedad sabrán cómo actuar y si la tuviera sabrían qué hacer y a quién
acudir para resolverla.

Cuadro 3.2. Estrategias ante el primer encuentro

82
Preguntas y respuestas

Cuando fui a recoger a mi hijo de 3 años, no quería llamarme mamá y a su


padre sí que le llamaba papá. Ya llevamos tres meses en casa y sigue sin querer
llamarme así. Esta situación me produce mucha rabia y no sé qué hacer. ¿Debo
obligarle a hacerlo?

No. Probablemente la negativa de su hijo a llamarla mamá está relacionada con un


rechazo a sus cuidadoras, a su madre o a cualquier figura femenina que tenga que ver
con experiencias pasadas vividas por su hijo. No es a usted a quien está rechazando sino
a quien re presenta. Es comprensible que se sienta mal ante esta situación, pero lo mejor
es que le dé tiempo para que tenga confianza en usted y poco a poco le incorpore a su

83
mundo afectivo como su "mamá".

Adoptamos a mi hija, que actualmente tiene 3 años, hace 4 meses. Cuando


estuvimos en su país de origen, una de las veces le limpié la cara con una toallita
de la habitación del hotel. Desde ese momento se agarró a ella y no hay manera
de que la suelte, ni siquiera para lavarla; si lo intento se pone a gritar y a llorar
con un desconsuelo enorme, por lo que he decidido dejársela y lavarla cuando
está profundamente dormida para que no se dé cuenta, pues sin su toallita es
incapaz de dormirse. ¿Estoy haciendo bien en dejársela o ya es hora de que se la
quite después de 4 meses?

Está haciéndolo muy bien. Esa toallita, por su textura o por el momento en que la cogió o
por cualquier otra razón que no conocemos, representa para su hija seguridad, para ella
es como una especie de objeto protector y tranquilizador y no le hace ningún daño
tenerla. En la situación que está de integración a una nueva familia, con todos los
cambios que eso representa, 4 meses no es mucho tiempo. Poco a poco, según aumente
su seguridad, irá dejando la toallita de lado.

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85
Introducción

El primer año de vida de un niño es fundamental, ya que en ese período se formarán las
bases de los distintos aspectos de su desarrollo general (físico, afectivo, intelectual, social
y del lenguaje). La actitud de los padres o cuidadores es vital puesto que son ellos los que
le deberán aportar la estimulación necesaria para que dicho desarrollo sea potenciado.

Desde el punto de vista físico, una buena alimentación y unas condiciones de salud
adecuadas harán que el bebé crezca sano y ejercite paulatinamente todos sus músculos,
haciendo que sus movimientos sean cada vez más coordinados hasta llegar a tener un
desarrollo locomotor maduro.

La coordinación de los movimientos influye en las conexiones neuronales del cerebro,


lo que repercute en la inteligencia, por lo que cuanto más sea estimulado en sus
movimientos corporales mayor será la capacidad intelectual. Toda persona nace con una
determinada carga genética que no se puede cambiar, pero lo que sí se puede estimular
son determinados aspectos de la inteligencia. Una forma de hacerlo es potenciar los
distintos sentidos del niño proporcionándole diferentes objetos para tocar, oler, saborear y
escuchar.

El desarrollo afectivo estará determinado por la forma en la que reciba el afecto. El


niño necesita sentirse querido, valorado, cuidado y atendido para que su desarrollo sea
adecuado. Él ya es capaz de expresar algunos de sus sentimientos mediante el llanto, la
sonrisa y a través de expresiones y gestos. Necesita que sus padres respondan a sus
miedos e inseguridades cogiéndole en brazos, calmándole y proporcionándole
tranquilidad cuando se sienta inquieto. En su primer año de vida, el niño tiene sus
primeros intercambios sociales. Hacia los dos meses, desarrolla la sonrisa social que no
es un gesto como el que tenía al nacer, ahora responde a una estimulación externa, como
puede ser la cara o la voz de su madre. Más adelante, el niño intercambia sonrisas con su
madre y hacia los ocho meses diferenciará a ésta de los extraños.

El lenguaje comienza a los 6 o 7 meses con sonidos que en un principio sólo son

86
sílabas y que poco a poco se van convirtiendo en sonidos más largos. Al finalizar el
primer año, el niño sabe decir seis o siete palabras.

El primer año de vida es fundamental para el posterior desarrollo integral del niño.

Susceptibilidad del bebé a los cambios

Víctor tiene un año. Fue adoptado en Rusia cuando tenía 10 meses, y desde entonces se
ha mostrado inquieto, intranquilo y suele llorar con frecuencia. Por las noches se
despierta a menudo y obliga a sus padres a levantarse. A éstos les cuesta mucho calmarle
y duermen poco. Ante esta conducta de su hijo sus padres adoptivos se muestran muy
nerviosos y no saben qué hacer para que cambie su comportamiento.

Voz de los padres

"No sabemos qué le pasa a este niño, debería estar tranquilo, sonriente, entretenido con
sus juguetes; ¿por qué no duerme?, si no pa sa hambre, ni frío, está confortable y
nosotros le queremos y estamos pendientes de él."

Muchas veces los padres piensan que los niños cuando son pequeños no son
susceptibles a los cambios, que se adaptan con facilidad, sin tener en cuenta que el niño
tiene una experiencia previa a la adopción en todas las áreas de su desarrollo. Los padres
pueden sentirse desbordados ante el comportamiento del niño y bloqueados, no dando
con la solución adecuada.

Voz del niño

El niño adoptado está acostumbrado a un ambiente determinado, en el que ha vivido


durante un tiempo, como también a unas figuras adultas que han interaccionado con él en
mayor o menor grado. La novedad del entorno que le rodea le produce inquietud y
miedo porque se siente inseguro ante la nueva situación. Tampoco conoce a las personas
que le cuidan, no ha tenido tiempo para vincularse afectivamente y sentirse ante ellas
confiado y seguro.

Pautas de actuación

Los padres adoptivos tienen que mostrar hacia el menor una actitud empática e intentar
ponerse en su lugar. Deben pensar que su hijo necesita tiempo para sentirse cómodo y
seguro en su nuevo hogar, para desarrollar hábitos de comida, vestido, higiene y sueño.
Tienen que ayudarle a que vaya acostumbrándose al mundo exterior, a los ruidos, a la
luz, al calor o al frío. Deben facilitarle que vaya adentrándose poco a poco en el mundo

87
de las relaciones sociales y que vaya aprendiendo a desenvolverse dentro de él. Tienen
que tener en cuenta que para que su hijo se vincule a ellos, deben mostrarle su afecto,
tanto a nivel verbal como no verbal, para que se sienta seguro de que no va a ser
abandonado de nuevo. Y para eso necesita su tiempo, que no tiene que corresponder con
el que desearían sus padres. Por eso es importante que tengan una actitud de
comprensión y paciencia con el menor.

Vinculación y apego

Se llama apego a la capacidad humana de establecer lazos emocionales. El bebé, cuando


nace, va estableciendo vínculos afectivos con su madre. Dichos lazos son como un
cordón invisible que se va formando entre madre e hijo, o cualquier figura materna, que
se fortalece con las diferentes actitudes afectivas que dichas figuras ejercen sobre él; si
estas actitudes son capaces de cubrir sus necesidades emocionales y de proporcionarle
seguridad, le permitirán establecer relaciones afectivas equilibradas y satisfactorias en un
futuro.

Cuando la madre sabe cubrir las necesidades de su hijo, tanto las físicas como las
emocionales, el niño adquiere seguridad en sí mismo y en los otros, lo que le permitirá
tener una conducta exploratoria de su entorno y poco a poco irá separándose de su
madre sin temor. En este caso el apego sería seguro, debajo del cual hay una serie de
características personales que tienen las personas que poseen dicho apego, aunque no
tienen por qué darse todas.

Cuadro 4.1. Características del apego seguro

Si, por el contrarío, la madre no es capaz de satisfacer las necesidades básicas del
niño, éste no desarrollará confianza hacia ella ni hacia sí mismo, lo que podría

88
ocasionarle la formación de un apego inseguro, que puede ser ansioso o evitativo. El
apego ansioso consiste en la dificultad de separación de las personas queridas por miedo
al abandono. Lo demuestran aquellas personas que sufren de celos, que no dejan a sus
hijos libertad para desarrollarse protegiéndoles en exceso, no se sienten dignas de ser
queridas por lo que necesitan que las personas que las quieren se lo digan y demuestren
continuamente.

El apego evitativo se caracteriza por la incapacidad de mantener relaciones


emocionales estables. Cuando la relación empieza a profundizar, la abandonan porque
temen que el otro les abandone primero, es decir, no tienen confianza en los demás.

Un niño adoptado es un niño abandonado, que como mínimo ha sufrido una ruptura
vincular. Esta ruptura provocará unos efectos psicológicos en el menor que estarán
determinados por la cantidad de tiempo que haya estado institucionalizado y por el
número de rupturas vinculares (cambios de instituciones o de familias).

Cuanto más tarde el niño en ser adoptado, más dificultades tendrá en un futuro de
desarrollarse de manera adecuada.

Aunque es verdad que cuanto antes se adopte a un bebé más fácil será su integración
en la nueva familia, no lo es el que los niños muy pequeños no se enteren de nada ni
sepan que son adoptados si no se les dice. Un bebé de un año o menos es capaz de
"sentir" que ha sido abandonado; por pequeño que sea lo aprecia, no lo sabe
racionalmente, con pensamientos como los adultos, pero sí lo percibe.

Es difícil que los niños sean adoptados antes del año debido a que es necesario que
pase un tiempo en el que los padres u otro familiar tienen derecho a reclamarle. Este
período de tiempo y el que transcurre en legalizar los papeles de su adopción impiden
que ésta sea muy temprana.

Proceso de adaptación

"Jesús tiene 15 meses y le adoptamos cuando tenía 12. Generalmente está contento y no
suele presentar problemas con la comida, ya que desde el principio come de todo y bien,
pero vomita con frecuencia cuando viene gente a casa. El médico le ha explorado y no le
encuentra nada."

Voz de los padres

"Vemos cómo evoluciona jesús y nos sentimos satisfechos, pero estamos preocupados
por sus vómitos y pensamos que puede ser que tenga alguna enfermedad que no detecten

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los médicos. Hemos probado a cambiarle el tipo de alimentación pero no da resultado."

Voz del niño

Los niños tan pequeños pueden asustarse ante los desconocidos y un niño adoptado, que
ha vivido no sólo en un entorno diferente al que tiene en la actualidad sino también con
personas diferentes, puede reaccionar ante estas situaciones vomitando ya que las percibe
como fuente de tensión.

Pautas de actuación

Los bebés no disponen de un lenguaje verbal como los adultos, por lo que se comunican
a través del llanto, de la sonrisa y de gestos motores. Además, el rechazar la comida
(vómito) puede ser otra forma de comunicarse; a través de él expresan su rechazo. El
vomitar puede significar ansiedad, rechazo a la situación por la que está pasando en ese
momento, por determinadas personas, por el excesivo ruido, etc.

Será necesario que los padres observen las circunstancias que rodean al niño cuando
vomita para averiguar cuál es la que le produce ansiedad y eliminarla.

La adaptación en los bebés

Los bebés tienen facilidad para adaptarse a la nueva situación, pero esto no quiere decir
que no se enteren de nada y que no haya que tomar una serie de medidas para mejorar y
favorecer dicha integración. Los niños perciben que algo diferente está pasando y por eso
pueden mostrarse nerviosos y alterados. Todo lo que les ha rodeado hasta ahora ha
cambiado; las personas que les cuidan son otras, escuchan un idioma diferente, el clima
no es el mismo, la alimentación varía, las texturas de sus ropas son otras, es decir, pasan
de un mundo a otro.

Al llegar a ese otro mundo en el que va a vivir, cuyo primer contacto se da en el


aeropuerto, el niño viene cansado del viaje y asustado ante las alteraciones antes
mencionadas, y lo que menos le favorece es encontrarse a una multitud de personas
agobiándole con besos y abrazos.

Es necesario hacer comprender a los familiares que el bebé está pasando por una
serie de cambios que son inevitables, por lo que los otros deberán introducirse
paulatinamente. En este sentido lo más adecuado es hablar con los parientes y determinar
de antemano quiénes irán al aeropuerto. Después habría que dosificar las visitas, de
forma que el bebé no se sienta agobiado.

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Por otro lado, respecto a su alimentación, lo más probable es que traiga alguna
deficiencia vitamínica o de otro tipo que habrá que solventar, pero los primeros días sería
conveniente seguir con su tipo de alimentación e intentar añadir otras, si el bebé rechaza
las comidas nuevas, no es necesario forzarle a comérsela toda, quizá con sólo arroz se
sentirá satisfecho los primeros días, o con un biberón de papilla cuya textura o sabor le
recuerde a la que tomaba en su país. Puede que rechace los líquidos y sólo quiera
sólidos. Sea como sea, lo importante es que el niño no se sienta forzado, y que la madre
no se angustie por la situación para no transmitírsela a su hijo y generar ansiedad en éste.
El menor poco a poco se irá adaptando e incluirá todos los alimentos que necesita.

Con respecto al sueño, puede que se vea alterado, tanto por exceso como por defecto
o por pesadillas. Como siempre lo mejor es observar al menor y respetar sus costumbres
para poco a poco ir introduciendo cambios, hasta llegar a conseguir unos hábitos
adecuados.

Si duerme muchas horas es porque las necesita, lo mejor es dejar que las duerma. Si
duerme poco pero el sueño es reparador y el bebé se despierta contento, no hay que
preocuparse, cada uno tiene su ritmo. Cuando el sueño se ve interrumpido por pesadillas,
en las que el niño se despierta alterado, sudoroso o llorando, lo mejor es cogerle en
brazos, hablarle con tranquilidad diciéndole que se le quiere, que no se le va a abandonar
o cantándole una canción tranquilizadora, si es en su idioma, mucho mejor. No pasa nada
por mantenerle en sus brazos las veces que sea necesario. No hay que escuchar a la
gente que opina que eso es una mala práctica y que el niño se va a acostumbrar a los
brazos y no va a querer dejarlos nunca. No se puede olvidar que un niño adoptado es
diferente, que ha pasado por un abandono doloroso y que puede tener miedo a que le
abandonen de nuevo.

Muchos padres piensan que lo mejor es meter la cuna en su habitación para que el
bebé esté mejor, pero esto no es lo adecuado. A veces responde a la propia angustia de
los padres o la comodidad de tenerle más cerca cuando se despierta.

Lo más adecuado para el bebé es que duerma en su propia habitación. Cuando se


despierte los padres le calmarán y la dejarán en la cuna una vez haya vuelto a dormirse.
Esto es pesado e incómodo para los padres ya que supone que tienen que levantarse
varias veces e ir a la habitación del niño, pero para éste lo mejor es que se acostumbre a
dormir siempre en un mismo lugar y tener a sus padres cuando se sienta inseguro. Esto
no suele ser difícil, ya que vienen acostumbrados a dormir sin que nadie les atienda por
la noche, por eso es muy frecuente que se despierten a mitad de la noche y no se quejen,
incluso cuando les duele algo.

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La ilusión de los padres hace que llenen la habitación de juguetes, y de cosas
superfluas, que pueden aturdir al niño. Lo más adecuado es que se fueran dosificando
todos los que ha recibido de sus amigos y familiares, que seguramente serán muchos,
para que los vaya explorando poco a poco y no se sienta aturdido ante una multitud de
cosas entre las que no sabe cuál elegir. Si se le da un juguete lo explorará hasta que se
canse y conozca su tacto, su tamaño o su textura. Si dispone de muchos a la vez, cogerá
uno después de otro sin haber examinado ninguno completamente. Desde el punto de
vista del desarrollo de la inteligencia es mejor la primera situación que la segunda, es
decir, el poder examinar un objeto poco a poco le estimulará más que en el otro caso.

La hora del baño puede ser complicada, algunos niños no se han bañado nunca en
una bañera y esto les produce temor ya que es algo desconocido para ellos.

Paulatinamente se le debe poner en contacto con el agua, primero se le enseñará


cómo los padres introducen las manos debajo del grifo de agua templada y con ellas
mojadas le tocarán las suyas; todo esto acompañado de expresiones que transmitan
alegría. Después se puede hacer lo mismo pero con un barreño pequeño, en el que los
padres introduzcan las manos y luego metan las del bebé. Así, irá perdiendo el miedo al
agua y aprenderá a disfrutar del baño, que se comenzará llenando la bañera con un poco
de agua hasta que adquiera la profundidad que se desee.

Si el menor ofrece mucha resistencia, no se le debe obligar pues eso significa que
todavía no ha superado el miedo. Se le debe dar más tiempo y mientras tanto se le puede
asear con una esponja.

Trastornos de conducta y su resolución

"Adoptamos a Elías con 9 meses en Hungría y actualmente tiene 11. El orfanato en el


que vivió desde su primer mes no contaba con muchos cuidadores por lo que estuvo
bastante desatendido. Se pasó la mayor parte del tiempo en una cuna. En estos dos
meses que lleva con nosotros ha aprendido a sonreír y a fijar la mirada, sin embargo le
salen unos sarpullidos en la piel de vez en cuando que no sabemos a qué se deben."

Voz de los padres

"A pesar de que le hemos llevado al médico y de que éste nos ha asegurado que esos
sarpullidos no son preocupantes, que no sepa cuál es su origen nos tiene alarmados, pues
pensamos que pueden ser debidos a una enfermedad originaria del país del que procede
nuestro hijo."

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Voz del niño

"Estoy haciendo un gran esfuerzo por adaptarme a un mundo diferente y a veces me


pongo nervioso ante tanto cambio, y como no puedo decíroslo con palabras, lo hago a
través de mi piel."

Pautas de actuación

Es muy frecuente que los niños adoptados presenten alteraciones o enfermedades de la


piel. Parece que este hecho está relacionado con que dicho órgano es el que está en
contacto directamente con el exterior, el que de alguna manera recibe el impacto de fuera
y también manifiesta el estrés o las dificultades internas. En este caso podría estar
mostrando las dificultades de adaptación de Elías o también sus dificultades frente al
contacto físico. Si, como hemos visto en su historia, ha sido un niño poco cuidado
afectivamente, es probable que no haya sido tachado ni acariciado lo suficiente para que
haya interiorizado, es decir, aprendido, que el contacto físico es algo agradable, que
responde a una muestra de amor y de cariño, por lo que sus manifestaciones
dermatológicas pueden responder al miedo a dicho contacto físico o al medio.

Una forma adecuada de proceder sería acariciar al niño con un aceite o crema
mientras se le habla o se le canta, asociar poco a poco algo que a Elías le resulte
agradable con el contacto físico y con las caricias.

No en todos los orfanatos el cuidado es el mismo

El trato y el cuidado que tienen los niños abandonados dependen mucho del orfanato en
el que se encuentren. En algunos, la alimentación es más o menos buena pero el cuidado
afectivo no lo es, en otros ocurre lo contrario. Lo más generalizado es que estén ubicados
en países muy pobres que no cuentan ni con las condiciones ni con el personal necesario
para que el menor se desarrolle física y afectivamente de forma sana.

Consecuencias de una mala alimentación

Los niños abandonados tempranamente suelen tener madres provenientes de medios


desfavorecidos o que son víctimas del alcohol, drogas, otras adicciones o enfermedades,
y que no se han cuidado lo suficiente en el embarazo, por lo que los niños pueden nacer
con menos defensas o con predisposición a padecer más enfermedades que los niños
cuyo período de gestación ha sido cuidado y sometido a los controles médicos
necesarios.

Desde el punto de vista de la alimentación, es frecuente que los niños adoptados

93
presenten problemas de desarrollo físico, tanto a nivel fisiológico como a nivel motor.

Una vez que el niño está en la familia se le debe llevar al médico para que le haga un
reconocimiento exhaustivo de su estado de salud. También es conveniente ponerle todas
las vacunas que correspondan a su edad, en algunos países dicen que se las han puesto,
pero como no hay seguridad de que lo hayan hecho o de que las dosis hayan sido las
adecuadas, es mejor repetirlas, ya que las consecuencias no serían tan negativas como las
que tendría si no se le vacunara.

Conductas más habituales relacionadas con la alimentación que muestran los niños
adoptados:

•Rechazo a integrar nuevos alimentos en su dieta. Generalmente, los niños están


acostumbrados a poca variedad en su dieta. Los recursos de la institución suelen
ser limitados por lo que las comidas que dan a los menores son productos básicos
como arroz, sémola o leche como base de la alimentación. Es comprensible que
les resulte extraño comer alimentos tan diferentes a los que estaban habituados y
que los rechacen. Con el tiempo, que no será mucho, se habituarán a todos los
alimentos que necesitan hasta que incorporen todos ellos en su dieta. Un truco es
utilizar alimentos con colores llamativos y hacer dibujos con ellos. Por ejemplo,
se puede hacer un árbol con una tira de zanahoria como tronco y unos trocitos de
lechuga como hojas, o unos gajos de naranja rodeando otra de piña como si
fuera un sol. Las posibilidades creativas son infinitas.

•No querer alimentos calientes. Debido a la falta de recursos de personal y de


material para conservar los alimentos calientes como las sopas, cuando llegan a
los niños suelen estar frías. Para conseguir que acepten los alimentes calientes se
deberá in calentándolos poco a poco, primero se les presenta con una tem
peratura tibia, la próxima vez un poquito más caliente y así hasta que adquiera la
temperatura adecuada.

•Rechazar los alimentos sólidos, o por el contrario, las comidas blandas. En algunas
instituciones los alimentos se dan en forma de puré a todos los niños, mientras
que en otros sólo se les da sólidos. En función de la experiencia que cada niño
haya tenido puede rechazar un tipo de alimento u otro. Sea la que sea, el
alimento que rechaza se irá incorporando poco a poco, sin agobiar al niño, es
preferible que tarde más tiempo en admitirlo a que se sienta atosigado por la
madre provocando ansiedad en ambos y perjudicando con ello la incorporación
del alimento que se pretendía.

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•Ingesta exagerada. Los menores han pasado privaciones alimentarias, por lo que
cuando llegan a sus casas comen en exceso, y parece que no se sacian nunca. A
pesar de que su experiencia en su nueva casa es diferente, en ella pueden comer
lo que quieran, tardan un tiempo en darse cuenta de que ya no les va a faltar la
comida. En estos casos, todo lo que necesitan es tiempo para asegurarse de que
la situación ha cambiado, que la comida no le volverá a faltar.

•Sólo uno puede darles de comer. Estos rechazos suelen depender de los cuidadores
que han tenido anteriormente, pueden rechazar al padre porque sólo han estado
con mujeres o viceversa. También es frecuente que la figura que rechaza tenga el
mismo género de otra que le maltrató. En otras ocasiones no hay un motivo
conocido que lo explique pero éste se produce. La paciencia, el cariño y la
ternura lograrán que el menor deje que ambos le den de comer.

Cuadro 4.2. Dificultades relacionadas con las comidas

Forma de tratar estas conductas

El bebé necesita un tiempo para poder asimilar todos los cambios que le están
sucediendo, y para ello es necesario que los padres no le agobien ni intenten cambiar sus
hábitos de un día para otro.

Las comidas es algo que preocupa mucho a las madres, ya que se suelen angustiar si
el niño no come todo lo que ellos creen que necesita y piensan que es importante que lo
haga ya que suelen venir con bajo peso.

Si el niño no quiere comer al principio, no hay que angustiarse, lo mejor es observarle


y dejar que cubra sus necesidades. A lo mejor lo que necesita es dormir todo el día o
estar en sus brazos o chupar la sábana. Él mismo empezará a comer y a regular su
alimentación según se vaya sintiendo más tranquilo.

Es necesario que se le respeten sus gustos en la comida tanto en los sabores como en
la textura y la temperatura, y poco a poco vayan añadiéndole alimentos nuevos sin
forzarle.

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El momento de darle la comida debe ser tranquilo, es importante evitar que se
convierta en una guerra en la que la madre o el padre intenten obligar al niño a comer y
éste se cierre rotundamente a hacerlo. Tampoco se debe recurrir a inventar todo tipo de
artimañas para que coma, como entretenerle con juguetes, ponerle la televisión, que un
padre baile delante del niño mientras el otro le introduce la comida en la boca. Si se
recurre a estas estrategias, se conseguirá que el niño asocie la comida con otras cosas que
no tienen que ver con la alimentación, y aprenderá a manipular a sus padres a través de
la comida.

El bebé tiene que aprender que la comida es comida y si no la quiere es que no tiene
hambre, ya comerá cuando la tenga. Sólo hay motivo para preocuparse cuando el niño
pierda peso, si no lo hace es que está comiendo lo que necesita.

Dificultades para la separación

"Nuestro hijo Jaime tiene 15 meses y le adoptamos con 11. Al principio se iba con todo
el mundo sin manifestar temor pero ahora no quiere irse con nadie. Cuando otra persona
ajena a la familia quiere cogerle en brazos se agarra a los nuestros con verdadera
desesperación."

Cuadro 4.3. Trastornos de la conducta

96
Voz de los padres

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"Nos preocupa estar haciendo algo mal con nuestro hijo pues consideramos que no es
normal que ya que se había acostumbrado a irse con los extraños ahora no soporte
separarse de nosotros. Pensamos que alguien le ha podido asustar sin que nos hayamos
dado cuenta."

Voz del niño

"Ahora sé quién es mi papá y mi mamá y tengo miedo de que me abandonen como antes
lo hicieron mis padres biológicos."

Pautas de actuación

El menor proviene generalmente de una institución en la que ya conocía a sus cuidadores


y de repente se encuentra con otras personas desconocidas para él. El que al principio se
fuera con todo el mundo era porque no tenía claro quiénes eran sus figuras de referencia,
no distinguía quiénes formaban parte de su familia y quiénes no. Cuando el niño va
aprendiendo a separar a sus padres de las otras personas significa que está empezando a
comprender quiénes son sus papás, es decir, va interiorizando a sus figuras de referencia
como parte de su vida, lo que es positivo para su desarrollo psicológico, porque está
elaborándole sentido de pertenencia familiar.

Por eso le genera temor la separación de sus padres, ya que en él está todavía muy
presente el miedo al abandono. En estas situaciones no es aconsejable dejar al niño con
nadie, lo adecuado es esperar a que coja confianza con las otras personas ajenas a los
padres para que pueda quedarse con ellas sin miedo.

Conductas derivadas de la falta de estimulación y afecto

Mirada perdida. En ocasiones, debido bien a la falta de estimulación por parte de sus
cuidadores, a la falta de objetos y de situaciones a las que pueda dirigir su mirada y a la
cantidad de horas que pasa en la cuna, su vista queda fijada en el vacío, no sabe dirigirla.

Si esto sucediera, una vez que el niño esté en casa, se le proporcionarán los estímulos
necesarios para que vaya desarrollando los músculos de sus párpados y los que tiene
alrededor de los ojos. Se le mostrarán objetos llamativos acercándoselos y alejándoselos
de su vista para que aprenda a enfocar. También se le moverán de derecha a izquierda
para que él siga los objetos con los ojos. Poco a poco, el bebé aprenderá a mover su
mirada y su mirada dejará de ser una mirada perdida para convertirse en una mirada
expresiva.

98
Figura 4.1. La mirada perdida puede ser consecuencia de la falta de estimulación visual.

Llanto. Hay bebés que no paran de llorar desde que entran en contacto con la familia
adoptiva hasta que pasa un cierto tiempo. El llanto puede ser una manera de manifestar
su miedo e insatisfacción. Las maneras más frecuentes de calmar al bebé son: cogiéndole
en brazos, poniéndole de diferentes posturas hasta que se encuentre una que le
tranquilice, hablarle en tono suave y decirle que no tenga miedo, ponerle música. Lo más
importante de todo es no desesperarse y tener la paciencia que requiera el bebé. El niño,
con su llanto, no está rechazando a sus padres, sólo expresa su malestar.

Falta de llanto. En ocasiones los niños pequeños no lloran cuando les duele algo,
porque han aprendido que no les sirve de nada. En la institución en la que estaban, nadie
acudía cuando lo hacían por lo que han dejado de hacerlo. Se dan casos en que se les ha

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reventado un tímpano por la noche y la madre se ha dado cuenta al levantarles por la
mañana, por la sangre que salía del oído y por la que había en la almohada. El niño, a
pesar de lo dolorosa que es esta lesión no ha llorado ni se ha quejado en ningún
momento. Para evitar esto, cada vez que el niño se golpee, presente alguna herida o señal
de que algo le está produciendo dolor, se le pueden decir frases que indiquen que eso
produce dolor, por ejemplo: "eso es pupa", u otras frases acompañadas del lenguaje
corporal adecuado, hasta que el niño aprenda que cuando llore o se queje se le va a
atender.

Mutismo. Aunque el niño todavía es muy pequeño para hablar, no lo es para emitir
sonidos y gorgojeos. Muchos niños adoptados tempranamente no han tenido modelos a
los que imitar, por lo que su mutismo puede ser debido a una falta de estimulación en el
lenguaje.

Otra causa del mutismo es la falta de interés por su entorno, si el abandono ha sido
durante varios meses en los que su cuidado ha sido mínimo, y en el que no ha recibido
afecto, el mutismo puede ser una forma de repliegue sobre sí mismo, una manera de
desconectar del mundo que le rodea. Hay que diferenciar el mutismo por falta de
estimulación del mutismo que se da en el autismo. Cuando el niño se adapta al cuerpo de
la madre al cogerle, es decir, deja que su cuerpo se relaje y se apoye en su madre, adopta
una postura flexible y no rígida, abraza y se deja abrazar, es mutismo y no autismo. Si
esto no fuera así deberá consultarse a un especialista lo más rápidamente posible.

En una situación como ésta, además de todo lo anterior, es vital transmitir al niño que
se le quiere. Él necesitará de todo su afecto, por lo que no hay que preocuparse en
cogerle en brazos todo el tiempo que lo requiera, el contacto físico es otra manera de
transmitirle cariño. La textura y la temperatura del agua resultan agradables, por lo que se
le puede bañar más de una vez al día si esa sensación le resulta agradable. También se le
pueden dar masajes y acariciarle. No hay que tener miedo a mimarle, ya que se trata de
restaurar una situación emocional grave que tiene el bebé.

Desarrollo motor. Debido a la poca oportunidad que tienen estos niños de moverse, y
a las posturas que a veces tienen que soportar durante mucho tiempo, su capacidad
locomotora no es la adecuada para su edad. Es frecuente que con un año no sepan andar
ni gatear. En ocasiones no saben sentarse porque permanecen mucho tiempo de pie en la
cuna. Otras, por el contrario, no se mantienen de pie porque han permanecido mucho
tiempo tumbados. En estos casos también suelen manifestar rigidez en brazos y piernas.

Una vez en casa, el niño irá ejercitando sus músculos y sus movimientos serán cada
vez más precisos. Con la debida estimulación y en un ambiente normalizado, lo más

100
esperable es que el niño alcance el nivel de desarrollo adecuado para su edad.

Balanceo. El bebé se mueve hacia delante y hacia atrás. Suele hacerlo cuando está
nervioso o cuando se va a dormir. Esta conducta que llama mucho la atención y
preocupa a los padres la realiza el niño para calmarse. Ha aprendido a hacerla, ya que
nadie le consolaba cuando se sentía solo o intranquilo. Es una conducta muy primaria por
la que no hay que preocuparse. Poco a poco desaparecerá sola. Si no fuera así se debería
acudir a un especialista.

Sueño. Debido a todos los cambios que ha sufrido el niño al dejar el orfanato e
incorporarse a su nueva familia, el sueño puede verse alterado. Puede producirse un
aumento o un descenso en las horas de sueño, el niño puede sobresaltarse mientras
duerme o despertarse con síntomas de miedo, como temblor o sudor.

Hay ocasiones en que no quiere irse a la cama e insiste en quedarse con sus padres.
Para un hijo biológico, podrían seguirse las reglas que dan algunos libros para establecer
unos hábitos adecuados del sueño, pero para un niño que ha sido abandonado las reglas
no pueden ser las mismas, ya que sus resistencias a irse a la cama pueden estar
determinadas por su miedo a ser abandonado de nuevo. En estos casos, los padres
pueden mantenerse con él en su habitación hasta que se duerma, diciéndole y
repitiéndole que le quieren y que no le van a abandonar, que cuando se despierte ellos
seguirán con él, cuidándole y protegiéndole. Es importante que el niño tenga un objeto
que le dé seguridad para dormirse, como un muñeco de peluche, un cochecito 0
cualquier otra cosa que pueda recuperar fácilmente cuando se despierte. Si lo que tiene
entre sus manos para dormirse es la mano de su madre, cada vez que se despierte la
llamará para recuperar aquello que le da seguridad. Es posible que el niño tarde un
tiempo en dormir solo, pero según vaya adquiriendo seguridad conseguirá hacerlo.

Si el niño va a la cama de los padres cada vez que se despierta, éstos deberán llevarle
a la suya, darle su muñeco y esperar a que se duerma. Es posible que esto se repita
muchas veces los primeros días o semanas, pero si los padres se mantienen, el niño
dormirá toda la noche en su cama y el esfuerzo de sus padres se verá recompensado.

Golpearse. Algunos bebés se golpean la cabeza contra la cuna. Esta conducta puede
haber comenzado como una forma de entretenimiento o porque se ha aprendido de otros
niños.

Para extinguirla lo mejor es distraer al niño cuando lo hace, cogiéndole en brazos,


enseñándole cualquier objeto o llamando su atención de cualquier otra forma.

101
Otro motivo por el que se golpean es por la rabia que sienten ante su situación
anterior de abandono. Es frecuente que los niños adoptados tengan expresiones de rabia,
en forma de rabietas, que asustan a sus padres, por la intensidad de sus manifestaciones.
En estos casos es necesario tranquilizar al niño, intentar cogerle en brazos y hablarle con
tranquilidad, volver a repetirle que no se le va a abandonar, que se le quiere y que se le
va a cuidar.

Falta de expresión. La primera forma de comunicación que establece el niño es a


través de la sonrisa que dedica a su madre cuando oye su voz. Si el bebé no ha
escuchado lo suficiente a ninguna figura materna ni nadie le ha dedicado el tiempo
necesario para que aprenda a expresar sus emociones, el niño permanecerá sin expresión,
sin sonrisa. Esto se corrige fácilmente, pues al ser tan pequeño aprenderá rápidamente a
comunicar sus expresiones si recibe la estimulación suficiente. Para ello, los padres
adoptivos deberán jugar con él, reírse con él.

Mirarse las manos. Hacia el quinto mes los niños descubren sus manos y las miran
sin saber que forman parte de su cuerpo. Cuando el niño va descubriendo otras cosas
deja de mirarse sus manos y cambia esta conducta por otra más evolucionada. El bebé
adoptado, al no tener otros objetos que mirar continúa mirándose sus manos como único
entretenimiento. Según se le ofrezcan nuevos objetos y posibilidades de movimiento, el
bebé dejará esta conducta.

No sujetar la cabeza. Esto suele ocurrir porque han estado mucho tiempo tumbados y
no han desarrollado los músculos del cuello. Se puede hacer que el bebé ejercite dichos
músculos, tumbándole boca abajo y enseñándole objetos llamativos, o simplemente
llamándole por su nombre hasta que empiece a levantar la cabeza y con el tiempo logre
sostenerla.

Sentarse. Algunos niños no saben sentarse, ya que han pasado todo el tiempo en el
orfanato de pie o tumbados. Poco a poco se le puede ir poniendo en esta posición, sin
forzarle, hasta que lo haga con naturalidad.

En cualquier caso, no tienen por qué darse todas estas conductas. Son normales
aunque algunas son más preocupantes. En el caso de considerar que son excesivas en la
duración del tiempo o en la intensidad, se deberá consultar a un especialista en adopción.

Consecuencias del abandono y de la institucionalización

Los niños que han sido abandonados entre los 8 y 12 meses desarrollan posteriormente
peores vínculos afectivos que los que sufrieron el abandono entre los 0 y los 6 o 7

102
meses.

Lo que caracteriza al niño adoptado es que es un niño abandonado, y por lo tanto,


como mínimo ha sufrido una ruptura vincular que determinará varios aspectos de su
desarrollo como el intelectual, el motor y el social, pero sobre todo el afectivo.

El apego se establece en edades tempranas, generalmente entre los 8 y los 36 meses


de edad. Las conductas de apego, que son las responsables de establecer los lazos
afectivos, son las que van a determinar que las personas lleguen a mantener o a alcanzar
relaciones con los demás estables y satisfactorias.

En fución de cómo se establezca ese vínculo entre el bebé y la madre o figura


materna se darán unas determinadas conductas de apego u otras.

Las figuras de apego son las que aportan al niño seguridad y le permiten explorar su
entorno, alejándose de su madre sin miedo, es decir, el bebé puede seguir jugando
aunque su madre salga de la habitación, porque está seguro de que va a volver. Si no lo
hiciera, si la madre le abandona por cualquier motivo, el niño sufriría consecuencias
psicológicas y fisiológicas.

Hay abandono cuando no se ha llegado a crear ningún vínculo emocional o éste se ha


roto. Hay diferentes tipos de abandono:

•Abandono prenatal. La madre que no desea a su hijo y no se cuida lo suficiente e


incluso realiza conductas peligrosas como beber o drogarse. El feto puede sentir
el rechazo de la madre y esto afectaría en su personalidad futura.

•Abandono precoz. La madre da a su hijo en adopción nada más nacer o le


abandona en la calle o en una institución.

•Incapacidad de los padres. El Estado se hace cargo del menor porque sus padres
no pueden atenderle por enfermedad mental o de otro tipo.

•Desinterés progresivo. En este caso los padres dejan al niño en una institución
porque no se pueden hacer cargo de él. Al principio le visitan, pero cada vez lo
hacen con menos frecuencia y se desentienden aunque no permiten que le adopte
otra familia con lo que el niño vive en el orfanato hasta la adolescencia.

•Muerte. Cuando los padres mueren en un accidente o tienen que ser ingresados en
un hospital durante un largo período de tiempo, el niño lo vive como un
abandono.

103
Cuadro 4.4. Tipos de abandono

Bases para una buena comunicación

La comunicación con los hijos empieza desde la cuna. Para ello es importante observar al
bebé para aprender a diferenciar los distintos tipos de llanto y poder así distinguir sus
necesidades. Ésta es una forma de escuchar a los niños, y aunque parece fácil, lo es para
algunas madres pero no para todas. Algunas se angustian tanto ante el llanto de su hijo
que ante el mínimo gesto o quejido intentan calmarle dándole comida; si el niño llora
porque tiene miedo o sueño, y la madre intenta calmar su llanto dándole alimento,
probablemente chupará el pecho o el biberón pero no verá satisfecha su necesidad,
sentirá que no es comprendido, que no es escuchado. Puede llegar a asociar el malestar
de cualquier tipo con comida, lo que podría provocarle en un futuro que siga calmando
sus malestares ingiriendo alimentos en vez de hablar de sus problemas.

Para una buena comunicación, lo primero que se debe hacer es hablar con su hijo, no
importa que no entienda el significado concreto de lo que se le diga, pero sí comprenderá
y aprenderá que hablar es importante. Es conveniente hablarle despacio, mirarle a la cara
mientras lo hace, responder a sus gestos con sonrisas y expresiones de alegría y aprender
a distinguir sus necesidades sin anticiparse a ellas.

Hablar con el niño desde la cuna es una manera de fomentar la comunicación.

Si el niño se siente solo y le abrazan, si tiene frío y le arropan, si tiene hambre y le


alimentan, se sentirá escuchado. Así comenzará una buena comunicación con sus padres.

En un bebé que ha sido abandonado y criado unos meses en un orfanato, este


proceso puede ser un poco más lento, ya que seguramente no ha recibido la estimulación
suficiente. Por ello es posible que tarde más en aprender a darse cuenta de que sus
padres van a atender sus necesidades, pero con un poco de motivación extra, en todo lo
mencionado en los párrafos anteriores, el bebé empezará a comunicarse con ellos.

No hay que olvidar que la comunicación no verbal también es igual de importante, y


por ello los niños captan rápidamente las expresiones y gestos de los mayores, lo que

104
forma parte de su aprendizaje en el proceso de comunicación.

Preguntas y respuestas

Adopté a mi hija cuando tenía 6 meses y durante el primer mes no se movía de


la cuna, no lloraba ni hacía nada. Poco a poco fue espabilándose y ahora llora y
balbucea, pero no quiere soltarse de mis brazos ni un solo momento. Mi familia
me dice que la estoy acostumbrando mal, que la deje llorar, pero yo creo que no
es bueno dejarla llorar todo el día. ¿Debo hacer caso a mis familiares?

El hecho de que en un principio no se moviera responde a que su conducta seguía siendo


la misma que tenía en el orfanato. Ahora ha empezado a tener confianza y por eso llora y
balbucea, porque sus llantos y sus ruidos se ven reforzados por su atención, pero todavía
no se siente segura y teme que la vuelvan a abandonar. Por eso no quiere soltarse de sus
brazos. No sería conveniente forzarla a hacerlo en este momento, pues no está preparada
para ello. En función de que vaya adquiriendo seguridad irá pidiendo otros brazos y
podrá ir separándose de su madre paulatinamente.

Mi hijo tiene 11 meses y le adopté cuando tenía 9. Su peso y talla estaban por
debajo de lo que le correspondía por su edad y el médico me dijo que pronto se
recuperaría. Sigue sin ganar peso, no come mucho, pero en otros aspectos su
recuperación ha sido espec tacular, ya no tiene esa mirada triste, sonríe y ha
empezado a caminar, pero me preocupa que no coja peso. ¿Debo obligarle a
comer un poco más?

No. Es un poco pronto para pensar en la existencia de algún problema que le impida
engordar, sobre todo teniendo en cuenta que no come mucho; cada niño tiene unas
necesidades diferentes en cuanto a la alimentación y el suyo comerá sólo lo que necesita.
Un dato indicativo de que el niño está bien es su notable mejoría en otros aspectos de su
desarrollo y la alegría que manifiesta.

105
106
Introducción

El desarrollo evolutivo del menor pasa por diferentes etapas, en el niño de 1 a 3 años su
desarrollo psicomotriz se caracteriza porque su propio cuerpo se convierte en un punto
de referencia para entender el mundo que le rodea. El sentido del tacto se convierte en
un factor primordial para explorar el medio. Toca y manipula los objetos, dando a sus
movimientos intencionalidad, es decir actúa ya con fines concretos. La capacidad de
poder explorar el entorno va a permitir al niño que madure su sistema nervioso. También
es clave la relación que mantiene con el adulto del que va a aprender, a través de una
conducta imitativa, sus gestos y palabras.

El desarrollo cognitivo del niño de esta edad se caracteriza por tener una inteligencia
sensorio-motriz. Su pensamiento es egocéntrico, se centra en sí mismo ya que no es
capaz de ponerse en el lugar del otro. Su inteligencia se caracteriza porque empieza a
comprender la noción de espacio, tiempo y la relación entre la causa y el efecto de las
cosas. Aparece el juego simbólico (un niño es capaz de jugar con una caja de cartón
como si fuera un coche) que le va a permitir a través de él comprender la realidad y
expresar sus emociones.

A nivel lingüístico su desarrollo evolutivo va desde los primeros balbuceos a la


emisión de sílabas, llegando a expresar palabras con significado a través de una conducta
imitativa del adulto. Hacia los tres años es capaz de elaborar frases cortas y es la edad en
la que el niño hace preguntas con frecuencia.

Desde un punto de vista social el niño muestra conductas de afecto hacia las personas
que conoce y quiere y de rechazo hacia aquellas que al niño no le disgustan. Va a ser
capaz de llamar por su nombre a determinadas personas que conoce. Hacia los dos años
aparece en muchos niños la etapa del no o negativismo hacia las demandas de los demás
con el fin de autoafirmarse.

Con respecto a su capacidad creativa puede realizar movimientos rítmicos con un


lápiz sobre el papel, como un ejercicio psicomotriz o puede intentar imitar la manera de

107
escribir o dibujar de una figura adulta.

Cuanto más se juegue con el niño mayor será su recuperación afectiva y cognitiva.

Interaccione con su hijo adoptivo y estimule la comunicación con él a través del juego

María fue adoptada hace cinco meses en Rusia cuando acababa de cumplir dos años. Es
poco comunicativa y expresiva, no muestra mucho interés en coger sus juguetes y juega
poco con ellos. Se queda mucho tiempo sentada y no tiene curiosidad por explorar el
entorno.

Voz de los padres

"Nosotros pensábamos que después de la adopción de nuestra hija podríamos tener


dificultades, pero no creíamos que pudieran ser éstas. Nos gustaría que nuestra hija
tuviera más interés en comunicarse con nosotros, en participar en actividades y que fuera
más expresiva. Nos encantaría sentirnos como una familia. Nosotros la queremos pero
ella no es muy cariñosa."

Voz del niño

Un niño que ha estado en una institución es muy probable que no haya tenido una buena
estimulación en las diversas áreas de su desarrollo y tenga por tanto una deficiencia a
nivel de lenguaje, psicomotricidad y desarrollo cognitivo, afectivo y social. Puede
mostrarse con su familia adoptiva tal como lo hacía allí, porque no sabe actuar de otra
manera.

Pautas de actuación

Los niños adoptados que han tenido una baja estimulación en su desarrollo necesitan
recuperar lo perdido en todas las áreas y requieren un tiempo para hacerlo. Muchas
veces lo pueden conseguir a través de la manera de actuar de sus padres y si no es así,
deberán acudir a una atención más especializada con el fin de facilitar la reeducación en
estos aspectos por parte de un profesional. Estos niños necesitan que se les hable mucho
y se interaccione con ellos y que se practiquen actividades a través del juego que
estimulen su psicomotricidad. El desarrollo de sus capacidades cognitivas puede
facilitarse mediante tareas especializadas para tal fin. Las muestras abiertas de afecto
pueden ayudarle a aprender a darlo y a recibirlo. Es muy importante que se relacione con
otros niños para que sepa interactuar y también aprenda viendo como éstos se comportan
y lo que hacen.

108
Proceso de adaptación: establecimiento de vínculos afectivos

Encuentro

Los padres adoptivos consideran el momento del encuentro con el menor un instante
muy emotivo y que les causa mucha inquietud, ya que no saben cómo va a reaccionar el
niño ante su presencia, no saben si se mostrará cariñoso, si les rechazará o si sentirá
temor.

En algunos países se les prepara para ese momento del encuentro con sus futuros
padres adoptivos. Se les dice con anterioridad que van a venir a buscarles unos papás y
que se irá con ellos, se les enseña su foto para que les conozca, de tal manera que el niño
vaya anticipando lo que va a acontecer. Pero muchas veces, debido a la edad de los
menores, no van a tener la capacidad de comprender qué es lo que va a suceder a veces,
el hecho de entenderlo tampoco les tranquiliza, puesto que les supone separarse de su
entorno y de las personas que conocen.

En el momento del encuentro, en el menor se pueden dar distintas reacciones ante la


presencia de sus futuros padres adoptivos, como mostrarse al principio inhibidos y
después ser afectivos y receptivos ante las muestras de afecto, expresar miedo o rechazo
hacia uno o ambos miembro de la pareja, llorar o bloquearse y no saber qué hacer o
decir. Es muy importante en ese momento la actitud del padre o de la madre adoptiva
hacia el menor, tendría que ser empática intentando comprender qué es lo que le está
pasando. Aceptar su rechazo si lo manifestase, dándole tiempo para que se adapte a la
nueva situación; tranquilizarle, calmarle si está llorando y si tiene miedo, al fin y al cabo
sus padres adoptivos en ese momento son unos desconocidos para él. Intentar
comprender que se puede sentir triste por diversos motivos, porque vaya a dejar a sus
amigos, porque tenga que separarse de una figura adulta con la que puede haber
establecido un vínculo afectivo. En esas circunstancias, si los padres adoptivos tienen la
capacidad de ponerse en su lugar, comprenderle, calmarle y darle su afecto, contribuirán
a que el niño sienta seguridad y confianza hacia ellos.

Esta forma de actuar facilitará la relación entre ellos, teniendo que ser flexibles
también con los hábitos y costumbres del menor durante el tiempo que permanezcan con
él en el país de adopción y durante el viaje de vuelta al país de origen de los padres
adoptivos.

Una actitud de respeto y flexibilidad en el primer encuentro serán vitales para el niño.

Creación de vínculos afectivos durante el proceso de adaptación

109
"Raquel fue adoptada con dos años y medio y actualmente tiene 3. Sus cuidadores nos
dijeron que había estado en varías casas de acogida, pero por diversos motivos, en
ninguna estuvo más de 6 meses. Cuando fuimos a recogerla a su país de origen, en el
primer encuentro, su padre se puso tan nervioso al verla que tuvo que salir al servicio. Ya
llevamos 6 meses con ella y todavía llora continuamente y no quiere que su padre la coja
en brazos."

Voz de los padres

"Estamos muy preocupados por la conducta de Raquel, pues aunque sabíamos que la
niña podría rechazarnos al principio no pensábamos que fuera a durar tanto. Mi marido
se siente muy culpable porque piensa que en el primer encuentro no actuó correctamente
y por eso la niña le rechaza."

Voz del niño

El niño que ha sufrido varias separaciones puede mostrar conductas de rechazo o de


incomodidad (llanto) debido al temor a que le vuelvan a abandonar.

Pautas de actuación

El pasar de una casa de acogida a otra sin permanecer en ellas largo tiempo puede
significar que el niño no ha conseguido establecer un vínculo emocional con ninguna de
las personas que le han cuidado y por eso no es capaz de hacerlo con sus padres
adoptivos en un período corto de tiempo.

Cuanto más tiempo haya pasado el menor sin haber establecido un lazo afectivo, más
tardará en conseguirlo con sus padres o figuras referenciales. El rechazo del niño al padre
no tiene que ver con una conducta concreta de nerviosismo, sino con toda su historia
previa. La paciencia, la comprensión y el respeto por las emociones que manifieste el
pequeño serán la manera de conseguir que se apegue a sus padres y de que adquiera
confianza en ellos.

Después del primer encuentro

Tras el encuentro empieza el proceso de adaptación del niño a su nueva familia y de los
padres adoptivos hacia su hijo adoptado. Es durante ese proceso cuando van a
estrecharse los lazos entre ellos y van a conformarse como familia. El que éstos lleguen a
formarse dependerá de una serie de variables tanto del menor como de los padres
adoptivos.

110
Con respecto al menor es importante que haya establecido con anterioridad a su
adopción, sobre todo en el primer año de vida, un vínculo afectivo con una figura de
referencia y que ésta le haya proporcionado al menor seguridad y afecto, ya que esto va
a condicionar, en parte, que pueda establecer en el futuro vínculos afectivos con otras
personas, tanto de amistad como de amor. Si esto es así tendrá mayor predisponibilidad
para vincularse con sus padres adoptivos.

Pero también hay que tener en cuenta en el menor que, si se ha vinculado con
anterioridad a la adopción con un adulto, la separación del mismo va a producirle una
serie de respuestas afectivas que pasarán por tres momentos. Uno consistiría en mostrar
rechazo y angustia hacia los padres adoptivos, pues el niño echa de menos y quiere estar
con la figura de apego. En el segundo sentiría menos tristeza por la pérdida de la figura
de apego, se mostraría nervioso, manifestaría menos rechazo hacia los padres adoptivos
y admitiría en ellos una actitud de afecto hacia él y por último la formación de nuevos
vínculos de cariño hacia sus padres adoptivos, aceptando su amor y afecto, tanto a nivel
verbal como no verbal a través del contacto físico, como besos o caricias.

Cuadro 5.1. Respuestas afectivas ante la separación de los padres adoptivos

Al principio sentirá mucha ansiedad ante la ausencia de los padres, ya que puede
temer que le abandonen, pero conforme se vayan consolidando los lazos afectivos ésta
desaparecerá.

Si el menor ha establecido un vínculo afectivo con un adulto y esta conducta de


apego con él no le produce seguridad y confianza, puede desarrollar un tipo de apego
ansioso, en el que el niño va a tener mucho miedo a que le abandonen y tiende a buscar
el afecto de manera indiscriminada en cualquier persona. O un tipo de apego evitativo, en
el que tendería a evitar el contacto afectivo con los demás.

Muchas veces en este proceso de adaptación y en la formación de nuevos vínculos

111
afectivos, pueden producirse dificultades debido al solapamiento que se produce entre los
anteriores vínculos del menor y los nuevos con sus padres adoptivos. Cuando dichos
vínculos han sido negativos como en situaciones de abandono afectivo o maltrato, la
experiencia previa con la figura de apego va a condicionar el establecimiento de nuevos y
sanos vínculos afectivos. Es importante que esto lo tengan en cuenta los padres
adoptivos para comprender al niño y darle tiempo para poder elaborar su experiencia
anterior y poder vincularse con ellos.

Si el menor no ha establecido ningún tipo de vínculo de cariño en este intervalo de


tiempo, puede dificultar seriamente la creación de los lazos afectivos con los padres
adoptivos y tener consecuencias serias en su desarrollo.

Generalmente, cuánto mayor sea el menor adoptado mayores repercusiones tendría


esa dificultad.

Adaptación al entorno familiar

El menor va a necesitar un tiempo para adaptarse a su nuevo hogar. Los niños ante las
situaciones de cambio reaccionan de diferentes maneras tanto a nivel psicosomático o
corporal, como emocional y conductual. Aunque puede pensarse que un niño más
pequeño tiene mayor capacidad de adaptación, no es del todo cierto que a mayor edad
mayores problemas de adaptación, depende del niño, de su personalidad y su experiencia
previa.

El menor en su nueva casa puede explorar el entorno tanto a través del gateo como
caminando teniendo una actitud curiosa y lúdica o puede mostrarse inhibido ante tal
situación. La participación de los padres adoptivos en el descubrimiento de su casa con
él, como un miembro más y animarle si tiene una actitud retraída a que les acompañe,
afianzará su idea de que forma parte de ese núcleo familiar.

Dentro de éste tendrá que aprender nuevos hábitos, normas, costumbres que muchas
veces deberán ser cambiadas con respecto a las que ha aprendido, las que constituyen la
base de su experiencia, ya que en la actualidad no cumplen ninguna función y otras se
mantendrán.

Con respecto a la alimentación, los menores de edad comprendida en este intervalo


pueden encontrar diferente tanto el sabor como el tipo de comidas. Por lo tanto facilitaría
su adaptación en el área buco alimentaria la introducción paulatina de los diferentes
alimentos y una actitud flexible ante las reacciones del niño.

112
Los hábitos de autonomía personal que no haya adquirido se le irán enseñando poco
a poco y siempre que sean acordes con su edad. Si son más mayores pueden tener
mayor destreza en vestirse debido a su internamiento en el orfanato, pero a veces esto no
ocurre por problemas psicomotrices debido a una baja estimulación anterior. A los dos
años participa en que le vistan y a los tres puede vestirse solo aunque no llege a
abrocharse la cremallera. Mostrarles una actitud empática y tranquila ayudará al menor a
aprenderlos.

La higiene y aseo son fundamentales para la salud física de un menor. Es importante


hacer que esta situación sea vivida de una manera placentera. Puede ser que no tenga
costumbre de bañarse a menudo o que lo haya vivido de manera desagradable debido a
las condiciones que le hayan acompañado en el orfanato. Por este motivo es importante
enseñarle despacio, que vea también en sus padres esas conductas, cuanta más edad
tenga el menor, mayor facilidad tendrá para aprenderlas por imitación. Así, va a pasar de
colaborar en el lavado de manos a lavárselas solo. También en relación al control de
esfínteres, el niño pasará de no ejercer ningún control sobre ellos cuando es pequeño a
expresar deseos de ir al baño cuando tiene cerca de tres años. La hora del baño pasará de
ser al principio algo extraño y poco grato para convertirse en algo agradable y
satisfactorio para él.

Es posible que cuando vaya a dormir tenga problemas de sueño, debido muchas
veces a la inquietud y a la novedad que le produce la nueva situación. Puede tener
sueños intranquilos, despertarse varias veces por la noche y tener miedo. En esos
momentos es muy importante que sus padres adoptivos le tranquilicen y le den
seguridad. Es esencial que el niño tenga su habitación y duerma solo, porque esto va a
facilitar en él su desarrollo evolutivo haciéndole más autónomo y menos dependiente,
aunque sus padres se tengan que levantar varias veces durante la noche.

Las normas y límites dan seguridad al niño, por lo que deben implantarse con
coherencia y claridad.

Por último, es fundamental el establecimiento de unos límites y normas en el niño.


Aunque en un principio los padres puedan mostrarse más indulgentes con él, debido a la
nueva situación, los límites tendrán que ir imponiéndosele de una manera clara y
coherente. El menor tiene que ir aprendiendo lo que se debe o no se debe hacer y
empezará a tomar referencias de su nuevo entorno. Pues el niño siempre tenderá a
probar hasta dónde puede llegar, qué se le puede permitir, tenderá a actuar como lo ha
hecho antes, ya que muchas de esas conductas han podido ser útiles en el orfanato donde
estaba, pero ahora en su núcleo familiar con sus padres adoptivos ya no le valen.

113
Cuánto mayor es el niño más tendrá interiorizada una determinada conducta de
actuación, es decir, más instauradas y automatizadas estarán en él las conductas que ya
traía aprendidas, que pueden ser acordes o no con las nuevas normas que los padres
quieren establecer, lo que va a producirle una reorganización interna de las mismas para
poder adaptarse a la nueva situación.

Adaptación a los otros miembros de la familia

Los padres adoptivos ante la inmensa felicidad que les produce su hijo, desean que éste
sea conocido por el resto de la familia, y amistades que a su vez también anhelan dicho
encuentro, ya que éste ha sido esperado por ellos durante un largo período de tiempo.
Sin em bargo, reunir al menor con una gran cantidad de gente que viene a verle y
después se va, que le llevan multitud de regalos y que le hacen excesivas muestras de
afecto, puede repercutir de manera negativa en su proceso de adaptación a la nueva
realidad que va a vivir, porque va a dificultar que el niño internalice y sepa quiénes son
las personas que forman su núcleo familiar. Esto va a ser más relevante cuanto menor
sea el niño. Es importante dosificar las visitas y que éstas le vean de forma paulatina.

Incorporación al medio escolar

Es muy importante en un menor de este intervalo de edad cómo va a ser su


incorporación al medio escolar. Hay que tener en cuenta que en estos niños la separación
de sus nuevos padres adoptivos les puede suponer una dificultad, ya que ellos han tenido
la experiencia de ser abandonados. Volver a separarse de su nueva familia les puede
generar miedo e inseguridad y más cuanto mayor es el niño. Éste necesita para su
proceso de individualización y crecimiento personal separarse de la relación estrecha
creada entre la madre y el hijo. Muchas veces debido a este deseo de hijo que no se ha
podido tener durante años y que ahora se tiene, la madre no tolera la separación del
mismo e interfiere en su autonomía. También al niño le puede suponer una dificultad
integrarse en el medio escolar porque no llegue a adaptarse por su miedo a la separación
de los padres, porque encuentre el entorno hostil y le sea difícil la interacción con los
demás. La incorporación del niño a la escuela es importante porque la separación de los
padres va a incrementar su autonomía.

Por este motivo cuando se le lleva a la guardería o al colegio es recomendable hacer


una serie de puntualizaciones. Es conveniente durante un tiempo antes de llevarle, que se
le explique adónde va a ir, teniendo en cuenta su edad para que sea comprensible para él,
remarcándole lo positivo de la situación, es decir, que a donde va a ir es un lugar en el
que va a estar con otros niños y va a aprender mucho a través de actividades lúdicas. Es
conveniente acercarse con él al centro escolar antes de su incorporación, para que vaya

114
conociéndolo y le sea familiar, tanto el espacio físico como la actividad que se realiza en
su interior. También es positivo que vea a otros padres con sus hijos, cómo les dejan allí,
cómo se comportan y qué material escolar llevan. También es importante que el niño
conozca el centro, a los profesores y que observe lo que hacen otros niños, ya que le
producirá seguridad y tranquilidad.

Y lo que es más importante para él, que observe cómo otros padres recogen a sus
hijos y la alegría que a ambos les produce el reencuentro. Así, el niño va a ir
interiorizando que los padres después de dejarle se van, principalmente la madre y cómo
después vuelven a por él. Es decir, va afianzando el pensamiento de que nadie le
abandonará de nuevo.

También es fundamental que los padres adoptivos tengan en cuenta que cuando el
menor comience su escolarización, es posible que sus resultados académicos no sean
acordes con lo esperado para su edad. Esto puede ser debido a deficiencias cognitivas,
diferencias culturales o dificultades con el idioma e incluso, a veces, si el niño tiene tres
años puede necesitar apoyo escolar para ponerse al mismo nivel que sus compañeros. Si
no se le exige al menor más de lo que puede hacer, se le evitarán frustraciones
innecesarias y si los padres adoptivos conocen las limitaciones de su hijo, no crearán
falsas expectativas sobre él, beneficiando con dicha actitud el sano desarrollo del menor.
Éste tiene una capacidad para aprender muy rápida por lo que en poco tiempo se pondrá
en el mismo nivel que los demás.

Por otro lado, desde el punto de vista social, en el colegio no suelen tener problemas
de integración, normalmente son bien acogidos y hacen amigos. Si existiera algún
problema de discriminación la actitud con que los padres adoptivos la aborden ayudará al
menor en la resolución del mismo, haciéndole ver que no es nada peyorativo ser
diferente.

Responder con sinceridad a sus preguntas sobre la adopción

"Alejandro tiene 3 años y fue adoptado con 18 meses. La palabra adoptado la decimos
con frecuencia y él ha visto los vídeos de cuando fuimos a su país de origen a recogerle.
Hace unas semanas que continuamente le toca la tripa a su madre y dice que `ésta es la
tripa de mi mamá'. Nosotros queremos decirle la verdad pero no sabemos cómo porque
al ser tan pequeño no sabemos si lo entenderá."

Voz de los padres

Es frecuente que los padres tengan las sinceras intenciones de hablar a su hijo sobre la

115
adopción pero que cuando llega el momento no sepan cómo hacerlo. Su temor es que
puedan hacer daño al niño con la verdad.

Voz del niño

El menor desde muy pequeño percibe muchas más cosas de las que pueda parecer a
primera vista. Sabe o siente en cierto modo que ha sido abandonado y presenta sus
dudas de diferentes formas, como puede ser tocando la tripa de la mamá, con dibujos de
embarazadas y con preguntas confusas sobre los bebés o las gestantes.

Pautas de actuación

La mejor respuesta es la verdad, sea cual sea la forma en la que el niño formule su
pregunta. Se debe responder de tal manera que el niño entienda lo que le están diciendo,
los padres no deben entrar en largas explicaciones, con un niño de 3 años las respuestas
deben ser muy concretas. Si el niño dice "ésta es la tripa de mi mamá" está claro que está
haciendo referencia a sus orígenes. Una respuesta adecuada sería decirle que él no
estuvo en esa tripa, que estuvo en la tripa de otra señora pero que ella es su mamá.
Probablemente el niño se quedará satisfecho durante un tiempo con esa respuesta,
aunque la haga varias veces. Cuando su curiosidad o comprensión no se vean cubiertas
volverá a insistir y entonces habrá que ir ampliándole la información pues no se
conformará con una respuesta tan sencilla.

Lo mejor es contestar con naturalidad cuando pregunte, no postergar la respuesta y


observar cuál ha sido su nivel de comprensión por si fuera necesario explicarle algo más.
Si el niño percibe nerviosismo u ocultamiento interpretará que hay algo malo detrás de lo
que se le está diciendo.

Adecuar la respuesta a la edad del menor

Hablar al menor con sinceridad sobre la adopción es fundamental para que pueda
elaborar su propia historia. Es necesario responder a sus preguntas adecuándolas a su
edad. Debería estar familiarizado con la idea de su adopción, porque se le ha contado
que fueron a su país donde estaba él para llevársele con ellos, ya que les hacía muy feliz
que él fuera su hijo, que realizaron el viaje de vuelta los tres en avión, enseñándole las
fotos del mismo, qué cosas hicieron cuando llegaron a casa. De ese modo el niño podrá
interiorizar que con sus padres existe un espacio para la comunicación, sintiéndose seguro
y confiado. El niño irá preguntando y tendrá conciencia de que ser adoptado no es algo
que se tenga que ocultar, que es distinto pero igual de valioso que los demás niños.

116
La palabra "adopción" o "adoptado" debería formar parte del vocabulario habitual, no
se trata de decirlo cada cinco minutos, pero si el niño lo oye preguntará cuál es su
significado, y de esta forma, al contestarle con naturalidad desde tan pequeño, aprenderá
a confiar en sus padres y a consultarles sus dudas.

Distintos trastornos de conducta y modo de resolverlos

"Irene tiene 3 años y la adoptamos cuando tenía dos y medio. No come mucho pero
bebe dos litros de leche diarios y no quiere agua. Pesa poco para su edad y nos preocupa
que por tomar tanta leche no coma lo suficiente y no gane peso ni altura."

Voz de los padres

Los padres suelen extrañarse ante estas conductas porque piensan que su hijo, al haber
sufrido situaciones de carencias alimenticias, tanto en cantidad como en calidad, al llegar
a su casa comerán de todo, como si tuvieran que recuperar de golpe lo que no tuvieron y
se angustian mucho con todo lo relacionado con la alimentación.

Voz del niño

"He descubierto la leche y me encanta, puedo tomar toda la que quiera." Los niños
descubren que ya no tienen limitaciones a la hora de comer y pueden elegir un alimento
que les gusta mucho como su comida preferida.

Pautas de actuación

Es normal que los niños quieran comer mucho de aquello que les encanta, y esto no tiene
importancia siempre que no deteriore su alimentación en lo referente a la falta de alguno
de los elementos básicos (proteínas, vitaminas, hidratos de carbono y grasas). La leche es
un alimento bastante completo pero no aporta hierro, por lo que sería conveniente
consultar al médico si el niño necesita un aporte suplementario para tener una dieta
equilibrada.

Si el menor come poco pero está alegre, sigue su ritmo diario con vitalidad y no
pierde peso, no hay por qué preocuparse.

En el niño adoptado pueden darse distintos trastornos de conducta, tanto durante su


período de adaptación al nuevo núcleo familiar como tiempo después.

El menor puede mostrar conductas de temor hacia cosas u objetos que no son
acordes a su desarrollo evolutivo como sería en este caso tener miedo a los extraños o a

117
los animales. Ante estos miedos una actitud tranquilizadora por parte de los padres, le
ayudará al menor a ir superándolos.

Puede tener conductas obsesivas relacionadas con el orden, es decir, que se muestre
excesivamente ordenado a su edad y que tenga dificultad para adaptarse a los cambios.
Ante estas conductas es importante mostrarse comprensivo, ya que muchas veces
denotan inseguridad y le sirven para poder desenvolverse en su entorno. Una actitud
flexible por parte de los padres ayudará a que se relaje y acepte las situaciones
novedosas.

En relación a la esfera bucoalimentaria puede presentar falta de apetito, rechazo a


ingerir la comida, problemas para masticar alimentos sólidos cuando puede hacerlo o
dificultades para comer solo, cuando puede hacerlo con cuchara. Por el contrario podría
mostrar una ingesta masiva de alimentos, comer hasta saciarse y volver a comer poco
tiempo después; también puede robar alimentos y comérselos a escondidas. La pérdida
de apetito puede ser debida al nuevo tipo de comidas que se le presentan tan distintas
quizá a las que él ha conocido. Comer en exceso puede relacionarse con la falta de
alimento que el menor ha podido tener con anterioridad y ante la experiencia de la
carencia del mismo, tiende a guardarlo. Los padres adoptivos ante esto deberían por una
parte invitarle a probar nuevos sabores y por otra, hacerle comprender que no hace falta
que coma tanto ni que se guarde comida, porque ésta no va a desaparecer, siempre va a
estar ahí si le apetece. Esta actitud le tranquilizará.

Puede exhibir conductas de hiperactividad o actividad excesiva de manera intensa y


frecuente durante un intervalo de tiempo, unas veces de manera intencional y otras veces
no. También puede que esté muy inquieto, que no duerma lo suficiente, que llore con
facilidad, que manifieste conductas agresivas, berrinches y chillidos. Todo esto puede ser
debido a un estado de ansiedad producido por la nueva situación, a que no esté tranquilo,
tenga miedo y viva la nueva relación con sus padres adoptivos con incertidumbre. El
comportamiento de éstos deberá ser empático y comprensivo, manteniendo una actitud
de serenidad.

Otra conducta posible es la excesiva demanda de atención hacia los padres, hasta
provocarles que se sientan desbordados y no sepan cómo contentarle. Los padres
adoptivos deberán tener en cuenta que como su hijo es muy vulnerable ante una
situación de rechazo y abandono, tenderá a vincularse afectivamente con ellos de una
manera ansiosa porque no tiene la seguridad de que le vayan a querer. Todavía no ve a
sus padres como figuras estables que van a vivir con él, sino como transitorias.

Ausencia de límites

118
"Luis tiene casi 3 años y le adoptamos cuando tenía 2. Vino muy débil y hemos tenido
problemas con su salud porque siempre estaba malito por diferentes motivos, aunque no
eran causas graves. Por esta razón siempre le hemos consentido mucho y ahora no
sabemos có mo ponerle límites, pues cuando le decimos que no a algo se nos agarra con
fuerza y llora desconsoladamente, lo que nos da mucha pena, aunque una vez que
consigue lo que quiere se le pasan todos los llantos y tristezas."

Voz de los padres

"Sabemos que a un niño es necesario ponerle límites pero nos preocupa dejarle llorar,
porque hemos leído que un niño adoptado puede volver a sentirse abandonado si no se le
coge lo suficiente y no queremos que eso le pase a nuestro hijo."

Voz del niño

"Ya sé que llorando consigo lo que quiero. Si no me dan algo tendré que llorar más
tiempo y más fuerte para conseguirlo."

Pautas de actuación

Todos los niños, sean biológicos o adoptados, saben cómo manipular a sus padres para
conseguir lo que quieren. Es cierto que no es bueno dejar que un niño adoptado llore
cuando la causa de su llanto pueda ser el miedo al abandono o un sentimiento de soledad,
pero eso es una cosa, y otra muy distinta que los niños utilicen su llanto para conseguir lo
que quieren de sus padres. Éstos, en general, saben diferenciar un llanto manipulador de
uno sincero y no deberían dejarse arrastrar por los caprichos de sus hijos, pues esto no
beneficia en nada a los pequeños.

Los límites no sólo son fundamentales, son imprescindibles para el desarrollo


evolutivo y educativo de un niño. El conocer e interiorizar la existencia de normas le
enseñará a respetar a los demás y a socializarse dentro de un mundo en el que
continuamente tendrá que acatar límites y normas.

Si a un niño de 3 años nunca se le han marcado pautas, habrá que hacerlo


paulatinamente, empezando por aquéllas, sólo una al principio, que se sepa de antemano
que se puede cumplir, por ejemplo, se le puede decir que "a partir de ahora no te daré un
caramelo hasta después de la comida" y ser inflexible en esa norma, se ponga como se
ponga.

Poco a poco el niño aprenderá que cuando sus padres le dicen una cosa la cumplen y
por lo tanto entenderá que hay determinadas pautas que no puede saltarse.

119
Cuadro 5.2. Trastornos de conducta

Consecuencias del abandono y de la institucionalización

El desarrollo cognitivo y físico de un menor va a estar condicionado por el nivel de


estimulación previo que haya tenido anteriormente.

Una de las principales consecuencias del abandono va a estar relacionada a nivel


afectivo con la alteración que se va a producir en la capacidad de apego o la capacidad
para establecer vínculos afectivos con la figura materna. Que el niño no haya establecido
una inclinación hacia la madre puede provocar que se establezca por defecto en el menor
un apego ansioso o evitativo, o en el peor de los casos, que no se haya manifestado
ningún tipo de vinculación afectiva. Esto va a incidir de manera negativa en él e influirá
en todas las áreas de su desarrollo. El niño en la institución, si no ha tenido mucha
atención individualizada durante mucho tiempo puede ser difícil que consiga establecer la
unión con alguna figura sustituta, puede presentar carencias posteriormente en la
conducta social y el juego, en la comunicación verbal, además de una disminución del
juego simbólico; también pueden aparecer rasgos autistas en el menor como
consecuencia de una severa deprivación afectiva que haya podido sufrir anteriormente.

Cuadro 5.3. Consecuencias del abandono

120
En algunos casos de adopción pueden existir en el menor factores biológicos que
podrían derivar en problemas psicopatológicos. Éstos estarían relacionados con el
embarazo de la madre, el parto y el tiempo que estuvo con ella antes de pasar a la
institución ya que puede haber habido consumo de sustancias, falta de cuidados en el
transcurso del embarazo y en el niño tras su nacimiento, también abandono físico y
afectivo y situaciones de maltrato. Estas circunstancias podrían influir de manera
negativa en su desarrollo físico y psicológico.

Es cierto que a mayor tiempo de institucionalización mayor riesgo de que aparezca


sintomatología física y psicológica. Existen carencias relacionadas con haber permanecido
en un orfanato a edades muy tempranas. Asimismo pueden existir síntomas de
desnutrición, teniendo un percentil por debajo del esperable a su edad en peso y altura.
En ocasiones se puede dar además un retraso a nivel psicomotriz y de lenguaje.

Muchos niños también presentan a nivel físico problemas de estrabismo, que estarían
relacionados por un lado, con los niños que crecen en espacios muy pequeños, que no
tienen contacto con el medio exterior y que sólo tienden a fijar la vista en objetos
próximos, y por otro, por aquellos que se han criado en cunas rodeadas de sábanas a los
lados para impedir que vieran a otros niños y así evitar que produjeran problemas, lo que
hacía que no fijaran la vista de manera adecuada. Además pueden sufrir enfermedades
respiratorias debido a que han vivido en centros donde había muchos menores, la
ventilación de los mismos no era adecuada lo que a veces les provocaba avitaminosis
(enfermedad producida por la escasez o falta de ciertas vitaminas). Asimismo, puede
darse algún retraso psicomotor, ya que en los orfanatos donde están no hay muchos
cuidadores que puedan atenderlos, por lo que no salen al exterior sino que permanecen
en cunas o parques. Por todo esto, los niños que evolutivamente podrían hacer cosas
como caminar o sentarse aún no lo hacen.

También pueden darse deficiencias relacionadas con el desarrollo cognitivo


(capacidad intelectual y todo lo relacionado con el pensamiento). Según algunos estudios,
las carencias producidas en el desarrollo cognitivo de un menor que ha sido

121
institucionalizado más de seis meses, se verá más afectado que las carencias producidas
por malnutrición, aunque ésta le va a hacer más vulnerable a dichas deficiencias pero no
es tan determinante como la institucionalización. Si el niño es adoptado con menos de
seis meses, su desarrollo cognitivo va a aumentar con la adopción, obteniendo una
recuperación cognitiva sobre dos o dos años y medio después de estar con la familia
adoptiva. Sin embargo, a mayor edad de la adopción del menor, sobre todo si éste es
mayor de dos años, el desarrollo cognitivo disminuye.

También se producen problemas de hiperactividad y de atención en niños adoptados


después de los seis meses, cuya causa está más relacionada con las carencias que han
sufrido en la capacidad de apego que en otras causas que son origen de los problemas de
atención en los menores como pueden ser dificultades en la psicomotricidad o en la
cognición. El niño tiene un déficit en el establecimiento de las relaciones sociales que
debe aprender para saber desenvolverse adecuadamente.

Bases para una buena comunicación

La base para establecer una buena comunicación con su hijo tiene que estar
fundamentada en la capacidad de saber escucharle y en que las interacciones
comunicativas entre ambos sean claras y coherentes. Que se den respuestas adecuadas a
las preguntas que formule el menor y exista un equilibrio entre los componentes afectivos
e intelectivos en la comunica ción que se mantiene con él, de tal modo que adquiera
confianza, seguridad, capacidad para pensar por sí mismo, sepa tomar decisiones y
expresar sus emociones y sentimientos conforme vaya creciendo.

Cómo fomentar la autoestima

Una de las características de los niños de adopción internacional es su baja autoestima,


por lo que para fomentarla se debería incidir en los siguientes aspectos:

•Modificar la imagen que tiene de sí mismo, ya que ésta no es muy positiva.

•Enseñarle cuáles son sus cualidades y virtudes y que aprenda a valorarlas.

•Enseñarle a mejorar sus conductas positivas y reforzárselas.

•Felicitarle por los logros que consiga.

•Fomentar su autonomía personal.

•Valorar los esfuerzos que haga por colaborar en las tareas de casa que sean

122
adecuadas a su edad.

•Hacer que se sienta querido e importante.

•Nunca criticarle a él sino sus conductas.

Preguntas y respuestas

Hace 2 años adopté a mi hijo Carlos, que actualmente tiene 3. Cuando vino
mordía continuamente, tanto a nosotros como a su hermano y a otras personas
de fuera. Esta conducta aunque ha disminuido no ha desaparecido. Ahora va a
empezar la guardería y me preocupa que muerda a otros niños. Quisiera saber
por qué muerde y qué puedo hacer.

Como seguramente será el caso de su hijo, muchos niños adoptados muerden por varias
razones:

•Puede ser una conducta que anteriormente haya utilizado para defenderse de sus
compañeros.

•También puede ser por la frustración que le ha provocado su vida dentro de la


institución, en la cual se ha podido sentir solo, desprotegido o sin valor, ya que
nadie se ha preocupado por él, sintiéndose angustiado e irritable, lo que le lleva a
mostrar conductas agresivas.

•Lo primero sería comprender por qué lo hace, que entiendan que hay una razón.

•Suponemos que se le ha reprendido con firmeza. Si no hubiera sido así, deberán


hacerlo, no mostrando conductas agresivas con él. Si su modo de regañarle
también es agresivo estarán reforzando la agresividad de su hijo.

•Cuando vaya a morder, si se puede anticipar, se lo impedirán de una forma firme


pero tranquila y se le proporcionará una conducta alternativa, es decir, realizar
una actividad lúdica que al niño le interese.

Mi hija tiene 3 años y la adoptamos con 15 meses, nunca ha tenido problemas


con el sueño y ha dormido toda la noche de un tirón. Hace un mes que, de vez
en cuando, se despierta gritando, con los ojos abiertos, sudando y con expresión
de miedo en la cara. Cuando se levanta no se acuerda de nada. Me asusta
mucho porque creo que está sufriendo por algo y no sé como ayudarla. ¿Qué
debo hacer? ¿Debería llevarla al médico?

123
Por lo que refiere parece que su hija está pasando por la etapa evolutiva de los "terrores
nocturnos" que se manifiestan tal y como usted los describe. No es nada preocupante y
lo lógico es que desaparezcan en poco tiempo.

Hace dos meses adopté a una niña de dos años, estamos preocupados porque no
presta mucha atención cuando se le habla, pasa muchas horas inactiva, se queda
sentada entre sus cosas, apartada de los demás miembros de la familia y apenas
habla. ¿Qué puedo hacer? y ¿Qué puede pasar?

Es posible que su relación vínculo-afectiva o su capacidad de apego con la figura materna


o figura sustituta en la institución haya sido deficiente, por lo que exista en ella una
dificultad para poder establecer lazos afectivos con los demás, principalmente con la
madre adoptiva.

Sería aconsejable reforzarle cualquier iniciativa que tuviera de acercamiento afectivo.


También sería relevante realizar actividades lúdicas que los padres sepan que le gustan,
así como potenciar la relación de ella con otros niños, llevándola a zonas recreativas
infantiles, para que aprenda a desenvolverse dentro del ámbito social, además de juegos
infantiles acordes con su edad, participando en ellos. Asimismo, sería importante
fomentar el contacto físico a través de caricias, juegos o masajes corporales. Del mismo
modo sería interesente desarrollar tareas que fomentaran la participación con los padres,
como ver juntos películas de dibujos animados, mirar libros con ilustraciones y
comentárselos, con el fin de ayudarle a comprender el mundo que le rodea.

124
125
Introducción

Desde el punto de vista psicomotor, a los tres años el niño empieza a controlar todos los
movimientos de su cuerpo que anteriormente eran un poco inestables. Puede correr con
soltura y es capaz de hacer torres con cubos debido al control de la horizontalidad y la
verticalidad. Puede frenar cuando está corriendo y modular la velocidad de su carrera. A
los cuatro años ya salta alternando un pie con otro, pero es a los cinco cuando lo hace
sobre un solo pie. También copia un círculo con la mano. Con cinco años, ya tiene
equilibrio y sabe orientarse en las cuatro direcciones. El niño ha desarrollado mucho su
sistema locomotor, por lo que a partir de este momento sus avances son menos
espectaculares.

Intelectualmente, entre los cuatro años y los siete años se desarrolla en el niño la
inteligencia representacional o simbólica, es decir, es capaz de adjudicar a objetos
concretos características de otros a los que representa, por ejemplo puede coger un trozo
de madera y jugar con él como si fuera un coche.

En la integración social, se muestra más independiente, es capaz de obedecer y de


ceder ante una petición. Es la época de los "por qué" y de los "cómo." Comparte juegos
y se preocupa por otras personas, es una etapa de sensibilidad, todo le da pena y lo
expresa con continuos "¡pobrecito!".

A los cinco años también pregunta "para qué" refiriéndose a cuestiones prácticas.

En esta etapa, con respecto al sueño, se dan pesadillas que no duran mucho tiempo.
Mantiene sus opiniones e intenta defenderlas. Tiene una imaginación desbordante, lo que
a veces le lleva a mentir. Es importante saber que estas mentiras no tienen la intención
que en los adultos, pues el niño todavía puede confundir la realidad con sus fantasías.

Es capaz de controlar sus emociones y le encanta agradar a su madre. Físicamente es


incansable. Le gustan los juegos en los que ejercita su cuerpo y también los que se realiza
en grupo.

126
El niño de 6 años sigue teniendo una energía inagotable. Se dan en él contradicciones
y su estado de ánimo puede alterarse bruscamente por cosas sin importancia, puede
enfadarse porque su batido no es de fresa y al momento bebérselo encantado.

Las pesadillas disminuyen aunque todavía le asustan algunos animales y todo lo


relacionado con fantasmas, duendes, etc.

A esta edad, suele estar muy centrado en sí mismo y le gusta que le refuercen
continuamente sus logros. Empieza con entusiasmo muchas cosas pero no suele
terminarlas.

En definitiva el niño de esta edad es creativo, fantasioso, activo, energético, con


necesidad de aprender, saber, conocer: es un niño en busca de respuestas que aporten
sentido al mundo que empieza a descubrir.

Proceso de adaptación. Establecimiento de vínculos afectivos

Los padres adoptan al niño pero el niño también tiene que adoptar a los padres, es
decir, el menor también tendrá que aceptar plenamente a sus padres para sentirse a gusto
con ellos y que la adaptación entre todos los miembros de la familia se realice con éxito.

La adopción es un proceso recíproco en el que los padres adoptan a un niño pero el


niño también adopta a los padres.

Cuadro 6.1. Características evolutivas

127
Los niños de tres años y más, ya se dan cuenta de todo y son mucho más
conscientes de los cambios. Tienen más miedo ante lo que va a pasar en su nueva

128
familia, por lo que se intentará que los cambios sean lo menos bruscos posibles y la
presentación e integración con la familia extensa se hará de forma paulatina.

En el país de origen el niño ha podido ser preparado para que se comporte de una
determinada manera. Algunos llaman mamá o papá nada más ver a sus padres, a pesar
de que son unos totales desconocidos para él. Es importante no forzarle a hacerlo y
explicarle que no se le va a hacer daño, que entienden que para él son unos extraños pero
que con el tiempo se sentirá bien. El explicarle que no se le va a dañar es fundamental. Si
no conoce el idioma, deberían decírselo en el suyo, aprender unas cuantas frases que le
calmen y ayudarse de un traductor para transmitirle tranquilidad.

Algo que ayudará al niño en su adaptación y en un futuro es construirle la historia de


su pasado, traer todo lo que se pueda que haya estado relacionado con su vida anterior:
fotos, información de la familia biológica, sus ropas (aunque sólo sea un trapito), los
nombres de sus amiguitos puestos en la foto, etc. Todo esto se le puede enseñar para que
la ruptura con su mundo anterior no sea tan brusca. Darle el espacio para hablar de sus
recuerdos, fomentar este tipo de conversaciones ayuda al niño a dejar el vínculo anterior
y construir uno nuevo.

Algunos niños se niegan a ver los vídeos y no quieren hablar de nada de su pasado.
Si esto es así, lo mejor es respetarlo. Ya lo hará más adelante cuando se sienta
preparado.

El tiempo que se permanece en el país de origen se debe aprovechar para enterarse


de cuáles son los hábitos que el niño tenía en el orfanato o en la casa de acogida, para
mantener los que se puedan y los otros cambiárselos poco a poco.

A la llegada al país de destino, el pequeño suele estar asustado por todo lo que está
viviendo y no se le debería someter a un grupo de gente chillando de alegría por su
llegada. El niño no percibiría dicha alegría sino que se podría sentir agobiado y más
asustado de lo que ya está. Es necesario hacérselo comprender a los familiares y amigos
y dosificar la presentación del menor a aquellas personas que en no mucho tiempo
pasarán a ser importantes para él. Todo aquel que quiera el bienestar del niño, lo
comprenderá. Si han esperado dos años pueden esperar un par de semanas más.

Al llegar a casa se le enseñará ésta, explicándole que es ahí donde van a vivir
siempre, que esa es su casa. Se le llevará a su habitación y también se le dirá que esa es
su cama y su espacio privado, que lo que hay dentro son sus pertenencias y sus cosas.

Es recomendable no sobrecargar la habitación con excesivos juguetes u objetos,

129
cuanto más sencilla sea, más facilidad tendrá para ir comprendiendo lo que es cada cosa
y para qué sirve.

La nueva familia en la que se integra el niño está formada por dos personas o por
más, en caso de que haya hermanos u otros parientes, que de momento son unos
extraños para él, necesitará un tiempo para acostumbrarse a ellos y probablemente no
querrá quedarse con nadie hasta que no se sienta seguro. No se le debe obligar a
permanecer con otras personas si no quiere, pues la separación de sus padres puede
generarle inseguridad, ansiedad, evocarle su anterior abandono o hacerle pensar que se le
abandona de nuevo. La percepción del tiempo es muy distinta entre los adultos y los
niños, lo que para un adulto puede significar "un rato" (por ejemplo, un par de horas),
para el niño puede resultar un tiempo tan largo que le haga pensar que ya no van a volver
con él.

Tener un hijo adoptado cuando existen hijos biológicos

Rosa fue adoptada hace dos años en Costa Rica cuando tenía casi cuatro. Sus padres
tenían dos hijos biológicos, Marta de seis y Andrés de ocho años. Aunque al principio sus
hermanos estaban muy ilusionados con su nueva hermana, conforme ha ido pasando el
tiempo se ha ido produciendo un distanciamiento entre ellos, sobre todo con su hermana.
No comparten juegos ni actividades y muchas veces se observan ciertas actitudes de
rechazo.

Voz de los padres

"Cuando iniciamos el proceso de adopción nuestros hijos estaban muy contentos con la
llegada de una nueva hermana. Al poco tiem po observamos que ésta era excluida de los
juegos, actividades e incluso de las conversaciones de nuestros hijos biológicos. En
muchas ocasiones la rechazan abiertamente, la culpan cuando hay algún conflicto y no la
permiten integrarse en su círculo de amigos. Estamos muy preocupados de que esto
afecte a la buena marcha de la familia y cause problemas de adaptación en nuestra hija
adoptada. Además creemos que puede perjudicar también nuestra relación con ella."

Voz del niño

La llegada de un menor adoptado a una familia donde ya hay otros menores que forman
parte del núcleo familiar puede provocar un problema añadido a las dificultades de
adaptación. El menor siente que no es el único centro de atención y el único destinatario
de los cuidados y afectos de los padres. Puede sentirse en inferioridad de condiciones
sobre todo si hay varios hermanos que pueden formar un núcleo cerrado. El aislamiento

130
puede extenderse a otros círculos debido al sentimiento de que si sus propios hermanos
no son accesibles tampoco lo serán otros niños en el ámbito escolar y social. El menor
puede sentir que la relación con sus nuevos padres es menos estrecha que con sus
hermanos debido a los lazos ya establecidos, esto puede dificultar la adecuada formación
de los vínculos paterno-filiales.

Pautas de actuación

En estos casos los padres deberían mantener una actitud mediadora muy decidida y
constante. Las actividades en grupo por parte de la familia son muy importantes. En este
sentido se deberían facilitar situaciones en las que toda la familia participase, ya sean
juegos, entretenimientos y todo tipo de actividades lúdicas. También puede ser clave
incentivar los sentimientos de responsabilidad de los hijos mayores hacia el menor de tal
forma que éstos se sientan protagonistas de la labor de integración del nuevo hermano,
un buen ejemplo sería la cooperación en las tareas escolares. A veces el tener amistades
fuera de la familia por parte del menor, por ejemplo en el colegio, puede ser un buen
camino de apertura que se extienda a las relaciones dentro del núcleo familiar. Es muy
importante que el niño adoptado sienta el afecto de sus padres en la misma medida en
que observa las relaciones afectivas con sus hermanos.

Fomentar la autonomía

Respecto a sus hábitos habrá que observarlos y mantener aquellos que son adecuados.
Hay casos en que los niños comen y se visten solos cuando llegan a su nueva casa, y por
el deseo de las madres de sobreprotegerles, comienzan a hacerlo ellas hasta que el niño
deja de valerse por sí mismo. Luego estas madres se quejan de que sus hijos "van para
atrás".

También es importante darle libertad para que exprese sus sentimientos y su afecto o
para que no lo haga. Si rechaza las muestras de cariño de sus padres cuando intentan
abrazarle, besarle, acariciarle, etc. se le deberá respetar pero se le puede decir que le
quieren, que aunque comprenden que no le guste darles un beso ellos le siguen
queriendo. Cuando el niño se sienta verdaderamente aceptado, comenzará a dar muestras
de cariño él también.

Todo ello hará que se vaya estableciendo un lazo afectivo con la nueva familia.
Cuando al niño le cuesta establecerlo se debe tener paciencia y se le debe animar a que
hable de lo que se acuerde de su pasado. A veces no quieren crear un nuevo vínculo
porque sienten que eso significaría traicionar a su familia biológica, renegar de ella, o por
su pasado traumático. En estas circunstancias se le puede explicar que puede seguir

131
queriendo a sus padres biológicos y que con ello no hace daño a sus padres adoptivos.
Esto supondrá una tranquilidad para el menor, pues significa darle permiso para estar en
contacto con sus padres o pasado sin traicionar a nadie.

Es frecuente que en este intervalo evolutivo se den pesadillas, terrores nocturnos,


miedo a la separación de los padres, a la oscuridad y a los monstruos. Todo esto unido a
su inseguridad derivada por todos los cambios que ha tenido y al proceso de adaptación,
puede provocarle pesadillas. Ante ellas lo mejor es despertarle, abrazarle y consolarle
diciéndole que no pasa nada, que en esa casa está seguro y que sus padres van a cuidar
de él. Según vaya adquiriendo seguridad en sí mismo y en sus padres las pesadillas
desaparecerán.

Los terrores nocturnos también son frecuentes en estas edades. Consisten en que el
niño chilla, llora, suda y a veces se incorpora de la cama; su aspecto transmite verdadera
angustia, pero, aunque tenga los ojos abiertos, no es consciente de nada, al día siguiente
no recuerda lo que dijo o hizo. Cuando esté en esta situación se le puede tranquilizar
cogiéndole en brazos, echándole en la cama o sujetándole si está muy alterado hasta que
se calme, y cuando lo haga se le introduce de nuevo en la cama en la que seguirá
durmiendo tranquilamente sin acordarse de nada.

La comida puede resultar un problema en un principio por el desconocimiento de


sabores y texturas nuevas o por la cantidad de ingesta, en unos casos se niegan a comer y
en otros lo hacen con glotonería. En el primer caso puede ser una forma de rechazar a su
nueva familia. Ante esta situación, que suele angustiar a los padres, lo aconsejable es,
una vez más, hacerle saber que entienden su rechazo, que se hacen cargo de cómo se
siente y que lo que se está intentando es que se encuentre lo mejor posible. Si se adopta
una actitud comprensiva y flexible, el niño empezará a comer con normalidad.

Problemas de alimentación

Boris fue adoptado con 5 años en Rusia, aunque han pasado varios meses desde su
adopción sigue presentando problemas con la ingesta de comida y tiene rechazo a beber
agua si no es en una taza.

Voz de los padres

"Tanto su padre adoptivo como yo hemos intentando darle a probar distintos platos de
comida para que fuera familiarizándose con ellos. En general, como le gusta todo se lo
come, el problema que tenemos es que su apetito es insaciable, muchas veces después de
haber comido, coge comida de la despensa y se la come a escondidas. También tiene la

132
manía de beber el agua sólo en un tipo de taza, negándose a beberla en otro recipiente."

Voz del niño

"He estado tanto tiempo en la institución, que muchas veces he pasado hambre, nunca he
tenido la certeza de que mañana podría volver a comer. Me resulta difícil poder beber
agua en un vaso, cuando era pequeño solían dármela así y me obligaban a bebérmela
muchas veces sujetándome la cabeza y haciendo que me la tragara."

Pautas de actuación

Cuando un niño adoptado presenta un problema en relación a la ingesta de la comida o


de la bebida, es necesario mostrar una actitud empática hacia él. Probablemente para el
comportamiento que manifiesta tiene que haber alguna razón. Si el niño tiende a comer
en exceso habrá que hacerle comprender que puede comer con la tranquilidad de que la
comida no se va a acabar, que cuando llegue de nuevo la hora de comer, la comida estará
en la mesa. Cuando él vaya aprendiendo que esto es así, no necesitará comer en exceso,
porque tendrá la confianza de que las cosas van a suceder tal como se lo dicen sus
padres adoptivos y no pasará hambre. Por otro lado, si el niño muestra alguna manía con
respecto a la alimentación, es importante tener en cuenta que puede haber algún motivo
para ese comportamiento. No sería bueno intentar forzarle a cambiar su conducta de
manera radical, es más positivo intentar escuchar qué es lo que el niño cuenta,
mostrándole una actitud comprensiva y flexible, haciéndole sentir que esa manera de
actuar en su nueva familia no tiene sentido, porque la situación es distinta.

Importancia del vínculo previo

El vínculo que el menor haya establecido previamente será determinante para la creación
de uno nuevo con su familia actual.

Si ha tenido varias rupturas vinculares, la adaptación será difícil y es posible que


rechace a sus padres de una forma contundente. Es posible que se niegue a tocarles y a
que le toquen, puede negarse a hablar, a comer, a obedecer y puede volcar sus energías
en hacerles la vida imposible. En un caso así lo probable es que el niño les esté poniendo
a prueba para ver cuánto le aguantan y cuánto van a tardar en abandonarle de nuevo. En
esta situación es importante hacerle saber que le quieren a pesar de lo que haga y que no
le van a abandonar. No se debe consentir que utilice sus sentimientos de abandono y
darles pena para hacer lo que quiera. Una forma de hacerle saber que se le quiere es
imponerle unos límites adecuados y hacer que se respeten, tanto por su parte como por
la de los padres. En ocasiones, éstos castigan al niño por una falta y no lo hacen al día

133
siguiente por la misma, esto perjudica al menor creándole inseguridad y no le ayuda en su
adaptación.

La adaptación de los niños a partir de los 6 años se complica y se consideran


adopciones de riesgo en las que influyen una serie de variables por parte de los niños y
de los padres que pueden dificultar o favorecer la adopción.

Figura 6.1. Es frecuente que al principio el niño rechace a los padres adoptivos.

Desde el punto de vista de los menores los factores de riesgo son:

•Edad: cuanto más mayor sea en el momento de la adopción, más difícil será su
integración familiar. Esto constituye un componente de riesgo, no por la edad en
sí misma, sino por la acumulación de experiencias y recuerdos negativos que ha

134
sufrido el niño. Su actitud ante una nueva familia puede ser negativa porque
anticipa el fracaso, un nuevo abandono.

•Tiempo de institucionalización: a mayor tiempo pasado en el orfanato, peor


integración por las variables que conlleva la institucionalización.

•Raza: el pertenecer a una raza diferente a la de los padres supone una dificultad
añadida.

•Malos tratos: el haberlos sufrido o haber sido objeto de abusos sexuales dificulta el
establecimiento de nuevos vínculos afectivos.

•Acogimientos anteriores: si ha habido otros acogimientos previos frustrados, la


adaptación tendrá más riesgo de malograrse. A mayor número de fracasos, más
riesgo de volver a fracasar.

•Existencia de hermanos: cuando se adopta a hermanos, la adaptación familiar es


más difícil, porque son niños de edades distintas con necesidades específicas que
los padres tienen que cubrir, tanto a nivel físico como psíquico, en el mismo
intervalo de tiempo.

•Tipo de vínculo previo: si el menor estableció buenos vínculos afectivos en el


pasado, el riesgo es menor.

Desde el punto de vista de los padres los factores de riesgo son:

•Estilo educativo de los padres: autoritario, permisivo y sobreprotector.

•Nivel sociocultural: bajo.

•Preparación de los padres: es muy importante que los padres sepan cuáles son las
dificultades con las que se pueden encontrar, para que sus expectativas sean
reales.

•Seguimiento: proporcionar a los padres un espacio donde puedan acudir para


resolver sus dudas y problemas. Algunos no quieren recurrir a especialistas
porque piensan que eso sería como reconocer que no lo están haciendo bien. Es
todo lo contrario, ya que implica una actitud responsable y una forma de
enfrentarse a la resolución de problemas.

•Recurrir a los servicios sociales: en ellos se puede encontrar ayuda y orientación.

135
•Relación de pareja: la estabilidad en los padres proporcionará un ambiente
equilibrado, que puede ofrecer un entorno de seguridad al niño.

Cuadro 6.2. Factores de riesgo en la adopción

Si se da el fracaso no es por un factor único, sino por la interacción de varios factores


de los padres y de los hijos.

Si se desea adoptar a un menor de esta edad, los padres deberán conocer las
dificultades con las que se van a encontrar y tomar la decisión después de haber
reflexionado ampliamente y no dejarse llevar por un sentimiento de pena o de ayuda mal
entendido, ya que el menor se vería perjudicado.

Adopción de riesgo: adoptar hermanos

Marta fue adoptada cuando tenía 6 años y Antonio cuando tenía casi tres, en Colombia,
hace ahora seis meses. Sus padres adoptivos pensaban que la adopción de dos hermanos
no les iba a suponer muchos problemas, pero en el día a día, la convivencia con ellos, en
el período de adaptación, les está planteando muchas dificultades. Expresan que son muy
diferentes, dicen que Marta es menos afectiva, más retraída y tiene una conducta más
distante hacia su madre. Sin embargo, Antonio demanda más el afecto de sus padres,
tiende a irse con todo el mundo y es muy comunicativo.

Voz de los padres

"Nosotros queríamos tener más de un hijo adoptado, así que pensamos que adoptar a
dos hermanos nos haría muy felices. Pensamos que el proceso de adaptación iba a ser
más fácil para los menores por ser hermanos, porque tendrían más cosas en común y se
apoyarían el uno en el otro. Sin embargo, no ha sido así, Marta es muy sumisa,
obediente pero creo que no me llega a aceptar como su madre, necesitaría estar con ella

136
más tiempo, pero Antonio demanda tanto nuestra atención que nos resulta muy difícil
atender adecuadamente a los dos. Además, mi marido debido a su horario de trabajo no
puede ayudarme todo lo que necesitaría."

Voz del niño

"Al ser la hermana mayor, tengo a mi hermano pequeño, pero éste siempre está con
mamá. Yo me siento muchas veces sola. He estado en el orfanato muchos años
sintiéndome poco querida. No tenía muchos amigos y hablaba poco, intentaba pasar
desapercibida para no tener problemas. Me gustaría que mi mamá adoptiva me quisiera,
se ocupara más de mí e intentara comprenderme. Me porto bien para que no me
devuelvan, pues ellos siempre se quedarían con mi hermano, por ser más pequeño y me
separarían de él."

Pautas de actuación

Cuando una familia adopta a dos hermanos, tienen que tener en cuenta que el período de
adaptación va a ser más difícil, que si se adopta sólo a un menor. Esto es debido a que
los caracteres y las necesidades de cada uno de los menores van a ser diferentes. Y si
esto no se tiene en cuenta pueden surgir problemas que eclipsen el éxito de la adopción.
Hay que considerar la edad de los menores, pues el mayor, al llevar más tiempo en la
institución, tendrá más secuelas emocionales. También se habrá dado cuenta con mayor
claridad de que ha sido abandonado y habrá tenido la experiencia diaria de lo que supone
vivir en un orfanato, en el que ha ido desarrollando una serie de comportamientos, que
aunque allí eran eficaces, porque le salvaguardaban de problemas, en la actualidad no le
sirven. Ahora, tiene que volver a aprender a relacionarse, a tener mayor confianza y
seguridad tanto en sí mismo como en el entorno. Necesitará que sus padres adoptivos le
dediquen más tiempo para poder ir estableciendo un vínculo afectivo estable con ellos.
Necesitará sentirse querida y saber que no va ser abandonada si se porta con naturalidad
y que no tiene que dar la imagen de ser una niña buena. Con respecto al hermano menor,
también necesitará un tiempo para poder vincularse emocionalmente con sus padres, para
aprender a ser selectivo a nivel afectivo y a saber diferenciar a éstos de los demás. Cada
hijo requiere un tiempo y unos modos de actuación, por este motivo la adopción de
hermanos puede convertirse en una adopción de riesgo, si no se tiene esto en cuenta.

Bases para una buena comunicación: hablarle de la adopción

Si el menor habla un idioma diferente, lo adecuado sería que los padres aprendieran unas
palabras y frases elementales en su idioma para poder comunicarse mínimamente con él.
Si no es así, los niños de estas edades suelen tener recursos suficientes para hacerse

137
entender y pedir lo que necesitan en lo que se refiere a sus necesidades básicas, por lo
que eso no es un problema, ya que aprenden rápidamente y en poco tiempo dominarán el
idioma e igualarán a los niños de su edad en el área del lenguaje.

En el caso de que el menor no quiera hablar en su lengua materna una vez que ha
adquirido el vocabulario suficiente en su nuevo idioma, no es adecuado obligarle, ya que
podría ser una manera de rechazar su pasado con experiencias desagradables.

La comunicación es algo más profundo que adjudicar unas palabras a unos objetos:
es saber escuchar y transmitir los sentimientos, es dar al otro (en este caso al niño) la
oportunidad de que se exprese sin que se sienta criticado, de que pueda preguntar con
libertad todo lo que quiera sin que sienta que incomoda a sus padres.

En los niños adoptados, es frecuente que no sepan ponerles palabras a sus


sentimientos. Se dan cuenta de que en su interior hay una emoción pero no saben cuál
es. Serán los progenitores quienes deberán enseñarle a hacerlo; por ejemplo, cuando el
niño se muestre contrariado porque no le sale una cosa los padres pueden decirle que
está "enfadado" y explicarle que eso que siente se llama "enfado", o cuando llore por
pena se le explica que lo que siente es "tristeza," que está "triste." Y así con cada uno de
los sentimientos que manifieste hasta que los asocie a la palabra que le corresponda. De
esta manera, no sólo aprenderá a nombrar sus sentimientos, también aprenderá que sus
padres le escuchan, que saben lo que le está pasando y verá que no le critican por ello,
por lo que irá cogiendo confianza en ellos y en sí mismo.

Otra manera de fomentar la comunicación es responder siempre a sus preguntas con


sinceridad, sean del tipo que sean y si pregunta algo que no se sabe, reconocer
abiertamente que se desconoce la respuesta, en vez de intentar buscar salidas
complicadas, con lo que lo único que se consigue es confundir al niño o evitar que
pregunte cuando tenga otras dudas.

Una buena técnica para potenciar el diálogo es lo que se denomina "recoger el


sentimiento." Consiste simplemente en decir lo que el niño está sintiendo en ese
momento para darle la oportunidad de seguir hablando sobre lo que le pasa. Si por el
contrario se corta al niño y se le dice que ha actuado mal, lo que se consigue es que se
cierre y no siga contando su aventura. Si esto se repite, llegará un momento en el que no
confíe ni cuente nada a sus padres para evitar los "consejitos" y las críticas.

Ejemplo de mala comunicación. Carlos sale del colegio y se acerca a su


madre:

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-Carlos: ¡Hola mamá! ¡La profesora es una tonta!
-Mamá: ¡No digas eso!
-Carlos: ¡Pero mamá! Es que...
-Mamá: ¡Es que nada, a la profesora no se la insulta!
-Carlos: Bah... contigo no se puede hablar.
En esta situación, Carlos sale enfadado del colegio e insulta a la profesora. Su madre
sólo se centra en esto, que no se debe hacer, y lo único que consigue es que su hijo se
cierre en banda y no le cuente lo que ha pasado. Posiblemente, Carlos se sienta no
comprendido, seguirá enfadado y no reflexionará sobre lo que ha ocurrido ni sobre la
manera de solucionarlo.

Ejemplo para fomentar la comunicación. Carlos sale del colegio y se acerca a


su madre:
-Carlos: ¡Hola mamá! ¡La profesora es una tonta!
-Mamá: Umm... Parece que estás enfadado.
-Carlos: ¡Pues claro!, me ha castigado sin recreo por pegar a Luis.
-Mamá: ¿Te ha castigado por pegar a Luis?
-Carlos: Es que Luis me ha quitado el lápiz y le he pegado.
-Mamá: Umm... ya veo. ¡Has pegado a Luis!
-Carlos: Pues claro, me ha quitado mi lápiz favorito.
-Mamá: Y tú le has pegado y te han castigado, a lo mejor podrías solucionarlo
de otra manera.
-Carlos: No sé. Otro día que Luis me quite el lápiz le pediré que me lo
devuelva, o se lo diré a la profesora.
-Mamá: Eso es una buena idea.
En una situación como la anterior, Carlos se siente comprendido y no criticado por su
madre, por lo que sigue contándole lo que le ocurrió. Además la madre le da la
oportunidad de que encuentre una solución a su problema y cuando lo hace le refuerza.

Otra forma de favorecer la comunicación es repetir la última palabra o frase de lo que


está contando, para darle la oportunidad de que siga hablando y transmitirle que le
estamos escuchando. Ejemplo: "tu profesora es una tonta", "has pegado a Luis", etc.
También se puede utilizar el silencio. Escuchar no significa solamente oír, cuando le
hablen mírenle con atención y hagan cualquier gesto que indique que están interesados en

139
lo que cuenta, como ¡Umm...! ¡Ya...!. No hay que olvidar que lo que para un adulto
puede resultar una tontería para un niño puede ser algo muy importante.

Los niños suelen saber enfrentarse a sus problemas mejor de lo que piensan sus
padres. Antes de facilitarles una solución o consejo es mejor darles la oportunidad de que
lo resuelvan por sí mismos, y ofrecerles la ayuda de los padres, pero sin anticiparse.

Otra forma de promover la comunicación es jugar al "juego de los secretos". Consiste


en que una vez a la semana se reúnen los padres (padre, madre o ambos) con su hijo y
se cuentan un secreto, que no tiene que ser algo trascendental, sino un sentimiento de
malestar, de alegría o cualquier otra cosa que sea importante para el que habla. Lo
fundamental es compartir los sentimientos y el tiempo con él y que siempre se cuente
algo que sea verdad. El menor aprenderá a confiar en sus padres y a contarles sus
preocupaciones.

Respecto a las preguntas sobre su adopción habrá que estar muy atento porque no
siempre las expresan de un modo claro. Si la pregunta es "¿yo estuve en tu tripita?" no
hay ninguna duda de que la respuesta es "no" acompañada de una explicación que sea
comprensible para su edad. Las respuestas siempre deben ser verdaderas, por duras que
sean, pues la realidad es la que es y eso no se puede cambiar. Si se miente al niño, lo
acabará detectando y dejará de confiar en sus padres.

Las respuestas deben ser adecuadas a la edad del menor y no ir con la explicación
más allá de lo que se pregunta. Cuando el niño se quede satisfecho con lo que se le dice
es que la respuesta es adecuada, ya volverá a investigar cuando le surjan nuevas dudas.

Todavía hay padres que piensan que es mejor no hablar a su hijo de su abandono
porque creen que será muy doloroso para el pequeño. Seguro que lo es, pero más lo será
percibir que sus padres le ocul tan algo sobre él. Ante esto rellenará ese algo oculto con
imaginaciones y fantasías mucho peores que la realidad que le están ocultando.

Hay formas de preguntar sobre el embarazo o abandono de forma indirecta. Cuando


un niño se fija y llaman su atención repetidamente las señoras embarazadas, los bebés,
los animalitos mamando, etc., lo que puede estar detrás de eso es la inquietud por saber
qué pasó con su propio embarazo, dónde está la mamá que le tuvo en la tripa. Estas
inquietudes también puede manifestarlas a través del dibujo, pintando muñecos a la altura
de la tripa en la camiseta de la mamá, dibujando bebés.

En estos casos deberán ser los padres los que aborden el tema de su adopción, ver
hasta dónde sabe y hasta dónde quiere saber y tratar de satisfacer su curiosidad.

140
Distintos trastornos de conducta y modo de resolverlos

Algunas de las conductas problemáticas tienen que ver con la sobreprotección y la falta
de límites de algunos padres sobre sus hijos adoptivos, a los que tratan como si fueran
hijos únicos y a los que no les imponen una disciplina adecuada. El resultado de esto y de
un excesivo control son conductas infantiles del niño que se comporta con su madre
como si fuera más pequeño de lo que es, no obedece, con lo cual se produce en la madre
un estado de ansiedad que no beneficia a ninguno de los dos.

Cuando los menores adoptados en estas edades llegan a sus casas, suelen tener
bastante autonomía en lo que se refiere a sus hábitos cotidianos, como comer solos,
vestirse y dormir solos; también están acostumbrados a ser disciplinados. Los padres
pueden mantener estas buenas costumbres que no son incompatibles con cuidar y querer
al niño con esmero.

Conductas que pueden aparecer al incorporarse a la nueva familia:

•Rendimiento escolar: es un problema frecuente en los primeros años. En un


principio es totalmente normal que el niño vaya un poco retrasado, pues sus
condiciones al entrar en el colegio no son las mismas que la de el resto de los
niños. Si los padres son conscientes de esto y no tienen unas expectativas irreales
consistentes en que su hijo sea el primero (de la clase o en todo), podrán ayudar
a su hijo a ponerse al mismo nivel que los compañeros de su edad, con paciencia
y apoyo. Es importante que el niño asocie el colegio y el estudio con algo
divertido y no con algo que le genera tensión, y en algunos casos, castigos. La
mejor manera de ayudarle es animándole, aunque al principio no lo haga bien y
desde luego, no criticándole.

•Comida: además de las connotaciones afectivas que tiene el rechazarla o


atiborrarse a comer, algunos niños hacen cosas raras como las siguientes: echan
agua al plato, quieren comer sólo con los dedos, no saben utilizar el tenedor, se
guardan la comida en los bolsillos o la esconden, no comparten nada con sus
amiguitos o comparten absolutamente todo porque no tienen la conciencia de que
algo pueda ser solamente suyo. Algunos incluso pegan a otros niños para
defender sus objetos, etc. Cuando surja alguna conducta de este tipo, habrá que
pensar que son hábitos que el niño aprendió en su país e intentar explicarle que
en el orfanato tenían un sentido pero que en casa las cosas son diferentes, que ya
no necesita robar la comida porque no le va a faltar, que no hace falta aguar la
sopa porque aquí tiene fideos suficientes.

141
•Sueño: un problema frecuente en los niños de estas edades, biológicos y
adoptados, es la existencia de pesadillas y terrores nocturnos. Estos trastornos
suelen desaparecer pronto, si no es así habrá que pensar en la existencia de algún
conflicto, que en el niño adoptado puede estar relacionado con su pasado. Se
puede intentar hablar con él de sus sueños, decirle que seguramente todavía está
asustado por todos los cambios y experiencias que ha pasado y tranquilizarle
siempre diciéndole que no se le va a abandonar. Si no desaparecen las pesadillas
sería conveniente consultar con un especialista.

•Cuerpo: las conductas de rechazo a los demás, a besarlos, abrazarlos o a dejarse


coger en brazos deben ser respetadas, tanto de los demás hacia él como de él
hacia los demás. Un niño que rechaza el contacto puede hacerlo por haber
sufrido malos tra tos o abusos sexuales, por lo que el control de su cuerpo estuvo
muchas veces en manos de otras personas. Ahora que está en su nueva casa es el
momento de enseñarle que su cuerpo es suyo, que nadie tiene derecho a tocarle
ni a besarle si él no quiere. Si se le obliga continuará pensando que su cuerpo no
le pertenece y eso puede hacerle pensar que no es importante, que él no merece
la pena.

•Bloqueo: con frecuencia, cuando se les dice algo que no entienden muy bien, se
quedan bloqueados, se ponen rígidos y no son capaces de hablar ni de moverse.
Parece que esta conducta responde a una situación de miedo por no saber qué
hacer, no sabe si le regañan o no y esto le bloquea emocional y físicamente. En
esta situación se debe abrazar al niño y calmarle, decirle que no pasa nada y
tenerle en brazos todo el tiempo que necesite.

•Rechazo a sus compatriotas: los niños de raza diferente a la de su familia adoptiva,


a veces rechazan a personas que son de su misma raza. Esto puede ser debido a
que tienen asociadas malas experiencias con quienes les cuidaban.

•Rabietas: es muy frecuente que manifiesten rabietas que son mucho más llamativas
de lo normal, son explosiones de rabia. Pueden aparecer de repente y sin motivo
aparente y a veces les duran más de una hora. La sensación que dan es de
sufrimiento y se muestran incontrolables e inconsolables. Ante esto, lo mejor es
permanecer al lado del niño diciéndole que no tiene por qué asustarse, que sus
padres estarán siempre con él y que no le van a abandonar. Si es preciso sujetarle
para que no se haga daño, se hará de la forma menos brusca posible.

•Robos: pueden estar relacionados con un aprendizaje adquirido en el orfanato


como método de supervivencia o ser una manera de mostrar agresividad contra

142
los padres o que simplemente lo haya porque tiene miedo de que le quiten algo
que le gusta. Sea el caso que sea se le explicará que ésa no es una manera de
conseguir las cosas, que puede disponer de lo que hay en casa pidiendo permiso.
Si los robos responden a una forma de molestar a los padres o profesores se le
dirá que entienden que está muy enfadado por todo lo que ha pasado y que segu
ramente roba para exteriorizar su enfado, pero que sus padres adoptivos le
quieren y que comprenden su rabia. El niño poco a poco, según se vaya sintiendo
seguro y querido, dejará de robar.

•Mentiras: se dan con frecuencia en los niños adoptados que ya tienen capacidad de
comprensión y las dicen sabiendo lo que hacen. En muchas ocasiones el objetivo
es que les acepten, piensan que si se muestran como son les rechazarán. A veces
se convierte en una conducta automática que desaparece cuando el niño se siente
en un entorno acogedor y aceptado por sí mismo.

•Pedir perdón: nada más llegar a la familia, piden perdón por cualquier cosa. Es
necesario decirles que no pasa nada cuando se rompe un vaso sin querer o
cuando ocurre cualquier cosa sin importancia, que no por ello se les va a dejar de
querer. Pedir perdón es un signo de madurez pero en estos casos hace referencia
al temor de los niños a que "los devuelvan".

•Separaciones: hay niños que no tienen problemas en quedarse con sus familiares
mientras sus padres salen a cualquier lado, pero hay otros que son incapaces de
separarse y les supone un verdadero sufrimiento alejarse de sus padres. Algunos
han llegado a estar una hora abrazados a ellos. En estos casos las despedidas son
muy dolorosas porque el miedo al abandono está muy presente. No se debe dejar
al niño con nadie si su reacción ante la separación es tan dramática como la
referida anteriormente.

Miedo a la separación

Martín fue abandonado con un año por su madre. Después estuvo con una mujer hasta
casi los tres años, que le dejó en una institución porque enfermó y no pudo seguir
cuidándole. Con cuatro años fue adoptado. Tras la adopción, el niño suele estar
continuamente al lado de su madre adoptiva, intentando siempre tener un contacto físico
con ella. No tolera estar solo jugando o viendo la televisión, necesita que estén sus padres
a su lado. Se sintió muy angustiado cuando su padre adoptivo volvió al trabajo, después
de estar mucho tiempo con él. Ahora va a tener que incorporarse al colegio, y sus padres
están preocupados porque cuando se lo han dicho se ha puesto muy nervioso y ha
reaccionado con mucho miedo.

143
Voz de los padres

"Desde que mi marido y yo adoptamos a Martín, no hemos podido estar solos ni un


segundo, porque parece que necesita estar pegado a nuestro lado continuamente. No es
capaz de entretenerse solo con sus juguetes y si lo hace tiene que ser con nosotros
delante. Pero se le nota que no está tranquilo, porque siempre está atento a lo que
hacemos. Estamos preocupados por su ingreso en el colegio, porque no quiere ir, no
quiere separarse y se agarra a mí con miedo y desconsuelo. Estuvo muy nervioso,
cuando su padre empezó otra vez a trabajar, preguntaba por él cuando no estaba y
lloraba mucho cuando se iba. No sabemos qué hacer para que no sufra de esta manera."

Voz del niño

"Debido a que me han abandonado anteriormente varias veces, me he sentido solo, sin
afecto y desprotegido. Mi experiencia es que es posible que vuelva a ocurrir, no tengo en
mis padres adoptivos la suficiente confianza y la seguridad de que no lo vayan a hacer. Si
me separo de ellos pueden desaparecer fácilmente, como me ha ocurrido antes. No
quiero que mi padre se vaya, no quiero ir al colegio, que me dejen allí, porque puede que
no vuelvan."

Pautas de actuación

El miedo al abandono se da en los niños adoptados con mucha frecuencia, sobre todo a
una edad en la que ya tienen una experiencia previa. Saben que es posible porque les ha
ocurrido anteriormente. Debido a esta vulnerabilidad, es necesario actuar con ellos de
una manera determinada en relación a las separaciones. Es necesario ir dándole al niño la
seguridad y la confianza de que no se le va a dejar. Ir enseñándole poco a poco que el
hecho de que uno de los pa dres se vaya no significa que desaparezca. Si va a trabajar es
positivo mostrarle el sitio de trabajo, incluso llevarle para que lo conozca. Hablar con él
por teléfono desde allí, para que sienta que aunque está lejos, es posible acceder a él, que
si le necesita, puede oír su voz. Asimismo, cuando vaya a ir al colegio es importante
enseñarle el mismo, que vea cómo son las clases, que vea a los otros niños y que
conozca al adulto que va a ser su profesor. Esta manera de actuar le irá tranquilizando.
También podrá observar cuándo entran y salen los niños, cómo los dejan sus padres y
los recogen, para que él vaya interiorizando que los padres se van, pero luego vuelven,
que siempre vuelven, que no se queda ningún niño allí. Cuando el niño se escolarice es
fundamental que al principio vaya poco tiempo, sólo unas horas, para que vaya
acostumbrándose poco a poco a la separación, el niño no tiene el mismo concepto del
tiempo que un adulto, lo que para éste es un ratito, para el niño puede ser una eternidad.
Así, con esta manera de actuar, el niño no tendrá tanto miedo a ser abandonado por sus

144
padres adoptivos pues tendrá más confianza en ellos.

•Miedo ante insectos: algunos niños han manifestado conductas de terror ante una
mosca o mosquito. Esto podría responder a que en su país sufrían picotazos de
algunos insectos que les producían dolor y escozor. Ante estas conductas los
padres deben mostrarse tranquilos para que el niño vea que no pasa nada, que
esa mosca o cucaracha, no les puede hacer daño.

•Cambios bruscos de ánimo: en ocasiones pasan de estar contentos a estar


enfadados en unos pocos segundos, o de querer mucho a su mascota a odiarla al
momento siguiente. Esto responde a la inestabilidad emocional que les produce la
adaptación a su nuevo hogar, que se va estableciendo poco a poco ayudando a
que esas conductas desaparezcan.

•Manifestación del dolor: en un principio no se quejan por nada, aguantan mucho el


dolor porque en su país no podrían darle la atención que necesitaban y nadie
respondía a sus quejas, por lo que han aprendido a no lamentarse. Cuando ven
que sus padres atienden con prontitud y vehemencia a sus llantos, éstos se
convierten en una expresión excesivamente frecuente de sus quejas, por lo que
pasan una época en la que lloran por todo.

Cuadro 6.3. Conductas problemáticas y su afrontamiento

145
•Chantaje emocional: los niños se dan perfectamente cuenta de la actitud de los
padres hacia ellos y de su estado emocional, que no dudan en utilizar para su
propio beneficio, para conseguir lo que quieren. Los niños adoptados han pasado
por experiencias difíciles, pero ello no significa que sean unos pobrecitos a los
que se va a frustrar ante cualquier capricho que se les niegue. Los padres han de
mantener las normas y hábitos que les imponen y no responder a sus chantajes
emocionales si lo que quieren es ayudarles.

Es frecuente que, ante cualquier negativa, los niños digan: "¡Tú no eres mi verdadera
madre!". Si ella siente en alguna parte dentro de sí que esto es verdad, es que no tiene

146
asumida totalmente su maternidad. Ella es su madre por muy enfadada que esté con su
hijo y una manera de contestar a un ataque como ése podría ser: "Tu madre soy yo y por
eso tienes que bañarte antes de cenar", "todo ese rollo está muy bien pero ponte a hacer
los deberes ahora mismo."

Consecuencias del abandono y de la institucionalización

Los efectos físicos y psicológicos del abandono y de la institucionalización van a


depender de una serie de factores que varían de un niño a otro. Los dos más importantes
son el tiempo de permanencia en el orfanato y el establecimiento o no de vínculos
previos.

Cuanto más tiempo haya estado institucionalizado un niño, mayores serán las
secuelas que produce en él. También influirá el número de cuidadores que haya tenido y
el trato que éstos le hayan dado.

Si un niño entre tres y seis años no ha logrado establecer vínculos emocionales con
su familia biológica o con otras figuras maternas, puede tener muchas dificultades en
crear un nuevo lazo afectivo, lo que en un futuro puede traducirse en incapacidad para
mantener relaciones estables y satisfactorias.

En el desarrollo físico las consecuencias son las siguientes:

•Dolores y malestar difuso que no está justificado por ninguna causa orgánica.

•Dificultades y trastornos en el sueño, pesadillas.

•Mareos.

•Talla y peso por debajo de lo que les corresponde para su edad.

•Caries y problemas dentales.

•Efectos nocivos en los huesos como consecuencia de la desnutrición.

En el desarrollo intelectual y del lenguaje:

•Retraso escolar.

•Dificultades de pronunciación.

•Desconocimiento de muchas palabras.

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•Ansiedad ante la escuela o los deberes escolares.

En las relaciones sociales y la aceptación de normas:

•Agresividad física o verbal hacia adultos y sus compañeros o niños de su edad.

•Timidez.

•Se niega y rechaza las normas que se le imponen.

•Celos y agresividad hacia sus hermanos.

•Mentiras y robos.

En el desarrollo afectivo:

•Dificultad para dar y recibir afecto.

•Muestra afecto por desconocidos.

•Baja autoestima.

•Está todo el día besando y pegado a su madre, padre o ambos.

•Necesita que continuamente le digan que le quieren.

•Siente confusión entre su familia biológica y la actual.

•Miedos: a salir solo por si se pierde, a que sepan que es adoptado, a perder a su
nueva familia, a personas y lugares nuevos.

•Se relacionan con niños más pequeños.

•No quieren hablar de su pasado y se niegan a escuchar su idioma natal.

•Preocupación por temas sexuales.

Todas estas consecuencias derivadas de la institucionalización, suelen desaparecer en


un período mayor o menor de tiem po, que varía en función del estado psicológico del
menor y de cómo se enfrenten a ellas los padres. La actitud de éstos ha de ser paciente,
flexible y comprensiva, pues cuanto peor se comporte el niño puede ser indicativo de que
sus experiencias pasadas han sido más difíciles y más necesitará comprobar que sus
padres le quieren.

148
Su adaptación será más lenta ya que los hábitos adquiridos estarán muy establecidos
y cambiarlos será difícil.

Lo que nunca se debe olvidar es que debajo de todo mal comportamiento y de los
problemas que presentan está el miedo a un nuevo abandono y a no ser querido.

Cuadro 6.4. Consecuencias del abandono

Cómo fomentar la autoestima

La autoestima es la valoración o el concepto que uno tiene de sí mismo. En los niños


adoptados, debido a las características en las que han vivido, de haber sido abandonados,
maltratados, o poco cuidados por haber estado viviendo en un orfanato, están sometidos
a las mismas normas que comparten todos los niños que conviven en la misma

149
institución, por lo que su opinión no se tiene en cuenta resintiéndose su concepto de
individualidad. Si además, ha estado en varias casas de acogida y no ha conseguido
adaptarse, pueden pensar que son malos ya que nadie ha querido "quedarse" con ellos.

Una forma de fomentar su autoestima es dejarle hablar, darle la oportunidad de que,


en la medida que se pueda, sea él quien decida. Habrá decisiones importantes que
dependerán de los padres pero el niño puede participar en otras que no lo son tanto, pero
que si se le deja decidir sí sentirá que se le respeta y escucha. Por ejemplo, no es lo
mismo decirle "ponte la chaqueta verde" que "¿prefieres ponerte la chaqueta verde o la
marrón?" o "¿prefieres que vayamos al cine o al zoológico?"

Según vaya siendo más mayor se le permitirá decidir en cosas más relevantes y en
aquellas que tengan que ver directamente con él. Por ejemplo, si se le va a cambiar de
colegio, los padres pueden informarse de cuáles son los más afines a sus criterios de
educación y una vez seleccionados se le dejará al niño que elija a cuál quiere ir.

En la convivencia familiar siempre hay situaciones en las que los pequeños pueden
decidir, si se les estimula a que lo hagan su autoestima se verá favorecida.

La culpa y el sentimiento de ser malo también pueden estar presentes. El


pensamiento que hay debajo de estos sentimientos suele ser algo así: "Si mis propios
padres biológicos me han abandonado, es que debo ser muy malo, algo habré hecho para
que me abandonaran y no me quisieran".

Esta culpa y la creencia de que se es malo no suelen expresarla abiertamente, por lo


que, lo hagan o no, siempre habrá que aprovechar cualquier ocasión para decirle que él
no es malo, que no tuvo la culpa de que sus padres biológicos le abandonaran, que si lo
hicieron sería porque seguramente no podrían hacerse cargo de él aunque le quisieran
mucho. No hay que temer repetirse, es mejor pasarse de pesados a que el niño no logre
superar esos sentimientos.

Cuando el niño hace algo malo, nunca hay que criticarle a él sino a lo que ha hecho,
se reprende la acción y no la característica personal. Por ejemplo, si por hacer una
tontería se le rompe un vaso se le debe decir: "Eso que has hecho es una tontería" y no
"eres un tonto;" si se ha manchado la camisa es mejor decir: "La próxima vez ten
cuidado con el tomate" que "¡eres un guarro!".

Se le puede ayudar a subir su autoestima permitiéndole que exprese sus sentimientos


y a aceptarlos. Aprenderá qué es lo que está sintiendo y más adelante sabrá controlarlos,
pero lo primero es identificarlos. Debe saber que todos los sentimientos son lícitos, que

150
se puede sentir toda la rabia del mundo, lo que no se puede hacer es sacarla en forma de
conducta agresiva ni contra nadie ni contra sí mismo. Él puede desear pegar a su
hermano pero lo que no puede hacerlo. Cuando los niños aprenden que no pasa nada por
experimentar lo que sienten, dejan de percibirse como malos y aprenden a comunicar sus
emociones, pues saben que sus padres no les van a criticar.

Respecto a su abandono los padres intentarán conseguir que lo acepte, lo que no


quiere decir que le guste. Fue algo que pasó y que él no eligió, pero la realidad es la que
es y no se puede cambiar.

Es conveniente reiterar al niño en la idea de que él no es malo y que no tiene la culpa


de que le abandonaran.

Construir con el niño una lista de cualidades positivas y siempre que se tenga ocasión
contárselas a los familiares y amigos. Es importante no decir nada que no sea verdad
porque el niño lo capta y el perjuicio sería peor que el beneficio.

Reforzar cada tarea bien hecha que haga. Por difícil que sea su comportamiento
siempre habrá algo que haga bien: dejar un vaso en su sitio, ponerse bien los pantalones,
darle la comida al perro, etc. Reforzar significa hacerle saber que lo que ha hecho está
bien, que su conducta se reconoce y gusta. Siempre que se pueda se debe decir al niño
que se sienten orgullosos de él, que están muy conten tos de que esté con ellos. Díganlo
sólo cuando verdaderamente lo sientan.

Reforzar no consiste únicamente en decir: "¡Oh, que bonito!" cuando el niño enseña
un dibujo o un trabajo manual, esto no le servirá de mucho, El pequeño necesita saber
que se han fijado en su obra, para ello puede hacer una descripción lo más detallada que
pueda de lo que tiene delante. Por ejemplo: "¡Qué casa tan bonita, tiene un tejado rojo
con dos ventanas y aquí un río con un pez. También veo un árbol con manzanas rojas,
¡debes sentirte muy orgulloso de que te haya quedado tan bonito!". Por pequeño que sea
un niño siempre se puede describir, si ha pintado varios garabatos se puede reforzar
diciendo algo así: "¡Cuántos colores, aquí está el rojo que se dobla y este azul parece un
palo al lado de este color verde que hace una curva!". Con este tipo de descripciones el
niño se siente escuchado y con la sensación de que lo que hace es valioso.

Los adultos se equivocan y un síntoma de madurez es reconocerlo y pedir perdón.


Algunos padres piensan que hacerlo significa perder autoridad, pero por supuesto esto no
es así. Si se ha cometido un error con el niño, lo adecuado es pedirle perdón, así
aprenderá que los mayores también se equivocan y que sus padres le respetan.

151
El niño tiene derecho a tener su espacio personal, por pequeño que sea tiene que
aprender que hay cosas que sólo son suyas y que nadie tiene derecho a tocarlas o a
tirarlas. Un niño de tres años no es capaz de ordenar ni limpiar su habitación para que
nadie se meta en ella, pero sí puede tener un lugar, un cajón o una caja de cartón en
donde guarde todo aquello que para él es valioso. Seguramente acumulará muchas
porquerías, pero serán las suyas. Cuando el cajón esté a rebosar o tenga demasiadas
cosas amontonadas seguro que su madre tiene recursos suficientes para convencerle para
hacer limpieza y tirar aquello que el niño considere que no es imprescindible.

Integración en la escuela

Lo normal es que los niños vengan con cierto retraso con respecto al nivel académico del
país de destino. Los padres son conscientes de que ese retraso se puede producir, pero
cuando llega el momento de la verdad, les cuesta asumir que su hijo sea el último de la
clase.

El niño ya viene con bastantes problemas y dificultades de adaptación para que


encima se le exija un rendimiento escolar acorde con su edad. Sólo el hecho de no
dominar el idioma ya es un inconveniente añadido a todas las demás carencias.

Lo más adecuado sería que poco a poco se incorporara en el colegio, empezando con
unas horas hasta terminar el horario completo. Esto no es tan fácil con niños de 6 años,
pues la normativa educativa en estos cursos no permite esto. Tampoco permite que un
niño de 6 años se incorpore a una clase de 5 independientemente de su nivel académico.

Ante esto, lo mejor es hablar y mantener un contacto fluido con los profesores,
explicarles cuál es la situación del niño y entre todos favorecer su integración. También
sería conveniente llevarle a un colegio que esté cerca de casa para que cuando salga a
jugar al parque conozca a los niños y no tenga que esforzarse en tener varios grupos
sociales diferentes. Las ventajas de tener el colegio cerca son varias, además de la
comodidad de la distancia, sus amiguitos serán del mismo nivel socioeconómico que él,
podrá ir a los cumpleaños sin tener que hacer un despliegue logístico de la familia para
poder llevarle podrá reunirse en su casa o en la de sus compañeros para estudiar. Estas
ventajas suplen a la enseñanza de otro colegio que a lo mejor sus padres hubieran
decidido pensando en el bien del menor. Un error frecuente es matricularle en un "buen
colegio" haciendo un esfuerzo económico para que el niño aproveche la educación. Si
quiere estudiar, estudiará, y si no quiere hacerlo no lo hará aunque esté en el mejor
colegio del mundo; pueden obligarle a ponerse delante del libro pero no a estudiar, que es
muy diferente.

152
Si el colegio al que va tiene un nivel económico superior al suyo, puede sentirse
desplazado por no poder competir con sus compañeros en las actividades que oferta ese
centro, como montar a caballo, esquiar o estancias en otros países para aprender nuevos
idiomas. En estos casos, además de no disfrutar de las ventajas del colegio del barrio, se
sentirá inferior a sus compañeros y esto no le beneficiará en nada. No favorece a ningún
niño, pero menos a uno adoptado que ya ha pasado por situaciones "diferentes".

Si el niño necesita apoyo se le puede dar siempre y cuando no suponga para él una
situación traumática y rechace de plano todo lo relacionado con el estudio. Si es así lo
mejor es que acuda al colegio, que aprenda lo que pueda y que al año siguiente repita.
Durante ese año habrá aprendido el lenguaje suficiente para poder cursar el año que
perdió.

Algunos niños no quieren ir al colegio porque se sienten avergonzados de ser


adoptados, temen que les pregunten la causa de su adopción. Hay que hacerles ver que
no tienen nada de qué avergonzarse, que ellos son igual de importantes que los demás y
darles algunas respuestas para enfrentarse a las posibles preguntas incómodas. Por
ejemplo, si un compañero le dice en tono burlón: "Me he enterado de que eres adoptado,
tu no tienes una verdadera madre," él puede responder: "Me parece que tienes envidia de
que yo tenga dos madres y tú no". Pregunta: "¿Por qué te abandonó tu mamá?
Respuesta: "Porque no me podía cuidar y como me quería mucho me dejó con mis
papás para que me cuidaran".

Es importante reforzar cada progreso y cada esfuerzo que haga, un premio puede ser
una sonrisa, un abrazo o una frase cariñosa.

En estos primeros años escolares es fundamental que asocien el colegio y el estudio


con algo divertido y positivo. Si es así no tendrán problemas para estudiar cuando sean
mayores.

Preguntas y respuestas

Mi hijo de 3 años continuamente se tira del pelo cuando ve la tele y no sé como


quitarle esa manía. Le adopté con 2 años y medio y ya tenía esa costumbre.

Probablemente comenzó a hacerlo para llenar el aburrimiento y ahora lo ha


automatizado, convirtiéndose en un movimiento involuntario. La mejor manera de
quitárselo es utilizar la técnica de la distracción, cuando lo esté haciendo distráigale con
cualquier cosa que le resulte divertida, háblele o pídale que le traiga algo. También es
importante restarle importancia, con el tiempo probablemente deje de hacerlo.

153
Tengo una niña de 4 años a la que adoptamos con 2 y medio. Todo ha ido bien
hasta que este año ha empezado a resistirse a ir al colegio y se queda llorando.
La profesora me dice que permanece en un rincón y no se quiere acercar a los
otros niños.

El miedo a la separación en estas edades es normal desde un punto de vista evolutivo,


por lo que en una niña adoptada estará mucho más marcado.

Recuérdele que la quieren y que no la van a abandonar, que siempre volverán a


buscarla; aunque esto sea evidente para usted no lo es tanto para ella. Podrían pedir
permiso al centro para hacerle una visita durante el recreo, para que vea que sus papás
están ahí.

Si ésta no fuera la causa, podría serlo el que le haya pasado algo en el colegio y se
defienda en su rincón como lo hacía antes en el orfanato. Hablen con ella con
tranquilidad diciéndole que no tenga miedo, que nadie le hará daño. Poco a poco
recuperará la confianza en el colegio y en sus profesores y compañeros. Si esta conducta
se mantuviera durante mucho tiempo, sería conveniente acudir a un profesional.

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155
Introducción

El niño ya tiene desarrollado su sistema locomotor y a partir de los seis y siete años será
capaz de perfeccionar los movimientos hasta el punto de practicar un deporte. A esta
edad comienzan a entrenar muchos deportistas de élite.

A partir de los siete u ocho años comienza a consolidar las normas y los hábitos que
le han enseñado; es la etapa del comienzo de los juegos de reglas (parchís, oca,
barquitos). Su pensamiento pasa de ser concreto a abstracto y les gusta razonar todo
aquello que no entienden, necesitan explicaciones de lo que pasa en el mundo que les
rodea.

En todo este intervalo de edad, los amigos y compañeros adquieren vital importancia,
el niño necesita sentirse integrado en un grupo y siente temor a ser rechazado, por lo que
el miedo al ridículo adquiere especial importancia en esta etapa infantil y preadolescente.
Entre los siete y los diez años aproximadamente se vuelve tímido y sus problemas no los
cuenta. Manifiesta su malestar con conductas alteradas en casa si los problemas son en el
colegio, y en éste si los problemas son en casa.

A partir de los nueve o diez años vuelve a mostrarse comunicativo y comparte con
sus padres sus emociones. Le gusta relacionarse con sus compañeros y trabajar en
equipo. Sentirse integra do en un grupo hace que poco a poco vaya adquiriendo su
individualidad.

Los referentes más importantes en estas edades son principalmente los padres, pero
también los profesores y educadores. Los niños suelen buscar otros referentes
socialmente exitosos (un futbolista o un cantante) y tienden a imitarlos. Es importante
hacerles ver que la realidad no es siempre como aquello que ven en la televisión y
enseñarles a que valoren las cosas para que adquieran un criterio propio.

Para el establecimiento de normas se utiliza el castigo. Los menores de estas edades


ya son capaces de comprender su sentido si se utiliza con coherencia. Para que éste sea

156
eficaz tiene que cumplir tres reglas:

1.'Que sea inmediato (cuando los niños son muy pequeños, si éste se retarda, el
menor olvidará la falta y no entenderá por qué le castigan). En este apartado los
niños son capaces de cumplir un castigo postergado: a un niño de diez años, por
ejemplo, se le puede castigar con no ver su serie de televisión favorita que se
emite por la tarde.

2."Que sea coherente, es decir que siempre se aplique con la misma falta. Si el
castigo depende del humor del padre, el niño no sabrá si lo que ha hecho está
bien o mal. Por ejemplo, cada vez que se saca la comida de la boca se le manda
a la cocina a terminar de comer y que siempre que haga lo mismo reciba el
castigo señalado o uno equivalente.

3.'Que sea proporcionado. Que ante una falta grave el castigo sea más fuerte que si
la falta ha sido leve. No es lo mismo llegar diez minutos tarde a casa que hacer
novillos en el colegio.

1 Los castigos deben ser inmediatos, coherentes y proporcionados.

A través del castigo el niño aprende lo que está bien y lo que está mal, el objetivo es
que el niño interiorice estos conceptos y sea él mismo el que se los imponga.

Manifestación de conductas agresivas y falta de disciplina

Héctor es un niño de Perú que fue adoptado por sus padres cuando tenía ocho años.
Transcurrido un año desde su adopción el menor ha provocado situaciones conflictivas
en la familia y el ámbito escolar, centradas en su agresividad y falta de disciplina. Se han
producido llamadas de atención desde el colegio por protestas de profesores y padres de
otros alumnos. Los padres han intentado mejorar la situación a través del diálogo pero el
menor parece rechazar abiertamente estos intentos conciliadores.

Voz de los padres

"Sabíamos que un menor de esta edad podía presentar problemas, porque ya tendría
establecida una conducta y personalidad propias, que dificultarían la adaptación a una
nueva familia y a la relación con nuevos amigos. Pero la situación nos desborda, porque
no parece posible comunicarse afectivamente con él, ni hacerle entrar en razón sobre la
importancia de sus estudios y de la buena marcha de las relaciones con sus compañeros.
Además, nos preocupa mucho que su actitud agresiva aumente y pueda provocar
problemas más serios, no sabemos cómo resolver esta situación."

157
Voz del niño

Es probable que el menor no exprese ninguna queja, ni comunique sus problemas en un


caso como éste. Ya que no se sentirá integrado en el nuevo entorno en el que se mueve y
probablemente perciba a sus compañeros como enemigos. Su actitud puede responder a
un intento de adaptación competitivo que en su caso expresa haciéndose notar a través
del desafío y la rebeldía. No siente todavía a sus padres como figuras de apoyo, sino
como figuras de autoridad semejantes a las que se encargaban de él en la institución de la
que procede.

Pautas de actuación

Los menores con un rango de edad como el presente han pasado probablemente mucho
tiempo institucionalizados. Tienen una historia personal ya elaborada, unos hábitos y
maneras de enfrentarse al mundo consolidados desde su experiencia previa a la adopción.
La formación de nuevos vínculos afectivos es por tanto más difícil. El menor tenderá a
realizar aquel tipo de conductas que le han sido útiles en su historia personal previa, y
éstas, lamentablemente en muchas ocasiones han sido altamente competitivas y han
supuesto enfrentamientos, rivalidades y conflictos con otros menores de su edad.
También es probable que su experiencia de la disciplina tenga un carácter fuertemente
autoritario que haya creado un rechazo abierto a las figuras de autoridad. En estos casos,
es fundamental que el trabajo de adaptación exceda el ámbito familiar e incluya de
manera activa el escolar. En este sentido el diálogo y la cooperación entre padres,
profesores y orientadores del centro tendría que ser muy estrecho. A pesar de la
apariencia de rechazo, es necesaria la constancia en las muestras afectivas hacia el
menor. La adecuada valoración de los pequeños logros que realice es decisiva. Siempre
será más útil que el menor se sienta recompensado por éstos que castigado por sus
conductas. La orientación adecuada de sus relaciones y de su círculo de amistades es
fundamental, los profesores deberían seleccionar cuidadosamente a sus compañeros de
mesa y de trabajo y los padres podrían promover relaciones constructivas con otros
menores de su círculo social. El deporte puede ser un vehículo importantísimo para
encauzar la energía, agresividad y sentido de la competitividad del menor. En el caso de
que las conductas agresivas no puedan ser canalizadas adecuadamente se debería buscar
apoyo profesional.

Cómo abordar la historia previa del menor y sus preguntas

La historia de cada persona forma parte de su vida, y cómo haya transcurrido es algo que
no se puede escoger. Los niños adoptados no han elegido que les abandonen, pero ésa es
su realidad y tienen derecho a saberlo y a conocer cualquier dato que exista sobre su

158
pasado.

Es un error ocultarles parte de la información pensando que se les evita sufrimiento.


Es verdad que los datos que aportan algunas sentencias son muy duros y el menor sentirá
amargura al conocerlos, pero para eso están los padres, para ayudarle a asimilarlos.

No todos los menores adoptados manifiestan la misma curiosidad hacia su pasado y


hacia sus padres biológicos. Algunos tienen verdadera necesidad de saber quiénes fueron
éstos y qué pasó y otros no sienten esa necesidad con tanta vehemencia.

Si el niño o preadolescente quiere saber, se deberá satisfacer su curiosidad. Y no es


curiosidad lo que sienten, sino una necesidad de llenar los huecos de su vida para
construir su identidad. Imagínense que su hijo es el brote de un árbol y debido a una
tormenta el brote se ha caído y el aire se lo ha llevado lejos. El brote, no sabe de dónde
viene, si de un roble, de un cerezo o de un castaño. Si encuentra su procedencia, aunque
sea de un árbol enfermo, sabrá cuáles son sus raíces y esto le ayudará a conformar su
identidad.

Es importante elaborar una historia para ofrecérsela al menor cuando se le adopte,


pues en algunos casos no hay ningún dato de su pasado, únicamente que se le abandonó
en la calle. Guardar todo lo relacionado con él, su pasaporte, la primera foto que
recibieron cuando tuvieron la asignación, fotos en su país de origen, el tique del
restaurante al que fueron en su tierra natal, nombre y fotos del orfanato y de sus
cuidadoras.

A partir de los siete años se tiene suficiente memoria para recordar parte de la vida
pasada. Para ayudarle a superar sus experiencias anteriores se le animará a que cuente
sus recuerdos, que hable de sus amigos, de lo que hacía en la institución o en el orfanato.
Si el menor se niega lo mejor es respetarle y dejar para más adelante el abordaje de su
pasado.

La adopción de niños de mayores de seis años son adopciones de riesgo, entre otras
razones porque la actitud de los niños cuando vienen, en muchos casos, no es nada
facilitadora. No se puede olvidar que en la mayoría de los casos han pasado por varias
casas de acogida con los consiguientes rechazos, en las que sus experiencias no han sido
muy gratas; suelen ser bastante desconfiados y están alertas de su entorno esperando qué
es lo que va a salir mal esta vez.

Si la comunicación y la verdad es siempre importante, en estos casos es vital, si se


intenta mentirles lo detectarán, con lo que seguramente su desconfianza se verá reforzada

159
y la adopción tendrá más posibilidades de fracasar.

La verdad consolida la confianza y refuerza los vínculos afectivos.

La única manera de abordar su historia previa es decir la verdad, sea la que sea. Es
posible que el menor pregunte algo que se desconoce en cuyo caso la única respuesta
posible es "no lo sé", pero se intentará hablar con él para ver cuáles son sus fantasías
respecto a esa pregunta. La fantasía más común es que sus padres eran personas muy
importantes y que alguien les arrebató a su hijo por la fuerza.

Un dato que siempre se conoce a estas edades es su nombre. El menor lleva con él
mucho tiempo, ya se lo pusieran sus padres biológicos o el orfanato. Es lo único que
conserva de su pasado, forma parte de su identidad; no se le debe cambiar ya que
produciría un efecto psicológico negativo, es una forma de no respetarle, él podría
entender que sus padres adoptivos no le tienen en cuenta ni le respetan, esta actitud de
los padres dificultaría su integración.

Cuando existen datos, éstos se le irán contando según vaya preguntando. El


preadolescente debe sentir que se le dice la verdad. Puede llegar un momento en que
pida leer la sentencia (documento en el que se adjudica el menor a la familia y en el que
se pone todo lo relacionado con su vida anterior). Cuando un menor decide leerla ya no
es un niño pequeño, por lo que se le debe proporcionar, dejándole que exprese sus
sentimientos o su silencio con libertad. Es importante respetar el modo en que quiera
hacerlo, si desea irse a su habitación a leerla o estar rodeado de los padres es su decisión
y se debe acatar, en cualquier caso ellos deben estar atentos y dispuestos para apoyarle,
consolarle, explicarle o darle cualquier cosa que necesite en esos momentos, seguramente
un abrazo será reconfortante.

En algunas sentencias pone que ningún familiar se quiso hacer cargo del niño y que
nadie del país le reclamó. Esto puede ser vivido como un segundo abandono. En estos
casos se le puede decir, que para que puedan adoptarle personas de un país diferente es
necesario ese requisito y no debe interpretarse de otra manera.

Si el menor decide leer la sentencia, antes de dársela se le puede ayudar a reflexionar


con él sobre el contenido que espera encontrar. De esta forma se pueden descartar
muchas fantasías que todavía estaban en la imaginación del menor y disminuir así la
dureza de la realidad.

En algunos casos se puede dulcificar de alguna manera pero la realidad no se puede


cambiar.

160
Si el menor ha sido víctima de malos tratos y retirado de sus padres, se le puede decir
que las personas que hacen eso están psicológicamente enfermas y no son capaces de
cuidar de un niño, por lo que el Estado se hizo cargo de él, llevándole a un colegio en
donde no le maltrataran.

Cuando el bebé fue abandonado en la calle, en una comisaría, o en el propio


orfanato, se le puede decir que seguramente sus padres no podían cuidarle y que el
dejarle fue un acto de amor en el que lo daban a otras personas que sí le pudieran cuidar.

Sea lo que sea lo que pregunte, la verdad es la única respuesta posible: ayudará a dar
confianza y seguridad al menor.

Voz de los padres

"Adoptamos a Paula con 7 años, actualmente tiene ocho y medio. Siempre ha sido una
niña abierta y nosotros hemos respondido a sus preguntas de adopción, que no han sido
muchas, con naturalidad. Ella sabe perfectamente que es adoptada, y se lo dice a
cualquiera que esté cerca "soy adoptada" sin ningún pudor. Sin embargo nos sorprende
que desde que le hemos leído el cuento de "El Patito Feo" no se quiere separar de él, nos
pide que se lo leamos continuamente y nos dice que "¡pobrecito el Patito Feo, que no
tiene mamá! Supone mos que tanta repetición significa algo pero no sabemos qué puede
ser. Queremos ser sinceros con nuestra hija y respondemos a sus preguntas con
franqueza, pero nos damos cuenta de que eso no es suficiente, hay algo que se nos
escapa de las manos."

Voz del niño

"Yo soy como el Patito Feo, mi mamá también me abandonó." El niño puede
identificarse con aquello que hace referencia o tiene parecido con su historia previa, en
este caso, la niña se identifica con un personaje de un cuento que también había sido
abandonado.

Pautas de actuación

Una cosa es que el niño utilice la palabra adoptado y otra muy distinta que entienda
plenamente su significado.

A la edad de 8 años, los niños ya tienen pensamiento abstracto, es decir, son capaces
de representarse mentalmente las cosas sin necesidad de que estén presentes y también
son capaces de elaborar y comprender conceptos.

161
La palabra adoptado es un concepto que significa que un niño ha sido abandonado y
que después ha sido incorporado a una familia, que no es la biológica, como un miembro
más de ella.

Los niños son muy intuitivos y a veces expresan lo que sienten o les preocupa no con
palabras sino con determinados comportamientos. En este caso Paula, cuando dice
"¡pobrecito el Patito Feo que no tiene mamá!" está haciendo referencia a ella misma, al
abandono de su propia madre biológica.

Es importante observar qué dicen y qué no dicen para saber qué puede haber detrás
de sus palabras y explicarles sus dudas.

Toda pregunta repetitiva, dibujo reiterativo o fijación en un tema que presente un


niño estará haciendo referencia a una inquietud interna que será importante resolver.

Proceso de adaptación: establecimiento de vínculos afectivos en adopciones de riesgo

Uno de los requisitos para considerar que una adopción es de riesgo es que se produzca
cuando el niño es mayor de seis años, por lo tanto son llamadas así las adopciones que se
producen en este intervalo de edad (siete a doce años), lo que significa que la adaptación
del niño a los padres y de éstos al niño se verá dificultada por una serie de variables, unas
derivadas del menor y otras de sus padres.

162
Figura 7.1. La existencia de hermanos supone un factor de riesgo en la incorporación de
un menor a la familia.

Además de la edad, otros factores que hacen que las adopciones sean de riesgo son:
la presencia de hermanos, ya sean biológicos o de la familia adoptante, pertenecer a otra
raza, padecer alguna enfermedad física o psíquica y las altas expectativas respecto al
futuro hijo.

La adaptación pasa por tres fases: la primera es la llamada luna de miel, en la que el
menor no expresa su agresividad y todo parece que va muy bien. En esta fase, también
llamada de ajuste, los cambios que se dan son ligeros. La segunda es la de prueba, en la
que el niño se enfrenta a sus padres con conductas provocativas para comprobar si sus
padres le quieren; en esta fase los cambios son más profundos, los padres tienen que
recurrir a nuevas estrategias para manejar las situaciones familiares conflictivas, una de
ellas es reducir las exigencias que en un principio se habían planteado para los
componentes familiares, y la tercera es la fase de adaptación o de rechazo.

163
La adaptación no se da en un continuo en el que se va mejorando paulatinamente,
hay avances pero también hay retrocesos; el niño demuestra afecto a sus padres en unos
momentos y en otros los rechaza. El que estos cambios vayan desapareciendo y se
solidifiquen los avances afectivos del niño, depende mucho de la actitud de los padres.
Cuanto mayor respeto y más se adapten a las nuevas situaciones, más ayudarán a su hijo
a que se integre en la familia.

No todos los padres sienten a los menores como sus hijos en el mismo período de
tiempo, algunos les incorporan a los dos meses, otros a los diez y otros tardan dos años
en sentirles como sus propios hijos. Cada cual necesita un tiempo y es mejor no forzarse,
porque eso generaría estrés en el menor, en los padres y en la relación.

Establecimiento de vínculos afectivos

Hay diferentes formas en que el niño manifiesta su dificultad en establecer vínculos


emocionales, unos relacionados con su familia adoptiva y otros derivados de la anterior
relación con su familia de origen.

En la familia adoptiva

Con respecto a su nueva familia el niño puede manifestar rechazo hacia alguno de sus
miembros, ya sea el padre, la madre, un tío, la abuela o por el contrario, debido a un
apego ansioso, se mostrará demasiado cariñoso y pedirá continuamente manifestaciones
afectivas de todo tipo. Esto es debido al temor a que les abandonen de nuevo, por lo que
necesitan estar físicamente pegados a sus padres.

Existirían distintas formas de establecerse una mala vinculación afectiva: una es el


intento de chantajear y manipular a los padres a través de los afectos, ya que se dan
cuenta de cómo les influye todo lo relacionado con sus sentimientos y emociones, pero
ellos no lo valoran de la misma manera porque anteriormente no habían establecido
vínculos con otras figuras referenciales, como por ejemplo un cuidador. Igualmente
algunos niños se encierran en sí mismos y no son capaces de comunicar sus sentimientos
a sus padres, marcándoles una distancia emocional. O se niegan a usar los apellidos de su
familia adoptiva como una forma de no querer vincularse a la misma. Igualmente, el
miedo a ser devuelto o abandonado de nuevo es otro de los motivos por los que el menor
se niega a establecer nuevos vínculos.

En la familia de origen

Una forma de dificultar la creación de nuevos lazos afectivos es interesarse mucho por

164
las personas que anteriormente le cuidaban, ya fueran sus familiares biológicos o sus
cuidadores en la institución.

Continuamente recuerdan el pasado, lo tienen muy presente como algo que se


interpone entre su familia adoptiva y él. Muestran una preocupación por sus hermanos,
quieren saber dónde están, si se les ha adoptado y qué habrá sido de ellos. Suelen
idealizar a sus figuras de apego anteriores en detrimento de su familia actual.

La vinculación se conseguirá poco a poco aportando seguridad y aceptación total del


menor. Ha de transmitírsele con palabras y con hechos que él forma parte de la familia, y
que el amor de los padres hacia él es incondicional, haga lo que haga se le seguirá
queriendo, y que por lo tanto no es necesario que continuamente ponga a prueba a sus
padres. Si lo sigue haciendo, se le volverá a asegurar el cariño, pero eso no quiere decir
que no se impongan unas normas que debe respetar. El establecimiento de límites,
garantizarle el afecto y una actitud flexible serán los mejores aliados para que la adopción
tenga éxito, para que todos los miembros de la familia se adapten.

Cuadro 7.1. Dificultades para la vinculación en adopciones de riesgo

Para llegar a esto, se pasarán momentos de crisis y de desesperación que son


totalmente normales, ya que se presentarán situaciones conflictivas y difíciles de resolver
que pondrían en el disparadero a cualquiera. Si esto se tiene en cuenta las crisis se
superarán mejor ya que al normalizarlas se genera menos culpa cuando uno se siente
desbordado por ellas.

Incorporación al medio escolar, social y familiar

"Adoptamos a Andrea con 7 años y actualmente tiene 12. Ha sido una niña un poco
rebelde pero no ha causado grandes problemas. Lo que nos preocupa es que no es nada

165
pudorosa, cuando sale de la ducha o va al baño no cierra la puerta y se pasea desnuda
por la casa cuando se le antoja. Le decimos que se está convirtiendo en una mujercita y
que tiene que tener su intimidad pero no nos hace caso."

Voz de los padres

"La desnudez es algo natural y lo ha sido en nuestra familia, pero ahora comprendemos
que nuestra hija está en una edad en la que debe tener y respetar tanto su intimidad como
la de los demás."

Voz del niño

"Mi cuerpo no es nada especial ni valioso, no entiendo por qué mis padres se enfadan
tanto cuando salgo desnuda de la ducha para ir a mi habitación."

Pautas de actuación

Los niños que conviven en orfanatos, por la propia infraestructura de éstos suelen
realizar muchas actividades en común, una de ellas suele ser la de la ducha, por lo que
para ellos el sentimiento de intimidad no se desarrolla con tanta fuerza como en los niños
que está acostumbrados a hacerlo solos desde pequeños. Pero el pasearse desnuda por la
casa puede obedecer a otras causas:

•Los niños que han sufrido abusos sexuales de pequeños aprenden que su cuerpo
no vale, que si los demás no lo aprecian es porque realmente no tiene valor.
Aprenden que son los otros los dueños de su cuerpo y por eso lo utilizan; si los
demás no lo respetan, él tampoco lo hará.

•El adulto que ha abusado del menor ha podido ofrecerle regalos o, en el peor de los
casos, ha sido el único contacto "cariñoso" que ha tenido el niño. Si es así, éste
puede asociar la utilización de su cuerpo para conseguir regalos o cualquier otra
cosa que desee como el cariño o la admiración de los padres, por lo que pensará
erróneamente que a sus padres les agradará su conducta de exponerse desnudo.

•Otra posible causa sería una conducta provocativa contra sus padres, cuyo objetivo
sería agredirles utilizando su cuerpo.

En todos los casos es fundamental hablar con el menor y explicarle que su cuerpo es
valioso y digno de respeto y de amor, que entienden que ha podido pasar por
experiencias dolorosas que le han hecho pensar que su cuerpo no lo es, pero que esto no
es así.

166
Decirle que para ustedes él es muy importante y que no es necesario que utilice su
cuerpo como instrumento para nada, que le quieren por sí mismo y que le querrán
siempre. Mostrarle también que nadie tiene derecho a tocar su cuerpo de forma que a él
le incomode y que tampoco tiene que ganarse el cariño de los demás ofreciendo su
cuerpo. Si alguien pretende hacer esto es que no le quiere de verdad.

No bastará con abordar este tema en unas pocas ocasiones, será necesario repetirlo
hasta que el menor sea capaz de sentirse valioso y respetar y apreciar su cuerpo.

Adaptación escolar y social

Dependiendo del nivel académico y educativo que haya adquirido el menor, su


integración puede ser más o menos fácil. Desde el punto de vista del rendimiento escolar,
lo frecuente es que traigan un retraso considerable, lo que suele ocurrir por varios
factores influyentes, como un idioma y una cultura distintas a la del menor y la falta de
estimulación anterior.

Otra dificultad es que las leyes de algunos países receptores del niño, como es el caso
de España, no permiten que se matricule en un curso inferior al que le corresponde por
su edad, lo que suele provocarle ansiedad por sentirse en inferioridad de condiciones
frente a sus compañeros.

Este handicap hace que el menor tenga que sobreesforzarse para equipararse a
aquéllos. Aquí es donde los padres deben ser comprensivos y no exigirle más de lo que
puede dar en un principio. Ya se ha visto que las altas expectativas son una causa de que
la integración no se produzca de forma adecuada. Si los padres esperaban de su hijo que
fuera el primero de la clase, les costará asumir un mal rendimiento escolar y le
transmitirán de alguna manera su desilusión, generándole un motivo más para que se
sienta ansioso.

Uno de los miedos evolutivos de esta edad es hacer el ridículo, sobre todo frente a
sus compañeros y un niño en esta situación de desventaja puede temer que éstos se rían
de él.

Para fomentar su rendimiento se le puede proporcionar apoyo en casa, bien por parte
de los padres o por parte de profesores particulares. Si se opta por la segunda opción,
sería conveniente que el profesor fuera del mismo sexo del menor y de una edad lo más
aproximada a la suya, para que pueda encontrar en él a un amigo además de un
educador.

167
Lo habitual es que acepte de buen grado el apoyo, pues a ningún menor le gusta ser
el último de la clase, pero si lo hace, es mejor no forzarle y ofrecérselo más adelante,
decirle que respetan su deseo pero que si cambia de opinión sus padres estarán
dispuestos a proporcionarle la ayuda que necesite. Esto hace que el menor sepa que la
puerta del apoyo estará abierta para cuando él quiera y además le transmiten respeto por
sus decisiones.

A la hora de buscar colegio se debería tener en cuenta algunos factores, como la


ubicación, el apoyo y la filosofía educativa. Es importante que el colegio esté cerca de su
casa, porque los amigos que haga también vivirán cerca y será más fácil que luego se
relacione con ellos en el barrio. Además, el nivel socioeconómico de las personas que
viven en su zona será parecido y él se sentirá más integrado que si sus amigos poseen un
nivel mucho más alto o bajo que el suyo.

Otro factor a tener en cuenta es que el colegio disponga de un servicio de apoyo


escolar para los niños que lo necesiten y también que la filosofía educativa sea parecida a
la de su nueva familia para no confundirle con mensajes contradictorios. Por ejemplo, si
la familia valora todo lo relacionado con la naturaleza, lo lógico es que enviaran a su hijo
a un colegio en donde fomenten estas actividades.

Además sería conveniente que los padres hablaran con los tutores de su hijo para
explicarles la situación y para intentar ayudarle entre todos. La comunicación con el
centro debe ser fluida.

Es posible que su hijo se enfrente a preguntas por parte de sus compañeros sobre,
por qué le abandonaron o a algún comentario hiriente, como por ejemplo: "Ésos no son
tus verdaderos padres." Hay que dar recursos al niño para que se enfrente a estas
situaciones preparando una serie de respuestas adecuadas, por ejemplo: "Yo también
tengo unos padres biológicos pero además tengo a mis verdaderos padres que son los
adoptivos y tú sólo tienes a los biológicos".

Es importante decir al niño que siempre hay compañeros maleducados que


continuamente molestan a los demás sea por el motivo que sea. Cuando llegue a casa se
le responderá a la pregunta que le habían hecho si él no sabía la respuesta y se le
tranquilizará. Si el menor se siente verdaderamente aceptado en casa, adquirirá seguridad
y estará mejor preparado para enfrentarse a los comentarios desafor tunados. Son los
padres y la familia los que mayor influencia tienen para neutralizar el malestar del niño.

Para que el niño se integre en su entorno social, del que forma parte el escolar, se le
puede fomentar la incorporación a alguna actividad que sea de su interés, como algún

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deporte, alguna manualidad o cualquier otra que se pueda realizar en equipo.

Adaptación familiar

Respecto a la familia extensa se le puede ir presentando poco a poco, pues a veces,


cuando va mucha gente a visitarles pueden sentirse como el pariente raro al que todo el
mundo quiere conocer. Los familiares comprenderán que el niño necesita tiempo y
podrán esperar para conocerle, ya que todos lo que desean es el bien del menor.

Al principio de la llegada es mejor no llevarle a conocer muchos sitios, eso le puede


desorientar y dificultar el proceso de pertenencia, en este caso a su casa y al barrio. Una
vez que conozca bien éste y se sienta seguro en él, será el momento de salir a otros
lugares o casas, nunca hay que perder de vista que todo lo que sea alejarse de los padres,
de la casa o del barrio puede generarle ansiedad.

Si el niño rechaza a algún familiar, amigo o conocido es muy importante respetarle y


no obligarle a que le bese o se deje besar. Si el niño muestra esta reacción será por alguna
causa, aunque sea desconocida para los padres y por ello no se le forzará a que esté con
esa persona. Si a quien rechaza es a alguien muy allegado a la familia, como pueden ser
los padres, tampoco se le obligará. Por doloroso que sea ser rechazado, se mantendrá la
actitud de respeto hacia los sentimientos del menor hasta que éste los vaya cambiando,
cosa que irá haciendo según vaya adquiriendo seguridad.

Distintos trastornos de conducta y modo de resolverlos

"Adoptamos a Gilberto con 6 años y actualmente tiene 9. El año pasado fuimos a la


playa y me sorprendió que se sentara en mi regazo y quisiera mamar de mi pecho. Yo no
le dejé pero no sé si hice bien."

Voz de los padres

"Después de 3 años de estar con nosotros y manifestar esa conducta, pensamos que no
le hemos debido de dar el cariño suficiente o no lo hemos hecho de la forma adecuada."

Voz del niño

"Yo nunca he mamado y quiero mamar de mi mamá, quiero ser un bebé y que mi mamá
me quiera como a todos los bebés les quieren sus mamás."

Pautas de actuación

169
Los niños que han sido abandonados son niños carenciados, es decir, son niños que no
han tenido cubiertas todas sus necesidades, ni las físicas ni las afectivas y estas carencias
se suelen manifestar a través de algunas conductas, como la de querer mamar de la
madre adoptiva. Es normal que el niño intente hacer esto porque es como si quisiera
recuperar aquello que no tuvo, pero no se le debe consentir. Se le puede decir con cariño
que él ya es mayor para mamar y que se le quiere mucho pero que la forma de
expresarlo es diferente, más adecuada para un niño mayor, que el amor que se le tiene se
le demuestra con besos, abrazos, jugando con él, hablando con él o ayudándole en los
deberes.

Diversidad de conductas

Muchas de las conductas que presentan los niños de estas edades son comunes a las de
los menores de tres a seis años.

Los conflictos se presentan en ámbitos diferentes de su desarrollo: el físico, el


emocional, el social, en su construcción de la identidad.

Alteraciones en el desarrollo físico:

•Diferentes alteraciones corporales, como mareos, dermatitis, vómitos, etc., que no


tienen una causa orgánica que las justifique, pero que parecen responder al estrés
y a los cambios que ha sufrido el menor desde que salió del orfanato hasta que se
adaptó a su nueva situación.

•Peso y talla por debajo de lo que le correspondería por su edad.

•Desnutrición. Ésta ha podido ocasionar un deterioro de la mucosa de absorción


intestinal, provocando un síndrome de mala absorción de los alimentos.

•Alteraciones en el sueño, miedos, pesadillas.

•Dificultades en el lenguaje, pronunciación incorrecta, sintaxis inadecuada.

Alteraciones emocionales:

•Rechazo de los padres o de uno de ellos.

•Rechazo de los familiares o de los extraños.

•Necesidad de que le demuestren continuamente que le quieren.

170
•Negarse a utilizar el apellido de sus padres adoptivos.

•Recordar el pasado continuamente idealizando a sus cuidadores anteriores.

•Temor a que le abandonen de nuevo.

•Intentos de chantajes emocionales.

•No quiere abrirse a los padres.

•Inquietud por el paradero de sus hermanos biológicos.

•No saben poner palabras a sus sentimientos. A pesar de que tienen sentimientos
muy intensos, no saben adjudicar la palabra adecuada a cada uno de ellos. Por
ejemplo cuando están muy enfadados, no saben muy bien qué les está pasando y
es necesario decirles: "Eso que sientes es enfado".

Alteraciones sociales:

•Agresividad verbal o física hacia los padres, cuidadores o familiares que la


manifiestan con insultos o patadas, mordiscos o rompiendo cosas.

•Agresividad verbal o física hacia sus compañeros, amigos e hijos de los amigos de
sus padres.

•Falta de habilidades sociales para relacionarse con los demás.

•Rompen objetos de la casa, del colegio o de otros lugares en los que se encuentren.

•Ataques de rabia.

•Sólo se relacionan con niños de edades menores a la suya.

•Robos y mentiras. Muchas veces responden a una forma adquirida de sobrevivir


en el orfanato. Cuando se les explica que la comida no les va a faltar, que pueden
comer cuanto quieran, suelen abandonar estas conductas.

•No aceptan los límites de padres o profesores.

•En ocasiones piden dinero en la calle o lo roban en casa.

•Se escapan del colegio.

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•Celos hacia los hermanos, ya sean los suyos propios o los de la familia adoptante.
Demanda todo el afecto para él y le molestan las manifestaciones de cariño hacia
sus hermanos, por lo que continuamente se está peleando con ellos.

•Piden permiso para todo e informan de todo lo que hacen: "Voy a beber agua.
¿Puedo ir al servicio?"

Alteraciones en el proceso de identidad:

•Autoagresiones.

•No quiere que se sepa que es adoptado.

•Niega su historia anterior.

•Tiene cierta confusión entre su pasado y su presente.

•No le gusta hablar de su abandono.

•Muestra un interés desmedido por todo lo relacionado con el sexo.

•Masturbación en público.

•Quiere tocar a sus padres o hermanos cuando están desnudos.

•Excesivo pudor.

Cuadro 7.2. Trastornos de conducta

No todas estas conductas se dan en un mismo niño, cada uno mostrará aquellas que
sean derivadas de un aspecto de su desarrollo en el que ha tenido más conflictos, en el
afectivo, en el físico, en el intelectual y en el social, como también las derivadas de
dificultades en su proceso de identidad.

La mejor forma de ayudarle es fomentar aquellos aspectos en los que muestra más
problemas, no utilizar la crítica, respetar sus opiniones, reforzar todo lo que haga bien y

172
los avances que consiga.

Las deficiencias físicas son las que más pronto remiten, ya que cuando llegan a su
nueva familia la alimentación cambia, los controles médicos les tratan cualquier síntoma
o enfermedad leve. A esto no sólo contribuye el médico sino que también adquiere una
vital relevancia la seguridad que va adquiriendo el menor.

Algunas alteraciones son la manifestación del estrés y de la ansiedad, por eso van
disminuyendo cuando su tranquilidad y seguridad aumenta.

Si es en el terreno social donde hay más conflictos se intentará que se relacione con
otras personas poco a poco, primero con sus parientes, después con chavales de su
entorno proponiéndole actividades en grupo, reforzando cualquier avance que haga.

Se razonará con él que la forma de tratar con los demás no es a través de conductas
agresivas, que ahora no necesita recurrir a la violencia para conseguir lo que quiere, que
comprenden que antes podía ser una conducta habitual en el orfanato para hacerse
respetar o para imponerse a sus compañeros, pero que aquí es diferente. La
comunicación abierta con él y el enseñarle a través de la conducta de los padres pueden
funcionar como un modo de aprendizaje.

Si tiene problemas para asumir su identidad por su condición de adoptado, se le


hablará con claridad, dejándole que exprese sus temores y repitiéndole que él no es
responsable ni culpable de que le abandonaran, que no es malo y que sus padres se
sienten orgullosos de que sea su hijo. Probablemente sus temores no desaparecerán con
facilidad, por lo que será necesario repetírselo muchas veces. Los padres no deben temer
ser reiterativos, pues para que el menor se empiece a sentir a gusto consigo mismo y a
internalizarlo necesitará escucharlo muchas veces. La mayoría de las autoagresiones
tienen que ver con el sentimiento del niño de sentirse malo y no digno de ser querido.

Con respecto a la identidad sexual también se le explicará (sin regañarle, culpabilizarle


o manifestar que están escandalizados) que esas conductas no son correctas, que la
masturbación es un acto íntimo que se debe hacer en privado. Respecto a los
tocamientos se le explicará que igual que los demás respetan su cuerpo, él deberá
respetar el cuerpo de los demás. Si manifiesta excesivo pudor, se le tranquilizará
diciéndole que nadie va a hacerle daño, que su cuerpo es suyo y que se le va a respetar.
Estas conductas pueden darse porque quizá ha sufrido algún tipo de maltrato o abuso y
teme que se repita.

Consecuencias del abandono y de la institucionalización

173
Las conductas mencionadas en el apartado anterior suelen ser consecuencias de la
institucionalización, y unas son más duraderas que otras.

El bajo rendimiento escolar es una de las características más habituales de los niños
adoptados en la etapa preadolescente, que según unos autores tiene que ver con el bajo
nivel escolar que han tenido en su pasado, pero otros estudiosos lo consideran como algo
más profundo, lo achacan a la falta de estimulación de todo tipo, que han sufrido en el
orfanato. Según esos autores la falta de estimulación cerebral sería la responsable de ese
bajo rendimiento.

Una de las conductas más difíciles de eliminar es la agresividad. Parece que esto se
explica por el tiempo que han pasado en la institución, en donde la agresividad era una
manera de sobrevivir. Esto no sólo se convierte en un hábito, sino que la agresividad pasa
a formar parte de su personalidad. Dicha conducta puede reforzarse por las malas
compañías, si el menor no ha conseguido adaptarse del todo a su nueva familia, puede
encontrar en el grupo de amigos una familia "alternativa" con la que se sienta
compenetrado y en la que la agresividad es una conducta habitual.

En estas edades los amigos son muy importantes e influyentes porque cuando entran
en los doce o trece años, pueden juntarse con malas compañías, pudiendo convertirse en
delincuentes. En su grupo de pares encuentran una familia alternativa con la que se
sienten identificados.

Su integración social también adquiere mucha dificultad. Algunos lo consiguen con el


tiempo, pero si establecen aquella familia alternativa, formada por chavales con
dificultades como él, la integración social será muy difícil.

En esta línea de conductas resistentes se encuentra la del acatamiento de normas.


Rechazan la autoridad y no responden a los límites que les imponen los padres,
profesores, monitores.

En el punto contrario a la desobediencia se encuentran aquellos niños que se someten


a todo lo que les mandan sin protestar. Cuando llegan a su nueva casa piden permiso
para todo y no se atreven a hacer nada por su cuenta. Esto tiene que ver con la
organización de la institución, en la que no podían decidir por sí mismos. Esta obediencia
sí desaparece pronto, el niño aprende a expresar sus deseos, que las normas de su familia
son otras y que él también tiene derechos.

Una consecuencia grave de la institucionalización prolongada es la falta de capacidad


para establecer vínculos emocionales. Si el menor no lo estableció antes con su familia o

174
cuidadores o ha tenido muchas rupturas vinculares, será muy difícil que establezca un
lazo afectivo sano y las consecuencias de esto pueden ser alteraciones emocionales o
dificultades en todo lo relacionado con el mundo de los sentimientos muy difíciles de
superar.

Si las separaciones han sido numerosas, la manera de vincularse con los demás será
ansiosa, es decir, siempre tendrá en su interior, consciente o inconscientemente, el temor
a que le vuelvan a abando nar, por lo que necesitará que continuamente le confirmen que
le quieren. Las personas celosas tienen un apego ansioso, debajo de sus celos, siempre
está el temor de que su pareja les va a abandonar.

Si se ha conseguido establecer un vínculo y después se produce un abandono, el


apego que puede darse es el evitativo. Lo manifiestan aquellas personas que no son
capaces de establecer una relación profunda. Cuando la relación empieza a profundizar
se alejan, por miedo a que les abandonen. Esto es lo que suele haber debajo de muchos
"Don Juanes" y de aquellas mujeres que van con unos y con otros sin establecer una
relación estable ni satisfactoria.

Otras consecuencias de una mala vinculación son las que se muestran en el cuadro
siguiente.

Cuadro 7.3. Tipos de vinculación

175
Desde el punto de vista de la vinculación, la mejor manera de restablecer o crear un
nuevo lazo emocional es proporcionar al niño ca riño, un buen nivel de comunicación y
el establecimiento claro de límites y normas. Pero no va a ser fácil, se necesitará tiempo
para que el menor se sienta seguro, querido y tenga la certeza de que no le van a
abandonar. Algunos niños de estas edades, al preguntarles qué tal les va con su nueva
familia, responden: "Bien, todavía estoy de prueba". Aunque la adopción ya sea plena,
esa respuesta es la sensación de que todavía no tiene el sentimiento de pertenencia a su
familia adoptiva, con toda la inseguridad que ello conlleva.

Preguntas y respuestas

Mi marido tiene 42 años y yo 40. Hace 3 meses adoptamos un niño boliviano de


8 años. Cuando estuvimos en el país todo fue bien pero al llegar a casa yo no me
siento tan ilusionada como me imaginaba que iba a estar. Me siento culpable al
reconocerlo, pero la verdad es que no le considero mi hijo, hago todo lo que
debe hacer una madre para cuidarle y atenderle, me esfuerzo por quererle, pero
veo que otras madres adoptivas se sienten totalmente felices con su hijo y yo no
me siento así. ¿Es normal que me pase esto? ¿Seré una buena madre para él?

176
Cada persona necesita un tiempo para adaptarse a los cambios, sean del tipo que sean, y
la llegada de un nuevo miembro a la familia, supone un importante ajuste psicológico por
parte de todos los miembros, que a veces no resulta fácil.

Es normal que todavía no sienta al niño como su hijo, eso también requiere un
tiempo, que para usted es mayor de tres meses. Por eso no es mejor ni peor madre que
otras. Con el tiempo le irá incorporando a su vida y antes de que se dé cuenta verá a su
hijo como tal y será una buena madre, como ya lo demuestra ahora al preocuparse por
esa falta de sentimientos.

Adoptamos a una niña de 10 años que había vivido 6 con sus padres biológicos,
a quienes se les quitó la custodia por maltratarla y después estuvo 2 años en una
institución en donde los castigos eran severos. Al principio la integración fue
muy difícil porque no confiaba en nosotros, se escapó de casa algunas veces, se
nos enfrentaba por cualquier cosa, mentía y robaba. Actualmente todo ha
mejorado bastante pero sigue mintiendo mucho. Cuando lo hablamos con ella
reconoce que es para evitar los castigos. Nosotros pensamos que no somos muy
severos, pero creemos que debe saber lo que está bien y lo que está mal y que
debe responsabilizarse de sus cosas. Los castigos los negociamos con ella, hasta
llegar a un acuerdo, que ella acepta, entre falta y castigo, pero cuando hace algo
inadecuado miente y miente para evitar cumplir el castigo. ¿Qué debemos hacer
para que deje de mentir?

La manera que ustedes están teniendo para abordar este problema es la correcta y deben
seguir así. Si se rinden no ayudarán a su hija que tanto necesita que le den seguridad,
seguridad que le están aportando al exigirle que asuma sus responsabilidades y al
imponerle normas.

Probablemente, sus mentiras son más resistentes a desaparecer porque los castigos,
aunque sean adecuados, los tendrá asociados a los severos que le imponían en el
orfanato y en el fondo es como si tuviera miedo a que aquellos se repitieran.

Hablen con su hija, aunque ya lo hayan hecho antes, de todo lo que pasaba en la
institución, déjenla que saque toda su rabia, no se asusten si llora o se entristece mucho,
será doloroso para todos pero a ella le ayudará a ir eliminando el dolor y el sufrimiento
que todavía le queda dentro. No se conformen con hablarlo una vez, pues necesitará
varias veces para descargar, a través de sus palabras y de su llanto, toda la aflicción y la
amargura que lleva dentro. Cuando haya asimilado que los castigos de sus padres no
tienen que ver con los anteriormente recibidos dejará de mentir.

177
Ejercicio para ponerse en el lugar de su hijo al buscar sus orígenes
Imagínese que por cualquier causa, usted no hubiera conocido a sus padres y hubiera
pasado toda su vida con otras personas que han ejercido de padre y madre, es decir, con
aquellas que le han acompañado en su crecimiento, con aquellas que se han preocupado
por usted, con aquellas que le han mantenido, que le han apoyado en sus estudios, en fin,
aquéllas con las que ha vivido día a día y que usted considera sus padres.

Reflexione sobre las siguientes preguntas:


•¿Qué padres consideraría que son los verdaderos, los que le cuidaron o los que le
engendraron?

•¿Tendría curiosidad por saber cómo eran sus padres biológicos?

•¿Conocer a sus padres biológicos le alejaría de sus padres?

•¿El cariño que siente hacía sus padres disminuiría por conocer a los biológicos?

Probablemente habrá llegado a las mismas conclusiones que su hijo. Háblelas con él
y eso le ayudará a comprenderle mejor y a no tener miedo de lo que pueda pasar si
encuentra a sus padres biológicos.

178
179
Introducción

La adolescencia es una etapa evolutiva amplia que comprende desde los diez a los veinte
años aproximadamente. Es un período de cambios bruscos en el que el adolescente
intenta consolidar su identidad. Su personalidad se ve alterada por una serie de crisis que
afectan a toda la familia y que supone un esfuerzo de todos sus miembros para volver a
restablecer la convivencia familiar.

Los cambios más relevantes de esta etapa evolutiva se dan en diferentes aspectos del
desarrollo: físico, emocional, social, familiar y cognitivo o del pensamiento.

Cambios físicos

En el físico, el cuerpo cambia muy deprisa y al chaval no le da tiempo a asimilar los


cambios con tanta rapidez, además muchas de las transformaciones como el acné, el
cuerpo desgarbado, la pelusilla en la cara o el bigotillo en las chicas, hacen que empeore
su aspecto físico y esto les genera mucha inseguridad y una percepción negativa de su
autoimagen.

Comienzan a desarrollarse los caracteres sexuales secundarios y se produce una


revolución de hormonas, que influyen en sus estados de ánimo, alterándolos y
haciéndoles inestables.

Cambios emocionales

Su estado de ánimo pasa de un extremo a otro, tan pronto se siente radiante de felicidad
como el ser más desgraciado del mundo. Le cuesta trabajo controlar los impulsos que
están exacerbados. Tan pronto se muestra comunicativo con los padres como se encierra
en el más hermético de los mutismos. Pasa de una actividad frenética a una pasividad
absoluta, las madres lo describen muy bien cuando dicen: "Se pasa todo el día tirado en
el sofá o no aparece por casa".

Cambios sociales

180
Sus grupos de referencia de amigos y familiares cambian, ya no quieren ir "de visita a
casa de sus tíos." Sus metas e intereses suelen cambiar por lo que los chavales se unen a
otros que como ellos comparten las mismas inquietudes.

Desean ser independientes pero todavía necesitan la protección de los padres, lo que
origina conflictos entre ellos ya que a veces la rechazan y otras les piden ayuda.

Cambios familiares

Los cambios del adolescente hacen que la familia necesite un tiempo para recomponerse.
Ese hijo que antes era alegre, siempre dispuesto a ayudar y parlanchín se ha vuelto un
joven taciturno y reservado que no permite que nadie se meta en su espacio personal. No
acata las normas, se vuelve obstinado y se enfrenta a las imposiciones familiares, lo que
genera conflictos entre ellos. En ocasiones amenaza con irse de casa si siguen poniéndole
límites, ya que él se considera un adulto y no quiere ser controlado por sus padres.

La rebeldía en el adolescente es un indicativo de que está reforzando su personalidad.

Los padres son desvalorizados y juzgados como peores y menos comprensivos que
otras personas, como sus tíos, los padres de los amigos.

Es importante entender que estas alteraciones y conflictos están relacionados con la


etapa evolutiva de la adolescencia y no es algo personal contra los padres. No es un
rechazo hacia ellos sino una forma de reafirmarse y de adquirir su identidad.

Cuadro 8.1. Cambios en la adolescencia

181
Conductas adolescentes

Elisa Fernanda fue adoptada hace dos años en Ecuador cuando contaba 13 años de edad.
Presenta conductas que sus padres consideran que no son apropiadas para su edad. Su
vestuario y aspecto personal le parece provocativo y estrafalario. Ha teñido su pelo de
colores, lleva un par de piercings que se ha realizado sin su consentimiento y ha
demandado de forma impositiva hacerse un tatuaje. Además, algunas noches se ha
ausentado del domicilio familiar con excusas que los padres han comprobado
posteriormente que eran falsas. Tienen también noticias de que ha participado con otros
menores en algún hurto en supermercados y grandes almacenes. Temen que esté
ingiriendo bebidas alcohólicas. Por todo esto su preocupación ha ido en aumento.

Voz de los padres

"Al principio pensamos que eran cosas normales. Otros adolescentes de su edad también
llevan un aspecto extraño, les gusta cortarse el pelo de forma peculiar y muchos llevan
piercings. Por eso intentamos mostrarnos comprensivos y tolerantes, pero haciéndole
saber que no nos gustaban esas cosas. Con el paso del tiempo se han producido otros
actos que nos han hecho pensar que debíamos haber cortado tajantemente la situación
desde el principio. No sabemos si el problema tiene que ver con la gente con la que se
junta, todos de la misma procedencia de origen o si se trata de un problema personal de

182
ella. No queremos imponerle que abandone el grupo de gente con el que va, porque
parece un pensamiento un tanto xenófobo, pero queremos evitar males mayores. ¿Qué
podemos hacer?"

Voz del niño

"Mis padres no entienden que todo el mundo hoy en día va así, es normal. Todos mis
amigos llevan piercings y visten con este tipo de ropa. No voy a ir vestida como una
`pija'. Además los amigos con los que voy son con los que tengo algo que ver, nos
entendemos y nos llevamos bien. Nos lo pasamos estupendamente juntos, alguna noche
no he ido a casa, pero tampoco otras amigas mías y, por supuesto, todas nos inventamos
alguna excusa para no ir. Es lo que hay que hacer. Seguro que ellos también hicieron lo
mismo y `mangaban' alguna cosa en las tiendas. Exageran un montón y se ponen
insoportables."

Pautas de actuación

La adolescencia es un período típico de presentación de conductas de rebeldía y


muestras a veces excéntricas de comportamiento social. En los menores adoptados la
necesidad de seguir las pautas de grupo es muy fuerte debido a su búsqueda de
integración en un medio nuevo en el que se deben hacer valer. La mayoría de los
adolescentes adoptados buscarán pertenecer a grupos donde la comunidad cultural les
permita sentirse rápidamente más integrados. Esto no es sinónimo de gamberrismo ni de
delincuencia. Los padres deben ser observadores para lograr diferenciar las conductas
esporádicas que responden a la necesidad de emociones y aventuras propias del
adolescente, de aquellas que implican algún factor antisocial. Para ello es imprescindible
el diálogo abierto, la participación en las opiniones y puntos de vista del menor y el
conocimiento de la realidad social del momento que viven los menores de la edad de sus
hijos. La flexibilidad es la puerta que permite una negociación y un intercambio,
probablemente el menor tendrá mejor disposición a asumir ciertas normas de los padres
si éstos también acceden a ciertas demandas de sus hijos. En el caso de que el diálogo se
vea imposible y que las circunstancias aparezcan claramente dentro del terreno antisocial
se debe solicitar ayuda profesional.

Psicología del adolescente adoptado: búsqueda de sus orígenes

Además de todos los cambios típicos de la adolescencia, la que se produce cuando el


niño fue adoptado, tiene una serie de características que la hacen más difícil porque
también influyen los miedos de los padres sobre sus hijos. Los temores más frecuentes
son:

183
•Miedo a que sus hijos dejen de obedecerles y no les vean como figuras de
autoridad.

•Que quieran ser totalmente independientes cuando sepan que ellos no son sus
padres biológicos.

•Miedo a que les abandonen para ir a buscar a los padres biológicos.

•Temor a que sus hijos repitan las conductas de sus padres biológicos (alcoholismo,
delincuencia, drogas).

•Miedo a no poder establecer vínculos afectivos con sus hijos adolescentes después
de todo el cariño que les han dado.

Figura 8.1. Siempre ha de responderse con la verdad a las preguntas que el menor haga
sobre sus orígenes.

El adolescente se verá más apoyado y unido a sus padres, si éstos le han dicho la

184
verdad desde pequeño. Si ha llegado a la adolescencia sin secretismos ni ocultamientos,
mayor será el sentimiento de pertenencia a su familia adoptiva y menos curiosidad por la
biológica. Todo lo oculto y prohibido genera deseo de conocer, y cuando el adolescente
no sabe o sabe a medias, llenará con su imaginación aquellas lagunas que tiene y mayor
serán sus ganas de buscar a los padres biológicos para satisfacer la necesidad de indagar
sobre su origen. Por eso cuanto más sincero se haya sido con él, mayor sea su
autoestima, la confianza en sí mismo y en sus padres y cuanto menos hayan des
valorizado los padres adoptivos a los biológicos, menor será la necesidad de idealizarles o
infravalorarles y lo único que le moverá a buscarles será la curiosidad.

En ocasiones los padres adoptivos hablan mal a sus hijos de los biológicos con el
objetivo de que no muestren interés por ellos. Esto es un error porque lo único que
consiguen es que los niños se sientan en la obligación de ir a "rescatar" a sus padres de la
miseria en la que les imaginan.

Otra dificultad añadida en la adolescencia es que los adolescentes adoptados no


pueden saber cómo serán físicamente en el futuro, ya que no tienen referencias, no
saben si serán altos o bajos, delgados o gordos y eso les genera inseguridad y ansiedad.

Además tendrán que asumir varias pérdidas, la de sus padres biológicos con los que
han fantaseado muchas veces durante la infancia, deberán fortalecer los vínculos con sus
padres adoptivos, la pérdida de su origen y tendrán que asumir una vida distinta a la que
hubieran vivido en caso de haberse quedado con sus padres.

Tienen que aceptar que no fueron concebidos por un deseo, sino que su nacimiento
fue algo circunstancial para sus padres biológicos.

La identidad

Armando fue adoptado con 7 años en Perú; ahora que tiene 14 años se hace muchas
preguntas sobre sus orígenes, quiere saber de su pasado y habla mucho acerca de sus
padres biológicos.

Voz de los padres

"Cuando adoptamos a Armando, ya sabíamos que con la edad que tenía quizás
tuviéramos dificultades en su proceso de adaptación, ya que había estado durante años
en una institución y eso le habría influido de alguna manera. Intentamos hablar dentro del
núcleo familiar sólo lo imprescindible en relación a su pasado, porque queríamos que
empezara de nuevo su vida. Ahora que tiene 14 años únicamente parece estar interesado

185
en su familia biológica y dice que quiere marcharse a su país."

Voz del niño

"Quisiera saber quién soy, cuáles son mis orígenes, por qué me dejaron mis padres en la
institución, qué fue de ellos. No sé por qué mis padres adoptivos han intentado eludir ese
tema, tan importante para mí. Necesitaría poder hablar, poder comunicarme con ellos,
que quisieran escuchar todo lo que pienso y me preocupa."

Pautas de actuación

Cuando se adopta a un menor es importante ayudarle a elaborar su abandono, que exista


un espacio de comunicación en la familia donde se sienta escuchado, donde pueda hablar
sobre sus preocupaciones, sus dudas, sus sentimientos. Eso le ayudará a ir
reconstruyendo su pasado, a ir reflexionando sobre sus pensamientos y emociones. Si sus
padres adoptivos le permiten que exista ese espacio para el diálogo cuando llegue a la
adolescencia tendrá bastante consolidada su identidad y aunque siga teniendo interés por
saber más sobre sus padres biológicos e incluso quiera volver a su país, no va a significar
que rechace o que no quiera a sus padres adoptivos, con los que ha llegado a vincularse
afectivamente, sino que necesita más tiempo para seguir elaborando su propia historia y
es importante que sus padres le comprendan y le ayuden, para que la resuelva de manera
positiva.

Problemas de conducta más frecuentes

Si el adolescente no ha conseguido integrarse en su familia, es posible que se sienta


desplazado y como consecuencia de ello manifieste su rabia o descontento con conductas
antisociales que pueden ir dirigidas hacia la familia o hacia el entorno social. Entre esas
conductas estarían los robos, las mentiras, el enfrentamiento a sus padres y a las figuras
de autoridad, una actitud provocativa, negatividad, agresividad verbal y física hacia sus
compañeros de instituto o vecinos.

El adolescente está afianzando su identidad y para ello necesita sentirse seguro y


aceptado en su familia. Si no es así, puede buscar una familia alternativa en la que se
sienta totalmente integrado. Dicha familia puede ser sustituida por un grupo de chavales
que, por diversas circunstancias, se sientan igual que él, es decir, que no encuentren su
lugar en la familia, que se sientan solos, y por lo tanto se identifique con ellos. Si estos
chavales pertenecen a un colectivo marginal con problemas de drogas, delincuencia o
alcoholismo, el adolescente se unirá a ellos y se comportará del mismo modo para ser
aceptado.

186
Los adolescentes (adoptados y biológicos) pueden presentar trastornos de
internalización como estrés, ansiedad, depresión o de externalización como dificultades
de aprendizaje, comportamientos agresivos o conducta antisocial. Los trastornos de
externalización se dan más frecuentemente en los adolescentes adoptados que en los
biológicos.

Cuando los robos, las mentiras y las conductas de enfrentamiento responden a una
forma de comprobar que sus padres le quieren, es decir, son una manera de ponerles a
prueba, esas conductas remitirán hablando con él y haciéndole ver que no es necesario
que compruebe a cada momento que sus padres siguen a su lado.

Algo frecuente en los adolescentes adoptados es que manifiesten conductas alteradas


con respecto al sexo como puede ser la incitación a adultos, el vestir de forma
provocativa, la promiscuidad u otras. Esto puede ser debido a que si han sufrido abusos
sexuales piensan que una forma de relacionarse con las personas es a través del sexo,
interpretan de forma errónea que es así como pueden obtener el cariño de los demás.

Otra causa de estas conductas sexuales precoces puede ser el tener un apego
evitativo, que es aquel que tienen las personas cuyo miedo a que les abandonen puede
originar rechazo al contacto físico. Si éste es el caso, el adolescente no podría
relacionarse de una forma afectiva madura y sólo podría hacerlo a través del sexo.

Todas las conductas mencionadas anteriormente son difíciles para todos, padres e
hijos, será necesaria una especial dosis de paciencia y un continuo diálogo hasta que
entienda que no es necesario recurrir a todos esos comportamientos para asegurarse la
aceptación y el cariño de sus padres.

En ocasiones esto no es fácil y es necesario recurrir a la ayuda de un profesional para


que oriente a la familia o trabaje con el chico. Cuando los padres sientan que no pueden
con la situación, es el momento de recurrir a un especialista, ya que cuanto antes se ataje
el problema más fácil será para todos.

Pertenencia a bandas

Dimitri tiene 16 años, fue adoptado en Rumania con 5. Aunque cuando era pequeño
tenía muchos amigos con los que se relacionaba, desde hace unos meses solo se junta
con chicos que pertenecen a países del Este. Sus padres están preocupados porque sólo
parece estar interesado en pasar mucho tiempo con ellos.

Voz de los padres

187
"A nuestro hijo parece como si ya no le importásemos, no quiere estar con nosotros y
prefiere estar con sus amigos. Nos preocupa que sólo ése sea su grupo de amistades, que
vista de forma parecida y que pueda tomar drogas cuando sale con ellos."

Voz del niño

"En mi grupo de amigos me considero importante, me siento uno de ellos a quien se le


valora y respeta, puedo expresarme libremente y puedo participar de las actividades que
realizan como uno más."

Pautas de actuación

Durante la adolescencia es normal entre los adolescentes formar parte de grupos de


iguales con los que se sienten identificados y en los que se consideran importantes. Si un
adolescente no se siente aceptado y querido en su familia, va a buscar en el grupo esa
carencia. Por eso es esencial sobre todo en ellos, especialmente en los adoptados, que en
su familia adoptiva, los lazos afectivos se hayan ido consolidado con el paso del tiempo,
se haya sentido aceptado como es, se hayan respetado sus orígenes, su historia previa y
por último, haya existido un espacio para la comunicación y el diálogo. Si esto ha sido
así, la relación con el grupo de pares es lo esperable a su edad, el grupo es importante
pero sus padres adoptivos también. Sin embargo, si no hay en la familia una buena base
afectiva, comunicación y se siente rechazado, el grupo puede convertirse para él en una
segunda familia y por la necesidad de pertenecer al mismo y sentirse importante y
aceptado podría llegar a realizar conductas delictivas o comportamientos auto
destructivos.

Necesidad de crear un espacio para expresar los sentimientos

Cuando existen datos sobre la historia del menor, los padres se la irán contando según
vaya preguntando. El preadolescente debe sentir que se le dice la verdad. Puede llegar un
momento en que pida leer la sentencia (documento en el que se adjudica el menor a la
familia y en el que se pone todo lo relacionado con su vida anterior). Cuando un menor
decide leer la sentencia ya no es un niño pequeño por lo que se le debe permitir que la
lea, dejándole que exprese sus sentimientos o su silencio con libertad. Es importante
respetar el modo en que quiera hacerlo, si desea irse a su habitación a leerla o estar
rodeado de los padres, es su decisión y se debe acatar, en cualquier caso los padres
deben estar atentos y dispuestos para apoyarle, consolarle, explicarle o darle cualquier
cosa que necesite en esos momentos, seguramente un abrazo será reconfortante.

No en todas las sentencias se detallan los pormenores del abandono. En algunos

188
países la madre tiene que estar presente en el juicio de adjudicación del menor a la
familia adoptiva y ratificar su decisión de dar a su hijo en adopción. En otras ocasiones,
para que se le pueda adoptar, debe ofrecérsele a sus familiares, y si ninguno se hace
cargo de él es cuando se le puede dar en adopción. Esto puede ser vivido por el niño
como un segundo abandono. En estos casos se le puede decir, que para que puedan
adoptarle personas de un país diferente es necesario ese requisito y no debe interpretarse
de otra manera, no es un segundo abandono sino un trámite para poder adoptar.

En algunos casos se puede suavizar de alguna forma pero la realidad no se puede


cambiar.

Si el menor ha sido víctima de malos tratos y retirado de sus padres, se le puede decir
que las personas que hacen eso están bien a nivel psicológico y no son capaces de cuidar
de un niño, por lo que el Estado se hizo cargo de él, llevándole a un colegio en el que no
le maltrataran.

Cuando el bebé fue abandonado en la calle, en una comisaría o en el propio orfanato,


se le puede decir que seguramente sus padres no podían cuidarle y que el dejarle fue un
acto de amor en el que lo daban a otras personas que sí le pudieran cuidar.

Sea lo que sea lo que pregunte, la verdad es la única respuesta posible. Ayudará a que
el menor se sienta más seguro y confiado.

La mejor manera de comunicarse con su hijo es dejarle hablar y expresarse desde


pequeño. Escucharle cuando cuenta las cosas, hacerle partícipe de los sentimientos de
sus padres en la medida que el niño pueda comprender. No criticarle ni darle consejos
antes de haber escuchado lo que quiere decir, sea lo que sea, después se le puede hacer
reflexionar, pero si no se le deja hablar llegará un momento en que no cuente nada.

Con respecto a la adopción hay que estar atentos a sus comentarios y preguntas, ser
sinceros con él y con uno mismo. Si los padres se sienten incómodos tratando el tema del
abandono, el niño lo percibirá y es posible que deje de preguntar y construya en su
imaginación aquellas respuestas que no obtiene de sus padres, y éstas pueden ser falsas,
exageradas, dramáticas, etc. ocasionando más daño del que produciría la verdad en el
menor.

Manifestación de conductas agresivas

Carlos es un adolescente de 15 años, que fue adoptado con diez en Rusia. Aunque sus
padres adoptivos intentaron vincularse afectivamente con él, les resultó muy difícil.

189
Tendía a rechazar sobre todo a su padre y se enfrentaba a él. Solía enfadarse a menudo
y manifestaba conductas agresivas. Ante tales actitudes intentaron que aceptara las
pautas de conducta que se le imponían. Ahora en plena adoles cencia cuestiona con más
intensidad las normas y la autoridad que se le impone.

Voz de los padres

"Cuando adoptamos a Carlos, quisimos que nos considerara como a sus verdaderos
padres. Intentamos darle nuestro afecto, pero parecía que él no llegaba a querernos,
sobre todo a su padre adoptivo. Como solía ser agresivo le impusimos normas y castigos,
que aunque al principio los acataba, luego los iba desobedeciendo. Ahora cuando las
cosas no salen como él quiere, se comporta de manera agresiva con nosotros."

Voz del niño

"Mis padres adoptivos nunca han querido saber por qué me he comportado así. El
tiempo que viví en el orfanato, que fueron muchos años, las personas que me cuidaban
no solían ser afectivos conmigo, sólo se fijaban en mí si me enfadaba o me peleaba con
alguien. También entre mis compañeros, si no me mostraba agresivo se aprovechaban de
mí."

Pautas de actuación

Si un adolescente adoptado se comporta de manera agresiva, es importante averiguar por


qué actúa así, y si esta forma de actuación se ha manifestado como una constante en
años anteriores. Muchos niños que han estado en instituciones pueden presentar
conductas agresivas y una baja tolerancia a la frustración. Ante la falta de afecto que
sienten en la institución, pueden comportarse de manera agresiva con los demás, con el
fin de llamar su atención y no ser ignorados. Esta forma de comportarse con sus iguales
y con las figuras de autoridad les pueden ayudar a sobrevivir, a sentirse valorados y a que
no sean considerados por los demás como débiles. Los padres adoptivos tienen que
intentar comprender estos comportamientos, ser flexibles e intentar cambiar los modos de
comportarse desde el diálogo y el afecto. Mantener una conducta rígida y normativa con
él, no ayudará a cambiarle, porque sólo existirá el cambio desde la reflexión y el
aprendizaje de nuevas formas de conducta. Que sienta que se le quiere y llegue a darse
cuenta de que ya no le es necesario utilizar comportamientos que le hacen daño tanto a sí
mismo como a los demás.

Normalizar la situación como algo evolutivo y pasajero

Si el niño no ha tenido problemas ni dificultades en su desarrollo, y éstas aparecen en la

190
adolescencia, puede ser que estén relacionadas con ese período evolutivo. La
adolescencia es una etapa de grandes cambios y lo normal es que se produzcan
enfrentamientos generacionales. El adolescente quiere reafirmar su personalidad y para
ello necesita oponerse a las normas que le imponen. Intentará conseguir que los límites
que le marcan sus padres sean más amplios y a éstos los considerará excesivos, pues él
ya se siente lo suficientemente mayor para controlarse solo y se resistirá a que lo hagan
los demás.

Todo esto es normal y los padres deben tener paciencia y para que sea más fácil
comprender a su hijo sólo tienen que recordar cómo fue su propia adolescencia, seguro
que se sorprenden recordando actitudes parecidas con respecto a sus propios padres.

Cuando un hijo adoptado dice a sus padres: "Tú no eres mi verdadera madre", es lo
mismo que cuando un hijo biológico dice: "Yo no te pedí venir al mundo". El dolor que
pueden provocar ambas frases estará determinado por el grado de madurez de los
padres, pues las dos tienen como objetivo un chantaje emocional para conseguir lo que
quieren. En estas ocasiones lo que procede es no hacer caso y contestar, por ejemplo:
"Tú eres mi hijo y, digas lo que digas, esta noche tienes que venir a las diez a cenar". El
chaval aprenderá que ése no es el camino y dejará de utilizar esa estrategia, pero si
percibe que sus padres titubean, aunque sepa que le quieren, la seguirá usando para
conseguir sus objetivos.

Decálogo del adolescente

Hay una serie de normas elementales, incluidas en el "Decálogo de actitudes para tratar
con adolescentes" de Fernando Tos cazo, que puede orientar a los padres a tratar y
enfrentarse a sus hijos:

1.Equilibrio emocional de los padres: si los padres no tienen equilibrio emocional,


difícilmente podrán dar seguridad a sus hijos. Si son emocionalmente estables
podrán transmitirle la seguridad, serenidad y estabilidad que necesitan y serán
capaces de desdramatizar los conflictos que se planteen dándoles su justa
objetividad.

2.Comprensión: una actitud comprensiva favorecerá la resolución de los conflictos


que se presenten en esta etapa evolutiva.

3.Paciencia: manifestar paciencia ante las conductas agresivas e intempestivas de los


adolescentes y aceptar sus fallos y actitudes inmaduras como algo típico de su
edad.

191
4.Actitud sincera de ayuda: en el ánimo de los padres debe haber la suficiente
generosidad y capacidad de sacrificio para dejar que el adolescente madure
paulatinamente, y aprenda de sus errores. Es conveniente orientarle más que
imponerle.

5.Actitud sosegada: ante las conductas agresivas individuales o de grupo, no


responder de forma alterada con reacciones externas alteradas sino con
serenidad. Desde el punto de vista interno, los criterios, actitudes y valores deben
ser claros y bien definidos. El adolescente aprenderá que se puede responder sin
agresividad.

6.Escucharles: estar atentos cuando quieran comunicar algo. La adolescencia es una


etapa en que los chavales cuentan poco a los padres, por eso cuando quieran
hablar es importante escucharles en ese momento, si no se hace o se deja para
más tarde, probablemente se pierda saber qué le pasaba. Por ejemplo, un padre
está viendo la tele, el hijo se acerca a contarle algo y el padre le sigue la
conversación diciendo: "Sí, sí" y sigue mirando el televisor; lo más probable es
que el chaval se aleje. La repetición de situaciones parecidas a ésta potenciará la
falta de comunicación del hijo hacia los padres.

7.Total aceptación de su independencia: el adolescente va afianzando su


personalidad y elaborando su criterio propio, que es necesario respetar. Ya no
hay que tratarle como a un niño pequeño, hay que dejarle que tome sus propias
decisiones y consultarle su opinión en aquellas que le afecten a él o a toda la
familia.

8.Nivel de exigencia: Tener en cuenta sus capacidades intelectuales y el momento


evolutivo por el que está pasando, para no agobiarle con exigencias a las que no
puede responder.

9.Fomentar actividades: Tanto intelectuales como físicas que ayuden al adolescente


a fortalecer su propio yo, teniendo siempre en cuenta sus deseos y capacidades.

10.Valorar sus esfuerzos: Cada vez que haga algún progreso en algo, se sentirá
orgulloso si sus padres se lo valoran y tenderá a repetir los comportamientos. No
critique su persona sino sus acciones.

Preguntas y respuestas

Tengo un hijo de 14 años que adoptamos cuando tenía 5. Procede de Rusia y

192
allí estuvo viviendo 4 años con sus padres y uno en el orfanato. Cuando llegó y
se incorporó al colegio no quería que le llamáramos por su nombre original, y
por ello decidimos españolizarlo. Sin embargo, ahora quiere cambiárselo de
nuevo, nos pide que le llamemos por su primer nombre y está empezando a
firmar de forma distinta y no sabemos qué hacer, si dejarle con su nombre en
español o dejar que recupere el otro. ¿Qué sería lo más adecuado?

Ese cambio en su hijo seguramente tiene que ver con su estado evolutivo en el que busca
su identidad. Probablemente en su proceso de reafirmarse se siente confuso y en este
momento tiene presente a sus padres biológicos, estará preocupándose por sus orígenes.
Lo adecuado sería abordar este tema con él y dejarle que exprese sus sentimientos y
dudas. Respecto a cambiar el nombre, no se debe permitir, ya que eso le confundiría
más. Si él siempre ha sido Juan, seguirá siéndolo y la firmeza de los padres le dará
seguridad.

He adoptado a un chico de doce años hace tres años aproximadamente, aunque


al principio parecía que estaba contento con nosotros, conforme iba pasando el
tiempo notábamos en él un cierto distanciamiento y rechazo hacia mí, aunque
hacia su padre mantenía una relación más cercana; yo le quiero e intento
acercarme a él, pero me evita. ¿Por qué ocurre? y ¿qué puedo hacer?

Muchas veces cuando se adopta a niños mayores, estos pueden manifestar una conducta
como la que se describe. Eso puede ocurrir porque han sido niños abandonados hace
mucho tiempo en la institución, en la que han permanecido durante años.

Hay niños que antes de haberlos llevado allí han estado viviendo con su familia
biológica, y pueden haber sufrido en ésta malos tratos, tanto a nivel físico como psíquico,
por parte de la madre, el padre o ambos y por esta razón no han establecido una buena
relación paterno-filial, de tal manera que no ha llegado a consolidarse entre ellos un buen
vínculo afectivo o apego seguro.

Si además, cuando han estado en la institución no han conseguido tampoco establecer


un lazo afectivo sustitutorio con una persona de referencia, y poder así reconstruir dicho
vínculo, entonces la única experiencia que ellos tienen va a ser la que establecieron a
nivel afectivo con su familia biológica, determinando ésta en los menores, la manera de
construir vínculos afectivos futuros.

Debido a estas razones, a su hijo adoptivo le puede costar estructurar un buen


vínculo afectivo, sobre todo con la madre adoptiva, porque puede superponerse en él su
experiencia vincular establecida con su madre biológica cuando él era pequeño. Por este

193
motivo sería necesario ayudar al menor a que elabore su propia historia, para que pueda
así, reconstruir un nuevo vínculo afectivo. Para eso sería necesario que se creara en la
familia un espacio de comunicación y diálogo para poder conversar, escuchar y en el que
los padres mostraran hacia él actitudes afectivas, empáticas y comprensivas, sintiéndose
de esta manera el adolescente más confiado y seguro.

194
195
Comunicación y sobreprotección

La mayoría de los padres, tanto los biológicos como los adoptivos, temen que sus hijos
sufran y sobre todo quieren evitarles que pasen por aquellas situaciones que para ellos
fueron especialmente dolorosas.

Los padres actuales que fueron adoptados en su infancia no tuvieron un proceso de


adopción con la claridad que se tiene ahora. Hace 20 o 30 años, las adopciones se
realizaban en secreto y no se informaba a los niños de su condición de adoptados. Las
familias que adoptaban a un niño muy pequeño no se lo decían hasta que era adolescente
o no se lo comunicaban nunca, hasta que el hijo se enteraba por terceros o por la
necesidad de realizar algunos trámites burocráticos en donde se encontraba con algunos
documentos en los que figuraban los apellidos de sus padres biológicos.

Esto suponía un verdadero impacto emocional con la consiguiente rabia contra su


familia adoptiva.

Actualmente, estos padres sí que comunican a sus hijos su condición de adoptados,


ya que saben lo importante que es para su desarrollo conocer este dato desde un
principio.

Los padres que no son capaces de decirlo es porque no tienen superada su propia
condición de adoptados.

Otros niños habían sido adoptados después de pasar varios años en un orfanato, en
los que habían sido sometidos a una disciplina severa y sufrido carencias afectivas y
materiales. Estos chavales y su entorno eran conocedores de su procedencia, lo que en
algunas ocasiones había sido objeto de burla y humillaciones.

196
Al convertirse en padres adoptivos, algunos de ellos, con el afán de que sus hijos no
sufran lo que ellos sufrieron, les sobreprotegen en exceso, les cuesta trabajo ponerles
límites claros e imponerles una disciplina adecuada. Esto es comprensible porque el padre
o la madre se identifica con su hijo, es decir, cree que su hijo se va a sentir como él se
sentía cuando, por ejemplo, le castigaban o se encontraba solo.

Es importante que los padres comprendan que su hijo es su hijo y que sus
sentimientos no son los suyos. También tienen que entender que lo mejor para el niño es
que le pongan unas normas claras y que se las hagan respetar. Esto es una forma de darle
seguridad, algo que tanto necesita para desarrollarse de forma adecuada.

Consecuencias que produce en un menor la ocultación de su condición de adoptado

Vanesa Lee, de seis años, fue adoptada en China cuando tenía trece meses. Su padre
adoptivo fue también adoptado en su niñez. A través de sus compañeros ha sabido de
forma explícita que se trata de una menor adoptada, algo que sus padres nunca le han
contado en detalle. La menor muestra ahora cierta desconfianza y pregunta
constantemente a sus padres por qué ella es una hija "diferente" a sus amigos, así como
detalles sobre la adopción y sus padres biológicos. Los padres adoptivos no saben bien
qué deben contestar ni cuál es la forma más adecuada de tratar este tema.

Voz de los padres

"Nosotros le dijimos a nuestra hija que era adoptada y que había nacido en China pero
nunca dimos demasiados detalles pensando que podía crearle cierto sentimiento de ser
diferente y además podría perjudicar sus lazos con nosotros si tenía claro que existían
otros padres en su lugar de origen. Resultaba muy problemático dar explicaciones sobre
por qué fue abandonada y por qué nosotros no hemos tenido hijos biológicos. Ella no es
lo suficientemente mayor para poder entender todos los aspectos de este asunto. Nuestra
experiencia nos dice que saber que uno es adoptado implica estar haciéndose
constantemente preguntas y sintiéndose distinto de los demás, no queríamos que eso
también le pasara a nuestra hija."

Voz del niño

"Me han dicho que mis padres no son de verdad mis padres. No se por qué tengo varios
padres y los demás sólo tienen dos. Si tengo otros padres ¿por qué no sé nada de ellos?,
me parece que hay algo que no me cuentan, tampoco sé si yo debo preguntar porque me
parece que hago algo malo. ¿Y si mis padres de China vienen a buscarme? ¿Me tengo
que ir con ellos? No me gustaría ir a vivir a China. Está muy lejos y allí no conozco a

197
nadie. Creo que mis padres me quieren, pero a lo mejor querrían más a otro hijo que
fuera suyo de verdad."

Pautas de actuación

La mejor manera de evitar un conflicto psicológico en el menor adoptado es informarle


debidamente de todos los aspectos relacionados con su origen y proceso de adopción.
Esta información se puede facilitar de un modo natural, sin prejuicios. Hay muchos
menores adoptados alrededor y por tanto no es algo que suponga un elemento
diferenciador a nivel familiar y social. Algunos padres siguen teniendo una mentalidad
arraigada de que un hijo adoptado supone una muestra social de su incapacidad para ser
padres biológicos y este problema limitante a nivel psicológico puede afectar muy
negativamente en el adecuado desarrollo y adaptación del menor. En otros casos como
en éste que ahora tratamos, la experiencia de un padre adoptado puede ser igualmente
condicionante. Pueden mantenerse interiorizados sentimientos e ideas que proceden de
los prejuicios sociales que en otros tiempos rodearon el tema de la adopción y que hoy,
afortunadamente, la sociedad que ha evolucio nado, ha integrado como una vía
normalizada y desprovista de connotaciones negativas. Los padres deben ser pues
abiertos sin restricciones puesto que no hay nada de "diferente", ni de limitante, en tener
un hijo adoptado.

Capacidad para superar situaciones traumáticas o resiliencia

Resumiendo la opinión de varios autores, la resiliencia es la habilidad o capacidad para


sobreponerse a las situaciones traumáticas, de riesgo, cambio o enfermedad,
enfrentándose de una manera constructiva, sabiéndose adaptar a las dificultades y
obteniendo éxito a pesar de ellas.

Una persona puede ser resiliente a una situación de riesgo y no a otras, dependiendo
de su grado de vulnerabilidad. Ésta puede estar condicionada por sus características
personales, familiares y sociales. Por ejemplo, un niño puede criarse en un hogar con uno
de los padres con enfermedad mental (depresión), y él ser una persona con salud
psíquica en su adultez, pero podría ser que ante otra situación traumática (alcoholismo de
la madre), no fuera capaz de superarla y desarrollara algún tipo de trastorno emocional
en la edad madura o repitiera el alcoholismo.

La resiliencia es la capacidad para superar situaciones adversas, enfrentándose a ellas


de manera constructiva y obteniendo así un resultado positivo a nivel personal.

Otra situación de riesgo sería el abandono en la infancia, los malos tratos y el abuso

198
sexual. Las personas que han sido maltratadas u objeto de abusos pueden convertirse en
maltratadores, porque tienden a repetir los patrones de conducta que aprendieron en su
infancia, pero no siempre es así. El que se consiga romper esa cadena de maltrato
generacional de padres a hijos, dependerá de la capacidad para superar situaciones
traumáticas de cada persona y del momento evolutivo en que se dé dicha situación.

El hijo, una vez convertido en padre, deberá estar atento a todo aquello que pueda
suscitar en él la repetición de conductas de maltrato. Algunas de las situaciones que
pueden generar descontrol en el padre son inestabilidad emocional, paro laboral, estrés
legal o económico, expectativas rígidas en lo que se refiere a sus hijos y dificultades de
aprendizaje o escolares de éstos.

Otro factor de riesgo es el temperamento del niño. Un menor que ha sido ansioso,
tímido, arisco, miedoso, desconfiado e inhibido, en definitiva un niño difícil cuyo
temperamento dará lugar a problemas emocionales y conductuales durante su infancia,
puede encontrar un rechazo social en su entorno.

Por otro lado los factores de protección que favorecen la resiliencia en el niño se
pueden encontrar a nivel individual, familiar y social.

Factores individuales

Dentro de los individuales se encuentran la inteligencia, la buena autoestima, la capacidad


de autonomía, de autocontrol, la adaptabilidad, la empatía, la capacidad para buscar
ayuda, tener un temperamento fácil, la tolerancia, que sea confiado, un apego seguro,
que sea aceptado por el medio, la responsabilidad, la autodisciplina y el sentido del
humor.

Factores familiares

La familia que sabe querer y cuidar al niño, que no tiene unas expectativas demasiado
altas de su hijo, que le proporciona un ambiente de apoyo y estabilidad, que le pone
límites adecuados, que fomenta en él la confianza hacia ellos, que haga que se sienta
querido y le enseñe a distinguir el bien del mal, que sabe protegerle y fomentar su
independencia, estará potenciando la capacidad de superar las situaciones traumáticas
que su hijo sufrió en la infancia (abandono o cualquier otra forma de maltrato). También
es importante que fomente los valores positivos internos como la responsabilidad, la
honestidad, el cariño y la expresión de los sentimientos.

Factores sociales

199
Los factores sociales que fomentan la resiliencia en el niño son un ambiente escolar
positivo, un adecuado y amplio entorno relacional, un entorno seguro, utilizar recursos
educativos y de ocio que le proporcionen un ambiente lúdico y un ambiente en el que se
sienta integrado.

Cuadro 9.1. Factores que fomentan la resiliencia

Desapego

El apego es la capacidad para establecer vínculos emocionales. Éstos se desarrollan entre


la madre o figura materna y el bebé desde que nace. Según sea el comportamiento de ella
con respecto a su hijo, éste establecerá un tipo de vinculación o apego que puede ser
seguro o inseguro. Este a su vez puede ser ansioso o evitativo.

Cuando la madre responde a las necesidades del niño y sabe calmarle cuando está
triste o asustado, favorecerá el desarrollo del tipo seguro. Cuando la madre se comporta
de forma ambivalente, rechazándole unas veces y aceptándole otras, estará fomentando
el apego ansioso. Si lo que recibe el niño son continuos rechazos se fomentará en él el
desapego.

Cuadro 9.2. Tipos de vinculación

200
En términos generales, el apego seguro lo tienen las personas con buena autoestima,
con confianza en sí mismos y en los demás, se relacionan con las personas de forma
madura pudiendo establecer relaciones íntimas estables, no tienen miedo a expresar sus
sentimientos y tienen recursos para sobreponerse a las dificultades. Su apertura mental y
flexibilidad también forman parte de las características del apego seguro. Este tipo de
apego también sería fomentado por aquellas madres resilientes que son capaces de hablar
de su pasado, sea doloroso o no, reconocen los defectos de sus progenitores, cómo han
podido influir en ellas y no mantienen una actitud idealista, sino de perdón.

Dentro del apego inseguro estaría el ansioso. En el fondo de quien lo padece existe el
continuo temor a que lo abandonen, por lo que siempre necesita estar físicamente cerca
de la persona amada, que ésta le diga continuamente lo que le quiere, exige permanentes
muestras de afecto, manifiesta muchos celos y siempre teme que su pareja le deje.

El apego evitativo o desapego se da cuando los rechazos al bebé son continuos. Esto
provoca el deseo de vivir sin el amor o el apoyo de otras personas. Cuando un bebé es
rechazado por su madre o figura materna aprende a no necesitarla para evitar el dolor de
un nuevo rechazo. Este miedo al abandono se mantiene a lo largo de la vida generando
una serie de pautas de conducta determinadas.

Cuadro 9.3. Tipos de apego

201
El menor adoptado ha sufrido como mínimo una ruptura vincular, por lo que
frecuentemente su apego puede tener un cierto deterioro. Los padres han de intentar
reparar y fortalecer el vínculo que establezcan con su hijo para que éste consiga
desarrollar un apego seguro. El que los padres le digan que le quieren, le cuiden y
satisfagan sus carencias, no quiere decir que el menor pueda reconstruir rápida y
totalmente su apego; necesitará un tiempo para sentirse querido, para entender que su
familia no es algo pasajero, para sentirse valioso, para desarrollar una adecuada identidad
y para sentirse digno de ser amado. Eso llevará un tiempo, y en algunos casos no se
consigue, manteniéndose el apego ansioso o el desapego.

Una persona adoptada que no ha sido capaz de superar su abandono, cuando llega a
la edad adulta y tiene hijos, puede repetir con sus propios hijos el patrón de conducta que
tuvieron sus padres biológicos con él, la relación con sus hijos puede darse desde el
apego ansioso o inseguro.

Las personas celosas siempre tienen miedo a que sus parejas les abandonen, pero
más o menos pueden controlar este miedo controlándolas a ellas. Sin embargo, cuando
tienen un hijo su temor a que su pareja le deje (a que quiera más al niño que a él, a que
le deje de querer) es tan fuerte que puede provocar la ruptura, siendo él mismo el que se
vaya. No puede soportar un rival en el amor de su mujer o marido.

Este tipo de ruptura es frecuente en las parejas, tanto si uno de los dos ha sido
adoptado como si no, pero en los adoptados es un factor de riesgo, por lo que deberá
tenerse en cuenta a la hora de ser padres. Si uno de los dos se siente desplazado, o se
vuelca demasiado en el hijo o cualquier otro problema que surja entre ellos después de
nacer el bebé, sería conveniente acudir a un profesional.

Trastornos derivados del desapego

Aunque el apego se establece en los primeros años de la vida, los trastornos que se dan
en la vinculación normalmente se mantienen en la edad adulta.

Una de las mayores consecuencias del deterioro del apego es la dificultad para
establecer relaciones estables y satisfactorias. Las personas con apego evitativo serían
aquellas que tienen muchos romances pero que no mantienen una relación íntima. El
personaje de Don Juan de Zorrilla y el de Otelo de Shakespeare serían ejemplos de
apego evitativo y ansioso respectivamente.

Las diferentes áreas personales que se ven influenciadas por el desapego o apego
inseguro son: emocional, conductual, desarrollo evolutivo y social.

202
Área emocional

•Manifestar cariño hacia los extraños de forma no selectiva.

•Dificultad para expresar sentimientos, incluso con la familia.

•Peticiones inadecuadas.

•Celos.

•Inseguridad.

•Desconfianza.

•Gran exigencia en sus demandas.

•Poco interés en los que le rodean.

•Muy centrados en sí mismos.

Área conductual

•Robos.

•Mentiras.

•Falta de control de impulsos.

•Inquietud por la sangre y el fuego.

•Alteración de las pautas alimentarias.

•Conductas agresivas con los demás y consigo mismos.

•Crueldad con los animales.

Área social

•Dificultad para establecer relaciones sociales.

•Exagerado afán por controlarlo todo.

•Hablan continuamente y hacen preguntas absurdas, como necesidad de hacerse

203
presentes.

•Relaciones superficiales con sus amigos o compañeros.

•Aspecto aparentemente encantador, pero dentro de ellas hay un gran vacío.

•No suelen mirar a los ojos.

Desarrollo evolutivo

•Falta de empatía.

•Retraso en diferentes áreas (aparato locomotor, psicomotricidad).

•Alteración en las pautas del lenguaje.

•Escasa comprensión de las relaciones causa-efecto.

Dificultades para el contacto físico

Algunas personas con apego evitativo, no sólo no son capaces de entablar relaciones
profundas e íntimas con las personas, sino que tampoco quieren que las toquen. La
cercanía física les produce inquietud, son aquellas personas que ante un abrazo se
escurren como si se les fuera a agredir. Se sienten violentados en su interior y se
escabullen ante cualquier ocasión en que se les muestre afecto de forma física, como
abrazos o caricias. Sobre todo rechazan los contactos que tengan que ver con la ternura.

Si una persona adoptada muestra esta incomodidad con su propio hijo es posible que
fomente en él el apego evitativo, le transmitirá que el contacto físico es algo incómodo y
el niño puede mantener este patrón de relación a lo largo de su vida.

Algunos estudios han comprobado que las personas con un apego evitativo, cuando
llegan a la adolescencia, se comportan de una manera promiscua, con el consiguiente
sobresalto de los padres, ya que hasta ese momento el hijo no había dado ninguna señal
de problemas con la sexualidad.

Esto puede ser debido a que el adolescente ha interiorizado un patrón de conducta en


el que la única manera de dar y recibir afecto es a través del sexo para él es una forma de
expresar la ternura, es una manera equivocada de hacerlo, pero es la suya.

En los adultos esa dificultad se mantendría incluso con su bebé. Si el padre es


consciente de su problema puede intentar superarlo acariciando a su hijo, abrazándole,

204
bañándole. Si no es así debería recurrir a un profesional.

Preguntas y respuestas

Tengo 32 años y fui adoptado con 2 por una familia maravillosa, formada por
mis padres y 2 hermanas. Me casé hace 5 años y mi relación con mi pareja
siempre ha sido estupenda pero desde que he tenido mi primer hijo, hace 5
meses, las cosas han cambiado dentro de mí. Siento unos celos horribles hacia el
niño, y como sé que eso está mal no se lo comento a nadie, pero mi mujer me
nota arisco y me pregunta qué me pasa; yo le digo que son problemas del trabajo
pero ella se da cuenta de que no es verdad. ¿Por qué me siento tan celoso? ¿Se
me pasará?

Lo que le ocurre es bastante normal. Cuando se tiene un hijo se produce una verdadera
revolución interior desde el punto de vista de los afectos. Es como si se reviviera toda la
infancia, y las vivencias de aquella época salieran al exterior. Pero no siempre salen de
manera clara, muchas veces lo hacen provocando sentimientos o sensaciones que uno
mismo no entiende.

En su caso, los celos podrían ser debidos a que en su interior se haya destapado la
experiencia del abandono que sufrió en su infancia y esto le provoque temor a ser
abandonado de nuevo. Éste es un miedo irracional, es decir, que no está fundamentado
en la realidad. Lo mejor es que hable con su mujer y le explique cómo se siente. Esto le
tranquilizará y si cada vez que se siente celoso lo habla con ella, los celos irán
desapareciendo poco a poco.

Como hemos visto, para los padres adoptivos el camino hacia la adopción es largo y
complicado. Con frecuencia tienen que superar y asimilar la dificultad para tener hijos
biológicos. Además, es necesario que posean unas expectativas reales sobre el menor
susceptible de adopción y tengan los suficientes recursos personales para enfrentarse con
éxito a los distintos conflictos que aparecen en los niños adoptados.

Por este motivo, y con el fin de asentar a los padres, se han incluido casos concretos,
ejercicios y pautas de actuación.

205
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209
210
Índice
PROLOGO 14
INTRODUCCIÓN 17
1 Sobre la adopción 21
Tipos de adopciones 24
Estereotipos sociales 25
Recorrido psicológico hacia la adopción 29
Sentimientos ante los tratamientos médicos: inseminación artificial
33
y fecundación in vitro (FIV)
Clases de motivación 36
Adopción en familias diferentes a la tradicional 40
Ejercicios prácticos y de toma de decisiones 42
Ejercicios para reconocer y aceptar la infertilidad 43
Ejercicios de comunicación con su pareja 44
Ejercicios para transformar los pensamientos negativos en positivos 45
Preguntas y respuestas 45
2 El proceso de adopción 47
¿Son reales sus expectativas ante su hijo? 56
Miedos que surgen ante la adopción 61
Características de la segunda adopción 66
Ejercicio sobre las expectativas del menor 67
3 La llegada del menor 69
Estrategias ante el primer encuentro 73
4 El niño de 0 a 12 meses 84
Vinculación y apego 88
Proceso de adaptación 89
Trastornos de conducta y su resolución 92
Consecuencias de una mala alimentación 93
Conductas derivadas de la falta de estimulación y afecto 97

211
Consecuencias del abandono y de la institucionalización 102
Bases para una buena comunicación 104
5 El niño de 1 a 3 años 105
Proceso de adaptación: establecimiento de vínculos afectivos 108
Incorporación al medio escolar 114
Responder con sinceridad a sus preguntas sobre la adopción 115
Distintos trastornos de conducta y modo de resolverlos 116
Cómo fomentar la autoestima 122
6 El niño de 3 a 6 años 124
Bases para una buena comunicación: hablarle de la adopción 137
Integración en la escuela 151
7 El niño de 7 a 12 años 154
Cómo abordar la historia previa del menor y sus preguntas 158
Proceso de adaptación: establecimiento de vínculos afectivos en
162
adopciones de riesgo
Incorporación al medio escolar, social y familiar 165
ó La adolescencia 178
Psicología del adolescente adoptado: búsqueda de sus orígenes 183
Problemas de conducta más frecuentes 186
Necesidad de crear un espacio para expresar los sentimientos 188
Normalizar la situación como algo evolutivo y pasajero 190
9 Cuando los hijos adoptivos se convierten en padres 194
Capacidad para superar situaciones traumáticas o resiliencia 198
Desapego 199

212

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