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Pensar la región desde

las ciencias sociales


Pensar la región desde
las ciencias sociales

Juan Manuel Durán Juárez


Jaime Antonio Preciado Coronado
(Coordinadores)

Universidad de Guadalajara
Primera edición 2018

D.R. © 2018, Universidad de Guadalajara


Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades
Coordinación Editorial
Juan Manuel # 130, Zona Centro
44100 Guadalajara, Jalisco, México
Visite nuestro catálogo en http://www.publicaciones.cucsh.udg.mx/

ISBN:

Impreso y hecho en México


Printed and made in Mexico
Contenido

Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Primera parte: Pensar la región desde las ciencias sociales

Indisciplinar la región desde las ciencias sociales. . . . . . . . . . . . . . . . . . 19


Jaime Antonio Preciado Coronado

Modelo economico, region e intervencion del estado


mexicano (1990-2017). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Juan Manuel Durán Juárez

Segunda parte: Aproximaciones interdisciplinarias a la región

Elementos para una caracterización regional: el caso


de Guadalajara y su área de influencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
Juan Luis Argumaniz Tello

Apuntes sobre una “región volcánica” en el occidente


de México (bloque Jalisco) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
José Julio Zerpa Rodríguez

Políticas de descentralización y mecanismos de fomento


económico inducidos por el gobierno local. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
Ana E. Ortiz Medina

Investigación y análisis regionales: aportes al estudio


comparado de la movilidad social en México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
César Augusto Ricardi Morgavi

Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar. . . . . . . . . . 141


Ligia García Díaz
¿Qué se puede decir de la región desde la microsociología
y la región sociocultural?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
Yazbeth Pulido Hernández

El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones


en torno al análisis regional contemporáneo en México . . . . . . . . . . . 197
Lorena Cortés Manresa

Tercera parte: Región, conflicto y desigualdad socioterritorial

Las resistencias en la región desde la larga duración . . . . . . . . . . . . . . 227


Rubén Martín Martín

La difusa frontera de la paralegalidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265


Israel Torres Maestro

Región y globalización. Economía y política versus interés


público y medio ambiental. Sistemas energéticos y políticas
públicas del sector eléctrico en México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
Karla Haydee Ortiz Palafox

La aparente controversia entre dotar de agua a los hogares y


dejar sin hogar a las personas. El caso de la presa El Zapotillo. . . . . . 307
Elvia Susana Delgado Rodríguez

Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala:


el uso de la naturaleza desde sus parajes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323
Ricardo Ramírez Maciel

Guadalajara, región infraurbana y segregación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345


Edson Javier Aguilera Zertuche

Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.


Un abordaje a partir de David Harvey . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 365
Patricia Solís Minor
Introducción

Este libro es resultado de los trabajos finales seleccionados que pre-


sentaron las y los doctorandos en Ciencias Sociales (Generación 2013-
2017, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, de
la Universidad de Guadalajara), en el Seminario de Estudios sobre
la Región, coordinado por los doctores Juan Manuel Durán Juárez y
Jaime Antonio Preciado Coronado. Cada trabajo fue revisado por los
coordinadores del Seminario, luego devueltos a sus autores para su
revisión y posteriormente se hizo la edición, bajo criterios editoriales
pertinentes respecto de cómo se piensa la región desde las ciencias
sociales, una vez que los trabajos fueron dictaminados y se cumplieron
las observaciones señaladas.
Dentro de la estrategia de formación centrada en la investigación,
los trabajos incluidos se formularon con base en los temas de la inves-
tigación doctoral de los estudiantes, con el objetivo de reforzar la siste-
matización de su trabajo de campo o de profundizar en algunos de los
contenidos teóricos que se relacionaban con los estudios regionales.
Se podrá constatar que hay aportes singulares al campo disciplinario
de las ciencias sociales, tanto en lo que hace a la contribución del
mejor conocimiento de procesos y prácticas sociales regionales, sus
implicaciones económicas, políticas y culturales, como en lo que se
refiere a la dimensión temporal y conceptual sobre lo que podríamos
llamar el imaginario regional.
El objetivo fundamental de este seminario es discutir y evaluar las
diferentes perspectivas teórico-metodológicas sobre la región, iden-
tificando sus principales aportes y sus limitaciones. Otro objetivo se
centra en estudiar el concepto de “región” y su vinculación con las pro-
blemáticas contemporáneas más relevantes para las ciencias sociales,
desde una perspectiva interdisciplinaria. El enfoque global también
aparece en algunos textos, aunque cabe señalar que por cuestiones
relacionadas con la formación doctoral, este programa propone un

[7]
Introducción

segundo seminario que trata los estudios regionales y el debate sobre


la globalización. Los trabajos se organizaron en tres partes, cada una
de ellas reúne afinidades temáticas y conceptuales.
La primera parte: “Pensar la región desde las ciencias sociales”,
incluye los trabajos de los coordinadores del seminario, que estable-
cen el proyecto editorial aquí realizado. En su escrito “Indisciplinar
la región desde las ciencias sociales”, Jaime Antonio Preciado Coro-
nado aborda, desde el pensamiento crítico, la racionalidad del discurso
interdisciplinario, que no deja de estar dominado por la instrumen-
talidad del poder que da el conocimiento científico especializado.
Indisciplinar la región, desde las ciencias sociales, parafrasea el cues-
tionamiento conceptual que proviene de la reflexión en torno de los
encuentros y desencuentros en áreas interdisciplinarias que pretenden
dialogar entre sí. La indisciplina, en un sentido de cuestionamiento
rebelde del conocimiento dominante y también con un sentido de
convergencia de disciplinas que tienden a fundirse en una disciplina,
se expresa en los estudios sobre las geopolíticas del conocimiento y la
crítica a la colonialidad del poder; esto es, la manera en que lo público
y lo privado se yuxtaponen, las tensiones culturales, económicas y
políticas que el continuo proceso de transformación social suponen
del territorio, de la naturaleza, de la ecología política, de la geopolítica.
La segunda parte de este libro: “Aproximaciones interdisciplina-
rias a la región”, aporta los elementos teóricos que caracterizan los
estudios regionales en su dimensión temporal, geográfica, económica,
política y cultural, así como en su agenda más contemporánea. Se
combinan varias escalas en los trabajos que se incluyen en esta parte:
la micro, relacionada con la escala local; la región, como espacio y
territorio localizado entre la nación y la localidad; y especialmente la
nacional, además de algunos planteamientos sobre la escala global y
su relación con la escala regional-local.
Los trabajos incluidos en esta segunda parte son los siguientes:
“Elementos para una caracterización regional: el caso de Guadalajara
y su área de influencia” de Juan Luis Argumaniz Tello, quien aborda
el particular caso de Guadalajara y su área de influencia, partiendo de
la idea de región como un concepto variable y adaptable a diferentes
elementos. Desde un enfoque histórico, refiere que lo administrativo
es constituyente de instituciones que ayudaron al desarrollo de una
ciudad colonial, conservándose así como la más importante del occi-

[8]
Introducción

dente de México, al grado de tener su propia audiencia con paridad


de funciones a las de la capital virreinal. Se muestra que es el aspecto
económico en el que se revelan algunos fundamentos de Guadalajara
como eje articulador, en donde el comercio y el consumo marcaron
la dinámica de la población, al tener a finales del siglo xviii su propio
consulado; y en el aspecto social se ubican los servicios que la capi-
tal tapatía proporcionó a los habitantes no solo de la ciudad, sino
de lugares aledaños y lejanos, para brindarles asistencia hospitalaria,
educación y beneficencia.
El ensayo “Apuntes sobre una ‘región volcánica’ en el occidente de
México (Bloque Jalisco)”, de José Julio Zerpa Rodríguez, parte de un
caso de estudio que permite ordenar algunas ideas en torno a la inter-
sección entre la noción de región en las ciencias sociales mexicanas,
con la construcción científica y cultural de una región volcánica en el
último tercio del siglo xix. El objetivo es explorar la posible identifica-
ción de un área específica del occidente de México: el “Bloque Jalisco”,
emplazado entre los estados actuales de Nayarit, Jalisco y Colima,
con acontecimientos de la geodinámica interna. En última instancia,
se trataría de comenzar a explorar la posible existencia de tal región
volcánica y sísmica, de acuerdo con las ciencias de la Tierra contem-
poráneas, en conexión con una identidad sociocultural jalisciense.
El artículo “Políticas de descentralización y mecanismos de
fomento económico inducidos por el gobierno local”, de Ana E. Ortiz
Medina, examina la importancia que ha generado la falta de una polí-
tica regional a partir del proceso de globalización y la instrumentación
de políticas de descentralización fiscal desde mediados de los años
noventa. Para tal fin se realiza una caracterización de las disparidades
regionales, del concepto de región, así como de las teorías de desa-
rrollo regional que permitirán describir los instrumentos que puede
implementar una política regional para lograr ciertos objetivos. Por
último, se analiza el proceso de descentralización fiscal y los mecanis-
mos que han instrumentado los gobiernos locales para la atracción de
nuevas inversiones. El trabajo concluye que no se han logrado reducir
las desigualdades regionales ante la falta de una política que promueva
aquellas regiones con menor desarrollo y la instrumentación de meca-
nismos que favorezcan la reproducción del capital.
“Investigación y análisis regionales: aportes al estudio comparado
de la movilidad social en México”, de César Augusto Ricardi Morgavi,

[9]
Introducción

tiene como objetivo recoger, discutir y presentar los aportes que los
estudios y análisis de región hacen para potenciar la investigación de
la estratificación social y, en concreto, su proyecto de investigación
sobre movilidad social, educativa y ocupacional intergeneracional en
el contexto mexicano. Este trabajo presenta cinco apartados. Inicia
con una reflexión en torno a los conceptos de región, regionalidad y
regionalización, y sus implicaciones en el estudio de las desigualdades
sociales. Se prosigue con una revisión de las corrientes teóricas que
relacionan las desigualdades interregionales con sus factores causales
(teoría de las causas) de las que se enfatiza su pertinencia con relación
al análisis comparativo interregional e internacional de los patrones
de movilidad social. En el tercer apartado se recuperan los conceptos
de “ecología regional” y “cultura regional”, provenientes de la antro-
pología cultural, aplicados al conocimiento de las topografías desde
un método histórico. Se concluye con una propuesta de la denominada
“globalización desde abajo”, como un “nuevo” prisma desde el cual
mirar la relación entre informalidad laboral, plasmada en el comercio
ambulante denominado “fayuca”, y la movilidad social plasmada en
estrategias de reproducción y/o ascenso social en la Ciudad de México.
Por su parte, “Región, cultura y política, por un abordaje transdici-
plinar”, de Ligia García Díaz, busca dar respuesta a las siguientes pre-
guntas: ¿es posible el análisis de la cultura política en una dimensión
regional? y ¿qué modelos analíticos ayudarían a explorar este tipo de
abordaje? Con dicho objetivo, el trabajo presenta algunos elementos
que nos acercan a la definición del término “región” y sus posibles
líneas analíticas. Simultáneamente, se pone a discusión la definición de
cultura política y se analizan sus connotaciones desde las perspectivas
simbólica y normativa, para enseguida estudiar la posibilidad del análi-
sis de la cultura política desde una perspectiva regional. Finalmente, se
explora la factibilidad de la construcción de estudios transdiciplinarios
de cultura política en una dimensión regional, desde un diálogo entre
las ciencias sociales y políticas con las tradiciones e innovaciones en
los estudios sobre la región.
El artículo de Yazbeth Pulido Hernández: “¿Qué se puede decir de
la región desde la microsociología y la región sociocultural?” se inspira
en Fernando Leal, uno de los autores leídos en el Seminario de Región,
quien parafrasea al historiador Eric Van Young y su interrogante sobre
si el investigador social ha pensado lo suficiente como para pregun-

[ 10 ]
Introducción

tarse “si son las regiones buenas para pensar el proyecto de investi-
gación”. Desde su formación como psicóloga y como investigadora
social, Yazbeth deduce que su proyecto de investigación, que justa-
mente enfatiza las relaciones sociales y el sistema de actores, potencia
el enfoque de la microsociología en su arraigo a la dimensión local. Por
tal motivo, para ella la “región” está ahí y a la vez no está, al menos no
de modo explícito, ya que los encuentros, desencuentros, conflictos o
negociaciones entre los sujetos sociales penden de la región; en este
caso, de la región cultural, que a su vez está íntimamente empalmada
con otras regiones, por ejemplo, las regiones políticas o económicas.
“El retorno de la mirada a las regiones. Reflexiones en torno al
análisis regional contemporáneo en México”, de Lorena Cortés Man-
resa, tiene como objetivo presentar en forma resumida las reflexiones
sobre los conceptos de región y regionalismo, así como teorizar sobre
las formas en que el análisis regional presenta actualmente nuevas
miradas para el estudio de la creciente heterogeneidad mexicana con-
temporánea. Toma como muestra el trabajo de los Investigadores de
los Gobiernos Locales en México (iglom), del cual destaca la relación
entre los municipios y el estudio de la globalización, particularmente
desde la investigación de Carlos Alba, otro de los autores leídos en el
seminario, que enfoca los procesos globalizadores “desde abajo”, en
el caso del ambulantaje en la Ciudad de México.
En la tercera parte: “Región, conflicto y desigualdad socioterri-
torial”, se incluyen los trabajos relacionados con investigaciones que
abordan diversos estudios de caso en torno de los conflictos sociales y
las acciones colectivas, desde el enfoque territorial y de la desigualdad.
Los “sentimientos de la región”, parafraseando a José María Morelos
con sus “sentimientos de la nación”, cada vez expresan mayor des-
contento, y paralelamente ese descontento se traduce en formatos
organizativos y de resistencia social que cuestionan nodalmente al
capitalismo como referente de la vida social “moderna”. El despojo
territorial, como impulso a la acumulación capitalista, es creciente en
el estado de Jalisco, así como crecen las luchas contra la imposición
de proyectos energéticos, agroindustriales, hidráulicos o turísticos.
Asimismo, en esta parte se estudian los temas globales de la seguridad,
la paralegalidad y el Estado de derecho, en sus impactos socioeconó-
micos y sociopolíticos.

[ 11 ]
Introducción

“Las resistencias en la región desde la larga duración”, texto de


Rubén Martín Martín, estudia detalladamente el fenómeno de las resis-
tencias frente al despojo en Jalisco, especialmente durante la época
colonial, en tanto que se trata de un periodo en el que se fundan pro-
cesos de expropiación de los territorios campesinos y de los pueblos
originarios, revestidos de una supuesta legalidad. Aunque el tema de
la acumulación por despojo ahora aparezca como un asunto de moda,
este trabajo muestra que las violentas expresiones de despojo de bie-
nes comunitarios y sociales no es novedad y, de hecho, tampoco se
trata de un nuevo movimiento social en sentido estricto; por el con-
trario, este trabajo sostiene que estamos ante la presencia, discontinua
pero permanente, del conflicto social más añejo en la historia de lo
que ahora llamamos México y que antes tuvo otras denominaciones…
las resistencias. Formatos de lucha que, no obstante ser productos de
la larga duración en la historia, aportan nuevas maneras de narrar y
luchar frente a los conflictos relativos al despojo, los cuales son exa-
cerbados por la fase (neo)extractiva del capitalismo contemporáneo.
La investigación de Rubén Martín incluye anexos muy bien documen-
tados que detallan conflictos y luchas centenarias en Jalisco.
Por su parte, Ismael Torres Maestro, en “La difusa frontera de la
paralegalidad”, muestra cómo las precarias condiciones estructurales
que existen hoy en día en nuestro país han detonado procesos de vio-
lencias sociales que están acudiendo articuladamente a la paralegali-
dad. De manera particular, la paralegalidad aparece como una opción
plausible para miles de jóvenes mexicanos, quienes intentan hacer
frente a su conflictiva situación social. Esto es así porque asistimos
a un contexto de descomposición social cuyo protagonismo se hace
sentir, tanto cuantitativa como cualitativamente, en el sector poblacio-
nal juvenil, por lo que este trabajo se cuestiona por la reconfiguración
social que se está generando a partir de la relación dialéctica entre el
sujeto joven (como agente víctima o victimario donde se potencializan
las violencias sociales) y la estructura (como espacio donde se con-
solidan las violencias sociales). La trama del planteamiento radica en
que el maniqueísmo legal e ilegal, con el que se pretende dar cuenta
de lo que acontece en nuestra región, se muestra agotado. En efecto, la
categoría paralegalidad es una ventana que permite reinterpretar una
realidad cada vez más caótica, que ha puesto en jaque a las ciencias

[ 12 ]
Introducción

sociales cuando intenta dar cuenta de la realidad desde categorías


clásicas y sin referencias en la cuestión regional.
“Región y globalización, economía y política versus interés público
y medio ambiental. Sistemas energéticos y políticas públicas del sec-
tor eléctrico en México”, de Karla Haydee Ortiz Palafox, tiene como
propósito abordar el estado del arte en las relaciones que se cons-
truyen desde la región frente a la globalización. Se busca establecer
la relación entre el fenómeno de la globalización y el de la región,
definiendo el término región como un ente geográfico, político y terri-
torial que pudiese darle una explicación a la formación de regiones
económicamente ricas en México (petróleo, carbón y gas shale) y a
los intereses que surgen desde las regiones y desde la nación por arti-
cularse con las trasnacionales, todo ello implícito en el actual entorno
globalizado. La metodología utilizada es la revisión de lecturas en el
seminario de región y el seminario de etnografía, identificando el tér-
mino “región” como una típica forma de aproximación general a los
fenómenos socioculturales, que engloba y da un matiz peculiar a una
multiplicidad de técnicas para la obtención y el análisis de información
“La aparente controversia, entre dotar de agua a los hogares y
dejar sin hogar a las personas. El caso de la presa El Zapotillo”, de Elvia
Susana Delgado Rodríguez, toma como ejemplo el conflicto social
generado por la construcción de la presa El Zapotillo para ilustrar la
paradoja que significa construir grandes presas como forma de gestión
del agua en México: por un lado, se dota de agua a las ciudades y, por el
otro, se despoja de bienes de subsistencia a los habitantes del campo.
Con base en algunos conceptos del geógrafo David Harvey, este trabajo
ofrece una explicación a la citada contradicción, demostrando que es
uno de los resultados del mecanismo normal mediante el cual funciona
la expansión del modo de producción capitalista, el cual, para su pro-
pia reproducción, requiere de la permanente configuración del espacio
geográfico en las ciudades y el campo, entre otros elementos. Al final,
se cuestionan las alternativas de gestión del agua que podrían evitar
la contradictoria paradoja a la luz de las consideraciones descritas.
“Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala: el
uso de la naturaleza desde sus parajes”, de Ricardo Ramírez Maciel,
presenta una discusión crítica sobre la concepción de región desde
un abordaje ambiental, trabajado con la comunidad coca de Mezcala,
la cual incluye población ribereña y de la isla del mismo nombre en

[ 13 ]
Introducción

el lago de Chapala. Se comprende que lo ambiental se centra en estu-


diar las relaciones que establecen los grupos humanos para actuar y
transformar los elementos naturales que usan, lo cual inevitablemente
ocasiona impactos que repercuten en las propias relaciones socio-
culturales. La lectura del paisaje y del mundo que hacen las perso-
nas les permite nombrar y establecer criterios para delimitar zonas
geográficas: regiones, territorios o parajes; estos últimos, definidos
dentro de las áreas de uso colectivo del territorio comunal, son fun-
damentalmente locales. Se hizo una revisión bibliográfica y análisis
sobre diferentes perspectivas teórico-metodológicas que abordan
la temática regional; además de tener en consideración discusiones
tenidas durante el Seminario sobre Análisis Regional del Doctorado
en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara (ciclo escolar
2014-B. Se integraron también saberes comunitarios de los habitan-
tes de Mezcala. Estos aspectos fueron articulados a las problemáticas
contemporáneas más relevantes.
“Guadalajara, región infraurbana y segregación”, de Edson Javier
Aguilera Zertuche, aborda tres aspectos íntimamente relacionados
con la desigualdad: los procesos económicos globales y mexicanos; la
relación de estos con la urbanización y metropolización de la pobla-
ción rural; y la segregación al interior de las ciudades. El trabajo se
enfoca sobre todo en este último aspecto que enfatiza la segregación,
mediante un eje de reflexión sobre la ciudad de Guadalajara, que es a
la vez sociológico, antropológico y geográfico. Desde la historia urbana
de Guadalajara se analizan las distintas escalas que representan estos
aspectos asociados con la segregación urbana, cuyas dinámicas socio-
temporales permiten caracterizar a esta gran urbe como un espacio-
región, donde por antonomasia la desigualdad social, que también es
desigualdad socioespacial, se presenta como segregacional.
“Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir del desarrollo geográfico desigual de David Har-
vey”, de Patricia Solís Minor, es un trabajo que ofrece una mirada sobre
el proceso de globalización desde un asunto internacional de primera
importancia: la seguridad y la militarización. Estos temas son clave
maestra para comprender los fenómenos más dramáticos que trae
consigo la violencia, sea en su forma estatal organizada o sea la relativa
al crimen global y regional-local organizado. La hipótesis de partida es
que el desarrollo geográfico desigual, como lo entiende David Harvey,

[ 14 ]
Introducción

permite articular la dimensión global con la local, especialmente en


los temas de la militarización y de la seguridad en sus diversas expre-
siones: nacional, democrática, ciudadana. Patricia Solís muestra en
su trabajo que la esfera regional no puede dejar de vincularse con la
dinámica seguida por el sistema internacional y la estructura de poder,
la competencia por la hegemonía y la estructuración de los espacios
regionales a tales estrategias de poder.
Con las contribuciones reunidas en las tres partes que conforman
este libro queremos dar relevancia al trabajo de investigación de las y
los doctorandos, mediante la creación de formas colectivas de discu-
sión que reúnen a profesores y estudiantes. La diversidad y la calidad
de los trabajos aquí publicados apuntan hacia la consecución de los
objetivos académicos que perseguimos, en cuanto a pertinencia frente
a la compleja agenda social regional de nuestro país, y en lo que toca a
la producción de conocimientos nuevos que nos permitan una mejor
interpretación, de una realidad que reclama cambios y transformacio-
nes radicales frente a la injusticia y la desigualdad social y geográfica
de nuestras regiones.

[ 15 ]
Primera parte
Pensar la región desde
las ciencias sociales
Indisciplinar la región desde
las ciencias sociales

Jaime Antonio Preciado Coronado1

En los estudios sobre región, las ciencias sociales encuentran un


campo teórico conceptual que apunta hacia el conocimiento interdis-
ciplinario. En él convergen disciplinas como la historia, la sociología,
la antropología o la política, en la medida que comparten referentes
que vinculan espacio, tiempo, actores, cultura y proyectos de sentido
respecto de una época y los valores de civilización que fundamentan
sus prácticas sociales colectivas; sin embargo, un abordaje desde el
pensamiento crítico cuestiona la racionalidad del discurso interdis-
ciplinario, que no deja de estar dominado por la instrumentalidad del
poder que da el conocimiento científico especializado. Indisciplinar la
región, desde las ciencias sociales, parafrasea el concepto que elabo-
ran Catherine Walsh et al. (2002): Indisciplinar las ciencias sociales:
geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. Perspectivas
desde lo andino. En ese trabajo se muestra la manera en que lo público
y lo privado se yuxtaponen, las tensiones culturales, económicas y
políticas que el continuo proceso de transformación social, suponen
del territorio, de la naturaleza, de la ecología política, de la geopolítica.
El horizonte del Sistema Mundo moderno trajo consigo una reva-
lorización del ámbito regional, su escala, su articulación con el actor
protagónico de la modernidad: el Estado nacional, y con el proceso

1. Doctorado en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de París III. Profesor-


investigador del Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Uni-
versidad de Guadalajara-cucsh, División de Estudios de Estado y Sociedad. Áreas de
Trabajo: geopolítica de la globalización y democracia en América; geopolítica y pro-
cesos electorales en México.

[ 19 ]
Jaime Antonio Preciado Coronado

de universalización del capitalismo a escala planetaria, así como la


emergencia de actores no estatales que reclaman nuevos instrumentos
de conocimiento sobre su dinámica original. Su comprensión teórica
desde las ciencias sociales ya no puede ser el patrimonio de una dis-
ciplina particular, alrededor de la cual giran diversos conocimientos
especializados que le aportan sus conocimientos parciales. La incor-
poración indiferenciada de parcelas disciplinarias tampoco resuelve
el nuevo conocimiento sobre la región que se necesita, pues revolver
conceptos sin criterios ordenadores lleva a un eclecticismo estéril.
Indisciplinar la región significa en este trabajo una apertura al plu-
ralismo metodológico implicado en la construcción de un campo, en
el sentido de Bourdieu (1980), en el que existe una articulación espe-
cífica de conocimientos calificados como científicos ligados también
con distintos saberes, ecologías o geopolíticas del conocimiento, los
cuales rebasan la división de las disciplinas sociales, las humanidades
y la propia división entre ciencias “duras” y ciencias “blandas”. Se
trata, entonces, de construir un campo específico para comprender
los estudios regionales desde un diálogo transdisciplinario de aper-
tura y a la vez quiebre (Barbero, 2005) entre las distintas esferas del
conocimiento organizado por disciplinas científicas. El feliz maridaje
de la geografía y las ciencias sociales.
Propongo desarrollar cuatro puntos en este trabajo: en primer
lugar, una reflexión alrededor de los debates que se dan en torno del
enfoque interdisciplinario en las nuevas ciencias sociales y si este
comprende la región, el espacio, el territorio; en segundo lugar, me
refiero a la generación de diferencias entre geografía humana, geo-
grafía social, geografía política, geopolítica y ecología política, por la
singular atención que presta el pensamiento geográfico a la región;
en el tercer apartado, destaco la herencia del pensamiento crítico en
estas trayectorias de la geografía social y política y, por último, ter-
mino con algo que se refiere a las nuevas ciencias sociales en México
y lo que se prefigura como agenda en los temas recientes que se están
abordando en nuestro país, los cuales refuerzan un acercamiento, al
menos interdisciplinario, que apunta tendencialmente hacia lo trans-
disciplinario, en una versión orientada a indisciplinar la región en las
ciencias sociales.

[ 20 ]
Indisciplinar la región desde las ciencias sociales

I. La región, un diálogo transdisciplinario en construcción

Paso entonces al primer punto, el origen problemático de esas nuevas


ciencias sociales, por sus dificultades para reconocer la indisociabili-
dad espacio-temporal en sus elaboraciones recientes; esto es, el desa-
fío presente en sus reflexiones teóricas y metodológicas, para incluir
la relación espacio-tiempo en sus consideraciones conceptuales. Si
bien esas dificultades son inherentes a un pensamiento de lo social que
no está dirigido a su problemática socioespacial, sí se pueden ubicar
otros autores que se han convertido en referencias importantes del
pensamiento latinoamericano y universal en torno de las relaciones
entre espacio, sociedad, poder y territorio. Me referiré a ellos en otro
apartado.
Empiezo con los autores consultados que registran una especie
de des-espacialización o des-territorialización en sus planteamientos.
Acudí a Jesús Martín-Barbero (2005), como uno de los autores más
calificados por su conceptualización en torno de la convergencia entre
disciplinas sociales. La idea de este autor es que esa convergencia
implica un tránsito de lo multidisciplinario a lo interdisciplinario, para
llegar a su síntesis máxima en lo transdisciplinario. Así, la multidisci-
plinariedad supone la coexistencia de distintos saberes que confluyen
alrededor de un tema: “Lo que se sigue llamando multi-disciplinario
tiene que ver con la acción de aportarle a una disciplina los saberes de
otras, por tanto ahí no se sale del cuadro de las disciplinas, son unas
disciplinas aportando o bien datos o resultados de la investigación
de unas disciplinas a otra disciplina en particular” (Martín-Barbero,
2005: 19).
La interdisciplinariedad, en cambio, implica “…una primera rup-
tura al trasladar métodos de una disciplina a otra, lo que afecta al
estatuto de lo disciplinario en forma mucho más honda y fuerte, ya
que ello viene a trastornar el funcionamiento de la disciplina. Pues lo
que se introduce en ella es del orden epistémico- metodológico y ya
no del orden de la información” (Martín-Barbero, 2005: 19).
Y luego lo que propone Martín-Barbero como punto de llegada
que sería la transdiciplina, que

…exige varios pasos más allá. Primero la transdisciplina no busca manipular lo


que sucede al interior de la disciplina sino lo que sucede cuando ella se abre,

[ 21 ]
Jaime Antonio Preciado Coronado

o mejor se quiebra… Segundo, no solo quiebra-abre las disciplinas sino que la


transdisciplina las desborda por el establecimiento de unas relaciones cada
vez más densas no sólo entre ciencias exactas y ciencias humanas o sociales,
sino de las ciencias con las artes, con la literatura, con la experiencia común,
con la intuición, con la imaginación social…

Esta perspectiva de la transdisciplina, en donde cada uno de los sabe-


res cede sus feudos y al quebrarse-abrirse propone una nueva síntesis,
es propicia para preguntarse sobre las potencialidades de la geogra-
fía social para contribuir a un enfoque transdisciplinario. Cuando a
Fernand Braudel le preguntaban si era más economista o historiador,
decía que él no estaba por el maridaje, así como digamos bendito por
alguna metodología particular, sino que estaba por la promiscuidad
generalizada de las ciencias. Entonces, esta idea de una disciplina de
convergencia que se da a la tarea de construir un objeto científico
desde la contribución que aportan distintas comunidades epistémi-
cas, o especializaciones disciplinarias, constituye un conocimiento
transdisciplinario para Martín Barbero.
En esta propuesta de la transdisciplinariedad no encontré ningún
planteamiento que tenga que ver en cómo pensar el espacio y la región
de manera que se produzca una epistemología que contribuya al diá-
logo entre disciplinas, como sí lo está haciendo la idea del tiempo y la
incorporación de la historia en esas convergencias disciplinarias de las
diversas ciencias y no solo las sociales. Está claro que la reflexión de
Martín-Barbero no se planteaba el tema que propongo desarrollar aquí,
por lo que únicamente resalto mi hipótesis sobre las potencialidades
del “indisciplinar” las ciencias sociales para llegar a una convergencia
transdisciplinaria en torno del concepto región.
Busqué también en el libro de Pablo González Casanova (2004),
Las nuevas ciencias y las humanidades, en donde adopta una interpre-
tación del pensamiento complejo como una nueva teoría de sistemas;
sin embargo, está totalmente abandonado el tema que tiene que ver
con una reflexión sobre la dimensión espacio-temporal. Aunque la
propuesta de González Casanova llega al mismo puerto que Martín-
Barbero, en cuanto a la constatación de una síntesis creativa entre
ciencias exactas, ciencias de la Tierra, ciencias sociales y humanida-
des, tampoco era su propósito problematizar el aporte geográfico a
esas nuevas ciencias. Resalto solo que uno de los grandes potenciales
para el pensamiento transdisciplinario sobre región lo podemos apre-

[ 22 ]
Indisciplinar la región desde las ciencias sociales

ciar en los diálogos creativos que se han establecido entre las ciencias
exactas y de la Tierra, la historia, la sociología o las ciencias políticas.
En cierta medida, la geografía fue precoz al incorporar en su pen-
samiento esos diálogos disciplinarios. Además, el enfoque geográfico
incluyó las implicaciones respecto de la acción, pues al entenderse
como una interdisciplina se comprendió a sí misma como implicada en
un proceso de transformación que no era ajeno a los saberes, como lo
veremos luego, en los desafíos de una ciencia aplicada. Otra idea rele-
vante aparece en la propuesta de González Casanova (2004) cuando
propone tratar el paso o la relación entre academia y política. Es decir,
que para entender los procesos de transformación compleja del que
intentan dar cuenta las nuevas ciencias, no puede dejar de lado la
acción social que se funda en la manipulación de los saberes.
Al acudir a Immanuel Wallerstein (1999), encontré algunas refe-
rencias muy concretas a temas geográficos, cuando hace el estudio
sobre el “legado de la sociología” a una nueva ciencia, en donde se pre-
gunta sobre la herencia dejada por los estudios de área o area studies,
que son una convergencia entre geografía e historia y donde hubo esta
oportunidad de vincular cultura y civilización con el territorio o con
espacios históricos-sociales. Este es uno de los desafíos y una cuestión
que está muy presente en el papel de la geografía dentro de las ciencias
sociales, como para proyectarse en los estudios sobre región.
Sin duda, Wallerstein es uno de los autores que más potencialida-
des tiene para dar una densidad teórica y metodológica a la discusión
que propongo. Su principal aporte, en el sentido de este trabajo, se
refiere a la idea de “Sistema-Mundo”, el cual tiene una clara influencia
de las propuestas de Fernand Braudel (1979), sobre su interpretación
de las “Economías-Mundo”, que hacen una síntesis prometedora sobre
la relación espacio-temporal como matriz explicativa del devenir del
mundo. Una aproximación que, por cierto, no se queda en la escala
mundial, sino que intenta avanzar en uno de los temas de mayor actua-
lidad como lo es la relación entre lo global y lo local, en el cual aparece
el concepto de región.
Otro autor consultado, Edgar Morin (2000), con su propuesta de
pensamiento complejo y la reforma de la educación, tampoco tiene un
planteamiento problematizador de la geografía y las ciencias sociales
que vaya más allá de una reconfiguración de las ciencias, al dividir, por
ejemplo, las ciencias de la Tierra y las ciencias humanas de las ciencias

[ 23 ]
Jaime Antonio Preciado Coronado

exactas. En todo caso, esta relación es tratada bajo las preocupaciones


educativas en la obra de Morin y particularmente en los procesos
de enseñanza-aprendizaje. Es aquí en donde Morin le da un carácter
a la geografía de meras técnicas para interpretación, cuantificación,
cualificación de los espacios, pero sin abrir perspectivas de solvencia
“científica” para una geografía social.
Manuel Castells, quien ha analizado los vínculos directos entre
sociología y geografía en varios trabajos, principalmente relaciona-
dos con temas urbanos, ofrecía posibilidades de reencuentro entre
la geografía y las ciencias sociales. Así fue en su libro sobre La cues-
tión urbana (1974) o en Problemas de investigación en sociología
urbana (1971), en el que estaba presente la dimensión socioespacial.
Sin embargo, en obras recientes, como su importante libro sobre la
Sociedad de la información (1996, 1997, 1998), abandona las cuestio-
nes espaciales y reduce a flujos todos los temas que tienen que ver
con las interacciones entre espacio y sociedad, a pesar de que en una
buena parte de sus tres tomos aborda una caracterización de distintos
espacios internacionales, nacionales y casos locales; pero sin darle una
estatura epistemológica a las cuestiones socioespaciales.
Si Castells renuncia a una reflexión socioespacial, al privilegiar
en su estudio la sociedad de los flujos por encima de los lugares, los
debates posmodernistas confirman esta tendencia, pues la mayoría
de autores que podemos ubicar en esta corriente de pensamiento
han renunciado prácticamente a problematizar la territorialización
de las relaciones sociales. Estos autores no han entrado en contacto
con toda una reflexión que, acertadamente, aporta elementos que son
muy cercanos a sus reflexiones teóricas, como las simultaneidades de
los tiempos, las relatividades culturales o civilizatorias, o los particu-
larismos y sus identidades, en el marco de las complejas sociedades
contemporáneas. Sin embargo, los debates posmodernistas han sido
tan reacios a los temas de las metanarrativas que entran en contradic-
ción con la propuesta de geografía social y política que, justamente, ha
tenido la idea de conciliar las cuestiones más abarcantes, de alcances
universales, con los temas más particulares y locales.

[ 24 ]
Indisciplinar la región desde las ciencias sociales

II. El legado del pensamiento geográfico crítico

Es necesario subrayar que, a pesar de esta exclusión más o menos


consciente de la geografía de un debate relacionado con las ciencias
sociales contemporáneas, lo que nos toca es revalorizar una herencia
del pensamiento crítico en estas trayectorias de la geografía social y
política. En tanto que encontremos cuáles son los aspectos que rei-
vindica este pensamiento crítico, podremos entonces potenciar esta
herencia.
¿Cuáles son las potencialidades de esta herencia? Primero, esta
trayectoria reconoce un rol dinámico, contradictorio, de la relación
entre espacio y sociedad y su posible transformación; se entiende a
la naturaleza como históricamente transformada por actores sociales
específicos. En segundo lugar, esta herencia acude a una revalorización
del juego de las escalas en geografía, lo que vemos, por ejemplo, en los
movimientos sociales que han estado relacionados con la resistencia
contra la globalización. Aquí encontramos toda una dinámica nove-
dosa entre lo local y lo global, así como entre el pensar (teorizar) y el
actuar (el desenvolvimiento de los actores), lo cual empezó a reflejarse
en la consigna de los movimientos altermundistas de Seattle, desde
1989: “pensar global, actuar local”, que luego se transformó en “pensar
local y actuar global” en el marco de los procesos organizativos del
altermundismo en la escala global, y su búsqueda de articulaciones
locales-regionales, como es el caso del Foro Social Mundial, que nació
en Porto Alegre, Brasil, en el año 2000. Es decir, en estos movimientos
sociales altermundistas hay un rejuego nuevo de escalas en las que
esta espacialidad, esta socio-espacialidad, es innegable.
En tercer lugar, habría que reconocer también en la trayectoria
de un pensamiento geográfico y social crítico el hallazgo del carácter
jerárquico de las relaciones socioespaciales, una dinámica no lineal
que ve que hay transiciones, reagrupamientos, ciclos, en la evolución
de las relaciones entre espacio y sociedad. Constatamos que desde la
idea de economía-mundo de Braudel, hasta la idea del sistema-mundo
de Wallerstein, hay una resignificación de las relaciones entre centro
y periferia y de los temas que tienen que ver con la colonización y la
liberación nacional, en el que hay un rejuego, otra vez, entre las escalas
socioespaciales, pero de escalas que están organizadas alrededor de

[ 25 ]
Jaime Antonio Preciado Coronado

poderes con ámbitos y niveles en los que se ejercen, pero bajo condi-
ciones de dominación relativas a la hegemonía.
Como cuarto punto, destaco la reacción anti-economicista frente a
todo el pensamiento dogmático que tanto esclerotizó las visiones del
pensamiento crítico. El marxismo, en su versión renovada por su dis-
tanciamiento del economicismo y del estatismo, representa un punto
de quiebre excepcional para pensar la geografía social y política, pues
su búsqueda de interpretaciones totalizadoras, abarcantes, marcaron
una revolución para el pensamiento crítico. Lo internacional, unificado
por la vocación universal del capitalismo, tiene una expresión socioes-
pacial que obliga a voltear con otra mirada hacia la escala mundial y
la nacional. No obstante, la riqueza presentada en la obra de Marx,
respecto de la articulación entre lo global y lo nacional, se perdió por
causa de las simplificaciones que le dieron un peso determinante a
la economía. Por fortuna, las corrientes que reaccionaron frente al
economicismo le dieron nuevos bríos al pensamiento crítico; entre
ellas, hubo algunas que inclusive aportaron elementos nuevos alre-
dedor de esta construcción de la geografía social. El geógrafo francés
Pierre George le da densidad política al pensamiento geográfico; Alain
Lipietz, desde la socioeconomía, o David Harvey, desde la geografía
radical, repensaron El capital de Marx y produjeron aportes dignos
también de ser tomados en cuenta.
En la siguiente cita de David Harvey (1998) se puede comprender
el alcance de esta propuesta:

La acumulación de capital siempre ha sido un asunto profundamente geo-


gráfico. Sin las posibilidades inherentes a la expansión geográfica, a la reor-
ganización espacial y al desarrollo geográfico desigual, el capitalismo habría
cesado de funcionar como un sistema político económico. Este perpetuo
cambio hacia un arreglo espacial de las contradicciones internas del capita-
lismo (notablemente registradas como sobre acumulación de capital dentro
de un área geográfica particular) emparejadas con la desigual inserción de
diferentes territorios y formaciones sociales en el mercado mundial capita-
lista, ha creado una geografía histórica global de acumulación de capital cuyo
carácter necesita ser bien entendido.

Lawrence Krader (1979), como nos lo hace ver Andrés Fábregas, hace
un interesante aporte sobre la espacialidad del pensamiento marxista;
en las notas etnológicas en Marx, donde el autor de El capital critica

[ 26 ]
Indisciplinar la región desde las ciencias sociales

la versión evolucionista de la historia, a partir de la dialéctica entre


cultura y civilización, Krader destaca un enfoque etnometodológico
en Marx que le permitió diferenciar a las etnias en espacios y tiempos.
Quinto y último aspecto a reivindicar para esta geografía social es
la centralidad del sujeto-actor en el establecimiento de la direcciona-
lidad y en la espacialidad resultante de los procesos socioespaciales.
Es decir, a raíz de esa historia nueva, de ese coqueteo entre geografía
y sociología, se empezaron a incorporar los actores en los análisis
y en las metodologías. Ya no había fábricas sin propietarios, ya no
había tierras sin actores que las poseyeran y ya también se registraba
la idea del contraste entre los territorios de los desposeídos, de los
desenraizados y de los capitalistas y poderosos. De ahí que esta cen-
tralidad del sujeto y del actor permitirá una revalorización de todos
los ámbitos espaciales de lo político: el tema de la paz, el tema de la
guerra, el tema de las estrategias y lo militar, el tema de las relaciones
nuevas entre Estado y sociedad, con nuevas demandas de ciudadanía,
múltiples en sus derechos (políticos, económicos, sociales y cultura-
les) y multiescalas en su ejercicio directo (ciudadanía mundial, doble
y múltiple ciudadanía nacional).
Sujeto y ciudadanía serán claves de lectura imprescindibles para
comprender los desafíos de época para la geografía social y política.
Hay aquí una doble vertiente de innovaciones teóricas que han influido
en el devenir de los vínculos entre geografía y ciencias sociales. Por
una parte, los estudios feministas y de género propiciaron una visión
mucho más diferenciada de las y los actores en los procesos espaciales;
los géneros, las edades o las preferencias sexuales, cuentan en la pro-
ducción de diferencias territoriales, como lo sugieren los trabajos de
Michel Foucault respecto del confinamiento y la segregación, pues al
mismo tiempo que la configuración espacial condiciona a los sujetos,
el espacio, los territorios, son objeto de disputas por el poder.
El vértice del pensamiento de Michel Foucault es el poder y sus
relaciones con el o los saberes. Ello se puede analizar en términos
de región, de dominio, de implantación, de dislocamiento de transfe-
rencia de energías. La administración del saber, la política del saber,
son relaciones que remiten a formas de dominación que refieren a
nociones como campo, posición, región o territorio. Esas nociones se
encuadran en términos políticos estratégicos, del orden administrativo
militar, los cuales se inscriben en formas de discursos sobre el poder.

[ 27 ]
Jaime Antonio Preciado Coronado

Ante las preguntas de Yves Lacoste, como director de la revista


Hérodote:

Foucault reconoce que la geografía, la geopolítica y, en general, los saberes


militares, cumplen también esta función de puente: se ocupan de conocer
y controlar las interacciones entre el ser humano y la naturaleza, entre las
poblaciones y los territorios que habitan. Los saberes militares o geoestra-
tégicos, al igual que la medicina, llevan a cabo una articulación entre las
ciencias naturales y las ciencias humanas, y precisamente por eso permiten
dominar el flujo de interacciones entre las energías físicas y las energías
sociales (Campillo, 2001).

En términos similares, Lacoste (2011) escribe que la fórmula “La geo-


grafía sirve en primer lugar para hacer la guerra” se completa con
“para hacer la guerra y para organizar los territorios con el fin de
controlar mejor a los hombres sobre los cuales el aparato del Estado
ejerce su autoridad”. Igual que para Foucault (Campillo, 2001), “El pro-
blema consiste en localizar el tipo de saberes y de prácticas sociales
en donde el dominio (o domesticación) del hombre y el dominio (o
domesticación) de la naturaleza se interpenetran, esto es, en donde el
control de las poblaciones y el control de los territorios se requieren
y refuerzan mutuamente. Y esto es precisamente lo que ocurre con la
medicina y con la geopolítica”.
El origen de esta disciplina “maldita”, la geopolítica, hizo que cre-
cieran reservas importantes entre la comunidad académica respecto
de su uso legítimo. Sin embargo, Lacoste (2011) señala que

En sus razonamientos geopolíticos, la escuela francesa de geopolítica otorga


una gran importancia no solamente a las características geográficas (espe-
cialmente a las formas del relieve) de los territorios disputados, sino también
a la historia de los acontecimientos que allí han tenido lugar en épocas más
o menos pasadas (incluidas las muy pasadas) y —conviene resaltar— a las
representaciones más o menos contradictorias sobre las que los líderes de
fuerzas políticas rivales se apoyan en nuestros días.

Por otra parte, autores que piensan la cuestión socioespacial en tér-


minos “indisciplinados” buscan revalorizar al sujeto, por lo que se
aprecian no solo las subjetividades, sino también las inter-subjetivi-
dades; sujetos de carne hueso con sus valores y sus aspiraciones, sus
creencias y sus temores; temas que empiezan a poblar el pensamiento

[ 28 ]
Indisciplinar la región desde las ciencias sociales

social del espacio y el territorio. Así pues, trabajos como los de Saskia
Sassen (2000) sobre migrantes y situaciones transfronterizas diferen-
cian geografías y contrageografías (Sassen, 2003), representaciones
institucionalizadas e identidades de resistencia basadas sobre repre-
sentaciones apropiadas e identidades compartidas, que se transforman
y adecuan en los procesos migratorios.

III. Entre Durkheim, la economía política


y la geopolítica crítica

En la historia del pensamiento social hay una reivindicación del pen-


samiento crítico, alrededor de la relación entre geografía y ciencias
sociales; otra manera de cuestionar cómo se fue gestando la relación
entre espacio, Estado y sociedad. Este es el aspecto que pretendo abor-
dar ahora en el tercer apartado.
La ubicación de la geografía en las ciencias sociales ha dado como
resultado –aquí tendría que reconocer autocríticamente– un debate
desdibujado con resultados ambiguos. En el caso de la geografía social
y política no tenemos una coherencia metodológica, una comunidad
epistémica, una identificación tal que permita potenciar todos estos
elementos y darles un estatuto suficientemente coherente y sólido.
En contraste, la geografía social tiene antecedentes en el pensamiento
social, particularmente en el sociológico.
El caso del sociólogo Émile Durkheim es emblemático respecto
de esta primera convergencia entre un pensamiento geográfico y una
búsqueda de las consecuencias que este tiene sobre la sociedad, y
cómo, a la vez, la sociedad transforma ese espacio. Entonces, ¿en dónde
ubicar la geografía: en las humanidades, en las ciencias sociales, en
las ciencias de la Tierra?
Lo que se debate, partiendo desde el punto de vista de algunas
de las obras que son emblemáticas, como la de Durkheim, es cómo la
geografía humana va dando paso a esta geografía social y política, que
desde sus inicios está íntimamente articulada en estos dos términos.
Para comprenderlo, habría que ubicar la herencia de la geografía his-
tórica, de los estudios culturales, de las cuestiones antropológicas, que
plantea Andrés Fábregas (2010), que desembocan en los estudios de

[ 29 ]
Jaime Antonio Preciado Coronado

la relación entre la Tierra y el hombre, que resultaron fundadores de


esta “sociología geográfica” o simplemente geografía social.
Durkheim se ubica en esa tradición francesa de colocar al hombre
como término civilizatorio y cultural, sobre todo en las propuestas
que hace en sus Reglas para un método sociológico (1895,1993), en
donde plantea el tema de la morfología social. Ahí vamos a encon-
trar estos esfuerzos que permiten ir apuntando hacia una síntesis de
cómo el espacio se puede relacionar con la sociedad dependiendo del
cómo la sociedad lo transforma y, simultáneamente, lo convierte en
un condicionante. Ese doble condicionamiento socioespacial es una
cuestión que luego confirma Durkheim en su obra sobre El suicidio
en 1897 (2006).
En dicha obra incluye la búsqueda de las regularidades espacia-
les que se van dando a partir de una enfermedad, de una patología, y
que van a marcar enormemente lo que vendrá a ser luego la Escuela
de Chicago y todos los planteamientos higienistas que Castells trata
también en su “Introducción” a La sociología urbana. Eso nos per-
mite entender cómo, en las postrimerías del siglo xix, había una gran
actividad intelectual que trataba de encontrar por qué, por ejemplo,
como concluye Durkheim, los protestantes se suicidaban más que los
católicos o porque los judíos se suicidaban menos que los pertene-
cientes a las otras dos grandes religiones; y cómo se manifestaba esto
en los distintos distritos en los que predominaba una u otra religión,
zonas o distritos en los que Durkheim procesó una estadística que
responde a este clima de preocupaciones por las condiciones de vida
y el tema de la salud.
Esta preocupación de Durkheim desembocará en una morfología
social, que es imprescindible para comprender la base material para el
desempeño de la sociedad. Si bien este sociólogo trata de una manera
limitada la relación socioespacial, en la que el territorio es un mero
continente, en su época madura va a constituir la idea de morfología
social, en la que lugar y sociedad cobran mayor complejidad en su rela-
ción, donde ya tenemos actores del poder, base material, temas propios
de la subjetividad desde la intimidad de la psicología, de la cultura, de
las religiones, lo cual estará relacionándose con las caracterizaciones
de lo que la geografía social irá también abordando.
Durkheim juega un papel fundador para hacer avanzar la discusión
aquí planteada. Su estrecha relación con Marcel Mauss lo hace sensible

[ 30 ]
Indisciplinar la región desde las ciencias sociales

a las diferencias sociales, antropológicas, culturales y políticas mostra-


das por las etnias “descubiertas” en las metrópolis coloniales, que lo
introducen en una vieja discusión sobre determinación y relatividad
entre espacio y sociedad, alrededor de la influencia del clima, la latitud
o el dominio sobre el territorio que es ejercido por la configuración
social en un espacio y en un tiempo particulares.
En el marco de esas discusiones dadas durante la segunda mitad
del siglo xix, hay que situar un debate que atravesará todo el siglo xx,
en el que destacan cuatro grandes temas: primero, los procesos de neo-
colonización e independencias nacionales del siglo xix habían dado la
oportunidad, a la que se refiere Andrés Fábregas (2010), de relativizar
el determinismo geográfico, debate que en particular en Francia se
suscitó entre la escuela durkheimiana en sus desencuentros y discu-
siones con Vidal de la Blache, este geógrafo francés tan significativo
para lo que es la tradición de la geografía regional. De la Blache forjó
lo que luego se llamaría el “posibilismo vidaliano”, el cual tomaba dis-
tancia de la idea de que hay un determinismo geográfico que impone
sus características a las sociedades dependiendo de su ubicación, en
distintos espacios del mundo, pero frente a los cuales habría que tomar
una distancia creciente respecto del determinismo de los lugares sobre
las sociedades. Entonces, el primer punto se refiere a la contraposición
de este determinismo geográfico contra el “posibilismo vidaliano”, lo
que permitió que la geografía social iniciara un conjunto de reflexio-
nes sobre el peso efectivo de este continente espacial, este producto
social que es el espacio sobre la organización de la sociedad misma
que organiza los territorios.
En segundo lugar había una mediación que pudo ejercer la socio-
logía al aportar estos elementos no espacializados, pero que son parte
de este nuevo planteamiento socioespacial y que hicieron entrar la
cultura, la civilización y la religión en torno a las consideraciones
sobre el lugar. Aquí hay sobre todo más sociólogos que entran a la
geografía, a veces sin darse cuenta, que geógrafos que entren a la
sociología, desafortunadamente. Pero hay otro grupo de pensadores
que no son propiamente científicos reconocidos ni cuentan con todas
las credenciales académicas, que son los hombres de acción que docu-
mentan el incremento de las miserias que trae consigo el capitalismo
en su fase industrial en Europa, y que analizan casos muy concretos,
como el famoso estudio de Engels sobre el problema de la vivienda en

[ 31 ]
Jaime Antonio Preciado Coronado

1840, o el anterior trabajo que hicieron un par de franceses (Guepin


y Bonamy, 1835) sobre la ciudad de Nantes, donde dan cuenta de cada
una de las zonas en las que están viviendo las distintas clases; ya se
empieza a hablar de clases, estratos sociales, segregación, exclusión
y otras categorías que irán enriqueciendo este enfoque de la cuestión
socioespacial, hasta llegar a hablar de la ciudad como cuerpo social.
En un tercer lugar está el que la geografía social avanzó sobre la
diferenciación entre lo urbano y lo rural, ciertamente bajo la influencia
decisiva de la geografía regional; la propiedad de la tierra se convierte
en una de las herencias fuertes que provienen de estudios concretos
sobre espacios y épocas particulares. Vemos aparecer así la documen-
tación que hacen estudios como el de Marc Bloch, en “La Tierra y el
hombre”; o el propio Elyssé Reclus, un geógrafo anarquista radical
que tiene una importante obra llamada: L’homme et la terre en 1846,
en la que también abordará las situaciones particulares de diversos
lugares del mundo, desde las pretensiones universalistas de la época.
Estas obras “aterrizadas” serán antecedentes importantes para la con-
figuración de esta geografía social. También hay que reconocer una
bifurcación entre una geografía más cercana y a la vez con mayores
elementos de identidad con la sociología, que sería la geografía social
y una geografía política que va sobre todo incidiendo en la esfera de las
relaciones internacionales que tienen que ver con la guerra y las cues-
tiones geoestratégicas, aspectos que va a marcar también el devenir
después de los debates propios de esta época. ¿Qué hay de relevante
entonces para nuestra discusión? Se trata del contexto de los debates
de la modernidad, que enfrentan a la geografía social con la idea del
progreso, del desarrollo –lineal y ascendente–, con las preocupacio-
nes por lo universal y el mismo debate democrático, que alcanzará
la escala mundial en la posguerra, siguiendo la matriz de los Estados
nacionales. Todas estas polémicas, que van nutriendo a las ciencias
sociales, servirán de plataforma para la geografía social y política.
En este dilatado periodo, del final del siglo xix a la primera mitad
del siglo xx, encontramos dos pistas: por un lado, una vertiente de
la geografía social privilegiará lo que se refiere a las clases, los gru-
pos, las familias y su manera de transformar y de transformarse en el
espacio; mientras que, por el otro, estará la geografía política estu-
diando al actor protagónico para las ciencias sociales del siglo xix, que
es el Estado-nación, lo que traerá consigo la cuestión de la política,

[ 32 ]
Indisciplinar la región desde las ciencias sociales

del poder, las instituciones, y que llevará a una resignificación de los


esfuerzos por los conocimientos universales que estaban aportando
las historias y las geografías universales que se produjeron a lo largo
del siglo xix.
Hay, sin embargo, una coexistencia no tan pacífica entre estas dos
vertientes: mientras la geografía social compartirá visiones que se
relacionarán con el estructural-funcionalismo, con las visiones cultu-
ralistas, o dando más cabida a las cuestiones que tienen que ver con
la ecología, la psicología, la redefinición de público y privado en las
sociedades industriales; la geografía política decantará sus elabora-
ciones sobre los temas de los regímenes y sistemas políticos, los Esta-
dos nacionales, las guerras, los ejércitos, la potencia –particularmente
dentro del concepto de hegemonía– y el imperialismo.
Ambas vertientes entraron ciertamente en un debate con el mar-
xismo, del que resultó una suerte de síntesis entre lo social y lo político
en los trabajos geográficos. Como resultado de estos debates, vere-
mos nacer una vertiente de geopolítica crítica que será redefinida,
procesada, al calor de la evolución misma de las ciencias sociales.
Aquí destacan los trabajos realizados por Yves Lacoste y el grupo que
se articula alrededor de la revista Hérodote, Revue de Géopolitique,
que abordan con un sentido interdisciplinario los temas clásicos de
la geografía política desde la escala mundial hasta la local, centrando
su interés en categorías como el poder, los discursos, las políticas
públicas o las elecciones y el debate democrático.
Es representativo en este sentido el análisis de las 22 regiones con-
tinentales de Francia que se acababan de descentralizar en 1985 y que
empiezan a elegir a sus representantes regionales, en donde, desde el
punto de vista de una geopolítica electoral local, Lacoste propondrá
otra conciliación novedosa con estas cuestiones de las escalas, a través
de los nexos entre los actores del poder político y económico desde el
ámbito global hasta el local.

[ 33 ]
Jaime Antonio Preciado Coronado

iv. Geografía social y política en las nuevas


ciencias sociales en México

Cabe ahora preguntarse frente a esta evolución de la geografía social


y política, y sus herencias provenientes del pensamiento crítico, cómo
se perfila o cómo se dibuja o prefigura una agenda para la geografía
social y política desde las nuevas ciencias sociales en México.
Una primera parte de esta agenda se refiere a resolver la tensión
entre cambio y tradición. Esto es, conciliar la herencia como tradición
y el pensamiento crítico. Para ello, se pueden registrar encuentros
interdisciplinarios sobre la cosmovisión, las representaciones espa-
ciales prehispánicas, sus discontinuidades y continuidades. Lingüis-
tas, arqueólogos y etnólogos han realizado sugerentes interpretacio-
nes socioespaciales de los códices prehispánicos o de las relaciones
geográficas que trajeron consigo la conquista y que implicaron una
resignificación para la comprensión del territorio (Montes de Oca,
2003), sus recursos, sus potencialidades. Sin embargo, falta desarrollar
una reflexión interdisciplinaria en la que la geografía, la sociología, la
antropología, los estudios culturales puedan aportar sus herramientas
para una comprensión más integrada y profunda que la aportada por
una disciplina singular.
Si alrededor de los viajes del barón Alexander Von Humboldt o de
las misiones científicas francesas en México, u observaciones sobre la
fundación del Estado nacional, hay un conjunto muy amplio de obras
escritas, congresos, análisis de la obra y propuestas de Humboldt prin-
cipalmente, que tienen que ver sobre todo con geografía histórica y
con elaboración cartográfica, en la mayoría de trabajos hace falta una
reflexión propiamente socioespacial. Así lo sugieren los apuntes de
Javier Bernal, un estudiante de geografía (Bernal, s.f.):

Humboldt (1769-1859) fue un explorador prusiano que recorrió a fines del


siglo xviii los países de Europa occidental, luego viaja hacia América. Sus
investigaciones geográficas pusieron el acento en aspectos de las ciencias
naturales y la historia. Por ello no se limitó a describir los objetos o fenó-
menos observados en la superficie terrestre, sino que procuró explicarlos,
desentrañar el complejo mecanismo de sus causas y extenderse hasta sus con-
secuencias. Introdujo razonamiento, problematicidad y juicio en la disciplina.

[ 34 ]
Indisciplinar la región desde las ciencias sociales

En esta conciliación con nuestro pasado tenemos que revalorizar


también a nuestros pre-sociólogos, generalmente hombres de acción,
como Mariano Otero, que se preocupó por hacer un Ensayo sobre el
verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la
República Mexicana (1842), en donde hace una caracterización del
país en cuanto a sus clases sociales, los recursos que domina, cómo
están divididos los sectores en las poblaciones, la formación de las
instituciones y, muy especialmente, sobre el régimen de propiedad que
se va instaurando en la República independiente. Influido por Alexis
de Tocqueville y su obra La democracia en América, Otero estudia el
rol de las instituciones en la fundación de normas y procedimientos
que posibilitan la vida colectiva, mientras que se inspira en los socia-
listas utópicos para hacer un detallado estado sobre el régimen de la
propiedad en México.
Muchos de los estudios, sean de geografía histórica, de historia o
de sociología, no han trascendido la recopilación de anécdotas y se han
orientado a monografías ultra especializadas. Igualmente, hace falta
una reflexión interdisciplinaria sobre la manera en que intelectuales o
personajes de acción de la talla de Mariano Otero actuaron e interpre-
taron la revolución mexicana, como Wistano Luis Orozco (1856-1927),
quien fue el ideólogo fundamental de la cuestión agraria en México. Su
análisis de este tema tiene que ver con cuestiones fundamentales de la
propiedad y el papel clave que esta jugó para la generación misma de
la revolución mexicana, de lo que se derivan implicaciones socioes-
paciales que marcan nuestra realidad actual.
Wistano Luis Orozco publicó varias obras como: Legislación y
jurisprudencia sobre terrenos baldíos (1895), La cuestión agraria (ree-
ditada en 1953) y Los ejidos de los pueblos (reeditada en 1975). Sin
embargo, hubo otros ideólogos en la revolución mexicana, como Anto-
nio Díaz Soto y Gama, que polemizó con Wistano sobre la cuestión
agraria; o Andrés Molina Enríquez, con su obra Los grandes problemas
nacionales (1909), que no coincidió con él, sobre la intensidad de la
expropiación de los latifundios. Otro intelectual revolucionario, Luis
Cabrera, también difirió con Orozco sobre la estructuración de los
ejidos. En todo caso, cito estas polémicas para subrayar el carácter de
época que tuvo el pensamiento revolucionario, con la insistencia en
que las transformaciones socioespaciales relacionadas con la revolu-

[ 35 ]
Jaime Antonio Preciado Coronado

ción agraria y popular de 1910-1917, tuvieron repercusiones sobre el


México posrevolucionario que vivimos actualmente.
Ahora bien, como la cuestión agraria fue el núcleo duro de la revo-
lución, se impuso una agenda de debates teóricos y prácticos encami-
nados, fundamentalmente, hacia dentro del país. Pero hubo también
repercusiones del contexto internacional que influyeron en el perfil
que tomó la agenda nacional. Friedrich Katz (1982) muestra cómo se
dieron las relaciones internacionales y el papel de las potencias en la
configuración regional de los procesos revolucionarios, en su original
obra: La guerra secreta en México. Zapata, Villa y Carranza encabe-
zaron procesos revolucionarios que tuvieron una base socioespacial
de influencia en sus respectivas regiones: Morelos y el campesinado
indígena; Chihuahua y el norte de campesinos y granjeros vinculados
con Estados Unidos; Sonora y el grupo político que termina por liderar
la construcción del Estado posrevolucionario. Cada una de esas tres
regiones tenía, además, un tejido de alianzas con las potencias de la
época que influyeron en el derrotero tomado por cada uno de esos tres
movimientos armados.
Entonces, tenemos aquí muchos elementos de reflexión sobre la
falta de una síntesis entre geografía social y política, que no ha lle-
gado a producir un análisis socioespacial a la altura de las reflexiones
hechas por los mismos hombres de acción, por historiadores o por una
sociología jurídica que da cuenta de las transformaciones institucio-
nales del Estado mexicano revolucionario y posrevolucionario, de los
actores que lo sustentan y de su relación con el territorio.
Un dato que ilustra esa falta de encuentro entre ciencias sociales y
geografía es que no hemos tenido un diálogo, por ejemplo, entre Ángel
Bassols (1925-2012), un geógrafo importante en la dirección de la geo-
grafía humana, y Pablo González Casanova (1922-), dos intelectuales
que son más o menos de la misma generación y que no han encontrado
elementos de convergencia entre dos pensamientos que no se contem-
plan como complementarios. En épocas recientes podemos constatar,
en todo caso, una suerte de convergencia en los hechos; varias expe-
riencias interdisciplinarias, impulsadas tanto por sociólogos, como
por historiadores, politólogos, antropólogos y ahora enriquecidos por
biólogos, matemáticos e ingenieros, están propiciando enfoques que
ponen a dialogar disciplinas heterogéneas, sean de las ciencias exactas,
de la Tierra o varias disciplinas sociales. El problema es que ese diá-

[ 36 ]
Indisciplinar la región desde las ciencias sociales

logo no ha fructificado en una teoría unificada en ciencias sociales que


sea capaz de incorporar la relación entre espacio, tiempo y sociedad,
desde una teoría y metodología de investigación coherente.
Además de tratar de ponernos en paz con nuestro pasado, una
segunda parte de la agenda geografía-ciencias sociales se refiere a los
espacios de la interculturalidad, tema en el que hay una relativa pro-
miscuidad entre geografía y ciencias sociales, aunque no se registran
tampoco procesos de (auto)reflexividad sobre esos nuevos quehace-
res. González Casanova, a pesar de que no sistematiza estos temas
socioespaciales en su propuesta de nueva ciencia, sí escribe sobre
los “caracoles” (2003), que son una forma de organización local de
los zapatistas, en donde hay un conjunto de consideraciones que tie-
nen que ver con la autonomía regional, con la organización local de
actores y con el empoderamiento y su proyecto político, lo cual tiene,
insisto, implicaciones sobre condiciones naturales, recursos, áreas de
reserva ecológica, temas ambientales, remunicipalización, organiza-
ción sociorregional, etcétera, que terminan siendo temas clásicos de
la geografía política.
La migración indudablemente es uno de los temas donde sí hemos
podido encontrar espacios disciplinarios de convergencia. Ya acep-
tamos de manera natural la geografía de la población o la geografía
de las migraciones expresamente; si hay algún proceso que no puede
renegar de la espacialidad es el de las migraciones. En contraste, el
tema de la reforma del Estado, la democracia participativa, la demanda
de ciudadanía que estamos viendo emerger en América Latina, no ha
sido objeto sistemático de una reflexión sobre esa convergencia en los
hechos; aunque tenemos trabajos aislados, estos no han sido suficien-
temente sistemáticos como para entrar en esos ámbitos convergentes
desde un enfoque interdisciplinario.
Además, si bien hemos propiciado estudios de geografía electoral
o descentralización, o sobre los regionalismos y antirregionalismos,
falta dar esta coherencia metodológica y certidumbre a las propuestas
de una nueva geografía social y política. También tenemos herencia
convergente, ciertamente, en estudios geoestratégicos y de seguridad,
la crítica a la tradición militarista, a la idea de la doctrina de la seguri-
dad nacional, los nuevos debates que hay sobre seguridad ciudadana,
vis-à-vis, la seguridad pública, nos han dado elementos novedosos de
reflexión; pero otra vez estamos frente a una tradición con la que no

[ 37 ]
Jaime Antonio Preciado Coronado

nos hemos puesto en paz en Latinoamérica, indudablemente que este


pensamiento crítico ha encontrado muchos elementos de raigambre
geográfica; sin embargo, la reflexión epistemológica ha estado un tanto
limitada a una disciplina “madre”, sin que haya aperturas o quiebres
que nutran un diálogo transdisciplinario.
En fin, cuestiones como las ciudades mundiales, que son temas
ahora desarrollados desde las academias y los espacios centrales no los
hemos podido incorporar en México con toda la fuerza que merecen,
y menos los hemos podido relacionar con la nueva pobreza que crece
y se reproduce en nuestras ciudades. Tanto que se habla de ella y, sin
embargo, la dimensión socioespacial de la pobreza es un tema pen-
diente de trabajar. El énfasis dedicado por los programas de combate
a la pobreza en el medio rural ha dado algunos resultados que apuntan
a esta síntesis socioespacial que nos proponemos. Pero, desde 2006,
dichos programas han ubicado también recursos financieros impor-
tantes en las ciudades y el estudio de su impacto, particularmente a
través de evaluaciones de desempeño de los programas, ha apuntalado
también una perspectiva de análisis socioespacial y geopolítico de la
pobreza.
Hemos hecho algunos trabajos alrededor de la geopolítica de inte-
gración como crítica a la economía política neoliberal, con todo esta
fragmentación e incremento de la desigualdad y la exclusión social que
ha traído consigo en nuestra región: el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (tlcan), el fracasado Acuerdo de Libre Comercio
de las Américas (alca), el Plan Puebla–Panamá (ppp), luego transfor-
mado en la Iniciativa Mesoamericana, incluyendo a Colombia. O los
mega-acuerdos comerciales y de servicios como el Tratado Trans-
pacífico (tpp, por sus siglas en inglés), la Asociación Transatlántica
de Comercio e Inversión (ttip, por sus siglas en inglés) o el Acuerdo
en Comercio de Servicios (tisa, por sus siglas en inglés). Estamos
hablando justamente de espacios articuladores de la dimensión global,
la local y otras escalas socioespaciales regionales, supranacionales,
que tienen, merecen, necesitan una reflexión seria al respecto.
Dos aspectos más: el regreso de los enfoques Estado céntricos está
permitiéndonos encontrarle nuevas vetas a esta geografía política que
heredamos del siglo xix tan marcadamente interesada en los asuntos
del Estado. Es de notar que con todos los sesgos que está implicando
el regreso de un Estado fuerte intervencionista a favor de los poderes

[ 38 ]
Indisciplinar la región desde las ciencias sociales

dominantes, ahí tenemos otra vez una oportunidad de repensar quizá,


junto con geógrafos como Peter Taylor, el papel que juega el Estado-
nación en esta época en la que se ha renegado y desdibujado y hasta
decretado su desaparición. Estamos ante un tema que, sin embargo,
está entrando por la puerta de atrás con toda su fuerza.
La misma reconfiguración de la idea de hegemonía e imperialismo
me parece que es una reflexión que tiene un contenido geográfico
importante, en lo que ha tenido de vínculos con las relaciones inter-
nacionales, con la geopolítica en sus herencias más características
de dimensionar el mundo como una escala única y de ahí establecer
las relaciones con las otras escalas. La escala mundial ahora es visi-
tada por estos enfoques convergentes entre geografía social y política,
sin privilegiar a los Estados como actores únicos que protagonizan el
“orden mundial” o que orientan unilateralmente la llamada globali-
zación. Hay nuevos actores sociales, que van desde el ámbito de las
empresas trasnacionales hasta los movimientos sociales altermundis-
tas, que están produciendo nuevos espacios sociales.
Un último aspecto de esta agenda de convergencia entre geografía
y ciencias sociales se refiere a cómo un diálogo inter-transdisciplinario
puede propiciar esta construcción de las nuevas ciencias, mediante el
aporte de elementos teóricos para comprender, y actuar, en torno de
la espacialidad de los derechos económicos, sociales y culturales (los
derechos humanos de tercera generación: los desc). Aquí tenemos múl-
tiples desafíos que van desde la ecología política crítica en los temas
que se han convertido en emblemáticos del siglo xxi como el agua,
el modelo energético o los organismos genéticamente transforma-
dos (ogt), hasta la nueva cuestión rural, la manipulación biogenética,
un conjunto de temas tan importantes que merecen, entonces, una
reflexión sistémica y compleja que sintetice los conocimientos desde
una perspectiva crítica “indisciplinada”.
La teoría crítica es apropiada como proyecto de época por parte
de los movimientos y organizaciones sociales, desde los enfoques de
la geopolítica crítica (Preciado y Uc, 2010) y la ecología política (Leff,
2006; Delgado, 2013; Svampa, 2014). Se reconoce un campo teórico-
práctico que responde a una época de crisis en la que la (re)materia-
lización de la economía, caracterizada por Svampa como el “Consenso
de las Commodities”, obliga a acercamientos holísticos propios del
pensamiento complejo entre naturaleza, sociedad, Estado, territorio,

[ 39 ]
Jaime Antonio Preciado Coronado

que no desembocan en referentes universales únicos, sino que erigen


“universales-particulares”, que implican políticas y derechos orienta-
dos al reconocimiento de las diferencias.
En cuanto a la fundación de la ecología política como campo, Enri-
que Leff plantea que, a partir del análisis de la “desnaturalización de
la naturaleza”, se refuerza el papel de la política cultural como una
política de reconocimiento de las diferencias, lo cual modela diversos
estados de conciencia: de clase, ecológica, de especie, que son ele-
mentos esenciales de la ecología política y “El eje de la epistemología
política sirve de fundamento al análisis del tema ética y emancipación,
que sirve de reflexión conclusiva” (Leff, 2006).
Desde la justicia ambiental se vinculan relaciones de poder con
el extractivismo, los sistemas de producción, el análisis del impacto
ambiental, el análisis geopolítico y la sociología política (Delgado,
2013: 11). Joan Martínez Alier y Beatriz Rodríguez-Labajos impulsan el
Environmental Justice Organisations, Liabilities and Trade (EJOLT),2
cuya actividad recoge la información de grupos afectados por el “neo-
extractivismo” en todo el mundo. Esta tarea es acompañada por obser-
vatorios sociales sobre minería, represas, explotación petrolera y otros
impactos ambientales.
La prefiguración de alternativas, el todavía no, en sujetos portado-
res de civilización anuncia un campo de creación colectiva alrededor
de la teoría crítica que está por investigarse. Alain Deshaies (2006)
nos da pistas para el futuro de “promiscuidades” en que puede caer
la geografía, para beneficio de ella misma y de las ciencias sociales:

…en medio siglo, la geografía pasó del campo de las ciencias naturales al de
las ciencias sociales en una migración única en la historia de las ciencias y
sobre lo cual los geógrafos mismos no acaban de medir las consecuencias. Es
lógico entonces que en ocasiones los no-geógrafos tengan dificultades para
hacer conscientes los cambios fundamentales que ha registrado la geografía,
que no es más la disciplina que presenta el marco –principalmente natural–
inmutable a la escala histórica en que se juega la acción humana. Actualmente,
la geografía se plantea más seguido como objetivo el analizar la dimensión
espacial de las sociedades. De Vidal de la Blache que escribía antes de la

2. Para documentar una experiencia de investigación participativa innovadora en el campo


cibernético, se puede ver http://www.ejolt.org/maps/, en el que cada grupo procesa la
narrativa de su conflicto ambiental.

[ 40 ]
Indisciplinar la región desde las ciencias sociales

Primera Guerra mundial, a nuestros días, hemos pasado de una geografía


que naturalizaba a la sociedad, a una geografía que socializa la naturaleza,
es decir, que la trata como una componente de la sociedad (Knafou, 1997: 11,
cit. por Deshaies, 2006).

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[ 43 ]
Modelo economico, region
e intervencion del estado mexicano
(1990-2017)

Juan Manuel Durán Juárez1

L
a discusión sobre el concepto de región en las Ciencias Socia-
les ha sido permanente desde diversas perspectivas tales como
desde la Historia, la Antropología, la Geografía y la Economía
Política, lo que lo hace un concepto polisémico relativo al objeto de
estudio del investigador (Leal, 1998).
El concepto de región cuando se ha trabajado en las Ciencias
Sociales Mexicanas, aparece relativo a la definición utilizada por inves-
tigadores provenientes de diferentes tradiciones de las disciplinas de
las Ciencias Sociales, como dan cuenta los diferentes artículos que
son abordados en este libro.
Sin embargo, varios aspectos aparecen importantes en su construc-
ción: uno de ellos es su dinámica diacrónica para precisar la periodi-
cidad de estudio en términos de su historicidad, la construcción de
modelos económicos y su territorialidad.
Hace casi tres décadas, sin pretender ni ser exhaustivos ni resumir
la intervención del Estado, reflexionamos sobre las relaciones entre
la intervención del Estado y el desarrollo económico regional. Partía-
mos de la hipótesis de que el desarrollo económico regional seguía un
camino histórico concreto y se inscribía en un modelo económico de
desarrollo definido a nivel de la economía nacional (Durán y Partida,
1992). En consecuencia pensamos que los modelos económicos que

1. Profesor-Investigador del Centro de Ciencias Sociales y Humanidades, en temas de


desarrollo regional y políticas públicas. Actualmente, es Director de la Biblioteca Pú-
blica del Estado “Juan José Arreola”, Universidad de Guadalajara.

[ 45 ]
Juan Manuel Durán Juárez

se definían a nivel de la economía nacional condicionaban el tipo de


intervención estatal en las regiones. Así, llegamos a la conclusión que
si tratábamos de definir los modelos económicos mexicanos, después
de la década de los 50 del siglo pasado en México, podíamos identifi-
car el modelo de sustitución de importaciones, su crisis y el paso al
modelo de crecimiento “hacia fuera”, y se podía caracterizar qué tipo
de intervención estatal en las regiones se desarrolló con cada modelo.
En el marco del modelo Industrial de Sustitución de Importaciones
(ISI), se analizaban las diferentes comisiones que fueron diseñadas
para diversas cuencas hidrológicas, tales como las de Papaloapan, Gri-
jalva, Tepalcatepec y Balsas, Lerma–Chapala, Santiago y otras, surgidas
a finales de los años cuarenta y se concluía que estas comisiones fue-
ron desarrolladas como el eje de la política para el desarrollo regional.
El objetivo enunciado para la intervención estatal, en términos
generales, era “el desarrollo integral de los recursos naturales”, que
buscaba incorporar las regiones más alejadas del desarrollo nacional.
Este tipo de política, trató de responder a la necesidad persistente de
aumentar la producción agrícola para los mercados internos y exter-
nos, y a la demanda de energía hidroeléctrica para poder superar el
freno potencial sobre el crecimiento de la industria manufacturera.
En varios de los casos las comisiones establecieron, junto con las
secretarías correspondientes al Poder Ejecutivo Federal, los programas
necesarios para el desarrollo de la agricultura, de la educación, de la
salud, y del bienestar social.
Se favoreció, entonces, la utilización más intensa del suelo y un
uso especulativo en la medida en que la infraestructura de intercam-
bio permitiera una integración más estrecha al mercado nacional o
favoreciera la exportación de materias primas agrícolas, respondiendo
así a los imperativos del desarrollo industrial interno con fuertes pro-
tecciones arancelarias.
En este proceso el Estado jugó un papel importante como promo-
tor de la demanda pública, con el desarrollo de una infraestructura
que permitiera la relación de economías externas, así como favorecer
la exportación de productos agrícolas.
Se puede decir también que su objeto era fundamentalmente la
integración de un mercado nacional y la obtención de divisas para
apoyar la industrialización. Sin duda, esto permitió al Estado extender
territorialmente sus redes a regiones marginadas del espacio nacio-

[ 46 ]
Modelo economico, region e intervencion del estado mexicano (1990-2017)

nal, integrándolas con el resto del país en su conjunto por medio de


infraestructura de comunicaciones.
Con las comisiones por cuencas hidrológicas, inicia el proceso
de industrializar las zonas más alejadas de la capital nacional, que
asimismo inducirían al establecimiento de industrias fuera de las tres
ciudades más importantes del país; sin lograrse, como se esperaba teó-
ricamente, los efectos en cadena y la descentralización de la industria.
Al parecer, las comisiones de las cuencas hidrológicas no encajaron
claramente dentro de la organización gubernamental existente. En
razón de ello, la época de las comisiones de desarrollo regional por
cuencas llega a su fin prácticamente a principios de los años setenta
y en 1978, se extinguen por decreto presidencial, dando así por termi-
nada una etapa de las políticas regionales de México.
A esta intervención del Estado en las regiones corresponde un
modelo económico que se delinea después de la segunda Guerra Mun-
dial: el de Industrialización por Sustitución de Importaciones (modelo
ISI), conocido también como modelo de crecimiento hacia adentro.
Tanto el gobierno como la industria privada advirtieron claramente las
ventajas, pues al restringir las importaciones de bienes que se pudieran
producir en el país se facilitaba, al mismo tiempo, la importación de
bienes de capital. Así, la intervención estatal en las regiones corres-
pondía al modelo de sustitución de importaciones.
En 1970 el Estado Mexicano empieza a preocuparse realmente
por las tendencias concentradoras de industrias bienes y servicios
en algunas regiones del país. El desarrollo regional parte del recono-
cimiento explícito de la existencia de grandes desigualdades, en las
manifestaciones del desarrollo entre las distintas partes del territorio
nacional. La política regional se estructura dentro de una línea de
fomento a la descentralización industrial, incorporando medidas que
comprenden una nueva política industrial con criterios geográficos
para guiar el proceso de industrialización, de acuerdo con objetivos
de descentralización y desarrollo regional. El enfoque básico adoptado
fue el de otorgar incentivos al capital para inducir la localización de
las actividades.
Una de las estrategias que se planteo en este sentido fue la insta-
lación de parques industriales dotados de la infraestructura necesaria
para su desenvolvimiento, creándose en 1970, el “Fideicomiso para el
estudio y fomento de conjuntos, parques y ciudades Industriales”, por

[ 47 ]
Juan Manuel Durán Juárez

Nacional Financiera, la banca estatal para promover el desarrollo eco-


nómico. De manera conjunta, con la política de desarrollo regional, se
enunciaron una serie de definiciones especiales también llamados ins-
trumentos, para favorecer la industrialización regional, aunque estos
ya formaban parte de intervenciones estatales anteriores; tal es el caso
de los corredores industriales y otros afines o semejantes al concepto
como parque, área, zona, complejo o ciudad industrial. Desde 1971 se
inicia una etapa en la construcción acelerada de parques y ciudades
industriales, los cuales hacia 1986, sumaban 120 y en 1990 llegaron a
ser 130 (Durán y Partida, 1992).
Además, fue desde la década de los sesenta cuando muchos de
los intentos de desarrollo y planificación nacional y regional, en los
países del tercer mundo, y concretamente en Latinoamérica, fueron
concebidos de acuerdo con la teoría del desarrollo polarizado. Una
teoría que fue inspirada en los trabajos de François Perroux (1981),
un economista francés que vinculó la teoría del desarrollo con la del
poder, como matriz organizadora del desarrollo nacional y regional,
en la teoría de los polos de crecimiento o los polos de desarrollo2.
Durante los años setenta y la primera mitad de los ochenta, es
notable el impulso de grandes complejos industriales (complejos
petroquímicos y siderúrgicos) por parte del Estado, con la finalidad
de contar con una mayor apertura. Lo anterior permite explicar proce-
sos regionales tales como la emigración - inmigración, nuevas moda-
lidades de apropiación del territorio y de los problemas ecológicos
derivados de las instancias industriales.
Ya en el sexenio de Miguel De la Madrid, se dan los primeros
pasos hacia la apertura comercial. Sin embargo, el desarrollo regio-
nal mantuvo como enunciados los objetivos de sentar las bases para
la mejor integración al desarrollo nacional, de regiones que por sus
recursos y su ubicación, eran estratégicas para el futuro del país. Dicha
política planteaba la descentralización de la vida nacional y el desa-

2. De acuerdo con Correa (2000): “El intercambio entre empresas e individuos nacional-
mente diferenciados no caracteriza al mercado a plenitud, en tanto que el crecimiento
económico aparece […] des-proporcionado, fluctuante y desigual, propiamente en polos
decrecimiento. Dichos intercambios también se pueden distinguir por la combinación
de luchas y poderes, por grupos o naciones y en tanto que actos económicos, sometidos
al poder y no solamente a la competencia pura.”

[ 48 ]
Modelo economico, region e intervencion del estado mexicano (1990-2017)

rrollo regional en acciones como: el desarrollo estatal integral, el for-


talecimiento municipal; la reordenación de la actividad económica en
el territorio nacional.

El modelo de economía abierta

Así, los criterios del Estado para establecer la nueva regionalización


se basaron fundamentalmente en una lógica de integración mayor al
mercado mundial; en la recepción de los capitales internacionales; y
en el fomento de los corredores económicos regionales.
Para lograr lo anterior se dispuso en una primera instancia, de la
infraestructura instalada en los parques y puertos industriales, incor-
porándoles un enfoque integral que incluyó el fortalecimiento de la
infraestructura de comunicaciones y servicios, y con ello favorecer
la integración de mercados de exportación, fundamentalmente, hacia
los Estados Unidos y después también hacia Canadá.
Las políticas de desarrollo regional no eran claramente enuncia-
das como se había hecho anteriormente. Las preocupaciones por una
política de regionalización ya no fueron la integración de los mercados
internos y la integración de las regiones en el espacio nacional, las pau-
tas fueron dadas, al parecer, por el modelo de crecimiento económico
hacia fuera. Se hablaba en ese entonces, únicamente de “un desarrollo
regional y urbano armónico, equilibrado y congruente con la distribu-
ción territorial de nuestros recursos.” (pndu, 1990-1994)
¿Cuáles son los criterios que impulsa la intervención estatal en las
regiones? Podemos decir que el nuevo modelo económico de creci-
miento “hacia fuera” gestó una nueva regionalización con una distri-
bución geográfica que, en su crecimiento, composición y estructura,
dependía de la capacidad de las distintas regiones del país para proveer
la infraestructura y atraer nuevas inversiones.
Además, fue en este periodo preocupación del Estado Mexicano
extender la presencia de México en la cuenca del Pacífico interesado
en favorecer la inversión en México de los países de Asia Pacífico.
Hasta principios de los años 80, la industria de exportación mexicana
había sido un programa exclusivamente orientado desde el lado esta-
dounidense. Las empresas de Estados Unidos habían controlado por
completo los procesos productivos en las filiales maquiladoras del

[ 49 ]
Juan Manuel Durán Juárez

abasto de insumos, tecnología y servicios especializados y la expor-


tación y distribución de mercancías terminadas o semiterminadas.
Esta situación comenzó a cambiar con la inversión asiática desde 1979,
que empleó al 4% de la fuerza de trabajo maquiladora y de ahí siguió
creciendo.
Estos cambios en la economía mundial afectaron el desarrollo
mexicano. No fue fácil insertarse en una economía mundial con pro-
fundas transformaciones tecnológicas y de reacomodos de grandes
áreas geoeconómicas. Es cierto que es indispensable abordar las varia-
das exigencias que presentan los cambios en la economía mundial, un
elemento importante que refuerza el modelo de economía abierta fue
el tratado de libre comercio de América del Norte (tlcan).

Economía abierta y globalización

¿Cuáles han sido las características del nuevo modelo hacia afuera
y de su globalización? Quizá lo primero y fundamental fue el creci-
miento del comercio mundial. La tasa de crecimiento del comercio
a nivel mundial en la década de los 90 fue en promedio, de 7.3%. El
comercio internacional de bienes y servicios creció dos o tres veces
más rápidamente que el producto interno bruto mundial de los años
noventa, hasta la crisis del 2008, que impactó un severo decremento
de la economía mexicana (-6.7%, en ese año). Todos los países fueron
cada vez más abiertos respecto de lo que eran en el pasado, (Salama,
2017) aunque los grados de apertura han sido diferentes según los tra-
tados o acuerdos comerciales.
Una segunda característica es que el desarrollo industrial for-
talece la importancia de las cadenas globales de valor. Tal como lo
expresa Martín (2015), la tendencia del comercio internacional es la
maximización de la eficiencia del proceso productivo con relación a
los centros de consumo y, por lo mismo, a la globalización o, al menos,
a la integración entre países. Esta maximización se materializa en la
fragmentación del proceso productivo en centros establecidos en dife-
rentes países y en la consecuente formación de líneas de producción
internacional o cadenas globales de valor (cgv).
En este contexto, México es parte de esta tendencia internacio-
nal, de hecho Martín, (2015) señala que del total de sus exportacio-

[ 50 ]
Modelo economico, region e intervencion del estado mexicano (1990-2017)

nes manufactureras, las integradas a las cadenas globales de valor


representan 71.1%. Es decir, la manufactura mexicana participa en las
cadenas de producción de la economía global y recibe la derrama de
inversión, capacitación y tecnología, que de otra manera sería difícil
obtener por medios propios.
Una tercera característica del modelo hacia fuera, es la dinámica
de la inversión extranjera directa, la cual es evidente en los datos que
reporta Zamora (2016) cuando señala que de 1991 a 2014 los flujos
anuales de Inversión Extranjera Directa (IED) casi se duplicaron al
pasar de 13 mil 940 a 25 mil 400 millones de dólares.
Esta apertura comercial y la inversión
propiciaron un desarro-
llo industrial en sectores como el automotriz, eléctrico- electrónico,
aeroespacial y agroindustrial. En años recientes, de acuerdo a los
datos proporcionados por Zamora (2016) México se ha posicionado
como el sexto exportador más importante de vehículos en el mundo, el
principal exportador de pantallas planas, el cuarto más importante de
computadoras, el quinto de electrodomésticos y el octavo de celulares.
En general, la dinámica comercial arroja resultados en ciertas áreas
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan), que
entró en vigor en 1994, que han sido exitosos aunque con costos socia-
les importantes; sin embargo, en vías de reforzar el modelo exportador,
el tlcan apoyó los flujos de inversión industrial del país.
Derivado de ello, entre 1993 y 2014, las exportaciones naciona-
les crecieron 665%, de 51 mil 886 a 397 mil 129 millones de dólares,
convirtiéndose México en el principal exportador de Latinoamérica.
Las exportaciones manufactureras representan ya 85% del total, con
un crecimiento a un ritmo medio anual de 10.5% desde la entrada en
vigor del tlcan (superior al ritmo de 8.5% de las petroleras). México
ha logrado posicionarse como el décimo sexto exportador con tasas de
crecimiento, integrado a la economía global y llega a ser competitivo
en diversas ramas (Zamora, 2016).
Hay factores que explican que México se encuentre en este con-
texto: 1) su posición geopolítica al lado de Estados Unidos, el mer-
cado individual más grande del mundo; 2) la apertura de su economía
al exterior —11 tratados y más de 30 acuerdos comerciales—; 3) su
infraestructura logística, que en la actualidad permite que circulen 800
mil mdd de exportaciones e importaciones en el país (Martín, 2015).

[ 51 ]
Juan Manuel Durán Juárez

La diversidad de factores hace que México se integre en la economía


de América del Norte y participe en los procesos de globalización.
Un proceso paralelo en la economía abierta ha sido estudiado
por Pierre Salama, en las economías emergentes latinoamericanas,
que actualmente, “tienden hacia una desindustrialización”. La des-
industrialización no solo se asocia con una reducción relativa de los
empleos industriales, sino también con su disminución absoluta y con
la destrucción de una parte del tejido industrial, en especial la que
elabora productos de baja calidad. Se habla entonces de una desin-
dustrialización prematura: “En los años 2000, y en particular a partir
de 2003, hay una recuperación del crecimiento de dichas economías,
que se acompaña en general, por una desindustrialización prematura.”
(Salama, 2017)

La crisis del modelo económico dominante

La crisis de 2007-2008 en los países avanzados les permitió demostrar


su capacidad de resistir al contagio internacional; capacidad elevada
en Asia y moderada en América Latina, al punto que numerosos eco-
nomistas se interrogaron, no solamente acerca de si existía una des-
conexión de las coyunturas entre economías avanzadas y economías
emergentes, sino también y sobre todo, si las economías emergentes
podrían facilitar el fin de la crisis de las economías avanzadas.
Ahora bien, ello exigió el surgimiento de nuevas especializacio-
nes internacionales: la exportación de productos manufacturados se
ha desplazado hacia las economías emergentes (China), al igual que
la exportación de servicios (India), produciéndose una desindustria-
lización no solo en ciertas economías avanzadas sino también en las
economías emergentes latinoamericanas; la producción de bienes y de
servicios de alta tecnología se concentró en las economías avanzadas
y en dos dragones: Corea del Sur y Taiwán, mientras la exportación de
materias primas de origen agrícola y minero producidas con técnicas
sofisticadas recayó en las demás economías emergentes (incluyendo
América Latina). (Salama, 2016)
Desde 2008, aún cuando hay activación económica en los países
centrales, la globalización parece desinflarse ya que l.as exportaciones
mundiales crecen a un ritmo próximo al del Producto Interno Bruto

[ 52 ]
Modelo economico, region e intervencion del estado mexicano (1990-2017)

Mundial, y las medidas proteccionistas se multiplican desde el 2012.


Con la llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos en
2017, las medidas proteccionistas se hacen cada vez más importantes
y con tendencia a generalizarse. Además, la recuperación de la euro-
zona sigue sintiendo los efectos de la incertidumbre provocada por
las negociaciones del Brexit.
Los Estados Unidos, que durante las primeras siete décadas de la
posguerra fueron el principal promotor de la liberalización comercial,
se han embarcado en una dirección radicalmente distinta. Hasta ahora,
este giro, si bien disruptivo, no parece marcar un punto de inflexión
en el proceso de apertura comercial que ha experimentado el mundo
en las últimas tres décadas (cepal, 2017).
Para el futuro del modelo es importante lo que señala la cepal: La
elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos
en noviembre de 2016, plasmada en la nueva política comercial deno-
minada America First (los Estados Unidos Primero), ha imprimido
mayor incertidumbre a una gobernanza del comercio mundial que
ya se encontraba en plena redefinición. La nueva política comercial
de este país, se caracteriza por una retórica abiertamente proteccio-
nista, un giro del multilateralismo al bilateralismo, un enfoque en la
reducción de los déficits comerciales y los esfuerzos por lograr una
relocalización (reshoring) de industrias y empleos.
En este contexto, la nueva administración retiró a los Estados
Unidos del Tratado de Asociación Transpacífico (tpp por sus siglas
en inglés) y, el Acuerdo sobre el Comercio de Servicios suspendió
indefinidamente las negociaciones de la Asociación Trasatlántica para
el Comercio y la Inversión (atci). Más aún, la Organización Mundial
del Comercio (omc) se ha mostrado abiertamente crítica y dio inicio
a negociaciones para modernizar el tlcan. También, esta nueva admi-
nistración ha dado señales de que los acuerdos con Chile, Colombia,
Panamá, el Perú y los países centroamericanos y la República Domini-
cana podrían ser renegociados tras la conclusión de las negociaciones
del tlcan (Inside U.S. Trade, 2017).3

3. Diario Inside U.S. Trade, 2017 P. 39, consultado en: https://insidetrade.com/topic/north-


american-free-trade-agreement

[ 53 ]
Juan Manuel Durán Juárez

Ahora bien, el desempeño del comercio global responde, en parte,


a factores de carácter estructural, como la pérdida de importancia de
las cadenas globales de valor, pero también al comportamiento de la
demanda agregada. Un ejercicio de descomposición entre estos facto-
res, llevado a cabo por la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económico (ocde), muestra que en el período 2011-2015 se registran
más del 40% de las variaciones en el sector comercial (cepal, 2017).
En este contexto, la revolución digital está creando nuevos mode-
los de consumo, producción y negocios en todos los sectores de la eco-
nomía, lo que tiene importantes efectos potenciales sobre el empleo.
Mientras que los flujos tradicionales de comercio e inversiones se
desaceleraron sensiblemente tras la crisis financiera, de acuerdo al
informe de cepal (2017) los flujos digitales se multiplicaron por 45
entre 2005 y 2014, y se espera que se multipliquen por 9 en los próxi-
mos cinco años. Dado lo anterior, el comercio digital adquiere una
relevancia cada vez mayor y plantea desafíos sin precedentes a la
regulación del comercio mundial ya que los acuerdos comerciales de
años anteriores resultan insuficientes para gobernar los flujos digitales
transfronterizos. Ello deja espacios a los Gobiernos para implementar
medidas como el bloqueo de ciertos sitios de Internet y el estableci-
miento de requisitos de localización de servidores, o exigencias a los
proveedores extranjeros de revelar el código fuente de sus programas.
En su informe cepal (2017), resume esta situación de incertidumbre
en el modelo de globalización, señalando que ante el reciente repunte
del crecimiento, las economías avanzadas enfrentan una gran incerti-
dumbre sobre la sustentabilidad de la actividad económica en el largo
plazo. El crecimiento del PIB per cápita en las mayores economías
exhibe una importante desaceleración respecto de su pauta histórica.
Por otra parte, en todas las principales economías desarrolladas, la
inversión todavía se ubica por debajo de los niveles anteriores a la
crisis. El capital productivo sigue aumentando lentamente y el creci-
miento de la productividad no alcanza sus niveles históricos. Las tasas
de inflación siguen siendo demasiado bajas y, aunque el desempleo
exhibe niveles históricamente bajos, los salarios nominales se man-
tienen estancados, lo que deprime el consumo,

[ 54 ]
Modelo economico, region e intervencion del estado mexicano (1990-2017)

Las regiones (sub nacionales y transfronterizas)

En consecuencia, pensamos que los modelos económicos que se defi-


nían a nivel de la economía nacional condicionaban el tipo de inter-
vención estatal en las regiones. Hoy no es el caso ya que el modelo de
desarrollo regional depende de la intervención del estado nacional,
y ahora también, de la economía global. Se han desarrollado regio-
nes subnacionales o trasnacionales que ha producido el modelo de
economía abierta. Además de las regiones que quedaron marginadas
del proceso de globalización, se generan desigualdades económicas y
sociales en el territorio nacional con menor nivel de desarrollo, altos
niveles de marginación y pobreza en donde predominan actividades
de baja productividad.
El desarrollo regional mexicano acusa una serie de diferencias
entre el norte y el sur ya que se reconoce mayor éxito económico
regional a los estados del norte, que pudiera estar relacionado con su
cercanía geográfica a Estados Unidos, destino de 80% de las expor-
taciones del país (Zamora, 2016). Otra región de éxito económico es
el Bajío, región ligada por una parte a los estados del Norte y por la
otra, con acceso a otros mercados de tamaño relevante. Zamora (2016)
considera que el sur del país ha quedado al margen debido a diversas
barreras estructurales que inhiben su potencial productivo y limitan
su integración a la economía global.
En el contexto global, en el espacio sub-nacional, entre países, se
están intensificando las relaciones de integración. Por una parte, está
la franja fronteriza (ej.: Tijuana – San Diego) en donde la cercanía eco-
nómica es articulada por cercanía geográfica pero por la otra, regiones
sub-nacionales, establecen una vinculación transfronteriza; tal es el
caso de la articulación económica entre Aguascalientes y Japón; es
decir, el vínculo económico va más allá del ámbito geográfico que
establece la misma franja.

Zonas económicas especiales

La creación de Zonas Económicas Especiales (zee) se propuso como


una “nueva estrategia de desarrollo” para detonar el crecimiento de

[ 55 ]
Juan Manuel Durán Juárez

regiones con alto potencial productivo y logístico que por diversas


barreras estructurales no han sido debidamente aprovechadas. Sin
embargo, el discurso parece desgastado y se vuelve a la noción de
polos de desarrollo.
De acuerdo con Zamora (2016) “Estas zee buscan generar nuevos
polos de desarrollo industrial en los estados más rezagados del país,
que permitan diversificar sus economías, elevar su productividad y, lo
más importante, brindar a su población mejores empleos que mejoren
su calidad de vida” y advierte que “las zee exitosas han sido aquellas
que no se basan exclusivamente en incentivos fiscales o facilidades
comerciales, sino que parten de un enfoque integral muy poderoso
para abatir la pobreza y detonar el desarrollo económico de regiones
rezagadas. Las zee exitosas han sido aquellas que se han implementado
bajo un enfoque integral en sitios con verdadero potencial productivo”.
Sin embargo, parece que el desarrollo de estas regiones sub-nacio-
nales dependerá más de la crisis del modelo de economía abierta, de
sus políticas proteccionistas y de sus cambios tecnológicos.
Es importante a manera de conclusión reflexionar sobre el modelo
económico desde el punto de vista de la reducción de los intercambios
internacionales, el aumento de los proteccionismos y cómo la actua-
lidad regional en México, puede ser una oportunidad para optar por
otro modelo de desarrollo.

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5 Enero-Marzo.

[ 57 ]
Segunda parte
Aproximaciones
interdisciplinarias a la región
Elementos para una caracterización
regional: el caso de Guadalajara
y su área de influencia1

Juan Luis Argumaniz Tello

Introducción

Estudios dedicados a la historia regional han realizado un esfuerzo


mayor por delimitar los espacios, ya sea como áreas fisiográficas o
como entidades geo-históricas, socioculturales, etc. Los criterios que
pueden utilizarse para definir una región son muy variados; de ahí que
la delimitación de un determinado espacio y sus fronteras geográficas
puedan variar según la óptica desde la que se mire.
La finalidad del trabajo consiste en presentar una propuesta
conceptual para la formación del área de influencia, que va desde
la segunda mitad del siglo xviii y las primeras décadas del siglo xix.
La construcción de esta zona de influencia se determinará a través
del concepto región. Sin embargo, esto tampoco significa que se haga
referencia a una zona de estudio específica, sino que responde a un
área donde la influencia es dinámica y está en constante desarrollo.
La región, antes que nada, es una “construcción teórica”, es una
hipótesis por comprobar, un instrumento conceptual que permite com-
prender la complejidad de la realidad histórica. La concepción de la
región está sujeta al planteamiento teórico general de cada investi-
gador, al problema específico que trata de resolver y, por lo tanto, al
aparato metodológico que adopta (Van Young, 1991).
En este sentido, es posible que una región económica o agrícola no
coincida con las divisiones administrativas o políticas. Es un sistema

[ 61 ]
Juan Luis Argumaniz Tello

cuyas partes se interrelacionan, pero también una región no es jamás


una entidad completamente autónoma. Pierre George (1966: 323-328) la
define como “porción de espacio terrestre”. Cualquiera que sea el enfo-
que bajo el que se considere y la utilidad que se le atribuye, la región
siempre constituye un fenómeno geográfico. Tomando como base la
importancia de la geografía para los estudios regionales, George señala
que los límites regionales no representan ya el objeto principal de la
investigación. La importancia que para el estudio de la geografía tiene
tal enfoque no solo se circunscribe a enmarcar límites regionales; por
el contrario, el estudio de lo regional tiende a considerarla como un
campo de acciones donde se involucran diferentes variables y donde
sus límites son “elásticos”, es decir, van cambiando y evolucionando.
Dentro del análisis de la categoría espacio, una importante con-
tribución a la temática la ejerce Paul Claval, al señalar que si bien es
cierto que el objetivo de su trabajo es presentar un recuento de cómo
se ha venido gestando la organización social de los grupos humanos,
desde la antigüedad hasta la formación del Estado moderno, para el
caso de la ciudad-Estado, hace un importante matiz con referencia
a la élite. El autor señala que en la ciudad se tiene una participación
relevante de la clase con mayores recursos económicos, es decir, de
la élite. Desde tal perspectiva, Claval agrega que cada que se discute
una medida importante, se sabe que su puesta en práctica depende de
las contribuciones que hagan los ciudadanos más distinguidos, a los
cuales también se les encarga financiar y contribuir al desarrollo de
ciertos servicios (Claval, 1978: 128).
Sin embargo, dentro de la concepción que el autor desarrolla de la
ciudad-Estado, tenemos que también se hace referencia a la formación
de instituciones de poder, las cuales tienen en sus manos el ejercicio
de la administración pública. Tenemos, pues, que estas instituciones
tienen a su cargo el desarrollo de la legislación local, la cual se enfoca
en mantener el control, el buen orden, ayudar con asistencia hospita-
laria en casos de epidemias, así como reglamentar el mismo espacio
urbano y los barrios que conforman la ciudad.
Además, el autor, por un lado, destaca la hegemonía que representa
la ciudad frente a ciertas áreas de dominio y, por el otro, destaca la
función atribuida a la administración, es decir, a sus funcionarios,
aptos para ejercer las tareas administrativas que se demandan, y con
ello ejercer un estricto control sobre la población y el espacio. (Claval,

[ 62 ]
Elementos para una caracterización regional: el caso de Guadalajara y su área de influencia1

1978: 130-132). En este caso, tal perspectiva de análisis se aplicará al


caso de Guadalajara a través del establecimiento de sus instituciones
judiciales, administrativas, educativas y sobre todo de orden hospita-
lario, que es lo que se pretende resaltar en el presente trabajo.
La ciudad de Guadalajara,1 como capital y principal centro admi-
nistrativo del occidente de la Nueva Galicia durante la época colo-
nial, agrupó y concentró los máximos órganos del gobierno político y
económico del poder civil y eclesiástico. Fue sede del Ayuntamiento,
la Real Audiencia, el Episcopado, la Caja Real, la Intendencia, la Uni-
versidad, el Consulado y la Casa de Moneda, situación que definió a
la ciudad como centro político, financiero, mercado, núcleo de distri-
bución comercial, así como capital intelectual y hospitalaria. Las fun-
ciones de Guadalajara pueden visualizarse como una serie de anillos
concéntricos, siendo el más inclusivo de ellos su autoridad judicial,
seguido por su influencia financiera y comercial.
Autores como Eric Van Young (1989) identifican la región a par-
tir de una estructura de intercambio o mercados. De acuerdo con su
propuesta, para el estudio de las relaciones de mercado existen básica-
mente dos modelos de interpretación: el modelo solar o de olla a pre-
sión caracterizado “por la constitución de un espacio polarizado, con
una relativa complejidad en la jerarquización urbana y en la estructura
social y con la presencia de flujos comerciales internos”; y el modelo
dendrítico o de embudo, que explica la articulación interna a través
de variables exógenas (Pérez, 1991: 207-237).
A partir de tal modelo metodológico, Van Young define la región,
en este caso de Guadalajara, según la teoría del modelo solar dentro
de dicho sistema del emplazamiento central. Se trata de una región
muy particular determinada por el área de mercado de la ciudad y la
influencia ejercida en esa zona ante la creciente demanda urbana de
alimentos durante el siglo xviii. En realidad, es una zona económica
especialmente muy restringida, básicamente agrícola, que el autor la
denomina “área de abasto primario” en el perímetro de la ciudad –el
hinterland–, que limitaba al sur por el lago de Chapala; al norte por

1. Según Domingo Lázaro de Arregui (1980: 114), Guadalajara, hoy capital de Jalisco, fue
fundada primero en 1532 en Nochistlán por Juan de Oñate, comisionado por Nuño
de Guzmán; luego se trasladó en 1533 a Tonalá, y otra vez a Tlacotán en 1535. Su sede
definitiva fue en 1542 en el valle de Atemajac.

[ 63 ]
Juan Luis Argumaniz Tello

San Cristóbal de la Barranca; al este por Tepatitlán, y al poniente por


Ameca (Van Young, 1989: 26-27).

Mapa 1
Guadalajara y su área de influencia inmediata2

2. Cabe reiterar que en la ciudad de Guadalajara se asentaban hasta principios del siglo xix
los curatos de El Sagrario, El Santuario de Guadalupe, Mexicaltzingo y Analco. Elabo-
ración propia a partir de las cartas topográficas (inegi) F13-8, F13-9, F13-11, F13-12. Cabe
mencionar que la elección de los curatos de estudio se debió a dos razones: la primera
a que existiesen evidencias de movilización de personas y productos alimenticios entre
las feligresías de Guadalajara y sus alrededores; y la segunda en la disponibilidad de
actas parroquiales de bautizos, matrimonios y defunciones, con particular énfasis en
estas últimas, correspondientes al periodo de estudio tanto en los curatos de Guada-
lajara como de su área aledaña.

[ 64 ]
Elementos para una caracterización regional: el caso de Guadalajara y su área de influencia1

El concepto de región

El término región se ha utilizado de diversas maneras, ajustándose a las


necesidades de cada autor y, por supuesto, a los requerimientos de las
investigaciones. Las teorías que han definido el concepto de región lo
han hecho desde diversos enfoques metodológicos. En estas se inclu-
yen estudiosos no solo de la historia, sino que comprende un trabajo
interdisciplinario que se enriquece a través de propuestas de sociólo-
gos, antropólogos y geógrafos, entre otros, lo cual viene a ampliar el
campo del conocimiento interdisciplinario sobre el concepto de región
en el México heterogéneo3 (Boehm, 2009: 17-40).
Las regiones también se pueden definir como aquellas realidades
que comprenden aspectos políticos, culturales, económicos y sociales,
las cuales son el resultado de un proceso articulador de construc-
ción histórica. Por tal razón, la tarea del investigador de lo regional
consiste, de acuerdo con su objeto de estudio, en construir su propio
pensamiento teórico-conceptual de la región que pretende analizar.
Esta relatividad histórica de la región también es vista y definida como
el resultado de un equilibrio de fuerzas, en donde a lo largo de la
historia diferentes elementos se han aglutinado para hacer flexibles
sus fronteras. Entre los elementos se destacan los diferentes límites
que se han establecido entre los habitantes, es decir, las relaciones y
conexiones, tanto al interior como al exterior, las cuales generan una
organización económica y social.
Otro punto importante es considerar que la región se organiza
alrededor de un centro nodal, de una ciudad, es decir, de un núcleo
urbano. Así pues, tenemos que es la misma ciudad la que gobierna
todo el espacio que le rodea y se conecta con ella a través de todo
tipo de relaciones: económicas, administrativas, políticas, entre otras
(George, 1966: 324-325).
Este proceso de formación también considera a la región como
un organismo complejo y viviente, es decir, nacen, crecen, se desarro-
llan e incluso desaparecen. En este sentido, también son importantes
algunos factores, no solo de carácter natural e histórico, sino incluso

3. Sin embargo, sabemos que entre los exponentes de la teoría del lugar central se encuen-
tran Guillermo de la Peña (1993), Heléne Riviére d’Arc (1973) y Eric Van Young (1991).

[ 65 ]
Juan Luis Argumaniz Tello

aquellos que destacan la misma participación del hombre y la diná-


mica que generan, como son las actividades que el mismo ser humano
desarrolla en torno al centro y dentro de él. De esta manera, la región
estará mejor formada cuando más importancia tenga el centro y mayor
influencia ejerza sobre todo su entorno; es decir, cuando sus redes de
conexión administrativas refuercen dicho espacio y cuando sus vías
de comunicación y acceso estén desarrolladas y articuladas (George,
1966: 331-335).
Para otros estudiosos, como José Luis Coraggio (1987), la región
representa ese ámbito o área definida a partir del dominio territorial
que se ejerce a través de algún tipo de relación. De acuerdo con el
autor, la región no existe más allá e independientemente de las rela-
ciones y elementos por los cuales se constituye como tal. Además, la
región, desde la perspectiva de Coraggio, también hace referencia a un
contenido propio, constituido por su suelo, su topografía, su clima y
sus recursos naturales. La región se entiende no solo como esa red de
conexiones sociales que establecen sus actores, sino a través de ele-
mentos naturales que facilitan los procesos y dinámicas con el exterior
(Coraggio, 1987: 109-112).
Se problematizó tal concepto y se crearon categorías y recursos
metodológicos interdisciplinarios aplicados a la región. Más que ver
a la región tradicional a través de un lente de sentimiento y de afecto,
se analizaron con métodos y problemas de estudio complejos cues-
tionando lo realizado al momento. No fueron vistas como divisiones
administrativas o políticas, donde se establecían fronteras tajantes
con falta de reflexión, se incluyeron áreas de influencia económicas,
culturales, etc. El enfoque dependió de la perspectiva del autor. Como
diría Van Young (1991), “las regiones fueron vistas como hipótesis a
comprobar”. Sin embargo, señala el autor, no siempre se comprobaron.
Se hace énfasis en lo económico y en lo demográfico, como los
flujos que articulan la región y la comunican con otras ciudades. Van
Young y su concepto de hinterland (área de influencia) señalan que
la construcción de regiones comienza a edificarse por las disputas
por el control de los recursos entre las élites y las oligarquías locales
y regionales. La concepción de región se ubica no en la ausencia de
mercado y el Estado, sino en el proceso de penetración de ambos
(Boehm, 2009: 29-30).

[ 66 ]
Elementos para una caracterización regional: el caso de Guadalajara y su área de influencia1

La ciudad y su influencia

La importancia de Guadalajara, como centro nodal y centro urbano,


radica en las funciones que ejercieron sus instituciones para la for-
mación de su región. Es por eso que en este breve espacio destacaré
solo algunas de dichas instituciones. En cuanto a la administración de
justicia, la Real Audiencia de Guadalajara, fundada en 1548, representó
uno de los principales elementos para el nacimiento y configuración
regional de la ciudad desde el siglo xvi. La Audiencia fue un órgano
que asumió gran importancia. Su efectividad real le dotaba de una
autoridad muy amplia como órgano de control sobre otras institucio-
nes gubernamentales. Este organismo tenía la potestad de un tribunal
de justicia, principalmente para resolver asuntos judiciales, que res-
pondieran a las perspectivas económicas que la misma realeza había
delimitado (García, 2001:33-35).
En lo que respecta a la institución eclesiástica, se destacó por
representar un importante papel para el empuje regionalista, principal-
mente para la creación de la Real y Literaria Universidad de Guadala-
jara. Los elementos que conformaron dicha caracterización se fueron
precisando en los últimos años del siglo xviii y primeras décadas del
xix (Connaughton, 1992: 71). Los obispos fray Antonio Alcalde y Juan
Cruz Ruiz de Cabañas alentaron ese espíritu de alianza del clero con el
regionalismo reformista e ilustrado de fin de siglo en Guadalajara. Su
apego a la política de desarrollo y fomento fue manifiesto en la varie-
dad de proyectos sociales, los cuales recibieron estímulos directos por
parte de la jerarquía eclesiástica para llevarlos a cabo.
Los ejemplos más claros se constataron con la creación de insti-
tuciones hospitalarias y de beneficencia, así como con el estableci-
miento de la Universidad y del Consulado, pero de igual forma apo-
yaron empresas en materia de obras tanto para la ciudad como para su
zona aledaña, y de desarrollo de las actividades industriales y de los
centros de producción de la misma zona geográfica. Su participación
y nivel de influencia fueron mayores en los campos educativos y de
beneficencia. Por tanto, no debe omitirse el papel que desempeñó la
Iglesia de Guadalajara, sobre todo el alto clero, en la defensa de los
intereses locales y, en definitiva, para la elaboración de un discurso
ideológico claramente regionalista (Connaughton, 1992: 70).

[ 67 ]
Juan Luis Argumaniz Tello

Las instituciones culturales y comerciales que se fundaron en la


ciudad, como son la Real y Literaria Universidad de Guadalajara, esta-
blecida en 1792, y el Real Consulado de Comercio, fundado en 1795,
ejercieron una fuerte influencia sobre una vasta zona regional al cons-
tituirse en principales focos de atracción de la población. El Consulado
recién establecido se convirtió en un agente activo de la política de
fomento y desarrollo regional, al potenciar una expansión comercial
ligada a una diversificación de las actividades agrícolas, ganaderas y
a una cierta industrialización de la región.
En lo que respecta a la Universidad, esta ayudó a la formación de
una estructura espacial articulada alrededor de la ciudad de Guada-
lajara, pues se convirtió en foco de atracción de estudiantes de una
vasta zona del occidente y norte de la Nueva España. Además, el Con-
sulado representó otro de los mayores logros de la política reformista
emprendida, y tal vez se trate del proyecto que mejor represente una
amplia proyección regional, pues no solo significó un elemento para
caracterizar la autonomía e independencia de Guadalajara con res-
pecto a la Ciudad de México, sino también el espíritu que inspiraba la
política consular que iba encaminada al desarrollo de la capital tapatía.
Durante el siglo xviii, Guadalajara fue una ciudad que se esforzó
por alcanzar el honor de tener una Universidad, llegó a la meta luego
de una larga espera de 93 años, desde 1699, cuando el obispo fray Felipe
Galindo y Chávez, fundador del Colegio Seminario del Señor San José,
solicitó al rey que convirtiera el colegio seminario en Universidad,
hasta marzo de 1792, cuando se recibió en Guadalajara la real cédula
de fundación. Según Carmen Castañeda (1988), fue hasta noviembre
de 1792 cuando se llevó a cabo la apertura de la Universidad.4

…el Ayuntamiento de Guadalajara fue la institución que más se preocupó por


el establecimiento de una universidad, porque ésta confería un nivel cultural
más alto a la vida de las ciudades coloniales y se constituía en un elemento de
prestigio social. Además, la Universidad en Guadalajara evitaría el éxodo de
estudiantes de la Nueva Galicia a México y sobre todo reforzaría la defensa de
los intereses regionales frente a la capital del virreinato (Castañeda, 1988: 22).

4. Cabe aclarar que fue Carlos iv quien concedió licencia para la fundación de la Univer-
sidad de Guadalajara, por cédula expedida en San Lorenzo el 18 de noviembre de 1791.
BPEJ, Fondos Especiales, colección manuscritos, núm. 68.

[ 68 ]
Elementos para una caracterización regional: el caso de Guadalajara y su área de influencia1

Otra de las instituciones que representaron un papel importante para


la formación de una conciencia regional es el establecimiento de la
Intendencia y, con ello, de los intendentes. Según Horst Pietschmann
(1996: 118-119), la Real Ordenanza de Intendentes de 1786 tuvo como
objetivo reorganizar la estructura institucional de los reinos de Nueva
Vizcaya, Nueva Galicia y Nueva España; promover una moderniza-
ción administrativa y alcanzar una mayor centralización del poder en
manos de los intendentes. Las doce jurisdicciones político-administra-
tivas creadas a partir de 1786 fueron la de México, General de Ejército
y Provincia, Puebla de Los Ángeles, Veracruz, Antequera de Oaxaca,
Mérida de Yucatán, Valladolid de Michoacán, Santa Fe de Guanajuato,
San Luis Potosí, Guadalajara, Zacatecas, Durango y Arizpe.
La Ordenanza de Intendentes favoreció el control de la monarquía
y la regionalización de los grupos y élites locales de Guadalajara. Los
nuevos jefes de gobierno tenían la facultad de administrar todos los
atributos de poder en justicia, policía, hacienda y guerra, convirtién-
dose de esta manera en los propulsores del “buen gobierno” y en los
representantes de la modernización que el reformismo impulsó al
interior del aparato de gobierno.
Destacar la importancia de Guadalajara como centro nodal, por
el carácter que desempeñaron sus instituciones de justicia, religiosas,
educativas, comerciales y administrativas, así como por las diferentes
variables y mecanismos por los cuales se fue articulando desde el
siglo xvi hasta finales del xviii, y también resaltar la importancia que
ejerció desde el aspecto hospitalario, en cuanto a la importancia de
la ciudad por ser sede del Real Hospital de Belén y, con ello, del área
con influencia hospitalaria.
Un primer acercamiento a esta “región hospitalaria”, es decir, a
esta “construcción teórica”, a esta “hipótesis por comprobar” como
la define Van Young, hace referencia a la interacción y dinamismo
que en el Hospital de San Miguel de Belén se empezó a mostrar no
solo entre la población de la misma ciudad, sino que existen algunos
indicios de la cobertura hospitalaria y asistencia médica que el recinto
ejercía sobre la población que vivía en el entorno inmediato de la
ciudad a partir de los pueblos y barrios. Durante la crisis de 1785-1786,
Guadalajara fue un centro urbano que albergó de manera constante
la migración de habitantes de muchas localidades alejadas y cercanas
que buscaban en la ciudad caridad cristiana, pero sobre todo apoyo

[ 69 ]
Juan Luis Argumaniz Tello

por parte de las autoridades en cuestión de alimentos y de atención


hospitalaria en beneficio de su salud.
En este sentido, presento una tabla de referencia de lo que se ha
localizado como parte de este fenómeno de migración del campo a la
ciudad, de muy diversas localidades hacia Guadalajara, en busca de
ayuda ante una crisis de sobremortalidad y agrícola generalizada en
todo el territorio de la Nueva España. Fenómeno que también se pre-
sentó en otras ciudades importantes de la época como México, Puebla
y Valladolid, las grandes capitales del virreinato.

Tabla 1
Origen de los fallecidos foráneos registrados
en las parroquias de Guadalajara, 1785-1786

Población de origen 1785 1786 Suma


Huentitán 20 20 40
Jalostotitlán 2 3 5
Salamanca 1 - 1
San Sebastián Tepichi 6 - 6
Santa Marta 1 - 1
Teocaltiche 1 2 3
Tepatitlán 1 - 1
Toluquilla 13 20 33
Zapopan 1 - 1
Aguascalientes - 1 1
Cocula - 1 1
Juchipila - 1 1
Lagos - 1 1
León - 1 1
Matatlán - 1 1
Nochistlán - 3 3
Ojo Caliente - 1 1
Querétaro - 1 1
Rincón de León - 2 2
San Juan de los Lagos - 2 2
San Martín - 1 1
Zapotlán 1 2 3
Guanajuato 1 - 1
Ixtlahuacán 1 - 1

[ 70 ]
Elementos para una caracterización regional: el caso de Guadalajara y su área de influencia1

Población de origen 1785 1786 Suma


Sinaloa 1 - 1
Zacoalco 2 1 3
Ahualulco - 1 1
Ameca - 1 1
Huejúcar - 2 2
Talpa - 2 2
Tlaltenango - 1 1
Tlajomulco - 3 3
Atotonilco 1 - 1
Cuquío - 1 1
Hermosillo - 1 1
Mezquitán 10 76 86
Tolototlán 1 - 1
Sin especificar 19 175* 194
Total 83 327 410
Fuente: APS, libro de entierros, núm. 10 (1782-1798); APSJA, libros de entierros,
núm. 2 (1746-1796) y núm. 3 (1779-1803); APSG, libro de entierros, núm. 1(1782-
1798); apsjbm, libro de entierros, núm. 1 (1782-1808).

Es con ejemplos como el anterior que se propone estudiar a partir de


modelos ya establecidos, un espacio determinado del área de influen-
cia hospitalaria a Guadalajara. Se trata de aportar un nuevo elemento,
la cuestión hospitalaria en un periodo de largo alcance5 (Oliver, 1998:
187-209), en donde se pueda comprobar esa región que, más que estar
determinada por alguna frontera natural, tenemos, como George
(1966) la llama, un área “elástica” que se encuentra en constante creci-
miento y desarrollo. Además, otro elemento importante que nos arroja
Coraggio (1987) es el natural, es decir, esos elementos que facilitan los
procesos, dinámicas y comunicación con el exterior.
En lo que respecta a la imagen del espacio urbano, como lo fue
el caso que caracterizó a Guadalajara durante el periodo de estudio,
según George se fracciona en espacios funcionales con significados
propios de acuerdo con el impacto de sus estructuras sociales. El espa-

5. Es importante mencionar el estudio que Lilia Óliver Sánchez realizó sobre la existen-
cia de una posible “región hospitalaria”. La investigación se centra en un par de años
durante las últimas décadas del siglo xix en Guadalajara, lo cual representa un punto
de partida a considerar.

[ 71 ]
Juan Luis Argumaniz Tello

cio funcional es, pues, representado como el marco del ejercicio de


las diferentes profesiones y actividades sociales; mientras que en el
residencial, se representa la base de la vida individual y familiar. Tam-
bién tenemos que este mismo espacio puede fraccionarse en áreas más
específicas, como barrios de comercio, zonas industriales, universita-
rias y culturales (George, 1969: 37-39). Con el análisis de la categoría
de espacio se abre la posibilidad de establecer otra categoría basada
en la zona de influencia hospitalaria que estaba determinada a partir
de la interacción y dinamismo.
Indudablemente, el debate no está agotado, las posibilidades de
una revisión siempre serán bienvenidas y favorecerán una mejor inter-
pretación de las cosas; lo único que se pretenderá con acercamientos
como el presente es rescatar algunos argumentos establecidos en la
historiografía clásica, y plantear nuevas miradas o nuevos elemen-
tos, por ejemplo, la visión sobre una región hospitalaria o una región
que se conforma a partir de la dinámica poblacional continua durante
décadas y hasta siglos de historia, y no sólo a partir de cuestiones
económicas o administrativas.

Consideraciones finales

La intención del trabajo no radica en hacer una reconstrucción de lo


que autores como George, Coraggio o Van Young, entre otros, han
estudiado a partir de temas económicos, –comercio, agricultura, gana-
dería–, incluso los estrictamente administrativos, sino que la propuesta
fue para la construcción de una evidente área de influencia de Guada-
lajara desde las últimas décadas del siglo xviii y durante el xix, teniendo
como fundamento el poder articularla a través del concepto región.
Si bien es cierto que a lo largo del semestre se analizaron, desde
la perspectiva interdisciplinaria, algunas propuestas teórico-concep-
tuales sobre región, estas fueron abordadas no solo desde la visión de
la historia, sino que incluyeron importantes campos de investigación
de la antropología, geografía y sociología. El acercamiento a estas
disciplinas permitió que se retroalimentara la visión tradicional que
se tenía de región. Lo importante de ese proceso es que facilitó y pro-
porcionó diversos instrumentos de estudio y herramientas teórico-

[ 72 ]
Elementos para una caracterización regional: el caso de Guadalajara y su área de influencia1

metodológicas que nos permiten abrir los horizontes del conocimiento


e incorporarlas a diversos campos de estudios.
Otro elemento importante que surge como resultado de este pro-
ceso interdisciplinario es saber que la región o área de estudio, revi-
sada desde diferentes perspectivas y disciplinas, puede arrojar resul-
tados interesantes. No solo para caracterizar el territorio y espacio
de estudio, sino que aporta elementos e instrumentos de análisis que
permiten observar cómo se ha configurado una región. El análisis de
la región, visto desde tales materias, permite darnos cuenta de que
las regiones no son un ente estático, sino que forman parte de proce-
sos históricos donde están sujetas a cambio. Por eso se menciona su
elasticidad, es decir, pueden cambiar, ampliar o, incluso, reducir sus
patrones de dominación con respecto a su área de influencia.

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[ 74 ]
Apuntes sobre una
“región volcánica” en el occidente
de México (bloque Jalisco)

José Julio Zerpa Rodríguez1

Introducción

En este documento se propone iniciar un examen acerca de la manera


en que se han podido vincular las ciencias de la Tierra mexicanas del
último tercio del siglo xix con el relieve (aspectos geomorfológicos) y la
actividad sísmica y volcánica (debidos a la geodinámica interna) del Blo-
que Jalisco. Algunos de estos acontecimientos, junto con los accidentes
geográficos de mayor relevancia para diferentes identidades (locales y/o
regionales), como el volcán de Colima, el Ceboruco o el cerro del Colli,
pudieron ser claves para irse conformando una idea de región volcánica.
Así, plantearemos los posibles inicios de un proceso de territorialización
en relación con los movimientos de Tierra, la actividad (inesperada o
no) de los volcanes, además de otras manifestaciones, como los géise-
res, fuentes termales, etcétera. Este proceso puede ser visibilizado en
documentación y cartografías geológicas y geográficas.
De esta manera, seguiremos la idea postulada por Rentería Var-
gas de que “la región es de forma simultánea y conjunta un objeto
dado, una construcción social e histórica y una categoría analítica”;2

1. Becario Clacso-Conacyt, doctorado en Ciencias Sociales (Universidad de Guadalajara).


Agradezco al doctor Hirineo Martínez Barragán el acceso al Archivo del Centro Estatal
de Análisis Territorial de Jalisco. A la maestra Myrna Matilde Quiñones Aguirre, sus
sugerencias y orientación.
2. Rentería Vargas, Javier (2001). “Una aproximación teórica y práctica al concepto de
región”, en Geocalli. Cuadernos de Geografía, vol. 2, núm. 4, p. 23.

[ 75 ]
José Julio Zerpa Rodríguez

en nuestro caso, una realidad geológica compleja, la elaboración inte-


lectual del Bloque, así como la percepción de los habitantes en ciertos
momentos de conmoción de la Tierra y, por último, una estrategia para
acceder a perspectivas nuevas sobre la regionalización en el oeste
del occidente del país, en especial si consideramos la limitación de
estudios que interrelacionen estos aspectos. A continuación, se hace
un comentario sobre el contraste entre los modelos teóricos desde las
ciencias sociales para las regiones mexicanas, con especial énfasis por
aquellos que emplearon consideraciones socioculturales, que hayan
trabajado sobre el occidente, y su contraste con la idea de región para
los estudios geográficos y geológicos.

La región en algunos investigadores mexicanos

Jaime Preciado defiende que los debates sobre la región, como “enti-
dad socioespacial particular”, siguen siendo ambiguos e indefinidos.
No se ha dado la “convergencia de los distintos enfoques” entre ramas
de las ciencias sociales, por lo que, desde la perspectiva de la geogra-
fía regional, la región ha dejado de ser un término operativo: ahora
cuenta con un sentido, sobre todo, “utilitario”, “con fines heurísticos,
político –administrativos e instrumentales”–.3 En cuanto al regiona-
lismo, a partir de la geografía, es la “acción de afirmación identitaria
de un grupo social apegado a un territorio”, por lo general, a “escala
subnacional”. Uno de los valores que podemos aplicar para la región es
el de “símbolo de identidad socio territorial”: “reivindicación de una
identidad socioespacial y afirmación de lazos con distinto carácter…
entre una población y un territorio”.4
En el nuevo milenio los regionalismos serían un desafío para el
conocimiento producido por las ciencias sociales, interesadas en dar

3. Preciado Coronado, Jaime (2003). “La región ha muerto; ¿viva el regionalismo? El caso
de la alternancia política en Jalisco”, en Preciado Coronado, Jaime (coord.). Territorios,
actores y poder. Regionalismos emergentes en México. Guadalajara: Universidad de
Guadalajara/Universidad Autónoma de Yucatán, p. 323.
4. Preciado Coronado, Jaime et al. (2003). “Introducción: regionalismos del tercer mi-
lenio”, en Preciado Coronado, J. (coord.). Territorios, actores y poder. Regionalismos
emergentes en México. Guadalajara: Universidad de Guadalajara/Universidad Autó-
noma de Yucatán.

[ 76 ]
Apuntes sobre una “región volcánica” en el occidente de México (bloque Jalisco)

cuenta del carácter multidimensional complejo de un fenómeno social


con antecedentes en la larga duración histórica”.5
Gilberto Giménez se opone a que la territorialidad no sea de
importancia en la “vida social y cultural” actual.6 Su definición de
región pasa por ser “un constructo fundado en los más diversos cri-
terios: geográfico, económico, político –administrativo, histórico–
cultural”,7 que se encuentra vinculado con la geografía física, indi-
cando que puede delimitarse en varias escalas: local, municipal, pro-
vincial, regional, nacional o supranacional. La valoración del mismo
puede ser instrumental o cultural;8 la escala regional, siguiendo a Van
Young, define a “unidades territoriales que constituyen subconjuntos
dentro del ámbito de un Estado”.9
Brigitte Boehm de Lameiras parte de la idea de que los estudios
regionales permiten acceder tanto a una visión unitaria de México,
como a una en la que se reconocen por separado sus partes.10 Para
analizar una región habría que emplear al menos tres disciplinas: geo-
grafía, historia y antropología.11 Considera cómo entre los geógrafos
del siglo xx hay una necesidad por conocer “la conformación natural
de la superficie terrestre y la huella del hombre sobre ella”.12
Leal Carretero defiende que son tres los aspectos fundamentales
del “concepto originario” de región de interés para el científico social:
el geográfico, el político y el territorial. Este último, además, cuenta
con una doble naturaleza: como categoría administrativa/catastral,
además de que tiene diferentes acepciones en la organización social,
y que las tres vertientes “crean territorio”.13

5. Ibid., p. 10
6. Giménez, Gilberto. “Territorio y Cultura”, en Estudios sobre las Culturas Contempo-
ráneas, diciembre, año/vol. II, núm. 004. Colima: Universidad de Colima, p. 9.
7. Ibid., p. 12.
8. Ibid., pp. 10-11.
9. Ibid., p. 12.
10. Boehm de Lameiras, Brigitte (1997). “El enfoque regional y los estudios regionales en
México: geografía, historia y antropología”, en Relaciones, núm. 72, vol. xviii, p. 17, otoño.
11. Boehm, op. Cít, p. 18
12. Boehm, Ibíd., p. 22
13. Leal Carretero, Fernando. “Ubi regio eius ratio: notas para un concepto oportunista de
región”, en Regiones. Revista Interdisciplinaria en Estudios Regionales, Guanajuato,
No. 10, p. 1, julio – diciembre, 1998.

[ 77 ]
José Julio Zerpa Rodríguez

El empleo de la región en diferentes escalas puede darse a nivel


supranacional, infranacional/supraurbana (que suele ser empleada,
según el autor, por las ciencias sociales; así, el “Estado Nación y la
Ciudad marcan el uso de la palabra región”), e infraurbana (con menor
presencia en “teoría sociológica”). Incide en las consideraciones de
Giddens acerca de la región estudiada a una escala infraurbana: sería
una “perspectiva micro”, “escala pequeña”, en la que se desenvuelven
la gran mayoría de los actores sociales “menos obvios o notables”.
Por último, indica que, junto con el tamaño, ha de considerarse otro
“limitante conceptual” para la región, en sus múltiples acepciones: la
contigüidad.14
En definitiva, considerado siempre que han investigado en vincu-
lación con la planificación del desarrollo social y económico, se otorga
una gran relevancia, el sometimiento de la naturaleza por las activi-
dades del hombre, dadas sus potencialidades, o la consideración de
ser un marco, si no ofrece mayores ventajas al desarrollo económico.
Ahora bien, los fenómenos que quizá caracterizaron a la región pueden
llegar a desestabilizar, si bien momentáneamente, al resto de los fac-
tores. En ese aspecto radica la importancia de conocer la imaginación
del territorio, la elaboración de la territorialidad, en sus aspectos espa-
ciales y temporales; en pocas ocasiones, la historia del futuro, desde
una incertidumbre que se ha ido despejando, pero no por completo,
mediante análisis y modelos geológicos que cuentan con limitaciones.

En los múltiples occidentes, el Estado y el Bloque de Jalisco

El geógrafo Hirineo Martínez Barragán consideró hace una década que


ha habido una escasez de auténticos estudios regionales sobre Jalisco.15
En su balance, considera que las áreas más estudiadas han sido, por
este orden, el centro del estado (que incluye a la capital), Los Altos, el
norte y el sur. Martínez también identificó algunos estudios regionales
jaliscienses (como los de Luis González y González, Héctor Luis del

14. Leal Carretero, Fernando, op. Cit., pp. 1 – 2


15. Martínez Barragán, Hirineo. “La región y las regionalizaciones en Jalisco, en Geografía
y Gestión Territorial”, Año 1, Vol. 1, No. 3 Concepciones epistemológicas para el análisis
de la geografía, p. 46, Septiembre – Diciembre 2002.

[ 78 ]
Apuntes sobre una “región volcánica” en el occidente de México (bloque Jalisco)

Toro, Jaime Preciado Coronado o Luis Valdivia Ornelas) en los que


destaca las diferentes perspectivas de cada uno de ellos.16
En la actualidad contamos con varias definiciones de lo que cons-
tituye el occidente de México, si bien no siempre se especifican las
variables y criterios para la demarcación. Desde la antropología y
arqueología, un punto de partida pudo ser la propuesta de Paul Kir-
chhoff en la década de los cuarenta del siglo xx, estableciendo unos
límites para Oasis, Árido y Mesoamérica. En posteriores revisiones
y precisiones de tal propuesta, se iría delimitando el occidente como
una entidad en la sección noroeste de Mesoamérica, cuyas fronteras
septentrionales siguen siendo debatidas; el debate gira en torno a la
longitud, para el posclásico, se trata de una larga y estrecha lengua de
tierra paralela a la costa del Pacífico. En algunas obras históricas, el
occidente parece crecer en mayor medida al este, tal vez considerando
las interconexiones varias y flujos mercantiles. Los límites geográficos,
jurídicos y administrativos del actual estado de Jalisco se conformaron
dentro de las fronteras del antiguo Reino de Nueva Galicia,17 si bien
las actuales se asemejan más a las de la intendencia de Guadalajara,
según se definió en las reformas de Carlos III en 1768. En la Real Orden,
Guadalajara habría de perder amplios territorios en el noreste, a cam-
bio de la jurisdicción de Colotlán (al norte), y tierras en el sur. En esta
configuración llegaría a la Independencia,18 con pérdidas territoriales
en diferentes ordenamientos posteriores del Estado mexicano.19
Sí se ha realizado una división estable del territorio del occidente
desde la geografía y las ciencias de la Tierra, mediante cuencas hidro-
gráficas, provincias geológicas o fronteras bioclimáticas;20 destacare-
mos estos dos últimos aspectos: en el occidente hay varias provincias

16. Martínez Barragán, Hirineo. Op. Cit., pp. 46 – 47.


17. Muriá, José María. “De Nueva Galicia a Jalisco”, en Revista Internacional de Ciencias
y Humanidades, SOCIOTAM, Vol. xvi, Núm. 2, julio-diciembre, pp. 31 – 49, 2006, Uni-
versidad Autónoma de Tamaulipas.
18. Muriá, José María. Op. Cit., p. 43
19. Martínez Barragán, Hirineo. “Configuración del espacio geográfico en el occidente
mexicano”, en Téllez, Carlos; Olivera, Patricia E. (coords.) Debates en la geografía
contemporánea. Homenaje a Milton Santos, pp. 198 – 211, El Colegio de Michoacán –
Embajada de Brasil – unam – Universidad de Guadalajara. cucsh, 2005
20. Martínez Barragán, Hirineo. “La región y las regionalizaciones en Jalisco, en Geografía
y Gestión Territorial”, Año 1, Vol. 1, No. 3 Concepciones epistemológicas para el análisis
de la geografía, p. 46, Septiembre – Diciembre 2002.

[ 79 ]
José Julio Zerpa Rodríguez

fisiográficas o provincias geológicas: la Sierra Madre Occidental, la


llanura costera del Pacífico, la Sierra Madre del Sur, el Eje Neovolcá-
nico y la Mesa Central, en cuyo interior se dan unidades de relieve
de menor entidad.21 En Jalisco estas confluyen con la depresión del
río Balsas. Por último, el estado es una zona de encuentro entre dos
de las ocho ecozonas del planeta: la neártica y la neotropical, lo que
implica una diversidad biológica. El resultado de estas conjunciones
es una diversidad de paisajes superior a los veinticinco que identifica
González y González para el occidente.22
Hoy, el occidente parece definirse por antonomasia, tanto por su
posicionamiento frente a la centralidad de la capital de la nación, como
por cuestiones políticas y jurisdiccionales. Así, podría considerarse
conformado por los estados de Nayarit, Jalisco, Colima y Michoa-
cán. Dependiendo de algunos de los criterios mencionados, pueden
incluirse secciones de Guanajuato, Zacatecas o Aguascalientes. Es
frecuente considerar a la ciudad de Guadalajara, la segunda del país,
como la ciudad rectora del occidente, por su preponderancia política,
social, industrial y poblacional, además de por ser un nodo principal
mercantil y logístico con el norte y la costa del Pacífico.

El Bloque de Jalisco

Este ha sido considerado como un “fragmento semidesprendido” de la


Sierra Madre Occidental, que pertenece a su vez a la placa de Nortea-
mérica.23 Se posiciona en el lugar de encuentro entre la placa de Nor-
teamérica (con desplazamiento sur oeste) y la micro placa de Rivera
y la placa de Cocos (nor este); y el rift de Tepic-Zacoalco, el graben
de Chapala, y el rift de Colima. La actividad de las fallas en el bloque

21. Martínez Barragán, Hirineo. “Configuración del espacio geográfico en el occidente


mexicano”, en Téllez, Carlos; Olivera, Patricia E. (coords.) Debates en la geografía
contemporánea. Homenaje a Milton Santos, p. 196, El Colegio de Michoacán – Embajada
de Brasil – unam – Universidad de Guadalajara. cucsh, 2005
22. Martínez Barragán, Hirineo. “La región y las regionalizaciones en Jalisco, en Geografía
y Gestión Territorial”, Año 1, Vol. 1, No. 3 Concepciones epistemológicas para el análisis
de la geografía, p. 46, Septiembre – Diciembre 2002.
23. Weigand, Phil C., “La caldera de Coli y su vecina Guadalajara”, en Relaciones. Estudios
de historia y sociedad, n° 129, p. 299, invierno 2012.

[ 80 ]
Apuntes sobre una “región volcánica” en el occidente de México (bloque Jalisco)

parecen ser la causa de la actividad sísmica y volcánica, así como de


“la geometría del Bloque Jalisco y el rift de Colima”.24 Se trata de una
de las zonas con mayor actividad volcánica del mundo.

FIGURA 1. Modificado de Macías, 2005, p. 384. Imagen por Natalia Mirelle Yáñez
Pulido.

Las estructuras volcánicas presentes son: 1. San Juan. 2. Sangangüey.


3. Tepetiltic. 4. Ceboruco. 5. Tequila. 6. Caldera La Primavera. Com-
plejo volcánico de Colima: 7. Volcán El Cántaro. 8. Nevado de Colima.
9. Volcán de Colima. RTZ es el rift Tepic-Zacoalco; GCh-graben de
Chapala; CGI graben de Citala, TM trinchera mesoamericana, línea
discontinua. Las líneas delgadas son fracturas.
Se puede observar cómo en el rift Tepic-Zacoalco existen algunos
volcanes de reciente actividad, como el Ceboruco (1870), o la gran

24. Garduño-Monroy, Victor Hugo; Saucedo-Girón, Ricardo; et al. “La Falla Tamazula,
Límite Suroriental del Bloque Jalisco y sus relaciones con el Complejo Volcánico de
Colima, México”, en Revista Mexicana de Ciencias Geológicas, Vol. 15, No. 2, pp. 142,
unam – Instituto de Geología – Sociedad Geológica Mexicana, México DF, 1998. La
intervención en tal proceso de la Microplaca Rivera no es bien conocida hoy en día.
Ferrari, Luca. “Tectónica y volcanismo en el Cinturón Volcánico Trans – Mexicano”, en
Memorias de la Reunión “Ciencia y Humanismo”, p. 415, 18- 20 Enero 2012, Academia
Mexicana de Ciencias, México D. F., 2012.

[ 81 ]
José Julio Zerpa Rodríguez

caldera volcánica del Bosque La Primavera, en las inmediaciones de


la ciudad de Guadalajara. En dirección sur, en el graben de Colima,
nos encontramos con, desde el norte, el complejo volcánico de El Cán-
taro, del nevado de Colima y del volcán de Colima; los dos primeros,
extintos. Las perspectivas acerca de la actividad histórica del último
han sido muy poco estudiadas en la historia de la Ciencia.25
Cerca del lago de Chapala (que se encuentra rodeado por volcanes
monogéneticos extintos), en el pequeño campo volcánico de Acatlán,
existe un triple punto de contacto continental: esto es, la unión en el
NE del Bloque Jalisco del rift Tepic-Zacoalco, el graben de Chapala
y el graben de Colima, o la unión entre la placa de Norteamérica, el
Bloque Jalisco y el Bloque de Michoacán. La ciudad de Guadalajara
se encuentra, en parte, condicionada por el volcanismo. Además de la
caldera La Primavera, en su interior se sitúa el cerro del Colli (volcán
extinto), y un lineamiento al sur de volcanes monogenéticos apagados.
Mediante esta sucinta descripción geográfica, se establecen algunos
puntos de interés para este caso de estudio, y otros, resaltando la cer-
canía de la actividad derivada de la geodinámica interna y el relieve
en la cotidianidad en poblaciones jaliscienses.

Definir la región volcánica, sísmica

Si tuviéramos en cuenta las escalas de la geomorfología, o la geografía


regional, el Bloque de Jalisco sería una Macroscale landform.26 Esta
determinación se contrapone a algunas de las escalas ya conocidas. Es
posible que, al haber un acento en las regiones económicas, políticas y
sociales, vinculado a planificaciones sociales y técnicas, sea frecuente
considerar la región a una escala infraestatal. Nuestra región volcánica
no entraría, en sentido estricto, en la usual clasificación en micro,
meso o macroescala; lo que podría repercutir, de manera directa, en el

25. Macías, José Luis. “Geología e historia eruptiva de algunos de los grandes volcanes
activos de México”, en Boletín de la Sociedad Geológica Mexicana, Tomo 57, n3, pp.
384, 2005.
26. “Configuración geográfica de macroescala” (traducción propia), en Huggett, John Ri-
chard. Fundamentals of geomorphology, p. 4, Second Edition, Routledge, 2007

[ 82 ]
Apuntes sobre una “región volcánica” en el occidente de México (bloque Jalisco)

“nivel de análisis”.27 En vez de tratar de cuadrar la región volcánica en


tales segmentaciones o idear nuevas de las existentes, contamos con la
posibilidad de explorar las limitaciones y oportunidades que plantea
este desencuentro: si bien las grandes unidades geológicas pueden
incluirse en las macroescalas, nuestro objeto de estudio puede hacerlo
en una mesoescala (superando, así, los límites estatales). Además, las
causas de un terremoto o la actividad de un volcán, de especial rele-
vancia en una microescala (con ramificaciones en una mesoescala),
puede deberse a causas, en ocasiones, que nos obligan a considerar
un área de muy diversas dimensiones.
Algunas de estas consideraciones de las limitaciones potenciales
al emplear una escala cerrada, o a priori, entre lo macro y lo micro,
aparecen en tres ejemplos acerca del perfilado de algunos ingenieros
y geólogos del último tercio del xix del territorio a partir de la activi-
dad volcánica y sísmica que se desarrolló en él, en lo que pudo haber
sido una caracterización temprana científica geológica, acerca de la
“región”, en tal sentido. Cabe mencionar que el término Bloque Jalisco
es contemporáneo. Para ello nos apoyaremos en referencias textuales,
acompañadas de su cartografía.

Trazar un mapa siguiendo las perturbaciones de la Tierra

El 11 de febrero de 1875 el pueblo de San Cristóbal (noreste de Jalisco)


fue destruido por un sismo, que se dejó sentir en otras poblaciones.
Miguel Iglesias, Juan Ignacio Matute y Mariano Bárcena fueron comi-
sionados por el gobierno federal y estatal para investigar los temblores,
que atribuyeron a una acumulación de gases que se manifestó en el
volcán Colima o quizá Ceboruco, este último de recientes episodios
eruptivos (1870 y 1872) y activo hasta 1875.28 En las siguientes imágenes
se muestran las principales poblaciones afectadas por los sismos, ade-

27. Rentería Vargas, op. Cit., p. 23.


28. Bárcena, Mariano. “Geologia Dinámica. Los terremotos”, en Anónimo. Informe y
colección de artículos relativos a los fenómenos geológicos verificados en Jalisco en
el presente año y en épocas anteriores, Vol. 2, pp. 185 – 193, Tip. de S. Banda, Guadalajara,
1875. Banda, Longinos. “Artículos diversos sobre el mismo asunto”, en Anónimo., op.
Cit., pp. 213 – 220.

[ 83 ]
José Julio Zerpa Rodríguez

más de volcanes, que estuvieran activos en épocas recientes en el área


afectada o en las cercanías; así, entre los primeros tenemos, de occi-
dente a oriente, el Ceboruco, Colima, Jorullo, Taximaroa, Popocátepetl
y, algo más apartado, el Orizaba; en el sureste, lejos de los principales
sitios en que se dejó sentir el terremoto, el Tuxtla y el Soconusco. El
estratovolcán Ceboruco forma parte del sector occidental de la Faja
Volcánica Mexicana y el graben de Tepic, en las que el encuentro del
sistema de placas Rivera y Cocos es de muy difícil estudio geomorfo-
lógico incluso hoy en día; algunos investigadores de las ciencias de la
Tierra la definen por su complejidad y anomalías.29
Mariano Bárcena prosiguió con sus estudios geológicos en Jalisco
y el entorno. En la redacción de su Ensayo estadístico del estado de
Jalisco (1888), incluyó además investigaciones previas sobre las con-
diciones geográficas y geológicas. Así, en la sección “Los volcanes de
Jalisco”, consigna análisis mineralógicos y estratigráficos, además de
ocasionales recorridos, del volcán de Colima (o de Fuego), el Nevado
y el Ceboruco (en tal momento histórico, fuera de la jurisdicción terri-
torial de Jalisco); narra algunas consideraciones preliminares acerca
del “Col” (cerro del Colli) y el Huixte, que visita por los temblores de
1875.30 A nosotros nos parece de mayor relevancia su juicio de especia-
lista reconocido: “tanto por la semejanza de productos del Ceboruco y
del Colima, así como por la simultaneidad de sus últimas erupciones,
se puede creer que estén relacionados o sean troneras de un mismo
laboratorio volcánico”.31

29. http://www.volcano.si.edu/volcano.cfm?vn=341030 Accedido el 25 de Noviembre de


2014
30. Bárcena, Mariano. Ensayo estadístico del Estado de Jalisco, pp. 219 – 222, Gobierno del
Estado de Jalisco, Guadalajara, 1983. [Primera ed. 1888].
31. Bárcena, Mariano. Op. Cit., p. 222

[ 84 ]
Apuntes sobre una “región volcánica” en el occidente de México (bloque Jalisco)

FIGURAS 2 Y 3. “Número 12. Plano de la República que manifiesta la extensión


de terreno que fue invadido por los principales temblores de febrero y marzo de
1875” (1875). En la segunda imagen (detalle), la ciudad de Guadalajara es el punto
de partida, radial, para establecer la intensidad y dirección de los sismos, como si
el epicentro fuera la capital del estado.

[ 85 ]
José Julio Zerpa Rodríguez

IMAGEN 4. Detalle de “Carta Geológica de una parte del estado de Jalisco formada
por Mariano Bárcena” (1887). El Ceboruco y el volcán de Fuego forman parte de
los límites de las áreas geológicas consideradas por el ingeniero, por encima de
limitaciones estatales.

Apenas un año después de la publicación de la obra de Bárcena, Gui-


llermo Beltrán y Puga, ingeniero geólogo, que habría de participar en
la arquitectura monumental de la Ciudad de México, publicó unas
notas sobre un sismo que él mismo considera poco importante. Al
ordenar sobre el mapa los lugares afectados (sobre todo de Jalisco y
Michoacán), llegó a la conclusión de que el causante fue el volcán de
Colima: “como se ve, siempre en esta dirección, que es la general de las
cordilleras de la República, es en la que se deja sentir más esta clase de
movimientos”.32 La forma del área que traza es aproximadamente simi-

32. B. y Puga, Guillermo. “El temblor de 1° de Agosto de 1889”, en Revista Mensual Científica
y Bibliográfica. Sociedad Científica “Antonio Alzate”, Número 11, pp. 94, Mayo de 1889.

[ 86 ]
Apuntes sobre una “región volcánica” en el occidente de México (bloque Jalisco)

lar al del Bloque Jalisco en la actualidad, si bien la dilata, para incluir


el que hoy se conoce como campo volcánico Michoacán-Guanajuato.

IMAGEN 5. Ilustración del área afectada por el sismo del 1 de agosto de 1889.33

A manera de cierre provisional se puede apreciar cómo se comienzan


a imaginar las posibles conexiones ente la actividad volcánica y sís-
mica de intensidad en una esquina del occidente de México, a partir
de fragmentarios estudios de unidades geológicas supraestatales, a
partir de fenómenos locales y por debajo de la escala de estatal, con
intensidad variable. Cabe aún indagar acerca de la manera en que se
conforma el Bloque de Jalisco en las ciencias de la Tierra, pero este
puede ser un inicio sólido.

33. B. y Puga, Guillermo. Op. Cit., 93 – 95.

[ 87 ]
José Julio Zerpa Rodríguez

Dilemas y posibles aperturas

El criterio multifactorial para la región

Las consideraciones que podríamos hacer, a partir de tales pensa-


mientos, son las de poder emplear distintos criterios para definir una
región de manera multidimensional: al estudiarse el desarrollo de un
sismo puede partirse de los lugares afectados, a una escala que vaya
en diferentes niveles, desde lo local a lo supranacional por diferentes
variables. Estas podrían ser desde los núcleos de población afectada
y en qué grado (geografía humana): el epicentro, la alteración del sis-
tema de placas, de ser esta la causa (geografía física), a la percepción
y representaciones mentales del territorio y sus ritmos por los habi-
tantes (antropología cultural). Tales dimensiones y cronologías tienen
cabida en lo que Preciado ha mencionado antes como un desafío para
los regionalismos,34 si bien se podría añadir una consideración desde
la historia: el centrarse en conocer las maneras en que se dieron estos
procesos en distintos intérpretes en diferentes etapas. De esta manera
cabe preguntarse acerca de la cartografía temporal: podría conside-
rarse una cartografía diacrónica de la región(es) que dé cuenta, aún
de manera muy aproximada, de tales solapamientos. Por ejemplo, Leal
Carretero insiste en el concepto de regionalización: “la región, sobre
todo vista como regionalización, es siempre dinámica y temporal, un
continuo espacio – tiempo”, con su propio ritmo, que ha de ser bien
reconocido por el investigador.35

¿Antropización vs. apropiación intelectual?

El preguntarnos acerca de hasta qué punto el territorio caracteri-


zado por los fenómenos sísmicos y volcánicos puede ser intervenido,
nos permite identificar esta como una variable de identidad que no

34. Preciado Coronado, Jaime, et al. “Introducción: regionalismos del tercer milenio”, en
Preciado Coronado, J. (coord.). Territorios, actores y poder. Regionalismos emergen-
tes en México, p. 10, Universidad de Guadalajara -Universidad Autónoma de Yucatán,
Guadalajara, 2003.
35. Leal Carretero, ibíd., pp.4-6

[ 88 ]
Apuntes sobre una “región volcánica” en el occidente de México (bloque Jalisco)

es posible en nuestro caso.36 Esta cuestión se puede imbricar con la


posterior de que ya no existen “territorios vírgenes”, al encontrarse
“literalmente ‘tatuados’ por las huellas de la historia, de la cultura y
del trabajo humano”; o bien no considerar como una prioridad las ten-
dencias de la geografía política, que opta por definir al territorio “en
tanto naturaleza históricamente transformada.”37 Pero, insistiendo en
tales ideas, ¿hasta qué punto se pueden “domesticar” los espacios que
parecen “rebelarse”, hasta reconfigurarse por limitada que sea el área
en que lo haga, por una actividad interna de la Tierra? Así, ¿se podrían
incluir como “geosímbolo” las repercusiones, temporales o duraderas
de una actividad volcánica, como podría ser la destrucción de un edi-
ficio, la superposición en un nuevo nivel de lo que era el fundamento
conceptual y físico del mismo, y relacionarse con ciclos geológicos
y fechas determinadas?: a modo de imagen poética, podríamos creer
que la emergencia de la Tierra pude alterar concepciones acerca del
cambio medioambiental, de sus procesos y actores sociopolíticos: ¿por
qué no incluir, como sí hacen los antropólogos sociales, el “tatuaje”
de tales acontecimientos en las culturas locales, hasta formar parte
de la identidad colectiva?38 Es posible que, siguiendo a Boehm, tras
haberse iniciado el estudio de la conformación de la superficie terres-
tre, del impacto del hombre sobre la misma,39 fuera de interés recono-
cer cómo el medio natural, digamos que se “subleva”, por encima de
las capacidades organizativas y técnicas del hombre: una historia en
que acontecimientos no siempre inesperados inciden en la historia y
las mentalidades. Tal irrupción de acontecimientos que, en ocasiones,
se desarrollan en una larga o mediana duración, a veces explicado por
la actividad de placas, para tener repercusiones en las sociedades de
manera súbita, quedaría fuera del ámbito de investigación de los histo-
riadores: se corre el riesgo de que, para los historiadores, “los tiempos
tienden a reducirse a pequeños fragmentos desvinculados de proce-
sos de largo aliento”, así como a la creación de perspectivas macro,
que implica “lo general, central, horizontal”. En paralelo a lo que los
regionalistas hacen (elegir para el estudio “los momentos coyunturales

36. Leal Carretero, ibíd.., p. 11


37. Preciado Coronado, Jaime. Op. Cít., p. 18
38. Giménez, Gilberto, Ibíd., p. 15
39. Boehm de Lameiras, Brigitte, Ibíd., p. 22

[ 89 ]
José Julio Zerpa Rodríguez

críticos”)40 podría plantearse una investigación similar, eligiendo un


momento determinado, insertándolo en una matriz espacio-temporal.
Hay una posibilidad que apunta Preciado para ello: “el regiona-
lismo comunitario, en que existe una identidad de las formas más
elementales –sin sentido peyorativo– de la comunidad con el territorio,
en la que no está especificado un encuadre institucional”.41 Pero a nivel
micro: ¿podría aplicarse, si bien en ciertos rasgos, a áreas mayores,
como una región psicológica?
Es posible que el problema, al hablar de región, sea el de extrapolar
a diferentes comunidades una misma percepción del territorio: si tene-
mos un área en que se dan de manera reiterada eventos geodinámicos,
¿cuál habría de ser la consistencia y distribución de las ideas sobre
el territorio entre sus habitantes, en el que aquellas tengan un papel
relevante?, ¿cómo podría evaluarse la autopercepción de la pertenen-
cia a un área con tales características?, ¿ha de ser siempre el marco
geográfico natural el que permite un primer reconocimiento e identifi-
cación de tales mentalidades? Este problema ya ha sido planteado por
Boehm, en especial, para los historiadores, al definir “hipótesis”, pero
no comprobarla mediante la cartografía de “hechos, vínculos y rela-
ciones y sus cambios en el tiempo”.42 La investigadora aporta, además,
una definición de región que se relaciona con nuestras inquietudes:
“se define… cuando la articulación de los subsistemas se hace densa
en un lugar central”,43 si bien considera, como otros autores, que ello
se lleva a cabo en la ciudad. En líneas generales se podría aprovechar
el modelo por que se pudiera detectar la existencia de una región.44
En cierta manera, partir de unas condiciones geológicas quizá per-
mitan acotar un territorio de manera más sencilla, si bien el acceso
a las mentalidades sigue siendo esquivo; habría de emplearse, ade-
más del “instrumento clave” de la “técnica” del historiador (“el texto

40. Boehm de Lameiras, Brigitte, Ibíd., p. 29


41. Preciado Coronado, Jaime., Ibíd., p. 11
42. Boehm de Lameiras, Brigitte, Ibíd., p. 26
43. Boehm de Lameiras, Brigitte. Ibíd., p. 28
44. “Cuando […] las relaciones y los vínculos tienen esta direccionalidad en el espacio de
un esquema sincrónico y, más aún, cuando se encuentran los momentos históricos de
la articulación de los diversos subsistemas, parece implícito al modelo que estamos
ante una región”, Boehm de Lameiras, Brigitte, Ibíd., p. 28.

[ 90 ]
Apuntes sobre una “región volcánica” en el occidente de México (bloque Jalisco)

escrito”),45 otras fuentes, materiales y orales. Es bien sabido cómo, al


menos en los países latinoamericanos, la actividad volcánica suele
relacionarse con el culto a una divinidad prehispánica, o con un santo
o advocación tutelar por parte de la Iglesia católica. La “topofilia”,
como es definida, es ambivalente, ya que en lo afectivo no solo se inclu-
yen valores positivos,46 sino que, para el caso de volcanes activos, que
hayan tenido una repercusión negativa en las sociedades del entorno,
se incluyen otros valores (respeto, temor…) de manera intrincada. Tal
vez esto podría conectarse con lo que Preciado define como el “punto
de partida” del regionalismo: el “terruño”, en la manera en que hay una
“síntesis… entre un paisaje geográfico, una población que comparte
rasgos productivos y un proceso socio-cultural común”, que conlleva
una “primera distinción o diferenciación”, interna, cohesionando el
grupo a partir de indicadores socioespaciales, y un segundo proceso
de diferenciación respecto a otras comunidades. De esta forma, pue-
den recuperarse rasgos de “regionalismos comunitarios latentes”, por
medio de “análisis sutiles propios de la ecología humana”.47 Esto puede
hacer referencia a un aspecto de la región y el regionalismo, cuando
cuentan con un “énfasis cultural”, identificable mediante “la produc-
ción, material e inmaterial, de la cultura local”, debida a “procesos
socioculturales que comparten una base territorial”48.

Realidad material vs. proceso intelectual

En cuanto a la afirmación de que “en el mundo moderno el territorio


es cada vez menos un ‘dato’ preexistente y cada vez más un ‘pro-
ducto’, es decir, el resultado de una fabricación”,49 tal vez se amerite
una mayor explicación: ¿hace referencia, simplemente, al proceso de
elaboración y construcción intelectual, a partir de ciertos parámetros
con intención de ser objetivos de la región, o bien hace referencia a la
importancia cada vez mayor de tales interpretaciones por encima de
las condiciones materiales?

45. Boehm de Lameiras, Brigitte, Ibíd., p. 27


46. Giménez, Gilberto. Ibíd., p. 24
47. Coronado Preciado, Jaime. Ibíd., p. 14
48. Coronado Preciado, Jaime. Ibíd., pp. 15 - 16
49. Giménez, Gilberto. p. 11

[ 91 ]
José Julio Zerpa Rodríguez

Como considera Preciado,50 la región volcánica puede ser empleada


con fines instrumentales: localizar, investigar y monitorizar los riesgos
para la sociedad, si bien pueden llegar a ser áreas de gran complejidad,
y no ser identificados más que por su actividad problemática, sin lle-
gar a una profundización necesaria.51 A pesar del número de pregun-
tas e inquietudes que se recogen en estas páginas, siempre quedará
una de mayor importancia, quizá rectora de las demás. Siguiendo a
Leal Carretero, respecto a la metodología de investigación, podemos
encontrarnos con una pregunta con un enfoque epistemológico: ¿son
las regiones buenas para pensar?52 Podría seguirse tal línea y plantear:
¿qué podríamos conseguir de confrontar nuestra región de estudio,
empleando como asideros conceptuales53 las perspectivas del geólogo,
el geógrafo natural, el historiador, el antropólogo sociocultural?

Bibliografía

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50. Preciado Coronado, Jaime. “La región ha muerto; ¿viva el regionalismo? El caso de la
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Actores y Poder. Regionalismos emergentes en México, pp. 323, Universidad de Gua-
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51. El arqueólogo y antropólogo Weigand advirtió de la limitada investigación y monitoreo
geológico de la Caldera del Coli, a pesar de su contigüidad con la ciudad de Guadalajara.
Weigand, Phil. “La Caldera de Coli y su vecina Guadalajara”, en Relaciones, 129, pp.
201- 318, invierno 2012.
52. Leal Carretero, Fernando. ibíd., p. 3.
53. Leal Carretero, Fernando. ibíd., p. 8

[ 92 ]
Apuntes sobre una “región volcánica” en el occidente de México (bloque Jalisco)

geológicos verificados en Jalisco en el presente año y en épocas ante-


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[ 93 ]
José Julio Zerpa Rodríguez

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[ 94 ]
Políticas de descentralización y
mecanismos de fomento económico
inducidos por el gobierno local

Ana E. Ortiz Medina

El desarrollo socioeconómico dentro del territorio nacional de México


no se ha dado de una manera homogénea. Estas diferencias pudieran
haberse atribuido a factores de tipo económico, geográfico e histórico.
Sin embargo, al ser un país inserto dentro de un sistema capitalista,
estas disparidades regionales se observan aún mayores, las cuales se
han reflejado en un deterioro del nivel de ingreso y la calidad de vida
de la población. Se pudiera decir que han existido posibles causas
externas (apertura comercial, la crisis financiera internacional de
2008) e internas (crisis de 1982 y la crisis de 1995) que han influido de
manera sustancial en la distribución de la riqueza nacional. Empero,
el proceso de globalización y las políticas de descentralización fis-
cal que se han venido instrumentando desde la reforma al artículo
115 constitucional, también pudieron haber causado el incremento de
estas disparidades.
La reforma al artículo 115 constitucional implicaba un fortaleci-
miento de los gobiernos locales, en este caso los municipios, con la
finalidad de que se pudiera realizar de una manera más eficiente la
prestación de servicios públicos debido a su cercanía con la pobla-
ción. Así, con esta nueva forma de gobernar, se pretendía lograr un
desarrollo local que se tradujera en una mejor calidad de vida de la
ciudadanía. Sin embargo, además de la implementación de políticas de
descentralización fiscal, por parte del gobierno federal para lograr este
fortalecimiento, los gobiernos locales han inducido algunos mecanis-

[ 95 ]
Ana E. Ortiz Medina

mos de fomento económico para incrementar la inversión productiva


que pudieron haber acrecentado estas disparidades regionales.
Así pues, en este ensayo se pretende analizar cómo el desarrollo
regional de México sigue expresando distorsiones territoriales ante
la falta de una política pública regional que aliente la inversión y la
innovación en aquellas regiones más desprotegidas, como lo señala
la escuela neoclásica; y que ante la instrumentación de una política
de descentralización fiscal que suponía mayores recursos locales
para generar un mejor desarrollo local, no ha obtenido resultados que
muestren un cumplimiento de su objetivo. El beneficio que pudiera
haber traído a municipios con mayores carencias sociales y más escasa
actividad económica se ha traducido en un deterioro de la calidad de
vida, así como el acrecentamiento de esta desigualdad interregional
en México, que ha hecho que no se haya podido escapar de un círculo
vicioso de la pobreza.
El documento se encuentra dividido en cinco apartados. En el
primero se analizan las diferencias entre las medidas de disparidad
regional, así como la discusión del concepto de región que es primor-
dial para la instrumentación de una política regional. En un segundo
apartado se caracterizan algunas teorías de desarrollo regional para
poder conocer los instrumentos, logros y formas en las que el Estado
puede actuar para reducir estas disparidades regionales. El tercer
apartado desarrolla de manera histórica cuál ha sido el proceso de
descentralización fiscal en México y sus resultados hasta el momento
dentro de los municipios de Jalisco. En un cuarto apartado se mencio-
nan algunos mecanismos que han instrumentado los gobiernos locales
con el fin de favorecer la inversión del capital, dejando de lado políti-
cas que puedan reducir las disparidades. Por último se presentan las
conclusiones de este artículo.

Medidas de disparidad regional y política regional

La mayoría de los estudios en México sobre desarrollo han mostrado


que este ha sido regionalmente desequilibrado y que, a su vez, ha pro-
ducido disparidades sociales como pobreza y desigualdad. Uno de los
temas vinculados para el diseño de programas y políticas es la forma
de medición de estas disparidades. La orientación de la acción guber-

[ 96 ]
Políticas de descentralización y mecanismos de fomento económico
inducidos por el gobierno local

namental es fundamental para el diseño de políticas públicas que se


sustentan en índices estadísticos adecuados que, en ocasiones, tienen
una correlación o no se pueden comparar. Así, por ello es necesario
en primer término distinguir los conceptos de desigualdad regional,
pobreza y marginación, pues a pesar de que todos expresan desigual-
dades, la desigualdad regional es en el ámbito territorial; mientras que
pobreza y marginación permite distinguir la carencia de necesidades
básicas en el hogar dentro de un territorio y discrimina las distancias
entre unidades territoriales.
Ampliando lo anterior, se tiene que al hablar de desigualdad regio-
nal se considera la desigualdad en ingresos o en producción entre
territorios o regiones, es decir, niega la existencia de clases sociales
(Cuervo y Morales, 2009). Mientras que, por otro lado, si se habla de
pobreza y marginación de la población, se considerarían familias o
habitantes que se encuentran insertos dentro de una clase social y que
su bienestar depende de la posibilidad de disfrutar bienes públicos
(agua, salud, educación) que proporcionan los municipios, así como
de contar con un nivel de ingreso adecuado.
En este sentido, una crítica que realiza Coraggio (1978) es que las
diferencias que se expresan geográficamente no reflejan una estrati-
ficación social, que es una característica estructural de la sociedad
capitalista. Por consiguiente, un indicador como el ingreso per cápita
no nos reflejaría las diferencias entre las clases sociales, debido a que
viene a ser el promedio del ingreso en la región. Ante lo anterior, para
poder medir estas desigualdades sociales es necesario un indicador
que refleje el nivel de vida de la población de acuerdo con ciertos
bienes y servicios (educación, salud, alimentación, bienes y servicios
públicos, entre otros) (Cuervo y Morales, 2009; Palacios, 1989), como
lo sería el Índice de Desarrollo Humano o de marginación.

[ 97 ]
Ana E. Ortiz Medina

Mapa 1
Pobreza alimentaria
2005

Fuente: Coneval. Mapas de pobreza y rezago social, 2005. México, 2007.

Así, se pueden observar en los mapas 1 y 2 las regiones con mayor


pobreza alimentaria y marginación en México en 2005, así como nos
reflejan los estratos sociales. Por su parte, el mapa 3, que muestra el
pib per cápita, se indica la desigualdad regional sin una estratifica-
ción social. Por consiguiente, se puede observar cómo los estados de
Chiapas, Tabasco, Veracruz tienen un grado de marginación alto para
ciertas zonas y además municipios con mayor población en pobreza
alimentaria; mientras que su desigualdad regional medida a través del
pib per cápita no es elevada. Esto podría ser engañoso al considerar
esta medida como desigualdad, pues al implementar el pib per cápita se
considera la principal actividad económica de Tabasco que es el petró-
leo, pero este ingreso que se obtiene no se ve reflejado en el bienestar
de la población. Así mismo, Veracruz, al estar en el golfo de México,
su actividad comercial hace que su pib per cápita sea alto, pero no así
el nivel de bienestar de la población en algunos municipios.
Una forma de lograr el desarrollo socioeconómico por parte de
un gobierno con el fin de reducir estas desigualdades regionales es
llevando a cabo una política de desarrollo económico regional que
pueda promover diferentes regiones en donde no existe una concen-
tración industrial o existen condiciones de desigualdad. Dichas polí-
ticas contienen instrumentos, objetivos específicos, responsabilidades
del gobierno, así como las metas para poder llevarse a cabo, las que se
supone deben ser posteriormente evaluadas con la finalidad de cono-
cer sus deficiencias y poder realizar correcciones para en un futuro
tener mejores resultados.

[ 98 ]
Políticas de descentralización y mecanismos de fomento económico
inducidos por el gobierno local

Mapa 2
Grado de marginación
2005

Fuente: Índices de marginación, Conapo, México, 2006

Mapa 3
pib per cápita
2007
(Dólares)

Fuente: inegi.

En este contexto una región, según Leal (1998) y Fábregas (2010),


puede ser considerada como un término polisémico, pues depende
de varios factores para definirla (escala, punto de vista metodológico,
disciplina, interés de estudio); sin embargo, es siempre dinámica y
temporal con un continuo espacio-tiempo (Boehm, 1997).
Van Young considera que las regiones deben estudiarse como
“categorías naturales” que necesitan un riguroso análisis para demos-
trar su pertinencia histórica y no asumirlas como dadas. Por lo tanto,

[ 99 ]
Ana E. Ortiz Medina

considera para ello dos aspectos: regionalidad y regionalismo1


(Boehm, 1997). Por su parte, Guillermo de la Peña hace referencia
a la necesidad de conocer históricamente lo regional y lo local para
poder hacer historia de lo nacional y, a su vez, la exigencia de cono-
cer la historia nacional para poder realizar historia de lo regional y
lo local (Taracena, 2008). Así, de acuerdo con estos dos autores, se
demuestra que a través de la historia de una región se puede analizar
la pertenencia o la característica que la identifica como tal. En este
sentido es imprescindible conocer una región desde su origen como
formación del Estado-nación, así como lo realiza Fábregas (2009, 2010)
en su trabajo de Configuraciones regionales mexicanas, a través de un
análisis antropológico del sureste de México y la región de Los Altos
de Jalisco; mediante la etnografía y el método de ecología cultural,
Fábregas logra establecer una comparación de ambas regiones desde
el proceso de colonización, a partir de las políticas de poblamiento
y afianzamiento de territorio, que comienza desde la formación del
Estado nación.
Ante lo expuesto, es necesario que, al realizar una política regional,
se considere cuáles han sido las causas del atraso de determinadas
regiones, cuyo origen proviene principalmente desde el colonialismo,
cuando se dio la diferencia entre conquistadores y conquistados,
donde el eje fundamental de la clasificación social fue sobre la idea
de raza. A partir de ello, la poblacion de América se clasificaba como
subordinada a los conquistadores, por ser considerada inferior. Deri-
vándose entonces una división de espacios factibles, según el criterio
europeo, para el poblamiento y que corresponden a la distribución
territorial de los recursos naturales, así como rasgos climáticos, fisio-
gráficos, biológicos y geográficos que son considerados como positivos
(templados y fríos) o negativos (calientes o costeras) (Quijano, 2000;
Boehm, 1997).
Al ser las políticas gubernamentales una influencia a través de
las cuales el Estado interviene en el desarrollo regional, cuando las
fuerzas del mercado no pueden conducir a una eliminación de las dife-

1. Regionalidad se refiere a la cualidad que se tiene para ser región, y regionalismo con-
siste en identificar aquellos comportamientos culturales y políticos que hace que los
actores regionales luchen por el control de su región y enfrentar a poderes externos
que buscan limitarlo (Boehm, 1997).

[ 100 ]
Políticas de descentralización y mecanismos de fomento económico
inducidos por el gobierno local

rencias geográficas en las manifestaciones de desarrollo y que, por lo


contrario, si se dejaran dichas fuerzas sin una intervención tenderían
a agravar las diferencias (Palacios, 1989), es necesario, por lo tanto,
realizar una caracterización de algunas de las teorías de desarrollo
regional.

Teorías de desarrollo regional

El análisis de estas teorías y características de sus instrumentos per-


mite identificar ciertas variables sobre las que el Estado podría ejercer
influencia y, por lo tanto, obtener resultados positivos o negativos.
Estas teorías se pueden agrupar en dos grandes categorías o grupos,
como lo realiza Coronado (1997): a) de carácter equilibrador, perte-
necientes a la escuela neoclásica, y donde la economía de mercado
posee la capacidad para eliminar las diferencias de renta y bienestar
entre regiones, así como garantizar una convergencia y b) las de cre-
cimiento desequilibrador que llevan a una concentración creciente de
la población y actividades económicas en ciertas áreas produciendo
en consecuencia mayores diferencias regionales.

Escuela neoclásica

Estas teorías se concentran en la explicación de un crecimiento des-


igual regional desde el punto de vista de la oferta y tratan de justificar
una convergencia de las rentas per cápita interregionales. Suponen
bajo ciertos supuestos2 que las diferencias regionales de salarios rea-
les y en la renta de capital tienen su origen en las dotaciones regionales
de los recursos (mano de obra y capital), que ante la existencia de
una inmovilidad de factores será imposible que los mecanismos de
mercado logren una igualación de beneficios y salarios entre las regio-
nes. Borts y Stein (1964) argumentan que el trabajo fluye de aquellas

2. Los supuestos que se establecen para economías de un solo producto son los siguientes:
pleno empleo, competencia perfecta, existencia de un único bien homogéneo, costes
de transporte nulos, funciones de producción regionales idénticas con rendimientos
constantes a escala, oferta de trabajo constante y ausencia de progreso técnico (Coro-
nado, 1997).

[ 101 ]
Ana E. Ortiz Medina

regiones con salarios bajos a las que ofrecen salarios altos, mientras
que el capital fluirá en sentido inverso.
Las diferencias de desarrollo entre regiones, por lo tanto, depen-
derá de la movilidad de estos dos tipos de factores y la importancia de
la promoción de la misma. En este sentido, las políticas gubernamen-
tales más recomendables serán incentivos para facilitar la movilidad,
tales como subsidios a la mano de obra y su capacitación vocacional,
así como facilitar la movilidad de capital mediante incentivos que
produzcan un aumento en la rentabilidad de las inversiones en regio-
nes menos desarrolladas, con la finalidad de reducir el desempleo en
regiones más pobres.
Las críticas a este modelo son principalmente hacia los supuestos
en los que se fundamenta y en relación con el proceso de acumulación.
Las economías de escala, las economías de aglomeración, el progreso
técnico independiente, la localización de los departamentos de inves-
tigación y desarrollo, que son elementos que contribuyen a elevar los
rendimientos de las inversiones en regiones más prósperas y dinámi-
cas. Así como los costes de transporte y comunicación, la resistencia
de directivos a la emigración y la incertidumbre de la calidad de los
factores locales de producción también se incluyen como obstáculos
para lograr una reducción de la diferencia de salarios y rentas de capi-
tal (Cuadrado, 1995).

Modelos regionales de demanda

Las críticas a la escuela neoclásica provienen principalmente de eco-


nomistas cuyos argumentos están basados en factores de demanda,
catalogados como keynesianos. Dentro de estos modelos destacan los
siguientes: modelos de causalidad acumulativa, polos de desarrollo,
modelos de base de exportación.

a) Modelos de causalidad acumulativa


Estos modelos se centran en la hipótesis de que el proceso de creci-
miento interregional es circular y acumulativo. Esta teoría fue desarro-
llada por Gunnar Myrdal y Albert Hirschman en los años cincuenta.
Las ideas de Myrdal (1959) vienen a ser una crítica a las teorías
neoclásicas, ya que señalan que las fuerzas de mercado generan des-
igualdades entre las regiones debido a que la migración tiende a ser

[ 102 ]
Políticas de descentralización y mecanismos de fomento económico
inducidos por el gobierno local

selectiva y el capital fluirá de las áreas pobres y decadentes a las ricas


y dinámicas, así como el comercio también opera en favor de las regio-
nes más ricas y dinámicas, en contra de las más pobres y decadentes.
Por lo tanto, señala que existirán “efectos retardadores” que provocan
un obstáculo para el crecimiento de las zonas más desfavorecidas, así
como “efectos propulsivos” que estimulan el desarrollo de la región
para compensar la acción de los efectos retardadores. Myrdal consi-
dera la necesidad de la intervención del Estado para influir en dicho
desequilibrio a través de medidas que promuevan la igualdad regional.
Por otro lado, Hirschman (1958), paralelamente a Myrdal, señala
que el desarrollo no se realiza de manera simultánea en todas las regio-
nes y que se favorecerá una concentración espacial de la actividad
económica y el crecimiento en los puntos iniciales. Señalan ambos
autores que el desarrollo tiende a producirse en determinadas regio-
nes urbanizadas.
Ambos consideran que entre las medidas a instrumentar dentro de
la política regional son de carácter redistributivo, dirigidas principal-
mente hacia la demanda de las regiones más débiles, pues mediante el
equilibrio no se alcanzará a corregir. Entre los incentivos consideran
la inversión privada, subsidios, inversión pública, así como infraes-
tructura (Coronado, 1997).

b) Teoría de los polos de desarrollo


Esta idea de polo de crecimiento dentro de un contexto geográfico
se atribuye a Boudeville (1966) y Perroux (1955), que consideran que
esta concentración de actividad económica se debe a las ventajas de
aglomeración, donde las empresas más avanzadas e innovadoras deno-
minadas “industrias motrices” se concentran geográficamente y a su
vez inducen nuevos polos. En consecuencia, esta situación genera
implicaciones geográficas, ya que industrias motrices generan una
concentración territorial conduciento a una mayor aglomeración
o concentración de industrias y población y, por consiguiente, una
mayor desigualdad regional.
El interés de la aplicación de estrategias basadas en los polos de
desarrollo no se basa en las posibilidades que ofrece el lugar de insta-
lación del polo, sino en la probabilidad de generar un efecto difusor.
Estos efectos difusores se realizarán a través de la relocalización de
plantas, la descentralización de la población, así como de generar la

[ 103 ]
Ana E. Ortiz Medina

innovación, entre otros. El reto será lograr que los efectos difusores
sean superiores a las de concentración.
El Estado podrá implementar dos tipos de elemento como estrate-
gia de desarrollo. Por un lado, la elección geográfica que será acorde
a ciertos objetivos prioritarios, ya que si el objetivo es el crecimiento
nacional, es decir, existe una eficiencia, se elegirán zonas de creci-
miento a nivel nacional. Pero si, por el contrario, es lograr un desarro-
llo regional más homogéneo, se fomentará el crecimiento en regiones
menos desarrolladas.
Otros elementos serán las medidas discriminatorias con respecto
a la localización de las empresas como subsidios a la inversión de
capital, localización de empresas públicas, reducciones fiscales, exen-
ciones en determinadas zonas (Coronado, 1997).

c) Teoría de la base de exportación


Esta teoría fue desarrollada por North (1955) y Tiebout (1962), en la
que se consideraba que las exportaciones vienen a ser el motor de
crecimiento de una región que, a su vez, generan un efecto multipli-
cador a otras regiones, en particular, en actividades de servicios y
construcción. La existencia de demanda externa permite generar una
demanda interna que, a su vez, produce un crecimiento. También se
considera el riesgo de una especialización, ya que la demanda externa
de productos puede fluctuar considerablemente en el largo plazo.
Una recomendación para generar un crecimiento es alentar la
competitividad de la industria de cada región como clave para la
exportación nacional e internacional.

Enfoque del desarrollo endógeno o local

Ante el fracaso de las políticas interregionales a nivel nacional para


corregir desequilibrios territoriales, así como una débil movilidad de
la mano de obra y de empresas, se ha dado un abandono progresivo de
las teorías tradicionales. Esto ha dado un giro relevante en el desarrollo
regional en favor de novedosas aportaciones que se consideran como
un desarrollo endógeno o local.

[ 104 ]
Políticas de descentralización y mecanismos de fomento económico
inducidos por el gobierno local

Dentro de este enfoque se encuentran las aportaciones de Vázquez


Barquero (1984), Boisier (2005), Cabrero (2003), que tratan de eliminar
los factores estructurales que impiden el nacimiento o crecimiento de
empresas innovadoras y competitivas, así como lograr el dinamismo
de las ya existentes y que pueden generar un mayor empleo y, por lo
tanto, un desarrollo sostenido. Así pues, se tratará de potencializar
regiones menos desarrolladas mediante un ambiente necesario para
el surgimiento de empresas y la capacidad innovadora. Por lo tanto,
una infraestructura adecuada (transporte, comunicaciones), capital
humano y físico y la calidad del emplazamiento será esencial para la
actividad económica y generar así un potencial del espacio. También
serán básicas las políticas orientadas al sector servicios, innovación,
recursos humanos, medio ambiente, financiación productiva de peque-
ñas y medianas empresas, servicios públicos, entre otros.

La descentralización fiscal en México

Durante la administración de Echeverría (1970-1976) y de López Por-


tillo (1976-1982) se puso en práctica la primera política regional a
nivel nacional. Las medidas consistieron en implementar subsidios
e incentivos a empresas para desconcentrar las regiones con mayor
población y actividad industrial (Valle de México, Monterrey y Gua-
dalajara), como lo consideran Myrdal y Hirschman en su teoría. Asi-
mismo, la inversión pública en infraestructura social y económica
funcionó como instrumento para lograr dicho objetivo: reducir las
disparidades de desarrollo y redistribuir la actividad económica para
generar un mayor bienestar social principalmente hacia áreas atrasa-
das (Palacios, 1989). Al final, la política tuvo pocos efectos debido a
las políticas macroeconómicas de estabilización implementadas de
manera paralela con la política regional.
Pero ante las repercusiones que existieron con la crisis de 1982,
originada por un gran déficit público y el peso de la deuda externa,
así como con el proceso de globalización se inició la implementación
de medidas estructurales en la economía (apertura comercial, una
reducción drástica del gasto federal en la economía, privatizaciones)
que fueron condicionadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional (fmi) a cambio de préstamos para solventar la deuda.
Esto dio lugar a que desaparecieran en la administración de Miguel de

[ 105 ]
Ana E. Ortiz Medina

La Madrid (1982-1988) los instrumentos que se habían implementado


para lograr un desarrollo regional en las administraciones anterio-
res, haciendo ajustes sobre el gasto federal o una “desfederalización”,
como la denomina Guillén (2013), que vino a repercutir en el desarrollo
regional.
Además, paralelamente a ello, en 1983 se dio la reforma al artículo
115 constitucional que implicaba una descentralización de funciones
del gobierno federal hacia los gobiernos locales con nuevas atribucio-
nes, así como el derecho a tener como ingreso el impuesto predial y
otras fuentes para el suministro de sus recursos. Estas medidas signifi-
caron que el municipio recobraba una presencia en el ámbito nacional,
pero todavía bajo la sumisión al gobierno federal, pues no tenía poder
decisión en el destino de sus recursos.
Después de la crisis de 1995, durante la administración de Salinas
de Gortari (1988-1994), las políticas del gobierno federal tuvieron un
cambio. La inversión pública federal ya no fue dirigida a suavizar la
desigualdad regional, sino se realizaron programas para hacer más
competitiva la industria ante la apertura comercial de México, favore-
ciendo la acumulación del capital. Así también se crearon programas
sociales que eran focalizados a familias y de manera personal, ya en
la administración de Felipe Calderón (2006-2012), cuyo objetivo era
abatir la pobreza y no para disminuir la desigualdad regional.
En cuanto a las políticas de descentralización fiscal no fue sino
hasta 1999, con el nuevo federalismo impulsado durante la administra-
ción de Ernesto Zedillo (1994-2000), cuando se comenzó a promover
la descentralización de recursos. Algunas de estas políticas y medidas
han sido la creación de las aportaciones (recursos condicionados prin-
cipalmente con objetivos sociales) hacia municipios con la finalidad
de que puedan cumplir con las nuevas funciones, incluyendo asesoría
técnica, fomento al desarrollo local, regulaciones en la deuda. Esta
situación ha resultado en una creciente dependencia de los ayunta-
mientos respecto de las transferencias federales (Sour, 2008), y para el
caso de Jalisco no ha sido la excepción como se muestra en el gráfico
1. Su comportamiento viene a reflejar una pereza fiscal, además de un
incremento de la deuda pública de los gobiernos locales, principal-
mente de los municipios metropolitanos (véase gráfico 2) que hasta
el momento ha ido en incremento y que se ha considerado como un
“foco rojo” para en un futuro.

[ 106 ]
Políticas de descentralización y mecanismos de fomento económico
inducidos por el gobierno local

Gráfico 1
Peso porcentual de transferencias e ingresos
propios en presupuesto Jalisco
1995-2012 (Porcentajes)

Fuente: Elaboración propia con datos del Simbad, inegi.

Así también se ha mostrado que la distribución de transferencias se


ha realizado siguiendo objetivos políticos o cuestiones de poder y no
con causas sociales, como se refleja en el gráfico anterior, donde los
incrementos que registran las transferencias federales y estatales son
principalmente en períodos electorales (2000, 2006).

Gráfico 2
Deuda municipal en ingreso Jalisco
1995-2012 (Porcentajes)

Fuente: Elaboración propia con datos del Simbad, inegi.

[ 107 ]
Ana E. Ortiz Medina

La pluralidad de partidos en el Congreso, durante las administraciones


de Fox y Calderón, ha provocado que la última alternativa para lograr
reformas en sus políticas sea a través de la negociación, poniendo de
por medio los recursos: por un lado, los gobiernos locales no desean
establecer nuevos impuestos, pues los consideran costos políticos, y,
por el otro, al gobierno federal no le queda otra alternativa más que
aumentar impuestos para ser transferidos íntegramente a los gobier-
nos locales a cambio de aprobaciones de reformas.
En consecuencia, considero que un mejoramiento de la calidad de
vida de la población solo puede darse si las transferencias son distri-
buidas de una forma apropiada y, además, si su aplicación se hace de
manera eficiente por parte de los ayuntamientos. Con este esquema,
ante la falta de un mecanismo de rendición de cuentas, se dificulta
conocer si han cumplido con el objetivo. También debe considerarse
que los ayuntamientos deben tratar de impulsar el desarrollo local en
sus municipios, a través del fomento de inversiones productivas en
su territorio que generen nuevos empleos y reduzcan o eliminen el
círculo vicioso de la pobreza.

Estrategias de gobiernos locales

Como se mencionó en un inicio, el proceso de descentralización supo-


nía un mayor bienestar al estar el gobierno local más cercano a la
población. Los servicios públicos se proporcionarían de acuerdo con
las necesidades de la ciudadanía y se suponía lograr una mayor efi-
ciencia en el gasto público. Pero, de acuerdo con la evolución de las
políticas de descentralización fiscal instrumentadas por el gobierno
federal, ya señaladas, no han sido plenamente sujetas a un marco ins-
titucional que genere una mayor eficiencia de los gobiernos locales,
así como la rendición de cuentas. Además, los gobiernos locales han
instrumentado mecanismos, sobre todo en las ciudades urbanas, que
han beneficiado a los capitalistas y no a la población más necesitada.
En el mismo contexto, esta descentralización de funciones de los
gobiernos locales, que se incrementó a partir de 1999, ha provocado
el aceleramiento del proceso de urbanización que genera una mayor
pobreza y marginación. Con ello los ciudadanos y los inversionistas
actúan de acuerdo con lo que señala el modelo de Tiebout (Oates,
2006), que establece la revelación de preferencias en la selección de

[ 108 ]
Políticas de descentralización y mecanismos de fomento económico
inducidos por el gobierno local

aquellas localidades de acuerdo con impuestos y servicios públicos


que son de su mejor preferencia. De la misma manera, los gobier-
nos locales operarán como mercado privado, compitiendo por atraer
contribuyentes mediante la provisión diferenciada de bienes públi-
cos locales, lo que genera una mayor desigualdad (Harvey, 2013). Por
consiguiente, se produce una gran movilidad del capital y mano de
obra hacia lugares con mejores servicios públicos, como lo señala el
modelo de causalidad acumulativa. En respuesta, los gobiernos locales
han facilitado las condiciones que demandan los capitalistas antes
que cubrir las necesidades de infraestructura social solicitadas por la
ciudadanía que vive en la periferia y en condiciones de marginación.
Es decir, se ha invertido primero en infraestructura económica (carre-
teras, pavimentación, redes de comunicación), antes que la infraes-
tructura social (agua, caminos, recolección de basura). Por lo tanto,
se puede decir que existe una relación entre el desarrollo del capita-
lismo y el proceso de urbanización que incrementa la desigualdad de
la población.
Así pues, los capitalistas siempre estarán en la búsqueda de un
territorio donde su capital sea rentable, esto es, donde existan nue-
vas tecnologías y formas organizativas, recursos naturales y materias
primas necesarios para su producción, un capital humano capacitado
(mano de obra, innovación), así como un mercado donde pueda vender
su producto en caso de que no pueda exportarlo. Además, también
tratará de contar con instituciones e instrumentos financieros que
le permitan obtener créditos para desarrollar sus actividades. Esta
mayor desigualdad que se ha generado con el urbanismo ha provo-
cado otros problemas, considerados como externalidades negativas:
violencia, pérdida de solidaridad entre la población y sociedades más
divididas, incremento de la globalización desde abajo (Alba, 2014), que
han aumentado la desigualdad social sobre todo en ciudades medias
(Salama, 2013). Para lograr una reducción de estas externalidades nega-
tivas, algunos autores señalan que es necesario reducir las desigualda-
des socioeconómicas, mejorar la calidad de las instituciones, justicia
y política. Salama (2013) señala que debe invertirse en educación y
en vivienda con el fin de que se genere la movilidad social y se pueda
escapar a la trampa de la pobreza y, a través de dichas acciones, reducir
el crimen y la violencia, como lo señala la escuela neoclásica.

[ 109 ]
Ana E. Ortiz Medina

Pero ante el pretexto de solucionar problemas sociales a través del


fomento del sector inmobiliario, los organismos internacionales, como
el Banco Mundial (Harvey, 2013), han alentado el capital especulativo
sobre la vivienda, al que Marx denomina como un “capital ficticio”, ya
que no se centra en la producción y tiene una alta movilidad. Por ende,
con esta peligrosidad del sector inmobiliario, que no puede explicar
la oferta y demanda de su comportamiento, se produjo la crisis de
2008, que ha afectado en gran medida a los más desprotegidos. Por
consiguiente, Harvey (2013) señala que los organismos internacionales
han favorecido a los capitales financieros por encima de los intereses
sociales, generando una reproducción del capital.
En suma se puede decir que existen dos proyectos confronta-
dos: el proyecto de las élites capitalistas que demandan condiciones
óptimas y una extensión de su inversión hacia tierras rurales de bajo
precio para aumentar su ganancia y, por otro lado, el proyecto del
sector popular que demanda mejores condiciones de vida, entre ellas
la disponibilidad de una vivienda. En respuesta, Harvey señala que
una forma de protegerse contra la urbanización es la declaración de
los “bienes comunes” que “son una relación inestable y maleable por
cierto grupo social autodefinido y los aspectos de su entorno social
y/o físico, existente o por ser creado, considerado sustancial para su
vida y supervivencia (Harvey, 2013: 116), tales como la tierra, la cultura,
la lengua.

Conclusiones

El Federalismo suponía una mayor autonomía y libertad del municipio


en sus funciones que beneficiaría un desarrollo y, a su vez generaría,
mayor bienestar, lo cual no se ha reflejado hasta el momento, pues
se ha venido registrando un ensanchamiento en las brechas de des-
igualdad y pobreza. La falta de una política regional que contribuya
la reducción de las disparidades en aquellas regiones con mayores
rezagos, a partir del proceso de globalización, ha provocado que las
políticas gubernamentales instrumentadas se hayan orientado hacia
una creciente acumulación del capital, lo que ha desfavorecido a la
clase trabajadora.

[ 110 ]
Políticas de descentralización y mecanismos de fomento económico
inducidos por el gobierno local

Las políticas de descentralización fiscal instrumentadas hasta el


momento parecen mostrar una ineficiencia de parte de los gobiernos
locales y una pereza fiscal que ha generado una dependencia hacia trans-
ferencias federales y estatales, así como un incremento en el endeuda-
miento, sobre todo de aquellos municipios con mayor desarrollo.
Así mismo, ante la competencia de inversiones productivas entre
los ayuntamientos, se ha dado preferencia a invertir en infraestructura
económica y no infraestructura social, principalmente para fomentar
aquellas actividades en las cuales no es predecible su comportamiento
en el mercado, como lo es el sector inmobiliario, y que puede provocar
de nuevo una crisis como la de 2008. Por consiguiente, esto ha venido
a dejar de lado la provisión de servicios públicos a la población, con-
duciendo así a un deterioro de la calidad de vida de la población más
marginada.
Los gobiernos locales han favorecido mecanismos que, ante la falta
de un marco legal, perjudican a la población ubicada en las perife-
rias de las ciudades urbanas, pero que benefician a la élite capitalista,
generando a su vez externalidades negativas tales como violencia,
crecimiento de la economía informal o “globalización desde abajo”,
desintegración social, entre otros.
Considero que es necesario un marco institucional, ya que a pesar
de que los ayuntamientos han existido desde siempre, no tienen la
capacidad en cuanto a personal y mecanismos de cumplir con sus
obligaciones. Este nuevo marco institucional debe cumplir de acuerdo
con lo que consideran las normas establecidas por la sociedad. Así
también, considero que la única manera en que la desigualdad pueda
disminuir, ya que desaparecerla es imposible lograrlo, es a través de
la generación de un capital humano que distinga la región y que, por
lo tanto, genere una especialización. Además, la inversión debe ser
dirigida con aspecto social y no solo productivo, pues con ello se
mejoraría la calidad de vida de la población. Por lo tanto, es necesario
modificar un marco legal dentro de las políticas públicas que no solo
beneficie a la élite capitalista en la generación de una mayor acumu-
lación de capital, sino que beneficie al sector popular. Es fundamen-
tal una política regional innovadora que aliente la inversión y pueda
contribuir a reducir las disparidades regionales en las cuales se ha
inmerso el territorio nacional.

[ 111 ]
Ana E. Ortiz Medina

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[ 113 ]
Investigación y análisis regionales:
aportes al estudio comparado de la
movilidad social en México1

César Augusto Ricardi Morgavi2

Introducción

El presente ensayo se propone poner en relación, en clave de aportes,


contenidos de estudios y análisis sobre región con la investigación
sociológica en el área de la estratificación social.3 Para ello se plan-
tean cuatro ejes —uno por apartado— en los que se desarrollan las
contribuciones teóricas como metodológicas, e inclusive de conceptos
claves, que podrían ser vertidas al estudio de la movilidad social ocu-
pacional desde diferentes incursiones empíricas y líneas de estudio
regional. De este modo, se presenta en el primer apartado una discu-
sión sobre el concepto de “región”, puesto en consonancia con los de
“regionalidad” y “regionalismo”, así como su adecuación y pertinencia

1. Este artículo ha sido elaborado en el marco del Seminario de Análisis Regional del
programa de Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara, Jalisco,
México, que tuvo lugar entre los meses de septiembre y diciembre de 2014.
2. Universidad de Guadalajara, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades.
Doctorando en Ciencias Sociales (sociologicalthinktankblog@gmail.com) Qpp. 91-141,
Madrid: Tecnos.
3. La investigación que desarrollo en el marco del Doctorado en Ciencias Sociales de la
Universidad de Guadalajara tiene por objetivo analizar los niveles, patrones y estruc-
turas de movilidad social educativa y ocupacional intergeneracional en perspectiva
comparada internacional (Europa y América Latina), siendo México uno de los casos de
estudio. Puede consultarse el proyecto de la investigación en la siguiente liga: https://
sociologicalthinktanksblog.files.wordpress.com/2014/03/proyecto-de-investigacic3b3n-
basado-en-avances-wordpress.pdf

[ 115 ]
César Augusto Ricardi Morgavi

para la incorporación al estudio de la movilidad social.4 En el segundo


se recogen aspectos vinculados a una selección de perspectivas teóri-
cas y metodológicas que, desde el enfoque de las desigualdades regio-
nales, las variaciones en las tasas de actividad económica y el recurso a
los “mapas culturales”, podrían potenciar el análisis de las estructuras
de desigualdad social.
En tercer lugar se opta por una reflexión en torno a dos conceptos
que, propuestos por Fábregas (2009, 2010), resultan “atractivos” en
términos de aplicabilidad para el investigador de la movilidad social,
a saber: el de “ecología regional” y el de “cultura regional”; a estos dos
se le suma el de “globalización desde abajo” (Alba Vega, 2012; Mathews
y Alba Vega, 2012) y el de “informalidad laboral” en un contexto espe-
cífico —el del comercio ambulante de la “fayuca” en la Ciudad de
México— que se abordan en el cuarto apartado. Finalmente, se ensaya
una síntesis que recoge los puntos neurálgicos que habría que atender
en aras del robustecimiento (teórico, epistemológico y metodológico)
de la investigación de las estructuras de distribución de oportunidades
para el ascenso, reproducción o descenso social.

El concepto de “región” aplicado al abordaje


de la estratificación social

La reflexión de Leal (1998) sobre la naturaleza y clasificación de los


conceptos, en el que ha de incluirse el de región, pero también el de
“regionalidad” y sobre todo el de “regionalización”, es un aporte inte-
resante para pensar los diferentes niveles analíticos que pueden desa-
rrollarse en el estudio de los sistemas de estratificación social en las
sociedades modernas. Hay que recordar que el autor va a diferenciar
entre tres grandes tipos de conceptos, los de primer orden (binarios
o dicotómicos), los de segundo orden (ordinales o comparativos) y
los de tercer orden (cuantitativos o de intervalos); todos ellos hacen
posible la aproximación empírica al objeto de estudio con diferencia-

4. Para una ampliación al estudio comparado en perspectiva internacional de la movilidad


social, ocupacional y educativa intergeneracional, pueden verse los trabajos de Ricardi
(2012 y 2014a) que aparecen en la bibliografía.

[ 116 ]
Investigación y análisis regionales: aportes al estudio comparado
de la movilidad social en México

les en el basamento epistemológico, de definición teórica y de opera-


cionalización, según el tipo y orden conceptual del que se trate. Estos
niveles u órdenes conceptuales, aplicados al estudio de las estructuras
de distribución de oportunidades de ascenso social, pueden ser pen-
sados como variables o dimensiones —en un vector operacional, por
ejemplo— e incluso como diferentes escalas de medición.
En aproximaciones empíricas asentadas en insights comparativos,
internacionales o interregionales, y con un fuerte componente teórico,
introducir y tener presente la diferenciación entre los constructos de
“región”, “regionalidad” y “regionalización” es pertinente al tiempo
que sustantiva. De este modo, recupero de Leal (1998: 5) su apreciación
de que al trabajar con conceptos comparativos, sean o no de naturaleza
cuantitativa, el espacio territorial “adquiere rasgos de región” (1998: 5)
aunque no llegue a poseerlos todos5 y, en consecuencia, el concepto
de región deviene en diacrónico (dinámico) dotado de un carácter
procesual más que sincrónico (estático); es el pasaje de las aproxima-
ciones basadas en la región y la regionalidad (algo que es visto como
una región) a las basadas en la regionalización (algo que no es dado ni
absoluto, es una construcción sociohistórica y geopolítica que puede
ser interpelada). Como ha entendido Hiernaux (1997: 10), a propósito
de la regionalización, el concepto refiere a aquellos procesos sociales
que han hecho posible comprender y explicar la “razón de ser” de
las relaciones sociales y de cómo estas se deterioran, fragmentan y
languidecen en acotados recintos del espacio social. Para Hiernaux,
el concepto de regionalización ha jugado un papel preponderante en
el estudio de la conformación social y de las estructuras de estratifi-
cación social —sin ir más lejos, del Estado como estructura de estra-
tificación social por excelencia— y esto puede constatarse en aportes
descollantes de la sociología clásica, como es el caso de Sociología,
estudio de las formas de socialización de Simmel de 1939, así como
en la publicada durante el denominado “giro sociológico” de Schutz,

5. O al menos, como señala el mismo Leal, no “en grado superior”, y esto porque la dis-
tinción que se adopta para los conceptos es la que diferencia a unos y otros en virtud
de su asociación o no asociación a un parámetro temporal (conceptos dinámicos o
de grado superior, y conceptos estáticos o de grado inferior, respectivamente) y no
adoptando la distinción algo más clásica entre conceptos cualitativos, comparativos y
cuantitativos que se emplea en el texto de Leal (véase Leal, 1998: 5).

[ 117 ]
César Augusto Ricardi Morgavi

El problema de la realidad social de 1974, o en la sociología más con-


temporánea en La constitución de la sociedad base para la teoría de la
estructuración de 1995 de Giddens (Hiernaux (1997: 10).
La reflexión en torno a si debe integrarse el concepto de regiona-
lidad o de regionalización al estudio de las desigualdades de oportu-
nidades sociocupacionales y educativas en función de los sistemas de
estratificación que se estén examinando es cuestión muy trascendente.
En buena medida me decanto por la integración del de regionalidad en
su variante de aplicación comparativa (escala ordinal) y cuantitativa
(intervalo), pues permite establecer una discriminación en torno a
qué entidades o circunscripciones espaciales y territoriales podrían
resultar más regionales que otras, al tiempo que posibilita la transición
del concepto de región de orden cualitativo al cuantitativo de regio-
nalidad (Leal, 1998: 5). Además, el concepto de regionalidad, sea en
el orden que fuese (cualitativo, comparativo o cuantitativo), subsana
una falla recurrente en los estudios sobre la región: la omisión de la
relevancia que reviste la variable “tiempo”. No es menor en este sen-
tido la distinción original que realiza Van Young entre regionalidad y
regionalismo —apoyada también por Leal (1998) y Boehm de Lameiras
(2009), aunque no profundizada en el sentido que lo hace Van Young
(1992)—, con la que intenta desterrar la visión de algunos cientistas
sociales que perciben el espacio como natural y “dado” de antemano,
o que permanecen en una conceptualización emotiva —cargada de
emocionalidad— que los confina a operaciones dialécticas que no
hacen más que uniformizar, homogeneizar y/o despolarizar el ámbito
de lo espacial.
Esa operación que hace rehén al cientista social de una división,
por ejemplo, de nivel nacional a fracciones de menor escala, consti-
tuye una operación de reducción arriesgada. Pensando en México,
por ejemplo, dividir el país en fracciones diferentes con base en las
características que le son esenciales a cada una, o en el movimiento
inverso, en los intentos de agruparlas en una unidad total —pero no
totalizante— y coherente que se diferencie de las unidades particu-
lares (específicas), supone aventurarse al peligro de reificación de la
unidad espacial. Cierto es que según la disciplina del cientista social
(geografía, historia, antropología, economía, o sociología), la perspec-
tiva regional y la definición de la unidad espacial cambiará (Boehm
de Lameiras, 2009: 25). Hay otro reconocimiento que hacer a Boehm

[ 118 ]
Investigación y análisis regionales: aportes al estudio comparado
de la movilidad social en México

de Lameiras (2009) que constituye un aporte a la investigación en


movilidad social, esto es, su esfuerzo por concientizar al sociólogo
de que “lo regional” es una construcción polisémica que suele ser
definida por tradición, con arreglo a emociones, o incluso por costum-
bre (consuetudinaria),como ha sucedido con Los Altos de Jalisco o la
Huasteca de San Luis Potosí, que han sido espacialmente definidas en
un momento histórico concreto y con base en una visión que ha deter-
minado de una vez y para siempre la topografía mexicana (Boehm de
Lameiras, 2009: 25).
Además del concepto de región, regionalidad y regionalismo, hay
que reflexionar sobre el de territorio. En este sentido, y en función de
la investigación que desarrollo, Bertrand Badie confiere una impronta
interesante al desarrollar el argumento de si asistimos o no a la desa-
parición del “territorio” (Bertrand Badie parafraseado en Saquet, 2013:
s.n.). Hablar de territorio es hablar de Estado, y de este como unidad
de análisis. El Estado, y en concreto el concepto de Estado de bienestar
(welfare state), ocupa una posición central en la investigación sobre
estratificación social desde una perspectiva que compara regímenes de
bienestar (welfare regimes). El concepto de Estado nacional de bien-
estar es resultado de una construcción política e histórica que define
un ámbito determinado —y estable— de “territorialización”, que se
constituye en un aparato de acción territorial impulsado por princi-
pios de organización y ordenamiento nacional —este es el sentido de
“tener una nacionalidad”— y capaz de poner bajo el propio control la
red de relaciones sociales que se producen dentro de determinadas
coordenadas geográficas; Weber ya se anticipaba a la cuestión con
su “monopolio de la coacción física legítima” que detenta el estado
racional legal moderno (1944: 1056).
El Estado nación, entendido como “territorio”, atraviesa un pro-
ceso de crisis y fragilización en el marco de la mundialización del
capital en que el mercado se erige como “pilar del bienestar” (Esping-
Andersen, 2000), pero también es cierto que ese mismo Estado nación
de bienestar capitalista ha atravesado con éxito sucesivas crisis estruc-
turales desde mediados del siglo xx y sobrevivido a cada una de ellas
(Esping-Andersen, 1999: 10), reformulándose y adaptándose a las nue-
vas exigencias para seguir persistiendo; entonces, el fin del territorio
o del principio de territorialidad que discute Badie aparece como una

[ 119 ]
César Augusto Ricardi Morgavi

utopía lejana.6 Hay otros dos elementos que deben discutirse con
relación a los conceptos de territorio y territorialidad vistos desde el
Estado, y con relación al estudio de la movilidad social, esto es para
el caso de México, el cambio que comenzó a cuajarse tras la crisis
de los años 1981-1982 que tiene que ver con la desarticulación de la
estructura centralista y tradicional del aparato estatal que definía un
modo de funcionar específico. Lo que ha ocurrido desde entonces es,
como atinadamente señala Guillén (2013: s.n.), un debilitamiento de
la presencia del gobierno estatal federal en el territorio nacional pro-
ducido por la reducción de las finanzas públicas (Guillen, 2013: s.n.) y
esto ocurrió en la fase del ajuste estabilizador en materia de educación,
gasto público y salud (Barba, 2004: 19-26).
El segundo elemento tiene que ver con la descentralización de las
actividades estatales que, iniciada a un nivel regional (nivel micro), se
canaliza constitucionalmente (reforma del artículo 115 de la Constitu-
ción mexicana) hasta regular las instituciones municipales. Es este un
cambio significativo que, junto a la descentralización, algo más tardía
a nivel del gobierno federal (nivel macro),7 tiene lugar con intensidad
en el último tercio del siglo xx. A la reforma constitucional plasmada
en la modificación del artículo 115 se adicionó un ajuste del gasto fede-
ral y una priorización de la deuda externa que también resulta inte-
resante, y que en contraste con el proceso de reforma constitucional
fue más ágil y acelerado. Y esto porque la autonomía municipal, como
señala Rendón Huerta (2004: 60); no implicaba la adopción de un

6. Algo en este mismo sentido planteará Preciado et al., aunque ahora con relación a la re-
gión. La vieja polémica retomada por el autor y sus colaboradores en torno a la vigencia
del concepto de región como un enclave socioespacial que conduce a la reivindicación
—para cada una de las diferentes ciencias sociales— de formas específicas propias de
aproximación al fenómeno de “lo regional”, dando paso a un proceso de divergencia
más que de convergencia interdisciplinar que alguna vez el enfoque geográfico buscó
propiciar. Surge entonces la interrogante de si “la región” como tal ha muerto (véase
Preciado et al., 2003: 323) y si el recurso a la “región cultural” podría contribuir a superar
el fatalismo de considerar a la región sustituida por intereses investigativos utilitarios
con arreglo a racionalidades instrumentales.
7. La descentralización a nivel macro se da más tardíamente que la de nivel micro y
compete principalmente al ámbito de la salud y la educación. En este sentido, resulta
evidentemente relevante su consideración a razón de que el proyecto de investigación
que llevo a cabo asume también una exploración por la movilidad social educativa
absoluta y relativa en territorio mexicano.

[ 120 ]
Investigación y análisis regionales: aportes al estudio comparado
de la movilidad social en México

formato federativo en el Estado federado, pues la descentralización


se produjo entre los Estados miembros y la Unión, mientras que en el
Estado municipal, además de darse entre los Estados miembros y la
Unión, también se dio con relación a los municipios. El concepto de
territorio se encuentra más lejano de referir a una

extensión de superficie terrestre habitada por grupos humanos y delimitada


en diferentes escalas (local, municipal, regional, nacional, supranacional)
[que constituye un] espacio estructurado y objetivo estudiado por la geografía
física y representado cartográficamente [que] a un espacio valorizado ins-
trumental (en su aspecto ecológico, económico, geopolítico) o culturalmente
(bajo el ángulo simbólico-expresivo) (Giménez, 1996: 10).

El aporte de Gutiérrez viene por el lado de la desnaturalización, que


ensaya sobre el concepto de territorio, es decir, no se trataría tanto
—o mejor dicho, de ningún modo— de un espacio neutro, sino que
existe en tanto definible con arreglo a categorizaciones como “zona de
refugio”, “medio de subsistencia”, “fuente de recursos económicos” o
“fuentes de productos” (véase Giménez, 1996: 10-12). Pero el territorio
es también un área “geopolíticamente estratégica”, una “circunscrip-
ción político-administrativa”, una “tierra natal o de moratoria”, o un
espacio de “inscripción de un pasado histórico y de una memoria
colectiva como símbolo de identidad social y territorial” (véase Gimé-
nez, 1996: 11). Además de territorio y región, el concepto de “frontera”
es importante en un proyecto de investigación sobre movilidad social
en la medida que es mediante el mismo que se pueden identificar los
recintos (ámbitos) regionales, así como las relaciones (lazos) que se
establecen entre los mismos. Sin embargo, concebido de este modo, el
concepto de frontera también deviene en un instrumento de indaga-
ción empírica útil para el diseño y planificación estratégica de políti-
cas públicas, en la medida que consideran e integran los parámetros
culturales locales.

[ 121 ]
César Augusto Ricardi Morgavi

Perspectivas teórico-metodológicas en los estudios


de región; aplicabilidad en el análisis de las estructuras
de movilidad social

Hay otra cuestión a tener en cuenta para las aproximaciones que


emplean el concepto de región en el marco del estudio de la estratifi-
cación social, la cual tiene que ver con las exigencias metodológicas,
precisamente de construcción del dato y el análisis estadístico, a saber:
que este estará en función, si seguimos la lógica de Leal (1998), del tipo
de orden del concepto, el que deberá ser del segundo (comparativo)
o tercer orden (de intervalos) a los que corresponden los métodos
cuantitativos. Este último es, entiende Leal, el orden de mayor sofisti-
cación analítica con arreglo al concepto de región, siguiendo en orden
decreciente el de segundo orden (ordinal, comparativo) y el de menor
grado, el de tercer orden (binario, dicotómico).
Otro concepto que nutre un proyecto de investigación encaminado
a la comparación interregional e internacionalidad de los patrones de
movilidad social, es la esquematización de la teoría de las causas de las
desigualdades regionales que desarrollan Cuervo y Morales (2009), el
cual pone en relación el desarrollo diferencial de diferentes regiones
de México que, compartiendo una misma unidad administrativa, se
distancian notoriamente unas de otras. El autor va a dedicar parte de
su trabajo a profundizar en los factores que explican las desigualda-
des interterritoriales —posiblemente en detrimento de lo que podría
haber desarrollado en torno a las de índole intraterritoriales— y los
que determinan las disparidades entre territorios a partir de diferen-
cias en los niveles de actividad económica. Es entonces que se plan-
tean tres recorridos teóricos posibles para explicar las desigualdades
territoriales asociadas a las relaciones interregionales, y que generan
debates —en mi opinión, aún abiertos— que se constituyen en tres
grandes vectores conceptuales. Al ser México uno de los casos bajo
estudio en mi investigación, resulta valiosa la integración teórica sobre
desigualdades regionales que hacen Cuervo y Morales (2009), pero
sobre todo porque se tratan de incursiones empíricas en ese ámbito.
El primero de esos recorridos teóricos ofrece una explicación de
las desigualdades a partir de un esquema de “libre juego de las fuerzas
del mercado [que conducen] a los países y a las regiones, a una progre-
siva igualación de sus niveles de desarrollo” (Cuervo y Morales, 2009:

[ 122 ]
Investigación y análisis regionales: aportes al estudio comparado
de la movilidad social en México

369), basándose su tesis central en “las propiedades de la función de


producción [que] se supone que es homogénea de grado uno [lo que
implica que] en el largo plazo, habrá convergencia de tasas de creci-
miento y niveles de ingreso per cápita” (Cuervo y Morales, 2009: 369).
Por tanto, las brechas y disparidades tienen lugar siempre que existan
factores —como el espacio geográfico, por ejemplo— que obstaculi-
cen la plena complementación de los mercados. Este argumento aúna
perspectivas teóricas como la de los polos de crecimiento, la de causa-
ción circular acumulativa, la de la nueva geografía económica (nge), la
teoría de centro-periferia y la dependencia, la corriente neoclásica de
pensamiento económico, así como la tesis de la convergencia (véase
Cuervo Morales, 2009: 368).
El segundo recorrido desarrolla una explicación que es ofre-
cida por autores que buscan relacionar de forma directa los factores
determinantes (causas) y la desigualdad y desarrollo regional. Entre
estos se ubica a Polèse (1998), para quien “en un momento dado, el
incremento en el nivel de desarrollo en una región, genera dispari-
dades inmediatas respecto de otras regiones” (Cuervo y Morales,
2009: 371). Como afirma Polése, a menos que “todas las regiones del
sistema tienen las mismas ventajas para la producción de todos los
bienes, se llega inevitablemente a la conclusión de que el desarrollo
económico engendra las disparidades regionales” (Polése, 1998: 188,
cit. en Cuervo y Morales, 2009: 371). Desde una perspectiva histórica
se ubica Williamson (1965), cuyo aporte reside en los avances sobre
la relación entre dualismo regional y desarrollo económico nacional
en términos de que “una creciente disparidad en las rentas regionales
y un dualismo Norte-Sur cada vez mayor son típicos de las primeras
etapas del desarrollo, mientras que la convergencia regional y la des-
aparición de los serios problemas Norte-Sur son típicas de etapas más
maduras” (Williamson, 1972, cit. en Cuervo y Morales, 2009: 371). A
esta corriente se suma el argumento defendido por las teorías de la
concentración urbana, según el cual el hábitat urbano, principalmente
las grandes ciudades, son productoras de desigualdades.
El tercer recorrido teórico plantea una explicación a las desigual-
dades regionales y capacidades productivas territoriales a partir de
la relación causal que estas mantienen con los beneficios, producto
e incentivos (mercado de bienes y servicio, mercado de consumo,
mercado de trabajo, comercio exterior, entre otros) resultantes de la

[ 123 ]
César Augusto Ricardi Morgavi

actividad económica de una región. Dentro de esta corriente, Cuervo


y Morales (2009: 372) ubican a las teorías de inspiración keynesiana
(modelos keynesianos), la del potencial del mercado, las del creci-
miento endógeno, los modelos de acumulación flexible, las teorías del
desarrollo local y la teoría de la base económica (Cuervo y Morales,
2009: 372). Dentro de esta vertiente teórica destacan argumentos como
el que el bienestar económico se encuentra directamente relacionado
los niveles de Producto Bruto Interno (pbi) per cápita de cada terri-
torio y, por consiguiente, “lo que genera el desarrollo es básicamente
el incremento en la productividad de los factores, y en especial la
productividad del factor trabajo”.
Resulta también relevante rescatar de la posición de Stern su
advertencia sobre las dificultades de las prácticas de regionalización
en los análisis territoriales, en concreto con relación a las delimitacio-
nes de tipo geopolíticas administrativas que suelen ser poco idóneas
para fijar diferencias regionales en un espacio (México), dominado
por una profunda diversidad de condiciones socioeconómicas, tanto
en las unidades federativas como al interior de las regiones (Stern,
1973, en Cuervo y Morales, 2009: 375). En segundo lugar, se realiza una
segunda advertencia, la de una escasa disponibilidad de información
(data) explotable para el desarrollo de estudios exhaustivos cuando las
coordenadas territoriales son menores a unidades federativas (Osuna,
1990, en Cuervo y Morales, 2009: 376). Y, en tercer lugar, se impulsa
desde Cuervo y Morales (2009) la investigación social que persiga el
objetivo de cubrir el vacío existente en materia de análisis orientados
a explicar —trascendiendo el tenor exploratorio y descriptivo de los
que se han llevado a cabo hasta el momento— las disparidades y des-
igualdades interregionales.
Es pertinente la crítica que hace Van Young sobre la recurrente
práctica entre analistas de lo regional, que considera que las regiones
constituyen hipótesis a ser testeadas más que hechos comprobados
(Van Young, 1992: 3). Es una crítica dirigida sobre todo a los historia-
dores, pero por extensión debe ser entendida como orientada hacia
los cientistas sociales en general, y que arremete contra quienes, adhe-
ridos a la citada premisa, olvidan hacer descender sus hipótesis al
terreno de la contrastación empírica, limitándose solo a la formulación
de las mismas, moviéndose en niveles exploratorios y descriptivos
con base en mapeos de los hechos o de las relaciones entre estos. Hay

[ 124 ]
Investigación y análisis regionales: aportes al estudio comparado
de la movilidad social en México

una fuerte omisión de metodologías comparativas e histórico-compa-


rativas que inhabilitan la comparación entre mapas (cartografías), de
modo que el principio de la validez externa de la investigación queda
insatisfecho.
A propósito de la metodología que aplico en mi investigación, en
la que las hipótesis se testan empíricamente con base en información
de corte cuantitativo y con un vector operacional, que va desde los
conceptos teóricos (como el de fluidez social o movilidad ascendente
corta), pasando por las variables —como por ejemplo, orígenes (O)
y destinos (d) ocupacionales—, hasta los indicadores (tasa de movi-
lidad social absoluta y relativa), la aproximación de Esquivel Her-
nández (2003) resulta estimulante y provechosa, principalmente por
el tratamiento que da a los indicadores de desarrollo humano (idh)
y a su evolución a nivel nacional y de convergencia interregional.
Hay un desarrollo analítico encaminado a desentrañar las relaciones
entre crecimiento económico, con base en niveles de productividad
y producto bruto interno (pbi), y niveles de desarrollo humano. Esto
vierte un elemento que fortalece el análisis de la desigualdad social
en términos de distribución de chances para la movilidad social ocu-
pacional intergeneracional en México, pero también que aplicaré al
caso chileno, ya que ahí el esquema es aplicable con los recaudos
pertinentes a la extrapolación; por ejemplo, el análisis aplicado a las
tasas de cambio en el idh para aproximarse al grado de convergencia
regional existente entre estos dos países.
Como señalará Piketty (2014), los análisis de desigualdad social,
sea de ingresos u oportunidades, han de ser de largo plazo (long run-
ning analysis) y esta es la perspectiva que Esquivel Hernández (2003)
asume, lo que permite llenar un vacío existente en el campo del aná-
lisis de las desigualdades intrarregionales también. Lo que resulta
fructífero para mis objetivos de investigación es el tratamiento que
concede el autor a los procesos de convergencia de ingreso (Y) y la
constatación de que estos han mermado y se han transformado en
procesos de divergencia tras la crisis de la deuda de 1982 en México,
que derivó en el abandono del modelo de desarrollo basado en la
industrialización por sustitución de importaciones (isi) y la adopción
del derrotero neoliberal inspirado en las directrices emanadas del
Consenso de Washington y agencias internacionales (fmi, bm, bid) que

[ 125 ]
César Augusto Ricardi Morgavi

se intensifica durante los años noventa.8 Esta mirada más sincrónica


contextualiza el abordaje de la movilidad social en México. Ese pro-
ceso de cambio se puede explicar —y así lo prueba el autor— con
base en variables tales como el desarrollo de infraestructura, dotación
de capital humano y presencia/ausencia de políticas de integración
regional e internacional de la economía interna.
El esquema explicativo se muestra aún más efectivo para los encla-
ves mexicanos del Pacífico sur. Adicionalmente, puede ensayarse otra
explicación que habría que testar con mayor rigor empírico que el
que le confiere Esquivel Hernández (2003), esto es, en qué medida las
reformas estructurales y los flujos migratorios, tanto internos como
externos, generan las condiciones necesarias para un incremento de
los niveles de desigualdad desde el segundo lustro del decenio de
los años ochenta. No obstante, la velocidad de la disminución de la
convergencia en términos de desarrollo humano bien puede expli-
carse por la evolución del pbi per cápita. Además, la disminución de
la convergencia puede refrenarse mediante políticas prioritarias de
generación de oportunidades de inversión, empleo, y capital social y
humano (Vilalta, 2010: 87). Y a ello se puede agregar un indicador que
permita medir el nivel desarrollo de infraestructura para las regiones
más afectadas por ese rezago de convergencia en México; aquellas
que el ajuste al proceso de apertura económica le ha resultado más
problemático, principalmente el sur mexicano.9

8. Como apunta Iracheta, es a inicios de la década de los ochenta que el gobierno federal
decide implementar el ajuste de sus competencias, recursos y legitimidad, a partir de
la asunción de una ortodoxia macroeconómica de corte neoliberal en territorio mexi-
cano, que abre el camino a privatizaciones y mayor participación del sector privado
en la agenda política y de toma de decisiones de competencia pública. Este proceso
se llevó a cabo sin que existiesen instancias de consulta plebiscitaria o referéndum,
sino basado prioritariamente en un mercado que se convirtió en un pilar central en
la determinación del bienestar social y las políticas de territorio, medio ambiente y
pobreza (véase Iracheta, 2012: 137-139).
9. Como señala el mismo Vilalta (2010: 88), México es y ha sido un país históricamente ca-
racterizado por notorias disparidades interregionales, siendo en la región sur en la que
la brecha de desigualdad se hace más acusada cuando se incursiona en observaciones
de perspectiva comparada con la zona centro y norte del país. Un guarismo elocuente
en este sentido es el que surge de la observación del ingreso per cápita entre los estados
del sur —Chiapas, Guerrero u Oaxaca, por ejemplo— y los del norte —Nuevo León
y Tamaulipas, por ejemplo—, siendo de 54% por debajo del promedio nacional en los
primeros, y de 47% por encima en los segundos.

[ 126 ]
Investigación y análisis regionales: aportes al estudio comparado
de la movilidad social en México

Una metodología complementaria que podría aplicarse en alguna


de las fases del proceso de investigación es la de los “mapas cultura-
les regionales” (Fábregas, 2009), consistentes en trazar mapeos de
identificación de los rasgos culturales contemporáneos de una región
definida a partir del examen de su pasado desde un enfoque de tipo
etnohistórico. Esta metodología se complementa con los análisis basa-
dos en el recurso conceptual de la “ecología cultural”, puesto de este
modo se podrán identificar regularidades y patrones adaptativos de
una conformación regional. En mi opinión, son estas regularidades
adaptativas las que permitirían trascender las denominadas “aparien-
cias autonómicas” de las que habla Preciado (2003: 11) y que se encuen-
tran revestidas de regionalismos que instituyen intereses políticos de
vectores de poder y colectivos dominantes. En la perspectiva del autor,
este ocultamiento ha derivado en el silenciamiento de demandas y
reivindicaciones de reconocimiento identitario de comunidades loca-
les, al compás de negociaciones y pactos de reparto del poder político
(cuotas de poder), impulsados por oligarquías locales y centros de
poder ante el fantasma de posibles integraciones regionalistas; por
ejemplo, en el caso chiapaneco (Preciado, 2003: 12).
Hay un concepto que resulta muy interesante para contextualizar
el estudio de la movilidad social en México: el de “globalización desde
abajo” (Alba Vega, 2012; Mathews y Alba Vega, 2012), que se comple-
menta con el de “globalización desde arriba” o también “globalización
de las élites” y el concepto de “sistema mundial no-hegemónico” pro-
puesto por Ribeiro (véase Mathews y Alba Vega, 2012: 11) que, empa-
rentado con el abordaje de tipo etnográfico, resulta fundamental para
entender los procesos de globalización (desde abajo y desde arriba)
como parte de un todo más amplio y complejo que cuenta con rasgos
y redes de relaciones propias. Es que, como señala Alba Vega, la globa-
lización desde abajo no existe en el vacío, sino “en las relaciones com-
plementarias y contradictorias con las poderosas agencias y agentes de
la globalización desde arriba” (Mathews y Alba Vega, 2012: 11),10 pero
este será un aporte en el que me extenderé en el cuarto (iv) apartado.

10. Para Alba Vega, la misma definición de “globalización desde abajo” se logra por opo-
sición y contraste con la de “globalización desde arriba”, comprendiendo esta última
los poderes fácticos de agencias y entidades formales que tienen bajo su control la

[ 127 ]
César Augusto Ricardi Morgavi

“Ecología regional” y “cultura regional”,


dos constructos conceptuales integrables
a la aproximación de la desigualdad

También es posible verter un insight en el estudio de la movilidad


social desde el análisis de lo regional a partir de una arista proveniente
de la antropología de la cultura y desde el concepto de “identidad”.
En este sentido es que pueden considerarse los aportes de Fábregas
(2010), con su “ecología cultural”, como estrategia analítica basada en
el método histórico aplicado al conocimiento de las topografías y geo-
grafías, como modo de comprender el comportamiento social en las
sociedades modernas. Las intervenciones humanas y transformaciones
ecológicas sobre la naturaleza (e.g. ríos, caudales lacustres, bosques),
con fines de explotación para usufructo de la industria y el turismo,
son una forma de conocer las transformaciones de la ecología cultural
de una región, y en mi caso de México, del que habrá que definir un
perfil regional. Fábregas lo hace para el caso de la región chiapaneca,
pero no hay impedimento para hacerlo con otras regiones del territorio
mexicano o con México como unidad nacional.
La estrategia —considero que no podría definirse como un método
o un paradigma, sino más bien como una estrategia— de la “ecología
regional” permite en la investigación sobre movilidad social poner
en interrelación la dimensión de lo “global” con la de lo “local”, e
inclusive introducir formulaciones como la de “glocalización”11 y los
imbricamientos entre escalas (nacional, transnacional, supranacional
e internacional) que suponen complejas relaciones entre sí y gene-
ran percepciones específicas en el ciudadano de a pie.12 Pero también

economía local y global y que se institucionalizan en los Estados-nación, las corpo-


raciones multinacionales, los organismos internacionales como el Fondo Monetario
Internacional (fmi), el Banco Mundial (bm), y el Banco Interamericano de Desarrollo
(bid), entre otros (véase Mathews y Alba Vega, 2012: 11).
11. Constructo que puede entenderse definirse como lo “global en lo local” y lo “local en
lo global” en un mundo tan globalizado como localizado (véase Robertson, 2003)
12. En este sentido, huelga decir que la ciudadanía como derecho social y político consti-
tuye parte medular del acceso al bienestar social de una sociedad, comunidad o grupo,
y que las percepciones de los ciudadanos son cruciales a la hora de entender qué
ciudadanía se vive. Aquí también entran en juego las configuraciones identitarias y
el sentimiento regional —por ejemplo, el antagonismo centro-periferia— que pueden

[ 128 ]
Investigación y análisis regionales: aportes al estudio comparado
de la movilidad social en México

habilitaría la incursión en un análisis de la evolución de las relaciones


entre el espacio de lo local y de lo regional, así como entre diferentes
actores sociales preponderantes del bienestar social a escala nacional
(e.g. entre los hacendados y comerciantes, entre el empresariado y
las sindicales obreras), respecto a lo cual la historiografía mexicana
conserva una deuda intelectual (De la Peña, 1986: 30).
Hay que tener presente que para Fábregas “no existe una defini-
ción unívoca para el concepto de región” (2010: 2), sino que esta se
encuentra en función de los propósitos de investigación y del enmar-
que teórico que imprima el investigador. La “región” como tal hace
referencia al producto de historias y experiencias particulares que “se
expresan en un perfil cultural determinado dotado de complejidades
en transformación constante” (Fábregas, 2010: 2), y que son compar-
tidas, o no, por diferentes contextos. Es entonces que se prefiere para
el abordaje de la movilidad social el concepto de “región cultural”,13
con lo que se gana con la introducción de una perspectiva de corte
etnohistórico a un estudio —el que llevo adelante— que es prepon-
derantemente estructural y macrosociológico. Además, concebir la
región como “región cultural” otorga un lugar a la interdisciplina-
riedad, así como al manejo y puesta en diálogo de diversas fuentes
de información, provenientes de las diferentes ciencias sociales, en
un mismo programa de investigación; las fronteras disciplinarías se
vuelven transdisciplinarias. Se supera así la denominada “trampa terri-
torial” que lleva al investigador social a desconocer el tenor histórico,
político, económico y social de las organizaciones territoriales (nacio-
nes, Estados, regiones, ciudades, comunidades, barrios) (véase Rogers,
2001). Como va a apuntar Rogers, lo que parece recurrente en el campo
de las ciencias sociales y en particular en el del análisis regional es
que “suele darse por sentado que la escala de la investigación forma
parte de una jerarquía consolidada de niveles que configuran un marco

decodificarse mediante la “ecología cultural” y que permean las estructuras de des-


igualdad sociales.
13. El pasaje de un concepto como el de “región” al de “región cultural” se entiende mejor si
se comprende, como señala Fábregas, que la noción de “región” constituye “una estruc-
tura propia que otorga especificidad a la cultura y a la sociedad en un ámbito concreto,
[siendo] el recipiente de una historia cuya cotidianidad aparece en la conciencia de lo
regional, manifestándose en símbolos de identidad que recuperan y unifican la vivencia
compartida” (Fábregas, 2009: 3).

[ 129 ]
César Augusto Ricardi Morgavi

o contexto… raramente los procesos sociales, económicos y políticos


mediante los cuales se generan se construye y se impugna la escala,
entran a formar parte del debate” (Rogers, 2001: 201).
El concepto de región se halla en función, apunta Fábregas, de “la
condición contemporánea de la cultura, de la identificación de sus par-
ticularidades, y de sus instituciones básicas” (2010: 3); de este modo,
es la aproximación de corte etnográfico o etnohistórico la que resulta
más redituable en términos de poder determinar los rasgos específicos
de los procesos, y en mi caso, de cambio social estructural que haga
más fluida o más rígida la estructura de distribución de chances para
la movilidad social.

“Globalización desde abajo”, una alternativa para mirar la


movilidad y fluidez social en la Ciudad de México

La denominada economía informal reviste un interés especial en los


estudios de movilidad social ocupacional intergeneracional, en la
medida en que en sociedades con tasas de desempleo elevadas, desem-
pleo de larga duración y gran parte de la población económicamente
activa (pea), al margen del sector formal, se convierte en yacimiento
de empleo para quienes no logran insertarse en el mercado de trabajo
regulado y formal, al tiempo que constituye un modo —en ocasiones,
hasta una estrategia— de evitar el descenso de la posición en la escala
social o incluso de propiciar el ascenso. En La política local y la glo-
balización desde abajo: los líderes de los vendedores ambulantes de
las calles del centro histórico de la ciudad de México (2012) de Alba
Vega, se profundiza en uno de los aspectos más relevantes de este
sector económico en México, a saber, el fenómeno de la venta ambu-
lante y, en concreto, de las ventas en las calles del centro histórico de
Ciudad de México. Se trata de un abordaje cualitativo que permite ver
con otro prisma, distinto al que aplico en mi investigación netamente
cuantitativa, un mismo fenómeno, el de la informalidad en el mercado
de trabajo.14 El abordaje que el autor realiza y da a conocer se basa en

14. Como apunta Mathews y Alba Vega, los economistas formalistas no logran acceder
a un conocimiento cabal de la globalización “desde abajo”, en la medida en que solo

[ 130 ]
Investigación y análisis regionales: aportes al estudio comparado
de la movilidad social en México

cien entrevistas semiestructuradas15 con un espectro amplio de acto-


res individuales y colectivos involucrados con la actividad comercial
denominada “fayuca” o “fayuqueo” (menudeo, contrabando) que van
desde personas que lideran organizaciones de vendedores ambulantes,
asesores y consejeros de estas, y por supuesto, vendedores ambu-
lantes. Este tipo de aproximación más constructivista y comprensiva
resulta de gran valor para el estudio de la movilidad social desde nive-
les de aproximación microsociológica.
Inclusive, el fenómeno de la actividad económica informal se
arraiga —e instituye— con tal fuerza en un recinto espacial deter-
minado, que en el caso de México, y en concreto de la Ciudad de
México, ha persistido y crecido más allá de la prohibición que desde
la normativa de 1993 recae sobre dicha actividad (véase Alba Vega,
2012: 2). Hay que recordar que en los estudios de movilidad social
ocupacional —sea de ingresos, estatus o categorías de prestigio pro-
fesional— suelen manejarse tres enfoques alternativos a la vez que
complementarios para la conceptualización de la informalidad.16 El
enfoque “institucionalista” representado, entre otros, por los aportes
de la perspectiva neomarxista de Portes et al. (1989), cuyo fundamento
se resume en la constatación de un comportamiento maximizador de
los empleadores que conduce a la búsqueda de formas de reducir los
costos que derivan en la creación de nuevas modalidades contrac-

se basan en sus cifras, por lo que les resta solamente el poder adivinar de que se trata
(véase Mathews y Alba Vega, 2012: 10). Se abre de este modo una brecha para incursio-
nar en aproximaciones, como señalan estos autores, “más cerca del suelo” (Mathews
y Alba Vega, 2012: 10) para una comprensión de la globalización “desde abajo”, a partir
de las perspectivas y discursos de sus actores, esto es, desde la construcción social de
su realidad y vida cotidiana explicadas por ellos mismos. La globalización desde abajo
no se podría entender cabalmente sin la incorporación de la aproximación etnográfica.
15. Debe señalarse que en el análisis que efectúa Alba Vega también se realiza un releva-
miento de corte cuantitativo, con base en encuestas sobre una muestra de 750 casos, que
le permite al autor robustecer su aproximación a las distintas formas de organización
política y social que han emergido del relacionamiento entre vendedores ambulantes
y partidos políticos (con el Partido Revolucionario Institucional PRI, primero, y con el
Partido de la Revolución Democrática PRD, después) con aspiraciones de ampliación
de sus bases electorales y de aumento de rédito político.
16. Una discusión más amplia de la conceptualización del fenómeno de la informalidad
laboral desde los tres enfoques (institucionalista, estructuralista y legalista), acompa-
ñada de su aplicación empírica, puede consultarse el trabajo de Ricardi (2014b) que
aparece en la bibliografía.

[ 131 ]
César Augusto Ricardi Morgavi

tuales, las cuales merman la calidad de la condición de empleabili-


dad; la perspectiva “estructuralista” que, inspirada en los aportes de
Tokman (1978), sostiene que los rasgos comunes al trabajo informal
hacen referencia a emprendimientos de pequeña escala y tamaño, con
exigua dotación de capital físico, y uso de tecnologías simples o total
ausencia de las mismas; y finalmente el enfoque “legalista” que, repre-
sentado entre otros en Latinoamérica por el trabajo de De Soto (1987),
sostiene que los determinantes de la informalidad han de buscarse en
los marcos legales que establecen reglas que exceden el marco nor-
mativo socialmente aceptable, es decir, en aquellos que imponen una
excesiva regulación en el mercado de trabajo dando lugar a rigideces
en las formas de contratación y en los niveles de remuneración, deses-
timulando la demanda de trabajo y del crecimiento de la actividad, así
como sembrando las condiciones propicias para la evasión tributaria,
de controles y de normas del mercado laboral formal.
Lo innovador de Alba Vega es que, a pesar de que parte de los
lineamientos prefigurados por Tokman y De Soto, va a argumentar que
más allá de lo que muchos suponen que constituye la informalidad —
esto es, un rasgo agresivo y rebelde de la economía y que para muchos
inexorablemente requiere de la férrea intervención estatal para ser
controlada y regulada— existe un mundo de actividades comerciales
apoyadas en sistemas coherentes y funcionales de reglas sociocul-
turales y políticas que lo reproducen y tornan “autosustentable”. La
globalización “desde abajo” (marginada de la economía formal) no
es opuesta, sino complementaria de la globalización “desde arriba”
(integrada a la economía formal). Como señalan Mathews y Alba Vega
(2012: 8), la globalización “desde abajo” es a dos caras (twofolds), es
decir, viene “desde abajo” pero conecta con la de “desde arriba”.
Interesa rescatar dos aspectos más del trabajo de Alba Vega (2012):
por un lado, el enfoque interpretativo de tenor genealógico que integra
la mirada sobre el origen y posterior desarrollo de lo que se conoce —
por oposición a la “globalización desde arriba” o “de las élites”— como
“globalización desde abajo”. Es un intento bien logrado del autor por
decodificar los factores políticos, históricos, socioculturales e ideoló-
gicos que dominan la emergencia y expansión de la venta ambulante
en la vía pública, a plena luz del día y en enclaves territoriales capita-
linos, de mercancías tanto “legales” como explícitamente prohibidas e
ilegales. Por otra parte, interesa el lugar que ocupan las mujeres en la

[ 132 ]
Investigación y análisis regionales: aportes al estudio comparado
de la movilidad social en México

actividad del comercio ambulante —y esto diferencia a la estructura


de este tipo de comercio en México con relación a otros lugares de
América Latina en que también se desarrolla la actividad comercial
ambulante—, en la medida en que constituyen una población social-
mente vulnerable, puesto que en su gran mayoría son madres solteras
jefas de hogares monoparentales,17 que se ven desempeñándose en
esa actividad comercial movidas por necesidades básicas insatisfe-
chas (nbi) y/o la búsqueda de subsistencia. Las brechas y disparida-
des laborales de género en los estudios de movilidad sociocupacional
constituyen una línea que es posible explotar con otros lentes analí-
ticos derivados de los aportes de la investigación llevada a cabo por
Alba Vega (2012). El autor se refiere a tres transformaciones que han
tenido lugar en México durante la segunda mitad del siglo xx y que
han impactado en la dirección que ha tomado la actividad comercial
ambulante en México. Las tres transformaciones son importantes en
materia de análisis de los cambios en las estructuras de estratificación
social del sector informal.
El primero de los cambios es de naturaleza demográfica, y refiere
al pasaje de hábitat de la población, de lo rural a lo urbano, que para
el año 2000 convierte a la Ciudad de México en una de las más pobla-
das del mundo. Cuando se estudia movilidad social hay que tener en
cuenta las variaciones demográficas que pueden estar influyendo en
los cambios de niveles y patrones de fluidez social intergeneracional
en una sociedad. La segunda transformación es de orden económico
y refiere al abandono del modelo de desarrollo por sustitución de
importaciones (msi), tras considerarse agotado con la crisis de la deuda
del año 1981-1982. Esta decisión derivó en la adopción de una ortodo-
xia macroeconómica de corte neoliberal, de apertura económica y de
liberalización comercial que condujo a lo que suele referirse como
“ajuste estabilizador” (Barba, 2004: 19). Una consecuencia bastante
directa fue la generación de empleos en sectores tradicionales de pro-

17. Como puntualiza Alba Vega, el grueso de vendedores/as está integrado por mujeres que
se han divorciado, han enviudado o han sido abandonadas por sus esposos o compañe-
ros sentimentales, lo que las ubica en situaciones de vulnerabilidad social, exclusión o
directamente pobreza. Serán los nichos que encuentren en la actividad del comercio
ambulante el que les permitirá la manutención y sostén de su economía doméstica
(véase Alba Vega, 2004a: 7-8).

[ 133 ]
César Augusto Ricardi Morgavi

ducción, pero también un corrimiento de contingentes desempleados


hacia yacimientos de empleo en el sector informal, principalmente en
el comercio ambulante en las calles. La tercera transformación es de
orden político y refiere a las relaciones (sinérgicas) que se han tejido
desde comienzos del siglo xx entre grupos organizados de comercian-
tes ambulantes y el poder político. Relaciones que tenían por resultado
intercambios que favorecían ambas partes; connivencia y tolerancia
para los comerciantes e incondicionalidad de un electorado para los
partidos políticos.

Síntesis y reflexión final

Al abordar el concepto de región en conexión con el de regionalidad y


regionalismo en búsqueda de aquel que mejor se ajuste a los propósi-
tos de investigación de quien escribe, se transitó por la discusión sobre
la naturaleza de estos, de sus diferentes órdenes y tipos (cualitativo,
comparativo, cuantitativo) y su función en la operacionalización de
los constructos teóricos más abstractos que propicien la contrastación
de hipótesis sobre evidencia empírica. Lo “regional” es ante todo una
construcción que no posee un único sentido, sino que es definida con
arreglo a la tradición o costumbre, y construida histórica, política y
culturalmente. En esta línea de discusión, se introduce el constructo
de territorio —no menos relevante que el de “frontera”, del que queda
pendiente un tratamiento más exhaustivo— que conecta directamente
con el de “Estado nación de bienestar” y por extensión con el de “des-
centralización estatal”, dos pilares conceptuales fuertes en mi investi-
gación sobre niveles de movilidad social en los regímenes de bienestar
latinoamericanos.
Se ha reflexionado sobre las perspectivas metodológicas que ofre-
cen métodos que permiten, por ejemplo, aproximarse al conocimiento
y explicación de los diferenciales de desigualdad entre regiones al
interior del territorio mexicano (véase Cuervo y Morales, 2009). El
conocimiento de las diferencias interregionales en materia de des-
igualdad es un buen comienzo para profundizar luego en los patrones
de movilidad social interregionales. En este sentido, no fue menor el
precisar las limitaciones que presentan las fuentes de información
para construir el “dato” de la desigualdad (e.g. tasas de variación de la

[ 134 ]
Investigación y análisis regionales: aportes al estudio comparado
de la movilidad social en México

actividad económica, niveles de crecimiento y desarrollo económico


regional, grados de disparidades regionales). El estudio de la con-
vergencia/divergencia interregional a partir de índices de desarrollo
humano (idh) podría compensar esa dificultad y propiciar un mejor
enmarque del análisis de movilidad social intergeneracional (véase
Esquivel Hernández, 2003). Desde una aproximación más “blanda”
(cualitativa), los “mapas culturales” (Fábregas, 2009) y los constructos
de “sistema mundial no-hegemónico” (Mathews y Alba Vega, 2012) y
“globalización desde abajo” (Alba Vega, 2012) podrían ofrecer una vía
de contextualización en coordenadas espacio-temporales de la movi-
lidad social ocupacional en el sector informal de la economía.
Como se insistió en el transcurso de este ensayo, no existe una
definición que pueda asumirse como taxativa sobre “región”, de lo que
se ha desprendido la necesidad de emplear el de “regiones culturales”,
que invita a integrar la perspectiva etnohistórica sobre el fenómeno de
la movilidad social; vista entonces desde su realidad más microsocial.
El concepto de región cultural se complementa con el de ecología
regional y el de cultura regional (véase Fábregas, 2009, 2010), mediante
los cuales se dota al investigador de la movilidad social de herramien-
tas de vigilancia epistemológica frente a la “trampa territorial” (véase
Rogers, 2001), que conduce a asumir la escala de la investigación como
dada de antemano, natural y absoluta, formando parte de una jerarquía
consolidada que no requiere revisión epistémica alguna.
Finalmente, hablar de “globalización desde abajo” es, en cierto
sentido, hablar de informalidad laboral, concepto y objeto de estudio
de interés en la investigación de la estratificación y segmentación de
las estructuras ocupacionales en los mercados de trabajo. La aproxi-
mación de nivel micro que se ha comentado en este escrito, centrada
en la actividad del comercio ambulante en la Ciudad de México (véase
Alba Vega, 2012, y Mathews y Alba Vega, 2012), ofrece una mirada
innovadora sobre el fenómeno de la informalidad que trasciende las
perspectivas (institucionalista, estructuralista, y legalista) convencio-
nalmente implicadas en el estudio de la movilidad sociocupacional. A
esto se suman las posibilidades que ofrece el enfoque de la “globali-
zación desde abajo” de trazar una aproximación etnográfica que a) se
enfoque en las percepciones y discursos de los actores (individuales
y colectivos) protagonistas, enfatizando el cómo de la recreación de
su vida cotidiana y de la construcción social de su realidad; b) permita

[ 135 ]
César Augusto Ricardi Morgavi

la profundización de nivel micro en el conocimiento de las brechas y


disparidades de género —de central interés en el estudio de la movi-
lidad social ocupacional— en el sector informal, de las estrategias
que despliegan sus trabajadoras para conservar su posición de clase
y estatus adquirido, y del nicho receptor que constituye el comercio
ambulante para los desocupados de larga y mediana duración; c) desa-
rrolle una contextualización con base en algunas de las transforma-
ciones demográficas (migración de lo rural a lo urbano), económica
(cambio de modelos de desarrollo, ajustes y reformas estructurales)
y políticas (pactos, negociaciones y cooptaciones entre sociedad civil
y poder político partidario y gubernamental), todo lo cual potenciaría
los estudios de movilidad social si se trazan puentes coherentes con
los estudios y análisis regionales.

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[ 139 ]
Cultura política y región:
por un abordaje transdiciplinar

Ligia García Díaz

El estudio de la cultura política ha sido en las últimas décadas bas-


tante amplio y se ha abordado desde metodologías y delimitaciones
geográficas diversas considerando tanto el análisis de casos naciona-
les, como locales o regionales; región y cultura son en particular dos
conceptos que tienen en común su tradición en el estudio antropoló-
gico, la complejidad de su abordaje y la diversidad de su definición y
configuración analítica. Así, un primer paso para su análisis presupone
acotar las definiciones y modelos de los que se parte a efecto de evitar
confusiones y dotar al argumento de claridad.

El concepto de región

La palabra “región” proviene del latín regio que se relaciona etimoló-


gicamente con regere que quiere decir “dirigir, guiar, trazar limites,
mandar (regir)” (Leal, 1998: 1). De ahí se desprende que hablar de
región alude al estudio de un espacio concreto y de la definición de
los elementos que se retoman para definir las fronteras de ese espacio,
siendo este último elemento el que opera como diferenciador de los
estudios regionales, ya que “los ámbitos que abarca una determinada
región se transforman, no con el solo paso del tiempo, sino por la
acción humana concreta” (Tomé y Fábregas, 2002:11).1

1. Esto puede explicar porque se podrían encontrar estudios sobre la misma región que
aborden problemáticas similares, que no puedan ser comparables al contener variables
analíticas diferentes.

[ 141 ]
Ligia García Díaz

En tal sentido, se deben tener al menos dos precauciones al acer-


carse al análisis regional: primero, entender que sus límites espacio-
temporales no están supeditados al Estado nación y/o a sus demar-
caciones administrativas/políticas; y segundo, que sus componentes
como variables a observar pueden ser o no ser comparables en el paso
de tiempo o respecto a otras regiones, ya que responden al dinamismo
social de la misma. Las regiones así no pueden ser consideradas áreas
geográficas rígidas o concretamente definidas sino construcciones
sociales, ya que… están sujetas en el tiempo a la capacidad de territo-
rialización de las élites regionales y de los grupos sociales dominantes,
así como a los efectos provocados por los movimientos de población y
las lógicas de particulares nacidas de procesos económicos internos,
son en sí linderos y no límites… (Taracena, 2008: 188).
Leal (1998) identifica dos intereses concretos del análisis regional:
el político, desde el cual las demarcaciones de la región responden a
enfoques administrativos, y que resulta útil para la operación de pro-
gramas públicos; y el académico, desde el cual la configuración de los
escenarios regionales atiende a las vertientes analíticas que buscan
explicar al objeto de estudio en cuestión. En el primero las fronteras
regionales se definen al inicio del proceso de abordaje, son en sí un
punto de partida; desde el segundo, las regiones son producto del
mismo y se convierten en un punto de llegada.
El autor da cuenta, a su vez, de que a finales de la década de los
noventa del siglo xx, el estudio de las regiones tendía ya a ser multi-
disciplinario y distinguía al menos siete ciencias que se implicaban
en el mismo: arqueología, etnología,2 biología, economía, geografía,
lingüística, historia y administración; sus elementos de estudio se pre-
sentan en la tabla 1.

2. No queda claro por qué el autor no incluye a la antropología en esta clasificación,


considerando los importantes aportes de esta ciencia en los estudios regionales en
México.

[ 142 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

Tabla 1
Disciplinas que abordan la perspectiva regional

Disciplina Elementos de estudio


Arqueólogos/etnólogos Rasgos y patrones culturales
Biólogos Especies que crean ecosistemas
Economistas Recursos, población y optimización
Planificadores Niveles de desarrollo
Geógrafos Espacios vividos (regiones fluidas, arraigadas y funcionales).
Historiadores Poblamiento, propiedad territorial, patrimonio, sistemas de
producción agraria, configuraciones simbólicas, etcétera.
Lingüistas Espacios dominados por una lengua (regiones homogéneas/
heterogéneas)
Fuente. Elaboración propia con datos de Leal (1998).

Como se puede observar, el acercamiento regional abre ventanas tras-


cendentes para la investigación, ya sea desde el punto de vista geográ-
fico o biológico como el social. Si bien el presente trabajo se sitúa en el
marco de la antropología y la etnología, se enuncian los considerados
por Leal para dar cuenta de que el estudio de las regiones trasciende
la barrera del ámbito social y resulta de interés para otras disciplinas.
Desde la perspectiva de Leal, la multidisciplinariedad alude al
interés de varias disciplinas por el análisis regional. Esta convergen-
cia disciplinar se ha ido transformando con el paso de los años y a la
fecha es posible señalar que existe una coincidencia en que el análisis
regional no puede plantearse solo como un ejercicio multidisciplinar,
que considera la acumulación de resultados obtenidos por diferentes
estrategias metodológicas en torno a un mismo objeto de estudio, sino
como el producto de la implementación de un grupo de estrategias
de indagación social, articuladas previamente desde una perspectiva
interdisciplinar o transdiciplinar.
Una pista de esta perspectiva la encontramos en Lameiras (2009),
quien considera que los enfoques antropológico, geográfico e histó-
rico se empalman en el proceso de los estudios regionales, ya que, en
la investigación, el antropólogo tiene la necesidad de dar cuenta de
las relaciones, redes y procesos sociales de una población específica,
enmarcadas por las coordenadas espacio-tiempo (historia y geografía).
Por su parte, el historiador se encuentra con las limitantes o impli-
caciones del espacio (geografía) y la necesidad de dar cuenta de las

[ 143 ]
Ligia García Díaz

relaciones sociales y procesos culturales de la sociedad que estudia


(antropología); por su parte, la geografía demanda, para delimitar la
idea de región, dar cuenta de las prácticas sociales y económicas de
la zona en un periodo específico de tiempo a efecto de identificar sus
linderos. Para el autor, entonces, la intervención de varias discipli-
nas en el trabajo regional no es una elección, sino una característica
del mismo. Si bien el debate sobre la pertinencia de realizar estudios
multidisciplinarios, interdisciplinarios o transdiciplinarios, demanda
mayor profundidad, sí es posible afirmar que hay una idea en la que
convergen los autores hasta ahora citados y a la que se suma el pre-
sente trabajo: la necesidad/condición de que los estudios regionales
consideren más de una disciplina científica en su abordaje.3
¿Cómo definir los límites de una región? De acuerdo con Tomé y
Fábregas, una región se puede estructurar en torno a cuatro niveles
analíticos mutuamente imbricados: el primero incluye el estudio de
la estructura natural y su entorno habitado por los seres humanos; el
segundo es relativo a la actividad que desarrollan hombres y mujeres
en la transformación de su entorno; el tercero, el estudio de factores
ajenos a las redes de transformación, pero que inciden en ellas (por
ejemplo, la preexistencia de regiones limítrofes establecidas por facto-
res administrativos o políticos); y el cuarto, la observación de cómo se
configuran las consecuencias que la interdependencia de los tres nive-
les anteriores tiene en los grupos humanos que habitan un territorio
determinado (2002: 26). Así, la delimitación de una región puede ser,
más que un punto de partida, un punto de llegada, si se piensa como
la conclusión de un largo proceso de trabajo etnográfico.4

3. Varios autores coinciden en que la definición de si un estudio se implementa desde


una perspectiva multidisciplinaria (mismo objeto por varias disciplinas con indepen-
dencia metodológica), interdisciplinaria (mismo objeto de estudio, cuyas variables son
analizadas de manera interdependiente por varias disciplinas) o transdiciplinaria (un
objeto de estudio del que todas sus variables son analizadas a la luz de herramientas
de estudio pertenecientes a diferentes disciplinas), debe ir en función de los objetivos
e inquietudes propias de la investigación. Por ejemplo: para aun nivel descriptivo,
un ejercicio multidisciplinario podría ser suficiente, mientras que para un propósito
explicativo, es posible que se requiera considerar la implementación de un enfoque
interdisciplinario o transdisciplinarios.
4. Tomé y Fábregas (2002) dan cuenta de las múltiples formas en que se puede trabajar la
delimitación regional (histórica, temporal, geografía, tradiciones, sentimientos de los
habitantes, nivel de desarrollo, entre otros), así como de por qué pueden considerarse

[ 144 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

Desde el punto de vista geográfico, los estudios regionales han


considerado los espacios supranacionales, infranacionales/supraurba-
nos (subnacionales) o infraurbanos, configurados por la interconexión
de espacios como colonias, barrios o parroquias (Leal, 1998).
En una primera conclusión se puede señalar que la definición de
una región es una tarea compleja producto de un análisis que cruza
coordenadas espaciales, temporales e históricas, condición que si bien
abre la puerta a la creatividad, implica asumir el desafío de no caer en
simplismos metodológicos y particularismos analíticos, y responder a
la necesidad de que las variables seleccionadas para su configuración
permitan el desarrollo de un análisis comparado, bien hacia la misma,
a efecto de evaluar variaciones a lo largo de periodos de tiempo espe-
cíficos, o respecto a otras regiones que muestren una configuración
similar.

El estudio de la cultura política

El estudio de la cultura ha sido sin lugar, a duda, una de las inquietudes


que más ha interesado a las ciencias sociales, particularmente a los
antropólogos y sociólogos. Su abordaje es diverso tanto en la cons-
trucción de su marco teórico, como en las estrategias para su estudio.
Bodley (1994) ofrece una tipología que enmarca a ocho corrientes en
torno al estudio de la cultura: histórica, comportamental, funcional,
mental, estructural, tópica, simbólica y normativa; la mental, estructu-
ral, simbólica y normativa aluden a la investigación de ideas, símbolos,
significados, ideales, valores; la diferencia entre ellas es la forma y el
enfoque para abordarlos: la perspectiva mental se detiene en los ele-
mentos que distinguen a los seres humanos de los animales; la estruc-
tural lo hace en cómo estos pautan o moldean comportamientos y la
simbólica en cómo trascienden y en qué forma y medida determinan
a una sociedad; finalmente, la perspectiva normativa pone atención

insuficientes. Para ahondar sobre el abordaje del concepto de región desde una pers-
pectiva histórica y geográfica se puede consultar a Ryszard Rózga y Celia Hernández
(2010). “Los estudios regionales contemporáneos; legados, perspectivas y desafíos en
el marco de la geografía cultural”, Economía, Sociedad y Territorio, vol. X, núm. 34.
México: El Colegio Mexiquense, pp. 583-623.

[ 145 ]
Ligia García Díaz

en cómo estos elementos se configuran como reglas del grupo que las
comparte. Sin duda, esta diversidad ha impactado en la heterogeneidad
de metodologías dirigidas a su abordaje, de las que sería imposible dar
cuenta ahora por condición de espacio.5 Para efectos de atender los
objetivos planteados, se ahondará de forma breve en las perspectivas
normativa y simbólica, a efecto de contrastar las características que ha
tomado cada una en el estudio particular de la cultura política.

La perspectiva normativa en el estudio de la cultura política

El trabajo de Almond y Verba, The Civic Culture (1963), fue punta


de lanza de una serie de estudios en torno a la cultura política como
elemento nodal del análisis de la democracia de un Estado nación;
ambos autores consideran que la cultura política se nutre de las “…
orientaciones específicamente políticas, posturas relativas al sistema
político y sus diferentes elementos, así como actitudes relacionadas
con la función de uno mismo dentro del sistema… es un conjunto de
orientaciones relacionadas con un sistema especial de objetos y pro-
cesos sociales” (Almond y Verba, en Batlle,1992: 179). Esta propuesta
alude a la construcción de un informe sobre los conocimientos, senti-
mientos y valoraciones de la población en torno a su sistema político,
ya que en su perspectiva “la cultura política… consiste en la particular
distribución entre sus miembros de las pautas de orientación hacia los
objetos políticos” (Almond y Verba, en Batlle, 1992: 180). En ella se da
por supuesto que las pautas de valor “construyen reglas normativas”.
Si bien los autores reconocen entre sus influencias para la cons-
trucción del término los estudios que se habían desarrollado desde
la antropología, la sociología y la psicología (Almond y Verba en Bat-
lle, 1992: 179), la propia definición que brindan como punto de par-
tida atiende más a la perspectiva normativa de Parsons,6 de quien
retoman el concepto de “orientación”, el cual entienden como “los
aspectos internalizados de objetos y relaciones” (Almond y Verba, en

5. No es objeto de este trabajo dar cuenta de cada una de ellas, sino que se propone como
línea de análisis para otro momento.
6. Los autores mencionan la influencia de Parsons y Shils en su trabajo para definir los
modos de orientación política (Almond y Verba, en Batlle, 1992: 180).

[ 146 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

Batlle,1992: 180), y quien considera a la cultura como “un conjunto de


pautas de valor o criterios de adecuación mediados de manera simbó-
lica, que permiten la construcción de una serie de reglas normativas
convencionales que guían la acción, a través de las cuales se generan
y se usan objetos culturales significativos” (Schmid, 2007: 109).
Para la construcción del análisis, los autores propusieron distin-
guir entre tres tipos de orientaciones que guiarían el levantamiento de
la información: cognitivas (aspectos internalizados de objetos y rela-
ciones), afectivas (sentimientos hacia el sistema político) y evaluativas
(juicios y opiniones en torno a objetos políticos); para el análisis de los
datos recabados consideraron tres subtipos de cultura política:7 parro-
quial, de súbdito y de participación y sus variantes mixtas: parroquial
de súbdito, súbdito participante y parroquial participante; la clasifica-
ción atendió a si la evidencia denotaba una predominancia social a la
corriente superior de la acción política o a una inferior de imposición
política. Desde esta propuesta, se indagó la “frecuencia de diferentes
especies de orientaciones cognitivas, afectivas y evaluativas hacia el
sistema político en general y la propia persona como miembro activo
de la política” (Almond y Verba en Batlle, 1992: 182). El método fue
comparativo (cinco países: México,8 Italia, Estados Unidos, Gran Bre-
taña y Alemania) y la herramienta, el levantamiento de encuestas de
opinión y su procesamiento correspondiente.
Esta perspectiva y propuesta metodológica ha sido objeto de críti-
cas de las cuales el propio Gabriel Almond dio cuenta (1988); para aten-
derlas las clasificó en cuatro perspectivas críticas: a) la determinista,9

7. Los autores insisten a lo largo del texto en torno a la importancia de tener presente que
los diferentes tipos de cultura (tipos y subtipos) pueden coexistir en una comunidad
específica ya que la cultura política está lejos de ser algo homogéneo entre los grupos
sociales que la configuran.
8. Una debilidad ya enunciada por otros autores es el hecho de que Almond y Verba
consideraran el caso mexicano para el análisis, justificado por la necesidad de “tener
al menos una democracia no integrada en la comunidad atlántica” y la llamaron de-
mocracia porque “veían en el país como tras la revolución mexicana se ha afectado
profundamente la estructura social y política y ha estimulado aspiraciones y expecta-
tivas modernas y democráticas” (Almond y Verba, en Batlle, 1992: 200). La democracia
electoral en México llegaría hasta el año 2000 con la alternancia en el ejecutivo federal
tras 70 años de un autoritarismo de partido.
9. En esta incluye los trabajos de Drian Barry (1970) y Carole Pateman (en Almond y
Verba, 1980).

[ 147 ]
Ligia García Díaz

en donde concentró a quienes cuestionaron que su trabajo conside-


raba que la socialización política producía actitudes políticas de forma
lineal, cuando podría ser a la inversa; b) la marxista,10 en donde ubi-
caba a aquellos que señalaban que las actitudes devienen del cambio
estructural, económico y cultural, y no en relación con los valores
como se proponía en su trabajo; c) la comunista,11 integrada por quie-
nes acusaban de que se subjetivizaba demasiado el estudio de la cul-
tura política, al separar la actitud de la conducta y d) la de la elección
racional,12 conformada por quienes consideraban que la estructura y
el comportamiento político podían ser estudiados desde los cálculos
del propio beneficio de los actores políticos a corto plazo. Almond
respondió a cada una de ellas: a los deterministas indicó que este doble
sentido que señalan sobre las actitudes políticas sí es considerado en
su propuesta; a los marxistas explicó que sus observaciones carecían
de vigencia en aquel momento, incluso entre los neomarxistas; a la
corriente comunista contestó que la distinción entre actitud y con-
ducta permite justo acceder analíticamente al estudio de su relación;
por último, Almond respondió a los racionales que en la propuesta del
análisis desde la elección racional no tiene cabida la significación, el
contexto y la memoria, solo los supuestos de la teoría de la elección
racional; en otras palabras, ello hacía que no fueran modelos analíticos
comparables o equiparables (Almond,1988: 80-81).
A pesar de las críticas enunciadas, el modelo de abordaje de The
Civic Culture constituye a la fecha uno de los modelos metodológicos
más aplicados por organismos internacionales, nacionales, públicos o
privados; algunos ejemplos de ello son el Latinobarómetro, Eurobaró-
metro, Asianbarometer y Afrobarometer,13 los estudios de la Universi-

10. Comandada de acuerdo con Almond por Jerzy Wiatr (1980).


11. El autor considera en esta corriente los trabajos de Tucker (1973), White (1979,1984) y
Fagen (1969).
12. Rowosky (1974) y Popkin (1979) se insertan en esta corriente de acuerdo con el autor.
13. Sus trabajos se pueden consultar para América Latina: http://www.latinobarometro.org/
lat.jsp; para Europa: http://www.europarl.europa.eu/aboutparliament/es/00191b53ff/
Eurobar%C3%B3metro.htm, para Asia: www.asiabarometer.org/en/data, para Arabia:
arabbarometer.org/survey/survey.html y para África: http://www.afrobarometer.org/

[ 148 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

dad de Vanderbilt14 (Latin American Opinion Project) y el observatorio


de élites parlamentarias en América Latina (pela)15.
En sintonía, la mayor parte de los estudios de cultura política en
México parten de esta perspectiva “culturalista” y es posible consultar
sus resultados en los informes del Latinobarómetro y de las investiga-
ciones realizadas por la Universidad de Vanderbilt y el pela,16 estos tres
con perspectiva regional, internacional y nacional. Con dimensiones
solo nacionales, para el caso de México se puede consultar la Encuesta
Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (encup),
publicada por la Secretaría de Gobernación17 en sus ediciones 2001,
2003, 2005, 2008 y 2012, así como los trabajos realizados por Alejan-
dro Moreno (2004), Julia Flores (2011), Parás (2006) y Parás y López
(2007), Parás y Moreno (2008) y Hernández (2008), por mencionar
una pequeña muestra.
Resulta importante señalar que este tipo de resultados se carac-
teriza por su poca vigencia, ya que las percepciones del ciudadano se
toman vía una entrevista diseñada en un formato de cuestionario de
opinión pública, que no profundiza sobre la opinión del entrevistado,
sino que toma solo su primera respuesta; ello hace vulnerables los
datos obtenidos a la coyuntura política, social y mediática, y en sinto-
nía pueden generar diferencias observables entre estudios realizados
por diferentes organismos para el mismo país y año, las cuales pueden
atender a su vez a la redacción de la pregunta y las opciones que se
ofrecen para contestar.18
Como muestra de estos problemas damos un par de ejemplos. Para
el ejercicio se analizan los resultados de lapop, encup y Latinobaróme-
tro19 para México en el año 2012. En el gráfico 1 se muestra el primer
ejercicio comparativo.20

14. Sus trabajos se pueden consultar en http://www.vanderbilt.edu/lapop/


15. Sus trabajos se pueden consultar en http://americo.usal.es/oir/élites/
16. Consulta disponible en las páginas electrónicas ya referidas para estos organismos.
17. Secretaría que forma parte del gabinete del gobierno federal en México y que se
encarga, entre otras funciones, de atender los temas de política interior del país.
18. Lo que puede ser afectado por eventos del contexto social recientes, como denuncias
de corrupción, o datos sobre violencia social o bien un logro de gobierno importante.
19. Para el caso de Latinobarómetro se consultaron los resultados de 2011 y 2013, al no
existir datos para 2012.
20. Para lograr el comparativo se ajustaron los datos a las variables dispuestas en la
edición 2012 de la encup, en lapop las opciones de respuesta varían en la tercer opción

[ 149 ]
Ligia García Díaz

Gráfico 1
Respaldo a la democracia (%)

Elaboración propia con datos de encup 2012, lapop 2012 y Latinobarómetro 2011 y
2013.

Como se observa en el mismo, entre los resultados obtenidos por encup


y lapop para la respuesta “la democracia es preferible a cualquier forma
de gobierno”, hay una diferencia de 15 puntos porcentuales (58% y
74%, respectivamente), mientras que la opción de quienes consideran
que “en algunas circunstancias un gobierno autoritario es mejor”, la
diferencia entre ambos estudios es de diez puntos (21% y 11%, respec-
tivamente); el dato que más se acerca es el de aquellos a los que “les
da lo mismo el tipo de régimen” con tan solo dos puntos de diferencia
entre uno y otro.
Para el caso del Latinobarómetro se decidió colocar los datos de
2011 y 2013 a efecto de mostrar una tendencia útil para la compara-
ción, ya que este organismo no cuenta con datos para México en 2012.
Como se observa, el resultado es una versión diferente a los otros dos
informes. La aprobación de la democracia, en este ejercicio presenta
el porcentaje más bajo de los tres estudios con 40% en 2011 y 37% en

preguntando ¿A la gente como uno, le da lo mismo un régimen democrático que uno


no democrático?

[ 150 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

2013. En contraste, las personas que consideran que “les da lo mismo un


régimen que otro” registra un porcentaje mucho más alto que los otros
dos: 36% (2011) y 37% (2013). La pregunta que surge es la siguiente: ¿a
qué podemos atribuir las diferencias de resultados entre los informes?
El argumento que se propuso explorar arriba fue que estuvieran pro-
vocadas por diferencias en la redacción de la pregunta y, por ende, en
las opciones que se brindan al ciudadano para responder.

Tabla 1
Preguntas realizadas por organismo

Elaboración propia con datos de encup 2012, lapop 2012 y Latinobarómetro 2011.21

Con este objetivo, en la tabla 1 se muestra que, para esta pregunta,


se presentan dos elementos diferentes en los tres cuestionarios: pri-
mero, en la de lapop varía el orden de las preguntas al ofrecer primero
respuesta “a la gente como uno le da igual”,22 mientras los otros dos
estudios inician con la opción de “la democracia es preferible”. El
segundo elemento consiste en que en la encup, en la opción “a la gente
como uno le da lo mismo…”, finaliza con una comparación democrá-
tico vs. autoritario, mientras que en los otros dos la comparación es
democrático vs. no democrático. Ambos elementos no se considera
que impacten en los resultados, ya que, como se puede observar, es

21. No se tuvo acceso al cuestionario 2013.


22. En el gráfico se pueden observar que las celdas con las opciones cuentan con tres tipos
de incisos a, b, o c, ellos atienden a la forma en la que fueron ofrecidas al ciudadano al
momento de la entrevista.

[ 151 ]
Ligia García Díaz

en esta respuesta en la que hay menos variación entre ellos, solo 2%


(entre encup y lapop).
Para ampliar el argumento se trabajó otra pregunta relativa a la
satisfacción con la democracia.23 Los resultados se muestran en el
gráfico 2.24 Lo primero que hay que señalar es que se encontraron
tres opciones de respuesta compartidas y tres utilizadas solo por uno
o dos de los estudios; en el gráfico se incluyen todas las posibilidades,
ya que los porcentajes en cada una son significativos.
Si se observan los resultados para “ni satisfecho, ni insatisfecho”
(encup, 17.85%) y “muy insatisfecho” (lapop, 6.59%), es claro no era
posible dejar fuera estas opciones del gráfico, ya que se perdería infor-
mación importante para el análisis. Al mismo tiempo, los datos que
se muestran sugieren que, al no ser consideradas estas opciones de
respuesta en los estudios del Latinobarómetro, su porcentaje se distri-
buye en el resto de las respuestas, afectando así la lectura de los datos.
Como ejemplo, si se suman los resultados de encup 2012 para “me da
igual”, con los que corresponden a la opción “poco satisfecho”, obtene-
mos 52% de las respuestas, prácticamente a cinco puntos de distancia
de 46.98% “no muy satisfecho”,25 reportado por Latinobarómetro. Ello
pone en evidencia cómo una lectura desde el Latinobarómetro no
permite observar a ese 17% de ciudadanos a los que les “da igual”; es
decir, que no tienen interés en si viven en una democracia o no. Un
ciudadano “insatisfecho” tiene expectativas de su democracia, aquel
“al que le da igual”, no; sin duda el primero está más cerca de ser un
ciudadano activo/proactivo para construir o defender su democracia.
En todo caso ambos atenderían a diferentes tipos de cultura política
de acuerdo con las categorías de Almond y Verba.

23. En este caso no se tuvo acceso a los datos para esta pregunta para el estudio
Latinobarómetro 2013, por lo que se consideran solo los datos de 2011. Por limitaciones
de tiempo y extensión no se tomó una muestra mayor de los ejemplos, confiando en
que estos dos son suficientes para sembrar la reflexión que orienta este trabajo.
24. Las tres opciones de respuesta compartidas son muy satisfecho, satisfecho e
insatisfecho; en el gráfico se agregaron las opciones “ni satisfecho, ni insatisfecho” de
la encup y “muy insatisfecho” de lapop, por los importantes porcentajes que concentran
y en beneficio del análisis.
25. Las opciones no muy satisfecho y poco satisfecho (Latinobarómetro y encup,
respectivamente, sí se concentraron, ya que no se identificó costo analítico en ello).

[ 152 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

Gráfico 2
México, satisfacción con la democracia 2012

Elaboración propia con datos de encup 2012, lapop 2012 y Latinobarómetro 2011.

Si se atiende a las opciones que sí fueron consideradas por los estudios,


se da cuenta de que los datos tampoco coinciden; como se observa en
las respuestas para la opción “satisfecho”, las diferencias, sobre todo
del estudio de lapop son amplias (encup, 24.3%; Latinobarómetro, 18.8%
y lapop, 41.9%). El mismo caso se da para los resultados de la opción
“insatisfecho”: mientras lapop mantiene la diferencia más alta (21.18
puntos del resultado de encup), las diferencias entre encup y Latinoba-
rómetro son aún de 8.8 puntos porcentuales. La variación de los resul-
tados de lapop podría incrementar si le sumamos 6.59% de la opción
“muy insatisfecho” que solo este estudio consideró, dando un total de
53.57%, con lo que la diferencia se va a 27.7 puntos. Como se observa,
las variaciones pueden resultar preocupantes si se considera que el
análisis que puede resultar de cada informe puede diferir en buena
medida y otorgar conclusiones y propuestas de trabajo con grandes
diferencias. Para este caso, ¿la redacción de las preguntas tuvo algún
impacto? Las preguntas se pueden observar en la tabla 2.

[ 153 ]
Ligia García Díaz

Tabla 2
“Preguntas realizadas por el organismo”

Elaboración propia con datos de encup 2012, lapop 2012 y Latinobarómetro 2011.

El orden de las columnas atiende en esta ocasión a la escala utilizada


por los cuestionarios, colocando en la columna A “Muy satisfecho”
y en la F “Muy insatisfecho”. Como se observa, en el centro tenemos
tres variantes de redacción: “poco satisfecho”, “no muy satisfecho” y
“ni satisfecho, ni insatisfecho, me da igual”. Como se ha señalado, la
redacción y las opciones brindadas al entrevistado pudieron influir
en los resultados, al ser evidente que mientras en el caso del Latin-
obarómetro “No muy satisfecho” concentró 46% de las respuestas,
resulta inferior a la suma de resultados de las opciones, “me da igual”
(17.5%) y poco satisfecho (34%) de encup. Este problema resalta a su
vez al observar al no ser incluida en la entrevista de lapop la opción
intermedia entre satisfecho e insatisfecho, los resultados tendieron a
concentrarse en el centro de la escala.
Con ambos ejemplos es posible considerar que los estudios de
cultura política realizados a partir de entrevistas tipo encuesta lle-
gan a presentar problemas de variación en resultados derivados de
la redacción de las preguntas, lo que refuerza la necesidad de que se
implementen acciones de investigación paralelas que ayuden a ratifi-
car o rectificar las inferencias que desde estos se puedan obtener. No
obstante, lo anterior no debe alejarnos de las ventajas de este tipo de
abordaje, pues, entre ellas, permite obtener resultados en un corto
periodo de tiempo y a la vez acercarse a conclusiones en torno a pobla-
ciones de grandes dimensiones, lo que permite incluso estudios con
alcance internacional como los mencionados; ambas variables resultan

[ 154 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

poco asequibles desde una investigación orientada por herramien-


tas antropológicas, ya que los tiempos y los costos se multiplican al
tiempo que se abre el alcance geográfico-poblacional del estudio.

La perspectiva simbólica en el estudio de la cultura política

Otra vertiente para el abordaje de la cultura política desde la perspec-


tiva simbólica se da a partir del estudio de la cultura desde la antro-
pología. Definir cultura desde esta disciplina es una larga discusión,
tan profunda, que, como señala Fábregas citando a Kroeber (1952, en
Fábregas, 2012), para mediados del siglo xx era posible identificar cerca
de ciento cincuenta definiciones del término; de acuerdo con el autor,
la de E. Tylor (publicada en Primitive Culture) era la más reconocida:
“la cultura es todo lo que hacen los seres humanos, por lo tanto es
la capacidad de crear, incluso su propio entorno, su propio mundo
(Tylor, 1981 en Fábregas, 2012: 15). Mucho se discutió el término en las
siguientes décadas entre las propuestas, abordajes y fronteras de este
término entre sociólogos y antropólogos.
En épocas más recientes, una de las definiciones más procuradas
es la de Geertz, para quien la cultura es “un concepto semiótico… el
hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo
ha tejido… la cultura es esa urdimbre y que el análisis… ha de ser por
lo tanto… una ciencia interpretativa en busca de significaciones...”
(Geertz, 1992: 20). Desde esta línea analítica, la cultura se configura por
representaciones sociales y sus niveles de significación compartidos
por una comunidad, los cuales pueden aludir a sus rituales, sistemas
de producción o bien a sus formas de gobernarse. Estudiar la cultura
implica desde este punto de vista, la problematización de estas redes.
En este sentido, “los símbolos –objetos impregnados de significados
y resonancias emocionales– nos descubren lo que una colectividad
valora y entiende; los rituales son símbolos en movimiento y repre-
sentación metafórica de las alianzas y divisiones entre categorías y
grupos…” (De la Peña, 1994: 153).
Esta forma de visualizar la cultura predominó a partir de los años
noventa en México y, de acuerdo con Fábregas (2010: 27-28), su ter-
minología sobre las acciones sociales impactó fuertemente a varios
antropólogos mexicanos, al señalar que “las actividades no son crea-
ción de los actores, sino que son recreadas por ellos a través de los

[ 155 ]
Ligia García Díaz

medios por los que se expresan. En su expresión como actores, los


protagonistas de una práctica crean a través de ella la conciencia y la
estructura”.
Así, el estudio de la cultura política desde una perspectiva antro-
pológica implica, según Fábregas, trabajar en torno a las categorías
de “la política, lo político y el poder”, entendiendo “la política como
aquello que emana desde la organización del Estado” y “lo político”,
como aquello que tiene lugar entre los individuos que configuran las
organizaciones del Estado y el resto de la comunidad; el análisis del
poder queda a observarse entre estas redes de significación. Se trata
entonces de entender al poder como un hecho humano, describir sus
procesos de funcionamiento y transformación, características, y su
visualización en el Estado como máxima organización del poder, ele-
mentos que fueron algunas de las primeras intenciones e inquietudes
de la antropología mexicana, que desde la década de los sesenta se
planteó el estudio de la antropología de la política y del análisis de la
cultura en este sentido (Fábregas, 2012).
De acuerdo con Rodríguez (2010), la antropología de la política
cuenta con tres orientaciones: a) documentar las instituciones que
gobiernan las sociedades humanas, b) el estudio de la acción polí-
tica, sus tensiones y conflictos y c) la imbricación de lo político con
otras dimensiones de lo social. El objetivo de estas perspectivas es dar
cuenta de los entrecruces del poder con los fenómenos culturales26
(2010:1). Entre las propuestas analíticas desarrolladas desde esta pers-
pectiva simbólica de la cultura, conforme con el autor, se pueden citar
los trabajos de De la Peña,27 quien centra su análisis en los discursos,

26. El autor señala que Swartz (1968), Balandier (1969), Cohen (1979) y Varela (2005a)
son algunos de los autores que han documentado estudios de este tipo y da cuenta
del estado de la cuestión de la antropología política y el estudio del poder en México,
del que se considera oportuno resaltar, a efectos de los objetivos del presente trabajo,
las aportaciones de Roberto Varela, como impulsor nodal del estudio de este tipo de
categorías y unidades de análisis en nuestro país, así como los trabajos dentro en la
línea de la antropología simbólica de Geertz.
27. “Testimonios biográficos, cultura popular y cultura política: reflexiones metodológicas”,
en Esteban Krotz (coord.) (1996). El estudio de la cultura política en México. Perspectivas
disciplinarias y actores políticos. México: ciesas-Conaculta, pp. 389-414.
De la Peña (1990). “La cultura política entre los sectores populares de Guadalajara”, en
Nueva Antropología. Revista de Ciencias Sociales, vol. XI, núm. 38, octubre, México,
Conacyt-uam, pp. 83-107.

[ 156 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

símbolos y valores producidos por los actores (individuos y colectivi-


dades) en su relación con lo público; el de Larissa Aldler, Rodrigo Sala-
zar e Ilya Adler,28 quienes tratan de explicar la política mexicana bajo
el lente de un mecanismo rector: “el de los códigos contradictorios”,
entendidos como “mensajes ambiguos que se desprenden de una línea
vertical y autoritaria que entra en crisis cada seis años” (Rodríguez,
2010: 7); y los abordajes de Teresa Carbó,29 Augusto Urteaga30 y Lis
Hamui,31 cuyas características y consideraciones pueden consultarse
en Rodríguez (2010).
Un ejemplo de operación analítica que parte de este tipo de defini-
ción de cultura política es el realizado por Pablo Castro (2005 y 2006),
quien analiza desde una perspectiva cuantitativa y cualitativa los pro-
cesos electorales del Estado de México y logra explicar la posición en
las urnas a favor o en contra de cierto partido político, a partir de la
“constitución de disposiciones habituales del comportamiento y los
factores extra e intramentales que sirven a los individuos para inter-
pretar lo político” (Castro, 2006: 10). Así, en la década de los noventa,
se realizó en México una fuerte producción de estudios de cultura
política desde la perspectiva simbólica, enmarcados en el proceso de
liberalización democrática mexicana, a los que se pueden agregar los
estudios dirigidos desde la antropología al análisis de los procesos
electorales y los partidos políticos.32
Con lo hasta ahora señalado, se puede concluir que el estudio
de la cultura política desde la antropología considera un marco ana-

28. Larissa Aldler, Rodrigo Salazar e Ilya Adler (1994). Simbolismo y ritual en la política
mexicana. México: Siglo xxi- unam.
29. Teresa Carbó (1996ª). El discurso parlamentario mexicano entre 1920 y 1950: un estudio
de caso en metodología de análisis de discurso. México: ciesas-El Colegio de México;
Teresa Carbó (1996b). “Sobre por qué hacer un estudio de discurso parlamentario en
un régimen presidencialista”, en Esteban Krotz (coord.). El estudio de la cultura política
en México. Perspectivas disciplinarias y actores políticos. México: ciesas-Conaculta,
Colección Pensar la Cultura, pp. 215-251.
30. Augusto Urteaga (1996). “Aspectos culturales del sistema político rarámuri”, en Esteban
Krotz (coord.). El estudio de la cultura política en México. Perspectivas disciplinarias y
actores políticos. México: ciesas-Conaculta, Colección Pensar la Cultura, 293-323
31. Lis Hamui (2005). “Los vínculos entre cultura política e identidad colectiva”, en Pablo
Castro (coord.). Cultura política, participación y relaciones de poder. México: El Colegio
Mexiquense-ConacytT-uam-I, pp. 47-72.
32. Rodríguez (2010) enuncia entre algunos de los autores que se inscriben en esta vertiente
los trabajos pioneros de Tapia (1984), Jaime (1984) y Alonso (1984) y Krotz (1990).

[ 157 ]
Ligia García Díaz

lítico más amplio al desarrollarse desde la perspectiva del análisis


del poder (su configuración, relaciones, entramados, símbolos, etc.),
siendo aún en la actualidad uno de sus principales desafíos: consensar
una definición de cultura política, como objeto de estudio concreto de
la antropología política.
Cabe hacer algunas reflexiones antes de avanzar. Mientras que
para la perspectiva normativa la cultura política se observa como el
estudio de orientaciones individuales cognitivas, afectivas y evalua-
tivas hacia el sistema político en general y la propia persona como
miembro activo del sistema, es posible considerar que el modelo sim-
bólico entiende a la cultura como algo que solo es posible interpretar
desde una perspectiva colectiva, no entendiendo eso como la suma
de opiniones de los individuos, sino dando cuenta de cómo actúan,
conviven, se relacionan y entienden en lo individual y colectivo sus
relaciones con las instituciones de gobierno, con los agentes sociales y
políticos, con el resto de su comunidad, y cómo ejercen y distribuyen
el poder en la misma. En la tabla 3 es posible identificar las caracterís-
ticas y diferencias enunciadas hasta aquí de ambos modelos. En ella
se pueden visualizar algunas de las ventajas y desafíos de cada uno,
así como las distancias que existen entre ellos, no solo en cuanto a las
metodologías utilizadas, sino sobre todo en cuanto a los resultados
que pueden esperarse de cada una de ellas.
Si bien el modelo normativo nos brinda resultados de tipo diagnós-
tico y descriptivo, los ejercicios derivados de la antropología, modelo
de análisis simbólico, producen datos de tipo descriptivo y causal; en
ese sentido, los primeros nos permiten identificar un “estado de la
cultura”, pero no posibilitan, como en el caso de la segunda, dar cuenta
de las causas que la provocan y las formas en que se configura.33

33. Un ejemplo concreto podría ser indagar a partir de ambos modelos la pregunta: ¿usted
cree que México vive una democracia? Desde el modelo normativo se obtendrían
respuestas acotadas a una lista del tipo: muy de acuerdo, de acuerdo, poco de acuerdo
y en desacuerdo; desde el modelo simbólico, se buscaría que cada entrevistado
respondiera a profundidad qué entiende por democracia y, a partir del análisis en
conjunto de los discursos obtenidos, se trataría de identificar posibles coincidencias
que permitieran dar cuenta de una perspectiva colectiva en torno a la democracia.

[ 158 ]
Tabla 3
Abordaje de la cultura política modelos normativo y simbólico

[ 159 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

Fuente: Elaboración propia.


Ligia García Díaz

Por otra parte, desde el modelo simbólico, las diferencias discursivas


entre los entrevistados nos podrían otorgar pistas para ahondar en
el análisis al poner, por ejemplo, en evidencia la existencia de una
diversidad de construcciones simbólicas en torno a la democracia en
el imaginario colectivo. ¿Qué modelo es mejor? Tal vez esta es una
pregunta que debería entenderse de la siguiente manera: ¿qué tipo de
abordaje es mejor para qué tipo de objetivo trazado? Antes ahondar
en esta reflexión, resulta conveniente avanzar en el análisis de la con-
vergencia de los conceptos de región y cultura política.

¿Es posible el análisis de la cultura política


desde una perspectiva regional?

El análisis de la cultura política desde una perspectiva regional se


ha dado en México sobre todo a partir de la perspectiva simbólica;
algunos de los trabajos ya enunciados son muestra de ello y a ellos se
les pueden sumar el estudio sobre prácticas políticas, imaginarios y
ciudadanía de Tejera (2009: 250), quien aborda la relación entre cultura
y política desde una propuesta metodológica que busca dar cuenta
de cómo las prácticas políticas pueden transformar la cultura cuando
“emplea y reorganiza sus contenidos”. Por su parte, Fábregas (2009),
quien es un prolífico autor en estudios regionales en México, ha tra-
bajado, además de los estudios enunciados, en la ecología cultural
política en las regiones de México; desde esta perspectiva, da cuenta
de cómo el entorno ambiental, concretamente el hídrico en México, es
diseñado y explotado con base en criterios políticos, produciendo a su
vez contextos predeterminados para mantener el modelo de explota-
ción. A ellos se suman Jorge Alonso, Andrés Reyes, Luis Migue Rionda
y Alberto Aziz, quienes trabajan la cultura política desde el análisis del
comportamiento electoral y la red de significados que se construyen en
torno a los procesos electorales como ejercicio ciudadano. Cada autor
aborda un estado de la República Mexicana diferente: Jalisco, Aguas-
calientes, Guanajuato y Chihuahua, respectivamente, en el marco de
la transición democrática mexicana (Gallardo, 1998).
Otro referente importante de los estudios regionales es sin duda
el trabajo de Jefrey Rubin (2003: 134), quien destaca la importancia de
transitar hacia nuevas rutas en el análisis de la política regional, ya que
debe “…descentrar el régimen y dar a la cultura y a las prácticas coti-

[ 160 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

dianas un lugar central al hablar del poder. Por descentrar, me refiero


a un concepto de la política nacional que es parcial y complejo y que
coexiste con la política en el nivel regional y local, pero que es distinta
a ellas”. El autor pugna por la producción de estudios que alejen la
perspectiva centralista/nacionalista de la política y que identifiquen
lecturas y construcciones particulares de cada región que responden
a dinámicas políticas y entramados en torno al poder propios de cada
una. Esta pequeña enumeración dista de ser exhaustiva, pues solo ha
buscado dar una muestra de la diversidad de enfoques en torno al
estudio de la cultura política que se ha observado en México desde la
perspectiva regional.
Por otro lado, se encuentran los estudios de tipo normativo con
alcance regional, tal vez la evidencia más fiel sea su pobre producción.
Al menos para el caso de Jalisco los estudios desde esta perspectiva
realizados en las últimas dos décadas se pueden contar con los dedos
de una mano; entre ellos se pueden considerar el trabajo realizado por
Marco Antonio Cortés (2013), Estudio de valores 1997-2012, en el que da
cuenta de los resultados obtenidos en tres rondas de encuestas en el
estado: uno en 1997, otro en 2005 y uno más reciente, en el primer cua-
trimestre de 2012. Cabe señalar que este estudio no es estrictamente
sobre cultura política, sino que considera su indagación, y el estudio
contempla “…dos grandes dimensiones axiológicas: valores básicos
subyacentes y valores acerca de ámbitos particulares. Estos últimos
comprenden valoraciones sobre distintos aspectos de la familia, la
política, la religión, el trabajo y la economía” (Cortés, 2013: 588). A este
se deberá sumar la Encuesta estatal sobre cultura política y prácticas
ciudadanas (eecppc) que realizó el gobierno de Jalisco en 2004, que
tomó como base el cuestionario y las características de levantamiento
de la encup 2003; Navarrete (2008) da cuenta de la confrontación de
ambos estudios (el local –eecppc– vs. el nacional –encup–).
En estos últimos trabajos es posible encontrar elementos que
detonan la necesidad de realizar estudios a mayor profundidad. En
seguida se retomarán algunas variables de los mismos a efecto de
mostrar cómo los estudios regionales de la cultura política desde esta
perspectiva pueden abrir vetas de análisis que sirvan de coordenadas
para los estudios de tipo simbólico que, al profundizar, ayuden a com-
prender la política y lo político en el ámbito particular de las regiones
o comunidades de menor alcance que el mapa nacional.

[ 161 ]
Ligia García Díaz

Si tomamos como eje las fechas de los estudios analizados por los
autores, encontramos que Navarrete (2008), al confrontar los resulta-
dos de la Encuesta estatal sobre cultura política y prácticas ciudadanas
con la encup 2003, encontró variaciones importantes entre las percep-
ciones hacia el sistema político entre los jaliscienses y los mexicanos;
un ejemplo concreto es cómo la calificación para los partidos políticos
era en 2004 mejor en Jalisco que en el orden nacional: en el estado se
les dio 70 de calificación, en una escala del 1 al 100; mientras que a nivel
nacional no lograron ser aprobados y quedaron con una calificación
de 55 (Navarrete, 2008: 41). Al final de la evaluación, el autor encuentra
que en conclusión Jalisco se percibe “…un mayor apoyo a la demo-
cracia en Jalisco; mayores niveles de satisfacción con la democracia;
índices superiores de confianza en las instituciones; y mejores indica-
dores de confianza interpersonal”. Un escenario bastante halagüeño
para inicios del siglo xxi y de cara a una recién estrenada alternancia
en el gobierno federal.
El trabajo de Cortés (2013) permite analizar desde una perspectiva
más amplia algunos datos y logra poner en evidencia la prevalencia
de diferencias importantes entre los jaliscienses y los mexicanos a lo
largo de quince años (1997-2012); un ejemplo de ello se da en la impor-
tancia que los ciudadanos consideran que tiene la política en su vida,
como se observa en la gráfico 3.
Si bien el único año en el que se brindan datos para México y
Jalisco es 2005, es posible considerar comparables los resultados nacio-
nales de 1996 con los estatales de 1997; los datos nacionales del año
2000 se retoman, ya que permiten dar cuenta de la tendencia nacional
en 2005 y, finalmente, los correspondientes a Jalisco para 2012 nos per-
miten confirmar las tendencias estatales mostradas por los resultados
de los años previos.
Como se muestra en el gráfico 3, a nivel nacional¡ los resultados
en torno a la importancia que las personas dan en su vida a la política
muestra un comportamiento que se puede calificar como favorable, ya
que si bien el porcentaje acumulado en las variables “muy importante”
e “importante” varía solo.2% de 1996 a 2005 (47.8% y 47.6%, respecti-
vamente), la movilidad se puede concluir como positiva, ya que cerca
de 3% de los entrevistados que en 1996 consideraron a la política como
algo “importante” transitaron en 2005 a la variable “muy importante”.
Gráfico 3

[ 162 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

Importancia de la política en la vida personal


Jalisco y México 1996-2012 (%)

Fuente: Elaboración propia con datos de Cortés (2013: 589-592).

En contraparte, de acuerdo con los datos brindados por el autor, en


Jalisco se incrementó el desinterés por la política, ya que de 1997 a
2005 la variable “muy importante” pasó de 15.2% a 8.1%, perdiendo
siete puntos porcentuales. Este comportamiento se repite en la varia-
ble “importante”, en la que los números pasan de 35.2% a 29.5%, lo
que significó una merma de 5.7 puntos porcentuales. Estos resulta-
dos se mantuvieron casi estables para el ejercicio analítico de 2012
si se considera que la variación de 2005 a 2012 en estas dos variables
alcanzó apenas el.3% y 1%, respectivamente. Lo anterior clarifica que,
a la luz de esta variable, la actitud de los ciudadanos hacia la política
va en sentidos diferentes en el país y en Jalisco. Esto se confirma si se
observan exclusivamente los datos para el año de 2005 presentados
en el gráfico 4.

[ 163 ]
Ligia García Díaz

Gráfico 4
Importancia de la política en la vida personal
Jalisco y México 2005 (%)

Fuente: Elaboración propia con datos de Cortés (2013: 589-592).

Un segundo elemento que se retoma del trabajo de Cortés (2013) para


el presente análisis son los resultados para Jalisco ante la pregunta de
si consideraba que era preferible la democracia a cualquier forma de
gobierno: mientras en 1997 los jaliscienses apoyaron con 75.3% esta
aseveración, confirmando su postura 72.3% en 2005, para 2012 se hace
visible una disminución de esta preferencia en cuatro puntos por-
centuales para 2012, quedando en 68%. Por su parte, el porcentaje de
personas que mencionaron que en ocasiones un gobierno autoritario
podría ser preferible, incrementó de manera constante, pasando de
6.5% en 1997 a 10.7% en 2005 y 13.7% para 2012. Ello podría poner en
evidencia cómo las prácticas autoritarias retoman fuerza en el estado.
Finalmente, la variable que incrementó de forma considerable en este
apartado fue la opción “no importa” que pasó de 7.2% en 1997 a 15.8%
en 2012. Este último dato podría estar manifestando una posible frus-
tración ciudadana respecto al proceso de transición a la democracia
en Jalisco. Las dos hipótesis planteadas en estos últimos resultados se
abren como vetas de análisis necesarias para ahondar desde la investi-
gación con perspectiva simbólica, a efecto de lograr identificar proce-
sos de resistencia autoritaria y frustración democrática, necesidades
que saltan a la luz de los resultados cuantitativos. Como se observa
con los datos hasta ahora expuestos, el trabajo de Cortés invita más a

[ 164 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

la reflexión pero ante todo a la acción en la investigación, para tratar


de explicar las tendencias que pone en evidencia.
Desde el año 2012 en México y en Jalisco no se ha realizado un tra-
bajo de actualización de la encup o de las encuestas locales en mención;
ello da muestra de cómo el estudio de la cultura política en el país,
tras ser un ejercicio aparentemente consolidado al contar con cinco
ediciones (2001, 2003, 2005, 2008 y 2012), se desdibujó ante el cambio
de partido en el gobierno y el regreso del Partido Revolucionario Ins-
titucional (PRI) a la presidencia de la República. En el caso de Jalisco,
no se ha identificado que el gobierno del estado haya realizado alguna
actualización al estudio de cultura política presentado en 2004; en los
últimos años los datos más cercanos a este tipo de variables han sido
recabados por un organismo de la sociedad civil, configurado como
observatorio ciudadano de calidad de vida, denominado Jalisco Cómo
Vamos, que ha tomado como base el estudio de la zona metropolitana
de Guadalajara, demarcación que se tomará en este trabajo como una
región urbana, dado que está configurada por cinco municipios que
convergen en el área metropolitana y que comparten problemáticas
sociales y procesos políticos, aun cuando conservan una delimita-
ción territorial y autoridades políticas propias. Los estudios realiza-
dos por Jalisco Cómo Vamos permiten observar si es pertinente el
estudio regional de la cultura política desde esta perspectiva que, al
ser al interior de una unidad subnacional, no suele ser abordada por
los estudios de tipo normativo. Cabe hacer una aclaración: la inves-
tigación de Jalisco Cómo Vamos no es específicamente sobre la cul-
tura política, sino que busca “realizar encuestas de percepción para
conocer las necesidades de los habitantes del Área Metropolitana de
Guadalajara”,34 y se retomarán algunas variables a efecto de poner en
evidencia la relevancia de los datos que pueden aportar los estudios
regionales de tipo normativo en una perspectiva regional urbana.35

34. De acuerdo con su página electrónica en: http://www.jaliscocomovamos.org/


(consultada el 13 de agosto de 2014).
35. Como la mayoría de los ejercicios de evaluación de percepción, el cuestionario utilizado
por el observatorio ha cambiado en algunas ocasiones a efecto de mejorar la claridad de
los resultados que se obtienen; en ese sentido se buscó retomar algunas preguntas que
mantuvieron la redacción en los cuatro levantamientos de encuesta que se consideran:
2011, 2012, 2013 y 2014.

[ 165 ]
Ligia García Díaz

Como primer elemento se propone analizar la confianza en insti-


tuciones sociales y con el objetivo de mantener el hilo con los estudios
enunciados previamente los primeros resultados aluden a la confianza
que los ciudadanos expresaron tener a los partidos políticos entre los
años 2011 y 2014, los cuales se pueden observar en el gráfico 5.

Gráfico 5
Confianza en partidos políticos, 2011-2014

Fuente: Elaboración propia con datos de Jalisco Cómo Vamos (2011, 2012, 2013 y
2014).

Como se observa, mientras el porcentaje de ciudadanos que señaló


confiar mucho en los partidos no presenta cambios en los primeros
tres años, e incrementa un punto porcentual en 2014, es lo que podría-
mos llamar la desconfianza acumulada lo que incrementa con el paso
de los años. Si sumamos las variables “poco” y “nada”, encontramos
que fue de 69% en 2011 a 73% en 2013, bajando apenas dos puntos por-
centuales para 2014. Si bien este es un dato que podría guardar poca
sorpresa, ya que los partidos sufren de malas evaluaciones a nivel
mundial, la desconfianza institucional de los jaliscienses se mantuvo
al alza y cruzó fronteras del sector público y privado, como se puede
observar en los gráficos 6, 7, 8, 9 y 10.
Como se observa, si bien la confianza en la Iglesia es alta, presenta
una pérdida considerable de 2011 a 2014 en la variable “mucho” yendo
de 50% en 2012 a solo 32% en 2014; el Congreso del estado pasó de
tener 67% que confiaba poco o nada en él en 2013, su peor evaluación

[ 166 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

de confianza, a 57% en 2014, si bien mejoró aún la población que des-


confía de esta institución supera 50%; el gobierno del estado obtuvo en
2011 y 2013 sus peores resultados, ya que las variables “poco” y “nada”
concentraron 61% en ambos años, aunque con diferente distribución
porcentual.

Gráfico 6
Confianza en la Iglesia

Gráfico 7
Confianza en el congreso

[ 167 ]
Ligia García Díaz

Gráfico 8
Confianza en el gobierno del estado

Gráfico 9
Confianza en medios de comunicación

Gráfico 10
Confianza en policía

[ 168 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

Llama la atención que son los medios de comunicación quienes


reciben una mejor calificación para 2014, incrementando en siete pun-
tos porcentuales la variable “algo” de 2013 a 2014. Finalmente, la con-
fianza en la policía, si bien mejora de 2013 a 2014, rebasa en los últimos
dos años 50% en el acumulado “poco” y “nada”. Estos datos son de
profunda trascendencia si se considera, como señala Navarrete (2008),
que la confianza institucional está íntimamente ligada con la gober-
nabilidad, al estar conectada de manera directa con la legitimidad de
las instituciones y esta con sus prácticas políticas.
La anterior es una primera mirada a la región urbana del área
metropolitana de Guadalajara de forma integrada, pero ¿qué pasaría
si desagregamos la información aún más y enfocamos el análisis a las
unidades que la conforman? El trabajo del observatorio Jalisco Cómo
Vamos permite tener este acercamiento, como se observa en la tabla 4.

Tabla 4
Confianza en partidos políticos por municipio, 2011-2014

Fuente: Elaboración propia con datos del Observatorio Jalisco Cómo Vamos (2011,
2012, 2013 y 2014).

[ 169 ]
Ligia García Díaz

Como se observa en el caso del municipio de Tlajomulco, la variable


“mucho” cayó de 6% a 1% entre 2011 y 2014; en el municipio de El Salto
perdió tres puntos porcentuales; en Tlaquepaque uno, mientras que
en Guadalajara se ha mantenido en 4% (con una variación en 2013).
El dato que sobresale es el del municipio de Zapopan en el que esta
variable incrementó cinco puntos porcentuales en el mismo periodo,
al pasar de 2% a 7%.
El escenario cambia un poco si se centra la atención en las varia-
bles “poco” y “nada”. Guadalajara pasa de 45% de población que señaló
no confiar nada en los partidos en 2012 a 27% en 2013; este dato se
invierte ya que la variable “poco” incrementa de 25% a 44% en el mismo
periodo; para 2014 este porcentaje acumulado se distribuye dejando
38% para poca confianza y 36% para nada. Para el caso de Zapopan los
porcentajes han sido más estáticos y se han mantenido entre 30% para
“poco” y 40% para “nada” en los cuatro años. Si se toma en cuenta solo
2014, Zapopan y Tlajomulco son los municipios que llegan a 40% en la
variable “nada” de confianza, seguidos por Tlaquepaque (39%), Gua-
dalajara (36%), El Salto y Tonalá (32%), respectivamente. Sin embargo,
en el acumulado de las variables en mención para 2014 Tlajomulco
obtiene 75% de poca o nada confianza, mientras Guadalajara se queda
con 74%, Zapopan con 70%, Tlaquepaque con 69%, Tonalá con 66%
y El Salto con 58%.
Al observar los resultados a detalle surgen algunas inquietudes
analíticas: a excepción de Tlajomulco, de acuerdo con los resultados
de esta variable, la confianza es mayor en los municipios con menor
desarrollo económico del área metropolitana de Guadalajara; este dato
es más claro en el caso de EL Salto en donde la variable “algo” de con-
fianza pasó de 23% en 2011 a 38% en 2014; la confianza hacia los partidos
en los dos municipios más grandes y con mayor presupuesto de la zona
metropolitana se mantiene en cambio prácticamente constante en los
cuatro años. Con ello puede advertirse que es posible esbozar una
hipótesis orientada a la presencia de diferentes características de ciu-
dadanía en la región urbana, configurada por prácticas y posiblemente
expectativas políticas diferentes. Este aspecto nos invita de nuevo a la
ruta de desarrollar indagaciones en materia de cultura política desde
la perspectiva simbólica.

[ 170 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

Por otro lado, si se quiere indagar en torno a la participación de


los ciudadanos en organizaciones sociales, se encuentra que para 2014
los datos para la opción “nunca ha pertenecido” para cada municipio
fueron como se muestran en la tabla 5 (se tomó solo esta opción de
respuesta por ser la que concentra el mayor porcentaje de respuestas).

Tabla 5
Respuestas general y por municipio para 2014 a la pregunta:
¿Actualmente es miembro y participa…?
Solo para opción “nunca ha pertenecido”

Como se puede observar, el municipio que tiene menos participación


en un sindicato o cooperativa es El Salto, lo que llama la atención si
se considera que es en este municipio en donde se encuentran los
corredores industriales más longevos de la ciudad.
En cuando a la junta vecinal, es en el municipio de Tlajomulco en
el que se identifica la mayor participación ciudadana, ya que el porcen-
taje que se muestra es el menos alto de la zona metropolitana de Gua-
dalajara. Esta condición se vuelve a presentar si en la columna de los
datos correspondientes al área metropolitana de Guadalajara (Amg),
que considera a los seis municipios como unidad de estudio, encon-
tramos que en la participación en partidos políticos 91% señaló nunca
haber participado; para el caso de Tlajomulco este dato se reduce
en 20%, a diferencia de los otros municipios en los que se mantiene
por encima de 90%. Estos datos quieren decir que los ciudadanos
de este último municipio son más activos políticamente hablando;
probablemente así sea, sobre todo si se observa que sus resultados en
todas las categorías de la tabla son menores que los del Amg o de los
otros municipios. Sin embargo, para conocer si esta participación es
pro democrática o pro autoritaria/clientelar, o de cualquier otro tipo,
sería necesario abundar con otro tipo de herramientas analíticas, así
como para tratar de identificar por qué la diferencia de Tlajomulco en

[ 171 ]
Ligia García Díaz

este rubro respecto a la de los demás municipios. El análisis de esta


categoría pone en evidencia la gran relevancia que tiene que el análisis
de la cultura política vaya más allá de las unidades subnacionales, o
incluso más allá de las áreas metropolitanas, observando a la región
como un todo, pero, al tiempo, a cada una de las partes que de ella sean
distinguibles entre sí, a efecto de estar en posibilidades de dar cuenta
de la mayor parte de los lados del prisma que compone la misma.
No es objeto del presente trabajo realizar un análisis exhaustivo
de los resultados de los estudios que Jalisco Cómo Vamos ha llevado
a cabo en los últimos años, sino que se han retomado algunos de ellos
para demostrar primero: la importancia del trabajo que este observa-
torio ciudadano está realizando, y segundo: la trascendencia de que se
profundice en el estudio de las pistas sociopolíticas que brinda. Así, los
datos que se han expuesto hasta ahora son solo una pequeña muestra
de los contenidos en el estudio y, como se puede constatar, su análisis
permite clarificar que, a pesar de ser parte de una zona conurbada,
los municipios que integran el área metropolitana viven y perciben a
sus instituciones de forma diferenciada; en otras palabras, la viabili-
dad de construir políticas metropolitanas dependerá en buena parte
de la capacidad de considerar en el diseño de políticas públicas las
coincidencias, pero sobre todo las divergencias entre sus poblaciones.
Cada una de las observaciones que se han realizado a los datos ha
abierto ventanas analíticas que demandan ser atendidas desde estra-
tegias cualitativas y desde la perspectiva simbólica del estudio de la
cultura política. Los datos ponen en evidencia que los ciudadanos del
Amg viven la participación social y política de forma diferenciada y a
ello deben corresponder ejercicios de ciudadanía diferenciados que
son nodales para conocer si se quiere encauzar estrategias que refuer-
cen los elementos que respalden en la cultura de estos jaliscienses los
principios, valores y prácticas democráticas.
Finalmente, resulta imperante que este tipo de estudios se repli-
quen de manera sistemática y que consideren como objetivo el análisis
de la cultura política de forma concreta. De igual forma resulta nodal
que los resultados de los mismos vayan más allá y se traduzcan en
programas de acción sociales y públicos encaminados a fortalecer
las capacidades ciudadanas de los jaliscienses, así como el estableci-
miento de prácticas democráticas y la mejora en la legitimidad de sus
instituciones. De quedarse en los libros, el esfuerzo se nulifica.

[ 172 ]
Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

Conclusiones

Hasta ahora se ha buscado clarificar dos rutas diferentes para el estu-


dio de la cultura política; se han evaluado algunas de las ventajas y
desventajas de ambos modelos, poniendo énfasis en la perspectiva
normativa por permitir con mayor facilidad el abordaje comparativo;
asimismo, se ha dado cuenta de algunos de los esfuerzos que desde
estos enfoques (normativo y simbólico) se han realizado para el aná-
lisis regional y, particularmente, para el caso de Jalisco. Al final se ha
retomado el análisis de algunas variables en torno a la confianza ins-
titucional en el área metropolitana de Guadalajara, a efecto de poner
en evidencia la importancia de llevar los estudios de la cultura política
desde la perspectiva normativa a una perspectiva micro, que incluya
unidades de estudio al interior de las unidades subnacionales, a efecto
de que den cuenta de particularidades que potencialicen la indagación
de la cultura política desde la perspectiva simbólica.
Hasta este punto tal vez la pregunta que surge es la siguiente: ¿es
posible decantarse por alguno de los modelos? Esta respuesta se debe
buscar probablemente entre los objetivos de cada indagación social,
aunque es posible pensar que desde los ejemplos aportados por el
presente artículo ambas estrategias pueden vincularse como etapas,
niveles o momentos diferentes de un abordaje concreto; siguiendo esta
idea, la perspectiva simbólica en un análisis transdiciplinar y regional
de la cultura política aportaría una orientación de doble sentido, pri-
mero en el arranque, de forma que nos permita identificar elementos
constitutivos de la región en estudio y, tras el análisis de tipo norma-
tivo, como marco teórico metodológico que permita dar cuenta de
las variables en las que se requiere profundizar en la investigación,
detonadas por la presencia de datos aparentemente contradictorios en
los resultados de las encuestas de percepción o de posibles elementos
que funcionen como propulsores del análisis en torno a la distribución
del poder en la región. Esta propuesta incipiente y esbozada a modo
de idea general busca incitar a la reflexión y abrir la puerta a posi-
bles abordajes mixtos, transdiciplinarios,36 que permitan acercarnos

36. Para el caso de México la encup 2003 consideró un abordaje mixto, integrando al trabajo
de investigación trabajos en Focus Group, para más información consultar: http://www.
encup.gob.mx/es/Encup/Metodologia_2003; otro modelo alternativo es el sugerido

[ 173 ]
Ligia García Díaz

a resolver la ecuación: complejidad (profundidad y densidad) agilidad


y vigencia.

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representaciones que trata de verificar desde el discurso político).

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Cultura política y región: por un abordaje transdiciplinar

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[ 176 ]
¿Qué se puede decir de la región
desde la microsociología y la región
sociocultural?

Yazbeth Pulido Hernández

“Las regiones son el resultado de historias particulares


y de experiencias compartidas, expresado todo ello en
un perfil cultural concreto, en movimiento constante y
con complejidades cambiantes que resultan en diversos
contextos transformativos”.

Andrés Fábregas

Elaborar un ensayo en el que se discuta el concepto teórico “región”


es un reto para un buen número de investigadores sociales que no
trabajan de cerca asuntos involucrados con la ciencia política, la eco-
nomía o la geografía; incluso también para quienes no planifican y
echan a andar recursos a través de programas sociales, económicos
o culturales.
En lo que concierne a un politólogo, este estudiará las divisiones
territoriales de índole política que organizan y administran espacios
delimitados con fines de gobernanza, trátese de un país, un estado, una
ciudad o una localidad. Por su parte, el economista reconocerá regio-
nes según los flujos de capital, la producción y comercialización de
productos o los intercambios mercantiles. Por su parte, el responsable
de planear y ejecutar programas sociales para combatir la pobreza,
por ejemplo, tendrá que hacer uso de la noción “región” para la toma
de decisiones que implica coordinar la distribución de las partidas
económicas y “transparentar” la aplicación de dicho gasto.

[ 177 ]
Yazbeth Pulido Hernández

Es común que el personal administrativo y operativo que trabaja


para el gobierno recurra, para contextualizar y argumentar las accio-
nes gubernamentales, a resultados de medición de las desigualdades
regionales elaboradas por académicos u organismos internacionales.
Sin embargo, no existe garantía de imparcialidad ni de objetividad. Es
posible llegar a resultados diversos según el modelo estadísticos que
se emplee para medir la pobreza. Al respecto, el Coneval, desde hace
unos años, se ha esforzado por identificar la pobreza a través de la
metodología multidimensional que incorpora el desarrollo humano,
en respuesta a las limitadas estimaciones de pobreza que adopta el
enfoque unidimensional asociado al ingreso económico de las familias.
Por tanto, al hablar de “región” inevitablemente se entremezclan dos
tipos de intereses: el político y el académico; para el caso del investi-
gador social, “siempre” tendrá que luchar por mantener la objetividad
científica, tarea que no es fácil de sobrellevar (Leal, 1998: 3).
Por otro lado, si las ciencias sociales convergen en objetos de
estudio, teorías y metodologías (p.e. etnografías o etnohistoria), por
supuesto en modos distintos según sea el caso, el objetivo principal de
este documento es realizar al menos un ensayo que permita resaltar
el valor del concepto región, que en muchas ocasiones es ignorado o
poco apreciado por algunos investigadores sociales en sus proyectos
de investigación. Por lo general, el motivo es porque no constituye una
categoría analítica medular dentro del problema de investigación o,
simplemente, porque la región es vista como el marco que encuadra las
relaciones y los actores sociales, como si se tratara del fondo sobre el
que destaca la figura, cuando en conjunto constituye una totalidad o un
sistema compuesto por una multiplicidad de elementos relacionados
entre sí, que la distinguen de otros sistemas. Entonces, ¿qué puede
decir sobre “región” un investigador social que realiza microsocioló-
gica, considerando que trabaja de modo cercano con prácticas y dis-
cursos sociales que se construyen al interior de un espacio-territorio
a partir de la interacción social? De modo esencial, ¿qué participación
tienen las personas en la noción “región”?
Hägerstrand, geógrafo histórico, siendo presidente de la Regional
Science Association, pronunció en el noveno Congreso Europeo una
conferencia en la que discurría sobre el papel de las personas en la
ciencia regional, al plantearse “¿qué es lo que los científicos regiona-
les asumen sobre las personas a nivel de primeros principios?” (1992:

[ 178 ]
¿Qué se puede decir de la región desde la microsociología y la región sociocultural?

94). De inicio explica que, entre los planificadores, los políticos y la


opinión pública se está debatiendo sobre la calidad de vida del ser
humano como individuo, particularmente sobre la “habitabilidad” en
las urbes como factor que permite acceder a la calidad de vida,1 pro-
blema que el científico regional debería considerar por una simple
razón: “la Ciencia Regional trata sobre las personas y no sólo sobre los
lugares”. Si la ciencia regional se autodefine como ciencia social, en
consecuencia, entre sus ocupaciones también se hallan las personas
(Hägerstrand, 1991: 93).
Visto de ese modo, la “región” no puede ser entendida como mero
territorio o espacio libre de lo que acontece en su interior, ni tampoco
como objeto de estudio exclusivo de la geografía, dado que ahí suceden
un sinfín de asuntos sociales, culturales, políticos, económicos e his-
tóricos. Leal parafrasea al historiador Van Young, quien se interroga si
el investigador social ha pensado lo suficiente como para preguntarse
“si ¿son las regiones buenas para pensar el proyecto de investigación?”
(Leal, 1998: 3). Pues bien, siendo una psicóloga que se forma como
investigadora social, podría deducir que el énfasis del proyecto de
investigación que realizo, justamente está puesto en las relaciones
sociales y en los actores; en otras palabras, en la microsociología. Por
tal motivo, la “región” está ahí y no está, al menos no de modo explí-
cito, ya que los encuentros, desencuentros, conflictos o negociaciones
entre los sujetos sociales penden de la región; en este caso, de la región
cultural, y esta, a su vez, se encuentra íntimamente empalmada a otras
regiones; por ejemplo, a las regiones políticas o económicas.

Sobre la categoría región, la microsociológica


y “las personas”

Por “sentido común” la categoría teórica “región” está asociada a


territorio, es decir, a una extensión de tierra que ocupa determinado
espacio y está demarcada por límites geográficos. Puede suceder que

1. La habitabilidad está relacionada con los criterios mínimos de salubridad que deben
cubrir las viviendas y el espacio urbano, de los cuales pende la calidad de vida y la
relación de la ciudad con la naturaleza: las dimensiones del espacio, el acceso a agua
potable y drenaje, el manejo de aguas negras, ventilación, etcétera.

[ 179 ]
Yazbeth Pulido Hernández

para quienes desconocen el debate teórico asuman que se trata de


un objeto de estudio exclusivo de la geografía, al ser la ciencia que
estudia el lugar físico que habitan los seres humanos. El énfasis tras
esta simple descripción conceptual está puesto sobre la extensión y
características del terreno o del lugar. No obstante, dicha “condición”
podría debatirse si se trae a colación que la proximidad geográfica
ha dejado de ser un requisito para definir un espacio territorial como
“región”, debido a que en el caso de las regiones económicas la con-
tigüidad espacio-temporal es relativa. Sobre este punto, Alba y otros
investigadores dan cuenta del modo en el que se establece y comporta
la globalización desde abajo, a partir de realizar etnografías de rutas
y enlaces en los que convergen cambios políticos, económicos y tec-
nológicos (Mathews y Alba, 2012).
O bien, la World Wide Web nutrida por distintas regiones virtuales
interconectadas y asequibles, fomentadas por la innovación tecno-
lógica y la globalización, que hacen posible el acceso, el intercam-
bio y el manejo de una compleja información verbal, escrita, visual e
incluso kinestésica. Así que, siendo un espacio virtual, que no ocupa
un espacio físico, se traspasa la barrera tiempo-espacio. Claro que la
brecha digital reporta grandes distancias entre aquellos que tienen o
no acceso a la tecnología y, en consecuencia, al archivo virtual univer-
sal, sea entre países, regiones, ciudades o ciudadanos. Además, tener
acceso a la información no siempre es sinónimo de que ese alguien
sepa usarla e incluso la tome en cuenta para su toma de decisiones
cotidianas, tal como salir a votar de manera informada o solidarse
con los movimientos sociales a los que se convoca por medio de las
redes sociales.
Antes de continuar, vale la pena preguntarse lo siguiente: ¿qué es
una “región”? Leal considera que “región”, como cualquier otra pala-
bra, está compuesta por distintos significados que provocan impre-
cisión, desconcierto, malos entendidos y correlatos. Ante dicho pro-
blema, invita al lector a pensar la noción “región” a partir de su origen
etimológico: del latín regio, que significa “dirección o línea”, que a
su vez es derivado de regere, que quiere decir “dirigir, regir, regular
o gobernar”, para dar cuenta de por lo menos tres componentes del
concepto original: el geográfico, el político y el territorial; a los que
Leal anexa otros tres: el social, el económico y el cultural. En conjunto,

[ 180 ]
¿Qué se puede decir de la región desde la microsociología y la región sociocultural?

escribe Leal, esta “séxtuple ambigüedad encierra muchos problemas,


tanto teóricos como prácticos” (Leal, 1998).
Por su parte, Zimmerling, investigadora de la Universidad Johan-
nes Gutenberg, sostiene que la idea de “región” es una construcción
teórica, esto es, no existen regiones “naturales”, sino que están supe-
ditadas enteramente al tipo de relaciones que el investigador decide
considerar significativas. Zimmerling cita por lo menos cinco criterios
posibles a los que frecuentemente se recurre para pensar una región,
según el énfasis que otorga el investigador: 1. Criterios “geográficos”
como proximidad; 2. Criterios “culturales”, a manera de ejemplo se
encuentra la relación étnica o lingüística; 3. Criterios “económicos”,
que responden a la interdependencia; 4. Criterios “políticos”, como
la vulnerabilidad compartida; 5. Criterios de “voluntad política”, que
abarcan, por ejemplo, los lazos pactados (2004: 22-23).
Una descripción en apariencia laxa pero en realidad profunda-
mente compleja y crítica la ofrece Boehm de Lameiras al expresar que
“el concepto de región implica la localización del objeto en el espacio y
en el tiempo y su distinción de otros objetos con esa misma cercanía”
(2009: 18). La antropóloga y etnóloga crítica los límites disciplinares
trazados y fundados artificialmente por la academia, al asignar arbitra-
riamente el espacio a la geografía y el tiempo a la historia al expresar
que “en la región el geógrafo se encuentra con el tiempo y el historia-
dor con el espacio. La antropología recorta a ambos a los ámbitos de la
presencia humana en ambas dimensiones” (Boehm de Lameiras, 2009:
18). Véase que espacio y tiempo constituyen dos principios fundamen-
tales para la comprensión del concepto “región”, se trata de reconocer
la imbricación disciplinaria en la justa correspondencia mutua entre
lo histórico, lo cultural y lo social manifestados en la geografía, sin
ignorar lo “humano” a través de los actores sociales.
En términos generales, Zimmerling revela tres características úti-
les al momento de pensar en “regiones”: 1. Estas están compuestas
por entidades que ocupan un “espacio” en el universo; 2. Tienen una
posición “intermedia”, al formar parte de otra entidad más extensa y
contener unidades espaciales más pequeñas, 3. Finalmente, pueden
definirse “hacia adentro” por las particularidades de sus miembros y
sus relaciones, o precisarse “hacia fuera” por lo que queda excluido
(2004: 24).

[ 181 ]
Yazbeth Pulido Hernández

Leal también subraya la extensión del espacio-territorio al distin-


guir tres escalas regionales: 1. La supranacional, que ciñe regiones de
gran proporción, por ejemplo, América Latina; 2. La infranacional o
supraurbana, que contiene regiones relativamente grandes como la sie-
rra huichola, o relativamente pequeñas como la zona metropolitana de
Guadalajara. 3. La infraurbana, que implica regiones de menor tamaño,
tan variables como un barrio o incluso un hospital (1998: 1-2). Según la
ciencia social y el problema que se investigue, el interés estará puesto
en alguna de esas escalas; así la geopolítica trabajará desde la escala
supranacional, la sociología lo hará a partir de la escala supraurbana,
siendo la psicología social o la antropología algunas de las ciencias
sociales que podrían desarrollar estudios en la escala infraurbana. Esto
no significa que dichas ciencias sociales se ciñen a cada escala, como
si se tratase de un asunto predeterminado, sino que ven el juego de
escalas al tiempo que ven a los actores sociales.
En torno a la superficie es posible imaginar diferentes escalas
empalmadas e interrelacionadas entre lo global y lo local, entre lo
macrosocial y lo microsocial; también es posible trazar los cambios
temporales que han sufrido los espacios, incluso confeccionar esque-
mas que modelen el tejido socioeconómico a través de prismas que
muestran la trayectoria cotidiana de los sujetos sociales en un espacio-
tiempo, “haces” o encuentros ocasionales que definen:

…dónde, cuándo y por cuánto tiempo el individuo tiene que reunirse con
otros individuos, herramientas y materiales a fin de producir, consumir y
negociar.

…la vida se convierte en una serie astronómicamente grande de pequeños


acontecimientos, la mayoría de los cuales son pura rutina y algunos de ellos
representan hitos muy importantes (Hägerstrand, 1991: 99-101).

Hägerstrand (1991) menciona que algunos “haces” son un hábito o


costumbre, por ejemplo, salir al trabajo todos los días de la semana;
otros tienen un valor significativo, como viajar a otro país a estudiar.
En unos es posible moverse en el ámbito privado o público según el rol
social que se esté jugando en el momento (ser médico o padre de fami-
lia), las distancias pueden ser amplias o cortas –incluso achicarse– de
acuerdo con la herramienta que se emplee (trasladarse en automóvil
o a pie, comunicarse vía telefónica o a través de una carta); también es

[ 182 ]
¿Qué se puede decir de la región desde la microsociología y la región sociocultural?

importante considerar el “área de control” o “dominio” que tiene un


grupo de individuos o un individuo sobre las cosas, los acontecimien-
tos y las personas dentro de los dominios subordinados (al interior
del aula o del gobierno). Por supuesto, los “haces” se transforman a lo
largo del tiempo, por ejemplo, gracias al avance tecnológico, también
existen los de larga vida, como la propiedad de la tierra.
Entonces, a partir de la perspectiva espacio-temporal de Hägers-
trand, existen dos sistemas de interacción: 1. Las representadas en la
vida cotidiana, cuyo primer sistema corresponde al tejido de trayec-
torias vitales individuales, eminentemente de dimensión temporal,
constituida por la población de un área y sus limitaciones de capa-
cidad. 2. Las limitaciones impuestas por “dominios” y “haces”, cuya
orientación es más espacial, a los que el sujeto social puede o no tener
acceso según sus necesidades y su voluntad; póngase como ejemplo
las instancias públicas como un hospital (Hägerstrand, 1991: 106).
Con base en la geografía histórica de Hägerstrand, Giddens declara
que “un movimiento en el espacio es también un movimiento en el
tiempo” (2006: 144). En otras palabras, cualquier desplazamiento en el
espacio implica un cambio en el tiempo. Pensemos en el cuerpo como
identidad tangible, las trayectorias de vida comienzan en un punto
y termina dicha biografía en otro lugar, trátese de semanas, meses o
años que dan cuenta de esas transformaciones. Incluso las “cosas”
intangibles, como la información virtual, al ser descargada de la nube,
o los “cuerpos espirituales” que viajan a otros mundos-realidad no
materiales, también responden al espacio-tiempo.
Y aunque Hägerstrand reconoce agencia social en el individuo al
argumentar que no se está frente a meros movimientos de la materia
corporal en términos mecánicos autómatas, la estructura de activi-
dades diarias que dan forma a ciertos “comportamientos” cotidianos
se conservan inmaculados porque minimiza la agencia social. Pero,
¿qué sucede con el sujeto social cuando ve interrumpido por eventos
coyunturales y contingentes el razonamiento sociológico que emplea
habitualmente en los asuntos ordinarios? Hägerstrand no discute al
respecto, tampoco expone qué da sentido a los trayectos vitales indi-
viduales que convergen con otros trayectos vitales individuales. De
hecho, Geertz declara que una vez que la conducta humana es vista
como acción simbólica, poco importa preguntarse si la cultura es una

[ 183 ]
Yazbeth Pulido Hernández

conducta estructurada (objetiva) o una estructura mental (subjetiva)


o ambas cosas (Geertz, 2003: 24).
Por lo demás, para Hägerstrand cada espacio no requiere lo mismo
del sujeto o del objeto, aunque el “lugar” siempre está ligado al “lugar”
del momento anterior al ser parte de ese proceso de movimientos en el
espacio. Sobre todo existen “limitaciones de capacidad”, que confinan
las actividades del individuo a su constitución biológica y a las herra-
mientas de las que dispone, en particular la indivisibilidad del cuerpo
que le impide al sujeto social estar en dos lugares y momentos distintos,
a más de otros límites como su habilidad para moverse o comunicarse y
las condiciones que le ligan a un “lugar-base” que el actor social habita,
aunque solo sea temporal (Hägerstrand, 1991: 96-99).
De regreso a las escalas, Zimmerling da especial importancia a
la posición “intermedia” localizada entre dos puntos en el espacio,
que va de las unidades espaciales más pequeñas a las más grandes;
mientras que en el caso de Leal la distinción del margen está puesta
en la flexibilidad, al ajustarse a circunstancias tan pequeñas que cual-
quier organización social podría ser estudiada como región. Entida-
des infraurbanas que constituyen unidades de análisis potencialmente
poderosas para distintos científicos sociales, simplemente porque la
vida cotidiana se vive en pequeña escala, rebasan las fronteras disci-
plinares o constituye un espacio prolífico para la elaboración de dis-
cusiones epistemológicas, teóricas y empíricas. De suerte que lo que
hace una región no solo está cercado al espacio-tiempo, como antes
se dijo, también se trata de lo que ahí se va tejiendo en términos de
urdimbre, en la que converge la vida cotidiana de las personas.

Una región no es simplemente un lugar o espacio donde suceden cosas sino


en cierto modo es esas cosas que suceden, podemos decir que sin una suce-
sión ordenada de actividades e interacciones sociales no habría región: que
la región se hace merced a, gracias a, y a través de, esas actividades e interac-
ciones. De hecho, uno de los fenómenos que nos hace pensar que un espacio
territorial está comenzando a ser una región tiene que ver con ciertas cosas
que los actores colocados están comenzando hacer o han comenzado a hacer.
La región, sobre todo vista como regionalización, es siempre dinámica y tem-
poral, un continuo espacio-tiempo (Leal, 1998: 5-6).

La mayoría de los dominios y de los haces que están en su interior tienen una
localización en el espacio, una duración en el tiempo y una composición de
acuerdo con programas de organización consciente o habitualmente prees-

[ 184 ]
¿Qué se puede decir de la región desde la microsociología y la región sociocultural?

tablecidos, que se han formado sin referencia particular a los individuos que
entran en estos sistemas y juegan los papeles necesarios en porciones de sus
trayectorias vitales (Hägerstrand, 1991: 105).

La idea central es que las características de cualquier espacio-territo-


rio, también son producto de lo que ahí sobreviene. No hablamos de
otra cosa que no sea de hombres, comunidades y grupos sociales que
se relacionan cotidianamente con otros hombres, comunidades y gru-
pos sociales para satisfacer sus necesidades, creando un medio social
particular que, a su vez, les condiciona y constituye en sujetos sociales.
Pongo por caso la nueva composición estructural y funcional a
partir de la migración indígena en ciertas áreas urbanas y suburbanas,
al punto de transformarlas en regiones interculturales cuando antes no
lo eran. En la vida cotidiana esas familias tendrán que sortear distintos
problemas, en torno a la movilidad, la confección de otras redes socia-
les, la incorporación al mercado de trabajo, la prestación de servicios
sanitarios o educativos, solo por mencionar algunos aspectos. Avanzar
o no en su objetivo penderá de la asimilación cultural y la integración
a los sectores urbanos e institucionales.
Tanto para la comunidad expulsora como para la receptora, la
migración indígena constituye un problema regional que trae consigo
efectos económicos, demográficos, políticos, sociales, culturales y psi-
cológicos. Harvey (2013), describe cómo la reestructuración urbana
responde a la división de clases y al desarrollo del capitalismo, tra-
yendo consigo grandes cambios en el estilo de vida.
A propósito, tanto Leal como Zimmerling hablan de “regionaliza-
ción” como proceso dinámico y temporal que sucede en un continuo
espacio-tiempo.

Entonces trabajamos con un concepto dinámico (y diacrónico) de región, o


mejor todavía: no con una sustancia (algo que es una región), sino con un
proceso; no región ni regionalidad sino regionalización (Leal, 1994: 5).

Por tanto las regiones correspondientes son “región”, siempre sólo en cierto
grado, hasta que, posiblemente, en algún momento, la regionalización es
“completa”, es decir, existe “la región” como el producto final (Zimmerling,
2004: 24).

[ 185 ]
Yazbeth Pulido Hernández

Zimmerling precisa que la existencia de una región a partir de alcanzar


el nivel máximo en tanto proceso es solo una idea aspiracional que
nunca se logra conseguir en su totalidad. En ese caso, el proceso de
regionalización está integrado por dos etapas analíticamente distintas:
una que opera sobre las entidades que están “en vías de regionali-
zarse”, y otra que se utiliza sobre las regiones existentes (2004: 25).
También Giddens dedica unas palabras a la “regionalización” al
expresar, que “no se debe entender sólo como localización en el espa-
cio sino como referida a la zonificación, de un espacio-tiempo en rela-
ción con prácticas sociales rutinizadas”, caracterizadas por fronteras
físicas o simbólicas que responden a la forma, la duración, la extensión
y el carácter de las fronteras (2006: 151-154). Esta definición abre la
regionalización a escenarios de interacción tan vastos y particulares
en escala infraurbana que responde al tipo de fenómenos sociales que
desde la microsociológica se estudian.
Giddens (2006) ejemplifica el modo en el que una casa se regio-
naliza en pisos, vestíbulos y habitaciones, y cómo cada uno de estos
espacios acotados se distingue de otros sitios según la hora del día,
la invención de recursos (como la luz artificial) o la demarcación de
zonas privadas o sociales. Tratando de argumentar su tesis, recupera
la etnografía que estudia la estructura del tiempo en un hospital ela-
borada por el sociólogo Zerubavel, cuyos resultados revelan una com-
pleja organización temporal, conforme a la organización espacial del
nosocomio, la composición étnica y religiosa del hospital, la rotación
de personal, la división de la semana o la alteración del día y la noche.
Tras esta breve conjunción de definiciones introductorias, es posi-
ble señalar que el concepto región puede ser muchas cosas a juzgar por
el modo en que el investigador social le aborda. No obstante, asume un
par de características que orientan al científico social sobre cómo pen-
sarlas y construirlas en términos de región: las fronteras, el espacio-
tiempo que da dinamismo al concepto, el conjunto de elementos que
puede ser descrito desde adentro (según su relación) o desde afuera
(según lo que le distingue de otras regiones).
El resultado, distintas cartografías regionales que remiten a la idea
de redes sociales interconectadas entre sí a través de ciertos elementos
particulares, que fundamentalmente son procesos políticos, econó-
micos, históricos, sociales, culturales y psicológicos. En consecuen-
cia, la noción “región” pende de hacia dónde se dirija la mirada del

[ 186 ]
¿Qué se puede decir de la región desde la microsociología y la región sociocultural?

investigador; entonces, preguntémonos concretamente en el ámbito


sociocultural: ¿qué elementos y de qué modo la relación de estas par-
tes constitutivas establece singularidades que permiten describirle y
distinguirle de otras regiones?

Sobre la región sociocultural El Nayar

No está por demás aludir que mi interés investigativo se centra en


la comunicación intercultural en salud en las instancias públicas de
salud, donde médicos alópatas y mujeres huicholas embarazadas y su
familia se exponen a la situación de poner en marcha habilidades y
estrategias para comunicarse. En la comunicación intercultural resalta
el “encuentro” y la “comunicación” entre personas que tienen visiones
del mundo significativamente diferentes porque pertenecen a culturas
distintas que les dotan de modos particulares de entender e interpretar
el mundo. En términos dialógicos ese proceso supondrá una elabora-
ción nueva entre las dos culturas, que no es propia ni de la una ni de la
otra, por ser un proceso que enfatiza las interacciones que producen
los actores sociales involucrados en la situación intercultural. Por otro
lado, resalta que en los encuentros interculturales se entrecruzan lo
propio y lo ajeno, lo tradicional y lo moderno. Michaux llama a ese
proceso “interculturación”, al hacer énfasis en el intercambio de los
actores por ser un espacio que nace “entre” cada cultura (2004: 115).
Poco diré sobre ese punto, por el momento me parece que es más
enriquecedor para la discusión de “las regiones”, de la “región socio-
cultural” y la “región mitológica” esbozar un par de ideas generales.
El Nayar forma parte de la región Huicot o Gran Nayar que com-
prende porciones de los estados de Nayarit, Jalisco, Durango y Zaca-
tecas. Lleva este nombre porque en dicha zona geográfica habitan los
wixaritarí o huicholes; en el caso de Nayarit y Jalisco se encuentran
cinco comunidades: Guadalupe Ocotán, situada en Nayarit, y Tuxpan
de Bolaños, San Sebastián Teponahuatla, Santa Catarina Cuexcoma-
titlán y San Andrés Cohamiata, localizadas en Jalisco.
Ahora bien, esta “región geográfica” confluye con otro tipo de
“región”, y es que por ahí pasan las rutas de peregrinación que realiza
la comunidad huichola, que conectan cinco puntos cardinales funda-
mentales en la creación del mundo y de los huicholes. Neurath (2000)

[ 187 ]
Yazbeth Pulido Hernández

le llama “la estructura de quincunce”, que es la división espacial del


cosmos en cuatro partes y un centro. Gutiérrez recupera la narración
de una mujer huichola que peregrinaba hacia el sitio sagrado Hara-
mara, que sintetiza la construcción mitológica del mundo y la vida
huichola, que surgen con la aparición del Sol sobre la Tierra. En ella
se encuentran comprendidos algunos lugares sagrados.

El mundo es redondo, tiene la forma de un hikuli. Cuando todo se hizo, el


mundo quedó rodeado de agua, pura agua y quedamos como lanchita flo-
tando. Entonces el Sol cuando salió, salió por Reu’unaxi, acá en Wirikuta [se
refiere al Cerro Quemado, en Real de Catorce, Sal Luis Potosí] estaba chiquito
y se hizo el día y recorrió todo el cielo y ya grande se paró acá arriba (señala
sobre su cabeza), y luego ya se cansó porque hizo el mundo y se fue despi-
diendo hacia allá [señala al norte] y entonces se va pa’bajo, Haramara, onde
vamos [al mar de San Blas, en Nayarit]. Ahí se convirtió en una serpiente y
tiene que pelear mucho para su vida, pero luego vuelve a salir por este lado
[señala al este], y se va parando en todos los lugares donde los antiguos deja-
ron unos pinos para que el Sol no se cayera; y así se hace de día y luego otra
vez se hace de noche y luego de día y luego de noche. Y nosotros estamos
aquí en la tierra (Gutiérrez, en Gutiérrez, 2006: 11).

A través de diversas demarcaciones geográficas, que comprenden


diversas entidades políticas, están distribuidos los cinco sitios sagra-
dos que tejen entramados simbólicos que expresan la cosmovisión
del pueblo wixárika. Haramara (isla del Rey en San Blas, Nayarit)
representa el oeste, resguarda a la diosa del mar y la reina del maíz
de los cinco colores. Huauxa Manaka (cerro Gordo, Durango) loca-
lizada en el norte, donde se encuentra la canoa de la diosa Nakawé,
madre de todos los dioses y lugar donde nacen el viento y el águila
real, mensajeros de esta. Xapawiyeme (isla de los Alacranes, lago de
Chapala) representa el sur, ahí Watákame, el primer hombre campe-
sino, tocó tierra por primera vez luego del diluvio. Wirikuta (Real de
Catorce, San Luis Potosí) simboliza el este, lugar donde caminaron y
se reunieron todos los dioses para que el Sol emergiera y calentara la
Tierra, allí se caza el espíritu del venado en forma de hikuli (peyote).
Y en el centro del universo está Teakata (Santa Catarina, Jalisco), sitio
donde se resguarda la luz.

[ 188 ]
¿Qué se puede decir de la región desde la microsociología y la región sociocultural?

En Jesús María, cabecera municipal del municipio El Nayar, se


encuentra el Hospital General Mixto de Jesús María,2 que ofrece servi-
cios y programas propios de la medicina alopática y de la medicina tra-
dicional indígena (partera, huesero, sobador, hierbera y mara’akame),3
divididos en dos espacios contiguos que generalmente funcionan de
manera separada. Ser atendido por el médico “de bata blanca” o los
“curanderos” obedece a la elección del indígena. La toma de decisión
responde a distintos motivos; por ejemplo, la evidencia pragmática
de la eficacia de la medicina científica para algunas enfermedades o,
bien, la interpretación simbólica de la enfermedad por la falta de una
obligación religiosa o embrujo.
La dispersión de las comunidades indígenas y la difícil comunica-
ción geográfica ha entorpecido el control prenatal sistemático y perió-
dico; asimismo, la detección de embarazos de alto riesgo que tanto
preocupa a las autoridades. Y aunque Nayarit ha pasado del cuarto
lugar a nivel nacional en mortalidad materna al lugar veinticinco, las
condiciones de pobreza y marginación lo vuelven un foco rojo. Las
autoridades aseguran que ese éxito se debe a la implementación de la
posada para la Atención a Mujeres Embarazadas (ame) 4 en las instala-
ciones del Hospital General Mixto Jesús María, que alberga a mujeres
indígenas embarazadas acompañadas por un familiar. Regularmente
la población asistida es huichola, porque sus comunidades están ale-
jadas del hospital y el traslado les puede llevar hasta tres horas o más
de camino para llegar a la carretera, donde toman un camión o pagan
para que alguien los lleve al hospital. Más allá del bienestar de la
madre y su hijo expresado en el discurso oficial, existe otro objetivo:
la disminución y erradicación de las muertes maternas como bandera
política del gobierno, debido a que la tasa de mortalidad materna es
un indicador del desarrollo de un país.
Con esta breve descripción pasemos a definir teóricamente qué
significa una región sociocultural. Hablar de “culturas regionales”, en

2. El Hospital General Mixto Jesús María es un punto de referencia para nueve centros
de salud, 18 unidades médicas móviles y 11 unidades médicas rurales que se localizan.
3. El mara’akame es el médico tradicional de la comunidad huichola, mara’akate es el
plural.
4. En 2003 se abre la posada ame con una capacidad para ocho embarazadas, en 2006 la
suficiencia de atención aumentó a 12 mujeres y en 2014 se incrementó a 16 embarazadas.

[ 189 ]
Yazbeth Pulido Hernández

palabras de Fábregas (2009), es referirse a la elaboración de mundos


humanos que producen y despliegan la diversidad y, en consecuencia,
la complejidad. Las regiones culturales apuntan a procesos históricos
de largo alcance que resulta en la forja de culturas concretas, además
de que exhiben características propias que afianzan la cohesión y la
identidad colectiva. Pero esas regiones culturales están empalmadas
con otro tipo de regiones: regiones políticas o regiones económicas.
Coincide Giménez (1994) en que las regiones culturales nacen de la
historia; en otras palabras, de hechos y acontecimientos relativos al
pasado compartido por una colectividad establecida sobre una por-
ción de territorio. De entrada dicho concepto implica la localización
del objeto en la encrucijada espacio-tiempo y su diferenciación con
otras regiones.
En lo concerniente a la relación espacio-tiempo, me detendré un
poco para explayar una idea del todo interesante, la cual remite a la
noción de “geografía mitológica”. Si las regiones culturales aparecen a
través de la historia pasada en la que participa una comunidad que vive
en un territorio, es posible decir que el pasado histórico condensado
en la mitología huichola es de vital importancia en la identificación de
lo que aquí llamo “geografías mitológicas”, que representan para los
huicholes el origen de la concepción del mundo y de la vida.
En octubre los huicholes realizan la Fiesta del Elote y las Calabazas
(Tatei Neixa), una ceremonia comunal que se consagra a la curación
de los niños y simboliza la primer peregrinación a Wirikuta guiada
por el mara’akame o el médico huichol y dos cantadores que repre-
sentan a tres dioses venado (bisabuelo cola de venado y sus herma-
nos). El mara’akame simbólicamente dota de alas de chuparrosa a los
niños para que emprendan su recorrido, él y los cantadores cuidan
que ningún niño se quede en el mundo inmaterial de los dioses, por
lo que antes de alejarse de un sitio sagrado los cuidadores cuentan
a los menores. Durante el viaje espiritual el mara’akame habla con
los dioses, pide por la vida y salud de esos niños e intercede por los
padres que han faltado “al costumbre huichol” para que dejen de ser
castigados, ellos y sus hijos. Cada travesía espiritual representa un
peligro para el mara’akame, por eso hace “sacrificios” (no comer sal
o dejar de tener relaciones sexuales), para que su alma no se pierda
entre ambos mundos.

[ 190 ]
¿Qué se puede decir de la región desde la microsociología y la región sociocultural?

Con este relato queda mostrado que la región sociocultural no se


reduce a una sola dimensión, algunos límites y espacios culturales son,
al mismo tiempo, geográficos, económicos, ecológicos y simbólicos.
En las historias mitológicas que narran los ancianos y los mara’akate
se observa la profunda relación del territorio y sus recursos natura-
les con el entramado simbólico huichol. Ya ha dicho Iturrioz que “la
diversidad cultural y la biológica tienen destinos interdependientes”
(2002: 42), cualquier transgresión a la biodiversidad territorial o al
modo cultural representa al mismo tiempo un ecocidio y un episte-
micidio cultural.
Considero que la oralidad sigue siendo un vehículo para conocer y
entender las “regiones mitológicas”. Pero ¿será el único camino? Rivera
Cusicanqui ha subrayado el potencial epistemológico de la historia
oral, también ha propuesto la sociología de las imágenes como meto-
dología para el análisis histórico. Reconoce, en el caso de las imágenes,
la fuerza suficiente para construir una narrativa del “devenir histórico
y colonial”, que le permite descubrir aquello que ha sido censurado
por la lengua oficial.

Las imágenes nos ofrecen interpretaciones y narrativas sociales, que desde


siglos precoloniales iluminan este trasfondo social y nos ofrece perspectivas
de comprensión crítica de la realidad…
Por otra parte, desde una perspectiva histórica, las imágenes me han
permitido descubrir sentidos no censurados por la lengua oficial. Un ejem-
plo de ello es el trabajo de Waman Puma de Ayala, cuya obra se desconoció
por varios siglos, y hoy es objeto de múltiples estudios académicos (Rivera
Cusicanqui, 2010: 20-21).

Los huicholes elaboran cuadros de estambre conocidos como nierika.


Tablas de madera sobre las que dibujan, con hilos de estambre, paisajes
míticos y la experiencia personal de quienes tienen el don de ver el
lado espiritual. Al igual que las imágenes elaboradas por Waman Puma,
que reconstituyen el “mundo al revés” en alusión al sistema colonial,
el nierika es una representación elaborada de la época antigua que da
cuenta de la “región mitológica huichola”. Región que confluye, no
siempre en armonía, con otros tipos de regiones; por ejemplo, con la
región económica, cuyo trasfondo no es el eje de lo sagrado, sino la
apropiación y el uso desmedido de los recursos naturales.

[ 191 ]
Yazbeth Pulido Hernández

Por lo tanto, a falta de archivos o textos, debido a que la transmi-


sión de conocimiento histórico en estas comunidades sigue siendo
predominantemente oral, el científico social podría recurrir a otras
técnicas y otros métodos, además de la etnohistoria o la etnografía,
entre ellos la sociología de las imágenes de Rivera Cusicanqui (2010).
Una característica más de las regiones socioculturales, expresa
Giménez, es que estas se componen de microrregiones culturales de
escala comunal o municipal que manifiestan matices propios de lo
regional a través de cierto estilo de vida y ciertas formas simbólicas
propagadas al interior del área regional. Su articulación pende de las
diferencias culturales complementarias e internamente jerarquizadas.
Cabe precisar que no existe la homogeneidad en las regiones socio-
culturales, en buena medida porque están compuestas por sociedades
complejas y pluriculturales que no comparten el mismo desarrollo
histórico (1994: 165-166).
El Nayar forma parte de una de las regiones más pobres y alejadas
del país, compuesta por una población mestiza, huichola, cora, tepe-
huanos y mexicaneros.5 Este hecho la convierte en una comunidad
interétnica y, por supuesto, intercultural. Y aunque la historia com-
partida de estos pueblos indígenas es de largo alcance e incluso com-
parten sitios sagrados, que actualmente están en peligro por proyectos
de desarrollo hidroeléctrico y minero, cada uno tiene particularidades
culturales que al mismo tiempo comulgan en un proyecto cultural
ordenado a través de lo sagrado, el respeto a la Naturaleza, el ciclo
agrícola o al sistema de cargo sólo por mencionar.
Otro más puede decirse sobre la articulación regional de esas
“diferencias micro culturales”, al dejarse ver contrastes y contradiccio-
nes entre los sectores sociales, sin que esta situación frene la partici-
pación del mismo patrón cultural (Giménez, 1994: 165-166). La relación
“micro cultural” en el ámbito sanitario es al mismo tiempo conflictiva
y complementaria, al punto de que será difícil observar que la mujer
huichola embarazada decida una medicina por la otra, pues, al menos
por lo que he observado, si está a su alcance buscará ser atendida por
ambas medicinas. Mientras tanto, en el caso del personal sanitario
“la complementariedad” puede ser un mal necesario que garantiza en

5. Tan solo entre huicholes y coras suman 90% de la población de El Nayar.

[ 192 ]
¿Qué se puede decir de la región desde la microsociología y la región sociocultural?

cierto modo la adhesión al tratamiento, es decir, pueden “permitir” la


asistencia de la partera o el mara’akame siempre y cuando el paciente
no deje el tratamiento alopático; en caso contrario, serán enfáticos y
categóricos sobre cuál medicina es mejor y sin dudarlo apostarán a la
ciencia frente a la “superstición”. García Canclini destaca de Cirese las
“formas intermedias” definida como “red de intercambios, préstamos,
condicionamientos recíprocos” entre culturas de distintas clases, es
decir, de ningún modo la compleja relación hegemonía-subalternidad
se reduce a un maniqueísmo. La importancia de reconocer ese inter-
cambio, dice García Canclini, es explicar por qué la explotación no
aparece todo el tiempo como la coordenada que da forma a esas rela-
ciones (1985: 16-17).
En cuanto a que toda región esté articulada por “un mosaico de
micro-regiones” de escala comunal o municipal, Giménez (1994: 167-
168) formula que estas se organizan por un centro urbano que regular-
mente es una ciudad-mercado. El “centro regional es el lugar de una
cultura dominante” que establece y supedita a otras micro regiones
periféricas. Sin embargo, ese eje varía en función de los elementos
que se destaquen. Si pensamos en el ámbito sanitario, el centro estará
representado por los hospitales públicos a través del modelo médico
oficial, quedando al margen del sistema el modelo médico tradicional.
Giménez (1994: 169) analiza la “identificación regional” como “pro-
ceso subjetivo que genera un sentido de pertenencia y cierto grado
de lealtad con la región”. La participación entre los individuos que
conforman una población asentada en un área territorial compromete
a ciertas responsabilidades con la “identidad colectiva territoriali-
zada”. La “pertenencia socioterritorial” a la que se refiere Giménez se
despliega de la pertenencia social genéricamente considerada por el
hecho de que en su caso el “territorio” desempeña un papel “simbólico
relevante” en el contexto de la acción y de la relación humana, y no
simplemente un papel de “condicionamiento” o de “recurso instru-
mental” (Giménez, 1994: 171).
Las cosmovisiones indígenas reconocen y respetan la interdepen-
dencia Hombre-Naturaleza. Para los huicholes algunos elementos
naturales son deidades, antepasados o parientes de los seres humanos
que tomaron esa forma una vez que se constituyó el mundo, tal como
ahora se conoce. La concepción de ese mundo es el de “una ‘gran casa’,
una comunidad” (Neurath, 2000: 57), reciprocidad e interdependencia

[ 193 ]
Yazbeth Pulido Hernández

une a los dioses y a los huicholes, unos dan el maíz y otros, ofrendas
como muestra de agradecimiento mutuo. Para que dicho contrato no
se rompa, los huicholes contemporáneos, tal como lo hicieron sus
antepasados, siguen “el costumbre” para comprender la época antigua.
Planear y ejecutar toda la logística de las ceremonias, los ritos o las
peregrinaciones les permite revivir en cuerpo y espíritu los obstáculos
que acecharon a sus antepasados, hasta el punto del llanto catártico,
les acerca a la memoria histórica y colectiva en la que se encuentran
“las regiones”.
Para ir cerrando, podemos decir que el análisis del concepto
“región” invita a la multidisciplinariedad, ya que, al menos en la región
sociocultural, implica traspasar la disciplina formativa para transitar
hacia otras disciplinas como la historia, la sociología o la arqueología.
Por tanto, la parcelación del conocimiento o la regionalización disci-
plinar también está en juego. Finalmente, discutir sobre comunidades
indígenas implica repensar nuevos conceptos para otras regiones; por
ejemplo, las regiones mitológicas, hablando del conjunto de dioses y
sitios sagrados que veneran los huicholes, ya que al hablar de regio-
nes socioculturales cargadas de simbolismo se escudriñará el pasado
histórico de dichas regiones, lo que de modo inminente llevará a la
búsqueda de los tiempos-espacios míticos en los que sus antepasados
fundaron la comunidad Huichola.

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unam.

[ 195 ]
El retorno de la mirada a las regiones.
reflexiones en torno al análisis regional
contemporáneo en México

Lorena Cortés Manresa1

Partiendo del uso coloquial del idioma español, el Diccionario de la len-


gua española presenta, en su vigésima segunda edición, cinco defini-
ciones de la palabra región, de las cuales dos la vinculan directamente
al territorio. Esta voz, que procede del latín regĭo, ha generado como
concepto analítico en las ciencias sociales una serie de sentidos que
se diversifican a partir de las visiones disciplinares y los objetos de
estudio. La región implica esencialmente en su significado una idea o
componente territorial más una serie de cualidades que la definen a
partir de criterios geográficos, políticos, culturales, histórico-sociales,
ecológicos, lingüísticos, étnicos, etc. Implica también la idea de fron-
tera frente a lo distinto (se define lo que es frente a lo que no se es), la
idea de pertenencia y arraigo, la idea de identidad; así como una serie
de concepciones, creencias, sentimientos y actividades que realizan y
viven cotidianamente los actores que la habitan. La voz regionalismo
es definida por el mismo Diccionario con un sentido político: “ten-
dencia o doctrina política según la cual en el gobierno de un Estado
debe atenderse especialmente al modo de ser y aspiraciones de cada
región”; uno emocional: “amor o apego a determinada región de un
Estado y a las cosas pertenecientes a ella”, y uno lingüístico: “vocablo
o giro de una región determinada” (DRAE, 2012). Pero, definitivamente,
las definiciones (ni las coloquiales, ni las académicas) no agotan la

1. Doctorado en Ciencias Sociales, CULagos, Universidad de Guadalajara.

[ 197 ]
Lorena Cortés Manresa

riqueza y la complejidad de las realidades que ambos conceptos repre-


sentan.
México, con sus aproximadamente 119´713,538 habitantes (Conapo,
Proyecciones 2014) y una extensión territorial de 1´964,375 kilómetros
cuadrados, habitado por una mayoría mestiza y 52 pueblos indígenas,
donde se habla español como lengua oficial, además de 68 idiomas
indígenas,2 es el ejemplo vivo de la realidad heterogénea y compleja
que ha sido objeto de diversas regionalizaciones de acuerdo con las
políticas del Estado mexicano. Un Estado que ha tenido que reconocer,
como resultado de las demandas sociales y étnicas de reivindicación
de identidades socioespaciales, su carácter multicultural y multiét-
nico. Sin embargo, las regionalizaciones impuestas por la planeación
gubernamental, con base en criterios de “características comunes” y
de acuerdo con sus necesidades taxonómicas (regiones energéticas,
ecológicas, etc.), no siempre corresponden con las realidades coti-
dianas que se viven en su interior, ya que dichas características son el
resultado de procesos históricos de larga duración que no son consi-
derados en el momento de implementar alguna división o jurisdicción
territorial.
En una oleada surgida a fines de los años sesenta, estudios geo-
gráficos, apoyándose en metodologías antropológicas, de las ciencias
políticas, de la sociología o de la economía se dieron a la tarea de ana-
lizar las políticas públicas descentralizadoras incipientes, así como el
surgimiento de los movimientos sociales regionalistas o la situación
de los mercados regionales.
A finales de los años ochenta y con mayor intensidad durante los
noventas del siglo xx, se generó entre la comunidad académica de
las ciencias sociales en México el interés por una serie de enfoques
teórico-metodológicos que trajeron a cuento la perspectiva micro,
a diferencia del análisis de procesos y fenómenos con una mirada
macro, que eludían las peculiaridades de las pequeñas comunidades
o de circuitos interterritoriales vinculados en los que se identificaban
distintos niveles de actividades e interacciones sociales.

2. Los datos generales sobre población, extensión territorial fueron extraídos de fuentes
electrónicas registradas en la bibliografía.

[ 198 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

Principalmente en los años noventa, el surgimiento de numerosos


estudios con un enfoque regional revelaba que, efectivamente, dicha
mirada permitía la elaboración de otras preguntas de investigación,
así como penetrar con mayor profundidad y detalle en el estudio de
otras realidades. Así que, desde diversas disciplinas como la historia,
la antropología, la geografía y la sociología, entre otras, las investi-
gaciones se esforzaron, con el interés epistemológico de definir las
“fronteras” de lo regional, por enunciar una serie de características
que desde su disciplina y de acuerdo con el objeto de estudio abor-
dado, contribuían para identificar lo que era definido por ellas como
“la región”. También, desde las funciones administrativas de gobierno,
la planeación fue incorporando los rasgos que, a su criterio y según
sus necesidades operativas, delimitaban una región.
Lo que en dicho contexto era visible para varios científicos sociales
era el hecho de que no existía una teoría general de las regiones, no
había una definición para región. En palabras del antropólogo Gui-
llermo de la Peña: “No se trata de una categoría transhistórica, no
expresa una definición real, no es un concepto unívoco en torno al
cual pueda construirse un tipo ideal o una teoría general de las regio-
nes. Por el contrario… es un espacio privilegiado de investigación… se
trata, en fin, de un recurso metodológico de particular importancia que
puede incluso ser exigido por la propia teoría” (1991: 125-126).
Luego de su revisión de los estudios históricos regionales en
México hasta la década de los noventa, el historiador Eric van Young
señalaba que debido al énfasis en los aspectos económicos, las rela-
ciones espaciales y cierto tipo de interacciones sociales, al análisis
regional se le escapaban aspectos como la etnicidad y el conflicto
étnico, así como la distancia entre el modelo del emplazamiento cen-
tral que sostiene la racionalidad económica de los consumidores y
la realidad mexicana; pero consideraba que la región sí contribuye a
resolver las tensiones entre la generalización y la particularización,
favorece la reconciliación entre la microperspectiva y la macropers-
pectiva, además de que ofrece puntos de convergencia para el estu-
dio de las relaciones entre la ciudad y el campo. En forma resumida,
sostenía que “las regiones se definen adecuadamente por la escala de
cierta clase de sistema interno” y que es precisamente el sistema que
incluye las interconexiones de la red de intercambio (las relaciones
de mercado con la administración e impuestos, el consumo de bienes

[ 199 ]
Lorena Cortés Manresa

durables y no durables, la movilidad laboral, los flujos de capital, etc.),


lo que mantiene la unidad de las regiones y, para demostrarlo, emplea
su estudio de caso de Guadalajara, basado en el modelo solar —olla de
presión o del lugar central—, y el de la península yucateca —modelo
embudo o dendrítico—, para explicar los vínculos entre la localidad
y el entorno consolidado por transacciones de tipo comercial. A este
historiador le parecía que las regiones eran buenas para pensar porque
remitían a “horizontes naturales, a categorías empíricas naturales” que
favorecían, a la manera de las categorías nativas de los antropólogos,
la descripción de las realidades internas (Van Young, 1991).
En un trabajo de 1997, publicado de nuevo en 2009, la antropóloga
Brigitte Boehm se plantea el problema de la heterogeneidad mexicana:
¿existen muchos Méxicos o uno solo?, y se propone como objetivos
intentar resolver su cuestionamiento a partir de los estudios regio-
nales y sus resultados, así como construir la propuesta y la defensa
del concepto de región como instrumento heurístico. Encuentra la
confluencia de la geografía, la historia y la antropología en el estudio
de las realidades y problemáticas sociales en las regiones, e identifica
que dichas disciplinas se han ocupado de buscar la manera de vincu-
lar los saberes en aras de explicaciones más profundas. Elige, para la
elaboración de su argumento, los trabajos desarrollados en las tres
disciplinas debido a que en ellas el concepto de región tiene encuen-
tros y desencuentros por la necesidad epistemológica de ubicar al
objeto (acciones humanas) en el espacio (geografía) y en el tiempo
(historia); y porque es en la región donde “el geógrafo se encuentra
con el tiempo y el historiador con el espacio. La antropología recorta
a ambos a los ámbitos de la presencia humana en ambas dimensiones”
(Boehm, 2009).
Boehm considera que el estudio geográfico de México se inicia, desde
la perspectiva del conocimiento occidental, con la Colonia y su organización
territorial administrativa, que atendía a las necesidades de la corona española
y sus funcionarios en la Nueva España. Tanto las relaciones geográficas, como
la organización tributaria y el levantamiento de los padrones eclesiásticos,
sirvieron como instrumento colonial para el reconocimiento del espacio y sus
habitantes, debido a que describían la topografía, hidrografía, clima, vida vege-
tal, animal y humana. Boehm encuentra en este tipo de registros coloniales
las fuentes que revelan “la historia del paisaje cultural y las disputas locales
y regionales por el espacio”, y agrega que la división espacial establecida por

[ 200 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

los funcionarios y eclesiásticos coloniales estaba supeditada al criterio de


poblamiento europeo. Agrega que ya en el siglo xx el trabajo de los geógrafos
se enfocaba a resolver dos asuntos: la conformación natural de la superficie
terrestre y la huella del hombre sobre ella, y que es esta “la que orienta la
búsqueda hacia las relaciones económicas y les da preferencia” (Boehm, 2009:
20-22). La autora identifica dos maneras de entender la distribución humana en
el espacio y sus procesos subyacentes, con el propósito de que desaparezcan
las diferencias y polarizaciones en el interior de las regiones y entre ellas: la
propuesta de Bataillon y la de Bassols Batalla. De acuerdo con Boehm, ambos
coinciden en el papel del Estado como promotor de los procesos integradores
del desarrollo regional, pero la propuesta de Bataillon incorpora la necesidad
de proveer de infraestructura hacia las regiones “deprimidas y subequipadas”;
mientras que Bassols hace énfasis en el fomento a la industria a la par de
medidas redistributivas de salarios y servicios. El siguiente esquema muestra
ambas propuestas resumidas:

GEOGRAFÍA MEXICANA:
Dos maneras de entender
la distribución humana en
el espacio y sus procesos
subyacentes, con el propósito
de que desaparezcan las Modelo propuesto por Bassols Batalla:
diferencias y polarizaciones Modelo de integración histórica de la
en el interior de las regiones y actividad humana sobre la superficie
entre ellas geográfica. Considera las regiones el
escenario de la lucha de clases, donde
se materializan los paisajes labrados
desde el comunismo primitivo hasta
el capitalismo, y donde las manos
del proletariado construirán el del
pueblo trabajador moldeado por sus
necesidades.

Modelo propuesto por BATAILLON:


Regiones naturales modeladas por
la historia geológica. Condiciones
orográficas y climáticas insalubres, y
antigüedad del poblamiento “explican”
la polarización. Concepción de
articulación histórica responsable de la
polarización

[ 201 ]
Lorena Cortés Manresa

En el caso de la disciplina histórica, la autora señala que los his-


toriadores definen la región a partir de dos variables: la tradición
historiográfica y el sentimiento o afecto (El Bajío, La Huasteca, Los
Altos, etc.); establece también que en dichos trabajos los límites de la
región se diluyen a partir de criterios que implican diversos aspectos
(redes sociales, relaciones políticas, flujos económicos, rasgos cultu-
rales, divisiones territoriales administrativas, etc.). Al poner dichos
aspectos en el mapa se desdibujan desarticulados, aunque reconoce
que los historiadores se han percatado de que, si buscan la coheren-
cia de las regiones, estas se mimetizan y se transfiguran (a la luz del
factor externo referencial) de acuerdo con enfoque “cultural, social,
económico, político, demográfico, administrativo o vivencial” (Boehm,
2009: 26).
La autora critica la parcialidad de los trabajos historiográficos
regionales debido a que, si las regiones son hipótesis a comprobar,
ellos no las comprueban, puesto que en su trabajo no cartografían
hechos, vínculos y relaciones y sus cambios en el tiempo; por ello,
en sus trabajos la región se desvanece y se invisibiliza. Boehm incor-
pora aquí a la figura de Van Young para señalar que su propuesta del
modelo sistémico del “lugar central” permite comparar el modelo de
los investigadores que se basan en el concepto de clase social, ya que
ambos modelos incorporan a su reflexión el concepto de regionali-
dad, reconociendo “la historicidad de las formaciones regionales y su
concreción geográfica, cuya variabilidad responde a los momentos
cronológicos de su desarrollo” (Boehm, 2009: 27). De la crítica que
hace a Pérez Herrero, Boehm va explicitando los componentes de la
región y precisa que estamos frente a ella

cuando la articulación de los subsistemas se hace densa en un lugar central-


una ciudad. El énfasis económico en la circulación, o el demográfico en el
movimiento de la población, que adquiere concreción en el flujo espacial
de mercancías o de gente, permite identificar subsistemas y jerarquizar por
su función a otras ciudades involucradas en un mismo espacio, además de
comprehender en el esquema el flujo de bienes de distinta procedencia por su
forma de producción o de consumo. Cuando se logra descubrir que las rela-
ciones y los vínculos tienen esta direccionalidad en el espacio de un esquema
sincrónico y, más aún, cuando se encuentran los momentos históricos de la
articulación de los diversos subsistemas (2009: 28).

[ 202 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

En cuanto al modelo de la economía política, este ubica a la región


como el escenario de la lucha por el control de los medios de produc-
ción, que es el disparador del proceso progresivo de formación de las
clases sociales. La autora señala que en este tipo de trabajos el análisis
“regional” se centra en las prácticas de dominio (mercado, trabajo,
acumulación del capital, etc.) y en las prácticas de resistencia (violen-
tas, armadas, silenciosas, de largo o corta duración, etc.). Aquí resalta
otro de los niveles de referencia de la cuestión regional: lo local. Pero
el interés de la autora va orientado a conceder a la regionalidad “un
sentido de validez en el ordenamiento de los tiempos cortos dentro
de los largos”, por lo que presenta las opiniones de los revisionistas,
que aceptan la existencia de regiones en transitoriedad entre una for-
mación estatal y otra, la del tiempo corto y de manifestación crítica,
en la que la formación de un Estado centralizado y fuerte es correla-
tivo a una desregionalización; y la de los antirrevisionistas, quienes
construyen el fenómeno regional desde su gestación a través de los
procesos que condicionan la explosión en el momento crítico y los
hilos que se tejen después en una sociedad transformada histórica-
mente; para ellos, las regiones se edifican en las disputas por el control
de los recursos entre las élites y oligarquías locales y regionales, sus
bases campesinas y clientelares; la región se ubica en el proceso de
penetración del mercado y el Estado (Boehm, 2009: 29-30).
En cuanto a los trabajos de antropología, cuyo eje pretende arti-
cular las dimensiones espacio-temporales y los enfoques locales con
precedentes autóctonos, el sustrato filosófico en el seguimiento del
eje es la esencia de la pregunta antropológica sobre la relación del
hombre con la naturaleza. La autora considera que la vertiente de la
ecología cultural ha sido más fecunda en el terreno de lo prehispánico
y el hecho las enfrenta de manera directa con la teoría ortodoxa sobre
las formaciones precapitalistas, por un lado, y con la de la articulación
mercantil moderna, por el otro. En cambio, las propuestas de la antro-
pología social se han ubicado más en el estudio del México moderno
y es allí donde convergen en los modelos de la geografía y la historia.
Pedro Armillas, Eric Wolf y Ángel Palerm son algunos de los autores
que articulan la corriente de la ecología cultural, acompañados en
sus inquietudes por Sanders, Parsons y Flannery. Armillas, topógrafo
experto y arqueólogo, es un ejemplo de cómo gira el estudio del objeto
como pesquisa para estudiar la transformación del paisaje por la acti-

[ 203 ]
Lorena Cortés Manresa

vidad humana. Boehm afirma que es del conocimiento arqueológico


de donde surge la noción de “sociedad compleja” (retoma la propuesta
de Steward de su trabajo Teoría del cambio cultural) que incorporan los
antropólogos de la corriente de la ecología cultural y que les permitió
entender los

Procesos simultáneos de integración que atraviesan a los subsistemas en


forma horizontal y los igualan, y de articulación, que los engranan en sen-
tido vertical y los diferencian. Es su opinión que la noción de sociedad com-
pleja, aunada a la de evolución multilineal, son las que permiten identificar
empíricamente formaciones regionales concretas, que a su vez aportan al
mejor conocimiento del sistema total. En otras palabras: cada parte contiene
elementos horizontales presentes también en las demás (por ejemplo, las
clases o las agencias estatales, eclesiásticas, financieras, mercantiles, etc.) y
verticales (parentescos, lealtades, clientelas, mercados, santuarios), que les
son exclusivas y marcan su regionalidad (Boehm, 2009: 35).

En su revisión a los trabajos antropológicos, Boehm critica la antro-


pología social que sigue el estudio de lo regional por el sendero que
transitan los historiadores, y concluye su trabajo resaltando que algu-
nos de los problemas conceptuales derivados de los modelos del “lugar
central” y la economía política no pueden resolver las problemáticas
que presentan sus objetos de estudio, por lo que su propuesta sugiere
que dichas problemáticas planteadas pueden ser abordadas desde
la perspectiva de la ecología cultural esperando mejores resultados.
Cierra su reflexión señalando que dicho modelo (la ecología cultu-
ral) comprende las dos direcciones de tendencias socioculturales, la
integradora y la articuladora, por lo que es el más viable para hacer
congruentes las periodizaciones temporales de larga y corta duración,
a la vez que priva de vacíos el espacio geográfico aparentemente des-
articulado y desestructurado, además de que incorpora la presencia
de los actores sociales que permite visualizar a los individuos y sus
relaciones en los distintos subsistemas. Con ello, la autora rescata el
carácter heurístico del concepto de región para explicar a la nación,
el Estado, la Iglesia, el mercado, la localidad y sus prácticas.
Con el objetivo de clarificar usos y sentidos, Fernando Leal rea-
lizó en 1998 una revisión de las distintas definiciones del concepto
región, poniendo de relieve su polisemia y aceptando su potencial
crítico académico, ya que concuerda con Van Young en que la región

[ 204 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

es “buena para pensar”, debido a que muestra una realidad distinta a


la de ciudad y la de nación. Su trabajo pone de relieve la carga con-
notativa del concepto y, en aras de desentrañar y precisar su sentido,
distingue al concepto de región (como “substancia”, algo que “es”),
del de regionalidad (como cualidad que algunas entidades tienen en
mayor grado que otras, implica contigüidad y una perspectiva cualita-
tiva y cuantitativa que permite comparar cuáles entidades espaciales o
territoriales son “más regionales que otras”); y del de regionalización
(dinámico y diacrónico, como proceso). Destaca también que existen
tres componentes básicos en el concepto de región original, que son
los que emplean las ciencias sociales en sus reflexiones: un componente
geográfico (dirección, zona), un componente político (área de dominio
para regir) y un componente territorial (trazar un límite, establecer una
frontera), al que posteriormente se añadieron el social, el económico (un
circuito comercial) y el cultural (espacio de intercambios simbólicos).
En lo relativo al aspecto metodológico, acerca al lector al asunto de las
escalas que la teoría sociológica y la política emplean para “tematizar
cualquier localidad” e identifica tres: la supranacional, la infranacional
o supraurbana y la infraurbana, además de señalar que han predomi-
nado las investigaciones a escala intermedia (supraurbana). Rescata
la aportación de Giddens respecto al uso del término región porque
recrea, desde una perspectiva micro (la infraurbana, una de las menos
estudiadas), “las rutinas cotidianas de los habitantes de un conglome-
rado social pequeño [que] son decisivas para entender el propósito de
su teoría de la estructuración” (Leal, 1998: 2).
Uno de los aspectos relevantes respecto al concepto se refiere no
solo a la extensión del espacio definido como una región, sino tam-
bién a una cualidad de contigüidad, esto es, a las conexiones que se
establecen al interior de un espacio y que pueden definirse a partir de
criterios geográficos, políticos, económicos o culturales; por ejemplo:
conexiones comerciales, vías de comunicación, y ahora, a partir del
vínculo de las redes sociales podríamos hablar de “regiones virtuales”.
Por ello, Leal valora el uso de las representaciones gráficas, como los
mapas y grafos, porque considera que en un concepto eminentemente
espacial, como el de región, son vitales para ilustrar las problemáticas
abordadas.
Leal concluye sus reflexiones sobre el concepto con tres ejemplos
que ilustran los modelos teóricos empleados para ciertos estudios

[ 205 ]
Lorena Cortés Manresa

de caso: el de Carol Smith, que revisa los modelos económicos, el de


Juan Molinar y su modelo político-electoral, y el de Claudio Lomnitz-
Adler y su propuesta de modelo cultural. El modelo de Smith parte de
la construcción del llamado análisis regional que se articula a partir
de la propuesta del modelo del “lugar central” (región simple: con un
único centro comercial; región compleja: con varios), cuya modeli-
zación le permite reconstruir los patrones de tenencia de la tierra y
de la explotación agrícola. Leal refiere que la incursión de antropólo-
gos e historiadores a los estudios regionales ha dado como resultado
modelos distintos a la propuesta del “lugar central”, como el modelo
solar, el dendrítico y el reticular. En su trabajo de sociología electo-
ral, Juan Molinar revela que, para el caso de México, ninguno de los
conceptos “gran macrorregión” y “macreorregión” de Bassols sirven
para precisar regiones de competitividad electoral homogénea, por lo
que emplea en su análisis, además del concepto de macrorregión, el de
Estado y distrito electoral para mostrar cómo se configuran regiones
de eficiencia electoral que se escapan a la territorialidad estatal y se
traslapan entre sí, concluyendo que, en el nivel federal, las variables
regionales no son la principal ordenadora del sistema electoral mexi-
cano. En la propuesta de Lomnitz-Adler, más que un modelo de región
cultural se visualiza uno de cultura regional, a la que define como “una
cultura internamente diferenciada y segmentada que es el producto
de la interacción humana dentro de una economía política regional”
(Lomnitz en Leal, 1998: 10). En el trabajo de Lomnitz-Adler, Leal iden-
tifica su propuesta: una manera peculiar en la que se constituyen y se
comunican los significados en el seno de dicha cultura regional, una
cultura a la que define también como “íntima”.
Con el inicio del nuevo milenio, otras reflexiones, como la del tra-
bajo de Jaime Preciado “La región ha muerto. ¿Viva el regionalismo?…”
(2003), han traído a cuento el asunto de la región para preguntarse
sobre su extinción en el sentido en el que la entendió la geografía
regional en sus inicios ―reivindicación de una identidad sociespa-
cial y afirmación de lazos con distinto carácter entre una población
y un territorio (Preciado, 2003: 9)―. En este texto se evidencia que el
concepto había adquirido un sentido utilitario, con fines heurísticos,
político-administrativos e instrumentales que requería de enfoques
multidisciplinarios, aún ausentes. Preciado señala que ante la supuesta
desaparición de la región, el regionalismo persiste como una forma de

[ 206 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

afirmar la identidad con un fundamento comunitario arraigado al terri-


torio; lo considera un fenómeno social multidimensional complejo,
que exige una perspectiva analítica de larga duración y que presenta
novedades “inquietantes”, por lo que significa un reto para las cien-
cias sociales. Identifica dos tipos de regionalismos: el comunitario,
analizado por los antropólogos desde lo local, de base etnocultural y
surgido de las demandas étnicas regionales por el reconocimiento de
sus particularidades culturales, su autonomía y el respeto a su territo-
rio, donde se funden lo viejo y lo nuevo en los actores que lo habitan
y sus prácticas; y el contractual, fundado en un convenio social en el
que las identidades y los intereses económicos, a través de una repre-
sentación institucional, confluyen arraigados a un espacio delimitado,
“un espacio cuya escala puede ir de la comunidad localizada a la escala
regional subnacional” (Preciado, 2003: 324-325). Sin embargo, pone de
relieve que la simbiosis entre los objetivos de los actores portadores de
regionalismo contractual, como forma de reivindicación de lo regional
y la continuidad de las bases regionalistas comunitarias que le dan
cohesión, cuestiona la tipología, por lo que hay que reconocer la hete-
rogeneidad de los regionalismos, así como sus diferencias internas.
El objetivo del trabajo de Preciado es analizar la alternancia polí-
tica del gobierno estatal jalisciense y mostrar cómo se vincula a los
regionalismos a partir de la descentralización, para lo que parte de
tres hipótesis: 1. Que la descentralización promovida por la alternancia
panista en el gobierno de Jalisco privilegió un programa de regionali-
zación para favorecer su influencia y generar espacios de negociación
con los priistas; 2. Que la diversidad de regionalismos comunitarios
en Jalisco no tiene un equivalente en formas de expresión ciudadana
que reivindiquen demandas descentralizadoras; y 3. Que la reestruc-
turación productiva implica el refuerzo de lo local como una de sus
precondiciones (Preciado, 2003: 331-332). Es en las aportaciones de la
geopolítica y de la geografía del poder derivadas de la relación entre
mercado-Estado-sociedad, donde el autor encuentra los elementos
metodológicos para el análisis del regionalismo contractual que posi-
bilitan la comprensión del traslape entre escalas locales y extralocales.
Reconoce que el enriquecimiento de la idea de ciudadanía se deriva de
las demandas de autonomía regionales basadas en formas contractua-
les que cuestionan la unidad espacial tradicional del Estado-nación,
convirtiéndose en un espacio intermediario entre lo local y lo nacional.

[ 207 ]
Lorena Cortés Manresa

Para la comprensión de los escenarios en los que desenvuelve el


regionalismo, Preciado identifica tres tipos de descentralización que
derivan en acciones que reivindican un poder específico en el ámbito
local: la político-administrativa (acciones de gestión y decisión sobre
los recursos públicos); la cívica (de inclusión, de reconocimiento o
refuerzo de identidades, reivindicación de demandas y participación
en las decisiones) y la de matriz económica o empresarial (de gestión
y decisión sobre recursos privados en torno a un espacio local) (Pre-
ciado, 2003: 327-328). Asimismo, identifica tres tipos de regiones: las
autoconstruidas o pivotales, sustento histórico del espacio regional,
que surgen de la afirmación de las identidades locales; las asociativas,
configuradas con base en relaciones de poder y a partir de consensos
entre gobierno y sociedad para gestionar recursos; y las virtuales,
basadas en las relaciones productivas y el intercambio tecnológico,
“centradas en el mercado y la competencia con otras regiones, aunque
sus vínculos no tengan continuidad geográfica ni sean permanentes, su
configuración supone capacidades contractuales diferenciadas entre
los actores organizados en redes” (Preciado, 2003: 329).
Para el cierre de su trabajo, Preciado enumera una serie de conclu-
siones. Encuentra que los actores portadores de regionalismos en el
caso jalisciense son aquellos que reúnen en sí una identidad cultural
de base territorial, generalmente vinculada a formas de producción
agrícola, actores de origen campesino o indígena, involucrados en
las demandas de reivindicación y autonomía; actores que provienen
esencialmente de la lucha electoral municipal. Resalta de su propuesta
metodológica la operatividad de la división conceptual entre las regio-
nes pivotales, asociativas y virtuales, aunque sugiere emplearla de
forma flexible. Por último, menciona que no se puede hablar aún de
la muerte de la región porque ha sido esencial en la formación del
Estado nacional y el vínculo indispensable entre lo local y lo global;
en ella se demuestra que “el lugar” significa algo más que el escenario
en el que los actores desarrollan sus acciones y agencias, porque el
imaginario del que se nutre es la expresión de la diversidad cultural
que la compone. Para este autor, en la región residen las expectativas
de nuevas formas de negociación y de agencia para conseguir que las
identidades regionales sean tomadas en cuenta en los procesos polí-
ticos y económicos que las involucran.

[ 208 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

La inserción de lleno en el proceso de globalización planteó a los


científicos sociales una serie de problemáticas ante las situaciones
derivadas de dicho proceso en cada país, tales como el aumento demo-
gráfico y, en consecuencia, el desempleo, el subempleo, la migración
o diáspora laboral (movilidad laboral), el flujo de capitales, las recon-
figuraciones urbanas, los cambios en los sistemas de producción, los
desalojos de las comunidades por la explotación de los recursos de sus
territorios (turísticos, minerales, etc.), las desigualdades y el desman-
telamiento de los regímenes de bienestar, entre otras (Harvey, 2012).
Una de las problemáticas más preocupantes es, sin duda, la de
la desigualdad y cómo esta es evidente en las regiones. El texto de
Mauro Cuervo y Francisco Morales, titulado Las teorías del desarro-
llo y las desigualdades regionales: una revisión bibliográfica, presenta
una revisión de los trabajos “que se han asumido en la explicación y
observación de las desigualdades regionales en el nivel de bienestar
existente entre las diferentes comunidades que habitan el territorio
de alguna entidad político-administrativa” (2009: 336).
Los autores parten de la premisa de que las desigualdades regio-
nales se derivan de las relaciones económicas entre comunidades en
un momento sincrónico y que existen tres grupos de explicaciones
que han abordado dicha problemática: las que parten de la idea de
las diferencias esenciales en el desarrollo de los territorios, las que
adjudican al crecimiento urbano el origen de las desigualdades y las
que vinculan el grado de desarrollo regional con su actividad econó-
mica. Entre las teorías que enumeran y revisan, podemos mencionar
la neoclásica, la del centro-periferia y la de la dependencia (Gunder
Frank, Samir Amin, estudios de la cepal), la de causación acumulativa
(Myrdal), la de los polos de crecimiento (Perroux), la de la nueva geo-
grafía económica y la de la hipótesis de la convergencia, entre otras.
Respecto a los estudios de caso en México, los autores selecciona-
ron para su revisión una muestra de nueve trabajos (ocho que abordan
la República Mexicana y uno sobre Puebla) que analizan empírica-
mente las desigualdades en el nivel de desarrollo desde un enfoque
regional. Su criterio de selección parte de tres cuestionamientos que
consideran problemáticas clave del análisis regional: ¿qué teoría o
marco teórico utilizan?, ¿cómo se miden las desigualdades? y ¿qué
unidades regionales utilizan los diferentes estudios?

[ 209 ]
Lorena Cortés Manresa

Uno de los aspectos relevantes de la revisión lo constituyen los cri-


terios de regionalización empleados por los autores. Cuervo y Morales
dan cuenta de que seis de los nueve trabajos consideraron a las entida-
des federativas como regiones, dos partieron de una regionalización
que agrupaba conjuntos de estados y, solo uno, el de Claudio Stern,
empleó una unidad de análisis menor a las configuraciones político-
administrativas estatales, partiendo de la división que hiciera del país
la Comisión Nacional de Salarios Mínimos en 1973, en 111 zonas geográ-
ficas económicas homogéneas. Cuervo y Morales consideran esencial
el tema de la regionalización, eje del análisis regional, ya que debido
a la existencia de distintos tipos de regiones hay diversas formas de
perfilar la delimitación o regionalización de un territorio, pero admiten
que continúa generando controversias. En los estudios de caso mexica-
nos, exponen que Stern y Osuna Castelán coinciden en que la división
político administrativa no es muy pertinente debido a que no permite
una clara diferenciación regional, porque los límites que establece
no toman en cuenta la heterogeneidad en las condiciones sociales,
culturales y económicas presentes en la mayor parte de las regiones.
Con un cierto desencanto, en lo relativo al asunto de la explica-
ción y medición de las desigualdades, Cuervo y Morales concluyen
que ninguno de los trabajos sobre México explica las disparidades
entre regiones y que se concentran, más que en la explicación, en
la aplicación de recursos estadísticos para medirlas (tal es el caso
de los de Francisco Pamplona, Gustavo Osuna, Delfina Delgadillo y
Carrillo Huerta). Solo dos autores declaran explícitamente su marco
teórico para el análisis del problema: Esquivel aplica la metodología
de la hipótesis de la convergencia; mientras que Hernández Laos opta
por la hipótesis de Williamson y la explicación de Lydall,3 respecto
a que la causa de las desigualdades regionales está en los recursos
tecnológicos de los que cada región dispone. Pero también Delgadillo

3. La hipótesis de J. G. Williamson parte de la relación entre el dualismo regional y el


desarrollo económico nacional basada en dos premisas: 1º. La disparidad en las rentas
regionales y un dualismo Norte-Sur, “propio” de las primeras etapas del desarrollo; y
2º. La convergencia regional y la desaparición de la problemática Norte-Sur, típicas
de una etapa más madura de desarrollo y crecimiento. Por otro lado, la explicación de
Lydell se centra en que la causa principal de las desigualdades regionales depende de
los recursos tecnológicos de los que cada región dispone (cit. en Cuervo y Morales,
2009: 371 y 376).

[ 210 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

y Torres ofrecen una explicación, tomando como indicador de las des-


igualdades la participación regional dentro del producto interno bruto
(pib) nacional, intentan aclarar que estas se derivan del destino de la
inversión pública a las regiones y de la inversión extranjera directa.
El otro intento de explicación es el de José Ávila, que sugiere que la
estrategia para la reducción de las desigualdades reside en la recupe-
ración del dinamismo del mercado interno.
Cuervo y Morales concluyen, luego de su revisión a los nueve tra-
bajos, que el análisis desde la perspectiva regional es el más revelador
para el estudio de las desigualdades, porque permite encontrar medi-
das de ingreso medio y de distribución más representativas, además de
mostrar que son resultado de las relaciones económicas entre comu-
nidades en un periodo dado y que dicha problemática es compleja y
está inserta en los procesos económicos y sociales contemporáneos.
Como resultado de los trabajos realizados por la Red de Investi-
gadores en Gobiernos Locales Mexicanos (iglom), se editó en 2004 el
documento titulado Bases para una reforma constitucional en materia
municipal, que fue presentado a la Comisión de Fortalecimiento del
Federalismo de la Cámara de Diputados. El objetivo de dicho docu-
mento era el de “contribuir a la definición de los principios constitu-
cionales que establezcan nuevas bases institucionales para el munici-
pio en México” (iglom, 2004: 5).
En la esencia de los cambios propuestos al Congreso se encuen-
tra la demanda de que las reformas estuvieran fundamentadas en las
necesidades contemporáneas de la institución, la consolidación de la
democracia y la concepción de lo local como eje del desarrollo nacio-
nal. Por ello, la propuesta incluye una perspectiva histórica que da
cuenta del profundo y diverso debate, así como de las experiencias que
en torno al municipio se han dado en México, lo que permite visuali-
zarlo como parte de un marco legislativo contemporáneo a partir de la
Constitución de 1857 y en un contexto de larga duración. La estructura
del documento la componen tres apartados que consideran, a su vez,
tres dimensiones: 1. La dimensión histórica y conceptual en la que
se analiza el debate legislativo desde la Constitución de 1857 hasta la
Constitución de 1917; 2. La dimensión política, que revisa y analiza la
modernización municipal en relación con el ejercicio efectivo de la
democracia local (autogobierno y autonomía) y el desarrollo de la ciu-
dadanía; y 3. La dimensión administrativa-hacendaria, que se enfoca a

[ 211 ]
Lorena Cortés Manresa

los temas de la reforma en cuanto a alcanzar la meta de modernización


operativa e instrumental y de autonomía administrativa.
En cuanto a la dimensión histórica, el debate se ha desarrollado a
partir de dos paradigmas conceptuales: el “estrecho” del federalismo
tradicional, para el que el municipio y su definición correspondían al
régimen interior de los estados; y el “ampliado”, que avanzó hacia la
inserción de la libertad municipal en la Constitución; este paradigma
ha sido el predominante, pero no alude a una importancia teórica,
sino a la polémica en torno a un proceso político y práctico que puede
llegar a ser de conflicto social. El documento refiere que si bien el
municipio fue reconocido como libre desde la Constitución de 1917
en sus artículos 3 y 115, de facto no dejó de ser objeto del “régimen del
interior” de los estados, y no fue sino hasta 1983 que se dio el recono-
cimiento constitucional pleno, en la medida en que se definió como
institución del Estado nacional (iglom, 2004: 13). La conclusión es que
la constitución debe consolidar la congruencia respecto al municipio
y desarrollar dicho concepto, con sus implicaciones consecuentes,
fundado en el concepto democrático de soberanía popular (iglom,
2004: 14). Debido a que el pueblo ejerce también su soberanía por
medio del ayuntamiento, de ahí se deriva el municipio como institu-
ción componente de la estructura del Estado y como institución de
gobierno propia. También se alude al reconocimiento de la categoría
de municipio indígena, como un componente específico del ámbito
de gobierno, de consideración necesaria por los poderes estatales y
federales, además de remitir a los constituyentes estatales a principios
administrativos y de organización territorial para lograr su integración
política. Por último, la propuesta llama la atención respecto del princi-
pio de diversidad institucional municipal, lo que implica la coherencia
en el diseño de los planes propuestos por los estados y la federación,
frente a la heterogeneidad demográfica y socioeconómica de los más
de 2,300 municipios del país.
En el aspecto de la dimensión política, la propuesta resalta las
bases democráticas del autogobierno local como condición necesaria
para el ejercicio concreto de los derechos políticos de los ciudada-
nos concretos desde el ámbito municipal. Se propone el desarrollo
de instrumentos de modernización de la democracia municipal que
modifiquen los sistemas electorales municipales o los mecanismos de
integración de los ayuntamientos, consolidando los derechos políticos

[ 212 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

ciudadanos, el control democrático del gobierno y la rendición de


cuentas. Se pone el acento en la necesidad de introducir disposiciones
que fundamenten la profesionalización del servicio público de carrera
municipal para que, entre otras cosas, se consoliden las instancias
de planeación municipal. También señala la necesidad de incluir en
el texto constitucional el reconocimiento a formas de organización
ciudadana distintas de los partidos políticos (organizaciones comu-
nitarias tradicionales, asociaciones políticas locales o candidaturas
independientes). Lo esencial de la propuesta reside en resaltar la cali-
dad de la representación política y la posibilidad y consolidación de
formas alternativas de organización de la política municipal; por ello,
considera relevante intensificar, diversificar e institucionalizar los pro-
cedimientos de participación ciudadana y vecinal en los municipios,
orientando su contenido hacia formas más amplias y coherentes con
los principios contemporáneos de la democracia participativa.
En lo relativo a la dimensión administrativa y hacendaria, el docu-
mento se enfoca en la eficiencia del uso de los recursos públicos. Se
señala también una serie de factores internos y externos que limitan
su consolidación y estabilidad como prestadores de funciones y ser-
vicios públicos (las restricciones de las legislaturas estatales a los
ayuntamientos; la creación de entidades para municipales o restric-
ciones por contratación de deuda, etc.); debido a ello, la propuesta
considera incluir los elementos constitucionales que permitan la esta-
bilidad y consolidación administrativa de los ayuntamientos, junto con
estímulos a su funcionalidad eficiente y responsable, principios que
le permitan fortalecer la autonomía administrativa municipal, para
ampliar su capacidad de decisión en procesos de innovación y reforma
administrativa, así como el acceso a recursos alternativos y finalmente
principios que permitan bases funcionales de coordinación y coope-
ración intergubernamental, con estados y la federación –guiada por
los criterios de eficiencia, eficacia y subsidiaridad–, así como aquellos
que fundamenten la cooperación internacional (iglom, 2004: 38). En la
propuesta queda expuesto que la autonomía en materia administrativa
implica la capacidad de autogestión para reglamentar su estructura
orgánica, con atribuciones para la creación, modificación y supre-
sión de instancias administrativas, incluyendo las paramunicipales. A
partir de dicha labor de autogestión, el municipio debe contar con la
facultad para plantear acuerdos de cooperación con otros ámbitos de

[ 213 ]
Lorena Cortés Manresa

gobierno (relaciones intergubernamentales), así como con entidades


internacionales, con el objetivo de mejorar las condiciones de vida
de sus habitantes a partir de proveerles de servicios en forma más
eficiente. Incluye también, de nuevo, el acento en la profesionaliza-
ción del sistema de servicio público (ingreso, promoción) que tome
en cuenta criterios como la experiencia, la calificación y la eficien-
cia en el desempeño, tomando en cuenta la equidad de género y la
inclusión social. La propuesta también sugiere incluir un principio
general de planeación que fije los parámetros de las funciones y ser-
vicios municipales y defina objetivos (de mediano y largo plazo), con
validez jurídica que trascienda el periodo de los ayuntamientos, con
sustento técnico y democrático. Como parte del reconocimiento a la
autogestión municipal, la propuesta sugiere facultarlos para establecer
tasas, cuotas, tarifas etc., sustentados en un reglamento hacendario que
cumpla con los principios de legalidad y les permita aplicar los recur-
sos a las necesidades locales con mejor proporcionalidad y equidad.
A lo largo del siglo xx, se constata que los Estados no han desa-
rrollado los conceptos duales de la libertad municipal, a saber: el
autogobierno y el reconocimiento de su autonomía. Debido a ello, la
conclusión es que es imperativo que la Constitución haga explícito
el vínculo entre la soberanía popular, el municipio y su autonomía
como una garantía constitucional, así como reconocer la categoría de
municipio indígena como un componente específico del ámbito de
gobierno, de consideración necesaria por los poderes estatales y fede-
rales para lograr su integración política; y que se adopte el principio
de diversidad institucional municipal para el diseño e instrumentación
coherente de los planes, programas y acciones. La propuesta de la
Red de Investigadores parte de la premisa de concebir al municipio
como una institución más coherente en la estructura del Estado y
como parte del continuum de un verdadero sistema federal mexicano.
Apuestan por la idea de un municipio evolucionado en su estructura
democrática, que ejerza de facto el autogobierno y se caracterice por
ser responsable, funcional y eficiente, un proveedor de calidad y equi-
tativo en sus responsabilidades públicas.
Tonatiuh Guillén, como parte de la Red iglom, presenta varias
reflexiones que redondean las propuestas del documento de 2004,
en un texto presentado como conferencia en el viii Congreso de la
Red de Investigadores en Gobiernos Locales Mexicanos (iglom), el

[ 214 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

25 de septiembre de 2013 en la Universidad de Guadalajara, titulado


“Hubo una vez la revolución. Hoy es tiempo de contrarreformas”.4
En dicho documento, que tiene como objetivo presentar una mirada
a mediano plazo sobre el municipio mexicano y su relación con los
temas actuales, su atención se concentra en la dimensión local de la
gestión pública municipal derivada del contexto de la descentraliza-
ción, luego de la crisis de 1981, y de la reforma constitucional al artículo
115 que delega en el municipio las capacidades para resolver desde
lo local las demandas de sus habitantes. En esa perspectiva micro,
Guillén resalta aspectos como la ruptura del sector empresarial con
el régimen político y la ruptura de la sociedad agraviada a principios
de los años ochenta, rupturas que se manifestaron en cada región a su
propia escala, alude específicamente a la región norte del país, donde
los estados de Chihuahua, Sonora y Baja California ejemplificaron
un movimiento de oposición al régimen político. Guillén menciona
que entre 1982 y 1983 las consecuencias de la crisis no permitieron al
gobierno federal continuar con el gasto público, por lo que tuvo que
hacer ajustes en salud, educación, infraestructura, etc.; a este reaco-
modo de las finanzas públicas le denomina “desfederalización” de
las regiones. Resalta la ciudadanía como hecho social práctico que
genera toda una nueva dinámica social, una oleada que asumió inter-
venir en los asuntos públicos y que surgió de las regiones, las que
experimentaron el proceso de manera distinta a partir de sus actores,
sus condiciones materiales y su transición (pone de ejemplo a Chia-
pas y el neozapatismo, y a Baja California con su escenario electoral
alternativo). Su visión desde lo local permite a Guillén visualizar una
serie de cambios en relación con el municipio: que derivara del voto
ciudadano; la alternancia en los gobiernos municipales; la irrupción
del gobierno municipal en la esfera pública con la apropiación de las
agendas locales; las relaciones y la política intergubernamental, entre
otros. A manera de conclusión Guillén refiere que el municipio repre-
senta una tensión y un desfase acumulado y que demanda una trans-
formación, una modernización para que mejoren los instrumentos
para definir la agenda local con pluralidad y participación ciudadana.

4. Debido a que el texto proporcionado por el autor se encuentra en revisión para la


edición, se resumen solo los planteamientos generales y sus conclusiones en relación
a las regiones y al enfoque regional.

[ 215 ]
Lorena Cortés Manresa

Los dos textos de Alba Vega, que forman parte del volumen La glo-
balización desde abajo. La otra economía mundial, ponen en el centro
del análisis de los estudios sobre globalización un tema que, desde
su punto de vista, es indispensable para enfocar adecuadamente la
problemática del sistema mundial: la incorporación de la perspec-
tiva de este proceso visto “desde abajo”, “tal y como la experimenta
la mayoría de los habitantes del mundo” (Mathews y Alba, 2014: 6).
A esta globalización desde abajo la define como “el flujo transnacio-
nal de personas y bienes que implica sumas de dinero relativamente
pequeñas y transacciones informales, a menudo cuasi legales o ilega-
les, frecuentemente relacionadas con el ‘mundo en desarrollo’, pero
que, en realidad, son evidentes en todo el mundo” (Mathews y Alba,
2014: 6). Lo que en estudios anteriores había sido denominado por
diversos autores como “economía informal”, “comercio informal” o
“sector informal”, para Alba Vega, y los autores con quienes comparte
la coautoría de La globalización desde abajo, la verdadera globalización
viene desde abajo, término que considera más preciso porque refleja
la situación evidente de la dilución de las economías nacionales en el
marco de la globalización. En otras palabras, la globalización desde
abajo describe las actividades y estrategias de supervivencia que uti-
lizan los millones de personas en el mundo que no forman parte de
las nóminas como trabajadores asalariados, que sobreviven de lo que
generan cotidianamente; de los que sobreviven en el margen de la
legalidad porque no pueden acceder al estatus y las formas de vida de
los que experimentan la globalización desde arriba. Ribeiro denomina
a estas dos caras: el sistema mundial hegemónico (desde arriba) y el
sistema mundial no hegemónico (Mathews y Alba, 2014: 11).
En la “Introducción” al libro La globalización desde abajo, Mathews
y Alba resumen los doce capítulos que componen el libro en los que
se muestra el interés compartido de los trece autores por exponer los
enfoques metodológicos y las reflexiones en torno al estudio de una
realidad que visualizan cómo el futuro que mantendrá el equilibrio
entre 15% más rico de la población mundial y el resto.
Desde la perspectiva de la globalización desde abajo, los colabo-
radores proponen sus enfoques (a partir de sus estudios de caso) y
coinciden en las siguientes premisas:
1. Que la globalización desde abajo se ha esparcido por todo el
mundo en los años recientes como una consecuencia de ciertas

[ 216 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

transformaciones clave de la economía mundial (la liberalización


y la desregulación, particularmente en China), de la política (el
desarrollo de la democracia liberal y el derrumbe de la Unión
Soviética y el bloque socialista), de la sociedad (la diseminación
de la pobreza y la desigualdad y la emigración internacional en
masa) y de la tecnología (la revolución de las tecnologías de la
información y la comunicación).
2. Que la última transformación, la tecnológica, incluye internet,
grabadoras de discos compactos (cd) y discos de video (dvd); así
como la facilidad del transporte de mercancías y personas. En
forma conjunta, permiten la producción, copia, transferencia y
consumo de mercancías con rapidez, a bajo costo y de una cali-
dad aceptable para ofrecerlas a los consumidores que no pueden
acceder a productos de marca original.
3. Que la globalización desde abajo no se puede medir en términos
estadísticos (como las actividades de los agentes de la globalización
desde arriba) porque la información disponible no es confiable, sino
solo aproximaciones, debido a que buena parte de las actividades
desarrolladas en dicho contexto evaden las leyes de los Estados y la
normatividad de las transnacionales, y están fuera de sus aparatos
institucionales de medición económica; ya que se encuentran en el
margen de la legalidad o son consideradas ilegales.
4. Que los métodos cuantitativos tradicionales empleados por los
economistas formales solo les permiten “adivinar” lo que sucede
en la globalización desde abajo, pero con ellos no pueden acceder
en forma directa a la problemática que implica las estrategias de
supervivencia cotidiana.
5. Que a partir de la experiencia de los que “suelen trabajar más cerca
del suelo” (antropólogos, sociólogos y geógrafos, entre otros), se ha
verificado la utilidad del método etnográfico como el más adecuado
para el enfoque detallado en la gente que vive en un lugar en par-
ticular y la posibilidad de vincular las prácticas de supervivencia
cotidiana de esas personas con las conexiones mundiales de sus
formas de vida (“etnografía”: el puente metodológico que permite
vincular las formas de vida “locales” y su conexión a lo “global”).
6. Que la globalización desde abajo puede estudiarse desde los
siguientes puntos de vista propuestos por los autores: a) Siguiendo
las rutas comerciales a través de los puntos de anclaje (tal como lo

[ 217 ]
Lorena Cortés Manresa

propone Pliez); b) Siguiendo la cadena y el tránsito de una mer-


cancía (trabajo de Aguiar); c) Investigando escenarios particula-
res (como los casos de 1. Rabossi, que estudia Ciudad del Este,
Uruguay, y su función como centro de suministro de mercancías
importadas a Brasil; 2. Mathews que aborda el estudio de las man-
siones Chungking en Hong Kong, desde el punto de vista de la
ideología; y 3. Telles, que analiza el caso de São Paulo a través
de los lentes de lo legal y lo ilegal, entrelazados al mundo de la
globalización desde abajo); d) A través de las personas que des-
empeñan funciones específicas en el sistema (estudios centrados
en las voces de los actores involucrados en el proceso, como los
casos presentados por 1. Smart, que reconstruye el proceso de
circulación de capitales a través de una familia de inversionistas
de Hong Kong que invierten en China; 2. Milgram, quien realiza el
seguimiento a un pequeño grupo de empresarios filipinos en sus
viajes de Filipinas a Hong Kong; 3. Gauthier, que estudia los fayu-
queros que operan entre Ciudad Juárez/México y El Paso/Texas; 4.
Yang, quien estudia a los comerciantes africanos de Guangzhou; 5.
Bandyopadhyay, nos lleva a conocer a los vendedores ambulantes
y los centros comerciales de Calcuta; 6. Shepherd, penetra en la
realidad de los comerciantes callejeros de Washington y 7. Alba,
observa y analiza el trabajo cotidiano y “gremial” de los ambulan-
tes de la Ciudad de México).

En el capítulo 12 del volumen La globalización desde abajo, Alba Vega


presenta “La política local y la globalización desde abajo: los líderes
de los vendedores ambulantes de las calles del centro histórico de la
ciudad de México”, en el que estudia, desde la dimensión política y el
desarrollo de la globalización desde abajo, cómo es que a pesar de las
prohibiciones legales para el comercio ambulante en el denominado
“perímetro A”, se encuentran al menos 20,000 vendedores que expen-
den cotidianamente desde comida (sin autorización de salubridad),
discos compactos y DVD piratas (sin pagar luz), ropa, zapatos, etc.
Alba parte de la hipótesis de que son las condiciones políticas las que
hacen posible la venta de mercancías legales e ilegales en el centro
histórico de la Ciudad de México; y resalta la importancia de recono-
cer este aspecto debido a que ha sido poco estudiado por quienes se
han dedicado al estudio de la globalización desde abajo.

[ 218 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

Empleando el enfoque que rescata la experiencia de la globaliza-


ción desde la perspectiva de los individuos que desempeñan funciones
específicas, Alba reunió para su muestra cien entrevistas a líderes de
vendedores ambulantes, sus consejeros, los tenderos y vendedores,
además de dos encuestas aplicadas a 750 vendedores; todo ello para
concentrar su estudio en las formas de organización política desa-
rrolladas por ellos para obtener, usar y distribuir el espacio público
(escenario del debate entre los vendedores) y en las mercancías legales
e ilegales que venden.
En el análisis del caso, Alba encuentra, como característica de
estos vendedores, la gran adaptabilidad al cambio de productos de
acuerdo con la demanda y la moda, y tipifica en tres los productos
que venden: “los producidos en la economía de México, tanto ‘formal’
como ‘informal’, los importados legalmente y, en fin, los importados
mediante el contrabando y la piratería, los cuales constituyen la mayor
proporción de las mercancías” (Alba, 2014: 3). Señala que principal-
mente, a partir del decenio de 1990, aumentaron las ventas callejeras y
que un alto porcentaje de las mercancías provienen de China. En 2007,
Alba detectó a 69 organizaciones de ambulantes que, a diferencia de
otras ciudades latinoamericanas, en la Ciudad de México más de la
mitad están encabezadas por líderes femeninos (Guillermina Rico y
Alejandra Barrios, en el centro histórico de la ciudad, y María Rosete,
en el barrio de Tepito).
Uno de los aspectos que resalta Alba, respecto a la existencia y
aumento del comercio ambulante en la Ciudad de México, es que son
un producto histórico, resultado de tres transformaciones ocurridas
durante la segunda mitad del siglo xx: “la transformación demográfica,
una crisis económica y sus consecuencias y la transición política”
(Alba, 2014: 8). Resultado de su investigación de campo, Alba pudo
reconstruir las trayectorias de los actores del ambulantaje: nacidos
en la capital y sus alrededores, personas con problemas familiares,
que sufrieron abandono u orfandad, habitantes de las vecindades más
precarias en condiciones de hacinamiento y en pésimas condiciones
sanitarias. Específicamente en el caso de las lideresas, las constantes
arrojadas, además de las citadas fueron las siguientes: haber trabajado
en las calles desde pequeñas (seis o siete años), haber vendido desde
alimentos hasta fayuca pasando por dulces y chocolates, cosméticos o
artículos escolares; y haber quedado embarazadas en la adolescencia

[ 219 ]
Lorena Cortés Manresa

y tener que trabajar para mantener a su familia. Alba detectó que las
lideresas aprendieron que es necesario el capital político para ejercer
el poder, ya que a partir de la acumulación de experiencias (tratar
a los burócratas, los policías, encontrar asesores políticos, etc.), del
establecimiento de relaciones, contactos y conocimientos prácticos,
son los “activos intangibles” con los que pueden obtener condiciones
más idóneas para el desempeño de sus labores cotidianas. En cuanto
a las funciones que desempeñan, las lideresas se encargan de ejercer
el control sobre el espacio urbano de su dominio (por ejemplo, no
permitiendo la cercanía de dos vendedores con el mismo producto), de
vigilar los intereses de los vendedores ambulantes y sus relaciones con
los comerciantes establecidos, los clientes y los transeúntes, así como
el asunto de los beneficios sociales a sus afiliados (como guarderías,
protección a los mendigos y desempleados, etcétera).
Es un hecho, desde el análisis propuesto por Alba, que el comer-
cio callejero necesita organización y debe ser regulado por el Estado,
pero para que las medidas regulatorias sean efectivas, el Estado debe
involucrarlos. En resumen, Alba señala que el aumento del comercio
ambulante en la Ciudad de México es resultado del contexto mundial
y el nacional que se deriva de transformaciones demográficas, eco-
nómicas, sociales, tecnológicas y políticas, pero esencialmente de los
cambios demográficos y su impacto en la mano de obra. Hace énfasis
en que tanto el comercio a pequeña escala como la emigración a los
Estados Unidos siguen siendo las dos palancas fundamentales para “el
ajuste desde abajo” al modelo económico globalizador.
Este ajuste depende en gran medida de la organización social,
el medio por el cual pueden consolidarse políticas que motiven un
escenario de mayor equidad para los sujetos dedicados a las prácti-
cas comerciales de supervivencia. Tal como lo señala Alicia Ziccardi,
son las organizaciones y movimientos urbanos (como el caso de las
organizaciones de vendedores ambulantes de la Ciudad de México)
los que han demostrado su capacidad para enfrentar la adversidad
en el medio urbano a través de: 1) organizar el trabajo colectivo para
la autoconstrucción y la introducción de servicios básicos; 2) actuar
como intermediarios y gestores ante las autoridades competentes;
3) ser un espacio para la formación y desarrollo de líderes populares
(“Las ciudades y la cuestión social”: 115)

[ 220 ]
El retorno de la mirada a las regiones. reflexiones en torno
al análisis regional contemporáneo en México

Las dificultades para el acceso a espacios laborales formales,


así como las condiciones sociales desiguales favorecen el manteni-
miento de las actividades que sostienen la globalización desde abajo
que, dicho en la “Introducción” a La globalización desde abajo, esta se
vislumbra como el factor que contribuirá al equilibrio en esta econo-
mía mundial desigual, postura con la que no coincidimos. Mantener
dicha globalización implica mantener en condiciones de precariedad
la vida de millones de personas en el planeta, siguiendo las reglas del
juego impuestas por la explotación y desposesión promovida por el
capitalismo.

A manera de conclusiones

En los estudios revisados podemos identificar algunas temáticas recu-


rrentes que se vinculan a la problemática regional, tales como desa-
rrollo y democracia, que se manifiestan en el abordaje de temáticas
relativas a la dinámica económica (Alba, vendedores ambulantes),
al estudio de las desigualdades (Cuervo y Morales), a la esfera de la
alternancia política (Preciado) y al federalismo (Guillén).
Son varios rasgos comunes los que presentan los textos respecto
a la región:
1. Que el estudio de la región demanda analizar dichas realidades
con nuevos ojos y nuevas preguntas.
2. Que la región no se define únicamente a partir de un criterio espa-
cial, sino por una cualidad de contigüidad.
3. Que el estudio de la región demanda del investigador la expe-
riencia para identificar y elegir la aplicación de la escala más per-
tinente definida por el objeto de su estudio y por las dinámicas
internas que presenta dicha región.
4. Que la región es mucho más que el recipiente de una experiencia
común de las rutinas cotidianas.
5. Que la historicidad y variabilidad de las formaciones regionales y
su concreción geográfica responde a momentos específicos (sin-
crónicos) de su desarrollo.
6. Que en el estudio de las regiones, el investigador debe contemplar
la presencia de los actores que son la evidencia de las relaciones
de los individuos con los distintos subsistemas que las componen.

[ 221 ]
Lorena Cortés Manresa

7. Que en el estudio de las regiones es necesario incluir el uso de


representaciones gráficas o mapas que permitan explicar visual-
mente las relaciones o problemáticas que se presentan en dicho
espacio.

Ya sea por los rasgos o patrones culturales, por una práctica lingüís-
tica, por especies en un ecosistema, por los recursos de un área o su
población, por los niveles de desarrollo, por los procesos electorales y
las prácticas democráticas, por ser espacios vividos distinguibles por
ciertas especificidades o por contener en su interior una población
con sus formas peculiares de supervivencia y sus configuraciones sim-
bólicas, la región se mantiene como un valioso recurso metodológico
por su capacidad heurística. Las regiones siguen siendo buenas para
pensar porque su complejidad representa un reto y un estímulo para la
curiosidad y la imaginación del científico social. Contigüidad, el enfo-
que de lo local, el rescate de las categorías naturales de la experiencia,
la identificación de las relaciones y vínculos, los procesos simultáneos
de integración horizontal de los subsistemas y su articulación vertical,
son los componentes que nos permiten visualizar y definir la región.
Sin duda el requerimiento de un enfoque transdisciplinar se hace
más necesario que nunca, porque permitirá incorporar ―siempre a
partir de hipótesis claras que sirvan de guía en el trayecto― los méto-
dos, saberes y hallazgos que diversas disciplinas pueden ofrecer para
la comprensión del estudio de temáticas concretas en las regiones.

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[ 224 ]
Tercera parte
Región, conflicto y desigualdad
socioterritorial
Las resistencias en la región
desde la larga duración

Rubén Martín Martín1

“Pelearon también, y con tanta osadía, que hubo muchos


indios que uno solo dellos hacia rostro a uno de caballo,
y les tomaban de las lanzas, y con las macanas que traen,
que son una porras, dellas de piedra, dellas de madera,
les daban buenos palos, y otros, con dos y tres lanzadas,
se asían, de los frenos de los caballos y con los arcos
daban de palos… dicen los que se han hallado con esta
gente en la nueva España y en otras partes, juzgan no
haber visto más osados ni más valientes indios questos;
las armas que traían eran arcos y flecas y macanas y espa-
das de dos manos de madera y algunas hondas y rodelas,
y muy emplumados y teñidos”.

(Descripción de la batalla por la conquista de Tonalá,


en Yáñez, 2001: 59).

“En el breve motín, los hombres gritaron que no eran


borregos y que no querían ser contados, y dos mujeres
indias llamaron al teniente ‘teniente de mierda’”, en su
cara.

(Descripción del motín de los pueblos indios de


Zacoalco en 1756, en Taylor, 1990: 206)

1. Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara,


generación 2013-2017.

[ 227 ]
Rubén Martín Martín

Las resistencias desde la larga duración

El fenómeno de las resistencias frente al despojo, aunque ahora apa-


rezca como un asunto de moda, no es novedad y, de hecho, no se trata
de un “nuevo” movimiento social. Por el contrario, podríamos decir
que estamos ante la presencia, discontinua pero permanente, del con-
flicto social más añejo en la historia de lo que ahora llamamos México
y que antes tuvo otras denominaciones… las resistencias. Me parece
que lo que los historiadores han llamado resistencias (Romana Falcón,
Leticia Reina, a Fogle Eaton para Jalisco, etc.) es lo que los sociólogos
han llamado movimientos sociales y más recientemente, de acuerdo
con ciertas perspectivas, luchas socioambientales. Si nos situamos en
una mirada desde la larga duración, que retome tanto la historia como
la sociología y antropología de las resistencias, podrá verse que las
luchas sociales del pasado guardan semejanza con las del presente, y
viceversa. Los sectores dominados que han habitado y producido el
territorio mesoamericano tienen una larga y extensa tradición de resis-
tencia y lucha. Según Durand (2009), fueron miles los enfrentamientos
armados que existieron entre los pueblos indígenas y los españoles. Un
estudio centrado solo en la región norte de Nueva España, elaborado
por Mirafuentes Galván (1975), encontró al menos 550 luchas indíge-
nas entre 1680 y 1821 (cit. por Durand, 2009: 472). Es fácil proyectar a
miles las luchas y resistencias de los pueblos mexicanos si ampliamos
el recuento al menos al inicio de la conquista (1521) y la extendemos
a todo el territorio que la Corona española fue despojando, desde su
llegada a este continente, a los pueblos mesoamericanos.
De acuerdo con una “breve cronología de las rebeliones y luchas
indígenas más importantes librada en México entre los años 1523 y
1775”, Durand registra al menos 88 episodios de resistencias, en un
recuento basado en una revisión extensa de repositorios en el Archivo
General de la Nación (AGN) y en la consulta de una parte importante
de la historiografía que se ha dedicado al estudio de las resistencias
de los pueblos originarios (Durand, 2009: 472-478). Al menos diez de
esas luchas indígenas reseñadas por Durand ocurrieron en el occi-
dente mexicano, en los territorios denominados la Nueva Galicia, y
que ahora corresponden a los estados de Jalisco, Nayarit, Zacatecas y
parte de Durango (en otro apartado se detallarán dichas rebeliones).
Los pueblos indios resistieron la dominación española mediante una

[ 228 ]
Las resistencias en la región desde la larga duración

diversidad de estrategias de resistencia, refiere Durand, entre ellas: 1)


el sitio, 2) la guerrilla, 3) la negación del tributo, 4) el levantamiento
de trincheras en lugares inaccesibles, 5) la emboscada, 6) y la rebelión
(Durand, 2009: 472).
Friedrich Katz propone un marco general para el estudio de las
revueltas rurales en México, desde la época de los aztecas, hasta la
revolución mexicana. En este trabajo el historiador austriaco sostuvo
que en México hay un mayor número de revueltas campesinas que
en otras regiones de América Latina, y que dichas rebeliones están
presentes incluso antes de la conquista española.

¿Son únicos los campesinos mexicanos dentro de América Latina en términos


de su proclividad a la revuelta? Lo han sido en épocas limitadas de la historia
de México: tal vez los cinco siglos que precedieron a la conquista española
de México, los años que van de 1810 a 1820 y de 1840 a 1870 lo que ante todo
distingue a los campesinos mexicanos no es tanto el número de sus levan-
tamientos como su grado de participación en las revoluciones nacionales
(Katz, 1990: 23)

Katz sostiene que la conocida alianza entre algunos pueblos del centro
de México con los españoles para enfrentar a los aztecas fue en rea-
lidad un “levantamiento popular contra la élite gobernante prehispá-
nica” (1990: 9). Para este autor, las revueltas que dieron fin al dominio
azteca en el México hacia la llegada de los españoles, fue semejante
a las revueltas rurales ocurridas entre 1810 y 1934. Otro patrón de las
revueltas y rebeliones indígenas y campesinas que establece Katz es
que en México (a diferencia de Perú con los pueblos incas) hubo más
paz y estabilidad en la mayor parte del territorio y tiempo colonial,
debido a que la Corona española decidió conservar las comunidades
indígenas por dos razones: para hacer contrapeso a los terratenientes
españoles y mexicanos, y para quedarse con los tributos y el trabajo
que le proporcionaban los pueblos libres. No obstante, esa Pax Hispa-
nica se resquebrajó hacia fines del siglo xviii cuando la Corona espa-
ñola, en crisis financiera y política, intentó aumentar la explotación y
la tributación de los pueblos indios. Tras la independencia, alcanzada
en buena medida justo por la revolución campesina, el naciente Estado
mexicano, debilitado y aliado a los hacendados y despojadores de tie-
rras, no pudo contener otro ciclo de revueltas campesinas a lo largo
del siglo xix y que luego derivó en la revolución mexicana.

[ 229 ]
Rubén Martín Martín

Pero no toda Mesoamérica vivió el mismo patrón. Los pueblos


“fronterizos de Nueva España”, y en él se incluye el occidente meso-
americano, vivió una “violencia endémica”, es decir, las revueltas se
mantuvieron constantes. Una muestra de esa tenaz resistencia, señala
Katz, es que, si bien “la mayoría de los rebeldes campesinos sufrieron
derrotas militares”, hubo “excepciones notables”, como las comuni-
dades rebeldes de las riberas del lago de Chapala (Katz se refiere al
sitio de la isla de Mezcala mantenido por los insurgentes de fines de
1812 a fines de 1816), la tribu yaqui de Sonora y los mayas de Yucatán
(Katz, 1990: 18).
El texto de Katz es la introducción a un volumen colectivo de
catorce estudiosos expertos en temas de historiografía sobre revuel-
tas campesinas. A partir de estos trabajos, Katz ofrece una lectura del
patrón de revuelas campesinas en la historia de México:
1. Sobre los sujetos de las revueltas, nos dice que las comunidades
de los pueblos (mayoritariamente indios) fueron las protagonistas
de las revueltas locales y revueltas regionales, tanto en el periodo
colonial como en el siglo xix; en otros periodos las revueltas nacio-
nales fueron encabezadas por otros sectores campesinos.
2. Las causas de las rebeliones campesinas variaron en el tiempo y
el espacio mexicano, aunque en la época prehispánica, así como
durante el dominio español predominaron las cuestiones relativas
a la exacción de impuestos, los tributos y la autonomía local y
religión motivaron en mayor medida los alzamientos. En los siglos
xix y xx los asuntos de tierra y los derechos de agua predominaron
por sobre otras causas.
3. A lo largo de varios siglos en la historia de las revueltas rurales
en México han existido continuidades y discontinuidades. Una de
las continuidades consiste en “casi dos mil años de intentos del
Valle de México por dominar al resto del país y la resistencia de
las áreas periféricas a esos esfuerzos centralizadores” (Katz, 1990:
22). Entre las discontinuidades, Katz resalta la singularidad del
periodo colonial respecto a otros periodos de esta historia secular
de resistencias campesinas, pues “En todos los años de la histo-
ria mexicana documentados hasta ahora, el Estado central obtuvo
sus mayores éxitos en los siglos xvi y xvii en cuanto a contener la
inquietud rural y dominar el país”; aunque como sostienen Joseph
y Nugent, se trata de un “contención negociada” que deriva de

[ 230 ]
Las resistencias en la región desde la larga duración

la misma situación del antagonismo social y no una dominación


completa (Joseph y Nugent, 2002).
4. Esta historia de resistencias y revueltas consiguieron logros para
los habitantes del campo, sostiene Katz como cuarta conclusión
general de esta revisión: “a pesar de la derrota militar, los habitantes
del campo obtuvieron, por lo menos a corto plazo, mucho más con
sus levantamientos de lo que usualmente se supone” (1990: 23).

Como reflexión final de esta panorámica hacia los patrones de revuel-


tas campesinas en México, Katz resalta dos aspectos que me parecen
relevantes: la subestimación que usualmente se ha hecho de los cam-
pesinos como sujeto social en la historia del país, y el alcance nacional
que han tenido sus revueltas, muchas veces tachadas de localistas. “Los
ensayos muestran cuán errónea es la idea de que todos los alzamientos
campesinos de la historia mexicana fueron obra de rústicos primitivos
lanzados a una lucha sin esperanzas, con perspectivas limitadas a sus
pequeños pueblos” (Katz, 1990: 23).
Un ejemplo de los proyectos generales que se han pensado y pro-
ducido desde las resistencias y luchas campesinas fue el de los pueblos
de Morelos y otros estados del sur, encabezados por Emiliano Zapata
durante la revolución mexicana. El de Zapata, dice el autor: “Era un
proyecto que iba mucho más lejos. Tal vez por primera vez en la his-
toria de México, hubo un intento concreto de implementar un sistema
en que el Estado y la burocracia estuvieran controlados por la sociedad
civil” (Katz, 1990: 24).
Del lado contrario, hay experiencias de rebeliones y revoluciones
campesinas que terminaron como muchas otras rebeliones rurales en
el mundo: la sustitución de unos dominadores por otros, como bien
ha señalado James Scott (2014).

Recuento mínimo de resistencias en la región

Por alguna extraña razón que debe ser combatida, la sociedad del
occidente mexicano y del actual estado de Jalisco ha sido etiquetada
como conservadora, apática y sumisa. Nada más alejado de la reali-
dad. Las resistencias y luchas sociales que han desplegado los sujetos
y clases dominadas en Jalisco (o Nueva Galicia en el tiempo largo)

[ 231 ]
Rubén Martín Martín

son más ricas y constantes de lo que regularmente han reconocido la


academia, la historiografía y la misma narrativa de las organizacio-
nes que se autodenominan progresistas y de izquierda. La potencia
y diversidad de las luchas sociales en Jalisco se puede apreciar a lo
largo de su historia. No es una historia lineal, sino discontinua, pero
siempre marcada por las resistencias y luchas sociales que emergen
desde el antagonismo social.2 Para ver esta potencia de las luchas
populares en Jalisco hay que cambiar la mirada liberal, que mira desde
arriba, desde la cronología del poder y desde la narrativa del progreso
y desarrollo traído por el Estado y el capitalismo, es decir, por dueños
del poder y el dinero.
Si centramos la mirada en los sujetos que resisten, combaten la
dominación y buscan formas no controladas, es decir, autónomas, de
reproducción de la vida, el campo de visión de las luchas sociales de la
región se amplía notablemente. Esa otra mirada permite ver, a la vez,
el tiempo discontinuo del antagonismo social: la defensa del territorio
de los pueblos indios en la actualidad no tendría la fuerza que tiene si
no se alimentara de la resistencias frente a la invasión y la conquista
centenaria, como cuenta Yáñez en su extraordinario libro sobre los
pueblos del occidente de México (2001); la insurgencia sindical de la
década de los setenta (Sandoval y Vital, 1986), a su vez, se alimenta de
las luchas de las trabajadoras de la industria textil, como María Arcelia
Díaz que pelearon por los derechos de los obreros al despuntar el siglo
xx (Fernández Aceves, 2006); las actuales luchas contra la dominación

2. Entiendo por “antagonismo social” la permanente contradicción y conflicto que funda y


atraviesa una sociedad como la capitalista, un régimen de dominación “que tiene como
fundamento la apropiación de vida humana, mediada y ocultada por los dispositivos
del intercambio mercantil privado” (Roux, 2008). Tradicionalmente, en el pensamiento
marxista o ciertas corrientes de izquierda, se ha pensado que la categoría de lucha de
clases explica esta contradicción. Sin embargo, en esta concepción se cierra la categoría,
se piensa desde la estructura y se deja fuera a los sujetos que solo se constituyen en la
lucha. Hago mía la idea de John Holloway al respecto: “el concepto de lucha de clases
es esencial para comprender los conflictos actuales y al capitalismo en general; pero
solamente si entendemos clase como un polo del antagonismo social, como lucha, y no
sociológicamente como un grupo de personas” (Holloway, 2004: 10). De modo que, si
se pretende entender la dinámica de la lucha de clases de una sociedad, debe mirarse
desde el antagonismo social, el espacio-tiempo de despliegue de los sujetos de la clase.
“El capitalismo es inestable porque en sí mismo es antagónico. El antagonismo social
es la fuente del cambio social… La forma que asume este antagonismo constante es la
clave para entender cualquier sociedad de clases” (Holloway, 2007: 12).

[ 232 ]
Las resistencias en la región desde la larga duración

y contra el capitalismo, a su vez, se miran en las luchas antiautoritarias


de fines de la década de los sesenta y de los años setenta (Rentería et
al., 2014). Ya en el recuento de Durand (2009) sobre los 88 episodios de
resistencias ocurridos en México entre los años 1523 y 1775, se incluyen
diez que tuvieron como escenario el occidente mexicano:
1. Rebelión de los indios caxcanes en 1538, que mantuvo a pueblos
que habitaban los actuales estados de Nayarit y Zacatecas en resis-
tencia entre 1547 y 1600. Para dar cuenta del potencial de resis-
tencia que ofrecieron los pueblos de esta región, Durand dice: “A
diferencia de los núcleos sedentarios (maya, azteca, tlaxcalteca,
mixteco-zapoteca, etcétera) que fueron sometidos con relativa
facilidad, los chichimecas nunca fueron doblegados” (2009: 473).
2. Guerra del Mixtón en 1541-1542, conocida también como guerra de
los Peñoles o rebelión de la Nueva Galicia.
3. Rebelión de los guachichiles y guámares, 1550.
4. Rebelión de los zacatecos y guachichiles, 1561, que se caracterizó
por el uso de tácticas como la emboscada y el asalto.
5. Nueva rebelión de los guachichiles en 1570.
6. Sublevación de los indios de Guaynamota en 1584.
7. Rebelión de los tepehuanos en 1610.
8. Nueva rebelión tepehuana en 1616. “Su rápida propagación se debió
a que los tepehuanes se aliaron a coras y tarahumaras e incluso
con grupos de negros y mulatos”.
9. Ataque de los indios huicholes a Acaponeta en 1706.
10. Rebelión del indio Mariano en Nayarit en 1801.

Un punto de partida esencial para comprender las resistencias de la


región es el trabajo de Rosa H. Yáñez sobre los pueblos indígenas del
occidente mexicano entre 1524 y 1816. Se trata del trabajo más extenso
de registro de las luchas, resistencias, alzamientos, revueltas de los
pueblos de esta región frente al violento proceso de despojo, explo-
tación y muerte que implicó la conquista por parte de los españoles.
Gracias al exhaustivo trabajo documental, paleográfico y de traducción
de Yáñez (2001), sabemos que en esos 292 años ocurrieron al menos 16
rebeliones, revueltas, alzamientos. La obra de Yáñez ofrece un pano-
rama de conjunto a las resistencias ocurridas en el periodo colonial
del occidente mexicano, pero hay obras que se centran en particular
en alguna de esas luchas. Entre ellas se encuentra el trabajo de Miguel

[ 233 ]
Rubén Martín Martín

León Portilla (2005) sobre Francisco Tenamaztle, que cuenta las histo-
ria de quien fuera uno de los dirigentes de la llamada guerra del Miztón
(o Mixtón, según el autor), una de las grandes rebeliones en contra
del intento de conquista español, no solo del occidente, sino todo
México. Tenamaxtle fue detenido y enviado posteriormente a España
donde estuvo encarcelado. El libro de León Portilla rescata la defensa
que el dirigente indígena de Nochistlán hizo ante la justicia española,
con la ayuda de fray Bartolomé de las Casas. Philip W. Powell (1996)
hace un trabajo exclusivamente sobre otra de las grandes rebeliones
de los indígenas del occidente mexicano ante la conquista española:
la llamada guerra chichimeca que este autor registra entre 1550 y 1600.

Una región marcada por las resistencias

La revisión de conjunto que nos ofrecen estos trabajos historiográficos


obliga, sin duda, a cambiar la concepción que habitualmente se ha
tenido sobre la historia social y de las clases subordinadas en la región.
Este panorama general de los enfrentamientos, rebeliones, guerras,
motines de 1524 a la fecha, nos ofrecen pruebas contundentes de la
permanente resistencia que desplegaron los pueblos y comunidades
indígenas, primero ante la conquista, y posteriormente al intento de
imposición de su sistema de extracción del trabajo y los recursos de las
poblaciones a través de los tributos y del triple sistema de trabajo que
los colonizadores querían imponer: la encomienda, el repartimiento
y el trabajo asalariado libre.
Un primer ciclo de resistencias se produjo, como es obvio, ante la
violencia de la conquista. Fue una resistencia tenaz y sangrienta, pues,
de modo abrupto, un poder político imperial desconocido, con sus
leyes, su religión y sus armas llegó intempestivamente a despojarlos
de sus tierras, recursos, religión y formas de reproducción de la vida.
Sirva este testimonio de la entrada de Francisco de Cortés de San Bue-
naventura en 1525; luego de leerles la “memoria” y el requerimiento que
los españoles consideraban como el fundamento “legal” para quedarse
con los territorios o de ser el caso, para justificar la guerra:

[ 234 ]
Las resistencias en la región desde la larga duración

En dos días del mes de mayo, ante [e]l dicho visitador Francisco Vargas,
vesitó el pueblo de Xalipanga, que es por sí; que es en el valle Espuchimylco;
llámese el señor Auppiluli, el cual dijo que tiene xxi casas porque fue muy
destruido, y que le mataron mucha gente y quemaron todo el pueblo, y que
se murió la gente de hambre por las sierras, con la guerra que los españoles
le dieron cuando los conquistaron, y que no les quedó casa sana; y visto por
el dicho vesitador el dicho pueblo, lo halló todo quemado y destruido, y no
tiene sino algunos ranchos que están, y lo que le pareció que puede haber
hasta CL hombres, entre los árboles, y como de la guerra no estaban pacíficos,
temiéndose no volviesen a los acabar de destruir, no sembraron maizales,
aunque tienen tierra muy buena para ello (Yáñez, 2001: 55-56).

Por eso no debe sorprender que un proceso tan violento fuera resistido
con tanta tenacidad, como hicieron decenas de pueblos en el occidente
mexicano, dando así a algunas de las rebeliones más grandes tanto
frente a la conquista, como la guerra del Miztón y la guerra chichi-
meca, o rebeliones ante la dominación colonial como fue la rebelión
de los coanos de Aguacatlán, Xocotán y Ostotipaquillo (sic) en 1538 en
contra del abuso de los encomenderos (Yáñez, 2001: 70) y la resisten-
cia de los pueblos indios de Zacoalco en contra del padrón de cuentas
para el pago de tributos (Yáñez, 2001: 205).
El trabajo historiográfico de Yáñez que abarca el periodo de 1524
a 1816 arroja al menos 16 grandes rebeliones ocurridas en ese periodo
(la relación detallada está anotada en el “Anexo 1” de este ensayo).
Entre estas destacan la guerra del Miztón (1540-1542), la guerra chi-
chimeca (1548-1576), la rebelión de tepehuanos, varios grupos indí-
genas y negros (1616-1618), la resistencia ante la conquista del Nayar
(1671-1722) y la rebelión cora (1758). Hay que recordar, además, que
las resistencias de los pueblos de esta región obligaron a cambiar la
sede de la ciudad de Guadalajara en tres ocasiones, como ocurrió con
la incursión armada de caxcanes a Nochistlán en 1533, y la incursión
de caxcanes, tecuexes y zacatecos a Tlacotán, tres años después. Los
intentos españoles para asentarse en estos territorios no tuvieron tre-
gua por parte de los pueblos invadidos.
La guerra del Miztón, sostiene Yáñez, es considerada por los
expertos como “una de las mejor organizadas que tuvieron lugar en
el occidente colonial”, y que “esta ofensiva planeada amenazó seria-
mente a la comunidad fronteriza española e hizo temblar a toda la
colonia. La corona española debió enviar al mayor contingente armado

[ 235 ]
Rubén Martín Martín

hasta entonces movilizado para sofocar una rebelión.3 Miles de indios


insurrectos murieron en la rebelión (muchos se suicidaron antes) y el
castigo a los sobrevivientes “tuvo características de verdadera saña,
pues muchos fueron ahorcados, lapidados, descuartizados o aperrea-
dos”, otros fueron esclavizados y otros más reubicados forzosamente
en villas españolas y otra parte de la población decidió irse a zonas
montañosas del norte de la región, en territorio cora y huichol (Yáñez,
2001: 71-83).
Otra de las grandes rebeliones de la época fue la llamada guerra
chichimeca, desatada por el hallazgo de yacimientos de plata en Zaca-
tecas (1546), San Martín (1556) y Sombrerete (1558), lo que propició
que se reiniciara la colonización y el despojo de tierras y explotación
a los pueblos indios. Para enfrentar la rebelión indígena, los españoles
fundaron primero una línea de pueblos-presidio (1570-1580); dado que
como estrategia de contención no prosperó, los españoles iniciaron
una política de “compra de la paz” (1576). Esta lucha de resistencia se
considera un triunfo indígena, pues en las negociaciones se les garan-
tizó alimento, ropa, bienes e incluso se les ofreció amnistía a quienes
dejaran las armas (Yáñez, 2001: 112-117).
Otra de las grandes rebeliones durante la colonia fue la insurrec-
ción de los pueblos de la ribera del lago de Chapala, que obligaron al
gobierno novohispano a movilizar uno de los mayores contingentes
militares de la época, sin éxito, pues los cerca de mil insurgentes que
se mantuvieron en el sitio de la isla de Mezcala durante cuatro años, al
final terminaron con una victoria cuando el gobierno de la Nueva Gali-
cia firmó un acuerdo donde se comprometió a respetar la vida de los
alzados, se les garantizo que no habría persecución, se les entregaron
tierras y se les exentó de tributos, a cambio de terminar el sitio de la
isla. De nada sirvió el cerco que el ejército realista desplegó en el lago,
ni los cuatro barcos construidos en los astilleros de San Blas y traídos
por tierra para ensamblar en Chapala (Taylor, 1990: 200-201),4 todo

3. Según Murìa (1988: 66), el contingente sobrepasaba los 50,000 efectivos, y Yáñez refiere
que “un documento que relata el paso de la tropa se dice que tan sólo de indios aliados
eran entre 40,000 y 50,000 hombre de guerra, sin contar los españoles” (2001: 76).
4. Piénsese en esta odisea: construir barcos en el puerto de San Blas, Nayarit, para
trasladarlos desarmados y ensamblarlos en el lago de Chapala. En línea recta hay 274
kilómetros entre San Blas y Mezcala; esta odisea quizá sea comparable solo a la escena
de la película del cineasta alemán Werner Herzog, Aguirre, la ira de Dios, cuando el

[ 236 ]
Las resistencias en la región desde la larga duración

ello por la tenacidad del sitio mantenido por los insurgentes (Yáñez,
2001; Ochoa, 2006).
Esta es una de las grandes hazañas de rebelión de los pueblos del
occidente de México que puso en predicamento la dominación colo-
nial no solo en la región, sino en toda la Nueva España y se le puede
considerar como una de las grandes rebeliones de los pueblos indíge-
nas en toda América Latina en ese periodo anticolonial. La dimensión
de la rebelión y sus repercusiones, incluso geopolíticas, se generaron
debido a la articulación y vinculación de distintos pueblos de la ribera
del lago de Chapala que apoyaron y se solidarizaron con los insurgen-
tes que mantenían el sitio en la isla de Mezcala. Esto implicó un trabajo
político de compartición de información, de acuerdos y alianzas entre
pueblos de tal magnitud que pudieron burlar el sitio militar que las
fuerzas realistas tenían en el lago. Gracias a la alianza de pueblos y
a su astucia, los insurgentes casi siempre fueron abastecidos por los
pueblos ribereños.
Estos ejemplos muestran la tenacidad de la resistencia de los pue-
blos del occidente mexicano para oponerse a una dominación venida
de fuera, mediante la conquista. Tanto de los trabajos de Yáñez (2001)
como de Durand (2009) se puede afirmar que esta región tuvo dece-
nas de rebeliones a gran escala; es decir, que superaron las revueltas
locales, para convertirse en desafíos de gran magnitud para el dominio
español.
No todas las resistencias de los pueblos del occidente mexicano se
convirtieron en rebeliones de esa envergadura. Hubo cientos o miles
de desafíos abiertos, como la llamada rebelión de Los Arancelistas,
protagonizada por dos de los tres pueblos indios de Zacoalco: Santiago
y San Juan en 1756. Los indígenas se alzaron en contra del padrón de
cuentas para el pago de tributos. La rebelión fue reprimida y se sen-
tenció con encarcelamiento a los principales líderes. Las autoridades
usaron entonces “prácticas clandestinas” en contra de los rebeldes que
recuerdan a los “presos y desaparecidos políticos” contemporáneos
(Yáñez, 2001: nota 36, p. 205). Pero, antes de la represión, los alzados
no se contuvieron de manifestarse e insultar a la autoridad, como

personaje principal y su ejército tratan de transportar un barco a través de una región


del Amazonas.

[ 237 ]
Rubén Martín Martín

cuenta Taylor: “En el breve motín, los hombres gritaron que no eran
borregos y que no querían ser contados, y dos mujeres indias llamaron
al teniente ‘teniente de mierda’, en su cara” (Taylor, 1990: 206). Las
resistencias se mantuvieron durante todo el periodo colonial. Pero
del mismo modo se mantuvieron a lo largo del siglo xix cuando el
país ya se había independizado de la soberanía política de la Corona
española, lo que provoca interrogantes sobre el resultado que guardan
las revoluciones y las transformaciones políticas de la envergadura de
la independencia de México.
Álvaro Ochoa (2006), por su parte, ofrece uno de los trabajos más
detallados acerca del sitio de la isla de Mezcala, en el lago de Chapala,
ocurrido de fines de 1812 a fines de 1816, como la máxima expresión de
un proceso de insurrección de los pueblos del lago.
Dos autores estadounidenses, William Taylor y Eric van Young,
han hecho estudios relevantes para comprender luchas sociales de
esta región. William Taylor (1984 y 1990) analiza el bandolerismo y la
agitación rural en el centro de Jalisco entre 1790-1816 y lo vincula con
las posibles causas de la insurrección durante el proceso de indepen-
dencia: “Las pandillas de bandidos no eran nuevas en Nueva Galicia
a fines de la época colonial, pero hay datos que muestran que el ban-
dolerismo como forma de actividad delictiva y de protesta rural se
volvió endémico allí sólo a partir de la década de 1780, después de una
hambruna y de la epidemia de 1785-86” (Taylor, 1990: 188).
El estudio de Taylor sobre el bandolerismo de fines del siglo xviii
y principios del siglo xix no puede dejar de tener ecos sobre lo que
ocurre a fines del siglo xx y principios del siglo xxi en la misma región
estudiada por el investigador estadounidense. Un proceso de reestruc-
turación económica y social de la región que tuvo graves afectaciones
sociales. Sin ser la única causa, pero una de ellas es que muchos sal-
teadores solo buscaban salir de pobres:

Los salteadores eran trabajadores sin tierras: jornaleros, sirvientes, peones;


los salteadores urbanos eran empleados explotados en las fábricas, artesanos
semicalificados, trabajadores no calificados o desempleados. Como decía uno
de ellos, intentaban “salir de pobres”… A algunos, la desesperación los llevaba
a robar, como el trabajador sin tierras con cinco niños pequeños cuya casa
acababa de ser destruida por un terremoto. Otros, menos vinculados al hogar
y la familia, se lanzaban a los caminos simplemente en busca de oportunida-
des: “Vamos a ver lo que Dios nos da” (Taylor, 1990: 189).

[ 238 ]
Las resistencias en la región desde la larga duración

¿Acaso la delincuencia que ahora sacude nuevamente la región de


Guadalajara puede tener una explicación semejante? Es una pregunta
pendiente de responder; en todo caso, lo que sí afirma Taylor es que
el campo jalisciense vivió un aumento de violencia entre 1790 y 1821,
“primero bajo la forma de bandolerismo, luego como insurrección en
la primera guerra de Independencia” (1990: 219).
Por su parte, Van Young (1990) ofrece una de las versiones más
completas de la teoría de los “factores externos” para la sublevación
de los pueblos indígenas y campesinos de Jalisco durante la indepen-
dencia: “la transformación agraria que se produjo al final de la época
colonial creó las precondiciones para un levantamiento masivo” (Van
Young, 1990: 169). John Tutino destaca también el papel que juga-
ron estas rebeliones en la movilización social encabezada por el cura
Miguel Hidalgo, pues sostiene que Jalisco fue la “segunda cuna de la
insurrección” de independencia (Tutino, 1990).
En su extenso estudio sobre las rebeliones campesinas en México
ocurridas a lo largo del siglo xix, Leticia Reina (1998) incluye dos epi-
sodios ocurridos en Jalisco (o lo que entonces era territorio de este
estado): la revuelta del Tigre de Álica, entre los años 1857 y 1881, y la
rebelión campesina ocurrida en el cantón de La Barca, entre 1855 y 1857.
Esta última rebelión se extendió por varios pueblos de la ribera del
lago de Chapala, como San Pedro Ysican (o Itzicán), Poncitlán y Zula;
hacia enero de 1857 alcanzó a contar con un ejército campesino e indí-
gena de al menos 2,000 hombre armados. Los campesinos se rebelaron
para recuperar unos terrenos vendidos tiempo atrás a los hacendados,
pero que no habían sido pagados. La convocatoria al alzamiento tuvo
una rápida acogida: “va a estallar una revolución el jueves próximo
en el pueblo de Zula por veinticinco pueblos capitaneados por un tal
Eusebio Valencia”, informaron las autoridades civiles a las militares
en la víspera del alzamiento. Dada la justeza de sus demandas, las
autoridades militares otorgaron indulto a 481 alzados, mientras que se
amenazó a los prisioneros de guerra con deportaciones a California
(Reina, 1998: 143-153).
El levantamiento indígena-campesino, encabezado por Manuel
Lozada, conocido como el Tigre de Álica, fue la gran rebelión del siglo
xix jalisciense. Fue un alzamiento que llegó a contar hasta con 11,000
hombres armado, entre ellos 6,000 huicholes y 3,000 coras (Fogle,
1988: 111). Como en todos los casos, los insurrectos también tenían

[ 239 ]
Rubén Martín Martín

claros y definidos sus objetivos: “Los rebeldes manifestaron que su


objeto ‘no era robar sino hacer cambiar el sistema’” (Reina, 1998: 187).
La rebelión lozadista fue una respuesta de la población campesina a
los decretos de desamortización de 1856 que despojó a muchos pueblos
de sus territorios. Si bien Lozada logró algunas alianzas con grupos de
poder, “su objetivo siempre estuvo claro: recuperar las tierras a favor
de los campesinos” (Reina, 1998: 189).
Hacia 1871, el entonces presidente Lerdo de Tejada se dispuso a
“acabar definitivamente con la rebelión de Lozada”, entre otras razo-
nes, porque así se lo habían pedido los poderosos comerciantes de
la región, pues los lozadistas habían invadido la rica casa comercial
Barrón y Forbes.5 Lozada y los jefes militares decidieron en asamblea
celebrada en el pueblo de San Luis, el 18 de enero de 1873, intensificar
su lucha y acordaron tomar Guadalajara a cargo del propio Lozada;
Mazatlán, encabezados por Agatón Martínez, jefe de los pueblos
indios; y Colotlán, por parte de Dionisio Gerónimo. Los tres ejérci-
tos lozadistas fueron derrotados; el general Ramón Corona venció a
Lozada en la batalla de La Mojonera el 29 de enero de 1873. El dirigente
de la rebelión fue detenido el 16 de julio del mismo año y fusilado tres
días después (Reina, 1998: 185-204). Perseguidos y escondidos en la
sierra, algunos jefes rebeldes plantearon la pacificación, pero muchos
pobladores no se sometieron. Esta situación de inconformidad con
el fin de la lucha la planteó en forma de reclamo Dionisio Gerónimo,
encargado de pacificar el pueblo de Guaynamota: “No quieren some-
terse a esta cabecera como siempre lo han hecho, sino vivir indepen-
dientemente de toda clase de autoridades, que ni aún la eclesiástica
han querido obedecer. Todos estos pueblos están con la idea de hacer

5. Este hecho resuena ahora, con la movilización e insubordinación social desplegada


en México a partir de la masacre de Iguala en contra de normalistas de Ayotzinapa.
Dos meses después de las movilizaciones, se intensificaron los llamados de los
empresarios turísticos de Acapulco, comerciantes de la Ciudad de México y las cúpulas
empresariales del país para que el presidente Enrique Peña Nieto detuviera estas
protestas. Dos notas periodísticas muestran las peticiones empresariales para frenar
las protestas sociales: “Ofrece Peña liberar la Autopista del Sol. Promete a hoteleros
de Acapulco garantizar el libre tránsito”. Reforma, Ciudad de México, 5 diciembre de
2014, p. 1; y “Exige IP aplicar ley. Expresan empresarios preocupación por bloqueos e
inseguridad”. Reforma, Ciudad de México, 6 diciembre de 2014, p. 1.

[ 240 ]
Las resistencias en la región desde la larga duración

una representación al supremo gobierno con el fin de arrancar de raíz


al referido pueblo” (Reina, 1998: 199-200).
En un trabajo más cuantitativo, Fogle Deaton contabilizó 27 rebe-
liones6 ocurridas en Jalisco en 60 años: de 1825 a 1884, entre ellas la
rebelión lozadista, una nueva insurrección en Mezcala en 1860 y la
rebelión de 5,000 pobladores indígenas de Bolaños y Colotlán en 1873,
como parte del alzamiento lozadista.

Protestas sociales rurales en el siglo xix en Jalisco

Cronología
1825-1934 1
1835-1844 0
1845-1854 4
1855-1864 17
1865-1874 2
1875-1884 3
Causas declaradas
Tierras 5
Guerra de castas 3
Motivos políticos 2
No se conocen 7
Causas múltiples 10
Fuente: Fogle (1988: 121).

Muchos pueblos indios tuvieron claro que la independencia fue trai-


cionada por nuevas capas dirigentes, como expresaron claramente los
pueblos que se alzaron en 1857 en San Cristóbal, Zacoalco, La Barca
y otros pueblos del centro del estado. Estos insurrectos tenían muy
claras sus ideas respecto a la situación prevalente en el país, 40 años
después de que muchos de ellos hicieron eco de la proclama inde-
pendentista de Miguel Hidalgo. En su manifiesto para convocar al
alzamiento, señalaron:

6. Fogle define a las rebeliones como “actos de protesta violentos y colectivos” y dice que
“estos acontecimientos aparecen en los documentos bajo diferentes eufemismos: ‘indios
insurrectos’, ‘sublevados’, ‘rebelión de pueblos’, ‘golpe de indios’, ‘disturbios’, ‘ revolución
entre indígenas’, ‘guerra de castas’, ‘insurrección de pueblos’, etc. usaré los términos
rebelión, revuelta y levantamiento como si fueran sinónimos” (Fogle, 1988: 99).

[ 241 ]
Rubén Martín Martín

…considerando que, desde que felizmente se consumó la obra inmortal del


héroe de Dolores, todos los pueblos indígenas, no se haya conseguido el goce
de sus oros, sino antes bien se les han usurpado en las épocas que por desgra-
cia de todo el país han regido formas despóticas… si más dilatan en moverse
los indígenas, se enseñorearán más y más de las propiedades pertenecientes
a los pueblos como lo demuestran los títulos de propiedad de los señores
hacendados, quienes por ningún medio se han persuadido para devolverlo
a sus primitivos dueños, a los que tan injustamente les han usurpado con-
virtiéndose además en tiranos nuestros sin otra razón que la de conocer que
tarde o temprano descargará sobre ellos el brazo fuerte de la justicia por la
indignación del pueblo.7

El historiador Mario Aldana es autor de un amplio conjunto de trabajos


imprescindibles para comprender el despojo y la disputa del territorio
en Jalisco a lo largo del siglo xix (1985a, 1985b, 1986a y 1986b). Las inves-
tigaciones de Aldana recuperan los primeros pasos de la privatización
de los terrenos comunales en Jalisco a partir de 1821 (Aldana, 1985ª),
recorren el medio siglo xix en su libro Proyectos agrarios y lucha por
la tierra en Jalisco. 1810-1866, y llegan a la época del porfiriato. La línea
argumental que recorre su obra es que a pesar de la revolución de
independencia por la que se alzaron cientos de pueblos y comunidades
indígenas y campesinas de la entidad, su reclamo por la tierra (ya sea
recuperadas de los invasores o repartidas) no fue escuchado a lo largo
de ese periodo, sino por el contrario. En su obra, Aldana recoge los
testimonios (la mayor parte de ellos contenidos en los escritos legales
de denuncia ante las autoridades) de cientos de pueblos y comuni-
dades indígenas y campesinas que denuncian despojos por parte de
hacendados, gobernantes (muchos de ellos presidentes municipales
o jueces), curas y empresas privadas, y reclaman la restitución de sus
territorios.
El trabajo de Aldana es, sin duda, importante para conocer los
casos de resistencias que una multitud de sujetos agrarios desplega-
ron en el siglo xix ante los despojos que enfrentaron en el periodo. No
obstante, discrepo de la interpretación marxista-funcional que el autor
ofrece como explicación basado en la narrativa de la individualización
y privatización de las tierras comunes como un paso necesario en

7. “Proclama de los pueblos de San Cristóbal y Zacoalco de Torres”. Fuente: ADN, Exp.
XI/481.3/5483 (cit. por Reina, 1998: 148).

[ 242 ]
Las resistencias en la región desde la larga duración

la “modernidad agrícola” y el desarrollo capitalista en la región. Al


referirse al conflicto social derivado de la disputa por la tierra en el
siglo xix, Aldana dice:

…es una nación que al mismo tiempo que lucha por su conformación defini-
tiva, busca resolver el problema de la “modernidad agraria”, esto es, transfor-
mar las unidades de producción comunal en unidades privadas de generación
de riqueza, como una cuestión vital para el despegue hacia una modernidad,
capitalista, que permitiera enfrentar con éxito el reto que significaban las
sociedades industriales (Aldana, 1986a: 13).

Ni ahora ni entonces, cuando vuelve a presentarse otro gran ciclo de


violencia en contra de los pueblos indígenas y campesinos en Jalisco,
en el marco de la acumulación por despojo, era inevitable que las
comunidades se privatizaran. No había antes ni ahora, una etapa nece-
saria de “modernidad agraria” que obligara a la individualización de
la tierra campesina para alcanzar la modernidad capitalista, como
sugiere la narrativa de Aldana. Lo que había entonces y ahora era un
antagonismo social derivado de un modelo de dominación, el capita-
lista, que funcionaba y funciona en la lógica de apropiación del trabajo
y el territorio de las comunidades para la acumulación de capital. No
en balde el ciclo de resistencias frente al despojo del siglo xix derivó
en la revolución mexicana en la segunda década del siglo xx.
En el “Apéndice 2” de este trabajo se reseñan más de 50 casos
de resistencias a partir de los trabajos de Aldana sobre los despojos
que enfrentaron distintos sujetos agrarios jaliscienses a partir de las
leyes promovidas por los gobiernos posindependentista, tendientes
a la privatización e individualización de las tierras hasta entonces
de usufructo común. En esta relación son constantes las quejas y las
denuncias que las autoridades de pueblos indios o campesinos hacían
a las autoridades centrales para quejarse de las invasiones, despo-
jos de terrenos o robo de ganado que sufrían a manos de caciques o
hacendados. Es más que frecuente, en esa relación, el papel de aliado
y cómplice que los gobiernos municipales jugaban a favor de los des-
pojadores y en contra de los pueblos indígenas como denunciaron
pobladores de Totatiche en 1822, o los pobladores de Amacueca en su
denuncia del mismo año en contra del alcalde Antonio Peña, quien
inició un “lento pero seguro proceso de despojo de tierras a la comu-
nidad indígena del lugar, sin respetar a las viudas” (Aldana, 1985a: 56).

[ 243 ]
Rubén Martín Martín

Las denuncias de los pueblos en contra de los invasores, y la


alianza descarada que las autoridades mantenían con los despojado-
res se repiten una y otra vez a lo largo del siglo xix. De vez en vez,
el antagonismo contra los despojadores derivó en revueltas locales,
como ocurrió en 1825 en San Andrés de Téul, donde 30 indígenas,
“Molestos por la forma en que se había practicado el reparto de tie-
rras y por lo elevado de las tarifas de arrendamiento”, agredieron al
alcalde, “hiriéndolo gravemente”; el jefe político de Colotlán sofocó
la rebelión aprendiendo a los promotores y consignándolos ante el
juez (Aldana, 1985a: 56).
Otra rebelión ocurrió a la mitad del siglo xix en Zacoalco cuando
2,000 indígenas, bajo el liderazgo de Lugardo Onofre, asaltaron y
saquearon varias haciendas a las que reclamaron como suyas; en 1856
tomaron los pueblos de Tamali, Tala y Otatán. “Onofre y otros líde-
res reclamaban tierras que en otros tiempos les habían pertenecido
e invitaban a otros campesinos a unirse a su rebelión”. El gobierno
los contuvo e impuso a los rebeldes el pago de los daños hechos a las
haciendas (Fogle, 1988: 118).
No deja de sorprender el enorme parecido que ciertos casos de
despojo, y la resistencia de los sujetos despojados, tienen con casos
que ocurren en nuestros días. Un par de ejemplos: en 1884, indígenas
de Azcatán y Zapotlanejo, entraron en conflicto con los propietarios
de la hacienda La Constancia. El ganadero se apoderó del ganado de
los comuneros buscando provocarlos para acusarlos de bandidos. Las
autoridades trabajaban a favor del hacendado. “Las autoridades envia-
ban a la cárcel a los líderes de la comunidad con el objeto de atemori-
zar al resto de la población” (Aldana, 1986b). El otro caso sucedió en
1888 en las comunidades indígenas de Mezquitic, Nestic y Tensompa.
Ahí vaqueros de Zacatecas capturaron a trabajadores indígenas y los
llevaron presos acusados de bandidos, quitándoles animales y aperos
(Aldana, 1986b). Casos semejantes ocurren hoy a fines de 2014 con la
comunidad huichola de Bancos de San Hipólito (en el municipio de
Mezquital, Durango), que ha denunciado la provocación de un invasor
de su territorio que mete ganado a sus tierras; sin embargo, la auto-

[ 244 ]
Las resistencias en la región desde la larga duración

ridad ministerial detuvo y golpeó a las autoridades de la comunidad


autónoma.8

Conclusiones tentativas

Una mirada de conjunto al repaso que hemos hecho en este ensayo


nos permite llegar a ciertas conclusiones, tentativas por supuesto: los
pueblos del occidente mexicano, donde se ubica Jalisco, mantuvieron
durante la conquista, a lo largo del periodo colonial y ya en el México
independiente, una resistencia permanente a los procesos de domi-
nación y despojo que se les pretendió imponer.
A partir de los recuentos preliminares (pues ninguno es exhaus-
tivo) de Durand (2009), Yáñez (2001), Aldana (1985a, 1985b, 1986a,
1986b) y Fogle (1988) se pueden identificar al menos dos docenas
de rebeliones que superaron el marco local para llegar a un alcance
regional,9 y en algunos de los casos llegaron a tener un impacto en
el espacio nacional y geopolítico incluso, como fueron los casos de la
guerra del Miztón 1540-1542), la guerra chichimeca (1548-1576), la con-
quista del Nayar (1671-1722), la insurrección de los pueblos de la ribera
de Chapala (1812-1814), la insurrección de los pueblos de la región
centro de Jalisco, encabezada por el Amo Torres (1810-1811); la rebelión
de Manuel Lozada, el Tigre de Álica (1857-1873), las insurrecciones de
pueblos durante la independencia y la guerra Cristera de la década de
1920. Las mismas fuentes refieren cientos de casos de revueltas locales
protagonizadas por los pueblos indígenas y campesinos. Pero, como
sostiene James C. Scott, para que desafíos abiertos a la dominación,
como manifestaciones públicas, alzamientos, revueltas, rebeliones
y revoluciones tengan lugar, antes existieron modos cotidianos de
resistir la dominación. Ocurre, dice Scott, una “avalancha social de
actos insignificantes de insubordinación” que enfrentan y minan la

8. “Acción urgente: Agentes de la fiscalía estatal de Durango y caciques secuestran


autoridades wixaritari”. Consultado en: http://cronicadesociales.org/2014/12/06/
agentes-de-la-fiscalia-estatal-de-durango-y-casiques-secuestran-autoridades-
wixaritari/
9. Me sirvo de la distinción que hace Katz entre revueltas locales y revueltas regionales
(Katz, 1990: 22).

[ 245 ]
Rubén Martín Martín

dominación y que preparan y producen, cuando ocurren, los desafíos


abiertos (Scott, 2014).
El modelo analítico propuesto por Scott, de distinguir entre
resistencias cotidianas y desafíos abiertos, me parece útil para tener
una mirada desde debajo de historia de las clases subordinadas de la
región y para entender la secular resistencia que han producido ante
los proyectos de dominación que han enfrentado (Scott, 2000 y 2014).
A grandes rasgos, Scott distingue dos grandes formas de resistencias:
1) las resistencias cotidianas, y 2) los desafíos abiertos. Si aplicamos
las herramientas teóricas de Scott para la revisión expuesta en este
ensayo, podemos concluir que los estudios se refieren sobre todo a
los desafíos o resistencias abiertas, dejando de lado o ignorando las
resistencias cotidianas, entre otras cosas, porque se trata de prácticas
políticas que no dejan registro de modo deliberado. Por ejemplo, hay
abundantes registros de la insurgencia de los pueblos de la ribera
de Chapala, cuya lucha principal fue el sitio de la isla de Mezcala,
pero ¿cómo se vincularon los pueblos ribereños que contribuyeron a
mantener dicho sitio, cómo se ponían de acuerdo los representantes
de esos pueblos para pasar comunicación, armas y alimentos a los
insurgentes?, ¿qué espacios de resistencia cotidiana y alejada del poder
construyeron los sujetos de esos pueblos para producir entre todos
una de las grandes resistencias de la América Latina colonial? Estas
son las prácticas y discursos de la resistencia cotidiana que refiere
Scott, y que se nos permite leer e indagar a partir de los registros de
los desafíos abiertos.
Entre los desafíos abiertos se pueden identificar al menos las
siguientes formas de hacer política por parte de las clases subordina-
das: la producción de escritos y denuncias legales ante la autoridad:
desde Francisco Tenamaxtli, que se defendió legalmente en la misma
España (León Portilla, 2005), hasta la costumbre inveterada indígena
de acudir ante la justicia colonial para litigar sus asuntos, aunque dicho
recurso fracasara la mayor parte de las veces: apenas 5.6% de los liti-
gios promovidos por los pueblos indios se resolvió a su favor, según
una muestra de 519 casos de los años que van de 1760 a 1800, revisados
por Ramón M. Serrera (Yáñez, 2001: 220). Otras formas que adqui-
rieron los desafíos o resistencias abiertas entre las clases dominadas
de la región fueron los tumultos, manifestaciones públicas, revueltas

[ 246 ]
Las resistencias en la región desde la larga duración

(más locales), insurrecciones y rebeliones (de alcance regional) y las


revoluciones (con impacto nacional y geopolítico).
Pero aún y con la forma sigilosa, en silencio e informal con la que
se producen y despliegan, es posible leer, así sea en trazos gruesos,
esas resistencias cotidianas. Por ejemplo, todo indica que era común
que los pueblos indígenas hicieran ocultamiento de datos de sus
habitantes para los censos levantados por el gobierno colonial, con el
propósito de disminuir el tributo y las encomiendas (Aldana 1986a:
23). Es lo que Scott llama una evasión silenciosa: “…la lucha no está
marcada tanto por confrontaciones masivas y desafiantes como por
una evasión silenciosa que es igualmente masiva y a menudo incluso
más efectiva” (2014: 89).
Yáñez expone cómo un solicitante de repartimiento de mano de
obra, se queja amargamente ante la Audiencia de esta forma de evasión
silenciosa desplegada por los indios de Toluquilla:

Dichos alcaldes lo repugnan [el repartimiento] con pretexto de que no hay


indios suficientes para ajustar el número de asignados, y para que conste
que ésta maliciosa excusa y conocida inobediencia, destos pueblos se ha
de servir vuestra señoría de enviar persona de satisfacción que cuente sus
tributarios, que por la cuenta se reconocerá [que] sobran indios para dicho
repartimiento (reservándose los exceptuados) y se seguirá de esta cuenta
acrecer los tributarios de su majestad, que se defraudan omitiéndose en los
padrones y encabezamientos muchos de los tributarios (Yáñez, 2001: 224-225).

La lectura de las resistencias producidas por los sujetos dominados


en el occidente mexicano, a partir del modelo de Scott (2014: 93), nos
permite sostener que si existieron tantas manifestaciones abiertas
de inconformidad (el arrecife que nombra Scott), eso nos permite
suponer la existencia de miles de actos de resistencias cotidianas y
silenciosas de las clases dominadas de la región. Y es debido a esas
resistencias cotidianas al dominio colonial de sometimiento político,
despojo territorial, explotación del trabajo e imposición de mundos
de vida, sobre todo religiosos, que en ciertos momentos históricos,
coyunturas o explosiones de insumisión, emergieron la inmensa can-
tidad resistencias (desafíos abiertos) en esta región que llegaron a
trastocar la dominación local, colonial e imperial.
Gracias al doble reconocimiento de las resistencias ocurridas en el
occidente mexicano, las abiertas y las silenciosas, podemos proponer

[ 247 ]
Rubén Martín Martín

una mirada distinta a la historia social de esta región. Es una mirada


que necesariamente nos obliga a repensar cómo se ha estudiado y
descrito la conformación de esta región. Los autores que proponen
una perspectiva de los estudios regionales a partir de fuerzas exógenas
que modelan un territorio, pueden ser cuestionados a partir de esta
propuesta que muestra cómo esta región ha sido el escenario de un
antagonismo social entre sujetos que resisten (los pueblos indígenas y
campesinos) y sujetos que intentan dominar y despojar (imperio espa-
ñol, conquistadores, encomenderos, mineros, hacendados, gobernan-
tes liberales, gobernantes posrevolucionarios, Iglesia, corporaciones
privadas de antes y de ahora).
Esta mirada desde abajo nos ofrece otra perspectiva de la región:
no son pueblos que se levantan tras el llamado de un dirigente, sino
una constelación de resistencias y rebeliones que en ciertos momentos
abren coyunturas históricas y muestran que estas rebeliones no son
producto del llamado a la independencia por parte de un héroe; nos
muestran que la constelación de resistencias son hechas y producidas
por la insumisión de gente común y sencilla y que, en su despliegue,
estas rebeliones hacen las independencias y las revoluciones.

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[ 249 ]
Rubén Martín Martín

—— (1990). “Bandolerismo e insurrección: agitación rural en el centro de


Jalisco 1790-1816”, en Katz, Friedrich (comp.). Revuelta, rebelión y revo-
lución: la lucha rural en México del siglo xvi al siglo xx, t. I. México: Era.
Tutino, John (1990). De la insurrección a la revolución en México. Las bases
sociales de la violencia agraria 1750/1940. México: Era.
Van Young, Eric (1990). “Hacia la insurrección: orígenes agrarios de la
rebelión de Hidalgo en la región de Guadalajara”, en Katz, Friedrich
(comp.). Revuelta, rebelión y revolución: la lucha rural en México del
siglo xvi al siglo xx, tomo I, México: Era, pp. 164-186.
—— (1997). “Haciendo historia regional: consideraciones metodológicas
y teóricas”, en Pérez Herrero, Pedro. Región e historia en México (1700-
1850). México: Instituto Mora.
Yáñez, Rosa H. (2001). “Rostro, palabra y memoria indígena. El occidente
de México, 1524-1816”, en Historia de los pueblos indígenas de México.
México: ciesas-ini, rmm/diciembre de 2014.

[ 250 ]
Anexo 1. Relación mínima de resistencias, rebeliones y revoluciones
en Nueva Galicia, 1531-1821

Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados


1531 Caxcanes Téul Contra la práctica de Las autoridades virreinales Los ordenamientos no tuvieron
Nuño de Guzmán de la ordenaron a Nuño de Guzmán ningún efecto; el esclavismo y
conquista mediante “tierra y otros conquistadores detener los abusos continuaron
arrasada”. esos abusos. La Corona ordenó
Contra la esclavitud y el que se pagaran salarios y
despojo reglamentó la explotación de la
fuerza de trabajo
1532 Tecoxquines Inconformidad y rechazo a
la presencia española, a las
exigencias de tributo y la
instauración forzada de un

[ 251 ]
nuevo sistema religiosos
(70).
1533 Caxcanes Inconformidad y rechazo a Incursión vs el asentamiento
la presencia española, a las de Guadalajara en Nochistlán.
exigencias de tributo y la Los españoles cambiaron el
instauración forzada de un asentamiento
nuevo sistema religiosos
(70).
Las resistencias en la región desde la larga duración

1535 Varios pueblos Valle de Banderas


indios
1536 Caxcanes, Incursión vs. el Los españoles cambiaron el
tecuexes y asentamiento de asentamiento
zacatecos Guadalajara en Tlacotán
1538 Coanos Aguacatlán, Xocotán Protesta en contra En la protesta murió el
y Ostotipaquillo de los abusos de los gobernador de Nueva Galicia,
encomenderos Diego Pérez de la Torre
Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1540- Guerra de El En los peñones de En contra de “la Encabezada por caxcanes de Considerada por los expertos
1542 Miztón: caxcanes, Coynan, Acatic, esclavitud, la difusión de Téul y Juchipila. como “una de las mejor
zacatecos Nochistlán y El una religión íntimamente Los jefes indios fueron Petácal organizadas que tuvieron lugar
Miztón unida a encomenderos (señor de Xalpa), Tenamaxtli en el occidente colonial” (71).
y esclavistas y la falta de (hermano del señor de “Esta ofensiva planeada
tasación de tributos” (71). Nochistlán), Xiutecuhtli (señor amenazó seriamente a la
La rebelión “tuvo de Xuchipila) y Tenquítatl comunidad fronteriza española
características (señor de un barrio de e hizo temblar a toda la
anticristianas además de Xuchipila). colonia”.
antiencomienda”. Los insurgentes usaron como Miles de indios insurrectos
Los españoles actuaron estrategia las fortificaciones en murieron en la rebelión
en contra de los rebeldes los peñones (“empeñonarse). (muchos se suicidaron antes) y
de la misma forma que La dimensión que tomó el castigo a los sobrevivientes
en España actuaban en la insurrección llevó a los “tuvo características de
contra de los infieles. españoles de Guadalajara a verdadera saña, pues muchos

[ 252 ]
pedir ayuda al virrey; se estima fueron ahorcados, lapidado-s,
que se movilizaron hasta 50 descuartizados o aperreados”
mil hombres armados, la gran (81).
Rubén Martín Martín

mayoría de ellos, indios del Muchos fueron esclavizados, y


Valle de México aliados a los otros reubicados forzosamente
españoles. en villas españolas.
Murieron Cristóbal de Oñate y Otros decidieron irse a zonas
Pedro de Alvarado. montañosas del norte de la
región, en territorio cora y
huichol.
Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1548- Guerra En la región El hallazgo de yacimientos 1) Para enfrentar la rebelión Se considera un triunfo
1576 Chichimeca: caxcana. de plata en Zacatecas indígena, los españoles indígena, (entre otras
guachichiles, (1546), San Martín fundaron una línea de pueblos- cosas porque los indígenas
guamar, (1556) y Sombrerete presidio (1570-1580); comenzaron a usar caballos)
zacatecos y (1558) propició que se 2) Como no prosperó, los pues en las negociaciones se les
huicholes. reiniciara la colonización españoles iniciaron una política garantizó alimento, ropa, bienes
y el despojo de tierras y de “compra de la paz” (1576). e incluso se les ofreció amnistía
explotación a los pueblos a quienes dejaran las armas.
indios.
1616- Tepehuanes, y Nueva Vizcaya y Se alzaron en contra Usaron un plan de ataque Mil indígenas y 200 españoles
1618 varios grupos Nueva Galicia: Santa del despojo de tierras, semejante al de la Guerra del muertos.
indígenas, negros, Catalina, Santiago en defensa del sistema Miztón: los pueblos atacaron “Los rebeldes fueron castigados
y mestizos. Papasquiaro, religioso nativo y de a un mismo tiempo y atacar a con saña, sin exceptuar
Acaponeta. las formas propias de los españoles en sus estancias a mujeres y niños”; hubo
reproducción social. y minas. ahorcamientos, y se esclavizó a

[ 253 ]
Como en otras guerras, en sobrevivientes.
estas participaron indígenas Hubo despoblamiento de
aliados a los españoles. pueblos.
1702 Huicholes. Nostic, Santa Un visitador de Lograron que el virrey les El alzamiento triunfó. “El
Catarina la Audiencia de enviara un “juez privativo” para movimiento marcó un hito en
Coscomatitlán, Nueva Galicia hizo que les midiera y titulara sus la historia de las rebeliones
San Sebastián modificaciones legales que tierras. en Colotlán”, como un triunfo
Mamata, San Andrés afectaron las tierras de sobre las autoridades coloniales
Las resistencias en la región desde la larga duración

Cohamiata. varios pueblos. (168).


Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1671- Conquistas de Decenas de pueblos. El Nayar se había Varias incursiones españolas Hubo un primer intento de
1722 El Nayar: coras, convertido en la principal (1671, 1672, 1701, 1711, la capitulación, los pueblos
tecuales. zona de refugio más 1715-1716) previas fueron alzados presentaron un pliego
grande de Nueva Galicia; rechazadas. de demandas a través de un
al descender la población En 1721 se acortaron las rutas. líder que fue a negociar a
indígena, los españoles Los españoles echaron mano México: exención de tributos,
decidieron colonizar esa de “indios cristianizados” para libertad a los coras que
zona para obtener fuerza sofocar a los rebeldes. estaban presos en Guadalajara
de obra. y Colotlán, el paso libre por
Otra vez los indígenas Acaponeta y Mezcaltitán “para
usaron la estrategia de proveerse de sal sin pagar
“empeñonarse” en La alcabala ni otro impuesto”.
Mesa, importante centro Los pueblos rechazaron
ceremonial cora. la capitulación y la guerra
prosiguió.

[ 254 ]
“Los coras lograron mantener
su territorio y su religión sin
demasiada influencia por
Rubén Martín Martín

parte de sus vecinos indios


bautizados” (177)
1724 Coras. Santísima Trinidad, Debido a la presencia Los insurrectos quemaron Los españoles armaron
Santa Teresa, militar y de misioneros en iglesias, despedazaron cruces. expedición de 500 soldados
La Mesa y Santa El Nayar. (120 escopeteros y 380 de arco
Gertrudis. y flecha).
Muchos
Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1756 Rebelión de Los Dos de los tres Se alzaron en contra del Las autoridades encarcelaron Se sentenció con
Arancelistas. pueblos indios de padrón de cuentas para el al gobernador indígena por no encarcelamiento a los
Zacoalco: Santiago y pago de tributos. llevar a su pueblo al padrón del principales líderes indígenas.
San Juan. tributo. Las autoridades usaron
Papel destacado del cura en entonces “prácticas
apoyo a las autoridades. clandestinas” en contra de los
rebeldes que recuerdan ahora
a los “presos y desaparecidos
políticos” (nota 36, p. 205).
1758 Rebelión cora. Coras, tecuales, Dos dirigentes indígenas, Se organizaron grupos armados Se apresó y torturó a su
huicholes y el Tonati y Manuel Ignacio para matar a dicho capitán, hermano para que dijera
tepehuanes. Doye se rebelaron debido para impedir que sus presos donde estaba; fue capturado
a que un capitán español fueran enviados a México y para y sentenciado a un destierro
destruyó uno de sus que no se impidiera la entrada de diez años en Cuba, pero la
centros ceremoniales. de los indígenas a los cabildos. sentencia no se aplicó. Doye

[ 255 ]
siguió siendo líder político y
espiritual de los coras (249).

1801 Coras, huicholes, Tequepexpan, Xala Los convocó el dirigente Fueron detenidos los principales Se les sentenció a seis y ocho
tepehuanes, de Arriba, Jomulco, indígena Mariano; se cabecillas. años de trabajo forzoso.
yaquis y yumas. Ixtlán, Mazatlán. convocaron a tomar Tepic
el 5 de enero de 1801.
Las resistencias en la región desde la larga duración

1812- Pueblos indígenas Sitio de la isla de


1816 de la ribera del Mezcala.
lago de Chapala.
Anexo 2: Relación de resistencias indígenas y campesinas ante despojos, Jalisco, 1823-1908

Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados


1814- Pueblo Etzatlán Piden repartimiento de fundos.
1822
1821 Comunidad de Ahuacatlán La comunidad denunció una
indígena serie de despojos del particular
Juan María Campo.
1822 Comunidad de Mezcaltitán Los indígenas pedían tierras de
indígena cultivo.
1822 Santa María de Tequila Solicitan devolución de tierras
Tuitán arrendadas a un cura.
1822 Ayuntamiento Colotlán Se quejó del reparto de tierras a
indígenas y pidió que “mejor se
hubieran entregado a gente de

[ 256 ]
razón”.
1822 Ayuntamiento Totatiche Incorporó terrenos “mostrencos
Rubén Martín Martín

y realengos” que luego arrendó a


hacendados.
1822 Alcalde Amacueca El alcalde Antonio Peña inició
“lento pero seguro proceso
de despojo de tierras a la
comunidad indígena del lugar,
sin respetar a las viudas” (56).
¿1822? Pueblos indios Huaynamota Los pueblos indígenas de
Jalcotán y Mecatán estaban en
pugna por linderos de tierras.
1823 Amatitán No aceptan parcelación ni venta
de tierras.
Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1823 Pueblo de Zapopan Solicita devolución de terrenos
Santa Anita. arrendados.
¿1823? Autoridades y Zapotlán “Escandalosos procedimientos”
hacendados. de autoridades y hacendados
locales para “despojar a
indígenas de sus propiedades”
(56).
1823 Diputación Texcacuesco Reparto individualizado
Provincial de tierras ordenado por la
diputación provincial para que
“olviden enteramente” la casta a
la que pertenecen (56).
1824 Comunidad de Poncitlán Siete sobrevivientes, y cerca de
San Sebastián, 20 viudas piden se les restituya
las tierras, en manos de la

[ 257 ]
iglesia. Estas familias fueran
reprimidas por participar en el
alzamiento de Mezcala de la
década anterior.
1825 Ayuntamiento Ixtlán Se apropió de dos potreros
de la comunidad de Mesapán
y posteriormente remató en
subasta pública.
Las resistencias en la región desde la larga duración

1825 Pueblos Zapoltitic Los pueblos pelearon contra el


ayuntamiento que vendió sus
terrenos y contra el cura que
vendía a su arbitrio los bienes de
la cofradía de Taximatla.
1825 Comunidad y Tuxpan El arrendatario Tadeo Franco
arrendatario, se negaba a regresar terrenos
a la comunidad hasta que no le
pagaran mejor.
Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1825 Santa Ana Zapopan Solicita terrenos mercedados.
Tepetitlán
1825 Huejuquilla “Alianza fatal” entre el Aprovechamiento de tierras de
apoderado de los indígenas y el parte de las autoridades.
ayuntamiento.
1825 Cocula Varias comunidades reclaman
tierras que perdieron a
consecuencia de la guerra de
independencia.
1825 San Andrés San Andrés de “Molestos por la forma en que Agredieron al alcalde,
de Téul de 30 Téul se había practicado el reparto “hiriéndolo gravemente”; el
indígenas de tierras y por lo elevado de las jefe político de Colotlán sofocó
tarifas de arrendamiento” (56.) la rebelión aprendiendo a los
promotores y consignándolos
ante el juez.

[ 258 ]
1826 Despojadores Quitupan José Mireles y Juan Esparza Hubo un largo proceso judicial
se posesionaron de terrenos iniciando en 1832 y que hacia
Rubén Martín Martín

indígenas al amparo de la Ley de 1840 todavía seguía abierto.


Colonización.
1826 Indígenas y San Pedro Se repartieron tierras a indígenas
mestizos Lagunillas y mestizos.
1829 Jocotán y Compra de terrenos a plazos.
San Juan de
Ocotán
1830 Pueblo de Solicita devolución de
Tizapáncito propiedades pertenecientes a la
cofradía.
1832 Villa de Ameca Requieren devolución de
propiedades pertenecientes a la
cofradía.
- Pueblos Tecolotlán Solicitan cancelar arrendamiento
de terrenos.
Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1834 Zapotlán El reparto de tierras fue
declarado nulo por la multitud
de “vicios y componendas” (57).
1834- Autoridades Tecalitlán Gestión “escandalosa” del
1835 ayuntamiento en relación a
los terrenos comunales. El
ayuntamiento negó la existencia
de asentamientos prehispánicos
para negar tierras.
1855- Dos mil Zacoalco “Onofre y otros líderes Asaltaron y saquearon varias El gobierno pudo contenerlos
1857 indígenas reclamaban tierras que en otros haciendas a las que reclamaron y el gobierno impuso a los
de Zacoalco, tiempos les habían pertenecido como suyas; en 1856 tomaron rebeldes el pago de los daños
bajo liderazgo e invitaban a otros campesinos a los pueblos de Tamali, Tala y hechos a las haciendas
de Lugardo unirse a su rebelión”. Otatán. (Deaton, 1988: 118).
Onofre

[ 259 ]
1857 “Indios Jamay El gobierno puso fin mediante la Otorgó amnistía a los indígenas,
insurrectos” se fuerza armada. en prevención de un nuevo
apoderaron de levantamiento.
la Hacienda de
San Andrés.
1857 Rebelión VII cantón Aunque fueron llamados Levantamiento de hasta 11 mil
encabezada “bandoleros”, Lozada y sus campesinos, entre ellos 6,000
por Manuel seguidores insistieron en que huicholes y 3,000 coras
Las resistencias en la región desde la larga duración

Lozada; sus fines estaban dirigidos “no al (Fogle, 1988: 111).


campesinos robo sino al cambio de sistema”.
e indígenas
de Jalisco y
Nayarit.
Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1860 Indígenas de Mezcala y la El pueblo de Mezcala pide Luego hubo conflicto entre
Mezcala. ribera del lago al gobierno combatir a “los los pobladores de Mezcala y el
de Chapala. enemigos del orden” (Rojas gobierno
y Rochín que se oponían al (Fogle, 1988: 114).
gobierno).

1873 5,000 Bolaños y Relacionados con la tierra y la Los rebeldes atacaron varias
indígenas Colotlán. guerra de castas. haciendas y vecinos del lugar
(Fogle, 1988: 112).
1880 Indígenas Zapotitlán Protestas de los indígenas por el
despojo de sus tierras por parte
del ayuntamiento
1882 Indígenas Ciudad Protestas contra los pagos Denuncian que en la guerra de
Guzmán exorbitantes impuestos por la Reforma se quemaron archivos,

[ 260 ]
oficina de administración de lo que fue aprovechado por
rentas hacendados para despojarlos.
Rubén Martín Martín

1882 Comuneros Santa María Solicitan que se realice el reparto El dueño de la hacienda, José
de sus terrenos, que tienen María Obeso, denunció a los
graves problemas de titulación, comuneros cuando éstos le
debido a que la hacienda El retuvieron cabezas de ganado
Rosario se había apropiado de que invadían sus siembras.
una buena parte.
1882 Autoridades Atotonilco el Las autoridades municipales La comunidad indígena se
municipales Alto hicieron un deslinde y vendieron opuso, y le recordó al gobierno
terrenos pertenecientes a la que desde 1868 las autoridades
comunidad para adjudicarlos a estatales ya les habían dado
los hacendados. posesión de las tierras.
Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1882 Comunidad Ayo el Chico La comunidad indígena reclama Los indígenas se lamentan de
indígena (Ayotlán) la posesión de la laguna Ciénega su “desgraciada existencia…
de Tlaxcala, cuyos terrenos el poder de los ricos… y
aledaños fueron vendidos a que trabajan para comer el
particulares por el ayuntamiento. pan siendo esclavos de los
hacendados”
1884 Pobladores de Tepospisaloya Queja indígena porque no “…sino en los muchos enemigos
San Luis podían usar en su beneficio la que tiene la clase indígena cuyos
legislación sobre reparto de enemigos son los usurpadores
tierras. de las tierras, y también los que
desean apoderarse o disfrutar de
ellas de algún modo aunque sea
sin derecho legal” (29).
1884 Indígenas Azcatán, Conflicto entre el fundo legal de El ganadero se apoderó del
Zapotlanejo los indígenas con la hacienda La ganado de los comuneros

[ 261 ]
Constancia. buscando provocarlos para
acusarlos de bandidos. Las
autoridades trabajaban a favor
del hacendado.
“Las autoridades enviaban
a la cárcel a los líderes de
la comunidad con el objeto
de atemorizar al resto de la
Las resistencias en la región desde la larga duración

población”
(semejante a casos actuales
de detención de dirigentes o
activistas).
1895 Comunidad Magdalena Joaquín Orendáin se apropió
indígena del rancho Los Laureles, en una
larga serie de despojos iniciada
desde 1878.
Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1888 Comunidades Mezquitic, Invasión de tierras por Vaqueros de Zacatecas
indígenas Nestic y ganaderos jaliscienses y capturaban a trabajadores
Tensompa nayaritas. indígenas y los llevaban presos
acusados de bandidos, y les
quitaban animales y aperos.
1884 Comunidad San Juan de Los hacendados los hostigan, En una carta al gobernador dicen
indígena Ocotán no los dejan cortar leña en sus que los hacendados cuentan
propiedades y por esa razón con el apoyo de las autoridades
muchos salieron “en cuerda” locales.
presos a Zapopan.
1885 Indígenas de Ayutla Los indígenas fueron despojados El despojador amenazó a los
Cuautla por su propio arrendatario, Juan indígenas con enviarlos a la
Anaya. cárcel ya que contaba con el
apoyo de las autoridades de
Atenquillo (sic)

[ 262 ]
1894 Indígenas Tequila Solicitaron nueva comisión Las autoridades municipales,
repartidora de tierras y al frente de las cuáles estaba
denunciaron que Cenobio Sauza “el rico hacendado y tequilero”
Rubén Martín Martín

(alcalde) y el tequilero Francisco Cenobio Sauza, negaron que


Romero se habían posesionado hubiera tierras para repartir. En
de muchos terrenos de manera 1899 recibieron un fallo judicial
ilegal, incluido el cerro de desfavorable y los tequileros en
Tequila. cuestión se quedaron con vastas
tierras.
1895 Comunidades Totatiche Los jefes indios se disputaban Las autoridades ordenaron que
de Acazpulco y linderos de sus comunidades. se siguieran usufructuando en
Santa Rita común.
Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1903 Comunidad Mezcala Una parte de sus tierras fueron “Los indígenas respondieron
indígena depositadas al particular invadiendo el predio con un
Leocadio Suárez por supuestas grupo de veinte personas
deudas al fisco. armadas e introduciendo en el
mismo sus cabezas de ganado al
tiempo que construían algunas
habitaciones provisionales”;
el ayuntamiento pidió ayuda
a la gendarmería del estado y
expulsaron a los indígenas; pero
estos volvieron al tiempo de
levantar la cosecha.
Hubo diez indígenas presos
en Poncitlán, que pretendía
descabezar el movimiento (21).

[ 263 ]
1903 Comunidad Tenzompa Agresión de invasores de Al resistirse los indígenas los
indígena Zacatecas. invasores dispararon y mataron a
un poblador.
1903 Indígenas Ahuatlán Despojados de sus tierras por los Los indígenas impidieron cercar
hacendados vecinos. el terreno, amenazaron a los
vaqueros con dispararles si se
acercaban, y armaron grupos de
hasta 60 personas para disuadir
Las resistencias en la región desde la larga duración

a los vaqueros.
1906 Rancheros Alpatahua, Los hacendados de San Los hacendados despojaron casi
Ixtlahuacán Clemente prohíben a los por completo las propiedades de
del Río pobladores sacar madera del los vecinos.
monte, “bajo penas severas”.
Fecha Sujetos Territorios Causas Consecuencias Resultados
1908 Indígenas Teuchitlán Denuncian en múltiples Escriben carta incluso al
ocasiones la invasión de sus presidente Porfirio Díaz,
tierras, que poseen desde 1612, en la que denuncian cómo
por parte de hacendados. autoridades y hacendados se
habían apoderado de ejido y del
fundo legal. Esto porque muchos
de ellos se incorporaron a la
independencia y la guerra contra
la invasión de Estados Unidos y
los hacendados aprovecharon
que los terrenos se quedaron
vacíos.
1908 Comunidad Tomatlán La compañía explotadora de La compañía se apoderó además
indígena de Suchitlán, S. A., compró 15 mil de tierras de la comunidad
Suchitlán hectáreas al amparo de la Ley de evitando que los indígenas

[ 264 ]
Terrenos Baldíos. pudieran trabajar sus mezcaleras
y cortar su propia madera.
“Como sucedía en estos casos, el
Rubén Martín Martín

destacamento militar que estaba


en dicha población se puso
a las órdenes de la compañía
aumentando el malestar de la
comunidad” (30).

Fuentes: Rosa H. Yáñez (2001). Historia de los pueblos indígenas de México. El occidente de México, 1524-1816. México: ciesas-ini.
Aldana, Mario (1985). “La privatización de los terrenos comunales en Jalisco, los primeros pasos 1821-1833”, Revista Estudios
Sociales, núm. 2, ies-Universidad de Guadalajara, pp. 40-60. Aldana, Mario (1986). “Las características del despojo agrario”,
en El campo jalisciense durante el porfiriato Guadalajara: Editorial UdeG.
Para los años 1855-1873, véase Fogle Deaton, Dawn (1988). “La protesta social rural en el siglo xix en Jalisco”, en Castañeda,
Carmen (1988). Élite, clases sociales y rebelión en Guadalajara y Jalisco, siglos xviii y xix. Guadalajara: El Colegio de Jalisco-dep.
La difusa frontera de la paralegalidad1

Israel Torres Maestro2

“Quien se sienta cómodo en su mundo académico pen-


sando que ninguno de estos temas afecta sus impolu-
tas certezas es que hace tiempo abandonó el verdadero
interés académico y olvidó que la ciencia, al igual que
el conocimiento, busca la transformación y el mejora-
miento humano” (Valenzuela, 2012: 102).

Introducción

El presente es un esfuerzo reflexivo para poder asir la emergente cate-


goría denominada “paralegalidad”3 que hoy en día ha sido postulada
como una alternativa interpretativa que posibilite dar cuenta de aque-
llas prácticas que, debido a su complejidad, cuestionan las explica-
ciones que se quedan en el maniqueísmo de lo legal e ilegal. Esto es
así por la existencia de diversas paradojas que obstruyen los caminos
legales tradicionalmente establecidos como “certeros” y social y polí-
ticamente determinados como “correctos” en los que el sujeto hace
frente a su precaria condición social (Hopenhayn (coord..), 2004).
Cuando dicho tránsito se muestra rebasado, en gran medida por las

1. El presente forma parte del marco teórico de la investigación en curso titulada: “¿Y qué
me aporta a mí esto? Procesos de (re)construcción de sentido, a través de actividades
paralegales, entre jóvenes narcomenudistas de la zona metropolitana de Guadalajara”.
A cargo de un servidor y la cual es dirigida por el doctor Rogelio Marcial.
2. Ismael Torres Maestro es sociólogo, maestro en gestión y desarrollo social y alumno
del Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad de Guadalajara.
3. Algunos precursores de esta categoría son Reguillo (2010), García Canclini (2010) y
Valenzuela (2012).

[ 265 ]
Israel Torres Maestro

contingencias estructurales del sistema económico neoliberal, que ha


implosionado los marcos axiológicos al promocionar del ideal de pro-
greso (material), las opciones se disminuyen (y en algunos contextos
de mayor pobreza incluso se esfuman) y es entonces cuando el sujeto
se ve impelido a la adopción de alternativas de sobrevivencia o para la
satisfacción de sus necesidades, demandas y/o intereses sociales. Para
ejemplificar lo referido, pensemos en lo que acontece con el “bono
demográfico”, el cual es de vital importancia para el desarrollo social
(en su versión ortodoxa), y cómo hoy en día los sujetos que la con-
forman al carecer de oportunidades sociales con frecuencia adoptan
prácticas de riesgo (i.e., homicidio, suicidio, incorporación al crimen
organizado –estructuras del narcotráfico–, etc.), lo que deviene un
panorama donde el bono ha pasado a convertirse en “factura demo-
gráfica”.
En este sentido, es preciso analizar las precarias condiciones
estructurales que existen actualmente en nuestro país y que se pue-
den dimensionar con los cincuenta y tres millones de mexicanos en
situación de pobreza (Conapo, 2012), situaciones que han detonado
procesos de violencias sociales que están articulando a la “parale-
galidad” como una opción plausible para miles de jóvenes quienes
intentan hacer frente a su situación social. Esto es así porque asistimos
a un contexto de descomposición social cuyo protagonismo se hace
sentir tanto cuantitativa como cualitativamente en el sector poblacio-
nal juvenil,4 por lo que nos toca cuestionarnos por la reconfiguración
social que se está generando a partir de la relación dialéctica entre el
sujeto joven (como agente víctima o victimario, donde se potencia-

4. Algunos de los autores que dan cuenta del ámbito cualitativo son Valenzuela (2010),
Reguillo (2010), Marcial (2006, 2010, 2012), García Canclini (2005, 2008, 2010), entre
otros. Respecto a los estudios cuantitativos, en el ámbito local se encuentran: las
encuestas nacionales de la juventud (Imjuve, 2005 y 2010); La situación actual de los
jóvenes en México (Conapo, 2010); Estadísticas a propósito del día internacional de
la juventud (inegi, 2013); mientras que en el internacional encontramos los análisis:
La juventud en Iberoamérica. Tendencias y urgencias (cepal, 2007); Informe sobre la
juventud mundial. El empleo juvenil: Perspectivas de los jóvenes al buscar un empleo
digno en tiempos cambiantes (onu, 2011); Infancia y conflicto armado en México. Informe
alternativo sobre el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño
relativo a la participación de niños en los conflictos armados (redim, 2011); Panorama
de la Educación, 2013 (ocde, 2013); Tendencias mundiales del empleo juvenil, 2013; Una
generación en peligro (oit, 2013), por mencionar algunos de los estudios más recientes.

[ 266 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

lizan las violencias sociales) y la estructura (como espacio donde se


consolidan las violencias sociales).
Colocar, pues, la reflexión en las prácticas de los sujetos nos obliga
también a realizar una lectura de la relación dialéctica entre lo global
y lo local, para enfocarnos en este último aspecto como espacio donde
se despliegan las acciones que reconfiguran el entorno social. Es decir,
lo global no define lo local sino lo influye, pero lo local es el espacio
donde se reconstruye el entramado social.
Como se puede ver, estamos ubicados en el entramado de las prác-
ticas del sujeto joven que vive una realidad limitante pero también
posibilitadora (Giddens, 1995). La práctica es, pues, un asidero heurís-
tico que nos permite dar cuenta de la dinámica social, históricamente
congelada, pero espacialmente situada en lo local. En el tema que nos
convoca, en concreto, es preciso hablar de un espacio regional simbó-
lico donde se erige la “paralegalidad”.
En la primera parte se aborda la importancia de pensar lo referido
a través de los estudios regionales. En la segunda parte se trata el
tema de la “paralegalidad” vista como una frontera demasiado difusa
con lo ilegal. En este apartado el estudio que realizan Alba, Mathews
y Ribeiro (coords., s.d.) sobre La globalización desde abajo5 es pieza
fundamental para sustentar por qué la “paralegalidad” demanda una
lectura que no sea reducida a lo ilegal.

Región: un concepto escurridizo

El concepto de “región” está plagado de una complejidad analítica para


asirlo teórica y empíricamente, por diversos motivos que van desde su
polisemia, perspectiva, enfoque, pragmatismo, elementos que lo con-
forman, hasta su dificultad para enmarcarlo en modelos disciplinares
explicativos. Al respecto, varios autores han tratado de establecer no
una definición unívoca de la categoría región, sino pistas o elementos
relacionados que nos permitan asirlo heurísticamente. En este sentido,
a continuación se presentan de manera escueta las reflexiones de Leal

5. Agradezco el texto inédito que me proporcionó el doctor Carlos Alba Vega, profesor
investigador de El Colegio de México.

[ 267 ]
Israel Torres Maestro

Carretero, quien ofrece elementos para pensar la realidad a través del


estudio de región.
En el marco de una conferencia sobre la metodología de los estu-
dios regionales, Leal Carretero (1998), desde un enfoque de la filosofía
de la ciencia, distingue conceptos y enfrenta nudos metodológicos
sobre cómo los científicos han abordado el tema del análisis de la
región. De esta manera, nos refiere la existencia de tres componentes
básicos: el geográfico, el político y el territorial, de los cuales este
último es el que mayor dependencia contiene respecto a los otros
dos, debido a que los incluye y/o cuando menos los alude. Por otro
lado, señala el autor, hay dos limitantes conceptuales de la elastici-
dad del concepto de región, uno tiene que ver con su tamaño y otro
con la contigüidad que la constituyen. Respecto al primero, la teoría
sociológica utiliza ocasionalmente la palabra “región” para tematizar
cualquier localidad, por grande o pequeña que sea. Alude pues a una
tríada de escalas (“supranacional”, “infranacional” e infraurbana), de
las cuales las ciencias sociales se centran en el interés sobre el uso o
los usos intermedios, es decir, la escala infranacional/supraurbana.
Respecto a la contigüidad, el autor establece que sin esta contigüidad
no hablaríamos de región (dicho más técnicamente: no hay regiones
topológicamente discontinuas). Otro aspecto que el autor identifica
son los enfoques: ontológico y epistemológico, cuyas preguntas cen-
trales que intentan responder son las siguientes: la primera sobre “si
las regiones existen o no”, mientras que la segunda intenta dilucidar
sobre “si son las regiones buenas para pensar”.
En suma, el autor concluye que se trabaja con un concepto dinámico
(y diacrónico) de región o, mejor todavía: no con una sustancia (algo
que es una región), sino con un proceso; no región ni regionalidad, sino
regionalización. La idea central del autor en la definición del concepto
región se enmarca entonces en que una región no es simplemente un
lugar o espacio donde suceden cosas, sino en cierto modo es esas cosas
que suceden, porque sin una sucesión ordenada de actividades e inte-
racciones sociales no habría región: la región se hace merced (a), gracias
(a) y a través de esas actividades e interacciones. Para tal argumento, el
autor se apoya en Van Young para sustentar que uno de los fenómenos
que nos hace pensar que un espacio territorial está comenzando a ser
una región tiene que ver con ciertas cosas que los actores ahí colocados
están comenzando a hacer o han comenzado a hacer.

[ 268 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

Otro de los autores revisados por Leal Carretero es Brigitte Bohem


(2009), quien aborda la pluralidad de México y nos interroga sobre si
tenemos muchos “Méxicos” o uno solo; o si para entender a México
debemos conocer primero sus partes y después el conjunto, o el con-
junto engloba a las partes y hace innecesaria su comprensión. En
efecto, el autor expone el México heterogéneo a partir de una lectura
transautor (cross-author) y polariza así los argumentos con el afán de
construir una defensa y una propuesta sobre la utilidad del concepto
región como instrumento heurístico. Para tal propósito se parte del
hecho de que la región es un concepto anclado al tiempo y espacio.
Por ende, revisa principalmente los análisis de región hechos desde
la geografía (en su dimensión geográfica), la historia (en su dimen-
sión temporal) y la antropología (como comprensión de la dinámica
humana). No obstante, se reconoce que solo una mirada transdisci-
plinaria contiene mayores elementos para dar cuenta de la región. En
consecuencia, hay que pensar el concepto región como un concepto
heurístico. Esto es así porque el afán descriptivo, ordenador y clasifi-
cador ya ha quedado rebasado en los estudios regionales. El propósito
es, pues, observar en qué medida lo general adquiere sentido desde lo
particular y concluye, al igual que Leal Carretero, que el enfoque de
los actores sociales es fundamental para situar a los individuos y sus
relaciones personales en los diversos subsistemas. De esta manera, el
concepto región pierde su carácter tautológico de explicar a la región y
adquiere valor heurístico por su capacidad para explicar a la nación, al
Estado, a la Iglesia, al mercado, por un lado, y a la localidad, por el otro.
En suma, los planteamientos que hace Leal Carretero son cla-
ves para establecer fronteras analíticas que nos permitan ubicar la
región como un espacio temporal simbólico que surge o se recrea, en
la medida en que las prácticas de los actores así lo establecen. Dicho
de otro modo, una región, para que pueda ser tal, debe tener prácticas
sociales que la constituyan históricamente. Esta afirmación obedece
a que las regiones no están determinadas, sino que son flexibles, en
gran medida gracias a las acciones sociales que los diversos actores
(sociedad, estado, mercado, etc.) hacen, rehacen o dejan de hacer. En
el tema que nos convoca se requiere hablar de un espacio regional
simbólico donde se erige la “paralegalidad”.
En suma, vemos que región es un concepto cuya unidad de análi-
sis impacta significativamente el modelo explicativo que intenta dar

[ 269 ]
Israel Torres Maestro

cuenta de lo que acontece en él. Sin duda, las categorías totalizadoras


quedan rebasadas y se abre así un abanico de posibilidades para (re)
pensar la categoría “región”. No obstante, lo que tenemos también,
quizás aludiendo a Bauman (2010), es un concepto líquido difícil de
contener si no es a través de un contenedor teórico metodológico.
Semejante paradoja se da al tratar de asir un espectro de la realidad
por demás escurridizo.

La difusa frontera de la “paralegalidad”

Reguillo (2010) y García Canclini et al. (2005 y 2010) utilizan la


categoría “paralegalidad” para hacer referencia a una sociedad des-
institucionalizada donde los caminos tradicionales de incorporación
social se muestran rebasados por las escasas o nulas oportunidades
básicas de desarrollo (educación, empleo, salud, vivienda). Al res-
pecto es posible referirnos a Touraine (1997: 44) cuando menciona
lo siguiente: “…Por desinstitucionalización hay que entender el debi-
litamiento o la desaparición de las normas codificadas y protegidas
por mecanismos legales, y más simplemente la desaparición de los
juicios de normalidad, que se aplicaban a las conductas regidas por
instituciones”.
La “paralegalidad” es consecuencia directa de la violencia estruc-
tural porque ante el vacío y la ausencia del Estado, así como de la
pérdida del sentido de la vida pública, las instituciones han perdido
legitimidad y vigencia. En términos macro estructurales, en el marco
de la denominada “guerra contra el narcotráfico”, Valenzuela (2012:
98), en extenso, nos ofrece un panorama sobre el origen de la “para-
legalidad”, pues arguye que esta

…prolifera con la participación del ejército en la realización de actividades


policiales que no le corresponden y al margen de sus atribuciones constitu-
cionales. Se intensifica con la impune acción de personajes del “crimen orga-
nizado” muchas veces en complicidad con miembros de las fuerzas policiales
que controlan espacios territoriales, levantan personas en pleno día y en
lugares públicos, secuestran y arrebatan los bienes que las familias adquirie-
ron con grandes sacrificios, extorsionan, cobran derecho de piso y castigan
cruentamente a quienes se niegan a proporcionarles la cuota establecida,
proceso en el que han muerto cientos de inocentes que se encontraban en

[ 270 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

el antro, el restaurante, el casino o cualquier otro establecimiento comercial


en el momento en que estalla la granada, se siente el tableteo y las ráfagas de
las armas automáticas, se derrama combustible y se incendian los locales…
Crece cuando se promueve la posición a favor de la justicia por propia mano
y la intención de crear grupos de autodefensa, o la perspectiva de la lucha
violenta.

Lo que nos refiere el autor es que la “paralegalidad” tiene como origen la


impunidad, la corrupción, la pérdida de legitimidad institucional como
garante del orden social. Es por ello que “en nuestro país crece la para-
legalidad y su impacto permea la vida social y los marcos de conviven-
cia, al tiempo que incrementa la sensación de miedo, incertidumbre y
sospecha que vive gran parte de la población” (Valenzuela, 2012).
Conviene mencionar que el autor alude a un contexto paralegal
generalizado que pierde de vista matices trascendentales que nos
remiten a la ubicación, los recursos, el sentido y las prácticas de los
actores que la desempeñan. Pareciera, pues, que da lo mismo hablar de
un alto funcionario público coludido con el narcotráfico (victimario)
que de un integrante de las autodefensas (doblemente victimizado: de
los agentes del crimen organizado que le extorsionan y de la omisión
e incapacidad –intencionada o no– del Estado para garantizarle segu-
ridad). Entre uno y otro existe una brecha abismal que no puede ser
desatendida. Él mismo menciona que asistimos a la conformación de
un “Estado adulterado” que se caracteriza por redes de corrupción,
complicidad e impunidad, pues la presencia del llamado “crimen orga-
nizado” se ha introducido hasta la médula de las instituciones que
vulneran la acción del Estado. Más adelante, el autor arguye que seis de
cada diez empleos en México se han creado en el sector informal y que
la gran mayoría de ellos apuntalan espacios de la “paralegalidad” con-
formada desde la connivencia y corrupción de figuras institucionales,
controles corporativos o relaciones de asociación y subordinación con
organizaciones del llamado “crimen organizado”. De esta manera, hace
referencia al estudio de Efrén Sandoval para argumentar la existencia
de un “solapamiento de las complicidades institucionales con el nego-
cio de la fayuca y la incorporación de grupos del crimen organizado
que han establecido su poder y control sobre ésta y otras actividades
con la complacencia de las autoridades” (Valenzuela, 2012). No cabe
duda lo asertivo de hablar de un “Estado adulterado”. No obstante, el
planteamiento que establece el autor entre la relación casi directa de la

[ 271 ]
Israel Torres Maestro

informalidad-paralegalidad y crimen organizado no logra clarificar las


fronteras de lo ilegal y lo paralegal. En este sentido, estamos frente a
la presencia de prácticas, más que paralegales, ilegales que establecen
condiciones de precarización social.
En el ámbito micro estructural, ello implica que “frente a ese
hueco, los actores informales ofrezcan trabajo, redes sociales, atención
de necesidades básicas, y (más que ilegalidad) una “paralegalidad”, un
orden paralelo con sus propios recursos, códigos, normas y rituales”
(García Canclini, 2010: 435). En efecto, continúa el autor: “…Si la migra-
ción al extranjero y la paralegalidad [donde se ubica el narcotráfico]
son las dos opciones más elegidas por los numerosísimos jóvenes
excluidos de los sistemas educativos y laborales, de la información y
el entretenimiento legales, la conclusión es que el Estado no está sim-
plemente en crisis. Sus instituciones y normas van perdiendo sentido,
pues no son capaces de ofrecer lo que la sociedad necesita”.
La paralegalidad está basada en formas de relación/vinculación
con diferentes instituciones sociales que van más allá de lo econó-
mico. Es más que un mecanismo socializador que genera identidad a
los “recién llegados”, es un espacio donde algunos jóvenes crean sus
propias alternativas de afiliación social, pues

…los caminos de incorporación tradicional se encuentran fracturados o


cuando menos obstaculizados por las mismas instituciones “responsables”
de facilitar los tránsitos… Ello deviene necesidad en los jóvenes, de agenciarse
caminos y estrategias diversificadas para poder “ubicarse”, así sea como mera
sobrevivencia o en resistencia a escasas oportunidades que tienen (García
Canclini et al., 2005: 20).

La diferencia entre los planteamientos de Valenzuela y el de García


Canclini es que el primero generaliza y anubla así la tenue línea entre
la ilegalidad y “paralegalidad”; mientras que el segundo particulariza
y nos invita a observar lo que acontece con la tensionada constitución
del sentido que detona una “juventud desencantada” cuando las ins-
tituciones ya no garantizan (la administración, la moldura y la trans-
misión del acervo social de conocimiento para instaurar) el “mundo
dado por supuesto”.

[ 272 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

Este orden de ideas ha sido trabajado por Reguillo en sus diversos


estudios6 cuando aborda directamente el fenómeno de los jóvenes
inscritos al crimen organizado. El centro de su análisis da cuenta del
creciente proceso de empoderamiento del narcotráfico en diferen-
tes ámbitos de la vida social. Esto es así porque, de acuerdo con su
planteamiento, el narco altera y quebranta distintos órdenes sociales,
lo que, aunado a la debilidad y la corrupción de las instituciones del
Estado, “sugieren algo mucho más profundo: la compensación de un
vacío, de una ausencia y de una crisis de sentido” (Reguillo, 2008: 221).
Aquí es importante dejar en claro que la autora asume una postura crí-
tica frente a la lectura moralizante y psicologista que, al dar una expli-
cación del fenómeno, deviene reduccionistas, sean normativas, epi-
demiológicas o autoritarias. Según ella, dicha lectura también resulta
simplista y miope porque niega y elude o invisibiliza las condiciones
estructurales y, sobre todo, porque desconoce el contexto real en el
que opera el narcotráfico como mecanismo de empoderamiento de los
jóvenes que reclutan y quienes viven un proceso de reconstrucción
biográfica por la condición precaria (faltos de oportunidades básicas
de desarrollo social) en la que se encuentran.
En este panorama, la autora define el concepto de la “paralegali-
dad” cuando analiza las continuas escenificaciones del poder que tiene
el narco y las cuales hacen visible el desgaste de los símbolos del orden
instituido. Con ello, lo que en última instancia se evidencia, es al narco
como actor capaz de generar sus propios símbolos.

…Tales símbolos no se explican desde la mera oposición legalidad-ilegalidad.


Por ello propongo abrir un tercer espacio analítico: la paralegalidad, que
emerge justo en la zona fronteriza abierta por las violencias. No es un orden
ilegal lo que aquí se genera, sino un orden paralelo que construye sus propios
códigos, normas y rituales. Al ignorar olímpicamente a las instituciones y
al contrato social, la paralegalidad se constituye en un desafío mayor que la
ilegalidad (Reguillo, 2008: 221).

6. Uno de ellos es el denominado: “Las múltiples fronteras de la violencia: jóvenes


latinoamericanos entre la precarización y el desencanto”, en Hopenhayn, Martín
(coord.) (2008). Inclusión y ciudadanía: perspectivas de la juventud en Iberoamérica.
Revista Pensamiento Iberoamericano, núm. 3, 2a época, año 2008/2 revista anual.
Santiago: cepal, pp. 207-225.

[ 273 ]
Israel Torres Maestro

Es claro que no hay una definición concreta de la paralegalidad. Se


anuncia dónde y cómo se construye y los elementos que la conforman,
pero aún no hay una claridad. Cuando se menciona que es un orden
que construye sus propios códigos, normas y rituales, quizá lo que se
está dejando entrever es un espacio de socialización, donde el sujeto
construye referentes de sentido para su biografía.
Por lo anterior, consideramos que el planteamiento que realizan
autores como Reguillo y García Canclini contiene mayores aportes
analíticos que el que nos presenta Valenzuela porque mantiene abierta
esa línea (difusa si así la quiere ver, pero línea al fin) que separa la para-
legalidad de lo ilegal. Digámoslo de una buena vez: hacer explícita esta
brecha, que separa a la una de la otra, es sin duda uno de los mayores
retos que afrontamos, sobre todo cuando la carencia de referentes
teóricos y metodológicos nos posicionan a contra corriente de lo que
hegemónicamente se establece como el “orden del discurso” (para
decirlo en términos de Foucault, 1992). Ese discurso es el que en no
pocas ocasiones tiene carácter cientificista, lo cual no es más que una
subordinación del conocimiento frente al statu quo, tal como lo plantea
Lyotard (1991) cuando aborda el papel de los “decididores”, pues quién
decide lo que es saber y quién sabe lo que conviene decidir.
Para relacionar lo referido con el tema que nos convoca, la “para-
legalidad” es una oportunidad para repensar las categorías de análisis
con las que se abordan las condiciones estructurales de violencias
sociales que atañen al sujeto (joven) y que se quedan en el mani-
queísmo: legal e ilegal. Este discurso se muestra agotado. La paradoja
es que, por un lado, en el discurso institucional la juventud es vanaglo-
riada como panacea para el desarrollo (i.e. “bono demográfico”), pero,
por el otro, no se le garantizan las condiciones mínimas de posibili-
dad para aprovechar dicho potencial; y cuando estos actores adoptan
alternativas para afrontar su situación con frecuencia son vistos como
antisociales, disruptivos y hasta criminales (i.e. movimientos estudian-
tiles, pandillas, etc.) o, si se nos permite parafrasear a Beck (2000), son
hasta desagradecidos de lo cuán maravillosamente funcionan nuestras
instituciones. Al respecto es posible referirnos a García Canclini (2010:
435-436) cuando manifiesta que

…No muestra gran eficacia política, y menos aún fecundidad para la investiga-
ción científica, afirmar simplemente que es legal lo que el Congreso aprueba

[ 274 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

y la justicia dictamina, relegando al campo de lo ilegítimo todo lo que no se


atiende a tales normativas. …las distinciones entre formal e informal, legal e
ilegal, deben ser reconsideradas… Como investigadores sociales nos vemos
compelidos a ser algo más que discernidores entre lo legal y lo ilegal. Para
averiguar cómo se reproduce, se transforma o retrocede una sociedad, es
preciso tener en cuenta diversos modos de organización, incluso los que no
siguen el ordenamiento proclamado por las leyes.

Algunos elementos de análisis por donde encauzar la reflexión nos


permiten entender que la paralegalidad surge como un orden alterno
al marco legal e ilegal preestablecido, y que ello pone en evidencia la
pérdida de vigencia y legitimidad institucional como vía para el desa-
rrollo. Lo que nosotros proponemos entonces es concebir la paralega-
lidad como un espacio frontera sumamente difuso (si así se le quiere
ver, pero frontera al fin y al cabo) con la legalidad e ilegalidad, donde
los sujetos se procuran un sentido cuando la institucionalidad los ha
dejado, parcial o totalmente, huérfanos de futuro. Y en este espacio la
ubicación y la condición social del sujeto, como lo vimos con Valen-
zuela, sí son relevantes para evitar igualarla con lo ilegal. Por lo tanto,
la paralegalidad es ese ámbito distinto a lo ilegal que se diferencia
principalmente porque se ha convertido en un mundo vivible. Son
posibles prácticas paralegales (i.e. narcotráfico, migración y mercado
informal, principalmente) también en gran medida porque el Estado,
al ser incapaz de garantizar condiciones básicas de desarrollo y las
instituciones que se muestran incapaces de atender las demandas de
los jóvenes, las tolera, lo que ocasiona que se vuelvan legítimas frente
a los otros derroteros que son más difíciles de seguir. Esto también le
da un carácter emancipatorio (¿práctico?), debido a que representa
una alternativa para quienes carecen de los recursos, sean materiales
o inmateriales, y que entonces la paralegalidad se presenta como una
vía alterna a seguir para hacer frente a las condiciones (sean tanto
precarizadas como limitativas). En nuestro caso, tiene que ver con
una cuestión inmaterial toda vez que el sujeto joven se encuentra
inmerso en un proceso de indagación de sentido. Por lo referido, la
paralegalidad tiene que ver más con una práctica que visibiliza la agen-
cia del sujeto en la relación dialéctica con la estructura. Ello le da un
carácter referencial que se constituye a partir de diversos elementos
como el espacio, la ubicación, las prácticas, los recursos carenciados
y posibilitados.

[ 275 ]
Israel Torres Maestro

Por lo anterior, se puede afirmar que la paralegalidad es un espacio


donde el sujeto genera condiciones de posibilidad para quienes son
segregados o simplemente viven desencantados de lo que el “mundo
dado por supuesto” les ofrece. Es precisamente un espacio donde este
tipo de sujetos reconfiguran su biografía a partir de su oferta sociali-
zadora que les posibilita definir el “qué-me-aporta-a-mí-esto” (Beck,
2000). Nuestra intención no es llevar a cabo una apología de las prác-
ticas que se encuentran al margen de lo legal, sino analizar las prácti-
cas que son catalogadas como ilegales, estigmatizadas moralmente y
criminalizadas jurídicamente, pero que pueden ser entendidas como
ejercicios de agencia mediante los cuales el sujeto se constituye de
manera alternativa.
A continuación presentamos un mapa conceptual que hemos ela-
borado para intentar dilucidar la frontera de lo paralegal e ilegal. En
seguida consideramos clave relacionarlo con el estudio de la “globa-
lización desde abajo” que nos presenta Alba (s.f.), debido a que dicha
obra analiza la difusa frontera de lo legal e ilegal, lo formal e informal,
lo lícito e ilícito. Aquí el gráfico.

Fuente: Elaboración propia.

[ 276 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

La sociedad se encuentra estructurada en tres órdenes. Dos de ellos,


el legal e ilegal, reconocidos explícitamente y uno más, el paralegal,
que no es reconocido propiamente como tal, sino equiparado con
uno de los explicitados. Tenemos, pues, un discurso hegemónico que
idealiza lo legal, criminaliza lo ilegal, invisibiliza lo paralegal. El pri-
mero es idealizado porque traza un tránsito lineal (familia de origen,
escuela, trabajo formal, matrimonio, adquisición de derechos políticos
y sociales, constitución de familia propia), permitido jurídicamente
y fomentado socialmente. Aquí las instituciones tienen una fuerte
presencia para la trayectoria biográfica. “Armónicamente”, el sujeto se
apropia del acervo social de conocimiento que le ofrece la institución
para cumplir así con lo que establece el “deber ser”. El resultado es un
sujeto integrado que reproduce lo permitido.
En un segundo término, tenemos lo ilegal que se encuentra estre-
chamente relacionado con lo paralegal. Ambos tienen como espacio de
acción lo informal, lo ilegitimo; por ende, se encuentran vulnerables
a la cooptación y/o la sanción. De alguna manera esto va a marcar la
diferencia. Aquí juega un rol definitorio la función del Estado. Cuando
lo ilegitimo es cooptado por el Estado,7 o cuando participa directa-
mente para hacerlo posible, prácticas ilegales como el narcotráfico, la
migración, se convierten en crimen organizado por el involucramiento
de diversos actores y órdenes de gobierno que “facilitan” grandes flu-
jos de capital. La consolidación del narcotráfico, el secuestro, la trata
de personas, etc., no se pueden entender sin la coparticipación (inten-
cionada o no) del Estado. En nuestro país es un hecho que el crimen
organizado existe en gran medida por la impunidad, la corrupción y
la colusión de las autoridades.8 En este trayecto, el tránsito certero de
incorporación social se encuentra en duda, en gran medida porque las
instituciones están debilitadas, pero sobre todo puestas en duda.9 No

7. Más adelante desarrollaremos el tema de la cooptación.


8. Hoy en día el tema de los 43 jóvenes normalistas desaparecidos de Ayotzinapa es una
muestra más que evidente para sostener esta afirmación.
9. Insistimos, el caso de los 43 jóvenes normalistas desaparecidos de Ayotzinapa
(estudiantes secuestrados por la policía municipal, aparentemente entregados a
grupos criminales quienes los desaparecieron), y el caso Tlatlaya (22 civiles asesinados
por elementos del ejército federal). Para mayores detalles véase la documentación
de lo sucedido en “Caso Tlatlaya: El ejército en entredicho”, La Jornada, Ciudad de
México, 2014) disponible en web http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/10/03/

[ 277 ]
Israel Torres Maestro

obstante, aun y cuando jurídicamente está trayectoria es penalizada,


socialmente llega a encontrar cierto tipo de aceptación porque repre-
senta un camino que hace factible un ascenso social certero, basado
en el enriquecimiento rápido, una vida colmada de confort, la conse-
cución de poder y prestigio social, etc.; es decir, todo aquello que por
la vía formal o legal llega a ser difícil o hasta imposible. Al respecto es
preciso traer a colación a Monsiváis et al. (2004: 5), cuando en el aná-
lisis que realiza sobre las implicaciones ideológicas y culturales de los
“narcocorridos” para la promoción de sentido, menciona lo siguiente:

…Más que celebración del delito, los narcocorridos difunden la ilusión de las
sociedades donde los pobres tienen derecho a las oportunidades delincuen-
ciales de «los de Arriba». En la leyenda ahora tradicional, los pobres, que en
otras circunstancias no pasarían de manejar un elevador, desafían la ley de
modo incesante. El sentido profundo de los corridos es dar cuenta de aquellos
que, por vías delictivas, alcanzan las alturas del presidente de un banco, de
un dirigente industrial, de un gobernador, de un cacique regional felicitado
por el presidente de la República.

El tercer orden, denominado “paralegalidad”, aunque comparte puntos


de confluencia con lo ilegal, se separa de él por el simple hecho de no
consolidarse como crimen organizado. Está más del lado del sujeto que
de la estructura, pues tiene que ver con el “poder hacer”; por ello sus
prácticas, más que cooptadas, son sancionadas (en algunos casos con
uso excesivo de la violencia). Pensemos, por ejemplo, en las activida-
des que se realizan en las calles tal como los “limpiabrisas”, los “cuida
coches”, los que cantan en los camiones, los que venden mercancías
en los vagones del metro (en el caso de la Ciudad de México). Es decir,
aquellas prácticas que no generan una alta derrama económica, como
sí lo genera el crimen organizado, por ejemplo. Por lo que entonces
estás prácticas devienen vulnerables a la extorsión, perseguimiento

caso-tlatlaya-, es un hecho que evidencia la debilidad del sistema de justicia, donde


incluso se pone en duda la función de instituciones como la Comisión Nacional de
los Derechos Humanos, por los fuertes cuestionamientos contra su dirigente Raúl
Plascencia por su “tibio” y lento pronunciamiento sobre los hechos. Pareciera, pues,
que la ciudadanía a la que no se le garantiza la seguridad pública se ve orillada a exigir
o ejercer justicia por sus propias manos. Pero, cuando esto sucede, el Estado reprime,
encarcela o desaparece a los que resisten, evidentemente nos referimos al caso de las
autodefensas, los activistas sociales, los manifestantes.

[ 278 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

y/o confinamiento. Para ejemplificar lo referido, Concha (2012) nos


refiere el caso de la estrategia de seguridad pública nacional deno-
minada Limpiemos México, zona de recuperación, dada a conocer por
Felipe Calderón el 2 de julio de 2007, la cual desencadenó una serie de
acciones de seguridad en el marco de la “cero tolerancia” en contra
de personas categorizadas “peligrosas”. Dicha estrategia avaló casos
documentados de limpieza social, tal como los sucedidos en Guada-
lajara, Jalisco, con acciones permanentes e intensificadas en el con-
texto de los Juegos Panamericanos. Otra limpieza social sucedió en
Acapulco, Guerrero, que por ser una playa turística involucró a grupos
civiles en la identificación y agresión a poblaciones callejeras, a través
de la llamada “patrulla ciudadana”, por mencionar alguno de ellos.
De igual manera, el tema de la migración nos puede permitir
dilucidar las diferencias que existen entre el sujeto migrante, que en
su trayecto experimenta condiciones de sobrevivencia e injusticia, y
aquellos que también participan en la migración pero que su posicio-
namiento les permite hacer negocio. Pensemos en los denominados
“polleros”, por ejemplo. En el tema que nos compete es un hecho la
abismal diferencia entre los grandes capos y quienes se dedican al nar-
comenudeo, ya que el Estado actúa contra los últimos, sin en muchas
ocasiones perseguir a los cabecillas, pero, como lo hemos tratado de
argumentar, el narcotráfico es paralegal en la medida de que es un
espacio configurador de sentido que oferta aquello que la instituciona-
lidad no hace o, mejor dicho, es un espacio donde el sujeto encuentra
(sentido) lo que la institucionalidad no le ofrece y que para el sujeto
se vuelve relativamente indispensable para su trayectoria biográfica:
para unos es lo económico, para otros es más que lo económico, o
ambas, por ello el cuestionamiento sobre el “qué-me-aporta-a-mí-esto”
(Beck, 2000).
Como se puede ver, hemos tratado de desanclar la paralegalidad
de la ilegalidad a través de la ubicación, condición y lo que demanda
el sujeto, así como el papel que juega el Estado “nini”: ni genera con-
diciones básicas de desarrollo ni permite que el sujeto se las generé

[ 279 ]
Israel Torres Maestro

alternativamente.10 Es por ello que consideramos relevante hacer una


lectura de “la globalización desde abajo”.
Alba, Mathews y Ribeiro (coords., s.d.) analizan parte de las diná-
micas del comercio informal; en concreto, mediante estudios empíri-
cos dan cuenta de cómo la globalización se nutre, paradójicamente, a
través de a quienes ha marginado y segregado socioeconómicamente,
lo que representa el “ingreso” por la puerta trasera de quienes la glo-
balización ha excluido del sistema formal. Hablamos, pues, de la “glo-
balización desde abajo”, aquella que, según los autores, reproducen
el ideal del progreso, la aspiración de formar parte de la denominada
“globalización desde arriba”, pero que desafortunadamente en este
campo (al que han llegado en desventaja y por la puerta trasera) los
espacios se encuentran reservados para los grandes consorcios trans-
nacionales. Por ende, para la mayoría el máximo logro alcanzado será
ascender algunos ínfimos peldaños que les permitan satisfacer sus
necesidades de supervivencia, no más. Pero para unos cuantos (líderes,
principalmente) lograran ascender a altos peldaños, pero si y sólo si
aceptan (obligadamente) formar parte de las estructuras corporativas
y clientelares del Estado.
Los autores asumen que “la globalización desde abajo” está basada
en la experiencia cotidiana de los habitantes del mundo. Por lo tanto,
la globalización desde abajo se define como “el flujo transnacional de
personas y bienes que implica sumas de dinero relativamente peque-
ñas y transacciones informales, a menudo cuasi legales o ilegales, fre-
cuentemente relacionadas con el ‘mundo en desarrollo’, pero que, en
realidad, son evidentes en todo el mundo” (Alba, Mathews y Ribeiro,
coords., s. d.).
En efecto, la relevancia de “la globalización desde abajo” es hacer
visible las dinámicas micro sociales en las que el sujeto intenta gene-
rarse lo que necesita. En el caso del sector de la economía, al encon-
trase en una condición limitada, sin empleo, sin educación, sin otro

10. En la tesis de maestría, la cual pronto saldrá publicada, denominada Autogestión


de los jóvenes Y. Alcances, limitaciones y aportes al postdesarrollo social, pudimos
documentar este tipo de casos donde algunos jóvenes metropolitanos de Guadalajara,
lejos de encontrar un apoyo para satisfacer las demandas que el Estado no les atiende,
encontraron respuestas represivas por parte de las autoridades. Para mayores detalles
véase el apartado denominado “Gobierno NINI” que integra el capítulo 4: “Huellas de
una identidad en disputa”.

[ 280 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

tipo de oportunidades sociales, el sujeto se inscribe en prácticas que


se encuentran al margen de lo legal. Los autores nos refieren los casos
de “los comerciantes del segmento pobre de la globalización, que
compran mercancías usadas o las copian fuera del control de la ley
y transportan esos bienes en contenedores o en sus maletas a través
de los continentes y las fronteras en pequeñas o grandes cantidades
para que los vendedores callejeros las ofrezcan a precios mínimos sin
que nadie pregunte por su procedencia” (Alba, Mathews y Ribeiro,
coords., s.d.). Como se deja ver, estas dinámicas son posibles gracias a
la coparticipación del Estado, ya sea a través de la complicidad de las
autoridades, la concesión de permisos para vender en la vía pública a
cambio de cuotas y apoyo partidista y electoral. “Se trata de un nego-
cio sin abogados ni derechos de autor, llevado a cabo a través de una
madeja de conexiones personales y fajos de dinero” (Alba, Mathews
y Ribeiro, coords., s.d.).
La tesis desarrollada radica en que la “globalización desde abajo”
existe gracias a que “soluciona” [o palía] los problemas que la “globa-
lización desde arriba” no puede solucionar, porque esta última pro-
porciona empleos e ingresos insuficientes para adquirir productos
relacionados con un estilo de vida que se promueve en los medios de
comunicación. De esta manera, la “globalización desde abajo” direc-
tamente se hace cargo de los segmentos pobres de la población. Al no
tener acceso a los productos “genuinos” de la globalización hegemó-
nica, la piratería satisface ideológicamente su consumo, nos refieren
los autores: como quiero pero no puedo comprar una playera marca
Polo original (que ronda los 1,499 pesos),11 me compro una copia (que
ronda en los 200 pesos);12 como quiero pero no tengo para comprar
el disco de mi artista favorito (que ronda los 200 pesos), compro una
copia (que ronda los 20 pesos), etcétera.
El trasfondo de este planteamiento es que dicho sector de la econo-
mía, al proporcionar mercancías más baratas de las que en su versión
original llegan a ser inasequibles, genera empleos (formales e informa-
les) para millones de personas. En el proceso de producción-distribu-

11. Cotización de la tienda departamental Sears. Véase en http://www.sears.com.mx/


categoria/5071/playeras-polo/453299/playera-piel-de-toro-polo-pique/
12. Precio estándar en lugares como el Mercado San Juan de Dios y el tianguis de
Guadalajara, Jalisco, México.

[ 281 ]
Israel Torres Maestro

ción-compra-venta-consumo participan diferentes órdenes del Estado:


desde quienes se encuentran en las calles como vendedores ambulan-
tes, hasta empresarios (formales) y autoridades tanto locales como
federales y transnacionales. Es, pues, una dinámica que transita entre
lo legal e ilegal y que, por ende, ambas se fusionan constantemente.
Desde esta lógica, entonces, se abre la posibilidad para repensar la
paralegalidad como ese espacio que no es del todo legal pero tampoco
ilegal, pues, como se ha dicho con anterioridad, cada vez es más difícil,
quizá hasta imposible, establecer con claridad la línea divisoria entre
lo legal e ilegal.13 Más aún porque llega a representar un espacio de
oportunidades para aquellos sujetos a quienes por diversos medios
constantemente se las niegan (por obra u omisión institucional).
Por ende, “la globalización desde abajo” puede llegar a ser vista
como una solución informal e individualizada de un problema social
que ha sido creado en el sector formal (léase estructuras del sistema
socioeconómico global). Lo que queremos colocar sobre la mesa de
discusión es el horizonte social de las prácticas “informales” que los
agentes adoptan como vías alternas para afrontar su limitada condi-
ción social, ya que por el lado “legal” llega a ser hasta imposible, por
ejemplo, satisfacer la canasta básica de alimentación recomendable.14
Lo anterior obedece a que los autores postulan a “la globalización
desde abajo” como un mecanismo que permite el mejoramiento de
la calidad de vida de millones de consumidores y proveedores, tanto
de los que trabajan en la economía formal como de los que trabajan
en la economía informal de las sociedades de todo el mundo (recor-
demos que en esta dinámica ambas se encuentran fusionadas). Esto
es así porque la economía informal presenta los siguientes atributos:

13. De hecho, el texto nos refiere que la autora Vera da Silva Telles, a través del estudio
denominado Los ilegalismos y la ciudad de São Paulo, “examina los circuitos comerciales
informales del centro de São Paulo entre los pliegues de lo legal y lo ilegal, distinciones
que, en São Paulo, como en cualquier otra parte, ya no tienen un significado claro”. Las
porosas fronteras entre lo formal y lo informal, lo legal y lo ilegal y lo lícito y lo ilícito
son cada vez más difusas.
14. En el capítulo denominado Del bono a la factura demográfica (que forma parte de la tesis
de maestría, antes mencionada) hemos referido la imposibilidad de satisfacer la canasta
básica de alimentación recomendable (que no incluye costos como gasolina, luz, agua,
teléfono, etc.) con el salario mínimo. Esto es así porque el Reporte de investigación #103
(CAM, 2008), sostiene que solamente 1.7% (2’056,675 personas) de la población total
del país puede comprarla, mientras que 98.3% no la puede adquirir en su totalidad.

[ 282 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

“facilidad de acceso, apoyo de recursos locales, empresas de propiedad


familiar, operación a pequeña escala, uso intensivo de mano de obra,
tecnología adaptada, habilidades obtenidas fuera del sistema educativo
formal y mercados no regulados” (Alba, Mathews y Ribeiro, coords.,
s.d.). Entonces consideramos que el trasfondo de este planteamiento
abre la posibilidad para repensar la paralegalidad y no la informalidad
ni mucho menos la ilegalidad, como una vía en la que se detonan otras
alternativas de condiciones de posibilidad.
Si pensamos la globalización hegemónica desde la “teoría de la
estructuración”, podemos hacer una lectura de la “globalización desde
abajo” como fuente de constreñimiento y habilitación, donde se cons-
truyen procesos de incorporación social en los que el sujeto se habilita
para afrontar su situación. Los autores ofrecen historias de vida sobre
cómo algunos sujetos lograron revertir su situación marginal y llega-
ron a ser líderes con grandes recursos y poder. Al respecto, conviene
concentrarnos en el artículo titulado que presenta Alba (s. d.).15
Dicho autor aborda el estudio de las dinámicas político-sociales
que se desarrollan entre los líderes sindicales de vendedores ambulan-
tes del barrio de Tepito (Unión Cívica de Vendedores Ambulantes de
la Antigua Merced) y las autoridades locales. En concreto, el objetivo
de sus análisis es determinar cuáles son las condiciones políticas que
hacen posible que los comerciantes ambulantes vendan las mercancías
legales e ilegales que llegan al centro histórico de la ciudad de México.
Es importante mencionar que las mercancías a las que se refiere el
autor son en su casi totalidad las provenientes de China, comúnmente
conocidas como productos “pirata” o copias. De esta manera, el autor
encuentra en términos macro estructurales que un actor clave para la
consolidación del contrabando es la impunidad, la corrupción de la
autoridades en sus diversas escalas, desde el policía aduanero hasta
quienes emiten la orden de dejar pasar la mercancía. Y en esta diná-
mica actores del sector formal también se benefician, pues el autor
nos refiere lo siguiente:

15. Agradezco el texto inédito que me proporcionó el doctor Carlos Alba Vega, Profesor
investigador de El Colegio de México.

[ 283 ]
Israel Torres Maestro

…Una de las principales características del contrabando contemporáneo es


la extrema diversidad de actores, circuitos y técnicas de abasto (Tarrius,
2002). En México, la venta de mercancías de contrabando en el comercio
ambulante es sólo un tipo de distribución entre muchos, si bien es el más
conocido debido a su visibilidad. Algunos grandes grupos de distribución,
supermercados y cadenas de almacenes especializados, que representan apro-
ximadamente el 55 por ciento del mercado nacional de prendas de vestir, han
recurrido a las importaciones ilegales (Salmon, 2002); algunos ejemplos son
los de Gigante, Liverpool y Zara-Inditex, para sólo mencionar las compañías
que han sido multadas (Alba, s. d.).

En términos micro estructurales, “paradójicamente”, aunque existe un


aparato jurídico que prohíbe el comercio ambulante, este se ve anu-
lado por las mismas estructuras políticas de gobierno, que a través del
clientelismo y el corporativismo negocian con los dirigentes de este
tipo de comercio. Dicho convenio radica en conceder permiso si y solo
si se atienden las cuotas económicas, el apoyo electoral y partidista
que las autoridades establecen. Lo anterior se puede definir como
red de complicidades, corrupción, extorciones y tráfico de influencias
que hacen posible el comercio informal. Quizá para Valenzuela (2012)
esta situación forma parte de lo que define como paralegalidad. No
obstante, realizar semejante lectura implica eludir un análisis más
minucioso sobre las fronteras entre lo ilegal y la paralegalidad.
De regreso con la exposición. Aunque el autor estudia la estructura
del comercio ambulante, desde el propio vendedor hasta los funciona-
rios públicos (por ejemplo, los delegados), centra su atención en los
líderes de las organizaciones de esos vendedores: quiénes son y cómo
surgen y se desarrollan y qué funciones desempeñan en la economía y
la política de la informalidad. En efecto, estos sectores de la población
son descritos como los que pueden participar real y activamente en la
política local, pero hay otros (a quienes no estudia a fondo y que son
los comerciantes dirigidos) que no buscan derribar el orden econó-
mico establecido en su sociedad, sino simplemente ganarse la vida en
su seno, por los medios y modos que fueren y a través de cualesquier
brecha y ventajas que pudieren encontrar. Consideramos que aquí es
preciso hacer una distinción jerárquica entre quienes se encuentran
en la cúpula (líderes sindicales) y quienes se encuentran abajo (vende-
dores ambulantes directos). Los primeros juegan un papel fundamen-
tal para reproducir las estructuras hegemónicas del sistema político,

[ 284 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

mientras que los segundos, al tratar de hacer frente a su limitada con-


dición socioeconómica, se convierten constantemente en blanco de
extorsión, tanto de sus superiores inmediatos (por la cuota económica
que tienen que pagar) como por los políticos en turno (a quienes le
tienen que negociar el apoyo partidista y electoral). Evidentemente,
aquí no estamos postulando un sujeto victimizado sin capacidad de
agencia, solo enfatizamos cómo este tipo de sujetos tienen que afron-
tar un constante proceso de constreñimiento. Esto se hace evidente
cuando el sujeto no forma parte de grupo. El autor menciona pero no
abunda en la existencia de los vendedores ambulantes que no forman
parte de la Unión Cívica de Vendedores Ambulantes de la Antigua
Merced, por ejemplo. Estos sujetos, si bien no pagan cuotas y no tienen
compromisos políticos, contrario a los que sí forman parte del grupo,
se inscriben en una confrontación directa con las autoridades e incluso
con los propios vendedores ambulantes integrados.
En términos generales, congeniamos con los autores cuando plan-
tean un escenario donde las fronteras entre la legalidad e ilegalidad
se encuentran estrechamente ligadas. En nuestro país es claro que
vivimos en un contexto donde ambos se fusionan desde los propios
aparatos de gobierno encargados de supuestamente velar por el esta-
blecimiento de los límites claros entre una y otra. De hecho, los autores
son claros al respecto cuando mencionan que “los líderes políticos de
esos grupos [de vendedores ambulantes], frecuentemente mujeres que
crecieron en la pobreza, ponen en contacto los mundos de la forma-
lidad y la informalidad, la legalidad y la ilegalidad, al hacer para los
habitantes vulnerables de ‘la globalización desde abajo’ un lugar a la
mesa de los políticamente poderosos” (Alba, s.d.). Por ende, continúan
los autores, los que practican la globalización desde abajo no buscan
destruir el capitalismo, sino beneficiarse de él. No obstante, como lo
señalamos, el análisis deja fuera la zona gris de “la globalización desde
abajo”, es decir, quienes ni pretenden beneficiarse políticamente ni
participar en las dinámicas del capitalismo. Dicho de otro modo, ¿hasta
qué punto afirmar que los sujetos buscan beneficiarse del capitalismo
es sostenible si pensamos en aquellas prácticas “informales”, tal como
el chambismo (i.e., cantar en los camiones, limpiabrisas…), es decir,
aquellas formas de autoempleo que se quedan en la sobrevivencia? Al
igual que los autores, no apelamos ni a los radicales, ni a los revolu-
cionarios ni a los opositores a la globalización, sino a su zona gris que

[ 285 ]
Israel Torres Maestro

tiene otras condiciones limitativas y necesidades que no únicamente


se quedan en lo económico. Sobre este último aspecto, de hecho, el
autor refiere que entre los “nuevos” vendedores ambulantes de Tepito
se encuentran jóvenes que cursaron la universidad, que tienen otras
posibilidades pero que permanecen ahí, ¿por qué motivos? Eso no lo
sabemos, pero podemos intuir que quizá se trata del “qué-me-aporta-
a-mí-esto” (Beck, 2000).
Consideramos que en la medida en que el sujeto hace uso de los
recursos (una especie de capitales bourdieanos) que tiene a su dis-
posición para utilizar las estructuras de poder en beneficio propio,
como mecanismo de ascenso social, se llevan a cabo prácticas que
se encuentran más pegadas a la ilegalidad. En contraparte, cuando el
sujeto carece de estos recursos y, por ende, su cometido no es benefi-
ciarse, reproducir y legitimar las estructuras hegemónicas del poder su
práctica puede ser leída como paralegal. Sin duda, un posicionamiento
polémico que requiere ser nutrido teórica y metodológicamente; no
obstante, hacia este horizonte pretendemos transitar pues, como lo
señala “la globalización desde abajo”, las fronteras de lo legal e ilegal
son cada vez más difusas e incluso inexistentes. Por lo tanto, para la
construcción del observable entonces habremos de abundar sobre
la ubicación, los recursos, las motivaciones y las prácticas que lleva
a cabo el sujeto en las estructuras y/o dinámicas de la paralegalidad.
Antes de cerrar, permítasenos traer a colación otra reflexión sobre
la ilegalidad y la paralegalidad, que tiene que ver con el papel definito-
rio, así lo tratamos de establecer, que juega el Estado y, en concreto, las
autoridades. Es una especie de dimensión política de la condicionante
“si y solo si se…”
El Estado, y en concreto las autoridades de gobierno, tiene dos
formas de relacionarse con quienes pretenden actuar fuera de lo legal
y sobre todo fuera de su control. Una es la cooptación y la otra es
la persecución, el anexamiento y/o desaparición que representa la
puesta en marcha del uso excesivo de la fuerza pública contra, por
ejemplo, los “independientes”, los disidentes, los no afiliados a su cor-
poración, o simplemente hacia las “nuevas” manifestaciones culturales
(i.e., buchones. Léase el veto al cantautor del “movimiento alterado
apodado Komander”), prácticas económicas (i.e., vendedores ambu-
lantes al vuelo, trueque…) y políticas (i.e., movimientos sociales como
el “Yo soy 132”).

[ 286 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

Respecto a la captación, como lo hemos mencionado, esta se basa


en una negociación que se realiza para poder (aparentar) mantener el
“orden” social. Se lleva a cabo en todos los niveles de gobierno, desde
las instancias federales hasta las locales, quizás en estas últimas sea
más visible. Y esto no es exclusivo de las autoridades, también se
realiza en aquellas asociaciones políticas que tienen como objetivo
mantener en orden interno de la institución; pensemos en el papel
que juega, por ejemplo, la Federación de Estudiantes de Guadalajara
al interior y exterior de la Universidad de Guadalajara. Este tipo de
prácticas están ampliamente documentadas. Un ejemplo de ello lo
encontramos en Nassif y Alonso (2009) y Alonso (2012).16
En el tema que nos convoca, en la vida cotidiana es más que sabido
de los acuerdos que existen, por ejemplo, entre las denominadas
“narcotiendita”17 y la policía municipal. Los habitantes de las colonias
saben cómo operan, quiénes son, dónde están localizadas las “narco-
tienditas” al interior de su colonia, e incluso a qué hora los policías
recogen la cuota.18 Pareciera, pues, que la corporación de seguridad
pública municipal se ha convertido, en estos casos, en una especie de
“recaudadora de impuestos al narco”.
La negociación es un “permiso del Estado para trabajar” y que se
realiza fuera de lo legal (para nosotros aquí reside la diferencia entre

16. Dichos autores dan cuenta de cómo la democracia en México se encuentra subordinada
a la mercantilización y supeditada a los poderes fácticos (i.e., grandes medios
electrónicos). Es una democracia simulada que opera a través de la exclusión de las
mayorías, en beneficio de la clase política que pugna por mantenerse en el poder sin
importarle el bien público, nos refiere Alonso (2012). Centremos la atención en lo que
denomina como “simulación”, que no es otra cosa más que un proceso de legitimación
institucional a través de mesas de trabajo, foros o asambleas de participación ciudadana,
por mencionar algunas, en las que la ciudadanía, junto con las autoridades, genera
acuerdos y políticas consensuadas. No obstante, es simulación porque las conclusiones
y los acuerdos ya están determinados con antelación por grupos fácticos del gobierno
y lo que se hace es entonces aparentar su construcción
17. Por lo común hogares habilitados para la venta al menudeo de algún estupefaciente.
18. En el estudio de Marcial y Vizcarra (2014), en el que tuvimos la oportunidad de participar
directamente en el trabajo de campo, con rastreo de informantes, entrevistas, grupos
focales, entre otras cosas, en la colonia Lomas de la Primavera, Zapopan, habitantes
mayores de edad, principalmente, nos referían explícitamente la desconfianza que
tienen hacia la policía municipal, pues mencionaban que la policía solo sube a su
colonia para recoger su mochada –cuota económica– “para que se hacen pendejos si
son ellos mismos los que las protegen –a las narcotienditas–”.

[ 287 ]
Israel Torres Maestro

lo paralegal e ilegal) que nada tiene de paralegal, sino de ilegal. De


hecho, uno de los informantes afirma que cuando se pertenece a un
cartel, como los de “la plaza”, si la policía los detiene basta mencionar
el nombre del cartel al que pertenecen para que así o se les deje ir o
se les permita comprar la libertad (corromper al elemento de seguri-
dad, policía municipal, al ministerial, etc.). En contraste, cuando no
se pertenece a un grupo, el individuo no tiene otra opción más que su
anexamiento, porque existen acuerdos (entre autoridades y cabecillas
del crimen organizado) para poder corromper. Algo similar sucede
con los vendedores ambulantes. Alba (s.d.) aunque no lo aborda a
profundidad, lo menciona implícitamente en su estudio19.
En suma, lo que queremos colocar al centro de la discusión es que
la paralegalidad se lleva a cabo en la medida en que opera, se cons-
truye o se ejerce, fuera del marco institucional. Por ello la insistencia
en el espacio donde se despliegan las prácticas del sujeto en relación
al papel que juegan las instituciones para la producción de sentido.

19. Habría que mencionar que en Guadalajara se ha llevado a cabo el desplazamiento


de los vendedores informales que se encuentran ubicados en el centro de la ciudad.
Algunos son desplazados unas cuadras, mientras que otros están llevando a cabo la
denominada “venta al vuelo”. Esto es, sujetos que ponen sus productos sobre una manta,
la cual está sujetada por cuatro lazos, que permiten que el vendedor de un rápido jalón
contenga la mercancía en una especie de bolsa. Esto sucede constantemente cuando
el vendedor percibe que un inspector o policía se encuentra cercano. Al igual que el
caso del narcomenudista mencionado, ellos no tienen la oportunidad de trabajar o
corromper al funcionario porque no pertenecen a una asociación, como la Unión Cívica
de Vendedores Ambulantes de la Antigua Merced, de la que nos habla Alba (s. d.). Otra
práctica similar que se lleva a cabo es cuando el vendedor lanza en las redes sociales
(Facebook, principalmente) la promoción de un artículo (nuevo o usado) y acuerda
con el posible vendedor verse en un punto de la ciudad. Por lo común se reúnen no
uno, sino varios vendedores y compradores, lo cual puede convertirlos en una especie
de “grupo informal”. Los hemos observado en el denominado “Parque Rojo” (ubicado
en los cruces de avenida Juárez y avenida Federalismo, Guadalajara). Como ambos se
han convocado a través de las redes sociales y, por ende, no se “conocen en persona”, el
vendedor porta una especie de gafete con un apodo o leyenda para ser reconocido por
el comprador. De esta manera, ambos se encuentran y llevan a cabo la compra-venta.
No obstante, debido a que vender en la vía pública sin permiso de las autoridades es
ilegal, existen sujetos (parientes o acompañantes de los vendedores) que vigilan (es una
especie de los denominados halcones) que los inspectores y/o policías no se encuentren
cerca, cuando es así ellos rápidamente dan aviso a los vendedores para que recojan la
mercancía al vuelo.

[ 288 ]
La difusa frontera de la paralegalidad

A modo de cierre

Pensar la categoría región como una estrategia heurística que nos per-
mita dar cuenta de lo que acontece en lo local es, sin duda, otra forma
de adentrarnos a lo global, pues hoy en día ambos (lo global y lo local)
se encuentran íntimamente interrelacionados. En el tema del desarro-
llo social, tal como lo menciona Andrés Fábregas (s.d.), los estudios
regionales permiten encauzar políticas regionales que atiendan de
mejor manera lo local. Es por ello que Leal Carretero (1998), más que
darle importancia al planteamiento de si “la región existe o no”, nos
refiere que “las regiones sí son buenas para pensar” lo local, lo global,
las prácticas que la constituyen, entre otras cosas.
En el tema que nos convoca, “desafortunadamente” el abordaje
analítico prescinde de la región toda vez que se inscribe en el análisis
fenomenológico de las prácticas que constituyen al sujeto, en nues-
tro caso jóvenes que disienten de la noción deontológica del “deber
ser” y que se hacen visibles en el terreno de la “paralegalidad”. Dicha
categoría, como vimos, se encuentra íntimamente relacionada con lo
ilegal. “Afortunadamente”, estudios como el que nos presenta Alba
(s.d.), desde una óptica del desarrollo regional fusionado con lo global,
nos aportan elementos reflexivos para desanclar la “paralegalidad” de
lo ilegal y postular, así, que entre una y otra existe una difusa frontera
que las separa. Otorgar sustento teórico y metodológico es, sin duda,
un ejercicio por demás obligado y desafiante; no obstante, en la medida
en que podamos encontrar estudios como el de Alba (s.d.) habre-
mos de acertar ejes analíticos para repensar la realidad desde ópticas
alternativas que se distancian de las interpretaciones canónicas de
las ciencias sociales. La categoría “paralegalidad” se suma a dicho
distanciamiento, que se encuentra anclado en el maniqueísmo legal-
ilegal, para reinterpretar así una realidad cada vez más caótica, que ha
puesto en jaque a las ciencias sociales cuando intenta dar cuenta de la
realidad desde categorías clásicas.

[ 289 ]
Israel Torres Maestro

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[ 292 ]
Región y globalización.
Economía y política versus interés
público y medio ambiental. Sistemas
energéticos y políticas públicas del
sector eléctrico en México

Karla Haydee Ortiz Palafox1

Introducción

El tema de la energía eléctrica y sus implicaciones es, sin lugar a dudas,


uno de los grandes temas nacionales y globales, ya que este es vital
para el desarrollo de los países y el crecimiento económico. El grado
y rapidez de avance de un país está estrechamente ligado al consumo
de energía, en general, y a la electricidad, en particular; la industria,
el transporte, el comercio, el sector urbano y residencial, en fin, toda
la actividad humana requiere de energía. Por lo tanto, el principal
objetivo es trabajar hacia un crecimiento responsable que concilie el
desarrollo económico, la protección medioambiental y la reducción
de las desigualdades globales. La demanda de energía requerida debe
ser satisfecha de una manera técnicamente confiable y segura, econó-
micamente viable y ambientalmente responsable. Así pues, debemos
dedicarnos a buscar soluciones que realcen el bienestar mundial de
manera sustentable. Sin embargo, las políticas públicas que se aplican
hoy en México reflejan cada vez más las visiones y los intereses de ins-

1. Universidad de Guadalajara, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades.

[ 293 ]
Karla Haydee Ortiz Palafox

tituciones internacionales, corporaciones transnacionales y agencias


gubernamentales regionales, que en los hechos se traducen en reglas
específicas que transforman la estructura de la propiedad de interés
público del sector eléctrico mexicano hacia una de interés privado.
Dicha transformación en el sector energético mexicano privilegia los
intereses privados sobre los objetivos de la política pública y sobre
los objetivos en materia medioambiental y cambio climático, lo que
inevitablemente genera dificultades en el cumplimiento social, público
y medioambiental.
El propósito del estudio es abordar el estado del arte de la región
frente a la globalización, donde se hace un intento en la discusión que
se lleva a cabo sobre la problemática de las relaciones globalización-
región. Para ello se tratan de manera somera algunos de los problemas
implicados en el sector eléctrico en México y sus recursos fósiles, los
cuales son utilizados en 90% para la generación de electricidad en
México; se efectúan también breves comentarios tratando de organizar
como línea general la relación entre región-globalización, alrededor
de una directriz que en mi opinión es lógica.

Antecedentes de la región

En un acelerado proceso de globalización, las dinámicas territoriales,


tanto en la economía como en la calidad de vida, van ganando terreno
en el orden político de coexistencia. El territorio da cabida diariamente
a nuevas aspiraciones. El territorio es un lugar del sustento y de la
calidad de vida (ejemplos de ello podemos encontrarlos en el trabajo,
la salud, la coexistencia, la cultura, las tierras, entre otros). Debido a
la globalización y, por ende, a las obligadas relaciones mundiales, se
hace cada vez más necesario reforzar elementos que dotan de singu-
laridad a los grupos, a los procesos y a los productos. La visibilidad se
ha vuelto entonces un valor de suma importancia para identificar posi-
bles asociados, posibles relaciones, clientes, aliados o para observar
con atención el cruce de caminos de información y capital. Con estas
necesidades, no podemos solo observar y adquirir información sobre
la visibilidad acostumbrada y asociada con los municipios, capitales,
estados, países, como geográficamente está indicado; sino que estamos
obligados a activar otro tipo de mecanismos para delimitar los espa-

[ 294 ]
Región y globalización. Economía y política versus interés público y medio ambiental.
Sistemas energéticos y políticas públicas del sector eléctrico en México

cios u regiones que, sin duda, aumentan la presencia de los campos


internacionales. En este contexto podríamos decir que

…las sociedades locales deben preservar sus identidades y fundamentar sus


raíces históricas a pesar de las dependencias económicas y funcionales de
un espacio en movimiento. La construcción simbólica de los lugares, la pre-
servación de los símbolos de reconocimiento, la expresión de la memoria
colectiva en las prácticas de comunicación… son todos medios fundamenta-
les a través de los cuales los lugares siguen posibilitando las comunidades…
(Borja y Castells, 1997)

Si históricamente nos enfocamos en la preservación de la identidad


y la fundamentación de las raíces históricas, a pesar de las depen-
dencias económicas y funcionales, nos encontraremos con algunas
regiones históricas que infieren Borja, Jordi y Castells (1997). A lo
largo del tiempo las regiones “históricas” implicaron procesos que
se encuentran vinculados a dependencias económicas y funcionales.
Por ejemplo, Bohm (2009) nos muestra en su libro, El enfoque regional
y los estudios regionales en México: geografía, historia y antropología,
que para consolidar las regiones en México se requirió un proceso que
implicó, debido a la invasión española, el desajuste de las dinámicas
locales y tradicionales: primero, el robo de los bienes y la eliminación
de la resistencia; segundo, el saqueo de los productos, directamente
o a través de la tributación obligada sobre la producción local; ter-
cero, la extracción de los recursos con destino al imperio; y cuarto,
la transformación para abastecer el mercado interno y externo. Una
estructura institucional de dominación se hace operativa con la articu-
lación y control de los nodos y rutas del factor motivacional (riqueza,
mercancías) (Bohm, 2009).
En este sentido, el manejo de los intereses de unos hacia otros
por la riqueza de la región ha sido notable desde épocas inmemoria-
les; la globalización, por otro lado, es sin duda más sencilla desde las
posiciones centrales y de Estados. Sin embargo, “la globalización es
un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala,
que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre
los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades
y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, eco-
nómicas y políticas que les dan un carácter global” (Martín, 2004).
Dicha centralidad o regionalidad puede tener sus bases en accidentes

[ 295 ]
Karla Haydee Ortiz Palafox

geográficos; de esta manera la presencia de materias primas (petróleo,


carbón, gas shale) traen consigo la acumulación de capital en distintos
territorios que son ricos en esta materia.
La existencia de estas centralidades o regiones políticas, geográfi-
cas o económicas, pueden encontrarse en cualquier proceso político
del futuro cercano. Así, podemos explicar y hablar sobre decisiones
económicas en inversiones, la penetración de nuevas empresas tras-
nacionales en áreas o regiones ricas económicamente en México
(ejemplo de ello, las mineras, las empresas generadoras de luz, las
empresas trasnacionales de hidroeléctricas y las recientes empresas
que se incluirán en la actual reforma energética). En todas estas cons-
trucciones de región se puede encontrar un hilo, un hilo conductor que
nos lleva a la investigación y, por ende, a la obtención de información.

Región

El concepto de región ha sido objeto de diferentes interpretaciones


y posiciones; en unos casos, ha sido presentado como un mecanismo
analítico; en otros, como una condición operativa para responder a
las tendencias globalizadoras, así como para esbozar, desde lo local,
procesos de desarrollo autónomos, entre otras interpretaciones. Por
lo tanto, este documento intenta centrar su atención en el alcance
del término, planteando algunas reflexiones en torno a su interpreta-
ción, así como al carácter del ordenamiento territorial neoliberal y sus
posibilidades para generar sociedades incluyentes y democráticas en
un proyecto regional. Habrá que preguntarse, entonces, si podemos
hablar de un proyecto nacional de región.
No se puede responder categóricamente a esta pregunta, pero
creo que sí se puede indicar que evidentemente existen proyectos
de regionalización con diferentes matices ideológicos y operativos.
Esta variada condición supone, primero, aclarar cómo se intuyen las
regiones; Fernando Leal caracteriza la región contrastándola con la
noción de territorio de la siguiente manera:

De ahí, a su vez, que haya por lo menos tres componentes básicos contenidos
en el concepto original que interesan a las ciencias sociales: el componente
geográfico (dirección, zona), el componente político (mandar, regir) y el

[ 296 ]
Región y globalización. Economía y política versus interés público y medio ambiental.
Sistemas energéticos y políticas públicas del sector eléctrico en México

componente territorial (trazar un límite). Vale la pena observar ya aquí que


el componente territorial, si bien está a caballo entre el geográfico y político,
tiene cierta independencia: por un lado es una categoría administrativa y
catastral que se superpone muchas veces al dato geográfico (aunque este lo
influye también) y tiene un efecto sobre la política sin agotarse en ella; por
otro lado el concepto de división y límite es múltiple en la organización social:
hay límites nacionales, estatales, municipales, urbanos, policíacos, militares,
electorales, eclesiásticos, religiosos, culturales y aún simbólicos. Todos ellos
crean territorio (y a veces, pero no siempre crean “región”) en maneras dife-
rentes y abigarradas. (Leal F., 1998)

Se puede concluir que región y territorio no son lo mismo: región


es una categorización operacional que permite estudiar e intervenir
espacialmente, y esta interpretación de región está ligada tanto a los
modelos de desarrollo como a los principios ideológicos que están
detrás de ellos. Por ello, algunas conceptualizaciones de región y en
particular la que sobreviene con el modelo neoliberal, está más lejos
del territorio.
De esta forma indica Cuervo Morales y Morales Gutiérrez: “…La
región se puede entender como una construcción que se hace en torno
a la comprensión o identificación de un patrón o parámetro de con-
ducta de una variable de interés que se torna homogénea para el con-
junto de elementos que la definen” (Cuervo Morales & Morales Gutié,
2009). Cuervo y Morales definen la región como una construcción a
un parámetro; sin embargo, los parámetros son definidos en función
a ciertos criterios y estos criterios pueden ser diversos e incluso múl-
tiples. Esta diversidad o multiplicidad de parámetros puedo tomarla
desde mi objeto de estudio como la presencia o riqueza de yacimientos
de petróleo, gas y carbón en una región, como lo es México, y en donde
se pueden entonces considerar un sinnúmero de instalaciones para su
explotación. En este contexto es necesaria la creación de mecanismos
u “entes”, adecuados para regular este sinnúmero de instalaciones,
de interés internacional y/o gubernamental, que se preocupen por el
saqueo, sustracción y/o control del interés privado, que está lejos de
la preocupación pública, social y medioambiental.
Otra manera de entender la región es en términos relacionales,
tales como región funcional o región nodal, como les ha llamado Scott
(1998). Desde esta perspectiva, una “región podría concebirse al iden-
tificar las dependencias o las condiciones de enlace entre diferentes

[ 297 ]
Karla Haydee Ortiz Palafox

elementos que permiten verificar una determinada conducta” (Scott,


1998); por ejemplo, desde el punto de vista económico, con base en
la acumulación de capital o la competitividad, pudiésemos mencio-
nar cuando el Estado adopta el papel de “empresarial”, ese papel de
auxiliador, mismo que los autores Shlifer y Vishni, en Millan (2006),
titulan “la mano auxiliadora”.
Los defensores de esta adopción del Estado “empresarial” conside-
raban que la burocracia debidamente entrenada haría uso correcto de
los instrumentos; además, el Estado tendría incentivos para determi-
nar o encontrar las posibles soluciones de lo que deviniera para con-
veniencia de la sociedad, lo que, a su vez, se traduciría en un correcto
manejo de los recursos fósiles. Se suponía también que existirían
mecanismos para evitar que el gobierno utilizara a las empresas con
fines electorales o para que los políticos se abstuvieran de aprovechar
algún tipo de enriquecimiento ilícito. Hacia fines de los años setenta,
varios acontecimientos en diversos países en materia de sustracción
de recursos fósiles para la generación de electricidad, comenzaron a
poner en la mira las escasas bases de este paradigma y de la recupe-
ración de los costos del servicio, además de mantener el compromiso
del gobierno de buscar el bienestar de la gente y no anteponer sus
intereses para fines diferentes a la prestación del servicio.
El modelo comienza a desquebrajarse, pues se presentan intereses
políticos, dificultad en controlar instancias de corrupción y el des-
plome de la “mano auxiliadora” se da en la crisis de la deuda de 1982,
ya que esta tiene un impacto en las finanzas del sector eléctrico como
resultado del cierre de muchas líneas de financiamiento, así como la
incapacidad de mantener costos necesarios en la inflación y grandes
presiones políticas que utilizaban las empresas como bolsa de trabajo
para las elecciones venideras2. Esta situación se encuentra descrita en
un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de 1987. En
este contexto la banca multilateral reaccionó y buscó soluciones por
medio de reformular las inversiones en marcha, mejorar los sistemas
de distribución, reducir las pérdidas mientras la electricidad era dis-

2. Entre estos grandes proyectos se encontraban las hidroeléctricas, que las financiaba
el gobierno, pero que también eran utilizadas para generar “empleos” y prácticas
clientelares para el partido en el poder.

[ 298 ]
Región y globalización. Economía y política versus interés público y medio ambiental.
Sistemas energéticos y políticas públicas del sector eléctrico en México

tribuida (actualmente se sigue perdiendo 16% de la electricidad que


se genera), y se apoyaron además en los contratos de desempeño.3
En este sentido, considero que es posible ampliar el papel descrip-
tivo o explicativo de la regionalización para convertirlo en propositivo,
contemplando que la “región” no es el fin del cambio, sino un medio
para hacerlo posible. Por tanto, no basta con pensarse en la “región”
en términos de relaciones o de categorías comparativas (como instru-
mento de cambio); en mi opinión, podríamos sustituir lo que vemos
por lo que queremos ver, esto le puede otorgar un nuevo alcance al
término, pero obliga a conceptualizar la región de diferente manera,
pues no es suficiente con la identificación de patrones o relaciones
para definirla. Se requiere, además de ello, de la necesaria declaración
de objetivos con base en el objeto de estudio, adoptando un horizonte
que debe ser planificado.
Desde esta perspectiva, “la regionalización es una forma particular
de ordenar el territorio, es consecuencia de unos modelos de desarro-
llo que inducen unas prácticas de interacción social” (Harvey D., 2012);
esto pudiese contemplar que la política determina cómo se ocupa o
aprovecha el suelo y no que el ordenamiento espacial determina las
decisiones políticas. Para ello es necesario el conocimiento crítico de
las políticas y de sus efectos sobre el territorio.
Actualmente México y el mundo asiste sin alternativa a la conso-
lidación del modelo neoliberal, cuyo fin es el crecimiento económico,
visión según la cual este crecimiento es generado por la iniciativa
privada y por la capacidad de individuos para agregar valor a las cosas,
lo cual se traduce en incrementos del “desarrollo social”. Para ello, se
fundamenta en el individualismo, la competitividad, la productividad
y la globalización.
El individualismo sugiere la oportunidad de tener, de acumular y,
en esa medida, de autodeterminarse; implica la gestión de relaciones
ventajosas con el otro y, por lo tanto, la cooperación se da en térmi-
nos contractuales, únicamente con quienes poseen los medios para
producir un resultado que le beneficia y cuando esos actores tienen
disponibilidad de esos medios.

3. Modalidad según la cual los desembolsos eran contingentes a la obtención de metas


específicas en recaudo, reducción de pérdidas y mejoras en los índices financieros.

[ 299 ]
Karla Haydee Ortiz Palafox

La competitividad sitúa individuos u organizaciones sociales en


confrontación con otros, obligando a poner en juego aptitudes y forta-
lezas para superarlos, lo cual supone ser más productivo, más agresivo
o eventualmente más violento.4 Un territorio competitivo, en conse-
cuencia, es un territorio que vence a otros en la conquista de oportu-
nidades para alcanzar mayores estadios de crecimiento económico. La
distribución de la riqueza generada lógicamente está reservada para
los agentes económicos que dominan los mercados (los individuos
que ganan en la competencia).
La globalización permite la expansión de los mercados y la interac-
ción de los agentes económicos. Evidencia las múltiples transacciones
que expresan las relaciones que establece, borrando las fronteras y
homogeneizando los contenidos.
A nivel público, estos principios se traducen en una gestión de
carácter empresarial y en decisiones como la privatización de la pro-
piedad pública o la reducción y sujeción del Estado de derecho y de
las decisiones públicas a los intereses económicos y estratégicos de las
empresas multinacionales, intermediadas por la banca internacional.
De esta manera se facilita el juego libre del mercado e igualmente
se obliga a los asociados a actuar de manera individualista, a ganar a
toda costa y a ampliar sus posibilidades de ganancia sin importar los
medios, tanto en términos de renta, como en términos de expansión.
El paisaje de competencia, propiciado por el libre mercado, exa-
cerba los intereses en disputa y el conflicto; así que no es de extrañar
un ordenamiento de hecho con pretensiones institucionales como el
descrito por Guillén (Guillén T., 2014) en Hubo una vez la revolución,
o los escenarios pesimistas y conflictivos ofrecidos por Harvey (2012),
en El enigma del capital y la crisis del capitalismo, entre otros. Dado que
este modelo, cuya representación social de la felicidad es equivalente
a atesorar y donde la acción social es motivada por el interés propio,
propicia la violencia, la corrupción y la segregación, no podemos espe-
rar otra cosa que la concentración privilegiada de la riqueza y de los

4. En un contexto que privilegia el individualismo, un ambiente de competencia obliga


a los individuos u organizaciones a ganar a toda costa; también los arrastra a hacerlo
por cualquier medio. Uno de estos medios es la productividad, otro está basado en la
fuerza y el sometimiento, y esto puede conducir a la violencia o a formas de trasgresión
de la legalidad convirtiéndolas en mecanismos para ganar competitividad.

[ 300 ]
Región y globalización. Economía y política versus interés público y medio ambiental.
Sistemas energéticos y políticas públicas del sector eléctrico en México

medios de producción, así como un ámbito jerarquizado y tenso por


el beneficio al desarrollo.
Ese contexto posee una expresión temporal consistente en la
separación funcional del tiempo urbano –el trabajo para producir y el
descanso para consumir– y una separación espacial tanto de carácter
privado como del público; expresa, además, el entrelazamiento de
múltiples ordenamientos en conflicto bajo la pretensión de facilitar
la acumulación de propiedades, el flujo del mercado y la utilidad indi-
vidual del desarrollo. A partir de estos elementos, podemos hablar de
regiones como propósito, de tal forma que una región bajo el modelo
neoliberal se pudiera caracterizar de la siguiente manera: en la bús-
queda del propio interés, donde inversionistas intentan por medio
de relaciones ventajosas con el otro, obtener tierras, proyectos para
la obtención de ganancias propias tales como las hidroeléctricas y el
despojo de las tierras de los mismos.
La competitividad donde esta puede ser mostrada como atractiva,
realizando inversiones a través de “proyectos” para mostrarse como
oportunidad de negocio interesante, rentable y seguro, ofreciendo a la
población “trabajo y desarrollo”. Uno de esos proyectos es la extrac-
ción de gas shale en algunas zonas del país, especializando sus suelos,
mejorando las infraestructuras que relacionan el mercado con esos
suelos y ocultando las zonas que no son incorporadas a ese mercado.
Todo ello en “protección” del inversionista, no en la generación de un
bien público. La productividad también juega un papel importante,
pues se incorporan los valores empresariales y su esquema de orga-
nización; el Estado privatiza la prestación de los servicios y ejerce el
papel de “la mano auxiliadora”, esforzándose por mostrarlos como
si fuesen de un interés colectivo. De esta forma es cómo en la actual
reforma se han privatizado algunos servicios con el lema “la luz te
saldrá más barata”, publicitado por parte del gobierno federal. Final-
mente, encontramos también a la globalización, donde esta interactúa
con el gobierno y con las trasnacionales donde se conforman alianzas
a niveles territoriales con interese dominantes.
Este modelo de “desarrollo” desde una concepción económica
de crecimiento es excluyente de personas; se forma, entonces, una
construcción regional entre diferentes mercados e intereses donde se
facilita la rentabilidad al inversionista, que bien puede ser individual,
trasnacional u gubernamental; sin embargo, esta alianza o región de

[ 301 ]
Karla Haydee Ortiz Palafox

intereses5 es eventual, pues está conformada mientras las condicio-


nes para los inversionistas sigan vigentes. Esta alianza requiere una
“institucionalidad flexible que le permita ajustar dinámicamente sus
fronteras”, tal como lo plantea Harvey, en Ciudades rebeldes del dere-
cho de la ciudad a la revolución urbana (2012).

A modo de conclusión

Una propuesta podría ser “las regiones definidas por sentimientos de


identificación territorial a partir de una historia común, de tradiciones
culturales y de relaciones sociales compartidas como factor de uni-
dad nacional”, coincidiendo con Fábregas, (2009) serán entidades por
construir. Esta regionalización supone que todos los actores sociales
actúan de acuerdo para perseguir el interés público y colectivo. En
esos términos la construcción social de una región debe suponer actos
responsables y conscientes de toda la población; estos actos pueden
y deben estar alineados al conjunto de la sociedad con la prioridad de
la equidad, la participación, la democracia y la solidaridad.
Otra propuesta pudiese ser la distinción de las “regiones por inte-
reses” y “regiones ciudadanas”. Las “regiones por intereses” que se
llevan a cabo en todas las reformas estructurales que se han imple-
mentado en México durante los últimos, si estas son enfocadas en los
intereses de unos cuantos (transnacionales, gubernamentales, entre
otros), pudiéndoseles conceptualizar como “Región de intereses,
Región capitalista o Región globalizadora” y donde a ellas les interesa
poco lo social, público y medioambiental.
A otro tipo de región se les pudiera llamar “regiones desde la ciu-
dadanía” o “regiones ciudadanas”, citando a Guillén (2014), “donde ser
ciudadano, no es cada elección y su duración no es de 3 minutos”, sino

5. Refiriéndome a la región de intereses como aquellas conformadas por intereses


diversos, de acuerdo con mi objeto de estudio mencionaría los intereses como los
recursos fósiles utilizados para la generación de energía: petróleo, carbón, gas shale,
incluso entran aquellas energías limpias como hidroeléctricas (agua), territorios para
paneles solares (pues en Baja California ya se cuenta con un parque solar, empresa de
Estados Unidos, que genera y transporta energía a California), las selvas amazónicas
de Brasil que están siendo deforestadas para la siembra de soja y producción de etanol,
entre otras.

[ 302 ]
Región y globalización. Economía y política versus interés público y medio ambiental.
Sistemas energéticos y políticas públicas del sector eléctrico en México

que se requiere de la participacion de la misma en defensa de tierras,


colectividad e intereses medioambientales y públicos.

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[ 305 ]
La aparente controversia entre
dotar de agua a los hogares y dejar
sin hogar a las personas. El caso de
la presa El Zapotillo

Elvia Susana Delgado Rodríguez1

Introducción

En el presente escrito analizo el conflicto social generado por la cons-


trucción de la presa El Zapotillo en el estado de Jalisco, México; entre
la población directamente afectada por el embalse y las autoridades de
los tres órdenes de gobierno que construyen la obra. Este análisis parte
de algunas nociones teórico-conceptuales propuestas por el geógrafo
y teórico social inglés, David Harvey.
Desde el planteamiento inicial de la construcción de la presa de
El Zapotillo, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) ha postulado
el argumento de que el proyecto obedece primordialmente a la nece-
sidad de abastecimiento de agua para las poblaciones de Los Altos
de Jalisco y las ciudades de León, Guanajuato, y Guadalajara, Jalisco.
Desde esta perspectiva se puede inferir que el objetivo primordial
de la obra es garantizar el suministro de agua para los hogares de las

1. Doctorante del programa de Posgrado en Ciencias Sociales de la Universidad de


Guadalajara. Profesora de Asignatura A, del Centro Universitario en Ciencias de la
Salud, División de Disciplinas Básicas, Departamento de Ciencias Sociales.

[ 307 ]
Elvia Susana Delgado Rodríguez

ciudades mencionadas y en los terrenos de cultivo alteños. Dicho de


otra forma, el objetivo es esencialmente humanista.2
Frente al argumento que antepone el objetivo humanista de la
construcción de la presa de El Zapotillo se cuestionan las conse-
cuencias anti-humanistas que provocaría el embalse: la inundación
de poblados, desaparición de tierras de cultivo y el desplazamiento
forzado de personas. A este cuestionamiento, las autoridades respon-
sables de la gestión del agua en México no han dado una respuesta
puntual y satisfactoria.
En este trabajo, intento ofrecer una posible respuesta a esta con-
tradicción, utilizando algunas nociones conceptuales que nos ofrece
Harvey en su modelo de explicación sobre los fenómenos económicos
y sociales que ocurren en determinadas áreas geográficas, a conse-
cuencia de la dinámica general de desarrollo del modelo de produc-
ción capitalista. Concretamente, retomo las ideas de los desarrollos
geográficos desiguales, la producción del espacio y el derecho a las
ciudades, enmarcadas en la teoría de la expansión geográfica del capi-
talismo como forma necesaria de acumulación y, por ende, de conti-
nuidad de ese modelo económico.

¿Para qué la presa El Zapotillo?

De acuerdo con datos oficiales de la Comisión Estatal del Agua de


Guanajuato (ceag), la Comisión Estatal del Agua de Jalisco (ceaj), la
Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la
Comisión Nacional del Agua (Conagua), la construcción de la presa El
Zapotillo sobre el cauce del río Verde obedece a necesidades de abas-
tecimiento de agua potable para: 350,000 habitantes de 14 municipios
de Los Altos de Jalisco; 950,000 habitantes de la zona conurbada de
Guadalajara (zcg) y 1’100,000 habitantes de la ciudad de León, Gua-

2. Utilizo el término humanista en un sentido restringido a la relación entre gobernados


y gobernantes (en este caso), en el que supongo que ambas partes se reconocen como
portadores de los atributos que reconocemos como humanos y, en consecuencia, ambos
procuran conservar los valores que garantizan la continuidad del otro como miembro
de su propia especie; es decir, existe una clase de filia o, al menos, simpatía por el otro
por su condición de iguales.

[ 308 ]
La aparente controversia entre dotar de agua a los hogares y dejar
sin hogar a las personas. El caso de la presa El Zapotillo

najuato; en total 2’400,000 ciudadanos mexicanos que requieren de la


disponibilidad del vital líquido en sus hogares y/o tierras de cultivo.
El proyecto de la presa El Zapotillo, según la Conagua (2012),
consta de la construcción de una cortina de 105 metros de altura con
una capacidad de almacenamiento de 911 Mm3, un acueducto de 140
kilómetros de longitud y 2.54 metros de diámetro, con destino a la
ciudad de León, Guanajuato; una planta potabilizadora con 3.8 m3/s
de capacidad, dos plantas de bombeo, un tanque de almacenamiento
y entrega con 100,000 m3 de capacidad y un macro-circuito de distri-
bución de 43 kilómetros de longitud, ambos ubicados en la ciudad de
León, Guanajuato.3
La Conagua y los gobiernos de los estados de Guanajuato y Jalisco
estiman que con la presa El Zapotillo se aprovecharán hasta 8.6 m3/s en
el suministro de agua potable a la ciudad de León (3.8 m3/s), a Los Altos
de Jalisco (1.8 m3/s) y a Guadalajara (3.0 m3/s); además, de acuerdo a la
Conagua (2012), el proyecto de la presa El Zapotillo permitirá trans-
ferir un volumen aproximado a los 120 millones de m3 anuales de la
cuenca del río Verde a la cuenca del río Lerma, la cual se encuentra
sobreexplotada.4
Dentro de los beneficios que según la Conagua (2012) se esperan
obtener una vez que el proyecto esté terminado (además del abas-
tecimiento de agua potable a la población), destacan los siguientes:
beneficios hidráulicos-ambientales, beneficios socioeconómicos y

3. A pesar de que los hogares y campos de cultivo de la zona metropolitana de Guadalajara


y la región de Los Altos de Jalisco, respectivamente, aparecen como futuros usuarios
que se beneficiarían del agua de la presa El Zapotillo, en los documentos oficiales del
proyecto, no se contempla obra hidráulica para garantizar que el agua llegue a dichos
destinos.
4. De acuerdo con Heliodoro Ochoa García, en general, mucha de la información
oficial que se genera en relación con la presa El Zapotillo es imprecisa y se presta
a confusiones: “Las justificaciones por parte de los promoventes son: garantizar el
abastecimiento de agua en las ciudades de Guadalajara y León, proteger al lago de
Chapala y detener el abatimiento de acuíferos aledaños a estas dos urbes. Sin embargo,
el manejo de información es impreciso y se presta a confusiones, por ejemplo: no existe
proyecto para alimentar los acuíferos o para proteger áreas de recarga; los proyectos de
abastecimiento y grupos a beneficiar dentro de las ciudades no se han dado a conocer a
detalle; y no se cuantifica los supuestos ahorros en el agua extraída del lago de Chapala”
(Ochoa, 2012).

[ 309 ]
Elvia Susana Delgado Rodríguez

beneficios sociales, los cuales se presentan desglosados en el cuadro


que aparece adelante.
Además, la federación ofrece beneficios adicionales derivados
de la construcción de la presa, mediante la transferencia directa a la
población de fondos extraídos de programas sociales para el desarro-
llo; desde el programa de apoyo PyME, se contempla el financiamiento
para emprendedores mediante la creación de microempresas fami-
liares denominadas: “Mi Panadería”, “Mi Tortillería” y “Mi Tienda”;
desde la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca
y Alimentación (Sagarpa), fondos para proyectos agropecuarios de
impacto regional para el desarrollo del sector tales como proyectos
de acuacultura, pesca comercial y deportivos-recreativos. Finalmente,
desde la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), fondos para pro-
yectos de ecoturismo y actividad turística y restaurantera.
Según los datos de la misma Conagua (2012), frente a estos benefi-
cios el proyecto de El Zapotillo contempla la afectación de las comuni-
dades de Acasico, con 344 habitantes; Palmarejo, con 167 habitantes y
Temacapulín, con 480 habitantes, poblaciones que deberán ser reubi-
cadas; dicho de otra forma y en concordancia con las cifras ofrecidas,
un total de 991 ciudadanas y ciudadanos serían desplazados de sus
comunidades por el riesgo de ser inundados con el embalse de la presa
una vez en funcionamiento.

Cuadro 1
Beneficios de la presa El Zapotillo de acuerdo a la Conagua

Beneficios -Recarga de acuíferos en la zona de influencia del embalse.


hidráulicos- -Construcción de plantas de tratamiento en la zona de influencia.
ambientales -Reducción de la sobreexplotación de los acuíferos en la cuenca Lerma-
Chapala (Valle de León) y Santiago (zcg), que actualmente presentan
abatimiento de hasta tres metros por año.
-León, Guanajuato, regresará los volúmenes de agua transferidos del río
Verde al lago de Chapala, una vez que esta sea tratada.
-Se garantizará el suministro de agua durante los próximos 25 años.
Beneficios -Creación de 8,790 empleos fijos y 2,930 temporales durante la
socioeconómicos construcción y operación de la infraestructura, un total de 11,720.
-Generación de polos de desarrollo económicos en la región, propiciando
el arraigo y disminuyendo la migración.
-Generación de fuentes permanentes de empleo en pesca, servicios
de alimentos, hotelería y turismo, además de actividades recreativas y
deportivas en la zona del embalse.

[ 310 ]
La aparente controversia entre dotar de agua a los hogares y dejar
sin hogar a las personas. El caso de la presa El Zapotillo

Beneficios -Servicios básicos de agua potable, alumbrado público, centros de


sociales salud, instalaciones educativas, deportivas y recreativas, además de
infraestructura de saneamiento.
-Nuevos centros de población para las localidades que serán reubicadas.
-Mejoramiento de la infraestructura de comunicación.
-Pagos de terrenos afectados a valor comercial.
-Reubicación de centros religiosos: templos y capillas (la basílica de
Temacapulín), el atrio, la casa cural y panteones de las localidades. En el
caso de Temacapulín también se reubicaría el edificio de la delegación
municipal.
Elaboración propia con datos de Conagua (2012).

¿Es El Zapotillo la única alternativa?

Hasta aquí llama la atención lo siguiente: dado que el objetivo prin-


cipal de construir la presa de El Zapotillo es que las personas puedan
disponer de una fuente segura de agua durante los próximos 25 años,
resulta difícil tomar posición en contra de la construcción de esta
obra, pues nadie pone en duda la necesidad de contar con agua en los
hogares y/o para el cultivo de alimentos. De hecho, el acceso al agua
es considerado un derecho fundamental para la sobrevivencia de todo
ser viviente, tal como se detalla en el folleto informativo número 35 de
la onu.5 Visto de esta forma, oponerse a su construcción sería atentar
contra el objetivo humanista de nuestra propia subsistencia.
En este sentido surge la pregunta siguiente: ¿por qué un objetivo
humanista, como el de asegurar el abasto de agua a las personas, debe
tener consecuencias no humanistas, como la desaparición de poblacio-
nes, pérdida de formas de sobrevivencia y el desplazamiento forzado
de personas? Evidentemente, nos encontramos con una contradicción
de enormes consecuencias, a saber: la presa El Zapotillo es y no es a la
vez un proyecto humanista, pues a la vez beneficia a algunas personas
y perjudica a otras.
Ante esta paradoja, se podría decir que al no existir otras alterna-
tivas para el abastecimiento de agua en las ciudades de Guadalajara
y León, así como a los terrenos de cultivo de Los Altos de Jalisco, no
queda otra salida que aceptar las consecuencias de la contradicción y

5. Dicho folleto puede consultarse en www.ohch.org

[ 311 ]
Elvia Susana Delgado Rodríguez

asumir el terrible costo de desaparecer poblaciones enteras, a cambio


de beneficiar a una mayor cantidad de población de la que puede ser
afectada. En ese escenario nos encontraríamos ante el dilema ético de
efectivamente aplicar una teoría de la justicia utilitarista, como la de
Rawls, o adherirnos a una moral kantiana, en la que no admitiríamos
que se cometiera injusticia contra ningún ser humano.
Lo arriba expuesto no es el caso. Algunas organizaciones y grupos
de académicos de diversas disciplinas que, junto con la población de
Temacapulín, se oponen a la inundación de su territorio y al despla-
zamiento forzoso a un nuevo centro de población, han generado alter-
nativas locales de gestión del agua que pueden cubrir las necesidades
de abastecimiento que plantean los organismos gubernamentales, sin
que sea necesaria la construcción de El Zapotillo o, por lo menos, que
las dimensiones de la cortina de la presa sean como se estipulaba en
la primera versión del proyecto.6
Según Ramírez (2013), las principales propuestas alternativas para
el abastecimiento de agua de la población de las ciudades, entre otras,
son las siguientes:
·· Manejo integral de las cuencas existentes.
·· Inversión de recursos para proteger las fuentes de abastecimiento
actuales.
·· Creación de infraestructura para reutilizar aguas tratadas.
·· Solución de las fallas del sistema de almacenamiento y distribu-
ción del agua potable.
·· Ordenamiento y mantenimiento de los acuíferos.
·· Cuidado del uso forestal del agua.
·· Recolección de aguas de lluvia.
·· Cambio en el modelo de agricultura actual por una orgánica.
·· Promoción de desarrollo de las regiones y abastecimiento de agua
para que sus habitantes no tengan que emigrar a las urbes.

6. Originalmente, la cortina de la presa El Zapotillo estaba planeada a una altura de


80 metros, con un embalse calculado en 2,052 hectáreas. Con ello se consideraba la
afectación (desaparición) de dos comunidades (Acasico y Palmarejo) y la construcción
de dos diques de protección para el pueblo de Temacapulín. Estos diques de 220 metros
de longitud y 10 metros de alto cada uno tendrían el objeto de mantener a salvo de
inundaciones a dicha localidad.

[ 312 ]
La aparente controversia entre dotar de agua a los hogares y dejar
sin hogar a las personas. El caso de la presa El Zapotillo

El objetivo primordial de estas propuestas alternativas de gestión del


agua es mantener el sentido humanista de abastecimiento del líquido
a la población de las ciudades, al mismo tiempo que se evitan los efec-
tos anti-humanistas de desaparición de poblados y desplazamiento
forzoso de personas, generados por la política de gestión del agua
basada en la construcción de grandes presas. Ahora bien, si existen
propuestas alternativas de gestión del agua que no derivarían en los
costos sociales generados por las grandes presas, ¿por qué no se toman
estas alternativas para asegurar que el agua llegue a los habitantes de
la región de Los Altos de Jalisco y las ciudades de León y Guadalajara?
Planteado de forma más general, ¿por qué se siguen construyendo las
grandes presas para cubrir el derecho al agua de los habitantes de las
ciudades?
Una hipótesis plausible para responder a esta pregunta proviene
de la propuesta teórica de David Harvey (2004) en torno a la diferen-
ciación y refuncionalización de los territorios, ocasionados por las
necesidades de transformación y reestructuración capitalista. Según
este modelo explicativo, la política de gestión del agua basada en la
construcción de grandes presas tiene sentido para la continuidad del
modelo de producción capitalista en su fase de expansión neoliberal.
De acuerdo con Harvey (2004), la reconfiguración del espacio geo-
gráfico es una respuesta del modo de producción capitalista, para la
resolución de las crisis que el mismo sistema genera. Para demostrar
esta proposición, recurre a un ejemplo histórico reciente: a partir de
la crisis generada en el mundo capitalista a mediados de la década de
los setenta del siglo pasado, el sistema inició un proceso de reestruc-
turación para mantener los niveles de rentabilidad y de acumulación;
fue así que durante las siguientes décadas pudimos ser testigos de la
consolidación de un nuevo orden global, que consistió en que los divi-
dendos obtenidos en el proceso de producción no eran reinvertidos,
ni tampoco consumidos por los capitalistas, sino que se pretendió la
valorización por fuera de la esfera de la producción, lo que trajo con-
sigo la acumulación en el terreno financiero de grandes proporciones
de capital.
Algunas economías nacionales, nos dice Harvey, asistieron a un
proceso de apertura, liberalización y privatización de la inversión,
la industria y la posesión de recursos estratégicos para el desarro-
llo, mediante la eliminación de cualquier tipo de restricción para la

[ 313 ]
Elvia Susana Delgado Rodríguez

movilidad de capitales privados. Prueba de ello es la modificación


a los marcos legales a través de reformas estructurales, un ejemplo
representativo en el caso mexicano es la modificación al artículo 27
de la Constitución en 1992.7
La apertura de los mercados nacionales atrajo la inversión privada
hacia los territorios que ofrecían ventajas en relación con la disminu-
ción de costes de producción, la localización de cadenas mundiales
de producción y distribución de mercancías, o bien con las ventajas
de posesión de bienes naturales estratégicos para la producción. De
esta manera, se fueron configurando territorios para desplegar planes
de inversión, comercio y propiciar procesos de expansión del capital.
Para el caso particular de las grandes presas, la crisis mundial
del capitalismo de mediados de los años setenta, a la que se refiere
Harvey, se vio reflejada en una desaceleración de la cantidad de obras
construidas:

Desde finales de la década de los setenta, tanto la crisis económica, como la


madurez de la oposición mundial a la construcción de grandes presas, mar-
caron la disminución de su construcción, acompañándose del retiro parcial
del bm (Banco Mundial) en su promoción, factor que facilitó la creciente
participación de capital privado en el financiamiento y construcción de la
infraestructura en el contexto del neoliberalismo mundial (Olvera, 2011: 247).

La crisis económica que se reflejó a su vez en una crisis en la cons-


trucción de grandes presas (gp) fue el momento adecuado para que
mediante la reestructuración territorial, según Harvey (2004), se
permitiera una salida a dicha crisis: “El neoliberalismo promovió la

7. En México, en 1917, como logro de la revolución mexicana (1910-1919) se firmó su


Constitución; entre sus avances, el artículo 27 pertinente a la propiedad de la tierra y
los recursos naturales otorgaba una de las principales garantías sociales y daba lugar
al reparto agrario; entregándole a la nación la propiedad original de sus aguas, tierras,
subsuelo, mares y riquezas del país. Durante el sexenio de Salinas de Gortari (1988-
1994), en el año de 1992 se reformó este artículo, que en su redacción original era
un derecho el reparto agrario para todos los mexicanos que no tuvieran tierra; las
tierras comunales y ejidales no eran comercializables, embargables, ni hipotecables,
no podrían prescribirse, las iglesias no podían ser dueñas de tierra y estaba limitada la
propiedad privada. Con la reforma, se terminó el reparto agrario y se introdujo la tierra
en el libre comercio como una mercancía más con la forma de “sociedad mercantil”,
donde las empresas pueden comprar las tierras, puesto que estas ya son vendibles,
embargables, heredables e hipotecables.

[ 314 ]
La aparente controversia entre dotar de agua a los hogares y dejar
sin hogar a las personas. El caso de la presa El Zapotillo

apropiación de recursos estratégicos (agua, energía, infraestructuras,


etcétera) a manos del capital privado. Los recursos propiedad de las
naciones fueron liberalizados a un costo muy bajo incluso nulo, por
medio de una serie de prácticas políticas y económicas instrumen-
talizadas a partir de la modificación de los marcos legales” (Harvey,
2004: 104).
Siguiendo a Harvey, la apropiación de recursos estratégicos (como
el agua) en capitales privados, se revela como una solución a la cri-
sis capitalista, debido a que este recurso deja de ser un bien público
para convertirse en una mercancía más. La nueva mercancía abre un
nicho económico de oportunidad de acumulación y expansión para los
capitales privados. Al mismo tiempo, las inversiones para el control
del recurso estratégico empiezan a fluir. El flujo de capitales (otrora
sobreacumulados) hacia el mercado del agua genera una nueva espi-
ral de acumulación por la extracción de valor sobre un bien al que,
anteriormente, no se le podía extraer ningún valor por ser público.
En la competencia por el control del mercado del agua, los capi-
tales privados ofrecen a los gobiernos la alternativa de construcción
de presas como política de gestión del agua. Poner presas en los ríos
significa garantizar la posesión privada del agua que antes fluía libre-
mente. La mercancía tiene que ser apresada en cantidades suficientes,
por dos razones: la primera es que no se puede dejar escapar en el
cauce del río una mercancía tan valiosa, y la segunda razón es que
entre más cantidad de producto se logre acumular, mayores serán
las rentas obtenidas por la venta. De ahí que entre más grande sea la
altura de la cortina de una presa, mayores serán las dimensiones del
embalse y la cantidad de agua acumulada.
Por si esto fuera poco, la sola construcción de presas es ya en sí
misma un gran negocio del que los grandes capitalistas no quieren
quedar fuera. La inversión privada en la construcción de presas garan-
tiza, al menos en México, el financiamiento y operación de las mismas,
mediante el esquema de inversión condicionada.8 Este esquema de
negocio con el agua se contrapone al argumento humanista de abas-

8. De acuerdo con Olvera (2011), la inversión condicionada es un esquema en que las


empresas privadas se encargan de la construcción, financiamiento y la operación de
una presa, almacenamiento que retribuye en la venta del servicio de distribución hacia
los centros de consumo de agua.

[ 315 ]
Elvia Susana Delgado Rodríguez

tecimiento del líquido, promovido en el discurso por la Conagua y


defendido en los hechos por quienes pugnan por la no construcción
de más presas.
Parece ser que el objetivo humanista de construir presas se diluye
ante la necesidad que tienen los dueños de grandes capitales de hacer
negocios, que quieren ver crecer sus fortunas invirtiendo en la pose-
sión de una mercancía de primera necesidad. La visión mercantilista
del agua y las visiones alternativas a esta, corresponden a lo que Van-
dana Shiva (2007) nombra un choque entre dos culturas del agua:
“…una que ve al agua como algo sagrado y considera su suministro
como una obligación para preservar la vida, y otra que la considera
una mercancía cuya propiedad y comercio son derechos corporativos
fundamentales” (Shiva, 2007: 10).
La cultura mercantilista del agua necesariamente reconfigura el
espacio geográfico, debido a que los ríos se convierten en una fuente
de riqueza; esta visión esta expresada en el fundamento geopolítico en
el que se basa la Conagua para la construcción de más presas:

Analizando el contraste regional de la disponibilidad del recurso natural se


podría dividir el país en dos grandes regiones: la norte (abarcando la zona
norte, centro y noreste) y la sur-sureste. En la primera se concentra el 77% de
la población, se genera más del 87% del pib pero ocurre el 31% del agua reno-
vable; en contraste, con la sur-sureste donde habita el 23% de la población,
se genera el 13% del pib y ocurre el 69% del agua renovable. En este sentido,
la zona norte centra la mayor parte de la población y la industria nacional,
motivo que hace palpable la necesidad de invertir en infraestructura para
satisfacer la demanda. (ceag, 2012: 26).

Como puede verse en la anterior cita, parece que la necesidad de


construcción de infraestructura para el abastecimiento de agua de la
población se debe a la alta demanda, pues la región marcada como
zona norte concentra el mayor número de habitantes en la República
Mexicana, lo que contrasta con la poca cantidad del recurso hídrico
en la misma; sin embargo, surge la siguiente pregunta: ¿por qué se
concentra más población en una región en la que escasea el agua?
La respuesta que Harvey (2007) daría a este fenómeno es que es una
consecuencia de la configuración del espacio por parte de la lógica
del capital.

[ 316 ]
La aparente controversia entre dotar de agua a los hogares y dejar
sin hogar a las personas. El caso de la presa El Zapotillo

Al capitalismo no le interesa concentrar población en los lugares


en los que los recursos están disponibles, pues de ser así, habría pocas
oportunidades de inversión para la expansión del capital, lo que sí
interesa, es invertir sobre todo en la creación de infraestructura para
facilitar asentamientos humanos y sus industrias; esta es la lógica que
sigue la creación de ciudades en lugares que parecieran inhóspitos. En
el caso de México un ejemplo sobresaliente es la zona conocida como
la Comarca Lagunera;9 así como la urbanización de las ciudades en
general. La relación entre el desarrollo del capitalismo y los procesos
de urbanización de las ciudades los expresa Harvey de la siguiente
manera:

El capitalismo descansa, como nos explicaba Marx, sobre la búsqueda per-


petua de plusvalor (beneficio) cuyo logro exige a los capitalistas producir
un excedente, lo que significa que el capitalismo produce continuamente el
excedente requerido por la urbanización. Pero también se cumple la relación
inversa: el capitalismo necesita la urbanización para absorber el sobrepro-
ducto que genera continuamente. De ahí surge una conexión íntima entre el
desarrollo del capitalismo y el proceso de urbanización. No puede sorpren-
dernos por tanto, que la curva logística del crecimiento con el tiempo del
producto capitalista sea prácticamente idéntica a la de la urbanización de la
población mundial (Harvey, 2013: 22).

La reconfiguración del espacio territorial, como consecuencia de la


necesidad de expansión del capitalismo, se manifiesta en las ciudades
como una continua urbanización que requiere la creación de mayor
infraestructura para la satisfacción de las necesidades básicas de los
habitantes de las ciudades. De esta manera, la urbanización juega el
papel en las ciudades de motor de crecimiento económico al permitir
la reinversión del excedente generado por el capital. Es evidente que
la forma en la que se da la urbanización está condicionada por las
necesidades de acumulación capitalista.
La configuración del espacio por el capital penetra en los espacios
urbanos y rurales. La construcción de la presa El Zapotillo obedece

9. Ubicada entre los estados de Coahuila y Durango, se compone de varias ciudades


entre las más importantes: Torreón, Gómez Palacio y Ciudad Lerdo; se caracteriza por
tener limitados recursos hídricos y climas extremos, zonas áridas y semidesérticas,
contradictoriamente es la novena conurbación más poblada del país y cuenta con gran
desarrollo industrial.

[ 317 ]
Elvia Susana Delgado Rodríguez

a esta lógica de acumulación y configuración del espacio: mientras


que en el entorno rural reconfigura privatizando el agua mediante
el apresamiento de los ríos, en las ciudades condiciona la forma de
abastecimiento para los hogares cerrando la posibilidad de modelos
alternativos de gestión del agua.
Desde la lógica de acumulación capitalista, se ve difícil la imple-
mentación de modelos alternativos de abastecimiento de agua en las
ciudades, pues mientras estos no superen o al menos igualen la velo-
cidad de valorización del capital que garantiza la construcción de pre-
sas, esos modelos serán ignorados por los capitalistas. Las propuestas
alternativas de gestión del agua para el caso de la presa de El Zapotillo,
que ya mencioné, seguirán siendo una alternativa para quienes tienen
la cultura no mercantilista del agua de la que hablaba Shiva (2007),
pero no pasarán de ser una quimera para quienes tengan una visión
mercantilista del agua.

¿Es el derecho a la ciudad una alternativa a El Zapotillo?

Desde el modelo de análisis aquí adoptado, podría anticipar que el


conflicto social por la construcción de El Zapotillo tendrá un claro
desenlace, a saber: la presa se construirá (a pesar de la enorme oposi-
ción que ha generado por parte de los pobladores de las comunidades
directamente afectadas y por diversos organismos de la sociedad civil
organizada) porque, sencillamente, en el concierto de las inversiones
para negocios basados en la construcción de infraestructura para el
desarrollo, las licitaciones y contratos ya están firmados (el contrato es
el instrumento que puede legalizar injusticias, y quienes van contra lo
“legal”, se enfrentan a la fuerza del Estado), y los capitalistas no renun-
cian a los dividendos que esperan obtener en cualquier negocio. Lo
que no se puede asegurar es si la presa, una vez terminada, pueda fun-
cionar a su máxima capacidad (esto depende de factores que escapan
al modelo de análisis, por ejemplo, los climáticos) y, en consecuencia,
que los pobladores de Temacapulín sean despojados de sus hogares.
El modelo de análisis de Harvey explica por qué la construcción de
presas en general, y de la presa El Zapotillo en particular, es necesaria
para la expansión y continuidad del modelo de producción y acumu-
lación de capital, independientemente de las consecuencias sociales

[ 318 ]
La aparente controversia entre dotar de agua a los hogares y dejar
sin hogar a las personas. El caso de la presa El Zapotillo

que genere; en ese sentido nos explica la paradoja planteada al inicio


de este texto, pero de ninguna manera la justifica. Para Harvey, el
modo de producción capitalista es injusto por naturaleza, pues tiende
a concentrar enormes masas de recursos económicos en unas cuantas
manos, mientras despoja paulatinamente de medios y bienes para la
subsistencia a la mayoría de la población mundial.
Lo que para cualquiera aparece como una contradicción inacepta-
ble desde el punto de vista lógico, como ser humanista y no ser huma-
nista a la vez, es, dentro del capitalismo, una contradicción inherente
al sistema. Paradojas como los que producen no son dueños de los
medios de producción o las leyes legalizan la injusticia, forman parte
fundamental del modo de ser del capitalismo, cuyos modos de ser son
definidos por el propio Harvey como las contradicciones internas del
sistema. Para el autor de Ciudades rebeldes, la única manera de supe-
rar estas contradicciones es mediante la aniquilación del sistema que
alimentan.
La contradicción de que las presas son humanistas y no son huma-
nistas a la vez, se expresa sociopolíticamente en la controversia que
existe entre la necesidad-utilidad de seguir o no construyendo presas
en el mundo. La Comisión Mundial de Represas (cmr) (2000) llegó
a la conclusión de que las presas son y han sido benéficas para la
humanidad (guardan agua para épocas de escasez) y que las presas
han causado daños a la humanidad (desplazamiento de personas en
todo el mundo). La solución que dio la cmr a la controversia fue, grosso
modo, que las presas se sigan construyendo (por que las necesitamos),
pero bajo ciertas reglas para mitigar los daños. En esa ecuación siguen
siendo los pueblos los que terminan con un resultado negativa.
Las otras alternativas que se plantean a las controversias generadas
por la construcción de presas tienen que ver con la implementación
de políticas de gestión del agua diferentes a las que interesan a la
dinámica capitalista; es en ese sentido que para la presa El Zapotillo se
han propuestos diversas alternativas de gestión del agua en los lugares
de alto consumo, tendientes a evitar los daños ecológicos y sociales
que supone el embalse de la presa. Pero, como ya vimos, esos caminos
no son tomados por las autoridades correspondientes porque van en
dirección contraria a la de los beneficios económicos particulares y
la dinámica capitalista de apropiación y producción de mercancías.

[ 319 ]
Elvia Susana Delgado Rodríguez

Con todo, existen ciudadanos que creen que es necesario exigir de


los gobernantes la implementación de políticas de gestión del agua que
no tengan como consecuencia las afectaciones ecológicas y sociales
de las presas o, en su defecto, implementar por cuenta propia formas
responsables de utilización del agua en aras de mitigar los efectos
anti-humanistas de las formas depredadoras de abastecimiento, uso y
desecho del vital líquido, sobre todo en las ciudades. Tentativas como
estas son consideradas por Harvey como formas de reclamar el dere-
cho de los habitantes de las ciudades a configurar el espacio en el que
viven, con base en necesidades consensuadas de manera democrática;
esta idea es conceptualizada como el derecho a la ciudad.
Harvey (2013) contempla la posibilidad de que aquellas alternati-
vas que en determinados momentos se oponen a la lógica acumulativa
del capital sean absorbidas por este último y formen parte del ciclo
de producción, distribución y consumo del modelo hegemónico; en
otras palabras, el capitalismo tiende a integrar las propuestas que se
oponen a él. Esto quiere decir que las alternativas que no cuestionen
de fondo el apresamiento de los ríos y la transformación del derecho
al agua en una mercancía, para este caso, están integradas en mayor
o menor medida al capitalismo en sí y tienen una visión reformista
del problema.
Para Harvey, solo mediante una postura verdaderamente antica-
pitalista será posible minar la fuerza que tiene este modelo de repro-
ducción. Reclamar el derecho a la ciudad mediante, por ejemplo, la
implementación de modelos alternativos de abastecimiento de agua
en un hogar o comunidad, no será suficiente para revertir los procesos
de reconfiguración de espacio que ejerce el capitalismo sobre las ciu-
dades y el territorio rural; esos ejercicios apenas serán una estación
intermedia en la ruta hacia un objetivo más amplio: derrocar al capital.
Aun cuando quienes se solidarizan con el objetivo humanista de
no inundar a Temacapulín y no desplazar a sus habitantes pudieran
llevar a cabo proyectos de gestión del agua alternativos (captación de
lluvia, por ejemplo), en las ciudades de Los Altos de Jalisco, Guadala-
jara y León, esos ejercicios, aunque necesarios, no transformarían la
cultura mercantilista del agua y los procesos de gestión de la misma
mediante la construcción de presas. Harvey expresa esta condición
recordando a su maestro:

[ 320 ]
La aparente controversia entre dotar de agua a los hogares y dejar
sin hogar a las personas. El caso de la presa El Zapotillo

Lefebvre era demasiado consciente de la fuerza y del poder de las prácticas


dominantes como para no reconocer que la tarea última consiste en erradicar
esas prácticas, mediante un movimiento revolucionario mucho más amplio.
Hay que derrocar y remplazar la totalidad del sistema capitalista de acumu-
lación perpetua, junto con sus estructuras asociadas de clase explotadora
y poder estatal. La reivindicación del derecho a la ciudad, es una estación
intermedia en la ruta hacia ese objetivo. Nunca puede ser un objetivo en sí
misma, aunque cada vez, más parezca una de las vías más propicias a seguir
(Harvey, 2013: 16).

Ante este panorama pareciera ser que reclamar el derecho a las ciuda-
des no es una acción definitiva para acceder a modos de reproducción
de la vida distintos al capitalismo, empero, según Harvey, es un paso
necesario para la construcción de una alternativa real al capitalismo.
Esto quiere decir entonces que oponerse a la inundación de Temaca-
pulín y al desplazamiento de sus habitantes por la construcción de una
represa, así como proponer y tomar acciones tendientes a un cambio
en las políticas de gestión del agua dentro de las ciudades, son rutas
necesarias en el camino hacia la transformación definitiva del modelo
hegemónico. Esta situación es así porque, entre otras cosas, el solo
hecho de tomar postura y/o acciones de manera organizada y demo-
crática implica una ruptura de la asimilación del capital como forma
de vida. Entonces la repuesta a la siguiente pregunta: ¿es el derecho a
la ciudad una alternativa a El Zapotillo?, es afirmativa.

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[ 322 ]
Concepción de región para la
comunidad coca de Mezcala: el uso
de la naturaleza desde sus parajes

Ricardo Ramírez Maciel1

La comunidad coca de Mezcala

El territorio de la comunidad indígena de Mezcala de la Asunción2


pertenece al municipio de Poncitlán, Jalisco. Se ubica en la región
centro-occidente de México, en la provincia fisiográfica del Eje Volcá-
nico Transversal y al noreste de Chapala, la cual incluye los lomeríos
de la Santa Cruz, San Nicolás, San Juan Tecomatlán, Ocotlán y Jamay,
así como los cerros de San Francisco, Sacamecate, El Venado y Punta
Grande, estos cuatro últimos pertenecientes a la sierra de Mezcala.
Su extensión es de 3,602-20-00 hectáreas y tiene la posesión de la isla
de Mezcala.3 Se ubica a 1,532 metros sobre el nivel del mar (msnm),
entre los 20°19’59” N y 103°03’38” O.
La comunidad cuenta, hacia el sur, con un malecón y un muelle
que descansa sobre las aguas del lago de Chapala, el cual se utiliza para
embarcarse y mantener el contacto con la isla Grande (“Tlalquetepe-

1. Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales. Centro Universitario de Ciencias


Sociales y Humanidades, de la Universidad de Guadalajara. Agradezco a Rocío
Martínez, Jaime Preciado y Víctor Téllez, por su lectura y recomendaciones. A Jessica
Félix y Arturo Castro por su participación en la descripción de los parajes.
2. Periodo histórico que comprende la realidad de noviembre de 2012 a diciembre de 2014.
3. Según se describe en la resolución presidencial de 1971, y el acta de deslinde y
amojonamiento definitivo del reconocimiento y titulación de bienes comunales del
poblado de Mezcala de 1997.

[ 323 ]
Ricardo Ramírez Maciel

tque”), conocida como la isla de Mezcala, ubicada dentro del lago a


los 20°17’37.47” N. La isla, según refieren sus pobladores, es el límite
geográfico más al sur que delimita su territorio comunal, de acuerdo
con la forma como describe sus colindancias y linderos la resolución
sobre reconocimiento y relaciones de bienes comunales del poblado
de Mezcala, de Poncitlán, Jalisco, publicada en el Diario Oficial de la
Federación (DOF) (1971). Además, así se asienta y se describe en el
“Acta de Deslinde y Amojonamiento Definitivo del Reconocimiento
y Titulación de Bienes Comunales del Poblado de Mezcala, Ayun-
tamiento de Poncitlán, Estado de Jalisco”,4 en el que a la letra dice
“Se hace la aclaración que la Comunidad tiene en posesión además
de la superficie que se deslinda, la Isla de Mezcala que está ubicada
como a 3,500 metros enfrente del pueblo dentro del lago de Chapala”
(Martínez, 2008:124).
Los habitantes de la comunidad describen los linderos de Mezcala
(véase Mapa 1) partiendo de la isla Grande (“Tlalquetepetque”) para
continuar al noreste hasta tocar tierra con la ribera del lago en el barrio
de La Cuesta, para subir y atravesar el cerro de La Guajolota, hasta
llegar al cerro de La Pasión, que marca el límite territorial noreste de la
comunidad a una altura de 1,663 msnm; de ahí sigue hacia el poniente
por la parte norte, hacia la loma del Jaral, y del Jaral para cruzar la
barranca del Granadillo, del Granadillo cruza la barranca del Laurel
y del Laurel pasa al Pando del Venado, continuando hacia el cerro de
Las Cruces, hasta llegar a su límite norponiente ubicado a 1,917 msnm,
que lleva por nombre El Comal; de ahí comienza a bajar hasta el cerro
de La Campana y se prolonga por el arroyo del Consuelo hasta tocar
la orilla del lago, límite poniente del territorio de Mezcala ubicado
a 1,525 msnm; de ahí continúa al sureste hasta llegar a la isla Chica
(“Pechilinque”), ubicada al lado de la isla Grande, cuya altura sobre el
nivel del mar en su puerto es de 1,524.5

4. Acta firmada el 4 de septiembre 1997, por el comisionado del Registro Agrario Nacional:
Organismo Desconcentrado de la Secretaría de la Reforma Agraria, ingeniero Marco
Antonio Grajeda Guzmán, así como por el Comisariado de Bienes Comunales del
Poblado de Mezcala: presidente Pablo Claro Contreras; secretario Esteban Indalecio
Cruz; tesorero Pedro Mora Sepúlveda; presidente del Consejo de Vigilancia Marciano
Sánchez Algaba y 133 comuneros.
5. Según lo describen en una de las emisiones del programa radiofónico comunitario
“Radio Pechilinque”.

[ 324 ]
Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala:
el uso de la naturaleza desde sus parajes

Mapa 1
Delimitación territorial de la comunidad coca de Mezcala

Partiendo del centro de la comunidad, subiendo por los cerros hacia


el norte, se pasa por laderas cultivadas y zonas escarpadas que llevan
a los sitios sagrados del Conchil, el Viejo y la Vieja,6 “Tlascapoyaceo”
y el “Huehuentón”, hasta llegar a la cima ubicada a 2,359 msnm, donde
se encuentra el último y único bien relicto de bosque de encino de
toda la cuenca alta del lago.
De acuerdo con la Comisión Estatal de Población (Coepo), para el
año 2010, la comunidad contaba con una población de 6,125 habitan-
tes que, con excepción de algunos caseríos distribuidos en diferentes
predios del territorio, se asientan en nueve barrios de la comunidad

6. Peñascos que se encuentran ubicados uno frente al otro, en orientación oriente y


poniente, respectivamente.

[ 325 ]
Ricardo Ramírez Maciel

distribuidos a lo largo de los 12 kilómetros de litoral de la comunidad:


Ojo de Agua, Zalatita, San Pedro, Azalia, La Cuesta, El Cerrito, La
Cantería, La Cruz y El Centro.
La comunidad de Mezcala, según se describe en la resolución pre-
sidencial de 1971, hace procedente el reconocimiento y titulación de
los bienes comunales a 408 comuneros que arrojó el censo, y que se
ratifica en el acta de deslinde y amojonamiento definitivo del recono-
cimiento y titulación de bienes comunales del poblado de Mezcala de
1997, posee “terrenos comunales que son inalienables, imprescripti-
bles e inembargables, y que son para garantizar el goce y el disfrute
de los mismos por parte de la comunidad a quien pertenecen” (DOF,
1971). Con base en esta resolución establecen el Estatuto Interno de
Bienes Comunales, en el que asumen la forma de gobierno comunal y
se establece la Asamblea General de Comuneros, siendo ellos quienes
deciden cómo actuar, cuándo es necesario intervenir a favor de los
intereses de la comunidad y su territorio.

Antecedentes sobre el concepto de región

La aproximación a la descripción geográfica que se presentó en el


apartado anterior asume los elementos relacionados al concepto de
región como si se tratara de un concepto acabado; sin embargo, será
necesario discutir posteriormente si se debe replantear o justificar la
postura planteada, dado que la razón por la cual se asumió el concepto
de esa manera se sustenta principalmente en la metodología etnográ-
fica que se decidió tomar para su integración, la cual propone que así
sea abordada.7
Sin duda, una de las primeras ideas que se vinieron a la mente
de aquellos que leyeron con cuidado el título del presente escrito
se relaciona con encontrar una forma de justificar el trabajo en una
región, desde una comunidad que cuente con características simila-
res a las de Mezcala, a partir de preguntarse lo siguiente: ¿se puede
inscribir el territorio de Mezcala como parte de algún tipo de región

7. Basada en la descripción etnográfica de Nutini y Barry (1990). “Los pueblos de habla


náhuatl de la región de Tlaxcala y Puebla”.

[ 326 ]
Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala:
el uso de la naturaleza desde sus parajes

previamente dado?, o ¿a qué regiones geográficas o, en su caso, polí-


tico-administrativas impuestas por el Estado pertenece la comunidad
de Mezcala?, o ¿junto con qué otras comunidades indígenas u origi-
narias, Mezcala estaría en posibilidad de establecer un tipo de región
específica? Estas cuestiones no son solventadas en su totalidad desde
la presente investigación, pero sí permiten hacer una discusión que
busca, además, plantear algunas pistas que permitan sustentar dife-
rentes respuestas a las preguntas hechas o, por lo menos, abordar el
tema para clarificar que el establecimiento de las regiones puede llegar
a responder a criterios arbitrarios, como el hecho de que poseen por
lo menos una característica en común, todos los elementos que se
encuentran contenidos en alguna de ellas. Lo que sí se puede afirmar
ahora es que las evidencias que hasta el momento se han estudiado
sobre el tema de región, más que brindar certezas, han favorecido
el incremento de incertidumbres que permiten, a su vez, ampliar su
abordaje epistémico.
Con base en las evidencias empíricas disponibles hasta el
momento, que permiten ver una realidad en la comunidad de Mez-
cala, la cuestión de fondo gira en torno a conocer, según las formas
de organización propias de la comunidad, cuáles son las condiciones
que posibilitan que Mezcala establezca un tipo de región específica
que describa el uso que dan a la naturaleza y por qué, considerando
fundamentalmente el hecho de que ellos mismo se pronuncian de
manera abierta a favor de la conservación de su territorio, y que sus
relaciones con el concepto de región se da en casos específicos.
Nos encontramos ante la necesidad de discutir el concepto de
región, considerando su valor heurístico, que brinda la posibilidad de
esclarecer explicaciones que permitan tomar una postura que guíe
de manera clara y justificada la investigación, aunado a las diferentes
perspectivas que a lo largo de la historia han sido utilizadas y relacio-
nadas con el abordaje de la concepción de región, a saber: desde el
Estado, la religión, el mercado, la política y el poder. Al tiempo que se
enfrentan a visiones que se gestan desde lo local, como es el caso de la
comunidad de origen coca de Mezcala, quienes piensan, sienten y se
hace en comunidad, considerando otros elementos que los diferencian
respecto de esos tipos de región. Se parte de una postura que no limita
pensar y asumir la región como algo acabado, sino desde la posibilidad
de explicar los procesos sociales tomando en cuenta las posturas y

[ 327 ]
Ricardo Ramírez Maciel

creencias que se viven al interior de la comunidad, en relación con los


que se inscriben en una serie de regiones ya establecidas, las cuales
incluyen a su vez a otras comunidades.
El concepto de región en la actualidad se aborda desde diferentes
disciplinas y perspectivas. Se pueden encontrar discusiones críticas
sólidamente argumentadas que permiten comprender sus posturas y
abordajes, al tiempo que se pueden leer documentos que asumen un
tipo específico de región, sin siquiera llegar a explicitar su postura,
mucho menos discutirla o cuestionarla, como es el caso de Cuervo y
Morales (2009), quienes en su artículo “Las teorías del desarrollo y
las desigualdades regionales: una revisión bibliográfica” toman una
postura clara sobre el interés que tienen de hacer un abordaje econó-
mico, desde el desarrollo, relacionado con los niveles de vida, sin que
ello implique que hayan referido una concepción específica; a pesar
de esta omisión, asumen en todo momento que es real la existencia
de “límites entre las diferentes comunidades que habitan el territorio
de alguna entidad político-administrativa” (Cuervo y Morales, 2009:
366). Además, los autores parecen partir del hecho de que existe la
comprensión única o inequívoca sobre el concepto de región, la cual,
según lo plantean, se da a partir del conjunto de municipios, enti-
dades federativas o estados del país –que es el caso de estudio que
presentan–, con lo cual generan una doble confusión, ya que se puede
comprender una región como algo dado: al interior de un Estado o
como conjunto de Estados.
La discusión sobre el concepto de región no se limita a elegir y
asumir una postura ya establecida por alguna de las disciplinas que lo
haya sustentado a lo largo de la historia, ya que no basta con “elegir en
el mercado interno” (Leal 1998: 8) de cada una de ellas para ver cuá-
les ofrecen y tomarla; además de eso, el investigador que asuma una
postura específica sobre una perspectiva regional debe justificar cohe-
rentemente cuáles serían las razones que sustentarían tal decisión.
Sea cual sea la perspectiva que se decida seguir a la hora de abor-
dar el concepto de región en cada investigación, lo que sí debe consi-
derarse es el hecho de que es producto de una construcción histórica
basada en la economía, el grado de desarrollo, la comercialización,
la recaudación de impuestos y las políticas de centralidad del poder
que fueron concebidas y utilizadas de forma práctica en China, alre-
dedor del año 1934, derivado del concepto “área económica clave” y

[ 328 ]
Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala:
el uso de la naturaleza desde sus parajes

la propuesta teórica de “Economía Regional Natural” hecha por Chi


(Fábregas, 1992: 123).
El estudio de las regiones que utilizaban las metodologías geográ-
ficas, según Boehm (2009), “se realizaba con base en dos maneras de
concebir la economía”: por un lado, a través de la propuesta clásica
que veía en el mercado la relación entre producción y consumo y, por
el otro, al vincularlas con la penetración del capital que termina por
formar las clases, lo cual se suponía que conduciría a la eliminación
del rezago de las diferencias regionales. Estas ideas confluyen en una
visión que integra el desarrollo y la supremacía, que subyacen en la
geografía económica y la acción del Estado para lograr un desarrollo
desde las regiones.
El concepto de región se puede utilizar para sustentar cualquier
tipo de investigación; por ejemplo, a partir de la geografía permite
integrar una propuesta basada en la delimitación espacio temporal
que incluye las estructuras geológicas, así como a las diferentes mani-
festaciones biológicas y ecológicas, aunadas a las formas como esos
factores son intervenidos y transformados por la especie humana a
partir de los diferentes significados y vínculos tradicionales, unidas
a las formas en cómo son conservadas y transmitidas a cada genera-
ción. Pero también se pueden hacer un abordaje de la concepción de
región considerando prioritariamente criterios económicos, sobre las
dinámicas mercantiles, la producción, el consumo y la distribución
de bienes, productos y servicios. Estos criterios fueron el sustento y
retomados por el Estado mexicano después de 1910, para hacerse cargo
del proceso de integración de las comunidades indígenas, que utilizan
las delimitaciones político-administrativas, bajo una connotación de
poder que, según lo describe Fábregas (1992), se realizó al menos para
el caso mexicano a partir de los estudios antropológicos iniciados por
Gamio, Aguirre Beltrán y De la Fuente,8 los cuales contribuyeron de
forma práctica a la construcción de la nación que estos antropólogos
concebían en ese momento.

8. Es ampliamente recomendable leer el artículo de Andrés Fábregas escrito en 1992,


denominado “El concepto de región en la literatura antropológica”, el cual describe
detallada y magistralmente los antecedentes sobre el concepto de región desde el punto
de vista de la antropología.

[ 329 ]
Ricardo Ramírez Maciel

La integración regional, según la obra de Aguirre Beltrán, “no fue


el producto mecánico de la Revolución Mexicana sino una realidad
histórica originada en el colonialismo. Es un proceso de cambio con
la expansión mercantilista desde el siglo xvi, que en 1910 entró en una
fase diferente” (Fábregas, 1992: 133); plantea que las comunidades indí-
genas asuman como propias las formas de administrar a la naturaleza
y al territorio, según el Estado lo propone, pero que en el fondo busca
imponer, sustentado en una regionalización que a toda costa debe
“administrar” los “recursos” bajo una visión económica, desarrollista,
mercantilizada, productiva, consumista, individualista y políticamente
planeada y diseñada para cumplir los objetivos de algunos intereses
particulares, principalmente empresariales. Mezcala ha respondido
históricamente y se mantiene hasta la fecha en contra de esos meca-
nismos de imposición, aunque al parecer a ellos les significan más
enfrentar la actuación de los miembros de las instituciones de los tres
órdenes de gobierno.
Lo importante, en todo caso, es describir en cada investigación cuál
postura regional es la que la sustenta y guía, y en el mejor de los casos
discutir y explicar críticamente los motivos que permitieron tomar tal
o cuál postura respecto al concepto de región que se abordará en la
misma, sean políticos, económicos, historiográficos, antropológicos,
geográficos, ambientales, como es el caso que se presenta, entre otros.

El concepto de región y sus relaciones

“La región y el territorio, son en gran medida una construcción de


los administradores coloniales, antropólogos, lingüistas, economis-
tas y agencias del Estado”, menciona Téllez (2011: 41), al retomar a
Keraney. Con la llegada de los españoles se inició el establecimiento
de una serie de divisiones territoriales, basadas en las necesidades y
objetivos que perseguía cada tipo sociocultural que las establecía, lo
cual permitía la recepción y administración de tributos, aunado a la
prestación de servicios, ya fuera por parte de la Corona española, la
Iglesia o los militares. Es así que se establecieron las definiciones que
permitieron dar nombre a las cofradías, jurisdicciones, decanatos, dió-
cesis, zonas militares, estados, municipios, la región o el área, donde,
por citar un ejemplo relacionado con el caso de estudio que nos ocupa,

[ 330 ]
Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala:
el uso de la naturaleza desde sus parajes

fue en el área de La Barca, en la tercera década del siglo xvi, que Nuño
de Guzmán y su ejército encontraron que en los cacicazgos de “Pon-
citlán y Cuitzeo en el suroeste junto a la rivera del Lago y Coinan al
norte” (Gerhard, 1996: 90), las comunidades hablaban coca, una lengua
azteca. Es en parte de ese mismo cacicazgo en el que en la actualidad se
asienta la comunidad de Mezcala. Se menciona que es en parte porque,
en la actualidad, la comunidad solo posee los títulos de propiedad que
emite y reconoce el Estado, correspondientes a 3,602-20-00 hectáreas,
según se describe en el apartado “La comunidad coca de Mezcala” de
este mismo documento.
La región, siguiendo las propuestas que plantea Leal (1998), puede
usarse de manera muy abstracta, además de que es un concepto poli-
sémico, ambiguo, confuso y diverso. Posee por lo menos los compo-
nentes social, económico y cultural que se vinculan a las condiciones
geográficas, las cuales les proporcionan una dirección y un sentido en
función directa a una zona específicamente delimitada.
El termino de área, relacionado con la concepción de región, según
lo describe Steward (1950) en un documento denominado “Teoría y
práctica del estudio del área”, es el concepto en que los geógrafos
soportan y describen como el más completo generalmente hablando,
el cual plantea una concepción social aglutinadora de situaciones,
contenidos y organizaciones funcionales que son interdependientes en
los hechos; al tiempo que son imaginadas como generales y extensas
áreas, donde se pueden establecer diferentes regiones.
Por su parte, Boehm (2009) menciona que hablar de región
requiere en todo momento relacionar los factores políticos con los
económicos, en tiempos y geografías específicas que permitan explicar
y comprender las relaciones existentes entre lo cultural y lo social;
donde “no es que el modelo cultural aluda a la tradición por un lado
mientras que la estructura social por otro refiera la forma como se
preserva y trasmite, siendo ambas componentes esenciales de la expli-
cación antropológica” (Fábregas, 1992: 135).
El territorio, como concepto, permite trazar claramente límites y
políticas, entendidas como los procesos humanos que, mediante nor-
mas, principios y criterios, describen las acciones que deben seguirse
a partir de la emisión de un mandato.

[ 331 ]
Ricardo Ramírez Maciel

La ambigüedad que rodea a términos como nación, región, localidad…, puede


ser superada, si se entiende que los nuevos Estados y sus pueblos están anima-
dos por dos poderosos motivos, simultáneos y fuertemente contrapuestos: el
deseo de ser reconocidos como agentes responsables cuyos impulsos, actos,
opiniones y esfuerzos sí importan, más la voluntad de construir un Estado
moderno y eficiente. El primer motivo es una búsqueda por la identidad
que expresa la demanda de su importancia y el sentimiento de que [“sí se es
alguien en el mundo” (Geertz, 1963: 108)]. El otro motivo es más bien práctico,
y manifiesta la exigencia por el progreso, por la elevación de los niveles de
vida, por un orden más efectivo, mayor justicia social, y el tener un mejor
lugar como país en la arena internacional” (Fábregas, 1992: 140)

La región y el territorio pueden verse como categorías de análisis


igualmente válidas, según las necesidades que desee resaltar cada
investigador, pues ninguna se encuentra por encima de la otra, a menos
que así se deseen colocar intencionadamente. El concepto de región
plantea el reto de aventurarse a explicar los procesos sociales que
posibilitan establecer las regiones desde diferentes perspectivas como
las políticas, una base que considere la identidad e identificaciones
comunes que permiten, más que visualizar, reconocer la coexistencia
de pueblos concretos que permanecen en contacto con otras culturas y
regiones, como son las establecidas desde el Estado. Estas perspectivas
políticas, al ser analizadas como procesos históricos y configuradas
etnográficamente, podrían desvelar similitudes y diferencias que ayu-
darían a ser más conscientes de nuestra condición humana.
Las concepciones de región basadas exclusivamente bajo premisas
económicas dejan de lado el análisis de los procesos de organización y
relaciones humanas que operan en la realidad local, los cuales impli-
can conocer y reconocer las diferencias materiales que conforman
los territorios que no necesariamente responden al establecimiento
de una visión de desarrollo económico homogéneo; sino a diferentes
conformaciones culturales que se organizan para hacer un uso parti-
cular de la naturaleza, dependiendo de la vocación que ellos logran ver
en distintas zonas de su territorio. Ello los lleva a nombrar, delimitar
y conocer sus parajes, mediante la diferenciación en la organización
del trabajo, uso y actividades políticas y sociales, dotadas de recipro-
cidades colectivas, sustentadas en las convivencias cotidianas que se
dan en tiempos y espacios distintos.

[ 332 ]
Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala:
el uso de la naturaleza desde sus parajes

La región, más allá de limitarse a las leyes de la producción y el


consumo, o del comportamiento del capital y del mercado, permite
visualizar los límites establecidos a partir de la influencia que marcan
diferentes actividades concretas, articuladas con otras materializa-
ciones que son comunes a distintas sociedades o culturas; desde esta
óptica, una región no puede ser vista únicamente como “un lugar o
espacio donde suceden cosas, sino en cierto modo es esas cosas que
suceden, podemos decir que sin una sucesión ordenada de actividades
e interacciones sociales no habría región” (Leal, 1998: 5).
Una región que considera factores geográficos, temporales y espa-
ciales, permite una mayor comprensión sobre la relación que existe
entre región y territorio, como dos formas de comprender la distribu-
ción humana, que permiten la organización política en aras de mate-
rializar procesos y objetos, a partir del uso de la naturaleza y acorde
a las particularidades en las que una comunidad como la de Mezcala
desea habitarla y relacionarse con ella.
El modelo de sociedad de Mezcala alude a las abstracciones de los
componentes y rasgos característicos de una comunidad que lucha
por defender su territorio, aunado a un tipo de tenencia de la tierra
comunal, una forma de gobierno que toma decisiones mediante una
asamblea de comuneros y el hecho de que se autonombran cocas y
demandan su independencia del Estado. Al mismo tiempo, cuentan
con una clara delimitación espacio-temporal definida geográficamente,
en la que se conviven y sustentan sus actividades, basándose en la
lectura del paisaje que históricamente han practicado y considerando
los elementos naturales que contiene su territorio.
El conjunto de políticas que permiten organizar las actividades que
se realizan en Mezcala para hacer un uso de la naturaleza e interac-
tuar con los ecosistemas que poseen, da para definir lo que se podría
denominar un “paraje”, el cual podría especificar los siguientes puntos:
qué partes de la naturaleza son utilizables, cómo son utilizadas, por
qué y para qué se utilizan, quién las utiliza, qué intercambian por su
obtención, cuáles son los límites que alcanza la naturaleza que se usa,
qué tipo de necesidades permite satisfacer, quién tiene la autorización
de usarlos y bajo qué condiciones y cuál es la autoridad que permite
su uso.
A pesar de la posibilidad que existe de definir un “paraje” en los
términos antes descritos, su establecimiento desde el uso de la natura-

[ 333 ]
Ricardo Ramírez Maciel

leza obligadamente debería partir de las formas de organización comu-


nitaria de Mezcala, que se rige bajo un gobierno tradicional, donde
la comunidad claramente define, comprende y remite al territorio al
hablar sobre el uso, posesión y defensa de sus montes, islas, y aguas del
lago de Chapala: “Nuestros cerros es nuestro padre, pues de ahí saca-
mos la leña para nuestros fogones, La laguna, nuestra madre, pues nos
da de comer a diario, para regar nuestras huertitas y de ahí sacamos el
pescado, y la isla es el corazón de la comunidad, pues en ella es donde
nos han enseñado nuestros antepasados como se defiende la tierra y
las aguas, pues a nuestros padres” (Martínez, 2008:81).
La comunidad coca de Mezcala tiene claramente identificados,
a través del establecimiento de mojoneras y mapas, los límites de la
comunidad, con base en la ratificación de 1971, que son revisados con
frecuencia por los miembros de la comisión de linderos, integrada
por miembros de la comunidad. Así pues, se puede decir que la comu-
nidad de Mezcala posee las características de ser una región, la cual
implica “la localización de un objeto en el espacio y en el tiempo y su
distinción de otros objetos con esas mismas características” (Boehm,
2009:18), es decir, que las formas de organización social, el uso que
hacen de la naturaleza, la localización de objetos ubicados en el espa-
cio y el tiempo que posean comunes características, se pueden unir al
conjunto de criterios que se deben considerar a la hora de establecer
“parajes”, basados en el uso de la naturaleza que se hace a partir de
una perspectiva local, como es el de la comunidad de Mezcala. Desde
esta perspectiva, un “paraje”, donde quiera que se establezca, deberá
considerar las condiciones que se configuren desde lo local, unidas a
las de comunidad.

Mezcala en la región o una región a partir de Mezcala

Lo relevante de discutir la concepción de región y la relación que


guarda con otros conceptos como el de territorio comunal, en nuestro
caso, se sustenta en el interés de estudiar analítica y críticamente los
procesos de organización comunitaria que en Mezcala se dan para
hacer uso de la naturaleza, en comparación con las formas en que
se hace en otras comunidades, regiones o territorios. Esto exige la
identificación o, en su caso, construcción de un tipo de región que pre-

[ 334 ]
Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala:
el uso de la naturaleza desde sus parajes

viamente se hayan establecido desde otras áreas del conocimiento; o


plantear la posibilidad de establecer un tipo de región, que en nuestro
caso denominamos “paraje”, que se encuentre específicamente sus-
tentada en los nexos e identificaciones que posee la comunidad coca
de Mezcala con otras comunidades indígenas de México.

Mezcala en la región

Los conceptos de región, territorio, área, localidad, nación…, como se


ha venido discutiendo, son concepciones que se construyen a partir
de formas particulares en que cada investigador maneja esos términos,
lo cual lleva a que se formulen y asuman desde diversas posturas que
coherente y pertinentemente le permita desarrollar su investigación;
así como también se ha podido argumentar de forma más o menos
clara que los conceptos mencionados, por lo general, si no es que
siempre, se relacionan con la dimensión espacial, al tiempo que se
vinculan entre sí de diferentes maneras. Pero, ¿qué implica adoptar
una dimensión espacial del territorio?
Trazar un territorio requiere que, mediante marcas o signos, se
logre comunicar la existencia de un área que cuenta con límites,
aunado a una serie de directrices que determinen el acceso al uso que
se puede dar a los elementos naturales y construidos que se encuen-
tran dentro de él, para lo cual es necesario considerar cuáles son los
procesos de organización social que en su interior se desarrollen, así
como los realizados tanto entre sus límites como con el exterior. Para
tal fin se necesita tener en cuenta que los límites de un territorio que
se considere exterior pueden ser al mismo tiempo los límites de los
otros, sin perder de vista que posiblemente el territorio exterior al que
se pudieran estar refiriendo, podría estar ubicados en latitudes lejanas
que no son colindantes.
La trama territorial es temporalmente heterogénea. Los fenóme-
nos sociales se dan a partir de política cotidianas, así como por la
emisión de personas que colectivamente son asignadas y reconoci-
das como autoridades. Mezcala plantea ser reconocida como parte de
una multiplicidad de territorios que se identifican y autodenominan
como indígenas. La actual comunidad coca de Mezcala ha habitado el
mismo territorio desde “tiempos inmemoriales”, según lo describen.
En él han gestado históricamente diferentes reivindicaciones, mismas

[ 335 ]
Ricardo Ramírez Maciel

que les ha permitido mantenerse en la lucha, conocerse, reconocerse,


interpretarse y concebirse parte de una sociedad común en la que se
encuentran insertos, desde la que dialogan y entran en contacto con el
exterior, al mismo tiempo que se mantienen y se conforman particu-
larmente dentro de él. Características propias de las comunidades que
se autodenominan indígenas, al tiempo que demandan su autonomía.
El territorio que habita la comunidad de Mezcala está lleno de
sitios naturales y estructuras construidas por los miembros de su
comunidad, los cuales pueden seguir siendo utilizados y transforma-
dos, según lo dicten sus propias necesidades y concepciones. A pesar
de ello, los habitantes de Mezcala no los ven como meros “recursos”,
ya que les atribuyen una serie de significados. Más aun, la forma como
habitan el territorio las personas de la comunidad de Mezcala parece
que les atribuyen una alta carga simbólica, sustentada en que se asu-
men como cocas, a sus prácticas tradicionales y ceremoniales, mismas
que les permiten sustentar la defensa de su territorio, al tiempo que se
asocian “a un origen y pasado común. Es decir: su identidad” (Téllez,
2011: 42).9
Una descripción hecha por Bastos (2012) sobre las diferentes rei-
vindicaciones que la comunidad de Mezcala ha realizado, menciona
que de forma relevante han sido tres los hechos históricos que se
lo han permitido: el primero, debido a la posesión histórica de su
Título primordial; el segundo, porque en la guerra de independencia
enfrentaron a los realistas, lo cual les ha permitido darse a conocer
como comunidad que lucha; y en tercer lugar, que les permitió ser
reconocidos en 1971 y 1997 como los dueños únicos y legítimos de su
territorio y bajo el régimen comunal.
Otro hecho histórico que ha sido relevante para la comunidad de
Mezcala es su adscripción compartida con las visiones de la mayoría
de pueblos indígenas wixárika, purépecha y los nahuas de Jalisco y
Michoacán, quienes pertenecen, igual que ellos a la región centro occi-
dente de México, así como su adherencia activa al Congreso Nacional
Indígena, donde se presenta “como comunidad Coca, como pueblo
histórico dueño de su propio territorio” (Martínez y Alonso, 2009: 29),

9. Conclusión a la que llega este autor, basándose en Zingg (1982), Carmagnani (1993),
Bravo (1994), Medina (2000) y Liffman (2000, 2002).

[ 336 ]
Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala:
el uso de la naturaleza desde sus parajes

reivindicación que comenzó en el año 2006, debido a la necesidad de


renovar la Asamblea de Comuneros.
La identidad indígena de la comunidad de Mezcala se debe princi-
palmente a dos factores: en primer lugar, porque la defensa histórica
del territorio se asocia a un origen sustentado en la necesidad de per-
manecer en el territorio donde anteriormente se asentaba el pueblo
coca, lo cual se une al “ejercicio del autogobierno y la búsqueda de
la autonomía como pueblo originario” (Alonso, 2008); y, en segundo
lugar, porque se sienten identificados con las comunidades indígenas
de la región, del país y de Latinoamérica, debido a que comparten una
permanente lucha por la defensa de sus territorios, un tipo de tenencia
de la tierra comunal, una forma de gobierno tradicional respaldado en
la asamblea de comuneros, quienes son reconocidos por la comunidad
como la máxima autoridad; una división de la comunidad en barrios,
una importante y significativa cantidad de danzas, cargos para mante-
ner activas sus fiestas, formas de organización internas en comisiones
de trabajo por la comunidad, costumbres y su permanente reclamo de
ser reconocida como comunidad autónoma del Estado; todo lo anterior
sin perder de vista que prevalece “el vallado natural de la solidaridad
y la lealtad establecidas sobre ese fundamento” (Hall, 1996: 15).
Ser indígena en Mezcala tiene sustento en el soporte institucional
agrario que instaura la Asamblea General de Comuneros, quienes son
reconocidos frente a la comunidad como la única autoridad, siendo
ellos los únicos que poseen la atribución de asignar a los responsa-
bles de las comisiones encargadas de hacer los diferentes trabajos
que deben realizarse en favor de la comunidad cuando es necesario.
Además, se sustenta en la organización de la comunidad a través de sus
nueve barrios; sus danzas inspiradas en hechos históricos que datan de
antes y durante el periodo de la conquista; su apretado calendario de
festividades; su sistema de cargos que utilizan para lograr una buena
celebración de sus festividades, en el que participan diferentes per-
sonas de la comunidad, según sus capacidades y sexo, y que consta en
repartirse y hacerse responsables de cubrir con los gastos durante las
celebraciones de las fiestas por el lapso de un año, cargos que pueden
ser en música, flores, alimentos, juegos pirotécnicos, bebidas, entre
otros, donde cada participante debe procurar hacerse de recursos o
invertir de sus ahorros; si por alguna razón no puede cumplirlo, debe
buscar a su sustituto o será mal visto por la comunidad, sistema que

[ 337 ]
Ricardo Ramírez Maciel

ayuda a reafirmar su pertenencia a la misma. También mantienen dife-


rentes prácticas espirituales, muchas de las cuales en la actualidad se
fusionan con las religiosas; además, mantienen un legado arqueológico
resguardado en un museo, así como vestigios in situ, que dan cuenta
de sus antiguas actividades, como, por ejemplo, la producción de car-
bón, así como los petroglifos y pinturas rupestres que se encuentran
en diferentes puntos geográficos de su territorio.
Ser indígena en Mezcala también tiene que ver con las formas de
organización social que les permiten usar la naturaleza, con un sen-
tido comunitario que trasciende incluso la dimensión humana, que se
materializa individual y colectivamente desde los diferentes ámbitos
de la vida, lo cual se puede evidenciar, por ejemplo, en la actividad
de pesca de huilotas,10 la cual realizan con el uso de redes que ellos
mismos tejen durante once meses, para posteriormente utilizarlas para
atrapar ese tipo de palomas en el periodo comprendido entre el 7de
octubre y el 7 de noviembre, herramienta que se utiliza en sustitución
de escopetas o retrocargas; o como es el hecho de tener que recorrer
los linderos del territorio para verificar si es necesario reparar o sus-
tituir cada determinado tiempo las mojoneras que marcan sus límites.
Las actividades y percepciones descritas forman parte de la evi-
dencia que demuestra cómo los habitantes de la comunidad de Mez-
cala son y viven en un territorio del cual se sienten parte inherente,
siguiendo una detallada pero particular forma de organización social,
la cual, al entrar en contacto con otros territorios, le permite decidir
qué es necesario al interior de su territorio, establecer delimitaciones
a manera de “parajes”, con base en criterios locales y comunitarios
derivados de un tipo de sociedad particular.

Una región a partir de Mezcala

Conocer la relación que tiene la comunidad de Mezcala con la concep-


ción de territorio, la región, el área o la comunidad, permite clarificar
que, para este caso de estudio, es necesario establecer la definición
de un tipo de delimitación espacio-territorial que permita describir

10. Zenaida macroura, paloma silvestre que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos
Naturales (semarnat) autoriza cazar durante seis meses, lo cual implica un mayor
impacto en la recuperación de la población de esta especie.

[ 338 ]
Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala:
el uso de la naturaleza desde sus parajes

el uso de la naturaleza, que a partir de este momento denominaremos


“paraje”, el cual se ha mencionado ya en varias ocasiones. Trabajar
en el abordaje epistémico de un concepto de paraje permitiría acer-
carse a la construcción de criterios acordes a las necesidades de las
comunidades locales como Mezcala, considerando el uso cotidiano
que hacen de la naturaleza contenida en su territorio. Paraje, que sería
una especie de delimitación donde actúan los criterios económicos,
políticos, geográficos, naturales y socioculturales que ya se consideran
al establecer delimitaciones regionales en niveles más generales, como
se ha descrito líneas arriba.
El paraje que se conceptualiza aquí considera las maneras como las
personas delimitan el territorio, a partir de la lectura que hacen del pai-
saje y las actividades que ahí realizan, lo cual se relaciona directamente
con el ser y estar al aire libre, bajo la condición especial que brinda
la libertad. Se pueden describir a partir de criterios que sustentan el
uso de la naturaleza que se hace en ellos, donde los criterios como
los usos responden a una toma de postura sobre la manera en que se
quiere y puede enfrentar la vida, es decir, se puede considerar como
actos políticos, donde se vierten visiones de mundo, ideas, necesida-
des, creencias y acuerdos entre las personas que terminan actuándose
sobre un territorio específico.
El paraje se presenta como la unidad territorial reconocida por las
personas de la comunidad, quienes a lo largo de la historia han optado
por nombrar los “objetos” conocidos para más tarde adoptarlos como
representaciones de la unidad básica de planeación y uso del espacio
territorial, bajo una autoconcepción de estructura social indígena u
originaria, donde “…el paraje se convierte en el marco de los patrones
de vida de la familia…, y sus límites se determinan por las fronteras
de actividades creadas por la población” (Cervantes, 2006: 156); en el
caso de Mezcala se da comunitariamente y comprendiéndose como
pueblo de origen coca, aunada a creencias y visiones mesoamericanas
que se han detenido a clasificar y referir comúnmente como indígenas.
Socialmente se establecen en lo local, dando preferencia a un
movimiento que les permite transitar y “caminar por sus veredas
tradicionales, irregulares, pero adaptadas al paisaje, ampliándolas y
renovándolas, pero sin abandonarlas” (Iturrioz, 2002: 17), en lugar de
las planas autopistas devastadoras del paisaje y de los ecosistemas,
donde también han tenido que aprender a pasar. Realizan un tipo de

[ 339 ]
Ricardo Ramírez Maciel

consumo, actividades de reciprocidad, comerciales y de producción


que permite que se mantengan los ciclos de los ecosistemas, com-
prendiendo que de ellos depende su mutua permanencia, superando
la visión económica capitalista comercial que pone su mirada en la
naturaleza solo con el fin de aprovecharla, explotarla, transformarla y
entregarla a los mercados nacionales e internacionales que continúan
favoreciendo el enriquecimiento de solo unos cuantos.
Será necesario describir un tipo específico de paraje que consi-
dere el abordaje de diferentes perspectivas y áreas del conocimiento,
al tiempo que permitan abonar a su propio conocimiento, desde una
visión que apele a la diversidad no homogeneizadora, sobre todo en los
términos en los que lo pretende hacer el Estado,11 sino, por el contra-
rio, tratando de ser conscientes de que al establecer una delimitación
de un tipo de región, a partir de la cosmogonía coca de Mezcala, se
plantea la posibilidad de visualizar otras formas de organización social,
que articuladas permiten describir principios y criterios más inclu-
yentes. Por tanto, somos conscientes de la ambivalencia que guarda
la propuesta que al mismo tiempo plantea la diversidad y el estable-
cimiento de un concepto más que debe discutirse y relacionarlo con
los de región, territorio, área, zona o localidad.
Hasta el momento, parecen ser tres las razones que posibilitan en
el presente caso reconocer el establecimiento de una delimitación al
interior de la comunidad por parajes: en primer lugar, porque es una
posibilidad epistémica que favorece discutir y dejar claros los térmi-
nos con los que se hará el abordaje de una investigación específica, lo
cual abre posibilidades a otras áreas y campos del conocimiento; en
segundo lugar, porque la comunidad del estudio, si bien es cierto que
no posee una descripción específica de los conceptos antes planteados,
desde el punto de vista científico sí posee una clara la idea de lo que
significa habitar su territorio, así como de las normas y estructuras
organizativas que permiten hacer su uso, al tiempo que lo relacionan
con los límites territoriales que les pertenecen: a los de la región de la
ribera del lago de Chapala, del municipio de Poncitlán, del estado de
Jalisco y otras comunidades indígenas del país, a partir de una iden-

11. Si se quiere conocer más al respecto, sobre todo desde los antecedentes de la
antropología en México, es recomendable leer a Fábregas (1992).

[ 340 ]
Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala:
el uso de la naturaleza desde sus parajes

tificación de lucha por la defensa por su territorio y asumiendo las


consecuencias de lo que implica estar en contra de las mencionadas
estructuras gubernamentales; en tercer lugar, porque la naturaleza,
vista a través de los seres vivos, así como los elementos del suelo, el
agua, el aire y el sol son usados al parecer de formas específicas por
parte de los habitantes de la comunidad de Mezcala, respondiendo
a procesos de organización social que consideran, a veces conscien-
temente y a veces no tanto, pero que al final de cuentas terminan
haciendo, sin alterar tanto los ciclos ecológicos, sus ecosistemas, la
geografía del paisaje, su alimentación, su fisiología, su sentimiento. En
otras palabras, usando la naturaleza de su territorio de una forma que,
posiblemente, al ser contrastada con las formas sociales basadas en
visiones más occidentalizadas, podrían dar pista sobre cómo hacerlo
de mejor manera, buscando favorecer también de forma recíproca a
ambas sociedades: la coca de Mezcala y la occidental, por hablar de la
concepción más próxima, sin perder de vista los beneficios que esta
pueda representar para otras.
Los parajes en Mezcala se pueden visualizar como delimitaciones
poligonales de formas irregulares, en principio imaginarias y que con-
siderarían la intervención únicamente de los pobladores de la comu-
nidad coca, donde también sería posible que se hiciera un uso de la
naturaleza y la consecuente transformación a su composición paisajís-
tica y estética actual; posiblemente, en un principio las personas de la
comunidad no consideraría la necesidad de hacer una marcación por
medio de mojoneras debido a que forma parte del mismo territorio
comunal, lo cual no limita la posibilidad de hacerlo si así lo llegaran a
considerar necesario de manera comunitaria.
La delimitación de parajes forma parte de un proceso histórico
que ha permitido a la comunidad, según el espíritu de cada tiempo,
habitar su territorio comunal. Los habitantes de la comunidad en Mez-
cala, a lo largo del tiempo, se han relacionado con su territorio hasta
sentirse parte de él, porque comprenden que también son naturaleza,
lo han andado, lo han leído y, con base en sus propias lecturas, lo han
usado. De manera consciente construyen casas y de la misma forma
que construyen historias personales y una forma colectiva de sociedad,
resultado de una tradición que es preservada y se transmite entre sus
miembros a lo largo del tiempo.

[ 341 ]
Ricardo Ramírez Maciel

La delimitación de los parajes en Mezcala considerarían su geo-


grafía, el tipo de vegetación y ecosistemas que posee, los yacimientos
y flujos de agua, su historia, registros geológicos y prehispánicos, y las
necesidades de las personas de la comunidad, el tipo de tenencia de la
tierra…, junto con todo aquel componente que la comunidad decida y
considere que le permita hacer uso de la naturaleza, sin que se vean
afectados los intereses de la misma, siendo la Asamblea General de
Comuneros la portavoz sobre las decisiones definitivas, debido a que
es la máxima autoridad reconocida por la comunidad.
El establecimiento y descripción de parajes en Mezcala deberá,
en caso de que se determine establecer su pertinencia en acuerdo
con las comunidades, hacerse a partir de discutir con ellos sobre las
características particulares que les han llevado a integrar una visión
comunitaria de la realidad, la cual ha derivado en la forma como se
usa la naturaleza desde sus procesos de organización social y una
práctica coca.

Conclusiones

El establecimiento de parajes al interior de la comunidad de Mezcala,


a partir de considerar las concepciones históricas de la región, y su
articulación con las de territorio, área y comunidad, posibilitan que la
presente investigación considere la existencia de otras delimitaciones,
que se conforman a partir de distintos criterios y visiones, pero que
permiten desde la consideración de los parajes y otros límites territo-
riales hacer un análisis comparativo sobre el uso de la naturaleza que
hace Mezcala, en relación con el que se hace a partir de otros tipos de
delimitaciones sustentadas en las de la región, que fueron discutidas
en el presente capítulo.
Por razones del tiempo y espacio previsto para la integración del
presente ensayo, no fue posible desarrollar en el apartado denominado
“Una región a partir de Mezcala” la forma como la comunidad coca de
Mezcala, junto con otras comunidades con las que se identifica como
indígena en la región centro occidente, el país y Latinoamérica, pue-
den configurar un tipo de región, basada en la noción que considera
reunir elementos que poseen características semejantes que, en su
caso, sería su condición de ser originarias mesoamericanas o indíge-

[ 342 ]
Concepción de región para la comunidad coca de Mezcala:
el uso de la naturaleza desde sus parajes

nas; delimitaciones inscritas en contextos más amplios. El abordaje de


esa posibilidad se pretende desarrollar posteriormente, dado que este
artículo, junto con otras reflexiones que se pueden leer en el libro, lo
que buscan es presentar diversas posibilidades que permiten hacer
un análisis regional desde las investigaciones sociales, utilizando en
el presente caso una perspectiva ambiental.
El análisis del concepto de región que se ha construido a través
de la historia desde las diferentes áreas del conocimiento, incluyendo
la relación que guarda con otros conceptos articuladores al mismo,
permite ampliar la visión y posibilidades de abordar la investigación
que en las ciencias sociales se desarrolla en la actualidad.

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[ 344 ]
Guadalajara, región infraurbana
y segregación

Edson Javier Aguilera Zertuche1

Introducción

Lo primero que es necesario tratar es el concepto de “región”. Leal


(1998) hace un extensivo repaso de las diversas significaciones que
tiene este concepto, y de cómo desde diversas disciplinas el concepto
de “región” tiene mucha importancia, aunque divergencias de puntos
de vista. Resulta relevante tal cuestión puesto que, desde la segrega-
ción espacial,2 el concepto “región” es abordado en sus varios sig-
nificados. En otras palabras, el término región es polisémico y, por
tanto, complejo, pero desde la perspectiva del tema de la segregación
espacial los diferentes significados del término “región” no aparecen

1. Doctorando en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara. Maestro en


Estudios Filosóficos y Licenciado en Filosofía por la Universidad de Guadalajara.
Profesor de la Maestría en Derecho y la Maestría en Administración de la Universidad
Enrique Díaz de León. Autor de diversos libros y columnista.
2. Citamos a la letra la concepción que Schteingart usa de segregación y que marca
una distancia atinada de otros conceptos como fragmentación, mezcla social, mayor
cercanía entre grupos sociales o aislamiento: “Segregación es el grado de proximidad
espacial de las familias que pertenecen a un mismo grupo social y la distancia con otros
grupos (étnicos, raciales o socioeconómicos). Mientras que en Estados Unidos y los
países europeos se ha puesto más énfasis en la segregación referida a grupos étnicos
y raciales, en general en América Latina las investigaciones sobre este tema versan
mayormente sobre la segregación de grupos socioeconómicos. Así mismo, es necesario
aclarar que nos referimos a la división social del espacio cuando hablemos de los grandes
lineamientos de la organización del espacio urbano y de segregación cuando hagamos
alusión a los estudios espaciales más desagregados, porque es en esta última escala
donde, a nuestro criterio, realmente se puede hablar de segregación” (2010: 349).

[ 345 ]
Edson Javier Aguilera Zertuche

como contradictorios, distantes o ajenos; sino que aparecen amalgama-


dos: “Históricamente, ‘región’ se deriva del latín regio que a su vez está
etimológicamente relacionada con el verbo regere, el cual quiere decir
‘dirigir, guiar, trazar límites, mandar (regir)’. De ahí la palabra latina
y sus derivadas en las lenguas europeas hayan tenido los significados
de ‘dirección, límite, zona, territorio’” (Leal, 1998: 1).
El autor señala entonces tres componentes básicos del concepto
región: a) el geográfico, en tanto dirección o zona; b) el político, en
tanto mandar y regir y c) el territorial, en tanto límite. Pues bien,
resulta que analizar el tema de segregación espacial implica considerar
los tres componentes. El componente territorial está íntimamente rela-
cionado con el político, puesto que la división de territorios tiene que
ver con ciertas gestiones de carácter político, ya que es una categoría
administrativa, dice el autor. El componente geográfico, si bien influye
en la vida social, no está tan relacionado con el aspecto político. Ahora
bien, a estos componentes se suelen añadir el cultural, el económico
y el mismo social.
Hablar de Guadalajara implica desde sus mismos comienzos hablar
de segregación espacial: “Desde la fundación de la ciudad, los solares
en torno a la plaza central se entregaron a los habitantes tan cerca
de ella como correspondía a su jerarquía, y recibían, por gracia real,
un lugar donde construir su morada” (López e Ibarra, 1998: 46). Esta
primera repartición implicaba que los pobladores indígenas vivían en
otro lado de la ciudad, “a una distancia prudente”, en el antiguo barrio
de Analco primordialmente. Y aunque el tiempo pasó y la ciudad se fue
reconfigurando, ha conservado una estratificación diferenciada; de ahí
que Walton (1976) llamara a Guadalajara “la ciudad dividida”, expre-
sión que recoge el sentido de otras expresiones de carácter popular,
por ejemplo, “de la Calzada para allá”. Desde la primera cuadrícula,
los censos enfitéuticos,3 la división en cuarteles, zonas o sectores,
la ciudad ha estado dividida en regiones infraurbanas que son lími-
tes políticos, culturales, sociales, administrativos, catastrales y, por

3. En derecho justinianeo, la enfiteusis es el derecho enajenable y transmisible a los


herederos de usar y disfrutar muy ampliamente de un fundo ajeno, con la obligación
de no deteriorarlo y pagar un canon anual al propietario del mismo. También en las
colonias españolas, como el caso de Nueva Galicia, se usó la enfiteusis con el fin de
controlar la invasión de terrenos vacíos.

[ 346 ]
Guadalajara, región infraurbana y segregación

supuesto, simbólicos. En resumen, regiones infraurbanas que son divi-


siones de poder y revelan una conjunción de los componentes del
término región mencionados: el territorial, el geográfico y el político.

Región infraurbana y segregación

El título mismo del presente trabajo, “Guadalajara, región infraurbana


y segregación espacial”, revela que usaremos una dimensión de región
específica. El mismo Leal nos da la pista cuando dice que en la prác-
tica el término región se puede utilizar para hablar de un espacio que
elegimos como foco de análisis, ya sea una ciudad y su hinterland,
una localidad o una zona continental, es decir, un espacio grande o
pequeño:
·· Escala supranacional: son regiones a esta escala, por ejemplo, el
hemisferio occidental, el Tercer Mundo, los países musulmanes,
la cuenca del Pacífico.
·· Escala infranacional/ supraurbana: tal vez se podrían distinguir,
por un lado, regiones relativamente grandes como la Huasteca, la
selva lacandona, la tierra caliente de Michoacán, el sur de Estados
Unidos; y, por el otro, regiones relativamente pequeñas como la
ribera de Chapala, los alrededores de Puerto Vallarta o el territo-
rio inmediatamente colindante a la ciudad de Guadalajara (inclu-
yendo, por ejemplo, el corredor industrial de El Salto).
·· Escala infraurbana: son regiones a esta escala, por ejemplo,
el barrio de Analco, la parroquia de Santa Teresita o la colonia
Polanco. Incluso se puede hablar aún de regiones más pequeñas:
guarderías, hospitales, manicomios, prisiones, empresas y en gene-
ral organizaciones e instituciones de todo tipo y tamaño (Leal,
1998: 2).

Como puede verse, no hay reparo en considerar que las distintas “cali-
dades” de la urbanización de las colonias de una ciudad se consideren
regiones porque, en efecto, dentro de la misma ciudad habrá de reco-
nocerse lo heterogéneo de sus espacios, los accesos diferenciados a las
oportunidades y, por tanto, un anclaje físico de la desigualdad. Ade-
más, esta escala, por pequeña que fuere (hablando de kilómetros cua-
drados), no debe considerarse menos importante, ya que el grueso de

[ 347 ]
Edson Javier Aguilera Zertuche

los seres humanos, los actores sociales, viven en esta escala, comenta
el mismo Leal. Las divisiones territoriales de la ciudad de Guadalajara
son ejemplo perfecto; son sobre todo constructos políticos extrínsecos
y extraños, que se imponen a los individuos y que enmarcan en límites
más o menos flexibles los alcances de sus acciones.
En este sentido, si se quiere comprender la constitución de las
regiones infraurbanas de las ciudades habrá que entrarle al estudio
de los procesos de urbanización. Garza (2010) aborda los procesos
de urbanización de México desde 1900 hasta 2000, y distingue tres
periodos generales: a) moderado-bajo 1900- 1940, b) acelerado-medio
1940-1980 y c) bajo-acelerado 1980-2005. ¿Qué significa esto de pro-
cesos de urbanización? Significa el abandono del medio rural y, por
tanto, la multiplicación poblacional en las ciudades. México es una
nación altamente urbanizada, Garza refiere que, de 367 ciudades, tan
solo 87 absorben 83% de la población urbana. Esto quiere decir que
el país enfrenta un reto permanente para cubrir las necesidades de
trabajo, vivienda, drenaje, electricidad, vialidades, educación, salud
y seguridad pública en espacios densamente poblados, y lo que ha
resultado hasta ahora son déficits en todos los rubros, y cuando no el
déficit, la consecuencia obvia: encarecimiento de los servicios. Esta
concentración de la población, pero también de patologías sociales,
es nombrada en este escrito como metropolización. Esta metropo-
lización, sin embargo, no se reporta con las mismas consecuencias
al interior entre estados, ciudades o regiones infraurbanas, sino que
implica diferentes condiciones. Así que es necesario reconocer que “El
desarrollo económico y la urbanización están íntimamente vinculadas,
ya que son dos procesos inseparables que caracterizan a la estructura
de la sociedad” (Garza, 2010: 33).
Sin embargo, en Guadalajara, como en otras ciudades mexicanas y
latinoamericanas, este desarrollo económico significa cosas distintas
dependiendo donde se esté ubicado, así Alba (s.f.) habla de una “glo-
balización desde abajo” para identificar cómo los procesos económicos
internacionales pueden beneficiar a unos y dificultar la vida a otros.
Hay casos muy interesantes que muestran la representación física de
estas diferencias, por ejemplo, la ciudad de Bogotá, Colombia, dividida
oficialmente en estratos que van desde las viviendas “minimalistas” de
la colonia Plaza de la Hoja, hasta el proyecto de viviendas VIP Petro

[ 348 ]
Guadalajara, región infraurbana y segregación

que ha causado gran revuelo por la mayor e irreversible segregación


que supondría su concreción.4
La metropolización parece incidir directamente en la segregación
y, a su vez, el mayor o menor ritmo de urbanización “significa que la
migración rural-urbana está determinada por el diferencial de las con-
diciones de vida de las localidades rurales respecto a las ciudades y no
únicamente por el crecimiento económico de estas últimas” (Garza,
2010: 35). Esta situación implica que las políticas de nivel municipal son
sencillamente insuficientes para frenar algo que sucede a una escala
nacional e internacional (en una región supranacional y supraurbana),
por lo que cualquier promesa de remedio a la segregación espacial
infraurbana sería necesariamente paliativa y remedial con efecto limi-
tado y a cortísimo plazo. La segregación espacial implica por fuerza
un obstáculo a la movilidad social ascendente.
El acceso a regiones infraurbanas con condiciones de vida dignas
es como el castigo impuesto a Tántalo que cada vez que parecía que,
por fin, podría morder aquella apetitosa manzana, esta se alejaba lo
suficiente para acrecentar el hambre y la frustración del personaje.
Es decir, que el acceso a colonias de la ciudad calificadas como pri-
vilegiadas o simplemente mejores encierra cierta dificultad para una
mayoría “…en términos cualitativos de nivel de vida de la población
urbana, la nación continúa siendo subdesarrollada, con amplios estra-
tos sociales que laboran en el sector informal de la economía y cuyas
moradas se localizan en zonas irregulares con graves carencias de
infraestructuras y de servicios urbanos” (Garza, 2010: 40). Para Garza
parece poco probable que esta situación cambie, y de hecho le asigna
un papel cada vez menor al Estado para regular el uso del suelo y la
configuración de la traza urbana, pues este ha cedido muchas de las
decisiones que debería tomar a los mecanismos del mercado. Este
desmantelamiento de las facultades de planeación urbana por parte
del Estado no es afortunado, sobre todo cuando ciertas irregularidades
en la transformación de los usos del suelo han sido recurrentes en la
historia urbana de Guadalajara (López e Ibarra, 1998).

4. Artículo de Juan Luis Rodríguez recuperado el 21 de noviembre de 2014 de http://www.


torredebabel.info/petrovips/

[ 349 ]
Edson Javier Aguilera Zertuche

Incluso, este crecimiento del poder del mercado sobre el uso del
suelo con la implicación de una dinámica global favorece la ya exis-
tente segmentación y división social del espacio. Acá las distintas
escalas de región tampoco son ajenas entre sí: “Diferentes autores
coinciden en que los grandes cambios en la estructura económica e
industrial mundial, que han transformado el mundo en las últimas
décadas, también han cambiado el esquema espacial de las ciudades”
(Schteingart, 2010: 346). Sin embargo, aceptando que la división es
evidente, la misma Schteingart no coincide en que el asunto sea tan
sencillo como la afirmación de la “ciudad dual”, es decir, la ciudad de
los ricos y de los pobres, hay puntos intermedios y variaciones tem-
porales que hacen del asunto de la segregación espacial un todo más
complejo. Esto significa que, a pesar de la existencia de los extremos
infraurbanos, hay gradaciones que no conviene ignorar.
Lo temporal cobra importancia en esta gradación porque las divi-
siones que son acentuadas por la globalización también se mezclan
con las resistencias del marco urbano específico que tiene su propio
desarrollo histórico, esto quiere decir que lo nuevo y lo viejo se entre-
mezclan (Schteingart, 2010); y aunque el capitalismo se señala como
el principal responsable de los modelos de urbanización de la ciudad
moderna, como explicara Topalov (1978), la verdad es que no solo el
mercado del suelo dificulta la integración socioespacial, también lo
hacen los ciudadanos, quienes acentúan la segregación espacial con
sus propias decisiones: “Otro aspecto importante señalado en ese tra-
bajo es que al elegir una residencia se eligen también a los vecinos,
aquellos con quienes se desea que interactúen los hijos, porque en
cierta medida existe la convicción de que la calidad del ambiente social
inmediato pesa mucho en el éxito o fracaso de las vidas de cada uno,
de su porvenir o su nivel social” (Schteingart, 2010: 348).
Estas elecciones no son ajenas, por ejemplo, a la construcción de
vecindarios cerrados por paredes y casetas de “seguridad”, que ofrecen
la sensación de exclusividad, pero que también en términos cotidianos
diluyen las redes sociales que fueron el fundamento de viejos barrios
de las ciudades de todo el mundo. Incluso, la autora ofrece numero-
sos ejemplos de abordajes sobre este tema, donde algunos autores
(Marcuse, Katzman, Maurin, De Queiroz, Van Kempen) han dicho
que esta división no es solo en menoscabo de las clases bajas, sino

[ 350 ]
Guadalajara, región infraurbana y segregación

de las ciudades en su conjunto. Así que la responsabilidad de estas


divisiones es compartida:

La localización de grupos sociales en el espacio urbano es consecuencia de


una compleja interacción de la estructura social, los procesos de producción
del marco social construido (en particular, la intervención del Estado) y las
preferencias de las familias. Es importante señalar que los grupos más afluen-
tes deciden, en general, instalarse en los lugares con mejores condiciones
físicas y más protegidos; de esta manera también sostiene los altos precios
de las viviendas (Schteingart, 2010: 349).

Tal localización no es ajena por supuesto al temor que despiertan los


niveles de violencia de las ciudades latinoamericanas, por lo que es
cierto que la intención de separación tiene un componente clasista,
pero también obedece a la necesidad incuestionable de seguridad.
En todo caso, esta ambivalencia quiere decir que, ante la falta de una
garantía venida desde lo institucional, queda como decisión y posibi-
lidad privada la elección del vecindario, y aquí aparece como siempre
oportunista la injerencia del mercado.
Coulomb (2010), por su parte, analiza la cuestión de la vivienda y
nota la diferencia entre las condiciones de la vivienda rural y urbana,
además de las diferencias de ciertas zonas infraurbanas. Aunque de
1983 a la fecha se puede notar un proceso de mejoramiento en el asunto
de la vivienda, pese al deterioro de las economías familiares –aspecto
que resulta sorprendente–, no hemos llegado al punto en que se supe-
ren las insuficiencias cuantitativas y cualitativas de la vivienda. No
solo es el asunto de la vivienda el que presenta tales atrasos: “Por otra
parte, las políticas públicas vinculadas con la situación de la vivienda,
en particular las de desarrollo urbano, ordenación del territorio y pro-
tección ambiental, enfrentan en la actualidad un conjunto de limitacio-
nes e insuficiencias de las cuales quisiéramos dar cuenta aquí, aunque
sea de forma resumida” (Coulomb, 2010: 552).
Ahora bien, la posibilidad del alojamiento y la calidad del aloja-
miento, tiene que ver con procesos económicos y con la injerencia
atinada o no del Estado, pero también con ciertos procesos demográ-
ficos como la fecundidad, la mortalidad, la migración y la distribución
territorial del poblamiento. En este sentido, no podemos suponer que
al margen de estos procesos el Estado dé abasto, como por obra de
magia, ya que hace falta atender en su conjunto los factores antes men-

[ 351 ]
Edson Javier Aguilera Zertuche

cionados. A pesar de que la cantidad de viviendas se ha multiplicado,


en versión del autor, y de que el nivel de hacinamiento ha bajado en el
país, hay un rezago cuantitativo de viviendas de 1.8 millones, a la par
de un rezago cualitativo; esto quiere decir que la calidad, la duración
de la vida útil, el tamaño, el equipamiento de servicios y la ubicación
de las viviendas no es lo más conveniente. Coulomb muestra, como era
de esperarse, que hay fuertes diferencias en las características de las
viviendas dependiendo del estrato socioeconómico. Y aunque acá no
lo ofrece el autor, no sería de extrañar que este hecho esté relacionado
con aspectos segregacionales, es decir, con regiones infraurbanas.

Modelos de urbanización

Los modelos de urbanización se ofrecen como un campo de estudio


muy rico, donde se han entablado diálogos interdisciplinarios en los
que han participado urbanistas, geógrafos, sociólogos, arquitectos, his-
toriadores, antropólogos y otros. La coordenada territorial encuadra,
dice Durand (2012), los límites de la investigación, da orden al trabajo
de campo y construye un universo de enunciación para el contenido
teórico. En el tema de la segregación espacial, aparte de la técnica de
encuadre, lo territorial está en el corazón mismo del planteamiento,
porque como indica Castel: “…es en el espacio, y en particular, en
el espacio urbano, donde se reorganizan las líneas de escisión, las
oposiciones y los conflictos que estructuran la vida social, y donde
se cristalizan las principales desigualdades” (2010: 42). Por su parte,
Harvey (2007) considera al territorio una de las variables para analizar
la desigualdad y llama espacio a la ubicación geográfica de las des-
igualdades, de la acumulación o la escasez del capital. En este sentido,
arroja luz a la perspectiva marxista; se domina lo social y lo económico
por medio del dominio del espacio:

El capitalismo produce, por lo tanto, un espacio geográfico (de relaciones


espaciales, de organización territorial y de sistemas de lugares vinculados en
una división global ‘del trabajo’ y de las funciones) adecuado a sus propias
dinámicas de acumulación en un momento particular de su historia, sólo
para tener que destruir y reconstruir este paisaje geográfico y adaptarlo a la
acumulación en una fecha posterior (Harvey, 2007: 77).

[ 352 ]
Guadalajara, región infraurbana y segregación

En este sentido, con el dominio del espacio y la producción de su


organización, se habla no solo de una desigualdad, sino de una segre-
gación espacial. Hay jerarquías en la posesión del espacio, en su uso
y usufructo. Para Harvey, esto es una expresión más de la diferencia
de clase; el espacio y su dominio es fundamental para entender la
desigualdad; por eso, la propiedad inmobiliaria en su relación con
el capital y la acumulación por despojo son temas que Harvey ha
trabajado en otros textos (1992, 2004). “Cada vez más el capital está
incluido en el espacio como capital inmobiliario, capital fijado a la
tierra, creando ‘una segunda naturaleza’ y una estructura de recursos
geográficamente organizada…” (2007: 78).
Así se puede hablar en términos de que el espacio también es
capital; por eso la extensión creciente del capitalismo (no solo en el
tiempo, sino en el espacio), mal llamada globalización, es en realidad
un “desarrollo geográfico desigual”, tal es la propuesta de Harvey: “El
examen del mundo en una escala particular revela inmediatamente
toda una serie de efectos y procesos que producen diferencias geográ-
ficas en los modos y niveles de vida, en el uso de los recursos, en las
relaciones con el medio ambiente y en las formas culturales y políti-
cas” (2007: 98). Harvey no puede pensar, con estos precedentes, que
la división de los espacios sigue un orden natural de desarrollo y que
las diferencias en los niveles de calidad de vida se puedan explicar por
la diferencia en la calidad de sus individuos. Por eso hablar de espacio
o de territorio (que territorio es una forma más concreta del espacio)
implica hablar de modelos de urbanización y, a su vez, de segregación
espacial. En el mismo sentido, hablar de barrio es también hablar de
segregación espacial. Esto es así por las características históricas de
este tipo de asentamientos y por la sola definición del vocablo “barrio”,
que se entiende en franca oposición al de “colonia”, que hace referen-
cia a un grupo de viviendas semejantes o construidas con una idea
urbanística de conjunto. Mientras que el barrio tiene la connotación
de arrabal, desorganización, “tugurización” y, en última instancia, por
qué no decirlo, a la “calidad inferior” de sus habitantes, etiqueta que
Castel (2010) conceptualiza como “descredito social y étnico”.
Esta distinción no siempre es clara, pues en los términos admi-
nistrativos de las ciudades se habla de “colonia” incluyendo también
a los “barrios” o, en ocasiones, la palabra “barrio” designa a aquellas
poblaciones antes independientes que fueron integrando el creci-

[ 353 ]
Edson Javier Aguilera Zertuche

miento de la mancha urbana. En Guadalajara nos refiere a las pri-


meras colonias indígenas como Analco, Mexicaltzingo, Mezquitán o
barrios constituidos en torno a fábricas o haciendas como El Batán y,
luego, a asentamientos de carácter popular o “clasemediero”, como
“l Santuario o Santa Tere. También la denominación “barrio bravo”
es reveladora: Talpita, 5 de Febrero, Santa Cecilia; o en la Ciudad de
México: Lagunilla, Tepito, Buenos Aires. Por su parte, el significado
actual de colonia está más cercano a la idea residencial. Para Castel, el
barrio popular, que se constituyó alrededor de la figura del trabajador
y de su sociabilidad toda gobernada por el trabajo, dejó su lugar a un
espacio desatendido. Hay entonces una redistribución espacial de las
poblaciones que se conforma y que representa categorías sociales dife-
renciadas, de un modo obligado o escogido, según los recursos de que
disponen. Esta recomposición del territorio, según Castel, recompone
también los problemas que tienen que enfrentar:

…no sólo con respecto al hábitat, sino además con respecto a los bienes, los
servicios y las protecciones; así mismo gobierna su capacidad de vivir más
o menos seguros, las posibilidades de éxito en su carrera profesional o la
calidad de la escolaridad y el porvenir de sus hijos, etcétera.
Semejante desplazamiento invita a reconocer una importancia decisiva
al lugar que se ocupa en el seno del territorio y a intentar una lectura de los
desafíos que tienen que enfrentar los actores sociales a partir de su inscrip-
ción territorial (2010: 43).

En este sentido, el espacio, y más concretamente el territorio, es


importante, no solo como ese descrédito social y étnico que categoriza
Castel, y que tiene un significado simbólico, sino como una situación
real y pragmática, concretizada en universos de posibilidades para las
familias. Así pues, a continuación abordaremos lo fundamental sobre
modelos de urbanización y segregación espacial, y también desde el
contexto de la ciudad de Guadalajara.
Una de las ideas centrales de este texto es que el tipo de barrio
llamado autorreferente o autocontenido es uno de los espacios donde
la acción de los habitantes ha puesto resistencia –queriéndolo o no– a
la tendencia de la ciudad capitalista: la creciente monofuncionalidad.
La ciudad capitalista produce y reproduce la desintegración de la vida
social inscrita en el barrio, el remplazo de la economía interna por un
distanciamiento espacial y social de las fuentes de trabajo; la idea de

[ 354 ]
Guadalajara, región infraurbana y segregación

monofuncionalidad (Arias y Vázquez, 1998; Moreno e Ibarra, 1996),


hace referencia a que la única función que va quedando en las colonias
es la de pernoctar, ya que uno puede vivir su vida entera sin relacio-
narse con los vecinos, que el espacio público consiste únicamente en
caminos para los automóviles. En cambio, el barrio se caracteriza por
su plurifuncionalidad, por su carácter autorreferente, que significa
que el consumo y otras muchas actividades sociales, económicas y
religiosas se llevan al interior del espacio. También se puede notar un
tejido social fuerte, donde existe la autogestión y el comercio interno
no solo de productos, sino de servicios profesionales, así como la
deglución de otras colonias en su dinámica cotidiana.
Muchas colonias tapatías “…cambiaron rápidamente su diseño
monofuncional original y se convirtieron en áreas multifuncionales,
por la proliferación de pequeños talleres, fábricas y establecimientos
comerciales” (Arias y Vázquez, 1998: 209). Por ejemplo, San Marcos, al
igual que San Onofre, Santa Tere y otras, han absorbido la vida comer-
cial de otras colonias cercanas, pues se han vuelto un centro donde
se puede encontrar de todo. En este sentido, se puede corroborar lo
observado por Arias y Vázquez:

…la consolidación comercial de ciertas colonias populares. Esto parece depen-


der de dos factores: de su capacidad para ampliar su oferta de servicios,
incluso profesionales (médicos, dentistas, homeópatas, casas de cambio) y,
muy ligado a lo anterior su habilidad para extender su área de influencia, para
incorporar otras colonias a su ámbito comercial y de servicios (1998: 215).

Esta integración, que hace la caracterización de barrio a una colonia


inicialmente pensada como meramente residencial, promueve que las
relaciones sean más estrechas; que, por decirlo de algún modo, exista
un microcosmos:

Así, sin prisa, pero sin pausa, la colonia periférica, logra reunir funciones de
servicio, comerciales, productivas que hacían que los vecinos –ya de por sí
muchas veces parientes o paisanos– mantuvieran o establecieran relaciones
múltiples que tenían como base un lugar de residencia: allí, se hacían compa-
ñeros de trabajo, se convertían en patrones o trabajadores, colegas de trabajo
a domicilio, miembros de las asociaciones religiosas; con el tiempo los hijos e
hijas se volvían condiscípulos en las primarias y secundarías de las cercanías
(Arias y Vázquez, 1998: 210).

[ 355 ]
Edson Javier Aguilera Zertuche

A la par, no solo existen la colonia monofuncional y el barrio, sino que


hay diversos tipos de zonas residenciales: desde los barrios periféricos,
constituidos a base de la ocupación irregular de terrenos y la auto-
construcción; los conjuntos habitacionales verticales, caracterizados
por muchos habitantes en espacios reducidos; las zonas residenciales,
con viviendas grandes, amplia servidumbre, vastedad de servicios y
muchas áreas verdes; las unidades habitacionales “amuralladas” y los
condominios lujosos con apartamentos estilo penthouse. En el medio
ubicamos colonias populares, tanto a la colonia monofuncional como
al barrio. En ocasiones, las delimitaciones de estos tipos de modelos no
son claras, ya que es común que en una misma colonia popular haya,
por ejemplo, construcciones verticales y zonas de autoconstrucción,
o que una misma ciudad –tal como Guadalajara– transite por varios
modelos en distintos espacios y temporalidades; en resumen, la urba-
nización es un proceso dinámico.
Sostenemos que el barrio es uno de los espacios más interesantes
de estudiar, y quizás en el estudio de los barrios podamos aprender
el modo óptimo de organizar el espacio urbano; en ellos podríamos
sostener el derecho a la ciudad que proponía Lefevbre (1968) y el
anclaje de lucha urbana propuesta por Harvey en ciudades rebeldes.
Como quiera, ya sea que interese el condominio, el multifamiliar o el
barrio, damos un lugar principal a la cuestión espacial, un contexto
espacial es desde nuestra perspectiva un contexto social, cultural y
económico, así podemos decir que partimos de la concepción de una
ecología urbana que, en términos de Redfield, es “…la relación entre
los patrones espaciales de la estructura urbana con las formas cultu-
rales de vida en ese espacio” (Arias y Durand, 2008: 60). Otro aspecto
importante se encuentra en la historia de las ciudades, el registro de
la constitución de sus espacios, la conformación de sus zonas para
viviendas. La tendencia de la ciudad capitalista a una diferenciación
étnica, o de clase. Así se presentan diversos modelos de urbanización.

El modelo de retícula ortogonal

El primer modelo de urbanización en la ya colonizada América, corres-


pondía a dos principios: el primero es la separación étnica de sus
habitantes y el segundo es la fundación central o retícula ortogonal
que tiene su origen en las ciudades europeas mediterráneas, cuyos

[ 356 ]
Guadalajara, región infraurbana y segregación

ejemplos mexicanos son principalmente Puebla, Oaxaca y Guadalajara


en sus primeros momentos. En esencia este modelo parte de una cua-
drícula central con manzanas regulares, las construcciones de carácter
institucional están en el centro y de ahí se orienta el crecimiento hacia
alguna de las coordenadas más idóneas –topográficamente hablando–.
Reyes dice que

Las ciudades americanas se distinguen por su conformación urbanística y la


incorporación de una serie de elementos urbanos muy característicos como
son: la plaza mayor, las plazas secundarias, las plazoletas, los templos y con-
ventos, las casas reales, los barrios y otro tipo de elementos como fuentes y
acueductos; el conjunto de todos estos elementos, unos incorporados para
el funcionamiento de la villa como servicios urbanos, otros como centro de
poder o para facilitar los servicios administrativos y religiosos, pero todos en
conjunto, darían como resultado la base actual de nuestras ciudades (1998: 236).

Este modelo de cuadrícula central asumía que las poblaciones “no


deseables” se mantuvieran al margen de los colonos, en poblados exte-
riores o barrios, así Chanfón indica sobre el urbanismo novohispano
que “Allí nació la retícula en forma de tablero de ajedrez, la traza como
documento físico de registro y control y la división de áreas para espa-
ñoles y para indígenas” (Chanfón, en Reyes, 1998: 339). También las
ordenanzas de Felipe II son un buen ejemplo del intento por regular las
tierras consideradas propiedad de las colonias españolas en América,
no solo en cuanto a su repartición, sino en cuanto a su conveniente
traza y orientación.

El modelo de eje central

Curiosamente la misma ciudad de Guadalajara es ejemplo de varios


modelos de urbanización a lo largo de su historia, no solo de la retí-
cula ortogonal y del modelo de eje central, como iremos viendo. El
modelo de eje central se basa en una división principal que parte de
una calzada amplia que atraviesa la ciudad en cualquiera de sus ejes,
ya sea recta o circunvalar; de cada lado habita un grupo étnico o clase
socioeconómica distinta. Así lo denotaban las expresiones tapatías:
“al otro lado del río” o “al otro lado de la Calzada”, para referirse ini-
cialmente al barrio indígena de San Sebastián de Analco (y después a
otros), señalando al río San Juan de Dios, espacio de la calzada princi-

[ 357 ]
Edson Javier Aguilera Zertuche

pal, como límite primero de dos grupos distintos. “En las postrimerías
de la Revolución ‘Gente ‘no conocida’ pululaba por las calles despla-
zando de ellas a quienes antaño las habían hecho suyas; los pobres
ganaron el centro urbano y los ricachones acabaron por cederlo e irse
a vivir en las colonias ‘de Tolsa para arriba’,5 en mansiones inspiradas
primordialmente en modelos franceses, aunque también fueron copia
de ingleses y alemanes” (Muriá, 1992: 83). Este desplazamiento de la
división central de la hoy Calzada Independencia a Tolsa, ejemplifica
otros fenómenos de la urbanización latinoamericana, como el creci-
miento demográfico acelerado, la creciente pobreza y la constante
intención de alejamiento del centro urbano.

El modelo de urbanización periférica

Muy asociado al modelo de retícula ortogonal está el modelo de urba-


nización periférica, que es resultado de la proletarización del campesi-
nado o de la conversión de tierras ejidales y comunales en poblaciones
urbanas, ya sea de manera legal o por medio de la invasión (Durand,
1983). También este modelo es resultado de la pobreza, el aumento de
la población y de la inmigración de familias provenientes del campo
o de ciudades cercanas más pequeñas. Se percibe a la urbanización
periférica como un desbordamiento del crecimiento urbano (Arias y
Vázquez, 1998).
La nota principal de este modelo es el crecimiento un tanto o
totalmente desordenado, que o es absorbido por el centro metropo-
litano (incluso hasta de municipios independientes como es el caso
de la zona metropolitana de Guadalajara), o se debe a la urbanización
acelerada de la periferia que choca con el centro de las ciudades; por
supuesto, no se excluye la combinación de ambas posibilidades. La
ocupación y el aumento del precio de los predios centrales hacen
imposible que, al margen de la clase alta, cualquiera otra pueda adqui-

5. Transcribo a la letra la nota a pie de Muriá sobre “Tolsa para arriba”, calle que como
saben hoy es la avenida Enrique Díaz de León: “Expresión tapatía para referir a quienes
vivían en las colonias elegantes, al poniente de la calle Tolsa. Por cierto que esta calle
recibe su nombre porque llegaba a las huertas de un señor Tolsa, por cierto eso es
palabra llana, y no del escultor valenciano Manuel Tolsá”.

[ 358 ]
Guadalajara, región infraurbana y segregación

rir una propiedad en la zona central, así que buscan posibilidades en


la periferia. En el caso de Guadalajara:

…la ciudad vivió la irrupción de dos fenómenos tan poderosos que lograron,
por primera vez, modificar la segmentación residencial tradicional basada en
el eje oriente-poniente: por una parte, el surgimiento y auge del fracciona-
miento ilegal, modalidad que abrió la oferta de tierra urbanizable a nuevos
grupos sociales –ejidatarios, comuneros– y hacia espacios que escapaban a
los controles convencionales de la urbanización tapatía (Arias y Vázquez,
1998: 213).

Este modelo, en el que se combinan la urbanización de lo rural, el


desbordamiento de la urbe, la invasión de tierras y la especulación de
las inmobiliarias, es muy común en toda América Latina:

Los ranchos, favelas, tugurios, poblaciones, pueblos jóvenes, barriadas, asen-


tamientos espontáneos o irregulares, como se les ha denominado, según los
lugares donde se producen, son la nueva expresión latinoamericana de los
antiguos slums de Norteamérica, y se refieren, o son el resultado de la pobreza,
sus condicionantes y secuelas. Sus características y condiciones son parecidas
en los diferentes países, aunque sus circunstancias concretas y procesos de
aparición y desarrollo sean diferentes (Reyes, 1998: 221).

Así se puede hablar también de villorios en Argentina o villas mise-


ria en Brasil; este modelo, como quiera que se le llame, es uno de los
más complejos de analizar debido a la combinación de factores que
lo producen. Portes (1984) afirma que en esencia es un modelo de
territorialización producto del capitalismo.

El modelo Chocolate City-Vanilla Suburbs


y las ciudades amuralladas

En la década de los setenta, Farley, Schuman, Bianchi, Colosanto y Hat-


chet publicaron un documento que se preguntaba por las razones de la
segregación residencial racial de la ciudad norteamericana de Detroit.
Aun cuando el modelo novohispano da cuenta de que la división étnica
no era algo nuevo, llamaba la atención de los autores la separación tan
marcada de Detroit, al ofrecer salarios indistintos a negros y blancos,
y al llegar al extremo de que se podía hablar de dos sociedades en una
misma ciudad, porque una premisa de la urbanización –no cuestio-

[ 359 ]
Edson Javier Aguilera Zertuche

nada antes– era que la fragmentación urbana correspondía meramente


al nivel económico de las familias, por lo que en un lugar donde el
ingreso era muy similar para familias de distintos grupos étnicos no
tendría por qué haber una división racial del espacio.
En este caso, quienes habitan la periferia y quienes habitan el cen-
tro de la ciudad siguen un orden distinto al modelo de urbanización
periférica. “Suburbios Vainilla” representa la concentración periférica
de zonas residenciales para blancos, mientras que “Ciudades Choco-
late” representa la tendencia de las familias de color a habitar el centro
de las ciudades. Los autores se plantearon tres hipótesis de este hecho:
a) el estatus económico de los blancos; b) la preferencia de los negros a
vivir con los de su tipo y c) la resistencia de los blancos a la integración
residencial. Para sorpresa de los estudios sobre urbanización hasta ese
momento, Farley y colaboradores corroboraron que la segregación no
obedece estrictamente a cuestiones económicas, o a la resistencia de
alguno de los dos grupos a vivir en áreas mixtas, sino precisamente
lo contrario: hay disposición de vivir en áreas mixtas, pero cada parte
piensa que será discriminada al cambiar hacia un vecindario donde la
otra raza es preponderante (no mixta). En términos llanos, se basa en
el desconocimiento del punto de vista del otro grupo.
Aunque en sentido estricto el texto comentado muestra que la
segregación puede, en ocasiones, no responder solo a dinámicas de
estructura económica, podemos decir que el caso de Detroit muestra
que aun, a pesar de la disminución del racismo y de la brecha eco-
nómica, las ciudades pueden ser herederas de divisiones étnicas y
económicas iniciales, reproduciendo el desconocimiento mutuo de
distintos grupos. Esta misma división del espacio puede responderse
también de un modo más común, tomando como excepción el des-
cubrimiento de Farley y colaboradores, cuando la segregación sigue
pautas de jerarquía económica. Podemos citar al respecto los cotos
cerrados, que son una forma distinta de algunos grupos por alejarse de
las “áreas tugurizadas” o, en un sentido menos extremo, de buscar un
nivel de seguridad que no ofrecen los modelos residenciales anterio-
res. “Amurallar” el vecindario y alejarlo de los espacios centrales, cua-
les quieran que sean sus razones, es un modo de segregación espacial y
“una de las formas de evolución más impactantes del fraccionamiento
residencial: la creación de conjuntos exclusivos –‘cotos cerrados’–…
que ha cundido como la humedad en las metrópolis” (Arias y Vázquez,

[ 360 ]
Guadalajara, región infraurbana y segregación

1998: 07). Parece ser que los cotos cerrados son la prueba fehaciente de
que la estratificación social, con sus grados de complejidad, siempre
será representada o expresada en una estratificación espacial. Queda
para adelante la pregunta de si la segregación espacial en las ciuda-
des fomenta la estratificación social, o si la segregación espacial es el
simple resultado natural de esta estratificación social.
Lo que queda claro es que existen vastedad de formas de habitar
las ciudades: como las urbanizaciones determinadas por las caracte-
rísticas topográficas accidentadas, como el caso de los yacimientos
mineros que se volvieron ciudad (Lagos de Moreno, Zacatecas o León),
o como las villas fundadas con fines defensivos, como Cartagena en
Colombia, que a su vez es una ciudad portuaria como muchísimas
otras.

Conclusiones

La distribución de las regiones infraurbanas tiene que ver con maneras


diferenciadas de la vida social y económica; por ejemplo, no se puede
hablar de familias sin caracterizar el tipo de espacio que habitan. Nos
suscribimos a la perspectiva de Katzman (1999) cuando afirma que
“el vecindario también importa”, porque como esta pequeña revisión
ha ejemplificado las familias que habitaban “de Tolsa para arriba” no
podían parecerse demasiado a las familias que habitaban “al otro lado
del río”; sostenemos que con un rango importante de puntos medios
y de heterogeneidad aún hay trazas de esa diferenciación primaria.
De la Torre indica que Guadalajara ha sido desde siempre una ciudad
dividida, donde las cosas funcionan de modo distinto según de qué
lado se esté:

…también es un espacio que permite observar las fronteras culturales que


marcan los límites de identidad de una ciudad. Una de ellas, que trabajo
en el presente artículo, ha estado representada primeramente por un río y
posteriormente por una calzada que dividía a la ciudad en dos territorios, y
que funcionó como un espejo de la identidad de la ciudad y de sus habitantes
(1998: 45).

[ 361 ]
Edson Javier Aguilera Zertuche

La división que narra De la Torre: la Guadalajara de la calzada Inde-


pendencia (antes río San Juan de Dios, después paseo Porfirio Díaz)
hacia el poniente, con la burguesía y la población criolla; y la Guadala-
jara de la calzada hacia el oriente, con la población indígena y mestiza
y las respectivas diferencias propias del funcionamiento y apariencia
de cada lado. Aunque esta etnización del espacio no sea tan clara
hoy día, no hay duda de que se puede hablar de una estratificación
económica que se conserva y que ha sido recreada por los modos de
urbanización antiguos y modernos:

…los sistemas de producción de vivienda de este siglo determinaron, desde


las primeras colonias, una estructura urbana segregacional y referencial: al
poniente, colonias residenciales en espacios urbanos privilegiados de baja
densidad poblacional; al norte y oriente, las colonias para clases populares,
con espacios mínimos, sin áreas verdes, característicos asentamientos que
prometían aglomeraciones poblacionales y espacios construidos (Núñez,
1999: 55).

En este segundo tipo de espacio urbano, el de las clases populares –


aunque nunca se escape de lo heterogéneo en una macrociudad como
Guadalajara–, se puede considerar que la división de colonias es a la
vez una división de expectativas económicas para sus habitantes. En
este sentido “…en la colonia popular se expresaba la segregación socio
espacial básica de la sociedad urbana, situación que tendía a homo-
genizar económica, social y culturalmente los ámbitos residenciales
de acuerdo a su ubicación en la geografía de la desigualdad tapatía.”
(Arias, 1998: 211). Así, quizá la simple densidad poblacional, el tamaño
de la familia y el lado de la calzada en que se esté, en otras palabras, lo
estructural, puede indicarnos la posibilidad de los marcos de acción
de los individuos.

Bibliografía

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[ 364 ]
Globalización, crisis del capitalismo,
seguridad y militarización. Un abordaje
a partir de David Harvey

Patricia Solís Minor

Introducción

A principios de la década de los años noventa del siglo xx, el sistema


internacional entró en un acelerado proceso de cambios que afectó
tanto a los grandes actores internacionales y las superpotencias, como
a los Estados más pequeños del orbe. Dicho proceso se inició con el
fin de la guerra fría, que produjo modificaciones muy importantes
que no se veían desde 1945. Con la desaparición de la entonces Unión
Soviética y del bloque socialista emergió una potencia hegemónica
con un poder aparentemente incontestable: Estados Unidos, país que
desarrolló e implementó durante las siguientes décadas una política
“imperialista” que –enarbolando las banderas de la democracia y del
libre mercado– tendía a evitar la emergencia de otros poderes capaces
de desafiarlo.
Sin embargo, con los atentados terroristas en suelo estadounidense
el 11 de septiembre de 2001, se abrió una nueva etapa que reconfi-
guraría el contexto internacional, haciendo que las prioridades del
vecino del norte y de los países del orbe se dirigieran hacia el tema
de la seguridad. Este suceso hizo evidente las inéditas vulnerabilida-
des ante las que el poder militar tradicional ya no era efectivo. Este
periodo se ha caracterizado, en consecuencia, por la guerra contra el
terrorismo y la militarización de las respuestas internacionales de la
gran potencia y sus aliados. Asimismo, esta fase comprende a partir

[ 365 ]
Patricia Solís Minor

de 2008 un escenario caracterizado por una severa crisis económica,


que no se veía desde los años treinta del siglo pasado, seguida de un
lento proceso de recuperación, cuyos efectos siguen impactando a
las sociedades en todas partes del mundo y cuyas consecuencias aún
están dilucidándose.
Las relaciones de poder en el sistema internacional están cam-
biando de manera por demás acelerada, provocando la recurrencia
de situaciones de inestabilidad y crisis que afectan todos los niveles y
donde la alta interdependencia está caracterizada por una gran incerti-
dumbre. Dicha interdependencia –que es la norma de la globalización–
tiene un claro aspecto negativo: el hecho de que las amenazas, peligros
y riesgos a la seguridad no solo se hayan transnacionalizado, sino que
no han podido ser encaradas por la actual estructura institucional a
escala global, nacional y regional; ya que estas no se han adaptado a
las nuevas realidades y tampoco proporcionan soluciones eficaces y
eficientes a problemas tan complejos como el crimen organizado, el
tráfico ilícito de drogas y el terrorismo, por mencionar algunas cues-
tiones que inciden en este ámbito y que involucra a las fuerzas armadas
de los Estados.
Muchos de estos fenómenos son “intermésticos”, es decir, son glo-
bales, nacionales y regionales, a la vez, y están teniendo fuertes con-
secuencias políticas, sociales y económicas al interior de los Estados.
En el ámbito político se puede encontrar un aumento de la descon-
fianza en los líderes políticos en las instituciones y, especialmente, en
la democracia como la mejor forma de gobierno. En muchos países,
incluyendo México, los procesos democráticos parecen haber sido
secuestrados por las élites para ensanchar y sostener la desigualdad.
Pareciese que los dueños de los grandes capitales han asaltado al poder
político y este sirve a sus intereses. Al mismo tiempo, la tendencia más
importante que vive el mundo en este periodo de creciente caos es
hacia la concentración de poder y de riqueza, lo que destruye la cohe-
sión social y aumenta el riesgo de ruptura de los regímenes políticos.
Por su parte, en el ámbito social somos testigos directos del
resurgimiento de nacionalismos y secesionismos, de una rampante
polarización social, del progresivo desmantelamiento del Estado de
bienestar, de una creciente desigualdad y una nula justicia social que
se proyectan en el aumento de un descontento social generalizados y
en el surgimiento y fortalecimiento de actores no estatales, como son

[ 366 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

los grupos guerrilleros, los grupos paramilitares y de autodefensa y


otros movimientos antisistémicos, que han vulnerado las capacida-
des de los Estados para mantener un grado, aunque sea mínimo, de
gobernabilidad.
Todo esto, a su vez, impacta en los asuntos relacionados con la
seguridad; aquí interesa destacar la tendencia a la militarización por-
que pareciera que este proceso no es transitorio ni accidental y, más
bien, parece tratarse de algo que llegó para quedarse y tiene el fin no
solo de hacerle frente a las llamadas “nuevas amenazas” (crimen orga-
nizado, narcotráfico, terrorismo), sino también cumple el objetivo de
ser útil y funcional para las élites en el poder que buscan contener las
protestas que se han cernido en el panorama y que se traducen ya en el
bloqueo de vías públicas, disturbios urbanos, invasión de propiedades
e instalaciones rurales o urbanas (públicas o privadas), paralización
de actividades productivas y, en suma, buena parte del repertorio de
acción de los movimientos sociales, que para los gobernantes socavan
la paz social.
Ante esta situación surgen una serie de inquietudes y preguntas
relacionadas con un objeto de estudio poco abordado en las ciencias
sociales: las fuerzas armadas. Por ejemplo, ¿cuál es el impacto que
tienen los efectos del capitalismo y la globalización en estas institu-
ciones? ¿La militarización responde solo al aumento de la delincuen-
cia y la inseguridad pública o se vincula también a cuestiones que se
relacionan con el interés particular de los gobiernos para frenar el
descontento social surgido por la implementación del modelo econó-
mico neoliberal? ¿Cuál puede ser el uso que se haga de los uniformados
en caso de que surjan movilizaciones y protestas sociales aún más
intensas de las que se han dado en los últimos meses aquí en México?
¿Las fuerzas armadas estarán dispuestas a ser utilizadas para reprimir
y pagar el costo que ello implica ante los errores del gobierno?
Como se puede observar, las preguntas anteriores podrían ser
tema de diversas investigaciones, por lo que el objetivo que se pre-
tende con este trabajo es muy modesto y tratará de elaborar –a partir
de la lectura de David Harvey– un breve análisis que interrelacione las
cuestiones que tienen que ver con la globalización, la crisis del capita-
lismo, la seguridad y la militarización, a partir de la reflexión en torno
a los efectos producidos por el tan llamado “Nuevo Capitalismo”, que
ahora está en crisis. A nivel mundial, este modelo ha repercutido nega-

[ 367 ]
Patricia Solís Minor

tivamente al interior de los Estados, que las élites políticas gobiernan


más para las élites económicas (nacionales e internacionales) que para
su población, lo que ha debilitado en los países del sur los procesos de
tránsito y consolidación democrática, al mismo tiempo que implemen-
tan políticas que desmantelan el Estado de bienestar y polarizan a sus
sociedades. Estas medidas crean descontento y conflictos, además de
que permiten la proliferación de actores peligrosos –como el crimen
organizado– que amenazan la seguridad de las naciones y ponen en
jaque su gobernabilidad.
Así pues, la hipótesis que propongo que guíe este trabajo es la
siguiente: el gobierno mexicano tiene abiertos dos frentes de batalla:
en un flanco lucha contra “enemigos” no tradicionales que minan su
poder, el Estado de derecho y, por ende, la gobernabilidad necesaria
para su funcionamiento; en el otro se enfrenta con su propia pobla-
ción tratando de contener su descontento y movilización y la mejor
respuesta que se le ha ocurrido ha sido la militarización.

Globalización y crisis del capitalismo

David Harvey establece que la “supervivencia del capitalismo, a pesar


de las múltiples crisis y reorganizaciones, acompañadas siempre de
agoreras predicciones, por parte tanto de la izquierda como de la dere-
cha, de su inminente extinción, es un misterio que requiere ser estu-
diado” (Harvey, 2004: 1). Por ello, se da a la tarea de hacerlo a partir de
una metodología espacio-temporal y desde un enfoque marxista. Una
de sus tesis principales descansa en la idea de que la sobreacumulación
de mano de obra y el excedente de capital en un determinado territorio
es lo que hace que el capitalismo busque otros espacios geográficos
para continuar reproduciéndose.
En su reflexión sobre la dimensión espacial parte de la premisa de
que “la acumulación de capital siempre ha sido una cuestión profunda-
mente geográfica” y, por ende, el capitalismo como sistema político y
económico habría dejado de funcionar sin las posibilidades inherentes
a la expansión geográfica, la reorganización espacial y el desarrollo
geográfico desigual (Harvey, 2007: 38-40). Es por esta razón que se ha
creado una geografía histórica mundial de la acumulación de capital

[ 368 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

que, sugiere, debe estudiarse bien para comprender qué es a lo que


hoy en día se llama globalización.
De acuerdo con su explicación, dicho excedente de mano de obra
y de capital se manifiesta “en un mercado inundado de bienes de
consumo, a las que no se puede dar salida sin pérdidas, en una alta
improductividad, y/o en excedentes de capital líquido carente de posi-
bilidades de inversión productiva”. Por ello, el capital crea ambientes
físicos a su imagen y semejanza “únicamente para destruirlos más
adelante, cuando busque expansiones geográficas y desubicaciones
temporales, en un intento de solucionar las crisis de sobreacumulación
que lo afectan cíclicamente” (Harvey, 2004: 2, 4). En otras palabras, ese
reajuste espacio-temporal es una de las soluciones a las crisis capita-
listas mediante aplazamientos temporales y expansiones geográficas.
La creación de espacio, la organización de divisiones territoriales del
trabajo totalmente nuevas, la apertura de nuevas y más baratas fuentes
de recursos, de nuevos espacios dinámicos para la acumulación de
capital, así como la penetración de estructuras sociales preexistentes
por parte de las relaciones sociales capitalistas y acuerdos institucio-
nales son formas de absorber excedentes de capital y mano de obra.
Esta es la historia de la “destrucción creativa del territorio”, con
toda suerte de negativas consecuencias políticas, sociales y económi-
cas, inscrita en la evolución del entorno social y físico del capitalismo.
Dicha historia ha producido lo que llama una segunda naturaleza, que
es una naturaleza remodelada por la acción de los capitalistas y sus
agentes que divisan todo como una operación especulativa, casi siem-
pre con la “connivencia y complicidad, si no con la colaboración activa,
del aparato estatal” (Harvey, 2012: 158). El resultado es una competencia
internacional cada vez más intensa, dada la emergencia de múltiples
y dinámicos centros de acumulación de capital, que compiten en la
escena mundial en perspectiva de importantes corrientes de sobrea-
cumulación. A largo plazo, en esta situación no puede haber muchos
ganadores: o caen los Estados más débiles, entrando en serias crisis,
o “las confrontaciones geopolíticas estallan en la forma de guerras
comerciales, guerras monetarias o incluso confrontaciones militares”
(Harvey, 2004: 6-7).
De acuerdo con el autor, “el conjunto de turbulencias en las rela-
ciones entre estado, supraestado y poderes financieros por una parte
y por otra las dinámicas generales de acumulación de capital…” han

[ 369 ]
Patricia Solís Minor

sido uno de los más característicos y complejos elementos en la diná-


mica del desarrollo geográfico desigual y de las políticas imperialistas
desde la década de los setenta del siglo pasado. Su consecuencia ha
sido la proyección exterior del capital estadounidense para forzar la
apertura de mercados, especialmente a los flujos de capital y financie-
ros, así como para imponer políticas neoliberales en una gran parte
del mundo. Esta apertura de mercados no conlleva una apertura a la
competencia, sino más bien ofrece nuevas oportunidades de expan-
sión a los poderes monopolistas a través de la “acumulación mediante
desposesión” (Harvey, 2004: 8- 9).
La acumulación por desposesión hace referencia al proceso
mediante el cual se desposee a alguien de sus bienes o de sus derechos
adquiridos. Tradicionalmente, estos han sido derechos de propiedad
(común, colectiva, estatal), los cuales se convierten en propiedad pri-
vada exclusiva. Además, este revela una amplia gama de procedimien-
tos que incluyen la mercantilización y privatización de la tierra y la
expulsión por la fuerza de las poblaciones nativas u originarias; la
supresión del derecho a usar los bienes comunes, tales como tierras,
bosques, playas y otro tipo de recursos naturales; la total mercantili-
zación de la fuerza de trabajo y la eliminación de formas alternativas
de producción y consumo, tales como economías no mercantilizadas
campesinas o indígenas; así como formas imperialistas de apropiación
de activos. Además, una de las más flagrantes políticas de desposesión
aplicadas en nombre de la ortodoxia neoliberal, señala el autor, es la
“reprivatización de derechos comunes ganados en luchas pasadas” (el
derecho a una pensión pública, a la sanidad, a la huelga, al bienestar,
a la educación, etcétera).
Por un lado, esta acumulación, mediante la desposesión, ha dado
lugar al diseño de nuestras ciudades “no para el otium (disfrute), sino
para el negotium (beneficio), donde el sentido profundo que la gente
confiere a su relación con la tierra, el lugar, el hogar y el acondiciona-
miento del hábitat está perpetuamente enfrentado al craso comercia-
lismo de los mercados del suelo y la propiedad inmobiliaria” (Harvey,
2012: 162-163). La clase capitalista, al ir creando unidades territoriales a
distinta escala geográfica, provoca la constante competencia entre sí, y
esa competencia, si bien puede reforzar a veces las lealtades afectivas y
propósitos comunes entre quienes viven en un determinado territorio,
en realidad, la mayor parte del tiempo fortalece las exclusiones y hace

[ 370 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

énfasis en las diferencias, lo que provoca un menor grado de cohesión


y solidaridad social y vínculos muy débiles entre los individuos dentro
de sus sociedades. De esta forma, a la clase capitalista le es posible
organizar a las poblaciones y consolidar sus relaciones de poder; y
aquí el Estado, con su monopolio sobre la violencia y las definiciones
de legalidad, juega un papel crucial al apoyar y promover este proceso.
Por el otro, este modelo ha ocasionado que los dueños del capital
hayan ido construyendo un sistema de alianzas de clase dominante en
los países desarrollados, donde existe un “balance de poder” a la hora
de negociar acuerdos internacionales y poner en marcha estrategias
político-económicas que no precisamente favorecen a los países en
vías de desarrollo. De esta forma, va surgiendo el nexo Estado-finanzas,
que “ejerce un poder extraño y totalmente antidemocrático, no sólo
sobre la circulación y acumulación del capital, sino sobre todos los
aspectos de la vida social”. Para el autor, en cada país predomina una
forma particular de dicho nexo y lo importante es comprender que
“cuando son los capitalistas los que dominan a todos los demás secto-
res y cuando los que deberían ser regulados se apoderan del aparato
regulador del Estado, entonces tal nexo se inclina a favor de intereses
particulares y no del conjunto del cuerpo político y social” (Harvey,
2012: 54), dando lugar a distintas formas de resistencia y resentimiento
dondequiera que se efectúen, lo que ha generado no solo el movi-
miento antiglobalización mundial (fenómeno distinto a las luchas de
clases que se dan en un contexto de reproducción extendida), sino
también resistencias activas frente a la hegemonía estadounidense
por parte de otros Estados.
Sobre esta última cuestión, un punto importante que aborda el
autor es la idea de que, en la geografía histórica del capitalismo, las
guerras han sido episodios de destrucción creativa, ya que una vez
concluidos los conflictos bélicos la “reconstrucción… absorbe capital
y mano de obra excedente”. Aunque deja claro que ello no implica que
el capital opte deliberadamente por la guerra con ese propósito, sino
que ciertamente la aprovecha con gran efectividad. De acuerdo con
Harvey, “…la competencia interterritorial va abonando la escena para
conflictos de todo tipo...”; es decir, el capital va creando ciertas con-
diciones necesarias para las formas modernas de guerra, aunque las
condiciones suficientes residen “en el aparato estatal y los grupos de
interés que tratan de utilizar en provecho propio el poder del Estado,

[ 371 ]
Patricia Solís Minor

incluido claro está, el ‘complejo militar-industrial’ que se mantiene en


gran medida promoviendo el temor al conflicto, cuando no los propios
conflictos” (Harvey, 2012: 169).
Haciendo historia, el autor establece que con la expansión a escala
global del desarrollo capitalista aparecieron los nexos Estado-finanzas
y Estado-corporaciones, bajo un razonamiento de despiadada compe-
tencia, con frecuencia de carácter militar, surgiendo así “una lógica de
poder impulsaba por imperativos territoriales e intereses políticos”
que, a su vez, incorporaron “las complejidades añejas a la construcción
de espacios y a la evolución de diversas expresiones de la voluntad
popular en la esfera pública y una lógica capitalista del poder más
vinculada a la acumulación de dinero y otros medios fiduciarios en
manos privadas y empresariales que hasta la actualidad pretenden
un crecimiento sin fin mediante la obtención de beneficios” (Harvey,
2012: 171).
De esa forma considera que existen dos tipos de lógicas que se
complementan: la territorial y la capitalista. La primera engloba las
estrategias de índole político, diplomático, económico y militar des-
plegadas por el aparato estatal para la consecución de dos objetivos:
1) controlar y administrar las actividades de su población dentro del
territorio y acumular poder y riqueza dentro de sus fronteras, con el
fin de destinarlas internamente en beneficio del pueblo (o simple-
mente para crear un ambiente propicio para los negocios de la clase
capitalista local) o externamente para ejercer influencia sobre otros
Estados, y 2) asegurar el acceso a recursos, mercados, fuerza de tra-
bajo y capacidad productiva existente en otros países de forma que el
capital excedente tenga algún lugar a donde ir cuando las condiciones
locales sean desfavorables para una nueva acumulación. Por su parte,
la lógica capitalista se concentra en los flujos de poder económico
atravesando el espacio y por encima de las fronteras en busca de una
acumulación sin fin (Harvey, 2012: 171). Cabe establecer que ninguna
de estas lógicas puede englobarse en la otra, pero están estrechamente
entrelazadas y configuran un punto de unión en el que se vinculan para
formar los nexos de los cuales se hizo referencia en líneas anteriores.
Ahora bien, de estos argumentos se puede establecer que Harvey
entrelaza economía política, historia, política internacional y geogra-
fía, para desentrañar el papel que juega la evolución del proceso de
acumulación capitalista en el flagrante “imperialismo”, que vienen

[ 372 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

proponiendo desde hace décadas los sectores neoconservadores del


establishment político estadounidense, basado en un incuestionable
poderío militar, como opción política para mantener una hegemonía
en el orden global,1 que poco a poco se ha visto amenazada por otros
países, como es el caso de China. Asimismo, muestra de qué forma
la lógica territorial de Estados Unidos es una respuesta (un ajuste
espacial de la lógica de reproducción del capital) al crónico problema
de sobreacumulación que viene experimentando su economía en los
últimos años.
En este sentido, la aparición en Estados Unidos del complejo “Wall
Street-Reserva-fmi-bm” es lo que permite su capacidad de controlar
las instituciones globales y de orquestar un vasto poder financiero a
lo largo y ancho del mundo a través de otras instituciones estatales
y financieras. Por ende, es importante la colaboración de los demás
países, así como el uso de un entramado de acuerdos institucionales
para mantener y apoyar la expansión reproductiva. De acuerdo con
el autor, el sistema estatal que se conformó “a lo largo de la geografía
histórica del capitalismo adoptó una estructura jerárquica” implica
que, tanto los gobiernos regionales como los locales, tengan poderes
limitados y estén insertos en Estados soberanos que “han cedido parte
de su soberanía a instituciones supraestatales”, como el fmi, el bm, la
omc, el G-8, el G-20 y el bpi. Dichas instituciones cumplen un rol sig-
nificativo en la orientación de los flujos de capital y la protección de
la acumulación de capital (Harvey, 2012: 167).
En consecuencia, la globalización ha implicado “la aceptación
generalizada (aunque a menudo informal, mezquina, corrupta e
incluso superficial) de ciertas nociones burguesas de la ley, los dere-
chos, las libertades e incluso las declaraciones morales de bondad y

1. Véase “Anexo I”. Aquí se comparten algunas partes de la Estrategia de Seguridad


Nacional de los Estados Unidos elaborada en los años noventa por considerar que
reflejan fielmente esta idea. La realidad es que los Estados Unidos, gracias a su
indiscutible poderío militar y a las guerras que ha librado, ha podido conquistar
territorios y “disciplinar” a países para que protejan y defiendan sus intereses. Cabe
hacer notar que, desde los años noventa a la actualidad, no han cambiado mucho las
distintas estrategias en lo material. Al contrario, durante el gobierno de George W. Bush,
el Pentágono tuvo la oportunidad de reestructurar los esquemas teórico-filosóficos y
práctico-operativos de las políticas de defensa y seguridad en el vecino país del norte,
reforzando más las ideas contempladas en la estrategia de los años noventa.

[ 373 ]
Patricia Solís Minor

virtud”, siendo este el “omnipresente corolario político de mantener


un campo abierto a la inversión de capital, a la acumulación y a la
explotación del trabajo y de los recursos en toda la superficie terres-
tre”. Es el “manifiesto en la dimensión moral de la cruzada geopolítica
de la globalización lanzada bajo el paraguas del poder estadounidense.
Mantener el mundo seguro para la democracia… se consideraba y se
considera íntimamente unido a mantener el mundo libre para el capi-
tal, y viceversa” (Harvey, 2007: 107).
En efecto, tras el derrumbe del bloque socialista y hasta antes de
los atentados terroristas del 11 de septiembre, Estados Unidos había
plasmado en el documento intitulado National Security Strategy for
a New Century sus principales objetivos para el siglo xxi: incremen-
tar su seguridad, aumentar su prosperidad económica y promover la
democracia y los derechos humanos en el exterior.2 Se tenía como
prioridad asegurar que sus aliados en sus zonas de influencia brin-
daran estabilidad política y económica, que a su vez garantizara la
expansión comercial de sus exportaciones en esas regiones y su libre
paso al acceso de recursos naturales, con la intención de reformular
un ambiente favorable a sus intereses, por lo que resulta vital la esta-
bilidad de todas las regiones del mundo. Es decir, la seguridad va de
la mano con la expansión del “nuevo capitalismo”. Ese capitalismo
salvaje y que a ultranza se ha promovido por todo el orbe, disfrazado
de un discurso que promociona las bondades del American Way of
Life, la democracia, el libre mercado y la no intervención del Estado.

2. Para conseguir el primer objetivo se debía influir en el contexto internacional y se


requería que Estados Unidos poseyera una variedad de herramientas (diplomáticas,
económicas, de mantenimiento del orden, militares) para promover sus intereses
y dar una amplia y equilibrada respuesta a los nuevos desafíos. En lo que respecta
al segundo objetivo, el documento reconoce que los intereses económicos están
ligados a la seguridad y, por lo tanto, se debe tener interés en el buen funcionamiento
del ámbito económico internacional y se debe promover el desarrollo sustentable
en el exterior. Sobre el tercer objetivo, la estrategia reconoce que las instituciones
democráticas benefician a Estados Unidos y al mundo, por lo que se ayudaría a
las democracias emergentes a través de la movilización de recursos económicos
y políticos internacionales, además de que se prepararían para tomar represalias
contra los transgresores de los derechos humanos (sanciones económicas, embargos,
restricciones de visas). Veáse: A National Security Strategy for a New Century. The
White House, mayo, 1997, pp. 2-27.

[ 374 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

De esta forma, los derechos económicos comenzaron a dominar


y definir las agendas y las políticas entre los Estados y demás actores
internacionales. Sí, efectivamente, este tipo de derechos serían pre-
ponderantes, pero no los derechos económicos de todos los ciudada-
nos que configuran las diversas sociedades en el mundo, sino los dere-
chos económicos de las grandes corporaciones transnacionales y de
las élites que las encabezan o dirigen. En este tenor, cabe aventurarse
y apuntar que la gran mayoría de los ministerios, secretarías o depar-
tamentos de Economía, del Tesoro, Comercio y Hacienda, así como los
bancos centrales han ido subordinado las prioridades de las políticas
económicas, comerciales, fiscales, monetarias e, incluso, sociales y
de desarrollo de sus países a los dictados del capital financiero. Esta
situación permite considerar que el capitalismo se ha sustraído por
completo o casi por completo del control de la política. Y si bien son
claras y graves las consecuencias, lo cierto es que ante nuestros ojos se
presenta la incapacidad o el acentuado inmovilismo de los gobiernos
para corregir el rumbo, a pesar de la crisis financiera ocurrida en 2008.
Sobre el tema, el autor considera que las crisis financieras han
servido para “racionalizar las irracionalidades del capitalismo”. Las
crisis lo que provocan son “nuevas configuraciones, nuevos modelos
de desarrollo, nuevas esferas de inversión y nuevas formas de poder de
clase”. Así bien, fue el neoliberalismo la respuesta a la crisis económica
de los años setenta y este, enmascarado bajo un manto retórico, sobre
“la libertad individual, la responsabilidad individual, las virtudes de
la privatización, el libre mercado y libre comercio, en la práctica ha
legitimado políticas draconianas destinadas a restaurar y consolidar
el poder de la clase capitalista” (Harvey, 2012: 6, 15). Por tal motivo,
considera de vital importancia que tras la crisis financiera de 2008 se
comprenda mejor cómo es que funciona el capitalismo para entender
su carácter proclive a las crisis y, de esta forma, reflexionar sobre cuá-
les pueden ser los medios más adecuados que permitan definir una
alternativa diferente a las propuestas dadas por las teorías económicas
ortodoxas, ya que la doctrina neoliberal ha mostrado su peor cara.

[ 375 ]
Patricia Solís Minor

Para Harvey, las barreras potenciales3 a la acumulación que el


capital debe superar para reproducirse se han ido sorteando gracias
al neoliberalismo, pero los costos han sido muchos y elevados. Entre
ellos se encuentran los nexos Estado-finanzas y Estado-corporaciones;
la centralización del capital con un creciente poder monopolista que
mengua la competencia; los desenfrenos especulativos; un ejército
de reserva industrial accesible, socializado, disciplinado y con la cali-
dad requerida (esto es, flexible, dócil, manipulable y experto cuando
sea necesario); un mercado laboral geográficamente segmentado y
en competencia constante y enconada (lo que permite que los capi-
talistas puedan condicionar el funcionamiento de dicho mercado y la
oferta de trabajo privilegiando a determinados sectores); la ofensiva
política contra el movimiento obrero en todo el mundo que ha ido
reduciendo su resistencia a niveles muy modestos; pautas urbanísticas
que despilfarran suelo y energía; consecuencias medioambientales de
largo alcance que han modificado amplia y profundamente el entorno;
una híper ampliación del mercado de la propiedad inmobiliaria, que
se ha convertido en un grande negocio; la implicación del Estado,
junto con empresas capitalistas de diversos sectores,en las actividades
de investigación y desarrollo estratégicas, fortaleciendo al complejo
militar-industrial; el fomento por parte de los capitalistas de cualquier
relación social diferencial con el fin de socavar una comunidad de
intereses en los lugares de trabajo, reafirmando el condicionamiento
y evitando así la consolidación de movimientos de solidaridad social
y, finalmente, la manipulación de las carencias, necesidades y deseos
de las poblaciones para asegurar un mercado potencial que lo que
ocasiona es una cultura hedonista del exceso del consumo que a su
vez aísla a los individuos (Harvey, 2012: 47-148).
Aunado a lo anterior, el autor retoma un tema esencial, el de las
concepciones mentales que, en este caso, tienen que ver con la idea de
“éxito” de un Estado particular (nacional o local). Dicho éxito se mide

3. Existen seis barreras que son: 1) el insuficiente capital-dinero inicial; 2) la escasez de la


oferta de trabajo o dificultades políticas para agenciárselo; 3) los medios inadecuados
de producción, incluidos los llamados “límites naturales”; 4) las tecnologías y formas
organizativas inadecuadas; 5) las resistencias o ineficiencias en el proceso de trabajo;
y 6) la escasez de demanda respaldada por dinero para pagar en el mercado (Harvey,
2012: 47).

[ 376 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

a menudo “por su capacidad para captar los flujos de capital, establecer


condiciones favorables para una nueva acumulación de capital dentro
de sus fronteras y lograr una alta calidad de vida para sus habitantes”,
lo que provoca que los Estados se vean inmersos en una competen-
cia mutua con respecto “al acoplamiento en cierto tipo de totalidad
funcional de todas las demás esferas” del proceso que el nombra “de
evolución conjunta” (Harvey, 2012: 165). Esto nos lleva a una gran cues-
tión sobre la modificación de relaciones de poder dentro del sistema
interestatal en evolución y los conflictos políticos resultantes entre
Estados o bloques de poder. Para Harvey, evaluar esta cuestión es
importante porque concierne no solo a la capacidad de algunos países
de ejercer poder sobre otros, sino también atañe al marco mental en
el que los dirigentes políticos y los mandos militares interpretan su
posición en dicho sistema. Sin lugar a dudas, la sensación de insegu-
ridad o desamparo y la necesidad de gestionar luchas internas dentro
de un territorio, invocando amenazas reales o imaginarias, juegan un
papel destacado.
Las “amenazas” a la seguridad tienen un rol básico en el actual
marco internacional; para la Casa Blanca, sin equivocación, la polí-
tica militar es una cuestión de Estado. Su arsenal bélico le permite al
vecino del norte obtener petróleo, agua, granos, metales, alineamien-
tos políticos y, antes que nada, multimillonarios negocios para las cor-
poraciones que se dedican a diversos rubros. Mientras más conflictos
ocurren, mayor número de armas se necesitan y por tanto más dinero
se suministra al “complejo militar-industrial”, que se va convirtiendo
en una especie de Estado supranacional al que muy poco le importa
el bienestar y el desarrollo de la humanidad. En consecuencia, los
conflictos bélicos, de alta o baja intensidad, son un negocio económico
de amplia magnitud para las grandes corporaciones, produzcan estas
o no armamento.
Aunque lo anterior no quiere decir que no existan amenazas rea-
les a la seguridad de las naciones, la cuestión es que, enarbolando la
bandera de la lucha por la seguridad en contra de tal o cual amenaza
–llámese terrorismo, narcotráfico, crimen organizado, etc.–, los Esta-
dos y, principalmente, el gobierno estadounidense construyen redes
de relaciones de dominio. Asimismo, al interior de los Estados la inse-
guridad es vista como un problema cuya única solución está afianzada
en un pilar reactivo y de contención que va dejando de lado otros

[ 377 ]
Patricia Solís Minor

aspectos, como la prevención, la reestructuración de los sistemas de


impartición de la ley y la procuración de justicia, la promoción de una
cultura de la legalidad y, lo más importante, la solución de las causas
estructurales: la pobreza, la desigualdad, el desempleo, la marginación
y toda la gama de consecuencias provocadas por la implementación
del neoliberalismo y la acumulación por desposesión.
Ante las condiciones actuales que engloban dificultades econó-
micas, sociales, políticas, geopolíticas y ambientales al interior de los
países, la parte de la sociedad que está siendo desposeída (de dere-
chos, de trabajo, de tierra, de ingresos, de educación, de vivienda, de
pensiones, de salud, etc.) se ha manifestado de diversas formas contra
los gobiernos, que no han encontrado –ya sea por omisión o por falta
real de alternativas– otra solución más que la represión, la violencia
policial y el control militarizado del Estado.
Así, diversos países, como México, han enarbolado la bandera de
la seguridad y, en un discurso por demás beligerante, han impuesto
estrategias reactivas y mal planificadas que no combaten las causas
reales de los problemas que se tienen. Estas medidas, al vincularse con
otros factores que indiscutiblemente amenazan la seguridad (como el
tráfico de estupefacientes y el crimen organizado), configuran un caldo
de cultivo que los gobernantes deberían tener en cuenta, ya que tarde
que temprano podrían hacer implosión.

Seguridad

Si bien es cierto que la realidad actual que vive el mundo (y específica-


mente México) necesita reconfigurarse, se estima casi imposible que
el cambio se produzca solo a partir de las movilizaciones o las mani-
festaciones sociales de descontento que se han venido desarrollando.
Esta situación es así por la forma en cómo han venido concibiendo
los Estados la noción de seguridad en la última década. La cuestión
de la definición está impidiendo que muchos de estos movimientos
emancipadores logren sus objetivos y, en su lugar, sean reprimidos por
considerárseles factores de riesgo o amenazas.
Entre los estudiosos del tema existen distintas posturas que pole-
mizan en lo referente a los problemas de caracterización del concepto;
en la determinación de su espacio teórico y operativo; en cuanto a

[ 378 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

las dimensiones y los límites que debe abarcar, así como de su ubica-
ción analítica dentro de la complejidad de indicadores económicos,
políticos y sociales que se generan dentro de un país en particular.
No obstante, existe una amplia convergencia en la idea de que una
redefinición de lo que es la seguridad es un imperativo teórico y, sobre
todo, político ante las presentes circunstancias, donde, como se ha
visto, los límites nacionales se desconfiguran; la interdependencia es
cada vez mayor y, sobre todo, donde la seguridad de las naciones se
ve cada vez más amenazada por cuestiones de índole no tradicional.
En este tenor, el concepto y la práctica de la seguridad han expe-
rimentado cambios sustanciales que se han traducido en la evolución
de una visión y una construcción novedosa, pero que no está exenta de
problemas: “la seguridad multidimensional”. Este término se desarro-
lló en el marco de la Conferencia Especial de Seguridad de la Organiza-
ción de los Estados Americanos (OEA), celebrada en México en 2003,
y parte del entendido de que “cada Estado tiene el derecho soberano
de identificar sus propias prioridades nacionales de seguridad y defi-
nir las estrategias, planes y acciones para hacer frente a las amenazas
a su seguridad, conforme a su ordenamiento jurídico, y con el pleno
respeto del derecho internacional y las normas y principios de la Carta
de la OEA y la Carta de las Naciones Unidas” (OEA, 2003: 1). El mismo
establece que la seguridad no debe ser entendida únicamente como
la capacidad de un Estado para hacer frente a las amenazas que le
impone el contexto internacional, sino debe ser comprendida como un
conjunto de condiciones que aseguran el bienestar de los individuos
que conforman dicho Estado.
Desde esta visión, la seguridad de las personas exige que los
gobiernos den respuesta en diversos ámbitos, creando sistemas polí-
ticos, económicos, sociales y culturales que garanticen a sus ciuda-
danos los elementos básicos de supervivencia, dignidad y medios de
subsistencia. Siendo así, los Estados deberían considerar como una
nueva forma de amenazas a la seguridad todos aquellos factores que
atenten directamente contra las libertades, la dignidad y los derechos
fundamentales de todas las personas. Sin embargo, han surgido varios
dilemas para la implementación de este tipo de seguridad: 1) La segu-
rización, que implica poner en práctica acciones que van más allá de
las reglas del juego, ya que se supone en riesgo la propia supervivencia
del Estado, por lo que los gobiernos acuden a medidas de emergencia

[ 379 ]
Patricia Solís Minor

que sobrepasan el tratamiento político de los conflictos para garantizar


la defensa ante una amenaza no necesariamente militar e interestatal;
2) La militarización de asuntos que no se resuelven por medio de ins-
tituciones encargadas de la seguridad y la defensa; 3) La brecha entre
la capacidad operativa de los gobiernos y los compromisos asumidos,
debido a las debilidades institucionales para su cumplimiento;4 y 4) El
rol de Estados Unidos para fijar su propia agenda en la materia. Para
continuar con el análisis nos centraremos únicamente en la primera
cuestión.
Harvey señala que “ha surgido una oleada de revolución intelec-
tual y cultural mundial de tipo antiautoritario, anti-individualista y
subversivo” en contra de los efectos de la globalización (2007: 113),
pero también es irrefutable que la norma constante por parte de los
gobiernos ha sido utilizar la violencia “legítima” de los medios mili-
tares y/o policiacos para reprimir, contener y, por supuesto, destruir
toda clase de movimientos sociales, cuyos propósitos sean subvertir el
statu quo. Cabe señalar que no son las autoridades estatales las únicas
interesadas en mantenerlo, pues los propios capitalistas hacen uso
de todas las herramientas a su alcance para evitarlo. Aquí, los nexos
Estado-finanzas y Estado-corporación a los cuales hace referencia Har-
vey, juegan un rol importante en la promoción de la amnesia colectiva.
A través de distintos medios de comunicación, de los cuales son due-
ños los capitalistas, se promociona el olvido frente a sus atropellos y
los desastres periódicos que provocan sus acciones.
Como se nota, en la era del nuevo capitalismo que ha permitido el
surgimiento de ese “uno por ciento”, al que Stiglitz critica duramente
por concentrar el ingreso y la riqueza del mundo, la regla general es
que las autoridades sirvan más a las élites económicas (nacionales
e internacionales). Aquí, la segurización ha sido clave y la podemos
entender como una versión más extrema del carácter político que se le
da a “amenazas” que vulneran la supervivencia de los actores implica-
dos. Lo anterior produce una identificación de medidas de emergencia

4. La implementación y la eficacia se dificultan por la escasez de recursos financieros


y humanos; la cobertura insuficiente de instituciones policiacas, sistemas de justicia
y legales no adaptados para enfrentar las nuevas amenazas (crimen organizado y
terrorismo, principalmente), la corrupción, la tecnología atrasada y la debilidad de los
controles fronterizos y migratorios (Benítez, 2005: 19).

[ 380 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

y acciones “justificadas” por encima del tratamiento político, lo que


le permite al Estado recurrir a medios “extraordinarios”, en un marco
de “legitimidad” y garantizar la “defensa” de los ciudadanos frente a
la amenaza identificada (Weaver, 1998: 27).
En términos generales, la seguridad alude a una suerte de percep-
ción psicosocial de estar libre de peligros que pudieran afectar el nor-
mal desenvolvimiento del Estado y la sociedad. En tanto que “defensa”
la constituye una acción derivada de la seguridad, entendiéndose como
la organización del poder armado y no armado del Estado a fin de ser
empleado en caso de amenaza, potencial o efectiva. Como política y
como conjunto de recursos, debe satisfacer la demanda que surge de la
seguridad en el ámbito de la soberanía del Estado, que se vincula a la
política exterior, a la integridad territorial y a las amenazas externas.5
En consecuencia, no debe ser confundida con la seguridad interior o
ciudadana, pero, salvo honrosas excepciones, no es lo que ocurre en
los países del sur.
Esta cuestión de la segurización está relacionada con “la segu-
ridad, certidumbre y defensa de un objeto o bien que tiene un valor
asignado dentro de la sociedad y el valor justifica la medida y los actos
que puedan aplicarse o no en defensa de ese bien económico, político
o social” (Salazar, 2011). Por lo tanto, tres hechos la caracterizan: 1) el
rompimiento de reglas o normas plenamente establecidas y recono-
cidas por una comunidad política; 2) el uso desproporcionado de la
fuerza frente al hecho que invocó la acción segurizante y 3) el trata-
miento y respuesta desde el aspecto exclusivamente militar al hecho
que invocó la acción segurizante.
Así, en los últimos años, los Estados están más interesados en
soslayar las causas que originan el conflicto, los movimientos sociales
y la protesta social, que en combatirlas. De esta forma los gobiernos
se enfocan en “criminalizar” toda clase de protestas realizadas por
indígenas, sindicatos, campesinos, desplazados, migrantes, universita-
rios, etc. Dicha criminalización se genera, como se apuntaba en líneas
anteriores, en medio de campañas de opinión pública con las que se

5. Aquí el concepto de defensa se sintetiza de aquel propuesto por el Colegio de la Defensa


Nacional, perteneciente a la Secretaría de la Defensa Nacional (Rodríguez Sumano,
2011: 491-493)

[ 381 ]
Patricia Solís Minor

estigmatiza a los sujetos que se quiere reprimir, justificando así el uso


de medidas de “mano dura”.
Los gobiernos, violando incluso el Estado de derecho, someten a
aquellos actores anti-sistémicos que se ponen en pie de lucha inten-
tando transformar el impuesto statu quo. Para dar algunos ejemplos,
recojo casos particulares de nuestro país: 1) La represión por parte
de los cuerpo policiacos de los habitantes del pueblo de San Salvador
Atenco y los militantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra
(fpdt) y otros adherentes a la Otra Campaña del ezln (2006); 2) La
represión de los cuerpos de seguridad estatal en contra de la Asam-
blea Popular de los Pueblos de Oaxaca (appo) (2006); 3) La infiltra-
ción y represión del movimiento antiglobalización que se manifestaba
durante la Cumbre de Jefes de Estado de la Unión Europea, América
Latina y el Caribe en Guadalajara, Jalisco (2004) y, por supuesto, las
recientes golpizas y detenciones arbitrarias de manifestantes en la
Ciudad de México por parte del cuerpo de granaderos durante las
movilizaciones registradas a partir de la desaparición de los 43 norma-
lista en Ayotzinapa. Al respecto, se debe mencionar que la autoridad
señaló –sin fundamentos ni pruebas– que los detenidos formaban parte
de grupos anarquistas que buscaban desestabilizar a la nación; sin
embargo, todo apunta a que los disturbios y desmanes que se sucedie-
ron (como la quema del portón de Palacio Nacional) fueron causados
por un grupo de infiltrados del gobierno que intentaba desprestigiar
ante la opinión pública las legítimas marchas de ciudadanos que exi-
gían justicia y respeto al Estado de derecho y un alto a la corrupción
y la impunidad de las autoridades en todos los niveles de gobierno.
Asimismo, en países de América Latina, la efervescencia de las
manifestaciones de jóvenes en las calles y las ocupaciones de edificios
públicos también han tenido una fuerte represión policial en Chile,
Venezuela, Argentina y Brasil. Y además, hemos sido testigos de la
aparición de otros movimientos como Occupy Wall Street, 15 M o de
los Indignados y aquellos surgidos de la Primavera Árabe, que son
huella visible del hartazgo generalizado con aquéllos que se empeñan
en mantener la situación sin cambios.
Aunque es indudable que el desarrollo desigual de las prácticas
capitalistas ha provocado rebeliones en su contra en muchos lugares
del mundo, el gran problema es, como sostiene Harvey, que “no existe
un movimiento anticapitalista resuelto y lo bastante unificado como

[ 382 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

para plantar cara a la reproducción de la clase capitalista y la perpe-


tuación de su poder a escala mundial, ni tampoco una forma obvia de
atacar los bastiones privilegiados de las élites capitalistas o de com-
batir su gigantesco poder económico y militar” (Harvey, 2012: 188).
En conclusión, los Estados, al poseer el monopolio del uso legítimo
de la violencia, son casi omnipotentes. Así, las autoridades en todos
los ámbitos –en nombre de la seguridad y argumentando el combate
a cualquier riesgo o amenaza que la ponga en jaque– van abriendo al
interior de sus territorios dos flancos de batalla: uno encaminado a
atacar las amenazas que producen enemigos reales (como el crimen
organizado y el narcotráfico) y otro, dirigido al combate de quienes
se oponen y se niegan a continuar viviendo en medio de la abyecta
corrupción, impunidad, pobreza, marginación y falta de oportunida-
des para llevar una vida digna, mientras atestiguan cómo las élites
acumulan –como dice Harvey– cada vez “más riqueza y autoridad,
disponiendo de las palancas del poder político, institucional, judicial,
militar y mediático bajo un estrecho control, de forma que sólo puedan
servir para la perpetuación del status quo” (Harvey, 2012: 189).
Para conducir esa batalla en dos frentes, las policías, especial-
mente, si están mal preparadas y equipadas y no cuentan con la pro-
fesionalización adecuada, no sirven de mucho. Por lo tanto, la otra
opción a la mano ha sido voltear hacia las fuerzas armadas.

Militarización

Con este término se quiere significar, generalmente, que la presencia


de los uniformados se va haciendo cada vez más notable en diferentes
regiones, ámbitos sociales y espacios públicos, manifestándose las
más de las veces con acciones coercitivas. Un elemento que acompaña
a esta concepción es que la relación entre militares y sociedad, y en
particular con el poder civil, se modifica aceleradamente.
La militarización, entendida como el proceso en el cual las ins-
tituciones militares dominan completamente la organización de la
violencia estatal, es una realidad visible en muchos países, sobre todo
de América Latina y, particularmente, en México. Los gobierno han
intentado responder al reto que representan los efectos de la globa-
lización delegándoles a los institutos castrenses nuevos roles, más

[ 383 ]
Patricia Solís Minor

misiones y fortaleciéndolas aún más, permitiendo que mantengan una


clara autonomía en diversos ámbitos de su accionar. Ello es preocu-
pante si se considera que los teóricos de las relaciones civiles-militares
establecen que el éxito de los procesos de tránsito y consolidación
democrática aumenta en la medida en que se concreta un verdadero
control civil sobre lo militar y se establece un pacto civil de adhe-
sión a las reglas democráticas, tanto por civiles como por militares.
Este acuerdo implica no recurrir a las fuerzas armadas para resolver
contiendas políticas ni sociales civiles, lo cual dista mucho de estar
concretándose.
Aunado a la situación de cambios profundos por la crisis del capi-
talismo de los que se han estado hablando, debe considerarse el hecho
de que los ejércitos de los países latinoamericanos han sido educados a
defender a su país con la noción del enemigo interior, así como la con-
sideración de que son ellos los depositarios de los “valores nacionales”
y “guardianes de los intereses nacionales y de la Patria” (Loveman,
1999: XVIV). Esta actitud de “auto-investidura como garante básico
de los valores esenciales, ha llevado a que, en casi todos los países,
los militares se consideren por encima de la sociedad…”. Y si bien es
cierto que, hoy en día, en la gran parte de casos los militares “acep-
tan la subordinación al poder civil, de modo que la intervención o el
control militar en la política es mucho menos previsible”, aún subsiste
una clara y a veces creciente participación de las fuerzas armadas en
ámbitos de la “administración y servicios públicos junto a una evi-
dente autonomía…” (Serra, 2002: 12-13).
De la mano y como producto del militarismo latinoamericano y
el componente psicosocial que este posee en sí mismo, se ha dado
un fenómeno conexo a la militarización: “la nueva seguridad social y
ciudadana”, la cual se caracteriza por el aumento y apoyo de los civi-
les para con las políticas militares, resultando esto en una solución
cortoplacista a problemas como la delincuencia, la trata de personas,
el narcotráfico y, sobre todo, los disturbios sociales y políticos. Esta,
a su vez, tiene repercusiones negativas puesto que los ciudadanos de
los Estados apoyan políticas militares para solucionar problemas de
tipo social, haciendo que otras instituciones entren en conflicto con
los militares y además se debiliten (Ford, 1996: 1-14).
Por otra parte, parece ser que el “estado de guerra” permanente
que parece vivirse en la actualidad tiene su causa en la determinación

[ 384 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

de los Estados Unidos de imponer un orden planetario en el que va


impresa su hegemonía; respondiendo a su necesidad de mantener el
control de un mundo como mercado abierto para las corporaciones
multinacionales y los grupos financieros. Como se ha señalado reite-
radamente, este mundo presenta elementos crecientes de una desesta-
bilización provocada por el enorme crecimiento de las desigualdades
y la pobreza, la ruina irremediable de países expoliados inclemente-
mente por la deuda, así como la creciente movilización política de las
multitudes condenadas irremisiblemente a la miseria. Y aquí son los
excluidos los principales enemigos. Como sostiene una investigadora,
“la insubordinación de los excluidos, de la multitud, de los pueblos en
resistencia es hoy una amenaza real”, no solo a la hegemonía estadou-
nidense sino, a través de ella, “a la hegemonía capitalista en el sentido
más amplio” (Ceceña, 2004: 4).
No hay más libre mercado y las normatividades que se van esta-
bleciendo universalmente por la vía de los tratados económicos y de
las negociaciones en organismos internacionales propician la imposi-
ción, que se acompaña, cada vez más, de medidas de índole militar; ahí
donde el rechazo de la población se manifiesta de forma organizada
y/o masiva. Asimismo, este proceso permite construir un imaginario
social sustentado en la existencia de un enemigo siempre acechante y,
de esta manera, legitima las políticas que la acompañan. En sociedades
que se mueven tanto, que se insubordinan tanto, que no permiten que
el mercado las discipline, los gobiernos se han visto obligados a usar
este tipo de herramienta.
En el caso de la militarización de los últimos tiempos, la batalla
más importante la están ganando las élites en el terreno cultural, a
través de una serie de mecanismos, entre los cuales los medios de
comunicación son muy importantes pero no son los únicos. Están
ganando la contienda en la medida en que logran convencer de que
el mundo es un lugar siempre inseguro, de competencia, de disputa,
en el que tenemos que batirnos unos con otros para ocupar nuestro
espacio, por lo demás, siempre incierto. Es decir, se trata de imponer la
cultura del miedo, como medio para paralizar y disuadir de conductas
“insurgentes” o de “insubordinación”.
En el caso específico de México, con los soldados en las calles –
situación más visible a partir de los Operativos Conjuntos propuestos
por el gobierno de Calderón– no solo se promueve esa cultura del

[ 385 ]
Patricia Solís Minor

miedo, sino también se violan de manera sistemática los derechos de


los ciudadanos, siendo las fuerzas armadas las instituciones que junto,
con la Procuraduría General de la República y la Policía Federal, acu-
mulan más quejas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos.6
Los casos más recientes en Tlatlaya y Ayotzinapa dan cuenta
de que la militarización no debería considerarse como parte de una
política de seguridad. En el primer caso los soldados cometieron una
ejecución extrajudicial masiva de 22 presuntos delincuentes y, en el
segundo, hicieron caso omiso de lo que estaba aconteciendo cuando
policías de Cocula e Iguala tiroteaban a los normalistas y, posterior-
mente, los secuestraban. Ya sea por acción o por omisión, los ele-
mentos castrenses demuestran que no están capacitados para realizar
funciones de seguridad pública.

Conclusiones

A lo largo del presente trabajo se intentó, a partir de la obra de Harvey,


establecer que la complejidad del mundo contemporáneo apela a una
versatilidad de iniciativas y respuestas capaces de asegurar –especial-
mente a Estados Unidos– el acceso irrestricto a las fuentes de recursos
estratégicos, la movilidad ilimitada del capital, el uso y abuso de la
fuerza de trabajo y el establecimiento de una globalidad ordenada.
Para ello, se estableció que las élites que gobiernan en los diversos
países, especialmente los del sur, han puesto el tema de la seguridad
en sus agendas y a la militarización como estrategia de contención de

6. Sólo en 2011 la cndh recibió las siguientes quejas contra servidores públicos vinculados
a la seguridad: 423 por retención ilegal, 340 por intimidación, 289 por efectuar una
detención sin contar con la orden correspondiente, 267 por imputar indebidamente
hechos, 213 por ocupar, deteriorar o destruir ilegalmente propiedad privada, 187 por
incomunicación, 153 por desaparición forzada o involuntaria de personas, 124 por
ejercer violencia desproporcionada durante la detención, 98 por retardar o entorpecer
la función de investigación o procuración de justicia, 52 por privación de la vida, 49
por empleo arbitrario de la fuerza, 49 por causar daño derivado del empleo arbitrario
de la fuerza pública, 42 por tortura, 40 por omitir el cumplimiento de derecho de
la presunción de inocencia; 37 por obligar a declarar, 18 negar la recepción de una
denuncia, 9 por omitir o diferir injustificadamente la imposición de una sanción legal,
6 por omitir preservar la integridad de la persona arraigada y 1 por ejecución sumaria
o extrajudicial. (cndh, 2013)

[ 386 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

amenazas, con la intención de servir a intereses que no son los de su


población, sino los del gran capital nacional e internacional.
En la medida en que el proceso de “desposesión” –al que se refiere
Harvey– avanza, también es un hecho el “uso” y los “abusos” que se
han hecho del concepto de seguridad, para tratar de justificar políticas
que tienden a reprimir las manifestaciones de descontento social. De
la mano de la militarización las élites de los gobiernos segurizan cues-
tiones que no deberían ser tratadas en el ámbito de la defensa, es decir,
involucrando a las fuerzas armadas de los Estados. La participación
de estas en asuntos fuera de su competencia permite un cambio en la
naturaleza de las relaciones civiles-militares que, a la larga, podría oca-
sionar que el control civil se vea debilitado y la autonomía militar se
incremente; este escenario tiene un impacto negativo en los regímenes
políticos que, como el mexicano, tenía poco tiempo democratizándose.
En la medida en que los militares van suplantando espacios ocupacio-
nales y labores que corresponden a otras dependencias públicas, se
va desdibujando la línea entre misiones civiles-militares y liderazgo.
Y cuando la sociedad observa que a lo largo de los años son los mili-
tares quienes desempeñan funciones de índole no castrense tienden a
definirlos como parte de sus responsabilidades profesionales y se les
hace creer que su uso es normal, cuando no lo es.
Lo anterior es una manera que tienen las élites en el poder para,
por un lado, contener verdaderos desafíos a la seguridad de sus Esta-
dos, pero, por el otro, es también una manera de buscar el control
sobre su población y evitar que se extienda la lucha social provocada
por las consecuencia negativas de este capitalismo rapaz que, en pala-
bras de Castel, ha propiciado no sociedades de “semejantes”, sino de
“individuos”: unos provistos de todos los recursos y otros a quienes les
faltan los medios para realizar sus aspiraciones más mínimas. Paradóji-
camente, la desposesión ha creado relativos márgenes de libertad y ha
propiciado una búsqueda alternativa y la construcción de estrategias
desde la carencia, que buscan crear nuevas formas de relación y que
tienen una percepción del mundo distanciada de la dominante.
La “guerra”, como yo la veo, no es contra el terrorismo, el tráfico de
drogas o el crimen organizado (ese es el pretexto), es contra cualquier
posibilidad de organización distinta a la capitalista y, es por esa razón
que se busca implantar a toda costa en las sociedades esa “cultura del
miedo” que, sin duda, puede llegar a paralizar. Lo importante es, como

[ 387 ]
Patricia Solís Minor

señala Harvey, que a partir de la exclusión se promuevan la innovación


y la creatividad sociales, porque es el único camino para el cambio y
la supervivencia. Es cierto: entre más exitoso es el proceso de con-
centración de riqueza y poder, más condiciones corrosivas genera, y
ello permite que –desde diversos ámbitos– se busquen alternativas
diferentes.
La individualización7 como forma de sociabilidad no es perti-
nente, como tampoco lo es vivir en una sociedad que tiene como pila-
res de su existencia la propiedad privada, el lucro y el poder. Adquirir,
poseer y lucrar parecen ser los derechos sagrados e inalienables de
los individuos que conforman las élites políticas y económicas de
los países en este mundo globalizado. Para mantener sus privilegios
intactos frente a la aparición de movimientos que cuestionan este
sistema de desigualdad, se promueve por todo el globo terráqueo que
la “seguridad” de todos está en jaque. Pero, en realidad, ¿a la seguridad
de quiénes se refieren? Lo que no contestan es que es a la seguridad,
no de las personas, sino de esas grandes corporaciones que con su
capital, alimentan y reproducen a dichas élites.

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cavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/cecena2/cecena.rtf

7. Entendida a partir del momento en que “la biografía del ser humano se desliga de
los modelos y de las seguridades tradicionales, de los controles ajenos y de las leyes
morales generales y, de manera abierta y como tarea, es adjudicada a la acción y a la
decisión de cada individuo”. (Beck & Beck-Gernsheim, 2001:19)

[ 388 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

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Harvey, David. Espacios de esperanza. Madrid: Akal, 2007.
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Wright Mills, Charles. La élite del poder. México: fce, 1957.

Anexo I

La administración de George Bush padre coincidió con el desmante-


lamiento del bloque socialista y el fin de la Guerra Fría, lo que implicó
que este realizara ajustes en la política de seguridad nacional. Las
estrategias que se plantearían en la misma tuvieron que ajustarse a
la nueva realidad internacional y, en especial, tendieron a consolidar
el liderazgo y hegemonía mundial de su país. Básicamente, el obje-

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Patricia Solís Minor

tivo primordial que se planteó fue el de lograr “la supervivencia de


Estados Unidos como nación libre e independiente, con sus valores
fundamentales intactos y sus instituciones y su gente segura”.8 Para
ello, era indispensable “la promoción y consolidación de los valores
democráticos” y “la promoción de los principios de libre mercado”.9
En el cumplimiento de la primera meta se haría uso de “transmi-
siones, intercambios académicos y culturales, conferencias de prensa,
publicaciones y oradores” –con el fin de iniciar un diálogo acerca de
quién y qué son los Estados Unidos– para que los públicos extranje-
ros estuviesen informados “acerca de nuestras políticas, tradiciones
democráticas, sociedad plural y rica diversidad académica y cultural”.10
En la segunda meta, el Consenso de Washington se convertiría en
el principal instrumento. Este término designa hoy día “las posicio-
nes políticas comunes entre la administración de Estados Unidos y
el Fondo Monetario Internacional (fmi) y el Banco Mundial (bm)”,11 y
surgió en 1990 con el objetivo de “obtener una fórmula para conseguir
la estabilidad macroeconómica y desmantelar los elementos básicos
del proteccionismo del modelo de desarrollo”, que estaba vigente en
los países en vías de desarrollo.12
En dicho consenso se plantearon diez tesis que marcaban las pau-
tas a seguir por los demás gobiernos: disciplina fiscal, redirección
del gasto público y de sus prioridades para elevar sus posibilidades
y crear el incentivo para mejorar la distribución del ingreso, reforma
de impuestos, liberalización de la tasa de interés, un tipo de cam-
bio competitivo, liberalización comercial, liberalización de los flujos
de inversión directa provenientes del exterior, privatizaciones, dere-
chos de propiedad, y desregulación (en el sentido de abolir barreras
arancelarias).13
Se dice que el espíritu de las reformas de liberalización econó-
mica fue el resultado de una convergencia intelectual por encima de la
imposición de las instituciones con base en Washington (léanse el fmi

8. Casa Blanca. Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, 1991, p. 4.


9. Ibid., p. 20.
10. Ibid., p. 16.
11. Robert Pollin. Contours of Descent. Nueva York: Verso Press, 2003, p. 7.
12. Abelardo Rodríguez Sumano. “La dinastía Bush y el nuevo siglo norteamericano”.
México: Nuevo Siglo/Aguilar, 2003, p. 137.
13. Ibid., p. 137.

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Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

y el bm, así como el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal); sin


embargo, con el transcurso del tiempo y la implementación de dichas
medidas por parte de diferentes gobiernos de la región (iniciando por
México), comenzó a considerarse que el Consenso de Washington era
“un fundamentalismo de mercado, nacido en la capital de la nación
triunfante de la Guerra Fría”.14 Como se sabe, las medidas propuestas
por el Consenso de Washington han traído magros resultados que
han generado que se revisen y ajusten dichos postulados. Es impor-
tante señalar que esta ha sido una herramienta que ha sabido utilizar
desde entonces el gobierno estadounidense para la consecución de
uno de sus principales intereses nacionales: la expansión comercial
de sus exportaciones en todo el mundo y su libre tránsito al acceso
de recursos naturales.
A continuación, se rescatan algunos enunciados provenientes de
la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de los años
noventa, que son más que elocuentes, y que a pesar del tiempo trans-
currido guardan vigencia y fueron retomados por los republicanos
tras los atentados terroristas:

...nuestro poder nacional en última instancia se basa en la fortaleza y perma-


nencia de nuestra economía y nuestra seguridad perdería terreno si permi-
tiéramos que la irresponsabilidad fiscal del país erosionara nuestra capacidad
de proteger nuestros intereses en el extranjero, para ayudar a las nuevas
democracias o encontrar nuevas soluciones a otros problemas mundiales.15

La seguridad nacional y la fortaleza económica son indivisibles. Por lo tanto


debemos promover un sistema económico internacional abierto y en expan-
sión, basado en los principios del mercado, con distorsiones mínimas al
comercio y la inversión, divisas estables y reglas ampliamente respetadas
para la administración y solución de disputas económicas…16

...la fuerte actuación macroeconómica por parte de Estados Unidos no es sólo


un objetivo económico sino un requisito previo para mantener una posición
de liderazgo político en el mundo.17

14. Ibid., pp. 139-140.


15. Casa Blanca, op. cit., p. 4.
16. Ibid., p. 5.
17. Ibid., p. 23.

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Patricia Solís Minor

La ayuda económica es un instrumento vital de la política exterior de Esta-


dos Unidos... La ayuda norteamericana debe alentar la reforma económica
y el desarrollo sostenido. En el terreno multilateral –a través de institucio-
nes como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Acuerdo
General de Aranceles y Comercio– patrocinaremos políticas que derrumben
las barreras estadistas a la empresa y desencadenen a las fuerzas productivas
de toda la sociedad.18

La interrelación de las fuerzas económica y militar jamás ha sido más impor-


tante. Ambas resultan afectadas por la manera en que se maneja la transferen-
cia de tecnología, particularmente con respecto a los controles a las exporta-
ciones. Deben eliminarse los equilibrios. La pérdida del liderazgo tecnológico
puede socavar el estado de alerta y fortaleza militar de nuestra nación...19

Las reservas de energía segura, amplia, diversificada y limpia son indispen-


sables para nuestra prosperidad económica y seguridad nacional. Para el
futuro predecible, el petróleo seguirá siendo un elemento vital de nuestra
mezcla energética. 20

La seguridad de las reservas petroleras se mejora a través de una política exte-


rior sustentadora y de capacidades militares apropiadas. Nos esforzaremos
por mejorar el entendimiento entre los participantes clave de la industria
petrolera acerca de los principios básicos del mercado petrolero. También,
mantendremos nuestra capacidad para responder a las solicitudes de protec-
ción de instalaciones petroleras vitales, en tierra o en el mar, trabajando al
mismo tiempo para solucionar las tensiones políticas, sociales y económicas
subyacentes que pudieran amenazar el flujo libre de petróleo.21

La estabilidad de la región del Golfo, la cual contiene las dos terceras partes
de las reservas petroleras conocidas en el mundo, es de preocupación fun-
damental para nosotros. La turbulencia militar en la región tiene un impacto
directo en nuestra economía, en gran medida, a través de aumentos en los
precios del petróleo e interrupciones potenciales del suministro.22

Estados Unidos debe desarrollar mecanismos creativos para llenar su Reserva


Estratégica de Petróleo hasta alcanzar los mil millones de barriles estable-

18. Ibid., pp. 20-21.


19. Ibid., p. 25.
20. Ibid., p. 26.
21. Ibid., p. 26.
22. Ibid., p. 26.

[ 392 ]
Globalización, crisis del capitalismo, seguridad y militarización.
Un abordaje a partir de David Harvey

cidos que son consistentes con prácticas presupuestales sólidas y evitando


cualquier carga innecesaria sobre el mercado petrolero.23

Nuestro uso del petróleo es la fuente clave de nuestra vulnerabilidad...24

De lo anterior, es claro observar que el poder nacional en Estados Uni-


dos, tal como expresaba Wright Mills en 1957, reside “en los dominios
económico, político y militar”,25 cuyos intereses –a través de una serie
de alianzas tácticas o explícitas– se determinan por una circunstancia
especial: “La guerra”.

23. Ibid., p. 27.


24. Ibid., p. 27.
25. Mills, Wright Charles., La Élite del Poder, fce, México, 1957, p. 13.

[ 393 ]
Pensar la región desde las ciencias sociales
se terminó de imprimir en marzo de 2018
en los talleres de Ediciones de la Noche
Madero #687, Zona Centro
Guadalajara, Jalisco, México.
El tiraje fue de 200 ejemplares.

www.edicionesdelanoche.com

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