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Antonio Bolivar
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Resumen
Formar profesionales competentes incluye la dimensión ética, al tiempo que –como formación
universitaria– responsables socialmente. Al tiempo, para aprender dicha ética, las relaciones
profesorado y estudiantes deben ejercerse de acuerdo con unos valores éticos propios de los
ciudadanos y de profesionales. En segundo lugar, se plantea las metodología para cómo incluir
en el currículum universitario una formación ética, dado que debe ser un componente en la
formación de los profesionales. En este sentido el capítulo analiza los componentes,
metodología y modos de inserción curricular de la enseñanza de la ética profesional en la
Universidad, así como –sobre todo- su vivencia en los campus.
Introducción
Comparto con otros colegas (Esteban y Román, 2016) que, entre guías didácticas por
competencias y la llamada convergencia en el EEES (Espacio Europeo de Educación
Superior), junto a un contexto de cambios sociales (utilitarismo y relativismo), se ha
perdido lo esencial de la formación universitaria: un sentido ético en las relaciones de
profesores y estudiantes que caracterizaba “ser universitario”, con una pérdida de
sentido de para qué estamos formando. La herencia de la educación humanística es que
la enseñanza universitaria ha de proporcionar una formación en valores éticos y en el
saber crítico, conjugada –de modo equilibrado– con unas competencias técnicas
profesionalizadoras. Sin embargo, una marcada orientación al mundo laboral en las
últimas décadas ha supuesto una abdicación de los principios que caracterizaban la
educación liberal (Nussbaum, 2001): el crecimiento del estudiante como persona, la
transmisión y vivencia de un legado cultural, más allá del mero uso instrumental.
1
En Pérez Ferrra, M. y Rodríguez Pulido, J. (coords.) (2017). Buenas prácticas
docentes del profesorado universitario (pp. 15-29). Barcelona: Octaedro. ISBN: 978-
84-9921-924-0
Como hemos defendido en otro lugar (Bolívar, 2005) no cabe profesional que no
incluya una ética profesional. Por eso, estimé una buena propuesta que un libro sobre
buenas prácticas estuviera encabezado por este capítulo, al menos para reivindicar –
como pretendo– la necesidad de formar profesionales competentes y ciudadanos
responsables socialmente. Como hemos aprendido en la educación en valores o para la
ciudadanía, esta formación no es específica de unos nuevos créditos (aunque pudieran
no venir mal); debe estar inmersa y articulada en el conjunto de prácticas docentes,
como una dimensión transversal que impregne la vida en la Universidad en las aulas y
fuera de ellas.
Si bien suele existir coincidencia en que la Universidad debe formar profesionales
competentes y ciudadanos comprometidos, diversas razones han contribuido a desdeñar
o silenciar este tipo de formación, como el refugio en un objetivismo o neutralidad,
cifrado en el contenido disciplinar sin explicitar las dimensiones morales presentes en
toda ciencia y en la propia enseñanza. Por su parte, las teorías del desarrollo moral han
enfatizado el desarrollo moral en la infancia y adolescencia, dejando en segundo plano
el desarrollo moral adulto. Actualmente, en general, la ética profesional es, en muchas
ocasiones, el “currículum nulo” de las carreras universitarias, en el preciso sentido, ya
apuntado por Eisner, de currículum por omisión, cuando no se incluyen explícitamente
dimensiones necesarias para su aplicación en el ejercicio profesional.
La profesionalidad comprende, además de competencias (teóricas y prácticas),
una integridad personal y una conducta profesional ética. Cualquier ciudadano suele
entender que un profesional no sólo posee unos conocimientos y técnicas específicas
para la resolución de determinados problemas de su especialidad; al tiempo se confía
que, como profesional, se comportará de acuerdo con una ética profesional. De
cualquier profesional no se espera sólo que sea competente, sino también que preste su
servicio con ética (Cobo, 2003). El peligro de una Educación Superior exclusivamente
vocacional, orientada a la preparación profesional, no debe eximirnos de la tarea
fundamental de la educación universitaria: crear una comunidad de personas que
desarrollen el pensamiento crítico, con una integridad moral y un sentido ético en las
relaciones interpersonales. De hecho, ya se ha asumido la idea de que toda organización
debería tener una responsabilidad social como visión, a promover en su actividad
diaria. Los futuros profesionales, como demanda el propio mundo empresarial,
trabajarán en organizaciones en que tendrán que promover dentro de ellas una visión
ética, responsable, contribuyendo al bien común y a la justicia social.
Los practicantes de una profesión deben desarrollar una comprensión moral que
pueda dirigir y guiar su práctica. Con la maestría que le caracteriza afirma Shulman
(1998) que los profesionales están obligados a emplear sus conocimientos teóricos y
habilidades prácticas dentro de una matriz de comprensión moral.
Como plantea Martha Nussbaum (2001: 27), “nuestros campus están formando
ciudadanos, y esto significa que debemos preguntarnos cómo debe ser un buen
ciudadano de hoy y qué debe saber”. El ideal de la educación liberal supone “una
educación superior que cultiva el ser humano en su totalidad para ejercer las funciones
de la ciudadanía y de la vida en general”. De este modo, en la tradición liberal (que nada
tiene que ver con liberalismo, menos neoliberalismo), que se propone revitalizar, una
educación es liberal “solo si produce ciudadanos libres, ciudadanos que son libres no
debido a la riqueza o al nacimiento, sino porque se saben dueños de sus propias mentes”
(pág. 327). La Universidades americanas clásicas (Harvard o Chicago) piden “a la
educación superior que contribuya con una preparación general para formar ciudadanía,
no solo una preparación especializada para una carrera”.
Bien entendida, es una forma de ser, un modo ético de actuar que se debería extender a
la docencia, investigación y, más ampliamente, a la forma de actuar de todo el personal
universitario y de la propia institución. De este modo se promueven programas
solidarios mutuamente beneficiosos: aprendizaje-servicio y aprendizaje basado en
proyectos sociales, donde la comunidad se beneficia y la Universidad mejora su
formación académica (estudiantil y docente). En fin, se trata de entender la formación
universitaria y el propio ejercicio profesional después, como algo al servicio de los
demás. Formar profesionales comprometidos que entiendan que su trabajo tiene como
fin algo más que una remuneración económica o un reconocimiento social, es (o debe
ser) una vocación de servicio, con una proyección mucho mayor. Parece evidente que
una formación ético-cívica es un dispositivo clave para la promoción del compromiso
social de los jóvenes.
¿Se da esta situación en la actualidad en tus estudios de Grado? ¿Es deseable? ¿cómo
repercute después en el ejercicio profesional?
El asunto es, en primer lugar, ¿en qué valores educar? —Una primera respuesta son los
valores mínimos a compartir por la ciudadanía (respeto y tolerancia, justicia social e
imparcialidad, preocupación por los derechos y bienestar de los individuos y las
comunidades, etc.), de acuerdo con los principios de la ética general ampliamente
compartidos; y los valores específicos de la ética profesional de cada profesión,
recogidos parcialmente en los códigos deontológicos, determinados por los colectivos
profesionales (Cobo Suero, 2003). Por eso, además de que el futuro graduado sepa lo
que éticamente es o no correcto en el ejercicio de su profesión, importa que “sepa
comportarse éticamente como profesional y como ciudadano” (Martínez, Buxarrais y
Esteban, 2002: 23).
(1) Sensibilidad moral: interpretar como moral la situación.. La conducta moral sólo
puede ocurrir cuando los individuos codifican la situación como moral, por lo que este
componente se centra en acciones que son valorativas y en cómo cada acción afecta a sí
mismo y a los otros. Los procesos y objetivos a fomentar en esta dimensión, entre otros,
son: ponerse en la perspectiva de los otros, identificar opciones, prever consecuencias
de las acciones, preocuparse de los demás, salvar las diferencias interpersonales, etc.
(2) Juicio moral: juzgar las acciones que son moralmente correctas o incorrectas. Esta
dimensión, muy enfatizada en el enfoque cognitivo desde Piaget a Kohlberg, supone la
elección del curso de acción correcto. Los procesos y objetivos que importa promover
son: habilidades de razonamiento en general y moral, identificar criterios de juicio
moral, comprender los problemas morales, planificar las decisiones a poner en práctica,
justificar la decisión moral adoptada, etc.
(3) Motivación moral: priorizar los valores morales en relación con otros motivos
personales. Este componente responde a la cuestión “por qué ser moral”. Dado que los
individuos suelen tener preocupaciones no compatibles con la actuación moral, como
suele suceden en el ejercicio profesional, interesa promover: respetar a los otros,
desarrollar la empatía, ayudar y cooperar, actuar responsablemente, dar prioridad a las
motivaciones morales, etc.
(4) Carácter moral: ser capaz de sobreponerse a situaciones para. Resiliencia moral o
persistir en la elección de decisiones moralmente justificables). Algunas acciones:
resolver conflictos y problemas, identificar necesidades y actuar asertivamente, tomar
iniciativa, disposiciones de carácter para actuar efectivamente (fuerza de voluntad,
perseverancia y constancia, resiliencia), etc.
(3) Crear un ethos o cultura profesional de la que forma parte la moral propia.
Cada carrera universitaria prepara para determinadas profesiones. Dicha
educación, en su conjunto, conforma una cultura propia de la profesión. Dentro
de ese ethos debe formar parte los comportamientos adecuados: modo de
entender el trabajo, el trato con los colegas y ciudadanos, etc.
Analizar y discutir:
— ¿Qué pensais de las cuatro dimensiones en la actuación moral? ¿En la práctica
cotidiana de cada uno, ¿Cuál es la más relevante?
— Cada uno está estudiando para ser un profesional. ¿Se os proporciona durante la carrera
criterios éticos de vuestro campo profesional?, ¿Se despierta la conciencia moral
propia que, como profesional se debe tener?
— ¿Debe el universitario poseer el compromiso moral y el sentido de responsabilidad
personal para actuar?
(3) Crear un ethos o cultura profesional de la que forma parte la moral propia. Cada
carrera universitaria prepara para unas determinadas profesiones. Dicha educación, en
su conjunto, conforma una cultura propia de la profesión. Dentro de ese ethos debe
formar parte los comportamientos adecuados: modo de entender el trabajo, el trato con
los colegas y ciudadanos, etc.
Analizar y discutir:
— ¿Se os ha proporcionado y vivenciado la ética profesional de la profesión que queréis
ejercer?
— ¿Qué ambiente y cultura moral domina en tu Facultad y, más allá, en la Universidad?
¿Os parece adecuado? ¿Qué aspectos echáis en falta o parecen más criticables? ¿Qué
valores predominan?
— Buscar en Internet alguno de los códigos propios de tu profesión. Analizarlo y
discutirlo.
— Ver tambié códigos n en García López, Jover y Escamez, J. (2010: 157-162). Un
análisis en Pérez García (2005).
3. ¿QUÉ METOLOGIAS?
Diversas líneas metodológicas contribuyen a su enseñanza: deontología (códigos
deontológicos como reglas y actuaciones deseables), método de estudio de casos
(situación particular con cuestiones para la reflexión y toma de decisiones), dilemas
morales que promueven el desarrollo del juicio moral, análisis y comprensión crítica de
cuestiones moralmente relevantes, crear un ethos o cultura profesional propia de cada
titulación, etc. Particularmente, importa incluir situaciones reales (casos) que plantean
dilemas éticos o socialmente controvertidas en el ejercicio de la profesión, como una
estrategia especialmente relevante para promover la reflexión y el desarrollo moral.
(2) Se describe una situación dada desde la perspectiva de un agente particular (un
gestor, un empleado, etc.), donde debe tomar una decisión de acuerdo o desacuerdo.
(3) Presenta un conjunto de cuestiones, que fuerzan a que los estudiantes tengan que
adoptar una postura.
Actividad:
Realizar, dentro del desarrollo de las asignaturas y como parte de su programa formativo,
Proyectos de Aprendizaje-Servicio: diseñar propuestas pedagógicas dirigidas a buscar fórmulas
concretas para implicar al alumnado en la vida cotidiana de los barrios, comunidades,
instituciones cercanas.
3.3. Relación ética entre profesorado y estudiantes
No se puede enseñar y vivir una relación ética si no la tiene el profesor/a. Nadie puede
dar lo que no tiene, dice el dicho popular, aplicable aquí. Dado que el ejercicio
profesional de la docencia conlleva, consciente o inconscientemente (“currículum
oculto”) indudables principios éticos, en cuanto implica una responsabilidad social y
repercute en las vidas de los estudiantes, esto supone que los docentes poseen una
integridad moral y ejercen una responsabilidad profesional. La relación ética entre
profesorado y alumnado presupone que el primero tiene un compromiso moral para
educar.
A veces, de acuerdo con una ideología predominante, se cree que estos asuntos son para
las edades primeras, pues alcanzado la mayoría de edad, cada uno es libre de tener los
valores que estime, y el profesor debe ejercer una neutralidad moral. Como si fuera
verdad que la educación como persona finaliza con la mayoría de edad. Pero el ejercicio
de la docencia es, intrínsecamente, también en educación superior, una actividad moral.
Al respecto, es preciso recuperar, en el sentido inglés (tuttoring), el sentido de las
tutorías, como orientación académica y personal al alumnado.
Actividad de autoevaluación
IMPORTANCIA EN TU SE ENSEÑA
PROFESIÓN
NADA ALGO BASTANTE MUCHO NUNCA ALGUNA BASTANTE
VEZ
1. Enseñanza de la ética profesional propia de
su futura profesión en la práctica
2. El sentido de los deberes propios que un
profesional tiene en el ejercicio de su trabajo
3. Ejercicio de la profesión con responsabilidad,
eficacia e imparcialidad
4. Adquisición de un compromiso profesional
autónomo e íntegro
5. Modelos éticos de conducta profesional
6.Guardar la confidencialidad de datos y el
secreto profesional
7. Anteponer el beneficio del cliente a los
legítimos intereses personales, profesionales o
económicos
8. Evitar la competencia desleal, el desprestigio
de los compañeros y el intrusismo
9. Basar las relaciones entre colegas y otros
profesionales en el respeto mutuo y de sus
funciones específicas
10. Rigor ético en la actividad investigadora y en
materia de publicaciones científicas
11. Deberes (neutralidad, no discriminación, etc)
que los docentes tienen en relación con los
alumnos
12. Deberes que el profesorado tiene en
relación con las familias
13. Defensa y desarrollo de todo lo que implica
la profesionalización docente
14. Colaboración con los colegas para mejorar
la educación del centro
15. Compromisos de los maestros con el buen
funcionamiento de la escuela en que trabajan
REFERENCIAS:
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Madrid: Trotta.
García López, R.; Jover, G. y Escamez, J. (2010). Etica profesional docente. Madrid: Editorial
Sintesis.
Pérez García, M.P. (2005). Los códigos deontológicos del ejercicio profesional de un maestro.
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Pérez Herranz, F. (coord.) (2003). Ética, universidad y sociedad civil. Argumentos para la
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Shulman, L. (1998). Theory, Practice, and the Education of Professionals. The Elementary
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