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Los “paisajes (culturales)” como potenciales integradores del patrimonio

fragmentado
Otro aporte para las clasificaciones desde una mirada socio-territorial (nada
apocalíptica)

Martín Lopo1

Esta presentación es un esfuerzo por resumir un trabajo de reflexión conceptual extenso


para presentarlo en estas jornadas; condensando las dudas sobre el trabajo de la gestión
patrimonial y proponiendo mínimas aproximaciones para contextualizar la segunda etapa de
la investigación, que es una profundización sobre estos aspectos “inmateriales” antes de
proseguir con el trabajo sobre los “objetos”. En ese sentido rescatamos las palabras de otro
texto del orador de la apertura en relación con la Quebrada de Humahuaca donde
reclamaba “una clara mirada en términos metodológicos, ideológicos y epistemológicos”
(Pernaut, 2003). Sobre lo epistemológico nos hemos estado -y estaremos- ocupando para
plantear mejor las preguntas, como consideramos necesario, antes de eventualmente
continuar en las intervenciones. A pesar de que la idea era seguir escuchando experiencias,
no está de más presentar algunos avances reflexivos sobre la propia; quizás oportunos al
momento de la gestión en cada uno de los proyectos que escucharemos en estos días.

1. Introducción: un pensamiento crítico propositivo


Algunas de las reflexiones del presente trabajo surgen desde el contexto de una propuesta
de Gestión de recursos culturales (2002 –2006) para el municipio de Tornquist, en el
Sudoeste bonaerense, que han desembocado en un proyecto de investigación (2007-2009)
para la construcción de algunas herramientas conceptuales, para abordar algunos de los
complejos fenómenos que surgen de la gestión patrimonial en ámbitos donde aparecen
cruzadas, -en relación a un territorio en que habitan- las lógicas de actores diversos,
diacrónica y sincrónicamente con la lógica de una forma de gestión territorial y patrimonial
inscripta en un particular paradigma, que hemos observado desde el intercambio con
miembros internacionales de la Red ALFA (2004-2006) Gestión de recursos culturales como
base de desarrollo local y desde la participación en varios ámbitos académicos y de gestión
al respecto. El espacio del caso nos ha dado la oportunidad para pensar esta relación entre

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Arquitecto, Tesista en la Licenciatura en Cs. Antropológicas (FFyL-UBA), Investigador CIHaM-FADU-UBA,
director proyecto SI-PUR 04 “Memoria y olvido en la construcción de territorios-patrimonio”, investigador en
Proyecto UBACYT A004 "Gestión de recursos culturales. El caso Tornquist”, Miembro de la Red ALFA “Gestión
de recursos culturales como base de desarrollo local” (2003-2006), Consultor invitado para Administración de
Parques Nacionales en relación a la gestión de recursos culturales construidos. Miembro de la Red Forum
UNESCO, Universidad y patrimonio.

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la naturaleza y cultura en el “paisaje”, territorio, como lugar de lucha de dos formas de relato,
como lugar de compleja construcción de entramado de actores y para repensar nuestro
lugar desde el Estado como para legitimar o contribuir a construir una voz local actual,
atravesados por las necesidades de las formas de pensamiento en el que estamos
inscriptos, lo social, la antropología y lo “material”, planificación territorial. Este pensar
críticamente implica detenernos principalmente a realizar una vigilancia epistemológica y
una reflexividad (Bourdieu et al, 1973), en especial sobre la forma de construcción de
nuestras categorías para entender el lugar desde donde estamos viendo estos territorios.
Cómo los entendemos y a dónde los llevamos, tratando discernir algo más para responder a
la pregunta fundamental que planteábamos en el texto “Consideraciones epistemo-
metodológicas...” (Lopo [2005]) – que cada uno podría hacerse- acerca de si somos
conscientes sobre qué intereses legitimamos en nuestras formas de gestión del patrimonio.
Algunas pautas surgen a partir de considerar herramientas de otras cajas (Foucault, 1979)
pero, en síntesis, obtenemos por ahora más interrogantes que certezas y más tareas por
hacer que las realizadas. Son éstas, por el momento,- las ideas que queremos poner a su
disposición para repensar las formas de gestión y ver qué resultados producen en relación
con el proceso del que somos participes autorizados, con diferencial de poder constituido y
sustentado en quién sabe dónde (Bourdieu, 1988). Por lo pronto, incorporar la perspectiva
antropológica y algunas herramientas de la semiótica para entender las dimensiones
complejas del patrimonio como hecho social, nos permiten aventurarnos a encontrar las
nuevas posibilidades. Este trabajo sobre dimensiones ocultas, lo dinámico, la pluralidad, las
dimensiones significantes y los contextos interpretantes, así como las dinámicas sociales de
la memoria, implica un pensamiento integrado (e integrador) más que una visión
apocalíptica (entendida en términos de Eco (1968)) en donde la diferencia entre altas
culturas y culturas populares pondría en peligro, en alerta, a los portadores y defensores de
las primeras. Construimos la crítica tanto como la esperanza de que la integración (en
términos del mismo autor) nos permita entender y proponer modelos más sustentables, que
ya vienen generándose lentamente en el seno de las instituciones “monumentales”. Los
problemas de enfoque, desde el inicio de nuestro trabajo 2002, hasta hoy 2007, fueron
variando bastante y, como veremos, asistimos casi al momento de la incorporación de
elementos que modificarían sustancialmente el paradigma vigente por mucho tiempo -o lo
harán eventualmente e inminentemente- y trataremos de incorporar aquellas que
conocemos a la fecha. Pero consideramos bueno conversar sobre ellos más allá de lo
declarativo, en relación directa con los practicantes y sus experiencias, ya que esta puede

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ser la posibilidad más efectiva para modificar los discursos de las instituciones, que no son
sino quienes las construyen.

2. Logros y potencialidades en relación con las categorías clasificatorias


Respecto al par naturaleza-cultura, la noción de paisaje cultural instrumentada desde
varios ámbitos y con diversas miradas, puede abrirnos a la posibilidad de pensar en este
problema que nos ocupa. Consideramos necesario volver a articular este vínculo más
firmemente, como continuo naturaleza-cultura y lo cultural. En este sentido nos vemos
obligados a señalar, las actualizaciones de las Guidelines, en 2005 (UNESCO 2005), que
consideran una sola continuidad en gradiente, la numeración de los principios de valoración
para el patrimonio cultural del I al VI y los naturales del VI al X. En este sentido, aunque aún
persisten las divisiones y las superposiciones en algunos aspectos de categorías de criterios
extraños como las de “PAISAJE CULTURAL”, “BIEN MIXTO NATURAL-CULTURAL” Y “MONUMENTO
NATURAL”, podemos apreciar un progresivo acercamiento a un criterio más holístico que
integre y no fragmente la concepción de nuestros territorios siempre culturales. En este
sentido, el paisaje “cultural” nos obliga, por lo antrópico que implica la sola idea de paisaje
como rasgo del un constructo histórica y mente constituido y estéticamente determinado- a
colocar “cultural” entre paréntesis., (en tanto adjetivo redundante dado que la misma noción
de “paisaje” siempre se basa en la construcción perceptiva que la idea de “paisaje” implica
en el contexto occidental) ; más allá de los recónditos espacios desconocidos para las
mayorías humanas como los paisajes oceánicos abisales o los polos antárticos que, si bien
están en progresiva incorporación ciencia y alta tecnología mediante existen , sobre todo en
las representaciones mediáticas como adjudicatarios del rol “lo otro”, subsumidos en la
actualidad casi todo el resto de los exotismos culturales posibles, a otredades y
marginalidades no asumidas, si no son estetizadas/estetizables- Estas representaciones los
incluyen de una manera u otra también en estos casos extremos en el mundo de lo cultural,
incluso con relación a aquellos en los que sólo puedan nombrarse como “naturaleza prístina”
o incluso como utopía del conocimiento (pasando por alto, si queremos, la connotación
implícita de que la esfera de lo conocido se reduce a lo “conocido” por la ciencia occidental
como único conocimiento validante). Además de lo antedicho, en el caso de los espacios
que tratamos específicamente en este campo, desde las primeras modificaciones
ambientales introducidas por las sociedades cazadoras recolectoras hasta las mega-
transformaciones de los escenarios de la globalización y la agricultura actual la presencia de
una naturaleza en la Pampa está siempre transformada, utilizada, interpretada, significada y
construida con elementos introducidos. Cualquier “paisaje (cultural)” se descubre sometido a

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una progresiva transformación y proceso creciente de antropización en cuanto se encuentra
cada vez más sometido a una explotación, ahora ya incluyendo no sólo la de sus recursos
naturales, sino la de sus propios valores simbólicos, construidos a través del tiempo sobre él
mismo, incluso si se lo nombra como “naturaleza”. Y eso es suficiente.
En este sentido una potencialidad de la idea de paisaje (cultural), es poder también
comenzar a preguntarnos el por qué de la preeminencia del discurso de la naturaleza por
sobre el de la cultura, al momento de definir lo característico del paisaje, en nuestro país,
sobre todo en relación con la “venta” de territorio en el mercado turístico para extranjeros y
locales que se ha instalado. La insistencia en la producción del relato natural (y naturalizado)
como eje de la identidad Argentina, y por qué no latinoamericana (donde las culturas
adquieren un lugar secundario, o casi pertenecientes a la naturaleza (Fernández, 1997)
incluye no sólo los administradores y promotores turísticos, sino varios sectores
académicos. Pero, pensar en el proceso de instalación de estas categorías naturalizadas en
el discurso sobre el paisaje puede abrir más puertas, dado que el relato del proceso mismo
de la manipulación de sentido sobre la naturaleza en este espacio, se transforma en un
potencial más que interesante para pensar en incluir la comunicación de la dinámica misma
de los procesos culturales histórico-demográficos que se hallan casi sin expresión alguna en
los territorios, ni como marca, ni como relato y rescatando su potencialidad al activarlos
como recurso y aún como anclaje para una reflexión sobre nuestra práctica y nuestra
construcción de identidades. El estadio de naturaleza (cuasi mítico), puede actuar como
silenciador sobre todos los relatos acerca de procesos históricos de lucha o conflicto, que
por el recurso mismo del territorio han tenido allí lugar, rescatando y creando armonías
generalizadoras allí donde muchas veces no las hay. Este es un uso frecuente que la idea
de naturaleza adquiere en los espacios patrimoniales, desviando la atención de los procesos
culturales que fuertemente los transforman o interpretan. En este sentido deberíamos
pensar los que es “creado y diseñado intencionalmente por el hombre”, para poder encontrar
aquello que no lo es.

Acerca del par uso – conservación. Sobre experiencias observadas en el ámbito nacional
e internacional en materia de políticas de manejo de recursos culturales, vemos que la
arquitectura o la arqueología, aún actuando como disciplina hegemónica “especialista”,
comparten y reproducen mucho del enfoque “objetual” sobre el patrimonio. Generar una
reflexión sobre la construcción del patrimonio en su escala territorial como lo es el de
“paisaje (cultural)” es relevante en tanto la sola idea de su complejidad (en múltiples
dimensiones) lo convierte en campo de oportunidad para nuevas conceptualizaciones y

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prácticas en el campo de la gestión patrimonial que siempre es, a su vez, la gestión política
de nuestra identidad. Pero teniendo en cuenta que una operación sobre el territorio implica
una (im)posición primordial de autoría y manipulación en las que las disciplinas centrales
construyen -más allá de lo edilicio y territorial- también en el campo de la identidad para un
grupo humano; es desde allí, desde donde quizás parte la necesidad de generar formas
especificas de entender los paisajes que definidamente recuperen este problema de la
participación y la activación del rol de lo plural, como parte fundamental del componente de
la vitalidad necesaria de estos territorios. La experiencia percibida y vivida a través de casos
de los más disímiles contextos, ha hecho realzar la necesaria relación entre uso y
conservación, por ejemplo, para entender la relación que tiene la gestión de esta dimensión
del recurso, con la necesaria apertura a la pluralidad compleja de actores en marcos
institucionales de diversa escala. (M de San Vicente- Cabral, 2005). Para entender esta
dimensión, baste con un pequeño ejemplo concreto en un trabajo profesional con relación a
conocimiento local y representaciones de la naturaleza, del que tuvimos conocimiento
directo de las terrazas agrícolas en el entorno inmediato de Chincheros (en la sierra
peruana), donde fueron desalojadas de las comunidades agrícolas a los fines de
incorporarlas al espacio patrimonial de los bienes culturales del pueblo -más allá de los
procesos y las irregularidades tan significativas de este accionar político-. Lo interesante, en
relación con este texto, es señalar que las consecuencias de la operatoria en los esfuerzos
por mantener las terrazas agrícolas por parte del personal técnico y operarios, eran
infinitamente mayores y menos exitosas que si se hubieran dejado las andenerías en manos
de los locales y en régimen productivo, incluso ellos nos informaban (según su apreciación)
que finalmente estarían las autoridades competentes de patrimonio en procesos de
restitución a los propietarios del uso de las andenerías, considerando -además el plus de
sentido que otorgaba ver las terrazas cultivadas vacías, pero por sobre todo pensando en
que, incluso, en algunos casos se había llegado a contratar a los usuarios para generar
mantenimiento- que no tenía sentido si no en el seno de la explotación agropecuaria, por
más retribución económica que hubiera. La experiencia que recogimos, si bien no
corresponde a contextos argentinos, consideramos que sirve como lección (y no debe ser el
único caso) en la gestión territorial que complica en vez de simplificar los procedimientos en
que las culturas locales son parte de la cotidianeidad y construyen el paisaje por sentido del
mismo. Para ir más a lo ocurrido en nuestro país, no deja de llamarme la atención, cada vez
que voy a Córdoba, un letrero que aún subsiste después de varios años, donde se veda al
tránsito, en un lateral de la manzana jesuítica, que dice “Prohibido pasar - Patrimonio de la
Humanidad”. Lo importante más allá de lo necesario (o no) de esta medida, es la

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conceptualización que ha instalado y la enunciación que se produce y reproduce a partir de
este hecho. Queda dicha la prohibición, causada por la patrimonialización, sin otro matiz. La
necesaria comprensión del sistema territorial a partir de la dimensión evolutiva ha hecho
considerar la reestructuración de las prácticas de sustentabilidad, sobre todo en las
dimensiones que dependen del conocimiento local y del valor de uso de los mismos para
subsistir. Queda pendiente, y depende de la apertura hacia una concepción holística en
distintos contextos, lo relacionado a la generación de los marcos jurídicos apropiados para
regular esta relación entre intereses públicos o privados, que incluso complica de otras
maneras (por ejemplo con el régimen dominial o de accesibilidad irregular al dominio) para
muchas situaciones de territorios de esta especie.
En la dimensión siempre presente de lo EVOLUTIVO debe repensarse para ser entendido
como la forma en las que esta evolución también transformará ese territorio desde una idea
inclusiva y amplia de las modificaciones y evoluciones posibles, más allá de lo estético. Una
vez seleccionado el territorio (desde un ojo ajeno a lo local, por lo general) para la
concreción de una área patrimonial, deberán considerarse las formas de gestión en relación
con la dinámica anterior al proceso, las transformaciones dadas y por venir, que deben
entenderse desde la óptica mas orgánicamente construida en la relación con el territorio,
aquella de la comunidad que paradójicamente ha construido ese paisaje, lo habita y lo
necesita – hoy y mañana- como recurso económico y medio de vida. La disyuntiva entre fósil
y continuo pensada en los análisis pos ocupacionales, sería un eje interesante para
profundizar con relación a la activación y desactivación de un uso plural y participativo y en
definitiva, la sustentabilidad de los espacios nominados.

Acerca del par material – inmaterial. Las nociones de patrimonio que usualmente
encontramos circulando también siguen en algún aspecto, reproduciendo esa división
dicotómica entre lo “MATERIAL” y lo “INMATERIAL” (tangible o intangible, en otros casos) u
otros pares equivalentes, quizás de utilidad instrumental, pero que se proyectan desde la
cuestión metodológica hacia las dimensiones de operativas sobre los elementos materiales
e inmateriales que componen al patrimonio como un todo complejo constituyendo esto un
obstáculo grave para su gestión, a nuestro criterio. Los modelos de interpretación y
construcción de categorías se confunden entonces con los objetos, en el ámbito académico
y en los destinatarios de la difusión, y los constituyen de esta manera en materiales o
inmateriales, “cosas” al fin, diseccionando en ambos casos las múltiples dimensiones de sus
componentes. Citando a Bateson, “El mapa se confunde con el territorio”, (Bateson, 1982);
las categorías, de “utilidad analítica”, se transforma en limitante en el momento de pasar de

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la etapa de análisis a la de síntesis. Lo que es más problemático, se potencian los conflictos
y distorsiones al permanecer estas divisiones operativas en el momento de la transferencia
o difusión de los “sentidos”, creando categorías “extrañas” para la totalidad que debería
considerarse en los procesos sociales e históricos, que incluyen la reflexión y construcción
de espacios o ámbitos.
La noción más persistente como divisoria en el patrimonio parece ser la idea de la
materialidad / inmaterialidad, como si esto fuera posible, al momento de comprenderlo como
un hecho social. El patrimonio como “huella” y relato o representación de algún proceso de
la sociedad es un sistema pluri-significativo en donde la cultura se construye por los
aspectos inmateriales, tanto o más, que por las dimensiones materiales. Este recorte y
problema de dimensiones epistemológicas se fundamenta en la historia de la ciencia y en
las construcciones operativas del pensamiento, de acuerdo a la necesidad de establecer
sistemas político-ideológicos legitimantes de ciertos regímenes y maneras de operar
sistemas económico-productivos, de larga data en la civilización occidental (no podremos
especificarlo en este momento), pero, la separación entre cuerpo y alma, materia y espíritu,
el recorte entre lo material y lo inmaterial e incluso espacio y tiempo, en este sentido hace
clara la dinámica interpretada por varios autores, con sus matices, para comprender la
relación entre estos aspectos de la realidad social. Para muchos, las cuestiones materiales y
las “no materiales” no son cuestiones indisolubles o de primera y segunda categoría, son un
todo imbricado en donde una de las acciones es parte de la otra (Godelier,1978), pero aún
más allá, las “cosas dichas” (Bourdieu,1986) adquieren más presencia que las cosas
materiales, en cuanto a las relaciones de poder, los relatos y los relatos legitimados
(Foucault,1979), son instrumentos de construcción del poder mismo como, a su vez,
constructores de sus propios regímenes de verdad y legitimación, en retroalimentación,
cerrando este ciclo. Los discursos y las dimensiones inmateriales son importantes como
constituyentes de la realidad en tanto a lo a que “hacen hacer”, (Godelier, 1989);
fundamentalmente los discursos poderosos y selectivos de ámbitos “paisaje”, construyen
más acerca del mismo, en el estado de las cosas, que muchos de los procesos propios del
objeto al que se refieren. Podemos resumir, citando:
“Hace falta que la idea corresponda a algo situado fuera del pensamiento, en la realidad
social y cósmica. Nunca una idea contiene en sí misma todas las razones de su importancia
o papel históricos...“porque la importancia de las ideas no proceden únicamente de lo que
son, sino de lo que hacen, mejor dicho de lo que hacen hacer, en la sociedad, sobre esta
misma, o sobre el mundo exterior”... “por eso el análisis que comience por separar el
pensamiento de los demás componentes de la realidad social (lo ideal –de lo no-ideal) y a

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continuación se ponga a deducir estos de aquella (de modo idealista) o este de aquellos (de
modo materialista) se encierra desde el principio en un callejón sin salida.” (Godelier,
1989)
Este modelo de interpretación, considerando la lucha por la apropiación material y simbólica
(ideal) atraviesa la transformación del territorio pero también, sobre todo, se encuentra
presente como eje en lo que respecta a la posición del autor en la construcción de relatos /
proyectos / interpretaciones sobre el paisaje-patrimonio. Por lo que lo rescataremos
sucesivamente y bajo diversos aspectos en los diferentes momentos de la narración, que
pretenden hacerse desde un proyecto cualquiera de manejo de recursos culturales, la
necesidad de que los mismos incorporen la complejidad de los sentidos que circulan
constituyendo al patrimonio. No entraremos en el presente texto a incluir las posibilidades de
selección de modelos semióticos de diferente generación, pero baste señalar que la
dimensión básica entre ideal y material, introducida desde la semiología de Sausure, es la
base para pensar modelos más complejos a los cuales nos referimos en otra oportunidad
como “los aportes de la sociolingüística” de Chomsky y otros como los de la semiótica de
Peirce en los modelos de 3º generación a los que estamos aplicando para nuestro trabajo “
Memoria y olvido en la construcción de territorios patrimonio”. (SI FADU-UBA, 2007)
Si bien la integración naturaleza-cultura ya ha sido asumida, la integración uso-conservación
aún se discute “para casos particulares”. Podemos decir a la luz a de los acontecimientos
que el problema de la separación material-inmaterial se incrementa con la creación de las
categorías específicas (opuesta binariamente) a la de patrimonio “material”. En este sentido
esta construcción opera con estos “objetos” inmateriales constituyéndolos, analizándolos y
manejándolos como si fueran otra cosa: una especificidad in-material, también creyendo
desvincularlos sólo por características de su formas de “soporte” menos denso, que una
piedra, que puede incluir, además soportes lábiles, como la memoria humana, o la tradición
oral trans-generacional (confundiendo soporte, o sea una de las dimensiones de patrimonio,
con el patrimonio en sí mismo). En el conjunto, dentro de las diferentes expresiones de la
cultura como un todo, la dimensión de lo “inmaterial” debiera entenderse como lo ideal, es
decir, la del conjunto de “sentidos” que los fenómenos tienen en una cultura, más alla del
soporte que adquiera ese conjunto en relación a tales o cuales objetos (materiales o no). Por
otro lado, se arrincona a la idea de “interpretación” en sentido de proceso separado y
muchas veces cerrado de la constitución misma del fenómeno patrimonial, a valores,
sentidos, significaciones, esta dimensión “inmaterial” (amplia), como si pudiera estar fuera,
más allá de la constitución misma del patrimonio del que se hable. La construcción de estas
categorías es huella del paradigma constitutivo del sistema de patrimonio aún vigente y

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hegemónico, y es testigo de las dificultades de gestión que ocasiona tanto como oportunidad
de integración latente.
Como hemos considerado en otros momentos, el aporte al comprender –más allá de ser una
herramienta analítica- la imposibilidad de diseccionar estas tres características del paisaje,
su necesaria “manufactura humana” (lo CONSTRUIDO intencionalmente), su necesaria
“evolución” como un todo (lo EVOLUTIVO, siempre continuo) y su sistema de “significación
adosada” (lo ASOCIATIVO) como características inherentes a cualquier paisaje, transforman
estas categorías segmentantes en potencialidades para análisis integrados que pueden
fundamentar una interpretación compleja de cualquier territorio y sus procesos de
constitución y de significación, que están en permanente transformación como esencia de
los mismos y como base para su sustentabilidad, integrando, si se quiere, otros sistemas
como los de las nominaciones “patrimoniales” (desde fuera) como un plus, pero no como su
esencia, cosa que sucede en la irrupción del mercado turístico como única sustentabilidad
alternativa para las comunidades locales, lamentablemente en muchos casos. Aquí, el
pensar la dimensión “ASOCIATIVA”, en términos de los actores del patrimonio se requiere, a
nuestro criterio, una sincronización importante de las categorizaciones en tanto su
yuxtaposición con las categorías de material e inmaterial, la separación de los procesos de
“interpretación” (en sentido estricto) y los propios procesos de “nominación”, que proveen
potenciales conflictos anulando la riqueza del análisis que podría ser la base de muchas de
las formas más integrales de entender el problema y gestionarlo en un nuevo paradigma.
De lo dicho, se desprende que paisaje es una noción cultural, una construcción cultural
imbricada con la naturaleza y con necesaria interdependencia de uso y conservación, que
nos dan la esperanza de construir un espacio re-integrador de estas construcciones, para
pensar la integración entre lo material y lo inmaterial, si se quiere, pensándolo bajo el
concepto ICOMOS UNESCO de “lo asociativo”, pero en sentido amplio en los paisajes con
relación al inter-juego de sentidos, como sus dimensiones inmateriales, que le aportan su
riqueza específica de construcción colectiva vital. Sobre la base de esto hemos construido
algunas preguntas de nuestro trabajo de investigación:
ƒ ¿Cómo funcionan las cristalizaciones de categorías con relación al marco de la
gestión para transformar estos territorios desde la percepción de objeto patrimonial a
un hecho social complejo con su sistema de “significación adosada”?
ƒ ¿Tenemos conciencia de las implicancias de este tratamiento objetual de las
dimensiones inmateriales y de las consecuencias que este tipo de categorizaciones
implican?

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ƒ ¿Existe voluntad para la gestión inclusiva y la redefinición de algunas de las
categorizaciones”, que impliquen la voluntad de horizontalización de la gestión? ¿Es
posible o deseable desinstalar esta noción estética acaso –muchas veces-
narcotizante, homogeneizadora y excluyente?
Revisaremos someramente las formas históricas que determinaron las prácticas y algunas
de las formas nuevas que se están incluyendo paulatinamente para entender, mediante
nuevos aportes, las posibilidades de los paisajes culturales como ámbitos transformadores
de las concepciones del patrimonio, con la esperanza de que estas formas de repensar
retornen al territorio y a los actores implicados, también modificándolos.

3. Condiciones de producción, la historia de la construcción de un campo


En relación con el término paisaje, existen variadas disciplinas que lo han abordado
específicamente y con sucesivas hegemonías, solapamientos, permanencias y movimientos
pendulares: las artes (pintura paisista, luego paisajista) y las letras (literatura y lírica,
folklórica sobre todo), la geografía, la arqueología, la ecología, casi todas adjetivadas “del
paisaje” y dentro de la arquitectura, el mismo campo del planeamiento -ahora “ordenamiento
territorial”- y, por qué no, las especializaciones y disciplinas del “paisajismo”, muchas de
estas últimas casi centradas en su dimensión física. Mayormente estas prácticas han estado
ligadas de diversa forma a las ideas de conservación, recuperación, restauración, puesta en
valor, reciclaje y otras operaciones de este tipo. Consideramos que otras muchas disciplinas
han permanecido ajenas o considerando marginalmente al paisaje (como la historia, la
antropología social, las ciencias de la comunicación, la psicología social) y sería interesante
incorporar criterios provenientes de éstas prácticas que aporten a una construcción más
compleja de un objeto y provean bases conceptuales para poder pensar otras dimensiones
de análisis y, por lo tanto, otras formas de gestión de paisajes culturales. Ahora que hemos
recuperado la dimensión cultural de los paisajes (arrebatándolos del reino atemporal y
acrítico de la naturaleza y la historia natural) nos preguntamos por las posibilidades de
bajarlos de las esperas de las “altas culturas” o su contra-cara que es la exotización de los
territorios de comunidades marginadas o subalternas, para incorporarlos a alguna definición
en términos más contemporáneos, ya en el S XXI con mucho dicho acerca de estos
fenómenos.
Consideramos que asistimos a un momento de coexistencia de rasgos determinantes para
la gestión, que pueden interpretarse como perteneciente a dos paradigmas en
transformación, relacionándose ampliamente con las formas diferenciales de la problemática
de la teoría (lo declarativo) y la práctica (la gestión). En una breve síntesis trataremos de

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construir un conjunto de determinantes que actuaron como condiciones de producción
(Verón 1987), como contexto del surgimiento del pensamiento histórico positivo, que rige en
muchas maneras el pensamiento de la gestión patrimonial y territorial y se intersecta con
algunas concesiones declarativas o teóricas que tímidamente van generando los marcos
para la producción de nuevos modelos de gestión.
Con relación a las determinantes condiciones de producción hegemónica de raíz histórica
para la praxis del campo de lo patrimonial enumeraremos algunas influencias en la historia
del abordaje del “paisaje” que hoy se encuentran coexistiendo, como horizonte de sentido
para muchos especialistas en la materia. Siguiendo a Glacken, podemos considerar que el
trabajo, la producción de cultura material y de lo urbano -interpretados mediante el
pensamiento judeocristiano- “han instalado definitivamente la diferencia naturaleza-cultura
en la historia del pensamiento y como paradigma para abordar “lo natural” como “lo otro”,
subrayando que la construcción de esto “otro” se halla determinada por la búsqueda de un
“orden y armonía” en lo natural y agregamos nosotros: solamente necesarias en la
búsqueda del mantenimiento de un “control” de lo humano entendido como conflicto, sea de
identidades, de naciones o de clases en definitiva como la búsqueda de un referente para el
mantenimiento del control del poder en sociedades complejas con progresiva emergencia de
instituciones especializadas a tal fin o (sea) del estado.
Encontramos algunas influencias de modelos de representación de esta relación y
mencionaremos algunos de los aportes específicos relacionados con el campo y problema,
considerados para este proyecto:
ƒ Influencias de un modelo mítico-mitológico leído y re-construido desde el S. XIX con
referencia al mundo greco-romano. Se rescata actualmente, de este momento, el
tema del idilio con lo pastoral y lo bucólico, la construcción de una forma anterior y
primaria de relación construida como integrada de lo humano y lo trascendente, lo
“divino” (proyectada y traducida luego a los “nuevos otros” “descubiertos” por el
colonialismo construyendo y sosteniendo la idea del BUEN SALVAJE desde Rousseau
y de una forma de naturaleza anterior, superior y armónica. En este sentido
rescatamos la conexión con lo trascendente, con vínculos con lo admirable o lo
NUMINOSO entendido incluso en términos de Otto (1980 [1917]) que aún portan los
paisajes y la naturaleza, incluso la cultura (alta).
ƒ Influencias de los modelos artísticos. La representación plástico-gráfica
preponderantemente como artificio estético de representación de la pintura por
medio de la evolución del paisismo al paisajismo (pictórico) y la perspectiva como
registro y “objetivación” del mundo humano, se relacionan con una des-incrustación

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de lo humano y lo natural, promovida por la construcción del hábitat urbano-burgués
que fundan una idea del Paisaje Rural (casi como esencia del paisaje) aún muy
vigente en la gestión, como aquello ajeno a lo urbano, lo cotidiano, lo complejo, lo
científico. Centros desde donde se gestiona y “maneja” esa “otredad” rural, natural,
periférica, que cada vez recortará más lo humano de la presencia, si bien, tuvo
movimientos pendulares y diferentes causas.
ƒ Influencias de un modelo científico-productivo. La ciencia se instala como método y
como forma de creación de objetos, y de objetos de estudio específicos dominables,
conjurables totalmente, con subrayado de las certezas y fragmentados a razón de los
especialistas. Finalmente, la fotografía reemplazará al registro “subjetivo” y se crean
modelos museísticos para el “patrimonio cultural” para la apropiación simbólica de
estos espacios colonizados materialmente. Se basan éstos en el inventario,
considerando su estudio por la ciencia Esta construcción y reafirmación de dominio
se basa en la progresiva exclusión del observador (siempre urbano) de los objetos,
partiendo de criterios de objetividad, verdad, verticalidad y centralidad construidos
para y por las ciencias “duras” (física, química, matemáticas y sus derivaciones e
implicancias metodológicas posibles).
Todo esto, podemos entenderlo en un contexto amplio como el proceso de larga duración de
la producción de alteridad de la sociedad capitalista en desarrollo en occidente. Leemos en
esta lista de rasgos, algunas de las huellas en las prácticas de gestión e “interpretación”
patrimonial, en sentido ortodoxo, pero debemos además vincularlo con el contexto amplio de
la apropiación territorial. El espacio mundial del capitalismo y la expansión colonial del S.
XIX, en confluencia con el conocimiento de un “otro” (a la naturalización de su esencia y su
diferencia) implica para la lógica capitalista burguesa de una Europa en pleno proceso de
consolidación de un nuevo modelo de producción, un espacio en el cual la apropiación del
otro, la dominación y el control como motivos centrales de la mentalidad, aparecen
proyectados a las prácticas de gestión de la identidad y de la historia en general y a ese
proceso no escapa el patrimonio. La apropiación y construcción de dominio y control de
certeza, en las dimensiones diacrónicas y sincrónicas, es condición necesaria para la
aparición de un interés por estos objetos y territorios, que de algún modo conjuran el horror
a un ‘nosotros’ diverso y nos vinculan con otro (diferente y exotizado) o con otras
dimensiones salvajes del ‘nosotros’ construido –en la interpelación romántica-. Las
construcciones de identidad se vinculan, por un lado, con las formas de gestión del control
de lo propio y la apropiación de lo otro como movimiento complementario. La apropiación de
un pasado y de una historia, su construcción y relato estable en conjunto con la apropiación

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de la naturaleza y el “otro”, “exótico,” a colonizar-colonizado, parecen ser piezas
fundamentales. Este proceso no se ha suspendido en aquel momento histórico y continúan
circulando en muchos casos en relación a los entornos “naturaleza”, ahora “salvajes”
(nuevamente), por ejemplo, en las representaciones mediáticas de la naturaleza en TV (con
la profusión de canales y producciones relacionadas a marcar este dominio y diferencia,
(podemos citar cazadores de cocodrilos”, y otras formas del mismo género.), las prácticas
de deportes extremos (contra la gravedad, los ríos, las alturas, los terrenos y territorios
salvajes y la supervivencia) y el dominio de lo inaccesible mediante la tecnología, (por
ejemplo vehículos 4x4, GPS, etc.) Es todo un desafío actual, teñidas las prácticas por las
determinaciones de los campos estéticos y científicos precedentes que se han legitimado -
construyendo las categorías perceptivo-interpretativas de los sujetos, a través de las
prácticas de las industrias culturales (como el turismo) trabajar en búsqueda de otras formas
de construcción de sentido que estén ajenas a estos discursos. Pero de muchas maneras
entendemos, asistimos, a la inclusión formal de otras formas de interpretación, acaso sólo
declarativas para lo social; en términos de Kuhn (1962); estaríamos en un momento de
cambio, donde se van incorporando, superponiendo forma del pensamiento y prácticas que
provienen de otros contextos y constituirían, acaso, un nuevo paradigma.
Desde lo que se ha dado en llamar paradigma de las heridas narcisistas, como acumulo de
diferentes formas de ir pensando la posibilidad de perder el control, por medio de teorías y
pensamientos que progresivamente descentran el sujeto del dominio de sí y de su entorno,
lejano y cercano, pasado y presente, que fueron a portando a la integración de las
humanidades (como ciencias que implican un cierto “des-orden” en el paradigma de
monismo metodológico y la posibilidad de incorporar al conflicto con relación al método y
dentro del objeto en sí mismo), comienzan a introducirse en las declaraciones de los
modelos de gestión, cambios en la mirada como espíritu de la época. Considerando la
trilogía del pensamiento condensado por Darwin, Freud, Marx (tríadas que varían según su
enunciador) otras posibilidades se han instalado y otras alternativas surgen para la
interpretación de las dimensiones humanas del estudio de lo humano -en concomitancia con
la re-configuración de las formas políticas y de acción social
El modelo semiótico-interpretativo, instalándose progresivamente, implica específicamente
la reflexión sobre el paradigma anterior que parece subsistir en el ámbito de la planificación
territorial y patrimonial. La instalación de las ciencias humanas y la construcción de un
campo especifico con un andamiaje epistemológico diferencial para el abordaje de lo social
que restituye -de alguna manera- un vínculo con lo construido de la cultura, como sistema
de interpretación, incluyendo entre sus diversas formas a lo científico como una de ellas,

13
permite un cambio en la óptica del campo del patrimonio, que debería redundar en un
distanciamiento y una reelaboración de sus funciones en pos de una mayor inclusividad,
dado incluso los pobres resultados en algunas dimensiones. En nuestro campo, esta
reflexión podría empezar, por el sentido “adjudicado” al entorno (registrado y percibido) que
en estos nuevos parámetros construiría su “objetividad” a partir de la un esfuerzo por la
inter-subjetividad, instalando la posibilidad de la inclusión de la diversidad y la pluralidad
como formas de expresión de lo humano a la que la ciencia no es ajena como actividad
humana y en pos de una sustentabilidad que emerge de la propia pluralidad constitutiva de
sus objetos en la escala territorial. Rescatar la heterogeneidad y la pluri-significación sobre
los objetos de referencia, es todo un desafío actual. Aparece la reelaboración, a en nuestro
criterio, en la dimensión discursiva, (y crítica) más que en las prácticas y formas de gestión
territoriales y patrimoniales.
Por el otro lado, la des-consideración de la dimensión discursiva inter-subjetiva y plural, que
modifica sentidos y descarga de “valor” al patrimonio, incluso mediante operaciones que se
nombran –paradójicamente- como “puesta en valor” logra in-visibilizar muchas de las partes
significativas de los discursos, determinado por la práctica sobre la materia física que fue
modelo hegemónico y circula de forma masiva en el ideario general acerca del patrimonio,
desconsiderando las dimensiones inmateriales, esencia y riqueza compleja del mismo objeto
que construye y destruye a la vez.
Una revisión a los borradores de la “Ename project 974” que dio lugar finalmente a las
versiones preliminares de la Carta de Ename, consideradas por la división ICIP
(International Scientific Committee on Interpretation and Presentation of Cultural Heritage
Sites) del ICOMOS. En la carta de Ename “Charter on the Interpretation of Cultural Heritage
Sites” desde los primeros borradores producidos en 2002 (“fruto de un trabajo desde 1980”),
hasta los actuales borradores de marzo de 2007, nos dan cuenta de un progresivo
corrimiento de las formas de entender y relatar el patrimonio, que en un lapso muy corto ha
permitido una ampliación del criterio hacia una mayor inclusividad y complejidad. En relación
con esto podemos señalar claramente las diferencias entre ambos borradores extremos por
algunos rasgos que implican una referencia a un contexto intelectual en cambio y
construcción de nuevos consensos, desde la idea actual (versión 2007) que especifica que
“every act of heritage conservation... Is by it’s nature a communicative act”… “what to
preserve, how to preserve, and how it will be presented to the public are all elements of site
interpretation...”. Se parte una serie de enunciados que no llegan a incluir tan claramente
este espíritu, por ahora y hasta ahora, pero muestran sustanciales cambios con relación a
las versiones anteriores. En ese sentido, el proceso establecido en relación con la

14
construcción de un sitio patrimonial con un enfoque holístico, se presenta muy claramente
en el proceso de la Carta de Burra, (ICOMOS Australia 1999) en donde se asigna un rol
fundamental a las formulaciones de selectividad y a las políticas de intervención que
constituyen a un sitio en patrimonio, en ese caso, puesto en relación con las demandas de
comunidades aborígenes australianas aún en uso de esos espacios para su reproducción
social. El único punto que parece ser, según el título, que construye un modelo “para sitios
con significación religiosa”. A nuestro criterio, el extender el proceso de la Carta de Burra a
cualquier tipo de sitio y el ampliar los valores y significaciones a cualquier tipo de valores no
sólo religiosos, sería un procedimiento efectivo para realizar alguna reflexión sobre la
práctica patrimonial y además podría proveer una base concreta para el ajuste de la carta de
Ename.2 A pesar de los muchos enunciados formales3 que se han integrado a las
declaraciones en los últimos tiempos de las instituciones internacionales especializadas, la
inercia de las prácticas en este campo han instalado en su trayectoria, aún muy por fuera de
ellas, permanencia de modelos de apreciación sobre lo pasado, que quizás se hallan ligados
a la vinculación de las elecciones afectivas, “por el pasado” que hacen sus gestores. Quizás
tiene que ver con el tiempo en que se construye el saber técnico en la materia (relacionado
con las temporalidades del deterioro histórico-ambiental) implican una expertise a lograr
luego de progresivas experiencias, que refuerzan la noción de especialistas, pero que
siempre permanecen “lentas” en lo que al cambio respecta. Consideramos, igualmente
según Marie Therese Albert4, que las instituciones “gigantes” (huge institutions) logran
primero visibilizar los procesos “ya ocurridos” (y consensuados) fruto del trabajo pasado y
que, también al interior de las mismas, los cambios deben luchar con lo “establecido”. El
equilibrio entre lo “políticamente correcto” (discursivo) y las prácticas aún tiene un largo
camino por recorrer para encontrar, al menos, un punto de inflexión en las prácticas de las
que se constituye como modelo. Debemos señalar y entender que estos esfuerzos pueden,
sin embargo, formar parte de un grado más de elaboración, por ejemplo, analizando la
instrumentalización de la diversidad y pluralidad como un nuevo modo de construcción
“políticamente correcta”, de un multiculturalismo “de los incluidos”, en el marco de las
construcciones figurativas de la identidad global, descargada, también de conflictividad,
como veremos a posteriori.

2
Un trabajo exhaustivo de análisis de las modificaciones en la carta de Ename, y otras, podría dar cuenta del
momento de transición del paradigma, si cabe, en términos Kuhnianos, en el que estamos inmersos, y que
incluso me obligaron a reformular este trabajo en el momento de la producción de acuerdo al acceso a los
últimos documentos que no estaban tan presentes en mis análisis iniciales.
3
Desde las Normas de QUITO (1964), el Documento de NARA (1994), Carta de BRASILIA (1995) Declaración
de SAN ANTONIO (1996), Carta de BURRA (1999) Declaración de TOKYO, (2005) Declaración de SANTIAGO
DE CUBA (2005) desde UNESCO o diferentes ICOMOS.
4
ALBERT M. T.: Comunicación personal, Forum UNESCO BSAS 2004.

15
4. El paisaje en las formas de gestión patrimonial: entre la historia y memoria
En relación con el lugar que el patrimonio tiene con respecto a la creación y mantenimiento
de “identidad” como anclaje para la construcción de comunidades, debemos relacionar las
dimensiones de la historia y la memoria como dos formas complementarias de este proceso,
que deberíamos pensar, se rebalancearían en el movimiento descripto hacia un nuevo
paradigma en la gestión inclusiva de los recursos culturales, por la maduración e
incorporación de algunas conceptualizaciones, al pasar de potencia a acciones, de lo
particular a lo general. Las posibilidades del paisaje para poner vínculo a esta relación, entre
la pluralidad de la memoria, relativizando y acotando el lugar de la historia “oficial” y sus
mitos cohesivos, pueden dejar lugar a otras formas para que el diálogo sea más productivo,
balance aún, muy polarizado, demasiado para historia y poco para la memoria, demasiado
para el producto y poco al proceso.

Los mitos cohesivos en el paradigma nacionalista y en el paradigma multicultural


light de lo “global”
En este sentido entendemos que la gestión de paisajes culturales en los marcos
tradicionales que se viene moviendo, aún inserta o llevando a cabo los intereses de las
condiciones de producción que le dieron origen, en el lugar que les fue asignado para la
producción de las COMUNIDADES IMAGINADAS (Anderson 2000 [1993]). No debemos dejar de
considerar que la construcción de mitos cohesivos, instrumentados en la construcción de las
“naciones” (y los nacionalismos) desde mediados del S. XIX, se han basado en ir
aglutinando, en un centro muy cristalizado en el centro de una SEMIOSFERA -en términos de
Lotman (1985) las voces legitimadas de los estados nacientes con relación a un Antiguo
régimen, con la progresiva inclusión, por adscripción, por negociación y por sometimiento
del resto de los sentidos (y sus portadores), pero que son hoy también otra dimensión casi
omnipresente en el relato de las actualidades sociales latinoamericanas, que tiñen toda
posible interpretación del pasado. Consideramos asimismo que en este “contrato forzado”,
puede ser que radiquen algunos de los conflictos que se empeñan en retornar a la hora de
establecer consensos y proyectos nacionales en la actualidad. Una revisión de esta capa de
sentidos que eventualmente consideramos obturaría un desarrollo dinámico del conjunto
social (y de interpretaciones), puede ser una propuesta interesante para la gestión del
patrimonio y para la gestión de muchas otras dimensiones del proyecto social. Hoy, Estados
de diversas posturas políticas, incluso se ven implicados en la construcción de estas nuevas
y reinterpretadas comunidades imaginadas mediante diversas formas de administración de

16
este problema. Si bien es cierto que una de las funciones del Estado es la de establecer la
generación de un proyecto común, también es cierto que esta dimensión del problema de la
ecuación un estado = una nación, ha sido exacerbado ya en el S. XIX, y hemos vivido sus
consecuencias extremas y creemos momento oportuno el tratar de movernos hacia otra
dimensión -incluso en los pliegues de la globalización si fuera posible-.
En el contexto de producción de multi-culturalidad actualmente se ha comenzado -
demandados también por el auge del turismo entre otras industrias- a trabajar
crecientemente en la nominación y gestión de territorios desde esta idea dentro de un nuevo
ciclo de parámetros de construcción de identidades, acaso no tan diferente del anterior. En
el espacio semiótico de la globalización – o el capitalismo tardío- o como se la prefiera
llamar- , la recuperación de las diversidades ahora nos empuja a promover las diferencias y
establecer pluralidades. Para ello, la construcción de unos nuevos mitos cohesivos
“globales”, parece apuntar hacia una simplificación de las complejidades culturales y por
sobre todo de sus relaciones5, y a construir una nueva clave de armonías, meta-nacionales6,
olvidando justamente la historia y la dinámica de esta construcción intercultural y obturando
la posibilidad de una crítica o del establecimiento de una nueva lógica de relación entre
estas partes implicadas, obligadas a un pax (des-)armada –sólo para los invitados e
incluidos- a partir de esta nueva forma, casi estética, del llamado “multiculturalismo”. La re-
producción de imágenes estereotipadas y la re-construcción de paisajes y ciudades-
producto (para el mercado) promueve identidades cosificadas; estereotipos del pasado para
el presente que son parte, nuevamente, de este segundo retorno a la creación de falaces
armonías y cristalizaciones, ahora productivas para la el consumo masivo. En el capitalismo
tardío, el des-conflicto y la des-territorialización no sólo implican una simplificación de las
pluralidades ya “diferenciadas” en la primera constitución de los nacionalismos, sino, y por
sobre todo, de las nuevas pluralidades implicadas en la complejidad de la dinámica de
inclusión y exclusión de nuevos sectores que no encuadran en las viejas categorías de
interpretación identitaria. Hoy en día, la segunda fase de las exclusiones, quizás no pasa por
la lisa y llana exclusión de una u otra identidad cultural ya “respetada/ble”, sino por la
inclusión o la exclusión del sistema económico cultural de una gran masa de la población,
atravesada por múltiples identidades (y que se halla permanente manipulando a las mismas
en pos de un lugar en el proyecto nacional) independientemente de su etnicidad. La

5
Otra vez asistimos a la recirculación del discurso de lo homogéneo, pequeño y cerrado, esta vez a escala
mundo y a una armonía constituida por la yuxtaposición de sus parcialidades y la sana convivencia de sus
intereses: la atomización del enemigo, el otro, también llevado, en esa forma a la escala global.
6
Sin olvidar por otra parte la resurrección de la creación de “enemigos globales”, dispersos pero localizables,
mediante las estrategias de la sociedad de control de los virus o de las amenazas difusas (terrorismo,
inseguridad, enfermedades pandemia, cataclismos, calentamiento global.)

17
construcción del respeto por las diversidades de las parcialidades culturales reconocidas, se
amplía ahora con la creación de otro tipo de excluidos, aquellos sectores subalternos
producto de la “hibridación” (en debate por su lugar en la contienda), que no logran ser
“cosificados” culturalmente. Las otredades no-consideradas, amplios sectores de la
población latinoamericana, ahora son excluidas en los discursos, sustentado esto por
muchos discursos puristas -patrimonialistas- en tanto tampoco expresan los discursos de
pureza de los nacionalismos ya reconocidos y en base a los cuales algunos sectores, han
definido incluso, los criterios de lo popular o lo Folk. El modelo global del Disney Total -si se
nos permite la publicidad- donde la imagen debe ser armónica (como en el canon del arte
clásico) y los relatos “consensuados” (a partir de los nacionalismos y los silencios
impuestos), debe y no puede -a nuestro criterio- sincronizarse con las nuevas diversidades
excluidas: aquellas que presentan conflicto en relación con la imagen de pureza que
pretende relatar el patrimonio, para acercarse, mínimamente, desde los márgenes a una
gestión que apunte a un desarrollo social sustentable.
En este sentido, y como eje central de este trabajo, el entender que no hay una dicotomía
entre Objeto e Interpretación y menos entre objetos materiales e inmateriales y que el
conjunto de interpretaciones es lo que hacen al objeto, que lo construye como tal, en el
marco de la formación de relatos identitarios plurales, nos permite resumir, aclarar el rol y la
potencia que implica la manipulación de los territorios y la diferencia que hace la
confrontación de los mismos, construyéndolos a partir de la selección y confrontación de sus
voces locales con el discurso de la gestión de identidad y su posicionamiento con piezas
claves para ese proceso, con relación a un contexto social, mucho mayor que lo local.

Entre los aportes desde la historiografía critico-reflexiva y encontramos desarrollos como los
conceptos de LUGARES DE MEMORIA, según Nora (1992), o el DE MARCOS DE MEMORIA, de
Halbwachs (1980), junto con las ideas DE MEMORIA /HISTORIA Y MEMORIA/ OLVIDO en Ricoeur y
Todorov respectivamente, para pensar la contra cara de aquello “dicho” o “recordado” con
miras a entender la construcción de una historia nacional que implica una utilización de
estos ámbitos “patrimoniales”; consideramos que estos análisis pueden ayudarnos a pensar
estos temas de otra manera.
Como mencionáramos, este problema, en una de sus dimensiones, es abordado por Pierre
Nora, en su trabajo Los “Lugares de la memoria” (1992), en el que nos advierte al inicio:
There are “LIEUX DE MÉMOIRE”, sites of memory because there are no longer “MILIEUX
DE MEMOIRE”, real environments of memory (Nora, 1992)

18
Una vez asumido esto como pérdida –acaso construida la idea de MEDIO DE MEMORIA como
mito- nos queda la posibilidad de pensar otras formas a partir de la idea de LUGARES DE
MEMORIA, o lo que según Nora, nos queda como posibilidad si abordándolo de manera
compleja. Es justamente aquí donde radica –a nuestro criterio- algo de la potencialidad de la
idea de paisaje (cultural). El transformar espacios, en territorios en donde las prácticas
inclusivas y la pluralidad de representaciones aparezcan como constitutivas y necesarias
para su supervivencia, las que por sus cualidades de CONSTRUCTO COLECTIVO, por las
dinámicas de sus procesos en permanente evolución y por la libertad relativa para
constituirse en ámbitos de pluri-significación -en tanto espacio de encuentro de valoraciones
subjetivas en la dimensión “Inmaterial” de diferentes actores-, los posiciona ventajosamente
sobre otras muchas otras formas patrimoniales, como forma para la producción y
construcción de una memoria y como anclajes materiales de referencia para la reproducción
social a partir de relatos compartidos (y eventualmente discutidos) sobre un pasado, que
podrían permitir la posibilidad de salir de los circuitos de la cosificación a la que son -de una
forma u otra- sometidas muchas formas de patrimonio más ligados a los criterios de la
historia considerada como el relato hegemónico. La necesaria continuidad de la
construcción humana en relación con la naturaleza transformada, se ve solicitada de
mantenimiento por un proceso de producción comunitario, que implica la gestión de
intereses múltiples y múltiples representaciones, valoraciones y sentidos; en principio para
construirlo, luego para sustentarlo y reproducirlo, y además, para entenderlo y posibilitar su
futuro y su evolución. Un territorio paisaje (cultural) implica, para su gestión, la puesta en
tensión de las imágenes locales con las no-locales y las fuerzas productivas con las de la
gestión; confiamos en la potencialidad de esta complejidad para generar el medio adecuado
para una MEMORIA en tanto discurso opuesto a la construcción de una HISTORIA monolítica,
simplificada y estereotipada. Una mirada que aparece en los términos de Nora como la
relación de las dos formas de constituir sentido sobre el pasado para las comunidades:
“Memory and history, far from being synonymous, appear now to be in fundamental
opposition. Memory is life, born by living societies founded in its name. It remains in
permanent evolution, open to the dialectic of remembering and forgetting, unconscious of
it’s successive deformations, vulnerable to manipulation and approrpiation, susceptible of
being long dormant and periodically revived. History, on the other hand, is the
reconstruction, always problematical, incomplete, of what it is no longer; history is a
representation of the past (Nora 1992)
Estas dimensiones, sobre las cuales la problematización podría abrir muchas más
discusiones y oportunidades, (por ejemplo, en términos de Ricoeur -con la pregunta acerca

19
de si la Memoria es remedio o veneno-) implican un pensamiento que a los fines de este
trabajo, podremos limitar a hacernos reflexionar sobre dos formas diferentes de construcción
de patrimonio. Por un lado, el trabajo intelectual, secular, lógico y racional que pretende el
discurso de la ciencia positiva y el paradigma instalado para su régimen de verdad,
manipulado por especialistas, con una fundamental asimetría en la posesión de
conocimiento que deriva en verdad, representado por las pretensiones de las ciencias duras
como modelo de gestión. Por el otro lado, el trabajo complejo de la gestión para la memoria
en el que encontramos las dinámicas sociales propiamente dichas que nos interesan en este
trabajo para la reproducción social mediante un uso social del patrimonio y una
manipulación del capital simbólico de una comunidad con relación a sí misma, a su pasado y
a su territorio, que, en permanente negociación, es aquello que nos interesa incluir como
parte fundamental y potencia del objeto patrimonial7 sobre todo a escala territorial.
Pero en los territorios - paisajes (culturales) las decisiones basadas en “VOLUNTAD DE
RECORDAR” (WILL TO REMEMBER) (Nora, 1992) (de preservar, de incluir formas de discurso)
deben establecer alguna forma de selectividad consensuada en las comunidades para
generar la dinámica de la creación de memoria, paisaje plural. Así estos espacios con
legitimación social pueden transformarse en lugares en donde conviven memoria e historia
por la posibilidad de entenderlos a su vez como estáticos y dinámicos, individuales y
colectivos, “como una como cinta de moebius” (Nora, 1992).
Contrary to historical objects, however, LIEUX DE MÉMOIRE, have no referent in reality, or
rather they are they are own referent, pure exclusive self referential signs, This is not to say
that are without them, physical presence or history; it is to suggest what they makes LIEUX
DE MÉMOIRE is precisely that by which they escape from history. In this sense, the LIEU DE
MÉMOIRE is double: a site of excess closed upon itself, concentrated in its own name, but
also forever open to the full range of its possible significations. (Nora 1992)
La dimensión significativa no tiene que ver con su complejidad como objetos materiales, sino
con el sistema de significaciones circulando, que es lo que los constituye como riqueza y
potencial.
En este sentido, la VOLUNTAD DE RECORDAR establece otros problemas que tienen que ver
con la gestión de los consensos para esa memoria y aquí es donde se hace difícil poder
entender algunas de las diferencias entre las gestiones inclusivas y las excluyentes. el
concepto de los MARCOS DE LA MEMORIA desarrollado en Halbwachs (1980) justamente con la
articulación de los discursos, subjetividades y la concreción de la relación entre las

7
En término de De Certau, la construcción misma del objeto científico / de investigación -, lo saca de su contexto
y lo produce como un objeto muerto sobre esta “belleza del muerto” se fundan muchas paradojas de la gestión
de los recursos culturales, y en especial, la de los paisajes (culturales).

20
memorias individuales y la colectiva, construyendo la legitimación de sentidos que se ejerce
necesariamente para la construcción de un consenso proyecto histórico y un posible
proyecto destino común. Así, según el autor, salvando la idea de la creación de una
memoria colectiva cosificada, -como entelequia exterior a las memorias individuales-,
podemos rescatar una memoria que, procesando individualmente según marcos perceptivos
culturalmente instalados, actúa en la trama social y viceversa, generando la posibilidad de
una memoria compartida y, por sobre todo, un MARCOS DE LA MEMORIA -esquema perceptivo
interpretativo que nos define como sujetos sociales en la cultura, a través de la cultura –y la
lengua-, por lo menos, que también construye nuestras formas de percibir y recordar).
Rescatando la dinámica entre la construcción de mitos cohesivos y comunidades
imaginadas que mencionáramos anteriormente, y la sucesiva necesidad de ajuste sobre la
interpretación del propio pasado que la memoria realiza, entendemos que la (necesaria)
tendencia a la unidad produce estos consensos, esta razón de coherencia y consistencia
que debe balancearse con la relación de representatividad de las diferentes facciones, al
interior del complejo entramado social que actualmente funciona en la mayoría de los
ámbitos mundiales, cruzando formas identitarias construidas en relación al CAPITALISMO
TARDIO (globalización), con permanencias locales relacionadas al pasado del grupo, por
ejemplo.
Entonces agregamos a nuestros cuestionamientos las preguntas por la relación que se
establece entre formas de organizar el pasado y posibilidad es de pensar y actuar un
presente que va siendo futuro. La necesidad de crear una identidad siempre construida de
manera FACCIONAL (Evans Pritchard 1977 [1940]) en relación diacrónica y sincrónica (con un
otro actual contemporáneo y con un nosotros narrativo) implican la necesaria dimensión
dinámica e inter-subjetiva del endogrupo en relación con el exogrupo como una forma de
entender la identidad -a nuestro criterio- en permanente proceso de construcción y dinámica
de localizaciones contextuales
En este sentido, lo que nos preocupa es la forma en que se consensuan estos relatos en un
momento dado y de acuerdo a la relación de cosificación que el grupo pueda elegir para
representarse, ante otros, o incluso, que pueda ser impuesta por otros, desde fuera, para
ser narrados a sí mismos:
“A society can live only if its institutions rest on potent collective belief, there beliefs cannot
arise from a simple reflection. It is all in vain to criticize dominant opinions, to show that
they no longer respond to a situation of the present, to denounce their abuses and to protest
oppression or exploitation. Society will abandon its ancient beliefs only if assured of finding
others.” (Halbwachs, 1980)

21
En este sentido, y sobre la base de nuestra experiencia, nos hemos cruzado con la
persistencia de una inercia con la que se entienden muchas sociedades, a sí mismas, desde
una forma conservadora, aquella que aparece como legítima, desde la propia percepción de
lo identitario como algo estático, - a preservar y reproducir “para otros”- como socialmente
aceptable y deseable. Este fenómeno, en nuestros contextos, principalmente el ámbito
pampeano –que nos ocupa como caso de estudio- está quizás ligado al profundo proceso
de construcción identitaria nacional “desde arriba” que se interesó tanto de recordar el
dilema de CIVILIZACIÓN O BARBARIE como de hacer olvidar las huellas de los violentos
mecanismos materiales y simbólicos de construcción e instalación de “la civilización”.
Nos preguntamos sobre la necesidad de reforzar pensamientos conservadores o por la
posibilidad de generar pensamientos cuestionadores desde el patrimonio y al paisaje, desde
nuestro rol de especialistas, en vista de las formas de organización social que actualmente
se encuentran siendo atravesadas por demasiados discursos hegemónicos cada vez más
abarcadores y totales, que reinscriben lo particular, lo diverso, como notas de color, en el
mosaico de la multiculturalidad visual que el pensamiento único y la lógica del mercado que
imponen. La situación integradora del paisaje (cultural) en tanto espacio no gestionables de
manera sustentable si no es mediante formas inclusivas y construcción de consensos, nos
lleva a pensar las potencialidades de estas categorías en relación con la formación del
pensamiento sobre del patrimonio y sus usos. En este sentido estaremos comprometidos en
la gestión sustentable de territorios no sólo a incluir actores diversos, sino a posibilitar
interpretaciones que fragmenten los discursos homogéneos y estáticos del patrimonio como
potencial avance hacia una integración mayor en el campo, desde la teoría y la practica
entendidas como conjunto. El paisaje es patrimonio vivo en tanto que las dimensiones de lo
llamado “inmaterial”, -el conjunto de las representaciones plurales y dinámicas sobre el
mismo- se ponga en juego, incluidas en las formas de gestión territorial del mismo, como
una forma más de las maneras de administración del capital simbólico, en las que las formas
hegemónicas y el saber experto tienen un lugar preponderante que deberán compartir y
redistribuir entre los actores implicados en la gestión de lo vivo (como condición de
sustentabilidad) de esta forma particular de patrimonio. Naturaleza y cultura, uso y
conservación, se ven relacionadas con la necesidad de gestionar lo llamado “inmaterial”
(considerado como conjunto diverso de representaciones valoraciones y sentidos circulando
en relación al soporte material del objeto patrimonial de la escala que sea (Lopo, [2005]) no
sólo como capital en sentido estricto, sino como parte esencial de la discusión en una mesa
de negociación y gestión de las variadas dimensiones inmateriales que constituyen a esos
territorios como tales no solo las estéticas ó históricas, sino como el conjunto de todas las

22
demás dimensiones y representaciones políticas, económicas y de clase, que las
constituyen desde diferentes puntos de vista, que son justamente las que les dan su valor y
su potencial en relación al sentido que lo construye como patrimonio incluso desde y para la
meramente nominativo “desde fuera”, como los casos UNESCO, por ejemplo.
Para entender entonces algunas determinaciones sobre los discursos producidos y
circulantes sobre el territorio argentino, por ejemplo, podemos considerar que:
“La lucha por la apropiación del capital material y simbólico, surge, muchas veces, y en
este territorio en forma muy particular, en la dinámica político-demográfica del mismo,
atraviesa la construcción de imaginarios y relatos sobre él y sus paisajes, y finalmente por
supuesto, emerge en el momento de generar narraciones, “contenidos” para el manejo,
difusión y desarrollo a partir de los recursos culturales.” (Lopo, 2007 [2005])
En el proceso de construcción simbólico y material de estos territorios u objetos,
encontramos una dinámica compleja, en la que a pesar de ser formalmente participes todos
los implicados, (por diversos mecanismos y asimetrías que a simple vista surgen de los
llamados procesos de planificación participativa) muchas veces, nosotros tomamos parte de
forma diferencial y muchas veces sin la debida reflexividad (Bourdieu et al (1993) [1973]) El
rol del especialista en la profecía auto-cumplida del patrimonio –como legitimador de un
estado de las cosas determinado la mayoría de las veces verticalmente desde las formas de
construcción de la cultura hegemónica-) es funcional al conjunto de los valores de esas
voces que, de alguna manera, “han construido“ esos objetos y territorios y, a su vez, han
construido las categorías valorativas para “apreciarlas”, valorarlas y mantenerlas”.
No debemos olvidar, sin embargo, la contracara del fenómeno mencionado en la relación
entre memoria y olvido en el trabajo de Todorov, Ricoeur y otros (como el grupo de la
Academia Universal de las Culturas, 2006): es necesario también el de, consensuar,
también aquello que olvidar, para generar esas posibilidades de movimiento, que surge a
partir de la progresiva reinterpretación del pasado que nos localiza en el presente en
correspondencia a nosotros y los otros. En ese sentido lo que consideramos importante
rescatar es la necesaria gestión del olvido, pero la necesaria categorización de las texturas y
formas del mismo, en tanto que, se ha adjetivado a la memoria, pero no sustantivado a las
diversas formas del olvido y es justamente aquí, donde consideramos que podemos rastrear
las formas de circulación del poder en tanto impugnador o constructor de estos exilios a la
memoria. Justamente este es el punto focal del objeto de nuestro proyecto de trabajo
“Memoria y olvido en la construcción de paisajes patrimonio” sobre el cual nos avocaremos
a trabajar en los próximos años, a partir de haber entendido en el caso pampeano un
problema fundamental de esta dinámica (el olvido generalizado y diverso sobre varios

23
aspectos, cuestiones conflictivas, sobre el cual no podemos más que aventurar para este
texto estas primeras aproximaciones y avances en la revisión bibliográfica.
Consideramos que el progresivo exilio de sentidos, la simplificación de las pluralidades y la
mercantilización de los paisajes, los construye como espacios descargados de su vitalidad y
destruye -muchas veces- aquello que pretende distinguir y revalorizar.
Retomando a Criado Boado (1995), desde la arqueología del paisaje, la preeminencia de lo
material y su subsistencia como punto de anclaje de la verdadera historia, la historia (oficial)
del y en el patrimonio, (para el estadio del capitalismo como modo de producción) podemos
agregar que esta determinación es notoria y se constituye uno de los nudos centrales de la
concepción patrimonialista ortodoxa, en tanto ésta transforma el relato en historia, en el
relato de las evidencias. Lo material se impone por la fuerza de su presencia, su corporeidad
a lo no-material en este modo particular de producción. Este testimonio material puede, en
otros modos de producción, no estar presente, ni dejar marca o huella, por dos causas de
interesante interacción Por un lado, puede ausentarse, acorde con las características
propias de la relación entre una cultura con su medio ambiente natural, por ejemplo, por no
necesitar la marcación territorial y que, de acuerdo con sus propias estructuras
sociopolíticas, no requiriendo mayor marcación material en el espacio, sino sólo algunas
intervenciones de baja durabilidad y poca trascendencia temporal. Esto mismo, debemos
reconocer, contribuye a un proceso de olvido mucho más eficaz pensado desde esta lógica
en la que nos movemos. Pero de la misma manera que desaparecen las marcas
territoriales, por baja presencia o por destrucción, desaparecen también los relatos de la
memoria en la construcción de una historia, y esto no tiene que ver con su materialidad, sino
con la dinámica social de la construcción de los olvidos. Por el otro lado, esta baja
inscripción material, puede más sencillamente “olvidarse”, reprimirse, desaparecer, pero no
se hace eficaz sino por la imposición acorde al resultado de la contienda con la cultura
hegemónica como parte de la lucha y la des-estructuración de un sistema cultural al menos
como posibilidad de continuidad “narrable” de esta tradición previa.
Siguiendo el juego de las construcciones por oposición, vigente en la gestión patrimonial,
pero que consideramos debe revisarse en manera urgente, creemos que una oposición
fundamental, omitida, podría ser la de patrimonio PRESENTE-AUSENTE (incluso aquel
presente construido desde la nominación “como patrimonio”) o en otros términos la de
patrimonio CONSTRUIDO (MANTENIDO Y NOMINADO) Y EL DESTRUIDO (olvidado, omitido,
excluido) Este proceso permite transformar a lo desaparecido en lo que denominamos
“DESTRUIDO”, por no poder hacer presentes, perpetuas o permanentes -ni siquiera los relatos

24
en la memoria- debido esto a que, en nuestro caso pampeano, se hace desaparecer y se
desarticula al componente poblacional y su cultura portador vivo de ese patrimonio.
Una cultura no se “destruye” solo por ser expropiada ésta de su territorio o de su
posibilidad de explotación y posesión material del mismo, sino mediante operaciones
complejas de mecanismos por parte de los conquistadores, por los cuales se logra
establecer, “que ya no es bueno ser lo que se era antes”, sino que “conviene ser otra
cosa”... La construcción de categorías dicotómicas para el análisis y la
interpretación del patrimonio no hace, de diversas formas, más que reproducir las
dinámicas de esta lucha, en este caso, en forma muy particular, dado que la fijación
de los sentidos reside en esta postura “de la evidencia”, y esa evidencia, más allá de
ser la que es producto de la contienda y por tanto de su resultado, no es otra que la
evidencia de la producción de lo construido por los “vencedores” de la misma.
(LOPO, 2007 [2005])
Aquí la necesidad de narrar esta destrucción toma un lugar preeminente en la reflexión
sobre los procesos de legitimación de la memoria en el patrimonio-paisaje y luego sobre la
propia práctica de la generación de relatos desde muchas disciplinas, al abordar problemas
patrimoniales para su difusión, que pueden inscribirse en este proceso de silenciamiento o
destrucción de varias maneras por ejercer prácticas irreflexivas, en algunos casos por
acción o por omisión, obturando la posibilidad transformadora que puede tener el manipular
la historia, la memoria y la identidad.

5. Alternativas clasificatorias y muchos dilemas para la construcción de un modelo


abarcador
Preferimos entender y pensar la dimensión asociativa (UNESCO, 2005) de los paisajes
(culturales) de esta manera, como el necesario sistema de intercambios (luchas y
apropiaciones) de capital simbólico que circula en estos territorios considerados de recursos
potenciales. En este sentido es necesaria la consideración de la creación(antrópica) de los
mismos o su consideración como tales y su evolución como característica inherente,
siguiendo las mismas tipificaciones para su caracterización (UNESCO, 2005).
La dimensión asociativa, siempre sería considerada así como el conjunto de los relatos
sobre los mismos que circulan y que debería incluir a las construcciones de las
nominaciones que los recortan o “distinguen” (Bourdieu 1999) como objeto patrimonial como
una de las dimensiones asociativas de mayor impacto en relación con algunos de esos
paisajes especialmente considerados “de valor” para la humanidad. Entre todas los relatos
recordados (y la de los olvidados) como las dimensiones asociativas y en relación necesaria

25
los actores que las producen y trans-portan (local y extra localmente) podemos pensar otra
forma de clasificar y tipificar -más allá de las ineludibles operaciones de fragmentación
analítica- una clasificación sobre la base de las formas de gestión y relato del territorio y los
balances y des-balances de los mismos, como así de las apropiaciones simbólicas. Son las
que definitivamente nos permitirán entender las formas de memoria o de historia que los
paisajes pueden constituir y su potencialidad integradora en cada caso.

Una lógica proposicional para los paisajes en su dimensión semiótica: PAISAJES


HACIA/ DESDE y DENTRO/ FUERA
Una forma de construir categorías que den cuenta de diferencias especificas entre paisajes
(culturales) reconocidos y gestionados como tales, pueden ser aquellas que, en definitiva
dan cuenta de las apropiaciones y expropiaciones y construcciones de los discursos que los
recortan como tales, sus integrantes y los fines de esa construcción; que, nos permiten, por
lo tanto, pensar en cualidades diferentes para los paisajes en tanto pertenecientes a una
comunidad, o expropiados, gestionados DESDE ella o DESDE fuera; PARA ella o para los
turistas, una mínima y atrevida clasificación inicial sobre la base de estos criterios de
inclusión exclusión (de gente y de relatos).
Nos permitimos aventurar esta topología, como otra modalidad clasificatoria, en relación con
esta variable, que es, en muchos casos determinante de la construcción y la evolución de
estos espacios territorios como patrimonio, pensando sobre la base de algo de la
experiencia observada en nuestro medio latinoamericano. Consideramos esta una forma un
poco más compleja de tipificar partiendo de la apropiación y la finalidad (de los destinatarios
de los discursos) de la comunidad sustento que da origen al dicho patrimonio, como una
manera de incorporar la dimensión que hace a la diferencia especifica del paisaje cultural
como patrimonio y de especificar diferencias entre mecanismos de construcción entre los
territorios construidos bottom up o top down. En ese sentido las relaciones son difusas y el
análisis pormenorizado también destruiría la posibilidad de crear categorías, pero como otro
juego de artificios podemos permitirnos una clasificación topológica con relación a las
dinámicas de localización de los gestores del relato y constructores de memoria y los
receptores del mismo. En estas clasificaciones, como en las formas efectivas de gestión del
patrimonio a escala territorial, reconocemos ahora como condiciones de producción,
ineludibles, las categorizaciones UNESCO, en dos dimensiones:
a) como referente para las construcciones de categorías, incluso de nuestra propuesta como
gestores insertos en este sistema de gestión siempre-desde-fuera, pero que es parte de las
reglas de producción de discurso en este campo.

26
b) en relación con la gestión “desde abajo”, pensando que la necesidad de gestión de un
territorio siempre implica un posicionamiento para su “explotación simbólica”, su uso, para
un otro.
En ese sentido, la nominación de un territorio como paisaje (cultural) parece siempre
relacionarse con el fin de promoción del mismo como recurso económico. Estos productos,
así, siempre entran en el inter-juego con los discursos de referencia sobre el patrimonio
circulante, que en esta escala no pueden eludir su explotación para las industrias culturales,
en casi todos los casos. De una u otra manera, en mayor o menor grado, se constituye
cualquier tipificación con referencia a la gestión que condensan el poder de la gestión,
siempre en pos de una búsqueda de reconocimiento externo y de un posicionamiento
competitivo (y publicitario) que implique la circulación de estas imágenes y las coloque a la
“par” de los grandes paisajes-territorios mundiales como producto-consumible o como
distinguida competencia.
Creemos, sin embargo, que la diversidad de mercados en construcción al respecto y los
resultados de algunos modelos de gestión pueden permitirnos visualizar la potencialidad de
maneras alternativas que impliquen minimizar esta colocación en pos del mismo mercado,
buscando nichos diferenciales (TARGETS) incluso, como la construcción de productos
alternativos (más "distinguidos”), dado que este proceso es parte de la lógica del mercado.
Consideramos oportuno visualizar las formas alternativas de gestión, no sólo como lógicas
inclusivas y contenedoras sino también como oportunidades de desarrollo integral.
En el estado de las cosas, la invisibilización de los sistemas en conflicto y del conflicto en los
sistemas es determinante para la criba de esta selección con relación a la venta del
producto en los mercados del ocio, en mayor o menor grado.
Al problema que relacionábamos en otros textos como PROBLEMA DE LA VOZ Y LA MIRADA,
proponemos esta tipología situacional, como una forma de incluirlo como componente
fundamente al para la comprensión de su forma de producción social y como manera de
abarcar, desde el vamos, algunas de las características de los valores asociativos que se
reconstruyen desde estos reconocimientos, para no perder de vista ese conjunto de relatos
y el impacto nominativo, en el proceso de su gestión, considerando a estos impactos, como
claves para la gestión sustentable y para el propio reconocimiento.
A) Paisajes “DESDE FUERA Y HACIA FUERA” y el paradigma global: Las determinaciones
enumeradas sustentan y promueven la gran mayoría de los mecanismos estatales y muchos
privados, para la generación de estrategias de puesta en valor y “venta” de los territorios
como recurso para la industria turística (u otras industrias culturales) generalmente en

27
referencia a un reconocimiento extra local, de cuyo modelo las nominaciones de “Patrimonio
de la Humanidad” son referente.
B) Paisajes “DESDE FUERA Y HACIA DENTRO”: El paradigma nacional. Es la alternativa de
alcance intermedio, en la cual lo considerado en el modelo anterior, de alcance
internacional, se repite en menor escala al interior de los Estados. En este sentido permiten
mayor particularismo y rescatan diferencias intra-estatales, que se pretenden construir
especificidades a escala interna del Estado, reconociendo las pluralidades en el ámbito
regional provincial, o municipal.
C) Paisajes “DESDE ADENTRO HACIA FUERA” y el paradigma holístico: pretenden
sincronizar sus criterios de gestión con las realidades socioeconómicas específicas de
diferentes contextos, trabajando algunas variables en forma peculiar en pos de generar una
sustentabilidad en relación con la esfera local. Quizás en relación especular negativa con los
conceptos que determina las prácticas más comerciales y mercantiles de imágenes,
debemos considerar asimismo, que la autogestión local, raramente está organizada muy al
margen de los discursos hegemónicos en este campo.
D) “Desde dentro hacia adentro” Ámbitos de escasa reconocimiento para una gestión
de Recursos Culturales, Existen, sin embargo, ámbitos que permanecen sin inclusión en
las categorías de paisajes que nos visibilicen como sociedad compleja pero que son muy
“representativos”. Esta exclusión, que parte de lo “estético” hegemónico, pero se basa en
una exclusión anterior desde lo económico y lo político, brinda como máxima inclusión de lo
“exotizado”, no otorgando al público, por ejemplo, la posibilidad de la experiencia de
“paisajes” del conflicto, o los cotidianos. No excepcionales ni únicos
El conjunto “a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por,
según, sin, so, sobre, tras” podría analizarse en pos de construir la lógica proposicional, o la
topología, para una clasificación de paisajes, atendiendo a su modo de producción como
proceso semiótico y a las formas de representación de paisajes en pos de un
reconocimiento extra local, como es el caso del patrimonio.
Encontramos en este tentativo proceso de clasificación, que podría completarse
describiendo otras variables que lo definen, que evitaremos por razones de espacio, algunas
ideas y muchas cuestiones que abordar con mayor detenimiento, en relación con las
intenciones de la gestión, las voces y su legitimidad y los relatos como consensos de las
tramas conflictivas, por ejemplo, un problema para pensar el el problemas de la clasificación,
como los de la voz local. Como hemos tratado extensamente en otros textos (Lopo [2005])
y seguimos elaborando, la creación de la ilusoria voz local únicamente sobre la base del
concepto de Jus soli, o en el mejor de los casos, jus sanguini, en relación al territorio del

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paisaje en cuestión no se constituye un criterio de selección suficiente para la inclusión o la
exclusión de las voces posibles. Consideramos que las comunidades relacionadas al
espacio y la historia del mismo, que pueden aportar al proceso de decisiones, son todas
aquellas vinculadas, aunque no sea por la inmediata posesión del territorio o los vínculos de
sanguineidad. En este sentido los sistemas de significación ocupan un rol principal para
entender que entramados de sentido pueden o deben repensarse en relación con un
paisaje, incluso en las más distantes asociaciones como planteábamos en nuestra noción de
hipertexto y red (como modelo)
¿Es entonces lícita la intervención de Autoría de un “investigador, para reestructurar un
equilibrio menos dispar de relatos?, ¿Va esto en favor o en detrimento de los intereses
locales?, ¿Quién habla en nombre de los muertos? (LOPO 2007[2005])
Ante esto era evidente el problema del nosotros faccional (E. Pritchard, 1977 [1940]) y
algunas revisiones sobre los conceptos estáticos de identidad podrían a la consideración de
tema ; en rigor, lo que es determinante, quizás para una clasificación más completa, sería el
poder determinar, los contextos en los cuales se construyen estas clasificaciones, y las
variables que operan como principales en las modificaciones territoriales de estos ámbitos,
nominados patrimoniales: además del “desde” o el “hacia” considerando al para, en un
grado más fino , otras alternativas serían EL SEGÚN quien o CONTRA o ANTE quien y el
DESDE quien sin mencionar el CON QUIEN y SIN quienes (inclusión exclusión) es decir,
localizar otras partes del proceso comunicativo y cultural que es la construcción de un
paisaje cultural, material y simbólicamente, a partir del análisis de las voces participantes,
diacrónica y sincrónicamente.
Ahí encontramos el punto clave de nuestro trabajo, qué rol podemos jugar, y estamos
jugando por default, en este proceso de construcción de sentido. Una alternativa primaria es
reconocer nuestra participación como determinante en muchos procesos, “vigilarnos
epistemológicamente” y por las razones ya expuestas, poder ver al otro y encontrar el lugar
del nosotros (desde fuera) para esta producción. Una alternativa surge en considerar
nuestras acciones como parte de los procesos de constitución de consensos y entender el
plus de valor que puede otorgar la constitución de proyectos de gestión desde arriba-incluso
como “actos territorializantes” (Lopo, Verdini, 2006) “desde arriba” (top down) que implican
un posicionamiento activo del Estado como constructor de memoria y vuelven a aparecer
como alternativa para la legitimidad de las construcciones, pero revisadas en el sentido
intervencionista reparador, que aparece a veces con intenciones mediadoras o reparadoras,
si se realiza de una forma lo más horizontal posible, como un acto que permita generar, al
menos, debate local sobre lo que es o no es necesario incluir como un paso hacia la

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construcción de comunidad a partir de una población, con relación a su territorio. La idea de
acto territorializante implica al menos la posibilidad de que una gestión material (desde
fuera) impulse un debate y reconsideración de lo local (hacia adentro).
Ante la necesaria imposibilidad de acceder a consensos totales, se nos hace imprescindible
prestar atención a las acciones impugnatorias (desde abajo) que también podemos
considerar como voces a oír en relación a lo nombrado patrimonio y por qué no, y por qué
no, como discurso “patrimonio” en sí mismo (Samar Lopo, 2006) para darles su espacio en
la gestión de un relato que de cuenta de los conflictos que circulan las acciones
impugnadoras surgidas desde lo popular, bottom up, que se pueden entender como
parámetros legitimación de los “patrimonios construidos” y posibilitarnos en revisar el sentido
de acciones materiales que por lo general desestimamos.
Para concluir: El separar territorios-paisajes y sentidos-valoraciones-significados-versiones -
como si fuera posible- muchas veces implica una construcción de silencio, ejercido por la
voz de estéticas uniformes y estereotípicas - que no deja apreciar al “otro”, en su propia voz,
a partir de la dimensión material y visual específica desde la que se gestiona desde y para
afuera mayormente. Muchos de los sentidos silenciados en los territorios son conflicto y por
lo tanto en el momento de gestión, los grandes silencios podrían convertirse incluso en
bases potenciales para la ampliación de los recursos con miras a un desarrollo social,
económico y cultural inclusivo, dinámico y plural.
Las voces hegemónicas y los silencios son insumos básicos para dar cuenta de la
problemática de la memoria-olvido / memoria/ historia (oficial) en relación con la gestión de
paisajes (culturales).
En la experiencia examinada, esta inquietud aparece a menudo -y en muchas de las últimas
reuniones y producciones sobre el tema, vemos que se encuentra en reelaboración el
problema de la significación de los sitios y hay tan pocas herramientas conceptuales para
manejarlas como exceso de técnicas para abordar a la conservación de las piedras,
alfombras, vitrales o hierros oxidados (prioridad hasta el momento), este fenómeno da
cuenta del estado de la cuestión y del funcionamiento del campo en relación con el manejo
de las variables culturales y de la construcción de una historia en particular.
Estas consideraciones, vistas desde los contextos que dieran origen a estas reflexiones, la
Pampa Austral” o el “Nuevo Sur” en donde la construcción de la constitución cristalizadas a
partir de las comunidades imaginadas por los gestores de un proyecto de elite desde fines
del S. XIX, para simplificar a la complejidad cultural surgente, sobre la cual la Argentina -
parafraseando a Halperin Donghi- debió construir (primero) un desierto para (luego) dar
lugar a la nación Argentina” (Halperin Donghi, 1992). Ese proceso particular de la región

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pampeana, pero que no escapa a relacionarse con casi todos los demás ámbitos nacionales
a los cuales además intentó imponer algo de su “argentinidad” (pampeano-porteña) es, a
nuestro criterio, un punto clave para pensar en revisar las concepciones paisajes y
territorios, de la especie que sean, al menos en Argentina. Podemos pensarnos, inclusive,
dentro de las sociedades con pasado traumático reciente, en las cuales el rol de Estado y de
los gestores es parte del conflicto –aventuramos, aun sin revisar en muchos campos-.
Recientemente en la IX reunión del Forum UNESCO “Universidad y Patrimonio” sobre
Paisajes Culturales, de Newcastle, 2005 se ha comenzado –quizás impulsado por el ámbito
de su realización- el “Reino Unido”, a encontrar un espacio de expresión para
particularismos que intentan gestionar ámbitos de memoria de conflictos, en este caso, las
voces de irlandeses y galeses (entre otras minorías) se hicieron sentir en el foro y se ha
llegado a incluir en las conclusiones como último párrafo de las últimas consideraciones esta
cuestión, la Declaración de Newcastle, en su apartado 4.0, de la sección titulada, “Además
destacan que”, nos dice:
4.9. “Los paisajes culturales que representan dolor humano, el sufrimiento, la muerte, la
guerra, la terapia, la reconciliación y la memoria, deben ser tenidos en consideración, no
solamente con respecto a su inscripción en la lista del patrimonio mundial, sino también
por su papel en la conservación, investigación, educación comprensión mutua y creación
de paz.” 8
Debemos señalar asimismo que en este ámbito se han construido además algunas
reflexiones sobre las problemáticas señaladas, que pensamos, poco a poco, se irán
haciendo lugar en el seno de la institución, pero que consideramos que las dimensiones del
“conflicto” merecen incrustarse a los ámbitos de las supuestas armonías (de base estéticas)
como forma constitutiva, propia de la transformación territorial, en pos de un
reposicionamiento de los “observadores” respecto a la participación en la propia historia de
la que ellos son la parte fundamental, como actores en un proceso dinámico, que siempre
continua.
Si los estereotipos son sólo una forma de construir in-comunicación, a partir de la
estructuración de diferencias tolerables y no de vínculos humanos; si las luchas fueron y son
parte constitutiva de la identidad latinoamericana, y si con el discurso instaurado y la falta de
crítica, se repiten eficazmente mecanismos de olvido, arrinconando a las mayorías hacia
varias formas exclusión, con una permanente insistencia en la des-memoria y la
pacificación, creemos necesario en primera instancia re-pensar en los mecanismos de los

8
(Subrayado propio, en donde permanece visible la intención teleológica de la búsqueda de armonías, por otro
lado “construyendo un espacio especial para el conflicto, como si el resto de los paisajes no lo contuviera debajo
de sus superficies”).

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silenciamiento, para poder así tratar de incorporarlos al conjunto de los discursos que dan
sentido y construyen el patrimonio como tal. En palabras de Dominique Lecourt, refiriéndose
al papel de la ciencia respecto a temas de la memoria, apela a estar -al menos- en su
criterio “prestos a sonar la alarma cuando, desde un pasado mal asumido, por no haberlo
analizado suficientemente, resurge un monstruo horrible” (AUC:2006 [1999]) o en términos
de Alain Touraine, refiriéndose a los roles diferenciales de la memoria, la historia y a la
oportunidad de revisar la relación memoria-historia “la memoria representa también la
liberación de los pobres y de los dominados, respecto de la historia escrita por los
dominadores... como recuerda Eco, la memoria colectiva resiste a las representaciones
reconocidas y transmitidas por la historia.” (AUC:2006 [1999]). Proponemos entonces un
ejercicio de trabajar estas memorias y revisar la relación que estas han tenido con la historia
que se relata en el patrimonio para poder encarar un futuro menos monstruoso y construir
nuevos paisajes (culturales) en los espacios de los que hoy somos actores.
La historia intelectual de la humanidad puede considerarse una lucha por la memoria. No es
casual que la destrucción de una cultura se manifieste como destrucción de la memoria, la
aniquilación de textos, el olvido de los nexos (Lotman: 1970)
Y creemos finalmente, como estrategia, la de explicitar y recordar los nexos, en la forma
más extensa posible, como parte fundamental de un desafío por una nueva gestión
patrimonial que pueda hacer sustentable el objeto territorial al que se refiere con una base
de legitimidad lo más diversa posible. La pregunta acerca de la “productividad” de la
reflexión sobre pasados dolorosos y revisión del mismo en las memorias o el preferir la
repetición de algunas armonías y el olvido de lo no-agradables, queda a exclusiva
responsabilidad del lector.

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• Imágenes

Referencias sobre las imágenes

Imagen 1. Buenos Aires, Costanera Sur, 2005

Imagen 2. Buenos Aires, Costanera Sur, 2005

Imagen 3. Buenos Aires, Costanera Sur, 2005

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Fuente de imágenes:
LOPO, M: (2005) Buenos Aires [Negativo 35mm C] Imágenes 1, 2, 3.

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