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ANDRÉ LACOCQUE

PAUL RICOEUR

PENSAR LA BIBLIA
Estudios exegéticos y hermenéuticos

Traducción de ANTONIO MARTÍNEZ RlU

Herder
Versión española de ANTONI MARTÍNEZ RIU de la obra de ANDRÉ LACOCQUE y PAUL RlCOEUR
Thinking Biblkally, The University of Chicago Press, Chicago, Illinois, USA.

A
Simone Ricoeur,
de bendita memoria
Diseño de la cubierta: CLAUDIO BADO y MóNICA BAZAN
6 de enero de 1998

«Pondré mi espíritu en vosotros, y reviviréis»

Ezequiel37, 14

© 195>8$> The University of Chicago.

© 2001, Empresa Editorial Herder, S.A., Barcelona

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ÍNDICE

Prefacio 11

Génesis 2-3 23
Grietas en el muro. ANDRÉ LACOCQUE 25
Pensar la creación. PAUL RlCOEUR 51

Éxodo 20,13 87
No matarás. ANDRÉ LACOCQUE 89
«No matarás»: la obediencia amorosa. PAUL RlCOEUR 127

Ezequiel 37,1-14 153


De muerte a vida. ANDRÉ LACOCQUE 155
Centinela de la inminencia. PAUL RlCOEUR 179

Salmos 22 197
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
ANDRÉ LACOCQUE 199
La lamentación como plegaria. PAUL RlCOEUR 221

Cantar de los cantares 243


La Sulamita. ANDRÉ LACOCQUE 245
La metáfora nupcial. PAUL RlCOEUR 275

Éxodo 3,14 313


La revelación de las revelaciones. ANDRÉ LACOCQUE 315
De la interpretación a la traducción. PAUL RlCOEUR 337

Génesis 44 367
Un relato ancestral: la historia de José. ANDRÉ LACOCQUE 369

Zacarías 12, 10 401


«Et aspicient ad me quem confixerunt». ANDRÉ LACOCQUE 403
PREFACIO

El libro que el lector está a punto de leer es resultado de una colabora-


ción inusual. Reúne a un exegeta, especialista en la Biblia hebrea, y a un filóso-
fo, que se identifica con la denominada escuela hermenéutica. Ambos autores
decidieron leer y comentar los mismos textos tomados de la Biblia hebrea. Pri-
mero escribió su aportación el exegeta, y luego el filósofo le daba respuesta. Segui-
damente, ambos revisaban sus contribuciones respectivas, de modo que la redac-
ción final diera lugar a un libro en el que la obra de cada autor tuviera en cuenta
la del otro. Nuestro campo de trabajo se circunscribe deliberadamente a textos
«fuertes» del Antiguo Testamento, representativos de los diversos géneros litera-
rios bíblicos: mítico, narrativo, prescriptivo, oracular, apocalíptico, hímnico, sapien-
cial; y a un texto sui generis, además, tomado de Éxodo 3, sobre el nombre de
Dios.
Con la mira puesta en tratar de todos los géneros literarios, André LaCoc-
que es autor único de dos ensayos complementarios; uno sobre la historia de José
en el libro de Génesis, y el otro sobre un oráculo profético sumamente contro-
vertido de Zacarías 12,10. En esta especie de monólogos, no menos que en las
partes dialógicas de este libro, el lector hallará el mismo tipo de movimiento
de trayectoria que caracteriza el resto de ensayos.
En lo que sigue, en este Prólogo, hablaremos como una sola voz y expli-
caremos las bases de nuestra colaboración.
A simple vista, puede parecer que nuestros planteamientos difieran hasta
el punto de estar en oposición mutua. El exegeta recurre al método histórico-
crítico, modificado a la luz de las consideraciones metodológicas, de que luego
tratamos, que han hecho posible nuestra colaboración en este volumen. Con
todo, el método histórico-crítico plantea unas exigencias precisas, que podrían
calificarse de científicas sin que sea abusar de la expresión. Son éstas suficiente-
mente conocidas, de modo que no hay necesidad alguna de citarlas aquí. Pre-
ferimos más bien hablar de los matices y complementos que hemos añadido para
ir más allá de las mismas.
Por su parte, el filósofo toma en consideración la recepción del texto bíbli-
co entre los pensadores inicialmente marcados por la filosofía griega y, luego, por
la moderna. Y no es tanto la diversidad entre estos dos modos de pensar que se

-;/-
Pensar la Biblia Prefacio

han ocupado de la Biblia lo que es origen de problemas cuanto la introducción,


en el comentario de textos bíblicos, de instrumentos del pensamiento -concep-
tos, argumentos, teorías- forjados fuera del ámbito bíblico del pensar, de los grie- I
gos hasta el presente.
Desde esta oposición inicial, sólo esquemáticamente indicada ahora, podría Comenzando por la parte del exegeta, queremos señalar de qué modo, apro-
concluirse que hay una radical heterogeneidad entre ambos ejercicios de lectu- piado a su disciplina, hemos sido capaces de integrar en el método histórico-crí-
ra presentados en cada sección de este libro. ¿No pretende ser uno de ellos eru- tico uno de los planteamientos más interesantes que se han conseguido en los
dito, hasta científico, mientras que el otro sólo busca ser filosófico? ¿No se orien- recientes estudios bíblicos, que podemos denominar correspondientemente la
ta uno hacia lo que está detrás del texto, hacia su arqueología, mientras que el Wirkungsgeschichte o hasta la Nachgeschichte de los textos sagrados. En castella-
otro mira hacia lo que viene después, hacia su teleología (como si, en realidad, no, podríamos decir su primer plano, o su historial tradicional, en el sentido
todas las lecturas sucesivas estuvieran unidas por un único telos, algo que está de una historia que es al mismo tiempo tradición, donde la palabra tradición
lejos de ser verdad)? Esta aparente antinomia entre retrospección y prospección, debe ser entendida en un sentido más dinámico que estático. Gracias a esta aña-
entre producción del texto y recepción del mismo, es lo que deseamos que las didura, el enfoque exegético se abre a la consideración de los modos y maneras
páginas que siguen refuten. como ha sido recibido un texto, a lo que el filósofo intenta añadir todavía otra
Por un lado, el exegeta no pasa por alto el papel de la lectura en la elabo- dimensión. ¿Qué consideraciones determinaron esta expansión del método his-
ración del sentido del texto, cosa que podría pensarse que sólo concierne al filó- tórico-crítico?
sofo. También toma en consideración el hecho de la lectura en su metodolo- El primer factor que la exégesis toma en consideración guarda relación con
gía, de un modo del que luego hablamos. Por otro lado, el filósofo no ignora el el papel que desempeñó la escritura en la formación del corpus bíblico. La lec-
carácter específico de los textos pertenecientes al corpus bíblico, como tampoco tura es una respuesta a esta escritura, hecha de múltiples maneras de las que lue-
niega la originalidad de la manera hebrea de pensar y luego de la cristiana. En go trataremos. Observemos simplemente, por el momento, que el primer efec-
realidad, es tan consciente de ello, que el mismo concepto de filosofía cristia- to del leer es conferir autonomía y existencia independiente a un texto que,
na, o hasta de una «metafísica bíblica», tiempo ha propuesto por Étienne Gil- por lo mismo, queda abierto a ulteriores desarrollos y nuevos enriquecimientos,
son, le parece totalmente inadecuado. todos los cuales afectan a su verdadero sentido. A la luz de esto, nos gustaría
Es en términos de este doble mecanismo, con el que cada uno hemos acep- recordar la maravillosa frase de Gregorio Magno, a quien Pier Cesare Bori cita
tado el trabajo del otro, como desearíamos ahora referirnos brevemente, justi- en su libro significativamente titulado L'Interpretazione infinita: «La Escritura
ficándolo, al título Pensar la Biblia, que nos pareció caracterizaba a cada una crece en sus lectores».
de las fases del viaje que emprendimos a través de estos textos. El primer corolario de esta tesis sobre la autonomía del texto es el aban-
dono de la preocupación, tan característica de la hermenéutica romántica y aso-
ciada al nombre de Friedrich Schleiermacher, de recuperar las intenciones del
autor y de ponerlas como determinantes de toda interpretación. Sin afirmar que
las investigaciones que tienen que ver con el autor o la fecha y lugar de pro-
ducción de un texto no tienen nada que ver con la pretensión de entender un
texto -los estudios que constituyen este volumen confirmarán este punto—, sos-
tenemos que el sentido de un texto es, en cada caso, un acontecimiento que nace
en la intersección, por un lado, de las constricciones que el texto se impone a
sí mismo y que, en buena medida, se refieren a su Sitz im Leben, con las distin-
tas expectativas, por el otro lado, de una serie de comunidades de lectura e inter-
pretación, que los presuntos autores del texto en consideración nunca pueden
haber previsto.
El segundo factor que impulsa al exegeta crítico a considerar la historia sub-
siguiente, que antes llamamos primer plano o historia tradicional, es el registro

-13-
Pensar la Biblia Prefacio

del texto, contemporáneo a la formación de su primer plano, en términos de una El estadio literario de la redacción de las Escrituras hebreas no fue nunca
o varias tradiciones, que a su vez han dejado su estampa en el texto en cues- concebido como una manera de cortar su curso vital. Por ejemplo, los oráculos
tión. Esto es especialmente evidente en el plano literario, cuando se trata de seguir no fueron consignados por escrito por los discípulos de los profetas con la idea de
la pista de la formación y acumulación de estas distintas lecturas de la tradi- que, al haber sido pasada ya la página, podía ahora uno ocuparse de otros asun-
ción dentro del mismo canon de la Escritura. Lo que entonces se pone de mani- tos. Totalmente a la inversa. Durante su fase oral, estos oráculos tenían una exis-
fiesto es que el proceso interpretativo no se limita a restaurar la fuente del tex- tencia marcada por la expectativa, ella misma abierta a un horizonte que no tenía
to a lo largo de esta secuencia de repetidas actualizaciones, sino que más bien otros límites que su cumplimiento. Una vez escritos, estos oráculos adoptaron
este proceso re-inventa, re-configura y re-orienta el modelo. Este segundo fenó- un modo de existir que los transformó, pero que no les puso punto final. La his-
meno nos aleja algo más del principio hermenéutico de la autoridad que se vin- toria revistió de carne a la visión profética, gracias a lo cual esta visión fue consi-
cula a la presunta intención del autor. En este sentido, el fenómeno a que alu- derada digna de inscribirse en esa memoria colectiva que se asegura por la media-
dimos bien podría considerarse una «trayectoria» que tiene su origen en el texto ción del texto escrito. El proyecto de confiar un texto a la escritura, por tanto,
mismo. De hecho, en un momento determinado hasta consideramos la posibi- lejos de quedar encasillado en la retrospección, resulta ser primordialmente pros-
lidad de usar Trayectorias como título adecuado para este libro. pectivo. La confirmación histórica hay que considerarla siempre un cumpli-
El tercer factor, el que más ha de tener en cuenta el exegeta, tiene que ver miento meramente parcial Acontecimientos, cuyo curso fue previsto, se vuelven
con la conexión que hay entre el texto y una comunidad viva. Este factor deri- paradigmáticos, gracias a su interpretación profética. Apuntan aquéllos hacia
va de otros factores anteriores concernientes a la historia de la tradición o de una determinada dirección. Determinan una orientación histórica. En suma,
las tradiciones incorporadas al corpus bíblico. En este sentido, la orientación ori- participan de la naturaleza de la Tora. Por ello la redacción textual no cierra un
ginal hacia el acto de lectura, constitutivo de la primera forma de la recepción capítulo, aun cuando la crítica histórica pueda limitarse a un análisis de la fase
de un texto, puede ser observada, en el plano de la Biblia hebrea, en lo tocante inicialmente oral de la existencia de un texto, desconectado de su desarrollo pos-
a su relación con el pueblo de Israel. Aquí, la recepción no es sólo lectura, ni que terior. Ésta es la razón por que la parte exegética de la presente obra ha sido con-
sea lectura erudita; es una palabra nueva dicha en relación con el texto y surgi- cebida como una ampliación del método histórico-crítico, completada con una
da del texto mismo. exploración del «primer plano» del texto en consideración. Se le trata como un
De hecho, desde esta perspectiva habla la tradición judía tardía de una «Tora texto escrito, el texto que la tradición de la lectura puso en marcha, re-hecho y re-
escrita» acompañada de una «Tora oralmente transmitida». No hay separación vitalizado. Se toma en consideración el dinamismo del texto; su curso y su tra-
alguna entre ambas; la segunda constituye la ampliación de la primera, de su yectoria se rastrean partiendo de este supuesto.
vitalidad y de su capacidad de llenar el horizonte temporal. A este aspecto, el Este dinamismo textual se encuentra en casi todos los géneros representa-
principio hermenéutico de los reformadores del siglo XVI —resumido en la frase dos en la literatura bíblica. El mismo carácter anónimo de los textos bíblicos
sola scriptura— no resulta sostenible en el plano hermenéutico. De hecho, él fue puede interpretarse desde este punto de vista, al ser conscientes los «autores ori-
parcialmente el responsable del divorcio que la exégesis cristiana de la Biblia ginales», desde el comienzo, de la irremediable incompletud de su trabajo, que
hebrea introdujo entre el texto y el pueblo de Israel. Cortados sus vínculos con busca ser «rememorado»; en otras palabras -teniendo presente la interpretación
una comunidad viva, el texto queda reducido a un cadáver manipulado para la bíblica del término «memoria»—, su trabajo pide ser re-modelado, re-actualiza-
autopsia. A pesar de sus múltiples méritos, la exégesis moderna se encuentra do por la comunidad, único sujeto agente de estos textos. Estas observaciones
en gran parte viciada por esta concepción de un texto fijo, reducido de una vez nos dan la oportunidad de añadir otro detalle concerniente a la noción de «tex-
por todas a su forma en curso. El reciente criticismo «canónico» contribuye —a to». Hablábamos antes de la autonomía de un texto. Este rasgo se aplica al autor
pesar suyo, a decir verdad— a esta errónea concepción de un texto sagrado. Y el del texto, no a su audiencia. El texto existe, en última instancia, gracias a la comu-
método histórico-crítico en su forma amplia marcha aún más fácilmente en esta nidad, para uso de la comunidad, con la mirada puesta en dar forma a la comuni-
misma dirección. De un modo artificial, considera completo el desarrollo de las
dad. En otras palabras, si tomamos la relación con su autor como trasfondo de
Escrituras con el establecimiento de su redacción final. Es casi como si alguien
un texto, la relación con el lector o los lectores viene a ser su primer plano. Debe-
pronunciara la oración fúnebre de alguien que todavía está vivo. La oración fúne-
mos, en consecuencia, afirmar de forma enfática que el primer plano sobrepasa
bre podría ser cuidadosa y adecuada, pero en todo caso sería «prematura», como
al trasfondo.
podría haber dicho Mark Twain.
Lo que hemos dicho sobre la relación entre los textos de la Biblia hebrea
Pensar la Biblia Prefacio

y la comunidad del pueblo de Israel ha de repetirse en relación con los textos del lidad instituida por la supuesta intención del autor-, sino multidimensional, tan
Nuevo Testamento. Fue también por respuesta a las necesidades y expectativas pronto como se toma como algo que no ha de ser leído sólo a un nivel, sino
de una comunidad viva la razón por la cual se redactaron estos textos. Y estas según diversos planos a la vez por una comunidad histórica marcada por inte-
necesidades y expectativas deben restaurarse, si queremos entender el sentido de reses heterogéneos. De la misma manera que una obra de arte se presta a varias
estos textos en los términos de su composición y redacción coetáneas. Por ello, interpretaciones, cuyos efectos acumulativos se supone que hacen justicia a la
la trayectoria trazada por los textos del Antiguo Testamento prosigue su curso obra y contribuyen a su vida posterior, las diversas maneras como la comunidad
más allá de este primer corpus hasta un segundo corpus. Una de las conviccio- intérprete propone una lectura y una interpretación históricas contribuyen a la
nes que compartimos es que se trata de la misma trayectoria, aunque muy rami- pluridimensionalidad del texto. Estas forman parte del texto. En este sentido,
ficada, ciertamente, que se despliega de un conjunto textual al otro. El Primer no hay más asombrosa indicación de este proceso que el caso de la forma semí-
Testamento no queda abolido por el Segundo, sino reinterpretado y, en este sen- tica de escribir en la que hay sólo consonantes y en la que el lector ha de apor-
tido, «cumplido». Esta realización o cumplimiento presupone la consistencia de tar la vocalización adecuada al leerlo.
una tradición con las tradiciones ya constituidas, sin la ayuda de las cuales la Estos son los desarrollos que la exégesis añade al método histórico-críti-
nueva fe no habría sido más que un grito que se desvanece. Puede decirse, al res- co. Son también los mismos que abren el comentario a la consideración de un
pecto, que la reinterpretación de Escrituras ya existentes mediante una nueva enfoque deliberadamente filosófico. Llega el momento de dar la réplica filosó-
proclamación constituye un modelo hermenéutico -al que a veces se le pone el fica a lo que se ha dicho desde el lado exegético.
título de «tipología» o «alegoría»— que determina varias de las fases subsiguien-
tes de la reapropiación de los textos canónicos en comunidades de interpreta-
ción que, a su vez, van más allá de los límites que impusieron las necesidades y
expectativas de la primitiva comunidad cristiana. En este sentido, el ejercicio
práctico de hermenéutica ofrecido por este volumen puede caracterizarse de jude-
ocristiano en la medida en que la lectura cristiana no se considera un sustituti-
vo, sino, más bien una alternativa a la tradicional lectura judía. El exegeta se pro-
hibirá a sí mismo decir que la lectura hecha en el Nuevo Testamento es una
«buena» o «mala» lectura de los textos hebreos. Hasta se limitará a destacar el
aspecto básicamente judío más de lo que diversos métodos de interpretación
puedan sugerir. La trayectoria del texto va así, de un polo al otro, o quizás, a
otros, luego que la trayectoria se rompe en dos direcciones, con una rama que
conduce a la «ortodoxia» cristiana y la otra a la «ortopraxis» judía.
Una consideración final vertebra el trabajo del exegeta con el del filósofo.
Tiene que ver con la «polisemia» del texto. También este fenómeno se relacio-
na estrechamente con la apertura del texto por parte de sus lectores y, más gene-
ralmente, por parte de su posterior recepción. Una hermenéutica que ponga el
acento principal en la intención del autor tiende a proclamar un status unívoco
para el sentido del texto, si es que lo que el autor quiso decir puede de hecho
reducirse a una sola intención. Una hermenéutica atenta a la historia de la recep-
ción será respetuosa con la irreductible pluralidad del texto. Este rasgo depen-
de de la primera relación de un texto con una pluralidad de comunidades que
se interpretan a sí mismas interpretando el texto. En realidad, es raro que un solo
y mismo texto no engendre a varias comunidades. En este sentido, la pluriva-
lencia del texto y una pluralidad de lecturas son fenómenos relacionados. De
aquí que el texto no sea algo unilineal —algo que podría ser en virtud de la fina-
Pensar la Biblia Prefacio

mar aquí comunidades de lectura e interpretación. Hay algo del todo único en
esto en relación con la lectura de textos filosóficos, la cual, incluso en el marco
II de escuelas establecidas, no conoce nada comparable a la recepción de un texto
religioso por una comunidad histórica, como la de las comunidades judías y cris-
El filósofo sube por la otra mitad del camino que lleva al encuentro con tianas. Se impone aquí un círculo verdaderamente hermenéutico, que perma-
el exegeta haciéndose alumno de la escuela exegética, lo cual quiere decir que el nece siempre como fuente de asombro, y hasta de perplejidad, para el filósofo,
filósofo, que no es un especialista en exégesis, se va convirtiendo en un lector sobre todo si el espíritu crítico prevalece sobre la convicción. El círculo se dibu-
de exégesis. ja de la siguiente manera. Interpretando la Escritura en cuestión, la comuni-
Este aprendizaje supone una serie de exigencias. Para ser más precisos, el dad en cuestión se interpreta a sí misma. Se presenta una especie de elección
filósofo más dispuesto a un diálogo con el exegeta es sin duda aquel que más mutua entre los textos considerados fundacionales y la comunidad que delibe-
fácilmente lee obras de exégesis que tratados teológicos. La teología, a decir ver- radamente hemos denominado comunidad de lectura e interpretación. Si este
dad, es una forma de discurso muy compleja y sumamente especulativa, emi- círculo no resulta vicioso a los ojos de los fieles pertenecientes a estas comuni-
nentemente respetable cuando está en su sitio. Pero es también una forma mix- dades, es porque el papel fundacional adscrito a los textos sagrados y la condi-
ta o compuesta de discurso, en el que la especulación filosófica se ha entreverado ción fundada de la comunidad histórica no designan lugares intercambiables. El
inextricablemente con lo que merece ser llamado «pensamiento bíblico», inclu- texto fundador enseña; y esto es lo que significa la palabra tora. Y la comuni-
so cuando no asume la forma específica de Sabiduría, sino la de narración, ley, dad recibe la enseñanza. Incluso si esta relación excede la de autoridad y obe-
profecía o himno. Nuestra hipótesis de trabajo aquí es que hay otras maneras de diencia para convertirse en una relación de amor, la diferencia de altura entre
pensar distintas de las que se fundan en la filosofía griega, cartesiana, kantiana, la palabra que enseña con autoridad y la que responde con reconocimiento no
hegeliana, etc. ¿No es este el caso, por ejemplo, de los grandes textos religiosos puede ser abolida. A este respecto, la fe no es otra cosa que la confesión de esta
de la India o de las tradiciones metafísicas del budismo? Por ello, la apuesta filo- asimetría entre la palabra del que enseña y la del discípulo, y entre los escritos
sófica inicial es aquí que los géneros literarios, de que luego hablaremos, son for- en que se registran estas dos clases de palabras.
mas de discurso que hacen surgir pensamiento filosófico. El hecho de que los mismos textos puedan haber engendrado varias comu-
El segundo supuesto que guía al filósofo hermeneuta es que este tipo de nidades históricas y haber dado origen al fenómeno de la pluralidad de sentidos
pensamiento va unido a un corpus de textos no reducibles a los que se manejan anteriormente mencionada no altera la relación circular a que hacemos refe-
cuando se «hace filosofía» en sentido académico y profesional. Leer el Génesis, rencia aquí entre el texto elegido y la comunidad elegida. Menos aún atenúa esta
el Deuteronomio, Isaías, un salmo, uno de los Evangelios o alguna de las Epís- relación; todavía la hace más compleja. Añadamos, de paso, que estas reflexio-
tolas del Nuevo Testamento es entrar en diálogo con todo un grupo totalmen- nes sobre la elección mutua entre un corpus de textos y una comunidad históri-
te nuevo de textos comparados con, pongamos por caso, un diálogo socrático, ca sugiere que adoptemos la clausura del canon como la causa y el efecto a la vez
las Meditaciones de Descartes o la 'Crítica de la razón pura de Kant. Lo normal de esta afinidad electiva entre textos fundadores y comunidades fundadas. Y es
aquí es el tipo de cambio deliberado de escenario, evocado por Norton Frye en en este círculo donde el filósofo hermeneuta ha de entrar, si quiere atender a algo
su The Great Code [El gran código]. Este gran crítico literario de Toronto está así como pensar bíblicamente. Entrar en este círculo es participar, por lo menos
en lo cierto cuando dice que, para entrar en contacto con este tipo de discurso, por vía de la imaginación y de la simpatía, del acto de adhesión por el que la
es necesario remitirse a un discurso que no es científicamente descriptivo o expli- comunidad histórica se reconoce fundada y, si podemos decirlo así, compren-
cativo, a un discurso que ni tan sólo es apologético, argumentativo o dogmáti- dida, en todo el sentido del término, en y por este cuerpo particular de textos.
co; se trata de un universo de discurso en el que el lenguaje metafórico de la poe- Con todo, necesitamos inmediatamente añadir también: los lectores no tienen
sía es el equivalente secular más cercano. Sólo quizás la tragedia griega sea lo que que «creer-con», no tienen que participar en la fe de aquellos miembros de las
más se acerca al lenguaje de los dichos de la Sabiduría y a los himnos del sal- comunidades que se consideran fundadas por los textos bíblicos. Es pensando
mista. en estos lectores «de fuera» por que hemos hablado de una participación en la
Un tercer supuesto, gracias al cual el trabajo del filósofo hermeneuta se relación de mutua elección entre textos fundadores y comunidades de lectura e
acerca al del exegeta hermeneuta, tiene que ver con la relación existente entre los interpretación fundadas a través de la imaginación y la simpatía, como condi-
textos del corpus bíblico y los de las comunidades históricas, que podemos 11a- ción mínima para acceder al sentido de estos textos. Igual requerimiento pue-
Pensar la Biblia Prefacio

de ser dirigido a cualquier lector por los miembros de una comunidad histórica Esto nos lleva al canto de amor en ambos Testamentos: ¿no hace surgir acaso una
cualquiera que se funde en corpus sagrado determinado. meditación sobre la dialéctica del amor y la justicia? Y una reflexión agudizada
Bajo el signo de este triple supuesto podremos quizás entender el sentido por textos oraculares dará lugar a una advertencia complementaria ante una her-
del modo mixto de pensamiento que procede de la intersección entre pensa- menéutica del lenguaje religioso demasiado ensimismada en el ciclo narrativo,
miento bíblico y otros modos de pensar, nacidos de otras culturas distintas de la incluso cuando este ciclo es puesto en relación con el ciclo prescriptivo. Por últi-
judía y la cristiana. La preeminencia de la filosofía griega en la recepción de la mo, el fragmento de Éxodo 3,14, que consideramos el punto álgido, nos lleva-
herencia bíblica es un hecho de la mayor importancia, que merece nuestra aten- rá al punto en que el hecho audaz de «nombrar a Dios» escapa a la vez de todo
ción final. Los autores de este libro comparten la convicción de que este encuen- género literario y de toda hybris conceptual.
tro y las intersecciones resultantes no constituyeron una desgracia que deba ser
deplorada ni una perversión que deba ser erradicada. Éste fue el mayor riesgo
asumido por la experiencia de la lectura, que aseguraba el carácter perenne de
los textos bíblicos. El acontecimiento de este encuentro, una vez que tuvo lugar,
se convirtió en el destino constituyente de nuestra cultura. El hecho de que este
destino no haya de ser deplorado ni deconstruido, marca la tarea a que debemos
dedicar nuestras reflexiones con total honestidad y absoluta responsabilidad. Con
todo, es también convicción común nuestra como autores que la trayectoria de
lectura de los textos que hemos seleccionado tiene un alcance mucho más amplio
y que, en realidad, abarca la historia entera de la recepción. Parte del destino sin-
gular de los textos bíblicos es que hayan sido aceptados por una asombrosa varie-
dad de culturas distintas de las de su Sitz im Wort original. De hecho, también
la filosofía, con Descartes y Locke, Kant y Hegel, Nietzsche y Heidegger, se ha
alejado de los paradigmas conceptuales que presidían las grandes síntesis teoló-
gicas de los concilios trinitarios y cristológicos.
Para señalar con unas pocas palabras la senda por la que transcurre nues-
tra trayectoria, podemos acabar con las siguientes observaciones. La parte exe-
gética de nuestra empresa abre el camino a nuestra labor interpretativa de dos
modos. En primer lugar, más allá de la reconstrucción del trasfondo de un im-
perturbable texto antiguo, deja espacio para una «re-lectura» surgida de una
versión «más joven», hallada en el Nuevo Testamento o en el Midrás. De esta
forma, sale a la luz la dialéctica entre retrospección y prospección, que actúa en
«ambos Testamentos». En segundo lugar, la exégesis tipológica vinculada al mé-
todo histórico-crítico abre la vía a una reflexión filosófica que va más allá de los
límites del canon, y se relaciona con formas contemporáneas de pensamiento,
filosóficas o no.
Para ilustrar esto de un modo breve: las sagas y la novela del libro del Géne-
sis plantean el problema de la permanencia de la función del relato respecto
de una autocomprensión individual o colectiva. De modo parecido, la exégesis de
las «Diez Palabras», pasando por la Regla de Oro, encuentra su contrapunto con-
ceptual en una reflexión contemporánea sobre la ley y la justicia. De forma para-
lela, en un siglo como el nuestro, marcado por tanta crueldad, ¿leeremos un escri-
to sapiencial sin plantearnos una vez más el abrumador problema del mal?
Génesis 2-3
GRIETAS EN EL MURO

ANDRÉ LACOCQUE

En 1936, Gerhard von Rad publicó un importante estudio sobre la doc-


trina de la creación en la Biblia hebrea. Argumentaba en él, contundentemente,
que en Israel este relato era un desarrollo secundario de la afirmación soterio-
lógica primordial centrada en los grandes hechos salvíficos de Yhwh. Este ensa-
yo se tradujo al inglés con el título The Theological Problem ofthe Oíd Testa-
ment Doctrine ofCreation [El problema teológico de la doctrina de la creación
del Antiguo Testamento]'. Vale la pena que nos detengamos a resumir breve-
mente su argumentación.
La doctrina de la creación aparece en los Salmos (por ejemplo, Salmos 89 y
136) y en el Déutero-Isaías, como un acto de benevolencia de (hasdey Yhwh). En
Salmos 74, en particular, se llama a la creaciónyesudt(actos de salvación). «La fe
se expresa casi de un modo exclusivo en la idea mitológica de la batalla contra el
dragón del caos» (p. 138). En este aspecto, la tradición Sacerdotal (P) seguía a
Salmos y al Déutero-Isaías. También en P, la creación está condicionada por el
propósito divino de redención; «en la fe genuinamente yahvista, la doctrina de la
creación nunca alcanzó el nivel de una doctrina relevante e independiente. La ve-
mos invariablemente relacionada, y en realidad subordinada, a consideraciones
soteriológicas» (p. 142). «La doctrina de la redención tuvo que ser en un primer
momento salvaguardada con miras a que la doctrina de que también la naturale-
za es un medio de autorrevelación divina no pudiera cruzarse, distorsionándola,
con la doctrina de la redención, sino que más bien la ampliara y enriqueciera» (p.
143). A partir de ahí la doctrina de la creación fue adoptada por la Sabiduría,
pero a través de un «análisis absolutamente desmitologizado y materialista del
orden creado» (p. 162-163), como ejemplificaron Job 28, Proverbios 8 y
Eclesiástico 24. «Estos pasajes se ocupan de mostrar que las dos manifestaciones
de la divinidad, en la creación y en la historia, son idénticas» (p. 163).

1. Publicado en Gerhard von Rad, The Problem ofthe Hexateuch and Other Essays, trad. por
E. W. Trueman Dicken, McGraw-Hill, Nueva York 1965, p. 131-143.
André LaCocque Génesis 2-3

Este análisis de von Rad ejerció una gran influencia, pese a su evidente ten- sis 1-3 con Romanos 5, 12-21 y con 1 Corintios 15, 21,28, 45-47, dando como
denciosidad (que algunos han atribuido a una postura polémica contra la doc- resultado un esquema de creación-caída-redención (véase p. 520).
trina política alemana de la época nazi). Sus conclusiones han sido, no obstan- Hemos comenzado con los estudios de von Rad y de Clifford, porque ambos
te, duramente criticadas. Por ejemplo, Richard J. Clifford contradice la tesis de contribuyen, cada uno a su manera, a destacar el punto de mayor importancia,
von Rad en un reciente ensayo, «The Hebrew Scriptures and the Theology of es decir, que la creación es el comienzo de la historia, su acontecimiento ini-
Creation» [La Escritura hebrea y la teología de la creación]2. El punto central de cial. En P, por ejemplo, este concepto se indica con el término tóldót{2, 4a). De
Clifford es que hay profundas diferencias al definir la creación entre los puntos modo parecido, la narración histórica del Éxodo se construye sobre el modelo
de vista antiguos y modernos, que von Rad no tuvo suficientemente en cuen- de la victoria de Dios sobre el océano3. La creación es el primer hecho salvífico
ta. Pueden resumirse en relación con los siguientes términos: proceso, emer- de Dios (ver Salmos 74, 12-17). Tal como escribe Jon Levenson acerca de Géne-
gencia, descripción y criterio de verdad. sis 1, hay que ver este capítulo «como un punto en la trayectoria que va del mito
del combate del antiguo Oriente próximo a la teología de la creación evolucio-
1. Proceso: la cosmogonía antigua se presenta como un conflicto de volun- nada de la fe de Abraham»4. Hay verdaderamente un desarrollo propio de la his-
tades entre partes en litigio, que concluye con la victoria de una de ellas. toria de las tradiciones en lo referente a la doctrina de Israel sobre la creación,
2. Emergencia: lo que emerge es una sociedad humana organizada en un pero que no culmina reuniendo creación y actos divinos en la historia. El pro-
lugar determinado (cf. Enuma elis; Salmos 77; 78, 41-45); en otras pala- ducto final hallado, por ejemplo, en Isaías 40, 27-28; 44, 24-28, está ya presente,
bras, la creación es un paso «de un estado de desorganización social... por lo menos in nuce, en la más antigua expresión israelita de fe que implica una
a la estructura y seguridad en la tierra de Yhwh (p. 510). conexión entre Israel y el don de una tierra, o en el desarrollo de una doctrina
3. Descripción: en forma de drama, puesto que proceso quiere decir volun- hímnica, no didáctica, de la creación como en los Salmos 136 y 148.
tades en conflicto, y por lo mismo trama. De modo que el tema de la creación y el tema de la redención pertenecen
4. Criterio de verdad: totalmente orientado a la verosimilitud de la his- a una misma estructura compuesta. «El milagro de la creación es un milagro
toria. de redención», dice Paul Ricoeur5. Es verdad, pero hay una trayectoria dentro de
la Escritura hebrea, y ésta culmina con el género sapiencial. Von Rad, por ejem-
Partiendo de esta base, Clifford cuestiona la distinción de von Rad entre plo, llama la atención sobre el origen no israelita, sino egipcio y no-mitológico
creación y soteriología. La historia de la creación es soteriológica en cuanto se de esta tradición6. En los Salmos sapienciales 19, 150 o en el 8, el cosmos es el
propone mostrar que la vida organizada emerge del caos desorganizado. Más escenario de la sabiduría y del poder divinos; véase también Proverbios 3, 19; 8,
aún, ninguna de las Lamentaciones comunitarias (Salmos 77, 74, 89, 44, 78, 22; 14, 31; 20, 12; Job 28. Pero incluso en este grupo de textos, la íntima cone-
135, 136, 19, 104) distingue entre la creación del mundo y la creación de Israel, xión entre creación e historia muestra que la bondad de la creación no es «nat-
o entre la redención de uno y la de otro. En el Déutero-Isaías, la situación es ural», esto es, innata e intrínseca a las criaturas. Es una fuerza dinámica que actúa
comparable con la re-creación/redención de Israel. Aquí, no obstante, «la pers- dentro de la historia. Lo mismo se demuestra ya en P con el uso de la palabra
pectiva difiere de la del Génesis, donde la creación del mundo ocurrió de una tób (bueno) para expresar la gran satisfacción del Creador. Como es bien cono-
vez por todas» (p. 519). cido, tób no es declaración alguna de belleza estética o de eficacia interna. Expre-
Clifford dirige luego su atención a los relatos clásicos de la creación del sa la capacidad vocacional de la criatura de cumplir las expectativas de su Crea-
comienzo del libro del Génesis. La primera narración de la creación de Génesis dor. Por ello la bondad se caracteriza como orden dentro del desorden (o «ausencia
1-2, 4 es el prefacio de Pal conjunto (p. 521). Ahora «la redacción sacerdotal de orden»), un orden causado por Dios que ha de ser operativo, por así decir,
entiende que Génesis 2, 4 - 11, 26 ... es una sola cosmogonía», de modo que
aquí de nuevo creación e historia son lo mismo. Génesis 1-11 apunta en direc- 3. Véase, por ejemplo, Jon D. Levenson, Creation and the Persistence ofEvii. Thejewish Dra-
ción a la llamada de Abraham y a la elección de Israel contra el trasfondo del cui- ma of Divine Omnipotence, Harper and Row, San Francisco 1988.
dado que Dios tiene del mundo entero. Es, por tanto, un error contrastar Géne- 4. Ibídem, p. 53.
5. Paul Ricoeur, «Sur l'exégése de Génesis 1, 1-2, 4a», en Exégése et herméneutique, Seuil,
París 1971, p. 69.
2. Richard J. Clifford, «The Hebrew Scriptures and the Theology of Creation», en Theo- 6. Von Rad, «The Theological Problem of the Oíd Testament Doctrine of Creation»,
logical Studies, 46 (1985) 507-553. p. 142.
André LaCocque Génesis 2-3

por obra del socio humano de Dios. Como pondré de relieve más adelante, de Es, por tanto, un grave malentendido pensar que la historia contada por
acuerdo con Génesis 3, se trata de un orden amenazado y hasta destruido por la / e n Génesis 2-3 acaba trazando una línea, llamada la «caída», cerrando así defi-
llamada «caída». nitivamente un capítulo de prehistoria totalmente abstracto de historia huma-
Ésta es la razón por que no es correcto llamar al universo cosmos, porque na» sobre la tierra. Lo no existente versus lo existente, lo no vivo versus lo vivo,
este término traduce una armonía fundada en la razón, mientras que la armo- «ninguna planta/ningún arbusto» versus adamahladam son tanto los ingredien-
nía del mundo, según el Génesis, es por decreto, por ley, quedando así estable- tes de la historia aquí y ahora como de la «preshistoria» allí y entonces. El peca-
cida la igualdad entre armonía y obediencia 7 . Hasta el producto de la tierra do actual del hombre devuelve la tierra al caos (Jeremías 4, 23s; Oseas 4, 3 ).
crece por una orden, por un mandato (Génesis 1, 1 ls,24s). Es esto verdad has- Como Claus Westermann muestra elocuentemente en su magnum opus sobre el
ta tal punto que, según el Levítico, la tierra en un momento dado puede deci- Génesis, los primeros capítulos de la Escritura arrastran al lector por un flujo
dir tomarse los sabbats que Israel no le dio; la tierra puede rehusarse a produ- creciente de desorden, que empieza en la «prehistoria» y persiste a lo largo de
cir. El mundo creado por Dios por mandato se mantiene en un incierto equilibrio, la historia humana. Génesis 3 describe la ruptura de relaciones entre el varón
con la esperanza de que adam obedecerá8. Por ello, reflexionando sobre la «para- y la mujer; el capítulo 4, entre hermanos; el capítulo 9, 20-27 en el seno mismo
doja del desamparo y de la responsabilidad creados», amenazados por todos lados de la familia; el capítulo 11,1-9, entre pueblos".
en el Jardín, Phyllis Trible escribe: «Contra estas amenazas, la única seguridad El gran narrador de Génesis 2-11 es el yavhista (/). Es ahora momento de
del hombre y de la mujer es la obediencia a Yhwh Dios»9. atender más de cerca a la contribución de este inspirado narrador de historias.
Como muestra la historia a medida que pasa, basta que adam desobedez- Según Martin Noth, «[/] contiene desde el punto de vista teológico el testimo-
ca el mandato para introducir de nuevo en el mundo el caos de donde en un nio más importante que pueda hallarse en todo el relato del Pentateuco»12.
principio salió. Con todo, si muerte y aniquilación no prevalecen de inmedia- Esto es así, añade Werner H. Schmidt, por la «radical comprensión que tiene /
to -pese al anuncio divino de que lo harían en caso de transgresión: mót tamut, del pecado humano (Génesis 6, 5; 8, 21)» y también por «la promesa de una
Génesis 2, 17-, ello se debe a pura gracia divina. La historia comenzó con el bendición sobre «todas las familias de la tierra» (12, 3)»'3. De hecho, la rara intui-
interminable don de la vida, mientras la muerte se mantenía en un horizonte ción de/del mal humano llega a una profundidad que no se alcanzará hasta Jere-
siempre lejano. Ahora muerte y polvo están delante y a la vista. Vivir es un res- mías (ver 13, 13) y Salmos 51,5. Por otra parte, el propósito d e / e s introducir
piro, un aplazamiento de la sentencia condenatoria. Durante este tiempo, sin la historia de la redención, que él inmediatamente sitúa en un ámbito universal,
embargo, aunque el caos envuelva lo creado por todas partes, el «rechazo» de tanto en el «prefacio» de Génesis 2-11 como con la indicación de que la llamada
Dios lo contiene (Salmos 104, 7; cf. Job 9, 13; Salmos 74, 13s; 89, lOs; Amos de Abraham implica no sólo a sus descendientes, sino también a la humanidad
9, 3; Isaías 51, 9-11; 44, 27). Como escribe B. W. Anderson: «La creación es entera (Génesis 12, 3). Cierto, crece el poder del pecado en el mundo y esto daña
fundamentalmente una doctrina escatológica»10. a la maravillosa creación de Dios. Pero, como dirá Pablo con una fórmula bri-
llante, «donde se multiplicó el pecado, mucho más sobreabundó la gracia» (Roma-
nos 5, 20). Esta es la razón por que/contempla la historia de la humanidad, y
7. Cf. von Rad: «Israel no pensaba en absoluto un mundo a modo de un "cosmos"... como
la de Israel en particular, como totalmente estructuradas en términos del esque-
una estructura independiente ordenada por leyes eternas» (Ibídem, p. 152).
8. Un texto talmúdico sitúa en boca de Dios la oración haleway we-ya'amod(que [el mun-
ma de promesa y cumplimiento. Progenie y tierra le son prometidas a Abraham;
do] aguante). todas las naciones serán en él bendecidas.
9. Phyllis Trible, God and the Rethoric of Sexuality, Fortress Press, Filadelfia 1978, p. 107-
108. Louis Ginzberg escribe: «La creación entera era condicional. Dios dijo a las cosas que hizo
en los seis primeros días: "Si Israel acepta la Tora, continuaréis y duraréis; de otro modo haré entre dioses al mito de la guerra entre naciones], en Sch'ópfung und Chaos in Urzeit und Endzeit.
que todo vuelva de nuevo al caos". El mundo entero se mantuvo, así, en suspenso y tuvo miedo Eine religions-geschichtliche Untersuchung über Génesis l undApJoh 12, Vandenhoeck & Ruprecht,
hasta el día de la revelación en el Sinaí, cuando Israel recibió y aceptó la Tora, cumpliendo de esta Gotinga 1921.
suerte la condición impuesta por Dios en el momento de crear el universo» {Sabbat 88a, véase The 11. Claus Westermann, Génesis 1-11: A Commentary, trad. por John J. Scullion, Augsburg,
Legend ofthejews, vols. 1, p. 52. Minneápolis 1984.
10. «Creation», en Interpreter's Dictionary ofthe Bible, Abingdon, Nueva York 1962, vol. 1, 12. Martin Noth, A History ofPentateuchal Traditions, trad. por Bernard W. Anderson, Pren-
p. 730. La trayectoria de nuestro texto, tal como se dice anteriormente, comienza con el mito tice Hall, Englewood Cliffs NJ 1972, p. 236.
del combate del antiguo Oriente próximo (cf. el Akitu, festival de Año Nuevo en Babilonia); cf. 13. Werner H. Schmidt, Oíd Testament Introduction, trad. por MatthewJ. O'Connell, Cross-
Hermann Gunkel: From «Gbtterkampfmythus» to «Volkerkampfmythus» [Del mito de la guerra road, Nueva York 1984, p. 74.
André LaCocque Génesis 2-3

por obra del socio humano de Dios. Como pondré de relieve más adelante, de Es, por tanto, un grave malentendido pensar que la historia contada por
acuerdo con Génesis 3, se trata de un orden amenazado y hasta destruido por la / e n Génesis 2-3 acaba trazando una línea, llamada la «caída», cerrando así defi-
llamada «caída». nitivamente un capítulo de prehistoria totalmente abstracto de historia huma-
Esta es la razón por que no es correcto llamar al universo cosmos, porque na» sobre la tierra. Lo no existente versus lo existente, lo no vivo versus lo vivo,
este término traduce una armonía fundada en la razón, mientras que la armo- «ninguna planta/ningún arbusto» versus adamahladam son tanto los ingredien-
nía del mundo, según el Génesis, es por decreto, por ley, quedando así estable- tes de la historia aquí y ahora como de la «preshistoria» allí y entonces. El peca-
cida la igualdad entre armonía y obediencia 7 . Hasta el producto de la tierra do actual del hombre devuelve la tierra al caos (Jeremías 4, 23s; Oseas 4, 3 ).
crece por una orden, por un mandato (Génesis 1, 1 ls,24s). Es esto verdad has- Como Claus Westermann muestra elocuentemente en su magnum opus sobre el
ta tal punto que, según el Levítico, la tierra en un momento dado puede deci- Génesis, los primeros capítulos de la Escritura arrastran al lector por un flujo
dir tomarse los sabbats que Israel no le dio; la tierra puede rehusarse a produ- creciente de desorden, que empieza en la «prehistoria» y persiste a lo largo de
cir. El mundo creado por Dios por mandato se mantiene en un incierto equilibrio, la historia humana. Génesis 3 describe la ruptura de relaciones entre el varón
con la esperanza de que adam obedecerá8. Por ello, reflexionando sobre la «para- y la mujer; el capítulo 4, entre hermanos; el capítulo 9, 20-27 en el seno mismo
doja del desamparo y de la responsabilidad creados», amenazados por todos lados de la familia; el capítulo 11,1-9, entre pueblos".
en el Jardín, Phyllis Trible escribe: «Contra estas amenazas, la única seguridad El gran narrador de Génesis 2-11 es el yavhista (J). Es ahora momento de
del hombre y de la mujer es la obediencia a Yhwh Dios»9. atender más de cerca a la contribución de este inspirado narrador de historias.
Como muestra la historia a medida que pasa, basta que adam desobedez- Según Martin Noth, «[/] contiene desde el punto de vista teológico el testimo-
ca el mandato para introducir de nuevo en el mundo el caos de donde en un nio más importante que pueda hallarse en todo el relato del Pentateuco»12.
principio salió. Con todo, si muerte y aniquilación no prevalecen de inmedia- Esto es así, añade Werner H. Schmidt, por la «radical comprensión que tiene /
to —pese al anuncio divino de que lo harían en caso de transgresión: mót tamut, del pecado humano (Génesis 6, 5; 8, 21)» y también por «la promesa de una
Génesis 2, 17—, ello se debe a pura gracia divina. La historia comenzó con el bendición sobre «todas las familias de la tierra» (12, 3)»13. De hecho, la rara intui-
interminable don de la vida, mientras la muerte se mantenía en un horizonte ción de/del mal humano llega a una profundidad que no se alcanzará hasta Jere-
siempre lejano. Ahora muerte y polvo están delante y a la vista. Vivir es un res- mías (ver 13, 13) y Salmos 51, 5. Por otra parte, el propósito d e / e s introducir
piro, un aplazamiento de la sentencia condenatoria. Durante este tiempo, sin la historia de la redención, que él inmediatamente sitúa en un ámbito universal,
embargo, aunque el caos envuelva lo creado por todas partes, el «rechazo» de tanto en el «prefacio» de Génesis 2-11 como con la indicación de que la llamada
Dios lo contiene (Salmos 104, 7; cf. Job 9, 13; Salmos 74, 13s; 89, lOs; Amos de Abraham implica no sólo a sus descendientes, sino también a la humanidad
9, 3; Isaías 51, 9-11; 44, 27). Como escribe B. W. Anderson: «La creación es entera (Génesis 12, 3). Cierto, crece el poder del pecado en el mundo y esto daña
fundamentalmente una doctrina escatológica»10. a la maravillosa creación de Dios. Pero, como dirá Pablo con una fórmula bri-
llante, «donde se multiplicó el pecado, mucho más sobreabundó la gracia» (Roma-
nos 5, 20). Esta es la razón por que/contempla la historia de la humanidad, y
7. Cf. von Rad: «Israel no pensaba en absoluto un mundo a modo de un "cosmos"... como
la de Israel en particular, como totalmente estructuradas en términos del esque-
una estructura independiente ordenada por leyes eternas» (Ibídem, p. 152).
8. Un texto talmúdico sitúa en boca de Dios la oración haleway we-ya'amod(que [el mun-
ma de promesa y cumplimiento. Progenie y tierra le son prometidas a Abraham;
do] aguante). todas las naciones serán en él bendecidas.
9. Phyllis Trible, Godand the Rethoric of Sexuality, Fortress Press, Filadelfia 1978, p. 107-
108. Louis Ginzberg escribe: «La creación entera era condicional. Dios dijo a las cosas que hizo
en los seis primeros días: "Si Israel acepta la Tora, continuaréis y duraréis; de otro modo haré entre dioses al mito de la guerra entre naciones], en Schopfung und Chaos in Urzeit undEndzeit.
que todo vuelva de nuevo al caos". El mundo entero se mantuvo, así, en suspenso y tuvo miedo Eine religions-geschichtliche Untersuchung über Génesis 1 undApJoh 12, Vandenhoeck &C Ruprecht,
hasta el día de la revelación en el Sina!, cuando Israel recibió y aceptó la Tora, cumpliendo de esta Gotinga 1921.
suerte la condición impuesta por Dios en el momento de crear el universo» {Sabbat 88a, véase The 11. Claus Westermann, Génesis 1-11: A Commentary, trad. por John J. Scullion, Augsburg,
Legend ofthe Jews, vols. 1, p. 52. Minneápolis 1984.
10. «Creation», en Interpreter's Dictionary ofthe Bible, Abingdon, Nueva York 1962, vol. 1, 12. Martin Noth, A History ofPentateuchal Traditions, trad. por Bernard W. Anderson, Pren-
p. 730. La trayectoria de nuestro texto, tal como se dice anteriormente, comienza con el mito tice Hall, Englewood Cliffs NJ 1972, p. 236.
del combate del antiguo Oriente próximo (cf. el Akitu, festival de Año Nuevo en Babilonia); cf. 13. Werner H. Schmidt, Oíd Testament Introduction, trad. por Matthew J. O'Connell, Cross-
Hermann Gunkel: From «Gbtterkampfinythus» to «Volkerkampfinythus» [Del mito de la guerra road, Nueva York 1984, p. 74.
André LaCocque Génesis 2-3

Escrito hacia 950, el relato/no duda en usar el nombre de «Yhwh» a par- reflexión sobre Génesis 1-2, 4 se aplica también a la concepción d e / : «El hom-
tir del momento de la creación. Tal como deja claro Génesis 4, 26, este atrevido bre es creado según la forma de Elohim, es decir, según un modelo celeste que
paso es una afirmación de que el Dios de Israel es el Dios de la humanidad. / lo arranca de la esfera de lo visible. De modo que, si Dios es antropomorfo, el
usó materiales, especialmente en lo que se refiere a la historia primordial, cuyo hombre es teomorfo»15.
origen es sobre todo mitológico y cultual, pero estas amarras ahora han sido cor- Nuestro interés en la trayectoria de nuestros textos nos sugiere echar una
tadas. Los intereses de J, centrado como está en la historia y en la política, son mirada a una versión mucho más antigua del mito base del Génesis 2s, esto es,
casi únicos en la Escritura, a excepción de la Thronnachfolge [sucesión al trono] a Ezequiel 28, 1 ls (sobre el rey de Tiro). Aquí también la figura central es el
de David en 2 Samuel 9 y 1 Reyes 2, compuestos por la misma época que/, esto hombre primordial (28, 13,15); sorprendentemente, el verbo bara'se. usa sólo
es, durante el reinado de Salomón, cuando los tiempos iban distanciándose cada aquí, en Ezequiel (como en P, pero no en/) 1 6 . Observemos también al respec-
vez más de las instituciones sagradas. Los éxitos de David proclamaban la jus- to que los querubines ocupan la entrada del paraíso, como en Génesis 3. Si se
tificación espiritual de las antiguas ordenanzas anfictiónicas. De hecho, los acon- comparan ambos textos, Génesis 2-3 y Ezequiel 28, queda claro que la creación
tecimientos eran de tal calibre, y la reivindicación real era tan desorbitada en tér- de Adán era originalmente la creación de una figura real (cf. Ezequiel 28, 12-
minos de elección y de destino fijado, que era inevitable un conflicto con la esfera 13). Génesis 2s, sin embargo, procedió a «borrar las características regias»17 por
cultual. Para esta última, la orientación divina se encarnaba en la liturgia y se mor de una universalización del acontecimiento. Ezequiel 28 muestra también
celebraba como una teofanía; el encuentro con Dios ocurría en un determina- que el crimen del rey de Tiro (avaricia, orgullo, prepotencia) es en realidad el cri-
do lugar y de acuerdo con un ritual determinado. Pero ahora, se afirmaba, la his- men del «hombre primordial... del hombre, pura y simplemente»18.
toria siempre cambiante era ella misma portadora de revelación, ¡una revelación Sea como fuere, mientras que todas las naciones en la antigüedad inten-
cuya continuidad se caracterizaba por una versatilidad impredecible! /acepta- taban escapar de la circularidad del tiempo -con la magia o con la reflexión (pseu-
ba el desafío de interpretar la historia hasta su época en sentido kerygmático y do)filosófica-, /invita a sus lectores a enfrentarse al tiempo, al mundo y a la rea-
enteramente orientada al siglo X a.C. Su supuesto era que no hay mejor vehículo lidad, tal como son. Este mundo ha sido creado por voluntad divina. Aunque
para la «teología» que la narración. Con /, contar historias sustituye a la litur- no es divino, el universo es el producto del fiat divino y adam respira el aliento
gia del culto. De aquí que/tuviera una segunda poderosa razón para que la divino. Entre Dios y el mundo hay diálogo, en vez de un dualismo ontológico
humanidad invocara desde sus mismos orígenes a Yhwh. El objetivo era esta- como sucede en muchas especulaciones religiosas. De hecho, hay creación, por-
blecer que el Dios de la creación/historia y el Dios del culto son un solo y mis- que Dios ama a otro, o quizás deberíamos decir porque Dios se ama así mismo
mo Yhwh. Como dice von Rad, fue cosa de «B> volver y pasar toda la tradi- en otros. Volveremos luego sobre esto.
ción al ámbito del culto14. De este modo se proclama, desde las primeras páginas de la Biblia, que
Igual como el fresco que pinta Pcn Génesis 1, /presenta al adam creado amar es crear a alguien desde el interior de uno mismo y, a cambio, ser creado
como vértice de la obra de Dios. Pero / e s mucho más dramático en su con-
cepto de lo humano; su creación combina elementos disparatados: arcilla y alien-
15. Ricoeur, «Sur l'exégése de Génesis 1, 1-2, 4a», p. 72. Cf. Joseph Blenkinsopp, Eze-
to divino (Génesis 3); esto es, podría muy bien decirse, ¡agua y fuego! Esta kiel, John Knox, Louisville 1990, p. 22s, sobre Ezequiel 1, donde la figura divina emerge en
concepción, que no ha de confundirse con ninguna concepción dualista del cuer- todo su esplendor: «conforta que el perfil, el bosquejo, sea como el de un ser humano... Aquí Dios
po en contraposición con el alma, es otra manera que t i e n e / d e preparar al aparece en apariencia de humanidad (demut kemar' eh'adam). La humanidad es a imagen de Dios,
Dios es a imagen de la humanidad -misteriosa connaturalidad... [Pablo] habla del cristiano que
lector al despliegue de una historia, cuyos ingredientes son la creación divina
refleja la gloria [doxa\ del Señor y que se va transfigurando poco a poco en su imagen (2 Corin-
para el bien y la inclinación humana hacia el mal. Del mismo modo, se apunta tios 3, 18)».
la advertencia de que lo que resulta visible del adam no agota su ser. Arcilla y 16. Ezekiel 21, 35 es un añadido secundario; en 23, 47, el verbo está en forma «piel», con
aliento divino sirven como criterios para distinguir entre lo mensurable y lo otro significado.
imponderable, que tiene un «origen peculiar». Hay aquí un paralelo muy pró- 17. Walther Zimmerli, Ezekiel 2: A Commentary on the Book ofthe Prophet Ezekiel, Chap-
ters 25-48, trad. por James D. Martin, Fortress, Filadelfia 1983, p. 95.
ximo a Génesis 1, 26s (sobre la imago Det). Lo que Paul Ricoeur escribe en su
18. Ibídem, p. 95. Zimmerli añade que éste es f/crimen del hombre según Ezequiel y, pro-
bablemente, según / también. El hombre es homo incurvatus in se. La única contrapartida a esa
14. Von Rad, «The Theological Problem of the Oíd Testament Doctrine of Creation», arrogancia es lo que describe Filipenses 2, 5-11 (cf. Isaías 5, 15, 21; 10, 13, 33; 13, 1; 2, 12-17;
p. 77. Jeremías 9, 22s).
André LaCocque Génesis 2-3

por este alguien. Dios es antropomorfo, y la humanidad es teomorfa. Hay un democráticas. El dibujo que traza/, decíamos, es mucho más dramático. Dios
intercambio de bondades. Dios es bueno y declara buena a su criatura (tób). es creador, incomparablemente poderoso, rey de reyes, pero es vulnerable. Y este
La bondad de la criatura está en su capacidad de responder a la bondad del aspecto de su divinidad pone de relieve su antropomorfismo21. De mismo modo,
creador. En Salmos 94, 7-9 se muestra con agudeza que la esencia del ser huma- la vulnerabilidad es también una característica del adam. Las relaciones huma-
no es estar en comunicación con otros, estar volcado ad extra. En esto consiste nas, sobre todo las relaciones sexuales, son problemáticas, como lo son tam-
la responsabilidad humana. bién con la naturaleza animal. Por último, el problema humano es de índole
Por esta razón, según Génesis 1, 28, las primeras palabras de Dios a la pare- sapiencial, de discernimiento entre el «bien» y el «mal».
ja humana son mandamientos, los mandamientos de multiplicarse y de domi- El carácter sapiencial de Génesis 2-3 ha sido puesto de relieve por Luis
nar el mundo; es decir, relacionarse íntimamente con el otro y con el mundo, Alonso-Schokel22. Adán es un sabio (cf. Ezequiel 28 y Job 15, 6-7); da nombre
algo que/había ya proclamado antes que P. En este sentido, hay en lo humano a todos los animales de la creación. La exposición del texto de los cuatro ríos que
una verdadera encarnación divina. El ser humano es imago Dei, porque se supo- bañan la tierra es otro rasgo sapiencial. Con estas abundantes corrientes de
ne que todo, en él o ella, entra en comunicación con el modelo divino, de por vida que abarcan el mundo entero, el alcance que busca/aparece de nuevo carac-
sí totalmente «extravertido». Dios es la referencia última de lo humano que se terísticamente universal. Es también significativo que, en el centro, esté la tierra
extiende hacia el Otro. Por esto la imago es puesta en relación con la vida sexual (como en los libros sapienciales, en general).
(«macho y hembra los creó»; 1, 27; véase 2, 7,21), esto es, con la comunica- Alonso-Schokel habla de una pauta de «ascenso triangular» hacia «el hecho
ción por antonomasia. Lo semejante llama a lo semejante. El interlocutor divi- singular original que afectaba» a una situación concreta, llamada aquí «el hori-
no busca a alguien capaz de hablarle también a él; alguien que se compadezca zonte». Este triángulo aparece en Génesis 2, I6s, donde hallamos un precepto
de alguien capaz de compasión. Immanuel Kant expresó perfectamente estas apodíctico subrayado con una amenaza. Luego el amor hace acto de presencia
mismas ideas cuando dijo que la analogía fidei «no significa... una semejanza como una segunda fuerza. Y, finalmente, se añade la presencia de la tentación,
imperfecta de dos cosas, sino una semejanza perfecta de relaciones entre dos cosas la tercera fuerza, en mutua relación con las dos primeras. En Génesis 2-3, «el
totalmente distintas»19. ascenso triangular se aplica a los orígenes de la humanidad» (p. 58). / n o pro-
A propósito hemos ido d e / a P, y a la inversa, en lo que precede. De hecho, yecta «un acontecimiento posterior hacia el pasado, ni proyecta hacia atrás como
es un error oponer las dos «versiones» de la creación en los primeros capítulos alegoría la experiencia de todos los hombres. Vuelve en realidad al acontecimiento
del Génesis. P, al que debemos el Pentateuco tal como realmente nos ha llega- original», como hace un historiador. Aplica la pauta histórica de desobediencia
do, la prologó con Génesis 1-2, 4, conociendo perfectamente la versión/de al mandamiento que se transforma en castigo y, luego, en misericordia divina.
Génesis 2s. Hemos visto antes cuáles eran las intenciones de P. Se interpreta que Es importante comprobar que «el punto de partida para la reflexión no es la natu-
el mito de Génesis 1 relaciona lo narrativo con lo ritual, en paralelo con el raleza abstracta del hombre, sino la experiencia concreta del hombre en la his-
antiguo Enuma elis de Mesopotamia, por ejemplo. En contraposición, Génesis toria de salvación» (p. 59).
2-3 no es más que un relato, una historia. Ejerce un papel pedagógico y expli- Así, sabiduría, historia, narración y mito convergen. Génesis 2-3 posee una
cativo más que restaurador, como es del mito y el del ritual. Con la etiología tonalidad casi mítica debido a un movimiento pendular entre experiencia/his-
de la creación d e / , estamos todavía formalmente cercanos al mito, pero en cuan- toria y mito/metahistoria, exigido por imperativos en conflicto, pero comple-
to al género la distancia respecto del mito es considerable. Si Jon Levenson está mentarios. Por otro lado, es también evidente un proceso de desmitologización.
en lo cierto al decir que Génesis 1 apareció probablemente en «momentos en / h a reinterpretado drásticamente el antiguo Oriente próximo en una línea no
que Yhwh y sus promesas al pueblo parecían estar puestos en duda», con el obje- mitológica (y hasta cierto punto sapiencial). Pero la inversa es también verda-
tivo de «servir de contrafuerte a la persistencia de fuerzas oscuras identificadas dera, en cuanto hay aquí, como por lo general en la literatura narrativa israeli-
con el monstruoso caos»20, estas condiciones no se suponen para Génesis 2-3.
Aquí el ambiente tiene un aire sapiencial. Cierto, el interés d e / e s igualmente
universal, pero la atmósfera es más idílica que en P, y las ideas políticas son más 21. El antropomorfismo de Dios e n / e s muy distinto del antropomorfismo divino «paga-
no», en cuanto acentúa, no lo erótico, sino lo «patético» [lo sensible] en Dios.
22. Luis Alonso-Schokel, «Sapiential and Covenant Themes in Génesis 1-3», en Modern
19. Immanuel Kant, Prolegómenos a toda metafísica futura, § 58. Biblical Studies, (1965) 49-61; reimpreso en J. L. Crenshaw (ed.), Studies in Ancient Israelite
20. Levenson, Creation and the Persistence ofEviL p. 132. Wisdom, KTAV, Nueva York 1976.
André LaCocque Génesis 2-3

ta, una «tendencia a mitologizar episodios históricos para revelar su sentido tras- representa lo humano. Lo humano se vuelve hacia lo animal. De nuevo, aquí, /
cendente», observa Frank M. Cross23. heredó un motivo mitológico crucial: la confrontación humana con el género
Un claro ejemplo de este «contacto» con la mitología lo proporciona la animal. En el Enuma elis mesopotámico, el mito describe dramáticamente cómo
intervención de la serpiente en la narración. Buena parte de su carácter extra- el héroe Enkidu, el fiel futuro compañero de Guilgamés, abandona el reino ani-
ño en la historia de la salvación queda suprimido en /, pero no del todo. Pri- mal, como «requisito previo del desarrollo de la cultura y del dominio de la natu-
maria y fundamentalmente, se dice aquí que la serpiente ha sido creada por Yhwh raleza». Por ello la intervención de la serpiente (tanto en el mito de Guilgamés
(3, 1), de modo que el acento recae sobre el hecho de haber sido creada, no sobre como en el del Génesis) aparece como «una venganza del reino animal contra el
el simbolismo mítico que se encuentra en otros textos, como en el Libro de la pariente que deserta»26. Entre Eva y la serpiente, hay mucho en común; en rea-
Sabiduría 2, 24, o en Apocalipsis 12, 9, donde la serpiente se identifica con el lidad, tanto que la naturaleza animal está, como el mal, dentro y fuera27.
diablo. La serpiente en Génesis 3 es vista primero en su condición de animal Edmond Jacob llama la atención sobre esto poniendo el acento en las seme-
antes de que su elección la convierta en una especie de monstruo. En este sen- janzas que hay entre humanidad y naturaleza animal en el Génesis: el animal
tido, la evolución de la serpiente corre parejas con la caída humana en la des- es también nefes hayyah [ser viviente] (1, 20). Hay una peligrosa proximidad
gracia. Estamos realmente dentro de la corriente desmitologizadora d e / . La ser- entre humanidad y animalidad evidenciada, por ejemplo, en Génesis 2, 19.
piente no es más que un reptil, aunque con la característica que la mitología, y Ambas son basar (6, 12,17; 7, 15; 9, 11; Salmos 36, 25. Dios puede retirar el
por lo mismo la «ciencia natural» de la época, atribuía a la serpiente, es decir, rüajde ambas (Salmos 104, 9; Job 34, 14). Sus destinos van entrelazados, como
la astucia, la malicia24. Estos atributos no son inequívocamente peyorativos. A deja claro el acontecimiento del diluvio (cf. especialmente Génesis 6, 7; 9, 15;
veces pertenecen a la panoplia del sabio. La serpiente es «astuta» (lo que puede véase Eclesiastés 3, 9; 12, 28). Pero el hombre ha de dominar sobre el animal
significar «perversa... o diplomática», dice Alonso-Schókel). El término se usa (Génesis 1, 28; 9, 2-4). Cae una maldición sobre el crimen sexual de la bestia-
en un sentido sumamente positivo en Proverbios 14, 15, 18; 22, 3 y se repite en lidad (Éxodo 22, 18s; Levítico 18, 23; Deuteronomio 27, 21). Sobre todo, el
27, 12. Pero quedan también, en el relato, ecos de la asociación de la serpiente hombre puede comer animales; y así se levanta una barrera infranqueable entre
con símbolos fálicos que la vinculan al ámbito global de la sexualidad25. De hecho, el hombre y el animal28.
el Hebreo hace en Génesis 2, 25 y 3, 1,7, un juego de palabras con 'arum, «astu- La serpiente en el antiguo Israel se asocia con el conocimiento y la bruje-
ta», y 'arom, «desnuda». Volveremos sobre este punto. ría (sorprendentemente, puede mudar de piel y renacer de nuevo indefinida-
En Génesis 3, 6, se suprime la distancia con la naturaleza animal. Es impor- mente). Otro signo de su conocimiento es su capacidad de hablar29. Aunque
tante observar que la serpiente aparece por primera vez como «el más astuto de parece no haber ningún paralelo en el antiguo Oriente próximo con la serpien-
todos los animales» (3,1). Hemos visto ya que el término «astuto» (o cualquier te en cuanto simboliza el punto álgido de la ciencia, hay no obstante, en la Biblia,
otro parecido) se usa con una connotación positiva en Proverbios. Pero en el una tradición firme que hace de la serpiente un animal mágico, una fuente de
mito del Génesis, astucia y sutilidad son nada más y nada menos que medios de sabiduría oculta: Números 21, 99; 2 Reyes 18, 430. En Mesopotamia, Siria, Pales-
incentivar otra alternativa a la relación. Por esto, 'arum es anfibológico. En Géne-
sis 3 se pone de relieve que la serpiente es el animal por excelencia, el líder en 26. Cf. Joel Rosenberg, KingandKin, Indiana University Press, Bloomington 1986, p. 52s
(los pasajes citados son de p. 54).
el reino de los animales, su representante. Hablando con la serpiente, Eva habla
27. Westermann dice que la mujer se enfrenta tanto a su humanidad (desnuda = disponi-
con el animal. De modo parecido, la mujer representa aquí más que a sí misma; bilidad, apertura, ofrecimiento) como a su naturaleza animal (astucia = capacidad de asociar ide-
como madre de la humanidad, al igual que como lado «tierno» de lo andrógino, as). Véase Westermann, Génesis 1-11, p. 234ss.
28. Edmond Jacob, Theology ofthe Oíd Testamenta parte 1, trad. por Arthur W. Heathcote y
Philip A. Allock, Hodder & Stoughton, Londres 1948, cap. 3 («Naturaleza y destino del hombre».
23. Frank M. Cross, Canaanite Myth and Hebrew Epic: Essays in the History of Religión of Sobre esta confrontación con el animal, véase luego cuanto digo de la serpiente y de la sexualidad.
Israel Harvard University Press, Cambridge 1973, p. 144. Compárese de nuevo Génesis 2s con 29. Los antiguos rabinos contrastan esta capacidad natural con el milagro del asno de Balaán,
Ezequiel 28, 12-19 (sobre Tiro). Ambos textos «incorporan ... motivos míticos», dice Alonso-Schó- que habla con el profeta.
kel. Podríamos aducir también un texto como Isaías 24-27, que presenta abundantes paralelos cer- 30. ¿Sabiduría telúrica? En Creta y en Grecia, la serpiente es «ctónica» y representa la fertili-
canos con la mitología ugarítica. dad del infierno. Cf. Th. Vriezen, Onderzoek naardeparadijsvoorstellingder oude Semitische Volken,
24. Cf. Mateo 10, 16. Wageningen 1937, p. 177s. Nótese que Hugo Gressmann {Festschrift Harnack, Tubinga 1921, p.
25. Véase Flemming Hvidberg, «The Canaanite Bakground of Génesis I-III», en Vetus Tes- 32s) vio la serpiente en la tradición como un dios del submundo. Hvidberg nos recuerda que a Baal
tamentum, 10 (1960) 285-294. se le representa a menudo como una serpiente («The Canaanite Background of Génesis I-III»).
André LaCocque Génesis 2-3

tina y Egipto, la serpiente representa al dios de la fertilidad y de la fecundidad. El empleo del mismo término 'arom/'arum en los dos versículos consecu-
No así en /, que trata el tópico de un modo polémico: Dios no dialoga para nada tivos a 2, 25 sobre la pareja humana y en 3, 1 sobre la serpiente lo ha denomi-
con la serpiente. Este ídolo, adorado por algunos, aparece aquí como un animal nado Karl Barth «un trazo genial»34. Claus Westermann recoge esta idea y criti-
humillado {humus-ligaré) que repta sobre su vientre y come porquería31. ca la afirmación de Northrop Frye, que dice que «[el hombre] es el único animal
En suma, pese a la radical degradación de la serpiente en el Génesis, no desnudo del mundo, [un rasgo] que indica una relación alienada única con su
se ha borrado del todo en /parte de su dimensión mitológica. Queda un sím- entorno»35. En el Génesis, dice Westermann, hay afinidad entre hombre y ofi-
bolo de sabiduría infernal. De hecho, la serpiente en la versión / d e la creación dio, entre la desnudez de ambos y su inteligencia. Incluso la alienación del entor-
desempeña el papel del caos en la versión de P. El hecho no ha escapado a la no se entiende para ambos. Son distintos de lo «natural» y por ello pertenecen a
atención de los simbolistas (y apocalípticos) posteriores. Igualaron la serpiente una categoría distinta que el resto de animales36. Pero hay también un contras-
con el monstruo del caos, llamado Leviatán (Isaías 27, 1; cf. Job 26, 18). La ser- te entre ambos. «Desnudez» no significa lo mismo para ambos. Los humanos
piente posee la característica de moverse por el suelo, pese a proceder del mar están desnudos, pero no vacíos (no sienten vergüenza, lo cual no es signo de inge-
(bajo la forma de Leviatán). Es a todo los efectos una criatura infernal que aca- nuidad, sino de santa simplicidad), mientras que la desnudez de la serpiente quie-
ba comiendo polvo, un símbolo de esterilidad e inanidad, aquello a lo que vuel- re decir vaciedad. No tiene compañero de su especie, no posee ninguna «ayuda»
ve el hombre tras su muerte (Génesis 3, 14). Como el mundo entero está ame- ('ezer ke-negdó, Génesis 2, 18), a diferencia de Adán y Eva. Está sola y puede con-
nazado por el caos por todos lados según una larga tradición de Israel (cf. Salmos siderarse extranjera, «enemiga» ya (Génesis 3, 15) antes de serlo por la maldi-
74, 10s,18-20; 89, 26; 104, 6-9; Job 38, 8-11; Isaías 51, 9s; 54, 9s), desde un ción. Sintiéndose extraña por creación, rompe los límites impuestos por el
punto de vista antropológico, Adán, según/, se siente existencialmente insegu- Creador entre las especies; literalmente, transgrede la diferencia y acarrea con-
ro en el mundo32. También en el ámbito sexual, esto es, en lo que se refiere a la fusión. Se mete con otra especie, sólo para corromperla y arrojarla a su propia
vida y a la perpetuación de la especie, Adán se siente amenazado (Génesis 3, 16). soledad. Es astuta, y su saber, potencialmente, es acerbo; peor aún, es un saber
Al principio, la amenaza es sutil y aparentemente insignificante. Tras la mortal. La desnudez de la serpiente es una parodia de la desnudez humana.
insinuación de que hombre y mujer estaban ambos desnudos, / recurre a un La desnudez indica no sólo debilidad, sino también disponibilidad, «vir-
sostenido travelín y nos acerca a una extraña escena en que la mujer y la ser- ginidad». Que tanto la serpiente como el hombre estén desnudos significa que
piente se hablan. El compañero dialógico normal de la mujer está aquí notoria- están abiertos a cualquier posibilidad; es decir, adoptando la manera de hablar
mente ausente. También está ausente el socio principal, Dios, que reaparecerá del hebreo, proclives a abarcar todo el espectro de opciones éticas en una sola
sólo después de que se haya consumado la conversación con la serpiente y el expresión, están abiertos al bien [tób] y al mal [ra] . Entre las posibilidades des-
resultado de la misma (3, 8s). En cuanto a Adán, los antiguos rabinos daban cubiertas por los tres de quienes se dice que están 'arom/'arum, hay evidente-
por supuesto que había ya «conocido» a su mujer y que estaba durmiendo; una mente la del apareamiento. La desnudez de Eva en particular es como una invi-
interesante idea que destaca la separación que sigue a una unión íntima. Está tación (la serpiente, igual que Adán, es un ser fálico). Su desnudez no era
claro que los rabinos han pensado esto por la connotación sexual que transpira vergonzosa frente a la desnudez de Adán, y a la inversa. Pero cuando hay otra
el texto33, aspecto sobre el que volveremos. Podemos observar, no obstante, que desnudez que interfiere, entonces toda desnudez se vuelve ocasión de vergüen-
hay comunicación entre el animal y sólo una parte de lo humano. La ausencia za. La tercera parte sostiene, por así decir, un espejo para que cada cual se mire
de la otra parte es en este momento notoria. No se alude a ella para exculpar a en él y lo que antes era apertura hacia el otro se convierte ahora en retirada hacia
esta otra parte por la «caída» (véase 3, 6); al contrario, destaca la brecha que uno mismo.
existe entre el varón y la mujer.

34. Karl Barth, Churcb Dogmatics, vol. 3, parte 2, trad. por Harold Knight y otros, T. &.
31. Hermann Gunkel (Génesis, übersetzt underkl'dn, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga T. Clark, Edimburgo 1960.
1901, p. 15) destaca que la serpiente, en cuanto demonio del mal, queda reducida en Israel al ran- 35. Northrop Frye, The Great Code, Harcourt, Brace, Jovanovich, Nueva York 1982,
go de un animal. p. 109.
32. Como dice Rosenberg, e n / h a y «un solo tema persistente: el desarrollo de la identidad 36. Abot de-Rabí Natán, A 1,10 dice, en el nombre de R. Shimeon ben Mansia, que la
humana contra un telón de fondo de factores no humanos» [King andKin, p. 55). serpiente solía ser «un gran sirviente». Pudo haber sido la mejor ayuda para la humanidad, mucho
33. Génesis Rabbá1), 16a. más incluso que la que aporta el camello, o el asno, para toto tipo de careas.
André LaCocque Génesis 2-3

Vergüenza, nos dice Frye, se usa semánticamente en conexión con infecun- como una fuerza opuesta al mandamiento de ser imagen de Dios. Es la irreve-
didad (Génesis 30, 23; Isaías 4, 1; Lucas 1, 25); con viudedad (Isaías 54, 4); con rencia de la diferencia, la interrupción de la humanización de la creación.
mutilación (Jueces 1, 6s; 1 Samuel 11, 2; 2 Samuel 10, 4s); con exhibicionismo Antes de la «caída», el problema sexual no preocupa a los humanos, pre-
(Levítico 20, 17; Jueces 3, 25; 2 Reyes 2, 17; Ezequiel 36, 30; Lucas 14, 9). En cisamente porque no es ningún problema. Pero cuando se pervierte la ciencia
esta perspectiva, el castigo de la serpiente encaja con su personaje: debe arrastrar- original, la realidad se rompe en dos aspectos irreconciliables. El aspecto de la
se, lo cual es una explicación etiológica de la mutilación de sus garras. Debe co- diferencia se separa del aspecto de la igualdad. En ningún otro campo que no
mer polvo, esto es, se alimenta de muerte, de nada, de vaciedad; y debe permane- sea el sexual se experimenta con mayor claridad este divorcio, porque lo sexual
cer sola como si hubiera «enviudado» y fuera estéril. De 'arum mikkol ayyat es paradigma de lo existencial en su totalidad. En éste, mucho más que en cual-
ha-sadeh (v. 1), se convierte en (v. 14) 'arum mikkol ayyat ha-sadeh (que debería quier otro ámbito, se acercan los humanos a la naturaleza animal. Irónicamen-
traducirse como «más maldita que ningún otro animal» -la serpiente es en todo te, aquellos que optaron por la rebelión contra Dios para ser como dioses se vie-
el representante de la naturaleza animal, como el Behemot en Job, 40). ron encerrados en elmundo de lo animal; qui veufaire l'angefait la béte (quien
Naturaleza animal y sexualidad van íntimamente unidas. La sensualidad quiere jugar a ángel acaba en bestia), dice Pascal.
hace salir en el hombre al animal, dice el refranero popular. Es así porque la racio- En otro estudio sobre nuestro texto, sumamente interesante pero también
nalidad pronto deja margen para el deseo indómito y descontrolado37. En este lleno de extrapolaciones de muy desigual garantía, Mieke Bal ha visto tam-
momento, la «astucia» humana canvia de significado y se convierte en la «astu- bién en el mandamiento divino de no comer de un determinado árbol la doctri-
cia» de la serpiente, un «ardor» animal indigno del control que el hombre posee na de la diferencia40. La autora prosigue con la idea de que el tema de la serpiente
sobre los instintos denominados «inferiores»38. El diálogo de la serpiente con Eva es lúdico. En realidad, el conocimiento sexual le hace a uno morir y no morir
no precisa ser abiertamente sexual. Basta con que la serpiente sea el animal, en (Dios ha destacado el primer aspecto: 2, 17), dice. De modo que no hay mentira
contraposición a Eva, un ser que respira el mismo aliento divino. Por esta razón alguna en la promesa de la serpiente y ¡Dios mismo lo reconoce realmente en
las connotaciones sexuales del encuentro apenas podían pasar inadvertidas. Ya Génesis 3, 22! Sabiduría es aquí aceptación de la condición humana, incluida la
los antiguos rabinos discernían en la interposición de la serpiente entre marido muerte, y la continuidad de la historia. Pero Phyllis Tribler se acerca más a la rea-
y mujer un intento del animal por apoderarse del lugar de Adán39. lidad cuando insiste en que a partir de este momento, de hecho, «se les abren los
La seducción es extraordinaria. Adán sólo puede ofrecer lo que él mismo ojos a ambos», «irónicamente, conocen lo opuesto de lo que la serpiente les había
ha recibido de Otro para ser humano, pero la serpiente convierte el don de Adán prometido. Saben de su desamparo, su inseguridad, su indefensión... El antes y
en algo tan minúsculo que pierde todo valor. Más bien, el don de la serpiente el después de la desobediencia contrapone el estar desnudos sin percibirlo...
ocupará su lugar a modo de formidable alternativa. Hay algo de excitante magia [con] la conciencia de sentirse indefensos»41.
envuelta en el hecho de comer la fruta que le ha de hacer semejante a Dios (o a Destaquemos que este conocimiento de una situación anterior a la con-
los dioses) en conocimiento (el término usado aquí es yadd, un conocimiento ciencia que tenían de ella, era, antes de que comieran de la fruta prohibida, total-
íntimo, existencial, como el que se experimenta en la relación sexual entre hom- mente innecesario, porque se hallaban bajo la protección del Altísimo. Ahora,
bre y mujer, cf. Génesis 4, 1). La serpiente aparece luego en su total desnudez por vez primera, por así decir, están desnudos; se han mostrado su desnudez42.
fálica. No es ya el animal; es el pene. La serpiente simboliza el acto sexual sin Una debilidad se convierte en fragilidad sólo cuando se la conoce por expe-
amor, el apareamiento entre animales. Hay aquí de nuevo un contraste entre riencia o por revelación43. El discurso de la serpiente es engañoso y puede con-
lo que se ve y lo que no se ve -lo mismo que pasa con el hombre, que no sólo es siderarse en sí mismo mentira, como dice Juan 8, 44. La serpiente es quien mien-
forma e imagen, sino también nefeshayyah (2, 7). Pero lo que es ocultación posi- te, no Dios (con la venia de Bal).
tiva en el ser humano es ocultación negativa en la serpiente. Porque se presenta
40. Mieke Bal, Lethal Love: Feminist Readings ofBiblical Love Stories, Indiana University
Press, Bloomington 1987.
37. 4 Macabeos 2, 1-4 pone de relieve el esfuerzo mental de José para resistir con éxito al 4l.Trible, Godandthe Rhetoric ofSexuality, p. 114.
deseo sexual en casa de Putifar. 42. De nuevo, está claro que, para/, el fenómeno es ocasión, no destino. «Desnudez» es
38. Paul Ricoeur escribe: «La serpiente [del Génesis] es... nuestra naturaleza animal», en lo que piensa Adán.
The Symbolism ofEvil (trad. por Emerson Buchanan, Harper and Row, Nueva York 1957), p. 257. 43. Este principio es el fundamento del tema de Pablo sobre la «cruz» de la Ley, que me
39. Véase Abot de-Rabí Natán, A 1, 9. revela mi indignidad (Romanos 3, 20).
André LaCocque Génesis 2-3

Es verdad que cuando los humanos comieron del fruto de la ciencia suce- de trampolín a la aparición de muchos textos escatológicamente orientados, que
dió algo que se acerca a la verdadera ciencia: sus ojos se abrieron (pqh), un verbo nos hablan de la restauración del árbol de vida para los santos. Podemos refe-
que se usa para describir la apertura de los ojos de un ciego (Salmos 146, 8; Isaías rirnos aquí a Apocalipsis 2, 7; 22, 2; 4 Esdras 8, 52 («porque tú eras el árbol de
35, 5). Pero lo que vieron fue sólo una realidad vergonzosa, exactamente lo con- vida plantado y el futuro eón preparado»); Testamento de Leví 18, lOs (el Mesí-
trario del tdb de la proclamación divina de Génesis 1. Así queda claro que la rea- as alimentará a los santos con el fruto del árbol de vida); en Salmos de Salo-
lidad es nuestra interpretación (visión) de la realidad. La visión humana es un món 14, 2-3 y lQHod 8, 5, de Qumrán, «árboles de vida» designa a los mismos
deseo de configurar el mundo; los hombres tienen el sentimiento ilusorio de que santos.
pueden hacerlo mejor que el Creador. Lo que consiguen es una distorsión de lo «Comer», en su connotación negativa, significa rechazar la sabiduría reci-
dado mediante una interpretación en sí misma confusa. Como la visión de la re- bida, la única que garantiza vida, a cuenta de una sabiduría adquirida, el resul-
alidad por parte del Creador partía de lo que es tdb, sólo le queda al hombre se- tado de un proceso de ensayo y error, del que surge la conciencia de muerte
parado de Dios compartir la otra visión, la que parte de lo que es ra'; tertium non (cf. Proverbios 3, 19-22; 4, 13; 9, 6; Eclesiastés, pássim). Luego pasamos de
datur. Habrá que esperar nada menos que la llegada del Ungido para que puedan Génesis 2, 19-23 (la creación entera como compañera del hombre, ayuda in-
abrirse los ojos de los ciegos (Isaías 42, 7; cf. Juan 9, 1-41). Mientras, lejos de do- cluso) a 3, 19 (alienación del universo entero). Para/, el antídoto está en la
minar sobre la creación, cosa que los humanos creyeron conseguir, son incapaces elección de Abraham y en la promesa, hecha a él, de una innumerable descen-
de reconocer aquello que es bueno para ellos; su supuesto «ver con toda claridad» dencia en una Tierra Prometida, y en la bendición de toda la familia de nacio-
es miopía (o, a otro nivel, desnudez). La ceguera es alienación de sí mismo a la nes (Génesis 12, 1-2; 15, 5-7; etc.)45. El deuteronomista, posteriormente, re-
vez que del otro, de modo que pueden los humanos incluso mantener la ilusión sume la opción abrahámica y mosaica exhortando a Israel a elegir el bien y la
de no haber sido vistos por nadie, o de permanecer ocultos (3, 8) a los ojos de vida mediante el cumplimiento de la voluntad divina, como dice Deuterono-
Aquel que los abarca por doquier (Salmos 139, 5). Sí, ahora saben algo que antes mio 30, 19.
ignoraban: que están desnudos, en sentido propio y figurado. Lo que conocen es Más aún; «comer» -que ahora es del mismo orden que tomar, agarrar- deja
la superficie de las cosas, su mera materialidad, no su interior o su sentido, tam- atrás la inocencia original, que significaba vivir aceptando el mandato y con-
poco su referencia. Están centrados en sí mismos, incapaces en lo sucesivo de fiando en el mandante. Ahora, la inocencia da paso a la artimaña, a la astucia:
toda auténtica comunicación. Sus sentidos creados para verterse al exterior a la astucia de la serpiente, y pronto a la astucia de los humanos. Consiste ésta
se han vuelto superfluos. Adán y Eva son ahora el «pueblo necio y sin cordura» de en vivir de acuerdo con las normas que se da uno mismo, lejos del Otro y de
Jeremías 5, 21, «que tiene ojos y no ve, tiene oídos y no oye». Han perdido su re- cualquier otro, es decir, adoptando un criterio de juicio centrado totalmente
lación de comunión con Dios, que les permitía ver como él ve, compartir su en el yo. Se pasa de Génesis 2, 25 (desnudez inocente) a 3, 7 (desnudez ver-
visión/interpretación (cf. Salmos 7, 10; Job 34, 21). Todo aquello que pierde gonzosa, vergüenza por la antigua inocencia). El antídoto, evidentemente, es el
su referencia con Dios carece, de hecho, de sentido y es frustrante. amor; un amor puesto otra vez de manifiesto por Abraham, al interceder por
De manera que «comer del fruto prohibido» consiste en rechazar la vida Sodoma en Génesis 18, 22s (J). Amor, en la concepción de Israel, es también,
recibida, por amor de una existencia ganada, merecida, construida «desde cero» por paradójico que pueda parecer, mandato. Porque, si es verdad, con Maimó-
a base de esfuerzo humano. La situación recién conseguida cambia de Génesis
2, 15 (el cultivo del jardín del Edén) a 3, 17 («maldita será la tierra por tu cau-
sa»). Pero cada «veneno», de acuerdo con la concepción del mundo de Israel, tie- 45. Cf. Michael Fishbane, Text andTexture: Cióse Readings ofSelectedBiblical Texts, Schoc-
ken, Nueva York, p. 112: «La triple promesa de tierra, fertilidad y bendición dada a Abraham reti-
ne también su antídoto. Los ojos humanos no han de abrirse siempre sólo para
ra de forma efectiva las maldiciones de la expulsión y lo establece como un nuevo Adán.» En el
ver la vergüenza. Éxodo 14, 30-31 (/) dice que, tras cruzar el Mar Rojo, Israel marco de la alianza, debe reanudarse y definirse de nuevo el lenguaje de los orígenes del mundo.
«.vio el gran poder que había desplegado el Señor contra Egipto, y el pueblo temió Ante Dios, hay una sabiduría que es hayim (vida), en contraposición a la falsa sabiduría adquiri-
[juego de palabras en hebreo con vio] al Señor...». El resultado de esta visión rege- da en el Edén (véase Proverbios 4, 13; 3, 19-22; 9, 6; 16, 22; 10, 17, etc.). La «bondad» que
nerada es que Israel «hereda» una tierra que ha sido curada de su «enfermedad desprende aquélla no es engañosa, y sí lo es la forma de esta última, pues ahora tdb (bien) se iden-
tifica con hayim (véase Deuteronomio 30, 15-20; 4, 1,4,10; 6, 24; 16, 20; Salmos 34, 13; Eze-
de muerte». Es una tierra que «mana leche y miel» (Éxodo 3, 8)44, lo que sirve quiel 18). Así, los términos «sabiduría», «bien» y «vida» se vuelven sinónimos, porque la finalidad
de la sabiduría ya no es ser como dioses, sino más bien cumplir la voluntad divina tal como se
44. Una muy antigua expresión, de origen cananeo (?). revela en la empresa de la creación y en la Tora, el mapa de la alianza.
André LaCocque Génesis 2-3

nides, que «hemos recibido el mandato de ser libres», también lo es que hemos males» del Edén. En el paraíso, la muerte no ha lugar y, en caso de necesidad,
recibido el mandamiento de amar a Dios y a nuestro prójimo (Deuteronomio hay un árbol cuyos frutos de vida conservan vivos a los humanos para siempre.
6, 5;Levítico 19, 18). Su presencia en el Edén indica que, aunque amenazadora, como el caos del capí-
Pero, mientras, todo el mundo está en guardia, ¡incluso Dios! La segunda tulo 1, la muerte estaba controlada por el libre don de Dios -quien puede reti-
mitad del misterioso texto de Génesis 3, 22 la traduce así la New Revised Stan- rarlo a voluntad, como muestra el final del episodio, /recibe aquí otra vez la
dard Versión (NRSV): «He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nos- influencia de los antiguos mitos en los que los dioses mismos se conservan inmor-
otros, conocedor del bien y el mal; ahora podría alargar su mano y tomar tam- tales por medios parecidos a un árbol de vida y a una fuente de la juventud47.
bién del árbol de vida, y comer, y vivir para siempre...». La lectura judía tradicional Servía a la finalidad dramática de/mostrar que hasta en el paraíso la vida no
de este texto ve en él una ironía e invita al lector a que suponga frases como debía darse por supuesta. La advertencia divina a los humanos de no comer
«esto se cree el hombre» o «según el tentador». Por consiguiente, decide Dios, del fruto prohibido so pena de mot tamut (2, 17) enfatiza la actualización de una
«hagámosle ver cuan equivocado está». Otra interesante interpretación rabíni- posibilidad disponible desde el principio (cf. Salmos 82, 6-7; 74, 12-17, que ha
ca lee mimmeno (no «como nosotros», sino «él solo»; el texto masorético [TM] de compararse con Isaías 25, 8, donde el Leviatán es sustituido por la muerte).
permanece inalterado), de modo que Adán es descrito como «aquel que cono- Jon Levenson escribe: «La verdad es que el judaismo [y aquí hay que incluir tam-
ce el bien y el mal por sí solo» (dice Yefé Toar). Rashi lee [el hombre es] «como bién la religión bíblica] no es optimista, sino redentor, y la creación de la huma-
el Único (éhad) en su género por su capacidad de discriminar entre el bien y el nidad sin su potente, innata y persistente inclinación al mal es parte de su visión
mal». Y el Targum de Ónqelos mezcla ambas lecturas: «único en el mundo por de la redención, no parte de su descripción de la realidad presente»48. A su vez,
sí solo». Según la tradición judía, por consiguiente, Dios no expresa aquí ni Paul Ricoeur dice: «Se requiere un enfoque relacional global... para pensar, simul-
temor ni celos. táneamente, creación y persistencia del mal... La creación continúa siendo un
Sin embargo, la traducción de hayah en 3, 22 continúa siendo problemá- drama, en el que la vulnerabilidad inicial del caos nos permite prever la fragili-
tica. La NRSV traduce «el hombre se ha hecho...». Esta lectura es casi la admiti- dad del orden creado»49.
da por todos, pero no es la única posible. Hayah puede significar aquí también: Puede ser que, en las fuentes utilizadas por/, se supusiera que el fruto del
«[el hombre] era [como uno de nosotros]»; se refiere al estado en que se hallaba árbol de la ciencia abriría los ojos y revelaría la existencia del árbol de vida. Si
antes de comer del fruto; Dios habría añadido entonces algo así como «no he- fue así, esta idea no la retuvo /, porque dice explícitamente que se puede comer
mos de permitirle que perpetúe esta confusión eternamente». En este caso, hay libremente de los frutos de todos los árboles, excepto del árbol de la ciencia. Tras
una tremenda ironía en el hecho de que los humanos eran sabios, sus ojos esta- la rebelión contra la voluntad de Dios, es precisamente del fruto de la vida de lo
ban en principio abiertos, pero decidieron que existía una manera mágica de que se verán ahora privados los humanos; es ciertamente otra forma de decir,
ser todavía más «divinos», de superar a Dios en su divinidad. Esta lectura irónicamente, que ahora que creyeron asegurarse vivir como dioses van a morir
de hayah parece estar retrospectivamente confirmada a las claras por la réplica igual que animales. Además, todavía parece más irónicamente paradójico todo
«pero ahora» (we-'attah) de la segunda parte del versículo46. La expulsión del el asunto si comprobamos que la condición humana antes de comer del fruto
paraíso significa que Adán ya no pertenece a los seres divinos (cf. Ezequiel 28, 2 prohibido no era una situación de ausencia de conocimiento con relación al bien
y pássim). y al mal, porque entonces carecerían de sentido los mandatos divinos anterior-
La ironía continúa con la promesa de la serpiente de no morir si comían
47. Véase Geo Widengren, The King and the Tree ofLife in Ancient Eastern Religión, Otto
del fruto, puesto que hasta ese momento no había habido alusión alguna a
Harassowitz, Uppsala 1951.
ninguna intención divina de dejarles morir en principio. Al contrario, la adver- 48. Levenson, Creation and the Persistence ofEviL, p. 39 y pássim.
tencia de que comer del árbol prohibido equivaldría a mot tamut, morir sin reme- 49. Paul Ricoeur, «Fides quaerens intellectum: Antécédents bibliques?», en Archivio di Filo-
dio (2, 17), implica a las claras que la muerte no es una de las posibilidades «nor- sofía, 48 (1990) 36-37. Ricoeur ha demostrado, en The Symbolism ofEvil, que el mal «está ahí»
de manera concomitante y es una elección humana. Ahora bien, con palabras de Michael Fish-
bane, «el mal entra en el mundo a través del hombre y de sus elecciones como criatura libre... Esta
46. Cf. «Está escrito que "Dios hizo sencillo al hombre" (Eclesiastés 7, 29). Ahora "el perspectiva constituye una antropología del mal... [Pero desde una] segunda perspectiva, el ori-
hombre era sencillo", tal como está escrito, "he aquí que el hombre era como uno de nosotros" gen del mal es percibido... como si yaciera en lo profundo de la «naturaleza» de las cosas a des-
(3, 22), en el sentido de que era sencillo como uno de los ángeles que sirven» {Tanhumah pecho del «orden» creado... La tentación ya está ahí, desde el comienzo, misteriosamente» {Text
Bertséth, par. 7, f. 10a). and Texture, p. 22 y 25).
André LaCocque Génesis 2-3

mente impuestos50. Lo que aquí se dirime, por consiguiente, es el paso a otra ne, los deseos de los ojos y el alarde de la opulencia— no proviene del Padre, sino
comprensión de realidades ya conocidas de antemano, como insistimos en decir que procede del mundo»53.
anteriormente, no el descubrimiento nuevo de cosas mantenidas en secreto El ámbito de la sexualidad se contempla de un modo específico en la mal-
por un dios celoso. dición con que se castiga la rebelión humana. Se pone así de relieve que la
La creación procede por separación51, por discriminación entre un térmi- decisión humana pervertida posee un efecto instantáneo sobre exactamente los
no y otro, en definitiva entre opuestos de un mismo espectro: bien y mal (véa- medios de «conocimiento» por excelencia. Dios castiga el útero de la mujer, que
se Génesis 24, 50; cf. 31, 24-29; 2 Samuel 13, 22; 14, 17; Números 24, 12). es, como dice Thierry Maertens, «el órgano que, a todo lo largo de la historia del
El hombre quiso dominar estos dos términos, porque afortiori dominaría tam- pueblo elegido, será el locus privilegiado de las bendiciones divinas» (cf. Deute-
bién cualquier otro término que estuviera en medio, pues todas las cosas del uni- ronomio 28, 2-11; Isaías 49, 21; Génesis 22, 17). Y prosigue: «Dios ha decidi-
verso han sido creadas en polaridad. Pero oposición a los ojos humanos es coin- do que la bendición florezca sólo en el sufrimiento y en la aflicción» (cf. Isaías
cidencia en el gobierno divino. «Bien y mal», ambos a una pertenecen a Dios, 26, 16-19; Apocalipsis 21,4; Juan 16, 20-22)54.
dice Números 24,13 y así son mantenidos en armonía, en complementariedad Para el lector moderno resulta difícil comprender por qué, según el rela-
mutua, aunque contrapuesta, como la luz y la oscuridad (véase Génesis 1). En to, le toca a la mujer la peor parte del castigo. Volveremos sobre este punto. Pero
el momento en que el hombre escoge por sí mismo el criterio de lo «ético», es importante recordar que, según el mito que constituye la base-de la compo-
esta estructura de polaridad/complementariedad se convierte en una estructura sición de /, la mujer quedó marcada como el miembro más débil de la pareja
de adversidad/exclusividad. Lo que es tób (bueno) se recorta por la presencia humana. Ella fue la primera en «caer» en la tentación. Como dice Hartmut Gese,
de lo que es ra'(malo), y lo ra'se vuelve consciente y responsable por la pre- «el Antiguo Testamento adoptó el ser y la conciencia de las culturas primitivas,
sencia de lo que es tób. De este modo / s e enfrenta a una alienación mutua de aunque las reorientó en sus elementos esenciales». En el mito base del relato del
términos recíprocamente alienados que solían ser complementarios y también a Génesis, añade el autor citado, la mujer actuó «ignorando el orden de la crea-
la tensión, introducida por la rebelión humana, entre términos que ahora reci- ción». Dio a comer del fruto prohibido a su marido, quien, en consecuencia,
ben significados opuestos a los que tenían anteriormente. La nueva vida es muer- cobró conciencia. En esto consistió su caída, porque «sólo en relación con la
te y el nuevo conocimiento, oprobio. Comer del fruto del árbol prohibido sig- autoconciencia el hombre experimenta la muerte». Porque en el Génesis la mujer
nifica contrariar el mandamiento de elegir el bien y neutralizar la confianza no es ingenua. Conoce la prohibición, y sucumbe a «una tentación dirigida al
fundamental en la que descansaba. centro de ...[su] ser». La muerte no es aquí ningún «acontecimiento trágico...,
A este respecto, el texto del Génesis muestra de un modo incisivo la increí- sino una decisión del hombre... para formar parte del mundo de la conciencia
ble reducción que la recién descubierta «sabiduría» humana impone a la noción divina...» (cf. Génesis 6). Descubrimos aquí la muerte como culpa55.
de lo que es tób. Ahora, compungidamente, el hombre acepta que hay tres ámbi-
tos de conocimiento que abarcan toda la realidad (3, 6): «bueno para comer» =
53. Es verdad que hay aquí aparentemente una repetición de la descripción, hecha por Yhwh
placer sensual (o físico); «agradable de ver» = deleite estético (o psicológico);
mismo en 2,9, de los árboles creados «gratos a la vista y de frutos sabrosos». Hay, no obstante, una
«codiciable para conseguir sabiduría» = gratificación intelectual (o espiritual)52. diferencia profunda, por cuanto los placeres de los árboles no se combinan con la inteligencia o
Como dice 1 Juan 2, 16, «todo lo que hay en el mundo —los deseos de la car- el conocimiento; ambos campos permanecen separados, sin confundirse. Además de estos árbo-
les, dice 2, 9, hay también el árbol de vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Que se lle-
gue a mencionar la estética natural además del placer sensual es una forma de destacar la tras-
50. Bueno es lo que Dios quiere, mal lo que Dios aborrece. La única base para diferenciar cendencia humana sobre la naturaleza animal. En Génesis 2, 9, los adjetivos están al servicio de
entre el bien y el mal es el mandamiento divino y la prohibición. No hay una aptitud (represen- la idea de la intensidad de dicha que el Cantar de los cantares, por ejemplo, recuerda en su elo-
tada aquí por el fruto de un árbol) innata o adquirida. Lo que se adquiere comiendo de la fruta gio del amor. En contraposición, en Génesis 3, 6, la dicha se trueca en la tentación de dejar de
prohibida es la «profunda interconexión que hay entre conocimiento y muerte. El castigo pro- amar, adoptando una actitud de hostilidad y rebelión. En el siglo X a.G, / y a había dejado claro
metido de morir... no es sólo la mortalidad, sino también la conciencia humana de la mortalidad» que nada se acerca tanto a la virtud como el vicio (cf. Las nociones [por lo demás inadecuadas] de
(Fishbane, Text and Texture, p. 21). privatio boniy admissio boni de san Agustín).
51. Cf. Paul Beauchamp, Création et separation. Etude exégétique du chapitre premier de la 54. Thierry Maertens, La mort a régné depuis Adam (Génesis II, 4b-III, 24), Abbaye de St.
Cénese, DDB, París 1969. André, Brujas, p. 82, 81.
52. Debo este planteamiento a von Rad: véase su comentario en Génesis, traducido por John 55. Harmut Gese, Essays in Biblical Theology, trad. por Keith Crim, Augsburg, Minneá-
Marks (Westminster, Filadelfia 1972), ad3, 6. polis 1981, p. 40s, sobre «La muerte en el Antiguo Testamento».
André LaCocque Génesis 2-3

Por ello, Génesis 2s puentea la distancia que hay entre el mito («entonces») mana como al masal (dominio) al que es sometido la hembra humana, corres-
y la historia («ahora»). Entre ambos no hay discontinuidad, aunque sí una escan- ponde ahora el tesukah y t\ másalas. Génesis 3,16. El tesukah inicial aparece pri-
dalosa disyunción empírica. En otras palabras, Génesis 2s es más prototípico que meramente bajo términos análogos como tób, ta'awah, nehmad, que describen la
arquetípico. Según Paul Ricoeur, «toda mujer y todo hombre son Adán; todo atracción que ejerce el árbol prohibido. Y el masal está de forma parecida igual-
hombre y toda mujer son Eva; toda mujer peca "en"Adán, todo hombre es sedu- mente implícito en la aceptación de la autoridad, sobre Eva, de alguien que no es
cido "en" Eva... La serpiente... sería la parte de nosotros mismos que no reco- Dios y en la adquisición de dominio sobre sí misma al comer Eva de la fruta («se-
nocemos... nuestra seducción llevada a cabo por nosotros mismos, proyectada réis como dioses»). El paso de un «deseo» al otro, y de un «dominio» al otro des-
en el objeto seductor. La tentación vendría a ser una especie de seducción desde cribe relaciones anormales y retorcidas. Sólo el eskhaton restaurará las condicio-
fuera; se desarrollaría en connivencia con la aparición que despliega el asedio al nes normales que prevalecían antes de la rebelión. Ezequiel 28, un texto que
"corazón"; y, finalmente, pecar sería sucumbir» (Santiago 1, 13-14)56. «De forma hemos mencionado repetidamente con anterioridad en paralelo con la versión/
parecida, identificó san Pablo la cuasi-exterioridad del deseo con la "carne", con de la creación, anuncia: «Y para la casa de Israel ya no habrá espina punzante ni
la ley del pecado que está en mis miembros. La serpiente, por tanto, representa zarza lacerante» (v. 24, véase también el locus classicusde Isaías 11).
este aspecto pasivo de la tentación, manteniéndose en el filo de lo exterior y lo La pareja humana se yergue ahora sobre un suelo del que dependen para
interior... [Pero] la serpiente no es sólo la proyección del hombre que se seduce subsistir, pero que está maldito. A esta tierra, de la que fueron tomados, deben
a sí mismo, no es sólo nuestra naturaleza animal... La serpiente es también "exter- también volver. Por lo que se refiere a esos textos de amplio alcance, debemos
na" de un modo más radical y de muy diversas maneras... Todo individuo se topa recordar que aquí la cuestión no es el paso de una realidad a otra, o, por lo que
con el mal que está.ya ahí»57. aquí importa, de un mundo a otro". Como dice Paul Beauchamp, «cielos y
Por tanto, no hay mayor razón en condenar sólo a Eva por «comer de la tierra» son orientaciones y límites60. La rebelión humana altera ambos a dos, de
fruta» que la que puede haber en aplicar a Adán la frase de que élises tomado modo que el «oriente» se desorienta y el «límite» es transgredido. Esto no impi-
del polvo y al polvo ha de volver (3,19). Con el motivo de la aparente ausencia de que oriente y límite continúen para siempre siendo normas del mundo cre-
de Adán mientras Eva come de la fruta prohibida, el autor de nuestro texto ado por Dios. Como pasa con Génesis 3, 22, donde yo he leído el verbo hayah
quiere mostrar la separación y la alienación que hay en la unidad humana. Pero referido al estado humano anterior a la rebelión, así también 3,16 indica un cam-
en lo que concierne a la culpabilidad, ambos son condenables, porque ambos bio de valor, no de naturaleza. Esto es claro de toda evidencia por lo que con-
comen. De modo parecido, cuando se le dice a Adán que es polvo y que volve- cierne a la tierra: es la tierra que era antes, pero en vez de cooperar con el esfuer-
rá a ser polvo, es porque de nuevo se acentúa la división de la pareja y se da una zo del hombre, ahora se ha vuelto hostil (3,18). Produce como antes plantas
especie de prioridad al proceso de disolución y erradicación que hiere específi- de todas clases, pero ahora estas plantas son «espinas y cardos»; el hombre cul-
camente a uno de ellos, en cuanto no es «portador de vida», como lo es Eva tiva la tierra como antes y esto pide esfuerzo (2, 15), pero ahora el esfuerzo es
(Génesis 3, 20). trabajo y sudor y aparece casi como estéril.
La maldición del varón corre a la par con la maldición de la mujer. El varón Las palabras dirigidas por Dios a la mujer y al varón deben leerse con sumo
trabajará con dolor, 'eseb, la misma palabra empleada para la futura situación de cuidado, tal como hace, por ejemplo, Carol Meyers, cuya metodología nos va
Eva. Al 'akhal(comer) de la transgresión corresponde el 'akhalcon dolor del cas- a servir aquí de modelo, aunque nuestros resultados sean algo distintos61. Con
tigo. Tanto al tesukah (deseo) implícito que constituye la base de la tentación hu- Meyers, traduzco las primeras palabras hebreas de 3, 16 por «multiplicaré en
gran manera». La expresión indica el incremento o el empeoramiento de la situa-
56. Ricoeur, The Symbolism ofEvil, p. 255-257. ción preexistente, no la emergencia de una realidad original (cf. Génesis 16, 10).
57. Ibíd em. Michel Fishbane, Text and Texture, habla más bien de la presencia de la ser- «No puede multiplicarse algo a menos que esté ya presente» (Meyers, p. 103; cf.
piente como muestra de que el mal yace en lo profundo de la «naturaleza» de las cosas (véase
p. 43). En Génesis 4, en todo caso, hay una interiorización de la serpiente (el pecado acecha como
la serpiente por la puerta, 4, 7). La reflexión d e / s o b r e el pecado del hombre le lleva a la conclu- 59. Pese al rabínico ha-'olam ha-zeh (este mundo) frente a ha-'olam ha-ba'{A mundo futu-
sión de que el pecado ha estado siempre ahí, en el espacio y en el tiempo. Pero, como dice Luis ro), donde, además, el vocablo 'olam debe entenderse como «economía», no como «mundo».
Alonso-Schokel- debemos darnos cuenta de que el autor sitúa este pecado omnipresente y ubicuo
60. Beauchamp, Création et séparation.
en el marco de la historia de la salvación (cf. p. 61).
61. Carole Meyers, Discovering Eve: Ancient Israelite Women in Context, Oxford Univer-
58. El texto dice 'attah, «tú», en masculino. sity Press, Nueva York 1988.
André LaCocque Génesis 2-3

p. 105). Lo que se multiplica es el héron de la mujer, el período de su preñez (vis- bien «tener poder sobre» alguien. Algo de este sentido hay en el conmovedor tex-
to exclusivamente en términos de parto; cf. Jeremías 20, 14-18). Se trata del to de Amos 3, 2 («sólo a vosotros "conocí" entre todas las familias de la tierra...»).
«dolor» (más mental, quizás, que físico -véase Meyers, p. 104—, pero ciertamente Más claro es aún en Génesis 19 o Jueces 19 (los sodomitas y los benjaminitas de
no exclusivamente de esta última clase, aunque sólo sea por su mayor duración)62. Guibeá quieren «conocer» carnalmente, y dominar, a los recién llegados a su
Que no se trata, en este texto del Génesis, del número de preñeces (interfirien- ciudad). Es por ello paradójico que la mujer permita que su compañero varón
do inadvertidamente con un problema moderno en un texto antiguo, en cuyo ejerza, en el ámbito de la sexualidad, dominio sobre ella por razón de la perpe-
contexto muchos hijos no constituirían de por sí un problema, sino más bien tuación de la especie. Es el precio que hay que pagar ahora, tras rechazar la in-
una bendición) lo demuestra también el uso del singular para el término héron mortalidad graciosamente concedida por Dios en el diálogo del Edén. Esta inmor-
en el texto. talidad individual es ahora reemplazada por otra de tipo colectivo a través de la
El texto prosigue diciendo, be-'eseb téledi banim («darás a luz hijos con sucesión de generaciones.
dolor». El argumento de Meyers ahora da un giro. La autora intenta alejar la Por ello, Génesis 3, l6d no constituye ninguna aseveración general y solem-
intencionalidad del texto de los dolores de parto, y el resultado es una especie ne del dominio masculino (y mucho menos de la «superioridad») sobre la mujer.
de tour de forcé. Sin embargo, es más sencillo entender que Dios dice a la mujer Más bien es una aseveración que debe ser leída dentro del contexto inmediato
(fuiste creada para tener hijos con facilidad, pero ahora) «parirás a tus hijos que le dan las líneas que anteceden. De máxima importancia es que el «domi-
con trabajos». O hasta, habida cuenta del empuje dinámico de la preposición be, nio» del varón lo garantice la mujer misma en la relación sexual. No es que sea
«[ahora] con dolor/trabajo darás a luz a tus hijos»63. un acto de buena voluntad por parte de la mujer, pues el varón ejerce sobre
De modo parecido, debe observarse que el «deseo» femenino es «una atrac- ella (igual que ésta sobre el varón, pero con resultados muy distintos) una atrac-
ción ya existente» (Meyers, p. 110). Este deseo persistirá en la nueva economía ción irresistible, y la mujer es consciente de las posibles y poco gratas conse-
inaugurada por la rebelión humana, pese al mal resultado que da de preñeces cuencias tanto físicas como morales y emocionales que acompañan a la (desea-
largas y de trabajos en el parto. Las condiciones socioeconómicas del mundo da) preñez y al parto. No hay tampoco aquí ninguna superioridad «natural»
antiguo64 acentúan todavía más el comprensible temor de la mujer a dar a luz del varón que pudiera afirmarse chovinístícamente como de derecho divino por
hijos con ese «dolor» y con un futuro tan incierto. Leído contra este fondo, se una sociedad patriarcal. El «dominio» en cuestión es aquí descrito como suma-
entiende el resto de la frase. Tan graves condiciones impuestas a la «maternidad» mente paradójico, pero es la única explicación -la única etiología sapiencial-
podrían acabar quizás en una paralización de las relaciones sexuales, pero enton- que puede dar razón del supuesto riesgo asumido por la mujer en la relación
ces dejamos de lado el tesukah femenino (cierto, la mujer no posee la exclusiva sexual. Debería por tanto entenderse la frase bíblica de la siguiente manera: «pero
del deseo sexual, pero el tesukah masculino no requiere ser aquí mencionado, él [y los peligros que representa su relación] prevalecerá65sobre ti [y tus temo-
porque el resultado del acto amoroso no es para él comparable con el resultado res]».
que supone para la mujer. El «dolor/trabajo» para el hombre se sitúa en otra par- El relato de la creación presenta un escenario en el que el destinatario
te, como indica el versículo siguiente. No hay, pues, constricción alguna para está claramente ausente. Esta extraña situación la vemos también en otros luga-
que el varón vaya en esto a medias con la mujer). El tesukah de la mujer preva- res de la Biblia: «¿Dónde estabas tú?», pregunta Dios a Job (38, 4)66. Esto en sí
lecerá sobre sus temores, dándole así a su compañero varón «poder» sobre ella mismo es ya una lección de humildad. Ningún lector del texto sagrado puede
en el campo de la sexualidad (cf. Génesis 30,1). En este contexto, hay que recor- alardear de tener un conocimiento inmediato y de primera mano de la historia
dar que el término cardinalyada'(conocer, o tener contacto sexual) significa tam- primigenia, es decir, del origen, raison d'étre y objetivo de todo lo que existe.
Todo cuanto sabe el lector le viene de lo que el autor quiere contar y de la mane-
62. Si contrastamos esta decripción del Génesis con las expectativas escatológicas -como
ra como intenta contarlo. Aquí, más que nunca, conocer es confiar en - y acep-
hicimos anteriormente, cuando tratábamos de la «ceguera» adquirida por la pareja humana- sor-
prende que los antiguos sabios vieran la época mesiánica como la que proporcionaría la condición 65. Cf. Meyers, Discovering Eve, p. 117.
de dar a luz en el mismo día de la concepción (véase Sabbat 30b, doctrina de rabí Gamaliel). 66. La pregunta divina, «¿dónde estás?», no es sólo desafío. Jacob Neusner cita a los rabi-
63. Según la promesa escatológica de Isaías 65, 23, «no tendrán hijos para sobresalto». nos sobre Génesis 3, 9, quienes dicen que el adverbio interrogativo significa también «¿cómo ha
64. Meyers (p. 112-113) explica esto magníficamente (y con mayor detalle en «The Roots podido pasarte esto?» Los rabinos parafrasean: «Lloré por él (Adán) diciendo: "¿Cómo..."» (Jacob
of Restriction: Women in Early Israel», en Norman K. Gottwald (ed.), The Bible and Liberation: Neusner y Andrew M. Greeley, The Bible and Us: A Priest anda Rabbi ReadScripture Together,
Political and Social Hermeneutics, Orbis, Maryknoll 1983, p. 189s). Warner Books, Nueva York 1990, p. 61).
André LaCocque Génesis 2-3

tar— la autoridad de otro. Pero aquí la situación se complica aquí de un modo


especial por el reconocimiento implícito de la ausencia del autor del escenario
que está describiendo. Cuando Dios creó cielos y tierra, nadie estaba allí para
dar testimonio de ello67. Hay, por parte del autor, y por tanto por parte del
PENSAR LA CREACIÓN
destinatario, confianza en la credibilidad de la tradición y la historia. La dis-
tancia frente al mito es enorme, pues el autor/actúa como un sabio que con-
PAUL RICOEUR
templa el universo y como un profeta que «lee» la historia y descubre su pasa-
do y su futuro. Le interesa menos lo que ha sido que lo que es y ha de ser68. «Adán
y Eva» son cada hombre y cada mujer, aquí y ahora. Este es el fondo de la cues-
tión de la autoridad de / y de su credibilidad. A esto se puede llamar «inspira-
ción», o theopneustia (2 Timoteo 3, 16). Si a / l e hubiera interesado referir un En las últimas décadas, un problema ha prevalecido en la exégesis y la teo-
mito sobre la felicidad del paraíso, no veríamos «grietas en el muro». Al con- logía del Antiguo Testamento: el de qué grado de independencia hay que con-
trario, la «historia» que narra/rebosa fuerza porque, a pesar de su supuesta ausen- ceder a la doctrina de la creación en relación con la afirmación soteriológica fun-
cia como destinatario, el lector está de hecho presente en el conjunto y en cada damental que, hay que reconocerlo, atraviesa ambos Testamentos de la Biblia.
detalle. La lectora se reconoce en Eva; el lector, en Adán. Ambos reconocen que Este problema interesa no sólo a los especialistas en el pensamiento del anti-
el caos nunca se ha ido; el enemigo «como león rugiente, ronda buscando a quién guo Israel, en el marco de las antiguas culturas del Oriente próximo; concierne
devorar» (1 Pedro 5, 8). también a la teología y a la predicación, que sufren su influencia, hasta el pun-
La lucha es particularmente feroz entre la serpiente (que significa esterili- to de que la lectura definitivamente cristocéntrica de ambos Testamentos, bajo
dad y muerte) y la mujer (cuyo nombre es hawwah, Eva, «la que vive, porque influencia de Karl Barth, se apoya en una exégesis del Antiguo Testamento que
ella es la madre de todos los vivientes», Génesis 3, 20). En el ámbito relaciona- adopta como línea de orientación el tema de la Heilsgeschichte, la historia de la
do de la comida69, Adán encuentra la vida sumamente precaria. El hombre está salvación. En el seno de la comunidad cristiana, por tanto, es mucho lo que entra
rodeado de «espinas y cardos», esto es, de la vegetación del desierto, un resto del en juego con esta discusión. Espero mostrar que también afecta a todos aquellos
caos primordial. La situación, por ello, es sumamente sombría; pero, confiando que, ante el enigma de los comienzos o de los orígenes, sienten ansiedad, per-
siempre en su proyecto, / d a cabida aquí a la esperanza a medida que introduce plejidad o simplemente curiosidad y ganas de saber.
una dimensión claramente escatológica. Del mismo modo que, en otras fuentes André LaCocque nos recuerda, desde la página inicial de su escrito, el papel
de la tradición, el caos está destinado a ser superado de una vez por todas, y el que desempeña en esta cuestión el muy conocido ensayo de Gerhard von Rad,
Leviatán a ser destruido (Isaías 27, 1), así también aquí la cabeza de la serpien- de 1936, El problema teológico de la doctrina de la creación del Antiguo Testa-
te será aplastada por la descendencia de la mujer (Génesis 3, 15). Hijos de la mentó. Este exegeta alemán fue uno de los primeros en sostener que, aunque
«Viviente» serán capaces de triunfar sobre «Aquel que está muerto». La ser- la doctrina de la creación sea de hecho inseparable de la de la salvación, sus cate-
piente antigua, que es el Mal y Satanás, será capturada y aherrojada y no extra- gorías requieren, no obstante, un tratamiento distinto. André LaCocque adop-
viará más a las naciones (Apocalipsis 20, 2-3). ta la tesis —y sobre ella basaré yo también mis comentarios— de que la creación
surge desde una prehistoria, cuyos hechos narrados ponen en movimiento un
dinamismo de amplio alcance, que actúa en el corazón mismo de la historia2.

1. Gerhard von Rad, The Problem ofthe Hexateuch and Other Essays, trad. por E. W. True-
67. «Sin embargo, el relato es verdaderamente singular cuando el elemento de autoridad man Dicken, Oliver & Boyd, Edimburgo-Londres 1966, p. 131-143.
que incorpora alcanza su punto álgido, siendo objeto del relato que nadie pudo haber visto qué 2. André LaCocque muestra las diferentes maneras como se expresa esta solidaridad entre
había antes de que el hombre existiera» (Beauchamp, Création et séparation, p. 381). creación e historia. En primer lugar, el orden instituido por el acto de la creación resulta amena-
68. Análogamente, con la «división» de Adán en dos seres (varón y hembra), la unidad de zado por un desorden que tiene su contrapartida en las tribulaciones que se suceden dentro de la
hombre y mujer ha de llegar a ser, ha de realizarse. Es el paso del mito a la historia. historia de Israel. En segundo lugar, la estricta afinidad que hay entre el orden cósmico y la Ley
69. En hebreo, como también con frecuencia en otras culturas, «comer» se usa metafóri- tiene su eco en la teología de la alianza. Por último, tanto la creación como la historia tienen idén-
camente para la relación sexual (cf. Éxodo 2, 20-22; Proverbios 30, 20; 9, 5; etc.). tico horizonte escatológico.
Paul Ricoeur Génesis 2-3

Las referencias a la prehistoria y a la historia a lo largo de su presentación del gación científica sobre los orígenes de la humanidad. Todas estas investigaciones
debate exegético contemporáneo me llevan a pensar que es en el plano de las - d e tipo cosmológico, biológico, antropológico, etc.- proceden en términos
relaciones existentes entre prehistoria o protohistoria (o mejor: historia primor- de un tiempo homogéneo, cuyos períodos temporales forman parte de una secuen-
dial) e historia donde debemos plantear esta cuestión. Si lo que se pone en cues- cia que remite a un comienzo que más adelante llamaré inalcanzable3. Por esta
tión es el sentido o el significado de la historia para la tesis soteriológica, en lo razón, la «cesura» entre el tiempo primordial y el tiempo histórico no se impo-
que toca a los textos relativos a la creación de lo que se trata es de los aconteci- ne sólo entre los límites de la exégesis y la teología del Antiguo Testamento, ni
mientos mismos que surgen de esta historia primordial. Por consiguiente, pri- que los ampliemos hasta incluir el horizonte más ancho de las antiguas cultu-
mero debemos esclarecer el sentido en que usamos estos dos términos y su rela- ras del Oriente próximo. Afirmar esta misma «cesura» cuando nos referimos a la
ción, tanto en el plano literario como en el de los sentidos capaces de alimentar investigación científica sobre los comienzos y los orígenes (y ahora no distingo
una teología bíblica digna de su nombre. entre estos dos términos) es una cuestión de honestidad intelectual y, a la vez, si
La hipótesis de trabajo que orienta los análisis siguientes puede establecer- puedo plantearlo de esta suerte, de pensamiento sólido. Es liberador admitir que
se en buena medida como sigue. El vínculo que une la historia primordial con no hay invitación alguna a intentar fechar la creación de Adán en relación con
la historia fechada (o fechable) debe estudiarse detenidamente. Yo lo llamaré rela- el pithecanthropus o el hombre de Neanderthal.
ción de precedencia, por prudencia, por razones que voy a explicar sin más di- Con todo, esta primera postura, que podría llamar disyuntiva, no hace jus-
lación. Lo que es paradójico en esta relación es que debe pensarse en términos ticia a la otra idea contenida en la idea de precedencia: que los acontecimien-
de intersección de dos líneas de interpretación. La primera subraya la caesura que tos que ocurrieron en el tiempo de los orígenes poseen un valor inaugural con
existe entre el tiempo primordial y el tiempo histórico. Por «caesura» entiendo relación a la historia que, en el plano literario de la narración, sigue a los acon-
algo más que la mea discontinuidad en una sucesión. Incluye también el hecho de tecimientos primordiales. Al comienzo de este estudio, André LaCocque plan-
que el tiempo de los acontecimientos primordiales en relación con el tiempo tea esta relación fundacional desde una perspectiva importante: las historias narra-
de los acontecimientos de la historia no puede coordinarse perfectamente en tér- das en Génesis 2-3 sirven para unlversalizarla, descripción hecha allí de la condición
minos de una cierta sucesión temporal, aunque iniciemos estos últimos acon- humana. Más allá —o mejor, antes- del pueblo judío, lo que tenemos son seres
tecimientos en la época de los ancestros, inaugurada por la llamada dirigida a humanos independientemente de la cualificación étnica que reviste ya la figura
Abraham en Génesis 12, y por las insólitas promesas que acompañan la llama- de Abraham así como la de los restantes protagonistas en la saga de los ances-
da a abandonar Ur. De un modo más fundamental, estos dos tiempos, que mejor tros. Y esta relación fundacional asume otras formas que no son sólo las de arque-
llamaríamos dos cualidades temporales, no pueden coordinarse en términos de tipo. Los exegetas fácilmente ponen de relieve la función etiológica de algunos
cronología. De aquí que no tenga sentido preguntarse si la historia de Abraham de estos relatos, que explican que las cosas ocurren del modo que ocurren hoy
sigue a la de Adán y a la de los restantes personajes presentados en Génesis 2, 4- día porque esto es lo que sucedió en el origen. Este se aplica de un modo parti-
11,22. Y menos sentido tiene aún preguntarse si la historia de Abraham se sitúa cular al castigo del final del gran relato de Génesis 2-3. Sin embargo, ni la fun-
después de la historia de la creación en siete días, que, como sabemos, pertene- ción universalizadora/arquetípica ni la función causal/etiológica agotan el rol
ce a una redacción posterior a la de Génesis 2-11, que pertenece a la secuencia fundacional de los acontecimientos primordiales, como hemos de ver luego en
acerca de la cual tanto André LaCocque como yo estamos interesados en tratar el apartado de «La fundación».
aquí. Sea lo que fuere lo que puede significar el término «precedencia», no sig- Entiéndase como se quiera esta noción de los acontecimientos fundaciona-
nifica ciertamente anterioridad cronológica. les, representa una dificultad insuperable combinar dentro de la idea de prece-
Este comentario inicial es relevante no sólo para la exégesis del texto bíbli- dencia el carácter incoordinable del tiempo primordial y del tiempo histórico en
co, sino que afecta además al uso que se ha hecho y todavía se hace a veces, en términos de cronología y de función fundacional asignada a los acontecimientos
particular por los fundamentalistas, de los relatos de la creación. Así como los primordiales. Ésta es la razón por que voy a tratar sucesivamente de estas dos di-
acontecimientos de la historia primordial no pueden coordinarse con lo que mensiones de la idea de precedencia que, con todo, tendrá que ser considerada
los antiguos hebreos entendían por tiempo histórico —cosa en la que estaban como algo más que una simple yuxtaposición de estos dos puntos de vista.
de acuerdo con las antiguas culturas del Oriente próximo en general—, tampoco
podemos hacerlo nosotros en la actualidad, herederos como somos de la física 3. Cf. J. T. Fraser, The Génesis and Evolution ofTime, University of Massachusetts Press,
de Galileo y de Newton, de la teoría darwinista de la evolución y de la investi- Amherst 1982.
Paul Ricoeur
Génesis 2-3

Otra expectativa que desbaratan nuestros textos es la idea mucho más moder-
SEPARACIÓN na de un comienzo como acontecimiento puntual. Esta idea depende claramente
de la representación del tiempo como una línea y de los acontecimientos mis-
Antes de abordar la cuestión acerca de qué plantean al pensamiento estos mos como una serie lineal, cuyo comienzo lo constituiría el primer término de
relatos y las demás relaciones que pueden trazarse a partir de la historia pri- la serie, que sería el punto de partida. Con la refutación de esta expectativa, entra-
mordial, debemos ser más precisos en lo que se refiere a ciertas características mos en el corazón mismo de la noción de historia primordial. «Historia» es
formales de la Urgeschichte, que socavan las expectativas forjadas durante siglos, justamente la palabra que conviene aquí, siempre y cuando no la asimilemos al
milenios incluso, de uso de la Biblia. sentido de historia documental, que vemos representada en otros sitios de la
En primer lugar, antes de la era helenística se desconocía la noción de crea- Biblia por aquellos relatos, manifiestamente inspirados por los archivos regios,
ción ex nihilo. O, mejor, no se había planteado todavía la cuestión a que daba res- que tienen que ver con las peripecias de las monarquías davídicas y salomónicas.
puesta esta noción. Esto está claro por lo que se refiere al relato más antiguo de la La historia primordial es historia en cuanto pone en orden una multiplicidad de
creación en el Génesis, esto es Génesis 2, 3, introducido con la notable fórmula: acontecimientos a los que imprime la unidad de una secuencia inteligible. Claus
«cuando... no había aún sobre la tierra ningún arbusto campestre ... entonces el Westermann utiliza la expresión, adecuada en este aspecto, de Geschehensbo-
Señor-Dios formó al hombre del polvo de la tierra» (2, 5-7). Esta fórmula, gen: un arco que da unidad a una serie de acontecimientos5. En este sentido, la
«cuando... aún no ...entonces», determina un punto de partida sin precedentes forma narrativa resulta particularmente apropiada para esta relación ordenado-
para el acto creador. (Los elementos que todavía no existían -plantas del campo, ra. Génesis 2, 4b-3, 24 constituye una narración en el mejor sentido del térmi-
hierbas del campo, lluvia, el hombre que cultivaba la tierra- no están, propia- no. En esta secuencia, de cuya complejidad interna he de tratar más adelante, la
mente hablando, descritos. Están simplemente nombrados por cuanto no existí- historia primordial y el relato primordial se solapan. La noción de relato de un
an todavía cuando...). En la medida en que no nos planteamos la cuestión de qué acontecimiento podemos aplicarla también a las peripecias, tomadas de una en
pudo preceder a la actividad divina, no nos preguntamos de dónde procedía el una, y a la secuencia entera en cuanto persigue la unidad del llegar a ser, diga-
polvo del que fue hecho el hombre, ni de qué materia eran los árboles del jardín mos, en el caso de Génesis 2-3, de la condición humana con todas sus ambi-
o los ríos que lo regaban, ni de dónde provenía la tierra de que formó Dios a los güedades. Es ésta la condición que de alguna manera es expuesta como un todo
animales. Crear es formar, dar figura y consistencia. Lo mismo se aplica al relato por un acto cuyos detalles cuenta la narración. Más adelante necesitaremos
de la creación del mundo en Génesis 1: el abismo está ahí, en forma de tinieblas esta noción de acontecimiento globalizador para corregir los efectos perversos
y de aguas primordiales. La palabra de Dios no crea de la nada, y las separaciones que la narración misma introduce desde el momento en que relata de forma suce-
sucesivas que marcan los seis días de trabajo constituyen el acto creador en sí. La siva lo que, de algún modo, se produjo en un estallido único6.
noción de creación ex nihilo es una respuesta a una especulación posterior que G.
Sin embargo, el relato no es la única manera de relacionarnos con el tiem-
W. Leibniz, mucho tiempo después, denominará «el origen radical de las cosas».
po primordial. Génesis 1 no es un relato, sino un poema didáctico. Sólo en sen-
Una segunda expectativa que desmienten nuestros textos tiene que ver con tido impropio, por la sucesión de palabras y de procesos de división, podemos
la idea de una única creación global. Este criterio estricto se aplica sólo a Géne- decir que Génesis 1 relata la creación del mundo. En todo caso, a esta cuasi-
sis 1. Hablando con propiedad, Génesis 2, 5 - 3, 26 relata la creación del hom- narración le falta el carácter dramático de los acontecimientos relatados en Géne-
bre, de los animales y de la mujer, y la irrupción del mal con su rosario de cas- sis 2-3, que constituye desde su comienzo un relato en el sentido fuerte del tér-
tigos. Siguiendo a algunos académicos, podríamos distinguir entre comienzo mino 7 . Ni tampoco hemos de perder de vista las referencias a la creación en
«absoluto» y «relativo»4. Pero esta distinción entre lo absoluto y lo relativo es
extraña tanto a la cultura hebrea como al resto de culturas del antiguo Oriente
5. Cf. Claus Westermann, Génesis. Bibliscber Kommentar, Altes Testament, Neukirchener
próximo. Lo que importa es la creación que hace un dios -aquí el Señor Dios,
Verlag, Neukirchen-Vluyn 1966, p. 259-267.
Yhwh-Dios— de algo importante, cuando todavía no existía el escenario del acto 6. La constricciones impuestas por la sucesión narrativa son en buena parte responsables de
creador. La noción de comienzos múltiples supuesta aquí desempeñará un papel la reducción de todas las historias narradas a una misma línea temporal, así como también de las
importante en nuestra sección titulada «La fundación». deplorables confusiones a las que nos hemos referido antes sobre el carácter no coordinable del
tiempo primordial en relación con el tiempo histórico.
7. La iconografía restaurará la dimensión dramática de la representación de la creación.
4. Por ejemplo, P. Giben, Bible, mythes et récits de commencement, Seuil, París 1986, p. 29. Recordemos ejemplos como el techo de la Capilla Sixtina pintado por Miguel Ángel, la «Crea-
Paul Ricoeur Génesis 2-3

Salmos, donde el coro de alabanza reduce a la forma de una «cláusula narrativa» acontecimientos que se relatan, tanto si se trata de los episodios e incidencias
las breves secuencias narrativas, cuya forma es «gloria a ti, Señor, que hiciste que constituyen los componentes elementales de estas narraciones, poemas o
[esto]...». Tendremos en cuenta estas proclamaciones con su carácter absoluta- himnos, como si tenemos en mente la unidad configuradora a través de la cual
mente hímnico, cuando nos refiramos a la variedad de modelos de creación. se expresa la unidad múltiple de un acto que postula la «cosa» creada como un
Por último, tenemos que dejar espacio para una confesión de fe con un todo significativo: el mundo, la humanidad, incluso el mal (aunque en este caso
carácter tan poco narrativo como la que hallamos en 2 Macabeos 7, 25-29, don- se trata de algo parecido a una des-creación, como sucede con el diluvio). Esta
de la influencia helenística es de todo punto evidente8. La observación de Pierre característica de evento global, de la que volveremos a hablar en «Trayectorias:
Gibert, desconcertante al principio, de que ninguna forma literaria privilegia- ¿pensar la creación?», es lo que impone la forma literaria de la narración, en sen-
da agota la creación se sigue de tanta variedad de géneros9. Aun cuando la for- tido estricto o en sentido amplio, como la más adecuada para contar lo que suce-
ma narrativa sea la que mejor encaja con las secuencias más dramáticas, como dió al comienzo. En este sentido, todo cuanto tiene que ver con lo que puede
las de Génesis 2-3, podemos denominar en sentido amplio «narraciones pri- ser denominado un acontecimiento puede llamarse narración. Por último, la
mordiales de la creación» a todas las otras «referencias a la creación», para poder expresión «historia primordial» se justifica como la más obvia, por cuanto en
explicar la sucesión de acontecimientos relatados en ellas10. Este uso amplio de varias lenguas el término «historia» designa tanto los acontecimientos que ocu-
la expresión «narraciones primordiales» puede justificarse por el carácter de los rren de hecho como la explicación que se da de los mismos en el plano de las
formas literarias. Hablaré, por tanto, de historias primordiales para referirme a
las explicaciones narrativas o cuasi-narrativas que se hacen sobre acontecimien-
ción» de Hayden y el primer movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven. Daremos razón
tos ocurridos in illo tempore.
de esta dramatización más adelante en términos de la persistencia de los temas de lucha que se
conservan hasta en las más libres representaciones de la creación. Permítaseme añadir una última observación antes de volver a los sentidos
8. Mientras es torturado el más joven de los hermanos-el episodio ocurre durante la per- asignados a la noción de historia primordial. La creación admite varios modelos
secución de los judíos en el 167 a.C-, la madre le exhorta con las siguientes palabras: «Te ruego, operativos, si se puede decir así. Claus Westermann propone para ellos una tipo-
hijo mío, que mires al cielo y a la tierra. Y viendo todas las cosas que en ellos hay, sabe que Dios
logía simple: creación por generación, creación mediante lucha, creación por
no las hizo de algo que ya tuviera que ser; y que también la raza humana viene así... acepta la muer-
te...». Cf. Gibert, Bible, mythes et récits de commencement, p. 142, y nota 38 más adelante. fabricación, creación por la palabra". Los Salmos 40 y 79, así como varias refe-
9. «En mi opinión, el tema de la creación y, en consecuencia, de un comienzo absoluto no rencias a la creación en el libro de Job, remiten al segundo tipo. Nuestra narra-
postula ningún género literario particular... Puede ser retomado en diferentes géneros posibles: ción de Génesis 2-3 pertenece al tercer tipo. Génesis 1 se incluye en el cuarto
relatos, poemas (cf. Salmos), credos, discursos sapienciales, etc.» Gibert, Bible, mythes et récits de tipo. Sólo el primer tipo está estrictamente excluido de la Biblia hebrea. En una
commencement, p. 246. André LaCocque llega a la misma conclusión: «De esta manera, conver-
gen aquí sabiduría, historia, relato y mitos» (supra, p. 11). Tiene razón al colocar la sabiduría al
teoría basada en un concepto de progreso, que la historia de las religiones ape-
comienzo de la lista, siguiendo el agudo análisis de Luis Alonso-Schókel, «Motivos sapienciales y nas puede evitar, habría una progresión de un tipo a otro, y nuestro texto de
de alianza en Génesis 2-3», en Biblien, 4 (1962) 295-315, traducido como «Sapiential and Cove- Génesis 2 se encontraría en el punto medio. Podemos, no obstante, plantear el
nantThemes in Génesis 2-3», en Modern Biblical Studies, The Bruce Publishing Company, Mil- problema de otra forma, incluso en lo que concierne a la exégesis y -lo que es
waukee 1967. El conocimiento del bien y del mal, la «astucia» de la serpiente, la sabiduría de Adán
al dar nombre a los animales y a la mujer, y en caer sólo por amor, no por las artimañas, el dis-
más importante- en el plano teológico. Podemos más bien preguntarnos con
curso detallado sobre los «cuatro ríos» y, muy claramente, todo el discurso sobre el enigma del mal Jon D. Levenson12, de cuya obra hablaremos luego, qué huellas ha dejado en
son motivos sapienciales. Schokel llama «ascenso triangular» al modo como toda una serie de líne- otros modelos el modelo de lucha, común a Israel y a otras culturas del anti-
as horizontales de explicación se transforman para concentrarse en un solo punto de vista (el guo Oriente próximo, en la medida en que nunca se plantea cuestión alguna
origen de la humanidad). Éste el marco de la sabiduría.
acerca de la creación ex nihilo, antes de las especulaciones inspiradas por el hele-
10. Recurro aquí a la cuidadosa tipología de categorías literarias que por lo general tienen
nismo. Pienso que esta cuestión es de interés tanto teológico como exegético,
que ver con el género narrativo propuesto por George W. Coats en su Génesis, with an Introduc-
tion to Narrative Literature (W. B. Eerdmans, Grand Rapids, MI 1983). Distingue ese autor entre por cuanto la Biblia hebrea nunca cesó de confrontar la voluntad buena del Crea-
saga, cuento, novela, leyenda, historia, informe, fábula, etiología y mito. Los telatos de la creación dor y del Redentor con la persistencia del mal. Si éste es el tema de mayor alcan-
son parte del género saga - «una saga es un relato largo y en prosa de tradiciones»- debido a su
estructura episódica. La saga «primitiva» ha de clasificarse junto cona las formas «familiares» y
«heroicas». Yo pondría aquí el énfasis más en el vocablo «primordial» que en el de saga. Por otra 11. Cf. Westermann, Génesis. Biblischer Kommentar, p. 36-65.
parte, estoy de acuerdo en eliminar el término mito, tomado de otros ámbitos literarios, sean helé- 12. Jon D. Levenson, Creation andthe Persistence ofEvib Thejewish Drama of Divine Omni-
nicos o de lo indios norteamericanos, que sólo añade confusión. potence, Harper and Row, San Francisco 1985.
Paul Ricoeur Génesis 2-3

ce de la Biblia hebrea y quizás también de los escritos del Nuevo Testamento, ¿la Lo que propongo, por tanto, es una lectura de segundo nivel de la narra-
hipótesis de mayor alcance no es, entonces, que la creación es un drama, sea cual ción de Génesis 2, basada en la exégesis que de este material hacen André LaCoc-
fuere el modo como se haya relatado o referido? que y otros expertos (especialmente Claus Westermann y Paul Beauchamp), guia-
En la línea de esta discusión de los aspectos formales que, en el plano da por la idea de una progresión en la separación, que culmina en el «retraimiento»
literario, hacen de la historia primordial una historia «separada», consideremos de Dios y en la expulsión del hombre del jardín edénico.
los acontecimientos mismos, tal como son referidos o relatados, y pregunté- No voy a hablar aquí de Génesis 1. Sin embargo, es imposible, supuesta
monos si el aspecto formal de separación no se refleja, en el plano de estos con- una perspectiva teológica basada en una exégesis canónica, no introducir de algu-
tenidos, en una estructura de separación, sustancialmente vinculada a la mis- na manera nuestro relato de cara a recobrar la trayectoria entera del tema de la
ma noción de comienzo. Al establecer esta hipótesis para nuestra lectura, vuelvo separación. Si algo significa la creación del mundo, es, por lo menos en senti-
a mis primeras observaciones sobre dos aspectos de la idea de precedencia, que a do negativo, que la criatura no es el Creador. Al exteriorizarse a sí mismo, tal
mi entender constituyen lo que, en última instancia, está en juego en las rela- como dice Franz Rosenzweig, utilizando un lenguaje que recuerda al último
ciones entre historia primordial e historia fechada o fechable. Por una parte, el Schelling, Dios establece en la exterioridad una naturaleza que, de ahora en ade-
comienzo no pertenece a la secuencia de cosas contadas; pero por otra parte, lante, existe, si no por sí misma, sí por lo menos en sí misma. El primer signi-
inaugura y funda esta misma secuencia. La hipótesis que ahora debemos con- ficado que la criatura debe al hecho de haber sido creada es existir a cierta dis-
trastar es si debemos sacar más consecuencias del aspecto de separación que sus- tancia de Dios, como obra distinta. Recordamos, a este respecto, cuánta fuerza
cita la idea de comienzo, si queremos, en última instancia, dar su pleno senti- y amplitud ha dado el pensamiento judío a este tema en el que el Creador se dis-
do a la noción de acontecimientos fundacionales. tancia de aquellos a los que él aleja de sí14. Del mismo modo que los estadios
Me centraré en la secuencia de Génesis 2, 4b-3, 24, que nos presenta dos «sucesivos» —que juntos constituyen el acontecimiento único de la creación como
historias narradas, la de la creación de la humanidad y la que Claus Westermann un todo completo- se distinguen entre sí según otras tantas separaciones15, así
coloca bajo el título de «Crimen y castigo». Propongo leer estas dos historias también la creación globalmente entendida se sitúa bajo el signo de la separa-
como relatos de una separación progresiva, en la que el contenido narrado es el ción, que podemos llamar «originaria», por la cual el mundo existe como reali-
homólogo de su forma literaria. dad múltiple, jerárquicamente organizada y cerrada en sí misma. Es verdad
Cuando hablo de separación, no me refiero a abandono o a alienación. que se desconoce y se piensa poco en esta separación, debido a la falta absoluta
«Separación» es fundamentalmente lo que distingue al Creador de la criatura de un testigo que pueda interiorizarla o que capte su sentido. Sin embargo, «cuan-
y, por lo mismo, simultáneamente indica el «retraimiento» de Dios y la consis- do Dios creó los cielos y la tierra», esta multiplicidad comenzó a existir «en sí»,
tencia que pertenece a la criatura. Los aspectos propiamente humanos de esta sin ser no obstante «para sí».
separación son ciertamente la pérdida de la proximidad con Dios, simbolizada El «para sí» de la separación ocurre con la creación de la humanidad, tal
por la expulsión del jardín, pero, también, como intentaré demostrar, el acceso como se narra en Génesis 2, 4b - 3, 2416. Esta secuencia, claramente delimitada
a la responsabilidad para con uno mismo y para con los demás. Culpable y desde un punto de vista literario, cuenta «sucesivamente» dos historias, que pre-
castigada, la humanidad no está maldecida13. sentan una cierta unidad narrativa, pero que se solapan. Podemos, por tanto,
leerlas juntas cosiendo una a la otra. Con ello se logra un efecto de superposi-
13. Frank Crüsemann, en «Die Eigenstandigkeit der Urgeschichte: Ein Beitrag zur ción que de algún modo anula la ilusión de sucesión, de la que dije anterior-
Diskussion um den "Jahwisten", en Die Botschaft und die Boten: Fetschrift fiir Hans Walter Wolff
(NeukirchenerVerlag, Neukirchen-Vluyn 1981), protesta contraía tendencia dominante entre los
exegetas del Antiguo Testamento para ver en Génesis 2-11 una imagen sistemáticamente « negativa» 14. Pierre Gisel, «Reprises du théme de la création», en La Création, Labor et Fides, Gine-
de la condición humana, destinada a servir de contraste a la bendición que acompaña la vocación de bra 1987, p. 79-91. Cf. J. Eisenberg y A. Abecassis, A Bible ouverte, Albin Michel, París 1978;
Abraham en Génesis 12. Tenemos que dejar de leer Génesis 2-11 a la luz de Génesis 12, 1-3, sostie- EtDieu crea Eve, Albin Michel, París 1979.
ne. Liberados de este inconveniente, la descripción de la condición humana en Génesis 2-11 mues- 15. Paul Beauchamp, Création et séparation. Étude exégétique du chapitrepremier de la Geríe-
tra rasgos «ambiguos» de la condición humana, más que «negativos». Crüsemann concluye, si- se, Aubier/Cerf, París 1969.
guiendo un cuidadoso análisis del vocabulario usado aquí y las referencias antropológicas sobre que 16. El cosmos no se pierde de vista, en el sentido de que, cuando «Yhwh-Dios hizo la tie-
Génesis 2-11 no fue escrito por la misma mano que Génesis 12s. Esta contribución suya al desman- rra y los cielos», no había sobre la tierra ningún arbusto campestre ni hierba del campo, no había
telamiento habitual del llamado redactoryahvista no nos interesa aquí tanto como su reconocimien- llovido aún sobre la tierra ni existía «el hombre que cultivara el suelo». La tríada - mundo-vida-
to de la especificidad temática de Génesis 2-11. hombre- está implícitamente supuesta a lo largo de la creación de la humanidad.
Paul Ricoeur Génesis 2-3

mente que procede de las imposiciones del género narrativo. El relato de la Deuteronomio: elige el bien y vivirás. En este sentido, el límite primordial, en
creación de la humanidad se extiende de Génesis 2, 7 a Génesis 2, 25, incluido el marco de una creación inocente, es constitutivo de una distancia que, lejos de
un incidente relacionado con el ciclo de las «enumeraciones» que tienen que ver excluir la proximidad, la constituye. Como se habrá observado, el anuncio del
con los «cuatro ríos» del jardín17. El segundo relato se une con el precedente límite es inmediato; es decir, independiente de cualquier mediación institucio-
mediante el tema del «jardín» y de los «dos árboles» (2, 9). Además, lo anticipa nal, independiente incluso de las tablas de la Ley. Dios todavía habla directa-
la imposición de la prohibición en 2, 16-17. Transcurre sin interrupciones des- mente al hombre. Este intimidad en términos de distancia define la «proximi-
de la tentación hasta la expulsión del jardín. Propiamente hablando, el segundo dad», una relación desconocida entre Dios y el resto de la creación.
relato no cuenta tanto la creación como una brecha en la creación (lo que jus- Continuando por la misma línea, orientándonos por el tema de la sepa-
tifica el título de André LaCocque: «Grietas en el muro»). En todo caso, como ración, ¿no atestigua acaso el hecho de dar nombre a los animales, el más impor-
relato de los comienzos del mal, proviene de la historia primordial. tante acto de división y clasificación, una iniciativa hasta cierto punto emanci-
Si releemos cada una de estas dos mitades del relato, primero por separa- pada? ¿Y no lleva la búsqueda de una «ayuda», desorientada hasta cierto punto
do, luego superpuestas, guiados por la idea de la separación, nos sorprende el por la creación de los animales, a la creación de una compañía que no es Dios,
intenso sentido que este tema otorga a ciertos detalles de cada una de las mita- sino la mujer? ¿No celebra el hombre a la mujer, con su grito de júbilo, sin nom-
des de la narración, esclarecimiento que aumenta todavía más por el efecto de brar a Dios? De este modo, la humanidad, doble pero una, surge como un even-
imbricación que resulta de su superposición. to acabado que indica la llegada de una humanidad separada, que vive con todo
En primer lugar, un único «hombre» es creado, pero en dos tiempos, o más en la cercanía de Dios.
bien en dos actos. Hay primero la formación del hombre hecho del polvo de la La segunda mitad del relato puede también leerse desde la perspectiva de
tierra y luego la insuflación en sus narices de un aliento de vida. No es todavía una separación progresiva en términos de un cambio cualitativo, que afecta al
el hombre un ser vivo, y ya es dependiente. Su tarea de cultivar y supervisar el sentido mismo de la separación. Desde el punto de vista de la composición na-
jardín (2, 15) empieza a hacerlo responsable de algo frágil que le ha sido enco- rrativa, este medio relato incluye tres episodios: la tentación, la transgresión de la
mendado. Mayor separación indica la insistencia en un mandato que consiste prohibición y el juicio (que a su vez se divide en tres secuencias: ocultación, des-
en un permiso general (comer de cualquier árbol) y en una prohibición estricta cubrimiento y publicación de las sentencias). Finalmente llega la expulsión del
(comer de todos menos de uno). «Con anterioridad» a toda culpa, el manda- paraíso. Hemos de prestar mucha atención a la composición de la configuración
miento es una estructura del orden creado para el hombre. La Ley supone un del relato, si queremos mostrar acertadamente qué es lo que cuenta como histo-
límite, y el límite constituye al hombre en su finitud, distinto del divino Infi- ria primordial. Constituiría un error y una equivocación grave en la compren-
nito. Yhwh figura así como lo que está más allá del límite, lo inaccesible, al mis- sión teológica de toda esta secuencia considerar la transgresión como un aconte-
mo tiempo que es presentado como el autor de un mandamiento, no motiva- cimiento que separa dos «estados» sucesivos, un estado de inocencia, el único
do por su contenido (no comer del árbol), sino más bien fundado en la autoridad que sería primordial, y un estado de caída, que formaría en lo sucesivo parte de la
de quien pone el límite. En este sentido, no es que se prohiba esto o aquello, historia. La ruptura entre lo primordial y lo histórico no se produce en medio del
sino que, si puede decirse así, existe originariamente un límite. Alguien puede relato, más bien separa el Geschehensbogen [el arco de los acontecimientos] como
objetar que sólo bajo el dominio del pecado llega a percibirse la Ley en cuanto un todo18, incluyendo la prohibición, la tentación, la transgresión y el juicio de
traumática y mutiladora. Así es cómo Pablo entendió la relación entre Ley y peca- todas las historias de desobediencia atribuidas a Israel o a las naciones. Esta con-
do. La Ley, nacida por el pecado, produce muerte. Pero, aparte del pecado, el figuración a gran escala apunta hacia un acontecimiento complejo e integral, a
límite habría sido sólo un límite y no una mutilación de lo humano, hostil a la saber, el supuesto general de la condición humana originaria. Pero, aunque no
vida, tal como por ejemplo lo entendió Nietzsche, apoyándose en esto en Pablo hay dos «estados» sucesivos, uno de los cuales, el estado de inocencia, sería pri-
y no en Génesis 2. Entre la Ley y la Vida, la relación es la que se establece en el mordial, el relato sugiere la idea de una progresión en la separación, en el ámbito

18. En cuanto a la inseparable unidad del Geschehenablauf[A curso de los acontecimien-


17. Claus Westermann distingue en su Introducción general entre textos «enumerativos» tos], que excluye una brecha entre los dos «estados» separados por la caída, véase Westermann,
(Aujzahlende) y «narrativos» (Erziihlende) (p. 24). Véase también su tratamiento de los versícu- Génesis. Biblischer Kommentar, p. 374-380. «El objetivo de Génesis 2-3», observa, «no es referir la
los 2, 10-14 (p. 292-298). Las Toledoth, «genealogías», pertenecen al primer tipo, igual que Géne- sustitución de un "estado" por otro, sino contar la expulsión del jardín y la separación de Dios que
sis l-2,4a. ello supone» (ibídem, p. 377).
Génesis 2-3
Paul Ricoeur

de una sola historia primordial; una separación que culmina con la condición Pese a todo cuanto pueda decirse sobre el enigma del tentador, el relato no
empobrecida representada por el episodio de la expulsión del paraíso. orienta al pensamiento en busca de sentido hacia la idea de una implicación nece-
Visto desde esta perspectiva, el episodio de la tentación asume un significa- saria entre tentación y violación de la prohibición. Más bien el relato presenta
do digno de ser tenido en cuenta. Proviene del cuestionamiento de la prohibi- esta violación como un acto bien diferenciado e inexplicable (3, 6b). La fuerza
ción en cuanto componente estructurador del orden creado. ¿Lo dijo Dios? de la conexión narrativa en su especificidad es irreductible a una conexión lógi-
Suponer esta pregunta acaba con la confianza no cuestionada en esta prohibi- ca o física. Esta es la razón de que sucediera «una vez». El acontecimiento se redu-
ción, como una de las condiciones de vida, que la había hecho parecer tan evi- jo por lo mismo a su dimensión puntual a modo de climax de todo el arco de
dente como las plantas del jardín. La era de la sospecha ha empezado", se ha in- cuanto ha de venir.
troducido una falsa actitud en la condición más fundamental del lenguaje, a Para nuestra reflexión, centrada en el tema de la separación, podemos con-
saber, la relación de verdad, lo que los lingüistas llaman la cláusula de sinceridad. siderar la expulsión del Edén como la auténtica y suficiente conclusión de este
En este sentido, la serpiente no debe ser considerada sólo desde la perspectiva de relato22. Las tres sentencias de castigo son ciertamente significativas en la medi-
su rol narrativo, cualesquiera sean los rasgos míticos que estén detrás20. Estos ras- da en que tienden a dar un sentido punitivo a los aspectos arduos, vulnerables y
gos están de hecho desmitologizados por la reducción narrativa de este tentador, mortales de la condición humana, tal como un campesino de Palestina podía
que llega quién sabe de dónde21. En cuanto único otro a quien dirige la palabra la experimentarlos23. Pero la expulsión del Edén es la verdadera conclusión del con-
mujer, la serpiente representa la inescrutable dramatización de un mal que está junto del relato. Señala el final de esa proximidad en la separación, que es la
ya ahí. Sea quién - o lo que- fuere la serpiente, lo importante en el desarrollo del característica de la condición de criatura.
relato global es el repentino cambio del deseo humano: «Vio la mujer que el ár- ¿Hay que decir, pues, que Génesis 2-3 pinta la condición humana funda-
bol tenía frutos sabrosos y que era seductor a la vista [nada condenable hay en ese mental en términos enteramente negativos? Podría uno sentir la tentación de
«sabor» y en ese deleite «seductor»] y codiciable para conseguir sabiduría...» (3, decir que así es. Especialmente si leemos toda la secuencia comenzando por su
6). He aquí el momento exacto de la tentación: el deseo de infinito, que implica conclusión, la expulsión del Edén. Es de todo punto verdad que esta peripecia
la transgresión de todos los límites. Podemos admirar en este momento cómo en marca un giro en la condición inicial descrita en 2, 8, la de una humanidad que
esta composición el narrador ha unido sospecha, en el plano del lenguaje, y sub- vive en la proximidad de Dios en un jardín plantado por Dios. A partir de
versión en el plano del deseo. Cuando el límite es sospechoso como estructura, el ahora, la historia primordial se desplegará «fuera del Edén». Quizás debería-
deseo por lo ilimitado fluye a través de la brecha que él mismo ha abierto. mos interpretar también las narraciones que transcurren entre los relatos de la
creación de Génesis 2 y los de Génesis 11 en términos del escenario que esta-
blece la condición de ser arrojados del Edén. Con todo, por muy lejos que poda-
19. Cf. Paul Beauchamp, «Le serpent herméneute», en L'Un et L'Autre Testamenta vol.2:
mos llevar nuestra interpretación en esta dirección, hay un límite que no po-
Accomplir les Écritures, Seui], París 1990, p. 137-158.
20. Estoy completamente de acuerdo con lo que dice André LaCocque sobre la desmito- demos traspasar: la expulsión del Edén no supone la maldición del hombre24.
logización/remitologización del motivo de la serpiente y sobre la dialéctica entre humanidad/ani-
malidad que funciona aquí. De hecho, incluso si decimos, con Claus Westermann, que la ser-
piente está desmitologizada debido a la reducción narrativa que acompaña su papel en esta historia, 22. Coincido aquí con Westermann en cuanto a que la conclusión de toda la historia es la
sean cuales fueren sus antecedentes míticos, su papel es tal que no puede ser desmitologizado del expulsión del jardín. Los castigos tienen un carácter tan etiológicamente pronunciado, que es difí-
todo. Es necesario, si puedo decirlo así, que exista un cierto residuo mítico para transmitir el inson- cil ver en ellos la intención de describir una humanidad primordial. Sin embargo, tendremos que
dable aspecto del poder que pervierte el lenguaje y el deseo y nos «inclina», con ello, al mal. Esta volver sobre estos castigos cuando planteemos la cuestión sobre si Génesis 2-3 aporta un juicio
remitologización parcial de la serpiente como lo otro del hombre plantea la cuestión de los lími- exclusivamente negativo sobre la condición humana.
tes entre humanidad y animalidad establecidos en el episodio en que Adán da nombre a los ani- 23. Los comentarios de André LaCocque sobre las tres frases interpoladas entre el juicio y
males. Se requería un personaje fabuloso, un animal que habla, como base del relato de un dra- la expulsión del paraíso son dignos de ser tenidos en cuenta, porque toman en consideración los
ma humano, demasiado humano. análisis y elaboraciones que sobre ellas ha propuesto la teología feminista.
21. «La sumamente importante afirmación, para/, sobre que no hay etiología alguna del ori- 24. Estableciendo un paralelo entre Génesis 2 y Génesis 12, 1-3 se introduce una falsa opo-
gen del mal sería destruida por una interpretación en términos de mito, en la que se estableció sición entre maldición y bendición. Sobre esto, vale la pena recordar la advertencia de Frank Crü-
un origen preciso» (Westermann, Génesis. Biblischer Kommentar, p. 324). Westermann está de semann, referida en la nota 13: «Los dones originales de Dios vinculados a la creación no están
acuerdo con Zimmerli sobre que «la seducción se produce súbitamente como algo absolutamen- totalmente abolidos. En cada vida, se combinan con las enfermedades que van unidas a la caída y
te inexplicable dentro de la creación buena de Dios. Queda como un enigma» (Walther Zimmerli, juntos constituyen la ambigüedad propia de la condición humana» (p. 23). También vale la
Die Urgeschichte Mose 1-11, Zwingli Verlag, Zúrich-Stuttgart 1967, p. 163). pena recordar que el término «pecado» sólo se usa referido a Caín en Génesis 4, 7.
Paul Ricoeur Génesis 2-3

Para comprender la distancia que hay entre separación y condenación, bas- relato de los orígenes, incluso Dios desempeñó su papel: «Dijo entonces el Señor
ta superponer el episodio de la creación del hombre con el de su abandono, y Dios: He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros, por haber cono-
leer cada uno de ellos en los términos del otro. Puede entonces verse que los cido el bien y el mal» (3, 22).
hombres no dejan de ser criaturas y, como tales, criaturas buenas. Permanecen Las cosas se vuelven más oscuras, y la ambigüedad aumenta, si pasamos de
las mismas capacidades fundamentales que constituyen la humanidad del ser esta conquista a las anteriores insinuaciones de la serpiente y a la hermenéutica
humano, pese a quedar, no obstante, afectadas por un signo negativo. A este res- de la sospecha que empezó con ella27. Diferenciar el bien del mal, como conse-
pecto, se alude expresamente a dos características de la condición humana: la cuencia, se vinculará en lo sucesivo a la anterior subversión de la confianza en
desnudez y la muerte. En el ámbito de la creación buena, la desnudez está exen- que se funda la institución del lenguaje. En un sentido, la serpiente dice verdad:
ta de vergüenza (2, 25); la vergüenza de verse desnudos sólo surge en el domi- «se abrirán vuestros ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal»
nio de la caída25. Pero la vergüenza queda lejos de ser una maldición. Este sen- (3, 5)28- Las sombras se hacen aún más densas si, siguiendo la pendiente del tex-
timiento, estudiado por antropólogos y analizado con agudeza por Max Scheler26, to, llegamos al tema que se refiere al hecho de ser apartados del árbol de vida (3,
constituye una adquisición cultural considerable. ¿No se comparte el gozo de la 22 y 24). Es verdad que la mayoría de exegetas tiende a ver en el episodio del
desnudez en el abrazo amoroso que celebra el Cantar de los cantares? En cuan- árbol de vida (preparado por la alusión a los dos árboles que hay en el jardín
to a la muerte, las dudas que surgen en el relato son instructivas. Por un lado, la en 2, 9) un tema discordante, procedente de otra tradición, la de Dios que sien-
amenaza de muerte de Génesis 2 no es llevada a la práctica. (El narrador dice te celos de los seres humanos. Con todo, este episodio pertenece a la redacción
que Adán murió fuera del Edén, sin ningún tipo de comentario, en Génesis final y una lectura canónica debe tenerlo en cuenta29.¿No podríamos atrever-
5). Por otro lado, la vuelta al polvo mencionada en las sentencias finales indica nos a decir que, para coronar una reflexión sobre la condición humana en cuan-
el fin del sufrimiento más que un nuevo castigo: Con el sudor de tu rostro / to separada, fue quizás necesario abrir la posibilidad, proyectada hasta Dios mis-
comerás el pan /, hasta que vuelvas a la tierra /, pues de ella fuiste tomado /, ya mo, de un sentimiento de celos en lo que atañe a los logros humanos? A los seres
que polvo eres / y al polvo volverás (3, 19). Debemos decir, pues, de la muerte humanos reflexivos les resulta quizás difícil distinguir correctamente entre la
lo que dijimos de la desnudez: que la caída no crea una nueva experiencia, que
sería la de la mortalidad, sino que invierte el sentido de este signo fundamental 27. Véanse las observaciones de Paul Beauchamp sobre la «serpiente hermenéutica» aludi-
de la finitud. Morir, que debía haber sido visto como un morir «fácil», se ha con- da en la nota 19. Beauchamp se refiere a la interpretación de Hans Robert Jauss en Question and
vertido en una fuente de angustia y de terror; lo que el apóstol Pablo llamará el Answer: Forms ofDialogic Understanding, trad. por Michael Hayes (University of Minnesota Press,
Minneápolis 1989), p. 51-94. El objetivo de Dios era conducir a la primera pareja humana por
«salario del pecado». Además, ¿es la muerte desesperanza, si san Francisco de Asís los caminos de la historia, a través del rodeo de la «caída original», de la que el hombre no tendría
recibió el don de saludarla como hermana junto con el hermano sol? que avergonzarse a los ojos de sus descendientes (p. 151, n. 31).
¿Y qué decir del conocimiento del bien y del mal? ¿No resume este cono- 28. Es preciso recordar un rasgo que ya ha llamado nuestra atención: el árbol no era sólo
cer todas las ambigüedades de la condición humana? Sí, este conocimiento se «sabroso» y «seductor a la vista», sino también «codiciable para conseguir sabiduría» (3. 6). La bús-
queda de conocimiento surge de las profundidades del deseo, seducido, embrujado y arrastrado
consiguió por medio de una caída, pero designa en lo sucesivo la dimensión irre-
por la «mala finitud».
vocable de la condición humana. No ha de sorprender que, en la tradición de la 29. La difícil cuestión planteada por el papel del «árbol de vida» en todo este relato ha dado
Ilustración, y aun más allá de la misma, este conocimiento fuera saludado como origen a una inmensa bibliografía, que lo relaciona con otros textos del antiguo Oriente próximo.
una «feliz culpa». Esta especie de desafío a lo divino fue necesario para que la Cf. Claus Westermann, Génesis. Biblischer Kommentar, p. 288s. Está claro que sólo el árbol de la
ciencia del bien y del mal desempeña un papel en el drama de la tentación y de la caída, de modo
humanidad consiguiera su estado propio, incluso al precio de los tormentos que
que es plausible que la referencia final al árbol de vida en Génesis 3, 22 proceda de otra tradición.
han ido unidos a este discernimiento, y deplorado por tantos sabios. Siento ten- Parece, no obstante, igualmente legítimo que deba tener cierto sentido teológico en un lectura ca-
taciones de decirlo a mi manera: ¡las cosas son como son! En lo sucesivo al ser nónica. André LaCocque alude a la interpretación judía tradicional, según la cual el texto connota
humano no le queda más remedio que comprender su condición infeliz. En este irónicamente algo que no queda dicho, como «eso se creía el hombre» o «según el tentador». La in-
terpretación que yo propongo no está tan lejos de esta tradición como podría parecer en principio.
Parte de la confrontación entre el hombre y Dios está en que aquél atribuiría celos a este último, tal
25. Sobre la relación entre desnudez y vergüenza, véanse los comentarios de André LaCoc- como atestigua, entre muy diversos mitos del antiguo Oriente, el mito griego de Prometeo. Puede
que en p. 37. constituir otra paradoja irónica el hecho de que, desde el mismo momento en que el hombre pien-
sa que puede vivir como un dios, tenga que morir como un animal. Este juego del deseo cargado de
26. Max Scheler, Ressentiment, trad. por William W. Holdheim, The Free Press of Glencoe,
Nueva York 1961. fantasía se relaciona con la hermenéutica de la sospecha articulada por la serpiente.
Paul Ricoeur Génesis 2-3

mera condenación del deseo de no estar sometidos a límites y la sugerencia de ca de todos esos otros comienzos relatados de Génesis 4 a Génesis 11, que,
que los dioses no quisieron que los hombres fueran como ellos. Una vez que pese al vínculo generacional que abarca las rupturas, se refieren a la aparición de
los seres humanos nos hemos sentido responsables de nosotros mismos y de los realidades, situaciones, relaciones y hasta instituciones desconocidas hasta ese
demás, la imagen del Dios que somos tiene que aparecer como lugar posible momento? Como ya hemos observado, la ruptura producida por la expulsión
de una rivalidad con lo divino. Esta rivalidad es quizás meramente una fantasía, del «jardín» no impide a la primera pareja proseguir su existencia en otra parte.
pero la fantasía es real. Es la culminación de la ambigüedad de la condición (El relato no anuncia la muerte de Adán hasta Génesis 5, 4-5). Y la exclamación
humana en el ámbito de la separación. de Eva en Génesis 4, 1 -«he logrado un varón con la ayuda de Yhwh»- hace del
primer nacimiento un acontecimiento comparable a la aparición de la primera
mujer, recibido con un grito de júbilo parecido. Los relatos que siguen cuen-
LA FUNDACIÓN tan otros comienzos. Por ejemplo, la muerte de Abel cuenta ciertamente como
«el primer crimen entre hermanos», que complementa a su manera las expe-
Al privilegiar el tema de la separación -separación entre el Creador y la cria- riencias iniciales de la humanidad. Bajo el signo de los cinco antepasados, las
tura, separación del ser humano dentro del ámbito de lo creado, separación del genealogías que siguen hacen aparecer inventos no previstos en el Edén: la ciu-
hombre perverso de su hondura buena como criatura—, hemos esclarecido sólo dad, la vida pastoril, los instrumentos musicales, la forja y hasta el culto. Se dice
un aspecto de la idea de precedencia. Debemos considerar aún en qué sentido de Enós, hijo de Set, que «fue el primero en invocar el nombre de Yhwh» (Géne-
los acontecimientos constitutivos de la historia primordial inauguran la historia sis 4, 26)31. No hay necesidad alguna de pasar lista a todas las novedades rela-
misma, primero en cuanto historia legendaria de los antepasados y luego como cionadas con el relato del diluvio o con el de la torre de Babel. Sí, se trata de
historia tradicional de Israel en medio de las naciones30. relatos de variado origen, que expresan intenciones distintas. Pero, desde el punto
Esta segunda línea de interpretación la impone la Biblia tal como se nos pre- de vista que estamos intentando adoptar aquí, todos tienden a constituir, por lo
senta en su redacción final. Surge la cuestión de qué intención pudo haber presi- menos en el plano de la redacción final, una cadena de comienzos que toma-
dido esta obstinada imposición de continuidad que la mayoría de exegetas atribu- dos juntos configuran la imagen de la humanidad en sus orígenes.
ye al redactor yahvista, y que continúa levantando problemas para una lectura ca- Esta cadena de comienzos prosigue, más allá del círculo ampliado de los
nónica de la Biblia en lo que concierne a cualquier hipótesis histórico-crítica. tiempos primordiales, hasta el mismo núcleo de los tiempos que podemos lla-
Disponemos de una transición entre el enfoque discontinuo, impuesto por mar, en sentido lato, tiempo histórico, en contraposición a estos tiempos pri-
el status literario de los relatos sobre el comienzo, que los sitúa aparte de los rela- mordiales. Pierre Gibert habla de «comienzos relativos», con el fin de caracteri-
tos históricos, incluso de los legendarios, y el enfoque continuo impuesto por el zar dos grandes categorías de cosas que han de llegar a ser y que siguen a las ahora
orden canónico del libro del Génesis, que constituye estos relatos en la prehis- mencionadas. La primera de estas categorías tiene que ver con los relatos que
toria de la historia, con dos características que surgen del primer planteamien- se refieren al nacimiento de Israel como pueblo; la segunda tiene que ver con los
to. En primer lugar, se ha observado que, en lo que concierne al aspecto redac- relatos vocacionales relativos a individuos, que Gibert vincula con los relatos de
cional de Génesis 3, se mencionan tres comienzos, que podemos representar anunciación. Observemos que los relativos referentes a lo que ha de advenir a
gráficamente con tres círculos concéntricos: creación del mundo, creación del Israel se distribuyen en varios relatos de los orígenes: la llamada individual y
hombre y creación/des-creación del mal. Son tres comienzos en el sentido de colectiva de Abraham, el paso por el Mar Rojo durante la huida de Egipto, el
que, en cada caso, se cuenta como algo que llega a ser desde una nada prece- paso del Jordán en el umbral de la tierra prometida. También los relatos voca-
dente. Alguien puede replicar que estos tres comienzos pertenecen todos ellos cionales son muy diversos, por propia naturaleza.
a lo que ordinariamente llamamos creación, pero, ¿qué diremos entonces acer- Pese a su multiplicidad, estos acontecimientos relatados deberían ser con-
siderados primordiales. No tienen precedente alguno, en el sentido fuerte de este
30. En esto me adhiero a la afirmación central de André LaCocque según la cual el yah- término, entre todo cuanto los ha precedido. Y lo que es más, dibujan un encuen-
vista, al situar la historia primordial en un plano de universalidad, hizo de su relato un verdade-
tro cara a cara entre Dios y un socio humano: Abraham o Moisés, sin tercera
ro «prefacio» de la historia particular de Israel. Esta tesis es correcta, aunque Génesis 2-11 proce-
da de otra mano distinta de la de Génesis 12 o aunque el redactor de estos capítulos no tenga
presente más que la oposición entre maldición y bendición. La creación sigue siendo el comien- 31. Tal como dice André La Cocque en su ensayo «Grietas en el muro» (véase antes), Yhwh
zo de la historia, una fuerza dinámica que opera dentro de la historia. es llamado «el Dios de la humanidad».
Paul Ricoeur Génesis 2-3

parte implicada, y por tanto ¡sin testigos de ninguna clase! -se afirma que el acon- ra. Hay que añadir la idea de continuación, de algo que sigue, que nos permite
tecimiento ha ocurrido precisamente de esta manera y no de otra, sin ofrecer decir que el acontecimiento fundador comienza una historia. Esto es lo que está
ninguna justificación que pueda ser discutida. Por último, estos relatos sobre en juego desde el comienzo de la exégesis propuesta por André LaCocque. Aun
comienzos relativos recurren al simbolismo del comienzo absoluto, como ates- siendo verdad que el acontecimiento fundador se distingue de la historia que
tiguan dos relatos en particular, dos narraciones simétricas: el paso por el Mar inaugura mediante una palabra específica, el comienzo no es comienzo a menos
Rojo y la travesía del Jordán. Las aguas del Mar Rojo se presentan amenazado- que difunda lo que he llamado precisamente la energía del comienzo, no sólo
ras igual que las aguas primordiales, pero son separadas tal como lo fueron las hacia otros comienzos homólogos, sino hacia la historia que inauguran estos
aguas superiores e inferiores en el momento de la creación. Para los egipcios, el acontecimientos fundadores.
desastre equivale a la «des-creación» del diluvio. Aquí es donde es preciso reflexionar sobre el par de conceptos «empezar»
De este modo, se establece una relación entre lo que podemos llamar la y «continuar». Esta reflexión es aquí tanto más oportuna cuanto que, en la Biblia,
intersignificación entre comienzos relativos y absolutos32. Se trata incluso de una comienzo es siempre hasta cierto punto promesa34 o, por lo menos, exigencia de
relación circular entre comienzos, que tiende a eliminar la distinción entre comien- continuación: la promesa de un mundo ordenado, o de una humanidad res-
zo absoluto y relativo, una distinción que era extraña, como ya hemos observa- ponsable, de una gran descendencia, de una identidad común, o de una tierra
do, a la cultura del antiguo Oriente próximo. Todo comienzo es ab-soluto, en el en donde habitar; una exigencia en forma de misión, de relato de llamada, la lla-
sentido más básico de no depender de lo que le precede. Por ello, los comienzos mada que inaugura las pruebas de un destino las más de las veces abrumador.
de Israel y los de las llamadas proféticas parecen otros tantos desgarros del cur- Esta promesa y esta exigencia de una continuación se ven incrementadas con
so de la historia y de su continuidad. Esta relación circular asegura la transfe- la garantía de que lo que Dios ha comenzado lo continuará su gracia. Lo que la
rencia de los rasgos propios de la primera creación a cada nuevo acontecimien- Biblia llama fidelidad de Dios constituye el verdadero principio de continuidad
to fundador y los eleva todos al status de acontecimientos de creación. de la historia inaugurada por los acontecimientos fundadores.
Esta paradoja de una multiplicidad de acontecimientos fundadores confir- De hecho, la conexión existente entre comienzo y continuación -por fami-
ma mi comentario inicial sobre los prejuicios admitidos en los relatos de la crea- liar que pueda habérsenos hecho en el transcurso de nuestra experiencia indi-
ción bíblica. Nunca se trata de la creación ex nihilo, el comienzo no es único por vidual o colectiva- es bastante más sutil de lo que pueda parecer a primera vis-
definición y un acontecimiento primero no puede representarse por un punto ta; en realidad, está llena de paradojas y enigmas.
sobre una línea. Estos acontecimientos poseen una densidad temporal que exige La paradoja la presenta, en los términos que siguen, Pierre Gibert en la obra
el despliegue de un relato33. En suma, la misma idea de creación surge enriqueci- que ya he mencionado. Pero para un sujeto reflexivo situado en la vida, en la his-
da de esta especie de proliferación de acontecimientos originarios. Por esta razón toria de su pueblo, al final de la cadena de los seres vivos, «el comienzo es el lugar
puede darse un sentido inicial a la noción de acontecimiento fundador, a saber, que no puede ser comprendido, un lugar que es imposible percibir o experi-
la de que en él se expresa lo que podemos llamar la energía del comienzo. Lo que mentar como tal comienzo» (p. 8). El origen no pertenece siquiera a la memoria
circula entre todos los comienzos, gracias a la relación de intersignificación, y que sondea en las profundidades pasadas de la experiencia. En ese sentido, es in-
gracias a la relación circular producida por los acontecimientos iniciales, es el po- memorial. ¿Cómo alcanzar, pues, el origen empezando por en medio de la expe-
der iniciador, inaugural y fundador de un comienzo. La continuidad que esta re- riencia histórica, si no es reconociendo con posterioridad a los hechos la fuerza
lación circular asegura a los acontecimientos fundadores puede compararse a la inaugural del origen en lo que continúa y perpetúa su energía inicial? En este sen-
de una línea que hace fluir por la cumbre de las montañas, de pico en pico la tido, la continuación atestigua el comienzo, pero sólo tras los hechos, en la au-
energía del comienzo que circula por esta cadena de puntos elevados. sencia de cualquier testigo del comienzo. Si adoptamos el punto de vista de la
La idea de un acontecimiento fundador no se agota con esta representa- conciencia actual, la paradoja de «lo posterior» queda cautiva en la aporía de un
ción de una cadena de acontecimientos, cada uno de ellos fundador a su mane- comienzo ilocalizable. Este comienzo se entrevé en el horizonte de un movi-
miento regresivo que resigue a la inversa el tiempo y se pierde en un flujo de
comienzos relativos que, a su vez, retrotraen a un primer comienzo, que es, como
32. Pierre Gibert habla aquí de «un complejo juego mutuo de fusión e intercambios» (Bible,
mythes et récits de commencement, p. 36).
33. Si Westermann habla de Geschehensbogen (Génesis. Biblischer Kommentar, p. 259-267), 34. Jon Levenson (Creation andthe Persistence ofEvil, p. 17) da gran importancia a la pro-
Gibert habla de «persistencia del comienzo» (Bible, mythes et récits de commencement, p. 103-113). mesa que Dios hace a Noé, en Génesis 8, 21, de no maldecir ya más la tierra por causa del hombre.
Paul Ricoeur Génesis 2-3

ya queda dicho, inalcanzable. Esta manera de plantear el problema, partiendo centramiento radical del sujeto. Mientras que el pensador actual vuelve al ori-
de la experiencia vivida, que es tanto psicológica como filosófica, es legítima a gen partiendo de su experiencia, los relatos sobre los orígenes ejercen su función
condición de que la completemos con una consideración dirigida en sentido inaugural y fundacional sólo determinando acontecimientos, «tras los cuales»
opuesto. Corresponde aquélla al planteamiento del científico, ya sea del psico- hay una historia que sigue. Consiguen esto, claro está, explotando recursos, de
analista que se vuelve hacia el origen de la vida psíquica (y de éste viene, por cier- por sí inmemoriales, de representaciones transmitidas que, por así decir, esque-
to, la noción de «posterioridad», que utilizo aquí) o del historiador que inquie- matizan la ida de un origen. Gracias a esta preparación, que podemos llamar
re en el origen de este o de aquel pueblo, del antropólogo que busca los comienzos «mítica», en un sentido amplio y en muchos aspectos impropio del término, los
de la humanidad, del biólogo que se pregunta por los comienzos de la vida, o relatos de los orígenes hablan del comienzo como aquello «a partir de lo cual»
del cosmólogo que se atreve a hablar, en términos de la imagen de un big bang, hay una historia posterior.
de la explosión que se supone ocurrió al «comienzo»35. No es irrazonable atribuir Nos vemos enfrentados así a una paradoja con dos versiones de este «a par-
al narrador de los relatos de la creación un tipo de conducta comparable a la tir de lo cual»: a partir de la experiencia presente y a partir de nuestro hablar
de estos científicos que buscan volver a un origen, partiendo de experiencias que sobre el origen. Esta doble paradoja es inevitable. Por un lado, si dejamos de
pertenecen a su propia esfera de observación36. Este modo de leer hacia atrás la hablar sobre el origen, no habría sentido alguno en hablar de una experiencia
historia de los comienzos es plausible por lo menos en dos sentidos. En primer presente de «proyección de los orígenes», individual o colectiva, psicológica, his-
lugar, da sentido a la afinidad, nada negligible, que relaciona el punto de vista tórica, antropológica, biológica o cosmológica. Porque el origen ha sido siem-
supuestamente «mítico» con el científico37. En segundo lugar, y para nuestra pre contado ya, por esto podemos, tras el hecho, formar el plan de volver hacia
investigación quizás sea esto más importante que lo anterior, esta vuelta a los orí- él. Pero es verdad que esta conjunción de dos versiones del «a partir de lo cual»
genes partiendo de la experiencia del presente clarifica hasta cierto punto la dia- hace surgir un conflicto interno, que explica el carácter tumultuoso de los acon-
léctica entre comienzo y continuación, a la que estamos intentando dar aquí sen- tecimientos fundadores. Hablar del origen, como hemos visto, supone recurrir
tido. No hablamos del comienzo más que tras el hecho que continúa. La función al uso de representaciones antropomórficas (engendrar, luchar, hacer, mandar),
inaugural del comienzo se reconoce en esta condición de «posterioridad». heredadas de tradiciones insondables. Y lo que es más importante aún, hablar
Sin embargo, no podemos detenernos simplemente en este paralelo tra- sobre un origen sin testigos de ningún género sólo se justifica por sí mismo. Se
zado entre la intencionalidad bíblica de los orígenes y la vuelta a los orígenes postula a sí mismo postulando el comienzo que narra. Este carácter de autorre-
de la perspectiva psicoanalítica, histórica, antropológica, biológica o cosmoló- ferencia indica el insuperable aspecto kerygmático de este discurso. Por esto,
gica. Este paralelo entre lo que pretende el narrador bíblico y lo que busca el hablar sobre el origen ejerce una función iniciática, inaugural y fundadora.
científico cobra sentido sólo si atribuimos al narrador bíblico una operación Por otro lado, la vuelta a los orígenes a partir de la experiencia presente,
de «proyección de los orígenes» desde la experiencia que comparte con sus incluso cuando en su búsqueda nos guiamos por el testimonio de un origen que
contemporáneos. Sin embargo, ¿cómo iba a configurar la auténtica idea de un la precede, ha de ejercer una función crítica respecto de todas las representa-
origen, si no le fuera ya familiar por los mitos, los himnos, los escritos sapien- ciones que esquematizan cualquier discurso sobre el origen, y ha de ejercerla
ciales que, para él, están ya ahí y que le hablan de una condición humana y de en la medida en que la experiencia del narrador ofrece modelos cada vez más
una situación cósmica presentes ya ahí antes de que fueran objeto de un relato? refinados capaces de guiar la «proyección de los orígenes» y de llevar a la conje-
La idea de este doble «ya ahí» dice más que la de «posterioridad», lo cual con- tura de «cómo» ocurrieron.
firma la primacía de un preguntar arraigado en el presente. Esto requiere un des- Esto da fundamento a la respuesta de Pierre Gibert a la pregunta de por
qué hay distintos relatos sobre un mismo origen, cuestión que debe diferenciarse
de aquella otra que tuvimos en cuenta anteriormente sobre la multiplicidad de
35. Giben {Bible, mythes et récits de commencement, p. 58) remite a S. Weinberg, The First
Three Minutes: A Modern View ofthe Origin ofthe Universe, Basic Books, Nueva York 1977. los comienzos. Formando una secuencia con Génesis 2-3, Génesis 1 y 2 Maca-
36. Por esta razón Gibert ve un significativo paralelo entre la historia de Adán y Eva y la del beos 7, 25-293S, ve este autor un proceso de desmitologización creciente, que
rapto de Tamar por Amnón, un relato que procede de la historiografía de la época de los reyes,
una experiencia contemporánea, por tanto, del narrador.
37. Gibert critica duramente el uso y el abuso del término mito en la historia comparada 38. «Como el joven no le prestara ninguna atención, el rey [Antíoco] llamó a la madre y
de las religiones {Bible, mythes et récits de commencement, p. 92s). Cf. el rechazo de este término la exhortaba a que se convirtiera en consejera del joven, con el fin de salvarlo. Ante sus muchas
en Jean-Paul Vernant, Le Temps de la reflexión, Gallimard, París 1980, p. 21s. exhortaciones, aceptó ella el persuadir a su hijo. Se inclinó hacia él, y burlándose del cruel tira-
Paul Ricoeur
Génesis 2-3

atañe primero a los mitos cananeos que están en el horizonte de Génesis 2-3, de las cosas y el del discurso coinciden en este punto. Esta coincidencia debe
luego al conocimiento protocientífico de los babilonios del horizonte de Géne- entenderse como un don: el don del ser y de hablar del ser41. Partiendo de este
sis 1, y luego a la completa erosión de toda representación del origen, bajo la don, todo retorno al origen es posible, y está permitido y exigido, aun cuando
presión de la cultura helenística, en el horizonte de 2 Macabeos. La proyección todo retorno tenga que acabar en lo insondable42.
de los orígenes a partir de la experiencia contemporánea del narrador sería res-
ponsable entonces de la purga progresiva de los relatos del origen en dirección a
un punto de fuga, donde el reconocimiento de la creación de todo por Dios TRAYECTORIAS:
no podría apoyarse en ninguna representación y quedaría reducido a una con- ¿PENSAR LA CREACIÓN?
dición de pura confesión de fe. En esta sección, parte de cuyo título corresponde al de este ensayo, quisie-
Creo que en esto necesitamos seguir a Pierre Gibert. Pero su reflexión crí- ra explorar varios caminos que me lleven a la empresa de pensar qué pueden
tica sólo asume un significado completo, si situamos el relato del origen en cada haber significado las diversas representaciones por cuyo medio Génesis y otros
caso en el cruzamiento de dos postulados: el de un origen del que hay que hablar textos de la Biblia hebrea hablan de la creación. No hay en realidad una ruptu-
como aquello «a partir de lo cual» hay una historia posterior y el de la experiencia ra entre esta nueva investigación y las dos precedentes, mucho más cercanas a la
de un narrador «a partir de lo cual» este narrador intenta representar el comien- exégesis, por cuanto los relatos de la creación, incluso los más manifiestamente
zo en términos de un modelo que le resulta conocido39. Lo importante para todo arcaicos, llevan todos la señal de la reflexión de los sabios del antiguo Oriente
pensamiento o discurso relativo a los comienzos, al origen, es el conflicto entre próximo, una de cuyas partes integrantes era Israel. Aunque estos sabios pien-
estos dos movimientos que surgen en este punto de cruce. Uno habla del origen san de un modo distinto a como lo hacen los griegos, muestran la misma curio-
de un modo categórico, perentorio, kerygmático; el otro lo busca y, a la postre, sidad, el mismo asombro, idéntica admiración, la misma voluntad de comprender
llega a la conclusión de que el origen es inalcanzable. Este último movimiento que los griegos, de los presocráticos a Plotino.
parte de una conciencia actual, autocentrada, que busca su propio origen; el pri-
Nuestra investigación puede tomar dos direcciones43. Podemos preguntar-
mero parte del comienzo mismo, que descentra la conciencia y se impone como
nos primero sobre el status de la realidad —cósmica o bien humana- en cuanto
estando ya ahí antes de que la conciencia vaya en su busca40. El supuesto reli-
criatura. En segundo lugar, partiendo de la criatura como hecho concreto que se
gioso aquí es que el origen mismo habla haciendo que se hable de él. El origen

41. Está también la capacidad de los lectores de reconocer que fueron creados con una incli-
no, díjole así en su lengua nativa: Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé en mi seno por nueve nación hacia el mal. Esto es, como dice André LaCocque, la clave de la autoridad y credibilidad
meses, que te amamanté por tres años, que te crié, te eduqué y te alimenté hasta la edad que tie- d e / . Siguiendo a 2 Timoteo 3, 16, podríamos llamarlo «inspiración» o theopneustia. También
nes. Te ruego, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra. Y viendo todas las cosas que en ellos hay, LaCocque, con toda razón, junta la ausencia de audiencia de las palabras inquisitivas, el «¿dónde
sabe que Dios no las hizo de algo que ya tuviera ser; y que también la raza humana viene así. No estás?» de Génesis 3, 9, con la situación del lector de los relatos de la creación. «Todo cuanto
temas a este verdugo; sino que, haciéndote digno de tus hermanos, acepta la muerte, para que sabe el lector le viene de lo que el autor se preocupa de decir y de la manera como intenta decir-
en el día de su misericordia te vuelva y a encontrar con tus hermanos» (2 Macabeos 7, 25-29). lo». Es verdad que compensa esta declaración con el siguiente comentario: « la «historia» que narra
El resto de este capitulo cuenta cómo el hijo y su madre murieron sufriendo «tormentos que sobre- /rebosa fuerza, porque, a pesar de su supuesta ausencia como destinatario, el lector está de hecho
pasan toda medida» (véase Gibert, Bible, mythes et récits de commencement, p. 142). presente en el conjunto y en el detalle. La lectora se reconoce en Eva; el lector, en Adán.» Este reco-
39. Podríamos preguntarnos si la intersección de estos dos «puntos a partir de los cuales» nocimiento es la réplica requerida a los relatos de aquellos acontecimientos, a cuyo respecto Beau-
no puede verse también, de un modo atenuado, en las formas científicas contemporáneas de la champ y Gibert destacan que carecen de testigos en cuanto nos preceden.
búsqueda del origen. Nuestra ansiedad concerniente a nuestro origen, subrayada por el psicoa-
42. Será útil concluir esta explicación con una nota sobre la discusión que Gibert inicia acer-
nálisis, presupone, por lo menos, la certeza de que yo he nacido y, una vez nacido, que descien-
ca de cómo se relacionan la teología y la ciencia en lo referente a la cuestión de los orígenes. Aunque
do de mis padres, de mis antepasados; en pocas palabras, que tuve mi propio origen y que, en la
el narrador bíblico se acerca al científico en su búsqueda por el origen partiendo de su conocimien-
medida en que ocurrió, este origen es anterior a toda conciencia que pueda tener de él. Pregun-
to de la realidad presente, está solo en la intersección que forman lo ya dicho sobre el origen y la
tamos de igual manera por los orígenes de la humanidad, de la vida, del mundo.
búsqueda orientada hacia un origen en última instancia inabordable. El discurso que de ahí resulta
40. El fenómeno de ir tras los hechos (posterioridad), del que habla Gibert, se sitúa en la soporta el status paradójico de un discurso roto, ya pronunciado, pero siempre inadecuado.
intersección de los dos «principios a partir de los cuales». De otro forma Gibert no podría hablar 43. La bifurcación de mi meditación es casi paralela a la propuesta por Pierre Gibert en
del «fondo último del acontecimiento», usando una expresión tomada del psicoanálisis, que hay su obra La Création. Por un lado, está el problema de un comienzo; por el otro lado, el de la
que contrastar con la «escena originaria». Cf. Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, Dicciona- consistencia de lo real. Uso este término de «precedencia» como una manera de hablar de estas
rio de psicoanálisis, Paidós, Barcelona 1996, p. 123-124. dos caras del gran enigma de la creación.
Paul Ricoeur Génesis 2-3

corresponde con el acto creador, podemos plantear de nuevo la cuestión del sen- Pero, ¿puede concebirse una posible teología de la creación sólo con la idea
tido de la idea de precedencia que ha presidido nuestras dos secciones anteriores. de orden, aun cuando esta idea se entienda como ordenación? Quisiera propo-
Según la primera línea de pensamiento, nuestra distancia de los textos anti- ner tres correcciones a esta idea de creación en cuanto realidad ordenada.
guos será especulativa y crítica. En cambio, según la otra manera de pensar En primer lugar, necesitamos hablar de la contingencia del orden47. Para
tendremos en cuenta los cambios importantes que el Nuevo Testamento y el decirlo brevemente, pensar lo real como un todo -en cuanto comprende huma-
período patrístico introdujo en la idea de un comienzo y/o en la de origen. nidad y mundo- en cualidad de criatura es concebirlo como un obra, como algo
Nuestro primer ciclo de reflexiones tiene como punto de partida la pre- hecho. Esto implica una paradoja. Por un lado, tenemos que destacar el aspec-
gunta puesta al comienzo de este ensayo: si una teología de la creación puede ser to ya instituido de la creación como un todo, y esto va contra dos tendencias
autónoma, pese a los estrechos vínculos que ha de mantener con una teología características de la modernidad (tal como Pierre Gisel destaca en su La Créa-
de la salvación. Recientemente, esta cuestión ha recibido una respuesta global- tion). La primera de ellas, que apareció en tiempos de Galileo y Descartes con la
mente afirmativa por parte del teólogo y exegeta alemán Hans Heinrich Schmid, matematización de la realidad física, lleva a eliminar cualquier opacidad de lo
a quien debemos también una profunda investigación sobre la cuestión de la real y a reducirlo a un modelo matemático, homogéneo con ciertas operacio-
contribución del yahvista en la composición del Pentateuco. Sin embargo, no nes del pensamiento características de la mente humana; la segunda tendencia
voy a tener en cuenta su Der Sogennante Jahwist [El llamado yahvista], sino más característica lleva a constituir al sujeto pensante en centro del universo de sig-
bien su libro, de 1974, El mundo del antiguo Oriente en la teología del Antiguo nificado48. Pensar en los términos del orden del mundo, volviendo a Schmid,
Testamento**. Su tesis, en esta obra, es exegética y teológica a la vez. En el plano es un llamamiento, en el plano cósmico, a la irreductibilidad de lo real a las repre-
exegético, Schmid subraya la solidaridad del pensamiento hebreo con su mar- sentaciones que la mente humana pretenda atribuirle y, en el plano antropoló-
co cultural en el antiguo Oriente próximo. En el plano teológico, afirma que el gico, a una pasividad y receptividad que nieguen la hybris del sujeto soberano,
tema teológico de la creación no es más que la expresión de una «manera cós- poniéndolo de nuevo en su sitio, el que ocupa un ser humano situado dentro de
mica de pensar», que ha de ser aceptada como el Gesamthorizont, el horizonte una creación que le precede. Este doble llamamiento ha encontrado una favo-
global, de la teología bíblica45. De aquí el subtítulo de su libro: Schópfug, Recht, rable aceptación en muchos críticos contemporáneos de la modernidad49.
Heil, creación, ley, salvación. Pensar la creación como una obra que ha sido hecha Sin embargo, no debemos perder de vista el otro lado de esta paradoja refe-
y recibida es pensar en considerar detenidamente la profunda unidad que liga rente a la creación, si no queremos convertir este pensar sobre el orden en un
tres órdenes u ordenaciones (Ordnungen), en el plano cósmico, político y jurí- verdadero ídolo. Pensar en términos de la idea de la creación no es lo mismo que
dico, con la mirada puesta en la salvación como retorno al orden en cada uno pensar en términos de la idea de orden. Es, de un modo más fundamental, pen-
de estos diferentes registros. sar la creación como una génesis; esto es, concebir el orden mismo como un
Me vuelvo hacia esta obra en este estadio de mi investigación, porque Schmid acontecimiento. Tanto en el lenguaje del antiguo Oriente próximo como en el de
piensa que nuestras aspiraciones M contemporáneas de justicia provienen del la Biblia hebrea, la idea de una irrupción súbita sin precedente alguno del orden
mismo tipo de pensamiento sobre el orden que, pese a su arcaísmo, ha de poder cósmico y humano se comunica a través de representaciones tan diversas como
encontrar una aplicación habitual precisamente por la vía de estas aspiraciones46.
47. Me remito de nuevo a la tesis central de Pierre Gisel en La création. Hablando de los
textos bíblicos y de cómo se aceptaban durante la patrística y la época medieval, este autor decla-
44. Hans-Heinrich Schmid, Altorientalische Welt in der alttestamentlichen Theologie, Theo- ra: «Hemos descubierto que lo que allí sucede, en todo caso, es la interacción entre una génesis y
logische Verlag, Zúrich 1974. algo positivo, y debemos tener muy en cuenta la mutua irreductibilidad de estos dos términos
45. Schmid llega hasta decir que el tema paulino de la «justicia de Dios» pertenece al mis- y la recíproca necesidad que se muestran el uno al otro» (p. 241).
mo «horizonte general» que nos permite denominar «nueva creación» al nuevo orden cósmico e 48. Este doble llamamiento halla amplio eco en el conjunto de críticas contemporáneas de
histórico inaugurado por la resurrección. la modernidad -en Husserl, Heidegger y Gadamer, por ejemplo- que buscan redescubrir los valo-
46. Al no haber un exacto encaje entre la «justicia de Dios» y la del mundo, sólo el primer res concretos de una experiencia del mundo, que se resistiría a la total matematización de la natu-
término «nos autoriza a hablar coram deo de la justicia del mundo» (Schmid, Altorientalische Welt, raleza.
p. 29). «Todo el pensamiento humano... tiene que ver con la cuestión de la correcta comprensión 49. Pierre Gisel halla una aproximación teológica y filosófica del significado pretendido por
del mundo y de sus órdenes y, por lo mismo, con la cuestión del derecho y la justicia en el senti- la doctrina bíblica de la creación en el concepto tomista de «acto de ser» y en la primacía que este
do más amplio de estos términos» (ibídem). En un nota, admite Schmid que es verdad que esta concepto implica de estar por encima de la esencia (cf. La Création, p. 148-167). Volveré sobre
Ordnungsthematik es un «segundo grado de abstracción del intérprete» (n. 45). este problema más adelante en mis observaciones sobre Éxodo 3,14: «Yo soy el que soy.»
Paul Ricoeur Génesií 2-3

la lucha contra el caos, como una fabricación casi artesanal, o como la eficacia ado, y que proporciona a Schmid una razón para juntar «creación, justicia y sal-
de una palabra que llama, ordena y hace existir. El significado que transcurre por vación», aparece retrospectivamente, desde la perspectiva de Génesis 3, como la
estas representaciones es siempre el mismo: hay un hacer, un acto en el origen ocasión de la caída. Y el relato pasa gradualmente, por medio de la astucia asig-
de lo que hay. Esta idea le resulta difícil a la razón aceptarla y mantenerla. Requie- nada a la serpiente, de la obediencia a la tentación y de ésta a la caída. Bien pue-
re entretejer las ideas de contingencia y necesidad y decir, casi de un modo míti- de decir Schmid que la retribución surge, con todo, de pensar un orden que, tras
co, que la necesidad es obra de un acto contingente, y por lo mismo no nece- ser alterado, es restaurado, aunque queda la posibilidad de que el mal parezca
sario, un acto sin razón o precedente. Si, no obstante, unimos las ideas de necesidad como inscrito en la estructura ética de la creación. ¿Pues qué sentido tiene una
y contingencia bajo la de «ordenación», podemos preguntarnos si la idea de orden prohibición que no suponga una alternativa entre obediencia y desobediencia?
de por sí no asume un sentido más dinámico que estático, en particular cuan- ¿Y no es el árbol de la ciencia el árbol de esta alternativa, comoquiera traduzca-
do pasamos del plano cósmico al humano del derecho y de la justicia. Incluso mos el conocimiento del bien y del mal?50
si, siguiendo a Schmid, mantenemos correctamente que, no obstante, la idea de Esta vulnerabilidad del orden en su forma ética nos invita a su vez a pre-
orden demanda justicia, tampoco este orden designa una obra acabada, sino más guntarnos si, entre todos los modelos de creación que puede diferenciar una tipo-
bien una obra todavía en proceso; un proceso enfrentado a la injusticia del mundo. logía cuidadosa, no es precisamente el de la creación, concebida como una lucha
Aquí hace acto de presencia un segundo ciclo de problemas y dificultades. entre fuerzas contrarias, el que mantiene mayores afinidades con el tipo de fra-
En un artículo sobre la teología de la creación, Schmid se refiere a la dis- gilidad que la falta originaria transforma en delitos actuales. Hay aquí, a primera
cordancia (Diskrepanz) entre el orden de la creación y la experiencia histórica del vista, una paradoja turbadora: ¡Qué! ¿Habían de ser las representaciones más
mal. Esta discordancia asume la forma de un conflicto abierto si, dentro del cam- «arcaicas», las más «típicas» y las más «bárbaras» las que mejor dieran razón de
po de una supuesta teología de la creación, extendemos la idea de orden del pla- la solidaridad extraña y subterránea que parece haber entre el aspecto del mal
no cósmico al plano ético-jurídico, y si, por lo mismo, incluimos la idea de que ya está ahí y el aspecto dramático de la creación?
justicia en la de orden. Se abre entonces un hiato entre la «justicia» o la «recti- Esto es lo que, a mi entender, da tanta fuerza al libro de Jon Levenson, Cre-
tud de Dios» y la injusticia del mundo. Entonces podemos preguntarnos si, por ation and the Persistence ofEvil, [La creación y la persistencia del mal], que adop-
el simple hecho de añadir la noción de justicia a la de creación en el sentido cós- ta el tema del «dominio» más que el del orden, y hasta más que el del orden como
mico restringido del término, no introducimos, en el mismo núcleo de la idea ordenación, como tema central. La resistencia al orden no se reduce entonces
de orden, un aspecto de fragilidad, un aspecto que altera el carácter inicial- desde buen comienzo a una idea de una rebelión secundaria y extrínseca, redu-
mente tranquilizador de la idea de orden, y que lo hace en mayor medida que la cible en última instancia al mal humano, al pecado. Esta resistencia, expresada
mera idea de contingencia del orden, en la que sólo parece ponerse en cuestión con la frase «la persistencia del mal», aparece por el contrario como inherente a
el origen de este orden. Aquí, en cambio, se cuestiona la misma ocurrencia del la creación, en esencia vulnerable y frágil.
orden, su eficacia, como si en el «considerar detenidamente el orden cósmico», La base exegética de esta concepción profundamente dialéctica de creación
de Schmid, estuviera originariamente implicado un cierto elemento de amenaza. se desarrolla de la siguiente manera. En vez de distinguir los modelos de crea-
Aún más; mientras que la idea de discordancia parece implicar un desafío ción como hace Westermann, esto es, creación por generación, por lucha, por
que viene de fuera, la idea de fragilidad sugiere una vulnerabilidad intrínseca al fabricación artesanal y por la palabra, Levenson los distribuye en términos de
orden mismo. una escala de grados y modalidades de resistencia de las fuerzas que son hosti-
Varios rasgos con los que la Biblia describe la creación sugieren esto últi- les a una creación bien ordenada y benéfica para los seres humanos. El primer
mo. En primer lugar, los redactores finales del Pentateuco conservaron Génesis resultado de esta investigación es que las diversas teologías de la Biblia pueden
2-3 y situaron esta narración inmediatamente detrás de Génesis 1, cuyo tono alinearse entre aquellas concepciones en que las fuerzas del caos permanecen
tranquilizador, por no decir triunfalista, pone discretamente en entredicho. Géne- incólumes y siempre amenazadoras -incluso tras la victoria sobre el caos, como
sis 2-3 sólo narra la creación del hombre con la finalidad de preparar el escena-
rio para un relato ejemplar, al que Claus Westermann da el título de «crimen y 50. Cf. el planteamiento introducido por Claus Westermann sobre el sentido bíblico de
la expresión «conocimiento del bien y del mal» {Génesis. Biblischer Kommentar, p. 328-338). ¿Es
castigo». En segundo lugar, tal como una serie de comentaristas han señalado, una cuestión de discernimiento moral en el sentido preciso del Deuteronomio o, más bien, de
la sombra de Génesis 3 se proyecta retrospectivamente en Génesis 2. Por ejem- sabiduría práctica basada en una frase evasiva sobre lo que se discute? Mi tesis es que ambas inter-
plo, la prohibición, presentada inicialmente como una estructura del orden cre- pretaciones reflejan la fragilidad del orden.
Paul Rtcoeur Génesis 2-3

vemos en Salmos 104, 6-9, Job 38, 8-11, Salmos 74, 12-17-y la concepción de se refieren a la creación de la humanidad y de los que tienen que ver con la cre-
una victoria sin resistencia, como en Génesis 1, y que incluso aquí las huellas del ación del mundo.
mito de un combate con el caos no se han borrado del todo51. Pero, entonces, si el origen del mal no es el mismo que el de la fragilidad
La segunda lección de Levenson es que en períodos de aflicción se evoca la constitutiva de la creación, nos asalta otra perplejidad referente a la semejanza
omnipotencia de Dios, como testifican los salmos de lamentación. Los tiem- que Schmid propone entre creación y orden. Tiene que ver con la consistencia
pos de infelicidad se sienten como aquellos en los que Dios duerme, como tiempos de la misma secuencia que su exégesis propone como creación, justicia, salvación.
de latencia, del retraimiento de Dios como podríamos decir hoy día. A veces el Una teología de la creación que quiera reunir en un solo pensamiento, la
salmista implora, recordando «otros tiempos», que Dios se despierte. En oca- idea del orden cósmico, los tres términos de creación, justicia y salvación se ve
siones se proyecta la victoria de Dios hasta tiempos escatológicos. Como dice superada por las fuerzas que llevan a disociar la creación, en cuanto aquello
Levenson, no hallamos una «fe absoluta en la bondad última de Dios, sino más que adviene al mundo, de la justicia que requiere el ser humano y de la salva-
bien una fe cualificada en su bondad próxima» {Creation and the Persistence of ción proyectada en el horizonte escatológico de la historia. En este sentido, la
Evil, p. 45). creación puede ser el «horizonte circundante» del campo teológico, pero no pue-
Un tercer tema es la seguridad de que la bondad originaria y final de la cre- de serlo en el sentido de englobar sus diversos temas. ¿Por qué no? Porque el cam-
ación descansa en la confianza en la fidelidad de Dios; es decir, en el juramen- po teológico no puede totalizarse. Nuestras experiencias más básicas en los tres
to divino, que halla su modelo en el juramento que Dios hizo, tras el diluvio, de dominios que Schmid quisiera unificar -el de la física, el de la ley y la ética y el
no destruir nunca jamás su creación52. de la esperanza de salvación- llevan de hecho a romper con cualquier intento de
La última lección es que la creación sin resistencia, la que ejemplifica Géne- forjar un concepto totalizador.
sis 1, encuentra su sentido en un contexto esencialmente litúrgico, como atesti- El punto crítico es el siguiente. Ya no sabemos cómo podemos pensar la
gua la referencia al Sabbat, que parece realmente ser el polo organizador de «justicia de Dios», sea como estructura de la creación del mundo sea como exi-
este texto inaugural. El conflicto, con todo, no queda resuelto. Ahora se insinúa gencia de organización el campo práctico, esto es, el campo de la acción humana.
entre nuestra confianza litúrgica en la omnipotencia de Dios y nuestra expe- De entre todos los conceptos a que se refiere Schmid, y con los que termina su
riencia diaria de la persistencia del mal. ensayo, es ciertamente el de «justicia de Dios» el que se nos ha vuelto más enig-
Debemos observar un último punto, no por último menos importante. Si mático. Si la justicia de Dios pertenece al mismo tipo de pensamiento que la
la fidelidad de Dios a la alianza es la única garantía de que Dios finalmente pre- creación y la salvación, tendremos que decir que hemos abandonado el terreno
valecerá contra las fuerzas del mal, la contribución de los seres humanos a esta en donde esta conexión es todavía concebible. Pero, ¿somos los únicos en haber-
victoria final es la mitzvah -la acción buena y justa. Toda la ética judía se halla nos convertido en extraños a este tipo de pensamiento totalizador? ¿Acaso el anti-
así movilizada como una especie de mediación entre la fragilidad de la crea- guo Oriente próximo y la sabiduría judía no lanzaron los primeros ataques con-
ción y la persistencia del mal. tra esta especie de pensamiento totalizador? ¿Y no se lanzaron estos primeros
Debemos ahora considerar la afinidad que, por eso mismo, se sugiere entre ataques en el terreno exacto en que el orden cósmico revelaba su fragilidad, la
las fuerzas hostiles inherentes al proceso de creación y el mal humano. La lec- experiencia y el enigma del mal? La irreductibilidad de la lección de Génesis 2
ción de Génesis 2-3 no es ciertamente que tengamos que confundir fragilidad y a las ambiciones totalizadoras de Génesis 1 ya atestigua esto. Sí, la idea de un
acción mala, finitud y culpa. El origen del mal se presenta aquí más bien como orden cósmico debe mantener su intención glo bal izado ra. Pero esto sólo lo con-
algo distinto y, en definitiva, enigmático. Ésta es la razón por que hemos habla- sigue situando la problemática del mal bajo el signo de la retribución, en la
do acerca de un tercer ciclo de acontecimientos fundadores, distinto de los que que todo sufrimiento debe purgar por algún pecado. Ésta es, ciertamente, la con-
cepción que los profetas de Israel intentaron inculcar al pueblo judío. De hecho,
51. No parece que el vacío informe de Génesis 1, 2 haya sido creado, como tampoco las la doctrina de la retribución es esa concepción que gobierna usque ad nauseam
aguas que están aparte ni, de un modo especial, las tinieblas comprendidas en la luz. Pero nin- en la historiografía deuteronómica, donde los gobernantes de Israel son siempre
guna de estas teologías se refieren a la creación ex nihilo.
juzgados y condenados por una sola infracción, la del primer mandamiento. Pero
52. El juramento y la fidelidad que comporta indica la suma cercanía de la teología de la
creación y la de la alianza, que se refuerzan mutuamente. Según la primera, Dios vence el caos; si hay que hablar de esta teología totalizadora, ¿qué sentido podemos dar a los
según la última, la fidelidad de Dios es la única seguridad de que el caos será finalmente venci- salmos de lamentación o a la protesta de Job? Y aunque Job finalmente se incli-
do, como lo fue en el origen, y de que el tiempo de la aflicción es transitorio. na ante Dios, resignado a un orden que le sobrepasa, queda su pregunta, mucho
Paul Ricoeur Génesis 2-3

más fuerte que su repuesta final. Esta pregunta es indicio de la constitución de cipio junto a Dios. / Todo llegó a ser por medio de ella / y sin ella nada se hizo
la idea de orden como aglutinadora de las ideas de creación, justicia y salvación. de cuanto fue hecho»53. Esta asimilación entre comienzo y Palabra tiene evi-
La injusticia del mundo constituye un hecho tan masivo que el presunto víncu- dentemente antecedentes hebreos en los escritos sapienciales, donde la casi
lo entre la idea de justicia y la de creación pierde casi toda su pertinencia. La personificada sabiduría se asocia a una mediadora en la obra de la creación54, y
creación continúa quizás siendo el horizonte circundante, pero cesa de ser la idea la idea de un comienzo se combina con la de un origen gracias a las obras asig-
abarcante que pudiera identificarse con la idea de orden. nadas a la sabiduría, elevada de esta forma al rango de un co-creador. El texto de
En el análisis final, hablamos de creación, justicia y salvación en términos la carta a los Colosenses es especialmente digno de ser tenido en cuenta al res-
que suponen distintos modos de pensar. Esta grieta entre pensamiento cosmo- pecto: «Primogénito de toda criatura [indicación temporal del comienzo] porque
lógico, pensamiento ético-político y pensamiento escatológico es quizás uno en él fueron creadas todas las cosas [indicación temporal del origen]» (1, 15). La
de aquellos rasgos por cuyo medio la experiencia histórica de Israel se destaca duda o, si prefiere el lector, la sobredeterminación que hace posible escribir
contra el trasfondo de «ideas sobre el orden cósmico», que siguió compartiendo «comienzo y/u origen» estaba ya presente quizás en la beth de bere'sitde Géne-
con sus vecinos del antiguo Oriente próximo. sis 1,1. Sin embargo, sea cual fuere el trasfondo de esta polisemia latente de «al
Quiero ahora señalar dos importantes puntos del largo camino que lleva principio», la decisión de asimilar ambas expresiones «al principio» y «en Cris-
a los argumentos de la filosofía clásica y moderna sobre las ideas de un comien- to» (o «por» Cristo) resultó crucial para el futuro de la teología cristiana. El sen-
zo o de un origen. Hablo de comienzo u origen para poder tomar en conside- tido temporal de comienzo no quedaba excluido del todo, pero se subordinaba
ración una discusión que jugará un considerable papel en filosofía, que tiene que virtualmente al sentido atemporal de origen entendido como fundación.
ver con la distinción entre la idea de un comienzo, tomada en el sentido res- Con todo, la concurrencia entre el sentido temporal de «comienzo» y el
tringido de un comienzo temporal (esto es, el primer término de una serie suce- sentido atemporal de «origen» iba a ser subrayada una vez más, durante el perí-
siva de acontecimientos, estados o sistemas) y la de un origen, tomada en el sen- odo patrístico, con ocasión de la disputa con los filósofos griegos, tenaces defen-
tido de una fundación, en un sentido atemporal del término. Como puede verse, sores de la eternidad del mundo. La tesis de la eternidad del mundo parecía
esta discusión prolonga la bifurcación que hemos tenido en cuenta en el plano incompatible con la doctrina de la creación en la medida en que aparentemen-
exegético entre el aspecto separado de la historia originaria y la función funda- te suponía también la autosuficiencia del mundo. En estas circunstancias, los
dora de los acontecimientos que la comprenden. apologistas cristianos y los fundadores de la teología patrística tendían a unir la
Recordemos la fórmula de Génesis 2, 4b: «Cuando Dios hizo la tierra y los idea de creación con la de comienzo temporal, a modo de contrapunto, por así
cielos, no había aún...». Nada se decide aquí en cuanto al sentido temporal o decir, de la idea de una fundación/origen. Al afirmar que el mundo no había
atemporal del acontecimiento en cuestión. Y lo mismo parece aplicarse a la existido siempre, estos pensadores cristianos confirmaban que había sido crea-
fórmula de Génesis 1,1: «Al principio creó Dios los cielos y la tierra», que los do en un momento determinado del tiempo, un día determinado. Pero, ¿qué
principales intérpretes judíos, como Rashi, Buber y Rosenzweig leen en térmi- decir del tiempo anterior a este acontecimiento inicial? Sus oponentes se mofa-
nos de Génesis 2, 4b como «[Cuando] al principio Dios creó los cielos y la tie- ban preguntando: «¿Qué hacía Dios antes de crear el mundo? ¿Holgazaneaba,
rra, la tierra estaba vacía y no tenía forma». El lexicón griego aportó un concepto, ese Dios omnipotente? ¿Y por qué ese Dios omnisciente decide crear el mundo
el de arkhé, que tendía a subordinar la noción de comienzo en sentido tempo- en un momento dado y no en otro? ¿De qué podía carecer ese Dios, que nada
ral a la de origen en el sentido atemporal de fundación. A su vez, el griego arkhé necesita?» Éste es el debate que heredó Agustín cuando se dispuso a comentar
pasó a ser en latín principium, como puede verse en la primera traducción de los primeros versículos de Génesis en los libros X y XI de las Confesiones.
la Biblia al latín y en la Vulgata de Jerónimo: in principio Deus... ¿Qué hay que Es importante notar que su primera observación fue la identificación ya
entender por en arkhé, o por in principió! El sentido de Génesis 1 de lo que va señalada entre comienzo y principio. «Oiga yo y entienda que al principio [in
primero, bere'sit, lo que es principal o primordial, «excelente». El sentido de la
preposición es dinámico: «en vista de/por la excelencia, creó Dios...»
Aquí es donde interviene la más importante decisión teológica, la decisión 53. No debemos perder de vista la proclamación que acompaña a este himno en la carta a
los Colosenses: «Él es la imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura, porque en él fue-
de asimilar este «principio» a la Palabra. El prólogo de Juan viene naturalmen-
ron creadas todas las cosas» (1, 15).
te a la mente, como réplica explícita del Génesis: «Al principio ya existía la Pala- 54. «Yhwh me creó al comienzo de su acción,/ antes que sus obras más antiguas./ Desde
bra / y la Palabra estaba junto a Dios / y la Palabra era Dios. / Ella estaba al prin- la eternidad fui yo formada, / desde el comienzo, antes que la tierra...» (Proverbios 8, 22s).
Paul Ricoeur Génesis 2-3

principió] hiciste [fecistí] cielos y tierra» (XI, iii [5]). Hablar del comienzo es eternidad del mundo. Por esta razón, tras diversas interpretaciones de la expre-
hablar de la «palabra»: «Por tanto, hablaste tú y fueron hechas las cosas. Con sión «al principio Dios creó cielos y tierra» de las que se ocupa san Agustín, aca-
tu palabra las hiciste» (XI, v[7])55. Así desde el principio, tenemos fuertemente ba diciendo «otro, finalmente, entiende las palabras "en el principio Dios creó
relacionada la idea inicial de un comienzo temporal con la de fundación/origen. el cielo y la tierra" como que Dios -en el principio mismo [in ipso exordio] de su
La primera oposición que entonces se impone está entre las cosas que pasan, hacer y obrar— hizo...» (XII, xx[29]). Podemos comprender por qué habla Agus-
incluidas nuestras propias palabras, y la Palabra eterna. Esto no quiere decir que tín de este modo. Si las cosas creadas son cambiantes y mutables, son finitas,
se deja de lado la cuestión de un comienzo temporal, sino más bien que en lo como lo es el tiempo total de su curso. Por consiguiente, el mundo tiene un
sucesivo se abre a una solución inteligible: la primera respuesta que ha de darse comienzo, pero un comienzo dentro del tiempo creado. Este comienzo, por tan-
al adversario que quiere saber qué estaba haciendo Dios al crear cielos y tierra, to, no ha de producir ya perplejidad, puesto que es idéntico al comienzo del tiem-
dirigida a los maniqueos y a quien se ampare en el plano formal de la contra- po, el cual, tomado como un todo, es una dimensión de la creación, y por lo
dicción, es: «no hacía nada» (XI, xii[l4]). En efecto, si hubiera estado hacien- mismo también criatura. La cuestión del comienzo no queda, por tanto, aboli-
do algo, significaría que estaba creando algo. La segunda respuesta de Agustín, da; sólo simplemente exorcizada. Y es exorcizada, porque el principio es origen
dirigida más bien a los neoplatónicos, toca el corazón de nuestro problema, por- en el sentido de una fundación para las cosas temporales, derivadas de las cosas
que es la misma noción del «antes» la que es puesta en cuestión, en cuanto el eternas, es decir, de Dios y de su Palabra.
tiempo como un todo fue creado junto con el resto de cosas creadas. «Tú hicis- Debemos a este debate uno de los más vigorosos y perspicaces intentos de
te todos los tiempos y eres antes de todos los tiempos. Por consiguiente, no hubo poner en orden los varios sentidos aceptados de «antecedencia»: prioridad en la
un tiempo en que no había tiempo... No había "entonces" [tune], donde no exis- eternidad (como en el caso de Dios con relación a las cosas); en el tiempo (como
tía el tiempo» (XI, xiii[15]). en el caso de la flor respecto del fruto); en la preferencia (como en el caso del fru-
De este modo, la noción de precedencia adquiere un significado definido to en relación con la flor); por origen (como en el caso del sonido respecto del
que pone en marcha nuestra investigación. Pero ya no es la prioridad de una his- canto) (XII, xxix[40]). Como admite Agustín, con inmenso candor, el primero y
toria primordial, sino la precedencia de la eternidad, la eternidad de Dios y de el cuarto de estos cuatro órdenes de prioridad son los más difíciles de entender.
su Palabra, con relación al tiempo. «Aunque tú eras antes del tiempo, no le ¿Por qué el primero? Porque es necesario precisar bien la paradoja de un Dios in-
precedes [praecedis] en el tiempo... Precedes a todos los tiempos pasados con la mutable que crea cosas mutables. ¿Y por qué el cuarto? Porque la idea de un ori-
excelencia de tu eternidad siempre presente» (XI, xiii[l6]). El sello de sucesión gen expresa una prioridad meramente lógica, en tanto que nuestras palabras, las
temporal, que las constricciones del relato imponían todavía a la noción bíbli- de la enarratio de las Confesiones, se despliegan en sucesión. De aquí que, para
ca y del antiguo Oriente próximo de historia primordial, ha desaparecido. El concluir, diga Agustín: «Que en esta diversidad de opiniones -todas ellas ciertas-
vocabulario de anterioridad puede mantenerse -«Tú hiciste todos los tiempos y la misma verdad haga nacer la concordia. Que nuestro Dios se apiade de nos-
eres antes de todos los tiempos» (ibídem)-, pero la anterioridad significa ante- otros "y usemos de su ley como ella misma pide", pues se ordena al servicio de la
cedencia, esto es, trascendencia de la eternidad con relación al tiempo. Con más caridad pura, que es su fin» (XII, xxx[4l]). ¡Una admirable lección de generosi-
precisión, la trascendencia del tiempo sobre la eternidad recibe de Agustín la sig- dad hermenéutica!56
nificación exacta de una oposición entre un presente que subsiste -esto es, un
presente sin pasado ni futuro— y un presente humano, que, como muestra la con-
tinuación del Libro XI, 14-29, padece la «distensión» entre un presente del pasa-
do, que es memoria, y un presente del futuro, que es esperanza, y el presente del
presente, que es intuición o atención.
Con todo, está la necesidad de dar cabida a un comienzo temporal del mun-
do. Agustín no tuvo más remedio que hacerlo ante aquellos que defendían la
56. Cf. Confesiones, XII, xxiii(32) y xxvi(36) sobre la pluralidad de las interpretaciones en
curso. Queriendo interpretar la intención de Moisés, a quien se le atribuyó la Tora entera, Agus-
55. Agustín, Confessions, trad. por Henry Chadwick, Oxford University Press, Nueva tín concede que «Cuando escribió "Al principio", podía estar pensando en el comienzo inicial del
York 1992, p. 223 y 225 [trad. cast.: Confesiones, trad. de Pedro Rodríguez de Santidrián, Alian- proceso del hacer [in ipso exordio]» (XII, xxiv[33]). Éste es el lugar en que recuerda que la verdad
za Editorial, Madrid 1999; las citas en el texto se toman de esta edición. Nota del traductor]. es inseparable de la caridad.
Paul Rkoeur Génesis 2-3

rior. La nueva «manera de pensar» a que apela Rosenzweig tiene algo del encan-
to de una arqueología de los tiempos bíblicos. Esta temporalidad profunda hace
Para concluir estas consideraciones exegéticas, teológicas y filosóficas, qui- justicia a las discontinuidades que marcan el paso de una temática a la siguien-
siera apelar al testimonio de un pensador judío actual, Franz Rosenzweig, en te. Entre el comienzo, que es el tema tanto de la exteriorización de Dios como
su The Star ofRedemption [La estrella de la redención]57. Esta obra es pertinen- de las palabras que éste pronuncia, y la llamada continuada con la que Dios enta-
te en dos aspectos. En primer lugar, comienza con una crítica absoluta a toda bla diálogo con el alma rebelde y obediente y, de nuevo, entre el diálogo con el
idea de totalidad, de todo sistema en el que Dios, mundo y humanidad —los tres individuo humano concreto y la llegada de los acontecimientos históricos que
«objetos» propios de la metafísica clásica— sean sus distintos elementos. A este indican el crecimiento del reino, no hay ninguna totalidad.
respecto, Hegel es el paradigma de ese tipo de pensamiento totalizador. No quie- El vínculo temporal no destruye esas fracturas; las incorpora a una verdad
ro decir que en Hegel se trata del mismo tipo de totalidad que la que atribuye que no puede expresarse más que a través de las tres figuras de la creación, la re-
H. H. Schmid al pensamiento del antiguo Oriente próximo y, de aquí, al anti- velación y la redención. Hay un tiempo de creación, el tiempo del pasado in-
guo Israel. Sin embargo, en la medida en que este pensamiento arcaico es recons- memorial; un tiempo de revelación, el del coloquio entre el amante y el amado;
truido por exegetas y teólogos de nuestro siglo, deben éstos «repensar» la idea de y un tiempo del reino, ese tiempo que siempre está viniendo. Rosenzweig recu-
orden cósmico de los babilonios y de los hebreos con la ayuda de la conceptua- rre cuidadosamente a subtítulos que indican esto: «La creación o la perpetua
lidad disponible en su propia época. Aquí es donde el pensamiento hegeliano de fundación de las cosas». La creación, en este sentido, está siempre detrás nues-
totalidad se convierte en un paso obligado para quien intente restaurar un con- tro. El comienzo no es un pasado anterior, sino un comienzo incesantemente
cepto, incluso un concepto arcaico, de totalidad. Y aquí es donde la demolición continuado. En cuanto al presente de la revelación, el hoy del gozo del amante
llevada a cabo por Rosenzweig de este pensamiento se muestra ejemplar. Tras y del amado, no es un presente que pasa, sino simplemente una transición en-
este esfuerzo, el pensador se queda con los miembros desarticulados de una tota- tre el futuro de la esperanza y el pasado de la memoria. Como indica el subtítu-
lidad rota: un Dios desconocido, un mundo que se explica sí mismo y una huma- lo de Rosenzweig: La revelación o «el incesante renacer del alma». Este «ince-
nidad absolutamente entregada a la tragedia del mal y de la muerte. Y sobre estas sante renacer» prolonga la «perpetua» fundación de las cosas. Y en lo que toca
ruinas Rosenzweig reconstruye, no un sistema, sino una red, uno de cuyos nudos al futuro del reino, el subtítulo dice de nuevo «La redención o el futuro eterno
se llama creación, revelación y redención. Por la creación, Dios se exterioriza en del reino».
un mundo, pero se habla de él sólo en tercera persona y en discurso narrativo. De este modo, Rosenzweig puede ayudarnos a pensar tanto la fractura
Por la revelación, Dios se dirige a un alma individual y le dice «¡ámame!». El diá- del orden, tal como fue pensada quizás por los sabios del antiguo Oriente pró-
logo nace cuando alguien es interpelado así. Por la redención, una esperanza se ximo y, tras ellos, por los sabios de Israel, como la recomposición de lo que ya
nos abre: una comunidad histórica. no merece ser denominado orden, ni siquiera «ordenación», sino más bien algo
¿Es éste un sistema nuevo, construido sobre una cierta oscura totalidad? parecido a una unidad rítmica, mas accesible a una mediación existencial que a
No, porque la segunda idea importante de Rosenzweig, en la que quisiera con- un especulación filosófico-teológica. El lugar de la creación en esta unidad rít-
centrar las reflexiones finales de este ensayo, se formula de la siguiente manera. mica es el de lo que «siempre está ya ahí». Con este título podemos hacer justi-
Años antes de la publicación de El ser y el tiempo, de Heidegger, Rosenzweig ha cia a la interpretación antagónica que hemos estado considerando: separación
entendido que el vínculo entre creación, revelación y redención no se debía a un del origen en aquellos relatos que tienen que ver con un tiempo no coordina-
modo lógico de pensamiento, sino a una temporalidad profunda, irreductible ble con el tiempo de historia alguna; la irrupción de múltiples comienzos que
a una cronología o a una representación lineal. Si se tratase de un tiempo en suce- inauguran una historia o unas historias, que dan continuidad y sentido a estos
sión, tendríamos que decir que creación, revelación y redención no se suceden comienzos fundadores. Pero, además, la idea de un pasado inmemorial nos ayu-
una a otra a lo largo de una misma línea. Se trata más bien de un secuencia de da a entender nuestras dos maneras de plantear el «origen»: una que parte del
estratos. La redención -la utopía, si se prefiere- constituye el nivel más elevado; origen en el nombre de una palabra que carece de testimonios, y la otra que par-
la revelación, el nivel medio, mientras que la creación corresponde al nivel infe- te de la experiencia y procede para atrás, tras el hecho, en dirección a un comien-
zo inabordable.
57. Franz Rosenzweig, The Star ofRedemption, trad. por William W. Hallo, Holt, Rinehart Por último, para unir el final con el punto de partida, que fue también el
and Winston, Nueva York 1970. de André LaCocque, podemos afirmar que la teología de la creación no consti-
Paul Ricoeur

tuye ni un apéndice a la teología de la redención ni tampoco un tema inde-


pendiente. El siempre-ya-ahí de la creación no puede entenderse independien-
temente de la futuridad perpetua de la redención. Entre ambas se intercala el
eterno ahora del «¡ámame!». Quizás sea en este ahora eterno donde surge la pro-
clamación del «yo soy el que soy», objeto futuro de otra de nuestras empresas
conjuntas.

Éxodo 20, 13
Éxodo, 20, 13

N O MATARÁS

ANDRÉ LACOCQUE

UN ESTUDIO SOBRE LA LEY APODÍCTICA DE ISRAEL,


SU ALCANCE Y SUS LÍMITES A LA LUZ DE GÉNESIS 22

El origen de la ley en Israel es una cuestión muy debatida. Hay claramen-


te una prehistoria previa a los inicios de su desarrollo, tal como lo describe
Rolf Knierim:

Al formular las leyes y coleccionarlas en corpora escritos, la comunidad


por consenso parece... consentir en una ley base futura para los tribuna-
les, y no ya en la sucesiva transmisión de decisiones tomadas por los tri-
bunales... Se convierte así en una comunidad constitutiva de legalidad, una
comunidad basada en la ley en lugar de, y/o además de, ser una comuni-
dad basada sólo en fallos consuetudinarios1.

En principio, la comunidad goza de una autoridad absoluta. Decide por


sí misma sobre la autoridad absoluta o relativa de una decisión, pudiendo ser
esta última, según los casos, arbitrada o adjudicada. De modo que, desde el
comienzo, debe quedar claro que las leyes llamadas por Albrecht Alt y Martin
Noth «casuísticas» no son por naturaleza relativas, en contraste con otras leyes
llamadas apodícticas o absolutas; es más bien que se centran en un caso, dife-
renciándolo de otros.
Al parecer hay dos caminos para llegar hasta los orígenes de la ley en Israel.
Uno de ellos se ha convertido en la vía regia por su insistencia en los conceptos
de alianza y tratado. En oposición a esta vía, Erhard Gerstenberger ha sugerido
con gran figor otra: la ley habría tenido su marco constitutivo original en la sabi-
duría de tribu. Vale la pena revisar una tras otra, aunque sea de un modo bre-
ve, ambas propuestas.

1. Rolf Knierim, «Thinking Biblical Law», en Semeia, 45 (1989) 17.


André LaCocque Éxodo, 20, 13

tradiciones de familia y escuela, no sólo los imperativos sagrados. D. J. McCarthy


LEY Y TRATADOS reacciona igualmente contra el aspecto implícito de los elementos sugerido por
Beyerlin, pues estas cosas no están nunca implícitas en los tratados que han lle-
La forma original de tratado procede probablemente de Mesopotamia, pues gado hasta nosotros4.
los hititas no semitas —los otros candidatos a creadores del modelo de tratado- Por su parte, Jon D. Levenson se deja también impresionar por los para-
utilizan términos semíticos como riksu, alianza, y mamitu, juramento. El primer lelos bíblicos que ofrece el tipo «hitita» de tratado5. Dice:
tratado que nos ha llegado se encuentra en la «Estela de los buitres» (antes de
2500), en Sumer. El segundo es el tratado de Naram-Sin {ca. 2280) en Acad. La teología del Pentateuco está profundamente imbuida del idioma
Estos antiguos tratados muestran dos formas y pertenecen a dos tipos. El trata- del tratado de vasallaje del Oriente próximo: Yhwh... obtiene de Israel un
do puede hacerse entre socios en plano de igualdad; se trata entonces de un «tra- compromiso jurado de observar las estipulaciones que él impone... Casi
tado en paridad» -por ejemplo, el famoso tratado cerrado entre Hattusil III y igual norma puede detectarse en la literatura mitológica, del Enuma elis,
Ramsés II (ca. 1280). Pero el acuerdo más generalizado es que se realiza entre un por ejemplo... los dioses aceptan de buen grado y con buen talante la rea-
soberano y un vasallo. leza de su heroico salvador.
La estructura del tratado «sumerio» o «hitita» puede reconocerse en los tex- Además, añade, hay una «curiosa dialéctica de autonomía y heterono-
tos bíblicos, las más de las veces de un modo fragmentario. En el Decálogo, por mía» (p. 143), según el modelo del tratado de vasallaje que el vasallo pacta libre-
ejemplo, sólo hay tres de las seis partes usuales. Las otras tres pueden verse en mente. No aceptarlo, es nada menos que un suicidio. No hay alternativa real.
otros pasajes (lo que hay que poner en el arca en Éxodo 25, 16; la lectura a inter- No obstante, el soberano debe granjearse a su vasallo (p. 144). Pero precisamente
valos regulares en Deuteronomio 31, 10-13; cf. Éxodo 24, 7; la invocación de «el elemento de cortejo media entre autonomía y heteronomía» (p. 144). En
testigos en Deuteronomio 4, 26; 30, 19; 32, 1; las maldiciones y las bendicio- resumen, «aquellos que están sometidos a la obligación de la alianza por natu-
nes de Levítico 26 y Deuteronomio 28). Podemos encontrar, claro está, una raleza y necesidad son continuamente llamados a adoptar esta relación por libre
explicación convincente de la ausencia de uno o más elementos del tratado con- decisión» (p. 148). La Biblia subraya la «necesidad de una renuncia continua a
siderándolos implícitos en un determinado documento israelita. Así, para Wal- la autonomía». Pero «nadie puede alcanzar la heteronomía de la voluntad por
ter Beyerlin, la forma apodíctica del Decálogo implica maldiciones y bendicio- sólo un acto de voluntad; la voluntad no puede conseguir su propia extinción».
nes2. Este planteamiento es de mucho alcance. Establece directamente que el Sitz Por otro lado, como dice Michael Wyschogrod, «un esclavo totalmente esclavi-
im Leben del Decálogo es el complejo del Sinaí. De este modo, pese al escepti- zado es un objeto inanimado»6.
cismo de los eruditos alemanes anteriores (en especial de Gerhard von Rad) en
cuanto a una supuesta ausencia de unidad entre Éxodo y tradiciones sinaíticas,
Beyerlin insiste en que, fundándose en la estructura de tratado, así como en las
pruebas de una designación común de Yhwh como el Dios del Éxodo, Sinaí y
Éxodo no pueden separarse. El Éxodo es el relato narrado, mientras que el com-
plejo del Sinaí aporta lo que hay de expresión aliancista en el acontecimiento.
Podemos comparar esta opinión con la de Walther Zimmerli, para quien la
Ley deriva de la alianza, cuya proclamación es, encarnada en la celebración litúr-
gica3. De aquí que los profetas predicaran partiendo de esta base. En cambio,
4. D. J. McCarthy, Treaty and Covenant: A Study in Form in the Ancient Oriental Documents
Dennis McCarthy cree que la interpretación de Zimmerli es demasiado unila-
and the Oíd Testament, Analecta Bíblica, Roma 1963.
teral. Piensa, con Gerstenberger (véase luego), que actuaban también aquí las 5. Jon D. Levenson, Crearían and the Persistence ofEvil: Thejewish Drama of Divine Omni-
potence, Harper and Row, San Fracisco 1988, cap.l 1: «La dialéctica de la teonomía de la alianza».
6. Cf. Shir ha-shirim R. 8, 2 (obediencia, pero no esclavitud); MisnáAbotG, 2, sobre Éxo-
2. Walter Beyerlin, Origins and History ofthe Oldest Sinaitic Traditions, trad. por S. Rud- do 32, 16: R. Yehoshua b. Levi dice no leáis harut (grabado), sino hérut(libertad). Cf. David Banon:
man, Basil Blaclcwell, Oxford 1965. «La loi gravee est chemin de liberté», en La lecture infinie (Seuil, París 1987), p. 33, n. 2. Michael
3. Walther Zimmerli, The Law and the Prophets: A Study on the Meaning ofthe Oíd Testa- Wyschogrod: comunicación personal; véase también The Body ofFaith, God in the People Israel,
menta trad. por R.E. Clements, Harper and Row, Nueva York 1965. Harper and Row, San Francisco 1989.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

No tienen carácter cultual. Incluso en el caso de las exhortaciones centradas en


LEY Y SABIDURÍA TRIBAL el culto10, como por ejemplo Éxodo 20, 2-6, el uso de la primera persona del sin-
gular para designar a Dios es secundario; rampoco son culruales, sino que «refle-
En mi opinión, el planteamiento dialéctico de Levenson enfoca la cuestión jan la vida de los cuerpos civiles» (p. 48), cf. Éxodo 20, 7s; Levítico 19.
correctamente. Dígase lo que sea sobre los orígenes de la ley en Israel, el con- Gerstenberger continúa negando que la ley apodíctica deba tener un esti-
cepto de «alianza» es central y tiene un carácter único en el próximo Oriente lo unificado. Lo que es común a las leyes apodícticas es su estilo «prohibitivo»,
antiguo. Gerstenberger, como ya hemos observado, toma no obstante sus dis- pero esto no es exclusivo de Israel y, además, no resulra adecuado para una cere-
tancias con relación al paradigma del tratado hitita7. Recuerda que todo docu- monia cultual y de la alianza. Procede este autor a llenar el vacío que él mismo
mento de tratado no es más que el resultado del acuerdo entre las partes, y que ha creado y argumenta a favor de una «ética tribal» (Sippenethos). «Los manda-
todo documento de este tipo lo redacta sólo una de las partes. Por consiguien- mientos apuntan a un orden dado al hombre, no creado por contrato... Los man-
te, no debemos considerar estos documentos aisladamente. El tratado expresa la damientos presuponen un orden social anterior a todo comienzo histórico y, por
dependencia y la obligación mutuas entre los socios, que se llaman a sí mismos ranto, no es un tema de reflexión... [Con los mandamientos, el hombre] acep-
«hermanos», incluso cuando la situación social de cada uno de ellos es distinta. ta las reglas heredadas para su sociedad... universales e intemporales» (p. 49).
Esa fraternidad se dirige contra un enemigo común: «Mi enemigo (amigo) es tu En otras palabras, el marco original de la ley está en la sabiduría familiar
enemigo (amigo), y tu enemigo (amigo) es mi enemigo (amigo).» Las estipu- y se refleja en la literatura sapiencial. Las exhortaciones éticas de Proverbios 3,
laciones del tratado parecen establecerse por mor de «exigencias, deseos y obli- 27-30 («No rehuses... No maquines... No litigues...») no son «leyes apodícticas»,
gaciones particularizadoras dentro de la amistad establecida» (p. 42). Las frases pero son, según el modelo común a todo el antiguo Oriente próximo, pres-
condicionales superan notoriamente en número cualquier otra forma de expre- cripciones morales para proteger a la sociedad (cf. las enseñanzas de Amene-
sión (de rara ocurrencia). Apuntan a casos de emergencia y aportan soluciones mope y Ani, o las de Merikaré)". «No sacerdotes ni profetas, sino padres, cabe-
para este tipo de posibilidades futuras. Deben, con todo, distinguirse de la ley zas de tribu, hombres sabios» las decretaron (p. 50). Algunas de estas prescripciones
casuística, que contemplaría retrospectivamente un crimen potencialmente come- y prohibiciones recibieron un marco cultual secundario y fueron adoptadas como
tido. Dicho de otra forma y para destacar lo más importante, las estipulaciones normas de la conducta social buena, exigida por las liturgias de iniciación.
se imponen para proteger la alianza, que siempre va antes. No son «nada por Pero esto no llegó a ser una condición general. «Sólo una muestra representati-
derecho propio... llenan el vacío que hay entre el comienzo y el final de una alian- va de los mandamientos alcanzó esta condición» (p. 51). Por esta razón (pese a
za» (p. 46). la opinión de Beyerlin reseñada anteriormente) no se observan bajo juramento
En contraposición a este modelo, los enunciados apodícticos del Decálo- o maldición. Los mandamientos se dan al hombre. Los juramentos, de hecho,
go no son estipulaciones de la alianza8. En las estipulaciones de los tratados, no contemplan una posible ruptura de la fidelidad, y por esto van acompañados de
hay terceras personas u otros grupos (como el prójimo en el Decálogo). Los man- maldiciones. Gerstenberger escribe: «Los términos que expresan maldición o
damientos, por el contrario, están para corregir la conducta social. Se concen- juramento pueden representar toda la relación de la alianza» (p. 45).
tran en la Biblia hebrea en unas pocas colecciones: Éxodo 20, 7-17; 22, 17- 23, En concordancia con Gerstenberger, Jacques Leclerq y Pierre Buis insisten
9; Levítico 18-19; Deuteronomio 22, 1-12; 23, 1,16-26; 24, 8-22; 25, 13-159. en el paralelo existente con confesiones negativas de Mesopotamia y Egipto
(cf. la segunda Tablilla Surpuy el Libro de los muertos 12512: «El Decálogo recu-
rre a toda la sabiduría oriental, en especial a la de Egipto, así como a las tradi-
7. Erhard Gerstenberger, «Covenant and Commandment», en Journal ofBiblical Literatu-
ciones de los nómadas»)13.
re, (1965)38-51.
8. Cf. D. J. McCarthy, Treaty and Covenant, p. 32s y 158s. Además, en Oíd Testament Cove-
nant: A Survey ofCurrent Opinions (John Knox, Richmond), p. 57, escribe: «los orígenes de la ley
apodíctica y, por lo mismo, del Decálogo deben buscarse en otra parte, no en los tratados». 10. Por ejemplo, la advertencia de que el uso impropio del Nombre pone en peligro a la
9. Walter Harrelson se queja (en The Ten Commandments and Human Rigbts, Fortress Press, comunidad entera.
Filadelfia 1980, p. 21) de que «Gestenberger ha subestimado el significado de los diez manda- 11. James B. Pritchard (ed.), Ancient Near Eastern Texts Relating to the Oíd Testament, Prin-
mientos como colección». Se trata, dice, de una lista única de diez mandamientos sin paralelo ceton University Press, Princeton 1969, p. 34s. Citado de ahora en adelante como ANET.
alguno en al antiguo Oriente próximo. Su crítica se dirige a la tesis principal de Gerstenberger 12. Ibídem.
según la cual el marco original de la ley israelita debe verse en la Sabiduría. 13. Pierre Buis y Jacques Leclercq, Le Deutéronome, Gabalda Salutis, París 1963, p. 65.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

Quizás debamos dar la última palabra a Moshe Weinfeld, para quien el uso se basa en una llamada inequívoca a la obediencia concreta a los mandamientos
en el Deuteronomio del tratado de vasallaje procede de sofisticados círculos ofi- de Yhwh»17. Zimmerli remite a Éxodo 34, 27s, donde se nos dice de un modo
ciales, esto es, de escribas del entorno de Ezequías y Yosías, un ambiente didác- específico que el concepto de alianza se funda en las «[Diez] Palabras»; y tam-
tico-sapiencial. «Ellos liberaron la fe israelita de su carácter mítico, el culto bién a Josué 24, que muestra una clara asociación entre alianza y Ley. Zimmer-
religioso de su acento ritual y las leyes de la Tora de su carácter estrictamente li, por tanto, concluye que debe rechazarse la perspectiva de que «alianza y ley
legalista»14. son fundamentalmente conceptos distintos (Gerstenberger)» (p. 55). «Josué les
impuso hóq u-mispat, estatutos y normas (Josué 24, 25; cf. Éxodo 15, 25) al cul-
minar la conquista. Ahora bien, «todo don implica siempre un elemento de obli-
LEY Y ALIANZA gación»18. La relación dialéctica de estos dos términos se confirma por el hecho
de que la libertad es vista en el ámbito de una «alianza», berít, palabra que pue-
Pero debemos ir más allá. Todo cuanto precede concierne sólo a los oríge- de significar también mandamiento, especialmente en los libros deuteronómi-
nes remotos de la Ley en Israel. No hemos arrojado luz alguna sobre la sorpren- cos (véase luego). «En una fase tardía de la redacción, el Decálogo de Éxodo 20,
dente originalidad del Decálogo en el marco de la relación de alianza entre Dios 2-17 fue deliberadamente puesto a la cabeza de los mandamientos», para que
e Israel. En primer lugar, la forma negativa de la mayoría de las Diez Palabras no toda «responsabilidad» en Israel fuera una «respuesta» a Dios (p. 110).
las convierte en una «confesión negativa». La comparación que suele hacerse en- Como contraste, pero dentro de la misma perspectiva, «el Deuteronomio
tre el supuesto modelo egipcio y el Decálogo suena a veces como la que se hace desplaza toda la proclamación de la ley del comienzo del período del desierto a
entre manzanas y naranjas. Gerstenberger, por ejemplo, cita Isaías 33 y se remite su final», asociando de este modo la Ley con el don de la tierra. La Ley se hace
a este texto, desde el versículo 13s, en apoyo de su teoría sobre la sabiduría, pero así a las claras parte de las grandes bendiciones con que concluyen los tratados
el versículo 8 habla específicamente de la alianza y sus estipulaciones. De forma en el antiguo Oriente próximo. Un mandamiento supone promesas para el futu-
parecida, no se refiere a Salmos 50, pese al evidente interés del salmo con relación ro. La obra del deuteronomista ejemplifica este principio. Es una alternancia
a la «correcta» comprensión de la Ley y del sacrificio contra un trasfondo cul- entre lo que Dios promete y cómo se cumple la promesa, combinando la gra-
tual15. Es verdad que, de acuerdo con Harmut Gese, por ejemplo, Salmos 50 data cia de Dios con la obediencia de Israel19. Los modos verbales del Decálogo des-
del siglo IV a.C.'6, pero incluso como ejemplo tardío del cambio de lo sapiencial tacan este punto. Están menos en imperativo que en indicativo, en la con-
a lo cultual, la evolución en los marcos legales es importante. En el marco textual fluencia de una promesa condicional y otra incondicional. La fidelidad de Israel
actual (Sitz im Wort), la relación entre Ley y alianza es inconfundible. Hay, por a la alianza corresponde a la gracia de Dios. Cuando aparece esta correspon-
ejemplo, una asombrosa relación en los textos entre promesa y mandamiento. El dencia, no se arruina, por así decir, el designio de la gracia divina y alcanza su
mejor ejemplo lo ofrece la tierra prometida que requiere ser conquistada. En esta objetivo. Por ello, «Tú no...» [dejarás de cumplir] es la garantía de que verda-
cuestión, incluso la sexualidad, de acuerdo con P, es cumplimiento de un man- deramente «nosotros no...» [dejaremos de cumplir], siempre y cuando —como
damiento divino que es a la vez promesa a la humanidad. dice D— nosotros desempeñemos nuestra parte en la relación yo-tú que esta-
Por esta razón Walther Zimmerli insiste en el «íntimo encuentro -dialéc- blece la alianza entre ambas partes. Desde esta perspectiva, el telos histórico es
tico- con "el Dios de Israel", que es absolutamente único. Pero la solidaridad... alcanzado no sólo por obra de Dios (la gracia) o la del hombre (cumplimiento),
sino por la conjunción de ambas; pero esto es también manifestación de la gra-
cia divina.
14. Moshe Weinfeld, «Deuteronomy: The Present State of Inquiry», en Journal ofBíblica! De aquí que el planteamiento de von Rad sea por lo menos en parte correc-
literature, 86 (1967) 262.
to. Dice: «A partir de este fundamento legal, [se desarrolló] una relación en cues-
15. Gerhard von Rad, The Problem ofthe Hexateuch, p. 22-25, llama la atención sobre el
claro paralelo que existe entre Salmos 50, 7 y Éxodo 20, 2 (cf. Salmos 50, 17: disciplina del
socio en la alianza); Salmos 50, 17-20 y todo el Decálogo (v. 18 // Éxodo 20, 15, v. 18b // Éxo-
do 20, 14; v. 20 // Éxodo 20, 16). Véase también Salmos 81 (v. 8-9 // Éxodo 20, 3-4; v. 10 // 17. Walther Zimmerli, Oíd Testament Theology in Outline, trad. por David E. Green,
Éxodo 20, 2). John Knox Press, Atlanta 1978, p. 53s.
16. Hartmut Gese, «Psalm 50 und das Altestestamentliche Gesetzesverstandnis», en Johan- 18. Como dice Dietrich Bonhoffer: «Gabe ist Aufgabe» [el don es un deber],
nes Friedrich, Wolfgang Póhlmann y Peter Stuhlmacher (eds.), Rechtfertigung. Festschrijifür Ernst 19. Véase Robert Polzin, Moses and the Deuteronomist, The Seabury Press, Nueva York 1980,
Kaseman, J.C.B. Mohr, Tubinga 1976, p. 52-77. pássim.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

tiones que atañen a su vida común»20. De este modo, alianza y Ley se relacionan Pero debe quedar dicho, con Carmichael, que primero es el relato. La éti-
tan íntimamente que, en el Deuteronomio y en el deuteronomista, «alianza», ca precede a la Ley; primero es el mandamiento, luego la ley. Esta última no care-
como dijimos antes, significa también mandamientos (von Rad, Oíd Testament ce nunca de fundación histórico-existencial. Tórdb quiere decir orientación, esti-
Theology, vol. 1, p. 147). Pero ahora es preciso especificar las «cuestiones que lo de vida, educación, «pedagogía» (cf. el uso que Pablo hace del término en
atañen a la vida común», y podemos ya discernir una estrecha relación entre Ley Gálatas 3, 24s). Como tal, la ley es interpretación y es susceptible de cambiar
y relato en la conciencia de Israel. Lo cual dicta a Calum Carmichael el título de por interpretación. Como dice Mieke Bal, «la ley ...[es una] institución paradó-
su libro21. Nos advierte este autor de que «las leyes tanto en el Deuteronomio jica ... sujeta a interpretación por sujetos que están sujetos a ella... Representa los
como en el Decálogo surgen, no como una respuesta directa y práctica a las con- actos performativos de interdicción (de la transgresión) y de promesa (de inter-
diciones de vida y culto en el pasado de Israel, como casi universalmente se subjetividad social), orientados al futuro; representa también el acto constata-
sostiene, sino de un escrutinio de los documentos históricos acerca de estas con- tivo de consignar (la transgresión en el pasado)»22. Podemos también suscribir
diciones. El vínculo está entre ley y relato literario, no entre ley y vida real» (p. la opinión de Moses Mendelssohn acerca de que el Estado instituye leyes, mien-
17). Este vínculo, prosigue, no ha de sorprendernos. El Decálogo se incrusta en tras que la religión expresa mandamientos, por cuanto le interesa la interioridad
un relato, lo mismo que las leyes dadas a Noé (p. 18). El episodio de Jacob luchan- y el pensamiento. Pero nadie ha expresado con mayor claridad la diferencia entre
do con el ángel termina con una norma dietética en Génesis 32, 32. La escuela mandamiento y ley que Franz Rosenzweig, cuando dice: «El judaismo no es ley;
deuteronómica responsable de las leyes deuteronómicas es también el redactor crea ley, pero no se identifica con ella; el judaismo consiste en ser judío»23. Por
de la historia deuteronómica; y así sucesivamente. ello, dice Rosenzweig, «la ley tiene que vérselas con el tiempo, con un futuro,
La importancia de la tesis de Carmichael reside en su énfasis puesto en el con la duración. El mandamiento sólo sabe de momentos»24. Y en otra parte pro-
carácter literario de la relación entre dos géneros literarios, el narrativo y el pres- sigue diciendo: «Dios no es dador de leyes; sino de mandamientos. Sólo por la
criptivo. Así se respeta el Sitz im Wort. Y así también se respeta la intertextuali- manera como los observa, cambia el hombre en su inercia los mandamientos en
dad entre decir y mandar (cf. Génesis 1, 3,28; 2, 16, etc.). Quisiera sólo insis- Ley, en un sistema legal con parágrafos»25. El proyecto esencial de la fe judía no
tir en el carácter mutuo de esta relación. No hay sólo un movimiento es el cumplimiento de los 613 mandamientos que los rabinos computaron en
unidireccional del género narrativo al prescriptivo. El relato no aporta sólo una toda la Escritura. «Por tanto, sea mucho o poco o quizás nada lo hecho, poco
trasfondo histórico (arqueológico), que muestra las aplicaciones de la Ley como importa ante un único precepto inevitable, el de que todo lo que se haga vendrá
praxis histórica; apunta también a una teleología, por cuanto la Ley está rodea- de este poder interno [de lo divino]. Así como el conocimiento de todo lo cono-
da por todos lados por el proceso orientado de la relación entre Dios y el hom- cible no es todavía sabiduría, tampoco hacer todo lo factible es aún acción. La
bre. Este punto será decisivo en la última parte de este estudio. Esto significa acción surge en el límite de lo meramente factible, donde la voz del mandamiento
que, aunque universalmente la ley es por definición atemporal, aquí paradóji- hace que salte la chispa del "debo" al "puedo hacerlo"»26. Ronald Miller lo dice
camente deja atrás su atemporalidad y se vuelve opción histórica. El relato remi-
te a los lectores a lo prescriptivo y lo prescriptivo los envía de nuevo a lo narra-
tivo. En esta especie de juego de pimpón, el relato ejemplifica la norma y la 22. Mieke Bal, Lethal Love: Feminist Literary Readings ofBiblical Love Stories, Indiana
University Press, Bloomington 1987, p. 79. La autora prosigue diciendo que, en la ley, «no hay
norma eleva el precepto al nivel de paradigma. No sólo hay en los textos canó-
presente, el sujeto está solo». Contrastaremos esto con lo que sigue con relación a Franz Rosenz-
nicos de la Biblia una proximidad física entre ambos géneros, sino que la críti- weig.
ca literaria atribuye a las mismas fuentes literarias, /, E, D, P, tanto los docu- 23. Franz Rosenzweig, Briefe und Tagebücher, ed. por Edith Rosenzweig y Ernst Simón,
mentos legales como los relatos. Schocken, Berlín 1935, vol. 1, p. 762.
24. Franz Rosenzweig, The Star of Redemption, trad. por W. W. Hallo, Beacon Press, Bos-
ton 1972, p. 177.
25. Franz Rosenzweig, On Jewish Learning, ed. por Nathan Glatzer, Schocken, Nueva
20. Gerhard von Rad, Oíd Testament Theology, vol. 1, trad. por D. M. G. Stalker, Harper York 1965, p. 166.
and Row, Nueva York 1962, p. 130. «Todo lo que no puede remitirse a una relación interhuma- 26. Ibídem, p. 86. Ronald H. Miller, Dialogue and Disagreement. Franz Rosenzweig's Rele-
na representa, no la forma superior, sino la perennemente primitiva de la religión»: Emmanuel vance to Contemporary Jewish-Christian Understanding, University Press of America, Lanham, M D
Lévinas, Totalité et Infini, Martinus Nijhoff, La Haya 1968, p. 52. 1989, p. 17, dice juiciosamente: «Pero, con todo, así como la información almacenada puede abrir
21. Calum Carmichael, Law and Narrative in the Bible: The Evidence ofthe Deuteronomic la puerta de la sabiduría, así también la profusión de la observancia judía puede ser el comienzo
Laws and the Decalogue, Cornell University Press, Ithaca 1985. de una vida de fe».
André LaCocque
Éxodo, 20, 13

de esta manera. «El enunciado legal que se interpreta en tercera persona ("se le nidad tenga buenas leyes, «no se les concibe exigiendo comportarse de acuerdo
prohibe a...") puede transformarse en la realidad dialógica del mandamiento con las leyes morales» (p. 141).
("has de...")27. En Israel, por el contrario, hay la convicción fundamental de que la Ley es
voluntad de Dios y norma de Dios, no de cara a una justicia humana, sino a una
divina. La Ley es un reflejo del ser de Dios. Por esta razón los preceptos del Decá-
LEY Y CÓDIGOS logo son incondicionados y apodícticos. «La motivación para observar la ley
no es el miedo al castigo, sino el deseo de conformarse a la voluntad de Dios. El
Contra este trasfondo, una comparación con los sumamente desarrollados Decálogo se convierte así en un código que se autoimpone... no en una ame-
sistemas legales de las naciones vecinas -tan breve como pueda ser esta compa- naza de castigo que se impone por el poder coercitivo del Estado... Esto expli-
ración en este estudio parcial- deja bien claro que la ley bíblica no es un códi- ca la total ausencia, en los Diez Mandamientos, de castigos específicos para la
go legal, si este término implica generalidad y sistematización. Especialmente violación de los mandatos y prohibiciones particulares». En consecuencia, sur-
intensa fue la influencia legal de Mesopotamia sobre el conjunto del antiguo ge la necesidad del «asentimiento unánime y popular» antes de que la ley pueda
Oriente próximo; se prolongó durante unos dos mil años, por lo que es com- ponerse por escrito; luego, el documento es leído otra vez al pueblo30. «El texto
parable con la influencia que tuvo el derecho romano en el mundo occidental. escrito se convierte en lo sucesivo en la encarnación permanente de la alianza y
Existen paralelos entre los tipos de legislación mesopotámica e israelita, pero la de sus estipulaciones para generaciones futuras»31.
diferencia de espíritu es aún más sorprendente. En el famoso código de Hamu- Finalmente, el carácter específico de la Tora está en su misma esencia, pues
rabi, por ejemplo, la aplicación de la ley varía con las clases sociales. Pero es espe- en ella se entretejen lo «religioso» y lo «social», formando ambos una entidad que
cialmente en el ámbito del castigo donde se aprecia una enorme distancia entre excluye cualquier dicotomía y rechaza el planteamiento atomístico de la vida
ambas concepciones de la justicia. Según las provisiones penales de los asirios, propio del antiguo Oriente próximo. En los alrededores de Israel, es caracterís-
la muerte de un hijo se castiga con la muerte del hijo del homicida, práctica que tico asignar responsabilidades humanas a ámbitos diversos regulados por nor-
contrasta con su expresa prohibición entre los israelitas (cf. Deuteronomio 24, mas discretas. Así, las obligaciones civiles pertenecen al dominio de la ley —un
16). Debe subrayarse también a este respecto, en Mesopotamia, la mutilación cuerpo de prescripciones estrictamente secular; los preceptos morales pertene-
del cuerpo, la falta de interés por el menos favorecido en la sociedad o la pena cen al dominio de la sabiduría, y las responsabilidades cultuales al dominio de
capital por violación del derecho de propiedad. «La vida humana es barata, pero los manuales sacerdotales. Israel, por el contrario, entiende la existencia huma-
la propiedad vale mucho», dice Nahum Sarna28. En cambio, la Tora nunca impo- na como un todo, en el que no hay división de compartimentos. El amor de
ne la muerte por este tipo de crímenes. Para ella, es de máxima importancia el Dios se refleja en el amor al prójimo (Levítico 19, 18,32,34). «Religión» y «éti-
carácter sagrado de la vida humana. ca» se implican mutuamente, aunque la primera es anterior a la segunda, al igual
Esto llevó a Sarna a una caracterización de lo que enfáticamente denomi- como el hombre primero se siente responsable ante Dios y luego se siente res-
na innovaciones israelitas29. Primero, no hay, fuera de Israel, alianza alguna entre ponsable ante los demás seres humanos y el resto de criaturas32.
Dios y un pueblo entero. Segundo, la alianza se encarna en un relato que le da Por esto la Ley israelita no pretende agotar todos los aspectos legales de la
sentido y es inseparable de ella. Tercero, la aplicabilidad del Decálogo es uni- vida. Ninguna colección de la Biblia proclama ser un «código legal». Se echa
versal, para nada condicionada a consideraciones temporales. Cuarto, y quizás en falta un procedimiento legal para muchas esferas vitales. Además, aunque hay
sea esto lo más importante, «este panorama contrasta fuertemente con la situa- un gran número de verdaderos juicios, no se corresponden éstos a menudo
ción del mundo antiguo, donde los legisladores son reyes, príncipes y sabios. con lo que los «códigos» prescriben. «Lo más decisivo es el hecho de que ni un
El rey y el Estado son el origen de la ley, su sanción y la autoridad que le da solo registro judicial, que haya llegado hasta nosotros, cita nunca o remite a la
respaldo.» A esto hay que añadir que, aunque los dioses quieren que la huma- colección regia por su nombre de algún modo o manera», dice Dale Patrick,
quien insiste, en consecuencia, en el carácter «no escrito» de la Tora, durante el
27. Ibídem, p. 67.
28. En estas explicaciones me siento en deuda con Nahum M. Sarna, Exploring Exodus: The 30. Volvemos así al planteamiento de Rolf Knierim, con el que comencé este ensayo.
Heritage ofBíblica! Israel, Schocken, Nueva York 1986. '!•"•: 3 1 . Sarna, ExploringExodus, p. 141, 142, 175.
29. Ibídem, p. 140s. 32. Cuestión que se demostrará crucial en ulteriores desarrollos de este ensayo.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

período de su formación33. Esto quiere decir que los códigos no son «prescrip- Alt, en casuísticas y apodícticas. Las leyes casuísticas se caracterizan por su esti-
ciones con fuerza legal, sino declaraciones de la voluntad justa y recta de Dios». lo impersonal (como indica el empleo que hacen de la tercera persona); no mues-
Su intención es «inculcar los valores, principios, conceptos y procedimientos de tran ninguna preocupación por lo que es moralmente justo o malo. Su estruc-
la tradición legal de Israel, no decretar normas específicas para casos concretos»34. tura es típica; consiste en unaprótasis («si...», o «en el supuesto de que...») seguida
De esto se trata en el razonamiento legal de las hijas de Selofjad en Números 27, de una apódosis (consecuencias legales). El Sitz im Leben de estas leyes jurispru-
o en el modo como se asegura el perdón Absalón en 2 Samuel 14 (el rey decre- denciales debe buscarse en Canaán y en el antiguo Oriente próximo en general.
ta una norma que va contra todas las leyes sobre homicidios en el Antiguo Tes- Las leyes apodícticas son incondicionales y axiomáticas; su aplicación no requie-
tamento; cf. Números 35, 31,33). De modo parecido, la promesa hecha a Rajab re ninguna consignación previa de una condición. «No matarás», nunca y en
en Josué 2 es contraria a las normas de la guerra santa de Deuteronomio 20, 15- ninguna circunstancia. Su Sitz im Leben lo encuentra Alt fundado en la asam-
18 (cf. 7, 1-5). El mismo juicio se aplica al expolio de Ay en Josué 8, 2. Josué blea periódica de las tribus para renovar la alianza38. Pero los orígenes cultuales,
recurre a la epieikeia, a la interpretación moderada e indulgente, y se refrena para que Alt acuerda a las prescripciones apodícticas, no dejaron de ser puestos en
no aplicar la ley en todo su vigor -como observa R. Polzin35. Por encima de la cuestión, como se muestra en nuestra discusión sobre la postura de Gersten-
letra de la Ley36, hay un hesed we'-émét en las palabras de los espías a Rajab berger. También la opinión de Alt acerca de que las leyes apodícticas israelitas
(que representa a las naciones) en Josué 2, 14. Esta «continua reinterpretación tenían un carácter único y original en el antiguo Oriente próximo y eran, por
de la ley de Moisés» es la manera como el deuteronomista se «apropia de la ley»37. ello, independientes del entorno de Israel se ha mostrado incorrecta. George
E. Mendenhall, por ejemplo, ha mostrado paralelos hititas con la estructura y el
carácter del Decálogo. Tanto en el Decálogo (de Éxodo 20 y Deuteronomio 5)
EL DECÁLOGO como en los códigos hititas, sostiene, el rey/dios pronuncia su nombre y sus títu-
los y prosigue con todos o con parte de los tratados clásicos de alianza en seis
La mise au point que precede es particularmente importante para com- partes del antiguo Oriente próximo. Esto, por cierto, permite a Mendenhall ante-
prender por qué los profetas del siglo vm censuran a Israel tomando como datar el origen del Decálogo. Mientras que Alt y Martin Noth rehusaron darle
base la Ley no escrita (véase, por ejemplo, Miqueas 6, 8). Amos, otro de los pro- una autoría mosaica, Mendenhall afirma que sus principios hay que remontar-
fetas del siglo VIII, critica duramente a las naciones que rodean a Israel por el los hasta Moisés. La forma de tratado hitita, tanto en la variante de vasallaje como
mismo motivo. en la paritaria, apareció por primera vez en el siglo XVIII antes de nuestra era,
Esta noción de ley, sin embargo, se aplica mejor a uno de sus tipos, a saber mucho antes de la época de Moisés39.
a la apodíctica. Me refiero a la clásica división de las leyes israelitas, según Albrecht Podemos, sin embargo, preguntarnos si la estructura es fundamento sufi-
ciente para emitir un juicio sobre la época y la naturaleza del Decálogo. Como
33. Dale Patrick, Oíd Testamenta Jolrn Knox, Atlanta 1985, p. 69.
34. Ibídem, p. 190. Continúa: «Los libros legales buscaban no la aplicación judicial, sino 38. Albrecht Alt, Die Ursprünge des israelitischen Rechts (1934), reimpreso en Kleine Schrif-
la instrucción en valores, principios, conceptos y procedimientos de la ley divina no escrita... ten zur Geschichte des Volkes Israel, vol. 1, C. H. Beck, Munich 1953, p. 278-332. Leyes casuísti-
[son] homilías morales a modo de discursos persuasivos». Son «ejercicios de pensamiento legal» cas las hay en Éxodo 20, 22 - 23, 19; Levítico 17-26. Las leyes apodícticas (cf. Éxodo 20, 2-7;
(p. 198,200). Deuteronomio 5, 27) tienen sus amarres en la fiesta de Sucot y en la renovación de la alianza. Los
35. Robert Polzin, Moses andthe Deuteronomist, véase p. 83 (donde, dicho sea de paso, la levitas las proclaman en voz alta y el pueblo responde «amén». Otros textos apodícticos son Éxo-
palabra epieikeia está mal escrita). do 21, 12, 15-17; 22, 18-19; 31, I4s (más sentencias desparramadas en el Levítico; cf. Levítico
36. Luego mencionaré la noción talmúdica de liphnim mi-surat ha-din, que, hasta cierto 18, 7-18, donde se usa la segunda persona del singular. Lo mismo en Éxodo 22, 17,21,27; 23,
punto, puede entenderse como «más allá de la letra de la ley». 1-3,6-9; cf. Levítico 19, 15s). El mismo Sitz im Leben de la fiesta de Sucot vale para el Decálogo
37. Polzin, Moses and the Deuteronomist, p. 208. Harrelson añade: «Según Deuteronomio (su introducción hímnica corresponde a una fiesta). Sucot se celebró primero en Sikem (cf.
4, Dios dio los mandamientos oralmente a Moisés, de modo que son "esencialmente orales, habla- Deuteronomio 27; Josué 24). Más tarde, Sucot se convirtió en la celebración de año nuevo, sir-
dos... Eran palabras que mantenían todavía, en ellas y en lo que las envolvía, el calor del aliento viendo así de puente entre el pasado y la nueva realidad. Leyendo en voz alta las leyes apodícticas,
divino» {The Ten Commandments, p. 159-160). Werner Schmidt llama a los mandamientos nor- «la comunidad vuelve a su existencia original e ideal» (Alt, Geschichte des Volkes Israel, 1, p. 328).
mas para el ejercicio de la justicia {Oíd Testament Introduction, trad. por Matthew J. O'Connell, Véase Salmos 81.
Crossroad, Nueva York 1990, p. 114). N. M. Sarna corrobora también la existencia de leyes no 39. Cf. George E. Mendenhall, «Ancient Oriental and Biblical Law», en Biblical Archeo-
escritas, oralmente transmitidas; de forma que las colecciones jurídicas en la Tora son «registros logist, 17 (1954) 26-46, 49-76; Law and Covenant in Israel and the Ancient Near East, The Bibli-
de enmiendas, suplementos o anulaciones» (Exploring Exodus, p. 171). cal Colloquium, Pittsburgh 1955.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

la forma apodíctica de leyes se encuentra en otras partes del antiguo Oriente pró- a Israel, Dios declaró: «Hoy he quitado de vosotros el oprobio de Egipto» (Josué
ximo, probablemente es preferible centrar nuestra atención en su contenido y 5, 9b; cf. Deuteronomio 9, 28: la gracia de. Dios). Toda la historia del deutero-
ver cómo éste delinea la identidad del Decálogo. Su insistencia en la exclusivi- nomista se construye sobre la estructura anticipación-confirmación. El cum-
dad de la relación entre Dios y el pueblo es manifiesta. En esto estriba, dice plimiento descrito es de los «enunciados prescriptivos, predictivos o prefigura-
Rudolph Kilian, la verdadera originalidad del código israelita, que no tiene para- tivos del texto»47.
lelo alguno en ninguna otra parte del antiguo Oriente próximo40. Esto, podría A este respecto, es de suma importancia enfatizar de nuevo el marco con-
argüirse, no es ajeno a la celebración cultual de la intimidad que existe entre textual del Decálogo. Así como la revelación del Nombre en Éxodo 3 debe leer-
Yhwh e Israel (con exclusión de otros grupos y naciones). Pero esto representa se dentro del marco de la Botenspruch [misión] de Moisés48, también aquí el Decá-
probablemente sólo una fase en la trayectoria del Decálogo: es posible que logo es puesto deliberadamente por la tradición en un contexto de
haya habido más cambios evolutivos. Ya Alt tuvo que hacer una distinción entre automanifestación/revelación divina. Lo que Dios es y su misma voluntad son
el marco original del Decálogo (que a su entender era cultual) y su reelabora- la misma cosa sin distinción alguna. El prólogo de la autorrevelación divina
ción, que en última instancia dejó de lado la estructura métrica original y le del Decálogo es «recapitulación y sumario de... la revelación en Éxodo 6, 2 (cf.
dio una nueva forma, no cultual41. Según Alt, la partícula simple negativa aña- 3, 14) del nombre de Dios a Moisés»49. Brevard Childs traza la trayectoria del
dida a un predicado se diseñó para darle al Decálogo el alcance y aplicación lo texto del modo siguiente:
más amplios posible y la más absoluta fuerza moral42.
[El prólogo] remite a esta historia de redención, pero apunta también
Alcance, sin embargo, no es lo mismo que comprensión. Von Rad insiste
a un nuevo estadio en la relación entre Dios y su pueblo... En el acto de
acertadamente en la orientación general del Decálogo. Se dirige al pueblo en
crear un pueblo para sí, historia y ley no son aspectos antagónicos, sino
general y señala una dirección para sus vidas43. No es una ley (un ancho campo
diferentes de un solo y mismo acto de automanisfestación divina50.
de acción queda sin regular), y nunca recibe este nombre (son las «Diez Pala-
bras» en Éxodo 34, 28; Deuteronomio 4, 13; 10,4). Es efectivo sólo en las situa- Historia y ley establecen un derecho divino sobre Israel: «Yo soy el Señor
ciones marginales más extremas (muerte, idolatría, adulterio). Se contenta con tu Dios, porque te saqué de Egipto». Entendiéndolo así, la traducción francesa
establecer «postes indicadores a los lados de una amplia esfera de la vida que ha (Traduction Oecuménique de la Bible) aporta el mérito añadido (en nota al pie
de tener en cuenta quien pertenezca a Yhwh»44. No es condición para la alianza, de página) de acentuar el vínculo entre Éxodo 3, 14 y 20, 2. En esta perspecti-
pero llega después de establecida la alianza45. va, se entiende mejor por qué el Decálogo no está en modo imperativo, «haz
Desde este punto de vista, se entiende que el mandamiento sea promesa^. ... no hagas..». Hay aquí un invitación a recordarxuán bueno ha sido Dios y es
Es así porque no hay en absoluto arbitrariedad en quien manda y en lo man- para con su pueblo. Luego, coherentemente con tanta benevolencia histórica de
dado. El mandamiento es una expresión de amor, por cuanto anuncia compasi- su parte, se describe, a la manera de un «por tanto» y con las «Diez Palabras»,
vamente cuanto constituye un obstáculo para el cumplimiento de la alianza, y el modo como ve Dios a un Israel que cumple. A los ojos de Dios, el suyo « e l
de ahí su forma negativa. Por esto cuando Josué circuncidó «por segunda vez» pueblo que no tiene otro Dios que él, que honra el Sabbat, no roba, no codi-
cia, etc. Porque el tiempo verbal fundamental en el Decálogo es el presente indi-
cativo, y la negación -que precede las más de las veces las Diez Palabras— no
40. Rudolph Kilian, Literaturkritische undformgeschitliche Untersuchung des Heiligkeitsge- introduce una prohibición ('al), sino un enunciado ordinario en indicativo (lo).
setzes, Peter Hanstein, Bonn 1963. A Israel se le impone una tarea de honor, no una enorme orden que cumplir.
41. Albrecht Alt, Essays on Oíd Testament History and Religión, trad. por R. A. Wilson, Dou- Noblesse oblige. La comprobación de que Dios ve a su pueblo puro y sin man-
bleday, Garden City 1967, p. 151-153.
cha, carga sobre éste el pesado fardo de responder a las expectativas divinas y
42. Ibídem.p. 157.
43. G. von Rad, Oíd Testament Theology, vol. 1, p. 193-195. de acomodarse a la imagen que Dios amoroso se ha hecho de él. Como dice Wer-
44. Ibídem.p. 194.
45. G. von Rad, The Problem ofthe Hexateuch and Other Essays, p. 24.
46. Como dice Klaus Koch, «en hebreo, la construcción [de la partícula que precede 47. Polzin, Moses and the Deuteronomist, p. 105.
siempre a un verbo en imperfecto] equivale a una proposición en futuro indicativo: "No harás esto 48. Véase mi ensayo «La revelación de las revelaciones», en este mismo volumen.
o aquello"» (The Groivth ofthe Biblical Tradition: The Form-CriticalMethod trad. por S. M. Lupitt, 49. Brevard S. Childs, The Book ofExodus, Westminster, Filadelfia 1974, p. 401.
Charles Scribner's Sons, Nueva York 1969, p. 9). 50. Ibídem, p. 401,402.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

ner Schmidt, «al estar en su mayor parte formulados en forma negativa [los man- la responsabilidad ante Dios»57. Ya he citado anteriormente la expresión de Bon-
damientos], ni siquiera pueden describir la relación de la humanidad con Dios, hóffer, Gabe istAufgabe [un don es un deber]. No es que esa responsabilidad fue-
sólo afirmar los límites cuya transgresión supondría romper esta relación»51. Frank ra un precio a pagar por el don de Dios (dejaría de ser un don), sino que aquí
Michaéli, añade: «Podríamos casi traducir por fórmulas del tipo de «no podéis libertad no es permiso, es mandamiento. Como dijo en una ocasión Maimóni-
ya [tener otro dioses delante de mí]...» w. des: «Se nos ha mandado ser libres». Se trata de un mandamiento porque la liber-
Se dice a menudo que el Decálogo original estaba íntegramente redacta- tad no consiste en seguir nuestros deseos naturales, sino en trascenderlos58. La
do en forma negativa. Pero Childs observa que «la yuxtaposición de leyes posi- libertad no es estática, sino fruto del esfuerzo, resultado de un trabajo. A mis
tivas y negativas en una serie es un rasgo característico de todas las leyes del Anti- estudiantes les digo con frecuencia que no hay mejor manera de comprender
guo Testamento (cf. Éxodo 34, l4s; Levítico 19, l4s; Deuteronomio 14, 1 ls)... el don de la ley dado por Dios a su pueblo que lo que el Evangelio dice de Jesús
[Ni siquiera hay pruebas de] la prioridad histórica de la negativa»53. Lo mismo cuando cura al paralítico: El don de la curación está enteramente en la orden
dice del cambio de persona (en el Decálogo, de la primera persona a la tercera, «¡Levántate, toma tu camilla y anda!»59. La libertad humana, por tanto, debe dise-
a partir del versículo 7. Cf. Éxodo 34, 19,23; 22, 26,27; Levítico 19, 5,8,12,19). ñarla Dios, que es quien entrega las «Diez Palabras» en presente de indicativo,
El destinatario está siempre en segunda persona del singular (en contraste con en futuro y en imperativo. Por esto las Escrituras son poco tolerantes ante aque-
la mayoría de series que presentan una alternancia de singular y plural [véase llos que rechazan ver lo obvio. Todo aquel que hace caso omiso del programa de
Éxodo 34; Levítico 19]). Por ello, Childs reacciona contra la afirmación de libertad de la Tora escoge la muerte (Deuteronomio 30, 15.19)60. Patrick Miller
von Rad (y de W. Schmidt), según la cual el Decálogo «traza los límites exter- tiene, por ello, razón cuando advierte del peligro de una cierta comprensión ano-
nos de la alianza». El Decálogo aporta también «contenido positivo para la mística, que a veces prevalece en el movimiento llamado «teología de la libera-
vida en el seno de la alianza» (p. 398)54. Comulgo con esta postura de Childs ción». Una vez que Israel ha sido liberado, ha de obedecer a la ley61.
sólo en la medida en que, efectivamente, el objetivo del Decálogo no es la cre- El orden de las proposiciones es importante. Primero está la libertad, lue-
ación por parte de Dios de un «socio humano "estático", cuya esperada respuesta go la respuesta obediente a la liberación. Como pasa con el acontecimiento del
fuera abstenerse de hacer esto o aquello. La negatividad de los mandamientos reconocimiento, del que habla Zimmerli con elocuencia, que no puede sino
no es predicativa, sino diferencial, en oposición a otros valores o significados55. seguir al acto de Yhwh, tampoco el mandamiento (de reconocer) es nunca lo pri-
La negación que precede a la expresión de la voluntad divina deja un margen de mero. Hay aquí un interesante paralelo con la parénesis deuteronómica. Sólo a
imprecisión de sentido o de alcance, que justamente deja en pie la libertad huma- partir de la intervención de Yhwh, es invitado el pueblo a confesar que él es Dios
na56. Antes de que se le diga a Israel qué ha de hacer, se le dice qué ha de ser, o y a vivir de acuerdo con esta realidad. El imperativo es un componente inme-
incluso aquello que de hecho es: un pueblo libre. «Ha sido sacado de la tierra de
Egipto, de la casa de los esclavos». Algunos críticos han sido particularmente sen- 57. «El hombre del Antiguo Testamento es llamado a ser libre por los Diez Mandamientos,
sibles a este punto crucial; Josef Schreiner, por ejemplo, dice que «la humanidad a dar forma a su vida y a corresponder a Dios». Véase Josef Schreiner, Die zehn Gebote im Leben
del Antiguo Testamento recibe la llamada a la libertad y a la vida ordenada, a des Gottesvolkes, Kósel, Munich 1966, p. 44.
58. Harmut Gese, hablando de la ley en el libro de Ezequiel, dice: «El culto corresponde
a una realidad trascendental. Así como el Sabbates el Sabbatde Dios... así también todo el culto
refleja las imágenes primevas trascendentales [tabnit, Éxodo 25, 9,40; 26, 30 F). La ley misma «es
51. Schmidt, Oíd Testament Introduction, p. 115. la fundamentación trascendental de la vida en acciones simbólicas. La realidad trascendental pue-
52. Frank Michaéli, Le livre de l'Exode, Delachaux et Niestlé, Neuchátel 1984, p. 223. de proyectarse en la realidad humana» (Essays in Biblical Theology, p. 73).
53. Childs, Exodus, p. 394. 59. Marcos 2, 9 y paralelos.
54. De modo parecido, Ezequiel 18, 5-8 elenca doce buenas acciones, siete en forma nega- 60. Jacob Neusner escribe: «Cuando pensamos en Moisés que rompió las tablas de los
tiva y cinco en positiva. diez mandamientos, cuando pensamos en Cristo crucificado, usted y yo nos damos cuenta de la
55. Los lingüistas verán aquí un paralelo estricto con los conceptos tal como los entiende única manera como la revelación -la Tora- puede llegar hasta nosotros: como un desafío a lo
Ferdinand de Saussure. Dice éste: «Su más exacta característica es ser lo que los otros no son» {Cur- que somos». En Andew M. Greely y Jacob Neusner, The Bible and Us, Warner Books , Nueva
so de lingüística general, Losada, Buenos Aires 1945, cap. IV, § 2, p. 199). York 1990, p. 47-48.
56. Véase el desarrollo verdaderamente interesante de Pablo en 1 Corintios 15, donde cons- 61. Patrick Miller, Deuteronomy, John Knox, Atlanta 1990, p. 75. Cf. W. Keszler, «Die lite-
tantemente usa formas como «no se parece a...» para decribir un estado de resurrección que en rarische, historische und theologische Problematik des Dekalogs», en Vetus Testamentum, 7 (1959)
realidad no puede ser descrito por otro tipo de precisión, sino sólo contrapuesto a lo que sabemos 1-16. «Dios considera la vida de Israel como un todo y exige total obediencia en el culto, los ritos
a través de nuestra experiencia limitada de la realidad. y el ethos» (ibídem, p. 14).
André LaCocque Éxodo, 20, 13

diato de la invitación, porque «la falta de reconocimiento es lo mismo que des- ce con relativa escasa frecuencia, unas cuarenta y seis veces, en especial en el con-
obediencia»62. El modo indicativo en la fórmula de invitación al reconocimien- texto de un enemigo personal. Se usa sólo una vez para la pena capital (Núme-
to («sabréis») acentúa la soberana intención divina. Pero, añade Zimmerli, el indi- ros 35, 30). Como por lo general abarca también la muerte accidental, los docu-
cativo aquí y en cualquier parte incluye también una pizca de imperativo. La mentos deuteronómicos y sacerdotales mencionan lugares de refugio para alguien
fórmula de reconocimiento en el Decálogo es un caso que deja esto claro; en culpable de razah, (Deuteronomio 4, 41-43; 19, 1-13; Números 35; Josué 20-
D, la fórmula de reconocimiento «incluye guardar los mandamientos» (cf. 4, 21)65. Parece, por tanto, que deberíamos seguir la corriente de los expertos moder-
39s). La fórmula «ellos sabrán que yo soy Yhwh» implica que están obligados; nos, como Ludwig Kóhler, y ver con ellos en el mandamiento una condena de
es tanto un imperativo como un reconocimiento de la libertad humana. «En un un uso abusivo de la ley que implique la muerte de la parte culpable66. En un
sentido fundamental, claro está, ambos elementos están siempre contenidos en ámbito más amplio, J. J. Stamm sugiere que razah se usa «cuando se trata de la
un pronunciamiento profético»63. muerte o del asesinato de un adversario personal»67. De aquí que sea un acto anti-
social (en contraste con haragy hémith, otros términos frecuentes también que
se traducen como «matar»). Como, por otro lado, la gran mayoría de casos se
« N O MATARAS» refieren a la venganza de la sangre, Henning Graf Reventlow cree que la prohi-
bición contempla tanto la muerte inicial como la represalia68. La ley pondría un
Llegados a este punto, quisiera volver a un ejemplo tomado de las «Diez límite a la vendetta. Pero, siguiendo a Childs, parece que deberíamos ampliar
Palabras», a saber, el mandamiento de no matar. Esta selección es deliberada. la definición hasta abarcar el hecho de matar «por enemistad, engaño u odio» (=
Corresponde a un grave problema que surge inmediatamente luego que se ha asesinato). Más tarde, entre los profetas y los sabios, el verbo describe la vio-
expresado la prohibición. Como apodíctica que es, parecería que esta prohibi- lencia intencional y malévola (Isaías 1,21; Oseas 6, 9; Job 24, 14; Proverbios
ción vale y obliga en todo tiempo y bajo cualquier circunstancia. Como hemos 22, 13, Salmos 94, 6). Es ésta la perspectiva que contempla el Decálogo en su
visto antes al considerar la forma apodíctica del Decálogo, esta forma de ley indi- forma actual69.
ca incondicionalidad y absolutidad. Pero es obvio que el Israel histórico no se Aunque la división del Decálogo en dos tablas sea problemática (Childs
sintió vinculado a esta formulación en este mismo sentido. Israel emprendió gue- dice que esto no ocurrió en Éxodo 20, sino en Éxodo 34 y Deuteronomio 5; vé-
rras; también parece que practicó la pena capital (cf. Éxodo 21, 15,17; 22, 18s; ase su Exodus, p. 395), este sexto mandamiento —primero en la serie de la «segun-
Levítico 20; 24, 17; etc.). Por estos dos aspectos por lo menos, la prohibición no
fue ciertamente entendida en el sentido llano y radical que supone «no mata- 65. Cf. Johann J. Stamm, «Sprachliche Erwagungen zum Gebot: Du sollst nicht tóten», en
rás». Además, una de las más sorprendentes tradiciones de relatos de Israel nos Theologische Zeitung, (1945) 81-90. Las ciudades de refugio constituyen «el único tratamiento
habla de la decisión de Abraham, «el padre de los creyentes», de sacrificar a su legal del asesinato en la ley deuteronómica» (Patrick, Oíd Testament Law, p. 123). Estas ciudades
se nombran en varios textos: Números 35, 9-28 (Números 35, 16-23 describe casos de asesinato
hijo sobre el altar por habérselo pedido Dios. Este último texto nos servirá en lo
intencional y no intencional); Deuteronomio 4, 41-43; Josué 20, 1-6,9. O bien los jueces de la
que sigue como prueba de fuego de la extensión y significado de la Tora en el ciudad de asilo celebraban un juicio para mantener al culpable en la ciudad o devolverlo para que
antiguo Israel. Pero, antes de atender a este texto, hay que decir algo más acer- fuera ejecutado, o bien los jueces de la ciudad en la que ocurrió el crimen juzgaban de nuevo al
ca del alcance filológico de Éxodo 20, 13 (= Deuteronomio 5, 17). criminal. La condena requería dos o más testigos, «las pruebas jugaban un papel mucho más secun-
dario» (cf. Patrick, Oíd Testament Law, p. 125). Las maquinaciones se neutralizan posiblemente
El verbo usado en la prohibición es razah, que en la forma «piel» (inten-
con testigos cualificados (quizás Éxodo 23, 1-3; Amos 5, 10; cf. la historia de Susana. De este
siva) significa «asesinar». Aquí, sin embargo, el verbo está en forma «qal» (sim- modo, el testigo culpable de falso testimonio carga con el castigo con que se amenazaba al acu-
ple), por lo que incluiría también el homicidio no intencionado y accidental (cf. sado; Deuteronomio 19, 19).
Números 35; Deuteronomio 4, 41-43; Josué 20, 3; etc.), si no fuera porque, 66. Ludwig Kohler, «Der Dekalog», en Theologische Rundschau, 1 (1929) 161-184; cf.
como dice Dale Patrick, «no tiene sentido prohibir accidentes»64. Razah, apare- p. 182.
67. Stamm, «Sprachliche Erwagungen» («cuando se trata de la muerte o del asesinato de
un adversario personal»).
62. Walther Zimmerli, «Knowledge of God according to the Book of Ezekiel», en IAm Yah- 68. Henning Graf Reventlow, Das Heiligskeitsgesetzformgeschichtich untersucht, Neukir-
weh, trad. por Douglas W. Stott, John Knox, Atlanta 1982, p. 71. chener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1971. También W. Keszler, «Die literarische, historiche und
63. Ibídem, p. 52 y 37. theologische Problematik des Dekalogs».
64. Patrick, Oíd Testament Law, p. 53. 69. Childs, Exodus, <?. 421.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

da tabla» que contempla las relaciones con otros seres humanos— se corresponde «como a ti mismo» significa la respuesta universal al amor incondicional de Dios
con el primero de la «primera tabla». Honrar debidamente a Yhwh y no tomar para con todas sus criaturas; todo hombre, cada hombre es «como tú», un alter
una vida humana son puestos a la par70. La razón está ciertamente en la santidad ego. El hombre me revela a Dios en una de sus manifestaciones. De acuerdo con
reconocida de la vida humana, como van Rad y Schreiner han puesto de relieve71. Emmanuel Levinas, el rostro del otro es el inmediato portador del mensaje del
Este principio básico se repite una y otra vez, de una forma explícita o implícita, Sinaí, que me dice: «¡no [me] matarás!». Resulta bastante interesante la traduc-
de modo que el mandamiento de no matar se convierte en un escenario del creci- ción de Zimmerli de Levítico 19, 34 como «le amarás en cuanto hombre que es
miento y desarrollo en sentido y fuerza del Decálogo dentro de las Escrituras y igual que tú»75.
más allá de las mismas. Y esto se irá haciendo cada vez más claro con el continua- Aún más; es probable que Éxodo 20, 13 tuviera originariamente un fraseo
do ensanchamiento de la definición de rázalo, hasta la mayor extensión de su sig- más expansivo y que el término «prójimo» apareciera en la formulación. En la
nificado hecha por Jesús en Mateo 5,21 -26 (amor hasta del enemigo)72. Antes, y reconstrucción que hace Eduard Nielsen, por ejemplo, de una forma más anti-
dentro de la trayectoria bíblica del texto, la versión elohísta (E) del texto de Éxo- gua de las «Diez Palabras», acerca el sexto mandamiento a Jeremías 7, 6 y 22, 3
do 20, 13 contempla una sorprendente ampliación de su significado en el texto (que, en efecto, alude al Decálogo)76. Se muestra también muy sensible a la recu-
yahvista (J) de Génesis 4, donde Caín se convierte en tipo. Quien mata a un ser rrencia de la expresión «tu prójimo» en el séptimo, noveno y décimo manda-
humano, mata a su hermano73. La evolución continúa con el texto sacerdotal (P) miento. A partir de ahí, piensa que debió de estar presente también en el sexto:
de Génesis 9, 6 y la formulación de la «Ley de santidad» (H) de Levítico 19, 17s. «No derramarás la sangre de tu prójimo» (saphakh dam), lo que indica una pro-
Como dice Dale Patrick, Levítico 19, 17-18 «puede interpretarse como una ex- hibición del homicidio «cometido en privado», afirma.
pansión del mandamiento de no matar [por cuanto el mandamiento querría] Paradójicamente, el carácter sagrado de la vida humana y el «amor al pró-
desaconsejar todo tipo de acción que pudiera terminar en muerte... No odia- jimo» exigían que el castigo por la transgresión de la ley fuera la pena capital. La
rás..., sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo"»74. Sobre este último texto, literatura rabínica cita de manera intencionada el sexto mandamiento por orden
no puedo resistirme a la necesidad de recordar que, para Franz Rosenzweig, tras Levítico 24, 17 (pena capital por homicidio, cf. Talmud de Jerusalén, Tra-
tado Baba Qamma 4, 6). Jacob J. Finkelstein, en su influyente ensayo, «The
70. Véase también Harrelson, The Ten Commandments, p. 112. Ya el Midrás judío saca con- Goring Ox»77 [El buey acomeador], ha mostrado que, en el ejemplo en cuestión,
clusiones del primero y del sexto mandamientos encarando uno al otro en las dos tablas. Mekilta se impone la pena de muerte al propietario del buey por la aversión del legisla-
Bah.odesh 8 dice que los mandamientos fueron escritos cinco en una tabla y cinco en la otra. dor a una compensación monetaria por la vida humana (cf. Éxodo 21,
«En una fue escrito "Yo soy el Señor tu Dios" y en la opuesta "No matarás". La Escritura mues-
tra de este modo que quien derrama sangre es visto por la Tora como si hubiera disminuido la
12,16,20,22s,29; 22, 2s; en el mismo sentido, N. Sarna llama la atención sobre
imagen del rey divino». Luego el texto recuerda el concepto de ¡mago Dei. Números 35, 31-33) 78 . En cambio, «ninguna ley reguladora de la propiedad
71. J. Schreiner, Die zehn Gebote, G. von Rad en Theologisches Worterbuch zum Neuen
Testament, W. Kohlhammer Verla, Stuttgart, vol. II, véase la voz «zaó», p. 844. Por eso, de acuerdo
con la ley rabínica, el judío bajo coacción pu?de transgredir prescripciones menores, pero bajo nin- 75. Zimmerli, Oíd Testament Theology in Outline, p. 137. Cf. Deuteronomio 10, 19; Gála-
guna circunstancia puede cometer idolatría, fornicación o asesinato; véase Roger Brooks, The Spirit tas 6, 10.
ofTen Commandments: Shattering the Myth of Rabbinic Legalism, Harper and Row, San Francis- 76. Eduard Nielsen, The Ten Commandments in New Perspective: A Traditio-HistorialAppro-
co 1990, p. 142-143. En Job 24, 14-15, el asesinato va acompañado de otros dos pecados funda- ach, trad. por David J. Bourke, Alee R. Allenson, Inc., Naperville 1968, p. 85, 90-91. Véase tam-
mentales: robo y adulterio. En Oseas 4, 2, son cinco: perjurio, mentira, asesinato, robo y adulterio. bién Génesis 9, 6 (P). Cf. Kalheinz Rabast, Das apodiktische Recht in Deuteronomium undim Hei-
72. Sarna llama la atención sobre la preocupación de la ley por el infortunado de la socie- ligkeitsgesetz, Heimatdiensverlag, Berlín-Hermdorf 1948.
dad, incluido el enemigo. Cf. Éxodo 23, 3-4 (ayuda que se da al enemigo en caso de un animal 77. Jacob J. Finkelstein, «The Goring Ox: Some Historical Perspectives on Deodans, For-
perdido o caído bajo su carga). «Esta conducta civilizada ha de desarmar inevitablemente la mutua feitures, Wrongful Death, and the Western Notion of Sovereignty», en Temple Law Quarterly,
hostilidad» (Exploring Exodus, p. 173). Cf. David Flusser, «A New Sensitivity in Judaism and 46 (1973) 169-290.
the Christian Message», en Harvard Theological Review, 61 (1968) 126: «Está claro que el plan- 78. Que lo ético no es sino otro aspecto de lo teológico, aunque independiente de él, tal
teamiento moral que hace Jesús del hombre y de Dios ... es único e incomparable. Según las ense- como insistiremos en decir más adelante, explica por qué, por ejemplo, el mandamiento de no
ñanzas de Jesús, tienes que amar al pecador, mientras que según el judaismo no tienes que odiar matar tiene un límite en Génesis 9, 6: la sangre no ha de ser derramada, «a menos que deba ser-
al malvado, ... [pero] amar al enemigo no está mandado» lo por expreso mandato de Dios mismo», como dice W. Harrelson {The The Commandments,
73. Génesis 4, 9 // 3, 9; 4, 11 // 3, 17. Sobre esto, véase W. Schmidt, Oíd Testament Intro- p. 113), un mandato que toma la forma de garantía plena dada a la comunidad para ejercer la
duction, p. 80. pena de muerte. La prohibición de tomar una vida no se debe a una supuesta naturaleza sacro-
74. Patrick, Oíd Testament Law, p. 254s. santa de la vida, sino a que la vida pertenece a Dios, quien tiene un exclusivo derecho sobre ella.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

(excepto la de los esclavos) supone castigos que impliquen la ejecución o el na de forma paralela a la expresión de Qumrán «pero sobre esto, decimos» (4
castigo físico del culpable. La norma es la restitución con compensación» (Fin- QMMT). En el debate jurídico, «decir» significa «interpretar» (al igual que en
kesltein, «The Goring Ox», p. 256). En palabras de Dale Patrick, «el sistema la literatura rabínica). «Si se comparan las realmente discusiones menores entre
legal de la Biblia elevó al mundo humano por encima de la naturaleza y otorgó Jesús y los demás con los desacuerdos importantes que separaban Qumrán de
al ser humano un valor infinito. En contraposición, la ley mesopotámica some- Jerusalén, se verá la cuestión»83. Es bien sabido que Jesús de Nazaret entiende
tió la sociedad humana a la naturaleza y al individuo a la sociedad»79. el sexto mandamiento de modo que abarque un inmenso territorio de positivi-
La prohibición de matar es, según la tradición judía unánime, uno de los dad. En Marcos 12, 28-34, Jesús cita Deuteronomio 6, 4-5, junto con Levíti-
mandamientos fundamentales, que había de ser obedecido siempre y en cual- co 19, 18, como auténtico epítome de la voluntad de Dios para todos los pue-
quier circunstancia80. Cuando Génesis 3-11 reflexiona sobre la invasión del mal blos y para todos los tiempos84. Estos dos mandamientos de amar a Dios y al
en el mundo, comienza mostrando el asesinato como el acto pecaminoso pri- prójimo son, para él, inseparables en la teoría y en la práctica. Dentro de este
mordial, a la vez que denomina típicamente a este acto fratricidio. Estos capí- amor total al Creador y a la criatura, el asesinato, la violación, el robo, la codi-
tulos prosiguen con la descripción de una violencia cada vez mayor sobre la cia y el adulterio son tan inconcebibles como la idolatría o el tomar el nombre
tierra. En Génesis 9, una de las siete leyes fundamentales de Noé prohibe en tér- de Dios en vano. Y a la inversa, todo mandamiento, incluida la prohibición de
minos incuestionables el derramamiento de sangre humana (versículo 6; véase matar, no es sino una faceta de un prisma que se expresa en su totalidad en el
también Éxodo 21, 12-14; Levítico 24, 17, 21b; Números 35, 21,25,28; Deu- «sumario» de Deuteronomio 6 y Levítico 19.
teronomio 21, 1-9; 27, 24, etc.). El mismo texto invoca la cualidad divinamente Anteriores a Jesús o contemporáneos, estos sumarios podían encontrar-
otorgada al hombre de ser imago Dei. Pero el alcance de la prohibición ha de se en diversos sitios de la tradición judía, como, por ejemplo, Tobías 4,15; Hillel,
ser investigado algo más. en Sabbat31a; Filón, en Hipotética 7, 6; o de nuevo Jesús en Mateo 7, 12. Todos
En palabras de Paul Ricoeur, «el proceso de la justicia pasa por la reduc- estos textos, según Sanders, se basan en Levítico 19, 18 y 19, 3485. De hecho,
ción conceptual; el proceso del amor, por la amplificación poética»81. Abraham como Éxodo 20, 13 «realmente incluye también crímenes menores, es decir,
Heschel no habría rechazado esta opinión. Dice: «Toda observancia es apren- cualquier acto de violencia contra otra persona que pudiera producir la muer-
dizaje en el arte de amar»82. La «amplificación poética» ha sido llevada a sus últi- te», el paso «a la formulación positiva de Levítico 19, 17-18» no puede tar-
mas consecuencias por Jesús, quien fue evidentemente más poeta que legislador. dar86. No quitar la vida a nadie supone, en última instancia, amar a todos y a
Sin embargo, observa E. P. Sanders, cuando en opinión de los demás hay trans- cada uno. La forma positiva del sumario de Jesús debe ser vista desde esta pers-
gresión de la Ley, Jesús ofrece una defensa legal, manifestando así su respecto por pectiva y contraponerse (pero, evidentemente, no oponerse) a la forma negati-
aquélla. En el Sermón de la montaña, por ejemplo, no hay oposición alguna a va usada por Levítico 19. Mientras que la forma negativa del Decálogo dejaba
la Ley por parte de Jesús. Pero, como se muestra ya en los primeros términos en general un margen de libre invención al israelita obediente, llamándolo así
antitéticos del Sermón -que precisamente se refieren a la prohibición de matar- a dar forma a la obediencia personal, la formulación positiva totalmente inclu-
todo es cuestión de interpretación. El «pero yo os digo», en boca de Jesús, sue- siva destaca la ilegitimidad de restringir esa misma imaginación/invención87.
El paso de la forma negariva a la positiva se produce ya en lo que puede
quizás considerarse una última redacción88 del mandamiento del Sabbat y del
De modo parecido, la prohibición de no robar la propiedad que pertenece a otro no es la consa- mandamiento de los padres. Desde una formulación posiblemente negativa de
gración del derecho de propiedad, sino que ésta ha de reconocerse como condición para una exis-
tencia libre, concedida por Dios a los hombres. De aquí que, cuando la comunidad ejerce la pena
de muerte, este derecho sólo puede ser ejercido en nombre de Dios (cf. Harrelson, The Ten Com-
83. E. P. Sanders, Jewish Law from Jesús to the Mishnah, Trinity Press International, Fila-
mandments, p. 110).
delfial990, p. 95.
79. Patrick, Oíd Testament Law, p. 250. N. Sarna, Exploring Exodus: El caso del buey
84. Levítico 19 es la versión P d e los Diez Mandamientos.
acorneador se encuentra ejemplificado en las leyes de Eshnunna (par. 54-55) y de Hamurabi
85. Sanders, Jewish Law, p. 70.
(par. 250-252). Se refieren sólo al aspecto económico del asunto.
86. Patrick, Oíd Testament Law, p. 53.
80. He descrito ya los parámetros de la palabra «asesinato» en el Decálogo.
87. «El Decálogo es la contraparte negativa del mandamiento de amar a Dios y al próji-
81. Comunicación personal.
mo... Supuesta esta estructura para evitar la desobediencia, uno es libre para amar a Dios o al pró-
82. The Wisdom of Heschel, selected by Ruth Marcus Goodhill, Farrar, Straus and Giroux, Nue-
jimo de otras maneras» (W. Harrelson, The Ten Commandments, p. 186).
va York 1970, p. 256.
88. Hemos visto antes que ésta no es la opinión de Childs y de otros.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

acuerdo con las restantes «Palabras» del Decálogo, la nueva formulación es un


paso hacia una interpretación más amplia de entrega personal a Dios. En el man- GÉNESIS 22
damiento de honrar padre y madre, en particular, hay más bien una evolución
dramática hacia el amor, tal como lo espera el mismo legislador, que la simple La cuestión que quisiera explorar, llegados a este punto, es interna a la Escri-
evitación de la falta de respeto (como es el caso de los textos paralelos, Éxodo tura hebrea. ¿Indica ésta la manera como entiende la naturaleza de la Ley? ¿Refle-
21, 15,17; Deuteronomio 27, 16). Esta tendencia a ampliar «dentro de lo posi- xiona la Ley sobre su propia esencia?
ble» el alcance de la Ley, a través del mandamiento del amor, es propiamente La importancia del marco histórico de la Ley en el Antiguo Testamento no
teológica. puede exagerarse. Es una valiosa indicación decir que la ley debe ser pensada
En correspondencia con la definición ampliada de los verbos de acción en un contexto intercontextual. La ley nos remite a la historia de la relación entre
en la Ley, también se ve afectada la definición del objeto del amor. En Jueces 17, Dios y el pueblo, y la historia proporciona la razón del mandamiento de Dios al
10, al maestro de sabiduría, en este caso un sacerdote, se le llama «padre», igual pueblo.
como sucede con el profeta en 2 Reyes 2, 1289. Se les honra y venera como a tales. Pero entonces, es evidente que Éxodo 20, 13 entra fácilmente en conflic-
El cambio a la forma positiva, dice Nielsen, corresponde al paso de una con- to con la historia (o el relato a modo de historia) del intento de asesinato de Isaac
cepción de la Tora a otra, por la influencia de la Sabiduría sobre la Ley (cf. Sal- en Génesis 22. Aunque la distancia cronológica existente entre ambos pasajes
mos 19). Primero, la función de la ley es «marcar los límites trazados por los tér- supone al parecer 430 años -una distancia que Pablo en el Nuevo Testamento
minos de la alianza y definir la esfera dentro de la cual puede transcurrir usa para su argumento de que la justificación por la fe tiene precedencia sobre
normalmente la vida de los israelitas, pero luego la Ley se convierte en «un la justificación por obediencia a la Ley (cf. Gálatas 3, 17)-, no es sólo justo, sino
estímulo positivo para emprender ciertos rumbos de acción»90. Se restablece así también necesario, que pongamos ambos textos uno junto al otro, porque ambos
la insistencia de Gerstenberger en el papel de la Sabiduría sobre el Decálogo, pertenecen a la Tora. Puede incluso hasta decirse que Génesis 22 pierde todo su
pero yo preferiría ver ese papel, con Nielsen, al final del proceso, no a sus comien- sentido92, si no se le pone dentro del contexto de la prohibición de Éxodo 20,
zos. Con la Sabiduría, llegamos hasta el poste del camino que nos anuncia al tebs 13. Se supone que Abraham conocía la Ley. Ésta es la opinión unánime de la
de la ley, pero no todavía al final del proceso. La sexta «Palabra» recibe su más literatura judía que, por encima de fronteras sectarias, afirma que la Tora fue
plena interpretación en el mandamiento del amor al enemigo, esto es, cuando conocida por los antepasados antes de recibir definitivamente forma de colec-
la definición de prójimo se convierte en totalmente inclusiva, abarcando inclu- ción en tiempos de Moisés. Además, leyes contra el asesinato se encuentran
so a su antónimo. por todo el antiguo Oriente próximo y preceden con mucho cualquier período
Cierto, el amor al enemigo exige más de lo que uno puede cumplir. Pero que queramos asignar a Abraham (si un ejercicio de este tipo tuviera algún
este «más de lo que» es precisamente el alcance del mandamiento. Toda deli- sentido). Como ya mencionamos antes, la prohibición del asesinato se encuen-
mitación, toda descripción de la prohibición en términos de parámetros estric- tra ya en el Libro de los muertos A 14-15; B5; y en Surpu 49, donde es un acto
tos nunca va lo bastante lejos, por lo que participa del mismo acto criminal aquí llevado a cabo por un individuo, no por una colectividad93. Por último, y de
prohibido. El lector reconocerá en esto, pienso yo, la argumentación de Pablo un modo definitivo, está claro que Génesis 22 (atribuido a / y a P) fue escrito
cuando habla de la «letra», es decir, en última instancia de la interpretación de siglos después de la codificación del Decálogo por tradicionalistas que compar-
la ley". A este respecto, el primitivo sumario suministrado por Deuteronomio tían iguales puntos de vista no cronológicos.
6 dice ya: «Éste es el mandamiento... Amarás...». Las historias de los patriarcas son historias paradigmáticas. La mayor in-
justicia que podemos hacerles es verlas como episódicas y entender que su ense-

92. De hecho, un «plus de significado», como dice Paul Ricoeur. William J. Peck, «Mur-
der, Timing, and the Ram in the Sacrifice of Isaac», en Anglican TheologicalReview, 58 (1976) 25,
habla de «saturación con un plus de significado».
89. Cf. Erhard Gerstenberger, Wesen und Herkunfi des «apodiktischen Rechts», Neukirche- 93. Véase Buis y Leclerq, Le Deutéronome, p. 71. Abraham «conocía» la ley; cf. Eclesiásti-
ner Verlag, Neukirchen-Vluyn 1965, p. 95s. co 44, 19-21; 2 Baruc 57, 1-2; Jubíleos 16, 20-23; 1 Macabeos 2, 52; Documento de Damasco 3,
90. Nielsen, The Ten Commandments, p. 117. 1-3; Josefo, Antigüedades judías, 1, 225, y toda la literatura rabínica. En mi ensayo sobre Génesis
91. La «letra», igual que el «dicho» («pero yo os digo», véase antes), es interpretativa. 37s, vemos el mismo conocimiento atribuido a José.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

ñanza sólo vale para un tiempo ya pasado94. Sea cual fuere el kerygma de Géne- matar a éste, entonces también es matar a todos los demás. La oposición entre
sis 22, es ciertamente ejemplar y su lección es imperativa para generaciones fu- Éxodo 20, 13 y Génesis 22 no puede ser mayor. Éxodo 20, 13 excluye Génesis
turas. En otros términos, hay un propósito común en lo narrativo y en lo pres- 22, tanto como Génesis 22 impídela proclamación de Éxodo 20, 13.
criptivo en Israel. Como dijo una vez Abraham Heschel, «lo Halakhah sin lo Con Génesis 22 como trasfondo, podemos entender la distinción que hace
Agadah es inerte; lo Agadah sin lo Halakhah es extraño»95. La narrativo (Aga- Rosenzweig entre Ley y mandamiento. Ya cité su expresión: «Sólo por la mane-
dah) introduce, por ejemplo, la costumbre/mandamiento de la circuncisión ra como los observa, cambia el hombre en su inercia los mandamientos en Ley,
(Génesis 17, 23), mientras que lo prescriptivo {Halakhah) hace que esta cos- en un sistema legal con parágrafos». Como diría Soren Kierkegaard —a quien lla-
tumbre sea un mandato (Levítico 12, 3, cf. Génesis 17, lOs). El relato propor- maré como testigo más adelante—, la Ley pertenece a lo general, y el manda-
ciona el motivo para no comer el nervio ciático de la articulación del muslo miento a lo particular. Entre éste y aquélla, puede haber no sólo distancia, sino
(Génesis 32, 32), y su prescripción, aunque no esté presente en el textus receptus también oposición. Rosenzweig dice que esto es así porque Dios debe mantener
se sobreentiende claramente. De modo similar, en una primera aproximación, ocultos sus verdaderos propósitos. Si no, el menos libre, el más tímido y teme-
el relato establece, en Génesis 22, en términos totalmente claros, que el hijo roso sería el más «piadoso». «[Dios] debe hacer difícil, sí, hasta imposible [que
primogénito (o, a efectos prácticos, aquel que tenga el derecho de primogenitu- entendamos su forma de actuar], de modo que el hombre tenga la posibilidad
ra) pertenece a Dios, que lo posee como propiedad privada suya; lo prescripti- de creer y de confiar verdaderamente en él, y esto significa libertad» (The Star,
vo constituye repetidamente esta propiedad divina en un privilegio legal y en p. 266). «La primera palabra que dice Dios al alma que se abre a él es "ámame"»
consecuencia prescribe los medios con que los padres naturales deben redimir a (ibídem, p. 177). «Sí, evidentemente, el amor no puede recibir órdenes. No hay
su hijo primogénito de una muerte segura, que es el modo como reclama Dios tercero que lo mande o lo extorsione. No hay tercera persona que pueda, sólo lo
lo que es suyo. El primogénito es misteriosamente hijo de la muerte (cf. Job 18, puede Uno. El mandamiento del amor puede proceder sólo de la boca del ama-
13) y, si vive, es un superviviente, un resucitado (Éxodo 13, 12,13,15; 22, 29; do. Sólo el amado puede decir y dice: "¡ámame!" - y él en verdad lo hace» (ibí-
Números 3, 13; 18, 15; véase Lucas 2, 13). En otras palabras, al «no matarás», dem, p. 176).
tanto en lo narrativo como en lo prescriptivo, se le opone como contraorden la
exigencia divina sobre el hijo primogénito, a quien el padre (en este caso Abra-
ham) debe por Ley ofrecer en sacrificio a Dios. ¡Deberíamos llegar así a un lí- LA «SUSPENSIÓN TELEOLÓGICA DE LO ÉTICO»
mite adicional del sexto mandamiento, amén de la pena capital y los actos de
guerra! Pero el texto de Génesis 22, así como los textos ya citados, muestran El judaismo rabínico tiende a lo universal, es decir, intelectualmente a lo
que éste no es el caso. ético y socialmente a lo colectivo. Los rabinos despliegan un notable sentido
El primogénito es el r'ésit, el primero, el más excelente, en el sentido en que de solicitud pastoral. Aunque las exigencias de la Tora se toman con la mayor
la cabeza es también el cuerpo entero (cf. Salmos 78, 51; 105, 36). El primero rigurosidad—de suerte que Jesús podía hablar del peso que los fariseos ponían
pertenece a Dios como signo de que todo le pertenece. En Isaac están inclui- sobre las espaldas de los demás—, la cualidad básica de la ley rabínica es que se
dos todos los hijos existentes o potenciales de Abraham. Este toma a su «hijo, el sitúa dentro del campo de lo factible. Todo lo que, al entender de los rabinos,
unigénito, al que tanto ama, a Isaac», igual como, afortiori, tomaría a su otro resultaba impracticable o impropio para la sociedad familiar se interpretó de nue-
hijo, a un hijo común, no tan amado, Ismael, por ejemplo96. Si Isaac, luego tam- vo y se puso al día en términos aceptables a sus contemporáneos. No continúa
vigente, por ejemplo, la pena capital, excepto en caso de blasfemia obstinada y
bién cualquier otro. Si Isaac, también todos los demás. Si el mandato divino es
asesinato. Se recurre a las compensaciones económicas en la mayoría de casos en
que la Tora escrita exigía la muerte. En general, el centro de atención de los rabi-
nos es la debilidad humana.
94. Franz Rosenzweig, en su correspondencia con Gertrude Oppenheim, establece que
«el descenso de Dios al mundo es mandamiento y promesa, pero no relato o descripción» (Briefe En consecuencia, lo irracional se hace racional. Lo subversivo se alinea con
und Tagebücher, I - 1 , p. 426). lo tradicional (así es, por ejemplo, en la interpretación targúmica y midrásica del
95. En The Wisdom of Heschel, p. 260. Cantar de los cantares, o del Siervo doliente). Lo extraordinario se alinea con lo
96. Observemos que si Génesis 22 fuera una leyenda que fundara la prohibición del sacri-
providencial y lo normal (la interpretación tradicional de la Aqedah, el «sacrifi-
ficio infantil, serviría cualquier hijo, seguramente Ismael, a quien Abraham había tenido antes que
a Isaac. cio de Isaac», viene justamente al caso). Maimónides establece significativamente
André LaCocque Éxodo, 20, 13

que «un milagro no puede probar lo que es imposible; es útil sólo como con- Antes de referirnos a otras y más poderosas reflexiones midrásicas sobre la
firmación de lo que es posible» {Guía de perplejos, III, cap. 24). Aqedah, observemos en este punto que los estudios judíos modernos, cuando
Aquí se abre una de las simas más profundas entre judaismo y cristianis- intentan prolongar la línea tradicional de interpretación, no resultan más con-
mo. Jesús de Nazaret desplegó un bajo nivel de tolerancia por lo que él consi- vincentes que sus antiguos modelos. Si, por ejemplo, tuviéramos que seguir a
deraba postura poco entusiasta y hasta hipócrita por parte de aquellos que en rabí J. H. Gumbiner, Génesis 22 es la demostración de que Dios no exige el sacri-
el Evangelio son llamados «fariseos y doctores de la Ley». A este respecto, la insis- ficio de un hijo99. Pero esta demostración ab absurdo implicaría, a mi entender,
tencia del judaismo en ser «normativo» es un fenómeno muy revelador. Porque que otras historias nos muestran a un Dios que manda perpetrar idolatría o adul-
está claro que las enseñanzas de Jesús nunca pueden convertirse en «normativas», terio para poner a prueba. En suma, se cae entonces en una especie de «saba-
porque son en esencia un escándalo para unos y una locura para otros. tianismo».
Por esto, reflexionando sobre la Aqedah, en Temor y temblar, Kierkegaard Trato aparte otras lecturas midrásicas porque no eluden lo insólito del tex-
adoptó de los Padres de la primitiva Iglesia el principio categorial del credo to {absurdum; también se podría hablar de riesgo, recordando la frase de Kier-
quia absurdum est. Absurdo, por cierto, no ha de traducirse por «sin sentido», kegaard que dice «sin riesgo no hay fe»). La «absurdidad» de la exigencia de Dios
sino que se refiere a las contradicciones lógicas que el creyente encuentra en su a Abraham está muy presente, como velada por sólo una hoja de parra, cuando
existencia como persona de fe97. Creo porque es absurdo, dijo BGerkegaard, y el Midrás imagina un debate entre Dios y Satanás, como en el prólogo de Job.
propuso al héroe solitario de la fe como el perfecto cristiano, «el caballero de la Y es por instigación de Satanás que Dios «tentó a Abraham» {Sanedrín 89 b). De
fe que en la soledad del universo nunca atiende a voz humana alguna; va solo modo parecido, la absurdidad de la exigencia de Dios no se amortigua en modo
con su terrible responsabilidad»98. alguno cuando Tanhumah Vayera 46 aduce como razón de Dios, para tentar a
Cualquiera que sea nuestra reacción a estas cuestiones y, de un modo espe- Abraham, «hacer que las naciones del mundo sepan que Yo no te escogí a ti [Abra-
cial, a la última de ellas, es difícil invalidar la intuición de este «lobo solitario» ham] arbitrariamente». ¿Sólo podía mostrarse dicha elección reclamando la vida
danés. Hay, en efecto, y a pesar de algunos argumentos midrásicos para lo con- de Isaac? Y si una posible respuesta es que una orden así no es un absurdo, vinien-
trario, una «suspensión teleológica de lo ético» en la Biblia, y particularmente do de un Dios que lo exige todo, ¿qué decir de un Abraham que deja que por su
en Génesis 22. Cuando no se reconoce esto, la Aqedah —y, en primer término, medio se cometa un infanticidio? A esto se refería exactamente Kierkegaard. J.
Auschwitz— deviene castigo. Pese a ello, un Midrás sobre Génesis 22 presenta Halevi comenta que «no es que Abraham no tuviera razón alguna [para come-
el sacrificio como un castigo de Abraham, que descuidó una ceremonia sacrifi- terlo], sino que su razón es comprensible a Dios y a los ángeles, y no es posible
cial {Génesis Rabba 45). El Dios vengador exige entonces el supremo sacrificio. entenderla en los términos de la sociedad actual, de la familia de Abraham... [esto
Abraham cumple «para justificarse a sí mismo», dice Marvin Fox, ignaro por un es], no resulta inteligible a lo universal» («Kierkegaard and the Midrash», p. 18).
momento de la monstruosidad de tener Abraham que justificarse a costa de la Pero el Midrás va más al fondo. Hay una profunda reciprocidad de efectos
vida de su hijo. Éste es un caso en que uno se escapa del león o del oso (de lo de la Aqedah sobre el hombre y sobre Dios. La prueba de Abraham, como la de
absurdum) para ser mordido por la culebra (de lo tremendum; cf. Amos 5, 19). Job, es la prueba de Dios: «Te he probado con muchas pruebas y las has supe-
Otro intento midrásico de racionalización puede verse también en Génesis rado todas satisfactoriamente. Ahora te pido que, por mi amor, resistas también
Rabba 46: Abraham llora como padre, pero se alegra por estar cumpliendo un ésta, de modo que el pueblo no pueda decir que todas las anteriores fueron en
mandamiento divino. Por este camino, descubre el Midrás la Aqedah a partir de vano» {Sanedrín 89 b). Pero entonces nos ponemos en una perspectiva muy kier-
la categoría de lo extraordinario. Pero en este proceso, la persona de Isaac que- kegaardiana. Entre Dios y Abraham hay un intercambio de lo absurdo. Es ver-
da marginada; lo que debe ser imitado no es el sacrificio del propio hijo, sino daderamente absurdo por parte de Dios exigir el supremo sacrificio de Abraham
la fortaleza de Abraham ante la prueba. sólo para ganar la aprobación del «pueblo»100.

97. Véase la respuesta de Jacob Halevi, en «Kierkegaard and the Midrash», en Judaism, 4
(1955) 13-28, al artículo de Marvin Fox, «Kierkegaard and Rabbinic Judaism», en Judaism, 2 99. J. H. Gumbiner, «Existentialism and Father Abraham», en Commentary, 5 (febre-
(1953) 160-169. ro 1948) 143-148.
98. Soren Kierkegaard, Fear and Trembling and the Sickness unto Death, trad, por Walter 100. Comprobemos, sin embargo, cuan poco kierkegaardiano suena este último elemen-
Lowrie, Princeton University Press, Princeton 1969, p. 90 [trad. cast.: Temor y temblor, Losada, to de aprobación o desaprobación; constituye la entrada de nuevo de lo general dentro de lo excep-
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André LaCocque Éxodo, 20, 13

Más insólito es aún que Dios precisara de esta aprobación («por mi amor») por amor del otro. Va liphnim mi —surat ha-din [por encima y más allá de la lí-
y que, en este sentido, dependiera de su siervo (Abraham o Job). En corres- nea del deber]102.
pondencia, es insólito que Abraham obedeciera a costa de la vida de su único Evidentemente, esto es excesivo, absurdum, pero el reino de Dios es para
hijo, sólo para salvar la cara a Dios. Abraham se convierte por orden divina en los que se aventuran en la fe. No una recompensa para los mediocres. Por amor
un infanticida, un asesino, y contradice el mandamiento expreso de no matar, al reino de Dios (lo «teleológico»), uno deja atrás esposa, padres y los propios
enfrentando así a Dios contra Dios. Que la historia de Génesis 22 «acabe bien» muertos. Por el reino de Dios, uno levanta el cuchillo para separarse de un solo
no cambia para nada el hecho de que Abraham sea un asesino y figure como golpe del mayor tesoro que se posee sobre la tierra, la «Regina Olsen» de cada
tal (véase Temor y temblor, p. 63 [trad. cast.]). Teólogos y éticos deben ahora uno, la raison d'étreát uno mismo, todo lo que es uno, para separarse de sí mis-
luchar contra este hecho. Si esto no es una «suspensión teleológica de lo ético, mo. «Toma a tu hijo, a tu unigénito, al que tanto amas, a Isaac», y también al
¿qué es? El Midrás traza un paralelo con la marcha de Abraham de la casa de único vínculo de Abraham con el pasado y con el futuro.
su padre, en Génesis 12: «Te eximo del deber de honrar padre y madre, pero no En este estudio del sexto mandamiento, nos interesa Génesis 22 y su «tele-
eximo a nadie más de este deber» {Génesis Rabba 39, 7). Se trata de una autén- ológica suspensión de lo ético», así como la manera como lo entienden Kierke-
tica subversión, un contrapunto en la historia. A un nivel de la alianza, está el gaard y el Midrás, porque muestra que lo «ético» o la Ley deben y pueden ser
horror que Dios siente por el sacrificio de un niño, o por el desprecio del padre trascendidos. De no ser así, nos quedamos a este lado de la historia y nunca alcan-
y de la madre. A otro nivel, está la «suspensión de lo ético». zamos el más allá del «ha-'olam ha-ba» (el reino de Dios). Por esto es un grave
De modo que planteamos la pregunta: antes incluso de que la Tora fuera error creer que Génesis 22 es único, Hay otros casos de «suspensión de lo ético»
escrita por mano de Moisés (Éxodo 34), ¿en qué medida la Aqedah constituye en la Biblia. Hace poco hemos aludido a que el Midrás traza un paralelo con la
un límite a la Ley? Se argumentará que lo ético no es lo definitivo, sino que marcha de Abraham de la casa paterna, por lo que queda exento de la ley gene-
está condicionado por una economía transitoria. La norma, lo ético, la Ley, ral de honrar padre y madre. Los rabinos nos dicen que Caín, por necesidad,
han de ser trascendidos. Seguir la norma es sólo lo mínimo requerido. Pero de tuvo que casarse con una de sus hermanas para propagar la raza, a pesar de Leví-
Abraham, porque es el «caballero de la fe» se dice que está liphnim mi-surat tico 20, 17. Esto fue permitido por la bondad de Dios, dicen los rabinos basán-
ha-din -como dicen los sabios del Talmud-, por encima y más allá de la línea dose en Salmos 89, 3. Las hijas de Lot se motivan con los mismos principios,
del deber. cuando mantienen relaciones incestuosas con su padre para salvar a la raza huma-
Así, pienso yo, entiende Jesús el miswah [mandamiento]. Su radicalismo na. El resultado es, ciertamente, el origen ominoso de amonitas y moabitas, pero
le llevó a despachar como mediocridad el cumplimiento «mesurado» de la ley la motivación de las protagonistas no se rechaza. Los rabinos concluyen de nue-
y como hipocresía que se calcule esta «medida» para satisfacer a un juez divi- vo, por la ausencia de Séfora en Éxodo 4-6, que Moisés se había separado de ella
no. Cumplimiento con medida, es decir, sin la infinidad del amor, no es en para estar siempre puro cada vez que Dios inesperadamente se le apareciera. A
modo alguno cumplimiento, enseñó. Se convierte en un yugo autoimpuesto pesar de la crítica severa de Miriam y de Aarón como representantes de lo ético,
cuando el «amarás a tu prójimo cómo a ti mismo» requiere ser definido en está claro que Moisés tenía teológicamente razón para admitir esta excepción en
cada una de sus palabras, o que se tracen los límites precisos en torno a cada su persona (cf. Rashi sobre Números 12, 1). Uno piensa también en el celibato
término, a fin de no sentirse uno culpable por no amar a alguien que se ajusta con motivación escatológica de los esenios de Qumrán, o de Jesús y Pablo. Ya
a la definición de «prójimo», o por amarlo más de lo que uno se amaría a sí Jeremías recibe el sorprendente mandato de no casarse. A Oseas, en cambio, se
mismo101. Kierkegaard saca punta brillantemente a la cuestión cuando escribe le ordena que tome en matrimonio a la adúltera Gomer, y a Ezequiel que no esté
que, «en este caso, la tentación es ella misma lo ético... que impediría [a uno] de luto por la muerte de su querida esposa.
cumplir con la voluntad divina» (Véase Temor y temblor, p. 67). Se impone Entre los antepasados de David (y del Mesías) aparecen personajes suma-
aquí por sí mismo un paralelo con la concepción que Pablo tiene de la Ley. mente sorprendentes: Rajab la prostituta cananea, Tamar la cananea promis-
Pero Jesús transforma radicalmente el problema llamándonos a ser c\ prójimo cua y Rut, la moabita. Los evangelios añaden a Betsabé, la mujer de Urías, al
de los demás, del odiado samaritano, por ejemplo. El amor no conoce límites
ni definiciones restrictivas; acepta al amado hasta el punto de entregar la vida
102. Brooks, The Spirit ofthe Ten Commandments, nos apela a «actuar por encima y más
allá de la llamada de la ley» (p. 143). Y Heschel afirma que «el objetivo es vivir por encima del dic-
101. ¿O quizás también, amando a alguien que «oes mi prójimo? tado de la ley» (The Wisdom of Heschel, p. 255).
André LaCocque Éxodo, 20, 13

escandaloso trío de la genealogía de Jesús (véase Mateo 1). A Moisés nunca se le ro. (Así Jacob b. Abina en el nombre de rabí Huna de Séforis; Éxodo Rabba 3, 6;
reprocha haber dado muerte al egipcio y haber ocultado su cuerpo en la arena cf. Rashi sobre Éxodo 3, 14)105.
(Éxodo 2, 12)'03. Jacob roba la primogenitura a su hermano, y engaña desver- Es, por tanto, muy sorprendente que Kierkegaard irrite tanto a ciertos
gonzadamente a su padre Isaac, aprovechándose de su ceguera, cosa específica- comentaristas judíos modernos. Martin Buber no hizo demasiados esfuerzos para
mente prohibida por la ley (Levítico 19, 14; Deuteronomio 27, 18). Toda su entenderle en sus obras ¿Qué es el hombre?y (1947) y Eclipse de Dios (1952). Rabí
vida es, en realidad, una «suspensión de lo ético». Milton Steinberg ha afirmado que, «desde el punto de vista judío —y en esto con-
Manfred Vogel, sin embargo, se muestra ofendido por el principio kier- siste uno de sus mayores méritos- lo ético nunca está en suspenso, no lo está
kegaardiano104, y dirige nuestra mirada más bien hacia «el planteamiento pro- bajo ninguna circunstancia no lo está para nadie, ni siquiera para Dios. ¡En espe-
fético clásico» (p. 42). Sostiene que «el planteamiento profético clásico» man- cial no lo está para Dios!»106. Esta apasionada, aunque errónea, aseveración resul-
tiene como axiomático que Dios «nunca dejará en suspenso lo ético». Pero, ta verdaderamente sorprendente. Otro judío «rabínico», Jacob Halevi, como
podríamos preguntar, ¿es esto verdad, por ejemplo, de Isaías 53? ¿de Zacacarías vimos, es capaz de mostrar la sorprendente afinidad existente entre la «suspen-
12, 10? ¿de la vida profética de Jeremías (véase, por ejemplo, capítulo 12, o 16, sión» de Kierkegaard y el Midrás. Pero podríamos decir, siguiendo a Steinberg,
1-13: el celibato impuesto a Jeremías; etc.)? ¿de la obligada recuperación por que en la medida en que en el judaismo «normativo» lo Agadah queda sustitui-
Oseas de una «fulana»? ¿No recibe Ezequiel (Ezequiel 4-5) diferentes órdenes do por lo Halakhah, la «suspensión de lo ético» que se encuentra en lo primero
que van contra la propiedad (sacerdotal)? Debe rasurarse el pelo de la cabeza y pertenece más al folclor que al paradigma. Se cita, por lo general, un texto «halá-
de la barba (a pesar de Levítico 2 1 , 5 ; véase Ezequiel 44, 20), comer pan coci- quico» con toda la seriedad, por muy irrelevante que pueda ser para los tiempos
do con excrementos humanos (como última concesión, con excrementos de ani- actuales, mientras que nos referimos a lo «agádico» con una sonrisa, con un gui-
males), pese a lo que diga Deuteronomio 23, 14. ¿Y qué dice la Tora en Géne- ño que viene a decir «esos antiguos rabinos eran deliciosamente intrépidos, pero,
sis 12, 10s,l6, y 21, 12? ¿y en Génesis 27 o Génesis 38, o también en Éxodo ¿quién puede tomarlos en serio cuando nos cuentan historias?».
2, 12? En este sentido, Steinberg está en lo cierto. Es evidente que el judaismo
Aunque, en la serie de los de asesinatos bíblicos «santos», el modo como se «haláquico» no conoce ninguna «suspensión» como tal. Es también evidente que
deshace David de Urías no ha de ser puesto ciertamente a la misma altura que lo subversivo en la Biblia o en la literatura rabínica estará ausente de géneros
los hechos que se atribuyen a Abraham o a Moisés, sucede que ¡la dinastía de que son refractarios a tal absurdidad: el género legal (por definición) y el sapien-
David se perpetúa a través de su unión impura con la mujer de Urías («David cial o parenético. Es, por consiguiente, una verdadera revolución o un auténtico
engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón», dice Mateo 1, 6)! La cóle- escándalo que el Nazareno consiga hacer entrar el espíritu «agádico» (cómodo
ra homicida de Elias contra los «profetas de Baal» se justifica quizás por su celo en lo narrativo) en lo «haláquico». La penetración de lo «agádico» en lo «halá-
por Dios, pero ¿qué decir de 2 Reyes 1, 9s? quico» no es una novedad, sin embargo. La Biblia hebrea presenta numerosos
Sobre esto, incluso entre los sabios (y conservadores) talmúdicos, la «sus- ejemplos del fenómeno, en especial en los profetas, pero no exclusivamente en
pensión de lo ético» no es desconocida. Se dice que la discrepancia entre 'ehyeh ellos. El relato transforma lo prescriptivo en el libro de Rut, por ejemplo, don-
aser 'ehyeh en la primera parte de Éxodo 3, 14 y 'ehyeh en la segunda parte del de el matrimonio por levirato se reinterpreta de un modo conveniente para aco-
versículo se explica como sigue: 'ehyeh significa «yo estaré con vosotros durante modarlo a una situación sumamente inusual, de hecho, una situación prohibi-
la esclavitud en Egipto», mientras que 'ehyeh aser 'ehyeh significa esto mismo y, da por la ley: la integración de una moabita en la comunidad. Otro ejemplo nos
además, que Dios estará con Israel en las esclavitudes que han de venir. Por lo da 1 Samuel 21: David y sus hombres comen panes de la proposición en el
ello, para salvar a los hebreos en Egipto, Moisés recibió la orden de hablar en santuario de Nob. Este episodio particular de «suspensión» de lo legal y cultual
nombre de 'ehyeh sólo y de callar respecto de las restantes esclavitudes del futu- lo trae a colación Jesús (Mateo 12; Marcos 2, Lucas 6).

103. Esta acción de Moisés está considerada constantemente por la tradición como una
excepción de la regla contra el asesinato (cf. Éxodo Rabba acerca de 2, 11, 12; Actos 7, 24). 105. Este tratamiento compasivo del pueblo cuenta como una kierkegaardiana «suspensión
104. Manfred Vogel, «Kierkegaard's Teleological Suspensión of the Ethical: Some Reflec- teleológica de la ética», dice Jacob L. Halevi («Kierkegaard's Teleological Suspensión of the Ethi-
tions from a Jewish Perspective», en The Georgetown Symposium on Ethics, Univesity Press of Ame- cal. Is It Jewish?», enjudaism, 8 (1959) 291-302; véase p. 297s).
rica, Lanham 1984, p. 19-48. 106. Milton Steinberg, «Kierkegaard and Judaism», en Menorah Journal, 37, 2 (1949) 176.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

En su artículo de 1984 sobre Kierkegaard, Vbgel contrasta el judaismo con te en garante de la moralidad. Y si algo les pasa a los garantes de la moralidad en
el luteranismo del danés. Para el judaismo (= «tipo I»), dice, religión y ética están tiempo de Isaías, rey, profetas, sacerdotes y sabios, es que son objeto de su crí-
inxetricablemente entretejidas y son inseparables; mientras que para el lutera- tica mordaz. Lo que el hijo de Amos ve en el templo es un Dios cuya principal
nismo (= «tipo II»), la religión y la ética están separadas, a la vez que existe una característica es la santidad. Ahora bien, santidad no es «irreprochabilidad moral,
clara superioridad de la primera sobre la segunda. Kierkegaard, en Temor y o la más elevada forma de moralidad... lo santo es a la vez fascinosum y tremen-
temblor, atribuye «supremacía a lo religioso, incluso cuando lo ético está con- dum [en palabras de R. Otto]», dice K. Koch108. Desde esta perspectiva, es evi-
tramandado en su sentido más fundamental» (p. 21). Lo ético, incluso para dente que, aun cuando Israel fuera la más ética de todas las comunidades huma-
el tipo II «no requiere ser visto con demasiada seriedad» (p. 22). Pero, para el nas de la tierra, continuaría siendo «un pueblo de labios impuros». Predicar a un
tipo I, hay en esto una imposibilidad. Aquí, en vez de ser una afirmación, la sus- pueblo así puede endurecer a sabiendas su corazón (Isaías 6, 10), ¡un motivo
pensión de lo ético se convierte en un problema. divino no muy ético (con la venia de M. Steinberg)!
Una respuesta al artículo de Vbgel puede, según creo, clarificar la cues- El objetivo principal, el único objetivo de la Tora es que Israel descubra
tión que constituye el núcleo de la presente discusión. Su contrastante plantea- quién es Yhwh, o simplemente que El es Yhwh (véase Ezequiel 20, 26). Por eso
miento nos lleva hasta la línea divisoria entre las dos concepciones de la Ley, Ezequiel puede describir leyes dadas a Israel por Yhwh ¡como «no buenas» (20,
características del judaismo y del cristianismo (no sólo del luteranismo). 25-26)! Entre ellas, precisamente la exigencia de Yhwh de tomar la vida de los pri-
En primer lugar, debe tenerse en cuenta que la tipología que llena su ar- mogénitos (véase Miqueas 6, 7; cf. Jueces 11, 30-40). Sin embargo, estos sacrifi-
tículo, esto es, la división que el autor hace entre religiones de «tipo I» y de «tipo cios ocurrían durante los reinados de Ajaz (2 Reyes 16, 3) y de Manases (2 Reyes
II» es deficiente, o sumamente cuestionable. Es, con toda certeza, de lo más des- 21, 6). Y la situación que prevaleció en alguno textos de la Tora no es tan clara.
afortunado presentar la suspensión de lo ético en Kierkegaard como algo que no Según Éxodo 13, 11-13 y 34, 19-20 (cf. Números 3, 11-13,40-45; 8, 17s; 18,
requiere ser visto «con demasiada seriedad» (p. 22). Presentar toda la tragedia 15s), el primogénito tenía que ser redimido, pero esta provisión más bien parece
existencial de la vida de Kierkegaard como fácilmente soportable en razón de su un añadido posterior sobre la base de Éxodo 22, 28b-29. En todo caso, Ezequiel
confesión religiosa es no tomar en serio a Kierkegaard. no argumenta contra Dios porque éste mande entregarle su propio hijo; sólo dice
En segundo lugar, hay una contradicción en el hecho de presentar la reli- que esta ley particular llevó muerte, no vida (20, 25). Ve coherencia en que Dios
gión y la ética como entretejidas y de un valor perfectamente equiparable, por lleve al pecador a cada vez mayores infracciones para poder castigarle con mayor
un lado, y luego denominar a la ética expresión de lo religioso, por el otro lado severidad (Ezequiel 14,9; cf. Isaías 63,13) -lo cual a su vez tampoco es muy ético.
(cf. p. 31, 32, 36). Con la última afirmación estoy de acuerdo; con la primera, Idéntico juicio aplica al hecho de que Dios haga que los profetas desobedezcan
no. Porque si lo religioso es el mensaje y lo ético la expresión, es posible trazar (Ezequiel 14, 19) yqueeljusto corra hacia el desastre (3, 20).
paralelos de todo tipo que puedan explicar la relación que hay entre ambos. De hecho, «la Tora nos enseña que todo ha de juzgarse desde el punto de
Podría decirse, por ejemplo que la fidelidad es una expresión de amor, y no a la vista de lo más elevado, lo más «inaccesible, referencia, desde el nivel de lo infini-
inversa; la fidelidad depende claramente del amor y podemos concebir que to., de lo absoluto. Sólo la esfera religiosa es capaz de trascender lo aterrador y lo
este último exija un día un tipo de fidelidad no normativa, como cuando santa absurdo, esto es, de elevar lo absurdo al plano de lo sublime»109. A este respecto, el
María Egipcíaca se prostituyó en Marsella para pagarse el viaje a Tierra Santa, paralelo es perfecto entre el acontecimiento de Génesis 22 y el de la crucifi-
o cuando, en tiempos de crisis, una mujer se ofrece a un tirano sin escrúpulos xión110. Si aquí hay «tipología», se trata de una tipología de acontecimiento, no
para conseguir la liberación de su marido prisionero.
Además, Vogel mismo menciona la acerada crítica de Buber al hecho de
allá del mandamiento hasta Aquel que ordena. «Un conocimiento yo-tú, fácilmente captado, pre-
equiparar una expresión de la voluntad de Dios con la voluntad en sí misma107.
servado y fácticamente transmitido, no existe en la realidad»: «Reply to my Critics», en Paul
Cuando se equipara lo teológico con lo ético, Dios se convierte inevitablemen- Schlipp (ed.), The Philosophy of Martin Buber, Open Court, LaSalle, IL 1967, p. 692.
108. Klaus Koch, The Prophets, vol. 1, trad. por Margaret Kohl, Fortress Press, Filadel-
107. Vogel, «Kierkegaard's Theleological Suspensión of the Ethical», p. 28. Como es bien fial983, p. 110.
conocido, para Buber ningún código escrito puede ser una declaración autoritativa de la voluntad 109. Michel LaCocque, comunicación personal.
de Dios, aunque la respuesta humana a Dios puede llevar a la producción de un código legal. Si el 110. Uno sospecha que la reacción de Buber y Vogel a la «suspensión de lo ético» en Kier-
profeta formula un código o una prescripción, se trata de la reflexión del profeta sobre Dios. Por kegaard está «remotamente controlada» por su rechazo del cristianismo, convenientemente cate-
ello, el deber del lector es ir más allá de la formulación y llegarse a la experiencia que la inspiró, más gorizado como religión de un tipo distinto al judaismo.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

de figura. Abraham se representa a sí mismo, e Isaac se representa a sí mismo. a una «lógica de la equivalencia» (de la misma manera que queréis que os tra-
Pero lo que sucede entre ellos, esto es, la «teleológica suspensión de lo ético», no ten los hombres, tratadlos vosotros también a ellos), el amor a los propios ene-
es ninguna «estrella errante», es una «estrella guía». Cierto, el acontecimiento de migos lo domina una «lógica de la superabundancia». La primera es ética, la
Abraham/Cristo debe ser emulado, no imitado (pese a la poco inspirada noción segunda propiamente religiosa. Los límites de lo ético están en su misma gene-
déla imitatio Dei/Christi). Como dice Kierkegaard, «no por el asesinato, sino ralidad (un concepto kierkegaardiano). La «generalidad» debe diferenciarse de
únicamente por la fe puede uno asemejarse a Abraham... si todo el mundo trata- la universalidad. El amor al enemigo empuja lo ético hacia lo universal, no a un
ra de rehacer el terrible acto que el amor santificó como una proeza inmortal, en- nivel general. Por ello dice Jesús: «Y si hacéis bien a los que bien os hacen, ...Tam-
tonces todo está perdido, incluidos el hecho sublime y su extraviado imita- bién los pecadores hacen lo mismo (Lucas 6, 33). Sólo lo religioso nos lleva has-
dor»"1. Con todo, Kierkegaard renuncia a casarse con Regina Olsen y, por único ta liphnim mi-surat ha-din, hasta lo gratuito, a lo que no tiene expectativa algu-
que pueda ser el sacrificio de la propia vida le-sém ha-samayim (por amor a los na de reciprocidad. Para decirlo bien claro, lo ético y lo religioso no son dos áreas
cielos), Jesús dice a sus discípulos: «Quien no toma su cruz y sigue tras de mí, no discretas e independientes de la acción humana. Al poner Jesús una al lado del
es digno de mí. El que haya encontrado su vida, la perderá; y el que haya perdido otro, la Regla de Oro y el mandamiento de amar a los enemigos, muestra de qué
su vida por mi causa, la encontrará» (Mateo 10, 38s; véase 16, 24). manera hay que interpretar lo primero a la luz de lo segundo, de forma que lo
Por último, lo universal no aguanta la oposición de lo particular. Porque ético sea transformado (sin por ello desaparecer) por lo religioso"3. En el Kuza-
lo particular demuestra la opresión de lo que se considera «universal» (una ri, del siglo XI, Yehudah Halevi insiste en que el Dios de Israel es Dios por hit-
conclusión que ciertamente puede sacarse de las juiciosas afirmaciones de Man- yahud, por particularización. Sólo la particularización hace que Dios tenga nom-
fred Vogel, en la página 28 de su artículo). Sólo Dios puede ser lo Absoluto y lo bre propio, Yhwh {KuzariA, 1). Dios se hace a sí mismo particular (ydhad, 'ehad)
Universal en cuanto viviente, pero cuando algo, incluida la voluntad expresa de por amor y para bien de los hombres, por cuanto se hace contemporáneo (ydhad)
Dios, se hace absoluto, entonces lo absoluto se convierte en un Ello y se vuelve a ellos. La intuición de Halevi no puede sino evocar a nuestras mentes el acen-
opresivo. Así lo demuestra una historia, por la que no siente demasiada atrac- to que Génesis 22 pone en lo particular. Dios exige a Abraham su yahid, su «úni-
ción el judaismo rabínico, a saber, la historia del libro de Job" 2 . Aquí se mues- co» hijo, Isaac"4.
tra con la más nítida claridad que hay una brecha entre lo ético y lo religioso. Lo prescriptivo anterior al período del segundo templo es una repuesta
Job es éticamente irreprochable. No obstante, mantiene un tipo de relación con expresa a los actos salvíficos de Dios con los que establece una alianza con su
Dios que por fuerza oscila entre la desorientación y la reorientación. Cierto, en pueblo. Como dice Martin Buber, lo prescriptivo es una respuesta ética que nun-
el discurso de Yhwh a Job (38s), no hay denuncia de algún pecado específico, ca puede ocupar el lugar de la verdadera voluntad divina. La alianza narrada
pero es sin embargo evidente que la inocencia de Job no es lo decisivo. De hecho, demuestra cuan importante es la historia como fundamento de lo prescriptivo,
algunos textos del Nuevo Testamento van incluso más allá y proclaman que la no sólo en el pasado, sino también en cualquier época. Hay mandamiento por-
inocencia puede ser a veces un obstáculo en el camino para encontrase con Dios, que hay relato, y los relatos están para explicar lo mandado" 5 . Pero con Esdras
como cuando Jesús dice al joven rico, respetuoso con la ley: «Todavía te queda y Nehemías, ambos elementos se disocian. Lo ético preponderó sobre los teoló-
una cosa: vende todo cuanto tienes, ... y sigúeme» (Lucas 18, 18s). gico y, en consecuencia, sobre la historia. La «institución» engulló el «aconteci-
Cuando no elegimos lo insólito, caemos en las categorías que ridiculiza miento». Entonces se asumió como certeza absoluta que la historia no podía ya
Kierkegaard: marido frente a amante, o lo general frente al héroe. Sin lo insóli- más ir junto con lo prescriptivo. La historia se convirtió en «historia sagrada»,
to, por parte del danés, de la renuncia a Regina Olsen, no hubiera existido Kier- una Heilsgeschichte de antepasados"6. La Tora se entendió como prescripción éti-
ke gaard, igual como no hubiera habido ningún Abraham sin lo insólito de Géne-
sis 22, y ningún Jonás sin su ida a Nínive. Como nos recuerda Paul Ricoeur, 113. Véase la siguiente aportación de Paul Ricoeur.
mientras que la Regla de Oro, propuesta por Jesús y por rabí Hillel, pertenece 114. Hallamos un eco de esto en Génesis 37s: Jacob ama a José como si fuera su «único
hijo».
115. Porque, en el antiguo Israel, la teología se encarna en credos narrativos (Deuterono-
111. Fear andTrembling, p. 42 [trad. cast.: Temor y temblor, p. 33]. mio 26; 6; Josué 24; etc.), como destaca G. von Rad; véase su «The Form-Critical Problem of the
112. Según los antiguos rabinos, los sufrimientos de Job eran merecidos por no haber Hexateuch», en The Problem ofthe Hexateuch and Other Essays, p. lss.
adoptado la postura correcta cuando fue consultado por el faraón del Éxodo: Éxodo Rabba 1,12 116. Véase Yosef H. Yerushalmi, Zakhor: Jewish History andjewish Memory, University of
y Sotah l i a . Washington Press, Seattle 1982.
André LaCocque Éxodo, 20, 13

ca y como condición de pertenencia a la comunidad de la alianza, esta última


entendida también como corpus constituido, al que sólo es posible unirse por
méritos. En el siglo V a . C , la Tora se convirtió en la constitución del Estado
judío, en la imagen de la dat [ley] del imperio persa, y como tal en una institu-
ción defacto independiente de una alianza siempre renovable o revocable. Esta «NO MATARÁS»:
inversión de prioridades constituyó una transformación fundamental a la que ni UNA OBEDIENCIA AMOROSA
Cristo ni Pablo permanecieron indiferentes.
Dicho todo esto y en razón de que, en realidad, lo ético se ha hecho sólo PAUL RICOEUR

relativo, sin ser suprimido, por lo religioso, ha de reconocerse que, por lo que se
refiere al pueblo de Dios, hay margen tanto para el enfoque rabínico como para
el cristiano. Abraham y Jesús no envían al infierno a quienes no consiguen lle-
gar a su nivel. Sólo que la respuesta apasionada que dan a Dios nos avergüenza
a todos nosotros, mediocres como somos en la fe. No quiere decir esto que hay El estudio de André LaCocque, cuya trayectoria propongo prolongar para
una dicotomía entre los caballeros de la fe y la masa de creyentes; porque igual incluir la época moderna, se centra en un mandamiento del Decálogo estable-
como los caballeros sienten la tentación de bajar peldaños y entrar de nuevo en cido en forma apodíctica en la Biblia hebrea: «No matarás». El subtítulo que
la generalidad, así también sienten los individuos en el seno de la Qahal, de la yo le añado pretende resumir la sorprendente idea central de su empresa, a saber,
comunidad, la llamada a convertirse en «Abrahames» y en «Jesuses» siguiendo la afirmación a la vez del alcance y de los límites de validez de la Ley apodíctica
su propia vocación"7. en Israel. Esto quiere decir que el estilo del ensayo de André LaCocque es esen-
En conclusión, podemos hablar del alcance y de los límites de la ley bíbli- cialmente dialéctico, lo cual pide una continuación de idéntica naturaleza.
ca. El sexto mandamiento, por ejemplo, es apodíctico; es absoluto en el senti- Como buen exegeta, no pasa por alto la cuestión de los orígenes. Sin embar-
do de no estar sometido en su validez a ninguna circunstancia particular. «No go, el estado actual de discusión le lleva en dos direcciones. La primera, desple-
matarás» vale siempre; hasta lleva al destinatario a la comprobación definitiva de gada por una larga tradición exegética, plantea esta cuestión en íntimo contac-
que hay que amar al prójimo por ser persona como él. La finalidad del manda- to con la idea de alianza, noción que se entiende de un modo más específico con
miento es tan amplia como pueda serlo, con la única restticción -que no per- el ejemplo de los pactos de vasallaje, muy conocidos de los especialistas en Orien-
tenece a lo ético- de que Dios puede ordenar la declaración de una Guerra San- te próximo. La segunda vía, no tan bien transitada, lleva en dirección a la sabi-
ta contra los enemigos, no sólo de Israel, sino también de Dios, o de que puede duría tribal.
exigir la vida del culpable, o en el caso de Isaac, de un inocente, por «razones que Pero, dando ya el primer paso, la dialéctica del alcance y de los límites está
la razón no alcanza a conocer» (Pascal, Pensamientos, iv). prefigurada por la conjunción, en la versión canónica del Antiguo Testamento,
entre el texto recitativo del Éxodo -por consiguiente algo «narrativo»- y la legis-
lación dada en el Sinaí —por lo mismo, algo «prescriptivo». Aparece así una pola-
ridad entre el acontecimiento narrado y la ley proclamada; en realidad, algo más
que una polaridad, una intersección, como indica el mero hecho de que la pro-
clamación de la Ley sea en sí un acontecimiento relatado, cuya ocurrencia lleva
al recuerdo del acontecimiento fundador, que es el Éxodo. Entre estos dos aspec-
tos hay más bien una especie de sutura que una línea de ruptura. Y la sutura es
tanto más notable si admitimos, con muchos exegetas, que estos dos aspectos
117. El empleo, en las leyes apodícticas en general, de la segunda persona del singular es
una señal de que, aun no quedando excluida en modo alguno la comunidad como un todo, se
proceden de dos tradiciones distintas. Esta conjunción entre lo prescriptivo y lo
acentúa, no obstante, la intimidad de Dios con el individuo. «Cada israelita ha de comprome- narrativo la traza André LaCocque, siguiendo los pasos de Calum Carmichael,
terse con los vínculos de los mandamientos, pero los mandamientos caen sobre la comunidad de por todo el corpus bíblico. En esta interacción, muestra que lo narrativo ejem-
la alianza y, por lo mismo, sobre todos sus miembros» (Harrelson, The Ten Commandments-, p. 51). plifica la Ley y, a la vez, que ésta eleva lo narrativo al rango de paradigma. A pri-
De hecho, la segunda persona del singular enfatiza que se alude a todos los israelitas de cual-
mera vista, no se percibe en todo ello ninguna discordancia, ni que doblemos el
quier época y hasta a «todos los individuos y grupos de todo tiempo y lugar» (ibídem, p. 52).
Paul Ricoeur Éxodo, 20, 13

par narrativo-prescriptivo con el de mandamiento-ley, que más adelante nos distinción en el marco del amplio fresco filosófico-teológico de su The Star of
planteará un problema del todo distinto, por cuanto sugiere una distinción inter- Redemption [La estrella de la redención]. Esta propuesta puede ayudarnos ya, sin
na en lo prescriptivo de por sí. Pero aun permaneciendo de momento en el inte- embargo, a resolver el problema planteado por el status apodíctico de las «Diez
rior del círculo de lo narrativo-prescriptivo, la misma heterogeneidad de los géne- Palabras». Quizás seamos también capaces de volver a ella en un momento más
ros literarios en cuestión ya lleva la semilla de una futura disociación en el seno avanzado de nuestra meditación, que va a tener un aire poskantiano y poshe-
de la cultura judía. No es accidental que, en el judaismo, tal como se ha perpe- geliano, es decir, una forma de pensamiento que habrá superado la prueba de la
tuado hasta el presente, haya surgido un cierto antagonismo entre lo Agadah más contradicción entre heteronomía y autonomía. Que la propuesta de Rosenzweig
libre, más narrativo e imaginativo, y lo Halakhah, más estrictamente normati- tiene que ver más con un «puedo» que con un «debo», siguiendo una sugeren-
vo. André LaCocque se refiere a este punto en la parte de su ensayo dedicada a cia de R. H. Miller, anotada por André LaCocque, es una sugerencia que man-
los límites de lo apodíctico, ilustrada por el increíble episodio del sacrificio de tenemos en reserva para más adelante.
Isaac, en Génesis 22. Avanzando un poco más, podemos, con Nahum Sarna - a quien LaCoc-
Otro indicador de tensión, en el texto bíblico mismo, lo proporciona la que también se remite-, destacar convenientemente las «innovaciones israelitas»
forma en que se sitúa la Ley mosaica en relación con el modelo de los tratados en relación con los tipos de legislación conocidos en el antiguo Oriente próxi-
hititas. Jon Levenson habla a este respecto de «una curiosa dialéctica entre auto- mo. Estas innovaciones no son desdeñables -la alianza de Dios con todo un pue-
nomía y heteronomía». La libre decisión de la persona que entra a formar par- blo, la inclusión de la alianza en un relato, su aplicabilidad universal y, sobre
te de una relación desigual implica lo que no es todavía una antinomia, pero que todo, la sustitución del temor al castigo por un deseo de aceptar la voluntad divi-
lo será para los pensadores modernos que siguen a Kant. Dicho en pocas pala- na. Podemos también observar, con Dale Patrick, que la ley israelita no cubre
bras, esta antinomia puede establecerse en los siguiente términos: ¿Podemos pro- todos los aspectos legales, sino que se limita a marcar las directrices generales de
fesar a la vez, y al mismo tiempo, autonomía moral y heteronomía religiosa? O la vida y podemos decir, con Robert Polzin, que queda margen para la inter-
bien, para evitar esta especie de colisión frontal, ¿no debemos formular la rela- pretación, incluso para una aplicación más o menos laxa. Podemos incluso lle-
ción que existe entre religión y ética en otros términos? A esta difícil cuestión gar a decir, con Gerhard von Rad, que no se trata sólo de las «Diez Palabras», de
tendremos que dedicarnos largo y tendido, pero es un problema que surge ya otro modo no hablaríamos de leyes, sobre todo porque estas formulaciones se
con la enérgica afirmación, hecha por André LaCocque, de que las prescripcio- aplican sólo a situaciones extremas (homicidio, idolatría, adulterio). Con todo,
nes apodícticas del Decálogo no son «estipulaciones de la alianza», en el sentido a pesar de todas estas importantes distinciones, es verdad que Israel no se dife-
de un acuerdo fraternal dirigido contra un enemigo común, ni de un acuerdo renció fundamentalmente de su marco cultural en el aspecto principal, a saber,
establecido entre no iguales. Es la misma idea de una regulación apodíctica de en la idea de una legislación dada por Dios por mediación de un legislador huma-
la conducta social lo que causa problemas, proceda aquélla de los sabios, de los no. Esta idea constituye la misma esencia de la heteronomía. La especificidad de
profetas o de los sacerdotes. Podríamos incluso decir que el problema planteado la Tora, tal como se ha observado correctamente, no la aleja del trasfondo de esta
por la primacía de la heteronomía sobre la autonomía -si podemos continuar idea difundida de una teonomía. Y, una vez más, es el modo como marchan jun-
aplicando este lenguaje- se agudiza más aún con el comentario de Moshe Wein- tas religión y ética lo que todavía hoy constituye un problema para nosotros.
feld, citado por André LaCocque: «[Escribas del entorno de Ezequías y Yosías] Cualquier análisis se tropezará con todo esto tan pronto como se interese
liberaron a la fe israelita de su carácter mítico, al culto religioso de su acento por aquellas leyes que, siguiendo a Albrecht Alt, se denominan apodícticas para
puesto en lo ritual y a las leyes de la Tora de su carácter estrictamente legalista»1. diferenciarlas de las leyes casuísticas. Ahora bien, el sexto mandamiento, que
Ni se atenúa tampoco la dificultad por el añadido de promesas a los manda- facilita el título de estas observaciones, es uno de estos tipos de leyes y, aunque
mientos, ni que sea la promesa de la tierra prometida. Spinoza y Kant -que en la cuestión del marco original junto con la de las sucesivas elaboraciones sea
este punto están de acuerdo- verán en esto una perversión. Podemos, en cam- importante en el plano exegético, no puede eclipsar la cuestión que plantea la
bio, escoger con André LaCocque seguir la propuesta de Franz Rosenzweig de pretensión de una fundación divina. Por ello será de la mayor importancia, si es
distinguir entre mandamiento y ley, en especial si situamos -como haré yo- esta que debemos asumir la acusación de heteronomía, descubrir si la conexión exis-
tente entre el Decálogo y la revelación del Nombre en Éxodo 3,14 -es decir,
1. Moshe Weinfeld, «Deuteronomy: The Present State of Inquiry», en Journal ofBiblical
entre lo apodíctico y la automanifestación divina, fundada en el recuerdo de la
Literature, 86 (1967) 249-262; se cita p. 262. liberación- no invita acaso a una reformulación del problema que plantean los
Paul Ricoeur Éxodo, 20, 13

pensadores modernos, que recurren al vocabulario kantiano de la autonomía. ducta que la forma positiva del mandamiento del amor, se trata, en definitiva,
¿Designa esta conexión, en el horizonte de la teonomía, una economía del don de una cuestión secundaria con relación a la principal, que consiste en decidir si
capaz de poner en cuestión las mismas categorías de autonomía y heterono- es posible disociar el sexto mandamiento del primero en una ética que busca
mía, hasta el punto de eliminar por completo su antagonismo y, con ello, la equi- liberarse de toda dependencia religiosa y que, en este sentido, pretende ser autó-
paración de teonomía y heteronomía? La posibilidad de considerar en serio esta noma. Esto es como preguntarse si es posible disociar el indisoluble par de man-
cuestión es la razón por que dejaré para el final de este ensayo el debate sobre damientos que Jesús cita, en Marcos 12, 28-34, siguiendo otros «sumarios» de
aquellas páginas en las que André LaCocque toca la relación entre la economía la Ley y los profetas, familiares a la tradición judía.
del don y el mandamiento. Por ello, me gustaría ir estableciendo, a lo largo del camino por el que ha
Por el momento, es el carácter estricto de lo apodíctico lo que debemos de transcurrir esta cuestión realmente crucial, la exploración que André LaCoc-
tomar en consideración en la medida en que todo el debate actual gira en torno que emprende sobre los límites de la Ley supuestamente apodíctica. Hemos vis-
a la naturaleza y al fundamento de lo apodíctico o, si se prefiere, de lo categó- to ya cómo el acceso a este momento crítico estuvo preparado por sus comen-
rico dentro del orden moral. Sólo después de haber agotado los recursos de la tarios concernientes, sucesivamente, a la conjunción de lo prescriptivo con lo
aparente equivalencia entre lo apodíctico bíblico y lo categórico kantiano, sere- narrativo, a la postura de un libre consentimiento a una relación desigual entre
mos capaces de preguntarnos si la misma noción de apodíctico no está fuera un superior y un inferior, luego, por la sugerencia de Franz Rosenzweig a dis-
de lugar en el caso de una ley, de la que se nos dice que no es un código y que tinguir entre mandamiento y ley (punto no desarrollado en realidad) y, final-
despliega un programa de libertad sobre la base de la proclamación de la libertad. mente, por el margen cedido a la interpretación en la enunciación de la ley y, en
Por consiguiente, nos las vamos a ver con el sexto mandamiento, «no mata- especial, por las excursiones en dirección a un vínculo especial entre el don y la
rás», escogido precisamente por su incondicionalidad, carácter que inmediata- obligación, que podrían ser prematuras en esa fase de la exégesis.
mente lo sitúa entre las leyes apodícticas, pese a que su prohibición no es apli- LaCocque saca a relucir la evidente discordancia que existe entre el episo-
cable ni a la guerra ni a la pena capital, o que hay que entender que lo que prescribe dio del «sacrificio de Isaac», en Génesis 22, y la ley apodíctica que prohibe matar
se limita al caso de homicidio, esto es, al uso ilícito de leyes que autoricen el para plantear la cuestión de si no hay, en la misma Escritura hebrea, voces que
recurso a la violencia, incluida la muerte, para beneficio propio. Pero, ¿acaso, va se manifiesten a favor de una «supraética» y, por lo mismo, a favor de la sus-
a preguntarse a continuación Kant en la Doctrina del derecho [Primera parte de pensión de la exigencia apodíctica. Si esta cuestión ha de preservar toda su fuer-
Metafísica de las costumbres, § D], no incluye la ley la autorización de la coac- za, es importante preservar el carácter paradigmático de la historia contada, algo
ción, en el sentido de poner un obstáculo a otro obstáculo para así proteger la que se justifica por la insistencia desde el mismo comienzo del entramado de
libertad? Si es así, lo que está absolutamente prohibido es el uso de la violencia lo narrativo con lo prescriptivo en el mismo corazón de la Tora, lo que su vez
pública para fines personales, la venganza, la vendetta; en suma, la violencia que exige dedicar tanta atención al más narrativo e imaginativo Agadah como al más
no esté permitida. Es fácil, como vemos, reescribir el mandamiento, en nombre prescriptivo Halakhah en la tradición judía posterior. El contraste entre ambos
mismo de su supuesta universalidad, usando los términos de una ética jurídica aspectos ha de mantenerse, con todo, si ha de ser significativo.
basada en unos pocos imperativos categóricos. El divorcio con el pensamiento LaCocque se siente animado a moverse en la dirección de lo que luego
moderno consistiría entonces manifiestamente sólo en la manera de fundar un denominaré la retórica del exceso y de lo que ambos llamamos los rasgos de lo
imperativo que fuera idéntico, hasta su último fundamento y, además, en la diso- insólito, como los que encontramos en las palabras y las acciones de Jesús. Para
ciación entre el primer mandamiento que se refiere a Dios y el sexto que se refie- poder preservar la vehemencia de este planteamiento, lucha contra todo inten-
re al prójimo. Pero, ¿conserva el sexto mandamiento, si se le separa del primero, to de racionalizar el gesto homicida de Abraham, venga del Midrás o de otra par-
el mismo sentido en el plano de la enunciación? A primera vista, parece que así te. El único Midrás que tiene algún mérito a sus ojos es el que le suena a kier-
es. Por ejemplo, cuando el mandamiento se establece en su forma positiva en kegaardiano y que es capaz de provocarle la siguiente exclamación: «La prueba
Levítico 19, 17-18 («Amarás a tu prójimo como a ti mismo»), parece que se pres- de Abraham, como la de Job, es la prueba de Dios.» Abraham es y debe conti-
ta a esa reconstrucción en términos de una ética autónoma, sin perder por ello nuar siendo un «asesino», como dice Kierkegaard en Temor y temblor.
su identidad semántica. Y lo que es más, aunque no deja de ser interesante -por Para preservar la fuerza subversiva de Génesis 22, André LaCocque busca
más que discutida con frecuencia— la pretensión de que la forma negativa de la también una serie de paralelos en las partes narrativas del Pentateuco y en los
prohibición deja un campo más abierto al hallazgo de formas justas de con- relatos de los libros proféticos sobre la conducta aberrante de otros sujetos ins-
Paul Ricoeur Éxodo, 20, 13

pirados. Jesús evoca uno de estos episodios de suspensión de las reglas en el pasa- nes o, tal como James M. Gustafson las denomina, «afecciones» {affections),
je sinóptico que se encuentra en Mateo 12, Marcos 2 y Lucas 6. mediante las cuales se refiere a una manera de ser concernido por uno u otro
¿De qué da testimonio este tipo de narración? ¿De la limitación de la Ley, de los nombres con que es nombrado Dios3. No quiero con esto dar a enten-
que sólo controla un ámbito medio, un ámbito mediocre en el sentido literal del der que desaparece el «salto» que exige la fe bíblica, sino que se distancia ésta de
término, un ámbito de generalidad? «Lo "ético" o la ley pueden y deben ser tras- una obediencia excesivamente estrecha, que pudiera identificarse demasiado fácil-
cendidos». A lo «general» de acuerdo con la ley debe oponérsele lo «particular», mente con una heteronomía, que a su vez se enfrentaría a lo que se entiende
en la terminología de Kierkegaard, o lo que Karl Jaspers denomina «la excep- modernamente por autonomía. Si debemos proponer un solo nombre para carac-
ción». terizar el conjunto de afecciones constitutivas de la repuesta humana a los nom-
Desearía ahora, a cuenta y riesgo propios, plantear la cuestión de si y cómo bres de Dios, yo propondría el de «dependencia», cuyas diferentes modalida-
puede ser todavía posible hablar del mandamiento del «no matarás» como de un des voy a desarrollar luego como función de las muy distintas maneras en que
mandamiento divino, impuesto por Dios, toda vez que admitimos, como cir- se expresa la correlación existente entre el amor de Dios y el amor al prójimo.
cunstancia cultural, que en la práctica de las instituciones y de las comunida- Podemos, no obstante, dar de inmediato a este sentimiento de dependencia su
des de todo tipo, y también en la de los individuos, la referencia a Dios ha de ser alcance pleno si vemos en él el correlato humano del retraimiento divino, sig-
puesta entre paréntesis, y hasta eliminada del todo. Mi empresa podría decirse nificado por el «Yo soy el que soy», de Éxodo 3, 14, texto del que tratamos en
posmoderna, si esta calificación puede aplicarse a la reconstrucción y no (o no otro ensayo de este volumen. Aunque Dios es nombrado de varias maneras, según
sólo) a la deconstrucción. Se tratará de reconstrucción en la medida en que supon- las formas literarias en que ocurre esta denominación, no sólo hay una conver-
drá una recuperación de los recursos de fe bíblica, olvidados o mal entendidos, gencia entre todos estos modos de nombrar, sino también, desde el punto de vis-
hasta dejados de lado, antes de la revolución de la Ilustración. ta retórico, un exceso indicado por la redundancia del 'eyeh («Yo soy») hebreo,
Esta reconstrucción depende en primer lugar de la correlación que ha de como si los nombres de Dios no se limitaran a circular entre los distintos géne-
reconocerse entre el primer mandamiento, que define nuestra relación funda- ros, sino que huyeran de todos ellos y apuntaran hacia Dios como hacia un pun-
mental con Dios de un modo negativo, y el sexto mandamiento, que pone la to de fuga de un horizonte común a todos ellos. De este modo, se dibuja la mayor
prohibición en el mismo corazón de la coexistencia humana. Es la misma corre- de las distancias entre un Dios des-conocido e in-efable y el ser humano atra-
lación que se afirma en términos positivos en los mandamientos de amar a Dios pado por el abismo de la pregunta «¿quién soy yo?» Toda relación entre estos dos
y a nuestro prójimo. Sin embargo, sólo si formulamos estos dos mandamien- extremos no puede ser sino un intervalo que se ha cruzado, precisamente median-
tos en términos positivos podemos decir que son «parecidos» o similares. ¿Qué te las otras formas de nombrar que, en cierto modo, acercan a Dios y al hom-
correlación, o qué diferencia o semejanza está aquí en juego? Sobre todo, ¿de qué bre. Con todo, esta proximidad ha de ser la de una distancia superada, basada
modo puede reconstruirse esta correlación en una cultura moral, jurídica, social en la distancia, tal como expresa el término alemán Entfernung, que etimológi-
o política, que ha conseguido para la ley un espacio en la que ésta es autónoma camente sugiere algo así como un «des-distanciamiento».
y autosuficiente? La segunda consideración preliminar para nuestra reconstrucción proyec-
La primera condición preliminar de toda reconstrucción es dar al primer tada es comprender el término «amor» en la expresión «amor de Dios». Además
mandamiento todo su pleno alcance, situando el género prescriptivo dentro de del pleno alcance de la elección de nombre que ha de ser relacionada con este
la red integral de formas literarias que llevan la invocación de Dios: relatos, pres- término, la atribución de amor a Dios lleva a una interpretación de la que he
cripciones, profecías, himnos y dichos sapienciales2. Los seres humanos no se hablado ampliamente en otra parte 4 . Esta interpretación consiste en poner,
enfrentan a una prescriptiva artificialmente aislada. Este primer punto es impor- una junto a la otra, la afirmación de Deuteronomio 6 («Escucha Israel, Yhwh es
tante, si hemos de ser capaces de atribuir a la respuesta humana una corres- nuestro Dios, Yhwh es único») y la afirmación del Nuevo Testamento, en 1 Juan
pondiente variedad de formas, teniendo siempre en cuenta que la obediencia 4, que «Dios es amor». A la segunda fórmula, apliqué los recursos de una teo-
que corresponde a lo imperativo es sólo una de entre varias posibles disposicio-
3. James M. Gustafson, Ethics from a Theocentric Perspectiva 2 vols., University of Chica-
go Press, Chicago 1981. Para el concepto de «afección», véase vol. 1, p. 197-204.
2. Véase Paul Ricoeur, «Naming God», en Union Theologkal Seminary Quarterly Re- 4. Paul Ricoeur, «D'un Testament a l'autre: Essai d'herméneutique biblique», en Collana
view, 34 (1979) 215-227, reimpreso en Figuring the Sacred: Religión, Narrative, and Imagina- «Dialogo di Filosofía», 9, Herder-Universitá Lateranense, Roma 1922; reimpresión en Paul Rico-
rían, Fortress Press, Minneápolis 1995, p. 217-235. eur, Lectures III, Seuil, París 1994, p. 256-266.
Paul Ricoeur Éxodo, 20, 13

ría de la metáfora, basada en la idea de una discordancia inicial superada por una weig, a quien ya hemos mencionado, intentó responder proponiendo distinguir
mutua superposición de los dos términos que se enfrentan entre sí en la expre- entre mandamiento y ley7. La fórmula del mandamiento no es otra que «¡áma-
sión, que da como resultado un «aumento icónico» de cada uno de los térmi- me!». La de la ley es «haz esto, no hagas lo otro».
nos5. En otras palabras, lo que podemos pensar de Dios antes de la metáfora se Si queremos comprender esta sorprendente proposición de un pensador
altera por la atribución inesperada, y hasta extraña, de amor, igual como cam- judío contemporáneo, debemos situarla dentro del marco, y particularmente
bian las ideas que podíamos tener antes sobre el amor. Por un lado, tenemos «un dentro del movimiento, del The Star of Redemptioif. Ante todo, con relación al
solo» Dios, según la sema [oración] hebrea y, en este sentido, un Dios «celoso», verdadero proyecto de esta obra, que podemos clasificar como filosófíco-teológi-
un Dios que reduce absolutamente a quien le desafía en este sentido al rango de ca, es necesario observar que se construye sobre las ruinas del conocimiento ab-
ídolo y que condena a los idólatras a su destrucción. Por otro lado, hay amor soluto, conocimiento que incluiría a Dios, a la humanidad y al mundo en un
entre los seres humanos, que se desarrolla según las múltiples maneras que único sistema al estilo hegeliano. Se consigue esto mediante una triple estructura
puede asumir el amor, desde el plano sexual y erótico al de la veneración y la dividida en partes, que incluye creación, revelación y redención, una tríada que
devoción, entrelazando matices de eros, philía y agapé. Ahora bien, la metáfora se estructura de acuerdo con una temporalidad no cronológica que despliega una
sugiere que imaginamos a Dios como amor en todas las connotaciones de sus «vía». La creación ocupa el lugar de un pasado inmemorial y se corresponde con
diversas formas y al amor como Dios, observando la norma estricta de excluir «la base perenne de las cosas»9. ¡La creación siempre ha ocurrido ya y continúa
todo ídolo. A este respecto, argumento que la proposición de Juan no ha de ser ocurriendo! La creación es el poder de Dios que se exterioriza. La revelación, que
sustituida por la de Deuteronomio 6, sino que aquélla más bien desarrolla y enri- se ocupa del «nacimiento perennemente renovado del alma»10, ocupa el plano de
quece «¡cónicamente» a ésta. lo presente, igual como la redención ocupa el del futuro bajo el signo del «futuro
La esperada respuesta por parte del hombre es proporcional a la riqueza eterno del reino»". Así es cómo, en la mitad de esta obra, en una posición que re-
semántica del nombre de Dios mismo, «aumentada» así por la metáfora del amor cuerda el instante kierkegaardiano, surge el mandamiento del amor, el «ámame»
tomada del terreno de la experiencia humana. El sentimiento de dependencia, que precede y funda el «amor del prójimo», resumen de la ley.
que quizás no hemos incluido en principio en la esencia de la obediencia, adop- Rosenzweig no oculta el cuestionable aspecto de algo que parece incues-
ta correlativamente la forma de una «obediencia amorosa»6, en la que la sumi- tionable.
sión está «¡cónicamente aumentada» por la dilección del amor. Gracias a la cali-
Todos los mandamientos que derivan de este primero «¡ámame!» se
ficación de «amorosa», el sentimiento inicial de dependencia recibe el sello de
sumergen en última instancia en el «amor del prójimo», que todo lo abar-
«ser-amado». El genitivo de la expresión «amor de Dios» debe, por tanto, leer-
ca. Ahora bien, si este último es también un mandamiento de amar, ¿cómo
se de dos modos: dirigido a... y procedente de... Debería escribirse: amor a/de
puede conciliarse esto con el hecho de que aquel «¡ámame!» manda el úni-
Dios. El distanciamiento evocado por la primera consideración preliminar,
co tipo de amor que puede ser mandado? La respuesta a esta objeción podría
distancia recorrida, es este amor.
fácilmente anticiparse con una breve palabra. Pero es mejor que le dedi-
La tercera condición preliminar es comprender el mandamiento del amor. quemos toda la parte final de este libro. Porque esta respuesta, simple como
Freud no fue el único ni el primero en rebelarse contra la idea de un amor man- es, contiene en sí todo cuanto los dos libros anteriores tuvieron que dejar
dado. Ni tampoco creo yo que baste replicar que, aun siendo verdad que el hom- sin resolver12.
bre no puede exigir de otro que le ame, Dios sí puede hacerlo. O por lo menos
esta respuesta es insuficiente en la medida en que es tributaria del antropomor-
7. Franz Rosenzweig, The Star of Redemption, trad. por William W. Hallo, Holt, Rinehart
fismo de una voluntad que obliga a otra. Las cosas son diferentes, si decimos que
and Winston, Nueva York 1971.
quien manda es el amor a/de Dios. Pero, ¿qué vamos a hacer luego con la fór- 8. Cf. Stéphane Mosés, System and Revelation: The Philosophy of Franz Rosenzweig, trad. por
mula que entonces nos viene a la cabeza, a saber, «amor obliga»? Franz Rosenz- Caterine Tihanyi, Wayne State University Press, Detroit 1922; Paul Ricoeur, «The Figure in "The
Star of Redemption"», en Figuring the Sacred, p. 93-107.
9. Es el título de la Parte II, del Libro primero de The Star of Redemption; véase ibídem,
5. Véase mi The Rule ofMetaphor: Multi-Disciplinary Studies ofthe Crearían ofMeaning, p. 112.
trad. por Robert Czerny y otros, University ofToronto Press, Toronto 1977. 10. Ibídem, p. 156: título de la Parte II, Libro segundo.
6. Tomo la expresión «amor obediente» de Paul Ramsey, Basic Christian Ethics, University 11. Ibídem, p. 205: título de la Parte II, Libro tercero.
of Chicago Press, Chicago 1950, p. 34, aunque invierto los términos. 12. Ibídem. '
Paul Ricoeur
Éxodo, 20, 13

Su respuesta completa sólo la dará en la sección sobre la redención y en tér-


sola libertad humana, en la autonomía. En este sentido, el redescubrimiento
minos de la dimensión de futuridad. El amor de Dios permanece «oculto» o, en
de un amor que nos obliga es algo posmoderno. Sería un error querer ver en él
la terminología de Rosenzweig, «sin figura», a diferencia del héroe visible de la
una repetición de la escena mosaica de la entrega de la ley y, en realidad, la
tragedia. El alma asume figura sólo al pasar de la revelación a la redención. Y en
condición de toda ética antes de la Ilustración y antes del coronamiento de
la juntura de estas dos secciones de la Vía, lo oculto se exterioriza, igual como
esta última en la totalidad autosuficiente del espíritu hegeliano. Somos nosotros,
Dios se exterioriza en la creación. «Desde lo profundo de su alma, estalla siem-
los posmodernos, quienes tenemos que distinguir el mandamiento que brota del
pre de nuevo hacia lo exterior. La voluntad no lo determina, pero lo hace nacer»13.
amor a/de Dios de las leyes que proceden de la autonomía de una libertad per-
La fuerza expansiva que se extiende más allá del abandono exigido del alma fectamente autosuficiente. La época moderna descubrió y reconstruyó a la vez
en el mandamiento de amor de Dios, es el amor al prójimo. la universalidad de todas y de cada una de las personas; la revelación apunta más
El amor al prójimo es lo que supera esta mera entrega en todo momen- allá, a la singularidad de ser amadas. A alguien se le obliga a amar. ¿Obligado por
to, mientras que al mismo tiempo la presupone siempre... Podemos expre- alguien? Me gustaría replicar que no, si se tratase simplemente de ir más allá de
sarnos en el acto de amor sólo si antes Dios ha despertado nuestra alma. cualquier forma de antropomorfismo. Pero debería añadir también un sí toda-
Sólo siendo amada por Dios puede el alma convertir su acto de amor en vía más intenso, si lo que quiere decirse es que el Dios-amor de la gran metáfo-
algo más que en un mero acto, esto es, puede convertirlo en la plenitud de ra del autor del cuarto Evangelio no puede ser nada inferior a una persona, en
un... mandamiento del amor14. la medida en que él/ella/ello ha de dar origen a un amor como respuesta que
ha de ser capaz de exteriorizarse, para usar la expresión de Rosenzweig, en amor
En pocas palabras, «al amor no puede ser mandado por nadie más que por al prójimo, poniéndose así en la Vía de la redención.
quien ama... El amor de Dios se expresa en el amor al prójimo»15.
Rosenzweig no niega esta sugerencia de un Dios que es, por lo menos, per-
Podemos ahora decir algo sobre esta distinción entre mandamiento y ley.
sonal. Vista desde la perspectiva de la revelación, la creación sigue siendo un
En su origen, al amor es mandado por quien ama. Luego viene «la exterioriza-
monólogo divino. En el «hagamos al hombre» del Génesis, el «yo» es un «yo» sin
ción en el amor al prójimo». Un amor interhumano mandado separado de su
nombre. «Es por ello un yo todavía oculto tras el secreto de la tercera persona
origen sería escandaloso. Sí, el amor que el amor exige es sorprendente, pero no
y no todavía un yo manifiesto»17. Parece como si no fuera excesivo decir que,
escandaloso. Quizás entendamos esto mejor si pensamos en una situación apa-
para Rosenzweig, Dios sólo se convierte en un «yo» cuando interpela a un «tú»
rentemente muy alejada de la idea de una legislación suprema procedente de una
y da a este tú un nombre propio, un nombre que será exclusivo de este tú, y que
nube. Se trata del nacimiento de un bebé. Por el mero hecho de que el bebé está
será su nombre, de él o de ella. Como dice Rosenzweig: «El mandamiento de
ahí, su fragilidad nos obliga a estar a su disposición16. Quizás el nacimiento de
amar puede proceder sólo de la boca de quien ama. Sólo quien ama puede decir
un niño, pero también el de todo aquello que está sujeto a la condición de tener
y dice: "¡ámame!"»18. El imperativo le va bien a esta expresión, porque, a dife-
que nacer, crecer y morir es la ocasión por excelencia en que nosotros los huma-
rencia del indicativo, su presente es absolutamente puro, nada que pueda decir-
nos podemos oír algo así como «¡ámame!». Idéntica experiencia se repite , o
se en pasado dispone a un enunciado así. Carece de premeditación y no habla
más bien se recrea, en la madurez de un amor erótico como el del Cantar de
de cosas que puedan anunciarse en futuro: «El imperativo del mandamiento no
los cantares, que a su manera es también un nacimiento, tan amenazado como
hace previsiones de futuro; sólo concibe la inmediatez de la obediencia. Si tuvie-
pueda estarlo el infante recién nacido e igualmente exigente en cuanto a lo que
ra que pensar en un futuro o en un siempre, no sería un mandamiento o una
puede ayudarlo a crecer. Ámame, ayúdame.
orden, sería una ley. La ley cuenta con el tiempo, con el futuro, con la dura-
Volvamos a Rosenzweig. Cuando distingue entre mandamiento y ley, se ción»19. Si algo vergonzoso se vincula a todo esto, es no amar lo bastante. El alma
sitúa de inmediato en oposición a aquello a que la época moderna ha reducido confiesa en presente: «Todavía no amo tanto como... sé que soy amada»20. El lec-
la ley, a saber, un imperativo formal, vacío de todo contenido, enraizado en la tor no ha de sorprenderle saber que este capítulo de Rosenzweig acaba con la
13. Ibídem, p. 213.
14. Ibídem, p. 214.
17. The Star of Redemption, p. 175. - :i • l; '•"'"
15. Ibídem.
18. Ibídem, p. 176. .•••<•• ': • > - "
16. Véase Hans Joñas, The Imperatíve ofResponsibility: In Search ofan Ethicsfor the Tech-
19. Ibídem, p. 177.
nologkal Age, University of Chicago Press, Chicago 1984.
20. Ibídem, p. 1 8 1 . ' <• .cv'1 A ">«.v. •'• •'' .' v.v.A\ ••• ,•.-.;.
Paul Ricoeur Éxodo, 20, 13

parábola del Cantar de los cantares, que él sostiene que es indivisiblemente eró- el Altísimo y el prójimo, con ocasión de la idea indeterminada de una ¿mago Dei.
tico y espiritual a un tiempo. ¿No empieza diciendo, sin mencionar el Cantar de Consideradas estas cuestiones preliminares, quisiera emprender ahora el
los cantares, con la declaración de 8, 6, «"Fuerte es el amor como la muerte", peligroso ejercicio de una confrontación entre lo que quisiera llamar el redescu-
fuerte en el mismo sentido que lo es la muerte? Pero, ¿contra quién despliega brimiento del paradigma de obediencia amorosa y el principio de autonomía,
la muerte su fuerza? Contra aquel a quien abraza»21. tal como lo proclaman pensadores clásicos o contemporáneos24 y se complementa
Antes de emprender la difícil tarea de señalar un lugar para la prohibi- en la ética de la comunicación25. Esta confrontación tendrá que evitar dos esco-
ción del homicidio dentro del ámbito de una ética de la autonomía, incluso de llos, el de la apologética y el de la refutación. Por un lado, quiero mostrar que la
una ampliada con las dimensiones de la ética de la comunicación y del discur- obediencia amorosa, lejos de oponerse a una ética de la autonomía, la ayuda a
so, tenemos que considerar, a la luz de las consideraciones preliminares antes conseguir su pleno desarrollo. Por el otro lado, no pretendo transformar los ser-
señaladas, el sentido de la correlación existente entre la prohibición que expre- vicios que la fe bíblica presta a una filosofía moral carente de coherencia en
sa el primer mandamiento y la del sexto; o, por implicación, entre el manda- una especie de justificación indirecta de esta fe. No he olvidado la advertencia
miento del amor de Dios y el mandamiento del amor a nuestro prójimo. de Bonhóffer sobre una concepción de la fe bíblica a modo de un «Dios de los
Lo primero que tenemos que considerar es la asimetría, la desproporción, vacíos»26. En una cultura plural como la nuestra, lo que está en juego es sólo una
entre estos dos polos. La sema, reforzada por el «yo soy el que soy», tiende a contribución al debate público al que judíos y cristianos aportan sus convic-
aislar a la divinidad como la unidad única de algo en sí, mientras que el amor ciones, cuyo retrato tracé antes, convicciones que, a la luz de la discusión, quie-
del prójimo tiende a empujar al ser humano fuera de sí mismo, hacia una plu- ren ser reconocidas como «convicciones maduradas», bien pensadas {considered
ralidad sin límite de otros que están enfrente. El amor se encuentra, así, atra- convictions), para usar la expresión favorita de John Rawls27.
pado entre la Altura y la Exterioridad22. Mi punto de partida se acerca al punto alcanzado por André LaCocque con
Partiendo de este encontrarse atrapado entre dos polos, podemos comen- sus reflexiones sobre los límites de lo apodíctico, aunque teniendo en cuenta lo
zar a pensar en la semejanza de estos dos mandamientos. Semejanza no quiere que ya he dicho.
decir identidad, y mucho menos fusión. Más bien debemos aplicar a la relación En su kierkegaardiana lectura de Génesis 22, André LaCocque acentúa la
de semejanza lo que antes se dijo sobre la proximidad, la cercanía como distan- idea de excepción. De modo paralelo, quiero tomar en consideración la de «exce-
cia mantenida y a la vez superada. Lo que abre y a la vez supera este intervalo so», esto es, el exceso de amor en relación con la justicia. En varias de mis obras
es el amor mismo que se difunde por el mandamiento que el Dios único dirige anteriores, he contrapuesto la lógica de la superabundancia, característica de lo
al alma. Esta mediación activa entre Altura y Exterioridad proporciona un medio que llamo una economía del don, a la lógica de la equivalencia, que reina en
que posibilita el acceso a la muy conocida, pero poco comprendida, noción de las diferentes esferas de la justicia28. Por ejemplo, como Kant muestra en su Doc-
«imagen de Dios». La expresión dividida que utiliza el Génesis para caracteri- trina del derecho1'', la justicia conmutativa tiende a procurar que estas esferas de
zar la condición de la criatura humana, hecha «a imagen y semejanza de Dios»,
propone una dialéctica cercana a la de Altura y Exterioridad, o a la de distancia
24. El ensayo de Kant, «¿Qué es la Ilustración?», puede servir de guía para todo el plante-
y proximidad23. Quizás la desproporción y la semejanza entre los dos amores nos amiento de la Ilustración.
ayude a comprender la noción de imagen de Dios, más que cualquier otro medio 25. Véase por ejemplo Karl-Otto Apel, Transformation der Philosophie, Suhrkamp, Franc-
que pueda haber, por cuanto esta noción de imagen, tomada como punto de fort 1973 [trad. cast.: La transformación de lafilosofía,2 vols.,Taurus, Madrid 1985]; Jürgen Haber-
partida, únicamente en el marco de una teología de la creación se abre a infini- mas, Moral Consciousness and Communcative Action, trad. por Christian Lehardt y Shierry Weber
Nicholson, MIT Press, Cambridge 1990. Véase también Apel, Erlduterung zur Diskursethik Suhr-
tas variaciones. Esto puede ser algo bueno, en cuanto nos hace saber lo que cues-
kamp, Francfort 1991.
ta intentar hallar la semejanza que hay entre ambos mandamientos, donde el 26. Dietrich Bonhóffer, Letters and Papen from Prison, trad. por R. H. Fuller, Macmillan,
amor nos obliga en términos de la diferencia y la comunidad de sus dos objetos, Nueva York 1962, p. 217-220.
27. John Rawls, A Theory ofjustice, Harvard University Press, Cambridge 1971, p. 45 [trad.
21.1bídem, p. 156. cast.: Teoría de la justicia, Fondo de Cultura Económica, México 1993, p. 66}.
22. Véase Paul Ricoeur, «Emmanuel Levinas: Thinker of Testimony», en Fíguring the Sacred, 28. Paul Ricoeur, «The Logic of Jesús» y «Love and Justice», en Figuring the Sacred,
p. 108-126. Recurro a estos dos términos para caracterizar las dimensiones cardinales del dar p. 279-282 y 315-329.
testimonio. 29. Immanuel Kant, La metafísica de las costumbres, trad. y notas de Adela Cortina Orts y
23. Véase Ramsey, Basic Christian Ethics, p. 249-283. Jesús Conills Sancho, Tecnos, Madrid 1994, p. 55-219.
Paul Ricoeur Éxodo, 20, 13

la justicia «co-existen» pese a los obstáculos que él mismo sitúa bajo el título de de significar una carencia, es el sello de la fuerza de la justicia, uniendo la espa-
«insociable sociabilidad» de los seres humanos30. De modo parecido, la justicia da que se abre camino por entre la argumentación con la balanza que sopesa los
distributiva tiende a introducir el más elevado grado de igualdad compatible con asuntos con equilibrio. Es este formalismo, dentro de la dialéctica de amor y jus-
la productividad y, en general, con la eficacia de la sociedad en la distribución ticia, lo que constituye la lógica de la equivalencia, cuya expresión primaria es la
desigual de puestos, status y roles. Luego está la justicia correctiva, que se expre- equidad antes de que la ley prevalezca. La ley de la justicia, tal como se aplica en
sa directamente en el plano de la ley penal, e indirectamente en el plano de la el ámbito judicial, es tratar los casos semejantes de un modo semejante. La jus-
ley social en términos de diversas formas de redistribución, orientadas todas a ticia distributiva y la conmutativa están también regidas por normas procesales,
compensar los fallos de justicia distributiva, en particular cuando esta última tan formales como las que presiden en principio el orden judicial32.
condena a grupos enteros a la exclusión de los bienes sociales. Es a este nivel de formalismo donde el amor puede desempeñar su papel,
El exceso de la lógica de la superabundancia en relación con la lógica de en el corazón mismo de estas instituciones que dan a la justicia el contorno visi-
la equivalencia se expresa ante todo mediante una desproporción que abre un ble de la ley positiva, bajo la cual viven los ciudadanos y a la que están llama-
espacio entre ambos polos para mediaciones prácticas capaces de afirmar el más dos a obedecer.
básico proyecto moral de justicia. La sugerencia que hago aquí es que el sentido de justicia subyacente en estos
Esta desproporción se anuncia primero a través del lenguaje. Pues el amor formalismos no posee ese carácter unívoco que prevalece en las leyes, caracte-
habla, pero con un lenguaje distinto del que usa la justicia. El discurso del amor rística de la ley positiva. Este sentido, que podemos llamar una emoción razo-
es ante todo un discurso de alabanza. En la alabanza, los hombres gozan a la vis- nable, oscila entre dos niveles que atestiguan su equivocidad. En el nivel infe-
ta de su objeto, el cual prevalece por encima de cualquier otro objeto de su inte- rior, el que se aplica a la concepción contractualista que subyace en el origen del
rés. Por ello el juego del lenguaje que mejor encaja con la alabanza es el him- concepto de ley, tal como la entienden Hobbes, Rousseau y Kant, hasta Rawls,
no, la aclamación «feliz aquel que...». Situando esta observación sobre el lenguaje entendida en este caso desde una situación hipotética anterior a ese contrato,
del amor después de lo que dije antes sobre el extraño carácter del mandamien- es un sentimiento de desinterés mutuo, en el sentido fuerte de un «interés» no
to del amor, me referiré a un uso poético del imperativo, que va desde la invi- marcado por ningún sentido de envidia, que cada uno de los que entran en el
tación amorosa a la ira del amor traicionado, pasando por la súplica. Más aún, contrato procura promover. En el nivel superior, el ideal que marca nuestro sen-
es bajo el patrocinio de la poética del himno, ampliado para incluir el del man- tido de justicia y que revela nuestra indignación a la vista de las injusticias del
damiento, donde podemos situar el poder de metaforizar que se incluye en las mundo que nos interpelan, se expresa por un deseo de dependencia mutua, inclu-
expresiones de amor. Por esto el amor engendra una espiral ascendente y des- so por lo que podemos llamar deuda mutua. La cooperación social, por ejem-
cendente que abarca los efectos que los términos eros, philía y agapé distin- plo, tal como los principios de justicia de Rawls pretenden reforzarla, ilustra esta
guen. De este modo, se ha «inventado» una analogía, descubierta y creada a la oscilación entre la competitividad y la solidaridad, en la medida en que los
vez, entre estos efectos que a mi entender es erróneo oponer entre sí, como hace cálculos que llevan al contrato ponen la base para un sentimiento más elevado
Anders Nygren en su conocido libro, Ágape and Eros31. de desinterés mutuo, pero que es, no obstante, menos profundo que el senti-
Comparada con este amor que no argumenta, sino que más bien se mues- miento de deuda mutua33.
tra, como vemos en 1 Corintios 13, la justicia puede reconocerse en principio ¿No es, pues, función del amor conseguir que este sentido de justicia alcan-
interna a la actividad comunicativa por la confrontación entre afirmaciones y ce el nivel de un verdadero reconocimiento mutuo por el que todos y cada uno
argumentos en situaciones de conflicto típico y de demanda y, luego, por esa nos sintamos en deuda con los demás? Si así es, ha de construirse un puente ente
decisión que cierra el debate y resuelve el conflicto. La racionalidad de este un amor que se ensalza simplemente por sí mismo, por su elevación y su belle-
proceso se asegura con las actitudes procesales que controlan cada una de sus za moral, y un sentido de justicia, que sospecha con razón de todo recurso a la
fases. Estos procedimientos, a su vez, están regidos por un formalismo que, lejos caridad que pretenda sustituir a la justicia, y que puede incluso pretender libe-
rar a los hombres y mujeres de buena voluntad de esa pretensión sobre ellos.

30. Immanuel Kant, «Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita»,
en Filosofía de la historia, Editorial Nova, Buenos Aires 1964, p. 43. 32. Véase Paul Ricoeur y Michale Rocard, «Justice and the Market», en Dis-
3 1 . Anders Nygren, Ágape and Eros, trad. por Philip S. Watson, Westminster, Filadel- sent, (1991) 505-510.
fia 1953. 33. Véase Paul Ricoeur, «Le cercle de la démonstration», en Esprit, 2 (febrero 1988) 78-79.
Paul Ricoeur Éxodo, 20, 13

Entre la confusión y la oposición, necesitamos explorar un camino difícil en el (por ejemplo, Michael Sandel, Michael Walzer, Charles Taylor y Alasdair Maclnty-
que la tensión entre las exigencias del amor y de la justicia, distintas y a veces re)36. Los primeros están más próximos a la concepción procesal de ley, los últi-
opuestas, se convierta en ocasión de una acción razonable. Lo que dije antes sobre mos ponen el acento en las limitaciones culturales que afectan las prácticas jurí-
la obligación que el amor engendra puede marcarnos la dirección de este tipo de dicas y políticas de comunidades, cuyo consenso interno descansa en ciertas
conducta. Si, efectivamente, el amor obliga, es ante todo a la justicia a lo que concepciones de lo que es bueno y obligatorio, siempre limitadas. Ante esta apa-
nos obliga, pero a una justicia educada en la economía del don. Es como si la rentemente insuperable antinomia, ¿no podemos decir que el universalismo, que
economía del don buscara infiltrarse en la economía de la equivalencia. Kant expresa con la idea de una obligación que no admite excepciones y Apel
Es sobre todo en el ejercicio del juicio moral en situaciones reales34, donde y Habermas con la de una comunidad comunicativa ideal sin límites ni trabas,
debemos tomar partido en los conflictos entre deberes, o en los conflictos entre no se realiza nunca en la práctica real, excepto en forma de un -aunque sea sim-
el respeto por la norma y la solicitud por los individuos implicados, o en aque- plemente supuesto- universalismo «incoativo», que busca ser reconocido por
llos casos difíciles en que la elección no es entre lo bueno y lo malo, sino entre otras culturas? Si así es, los abogados de este universalismo deben aprender a
lo peor y lo menos malo, cuando el amor entra en liza, en nombre de la com- escuchar a estas otras culturas, que también reclaman la genuina universalidad
pasión y de la generosidad, a favor de una justicia, que situaría abiertamente el de sus valores, pero que son igualmente cautivas de una práctica real, que lleva
sentido de deuda mutua por encima del de la confrontación de intereses desin- el sello de limitaciones culturales simétricas a las nuestras37.
teresados. Pero es también en el nivel de las instituciones donde esta compasión ¿No debería, entonces, ser función del amor contribuir a reducir esta dis-
y generosidad han de expresarse. La ley penal reconoce circunstancias atenuan- tancia existente entre un universalismo ideal sin restricciones y el contextualis-
tes, exenciones del castigo, amnistías. Frente a la exclusión social, la justicia correc- mo en el que prevalecen las diferencias culturales? El mundo bíblico, judío en
tiva representa algo así como la vía del amor en el plano de la justicia distributi- primera instancia, luego cristiano, ofrece ejemplos que se han vuelto paradigmá-
va. Incluso la política internacional puede quedar tocada por el amor en la forma ticos de esta extensión de esferas culturalmente limitadas hacia un reconoci-
de actos inesperados de perdón, como ejemplificó el canciller alemán, Willy miento universal efectivo. La repetida llamada al antiguo Israel a abrir las puertas
Brandt, cayendo de rodillas ante el monumento al «Holocausto» en Varsovia, «a la viuda, al huérfano y al extranjero» -en otras palabras, al otro, como benefi-
o el rey Juan Carlos pidiendo perdón a los judíos por su expulsión de España a ciario de la hospitalidad- es una ilustración inicialmente ejemplar de la presión
finales del siglo XV35. ejercida por el amor sobre la justicia, de forma que puede considerarse un ataque
Otra manera de convertir el amor a la justicia en su ideal más elevado es frontal a las prácticas de exclusión que son quizás la contrapartida de todo víncu-
cuando contribuye a la universalización efectiva de las normas morales median- lo social fuerte38. El mandamiento del amor a nuestros enemigos, tal como lo ha-
te la fuerza ejemplar de la excepción. Esta sugerencia prolonga el estilo kierke- llamos en el Sermón de la montaña, constituye el ejemplo más señalado de esto.
gaardiano de interpretar que André LaCocque propone acerca del sacrificio de La forma imperativa dada al «nuevo mandamiento» lo inscribe en la esfera de lo
Isaac, en Génesis 22. La «suspensión» de lo ético, como dice él, marca el límite ético. Pero su afinidad con el mandamiento del «¡ámame!», que Rosenzweig dis-
de la ley. Mi propuesta es algo diferente, aunque complementaria. ¿No podría tingue de la ley, le da la categoría de supraético, en la medida en que procede de
ser que la excepción revelara otro tipo de límite distinto de aquel al que lo una economía del don tan pronto como renuncia a toda exigencia de reciproci-
categórico per se tiene que someterse? Me refiero ahora a aquellos límites fácti- dad39. Además, Jesús asocia el mandamiento del amor a nuestros enemigos a
cos impuestos a lo categórico por la experiencia histórica.
La sugerencia que estoy haciendo remite directamente al debate que divi-
36. Michael Sandel, Liberalism and the Limits ofjustice, Cambridge University Press,
de a los éticos contemporáneos, que se reparten entre un universalismo formal
Nueva York 1982; Michael Walzer, Spheres ofjustice, Basic Books, Nueva York 1983; Charles Tay-
(por ejemplo, Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas) y un contextualismo concreto lor, The Sources ofthe Self: The Making ofModern Identity, Harvard University Press, Cambrid-
ge 1989; Alasdair Maclntyre, Afier Virtue, University of Notre Dame Press, Notre Dame, IN 1981
34. Véase el estudio 9 de mi Oneselfas Another, trad. por Kathleen Blamey, University of [trad. cast.: Tras la virtud trad. de Amelia Valcárcel, Crítica, Barcelona 1987].
Chicago Press, Chicago 1994 [trad. cast.: Sí mismo como otro, Siglo XXI, Madrid 1996]. 37. Oneselfas Another, p. 273-283.
35. Véase mi «Welches neue Ethos für Europa», en P. Koslowski (ed.), Europa imaginieren, 38. Los profetas de Israel lanzaron una dardo en dirección al reconocimiento del enemigo
Springer, Berlín 1992, p. 108-120. En esta colaboración considero tres «modelos» para imaginar en cuanto ser humano: «Porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.»
a una Europa, que no sería meramente la de los negocios: traducción, intercambio de recuerdos 39. Paul Ricoeur, «Ethical and Theological Reflections on the Golden Rule», en Figuring
y perdón. the Sacred p. 293-302.
Paul Ricoeur Éxodo, 20, 13

otros tipos excepcionales de conducta que desafían la lógica de la equivalencia de bíblico, que puede abrir una era de actualización más prometedora. No es posi-
la justicia ordinaria. Sin embargo, el mandamiento del amor a nuestros enemi- ble no recordar las palabras del Apóstol: en Cristo ya no hay ni judío ni griego,
gos ocupa un lugar preeminente entre estos desafíos al ordinario buen sentido ni varón ni mujer, ni libre ni esclavo. Hay algo más que una afinidad secreta
moral en cuanto afecta directamente al sexto mandamiento del Decálogo. El entre esta declaración, hecha esta vez en términos del indicativo de una escato-
mandamiento del amor a nuestros enemigos es «nuevo» sólo por la extensión logía «realizada» y el mandamiento del amor a los enemigos, por cuanto la enu-
que da al concepto de prójimo, que no se libra de las restricciones que ponen de meración paulina se basa en la ignorancia mutua, el odio y hasta la guerra. En
relieve las teorías contextualistas. La gravedad de este requerimiento viene del particular, se han necesitado casi dos mil años para acabar con la esclavitud, por
hecho de que estas restricciones parecen constitutivas hasta el día de hoy del lo menos la legal, esto es, con el derecho de posesión y, por tanto, de comercio
vínculo social. En última instancia, ¿no hizo, Cari Schmitt, de la categoría ami- aplicado a las personas humanas. En realidad, siempre hemos sabido que las per-
go/enemigo un criterio de lo político?40 El estado actual de la ley internacional sonas humanas no son cosas. Pero siempre ha habido seres humanos que no han
confirma este diagnóstico. ¿Y no ha sido siempre la guerra, tan horriblemente contado como personas. El amor presiona a la justicia para ampliar el círculo del
ilustrada por los terrores de nuestro siglo XX, la fuerza motriz de la historia de las reconocimiento mutuo. Y es a menudo mediante la transgresión del orden esta-
naciones y de los Estados? La ley internacional no es en la actualidad capaz de blecido, mediante el caso de excepciones ejemplares, cómo el amor prosigue su
proporcionar una forma institucional apropiada a la universalidad sin restriccio- obra de conversión en el plano mismo del sentido de justicia42.
nes del imperio de la justicia. De aquí que el ideal de paz perpetua, para usar el tí- Otro efecto manifiesto de esta presión que el amor ejerce sobre la justicia
tulo del tan conocido opúsculo de Kant, debe todavía, por un largo período de tiene que ver con la singularidad y el carácter de insustituibles de las personas.
tiempo, refugiarse en el reino de la utopía. Pero, por lo menos, Kant ha argu- El amor no actúa solamente en términos de extensión, sino también de inten-
mentado ya en términos de justicia y de una ley que excluirían la guerra del ám- sidad. Aquí debemos evocar sin duda alguna al «Dios único» de la proclamación
bito de las relaciones entre Estados. En este sentido, Kant ha demostrado que la monoteísta de la Biblia hebrea. Antes, he intentado señalar que la fórmula joá-
paz es una exigencia de la misma idea de ley y derecho. nica, «Dios es amor», no deroga esta proclamación, sino que más bien la des-
¿No corresponde, pues, al amor al enemigo motivar planteamientos con- arrolla de un modo metafórico. Por ello, entre el primer mandamiento y el
cretos de política internacional en dirección a una paz perpetua? El sufrimien- sexto hay una especie de relación especular. De hecho, Rosenzweig piensa que
to que un pueblo inflige a otro no parece ser en sí mismo razón suficiente para el mandamiento del «¡ámame!» se dirige al alma individual, reservando así el paso
«hacer las paces». Todo pasa como si un deseo de matar, más fuerte que el temor a la pluralidad del prójimo a lo que él llama redención. ¿No podríamos, enton-
de la muerte, surgiera de tanto en tanto de entre los seres humanos, empuján- ces, decir que la profesión de fe israelita y joánica refuerza el reconocimiento
dolos al desastre. Sin esa pulsión colectiva de muerte, ¿cómo vamos a explicar el de las personas como algo siempre único?
odio que parece ser consustancial a las afirmaciones de identidad de tantos pue- ¿Por qué es deseable este tipo de asistencia? Una razón es que parece que
blos? O, por el contrario, más bien deberíamos empezar recordando el sufri- no hay en esto una razón moral absolutamente constrictiva por la que la dife-
miento infligido sobre los demás antes de atrevernos a reafirmar nuestra gloria rencia entre personas deba ser, como tal, objeto de obligación. Sí, está la prác-
y nuestras miserias pasadas. Pero esta metánoia de la memoria sólo parece poder tica de cambio de roles en la conversación, la diferencia de posición de los
provenir del amor, de ese eros, del cual Freud, cercano ya a la propia muerte y actores sociales en toda transacción, la irreductible diferencia entre la memoria
rodeado de los graves acontecimientos que todos sabemos, inquiría si no podía individual y la colectiva y, por último, la búsqueda de la responsabilidad indi-
acaso ponerse de acuerdo con thanatosu. vidual en caso de que los daños deban ser compensados o deba infligirse un cas-
No quiero dejar este tema sobre la contribución del exceso a la realiza- tigo, pero todas estas situaciones sociales parecen convertir la diferencia entre
ción histórica del universalismo abstracto sin referirme a otro ejemplo de origen personas en un componente irreductible de la humana conditio. Sin embargo,

40. Cari Schmitt, Der Begriffdes Politischen, Duncker und Humblot, Berlín 1987, original
publicado en 1932 [trad. cast.: El concepto de lo político: texto de 1932 con un prólogo y tres corola- 42. Uno piensa aquí, claro está, en Gandhi, Martin Lumer King, Jr. Y otros. El pensamiento
rios, Alianza, Madrid 1998]. jurídico ha tratado este problema en términos del derecho al regicidio, en este caso del tiranici-
41. Sigmund Freud, Civilization and Its Discontents, trad. por James Strachey, W. W. Nor- dio, y de un modo más general en términos de la relación entre justitica y desobediencia civil. Ade-
ton, Nueva York 1961 [trad. cast.: El malestar en la cultura, en Obras completas, vol. XXI, Amo- más de Teoría de la justicia, de Rawls, véase Ronald Dworkin, Taking Rights Seriously, Harvard
rrortu editores, Buenos Aires 1998]. University Press, Cambridge 1978.
Paul Ricoeur Éxodo, 20, 13

todas estas consideraciones parecen serlo defacto, no de iure. Podemos entrever objeción está probablemente mal fundada por lo que concierne a Kant mismo. Su
en el horizonte del trabajo más reciente sobre manipulación genética la posibi- Doctrina del derecho presupone diversas situaciones típicas, en las que la coexis-
lidad, que por el momento sólo es una fantasía, de fabricar un número ilimita- tencia de esferas de acción libre se ve amenazada por la animosidad y las adversi-
do de copias de un ser humano mediante la clonación. Y , ¿por qué ha de estar dades a que está expuesto el vínculo social. Pero sea lo que fuere de Kant, la cues-
esto prohibido? ¿Es porque en la ética comunitaria la diferencia está vinculada a tión es si una ética de la comunicación realmente consigue que su vocación dialó-
la «otredad» y ésta es necesaria para el reconocimiento mutuo? Sin lugar a dudas. gica esté a salvo de caer en la soledad de un monólogo. Si los sujetos invitados a
Pero, ¿qué impide hacer una excepción en esta convicción? ¿Y de dónde saca discutir entre ellos deben despojarse de todo cuanto los éticos contemplan como
su fuerza esta convicción? meras convenciones, ¿qué queda de singularidad y alteridad en los socios que de-
Esta necesidad de refuerzo puede sentirse también de otro modo. La justi- baten? Si sus convicciones son sólo convenciones, ¿qué distingue a unos partici-
cia difiere de la amistad y, en general, de todas las relaciones interpersonales basa- pantes de otros, sino sus propios intereses? Sólo un vivo sentido de la alteridad de
das en una relación cara a cara y, por ello, de la imposición forzosa que emana las personas puede preservar la dimensión dialógica frente a toda reducción a un
de la presencia directa, de todo rostro que me diga, de acuerdo con la vigorosa monólogo, llevado a cabo por un sujeto indiferenciado. Singularidad, alteridad y
expresión de Emmanuel Levinas, «¡no [me] matarás!»43. El vis-a-vis At la justicia mutualidad son los presupuestos fundamentales de la estructura dialógica de la
son los demás sin rostro, es decir, cualquier persona con la que me sienta obli- argumentación. ¿Hay garantía mejor, para estas tres cosas, que el amor?
gado por ley en multitud de instituciones44. El «que está enfrente» ya no eres tú, En las secciones precedentes, se ha puesto el acento en las diversas formas
sino todos y cada uno. Pero, ¿cómo se impide que todos y cada uno pasen a ser con que el amor puede asistir a la justicia ayudándola a surgir y a mantenerse
«alguien», o «ellos»? Todos y cada uno son, con todo, distributivos. A cada cual en el nivel más elevado de exigencia moral. Ahora me gustaría sugerir la idea
lo que se le deba, a cada cual la parte que le corresponda, aun cuando la apor- de que el amor puede también poner en guardia a la justicia contra ambiciones
tación no sea la misma. El «alguien» es anónimo, coagula en una masa indife- excesivas. El exceso aquí no está ya del lado del amor, en forma de excepción,
renciada. Pero, ¿no toca, entonces, a la imaginación y a la mirada singulariza- sino del de la justicia, en forma de hybris. En este caso, la dialéctica de amor y
dora del amor extender el privilegio de la relación cara a cara hasta incluir todas justicia adopta una forma decididamente más polémica.
estas otras relaciones con los otros (anónimos)? Se aplica aquí lo mismo que en Quisiera volver ahora al sentido de dependencia con el que he caracteri-
el caso del amor a nuestros enemigos, que se niega la diferencia política entre zado el sentimiento religioso. Dejado a su aire, este sentido de dependencia lle-
amigos y enemigos. Al atender a la problemática de todos y cada uno, el amor va a un ámbito teonómico, que parece oponerse diametralmente a la autonomía
quiere superar la distancia que hay entre el tú y la tercera persona. Así es cómo moral. Sin embargo, lo dicho hace poco sobre la identidad metafórica entre el
contribuye a preservar el carácter de insustituibles que tienen las personas en Dios único del Éxodo y el Dios del amor del Apóstol, y luego sobre la prioridad
todo intercambio de roles. del mandamiento del amor en relación con toda ley, nos permite completar este
Otra razón para esperar que el amor proteja la justicia de deslices y desvia- sentimiento de dependencia con el de antecedencia. Esto implica, debo recono-
ciones tiene que ver con el debate contemporáneo concerniente a los fundamen- cerlo, cierta pasividad fundacional: «Porque has sido amado, ama a tu vez». No
tos de la justicia. Antes me referí al debate entre universalización y contextualis- deberíamos dudar en extender este sentimiento de antecedencia a las mismas
mo. Hay otro debate abierto por la objeción que le han dirigido a Kant discípulos leyes llamadas apodícticas. Podemos decir que vienen de Dios, no al modo míti-
rebeldes —Habermas y Apel, entre otros-, en nombre de una ética de la comuni- co que cuentan los relatos del Sinaí ni mediante la entrega a Moisés de tablas de
cación. La prueba de universalización a la que cualquier sujeto debe someter la la ley, sino en virtud de su afinidad con el mandamiento del amor, que proce-
máxima de su acción lleva a un monólogo del sujeto moral consigo mismo45. Esta de del amor que es Dios. Esto, a mi entender, es el único sentido aceptable de la
noción de teonomía. Amor obliga; obliga a una obediencia amorosa.
43. Emmanuel Levinas, Totality and Infinity: An Essay on Exterioriry, trad. por Alphonso Es esta última noción la que ahora debemos fijar frente a la autonomía del
Lingus, Duquesne University Press, Pittsburgh 196. imperativo kantiano y frente a la forma de la teoría comunicativa de esta auto-
44. Véase mi Oneselfas Another, p. 194-202.
nomía.
45. Esta objeción se discute en O. Hoffe, Kategorische Rechtsprinzipien. Ein Kontrapunkt
der Moderne, Suhrkamp, Francfort 1990, caps. 12-14. Hay también una evaluación equilibrada
Por un lado, quiero destacar que la obediencia amorosa hace nacer la res-
de los términos de este debate en J. M. Ferry, Lespuissances de l'expérience. Essai sur l'identité con- ponsabilidad por los intereses de los demás, en el sentido en que Emmanuel
temporaine, vol. 2, Les ordres de la reconnaissance, Cerf, París 1991. Levinas habla de ella en términos del rostro, cuyo requerimiento me llama al
Paul Ricoeur Éxodo, 20, 13

cuidado de los demás, hasta el punto de convertirme en rehén suyo sabiendo una piedra de toque para reconocer la moralidad de una intención y distin-
ponerme en su sitio46. En este sentido, la teonomía, entendida como el sum- guirla de un simple interés disfrazado. La responsabilidad a que nos convoca una
mum de obediencia amorosa, engendra autonomía, entendida como el summum obediencia amorosa no sólo no es incompatible con este criterio, sino que lo exi-
de responsabilidad. Aquí tocamos un punto delicado en el que cierta pasividad ge, si ha de ser racional y no simplemente emocional.
constitutiva se une a una aceptación de responsabilidad activa, que no tiene Queda todavía el punto crítico de la definición de autonomía como auto-
otro terreno donde ejercitarse que la comunicación, la búsqueda de reconoci- suficiencia. Podemos dudar razonablemente de si Kant consiguió fundar este
miento y, en última instancia, el compromiso en el consenso y el esfuerzo por principio sobre sí mismo. ¿No caracterizó la conciencia que tenemos del juicio
hallarlo. Esta conexión entre antecedencia de la ley y espontaneidad responsa- sintético a priori que hace a la ley y a la libertad solidarias entre sí como un «hecho
ble resuena en lo profundo de la conciencia. Bajo la figura de «voz de la con- de razón», que se reduce a aceptar la moralidad como algo dado?45 Ciertamente,
ciencia», la Ley da testimonio de su carácter estructurador, no simplemente este «dato» es la razón práctica misma, en otras palabras, la capacidad práctica
opresor y represivo. Sí, no encontraremos ninguna ley particular concreta que de la razón. No obstante, más allá de la oscuridad de la noción de «hecho de
no haya sido constituida por seres humanos a lo largo de la historia. A la teoría razón», podemos inquirir si la libertad humana no está acaso abierta a algo
de la ley positiva no le falta en absoluto sentido. Pero la legalidad de la ley es más allá de sí misma, a un otro, cuando investiga esta misma capacidad en el
tanto instituyente como instituida. En cierto sentido, siempre ha estado ya ahí, plano de las conciencias individuales. El ser humano puede ciertamente defi-
igual que todo el orden simbólico sobre el que descansa toda educación y, qui- nirse como un «sujeto capaz de» - u n sujeto capaz de hablar, de actuar, de narrar,
zás toda forma de psicoterapia47. de aceptar la responsabilidad por las acciones que le son atribuidas. Pero, ¿está
Por otro lado, quiero tomar precauciones contra una excesiva elevación de esa capacidad en sí realmente a nuestro alcance? ¿No consiste el mal en una inca-
la autonomía moral. Considerada en términos de su núcleo racional, incluye pacidad radical? Esto es lo que el mismo Kant dice en La religión dentro de los
numerosas proposiciones que cobran sentido sólo si se desarrollan en términos límites de la simple razón'0. En esta obra, la reflexión sobre la religión nace con
de una ética de espontaneidad responsable. ¿Qué proposiciones?48 Ante todo, en una meditación sobre el mal radical y prosigue con un examen acerca de las con-
el plano de una semántica de la obligación, está la afirmación de que la ley es diciones de regeneración de un sujeto moral. ¿Llega ésta por las propias fuerzas
la ratio cognoscendi de la libertad y que la libertad es la ratio existendi de la ley. del sujeto o necesita de ayuda proveniente de otra parte? Aquí es donde la anti-
En otras palabras, sólo hay ley para los seres libres, y no hay libertad sin sumi- nomia, expulsada de la filosofía moral, reaparece en la filosofía de la religión51.
sión a una obligación. Si esta obligación se lleva a efecto en el plano humano de La escasa chance que concede Kant a la idea de una ayuda gratuita basta para
lo imperativo, se debe al hecho del carácter recalcitrante de las inclinaciones emo- impedir que la filosofía práctica prohiba toda apertura a la verdaderamente úni-
cionales. Y si el imperativo es categórico, lo es en el sentido de que la obligación ca dialéctica entre autonomía y lo que se ha denominado, estrictamente en el
carece de toda restricción. Pero, ¿cómo reconocemos el carácter categórico de un plano de la moralidad, heteronomía. Evidentemente, filosofía de la religión no
imperativo? Por la capacidad que muestran determinadas máximas de nuestra es lo mismo que filosofía moral. Pero, ¿podemos mantener una división tajan-
acción de superar con éxito la prueba de la universalización. Dicho esto, pode- te entre una ética, que distingue el principio de la obligación de cualquier con-
mos situar con mayor precisión los puntos en que la autonomía moral parece sideración de la capacidad de un ser humano a obedecer la ley, y la religión, que
revelarse como incompatible con la teonomía, incluso cuando ésta es entendida no tiene otro objeto, según Kant, que la regeneración del sujeto moral; en otras
como obediencia amorosa. La confrontación entre ambas ocurre en dos pun- palabras, la restauración o, mejor aún, la fundación de un sujeto capaz de actuar
tos específicos. En primer lugar, al nivel de la conexión entre libertad y ley, y lue- como sujeto moral?
go al nivel de la regla de universalización. En mi opinión, esta última no debe La cuestión ahora será considerar si una ética de la comunicación tiene más
llevar al conflicto, en la medida en que sólo constituye un criterio, una prueba, éxito en fundar autónomamente la obligación por el discurso y la argumenta-

46. Véase Emmanuel Levinas, Otherwise than Being, or Beyond Essence, trad. por Alphon- 49. Véase ibídem, p. 136s.
so Lingus, Kluwer, Boston 1991 [trad. cast.: De otro modo que ser, o más allá de la esencia, Sigúe- 50. Immanuel Kant, Religión within the Limits ofReason Alone, trad. porTheodore M. Gre-
me, Salamanca 1987]. en y Hoyt H. Hudson, Harper Torchbooks, Nueva York 1960 [trad. cast.: La religión dentro de los
47. Marie Balmary, Le sacrifice interdit. Freud et la Bible, Grasset, París 1986. límites de la mera razón, trad. por F. Martínez Marzoa, Alianza, Madrid 1981]. Cf. mi ensayo,
48. Véase O. Hóffe, Introduction a la philosophie pratique de Kant, Castelfa, Albeur, «A Philosophical Hermeneutics of Religión: Kant», en Figuring the Sacred, p. 75-92.
Suiza 1985, cap. 4. 51. Véase La religión dentro de los límites de la mera razón, partes 2 y 3.
Paul Ricoeur Éxodo, 20, 13

ción, lo cual se supone elimina los problemas relacionados con la idea de un de discurso. En realidad, esto es verdad de la mayoría de filósofos que siguen el
«hecho de razón», o en dar una forma inmediatamente dialógica al criterio de «giro lingüístico». Pero entonces nos encontramos con que hemos separado a los
universalización de toda máxima ética. El carácter autofundante de la ética del seres humanos del resto de criaturas vivas y, especialmente, del resto de anima-
discurso procede, a mi entender, de un'a especie de hybris de la razón práctica, les. ¿Hay alguna forma de mantener una cierta tensión entre «sólo seres huma-
una hybris de la que Kant supo guardarse52. Pero, incluso si suponemos que Karl- nos» y «también todos los animales»? Ciertamente, estos animales no entran
Otto Apel -que está más en el punto de mira, aquí, que Habermas, más preo- directamente en el ámbito de la ética de la argumentación. Pero, ¿es que el len-
cupado éste por la cuestión de la fuerza de atracción, que ejercen entre sí la guaje, y más en particular el discurso y la argumentación, expresan la globalidad
teoría de la moralidad y las ciencias sociales— consigue convencer a los escépti- de lo que significa ser hombre? Y lo que no se expresa en los seres humanos
cos de la solidez de su pragmática trascendental, él, igual que Kant, necesita toda- mediante el discurso, ¿no se encuentra acaso claramente en el animal? Una refle-
vía tomar en cuenta la capacidad y la buena voluntad de cualquier protagonis- xión más atenta a las conexiones existentes entre una teología de la ley y una teo-
ta en una discusión pública. Es a este nivel, el de la motivación, el de la logía de la creación puede ser una forma de responder a estas preguntas54. Esta
«disposición» (que los filósofos alemanes expresan como Gesinnung), más que conexión ha sido con demasiada frecuencia omitida por el tipo de fascinación
a nivel de la argumentación propiamente hablando, donde quisiera intentar arti- que ejerce la historia de la salvación y la noción de justificación vinculada a ella.
cular lo que vengo llamando obediencia amorosa, que también podríamos deno- Sin embargo, si restablecemos la conexión entre la teología de la ley y la de la
minar la buena voluntad de entrar en diálogo, nuestro acceso a la capacidad de creación, ¿no aparecerá ante todo el ser humano como una existencia más entre
conversar. Para decirlo en forma de pregunta: ¿por qué, en definitiva, mejor el otras? Y, a este respecto, ¿no es la humanidad la beneficiaría de una solicitud divi-
discurso que la violencia, usando la conocida contraposición de Eric Weil, en el na que se extiende a la creación entera? No ignoro las dificultades por las que
comienzo de su Logique de la Philosophié}™¥\ problema deja de existir tan pron- atravesará cualquier intento de reducir la redención a una mera figura de la
to como los protagonistas deciden apelar, en sus conflictos, sólo al argumento creación55. Pero, ¿no nos invita la contemplación de la creación a otorgar una
mejor. Una vez han traspasado el umbral de la argumentación, ya no sucumbi- dimensión cósmica a la redención?
rán a la objeción de una «contradicción performativa». Sin duda alguna, no podemos concluir directamente de todo ello que el
Estos últimos comentarios se relacionan con los que hice anteriormente: animal tiene sus derechos aún cuando no pueda hacerlos prevalecer en una situa-
¿no debe aceptar la ética de la comunicación la ayuda supraética de un amor ción cuasi-jurídica, donde todos los antagonistas han de tener igual derecho a
que obliga, si es capaz de seguir manteniendo firmemente la distinción que, en ser oídos. Pero por lo menos podemos deducir la consecuencia de que el ser
el análisis final, le es más apreciable, la distinción entre razón comunicativa y humano tiene deberes para con los animales. ¿Son deberes a los que no corres-
razón instrumental o estratégica? ¿Qué es más fuerte que el amor al prójimo, ponden derechos? Sí, de hecho es justamente esta asimetría entre derechos y
cuando se trata de mantener la distancia que hay entre estos dos niveles de la deberes lo que la creación instituye y protege. Y aún más, hay un elemento esté-
razón práctica? tico que se mezcla, en este punto, con el elemento ético-religioso. La belleza de
Para concluir, permítaseme abrir un área más de debate. Todas las fases la creación invita a una reverencia específica que no puede no tener cierta influen-
de que he hablado hasta este momento dan tácitamente por supuesto que los cia en la relaciones entre el animal humano y el resto de animales. Por ello, unas
seres humanos son el único destino de la obligación moral. Cuando hablaba de veces diremos «sólo seres humanos» y otras «los demás animales, también». Se
la presión que el amor ejerce sobre el mandamiento, en particular en los casos requiere aquí una forma específica de solicitud, que va desde la prohibición de
de excepción y de exceso, ¿no impuse yo otro tipo de restricción que podríamos la crueldad hasta la búsqueda de un tipo de camaradería amistosa. Cuando se
llamar «humanista»? Todo ser humano, todos los seres humanos, decía, pero sólo aplica al resto de animales, el mandamiento «no matarás» puede sin duda algu-
los seres humanos. Este «sólo» ratifica la demarcación legítima que el logos/á'is- na interpretarse de diversas maneras: ¿matar sin infligir sufrimientos innecesa-
curso traza entre los hombres y el resto de criaturas. A este respecto, una ética rios, matar de acuerdo con ciertas formas rituales, no matar en modo alguno?
del discurso, más que ninguna otra, tiende a entender el logos sólo en términos Cualesquiera sean las respuestas, si el amor al prójimo puede contribuir al ejer-

52. O. Hóffe, Kategorische Rechstprinzipien. Ein Kontrapuknt der Moderne, p. 346s. 54. Cf. Pierre Gisel, La Création, Labor et Fides, Ginebra 1987.
53. Eric Weil, Logique de la philosophie, Vrin, París 1950, p. 54-86. 55. Véanse, por ejemplo, nuestros ensayos sobre Génesis 2-3, en este volumen.
Paul Ricoeur

cicio de la justicia, ¿no podrá el amor de un san Francisco por los pájaros con-
tribuir, a su vez, a que amemos a nuestro prójimo, añadiendo a este amor reve-
rencia y admiración por la creación? ¿No hablaba Jesús de los lirios del campo
como de un modelo de despreocupación supraética?
Estas divagaciones parecen alejarnos bastante del rigor de la Ley. Pero, ¿es
así en realidad?

Ezequiel37, 1-14
Ezequiel, 37, 1-14

DE MUERTE A VIDA

ANDRÉ LACOCQUE

El honor del Dios de Israel es la prenda más segura de la


resurreción del pueblo elegido
ROBERT MARTIN-ACHARD1

Hombre de grandes contrastes, orgulloso, meticuloso, sublime, vulgar, con


el gusto de lo barroco (17, 1-10; 32, 1-8), dice Walther Eichrodt. El duro juicio
de Ezequiel sobre sus contemporáneos y su historia pasada se equilibra con el
mensaje de renovación con el que el profeta explota todos sus recursos de poe-
ta visionario, precursor del género apocalíptico. El estilo de Ezequiel es fácil-
mente reconocible. En realidad, su estilo puede caracterizarse con una sola pala-
bra: surrealismo. Llega hasta detalles sorprendentes en el relato de su visión inicial
(cap. 1). «La misma actitud mental aparece», dice Jon Levenson, «en el relato de
Ezequiel sobre el mercado de Tiro» (Ezequiel 27, 12-24), donde el detalle casi
pedantesco es capaz de hacer enloquecer a los más entregados topógrafos y gemó-
logos»2. Idéntico juicio se aplica a la descripción que el profeta hace de los peca-
dos cometidos por Jerusalén (caps. 8-11) y, afortiori, de la futura restauración
de Jerusalén (caps. 40-48). En sus últimos nueve capítulos finales programáti-
cos, desempeña el papel de un sumo sacerdote, aunque no deje nunca cons-
tancia escrita de este título. Saca a la luz también el único fragmento legislativo
de Israel no puesto en boca de Moisés, proclamándose así, como quien dice, un
nuevo Moisés. Igual que su modelo, Ezequiel ve la tierra de lejos y no se le per-
mite establecerse en ella (Números 27, 12s; Deuteronomio 32, 49-52; 34, 1-4).
En Ezequiel 40-42 (la visión del gran templo), el paralelo es sorprendente con
la visión de Moisés del tabernáculo en el Éxodo. En suma, el profeta en perso-
na es llamado a jugar un papel activo en los acontecimientos que anuncia, ya sea

1. Robert Martin-Achard, De la mort a la résurrection d'apres l'Ancien Testament, Delachaux


et Niestlé, Neuchátel 1956, p. 82-83 [trad. cast.: De la muerte a la resurrección según el Antiguo
Testamento, Madrid 1968].
2. Jon Levenson, Theology ofthe Program ofRestoration ofEzekiel 40-48, Scholars Press, Mis-
soula, M T 1976, p. 111.
André LaCocque Ezequiel, 37, 1-14

actuando o sufriendo. Contribuye a hacer revivir los huesos secos en el capítu- Ezequiel es consciente de proclamar la aurora de una nueva manera de
lo que hemos seleccionado3. entender a Dios; Dios se dará a conocer como nunca lo habrá hecho actuando
Ezequiel es profeta de los exiliados y él mismo vive en Babilonia. Pero Je- tanto en Israel como entre las naciones. De modo que el conocimiento de que
rusalén es el objeto de sus oráculos, por cuanto el destino de la ciudad constitu- él es el Señor será compartido por todos. Ezequiel usa con frecuencia la expre-
ye el problema candente para aquellos que se encuentran desarraigados en Ba- sión «y sabréis que yo soy Yhwh» (Erkenntnisformel), con la que ya nos han fami-
bilonia. Particularmente importantes son sus visiones de la kabód (gloria) del liarizado el deuteronomista y los escritos sacerdotales5. El conocimiento de Dios
Señor, que vio por vez primera en el exilio (1, ls), luego una segunda vez en Je- se basa en los actos salvíficos de Dios, como el éxodo; pero ahora Ezequiel crea
rusalén (caps. 8-11), en concreto en el templo, y en las afueras de la ciudad (11, un tipo de discurso que Walther Zimmerli denomina «palabra de prueba-de-
22s). Finalmente, la kabódvucht al templo «por el Oriente » (43, ls). Pero, an- identidad». Dice este autor que este cambio de estilo es «un asunto de recono-
tes de que ocurra este gesto divino, templo y ciudad han de ser completamente cimiento de Yhwh y de su actividad única»6. Este «oráculo-prueba» aparece en
destruidos; porque Dios no conoce limitaciones terrenas, no se siente obligado Ezequiel en tres contextos:
ni por el pueblo de Israel (caps. 7; 9-11). Ezequiel describe, por tanto, a Dios
1. El contexto del juicio contra Israel; 7, 2-4, por ejemplo, habla de que
que abandona su templo (11, 2-23). Ha habido un fallo total por parte del
«ha llegado el fin a los cuatro confines del país». Tras el castigo, el tex-
pueblo que no ha sabido cumplir con la parte correspondiente de la alianza (se-
to concluye «y sabréis que yo soy Yhwh».
gún el cap. 8, florece la idolatría en el mismo templo de Dios). Ezequiel usa re-
2. El segundo contexto es el del juicio contra las naciones; 25, 3-5 (con-
petidamente los términos «horror, abominación» (5, 9-11; 6, 9; 16, 22, 52; 23)
tra Ammón), dice «y sabréis que yo soy Yhwh».
y ve la raíz de esta terrible situación en la arrogancia (16, 49s; 28, 2,5,17; 32,
3. Finalmente, y el más importante de los tres por lo que aquí nos intere-
12; etc.). Si Dios no respondiera con el castigo y hasta quizás con el absoluto
sa, un «oráculo-prueba» cierra la visión de los «huesos secos» del capí-
rechazo de su pueblo, esto vendría a decir que su Nombre sería deshonrado e
tulo 37: «Pondré mi espíritu en vosotros, y reviviréis. Os estableceré
ignorado por todas las naciones. Por ello, en oposición a las afirmaciones sacer-
en vuestra tierra: y sabréis que yo, Yhwh, lo he dicho y lo he hecho
dotales sobre la inviolabilidad del templo y el carácter irrevocable de la alianza
—oráculo de Yhwh».
con Israel, Ezequiel, en la primera mitad de su carrera, anuncia la anulación de
ambas cosas. Zimmerli insiste con razón en que esta fórmula de «prueba-de-identi-
Además, el profeta contrasta a los exiliados con aquellos que se quedaron dad» nunca apela a la especulación o al esfuerzo humanos (intelectuales), pero
en la tierra (11, 14-21; 33-23-29), comparación que «abre el camino de la reno- que siempre llega como reconocimiento humano de una acción divina. Estruc-
vación de la vida en Jerusalén y en la tierra de Israel mediante aquellos que vol- turalmente, nunca se presenta en una posición aislada, sino normalmente a modo
vieron del exilio» 4. La salvación futura incluye un nuevo templo, y hasta cierto de conclusión. Es, dice Zimmerli, «el objetivo de Yhwh en todas sus acciones».
punto un pueblo nuevo, cuyas simientes se encuentran en el exilio y constitu- Estas acciones van dirigidas a provocar conocimiento en el hombre (no sólo en
yen un Resto (cf. 5, 3-4; 9, 4-8; 14, 22; 11, 13 [se'érit]; 12, 16; 6, 8-10 [verbo]). los israelitas) (cf. 20, 26; 38, 16)7. Es de la mayor importancia que leamos el tex-
Estas gentes están llamadas a desarrollarse con independencia del antiguo pue- to de la visión de los huesos secos no sólo prospectivamente, del comienzo al fin,
blo. En concordancia con la participación activa del profeta en el cumplimien- sino también retrospectivamente, del final —la fórmula de reconocimiento- a su
to de la evolución proclamada de los acontecimientos, este desarrollo se pro-
duce primero en la misma casa del profeta (8, 1; 14, 1; 20, 1; 24; 19; 33, 30s), 5. De las noventa y nueve ocurrencias del verbo yd'en Ezequiel, cincuenta van acompa-
ñadas de la Erkenntnisformel. Para las tradiciones posteriores a Ezequiel, cf. Isaías 43, 10; 45,
posible indicio de un origen babilónico de la sinagoga. En ella, el profeta anun- 3,6; 49, 23.
cia la ruptura de la cadena hereditaria de culpa y castigo (véase Ezequiel 33, 10- 6. Walther Zimmerli, I Am Yahtveh, trad. por Douglas W. Scott, John Knox, Atlanta 1982,
20; cf. 18,4-20). p. 31. Véase Ezequiel 14, 23.
7. Ibídem, p. 36s. La fórmula de reconocimiento en Ezequiel («Y sabréis que yo soy YHWH»
aparece unas setenta y dos veces) se encuentra primero en un contexto profano; véase Géne-
3. Retomaré la participación activa de Ezequiel en el cumplimiento de sus propios orácu- sis 42, 34, «entonces sabré que no sois espías», Benjamín es la prueba-signo, Génesis 42, 33, be-
los algo más tarde. z'ot éda. Nos hallamos en la «esfera del examen legal», como dice Zimmerli (ibídem, p. 37). Lo
4. Rolf Rendtorff, The Oíd Testament: An Introduction, Fortress Press, Filadelfia 1986, mismo vale para la fórmula de reconocimiento usada por el profeta mismo, no por Dios, en 2, 5
p. 210. y 33, 33: «sabrán que hubo un profeta entre ellos».
André LaCocque Ezequiel, 37, 1-14

comienzo. En otras palabras, Ezequiel 37, 1-14 debe ser leído «teleológica- modo que Ezequiel contempla cómo sólo algunas personas particulares evitarán
mente», y releído «arqueológicamente». Sólo se ilumina la segunda lectura con el juicio colectivo (9, 4; 33, 1-9). Incluso el don de Dios de la Tora no impidió
la comprobación crucial de que la «resurrección de los muertos» halla su cul- que el pueblo se entregara a la rebeldía (20, 13a). Una segunda entrega de la Ley
minación y justificación en el reconocimiento de Israel de que el Dios vivo es el tuvo lugar al final del período de la peregrinación por el desierto (28, 18s), pero
Señor. Llegados aquí, ya podemos desechar la idea de que la «resurrección» en vano. En ese momento, Dios decidió dispersar al pueblo de Israel entre las
tendría su propia raison d'étre en, o sería una concesión a, la aspiración huma- naciones (20, 13), de modo que el exilio en Babilonia es el cumplimiento his-
na de no volver a la nada tras la propia muerte. El texto comienza y acaba con tórico de esta resolución divina anterior, y el establecimiento en la Tierra «fue
la idea de que el nombre de Dios sea glorificado por el reconocimiento formal un ejercicio irrelevante», dice Ralph Klein; su mención ocupa sólo tres versos en
y existencial de que, en verdad, «yo , el Señor, he hablado y actuaré». Ezequiel el capítulo 20, en el que se denuncia una idolatría desbocada9. La conquista de
37 es teocéntrico, no antropocéntrico. Canaán se llevó a efecto únicamente gracias al juramento hecho por Dios tiem-
Otra dimensión de Ezequiel 37 es su carácter escatológico. Al comienzo po atrás a los antepasados (20, 42). La historia entera de Israel, por tanto, cul-
del capítulo 33, Ezequiel ha cambiado el tono. Antes de este punto final, per- mina en su destino preanunciado en Babilonia. Nacido ya tullido en Egipto,
manecía inflexible sobre la destrucción total de un pueblo y una tierra que no Israel muere en Babilonia. Todo parece haber sido dicho con este descubrimiento,
respetaron los términos de la alianza. Ocurrida esta destrucción (cf. 33, 21s), sin y el profeta sólo puede concluir que el «valle» de su abandono está lleno de hue-
embargo, el profeta comenzó a predicar con una radicalidad comparable el adve- sos secos.
nimiento de una nueva alianza de salvación. En el corazón de este nuevo men- Los exiliados son metafóricamente huesos secos, ellos mismos lo recono-
saje, Ezequiel 36, 16-38 se corresponde claramente con el oráculo escatológico cen (véase el tratamiento de 37, 14, luego; cf. Lamentaciones 3, 52-55, Isaías
de Jeremías 31, 31-33. Ezequiel introduce entonces una tipología -el término 66, 14; Job 21, 24; en Ezequiel, véase 24, 1-14)10. Pero la muerte no llegó ines-
resulta aquí algo impropio, como veremos luego— basada en la pauta del éxo- perada durante el exilio; Israel se hallaba ya en trance de muerte mucho antes.
do. Así como al primer éxodo de Egipto siguió inmediatamente un tiempo de En otras palabras, y otra vez con un espíritu apocalíptico, se declara que la his-
peregrinación por el desierto, así también ha de ser en el caso del segundo éxo- toria ha fracasado del todo. Incluso la Tora, que supuestamente ha de hacer san-
do. Este, no obstante, va bastante más allá de una mera especie de repetición. La to al pueblo (20, 12-20) está salpicada de «leyes que no son buenas» (20, 25-26).
necesidad de un segundo éxodo se debe al fracaso del primero. No va a repetir- La Heilsgeschichte no es más que un sueño expresado en tres versos, tal como
se la historia con sólo un cambio de escenario de Egipto a Babilonia. Ezequiel vimos antes (20, 28-29). No hay esperanza alguna de que el esfuerzo humano
no comparte la idea de un «eterno retorno» del tiempo. De acuerdo con esta pueda alguna vez redimir una historia que, desde sus comienzos, no hace sino
cadencia cíclica, la edad dorada evoluciona inevitablemente hacia la edad de hie- acercar cada vez más la humanidad a la muerte a imagen de la existencia misma.
rro, antes de volver de nuevo a otra edad dorada con idéntica perspectiva poste- El fin (el telos, la finalidad) de todo no es más que «huesos secos».
rior de una degradación progresiva. Pero Ezequiel no promueve esta concepción Por ello, la visión de Ezequiel 37 no nos lleva al escenario de un acciden-
propia de Hesíodo. En su opinión," ya la primera generación de israelitas que te histórico. La descripción de los huesos secos llena toda la historia; ésta apa-
recibieron los mandamientos los transgredió rápidamente; la segunda genera- rece tal como de hecho es: estéril, sin sentido, absurda. Lo que Israel ha llama-
ción (20, 18-26) oyó a Yhwh jurar que enviaría al pueblo al exilio incluso antes do historia era desde sus comienzos no-historia. En este sentido, Ezequiel es
de entrar en la tierra. Repetidas veces, en los capítulos 16, 20 y 23, describe el único entre los profetas. Su juicio pesimista es radical e inquebrantable. Pero
profeta el pecado de Israel que empieza ya en Egipto8 y, desde entonces, se trans- su mensaje es también consistente con la declaración iconoclasta de uno de sus
mite, por así decir, de generación en generación. De hecho, toda la historia de predecesores, Oseas, que declara que Israel es lo-'ammi [no-amada] y lo-ruhamah
Israel es una serie creciente de períodos de pecado (20, 4,18,24,27,30,36,42): [no-mi-pueblo] (Oseas 1, 6,9). Idénticas ideas resuenan en la declaración de un
esta pauta de recaídas de Israel anuncia la «periodización» apocalíptica de la his- profeta más tardío sobre Jerusalén, que es llamada «abandonada» y «desolación»
toria universal, tal como vemos en Daniel y en otros lugares. Israel mismo se
caracteriza como «una raza rebelde» (2, 5) y Jerusalén como «la ciudad sangui-
9. Ralph W. Klein, Ezekiel: The Prophet and His Message, Universityof South Carolina Press,
naria» (24, 9). Como nación, es globalmente culpable (16; 22, 23s; etc.), de
Columbia 1988, p. 77.
10. La metáfora de los huesos secos se usa en poesía; cf. Isaías 66, 14; Job 2 1 , 24. Resuena
8. Con una probable confirmación en un texto como Josué 24, 14. de nuevo en la predicación de Jeremías (8, 1-2).
André LaCocque
Ezequiel, 37, 1-14

(Isaías 62, 4). Este último término, igual que el primero, es «nada», «vanidad», dora del comienzo, que es también la palabra del final. El telón de fondo lo cons-
un soplo ligero de una mañana helada. Cierto, el exilio supone visión; el exilio tituye la correspondencia del Endzeit [el final de los tiempos] con el Urzeit [los
(galut) supone revelación (galah, véase Ezequiel 13, 14; cf. Daniel 2, 12, y en tiempos primigenios]. Los «huesos secos» son otra forma de hablar de la pri-
especial Lamentaciones 4, 22), la visión y la revelación de una existencia que lle- mera tohü wa-bohü [la tierra, desierto vacío] de Génesis 1, 2; su revivificación es
va a la muerte. saludada por Ezequiel como la recuperación del paraíso (capítulo 47). Lo tohü
Por esta razón «los israelitas deben iniciar de nuevo todo el proceso», como [lo inerte] recibe el soplo del Espíritu que le sobrevuela, y lo bóhü [lo vacío] se
dice Joseph Blenkinsopp". Serán sacados del país del exilio y llevados «por un convierte en creación. De un modo paralelo, los huesos secos se llenan del Espí-
páramo de pueblos» hasta la Tierra. En esta nueva experiencia del desierto, Eze- ritu de vida y se convierten en una inmensa multitud de vivientes; la simiente
quiel 40s parece como si describiera en prospectiva un nuevo Sinaí, superado un se convierte en la espiga del trigo13.
nuevo éxodo. Observemos, llegados aquí, que el tema de la nueva creación -que será lue-
Ezequiel nos propone una nueva formación de Israel, no una reasunción go ampliado con profusión por el Déutero-Isaías, sucesor de Ezequiel (cf. Isaí-
del pasado. La imaginería del capítulo 37 ha de tomarse con toda seriedad cuan- as 41, 18; 51, 3,9-11)- está esbozado en el versículo 14 y luego ampliado en la
do describe la nación como muerta hace tiempo, de hecho tanto que los hue- continuación de nuestro pasaje, versículos 23-28. También en el Déutero-Isaí-
sos están secos y a punto de volverse polvo, esto es, de volver a la forma origi- as, la «vuelta a los comienzos» sigue siendo un fenómeno histórico. Tanto en Eze-
naria, como si el largo pasado no hubiera servido de nada12. Tras la primera parte quiel como en el Déutero-Isaías, por tanto, se trata de una nueva edad tras dar
de su libro (caps. 1-32), Ezequiel empieza el capítulo 37 sin ningún tipo de bue- por acabado un período de la historia. En suma, el Déutero-Isaías comparte con
nas noticias. La muerte de la nación en Babilonia no es un simple castigo; el exi- Ezequiel el «sentido del final». Ambos ven la creación como salvación; ambos
lio no es un eclipse, ni un período parentético, ni la noche que ha de pasar antes ven que la salvación trasciende la historia de Israel y rebosa para beneficio de
de que llegue la mañana, y mucho menos la muerte fingida de un iniciado. El toda la creación. Tras una desolación universal, llega una restauración igualmente
exilio no es un sueño; es muerte, muerte sin mañana. Por esto los «profetas» del universal que abraza el cosmos entero.
siglo VI que proclamaban «paz» eran falsos profetas; eran culpables de reduc- Mientras, el escándalo y la locura de reconocer que los huesos están secos
cionismo: a sus ojos, el exilio en Babilonia era un mero episodio, un contra- es una necesidad antes de que, «¡quién sabe!» (cf. Jonás 3, 9), se les conceda la
tiempo histórico quizás, o, recurriendo a un tropo lingüístico, un rito de ini- posibilidad de reunirse y volver a vivir. Para Ezequiel, es la conditio sine qua
ciación (cf. el término galah, que admite esa interpretación tan optimista). Así non del nacimiento de un nuevo Israel. Es el mismo escándalo y la misma locu-
se niega el trágico aspecto de la existencia. La religión misma se usa como ver- ra que produjo la destrucción del templo de Jerusalén, que hacen posible que
gonzante velo que tapa la obscena desnudez de la vida (cf. 13, 21-23). «¡El tem- este último sea erigido finalmente en una ciudad, cuyo nombre es «Yhwh está
plo de Yhwh, el templo de Yhwh, el templo de Yhwh es éste!», gritan (cf. Jere- allí» (48, 35). Sólo después de haber sido privado del todo de la divina presen-
mías 7, 4). La falsa profecía con frecuencia es pura demagogia y autoengaño, una cia al abandonarlo Dios (cf. Ezequiel 11, 13 y 43, 1-3), pudo el lugar llevar a
«negación de la muerte» que, paradójicamente, lleva a la muerte. efecto su convocación. La edad antigua debe quedar enterrada en la tumba de
En Ezequiel 37, el profeta invierte la frase. Si la negación de la muerte es lo que está inerte. La muerte debe enterrar a sus muertos. La falsa profecía, ejem-
la mejor forma de garantizar su pleno triunfo, ¿qué se obtiene por reconocerla
como finalidad de la existencia y de la historia? Nada, excepto quizás un cierto 13. Este punto hay que destacarlo debidamente. Ezequiel 37, y su concepción del mundo
margen de esperanza. Si se niega la muerte, no hay lugar para una esperanza que en general, constituye el semillero de la apocalíptica posterior. Pero Ezequiel permanece, no
supere el sinsentido. Pero cuando se acepta la muerte cara a cara, se abre la posi- obstante, dentro del registro histórico: la vuelta al «caos» no es mitológica, como llegará a serlo
bilidad de que la absolutidad del caos pueda trascenderse por la palabra crea- en el apocalipsis judío. La distinción formal entre estas dos vueltas al caos, una histórica y otra
mitológica, confirma la aserción de J. Lindblom, en Die Jesaja-Apokalypse, Jes. 24-27 (Gleerup,
Lund 1938), p. 103, según la cual «lo escatológico tiene que ver con el contenido conceptual,
no con la forma ni con el lugar de procedencia». A veces, ambas concepciones van juntas; así en
11. Joseph Blenkinsopp, Ezekieí, John Knox, Louisville 1990, p. 91. Isaías 27, 1 y contexto; o con la «transferencia de un tema mitológico en el campo de lo históri-
12. Nótese el acuerdo de Ezequiel con Jeremías. Este último proclamó también la cance- co», en Isaías 25, 6-10a, como dice Wallace March, «A Study of Two Prophetic Comopositions
lación de la historia de los antepasados (cf. 23, 7s; 3 1 , 32,31). Véase también el paralelo entre in Isaiah 24, 1-27, 1» (tesis de doctorado, Union theological Seminary, 1955), p. 110, citado
ambos profetas sobre la restauración de la dinastía de David (Ezequiel 34, 23s [dependiente de por William R. Millar, Isaiah 24-27 and the Origin of Apocalyptic, Scholar Press, Missoula,
Jeremías 23, 1-8]; Ezequiel 37, 24,25 y Jeremías 23, 5; 33, 14s; 30, 8-9). M T 1976, p. 14.
André LaCocque Ezequiel, 37, 1-14

plificada en los «colegas» de Ezequiel, es a menudo el resultado de un rechazo el príncipe, que Ezequiel prefiere a melek, rey, es -en palabras de Jon Levenson-
temeroso de lo dialéctico. la «designación de un individuo mesiánico, liberado de las tentaciones estruc-
Por ello, la visión del Profeta contempla la creación, no el final de un perí- turales de cometer abusos... [Un título] separado de su matriz político-mitoló-
odo de prueba. «¿Podrán revivir estos huesos» no es una pregunta retórica; y la gica»15. El «David» de Ezequiel es más David mesiánico que nunca lo fuera el
respuesta de Ezequiel, «Señor Yhwh, (sólo) tú lo sabes» no es estilo cortés per- David histórico. No es sólo David redivivus, sino que es, podemos aventurarnos
functorio. No hay manera de que revivan estos huesos. En realidad, sobre todo a decirlo, un David que vive a partir de los huesos secos que en realidad era.
nunca han estado vivos. Además, la pregunta que hace Dios no plantea necesa- David-los-huesos-secos, no porque muriera unos cuatrocientos años antes, sino
riamente el problema de la factibilidad; «¿pueden vivir estos huesos?», es la tra- porque históricamente nunca fue más allá del estadio de mero «esqueleto» de
ducción usual, pero el texto simplemente pregunta si aquellos huesos vivirán. Y aquél que con el tiempo estaba llamado a ser.
el verbo principal en 37, 3 puede traducirse por «estar vivos», más que por «ser El espacio de que dispongo no permite extenderme más en este punto cru-
revividos», por cuanto no se menciona para nada su existencia anterior. En todo cial de la teología de Ezequiel. Pero debe ponerse de relieve que lo que el pro-
caso, la pregunta que plantea Dios espera verdaderamente una respuesta, aun- feta anuncia no es una restauración, sino finalmente el comienzo definitivo de
que sea negativa: «No, Señor, estos huesos han de volver al polvo de donde la Heilsgeschichte. Ajuicio del profeta, hasta ese momento sólo había habido
han salido. Son un ejemplo del oráculo fundamental: "polvo eres y al polvo intentos de cumplir la promesa divina. Pero todos esos intentos habían queda-
has de volver"». Ezequiel, no obstante, se alza hasta el nivel de la fe y la confianza, do en nada con el exilio en Babilonia. Ahora es tiempo de una nueva creación,
y su respuesta es un signo definitivo de deferencia, pensando que, en realidad, una nueva alianza, un nuevo David, una nueva Sión, un nuevo templo, una nue-
algo debía reservarse Dios si él mismo evoca la imposible posibilidad de que la va liturgia. Hasta la Tora debe ser reemplazada por una nueva Tora. Ezequiel está
misma señal de la muerte se convierta en promesa de vida14. Lo que pregunta definitivamente más cerca de lo apocalíptico de lo que a menudo se ha pensa-
Dios vale lo mismo que preguntar, antes de la creación del universo, si es posi- do. La radicalidad de la novedad del tiempo lo testifica. Si, pese a todo, el libro
ble en principio que vaya a existir un universo. Es sumamente improbable, de Ezequiel no puede catalogarse como apocalíptico con todas las de la ley, es
está más allá de toda imaginación, es imposible. Hasta que la creación hace de porque el profeta espera que la historia comience con buen pie a la vuelta del exi-
lo imposible una realidad y, a posteriora hace que sea inimaginable la ausencia lio. Cuando la esperanza de Ezequiel en un cambio de relación entre Dios e Israel
del universo. La pregunta divina al «mortal» («al hijo del hombre») Ezequiel, le y/o entre Dios y la humanidad se vio ampliamente incumplida, la profecía se
interpela por el nexo mismo de esta doble imposibilidad: si esos huesos secos van convirtió en apocalipsis.
a vivir de nuevo; si esos huesos secos van a quedarse para siempre sin vida. Eze- Este punto merece una mayor atención, pero observemos antes que Eze-
quiel responde, prudentemente, sólo tú, Señor, puedes desatar el nudo gordia- quiel 37 es una de las cuatro visiones más importantes del libro (las otras tres son:
no, «Señor Yhwh, (sólo) tú lo sabes». capítulos 1-3 = vocación; capítulos 8-11= visión del juicio; capítulos 40-48 = la
El resto de la visión mostrará que estos huesos, por secos que puedan estar, nueva Jerusalén). Las cuatro visiones son introducidas mediante la frase «la mano
pueden de hecho vivir. Pero, antes de que volvamos a esta fase del relato, hay que de Yhwh pesaba sobre mí» (1, 3; 3, 14,22; 8, 1; 37, 1; 40, 1, un total de seis veces
subrayar debidamente que sólo muriendo puede otro pueblo, un pueblo esca- en el libro), que pertenece a la «fórmula palabra-acontecimiento», como dice
tológico, nacer a la vida. A su cabeza irá un príncipe de la paz, que, como David, Zimmerli (cf. «la palabra de Yhwh me fue dirigida», 1, 3: 3, 16; 6, 1; 7, 1; etc.)16.
convertirá en inofensivas todas las fuerzas que amenazan la vida, incluidas las La mano de Dios empuja a Ezequiel, por así decir, de un lugar a otro' 7 , esto es,
bestias salvajes (34, 24s). Pero, una vez más, la expresión «como David», aun- al mismo lugar que en la primera visión (3, 22-27). Allí, la biq'ah (valle) signi-
que correcta, ha de ser tomada con cautela. No se habla de una repetición de ficaba ausencia de inspiración profética y hacía entrever la muerte. De modo
acontecimientos anteriores, de un deja vu. Cierto, la misión que contempla Eze- parecido, la segunda visión en el valle (8, 1,4) pregonaba la destrucción del tem-
quiel está en el cumplimiento continuado de la promesa a David, y el término plo. La tercera ocasión, en Ezequiel 37, a pesar de que no lamenta la ausencia de
que emplea Ezequiel, nasi', designa la cabeza davídica del Estado (7, 27; 12,
10,12; 19, 1; 21, 30; 34, 24; quizás también 21, 17 y 22, 6). Pero ahora el nasi', 15. Levenson, Theology ofthe Program, p. 67.
16. También en Isaías 8, 11; Jeremías 15, 17; cf. Elias, 1 Reyes 18, 46; Eliseo, 2 Reyes 3, 15.
17. Desplazamiento del profeta: cf. 3, 14; 8, 3; 11, 1,24; 43, 5. Raíces de la historia de Elias:
14. Cf. el comentario en el Metsudot, en Mikraoth Gedoloth, vol. 2, Varsovia 1862, y Eze- 1 Reyes 18, 12; 2 Reyes 2, 16. En ambos casos, la idea, como destacó Rashi, es de violencia.
quiel 37, 3: «Sólo tú sabes si es voluntad tuya que tengan que vivir.» Ezequiel es tomado por la fuerza, «como si se hallara en trance» (Comentario sobre Ezequiel 1, 2).
André LaCocque Ezequiel, 37, 1-14

inspiración profética o la falta de templo, pertenece de nuevo al simbolismo 37 se inserta paradójicamente entre el anuncio de la nueva alianza con Dios y su
del mundo inferior, el mundo profundo, el habitáculo de la muerte, el lugar del gracioso don de un nuevo corazón, por un lado (36, 26s), y la resurrección del
caos18. En la visión inaugural, se le mandaba a Ezequiel que predicara a los duros Israel muerto, por el otro lado. Pues tanta es la compasión de Dios que no reque-
de corazón (2, 3s), pero ahora se le manda que predique incluso a los muertos". ría condición previa alguna. Su fundamento no es ciertamente la actitud positi-
Esta progresión retórica en negativo revela la regresión creciente del sentido de va que puedan mostrar los receptores.
la historia de Ezequiel, otro paralelo con la convicción apocalíptica de que hay Anteriormente, se ha destacado que la visión de los huesos secos es antes
que llegar al fondo antes de que comience el nuevo designio divino. La lógica que nada un juicio radical sobre un pueblo que está muerto, muerto del todo.
interna del libro dictaba que los huesos están en el valle (cf. también 3, 22,23; No hay esperanza alguna de que pueda revivir, ni siquiera por un movimiento
8, 4; una designación simbólico-topográfica de Babilonia, quizás siguiendo el de reforma, una enmienda de sus costumbres o un arrepentimiento. De aquí
modelo de Génesis 11,2) , y que la «restauración» ocurre en el «monte elevado que, decía, el profeta ve en una visión el nacimiento de un nuevo pueblo. La
de Israel» (cf. 40. 2,23; 34, 14, esto es, en el monte Sión, visto como una mon- muerte florece como vida; la señal de la muerte se convierte en señal de la vida.
taña cósmica)20. La tensión entre estos dos extremos, de la llanura como esce- Es ahora momento de destacar el otro aspecto de la compleja realidad sacada a
nario de condenación y la montaña como escenario del perdón, ilustra la rela- la luz por Ezequiel 37. El pueblo nuevo con un corazón nuevo, a punto de
ción dialéctica, particularmente bien desarrollada por Claus Westermann, entre volver a una nueva tierra a la que se concede un nuevo templo, es Israel. El vie-
juicio y salvación. El juicio, dice Westermann, es un ingrediente necesario de jo Israel ha muerto en el exilio, pero el nuevo Israel no es otro que el pueblo que
la historia entre Dios e Israel. Por ello ya está inserto en la historia de salvación Dios ha elegido desde el comienzo, el pueblo objeto de la promesa hecha a los
ancestral del Pentateuco, con el episodio del becerro de oro, Éxodo 3 2 - 34. Cuan- antepasados de la antigüedad. No hay aquí indicio alguno de «sustitución». Nin-
do de nuevo se ejerce en el exilio, no se trata aún del juicio final, pero su inclu- guna otra comunidad ocupa el lugar reservado por Dios a los hijos de Abraham.
sión entre la salvación inicial y la redención final es digna de ser tenida en cuen- Como dice Ernst Haag, la pregunta dirigida al profeta en el versículo 3 se refie-
ta. El juicio real llega tras la profecía de salvación; pero, retóricamente, primero re menos a la capacidad divina de revivir los huesos secos que a la cuestión de
se impone el juicio y el castigo y luego hace acto de presencia la profecía de si Dios, que se comprometió con su pueblo eligiéndolo, está a punto de aban-
salvación, que no retira el anuncio anterior de juicio. La compasión divina lo lle- donar a su pueblo o si va a darle de nuevo vida22. Únicamente para los israeli-
na todo, porque «Dios la contiene hasta después del juicio, que ha de marcar tas muertos y sepultados en el exilio cambia la llamada del Espíritu, hecha por
nuevos caminos»21. el profeta, el signo menos puesto ante la muerte en el signo contrario. «¿Podrán
La compasión mostrada tras el exilio evoca la compasión expresada antes vivir estos huesos?», no es ante todo una pregunta acerca del poder divino, es
del éxodo de Egipto (cf. Éxodo 2, 24s), pero hay que diferenciar ambos gestos, más bien una cuestión de justicia. ¿Pasará el sentido de la muerte de ser resul-
porque el primero se caracteriza por el perdón que restaura la comunión rota. tado del pecado a ser una dddmah para un nuevo 'adám (una tierra fértil para un
Para Ezequiel, al contrario, el exilio en Babilonia no se inscribe en el proceso terrestre nuevo)? ¿Pueden interpretarse los huesos secos de otra forma que no sea
de redención, como era propio del éxodo según las tradiciones del Pentateuco. la condenación definitiva del culpable? ¿Pueden ser signo de un sufrimiento injus-
El exilio es un desgarro, una interrupción de la historia. Sin embargo, Ezequiel to? La identidad de los muertos marca aquí la diferencia; pero también y sobre
todo la identidad de Aquél que pronuncia la pregunta. Dejando al elegido pos-
trado en su tumba, el nombre de Dios se expone a ser profanado. Ya no habrá
18. Ya Redaq identifica el valle en Ezequiel 37 con el de 3, 22. Ernst Haag piensa en un más testigos de la gloria de Dios en el mundo. El mundo será privado de la pre-
contraste entre la llanura de Mesopotamia y los montes de Israel. Simbólicamente, el valle es el sencia divina, ¡convirtiéndose en una creación sin Creador! Con la derrota
lugar del exilio global (cf. Ezequiel 3, 22). Véase Ernst Haag, «Ezekiel 37 und der Glaube an die
Auferstehung derToten», en Trierer Theologische Zeitschrift, 82 (1973) 78-92; véase p. 80.
de Israel, es Dios el gran perdedor. Podríamos incluso decir que el hueso seco de
19. Sobre esto, véase Blenkinsopp, Ezekiel, p. 155s. Israel ha arrastrado a Dios a la tumba consigo. Por esto, reflexionando sobre la
20. Según Julián Morgenstern, el valle se localiza al pie del monte de los Olivos, donde tra- muerte de Cristo, el apóstol Pedro exclama: «Dios lo resucitó rompiendo las ata-
dicionalmente tiene lugar la resurrección; cf. Zacarías 14, 4s y los frescos de Dura Europos; duras de la muerte, dado que no era posible (ouk en dynaton) que ella lo retu-
«The King-God among the Western Semites and the Meaning of Epiphanes», en Vetus Testa-
menten, 10(1960) 181.
21. Claus Westermann, Theologie des Alten Testaments, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotin-
ga 1978, parte IV, B «The Divine Compassion». 22. Haag, «Ezekiel 37 und der Glaube», p. 48.
André LaCocque Ezequiel, 37, 1-14

viera en su poder» (Hechos de los apóstoles 2, 24). Ezequiel 37 concluye la mis- Resulta también bastante sorprendente, desde una perspectiva terrena uni-
ma posibilidad por lo que concierne a «toda la casa de Israel». versal, que debamos examinar el tema acentuado en el versículo 12, que dice: «y
Tanto en un caso como en otro, además, el cuidado particular que Dios os llevaré a la tierra de Israel». Este motivo se enfatiza notablemente en el ver-
tiene de su propio pueblo es, paradójicamente, la garantía de su universalidad. sículo 14, donde el profeta traza un paralelo entre ser reanimado, «pondré mi espí-
La muerte no tiene aquí nada que ver con la aniquilación. Israel vivo en Jeru- ritu en vosotros, y reviviréis», y ser restablecido en la tierra, «os estableceré
salén o Israel muerto en Babilonia es siempre Israel. Si en verdad de Sión pro- en vuestra tierra». Es un pueblo «nuevo», que comienza una «nueva» historia en
cede la Tora y de Jerusalén la palabra de Dios, entonces, sub specie universi, de relación con Dios, marcada por una relación vivificante con la tierra. Ontoló-
los desechos del Israel muerto brota todavía esperanza y vida para el resto del gicamente, cada término del enunciado sigue siendo el que siempre ha sido (espí-
mundo23. Por eso las imágenes y el vocabulario de la visión de Ezequiel se acer- ritu, tierra, suelo, historia), pero existencialmente todos los términos han cam-
can tanto a los textos de la creación de la humanidad. La conexión entre resu- biado. Pocos libros de la Biblia insisten tanto, como lo hace el de Ezequiel, en la
rrección y creación (y también el milagro de la generación) no se expresa qui- importancia central de la tierra. Dios habita en la tierra (7, 7; cf. 45, 1; Isaías
zás en ningún sitio mejor que en un texto tardío, es decir, 2 Macabeos 7, 23, 8, 18), que es su posesión, que da a quien le place (11, 5; 20, 15), esto es, a los
donde la madre dice a sus hijos a punto de ser torturados hasta morir: antepasados de Israel (36, 28; 47, 14). Este don no supone superfluidad alguna.
Desde el comienzo, como queda demostrado en las sagas patriarcales, la tierra
El Creador del mundo, el que plasmó al hombre en su nacimiento, el salva al pueblo de la extinción, de la no-existencia. En otras palabras, la tierra es
que ideó el origen de todas las cosas, os devolverá de nuevo en su miseri- la conditio sine qua non para la creación de Israel26. Ya aquí, como lo desarrolla-
cordia el aliento y la vida... rá luego el Déutero-Isaías, el vínculo entre historia y geografía es obvio, como
lo es también el vínculo entre salvación y creación.
La resurrección de Israel en el biq'ah [el valle] expresa el retorno univer-
sal a la vida. El rúaj sopla desde los cuatro costados del mundo, acentuando así El motivo de los huesos secos nos llevó a las antípodas de la 'eres), la Tie-
la dimensión cósmica del acontecimiento24. Hay, por así decir, una concentra- rra. Pues la tierra es simbólicamente el locus de la vida y de la «humedad» (cf.
ción universal de energía «en medio del valle [donde] yacen muchos huesos... Génesis 2, 5-7), mientras que lo que está más allá de los confines de la 'eres) es
que están realmente secos». Es el mismo rúaj, de Génesis 2, 7; Salmos 104, 29s; lugar de caos, sequedad y muerte. Ezequiel insiste en la sequedad de los hue-
Job 34, 14; Eclesiastés 12, 9. Se corresponde con el nefeshayyah [aliento de vida] sos, porque, de acuerdo con la mentalidad del antiguo Oriente próximo, en la
de Génesis 2, 7, que Dios insufla en las narices del humano formado del pol- medida en que está todavía «húmedo», lo que parece muerto todavía puede cons-
vo de la tierra. Pero como este viento proviene de todas partes a la vez en Ezequiel tituir un semillero de vida, siendo la tierra en esto como el útero que posee toda-
37, 8-9, el rúaj, en cuestión llena el mundo entero25. Entre la primera parte de vía su líquido amniótico. El hombre arcaico veía el vientre materno como un
la visión y la segunda, ha habido una evolución en la identidad del rúaj, que pasa lugar de oscuridad y caos y también como fuente de «abundancia absolutamente
de viento/aliento a Espíritu/aliento, y de ocurrencia cósmica a acontecimiento profusa». En el otro extremo, en el mundo de los infiernos, el mito habla de
personalizado (versículo 14, véase Ezequiel 36, 27). Esto sirve a la intención del las aguas que pueden revivir la muerte. Pero Ezequiel no deja ambigüedad algu-
profeta de mostrar que la historia antigua no está simplemente reasumida. Por na en lo tocante a la situación del pueblo en el exilio: está seco como polvo27. No
consiguiente, el texto, dice Haag («Ezequiel 37 und der Glaube», p. 84), se es posible que emane vida de su seno. Si hay alguna reminiscencia de la mito-
vuelve pre-escatológico, aunque siempre undifferenziert (p. 91), indiferenciado. logía cananea en Ezequiel 37, es sobre todo el contraste entre Moth (como en
Isaías 25, 8) y Yamm.
Esto, por cierto, puede tener importancia si reflexionamos sobre la cons-
23. Como dice san Pablo, «ni la vida ni la muerte pueden separarnos del amor de Dios...» picua ausencia en Ezequiel 37 de la noción de impureza por contacto con lo
24. El reverso de Ezequiel 7, 2-3.
muerto. El sacerdote-profeta es «puesto en medio de una llanura que estaba
25. Walther Zimmerli, Ezekiel2: A Commentary on the Book ofthe Prophet Ezekiel, Chap-
ters 25-48, Fortress Press, Filadelfia 1979, p. 261. Esta concepción, observa Haag («Ezekiel 37 llena de huesos» (37, 1) y se le hace pasar «alrededor de todos ellos» (v. 2), pero
und der Glaube», p. 82), remite al espíritu divino que llena la creación, dándole así vida y sos-
tén; muerte es que Dios retire de ella su espíritu. Está «íntimamente relacionado con el aliento de
Dios de Génesis 2, 7». (Nótese la presencia aquí del verbo hebreo npS). Christohper R. Seitz escri- 26. Por cuanto tierra/suelo es también necesario para la creación de la humanidad, según
be: «La realidad biológica es inherentemente una realidad teológica» («Ezekiel 37, 1-14», en Inter- Génesis 2, 5,7.
pretarían, 42 [1922] 53). 27. Haag dice, das grosse Sterben [la gran muerte].
André LaCocque Ezequiel, 37, 1-14

ni siquiera menciona su impureza contaminante para gran sorpresa de quienes hablar, diciendo a Moisés: «Quítate de los pies las sandalias; pues el lugar don-
estudian el capítulo. La tradición exegética judía, consciente evidentemente de estás, [ahora] tierra santa es» (Éxodo 3, 5); sobre este modelo, ' eres yisra'él
del problema, insiste en la expresión «alrededor de todos ellos» del versículo 2: «es» santa por decisión divina y «se convierte» en santa por la acción sinérgica de
Dios condujo al profeta alrededor, no por la llanura y por entre los huesos, Dios y el pueblo. Sión se convierte en el centro del mundo por los acontecimientos
dice Rashi28. Los lectores modernos coincidirán con Redac cuando argumenta que allí ocurren30. Por esto Ezequiel dedica una quinta parte de sus escritos a la
éste que Ezequiel 37 es una visión profética, no un hecho acontecido. Como restauración de la Tierra tras el exilio (caps. 40-48). La amplia descripción de
dice Christopher R. Seitz, el capítulo difumina «la distinción entre metáfora y la Jerusalén futura nos lleva obviamente más allá de una simple «restauración».
realidad... [pero es] en realidad una metáfora. Habla Israel [muerto]», etc.29 La visión del profeta es propiamente escatológica. La Tierra se transforma,
Pero volvamos a la relación entre tierra y vida, tal como la encontramos pero «igual como la eternidad se transforma ella sola», diría Mallarmé. Pues la
una vez más destacada en Ezequiel 37, 12,14. Este vínculo no se debe a una cua- Tierra ha sido siempre actualización del eskhaton. La primera entrada a la Tierra
lidad intrínseca de la tierra o de Israel. Pues, cuando se la considera desde el pun- fue para el pueblo menuhah, reposo (Deuteronomio 12, 9; 25, 19; 28, 65), y
to de vista de su naturaleza, la tierra solía pertenecer a los cananeos y a otros pue- el retorno final a la Tierra inaugura el menuhah definitivo (Ezequiel 44, 30),
blos impuros e indignos (Ezequiel 16). Si ' eres) yisra'él [La Tierra de Israel] «para que la bendición descienda sobre vuestras casas»: cf. Isaías 11,2: «Repo-
llega a ser «el más espléndido de todos los países» (Ezequiel 20, 6,15; cf. 26, 20), sará sobre él el espíritu de Yhwh...»).
si puede ser descrita como situada «en el ombligo de la tierra» en 38, 12 (cf. Jue- Con la excepción de Jerónimo, los primitivos comentaristas cristianos y los
ces 9, 37), con Jerusalén puesto «en medio de las naciones» (5, 5), se debe a la rabínicos por igual hallaron en Ezequiel 37 una garantía de la creencia en la resu-
presencia divina en ella, simbolizada por el templo en Sión y manifestada por rrección de los muertos. Lo mismo hicieron los artistas que pintaron las paredes
la presencia de Israel en la tierra. Ahora, en Ezequiel, la promesa a un pueblo de la sinagoga de Dura Europos (entre 245 y 256 d.C.)31. Pero, ¿conocían ya el
nuevo restablecido en la tierra se expresa en 37, 25s. En una sorprendente con- profeta y sus contemporáneos la resurrección individual? Debemos destacar pri-
catenación, «en él vivirán para siempre», ...; «haré con ellos un alianza de paz»...; mero que Ezequiel (como tampoco Job 14, 14) no sabe nada de una resurrec-
«mi morada estará entre ellos: yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo»... «mi san- ción escatológica universal de los muertos. Como observa Walther Zimmerli, en
tuario estará en medio de ellos para siempre». nuestro texto nos ocupamos de un acontecimiento singular que concierne al pue-
«La Tierra Santa» es una realidad dialéctica. Para siempre, la Tierra pasa a blo de Israel en el exilio. Pero, por el otro lado, la noción misma de resurrección
ser la Tierra Prometida. Porque es el acontecimiento del encuentro lo que hace difícilmente era desconocida en Israel, aunque fuera en términos de renova-
que la tierra sea santa. A imagen del lugar sobre el que se hallaba Moisés en ción estacional de las divinidades entre las naciones vecinas de Israel32. Más allá
Madián y que no tenía cualidad propia alguna antes de que Dios empezara a del posible recurso a la influencia foránea, los relatos de revivificación personal

28. La traducción que hace la NRSV de 37, 2 «alrededor de ellos» cuadra con esta idea,
pero no el texto francés de la TOB, que dice parmi eux en tous sens. 30. Evidentemente, muchos otros lugares del mundo han sido proclamados importantes
29. Seitz, «Ezekiel 37, 1-14», p. 54. Este autor añade: «Lo que queda, queda sólo para dar por diferentes tradiciones religiosas. Incluso inmensas extensiones de tierras se han autoprocla-
testimonio de todo cuanto se ha perdido» (p. 55). Además, la distinción tardía judía entre lo mado «Reino Medio». Lo que distingue a la proclamación que Israel hace de Jerusalén es que no
que es impuro y lo que es puro no se corresponde necesariamente al detalle con la situación que hay aquí ninguna llamada a una cualidad intrínseca o dada por la naturaleza en una tierra que,
prevalece en tiempos de Ezequiel. A este respecto, puede sugerirse que lo que vuelve impuro en la además, solía pertenecer a siete o más naciones cananeas, sino a la cualidad central y fundacio-
Biblia es el estado limítrofe entre lo "positivo" y lo "negativo", por así decir. Cuando la lepra ha nal de la historia del encuentro entre Dios y su pueblo acontecida allí.
contaminado todo el cuerpo, por ejemplo, la persona es de nuevo pura (Levítico 13, 13); y lo mis- 31. Harald Riesenfeld llama la atención sobre la tradición judía según la cual la visión del
mo cabe decir, claro está, de aquel que se ha curado de una enfermedad de piel (Levítico 14, esp. profeta Ezequiel ocurrió en la llanura de Dura; cf. Pirke de Rabin Eliezer (=PRE), xxxii (G. Frie-
v. 20; Mateo 11,5). Los "huesos secos" pertenecen inequívocamente a sólo un estado. Puede ver- dlander, p. 249); Targum Éxodo 13, 17. Nótese el añadido en determinados manuscritos de la
se otra analogía en el consumo de alimentos secos, que son kaser. La ausencia de humedad ha can- mención «YHWH reveló a Ezequiel... que él estaba destinado a resucitar a los muertos». H. Rie-
celado cualquier ambigüedad en el producto, si la había. Por la misma razón, un cadáver podría senfeld, The Resurrection in Ezequiel xxxvii and in the Dura. Europos Paintings, A.-R. Lundequis-
haber sido considerado causa de impureza (véase Levítico 5, 2; 11, 39; Números 19, 1 ls; 31, 19), tska Bokhandel, Upssala 1948. «La llanura de Dura» se menciona también en Daniel 3, 1, pero
pero no unos huesos secos. En este sentido, las cenizas de la «vaca roja» sacrificada (Números no se trata de Dura, en el Eufrates.
19) no sólo no vuelven impuro, sino que purifican a todo aquel que haya tocado un cuerpo muer- 32. Uno piensa en un texto como Oseas 6, 2, que se usa, de forma bastante sorprendente,
to (Números 19, 1 ls; véase Números Rabba, Hukkat, 19, 8).) Todo lo dicho es, evidentemente, en tradiciones cristianas de última hora, desde el tiempo de Tertuliano, como testimonio profé-
pura especulación por mi parte. tico de la resurrección de Cristo.
Ezequiel, 37, 1-14
André LaCocque

narrados por los profetas Elias y Eliseo demuestran que la noción en textos bíbli- ¡es Génesis 1-2 redivivo! Pero, por otro lado, por virtud de sus dimensiones colec-
cos anteriores no precisaba ser considerada «cananea». tivas, históricas y teológicas, la visión de Ezequiel 37 no trata de un indulto divi-
Debemos hacer una distinción más sutil que la hecha en el pasado entre no. Su alcance es ahora mucho más amplio. No va dirigida a un individuo, sino
revivificación y resurrección (final). La renovaciones están presentes en la Escri- al pueblo; no una «prolongación» de la historia pasada, sino el comienzo de la
tura hebrea y este concepto nunca desapareció por completo. No sólo hay retor- Heilsgeschichte, no una concesión enteramente centrada en el beneficiario huma-
nos de este tipo a la vida en el Nuevo Testamento, al igual que en las hagiogra- no, sino una operación para «rescatar» el nombre de Dios dentro de la historia.
fías judías y cristianas, sino que el asunto continúa fascinando a nuestros Aquí la resurrección es una hazaña que pertenece a la escatología, a la escatolo-
contemporáneos, como puede testimoniar un simposio recientemente celebra- gía profética35'.
do (1991) en la Universidad de Chicago. La resurrección (final) ofrece seme- El siguiente paso en la evolución de la noción nos lleva a Daniel 12. Las
janzas con la revivificación, pero el parecido entre ambas es más externo que sus- diferencias con Ezequiel 37 son considerables. Aquí la atención se centra clara-
tancial. En el último caso, se trata de un indulto divino concedido a un individuo mente en el destino humano, más específicamente en el destino del justo tras
(que lo merece). Además de los casos ya mencionados en la época de Elias y Eli- la muerte. El punto de vista del visionario es, con todo, sub specie Dei gloriae,
seo, hay que hacer una referencia al rey Ezequías (Isaías 38, 5; 2 Reyes 20, 6). esto es, aquí la resurrección pertenece también a la teodicea, pero la categoría de
En cambio, la idea de una resurrección final es un desarrollo tardío en Israel. Es beneficiarios se sitúa entre los individuos de los relatos de Elias y Eliseo, por
muy probable que se originara por influencia irania tras la vuelta del exilio, cuan- un lado, y la multitud de Ezequiel 37, por el otro lado. Son los justos, los már-
do Judea se encontraba bajo soberanía persa33. tires, los maskilimy mahdiqimdel final de los tiempos. Además, su resurrección
no es un indulto, sino el punto final; la historia acaba aquí. En otras palabras,
Con Ezequiel 37, llegamos a un punto de transición, no sólo cronológica
mientras que Ezequiel 37 es teocéntrico y no especulativo en cuanto al destino
sino también ideológica. La visión de los huesos secos es una de las fases más
individual tras la muerte, Daniel 12 se encuentra entre lo teocéntrico y lo antro-
interesantes de la doctrina de la resurrección, porque une las nociones de pasa-
pocéntrico. Trata de la cuestión de la justicia para aquellos que no murieron por
do y futuro. Por un lado, la resurrección contemplada por el profeta es tempo-
causa de sus pecados, sino por su fe. Por consiguiente, su sacrificio debe com-
ral34. El escenario del capitulo 37, como dije anteriormente, no es apocalíptico.
pensarse con el premio eterno. Claramente, el enfoque cambia y se abre el cami-
No describe el final de la historia, sino su renovación, o bien su «comienzo»:
no a doctrinas de resurrección parcial o general al final de los tiempos.
Aun hay que tomar en consideración otro texto. Desafortunadamente, es
33. Aunque, como dice Theodore Gaster en su artículo «Resurrection» en el Interpreten difícil poner fecha precisa a Isaías 24-27. Los textos de Isaías 26, 19 y 25, 8
Dictionary ofthe Bible, Abington, Nueva York 1962, vol. 4 -que, dicho sea de paso, no mencio- son aquí centrales; ambos hablan de la derrota de la muerte y de la revivificación
na Ezequiel 37-, la influencia foránea sobre la idea de resurrección en Israel puede proceder
de (algunos de entre) los muertos. Los expertos no se ponen de acuerdo en lo
también de otras partes. Deben mencionarse Egipto y Mesopotamia. Pero «ideas similares siem-
pre las hubo entre los griegos (cf. Ilíada, III, 278-279; XIX, 259; Esquilo, Euménides267s; Supli-
que se refiere a la fecha de la composición de estos pasajes y a su sentido. Isaías
cantes 4l4s; Demócrito, Fragmentos 199Í297; Platón, Fedro24Ss; Gorgias523; LeyeslX, 870; 26, 19 concluye un himno a Yhwh con estas palabras: «Revivirán tus (de Dios)
Fedón 112e) y pudieron, por ello, haber alcanzado a los judíos del período helenístico desde otras muertos, sus cadáveres se levantarán, se despertarán, exultarán los moradores del
fuentes que no eran las orientales» (Ibídem, p. 43). polvo; pues rocío de luces es tu rocío, y la tierra echará de su seno las som-
34. Rabbí Moshe Eisemann, Yechezkel: TheBook ofEzekiel, Mesorah Publishing, Nueva York
bras». Está claro que este himno triunfal no estaría fuera de lugar en Ezequiel 37
1988, p. 570, se pregunta: «¿Qué sucedió a los que fueron resucitados por Yechezkel? Tres opiniones
se recogen en Sanedrín 92b: Rabí Eleazar dijo: "Se alzaron sobre sus pies, dijo el sirah [un canto como respuesta del profeta al Dios (re)creador36. Y es verdad que el hebreo de
de júbilo a Dios] e inmediatamente murieron". - Rabí Yose HaGallili dijo: "Subieron a la tierra de
Israel, se casaron, y nacieron hijos"... -Rabí Yehudah dijo: "El episodio entero era en realidad una
35. Como masalque es, Ezequiel 37 es una parábola de la redención definitiva, aunque
parábola"... El Maharal(HiddusheiAggadahalU) explica: El único propósito de la resurrección era
hable de una resurrección temporal, como se ha visto antes. Por razón de la característica dual
demostrar el poder de Dios. Para conseguirlo, bastaba con que se mantuvieran vivos por un corto
de esta profecía, Justino, por ejemplo, que dio a su Diálogo una interpretación milenarista de Eze-
espacio de tiempo... Dios envió una chispa (nisos)áe la auténtica resurrección (tehiat ha-métim) que
quiel 37 (véase nota 34), ve no obstante en I Apología el mismo texto que anuncia la resurrec-
ha de ocurrir un día... Esta gente... dijo el sirah, cumplió de este modo el propósito de su creación».
ción final (Iii, 3-5; véase también con igual interpretación Cipriano, Didasc. v. 7, 5.
Yes interesante observar que ciertos textos cristianos primitivos vieron en Ezequiel 37 la revitaliza-
36. Sobre todo porque la visión de Ezequiel se relata en primera persona del singular.
ción de un fenómeno de la «primera resurrección», esto es, la vuelta a la vida de los muertos durante
Clemente de Roma (50, 3-4), por ejemplo, combina los textos de Ezequiel 37 con Isaías 26, 20.
el milenio mesiánico (cf. Justino, Dial. 80, 5; Metodio de Olimpia, Conv. ix, 5, 253-255) presumi-
Ezequiel 37 figura entre los primeros Testimonia (y también en Mateo 27, 52yApocalispsis 11, 11;
blemente antes de volver a morir y esperar la resurrección final; véase nota 35.
André LaCocque Ezequiel, 37, 1-14

Isaías 26, 19 puede entenderse en modo imperativo y, por consiguiente, como vista del profeta es ex postfacto. No es que la nación se muera; es que está muer-
una petición en medio de una lamentación comunitaria («¡Haz que tus muer- ta. De aquí que lo que se describe en Ezequiel 37 scz falta de vida, el estado del
tos vivan!»), a menos que se trate de un oráculo de salvación (Heiisomkeí) en res- que está muerto. Como dije anteriormente, nos hallamos exactamente en el mis-
puesta a la lamentación37. En todo caso, la proclamación dicha en el tono que mo punto de Génesis 1, 2, que habla del tohú wá-bohü. Siguiendo el modelo del
sea aporta razón para la esperanza y la alabanza. Debe observarse que es dicha cambio de Génesis 1,2 a Génesis 1, 3, también hay aquí una (nueva) creación41.
dentro de un himno, por lo que la evocación de la resurrección no puede tener Pero, se produce un non sequituren el texto profético, y en el versículo 12 la ima-
el mismo peso que en Ezequiel 37 oracular. Probablemente por esto Yehezkel gen pasa del campo de batalla a las tumbas por separado, poniendo así el esce-
Kaufmann hace una lectura minimalista de Isaías 27, 1 y de otros textos análo- nario para una interpretación de la resurrección individual. La imagen proféti-
gos. La base cananea de esta mitología, dice, prueba, por un lado, que el texto ca se ha convertido en la imagen de unos cadáveres enterrados. Esto puede ser
de Isaías puede ser antiguo y, por el otro lado, que la «resurrección» de que se un comentario posterior del profeta mismo o de uno de sus discípulos42; ade-
habla no es nada más que una revivificación-curación del enfermo de alma o más, como el profeta está hablando de muerte y desolación, debe reconocerse la
cuerpo (cf. Salmos 88, 4s). Kaufmann se equivoca, sin embargo, cuando traza lógica de la mención de las tumbas. Lo que quiere evocarse, sin embargo, es algo
un paralelo con Ezequiel 37. Cierto, en Ezequiel 37 «resurrección» significa tam- más que apenas la idea de un cementerio. Más allá está la relación interna de la
bién liberación, no resurrección final en el juicio final, pero es algo más que la tumba con el hades. Como dice Johannes Pedersen, «todas las tumbas poseen
curación de que tratan los Salmos o, según la tesis de Kaufmann, también Isaías38. ciertas características comunes que constituyen la naturaleza de una tumba, que
Siguiendo por la línea de pensamiento de este experto israelita, no hay razón no es otra que el SeoL La "tumba primigenia", que podríamos llamar Seol..., se
alguna para dar una fecha tardía a Isaías 25, 8. «(Dios) destruirá la muerte para manifiesta en cada una de las tumbas, singulares, al igual que lo mo'ab se mani-
siempre» es la conclusión de la conocida antigua estructura del himno del Dios fiesta en cada moabita singular»43.
guerrero (amenaza/guerra/victoria/fiesta), presente en Isaías 25, 6-8. Pero el con- Todo esto no quita que Ezequiel 37 trate menos de la doctrina de la resu-
servadurismo de Kaufmann lo lleva demasiado lejos. Más bien concluiría yo con rrección de los muertos que del poder divino de re-crear, de la creación de nue-
William R. Millar que «fecharlo en el siglo VI no deja de ser razonable»39. En vos comienzos. Creación que, por otro lado, se vincula con la noción de pueblo
otras palabras, ambos textos, Isaías 24-27 y Ezequiel 37, son probablemente com- y sólo resulta comprensible en el marco de la alianza con Israel. Ezequiel e Isaí-
posiciones contemporáneas, que no obstante contemplan la «resurrección» des- as 24-27 no sólo preceden cronológicamente Daniel 12, sino que suministran
de perspectivas ligeramente distintas. el origen genuino de la noción de resurrección en Israel, antes de que la aten-
Por ello, es sumamente significativo que la imagen de la revivificación de ción se centrara en la resurrección milagrosa de los muertos44. Al llegar a este
los huesos secos fuera usada por Ezequiel. Como dice Riesenfeld, «si Ezequiel es punto, sin embargo, la resurrección se separa de sus amarraderos originales, a
un testimonio de que la idea de la resurrección de los muertos no es del todo aje-
na a la fe religiosa de los judíos del siglo VI antes de Cristo, este pasaje no va
4 1 . 2 Corintios 5,17 dice, con el mismo espíritu, «si alguno está en Cristo, nueva criatu-
del todo solo. Isaías 26, 19 nos lleva aproximadamente al mismo período»40.
ra es», kaine ktisis.
Ezequiel decidió poner un énfasis especial a su valoración pesimista de la
42. Véase Martin-Achard, De la mort, p. 82. Por otro lado, la forma adoptada aquí es
situación en que se hallaba el pueblo. Israel está, de hecho, muerto y el punto de típicamente la de la controversia ezequieliana (v. 11: lamentación del pueblo; v. 12-14: respuesta
de Dios). Además, los huesos secos esparcidos por un campo de batalla son una metáfora sensible
a las variaciones.
véase también Odas de Salomón 22, 8-11) como texto-prueba de la resurrección. Véase Jean 43. Johannes Pedersen, Israel: Its Life and Culture, vol. 1, Oxford University Press, Lon-
Daniélou, Études d'exéghejudéo-chrétienne (Les Testimonia), Beauchesne, París 1966, p. 111-121. dres 1926, p. 462.
37. Joachim Begrich ha defendido la existencia de este Heilsorakel a mitad de la lamenta- 44. En la mente de los cristianos primitivos, la resurrección de Cristo combina lo teocén-
ción, antes de convertirse ésta en alabanza. Véase su «Das Priesterliche Heilsorakel», en Zeitschrift trico con lo antropocéntrico. El resucitado es único desde todos los puntos de vista. Un indivi-
fiir alttestamentliche Wissensehaft, 52 (1934) 81-92. duo, él, es sin embargo el «primogénito» de una nueva humanidad (véase Gálatas 4). Su resu-
38. Yehezkel Kaufmann, The Religión of Israel, University of Chicago Press, Chicago 1960, rrección es promesa y garantía de la resurrección universal. Hombre «fracasado», su suerte dispensa
p. 385. Edward Kissane, The Book oflsaiah, Browne and Nolin, Dublín 1941; en relación con un consuelo universal: la mansedumbre, la pobreza, el hambre y el sufrimiento humanos serán
estos textos, habla también de una renovación política, como en Ezequiel 37. reivindicados y compensados nada menos que con la vida eterna. Presencia divina en el mundo,
39. Millar, Isaiah 24-27, p. 115. él es también, sobre todo para el cristianismo primitivo, la reivindicación de Dios mismo. Ambos
40. Riesenfeld, The Resurrection in Ezekiel xxxvii and in the Dura-Europos Paintings, p. 3-4. actos de reivindicación están interrelacionados.
André LaCocque Ezequiel, 37, 1-14

saber, de la inauguración de la historia de salvación y se convierte, paradójica- La sinergia entre Dios y el pueblo, con el efecto de convertir una tierra ya san-
mente, en el fin de esta misma historia y en el comienzo de otro mundo, sin his- ta por elección divina en realmente santa en el ámbito de la historia y de la geo-
toria, tal como la conocemos45. Este no es el caso de Ezequiel. Como se dijo ante- grafía, comienza en la persona del heraldo. En el capítulo 37, Ezequiel se sitúa,
riormente, la Heilsgeschichte comienza con la vuelta del exilio, ya que la historia o más bien es situado por el mandato divino, entre el punto de «medianoche»
del preexilio fue sólo fracaso. Resurrección aquí está por redención, uno de cuyos entre la muerte y la vida. Ningún otro texto de la Biblia hebrea muestra con
aspectos constituye. Si morir quiere decir separarse de Dios, recobrar la vida sig- mayor dramatismo el rótulo de discurso profético. Ezequiel 37 no sólo trans-
nifica reconciliación, renovación. La escatología profética presentada en Ezequiel mite este tipo de discurso, sino que, en el fondo, aporta una reflexión sobre su
37 habla de un nuevo comienzo. En otras palabras, omega es una nueva alfa que naturaleza.
tiende a otra nueva omega. A cada repunte de la historia, puede decirse que la En definitiva, la pregunta divina, «¿podrán revivir estos huesos?», estaba
nueva era ha sido ya anunciada por la anterior. Un buen ejemplo de ello es David, en las antípodas de una pregunta retórica. Fue una manera de movilizar a Eze-
que sigue siendo una figura hasta el final y, en última instancia, se convierte en quiel de cara a su tarea de vivificar a los muertos. El es quien convoca al Espí-
la cabeza del reino mesiánico. Volveré sobre esto más tarde. ritu desde las cuatro esquinas del universo. Él es quien profetiza sobre aquellos
La nueva y feliz era que contempla Ezequiel comienza con su propia pro- huesos, como si éstos fueran capaces de oír el oráculo: «Escuchad, huesos se-
fecía, en realidad con su inspiración en el sentido pleno del término. Como Pla- cos, la palabra de Yhwh» (v. 4), tras lo cual les dice qué va a pasar con ellos (v.
tón, que concibió una república ideal en la que gobernaba el rey filósofo, tam- 5-6).
bién Ezequiel ve una nueva y feliz era en la que triunfa la profecía. Como ha Este papel activo de Ezequiel en la revivificación de los huesos lo ha reco-
dicho Robert Martin-Achard, «Ezequiel no es sólo el testigo de la resurrección, gido la literatura rabínica. Junto con Elias y Eliseo, a Ezequiel se le atribuye el
es también su instrumento»46. De este modo, como primus Ínter pares, el profe- poder de despertar a los muertos. Pertenece, por ello, al tiempo del Mesías y
ta Ezequiel provoca la participación de su pueblo en la actividad divina (cf. 1, tomará parte activa en la resurrección de los muertos48.
ls; 8-11; 40s). Ésta es su misión, que él introduce con la fórmula del mensaje- El papel central de la profecía en la inauguración de los nuevos tiempos
ro, esto es, con la fórmula que identifica al embajador con aquel que lo envía47. es tanto más sorprendente cuanto que ocupa el lugar antiguamente ocupado por
la mística del guerrero divino. Este paralelismo contrastante está igualmente jus-
45. También en Isaías 25, 6-8, el enemigo que es vencido no es el Leviatán o algún otro tificado por un tema común a ambos elementos: la proclamación de la creación
monstruo marino del mismo estilo, sino la muerte (mawei). Pero estamos todavía, no obstante,
como victoria sobre el caos. Una de las principales funciones del himno del gue-
en el plano de lo mitopoético. Lo mismo debe decirse de algunos paralelos intertestamentarios.
Más o menos contemporáneo de Daniel 12, Jubileos 23, 22, en un contexto de promesa de ben-
rrero divino en el culto de Jerusalén era celebrar la protección que Dios ejercía
dición futura, dice: «Sus huesos descansarán en la tierra, y sus espíritus gozarán en gran medi- sobre su pueblo contra los estragos del caos (cf. Salmos 118, 15-18; 98, 1-3; 144,
da», avalando aparentemente la idea de una división entre carne y espíritu al morir con una inmor- 9). En una forma mitopoética, el himno describe el rechazo por Dios de los pode-
talidad potencial para los espíritus justos. Documentos posteriores son más explícitos sobre la res cósmicos hostiles (cf. Éxodo 15; Salmos 48 [entre otros]; Job 9, 13; 36, 12;
resurrección de los muertos justos. En el Ttstamento dejudá 25, se lee: «Tras esto, Abraham, Isaac
y Jacob resucitarán para vivir de nuevo... Y quienes murieron en el dolor resucitarán de nuevo
40, 25). El paso de Ezequiel a la profecía es sumamente inusual. El Déutero-Isa-
en el gozo... Y los que han padecido muerte por el Señor despertarán a la vida» (versículos 1 ías (al igual que Isaías 24-27), por ejemplo, vuelve decididamente a la mitopo-
y 4). El Testamento de Moisés 10, escrito en las primeras décadas del siglo I de nuestra era, no men- ética en varios de sus oráculos (y lo mismo hace elTrito-Isaías); véase 42, 10-13;
ciona de un modo específico la resurrección de los muertos, pero George Nickelsburg especula 43, I6s; 51, 9-1149. Sólo en Ezequiel hallamos la evocación del rúajque llega de
acerca de que la exaltación de Israel en el versículo 9 presupone una resurrección del justo o, por
lo menos, su inmediata asunción a los cielos (Resurrection, Immortality and Eternal Life in Inter-
los cuatro costados del mundo puesto a la par con el «despertar» cultual del bra-
testamentalJudaism, Harvard Universtiy Press, Cambridge 1972, p. 31). Johannes Tromp hace zo divino, con Yhwh que despierta para luchar contra sus enemigos (cf. Isaías
una lectura hasta cierto punto minimizadora del mismo texto a partir de la asunción de Moisés. 51,9). Por esto está claro que lo que sucede en Ezequiel 37 es complejo. Por un
Menciona numerosos paralelos tanto de la Biblia como de los pseudoepígrafos, incluidos ya Isa-
ías 14, 13; Jeremías 51 (28), 9; (LXX) Deuteronomio 26, 15 y Salmos 33 (32), 13-14. Véase su
48. Cf. Sanedrín 92b; 98b; PRE 32 (G. Fridlander, p. 249); etc. H. Riesenfeld, The Resu-
The Assumption ofMoses, Brill, Leiden 1993, p. 237.
rrection, p. 38, cita este hermoso texto de Qohelet Rabba 3, 15, par. 1: «Rabí Aha dijo en nom-
46. Martin-Achard, De la mort, p. 80-81. Cf. Agustín: «Sin Dios, no podemos, sin nosotros bre de Rabí Halaft: "Todo cuanto el Santo... hará o renovará en su mundo en el futuro mesiáni-
Dios no quiere». co lo ha hecho ya en parte por medio de un profeta en este mundo».
47. Cf. Rolf Rendtorflf, «Botenformel und Botenspruch», en Zeitschriftfür alttestamentli- 49. El Déutero-Isaías es conocido por repetir pautas e imágenes míticas. Véase Paul Han-
che Wissenschaft, 74 (1962) 165-177. son, The Dawn ofApocalyptic, Fortress Press, Filadelfia 1975, p. 300 en especial.
André LaCocque Ezequiel, 37, 1-14

lado, la invocación profética se hace litúrgica y vale como conjuro sacerdotal derán a la pureza de la vida. Más tarde, Daniel 12 también habla de una resu-
de una teofanía cultual. Por el otro lado, esta invocación sustituye a un ingre- rrección para sólo los maskilim, para los mártires51.
diente central en la liturgia festiva de Jerusalén (cf. Salmos 2, 9; 24; 29; 46; 47; Ciertamente, la revivificación de los huesos no es presentada aquí como
65; etc.) que celebra Sión como valuarte inexpugnable frente a las fuerzas del una compensación por el mal padecido, una recompensa por el sufrimiento
caos y de la muerte. No hay necesidad alguna, en esta coyuntura, de recordar del exilio. Pero la garantía gratuita que los huesos reciben de la mano de Dios va
al detalle cuan desastrosa demostró ser esta ideología para los habitantes de Jeru- precedida de una confesión: «Mira lo que dicen: "Se han secado nuestros hue-
salén del siglo VI (cf. Jeremías, pássim). sos, se acabó nuestra esperanza, estamos perdidos". Profetiza, pues, [dice Dios
La atrevida sustitución del himno mitopóetico por la profecía, en Eze- a Ezequiel] y diles: "Mira, voy a abrir vuestras tumbas, os sacaré de vuestras tum-
quiel, concuerda con la condenación inequívoca del pasado de Israel, que es lo bas, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel"» (versículos 11-12). Confesar
que llevó al pueblo a convertirse en huesos secos esparcidos por la biq'ah. A to- que no tienen vida es lo que les hace partícipes de su propia resurrección.
das luces el paso que da Ezequiel constituye una vuelta clara a la «inseguridad» Sorprendentemente, la palabra de vida es pronunciada en una tierra extran-
de las palabras habladas frente a la (falsa) seguridad del mito institucionalizado jera, incluso en un valle de la muerte, a saber, Babilonia. Este paso no lo die-
o frente a la ideología. Esto confirma lo que vimos anteriormente sobre el em- ron los colegas de Ezequiel en el sacerdocio; más bien enseñaron que Dios reve-
pleo que da a la figura del nasi' [príncipe] en sus capítulos teológicamente pro- ló su nombre sólo después de que hubieran partido de Egipto, ese país impuro
gramáticos, 40-48, un título al que se le ha eliminado «su matriz político-mi-
(Éxodo 6, 2s). Pero el atrevimiento de Ezequiel es congruente con su visión de
tológica». El nasi' en el programa de Ezequiel es una figura litúrgica, no
la divina presencia que se ha exiliado junto con su pueblo y que ahora vuelve
política, y actúa como un sumo sacerdote. Hay aquí una «despolitización de la
«del este» a Jerusalén por la época de la restauración (cf. 43, 2; etc.). En esta pers-
misión mesiánica». Ezequiel rechaza la teología judía de la dinastía davídica y
pectiva, podría decirse que el nuevo comienzo surge de la tumba, la vida que vie-
revive la visión del mundo de la antigua Liga. El énfasis que el capítulo 37
ne de la muerte, la espiga de la simiente podrida. Encontramos en Ezequiel el
pone en el discurso profético recuerda el tiempo premonárquico de la Liga tri-
sentimiento de que la semilla ha de morir (Juan 12, 24)52. Para Ezequiel, la
bal (cap. 34). En la misma línea, la distribución tribal de la tierra, de Ezequiel
historia de infidelidad del pasado debe cerrarse para que así pueda comenzar una
47s, rehuye la ideología del reino de David y se concentra únicamente en el te-
nueva economía, igual como hace la espiga del grano muerto, igual como lo hace
rritorio oeste del río Jordán, según la promesa hecha a los patriarcas (véase 47,
el resucitado de una tumba. La nueva economía tiene poco que ver con la ante-
14). «La alianza con David se convierte en el corolario de la alianza del monte
rior, tan poco como poco tiene que ver lo vivo con lo muerto, o como una «gran
Sinaí»50.
multitud» con un montón de huesos secos. Pues, a diferencia de la infidelidad
En esta perspectiva, parte de la extraña y absurda arenga de Ezequiel a los pasada, ahora ellos saben que Dios es el Señor (37, 6) y que la ciudad donde por
esqueletos comienza a tener sentido. Según la ideología del Sinaí -con razón o fin vivirán se llama «Yhwh está allí».
sin ella considerada una alianza condicional— se busca la participación de los
beneficiarios: «y sabréis que yo soy*el Señor». Los huesos secos deben desear vivir
y han de esforzarse por conseguir la realización de su deseo. Los muertos tie-
51. Con el tiempo, el concepto de resurrección evolucionó y se hizo cada vez más inclusi-
nen que desear su resurrección; han de estar abiertos a la venida del Espíritu. La
vo hasta hacerse general. Paul Volz ordena adecuadamente las diferentes fases de la evolución: a)
resurrección, por ello, no se reduce a una extraña acción divina, independiente algunos personajes importantes de la antigua historia (Moisés, Elias, David, Ezequías, Daniel...
de la colaboración humana. Sólo con el tardío concepto de una resurrección uni- Cf. Daniel 12, 13); b) mártires de un pasado más reciente (Daniel 12, 1; 2 Macabeos 7-9; 1 Henoc
versal resucitan los muertos sin que se necesite su querer o su aquiescencia. La 90,33); c) el justo en general (Salmos de Salomón 3, lOs; 1 Henoc 91-92; etc.); ¿# la humanidad
distinción establecida tanto por Jeremías como por Ezequiel entre aquellos judí- entera (1 Henoc 22; especialmente 51, 1). Véase su Die Eschatologie der jüdischen Gemeinde im
Neutestamentlichen Zeitalter, Tubinga 1934, p. 231-232.
os que permanecieron en la tierra y aquellos que se fueron al exilio se mantiene
52. En la resurrección de Cristo, dice Walther Zimmerli, la comunidad del Nuevo Testa-
de nuevo aquí. Los huesos secos son únicamente los exiliados. Sólo aquellos que mento «experimentó la validez de la promesa de vida hecha por Dios a su pueblo... han visto como
pasaron por la muerte conocerán también la resurrección. Sólo aquellos que fue- cobraba expresión lo prometido por el profeta a su pueblo y... se hacía umversalmente válido» (Eze-
ron impuros en una tierra impura saldrán de su impureza de cadáveres y acce- kielll, p. 265). Y añade (en Iam YHWH, p. 97): El acontecimiento no sólo va acompañado de
su emisario en Cristo, sino que se convierte «plenamente en palabra de proclamación. Y la
Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1, 14).» El acontecimiento del reconocimiento
50. Sobre todo esto, véase Theology ofthe Program, p. 94, en especial p. 121s. va unido al acontecimiento de Cristo en 1 Corintios 12, 3; cf. Juan 4, 2s.
Ezequiel, 37, 1-14

CENTINELA DE LA INMINENCIA

PAUL RICOEUR

La «trayectoria» de Ezequiel 37, 1-14 parece, a primera vista, fijada por la


tradición de una manera unívoca. El judaismo primitivo y los primeros cristia-
nos, seguidos con frecuencia por los Padres de la Iglesia, vieron en su visión de
un retorno a la vida de los huesos secos una anticipación, una señal todavía dudo-
sa, de lo que, poco después, se convertiría en una fe expresa en la resurrección
de los muertos, entendida en el sentido corporal e individual de la frase.
Quiero decir de antemano que no es cuestión de arrojar descrédito alguno
sobre esa interpretación, al precio de violentar nuestra norma hermenéutica que
reconoce el derecho de amplificar e innovar relecturas que, basadas en otras fuen-
tes distintas de los textos que estamos considerando, proyectan a posteriori sen-
tidos que la exégesis académica contemporánea sostendrá que son contrarios a
la intención más probable del texto y hasta a la del supuesto redactor.
Mi contribución quiere ser un alegato a favor de la equivocidad de la pará-
bola propuesta por la visión, pluralidad de sentidos que no es accidental sino
inherente al «género» al que pertenece el texto. Vincularé esta indecisión a tres
factores. Considerando, ante todo, la intención común a toda forma de expre-
sión de un mensaje profético —palabras, acciones simbólicas, visiones—, centra-
remos nuestra atención en la idea de un «anuncio», que tanto puede ser de jui-
cio como de salvación, y propondremos ver en él la primera fuente de
indeterminación. Luego, centrándonos en la visión de Ezequiel 37, buscaremos
en la parábola que propone el marco privilegiado de esta indeterminación. Por
último, indagaremos la última y decisiva razón de la apertura que ofrece el men-
saje profético a una pluralidad de interpretaciones en el tema de «vida y muer-
te». Entonces será posible, al final de esta triple investigación, situar la inter-
pretación tradicional mencionada al inicio dentro de una panoplia más amplia
de posibles lecturas de la parábola de la «resurrección».
Paul Ricoeur Ezequiel, 37, 1-14

ción a escribir que supone esta posición intermediaria. Esto no impide que el
EL ANUNCIO PROFÉTICO: ESTRUCTURA Y SIGNIFICADO mensaje profético fuera inicialmente oral, como indica la fórmula «ve y diles».
Es también claro que la primera forma de escritura fue la de la carta que lleva
Que la profecía es, en esencia, un anuncio es la conclusión que sacan los el mensajero, cruzando de este modo el intervalo de espacio y tiempo que sepa-
exegetas atentos a su forma literaria1. ra el emisor del receptor. Pero ya en la carta halla expresión la primera fijación
Tres características de esta forma requieren ser recordadas aquí: 1) la deli- literaria de un mensaje supuestamente oral. Es fácil comprender que la escritu-
mitación del «género profético» por lo que se ha denominado la «fórmula del ra, traspasada de la Sitz im Leben a una Sitz in Schrifi, asegura el destino del men-
mensajero»: «así dice Yhwh»; 2) la estructura del anuncio, como anuncio de jui- saje haciendo posible que llegue a otros receptores distintos a los pretendidos por
cio o de salvación, que el mensajero autoriza; y 3) la fórmula del «reconocimiento el acto de habla original. Éste es especialmente el caso de Ezequiel, respecto al
de Dios», que cierra el ciclo de las acciones divinas abierto por la fórmula del cual los expertos han renunciado a decidir de una vez por todas qué relación
mensajero. pudo haber vinculado el profeta a sus palabras, acciones o visiones, aparte de
Permítaseme recordar brevemente lo ya muy conocido hoy día sobre la deli- todas las nuevas redacciones debidas a su escuela o a posteriores escribas. En este
mitación del «género profético», por lo menos durante el período de los profe- sentido, la escritura no se limita a fijar un mensaje oral inmutable, sino que con-
tas escritores. Si la denominada fórmula del mensajero, «así dice Yhwh», posee tribuye a encubrir su origen. Y una vez libre de su marco original, la profecía
el valor introductorio que generalmente le asigna su posición al comienzo del escrita podrá convertirse en la base fija de la historia posterior de la recepción
mensaje que ha de ser entregado, es porque autoriza -en el sentido literal del tér- y, a través de esta historia, de las relecturas que excederán por sí mismas los lími-
mino- este mensaje2. Alguien habla. En Ezequiel, éste habla en primera perso- tes de las lecturas que llevan la garantía del canon.
na del singular en un discurso que, del principio a fin, se presenta como una Sin duda alguna, no debemos ir demasiado lejos en la dirección de esta sus-
autobiografía. Pero quien habla no lo hace en nombre propio, sino en nombre titución de la voz por la escritura. Lo mismo que se dice aquí se aplica al Sal-
de Otro, el verdadero autor del mensaje. Cierto que, tomando distancia respec- mo 22: la elevación a status de literatura no elimina la fuerza expresiva del len-
to del historiador o del fenomenólogo, podríamos describir el «género proféti- guaje. En la medida en que el discurso profético es el discurso de otro, su
co» de la siguiente manera: alguien recibe un mensaje (palabras, acciones, visio- enunciación, igual que la de una súplica, mantiene la marca de un «aconteci-
nes) de alguien que dice «yo», y esta palabra «reclama» ser palabra de Dios. El miento» personal. Algo «acontece» a alguien. Quien habla se siente tomado por
mensaje tiene, pues, dos sujetos. Un «yo» divino se expresa a través de un «yo» la palabra de Otro. No hay contradicción alguna entre esta observación y lo que
humano. Sin embargo, entre estos dos «yoes» hay identidad y diferencia a un se dijo antes sobre el destino literario de los actos de habla. Es uno de los efec-
tiempo. Es propio justamente de la condición de mensajero hablar en nombre tos producidos por ciertos géneros literarios recrear, a través de la escritura, el
de... Esta relación entre el mensajero y el emisor del mensaje es desconocida en carácter de un acto de habla. En otra parte he tratado de un fenómeno similar,
los relatos tradicionales, en los que Dios habla directamente a Adán y a Eva, a el de la «voz narrativa», en el que los lectores «oyen» al narrador (que no nece-
Caín y a Noé, a Moisés. Esta relación indirecta, enfatizada por la fórmula del sariamente es el autor) que les habla3. Del mismo modo, la plegaria de lamen-
mensajero, es importante para el resto de nuestra investigación, debido a la voca- tación hace que se «oiga» el grito, incluso cuando está redactado por escrito, del
suplicante. La profecía escrita despliega un poder comparable de convocatoria.
1. Véase, por ejemplo, Claus Westermann, Grundformen prophetischer Rede, C. Kaiser, Los lectores no sólo leen las palabras, sino que las oyen. De este modo, se trata
Munich 1960. de un auténtico retorno a la palabra hablada a través de la palabra escrita. A su
2. Además de Westermann, véase Walther Zimmerli, Ezechiel, Biblischer Kommentar Altes
vez, nuevas interpretaciones, también quizás oídas, tendrán que guardar algo de
Testament, Neukirchen 1969, vol. 1, Einleitung, p. 1-130; vol. 2, Die Auferweckung des toten Israel,
p. 885-902. Rolf Rendtorff, «Botenformel und Botenspruch», en Zeitschrift flir die alttestamen- la fuerza —incluso de la violencia- del mensaje inicial. La necesidad de una reac-
tliche Wissenschaft, 74 (1962) 165-177, argumenta que no debemos confundir el concepto de tualización perpetua de un acontecimiento personal de discurso humano cap-
Botenspruch (el mandato del mensajero), en cuanto designa un género de discurso profético, con tado por la palabra divina se expresa ya en el marco de la profecía que se nos
la «fórmula» del mensajero, capaz de introducir otros actos de discurso diferentes del que consis-
te específicamente en mandar al mensajero. Su investigación, centrada principalmente de los libros
históricos y que se refiere a profetas (Natán, Elias), pero también a mensajeros de todo tipo (por 3. Véase Paul Ricoeur, Time andNarrative, vol. 2, trad. por Kathleen McLaughlin y David
ejemplo, la historia de José en Génesis 45, 9), permite sacar la conclusión de que la «fórmula» del Pellauer, University of Chicago Press, Chicago 1985, p. 88-99 [trad. cast.: Tiempo y narra-
mensajero no es necesaria como característica de la situación de ser enviado. ción II, Cristiandad, Madrid 1987; vol. 2., Siglo XXI, Madrid 1985].
Paul Ricoeur Ezequiel, 37, 1-14

ha transmitido. La repetición del «así dice Yhwh», aparte de su función pura- sajero seguro de sentirse enviado por Dios para decir lo que, con toda certeza,
mente retórica y más allá de su estilo estereotipado, recuerda que cada llamada va a hacer Dios.
del profeta expresada por un «ve y diles» es un acontecimiento nuevo. André Dicho esto, no parece haber fuente alguna de indeterminación en el anun-
LaCocque destaca con fuerza que el profeta se implica en su mensaje. Aun más, cio profético, en cuanto los dos acontecimientos discutidos hasta ahora -el del
el profeta mismo produce el acontecimiento de la reanimación. Es paradójica- mensaje presente y el de la catástrofe o liberación futuras- son ciertos. Lo que
mente la repetición de la novedad de tal acontecimiento lo que la escritura posi- hay que considerar todavía es el tenor del acontecimiento anunciado, el quidát
bilita. lo que se anuncia. Aquí es donde se desliza la indeterminación, una indetermi-
Por lo que se refiere al mensajero mismo, lo que está realmente en juego es nación que se amplificará en el caso de las visiones que hasta ahora hemos con-
el anuncio (Verkündigung) de juicio o de salvación4. En este sentido, Claus Wes- siderado como una expresión, entre muchas, de anuncio profético.
termann ha llevado a cabo un análisis discursivo trascendental del mensaje Para poder medir de alguna manera este margen de indeterminación, debe-
profético. Distingue del anuncio, propiamente dicho, los enunciados que a menu- mos considerar por un momento la relación que existe entre el profeta y la his-
do lo preceden: una evocación de actos salvíficos anteriores, un sumario de trans- toria. Se impone aquí un doble contraste, con la historia tradicional y con el apo-
gresiones presentado a modo de acusación, o hasta una simple referencia al honor calipsis. Mientras que los grandes narradores se relacionan con una historia no
de Yhwh. Estas diversas declaraciones sirven como «pruebas», «justificaciones», sólo pasada, sino también tranquilizadora, el profeta se enfrenta a una historia
«acreditaciones». Westermann habla a este respecto de un Erweiswort, una Selbs- real, fundamentalmente peligrosa y desestabilizadora. La teología narrativa, de
terweis divina (volveré sobre esto en los términos del marco más apropiado del la que hablaba tan hábilmente von Rad, es una teología que da la garantía de
«reconocimiento de Dios»). El anuncio, propiamente hablando, se une a menu- acontecimientos fundadores para que el pueblo se identifique, acontecimien-
do a estas «pruebas» mediante un explícito «porque». tos que dan certeza a la experiencia vivida de una existencia comunitaria. La teo-
El anuncio en sí constituye el corazón vivo y palpitante de la profecía. Eze- logía profética, por el contrario, procede de una confrontación con una historia
quiel, de un modo más llano que cualquier otro profeta escritor, conoce sólo dos que produce ansiedad, en la medida en que incluye la terrible alternativa de una
tipos de anuncios, el del juicio -esto es, el anuncio en última instancia de con- destrucción o una salvación. No podemos exagerar esta oposición entre la his-
denación, desgracia, destrucción— y el de salvación o restauración. Vemos ya sur- toria mítica y legendaria de la teología de las tradiciones y la historia auténtica-
gir el simbolismo de muerte y vida, en que ha de centrarse nuestra atención. mente real a la que se enfrenta el profeta. Cuando Ezequiel retumba contra Egip-
¿Qué significa aquí anunciar? No es prever, en el sentido de ver en el futu- to, que había ayudado al pueblo a protegerse contra la opresión mesopotámica,
ro. Más bien es decir por adelantado lo que va a suceder. El anuncio, en este sen- lo que él tiene a la vista es un Egipto actual y no el Egipto legendario del Éxo-
tido, se refiere a un futuro apodíctico, a medio camino de lo indicativo y lo impe- do. Podemos ver en esta oposición la que existe entre una historia tradicional
rativo. Este tipo único de vínculo con el futuro guarda en reserva los enigmas que da seguridad y una historia inminente, traumática. Esta absolutamente sin-
que van a ocuparnos. Pero podemos destacar ya lo extraño de un futuro priva- gular relación con una historia que está en proceso domina en la relación del
do de ese aspecto de contingencia de que hablaban los «lógicos» griegos. A este oráculo profético con el tiempo. Visto desde este punto de vista, el anuncio, el nú-
respecto, otros actos de discurso hallados en el Antiguo Testamento presentan la cleo del mensaje profético, es ante todo una relación de inminencia. La posición
misma relación con el futuro. Sean una promesa, una bendición, o una maldi- del profeta mismo en lo que se refiere a esta inminencia se define, por el escri-
ción, se trata de actos con algo así como un efecto retardado. Un segundo aspec- tor mismo, como la de un «centinela», un centinela de la inminencia, podría-
to nos ayuda a aclarar este primero. El futuro anunciado en nombre de Dios será mos decir, para caracterizar así con una breve frase la relación del todo particu-
quehacer de Dios. Es Dios quien destruirá, Dios quien liberará. La certeza de que lar que el profeta mantiene con la historia.
esta acción va a venir de Dios da fuerza de convicción a la voz del profeta, jun- Déjeseme añadir dos puntos como corolarios a esta definición. En pri-
to con la certeza de saberse enviado para hacer este anuncio. Pero estas dos cer- mer lugar, por muy «loco» que pueda parecer el profeta, o, para decirlo de un
tidumbres van en realidad juntas como si fueran una sola. El profeta es un men- modo más moderado, por muy «extático» o bien «entusiasta» que sea, esta locu-
ra, que no excluye la vigilancia del centinela, se sitúa dentro de una historia que
4. Westermann distingue, incluso en los libros históricos, entre los anuncios de juicio los está sucediendo ahora. En segundo lugar, esta relación con la inminencia puede
dirigidos contra individuos, los que se dirigen contra Israel y los que van contra los enemigos de verse en todas las expresiones del mensaje profético, no sólo en el discurso,
Israel. sino también en las acciones simbólicas y en las visiones. Tendremos que recor-
Paul Ricoeur Ezequiel, 37, 1-14

dar esto cuando lleguemos a la visión de Ezequiel 37. Todas estas formas de expre- que los exegetas han intentado legítimamente establecer una correlación entre
sión son ejercicios de vigilancia confiados al centinela de la inminencia. esta o aquella profecía y el curso real de los acontecimientos. Y tienden tanto
El segundo contraste importante tiene que ver con la diferencia funda- más a proseguir estas investigaciones cuanto que el profeta-redactor tuvo cui-
mental entre profecía y escatología en lo que concierne a sus respectivas rela- dado de datar un buen número de sus invectivas. Ese ejercicio tiene éxito, como
ciones con el tiempo. Por muy verdadero que pueda ser que la escatología es la cabría esperar, en el caso de profecías post eventum, interpoladas por la escuela
heredera de la profecía, una vez que esta última perdió su chispa, en las cir- de Ezequiel en el texto atribuible con mayor o menor seguridad al profeta mis-
cunstancias que más adelante consideraré, es también importante oponer la rela- mo. Pero estas correlaciones son el resultado precisamente de una investiga-
ción del oráculo de la inminencia a la relación del discurso escatológico con el ción de historiador. No forman parte del sentido de la profecía como «anuncio».
«final de los tiempos». Hay otras diferencias, además, entre estos dos tipos de Todo se desarrolla como si la inminencia siguiera siendo inminente, por perte-
discurso, como el hermetismo de los que son considerados textos secretos y el necer el cumplimiento final del oráculo a otros géneros literarios, principalmente
papel de una figura intermediaria que rompe los sellos. Pero la sola relación con narrativos, pero también al de lamentación, que, ciertamente no está ausente del
el tiempo ya establece grandes diferencias entre ellos. La inminencia a la que hace libro de Ezequiel. Pero una lamentación es otro género distinto del de la profe-
frente el profeta es decididamente intrahistórica. Esto no impide que la profe- cía, en la medida en que puede distinguirse del anuncio.
cía de Ezequiel vaya por el camino de la escatología, como indican esas señales Dos factores de indeterminación proceden de este carácter digno de ser
que André LaCocque destaca: la novedad absoluta del tiempo de la re-creación tenido en cuenta de la profecía. En primer lugar, desde un punto de vista tem-
del pueblo, un nuevo Éxodo, un nuevo Sinaí, un nuevo David, nuevas relacio- poral, el anuncio incluye un elemento de indeterminación referente a la demo-
nes con la tierra y, sobre todo, la afirmación de que la historia pasada está ago- ra en la ejecución, pues la inminencia consiste en una relación variable entre pro-
tada, tal como expresan los huesos «secos» de la visión. La nueva historia no será ximidad y lejanía. Ésta es la razón de que, incluso si se pone fecha a una profecía
una restauración, sino una auténtica inauguración. Anterior a ésta hay só- - y requiere una fecha, como supone Paul Beauchamp 5 - su cumplimiento no
lo una no-historia de un no-pueblo, como en Oseas 1, 6. Y en este sentido, pode- la tiene. El oráculo no es una historia del futuro o una historia que ocurre en el
mos realmente hablar de la profecía de Ezequiel como de una «escatología pro- futuro. En segundo lugar, por preciso que pueda ser el anuncio, deja un impor-
fética». tante margen de incertidumbre en cuanto a la naturaleza exacta de las catástro-
Sin embargo, es en términos de toda la amplitud de la historia como se fes anticipadas y, aún más, de las libertades anunciadas. Igual como el oráculo
plantea esta renovación. De aquí que no se cruce el umbral de lo apocalíptico, no es una historia del futuro, tampoco es un relato, comparable a una narración,
como confirma la comparación que instituye André La Cocque con Daniel. de acontecimientos inminentes. A este respecto, las alegorías, las metáforas y las
De modo que la profecía, considerada en términos de su relación con el parábolas con que se refuerzan las profecías producen un efecto similar al pro-
tiempo, se opone tanto a la historia tradicional, mítica y legendaria, básicamente ducido por la poesía de los Salmos y el Cantar de los cantares. Una vez más, estas
segura y confortable, como a la no-historia de los «tiempos finales», que es lo figuras de estilo no representan más que una cuestión de variaciones del habla.
que escudriña el apocalipsis, en una postura que no es la del centinela, sino la ¿Qué significan las acciones simbólicas y las visiones que vamos a considerar?
de la persona que descifra enigmas y resuelve misterios. No es por causalidad que, en Oseas, Isaías, Jeremías y Ezequiel, estas formas
Habiendo clarificado esta relación única de la profecía con el tiempo his- no verbales de figuración se hayan entretejido cada vez con mayor frecuencia
tórico, podemos volver a la cuestión que hemos dejado en suspenso, a saber, ¿qué con figuras verbales. Quizás forme incluso parte del género literario de la pro-
margen de indeterminación se incluye en esta relación con la historia inmi- fecía anticipar los acontecimientos anunciados de un modo no descriptivo aun-
nente? A primera vista, ninguna, porque ha de tenerse en cuenta que los acon- que figurativo, si incluimos bajo esta expresión figuras verbales (alegorías, metá-
tecimientos anunciados -destrucción o salvación— son obra irrevocable de Dios. foras, parábolas) y figuras no verbales (acciones simbólicas y visiones). El oráculo
Aunque incierto para los seres humanos, el futuro es cierto para Dios. Y esto es profético satisface a su manera lo que Heráclito dijo de las palabras de un dios:
ciertamente lo que empuja al profeta. Con todo... «ni afirman ni niegan, pero tienen sentido (semainei)». O, desplazándonos de un
Con todo hay que notar, como confirma el análisis literario, que al anun-
cio, constitutivo del mensaje profético, no le sigue ningún desarrollo de carác- 5. «Aun cuando la ley bíblica permita que el tiempo y la fecha queden en el olvido por una
ter narrativo, donde se relatara el cumplimiento de la profecía. Pertenece al géne- relación constante con un período arquetípico, la profecía supone un momento preciso de su pro-
ro de la profecía ser un anuncio privado del relato de su cumplimiento. Es verdad ducción.»; cf. Paul Beauchamp, L'un et l'autre Testament, Essai de lecture, Seuil, París 1976, p. 75.
Paul Ricoeur
Ezequiel, 37, 1-14

extremo a otro de la historia de las ideas, ¿no podríamos decir, usando términos es la conclusión general que el profeta da a su profecía. Aún más, esta conclu-
de Frege, que la profecía tiene significado, aunque no tenga referencia ni deno- sión no constituye un añadido marginal, representa más bien una coronación de
tación? Lo que tenemos es toda la distancia que hay entre anunciar y mostrar, aspecto teológico. Lo que el conocimiento y el reconocimiento completan y a lo
hacer ver. Un significante con un referente flotante; en esto podría consistir el que hacen obsequio es siempre un acto divino. Sigúese esto del mismo carácter
status «lógico» de lo que se anuncia en la profecía. del anuncio profético: juzgar o salvar es en todo caso un acto de Dios. Este que-
Esta extraña condición de un acontecimiento inminente es particularmente hacer, este acto acaba en una especie de acontecimiento terminal: el conocimiento
apropiado para el anuncio de salvación de donde procede la visión de Ezequiel de Dios. Un receptor le es dado así a la intervención divina, un receptor humano.
37. El profeta consigue perfectamente, a través de estas imágenes figurativas, Necesitamos todavía considerar cómo llega a producirse este reconoci-
hacernos casi ver las catástrofes anunciadas y crear la ilusión de su presencia, miento. Como muestra el estudio de Zimmerli, que va bastante más allá de los
siguiendo el procedimiento que Roland Barthes describió como un «efecto de escritos proféticos, el «reconocimiento» de Dios procede de acontecimientos
realidad». Los acontecimientos de bendición y salvación son, en esencia, infi- tomados como «signos» —llamémosles maravillas o milagros-, algo que Éxodo
nitamente más difíciles de representar mediante figuras y, por lo mismo, más 31, 13 ilustra ejemplarmente. Estos «signos», en el sentido casi jurídico del tér-
difíciles de ser vistos. La multiplicación de figuraciones puede, por tanto, ser vis- mino, tienen el valor de una «prueba», de una acreditación. Así redescubrimos,
ta como una manera de llenar esta laguna. Se acude a la tradición para tomar de bajo la idea de signos-prueba, el tipo de vínculo «lógico» que encontramos antes
ella modelos que se proyectan de nuevo hacia el futuro. De aquí que se hable entre el anuncio del juicio y la acusación que subtiende. La misma conexión,
de un nuevo éxodo, un nuevo David, una nueva Sión, un nuevo templo (Eze- que Zimmerli designa con los términos de Erweis [prueba] y Erweiswort [pala-
quiel 40-48). Y otras figuras se añaden a estas verbales: las acciones simbólicas y bra- prueba], es producida en este caso por los acontecimientos que se suponen
las visiones. Lo importante aquí es que la felicidad es más difícil de pintar y visua- sucedidos y el hecho del reconocimiento7. El primero de ellos será el signo que
lizar que la infelicidad, y que la distancia es aquí mayor entre significar y mos- prueba que es Dios quien ha actuado. Obviamente, no se trata aquí de una espe-
trar. Las figuraciones de la vida restaurada no consiguen superar o eliminar cie de argumento de causalidad, como en las pruebas «griegas» de la existencia
esta distancia. de Dios, sino más bien, de un discernimiento del valor de «signo» de los acon-
No quiero terminar estas consideraciones generales sobre el género profé- tecimientos dignos de ser considerados. Podríamos incluso hablar a este res-
tico -por lo menos en términos de la forma privilegiada que encontramos en pecto de una semiología divina, a la que son llamados los mismos vencidos, aque-
Ezequiel—, sin considerar también la fórmula de conclusión («Y sabréis que yo llos que sobrevivieron a la gran tribulación, y hasta todas las naciones de la tierra.
soy Yhwh»), igual como hice con la fórmula introductoria («Así dice el Señor Vemos en qué sentido la fórmula de reconocimiento es simétrica con la fór-
Yhwh»). Este conocimiento - o , mejor dicho, este reconocimiento- proporcio- mula del mensajero. Esta última fórmula se aplica sólo en el caso del enviado de
na efectivamente una nueva ocasión de reflexionar sobre la indeterminación del Dios; en el reconocimiento, se incluye a todo el mundo, como si un clamor cós-
mensaje profético en cuanto al suceder de los acontecimientos anunciados, mico debiera un día ratificar la pretensión del mensajero de haber hablado en
que este «reconocimiento» parece a primera vista excluir. nombre del Otro. Aquí es dónde la profecía de Ezequiel se unirá a la del Déu-
En un estudio dedicado por Walther Zimmerli a lo que él llama la «fór- tero-Isaías, que a todas luces se abre a una historia auténticamente universal.
mula de reconocimiento», se plantean dos cuestiones distintas, cada una de las Pero qué sucede a este Erweiswort, en lo que se refiere a su univocidad, lue-
cuales abre un nuevo espacio de variaciones para la proyección del futuro inmi- go que suponemos que sólo como signos los acontecimientos adquieren fuerza
nente6. En primer lugar, ¿en qué sentido cuenta este reconocimiento como con- de «prueba». ¿Hemos abandonado el círculo de la significación al pasar del anun-
clusión del anuncio? Mi pregunta se vincula a uno de los comentarios de André cio a su supuesto cumplimiento? Ciertamente, no se aplica el mismo sentido de
La Cocque. Como dice él, la fórmula de reconocimiento invita a una «relectu- «signo» al anuncio que, separado de su cumplimiento, fue llamado signo anti-
ra» retrospectiva del texto. La insistencia obstinada del redactor por resaltar cipado de un acontecimiento por venir, y al acontecimiento que se supone suce-
por igual tanto el anuncio de salvación como el de destrucción, las visiones como dido y que es ahora tomado como signo de un acto divino. Sin embargo, lo que
las acciones simbólicas y el discurso, es sorprendente. Conocer, reconocer a Dios

7. Véase Walther Zimmerli, «Das Wort des góttlichen Selbsterweises (Erweiswort), eine
6. Walther Zimmerli, Erkenntnis Gottes nach dem Buche Ezechiel, Zwingli Verlag, prophetische Gattung», en Mélanges bibliques rédigés en l'honneur d'André Roben, Bloud et
Zárich 1954. Gay 1957, p. 154-164.
Paul Ricoeur Ezequiel, 37, 1-14

hay de común a ambos usos es la distancia entre significar y mostrar. Esta dis- profético, el divino «yo soy» se pronuncia al final de la fórmula de reconoci-
tancia es la razón de que sean posibles múltiples y opuestas interpretaciones. miento. Esta fusión de la fórmula de reconocimiento con la de la autopresen-
Esta sugerencia se apoya en la exégesis de la segunda parte de la fórmula de tación tiene, por esto, el doble efecto de arrancar de raíz la autopresentación
reconocimiento: «Reconoceréis que yo soy Yhwh». Es digno de observarse que de Yhwh de su contexto cultual y, en consecuencia, de la tentación de apode-
el profeta o su escuela incorporaría posiblemente a la fórmula de reconocimiento rarse del Nombre de Dios mediante la adivinación o la magia, así como el de
otra fórmula que, como tal, puede hallarse en muchos otros contextos distin- ahorrar al conocimiento de Dios otro mal uso, el del conocimiento objetivo. En
tos de los escritos proféticos, a saber, la denominada fórmula de la autopresen- otras palabras, cuando se la saca de su espacio sagrado insertándolo en la pala-
tación con que se presenta Dios8. ¿Qué sentido teológico debió de darse a esta bra profética, la palabra de autopresentación se reorienta hacia la historia, el úni-
conjunción? Dios, dijimos anteriormente, quiere ser reconocido por sus obras. co lugar pertinente de aprobación o desaprobación10.
Pero este reconocimiento es un acto humano, aunque aplicado a un acto divi- Sin embargo, al mismo tiempo, la conjunción entre la fórmula de recono-
no. Peligro hay de que el sujeto de este conocimiento quiera adelantarse hasta el cimiento («reconoceréis que...») y la de la autopresentación («yo soy Yhwh») tie-
proscenio. Es una posibilidad excluida por la fórmula «yo soy Yhwh», en la medi- ne otro efecto inesperado que afecta esta vez a la misma naturaleza de un test o
da en que lo que debe reconocerse no es qué sino quién. El «quién» de alguien prueba de la verdad. En la medida en que lo que se atestigua es el «yo» divino,
que dice de sí mismo: yo soy. De este modo, se establece un límite a la tentación desprovisto de todo título, de toda cualificación que pudiera «objetivarlo», la
de convertir este saber en conocimiento de una cosa. Zimmerli lo expresa muy prueba por signos, esperada a partir de los mismos acontecimientos históricos,
bien: la repetición de «yo soy Yhwh», en la fórmula de reconocimiento, impide parece ser capaz de aportar un punto final del todo inequívoco a la disputatio,
que el hecho de conocer sitúe al que conoce en la posición de sujeto9. No ocu- encontrando un buen ejemplo de ella precisamente en la exégesis que el escritor
paba ya esta posición dominante en la fórmula del mensajero, ni lo ocupará en bíblico propone para la visión de los huesos secos llamados de nuevo a la vida.
el anuncio de juicio o de salvación. No es un lugar que le esté permitido ocupar La pureza, la desnudez del «yo soy Yhwh» consagra en cierto sentido la irre-
al descifrar los signos. Dios, el sujeto del acto, sigue siendo el sujeto que da tes- ductible indeterminación del juicio humano llamado a «reconocer» a Dios sobre
timonio de sí mismo en el corazón mismo del conocimiento/reconocimiento. la base de una fe en los «signos-prueba» exhibidos por la historia.
Incluso cuando el conocimiento/reconocimiento deviene acontecimiento, no es
que el sujeto humano de este acto se afirme a sí mismo, sino que el sujeto divi-
no se presenta a sí mismo sin «hacerse cautivo de este conocimiento humano». D E MUERTE A VIDA.- UN SIMBOLISMO ABIERTO
«El conocimiento de Dios sólo puede llevar hasta el umbral donde claramente
se indica que allí Dios dice "yo soy Yhwh"». Ésta es la razón de que no encon- Volviendo ahora a la secuencia de Ezequiel 37, 1-14, buscaremos en la
tremos aquí la fórmula opuesta, que podríamos haber esperado hallar: «Ahora visión misma aquellos recursos de equivocidad que, añadidos al aspecto de inde-
sé que Dios es Yhwh». Esto sólo pueble decirlo Dios mismo: «Reconoceréis que terminación de la profecía considerada aparte de cómo se vehicula el mensaje,
yo soy Yhwh». Igual como la fórmula de reconocimiento concluye el mensaje abren la vía a una pluralidad de interpretaciones, de entre las cuales el tema
tradicional de la resurrección corporal e individual de los muertos es una de tan-
8. Aquí, Zimmerli incorpora en Erkenntnis Gottesh esencia de las conclusiones de su ensa- tas. No es indiferente que estos recursos de equivocidad se concentren dentro de
yo «Ich bin Yahve», publicado antes en Festschrift fiir Albrecht Alt Geschichte undAltes Testamenta una visión, y más precisamente dentro de esta visión.
J. C. B. Mohr, Tubinga 1953, p. 179-209. Según Zimmerli, esta fórmula procede de las pala- Recordemos ante todo que la visión de Ezequiel 37 se inscribe dentro del
bras que acompañan a una teofanía en la que Dios se revela a través de su nombre. Estas pa-
género profético con el mismo status que los discursos, gracias a las diversas indi-
labras podrían haber sido pronunciadas realmente por los sacerdotes en el marco de fiestas cul-
tuales extraordinarias. En este sentido, el empleo que el profeta hace de esta fórmula derivaría de caciones distintivas sobre las cuales construimos las explicaciones anteriores: la
su primera aparición en un marco cultual. Este problema del Sitz im Leben es del mayor interés presencia de la fórmula del mensajero en 37, 5,9,12 (a la que podemos añadir
en un enfoque histórico-crítico. Para un análisis literal, como el nuestro, el hecho significativo es la expresión introductoria: «La mano de Yhwh se posó sobre mí»); el mandato:
la reutilización de esta fórmula como componente de la fórmula de reconocimiento. ¿Qué signi-
«Profetiza sobre estos huesos y diles...» (v. 4 y 12); el anuncio de salvación: «Mirad,
ficado teológico debe darse a esta conjunción? Esta es la cuestión fundamental.
voy a infundiros Espíritu, y reviviréis...» (v. 5s), y de nuevo, «Mirad. Voy a abrir
9. Zimmerli habla aquí de una «pertenencia mutua», de una Zusammengehorihkeit, entre el
acto (Tat) de Yhwh y su reconocimiento por los hombres. Sin embargo, es el acto divino lo que
establece la base y la ocasión de este reconocimiento y este conocimiento. 10. Véase Zimmerli, Erkenntnis Gottes, p. 69s.
Paul Ricoeur Ezequiel, 37, 1-14

vuestras tumbas...» (v. 12, 14); y, finalmente, la fórmula de reconocimiento: «y miento en el simbolismo, y concluye con la fórmula del reconocimiento, sin que
sabréis...» (v. 14). el profeta cuente el cumplimiento de lo significado en el marco del nuevo sim-
Pero se trata de una visión y no de un discurso". Es una visión, a cuyo res- bolismo. Comencemos por el final: «Y sabréis que yo, Yhwh, lo he dicho y lo he
pecto no debemos preguntar si se experimentó como un sueño o como una alu- hecho -oráculo de Yhwh» (v. 14). Esta conclusión determina el significado teo-
cinación: el profeta es transportado por el espíritu de Yhwh a «una llanura que lógico de la profecía: la reanimación de los huesos secos no es resultado de una
estaba llena de huesos», y mira hacia el campo de huesos «completamente secos»; cierta capacidad natural de aquellos que los poetas griegos llaman «mortales».
luego empieza a cumplir el mandato de profetizar; sigue el espectáculo de la rea- Ezequiel mismo es llamado «hijo de hombre», esto es, mortal. El milagro es obra
nimación de los huesos, llevado a efecto en dos tiempos, como el relato de la cre- de Dios, y esta obra equivale a una nueva creación.
ación en Génesis 2: primero, los huesos hacinados se cubren de tendones, El cambio de simbolismo, la apertura de las tumbas y el resurgir de dentro
músculos y piel, luego llega el espíritu, de los cuatro costados, que sopla sobre de las tumbas no parece que introduzcan otra cosa, en relación con el espectácu-
los huesos. lo de los huesos secos, que una simple variación en el plano figurativo. Nótese,
Para completar el examen de la visión en el plano formal, añadamos la inser- sin embargo, que esta variación ayuda al lector a liberar el significado común a
ción de un fragmento de disputatio, en la que la expresión de la duda de los super- ambas escenas, a saber, el paso de muerte a vida. Es éste precisamente el sentido
vivientes, incluso el desespero, se confía a las palabras del Señor: «Me dijo: "Hijo con que juega la frase declarativa, en la que podemos ver la clave hermenéutica
de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?"». En nombre de quienes no tienen de toda la secuencia: «Después me dijo: "Hijo de hombre, estos huesos son toda
esperanza, el profeta, que aquí no es más que un hijo de hombre, responde: la casa de Israel"» (v. 1 la). ¿No equivale esta declaración a una interpretación?
«Señor Yhwh, tú lo sabes». De este modo, se evoca el terreno de impotencia sobre Y, ¿no se orienta totalmente hacia una interpretación «histórica», a saber, al anun-
el que se alza la llamada del profeta, antes de que reciba la fuerza que sólo el cio de la vuelta de la «casa de Israel» a su país? De hecho, es a éstos, a los de la
imperativo puede comunicarle: «Profetiza sobre estos huesos». «casa de Israel» a quienes se confía la segunda disputatio. Ellos son, esta vez, quie-
Nada hay que añadir, por tanto, en el plano formal a la visión en relación nes respiran desesperación: «Se han secado nuestros huesos, se acabó nuestra
con la palabra, excepto el hecho de que la visión lleva a un anuncio que va más esperanza, estamos perdidos» (v. 11b). ¿No figuran acaso las tumbas de donde
allá. En primer lugar, se dice que el profeta cumplió con la orden de profetizar: se levantan, en el marco de una alegoría del todo verbal, sustituida subrepticia-
«Profeticé, pues, como se me había mandado» (v. 7). Ante todo, el profeta ve mente por la visión de los huesos secos, la condición de estos muertos vivien-
cumplido el anuncio de salvación que en otras partes el discurso deja en sus- tes condenados al exilio? Y, ¿no es la vuelta a Palestina lo que se significa en los
penso: «revivieron y se pusieron de pie. Era un ejército inmenso» (v. 10). Lo que siguientes términos: «Mira, yo abro tus tumbas y te hago resucitar de ellas, pue-
antes llamamos «figuración» del cumplimiento, se ha convertido, gracias a la blo mío, y yo te guiaré hasta la tierra de Israel?» André LaCocque describe con
visión, en el espectáculo del cumplimiento, relatado en una breve sección narra- gran detalle el vínculo que hay entre Vida y Tierra en Ezequiel. Es esta prome-
tiva, igual como se ha narrado la orden de profetizar. Y este espectáculo del cum- sa de una vuelta a la tierra de Israel lo que él ve como coronación de los capítu-
plimiento, al distinguir entre visión y discurso en el plano formal, introduce el los 40 a 48, añadiéndose así a los agudos análisis de Jon Levenson de esta larga
problema de la interpretación en el plano del contenido. Porque, ¿qué sucede, secuencia que ocupa nada menos que una quinta parte del libro de Ezequiel12.
en efecto, en este cumplimiento figurado? En suma, ¿no es a ellos, y sólo a ellos, a quienes se dirige el anuncio de salvación?
No hemos dicho todavía nada sobre una característica de esta secuencia Llegados a este punto, parece como si el texto mismo nos obligara a admi-
que va del plano formal de la composición al de los contenidos, al plano de la tir sólo una interpretación sobre los huesos secos llamados de nuevo a la vida por
significación. Con todo, es en este plano donde se decide la orientación de nues- el Señor: se trata únicamente de la vuelta de los muertos vivientes del exilio babi-
tra interpretación. Esta característica se define de la siguiente manera. La secuen- lónico. Además de la clara declaración de Ezequiel 37, l i a , apoyan esta inter-
cia 37, 1-14 consta de dos partes: la visión propiamente dicha (1-10), que hemos pretación la actitud predominante de la profecía en lo referente a la historia,
estado analizando antes, y una interpretación que propone una clave a nuestra antes puesta de relieve, y el papel que asume Ezequiel mismo como centinela de
lectura y, a la vez, reitera la orden de profetizar, pero al precio de un desplaza- lo inminente.

11. André LaCocque incluye la visión del capítulo 37 entre las cuatro grandes visiones que 12. Jon Levenson, Theology ofthe Program ofRestoration ofEzekiel 40-48, Scholars Press,
pueden hallarse en el libro de Ezequiel. Missoula, M T 1976.
Paul Ricoeur Ezequiel, 37, 1-14

Pero quisiera hacer, no obstante, un alegato a favor de la tesis de que la el cuarto canto en Isaías 53 es totalmente distinta, porque esta rehabilitación
visión, como visión que es, ofrece otros recursos que pueden traspasarse al dis- incluye su propia indeterminación en lo tocante no sólo a la identificación del
curso. Podemos comenzar observando que la interpretación dada en Ezequiel personaje, cuyos sufrimientos son promesa de redención, sino también a la mis-
37, 1 la impone un cierto límite al libre juego de la imaginación, en cuanto úni- ma naturaleza de esta rehabilitación14. A mi entender, y a este respecto, si jun-
camente responde a una pregunta: ¿qué son estos huesos secos? «Estos huesos tamos Isaías 53 y Ezequiel 37, las indeterminaciones de un texto refuerzan las
son toda la casa de Israel». Pero, al plantear esta pregunta, «¿qué son?», la pará- del otro y con lo que se libera, por tanto, el potencial de cada uno de cara a la
bola se ha reducido también a una alegoría, más cercana al discurso que a la interpretación. Leer los textos bíblicos a la manera de una serie, cuyo carácter
visión, incluso a un oxímoron: los muertos vivientes. teológico ya he señalado, no es cosa ciertamente prohibida. La disposición sin-
¿Constituye esta observación un alegato a favor de la interpretación, habi- crónica de la Biblia permite una lectura transversal. Hasta produce un efecto de
tual en el judaismo primitivo y en el primitivo cristianismo, según la cual Eze- sentido absolutamente destacable e inesperado, a saber, la proyección posterior
quiel 37, 1-14 anuncia, de una manera desmañada, la resurrección escatológi- sobre la profecía de un tono de búsqueda y presentimiento. Los hebreos son
ca? Nada impide que lo afirmemos, en especial si tenemos en cuenta las los heraldos en iniciar este intento de búsqueda, los encargados de intentar
condiciones en que se produce esta interpretación. este presentimiento en claroscuro. Y este efecto de significado no daña el texto,
En primer lugar, atestigua la substitución de la profecía propiamente dicha si somos conscientes de los procedimientos de lectura que lo hacen posible. El
por la escatología. Antes me he referido a la considerable distancia que separa daño comienza cuando pretendemos que el autor sagrado tiene ya este signifi-
una de otra en su relación con la historia. La idea de una resurrección al final de cado en su mente. Podemos decir que una exégesis que imponga una interpre-
los tiempos presupone que esta distancia se ha superado, luego que desaparece tación posterior a un texto anterior, sin reconocer los pasos que tal lectura supo-
la profecía. En segundo lugar, esta interpretación infravalora el papel desempe- ne, es falsa. Pero deberíamos aceptar como plausible una exégesis innovadora
ñado por las nuevas creencias en la relectura de textos como éste de Ezequiel. que sabe qué está haciendo, cómo lo está haciendo y en nombre de quién lo hace.
Estos textos incluyen una preocupación cada vez mayor por el destino del indi- Dicho esto, nos está permitido preguntar qué otras interpretaciones, ade-
viduo en el marco del helenismo, las influencias iranias y las controversias con más de la interpretación histórica acreditada por Ezequiel 37, 1 Ib y la interpre-
los filósofos griegos sobre la inmortalidad. Dentro del marco cristiano, es del tación escatológica posterior, hace posible la visión de los huesos secos llamados
todo evidente que el kerygma de la resurrección de Cristo fue el factor decisivo. a la vida.
Basándose en ella argumenta Pablo en 1 Corintios 15. Como se ha dicho en otra Desearía volver aquí a un comentario hecho anteriormente. El tema de la
parte, una interpretación innovadora nace las más de las veces por la irrupción vuelta de los exiliados sólo responde a una pregunta parcial, la de la identidad
de un acontecimiento nuevo en el sistema de creencias. Este acontecimiento nue- de los huesos secos llamados a la vida. A este respecto, vale la pena notar que la
vo hace posible una «relectura» de los textos antiguos, que desplaza, ensancha interpretación que se convirtió en tradicional permanece igualmente dentro de
y aumenta su sentido. los límites de esta búsqueda de identidad. Se ha establecido de la siguiente mane-
Añadamos que se ha introducido una cierta continuidad defacto entre Eze- ra: «Hijo de hombre, estos huesos son toda la humanidad que ha muerto». La
quiel y las interpretaciones judías primitivas y la concepción cristiana de una interpretación escatológica permanece tan obstinadamente dentro de los lími-
resurrección final, por la costumbre de situar los textos del Antiguo Testamen- tes de la identificación, que acaba fijando el significado literal de la visión apla-
to relativos a la vida y a la muerte en serie, y de tomar la creencia explícita en zándolo simplemente al final de los tiempos. En este sentido, ésta es la inter-
la resurrección de los muertos como punto de referencia, poniéndola por tanto pretación que más pasa por alto la dimensión parabólica y no sólo la dimensión
como el telosáe. todo el desarrollo13. Sería probablemente más conforme al talan- alegórica de la visión.
te de la Biblia hebrea, tal como he dicho en otra parte, respetar la diversidad Debemos despegar del interés por identificar a los destinatarios de la pro-
de caminos abiertos a la interpretación por estos venerables textos. El apocalip- fecía todo el simbolismo del paso de muerte a vida, el simbolismo de la resu-
sis de Isaías 24-27 es totalmente distinto de Ezequiel 37, incluso si Isaías 25, 8 rrección15. Este significado de la visión es el que más destaca André LaCocque
nos hace pensar en Ezequiel 37. Pero la rehabilitación del «siervo de Yhwh» en
14. Ibídem,
13. Véase Robert Martin-Achard, De la mort a la résurrection d'aprés l'Ancien Testament, 15. Véase Walther Zimmerli, «"Leben" und "Tod" im Buche des Propheten Ezechiel», en
Delachaux et Niestlé, Neuchátel 1956, p. 82-86 (sobre Ezekiel). Theologisches Zeitschrift, 13 (1957) 494-508.
Paul Ricoeur Ezequiel, 37, 1-14

por todo su ensayo. La resurrección anunciada, observa, no es el resultado de reabre todo una panoplia de significaciones, aun permaneciendo dentro del hori-
cierta capacidad humana, ni es el don de una aspiración. Su sentido es teológi- zonte de una metánoia espiritual. Pablo puede escribir, a la manera de Oseas y
co, no antropológico. El adjetivo «secos» pone de relieve el carácter radical de la Ezequiel: «Estabais muertos por vuestros pecados, pero ahora estáis vivos». La
muerte, que excluye que la vuelta a la vida se inscriba en el ciclo de un gran fuerza del símbolo se evoca incluso más claramente en el rito del bautismo, don-
círculo. En este sentido, la visión actúa primero como un juicio de condenación de el sentido espiritual de conversión recibe el refuerzo de la revivificación de los
sobre un pueblo muerto. Incluso a Dios alcanza la tumba. Israel, paralítico de antiguos mitos de la inundación y del estar cubierto por las aguas. Después de
nacimiento, muere en Babilonia. La muerte es así la senda olvidada de la vida haber sido «engullida», la persona bautizada es «salvada de las aguas». Su bau-
como nueva creación. Esta nueva creación no encuentra garantía alguna en la tismo significa un renacer. El Evangelio de Juan confiere una muy conocida fuer-
existencia anterior, como está dicho en Juan 12, 24: «El grano de trigo tiene que za y esplendor a ese símbolo de un segundo nacimiento.
morir para que pueda renacer». Por esto, la conexión entre el simbolismo de la resurrección y el de la crea-
Aquí es, quizás, donde la visión va más allá del discurso profético, que osci- ción originaria se reconstituye periódicamente. Sin duda alguna esta conexión
la entre el anuncio del juicio y el de la salvación. La visión de los huesos secos es realmente antigua. Y no debemos dejar de lado, a este respecto, la sugeren-
llamados a vivir «figura» el paso de muerte a vida y, en este sentido, nos hace cia que unos exegetas hacen acerca de que el simbolismo hebreo de la resurrec-
«ver» el salto de un anuncio al otro. ción podría tener una de sus fuentes en el ritual de Adonis y de Osiris y también
Pero la confesión de la ausencia de vida es una parte integral del anuncio en las mitologías de la naturaleza del antiguo Oriente próximo, que han llega-
de la resurrección, tal como André LaCocque lo ha señalado. El final de la his- do hasta nosotros provenientes de Ugarit y de las religiones cananeas16. Como
toria es la senda que lleva a la nueva historia. Esta radicalidad dialéctica, que dijimos anteriormente, la reanimación por dos veces de los huesos secos evoca
ignora la compensación de los discursos de condenación por los de salvación, un profundo parentesco entre la visión de Ezequiel 37 y los relatos de la crea-
confiere toda su gravedad a la pregunta de 37, 3: «Hijo de hombre, ¿podrán revi- ción de Génesis 2. Este arraigo en los mitos de la creación presta su energía al
vir estos huesos?», junto con la desconsolada respuesta del profeta: «Señor Yhwh, simbolismo de la vida resucitada más allá de las limitaciones que, en sentido con-
tú lo sabes». Esta forma de interrogar la visión es quizás la que hace más justi- trario, le aplican la concepción física de vida tras la muerte y el concepto moral
cia a la visión como tal, esto es, en cuanto irreductible al discurso. A fin de cuen- de conversión. Que el Dios que dijo «yo soy» es un Dios vivo es una confesión
tas, ¿no difiere la visión de las palabras de salvación en que mantiene un poten- que constituye el punto de fuga hacia donde convergen, y de donde proceden,
cial simbólico que ni siquiera la prosa poética de estos discursos alcanza a los componentes del gran símbolo de la Vida que emerge de la Muerte. En su
transmitir? Un relato de una visión puede, en este sentido, considerarse como
un equivalente en prosa de una composición poética. 16. En The Resurrecüon in Ezekiel xxxvii and Dura-Europos Paintings, A. B. Lundequis-
Para explorar los recursos del símbolo «muerte y resurrección», podemos tska Bokhandeln-Otto Harrassowitz, Uppsak-Leipzig 1948, Harald Riesenfeld intenta demostrar
que la idea de resurrección arraiga ya en la piedad de la liturgia anual de Año Nuevo y su ritual,
quedarnos dentro de los límites de las Escrituras canónicas, judías y cristianas,
que celebra la regeneración de la vida por Yhwh. La tendencia a escatologizar la fe en la nueva cre-
pero también podemos prestar atención a cuanto el simbolismo bíblico com- ación, despojándola de su ritmo anual, está incluida en el ritual mismo; Oseas 6, 2; Miqueas 7, 8,
parte con el simbolismo de otras culturas y otras literaturas. al igual que Salmos 17, 15, y hasta el sublime capítulo sobre el Siervo doliente de Isaías 53 con-
En Ezequiel mismo, la conexión es fuerte entre vida y justicia, y entre muer- servan una huella de esta raíz cultual, como hace también la referencia al Espíritu en Ezequiel 37.
Si admitimos que los ritos arcaicos se mantienen perpetuados en los mitos históricos y en las expre-
te e injusticia en 33, 10-20. Por ello, podríamos hablar de una conversión de la
siones metafóricas, esta hipótesis es tan plausible como cualquier otra en términos de «fuentes» y
injusticia en justicia al igual que de un paso de muerte a vida. Este modelo del «orígenes». No obstante, el desplazamiento del mito hacia la historia, y luego de la historia a la
«retorno» va acompañado de una promesa que el Señor compara a un arrepen- escatología, parece digno de ser tenido en cuenta. Es toda una cuestión de interpretación tipoló-
timiento en Ezequiel 18, 1-3. De este modo, se atestigua que Dios es vida, Dios gica lo que aquí surge, en su doble aspecto de creación de un nuevo significado y de persistencia
viviente: «Buscadme y viviréis», leemos en Amos 5, 4. Apartarse del mal es pasar de un significado antiguo. Y es, dicho sea de paso, bajo el signo de la tipología como Riesenfeld
explica la reproducción de la visión de Ezequiel en las paredes de la sinagoga de Dura Europos.
de muerte a vida. Evidentemente, podemos colegir también en estos textos
Lo que está ahí pintado son las «cosas que han de venir» en la época mesiánica, la historia toma-
una indicación del simbolismo de vida y muerte, opuesta a la que reduce el anun- da como configuradora de escatología. ¿Acaso no sugiere esto que la interpretación tipológica,
cio de resurrección a un oráculo de vida tras la muerte. Las alusiones a la «ley de en el sentido de la resurrección de los muertos al final de los tiempos, es al anuncio profético de
Yhwh» alejan al símbolo del aspecto ético-jurídico, incluso del control cultural la restauración de Israel lo que esta última fue para la creeencia en la renovación de la vida en el
de esta ley por los sacerdotes del templo. En este sentido, el Nuevo Testamento marco cultual de la fiesta de Año Nuevo?
Paul Ricoeur

más amplia extensión, el símbolo invierte el orden natural esperado que hace
que la muerte siga a la vida. Es justamente esta inversión lo que se significa de
diversas maneras. A este respecto, podemos volver a la noción de Erweiswort, ela-
borada por Walther Zimmerli con relación a la fórmula de reconocimiento. Dios
es proclamado, él mismo se da a conocer, se le conoce por sus obras. La vida que
renace de la muerte es el signo-prueba por excelencia de la acción divina. Entre
los múltiples signos que indican renacimiento, no ha lugar a que se establezca
una jerarquía. A este respecto, la vida tras la muerte no constituye un sentido
literal, el significado propio, en relación al cual la metánoia tenga que ser un sig-
nificado derivado, el sentido figurado. Es la misma distinción entre sentido pro-
pio y sentido figurado, sentido primero y sentido derivado, lo que ha de poner- Salmos 22
se en cuestión. Esta distinción proviene de lo que podríamos haber llamado una
reducción lingüística del alcance simbólico, una reducción alentada a veces por
la tendencia materialista, a veces por la tendencia moralizante del lenguaje ordi-
nario.
De aquí que no deba sorprender que el símbolo desborde el registro reli-
gioso y despliegue su fuerza poética en todos aquellos ámbitos en que Vida y
Muerte significan más y de otra manera. ¡Hay tantas maneras de volver de la
muerte a la vida! Es por relación con la palabra «vida» por lo que el significado
al final resulta inagotable.
Sin dejar el marco bíblico de estos estudios, nos gustaría comparar la exé-
gesis amplificada que hemos practicado con relación a Ezequiel 37, 1-14 con
el Cantar de los cantares. El amor a mi entender abre, en torno al símbolo nup-
cial, una panoplia de significados comparable, que en este caso se despliega entre
la sexualidad y la dilección espiritual. Parece como si muerte y vida ofrecieran
posibilidades metafóricas paralelas. Lo que les da unidad es la idea de creación.
Allí donde el cantor, en su «sabiduría», declara que el amor es fuerte como la
muerte, el profeta, en su «locura», proclama que la vida es más fuerte que la muer-
te. Es preciso atender a ambas voces.
Salmos 22

DIOS MÍO, DIOS MÍO,


¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?

ANDRÉ LACOCQUE

Salmos 22 pertenece a la categoría de «salmos de lamentaciones indivi-


duales», esto es, en su mayor parte, salmos dichos por gente que sufre enferme-
dades o pérdidas, o cualquier otro contratiempo. Como es bien sabido, la con-
cepción bíblica de enfermedad la ve como una privación de salom, como un
anticipo de la muerte, preocupación que ocupaba la conciencia de los israelitas
de una forma mucho más intensa de lo que ocurre hoy en día. La persona enfer-
ma se encuentra ya en los límites del SeoL Y a la inversa, la curación significa una
vuelta a la vida, una especie de resurrección.
De este modo se compromete el salmista en la lucha de Yhwh contra las
fuerzas del mal y de la destrucción. Implora justicia, que no es sólo una noción
social. Hacer justicia es restaurar salóm en todos sus aspectos; véase Mateo 25
(véase también Salmos 6; 38; 32, 1-5). En contraposición, el rico y el feliz no
tienen necesidad de justicia, por consiguiente el «pobre» mira hacia ellos con
desconfianza, pues siempre están al borde de convertirse en displicentes, crue-
les, autosatisfechos, y capaces en última instancia de contribuir a la injusticia por
el hecho de no luchar contra ella (véase Marcos 2, 17). No necesitan implorar
este pan de cada día. No extraña, pues, que sea en los salmos de lamentaciones
donde hallamos los términos «pobre» y «enemigo», junto con otros que se les
relacionan. Términos parecidos usan con frecuencia los profetas para denunciar
a los enemigos de Dios y maldecirlos.
La característica más fascinante de los salmos de lamentaciones es su paso
brusco de la quej a a la alabanza. En todas las lamentaciones individuales (LI), hay
una polaridad de petición y alabanza (Salmos 22, 22,25) y una progresión de la
súplica a la alabanza. Parece que, de las LI, este motivo pasó a las «lamentaciones
colectivas». Hermann Gunkel habla de «un abrupto cambio de ánimo».
Posiblemente, había una intervención con palabras de gracia por parte de un
miembro del personal del templo; cf. Salmos 85, 8s; 12, 5; 55, 22; 91, 14-16;
121, 3-5. Aceptando los argumentos de «Das priesterliche Heilsorakel» [El
oráculo de salvación sacerdotal], de Joachim Begrich, se asume que había un
André LaCocque Salmos 22

oráculo de salvación en medio de la petición'. En Salmos 22, este oráculo sería el tos no hacen ni una cosa ni otra y, en consecuencia, quien ni suplica ni ora es
versículo 22. En este salmo, no obstante, la «cláusula adversativa» está ya presente como si estuviera muerto (véase Salmos 6, 5; 30, 9; 88, 10-11; Isaías 38, 18s).
en el versículo 4 y se repite en el 20, mientras que el verdadero punto de inflexión Dios es el único digno de ser suplicado y alabado. Y si no es Dios, entonces
se sitúa entre los versículos 22 y 23. Como destaca Claus Westermann, este cam- alguien o algo ocupa su lugar para ser exaltado, pero esto no es vida, según los
bio afecta tanto a Dios como al hombre2. Salmos, sino muerte.
Westermann distingue la siguiente estructura de la lamentación: El salmo 22 es la lamentación individual por excelencia. Expresa un senti-
do de desamparo sólo comparable a Lamentaciones 5, 20 y a Isaías 49, 14. Em-
1. Súplica/grito en demanda de ayuda; pieza con la pregunta «¿por qué?», surgiendo del fondo del corazón de alguien
2. Lamentación (los verbos tienen tres sujetos posibles: Dios/yo/enemi- que sufre tormento. Es la pregunta de Job en la Biblia y la pregunta de cual-
gos), cf. Salmos 79, 1-3; 13, 1-2; quier Job de la historia. «¿Por qué?» introduce la queja, la incomprensión, la
3. Confesión de confianza (introducida por el waw adversativo); angustia de quien suplica, pero también su protesta. Su sola recurrencia en el
4. Petición; grito de ayuda de la misma persona (o colectividad) muestra ya que la pregun-
5. Confianza en ser oído; ta no tiene fin. Hay, eso sí, momentos de alivio, pero son siempre temporáne-
6. Doble deseo: intervención a favor y en contra; os. El que implora en Salmos 22 rompe en alabanzas porque su súplica ha sido
7. Promesa de alabanza; oída, pero otro salmo de lamentación reinicia otra vez la queja. La vida es vivi-
8. Alabanza a Dios. da entre los dos polos de lamentación y alabanza. Esta tensión se expresa a las
Vale la pena notar que los cinco motivos básicos de la lamentación son claras uniendo ambas cosas en un mismo salmo. La súplica va acompañada de
los mismos que en los salmos babilónicos: súplica, alabanza, lamentación, peti- alabanza; la alabanza, de súplica. Súplica sin alabanza es desesperación, ausen-
ción, promesa de alabanza3. Pero, en Israel, la alabanza viene después de que el cia de esperanza; alabanza sin súplica es complacencia, arrogancia. Salmos 22,
suplicante se ha convencido de que su petición ha sido oída. Sólo entonces tie- 4-6 enfrenta entre sí dos de las actitudes de Dios; actitudes que chocan entre sí,
ne uno la «certeza de que Yhwh en las alturas (Salmos 22,3 ) ha oído a quien ora dejando el enigma de su coexistencia: Dios está oculto, pero se dio a conocer a
en lo profundo (28, 6)»4. los antepasados del salmista mediante actos de liberación. Si no hubiera habido
La promesa de alabanza es común a los salmos babilónicos y egipcios. Pro- en el pasado la autorrevelación divina, no habría ningún salmo, ninguna la-
bablemente estaba vinculada en origen a una promesa de ofrecer sacrificio. La mentación, ningún porqué, sólo el silencio de la nada. Las palabras de Hans-J.
alabanza «pertenece a la vida del dios tanto como la comida... [Igual como] el Kraus van directas a la cuestión cuando dice que «sólo el Dios que se revela y se
hombre no puede existir sin alimento, pero tampoco sin cierto reconocimiento, hace presente a su pueblo puede también ocultarse. La ocultación es un aspec-
cierto "honor"», dice Westermann5. Súplica y alabanza significan vida. Los muer- to de su revelación»6. Los salmos de lamentación nos enseñan cómo vivir ante
un Dios así.
*>
Es una enseñanza por implicación. Las LI no son un texto sapiencial. No
1. Joachim Begrich, «Das priesterliche Heilsorakel», en Zeitschriftfiir alttestamentliche Wis- hay teorización sobre el sufrimiento humano, sus causas, su sentido o su falta de
senschaft, 52 (1934) 83.
sentido, o sobre sus consecuencias. La tensión entre súplica y alabanza es exis-
2. Claus Westermann, Praise andLament in the Psalms, trad. por Keith R. Crim y Richard
N. Soulen, John Knox, Atlanta 1981. tencial; no hay glorificación alguna de la prudencia, del in medio virtus. Los
3. David Damrosch establece un paralelo con el texto babilónico Lubdul bel Nemequi (cf. sabios, ciertamente, llegan a la misma conclusión en cuanto a la actitud prudente
W. G. Lamben, Babylonian Wisdom Literatura Clarendon Press, Oxford 1960, p. 21-62): «La pri- referente a la vida humana. Nos dicen que la persona feliz tendría que derramar
mera mitad del texto traza una imagen poderosa de la enorme difusión de la injusticia social... La
lágrimas, y que el desdichado debería reír. Pero ésta es una lección que se ense-
segunda mitad del texto es un himno de alabanza a Marduk, quien ha oído las plegarias de
quien habla y le ha salvado de todos sus eemigos y de todas sus tribulaciones» (The Narrative Cove- ña en un ethos desapasionado. El salmo 22, en cambio, es pronunciado en la ago-
nant: Transformations ofGenre in the Growth ofBiblical Literature, Cornell University Press, nía del tormento y en el calor de una pasión devoradora para ser oídos, ayuda-
Ithacal987, p. 113 n. 35). dos, salvados.
4. Westermann, Praise andLament in the Psalms, p. 74.
5. Ibídem, p. 77. Cf. el texto de una lamentación a Astarté, citada en Bernard Anderson,
Out ofthe Depths: The Psalms Speack for Us Today, Westminster, Filadelfia 1983, p. 66s (= ANET, 6. Hans-J. Kraus, Theology ofthe Psalms, trad. por Keith Crim, Augsburg, Minneápo-
p. 383-385). lis 1986, p. 39.
André LaCocque
Salmos 22

El salmo 22 no es una pieza sapiencial, pero tampoco es un texto místico. cida a su núcleo sacro y a su actualización ritual del pasado, su Vergegenwarti-
No hay en él sufrimiento místico. Como nos recuerda Patrick Miller, el salmo gung, su re-presentación, como a su prolepsis, su «anticipación» del futuro. En
«nos dice que Dios persigue fines opuestos con el sufrimiento; está plenamente las LI, el pasado vive, asiento del presente, histórico trono de Yhwh (Salmos 22,
presente en él y actúa para superarlo. El carácter cruciforme de la vida es por 4); y el futuro está hic et nunc, tanto que el salmista pasa repentinamente de la
doquier aparente. La acción resucitadora de Dios es más difícil de ver»7. súplica a la alabanza. Por esta razón la lamentación individual expresa su fe en
El lugar de la lamentación en la teología del Antiguo Testamento ha de ver- el cumplimiento de la petición. Fe y certeza, la convicción de cosas no vistas.
se en el contexto de la liberación, también ella modelada según el arquetipo de Pues Dios está con quienes sufren (Salmos 16, 8; 23, 4; 91, 15), él mismo es un
la salvación de Egipto (véase Éxodo 1-15: cf. Deuteronomio 25, 5-11). En ambos «Dios doliente», según el provocativo título del libro deTerence Fretheim8.
textos, la estructura es la siguiente: prehistoria, agonía, llamada de socorro, acep-
Dios sufre, pero dialécticamente él es también soberano. Por esto la lamen-
tación, salida, conducción, respuesta. Porque, como dice Westermann, la lamenta-
tación es, hasta cierto punto, una queja contra Dios. El abandono viene de él;
ción tiene historia en Israel. Está relacionada con los actos salvíficos de Dios. La
de él procede el rechazo de ayuda; suya es la culpa por su sordera ante los gri-
lamentación es «un acontecimiento entre el hombre y Dios» (p. 261). De hecho,
tos de quien suplica. «Me has arrojado en el profundo de la fosa, en las tinieblas
es el último recurso del hombre, que apela aJ tribunal de Dios, después de que
abismales;... Alejaste de mí mis familiares... Tus furores me atrepellan; estoy des-
han fallado todas las instancias humanas y terrenas. De acuerdo con esto, aun-
esperado. Tu furia me arrastra, tus asaltos me destruyen» (Salmos 88, 6s). Esta-
que quien habla en las LI es un individuo, la lamentación presenta una estruc-
mos cerca de una auténtica acusación, de nuevo reminiscencia de procedimien-
tura dialógica. Al igual que en el marco de la historia del pueblo, los tres ele-
tos judiciales. Estos acentos recuerdan los estallidos de ira y desesperación que
mentos, narrador, Dios y enemigo, están también presentes en las LI en la forma
vemos en las exposiciones narrativas. Rebeca levanta quejas así (Génesis 25,
de una estructura más personalizada de un yo, un tú y los enemigos, como vimos
22; 27, 46); lo mismo hace Sansón (Jueces 15, 18). Más en particular, el pro-
antes. Los que dialogan son el que suplica y Dios; los enemigos están en el
feta Jeremías descarga dudas existenciales sobre el sentido de la vida ante un Dios
trasfondo y de ellos se habla. La petición del que se siente atacado es ante todo
incomprensible e insondable (cf. 20, 18). Por boca del mismo profeta, sin embar-
que Dios sea Dios, tal como ha sido siempre para los antepasados. (En este aspec-
go, la respuesta de Dios a la queja descarga firmemente el peso colectivamente
to, muchos otros salmos repiten ecos de Salmos 22). La urgencia de la lamen-
sobre el pueblo: «¿Por qué discutís conmigo? Todos vosotros os habéis rebelado
tación tiene dos fuentes: el sufrimiento evidente de quien suplica y la compro-
contra mí -oráculo de Yhwh. En vano castigué a vuestros hijos, no aceptaron la
bación de que en realidad no hay nadie más ante quien acudir excepto Yhwh. Si
lección... Pues mi pueblo me ha olvidado días sin número» (Jeremías 2, 29s)9.
es displicente en su respuesta, reacio a actuar, si se muestra «durmiendo» o, ¡no
Pero nadie va más lejos que Job en dureza y elocuencia. Con él la lamen-
lo quiera Dios!, incapaz de responder, ya no habrá nadie más. El es el Dios de
tación alcanza su climax y «los más extremos límites de su función como súpli-
Israel, el único que tiene Israel.
ca», según Westermann. Job «se agarra a Dios para luchar con Dios... La duda
Está claro que hay una batalla de sentimientos conflictivos en el interior de acerca de Dios, hasta en forma de desesperación que ya no entiende a Dios, reci-
la persona que expresa la lamentación. Por un lado, Dios es Dios; no hay duda be en la lamentación un discurso que lo une a Dios, incluso cuando lo acusa»10.
de que es capaz de salvar a su pueblo. Por el otro lado, el mismo abandono del Por último, y con toda consecuencia desde una perspectiva bíblica, Dios
individuo fiel, o de la nación fiel en una lamentación del pueblo (LP), muestra mismo responde con su propia lamentación a la lamentación del que sufre. Alcan-
una extraña impotencia o hasta mala voluntad por parte de este mismo Dios.
zamos una cierta idea de ello en lo que antecede, particularmente con Jeremí-
Hay que implorarle; ¡hay que recordarle su alianza y su poder! El que suplica
as. Dios responde a la pregunta «¿por qué» con otro «¿por qué» de su parte. En
recuerda las actos pasados de justicia y salvación de Yhwh, pero también ha de
recordárselos a Yhwh. La confianza en Yhwh se funda en la memoria. Entre
el ayer y el hoy se tiende el puente de los recuerdos. Por esto Dios es también el 8. Terence Fretheim, The Suffering God: An Oíd Testament Perspective, Fortress Press, Fila-
Dios de la historia. delfia 1984.
9. Sobre la afinidad entre Salmos 22 y Jeremías, podemos seguir a Carroll Stuhlmueller, que
La lamentación echa propiamente raíces en la historia, en la historia de sal- destaca los siguientes, y sorprendentes, paralelos: Salmos 22, 6b y Jeremías 49, 15; Sal-
vación. Pero pertenece también a la liturgia, es decir, tanto a esta historia redu- mos 22, 7a y Jeremías 20, 7b; Salmos 22, 7b y Jeremías 18, 16 (cf. Lamentaciones 2, 15);
Salmos 22, 9-10 y Jeremías 1, 5; 15,10; 20,14 y 17s (cf. Isaías 49, 1). Véase su Psalms l.ABibli-
cal-Theological Commentary, Michael Glazier, Wilmington, DE 1983, p. 147.
7. Patrick D. Miller, Interpreting the Psalms, Fortres Press, Filadelfia 1986, p. 110. 10. Westermann, Praise and Lament in the Psalms, p. 273.
André LaCocque Salmos 22

Jeremías 8, 5, leemos: «¿Por qué este pueblo sigue apostatando?» Aquí la ira de LI no hay referencia alguna ni al culto ni al templo16. En cambio, se muestra
Dios se yuxtapone a la aflicción de Dios (12, 7-13; 15, 5-9; 18, 13-17). Pode- de acuerdo con Erhard Gerstenberger, quien llega a otra conclusión partiendo de
mos pensar también en el libro de Oseas, cuyo estilo, dice Hans-Walter Wolff, una comparación con los salmos babilónicos. Éstos son rituales, pero no perte-
«oscila entre la lamentación compasiva y la acusación amarga... Es testigo del necen al culto oficial. Están en su elemento en ceremonias ocasionales a la cabe-
hecho de que Dios lucha consigo mismo»". El espectro bíblico de la lamenta- cera de la cama de un enfermo, por ejemplo. El liturgista es un «hombre de Dios»
ción es sorprendentemente amplio. Es una «historia que finalmente alcanza el o un profeta, más o menos independiente de la institución del culto17. En el Anti-
punto en donde Dios, en cuanto Dios que juzga, sufre por su pueblo»12. guo Testamento, la situación es parecida. Albertz se remite a sesiones de cura-
En los textos escriturarios citados antes, hay un énfasis muy definido pues- ción en 1 Reyes 14; 17, 17-24; 2 Reyes 1; 4, 8-37; 5; 8, 7-15; e Isaías 38, por
to sobre la comunidad. La ira o la lamentación de Dios están justificadas por- ejemplo. Si es así, desde esta perspectiva que no restringe el alcance de lo cultual
que su pueblo «sigue apostatando». La teología deuteronómica, por un lado, a los límites del santuario, está claro que la alternativa ya no es lo cultual versus
concuerda con este juicio de alcance general. Pero surgirá con toda claridad una lo no cultual. Lo «cultual» lo es con matices.
tensión cuando el problema del mal y del sufrimiento se individualiza y la pre- Respecto a la fecha de composición (en su forma final en cuanto nos ha
gunta existencial «¿por qué» sea pronunciada por alguien en concreto, no nece- sido transmitida por la Biblia hebrea), la cuestión de nuevo es una cruxáe. intér-
sariamente por todos. Esta tensión se siente nada más comenzar Salmos 22, cuan- pretes. Albertz piensa que las Lamentaciones no recibieron su forma final hasta
do se opone la fidelidad de Dios y la salvación dada a los antepasados (v. 5) y a después del exilio (p. 24). Pero los lugares paralelos, cuya lista hemos dado antes,
todo Israel (v. 4), por un lado, a la situación difícil del salmista, por el otro lado, junto con otros textos del Antiguo Testamento, llevaron a Carroll Stuhlmueller,
olvidado como está de Dios. Por ello, cabe esperar que ciertos críticos vacilen entre otros, a concluir una afinidad, no sólo con Jeremías y sus discípulos, «sino
ante esto y lean el «yo» de los salmos como un «yo colectivo». Rudolph Smend, también con un grupo creciente de "afligidos", como el Déutero-Isaías durante
para citar sólo un ejemplo, fue un defensor de la teoría colectivista basándose en el exilio, así como Job y otros tardíos "salmos de David" (Salmos 69, 71, 139),
los targumes y en la exégesis tradicional judía de la Edad Media (igual que de después del exilio»18. Esto parece apoyarse en la observación de Westermann
Calvino y, más tarde, de Wette). Las expresiones de confianza en los salmos de acerca de Salmos 22, 27. Habla este autor de «un universalismo que se hizo
lamentaciones no podían provenir, a su entender, de individuos13. Pero Hermann importante con el exilio y la predicación del Déutero-Isaías»19. Volveré sobre este
Gunkel mostró que hay LI (lamentaciones individuales) lo mismo que LP (lamen- problema sociológico más adelante.
taciones del pueblo) , junto con PI (alabanza narrativa) y también himnos (ala- Dije que son dos los conceptos clave de Salmos 22 en cuanto representante
banza colectiva litúrgica). Esta conclusión supone un distinto Sitz im Leben para de las LI en el salterio: el «pobre» y sus «enemigos». Voy a considerar ahora, uno
cada forma, y el problema de definirlas con precisión resulta oneroso. tras otro, estos dos elementos fundamentales del salmo 22.
Gunkel creyó que las LI tenían un origen cultual, pero que evoluciona- El versículo 25 dice: «Él no burla ni desdeña la aflicción de los humildes
ron desde el marco litúrgico y que pudieron ser cantadas lejos de los santuarios14. ('enuth ani)», y el versículo 27: «Los pobres ('anáwim) comerán hasta saciarse;
Sigmund Mowinckel reaccionó enérgicamente contra esta teoría de la «espiri- los que buscan al Señor lo alabarán». Con la excepción de Números 12, 3, sobre
tualización». Las LI hacen juego con los ritos religiosos oficiales de penitencia la sobresaliente personalidad de Moisés, el término «pobre» está ausente de los
y purificación15. Hans-J. Kraus cree también que el Sitz im Leben es cultual. Pero géneros literarios narrativos y prescriptivos. En cambio, lo hallamos doce veces
el mismo año que Kraus publicaba su comentario sobre los salmos en Alemania, en el género hímnico (más cinco veces en el género profético, y tres veces en el
Rainer Albertz, discípulo de Westermann, replicaba que en la mayoría de las

16. Rainer Albertz, Persónliche Frbmmigkeit und offizielle Religión, Calwer Verlag, Stutt-
11. Hans-Walter Wolff, «Hosea», en Dodekapropheten 1, Neukirchener Verlag, Neukir- gart 1978.
chen 1961, p. 151. 17. Erhard S. Gerstenberger, «Der klagende Mensch», en Probleme biblischer Theologie, Fes-
12. Westermann, Praise and Lament in the Psalms, p. 280. tehrifi fiir Gerhard von Rad, ed. por Hans-Walter Wolff, C. Kaiser, Munich 1971, p. 64-72-
13. Rudolph Smend, «Uber das Ich der Psalmen», en Zeitschriftfiir alttestamentliche Wis- Véase ahora también Gerstenberger, Psalms, Part I, with an Introduction to Cultie Poetry, Eerd-
senschafi,&(i88S)49-W. mans, Grand Rapids, MI 1988.
14. Hermann Gunkel y Joachim Begrich, Einleitung in die Psalmen, Vandenhoeck & 18. Stuhlmueller, Psalms 1, p. 147.
Ruprecht, Gotinga 1933, p. 261-263. 19. Claus Westerman, The Living Psalms, trad. por J. R. Poner, W. B. Eerdmans, Grand
15. Sigmund Mowinckel, Psalmenstudien, vol. 1, Dybwad, Kristiania 1921-1924, p. 138.
Rapids, MI 1989, p. 90.
Salmos 22
André LaCocque

El 'Elyon, no es otro que el «Dios de los desamparados» (Salmos 9, 19; 10, 17;
sapiencial). Tampoco en estos contextos hay mística de la pobreza. Buenas nue-
18, 27; 25, 9; 37, 11; 69, 32; 147, 6; 149, 4). Salmos 22, 28-29 es la expre-
vas se anuncian a los ' anáwím, no porque sean infelices, sino porque su infeli-
sión de este clamor. El lector se sorprende allí de encontrar en medio de una ple-
cidad está llamada a desaparecer. Esperan en una era de justicia definitiva, y los
garia personal la proclamación del reino universal de Dios: «Recordarán y vol-
profetas les prometen el cumplimiento de su esperanza (cf. Sofonías 2, 3). Pues
verán hacia el Señor todos los confines de la tierra: ante él se postrarán las familias
Yhwh tiene una causa común con ellos (cf. Amos). La situación en los Salmos
todas de las gentes. El reino es del Señor y él es el que domina en las naciones».
es similar.
Gran parte de esta postura, cierto, es puesta a prueba en la interpretación
Ahora se ha comprobado que esta idea de un compromiso de Dios con la
del versículo 27. «Los pobres comerán hasta saciarse» es a menudo entendido
desdicha del pobre, que implica la concepción de la súplica y de la alabanza
como si indicara que los pobres, incluyendo al que suplica, comparten litúrgi-
como dos caras de una misma realidad, por un lado, y la llamada de los que se
camente la comida sacrificial, mostrando así que no hay sectarismo en este sal-
lamentan jasidim (los piadosos), sadikim (los justos), yesarim (los virtuosos),
mo. Artur Weiser, por ejemplo, piensa que el salmista promete solemnemente
por el otro lado, va contra la teología oficial del templo en Jerusalén. Cabe du-
ofrecer a Dios un sacrificio dentro del círculo de los piadosos e invitar al pobre
dar, por tanto, de que Kraus tenga razón cuando cree que los nombres dados a
a comer21. De modo parecido, A. A. Anderson recuerda que las viudas, los huér-
los lamentadores (pobres, desdichados, piadosos, justos, honrados, etc.) desig-
fanos y los forasteros participan en los diezmos (Deuteronomio 14, 29; 26,
nan a la masa de peregrinos que se acercan al templo en las tres fiestas anuales,
12) y en las ofrendas en las fiestas anuales (Deuteronomio 16, 10s,l4). Se es gen-
y no a una parte del pueblo, como creyó Anthonin Causse, siguiendo a Alfred
til con ellos, de acuerdo con el principio de «comparte, porque tu ya has reci-
Rahlfs20. Además, debe observarse que Kraus habla de ellos en cuanto gente que
bido» (cf. Salmos 142, 7)22. En el trasfondo está la idea de que el oferente, el
tiene problemas legales (persecución, acusación) y que carece de estatuto legal
sacerdote y el altar participaron en la consumación del sacrificio. Sangre y gra-
o poder (Salmos 82, 3s), «desfavorecidos», marginados, foráneos. Podríamos
sa para el altar, el pecho y la pierna derecha para el sacerdote, el resto para que
decir, por ello, pese a la protesta de Kraus, que constituyen una clase social.
el oferente lo coma fuera del recinto del templo (Levítico 7, 12-36).
¿Podemos ser más específicos? Quizás deberíamos buscar algo entre ambos ex-
tremos. Quienes se lamentan usan un lenguaje formulístico, que parece perte- Pero la hostilidad desplegada antes en el salmo por los enemigos apunta
necer al repertorio del personal del templo (con la venia de Westermann). Pero hacia otra dirección. El pobre no sería admitido a la comida litúrgica. «Al enfer-
hay que suponer, de acuerdo con la opinión de Gerstenberger y Albertz, ante- mo no se le permitía acudir al templo mientras no estuviera curado», recuerda
riormente citada, que quienes hablan en las LI son tanto laicos piadosos como Kraus. «No podemos separar la pobreza socioeconómica de la espiritual», aña-
hombres del clero reclutados entre los estratos jerárquicos inferiores. Además, de23. Pero ahora la voluntad de Dios es más fuerte que las prohibiciones de los
probablemente sea razonable imaginar un hiato bastante profundo entre la ide- hombres. El salmista exclama que «nada» en verdad «puede apartar» al pobre
ología oficial del clero alto y las voces discordantes, marginales, pero vigorosa- «del amor de Dios». Los pobres serán alimentados, y no sólo con las migajas que
mente «sectarias». En todo caso, «Dios es el Dios del desamparado» es algo po- caen de la mesa, porque ellos quedarán saciados. En otras palabras, los enemi-
lémico. Si no fuera así, y fuera simplemente un principio de la religión oficial, gos serán confundidos y tendrán que admitir al afligido a la mesa prohibida.
no habría enemigos entre las filas del establishment. El enunciado «Dios es el Serán como Hamán, obligado a glorificar a Mardoqueo en el libro de Ester.
Dios del desamparado» contrasta, dije antes, con el Deuteronomio y la teología Por esta razón, Salmos 22, 27 («Los pobres comerán...»), que inicia una
deuteronomista. Contrasta igualmente con la teología de Sión, con su insisten- conclusión probablemente añadida al salmo (v. 27-31), debe leerse, como hace
cia en el dominio de Dios sobre toda la tierra y en el reflejo de la gloria divina Stuhlmueller, como si dijera que «otros "afligidos" proscritos son ahora invita-
en el rey de la nación. Hay aquí poco margen para una lamentación que no sea dos a participar en la liturgia: forasteros, enfermos y afligidos, y hasta los que
comunitaria, cuando las circunstancias inducen al pueblo a implorar al Señor han de nacer»24. Todos se acercarán a la «mesa» y serán alimentados. Pero, ¿dón-
que intervenga en el ámbito político.
2 1 . Artur Weiser, Die Psalmen übertsetz und erkldrt, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotin-
Parece como si hubiera, por lo que se refiere al pobre, una reinterpretación
ga 1959, p. 158.
de la teología de Sión, en el sentido de que Aquel que está en el trono de Sión,
22. A. A. Anderson, The New Century Bible Commentary: Psalms 1-72, B. Eerdmans, Grand
Rapids, MI 1972, p. 193.
20. Anthonin Causse, Du groupe etnique a la communauté religieuse, Alean, París 1927; 23. Kraus, Theology ofthe Psalms, p. 53 y 95. Stuhlmueller, Psalms 1, p. 150.
Alfred Rahlfs, 'Ani und 'Anaw in den Psalmen, Gotinga 1892. 24. Stuhlmueller, Psalms 1, p. 150.
André LaCocque Salmos 22

de está esa «mesa»? Cierto, podría ser el altar dentro del recinto del templo, pero mos 2, 8; 18, 47; etc.). Las LP, usando una terminología estereotipada, ponen
el salmista puede tener también en mente una mesa que esté fuera de este recin- de relieve la autoridad universal de los reyes en Jerusalén y la opresión, paradó-
to y que, sin embargo, constituya el acceso al terreno sagrado defendido antes jica e intolerable, del pueblo de Dios. De aquí la lamentación y la petición en
por «burgueses» como por «mastines» (v. 17). En el último caso, de nuevo nos estos salmos. Se preguntan «¿por qué?»; y las más de las veces concluyen con
alineamos junto con Gerstenberger y Albertz. un juicio divino (60, 11-12). Se preguntan «¿hasta cuándo?» (74, 10; 79, 5), para
Es raro que la oposición presente en las LI, y en Salmos 22 en particular, concluir reconociendo que los enemigos de la nación son azotes en la mano de
deba entenderse entre los pobres y sus enemigos y no entre los pobres y los ricos. Dios. Pero la hostilidad de los instrumentos de Yhwh va regularmente más allá
Este hecho ha intrigado a los críticos. Mowinckel, por ejemplo, iguala a los pobres de la medida de la ira divina. Las naciones hostiles se ponen en contra del Cre-
con las víctimas de la magia, mientras que otros ven en ellos a un partido polí- ador y Señor de los pueblos; pasan, de aliados de Dios, a enemigos de Yhwh
tico. Sea como fuere, está claro que en el trasfondo hay una noción prevaleciente (8, 3). A menudo se pide que Dios les castigue con la misma dureza con la que
de justicia distributiva según la cual el justo es automáticamente feliz, porque ellos han oprimido a Israel. La culpa pasa de Israel a los que en un principio han
Dios lo ha bendecido. De aquí que al enfermo se le vea como un rechazado, sido escogidos para castigar a Israel.
como un castigado. La noción es simplista, pero consistente con el realismo israe- Siguiendo el modelo de las LP, se transfiere la situación a las LI. Se trazan
lita. Antes de que la bendición y la maldición sean conceptos espirituales, des- paralelos entre los enemigos de la nación y los adversarios del individuo; entre
criben situaciones de hecho. Aún más, la palabra en el antiguo Israel es mucho la culpa de ambos y el que ambos necesitan arrepentirse. Israel debe arrepen-
más performativa de lo que pueda ser en nuestros lenguajes conceptuales. Ben- tirse, pero también ha de hacerlo el israelita suplicante. La queja contra el ene-
decir y maldecir, en particular, poseen un poder real de por sí. La enfermedad migo es la parte más desarrollada de la lamentación. Treinta y seis salmos hablan
puede ser el resultado de una «palabra maligna». Además, los salmos nos dan a de un atentado contra la vida de quien se lamenta. A veces, el acento se pone
conocer una sociedad profundamente dividida en la que los sentimientos se sobre los actos preparatorios hostiles: los enemigos rodean a uno, le cercan (Sal-
expresan con gran intensidad. Los «enemigos» no están inactivos, maldicen, mos 22, 13,14,17). Los enemigos no creen en Dios (14, 1); son poderosos y
urden «asechanzas y celadas», paran trampas (Salmos 69, 23-29; 109, 6-20). Sin ricos, están fuera del alcance del juicio de Dios (73, 3-5, 12); no es posible opo-
vergüenza alguna rechazan la pobreza del otro, con miras a proteger su propia nerse a ellos.
riqueza como legítima. La pobreza ha de ser un mal merecido, para que los ricos Como vimos antes, la difícil situación en que se encuentra el que se lamen-
puedan ser también una bendición merecida. Por eso vemos con frecuencia que ta se agrava con el descubrimiento de una profunda brecha entre la historia per-
al enemigo se le identifica con el rico, con el acaudalado. Éstos evitan tener mala sonal y la colectiva. Hay un escandaloso contraste entre el «contexto amplio» y
conciencia rechazando toda responsabilidad por el sufrimiento ajeno y por la el «contexto íntimo». Estos contextos no sintonizan ente sí (Salmos 22, 3-6). Por
desdicha de los que sufren (cf. Lucas 7, 36-50). Kraus, siguiendo a Mowinc- consiguiente, los «enemigos» sienten que es justo decir: ¿Cómo podría el pobre
kel, dice que los enemigos son más que humanos, son algo mítico25. formar parte de nosotros? Su desdicha niega la eficacia de la alianza de Dios con
Podemos reconocer en el punto de vista de Mowinckel y Kraus su con- nosotros. Dicen: «¿dónde está tu Dios?» (42, 11; 79, 10), y el pronombre pose-
vicción fundamental con relación al marco cultural de Salmos. Las maldicio- sivo en segunda persona insiste una vez más en el abismo que media entre el
nes son también míticas y litúrgicas. Willy Schottroff, sin embargo, concluye de supuesto Dios privado del individuo y el Dios oficial de la religión oficial.
sus análisis de las maldiciones en el antiguo Israel que las maldiciones no están Pero en las LI ha surgido un problema nuevo, no presente en las LP, a saber,
en modo alguno vinculadas al culto. Se las usa como medios de excluir del una duda acerca de la validez de la alianza en lo que concierne al israelita indi-
clan o de la tribu a los transgresores. Posteriormente, sin embargo, la conexión vidual. El individuo en las LI siente preocupación por su situación dentro de
cultual se vuelve mucho más pronunciada26. la comunidad de la alianza. La cuestión es saber si los términos del acuerdo entre
Para entender esto, sólo necesitamos recordar qué transpiran las LP. Los Dios y el pueblo son también aplicables a su caso. Pues, si es así, de acuerdo con
enemigos de la nación están de nuevo en guerra contra Dios (por ejemplo, Sal- un parte importante de los tratados del antiguo Oriente próximo, ambos socios
se hallan en una relación de «parentesco». Están unidos como «hermanos», o
25. Kraus, Theology ofthe Psalms, p. 125s.
como «padre e hijo». Esta última metáfora es especialmente importante en nues-
26. Willy Schottroff, Der altisraelitische Fluchspruch, Neukirchen Verlag, Neukirchen- tro caso, por cuanto la invoca el suplicante en Salmos 22, lOs para describir el
Vluyn 1969. tipo de relación que percibe entre Dios y él o ella: «Tú, cierto, me sacaste del
Andró LaCocque
Salmos 22

seno maternal...» (cf. la fórmula de los tratados hititas: «como hijo [dice el sobe-
los búfalos» que persiguen a aquel que, en contraposición, es el justo y el pia-
rano al vasallo] te tomo)27. Este vínculo de «sangre» une a las partes contra el ene-
doso. De forma significativa, en la reutilización que el Evangelio hace de Salmos
migo común: «Mi enemigo es tu enemigo y mi amigo es tu amigo»28. Este con-
22, aquellos que desprecian y se mofan son los principales de entre los sacerdo-
cepto global ilumina la problemática de los salmos. El papel principal que
tes, escribas y ancianos: Mateo 27, 39-44; Marcos 15, 29-32; Lucas 23, 35-37.
desempeñan los enemigos en las LI se entiende mejor desde el punto de vista de
Kraus ha llevado a cabo una cuidadosa investigación de la identidad de los
una súplica implícita para que estos enemigos sean también enemigos de Dios,
enemigos del individuo30. Son los malvados, los sin Dios, los perseguidores. Los
cosa que en realidad son de acuerdo con los términos del contrato entre Dios y
rasaimdicen en sus corazones: «Jamás sucumbiremos» (Salmos 10, 6). Afirman
su pueblo.
con mentiras y malicioso chismorreo que el inocente es culpable. Desean la des-
Desde esta perspectiva, es crucial el énfasis que la plegaria pone en la pri- trucción del indefenso y del pobre, y ridiculizan a sus víctimas (Salmos 35).
mera persona del singular. Dios es mi Dios, no ya «nuestro» Dios o el Dios de Difunden calumnias (por ejemplo, 5, 9; 27, 12; etc.). Son miembros respetables
nuestros antepasados. Y a la inversa, no es ya nuestro Dios quien se ha olvida- de la comunidad (4, 2 enmienda; 35, 10). La situación es de guerra (35, 1). Se
do de mí, sino mi Dios, aquel en quien solía confiar y que, en cualquier cir- les compara a bestias hambrientas (22, 12s; 17, 21-22; 35, 17; etc.). Sus vícti-
cunstancia, sigue siendo mi Dios. Por esto van juntas lamentación y alabanza: mas no pueden competir contra ellos, porque los justos son débiles (35, 10), vul-
«"Mi Dios" designa a la divinidad ante la cual suplica el individuo y a la que su nerables, no son nada (22, 24; 10, 2,9; etc.). Como único recurso, se «arrojan»
familia o su grupo están íntimamente o hasta exclusivamente unidos. La expre- éstos a los brazos de Yhwh.
sión indica el "Dios personal", originariamente en el culto a escala familiar en
De acuerdo con el estudio de Kraus, los escenarios de las fechorías de los
un marco ritual propio de grupos primarios»29.
enemigos son dos. En primer lugar, en los tribunales, donde acusan a las vícti-
Aquel que dice «mi Dios» se pregunta cómo es posible vivir a un nivel colec- mas de no cumplir la ley. En segundo lugar, en el santuario, donde se mues-
tivo en una comunión de alianza con Dios, mientras que a un nivel individual tran como insidiosos guardianes de las instituciones de purificación para los
uno se siente abandonado de Dios. Invocando el eje temporal, se pregunta, ¿hay enfermos. En realidad, consideran que la culpa es la verdadera causa de la enfer-
alguna relación entre el pasado redimido de los antepasados y el presente irre- medad, y hay que expiar por ello31. Esto revela en verdad un aspecto perturba-
dento del individuo? ¿Aquel asombroso «libertador» suyo es también «mi» Dios? dor de la práctica de la justicia retributiva dentro de los recintos del santua-
¿Acaso mi desdicha refleja de alguna manera su bendición? A primera vista -que rio32.
es el punto de vista de los enemigos- no ocurre nada de todo esto. ¿Cómo pue- Existen paralelos y contrastes claros entre Salmos 22 y el libro de Job. Vemos
den el sufrimiento y la pérdida formar parte de la liberación y del éxito? De en ambos una conciencia de abandono comparable, aunque en Job hay una sor-
hecho, la solución del dilema la dan la confirmación y liberación divinas de quien prendente ausencia de la alabanza. Pero no es Job, recordémoslo, israelita. No
sufre. Porque la situación exigía no menos que una teofanía -que queda por con- trata con un Dios al que pueda llamar Eli (Salmos 22, 2), Elohay (22, 3), o Yhwh
tar (véase también Isaías 41, 8-13; 14-16; Jeremías 15, 19-21)— para que se invir- (22, 20,24,27,28,29). La problemática es otra. Job plantea el problema del sufri-
tieran los términos de una demostración defendida por la teología oficial, per- miento injusto en general; es un problema universal. Salmos 22 no plantea el
fectamente lógica por lo demás. problema del sufrimiento injusto. En ningún momento clama el lamentador por
Pero luego que la teofanía hace justicia al que padece, ha de ocurrir una de su inocencia, ni llama el o la salmista mentirosos a sus acusadores. Pero en ambos
dos: o la teofanía convence también a los «teólogos» y estos se arrepienten, o bien lugares somos testigos de la lucha entre el que sufre y una ideología de la retri-
se aferran a su teología en el nombre de la autoridad que les ha dado el mismo bución. Igual que los enemigos de Salmos 22, los «amigos» de Job están del lado
Dios que se ha mostrado a quien se lamenta. En este último caso, los teólogos de la justicia retributiva. Otra particularidad del salmo es su escenario situado
oficiales persisten porfiadamente en ser los «enemigos, los mastines, los leones y en el templo, donde se juzgan los casos jurídicos difíciles (Deuteronomio 17, 8-
13). En presencia de los enemigos (Salmos 4), el acusado describe su situación
27. Véase E. F. Weidner, Boghazkoi-Studien = fase. 8-9 de Mitteilungen der vorderasiastisch-
aegyptischen Gesellschaft, Berlín 1923, n° 2, anv. 22.
28. Véase J. Nougayrol, Lepalais royal d'Ugarit, Klincksieck, París 1956, vol. 4, p. 36, lOs.
30. Kraus, Theology ofthe Psalms, p. 125s.
29. Gerstenberger, Psalms, Partí, p. 109. Este autor indica que la palabra <?¿'(mi Dios) apa- 31. Véase ibídem, p. 131, 132.
rece sólo once veces en el Antiguo Testamento. Y añade a lo dicho: «una plegaria personal del cul- 32. Véase Klaus Seybold, Das Gebet des Kranken im Alten Testament, Kohlhammer, Stutt-
to en pequeños grupos, que se desarrolló dentro de la sociedad israelita general» (ibídem, p. 110). gart 1973.
André LaCocque Salmos 22

como una «aflicción arquetípica del olvido de Dios... en una enfermedad mor- un fenómeno del posexilio. Nada hay sorprendente en que, antes de su des-
tal», dice Kraus33. trucción por los babilonios, hubiera en el templo de Jerusalén una tendencia pia-
En todo caso, con el sufrimiento privado de un individuo, nos hallamos dosa que no se conformara a la ideología oficial establecida. A fin de cuentas,
justo en medio de la lucha cósmica por la justicia divina. Como el o la salmista la reiterativa insistencia de las LI sobre los poderosos enemigos que rodean al
están convencidos de la victoria definitiva de Dios, termina el himno procla- autor de la lamentación, con quienes ni siquiera sueña enfrentarse este último,
mando la victoria de Dios. Pero, antes de que el o ella puedan celebrarla, deben manifiesta a las claras una brecha profunda entre las gentes que viven en los mis-
reconocer y asumir la presencia del mal tanto en la vida personal del suplicante mos sitios y visitan idénticos tribunales y santuarios.
como en la creación de Dios. En realidad, esto es lo que hace que el salmista se Que estos enemigos sean comparados a perros, lobos, leones, búfalos y otros
lamente, no tanto el dogma o la ideología. Cierto, muchos aspectos de la exis- animales por el estilo, mientras que en otros géneros literarios estos animales se
tencia y de la historia puede explicarse adecuada y decisivamente mediante la aplican a naciones extranjeras hostiles, muestra con cuánta seriedad hemos de
causalidad. Pero cuando llegamos a la cuestión del mal, nos vemos abocados a tomar la odiosa y aborrecida división en dos grupos. A menos que lo hagamos
un dilema, porque el mal es la aporía por excelencia. Cualquier «solución defi- así, la plegaria de intercesión por el enemigo por parte del Siervo doliente (o,
nitiva» a este problema supone un crimen: el inocente es tratado como culpa- más tarde, de Jesús en la cruz) no deja de ser un ejercicio retórico de autocon-
ble, y los jueces se convierten en bestias hambrientas sedientas de sangre del trol y magnanimidad. Pero el enemigo de los salmos está en las antípodas del
pobre; ellos son los enemigos del que se lamenta. hasid{t\ piadoso). No pertenecen ambos, en última instancia, a la misma comu-
Es dudoso que podamos ir mucho más lejos en la identificación de los ene- nidad. Una expresión de Salmos 22, como qahal rab, «la gran asamblea» (v. 26a),
migos en las LI. Está claro que los que acusan y quizás juzgan a los acusados es quizás algo ambigua; lo es menos «los que te temen» (v. 26b); y totalmente
no son sus iguales. Con E. Podechard, podemos decir con confianza, no obs- inequívoca es la expresión «los 'anaivim», los pobres (v. 27) o, en otros salmos,
tante, que son «los que están en el poder» o bien «los oficiales»; podemos com- los qehaljasidim, sadikim, yessarim, 'ebionim. Los calificativos son identificado-
parar Salmos 22, 19 con 1 Reyes 21, 15s (la historia de Nabot)34. Las leyes meso- res que distinguen.
asirias (ANET, p. 183, par. 40) proporcionan, no obstante, una información En resumen, los enemigos de Salmos 22 son probablemente algo más
muy incómoda. Hallamos en ellas una estipulación que arroja luz sobre Sal- que sólo los enemigos personales del salmista. Quizá puede haber, en la expre-
mos 22, 19. De acuerdo con ella, la ropa del condenado se da al querellante o al sión «la gran asamblea», un juego de palabras en el sentido de que el lamenta-
que arrestó al culpable35. De ser práctica corriente en Israel, se trataría para muchos dor es consciente de pertenecer a una «gran asamblea de afligidos», distinta
de un incentivo para cercar injustamente a alguien y acusarlo de algo. Pero, en claro está de la Gran Asamblea de la religión oficial37. En la medida en que los
este caso, los poderosos jueces no serían los únicos «enemigos». Hay también «enemigos» sostienen que ellos representan la mayoría, esta pretensión es cues-
aquellos a quienes Gerstenberger llama «vecinos», añadiendo así todavía más tionada. Comparten, en verdad, una ideología mayoritaria y representan la opi-
miseria de la que parece propia de la situación en que está el que padece (Salmos nión dominante en la «gran asamblea» en Israel. Pero el suplicante recuerda que
31, 10-14; 38, 11-14; 69, 4-5; 8-13; Job 19, 13-19; 30, 1-15)36. En Sal- el sufrimiento no es la suerte de unos pocos. Los privados de todo derecho cons-
mos 22, 17-19, alguien es condenado y expuesto a mofa pública (cf. Isaías 53, tituyen también una «gran congregación». Se produce una situación semejante
3). Se le ata y es perseguido por «búfalos» (=hombres poderosos; v. 13), y por un cuando comprobamos, con Arthur Weiser, que la cada vez mayor distancia
león (= su líder; v. 14). Está a punto de perder la vida por la espada (v. 21s). que hay entre el «piadoso» y el «malvado» en los salmos debe explicarse desde
Todo esto apunta, o así me lo parece, en dirección a un abismo que se vuel- la perspectiva de la ideología cultual38. «Humilde, pobre, etc.» son términos que
ve cada vez más profundo y que separa dos tipos de población en Israel. Estas proceden del vocabulario cultual en relación con la majestad divina y desde la
divisiones no se originaron, como han mostrado Morton Smith y otros, como
37. En Salmos 107, 32, por ejemplo, biqehal 'am ubemoshab zekenim designa a la comu-
33. Hans-Joachim Kraus, Psalmen 1-50, Neukirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1978, nidad cultual. Cf. Salmos 35, 18; Éxodo 16, 3; Levítico 4, 13s,21; Números 10, 7; 15, 15; 17,
p. 294. 12; 20, 6; etc. Probablemente, en el mismo sentido, Salmos 22 habla de «mis hermanos». La expre-
34. E. Podechard, Le Psautier: Traduction littémle et explication historique, Faculté catholi- sión es inusual, pero no decisiva; aparece de nuevo en plural en 69, 9 (en paralelo con «hijos de
que.Lyon 1949, p. 104, 107. mi madre»); 122, 8 (uso general); 133, 1 («¡Cómo es bueno y delicioso el estar de los hermanos
35. Cf. A. A. Anderson, The NCBC: Psalms, p. 191. en unión!»). Para Hans-J. Kraus, los «hermanos» son simplemente compañeros de culto.
36. Gerstenberger, Psalms, Partí, p. 111. 38. Weiser, Die Psalmen übersetz underklart, p. 63.
André LaCocque Salmos 22

situación frecuentemente recurrente del pueblo humillado por las naciones veci- tiene prácticamente una reclamación legal ante Yhwh; y fue precisamente esto
nas, que necesita la ayuda de Dios. La extensión de este vocabulario a la esfera lo que más tarde se convirtió en una autodenominación del piadoso ante Yhwh»42.
social dentro del mismo pueblo es por ello consecuente. Surge de la certeza de Durante mucho tiempo ambos antagonistas carecerían de todo tipo de «pro-
que quienes más necesitados están de ayuda han de gozar de una especial pro- grama electoral». Pero el piadoso sabía que los resa'im, «los malvados», hacían
tección divina. imposible la paz (saldm) y que la destruían con sólo su actitud y sus opciones
Sin embargo, el abismo existente entre «ricos» y «pobres» no dio origen a la fundamentales.
constitución de dos comunidades, una situación que habría sido posible si hu- Tras el exilio, sin embargo, los salmos, entre otras escrituras, fueron releí-
biera prevalecido el individualismo como tal. No hay en Salmos 22 ninguna pro- dos a la luz de las nuevas circunstancias de aquel tiempo. El vocabulario de
testa de inocencia, pero tampoco vemos expresado ahí ningún punto de vista po- desdicha, persecución e injusticia, por un lado, junto con el de piedad, justicia
lítico. Ni siquiera por la época de la composición del salmo observamos este tipo y fidelidad, por el otro lado, se reinterpretó naturalmente reflejando la nueva era
de oposición entre dos partidos. Sin embargo, el enemigo es un fermento que de los lectores. En caso de necesidad, se producía una corrección que ponía los
contribuye a la disolución de la comunidad. Como dice Kraus, «el sujeto no es el textos al día, como vemos en Salmos 22 en los últimos versículos del salmo.
"individuo hebreo" (L. Kóhler), sino "el individuo en Israel"». Esto explica por De aquí que la declaración de Kraus, acerca de que «los "pobres" no represen-
qué el salmista usa un cuerpo de fórmulas en stocky acentúa así su «participación taban a un partido religioso en Israel» (Theology ofthe Psalms, p. 153), deba
en la tradición del lenguaje de la plegaria en Israel» (Salmos 22, 3-5)39. tomarse con cautela. El simple hecho de que se sienta obligado a poner cons-
Es posible, pues, que Rahlfs, Causse y otros que los siguen, se equivo- tantemente la palabra «pobre» entre comillas ya es significativo.
quen exagerando demasiado. Sólo tras el exilio y en las circunstancias que esto Vale la pena notar que la actitud de Jesús de denuncia y condenación se de-
supone, los hasidim/ebionim se convirtieron en un partido. No todos los salmos bió, por lo menos en parte, a su oposición a los «pecadores», que se corresponden
han de leerse como si los hubiera compuesto esta clase de gente, incluso cuan- con los «malvados», los resa'im, del salterio. Se trata de la misma querella interna
do emplean el término «hasidim» o cualquier otro término emparentado (con- en tiempo de los Evangelios y en la época de las lamentaciones del piadoso en el
tra Causse). Antes de ser un partido, los hasidim fueron una clase. La definición salterio. No ha de sorprender, por tanto, que descubramos que Salmos 22 sea un
de Kraus es inicialmente correcta: «los "pobres" son ... aquellos que gritan a Yhwh texto citado con frecuencia en el Nuevo Testamento. Desempeña un papel cen-
misericordia y ayuda para conseguir justicia (Salmos 9, 18; 10, 2,8-11; 18, 27; tral en la escena de la pasión de Cristo, cuando se nos dice que Jesús pronunció,
35, 10; 74, 19)»40. Clase religiosa y económica o partido religioso y político, fue- sobre la cruz, el versículo 2a. Maurice Goguel cree que la tradición es auténtica,
ron siempre la gente sin privilegios, que pedía justicia frente al establishment. pues nadie podía imaginar en la primitiva Iglesia que Jesús fuera abandonado de
Por tanto, estoy de acuerdo con Carroll Stuhlmueller, que ve en Salmos 22 Dios43. Por ello, Salmos 22 pasa a ser una profecía seguida de su cumplimiento;
un estilo de piedad emparentado con las manifestaciones no litúrgicas del sen- en Juan 19,23s, leemos: «Así se cumplió la Escritura [Salmos 22].» De hecho, en
timiento religioso en la primitiva historia de Israel; lo que Roland de Vaux lla- el Evangelio, Salmos 22 era visto como una promesa cumplida por aconteci-
maba el período prerreligioso de la historia israelita. Stuhlmueller supone que mientos en los que se incorporaron tres motivos del salmo:
las lamentaciones comenzaron a recogerse «fuera de los servicios religiosos duran-
1. La burla del que sufre (22, 7 // Marcos 15, 29 y paralelos);
te el exilio, sin templo ni lugar sagrado»41.
2. La mofa (v. 8 // Mateo 27, 43);
La sola presencia del partido verdaderamente culpable, de los arrogantes
3. El reparto de las vestiduras y las suertes sobre el manto (22, 19 // Mar-
descreídos, basta para hacer de los hasidim víctimas inocentes. En resumen, no
cos 15, 24 y paralelos).
había necesidad alguna de decir con todas las palabras cuan malvados eran los
adversarios o cuan inocentes eran los hasidim. «Esta concepción del pobre con- Como destaca Harmut Gese, el Nuevo Testamento ofrece esta más antigua
interpretación de la muerte de Jesús encumbrándola al más elevado grado de
39. Kraus, Theology oftbe Psalms, p. 138, 139.
40. Ibídem, p. 151. «"Pobres" son aquellos a quienes se niega justicia... que carecen de
status social... Paradójicamente, la reclamación de derechos no se basa en lo que se "tiene", sino en 42. Gerhard von Rad, Oíd Testament Theology, vol. 1, trad. por D. M. G. Stalker, Harper
lo que no se tiene... Es característico de la situación humana ante Dios, que halla su expresión teo- & Row, Nueva York 1962, p. 400.
lógica en el Nuevo Testamento la doctrina de la justificación» (ibídem, p. 152-153). 43. Vemos el mismo punto en Kraus: «Este grito pertenece al recuerdo imborrable de lo
41. Stuhlmueller, Psalms 1, p. 36, 38. que ha ocurrido» {Theology ofthe Psalms, p. 188).
André LaCocque Salmos 22

sufrimiento. El rescate de Jesús de la muerte llevado a efecto por Dios hace lle- «sólo porque [el salmista] había tenido experiencia de la lejanía de Dios y del
gar el reino de Dios. La cena del Señor trata de la todah del Resucitado»44. silencio de Dios pudo también experimentar su vuelta; y porque había tenido
De forma parecida, Hebreos 2, 10-17 se refiere a Salmos 22, 23 como si experiencia de esta vuelta, tuvo que contarla. Lo que tuvo que contar tuvo que
fuera el texto prueba de la kenosisylz glorificación del Hijo de Dios. Pero aquí potenciarlo aún más, pues Dios ha actuado»45.
hay un elemento totalmente nuevo: Cristo dice que él vino para doxazein (glo- El paso gigante que universaliza la lamentación se da cuando Jesús adop-
rificar) a Dios y no hay duda alguna de que quiere decir que lo hizo a través de ta las palabras de Salmos 22 para describir el acontecimiento del Calvario. Con
su sacrificio. Salmos 22, 23, «yo hablaré de tu nombre...» se interpreta ahora Jesús crucificado, está kerygmáticamente claro que, desde el comienzo de su his-
de un modo más radical como si hubiera sido dicho en la cruz. Juan 17, 1 y 26 toria, Israel ha sido un pueblo crucificado y que las palabras del que se lamenta
son inequívocos al respecto; el versículo 26 dice: «Y les he revelado tu nombre...». reflejaban realmente la identidad profunda de toda la comunidad.
De modo similar, Juan 21, 19: «Esto lo dijo para dar a entender de qué muerte Además, se aclara también que este sufrimiento posterior no ha sido en bal-
había de glorificar a Dios». Por ello, mientras que Salmos 22 mostraba el cam- de, que no ha quedado «marginado» como una simple dimensión del ser de Israel,
bio de la lamentación en alabanza por la eliminación del mal y del sufrimien- vuelto relativo por otras dimensiones más «aceptables». El sufrimiento vicario
to, ahora se llega a la alabanza por medio de la muerte, en la muerte (Juan 2; de Israel no ha sido en vano. En el sufrimiento de Cristo, el sufrimiento de Israel
7; 12; 13; 17; y en especial Filipenses 2, 8). recibe su marca registrada, marca que a lo largo del tiempo esperó con con-
La Iglesia primitiva vio en el sufrimiento y la muerte de Cristo otro aspec- fianza y seguridad. Como dice la carta a los Hebreos: «De aquí que [Jesús] tuvie-
to que queda esclarecido, por ejemplo, en Mateo 8, 17. Tras mostrar que Jesús ra que ser asemejado en todo a sus hermanos, para llegar a ser sumo sacerdote
curaba a todos los que estaban enfermos, el texto añade: «De modo que así se misericordioso y fiel en las relaciones con Dios, a fin de expiar los pecados del
cumplió lo anunciado por el profeta Isaías: "Él mismo tomó nuestras flaque- mundo. Porque en la medida en que él mismo ha sufrido la prueba, puede
zas, y cargó con nuestras enfermedades"». Afirmar con el Nuevo Testamento que ayudar a los que ahora son probados» (2, 17-18).
Jesús tomó sobre sí todo el sufrimiento que padecían el pueblo y los indivi- Así es cómo el sufrimiento de Israel se convierte en paradigma del sufri-
duos en Israel significa que Cristo se identificó con todo el sufrimiento de su miento humano46. Salmos 22 mismo amplía la perspectiva individual y nacio-
pueblo, soportándolo de forma vicaria. Ambos aspectos de esta interpretación nal en universal al añadir los versículos 27-31: «Ante él se postrarán las fami-
deben ser tenidos en cuenta cuando los discípulos testifican que habían oído a lias todas de las gentes... Sólo a él han de adorar los que duermen en la tierra
Jesús recitar «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Al citar Sal- ... los que bajan al polvo... Del Señor se hablará a futuras generaciones, y se pro-
mos 22 en la circunstancia única de la cruz, Jesús, de acuerdo con la herme- clamará su liberación a un pueblo aún no nacido, diciendo lo que ha hecho por
néutica de la Iglesia, no sólo enseñó la profunda interpretación del texto hebreo, él» (NRSV). La invitación a los muertos a alabar a Dios se relaciona claramente
sino que proporcionó al salmo un sentido único, decisivo y último. Es éste un con la penosa situación inicial del salmista, que éste ha descrito como no mejor
ejemplo hermenéutico privilegiado de un significado añadido al texto desde el en absoluto que la muerte misma. De modo parecido, la segunda parte del enun-
momento de su composición. Cierto, a partir de este momento inicial, el sen- ciado, la que incluye a aquellos que todavía no han nacido, alude a la evocación
tido total del texto se encerraba ya en sus palabras, como en un joyero que habría anterior que el salmista hace de su nacimiento, incluso de su estado embriona-
de ser abierto tiempo después. El sujeto de la lamentación original tenía razón, rio, cuando Dios era ya su Dios (v. 11)47. La inclusión de los muertos en el
a todas luces, de quejarse a Dios por sentirse abandonado. Su experiencia fue coro de los que alaban a Dios no es necesariamente una metáfora, pues la «com-
completa en sí misma porque había alcanzado el fondo del abismo. Pero el sal-
mista quiso compartir esta terrible experiencia con la comunidad entera y fue
por ello también capaz de unir a toda la congregación en una sucesiva alabanza 45. Westermann, The Living Psalms, p. 91.
46. La situación en que se encuentra Jesús pasa a ser paradigma de las penas del suplican-
a Dios. En otros términos, la experiencia del o de la suplicante se elevó al nivel te que se lamenta; y su experiencia de agonía personal, de desamparo de Dios, y las mofas y ata-
de una experiencia común universal y, por tanto, a una experiencia susceptible ques de diverso tipo de los enemigos y de los malvados nos proporcionan el ejemplo cardinal de
de ser elevada a su ultima expresión y cumplimiento. Como dice Westermann, cómo las dimensiones de la lamentación expresan la arealidad de la experiencia humana (Miller,
Interpreting the Psalms, p. 63).
47. De este modo, está claro que para la antropología bíblica, la alabanza de Dios comien-
44. Harmut Gese, «Psalm 22 and the New Testament», en Zeitschrififiir Thelogie und za antes del nacimiento y dura hasta más allá de la muerte. La existencia humana tiene de por sí
Kirche, 54 (1968) 22. una preshistoria y una historia posterior.
André LaCocque Salmos 22

paración» del enfermo con el muerto es más que una comparación (más que una Este doble «carácter insólito»55 del salmo lo abre al empleo escatológico que
«exageración oriental»). En la literatura del antiguo Oriente próximo, es sim- de él hace Jesús. Los versículos 28-32 son exactamente la contrapartida de los
plemente realismo. versículos 2-3. Encontramos en este salmo la lamentación, la alabanza, la afir-
Pero no hay consenso sobre la interpretación de la declaración del salmis- mación de que la desdicha se conjuga con la relación de alianza con Dios, y la
ta. Para W. O. R. Oesterley, los muertos celebrarán a Dios en el Seol4í, mien- reivindicación/glorificación de una aserción de este tipo para cualquier aspecto
tras que, para E. J. Kissane, los muertos lo celebran en la persona de sus des- de la vida humana, desde antes del nacimiento (v. 11) hasta después de la muer-
cendientes49. A. A. Anderson piensa en aquellos que estaban cerca de la muerte, te (v. 32), así como para cualquier otro aspecto de la repuesta humana a Dios.
como en Salmos 30, 3, de modo que el versículo significaría aquí «hasta aque- De aquí que, en su complejidad, Salmos 22 no es sólo una LI (con una clara
llos que están a punto de dormirse en el Seollc rendirán homenaje, y todos dependencia de las LP) y un himno de acción de gracias en su segunda parte,
aquellos que están a punto de convertirse en polvo (del mundo subterráneo) sino que es también un salmo regio que celebra el reino universal de Dios56.
inclinarán su rodilla ante él»50. Sea como fuere, Weiser está en lo cierto cuando Como dice el versículo 28, círculos cada vez más amplios de gente le alabarán
habla aquí del «cumplimiento escatológico del reino de Dios»51. Gerstenberger por todos los confines de la tierra; hasta los que mueren y los ya muertos, inclui-
incluso va más allá: «La última parte (v. 28-32) es de naturaleza escatológica, si dos los todavía no nacidos (v. 31; cf. Salmos 117)57.
no incluso apocalítptica». Estos versículos, añade, «presuponen ... la vida y la El tema de todas las naciones reconociendo el reino de Dios y ensalzándole
teología del posexilio tardío»52. pertenece al más amplio contexto de la doctrina de la creación divina. Es inte-
La ausencia de rencor pertenece a la escatologización del salmista. En resante observar que Salmos 22 alude por lo menos dos veces a Dios como cre-
contraste con los salmos 2, 3, 5, 6, 7, 9, 10 y muchos otros, no hay aquí exi- ador. Es el Dios creador que es también redentor/salvador. Aquí hay otro signo
gencia alguna de venganza. Al contrario, Weiser llama la atención sobre el ca- de la influencia del Déutero-Isaías sobre Salmos 22. Este teología hace que el sal-
rácter inclusivo de una expresión usada por el salmo en la parte de acción de mista se atreva a dar el salto de su restauración personal a los significados cós-
gracias, como es el caso de «linaje de Israel» (v. 24). En él se incluye también a micos de esta redención (v. 28s), como vimos anteriormente. Volvemos sobre
los «enemigos»53. Es la primera vez que el enemigo se incluye en la súplica del ello en estas observaciones finales sobre el Salmos 22 para destacar otra cuestión.
mediador (cf. Isaías 53, 12). «Ésta es», dice Westermann, «la más clara cone- Salmos 22 es una plegaria del comienzo al fin. Hay algo engañoso en ima-
xión que podemos ver entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Los relatos ginar que el salmista oyó un oráculo reconfortante en medio de su petición. Qui-
evangélicos del sufrimiento y muerte de Jesús siguen punto por punto los Can- zás Begrich y Gunkel tengan razón al creer que hubo una intervención de este
tos del Siervo. En unos y otros el sufrimiento es vicario; en todos ellos quien tipo, pero no hay nada ex opere operato en una respuesta tan de tipo sacerdotal o
sufre es confirmado por Dios en y a través de la muerte; en ellos él intercede profético a la súplica. Si hay un cambio de tono entre la primera parte y la
por los enemigos; y, en todos ellos, hay una comunidad que cree que sufri- última del salmo, como ciertamente la hay, esta transformación permanece den-
miento y muerte fueron por ella»54. ,, tro de los límites de la súplica. Aquí, a mi entender, está el límite de la división
de Westermann entre súplica y alabanza. La alabanza sigue siendo súplica has-
ta el final. Siguiendo el modelo de las LP, en las que se usa el motivo de la vic-
48. W. O. E. Oesterley, ThePsaims Translated with Text-CriticalandExegeticalNotes, 2 vols.,
toria divina sobre el caos para implorar a Yhwh que sea tan poderoso con los
SPCK, Londres 1939, vol. 1, p. 181.
49. EdwardJ. Kissane, The Book ofPsalms, Newman Press, Westminster, M D 1953-1954, enemigos actuales de Israel como lo fue al comienzo con los antepasados y con
vol. l , p . 102. las generaciones pasadas, también en las LI se pide a Dios que se muestre como
50. Anderson, The NCBC: Psalms, p. 194.
51. Weiser, Die Psalmen übersetz underklart, p. 152.
52. Gersteberger, Psalms, Partí, p. 112. Esta opinión la comparte Westermann. Referente 55. El término [extravagance] lo usa en este contexto E D. Miller, Interpreting the Psalms,
a todos aquellos «que duermen en la tierra», dice que «sólo en los apocalipsis hallamos expresio- p. 107.
nes como ésta» {The Living Psalms, p. 90). 56. Westermann dice que el v. 38 es «una clara reminiscencia de salmos que celebran el
53. Weiser, Die Psalmen übersetz und erklart, p. 152. De modo similar, tenemos la «estir- gobierno real de Dios, Salmos 93; 95-99 {The Living Psalms, p. 90). Siguiendo idéntica pauta,
pe de Jacob/Israel» (v. 24), que llega por lo menos hasta Jeremías. Es verdad que Anderson pue- Bentzen y Eaton han argumentando que Salmos 22 es un salmo real con una humillación y res-
de tener razón al situar esta expresión en paralelo con «vosotros, los que teméis al Señor» y, por tauración simbólicas del rey. Véase Aage Bentzen, KingandMessiah, Allenson, Naperville, IL 1955;
ello, cree que se refiere «al verdadero Israel y no a toda la unidad étnica» (p. 192). John H. Eaton, Kingship and the Psalms, SCM Press, Londres 1976.
54. Westermann, The Living Psalms, p. 278. 57. Cf. de Ugarit: «Sí, a aquel ante quien se inclinan todos los que duermen en la tierra».
André LaCocque Salmos 22

redentor que es y mostró ser en el pasado (Salmos 22, 5-6). «¡Me has respondi-
do!» (v. 22c) es una verdad profunda y decisiva, pero sólo para quien cree. Es un
acto de fe, un voto de confianza en Dios, por así decir, un presente de indicati-
vo proléptico. Antes de que ocurra de hecho y en la historia, ya es litúrgica y
espiritualmente verdadero58. Ya; pero todavía no: toda la fe «cristiana» está ple- LA LAMENTACIÓN C O M O PLEGARIA
namente presente en Salmos 22. Debido a la ausencia de hiato entre ambos polos,
el salmo lo recita Cristo en la cruz como si fuera verdaderamente la primera vez. PAUL RICOEUR

Pocos textos hay cuya trayectoria posterior haya tenido tanto efecto sobre
su sentido original como es el caso del Salmo 22. El uso de este versículo por el
Crucificado, según narran los evangelistas Marcos y Lucas, y la incorporación
de todo el salterio en las liturgias de la sinagoga y de los templos cristianos de
diferentes confesiones -para no hablar de su uso en el ámbito de la piedad domés-
tica o personal— testifica el sorprendente poder de reactualización de estos poe-
mas que proceden de la piedad hebrea.
El estilo absolutamente particular de esta actualización no hace sino llamar
nuestra atención por el aspecto de la estructura lingüística que permitió a los sal-
mos en general, y al salmo que hemos escogido en particular, perpetuarse con
un extraordinario vigor. Por lo que se refiere al «gran grito» de Jesús en la cruz,
es digno de ser notado que no se reduce a la «cita» de un solo versículo, como
sucede en muchos otros casos en que el Nuevo Testamento toma textos de la
Biblia hebrea, en especial para mostrar que las antiguas Escrituras se «cumplie-
ron» en el acontecimiento de Cristo. No se trata de una conexión hecha por el
narrador, sino más bien de una nueva actualización de las mismas palabras, hecha
por el personaje central de los relatos de la Pasión. Jesús agonizante envuelve
su sufrimiento con las palabras del salmo, que él reviste, por así decir, desde den-
tro. El uso litúrgico del Salterio a lo largo de milenios no elude las reglas de la
«citación». Descansa sobre la repetición del mismo tipo de actos lenguaje en una
práctica análoga al culto comunitario o privado, que encuentra su expresión ori-
ginal en las plegarias de los salmos.
Por consiguiente, es el modo del todo original de esta perpetuación actua-
lizados lo que nos invita a buscar en la composición poética del salmo una de
las condiciones de su reactualización en plegaria posterior.
58. «No podemos exagerar, por tanto, la yuxtaposición no mediada, en la Biblia hebrea, de Los salmos son ante todo poemas que elevan al rango de habla y de escri-
la afirmación litúrgica e hímnica de la omnipotencia de Dios con la confesión de la persistencia tura y, finalmente, de texto momentos fundamentales de la experiencia religio-
del mal, una confesión también ella elevada al plano lírico de la lamentación. Situar la total sobe- sa. Debemos partir, por tanto, del vínculo original que une experiencia y len-
ranía de Dios al final de los tiempos no hace sino subrayar la disonancia existente entre la pro-
clamación de la omnipotencia y la confesión del «terror de la historia»; Paul Ricoeur, «Fides Quae-
guaje. Podemos, ciertamente, hablar de experiencia religiosa para caracterizar
rens Intellectum: Antécédents bibliques?», en Archivio di Filosofía, 68 (1990) 38. actitudes ante lo divino tan distintas como son un sentimiento de dependencia
Paul Ricoeur Salmos 22

absoluta, la experiencia de una confianza sin límites, la preocupación por el incluso antes de que el creyente se le dirija, ha declarado al creyente: «Oye, Israel,
destino último y la conciencia de pertenecer a una economía del don que pre- el Señor nuestro Dios es sólo Yhwh».
cede a todo movimiento humano de caridad. Con todo, estos sentimientos se- Es momento de situar el género de la plegaria de la lamentación dentro de
rían informes si no se articularan mediante el lenguaje. Y en este sentido, la ple- una tipología general de la plegaria hebrea. Igual que André LaCocque, adop-
garia es el más primitivo y original acto de lenguaje que da forma a la taré también yo, sin preocuparme demasiado por sus límites, la clasificación de
experiencia religiosa. Si, con William James, distinguimos entre diversas «varie- los salmos establecida por Hermann Gunkel, y asumida y depurada por Claus
dades de la experiencia religiosa», diremos que son las distintas formas de ple- Westermann y Hans-Joachim Kraus1. Se fundamenta, como es sabido, en la opo-
garia lo que, en cada caso, las reviste de la carne de las palabras. La plegaria de sición polar entre lamentación y alabanza y continúa con la distinción entre
la lamentación será, me atrevo a decir, una forma privilegiada de plegaria. Has- lamentación individual y lamentación del pueblo (lamentación colectiva). De
ta podemos correr el riego de decir que, si hay una manera de expresar la expe- este modo, Salmos 22 encuentra su sitio entre los salmos de lamentación. Esta
riencia religiosa más allá de toda teología y de toda especulación, ésta es me- clasificación constituye una guía útil para orientarnos dentro de la tipología de
diante la plegaria. las formas (Gattungen) de los salmos. Sin embargo, lo que a mi entender es
Es verdad que la Biblia reconoce otras maneras de «nombrar a Dios». Las más importante no está en la clasificación, sino en el carácter perturbador, para-
Escrituras hebreas se dividen en la Tora, los profetas y otros escritos. Si, dentro dójico y casi escandaloso de la plegaria de lamentación. O, para decirlo mejor,
de la Tora, distinguimos entre relatos y leyes, ninguno de estos escritos, como de la «lamentación como plegaria», asumiendo el adecuado título de un libro de
tal, consiste en dirigirse a Dios, que es lo que la plegaria hace. Dios es el gran Ottmar Fuchs, Die Klage ais Gebet1. Si queremos respetar el llamativo carácter
«actante», cuyas proezas cuenta el relato. Dios es también el legislador que hace
saber a los seres humanos en primera persona lo que la ley aplica a la segunda 1. La obra de Hermann Gunkel, Einleitungin die Psalmen (1933), supone un importante
persona: «No matarás». Los profetas hablan en primera persona en el nombre paso en la exégesis de los salmos. Las divisiones que propone este autor se fundan en (1) el vínculo
de otro que, por boca de ellos, habla también en primera persona y el cual se con una ocasión de devoción específica, principalmente el culto; (2) el tipo de pensamientos y sen-
dirige a los seres humanos interpelados en segunda persona, como hace la ley. Y timientos expresados; y (3) la estructura verbal. Claus Westermann adopta la tipología de Gunkel y
la depura ulteriormente en Lob und Klage in den Psalmen (Vandenhoeck & Ruprecht, 1977).
por lo que se refiere a los escritos sapienciales, el núcleo de lo que constituye el
Superpone a la tipología de Gunkel algo así como una especie de estructura transversal que consiste
grupo de los «otros escritos», hablan más bien de Dios que a Dios, aun cuando en una tríada: tú (Dios)-yo (el que ora)-el Otro (los enemigos en el caso de la lamentación y la con-
a veces dan a la sabiduría la autoridad de la palabra de Dios o a las preguntas gregación de «pobres» y «piadosos» en el caso del salmo de alabanza). Considerando los salmos de
del sabio la forma de una oración dirigida a Dios. En este aspecto, veremos lue- lamentación desde un punto de vista diacrónico, Westermann insiste en la represión de la lamenta-
ción en provecho de la súplica y la penitencia bajo la influencia de la ideología de los profetas, y par-
go que el ¿por qué?de los salmos de lamentación es contiguo al (por qué? que la
ticularmente de la del deuteronomista. Esta desaparición posterior propicia la aparición de otra trí-
sabiduría dirige a Dios. Pero veremos también la frontera que separa un porqué ada, del tipo de la que podemos observar en Salmos 22, entre lamentación {Klage), súplica (Bitte) y
lanzado entre los límites de la plegaria de un porqué que se libera de este marco promesa de alabanza (Lobegelübde). Hans-Joachim Kraus, {Psalmen 1-50, Neukirchener Verlag,
y entra en el campo de gravitación de la especulación que gira en torno a Dios. Neukirchen-Vluyn 1978) relativiza también las distinciones de Gunkel. Por ejemplo, a la pregunta,
¿quién se lamenta?, tenemos que replicar que, dentro del ámbito de cultura a que pertenecían los es-
En la medida en que la pregunta permanece incluida dentro de los límites de
critores bíblicos, nunca se considera al individuo aisladamente. De aquí que, incluso los «enemi-
una súplica a Dios, mantiene un aspecto más «existencial» que especulativo o, gos» del individuo son pese a todo miembros, esto es, grupos de individuos dentro de la comuni-
podríamos decir, continúa surgiendo de la práctica del culto, sea éste público o dad. Ante todo, la lamentación es casi siempre sólo uno de los dos focos de un salmo globalmente
privado. considerado; la alabanza constituye el otro foco principal. Por último, la reflexión crítica siempre
insiste en que el tema y la forma han de ser tenidos en cuenta j untos y a la vez.
Por tanto, si queremos distinguir la plegaria de otras formas en que se «nom-
bra» a Dios en la Biblia, diremos que aquélla se lleva a cabo a través de un acto 2. Debo a Ottmar Fuchs {Die Klage ais Gebet. Eine theologische Besinnung am Beispiel des
Psalms 22, Kosel Verlag, Munich 1982), -io sólo el título de este capítulo, sino también la aten-
de habla, que consiste en un sujeto que ora que dice «yo», dirigiendo la palabra ción que dedico por mi pane a los aspectos estructurales del poema. Fuchs vincula expresamen-
a Dios en cuanto supremo «tú». En este sentido, aunque la plegaria sola no te estas características a lo que él llama la «textualización» (Vertextung) de los sentimientos que se
distingue el monoteísmo del politeísmo, sí que ocurre únicamente en una reli- expresan. A su vez, estas características son responsables de la capacidad que pueda tener la forma
gión en la que el Dios, a quien va dirigida, es reconocido, si no en cuanto per- verbal de ser reactualizada en la plegaria contemporánea judía y cristiana -¡incluso después de Aus-
chwitz! Esta conexión entre el carácter casi intemporal del modelo y la capacidad generativa que
sona, por lo menos como no menor que una persona. En la Biblia hebrea, y lue- el poema desarrolla en la práctica de la plegaria constituye la tesis principal que Fuchs propone
go para los escritores del Nuevo Testamento, la plegaria va dirigida a quien, sobre una teología renovada de la práctica de la plegaria.
Paul Ricoeur Salmos 22

de este título, no resulta indiferente la terminología que vayamos a emplear. La ción y de su marco canónico, ha podido llegar hasta nosotros en la condición de
traducción del alemán Klage por lamentation en francés y por lamentación en poder ser insertado, también hoy, en nuestra práctica de la oración. Este rasgo
castellano no capta la provocadora cercanía en alemán entre Klage (lamentación) general de textualización poética conlleva un sentido especial en el caso de obras
y Anklage (acusación). De hecho, pronto deberemos hacer frente al enigma de literarias, como los salmos, que expresan sentimientos, sobre todo si esos senti-
una lamentación que sigue siendo, para todos los que se acogen a ella, una invo- mientos hacen referencia al sufrimiento, a la angustia y al desamparo, como es
cación, pero que da una forma interrogativa a su lamentación, que se atreve a el caso de los salmos de lamentación. En primer lugar, el lenguaje tuvo que dar
hablar del sufrimiento como de un «estar desamparado por Dios», y que llega, expresión articulada a lo que podría haber sido sólo gritos, lágrimas y suspiros.
pese a todo, con hechuras de poema a las cimas de la alabanza, gracias a un cam- Luego, la escritura —la escritura compuesta según los cánones de la poética hebrea-
bio completo no menos enigmático que el momento inaugural de la lamenta- tuvo que elevar este discurso al rango de un texto que fuera capaz de ser memo-
ción misma. rizado, recitado y cantado4. En este sentido, no caen lejanos los tiempos en que,
Hablamos de una vía «con hechuras de poema». De hecho, es la forma de por razones de gusto romántico, se ensalzó la expresión espontánea de un alma
poema lo que debemos interrogar para identificar las características lingüísticas religiosa en los salmos. Lo sorprendente, sin embargo, es que la composición
y escripturísticas que hicieron posible que el Salterio, como un todo, y Salmos poética hubiera intentado fijar y preservar esa espontaneidad emocional, y que
22 en particular, pudieran ser «reescritos» y, como dije anteriormente, «reactua- lo hiciera ejemplarmente y de un modo comunicable, «fuera de su propio con-
lizados» en nuevos contextos. texto».
Necesitamos conocer los procedimientos responsables de esta poetización
de la lamentación a fin de hacerlos más explícitos. El primero de ellos se presenta
ESTRUCTURA Y SENTIDO en el plano del léxico, en la elección de términos empleados para hablar de sufri-
miento. Consiste en una eliminación concertada de las marcas individualizado-
Hay que hacer un comentario metodológico antes de iniciar nuestra inves- ras del sufrimiento que se expresa. Es difícil ser preciso si el que padece está enfer-
tigación. Debido a su carácter estructural, esta investigación parece orientarse mo, se encuentra cercano a la muerte, o ignora quién es exactamente el que le
en una dirección opuesta a la del método histórico-crítico, base del planteamiento persigue. Es proeza del lenguaje poético conservar suficientes indicaciones
hecho por André LaCocque. En vez de poner el acento en el Sitz im Leben de concretas para mantener la lamentación en el horizonte de una experiencia indi-
los salmos dentro del culto o entre otras prácticas concretas, el análisis literario vidual y, gracias a una calculada indeterminación, elevar la expresión de sufri-
va en busca de una constante suprahistórica, susceptible de ser aislada de las con- miento al rango de paradigma. Este efecto estilístico corrobora la opinión de
diciones históricas de su primera aparición y de ser reinstalada en nuevos muchos exegetas para quienes los poemas que leemos sirven como formularios
contextos vitales3. disponibles en un ámbito cultual para expresar lamentaciones individuales de
Sin negar esta diferencia en la orientación, quisiera destacar ya el carácter distinto tipo. Esta interacción entre singularización y generalización afecta a la
complementario de ambos planteamientos metodológicos. En realidad, sólo el personalidad de quien hace la plegaria tanto como su sufrimiento. Palabras como
conocimiento de las circunstancias en que se produjo y compuso un texto nos «yo», «mi», «tú» y «tuyos» pierden su función deíctica, consistente en designar a
permite, por comparación y contraste, identificar los rasgos susceptibles de con- un individuo particular. En este sentido, uno de los efectos más extremos del
tribuir a lo que podemos denominar la descontextualización del mensaje y su estilo poético es transformar el «yo» en un lugar vacío, susceptible de ser ocu-
recontextualización en un marco distinto del marco original. pado en cada caso distinto por un lector o un oyente distinto que, siguiendo al
Todas estas características, como veremos, tienen que ver con el status
textual que adquirió el salmo. Dicho con mayor precisión, sólo en calidad de 4. Kraus destaca la tensión existente entre el carácter concreto de la situación de angustia y
poema escrito, el salmo, considerado en términos de su estado final de redac- el efecto de ritualización verbal producido por la expresión poética. Aunque las acusaciones y los
pensamientos que afligen al suplicante presentan una cierta definición, es difícil identificar a
los individuos y grupos designados como «enemigos». En este sentido, todas las posibilidades desig-
3. André LaCocque resume la discusión abierta por Gunkel sobre la localización de los sal- nadas son lugares vacíos susceptibles de ser llenados por varias clases de individuos o grupos. Pare-
mos de lamentación individual en el ámbito del culto y se refiere también a la cuestión de su fecha. cida atención a la función lingüística puede verse en John S. Kselman, «Why Have You Abando-
Aborda, además, los problemas de identificación de los protagonistas al preguntarse quiénes ned Me? A Rethorical Study of Psalm 22», en Artand Meaning in Biblical Literature, ed. por David
eran los «enemigos» y los «pobres». J. A. Clines, David M. Gunn y Alan J. Hauser, JSOT Press, Scheffield 1982, p. 172-198.
Paul Ricoeur Salmos 22

poeta, pueda decir: «Dios mío, Dios mío» (véanse los comentarios de André El segundo procedimiento poético tiene que ver con la composición del
LaCocque sobre este posesivo, antes, en p. 209-210). Ésta es la razón de que, poema. Tiene que ver, más que el anterior, con la textualización del salmo. La
digamos de pasada, tantas discusiones referentes a la personalidad de quién exégesis crítica ha destacado a menudo que el salmo propone en su redacción
eleva la plegaria, en particular las provocadas por la Escuela Escandinava y por final —y quizás en sus formas literarias más antiguas— el enigma de un aparen-
los defensores de la teoría de la ideología regia, pierdan su relevancia con sólo temente súbito e injustificado cambio de la lamentación que pasa a ser alaban-
atender al proceso de poetización que afecta a la posición del sujeto del sufri- za. Es ésta justamente la transformación que debemos trasponer aún más del pla-
miento. Es momento ahora de volver a nuestro comentario inicial sobre el méto- no estructural al espiritual, esto es, al teológico. El momento exacto del cambio
do. En la medida en que el método histórico-crítico permita a veces que iden- lo sitúan de forma muy distintas los diversos autores. André LaCocque apunta
tifiquemos el status del supuesto emisor de la lamentación, puede el análisis a su anticipación en la «cláusula adversativa» (el «pero» del versículo 3), que se
textual dar cuenta, a su vez, del hiato poético que confiere una especie de ejem- reitera en el versículo 20. Quienes traducen el versículo 23b como «has escu-
plaridad al sufrimiento del suplicante5. chado mi lamentación» lo localizan precisamente a este nivel8. Algunos lo ven
En el caso de Salmos 22, esta poetización de las expresiones de sufrimien- en la marca de un «oráculo de salvación», eventualmente pronunciado por un
to toma un giro extraordinario, que es el origen de toda la problemática teoló- sacerdote o un personaje profético en la forma: «No temas...Yo estoy contigo»9.
gica del salmo de lamentación. Pasando de la singularidad a la ejemplaridad, el La discusión que surge de esta explicación encuentra perfecto acomodo en una
sufrimiento alcanza su máxima radicalización con la expresión «desamparado investigación de tipo histórico-crítico. Pero pierde su importancia en un análi-
por Dios». Los exegetas hablan, por lo que a esto se refiere, de Urleiden des sis literario que sólo tiene en cuenta aquellos rasgos que pueden localizarse en el
Gottesverlassenheit [el sufrimiento del desamparo de Dios]6. No hay ninguna des- texto mismo y que, por tanto, ignoran el acontecimiento extratextual, incluso
cripción clínica de este sufrimiento sin comparación posible, que André LaCoc- aquel que puede haber ocurrido por una palabra oracular pronunciada en algún
que define como privación de salom. Esta dimensión del sufrimiento se revela escenario cultual. Con todo, ambos planteamientos concuerdan una vez más, si
sólo al suplicante que pone su desgracia ante Dios. Para él, sufrir ante Dios es tomamos la ausencia de una sentencia oracular de este tipo como rasgo de la tex-
sufrir por la propia mano de Dios, es considerarse como la víctima que Dios tualidad. Esta ausencia puede luego incluirse entre los procedimientos que «des-
ha sacrificado. Uno de los procedimientos literarios puestos al servicio de esta ingularizan» la expresión del sufrimiento descrita anteriormente. Igual como el
universalización y radicalización consiste en el recurso a metáforas que, de algún «yo» poético está abierto a cualquiera que se diga «yo», el cambio intratextual se
modo, eliminan la singularidad del sufrimiento incluso cuando adoptan un giro ofrece a cualquier suplicante invitado a transitar por la senda que va de la lamen-
paroxístico. Inspirándose sobre todo en el bestiario de la ferocidad, el poeta evo- tación a la alabanza. De este modo, el cambio poético indicado también se vuel-
ca directamente la virulencia espiritual del sufrimiento primordial, el de haber ve paradigmático. De aquí que la tarea del análisis literario sea mostrar por medio
sido abandonado de Dios. Lo mismo puede decirse de la expresión «pobres» del de qué artificios ha llegado a construirse en y a través del texto. Si hacemos esto,
versículo 25, cuyas raíces históricas y cuya carga simbólica expone André LaCoc- vemos que toda la dinámica del texto ha de ser vista desde un punto de vista más
que. Figura en oposición al tema del «enemigo», que plantea un problema para- o menos dramatúrgico.
lelo de identificación y generalización7. Con todo, queda la cuestión de que la Como todo exegeta ha observado10, este cambio radical está de alguna mane-
metaforización opera en dirección opuesta a la búsqueda de identidad legítima- ra anticipado en la formulación paradójica de la lamentación. Por un lado, la
mente emprendida por el exegeta crítico.

8. Para el versículo 21b, Kraus adopta la traducción: «Tú me has oído» y no «mi [pobre]
5. Pese a que Kraus recalca el Scharfe Profile de la persona que sufre en Salmos 22, pone el alma» (como en la Biblia de Jerusalén). O. Fuchs ve también en el versículo 22b, que traduce como
acento en el aspecto «arquetípico» de la aflicción que él llama Urleiden (Psalmen 1-50, p. 324). Du has mir erh'órt [tú me has oído], el núcleo del drama ejemplar que estructura Salmos 22. El cli-
6. No es generalidad, dice Kraus, sino radicalidad del sufrimiento lo que significa el tema max de la lamentación y el sello calificativo indicativo de una confianza nuevamente ganada coin-
del «desamparado de Dios». Incluso pone su comentario sobre el Salmo 22 bajo el título de: «Aus ciden en este punto.
der Gottesverlassenheit erretet» [salvado del abandono de Dios] (Psalmen 1-50, p. 320). Fuchs, 9. Véase Joachim Berich, «Das priesterlische Heilsorakel», en Zeitschriftfiir alttestamentli-
por su parte, propone la expresión «Urleiden der Gottesverlassenheit» [el sufrimiento primordial che Wissenschaft, 52 6(1934) 81-92.
del abandono de Dios]. 10. Hans-J. Kraus insiste de un modo especial en la paradoja de una lamentación que es
7. LaCocque habla largo y tendido del estudio que Hans-J. Kraus dedica a la identificación también una invocación. Debido precisamente a esta paradoja puede el Crucificado, dice, «reves-
de los enemigos del individuo en cuestión y propone su propia solución al problema. tirse con las palabras de los Salmos».
Paul Ricoeur Salmos 22

lamentación se acerca mucho a una acusación; por el otro lado, se mantiene den- Además, el poeta se aprovecha de la conexión instituida entre el futuro de la
tro de los límites de la invocación y de la plegaria, en la medida en que se diri- intención y el presente imperativo dirigido hacia sí mismo y hacia la comuni-
ge Dios. La paradoja se agudiza por lo que podemos llamar la «actitud de pre- dad refundada.
guntar». Preguntando «¿por qué?» el Urleiden de sentirse «desamparado de Dios» En suma, podemos afirmar que, mediante su arte de componer, el poeta
se dirige a Dios. ha conseguido tanto salvaguardar la sorpresa del cambio de la lamentación en
Luego viene el papel desempeñado, en el plano de la construcción poéti- alabanza como en construir esta última como un efecto de la progresión gene-
ca, por los dos episodios de conmemoración. En primer lugar, hay el recuerdo ral del poema. Por último, no debemos hablar tanto de una tensión entre lamen-
de los actos de salvación que procede de la tradición (v. 4-6), luego viene la evo- tación y alabanza como de una mutua imbricación. La alabanza ya se anuncia
cación nostálgica de la solicitud materna, cuando tiempo ha el suplicante se sen- en la invocación inicial, y la lamentación se mantiene, sin quedar suprimida, en
tía «en los brazos de Dios» (v. 10-12). Hay, en otras palabras, una doble asimi- la alabanza final. En este sentido, podemos decir, con André LaCocque, que la
lación de la salvación personal y de la histórica a la idea de un acto de creación: transmutación en alabanza permanece dentro de los límites de la lamentación.
¡la creación de un pueblo, la creación del individuo abatido! Esta doble con- «Aquí», añade, «está el límite de la división propuesta por Westermann entre
memoración produce dos efectos contrarios. Por un lado, por un efecto de contras- lamentación y alabanza. La alabanza sigue siendo lamentación hasta el final»12.
te, el sufrimiento actual parece ser aún más intolerable. Éste es el efecto predo- Sin embargo, falta todavía algo importante en nuestro análisis de la estruc-
minante. Pero, por otro lado, no ha de ser en vano que deba evocarse un pasado tura literaria del poema, a saber, tomar en consideración la misma polaridad
tan distante, tiempo en que todavía no se había conseguido confiar en Dios. Por- sobre la que se construye el poema y el dinamismo que esta polaridad impone
que de este modo sugiere que una confianza ganada de nuevo debe en última en su composición. Esta polaridad conlleva un cierto carácter de violencia, pro-
instancia anclarse en el recuerdo de lo inmemorial. Sin duda alguna, por esto cedente del contraste extremo que el poema establece entre las expresiones de
observa André LaCocque que «la lamentación pertenece a la liturgia, es decir, emociones igualmente extremas. «La vida», observa André LaCocque, «es vivi-
tanto a esta historia reducida a su núcleo sacro y a su actualización ritual del pasa- da entre los dos polos de la lamentación y la alabanza». «Está claro -añade— que
do, ... como a su prolepsis, su anticipación del futuro». el suplicante se ve envuelto en una lucha interna entre estos dos sentimientos
Tenemos que tomar en cuenta también el punto de unión que la súplica conflictivos». Lo que hemos caracterizado como el Urleiden de sentirse «des-
(Bitte, petición) propiamente hablando desempeña entre la lamentación y la ala- amparado de Dios» es, en verdad, extremo. Es extremo en relación con cada una
banza". Westermann enfatiza con fuerza la estructura triádica: lamentación- de las aflicciones destacadas por el poema. El procedimiento literario que utili-
súplica-alabanza. Según este autor, esta triple estructura padece una profunda za el poema para comunicar estas expresiones extremas procede de la hipérbole.
alteración en los últimos salmos, hasta el punto de que la lamentación, consi- A esta hipérbole pueden vincularse los procedimientos antes mencionados:
derada como fuera de lugar en una teología en la que se pone el acento en atenuación de las descripciones singularizadoras, metaforización de las figuras
la penitencia, tiende a quedar reabsorbida en la súplica. El papel mediador de la de la ficción, radicalización de las expresiones de un dolor puesto a las puertas de
súplica descansa por ello en el hecho de que, bajo la forma de «súplica negativa» la muerte. Todas estas características llevan hacia la hipérbole, la figura esti-
(«no te alejes de mí»), prolonga todavía la lamentación, mientras que la fuerza lística más apropiada para la expresión de extremos. Entre esta hipérbole y el
de la invocación, subyacente en la súplica, la mantiene en la perspectiva de refun- Urleiden de sentirse «desamparado de Dios», hay una congruencia perfecta. Si
dar la confianza en Dios. el Urleiden no consiste en una aflicción particular, en una aflicción suplemen-
Por último, ¿debemos dar importancia a las sutilezas léxicas y gramaticales taria, si no es más que el sentimiento religioso que el poema asigna a todo sufri-
con las que el poeta expresa la alabanza en la última parte del salmo? El momen- miento excesivo, las expresiones de por sí excesivas son las que resultan más ade-
to de la alabanza se introduce como una «promesa de alabanza» {Lobegelübde). cuadas para expresarlo. Con todo, la alabanza en que se convierte la lamentación

11. Cf. antes, nota 1 sobre el énfasis puesto por Westermann en esta distinción. Este 12. O. Fuchs subraya el carácter dramático del cambio producido por el salmo. Es dra-
autor destaca también, como contrapunto, la prolongación de la lamentación en la «súplica nega- mático en el sentido de que este cambio radical afecta a los tres protagonistas que distingue
tiva»: «Pero tú, o YHWH, no te alejes de mí». Fuchs intenta con sumo cuidado preservar la dife- Westermann: Dios (tú), el que hace la plegaria (yo) y el otro (el enemigo-amigo). Dicho con mayor
rencia de significado entre lamentación y súplica y asume como establecida la tesis de Wester- precisión, lo que se dramatiza son los vínculos entre ellos. Lo que Fuchs llama, partiendo de ahí,
mann, según el cual la reabsorción de la lamentación en súplica es una característica de los últimos la dramaturgia del salmo constituye la «estructura textual profunda», que el autor pretende libe-
salmos, en los que se repudia la audacia de la lamentación/acusación. rar antes de proyectarla en la historia de la recepción.
Paul Ricoeur Salmos 22

consiste nada menos que en una extrema manifestación de sentimiento. Del abis-
mo a la cumbre, podríamos decir. De aquí que, una vez más, podamos situar ¿HACIA QUÉ TEOLOGÍA?
la expresión de alabanza —o de la promesa de alabanza—, en Salmos 22, bajo el
signo de la figura estilística de la hipérbole. Así, los «enemigos» denunciados por Se dice habitualmente que los Salmos, a diferencia de los escritos sapiencia-
la lamentación se convierten, bajo la figura de los «pobres», en los amigos de la les (y también de la enseñanza dispensada por la Tora y la proclamación de los
comunidad redescubierta. El exceso de satisfacción («los pobres comerán hasta profetas) no hacen afirmaciones sobre ningún tipo de doctrinas dogmáticas acer-
saciarse», v. 27) se corresponde con el exceso de la queja13. ca de la naturaleza divina, la creación, el curso de la historia o, por último y sobre
Interpretados a la luz de esta retórica de la hipérbole, dos aspectos de nues- todo, acerca del origen del mal. Esta afirmación es verdadera hasta cierto punto.
tro salmo, que se hallan en los versículos 28-32, reciben sentido en los términos Ciertamente, el cambio de la lamentación en promesa de alabanza no está moti-
del marco de la composición literaria del salmo en su redacción final. Los exe- vado, como ya queda dicho, en el texto del salmo. Y aunque admitamos la inter-
getas, sin duda con toda razón, ven en ellos los efectos de un ajuste tardío ins- vención en algún momento del elemento extratextual del oráculo profético en la
pirado por las tendencias escatológicas del período en cuestión. Con todo, si forma del «no temas», esta expresión no debería ser en sí misma un enunciado
estas adiciones pudieron ser hechas sin causar violencia a la orientación general dogmático sobre Dios, sino en el mejor de los casos una palabra de confortación
del salmo, ¿no fue porque concordaban con el giro hiperbólico de la alabanza proveniente de Dios. En este sentido, el poema en su conjunto transcurre dentro
que ya debía encontrarse allí? André LaCocque habla, a este respecto y siguien- de los límites de una presupuesta relación existencial («¡Dios mío, Dios mío!»),
do a P. D. Miller, de un doble carácter insólito. Pone también de relieve la fun- cuya crisis presenta. Se ha dicho incluso que el salmo, del comienzo al fin, es un
ción universalizadora de estos versos en relación con la perspectiva individual y poema de confianza en Dios, una confianza que se ve amenazada y luego ganada
nacional del salmo. Además, la ausencia de todo espíritu de venganza en estos de nuevo. Esta confianza, se añade con razón, es un movimiento del corazón, no
versos finales confirma la escatologización del salmo. Todos los pueblos, se una razón especulativa. Lo que el poema reconstruye es un movimiento de con-
dice en él, se unirán en la alabanza y ni siquiera los muertos quedarán excluidos fianza pese a todo, una promesa de alabanza pese a...
de un júbilo que, para ser universal, ha de ser total y eterno. Tampoco parece Todo esto es cierto. Un salmo no es un escrito sapiencial. En expresión de
necesario buscar aquí una doctrina dogmática sobre el destino de los muertos André LaCocque, «Las LI no son un texto sapiencial. No hay teorización sobre el
—enseñanza que apenas concuerda con las creencias generales de los hebreos- en sufrimiento humano, sus causas, su sentido o su falta de sentido, o sobre sus con-
este reclutamiento de los muertos en una alabanza extendida hasta los límites de secuencias». Dicho esto, es apropiado recordar nuestra primera reflexión sobre la
la geografía y de la historia de todo pueblo. Pues, ¿qué otros júbilos que no expresión «desamparado de Dios». Impone un sello teológico a todo sufrimien-
fueran el que incluye a todas las naciones y que reúne al vivo con el muerto podí- to. Todo sufrimiento se designa así no sólo como un sufrimiento ante Dios, sino
an ser tan profundos como profundo es el abismo en que se siente arrojado el realmente como un sufrimiento debido a Dios. Es a nivel de este Urleiden donde
suplicante «abandonado de Dios»? surgen las preguntas de «¿por qué?» y «¿hasta cuándo». La expresión «desampara-
Con todo, es preciso que interpretemos este Urleiden como un theologou- do de Dios» no se limita a recoger todos los sufrimientos en un sufrimiento ar-
menon, en la medida en que es un tema que puede recibir no sólo un sentido quetípico, más bien los orienta todos hacia una pregunta, convirtiendo el salmo
antropológico, sino también un sentido teológico. en una «lamentación interrogativa». ¿Cómo podríamos, pues, dejar de tratar del
contenido de esta pregunta a modo de theologoumenon, que no es más que el sen-
tido y la razón de este Urleiden?
13. Mis comentarios sobre el carácter hiperbólico del salmo van a la par de los de Ellen F. Aunque la lamentación interrogativa no produce directamente una teolo-
Davis, «Exploding the Limits: Form and Function in Psalm 22», en Journalfor the Study ofthe Oíd
gía, en cuanto también ella sigue siendo una plegaria que, como tal, no forma
Testament, 53 (1992) 93-105. La autora subraya el carácter esencialmente sorprendente o «sub-
versivo» del lenguaje poético en general. Su exégesis de Salmos 22 esclarece los rasgos irónicos parte de ninguna especulación, podemos preguntarnos si la expresión «desampa-
(como: la evocación del Altísimo «confortable aunque precariamente basada en antiguas alaban- rado de Dios» no pertenece justamente a un campo teológico privilegiado por las
zas se vuelve tan ligera y frágil como el polvo, incluso cuando los labios de los piadosos salmistas Escrituras hebreas, y si no recibe, del hecho de estar incluida en su ámbito, un
gritan ayuda» [p. 97]. En resumen, el salmo reúne dos rarezas, la de la lamentación y la de la ala-
significado que el género del salmo no deja que el mismo salmo haga explícito.
banza. Para concluir, Davis ve el salmo en su conjunto como atravesado por un proceso de «resim-
bolización», gracias al cual el tema del salmo como un todo consiste en la «posibilidad de la efi- Claus Westermann, al considerar el «papel de la lamentación en la teología
cacia y la necesidad de orar a Dios in extremis (p. 96). del Antiguo Testamento», se vuelve directamente hacia la teología de la historia
Paul Ricoeur Salmos 22

que se despliega en la Tora y los profetas14. Esta teología de la historia, resumida gunta era si no había sido vencido también Yhwh junto con su pueblo, como la
en el conocido credo de Deuteronomio 26 (según von Rad) y la secuencia pre- teología política de todas las naciones del antiguo Oriente próximo podía suge-
sentada en Éxodo 1-15, se construye sobre el relato de las actos de liberación que rir. De modo que lo que se discutía era la ecuación entre Yhwh y su pueblo.
ponen fin a las situaciones de aflicción. En este sentido los acontecimientos in- Un grito de aflicción se alzó hacia un Dios que parecía haberse alejado del cur-
cluyen «intercambios verbales entre Dios y los seres humanos». El marco de an- so de la historia. La falta de respuesta a este grito constituye la angustia históri-
gustia, súplica, respuesta («El Señor ha escuchado...»), liberación y gritos de re- ca más acuciante, el Urleiden a escala histórica.
conocimiento constituye tanto las interconexiones subyacentes de una teología No debemos, por tanto, limitarnos a dibujar el marco de la historia tradi-
de la historia como el ámbito apropiado para dos tipos de actos de habla, sobre cional, en la que la liberación fue de hecho la respuesta a la súplica del pueblo,
cuya polaridad se construyen los salmos: la lamentación y la alabanza. André como el trasfondo del dinamismo que lleva de la lamentación a la alabanza. La
LaCocque confirma este punto de vista: «El lugar de la lamentación en la teolo- lamentación debe situarse en el contexto de un exilio, del que se ignora si será
gía del Antiguo Testamento ha de verse en el contexto de la liberación, también la repetición del éxodo. La misma credibilidad del credo de Deuteronomio 26
ella modelada según el arquetipo de la salvación de Egipto». y Éxodo 1-15 se ve sacudida por este aterrador texto de la fe esencialmente his-
Esta manera de enmarcar los movimientos del corazón, convertidos en len- tórica de Israel15.
guaje y escritura por los salmos, da razón de los rasgos estructurales destacados Sobre la base de este crucial silencio del Dios de la elección y de la alianza
antes: el cambio de lamentación en alabanza, la tríada Dios-suplicante-enemi- compusieron los profetas -y, hasta cierto punto, impusieron- una interpretación
gos, el paso de la lamentación individual a una lamentación del pueblo. Por últi- del theologoumenon «desamparado de Dios», a modo de una proclamación hecha
mo, y este corolario final no es el de menor importancia, esta teología envolvente por Dios mismo de abandonar a su pueblo, como respuesta a haber sido aban-
basta para sugerir el tema de la inescrutabilidad divina {Verborgenheit Gottes). donado Dios por su propio pueblo, al que acusa de transgredir constantemen-
Que Dios abandone a su pueblo entregándolo a los enemigos o que lo libere te la ley.
de ellos, los planes divinos permanecen inexplicables e insondables. Por esto la En un artículo argumentado con rigor, Lothar Perlitt presenta una estruc-
teología de la historia no se basta por sí misma para transmitir la Palabra de Dios tura que consiste en tres momentos: los creyentes de Israel, igual que todos los
y por esto mismo estimula una Palabra de Dios que el salmo solamente articula. creyentes en el antiguo Oriente próximo, suplican a su Dios que no se olvide de
La marco de una reflexión así es ciertamente el adecuado. La única teología ellos; el mensaje particular de Israel es el vínculo establecido entre la lamenta-
que produjo Israel es una teología de la historia, que, según de nuevo la perspicaz ción y la teología de la historia, en el momento en que esta última se somete a
justificación de von Rad, se organiza en dos puntos focales, narración y profecía. la prueba del posible fracaso; pero la respuesta más significativa a este peligro
Pero, una vez determinado este marco general, hay que estar atentos a las distin- moral es la teología de la retribución, ya anunciada en Oseas 4, 6; 6, 5 y 13, 6
tas maneras en que esta teología de la historia concede a los gritos de angustia y 9 (cf. el comentario anterior de André LaCocque, p. 204, y que encuentra
una importancia que es proporcional a la que da al tema de la liberación. acentos de una violencia desconocida hasta ese momento en Isaías 1, 3s; 5, 13-
Los profetas imprimieron al tema del creyente abandonado de Dios una 17 («Por eso mi pueblo va al destierro sin entenderlo»), y 29, 14b («Perecerá la
interpretación que puede ser considerada la línea dominante en la teología de la sabiduría de sus sabios y se eclipsará el saber de sus sagaces»). Perlitt observa que
historia hebrea. Sin embargo, debemos tener cuidado de no tomarla como inter- esta idea equivale a la de hallarse desamparado de Dios, tal como vemos en
pretación exclusiva de esta teología. Salmos 22, 2. Y lo que es más grave aún, esta revelación ha sido sellada: «Enro-
Esta interpretación se vincula al importante acontecimiento que consti- llo el testimonio, sello la enseñanza» (Isaías 8, 16). Queda reservada a un peque-
tuye la destrucción del templo y del Estado, el de la deportación y el exilio. Para ño círculo: «Aquí estoy yo y mis hijos, los que Yhwh me ha dado, como seña-
una meditación sobre el sufrimiento, este acontecimiento se reviste de un sig- les y portentos en Israel» (8, 18). Un siglo después de Isaías, Jeremías renueva
nificado radicalmente diverso del que la tradición atribuyó a la liberación de esta violencia acusadora: «Vosotros sois la carga de Yhwh» (23, 33). El abando-
Egipto y al Éxodo. «En aquellos días», el grito de angustia había sido escucha- no de su pueblo por Dios se presenta aquí a modo de castigo por sus pecados.
do, la alabanza podía legítimamente seguir a la lamentación del pueblo, si no a
la del individuo. La prueba actual es de una naturaleza del todo distinta. La pre-
15. Véase Hans Wildberger, «Die Neuinterpretation des Ezwahlungsglaubens Israels in der
Kreise der Exilzeit», en Wort-Gebot-Glaube, ed. por Hans-Joachim Stoebe, Johann Stamm y Ernst
14. Véase Westermann, Lob und Klage in den Psalmen, Libro 2, cap. 7. Jenni, Zwingli Verlag, Zúrich 1970, p. 307-324.
Paul Ricoeur Salmos 22

La más radical expresión de esta visión punitiva de la historia se encuentra, como En segundo lugar, esta teología de la paradoja, que llama a la esperanza des-
es sabido, en las crónicas de la escuela deuteronómica, cuya preocupación era as mismas profundidades de la aflicción, no es la única réplica que el Anti-
exonerar a Dios al precio de acusar a su pueblo. Paradójicamente, el tema de la i Testamento propone a la teología punitiva de los «profetas de la desgra-
inescrutabilidad de Dios se debilita en esta teoría de la retribución, en la medi- . Los poemas del Siervo doliente, vinculados al tema del «Siervo de Yhwh»,
da en que la supuestamente insondable justicia de Dios es de ahora en adelan- ieren una teología de la historia que no se circunscribe a proclamar que, en
te vista en una historia entendida en términos de castigo. is, hasta la ira se cambia en compasión, como si el cambio de la lamenta-
Sin embargo, si esta teología de la retribución hubiese conseguido agotar í en alabanza, por parte del creyente, se fundara en una cambio incom-
y disipar el misterio de la inescrutabilidad divina, la expresión de la lamentación isible e injustificable en el ámbito de los planes inescrutables de Dios. Estos
del pueblo y, todavía más, la del individuo hubiera quedado barrida, expurga- p Ut mas anuncian también que el Siervo de Yhwh -figura sobre la que no pode-
da de la literatura hebrea. Salmos 22, junto con otros salmos, da testimonio de mos decir si apunta a un individuo, a una secta, o al pueblo entero— elevará su
que esto no fue precisamente lo que sucedió. propio sufrimiento al rango de «sufrimiento vicario». Al añadir una dimensión
Quisiera ahora proponer varios comentarios críticos sobre la base de esta activa al sufrimiento per se, el Siervo de Yhwh abre una cuestión absolutamen-
resistencia de la plegaria como lamentación a la supresión que podrían haberle te nueva acerca del Urleiden que supone haber sido abandonado de Dios. «Sufri-
infligido discípulos, excesivamente celosos, de los grandes fiscales bíblicos. miento vicario», el sufrimiento por otro es lo que Emmanuel Levinas llamará
En primer lugar, por lo que se refiere a la teología de la historia contra cuyo «sustitución»18.
trasfondo surge la lamentación, los defensores de una historia punitiva no han Por ello parece razonable dejar en cierto estado disperso las diversas mane-
dicho en realidad la última palabra. Para un Isaías, un Jeremías y hasta un Eze- ras de vivir, declarar y soportar el Urleiden del estar desamparado de Dios, que
quiel, el retraimiento de Dios sigue siendo el marco de una batalla contra la ocul- propone el Antiguo Testamento. No todas ellas concuerdan con la proclamación
tación. Esta batalla es lo que está realmente en juego en sus sufrimientos. El pro- de que Dios ha abandonado a su pueblo porque este pueblo primero abando-
feta amonesta a su pueblo sólo para evocar, al mismo tiempo, a un pueblo «vuelto nó a su Dios, hasta el punto de quedar absorbidas por esta proclamación. El plu-
a Dios» y a un Dios que, «una vez más, vuelve hacia él su rostro misericordio- ralismo que parece imponerse en nuestra interpretación del theologoumenon «des-
so». La predicación de un Dios escondido no es sino una lucha para que se mani- amparado de Dios» a mi entender encaja mejor con el objetivo de preservar la
fieste. Después de Isaías, dice Lothar Perlitt, el retraimiento de Dios se percibe cuestión de la divina inescrutabilidad.
como un sufrimiento y se lucha contra de él. Si no hubiera sido así, el mensaje En tercer lugar, hay que añadir a este argumento sacado de las variaciones
del Déutero-Isaías no habría sido escuchado: «Consolad, consolad a mi pue- de la teología de la historia del Antiguo Testamento el a mi parecer considerable
blo...» (40, 1), grita el nuevo profeta. Lo más sorprendente, en este aspecto, no argumento de subrayar el simple hecho de que los Salmos de lamentación man-
es que a una profecía de esperanza siga otra de condenación, sino que la mis- tuvieron su identidad personal junto con los Salmos penitenciales, tan valora-
ma acusación que se hizo para justificar el retraimiento de Dios se mantenga dos por la piedad cristiana, en especial la protestante, dadas la bases de la teo-
dentro del anuncio del final de la tribulación. Sólo en lo profundo del rechazo logía que san Pablo construyó sobre los temas del pecado, la justicia de Dios y
puede esperarse la salvación (40, 27-31). Yhwh ofrece, me atrevería a añadir, una la salvación por la fe. Los Salmos de lamentación ocupan un lugar propio en el
vez más el pecho lacerado de su propio sufrimiento para salvación de su pue- Salterio. No muestran huella alguna de una confesión de culpabilidad ni de una
blo (50, 1-3). Perlitt propone aquí la siguiente formulación, que viene a ser un reivindicación de la propia inocencia. En ellos oímos el grito del sufrimiento
resumen de todo su ensayo: «El Dios que se oculta a sí mismo él es el salva- puro.
dor». Y también: «No hay salvación fuera del Dios que se ha ocultado él mis- Lo que preservan los Salmos de lamentación es, en primer lugar, el carác-
mo»16. Aquí la teología de la paradoja, que von Rad comparte con Karl Barth, ter específico del sufrimiento individual, que ninguna teología de la historia pare-
asume el tema de la Verborgenheit Gottes17. ce capaz de explicar. La distinción entre lamentación individual y lamentación

16. Lothar Perlitt, «Die Verborgenheit Gottes», en Probleme biblischer Theologie, ed. por Church Dogmatics, trad. por T. H. L. Parker y otros, T. & T. Clark, Edimburgo 1957, vol. 2,
Hans Walter Wolff, Kaiser Verlag, Munich 1971, p. 382. parte 1, 27, p. 200-204.
17. Véase Gerhard von Rad, Oíd Testament Theology, vol. 2: The Theology ofhmel's Prophetic 18. Emmanuel Levinas, Otherwise than Being or BeyondEssence, trad. por Alphonso Lingis,
Traditions, trad. por D. M. G. Stalker, Harper & Row, Nueva York 1965, p. 374-378. Karl Barth, Kluwer, Boston 1991.
Paul Rkoeur Salmos 22

del pueblo encuentra aquí una nueva legitimación, pese a las superposiciones de nos vemos inducidos, al final de un largo periplo, a leer de nuevo los Salmos
ambos géneros, ya anteriormente mencionadas. El mismo Salmo 22, observa de lamentación a la luz de las controversias del libro de Job. El «¿por qué?» de
André LaCocque, permite que se muestre la tensión que existe entre la fe en el Salmos 22 se extrae entonces, por el shock que nos produce este encuentro, del
Dios de los antepasados y el abandono personal en que se encuentra el salmista. contexto de la confianza salvaguardada por el «¡Dios mío, Dios mío!» de la invo-
Lo último se inscribe fuera de la historia y fuera de la teología de la historia. Los cación. Al ser sacado así de su marco inicial, el «¿por qué?» de Salmos 22 pasa a
Salmos de lamentación están para recordar que el individuo es frágil, está expues- ser una pregunta que espera otra respuesta, distinta de la impuesta por los pro-
to a enfermedades y muerte y es vulnerable a los ataques de los demás. En el aná- fetas, una pregunta que queda pendiente de repuesta. Sería tarea de otro estudio
lisis final, incluyendo en él los desastres de la historia, quien sufre es el indivi- investigar si la resignación final de Job conserva algún rasgo en común con la
duo. El sufrimiento exige tener en cuenta a la primera persona, cosa que el promesa de alabanza en que se cambia el salmo de lamentación, o si el silencio
anonimato de la historia no puede garantizar. Sin duda alguna ésta es la razón en que se envuelve esta resignación no deja acaso en suspenso, junto con la
de que la piedad atestiguada por el Salmo 22 incluya rasgos no litúrgicos (cf. los teología de la retribución, también esta promesa de alabanza. El libro de Job,
comentarios de André LaCocque, p. 204-205). La única convergencia que sub- observa André LaCocque, presenta «una sorprendente ausencia de alabanza. Pero
sistiría a este nivel sería la que hay entre los Salmos de lamentación y los Cantos Job no es, recordémoslo, israelita. No se dirige a un Dios al que pueda llamar Eli
del Siervo doliente. La cuestión de la prioridad de uno respecto del otro, tanto (Salmos 22, 2), Elohay (22, 3), o Yhwh (22, 20,24,27,28,29)». Lo que queda
en el plano histórico como en el teológico, permanece abierta. Pero cualquiera es que depende sólo de la sabiduría discernir, dentro del mismo exceso del Urlei-
que sea el modo como se solucione el problema de esta prioridad, el lector den, la réplica, desde la perspectiva humana, de la inescrutabilidad divina.
puede interpretar la singularidad de los Salmos de lamentación como una señal
de una resistencia discreta a la teología acusadora de los profetas. Al preservar el
«¿por qué?», impuesto por el sufrimiento, de toda reducción a una teología puni- U N A HERENCIA MILENARIA
tiva, estos salmos mantienen la dualidad de las figuras del mal: el mal del sufri-
miento, el mal de la culpa. Al hacerlo, orientan nuestra meditación sobre la ines- Para concluir, me interesa volver a la doble trayectoria a que me refería en
crutabilidad de Dios en otra dirección que no es la de la profecía de la las líneas iniciales de este capítulo. Quiero considerar en primer lugar, como hace
condenación, esto es, en dirección sapiencial. Ya he dicho que el salmo, en cuan- André LaCocque, la repetición del Salmo 22 hecha por Marcos, el evangelista,
to forma de oración, no se da a la especulación. Y es dentro de la plegaria don- en su relato de la crucifixión.
de ocurre el cambio enigmático de la lamentación en alabanza. Nada más pode- Como dijimos al comienzo, lo que parece ser formalmente una «cita» tie-
mos deducir de esta observación. Pero podemos añadirle ahora una medida ne sólo la apariencia de serlo. No se relata la palabra de Otro, como cuando los
suplementaria de interpretación, una vez hemos pasado ya por los textos de Isa- autores de los escritos del Nuevo Testamento recurren a un texto del Antiguo
ías y de Ezequiel. Habiendo oído,de boca de los profetas que Dios, de hecho y sacado de su contexto, para explicar el sentido de una nueva proclamación o para
de forma deliberada, había abandonado a su pueblo, es razonable volver al «¿por justificar una nueva afirmación mediante una declaración antigua, tomada como
qué» del salmo y oírlo como una pregunta que la respuesta de los profetas no una profecía de la nueva era de «cumplimiento».
satisface debidamente, y escucharlo como una pregunta obstinadamente rea- Si del grito de Jesús puede decirse que es «cumplimiento» del Antiguo
bierta tras cada nueva explicación que, de algún modo, no deja intacta la ines- Testamento, lo es en un sentido del todo distinto. Más bien sucede que el
crutabilidad divina. acontecimiento narrado se «reviste» de las palabras del Antiguo testamento.
Es entonces cuando el lector de la Biblia, que tiene la libertad de moverse Harmut Gese, de quien he tomado prestada esta potente expresión, añade que
por el espacio abierto por la misma estrechez del canon, toma el camino que es el Salmo 22 en su conjunto lo que aquí se actualiza19. Añade, además, que el
va del Salterio a los escritos sapienciales. Sólo seguramente a través de un acto relato de la pasión revela una influencia decisiva también de este salmo en di-
de lectura, que es también un acto de interpretación, puede este lector pasar de versas ocasiones. Si recordamos que la declaración aterradora de Salmos 22, 2
Salmos 22 al libro de Job. Con todo, la unidad canónica de la Biblia permite jus- no se encuentra aislada dentro del Salterio (cf. Salmos 9, 11; 16, 10; 27, 9; 37,
tamente esta ecuación, esta sincronización, que pone uno junto al otro dos
textos que proceden de escenarios sumamente diferentes y de épocas totalmen- 19. Hartmut Gese, «Psalm 22 und das neue Testament», en Vom Sinaizum Zion, Beitrage
te distantes, y que reflejan géneros literarios muy alejados entre sí. De este modo zur evangelischen Theologie, Chr. Kaiser Verlag, Munich 1974, p. 180-201.
Paul Ricoeur Salmos 22

28,33; 38, 22; 71, 8,12,18; 94, 14; 116, 8), el «ropaje» de que se reviste el gri- Salmos 22 añade una nueva dimensión a estos importantes temas. En este sen-
to de Jesús crucificado consiste, a la vez, en una expresión típica y en un cam- tido, podemos hasta decir que Jesús, asumiendo el rito del suplicante de Salmos
bio sumamente estructurado. Por consiguiente, lo que aquí se actualiza es el 22, testifica y decide el parentesco entre todas estas interpretaciones del Urlei-
movimiento global del salmo. Gese hasta cree que puede discernir en esta acti- den de ser abandonado por Dios.
tud la marca de la teología apocalíptica, según la cual sería dentro de un acto de Al final de esta meditación, surge la cuestión del sentido contemporáneo
liberación, que afectaría a un individuo amenazado de muerte, donde se haría de una «lamentación como plegaria» para una edad como la nuestra marcada
presente el Basileia tou theou, el reino de Dios mentado por la conversión de las por la secularización y la proclamación nietzscheana de la «muerte de Dios».
naciones y la resurrección de los muertos. En otras palabras, sería precisamente ¿Puede la persona de hoy día que sufre dar todavía forma de invocación a su
la piedad individual lo que asumiría una estructura apocalíptica: «en la salva- lamentación? ¿Acaso el Urleiden actual no consiste en la sensación de que no hay
ción del hombre piadoso arrancado de la muerte se revela el dominio escatoló- nadie a quien dirigir nuestra lamentación? ¿No ha dejado ya de ser un theolo-
gico de Dios» (p. 192). Por tanto, el evangelista Marcos no toma sólo un verso goumenon la expresión «desamparado de Dios», después de que pasara a signi-
«citado» de Salmos 22, sino el tema entero de la aparición de reino de Dios, ficar no el distanciamiento, el retraimiento, la inescrutabilidad de Dios, sino
gracias a la liberación de la muerte. De aquí que no deba sorprender que el re- su inexistencia? ¿Tienen los creyentes alguna repuesta que proponer a este des-
lato de la crucifixión incluya tantas otras referencias (Marcos 15, 24,29) de de- afío extremo? ¿Cómo pueden zafarse de la alternativa: o construir (o reconstruir)
talles particulares de Salmos 22, en especial el versículo concerniente a los «ene- pruebas increíbles o profesar un fideísmo incomunicable?
migos». Los portentos y las señales cósmicas que acompañan el evento de la Sólo queda un camino estrecho transitable entre ambos precipicios. Sería
muerte (el velo del templo que se rasga, el temblor de tierra, la resurrección de pedir a los creyentes, una vez más hoy día, que dejaran que la «lamentación como
los muertos) proceden todos de la misma espiritualidad apocalíptica. Y es a la plegaria» hablara, con una fuerza comparable a su energía inicial. Ésta es la con-
luz de esta pendiente apocalíptica como podemos nosotros comprender que el fesión formulada por Ottmar Fuchs en su libro que tan a menudo me ha servi-
centurión, «al ver de qué manera había expirado» pudo confesar: «realmente, do de inspiración. «La lamentación», dice en el Prólogo de su libro, «es un tipo
este hombre era Hijo de Dios». De este modo, el centurión da «cumplimiento» de plegaria que ha caído en el olvido». Rehabilitémosla, concluye, en el ámbito de
a Salmos 22, 28 y 30. la espiritualidad cristiana contemporánea. Si lo conseguimos, existirá la posibi-
Esta lectura del relato de Marcos ha de interesar al lector por cuanto, por lidad de que la lamentación como plegaria sea de nuevo oída y pronunciada des-
un lado, descansa en una interpretación profundamente novedosa del salmo y, pués de Auschwitz...
por el otro lado, la reinterpretación que da al salmo es tal que libera reservas de Varias condiciones se imponen a esta rehabilitación que se interpreta como
significado todavía no percibidas hasta este momento. En esto me uno a Andre' una reactualización. La primera es que la radicalidad hiperbólica de una lamen-
LaCocque cuando dice que «es éste un ejemplo hermenéutico privilegiado de tación que se atreve a dar un nombre al Urleiden «desamparado de Dios» ha de
un sentido añadido al texto desde el momento de su composición. Cierto, a par- preservarse frente al sinsentido vacío de una plegaria de súplica, de la que se ha
tir de este momento inicial, el sentido total del texto se encerraba ya en sus pala- expurgado cualquier huella de acusación dirigida contra Dios. La práctica exe-
bras, como en un joyero que habría de ser abierto tiempo después. El sujeto de gética que cumple con esta condición reclamará todavía una mayor atención al
la lamentación original tenía razón, a todas luces, de quejarse a Dios por sen- policentrismo del texto bíblico, incluyendo las figuras de lo divino y los modos
tirse abandonado. Su experiencia fue completa en sí misma porque había alcan- de relación entre lo humano y lo divino. Contra la tendencia a acentuar de un
zado el fondo del abismo» (p. 216). modo unilateral el conocido esquema de la Heilsgeschichte, que entreteje peca-
Al mismo tiempo, nuestra insistencia en considerar los Salmos de lamen- do, justicia de Dios, penitencia y castigo o satisfacción, los Salmos de lamenta-
tación aparte de la teología de la historia recibida de los profetas también se jus- ción son el testigo privilegiado de un resistirse a toda concepción unilateral de
tifica. Aún más, la lamentación misma se justifica como una plegaria que com- la teología bíblica. Liberados de la preocupación de justificar a Dios y renun-
place a Dios. ciando a toda teodicea con la que los seres humanos pretendan probar la ino-
Dicho esto, no se nos prohibe retener, en el mismo corazón de la pers- cencia de Dios, la plegaria de la lamentación que pregunta no espera nada más
pectiva escatológica, aquellas primeras interpretaciones que ya habían roto con que la compasión de un Dios, a cuyo respecto el que ora ignora cómo puede ser
la teología del castigo: el anuncio de la gran liberación por el Déutero-Isaías, los a un mismo tiempo justo y compasivo. Por esto no tiene más remedio que gri-
temas mesiánicos y, en especial, los Cantos del Siervo doliente. La escatología de tar: «¿por qué?».
Paul Ricoeur Salmos 22

Una segunda condición acompaña a esta primera referente al telos de la lo que parecía implicar espontáneamente, a saber, un acceso redescubierto a la
interpretación, una condición vinculada a la práctica exegética misma. Se sigue presencia divina sin una dialéctica de la ausencia.
de nuestro intento de análisis estructural que la energía «histórica» capaz de ser Una última condición que debería satisfacer el suplicante o la suplicante
desplegada por el poema bíblico procede de la überzeitlich o «suprahistórica» de hoy podría ser quizás que descubriera una afinidad secreta con lo que podrí-
cualidad que la textualización confiere a la expresión de aflicción, elevada así al amos atrevernos a llamar el sufrimiento de Dios, como sugiere André LaCocque
rango de paradigma del sufrimiento. Si la lamentación como plegaria es todavía al referirse a un Dios que también se lamenta. Con esto va también una llama-
susceptible de ser actualizada, lo es en la medida en que la ejemplaridad que debe da a la práctica de la compasión personal y colectiva con relación a hermanas y
a la forma poética es una fuente permanente de transposición y nueva histori- hermanos nuestros, que a menudo tienen menos culpas que sufrimientos.
zación en condiciones culturales previamente desconocidas. No podemos pres-
tar demasiada atención, por ejemplo, a la historia de la recepción de la plegaria
bíblica, dentro o fuera de la liturgia del culto. En este sentido, no debemos espe-
rar ninguna transposición automática al presente de un modelo vuelto tan atem-
poral o transhistórico como desearíamos mediante un análisis literario. Sin la
mediación de una cadena de relecturas que consista en otras tantas innovacio-
nes, la antigua plegaria no se convertirá en una plegaria contemporánea. Se requie-
re siempre una tradición viva entre las estructuras invariables, puestas de mani-
fiesto por una exégesis adecuada, y la reactualización a la que apela la teología
práctica. (Digo esto en parte como correctivo de los análisis de Ottmar Fuchs,
que parecen puestos al servicio de una expectativa excesivamente optimista refe-
rente a la capacidad directa de historización y actualización contenida en la estruc-
tura atemporal del poema).
La reasunción del Salmo 22 por el Crucificado atestigua, ante todo, el aspec-
to de innovación que compete a toda nueva actualización del poema hebreo. A
esto debemos añadir que la repetición de la lamentación bíblica por el «gran gri-
to» de Cristo sobre la cruz puede convertirse a su vez en modelo de plegaria, sólo
si da origen a una innovación continuada, en la plegaria de lamentación, de
expresiones verbales que pueden estar tan alejadas como se quiera de la forma
literaria del salmo original.
Otra condición para la rehabilitación de la plegaria de lamentación sería lo
que podemos llamar su carácter agonístico, que debe también mantenerse.
Visto desde la perspectiva de su final, el cambio de la lamentación en alabanza
parece desarrollarse dentro de un «estar-con-Dios» individualmente. Vista des-
de su inicio, la plegaria es un movimiento que empieza por el silencio de Dios y
nunca pierde su aspecto de ser una lucha por una confianza renovada. En este
sentido, el punto de partida continúa contenido en el punto final, pese al cam-
bio de una confianza renovada. En otras palabras, la Vergborgenheit Gottes per-
manece como condición existencial y teológica común tanto de la lamentación
como de la alabanza. La paradoja de la transformación de una en otra es inse-
parable de esta lucha, cuyo resultado nunca está garantizado. La inescrutabili-
dad divina no se reduce por la conversión del Urleiden en júbilo. Podríamos has-
ta decir que se ha vuelto tanto más impenetrable tan pronto como ya no significa
Cantar de los cantares
Cantar de ios cantares

LA SULAMITA

ANDRÉ LACOCQUE

[Hay] varios métodos ...de volver inocuo un libro indeseable. [1] [Puede hacerse
que] los pasajes ofensivos ... sean inteligibles ... El siguiente copista producirá un
texto... que tendrá huecos. [2] Otra manera sería ... proceder a desvirtuar el texto.
[3] Lo mejor de todo, eliminar el pasaje entero y poner en su lugar otro nuevo que
diga exactamente lo contrario.
SiGMUND FREUD'

Aquella cuyo «gentilicio» conocemos sólo por el capítulo 7, a saber, la


«Sulamita», recibe también, entre otros términos cariñosos, el de "sosanah (lirio),
con lo que se atribuye así a un personaje central de la historia el nombre de una
flor. De hecho, a la imaginería del Cantar de los cantares le gustan las descrip-
ciones naturales (véase, por ejemplo, 2, 8-17; 7, 11-13). Este punto subraya el
carácter inusual del poema, pues en cualquier otra parte de la Biblia hebrea el
papel de la naturaleza, si alguna vez es destacado, es siempre secundario y sub-
ordinado a la función de comunicar un mensaje religioso (cf. Jeremías 1, 1 1 ,
«La palabra de Yhwh me fue dirigida en estos términos: "¿Qué ves, Jeremías?"
Respondí: "Estoy viendo una rama de almendro". Yhwh me dijo: "Bien has vis-
to; porque yo estoy velando por mi palabra para cumplirla"». Véase también
Amos 8, 1-2; etc.). En el Cantar de los cantares, por el contrario, encontramos
arrebatadas descripciones de una serie de plantas (alheña, rosa, lirio, higuera,
viña en flor, pino, cedro, manzano, palmera); frutas (uvas, nueces, granadas,
dátiles, higos); productos del campo (trigo, miel, vino), y animales (gacela, cer-
vatillo, paloma, oveja, caballo). Estas evocaciones son, al parecer, puramente
estéticas, sin necesidad alguna de estar «autorizadas» por un orden «superior».
La naturaleza es bella en sí y de por sí. Este descubrimiento es único en las Es-
crituras hebreas.
La mujer enamorada es sosanah, lirio; es también narciso, jardín, viña o
viñedo, yegua, mirra, rayo de miel; vino, leche, además de otros términos meta-

1. Citado por Gayatri Chakravorty Spivak, Prefacio a Jacques Derrida, OfGrammatology,


Johns Hopkins University Press, Baltimore 1976, p. lxxvi.
André LaCocque Cantar de los cantara

fóricos de cariño, como aurora, sol, luna. Ella representa verdaderamente la belle- riqueza según Isaías 3, 23 (cf. 5, 7)3; lleva joyas y usa perfumes caros (1, 10,12-
za del universo entero. El amado, por su parte, es un saquito de mirra entre los 14; 3, 6; 5, 5; etc.). Y además, a pesar del clisé difundido por toda la literatura
pechos de su amada, un ramillete de alheña en flor, un manzano, una gacela, un mundial, las diversas escenas no siempre se desarrollan en el campo, ni es la
cervatillo -es un rey, lingote de oro fino, Salomón «en toda su gloria». heroína siempre una muchacha campesina o una pastorcilla (véase Cantar de los
Todo esto supone ya una gran diferencia respecto de los relatos bíblicos. cantares 3 y 5).
Pues mientras que Susana, la heroína de los Apéndices a Daniel, lleva también Pero todo esto, que ha de ser sin duda considerado debidamente, no debe
un nombre de flor, azucena, y «Ester» etimológicamente nos hace pensar en un ser sobrestimado. Más que salomónico, el Cantar transpira la atmósfera de las
cuerpo celestial brillante, como de estrella, y mientras que Rut, igual que Es- «mil y una noches». Es inútil, a mi entender, intentar fecharlo recurriendo a pis-
ter, utiliza perfumes y cosméticos, no muy distintos a los que encontramos tas históricamente imprecisas. Aunque se habla de Salomón en el Cantar, dán-
profusamente en el Cantar de los cantares, no vemos en estas historias afabili- dole así un aura legendaria, el autor a quien se llama al estrado no es tanto el-
dad por las cosas de la naturaleza, porque si en principio están lo hacen para sabio-Salomón como el Salomón-Don Juan. Con sus cien esposas (1 Reyes 11,
ensalzar la belleza femenina por su «utilidad» en el cumplimiento de un desig- 3), Salomón aparece como alguien que ha conocido el amor en todas sus for-
nio sagrado (Susana, Judit, Ester y, por implicación, Rut). Estas heroínas, a su mas, como el parangón del amor. Cierto, el-sabio-Salomón no está tampoco
vez, también recurren a la estética para conseguir una finalidad histórica y teo- ausente, pues, en el antiguo Oriente próximo, las cuestiones relativas al amor y
lógica. Pero no es así en el Cantar de los cantares. Aquí, la estética se cultiva al matrimonio son tópicos atractivos para la Sabiduría. Sorprendentemente, hay
por sí misma, sin ningún tipo de vergüenza y sin excusa alguna. abundantes paralelos lingüísticos entre el Cantar de los cantares y los Proverbios
Este libro bíblico debe ser tratado aparte. Mi tesis aquí es que el objetivo bíblicos4. Podríamos añadir que sólo en la «nueva Sabiduría» (Proverbios 1-9;
del poema es subversivo —volveré sobre esto más adelante—, mientras que el tono Eclesiástico; Libro de la Sabiduría) encontramos el lenguaje del eros. Allí, la Sabi-
es engañosamente lírico y pastoral. Esto es, el poeta usa supuestamente un len- duría se personifica y representa como una mujer que atrae a los hombres a su
guaje galante inocente mientras que, al mismo tiempo, desafía las instituciones casa (Proverbios 9, 1-5; cf. 1, 20s; 8, ls). La Sabiduría, en realidad, ama a los
acostumbradas presentando al mojigato, en forma de contraste e ironía, un uni- seres humanos y desea ser amada por ellos (Proverbios 4, 6,8; 8, 17; Eclesiásti-
verso francamente erótico. El autor desecha todo aparato teológico concebido co 14, 20-27; Libro de la Sabiduría 8, 2,16; 6, 12-16). Algunos lectores del Can-
para hacer aceptable el mensaje. tar de los cantares han concluido por ello que el libro describe en un lenguaje
Desde el primer versículo del libro, se plantea un problema: el poema se simbólico, hasta alegórico, los «amores» entre la Sabiduría y sus iniciados (véa-
atribuye a Salomón. Pero no deberíamos tomar al pie de la letra esta indicación. se luego)5. Esta interpretación procede verdaderamente de la antigüedad, como
Es ciertamente destacable que en el cuerpo del cantar se mencione a Salomón acabamos de ver, pero no se corresponde con el intento original ni con el sen-
en tercera persona, o a veces en segunda persona del singular. Con todo, recor- tido claro del Cantar. La Sabiduría acentúa más bien el aspecto negativo del eros
damos también textos como 1 Reyes 5, 12 (en los LXX 4, 32), que dicen que
Salomón compuso 1005 cantares y 3000 proverbios. El gran rey se instituyó a
sí mismo patrón tradicional de los géneros literarios tanto sapienciales como 3. Nótese la connotación psicológica de estas imágenes envolventes (casa, velo, etc.; tam-
bién en otro lugar «jardín cerrado, fuente sellada»: 4, 12,15).
de poesía lírica de Israel, y es bien sabido que «la Providencia siempre está del
4. André M. Dubarle, «L'amour humain dans le Cantique des Cantiques», en Revue Bibli-
lado de los grandes batallones». Por otro lado, aunque el poema no sea de Salo- que, 61 (1954) 67-90, traza un paralelo entre Proverbios 5, 3 y Cantar de los cantares 6, 11;
món en persona, algunos críticos piensan que fue compuesto en la era salomó- Proverbios 5, 15-18 y Cantar de los cantares 4, 12; Proverbios 5, 19 y Cantar de los canta-
nica. Éste es el caso, por ejemplo, de un crítico al que luego nos referimos, M. res 2 ,9; 4, 5; 8, 14; Proverbios 7, 17 y Cantar de los cantares 4, 14; Proverbios 6, 21,27s,34 y
Cantar de los cantares 8, 6-7; Eclesiástico 26, 18 y Cantar de los cantares 5, 15; 6, 10.
H. Segal2. La atmósfera del Cantar, dice, es la propia del período en cuestión.
5. Abravanel (fallecido en 1508) ya había escrito: 'eyn derek lehagid ha-debarim ha-ruhanüm
Encontramos aquí un humanismo ideológico y también señales de un bienestar ki 'im behamsal ha-debarim ha-gupim («las cosas espirituales sólo pueden expresarse metafórica-
material característico de este tiempo. Incluso la amplia topografía del poema mente mediante las sensibles»). Fue el primero en identificar a la esposa del Cantar de los canta-
apunta en esta dirección. Es también importante destacar la acaudalada posición res con la sabiduría. Entre los críticos modernos que defienden la misma tesis está Gottfried Kuhn,
de la muchacha; posee una casa hermosa (1, 17; 2, 9; 3, 4); viste velo, signo de Erklarung des Hohen Liedes, A. Deichert, Leipzig 1926. Este autor percibe en la persona de Salo-
món a un tipo de personalidad que busca la sabiduría. Sin embargo, Kuhn adopta también el sen-
tido literal del libro y observa: «también puede cualquier simple matrimonio ver en parte, en el
2. M. H. Segal, «The Song of Songs», en Vetus Testamentum, 12 (1962) 470-490. Cantar de los cantares, su imagen especular» (ibídem, p. 60).
André LaCocque Cantar de los cantares

(cf. Proverbios 7), o bien la moralidad que deben acompañarlo (Proverbios 5). mente?) el Cantar de los cantares en «banquetes»8. Mucho estaba en juego para
En el Cantar de los cantares, por el contrario, el eros está «des-moralizado». Este Aqiba y sus discípulos. Su planteamiento era ir contra la corriente de una com-
aspecto no siempre lo admiten los expertos modernos, como testifica el siguien- prensión «profana» e imponer en su lugar una interpretación alegórica del poe-
te pasaje tomado de las conclusiones de Brevard Childs a su análisis «canóni- ma, de forma que pudiera éste tener acceso al canon de las Escrituras. De aquí
co» del Cantar: que el testimonio talmúdico no proporcione prueba alguna de una interpreta-
ción alegórica del Cantar. Al contrario, el método hermenéutico del rabino Aqi-
El Cantar de los cantares es una reflexión de la sabiduría sobre la natu- ba es demasiado bien conocido para permitir la más ligera duda a este respec-
raleza gozosa y misteriosa del amor entre un hombre y una mujer dentro to. No sólo leyó Aqiba alegóricamente el Cantar de los cantares o no sólo atribuyó
de la institución del matrimonio. La afirmación frecuente de que el Can- valores espirituales al más ligero trazo de una letra del texto; este rabino leyó la
tar de los cantares es una celebración del amor humano per se no consi- Biblia entera de este modo y su éxito no siempre fue compartido por otros lec-
gue para nada ajustarse al contexto canónico... En ninguna parte celebra tores tradicionales. Pero, en cuanto al Cantar de los cantares, es su lectura la que
la literatura sapiencial al amor humano en sí mismo, y ni siquiera hace esto triunfó sin duda alguna. El Targum, por ejemplo, ve en el Cantar una alegoría
el Antiguo Testamento en peso. Lo divino es la sabiduría, no el amor, aun- histórica del éxodo de Egipto. Según esta línea interpretativa, el libro tuvo que
que el amor entre un hombre y su esposa es una fuerza inextinguible en ser asociado en una fecha tardía a la fiesta de la Pascua. En este contexto, hay un
el ámbito de la experiencia humana, «fuerte como la muerte, que el sabio enunciado en el tratado talmúdico marginal, Abot de-Rabí Natán 1, 5, que, aun-
busca comprender (cf. Proverbios 5, 15s)6. que difícil de entender, parece suponer que los libros de los «Proverbios, el Can-
tar de los cantares y el Qohelet fueron dejados de lado [¿como apócrifos?] por-
No podemos seguir a Childs en varias de sus afirmaciones. Ante todo, si que eran mésalim [¿(sólo) proverbios? ¿parábolas?]». Permanecieron en esta especie
en realidad se trata del amor entre una mujer y un hombre en el Cantar de los de cuarentena hasta que «llegaron los hombres de la Gran Sinagoga y pi/su [¿los
cantares, añadir, como hace él, «dentro de la institución del matrimonio» no tie- interpretaron?]». A partir de esta afirmación ambiguamente establecida, pro-
nen ningún fundamento textual. Sólo en 3, 6 se menciona cierto matrimonio, bablemente tenemos razón para pensar que hubo, antes de la intervención de
que es un epitalamio para la boda de Salomón, ¡en el contexto de un sueño! los «hombres de Ezequías», diversas interpretaciones de estos documentos «salo-
(cf. 3, 1). No tiene otra finalidad que proporcionar términos de comparación. mónicos»9.
Al contrario, por todo el Cantar se rasguean las cuerdas del «amor libre», no reco-
Se equivoca, por tanto, Harold Fisch en cuanto a la comparación, que
nocido ni institucionalizado. Está claro que una declaración por parte de \z/lan-
suele hacerse con frecuencia, entre la alegorización del Cantar de los cantares
cee, como es la de 8, 1-3, no tendría sentido alguno si la pareja estuviera casada
por un lado y la que de Homero hacen los estoicos, por el otro lado. La con-
«por lo legal»7. Debemos insistir con fuerza en este verdaderamente decisivo pun-
clusión de Fisch es que esta comparación no se sostiene, porque «por muy
to si queremos entender el poema.
atrás que vayamos, no podemos discernir huellas de una primitiva interpreta-
Por otra parte, Childs tiene razén, desde un punto de vista estadístico y
ción "literal" del Cantar, tal como podemos hacer con Homero»10. Pero la dis-
objetivo, cuando dice que el amor humano nunca es celebrado en la Biblia por
cusión en el Concilio de Yamnia (final del siglo I d.C.) sobre el sentido del
sí mismo. Con todo, ¡no excluyamos la posibilidad de que el Cantar de los
Cantar de los cantares habría sido imposible, si la interpretación alegórica hu-
cantares quiera crear un precedente! Excluirse uno mismo de andar por nuevos
caminos, como hace Childs en este caso, puede impedirnos el acceso al sentido
del texto. Y, como en el análisis de Childs se alude al canon de las Escrituras, 8. Tosefta Sanedrín 12, 10; la misma opinión se expresa de forma anónima en Sanedrín 101a.
recordemos -como hacen la mayoría de comentarios y estudios, aunque no siem- Aqiba dice: «El mundo entero no vale el día en que fue dado a Israel el Cantar de los cantares»
pre felizmente- la protesta de rabí Aqiba contra el hecho de cantar (¿habitual- (Misnd Yadayim 3, 5). También dijo: «Si no tuviéramos la Tora, el Cantar también bastaría para
guiar al mundo», Agadotb Shir, ed. por Schechter (1986), p. 5.
9. En cuanto al Cantar de los cantares, es posible que la objeción a su inclusión en el canon
provenga de una inclinación «puritana» y que sólo una interpretación alegórica pueda dar tran-
6. Brevard Childs, Introduction to the Oíd Testament as Scripture, Fortress Press, Filadel- quilidad a moralistas inquietos. Es del todo claro que la estrechez espiritual de tiempos pasados
fia 1979, p. 575. no puede servir de excusa para una iniciación moderna.
7. Además, si el poema fuera un canto nupcial, no se entendería su final. De he- 10. Harold Fisch, Poetry with a Purpose, Indiana University Press, Bloomington 1988, p.
cho, 8, 8-12 trata acerca de lo que debe hacerse cuando la muchacha está en edad de casarse. 97.
André LaCocque Cantar de los cantares

biera quedado establecida de una vez para siempre o desde el comienzo. Vere- serio su propia opinión15. De modo parecido, H. Lusseau llama la atención a
mos también un texto del Cantar, cuya vocalización masorética significa que el favor de una autoría femenina del papiro Chester Beatty I, Cantos de amor, así
libro no era leído alegóricamente por los masoretas siglos después del Concilio como de los bajorrelieves de El Amarna, donde una mujer dirige una orquesta.
de Yamnia (véase 8, 5). Con todo, no saca de esto consecuencias potenciales para el Cantar16. Rolf
La fecha de la composición (final) del Cantar de los cantares es también Rendtorff escribe, como una prueba de evidencia, que «el Cantar de los canta-
muy discutida. No es intención mía, con los límites que impone el presente estu- res está construido como un canto de mujer»17. Roland Murphy escribe tam-
dio, llegarme hasta los argumentos alegados a favor de un período o de otro. bién que «uno se siente presionado a preguntar si el autor pudo haber sido una
Vimos antes que hay argumentos a favor de la época salomónica. Más fiable que mujer, y seguramente lo fue, por lo menos en parte»18. Anteriormente, y con
la «atmósfera» que rodea al poema, sin embargo, es la base filológica. Ya la pre- más energía, Andrew Greeley había insistido en la misma cuestión'9.
sencia de arameísmos alerta al lector, aunque esto no pueda probar nada por sí De hecho, en el Cantar de los cantares, la mujer lleva la voz cantante. La
solo. Pero M. H. Segal, a quien ya he mencionado, ha formado una impresio- mayoría de discursos proceden de ella y, aunque el amado habla a menudo y
nante lista con los fenómenos lingüísticos que prueban una composición tar- también profusamente, sucede muchas veces que sus frases citan a la Sulamita.
día del poema, tal como está actualmente escrito (en cuanto se opone a la épo- Esta situación es simplemente única en la Biblia, aunque no debió ser la pri-
ca de su creación). Dice este autor que «su lenguaje representa el más tardío mera poesía bíblica o del antiguo Oriente próximo compuesta por una mujer.
estadio del hebreo bíblico hablado en el período helenístico, antes de convertir- Samuel Kramer ha mostrado que «el primer canto de amor» ocurrió en Sumer
se en el dialecto de la Misná y de la literatura relacionada»". Es la fecha que ten- en el marco del «matrimonio sagrado» entre el rey y la diosa de la fertilidad per-
dremos en mente, con Otto Eissfeldt, por ejemplo. sonificada por una sacerdotisa20. En este género poético, es la mujer quien habla.
Con Eissfeldt también, sacaremos a colación el problema esencial de la «En las liturgias de la fertilidad», escribe Daniel Lys, «el papel de la mujer es pre-
identidad del autor bíblico. El crítico alemán escribe lo siguiente sobre la atri- eminente». En ellas, a la diosa se la llama esposa, madre, hija21.
bución del poema a Salomón: estaba «considerado como el más famoso de los Esto no concierne a Israel -por lo menos no al verus Israel-, aunque aquí,
reyes por causa de su esplendor y su fama de amante»'2. También Michael V. como en otras partes del antiguo Oriente próximo, la mujer es una especialista
Fox ve que «Salomón era el candidato lógico para la autoría de este libro, por- en cantos de amor y cantos de guerra: los cantos de bienvenida a los guerreros
que en él se menciona su nombre y porque era famoso, tanto por el número de tras la batalla, en particular22. S. D. Goitein menciona 1 Samuel 18, 6-7; Éxo-
esposas como por sus cantares»13. No obstante, si Salomón es sólo en aparien- do 15, 20; Jueces 4, 9; véase también Salmos 68, 12; Isaías 37, 22; Jeremías
cia, pero no en realidad, el autor del Cantar de los cantares, ¿quién lo fue? Yo 38, 22. Aunque, pese a pertenecer a otro género, no deberíamos olvidarnos tam-
parto de la convicción de que el autor fue una mujer, e intentaré demostrarlo. poco de mencionar lo que se dice de la Sulamita en tiempos del profeta Eliseo
No soy el primero en proponer esta tesis, pero mis predecesores fueron a me-
nudo bastante más tímidos de lo que yo he decidido ser. Así, en 1963, A. S. 15. El mismo autor mantiene una actitud parecida sobre Cantar de los cantares 6, 12,
Herbert dio un paso de pionero en esta dirección14. Escribió: «El poeta retrató que examinaremos más tarde.
16. H. Lusseau, «Le Cantique des Cantiques», en Introduction a la Bible, ed. por A. Robert
los sentimientos de una muchacha con tanta finura y sensibilidad, que podría-
y A. Feuillet, Desclée et Cié, Tournai 1957, vol. 1, p. 655-666.
mos incluso conjeturar que se trata de una mujer» (p. 468). Con todo, en el 17. Rolf Rendtorff, The Oíd Testament. An Introduction, trad. por John Bowden, Fortress
resto de su comentario, Herbert habla del poeta en masculino. No se tomó en Press, Filadelfia 1986, p. 263.
18. Roland E. Murphy, The Song of Songs, Fortress Press, Minneápolis 1990, p. 70. Murphy
remite a Phyllis Trible, Godand the Rhetoric ofSexuality, Fortress Press, Filadelfia 1978, p. 145,
11. «The song of Songs», p. 478. Segal distingue la composición escrita de la formación y a Athalya Brenner, The hraelite Woman: Social Role and Literary Type in Bihlical Literature, JSOT
oral del Cantar, y fecha esta última en la era salomónica, como vimos antes. Press, Scheffield 1985, p. 46-50. Véase también Murphy, p. 82, 91, etc.
12. Otto Eissfeldt, Einleitungin das Alte Testament, Parte 3, J. C. B. Mohr, Tubinga 1964, 19. Véase Andrew M. Greeley yjacob Neusner, The Bible and Us:A Priestanda Rabbi Read
p. 67 y 487. Este autor está pensando en el s. III a.C. El término appirion (palanquín), en Can- Scripture Together, Warner Books, Nueva York 1990, p. 34, 36, etc.
tar de los cantares 3, 9, viene probablemente del griego phoreion, que significa lo mismo. 20. Samuel N. Kramer, The Sacred Marriage Rite: Aspects ofFaith, Myth, and Ritual in Ancient
13. Michael V. Fox, The Song of Songs and the Ancient Egyptian Songs, University of Wis- Sumer, Indiana University Press, Bloomington 1969.
consin Press, Madison 1985, p. 95. 21. Daniel Lys, Le plus beau chantde la création, Cerf, París 1968, p. 48.
' -'- *"——-•nwwi mu the Bible, ed. por M. 22. Veáse S. D. Goitein, «Women as Creators of Biblical Genres», trad. por Michael Cara-
André LaCocque Cantar de los cantares

en 2 Reyes 4, 8-37; es posible que haya servido de modelo al autor del Cantar mayoría de veces. Esto es tan inesperado en el contexto bíblico en general que
de los cantares. También hay mujeres que pertenecen a gremios sapienciales. Una algunos críticos han creído en una influencia proveniente de la poesía Sangam
de estas mujeres llegó de Teqoa para dar una lección al rey David (2 Samuel de los tamiles25. Otros miran hacia Egipto, a mi entender con mayor éxito. Michael
14, 13-14); otra es Abigáyil, la de Karmel (1 Samuel 25, 29-31). Fox, por ejemplo, escribe:
La mujer cultiva también otros géneros poéticos. Por ejemplo, el canto mor-
[Ch.] Rabin conjetura que el Cantar fue escrito por alguien familiari-
tuorio, que desempeña un papel muy importante en las sociedades tradiciona-
zado con la poesía amorosa india... Pero no es necesario volverse hacia la
les (véase 1 Samuel 1, 24; Jeremías 9, 16-19; Lamentaciones 1; 2; 4). Además,
India para hallar paralelos con las características de Cantar que Rabin
igual que en Mari, sobre el Eufrates, el oráculo profético en Israel no es domi-
considera derivadas de la poesía amorosa tamil. [Por ejemplo] la mención
nio exclusivo de los hombres. La Escritura nos da el nombre de cuatro profeti-
de la especias originarias del Oriente asiático no es (contrariamente a lo
sas. Miriam y Débora son «bardos, como Goitein dice atinadamente, y es difí-
que piensa Rabin) una prueba de la influencia india... Los nombres de
cil distinguir entre oráculo y poema en lo que a ellas se refiere (cf. Jueces 5,
dos especias {nerd y karkom) fueron probablemente adoptados través
12). Juldá y Noadyá pertenecen al período de la profecía clásica (2 Reyes 22, 14-
de Persia26.
20; Nehemías 6, 14).
Pese a haber quedado excluida de la liturgia en el templo de Jerusalén, a En mi opinión, la influencia egipcia sobre el Cantar de los cantares está
la mujer no se le niega el acceso al templo. La historia de Ana, la futura madre definitivamente establecida. Hay demasiados rasgos comunes a ambas literatu-
de Samuel, es un buen ejemplo de ello23. Las mujeres forman grupos de cantantes ras para ignorarla. Por esto quiero creer que el país del Nilo, con su concep-
o danzantes (Jueces 2 1 , 19-21; Jeremías 3 1 , 3-4), hecho que explica por qué ción más liberal de la mujer en general, sirvió de modelo al poeta del Cantar,
encontramos en el Cantar de los cantares la designación «hijas de Jerusalén»24. aunque no deberíamos minimizar la importancia de las diferencias. Se sigue que
En resumen, no sólo es posible, sino que cabe esperar que un canto de amor hay que poner el acento, más de lo que se ha hecho hasta ahora en general, sobre
en el antiguo Oriente próximo esté escrito por una mujer. Si nos acercamos bien la iniciativa femenina mostrada por la poesía folclórica dentro de Israel. Este es
al contenido del Cantar de los cantares, además, podemos quedar sorprendi- el caso de un texto como el de Isaías 27, 2-6, donde la personificación de la viña
dos por la gran libertad de la Sulamita. Se la presenta tomando la iniciativa la habla como una mujer. Lo mismo puede decirse de una tradición de la Misná,
importante para nuestro propósito, Misná TaanitA, 4. Las doncellas de Jerusa-
23. Pero debemos compararlo con un texto como Deuteronomio 16, 11,14. lén danzan entre las viñas; piden a los jóvenes que vuelvan sus ojos hacia ellas.
24. Sobre esto, es interesante trazar paralelos entre las «hijas de Jerusalén» en Cantar La respuesta de los muchachos es también interesante: «¿Ha visto alguna vez
de los cantares y el antiguo coro griego, que, desde el tiempo de Aristóteles, desempeña el papel de
alguien que un muchacho hablara el primero a una doncella?»
espectador del drama, representa al pueblo y defiende las opiniones comúnmente mantenidas.
Este último punto explica, a mi entender, la distancia profunda que media entre este coro de las Por esto, no ha de sorprender demasiado en definitiva que el autor del Can-
«hijas» - u n resultado posible de la influencia helenística sobre el Cantar- y la Sulamita. Podría- tar de los cantares sea una mujer. Es el canto de una mujer, desde el principio
mos decir, siguiendo a Soren Kierkegaard, en Temor y temblor, que las «hijas de Jerusalén» repre- hasta el final, y pone a la heroína en el centro de la escena. «Todos los aconte-
sentan lo general, mientras que los amantes en Cantar de los cantares representan lo particular.
Pero sólo lo particular relativiza lo correcto de acuerdo con los mores sociales de la época. La idea
cimientos se narran desde el punto de vista de la mujer, aunque no siempre
de un coro en Cantar de los cantares puede también explicar en parte el texto difícil de 7, 1, donde con su voz, mientras que, desde el ángulo de visión del muchacho, sabemos poco
efectivamente las versiones hablan de un doble coro (LXX, «como coros»; Pesitta: «como un coro, aparte de cómo él la ve», dice Michael Fox (The Song o/Songs, p. 309). Añade
y como un coro de campamentos»; Vulgata: nisi chorus castrorum). Paul Joüon (Le Cantique des que la aparente ausencia de la autora es engañosa, porque ésta se encuentra por
Cantiques: Commentairephilologique et exégétique, Beauchesne, París 1909) ad loe, traduce:
[rangées] comme un double choeurí Denis Buzy, «Le Cantique des Cantiques traduit et commen-
doquier, «tras las bambalinas, comunicándonos actitudes sobre los persona-
té», en La Sainte Bible, vol. 6, Letouzey et Ané, París 1946, p. 347: a la facón d'un choeur a deux jes... y estableciendo muchas de las normas con que tenemos que comprender y
parties. Más decisivo, en mi opinión, es el estudio de Jack Sasson, «The Worship of the Golden evaluar a los personajes» (p. 258).
Calí», en Orient and Occident: Essays Presented to Cyrus Gordon, ed. por Harry A. HofFner, Neu-
kirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1973, p. 151-159. Este autor muestra que el término meholah,
presente en Cantar de los cantares 7, 1, designa un canto a manera de antífona en dos grupos com- 25. Ch. Rabin, «The Song of Songs and Tamil Poetry», en Studies in Religión, 3 (1973) 205-
puestos por mujeres y músicos. En cuanto a la influencia helenística sobre el Cantar, véase la ante- 219. Norman Gottwald, Interpretéis Dictionary ofthe Bible, vol. 4, art. «Song of Songs», desarrolla
rior nota 12; podemos pensar también en la personificación del amor en Cantar de los canta- también la idea de un origen indio de ciertos objetos del Cantar de los cantares.
res 2, 7; 3, 5; 8, 4,7; etc. 26. Fox, The Song of Songs, p. xxvi, n. 6.
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Antes de seguir, debo dar respuesta a una objeción. Hay en la antigua li- versículo 8b (NRSV. «hablar en nombre de») significa, entre otras cosas, «pedir
teratura mundial (me refiero por ejemplo al teatro japonés No) o en la litera- en matrimonio» (1 Samuel 25, 39). En el versículo 10 viene la repuesta de la
tura moderna (por ejemplo, D. H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley, muchacha, algo así como: «Si soy una muralla para Salomón, no es debido a una
1928), la posibilidad de que un actor masculino represente el papel de una supuesta inmadurez mía. De hecho, tengo pechos como torres y mi castidad
mujer. En consecuencia, podríamos imaginar la misma ficción por lo que se corre a mi cargo». Aquí, como en todo el poema, la Sulamita se muestra apa-
refiere al Cantar de los cantares. Pero tal cosa es absolutamente imposible en rentemente peligrosa, como una mujer «fácil». Es sorprendente el paralelo con
Israel, donde toda forma de «trasvestismo» (en el sentido moderno de la pala- la actitud de varias heroínas, como Rut en la era, por ejemplo, o Tamar a la entra-
bra) es vista con horror. Ya no estaríamos en presencia de un acto subversivo, da de Enaim, o también Judit en la tienda de Holofernes. Deberíamos decir aquí
sino ante una blasfemia pura y simple (cf. Deuteronomio 22, 5). de la Sulamita lo que debe decirse de estas heroínas. Lo que defienden no es
Un texto significativo es Cantar de los cantares 8, 12: «Mi viña, la que es un relajamiento de la moral, y mucho menos el amor libre. La Sulamita es, en
mía, la retengo». Según Lys, quien habla en los versículos 11-12 es el muchacho, realidad, una mujer libre, pero su libertad consiste en permanecer inquebran-
pero admite también que podría ser ella (véase Lys, Le plus beau chant de la cré- tablemente fiel a quien ama. Le es fiel fuera de los vínculos matrimoniales y de
ation, p. 302). La última lectura es preferible. Ella dice que su «viña» le perte- las restricciones sociales. El Cantar de los cantares se opone diametralmente
nece, empleando el término lepanay, que generalmente se traduce como «a mi a las alabanzas burguesas a la fidelidad femenina (cf. Deuteronomio 22, 13-29),
disposición» (Génesis 13, 9; 20, 15; 24, 51; 34, 10; 47, 6; 1 Samuel 16, 16; 2 o a la mujer esposa y madre (cf. Proverbios 31), por ejemplo. Esta vez se alaba
Crónicas 14, 6). La fórmula ya está presente en 1, 6, en boca de la heroína. Como a la mujer como amante, en contraste con textos tan antifeministas como Ecle-
dice André Robert, lepanay sólo puede estar en oposición a le-noterím («los guar- siastés 7, 28, o Proverbios 9, 13; 21, 9,19; 27, 15. Pues, en el Cantar, toda la
das», masculino, en el mismo versículo)27. A todas luces la Sulamita proclama estructura social es sometida a una crítica severa. Con relación a Cantar de los
que su «viña» le pertenece; ella misma cuida de ella sin recibir ayuda de nadie28. cantares 8, 6, Andrew Harper entiende correctamente que hay aquí una reac-
En el Cantar, la Sulamita es siempre quien dice ani, «mí» o naspi «mi espíritu, ción contra el matrimonio como
mí», o hasta ¿ibbi «mi corazón, mí» (cf. v. 10). No es una excepción Cantar de
un simple asunto de contrato y el precio pagado por la novia como
los cantares 8, 12, donde vemos que, como contraste, Salomón no permite
una mera cuestión de orgullo, como sucede todavía entre los orientales.
que aquella a quien él ama tenga que guardar sola su viña, esto es, su cuerpo, y
Inmediata e inevitablemente, esta declaración de la naturaleza del amor lle-
prefiere que otros la guarden en su harén. Es la continuación del tema prece-
va a una condenación del punto de vista común en una frase a modo de
dente (versículos 6-7), según el cual no se puede comprar el amor; no es un algo
dardo que, traspasando primero el espléndido y voluptuoso Salomón, va
cuantificable que pueda «comercializarse». Salomón ve el amor en términos de
directo al corazón de la práctica habitual de la época29.
mil doscientos siglos -¡dejémosle que así se lo crea! Que otros le guarden su
«viña», si así lo desea ; no va a ganar nada con ello. Notemos, de paso, que la lectura del poema como pieza subversiva escla-
El argumento de Cantar de los cantares 8, 12 se dirige ante todo contra rece la recurrente exhortación de «no provoquéis ni desveléis a mi amada hasta
aquellos que son llamados «hermanos» de la Sulamita ( 1 , 6 7 8 , 8s). En ese que ella quisiere». Roland Murphy tiene sin duda razón cuando pone de relie-
último texto, los hermanos hablan de su obligación de defender a su hermana ve que «el amor se personifica como si fuera un poder, como en 8, 6... El amor
pequeña y de verla casada. En el Oriente medio, los hermanos desempeñan un tiene sus propias leyes y no se le compra artificialmente»30. Pero la cuestión es
papel importante en el compromiso matrimonial y en la boda de su hermana ¿contra qué opinión se va aquí? Sugiero que se alude al intercambio habitual
(Génesis 24, 29,50,55,60), así como en la protección de su castidad (Génesis
34, 6-17; 2 Samuel 13, 20,32). Debe notarse que el término ledabbér be- en el 29. Andrew Harper, The Song of Solomon, with Introduction and Notes, Cambridge Uni-
versity Press, Cambridge 1902, p. 58. Heinrich H. Grátz (Schir Ha-Schirim oder das Salomonis-
che Hohelied, W. Dacobson, Breslau 1885), ve en el juramento por las gacelas y las ciervas una
27. A. Robert, R, Tournay y A. Feuillet, Le Cantique des Cantiques, traduction et commen- exhortación a las hijas de Jerusalén para que ninguna mujer firme un contrato matrimonial con-
taires, Gabalda, París p. 321. tra su voluntad.
28. Cf. Marvin H. Pope, Song ofSongs, A New Translation with Introduction and Com- 30. Murphy, The Song ofSongs, p. 137. Cf. Israel Bettan, The Five Scrolls: A Commentary
mentary, Doubleday, Garden City 1977, p. 690: Si la mujer afirma aquí autonomía, este verso on the Song ofSongs, Union of American Hebrew Congregations, Cincinnati 1950, sobre Cantar
puede convertirse en un texto de oro para la liberación de la mujer». de los cantares 2, 7.
André LaCocque Cantar de los cantares

de presentes (compensatorios) entre las dos familias comprometidas. La exhor- Trible, un complemento a Génesis 2-3, deberíamos más bien percibir ambos
tación es de este modo un comentario interno a la declaración de 8, 7: que el textos como en oposición mutua35. No basta contrastar simplemente Génesis 3,
amor no se compra. 16 {tesuqaték, «hacia tu marido será tu anhelo [fem.]») y Cantar de los cantares
A decir verdad, no resulta superfluo en este momento recordar que, en el 7, 11 {tesuqato, «su deseo es hacia mí [fem.]») sin más ni más. Más que un com-
antiguo Oriente próximo, los matrimonios se disponen independientemente del plemento contrastado, hay en el Cantar oposición a la letra de Génesis 3. El
mutuo acuerdo de las preferencias de aquellos a quienes ante todo concierne. Si Cantar de los cantares es iconoclasta, aspecto que retomaremos más adelante.
ha de surgir amor entre los esposos, habrá de ser tras la boda. Génesis 24, 67 tra- Sólo distanciándose de ambos pueden los lectores concluir que estos textos no
ta de esto. A contrario, el caso de Jacob y Raquel es inusual, pero el joven ya está se excluyen necesariamente uno al otro, sino que son verdaderos de un modo
viviendo con su futuro suegro. Por ello, la alusión de 8, 7 a aquellos que com- alternativo.
prarían el amor no es una fantasía por parte de la autora; es exactamente lo Esto no quiere decir que Génesis sea un texto religioso y Cantar de los can-
que ella veía suceder a su alrededor, y desafía la costumbre con una ironía mor- tares un rechazo secular de un punto de vista antiguo. Daniel Lys tiene razón en
daz. No sólo no están casados los amantes del Cantar de los cantares, sino que, concluir su hermoso análisis del Cantar sosteniendo que el significado literal y
como dice Harper, en respuesta a Karl Budde31, que creyó otra cosa como muchos natural del libro es teológico. El poema desmitifica lo sexual y lo remite vela-
otros, «¿hay algo más inmoral que incitar a los jóvenes a buscar aquello que las da aunque poderosamente a la experiencia existencial de la unión entre Dios e
"buenas costumbres" de su gente trataba de hacer imposible?»32. Israel. En la medida en que ciertos textos sobre hierogamia mesopotámica pue-
Hay otra cosa importante que recordar: no hay ninguna ley contra la poli- dan haber influido en la poetisa -por lo menos en su vocabulario36-, se adopta
gamia en la Biblia o en el judaismo antiguo. Que el Cantar de los cantares con- aquí una postura polémica contra el espíritu de estos textos. El amor carnal no
sidere el auténtico amor como una relación exclusiva entre un hombre y una es aquí una duplicación mímética de un arquetipo divino primordial. Queda
mujer abre una amplia perspectiva. Algunos han visto en el poema una especie excluido todo utilitarismo, incluido el religioso. La fecundidad nunca se con-
de comentario sobre Génesis 2-3. También allí, el mito nos habla de un hom- templa en el Cantar de los cantares como justificación de la unión de la pareja
bre y de una mujer. Phyllis Trible escribe: humana, y este hecho hace totalmente imposible la idea de que el poema sea la
«leyenda» o el guión que dicta el desarrollo de una celebración de renovación
la primera pareja pierde su unicidad por la desobediencia. Consecuen- estacional o bien -otra teoría pertinaz- de una ceremonia matrimonial. Por ejem-
temente, el deseo de la mujer se convierte en dominación del hombre. La plo, algunos vieron en las descripciones mutuamente voluptuosas de los aman-
segunda pareja [la del Cantar] afirma su unicidad a través del erotismo. En tes wasfs de diversos tipos, esto es, poemas que estaban de moda entre los cam-
consecuencia, el deseo del hombre es placer para la mujer. Puede ser tam-
bién otras cosas, pero el Cantar de los cantares es un comentario a Géne-
sis 2-3. El paraíso perdido es un paraíso ganado de nuevo33.
35. Véase también Trible, God and the Rhetoric ofSexuality, p. 144-165.
Ahora bien, es ciertamente verdad que el Cantar de los cantares es una ce-
36. Esta teoría la proponen en particular H. Schmóckel, Heilige Hochzeit und Hoheslied,
lebración del gozo de vivir y del gozo del amor con una ausencia total, mirabile Deutsche Morgendlanische Gesellschaft, Eiesbaden 1956;TheophileJ. Meek, The Song ofSongs,
dictu, de sentimiento de culpabilidad. La culpa sentida por la pareja original al Interpreten Bible, vol. 5, Abingdon, Nashville 1992, p. 98-148; Helmer Ringgren, Das Hohe Lied,
descubrir su desnudez es aquí trascendida por un embeleso ante la difiéreme. Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga 1958; también M. H. Pope, Songo/Songs, cuya fuente de ins-
piración es la literatura cananea de Ugarit. Estos autores creen que el Cantar se halla en el canon
Pero si es así, en lugar de ver en el Cantar, con Karl Barth34 y, más tarde, Phyllis
escriturístico debido a una confusión o una anexión deliberada. El poema es un folleto sobre
hierogamia sagrada, punto culminante de la celebración de Año Nuevo en Babilonia. Como en
31. Karl Budde, «Das Hohelied erklárt», en K. Budde, A. Bertholet, D. G. Wildeboer, Die Israel hubo manifestaciones «paganas», no es sorprendente hallar un texto como el que tenemos
FünfMegillot, J. C. B. Mohr, Tubinga 1898. aquí; debió ser muy conocido en círculos populares. Un editor yahvista lo liberó de sus elemen-
32. Harper, The Song of Songs, p. 58. tos más provocativos y los reinterpretó alegóricamente como celebración del amor entre Dios y su
33. Phyllis Trible, «Depatriarchalizing in Biblical Interpretación», en Journal of'the Ameri- pueblo. A esto, replicaría que los textos hierogámicos se centran en la fecundidad, puesto que el
can Academy of Religión, 41 (1973) 47. ritual tiene por objeto la renovación del año y su abundancia. No encontramos nada parecido
en el Cantar de los cantares. Además, nadie explica cómo un texto revisado por yahvistas de bue-
34. Para Karl Barth, el Cantar completa el pensamiento de Génesis 2. La voz femenina esta-
ba allí implícita y se hace explícita en Cantar de los cantares 7, 11. Véase su Church Dogmatics, na fe no contenga ninguna alusión al Dios de Israel o a la Heilsgeschichte. Volveremos sobre esto
vol. 3, Parte 2, trad. por Harold Knight, y otros, T. &. T. Clark, Edimburgo 1960, p. 294. último más adelante.
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pesinos sirios durante la ceremonia de boda, que duraba siete días37. Pero esta da dependía del padre antes de depender de su marido40. Ya desde este punto de
teoría, que pareció sumamente prometedora a finales del siglo XIX, debe recha- vista el poema se sale del marco habitual e institucional. No se propone celebrar
zarse. No ha podido encontrarse en Palestina una confirmación de la estructu- el asentimiento social al «matrimonio convencional» de una pareja, sino cantar
ra siria. Además, el Cantar es demasiado breve para una ceremonia que durase un amor «indisciplinado». Paul Ricoeur escribe:
siete días.
Antes de seguir adelante en nuestra investigación del método literario de El Eros no es institucional. Es una ofensa reducirlo a un pacto, o al débi-
subversión usado por el Cantar de los cantares, observemos lo importante que to conyugal... La ley de Eros -que ya no es en modo alguno ley— es la reci-
es este rasgo para establecer una unidad de autoría. En realidad, sería difícil procidad del don. Es por esto infrajurídico, parajurídico, suprajurídico.
imaginar a un grupo de autores líricos uniendo sus esfuerzos poéticos con el Pertenece a la naturaleza de su demonismo amenazar la institución -cual-
único y común objetivo de encomiar al Eros y la libertad respecto del establish- quier institución, incluido el matrimonio.
ment en un lenguaje que se muestra sorprendentemente consistente a lo largo
del texto. Luego, en una densa página, Ricoeur desarrolla este punto y muestra su
Othmar Keel destaca cuánto se aleja el Cantar de los cantares de las estruc- carácter subversivo:
turas sociales ordinarias. La institución, observa, es simplemente ignorada aquí
y esto explica, por ejemplo, la ausencia del padre y de los descendientes, esto es, Es un enigma que la sexualidad se vuelva incompatible con la trilogía
del pasado y del futuro38. Ahora bien, la institución, la familiar o cualquier otra, humana: lenguaje-instrumento-institución... La sexualidad, cierto, movi-
incluye también lo ritual, aspecto que merece ser observado con mayor atención. liza el lenguaje; pero lo atraviesa, lo subvierte, lo vuelve sublime o cana-
De acuerdo con una costumbre ampliamente difundida, la novia se traslada lla, lo reduce a fragmentos de murmullo o a invocación; el lenguaje cesa de
durante la ceremonia nupcial a la casa de la familia de su novio. Esta última se ser mediación. La sexualidad es Eros, no logos,... Es suprainstrumental, por
llama beit-'ab, esto es, literalmente, la «casa del padre». En el Cantar, no obs- cuanto sus instrumentos deben pasar desapercibidos... Por último,
tante, el motivo de este paso ritual a la «casa del padre» es sustituido por una por mucho que se diga de su equilibrio en el matrimonio, Eros es no-ins-
inesperada invitación, hecha por la novia a su novio, a entrar en la casa de su titucional41.
madre (3, 4; 8, 2)39. De modo que se invierten los roles, la invitación sale de la
boca de la mujer, y el parentesco futuro se establece con la madre de ella. Ade- Con la intención de enaltecer al eros, la poetisa se atrevió a usar un lenguaje
más, como dijimos antes, no se menciona para nada en el Cantar al padre de la que los profetas y algunos sacerdotes habían empleado tradicionalmente para
novia —una omisión tanto más sorprendente cuanto que una muchacha no casa- describir metafóricamente las relaciones íntimas entre Dios y su pueblo. Dicho
brevemente, es un lenguaje aceptado en el ámbito religioso en virtud de su uso fi-
37. Wasfi sirios de Qasim el-Chinn fueron coleccionados por J.-C. Wetzstein, cónsul ale- gurado. Esta es la razón de que la escuela alegorizante no tenga problema alguno
mán de Damasco en el s. XIX. «Die syriscfie Dreschtafel», en Zeitschrififiir Ethnologie, 5 (1873) en mostrar la impresionante superposición posible entre el lenguaje de los profe-
270-302. Se trata de mutuas descripciones ditirámbicas entre prometidos. Encontramos en ellas
«toda la gama de sentimientos... desde el gozo sin medida hasta la depresión más profunda» (Robert,
Tournay, Feuillet, Le Cantique des Cantiques, traduction et commentaire, p. 421). El crítico alemán 40. Véase Roland de Vaux, Les Institutions de l'Ancien Testamenta vol. 1, Cerf, París 1958,
Karl Budde estuvo muy influido por Wetzstein en su comentario de 1898. Pero tanto entusiasmo p. 48. Cf. también R. Tournay en Robert, Tournay, Feuillet, Le Cantique des Cantiques, traduction
en esto debe moderarse por muy variadas razones. Michael Fox, por ejemplo (The Song ofSongs, et commentaire, p. 385. La madre se menciona con frecuencia en Cantar de los Cantares 1, 6; 3,
p. 232), observa que hay wasfi en los cantares de amor egipcios, pero no en un contexto nupcial. 4; 6, 9; 8, 2,5. Günther Krinetzki contrasta este uso del tema con paralelos egipcios, en los que la
Y, al contrario, en los cantares nupciales, no los hay. (Por ello, serían éstos congruentes con el Can- madre hace de útil intermediaria en el desarrollo del relato. Aquí ella es «protomodelo de la mucha-
tar tal como nosotros lo leemos, pero no como lo leen Wetzstein y Budde). Además, Wesley J. cha en lo tocante a feminidad». Véase su Kommentar zum Hohenlied: Bildsprache und theologis-
Fuerst objeta que las costumbres sirias del s. XIX apenas arrojan luz alguna sobre una situación de che Botschaft, Lang, Francfort 1981, p. 257, n. 231.
los tiempos bíblicos. Véase su The Books ofRuth, Esther, Ecclesiastes, The Song ofSongs, Lamenta- 41. Paul Ricoeur, «Sexualité: la merveille, l'errance, l'énigme», en Histoire et vérité, Seuil,
tions: The Five Scrolls, Cambridge University Pres, Cambridge 1975, p. 166. París 1955, p. 209, 208. Cf. G. Gerleman, sobre Cantar de los cantares 2, 6: «El drama del
38. Othmar Keel, Deine Blicke sind Tauben: zur Metaphorik des Hohen Liedes,V\g. Kathol- amor según el Cantar es indiferente a las costumbres y a la moralidad. Más aún, el Cantar afir-
siches Bibelwerk, Stuttgart 1984, p. 13. ma tranquilamente la prioridad del amor sobre cualquier norma social y sobre cualquier rela-
39. Véase Génesis 24, 67: Isaac toma a su nueva esposa en la tienda de su madre ya ción familiar (y hasta cualquier condición de matrimonio preliminar)». Ruth; das Hohelied, Neuc-
fallecida. ,. . kirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1965, p. 120.
André LaCocque Cantar de los cantares

tas y el del Cantar de los cantares. André Robert, en particular, insiste en decir que siguiente manera: primero, la autora del Cantar de los cantares des-metaforiza,
la intención original del Cantar es alegórica. Llama además la atención sobre el podríamos decir, el lenguaje que los profetas utilizan cuando describen la rela-
hecho incontrovertible de que la profecía bíblica menciona también a reyes, pas- ción entre Israel y Dios. Primero, el Cantar restaura así el lenguaje en su senti-
tores, rebaños, viñas, jardines, Líbano, flores primaverales, despertares noctur- do primero y original, haciendo que el lenguaje sea de nuevo capaz de descri-
nos. Para Robert, estos términos y expresiones tienen en el Cantar el mismo signi- bir el amor ente un hombre y una mujer. Luego, la autora va incluso más allá.
ficado escatológico que en los libros de los profetas. Se alude con todo ello a la res- En su poema magnifica la lujuria, la naturaleza, el cortejo, el erotismo, ele-
tauración que Dios lleva a cabo de su pueblo infiel, y a la reanudación, por así de- mentos todos ellos que los profetas y los sabios consideran hasta cierto punto
cir, de su luna de miel. Israel y su tierra son amados por Dios. Los abundantes tér- cuestionables (podemos comparar aquí, como hace Othmar Keel, Proverbios 7,
minos topográficos del Cantar de los cantares, afirma, se entienden bien cuando 8 con Cantar de los cantares 4, 14; 1, 13; Isaías 3, 16 con Cantar de los canta-
se los percibe como descripciones de Palestina en tiempos mesiánicos. res 4, 9; Oseas 4, 13 con Cantar de los cantares 1, I6s, por ejemplo). De modo
Siguiendo por la misma línea, Robert y otros hacen hincapié en el lenguaje que, resumiendo, el lenguaje ha trazado un círculo perfecto, pasando del senti-
erótico de los profetas desde tiempos de Oseas. Pero esta escuela exegética per- do literal al metafórico, para volver de nuevo al no figurativo.
manece en silencio sobre el hecho de que los profetas se esforzaran lo indecible Se ha producido una vez más un viraje. Lo que la autora original del Can-
por evitar las alusiones explícitamente sexuales, pues se las estigmatizaba como tar de los cantares escribió con intención subversiva y liberadora se convirtió
idolatría naturalista cananea. Además, los profetas dan la clave de sus metáforas, de nuevo por fuerza en mentalidad «burguesa» a través de posteriores lecturas
en especial si pertenecen al campo sexual. En cambio, en el Cantar de los can- del texto. Al eros del poema se le opuso artificialmente un descarnado agapé. Por
tares en vano buscamos esta llave, por la razón obvia de que no hay puerta que esta razón, el espíritu rebelde de la obra se amansó en un himno místico y dua-
deba abrirse. Muchos de sus pasajes se resisten obstinadamente a toda alegori- lista, en el que el carácter masculino ya no es un hombre y el femenino ya no
zación; la escuela alegorizante debe entonces forzarlos según moldes prefabri- es una mujer; ambos son personas asexuadas. Jacques Winandy está posiblemente
cados. Sobre Cantar de los cantares 8, 5, por ejemplo, donde encontramos el tér- en lo cierto al decir que ya el redactor final, mediante ciertas interpolaciones,
mino 'orartika («te desperté», en boca de la Sulamita), Marvin Pope escribe cambió el canto de amor en una pieza sapiencial que describía el amor de Salo-
que «el texto recibido representaría, de acuerdo con la alegoría, a Israel que món por la Sabiduría43. En todo caso, la indicación de «Cantar de Salomón» es
despierta a Yhwh ¡dormido bajo el manzano donde su madre le concibió y dio totalmente sospechosa. Además, los versículos finales del Cantar de los cantares
a luz!» (Pope, Song of Songs, p. 663). La escuela alegorizante debe, consecuen- pueden haber sido leídos en ciertos momentos de la transmisión del texto como
temente y contra toda evidencia en contrario, alterar la vocalización masoréti- portadores de una clave interpretativa del conjunto del poema, en el sentido
ca tradicional de texto y poner el discurso en boca del muchacho. En otras pala- de que el personaje femenino no sería aquí más que la misma Sabiduría. Pode-
bras, los masoretas no leyeron ciertamente el poema de forma alegórica. Visto mos luego comparar este fenómeno con uno parecido del final del Eclesiastés.
esto, es bastante difícil alegorizar, en nombre de la tradición hermenéutica anti- Para Robert y Tournay, por ejemplo, Cantar de los cantares 8, 13-14 son apén-
gua, sobre el Cantar de los cantares. Además, podemos aplicar a toda interpre- dices que identifican a la Sulamita con la Sabiduría, sesgando así el tema gene-
tación alegórica el siguiente juicio de Daniel Lys, que sigue a su vez a Rowley: ral del poema44.
«utilizan una clave encontrada fuera del texto para interpretar el texto»42. Está claro que la autora escribió un cantar, un romance, que pronto pro-
Pero entonces, si están así las cosas, nos vemos arrojados a una situación dujo embarazo a sus coetáneos judíos (y, más tarde, a los cristianos). Sin embar-
hermenéutica sumamente paradójica. De hecho, estamos abordando un caso go, es bien sabido que un principio práctico de interpretación de algo que los
límite de hermenéutica bíblica. Podría trazarse la «trayectoria» del texto de la conservadores intransigentes consideran escandaloso es el recurso a la alegoría.
El texto de Freud citado al comienzo de este capítulo lo expresa muy bien. Pare-
42. Lys, Le plus beau chant, p. 39. Tampoco H. H. Rowley encuentra nada en el Cantar ce que cuanto más atrevida es una escena de amor tanto más probable es que
«que no sea lo que parece ser, cantares de amor... Todos los otros puntos de vista ven en el Can- encuentre una interpretación mística. Orígenes, dice Jean Daniélou, ya había
tar lo que ellos mismos ponen en él». Véase su «The Interpretation of the Song of Songs, en The
Servant of the Lord and Other Essays on the Oíd Testament, Lutterworth, Londres 1952, p. 233. Para
Michael V. Fox, «la igualdad de los amantes y la igualdad de su amor, y no precisamente la sen- 43. Jacques Winandy, Le Cantique des Cantiques, poeme d'amour mué en écrit de sagesse, Cas-
sualidad terrena del Cantar, es lo que hace de su unión una analogía inadecuada del vínculo que terman, París 1960.
une a Dios con Israel» (The Song of Songs, p. 237). 44. Robert, Tournay, Feuillet, Le Cantique, p. 35 ls.
André LaCocque Cantar de los cantares

enunciado la regla de que «las Escrituras no pueden decirnos nada indigno de nimiento. Una conclusión de este tipo, no obstante, constituye un grave error
Dios, de modo que si hubiera algo indigno de Él habría que interpretarlo en sen- que debilita un por lo demás convincente libro sobre paralelos egipcios con el
tido espiritual»45. Por ello, si encontramos en el Cantar «algo indigno de Dios», Cantar de los cantares. El entretenimiento puede estar justificado en lo que con-
se impone automáticamente una interpretación figurativa. Consiguientemente, cierne a Egipto, pero el crítico traspasa a Palestina un Sizt im Leben foráneo. Al
en virtud del «principio del dominó», más que en una mujer autora, se pien- hacerlo, olvida que ambas sociedades son en ciertos aspectos totalmente distin-
sa en un escriba, esto es, precisamente un representante del partido conservador. tas, en parricular y sobre todo en lo que se refiere a las relaciones entre hom-
M. H. Segal habla de una escuela de poesía amorosa popular; Robert Pfeiffer, de bres y mujeres. Parece cierto que en Egipto las relaciones sexuales antes del matri-
poetas profesionales; y así sucesivamente46. monio estaban menos controladas por las convenciones sociales que en Israel48.
La paradoja está en que, cuando se quiere evitar la «indignidad» del texto La poesía amorosa egipcia pudo, por tanto, adoptar un estilo más relajado y des-
literal, se cae en una indignidad mayor todavía. En el siglo IV d. C , Teodoro inhibido. Pero no en Israel. No es, pues, evidente de por sí que se imitaran los
de Mopsuestia en Sicilia defendió el sentido literal del Cantar de los cantares. cantos de amor egipcios. Si hubo dependencia, la hubo con un desafío inten-
Sus ideas fueron condenadas por el concilio de Constantinopla, en 553, y sus cional de las tradiciones nacionales. De hecho, de un modo más general, podrí-
obras destruidas. «¡Tapad ese pecho que no debo ver!». amos comparar la dependencia cultural en cuestión con lo que sucede en filo-
Es fácil imaginar el tipo de mensaje que un escriba desearía proponer, sobre logía cuando una lengua «toma en préstamo» un término de otra lengua. El
la Sabiduría, deseable como una mujer hermosa, o sobre el frustrado aunque gra- término es en definitiva el mismo en ambos lados, pero el campo semántico ori-
ciosamente mantenido amor entre Dios y su pueblo. Evitando un poema que ginal no ha sido traspasado junto con el vocablo a la lengua receptora, con lo
glorifique el erosy, que por su género, puede incluso abrirse camino hasta los ba- que los significados que asume aquí y allá ahora son distintos. La poetisa israe-
res y los prostíbulos, el representante oficial de la tradición y de la sabiduría reo- lita dirigió naturalmente su atención hacia Egipto, cuya literatura amorosa se
rienta su Cantar hacia una interpretación más aceptable, aunque inocua y tibia. expresaba de un modo más libre. Había en la literatura egipcia una agresividad
A través de la alegoría, lo erótico es sólo un instrumento retórico, mientras que el femenina a la que la autora judía le sacó buen partido convirtiéndola en una
contenido literal queda santificado por la actitud distante y su espiritualidad. especie de carnaval sarcástico de costumbres49. Pero la israelita no pensaba ni
Cierto, si rechazamos la huida fácil del alegorismo, no por ello se evitan mucho menos en divertir a su público. Más bien quería conmocionarlo. «Salo-
todos los peligros. Porque una cosa es decir que el poema es, en realidad, una món» es reducido a la ridicula dimensión de un Asuero en el libro de Ester. La
canción de amor entre un hombre y una mujer, y otra muy distinta detectar cuál familia y los guardianes familiares de la castidad de la mujer, a saber, los «her-
es el proyecto de un libro que paradójicamente resulta así más problemático. A manos» y los vigilantes nocturnos del Cantar, son ampliamente superados por
Michael Fox, por ejemplo, le cuesta averiguar por qué se escribió inicialmente acontecimientos que ya no pueden controlar. Aquellos que consideran el futu-
el Cantar de los cantares. Procediendo por eliminación, rechaza la idea de que ro matrimonio de su hijo o de su hija como una transacción comercial son pues-
fuera compuesto para favorecer ej cortejo o el matrimonio, profano o sagrado, tos en ridículo. La institución en general es dejada de lado y se glorifica el fenó-
o hasta que fuera concebido como un canto funerario (normalmente asociado meno del amor. Pero hay más todavía.
al culto de Tamuz y Adonis)47. Concluye que el poema fue escrito para entrete- Hemos visto antes que la institución, familiar o de otro tipo, en el antiguo
Oriente próximo incluye también lo cultual. Ahora bien, sucede que la provo-
cación de nuestra autora alcanza su punto álgido cuando las fórmulas sacro-
45. Jean Daniélou, Origine, LaTable Ronde, París 1948, p. 149. Daniélou remite a la obra santas del juramento se parodian irónicamente en forma de conjuros que invo-
de Ferdinand Pratt, Origine, le théologien et Texégete, París 1907, p. 179. Con todo, notemos que
can animales salvajes. Vamos ahora a analizar este suceso. Sin embargo, nuestra
no hay complacencia en el erotismo en el Cantar. Ni siquiera en las encendidas y recíprocas des-
cripciones de la anatomía del sexo opuesto, «sus ojos no se detienen en las parte íntimas de la ana-
tomía ni se complacen en ellas» (5, 14; 7, 2-3 [1-2]), como con toda razón dice R. Murphy [The
Song ofSongs, p. 102). Por esto, además, el exegeta moderno tiene que respetar la ambivalencia de 48. Michael Fox dice que en Israel las relaciones sexuales prematrimoniales eran «anatema»
las metáforas y no ha de sofocarla con una «traducción clínica» (ibídem, p. 102, n. 395). para los maestros de la religión. Cita Eclesiástico 42, 9-13 (The Song ofSongs, p. 314, n. 13).
46. M. H. Segal, The Song ofSongs; Robert H. Pfeiffer, Introduction to the Oíd Testament, 49. Mi crítica a Fox se aplica también al comentario de Othmar Keel al Cantar de los
Harper and Brothers, Nueva York 1948, p. 711. cantares, que se apoya excesivamente en paralelos textuales e iconográficos del antiguo Oriente
47. Sobre el Cantar de los cantares como canto funerario, véase Pope, Song ofSongs, próximo, en especial Egipto. Véase su The Song ofSongs, trad. por Frederick Gaiser, Fortress Press,
p. 210-229. Minneápolis 1994.
André LaCocaue Cantar de los cantares

investigación debe prologarse con un enunciado general que subraya la natura- un lado, y las expresiones religiosas de juramento usuales, por el otro lado, debe
leza absolutamente irreligiosa del Cantar de los cantares50. En el libro de Ester, destacarse debidamente. Cantar de los cantares 2, 7, repetido en 3, 5 (cf. 8, 4;
nos encontramos con una situación comparable, pero el Cantar va mucho más 5, 8), dice; «Hijas de Jerusalén, yo os conjuro por las gacelas y las ciervas de los
lejos. No hallamos aquí ningún motivo religioso, ninguna exhortación moral, campos». El Hebreo lee bi-sebaot 'o be-'ayelot ha-sadeh. Sebaot es claramente el
ningún recuerdo de sucesos de la Heilsgeschichte, ningún tema nacional y nin- mismo término que la expresión yahvista tan conocida, Yhwh Sebaot. Ayelotse
guna invocación divina (ninguna plegaria, ni siquiera un ayuno, como en Ester). parece tanto morfológica como etimológicamente a e/, o a eloah, Dios. Final-
Carol Meyers resume este fenómeno en un juicio breve y preciso: el Cantar de mente, sadeh está en asonancia con sadday, de modo que ayelot ha-sadeh evoca
los cantares, dice, es «el "menos bíblico" de todos los libros bíblicos»51. 'el sadday, «Dios todopoderoso»55. El verbo del primer hemistiquio, «conjurar,
Podemos volver ahora a las fórmulas de conjuro del Cantar de los canta- afirmar para juramento», no es aquí menos sorprendente. El diccionario de Koeh-
res. Se trata de juramentos «laicos», una expresión totalmente blasfema para el ler-Baumgartner indica en /¿'(jurar, etc.):
mundo antiguo, donde se da por supuesto que se jura por el nombre de los dio-
La preposición be [por] después de ¿¿'indica la cosa de valor que se empe-
ses. Los críticos comprensiblemente están perplejos. Cari Siegfried llegó inclu-
ña en caso de que el juramento no se cumpla: Dios jura por su vida, Jere-
so a decir que es una interpretación exagerada de Éxodo 20, 7 por parte del autor
mías 51, 14, Amos 6, 8 ... Con be, «por» nombra al dios que es testigo y
bíblico52. También para Robert Gordis, para citar otro ejemplo, se trata aquí de
garante del juramento: b'élohim. Génesis 21, 23; 1 Samuel 10, 15; Isaías
evitar el nombre propio de Dios y sustituirlo por otros términos inocuos (como
65, 16; Jeremías 5,1... «Hifil» [causativo] con be, Génesis 24, 3 [«por Yhwh,
darn por damn [maldito], en inglés, o bleu por Dieu [Dios], en francés [o «par-
Dios de los cielos y de la tierra»]; 1 Reyes 2, 42 [«por Yhwh (bajo pena de
diez» por «¡par Dios!», en castellano]). Por ello, una vez más, lo que en su origen
muerte); Nehemías 13, 25 [después de infligir castigos corporales, Nehe-
es simple y llanamente irreverente se cambia, por una «exégesis particular», en
mías pide que se jure en nombre de Dios; 2 Crónicas 36, 13 [«por Dios»];
un exceso de respeto religioso. En idéntica línea están ciertas observaciones de
[y los textos del Cantar que estamos aquí considerando]56.
la crítica acerca de que animales como ciervas, cabras y gacelas se asocien tradi-
cionalmente con la diosa Astarté. Se dice además que, en Israel, hay un «resto No es posible imaginar un juramento más solemne y performativo.
del mundo lírico pagano en su experiencia e interpretación»53. Sin embargo, Apenas cabe imaginar que los oyentes y luego los lectores del Cantar de los
Franz Delitzsch ha puesto ya de relieve el carácter de libertad absoluta que repre- cantares se olvidaran de la alusión. El problema es de intención, o si se quiere de
sentan los animales invocados54. tono. La atmósfera general del poema da respuesta a esta cuestión. Al igual que
No deja de ser atractivo todo esto, y probablemente es correcto hasta cier- «Salomón» es término empleado con ironía en el libro, por el hecho de que la
to punto. Pero la homofonía entre los términos seleccionados por la poetisa, por autora está como, quien dice, sacándole la lengua al establishment, las fórmulas
de conjuro parodian el lenguaje religioso y hacen broma con él57. Lo mismo cabe
decir de la comparación obvia entre «mi amado es para mí y yo soy para él» (2,
50. En este ensayo, «religioso» y «teológico» «o son sinónimos. El Cantar de los cantares es 16; 6, 3; 7, 10) y «yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo» de Levítico
profundamente teológico; véase más adelante.
26, 12 (Ezequiel 36, 28; 37, 27).
51. Carol Meyers, Discovering Eve, Oxford University Press, Nueva York 1988, p. 177.
52. Cari Siegfried, Prediger und Hoheslied, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga 1898,
p. 101. Cita expresiones de Sócrates en lengua vulgar, como ne ton kuna, «por el perro», o «por
la calabaza», «por el ganso» (cf. Platón, Apología 221; Protágoras482b). Quizá tengamos algo simi- 55. Los LXX leen: en tais dynamesin kai en tais iskhysesin tou agrou ( = Vetus Latina; cf.
lar en el siguiente poema sumerio citado por Robert Murphy; «Que se pose tu mano derecha sobre Targum: «por el Señor de los ejércitos y la fuerza de la tierra de Israel»). Para R. E. Murphy, «la
mis partes privadas, tu mano izquierda tendrá que sostener mi cabeza y, cuando hayas acercado referencia a las gacelas y a las ciervas parece ser una imitación de una invocación de Dios» ( The
tu boca a mi boca, cuando hayas tomado mi labio con tus dientes, [entonces], ¡así me jurarás tu song of Songs, p. 137). Robert, Tournay, Feuillet: «El poeta puede evocar en su fórmula de con-
promesa!» (The Song ofSongs, p. 53). Cf. Cantar de los cantares 5, 4, referido al cual puede citar- juro el nombre divino 'elohei sebaot, "Dios de los ejércitos", no mencionándolo de un modo ex-
se otro texto sumerio: «Dumuzi golpea la puerta [gritando]: ¡Abrid pronto la puerta, señora! ¡Abrid plícito, sino sólo sugiriéndolo mediante una juego de palabras con 'ayelot y sebaot» (Le Cantique,
pronto la puerta, señora! (ibídem, p 50). p. 108).
53. Keel, The Song of Songs, p. 100. 56. Ludwig Koehler y Walter Baumgartner, Lexicón in Veteris Testamenti Libros, E. J. Brill,
54. Franz Delitzsch, Hoheslied, Leipzig 1875. No obstante, esta interpretación es preferible Leiden 1953, p. 943.
a la de Karl Budde, por ejemplo, que dice que se entiende que la invocación «por las gacelas» no 57. Otro propósito, claro está, consistente con el tono general del Cantar de los cantares
evoque amor, porque las gacelas son tímidas {sic, «Das Hoheslied erklárt», p. 9). era celebrar la naturaleza y la libertad de los animales del campo.
André LaCocque Cantar de los cantares

Si pasamos a otra crux interpretum, a saber 2, 17, mi manera general de Salmos 76, 12-14; Jonás 2, 3,5-6; etc.; unas veintiocho veces en la Escritura
entender el poema nos ha de permitir, creo yo, dar un sentido al texto más correc- hebrea). Volveré sobre esto en mis observaciones finales.
to que otros métodos hermenéuticos. El versículo 17b, recordémoslo, habla Bastará un último texto, creo yo, para dar apoyo a mi tesis. Lo selecciono
del «amado, comparable a una gacela, o a un cervatillo por los montes separados de entre los más difíciles del poema. El versículo en cuestión es 6, 12, una ver-
[harey-bater]». Es posible, evidentemente, que ahora la alusión, en su tiempo cla- dadera crux interpretum. Se han propuesto muchas teorías para resolver el pro-
ra para la audiencia original, nos huya irremediablemente. No obstante, en la blema que plantea este texto y no me es posible aquí revisarlas todas. El texto
medida en que A. Roben, por ejemplo, tenga razón al ver en el texto una refe- hebreo masorético lee como sigue (pronunciado por la Sulamita): lo'yada'ti napsi
rencia al lenguaje de Génesis 15 donde se le dice a Abraham que «parta por la samteni markebot 'ammi nadib. La traducción francesa de la TOB dice: Je ne recon-
mitad» (wa-yebatter) a los animales, mitades {bittero, versículo 10; cf. Jeremías nais pas mon propre moi: il me rend timide, bien que filie de nobles gensl («¡No
34, 18-19) que habían de estar una frente a otra58, probablemente estemos hablan- me reconozco a mí misma: me vuelvo tímida, aunque soy hija de nobles!»). El
do aquí de nuevo de una irreverencia por parte de la poetisa. «¡Los montes sepa- texto es difícil ya desde la primera parte del versículo. Los LXX dan muestras de
rados» se han convertido ahora en una metáfora de los pechos de una mujer!59 su perplejidad: «Mi alma no supo qué habían hecho de mí los carros de Ami-
Por otro lado, acabamos de ver que «gacela y cervatillo» son términos que evo- nadab» (= Vulgata, Vetus Latina, Árabe, etc., así como veinte manuscritos he-
can muy de cerca nombre divinos. La imagen formada por el amado en los pechos breos). La traducción es tan literal como problemática. Las últimas palabras,
de su amada ha reemplazado a la del Dios de la alianza con el patriarca Abra- 'ammi nadib, las entendieron los LXX y la Vulgata como un nombre propio,
ham. Además, como está claro por los textos paralelos en el Cantar de los can- Aminadab, existente en el hebreo bíblico y que recuerda de muy cerca de otro
tares (4, 6; 8, 14) que hablan de montes, la «geografía sagrada» ha quedado aquí nombre, Abinadab, dando así origen a cierta confusión. De hecho, en los LXX
radicalmente «des-moralizada, de-sacralizada». Nos hallamos en las antípodas de (como atestiguan los siguientes versículos de 1 Samuel 7, 1; 2 Samuel 6, 3s; 1
la alegoría espiritualizada. Crónicas 13, 7) siempre tenemos Aminadab, con m, incluso cuando el texto
Sobre el tema de la «des-moralización», observemos también el proceso de masorético lee Abinadab. ¿Qué está haciendo este Abinadab/Aminadab/ammi-
«desmitologización» implicado en el pasaje central de Cantar de los cantares 8, nadib en el Cantar de los cantares? Ante todo, reverenciando la transcripción del
6. Como es bien sabido, es el único segmento del poema en que se encuentran texto masorético, podemos invocar la conexión bíblica frecuente entre 'am (pue-
vestigios del nombre divino; la última palabra del versículo es salhébétyah [llama blo) y nadib (noble): véase Jueces 5, 9, Números 21, 18; Salmos 47, 10; 113, 8;
de Yhwh], compuesto, al parecer, del elemento teofórico —yah por Yhwh. Muchos 1 Crónicas 29, 9; etc. (= Áquila, Símmaco, Quinta, Pesitta). Y esto anima a Mar-
comentaristas siguen a los LXX (que leen el sufijo como un pronombre en feme- vin Pope a traducir: «Sin saberlo me pusieron en el carro con el príncipe» (esto
nino singular, autés, lectura que dista mucho de ser religiosa; además, debe obser- es, con el amado; 'amnise entiende como la preposición 'im, con, y napsi como
varse que los comentaristas antiguos no explotaron aquí la posible presencia del un sustituto del pronombre de la primera persona del singular)61. La tradición
nombre de Dios)60, si es que no corrigen el texto. Pero, es posible que, otra vez, judía traduce «mi generoso pueblo (príncipe)», y está pensando en Israel. En una
la autora haya querido ser irreverente. Tanto más que, en el contexto cercano del perspectiva similar, A. Robert entiende 6, 12 en el sentido de que Yhwh, siguien-
versículo 7, hay una alusión a las divinidades cananeas (Mot, Résép) y a la mito- do un impulso espontáneo, se ha puesto él mismo a la cabeza de su pueblo. Esta
logía del Yamm/Caos (v. 7; «aguas caudalosas», cf. Génesis 1; Isaías 51,9-10; posición la comparten otros traductores franceses, como A. Crampón y J. Bon-
sirven, que quieren situar en aposición nadib y «mi pueblo»: «No sé..., pero el
amor me ha arrojado sobre los carros de mi pueblo, ¡como un príncipe!».
58. A. Robert, «sobre los montes de la alianza» {Le Cantique, p. 128s). El Targum remite al Por otro lado, el nombre de Aminadab (también con m en hebreo) está bien
monte Moriá y a Génesis 15, 10. El Midrás Rabba remite también a este mismo texto del Géne-
atestiguado (Éxodo 6, 23; Númerosl, 7; 2, 3; 7, 12,17; 10, 14; Rut 4, 19s: Ami-
sis. Paul Joüon traduce: «los montes de las víctimas [partidas] en dos».
59. En Cantar de los cantares 8, 14, bateres reemplazado por besamim («montes de espe- nadab es bisabuelo de Booz; 1 Crónicas 2, 10; 6, 7; es el nombre de un levita en
cias», NRSV)y está claro que en ambos textos, los «montes» en cuestión representan a la mucha- 1 Crónicas 15, lOs). Podemos, por tanto, distinguir entre distintos Amina-
cha. G. Krinetzki piensa en el mons veneris, siguiendo a Paul Haupt, The Book ofCanticles: A New dablAbinadab:
Rhythmical Translation with Restoration ofthe Hebrew Text, University of Chicago Press, Chica-
go 1902. Igual lectura de 8, 14 propone Wilhelm Wittekindt, Das Hohelied und seine Beziehun-
gen zum Istarkult, Orient Buchandlung, Hannover 1926, adhoc.
60. Cf. Pope, Song ofSongs, p. 672. 61. Ibídem, p. 552.
André LaCocque Cantar de los cantares

1. Un hijo déjese (1 Samuel 16, 8; 17, 13; 1 Crónicas 2, 13); texto profético que conjuga ambos temas, del arca y de la vuelta a Yhwh, a saber,
2. Un hijo de Saúl (1 Samuel 31, 2; 1 Crónicas 8, 33; 9, 39; 10, 2); Jeremías 3, 14-16 («Volved, hijos rebeldes... ya no se dirá: "¡el arca de la alian-
3. Aquél que aceptó en su casa el arca antes de que David la trasladara a za de Yhwh!"... no se les vendrá a la mente, ni se acordarán de ella, ni la echarán
Jerusalén (1 Samuel 7, 1; 2 Samuel 6, 3s; 1 Crónicas 13, 7). de menos»). Está muy claro que, en estos textos que sirvieron a la autora del Can-
tar como modelos literarios, la «vuelta» está cargada de sentido teológico. Es
Recordaremos estos textos para el desarrollo de lo que sigue.
un asunto de arrepentimiento y de cambio de vida. En el Cantar de los canta-
No faltan, evidentemente, propuestas de corregir el texto de 6, 12. Tur-
res, no obstante - y esto hay que destacarlo debidamente-, la «vuelta» de la Sula-
Sinai sugiere: «No me reconozco (tanto es mi gozo); allí, me darás tu mirra, oh
mita ha perdido del todo su dimensión espiritual.
hija de noble progenie» (conjetura: sam teni morek bat 'ammi nadib)62. Vincenz
Los «carros», en hebreo markebot, nos recuerdan el famoso merkabah (sin-
Hamp propone (por boca del muchacho): «Ya no llego a reconocerme a mí mis-
gular) de Ezequiel 1 y 10, o bien aquellos {rékéb, singular colectivo en hebreo)
mo; ella me puso en el suntuoso vehículo del séquito del príncipe» (cf. 7, 2; 3,
de Elias y Elíseo (2 Reyes 2, 12; 13, 14). Elias, evidentemente, «sube al cielo» en
6s; conjetura: 'al markebot [plural mayestático] ... 'ammei». O quizás debiéramos
un rékéb '«(carro de fuego; 2 Reyes 2, 11-12). En otras palabras, la inspira-
entender: sim + 2 complementos = hacer algo de algo= «él [ella] hizo de mi un
ción profética del siglo IX solía hacer ascender hombres y subir montañas por
carro)63. Andrew Harper lee napso en vez de napsi, y dice que el término puede
mor de Elias y Elíseo; ahora, es Eros que transporta a la Sulamita. Aunque ésta,
significar deseo (cf. Proverbios 23, 2),: «Tomadas así, las palabras significarían
a diferencia de sus modelos, no se convierte en un «gurú», puede, al despertar-
que... de repente, antes de que ella se diera cuenta, su deseo de ver las planta-
se, declarar «no sé ya quien soy» {lo'yada'ti napsi), pues la frase comunica una
ciones la puso entre los carros de su noble pueblo, esto es, del noble pueblo
cierta sensación de intoxicación, profética o erótica.
que era el suyo, es decir, los gobernantes de su país» (Harper, The Song of Salo-
Una vez más, con este texto de Cantar de los cantares 6, 12, era simple-
món, with Introduction and Notes, p. 47).
mente imposible que nadie en Israel dejara de ver la alusión al arca de la alian-
En suma, no hay consenso. Hay ahí un callejón sin salida debido, diría, a
za. Ciertamente, no estamos tratando de una cita exacta de Samuel, pero esto
querer soslayar el carácter subversivo del libro, que debería ser la línea directriz
hace tanto más significativa la manera como el Cantar refleja el libro de Sa-
de la interpretación de las diversas perícopas del poema. Si se respeta este prin-
muel. Y así, en este sentido, Cantar de los cantares 6, 12 pulsa dos cuerdas a la
cipio, el resultado es el siguiente: (1) El versículo 12 (igual que el v. 11) sale de
vez; digamos que una de ellas es metafórica y la otra retórica. Metafóricamente,
labios de la Sulamita (cf. LXX, «Allí te daré mis pechos»; la respuesta al amado
la Sulamita es comparada al carro que transportó el arca de Yhwh, o a aquellos
comenzó en el v. 11; idéntica construcción verbal continúa en los versículos 11
antiguos profetas que fueron identificados con el carruaje global de Israel. El
y 12). (2) Los términos «carros» y «Abinadab/Aminadab/ammi-nadib» remiten
amor del pastor transforma a la Sulamita en el carro (sagrado) que transportó el
a los libros de Samuel. En 1 Samuel 6, el arca de la alianza es puesta sobre un
arca de la alianza a la casa (y de la casa) de Abinadab. El nombre de este último
carro, procedente de tierras filisteas. Se la alojó en casa de Abinadab. En 2 Samuel
le ofrece al autor la oportunidad de usar la otra cuerda, la retórica. Abina-
6, es transportada sobre un carro de la casa de Abinadab a Sión. En el texto de
dab/Aminadab es deletreado como «ammi-nadib», cambiando el significado
1 Samuel, que sirve como referencia para Cantar de los cantares 6, 12d, la
del nombre, igual como Abram se convirtió en Abraham. Abinadab, que alojó
palabra central es «vuelve». Ahora bien, debemos notar que el versículo que sigue
en su casa el arca en los tiempos de Saúl/David, es ahora 'ammi nadib, «mi no-
a Cantar de los cantares 6, 12a (6, 13, Hebreo: 7, 1: «¡Vuelve, vuelve, Sulami-
ble pueblo». Por ello, la Sulamita aparece a los ojos de su amado como algo
ta, vuelve, vuelve: queremos contemplarte!»), la palabra «vuelve» aparece cuatro
principesco e impresionante, como era el carro que transportaba el arca, el ca-
veces: una posible alusión a los puntos cardinales y, además, a la visión proféti-
rro más famoso de la historia de Israel, el merkabah o trono de Yhwh. Con esto
ca de la vuelta de los exiliados de todas partes; véase Ezequiel 37. Además, el
junta ella 'ammi y nadib, esto es, Israel, al noble pueblo. ¡Todo en una evoca-
paralelo es sorprendente con 1 Samuel 7, 3: «Si de todo corazón os volvéis a
ción erótica!64
Yhwh, ...»), que viene inmediatamente después de mencionar la ubicación del
arca en casa de Abinadab. Debemos trazar también una comparación con un

64. A. S. Herbert, «The Song of Songs», p. 473 (par. 410b) ha visto el paralelo entre Can-
62. N. H. Tur-Sinai, Ha-lashón weha-sépher, vol. 2, Bialik Institute, Jerusalén 1959, p. 385s. tar de los cantares 6, 12 y 2 Samuel 6, 3, pero no da crédito a lo que ve. Añade: «Pero la sugerencia
63. Vincenz Hamp, «Zur Textkritik am Hohenlied», en Biblische Zeistschrifi, 1 (1957) 207s. de que el prometido se identifique con el arca de Dios goza de muy pocas probabilidades».
André LaCocque Cantar de los cantares

La transformación de nadab en nadib abre la puerta a otro juego de pala- En la mención de mahanayim, probablemente el lugar llamado Maja-
bras. Hemos visto que el versículo siguiente pide cuatro veces a la Sulamita naim o un juego de palabras basado en él, percibo yo la influencia de 1 Reyes
que «vuelva». El texto continúa en 7, 1 (Hebreo 7, 2). Con una nueva designa- 4, 14. Allí, a uno de los doce intendentes de Salomón, llamado Ajinadab (la
ción para la amada, a saber, bat-nadib (filie de noble [hija de nobles], dice la TOE). autora del Cantar probablemente lo confundió con Abinadab, mencionado
Con respecto a esto, deberíamos evaluar el peso teológico de la raíz ndb en la precisamente unos versos antes [v. 11]) ¡le fue asignado Majanaim como distri-
Escritura. El cronista, en particular, insiste con fuerza en esta raíz verbal. Aquí to por el rey!
puede significar en «hitpael» (modo reflexivo) el compromiso voluntario con Como punto final, destaquemos que Cantar de los cantares 7, 1 es el pri-
Dios; véase especialmente 1 Crónicas 29 (en el v. 24, tenemos tanto 'ammi como mer y único texto en el que a la muchacha se la llama (por dos veces) «la Sula-
hitnaddéb, mientras que el v. 17s enfatiza la importancia de la raíz Uní como base mita». Esta designación merece toda nuestra atención. Conocemos a Abisag la
del nombre «Sulamita»). De hecho, para Crónicas, Israel es nadib, noble, y Sunamita (esto es, procedente de Sonem o Sunem) en 1 Reyes 1. Esta joven «her-
estí comprometido con Dios {hitnaddéb), porque es un pueblo «teofórico», citan- mosa en extremo» fue llevada al rey David (¡de nuevo él!) para compartir la cama
do a R. Tournay (véase nota 68). Por esto los carros mencionados aquí y allí son con él y pudiera éste entrar en calor. Se nos dice también que la pobre criatura
temibles (en 1 Samuel 6, mueren 70 hombres; en 2 Samuel 6, la víctima es Uzzá). siguió siendo virgen tras este más bien sórdido asunto. La volvemos a encontrar
En Cantar de los cantares 6, 4 y 10, la Sulamita es «terrible como un ejército con en 1 Reyes 2, 22 como centro de una intriga de la corte, en la que de nuevo nadie
estandartes»65. pregunta por su opinión67. Igual que Abinadab («mi noble padre», una jactan-
El texto continúa por su propia inercia. Tras el motivo de la «vuelta» cia patriarcal) se convierte en Aminadab («mi pueblo es noble y generoso»), así
(aducido por la metáfora del carro) y antes de la designación de la amada la Sunamita se convierte en la Sulamita61. Pero vaya descubrimiento. La Sula-
como «hija de nobles» (una expresión creada por asociación con el nombre de mita es la anti-Sunamita. Esta última es una mujer tan pasiva y estática, como
Aminadab), viene el motivo de una danza (o cuadrilla, según el texto de la es la primera animosa y activa, una mujer cuyo pronombre en primera persona
TOE) en 6, 13b (Hebreo 7, Ib). El motivo per se resulta inesperado en este domina por todo lo ancho del poema. Del mismo modo, la Sulamita es la anti-
contexto. Ha dado origen a veces a reconstrucciones académicas más o menos Salomón. Ambas figuras están unidas por la raíz verbal de sus nombres hebreos,
inverosímiles. Una de las sugerencias menos exageradas lo ve como una refe- Sulammity Selomdh®. El carácter deliberado de esta cercanía lo pone de relieve
rencia a una danza de guerra o a una danza del sable. Nuestra lectura simplifi- Cantar de los cantares 8, 10, donde la amada es «la que halla la paz» (salom/0.
ca las cosas. Cuando el arca fue trasladada a Sión, se nos dice que David presi- Una vez más, la poetisa pulsa varias cuerdas al mismo tiempo, con resultados
día la procesión mientras «danzaba con todas sus fuerzas» (2 Samuel 6, 14). realmente brillantes.
Varios textos de Samuel deben citarse en el mismo sentido (todos proceden de La conclusión de este análisis textual vale para todo el libro del Cantar de
Éxodo 15, 20), como 1 Samuel 18, 6; 21, 12; 29, 5 (cf. Jeremías 31, 4). En los cantares. Estamos en un escenario de total irreverencia. La autora usa iróni-
Cantar de los cantares 6, 13b [7, Ib], al estar construido con este trasfondo, el camente expresiones que se habían convertido en «sagradas» en un contexto
tema de la danza se convirtió también en algo obligado. Como dice M. Pope,
aunque el término meholah de Cantar de los cantares 7, 1 esté ausente en 2 Sa-
67. Pope sugiere acertadamente que Salomón no permaneció indiferente a los encantos
muel 6, «el término resultaría completamente apropiado a la celebración [da- de Abisag (ibídem, p. 598). El hecho no es probablemente ajeno a su violenta reacción a la peti-
vídica]»66. Como ya vimos con anterioridad, la autora no toma sus referencias ción de Adonías.
de un modo servil. Su regla es transformar las fuentes, aunque nunca tanto 68. Véase R. Tournay, «Les chariots d'Amminadab (Cant. vi. 12): Israel, peuple théopho-
re», en Vetus Testamentum, 9 (1959) 288-309.
que no puedan reconocerse.
69. Hay una enorme carga irónica en la feminización del Gran Rey. Salomón personifica
sin dificultad el universo del falo, igual que Asuero en el libro de Ester. Pero no mantendremos
65. Estamos de acuerdo con Carol Meyers, «Gender Imagery in the Song of Songs», en la teoría que ve en el nombre de la Sulamita en Cantar de los cantares una forma hebrea de la dio-
Hebrew Annual Review, 10 (1986) 209-223, que destaca la notable imaginería militar del Can- sa acádica Shulmanitu (igual como Mardoqueo evoca a Marduk y Ester a Astarté). Por el otro lado,
tar (cf. 4, 4, «torre de David»; 7, 4, las torres y las albercas son tambie'n de uso militar; 8, 9, el es interesante recordar, y posiblemente proceda originariamente del Cantar de los cantares, que la
recinto de murallas). Todas estas imágenes, tomadas del mundo masculino, se aplican a la mu- joven que pide la cabeza del Bautista a Herodes Antipas recibió de la tradición el nombre de Salo-
jer. «Hay aquí una inesperada inversión de la imaginería convencional», dice la autora (ibídem, mé, ¡Salomón en femenino!
p.215). 70. Este paralelo lo destaca con fuerza A. Harper, quien piensa en una referencia irónica a
66. Pope, Song of Songs, p. 603. Salomón levantando el asedio de la «ciudad» que no supo conquistar.
Cantar de los cantares
André LaCocque

yahvista. El Cantar no es un folleto sobre una hierogamia pagana. Ni es tam- En ocasiones, ser un «especialista en asuntos religiosos» hasta se convierte en un
poco una alegoría para uso de mojigatos sobre las relaciones íntimas entre obstáculo; uno es en esto más bien ciego que perceptivo. Es verdaderamente
Dios e Israel (mucho menos, claro está, entre Cristo y la Iglesia). Es una exal- un milagro que el Cantar de los cantares figure en el canon de las Sagradas Escri-
tación de eror, habla del amor libre, indómito e incluso, hasta cierto punto, turas. Cuando el rabino Aqiba decía «todas las Escrituras son santas, pero el Can-
clandestino (cf. Cantar de los cantares 8, 1-3), entre un hombre y una mujer. tar de los cantares es el sancta sanctorum»7\ daba verdaderamente en el clavo75.
El lenguaje de la autora es naturalista y, por ello, expuesto a la censura de los
«hombres del clero», y paródico, por cuanto imita mofándose la jerga de los fun-
damentalistas.
Ahora bien, hay dos maneras de hablar con ironía del mundo que se recha-
za. Una que demuestra que este mundo no es en esencia más que un fraude, y
la otra que protesta contra lo que algunos han hecho de este mundo, funda-
mentalmente bello, pero desfigurado en el momento presente. El Cantar de
los cantares está compuesto sobre el trasfondo del valor supremo del amor en
Israel. Protesta por la sustitución que los «religionistas» han hecho, con un mal
entendido agapé, del eros que une al hombre y a la mujer (cf. Génesis 2). Ésta es
la razón por que, en este libro, el «menos bíblico» de todos los libros bíblicos, el
mensaje escondido tras la estética poética (no tras el esoterismo alegórico) es
decididamente teológico. El amor, el amor «puro y simple», el amor fiel y com-
pletamente íntegro, es una reflexión sobre la alianza entre los divino y lo huma-
no. Probablemente en este sentido debemos leer Cantar de los cantares 8, 6, don-
de el amor es comparado a una «llama de Yh[wh]». La expresión es ambigua,
puede indicar sólo un superlativo, pero en el lenguaje subversivo de la autora
indica precisamente que el amor humano es un reflejo del amor divino71. Andrew
Greely va más lejos aún. Sugiere que la autora está «hablando del (omnipoten-
te) órgano masculino de Yhwh [el símbolo de la llama representaría el pene],
pero, por así decir, apropiándoselo para ella»72. En la muy simple formulación
de A. Herbert (de la que elimino yo el término «sensualidad», desafortunado en
este contexto), «el amor natural,,,libre de sus perversiones pecaminosas... es reco-
nocido en la Biblia como el tipo menos inadecuado de amor del hombre a Dios
y de Dios al hombre»73. Para cantarlo, no hay necesidad alguna de ser teólogo.

71. Murphy, The Song ofSongs, p. 104.


72. Greeley y Neusner, The Bible and Us, p. 35. En cuanto al sexo del autor del Cantar de
los cantares, Greely dice con gran acierto: «Sólo en historias escritas por mujeres se trata a los hom-
bres como adorables niños pequeños, aunque irresponsables».
73. A. Herbert, «The Song of Songs», p. 469, par. 406g. Es lo que inspira la Primera
Epístola de Juan (4, 8), con la única definición que dan las Escrituras de Dios, «Dios es amor».
Esta «analogía de la fe» debe ser vista desde la perspectiva de Kant: «No significa... una semejan-
za imperfecta entre dos cosas, sino una semejanza perfecta de relaciones entre dos cosas totalmente
distintas» (Prolegómenos 58, citado por Paul Ricoeur en «From "I am who I am" to "God is love" 75 Este ensayo sobre el Cantar de los cantares es pane ^ ^ «—• -—
-An Essay in Biblical Hermeneutics». Ricoeur añade que la fórmula de 1 Juan nos lleva a dar un publicado con el título She Wrote Romance: A Hermeneutical Essay on the Song of Songs,
significado extra a Dios y al amor. Con esta afirmación «sabemos más acerca de Dios y del amor». Press, Filadelfia 1998.
Cantar de ¡es cantares

LA METÁFORA NUPCIAL

PAUL RICOEUR

Reconstruir la trayectoria del Cantar de los cantares es una empresa tan


legítima como inevitable. Como se ha dicho a menudo, pocos textos en la his-
toria de la interpretación han tenido una suerte tan exuberante o tan sobrecar-
gada. A una mirada superficial, esta suerte puede confundirse con el nacimien-
to y el ocaso de las explicaciones alegóricas del Cantar. En la actualidad, sin
embargo, la situación parece más bien la siguiente. Después que la exégesis con-
temporánea casi de forma unánime haya adoptado la explicación que, en opo-
sición a la alegórica, se ha llamado «naturalista», y que yo preferiría llamar (y que
en adelante denominaré como) interpretación erótica -según la cual el Cantar
de los cantares no es nada más que un epitalamio, un canto al amor carnal en
forma de diálogo—, las explicaciones alegóricas, de tan larga duración sea en la
tradición judía sea en la cristiana, se vieron privadas de su antigua credibilidad
y fueron relegadas a la prehistoria de esta explicación erótica. De hecho, muchos
comentaristas citan estas interpretaciones alegóricas sólo en sus introducciones
a modo de ejemplos de antecedentes precientíticos de una investigación tex-
tual que lo debe todo al método histórico-crítico, desconocido por los inicia-
dores de la interpretación alegórica y hasta rechazado por los últimos defenso-
res de ese planteamiento.
Por mi parte, quisiera oponer una historia múltiple y floreciente de la lec-
tura, dentro del marco de una teoría de la recepción del texto, a esta concepción
unilineal de la «trayectoria» explicativa del Cantar de los cantares. Es ésta una
historia en la que no sólo encuentra su lugar la exégesis alegórica, sino también
la exégesis moderna científica y -¿por qué no?— lo encuentran hasta las nuevas
interpretaciones teológicas, relacionadas o no con las antiguas exégesis alegóricas.
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

tido general asignado al texto, siendo la coherencia el criterio epistemológico


EL SENTIDO OBVIO DEL TEXTO fundamental que indica la adecuación de cualquier comentario.
Sorprende que los comentaristas alegorizantes contemporáneos se basen
Antes de describir las características propias de esta historia, quisiera hacer en los mismos postulados. (No era así en las interpretaciones tipológicas y ale-
primero justicia al método exegético que se le opone, por lo menos como pri- góricas antiguas, como demostraré en la segunda sección de mis observacio-
mera aproximación, en cuanto polo opuesto, antes de revelar su complementa- nes). Por ello, los partidarios modernos de la alegoría compiten con las explica-
riedad, que intentaré por mi parte justificar con sumo cuidado. El método his- ciones que ellos llaman «naturalistas», con la misma ambición de identificar, de
tórico-crítico, con sus tres facetas -la historia de las fuentes, la historia de la explicar al detalle, el significado verdadero, pretendido y original. Y de aquí
composición y la historia de la redacción- puede compararse en conjunto a una que los lectores modernos se vean confrontados a una alternativa que de hecho
historia de la escritura de los textos que ahora leemos. De hecho, es digno de procede de una casi unanimidad entre los comentaristas, incluidos aquellos que
notarse que en la interpretación propuesta por André LaCocque, lo mismo están a favor de lo que sus oponentes llaman la explicación «naturalista». Qui-
que en la mayoría de comentarios contemporáneos sobre el Cantar de los can- siera demostrar en la segunda parte de mi estudio que es posible otro resultado,
tares, el centro dominante de atención se sitúa en el origen del texto, incluyen- construido sobre la interpretación alegórica antigua tomando como base una
do bajo este título los problemas sobre el autor, la fecha y el marco cultural, jun- historia de la lectura y la recepción de nuestro texto, aparte del único que la
to con la cuestión, inseparable de ésta dominante, sobre la naturaleza de la mayoría de comentaristas modernos reservan a nuestro texto, un resultado que
audiencia original. Por ello André LaCocque, que no aventura conclusión algu- resitúa estas interpretaciones en otra categoría epistemológica distinta a la im-
na sobre la fecha y el lugar, da una gran importancia a la hipótesis de que el autor plicada por la noción de significado verdadero, pretendido y original, junto
fuera una mujer, hipótesis acreditada por numerosas indicaciones del propio tex- con los postulados de identificación y explicación que lo acompañan en el pla-
to. El poema, dice, es «el canto de una mujer, desde el principio hasta el final» no metodológico.
(p. 252-253). Esta hipótesis es solidaria con la tesis a la que apuntan todas sus Sin embargo, antes de proceder a ello, me gustaría sacar a la luz unos cuan-
explicaciones detalladas, a saber, que este hermoso poema erótico equivaldría a tos rasgos del texto del Cantar de los cantares que, a mi entender, lo mantie-
un alegato a favor de un amor libre, socialmente inaceptable y no instituciona- nen abierto a una pluralidad de interpretaciones, entre las cuales se cuentan las
lizado -alegato, además, basado en una intención subversiva dirigida contra la lecturas alegóricas, de por sí múltiples y hasta contrarias entre sí. Estos rasgos,
manera de pensar aceptada, a veces denominada «burguesía» o establishment. digámoslo sin más, justifican parte de la lectura de André LaCocque, a saber,
Si André LaCocque atempera algo su tesis radical con la admisión de que la liber- la que entiende que el Cantar de los cantares puede leerse como un poema
tad de esta mujer libre «consiste en permanecer inquebrantablemente fiel a aquel erótico, escrito quizás por una mujer (a fin de cuentas, ¿por qué no?), un poe-
a quien ama», no es verdad menor que el acento principal de su interpretación ma a varias voces, que celebra el amor de un hombre y de una mujer, sin refe-
lo pone, no tanto sobre la fidelidad de este amor, cuanto sobre su expresión «fue- rencia alguna a la institución del matrimonio o a las reglas de parentesco que
ra de los vínculos matrimoniales y de las restricciones sociales». Esta interpre- ordinariamente asignan al padre o al hermano de la novia un determinado rol
tación podría entrar en provechosa disputa con otras interpretaciones surgidas social, imponiendo así una perspectiva de fecundidad y descendencia al amor
de lo que he llamado la historia de la recepción del texto, si pudiera despegarse conyugal. Pero, por otro lado, esos rasgos encajan menos bien con la hipótesis
del postulado -que, por cierto, comparte con los defensores modernos de una de una intención subversiva, indicada por la connotación irónica e irreveren-
lectura alegórica— de que existe un verdadero significado del texto, a saber, el que te de aquellas expresiones que muchos comentaristas han visto como opacas. Mi
el autor, los autores o el último redactor tenían en mente, quienes -se supone- duda al respecto no proviene de mi desconfianza en una preocupación excesiva
de alguna manera inscribieron este significado en el texto, de donde la exégesis por un recurso a la intención del supuesto autor, sino del hecho de que estas con-
debe luego extraerlo y, en lo posible, restaurarlo en su significado original. De notaciones me parecen a mí compatibles con una interpretación que pondría
aquí que el verdadero significado, el pretendido por el autor, y el significado ori- más bien el acento principal en la dimensión metafórica de un poema dedicado
ginal se tomen como términos equivalentes. Y el comentario consiste, por tan- al amor erótico, el cual es elevado por su estructura literaria por encima de un
to, en identificar en principio este significado auténtico, pretendido y original. contexto exclusivamente sociocultural. Estos rasgos, que voy inmediatamente
Para identificarlo, el texto debe explicarse de un modo detallado; eso es, hay que a someter a consideración, me parece a mí que tienen como efecto propio —no
demostrar que la solución aportada a las dificultades locales encaja con el sen- digo intención— descontextualizar precisamente el amor erótico y hacerlo así
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

accesible a una pluralidad de lecturas compatibles con el sentido obvio del tex- poco es seguro que determinadas escenas no sean un sueño o no puedan ser sue-
to en cuanto poema erótico. ños relatados. A fin de cuentas, la aparición de Salomón en 3, 7-11 parece enca-
Propongo reservar la frase «vínculo nupcial» para designar este amor que jar perfectamente con esta indecisión sobre la frontera entre sueño y vigilia. ¿No
adecuadamente se llama libre y fiel, dando por supuesto que nupcial no signi- dice la amada, en 5, 2: «Yo duermo, pero mi corazón vela. ¡Una voz! Mi ama-
fica obligadamente «matrimonial». Y tomaré como indicios de lo nupcial como do llama»? ¿No es el pastor un rey en sus sueños, y por qué no el mismo rey Salo-
tal todos aquellos rasgos metafóricos que tienen que ver con lo erótico, incluso món? Estos rasgos de indeterminación son innegablemente favorables a la libe-
al nivel del sentido obvio del texto. Nótese que digo «sentido obvio» a fin de per- ración de lo nupcial mantenido en reserva en lo erótico.
manecer en el plano textual, sin tener que referirme en modo alguno a la inten- ¿Pero no deberíamos simplemente hablar más bien de excesiva determina-
ción del supuesto autor y, por lo mismo, sin tener que decir nada sobre el sig- ción que de indeterminación? Paul Beauchamp, por ejemplo, pone de relieve la
nificado «verdadero» u original. Quizás el constitutivo metafórico de esas superposición de generaciones en la cambiante evocación de los personajes3. Si
expresiones de amor erótico es de tal índole que bloquea cualquier investigación consideramos la sucesión 1, 6; 3, 4; 3, 11; 6, 9; 8, 1; 8, 4, la figura de la madre
acerca del sentido unívoco, original e intencional. vuelve una y otra vez: la madre de la mujer, por una parte, citada por la muchacha
Quisiera comenzar reuniendo aquellos rasgos de indeterminación total- en 1,6 y 3,4 (junto con la «alcoba de la que a mí me concibió»); la del muchacho
mente sorprendentes relacionados con la identificación de personajes, lugares, en 8, 5 («Te desperté bajo el manzano, donde te concibió tu madre, donde la que
tiempos y hasta emociones y acciones, para poner luego el acento en aquellos te alumbró te había concebido»). Beauchamp observa que «no hay matrimonio,
rasgos que caracterizan lo que podemos llamar los «movimientos de amor», y regio o de otra índole, sin el maridaje de los recuerdos y sin que la pareja quede
que son relativamente indiferentes a ser atribuidos individualmente a las per- marcada por la línea de las generaciones»'1. ¿Cómo no ha de sorprendernos esta
sonas en cuestión. Por último, permaneciendo estrictamente en el plano litera- coincidencia entre el estado de vigilia y este acceso a la memoria encarnada, don-
rio, quiero subrayar la tendencia de toda la interacción metafórica desplegada de innovaciones y recuerdos se traslapan? (Nótese, también, que esta insistente
por el poema para liberarlo de su función referencial, esto es, sexual. Todos estos evocación de la madre hace más notable la ausencia del padre, fuertemente subra-
rasgos tomados en conjunto constituyen la señal de lo nupcial en lo erótico y, yada por André LaCocque, a diferencia de la presencia de los hermanos, que se es-
por implicación, hacen posible y plausible un descubrimiento de lo nupcial a fuerzan por mantener a raya a los enloquecidos enamorados).
partir de lo erótico y su reinversión en otras variaciones de la relación amorosa. Todas estas indeterminaciones y excesivas determinaciones serían com-
Sobre el fenómeno de indeterminación, basaré lo que tengo que decir en prensibles si no hubiésemos destacado con fuerza, como hace Paul Beauchamp, la
una observación hecha por muchos comentaristas sobre la dificultad de identi- distancia que se abre entre poema y narración. Sólo desde una perspectiva narra-
ficar al amado y a la amada en el poema1. Aparte del hecho de que nunca se iden- tiva, y no de la poética, sería pertinente preguntar por «¿quién?», y estaríamos au-
tifican ellos mismos y de que nunca se les llama por su nombre propio, el tér- torizados a hablar de personajes individualizados. Realmente, el amado y la ama-
mino «Sulamita» en el capítulo 7 no es tampoco un nombre propio (cf. lo que da no son personajes identificables; por tales, entiendo los sujetos de una identi-
André LaCoque dice al respecto, p. 271). Debemos admitir que nunca sabemos dad narrativa. En este sentido, nada prohibe sugerir que la pregunta «¿quién?»,
con certeza quién habla, a quién o dónde. Hasta podemos imaginar, sin caer ordinariamente vinculada a la identidad narrativa, entra en el poema sólo para
en el ridículo, que son tres los personajes implicados: un pastor, una pastora y el acentuar, en lo que es indudablemente un modo retórico pero poéticamente sig-
rey, Salomón2. ¿Se trata, por ejemplo, en 1, 6-8, de un pastor y de una pastora nificativo, lo que Beauchamp denomina la apariencia de origen: «¿Qué es aquello
o, en 1, 4 y 3, 2 y 11, de un rey y de una mujer, que tanto podría ser de la ciu- que sube del desierto?» (3, 6); «¿Quién es aquella que se alza cual la aurora?» (6,
dad como una campesina en 1, 12-14 y en 7, 6 y 13? Además, el diálogo se vuel- 10); «¿Quién será la que sube del desierto, reclinada en su amado?» (8, 5). ¿No es
ve todavía más complejo por sus citas internas explícitas e implícitas. Ni tam- del final del mundo y de las profundidades del tiempo de donde surge el amor?
Pero entonces, ¿corresponde o responda algún nombre a la pregunta «quién»?5

1. Daniel Lys, Le plus beau chant de la création. Commentaire du Cantique des Cantiques,
Cerf, París 1968, p. 16. 3. Paul Beauchamp, L'un et l'autre Testament, vol. 2, Accomplir les Écritures, Seuil, París 1991,
2. G. Pouget y ]. Guitton, Le Cantique des Cantiques, Gabalda, París 1934: «Damos por p. 177.
supuesto que fue Jacobi quien, en 1771, realmente inauguró la interpretación estricta del Can- 4. Ibídem.
tar de los cantares entendido como un drama» (Lys, Le plus beau chant, p. 35). 5. Ibídem, p. 184-191.
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

El carácter poético y no narrativo del canto lo confirma además otro tipo to». En primer lugar, hay movimientos en el espacio. Apenas ha exclamado la
de indeterminación que afecta a la división en escenas. ¿Se trata de siete poemas, amada en el prólogo «¡bésame con los besos de tu boca!», añade «¡llévame en pos
como sugiere Buzy, en los que la acción en cada caso progresa de la admirada de ti, corramos juntos!». Hay luego la evocación de un andar vagabundo «tras la
descripción de uno de los amantes por el otro hasta la posesión mutua?6 ¿O se grey de tus zagales». Y un poco más adelante, dice ella: «Me introdujo en la bode-
trata realmente de una acción en sentido narrativo?7 Al lector le será cierta- ga, su enseña sobre mí es el amor». Luego oye al amado que se acerca «brin-
mente difícil situar el supuesto momento exacto de consumación de la unión en cando por los montes, saltando por los altos». Y el amado le dice: «¡Levántate,
cuestión, que, repito, no se relata, sino que más bien se canta. ¿Y no se dice, con amiga mía, hermosa mía, y ven!». En un sueño, cuenta la amada que «buscaba
razón, que un poema sitúa su climax al medio, y no al final, lo que autoriza su yo al amado de mi alma». Mientras avanza el poema, vamos entendiendo que
inminencia o su reciente cumplimiento en el vacío de un presente narrativo, sólo esta movilidad, que a veces desconcierta al querer seguirla, por sus cambios de
ocupado por el canto?8 Al respecto, lo que podríamos seguir llamando el des- tono, es la señal de un juego, el juego del deseo, o mejor el de dos deseos que
enlace -«Ponme de sello sobre tu corazón / como sello en tu brazo, / pues fuer- se mezclan. El entramado de estos deseos está hecho de movimientos recíprocos
te es el amor como la muerte, / y fiera la pasión como el seoL..» (8, 6 ) - no debe que, partiendo de uno van al otro, y vuelven luego al punto de partida para
ser tratado como un epílogo sapiencial añadido a la conclusión narrativa: «Te irse otra vez hacia el otro. En este sentido, la escena que transcurre en la verja,
desperté bajo el manzano, donde te concibió tu madre, donde la que te alum- en el capítulo 5, es particularmente turbadora. El amado llama a la puerta para
bró te había concebido» (8, 5). Es más bien la corona sapiencial dada a lo que entrar. Alcanza a entrar por la puerta entreabierta, pero entonces «abrí a mi ama-
es, de un extremo al otro, un canto y no en modo alguno una narración, en la do; mas mi amado se había ido ya, había pasado». Y el coro, un poco después,
que el lenguaje de alianza («Ponme de sello sobre tu corazón, como sello en tu se mofa: «Adonde fue tu amado, la hermosa entre mujeres? ¿A qué parte se tor-
brazo») está destinado a unir la espontaneidad del canto y el aspecto meditativo nó, que contigo lo busquemos?» (6, 1). Y añade el coro: «Vuelve, vuelve, Sula-
de la declaración sentencial organizada'. mita, vuelve, vuelve: queremos contemplarte» (6, 13). Luego, una vez más hay
Estas reflexiones sobre la consumación, que el poema sitúa al medio, nos otra partida: «Ven, mi amado, ¡salgamos a los campos!» (7, 12). Este juego de
llevan a una serie de comentarios concernientes a la primacía de los «movimientos» distancias resalta los momentos de mutua posesión, que el poema, quiero repe-
de amor sobre las identidades individuales del amado y de la amada. Tomo tirlo, no describe ni muestra, sino que sólo evoca, en el más estricto sentido
esta expresión, «movimientos de amor», de Orígenes, uno de los iniciadores de del término: «Su izquierda por apoyo a mi cabeza; con su diestra me abraza» (2,
la interpretación alegórica10. Esta frase del más importante testigo del alegoris- 6 y 8, 2). Y de nuevo: «Mi amado es para mí y yo soy para él; él apacienta el reba-
mo entre los Padres de la Iglesia debería hacernos prestar atención a lo que en el ño entre los lirios» (2, 16; 6, 3). El amor carnal quizá se consuma en 5, 1 o 6, 3,
Cantar de los cantares tiene que ver con el amor como un tipo de «movimien- pero no se dice esto de un modo descriptivo. Más bien se canta. De aquí que
podamos preguntarnos si la verdadera consumación no está en el canto mis-
6. Cf., por ejemplo, la división en siete poemas propuesta por Denis Buzy (Le Cantique des mo. Y si, como sugería antes, el verdadero desenlace hay que verlo en 8, 6 («pon-
Cantiques, Letouzey et Ané, París 1949) o la de en ocho segmentos, por Daniel Lys, o la división me de sello sobre tu corazón, como sello en tu brazo»), lo importante no es la
en dos tiempos y diez secciones distribuidas en torno a un centro («comida, amigos, bebida» 5,1)
consumación carnal, nunca descrita, nunca relatada, sino la promesa de alianza,
de Paul Beauchamp, L'un et l'autre testament, p. 161 s.
7. Ibídem, p. 173-180.
significada por el «sello», que es el alma de lo nupcial, el espíritu que, como car-
8. Como dice Beauchamp, «en cierto modo, el amor está en el canto mismo» (ibídem, ne suya, tendría la consumación física que es meramente cantada. Pero cuando
p. 164). lo nupcial irrumpe en lo erótico, la carne es espíritu y el espíritu carne.
9. Ibídem, p. 180.184.
Si seguimos por este camino, descubriremos otras señales, cercanas y a la
10. Su segunda Homilía sobre el Cantar de los cantares comienza así: «Todos los movi-
mientos del alma (motiones animae) Dios, el autor de todas las cosas, los creó para el bien, pero en
vez lejanas de movimiento en el espacio, parecidas a los movimientos del amor
la práctica sucede a menudo que los objetos buenos nos llevan al pecado porque los usamos de mismo. Éste es el caso de las oscilaciones entre vigilia y sueño. Y el movimien-
mala manera. Ahora bien, uno de los movimientos del alma es el amor. Lo usamos correctamen- to de un polo al otro nunca es lineal o narrativo. Cuatro veces leemos: «Hijas de
te para amar si amamos la sabiduría y la virtud, pero si nuestro amor se rebaja a cosas que no pue- Jerusalén, yo os conjuro por las gacelas y las ciervas de los campos: no despertéis
den llamarse buenas, es carne y sangre lo que amamos... Vosotros, por tanto, que sois espirituales,
escuchad espiritualmente el canto de estas palabras y tratad de poneros a la altura de lo óptimo
ni desveléis a mi amada hasta que ella quisiere» (2, 7; 3, 5; 5, 8; 8, 4). Y el des-
tanto en lo que concierne al movimiento de vuestra alma como a lo que alcanza (incendium) de pertar en 8, 5 («Te desperté bajo el manzano, donde te concibió tu madre, don-
vuestro amor natural». de la que te alumbró te había concebido») no expresa propiamente una con-
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

clusión narrativa, por cuanto, como queda dicho, el despertar de 8, 5 y el sello cuencia de comparaciones y la abundancia de expresiones gramaticales que apo-
de 8, 6 pertenecen a una misma economía de deseos mutuamente aceptados y yan estas comparaciones («es como», «se parece a», etc.), se ocupa del tipo de
reconocidos y, en este sentido, cumplidos. De modo parecido, los estados de liberación que se produce a través del juego verbal que consiste en entretejer jun-
vigilia -«Mi amado es para mí y yo soy para él; él apacienta el rebaño entre los tas estas metáforas puesta la vista en su referente corporal último. El cuerpo está
lirios» (2, 16)— pasan a ser fácilmente comienzos del sueño: «En mi lecho, en sembrado de alegorías vegetales y animales, hasta el punto de convertirse en un
la noche, buscaba yo al amado de mi alma» (3, 1), si es que no se convierten a cuerpo/paisaje; pero ya el juego verbal mismo tiende a separar la red de metá-
las claras en un sueño entre 3, 2 y 5, 1, como algunos comentaristas, como Daniel foras de su soporte corporal. Aun cuando, como buenos freudianos, podamos
Lys, por ejemplo, han sugerido". Pero estas alternancias entre sueño y vigilia, dar verdaderamente un sentido sexual al «manantial de aguas vivas», en 4, 15, o
entre dormir y despertarse pertenecen a la misma dinámica de deseos entrelaza- al jardín mismo, en 4, 16 y 5, 1, o al «resquicio» de la puerta, en 5, 4, o hasta a
dos y a la interacción de distancias que se abren y cierran. los lirios entre los cuales el amado «apacienta su rebaño», en 6, 3, o incluso, por
Alguien puede objetar que no todo en el poema es «movimiento». Aparte qué no, al ombligo, en 7, 3, o la «montaña de mirra», en 4, 6 -¡la omnisciente
de los momentos de reposo, de posesión, que hemos dicho que pertenecen a los ingenuidad del psicoanalista disfruta siempre cuando se aplica a la poesía!—, lo
«movimientos» de amor, al amor como movimiento, el poema deja espacios para importante no es el eufemismo que mantiene la referencia sexual sin nombrar-
descripciones admirativas del cuerpo del amado y de la amada. Esto es verdad. la directamente, sino más bien la inclusión del cuerpo mismo dentro del juego
Y no basta replicar que estas pausas pueden asimilarse, desde el plano lingüísti- metafórico general del poema, gracias al fenómeno que Alter acertadamente
co del poema, a una estasis del deseo. Lo que es preciso añadir a esta respuesta denomina double entendre. No pretendo sugerir, que la referencia sexual está por
es que las metáforas con las que se cantan las maravillas de los cuerpos de los lo mismo abolida, como sexual, sino que más bien es puesta en suspenso, pre-
amantes son en sí metáforas de movimiento tomadas del extraordinario bestia- cisamente como referente. El juego verbal se convierte, por lo mismo, en una
rio que el poema ofrece, junto con la exuberante flora de un paisaje casi edéni- fuente autónoma de placer.
co12. Esto no resta para nada valor a las estasis de admiración: «Eres todo her- Esta sublimación poética del corazón mismo de lo erótico elimina la nece-
mosa, amiga mía, y tacha no hay en ti» (4, 7). Sin embargo, la pausa poética es sidad de suponer deformaciones para desexualizar el referente. Basta con que
tanto más sorprendente cuanto que el poema pasa sin transición del movimiento quede desplazado poéticamente. Y de este modo la misma red metafórica, libe-
de búsqueda al reposo de la admiración: «Ven del Líbano, esposa, ven del Líba- rada ya de todo apego realista por la sola virtud del canto, queda disponible para
no, llega: avanza...» (4, 8). De este modo, el poema zigzaguea entre las estasis de otras «inversiones» (investments) y «des-inversiones».
descripción admirativa y los auténticos movimientos de amor, para realzar, por Al final de esta serie de comentarios, podemos decir que, mediante estos
así decir, la fuerza, el poder del abrazo. procedimientos puramente literarios de indeterminación calculada y de meta-
Quisiera señalar, por último, de qué modo la forma literaria del poema con- forización, se ha introducido cierta distancia de significado entre lo nupcial como
tribuye a esta sutil liberación de lo nupcial con relación a lo erótico, en cuyo tal y lo sexual, sin que por ello situemos lo nupcial en la órbita matrimonial.
interior está ciertamente inserto. Acabo de indicar la importancia de las metá- Incluso es esta equidistancia preservada entre el realismo sexual y el moralismo
foras en las descripciones admirativas de los cuerpos, pero me he limitado a apun- matrimonial lo que ha de permitir que lo que yo llamo «lo nupcial» como tal sir-
tar su origen en la maravillosa flora y fauna de la creación. Tenemos que volver va como analogon para otras configuraciones del amor distintas al amor erótico.
a ellas ahora desde el punto de vista del efecto de sublimación que aquí nos inte- ¿Son compatibles estas observaciones con la interpretación de André LaCoc-
resa. Robert Alter tuvo la genial idea de situar sus reflexiones sobre el Cantar que? La distinción que hago entre nupcial y matrimonial confirma la disocia-
de los cantares bajo el título de «El jardín de la metáfora», produciendo de este ción que él pone de relieve con tanto vigor entre el alegato a favor del amor libre
modo su propia metáfora de segundo grado13. Tras haber señalado la inusual fre- y fiel y la apología de los vínculos matrimoniales en los Proverbios y, aún más
fundamentalmente, en toda la legislación mosaica. (Con todo, ¿por qué califi-
11. Lys, Le plus beau chant, p. 79. car de «burguesas» las alabanzas a la fidelidad conyugal en Deuteronomio 22,
12. Se dice que el amado es como una gacela, o un cervatillo (2, 8). El cabello de la mujer es 13-29?). Tampoco tengo dificultad alguna en dar margen a la ironía en una cele-
hermoso como un hato de cabras (4, 2); sus dientes, son como un rebaño de ovejas esquiladas cuan-
do suben del baño; sus pechos, «cervatillos mellizos de la cierva paciendo entre los lirios» (4, 5); etc.
bración del amor que canta las cuarenta a toda dimensión institucional. Si lo
13. Robert Alter, The Art ofBiblical Poetry, Basic Books, Nueva York 1986, cap. 8, «The nupcial ha de celebrarse como distinto de lo matrimonial, ¿por qué no puede ser
Carden of Metaphor», p. 185-203. la ironía, igual que la metáfora, un medio retórico de alabanza? ¿No están la
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

mayoría de metáforas, por el solo hecho de ser exageradas, cargadas de ironía? André LaCocque, ¿por qué no puede pertenecer una determinada des-teologi-
Dudaría más en dar el paso de la ironía a la burla, y hasta, más allá de ésta, a la zación a la estrategia retórica puesta al servicio de la conquista de la dimensión
subversión. Aparte de las reservas antes mencionadas concernientes a las inten- nupcial per st?. Des-metaforizar es todavía metaforizar. Y por qué razón no pue-
ciones asignadas al supuesto autor, la burla y la subversión me parecen proceder de ser re-metaforizado lo que ha sido des-metaforizado, partiendo de la meta-
de un género de alegato, que, a diferencia de la ironía, no encaja bien con el de forización general de lo nupcial, como intentaré demostrar en la tercera parte
una celebración gozosa y libre. Toda intención subversiva, propiamente hablan- de este ensayo.
do, me parece a mí que surge de una hipótesis sobre la lectura, una hipótesis per- Intentaré desarrollar esta última sugerencia adoptando un punto de vista
fectamente legítima a decir verdad, pero una hipótesis que se reconoce como tal más amplio en las relaciones de intertextualidad que llevaron a la intersección
sólo si se admite su lugar en una historia de la recepción del texto. De hecho, del Cantar de los cantares con otros textos del canon bíblico.
intentaré mostrar al final de la segunda sección de este ensayo que pertenece a
una determinada época de lectura, una época que valora precisamente toda
clase de lectura subversiva. FRAGMENTOS DE UNA HISTORIA DE LA LECTURA
Queda por decir que André LaCocque presenta argumentos exegéticos
que tienden a reducir la distancia que he destacado entre lo que el lector aporta Quiero ahora, no obstante, dar continuación a mi inicial proposición de
y el sentido obvio del texto. Quisiera, no obstante, insistir en aquellos argu- una «historia múltiple y floreciente de la lectura, situada en el marco de una teo-
mentos en particular que llevan a interpretar determinadas expresiones, cuya ría de la recepción del texto». Quiero decir a las claras que la exégesis alegórica
opacidad se ha destacado repetidas veces —¿no se habla respecto de ellas de una de los intérpretes modernos está muy lejos de ocupar todo el ámbito de lecturas
crux interpretunii-, expresiones con un sentido irreverente y hasta sutilmente que, a falta de un vocabulario apropiado, han sido denominadas alegóricas. La
blasfemo. Debemos demorarnos en estos argumentos por cuanto la interpreta- exégesis alegórica de los Padres griegos ignora toda pretensión de competir con
ción de estos pasajes difíciles asume el valor de prueba en lo que se refiere a la una exégesis basada en el método histórico-crítico. Por esto es necesario situar el
intención supuestamente subversiva. Cuando el poema parece adoptar para uso alegorismo de los modernos intérpretes al final de nuestra historia de la lectura
propio expresiones que los profetas aplican a la relación «amorosa» entre Yhwh y relacionarlo con la misma categoría epistemológica que la que caracteriza lo
y su pueblo, se dice que este procedimiento procede de la estrategia polémica y que estos intérpretes denominan una interpretación «naturalista», en la medi-
liberadora del poema para des-metaforizar, o más exactamente para des-teolo- da en que comparten con los que proponen este tipo de interpretación la pre-
gizar, el lenguaje del poeta. Además, el intento del autor alcanza su punto álgi- tensión de contarnos el verdadero significado que el autor pretendió.
do cuando se parodian irónicamente, como conjuros en que se invoca a anima- Una historia completa de la lectura del Cantar de los cantares constituiría
les, las sacrosantas fórmulas de los juramentos. Igual parodia se encontrará una considerable empresa, que no cabe en los estrechos márgenes de este ensa-
también en los juramentos con connotación religiosa. De un modo parecido, yo. Me limitaré, por tanto, a indicar cuatro momentos significativos de esta fecun-
las colinas separadas de la geografía bíblica pasana a designar de un modo irre- da historia.
verente los pechos de la amada. «Nos hallamos en las antípodas de la alegoría
espiritualizada», dice André LaCocque. Su sutileza exegética culmina en la exé- 1. Transferencia analógica Lo que hizo que las interpretaciones alegóricas fueran
gesis de 6, 16. Con este texto, habría sido del todo imposible que alguien en Is- plausibles, aceptables y claramente significativas en la edad patrística fue algo
rael no viera la alusión al arca de la alianza. Toda teoría de la interpretación que muy distinto a una exhumación de un significado inscrito en un texto, consi-
no reconozca esto no es digna de este nombre. La Sulamita junta, a los ojos de derado aparte de todo acto de lectura14.
su amado, el carro del Arca, el carro más famoso de la historia de Israel, el mer-
kabah o trono de Yhwh, con 'ammi, esto es, Israel, y nadib, el noble pueblo. 14. Anne-Marie Pelletier, Lecture du Cantique des Cantiques: de l'énigme du sens auxfigures
«¡Todo en una evocación erótica!» No tengo motivos -ni competencia- para du lecteur, Editrice Pontificio Istituto Bíblico, Roma 1989, contiene una presentación detallada
de los presupuestos lingüísticos y hermenéuticos que presiden el contraste entre un método exe-
desafiar el argumento en su aspecto propiamente exegético. Pero a mí me pare-
gético que asimila la búsqueda de sentido al de la búsqueda del origen y que conecta el destino
ce que pierde buena parte de su carácter unilateral —y también unilateralmente del significado a una historia de la lectura del texto. Por la parte lingüística, hay la distinción entre
subversivo—, si lo situamos en el contexto general metafórico del poema. Hasta un enunciado (o proposición), independiente de todo compromiso subjetivo por parte del lector,
me arriesgaré a preguntar, acercándome lo más posible a la interpretación de y una enunciación, que es el acto del sujeto que habla, entendido en términos de su marco per-
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

Tomemos el caso más simple, el de la citación o paráfrasis, en el que las separa la nueva situación de discurso de la antigua, a través de un proceso de asi-
palabras, las sentencias del Cantar de los cantares se encuentran asumidas en el milación de un significado al otro. La alegoría será luego citada como la justifi-
marco de un discurso ofrecido por otros hablantes u otros escritores. El hecho cación de la eliminación de la distancia inicial. Pero no era necesario que los
nuevo es la situación de aquel que repite el texto leyéndolo, citándolo o para- autores o las comunidades en conjunto dispusieran de una teoría explícita de
fraseándolo. Se supone como dado otro lugar para hablar distinto al del texto la alegoría antes de poder hacer un uso práctico de aquel tipo de correspon-
que debe interpretarse, y a partir de ahí se produce un intercambio de sentidos dencia o de analogía que la teoría luego explicará.
entre el texto que realiza la cita y el texto citado. Así nacen interpretaciones Esto es lo que sucedió, al parecer, con el tipo de interpretación defendido
que aumentan el significado del texto, a través de un significado que está, de por rabí Aquiba en la reunión de Jamnia, una interpretación que debió ser la
algún modo, frente al texto, sin necesariamente pretender que este significado habitual antes de él, si es verdad que Aquiba la utilizó como argumento a favor
preexistiera en el texto15. En este sentido, las interpretaciones alegóricas a que de la canonicidad del Cantar de los cantares. La amada del Cantar se identifica
luego nos referiremos han de considerarse como efectos amplificados de lectu- allí, según esta interpretación, con Israel y su tierra, mientras que el amado es
ra, de la misma naturaleza que estas citaciones implícitas o explícitas, en las que Yhwh. Lo mismo pasará con aquellas interpretaciones cristianas en las que la
la dualidad del texto citado y el texto que las cita es manifiesta. La repetición del amada se identifica sucesivamente con la Iglesia, tomada en su conjunto, con los
texto citado en otra situación de discurso produce un desplazamiento, una trans- individuos bautizados, o con el alma mística comprometida de por sí, mien-
ferencia, respecto de la cual la alegoría, por muy notable que sea, no constituye tras que el amado será Cristo o el Dios del amor mismo.
sino un caso especial. Este desplazamiento o transferencia procede de una cate- Lo que no puede por menos que sorprendernos en esta rápida síntesis es
goría epistemológica distinta a la búsqueda del verdadero significado, a la expli- la variabilidad en la identificación de los socios en el diálogo amoroso; y más
cación y búsqueda de una adecuación entre esta explicación y los rasgos que que la variabilidad, la sustitución. Es esta capacidad de sustitución lo que se
transmiten el sentido obvio. Tenemos que hablar más bien de un «uso» del tex- descompuso en el supuesto de una distancia y en la superación de la misma. El
to o, si se prefiere, de una «reutilización». Citación y paráfrasis constituyen, en amor entre Yhwh y su pueblo, luego el amor entre Cristo y su Iglesia son cele-
este sentido, un simple caso de reutilización, en el que el texto citado conserva brados desde lugares de discurso que, por lo que se refiere a la locución, difie-
su identidad, perfectamente susceptible de ser asumida por el nuevo texto. La ren del lugar en que se cantó el epitalamio original. Estos lugares pueden ser el
primera condición de la que depende esta reutilización es la emergencia de una culto, la liturgia, o la meditación, la plegaria y el estudio. Y es a través de un
nueva situación de discurso distinta de aquella que constituía el marco original segundo movimiento como estos lugares de discurso se identifican por una
del poema bíblico. La citación tiende de alguna manera a llenar la distancia que operación que surge del uso del texto y no ante todo de su explicación. Esta
audaz transferencia crea un nuevo significado, que no estaba necesariamente
contenido en los textos originarios, aunque puede quedar inscrito en ellos de
sonal, histórico y colectivo. Esta distinción está garantizada por la teoría lingüística de Émile Ben- una forma duradera dentro de una tradición de lectura. Éste es el proceso
veniste y por la teoría de actos de habla de J. L. Austin y John Searle. Es necesaria para cualquier de identificación que podemos tomar como una extensión de la citación y la
tratamiento de un poema dialógico en el que la implicación subjetiva de los hablantes constitu-
paráfrasis, en las que el texto que cita y el texto citado siguen siendo distintos.
ye una parte integral del significado de sus palabras. Por el lado hermenéutico, hay la obra de los
teóricos de la historicidad de la comprensión (la Wirkunsgeschichte de Hans-Georg Gadamer) y de
Esta asimilación que se prolonga hasta la identificación es el fruto de una me-
la recepción del texto (Hans-Robert Jauss). Pelletier desentraña las «consecuencias metodológi- ditación sobre la profunda afinidad que hay entre los objetos de amor o, como
cas» de estos presupuestos para el estudio del Cantar de los cantares (ibídem, p. 124-142), a saber, diré luego, ente sus «movimientos». No digo que la alegoría, o lo que se ha te-
un desplazamiento inicial, que cambia el supuesto sentido originario del texto en dirección a las orizado como alegoría, sea la única clave de esta abolición de la distancia, gra-
«formas de existencia del texto en la historia» (ibídem, p. 125); luego un segundo desplazamien-
cias a la cual Israel, luego el cristiano bautizado, más tarde el alma mística van
to, que actúa dentro de esta misma historia de la transmisión, que lleva el comentario que afir-
ma ser explicativo hacia aquellos usos del texto que «ponen en juego, por igual, el texto y a los a ocupar el lugar de la amada en el Cantar de los cantares, hasta el punto de
sujetos que se lo apropian» (ibídem, p. 127). Comparto la construcción de la teoría general de la ser capaz de cantar como hace ella: «Introdúceme, rey, en tu aposento». Anne-
interpretación propuesta y practicada por Pelletier en igual medida que comparto los mismos Marie Pelletier, por ejemplo, ha demostrado, en un trabajo que me ha servido
supuestos lingüísticos y hermenéuticos. aquí como guía, que el uso de la analogía, o, para emplear un término más
15. Cf. la fórmula usada varias veces por Gregorio Magno, cuya historia cuenta Pier Cesa-
neutral, el uso de correspondencias, fue anterior a una teoría de la alegoría,
re Bori, L'interpretazione infinita: hermenéutica cristiana antica e le sue trasformazioni, U Mulino,
Boloña 1987: «Progrese (crescat) la Escritura junto con quienes la lean». fundándose en extensos análisis que ella propone sobre la reutilización del
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

Cantar de los cantares en el marco de la liturgia, la himnodia cristiana y el in- garse él mismo a interpretación. Aún más, no sólo se interpreta el rito median-
tercambio epistolar16. te las palabras del poema, sino el mismo pueblo creyente que se reconoce en
El caso de la liturgia es el más esclarecedor por lo que se refiere a esta inves- los gestos del rito. De aquí el lugar de la exhortación en la catequesis, que urge
tigación. La liturgia recurre a una estructura dialógica, en la que la participación al creyente a ponerse en el lugar de la amada para poder repetir las mismas pala-
de los fieles es constitutiva del funcionamiento de la acción litúrgica, bajo el bras del Cantar de los cantares17.
sello de una convocación que engendra un nuevo «nosotros». La práctica del len- Podemos así comprender por qué las citaciones explícitas o implícitas del
guaje en el marco litúrgico tiene una intención específica, la de acercarnos al Cantar de los cantares en los himnos encuentran también su justificación final
«misterio», que es más celebrado que enunciado. En consecuencia, cuando la en la disposición de aquellos que reciben el texto en el momento de citarlo. En
liturgia cita los textos de la Escritura, los participantes adoptan de nuevo el movi- verdad, ya no se trata de una citación explícita, sino más bien de una reutiliza-
miento de implicación y compromiso a través de las palabras y en diálogo con ción, de una creación de nuevas variaciones en aquellas oraciones cantadas,
los protagonistas del diálogo original. De esre modo, la liturgia se convierte en que son los himnos. Si añadimos que el himno no ha dejado de ser un lugar de
un lugar privilegiado para la reproducción del texto. producción teológica, como vemos, por ejemplo, incluso hoy día en la reciente
El uso del Cantar de los cantares en la liturgia bautismal, un uso atesti- revisión del Anglican Book ofPrayer [Libro de Oraciones anglicano], también
guado por las catequesis de Cirilo de Jerusalén y Ambrosio, ilustra maravillosa- reconoceremos que el himno es uno de los lugares privilegiados en donde pode-
mente el doble movimiento de distancia y abolición de esa distancia antes men- mos contemplar el aumento de significado que opera en ciertas formas de la
cionada. Está claro, ante todo, que la ceremonia del bautismo constituye como recepción del texto bíblico.
tal una situación inicialmente ajena al epitalamio bíblico. La institución del bau- Vemos luego también que la apropiación del texto bíblico ocurre de forma
tismo establece la distancia inicial a partir de la cual el texto del Cantar de los parecida tanto en el marco de la liturgia como en el del himno. Una nueva situa-
cantares se desplaza a un nuevo marco de expresión, que ningún rasgo del tex- ción de discurso se convierte en fuente de una distancia parecida a aquella en
to originario nos permite anticipar. Esta distancia se llena luego gracias al sig- que se produjo primero el epitalamio bíblico. En ambos casos, esta distancia se
nificado nupcial que va unido a la iniciación cristiana, por impulso de san Pablo supera de inmediato por la confesión de una cierta afinidad entre las dos figu-
mismo, según Efesios 5, 25 («Maridos, amad a vuestras esposas, como también ras del diálogo amoroso. Esta afinidad entre situaciones de discurso se aplica pri-
Cristo amó a la Iglesia») y 2 Corintios 11,2 («Porque os desposé con un solo mero al nivel temático -las heridas del amor, el buscarse, la posesión mutua-,
esposo para presentaros, como virgen pura, a Cristo»). Esta iniciación nupcial luego al vocabulario mismo (besar, tocar, abrazar). Y sólo cuando llegamos a la
puede aceptarse como un «misterio», que carece de medios de expresión, mien- manera como el Cantar de los cantares se complace en describir y ensalzar los
tras no recurra a la estructura dialógica del Cantar de los cantares; no sólo su cuerpos del amado y de la amada, encontramos falta de detalles en el himno
léxico, sus palabras, sino también sus actitudes, sus movimientos de acercamiento en su exigencia de plenitud y sobreabundancia. De esta asunción de actitudes,
y retirada, sus ganas de estar juntos y de pertenecerse mutuamente. temas y palabras ha nacido lo que podemos denominar la unidad analógica de
La exhortación que precede las citas del Cantar de los cantares en el mar- las figuras del vínculo nupcial.
co litúrgico muestra a las claras que estas citas no se consideran una explica-
ción del sentido original. Las cosas parecen ir más bien de la siguienre manera. 2. Orígenes: entre la tipología y la alegoría Podemos ahora dar el paso que lleva a
El gesto litúrgico quedaría mudo sin la ayuda de las palabras del Cantar de los los comentarios propiamente dichos sobre el Cantar de los cantares. Daremos
cantares, reinterpretado por el mismo gesto que busca y halla su expresión en este paso con Orígenes, quien, siguiendo a Hipólito de Roma, puede ser consi-
estas palabras. De este modo, se produce un intercambio entre el rito y el poe- derado el fundador de toda la tradición exegética, primero oriental y luego occi-
ma. El rito abre el espacio del «misterio sacramental» al poema, el poema da al
17. Así, leemos en Ambrosio, De sacramentis IV, 5: «Después, debes acercarte al altar. Has
rito la corrección de una palabra adecuada. En este sentido, no es el Cantar de
empezado a moverte. Los ángeles te contemplan, han visto cómo te acercas... Por esto te han pre-
los cantares, sino más bien el riro lo que se interpreta citando el Cantar de los guntado: "¿Quién es éste que se alza tan resplandeciente del desierto?"». «Has llegado al altar. El
cantares. Este último es así puesto en la posición de «intérprete», antes de éntre- Señor Jesús te llama o llama a tu alma o a la Iglesia, y dice: "Bésame con los besos de tu boca"».
Citado por Pelletier, Lecture du Cantique des Cantiques, p. 157, n. 33. Sobre la relación general
lo. Sobre toda esta segunda parte, cf. Pelletier, «Le Cantique des Cantiques a l'age patristi-
entre teología y liturgia en los Padres, cf. Jean Daniélou, Bible et liturgie, Cerf, París 1951- Esta
i „,. „„ T i+urr/tu Cuntiente des Cantigues, p. 143-287. obra incluye todo un capítulo dedicado al Cantar de los cantares (p. 259-280).
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

dental, que ha sido catalogada como alegórica18. La distinción entre «homilías» ambas maneras de amor y hace posible la asunción del lenguaje del Cantar de
y «comentarios»15 nos permitirá entender este pasaje como comentario propia- los cantares en el discurso cristiano21. Pero es preciso reconocer que este tercer
mente dicho en términos de ambos estadios. Es digno de notarse que Orígenes momento no tiene todavía la naturaleza de comentario. No supone todavía la
haya presentado su relectura del Cantar de los cantares a través de estos dos géne- relación de un sentido con el otro para un lector no implicado aún en este pro-
ros literarios tan diferentes. Como veremos, si el comentario parece poner su ceso. Como en los usos litúrgicos e hímnicos, la homilía se dirige al creyente
acento principal en el sentido atribuido a las palabras dichas en el Cantar de en segunda persona22.
los cantares, compararlo con la homilía hará que prestemos mayor atención a Orígenes tuvo cuidado en respetar la forma dramática de esta representa-
aquellas actitudes de lectura que, en este segundo tipo de texto, podrían haber ción con más de un personaje. El hilo de este pequeño drama es tan importante
sido pasadas por alto. como los diálogos hablados. Subraya las variaciones en distancia y proximidad,
Igual que la entrada al Sancta santorum, el acceso al Cantar de los canta- de acercamiento y retirada junto con la manera de poseerse mutuamente. Es a
res no es directo. Llega al final de una travesía por una secuencia ascendente de nivel de este dramático dinamismo donde se produce la transposición del poema
cantos, cuya lista litúrgica constituye una especie de hexameron tipológico20. en su conjunto, única cosa que permite reinterpretar las mismas palabras (verba)
Lo que he llamado anteriormente una situación marcada por una distancia adop- del Cantar de los cantares en los términos de toda la diversidad de sus detalles.
ta aquí la forma de una ascensión mística. De este modo, la distancia inicial entre No puede negarse que las palabras juegan un papel esencial en esta inter-
ambos amantes se amplía. Adopta la forma de una oposición entre amor car- acción de asonancias. El alegorismo posterior se verá engullido por este tipo de
nal y amor espiritual. Y, con todo, el diálogo entre la Palabra y el alma herida ejercicio23, cuya convicción subyacente es que la Escritura es un vasto campo
por el dardo de la Palabra consigue una vez más expresarse mediante los movi- de palabras interrelacionadas, un campo unitario, en el que cada palabra tiene
mientos del Cantar de los cantares. La unión de la Iglesia, entendida como un su razón y donde, en consecuencia, los posibles vínculos o comparaciones entre
cuerpo o como los miembros de un cuerpo, con su esposo celestial puede reco- palabras no sólo están autorizados, sino incluso exigidos. Aquí es donde llega-
nocerse a través de la dimensión nupcial desplegada por el Cantar de los canta- mos al momento en que el comentario explicativo puede liberarse del control
res. En otras palabras, la trascendencia del amor espiritual se compensa con una ejercido por la similitud de situaciones de discurso, para convertirse en un ejer-
semejanza. Aquí es donde, como en una especie de mediación, puede asumirse
la interpretación tipológica aplicada por Pablo a la relación entre las dos alian- 21. Trataré luego acerca de la cuestión de hasta qué punto el alegorismo de Orígenes per-
zas (la economía de la estructura hebraica con sus personajes, acontecimientos manece dentro de los límites de la tipología paulina. Basta ahora observar que cada paso de su
e instituciones) como prefiguración de la economía cristiana de salvación. Este homilía se dirige al alma creyente en segunda persona. «Tenéis que abandonar Egipto y, después
de abandonar la tierra de Egipto, cruzad el Mar Rojo, para cantar el primer canto, diciendo: "¡Can-
gesto de reinscripción tipológica equilibra la distancia existencial que separa tad al Señor porque ha triunfado gloriosamente!"». Y algo después: «Y cuando los hayáis sobre-
pasado a todos, tendréis que elevaros incluso más alto, de modo que podáis, con el alma ya bri-
18. Para un estudio detallado de la exégesis de Orígenes, cf. Jean Daniélou, ibídem; Hen- llando por la hermosura, cantar también con el esposo del Cantar de los cantares». «Cantad con
ri de Lubac, Histoire et esprit, l'intelligence de l'écriture d'apres Origine, Aubier, París 1950; Lubac, él» -esto indica la operación fundacional del lenguaje de cara a una lectura alegórica, dominada
Exégise médiévale, les quatre sens de l'Écriture, Aubier, París 1959, vol. 1; H. Crouzel, Origine et por una identificación subyacente: «Reconoced a Cristo en el esposo, y en la esposa sin mácula y
la connaissance mystique, D. D. B., París 1961. sin tacha a la Iglesia», siguiendo la sugerencia de 1 Corintios 1, 21 y Efesios 5, 27
19. Tenemos acceso a sus dos homilías sobre el Cantar de los cantares sólo en la versión lati- 22. He aquí un ejemplo de Cantar de los cantares 1, 2: «¡Bésame con los besos de tu boca!».
na de Jerónimo. Según Eusebio, del largo comentario de Orígenes, que se dividía en diez libros, El intérprete entiende esto de la siguiente manera. En la época de Moisés y de los profetas, sólo la
sólo queda uno de ellos en la traducción parcial de Rufino. Los peritos confían más en la traduc- Palabra envió sus besos; en Cristo no hay distancia en el beso de la Palabra. En cuanto al «aroma
ción literal de Jerónimo que en la más libre de Rufino. Sobre todo esto, cf. la Introducción de de tus perfumes», que sigue, la interpretación consiste en un movimiento a través de una serie de
O. Rousseau a la traducción de las homilías sobre el Cantar de los cantares en Sources chrétien- textos canónicos, tanto hebreos como cristianos, que hablan de olores, perfumes, aromas, y que
nes, Cerf. París 1953, que yo utilizo aquí. apuntan hacia las palabras de alabanza: «Tu nombre, un ungüento que se vierte». El coro de
20. Este hexameron tipológico se compone de Éxodo 15, ls (el canto de alabanza después doncellas puede así recibir la aprobación del esposo: «Por eso las doncellas te desean». Las don-
de cruzar el Mar Rojo); Números 21, 17-18 (el canto ante el pozo); Deuteronomio 32, ls (can- cellas responden: «Corrimos tras de ti por la fragancia de tu perfume», frase que arrastra tras de
to de Moisés); Jueces 5, 2 (canto de Débora); 2 Samuel 22, 2s (canto de David); e Isaías 5, ls (el sí a 2 Timoteo 4, 7 y 1 Corintios 9, 24.
canto de la viña). Cada uno de ellos ocasiona una interpretación alegórica similar a la de la tipo- 23. Consideremos el ejemplo de lo que se dice sobre la negrura de la amada: «Negra soy,
logía paulina. ¿No ha proporcionado ya el Éxodo la metáfora básica de liberación adoptada por pero graciosa, hijas de Jerusalén» (1, 5). Esta negrura sin belleza sería la fealdad del pecado, pero
la liturgia bautismal? De modo parecido, cada uno de los cantos tomados de la Biblia hebrea mar- la penitencia confiere aquella belleza que lleva a uno a preguntar: «¿Quién será la que sube del des-
ca una fase del viaje místico. ierto reclinada en su amado [vestida de blancura]?» (8, 5).
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

cicio arbitrario, guiado por la mera con-currencia de las mismas palabras dentro de protagonistas nuevos pueden asumir un lugar antiguo, y, por el otro lado, una
de una obra que se considera indivisible y coherente24. correspondencia entre palabras que en el análisis final justificarán la sustitu-
A esto se añade la convicción de que el sentido espiritual es el sentido ción de un significado por otro25.
pretendido por el autor, esto es, en última instancia por el Espíritu Santo, que Pero sigue siendo verdad, no obstante, que la semejanza de situaciones con-
inspira al autor. En este sentido, el uso alegórico del Cantar de los cantares no tinúa controlando la transferencia de significado en el plano de las palabras26.
es consciente de ser un efecto de la lectura, creación de un significado nuevo
mediante la reinterpretación.
25. Hemos visto cómo en el Cantar de los cantares la descripción y la alabanza de la belle-
Por último, no debemos subestimar que la distancia inicial, que situamos za corporal se entremezclan a través de una interacción metafórica sumamente elaborada y refi-
en el origen de la asimilación de ambos tipos de amor, no se establezca en tér- nada. Pero mientras que, en el poema, esta interacción va constantemente de analogías externas
minos de un dualismo platónico de lo visible y lo inteligible, sino más bien en (torre, manzano, pájaro, oveja) a una intimidad carnal, la exégesis alegórica cambia la trayectoria
de estas comparaciones, gracias al hecho de que las mismas palabras pertenecen a otras redes semán-
términos de la dualidad de la tipología paulina. Esta última, como han demos-
ticas capaces de reorientarlas hacia la esfera espiritual. Así sucede en lo que se refiere a la conoci-
trado Jean Daniélou y Henri de Lubac, pone en relación dos economías histó- da declaración del amado, «¡Tú eres bella, amiga mía, tú eres bella! Tus ojos son palomas» (1, 15).
ricas, no dos niveles ontológicos, y exige la realidad del primer término, sin reduc- Orígenes procura con sumo cuidado poner ante todo de relieve las variaciones de la proximidad,
ción alguna posible del mismo a apariencia o ilusión, por lo menos si el «tipo» cuya importancia hemos ya visto para el paralelismo entre elocuciones. «Si la amada se encuen-
ha de funcionar realmente como base del significado. Por eso el sentido carnal tra lejos del amado, no es bella; pero se vuelve bella cuando se une a la Palabra de Dios» (Homi-
lías 86). Nuestro deseo de convertirnos en esposa hace que el alma fiel pueda adoptar las pala-
no es sustituido por el sentido espiritual. No lo sustituye porque no puede. Mien-
bras del Cantar de los cantares, «tus ojos son palomas». «Si comprendéis espiritualmente la ley,
tras que, para los filósofos platónicos, el mundo inteligible posee su propio vuestros ojos son palomas» (Homilías 87). Todo lo que hay de metafórico en los ojos y en la visión
lenguaje, sus propios conceptos, su dialéctica propia, en el marco de la Iglesia entra aquí en juego, reforzado por la metáfora particular de los ojos de la paloma -tener los ojos
cristiana lo espiritual carece de medios de expresión. Por esto el lenguaje del Can- de una paloma es ver limpiamente, y quien ve con justicia merece misericordia (Salmos 107, 42)-
tar de los cantares viene a ser irreemplazable. Sin él, la experiencia mística que- así como por la de la paloma en la teofanía de Mateo 3, 16. Otro ejemplo: la herida del amor, «for-
talecedme con manzanas, que estoy enferma de amor» (2, 5), con el abrazo que sigue: «Su izquier-
daría muda. Por esta razón lo «nupcial» es un recurso necesario de esta expe-
da, por apoyo a mi cabeza; con su diestra em abraza». Para Orígenes, el dardo que hiere sólo
riencia. Si, no obstante, Orígenes, a pesar de la base tipológica de su alegorismo, puede ser el que indica Isaías 49, 2 y 6, y Lucas 24, 32. Con todo, también aquí, la transferencia
pudo ceder hacia una tendencia del tipo del dualismo platónico, ello se debió al de sentido sólo se sostiene si el oyente se siente él mismo herido por este mismo dardo. «Si alguien
hecho de que dentro del Cantar de los cantares a lo carnal le falta una dimen- se siente herido por nuestras palabras, por la enseñanza de la divina Escritura, y puede decir "Estoy
herido de amor", éste puede quizás aplicárselo. Pero, ¿por qué digo "quizás"? ¿Acaso no está cla-
sión histórica que lo vincularía claramente de un modo explícito a la antigua
ro?». En cuanto al abrazo, desvela éste su sentido espiritual sólo a aquel que se dispone a dejarse
alianza. Se despliega totalmente dentro de la dimensión de lo «sensible», que el abrazar. De aquí la exhortación: «¡Que la ley del Señor os abrace por entero!» (Homilías 96).
esplritualismo platonizante vacía de realidad. De aquí que, lo que fue alguna vez 26. Por ejemplo, el sueño de la amada: «La Palabra de Dios duerme, con todo, en quienes
una reafirmación al nivel de nuevas situaciones de discurso, en particular ese dra- no creen y en aquellos cuyo corazón está lleno de dudas. Está vigilante en los santos. Duerme en
mático marco que encuadra a los protagonistas y sus «movimientos» (de acer- aquéllos en los que se agitan tormentas (Mateo 8, 23s), pero despierta al grito de quienes desean
ser salvados por el amado despierto» (Homilías 97). La misma conjunción de actitudes e igual
camiento, retraimiento, unión), se convierte en una sustitución de significado
transferencia en el plano de las palabras ocurre con relación al versículo «¡Una voz! ¡Es mi amado!
tan pronto como esta interacción de correspondencia se libera de este marco y Ya se acerca brincando por los montes» (2, 8). Orígenes exclama: «Aquí tenemos que entender
se entrega a la explicación del significado en sí mismo. Las homilías de Oríge- el alma del que es amado, feliz y perfecta... Si vosotros sois una montaña, la Palabra de Dios sal-
nes dan testimonio de este frágil equilibrio, ya a punto de ruptura, entre, por un ta sobre vosotros; si no podéis ser una montaña, sino sólo una colina, menor que una montaña,
lado, una complicidad que se produce en el plano de la expresión, un plano don- pasa por encima. ¡Qué bellas y apropiadas (convenientia rebus) son estas palabras!» (Homilías
98). Y algo después, sobre 2, 9: «Sed una montaña eclesial, la montaña de la casa de Dios y el ama-
do vendrá a vosotros, como una gacela o un cervatillo sobre la montaña de Betel» (Homilías 99).
24. Hablando del «nardo» («mi nardo exhala su fragancia»), Orígenes asegura: «El Espíri- Sólo con las «ventanas» de 2, 9 la interpretación se vuelve claramente espiritual: «Uno de nuestros
tu Santo no tenía la intención (non de nardopropositum) de hablar de nardos. Ni tampoco el Evan- sentidos es una ventana. Por ella, el amado nos mira. Cada sentido será otra ventana por la cual
gelio habla de ese perfume que podemos ver con nuestros ojos, sino más bien de un nardo espi- el amado nos acecha. En realidad, ¿a través de qué sentido no nos ve la Palabra de Dios? ¿Qué sig-
ritual, un nardo fragante». La segunda Homilía evoca de nuevo todas las variantes bíblicas sobre nifica mirar a través de estas ventanas? ¿Y cómo mira el que ama a través de ellas? El siguiente ejem-
nardos: Mateo 26, 6; Lucas 7, 37; Marcos 14, 5: hasta 2 Corintios 2, 15: «Porque aroma de plo os lo mostrará. Si no fuera el amado quien mira, veríamos que entra la muerte, porque leemos
Cristo somos para Dios, tanto en los que se salvan como en los que se pierden». Se aduce también en Jeremías: Subió la muerte por nuestras ventanas» (9, 20). Siempre que miráis a una mujer des-
el contraste con Salmos 38, 6: «Mis heridas están hediondas y ulcerosas, por culpa de mis yerros». eándola, la muerte entra por vuestras ventanas».
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

Por ello, si queremos seguir a Orígenes, debemos, por una parte, adherimos fir- tar con ella su epitalamio, los autores de estos comentarios deciden mantenerse
memente a la equivalencia inicial entre los sujetos de gesto y significado (espo- dentro de una especie de lugar no objetivo, exactamente igual que sus oponen-
so = Cristo; esposa = la Iglesia o el alma eclesial) y, por la otra parte, admitir que tes «naturalistas». Desde este sitio indefinido, afirman observar, en la profun-
toda la Escritura es un vasto campo de palabras abiertas a comparaciones y a didad del texto, el doble significado constitutivo de la alegoría. De modo que ya
vínculos, sin constricción alguna o límite en este proceso, desde el momento en no es el Cantar de los cantares lo que desempeña el papel de intérprete en rela-
que resultan apropiadas a la equivalencia primordial. Este modo de subordinar ción con una actitud creyente interpretada. Más bien se convierte en objeto de
las comparaciones y los vínculos de palabras a la equivalencia entre lugares de explicación, tomando el sentido alegórico como el verdadero significado pre-
discurso constituye la clave hermenéutica de la explicación alegórica. Si se pier- tendido por el supuesto autor o autora, inspirados por el Espíritu Santo. No
de esta subordinación, el comentario se aparta de la homilía27. ha de sorprender que el peso de la prueba se ponga casi exclusivamente, por tan-
to, en una comparación que tiene lugar en el plano de las palabras del texto.
3. El comentario «alegórico» moderno Las observaciones precedentes nos ayudan Consideremos el ejemplo de los expertos comentarios de A. Robert, R.
a entender el cambio de status epistemológico que se produce en los comenta- Tournay y A. Feuillet28. Su compromiso con la técnica filológica es innegable,
rios alegóricos modernos. Indiferentes a las condiciones de reformulación del y el llamado método de paralelos se despliega dentro del amplio espacio intra-
texto canónico que, al amparo de la antigua tradición eclesial, permitía al alma bíblico definido por el canon. Estos autores llaman al nuevo uso de palabras o
cristiana ocupar el lugar de la amada en el Cantar de los cantares, así como a can- fórmulas de la antigua Escritura, tanto en sentido literal como en un sentido
equivalente, «antologización». La regla de este procedimiento es estricta. «Las
27. ¿Ocurrió esto ya con Orígenes? Parece que sí. Según Pelletier, el Comentario parece res-
únicas referencias significantes son aquellas en que los términos idénticos o sinó-
ponder a la pregunta «¿cómo tenemos que leer el Cantar de los cantares?», a la vez que pretende nimos se usan en un contexto que enuncia un pensamiento idéntico o positi-
explicar el poema (Lectures du Cantique des Cantiques, p. 265). El Cantar de los cantares, se dice, vamente analógico» (p. 10). Para ser justos con ellos, necesitamos destacar que
es «comida fuerte», apta para el «perfecto». «Para quien lo lea con otra mente, el Cantar de los can- estos autores nos advierten del abuso de las comparaciones infundadas, como
tares no es sino objeto de escándalo» (ibídem, p. 266). Que el texto sea difícil se debe a la homo-
podemos ver, por ejemplo, en la obra de otro muy conocido autor alegorista,
nimia de palabras que expresan dos tipos de amor: el amor espiritual quedaría empobrecido al
expresarse en palabras, si el amor carnal no le prestara su riqueza. Pero la transferencia de signifi- el padre Joüon. Debemos, dicen, buscar el grado más elevado posible de «seme-
cado toma su dinamismo de la ascensión mística, en virtud de la cual el texto es significativo janza positiva fundada en una convergencia suficiente de evidencias subjetivas»
sólo «a la altura de las capacidades de uno, esto es, según el estado de progreso espiritual de quien (p. 12). Podemos entonces hablar, en este sentido, de una intertextualidad léxi-
lo está leyendo» (ibídem, p. 257). ca basada en la sinonimia. Con todo, nunca progresaríamos si no conociéramos
Aunque es verdad que lo que aquí establece el Comentario es una teoría de la lectura, es
lo que estamos buscando, a saber, una red de alusiones al punto central de la his-
en Peri Arkhon, libro IV, donde tenemos que buscar los principios de esta lectura. (Sobre las corre-
laciones entre el Peri Arkhon y la doctrina alegórica de Homilías y Comentarios, cf. las obras ya cita- toria sagrada que culmina en la vuelta del exilio. El amor de la amada, con sus
das de H. Crozel y Jean Daniélou, así como M. Harl, Origene et lafonction révélatrice du Verbe dudas y reanudaciones, describe los pasos de la conversión de Israel mientras
incarné, Seuil, París 1958). Allí encontramos los materiales de referencia (tanto estoicos como pla- espera la salvación que ha de ser la obra de Yhwh. Esta hipótesis de trabajo encuen-
tónicos, etc.) y, además, la regla de su reutilización en la hermenéutica de Orígenes. En este
tra confirmación en todos los rasgos del cantar de los Cantares; ninguno hay que
ensayo no emprendo este tipo de investigación. Seáme permitido decir que la teoría de la inter-
pretación que encontramos en Peri Arkhon, libro IV, debe valorarse en términos de la práctica de
no pueda ser explicado a la luz de la alegoría nupcial de los profetas. Por ejem-
la interpretación, que Homilías y los Comentarios ejemplifican de una forma orientadora. No pue- plo, al leer 1, 2-4, «¡bésame con los besos de tu boca!... Introdúceme, rey, en tu
de negarse que sus controversias con el judaismo y los gnósticos llevó al gran alejandrino a dar un aposento», R. Tournay no duda en decir que «el amado es el rey. Nada más impor-
giro teórico a la cuestión hermenéutica: la teoría del sentido triple, puesta en paralelo con la trí- tante en la tradición bíblica que Yhwh deba ser llamado rey» (p. 65). Siguien-
ada cuerpo/alma/espíritu; el papel de las oscuridades e incongruencias en el texto que se comen-
do la misma pauta, la cámara nupcial designa el templo. La amada representa a
ta; la suposición de que éstas se plantean en el texto como piedras con las que se tropieza para ani-
mar al lector a avanzar aún más; la relación entre la comprensión de los textos y el compromiso la nación personificada. «Hay muchos textos que hablan del amor constante
espiritual del lector. Pero este giro polémico no debe oscurecer el hecho determinante, a saber, que de Yhwh por Israel, pese a las infidelidades de éste» (p. 67). Con mayor preci-
el lector digno del texto bíblico es un lector que previamente ha adquirido un sentido cristológi- sión, «partiendo de los temas clásicos del Antiguo Testamento, hemos dado por
co de la Escritura en conjunto. Si podía parecer que Orígenes poseía un dominio sobre todo el
texto bíblico igual al de los retóricos helenistas, fue porque se reconoció sumiso a una exigencia
que le precedía. Era ésta el mysterium que dominaba y justificaba lo que parecía complacencia arbi- 28. A. Robert y R. Tournay, con la colaboración de A. Feuillet, Le Cantique des Cantiques,
traria, fantástica y hasta estetizante frente a lo oscuro. traduction et commentaire, Gabalda, París 1963.
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

supuesto que la situación que se presupone es la del exilio. Israel, manteniendo a condición de que se le busque fielmente» (p. 205). Destacan estos autores que
su amor por Yhwh, aspira a volver a Palestina y gozar de la posesión de aquel estos versículos contienen una «significado teológico», cuya clave nos la dan
cuya separación siente. Éste es el punto de partida de la exégesis del Cantar de los profetas, en particular Oseas y Jeremías. «La Sulamita no puede conseguir la
los cantares» (p. 68). Siendo ésta la orientación general, a los detalles compete posesión del amado, porque la disposición de su corazón no es todavía perfec-
confirmar el procedimiento de la antologización29. ta» (ibídem). Sin embargo, como Yhwh presiona cada vez más y el ardor de la
Lo más digno de ser notado de estos detalles, a mi entender, es tener que amada crece, podemos decir que «está claro que nos movemos hacia un desen-
asumir, debido a la alegoría, el tema de la perfecta reciprocidad del intercam- lace». ¿Cual? Lo vemos en 8, 5b: «Te desperté bajo el manzano». El sentido de
bio amoroso, en el límite de las fórmulas proféticas que se hallan en Oseas, Jere- este enunciado es que la nación ha sido despertada por Yhwh en la misma tie-
mías y el deuteronomista. Igual como conocían los profetas la alternancia de rra de Palestina y procede a amarle» (p. 297). Se hace así manifiesta «la certeza
«buscar y hallar», ¿no se oculta acaso Yhwh ante una penitencia imperfecta? de que Dios conseguirá una conversión total». Y una vez más esto se funda en
Así podemos comprender cómo, en el Cantar de los cantares, el amado se escon- Oseas, Jeremías, Ezequiel e Isaías.
de súbitamente cuando la amada, no totalmente dispuesta aún para el amor, Más allá de esto, el acento parenético que encontramos en 8, 6-8 («pues
da la impresión de poseer al amado. Nuestros comentaristas relacionan Cantar fuerte es el amor como la muerte») recuerda Deuteronomio 6, 6-8, que remite
de los cantares 5, 5-6 con Isaías 4 1 , 1 , «un contexto que anuncia la vuelta de a Éxodo 13, 9 y evoca Jeremías 31-33, donde se proclama la intransigencia y la
Israel y que muestra a Yhwh dispuesto a volver a Palestina y restablecer la nación, fuerza invencible del amor30. Por ello nuestros exegetas no se extrañan de que
el nombre de Yhwh deba ser finalmente pronunciado, no como de pasada, como
29. Por ello, en el primer poema (1, 5; 2, 7), cuando la muchacha dice «Negra soy, pero si la «llama de Yhwh» (8, 6) fuera una expresión tan banal como, digamos, rayos
graciosa, hijas de Jerusalén», debemos entender que «fueron los sufrimientos del exilio lo que oscu- divinos, sino porque, tomando como base todo cuanto precede, el gran prota-
reció la piel de la mujer, sin alterar su belleza». ¿Habla el texto de la madre («los hijos de mi madre»)? gonista de la búsqueda del amor puede ser al final nombrado, tan pronto como
Debe referirse al país de los antepasados de Abraham. ¿Del vino? Sería chocante que significara la
el amor entre Yhwh y su pueblo se ha, por fin, consumado.
virginidad de una mujer. La expresión se refiere a la tierra de Canaán y a la verdadera religión,
siguiendo una metáfora usada por Oseas, Isaías, Jeremías y Salmos: «el vino de la amada es Pales- Entre las críticas aducidas con relación a la explicación alegórica del perí-
tina» (ibídem, p. 75). ¿Está ella indefensa? Tiene que ser una alusión a los pecados que provoca- odo moderno, debemos distinguir, a mi entender, entre lo que procede de las
ron el exilio, ¿Adonde llevará el pastor su rebaño? De nuevo, a Palestina. ¿Que la mujer se com- técnicas exegéticas y lo que expresa un cambio radical en el uso del texto bíbli-
para a una yegua atada al carro del faraón? La condición de ser una «yegua de Yhwh» sólo puede
co, cambio que también determina la situación de aquellos exegetas para quie-
significar un estado de humillación según Jeremías 22, 7-8 y el Déutero-Isaías. Aún más, enten-
demos que se nos habla de una exhortación implícita a esperar con confianza que nos sea quita-
nes la interpretación erótica se ha convertido en una explicación obvia. Limité-
do el yugo, esto es, la vuelta a Palestina. ¿Habla el amado de los pechos de su amada? «Podemos monos, por tanto, por el momento, a las objeciones que han surgido sobre el
preguntarnos si la imagen de los pechos no simboliza acaso a las tribus del norte y del sur» (ibí- mismo terreno donde los alegoristas modernos han asumido el riesgo de desafiar
dem, p. 89). Si es así, «entre mis pechos» quiere decir «en mi corazón», esto es, el «centro de Israel». a aquellos que sostienen lo que ellos denominan una explicación «naturalista»
En cuanto a que «nuestro lecho está fresco» (1, 16) se refiere a Palestina cubierta de olivos e higue-
de nuestro texto.
ras, como celebran Deuteronomio 8, 7-10 y otros muchos pasajes del Antiguo Testamento. De
modo similar, cuando 3, 1 dice «en mi lecho, en la noche», «este lecho es Palestina» (ibídem, Normalmente, se condenan tres vicios31. En primer lugar, el aspecto arbi-
p. 130). Entendemos que la mujer diga de sí misma, en 2, 1, «soy el narciso de Sarón, el lirio de trario de las comparaciones instituidas entre palabras o expresiones. En segun-
los valles», si admitimos que a Israel y su tierra los abraza un único juramento escatológico de do lugar, la fastidiosa repetición de lo que parece una teoría a priori, tanto si se
unión con Yhwh. ¿Dice la mujer «me introdujo en la bodega»? (2, 4). No debemos demorarnos trata de la tesis que distingue las figuras de Yhwh e Israel bajo los rasgos del ama-
en la imagen de una habitación nupcial (ni mucho menos descubrir una alusión a un santuario
de Astarté). Los textos bíblicos que pintan Palestina como tierra de viñedos se bastan para soste-
do y de la amada o de la que ve en ellos a Cristo y a la Iglesia. Por último, está
ner la alegoría fundamental. Tampoco nuestros autores se dejan sorprender por la apariencia
erótica de 2, 6, «su izquierda, ...». Sin embargo, no siguen a Joüon cuando se refiere a la presen-
cia de Yhwh en su tabernáculo. No, «nada debe verse en esta escena más allá de una demostración 30. Numerosos textos en el Antiguo Testamento destacan los celos divinos en todo encuen-
recíproca de amor apasionado» (ibídem, p. 106). Por lo que se refiere al difícil versículo «no des- tro con los ídolos. «Decir que el amor es tan fuerte como la muerte es, consiguientemente, subra-
pertéis... hasta que ella quisiere» (usado como un refrán en 3, 5 y 8, 4), el despertar en cuestión es yar cuan dispuesto está a afirmar que es justa su reclamación de poseer su objeto y defenderlo con-
el aludido en Isaías 4 1 , 17; 42, 1 y 43, 1. Se trata, tras el torpor del exilio, del despertar y de la tra cualquier contacto ajeno» (ibídem, p. 301).
vuelta a Yhwh. Puesto en un contexto profético, especialmente el del exilio y el de después del exi- 31. Cf. T. Todorov, Symbolism et Interprétation, Seuil, París 1978: A. Compagnon, Lasecon-
lio, este versículo nos pone discretamente en guardia contra un arrepentimiento imperfecto. de main ou le travail de la citation, Seuil, París 1979.
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

la arbitraria imposición de un sentido alegórico por parte del magisterio ecle- pierden buena parte de su fuerza. Como respuesta a la primera objeción, es posi-
siástico. Una vez que la situación de un lector judío o cristiano ya no está direc- ble redescubrir, en el origen de lo que parece ser el más arbitrario juego de pala-
tamente conectada con el marco lingüístico inicial, este tipo de comentario se bras que comienza en Orígenes, un gesto de obediencia a una experiencia prin-
hace sumamente vulnerable a este tipo de triple crítica. Podríamos incluso decir ceps: la de un piadoso judío de la comunidad de Israel, luego, con el cristianismo,
que se ofrece él mismo imprudentemente a este tipo de crítica, por el simple la de un bautizado en esta fe y, a continuación, la de un alma mística en busca
hecho de que se sitúa en el terreno de la búsqueda de un sentido verdadero. de lenguaje significativo. En cuanto a la segunda objeción, debemos estar aten-
En este sentido, el método de la antologización de Robert y Feuillet es par- tos a la capacidad de inventiva que nunca se elimina del todo y que .incluso a
ticularmente vulnerable a la primera crítica, debido a su mismo interés por sacar menudo da origen al compromiso en el acto de la lectura comunitaria. Por últi-
palabras o fragmentos verbales de su contexto, tratando la Biblia como un vas- mo, por lo que concierne a la tercera objeción, que de hecho es una acusación,
to almacén de expresiones y palabras a las que el exegeta puede recurrir basado no se nos prohibe saludar la promesa de una adhesión confiada a una comuni-
en la única regla de que debe existir alguna afinidad semántica que determine el dad de interpretación posterior, que incluya hasta la sumisión al poder externo
método de la antologización. Aquellas conexiones contextúales que se resistan a de un magisterio eclesiástico. Ésta es la razón de que, pese a todo, parezca posi-
esta especie de ojeada general y a estas comparaciones, que esa afinidad semán- ble, incluso en la actualidad, sentirnos de acuerdo hasta cierto punto con las lec-
tica parece autorizar, son dejadas de lado. turas rabínicas y patrísticas y hallar en ellas las ramas de una floreciente histo-
Una vez que surgen dudas sobre el método de la antologización, es difícil ria de la lectura, dentro de la cual nos consideramos herederos de planteamientos
no prestar oídos a la segunda acusación. ¿No se debe acaso a que la selección de lectura que todavía continúan a disposición nuestra.
de textos puestos en paralelo fuera guiada por una cierta convicción externa ante-
rior que el alegorista sea capaz de remitirse, bajo apariencia de una argumenta- 4. El abandono de la interpretación alegórica: el cambio en el lector En la sección
ción aposteriori, a la probabilidad de estas comparaciones escogidas previamen- precedente, he esbozado las objeciones que se dirigen a la prerensión de que la
te por ese principio anterior de selección? interpretación alegórica sirva como explicación del auténtico significado del Can-
Al mismo tiempo, la puerta queda abierta al tercer cargo, pese a su apa- tar de los cantares, esto es, de su significado original e intencional, inmanente al
riencia francamente sospechosa y a ser una idea antipática. ¿No se debe, tal texto. Sin embargo, la falta de aceptación que afecta actualmente a la interpre-
vez, a la imposición —con muchos medios, con violencia incluso— por parte del tación alegórica no se aplica sólo a los vicios metodológicos que una ciencia mejo-
magisterio de una interpretación alegórica que la brecha así abierta entre la lec- rada podría ser capaz de corregir. Si, como hemos dicho, siguiendo a Pelletier,
las interpretaciones alegóricas más antiguas enraizan en usos del Cantar de los
tura oficial y la obvia y exigida reclamara a cualquier costa la conveniencia de
cantares, usos litúrgicos, hímnicos y homiléticos, en los que los nuevos lugares
la alegoría - a costa, en particular de inventar juegos de manos que, a su vez, han
en que se usan las palabras son con todo visibles -el bautismo, por ejemplo— y
motivado superabundancia de sutilezas en el momento de trazar las compara-
a partir de los cuales se pronuncian de nuevo las palabras del Cantar de los
ciones semánticas?32
cantares, entonces las razones del declive de estas interpretaciones debe igual-
Sea lo que fuere, estas objeciones, en mi opinión, sólo se aplican a ese úni-
mente buscarse en el plano de estos usos y, más en general, en el plano de las
co segmento de la tradición alegórica, en que el comentario que se afirma cien-
condiciones que prevalecieron durante la época de la re-enunciación, de la reu-
tífico ha sustituido a aquellos usos del texto bíblico en los que la posición actual
tilización del Cantar de los cantares en un estilo alegórico.
de la persona, que formula o reformula el texto bíblico, es siempre conscien-
te de sí misma. En este sentido, el trabajo de Anne-Marie Pelletier, remitién- Este declive puede atribuirse a factores muy heterogéneos. Por ejemplo, a
dose de nuevo de los comentarios modernos a los usos litúrgicos, hímnicos y un supuesto mal uso de las fuentes bíblicas a que remite la interpretación ale-
homiléticos del Cantar de los cantares, representa de un modo decisivo una com- górica, o hasta a un fracaso interno de la concepción alegórica misma ya en el
pleta reorientación de la cuestión. Para todo aquél que desee considerar la tra- período patrístico o, por último, a cambios culturales, que se extienden desde la
yectoria global de las interpretaciones alegóricas y no sólo el alegorismo más o Edad Media a la época moderna, que han hecho insostenibles los gestos de lec-
menos artificial de los comentaristas modernos, los argumentos ahora referidos tura adoptados por los exegetas alegorizantes.
No me detendré en el primero de estos posibles motivos de declive, por
cuanto ello nos obligaría a anticipar lo que luego será dicho sobre un eventual
32. Los argumentos de la crítica moderna sobre la interpretación patrística se resumen y
discuten en Pelletier, Lectures du Cantique des Cantiques, p. 291-300.
significado teológico vinculado a la interpretación erótica. La argumentación,
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

no obstante, puede resumirse en los siguientes términos. ¿Es la relación de amor sario vaciar primero de lo erótico su cualidad nupcial per se, que luego fue intro-
entre Dios y los seres humanos, que los rabinos y los padres griegos suponen ducida en el «misterio» cristiano de un modo exclusivo. Adoptar el lugar de
metafóricamente proyectada por el Cantar de los cantares, realmente afín a la la amada significó ante todo alejar esta imagen de su marco erótico. De aquí la
que celebraron los profetas Oseas, Jeremías, Isaías, Ezequiel y hasta el deutero- paradoja que, para funcionar como una alegoría, a la exégesis no le quedó ya a
nomista? Lo que aquí se pone en cuestión es el carácter unitivo y totalmente recí- su alcance otra cosa que las asociaciones puramente verbales, o mejor, las homo-
proco del amor celebrado por el Cantar de los cantares. Si ahora invoco este argu- nimias no sexualizadas, que se cosechan por todo el texto bíblico. En este sen-
mento, es porque ha sido usado por varios exegetas contra las interpretaciones tido, la prioridad dada a las analogías puramente verbales tiene como origen el
alegóricas en general. Los profetas, han observado estos exegetas, nunca se atre- eclipse de la analogía nupcial, que todavía se sentía en el plano de las condicio-
vieron a hablar de amor mutuo, de una posesión mutua entre Dios y los hom- nes de expresión y re-expresión en los antiguos usos del Cantar de los cantares.
bres, por cuanto la reverencia por el Dios de la Tora y de la alianza imponía una De aquí que sea difícil no sentir esta forma de analogización de dos clases hete-
distancia vertical en el corazón mismo del vínculo aliancista. Este argumento es rogéneas de amor, mediante las palabras que tienen en común, más como un
de suma importancia. Pone el dedo en la invisible línea que separa una religión desplazamiento de significado que como un incremento de significado.
ética de una mística. Y en este sentido, sobrepasa el plano propiamente exegé- Pero estos fallos de la exégesis alegórica en el plano de la explicación del
tico en que hasta ahora nos hemos recluido. Por esto debo dejar para mi sección significado no habrían sido tan obvios si no hubiéramos dejado de lado las
última cualquier examen detallado de esta objeción. posturas de lectura que hicieron posible la exégesis alegórica. De este modo, lle-
La segunda razón de abandonar el camino de la alegoría tiene que ver gamos hasta los cambios en el lector que llevaron a englobar en una misma des-
con la misma concepción de alegoría, que como anteriormente indiqué es en afección tanto la exégesis patrística como el alegorismo que pretende ser cien-
sí mismo sólo una interpretación sistemática de la relación analógica, primero tífico, hasta un punto en que no ya sabemos cómo reconocer los méritos reales
vivida y después hecha conciencia reflexiva, que judíos y cristianos perciben entre de aquélla, si no es poniendo el filtro del alegorismo erudito.
dos niveles de amor. De hecho, podemos preguntarnos si el alegorismo profe- Por consiguiente, es hacia estos cambios en el lector a donde debemos diri-
sado por Orígenes y los demás intérpretes que emprendieron su camino no era girnos ahora.
secretamente discordante en relación con la interpretación tipológica practica- Recordé antes el vínculo existente entre la tradición alegórica y la condi-
da, a veces -es verdad- bajo la etiqueta de la alegoría, por Pablo y los Padres, ción monástica. La experiencia fundamental por la que esta condición propor-
dando origen a confusiones que duraron largo tiempo. No me detendré tam- cionaba el marco fundamental ya no es paradigmático. Si, para la tradición ascé-
poco en esta objeción, que ya he tomado en consideración antes33. Permítaseme tica y mística, tan intensamente vinculada a la condición monástica, la significación
sólo añadir ahora, desde la perspectiva de una historia de la lectura del Cantar nupcial era ante todo espiritual, para nosotros modernos se ha vuelto carnal, tan-
de los cantares, que la lectura mística se llevó a efecto principalmente en un ámbi- to que ya no vemos más diferencia entre lo nupcial y lo erótico que la que los
to marcado por el ascetismo, a veces tal como lo practicaba el laico, pero que alejandrinos veían entre lo nupcial y lo místico.
más a menudo era el que practicaban el clero y los monjes. Como sucedió en No voy a intentar aquí una historia de lo que yo denomino cambio en el
el caso de Orígenes, el acceso al texto del Cantar de los cantares estaba explíci- lector. Sin embargo, debo decir por lo menos algo sobre el papel desempeñado
tamente reservado a quienes se hallaban verdaderamente avanzados en el cami- por la Reforma, en especial por Lutero, en esta historia de la lectura. Por un lado,
no de la renuncia a la vida carnal, y su lectura se desaconsejaba imperativa- al abolir la diferencia entre el estado monástico y el laico, la Reforma luterana
mente o se prohibía a los novicios en la vida espiritual. Aun cuando este ascetismo quebró el marco en el que floreció la reutilización del Cantar de los cantares por
llevaba los rasgos específicamente cristianos, había también tomado del alego- el bautizado o por el alma cristiana en busca de la unión con su Señor. La lla-
rismo platónico el dualismo de lo «visible» y lo «inteligible». Sin embargo, la mada de la Reforma a vivir la propia fe dentro del marco de una vocación mun-
influencia de la condición monástica sobre la lectura parece haber dominado dana —trabajo y matrimonio— sustrajo a vida monástica su carácter paradigmá-
la de la interpretación a través de un alegorismo libre de las constricciones de tico e impidió ver en ella el marco privilegiado para la lectura adecuada del Cantar
una tipología específicamente cristiana y entregado a una espiritualidad plato- de los cantares. Por otro lado, en el plano propiamente exegético, la declaración de
nizante. Para poder hablar de la belleza nupcial del misterio de la fe, era nece- que la Escritura es intérprete de sí misma tuvo la consecuencia de desacreditar
la interpretación alegórica en general, que en adelante fue considerada contin-
33. Me remito, de nuevo, a las obras de Daniélou y de H. de Lubac, antes citadas. gente y arbitraria. De este modo, el argumento propiamente exegético se vin-
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

cula al antiautoritario, de modo que ambos se refuerzan y se vuelven mutua- ginal independiente de todo compromiso por parte del lector no es una acti-
mente indiscernibles. En este sentido, la reforma pavimentó el camino por don- tud atemporal, ahistórica, sino que procede ella misma de una historia de la lec-
de habían de transcurrir las tres mayores objeciones de la crítica contemporánea tura. En segundo lugar, el triunfo del sentido erótico, aceptado por autoevidente,
antes tratadas. es en sí mismo un hecho de la lectura, en la que los cambios técnicos en el cam-
Sin embargo, la Reforma a su vez sólo constituye una de las fases del gran po de la exégesis y los cambios culturales que afectan al discurso público sobre
cambio en el lector que lleva al tipo de supuestos que hoy distinguen la lectura la sexualidad se refuerzan mutuamente.
naturalista de la alegórica. El factor cultural de mayor importancia en este sen- ¿Puedo añadir una observación final, de alguna manera maliciosa, sobre
tido fue la valoración de la sexualidad como relación humana significativa. Es que la lectura propuesta en este volumen por André LaCocque, que coloca a la
cierto que esta mirada favorable en lo que concierne a la sexualidad nunca estu- Sulamita entre los personajes «subersivos», surge también ella de una lectura
vo del todo ausente, incluso en aquellos tiempos en que la condición monásti- «subversiva», que podríamos considerar típicamente moderna?
ca era considerada modelo de perfección. Sin embargo, un tono de condescen-
dencia -recordemos a Pablo diciendo que «es preferible casarse que quemarse»—
acompañó siempre la estima concedida a la sexualidad en el marco del matri- H A C I A UNA LECTURA TEOLÓGICA
monio cristiano. Esta estima encuentra su más apta expresión en el discurso sobre DEL CANTAR DE LOS CANTARES
la castidad conyugal.
La valoración de la sexualidad que tengo presente aquí tiene dos rasgos dis- La cuestión de un posible sentido teológico del Cantar de los cantares se
tintivos. Primero, hay lo que podemos llamar una declaración de inocencia plantea en la actualidad en un nuevo marco. Por un lado, hemos conseguido, en
por lo que se refiere al valor de la sexualidad per se. No se trata de que la idea el transcurso de la primera parte de este ensayo, acumular una serie de indica-
de pecado, culpa o maldad esté excluida de esta esfera, sino de que el acto sexual ciones, proporcionadas por el texto mismo, que podemos considerar a modo de
mismo es declarado inocente. La falta, si la hay, puede únicamente asignarse marcas de un vínculo nupcial dentro de lo erótico, susceptible con todo de que-
en adelante a la cualidad de la relación con la compañía en el intercambio sexual: dar libre de su trasfondo. Por el otro lado, al final de la segunda parte dimos con
una falta de consentimiento, la reducción del otro a la condición de objeto, explo- un regla de lectura, ilustrada con el ejemplo de la interpretación alegórica entre
tación, violencia, etc. El segundo rasgo es el que más cuenta para la historia de los Padres, según la cual es gracias a una reutilización del poema en nuevas situa-
la lectura del Cantar de los cantares. No tenemos en la actualidad dificultad algu- ciones de discurso cómo al Cantar de los cantares se le hace decir algo distinto
na en celebrar el placer sexual por sí mismo, excluido de toda relación con la a lo que literalmente dice.
esfera matrimonial. En otras palabras, estamos dispuestos a distinguir ese mutuo Si juntamos ambas líneas de análisis, podemos aventurar la hipótesis de
pertenecerse el uno al otro, que se consuma en la relación erótica, de la institu- que la resituación del vínculo nupcial en figuras amorosas no eróticas puede pro-
ción matrimonial, tanto si seguimos aprobando esta última como si no. La cita ducir comparaciones e intersecciones de diferentes textos bíblicos, en el sentido
que André LaCocque hace de una de mis primeras obras toma en consideración de efectos de lectura nuevos originariamente desconocidos. En otras palabras, es
este cambio. Ésta fue exactamente la situación por lo que se refiere a los aman- al fenómeno general de intertextualidad, como efecto de lectura, más que a la
tes del Cantar de los cantares. Ninguna alusión se hace aquí al matrimonio o a alegoría, supuestamente inmanente en la Escritura, a lo que podemos apelar en
la fecundidad. La gloria del vínculo nupcial se muestra aparte de toda referen- orden a generar lecturas teológicas del Cantar de los cantares, presentando, casi
cia al vínculo matrimonial, ciertamente sin excluirlo o exigirlo. como chispas de un nuevo sentido, puntos de intersección entre los textos que
En mi opinión, a este cambio cultural importante debemos atribuir el triun- pertenecen al canon bíblico. Y lo que es más, si las interpretaciones alegóricas
fo casi universal de la lectura erótica del Cantar de los cantares, que se ha con- pueden considerarse en sí efectos de significado, parece entonces plausible si-
vertido en lectura dominante. Evidentemente, se puede reseguir muy fácil- tuarlas en la trayectoria de un proceso de crecimiento de interpretaciones, que
mente la línea de esta lectura en los cambios que han ocurrido en la esfera de habría comenzado en el plano de una lectura intrabíblica. Antes de una reutiliza-
la exégesis misma. Pero sería ingenuo creer que las transformaciones que han ción de estos textos estaría la lectura cruzada que ocurre en el interior del canon.
ocurrido en el plano de la cultura moderna no han tenido efecto alguno en la Para dar alguna indicación de esta lectura, no empezaré con una confron-
historia de la lectura. De hecho, le pertenecen de dos maneras. En primer lugar, tación entre el Cantar de los cantares y los textos proféticos, en los que el sim-
como puse de relieve al comienzo de este ensayo, la búsqueda del sentido ori- bolismo nupcial se aplica a las relaciones entre el Dios de Israel y su pueblo, aun
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

cuando sea éste el locus theologicus donde se ha centrado el criticismo moderno tiempo, sino más bien de un tiempo subyacente en la historia misma-, la mujer
que asume el alegorismo, como indiqué anteriormente. Más bien prefiero pro- aparece en el momento en que el varón, capaz de dar nombre a todos los ani-
bar mi propuesta de una lectura cruzada a través de una comparación de textos males, siente el desasosiego de la falta de algo, la ausencia de una compañía ver-
procedentes de géneros literarios diferentes, en los que el aspecto creativo de los dadera: «pero para el hombre no se encontró ayuda que se acomodara a él». Pero
procesos de intersección de estos textos será más claramente visible. Por ello quie- lo indiviso no se convierte en dos, más que al precio de una separación que no
ro empezar volviendo al grito de júbilo de Génesis 2, 23: «Ésta sí que es hueso puede atribuirse como autor. El otro sólo le adviene en la inconsciencia del sue-
de mis huesos y carne de mi carne; se llamará 'issáh, porque del '«ha sido toma- ño. ¿Cómo podemos no pensar aquí en el despertar de la mujer por el hombre
da»34. Dar prioridad a esta comparación está justificado por varias razones. Pri- en Cantar de los cantares 8, 5: «Te desperté bajo el manzano...»? Paul Beauchamp
mero, salvaguarda la idea de una pluralidad de interpretaciones teológicas, que tiene la siguiente intuición al respecto35. Antes de la creación de la mujer, el len-
podría verse obstaculizada por una excesiva concentración exclusiva en la com- guaje está ya ahí, pero sólo como lenguaje en cuanto mero conjunto de etique-
paración del Cantar de los cantares con los textos usualmente citados del ciclo tas asignadas a las criaturas vivientes. Sólo con la presencia de la mujer nace el
profético. El paralelo de Génesis 2 nos invita a dar juego a una interpretación lenguaje como «habla», o más precisamente como sentencias marcadas con fra-
teológica, que no se identifica como una interpretación alegórica, por lo menos ses deícticas («ésta», una expresión que se repite, «ésta al fin»). Para que el pri-
en el sentido usual de este término. En Génesis 2, el amor humano es celebra- mer discurso del hombre sea de admiración, hace falta la mujer. Pero, a pesar de
do dentro del marco de un mito de creación, que ignora cualquier separación todo, ¿supone el nacimiento del discurso, contemporáneo con el de la mujer,
entre el amor espiritual y el carnal y, por lo mismo, no sugiere ninguna analo- el nacimiento de un poema? No, para nada, pues al discurso que el varón diri-
gía entre ellos. Génesis 2, 23 y el Cantar de los cantares sólo sabe de un amor, el ge a la mujer el Cantar de los cantares añade la reciprocidad del discurso entre
amor erótico entre un hombre y una mujer. dos amantes, que siente igual admiración el uno por el otro; aún mas, si segui-
¿En qué sentido, entonces, es significativa esta comparación entre Génesis mos a André LaCocque, una reciprocidad cuya iniciativa viene de la mujer.
2, 23 y el Cantar de los cantares? Plantear esta pregunta es preguntar por el Vale la pena reflexionar sobre una segunda intersección entre el poema y el
aumento de significado que cada texto recibe del otro mediante estas lecturas mito. Ambos hablan de una inocencia del vínculo erótico, considerado aparte de
cruzadas, como en el caso de la producción de una metáfora viva que reúne cam- su marco social y de la institución del matrimonio. Con todo, el mito y el poema
pos semánticos heterogéneos. hablan de diferente manera de esta inocencia. En el mito, la inocencia la marca el
En primer lugar, el versículo de Génesis 2 lleva en sí la riqueza de signifi- sentido de una creación buena: «Dijo Yhwh-Dios: No es bueno que el hombre
cado que el grito de júbilo del varón, al descubrir a la mujer, debe a su encuadre esté solo» (2, 18). De este modo, la inocencia del erosst reviste de la divina apro-
en un mito de la creación. Antes, me arriesgué, siguiendo a Paul Beauchamp, al bación. Es inocencia de la criatura, donde criatura significa creación de Dios. Es
hablar de una «vuelta al comienzo» en lo tocante a la vuelta a la casa materna en verdad que la caída está cerca. De hecho, si resituamos el relato de la creación de
Cantar de los cantares 8, 5 y al énfasis en 3, 6; 6, 10 y 8, 5. El Génesis explíci- la mujer dentro del marco más amplio de la «historia» completa de los comien-
ta y amplifica en extremo este sentido de comienzo absoluto vinculado al amor, zos, este nacimiento y este discurso ocurren en un intervalo de significado entre
situando el nacimiento dentro de una «historia» de comienzos, un gesto total- una prohibición -«No comas...» (Génesis 2, 17)- y el acto con que se transgrede
mente extraño al Cantar de los cantares, cuyo carácter no narrativo ya he subra- (Génesis 3). Con todo, este intervalo no constituye una simple transición narra-
yado. Y lo que es más, la «historia» que enmarca el grito de júbilo de Génesis tiva rápida, sino más bien un tiempo clave en la «historia» o en los orígenes, a sa-
2, 23 ha de ser leída como la narración de una secuencia de nacimientos abso- ber, aquel en que la condición de criatura -una criatura buena- se afirma sobera-
lutos: los animales, la soledad humana, la partición del ser humano en dos. En namente. El grito de júbilo del varón sitúa el vínculo erótico más allá del bien y
el transcurso de esta historia -que es, por tanto, no la de un tiempo anterior al del mal, pues existe antes de su distinción. ¿No podremos decir entonces que el
Cantar de los cantares reabre este enclave de inocencia y le da el espacio que hace
posible la autonomía del poema en conjunto?36
34. La conexión entre el Cantar de los cantares y Génesis 2 la destaca vigorosamente Karl
Barth, Dogmatique, Labor et Fides, Ginebra 1960, vol, 3, 1, p. 337-340, p. 317s, y vol. 4, p. 225.
Véase también Georges Casalis, Helmut Gollwitzer y Roland de Pury, Un chant d'amour insoli- 35. Ibídem, p. 129.
te, Le Cantiquedes Cantiques, D. D. B, 1984; Lys, Le plus beau chant, Beauchamp, L'un etl'autre 36. Esta sugerencia se apoya en gran medida en los análisis que del poema hace André
Testament, vol. 2, Accomplir les Ecritures, p. 115-137 («L'homme, la femme, et le serpent»). LaCocque.
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

El poema, a su vez, puesto al lado del mito, confiere al intervalo de inocen- clamar y celebrar la indestructibilidad básica de la inocencia de la criatura, a pe-
cia la gloria de una pausa poética37. ¿Debemos, pues, en orden a vincular más es- sar de la historia del mal y del castigo. Esta proclamación y celebración no reque-
trechamente el poema del amor inocente al mito de una buena creación, asignar ría ser puesta al final de los tiempos; puede ser cantada en la actualidad. Si, con
al Cantar de los cantares un significado escatológico, siguiendo a Karl Barth, la todo, queremos seguir hablando de alegoría en sentido amplio de decir otra cosa
inocencia cantada por el Cantar que anticipa el Reino que ha de venir, algo así o de decirlo de otra manera, esta alegoría no nace de una división entre el espíri-
como el banquete escatológico? Esta interpretación procede claramente de una tu y la carne, sino de una división, en cierto modo a igual nivel, entre dos mane-
teología que se dice sistemática y que ha de aceptarse como tal. Su fuerza es la de ras de hablar de la inocencia: la del mito que cuenta un nacimiento inmemorial y
un discurso teológico coherente, en el que el canto del comienzo y el del cumpli- la del epitalamio, que canta un renacimiento continuo en el corazón mismo de la
miento enmarcan la historia que esta teología llama «historia de salvación», mar- existencia profana de cada día.
cada por la caída y la desgracia que acompaña a un amor deficiente, así como por Una última intersección entre el poema y el mito resulta también fasci-
las advertencias y las promesas de los profetas. Esta interpretación es perfecta- nante. Podríamos discutir el carácter teológico de estos dos textos en los que
mente aceptable dentro del marco de una teología sistemática, cuyo hilo central no se nombra o no se alude a Dios. A esto cabría replicar que el mito de la cre-
es una historia de salvación, centrada a su vez en una cristología. Pero, ¿es necesa- ación en su conjunto nombra a Dios. ¿No nos referimos antes al versículo que
rio ser sistemático en esto, dada la diversidad de los textos bíblicos? En una con- dice «Dijo Yhwh-Dios: No es bueno que el hombre esté solo»? Esta aproba-
cepción más policéntrica de los escritos bíblicos, como la que defiendo yo en los ción divina nos autoriza a decir qué el amor es inocente ante Dios. Pero, alguien
ensayos de este volumen, puede ser preferible permitir que cada texto hable al puede decir, ¿puede ser Dios testigo de una declaración, no siendo él la audien-
lector desde su marco particular y encomendar el coro de voces a los encuentros cia concernida? ¿No podríamos responder, en una línea exploratoria, que el ori-
azarosos que son uno de los gozos de la lectura. Al asignar un status escatológico gen no tiene necesidad alguna de ser distinguido, nombrado, o referido en la
al Cantar de los cantares, en simetría con el origen, quizás le privamos de su ras- medida en que habita en la criatura? El hombre ama a partir de Dios38. Si es así,
go más valioso, que es cantar la inocencia del amor en el corazón mismo de la al releerlo a la luz de Génesis, el Cantar de los cantares se convierte en un texto
vida cotidiana. Lejos de quedar disminuido, el significado teológico puede hasta religioso en la medida en que podemos escuchar en él la palabra de un Dios silen-
resultar aumentado. El poema, releído a la luz de Génesis 2, 23, puede sugerir ciado y no nombrado, al que no percibimos por la fuerza del testimonio de un
que la inocencia de la criatura no quedó abolida con la caída, sino que hasta per- amor captado como tal.
manece subyacente en la historia del mal, que la relación erótica nunca evita por Lo confirma la denominación truncada de Yhwh en el desenlace sapien-
completo. Una manera teológica de leer el poema consistiría, por tanto, en pro- cial del Cantar de los cantares39, que arriesgamos a situar en paralelo con este
otro desenlace también sapiencial que dice: «Por eso, dejará el hombre a su padre
37. Hay otro rasgo común a Génesis 2 y a Cantar de los cantares. Si, como Daniel Lys, y a su madre [¡aunque no había todavía ni padres ni madres en el tiempo de la
hacemos uso de las categorías de lo sagrado y lo profano, principalmente en la perspectiva de una creación!] y se unirá a su mujer, y vendrán los dos a ser una sola carne» (Géne-
comparación con hierogamias orientales, vemos en el Cantar de los cantares una reconciliación
entre lo sexual y lo sagrado. Este es un vínculo que disocian quienes sostienen que lo sexual es
especialmente profano, hasta obsceno, y que sólo el proceso de alegorización puede salvar nues- 38. «Si decimos que hay una alegoría en estos poemas de amor, lo decimos en un sentido
tro texto y su status canónico. Lo disocian también quienes creen que la dimensión sagrada del del todo preciso. No porque las palabras deban ser descodificadas, sino porque las cosas de los
amor sólo puede salvarse mediante la alegoría. La lección del Cantar de los cantares es «vivir la hombres significan cosas de Dios. Van juntas. En el sentido en que hemos dicho que las primeras
relación de alianza hasta en la vida sexual de uno» (Leplus beau chant, p. 52). Lys ve en el Can- palabras de Adán a su mujer están dichas partiendo de Dios y en Dios, sin nombrarle. Aquí es por
tar de los cantares el resultado de una doble desmitologización, tanto de lo divino, bajo la presión donde debemos comenzar» (Beauchamp, L'un et l'autre Testament, p. 186).
de la teología de la alianza, como de lo humano liberado de su vinculación a las hierogamias sagra- 39. Esto plantea un problema difícil a los exegetas. Como dice Paul Beauchamp, con rela-
das. «El mejor modo de desmitizar el eros pagano es describir el amor humano no sólo a la mane- ción a la palabra que nombra a Dios en 8, 6 (shalhevet Yah), «los comentaristas tienen razón en
ra de los cantos egipcios profanos, sino también de acuerdo con el modelo del amor de Dios por respetar la discreción del texto. Pero suponer que el Yah que viene aquí no dice realmente casi nada
su pueblo» (ibídem, p. 53). El poder de la desmitización parece estar asignado aquí a la teología es estar hablando del poema» (L'un et l'autre Testament, p. 180). Podemos entender que el nom-
de la alianza, que hace posible que Lys escriba que el sexo se vuelve sagrado cuando «desmitifica bre completo de Dios deba estar ausente del epitalamio y volver, con todo, en una forma trun-
el amor pagano y refleja la alianza» (ibídem, p. 54). Sin poner reparos a la comparación con los cada en el paso de lo lírico a lo sapiencial. Sin embargo, también es cierto que este nombre trunca-
profetas, de la que hablaré más adelante, vale la pena notar que la alianza está significada implí- do procede de la impertinencia a que alude André LaCocque. He sugerido, por mi paerte, que
citamente en el Cantar de los cantares por el «sello» de 8, 6. Pero es verdad que el sentido explí- la supuesta desteologización pertenece en sí a la interacción metafórica que se despliega a lo lar-
cito de la alianza con Dios requiere unir el Cantar de los cantares y los profetas. go de todo el poema con muy distintas variaciones retóricas.
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

sis 2, 24). ¿No tiene el sello de la alianza en Cantar de los cantares 8, 6 el mis- deración. Siguiendo este camino de intertextualidad, pueden descubrirse ideas
mo sabor sapiencial? En ambos casos desconocemos quién está hablando: ¿la voz muy fecundas.
inexperta de la sabiduría? ¿Un Dios oculto? ¿O un Dios discreto que respeta lo Ante todo, la metaforización en acto toma dos direcciones opuestas, como
incógnito de la intimidad, la privacidad de un cuerpo con otro? en una relación especular. Para los profetas, lo que se anuncia a través de la metá-
Armados de este modo como para mediar en la batalla entre el acuerdo y fora nupcial es el amor de Dios. En el Cantar de los cantares, la dimensión nup-
el desacuerdo entre textos, podemos también atrevernos a ocuparnos de nuevo cial del amor pierde su ropaje erótico gracias sólo a las virtudes del poema antes
de la discusión sobre la relación entre el Cantar de los cantares y los textos pro- consideradas, para reinsertarlas en situaciones de discurso nuevas, gracias a un
féticos, que celebran en términos aparentemente eróticos el amor entre el Dios cambio en el lugar de la enunciación (la liturgia bautismal, por ejemplo). En este
de Israel y su pueblo. La heterogeneidad, incluso la aparente incompatibilidad, sentido, el hecho de reunir estos textos da origen a lo que podemos llamar una
entre estas dos series de textos constituyó un sólido argumento por parte de los metáfora de intersección: por una parte, los profetas «ven» el amor entre Dios
adversarios de la explicación alegórica. No asumiré este argumento adoptando y su pueblo «como» amor conyugal; por el otro lado, el amor erótico cantado en
los términos de la antigua discusión, en la que las partes oponentes planteaban el Cantar de los cantares es «visto como» el amor de Dios por su criatura, por lo
la cuestión del sentido auténtico del Cantar de los cantares, de su significado ori- menos si lo interpretamos con referencia al lenguaje de los profetas. Este «ver
ginal y pretendido, inmanente al texto. Para los alegoristas, el Cantar de los can- como» es el instrumento de todo proceso metafórico, tanto si trabaja en una
tares pudo tener un significado alegórico, porque los profetas ya habían aplica- dirección como en otra.
do la metáfora nupcial a la relación entre Yhwh y su pueblo. El autor del Cantar En segundo lugar, hablar de una metáfora de intersección es dar a la ale-
de los cantares debía tener presente esta misma metáfora nupcial en su mente, goría un alcance mucho más amplio que el del alegorismo platonizante, conce-
que él o ella veló bajo la apariencia de un poema profano. A lo que los adversa- bido como la transferencia vertical de lo visible a lo inteligible, con el riesgo de
rios de esta explicación alegórica replican: (1) que en los profetas Oseas, Eze- abolir, negar y hasta difamar lo visible. La idea de una metáfora de intersec-
quiel, Jeremías y en el deuteronomista, la intención metafórica la señala clara- ción nos invita, en cambio, a considerar las distintas regiones originales del amor,
mente el contexto, cosa que no sucede con el Cantar de los cantares; (2) que la cada una con su juego simbólico. Por un lado, el amor divino se ha instalado en
clasificación del Cantar de los cantares entre los escritos sapienciales debería la alianza con Israel y luego en el vínculo cristiano, junto con sus metáforas nup-
ponernos en guardia contra lo que puede ser una mezcla abusiva de géneros; ciales absolutamente originales; por el otro lado, hay amor humano instalado en
y (3) que los profetas tenían presente un vínculo de alianza que respetaba la dis- el vínculo erótico y en sus metáforas igualmente originales, que transforma el
tancia y la jerarquía entre los socios y que, además, negaban cualquier signifi- cuerpo en algo parecido a un paisaje. El doble «ver como» de las metáforas de
cado sexual al amor entre Yhwh y su pueblo. intersección se constituye luego en fuente del «decir de otra manera» constitu-
Pero mí me parece que, si abordamos la relación existente entre el Cantar tivo de la alegoría. Es la fuerza del amor lo que es capaz de moverse en ambos
de los cantares y los textos proféticos con el mismo tipo de pensamiento que sentidos a lo largo de la espiral ascendente y descendente de la metáfora, consi-
aplicamos a la relación entre aquel libro y Génesis 2, nos libraremos del anterior guiendo que cada nivel de inserción emocional del amor signifique e «intersig-
dilema y de sus razonamientos. La cuestión —por lo menos para una hermenéu- nifique» con cualquier otro nivel.
tica centrada en la lectura más que en la escritura de un texto— no es si los pro- Por último, si respetamos las distintas tonalidades de los textos, nos dare-
fetas inspiraron al autor del Cantar de los cantares y si éste (¡o ésta!) reinscribió mos cuenta de la acción correctora que ejercen unos sobre otros. Y, de un modo
intencionalmente la metáfora conyugal de los profetas en el idioma de un can- especial, es preciso poner de relieve el efecto retroactivo del Cantar de los can-
to popular, incluso al precio de una eventual «desteologización» de la metáfora tares sobre los textos proféticos. Si la lectura profética del Cantar de los cantares
erótica hallada en los profetas, y con la intención obviamente marcada por la —unida, ciertamente, a la exégesis de Génesis 2 - saca a la luz la inocencia por así
mofa y la provocación, como André LaCocque piensa. En otras palabras, no se decir sagrada del vínculo erótico, la reinterpretación de los textos proféticos tien-
trata, por lo menos aquí, de cierta filiación en lo que concierne al origen, y por de, a su vez, a declinar la relación de alianza en dirección a un pertenecerse
tanto a la escritura del texto, incluso si esta cuestión es del todo legítima en el uno al otro entre socios iguales. Sobre este punto, la objeción que levantan los
marco de una investigación histórico-crítica sobre la composición del Cantar de adversarios de cualquier lectura alegórica ha de ser tomada en cuenta. La pro-
los cantares. Se trata, a mi entender, como en el caso de Génesis 2, de una lec- fecía se inscribe en una esfera ética en la que parece que toda relación de fami-
tura en intersección que respete la diferencia de marcos en los textos en consi- liaridad, incluida la de una entrañable sociedad, ha de quedar excluida. Por con-
Paul Ricoeur Cantar de los cantares

siguiente, es importante reconocer a cada serie de textos su propio marco. Aquí, condensación «por la que el código alimentario del banquete (el cordero dego-
el amor reverencial del creyente yahvista por su Dios; allí, el mutuo compartir llado) y el código de la unión sexual (la esposa) se unen debido a la colisión hiper-
de los amantes puesto en un plano de igualdad por su mutuo intercambio de bólica».
deseo y placer. La reinterpretación de los textos proféticos a la luz del Cantar Aunque los lugares en que hablamos de amor son sumamente diversos,
de los cantares sólo puede ponerse en marcha a través de un verdadero paso al incluso dispersos, de ninguna de ellos puede decirse que su figura sea superior a
límite, a través incluso de una sutil subversión, en un sentido distinto al pre- la de algún otro. Se intersignifican entre sí en vez de disponerse según una cier-
tendido por André LaCocque, al final de la cual la religión ética avanza hacia ta jerarquía. ¿No podemos, en consecuencia, sugerir que lo que he llamado nup-
la religión mística. Aquí, quizás, crucemos una frontera que sólo se atreven a cru- cial es el punto virtual o real de intersección en donde estas figuras amorosas se
zar unos cuantos locos por el amor de Dios. cruzan? Si éste es el caso, ¿no podríamos entonces también decir que lo nup-
Volviendo por última vez a nuestras consideraciones metodológicas, pare- cial como tal es un efecto de la lectura, procedente de la intersección de textos,
ce como si las objeciones que se alzan en contra de tratar el sentido alegórico precisamente porque es la raíz oculta, la raíz olvidada del gran juego metafóri-
como si fuera sentido literal perdieran su relevancia, igual como hacen los argu- co que hace que las figuras del amor puedan remitirse unas a otras?
mentos contrarios de los alegoristas. (1) Para una lectura en intersección, no
importa que el significado alegórico sea el pretendido por el autor del Cantar
de los cantares o que el texto mismo dé indicaciones objetivas de este tipo de
lectura. (2) La frontera entre profecía y sabiduría pierde también su relevancia
en la medida en que la traspasa deliberadamente una lectura intersecante, en
nombre mismo de la intertextualidad en acto dentro del marco canónico. (3)
Por lo que se refiere al cambio de significado de la alianza entre Yhwh y su pue-
blo que resulta de un acercamiento al Cantar de los cantares, hemos mostrado
que ha de ser reconocido como uno de los efectos de significado de una lectura
intersecante. Más importante que los argumentos de la antigua querella es la li-
bertad de moverse entre los escritos bíblicos que inspiran una lectura interse-
cante, liberados de las constricciones que impone preocuparse por las influen-
cias y filiaciones.
En este sentido, una lectura intersecante ha de llegarse al Cantar de los can-
tares por ambos lados. Por la segunda vía encontraremos los textos del Nuevo
Testamento que el método histórico-crítico intenta clasificar como seguros (Apo-
calipsis 3, 20; Juan 20, 1), probables (Apocalipsis 12, 1; 15, 6; Efesios 5, 27) o
simplemente posibles (Apocalipsis 22, 17 Juan 3, 29; 13, 2). Estos textos, leídos
en el Segundo Testamento, serían simétricos de algún modo a los del Primer Tes-
tamento, jugando libremente con el simbolismo nupcial. Dejemos, por consi-
guiente, que todos estos textos se proyecten unos sobre otros y recojamos aque-
llas chispas de significado que saltan en los puntos de fricción. ¿Por qué no
podemos acabar esta serie de metáforas con la más extraña, la más impertinen-
te en todos los sentidos del término: «la esposa del cordero» (Apocalipsis 21, 9)?
¡Lo menos que podemos decir de ella es que se trata de una asociación absolu-
tamente inesperada! Pero hablemos más bien, con Paul Beauchamp, de hipér-
bole y condensación40: hipérbole por la que «el sentido es tomado en su exceso»,

40. L'un et l'autre Testament, p. 191-195 («L'Épouse de l'Agneau»).


Éxodo 3,14
Éxodo, 3, 14

LA REVELACIÓN DE LAS REVELACIONES

ANDRÉ LACOCQUE

En este ensayo sobre el Nombre de Dios revelado a Moisés en Madián,


según Éxodo 3, nos mantendremos fieles al programa de este volumen, centra-
do en la trayectoria de los textos. Esto quiere decir que no se tocarán, ni tan
siquiera se mencionarán, muchos de los problemas de crítica. Como cuestión de
principio, nos contentaremos también con transcribir las consonantes de la pala-
bra hebrea Yhwh, respetando así la prohibición judía de pronunciar el Nom-
bre por temor a una irreverencia1.
Estadísticamente, Yhwh aparece 6823 veces en la Biblia hebrea. La cues-
tión de los orígenes de esta formación extraña desde el punto de vista filológico,
así como sus raíces religiosas, es muy discutible. Se han publicado al respecto
numerosos estudios académicos, la mayoría ellos sugerentes y de notable inte-
rés. Baste ahora, no obstante, mencionar con el TDOT1 que «la procedencia ori-
ginaria de Yhwh fue el sur, en o entre las misteriosas montañas del Sinaí (Deu-
teronomio 33, 2), Seir (Deuteronomio 33,2; Jueces 5, 4), Paran (Deuteronomio
33, 2; Habacuc 3, 3) y Teman (Habacuc 3, 3)». De allí, el nombre «llegó a» Sión,
en el norte, que se identifica con el Safbn en el lejano norte, la mansión del Baal
de Ugarit (Salmos 48, 2). Como veremos, esta consideración corresponde a la
reconstrucción hecha por la escuela de Historia de la Religión del «yahvismo»
preisraelita. En la fuente P, en todo caso, la revelación del Nombre pertenece a
la tradición del Sinaí (la denominada Ur-theophanié). Tanto que Dios puede
designarse simplemente como zeh sinay ([«el del Sinaí»] Salmos 68, 9; Jueces
5, 55). Como ha dicho Harmut Gese, los acontecimientos del Mar Rojo se

1. En la comunidad posexílica, se prohibió pronunciar el Nombre, excepto si lo hacía el


sumo sacerdote el día de la expiación cuando era imposible no usarlo, lo cual indica que el Nombre
no era todavía algo tabú o secreto. Henri Meschonic escribe: «No se trata de un nombre, y de tener
poder sobre el mismo mediante la magia, como era posible en el politeísmo. Se trata de un verbo. Y
este verbo tiene el poder. Y se trata de una promesa. Lo que todavía no se ha cumplido continúa...
hasta cumplirse»: «Traduire le sacre», en Corpsécrit, vol. 3, PUF, París 1982, p. 17.
2. Theological Dictionary ofthe Oíd Testament, ed. por G. J. Botterweck y Helmer Ringgren,
W. B. Eerdmans, Grand Rapids, MI 1947-1997, véase voz «YHWH», vol. 7, p. 500-521; la cita
es de p. 520.
André LaCocque Éxodo, 3, 14

han interpretado muy tempranamente como un acto de Yhwh. Por tanto, aun- 3, 6,7,12), o «el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el
que las dos tradiciones del Éxodo y del Sinaí tuvieron su propio desarrollo inde- Dios de Jacob» (3, 6; cf. v. 15). Pero ahora, Moisés plantea una pregunta propia
pendiente3, se hallaban no obstante materialiter unidas entre sí. De hecho, la tra- del Oriente próximo, o, más en consonancia con el trasfondo de Moisés, una pre-
dición sinaítica precedió a la del Éxodo y hasta le dio origen4. Es, en efecto, la gunta «egipcia» sobre el nombre de la divinidad. Este trasfondo ideológico lo es-
tradición del Sinaí la que aporta el fundamento para la asociación Yhwh-Israel. tablece claramente el papel que desempeñaban los nombres divinos en el antiguo
Por razones tácticas obvias, se consideró necesario que fuera Moisés el primero Oriente próximo, aspecto que no debe sobrestimarse. Aunque no disponemos
en tener experiencia en el monte Horeb de la «revelación de las revelaciones» aquí de suficiente espacio para tratar la cuestión con cierta profundidad, bastará
que, con el tiempo, sería concedida a todo el pueblo en el desierto. En resumen, recordar las leyendas teológicas de la tierra de origen de Moisés. Ellas nos hablan
el origen del Nombre de Dios se conecta: (1) con el monte del Sinaí (Éxodo 20, de dioses del panteón egipcio disputándose el poder. Hay, por ejemplo, un diá-
2; 33, 18s; 34, 6s); (2) con el éxodo de Egipto (Éxodo, pássim); y (3) con la logo dramático entre Rá e Isis centrado en Rá como víctima de un envenena-
llamada de Moisés (Éxodo 3; 6). Volveremos sobre estos puntos en lo que sigue. miento fatal. Isis posee la técnica mágica para curar a Rá, pero para hacerlo debe
Entre los testimonios extrabíblicos del nombre «Yhwh», el más antiguo pronunciar una fórmula de encantamiento con el nombre secreto del poder de
es la inscripción de la estela de Mesa, procedente de Edom (s. IX a.C): «Tomé Ra, obteniendo así, por el mero hecho, el dominio sobre el dios. Este episodio es
los vasos sagrados de Yhwh y los arrastré ante Quemós». Es también digna de típico de una concepción que invade la religión mágica; encontramos numerosos
notarse la inscripción de Kuntillet 'Ajrud (cincuenta kilómetros de Cades Bar- ejemplos de esto en la sección del Ancient Near Eastern Texts Relating to the Oíd
nea) en escritura fenicia. Gósta Ahlstrom concluye de esta inscripción, que data Testament (ANET) [Textos del antiguo Oriente próximo relacionados con el
en ca. 800 a . C , que el nombre Yhwh es de «origen» edomita. Las inscripcio- Antiguo Testamento], titulada «El dios y su nombre desconocido del poder»7. Los
nes rezan: «Yhwh de Teman y su Asera [su lugar santo]»5. Otros expertos insis- dioses del Oriente próximo llevan varios nombres generales con los que pueden
ten, no obstante, en la localización bíblica de la revelación de Moisés entre los ser invocados, que son, por así decir, «para consumo general». Pero los dioses tie-
quenitas y en el papel de Jetró/Reuel en la primitiva historia del yahvismo hebreo. nen también un nombre particular inaccesible a los humanos. Este nombre, in-
Concluyen, por tanto, un origen madianita de la religión de Moisés (cf. Éxodo cluso cuando es posible conocerlo mediante la magia, debe evitarse en la medida
2-3 y 18, en particular). La memoria colectiva en Israel hace probable que exis- de lo posible. Por ejemplo, «Ilani, Eli, Nathir, Astarot, Baalim, Elohim» son nom-
tiera realmente entre los madianitas un culto a Yhwh, pero en estricta justicia bres que pueden traducirse simplemente como «lo divino». William F. Albright
esta conclusión no debe disminuir la originalidad fundamental de la revelación destaca su forma plural y concluye que remiten a la «totalidad de manifestaciones
transmitida por Moisés, pues aquí «la exclusividad de la relación entre Yhwh e de una deidad»8. En la práctica, los nombres propios (generales) de lo divino sólo
Israel es constitutiva, por ella el concepto de Israel como confederación de tri- se usan cuando no es oportuno ningún nombre genérico. Por ejemplo «la ayuda
bus encuentra su verdadera definición»6. de Rá(no precisamente la de cualquier dios) viene de lejos».
Como un nombre distingue una cosa de todas las restantes, no tiene mucho Dentro de este contexto mágico-religioso, Moisés aparece como si plan-
sentido que el Dios único tenga nombre. Y no sin sorpresa vemos a Dios acatando teara la cuestión de la identidad de Dios de un modo muy poco inocente. Su
la demanda que Moisés hace de conocer su Nombre en el sorprendente diálogo intención oculta podría ser muy bien apropiarse del «nombre desconocido del
de la zarza ardiente, justo antes de la vuelta de Moisés a Egipto. Como dijimos an- poder» de Dios por mor de usarlo como un escudo para protegerse del adver-
tes, el contexto del mandato dado a Moisés es aquí crucial para comprender la sario en Egipto9. Desde esta perspectiva, ulteriormente desarrollada en el con-
epifanía de Dios y la función del tetragrámaton en la historia de Israel. Hasta en-
tonces, Dios ha hablado a Moisés usando expresiones como «yo» ('anokhi, Éxodo
7. James B. Pritchard (ed.), Ancient Near Eastern Texts Relating to the Oíd Testament (ANET),
Princeton University Press, Princeton 1950, p. 12s.
3. Aspecto que agumenta con ganas Gerhard von Rad, «The Form-Critical Problem of the 8. William F. Albright, From the Stone Age to Christianity, The John Hopkins Universidy
Hexateuch», en The Problem ofthe Hexateuch and Other Essays, trad. por E. W. Trueman, McGraw- Press, Baltimore 1962, p. 213.
Hill, Nueva York 1965, p. 1-78. 9. Véase también Gerhard von Rad, Moses, Londres 1960, p. 20: «[Moisés] quiere que Dios
4. Harmut Gese, «Der Ñame Gottes im Alten Testament», en Der Ñame Gottes, ed. por H. trabaje por él... está haciendo magia». Su pregunta a Dios es por eso mismo equívoca, una «expre-
von Stietencron, Patmos, Düsseldof 1975, p. 35. sión a la vez de la necesidad que el hombre tiene de Dios y de la insolencia del hombre en rela-
5. Gósta Ahlstrom, Who Were the Israelitesí, Eisenbraun, Winona Lake, IN 1986. ción con Dios». Véase Günther Roder, Urkunden zur Religión der alten Aegypten, E. Diederichs,
6. Gese, «Der Ñame Gottes», p. 80. J e n a l 9 2 3 , p . 138-141.
André LaCocque Éxodo, 3, 14

texto global de la confrontación de Moisés con los magos egipcios, el sentido o que tanto Moisés como los hebreos conocían ya. En este caso, ni siquiera sería
el alcance de mah semó («¿cuál es su nombre?»), en el versículo 13, adquiere su una revelación. Pero se está en lo mismo si Moisés desciende con un nombre que
importancia. En el versículo 11, la pregunta era mi 'anokhi, «¿quién soy yo?»; no conocen {Guía I, 63). El problema debe estar en otra parte. Nahum M.
ahora, en el versículo 13, se convierte en mah semó «¿cuál es su nombre?». Hay Sarna se enfrenta en lo esencial al mismo dilema. El problema para Moisés es
que destacar el cambio de mi en mah. Mah semó no es simplemente «¿cuál es que debe recibir un mandato del pueblo. Pero según el texto del Éxodo, Moi-
su nombre?», como Jueces 13, 17 atestigua. Allí la pregunta es mi emekha, «¿cuál sés no conoce el nombre de Dios, pero se asume que el pueblo sí lo conoce, de
es tu nombre?», y el pronombre interrogativo es mi. Moisés usa el interrogati- modo que, al reconocerlo, verán en el nombre un signo que autentifica su misión13.
vo mah como en 1 Samuel 29, 3 (ma ha-'ibrim, «¿quiénes son estos hebreos?» en En realidad, dice Sarna, se espera que el pueblo se convenza de la misión divi-
el sentido de «Y estos hebreos, ¿qué hacen aquí?»). La pregunta es la misma na de Moisés por el poder inherente al Nombre, no por la expresión de un nom-
que la que se dirige a Juan y Pedro en Hechos de los apóstoles 4, 7: «¿Con qué bre viejo o de uno nuevo. La misma lógica de la pregunta de Moisés demanda
potestad o en nombre de quién habéis hecho esto?». En Qumrán, 1 QapGen da que, desde el principio, la petición se dirija a «un Nombre del poder»14.
una interpretación de Génesis 15, 2 que va en igual dirección: el mah titén //del Porque el Nombre en sí es aquí revelador, como demuestra su enorme
texto hebreo masorético toma el sentido de «¿para qué se me da a mí...? ¿Con importancia por toda la Escritura (cf. Salmos 54, 3 [LXX 54, 1]; Salmos 20, 2;
qué fin me dais...?». De aquí que, aunque pueda ser una exageración que Mar- Proverbios 18, 10; Zacarías 4, 9; Isaías 45, 3; etc.). Hay, sin embargo, un aspec-
tin Buber piense que mah simkha o mah semó nunca significan un simple «¿cuál to negativo en la respuesta benevolente de Dios a Moisés, un rechazo a cum-
es tu/su nombre?»10, parece claro que, por lo menos en circunstancias y textos plir con la demanda (tal como está formulada). Varios expertos han insistido
determinados, hay una sombra de matiz en mah con km que hace equívoca la enérgicamente en esa negatividad. Algunos hasta sólo ven esa dimensión en la
pregunta. Un ejemplo que viene al caso es Génesis 32, 28. Sería difícil argüir paronomasia 'ehyeh 'aser ehyehli. Cierto, la paronomasia, por su misma circula-
que el misterioso luchador no sabe con quien está luchando en el vado de Yab- ridad e indeterminación (como en la expresión moderna «que será, será»), ase-
bok. Cuando se le pregunta mah semékha [«¿cuál es tu nombre?»], Jacob da gura que no se deduzca de ella ningún poder mágico. Pero Dios tiene un nombre,
una respuesta que parecería harto inocente, de no ser por la réplica del ángel. El es personal y se le puede invocar; podemos invocar su nombre, podemos orarle
dice «Jacob», pero la numinosa figura replica: «Ya no te llamarán más Jacob, sino y dirigirnos a él como a un «tú» (Salmos 99, 6; 1 Reyes 18, 24). Lo que Dios
Israel» (v. 29; cf. 35, 10), cargando así retrospectivamente el interrogativo mah rechaza es su cesación, el abandono por su parte, su degradación al rango de
con toda su potencia «filosófica»". un ídolo16. Pero al revelar su nombre que es, como hemos de ver luego, un com-
Además, aunque es evidente que los antiguos israelitas en su rutina diaria promiso total y dinámico con su pueblo, Dios va más allá de la exigencia ambi-
no se planteaban cuestiones filosóficas cada vez que hacían una pregunta con gua y de la hasta cierto punto impura intención de Moisés.
el pronombre interrogativo mah, es incontrovertible que el texto hebreo, texto
tras texto, atribuye un valor que podríamos llamar extraordinario a los nombres 13. Nahum M. Sarna, Exploring Exodus: The Heritage of BiblicalIsrael, Schocken, Nueva
York 1986, p. 502.
propios, constituyéndolos en equivalentes de las personas divinas o humanas que
14. La revelación divina es del significado del Nombre, no del Nombre en sí: Martin Buber,
los llevaban12. Un nuevo nombre sería un nuevo dios. Mah"semó,por tanto, sue- K'ónigtum Gottes, Berlín 1936, p. 82s, n. 30a; y Buber, Moses, Heidelberg 1952, p. 58.
na de un modo tan neutral que no debería inducirnos a engaño. La cuestión es 15. Cf. B. Couroyer, L'Exode, en La Sainte Bible de Jerusalén (1952, p. 34); André-Marie
que no hay que entenderlo simplemente como una petición de que Dios pro- Dubarle, «La signification du nom YHWH», en Recherches en sciences religieuses et philosophie de
nuncie su nombre, sino que aporta el matiz de una pregunta sobre su significa- la religión, (1951) 3-21; G. Lambert, «Que signifie le nom YHWH», en Nouvelle Revue Théolo-
gique, (1952) 697-905. Pueden aducirse, apuntalando esta tesis, tres textos en los que Dios recha-
do. ¿Qué secreto encierra el Nombre de Dios? za cumplir el deseo humano de saber su nombre: Génesis 32, 30; Jueces 13, 18; en Éxo-
Maimónides está en lo cierto cuando establece que la revelación de «Yhwh» do 33, 18 - 34, 9, Dios rechaza mostrar su rostro a Moisés.
a Moisés no puede ser una acreditación de Moisés, si se tratase de un nombre 16. Como diceTerence Fretheim, debe haber «un mandamiento especialmente diseñado
para proteger el nombre de Dios ...(Éxodo 20, 7; Deuteronomio 5, 11). Esta preocupación se
expresa algo más completa en Levítico 19, 12... Dios se preocupa de Dios, del futuro de Dios...
10. Martin Buber, Moses: The Revelation and the Covenant, Harper and Row, Nueva Dando el nombre abre la posibilidad, de hecho admite un deseo, de una cierta intimidad en la
York 1958, p.55s. relación... Nombrar implica disponibilidad... historicidad... vulnerabilidad... [mal uso y abuso y,
11. Otros textos vienen a la memoria; véase Proverbios 30, 4; cf. Isaías 42, 8; 52, 5; etc. por tanto], la posibilidad del dolor... la posibilidad del sufrimiento». En The Suffering ofGod For-
12. Véase luego el desarrollo de la SelbstvorstellungsformeL tress Press, Minneápolis 1984, p. 99-100.
André LaCocque Éxodo, 3, 14

Harmut Gese va más lejos que Buber: «Más importante que el significa- 1. Como cópula (cf. 1 Samuel 3, 1: debar-Yhwh hayahyaqar, la palabra
do del Nombre es su función como nombre»17. Gese traduce 'ehyeh 'aser 'ehyeh de Yhwh era rara);
como «ich erwise mich, ais der ich mich erweisen werde», «ich bin, ais der ich 2. Como indicativo de existencia (con el sujeto casi siempre indefinido, cf.
erweisen werde» (me muestro como aquel que me mostraré; soy como aquél que 2 Reyes 3, 9: we-ldhayah mayim, y no había agua);
me mostraré), e insiste en esta «apertura al futuro»18. Con esta interpretación, el 3. Como indicativo de transición de una esfera de la existencia a otra, con-
foco de atención se dirige hacia el uso de la raíz hyh en la formación lingüística vertirse (con la preposición le-; cf. 1 Samuel 10, 12: 'al-kén hayta le-
del tetragrámaton. De buen comienzo debe decirse que el problema planteado ma al, por tanto se convirtió en un proverbio)22.
por este versátil verbo hebreo es eminentemente difícil. Incluso, en el caso que
Algunos expertos han sugerido una lectura de el 'ehyeh y Yahweh del texto
nos ocupa, la conexión de la forma Yhwh con el radical hyh es problemática.
masorético que supondría en realidad formas «hiphil» (factitivas, causativas),
Decisivo en este aspecto es el peso de una persistente tradición, bíblica y pos-
convirtiendo la acción expresada por estas formas en yo/aquel que da la exis-
bíblica, según la cual el Nombre es de hecho una construcción verbal íntima-
tencia, esto es, el Creador. Hay que completar la fórmula con un objeto com-
mente relacionada con la raíz hyh'''. Para esta explicación, la fórmula 'ehyeh 'aser
plemento, Moisés o su pueblo23. Pero no hay en realidad base alguna en la Biblia
'ehyehmuestrz. que hay consenso en asociar el Nombre y su proclamación con el
hebrea o en sus versiones para esta interpretación; además, la forma «hiphil» de
campo semántico del verbo hyh. Además, la frase, por virtud de su formula-
hyh no se encuentra en ninguna parte de la Biblia hebrea. Ogden, por tanto, exa-
ción paronomástica, excluye la consideración de entender aquí hyh como una
mina los usos del imperfecto (indicativo) «qal» de la raíz y de nuevo distingue
simple cópula. Más bien señala una acción dinámica, algo como «estar con, con-
tres niveles:
vertirse, mostrarse uno mismo...» o hasta, cuando el verbo recupera toda su fuer-
za fundamental, «ocurrir, acontecer, suceder (cadere, evenire...)»20. Por ello, una 1. como copulativo: cf. Éxodo 3, 12 'ehyeh 'imkha (estaré con vosotros),
primera conclusión que hay que deducir es que no deberíamos complacernos en señalando hacia una situación futura;
ninguna abstracción ontológica sobre el ser, sentido que la raíz pudo haber adqui- 2. como existencial: una situación que ocurre en el futuro, o que conti-
rido mucho más tarde, cuando la reflexión judía se dejó influenciar por el pen- nuará siendo lo que ahora es, cf. Zacarías 14, 13: «un gran pánico tih-
samiento especulativo occidental. Dejando de lado ahora esta última cuestión yeh = sucederá»;
-uno de cuyos testimonios puede encontrarse en los LXX, que «traducen» Éxo- 3. como transicional: esperando un cambio futuro de las circunstancias
do 3, 14 por ho ón, el que es-, queda todavía abierto a nuestra consideración un actuales; o frecuentativo, cf. 1 Reyes 5, 28 (=LXX 5, \A), yihyu= solían
amplio campo semántico del verbo hyh, que no lleva obligadamente a formu- estar (en asociación con otros verbos que vuelven al perfecto simple).
laciones especulativas.
De esta situación, Ogden concluye que hyh se usa primariamente con la
G. S. Ogden nos obsequia con una visión sinóptica de los diferentes usos
función de un indicador temporal. Este uso está presente por todo el material
temporales del verbo hyh, ostensiblemente presente en la raíz de la formación
bíblico y, «pese a ser... un punto de vista nuevo», se acerca a los matices de sen-
verbal de Yhwh. Sus conclusiones parecen estar bien fundadas21. Distingue tres
tido de los tiempos de las lenguas europeas contemporáneas.
tipos de uso:
La conclusión de Ogden es en general correcta; sin embargo es errónea en
lo que se refiere a Éxodo 3, 14. A todas luces, 'ehyeh 'aser 'ehyeh es más que una
simple apertura al futuro, aunque este aspecto está presente. De modo pareci-
17. Gese, «Der Ñame Gottes», p. 81. do, el significado de existencia, aunque también presente en el Nombre, no es
18. Ibídem,p. 82. suficiente. El testimonio de los LXX es importante en cuanto muestra que Éxo-
19. En Mari, también, verbos aislados representaban nombres divinos; véase Herbert B. do 3, l4s se entendió, antes de la lectura masorética, como representante de
Huffmon, «Yahweh and Mari...», en NearEastern Studies in Honor ofW. Albright, The Johns Hop-
una forma «qal» y no de una forma «hiphil»; pero la traducción egó eimi ho ón,
kins Univesrity Press, Baltimore 1971. Hay también dos ejemplos preislámicos, yagut, «él ayu-
da» y ya' tiq, «él protege».
20. Véase Paul Joüon, Grammaire de l'hébreu biblique, Institut Biblique Pontifical, 22. Añadamos aquí el sorprendente texto de Deuteronomio 26, 17-18, donde el verbo hyh
Roma 1947, par. l l l h . se usa, como en Éxodo 3, l4s, con toda su fuerza. Véase también luego la nota 62.
21. G. S. Ogden, «Time, and the verb hyhenOT Prose», en Vetus Testamentum, 21 (1971) 23. Así William F. Albright, David N. Freedman y Frank M. Cross, entre otros. Véase espe-
451-469. cialmente Cross, Canaanite Myth and Hebrew Epic, Harvard University Press, Cambridge 1973.
André LaCocque Éxodo, 3, 14

yo soy el que soy, disminuye mucho el sentido fundamental de la expresión he- 33, 19. La pregunta de Moisés expresada en Éxodo 3, 13 constituye la última
brea, en cuanto concesión que es a la ontología helenística. August Dillmann resistencia del profeta antes de aceptar su vocación. Ahora desafía a Aquel que
intentó recuperar este punto de vista añadiendo que Dios es der Seiende [el se ha revelado como el Dios de los antepasados a anunciar un nuevo programa
existente], porque es activo, viviente24. Naum M. Sarna insiste con renovado vi- de acción haciéndose diferente de lo que solía ser y ha sido hasta ese momento. Si
gor en esta observación; según él, el nombre de Dios subraya su Ser, pero no en Moisés vuelve a Egipto y anuncia la liberación a sus compañeros israelitas, esta
oposición al no ser. El ser de Dios alude a su presencia activa y dinámica. «La súplica ha de inaugurar una nueva manera de revelarse a ellos. El pueblo en Egip-
personalidad divina sólo puede ser conocida en la medida en que Dios decide to sin duda alguna «buscará conocer la nueva relación que Dios establece con él.
revelar su sí mismo, que puede caracterizarse verdaderamente sólo en los térmi- Antiguamente, se relacionó con el pueblo como el Dios de los padres. ¿Qué va
nos con que se expresa en sí mismo y no por analogía con alguna otra cosa. a ser ahora para Israel?»26.
Ésta es la contrapartida clara del espectáculo de fuego de la zarza ardiente, fue- La revelación del Nombre acentúa por su propia naturaleza la exclusivi-
go que se genera y sustenta él mismo»25. El íntimo vínculo existente entre el te- dad. Esta exclusividad divina es, a su vez, el fundamento de la exclusividad del
tragrámaton por un lado y la acción divina por el otro lado indica el camino receptor, en cuanto la relación entre ambos es del tipo «yo y tú». El vis-a-vis
que debería tomar la investigación filológica. Se designa a un agente, cuya obra con Dios recibe un nombre propio dentro de la relación con un Dios que no
se actualiza en el éxodo de Israel de Egipto. Cualquiera que pueda ser el sentido carece de nombre. «Israel» es ya descriptivo de una realidad transfigurada -co-
profundo del tetragrámaton, «Israel» es el nombre del tú en diálogo con el yo nocido primeramente y superficialmente como Jacob-, que está presente sólo
divino. en la relación cara a cara con Dios. El Nombre de Dios resuena en el nombre
El nombre de Yhwh está, por ello, claramente orientado a la acción, no del hombre (Isaías 45, 3). El rostro de Dios garantiza un rostro a lo humano.
simplemente concebido de un modo conceptual. En otras palabras, el tetragrá- Ésta es la razón por que la revelación a Moisés en Madián tiene su Sitz im Wort
maton no puede reducirse a una fórmula dogmático-filosófica. Además, «el jue- en una Botenspruch, una misión profética a él dirigida en segunda persona del
go de palabras sobre el nombre de Dios ('ehyeh-Yahweh) confirma la conexión singular, «a ti». Por ello, la primera persona del singular divina, «mi nombre»
entre nombre y significado», como dice Brevard Childs. Añade que la parono- (v. 15), «ehyeh» (v. 14), «mi título» (v. 15) se combina con la segunda persona
masia no indica indefinición, sino actualidad: yo estoy realmente allí; cf. Éxodo del plural, «hablarás... me ha enviado [a mí, Moisés] a vosotros», etc. La para-
doja más estridente es que el Único que realmente puede decir «yo», y que es
el único 'ehyeh21, tiene un Nombre que incluye a una segunda persona, a un
24. August Dillmann, Handbuch der alttestamentlichen Theologie, S. Hirzel, Lepizig 1895, «tú». Un «tú» que se revela y contiene en el Nombre mismo, digamos en el
p. 217. Cf. Paul van Imschoot, Theologie de l'Ancien Testamenta vol. 1, Desclée & Co., Tour-
'aser (qué/quién) que constituye el lugar de la caída y la recuperación del «ser»/
nai 1954, p. 16; Sigmund Mowinckel, «I am che acting God ("The Ñame of the God of Moses")»,
en Hebrew Union College AnnuaL, 32 (1961) 127; para Johannes Lindblom, «XaserX» es una cons- <<[a]cae[c]er»/«ocurrir» divino.
trucción presente en otras partes del Antiguo Testamento (Génesis 15, 7; 45, 4; Levítico 20, 24; De aquí que el nombre sea teofánico y performativo; elicita reconocimien-
1 Reyes 13, 14), y ehyeh aser ehyeh debe entenderse como «soy aquél que es». Lindblom remite a to y adoración por cuanto los destinatarios no sólo participan de un secreto divi-
Jeremías 35, 9 (ser, existir), pero está en un error; el texto de Jeremías no prueba nada de este tipo.
Véase su Lectures on Philosophical Theology, Cornell University Press, Ithaca 1978. Más interesante
no, sino que son los objetos de un acto de salvación. 'Anihu'Yhwh (soy yo quien
es la afirmación del filósofo Immanuel Kant: «El conocimiento divino de todas las cosas no es otra soy Yhwy) va mucho más lejos que un enunciado retórico; revela el sentido últi-
cosa que el conocimiento que Dios tiene de sí mismo como poder eficiente» (citado ibídem, mo de un acontecimiento redentor. De este modo vemos que el Nombre no es
p. 89), afirmación que Kenneth Seeskin parafrasea como «el objeto debe su existencia al hecho de un axioma atemporal, ahistórico, absrracto sobre la aseidad divina. Dios dice
que Dios se lo representa a sí mismo», en Jewish Philosophy in a Secular Age-, SUNY Press, Nueva
York 1990, p. 84.
'ehyeh y el tiempo incompleto nos ayuda a ver la acción como un proceso. No
se trata de la divina esencia, sino de un enunciado promisorio según el cual Dios,
25. Sarna, Exploring Exodus, p. 52. Cf. van Imschoot, Theologie de VAncien Testament, vol.
1, «Dieu», p. 16-17. El Nombre de Dios debe reforzar la confianza del pueblo en la declaración
de que Dios «está con vosotros» (Éxodo 3,9-12). Debe ser capaz de llevar a cabo la liberación de 26. Brevard Childs, Introduction to the Oíd Testament as Scripture, Fortress Press, Filadel-
Egipto. Por ello el Nombre significa «Aquél que manifiesta su existencia de un modo eficaz». Cf. fia 1979, p. 76, 75.
James Plastaras, The God of Exodus, Bruce Publishing Co., Milwaukee 1966, p. 95: «El nombre 27. Una maravillosa historia hasídica cuenta que un maestro no quiso abrir la puerta a un
de YHWH define a Dios en términos de presencia activa». Brevard Childs, The Book of Exodus, amigo suyo que se había identificado con un simple «¡soy yo!» ('anokhi). «¿Quién puede decir de
Westminster, Filadelfia 1974, p. 88: «El Dios de Israel se da a conocer en momentos específicos sí mismo 'anokhi, sino sólo Dios?», dijo el maestro -y el amigo decidió ante el aprieto volver a la
históricos y confirma con sus obras su verdadero ser, redimiendo a un pueblo de alianza». «yeshibah» a estudiar más.
André LaCocque Éxodo, 3, 14

por así decir, «se levanta y cae» con su pueblo, y en primer lugar con Moisés a do aspecto, que debe verse en el contexto de la polémica contra los otros dioses
punto de volver a Egipto, donde han puesto precio a su cabeza28. (como en Éxodo 20, 2s), tenía que ser mencionado aquí por mor de ser com-
Como dice Walther Zimmerli, es «un enunciado cargado de significación»29. pletos, aunque nuestro texto central de Éxodo 3, 14 no lo ponga de relieve (pero
Éxodo 3, 14, con su contexto sobre la misión profética de Moisés, pertenece a véase Éxodo 6, 1,6; etc.).
la fuente E. Es de notar que también en la fuente de la literatura sacerdotal (P) La revelación del Nombre a Moisés no debe ser considerada separadamente
presente en Éxodo 6, la revelación del Nombre se encuentra íntimamente conec- de otros textos que aportan contextos lingüísticos o ideológicos a Éxodo 3. Zim-
tada a la misión de Moisés de anunciar al pueblo su liberación y redención: merli, en particular, ha estudiado con gran detalle la fórmula bíblica recurrente
«Sabréis que yo soy Yhwh, vuestro Dios, que os librará de las cargas de Egipto... «yo soy Yhwh». Podemos disponer de una auténtica mina de información en su
Yo, Yhwh» (v. 17s, véase también 7, 5; 14, 4,17s; 16, 9; etc.). Esta función libro, que lleva esta fórmula como título, así como en sus estudios sobre el libro
performativa del Nombre se hace especialmente clara, si traducimos la prepo- de Ezequiel, donde esta fórmula se presenta a menudo33. Reconozco mi deuda
sición be que introduce ó fundamento del reconocimiento por algo como «por con estas obras, en especial en lo que se refiere a las explicaciones que siguen. La
el hecho de que yo... en cuanto yo (os libré)...»30. Conocer Yhwh es, en realidad, fórmula «yo soy Yhwh», tanto en su forma más simple como en la expandida,
«reconocer sus obras benefactoras a favor de Israel, especialmente los hechos del está espacialmente bien ilustrada en la literatura sacerdotal (Ezequiel; P; H). El
éxodo» (cf. Levítico 23, 43)31. Yhwh quiere decir salvador (Éxodo 34, 6-7; Isaí- enunciado más breve se encuentra en Levítico 18, 5, 2134. En Levítico 18, 2 (H)
as 43, 11-13). Salmos 138, 2 deja muy claro que el nombre de Dios es prome- ani Yhwh 'eloheikhem (Yo soy Yhwh, vuestro Dios) va seguido de una parénesis
sa11. Promete una historia de guía misericordiosa, cuyo comienzo, a saber el éxo- (v. 3-5) y luego de unos mandamientos apodícticos (v. 6s). Pero la fórmula apa-
do, constituye tanto su principio como su fin, su culminación y la figura de las rece en la conclusión de otras perícopas que se encuentran en Levítico 18-26.
cosas que han de venir en el eskhaton, porque el acontecimiento en cuestión es Hablan a su favor, por ejemplo, los hechos del éxodo (Levítico 19, 36), la pro-
paradigmático, kat'exokhén. mesa de la tierra (25, 38), la liberación de la esclavitud (26, 13), la separación
Esta tensión entre pasado y futuro, entre lo conocido y lo desconocido, de otros pueblos (20, 24).
lo experimentado y lo esperado, concuerda con el carácter dual del Nombre de En Ezequiel, la fórmula pura aparece sólo en el capítulo 20. En otros luga-
Dios. Su revelación es dialécticamente una revelación del carácter oculto de Dios. res se ha convertido en componente de un enunciado ampliado que exige leal-
En consonancia con esta dialéctica, la promesa que lleva el Nombre es la cara tad, «sabréis que yo soy Yhwh». Este último enunciado es llamado por Zimmerli
del anverso de una moneda cuyo reverso es el castigo. El Nombre es bendición «un enunciado de reconocimiento»; llega como respuesta a la autopresentación
y maldición; es benéfico y maléfico, como la imagen de la columna de nube que de Dios, o SelbstvorstellungsformeL, para usar el término de Zimmerli. Tanto en
avanzaba por delante del ejército e Israel en el desierto y que era tanto luz como Éxodo 6 como en Ezequiel 20, «el nombre de Yhwh es un acontecimiento de la
oscuridad (cf. Éxodo 14, 19s). El Nombre implica también castigo, para los ene- autopresentación de Yhwh»35. Revela algo anteriormente desconocido (Ezequiel
migos de Israel y para Israel mismo (Éxodo 8, 9; 9, 14-16, 29; etc.). Este segun- 20, 5 = Éxodo 6, 7), provocando «el reconocimiento de la autorrevelación de
Yhwh precisamente en su nombre», cf. Ezequiel 20, 44. Que la fórmula se pon-
28. Cf. Walther Eichrodt, Theologie des Alten Testaments, vol. 1, Ehrenfried Klotz, Stutt-
ga a menudo al final del discurso muestra que se trata de una fórmula de legi-
gart 1959, p. 93: «Estoy ahí real y verdaderamente, dispuesto a ayudar y a actuar, tal como siem- timación. Es una frase causal {«porque yo soy Yhwh, vuestro Dios»). De modo
pre lo he estado». Evode Beaucamp, La Bible et le sens religieux de l'univers, Cerf, París 1959, p. característico, en Ezequiel 20 el nombre implica una consecuencia prescripti-
19: «El Dios del Sinaí no se ha contentado con abrir un diálogo con sus criaturas, ha tomado sobre va. Tras la promesa viene el mandato (Ezequiel 20, 7). De modo similar, en Éxo-
sí su destino, llevándolas tras de sí en una macha anhelante hacia un final que sólo él conoce (cf.
do 20, 2 y 5, la fórmula enmarca los dos primeros mandamientos en forma dual,
Isaías 45, 2; 52, 12; Salmos 18, 30)».
29. Walther Zimmerli, I Am Yahweh, John Knox, Atlanta 1982, p. 19.
30. En una nota a pie de página sobre Éxodo 20, 2, la TOB menciona la posible traduc-
ción de este verso de la siguiente manera: C'est moi le Seigneur qui suis ton Dieu, pour t'avoirfait 33. Walther Zimmerli, Ezekiel: A Commentary on the Book ofEzekiel Fortress Press, Fila-
sortir dupays d'Egypte [Yo soy yo el Señor tu Dios, porque te he hecho salir del país de Egipto]. delfial979.
Por ello el vínculo con Éxodo 3, 14 es muy fuerte. 34. Textos en los que puede encontrarse la fórmula: Éxodo 6, 6-8; 7, 5,17; 8, 18; 10, 2; 12,
31. Zimmerli, I Am Yahweh, p. 44. 12b; 14,4; 18, 11; 16, 12; 29, 28-46; 31, 13s; Levítico 11, 42-45; Números 3, 12s; 10,8-10; 15,
32. El hebreo del Salmos 138, 2 dice algo como «pues has puesto tu palabra [promisoria] 38-41; Deuteronomio 29, 5; 1 Reyes 20, 13,28; Jeremías 24, 7; Joel 2, 27; 4, 17.
muy por encima de tu nombre». 35. Zimmerli, I Am Yahweh, p. lOs.
André LaCocque Éxodo, 3, 14

estableciendo así «el fundamento subyacente de los mismos mandamientos», cia en el honor debido a Dios y el respeto debido al socio humano de Dios o del
dice Zimmerli (p. 26). Llegados aquí, es sumamente significativo que la Selbst- hombre, puede entenderse como una explicación del Nombre. No puede haber
vorstellungsformelsea. la base tanto de la «Ley de santidad» como del Decálogo. separación alguna en lo revelado entre el yo divino y la voluntad divina.
Lo mismo pasa cuando nos volvemos hacia Salmos 50 y Salmos 81, esto es, el Anteriormente, dije que el Sitz im Wortáe. la revelación del Nombre, algo
marco litúrgico de las Diez Palabras36. En estos salmos, Dios se presenta ante la en lo que también Childs insiste acertadamente, lo proporciona el contexto de
comunidad como aquel que manda (como en el Éxodo 19; 20; Deuterono- la Botenspruch*1. Esta situación es tanto más digna de ser notada cuanto que la
mio 5). Hay, dice Zimmerli, una «tenaz cohesión entre la fórmula... y la pro- inversa es verdadera en Isaías, Jeremías y Ezequiel, donde la Botenspruch se encar-
clamación de máximas»37. na en la proclamación del enunciado de reconocimiento. Esto constituye una
En la perspectiva de esta conexión entre el Nombre divino y lo prescrip- marcada diferencia con las revelaciones a los patriarcas, en las que no había el
tivo, la Selsbsvorstellungsformelse. sitúa en el contexto de la interdicción de cual- mandato de transmitir un mensaje. A todas luces, la tradición de Éxodo 3 ha
quier figuración divina. A primera vista, esta iconofobia podría interpretarse recibido la influencia del profetismo clásico y de la fórmula del mensajero. En
como un deseo deliberado de guardar el incógnito divino. Pero, en cambio, la este contexto, la pregunta de Moisés en Éxodo 3 pertenece al conocido motivo
revelación del Nombre lleva la garantía de un Dios sin imágenes que desea ser del rechazo de los profetas en el momento de su llamada. La eventual táctica
accesible y darse a conocer38. La situación, tal como ahora se manifiesta, es sin de llevar a Dios a revelar el alcance o sentido de su Nombre propio está moti-
embargo paradójica. Todas las representaciones del Dios vivo están prohibidas vada por el cambio de la actividad divina, que pasa de relacionarse con los ante-
en Israel. Aquí la relación mediata en tercera persona a través de la representa- pasados en cuanto Dios de los padres (una actividad orientada al cumplimien-
ción es sustituida por la relación inmediata en segunda persona sin mediación to de la promesa de extender la familia y de heredar la tierra) a la actividad de
alguna. Pero entonces el peligro de objetivar lo divino ha quedado sustituido por liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto y conducirlo a la tierra prometida.
el peligro de trivializar la relación humana con Dios. En consecuencia, los dos Como ilustración de esta transición dramática, la fuente P, por ejemplo, pre-
primeros mandamientos que excluyen rivales e ídolos van seguidos de un ter- senta el rasgo interesante de restringir estrictamente el uso de la fórmula a la his-
cer mandamiento, que se refiere al diálogo adecuado con un Dios al que se tra- toria de Moisés (nunca en el Génesis, por ejemplo). Esto queda particular-
ta de tú. Para Anthony Phillips, esta prescripción no va contra la blasfemia; ésta mente claro en textos como Éxodo 6, 7 (cf. v. 6-9 sobre los actos divinos); 7,
equivaldría a un suicidio en la comunidad de la alianza; ni puede ir tampoco 5; 14, 4; 16, 12; 29, 43-46; Levítico 23, 43. «La principal acción benéfica de
contra los falsos juramentos, pues la fórmula de juramento incluía en sí misma Yhwh sobre Israel ... es haberlo hecho salir de Egipto. No es accidental que
una automaldición, ni puede referirse al sincretismo, porque de éste se ocupaba este hecho domine por completo las declaraciones de Éxodo 6, 7 y 7, 5»42.
ya el primer mandamiento. Queda sólo la magia^, un ámbito muy considera- Junto con la Botenspruch y la promesa divina de actuar en la historia para
ble de la realidad en el antiguo Israel, cuya importancia se pone de manifiesto bien de Israel, hay dos elementos más que pertenecen al contexto de la Selbst-
en nuestro estudio del Salmo 2240. En todo caso, el Decálogo, con su insisten- vorstellungsformel, a saber, lo prescriptivo en su forma apodíctica y el priesterli-
ches Heilsorakel [oráculo de salvación sacerdotal] cultual43. Ambos fueron reuni-
36. Este marco no es necesariamente original. Sobre esta cuestión, remito al lector a nues- dos bajo la categoría más comprensiva de «Sinaí». Por lo que se refiere a esta
tro capítulo «No matarás». En Salmos 50, 18s, pueden encontrarse los mandamientos sexto, última categoría, ya hemos explicado uno de sus aspectos: el Decálogo como
séptimo y octavo; en Salmos 81, 10, el primer mandamiento. comentario legal del Nombre de Dios. Debemos ahora poner el énfasis en el
37. Zimmerli, I Am Yahweh, p. 28. Sinaí como acontecimiento, incluso como acontecimiento simbólico por exce-
38. Este aspecto «compensatorio» de la revelación del Nombre por la falta de representa-
lencia. Sorprendentemente, la fórmula se entrelaza muy íntimamente con este
ción plástica no pasó por alto a Gerhard von Rad, Oíd Testament Theology, vol. 1, Harper and Row,
Nueva York 1962, p. 183; cf. Gese, «Der Ñame Gottes», p. 86. acontecimiento, paradigma de todos los acontecimientos posteriores de la Heils-
39. Cf. Gerhard von Rad, Deuteronomy, trad. por Dorothea Barton, Westminster, Fila-
delfia 1966, p. 57; Josef Schreiner, Diezehn Gebote im Leben des Gottesvolkes, Kosel, Munich 1966, 41. Cf. Childs, The Book ofExodus, p. 56.
p. 82s. A. Phillips, Ancient hrael's CriminalLaw, Schocken, Nueva York 1970, p. 57, llama la aten- 42. Zimmerli, I Am Yahweh, p. 44.
ción sobre la provisión especial de Éxodo 22, 17 para la ejecución sumaria de una hechicera, pues 43. Cf. Joachim Begrich, «Das priesterliche Heilsorakel», en Zeitschrifi fiir die alttestamen-
las mujeres en general estaban libres de responsabilidad criminal. tliche Wissenschaft, 52 (1934) 81s. Por tanto, Yhwh es conocido como aquel que santifica a Israel
40. Nótese que Gese se opone a restringir el alcance del mandamiento a la magia. Dice que mediante un signo que ha de ser guardado, por ejemplo, el Sabbat (Éxodo 3 1 , 12-17; Ezequiel
la prohibición contempla todo el ámbito del culto, como se indica en Éxodo 20, 24. 20, 12,20). El contexto sigue siendo el de las proezas divinas.
André LaCocque Éxodo, 3, 14

geschichte, mencionados, según la interpretación que les acompaña, para pro- dable de su singularidad y unicidad»46. Por esto, en cuanto nombre apelativo,
vocar una decisión en la audiencia. «El símbolo da origen al pensamiento», dice la persona gramatical adecuada no es la tercera persona, como en la traducción
Paul Ricoeur. El Sinaí y sus símbolos relacionados reducen a la misma idea reco- de los LXX del ho ón, sino la primera persona, cuando Dios habla, o la segun-
nocimiento y compromiso. Los acontecimientos simbólicos o referenciales se da, cuando el hombre responde. Más sobre esto se dirá luego, pero ahora debe-
encuentran a sus anchas en las esferas sacerdotal y profética, pero lo están tam- mos observar con cuánto exquisito cuidado mantienen vivo los textos bíblicos
bién «en la situación forense, en la que es posible tomar decisiones gracias a las el aspecto apelativo primario del Nombre -antes de que se nos convierta en pre-
pruebas»44. Partiendo de ahí, hay que elegir críticamente entre dos posibilidades. dicativo- a saber, «Yhwh»47. Por ello, evitando ostensiblemente cualquier refe-
O se rechaza la sentencia junto con las pruebas o se reconoce que Dios es el Señor, rencia indirecta al Dios que envía en tercera persona del singular, se le manda a
Yhwh, el único que está a la altura de su nombre. Moisés que diga a los hebreos de Egipto «ehyeh me envía» (Éxodo 3, 14b). Más
La «guerra santa», por ejemplo, es un acontecimiento simbólico de este en general, la exigencia de reconocimiento se parafrasea como «y sabréis que
tipo; se produce en reconocimiento de Yhwh. El signo es anunciado por el yo soy Yhwh», en lugar del simple «conoceréis a Yhwh», porque en el aconteci-
profeta anticipándose al resultado, haciendo así que este último sea «significa- miento del reconocimiento Yhwh mismo es el sujeto, no el objeto.
tivo con relación a un proceso particular de reconocimiento... Da al aconteci- Una necesaria conclusión es que, como el Nombre es en sí un aconteci-
miento histórico causado por Yhwh el status de signo decisivo dirigido al reco- miento simbólico, su potencia (Wirkung) no depende de una correcta comprensión
nocimiento humano» 45 . Lo mismo debe decirse del signo anunciado por el etimológica de la raíz hyh y de sus formas actuales 'ehyeh y Yahweh. En reali-
sacerdote a los individuos (cf. 1 Samuel 1). Tanto en el contexto colectivo como dad, dice Zimmerli, todo intento de comprender la declaración de reconoci-
individual, hay referencia al paradigma fundamental de la divina promesa hecha miento a partir del significado del nombre «Yhwh» yerra en el propósito, por
a Moisés en el monte Horeb, aunque allí, como contraste, la comunión con Dios causa «del misterio que no puede quedar reducido a una definición, y a la direc-
no es anunciada por el intermediario profético o sacerdotal, sino directamente ción irreversible del proceso de autopresentación»48. El reconocimiento no pro-
por Dios en persona, sin mediación alguna, a través de su Nombre divino. viene de cierta reflexión conceptual, sino de un encuentro con la automanifes-
Esto último, lejos de ser un desvío en la trayectoria entre lo divino y lo huma- tación de Yhwh. En contraste con la falta de mediación en lo que se refiere a
no, debe entenderse como la verdadera comunicación. En consecuencia, cuan- Moisés, la Selbstvorstellung divina al pueblo está mediada por el emisario de Dios,
do Moisés pronuncia el Nombre en presencia de los hebreos en Egipto, les que proclama que o el juicio divino o los hechos divinos llaman a una deci-
proporciona la inmediación que él ha tenido el privilegio de experimentar. La sión. De modo parecido, el conocimiento/reconocimiento del dominio de Dios
relación «yo-tú» iniciada por el Nombre exige reconocimiento sobre la base del no es conocimiento metafísico. El tetragrámaton no es ninguna invitación a espe-
signo-prueba que el Nombre mismo constituye. cular sobre la aseidad divina. No se refiere a una divina causa sui; al contrario,
El diálogo de la zarza ardiente con Moisés, que provoca la revelación del siempre se lleva a término entre acontecimientos muy concretos. Y el recono-
Nombre, representa un acontecimiento totalmente original dentro del contex- cimiento humano, siguiendo el patrón de la ación divina, «no es un suceso inte-
to general de la proclamación, ejercido por el reconocimiento popular o indi- rior, reflexivo y espiritual, sino que se manifiesta más bien en una postración
vidual. Esta declaración de reconocimiento está en todo caso dentro del con- pública y abierta ante Yhwh»49. En palabras de Hartmut Gese, «[Dios] no se reve-
texto de los signos-prueba. En la esfera interpersonal, podemos encontrar ese la in se, sino como Sí mismo»50.
contexto en los procedimientos procesales sobre culpabilidad e inocencia a Pero el Nombre se ha establecido específicamente con referencia a un matiz
partir de pruebas; y en las batallas esas pruebas manifiestan el dominio de Yhwh de sentido que aporta el verbo hebreo hyh. Por lo menos, así es como la tradi-
o las credenciales de sus enviados. Pero la expresión del Nombre, contiene todo ción ha entendido desde tiempos inmemoriales su mensaje. Se entendía que
lo que necesita para ser mostrado y dicho; es el signo y su interpretación, sin «Yhwh», Dios-en cuanto-agente, apunta a un tipo específico de acción que la
mediación, sin hiato entre el signo y la descodificación, entre el acontecimien-
to y el sentido. El Nombre es teofánico y performativo, dije. Con su nombre, 46. Ibídem, p. 8 1 , 8 3 .
47. La distinción entre las categorías apelativas y predicativas procede de Paul Ricoeur.
Dios revela su «misterio más personal... El Nombre encierra el misterio inson-
48. Zimmerli, I Am Yahweh, p. 153, n. 90; cf. Herbert Haag, Was lehrt die literarische Unter-
suchungdes Ezekiel-Textes!, Paulusbrückerei, Friburgo 1943, p. 35.
44. Zimmerli, I Am Yahweh, p. 77. 49. Zimmerli, I Am Yahweh, p. 67.
45. Ibídem, p. 78. 50. Gese: «Er offenbart sich eben nicht an sich, sondern ais Selbst» (p. 79).
André haCocque Éxodo, 3, 14

raíz hyh expresaba, según se creía, de un modo adecuado. ¿Podemos acercarnos Israel nunca se sintió capaz de sondear en las profundidades de esta inti-
más al pleno significado de este uso? Creo que podemos. Pero antes de sacar la midad con Dios. Nunca supo comprender tal misterio. Todos los géneros lite-
mínima conclusión al respecto, hay que recordar que Moisés, en cuanto pri- rarios bíblicos atestiguan el hecho de que Israel, tanto en su interpretación de la
mer receptor del tetragrámaton, o los profetas y los sacerdotes como receptores Heilsgeschichte como en su reflexión más «atemporal», no ambiciona otra cosa
secundarios, no son meramente los destinatarios de un don concedido por un que pronunciar el nombre de Dios53. Por ello la reflexión de Israel tomaba dos
Comunicador. También ellos forman parte de la comunicación. A Moisés, como direcciones paralelas, una hacia la identidad humana, establecida y realizada en
prototipo que es, se le llama «Dios para Aarón» y «para el faraón» (Éxodo 4, 16; la relación con Yhwh, y la otra hacia la identidad divina, no menos establecida
7, 1). La cláusula de reconocimiento incluye, así, a los emisarios de Yhwh, y cumplida en la relación con Israel. Comprensiblemente, los textos son mucho
porque Yhwh actúa a través de vehículos humanos. A los testigos se les invita a más cautos y sobrios por lo que se refiere a la segunda orientación del pensa-
reconocer no sólo que « Yhwh hu» ([sólo] él es Yhwh), sino también «que ha habi- miento. Cierran el paso a cualquier atisbo de irreverencia magnificando, ensal-
do un profeta entre ellos» (Ezequiel 2, 5s; 33, 33). Por esta razón puede espe- zando y bendiciendo el Nombre de Dios. La alabanza es la respuesta humana
rarse que, en la revelación a Moisés del 'ehyeh 'aser 'ehyeh, Moisés mismo deba adecuada a la revelación, más que la especulación sobre cómo es que Dios se hizo
estar presente. Mi idea es que, con la revelación de su nombre como Yhwh, Dios dependiente de lo humano para ser Yhwh, del mismo modo que lo humano
dice de sí mismo algo así como «¡Contigo, Moisés - y con Israel a lo largo de toda depende de lo divino para ser imago Dei. En la medida en que la alabanza es tam-
su historia— me levantaré o caeré!» La revelación es la proclamación de que Dios bién reflexiva, dio origen a la noción de berit, alianza, que Oseas, por ejemplo,
se ha entregado todo entero a la historia de su emisario. Hasta su juicio sobre su iguala a una unión matrimonial.
pueblo y la condenación del mismo debe ser contemplada desde la perspectiva Por consiguiente, buena parte de las especulaciones filosóficas sobre lo di-
del compromiso personal de Dios. Pues el juicio aquí no es sólo forense, sino vino necesitan una revisión radical. Los conceptos filosóficos de trascendencia,
que está siempre cercano a la lamentación: «¿Qué te hice, pueblo mío? ¿En qué omnipotencia, infinitud deben considerarse sub specie historiae [a la luz de la
te he molestado? ¡Respóndeme!» (Miqueas 6, 3). Es en verdad sumamente para- historia], en vez de sub specie aeternitatis et absoluti [a la luz de la eternidad y de
dójico que los profetas del exilio, con Ezequiel a la cabeza, proclamen que el pue- lo absoluto]. La omnipotencia de Dios es más expresión de plegaria, esperanza,
blo sabrá «que yo soy Yhwh» cuando se someta a la furia de Dios (Ezequiel 6, fe y amor de Israel que un enunciado fáctico objetivo. Lo mismo pasa con la
12-14; 12, 15s; 24, 24). Ezequiel 23, 49, por ejemplo, muestra que el Nombre trascendencia y la eternidad o cualquier otro «atributo» divino especulativa-
no aporta sólo salvación (como en el Éxodo), sino también juicio y condena- mente descubierto en Dios. Cierto, Dios es trascendente y eterno, pero es una
ción; no sólo vida, también muerte51. Es especialmente digno de ser destacado cosa y otra «en la medida en que» -si este modo de hablar es adecuado- su
Ezequiel 20, 44: «Y sabréis que yo soy Yhwh cuando actúe con vosotros por con- amor, sus cuidados y su compromiso trascienden y remedian la ausencia de lo
sideración a mi nombre y no según vuestra mala conducta». (La fórmula de reco- divino en lo humano. Otra manera de expresar lo mismo es predicar de los
nocimiento ocurre seis veces en Éxodo 20). La muerte del pueblo no es defini- atributos divinos la cualificación de «escatológicos». En el eskhaton, Dios será
tiva; Israel resucitará de su muerte (cf. Ezequiel 37). Dios (cf. Isaías 11, 9; Salmos 110, 1; 1 Corintios 15, 24-28). Mientras, Dios
Comoquiera definamos el sentido del tetragrámaton, debe ponerse de relie- está en el proceso de establecer su dominio, su reino sobre la tierra. 'Ehyeh 'aser
ve la comunión íntima de Dios con el pueblo de Dios. Por esto la fórmula de 'ehyeh, dice él, y la forma incompleta del verbo ha de ser tomada con toda se-
identidad, 'ehyeh 'aser 'ehyeh, se refiere a una historia compartida entre Dios y el riedad. Seré lo que seré; llegaré a ser aquello que llegaré a ser. Hay aquí un dra-
hombre, a un «devenir» de Dios con Israel, de un modo especial a través de la ma extrañamente tenso concentrado en el pronombre relativo aser (que), pues
liberación de la esclavitud en Egipto. A Moisés en Madián, el Dios de los ante-
pasados, que se había manifestado hasta entonces como El Sadday (Éxodo 6, 2), paces como somos de expresar de un modo satisfactorio el movimiento dialéctico en Dios de sus
le revela su «llegar a ser con», por así decir52, en realidad su «dependencia» de la trascendencia e inmanencia. Abraham Heschel dijo: «Dios es trascendente en su inmanencia, y
relación de Israel con él. relativo en trascendencia». Véase su The Prophets, Harper and Row, Nueva York 1962, p. 486.
Eberhard Jüngel (Godas theMystery ofthe World, Eerdmans, Grand Rapids 1983, p. 238) escri-
be: «Ama a otro ser y por ello es y sigue siendo el mismo».
51. Como la Tora, según Ezequiel, que no sólo es buena y produce vida, sino que tam- 53. Porque todos somos niños pequeños, a decir de Tennessee Williams {De repente, el últi-
bién es «no buena» y produce muerte; cf. Ezequiel 20, 25s. mo veranó), jugando con bloques de letras y tratando incesantemente de pronunciar el Nombre
52. «Por así decir» es aquí importante. Indica el carácter aproximativo del enunciado, inca- Inefable.
André LaCocque Éxodo, 3, 14

su contenido depende en esencia del tipo de historia que Moisés y su pueblo El Nombre es «performativo» y tiene una Wirkungsgeschichte [historia de los efec-
querrán verter en él. tos]. No es por razón de algún tipo de superdeterminación por lo que es per-
Porque Dios es Dios, podría haber escogido ser Zeus, Brahma o Baal. Algo formativo, sino al contrario lo es por su indeterminación58, transmitiendo así un
de este teísmo transmite el nombre Elohim, dado al Dios vivo. Elohim crea los «excedente de sentido» que sobrecogió a Moisés en Madián y al pueblo de Israel
cielos y la tierra mediante la palabra. Elohim exige el sacrificio del amado hijo desde siempre. En este sentido, el aspecto «apelativo» de la fórmula es absolu-
único Isaac. Elohim mora en los cielos y se sonríe54. Pero Elohim escoge ser «Elo- tamente importante, porque la primera persona «se experimenta por contraste
hei» de Abraham, de Isaac y de Jacob; y esta forma genitiva de su nombre ya (con un tú). Esta condición de diálogo es constitutiva de persona, pues implica
indica que se hace vulnerable al iniciar una relación con alguien más. Dios se ata que el yo se convierte recíprocamente en tú... El yo postula a otra persona, aque-
a lo humano. Elohim - u n nombre derivado de un nombre común- es un aspec- lla que, siendo como es, del todo externa a "mí", se convierte en el eco al que yo
to (o un atributo) del Dios vivo. El otro aspecto/atributo lo comunica median- llamo tú y que me llama tú a mí»59. Esto quiere decir que Dios y su antagonista
te un nombre/invocación, Yhwh. Dios cesa así de ser el Innombrable, el inac- están, por así decir, en una relación sintagmática, en un mutuo contraste que los
cesible, el que es a se etper se. Deja de ser impasible, si es que alguna vez lo fue. define a ambos60. En el Talmud, 'Abodah Zarah 19a presenta esta idea conmo-
Yhwh es «emotivo», cambiante, se afecta. Se arrepiente (Génesis 6, 6s; Éxodo vedora: la Tora se da a quien la estudia en el nombre de Yhwh, «pero al final se
32, 14; 1 Samuel 15, 11,35; Amos 7, 3; etc.), y se lamenta (en Jeremías 8, 5, por la citará en su [de quien la estudia] nombre». Al final, el estudiante verá que la
ejemplo, leemos «¿Por qué este pueblo sigue apostatando? ¿Será Jerusalén una Tora es su misma primera persona que habla, dando así testimonio del cum-
apostasía continua?», cf. 12, 7-13; 15, 5-9; 18, 13-17). Podemos pensar también plimiento de la promesa de Jeremías 31, 33.
en el libro de Oseas, cuyo estilo, dice Hans W. Wolff, «vacila entre la lamenta- Pero el «apelativo» pasa a «predicativo» por mor de la narración. En los Sal-
ción compasiva y la acusación amarga... Testifica el hecho de que Dios lucha mos, por ejemplo, Dios «es reconocido en las cláusulas "que", que pueden ser
consigo mismo»55. Se le puede maldecir o bendecir, ignorar o alabar. Si triunfa una narración reducida a un solo enunciado... "que os sacó de la tierra de Egip-
la justicia, es sólo porque la justicia lo es, por su fuerza intrínseca, persuasiva, no to". Salmos 136 ... es una larga cadena de cláusulas "que"... [que indican que
coercitiva. La justicia triunfa en la plegaria, la fe, la esperanza y el amor de aque- Dios] participa de la historia de su pueblo»61. También en Deuteronomio 26 y
llos que buscan justicia. Dios es Dios sólo por la proclamación de su pueblo: en el Déutero-Isaías, todos los acontecimientos de la Heilsgeschichte se reducen
Yhwh malakh! {¡Dios reina!, cf. Salmos 93, 1; 96, 10; 97, 1; 99, 1; etc.). En a un simple relato de liberación62.
esta exclamación se redime el abandono del hombre por Dios, relatado en el En la conciencia de Israel, el Éxodo inaugura no sólo su historia como pue-
mito de Génesis 2-3. La apuesta arriesgada que Dios perdió al comienzo de la blo (por vez primera Israel es llamado 'am, nación), sino también la redención
creación, se salva ahora en la liturgia de Israel que se celebra en el templo. Jon del mundo. El éxodo de Egipto marcha hacia la tierra prometida, microcos-
Levenson cita este Midrás increíblemente denso sobre Isaías 43, 12:

«De modo que sois mis testigos, declara el Señor, y yo soy Dios». Esto 58. Con la venia de Childs, en The Book ofExodus, que rechaza la idea de «indetermina-
es, si vosotros sois mis testigos yo soy vuestro Dios y, si no lo sois, no soy, ción» {indefiniteness) en la paronomasia de Éxodo 3, 14.
por así decir, Dios56. 59. Emile Benveniste, Problems in General Linguistics, vol. 1, trad. por M. E. Meek, Uni-
versity of Miami Press, Coral Gables 1971, p. 224s.
Como vimos anteriormente, lo que impide que 'ehyeh sea una declara- 60. Como dice Jacques Derrida, «tanto si es el ser como el señor de los seres, Dios mismo
ción ontológica sobre la divina esencia es su forma en primera persona del pre- es y aparece como lo que es, en la diferencia, es decir, en cuanto diferencia en la ocultación». En
Writing and Difference, trad. por Alan Blass, University of Chicago Press, Chicago 1978, p. 74
sente. Paul Ricoeur habla de «atestación de existencia en el sentido de eficiencia»57
[trad. cast.: La escritura y la diferencia, Anthropos, Barcelona 1989].
61. Bernard Anderson, Out ofthe Depths: The Psalms Speakfor Us Today, Westminster, Fila-
delfia 1983, p. 142.
54. Cf. Salmos 2. 62. Deuteronomio 26, 17s es una formulación tardía, pero en sustancia es denominada por
55. Hans Walter Wolff, Hosea, Neukirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1967, p. 151. Julius Wellhausen «el principio inicial y duradero» de la historia de Israel. Reza así: «Hoy has obli-
56. Sifré Deuteronomio 346 (en la ed. Finkelstein). Citado por Jon Levenson, Creation gado a Yhwh a que te diga que él será tu Dios; y tú te has obligado a seguir sus caminos, a guar-
andthe Persistence ofEviL, Harper and Row, San Francisco 1988, p. 139. dar sus preceptos, sus mandatos y sus normas y a escuchar su voz. Y Yhwh te ha hecho decir hoy
57. Paul Ricoeur, «Sur l'exégése de Gen 1, 1-2, 4a», en Exégese et herméneutique, Seuil, París que serás su pueblo predilecto, conforme él te había dicho, y que guardarás todos sus manda-
1971. mientos».
André LaCocque Éxodo, 3, 14

mos y «cabeza de puente» desde donde la creación entera ha iniciado su trans- Como cabe esperar, la situación es similar en el Targum. Particular inte-
figuración como reino de Dios. El Éxodo es por ello el acontecimiento por exce- rés ofrece el texto del Targum de Ónqelos (en una versión conocida sólo por Nah-
lencia, el «día-V» de la historia, el día en que el mundo fue renovado por toda manides): «Yo soy como aquel con el que soy». Éxodo 3, 14b, en Targum de Jeru-
la eternidad. salén I, lee: «Yo, que era, que soy, y que seré, me envía a vosotros». En Targum
En la mente griega, «el mundo es eterno. Puede no tener objetivo alguno. de Jerusalén //(fragmento) 67 : «Aquél que dice al mundo ...¡sé! y es; y aquel que
Puede que simplemente sólo exista... De un modo general, lo importante para le dirá: ¡sé! y es... Él es quien me envió a vosotros». (Esta lectura recuerda la inter-
los griegos no es ni llegar a ser ni poseer, ni tampoco poder o querer; es simple- pretación de W. E Albright, D. N. Freedman, E M. Cross, etc., citados ante-
mente ser»63. José Faur añade: «Por tanto, los fenómenos físicos no pueden tener riormente). Mencionemos también las siguientes observaciones de Nahmani-
sentido»64. Y aquí es precisamente donde la distinción entre Atenas y Jerusalén des: el milagro no está en el Nombre per se; «más bien en la invocación del
alcanza el cénit, a saber, en el problema de la metafísica. Mientras que un judío Nombre... En mi opinión, los antiguos israelitas no tuvieron duda alguna sobre
profundamente influido por el helenismo, como Moses Mendelssohn, propone la existencia del Creador... Dios dijo (a Moisés): "Esto dirás a los hijos de Israel:
como traducción de Éxodo 3, 14 «yo soy el ser, que es eterno»65, Maimónides 'ehyeh me envió a vosotros". Así fue cómo Moisés invocó ante ellos un nombre
nos pide que pensemos a Dios como un agente con un propósito, no como un que es único y sólo pertenece a uno, y así les dio también una lección sobre la
ser con una esencia {Guía 1, 54-58). Dios es lo que Dios hace, nos dice. unicidad de Dios». El Zohar Wayyiqra, del siglo XIV, t. III, fol. l i a , dice: «Ehyeh,
Si todavía hay alguna duda sobre la Wirkung [la eficacia] dinámica del tetra- es la ocultación suprema... "Yo, soy yo mismo", ... 'aser 'ehyeh, soy yo dispuesto
grámaton, todo este escepticismo desaparece si nos volvemos hacia la lectura tra- a revelarme a mí mismo... Ehyeh es "la madre está encinta"... Yhwh es la fase en
dicional de Éxodo 3, a su trayectoria. Hayah, como base del Nombre, significa que Todo alcanza su plenitud»68. Con anterioridad, Rashi había parafraseado
en la tradición agádica estar con, ser come''. En el Midrás Agadah: «Como vos- ... 'ehyeh 'aser ''ehyehde este modo: «Yo estaré con ellos en este trance igual como
otros estáis {howeh ata) conmigo, así yo estoy {howeh ani) con vosotros». Éxo- estaré con ellos en su esclavitud en otros imperios...»69.
do Rabba 3, 6 lee: 'ani sé-hayiti 'ani hu wa-'ani hu la 'atid- Yo que era el Único La Iglesia primitiva vio en la venida de Cristo el cumplimiento de la pro-
soy el que seré el Único (pues el vocablo 'ehyeh ocurre tres veces en el texto sagra- mesa contenida en el Nombre de Dios. El factum externum que provoca la de-
do). También Saadia Gaon, del siglo IX, acentúa la eternidad de Dios: «porque claración del reconocimiento es ahora la Palabra hecha carne. 1 Corintios 12,
él es el primero y el último» (Isaías 44, 6; cf. Apocalipsis 1, 4, véase 4, 8). Mekil- 3b establece atrevidamente: «Nadie puede decir: "Jesús es el Señor {kyrios)",
ta Bahodesh 5, sobre Éxodo 20, 2, se pregunta: «¿Por qué no están las Diez Pala- sino en el Espíritu Santo» (cf. 1 Juan 4, 2s: «todo espíritu que confiesa que Je-
bras [el Decálogo] al comienzo de la Tora? Porque Dios deseaba primero adqui- sús es Cristo venido en carne, es de Dios»). En paralelo con el Targum de Jeru-
rir crédito con sus hechos misericordiosos para con Israel; luego dijo él: "voy a salén I, sobre Éxodo 3, 14b, anteriormente mencionado, Apocalipsis 1, 8 pone
gobernar sobre vosotros", y ellos respondieron "sí, realmente"... Para que las en boca de Dios: «Yo soy ... el que es, el que era y el que ha de venir [ho erkho-
naciones de la tierra no tuvieran la oportunidad de decir que había dos poderes, menos]», una idea ya expresada en Isaías 4, 6, «el primero y el último». Vemos
[dice la Escritura], "Yo el Señor, yo soy vuestro Dios" -Yo estuve en Egipto; estu- un eco de estas ideas en Filón, que tradujo Éxodo 3, 14 como «Yo soy el que es»
ve en el mar; estuve en el Sinaí; estuve en el pasado; estaré en el futuro; ¡yo estoy y añadió a modo de comentario: «No es posible en modo alguno aplicarme un
en este mundo y quiero estar en el mundo que ha de venir! (la Mekilta cita Deu-
teronomio 32, 39; Isaías 46, 4; 44, 6; 41, 4).
67. Un paralelo con lo que dice Targum Neófiti.
68. El Maestro Eckart habla de un «parto de sí mismo».
63. Kostas Papaioannou, «Nature and History in the Greek Conception of the Cosmos», 69. La literatura rabínica sigue el sentido trazado por Rashi. Se dice que la discrepancia
en Diogenes, 25 (1959)5,9. entre 'ehyeh 'aser 'ehyeh en la primera parte del versículo 14 de Éxodo 3 y el 'ehyeh de la segun-
64. José Faur, Golden Doves whh Silver Dots, Indiana University Press, Bloomington 1986, da parte se explica como sigue: 'ehyeh quiere decir «yo estaré con vosotros en la esclavitud de Egip-
p. xxii. to», mientras que 'ehyeh 'aser 'ehyeh significa lo mismo y que Dios estará con ellos en las esclavi-
65. Moses Mendelssohn, Zweistromland, en Gesammelte Schriften, Brockhaus, Leipzig 1843, tudes por venir. Por ello, para salvar a los hebreos de Egipto, Moisés recibió la orden de hablar
p. 804. en el Nombre de sólo 'ehyeh para ocultar las restantes esclavitudes que habían de venir. (Así Jacob
b. Abina en nombre de R. Huna de Séforis; Éxodo Rabba 3, 6). Nótese este trato compasivo con
66. Cf. en las historias patriarcales: «Yo estaré contigo» (Génesis 26, 3, 24-28; 28, 15; 3 1 ,
el pueblo que cuenta como una «suspensión teológica de lo ético» al estilo de Kierkegaard, dice
3; 39, 2,3,21,31). A la misma situación se llega en la alianza de David, cf. 2 Samuel 7 (pássim).
Jacob L. Halevi enjudaism, 4 (1955) 13-28 y 8 (1959) 291-302.
Véase también Qur'an 20, 11-24.
André LaCocque Éxodo, 3, 14

nombre propiamente, a mí, el único a quien pertenece la existencia» (Vida de


Moisés l, 75).
En la Escritura hebrea, el reconocimiento del Nombre no sólo se espera de
Israel; es también la meta escatológica de la revelación divina sobre Sión: «Des-
istid y sabed: Yo soy Yhwh. Exaltado entre las gentes, exaltado en la tierra» (Sal- DE LA INTERPRETACIÓN A I A TRADUCCIÓN
mo 46, 11 [10]). En concordancia con la afirmación que apunta al cumplimiento
escatológico de la promesa, el Nuevo Testamento vio este conocimiento del Dios PAUL RICOEUR

vivo esparcido por todo el mundo con la venida de Cristo. Probablemente nin-
gún otro texto supera en este sentido, en claridad y decisión, la siguiente inter-
pretación, hecha desde una perspectiva cristológica, de la fórmula de reconoci-
miento: Juan 17, 6 lee: «He manifestado tu nombre a los que del mundo me
diste... Porque [ahora] saben realmente que yo salí de ti». En mi complementación del ensayo de André LaCocque, me gustaría
comenzar por la dificultad adherida al mero hecho de traducir 'chyeh 'aser ' ehyeh
de Éxodo 3, 14. Una larga historia de traducciones a lenguas distintas del hebreo,
comenzado por el griego y el latín, nos separan del texto original, así como de
la manera como fue entendido por su audiencia inicial, y mucho más, por esta
misma razón, de la supuesta intención de su autor. Además, como los LXX (Sep-
tuaginta) tradujeron 3, 14 como ego eimi ho ón, y las versiones latinas como sum
qui sum (soy el que soy), Éxodo 3, 14 llegó a ejercer sobre todo el pensamiento
occidental una gran influencia, de cuya amplitud y profundidad hablaré más
adelante. La traducción griega debe ser considerada un verdadero acontecimiento
en el mundo de las ideas. El campo semántico del verbo hebreo hyh se ha visto
vinculado de un modo permanente al del verbo griego einai y luego al del ver-
bo latino esse, por lo que estos verbos llevan al campo de la traducción una lar-
ga historia conceptual, procedente sobre todo de las filosofías de Platón y Aris-
tóteles y, por consiguiente, de modos de pensamiento anteriores a la traducción
de los LXX. Esta historia del significado continuó, entremezclada con la de la
Biblia hebrea y cristiana, a través de los Padres griegos y latinos, luego a través
de la vía de la Escolástica y sus gigantes (Buenaventura, Tomás de Aquino, Duns
Escoto), pasando más adelante por Descartes y los cartesianos, hasta Kant y más
allá; esto es, hasta nosotros, lectores de la Biblia, situados al final de esta tumul-
tuosa historia de la relación entre Dios y el Ser.
Podríamos lamentar este encuentro. Hoy día algunos hasta tratan de des-
hacer los vínculos que se han entrelazado a partir de ahí. Pero no podemos impe-
dir que este encuentro ocurriera y que haya contribuido a la identidad intelec-
tual y espiritual del occidente cristiano. El programa de «deshelenización del
cristianismo», de Adolf von Harnack, para citar sólo un ejemplo, no tendría otro
sentido que un descanso momentáneo en esta lucha en la que Atenas se alza fren-
te a Jerusalén. Tanta verdad es esto que los esfuerzos contemporáneos para tra-
ducir, si no mejor, por lo menos de otra manera, nuestros muy conocidos ver-
sículos llevan todos la señal de esta batalla con las fuentes griegas de la filosofía
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

y la teología fundamental. (Al final de este capitulo, tomaré en consideración cierto punto impura intención de Moisés» (p. 319). ¿De qué modo escapa la res-
algunos de estos esfuerzos). puesta de la esfera mágica de la pregunta? ¿Qué distancia se sugiere entre la pre-
Esbocemos una lección inicial a partir de estas observaciones de apertura. gunta y la respuesta "Yo soy el que soy"?».
Ninguna traducción es inocente; quiero decir una traducción que escapara de la Viene a cuento considerar aquí la fórmula «yo soy Yhwh» o «yo soy Yhwh,
historia de la recepción de nuestro texto, de una historia que es en sí e inme- vuestro Dios», con la que Zimmerli y André LaCocque caracterizan la auto-
diatamente una historia de la interpretación. Traducir ya es interpretar. La labor presentación de Dios, y la fórmula complementaria de reconocimiento por par-
experta de exegetas como Albright, Childs, Gese, Sarna y Zimmerli (para citar te del pueblo: «y sabréis que yo [soy] Yhwh»2. Aquí la autopresentación y el reco-
sólo los más mencionados por André LaCocque), y hasta LaCocque mismo, nocimiento forman un par asimétrico, donde el que se presenta mantiene la
no pueden evitar este imperativo. Todos ellos pertenecen a esta larga historia iniciativa, mientras que el reconocimiento implica una actitud «responsiva». A
de lectura e interpretación. Esta afirmación, es necesario ser claros, no equivale este aspecto, vale la pena observar que en Levítico 18 esta fórmula enmarca, como
a una crítica a la exégesis de los expertos. Al contrario, el esfuerzo por otra tra- introducción y conclusión, un discurso normativo. Como el primer manda-
ducción, por conseguir otra interpretación, saca su fuerza de esta lucha con una miento prohibe cualquier representación figurativa de Dios, cabe esperar que
tradición multimilenaria. Los exegetas modernos son como nosotros. Trabajan Éxodo 3, 14, cuando se le une a este grupo de textos, se decantará del lado de la
y piensan al final de una historia. En este sentido, la única cosa que sería criti- ética y del incógnito de aquél que lo impone. No obstante, me parece a mí que
cable podría ser la pretensión ingenua de una exégesis de sostenerse ella sola surge una distancia importante entre Éxodo 3, 14 y el resto de fórmulas en
sin historia alguna, como si fuera posible coincidir, sin la mediación de una tra- que el nombre Yhwh es puesto en el lugar del «yo» divino, sin mediación de la
dición de lectura, con el significado original de un texto, y hasta con la supues- cópula «es», rara si no inexistente en hebreo3. La ausencia de un «es» copulativo,
ta intención de su autor.

2. Walther Zimmerli, Ich bin Yhwh, Geschichte undAltes Testament, Tubinga 1963; Karl Elli-
LOS ENIGMAS DEL TEXTO ger, «Ich bin der Herr -Euer Gott», en Kleineschriften zum Alten Tetament, ed. por Harmut Gese
y O. Kaiser, Munich 1966, p. 211-231; André-Marie Dubarle, «La signification du nom de
Antes de presentar algunos de los momentos centrales de las denominadas Yahweh», en Revue de Sciencesphilosophiques et théologiques, 35 (1951) 3-21.
lecturas ontológicas de Éxodo 3, 14, desearía destacar ciertos rasgos de nuestro 3. Cf. André Caquot, «Les énigmes d'un hémistiche biblique», en Dieu et l'Étre, Exégese de
texto, que, pese a la casi obsesiva desconfianza de los exegetas en lo concer- l'Éxode3, 14 et de Coran 20, 11-24, Études Augustiniennes, París 1978, p. 17-26. Caquot observa
niente a lo que, a su entender, es sólo una abstracción especulativa, producen que «el verbo háyáh puede dejar de expresar la noción léxica de existencia y asumir la función de
simple cópula, por la simple de una modalidad temporal» (p. 18). (Por ejemplo, véase Génesis 29,
una perplejidad tal que hacen por lo menos plausible, si no legítima, la deno-
17; 2 Samuel 15, 34). Pero también añade: «Es útil recordar estas pocas frases tomadas de pasajes
minada lectura ontológica. en los que a menudo se siente la influencia o imitación de un lenguaje más cotidiano para apreciar
Ante todo, deseo destacar la distancia que a mi entender existe, por un lado, la respuesta enigmática de Dios hablando a Moisés, pero no podemos olvidar que ese carácter enig-
entre Éxodo 3, 14 y el grupo de textos bíblicos que tratan en general de la bús- mático depende en gran parte del hecho de que esta expresión no tiene ningún otro paralelo en la
fraseología bíblica» (p. 19). Desde otra perspectiva, Henri Cazelles, «Pour un exégese de Éxode 3,
queda de un Nombre desconocido y, por el otro lado, aquellos textos que gra-
14, Texteet Contexte», en Dieu et l'Étre, p. 27-44, insiste en que «este verbo en hebreo nunca es có-
vitan en torno a la expresión «Yo [soy] Yhwh». pula, sino que más bien significa existencia, presencia activa» (p. 29 y 33). Con todo, para Caquot,
Por lo que se refiere al primer grupo, André LaCocque comienza su ensa- la cuestión principal es: si el primer 'ehyeh tiene valor predicativo como declaración de identidad,
yo con la útil evocación de la historia del nombre Yhwh. Puesta de nuevo con- entonces el segundo lleva connotaciones más hebraicas que griegas, esto es, la idea dinámica de una
presencia actual. Pero, si el segundo 'ehyeh es también igualmente predicativo, «estamos en presen-
tra este trasfondo de la búsqueda del Nombre desconocido del poder, la pregunta
cia de una tautología, que se reduce a un puro y simple rechazo a contestar. Si realmente "ser" es
de Moisés, a la que se responde en Éxodo 3,14 parece depender todavía de la aquí "existencial", Dios se limita a ser circunspecto en el modo como se manifiesta en general o
concepción mágica sobre el nombre que existía en todo el antiguo Oriente pró- como se manifestará cuando llegue el tiempo de hacerlo, y la traducción "yo seré el que seré» es por
ximo1. Pero, ¿cuál es en realidad la respuesta? LaCocque con toda razón repli- lo menos tan legítima como "yo soy el que soy"» (p. 21). Por último, «si dejamos de ver en 'ehyehiz
transcripción de un teónimo o la adaptación de yihyehah primera persona, "él es" igual a YHWH,
ca: en su respuesta, «Dios va más allá de la exigencia ambigua y de la hasta
podemos decir que la declaración divina de Éxodo 3, 14a tiene su raison d'étreen sí misma: Dios re-
vela su existencia incluso ocultando su identidad, y la primera palabra de su declaración, 'ehyeh, al
1. Como destaca André LaCocque, los textos reunidos en ANET ponen de relieve el poder ocupar el lugar del nombre propio que Moisés espera, se convierte en lo que Moisés debe decir a los
mágico aplicado al «Nombre desconocido» y conferido a los humanos que consiguen averiguarlo. israelitas, un seudónimo de Dios y en calidad de tal figura en el hemistiquio 14b» (p. 24).
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

de uso necesario en nuestras lenguas, hace tanto más sorprendente el 'ehyeh tencia. La paradoja, como veremos, es que las más audaces consideraciones onto-
con el que Éxodo 3, 14 rompe con todas las expresiones de la forma «Yo [soy] lógicas de los pensadores medievales se encuentran en completa oposición a una
Yhwh». La comparación entre 3, 14 y las fórmulas en consideración se detienen concepción del ser «abstracta» o «esencialista», precisamente por el impacto ejer-
justamente en el umbral de este 'ehyeh. cido por Éxodo 3, 14. En este sentido, por ontológicos que puedan ser, estos
El enigma gramatical que constituye el recurso al campo semántico de la filósofos están de acuerdo en el rechazo de toda pretensión de predominio inte-
raíz verbal hyh se acentúa incluso con más fuerza por cuanto el primer 'ehyeh se lectual, como recomienda André LaCocque.
dobla extrañamente en la forma de una onomastasis que coloca el segundo 'ehyeh Quisiera explorar ahora otra fuente de perplejidad referente al verdadero
en una posición predicativa. El enigma se triplica, si me es lícito decirlo de esta sentido de Éxodo 3, 14. Proviene del hecho de que nuestro texto se produce o
manera, por la reaparición del mismo 'ehyeh en la posición de un sujeto en pri- nace en el transcurso de un «relato de llamada»5. Dentro de este marco narrati-
mera persona del singular con valor de vocativo en Éxodo 3, 14b. Es esta ter- vo, el texto encaja perfectamente con las fórmulas de nombramiento, misión y
cera aparición la que causará el mayor problema en la historia de la interpreta- mandato, características de toda la familia de los relatos de llamada6. La cuestión
ción debido a la traducción griega como ho ón, ya en 3, 14a y de nuevo en 3, que quiero plantear es si Éxodo 3, 14 no desborda el marco narrativo de un rela-
14b. La Vulgata, a diferencia del griego, sigue al hebreo en la repetición de los to de llamada, igual como rompe con las fórmulas que pertenecen a la familia
dos primeros 'ehyeh como sum en 3, 14a, pero mantiene el modelo del griego en de los enunciados que dicen «yo [soy] Yhwh». El relato de llamada (Éxodo 3, 1
3, 14b: qui est misit me ad vos [el que es me envió a vosotros]. - 4 , 7)7 se abre con la visión de la zarza ardiente, a la que se añade la llamada que
Nuestra perplejidad aumenta si es verdad que el tetragrámaton mismo per- viene de Dios: «¡Moisés, Moisés!». Moisés responde: «Heme aquí». Esta respuesta
tenece al campo semántico del mismo verbo tradicionalmente traducido por cuenta ya como reconocimiento de una presencia, tanto más imponente cuan-
«ser». to resaltada por el espectáculo de la zarza que arde sin consumirse (3, 3). La his-
Aquí es donde el traductor fracasa4. Tan legítimo como pueda ser desta- toria de la vocación podría haber terminado en este punto. Continúa gracias a
car en un comentario la apertura hacia el futuro y la señal del devenir y del dina- un procedimiento narrativo que consiste en una serie de cinco objeciones plan-
mismo, es en igual medida dudoso que, en una traducción a una lengua moder- teadas por Moisés, pese a su previa y aparentemente inequívoca réplica. A la pri-
na, uno pueda arreglárselas sin el verbo «ser» o sin las formas verbales pertenecientes mera objeción «¿quién soy yo para...?», Dios responde: «Yo estaré contigo». ¿Es
al mismo campo semántico. La cuestión subyacente en esta discusión es doble. suficiente esta garantía? No. Moisés objeta de nuevo: «Pero, si me preguntan [los
Tiene que ver, ante todo, con el grado de polisemia que concedemos al verbo
«ser». A este respecto, no cesaremos de preguntar si el hebreo 'ehyeh no sugiere
5. En su estudio del Sitz im Leben de la revelación del Nombre, André LaCocque pone de
una ampliación de sentido del griego einai y del esse latino, más allá de la plu- relieve, por un lado, con Brevard Childs, el contexto de la Botenspruch, la «fórmula del mensaje-
ralidad de significados explorados por la filosofía con sus orígenes griegos y lati- ro», seguida del motivo de la reticencia del profeta; por el otro lado, con Joachim Begrich, subra-
nos. Aparte de esta cuestión semántica, la segunda cuestión fundamental es si, ya también la importancia de la dimensión prescriptiva conferida a la interpretación del Nombre,
debido a este paralelo que se pone entre este relato y el del acontecimiento del Sinaí. El recono-
en los comentarios que explican una traducción, debemos guardarnos de «toda
cimiento esperado ha de estar marcado por un tono general ético elevado.
abstracción ontológica con relación al ser», como pide André LaCocque. El res-
6. Norman Habel, «The Form and Significance of the Cali Narratives», en Zeitschrififiir
to de mis observaciones consistirán, en gran parte, en una discusión de esta adver- alttestamentliche Wissenschafi, (1965) 297-329, examina siete relatos estilizados: la llamada
de Gedeón en Jueces 6, 11-17, de Moisés en Éxodo 3, 1-12, de Jeremías en Jeremías 1, 4-10, de
Isaías en Isaías 6, 1-13, de Ezequiel 1, 1- 3, 15 y la del Déutero-Isaías en Isaías 40, 1-11. Desde
4. Alineándome con André LaCocque, saludo la contribución de G. S. Ogden a la discu- ellos traza una Gattungsstruktur [estructura de género] constituida por seis episodios: confronta-
sión gramatical y semántica. Del mismo modo, H. Cazelles, en el artículo ya citado, adopta como ción con Dios, discursos introductorios, la misión propiamente dicha, objeción del enviado, garan-
línea directriz, en la segunda parte de su ensayo, avanzar desde la pregunta por la identidad pasan- tía acompañada de un juramento, la concesión de un signo. En Éxodo 3, el episodio de la zarza
do por las fases del relato de la llamada. Lo que se cuestiona, por tanto, es el nombre del «quien ardiente corresponde a la confrontación; la llamada «¡Moisés, Moisés!» y la respuesta «Heme aquí»
envía». No obstante, «en el estado presente del texto, el deseo de poner de relieve el verbo "ser" son los discursos introductorios; el «ponte en camino» de 3, 10, es la llamada propiamente dicha,
lo señala el hecho de que, de una sentencia a la siguiente, de la primera persona en la forma "HYH", seguida de las objeciones. A una de estas objeciones responde el «yo soy el que soy». La palabra de
a la tercera persona en la forma de YHWH, en cierto modo se conjuga el verbo "ser"» (p. 33). garantía se va repitiendo aquí a lo largo de un crescendo de objeciones que plantea Moisés.
La traducción de August Dillmann, citada por André LaCocque, que recurre a der Seiende [el que 7. Sobre la llamada de Moisés, cf. Brevard S. Childs, «The Cali of Moses», en su comen-
es], aunque implicando un matiz de actividad y vida, no se aleja radicalmente del campo semán- tario al libro del Éxodo, The Book ofExodus. A Critical, Theological Commentary, Westminster,
tico del alemán Sein, punto sobre e! que volveré más adelante. Filadelfial974,p. 47-89.
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

hijos de Israel] cuál es su nombre [el nombre de Dios, del Dios de los padres que La lectura amplificadora comienza a partir del hecho de que ningún otro
envía al profeta], ¿qué les responderé?» A esta objeción responde el ehyeh 'aser relato de llamada apela al rico campo semántico a que pertenecen el triple 'ehyeh
'ehyeh. El lugar de esta fórmula, por tanto, no carece de importancia. La reve- y el tetragrámaton mismo. Algo se dice de este modo y algo se señala que exce-
lación del Nombre -éste es el título que normalmente lleva este fragmento- es de el marco narrativo de Éxodo 3 y que se sitúa más allá del juego de pregun-
la réplica a una objeción que de por sí es un segmento de un relato de llamada. tas y respuestas, que de algún modo sirven de pantalla a la proyección de este
De modo que parece razonable tomar la fórmula de Éxodo 3, 14 como una precioso don. Algo se dice sobre el mandato mismo, algo que tiene el poder de
expansión enfática de la autopresentación de Dios, pretendida para reforzar la autenticarse de un modo distinto a los términos que establece el resto de fór-
autoridad del profeta enviado, pero reafirmando la autoridad de quien envía. mulas que no contienen el enigma de este pasaje. Y precisamente porque esta
Con todo, ¿era realmente necesaria, para obtener este efecto, tal acumulación de fórmula sobrepasa su contexto, su sentido rebosa también por encima de su fun-
enigmas? Me refiero, como hemos visto, al recurso al campo semántico de hyh, ción. Este exceso, este significado suplementario, da origen a una situación her-
al uso de la primera persona del imperfecto, a la paronomasia vinculada a la menéutica excepcional, a saber, la apertura a una pluralidad de interpretacio-
duplicación del 'ehyeh y a la repetición del segundo 'ehyeh, que transforma el nes del verbo usado.
nombre predicativo en un apelativo, para no hablar de la sustitución del nom- Ésta es la situación hermenéutica que se refleja en los comentarios y en tra-
bre Yhwh por el tercer 'ehyeh, que está en idéntica posición gramatical: «"Yhwh, ducciones intentadas dentro de la tradición judía misma9. Es sorprendente que
el Dios de vuestros padres" me ha enviado a vosotros. "Éste es mi nombre para expresiones como «estar con» —para no hablar de aquellas que no provienen de
siempre; éste es mi título de generación en generación"» (3, 15). Éxodo 3, 14: «He sido, soy y seré»- no se separan del verbo «ser», sino que
Me parece que nuestra lectura puede oscilar legítimamente entre una lec- más bien exploran sus fuentes, que habrían quedado inexploradas, si el pensa-
tura minimizadora y una lectura amplificadora de esta cadena de 'ehyeh, que cul- miento hebreo, seguido del cristiano, no hubiera trascendido al espacio del pen-
mina en el tetragrámaton. La lectura minimizadora se justifica por el marco narra- samiento griego. Es ahora ocasión de repetir lo que decía en mi introducción a
tivo de Éxodo 3, 14 y disuade al lector de sobrestimar e «hipostasiar» el triple este ensayo: la traducción pertenece a la historia de la lectura, también ella domi-
'ehyeh, cuando esta acumulación sólo sirve para autentificar el mandato median- nada por la «historia de los efectos» -la Wirkungsgeschichte— de las palabras
te una especie de énfasis retórico. El énfasis ontológico del que hablaré más ade- mismas.
lante sería de este modo el efecto combinado de un malentendido exegético, una Es imposible no decir algo sobre el papel inicial ejercido en la historia de
mala lectura del sentido del hebreo cuando se traduce al griego y, especialmen- los efectos por la traducción de los LXX, que introdujo el uso del verbo griego
te, de una proyección en el texto de interpretaciones acumuladas durante siglos einai, al que siguió obligadamente el latino esse. Debemos notar, en primer lugar,
a través de la especulación ontológica. ¡Volvamos a la sobriedad exegética! Bus- que esta elección puede reclamar el derecho a una traducción/interpretación que,
quemos el significado de Éxodo 3, 14 sólo en su función, y resituemos la deno- pese a ser contingente, lleva sin embargo la autoridad que le confiere una fecun-
minada metafísica del nombre en el lugar que le corresponde, dentro de la órbi- didad intelectual y espiritual, cuyos efectos no se han agotado aún. En segun-
ta ética el mandato 8 . do lugar, observemos que esta elección no fue inesperada. Ocurrió en un momen-
to en que la helenización de la cultura judía había progresado más de lo que hasta
8. André LaCocque parece estar a favor de lo que yo denomino lectura minimizadora, cuan- hace muy poco se había reconocido.
do habla de la fuerza del compromiso ético constitutivo del reconocimiento que corresponde a A este respecto, Filón constituye un testigo especialmente digno de ser teni-
la proclamación, junto con el compromiso personal de Dios, que es parte integrante de su auto- do en cuenta. El que fuera llamado «el más eminente representante del judais-
presentación. La fórmula de Éxodo 3, 14, pasa a ser, de este modo, una «historia compartida entre
Dios y el hombre». Sin embargo, también está de acuerdo con Zimmerli al decir que, revelando
mo helenizado»10 tuvo por inspirada la traducción griega de los LXX, en la que
su nombre, Dios revela su «misterio más personal... El nombre incluye lo más personal ... encie- Dios se designa a sí mismo con las palabras egó eimi ho ón. Esta formulación,
rra el misterio insondable de su singularidad y unicidad». Por esta razón sólo en parte puedo acep- inspirada por una parte por la concepción helenística del Ser y, por la otra par-
tar su afirmación de que «por consiguiente, buena parte de las especulaciones filosóficas sobre lo te, por el uso del masculino ho ón, continuaba evocando al Dios personal de
divino necesitan una revisión radical. Los conceptos filosóficos de trascendencia, omnipotencia,
infinitud deben considerarse sub specie historiae [a la luz de la historia], en vez de sub specie aeter-
nitatis et absoluti [a la luz de la eternidad y de lo absoluto]». Reconozco que no excluye la espe- 9. Véase antes, p. 334-336.
culación filosófica, pero más bien está a favor de una revisión de sus formas clásicas. Volveré de 10. E. Starobinski y Alexandre Safran, «Éxode 3, 14 dans l'oeuvre de Philon d'Alexandrie»,
nuevo sobre esto al final de este ensayo. en Dieu et l'Étre, p. 47-55.
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

Israel mejor de lo que podía hacerlo el neutro to on, usual en el discurso filosó- Sin embargo, ni la autoridad de Filón ni la de los filósofos griegos de la
fico de la época. Con todo, esto no impidió que la interpretación de Filón del antigüedad tardía habrían bastado para aclimatar el einai griego al marco bíbli-
egó eimi ho on fuera contemplada como una prolongación de platonismo. Por co, si el Nuevo Testamento, escrito y publicado en griego, no hubiera hecho de
ello, en Vida de Moisés I, 75, dice que la oposición que separa al Dios de Israel puente entra estas dos culturas, por lo menos en el plano del vocabulario del ser.
de los falsos dioses reduplica la oposición que separa «lo que es» de «lo que no Aquí sobresalen el libro el Apocalipsis y el Evangelio de Juan como colabora-
es» y también la que separa el ser real de la mera existencia pensada. Mientras dores en esta fusión de vocabularios. Leemos en el Apocalipsis 1,4: ho on kai ho
que todo cambia, Dios permanece inmutable. Para Dios, la existencia no está en kai ho eikhomenos, «aquel que es, que era y que ha de venir». No puede haber
sujeta a «génesis». Puede parecemos sorprendente que, siguiendo al Platón del duda alguna de que esta fórmula, repetida cinco veces (en 1, 4 y 8; 11, 17; 16,
Timeo y de la Carta séptima, Filón pueda sostener que ningún nombre propio es 51; y 4, 8), es una nueva traducción de Éxodo 3, 1413. Y el Evangelio de Juan
capaz de designar a Dios. «Las reflexiones sobre la falta de un nombre propio establece: «Antes que Abraham existiera, yo soy» (8, 58)'4. Estos usos del verbo
para designar a Dios pueden haber sido sugeridas a un judío helenista, como einai son tanto más significativos cuanto que se extienden de Dios a Cristo. Este
Filón, por el hecho de que el tetragrámaton no aparece en los LXX. Al contra- uso cristológico del griego einai (y, en consecuencia, del latino esse) nos acom-
rio que chyeh ' aser ' ehyeh, egó eimi ho on no constituye una explicación del tetra- pañará al pasar de los Padres griegos y latinos a la época medieval cristiana.
grámaton. Dios revela a Moisés no su nombre, sino que existe»". Filón no será Esta impresionante convergencia entre Filón, los teólogos paganos y en
el único en considerar que el aspecto inefable de Dios es una verdad filosófica. especial las escuelas joánicas muestra que la elección hecha por los LXX estaba
Éxodo 3, 14 le refuerza esta convicción. «Yo soy el que soy» equivale a «mi natu- en armonía con la tradición de la traducción del hebreo al griego difundida
raleza es ser, no ser dicho». De este modo, a través de una sutil mezcla de lo por el mundo helenístico. Esta decisión lingüística es como una especie de
hebreo y lo helenístico, se anuncia la fusión entre una ontología positiva y una sello puesto sobre el encuentro de las dos culturas, la hebrea y la griega, un encuen-
suspensión ascética del Nombre bajo la égida del verbo einain. tro que, pese a ocurrir por azar, se convirtió en un destino, por un trabajo de
entretejedura conceptual desarrollado durante siglos.
ll.Ibídem, p. 50. Pero es preciso comprender que, al ocupar el lugar al que nos hemos refe-
12. Otro importante testimonio que vale la pena añadir es que algunos filósofos griegos de rido en el trabajo de traducir la Biblia hebrea, el verbo griego einai (seguido por
la antigüedad tardía hicieron del infinitivo einai el nombre de Dios. Véase C. J. Vogel, «Antike el esse latino) no llevó consigo la universalidad de una noción incuestionable,
Seinsphilosophie und Christentum im Wandel der Jahrhunderte», en Festgabe Joseph Lortz, 1958,
sino más bien la equivocidad de una noción de ser, a propósito de la cual Aris-
vol. 1, p. 527-548, y «Ego sum qui sum et sa signification pour une philosophie chrétienne», en
Revue des Sciences Religieuses, 35 (1961) 337-255. Vogel demuestra que la identificación entre Dios tóteles ya había dicho que «se dice de muchas maneras» (pollakhós legetai)''.
y el Ser fue antes griega que cristiana y que la traducción de los LXX se inspiró probablemente en Por causa de esta insuperable equivocidad, el griego einai llevó a una increíble
la filosofía griega. El texto de mayor relevancia al respecto es Plutarco, De E apud Delphos 17- variedad de interpretaciones en la historia de las lecturas eruditas de Éxodo 3,
20, en Dialogues Pythiques, edición y traducción de Falceliére (Belles Letres, París 1974). Pierre
14, en las que la simple diferencia entre Platón y Aristóteles puede proporcio-
Hadot añade el testimonio de un comentario sobre el Parménides de Platón (que atribuye a Por-
firio), donde el Uno de la primera hipótesis se interpreta en términos del Uno de Plotino, que está nar cierta idea de su alcance. Por esto, la atormentada historia de las relaciones
por encima del Ser. Lo interesante aquí es que el autor de este comentario quiere arriesgarse a atri-
buir a Platón mismo la doctrina secreta según la cual el Uno no es «ni existencia, ni esencia, ni
sentación de la realidad trascendental. Por ello se presenta como una actividad infinita y absolu-
acto, sino que más bien actúa, es él mismo acto puro, de modo que él es el "ser" (to einai) que es
ta» (ibídem, p. 61). Y concluye: «Por mediación de Boecio, puede ser muy bien, una vez más, que
anterior a la existencia»; véase Pierre Hadot, «Dieu comme acte d'étre dans le néo-platonisme. A
la filosofía griega haya influido en la constitución de la teología del ser» (ibídem, p. 63).
propos des théories de E. Gilson sur la métaphysique de l'Éxode», en Dieu et l'Etre, p. 57. (Este
13. En Apocalipsis 4, 8, el nombre divino va unido al trisagion de Isaías 6, 3: «¡Santo,
ensayo se ha editado de nuevo en una versión ligeramente modificada en E. Gilson et nous: le
santo, santo / Señor Dios/ Todopoderoso/ el que era y el que es y el que ha de venir».
philosophe et son histoire, Vrin, París 1980, p. 117-121). Lo que sorprende referente a este texto
14. Deberíamos citar también 8, 23-24; 8, 28; 13, 19 y 18, 5. Cf. A. Feuillet, «Les ego eimi
atribuido a Porfirio es que el infinitivo «ser» se considera más elevado que cualquier otro térmi-
christologiques du Quatriem Évangile», en Recherches de Sciences Religieuses, 54(1966) 5-22 y 213-
no sustantivo, superior en particular a cualquier tiempo verbal que implique un sujeto y un pre-
240. En la primera parte de este artículo, Feuillet adopta la forma abreviada del egó eimi y, en la
dicado. Como comenta Hadot, partiendo de la sintaxis del griego, «el término griego que indica
segunda parte, las formas desarrolladas: el camino, la verdad, la vida, la luz, la resurrección, el pan
el infinito aparemphaton se opone al indicativo. El indicativo implica necesariamente un sujeto,
de vida, la puerta, el vino, etc. Véase también E. Stauffer, «egó» en Theologisches Worterbuch zum
esto es, una persona determinada y un número determinado. El infinitivo es no-indicativo, esto
Neuen Testament, II, p. 342s (§ B: das christologische ego).
es, prescinde de por sí de la persona y del número. No está en relación alguna con un sujeto o una
15. Aristóteles, Metafísica E 2: «Ser, propiamente hablando, se dice de muchas maneras
multiplicidad. Encaja perfectamente con el Uno. Pero, al mismo tiempo, permite una cierta repre-
(pollakós legetai)».
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

entre helenismo y judaismo, y entre helenismo y cristianismo, quedará marca- En primer lugar, ninguno de los pensadores a que vamos a referirnos, de
da por innumerables reelaboraciones del modo como debe entenderse el signi- todos modos brevemente, dudó de que Dios pronunciara las palabras de la decla-
ficado de einai y de esse. ración que leemos en Éxodo 3, 14. Ninguno de ellos, en consecuencia, confun-
Permítaseme recordar unas cuantas fases de esta historia y volver una vez dió la especulación filosófica con lo que, a su entender, y a una con la Iglesia, era
más al término hebreo, objeto de estas traducciones. Si es verdad que el griego una revelación directa de Dios. Si no se discutieron la traducción griega basada
einai y el latino essehzn significado siempre más de una cosa, ¿no podría decir- en el verbo einai y la traducción latina basada en el esse, no fue porque enten-
se lo mismo del campo semántico que nos remite al hebreo 'ehyeh y hasta al tetra- dieran que estas traducciones eran efecto de una inicial infiltración del helenis-
grámaton? ¿Quién puede decir si, a los oídos de los antiguos hebreos, la decla- mo en el ámbito hebreo, sino más bien porque las aceptaron como un dato exe-
ración 'ehyeh'aser 'ehyeh no tenía ya una resonancia enigmática? Y si la tenía, esta gético indiscutible (aunque mentes tan despiertas como la de Jerónimo, traductor
resonancia pudo recibir por lo menos un doble sentido: el enigma de una reve- de la Vulgata, o Agustín, autor de Sobre la doctrina cristiana, nunca confundie-
lación positiva que hace surgir un pensamiento (sobre la existencia, eficacia, fide- ron las palabras de Dios con las humanas, por más que estuvieran en hebreo, y
lidad presentes a lo largo de la historia) y el de una revelación negativa que diso- mucho menos aún si eran una traducción del hebreo al griego o al latín).
cia el Nombre de aquellos valores utilitarios y mágicos referentes al poder con En segundo lugar, nadie de entre los Padres, y nadie de entre los grandes
que ordinariamente se le asociaba. Y quizás hasta el enigma mayor de una reve- escolásticos, creyó nunca que la especulación sobre el Ser tuviera que revelar a la
lación, en el sentido usual de una teofanía, o una no-revelación, en el sentido de razón humana el secreto de la esencia divina en la intimidad de su más recón-
una retirada hacia lo incógnito. Avancemos más. Si admitimos con Hans-Georg dita naturaleza. Cuando dicen al unísono que «el Ser es el nombre de Dios», aña-
Gadamer que no hay palabras específicamente filosóficas, sino sólo un uso den inmediatamente que el Ser no puede definirse. Y dijeron esto de dos modos
filosófico de palabras en un contexto particular, ¿por qué no suponer que el escri- distintos, aunque convergentes. Conocedores, por una parte, de la espirituali-
tor bíblico procedió igual que los filósofos griegos y elevó a un nivel descono- dad filosófica del neoplatonismo, desde Plotino mismo y Porfirio hasta pensa-
cido hasta entonces un verbo que era tan común en su lengua como el verbo dores posteriores como Proclo y Damascio, estaban acostumbrados a leer que el
equivalente a «ser» en griego o latín o en los idiomas modernos? En otras pala- Uno, de quien sólo podemos decir que es «él mismo» {autos), trasciende al ser,
bras, ¿por qué no suponer que Éxodo 3, 14 ya estaba dispuesto, ya desde el mis- entendido como el ámbito de las ideas inteligibles16. Esta tradición apofática,
mo comienzo, a añadir una nueva región de significado a la rica polisemia del según la cual no podemos afirmar nada acerca de Dios, nunca cayó en el olvi-
verbo ser, explorado en otros términos por los griegos y sus herederos musul- do, ni siquiera durante la época de la escolástica aristotélica, a finales del siglo
manes, judíos y cristianos? XII y a todo lo largo del siglo XIII. Tuvo su principal representación en la obra de
Dionisio Areopagita (a quien ahora llamamos Pseudo-Dionisio), el cual, por des-
conocerse quién era, dónde vivió realmente y cuál era su esquema especulati-
Dios Y SER: A G U S T Í N Y EL P S E U D O - D I O N I S I O vo, disfrutó, durante la Edad media de una autoridad comparable a la de Agus-
tín17. Conocedores, por otro lado, de la gran tradición de la analogía, estos autores
En la actualidad formamos parte de un cuestionamiento radical, enmar- sostuvieron que del Ser podía hablarse con enunciados afirmativos, en el hori-
cado en términos de una etiqueta deliberadamente provocativa de ontoteología, zonte de una elevación al punto más elevado de los más sublimes títulos y atri-
de lo que, desde el período patrístico, hasta Leibniz y Wolff, fue convicción butos encontrados a lo largo del camino, no sólo de la especulación racional,
común, a saber, que el Dios de la revelación mosaica y el Ser de la filosofía sino también de la purificación espiritual.
griega tenían que llegar a juntarse, sin identificarse simplemente el uno con el Estas dos maneras, la apofática y la analógica, se han presupuesto una a la
otro, dentro del marco que da sentido a la fe. Esta conjunción figura como un otra en cuanto, por un lado, lo que se niega es siempre algo que uno se repre-
acontecimiento fundador por lo que se refiere a un desarrollo histórico que se
extiende por más de quince siglos. Por consiguiente, antes de denunciar una
inaceptable confusión en este encuentro, o cierta escandalosa perversión, será 16. Un texto muy conocido de Platón coloca la idea de bien «más allá de la esencia» {Repú-
blica 509b).
más justo preguntarnos cómo pudo producirse este tan amplio y duradero con-
17. Véase Jean Pépin, «Univers dyonisien et univers augustinien», en Aspects de la dialecti-
senso. que, Declée de Brouwer, París, p. 179-224, reimpreso como Les deux approches du Christianisme,
Dos comentarios son necesarios al comienzo de esa reflexión. Minuit, París, p. 157-204. Citaré esta última edición.
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

senta a sí mismo, incluso cuando se trata de los más sublimes atributos de Dios genuina ascesis espiritual, consistente en un retorno a los orígenes, primero del
y, por el otro lado, la elevación al punto más elevado de estos títulos y atribu- alma y luego de la inteligencia racional como tal. Por ello, la espiritualidad neo-
tos por la vía de la eminencia equivale a negar lo que ordinariamente afirmamos platónica le podía parecer a Agustín naturalmente acorde con la fe cristiana.
con estos atributos. Apofatismo y ontología van así a la par, juntos ambos, des- Como resultado de ello no percibe separación alguna entre el esse de la filosofía
de el período patrístico al de la escolástica. Los grandes maestros no vieron con- y el ego sum qui sum de Éxodo 3, 14a, inseparable del qui est de 3, 14b20, sino
tradicción alguna en decir que el Ser es lo que primero que pensamos -Avicena, más bien una maravillosa consonancia. ¿Qué quiere decir lo que Agustín deno-
un musulmán, llamó incluso a Dios «lo primero»— y que no tiene esencia algu- mina veré esse, Ser verdaderamente, o ipsum esse, y que nosotros traducimos
na. Para ver esto, basta recordar lo que decía Juan Damasceno, constantemente por el Ser mismo? No un concepto abstracto, digamos el ser común a todo cuan-
repetido por los autores medievales, acerca de «un océano infinito de ignoran- to existe, sino, en palabras de Étienne Gilson, «el acto subsistente de existir», tal
cia». Este no saber último no fue abolido hasta que Alberto Magno y Tomás de como podemos contemplarlo al final de un ascensión gradual. El punto de par-
Aquino pretendieron elevar la teología especulativa al rango de ciencia. tida de esta «anábasis» es la experiencia del cambio, tomada como un verdadero
Estos límites nunca los cruzaron los pensadores que ahora me dispongo a escándalo ontológico. En este sentido, el ascenso, a la vez espiritual e intelectual,
considerar. Como veremos, para ellos el pensamiento especulativo puede, por a través del paso decisivo de la aprehensión de verdades inmutables, lleva al Dios
una parte, intentar conectar con la revelación del Nombre; sin embargo, este del Éxodo, dando por entendido, tanto por parte del filósofo como del exegeta,
último forma parte de un orden diferente, como Pascal dirá más adelante. Por tanto por parte del pensador que construye un argumento como del creyente
la otra parte, la especulación sobre el Ser tiene sus propios límites internos, que ora, que Ser es sinónimo, primero, de lo inmutable, luego de lo eterno y,
tanto en el apofatismo, que marca cada afirmación con una negación y apunta finalmente, de lo incorpóreo.
a algo que está más allá del Ser, como en la trascendencia del Ser mismo, que La inmutabilidad está en lo alto. Aquel que se llama a sí mismo «el que es»
es el resultado de afirmar el ser con relación a cualquier sistema conceptual. se llama también «el que no cambia». Esta equivalencia ofrece un magnífico ejem-
plo de la acción recíproca entre la interpretación textual y la especulación filo-
Agustín Pensemos por un momento en Agustín, el cristiano neoplatónico cuya sófica, que termina por unir la comprensión de la fe y la ascesis filosófica. La
autoridad permaneció incólume hasta la llegada a occidente de Aristóteles, en eternidad, que fluye de la inmutabilidad, es enaltecida por su contraste con la
los siglos XII y XIII18. penosa experiencia de la temporalidad, marcada por la distensión del alma
La exégesis agustiniana de Éxodo 3, 14, que podemos encontrar en nume- desgarrada entre el «era» de la memoria, el «será» de la esperanza y el «es» de la
roso comentarios, es indivisiblemente filosófica y teológica a la vez19. Sin embar- atención. Para Dios, Ser es ser inmutable, por consiguiente eterno: «Piensa en
go, la originalidad de Agustín descansa no tanto en la interpretación ontológi- Dios, y hallarás un "él es", en que ni "fue»" ni "será" tienen lugar alguno»21. Inmu-
ca de Éxodo 3, 14, inaugurada por los LXX, consagrada por Filón de Alejandría tabilidad y eternidad son las características principales del ipsum esse. La razón
y transmitida por los Padres griegos y latinos, como en la inscripción continua puede entender esto hasta el punto de que puede establecer mediante argu-
de su exégesis en una ontología general, marcada por una doble espiritualidad mentación que el cambio depende del Ser inmutable. En este sentido, podemos
neoplatónica y cristiana a un tiempo. Esta indivisibilidad se explica por la natu- hablar de pruebas. Pero debemos añadir de inmediato dos importantes cualifi-
raleza del pensamiento de Agustín, sobre el que no debemos proyectar retros- caciones. En primer lugar, este argumento no disfruta del tipo de autonomía
pectivamente la preocupación, propia de los doctores medievales de los siglos XII reclamada por el argumento ontológico de Anselmo en el Prosbgio, que descansa
y XIII, de situar el discurso filosófico y teológico dentro de una jerarquía. Por un en una deducción de la existencia partiendo de la esencia. Decir que Dios es Ser
lado, Agustín no concibe la fe cristiana aparte de la búsqueda de su inteligibili-
dad. Por el otro lado, la razón que él ve actuando, durante el período de su con- 20. Si se menciona qui est de Éxodo 3, 14b con tanta frecuencia como el ego sum qui sum
versión, en los «libros de los platónicos» -los de Plotino y, sin duda alguna, Por- de 14a, se debe a dos razones. En primer lugar, qui est cuenta inmediatamente como nombre,
firio, transmitidos y traducidos por el obispo de Milán- es inseparable de una sin la complicación creada por la repetición del sum; en segundo lugar, qui est produce una
conexión entre la autodesignación de Dios y su extensión misionera, a la que prestaba particular
atención Agustín, para quien la llamada a la conversión era inseparable de la conversión personal.
18. Véase Étienne Gilson, Introduction a l'étude de Saint Agustín, Vrin, París 1949. 21. Véase Gilson, Introduction a l'étude de Saint Augustin, p. 27. «¿Qué significa decir ego
19. E. Zumbrunn, «L'exégése augustinienne de "ego sum qui sum"», en Dieu et l'Étre, sum qui sum, sino "yo soy eterno"? ¿Qué significa decir ego sum qui sum, sino "yo no cambio"?»
p. 141-163. (ibídem, p. 28).
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

es dar a Dios el mismo nombre que Dios utilizó para autodesignarse. A este res- Edad Media citaba a la par como dignos de una consideración igual, pese a todo
pecto, Agustín no duda para nada de que el qui sum de 3, 14a y el qui est de 3, cuanto parece separarlos: «la completa ignorancia por parte de Agustín de la épo-
14b significan la inmutabilidad perfecta, que es también el significado de la esen- ca, el lugar, el lenguaje, el género literario y las preocupaciones propias de Dio-
cia más alta de los filósofos. En segundo lugar, como creyente, Agustín confie- nisio»24. Con todo, no sería un error compararlos respecto de un punto esencial,
sa sin dificultad alguna que no sabe nada de la naturaleza profunda de este Ser su concepción jerárquica del universo. La idea de orden, que constituye la pie-
inmutable. Essentia es otro nombre para esse (igual como sapientia deriva de supe- dra capital de esta concepción, concierne a nuestra investigación en un punto
re, gustar) y no da derecho a ninguna intuición intelectual de qué es Dios. El qui esencial. La cuestión es a qué conocimiento de Dios lleva este recorrido trans-
est no da acceso a ningún quid est. Ser alguien no significa ser algo11. versal por grados del orden cósmico. El conocimiento de Dios aportado por esta
Sigue siendo no obstante verdad, por poca que pueda ser, que el lenguaje idea de orden consiste en un frágil equilibrio entre las «analogías» sugeridas
ontológico resulta adecuado para hablar de Dios, hasta el punto de que Ser no es por las realidades más elevadas y las «negaciones», que indican la inadecuación
una categoría de la mente, ni siquiera una supercategoría, sino existir en cuanto de estas analogías. En este sentido, una teología afirmativa (o catafática) y una
tal, alcanzado por una mirada interna. Es para señalar esta trascendencia, tan- teología negativa (o apofática) se mantienen en una relación en tensión, por este
to interior como exterior, por lo que en sus últimos diálogos Agustín entiende el juego mutuo de aproximación, por la vía de la eminencia -las mejores cualida-
essede, un modo más específico como ipsum esse y hasta como idipsum esse13. des de las entidades que constituyen el universo se elevan a un punto de exalta-
No podemos alejarnos de Agustín sin decir algo acerca de la interpretación ción extrema— y de negación, por la vía de la diferencia. Al situar el Uno por
cristológica de Éxodo 3, 14. Esta interpretación se justifica por la teología joá- encima del ser, Plotino y todos los neoplatónicos que le siguieron nos invitan a
nica de la Palabra, a la que aludí anteriormente, y por la proximidad conceptual subordinar la vía afirmativa a la vía apofática. Y aquí es donde Dionisio difiere
existente entre la secuencia de egó eimi en Juan (especialmente Juan 8, 58) y el más claramente de Agustín. Mientras que Agustín continúa llamando Ser al tér-
egó eimi del Éxodo. Es especialmente digno de ser tenido en cuenta el hecho, a mino más elevado de la búsqueda ascendente, sin duda alguna evocando su lucha
primera vista sorprendente, de que la interpretación cristológica no encaja con contra los maniqueos, que concedían ser al mal, Dionisio habla de un más allá
una ontología espiritual orientada a lo inmutable, lo eterno y lo incorpóreo. del Ser y llama ignorancia (agnosia) al menos inadecuado conocimiento de Dios.
¿Podía la entrada en la historia de la Palabra de Dios mediante la encarnación «Pero el modo más digno de conocer a Dios es conocerlo según esta ignorancia,
-para no hablar de la entrada en la historia del Dios de Israel, significada por en una unión que sobrepasa toda inteligencia». Y, de nuevo, «este perfecto no
el acontecimiento del Éxodo- no tener efecto alguno sobre la lectura del Éxodo saber, tomado en el mejor sentido del término, constituye el verdadero conoci-
3, 14a y b? Con todo, el contraste entre lo inmutable y el cambio, entre lo miento de aquel que excede todo conocer»25.
eterno y lo transitorio y, finalmente, entre el ser y la nada hacia la que tiende la Sin embargo, no es necesario destacar demasiado la oposición existente
criatura pecadora implica que nada carnal o histórico tenga garantía alguna de entre la teología afirmativa y la negativa. La vía de la eminencia, que se carac-
asociarse al corazón del Ser. Mejor aceptar la paradoja de un Dios inmutable que teriza por el empleo de la analogía, no puede darse sin la negación de los atri-
también entra en la historia que dejar que la historia entre en el Ser de Dios, en butos de orden inferior, y la vía apofática, con su batería de negaciones, se dis-
las auténticas profundidades de su ser. tingue de un desconocimiento meramente privativo sólo si de alguna manera
Antes de atender a la herencia medieval de Agustín, debemos decir algo persiste siendo un tipo de afirmación desbaratada26.
sobre la perturbadora pareja formada por Agustín y el Pseudo-Dionisio, que la Esta reserva es de gran importancia si hemos de entender las interpreta-
ciones posteriores de Éxodo 3, 14, particularmente las de los pensadores medie-
vales. El nombre qui est, predicado de un sujeto («Yo "soy"») se toma a su vez,
22. «Por tanto, nos hallamos en presencia de una iluminación filosófica integrada en una
experiencia religiosa, tal que no podemos pretender separarlas sin falsear el mismo testimonio de
Agustín» (ibídem, p. 308). 24. Jean Pépin observa que el neoplatonismo del que depende Agustín es el de Plotino y
23. «Agustín hizo con Plotino lo que santo Tomás de Aquino tuvo que hacer más tarde con Porfirio, mientras que Dionisio se inspira más en las últimas sistematizaciones de Jámblico y Pro-
Aristóteles: someter a revisión racional, a la luz de la fe, una potente interpretación filosófica del clo. «Pero, añade, «esto sería dar demasiada poca consistencia al neoplatonismo y creer que pudo
universo. Cada vez que ha sucedido esto, el resultado ha sido una filosofía cristiana» (ibídem, p. transformarse del todo entre las Encadas y la Teología platónica. Lo esencial permanece inmuta-
310). Y, en cada caso, Éxodo 3, 14 será hasta cierto punto la vía que el pensador toma, a veces ble» (Pépin, «Univers dyonisien et univers augustinien», p. 157).
como incitación a pensar más profundamente, a veces como confirmación de un descubrimien- 25. Citado ibídem, p. 201.
to independiente, pero siempre como un signo que señala la conexión entre filosofía y teología. 26. Cf. ibídem.
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

o hasta simultáneamente, por un nombre que niega, que elimina todo lo que no quid est (¿qué es Dios?) estuviera todavía impulsada por la pregunta qui est
merece el título de ser; en otras palabras, es tanto un nombre de lo que se igno- (¿quién es Dios?), en la que el pronombre personal atestigua el profundo paren-
ra, de lo que se desconoce, como un nombre que afirma, que habla positiva- tesco, para el pensamiento cristiano, existente entre la quaestio y la lectio divina.
mente del Ser por excelencia, el Ser en cuanto ser, ipsum esse. Hay, por último, En este sentido, la cristianización del helenismo es secretamente más poderosa
más que sólo un matiz entre estas dos lecturas. En la primera de ellas, pode- que la helenización del cristianismo28.
mos ver la trascendencia plotiniana del Uno sobre el ser, entendido como el lugar Tercer punto: los pensadores medievales cristianos no dejaron de plantear
de las ideas inteligibles; en la segunda, se afirma la trascendencia del Ser sobre la cuestión de la relación entre discurso sobre Dios como Uno y simple y dis-
los entes. Alguien dirá que todo viene a ser la misma cosa. Lógicamente, quizás; curso trinitario. Aquí es donde el qui est filosófico-teológico vuelve con toda su
espiritualmente, no. La vía negativa es, al final, más afín al misticismo unitivo fuerza. ¿Se dice con relación a la esencia de Dios, o más bien con relación a
que a la especulación demostrativa. La vía de la eminencia testimonia una mayor una persona de la Trinidad, preferentemente Cristo, el Verbo, o se aplica más
perseverancia en el servicio de la comprensión de la fe. bien a las tres personas en común?
Dicho esto, ¿no puede pasar que estas dos lecturas se lleven a cabo sin reque- Por consiguiente, aunque la filosofía medieval tendió a dejar al margen el
rirse la una a la otra, pese a la paradoja que parece haber en «negar toda cuali- ego sum qui sum, en lo tocante a su primer aspecto, su segundo aspecto y en espe-
dad a Dios al mismo tiempo que se le atribuyen las más elevadas»?27 ¿Pero no cial el tercero, se mantuvo la interpretación filosófico-teológica de nuestro ver-
es ésta la misma paradoja que percibimos al leer Éxodo 3, 14, por lo menos en sículo bíblico, a veces de forma subterránea, a veces de un modo totalmente
su versión latina, común a Agustín, a Dionisio y a los pensadores medievales? abierto.
¿Acaso la frase «el que es» no afirma algo sobre ... el ser, podríamos decir? ¿O sig- Si estos tres rasgos del pensamiento medieval pudieron caracterizar con-
nifica quizás el retraimiento de Dios más allá ... de todo lo que realmente no es? juntamente, sin disociarse, obras tan complejas y diferentes como las de Bue-
No parece que quede abierta otra alternativa, por la versión latina de nues- naventura, Alberto Magno, Tomás de Aquino y Duns Escoto, se debió a que
tro versículo en hebreo, que la de optar entre el apofatismo y el ontologismo. ninguno de estos pensadores se atrevió a dar el paso que tan claramente dio Ansel-
No se planteó la cuestión de si este versículo hebreo permitía otras lecturas, y mo de Canterbury independientemente de ellos. El fue el único que se atrevió
sobre todo otras traducciones, que las indicadas por la historia de los usos filo- a dar una definición que reuniera y resumiera lo que es esencial en lo tocante a
sóficos del griego einai y del latino esse. Y mucho menos surgió la cuestión de la esencia divina, «un ser por encima del cual no puede pensarse nada», y a esbo-
si estas lecturas podían proceder de otra historia, de una historia del verbo zar un argumento que se convertiría en el argumento ontológico con Descar-
«ser» que nada tuviera que ver con el latín o el griego, o si estas lecturas podían tes y los cartesianos, un argumento basado en que la existencia es necesariamente
no exigir una ruptura con cualquier significado posible de este verbo. parte de la esencia divina29. No hace falta decir que este argumento hace super-
Si saltamos a finales del siglo XII y todo el siglo XIII, la edad de oro de la
escolástica latina, sorprenden tres cosas. En primer lugar, el progreso en la afir- 28. Cf. Claude Geffré, «Thomas d'Aquin ou la Christianisation de PHellénisme», en L'Étre
etDieu, Cerf, París 1986, p. 23-42.
mación de la inteligibilidad del Ser tendía a hacer superflua la autoafirmación
29. Leemos en el Prefacio del Proslogicr. «Comencé a preguntarme a mí mismo si no podía
del Ser de Dios de acuerdo con Éxodo 3, 14. El recurso a este versículo tendía encontrar un solo argumento que no necesitara de ningún otro para poder probar y que se bas-
a convertirse en una confirmación extrínseca, toda vez que la doctrina sacra había tara a sí mismo (ad seprobandum}, y que sólo se bastara (etsolum ad astruendum) para probar que
alcanzado el rango de ciencia y toda vez que se había consumado el divorcio entre Dios existe verdaderamente (quia Deus veré est)». Y no sólo que Dios existe, sino también que él
la especulación teológica, dominada por la quaestio y su orden lógico, y la inter- es el «bien supremo, que no necesita de ningún otro principio, y que todos los demás seres nece-
sitan para existir y ser buenos; y todo cuanto creemos referente a la sustancia divina». En St. Anselm:
pretación hermenéutica del texto bíblico, dominada por su lectioy el orden que Basic Writings, trad. por S. N. Deane, Open Court, La Salle, IL 1962, p. 1 [ Obras completas de san
impone el texto. Anselmo, vol. I: Monologio, Proslogio...., BAC, Madrid 1952]. ¿A quién va dirigido este argumen-
Sin embargo —y éste es el segundo punto—, la más independiente especu- to? Al insensato, que dice en su corazón que no hay Dios: «Este insensato, cuando oye que digo
lación teológica, en el plano epistemológico de la argumentación, con relación que hay un ser por encima del cual no se puede concebir nada mayor, entiende lo que oye, y
lo que entiende está en su pensamiento; aunque no crea que existe» (p. 7). Aquí, indudablemente
a la interpretación bíblica continuó íntimamente vinculada a esta interpretación
por vez primera, hallamos el significado de la palabra «Dios» tratada fuera de un contexto de fe
en lo referente a su investigación sobre el concepto de ser, como si la cuestión y, además, confinada a plano noético y marcada por la hipótesis del plano de la existencia. Es el
camino por el que avanzará valientemente Descartes y los cartesianos. Pero nos equivocaríamos si
27. Ibídem, p. 189. atribuyéramos a Anselmo un argumento genuinamente ontológico o un argumento simplemen-
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

fluo cualquier recurso a la audesignación de Dios según Éxodo 3, 14. Y, de hecho, tentia, términos que implican eternidad, inmutabilidad y aseidad (en el senti-
los grandes pensadores escolásticos se fiaron muy poco de esta vía rápida y de do de independencia de cualquier otro ser). Cualquier otra determinación es
la intuición intelectual en que descansa el argumento. Preferían la vía larga y reducible al ser. Se asume aquí la lección de Avicena. Ser es el primer concepto
laboriosa de las pruebas que parten de la experiencia de los sentidos y del hecho que adquiere nuestro entendimiento. «Por ser (esse), se indica el acto puro de ser
del cambio y, por esto, no esperaban que estas pruebas llevaran más allá de (ipsumpurum actum entis), pues ser {esse) es lo primero que acaece a nuestro pen-
afirmar una primera causa. En cuanto a la naturaleza de este autor de todas las samiento y es que es acto puro»32. Pero, ¿hemos conseguido con todo esto tomar
cosas, se ciñeron, taño como sus predecesores, a mantener la antigua dialéctica posesión con el pensamiento de la naturaleza más íntima de Dios? En modo
entre ontologismo (Dios es ser) y apofatismo (Dios es inefable). Esta circuns- alguno. Es a partir de huellas, vestigios cómo el conocimiento adquiere su pri-
pección es tanto más digna de ser notada cuanto que, con la llegada de Aristó- mera visión de Dios. Sucede que el Ser constituye el último escalón de un arduo
teles a occidente a través de los árabes (Avicena) y de los judíos (Maimónides), camino. En este sentido se corrige la impresión de inmediación puramente filo-
la presión a favor de un impulso racional de la teología natural creció enorme- sófica que da la noción de ser de Avicena como primer objeto conocido. Al
mente. Quisiera decir algunas cosas más acerca de esto, con la vista puesta en distinguir entre anterioridad per se y en relación con nosotros, queda prendido
vista Éxodo 3, 14. un elemento de negatividad en el núcleo mismo del conocimiento de Dios en
La reinterpretación de Aristóteles en el sentido que Gilson vino en llamar cuanto Ser.
una metafísica del Éxodo»30 estuvo preparada por una profundización del deba- Cuando entra en escena santo Tomás, la tradición consideraba como esta-
te entre ontologismo y apofatismo, que comenzó a finales del siglo XII. En un blecido que qui est es el nombre principal de Dios33. Designa al verdadero ser,
artículo importante, Édouard Weber desarrolla la doble línea de interpretacio- esto es, al ser que es eterno, inmutable, simple, autosuficiente y causa y princi-
nes ontológicas del Nombre en Éxodo 3, 14 y la aplicación de esta misma inter- pio de toda criatura. Igualmente establecido estaba el sutil equilibrio entre onto-
pretación a las personas de la Trinidad31. Analiza con sumo detalle el pensamiento logismo y apofatismo. De aquí la extremada desconfianza en relación con la amal-
de Alejandro de Hales, el primer maestro de importancia entre los franciscanos gamación del nombre procedente de Éxodo 3, 14 y del argumento de Anselmo
en París, y de Buenaventura, discípulo suyo. Resumiendo, Éxodo 3, 14 presen- basado en la evidencia intelectual de Dios. Hay que recordar también a Juan
ta el nombre principal de Dios. Sus equivalentes filosóficos son esse, essentia, exis- Damasceno, que celebra «el océano infinito y sin límites del ser». Aquel que eses
el nombre más adecuado de Dios, porque es también el más indeterminado. Sólo
sabemos que es (quodest), no qué es (quidest), lo cual permanece oculto a nues-
te autosuficiente. Su argumento va envuelto, en primer lugar, con una invocación en segunda per- tros ojos.
sona que habla de Dios en tercera persona, cuya idea es algo (quid), no alguien (qui). Aún más, se
espera que la fe entienda - q u e reconozca, si seguimos la perspicaz traducción de Corbin del
La primera originalidad de Tomás de Aquino en lo que concierne a nues-
intelligere anselmiano- lo que ya está implícito en la fe. ¿Qué es lo que hay que «reconocer»? Esto: tra investigación es que llevó hasta el extremo la purificación conceptual del
«Que tú existes como creemos; y que tú eres lo que creemos» (ibídem, los énfasis son míos). El ipsum esse, hasta el punto de identificarlo con el Acto puro de ser. En este sen-
«conocimiento» (o aproximación) de que se trata aquí tiene ciertamente que ver con el ser, pero tido, su cita de Éxodo 3, 14, desde la época de su Comentario sobre las sentencias
al modo de un verbo conjugado en la segunda persona en armonía con el «tú» de la invocación.
Se mantiene, pues, un vínculo secreto entre el «tú eres» de la invocación y el ego sum del Éxodo 3,
(1254) hasta su último escrito, Sobre las sustancias separadas (1272), desempe-
14. La inadecuación del argumento con relación a la fe puede, así, circunscribirse mejor. Se ña un papel mucho más que ornamental. La autoridad del versículo bíblico obli-
pone de manifiesto en la frase «Tú eres algo...». Anselmo sugiere que este paso de alguien a algo ga a profundizar al pensamiento especulativo. El Acto puro de ser dice más
es de algún modo ya objeto de fe («creemos que...») y que la comprensión de la fe consiste en des- que perfección, o Dios o hasta Uno. En segundo lugar, los principales atribu-
arrollar este nexus entre alguien y algo, en reconocerlo, pero de modo tal que este reconocimien-
to se convierta por sí mismo en una prueba. Por consiguiente, con Anselmo, estamos lejos de un
tos del ipsum esse se reclasifican en función de la exigencia del significado pro-
argumento que sea tan autónomo y autosuficiente que merezca el nombre de prueba. Cf. Jean- cedente del Acto puro de ser. Lo máximo a que puede llegar el pensamiento en
Luc Marión, «L'argument reléve-t-il de l'ontologie?», en L'Argomento ontologico, ed. por Marco M. esta dirección es a la afirmación de que Dios es idéntico a su esencia, como se
Olivetti, CEDAM, Milán 1990, p. 13-18. dirá en Contra los gentiles. El nombre propio de Dios, según Éxodo 3, 14 -es
30. Véase Étienne Gilson, The Spirit ofMediaeval Phibsophy, trad. por A. H. C. Downes,
Charles Scribner's Sons, Nueva York 1936, p. 50-52.
31. Édouard Weber, «L'herméneutique christologique d'Éxode 3, 14 chez quelques maitres 32. Ibídem, p. 74, n. 1.
parisiens du XlIIéme siécle», en Celui qui est, interprétation juives et chrétiennes d'Éxode 3, 14, 33. Ibídem, p. 74. Véase también É. Zumbrunn, «La "Métaphysique de l'Éxode" selon
ed. por Alain de Libera y Émile Zumbrunn, Cerf, París 1986, p. 47-101. Thomas d'Aquin», en Dieu et l'Étre, p. 245-273.
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

decir, «el que es»— recibe su interpretación filosófica correcta en la identidad, en Antes de dar cualquier respuesta, es preciso esclarecer la auténtica natura-
Dios, de ser y esencia. El esse divino constituye la esencia de la naturaleza de Dios. leza de este encuentro. Testigo importante al respecto es Étienne Gilson, el
Pero esta afirmación tiene su contrapartida en la confesión de que esta esencia gran especialista francés en filosofía medieval. Sus variaciones acerca de lo que
no puede, por esta misma razón, ser reducida a conceptos. él llamó la «metafísica del Éxodo» son muy instructivas al respecto. Esta discu-
De esta inaccesibilidad de la naturaleza íntima de Dios, se sigue el hecho tible expresión la formuló en sus «Gifford Lectures», de 1931, publicadas
de que las tan conocidas pruebas de santo Tomás -las «cinco vías»- sólo mues- como El espíritu de la filosofía medievaX, junto con la observación siguiente:
tren la existencia de Dios, en respuesta a la pregunta puramente filosófica «¿exis- «Evidentemente, no mantenemos que el texto del Éxodo sea una definición
te Dios?» (an sit). Este segundo aspecto de la obra de Tomás no debe separarse metafísica de Dios; pero si no hay metafísica en el Éxodo, hay una metafísica
del primero. La pretensión de ofrecer una prueba puramente racional de la exis- del Éxodo; y la vemos magníficamente desarrollada por los Padres de la Iglesia,
tencia de Dios es ciertamente una gran pretensión. Y, en este sentido, el cambio cuyas indicaciones sobre este punto los filósofos medievales simplemente si-
de Éxodo 3, 14 a Romanos 1, 20 es especialmente significativo. Pero conocer guieron y explotaron» (p. 50, n. 1). Ya por la misma época Gilson observa que
que Dios es, no es saber nada acerca de qué es. Y lo que es más, las cosas sensi- nada en la filosofía griega habría llevado a un monoteísmo comparable al de
bles, de donde parte la argumentación, se han alejado demasiado de la natura- los hebreos. Ni Platón ni Aristóteles ni los estoicos ni los neoplatónicos postu-
leza divina para que la vía analógica pueda llegar al corazón de la existencia divina. laron la existencia de un único Dios, el autor de todo lo que es. No lo hicieron
Está fuera de toda duda que la cuestión de la existencia es producto de «porque les faltaba esa clara idea de Dios que hace imposible admitir más de
un nuevo método filosófico, en el que la quaestio ocupa un lugar de privilegio uno» (ibídem, p. 47). Ni en Aristóteles hay tampoco vínculo alguno estableci-
frente a la lectio54. Nunca un teólogo se había planteado si Dios existía y si su do entre el ser en cuanto ser de la Metafísica T 1003-31 y el acto puro del pen-
existencia era demostrable. Y cuando Tomás cita Éxodo 3, 14 en la segunda cues- samiento definido en Física VIII y Metafísica A. Sin el libro del Éxodo, los fi-
tión (Ad 3) de su Suma de teología, es a modo de confirmación, no a modo de lósofos nunca habrían alcanzado la idea de que Ser es el nombre propio de
argumento principal. La intención teológica atraviesa ciertamente toda su obra, Dios y que este nombre designa la misma esencia de Dios. «El Éxodo pone el
sobre todo en forma de interés por explicar el primer artículo del credo, pero principio de donde partirá la filosofía cristiana» (ibídem, p. 51). «Sólo hay un
la epistemología de su prueba racional se basa en el mero significado del ispum Dios y este Dios es Ser; he ahí la piedra angular de toda la filosofía cristiana»
esse. La primera cuestión que se plantea concerniente a Dios cambia la aten- (ibídem).
ción hacia el aspecto «existencial» del esse-, como si la cuestión de la existencia Este texto de 1931 no afirma, claro está, la completa fusión entre la pala-
tuviera prioridad sobre la del nombre. (Podemos entrever una indicación de este bra revelada y el argumento filosófico, pero presupone la convicción, transmiti-
desplazamiento en el hecho de que la Suma de teología cita con mayor frecuen- da a Agustín por los Padres griegos, de que la filosofía, en su versión neoplató-
cia el ego sum qui sum, de nuevo con referencia a Romanos 1, 20, que el qui nica, concuerda de un modo naturalcon la fe cristiana. De ahí se sigue el concepto
est, que lleva directamente a la cuestión del nombre y, por lo mismo, de la esen- mixto de «filosofía cristiana», que tantas polémicas suscitó en Francia. Además
cia, por muy indefinible que pueda ser)35. de esto, el texto de Gilson postula que la convergencia entre una fe que busca
Detengamos nuestra investigación en torno a la interpretación ontológi- entender y la especulación filosófica no es completa hasta que esta última entien-
ca de Éxodo 3, 14. Hemos dicho ya bastante para poder plantear la cuestión fun- de el Ser como Acto puro de existir36.
damental: ¿representa esta convergencia sin fusión entre el versículo bíblico y
el ontologismo heredado de los griegos -con su correctivo apofático- una abe-
36. Gilson cita el siguiente texto de Duns Escoto: «Oh, Señor, Dios nuestro, cuando
rración intelectual, como a menudo se dice en la actualidad unas veces por los
Moisés te pidió, como al más verdadero doctor, con qué nombre debía llamarte el pueblo de Israel;
teólogos otras por los filósofos? sabiendo perfectamente de qué manera puede concebirte el entendimiento mortal y desvelándo-
le tu santo nombre, replicaste: Ego sum qui sum, por consiguiente eres tú el verdadero Ser, el Ser
pleno. Esto es ¡o que yo creo, pero si de algún modo es esto posible quisiera también conocerlo.
34. Cf. M. D. Chenu, La Théologie comme Science au XWéme siecle, Vrin, París 1957. Ayúdame, oh Señor, a buscar este conocimiento del verdadero ser que tú eres en cuanto esté al
35. «A los antiguos patriarcas les fue enseñada en general la omnipotencia divina, pero a alcance de las posibilidades de mi razón natural, partiendo de este ser que tú mismo te has atri-
Moisés se le dio a conocer plenamente la esencia divina cuando le fue dicho, como escrito está en buido a ti». Y sigue diciendo: «Nada puede superar la gran plenitud de este texto, que establece,
Éxodo 3, 14, "Yo soy el que soy"...». Summa Theologiae, Ila-IIae, q. 174 a. 6, citada por E. Zum- a la vez, el verdadero método de la filosofía cristiana y la primera verdad de la que todas las demás
brunn, p. 264. proceden» {The Spirit ofMedievalPhilosophy, p. 51-52).
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

Gilson iba a retomar esta cuestión poco antes de su muerte en 1978, en gión popular, y hasta la misma filosofía» (p. 189). Esta mutua purificación es
una obra que iba a publicarse como postuma con el título de Constantes philo- efecto de Éxodo 3, 14, en cuanto Dios mismo proclama que su nombre es «yo
sophiques de l'Étre*'1'. En este texto asume la reprobación que hace Hegel de la soy», qui est. A partir de aquí, la filosofía sólo ofrece su lenguaje, su conceptua-
supuesta confusión entre Dios y Ser. La réplica de Gilson consiste en decir que lidad, y busca «una interpretación de su objeto [la fe] con el lenguaje de la razón»
la crítica de la ontología clásica, inaugurada por Kant, fue posible sólo porque (p. 191).
la Escolástica tardía, seguida por los neoscolásticos modernos, traicionó la iden- Históricamente contingente, la coincidencia del Dios bíblico con el Ser de
tidad entre Ser y Acto puro de existir, separando la esencia de la existencia, sepa- los filósofos se presenta también como conceptualmente frágil. Pascal recuerda
ración que dio alas al tan sospechoso argumento ontológico de Anselmo y Des- que la diferencia entre el Dios de los filósofos y el Dios de Abraham, Isaac y Jacob
cartes. es insuperable. Nosotros, tras la crítica contemporánea a la metafísica, debemos
Sin embargo, cuarenta años después de su famosa declaración sobre la «meta- enfrentarnos con el origen no filosófico de Dios y su no necesidad en filosofía.
física del Éxodo», Gilson está dispuesto a admitir que la aproximación entre el Dios es alguien a quien podemos orar. De repente, las expresiones sum y qui est
Dios de las Escrituras y el Ser de los filósofos es históricamente contingente y se ven relegadas a su espléndido aislamiento.
especulativamente frágil. Este encuentro es contingente en el sentido de que nada De este modo, el encuentro que dio por supuesto Agustín, así como tam-
en el pensamiento griego apunta a una fusión entre Dios y Ser. Ser, para los grie- bién, hasta cierto punto, Buenaventura, Tomas y Duns Escoto, se presenta asom-
gos, nunca coincide con un dios. La distancia que hay entre los dioses de los cul- broso y problemático al espíritu posmetafísico de nuestros contemporáneos. De
tos griegos y los principios de la metafísica es grande38. Ésta es la razón de que hecho, tenemos que admitir que, si la convergencia entre Dios y el Ser pudo ser
sea legítimo preguntar cómo «sucedió que Dios viniera a parar en la metafísica llamada, como hice yo antes, un acontecimiento del mundo de las ideas, no quie-
y se identificara con el Ser de la metafísica» (ibídem, p. 178), y «cómo el Ser re esto decir que no haya de ser posible otro acontecimiento de este tipo en el
entró en la teología» (p. 179). Este vocabulario con sus connotaciones de acon- mundo del pensamiento, un acontecimiento en el que esta convergencia deba
tecimiento -suceder, venir a, entrar en- es sorprendente. El encuentro que ante- deshacerse, pasando de plausible a sospechosa.
riormente se entendió como natural aparece ahora como una conjunción impro-
bable. Sólo con los grandes doctores medievales pudo aparecer «una ontología
Proceso a la ontoteología Podemos asumir esta situación de una ruptura en la
profundamente teológica y nada desconfiada de la teología» (p. 187). Pero, tenien- ecuación entre Dios y Ser desde una perspectiva ontológica. Según Heidegger,
do en cuenta los diferentes orígenes de las ideas de Dios y de Ser, sigue siendo la idea genuina de Ser excluye la fe cristiana, en cuanto ésta lleva a un Dios
este encuentro un suceso bastante improbable. Tan cierto es esto que, ante el que no es Ser, sino ente, aun cuando sea el más elevado de los entes*9. La dife-
supuesto de la crítica de Heidegger contra la metafísica occidental, debemos vol- rencia ontológica, en cuanto tema primario, central y final de la filosofía dis-
ver de hecho a Parménides para hallar una concepción del Ser suficientemente tingue entre el Ser y los entes, entre los que se incluye el ente superior a todos,
pura, de modo que su conjunción con el Acto puro de existir no constituya un Dios. Heidegger admite que se reserve un terreno para la teología, que es pre-
monstruo especulativo. cisamente éste del más elevado de todos los entes, pretendido por sólo la fe. En
Que el Ser de Parménides pueda identificarse con Dios es el sorprenden- este sentido, la teología es en el mejor de los casos una ciencia positiva, una cien-
te giro que Gilson concede a la especulación judeo-cristiana. Ninguna heren- cia histórica, debido a su conexión con los acontecimientos que delimitan este
cia del pensamiento griego lo impide. Pero la iniciativa procede del pensa- terreno reservado40. La filosofía debe hacerse una vez más griega, repensando has-
miento sobre la fe instruido por Éxodo 3, 14: «De ahora en adelante, son los ta el fondo las exigencias de la idea de Ser, que ya no se cruza con el Dios de la
cristianos mismos quienes se encargarán de desmitologizar y desmitificar la reli-

39. Cf. D. Bourg, «La critique de la "Métaphysique de l'Éxode" par Heidegger et l'exégé-
se moderne», en L'Étre et Dieu, p. 215-244.
37. Étienne Gilson, Constantes philosophiques de l'Étre, ed. por J.-F. Courtine, Vrin, 40. Cf. Martin Heidegger, «Phenomenology and Theology», en The Piety ofThinking: Essays
París 1983. by Martin Heidegger, trad. por James G. Hart y John C. Maraldo, Indiana University Press, Blo-
38. «[Con Aristóteles] vemos lo que llegó a pasar. No fue Dios quien entró en la metafísi- omington 1976, p. 3-71. Otras, aunque breves, indicaciones pueden verse en los dos primeros
ca, sino que sucedió más bien que el metafísico buscó a Dios en la física, para poder vincularla a volúmenes de sus lecciones sobre Nietzsche, trad. por David Farrell Krell, Harper Collins, San
él, cosa que logró sólo después de haber obligado a este dios a una necesaria purificación» (ibídem, Francisco 1991, y en An Introduction to Metaphysics, trad. por Ralph Manheim, Anchor Books,
p. 183). Garden City, NY 1961 [trad. cast.: Introducción a la metafísica. Nova, Buenos Aires 1972].
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

fe. Por lo tanto, el divorcio lo pide la filosofía misma. A la filosofía, el Ser, total- la «filosofía cristiana», la mayoría de los pensadores contemporáneos perciben la
mente distinto del ente; a la teología, una región del ente, una ciencia histórica disociación entre Dios y el Ser como un nuevo acontecimiento del pensamien-
de un tipo determinado. Como cristiana, la teología es esencialmente teología to que anula el anterior acontecimiento, que consistió en conjuntar Dios y Ser,
neotestamentaria, sin ambición especulativa alguna41. y cuyo impacto duró por más de quince siglos. Una de las razones por las que
Este relegar la teología a un terreno reservado ha hallado eco entre aque- los pensadores contemporáneos suponen que esta disociación entre Dios y el Ser
llos teólogos que más protestan contra toda forma de especulación. Hasta encuen- se ha producido de un modo definitivo e irrevocable es que, a sus ojos, no se tra-
tra una justificación parcial en san Pablo cuando, en Corintios 1, 18-20, opo- ta sino de un efecto secundario de una ruptura mucho más radical ocurrida en
ne el escándalo de la cruz a la sabiduría de los hombres. Pero tendemos a atenuar la cultura occidental, la que Nietzsche tituló «muerte de Dios». Éste es el acon-
la continuación de este texto que habla de la «sabiduría de Dios». ¿Ha de ser ésta tecimiento actual del pensamiento respecto del cual tanto creyentes como no
absolutamente incomunicable? Para mí, el error de esta posición radical está creyentes tienen que tomar posición. Heidegger mismo interpreta la proclama-
en que descansa sobre una reducción de toda la historia de la metafísica a su últi- ción nietzscheana en el sentido de una muerte del «Dios de la metafísica», bajo
ma versión escolástica, que ciertamente puede ser causa de una confusión entre cuya bandera, sostiene, hay que colocar la ontoteología. Lo que él quiere ver más
esse y ens, justificando la definición de ontología como ciencia del ens en cuan- allá de esta muerte es una concepción del Ser que se ha liberado de toda la esco-
to ens. Sin embargo, Heidegger ignora la presión constante ejercida sobre la onto- ria bíblica y se ha enriquecido con aquella especie de poesía filosófica, cuyo repre-
logía por el pensamiento sobre Uno que está más allá del Ser, y por el apofatis- sentante más destacado es Hólderlin. Un nuevo sentido de lo divino puede sur-
mo de Dionisio, que, hemos visto, inunda toda la ontología medieval. Pero, gir en el horizonte de estas ideas, pero será en términos de un pensamiento
además, Heidegger pasa completamente por alto el cuidado que tiene Tomás de poscristiano, fuertemente impregnado de una especie de neopaganismo.
Aquino en situar el Acto de ser por encima del ente, haciendo imposible cual- En resumen, las pocas valoraciones positivas de la teología que pueden
quier confusión entre este Acto de ser y el ens commune, esto es, el hecho gene- encontrarse aquí y allá en Heidegger se reducen a una marginación de nuestra
ral de que todo ente ha de existir. También pasado por alto está que el nombre herencia judeo-cristiana, remitida a su lugar de origen en el Oriente próximo,
divino enunciado por Éxodo 3, 14 -qui est— resulte inadecuado, para Tomás y desvestida de cualquier intención universalizadora que su maridaje con el hele-
de Aquino, para el sagrado tetragrámaton. En este sentido, no deberíamos hablar nismo pudiera haber conferido al pensamiento hebreo o a un cristianismo recién
de una fusión, y mucho menos de una confusión, entre Dios y el Ser, sino de nacido. A su vez, esta expulsión del judaismo y del cristianismo de la esfera de
una convergencia que respete la falta de paridad entre los nombres filosóficos y la cultura occidental se presenta junto con una aceleración del proceso de secu-
los bíblicos. No puede ponerse en duda que la fe obligó a un esfuerzo constan- larización de esta cultura, pese al disgusto personal del Heidegger por casi cual-
te para pensar hasta el fondo la elevación del Ser por encima de los entes. Pero quier aspecto de este proceso. Es esta marginación —o, mejor, esta regionaliza-
esta conjunción, que nos parece tan sorprendente en la actualidad, prueba por ción— de todo pensamiento cristiano de origen judío lo que más debe dar que
lo menos negativamente que la auténtica ontología tomista no merece el crite- pensar a los teólogos que consideran que el divorcio entre Dios y el Ser es ya
rio difamador de ontoteología. un hecho adquirido y que, en la misma ruptura, aceptan la proclamación nietzs-
Sin embargo, por mucho que se diga acerca de la injusticia de las afirma- cheana de la muerte de Dios como el punto de partida necesario para una nue-
ciones de Heidegger referentes al olvido del Ser todos los metafi'sicos, incluidos va forma de pensar teológicamente.
aquellos que Gilson, cierto, con alguna imprudencia enroló bajo la bandera de De hecho, para un cierto número de teólogos cristianos, la cuestión es cómo
pensar «después de Nietzsche». Cualquier nuevo punto de partida ha de bus-
41. La afirmación de Gilson acerca de que la idea de un ser absoluto es fruto de la especu-
carse, sostienen, en lo que diferencia las categorías del pensamiento judío de
lación de la teología medieval aplicada a Éxodo 3, 14 ha sido también discutida en los textos de
C. J. de Vbgel y Pierre Hadot, quienes sostienen que los griegos fueron los primeros en identifi- las del helenismo. En este sentido, sostienen que el tema de la manifestación
car el ser perfecto con la divinidad. Este argumento no sólo discute la tesis de Gilson de que sólo debe una vez más someterse al de la redención, con sus connotaciones intensa-
la meditación cristiana sobre Éxodo 3, 14 pudo llegar a la idea de Dios como acto puro, sino mente históricas, tanto por el lado del mensaje proclamado como por el de los
que también cuestiona la tesis de Heidegger, de que la metafísica ha siempre confundido Ser
acontecimientos fundadores. Al final, y por encima de todo, la ambición del
con ente. Y lo que es más, aunque esto provenga de Porfirio y no de la meditación sobre Éxo-
do 3, 14, la aprehensión del Ser en su diferencia respecto de los entes se hace todavía más radical pensamiento debe sustituirse por la fuerza del testimonio y la dimensión ética
en santo Tomás, como diré dentro de poco. Cf. Bourg, «La critique de la "Metaphysique de l'É- de la revelación.
xode" par Heidegger et l'exégése moderne», p. 239. Sin concesiones opone Emmanuel Levinas esta dimensión ética a la idea
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

del Ser, que a su entender está condenada, no a la celebración de un Ereignis [epi- patrística y las exigencias de la espiritualidad... Sólo el amor no requiere ser, por-
sodio] poético, como en Heidegger, sino a la totalización de la experiencia, olvi- que le basta entregarse» (p. 125). Someter a Dios a la disyunción de ser o no ser,
dando así la diferencia inicial constituida por la aparición de la otra persona en una disyunción humana por excelencia, es someter a Dios al criterio de la exis-
el campo de mi experiencia. El rostro del otro me comunica directa e inmedia- tencia, a condiciones de posibilidad y, por lo mismo, a un principio de razón
tamente el mensaje del Sinaí: ¡No [me] matarás! El rostro enseña, y lo hace di- que podríamos dominar a placer.
rectamente y de un modo ético, sin pasar por ninguna postulación anterior de Este intento de pensar a Dios prescindiendo del ser plantea un problema
existencia. Por ello el rostro de los demás, en cuanto suceso ético, puede ser el a los teólogos interesados en mantener algún que otro vínculo con la filosofía.
vestigio del Dios de la Tora, que inaugura mi responsabilidad y encomienda Para ellos, la cuestión es qué tipo de pensamiento hacen nacer el amor y el
al huérfano, a la viuda y al extranjero a mis cuidados. don, y si deben renunciar a toda posible significación del verbo ser, cuya poli-
Esta irrupción de una ética sin ontología, provocada por un pensador judío, semia es quizás más amplia de lo que se ha explorado hasta el presente con la
ha conseguido un gran eco entre pensadores cristianos. Se han hecho diversos hermenéutica filosófica de este verbo. La lógica de la superabundancia del amor,
intentos de fundar un nuevo tipo de pensamiento teológico en las categorías del opuesta a la lógica de la equivalencia de la justicia, llama ciertamente a una lógi-
«amor» y del «don» bajo el signo del «Dios sin Ser». Jean-Luc Marión, el más ca de la paradoja, a una retórica de la hipérbole. Pero, con todo, es preciso mos-
brillante de estos nuevos filósofos-teólogos, por ejemplo, comienza también con trar que ni esta lógica ni esta retórica contribuyen a reforzar la ola corriente de
la proclamación nietzscheana de la muerte de Dios42. Pero la interpreta como irracionalismo. En suma, es preciso mostrar aún que pensar en términos de amor
una crítica de los nombres de Dios conocidos hasta ahora, incluido el de Ser. De no pide un nuevo sacrificium intellectus, sino más bien otra razón. En otras pala-
este modo, se abre de nuevo el campo de los «nombres divinos», en el sentido bras, ¿puede una teología del amor resistir mejor que la tan denostada ontote-
de Dionisio. Lo que el ateísmo conceptual ha demostrado es simplemente la ología del veredicto de Heidegger, que relega toda la teología cristiana (y, por
vanidad de toda determinación conceptual de Dios. El teólogo puede ver en ello implicación, la judía) a los márgenes del pensamiento occidental? Y, para decir-
otra versión de idolatría, la «idolatría conceptual». La tesis de Marión al res- lo con mayor claridad, ¿estaría, una teología del amor decidida a proceder sin
pecto es que el Ser es uno de estos conceptos y que, como todo concepto, es una ontología, en una mejor posición de concluir un nuevo pacto con la razón occi-
«representación» blasfema. De este modo, incorpora en su argumentación un dental, tanto en el plano, por ejemplo, de la crítica que esta última ejerce en la
criticismo, procedente de Heidegger, sobre el papel de pantalla que ejerce toda actualidad como en lo que concierne a sus afirmaciones totalizadoras o funda-
representación. Pero esta crítica de la representación no lleva a una nueva con- cionales? Éste sería el caso si, alcanzando de nuevo a la filosofía en medio de su
cepción del Ser, sino a un retorno a la tradición joánica, según la cual el primer crisis, la teología del amor inventara un nuevo modo de inculturación de la esfe-
nombre de Dios es amor. El amor no tiene necesidad de decir que existe para ra del pensamiento occidental, un nuevo pacto capaz de soportar la compara-
poder afirmarse o para comunicarse. No tiene necesidad alguna de pasar por un ción con aquel que antaño el pensamiento formuló en apoyo de la conjunción
enunciado. Dios existe, dice, y entiende que primero nos amó Dios. judeo-cristiana con el neoplatonismo helenístico y, luego, con el neoaristotelis-
La cuestión difícil de resolver aquí es si la proclamación joánica de que mo medieval. Sin este pacto, declarándose totalmente ajeno al pensamiento grie-
«Dios es amor» lleva al pensamiento, sin pasar antes por Éxodo 3, 14. Marión go -globalmente identificado con la metafísica del ser-, ¿no se «des-incultura-
cree que esto es posible si renovamos una importante corriente de pensamien- lizaría» a sí mismo el pensamiento judeo-cristiano y consentiría en su
to patrístico y hasta medieval, según la cual el primer nombre de Dios es el Bien marginalización?
y no el Ser, «Nadie es bueno, sino uno, Dios», leemos en Lucas 18, 19 y en Mateo Para concluir, quisiera someter brevemente a consideración tres pregun-
19, 17. «Para Dionisio y Buenaventura», escribe Jean-Luc Marión, «el nombre tas en respuesta a lo que ha sucedido a Éxodo 3, 14, durante esta aventura pos-
de ser debe ceder el paso ante la hipérbole incondicionada del don absoluto» nitzscheana.
{God Without Being, p. 123 [Dios sin Ser]). «Alabar a Dios con el nombre de Primera pregunta: ¿ha eclipsado la teología del amor la sema hebraica -«Escu-
caridad, más que con el de ser, lo autoriza una revelación bíblica, una tradición cha, Israel: Yhwh, nuestro Dios sólo es Yhwh»-, muy cercana teológicamente a
nuestro versículo? No lo creo. Los esfuerzos de la teología cristiana por deshe-
42. Véase Jean-Luc Marión, God Without Being, trad. por Thomas A. Carlson, University
lenizarse no pueden producirse sin una cierta «re-hebraización» de sus ideas. En
of Chicago Press, Chicago 1991. Da un sumario de su argumentación en «De la "mort de Dieu" este sentido, la teología cristiana debe pasar de la proposición «Dios es uno» a la
au noms divins: L'itinéraire théologique de la méthaphysique», en L'Étre et Dieu, p. 101-130. proposición «Dios es amor». Una forma de hacerlo podría ser mostrar que
Paul Ricoeur Éxodo, 3, 14

la declaración del Evangelio de Juan desarrolla, mediante los recursos de la metá- mera persona. Pero la expresión der Seiende pertenece todavía al campo semán-
fora, la dialéctica y la narración, la proclamación del Éxodo y del Deuterono- tico de Sein, ser (y, de hecho, los griegos y los latinos ya se anticiparon a esta solu-
mio43. ción diciendo ho ón y quid est}. Luego Mendelssohn propuso lo que he deno-
Segunda pregunta: ¿ha eliminado la exégesis de Éxodo 3, 14, siquiera a minado una traducción parafrástica. Pero tampoco él no consiguió alejarse de
nivel de significado textual, cualquier base para una posible conjunción entre el un vocabulario filosófico cuando escribía: das ewige Wesen [el ser eterno]. Franz
'ehyeh hebreo, el einaigriego y el «platino? Tampoco lo creo. A las razones dadas Rosenzweig fue más lejos al traducir nuestros versículos de la siguiente mane-
en la primera sección de este ensayo, que tienden a mantener el matiz sapiencial ra: Ich werde dasein, ais der ich dasein werde ... ICH BIN DA shickt mich zu
de esta declaración, única en su forma en la Biblia, me gustaría añadir otra nue- euch [Existiré como aquel que yo seré... YO EXISTO me envía a vosotros]45. De
va basada en la discusión anterior. ¿Por qué no formular la hipótesis de que el modo que, ya no el Ser eterno, ni siquiera el existente [der Seiende), sino «lo que
'ehyeh hebreo propone una «apertura de significado» que enriquece la ya amplia, es» (der Da-Seiende) presente al Dasein, [la existencia concreta] de los seres huma-
aunque culturalmente limitada, polisemia del verbo griego einai, que era lo úni- nos46. Debemos respetar esta lucha por las palabras47. Pero las palabras alemanas
co de que se disponía durante el período de los LXX para traducir Éxodo 3, 14? Da-Sein y Werden no suponen una ruptura total con el verbo Sein, sino más bien
El ser, dice Aristóteles, se dice de muchas maneras. ¿Por qué no decir que los otra extensión de su polisemia. De este modo, una lengua moderna intenta acer-
hebreos pensaron el ser de una manera nueva? carse lo más posible a la enigmática fórmula hebrea. 'Ehyeh aser 'ehyeh continúa
Mi tercera pregunta nos devuelve al punto por donde empezamos. Si la tra- dando que pensar dentro de los límites de toda traducción48.
ducción debe tomarse como un caso particular de lectura, de recepción y, por lo
mismo, de interpretación de un texto, mi pregunta es la siguiente. ¿Podemos tra-
ducir Éxodo 3, 14 sin recurso alguno al verbo ser, dejando incluso de lado toda
idea sobre la polisemia de este verbo, en el supuesto incluso de que esté incre-
mentada por su uso hebreo? No lo creo. Las traducciones alternativas que se han
propuesto son en realidad paráfrasis, y hasta comentarios, que restauran el
contexto cultural, espiritual y teológico de este versículo y, de este modo, hacen
explícito lo que anteriormente llamé una apertura de significado producido por
Éxodo 3, 14. Esta apertura de significado nos obliga a pensar de otra manera
acerca del verbo ser, pero no nos obliga a eliminarlo de nuestra traducción. Ésta
es la conclusión a la que me han llevado las traducciones parafraseadas propuestas
por algunos pensadores judíos modernos, que escriben en alemán44. Estos auto-
res han intentado partir de estructuras verbales alemanas, desconocidas en latín 45. Rosenzweig, Die Schrift, p. 37.
46. «Está claro», declara Rosenzweig, «que, dada su condición de esclavos, los sufridos hebre-
y en las lenguas que derivan del latín. Hermann Cohén inició el camino usan- os no esperaron a la lectura ex cathedra de Moisés sobre la existencia necesaria de Dios. Sentían
do la expresión der Seiende, el que es, para subrayar el cambio del neutro a la pri- la necesidad, igual que su líder dubitativo, de que se les garantizara que Dios estaba cerca de ellos.
A diferencia de Moisés, que consiguió esta garantía de la misma boca de Dios, necesitaban cierta
forma de confirmar el origen divino de esta garantía, mediante una clarificación de la oscuridad
del antiguo nombre divino» (citado por Goetschel, p. 174, «Éxode 3, 14, dans la pensée juive alle-
43. Véase Paul Ricoeur, «D'un Testament á l'autre: essai d'herméneutique biblique (de
mande de la Premiére moitié du XXéme siecle», p. 272.
"Je sui celui qui sui" á "Dieu est amour")», en La mémoire et le temps: Mélanges offerts a Pierre Bon-
nard, Labor et Fides, Ginebra 1991, p. 299-309. 47. Es preciso también observar la traducción del hebreo 'aser por «ais der», que da un sen-
44. Véase R. Goetschel, «Éxode 3,14 dans la pensée juive allemande de la Premiére moi- tido explicativo a la reduplicación del verbo. «Como aquel que siempre estará allí, así estaré yo
tié du XXéme siecle», en Celui qui est, p. 269-276. Rosenzweig, por ejemplo, se ocupó de Éxodo siempre presente», comenta Martin Buber, Konigtum Gottes, Heidelberg 1956, p. 69, citado por
3, 14 en un ensayo escrito en 1929, titulado «Der Ewige». Su subtítulo, «Mendelssohn und der Goetschel, «Éxode 3, 14 dans la pensée juive allemande de la Premiére moitié du XXéme siecle»,
Gottesname», ya es indicativo de su contenido (p. 270). (Este ensayo fue publicado en una colec- p. 274.
ción de escritos suyos titulada Die Schrífi, Francfort 1964). Mendelssohn encontró su heredero 48. Así llegamos a la traducción más convincente de los exegetas contemporáneos, en
en Hermann Cohén, que daría la señal del renacimiento de la filosofía judía con la publicación particular a la de Harmut Gese, en «Der Ñame Gott im Alten Testament» (ya citada por André
postuma de su Religión der Vernunft aus den Quellen des Judentums, 1919 (reimpreso en Wiesba- LaCocque): ich erweise mich, ais der ich mich erweisen werde, ich hin, ais der ich erweisen werde (me
den 1978). muestro como aquel que me mostraré; soy como aquél que me mostraré).
Génesis 44
Génesis 44

UN RELATO ANCESTRAL: LA HISTORIA DE JOSÉ

ANDRÉ LACOCQUE

«... Quede tu siervo como esclavo de mi señor eti vez del Píuchucho»
Génesis 44, 33

Si hemos de confiar en los modernos sociólogos de la Biblia, Israel fue des-


de sus comienzos un movimiento revolucionario. Nació de un levantamiento
contra los dominadores de las ciudades-estado cananeas. Curiosamente, en el
otro extremo cronológico, las Escrituras hebreas acaban en el período del Segun-
do Templo con toda una corriente de literatura subversiva. También entonces
algunos, en Israel, juzgaron necesario enfrentarse al autoritarismo del estabíish-
ment, esta vez el suyo propio.
Entre estos dos extremos, la mentalidad israelita permaneció notable-
mente consistente. Verdad es que, tras un período relativamente largo, durante
el cual se mantuvo vivo el ideal de libertad frente a la tiranía de la monarquía
sagrada, Israel por cuenta propia instituyó la monarquía como forma de gobier-
no. Pero tan pronto como hubo un rey en Israel, hubo también un profeta dis-
puesto a censurarle. La presencia profética es una espina permanente clavada en
el costado del establishment. El profeta es el perro guardián que se asegura de que
la institución siga siendo justa y humana, esto es, un medio para un fin más
que un fin en sí mismo.
Desde esta perspectiva, la historia del patriarca José se construye sobre dos
ejes: el familiar y el político. Es un relato multidimensional que muestra ele-
mentos psicológicos, sociológicos y folclóricos, y también teológicos. De hecho,
las complejas relaciones biográficas entre Jacob y José, así como entre José y
sus hermanos, son una prueba de fuego del ejercicio del poder político en un
momento determinado de la historia de Israel. Está en juego este ejercicio del
poder y que sea consistente con el ideal de la nación, tal como se expresa en los
documentos de sus opciones existenciales primitivas. Para Claus Westermann,
una historia familiar (Génesis 37; 42-45) se convierte, en los capítulos 39-41,
en una historia política. La primera refleja el Israel nómada; la segunda, los tiem-
pos de Salomón (véase capítulos 37-38). La historia de José tomada en con-
junto sirve como transición literaria entre ambas eras. Muestra un Dios pro-
André LaCocque Génesis 44

tector y «activo», cómodo en medio del desarrollo nacional del grupo, como lo Es de la máxima importancia comprobar que el relato refleja la cultura en
era en su estadio tribal. cuyo seno surgió y que, por lo menos en parte, expresa el punto de vista de
Claramente, el planteamiento de Westermann depende de la pertenencia esta misma cultura. La novela de José sitúa la historia principalmente en Egip-
de la historia de José a / y de la fecha de esa fuente literaria considerada por lo ge- to y el autor exhibe cierto conocimiento de este país y de sus costumbres. El pro-
neral temprana. Pero esta premisa es hoy severamente criticada. Además, es du- blema para el crítico, por tanto, está en enjuiciar la profundidad de la familia-
doso que podamos trocear el relato en capas. Los capítulos 39-41 (la «historia po- ridad del poeta con el supuesto marco y a qué período egipcio puede estar
lítica») son, paraGeorge Coats, por ejemplo, una simple digresión'. Es preferible, refiriéndose. Donald Redford ha investigado a fondo esta cuestión6. Sus con-
creo yo, tomar con reservas algunos de los supuestos de Westermann, como por clusiones son que la novela de José es una composición tardía. El retrato que
ejemplo: la atribución de la narración a/; una datación temprana, en tiempos de hace de Egipto refleja el período saíta o un período posterior (siglos vil a V a.C),
David-Salomón2; la ensambladura de dos tendencias distintas en la historia. El hecho que parece estar confirmado, según sus cálculos, por la presencia en la his-
relato, excepto el capítulo 393, es más consistente de lo que creía Westermann. toria de unos cincuenta términos de la época del exilio o del posexilio. Particu-
Pero es, como dije antes, multidimensional. A un primer nivel, tiene pretensiones lar importancia tiene comprobar que, en contraste con otras historias patriarca-
políticas. A un segundo nivel, sin embargo, dejamos la política y avanzamos a lo les, tenemos aquí un solo autor (aunque a uno sumamente versátil), que usa
sociológico y lo psicológico. Se transpira, en los textos, un aspecto particular de la no sólo medios literarios, como el suspense y el pathos, sino que revive también
relación padre-hijo, que demanda juicio y valoración. A ese respecto, el lector se ocasionalmente tradiciones anteriores (véase, por ejemplo, capitulo 39)7. La vir-
sorprende sobre todo al descubrir cuan desapasionado es el documento. Las rela- tualmente total ausencia de un eco en la tradición israelita relativo a la historia
ciones entre generaciones se relatan simplemente con aparente objetividad e indi- de José apunta en la misma dirección, pues cabalmente puede ser entendida
ferencia moral. En esto no se aleja de la línea de los relatos patriarcales en general, como un indicio de que la historia no existía antes del exilio en Babilonia8. Red-
conocidos por su forma concentrada y el carácter «realista» de su estilo. El rapto ford propone una época de composición entre los años 650 y 425, esto es, una
de Dina, por ejemplo, se relata concisamente en Génesis 34 y con una casi ausen- época en que la diáspora judía era ya importante, tanto hacia el este como hacia
cia de sentimientos. La sobriedad de la composición refleja también lo que parece el oeste. Esto no quiere decir que la novela naciera necesariamente fuera de Pales-
ser una notable falta de sentimientos humanos en Jacob, padre de Dina, a menos tina, sino sólo que su ethos general corresponde a la mentalidad de la diáspora.
que se la entienda como una silenciosa condenación de la falta de control de sus La historia de José muestra todas las características de las Diasporanovelle,
hijos4. En este capítulo dedicado al género narrativo, quiero abordar este aspecto como Ester, Daniel o Judit, todas las cuales describen una situación tensa que
de las relaciones de familia; la relación padre-hijo, en particular. padecen los judíos en tierra extraña. En Egipto, José es un esclavo, arrojado a
El relato de José no es historia, aunque parece una historia. De hecho, per- la mazmorra tras sufrir los abusos de la mujer de su amo, o relegado al olvido
tenece al folclor. Como es normal en un relato que emana de una sociedad ances- por los compañeros de prisión después de su liberación. Incluso cuando su for-
tral, hay aquí una considerable tensión entre la estabilidad de un marco tradi- tuna toma mejor rumbo, José debe, igual que otros héroes en este género lite-
cional y la libertad del poeta como autor. El resultado es reparadoramente creativo rario, usar dos nombres, mostrar dos caras, tener dos órdenes de vida, vestir dos
y adecuadamente artístico. Como dice Robert Alter, «el artista, de hecho, podría
definirse como una persona a la que le encanta experimentar nuevas posibili- 6. Donald B. Redford, A Study ofthe Biblical Story of Joseph (Génesis 37-50), Brill,
dades dentro del marco de las limitaciones formales»5. Leiden 1970.
7. Este capítulo puede ser una interpolación del relato, solución con la que está de acuer-
do Redford, pero que Claus Westermann rechaza; cf. su Génesis 37-50: A Commentary, trad. por
1. George Coats, From Canaan to Egypt: Structural and Theological Context for the Joseph JohnJ. Scullion, Augsburg, Minneápolis 1986.
Story, Catholic Biblical Quarterly Monograph Series 4, Washington D C 1976. 8. Hay que poner aparte, a decir verdad, los textos en que «José» es el antepasado epónimo
2. Véase también Gerhard von Rad, The Problem ofthe Hexateuch and Other Essays, trad. del Reino del Norte, como Deuteronomio 27, 12; 33, 13,16; Amos 5, 15; 6, 6; Ezequiel 37, 16;
por E. W. Trueman, McGraw-Hill, Nueva York 1966, p. 295. 1 Crónicas 5, 2. James Kugel escribe: «El forzoso alejamiento de José de su patria resonaba a los
3. Y, evidentemente, capítulo 38, insertado en la historia de José por razones específicas. oídos de los judíos igual que su propia experiencia de la cautividad y el exilio en Babilonia».
4. Incluso hoy día los intérpretes no tienen claro qué hacer con este texto. Cf. Meir Stern- Para Kugel, las antiguas historias eran de nuevo leídas por esta época. Sin embargo, Crónicas omi-
berg, The Poetics of BiblicalNarrative, Indiana University Press, Bloomington 1985, y la reseña te esta historia, quizás porque es una historia del exilio. Hay que esperar hasta la literatura «inter-
crítica de Naomi Segal en Vetus Testamentum, 38 (1988) 243-249. testamentaria» para una «rehabilitación» de José. James Kugel, In Potiphar's House, Harper, San
5. Robert Alter, The Art of Biblical Poetry, Basic Books, Nueva York 1985. Francisco 1990, p. 18.
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tipos de prendas, comer en dos mesas, mantener dos discursos, vivir al filo de que el acontecimiento se usa como el ácido que separa y revela las diversas cua-
dos mundos9. El inesperado resultado de esta difícil situación es que, pese a estas lidades de la persona o personas que se investigan»13. Esta descripción aplica bien
penalidades, judíos exiliados llegaban a ser primeros ministros, visires o reinas. a la personalidad evolutiva de José.
Su decisión de confiar en Dios como única salvación acaba por hacerlos, a su El hecho de datar la novela de José en la época posterior al exilio o en el
vez, salvadores de judíos y de no judíos por igual. Por esto los egipcios iban a período del Segundo Templo explica una serie de rasgos que, de otro modo, que-
José y reconocían que él les había salvado la vida (Génesis 47); de modo pare- darían por resolver. Durante el exilio en Babilonia, verdadera línea divisoria que
cido, en el libro de Ester, nos encontramos con la sorprendente nota de que los separa su historia en dos unidades distintas, cambió la visión de Israel; la vida
habitantes de Susa se regocijaban junto con los judíos por la «entronización» fue vista en términos de un aura bastante menos sacra. El colapso de las insti-
de Mardoqueo (8, 15) y que muchos persas hasta se hicieron judíos en aquella tuciones que mantenían y ponían de relieve el carácter sagrado de la historia y
ocasión (8, 17). Juntando estos textos se consigue esclarecer mejor la época rela- de la existencia diaria caló en lo profundo de los ánimos. La teología atravesó
tiva que corresponde a cada uno. Westermann, que fecha la historia de José en una transformación profunda y se expresaba con mayores matices, pues las cir-
los días de Salomón, observa la prosperidad de los paganos «por causa de José» cunstancias no favorecían imaginar intervenciones epifánicas de Dios en la his-
y añade: «Esto ocurre de nuevo sólo después del colapso del Estado de Israel: toria nacional o en la rutina individual. Más bien había que descubrir a Dios en
"Buscad el bienestar de la ciudad adonde os he deportado y rogad al Señor por los acontecimientos en forma de Providencia. Concomitantemente, se produjo
ella"» (Jeremías 29, 7)»10. una minimización de la alianza particular con solo Israel.
Como Diasporanovelle", la historia de José pertenece al posexilio. La prue- Como podía esperarse, una revisión así implicaba mayor apertura hacia los
ba fundamental de esta cronología y origen es la teología del relato. En fuerte no judíos, hasta el punto de implicar que, en ocasiones, podían ellos ser teoló-
contraste con las anteriores sagas sobre los patriarcas, que son creaciones colec- gicamente más sutiles que los mismos israelitas. Éste es claramente el caso en el
tivas (cf. Gunkel), la distinción es clara porque, como mencioné anteriormente, siglo III del libro de Jonás14, como lo es también de las historias cortas más tar-
el responsable del núcleo de la historia de José es un autor solo. Es también dig- días de la primera parte de Daniel (capítulos 1-6). La novela de José no es tan
no de notarse que la novela no muestra preocupación alguna por la alianza con tardía, pero a los egipcios ya se les ve aquí en ocasiones bajo una luz favorable
Dios o por su promesa de descendencia y tierra. La ausencia del tetragrámaton (véase Génesis 41, 38-40; 43, 23), y no parece que haya reparo alguno en casar
(excepto en el capítulo 39)12 encaja bien con esta situación. En cambio se usa a José con una princesa egipcia, hija de un sacerdote «pagano» (Génesis 41, 50).
«Elohim», pero sólo en discursos directos y nunca para insinuar una interven- Egipto celebra la llegada de José y, más tarde, la de toda su tribu. En Génesis 48,
ción divina entre bastidores. La circunspección del documento casa con lo que 1-20, Jacob como abuelo de Efraím y de Manases adopta y legitima los hijos
vemos en otras partes en novelas de este tipo. Es en realidad característico de este nacidos de una madre extranjera15. Además, hay un cambio definitivamente iró-
género literario que se centre en los acontecimientos mismos, mostrando sus nico al establecer (en Génesis 43, 32) que los egipcios no podían comer con
efectos sobre una persona o grupo. Tiende a presentar las circunstancias como los judíos. Esperaríamos encontrarnos con la afirmación opuesta y J. A. Soggin
debidas al azar o al destino (cf. Rut 2, 3; Ester 6, 1-9). La «serendipia» gobier- entiende que el texto refleja las leyes dietéticas judías más tardías16. A mi enten-
na cada vuelta de la trama. Como escribe E. K. Bennett, «el efecto del impacto der, se equivoca en este punto. La redacción de Génesis 43, 32 es un elemento
de los acontecimientos sobre la persona o grupo de personas es la revelación de más en una lista que apunta no sólo hacia una fecha posterior para la novela,
cualidades latentes, que pueden haber estado presentes en ellos sin saberlo, por- sino también a una posible incitación de la «ortodoxia» de Jerusalén. Es, en rea-
lidad, un rasgo sorprendente de la historia que se juzgue tan negativamente a los
9. Véase Génesis 41, 45; 42; 43, 32; etc.
10. Westermann, Génesis 37-50, p. 69. 13. E. K. Bennett, A History ofthe Germán Novelle from Goethe to Thomas Mann, Cam-
11. Esta nomenclatura se usa con plena conciencia de su valor relativo. Dorothy Irvin tie- bridge University Press, Cambridge 1934, p. 18-19.
ne razón al recordarnos que, llamar a un relato «saga, mito, épica, leyenda, novelle o stammessage, 14. Sobre la fecha tardía del libro de Jonás, véase André y Pierre-E. LaCocque, Jonah, A
... puede ser algo arbitrario, porque no está claro a qué características antiguas remiten las etiquetas Psycho-Religious Approach to the Prophet, University of South Carolina Press, Columbia 1990.
modernas». Véase «The Joseph and Moses Stories», en Israelite andJudaean History, ed. por J. 15. En la historia de José y Asenat, del siglo I de nuestra era, los nacimientos de Efraím y
H. Hayes y j . M. Miller, Westminster, Filadelfia 1977, p. 184. Manases provocan un escándalo.
12. El uso del tetragrámaton aquí viene de una intervención editorial en la historia. La 16. J. A. Soggin, «Notes on the Joseph Story», en Understanding Poets and Prophets: Essays
intención fue, a las claras, unir la historia de José con las sagas patriarcales. in Honor ofGeorge Wishart Anderson, ed. por A. G. Auld, JSOT Press, Sheffield 1993, p. 336-349.
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hermanos de José, y especialmente a Judá, que es quien toma la voz cantante en le ocurre que puede colaborar y trabajar para que sus sueños se realicen. Es
la venta del muchacho como esclavo a los mercaderes (Génesis 37, 26s). Tho- precisamente esta ausencia de agresividad por parte suya lo que le impide ver
mas Rómer destaca este aspecto. Intencionadamente añade que el matrimonio ofensa alguna en sus revelaciones. ¿Por qué enojarse por algo que no esti some-
egipcio de José (41, 50-52) va contra la política de Esdras (Esdras 10)'7. tido a control? ¿Por qué sus padres y sus hermanos habían de guardarle rencor
Situar a «José» entre otras formas maduras de historias cortas y novelas nos si él no era responsable de lo que había soñado y no tenía intención alguna de
ayuda a apreciar mejor la importancia de estos relatos de las actos de salvación hacer nada para que se hicieran realidad los sueños? Para él, los sueños iban a
del cortesano mediante un gobierno prudente. Quienes están bajo su jurisdic- cumplirse por sí solos, sin que tuviera que poner esfuerzo alguno por su parte.
ción son bendecidos, primero los judíos, pero también los persas en la historia Sus padres y sus hermanos no habían de mostrarle resentimiento por aquel asun-
de Ester, los ninivitas en Jonás, los reyes y el pueblo de Babilonia en Daniel, to. Porque José no es un embaucador; si es algo, es que es un simple. A sus
los egipcios en José. W. L. Humphreys tiene razón al señalar que «las intencio- hermanos, sin embargo, les ofende profundamente ese dudoso aspecto quietis-
nes y las obras humanas se ven envueltas en cada vez más amplios contextos de ta del hermano menor. No tienen su mismo aire pacifista y lo van a demostrar.
voluntad y designio»18. Recurren al engaño y a lo peor para contrarrestar lo que ellos interpretan como
El joven José puede clasificarse entre aquellos que Susan Niditch llama una conspiración. Pero, si José es diferente de su padre, ¿no lo son mucho más
los «perdedores»19. Contada en pocas palabras, la historia va de alguien que, pese sus hermanos? El matiz es importante, pues, por fraudulentos que puedan ser,
a tener que enfrentarse a unos avatares imposibles, consigue de algún modo ninguno de ellos está hecho de la misma madera que su padre. Confabulan igual
llevar a cabo grandes designios. De algún modo, es éste un rasgo «de familia». como hizo él en su momento, pero no miran a Dios cara a cara ni de ninguna
Antes que su hijo, Jacob había vivido también unos comienzos muy modestos otra manera. Su audacia radica en hundirse en lo más profundo de la maldad,
como expatriado que alquilaba sus servicios. También él tuvo que ascender has- a todo un abismo de distancia de los desafíos de Jacob a los hombres y a Dios
ta la cima de la escala social pasando «de los harapos a la riqueza». Pero en esto por igual.
hay ya una gran diferencia entre padre e hijo. El destino de Jacob cuadra con la En suma, la trama de la historia cuenta los complicados movimientos
pauta folclórica según la cual el perdedor se convierte a menudo en un embau- que distintos actores llevan a cabo para hacerse con el poder. Algunos no retro-
cador. Cambia o resuelve un problema mediante la astucia. Y, por un momen- cederán ante nada para tomar su destino en sus propias manos, incluso si esto
to, esto es precisamente lo que cabría esperar de José. El lector podía conjeturar, significa simultáneamente eliminar la vida de su hermano. José continuará cami-
por los sueños del muchacho, que su intención era ayudar de alguna manera al nando por la existencia como en sueños, hasta que la brutal realidad le vuelva
giro favorable de la rueda de la fortuna. Pero, para sorpresa nuestra, José no es en sí y le enseñe la lección de la vida. Tras esto, su personalidad será muy dis-
un embaucador. Más bien, se le considera prudente. Cierto, sus acciones no están tinta. Cierto, quedan todavía huellas persistentes de su pasividad en el José de
siempre a la altura de lo que cabe esperar de la sabiduría, pero su actitud supo- Egipto, pero también él, él más que todos los demás juntos, tendrá que vérse-
ne, no obstante, un progresión moderada y prudente en la vida. «El embauca- las finalmente con el poder y accederá a la autoridad suprema.
dor», dice Niditch, «ve a Dios cara a cara, mientras que el héroe prudente reci- De modo que el núcleo de esta saga familiar es la consecución del poder.
be sus mensajes a través de sueños simbólicos»20. Esto define bien los caracteres Alcanzar el poder, claro está, puede hacerse de varias maneras. Pero en esta histo-
opuestos de Jacob y José. Este último, inicialmente por lo menos, relata sueños ria cuenta invariablemente convertirse en el favorito de una figura importante
increíblemente ofensivos para aquellos de quienes podía esperar lo peor. Tanta del poder: el padre, el jefe de la guardia, o el faraón de Egipto. Los medios de sa-
ingenuidad por su parte debe ser entendida probablemente como una ausencia tisfacer estas ambiciones comprenden un amplio abanico de posibilidades, de la
total, no sólo de imaginación -¡grave defecto en un sabio!- sino también de segu- jactancia al asesinato, pasando por la envidia, la esclavitud, el engaño, la cruel-
ridad en sí mismo. En fuerte contraste con la astucia natural de su padre, no se dad parricida, la insensibilidad moral, la indiferencia a los sentimientos básicos
de los demás, la absoluta aridez moral y otras manifestaciones del mal que provo-
17. Thomas Romer, «Le cycle de Joseph», en Fot et Vie, 86, 3 (1987) 3-15. can el eclipse de Dios, pero también sabiduría, determinación y firmeza.
18. W. Lee Humphreys, Joseph andHis Familíy: A Literary Study, University of South Caro- Dejando para un momento posterior otras reflexiones sobre el contraste
lina Press, Columbia 1988, p. 124; cf. p. 130. entre José y su padre Jacob, podemos observar ya ahora que José nunca resulta
19. Susan Niditch, Underdogs and Tricksters: A Prelude to Biblical Folklore, Harper and Row,
agraciado con una teofanía. No hay en el relato ninguna visión de un axis mun-
San Francisco 1987.
90 Th.'Hem. D. 106. di que una el cielo con la tierra, para recordar sólo la experiencia de Jacob. En
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Génesis 28, el padre de José se asoma, por así decir, a otro mundo; cruza la fron- los sueños que en lo que revelan sus pautas acerca del carácter de quien los sue-
tera que separa los cielos de la tierra y vuelve de este rapto totalmente transfor- ña y de su relación con los demás.
mado. No pasa esto con José. Para él, Dios sólo está más o menos presente, más No es superfluo, llegados a este punto, insistir de nuevo en la pasividad ini-
o menos ausente, como toca a un hombre bastante corriente y sin apariencia cial de José. De hecho, es un rasgo sorprendente de la novela, y más parece que
alguna extraordinaria en su conducta. Que la ausencia aquí de teofanía o hasta los acontecimientos lleven al personaje de José que no que éste se mueva libre-
de un discurso divino directo no se debe a algo accidental o a la preferencia esti- mente por entre ellos. En este sentido, José es más un soñador que un actor.
lística de su autor, diferente de la del que escribiera la saga de Jacob, se demues- En cierto momento de su vida, sin embargo, su pericia en soñar y en interpre-
tra por Génesis 46. Pues aquí hay una teofanía, pero es en beneficio de Jacob, tar sueños lo elevará hasta la cima del poder. Es exactamente donde el relato pone
no de José, el cual, a manera de contrapunto, es mencionado en el discurso di- el punto álgido de la vida de José. A partir de ahí, aquel muchacho tranquilo
vino como un mero instrumento. El habrá de cerrar los ojos de su padre cuan- sufre de repente una especie de metamorfosis y muestra estar en condiciones
do llegue el día. Como dice acertadamente Niditch, «un estudio de tipología de llevar a cabo su tarea. Cierto, la tarea le ha sido dictada de alguna manera por
se convierte en un estudio de teología comparada»21. las metáforas del Faraón, pero, más allá de esta «manipulación», está claro que
La teofanía ha cedido el puesto a una revelación divina más indirecta: las el texto quiere mostrar el paso en el joven de la potencialidad a la actualidad. Se
«visiones nocturnas». Los sueños desempeñan un papel central en la historia. produce entonces una interesante evolución en José en lo que se refiere a la toma
Igual que los ángeles en relatos similares, los sueños representan anfibológica- de decisiones y a su forma de actuar. Es máximo el contraste con los primeros
mente la cercanía de Dios -pero como «a través de un espejo oscuro»— y la comienzos, cuando las opciones eran tan sorprendentemente circunstanciales
lejanía de Dios, aunque a corta distancia, como en el caso de la literatura sapien- que arrastraban al «héroe», por así decir, a capricho de la rueda fortuna que lo
cial en general. Aquí, a los sueños se les reconoce como vehículos bonafide de la subía y bajaba entre resonantes éxitos y deprimentes fracasos. En el episodio con
voluntad divina (véase 40, 8; 4 1 , 15-16,25,32). En contraposición a esto, sin la mujer de Putifar, por ejemplo, no sólo observamos en José ausencia de ini-
embargo, esa confianza en su valor mántico es puesta en cuestión por varios tex- ciativa, sino que no opone otra resistencia a la agresividad de la mujer que la hui-
tos que expresan un claro escepticismo (véase Deuteronomio 13, 2; Zacarías 10, da sin honor, si no sin conciencia. En realidad, no es poco lo que consigue esta
2; Eclesiástico 34, 1-8). Pero, hay que recordarlo, la tendencia en los escritos pos- novela al tratar al personaje central, así como a otros más secundarios, de un
teriores es a quitar importancia a los diálogos divinos directos con los seres huma- modo dinámico, mostrando de qué manera pueden cambiar sus mentalidades
nos. Las alocuciones directas de Dios ceden el paso a las revelaciones soñadas con el paso de los años y de qué manera la debilidad juvenil puede superarse por
(compárese, por ejemplo, Jubileos 14, 1 con Génesis 15, 1). En este punto, el una capacidad de decidir madura. Esta capacidad, ciertamente, no borra el pasa-
enfoque israelita entra en íntima relación con la literatura del antiguo Oriente do, pero le otorga un significado enteramente nuevo (véase Génesis 45, 5s, y en
próximo, en la que, en realidad, lo divino prefiere acercarse a tavés de un medio especial el texto central de 45, 8)23.
onírico. Pero la analogía termina aquí, pues, en oposición a la literatura egipcia, La transformación revela antiguas potencialidades. José no podía conver-
por ejemplo, en la que los sueños se presentan como revelaciones claras, en la tirse en un hombre de Estado dinámico - y hasta cierto punto maquiavélico-24,
historia de José lo sueños requieren una interpretación autorizada (como suce- a menos que dispusiera ya de esa capacidad. Ahora queda claro que en un
de a menudo en la Biblia, véase Jueces 7, 13-14; Daniel 2, ls; Ester 1 1 , 5 - principio la reprimía y escondía tras su aire bonachón. Con percepción retros-
11)22. En el presente estudio, tengo menos interés en la cualidad predictiva de pectiva, es posible que al soñar sus sueños José no fuera tan pasivo como di-
mos a entender al principio. A decir verdad, la actitud del joven José era más
bien la de una total negación de responsabilidad respecto de sus visiones de
21.1bídem, p. 148.
22. Digno de notarse es el uso del verbo ptry del nombre pitaron para hablar de la inter-
engrandecimiento, pero vistas las cosas retrospectivamente, de la manera como
pretación de los sueños. Esto sólo ocurre en la historia de José (40, 8,16,22; 4 1 , 8,12,13,15; 45,
5,8,12, 18; 4 1 , 11) y en el libro de Daniel (con la forma aramea/>í>, 2, 4-7,9,16,24-26,30,36,45;
4, 3s,6,15s,21; 5, 7s, 12,15-17,26; 7, 16). Igual sucede con el hebreo y el arameo posbíblicos (cf. 23. La evolución de los personajes en el transcurso de la narración es una particularidad de
D. B. Redford, The Biblical Story ofjoseph, p. 58). Otro paralelo entre José y Daniel es el nota- la novela, en contraste con la «historia corta», por ejemplo, en la que los personajes son al final
ble rasgo, común a ambos, de que lo que el intérprete judío revela al monarca pagano es simple- como eran al comienzo. Cf. Humphreys, Josepb andHis Familiy: A Literary Study, p. 184s: José se
mente la proyección en la pantalla de «su espíritu» (Daniel 2, 1,3) de lo que este último tiene en convierte en modelo de cortesanos, tema propio de la literatura sapiencial.
«el corazón» (Daniel 2, 30). Por ello el sueño cae de su mágico pedestal. 24. Véase la terrible evolución en Génesis 47, 13s.
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decide tratar a sus hermanos cuando bajan a Egipto, tendemos a concluir que mos, encaja con el género de la novela presentar al héroe como un personaje p r o .
nos encontramos ante un hombre que controlaba perfectamente sus senti- videncial, no sólo para su propia gente, sino también para la nación anfitriona,
mientos, o que era capaz de negarlos todos de golpe, dando prioridad a otros en cuyo seno transcurre la acción.
impulsos internos considerados más importantes. Entre éstos, sin duda algu- Porque la historia de José es una historia de salvación. Es también un ten-
na, está la voluntad de conseguir un status, la voluntad de poder. Por ello, más so drama entre padre e hijo y entre hermanos, y es difícil encontrarle un equi-
tarde, no permite que las emociones naturales a la vista de sus hermanos y es- valente en el mundo antiguo, aunque la estructura narrativa como tal no care-
cuchando lo que tienen ellos que contarle sobre su padre y su hermano menor, ce de varios paralelos. Como insinuamos anteriormente, el relato se desarrolla
a quien nunca o apenas había conocido, se interfieran con sus planes de ven- tanto en el plano familiar como en el político. En ambos planos también habrá
ganza. No se para en barras en su intento de manipular a aquellos necios in- salvación. Se contempla en primer lugar, siguiendo el orden y la intención de
justos. La influencia de la literatura sapiencial se hace de nuevo patente. La la historia, el primero de estos niveles. Génesis 37 sitúa la escena establecien-
glorificación del autocontrol del sabio es un motivo familiar, y los relatos del do la preferencia irracional de Jacob por José por encima de todos los demás
cortesano sabio se complacen en mostrar que el ingenio de sus héroes llena de hijos. A imagen y semejanza de esta primera y primordial paradoja, toda la his-
confusión a aquellos que se confabularon en su contra. Basta recordar las his- toria está llena de tensas ambigüedades y entretejida de extremos que coexisten
torias de Ester o de Ajicar. incómodamente. La reacción del padre ante los alardes de su hijo es en sí mis-
ma una mezcla de reprobación y orgullo. Regaña a José, pero entendemos que
Desde esta perspectiva debemos, pues, leer Génesis 47. Moralmente, este
en su corazón también acaricia las bravatas del hijo (37,11). José siente poca
capítulo es chocante. Pero es a todas luces aceptable, desde el punto de vista
inclinación para con sus hermanos, pero se desvive (Génesis 37, 14b, 17) por
sapiencial, expoliar a Egipto entero para llenar las arcas del Faraón y dar así
saber si están bien (37, 13, 16...). Estos otros hijos de Jacob son presentados pri-
una prueba evidente del total compromiso de José con la persona de su señor25.
mero como una mezcla de hombres viciosos, crueles y sanguinarios, que luego
Además, el capítulo es claramente etiológico. Aporta una halagüeña explicación
parecen sencillos, simples y despistados. La tensión se mantiene del principio al
a los israelitas, asombrados como debían estar por lo que veían suceder en el veci-
final en la novela, porque, tras ser vendido como esclavo a mercaderes de escla-
no Egipto, del sometimiento de sus habitantes al todopoderoso Faraón, único
vos, todo el mundo piensa que José ha muerto, cuando en realidad está sano y
propietario de tierras y almas. Al hacerlo, la historia mataba dos pájaros de un
salvo. Hay ironía, hasta humor negro, en que Jacob llore la muerte del mucha-
solo tiro. No podía sino hacer sonreír a la audiencia de israelitas amantes de la
cho, cuando en verdad no tendría que llorar, sino estar contento.
libertad, y atribuía a un antepasado suyo el haber mantenido en vida a israelitas
y egipcios en los tiempos que contaba la historia. Además, ¿acaso no recono- Está claro para cualquier lector de la novela que la relación entre padre e
cieron los mismos egipcios su deuda con el sabio visir del Faraón?26 Como vere- hijo es sumamente insana y extraordinariamente injusta. Jacob proyecta sobre
sus hijos la escisión maniquea que descubre dentro de sí. Uno de los hijos es
25. Frank Crüsemann defiende, la tesis de que el relato de José fue escrito en tiempos de
totalmente bueno y los demás absolutamente malos27. Hasta el final, la perso-
Salomón para exaltar la monarquía como forma de gobierno. La lección de la historia es que la nalidad de Jacob parece un campo de batalla en el que lo mejor y lo peor se adhie-
monarquía es la única condición para la reconciliación nacional. En Génesis 47, el uso que ella ren uno al otro de un modo indeciso en un mortal abrazo. Jacob es el hombre
puede hacer de la coerción es la única manera de evitar la hambruna (cf. 4 1 , 34s). La política a
largo plazo (Vorratspolitik) es lo que legitima el poder de José. Es un salvador de la vida (45, 5,11;
50, 21). Der Widerstand gegen das Kbnigtum: Die antikoniglichen Texte des Alten Testaments undder
Kampfum denjrühen israelitischen Staat, Neukirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1978, p. 148; p. 76. Crüsemann {Der Widerstand gegen das Kbnigtum, p. 149) parece insensible a la ironía del
la tesis de Crüsemann queda clara ya en el mismo título de esta sección del libro (p. 143): «La his- texto. Traza un paralelo con el texto de 1 Samuel 8, 17, ¡una correlación a la que tampoco le fal-
toria de la legitimación emprendida por José de una autoridad administrativa y de una política ta su ironía! De hecho, los egipcios fueron hechos esclavos del Faraón en el más crudo sentido del
real de impuestos». En relación con esto, podemos recordar las condiciones realmente duras que término. Deberíamos contrastar esto con el capítulo 50, donde los hermanos se proclaman
prevalecían en la Jerusalén de la «restauración» del siglo VI. esclavos de José. Pero el término se rechaza con todas sus connotaciones, porque José no es Dios
(50, 19). ¿No significará esto por implicación que el Faraón se atribuía una divinidad que sólo
26. Génesis 47, 25: «¡Tú nos has salvado la vida!». En 47, 1-12 y 13-26 hay un contra-
pertenece a Yhwh? Génesis 47 y 50 no están en paralelo, sino en oposición (con la venia de
punto. Mientras Egipto es esclavizado por el Faraón para poder sobrevivir, del bienestar de los
hebreos se cuida el mismo Faraón (pero sabemos que serán esclavos en Egipto). Todo muy lleno Crüsemann).
de ironía. «La familia de uno que llegó a Egipto como esclavo se ha convertido en una comuni- 27. Véase la terrible acusación dirigida a diez de sus hijos por Jacob en Génesis 42, 36: «¡Vais
dad independiente que posee tierras, mientras que los egipcios nativos se han convertido en escla- a dejarme sin hijos!». Esto le recuerda a Westermann (Génesis 37-50, p. 113) los oráculos de lamen-
vos sin tierra (47, 13-27)»: en Thomas W. Mann, The Book ofthe Torah, John Knox, Atlanta 1988, tación de algunos profetas, por ejemplo, Oseas, 9, 12.
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de la ambigüedad. Aquí nos acercamos tanto a su alma como pudimos hacerlo tiza también el recuerdo divino. José en el pozo al que le arrojaron sus herma-
en el episodio del vado del Yabboq (Génesis 32). nos, o José en la cárcel solitaria en Egipto donde se le deja para ser olvidado, se
De modo parecido, hay ironía en el destino como de montaña rusa de José, agarra a la vida sólo por un hilo, cuyo otro extremo termina en las manos de
que empezó la vida con la convicción de ser inmune ante las enfermedades que su padre. Que lo supiera o no, esto no cambia los hechos. En la historia de José,
por lo común asuelan al resto de la humanidad. Pasa del éxito al deprimente Dios habla exclusivamente por el canal de la relación padre/hijo. Ésta es la cla-
abandono, del olvido de todos a la fama, y de la fama de nuevo al abismo para ve de la novela. Estadísticamente, son no menos de noventa y dos las veces que
conseguir, al fin, las alturas. En concordancia, hasta la presencia y la acción de ocurre la palabra «padre» en los capítulos 37 a 50 del Génesis. En ninguna otra
Dios se vuelven sumamente ambiguas. Cierto, se nos dice en ocasiones que «el parte del Antiguo Testamento hallamos tanta atención centrada en la paternidad.
Señor estaba con José» (39, 2,21), pero estas declaraciones son notablemente Igual que en la relación entre varón y mujer de los primeros capítulos del
raras y pertenecen todas a un mismo capítulo, de modo que surge la sospecha Génesis, padre e hijo son aquí sólo una realidad orgánica contemplada desde dos
en el lector de que se trata probablemente de piadosos añadidos a un relato posiciones estratégicas distintas. Igual como lo «humano» es una misma carne
por lo demás intencionadamente «laico»28. Estos terribles altibajos de la vida de vista ya sea del lado de la masculinidad/convexidad ya sea del lado de la femi-
José, estos ascensos y descensos, esas humillaciones y glorificaciones son, hablan- nidad/concavidad, así también la paternidad-descendencia son dos aspectos de
do en general, una característica del mito. Gran parte de la fuerza de la historia la misma relación. En la novela, Jacob es visto estrictamente en su papel de padre
reside en la empatia humana profundamente arraigada que el lector siente vis- de José (o de Benjamín, el alter ego de José; más sobre este punto luego); y José
a-vis de un hombre descrito sin complacencia por el autor, pero que pasa por las es de principio a fin el hijo de Jacob/Israel. De no ser por esta particularidad,
vicisitudes de la vida como a través del crisol purificador de los ritos de paso de la historia tendría muy poco sentido. La ambigüedad más profundamente crea-
una iniciación. tiva del relato se consigue con la separación física entre padre e hijo, mientras
La historia acentúa que la presencia de Dios para José está mediada por el que espiritualmente (y psicológicamente) la comunión entre ambos triunfa sin
patriarca Jacob/Israel. En ausencia de su padre, José en Egipto vive con sólo una duda alguna.
débil y oscura presencia divina. Sólo cuando Jacob está a punto de bajar de nue- Es digno de notarse, en parte por tratar de un tema similar, que el mito
vo a Egipto para reunirse con su hijo, hay una multiplicación de referencias a griego de Edipo nos lleva al otro extremo de este tipo de relación. Edipo mata
Dios por parte de José (45, 4-8; 50, 15-20). E. M. McGuire ha puesto de relie- a su padre, el cual antes ha pretendido matar a su hijo (tampoco las relaciones
ve esta indisolubilidad de personajes entre Dios y el padre para José. Dice que entre madre e hijo o entre hijo y madre van por mejor camino). En Génesis
José «se adhiere, firme y afablemente, al dictamen tanto del padre como de Dios 37-50, por el contrario no hay un José sin un Jacob - n o sólo desde el punto
en cuestiones de autoridad, precedencia e interpretaciones definitivas»29. de vista de la generación- como tampoco hay un Jacob/Israel sin un José.
En este sentido, la afirmación teológica de Génesis 39, 1-5 desarrolla un Cierto, entre padre e hijo, la historia reconoce también un proceso de distan-
punto de vista estrictamente de autor. Antes de que pueda decirse con este capí- ciamiento, aunque sea provisional. Este distanciamiento ocurre, como es típi-
tulo que «el Señor estaba con José» -una declaración que, estrictamente hablan- co de la adolescencia, cuando José tiene diecisiete años (37, 2). Pero la separa-
do, pertenece al desenlace— es importante seguir a José en el olvido general de ción, aunque sea fusionando tiempo y espacio, es sólo temporal; la supera por
que es víctima (40, 23). Si el capítulo 39 no fuera una intervención del autor en lo menos uno de los dos miembros que rechaza considerar decisiva y final la
el relato, el motivo de la protección providencial en este momento del relato sería distancia.
anticlimático. Vemos quejóse cayó en el olvido, no sólo de un individuo, el cope- Desde el comienzo, hay una relación padre-hijo, hijo-padre. Una reali-
ra del Faraón, sino de todos, incluido Dios a efectos prácticos. dad que sólo puede escindirse si ambos cortan la cuerda y rompen la unidad. Por
La paradoja es que hay alguien que no se ha olvidado de él, a saber, su padre el contrario, si no se permite que esto ocurra, este ser común a ambos es vícti-
(37, 11 y pássim). Es sólo a través de este instrumento humano cómo se garan- ma de la «muerte» de José. Jacob atraviesa una «existencia negativa», como tes-
tifican los ritos de duelo (37, 34). Estos ritos despliegan todos los signos de la
muerte de quien lleva el luto. Nos arrojamos polvo sobre la cabeza, en recono-
28. Véanse luego mis observaciones sobre Génesis 39. Gerhard con Rad {The Problem,
cimiento de nuestra vuelta al polvo de la tierra, y vestimos andrajos, prueba de
p. 295) dice que no hay signos de interés para nada teológico o que pertenezca a la Heilsgeschichte.
29. E. M. McGuire, «A Tale of Son and Father», en Images ofMan and God: Oíd Testament nuestro desamor por la vida. Jacob rechaza ser confortado y declara: «En duelo
Short Stories in Literary Focus, ed. por Burke O. Long, Almond Press, Sheffield 1981, p. 19. bajaré al seol, al lado de mi hijo» (37, 35).
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Pero la historia presenta una importante peripecia: José no está muerto, ni casi por completo con José. Es éste un rasgo importante, por cuanto muestra otra
tampoco lo está Jacob-. Uno de ellos asciende hacia una mayor y mejor existen- alternativa en la relación padre-hijo según la cual el hijo no se va de casa del padre
cia, hacia un excedente de ser y, por consiguiente, el descenso del otro hacia una y, si lo hace, es sólo por un corto período de tiempo. (He aquí, de nuevo, otra po-
existencia negativa por simpatía es inoportuna e irónica. Simbólicamente, la his- sibilidad no contemplada en el mito de Edipo). Desde esta perspectiva, Benjamín
toria yuxtapone en intenso contraste la abundancia de Egipto, gracias a la sabi- es José no traicionado y no vendido como esclavo por sus hermanos; es José en
duría de José, y la hambruna que azota Canaán, ahora que José se ha ido y que casa con su padre, ahorrándose las tribulaciones y aventuras de una vida «inde-
Jacob es la sombra de sí mismo. (Sólo cuando estuvo seguro de que José vivía, pendiente». El padre, se nos dice, adora a Benjamín igual como hizo con José.
«revivió el espíritu de Jacob» [45, 27] y la abundancia estuvo al alcance de la Cada uno de estos dos hijos, a su vez, «llena el horizonte» de Jacob, de modo que
mano [45, 18-20]). éste no parece tener otros hijos que éstos que le dio Raquel. Con una crueldad
Por esto, incluso cuando el texto se centra en José en Egipto y parece olvi- que sólo la edad y la desesperación excusan, dice a sus otros hijos: «No bajará mi
darse de Canaán, lugar donde reside Jacob, el padre nunca desaparece del tras- hijo [Benjamín] con vosotros, pues su hermano murió, y ha quedado él solo» (42,
fondo. El ensalzamiento de José, al igual que sus primeras humillaciones, deben 38), una declaración curiosamente, y quizás patológicamente, repetida por Judá
ser leídos pensando en Jacob/Israel. Los sufrimientos de José fueron los de aquél en su discurso al visir José (44, 20). Por ello, el deseo de José de ver a su hermano
en Jarán (Génesis 29-31). Y pertenece a la tensión artística de la composición Benjamín equivale a contemplarse a sí mismo no traicionado, no rechazado, no
que la glorificación del hijo no la comparta el padre durante mucho tiempo; ni asesinado por sus hermanos fratricidas. Y Judá, en su discurso, confirma plena-
siquiera sabe el padre que su hijo todavía vive. Pero tan pronto como José siente mente el sentir de José. La semejanza entre José y Benjamín es misteriosa. El ape-
que puede reanudarse la relación con su familia, le sale de dentro una frase reve- go simbiótico de Jacob con ambos los convierte en gemelos intercambiables.
ladora referente a su padre: «Vuestros ojos y los ojos de mi hermano Benjamín, Por esto coloca José a Benjamín por encima de todos los demás herma-
están viendo... Referid a mi padre toda mi gloria de Egipto y todo lo que habéis nos en la mesa del banquete. En la persona de Benjamín se cumple también el
visto» (45, 12-13). Como escribe McGuire, «por importante que pueda ser que sueño inicial de liderazgo (37, 5s). El hecho de recibir una porción «cinco veces
sus hermanos le reconozcan, este reconocimiento parece tener en buena medida mayor que la de los otros» (¿juntos?) en 43, 34 se puede comparar a la postra-
la función de atraer a Jacob a la presencia de José para que el padre pueda al fin ción de todos ante José en 43, 28. Nada hay casual en el hecho de que la copa
ver realmente y oír a su hijo perdido»30. La respuesta de Jacob a la invitación de real de José se «encuentre» en el saco de Benjamín (44, 12). Benjamín, claro está,
José encaja perfectamente: «¡Iré a verlo antes de morir!» (45, 28). Esta declara- es inocente, como inocente era José cuando fue hallado «culpable» por sus her-
ción anuncia el desenlace por cuanto celebra la restauración del equilibrio en la manos en Canaán. De modo parecido, a Benjamín se le amenaza con la escla-
existencia compartida entre padre e hijo. Entonces Jacob/Israel habla una vez vitud, igual como José fue vendido como esclavo antes que él. El paralelo es tan
más de su muerte, pero con un espíritu totalmente distinto: «¡Mi hijo José vive evidente que Judá no duda en trazarlo en 44, I6s. La copa real, además, ha pasa-
todavía! ¡Iré a verlo antes de morir!» (45, 28); y, tras realizar su deseo: «¡Ahora ya do de José a su alter ego. Simbólicamente, el signo es ambiguo, pues incluye a
puedo morir, después de haber visto tu rostro, pues que vives todavía! (46, 30). Benjamín y excluye a los demás hermanos.
La exclamación del padre resuena como un eco del grito tan ilógico como Como en una especie de contrapunto con Benjamín, Simeón, el segundo
significativo: «Yo soy José, ¿Vive todavía mi padre?» (45, 3), una pregunta que en edad entre los hermanos3', es puesto en prisión por José, al igual que éste lo
tiene poco sentido tras el diálogo con Judá y puesta, además, en contraste con había sido en la cárcel egipcia. Por ello, Simeón es puesto también en posición
43, 7,27s, por ejemplo, ya que la elocuencia de Judá se ha basado justamente en de «semejanza» con su hermano. También él se convierte en el alter ego de José.
la conmovedora evocación del padre, Jacob, cuya «vida» [o «alma», nefes] pen- La diferencia con Benjamín, no obstante, está en que es José-humillado, José-
de de la vida [nefes] de Benjamín » (44, 30). Pero la pregunta de José hay que traicionado. Benjamín y Simeón son las antípodas entre las cuales oscila toda
entenderla dentro del marco de referencia de esta íntima y casi simbiótica rela- la vida de José. A medio camino, por así decir, entre ambos hermanos, está el
ción con el padre. Este aspecto, como ya hemos visto, lo pone nuevamente de
relieve Judá al hablar sobre los vínculos entre Jacob y Benjamín.
31. Dorothy F. Zeligs puede tener razón al sugerir que, si José retiene a Simeón como rehén
A Benjamín, nacido también de Raquel como José, la historia lo identifica
prefiriéndolo al hermano mayor, Rubén, es por causa de la intercesión de este último a favor de
José en Canaán; Psychoanalysis and the Bible: A Study in Depth ofSeven Leaders, Bloch, Nueva
30. Ibídem.p. 16. York 1974, p. 81.
André LaCocque Génesis 44

resto de ellos que participan en el banquete real organizado por José. También El tema de los huesos de Jacob acentúa el carácter transitorio de la estan-
ellos están incluidos en el aura del personaje de José, pero con un guiño iróni- cia de los hebreos en Egipto tal como Israel lo entendió. Pero la relación padre-
co: los hermanos se encuentran sumamente incómodos, inseguros por no saber hijo revela también una dialéctica de vida y muerte que aquí debemos poner
si la comida señala el final de sus males o el final de sus vidas (43, 33). debidamente de relieve: la presencia del hijo representa la inminencia e inevi-
También el Faraón es otro personaje que sobresale en la red de relaciones tabilidad de la muerte para el padre. La nueva generación desplaza a la vieja.
de José. Este se describe a sí mismo como un padre para el Faraón (45, 8). Pero La insistencia de los textos en la necesidad de sacar de Egipto los huesos del
es una relación fingida. Egipto es, para Israel o para José, un sustitutivo falso, de patriarca y transportarlos a la tierra prometida muestra que no se trata de un
hecho un obstáculo, un usurpador. José somete a Egipto a una total dependen- detalle trivial o romántico. Jacob desciende a Egipto con la condición de no que-
cia del Faraón (47), tomando así venganza anticipada, parece, por la futura escla- darse en Egipto. Fue necesario, para la perpetuación de la alianza entre Dios e
vitud de los hebreos en Egipto. En definitiva, no ha sido llamado a ser herma- Israel, que el padre y el hijo se reunieran (aunque fuese en Egipto), pero esta reu-
no y padre de los egipcios, sino de su propia familia. Como dice él mismo al final nión como extranjeros en una tierra extranjera no es más que un peldaño hacia
de la historia, todos los acontecimientos anteriores han estado dirigidos a lle- ulteriores logros. Al mismo tiempo, la relación dialéctica entre padre e hijo deman-
var a su familia a una tierra de abundancia y a instalar a su padre en el país de da que, como compensación por su «dependencia» respecto de José, Jacob exi-
Gosen (50, 20). Allí, «José proveyó de alimentos a su padre, a sus hermanos y a ja lealtad filial a su hijo (47, 29-31). Esta reversibilidad de papeles es conmove-
toda la casa de su padre» (47, 12; y véase 50, 21). doramente puesta de nuevo de relieve en la descripción de José postrándose ante
La expresión «proveer de alimentos» está subrayada en el pasaje anterior Jacob (48, 11-12) igual como antes Jacob se había postrado ante José (47, 31;
porque, en contraste con lo que sucede en el mito de Edipo, la relación padre- cf. 43, 28), de modo que nadie puede decir quién es más importante.
hijo no es aquí una cuestión de destino, sino más bien de oportunidad. El acen- La historia de José explora también otro plano de la relación familiar. La
to en el relato hebreo no está puesto sobre una distribución determinista de los rivalidad entre hermanos juega evidentemente uno de los papeles de mayor impor-
papeles que hacen de Jacob para siempre padre de José y a José para siempre hijo tancia. Es, no obstante, digno de notarse que el odio de los hermanos hacia José
de Jacob. Lo que, al contrario, se enfatiza es el dinamismo de su relación y la entra en escena en el relato después de haber quedado establecido que la rela-
reversibilidad de sus papeles. Como vimos antes, José es el «padre» del Faraón ción de los hermanos con su padre se había ya torcido. Podemos entender lo que
(45, 8) tanto como el Faraón es para él una figura paterna en la medida en que José relata a su padre al comienzo de la novela en un sentido más positivo de lo
le falta la presencia de Jacob. Por ello, cabe esperar que, siendo padre para el que usualmente se concede. José, se nos dice, «comunicó a su padre la mala fa-
faraón, José tenga que ser también padre para Jacob. Es padre de su padre, y lo ma que ellos tenían» (37, 2). Seguro, el hecho levanta sospechas en la mente del
demuestra con suficiencia no sólo proveyéndole de alimentos, como insiste el lector. Podría constituir ciertamente una despreciable iniciativa por parte de José,
texto, sino hasta y sobre todo asumiendo el encargo de sacar sus huesos de Egip- que habría actuado como un «chivato» en una historia de detectives. No senti-
to (50, 5, véanse también los versículos siguientes; contrástese con 49, 29). Igual mos ninguna simpatía natural por este tipo de personaje, por útil que pueda ser
como el padre lleva al niño, así también José, como otro Eneas, lleva a su padre espiar para la justicia. Es legítimo interpretar que la iniciativa de José empeora-
a su último cumplimiento. Jacob depende de José igual como José solía depen- ra la relación entre su padre y sus hermanos por la demostración de una fideli-
der de Jacob. Como dice Shmuel Trigano, dad y honestidad contrastadas. Esto encajaría con su retrato de muchacho algo
mimado, y esta lectura es ciertamente correcta. Es posible también que José sim-
Revive aquí un concepto fundamental del pensamiento hebreo, según plemente se haya sentido ofendido por el desprecio con que sus hermanos tra-
el cual el mundo se halla en un relación constitutiva de descendencia y taban a su padre. Esta lectura parece confirmarse con el versículo siguiente,
generación. Una palabra no comienza, como para los griegos, en la tabu- que dice: «Israel amaba a José más que a todos los demás hijos»33. Además, es
la rasa de la abstracción; pues toda palabra tiene padres ante sí. El pensa- sumamente notable que haya una total ausencia de competitividad entre José y
dor... es esencialmente el hijo de su padre y madre (incluso si él lo ignora uno de sus hermanos, a saber, Benjamín. No hay aquí envidia ni celos que echen
o lo oculta), y así prolonga, quieras o no, un texto que ha nacido mucho
tiempo antes que él32.
33. Es interesante ver que el Midrás Rabba, sobre Cantar de los cantares 8, 6, aplica el
32. Shmuel Trigano, La demeure oublié: Genise religieuse du politique, Lieu Commun, texto a Génesis 37, 3,11: el amor fuerte como la muerte remite al amor de Jacob por José, y la
París 1984, p. 39, n. 9. pasión fuerte como el infierno se aplica a la envidia de los hermanos.
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a perder una relación que se refleja sobre todo negativamente en la guerra con tilidad (37, 4,11) por un lado, y chochez y amor de mimos por el otro lado (37,
el «grupo de los diez». 3) conspiran en envolver a José con lazos de asfixia. Se respira el crimen en el
Por ello, en esta astuta historia de infamia familiar, hay una reflexión fác- ambiente.
tica sobre el mal y su asombroso perpetuarse de generación en generación. Este momento de la historia es sobre todo edípico. Al vengarse en la persona
Pero las interpretaciones de este fenómeno son diversas. Ya el hecho de que José de su hermano menor, los hermanos matan al padre. El golpe con que su crimen
cuente sus sueños a su padre y a sus hermanos puede recibir varias explicacio- castiga a Jacob no dejar lugar a dudas al respecto36. Con la supuesta muerte de su
nes. En primer lugar, contar los sueños con altivez y animosidad a quien quie- hijo, Jacob ya no puede ver nada bueno en el mundo, sólo el lado malo de la reali-
ra oírlos puede ser una forma de seguirle la querencia al padre; puede ser una dad. Su actitud frente a sus hijos supervivientes es más distante que nunca, más
estratagema para confirmarlo en sus preferencias e injusticias. Jacob debe estar desconfiada, más sospechosa. El asesinato nunca llega a su plena realización en
en lo cierto, pues ha apostado por un ganador; los sueños lo dicen34. De modo esta familia, pero da igual: los miembros se matan unos a otros, aunque sea calla-
que las visiones puede parecer «dictadas» por la proyección del padre sobre damente. Hay entre ellos una especie de sadismo que llegará en última instancia a
José de su deseo de grandeza. Oyendo el relato de José, Jacob sólo finge sentir- ser más desconcertante aún en el momento en que José, so pretexto de probar has-
se disgustado, de hecho guarda el acontecimiento en su memoria, probablemente ta qué punto han cambiado sus hermanos, juegue al gato y al ratón con ellos.
con un secreto deseo de ver que los sueños se hagan realidad (Génesis 37, 11). Hay que mencionar otro «hiato» en la historia37, un hiato que constituye
Pero otra manera de ver las cosas deja abierta la posibilidad de que José este un prólogo al resto de historia. Entre el momento en que José es vendido como
de hecho pidiendo ayuda. Necesita seguridad, y cuenta el sueño con el deseo de esclavo, a la edad de diecisiete años (véase Génesis 37, 2) y el momento de su
que su padre y sus hermanos mayores impidan un destino que él teme más que reencuentro con sus hermanos en Egipto, transcurre un período de unos vein-
espera35. Además, hay una gradación en los dos sueños que comparte con los te años (Génesis 41, 46,47). Durante todos estos años, José aparentemente no
demás. En el primero, la metonimia es estrictamente impersonal. Las gavillas las hace intento alguno de dar a entender a su familia que se encuentra sano y sal-
atan los hijos de Jacob, y una de ellas, la de José, se mantiene derecha (obsérve- vo, ni siquiera cuando ocupa el segundo puesto más elevado en Egipto. Es éste
se el simbolismo fálico y el reconocimiento implícito de su superioridad por los ciertamente uno de los silencios más turbadores de toda la historia. ¿Es, quizás
demás varones que están a su alrededor). A decir verdad, el significado de la ale- una señal de alivio por parte de José, que piensa que por vez primera puede ser
goría es claro, y no podemos culpar a los hermanos por interpretarla del modo él mismo? ¿O tenemos que interpretarlo como una señal de que José culpa a
como lo hacen. Sólo que, si en realidad se trata de una llamada de auxilio por padres y hermanos de lo que le sucedió en Canaán? La literatura judía tradi-
parte de José, torpemente dejan de percibirla, porque su odio por aquel a quien, cional ha visto el problema y ha intentado resolverlo. El intertestamental Testa-
ellos no menos que su padre, han encasillado en un rol preconcebido, no hace mento de los doce patriarcas dice que José actuaba por respeto a sus hermanos, a
sino aumentar. Pronto, la conspiración familiar para no dejar que José sea José quienes no quería denunciar {Testamento de José 10, 6; 11, 2; 15, 3; 17, 1).
se convertirá en la conspiración de no dejarle que sea. Celos, envidia, odio, hos- Más tarde, al ser honorado por Putifar, se alegró de haberse olvidado de la casa
de su padre, en especial por no sentirse ya objeto de envidia. Pero a Dios no le
plugo esta conducta, añade el Midrás {Génesis Rabba 87, 3-4), que exonera a José
34. Alfred Adler escribe: «A ningún hijo le gusta ser el más pequeño, aquel de quien nadie se
fía... Este conocimiento estimula al niño a probar que puede hacerlo todo. Sus esfuerzos por ad- de haber retrasado tanto la reconciliación con sus hermanos. Un ángel (¿Gabriel?)
quirir poder se acentúan descaradamente y vemos cómo el más joven de los hermanos se convierte evitó que luego los acusara de querer matarlo38.
en un hombre que ha desarrollado el deseo de superar a todos los demás, que sólo está contento si Todo esto no resulta muy convincente. Un trazo del texto podría ser, no
es el mejor»; en Understanding Human Nature, Fawcett World Library, Nueva York 1954, p. 123.
35. Las ideas de Adler sobre el orden en el nacimiento son útiles para entender la psicolo-
gía de José. Adler se refiere repetidas veces a nuestra historia como a una de las mejores ilustra- 36. Westermann traza aquí un paralelo con la historia de Caín y Abel. Caín dirige su odio
ciones de su teoría en este aspecto. Sobre la frustración de José por ser el favorito, por ejemplo, contra el preferido más que contra Aquel que lo prefiere. Esto «muestra una profunda compren-
escribe: «Tanto la historia como la experiencia demuestran que la felicidad no consiste en ser el sión de la condición humana» (p. 37). Tanto más, podemos añadir, que es Dios quien de hecho
primero o el mejor. Enseñar a un niño lo contrario lo convierte en unidimensional; sobre todo muere por poderes.
le roba la oportunidad de ser una buena persona» (ibídem, p. 124). Además, hay que destacar que 37. Sobre el artificio de los «hiatos» en las historia bíblicas, véase Sternberg, The Poetics of
José combina en su persona el doble problema de ser el más joven y el mayor de los hermanos. Es, Bíblica! Narrative.
supuestamente, el último de los hijos de su padre, y es el primero de los hijos de su madre (su her- 38. Cf. Yelamdenu 28, en Beith ha-Midrash, ed. por Adolf Jellinek, Bamberger and Vahr-
mano Benjamín, de la misma madre, nació bastante después que José). man, Jerusalén 1938, vol. 4, p. 79-90.
André LaCocaue • Génesis 44

obstante, algo más revelador, a saber, el nombre que dio José a sus hijos en Egip- encumbrado, demostrando así que sus mentes habían cambiado. La continua-
to. Debieron impulsarlo profundas emociones, pues sus nombres parecen expre- ción de la historia toma esta última dirección. Pero José todavía no está con-
sar venganza contra la situación creada por sus parientes (42, 51-52). Al pri- vencido -¿qué papel juega en todo esto su culpabilidad insatisfecha?- e inten-
mogénito de sus hijos lo llama Manases y explica: «Me ha hecho Dios olvidar sifica el experimento así como la ironía de toda la situación. «La intención del
todas mis penas y toda la casa de mi padre» (Génesis 41, 51). El nombre del narrador en la prueba es incrementar la tensión de la historia hasta el punto de
segundo hijo tampoco es más considerado con relación a su familia en Canaán ruptura... [José] expresa su ansiedad hasta el colmo»40.
o a su pasado. Lo llama Efraím, pues «Dios me ha hecho fructificar en el país de Pero hay en medio de este episodio particular una peripecia dramática. A
mi desdicha». Con ello, José deja aflorar sentimientos que nunca había mani- medio camino, José cambia de marcha; deja la venganza, y los tratos a sus her-
festado y que el narrador nunca había sacado a la luz39. manos se convierten en actos de perdón. En lugar de muerte, José les da vida;
Estando así las cosas, los silencios de José arrojaban una luz inesperada en no meramente supervivencia, sino una vida buena con recursos alimenticios
su habitual actitud de obediencia a las autoridades (todas ellas, seguro, figuras en tiempos de hambruna; con tierras para ellos y su ganado, en una época de
paternas). No es que la sumisión de José sea por fuerza un expediente de con- escasez y de exilio forzoso; con respeto y honor, en un tiempo de comprensible
veniencia. Pues puede ser más bien su manera de ser de no querer ofender a nadie xenofobia en Egipto. Casi veinte años de envidia, odio y sueños de venganza;
por quien sintiera respeto natural y lealtad. El resto de la historia muestra en una veintena de años de lágrimas, duelo, rencores, recelos y amargura quedan
todo caso que no es falta de carácter por su parte, ni, hagamos conjeturas, una borrados en un instante. José despierta a la responsabilidad y a la conciencia.
muestra de obsequiosidad. Simplemente, José es demasiado buen hijo, dema- Melanie Klein habla apropiadamente de una «pulsión a reparar»41, que inspira
siado buen siervo, demasiado buen ciudadano observante de la ley para no que- en ciertos raros momentos acciones que desafían el determinismo. José sufre
rer ser realmente útil a todo el mundo (empezando por él mismo). No ha des- remordimientos y experimenta arrepentimiento. Entonces puede aceptar la posi-
cubierto aún la virtud de la desobediencia, el lado creativo de la negatividad. bilidad de que sus hermanos se hayan también arrepentido. Siente que debe dar
Cuando lo consigue —y a fe que lo hace—, tiende naturalmente a pasarse de la credibilidad a un profundo cambio en ellos; ya no son los que, veinte años atrás,
raya. Se vuelve innecesariamente cruel para con el pueblo y se culpa por no haber- le vendieron como esclavo y hasta le habrían matado. En este sentido, la insis-
se hecho querer más cuando todavía era tiempo. tencia del texto en el tema de la hambruna en Canaán y en el banqueteo con-
Debemos recordar que la identidad de José es estrictamente narrativa y que trastante en Egipto acentúa un espantoso detalle en la descripción que el relato
se agota en el relato. En contraste con Abraham, por ejemplo, José existe en la hace de la antigua insensibilidad de los hermanos asesinos. Inmediatamente des-
experiencia que tenemos de él y sólo en ella. Creo que es una de las razones pués de haber arrojado a José a una cisterna seca, los culpables, se nos dice, se
por las que prolonga hasta el exceso la prueba a que somete a sus hermanos -una sentaron en torno a ella para comer (Génesis 37, 25), mientras que su víctima
prueba que incluye, entre otras extravagancias, dar cinco veces más alimento a «les rogaba» (42, 21). Reprimieron comiendo cualquier remordimiento que
Benjamín que a los demás; un recuerdo de la situación de José cuando su padre pudiera atenazar sus gargantas. Hartaron sus estómagos y cerraron sus oídos.
lo prefería al resto de hermanos. En la idea de José, se trata de una prueba para Rubén parece haber sido el único en dejarse llevar por algún resto de compasión
ver cómo reaccionan esta vez los demás; pero es también una revelación de su (37, 21,29-30). Su intervención viene a ser un recurso literario con el que se pre-
soledad; intenta que alguien comparta su punto de vista. ¿Qué está deseando en tende desbaratar la insensibilidad de los demás.
secreto? ¿Acaso que los demás, una vez más, se venguen contra el que ha sido Pero más tarde, en el relato, Rubén es sustituido por Judá. El discurso de
elevado con tanta evidencia por encima de ellos? ¿O es que la historia -que, de este último en Génesis 44 es uno de los más conmovedores, así como uno de los
hecho, es su historia- esta vez puede ser otra? Comoquiera que sea, hay cierto compuestos con mejor arte en toda la Biblia. Es también el discurso más largo
provecho para José. Podría ser la eliminación de su sentimiento de culpa, ya que del libro del Génesis. En muchos aspectos, constituye el climax de la historia.
no puede evitar pensar que quizás él mismo se ha buscado su propio destino —la
historia que se repite con otra víctima le daría, claro está, tranquilidad—, o bien
que los hermanos no iban a hacer daño a aquel que, de entre ellos, había sido 40. Coats, From Canaán to Egypt, p. 37.
41. Melanie Klein, «Love, Guilt, and Reparation», en Klein y Joan Riviere, Love, Hate, and
Reparation, W! W! Norton, Nueva York 1964, p. 57-119. Véase también «Some Theoretical Con-
39. Las palabras y los hechos de José hablan por sí mismos. Por lo general se le contempla clusions Regarding the Emotional Life of the Infant», en Klein, Envy and Gratitude and Other
desde el círculo de los que le rodean. Por su parte, él da una impresión de insensibilidad. Works 1946-63, Dell, Nueva York 1975, p. 61-93.
André LaCocque Génesis 44

Judá basa toda su argumentación en la legitimidad de la preferencia del padre Antes de este episodio de redención, no obstante, los hermanos han sido
por un hijo por encima de todos los demás y en esa especie de simbiosis exis- consecuentemente presentados como bastante menos que admirables. No es un
tente entre ambos (44, 30). Es responsabilidad de los demás hijos proteger esta hecho trivial, si recordamos que son ellos los antepasados de las tribus de Israel.
intimidad entre Jacob y Benjamín. Tanto más cuanto que todos ellos no han Su alarde de mezquindad y mediocridad de sentimientos no es, sin embargo,
hecho sino contribuir a exacerbar esta relación: Benjamín sustituye a los ojos del constante, lo cual es otro recurso del autor para mantener una notable ambi-
padre a un favorito anterior, ahora muerto, «despedazado». A este respecto, «es güedad. Pues otro aspecto de la realidad es que estos hombres resultan maltra-
Dios quien descubre su culpabilidad» (44, 16). tados, aunque todos ellos se encargan del trabajo duro y se ocupan de la sub-
Por ello, aunque en el discurso de Judá no figure «ni una sola frase que hable sistencia de la familia. La actitud de su padre dice a las claras que, hagan lo que
de Dios»42, estamos siendo testigos de una conversión. Es especialmente claro en hagan, nunca alcanzarán el nivel de sus expectativas. Son hijos por accidente,
44, 33s, cuando Judá se queda por Benjamín, una verdadera inversión del inten- como si cada uno de ellos encarnase un repetido intento de perfección hasta que,
to de los hermanos, en el capítulo 37, de impedir que José ocupara el lugar de por fin, llegó el más joven de ellos, José. Este, por el contrario, no necesita hacer
sus hermanos ante el padre. «La Biblia habla por vez primera de sufrimientos nada46. Es perfecto a los ojos de su padre. No es posible competir con él. En resu-
vicario (v. 18-34)»43. Cierto, es quizás la primera vez que tomamos conciencia men, Jacob, por falta de criterio, no ha hecho sino sembrar el odio entre sus hijos.
de la noción de sustitución44, pero esto queda lejos de ser una peculiaridad del Ahora bien, no es accidental que el autor cargue el personaje de Jacob con toda-
discurso de Judá, porque el tema lo vemos entretejido a lo largo de toda la his- vía un fracaso más en el plano familiar. En última instancia, él es también quien
toria. Aquí, la sustitución se refiere tanto a José como a Benjamín. Pues Judá engañó a su propio padre, hizo trampas a su hermano, manipuló a su suegro y
ahora se ofrece voluntario para quedarse como esclavo en Egipto, la misma con- humilló a una de sus esposas. A Jacob se le describe a veces sin misericordia como
dición a la que él y sus hermanos sometieron a José en el pasado. La ascensión si fuera una personalidad indefinida. Melanie Klein diría que Jacob «piensa des-
de José ha dejado la plaza de esclavo vacía, por así decir, y Judá está dispuesto a de una posición paranoide/esquizoide»47.
ocuparla en su lugar. Pero, si tuviéramos que acabar aquí, nuestra lectura sería errónea. Daría
Se le presenta ahora a José la oportunidad de exclamar: «Para conservar la equivocada impresión de que la historia ha sido creada para hacer un apunte
vidas me envió Dios antes que a vosotros» (45, 5), o «me ha enviado delante psicológico o para ilustrar la mezquindad y la bajeza humanas. No es éste el caso.
de vosotros para aseguraros la supervivencia en la tierra y haceros vivir median- La historia ha de ser leída «intertextualmente». Puesta en su más íntimo y remo-
te una feliz liberación» (45, 7). Extrañamente, el vocabulario pertenece a la pro- to contexto, la novela de José llama una vez más la atención sobre la naturaleza
fecía tardía y a sus expectativas de salvación tras la catástrofe del exilio, anun- de las relaciones de alianza entre Dios y los hombres y entre los «hermanos» de
ciado o sufrido. Pensamos en textos como Isaías 10, 20; 15, 9; 37, 32 [= 2 Reyes una misma comunidad de alianza. Si nos tomamos en serio el Sitz im Wort, los
19, 31]; Esdras 9, 14. Von Rad escribe, con referencia a Génesis 50, 19-21, personajes de la historia adquieren una dimensión que trasciende lo psicológi-
que «la mano de Dios... dirige toda la confusión de la humana culpabilidad hacia co. Hablando de Jacob, por ejemplo, debemos darnos cuenta de que con él esta-
una meta de gracia»45. Tomemos nota, llegados a este punto, de estos hechos mos siempre, citando a Robert Alter, en «la intersección de incompatibles; lo
sobre los que volveremos más adelante: la historia de José contiene ya a este esta- relativo y lo absoluto, la imperfección humana y la perfección divina, el confu-
dio las semillas de su ulterior desarrollo hermenéutico. La «trayectoria» empie- so caos de la experiencia histórica y la promesa de Dios de cumplir un designio
za aquí, en el texto mismo.

46. Mientras que sus hermanos están en los campos, José hace gala de estar en casa vistiendo
42. Westermann, Génesis 37-50, p. 137. como un príncipe (Génesis 37, 3). Es oportuna la siguiente observación de Alfred Adler: con
43. Ibídem. frecuencia, el hijo menor «se ocupa en una actividad alejada de las que hace el resto de miem-
44. A menos que reconozcamos como un ejemplo de sustitución el hecho de que Jacob sea bros de la familia, con lo que, a mi entender, muestra una señal de oculta cobardía. En la familia
quien en definitiva es probado en la prueba que José hace de sus hermanos. «El antiguo engaña- comercial, por ejemplo, el más joven se inclina por el arte o por la poesía; si la familia es científi-
dor es ahora engañado, precisamente por... su hijo predilecto... Jacob ha de estar dispuesto a arries- ca, él quiere ser un comerciante»; en Problems of Neurosis: a Book ofCase Histories, ed. por Philip
gar la vida de Benjamín, que de hecho es el hijo, el único hijo, a quien ama (42, 36, cf. 2. 2). Para Mairet, Harper and Row, Nueva York 1964, p. 107; véase también Social Interest: A Challenge to
que la familia pueda sobrevivir, Jacob ha de estar dispuesto a poner en peligro la vida de Benja- Mankind, Capricorn Books, Nueva York 1964, p. 239.
mín» (ibídem, p. 71). 47. Véase Melanie Klein, «Notes on Some Schizoid Mechanisms», en Envy and Gratitude
André LaCocque Génesis 44

en la historia. La perspectiva bíblica está formada, pienso yo, por un sentido individuo la necesaria evolución del uso patriarcal de la autoridad al uso monár-
de obstinada contradicción, un profundo e inextirpable desorden en la natura- quico del poder. En el primer caso, no hay justificación alguna en promover a
leza de las cosas»48. La historia de Jacob, José y sus hermanos no se queda en el uno por encima de los demás. Pero cuando llegan los malos tiempos, la tribu
plano sórdido de la injusticia paternal, del fratricidio y el parricidio, del narci- orienta sus esperanzas hacia otra estructura social, en la que el poder se centra-
sismo y la obsequiosidad. Sucede que las preferencias de Jacob por uno de sus liza en manos de una persona. Sólo allí «se preserva la vida», sólo allí hay «ves-
hijos reflejan como en un espejo la elección por Dios de un pueblo de entre todas tigios y supervivientes». El relato presenta dos mundos en trance de colisión; el
las naciones49. José representa de hecho esta exclusividad, esta diferencia que otros choque se produce en la persona de alguien capaz de salirse de su antiguo mar-
apasionadamente le niegan por causa de su «semejanza». Desde esta perspecti- co y florecer en otro. Pero luego surge un nuevo peligro, el abuso del poder. La
va, hasta la persecución del elegido es providencial, «pues no fuisteis vosotros los verdadera garantía contra esto se expresa con claridad en 39, 2 (cf. v 21), que
que me enviasteis acá, sino Dios, ... pero ahora no os aflijáis, ni os irritéis por dice: «Favorecido por Yhwh, José tenía éxito en todo». Una paráfrasis de esto
haberme vendido aquí; pues para conservar vidas me envió Dios antes que a vos- mismo se presenta al final de la historia (45, 5-8; 50, 17-21). La garantía es ser
otros» (Génesis 45, 8,5). Con toda evidencia, el punto álgido de la historia de elegido por Dios.
José es cuando declara a sus hermanos -declaración que suena como un grito Dios está con José, pero la composición dice poco sobre esto. Como des-
de triunfo de alguien consciente de su superioridad moral- «Vosotros maqui- tacamos anteriormente, el «discurso sobre Dios» se alinea aquí con la ausencia
nasteis un mal contra mí, pero Dios trocó aquel designio en bien» (Génesis de religiosidad en la Diasporanovelle. Pero esto es algo engañoso. Como en Ester,
50, 20; cf. 45, 8). La novela de José es una comedia. Acaba bien. «el poder salvífico de Dios... se oculta en la mundanidad profunda», dice von
Ésa es la conclusión de nuestra investigación. Y esto nos remite a nuestro Rad52. Se acentúa el hecho de que José se encuentra a sí mismo, a pesar de todos
punto de partida. Una historia trivial de envidia y celos pasa a ser una parábola los obstáculos, de todo intento de reprimirlo en su familia o de entregarlo a
del destino judío en el mundo. Una idea de elección y providencia, de vocación manos de los mercaderes de esclavos, en la casa de Putifar, en la cárcel o en la
y dirección divinas, así como de mediocridad humana y trascendencia divina, corte de Faraón, y eso a pesar de sus propios impulsos narcisistas y sádicos. Tras-
llena el relato y le otorga su dimensión definitiva, que deja muy atrás sus otras ciende su mediocridad y quienes están a su vera se transfiguran en este proce-
cualidades como entretenimiento o como retrato costumbrista. De este modo, so53. Ahora, el modo impersonal de sus sueños iniciales al comienzo de la his-
del eje de una saga familiar, pasamos al eje de una intriga política. Para Frank toria recobra todo su sentido. Era teológicamente adecuado que José fuera pasivo
Crüsemann, según la cita de Claus Westermann que reseña su postura, «el con- (un rasgo general de su personalidad antes de la madurez). No hace nada por sí
flicto en el interior de la familia muestra también un aspecto político de la cues- mismo, más bien relata que algo está en proceso, de modo que su gavilla per-
tión de si un hermano debe dominar sobre sus otros hermanos»50. Esta afirma- manece derecha mientras que las otras se inclinan. Como pasa muy a menudo
ción se alinea con la opinión de Coats, según la cual hay aquí «una leyenda en las novelas bíblicas, el modo impersonal alude al poder divino. Cierto que un
política» sobre el uso racional del poder". paralelo posterior, el libro de Ester, nos enseña, en cambio, que la pasividad no
Con gran maestría, el autor de la novela muestra en las aventuras de un es un prerrequisito de la acción divina. Pero sigue siendo verdad, en el caso de
José, que esta debilidad humana se convierte, junto con todas las demás «incon-
gruencias» humanas (Robert Alter) en un libre margen para el ejercicio del poder
48. Roben Alter, The Art ofBiblical Narrative, Basic Books, Nueva York 1981, p. 154.
49. Es éste un punto ya tenido en cuenta por Sigmund Freud, que escribe: «Podría pensarse
y de la dirección de Dios.
que reaccionan [los mismos judíos] tal como si realmente creyeran en el privilegio que el pueblo Por ello, también por lo que se refiere al poder, la novela de José es una his-
de Israel reclama para sí. Si uno es el predilecto declarado del temido padre, no ha de extrañarse toria de salvación, como dije antes. Las dos dimensiones de lo familiar y lo polí-
porque atraiga sobre sí los celos fraternos, y las consecuencias adonde éstos pueden dirigirse las
tico están aquí íntimamente entrelazadas, aunque sólo sea por la profunda influen-
muestra exquisitamente la leyenda judía de José y sus hermanos»; Moisés y la religión monoteísta,
en Obras completas, Biblioteca Nueva, Madrid 1868, vol. III, p. 260. cia sobre el relato de una perspectiva sapiencial, según la cual el éxito en ambos
50. Westermann, Génesis 37-50, p. 21, remitiendo a Frank Crüsemann, Der Widerstand
gegen das Konigtum, p. 146-149. Véase ya Westermann, Die Josepherzahlungder Génesis, Stuttgart
1966. Pero Crüsemann cree erróneamente que esta problemática pertenece sólo a un período de 52. Gerhard von Rad, Das erste Bnch Mose, Génesis, Vandenhoeck & Rupert, Gotinga 1956,
la historia, a saber, a los tiempos de Salomón. Sabemos, por el contrario, que la comunidad pose- 38.
xílica reflexionaba sobre la monarquía y la dinastía davídica (cf. 1 y 2 Crónicas, pássim). 53. Un hecho simbolizado aquí por el establecimiento de toda la familia, ahora unida, en
51. G. W. Coats, From Canaan to Egypt. ais de la abundancia, una especie de paraíso en aquel tiempo de hambruna generalizada.
André LaCocque
Génesis 44

campos es resultado de un actitud éticamente correcta. El punto de inflexión de


También él, a imagen de José, reconoce que sólo Dios es sabio, que la sabidu-
la fortuna de José se alcanza con su rechazo a cometer adulterio y traición54.
ría pertenece a Dios (Daniel 2, 20-23, compárese con Génesis 40, 8; 41, 16).
La novela de José ha sido tradicionalmente leída como una preparación a
Dios da sabiduría a quien le place (Daniel 2, 20), en particular a aquellos que
la cautividad en Egipto y al éxodo. Pero es también un correctivo de la monar-
cumplen fielmente su voluntad (capítulo 1), rechazan la idolatría (capítulos 2-
quía, pues los sabios no estaban dispuestos a aceptar la autocracia, aun cuando
6), permanecen firmes en su vida (capítulo 6). Esta sabiduría da a entender el
reconocieran al rey Salomón como mecenas suyo. «José» es la respuesta de la tra-
sentido de lo presente y la orientación del futuro, medios seguros a disposición
dición sapiencial a la debilidad «salomónica» de los reyes con las mujeres, ya
del dotado para elevarse a los puestos más elevados en el imperio y en el
ejemplificada en David. José, el perfecto cortesano, se desenvuelve en marcos
mundo.
reales, y la comparación se hace así más fácil con un referente regio. La compo-
Además, si es verdad que el relato de José se ha reelaborado como Diaspo-
sición de la novela es posterior al exilio -cualesquiera que hayan podido ser sus
ranovelle tras el exilio57, en su composición surge otro propósito. La Diáspora
orígenes más remotos- y por ello mismo mantiene una visión sinóptica de la
«procura por» («nutre a») la comunidad madre en Palestina (véase Génesis 45,
monarquía. Es una Diasporanovelle, escrita en un momento en que se podía mirar
11; también 50, 21); la Diáspora conserva a Israel con vida (45, 5). Desde esta
hacia el exilio de Babilonia en retrospectiva, como si hubiera sido el final de una
perspectiva, la precisión textual «en la tierra» {be-qéréb ha-'ares, 45, 6) viene a
época. La historia refleja un cuadro de la dispersión de los judíos. No es acci-
ser sumamente significativa. Ha-'ares no debería traducirse por «en la tierra»,
dental que la escena transcurra en Egipto, en la corte de un todopoderoso rey
aunque esta lectura contribuiría a entender la perspectiva del texto como si abar-
pagano de un país extranjero, que siempre fue en la memoria colectiva de Israel
cara más que el área normalmente contemplada por esta historia. En una pri-
una «casa de esclavitud», un «país de tinieblas». Pero allí, precisamente allí, la
mera lectura, «en la tierra» es indicativo de a dónde se dirigen los ojos de los exi-
justicia, honestidad y fortaleza de los judíos -todas ellas virtudes sumamente
liados. Físicamente en Egipto, los corazones de los israelitas están todavía o está
apreciadas por los sabios- llevó a que les fueran concedidos dones extraordina-
ya en la tierra prometida. A ese respecto, una vez más, el libro de Ester prolon-
rios, charismata. De ellos, la sabiduría mántica es el mayor de todos. Capacita
ga las líneas inicialmente trazadas por la historia de José.
a leer el futuro y, por ello mismo, a actuar en consecuencia, esto es, con un poder
Que esta tan oportuna relación entre la Dispersión y la Tierra venga des-
terrible. José es un sabio y, sólo por serlo, alcanza el éxito55.
pués de tensiones de todo tipo no es una sorpresa. La «paz» nunca ha sido un
En este aspecto precisamente, la «trayectoria» de este texto nos lleva has- estado fácil con la Diáspora; se precisa nada menos que una teofanía para con-
ta el exiliado Daniel, que supuestamente vivió en la Babilonia del siglo VI56. vencer a Jacob/Israel de que descienda a Egipto (cf. 37, 35; 39, 1; 45, 13); ade-
más, ¡a la comunidad doméstica se la conoce como bastante malhumorada y has-
54. Este aspecto de la historia de José ocupa un espacio preferente en la tradición judía. Hay ta litigante (45, 24)! El desarrollo real de la relación con el país materno se resume
dos rasgos contradictorios, no obstante. Uno de ellos acentúa que José ni siquiera fue tentado (cf. con la convicción expresa de que la dispersión era sólo temporal. La «bajada» a
Testamento de José, en el Testamento de los Doce Patriarcas}, su belleza natural era de todas formas
Egipto es sólo un capítulo en la historia de Israel, una contingencia trascendi-
tan llamativa que todas las mujeres se sentían atraídas por él (también en Midrás Tanhumah). Ésta,
dicho sea de paso, fue la causa de las preferencias de Jacob por él. José, además, tuvo conocimiento da por la permanencia en la tierra prometida (cf. 46, 1-4).
de los Diez Mandamientos mucho antes de que fueran proclamados por Moisés. En cambio, otras Volviendo al desarrollo posterior de nuestra historia en Daniel, este héroe
voces tradicionales culpan a José de falta de decoro. El rabino Johanan, refiere James Kugel, «ve exhibe claramente, igual que José, dimensiones mánticas. El medio en que
a José como a alguien que consiente voluntariamente, un hombre que ha cedido a la tentación»
ambos se mueven está inundado de sabiduría mántica. Como Moisés y Aarón,
{In Potiphar's House, p. 95). De hecho, prosiguen, José consentía hasta que Putifar se apoderó de
su vestido; entonces cambió de idea (véase Kugel, In Potiphar's House, p. 96). Filón acusa a José que se reirán de los adivinos y de los magos egipcios (Éxodo 7s), José supera a
de haberse aprovechado de mujeres esclavas compañeras (véase ibídem, p. 46). expertos en clarividencia de estos mismos grupos, y Daniel derrota a los calde-
55. Se observará aquí el sorprendente paralelo con la convicción platónica expresada, por os con sus mismas cartas. Los relatos de José, Mardoqueo y de Daniel (espe-
ejemplo, en La República. La política hay que dejarla para los filósofos. La sabiduría no es sólo teó- cialmente los capítulos 1-6) pertenecen a la «historia del triunfo de un corte-
rica, sino también práctica, no sólo especulativa, también política.
56. Véase mi Daniel in His Time, University of South Carolina Press, Columbia 1988. Podrí-
amos tener presentes también ciertos rasgos de la historia de David. Cf. 1 Samuel 18, 12,14,28
57. Observemos que este escenario es totalmente distinto del imaginado por Walter Die-
sobre la exaltación de David. Westermann tiene, no obstante, razón cuando dice: «Los puntos
trich, Die Josepherzahlung, Neukirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1989, según el cual una nove-
de contacto entre la historia de David, en 1 Samuel 16, y la historia de José son sorprendentes;
la corta original sobre José fue más tarde reelaborada como historia. Esta historia da una imagen
pero nadie pensaría en una dependencia mutua» (Génesis 37-50, p. 28).
idealista de la monarquía (cf. Génesis 37, 8). En el proceso, la novela se moralizó.
André LaCocque Génesis 44

sano sabio»58. Otro ejemplo lo proporciona el relato extracanónico de Ajicar pequeña ayuda» (Daniel 11, 34). El sabio está tranquilo y confía. Aunque le
(en Syriac 5-7, 23)59. La estructura dominante se desarrolla en cuatro partes: amenace la muerte, se queda tranquilo en su casa con sus oraciones tres veces
(a) una persona de bajo status es llamada ante una persona de status superior; al día (Daniel 6, 10).
(b) el propósito de este encuentro es responder/resolver un problema; (c) el La influencia de la Sabiduría en la historia de José me parece innegable (con
problema se presenta y el siervo lo resuelve; y (d) es recompensado amplia- la venia de D. Redford, The Biblical Story ofjoseph), pero hay un abismo entre
mente60. Daniel, en cuanto cortesano sabio ideal en una corte extranjera, es un esta Sabiduría y el escepticismo de un libro como el Eclesiastés, por ejemplo. No
nuevo José. La fidelidad a Dios es la clave de la sabiduría y del éxito. Daniel, hay aquí desesperación alguna por no entender los caminos de Dios, porque son
incluso más que su modelo, es piadoso, está envuelto por el poder divino e ilu- éstos misteriosos sólo para el mal intencionado. El ideal establecido por la Sabi-
minado por la interpretación angélica. En cuanto a los competidores, las his- duría ante la Diáspora es la prosperidad. El autor de 1 Macabeos 2, 53 cita la
torias de José y Daniel dicen en forma narrativa lo que Isaías dice en forma promoción de José a la suprema dignidad en Egipto y la atribuye a haberse man-
oracular (44, 25s); Dios es quien hace enloquecer a los adivinos, y hace retro- tenido fiel a los mandamientos. Muchos otros textos intertestamentarios ven en
ceder a los sabios y que su juicio desvaríe. su sabiduría el instrumento de sus logros. La historia de José conoció un gran
En contraste con estos últimos, la verdad proclamada por José/Daniel es éxito en esa literatura. El Libro de la Sabiduría 10, 13s, por ejemplo, contiene
convincente por naturaleza y verdaderamente irresistible. Hasta los potentados este hermoso texto:
de este mundo deben inclinarse. Es probablemente un error destacar en exceso
Ella [la Sabiduría] no abandonó al justo cuando era vendido, sino que
en nuestras historias la ausencia de hostilidad entre extranjeros y judíos en
lo libró del pecado. Con él descendió a la cisterna, y en las cadenas no lo
Egipto o en Babilonia. Pues el optimismo expresado aquí no se refiere al po-
abandonó, hasta procurarle el cetro real y la autoridad sobre los tiranos;
tencial humano, sino a la verdad trascendente y a su naturaleza indiscutible.
descubrió la mentira de quienes lo acusaban y le dio gloria eterna6'.
No es preciso hacerla entrar por fuerza en la cabeza de la gente. En este senti-
do, los hechos de los Macabeos en el siglo II, por ejemplo, no son sino «una El Libro de la Sabiduría se mantiene en la trayectoria delineada ya por el
Salmo 105. Vale la pena citar un fragmento (v. l6s):
58. Veáse W. L. Humphreys, «The Motif of the Wise Courtier in the Oíd Testament», tesis Sobre el país llamó [Dios] el hambre y fracturó las varas de llevar el pan.
de doctorado, Union Theological Seminary, 1970; Susan Niditch y Robert Doran, «The Success
Story of the Wise Courtier: A Formal Approach», en Journal of'Biblical Literatura 96 (1977) 179-
Por delante mandó un hombre, fue vendido José como esclavo. Afligieron
193. sus pies con las cadenas, y el hierro penetró hasta su alma, hasta que vino
59. En R. H. Charles (ed.), Apocrypha and Pseudepigrapha ofthe Oíd Testament in English, el tiempo de cumplirse la palabra, y el dicho del Señor lo comprobó leal...
Clarendon Press, Oxford 1913, vol. 2, p. 750-767. Lo puso [el Faraón] por mayordomo de su casa, gobernador de todas sus
60. La estructura propuesta por J. R. King, «The Joseph Story and Divine Politics: A Com-
haciendas, con poder de obligar a sus magnates, según su voluntad y de
parative Study of a Biographic Formula From the Ancient Near East», en Journal of Biblical
Literature, 106 (1987) 577-594, funciona bien para la historia de José, pero no para las leyendas enseñar saber a sus ancianos.
de Daniel (exceptuando quizás el posible trasfondo de algunas de ellas. Me refiero al relato de
Nabonido [veáse A/V£T308-315] que inspiró Daniel 4). La estructura de King «comienza con
José está así cerca de ser visto como un «siervo doliente», una rara lectura
una situación inicial (Initial Situation), en la que el protagonista tiene un cierto status y prestigio. que no escapó a la consideración de los Padres de la Iglesia, que vieron en José
Surge una amenaza (Threat) al equilibrio de la situación, que el héroe no puede controlar. Cuan- la prefiguración de Cristo y de su pasión. La evocación de las interpretaciones
do la amenaza se materializa (Threat Realized), huye al exilio. Aquí consigue la protección de un de Pascal que hace Franz Delitzsch es un eco tardío del punto de vista de los
personaje poderoso y, desarrollando sus propias habilidades, consigue éxitos en el exilio (Success in
Padres: «Jesucristo se prefigura en José, hijo predilecto de su padre, enviado
Exile). Emprende entonces una lucha agónica en el exilio (Exilie Agón), pero la supera (Exilie Vic-
tory) y duplica sus éxitos. Sin embargo, desea volver a su marco original de vida, pero para ello por el padre a sus hermanos, el inocente vendido por sus hermanos por veinte
debe ver que la amenaza ha sido superada. Se le otorga vuelta a y reconciliación (Return and Recon- monedas de plata, y de este modo se convierte en su Señor... Éste es el retrato
ciliarían) con su marco inicial. La historia concluye con un epílogo (Epilogue) en el que el héroe vital que la Iglesia hace de la historia de José desde tiempos inmemoriales»62.
ordena sus asuntos (p. 580-581). King detecta la misma pauta en las historias de Sinuhé, Idrimi,
Hattusilis, Esarhadón y Nabonido. Selecciona también cuatro figuras de la Biblia y ve que la
historia de Jacob presenta la «situación inicial; la de José, la amenaza y el comienzo del exilio; la 61. Traducción de David Winston, The Wisdom ofSolomon, Doubleday, Carden City 1979,
de Moisés, la lucha agónica y la de David la culminación de la reconciliación y el epílogo admi- p. 211.
nistrativo» (p. 594). 62. Franz Delitzsch, Kommentar (1852), citado por Westermann, Génesis 37-50, p. 18.
»: Génesis 44
André LaCocque

José en la cisterna una alusión a Tamuz surgiendo de los infiernos65. Hay tam-
Está claro que este posterior desarrollo ya está presente in ovo en la versión
bién en ambas historias lo que W. L. Humphreys llama una «suprema ironía»,
que del relato hace el Génesis. El triunfante José es también aquel cuya «muer-
por cuanto Dios cambia el mal por bien, creando así una tensión entre la inten-
te» a manos de sus hermanos, de la mujer de Putifar, de Putifar mismo y del
ción humana y la providencia divina66. A la kenosis de José le sigue una especie
mayordomo del Faraón ha proporcionado vida constante a sus parientes y a todos
de resurrección, y lo mismo sucede con la bajada de su padre al «infierno»,
los egipcios. No deberíamos igualar a José con la figura del siervo doliente, pero
vinculada a la vida del hijo. Con todo, se ha producido una profunda transfor-
la proximidad entre ambos es real. Cuando José perdona a sus hermanos, «reco-
mación de la historia de José por la síntesis que el Nuevo Testamento hace del
noce claramente el propósito global paradójico de su "muerte" como una mane-
tema del siervo doliente que entrega su vida por amor de los cielos, y por la
ra que Dios tiene de preservar la familia»63.
tradición sapiencial que asegura al hombre ético la «prosperidad» final (el tér-
El éxito final de José puede ser visto desde diferentes puntos de vista. Des-
mino está ya presente en Isaías 53, 10 y constituye así una cabeza de puente para
de un punto de vista, el feliz final de la historia anuncia que la edad de los sufri-
una confluencia con la Sabiduría).
mientos ha acabado. Lo simbolizan los primeros sufrimientos de José que le lle-
Pero la afinidad entre Cristo y José no está exenta de peligros. Pablo, por
van al poder y a la restauración de su tribu. Se empareja con la amenaza profética
lo menos, debe reaccionar contra la tendencia de la Iglesia de Corinto a pasar
de castigo cumplida con el exilio en Babilonia, pero que se abre a un futuro de
por alto la «Cruz» y celebrar la eucaristía con un espíritu triunfante. Así no se es
paz. La prosperidad es para el justo; se da por supuesto que el pueblo elegido ha
justo con la pasión de Cristo, si se la considera como una especie de rito de paso,
aprendido su lección durante el castigo nacional y que nada realmente malo pue-
un inevitable momento penoso por el que hay que pasar antes de conseguir la
de sucederle en adelante; ha llegado a la tierra de Gosen.
victoria pascual.
Me remitiré a toda la energía de un Déutero-Zacarías para desinflar esta
La historia de José, tal como nos la cuenta el libro del Génesis, apunta in-
ilusión. El siguiente ensayo de este volumen tratará de un texto de Zacarías, que
negablemente en esa dirección. La influencia sapiencial en el relato acentúa el
representa una visión muy distinta de la historia. Los días de ira anunciados por
lado del «cortesano triunfante». Si, para algunos, cuanto más alto se sube más
Zacarías y otros profetas del posexilio llegaron ciertamente. De aquí que la Sabi-
bajo se cae, en el caso de José cuanto más profundamente ha caído tanto más ele-
duría en el libro de Daniel tuviera que asimilar a un nivel mucho más profun-
vada es su exaltación. Y ésta es la lección de la novela, que es, como queda di-
do la ideología del Siervo doliente. Daniel 10-11 es una interpretación/actuali-
cho antes, una comedia. También como una comedia podría leerse un Evange-
zación de esta tradición de Isaías. Además, el Siervo proporcionó un modelo para
lio mal entendido. A ese respecto, es de admirar la sabiduría de Marcos que
la concepción del justo que se hizo sumamente importante en el siglo II a.C. y
termina su Evangelio con una sobria advertencia que no tiene parangón. Laj9-
en todo el período intertestamentario64. Pero, para entonces, la distancia con la
lix culpa de ciertas liturgias está más cercana a la leyenda de José que al Jesús del
historia de José parece ya considerable.
Evangelio de Marcos.
Este punto nos servirá como de transición a un segundo punto de vista y
Otro paralelo entre «José»y «Jesús» lo proporciona la idea, común a la
a la presencia en el Nuevo Testamento de la historia de José. Hay, evidentemente,
historia del Génesis y a la primitiva Iglesia cristiana, de que también los no
cierto paralelo estructural entre el Jesús del Evangelio y el José del Génesis.
creyentes conocen las exigencias éticas y deben por lo mismo observarlas. El ethos
José arrojado a una cisterna/sepultura antes de ser elevado al trono real es una
general prevaleciente en la novela de José tiene su correspondencia en afirma-
metáfora propia del kerygma del cristianismo primitivo. Siguiendo la misma línea,
ciones del Nuevo Testamento, como Romanos 2, l4s; 13, 3; 1 Corintios 5, 1;
Alfred Jeremias (aparentemente influido por Thomas Mann) vio en la escena de
10, 32; Filipenses 4, 8; y 1 Tesalonicenses 4, 12. Romanos 12, I6s, por ejemplo,
podría leerse como un comentario libre de Génesis 42s. Para el Apóstol, en con-
63. D. A. Seybold, «Paradox and Symmetry in the Joseph Narrativo», en Literary Interpre- formidad con el héroe sapiencial, al cristiano, junto con el Espíritu Santo, le es
tations of Bíblica!Narratives, ed. por K.R.R. Gros Louis, J. S. Ackerman, y T. S. Warshaw, Abing- concedido un carisma (1 Corintios 7, 7; 12, 7,11), que puede describirse como
don, Nashville 1974, p. 71. Cf. Hartmut Gese, «la vida de una comunidad en un país sólo la hace
estable una tumba [cf. Génesis 23, Makpelá]... En Génesis 50 leemos que el gran funeral de Jacob
sabiduría (Colosenses 1, 9; Efesios 1, 8). Pero también aquí la transformación
... se organizó como una analogía invertida del Éxodo. Toda la corte egipcia y los carros del ejér-
cito y la caballería acompañaron al difunto hasta Tierra Santa»; en Essays on Biblical Theology, trad.
65. A. Jeremías, The Oíd Testament in the Light ofthe Ancient East, trad. pot C. L. Beau-
por Keith Crim, Augsburg, Minneápolis 1981, p. 37.
mont, Williams and Norgate, NuevaYork 1911, vol. 2, p. 278.
64. Véase G. W. E. Nickelsburg y M. E. Stone, Faith andPiety in Early Judaism, Fortress,
66. Cf. Humphreys, Joseph and His Family, p. 187.
Filadelfia 1983.
André LaCocque

del material antiguo es sorprendente. Pablo no quiere decir que el don de la sabi-
duría llevará a la adopción de una norma ética de moderación, autocontrol e
inteligencia. Mucho menos quiere dar a entender que la «razón» (Romanos 12, 1)
sea el secreto del éxito. Porque lo que constituye la culminación de la obedien-
cia y de la inteligencia, para Pablo, se resume en la expresión mimesis tou Khris-
tou (1 Corintios 1 1 , 1 , etc.). Las parénesis tanto de Jesús como de Pablo son el
resultado de la confluencia de la sabiduría tradicional (cf. Mateo 6, 19s) con el
cumplimiento de toda sabiduría en el sacrificio de Cristo; de manera que, simul-
táneamente al hecho de que de la Sabiduría procede una ética natural, aquella
Sabiduría resulta «una y otra vez destruida por la escatología» (cf. Mateo 10,
26)67. Porque la prudencia en el discípulo no tiene la vista puesta en ningún otro
motivo. Prudencia, sobriedad, moderación y demás virtudes enumeradas en Zacarías 12, 10
las Epístolas no son sino ejemplos o aspectos de la imitatio Christi.

67. Véase W. Schrage, «Ethics in the NewTestament», en Interpreten Dictionary ofthe Bible,
Supplementary Volume, Abingdon, Nashville 1962, p. 282.
«ET ASPICIENT AD ME QUEM CONFIXERÜNT>»!

ANDRÉ LACOCQUE "' "'.'"''"

Zacarías 12, 10 es notoriamente difícil de entender. En las páginas que


siguen, es intención mía rastrear el segmento de su trayectoria que constituyen
este versículo y la prícopa que lo envuelve. Damos un primer paso en la direc-
ción correcta cuando observamos paralelos entre el texto de Zacarías y su mode-
lo en el Déutero-Isaías. De hecho, como demostraré, nuestra perícopa es una
expansión midrásica del tema del Déutero-Isaías sobre el «siervo doliente de
Yhwh». Veremos, sin embargo, que deberemos ir incluso más lejos para remon-
tarnos al origen del tema de Zacarías en el libro de los Jueces y hasta más allá.
Pues el telón de fondo de Zacarías 12, 10 es la casi aniquilación de la tribu de
Benjamín llevada a cabo por el resto de tribus (cf. los capítulos finales del libro
de los Jueces). Si el texto del Déutero-Isaías se inspira también o no en la his-
toria de Benjamín es una cuestión discutible; el Déutero-Zacarías indudable-
mente sí.
El movimiento retrospectivo de exploración del trasfondo de Zacarías
12, 10 debe completarse con un estudio prospectivo sobre los derroteros que
tomó el tema antes de su utilización por el Nuevo Testamento, pues ninguna
». otra parte de la Biblia hebrea influyó más en los escritos de la Iglesia primitiva
que el Déutero-Zacarías. Ningún otro tema de los libros proféticos tuvo mayor
importancia que el del Mártir del capítulo 12.
Como nuestro propósito es seguir la evolución del tema presente en nues-
tro versículo, es importante situar el libro profético en su tiempo y en sus cir-
cunstancias. El problema es particularmente difícil. ¡Los expertos lo sitúan ente
los extremos del siglo VIH y el II antes de nuestra era! En mi comentario sobre
Zacarías, no obstante, llegué a la conclusión, tras revisar críticamente las evi-
dencias externas e internas, de que los capítulos 9-14 fueron escritos en la pri-
mera mitad del siglo V1. Dos características son particularmente decisivas: la di-

1. S. Amsler, A. LaCocque, R. Vuilleumier, Aggée, Zacharie, Malachie, Delachaux et Niest-


lé, Neuchátel-París 1981; véase la introducción al Déutero-Zacarías, p. 129-145.
André LaCocque Zacarías 12, 10

mensión apocalíptica del libro y la reutilización antológica que hace de orácu- ción posterior de Zacarías 12, 10, en la que el Siervo adquirió un significado
los proféticos más antiguos2. colectivo.
En este estudio, el carácter «apocalíptico» del Déutero-Zacarías será el obje- Pero ya digo de antemano: llegados aquí, es más importante enfatizar la
tivo principal de nuestra atención, pero la hechura antológica es un punto ade- continuación del modelo isaínico por encima de la unidad literaria de Zacarías
cuado para empezar. Las fuentes empleadas son reveladoras para la cronología 12, 10 - 1 3 , 1, precisamente hasta 13, 7-9. En esta última perícopa, aquel a quien
del Déutero-Zacarías y, en concreto, la dependencia del Déutero-Isaías puede Yhwh llama «mi pastor... el hombre compañero mío» es el mismo que «aquel a
verificarse en el plano del vocabulario y de las ideas. Por ejemplo, Isaías 42 y 45, quien traspasaron» de 12, 10:
21-25 influyó en Zacarías 9, 12; Zacarías 21, 1 se formó a partir de Isaías 42, 5;
Álzate, espada, contra mi pastor
Zacarías 12, 2, de Isaías 51, 22,17; Zacarías 12, 10 - 1 3 , 1 de Isaías 53, 5 y 44, 3;
Y contra el hombre compañero mío»
y Zacarías 13, 7-9, de Isaías 51,9. Quizás más impresionante aún sea la pauta
—oráculo de Yhwh Sébaot—...
empleada por el libro del Deútero-Zacarías, con la que revisa secuencialmente
los cuatro cantos del Siervo: Así se traza un paralelo entre el mártir del capítulo 12 y el buen pastor, sier-
vo-profeta de Yhwh en el capítulo 13. Por otra parte, 13, 7-9 presenta un tema
Zacarías 9, 9-10 // Isaías 42, ls (canto primero)
del todo similar al del capítulo 11. Hasta tal punto es así que Heinrich Ewald
Zacarías 11, 4s // Isaías 49, ls (canto segundo)
pensó que originalmente 11,17 iba seguido inmediatamente de 13, 7-8. Sea
Zacarías 12, 30-13, 1 // Isaías 50, As (canto tercero)
como fuere, hay ahora en el texto actual la inserción de 12, 1-13, 6, que refie-
Zacarías 13, 7-9 // Isaías 52, 13 - 53, 12 (canto cuarto)
re una batalla victoriosa contras las naciones, pero con la muerte violenta de
El planteamiento pionero de Bemhard Duhm acerca de los cantos del Déu- un personaje (¿colectivo?) que es «traspasado» por la espada. Sus sufrimientos y
tero-Isaías recibe de este modo una sólida confirmación. su muerte responden a las desgracias del profeta del capítulo 11 («Apacienta
En el capítulo 9, Zacarías, coherente con su método de reutilizar anti- las ovejas para el matadero»). En ambos casos, la figura modelo es el Siervo del
guos oráculos invirtiendo su significado original, ha constituido al siervo en rey Déutero-Isaías. Pero hay también el pastor malvado del 11, 16-17 («Que no se
de toda la tierra. Aquel que va «humilde y cabalgando sobre un asno, en un polli- preocupará de la oveja perdida»). Se trata de un pastor y de un siervo al revés.
no, hijo de un asno», es declarado también «justo y victorioso»; de hecho, es «tu Mientras que, según Heinrich Ewald, 13, 7-9 originalmente continuaba el tex-
rey que viene a ti». En contraposición, la salvación de Judá y de Jerusalén en el to de la maldición del pastor fraudulento, ahora en todo caso estos versículos
capítulo 12 se consigue, no por el poder de un rey, sino por la muerte del Sier- se han convertido en una profecía de lamentación con relación al buen pastor
vo. Hemos vuelto así a la intención original del profeta del exilio. En el capítu- (según el modelo del Siervo doliente). Otto Procksch y Ernst Sellin están de
lo 9, se trataba de una expansión poética libre de un oráculo anterior. Aquí, el acuerdo con esta lectura; 13, 7-8 se refiere al buen pastor que ha sido muerto,
género literario es de tipo midrásico. y se remiten a 12, 10-113.
El motivo del Esclavo del Señor sirve como contexto ideológico cercano La situación es, por tanto, la siguiente. Tanto el Siervo en Isaías como el Pas-
a Zacarías 12. Muestra en qué dirección hay que mirar para una interpretación tor en Zacarías son «traspasados» (halolen Isaías 53, 5; daqoren Zacarías 12, 10).
correcta del versículo 10. La frase «aquel a quien traspasaron» es un comenta- Ambos mueren por voluntad de Dios (Isaías 53, 10; Zacarías 13, 7), aunque son
rio sobre el Siervo doliente a la vez que una escatologización de esta figura. ambos inocentes (Isaías 53, 9; Zacarías 11; 12, 10; 13, 7). Pero su autoinmola-
Además, al ser el primer comentario completo del famoso oráculo del profeta ción no es inútil, pues despierta el arrepentimiento del pueblo (Isaías 53; Zaca-
exílico, tiene especial interés ver cómo se interpretó -sólo unas cuantas déca- rías 12, 8).
das después de su introducción- la figura del Siervo. Por ejemplo, no perma- Es de particular interés comprobar cuan profundamente influyó el tema
neceremos indiferentes a la transformación que sufrió el personaje en la tradi- del Siervo doliente en la literatura (clandestina) del oprimido y esclavizado duran-
te el período del Segundo Templo. De hecho, seríamos poco perspicaces si cre-

2. Adolphe Lods dice que, «en general, estos capítulos muestran el mismo espíritu de los
apocalipsis hebreos». Véase su Histoire de la Littérature Hébraique etjuive, Payot, París 1950, 3. Otto Procksch, Die kleinenprophetischen Schriften nach dem Exil, Stuttgart 1916; Ernst
p. 772. Es ésta una afirmación importante viniendo como viene de un experto que data al Déu- Sellin, Das Zwólfprophetenbuck Leipzig 1930; Heinrich Ewald, Die Propheten des Alten Bundes,
tero-Isaías para antes del exilio. vol. II, Stuttgart 1841.
André LaCocque
Zacarías 12, 10

yéramos que la interpretación que de Isaías 52-53 hace el Nuevo Testamento


Zacarías 11, 10,14 e Isaías 49, 6b). Y, en realidad, él mismo no es sino una ema-
es de un solo tipo. Esta mala interpretación concuerda con una cierta lectura
nación de su pueblo (Zacarías 10), de modo que hay aquí de nuevo tensión entre
judía de estos capítulos proféticos (véase el Targum sobre Isaías 52s), pero la pos-
la dimensión colectiva y la individual de la figura. En él se reconocía, hay que
tura es aquí polémica y claramente anticristiana. El Trito-Isaías ya desarrolló el
conjeturarlo, un cierto partido en Jerusalén. Al no sentirse libres, sus miem-
tema en la línea de los sufrimientos vicarios (en 61, 1-3: 63, 17; 65, 8s). Estos
bros se identificaban desde antiguo con el Siervo doliente. A sus ojos, sólo ellos
textos, evidentemente, constituyen los primeros desarrollos, compuestos qui-
eran el verdadero Israel7.
zás por discípulos del Déutero-Isaías4.
Debemos decir algo más sobre estos utopistas del siglo V a.C. Como se
En orden cronológico, el siguiente en usar el tema del sufrimiento vicario refleja en el Déutero-Zacarías, su pertenencia socio-religiosa a «Israel» se hizo
es el Déutero-Zacarías. Luego viene quizás el Primer Henoc, pero aquí la cues- problemática, porque no constituían más que una facción dentro de la colecti-
tión es particularmente compleja. Otra piedra mojón en el camino hacia la li- vidad. Su visión escatológica era nacionalista y concernía a todo «Israel», pero el
teratura neotestamentaria, Daniel 11, 33-35 y 12, 3, es un midrás de los Can- centro de sus preocupaciones es el faro de salvación, que es aquí llamado «Judá»
tos del Siervo5. Otro hito lo aporta El Libro de la Sabiduría 2, 12-20; 3; 5 (Zacarías 12, 1). Por primera y única vez en la Biblia, «Jerusalén» y «Judá» no
(compárese, por ejemplo, Daniel 11, 32, 35; 12, 3 y Libro de la Sabiduría 2, sólo se distinguen entre sí, sino que se oponen. Cierto, el nombre de «Judá» ha
13; 3, 6,7). de entenderse con el significado restrictivo de los «provincianos» en cuanto se
Trito-Isaías, Déutero-Zacarías, (Primer Henoc), Daniel, Libro de la Sabi- distinguen de los habitantes de la misma ciudad de Jerusalén. La distinción es
duría, el Nuevo Testamento: todas estas fuentes alimentan corrientes paralelas a más simbólica que concreta, pero diferencia dos estratos socioeconómicos de
la «corriente principal del judaismo» (tal como fue conocido a finales del siglo I la población. Incluso su distancia geográfica o su proximidad con el templo
de nuestra era). No es una inconsecuencia que en la misma línea que va del Tri- de Jerusalén se consideró religiosamente importante 8 . La situación que así se
to-Isaías a la literatura del Nuevo Testamento, Qumrán haya transmitido el obtiene se acerca a la gran división, en tiempos neotestamentarios, entre jeroso-
texto de Isaías 53, 11 con el Siervo «que ve la luz» [yir' eh' or en vez de yir' eh limitanos y galileos, fariseos y Am ha-aretz9. Judá y Jerusalén se oponen mutua-
del texto masorético]. Porque esto es, en la comunidad de Qumrán, el premio mente hasta que llega la reconciliación con el derramamiento de sangre de «aquel
especial que se reserva a los hijos de la luz (cf. el Manual de Disciplina de Qum- a quien traspasaron».
rán [IQS], 4, 2-8; 11, 3). Más importante quizás sea el texto de Qumrán 4
La tensión esbozada por el Déutero-Zacarías se sitúa específicamente en-
QwarRule 5, 1-5, que habla de la muerte del Mesías, y donde no queda claro si
tre «los jefes de Judá», por un lado, y la «casa/dinastía de David», por el otro
se trata de un genitivo subjetivo u objetivo6.
lado. O bien entre las «tiendas de Judá» y los «habitantes de Jerusalén». Las na-
En Zacarías 11, el buen pastor no es un pastor tiunfante, sino que, al con-
ciones se ven envueltas en la batalla que enfrenta a ambos bandos, dando así a
trario, sufre una muerte trágica, aunque habla de salvación para su rebaño -en
la batalla que transcurre en Jerusalén una dimensión cósmica en lo espacial,
paralelo con el Canto segundo del Siervo en Isaías. El buen pastor es rechaza-
mientras que en lo temporal la guerra es escatológica, ocurre «en aquel día». El
do como lo es el Siervo en Isaías 49", 4. Su misión es, no obstante, universal (cf.
esquema de Zacarías pretende resolver de un golpe dos problemas que asuelan
la era posterior a la restauración: la hostilidad de las naciones hacia Jerusalén
4. Cf. Sigmund Mowinckel, He That Cometh, Blackell, Oxford 1959, p. 188-189; John y la mortífera rivalidad entre el partido del templo y el partido de la oposición
McKenzie, SecondIsaiah, Anchor Bible, vol. 20, Doubleday, Garden City NJ 1959, p. xxxviii-xlii;
Georg Fohrer, Introducción to the Oíd Testamenta Abingdon, Nashvilie 1965, p. 377s. Fohrer encuen-
7. Tiempo después, tras el fracaso de la pretensión mesiánica de Bar Kokba, el tema del sier-
tra seis cantos (no cuatro como hiciera B. Duhm en 1892). Cinco son autobiográficos, el sexto,
vo que muere sirvió como telón de fondo de la especulación sobre un Mesías «hijo de José» des-
Isaías 52, 1 3 - 5 3 , 12, fue compuesto por otro sobre el profeta mismo.
tinado a morir en el campo de batalla antes de la venida del Mesías «hijo de David».
5. H . L. Ginsberg, «The Oldest Interpretation of the Suffering Servant», en Vetus Testa-
8. En la literatura rabínica, podemos ver un eco de la rivalidad existente entre los habitantes
mentum, 3 (1953) 400-404, propone la tesis de que en los capítulos 10-12 de Daniel tenemos «la
de Jerusalén y los de las provincias. Por ejemplo, tras la destrucción por los romanos de la ciudad de
más antigua interpretación del siervo doliente» (totalmente colectivo). Hemos visto que no es
Bethar, después de la revuelta de Bar Kokba, se dijo que Bethar merecía este castigo por haberse
la más antigua. Cf. mi comentario, The Book of Daniel, SPCK-John Knox Press, Londres - Atlan-
alegrado por la destrucción de Jerusalén (pero esta torva alegría se fundaba en los malos tratos que
ta 1976, p. 230-243.
la gente de Jerusalén infligía a los habitantes de Bethar); cf.;'. TaanA, 8a; LamRl, 2, En el Istael ac-
6. Véase, por ejemplo, L. H. Schiffman, Reclaiming the Dead Sea Scrolls: The History of
tual, los judíos «ultraortodoxos» se arraciman ante la pared occidental de Jerusalén.
Judaism, the Background ofChristianity, the Lost Library of Qumrán, The Jewish Publication Society,
9. Véase también 1 Macabeos 1, 11, donde una facción del pueblo concluye una alianza
Filadelfial991,esp. p. 346. .
con los «gentiles».
André LaCocque Zacarías 12, 10

en Jerusalén10. De hecho, la reconciliación entre «Jerusalén» y «Judá» se produ- En general, el himno al Dios guerrero se sitúa en un plano cósmico y supra-
cirá a expensas de y en el campo de batalla contra las naciones (v. 5). «Judá» histórico. Es inútil intentar identificar las naciones protagonistas. Pero tampo-
será instrumento de renovación para Jerusalén (v. 6) tras verse favorecida él co es que los personajes del drama deban reducirse a símbolos o principios del
mismo con la gracia de la salvación (v. 7). bien y del mal. El recurso a una concepción del mundo cósmica y metahistóri-
Esa acción salvífica de «Judá» resultará humillante para «los habitantes de ca no da muestras de un desprecio dualista por la historia; es resultado de dos
Jerusalén» y «la casa de David». Tendrán éstos que abandonar toda arrogancia clases convergentes de necesidad. En primer lugar, el visionario es simplemen-
frente a los «provincianos» («Judá»), pues reconocerán en el martirio de Judá du- te incapaz de especificar quién será el adversario último de Israel. En la misma
rante la guerra escatológica la condición precisa de su salvación (v. 10). Además, línea y por la misma razón, Ezequiel hablaba de Gog y de Magog (capítulo 38).
su actitud sufrirá un cambio total, harán duelo por «aquel a quien traspasaron», Estos representantes simbólicos de las naciones serán sometidos ajuicio «en aquel
«como se hace duelo por el hijo único... por el primogénito» (v. 10). Todos los que día» (38, 10). Además, los acontecimientos finales más bien son sugeridos que
están en el partido del poder -donde debemos entender aquellos que viven a la descritos por Ezequiel. Tienen aquí y en el Déutero-Zacarías un aire de absolu-
sombra del templo- participarán (v. 12); particular importancia tiene que haya ta irrepetibilidad, algo que difícilmente pueden suministrar los acontecimientos
diez secciones del pueblo implicadas en el duelo (la palabra «aparte» se repite once históricos pertenecientes a los anales humanos. Pero, sin embargo, uno de los dos
veces). Lloran por el duodécimo miembro, que cayó muerto en la guerra. antagonistas es bien conocido. Permanece siempre el mismo desde el comienzo
El marco aparente de este «oráculo preapocalíptico», como lo denomina de la historia. Su nombre es Israel o Sión. Frente a esta realidad con nombre, los
Paul Hanson, es claramente el festival del Nuevo Año tal como lo describen adversarios carecen de todo nombre, pese a que son «legión». Sus orígenes son
los Salmos 46; 48; 76 y quizás 74". Sión sufre el ataque de fuerzas demonía- variados, pero su meta es siempre la misma: destruir Sión. Constante también
cas, pero la intervención de Dios la salva. Los profetas del período clásico han es la fe de Israel en que nunca serán capaces de conseguirlo. Esta esperanza,
escatologizado el tema litúrgico, como puede verse en Isaías 17, 12-14; 29, 1-8; que impregna un importante grupo de textos en la Escritura hebrea, reaparece
Ezequiel 38-39; Joel 3. Zacarías mantiene esta dimensión escatológica, pero, en la Guerra de los hijos de la luz, uno de los documentos de Qumrán (cf. 1 Q M
como es usual, revive a la vez la vena mitológica del himno del Dios guerrero, co- 12, 10-15// 19, 1-8).
mo puede verse en la perícopa del 12, 1 al 13, 6. Ahora bien, si el himno hubiera identificado al enemigo con precisión, con
Egipto, por ejemplo, la cuestión que se habría planteado sería si los aconteci-
12, 1-3: Arremetida de las naciones.
mientos descritos eran sólo penúltimos; mientras que Asiria, o Babilonia, Ama-
12, 4: Yhwh contraataca.
lee o Moab, los árameos o los edomitas se mantenían en reserva para otros acon-
12,5-9: Liberación de Jerusalén.
tecimientos últimos, auténticamente escatológicos. Era, por tanto, necesario
12, 10-14: La «celebración de la victoria» se sustituye por un «gran due-
emplear términos generales, contando que en ellos quedaran incluidas todas
lo», y la «teru'ah» característica por la «amargura».
las posibilidades, tales como «todas las naciones/pueblos», como vemos en Zaca-
13, 1: De forma parecida, la «fecundidad restaurada» derramando agua
rías 12.
es reemplazada por un ritual de purificación mediante la «apertu-
Este último texto nos acerca a una situación sumamente sorprendente. El
ra de una fuente» para «la casa de David y para los habitantes de
tema de las naciones adversarias de Israel es suficientemente tradicional. Pero
Jerusalén» (cf. Ezequiel 36, 25), sin duda alguna por causa de la
aquí se añade una hostilidad, o como mínimo una polarización, entre Judá y
muerte violenta infligida a «aquel a quien traspasaron».
Jerusalén. A este respecto, el versículo 2 es notoriamente difícil. ¿Entenderemos
13, 2-6: De nuevo, otro motivo tradicional, mandar a la muerte a los ene-
-con Paul Hanson, por ejemplo- que Judá es la primera nación que somete a
migos que bloqueaban la fertilidad de la tierra (cf. 10, 3b-l 1, 3),
Jerusalén a un asedio (cf. 14, 14)? En este caso, la secuencia sería la siguiente:
es reemplazado aquí por el motivo de la supresión de ídolos y fal-
Judá ataca a Jerusalén; los apóstatas de la ciudad son castigados; entonces Judá
sos profetas (cf. 10, 2).
se vuelve contra los enemigos de Jerusalén. El modelo lo aporta el cambio de tác-
tica divina dirigiendo primero las naciones contra su pueblo para luego casti-
10. La formulación de Mateo 2, 10 resulta también apropiada para la situación que se
garlas por su arremetida, como, por ejemplo, en Isaías 10, 5s; 29, 1-8; Jeremías
respira en tiempos del Déutero-Zacarías.
11. Paul Hanson, The Dawn of Apocalyptic: The Historical and Sociological Roots ofjewish 25, 8-14; Ezequiel 38, 1-23.
Apocalyptic Eschatology, Fortress Press, Filadelfia 1975. Quizás no sea necesaria una lectura tan radical, como veremos, pero la
Zacarías 12, 10
André LaCocque

distinción establecida entre «Judá» y «Jerusalén» está bien fundada y el versícu- Pero no se le ahorrará el juicio/castigo. La tesis paradójica de Zacarías es que la
lo 2 es ambiguo a conciencia. No ha de sorprendernos que algunos expertos salvación no viene de (los jefes y de los habitantes de) Jerusalén (a pesar de Isa-
obvien la ambivalencia del texto considerando algún que otro elemento del ías 2, 3 o Miqueas 4, 2). Hay aquí un cambio cualitativo considerable, anun-
versículo 2 como una glosa'2. Esta solución no la justifican las versiones, que ciado por el profeta, el cual, para salirse con la suya, se ve obligado a retroceder
muestran una gran confusión y revelan así inadvertidamente que se enfrenta- en el tiempo hasta un período en que Jerusalén no era el centro «teológico» en
ban al mismo texto hebreo e intentaban, sin éxito, solucionar el problema de que se convirtió con la monarquía unida. Este flashback en la historia permi-
un modo u otro. En los LXX leemos: «y en Judá habrá el asedio contra Jerusa- te que los «provincianos», en Zacarías 12, se llamen a sí mismos con nombres
lén». La Vulgata interpreta que también Judá se aliará con las naciones contra arcaicos como «las familias/las tiendas/la casa de Judá». En realidad, estas ex-
Jerusalén, sed etjuda erit in obsidione contra Jerusalem. El Targum y la tradición presiones, que usan términos como mispahahy bayit (en particular en 12, 12-
judía en general concuerdan, pero dan por supuesto que el papel de antagonis- 14), nos remiten al tiempo del desierto tras el éxodo de Egipto, cuando Israel
ta lo adopta Judá obligado por las naciones. Magne Saebó, dentro de una línea era la joven esposa de Dios (cf. Oseas 2, 14-16). La misma tipología se usa más
similar, cree que la participación de Judá en el asedio Dios tendrá que perdo- tarde con ocasión de la secesión de las tribus septentrionales tras la muerte de
narla a cuenta del reconocimiento, que harán los líderes de Judá, de que Dios Salomón (1 Reyes 12, 16: «¡A tus tiendas, Israel! ¡Mira ahora por tu casa, Da-
se pone de parte de Jerusalén para que la ciudad se mantenga fuerte en el lugar vid!) y eventualmente por los esenios de Qumrán (cf. especialmente 1 Q M 3,
que ya ocupa13. I6s;4, 10; 1 Q S a l , 15).
La secuencia de los versículos 7-9 cobra sentido desde esta perspectiva. Las
De hecho, la traducción del segundo versículo debería entenderse en el sen-
«tiendas» de Judá, no sólo cronológicamente sino también espiritualmente, pre-
tido de que el sitio de Jerusalén será también el sitio de Judá (al que Jerusalén
ceden a la «casa» de David. La salvación es para Judá y esta concepción correc-
rechazó antes de la guerra escatológica). Karl Marti ha demostrado, basándose
tora de la jerarquía prevalece entre los que detentan el poder en Jerusalén. Tiem-
en el texto de Ezequiel 4, 3, que yihyeh ba— masar no significa «tomar parte en
po vendrá en que los ahora esclavizados de «Judá» serán reivindicados. Serán
el asedio», sino «ser asediado»14. Esta interpretación la vemos también en M. L.
salvados «primero» y esto quiere decir que los demás se beneficiarán de su sal-
Malbim (comentarista judío del siglo XIX), en Friedrich Horst15 y en Benedict
vación. La secuencialidad se vuelve instrumental. Es por «aquel a quien traspa-
Otzen"5. Malbim ve aquí la indicación de una serie de catástrofes que sucesiva-
saron» por quien hay también salvación para los habitantes de Jerusalén. Una vez
mente caerán sobre Judá antes de golpear también a Jerusalén. Horts corrige la
puestos en el buen camino, el resto sigue por sí solo. El escudo de los jerosoli-
repetición de la palabra mas,or, que ocurrió, dice él, por haplografía: «el asedio
mitanos será el Señor mismo, por contraste con el establishment socio-religio-
será también para Judá igual que el sitio de Jerusalén».
so. Como consecuencia, los más vacilantes de ellos serán como David mismo, y
En resumen, el texto de Zacarías es puesto al contraluz del abismo que se-
la casa de David será como Dios, como el ángel del Señor que los precedía mar-
para Jerusalén de Judá. La divergencia ideológica, sin embargo, será superada
chando a su cabeza. La alusión aquí es a 2 Samuel 5, donde los jebuseos son com-
por la historia. El sino de una parte es el sino de la otra. La arremetida escatoló-
parados a los cojos y a los ciegos, antes de que David tomara la Ciudad e hicie-
gica por parte de las naciones se arremolinará sobre ambos hermanos enemigos
ra entrar en ella el Arca de la presencia de Dios ( 2 Samuel 6). Cumplida esta
y los unirá en una tragedia común; juntos también serán redimidos por la in-
condición, Dios, dice el profeta, se dedicará en verdad a la destrucción de «todas
tervención divina. Retrospectivamente, la arrogancia de «Jerusalén» carece de
las naciones que vengan contra Israel» (Zacarías 12, 9), pero no antes. Clara-
fundamento y de sentido. «Judá» no es un estorbo para el pueblo de Dios.
mente, la restauración todavía está por venir, pendiente del cumplimiento de
También «Jerusalén» necesita ser rescatada por Dios de una destrucción total.
ciertas condiciones; la proclamación de la teocracia incondicional por los ideó-
logos de Jerusalén es poco fiable.
12. Véase, por ejemplo, H. M. Lutz: «¡Una glosa sobre Jerusalén (v. 5) se corrige con una Zacarías 12, 10 es una crux interpretum. El hecho es tanto más fastidioso
glosa sobre Judá!»; en Jahivé, Jerusalem, und die Volker, Neukirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn
cuanto que el versículo es evidentemente el corazón de todo el desarrollo. Com-
1968, p. 14.
13. Magne Saebo, Sacharja 9-14, Untersuchungen von Text undForm, Neukirchener Verlag, prenderlo es clave para entender el pensamiento de Zacarías. Un primer obs-
Neukirchen-Vluyn 1969, p. 270. táculo es de tipo gramatical; la fraseología aquí es difícil. We-hibbitu 'elay 'et 'aser
14. Karl Marti, Das Dodekapropheton, Tubinga 1904. daqaru está lleno de dificultades. Es verdad que hallamos una lectio facilior en
15. Friedrich Horst, Die 12 kleinen Propheten, Mohr, Tubinga 1964, ad locum.
los manuscritos Kennicott 38, Rossi 13 y Ginsburg 6, etc. La adoptan Hen-
16. Benedict Otzen, Studien über Deuterosacharja, Copenhague 1964, p. 26.
André LaCocque Zacarías 12, 10

rich Ewald y August Dillmann17, aunque no está presente en ninguna de las ver- idea de profanación es halol, que en el modo enfático de presente (piel) signifi-
siones (cf. sin embargo Juan 19, 37 en el Nuevo Testamento, aunque la lectura ca «profanar, ensuciar»23, pero en indicativo (qal), y a veces también en «piel»,
de Juan puede ser apologética)18. La variante lee tercera persona del singular en dignifica «traspasar»24. Un interesante texto que emplea halolcon el segundo sig-
lugar de primera y, por lo mismo, 'elayw en vez de 'elay. Hanson adopta esta lec- nificado es Jeremías 51,4, donde halol hace pareja con el verbo daqor. Delcor
tura y traduce: «de modo que puedan mirar a aquel a quien traspasaron y lamen- cree que Zacarías entendió el texto de Ezequiel 36 en el sentido de «traspasar»
tarse por él»19. Pero, aquí como siempre, la lectio difficilior es la que debe prefe- (adoptado también por Jeremías 31, 4; 37, 10; Lamentaciones 4, 9). Además,
rirse. Además, como dice Paul Lamarche, esta lección se apoya en un texto al las Versiones A, S, G tienen ekentesan o exekentesan —estimular, aguijonear-, mien-
que nos hemos referido anteriormente, a saber, Zacarías 11, 13: «aquí Yhwh ya tras que la Vetus Latina tiene insultaveruntK. Filológicamente hablando, encon-
se identifica con quien lo representa»20. Lamarche cita también dichos tradicio- tramos un caso sorprendentemente paralelo con la raíz hebrea naqob, que lite-
nales judíos sobre sufrimientos de Dios en la persona de sus criaturas21. Otro ralmente significa también «traspasar» (2 Reyes 18, 21) y figuradamente
argumento a favor de la lectio difficilior es que «mirar a» Dios está textualmen- «blasfemar» (cf. Levítico 24, 11,16).
te bien fundado. Es una actitud de plegaria y súplica de la que se habla en Isaí- Como texto modelo para Zacarías 12, Ezequiel 36 arroja luz también sobre
as 21, 11 y en Salmos 34, 6, por ejemplo. otros aspectos comunes a ambos textos. En ambos, se trata del Espíritu de Dios
Pero el resto del versículo de Zacarías constituye un repunte tan inespera- (Delcor se equivoca al interpretar el término hebreo ruah, que significaría aquí
do que deja al lector sorprendido por la audacia del autor. El sentido parece ser «disposición»). Más decisivo aún es el paralelo que ofrece Ezequiel 36, 27 al pro-
«ellos [los jerosolimitanos] me mirarán por causa de aquel a quien traspasaron, blemático 'et 'aser. El fraseo en Ezequiel es también oscuro. El sentido es, sin
y ¡he aquí!, que al matarle a él me matan también a mí». Esta lectura de «teolo- embargo claro: «Haré que procedáis según mis leyes», y la construcción 'et 'aser
gía de la muerte de Dios» encuentra confirmación en la mención que el ver- teleku muestra que el texto de Zacarías debía ser entendido como «mirarán hacia
sículo 11 hace de Hadad-Rimmón, el Baal cananeo que muere y resucita. Vol- mí por causa de aquel a quien traspasaron»26 (pese a la equivocación que favo-
veré más adelante a este punto. rece la identificación de Dios con su representante). Zacarías ha leído, de este
El verbo hebreo daqor quiere decir «traspasar con una espada». El término modo, a su ilustre predecesor del exilio en un sentido no figurado27; halol para.
se halla en Números 25, 8; Jueces 9, 54; 1 Samuel 31,4; Zacarías 13, 3. Marcel él aporta la violencia de un deicidio. Lo que sucederá en tiempos escatológicos
Delcor propuso, en 1951, una interpretación de este pasaje que, a mi enten- cuenta como la blasfemia definitiva {halol^j, esto es, dar muerte a Dios (balol^).
der, es en general correcta22. El texto modelo, dice Delcor, es Ezequiel 36, 16- La idea de Zacarías es quizás la más audaz de toda la Biblia hebrea. Debe-
28. Aquí se dice que Israel fue causa de que la tierra fuera profanada por una mos darnos cuenta, no obstante, de que el profeta está aquí usando un típico
impureza femenina, niddab, una palabra que de nuevo encontramos en Zaca- lenguaje cultual, pues la perícopa no es narrativa y mucho menos especulativa.
rías 13, 1. De modo que, dice Ezequiel, Dios ha derramado (el mismo verbo que De aquí que, a la luz de tanta audacia profética, podamos pronunciar un juicio
Zacarías 12, 10) sobre Israel su ira por causa de sus ídolos (en Zacarías, la ido- sobre la actual «teología de la muerte de Dios». Si hubiera pulido su lenguaje y
latría se conserva con la mención de Hadad-Rimmón en 12, 11; cf. 13, 2). Des- lo hubiese adaptado al discurso cultual, no habría pasado a mejor vida como un
pués de que Dios dispersara a su pueblo entre las naciones, las gentes profana- capricho anticuado. Lo litúrgico y lo especulativo raras veces coinciden, pues
ron su santo nombre. Ahora bien, el término usado por Ezquiel para expresar la lo ritual pertenece al mythos más que al logos. Zacarías no se presenta con una
«teología de la muerte de Dios», sino con un «discurso mitopoético sobre la muer-
te de Dios». Todos los términos en Zacarías 12, 10 tienen su escenario vital en
17. August Dillmann, Handbuch der Alttestamentlischen Theologk, ed. por R. Kittel, Leip-
zig 1895, p. 543.
18. No ha de sorprender que los textos cristianos primitivos vean a Cristo en «aquel a quien 23. Cf. Levítico 18, 21; 19, 22; 30, 3; Malaquías 1, 12; y en especial Isaías 53, 5.
traspasaron»: Mateo 24, 30: Apocalipsis 1, 7; cf. Barnabus"/', 6-12; TryphoAO. 24. De hecho, hay dos raíces para habí; halol^ significa «profanar» y halol^ significa «tras-
19. Hanson, The Dawn ofApocalyptic, p. 356 y 357. pasar». Zacarías, a sabiendas o no, ha confundido una con otra.
20. Paul Lamarche, Zacharie IX-XIV. Structure littéraire et messianisme, Gabalda, París 1961. 25. Los LXX han leído mal el verbo y han cambiado el orden de las consonantes: raqod,
21. Cf., por ejemplo, los comentarios rabínicos sobre la zarza ardiente en Éxodo Rab- ¡danzar ante alguien (en este caso, como burla)!
ba 2, 5 (ed. Vilna). 26. Hay que notar que Redaq (Rabbi David Qimchi) lee 'al 'asher, esto es, «por cuenta de»,
22. Marcel Delcor, «Un probléme de critique textuelle et d'exégése, Zac. XII, 10, et aspi- apoyándose en el Targum, que aquí tiene 'al de-.
cient ad me quem confixerunt», en Revue Biblique, 58 (1951) 189-199. 27. Con la venia de M. Delcor, que habla aquí ¡de un «sentido metafórico»!
André LaCocque
Zacarías 12, 10
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la liturgia real de Jerusalén. Otzen es de la misma opinión . Este autor ve en la
do los temas de la muerte de Yosías con el de los sufrimientos del Siervo; en esto
expresión «aquel a quien traspasaron» una cita de la liturgia real israelita. En ella,
Gressmann lleva ciertamente razón.
el rey es ritualmente traspasado y atraviesa un rito de expiación, uno de cuyos
El proceso de historización entre los profetas de Israel, en particular Za-
ecos resuena en Zacarías 12, 10. Además, el drama se completa durante el fes-
carías, es una advertencia a no acentuar demasiado lo que los profetas toman
tival con un rito de purificación, como vemos también en Zacarías 13, 1 (que,
en préstamo del mito. De un modo parecido, Oseas 6, 1-3 empleó un lengua-
como vimos, constituye una misma perícopa con 12, 10).
je impregnado de la jerga de los mitos de fertilidad. Por ejemplo, Oseas 6, 2
Probablemente deberíamos dar un paso más y rastrear la influencia sobre
alude al mito de la muerte ritual de Baal. Este profeta del siglo VIII recurre a
Zacarías 12 del trasfondo cananeo del festival real en Sión. Una invitación bíbli-
las categorías populares para expresar mejor sus pensamientos sin dar, eviden-
ca a hacerlo nos la ofrecen textos como Isaías 51,9 y Job 26, 13, que hablan
temente, credibilidad al mito. Lo mismo se aplica aquí a Zacarías 12. El pro-
de Rehab, el monstruo del caos, cuyo corazón es «traspasado». Por la parte cana-
feta quiere utilizar los conceptos mitológicos o el lenguaje litúrgico del Festi-
nea, Flemming F. Hvidberg llama la atención sobre el hecho de que el dios de
val Real de Sión, pero da muestras de que es exactamente consciente de la
la lluvia y la vegetación hubiera sido identificado, ya en Ugarit, con Hadad-Rim-
influencia de lo primero sobre lo último. Recurre, no obstante, al lenguaje
món29, el dios arameo y babilonio (véase 2 Reyes 5, 18)30. Posteriormente, Hadad
mitopóetico. porque este lenguaje resulta particularmente adecuado para co-
fue concebido como un dios de la fertilidad que atraviesa el ciclo de la muerte y
municar un mensaje acerca de las realidades últimas, históricas y metahistóri-
el renacimiento. Los ritos de lamentación en la liturgia de la muerte de Baal se
cas, espaciales y metaespaciales. No hay por eso olvido de los contenidos del
dirigían también a Hadad-Rimmón. Incluso puede ser, dice Hvidberg, que «el
festival por parte del profeta. Si hubiera alguna duda al respecto, basta obser-
pasaje de Zacarías 12, 9-14 se funde de algún modo en una tradición antigua
var en el texto el importante cambio de la persona del rey por el pueblo de
(¿escrita?), en la que la expresión "han traspasado" se referiría a la muerte de una
Judá, que ahora se convierte en el centro de la atención. Empleando el estilo
deidad»31. Invoca Ugarit I A B, col. 26, «¡te traspaso!» Es posible que las palabras
litúrgico real, Zacarías dice que el sacrificio sustitutivo del «traspasado» -en
«hijo único» y «primogénito» de Zacarías 12 designaran originariamente al dios32.
sentido colectivo- ha sido reconocido por los habitantes de Jerusalén, quienes
En el texto de Zacarías, el lenguaje cultual adopta una forma historiada. se identifican así con los que hablan en primera persona del plural en Isaías
En el versículo 12, el telón de fondo recuerda la muerte histórica del rey Yosías 5 2 , 1 3 - 5 3 , 12.
«en el valle de Meguido» (2 Reyes 23, 29; 2 Crónicas 35, 22)33. Ahora bien, Hugo
En otras palabras, Judá se ha convertido para el profeta en un personaje
Gressmann ha sugerido en su estudio sobre los Cantos del Siervo de Isaías que
regio. Gressmann ha dicho ya que el traspasado era sin duda alguna {ohne Zwei-
la muerte trágica de Yosías, en el 609 a manos del Faraón Necó, dio origen a la
fel; véase Der Messias, p. 330) un rey, pues todo el país llora su muerte y llama
expectativa de un Josia redivivus (Gressmann remite a Jeremías 30, 18-21; Zaca-
de nuevo a la vida a este rey-mesías con el ritual de luto, «porque un Mesías muer-
rías 12, 9s; los Cantos del Siervo)34. Sea como fuere, Zacarías 12 ha combina-
to es una contradicción». La conclusión de Gressmann es esencialmente correc-
ta, aunque el autor toma demasiados atajos para llegar a ella. En realidad, no
28. Otzen, Studien über Deuterosacharja, p. 178. es un rey, sino el pueblo de Judá el que es sacrificado. Con este sacrificio, los
29. Flemming F. Hvidberg, WeepingandLaughterin the OldTestament, Brill, Leiden 1962, mártires adquieren una dignidad real de acuerdo con el modelo del rey humi-
p. 118-119. Véase M. Dietrich, O. LoretzyJ. Sanmartín, Die keilalphabetische Texte aus Ugarit, llado en el mito y en el ritual del antiguo Oriente próximo. Con su identifica-
1.5,vi.ll-25y 1.5,vi.31-1.6.i.8
ción con el rey del Festival de Año Nuevo, el Judá sacrificado es ennoblecido (es
30. Cf. Arvid S. Kapelrud, Baal in the Ras Shamra Texts, Copenhague 1952, p. 50, 52.
31. Hvidberg, Weeping and Laughter, p.l 19. hecho rey) y, en cuanto colectividad, su autoinmolación manifiesta un proceso
32. C(. B. Otzen, Studien über Deuterosacharja, p. 177 (con dudas). de democratización del ritual (ya evidente en Lamentaciones 3 o Ezequiel 37).
33. Jueces 5, 19 habla de «en las aguas de Meguiddó». Como dice Harald Riesenfeld,
34. Hugo Gressmann, Der Messias, Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga 1929, p. 329-336.
La cuestión es, sin embargo, si el texto se refiere a Yosías. Gressmann mismo destaca el tiempo
futuro del oráculo, tanto en Zacarías como en Isaías 53 (cf. p. 336). El Déutero-Isaías ha creado
una nueva idea de Mesías, a saber, un «Mesías del exilio», ya que los israelitas en el exilio «nece-
defiende esta interpretación de Isaías 53 refiriéndose a la muerte del rey Yosías, muerto por el
sitaban de un Mesías que primero pasara por la lucha y el sufrimiento antes de conseguir una vic-
Faraón Necó «por causa de los pecados de los israelitas». Cf. A. Neubauer y S. R. Driver, The Fify
toria gloriosa» (p. 338). Este pensamiento solidificó entre los sucesores del Déutero-Isaías, en espe-
Thírd Chapter oflsaiah According to thejewish Interpreters, KTAV, Nueva York 1969, p- 153-
cial, en el Trito-Isaías y en el Déutero-Zacarías. Observemos que Abravanel (siglos XV-XVI) ya
197.
Zacarías 12, 10
André LaCocque

gido (Salmo 2). Así como, en el culto, el atentado contra este último se describe
debe, por ello, tenerse en cuenta que no hay exageración alguna en dar
como un deicidio, así también, en el eskabton, cuando los «habitantes» de Je-
por supuesto que el drama cultual se interpretaba, por analogía con el papel
rusalén «traspasan» a los «provincianos» de Judá, causan también la «muerte» de
real desempeñado allí por el rey, como un reflejo del destino del pueblo,
Dios40. Como en el caso del martirio del Siervo de Isaías, el arrepentimiento de los
que, por así decir, se sumergía en la muerte y volvía a la vida35.
acto res/testigos41 transforma el fracaso en victoriay la muerte en vida42. Aquí tam-
En el capítulo 10, versículo 4, el profeta mostró que Yhwh Sabaot hizo bién el arrepentimiento y el duelo por aquel que perdió «su» vida por una función
de «la casa de Judá como su caballo de honor en la batalla». «De él [esto es, de sustitutiva «le» entronizan como Mesías. El Siervo doliente ha sido herido, humi-
Judá]36 sale la piedra angular, de él la estaca de la tienda, de él el arco de com- llado y condenado a morir a manos de Babilonia. Al «traspasado» también lo han
bate, de él sale todo potentado»37. Dios rechaza a los que están en el poder (v. martirizado las naciones. Pero, en ambos casos, la verdadera culpabilidad recae
3a) y escoge a los nuevos líderes de en medio del rebaño mismo, esto es, de entre sobre el pueblo del profeta. La ceguera llevó a los «habitantes de Jerusalén» a la fla-
los esclavizados que ahora, por fin, se liberan e independizan (cf. Jeremías 30, grante injusticia de confundir a Judá con las naciones. Su arrogancia victimó/sa-
18-21). El proceso de democratización sigue el modelo arcaico de la Liga de crificó a sus mismos hermanos, que a la postre han de entregar sus vidas por
las Doce Tribus (cf. Jueces 20, 2; 1 Samuel 14, 38; Isaías 19, 13). Un paralelo lo Jerusalén. Tanto escándalo y locura corre parejas con la gravedad definitiva del
proporciona Isaías 60-62, resultado de un medio socioeconómico similar. acontecimiento que el profeta considera como el último en la historia.
Al juntar Zacarías 12, 10 y 10, 4, nos acercamos más a la dimensión mesiá- Esto, no dejó de verlo la tradición judía. Leyó Zacarías 12, 10 (al igual que
nica de «Judá». En 10, 4, de hecho, la trilogía «piedra angular, estaca y arco de Isaías 53; Salmos 22, 31; Salmos 69; etc.) desde una perspectiva mesiánica, pese
combate» es probablemente una triple designación mesiánica38. El Targum tra- al «fracaso» del Mesías en estos textos. Pero, para los rabinos, se trata del «Mesí-
duce piedra angular por monarquía y tienda por «dignidad mesiánica». Por esto as ben Yosef» (así el Targum, Redaq, Ibn Ezra, el Mesudoth Ziorí). Surgió de hecho
es posible que debamos ver en la expresión «los jefes de Judá» (12, 5,6) una endí- en el judaismo rabínico una tradición sobre una especie de pre-mesías, cuyo des-
adis. Pero, si es así, y como consecuencia del proceso de democratización, el Mesí- tino era morir ante las murallas de Jerusalén. Su muerte es el anuncio de la veni-
as se convierte en un colectivo. Estamos ante un mesianismo colectivo, que halla da de un Mesías «hijo de David» victorioso. De dónde sale una figura así es una
su cumplimiento en el sufrimiento vicario. Viene a la mente un texto anterior, cuestión discutida. Charles C. Torrey creyó que su origen se remontaba a Isaías
Isaías 57, 1, en el que se pasa del singular al plural y de nuevo al singular39. El 53, con lo que precedía así al cristianismo en varios siglos43. Con toda certeza,
«justo» pasa por el martirio. El texto de Isaías y en general los Cantos del Sier- huellas de la doctrina se han encontrado en el Targum, el Talmud y el Midrás,
vo en el Déutero-Isaías son el anuncio que nos lleva a Zacarías 12. pero Torrey estaba ciertamente equivocado en lo que se refiere a la fecha de con-
Pero ahora Zacarías contempla el sufrimiento del justo como infligido, por cepción. Ninguna de las fuentes existentes que hablan del Mesías «hijo de José»
lo menos en parte, por el establishment de Jerusalén. «Judá» es martirizado y es anterior a la revuelta de Bar Kokba en el siglo II de nuestra era44. La figura de
«Jerusalén» es aquel que «no entiende», como dice Isaías 57, 1, por lo menos ini-
cialmente. Esta incomprensión es una categórica participación en la «retirada del
40. Las palabras «habitantes», «traspasado», «provincianos» y «matar» van entrecomilladas
justo» (ibídem; véase también los Salmos de lamentación). Y, como el profeta porque se toman todas en sentido metafórico.
adopta aquí un lenguaje mitopoético, «Jerusalén» se alinea con las fuerzas caóti- 41. Los testigos son actores, aunque sea sólo por su condena inicial, desprecio y desdén para
cas ritualmente desatadas durante el Festival Real de Sión, contra Yhwh y su un- con el Siervo.
42. Para Gressmann (Der Messias, p. 331), tanto en el texto de Isaías 53 como en el de Zaca-
rías 12, la vida del Mesías depende del arrepentimiento de Israel. Además, «el salmo de arrepen-
35. Harald Riesenfeld, The Resurrection in Ezekielxxxvii andin the Dura-Europos Paintings, timiento es la llamada que despierta al muerto».
Uppsala University Aarsckrift, Uppsala 1948, p. 15.
43. Charles C. Torrey, «The Messiah, Son of Ephraim», en Journal ofBiblical Literatura 66
36. «De él», dice el Hebreo. Con la Pesitta, hay que entenderlo como si designara la casa (1947) 253-277.
de Judá, aquí personalizada.
44. La idea se expresa en 4 Esdras 7, 28-31; 12, 32-34; 2 Baruc 29, 30,40; 1 Henoc 90, 30.
37. Aquí, igual que en Isaías 60, 17, el sentido de esta palabra es positivo (como se demues- Rabí Dosa ben Harkinos (o ben Hyrcanos, siglo II de la nuestra era), en Sucot 52a, explica que en
tra por el contexto, cf. v. 3), aunque anfibológicamente evoca la opresión ejercida por quienes Zacarías 12, 10 el hijo de Efraím muere porque el pueblo le fue desleal. Psipta Rabbati36, 2 le lla-
en aquel momento ocupan el poder en Jerusalén (cf. 9, 8). ma «el verdadero Mesías, Efraím». Este texto establece un paralelo con el «único hijo», el «pri-
38. Cf. W. Neil, Interpreter's Dictionary ofthe Bible, Abingdon, Nashville 1962, vol. 4, mogénito» de Dios (=Israel) en Egipto, orientando así al lector hacia una identificación de «aquel
voz «Zechariah», en especial p. 946. a quien traspasaron» con el pueblo.
39. Ha-hadiq 'abad... we-'arísey hesed neesapim... ne esap ha-sadiq.
André LaCocque Zacarías 12, 10

un Mesías que muere llegó ciertamente como respuesta a la muerte del guerri- que la muerte del Ungido es a la vez un deicidio. La identidad entre el mensa-
llero Rabí Aqiba, saludado como mesías. De alguna manera, por tanto, la lec- jero y quien lo envía se afirma con fuerza (cf. Zacarías 11, 13). Los ritos de due-
tura mesiánica de Zacarías 12 por la tradición judía es un anacronismo. Pero lo, por la misma razón, no tienen paralelos. Pueden recordarnos la pérdida del
es de notar que, dentro del concepto de un doble Mesías, el Mesías «hijo de José» rey Yosías, en el 609, aunque para expresar sus pensamientos el profeta recurre
es representante del norte y el Mesías «hijo de David» del sur (cf. Josué 18, al lenguaje mitopoético. Habla de un misterioso Hadad-Rimmón que murió en
5)45. Ahora bien, esta conjunción de norte y sur es uno de los principios que sos- Meguido, que él escribe sólo como Megidón. A ello me refiero ahora.
tienen los oráculos del Déutero-Zacarías. La secuencia es también importante: Hemos visto antes que Hadad-Rimmón debe ser identificado, como hace
el «Mesías» del norte precede al jerosolimitano del sur. No es irrelevante que, en Hvidberg entre otros, con el dios cananeo Baal que ha de morir, antes de vol-
Zacarías 12, el «único hijo» o el «primogénito»46 del versículo 10 represente a una ver a la vida, y que es llorado ritualmente con lamentaciones populares drama-
colectividad que se identifica como «Judá», mientras que en Jeremías 31, 9 el tizadas. Siguiendo la misma idea, el texto de la Septuaginta sobre Zacarías 12,
«primogénito» sea precisamente Efraím, del norte. 11 bien podría adentrarnos por el trasfondo contra el que se construyó el texto
Por la pérdida de un vida tan preciosa se derramará un llanto «como el llan- masorético48. Este texto lee «Rimmón» en lugar de «Hadad-Rimmón». Ahora
to de Hadad-Rimmón en el valle de Meguido» (v. 11). El Targum ve aquí una bien, Rimmón es el nombre de la roca donde, según Jueces 20, 43-47, se refu-
doble alusión, a la muerte del rey septentrional Ajab en el 853 (1 Reyes 22, giaron los benjaminitas perseguidos por las otras tribus de Israel. Este capítulo
35) y a la del rey del sur, Yosías, en el 609 en Meguido (2 Reyes 23, 29). La de Jueces es una de las páginas más sangrientas de la literatura hebrea. Cuenta
lectura del Targum, «como el llanto por Ajab ben Omri, muerto por Hadad- la terrible masacre de una de las tribus por cuenta de las otras. La operación, que
Rimmón benTabrimmón», es probablemente errónea; el nombre del rey ara- empezó con una represalia limitada contra Benjamín por no haber participado
meo no está en 1 Reyes 22. Además, como destaca Joyce Baldwin, el duelo no en la guerra contra Guibeá, pronto escapó de todo control (Jueces 20, 19-20).
es sobre una supuesta víctima de Hadad-Rimmón, sino sobre Hadad-Rimmón Toda la tribu habría sido aniquilada de no haber percibido los vengadores, en el
mismo47. Pero la evocación targúmica del 609 es correcta. Volveré más adelan- último momento, la magnitud del desastre (Jueces 21). Las once tribus restau-
te sobre esto. Pero, antes de hacerlo, sería probablemente provechoso resumir los raron entonces la tribu de Benjamín «llorando a voz en grito» (21, 2). La paz
datos hallados hasta este momento. se cerró en la roca de Rimmón (21, 13).
Los oprimidos de «Judá», en cuanto significan la oposición al «establishment En la historia posterior, en tiempos de la primera monarquía en Israel, el
de Jerusalén» -de forma que paradójicamente «Judá» incluye también a los efrai- texto de 1 Samuel 14, 2 nos dice que en Guibeá -donde había empezado todo
mitas del norte— han de ser las víctimas de las naciones y comparten el mismo el asunto— el rey Saúl «estaba apostado... bajo el granado que hay en Migrón». El
sino que Jerusalén, porque el asedio contra esta última es también el asedio con- texto añade que «los que estaban con él eran unos seiscientos hombres», precisa-
tra los primeros. Pero la matanza de Judá es, por lo que se refiere a Jerusalén, un mente el número de benjaminitas que escaparon de la furia de sus hermanos en
sacrificio de expiación por su ceguera. Víctimas de la arrogancia de los de Jeru- la roca de Rimmón, según Jueces. Hay, pues, en Jueces 10 y 1 Samuel 14, 2, no-
salén, los judaítas mueren vicariamente para bien de estos últimos, los cuales tables elementos comunes. El texto de Samuel incluso continúa mencionando
reconocerán su culpabilidad (cosa que los convierte en verdaderos asesinos: 'et salientes de roca en la región de Guibeá (14, 4), donde Yonatán y su escudero se
'aser daqeru). En cuanto a los sacrificados, la realidad superará la ficción. Pues, escondieron y de donde salieron para derrotar a los filisteos (14, 11-14).
a pesar de las apariencias (como en el caso del Siervo del Señor en Isaías 52-53), Puede muy bien ser que en Zacarías 12, 11 se deslizara una confusión entre
el mártir colectivo es regio y mesiánico. Él lleva a efecto la vocación del Ungi- Migrón y Meguidón, dos palabras que en hebreo se diferencian sólo por una con-
do de juzgar sobre las naciones y redimir a Sión. Dios está de su parte, de modo sonante, ya que la r de Migrón y la ddc Meguidón son muy parecidas en todos
los manuscritos.
El fenómeno dista mucho de ser único. Mientras que Habacuc 2, 15, en
45. Sigmund Mowinckel escribe: «Podría pensarse que surgió entre los samaritanos como el texto masorético, por ejemplo, lee m'o ryhm, lQpHab 11,3 lee modyhmy,
una réplica del Mesías judío de la casa de David, pero que fue ocasionalmente aceptado en los
en el Pesher, se usan ambas ortografías: ¡«vergüenza» y «festivales»! Podemos ver,
círculos judíos, en parte porque los judíos podían ver al Mesías «hijo de José» como uno de
los predecesores del Mesías, igual que "Tacso", de la casa de Leví» {He That Cometh, p. 290).
46. Sobre esto, véase Éxodo 4, 22; 1 Crónicas 5, 1; etc. 48. A. von Hoonacker, Les douzepetitsprophetes, París 1908, llamó la atención sobre la pers-
47. Joyce G. Baldwin, Haggai, Zechariah, Malachi, Tyndale, Londres 1972, adhoc. pectiva aquí abierta por los LXX.
André LaCocque Zacarías 12, 10

también, junto con algunos expertos, en la Sulamita del Cantar de los cantares Meguidón se encuentra en la llanura de Izreel y allí no hay montaña alguna en
otra expresión de la «Sunamita» de 2 Samuel y 1 Reyes. Otros ejemplos, sobre un radio de diez kilómetros. De aquí que, normalmente, encontremos la expre-
Lucas 24, 32 y Génesis 10, 4, se citan en la nota 49. Con todo, más convincente sión «el valle de Megiddó(n)» (Zacarías 12, 11; 2 Crónicas 35, 22). P o r otro lado
es que Migrón en el texto masorético se lee como mageddó(n) en algunas ver- que Meguidón se mencione aquí en un contexto en principio apocalíptico sólo
siones griegas. Por ejemplo, en Isaías 10, 28, el Hebreo lee migron, pero el Codex puede explicarse por referencia a Zacarías 12, 11. Todos los demás intentos de
Alexandrinus de los LXX lee mageddó, y Teodoción lee mageddón; esto es, en explicar el problema palidecen en la comparación50. Meguidón se convierte aquí
ambos casos Meguido. en una montaña, a pesar de la topografía, por adaptación a la perspectiva esca-
La ortografía «Megidón» puede verse en unos cuantos textos de los LXX, tológica (cf. Ezequiel 38, 8; 39, 2s). En todo caso, Apocalipsis 16, 16 alude a
probablemente bajo la influencia de nuestro texto hebreo. Hay incluso un «Mage- la topología materializada en 2 Reyes 23 (2 Crónicas 35), referente a la muerte
dón» en Jueces 1, 27 (Codex Alexandrinus) y en 2 Crónicas 35, 22; de aquí, el del piadoso rey Yosías, y en Zacarías 121, 11, visto este texto según el trasfon-
«Harmagedón» de Apocalipsis 16, 16 (véase luego). En el texto hebreo de Zaca- do de Jueces 20-21. Juan de Patmos escatologiza más el término por recurrir a
rías 12, 11, «Megiddón» puede ser justamente un error de lectura del «texto pro- Ezequiel 38-39 (Gog-Magog). El tema anterior de las naciones que luchan se
puesto» (Vorlagé), pero puede ser también voluntario49. Si es así, el cambio mor- convierte en uno de los «espíritus demoníacos» (16, 14)51. La guerra se traslada
fológico corresponde a una transformación simbólica de (la roca de ) Rimmón al «gran día» y Cristo viene para vencer al enemigo.
en el nombre divino de Hadad-Rimmón por asociación de dos conjuntos de Como vimos antes, la Iglesia primitiva vio en «aquel a quien traspasaron»
ritos de duelo, uno por la diezmada tribu de benjamín y otro por la caída del rey a Cristo mismo. Esta es la interpretación de Apocalipsis 1, 7, donde el mártir de
Yosías en Meguido. En todo caso, esto explicaría la extraña forma de escribir Zacarías se combina con el «hijo del hombre» de Daniel52. Los que traspasaron
«Megiddón». a Cristo son ahora «todas las tribus de la tierra» (que se corresponden con las
De particular interés para nosotros es, claro está, el paralelo que de este naciones y con Jerusalén en Zacarías), que le llorarán cuando se den cuenta de
modo se establece con la matanza genocida y fratricida de una tribu por sus con- lo que le han hecho. Destaquemos la sumamente inusual expresión de «las tri-
federados. En Zacarías 12, Judá muere a manos de y por Jerusalén. Podemos bus de la tierra», que se encuentra sólo aquí y en el texto paralelo de Mateo 24,
incluso especular en punto que, si el texto original de Zacarías 12, 10 se ceñía 30, al que nos referiremos de inmediato. El término «tribus» en lugar del espe-
más al modelo antes dibujado, el sentido colectivo de «aquel a quien traspasa- rado «naciones» es, sin duda alguna, reminiscencia de la situación tribal pinta-
ron» era, por la misma razón, explícito, de manera que muchas de las contro- da por Zacarías 12, en especial en el texto restaurado de los versos 10-11, como
versias exegéticas posteriores sobre este texto podrían haberse evitado. sugerí antes.
Si volvemos al uso que en el Nuevo Testamento se hace del texto de Zaca- Mientras que el texto de Juan 19, 37 parece menos interesante para nues-
rías, encontramos varios pasajes que nos son de particular interés. Para empezar, tro estudio (el cuerpo crucificado de Jesús es traspasado por la lanza de un sol-
la extraña ortografía de «Meguidón», ya comentada, se repite mezclada en Apo- dado de acuerdo, dice Juan, con el texto de Zacarías), el de Mateo 24, 30 es más
calipsis 16, 16, donde, como vimos, se convierte en «Harmagedón» (por har- sorprendente. Como texto apocalíptico que es, sigue exactamente la misma línea
Megiddori), esto es, «montaña de Meguidón». Esto es tanto más raro cuanto que que Apocalipsis 1, 7. Krister Stendahl piensa en una antigua tradición, que nace-
ría o bien de un logion atribuido a Cristo o bien del corpus tradicional antiguo
de la predicación cristológica53.
49. La literatura tradicional judía, ya al nivel de la transmisión masorética de las variantes Sea como fuere, Mateo y Apocalipsis, en términos de la trayectoria de la
qeré-ketiben los textos (véase, por ejemplo, Job 13, 15), da abundantes ejemplos de esta confu-
sión voluntaria de consonantes. En Salmos 80, 14 se lee, así, mi-ya'ar(del bosque, un jabalí sal-
vaje, por tanto) o bien mi-yeor {¿A río y, por tanto, un pacífico hipopótamo). En el trasfondo 50. Cf. Pierre Prigent, LApocalypse de Saint Jean, Delachaux et Niestlé, Neuchátel 1981,
de Lucas 24, 32, ha habido una confusión ente «pesado» (yqyd) y «ardiente» (yqir) según Matthew p. 249, n. 21, para una discusión sobre estas hipótesis, la mayoría inverosímiles.
Black (An Aramaic Approach to the Gospels andActs, Clarendon Press, Oxford 1954, p. 188). 'apir- 51. Una interesante inversión del proceso distinguido por Hermann Gunkel: ¡del Gotter-
yon, en Cantar de los cantares 3, 9, ha de ser corregido, dicen algunos expertos (siguiendo a Winc- kampfmythus al VolkerkampfinythuA [del mito de la lucha entre dioses al mito de la lucha entre
kler, Altorientalische Forschungen, vol. 1 [Verlag, Eduard Pfeiffer, Lepizig 1893]), por 'apedon = pueblos].
palacio en Aram (del persa): cf. Daniel 11, 45: 'apadana. Lo mismo vale para Génesis 10, 4, don- 52. La combinación de textos del Antiguo Testamento hecha por Apocalipsis es algo habi-
de dodanim debe leerse rodanim, esto es, habitantes de la isla de Rodas. Evidentemente, los tual. En Apocalipsis 16, 16, vimos precisamente Zacarías 12, 11 combinado con Ezequiel 38-39.
ejemplos de aliteraciones son numerosos; cf. Isaías 29, 3: wesanti ... musab ... meíurot. 53. Krister Stendahl, The School ofSt. Matthew, Fortress Press, Filadlefia 1968, p. 214.
André LaCocque

recepción e interpretación del texto, muestran el momento en que la línea para-


bólica alcanza su punto más elevado. Una conclusión así exigió un doble movi-
miento, de individualización de «aquel a quien traspasaron» y de su identifica-
ción con Jesús de Nazaret, por un lado, y de universalización de la parte culpable,
por el otro lado, que debe finalmente confesar sus pecados y arrepentirse para
poder ser universalmente salvada por la Víctima expiatoria sustitutiva.
La «muerte de Dios» no iba a ser, en última instancia, inútil.

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