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Inicio > Entrevista a Franco “Bifo” Berardi: Fascismo senil y algoritmo nanciero.
En esta conversación hemos querido conocer algo más del método de la plasticidad
o “cartográ co” –heredado de Félix Guattari–, y de cómo fue evolucionando ese
modo de trabajo, tomando principalmente como puntos de referencia sus obras
publicadas en la Argentina: Generación post Alfa, Félix, De la Sublevación, El trabajo
del Alma y Fenomenología del n. En sus palabras, el método “rizomático” consiste
en hacer la cartografía viva y nunca totalizable de la composición social. ¿Cómo leer
a Bifo hoy, desde nuestras circunstancias? ¿Qué nos enseña su modo de trabajo a la
hora de abordar unas prácticas situadas en la particular coyuntura histórica de la
región –el neoliberalismo sin crisis de Chile, los límites del llamado progresismo en
Uruguay, el neoliberalismo de manual de un Durán Barba, clave para comprender la
situación política argentina, y el tecno-fascismo emergente en Brasil–? ¿Cómo ligar
la actualización del método cartográ co a la incorporación cotidiana de nuevas
generaciones de activistas en diferentes colectivos, organizaciones y movimientos
que investigan y experimentan el más allá del neoliberalismo, el racismo, el
patriarcado y el fascismo? ¿Cómo evitar la nocividad de simpli caciones relativas al
deseo -ese “ ujo psíquico que se activa y se desactiva, y que se modi ca por efecto
de las condiciones culturales, técnicas, sociales entre las cuales se mueven los
ujos del imaginario”–, clave en la fuerza de estos movimientos?
Félix Guattari y el método de la
plasticidad
Sztulwark ¿Cómo fue tu relación con Félix Guattari? ¿Cómo se conocieron?
Diego Sztulwark:
¿Cómo lo recordás? Me re ero a sus aspectos biográ cos, a rasgos de su amistad o
del compañerismo que tuvieron.
Félix era un hombre simpático, generoso, que parecía siempre un poco distraído,
como alguien que siempre está pensando en otra cosa. Si bien tenía muchos años
más que yo, nunca he sentido a Félix como a un padre, sino siempre como a un
hermano.
F.B.:
F.B.: La lectura de El Antiedipo, para mí y para miles de estudiantes y activistas del
movimiento autónomo italiano, hizo crecer la convicción en que el proceso
revolucionario estuviera destinado a expandirse y continuar en el tiempo, porque se
fundaba sobre una dinámica del deseo que parecía imparable. El problema es que
nuestra interpretación del concepto de deseo era muy simple. Entendámonos, no
estoy hablando de la complejidad real del texto, de lo que Guattari y Deleuze
entendían en sus escritos, y de las complicaciones ligadas a la relación entre
lacanismo y nueva práctica psicoanalítica. No. Quiero limitarme solo a una re exión
sobre el efecto político de nuestra lectura. A partir de 1977, mientras estaba en París
viviendo en casa de Félix, participé de la actividad del CINEL (Centre d’Initiative pour
de Nouveaux Espaces de Liberté), donde cumplía una función de enlace entre el
movimiento italiano y el laboratorio losó co parisino. Pero debo confesar que no
estoy contento del modo como se desarrolló esa función. La atención teórica se
concentraba sobre el concepto del deseo, y el deseo aparecía como una fuerza
incontenible que solo esperaba ser desencadenada para luego arrollar a toda forma
de represión y explotación.
Se trataba de una visión simplista sobre el plano losó co, y políticamente peligrosa.
Era simplista porque reducía el deseo a una fuerza natural, naturalmente buena y
progresiva. No es así: el deseo no es una fuerza natural sino un ujo psíquico que se
activa y se desactiva, y que se modi ca por efecto de las condiciones culturales,
técnicas, sociales entre las cuales se mueven los ujos del imaginario. Lo que creo
haber entendido es que el deseo no es una fuerza unívoca liberadora o positiva, sino
que es el campo sobre el que se forman las fuerzas subjetivas, donde chocan, y
vencen, y pierden sus batallas. El punto de partida del discurso guattariano consiste
en la a rmación de que el deseo no es una falta, y que su dinámica no es la de la
necesidad, pero sí la de la creación de mundos imaginativos. Pero la modalidad en
que esta dinámica se mani esta y los contenidos imaginativos que el deseo produce
pueden ser muy diversos.
D.S.: Hay una relación intensa y cambiante de Félix Guattari con el psicoanálisis, en
D.S.:
particular con el lacaniano, con el que estuvo muy ligado. ¿Cómo fue su relación con
Lacan? ¿Qué podemos decir hoy del esquizoanálisis y cómo actualizarías las
diferencias entre ambas orientaciones analíticas?
Nunca entendí bien cómo fue la relación personal que Félix tuvo con Lacan después
de esta ruptura losó ca. Lo que me parece decisivo, en el plano de la relación
psicoanalítica, es que en Guattari el rol del analista está mucho más volcado a
refocalizar que a interpretar. La refocalización, o sea el desplazamiento práctico del
foco de la atención y de la inversión, es una acción que concierne a la relación entre
la persona y su ambiente comunicativo, afectivo, su paisaje social. De este modo,
Guattari se alejaba del predominio freudiano de la función interpretativa, para
proponer el esquizoanálisis, que consiste en una refocalización del paisaje, de las
proyecciones, de las mismas obsesiones y de los mismos delirios del sujeto del
esquizoanálisis. El esquizoanálisis propone seguir lo esquizo en su recorrido
psicótico para hacer posible, desde el interior del delirio, el encuentro de nuevas
posibles concatenaciones que permitan la salida de los retornos obsesivos, y
encontrar por esa vía retornos colectivos felices, capaces de sostener la dinámica de
la caósmosis.[1]
El problema de fondo, sin embargo, está en el hecho de que desde los años 80 en
adelante, el territorio imaginario cambia de modo dramático. En las condiciones
creadas por la nueva tecnología reticular y por la explosión del liberalismo, la
movilización psíquica –continuamente solicitada por las nuevas formas del capital,
por la estimulación permanente de la publicidad, por el asedio mediático– condujo a
la actual desestructuración pánica de la producción del inconsciente. En el universo
de la sobrestimulación, el problema del esquizoanálisis también se rede ne.
El pensamiento deseante nace en los años 1969 y 1970 como cuestionamiento a una
dimensión de la existencia colectiva que, según la crítica de los situacionistas, se
encuentra dominada por el aburrimiento (boredom). La mutación técnica producida
por el neoliberalismo y por las redes desplaza esta dimensión social del
aburrimiento hacia una prevalencia de la ansiedad. El cuadro psicopatológico
cambia de modo tan radical que el triunfalismo deseante, que en un primer
momento encontramos en el Antiedipo, terminó por convertirse en una fuerza útil
para la desregulación liberal y para el hiperconsumismo. En sus últimas obras,
particularmente en ¿Qué es la losofía? y en Caósmosis, Deleuze y Guattari
comienzan a hablar de la faz caótica y dolorosa del deseo. El texto más actual en
este sentido es el último capítulo de su último libro: “Del caos al cerebro”. La
problemática del caos, del sufrimiento psíquico que eso lleva consigo, las
estrategias de relación con el caos abren una nueva fase en el pensamiento de
Deleuze y Guattari, aun cuando esa fase terminaría pronto, ya que Félix muere en
1992, y Deleuze pocos años después.
F.B. Guattari formó parte de un grupo trotskista durante los años posteriores a 1968,
F.B.:
pero debemos tener en cuenta que la de nición de trotskista en Francia era muy
amplia e imprecisa: una manera de decir marxista no ortodoxo, comunista no
stalinista. También Baudrillard, tan diferente de Guattari, había sido trotskista en la
década de 1960, lo cual no dice demasiado con respecto a su formación losó ca.
Das Kapital naliza con un capítulo inconcluso, del que Marx escribió solo el título
(“Las clases”) y unas pocas líneas. Es el capítulo 52 nunca escrito, en el cual Marx
hubiera debido elaborar la cuestión de la clase no solo como objeto económico, sino
también como sujeto político, histórico. Marx no desarrolló este concepto que
permanece como un agujero en la textura general de su pensamiento.
F.B. Me parece que el concepto de metamodelización tiene algo que ver con lo que
F.B.:
Gregory Bateson expone en su ensayo sobre la esquizofrenia, Pasos hacia una
ecología de la mente (Lohlé-Lumen, Buenos Aires, 1998). El esquizoanálisis, dice
Félix, no consiste en imitar al esquizofrénico, sino en salir (como lo hace el esquizo)
de las fronteras del sentido, del signi cado establecido, para ampliar la visión, para
acceder a la dimensión a-signi cante como posibilidad de recontextualización de la
psicosis y de la normalidad, y de la relación entre psicosis y normalidad.
Bateson dice que el esquizofrénico no reconoce las comillas de la metáfora, y la
toma como la realidad. En este sentido, el esquizo es un metamodelizador. El trabajo
del esquizoanálisis consiste en esto: tomar en serio la metáfora, ampliar el territorio
de la signi cación, hasta implicar y comprender lo a-signi cante. Metamodelizar
signi ca trascender la dimensión modelizada (lo que está comprensible en el interior
del campo del signi cado) para comprender lo que no pertenece al signi cado.
Metamodelización, entonces, es una ampliación del cuadro analítico que permite,
como dice Guattari en Caósmosis, recargar la signi cación.
F.B.: Rizomático o cartográ co, ambos términos van juntos. No hay otro modo de
hablar del rizoma que no sea cartográ co, es decir, que no sea una fenomenología
in nita del rizoma que es irreducible a una totalización.
D.S.: De nuevo, pensando en Guattari y también en vos, ¿qué papel juega la tradición
del obrerismo italiano en el pensamiento de cada uno de ustedes? Es muy diferente,
lo sabemos, pero quizás puedas contar brevemente cómo es en cada uno. De
Guattari conocemos su amistad y su colaboración con Toni Negri. Un poco lo que
cuenta François Dosse en Gilles Deleuze y Félix Guattari. Biografía cruzada.
Pero hay una tercera posibilidad de interpretación del pensamiento marxiano, que
emerge después del 68 y de la publicación de la obra menos conocida, Grundrisse,
en particular el “Fragmento sobre las máquinas”. En este texto, Marx se focaliza sobre
la cuestión del cambio técnico, de sus efectos en la esfera de la subjetividad obrera,
y de la disminución del tiempo de trabajo necesario –liberación del tiempo de vida
social desde la esclavitud del salario–, como condición del comunismo.
Espasmo Caosmótico
D.S.: Como conclusión sobre la gura de Guattari ¿qué dirías de su vigencia? En tu
libro ya mencionado, Félix, en el capítulo “La depresión Félix” introducís re exiones
de procedencia budista. ¿Querés decir algo más sobre Guattari?
F.B. Creo que el legado más importante de Félix se encuentra en su última obra,
F.B.:
Caósmosis, y en el libro contemporáneo a este, escrito en colaboración con Deleuze,
¿Qué es la losofía? En este libro compartido se habla de vejez y de amistad. Y se
habla de caos, del sentimiento de desbordamiento. El caos y el cerebro, el dolor de
ser superados por la velocidad de los signos. Pero en su libro en solitario, Guattari
escribe las palabras: spasme chaosmique. Me parece que es la primera vez que
aparecen estas palabras en su obra. El espasmo, la dolorosa aceleración del
organismo, el efecto de pánico y de parálisis que este provoca.
D.S.: ¿Por qué insistís con nociones como “caoides” y “heterogénesis” en este
contexto?
D.S.: ¿Sigue siendo necesaria la discusión de la violencia? Si es así, ¿cómo pensar una
contraviolencia en el actual contexto?
F.B.: En Italia prima la idea de que los años 70 fueron de mucha violencia. Y lo fueron
F.B.
en el estricto campo político. No obstante, la violencia está mucho más difundida en
nuestros días: lo observamos en la vida cotidiana, en la realidad de las relaciones
personales, en la frecuencia del femicidio. Si la violencia de los años 70 se
presentaba principalmente como un con icto entre visiones universalistas (lucha de
clases, internacionalismo, en contra de la democracia liberal capitalista), hoy se
mani esta como la fragmentación identitaria, como la lógica del pertenecer:
proliferación de los nacionalismos, de las ma as, de los integrismos religiosos. Sin
embargo, no creo que la a rmación de un derecho histórico a organizar la violencia
de los oprimidos, que fue un principio leninista y anarquista en el siglo pasado, tenga
en la actualidad algún sentido.
Loveless (Sin amor), la película del director ruso Andrey Zvyagintsev, trata sobre la
desaparición de Aliosha, un niño de ocho años a quien Genia, su madre, no sabe y no
puede amar. Esa es la desaparición del futuro mismo, que en la película de
Zvyagintsev está sustituido por la omnipresencia de la pantalla móvil, del smart-
phone.
F.B.: Esta es la pregunta de más difícil respuesta: ¿cuál es la tarea del intelectual, del
F.B.
pensador en la época actual, a la que ingresamos o cialmente con la victoria de
Trump, con la difusión del nacionalismo en Europa y con la derrota de la izquierda en
América latina? Agregaría, más radicalmente, ¿qué hacer cuando el legado del
humanismo moderno se hunde junto con el legado de la Ilustración y del
socialismo?
A diario nos enfrentamos con la emergencia de la infamia: la arrogancia de los
ignorantes que toman el poder justamente gracias a su ignorancia y a su arrogancia.
¿Y la miseria y la desesperación en aumento incesante que afecta a una cantidad de
seres humanos cada vez mayor?
Creo que tenemos que vivir en una condición de duplicidad que implica el ejercicio
de hablar con dos idiomas diferentes: el primero es el idioma de la resistencia
humana; el segundo, el de la profecía y la anticipación, el de la creación de
conceptos que estén a la altura de la mutación post-humana que no podemos parar.
En el primer nivel, tenemos que educar a los que nos escuchan a ser justos con las
naciones en el sentido que los judíos dieron a esta expresión durante la Shoah. O sea
que tenemos que expandir a las minorías que resisten contra lo inhumano y que se
comprometen a continuar siendo humanos como el italiano Vittorio Arrigoni, como la
americana Rachel Corrie. En el segundo nivel, tenemos que comprender la nueva
dirección que la evolución está imprimiendo sobre los acontecimientos de la historia
y de la vida cotidiana, y elaborar conceptos que sean capaces de atravesar el caos,
actuar como caoides, producir un horizonte de transformación consciente.
D.S. En sus tesis sobre el concepto de historia, Walter Benjamin denunciaba que la
D.S.:
socialdemocracia, apegada al evolucionismo, miraba con sorpresa el arribo del
fascismo, y que ese asombro, producto de su fe en el progreso, no le había
permitido combatirlo con éxito. ¿Somos capaces de extraer un conocimiento político
útil del fascismo del siglo XXI?
F.B. Creo que en los últimos años se ha reproducido la misma situación que
F.B.:
denunciaba Benjamin. Al igual que en el siglo XX, la izquierda no ha sido capaz de
anticipar esta nueva ola de oscuridad. La izquierda y el liberalismo-demócrata en
general, subalternos al realismo absolutista de la economía nanciera, han perdido
el pulso de la profunda mutación del psiquismo social. Horkheimer y Adorno ya lo
plantearon en el prefacio de su Dialéctica de la Ilustración: si el pensamiento crítico
no logra entender la oscuridad que acompaña a la Ilustración, rma con eso mismo
su sentencia de muerte.
[1] Sobre la caósmosis, Bifo señala en Fenomenología del n que “es el proceso que
sigue a la explosión de la topología morfoestática y que tiene como resultado el
surgimiento de una nueva forma”. Caósmosis es el título de uno de los más
importantes libros de Guattari, publicado en castellano por Manantial, Buenos Aires,
1996.