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Edad media.

Pedagogos destacados por sus enseñanzas


Ignacio de Loyola (Loyola, c. 23 de octubre de 1491-Roma, 31 de julio de 1556) fue un militar y luego
religioso español, surgido como un líder religioso durante la Contrarreforma. Su devoción a la Iglesia católica se
caracterizó por la obediencia absoluta al papa. Fundador de la Compañía de Jesús de la que fue el primer general,
la misma prosperó al punto que contaba con más de mil miembros en más de cien casas —en su mayoría colegios
y casas de formación— repartidas en doce provincias al momento de su muerte.
Íñigo López de Loyola, su verdadero nombre, inició su carrera como hombre de armas formando parte de las
tropas oñacinas del reino de Castilla. En mayo de 1521, a los treinta años de edad cayó herido en la Batalla de
Pamplona cuando defendía la ciudad de las tropas navarras de Enrique II de Navarra.6 Este hecho sería
determinante en su vida, pues la lectura durante su convalecencia de libros religiosos lo llevaría a profundizar en
la fe católica y a la imitación de los santos. Propuso entonces peregrinar a Jerusalén, para lo cual necesitaba llegar
antes a Roma, pero antes pararía en Montserrat y Manresa, donde comenzó a desarrollar sus Ejercicios
espirituales, base de su espiritualidad.7
A su vuelta de Tierra Santa, comenzó sus estudios y a dedicarse a la predicación, basándose en el método de
sus Ejercicios. Sus actividades le hicieron sospechoso de heterodoxo e incluso llegó a ser procesado en distintas
ocasiones. Tras ver cerradas las puertas a la predicación, decidió continuar sus estudios en París, donde
cursó filosofía y tuvo por compañeros a Pedro Fabro y Francisco Javier, entre otros.7
Ignacio y sus compañeros acabaron pronunciando un voto de pobreza, iniciaron la Compañía de Jesús y
decidieron peregrinar a Jerusalén, pero esta empresa resultó imposible y finalmente optaron por ponerse a
disposición del papa. Ignacio partió a Roma junto con Pedro Fabro y Diego Laínez, experimentando durante todo el
viaje multitud de sentimientos espirituales y una especial confianza en que Dios les sería favorable en esa ciudad.7
Allí se dedicó a impartir sus Ejercicios, pero pronto sufrió las críticas de personalidades influyentes que difundieron
rumores en su contra, acusándolo de ser un fugitivo de la Inquisición. Para impedir que las acusaciones
prosperasen y acabasen impidiendo su actividad, Ignacio quiso que se abriese un proceso formal para así ser
declarado públicamente inocente.7

Superior General de los Jesuitas

Ignacio fue elegido superior general de su orden religiosa. Envió a sus compañeros como misioneros por Europa
para crear escuelas, universidades y seminarios donde estudiarían los futuros miembros de la orden, así como los
dirigentes europeos.
En 1548, sus Ejercicios espirituales fueron finalmente impresos y fue llevado incluso ante la Inquisición romana,
pero fue rápidamente exculpado. Ignacio, con la ayuda de su secretario Juan Alfonso de Polanco, escribió
las Constituciones jesuitas, adoptadas en 1554 La Compañía se extendió por Europa y por todo el mundo y
solamente está obligada a responder de sus actos ante el Papa.
Dirigió la Compañía desde su celda en Roma y fue ordenando todo lo que había ido creando hasta poco antes de
su muerte. La Compañía creció y pasó a tener miles de miembros, a la vez que se granjeó muchos amigos y
enemigos por todo el mundo.
Murió el 31 de julio de 1556 en su celda de la sede de los Jesuitas en Roma, como consecuencia de una larga
enfermedad ligada a la vesícula.14
http://www.santotomas.cl/formacion-e-identidad/santo-tomas-de-aquino/la-vida-de-santo-tomas/
La vida de Santo Tomás

Tomás nació entre 1224 y 1225 en el castillo que su noble familia poseía en Roccasecca, cerca de la abadía de
Montecassino, adonde fue enviado por sus padres para recibir los primeros elementos de su instrucción. Algún año
después se trasladó a la Universidad de Nápoles. En aquellos años nació su vocación dominica, a la que su familia se
opuso, por lo que fue obligado a dejar el convento y a transcurrir algún tiempo con su familia.

En 1245, ya mayor de edad, volvió con los dominicos. Fue enviado a París para estudiar teología con Alberto
Magno, al que siguió a Colonia, donde profundizó en el pensamiento de Aristóteles. En ese momento las obras de
Aristóteles presentaban una visión completa del mundo llevada a cabo sin y antes de Cristo, con la pura razón, y parecía
imponerse a la razón como “la” visión misma. Pero en la cultura cristiana, también había recelos hacia la misma.
Tomás de Aquino lo estudió a fondo, distinguiendo lo que era válido de lo que era dudoso o rechazable del todo,
mostrando la concordancia con los datos de la Revelación cristiana. Así, señaló que entre la fe cristiana y la razón
subsiste una armonía natural. Esta es la gran obra de Tomás, mostrar que fe y razón van juntas.

Por sus grandes dotes intelectuales, Tomás fue llamado a París como profesor de teología en la cátedra
dominica. Aquí comenzó su enorme producción literaria, que prosiguió hasta su muerte. No permaneció durante
mucho tiempo y de forma estable en París. Participó en Capítulos Generales de los Dominicos, viajó por Italia, compuso
textos litúrgicos, residió en Roma, donde, probablemente, dirigía una Casa de Estudios de la Orden, y donde comenzó a
escribir su SummaTheologiae. Fue llamado de nuevo a París como profesor. Allí los estudiantes estaban entusiasmados
con sus lecciones, tanto que uno declaró que “escucharle era para él una felicidad profunda”. De allí volvió a Nápoles.

Además del estudio y la enseñanza, Tomás se dedicó también a la predicación. Y también el pueblo iba de buen grado a
escucharle.

Los últimos meses de su vida permanecen rodeados de una atmósfera misteriosa. En diciembre de 1273 llamó a su
amigo y secretario Reginaldo para comunicarle su decisión de interrumpir todo trabajo, porque a raíz de una revelación
sobrenatural, había comprendido que cuanto había escrito era solo “un montón de paja”. Esto pone de manifiesto no sólo
la humildad personal de Tomás, sino también lo elevadas que son las cosas de la fe. Algo después, cada vez más
absorto en la meditación, Tomás murió mientras estaba de viaje hacia Lyon, en la Abadía cisterciense de Fossanova, tras
haber recibido el Viático con gran piedad.

Un episodio recogido por sus biógrafos resume lo central de su vida. Mientras estaba en oración ante el crucifijo, una
mañana temprano en la Capilla de san Nicolás en Nápoles, el sacristán de la iglesia escuchó un diálogo. Tomás
preguntaba, preocupado, si cuanto había escrito sobre los misterios de la fe cristiana era correcto. Y el Crucifijo
respondió: “Tú has hablado bien de mí, Tomás. ¿Cuál será tu recompensa?”. Y su respuesta fue: “¡Nada más que
a Ti, Señor!”.

http://www.ustabuca.edu.co/post5947508/santo-tomas-de-aquino-maestro-de-la-verdad
Concepto de persona

Para el ser humano la forma directa de comprender el concepto de persona es la analogía hecha por Tomás entre Dios y el hombre. Persona,
es entonces: “La vida personal lleva consigo, por tanto, una dosis de soledad y otra de comunicación. Cada persona tiene que mantenerse y
desplegarse en el ser, desde su propio centro, con una autonomía que le da su propio sello; pero ese propio ser tiene una dimensión de
comunicación con los sujetos semejantes, con otras personas, con las cuales entra en relación; substancia y relación, ser en sí, con el modo
más noble de existencia, y ser para otro son polos complementarios en la persona”.

Sin embargo, Tomás también afirma que la persona es cuerpo, comunicación; es un ser político, social y, aún más, la persona no solo es
razón, también es lo que alcanza por el conocimiento connatural, es decir, desde lo estético, lo afectivo y a la fe.

Finalmente, la persona es trascendente. Dicho de otro modo, el hombre es una persona humana porque tiene voluntad e intelecto y esta
condición lo hace libre para actuar; pero esa actuación, la acción humana, se da a partir del cultivo de las virtudes que perfeccionan al ser
humano, mediante los hábitos, es decir, la materialización de las ideas: una cosa es conocer la verdad -acto- y otra cosa conocer que
conocemos la verdad -hábito que deviene en ciencia-.

Así pues, se es persona no solo porque se piensa, se siente, se proyecta en el futuro, sino porque se actúa y se pasa del pensamiento a la
praxis concreta. Resumiendo, el hombre piensa, delibera y actúa en un contexto determinado con una intencionalidad específica.

Tomado de:
•https://www.dominicos.org
•http://tecno.usta.edu.co/acreditacion/images/Documentos/Filosofia_y_cultura_inst%201.pdf

San Agustín

(Aurelius Augustinus o Aurelio Agustín de Hipona; Tagaste, hoy Suq Ahras, actual Argelia, 354 - Hipona, id., 430) Teólogo
latino, una de las máximas figuras de la historia del pensamiento cristiano. Excelentes pintores han ilustrado la vida de
San Agustín recurriendo a una escena apócrifa que no por serlo resume y simboliza con menos acierto la insaciable
curiosidad y la constante búsqueda de la verdad que caracterizaron al santo africano. En lienzos, tablas y frescos, estos
artistas le presentan acompañado por un niño que, valiéndose de una concha, intenta llenar de agua marina un agujero
hecho en la arena de la playa. Dicen que San Agustín encontró al chico mientras paseaba junto al mar intentando
comprender el misterio de la Trinidad y que, cuando trató sonriente de hacerle ver la inutilidad de sus afanes, el niño
repuso: "No ha de ser más difícil llenar de agua este agujero que desentrañar el misterio que bulle en tu cabeza."

Biografía
Aurelio Agustín nació en Tagaste, en el África romana, el 13 de noviembre de 354. en aplicarse a los estudios, pero lo
hizo al fin porque su deseo de saber era aún más fuerte que su amor por las distracciones; terminadas las clases de
gramática en su municipio, estudió las artes liberales en Metauro y después retórica en Cartago.

Su primera lectura de las Escrituras le decepcionó y acentuó su desconfianza hacia una fe impuesta y no fundada en la
razón. Sus intereses le inclinaban hacia la filosofía, y en este territorio encontró acomodo durante algún tiempo en el
escepticismo moderado, doctrina que obviamente no podía satisfacer sus exigencias de verdad.

San Agustín de Hipona en su celda (c.1480),


de Sandro Botticelli
A San Agustín le seducía este dualismo y la fácil explicación del mal y de las pasiones que comportaba, pues ya por
aquel entonces eran estos los temas centrales de su pensamiento. La doctrina de Mani o Manes, fundador del
maniqueísmo, se asentaba en un pesimismo radical aún más que el escepticismo, pero denunciaba inequívocamente al
monstruo de la materia tenebrosa enemiga del espíritu, justamente aquella materia, "piélago de maldades", que Agustín
quería conjurar en sí mismo.
En 384 encontramos a San Agustín de Hipona en Milán ejerciendo de profesor de oratoria. Allí lee sin descanso a los
clásicos, profundiza en los antiguos pensadores y devora algunos textos de filosofía neoplatónica y modificó su
concepción de la esencia divina y de la naturaleza del mal; igualmente decisivo en la nueva orientación de su
pensamiento serían los sermones de San Ambrosio, arzobispo de Milán, que partía de Plotino para demostrar los
dogmas y a quien San Agustín escuchaba con delectación, quedando "maravillado, sin aliento, con el corazón ardiendo".
A partir de la idea de que «Dios es luz, sustancia espiritual de la que todo depende y que no depende de nada», San
Agustín comprendió que las cosas, estando necesariamente subordinadas a Dios, derivan todo su ser de Él, de manera
que el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia.
Dos años después, la convicción de haber recibido una señal divina (relatada en el libro octavo de las Confesiones) lo
decidió a retirarse con su madre, su hijo y sus discípulos a la casa de su amigo Verecundo, en Lombardía, donde San
Agustín escribió sus primeras obras. En 387 se hizo bautizar por San Ambrosio y se consagró definitivamente al servicio
de Dios. En Roma vivió un éxtasis compartido con su madre, Mónica, que murió poco después.

En 388 regresó definitivamente a África. En el 391 fue ordenado sacerdote en Hipona por el anciano obispo Valerio,
quien le encomendó la misión de predicar entre los fieles la palabra de Dios, tarea que San Agustín cumplió con fervor y
le valió gran renombre; al propio tiempo, sostenía enconado combate contra las herejías y los cismas que amenazaban a
la ortodoxia católica, reflejado en las controversias que mantuvo con maniqueos, pelagianos, donatistas y paganos.

Dedicó numerosos sermones a la instrucción de su pueblo, escribió sus célebres Cartas a amigos, adversarios,
extranjeros, fieles y paganos, y ejerció a la vez de pastor, administrador, orador y juez. Al mismo tiempo elaboraba una
ingente obra filosófica, moral y dogmática; entre sus libros destacan los Soliloquios, las Confesiones y La ciudad de Dios,
extraordinarios testimonios de su fe y de su sabiduría teológica.
La filosofía de San Agustín
El tema central del pensamiento de San Agustín de Hipona es la relación del alma, perdida por el pecado y salvada por la
gracia divina, con Dios, relación en la que el mundo exterior no cumple otra función que la de mediador entre ambas
partes. De ahí su carácter esencialmente espiritualista, frente a la tendencia cosmológica de la filosofía griega. La obra
del santo se plantea como un largo y ardiente diálogo entre la criatura y su Creador, esquema que desarrollan
explícitamente sus Confesiones(400).
Si bien el encuentro del hombre con Dios se produce en la charitas (amor), Dios es concebido como bien y verdad, en la
línea del idealismo platónico. Sólo situándose en el seno de esa verdad, es decir, al realizar el movimiento de lo finito
hacia lo infinito, puede el hombre acercarse a su propia esencia. Pero su visión pesimista del hombre contribuyó a
reforzar el papel que, a sus ojos, desempeña la gracia divina, por encima del que tiene la libertad humana, en la
salvación del alma. Este problema es el que más controversias ha suscitado, pues entronca con la cuestión de la
predestinación, y la postura de San Agustín contiene en este punto algunos equívocos.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/agustin.htm

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/agustin.htm
 LUTERO, EL PADRE DE LA REFORMA PROTESTANTE

Martín Lutero clavó sus 95 famosas tesis en una iglesia de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. En un mundo
en el que la gente pagaba por el perdón de sus pecados, sus ideas eran muy radicales.

El monje Martín Lutero sólo quería discutir los problemas que el veía en la Iglesia Católica. Pero lo que pasó
en Wittenberg el 31 de octubre de 1517 cambiaría para siempre Alemania, Europa y el resto del mundo
cristiano. Para entender el terremoto que desencadenaron sus 95 tesis, es necesario volver a la época en la
que vivió.
A finales de la Edad Media y principios de la Edad Moderna, la fe cristiana estaba dominada por la Iglesia
católica romana. Los dogmas y normas de la Iglesia dirigían las vidas de las personas, que veían a Dios como
una figura crítica que nunca dejaba que un error quedara impune.
Sucesos sin explicación, como tragedias personales, malas cosechas o incluso guerras, eran vistas con
frecuencia como consecuencias de la brujería o de actos de personas que habían hecho un pacto con el
diablo. Cuando se sospechaba que alguien había entrado en algún acuerdo de este tipo, por lo general era
quemado en la hoguera.
Martín Lutero nació en el seno de una familia minera en 1483. En 1501 comenzó sus estudios en la
Universidad de Erfurt. Cuatro años más tarde, completó su maestría y empezó a estudiar Derecho.
La casa de Eisleben donde nació Lutero.
Entonces algo cambió la vida de Lutero. En julio de 1505 quedó atrapado en una tormenta y fue alcanzado por
un rayo. Ante la perspectiva de la muerte, temió tener que enfrentarse a Dios sin estar preparado, por lo que
invocó a Santa Ana, patrona de los mineros, y decidió convertirse en monje.
Menos de dos semanas después, Lutero llamó a la puerta de un claustro agustiniano de Erfurt y pidió ser
aceptado en la orden.
Su vida como monje
Impulsado por la búsqueda de un Dios misericordioso y por el miedo a perderse la vida después de la muerte,
Lutero vio la oportunidad de experimentar una vida plena dentro de los muros del monasterio.
Desde el principio, el joven monje se mostró como un discípulo visiblemente obediente. Ayunaba y rezaba
durante seis horas al día; meditaba y reflexionaba. Más tarde, Lutero escribiría lo siguiente acerca de su vida
en el claustro: "Si alguien consiguió entrar en el cielo siendo monje, yo también quería lograrlo”.
Cuando aún no llevaba dos años en el monasterio, Lutero se convirtió en sacerdote. Era el año 1507 y la
enseñanza teológica estaba en el centro de sus estudios.
Primera experiencia con la venta de indulgencias
En 1510, Lutero fue enviado a Roma en una misión de la orden de los Agustinos. Este viaje acabaría siendo
fundamental en su vida. En aquel momento la Curia pasaba por dificultades financieras provocadas por la
costosa construcción de la Basílica de San Pedro. Para conseguir dinero, los líderes eclesiásticos introdujeron
la venta de indulgencias. El perdón de los pecados se podría lograr de dos formas: o bien obrando de forma
correcta, o bien pagando a la Iglesia.
El precio del perdón se fijaba de acuerdo a los ingresos, e incluso los que habían muerto podían ser
rescatados de las llamas del infierno si sus parientes pagaban unas pocas monedas.
La búsqueda de la aceptación de Dios
En 1512, Lutero obtuvo su doctorado en teología y se convirtió en profesor de la Universidad de Wittenberg.
En aquella época ya era muy respetado por sus colegas y superiores. A pesar de ello, se seguía preguntando
qué hacer para lograr la aceptación de Dios. Ningún ritual o norma de la Iglesia fue capaz de contestar a esa
cuestión.
Continuó leyendo fervientemente la Biblia y se sintió especialmente atraído por la carta del apóstol Pablo a la
joven iglesia romana, en la que justificaba la sangre de Jesucristo. El teólogo entendió gradualmente lo que
acabaría siendo el núcleo de la Reforma: Dios no es sólo un juez justo, sino también un padre que ama a las
personas que él mismo creó y que envió a su hijo a vencer al pecado, que es lo separa a los hombres de
Dios.
Leyendo la Biblia, Lutero descubrió que cualquiera que crea en Dios y su hijo Jesucristo recibe el don gratuito
de la justificación ante el Todopoderoso. El monje por fin había encontrado la respuesta a su pregunta. La
salvación se alcanza por gracia divina y solo a través de la fe.

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