En el Evangelio de hoy aparece la experiencia que en
el Monte tuvieron los 3 discípulos con Jesús. Allí van
a entrar en contacto con la tradición profética del Antiguo Testamento (Moisés y Elías) y van a recibir la revelación de Dios que invita a escuchar a su Hijo. Ojalá podamos tener la certeza de que Jesús es el Hijo Amado de Dios y que siguiéndolo en el Espíritu lleguemos a ser hijos en el Hijo. Evangelio según san Marcos 9,2-13 Vamos a estudiar, en primer lugar, el texto de LA TRANSFIGURACIÓN (Marcos 9,2-8: “Seis días después cogió Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y subió con ellos solos a una montaña alta y apartada. Allí se transfiguró delante de ellos: sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Intervino entonces Pedro y le dijo a Jesús: «Maestro, viene muy bien que estemos aquí nosotros; podríamos hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estaban tan espantados que no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, a quien yo quiero, escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos”. Véase Mateo 17,1-8: “Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.» Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.» Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo”; Lucas 9,28-36: “Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle.» Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto”). La interpretación de este relato constituye un problema muy difícil; pocos exegetas afirmarán que su explicación es plenamente satisfactoria. Entre las muchas hipótesis propuestas, distinguiremos las siguientes. 1. Admiten sin rodeos el carácter histórico de la narración los que opinan que refiere una experiencia real en la que la verdadera μορφή (naturaleza, forma) de Jesús rompió los límites de su humanidad y se reveló a los tres discípulos elegidos (Swete, citando a Orígenes, y Lightfoot). Esta interpretación es doctrinal y, aunque no por ello deja de ser válida, su importancia depende naturalmente de la opinión que se adopte sobre la persona de Cristo y sobre su manifestación en las condiciones de la encarnación. Además de los defensores de esta hipótesis, ven una base histórica en el relato los que opinan que refiere una experiencia visionaria de los discípulos, posterior a la declaración de Pedro en Cesárea de Filipo. Pero constituye problemas especiales la explicación de la presencia de Moisés y de Elías, de la nube, de la voz y del carácter verídico de las experiencias psicológicas que implica. 2. Ed. Meyer; Harnack; Schniewind; E. Underhill; Rawlinson; Bartlet y otros proponen hipótesis que podríamos denominar visionarias. Meyer, que atribuye la experiencia a Pedro, afirma que siempre tuvieron lugar en círculos religiosos episodios de este tipo, que incluso influyeron en la historia política, como es el caso de Juana de Arco. Meyer cita como ejemplo los efectos que produjo la visión de Joseph Smith en junio de 1829 en la suerte de los mormones, y los de la visión de Mahoma narrada en el Corán. Harnack, que desarrolla el argumento de Meyer, defiende que sólo Pedro tuvo la visión y que ésta contribuyó después a que él viese a Cristo resucitado [Según Meyer, la visión es la raíz del cristianismo histórico: «La resurrección y las apariciones del Resucitado surgieron de la transfiguración, que es la última raíz del cristianismo y de la que provienen las tres 'columnas' y los primeros dirigentes de la naciente Iglesia»]. Schniewind alude a la δόξα (gloria) divina que se manifestó en Jesús (Juan 1,14: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”; 2,11: “Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos”; 7,39: “Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado”; 11,4: “Al oírlo Jesús, dijo: «Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella»”; 11,40: “Le dice Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?»”; 12,16: “Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento; pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de que esto estaba escrito sobre él, y que era lo que le habían hecho”, etc.) y a la doctrina paulina (2 Corintios 3,18: “Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu”; Romanos 12,2: “Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto”), y opina que la experiencia de la transfiguración constituyó para el evangelista el preludio de la resurrección. Miss Underhill cita ejemplos de la gloria luminosa que transfigura la faz de los santos durante la oración extática. Bartlet opina que tal vez una experiencia de Jesús mismo cercioró más y más a los tres discípulos de que su maestro era en verdad el Mesías. H. G. Wood habla también del relato como «expresión de la vida íntima de Jesús». Es cierto que en las hipótesis de este estilo varía la apreciación del elemento histórico básico, pero su mérito peculiar consiste en que, si aceptamos los presupuestos psicológicos, tales hipótesis dan una explicación válida de muchos elementos del relato. 3. Frente a las opiniones antes expuestas, muchos exegetas interpretan el relato de la transfiguración como leyenda o narración simbólica. Muchos comentaristas opinan que se trata de un relato de resurrección narrado como si hubiese tenido lugar durante el ministerio terreno de Jesús (Wellhausen; Loisy; Bousset; Bertram; Goetz; Bultmann). Defienden algunos autores (Klostermann) que Marcos 9,2-10 (“Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle.» Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de «resucitar de entre los muertos»”) rompe la secuencia original de 9,1 (“Les decía también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios»”) y 9,11-12 (“Y le preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?» Él les contestó: «Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será despreciado?”); el autor de 2 Pedro 1,16-18 (“Os hemos dado a conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber visto con nuestros propios ojos su majestad. Porque recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz: «Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco.» Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo”) conoció todavía esta narración como relato de resurrección; y en el etiópico Apocalipsis de Pedro (4-10: “dijo el Señor: Vayamos a la montaña y oremos. Y yendo con Él, nosotros los doce apóstoles, le suplicamos que nos mostrara a uno de nuestros hermanos justos, que había muerto, para que pudiéramos ver qué clase de forma tenía; y tomando valor, también pudiéramos animar a los hombres que nos oyesen. Y cuando oramos, repentinamente aparecieron dos hombres parados hacia el Este ante el Señor, a quienes no podíamos ver. Emitían un rayo como del sol de sus semblantes, y sus vestiduras brillaban de un modo jamás visto por ojos humanos. No hay boca capaz de expresar, ni corazón que pueda concebir, la gloria con que estaban dotados, ni la belleza de su aspecto. Y cuando los miramos, quedamos maravillados, porque sus cuerpos eran más blancos que la nieve y más rojos que las rosas; y el rojo se unía al blanco con tal belleza que no puedo expresarla con palabras. Sus cabellos eran rizados y brillantes y caían elegantemente por sus rostros y por sus hombros como una guirnalda tejida con plantas aromáticas y flores de colores variados, o como un arco iris en el cielo. Tal era su apariencia”) y en Pistis Sophia (1,13-19: “Y ocurrió que estando los discípulos en el Monte Olivete dijeron estas palabras, con gran alegría: Nosotros somos más felices que ningún hombre, puesto que el Salvador nos lo ha revelado todo, y habemos toda elevación y toda perfección. Y, mientras hablaban así, Jesús estaba sentado un poco aparte. Y ocurrió que el día quince de la luna del mes de têbêth, día en que había plenilunio, el sol, alzándose en su carrera ordinaria, emitió una luz incomparable. Porque procedía de la luz de las luces, y vino sobre Jesús, y lo rodeó completamente. Y estaba algo alejado de sus discípulos y brillaba de un modo sin igual. Y los discípulos no veían a Jesús, porque los cegaba la luz que lo envolvía. Y sólo veían los haces de luz. Y éstos no eran iguales entre sí, y la luz no era igual, y se dirigía en varios sentidos, de abajo arriba, y el resplandor de esta luz alcanzaba de la tierra a los cielos. Y los discípulos, viendo aquella luz, sintieron gran turbación y gran espanto. Y ocurrió que un gran resplandor luminoso llegó sobre Jesús y lo envolvió lentamente. Y Jesús se elevó en el espacio, y los discípulos lo miraron hasta que subió al cielo, y todos quedaron silenciosos”) la narración de la transfiguración sigue a las de la muerte y resurrección de Jesús. La objeción que constantemente se formula a esta hipótesis, es que no logra explicar la presencia de Moisés y de Elías, la nube, la voz y las palabras que pronuncia Pedro en 9,5: “Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»”. Habría que suprimir tantos detalles, por considerarlos añadiduras, que sería muy poco lo que corroborase esta hipótesis. 4. E. Lohmeyer propone una interpretación puramente simbólica del relato, en el que distingue dos fuentes: 9,4-8 (“Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle.» Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos”), leyenda basada en las especulaciones escatológicas judías que presentaba a Jesús como Mesías, y 9,3 (“y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo”), que describe la metamorfosis de Jesús y que, a juicio de Lohmeyer, refleja ideas de los misterios helenísticos. En su comentario, Lohmeyer trata el relato como una unidad y reconoce que las ideas de 9,3 (“y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo”) pertenecen a la apocalíptica judía. Lohmeyer opina que Jesús se reveló como Hijo del hombre celeste en la gloria de su parusía a los tres discípulos, que formaban el «Keim und Kern» (Germen y Núcleo) de la comunidad escatológica. Dios quitó el velo que encubría a Jesús a lo largo de todo el evangelio de Marcos, y reveló por un momento el secreto de su dignidad futura. El hecho de que tenga en cuenta la teología de Marcos y las necesidades que obligaron a la Iglesia a poner por escrito el relato, apoyan esta interpretación; pero su punto débil es que no reconoce la base histórica del mismo. Hasta los ἡμέρας ἓξ («seis días») de 9,2 (“Seis días después cogió Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y subió con ellos solos a una montaña alta y apartada”) los atribuye Lohmeyer a la «tradición sagrada» (Éxodo 24,16: “La gloria de Yahveh descansó sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió por seis días. Al séptimo día, llamó Yahveh a Moisés de en medio de la nube”); de esta forma el relato se convierte en un producto de carácter teológico. G. H. Boobyer desarrolla con mayor amplitud la idea de qué la transfiguración es «un testimonio divino en favor del carácter mesiánico de Cristo bajo la forma de un preanuncio de la parusía». Queda abierto, pues, el problema histórico, porque las investigaciones pretenden examinar el significado que el relato tuvo para Marcos y su lugar y empleo en su evangelio. A. M. Ramsey opina que, aunque la transfiguración anticipa la parusía, indica también que se está realizando la edad mesiánica. Este breve resumen de las interpretaciones críticas revela que no puede aceptarse sólo una explicación, excluyendo las demás. La alusión a los seis días y las palabras características de Pedro remiten a una experiencia real; las alusiones a Moisés y a Elías, la nube y la voz divina indican que el relato tiene un carácter visionario. Sin embargo, es probable que en beneficio de la esperanza apocalíptica del cristianismo primitivo se hayan añadido detalles imaginativos, sobre todo por lo que respecta a la metamorfosis y a la nube, aunque requiere ulterior estudio el problema de si tales detalles son exclusivamente escatológicos. El reto que lanza este relato es si Jesús se reveló en su forma esencial. En resumen, pues, diremos que, aunque es imposible determinar exactamente lo que sucedió en el monte, debemos creer que una experiencia inefable de oración y de profundización religiosa ahondó y confirmó la declaración de 8,29: “Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.»”. Vamos, después de esta introducción, a hacer el estudio pormenorizado de Marcos 9,2-8: “Seis días después cogió Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y subió con ellos solos a una montaña alta y apartada. Allí se transfiguró delante de ellos: sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Intervino entonces Pedro y le dijo a Jesús: «Maestro, viene muy bien que estemos aquí nosotros; podríamos hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estaban tan espantados que no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, a quien yo quiero, escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos”) SEIS DÍAS DESPUÉS, TOMA JESÚS CONSIGO A PEDRO, SANTIAGO Y JUAN, Y LOS LLEVA, A ELLOS SOLOS, APARTE, A UN MONTE ALTO. Y SE TRANSFIGURÓ DELANTE DE ELLOS (Confróntese μετὰ ἡμέρας ἓξ (seis días después), con μετὰ δύο ἡμέρας (después de dos días, 14,1: “Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle”). Si prescindimos de la narración de la pasión, ninguna indicación temporal del evangelio de Marcos es tan precisa como ésta, que, en su forma actual, remite a la declaración de Pedro. Lucas escribe ὡσεὶ ἡμέραι ὀκτὼ (alrededor de ocho días). Para otras indicaciones temporales de Marcos véase 1,14: “Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios”; 1,21: “Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar”; 1,32: “Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados”; 1,35: “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración”; 2,1: “Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa”; 2,23: “Y sucedió que un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas”; 4,35: “Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla»”; 8,1: “Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y no teniendo qué comer, llama Jesús a sus discípulos y les dice”; 14,1: “Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle”; 14,12: “El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?»”; 14,17: “Y al atardecer, llega él con los Doce”; 15,1: “Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato”; 15,25: “Era la hora tercia cuando le crucificaron”; 15,33: “Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona”; 15,42: “Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado”; 16,1: “Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle”. Para παραλαμβάνω (verbo llevar) véase 4,36: “Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él”; para ὁ Ἰησοῦς (Jesús), 1,9: “Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán”. Jesús tomó consigo a tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, como en las escenas de la resurrección de la hija de Jairo y de Getsemaní; véase 5,37: “Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago”. ἀναφέρω (verbo tomar arriba, llevar); ὑψηλός (altura); κατ’ ἰδίαν (apartarse, separarse), 4,34: “no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado”; μόνος (solo), 4,10: “Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas”. Se alude con frecuencia a los «seis días» que esperó Moisés en el «monte de Dios» antes de que la voz divina le llamase desde la nube (Lohmeyer), pero, aunque Éxodo 24,15-16 (“Y subió Moisés al monte. La nube cubrió el monte. La gloria de Yahveh descansó sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió por seis días. Al séptimo día, llamó Yahveh a Moisés de en medio de la nube”) haya podido colorear el relato, el sentido de la indicación temporal es distinto. Desde una época primitiva se identificó la ὄρος ὑψηλὸν («alta montaña») con el monte Tabor, situado a unos 16 kilómetros al suroeste del mar de Galilea, pero este monte sólo tiene unos 300 metros de altura; la mayoría de los exegetas modernos citan el monte Hermón, de 2760 metros, situado a unos 19 kilómetros al nordeste de Cesárea de Filipo (Swete; Turner). Pero esta opinión no pasa de ser una conjetura. Dalman afirma que Tell el-Ahmar, Tell Abu en Neda y Tell esh- Shecha, situados al sureste de Cesárea y de una altitud superior a los 1.200 metros, «pueden disputarse el honor de haber sido el monte en el que tuvo lugar la transfiguración». «Todos ellos ofrecen a quien quiera orar un lugar tranquilo y solitario». Con κατ’ ἰδίαν μόνους (apartarse solos) expresa el evangelista el deseo de soledad de Jesús. La alusión a la oración, προσεύξασθαι (a orar) es una adición interpretativa de Lucas (9,28: “Y como ocho días después de estas palabras, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió al monte a orar”), con la que se armonizó la lectura ἐν τῷ προσεύχεσθαι αὐτὸς (en su oración), atestiguada en el evangelio de Marcos por W (Θ) P45 fam. 13 (28) (565) Or (αὐτὸν, Θ 28 565). Wellhausen identifica la montaña con la de Mateo 28,16: “Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado”; sin embargo, esta identificación no es cierta, a no ser que se demuestre que la narración de la transfiguración es un relato de resurrección narrado como si hubiese tenido lugar durante el ministerio terreno de Jesús. Μεταμορφόω (verbo transformar, transfigurar), usado en Mateo 17,2: “Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz”; Romanos 12,2: “Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto”; 2 Corintios 3,18: “Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu”, en griego tardío y en los papiros, significa «transformarse». La traducción «se transfiguró», frecuente a partir de Wycliff, deriva del transfiguratus est de la Vulgata. La idea recuerda a Éxodo 34,29 (“Luego, bajó Moisés del monte Sinaí y, cuando bajó del monte con las dos tablas del Testimonio en su mano, no sabía que la piel de su rostro se había vuelto radiante, por haber hablado con él”), donde la faz de Moisés se «glorificó» (δεδόξασται) mientras conversaba con Dios; sin embargo, como el evangelista no usa δοξάζω (verbo glorificar) sino Μεταμορφόω (verbo transformar, transfigurar) se ha pensado en el posible influjo de 2 Corintios 3,18: “Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu”. No obstante, el evangelista no depende estrechamente de las ideas paulinas, porque en 2 Corintios 3,12-4,6 (“Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu. Por esto, misericordiosamente investidos de este ministerio, no desfallecemos. Antes bien, hemos repudiado el silencio vergonzoso no procediendo con astucia, ni falseando la Palabra de Dios; al contrario, mediante la manifestación de la verdad nos encomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios. Y si todavía nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden, para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios. No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo. Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida. Pero teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos, y por eso hablamos, sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros. Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios. Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día”) Pablo recalca la gloria permanente de Cristo, que contrasta con la gloria «pasajera» de Moisés, mientras que para Marcos la transformación es temporal. Todos los detalles apuntan a un uso independiente del término por parte de Marcos; tampoco debe presumirse que la idea es exclusivamente helenística. Para el uso raro de ἔμπροσθεν (delante) en Marcos véase 2,12: “Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida»”. Mateo escribe también μετεμορφώθη (se transfiguró), pero añade καὶ ἔλαμψεν τὸ πρόσωπον αὐτοῦ ὡς ὁ ἥλιος (y su rostro resplandeció como el sol, 17,2: “y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz”). Lucas evita el verbo y escribe καὶ ἐγένετο … τὸ εἶδος τοῦ προσώπου αὐτοῦ ἕτερον (la apariencia de su rostro se hizo otra, 9,29: “Mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su ropa se hizo blanca y resplandeciente”). Para la sorprendente ausencia de πρόσωπον (cara, faz, apariencia, persona) en Marcos, véase 9,3: “y sus vestiduras se volvieron resplandecientes, muy blancas, tal como ningún lavandero sobre la tierra las puede emblanquecer”) Y SUS VESTIDURAS SE VOLVIERON RESPLANDECIENTES, MUY BLANCAS, TAL COMO NINGÚN LAVANDERO SOBRE LA TIERRA LAS PUEDE EMBLANQUECER (El evangelista describe cómo los vestidos de Jesús resplandecían con luz celestial. στίλβω (verbo resplandecer), que significa «resplandecer», «brillar», se aplicó en griego clásico a las superficies resplandecientes o brillantes (Homero, Iliada, XVIII, 596: “Mancebos y doncellas de rico dote, cogidos de las manos, se divertían bailando: éstas llevaban vestidos de sutil lino y bonitas guirnaldas, y aquéllos, túnicas bien tejidas y algo lustrosas, como frotadas con aceite, y sables de oro suspendidos de argénteos tahalíes”) y en los LXX (Nahúm 3,3: “caballería que avanza, llamear de espadas, centellear de lanzas... multitud de heridos, montones de muertos, cadáveres sin fin, cadáveres en los que se tropieza”) al bronce, oro o acero brillante. Λευκὸς (blanco), 16,5: “Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron”, se usó también con referencia a la στολή (ropa) del joven de la tumba. Para ἱμάτιον (vestido) véase 2,21: “Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor”; para λίαν (en gran manera), 1,35: “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración”. Es peculiar de Marcos la frase οἷα γναφεὺς ἐπὶ τῆς γῆς οὐ δύναται οὕτως λευκᾶναι (tal como ningún lavandero sobre la tierra las puede emblanquecer), con lo que el evangelista quiere indicar el origen divino del resplandor. γναφεύς, forma tardía de κναφεύς, significa «batanero» y deriva de κνάπτω («cardar o abatanar la lana»). Para οῖ́ος (como), véase 13,19: “Porque aquellos días habrá una tribulación cual no la hubo desde el principio de la creación, que hizo Dios, hasta el presente, ni la volverá a haber”; para οὕτως (así), 2,7: “«¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?»”. λευκαίνω (verbo blanquear), aparece en Apocalipsis 7,14: “Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.» Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero»”, en griego clásico y en los LXX (5 veces). Mateo afirma que los vestidos de Jesús se volvieron blancos como la luz (ὡς τὸ φῶς, 17,2: “y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz”), y Lucas que sus ropas resplandecieron de blancas (λευκὸς ἐξαστράπτων, 9,29: “Mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su ropa se hizo blanca y resplandeciente”). Es extraño que el evangelista no haga referencia a la faz de Jesús (véase Mateo 17,2: “y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz”; Lucas 9,29: “Mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su ropa se hizo blanca y resplandeciente”). Quizá las variantes sean tentativas de corregir un texto original en el que se omitió accidentalmente la palabra πρόσωπον (cara, faz, apariencia, persona) SE LES APARECIERON ELÍAS Y MOISÉS, Y CONVERSABAN CON JESÚS (El evangelista no hace amplio uso del verbo ὁράω (ver, mirar, 1,44: “Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio”); la forma ὤφθη (aparecieron) sólo aparece en este pasaje del evangelio. Cabe suponer que aquí designa, como en el resto del NT (véase 1 Corintios 15,5-8: “que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo”), la aparición repentina de un ser celestial. Según Marcos, los tres discípulos contemplan a los huéspedes celestiales, conversando con Jesús. Lucas añade que Moisés y Elías aparecieron ἐν δόξῃ (en Gloria) y que hablaban de «la partida (τὴν ἔξοδον αὐτοῦ, de su éxodo) que él cumpliría en Jerusalén» (9,31: “quienes, apareciendo en gloria, hablaban de la partida de Jesús, que Él estaba a punto de cumplir en Jerusalén”). Lucas explica también cómo los discípulos estaban «cargados de sueño» (βεβαρημένοι), pero que «manteniéndose despiertos» (διαγρηγορήσαντες) vieron su gloria y a los dos hombres que estaban a su lado. Por tanto, Lucas supone la presencia real de Moisés y Elías, como Marcos, pero insiste más en ella que éste último evangelista. Mateo sigue de cerca a Marcos, pero, a su entender, lo que vieron los discípulos fue una visión (ὅραμα, 17,9: “Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos»”). Para Μωϋσῆς, véase 1,44: “Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio”; para Ἡλίας, 6,15: “Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas»”. Συλλαλέω (hablar juntos). Moisés y Elías representan a la Ley y a los Profetas, respectivamente. Su presencia ante Jesús es un signo de que éste es el Mesías; probablemente esto es lo que el evangelista quiso indicar primordialmente. El hecho de que Moisés y Elías no se relacionen de ningún modo con la resurrección constituye una fuerte objeción a la idea de que el relato describía originalmente una aparición de Jesús resucitado, que después se trasladó a su ministerio terreno. Bultmann opina que el relato narraba originalmente una aparición de Jesús sólo a Pedro, y que los dos seres celestiales eran ángeles o santos, que después se identificaron como Moisés y Elías. Parece más probable que Moisés y Elías sean figuras escatológicas y que, en consecuencia, el relato remita a la parusía de Jesús. A partir de Malaquías (4,5-6: “He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de anatema”; véase Marcos 9,11: “Y le preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?»”) estuvo muy difundida la creencia de que Elías volvería de nuevo, pero son tardías e inciertas las pruebas que hablan del retorno de Moisés. Boobyer admite que hasta después del siglo I d. de C. no apareció esta idea, pero señala que los samaritanos esperaban que reapareciese Moisés como Mesías y afirma que la escatología judía en general tal vez apunte a esta creencia en el retorno de Moisés «a pesar de que no tenemos pruebas específicas». Más tarde estudiaremos esta hipótesis interesante, que depende de la interpretación que se dé a otros detalles narrativos como son la nube y la voz celeste. Digamos mientras tanto que parece satisfactoria la interpretación habitual de la presencia de Moisés y Elías, aunque es extraño que Elías se mencione en primer lugar (Ἡλείας σὺν Μωϋσεῖ) TOMA LA PALABRA PEDRO Y DICE A JESÚS: «RABBÍ, BUENO ES ESTARNOS AQUÍ. VAMOS A HACER TRES TIENDAS, UNA PARA TI, OTRA PARA MOISÉS Y OTRA PARA ELÍAS»; PUES NO SABÍA QUÉ RESPONDER YA QUE ESTABAN ATEMORIZADOS (para καλόν ἐστιν (bueno es) con acusativo e infinitivo, véase 7,27: “Él le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos»”. La presencia de los tres es «buena», porque la experiencia es única o porque ofrece la oportunidad de servir a Jesús y a sus huéspedes celestiales; nos parece más probable el primer miembro de la alternativa. Mateo 17,4 (“Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»”) sustituye ποιήσωμεν (vamos a hacer), usado por Marcos y Lucas, por εἰ θέλεις, ποιήσω (si quieres, haré). Σκηνή (tabernáculo, tienda, morada), término usado en Mateo 17,4: “Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»”; Lucas 9,33: “Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía”; 16,9 (τὰς αἰωνίους σκηνάς, las moradas eternas: “Yo os digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas”); Hechos (3); Hebreos (10); Apocalipsis (3), significa «tienda», «choza», «tabernáculo». Este término, que designa con frecuencia la morada de un dios (Hechos 7,43: “Os llevasteis la tienda de Moloc y la estrella del dios Refán, las imágenes que hicisteis para adorarlas; pues yo os llevaré más allá de Babilonia”) y el tabernáculo del desierto en los LXX y en el NT, se asocia con la escatología; véase Lucas 16,9: “Yo os digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas”; Apocalipsis 21,3: “Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él Dios - con - ellos, será su Dios»” y la alusión de Pablo a la οἰκοδομή ἐκ θεοῦ, la morada celestial, que contrasta con ἡ ἐπίγειος ἡμῶν οἰκία τοῦ σκήνους (la tienda terrenal que es nuestra morada, 2 Corintios 5,1: “Porque sabemos que, si la tienda terrenal que es nuestra morada, es destruida, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna en los cielos”). Lohmeyer y Boobyer ven en las palabras de Pedro una alusión escatológica, pero si prescindimos del hecho de que la mayoría de los pasajes citados dicen relación con la idea de la morada de Dios entre los hombres (Ezequiel 37,27: “Mi morada estará junto a ellos, seré su Dios y ellos serán mi pueblo”; 43,7: “Me dijo: Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde se posa la planta de mis pies. Aquí habitaré en medio de los hijos de Israel para siempre; y la casa de Israel, así como sus reyes, no contaminarán más mi santo nombre con sus prostituciones y con los cadáveres de sus reyes”; 43,9: “De ahora en adelante alejarán de mí sus prostituciones y los cadáveres de sus reyes, y yo habitaré en medio de ellos para siempre”; Joel 4,16: “Ruge Yahveh desde Sión, desde Jerusalén da su voz: ¡el cielo y la tierra se estremecen! Mas Yahveh será un refugio para su pueblo, una fortaleza para los hijos de Israel”; Zacarías 2,10-11: “Hala, hala, huid del país del Norte - oráculo de Yahveh, - ya que a los cuatro vientos del cielo os esparcí yo! - oráculo de Yahveh - ¡Hala, sálvate, Sión, tú que moras en Babilonia!”; 8,3: “Así dice Yahveh: Me he vuelto a Sión, y en medio de Jerusalén habito. Jerusalén se llamará Ciudad-de-Fidelidad, y el monte de Yahveh Sebaot, Monte-de-Santidad”; 8,8: “voy a traerlos para que moren en medio de Jerusalén. Y serán mi pueblo y yo seré su Dios con fidelidad y con justicia”; Tobías 13,10: “Confiesa al Señor cumplidamente y alaba al Rey de los siglos para que de nuevo levante en ti, con regocijo, su Tienda, y llene en ti de gozo a todos los cautivos y muestre en ti su amor a todo miserable por todos los siglos de los siglos”), no hay razones decisivas por las que Marcos 9,5 (“Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»”) deba interpretarse en este sentido. Parece preferible interpretar las palabras de Pedro refiriéndolas a las «cabañas» provisionales que se hacían reuniendo ramas de árboles para celebrar la fiesta de los tabernáculos (Levítico 23,40-43: “El primer día tomaréis frutos de los mejores árboles, ramos de palmeras, ramas de árboles frondosos y sauces de río; y os alegraréis en la presencia de Yahveh, vuestro Dios, por espacio de siete días. Celebraréis fiesta en honor de Yahveh durante siete días cada año. Será decreto perpetuo de generación en generación. En el séptimo mes la celebraréis. Durante siete días habitaréis en cabañas. Todos los naturales de Israel morarán en cabañas, para que sepan vuestros descendientes que yo hice habitar en cabañas a los israelitas cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo, Yahveh, vuestro Dios”). De hecho entre la fiesta de la Expiación y la Fiesta de las Tiendas median 6 días (Levítico 23,27: “el día décimo de este séptimo mes será el día de la Expiación, en el cual tendréis reunión sagrada; ayunaréis y ofreceréis manjares abrasados a Yahveh”; 23,34: “Habla a los israelitas y diles: El día quince de ese séptimo mes celebraréis durante siete días la fiesta de las Tiendas en honor a Yahveh”). Es posible que están ellos en el Monte en la fiesta de las Tiendas y que la confesión de Pedro haya ocurrido en el día de la Expiación. Otros opinan que Pedro desea prolongar el feliz encuentro tal vez porque se rebela contra la idea del sufrimiento mesiánico. Véase Lagrange: «No ha comprendido aún la lección de la cruz». Ῥαββεί (Maestro), 10,51 (“Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!»”, Westcott and Hort 1881: ραββουνι); 11,21: “Pedro, recordándolo, le dice: «¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca»”; 14,45: “Nada más llegar, se acerca a él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso”; Mateo (4); Juan (8). Es extraño que en una narración como ésta Pedro se dirija a Jesús llamándole «rabí»; por ello no nos sorprende que Mateo y Lucas lo sustituyan, respectivamente, por Κύριε (Señor) y Ἐπιστάτα (Maestro). El empleo de este término recalca el carácter primitivo del lenguaje de Pedro. La explicación que da el evangelista, οὐ γὰρ ᾔδει τί ἀποκριθῇ ἔκφοβοι γὰρ ἐγένοντο (pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados), que casi es una apología, revela que Marcos se dio cuenta de lo inoportuno de la observación de Pedro (καὶ οὐκ ᾔδεισαν τί ἀποκριθῶσιν αὐτῷ, y no sabían que responderle, 14,40: “Y vino de nuevo y los halló durmiendo, porque sus ojos estaban muy cargados de sueño; y no sabían qué responderle”). El evangelista conserva la interrogación directa y el subjuntivo (deliberativo) de la misma. Lucas escribe μὴ εἰδὼς ὃ λέγει (no sabiendo lo que decía) y omite el versículo 6b (“ya que estaban atemorizados”); Mateo omite toda la frase. Las palabras de Pedro siempre cerrarán el paso a las hipótesis que pretenden explicar el relato como un mito o como una narración puramente simbólica; el tono impulsivo de las mismas concuerda con el carácter de Pedro y con las circunstancias. A juicio de Rawlinson, la observación de Pedro, característica de quien está soñando o en estado medio hipnótico, es un tipo de respuesta «relacionada a medias con las supuestas circunstancias, poco razonable y aun fundamentalmente insensata». ἔκφοβος (aterrado), Hebreos 12,21: “Tan terrible era el espectáculo, que el mismo Moisés dijo: Espantado estoy y temblando”. Véase 16,8: “Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo...”. Los tres discípulos temen, pero lo que les invade es el temor sobrenatural y no el espanto; véase 4,41: “Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»”; 5,15: “Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor”; 5,33: “Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad”; 6,50: “pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no temáis»”) ENTONCES SE FORMÓ UNA NUBE QUE LES CUBRIÓ CON SU SOMBRA, Y VINO UNA VOZ DESDE LA NUBE: «ESTE ES MI HIJO AMADO, ESCUCHADLE» (Es de notar el doble uso de ἐγένετο (sucedió) con participio en el mismo relato (véase versículo 3: “y sus vestiduras se volvieron resplandecientes, muy blancas, tal como ningún lavandero sobre la tierra las puede emblanquecer”); véase 1,4: “apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados”. Mateo y Lucas emplean el verbo en forma personal y el genitivo absoluto (Mateo: ἔτι αὐτοῦ λαλοῦντος, mientras aún estaban hablando; Lucas: αὐτοῦ λέγοντος, él decía). Streeter opina que el primero tal vez se desprendiese del relato de Marcos. Νεφέλη (nube), 13,26: “Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria”; 14,62: “Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo»”. ἐπισκιάζω (envolver en resplandor), Mateo 17,5: “Mientras estaba aún hablando, he aquí, una nube luminosa los cubrió; y una voz salió de la nube, diciendo: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido; a Él oíd”; Lucas 1,35: “El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios»”; 9,34: “Entonces, mientras él decía esto, se formó una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube”; Hechos 5,15: “hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos”, se aplica en Éxodo 40,34-38 (“La Nube cubrió entonces la Tienda del Encuentro y la gloria de Yahveh llenó la Morada. Moisés no podía entrar en la Tienda del Encuentro, pues la Nube moraba sobre ella y la gloria de Yahveh llenaba la Morada. En todas las marchas, cuando la Nube se elevaba de encima de la Morada, los israelitas levantaban el campamento. Pero si la Nube no se elevaba, ellos no levantaban el campamento, en espera del día en que se elevara. Porque durante el día la Nube de Yahveh estaba sobre la Morada y durante la noche había fuego a la vista de toda la casa de Israel. Así sucedía en todas sus marchas”) a la nube que cubría el tabernáculo. Al parecer, el evangelista sugiere un contraste con las τρεῖς σκηνάς (tres tiendas) de las que habló Pedro; Swete, a este respecto, cita a Orígenes y a Efrén. Mateo, al añadir φωτεινὴ (resplandor), parece referirse a la שכינה (Shekinah), «la presencia (de Dios)»; así explican también muchos exegetas la alusión de Marcos a la nube. Quizá el pensamiento del evangelista sea más sencillo; parece referirse a la nube como vehículo de la presencia de Dios (véase Éxodo 16,10: “Aún estaba hablando Aarón a toda la comunidad de los israelitas, cuando ellos miraron hacia el desierto, y he aquí que la gloria de Yahveh se apareció en forma de nube”; 19,9: “Dijo Yahveh a Moisés: «Mira: Voy a presentarme a ti en una densa nube para que el pueblo me oiga hablar contigo, y así te dé crédito para siempre» Y Moisés refirió a Yahveh las palabras del pueblo.”; 24,15-16: “Y subió Moisés al monte. La nube cubrió el monte. La gloria de Yahveh descansó sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió por seis días. Al séptimo día, llamó Yahveh a Moisés de en medio de la nube”; 33,9: “Y cuando Moisés entraba en la tienda, la columna de nube descendía y permanecía a la entrada de la tienda, y Yahveh hablaba con Moisés”; Levítico 16,2: “Dijo Yahveh a Moisés: Di a tu hermano Aarón que no entre en cualquier tiempo en el santuario que está tras el velo, ante el propiciatorio que está encima del arca, no sea que muera: pues yo me hago ver en la nube encima del propiciatorio”; Números 11,25: “Bajó Yahveh en la Nube y le habló. Luego tomó algo del espíritu que había en él y se lo dio a los setenta ancianos. Y en cuanto reposó sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar, pero ya no volvieron a hacerlo más”) y morada de su gloria, desde donde habla (καὶ ἐγένετο φωνὴ ἐκ τῆς νεφέλης, y vino una voz desde la nube). Boobyer cree que toda la escena es «una imagen de Jesús en la gloria de su segunda venida», pero, aunque la nube y la voz aparecen con frecuencia en contextos escatológicos (véase Marcos 13,26: “Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria”; 14,62: “Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo»”) y en escritos apocalípticos (véase Daniel 7,13: “Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia”; 3 Esdras 13,3: “Vi que este viento salía del mar bajo la apariencia de un hombre: este hombre se puso a volar con las nubes de los cielos; por todas partes hacia donde dirigía su cara y miraba, todo lo que estaba ante él, se iba”; Apocalipsis 10,1: “Vi también a otro Ángel poderoso, que bajaba del cielo envuelto en una nube, con el arcoíris sobre su cabeza, su rostro como el sol y sus piernas como columnas de fuego”, etc.), nada nos obliga a interpretar así estos símbolos en el relato que estudiamos. Lo más natural es relacionar el pensamiento del evangelista con los pasajes del Éxodo antes citados. El interés de Marcos se centra en el mensaje: Οὗτός ἐστιν ὁ Υἱός μου ὁ ἀγαπητός, ἀκούετε αὐτοῦ («Este es mi Hijo amado, escuchadle»). Para ὁ ἀγαπητός (El amado); véase 1,11: “Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»”. El mensaje es una declaración de la filiación mesiánica de Jesús, que remite a la declaración de Pedro (8,29: “Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.»”). Dios afirma ahora lo que Pedro declaró anteriormente. El mandamiento ἀκούετε αὐτοῦ (escuchadle) se refiere a la enseñanza de Cristo y tal vez a su enseñanza sobre el sufrimiento del Mesías (8,31: “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días”). Marcos piensa en Deuteronomio 18,15; «Yahvé, tu Dios, te suscitará de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta como yo; a él escucharás» (αὐτοῦ ἀκούσεσθε). Una explicación moderna de la experiencia sería afirmar que en el monte los tres discípulos quedaron irresistiblemente convencidos de que Jesús era en verdad el Hijo de Dios. Más difícil es determinar en qué forma tuvo lugar la experiencia. El testimonio de Juana de Arco, de George Fox y de los místicos en general nos dice que tales experiencias pueden oírse y a veces verse; en principio no hay ninguna objeción a que los discípulos, o al menos Pedro, oyesen una voz que, a su entender, era la voz de Dios que salía de la nube. Lo importante es la revelación; los detalles seguirán siendo materia de especulación. Una comparación con Mateo y Lucas revela la mayor originalidad del relato de Marcos. Mateo añade ἐν ᾧ εὐδόκησα (en quien me he complacido, 17,5: “Mientras estaba aún hablando, he aquí, una nube luminosa los cubrió; y una voz salió de la nube, diciendo: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido; a Él oíd”), adaptando así el mensaje a su relato del bautismo de Jesús (3,17: “Y he aquí, se oyó una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido”), aunque conserva ἀκούετε αὐτοῦ (escuchadle) de Marcos. Lucas también refiere este mandato, pero sustituye ὁ ἀγαπητός (El amado) por ὁ ἐκλελεγμένος (el escogido, 9,35: “Y una voz salió de la nube, que decía: Este es mi Hijo, mi Escogido; a Él oíd”). No obstante, la versión de Lucas es inferior en dos puntos: Pedro hace su observación cuando se marchan Moisés y Elías, y el temor religioso de los discípulos se relaciona con su entrada en la nube. Estos detalles son modificaciones secundarias del relato de Marcos o proceden de una fuente diferente. A diferencia de Marcos y de Lucas, Mateo menciona el miedo de los discípulos después de la declaración divina. Jesús va y toca a los tres discípulos, caídos en tierra, y les dice: «levantaos y no tengáis miedo» (17,7: “Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo»”). En el relato de Mateo el miedo se ha convertido en espanto y son manifiestos sus desarrollos legendarios) Y DE PRONTO, MIRANDO EN DERREDOR, YA NO VIERON A NADIE MÁS QUE A JESÚS SOLO CON ELLOS (La narración termina de una forma brusca. Los discípulos miran alrededor, pero no ven a nadie, excepto a Jesús solo. ἐξάπινα («rápidamente» inmediatamente), aparece en Números 4,20: “Y no entrarán, ni por un instante, a ver las cosas sagradas; de lo contrario morirían”. Véase ἐξαίφνης (de repente, WH: ἐξέφνης) en 13,36: “No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos”. Para περιβλεψάμενοι (en derredor) véase 3,5 (“Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» Él la extendió y quedó restablecida su mano”) y para el empleo de la doble negación por parte del evangelista, 1,44: “Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio”. ὁ Ἰησοῦς (Jesús), 1,9: “Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán”: μόνος (solo), 5,36: “Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe»”. Aun cuando en este caso las pruebas no son suficientes para postular un original arameo, el problema de los múltiples semitismos de los versículos 3-8 (“y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle.» Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos”), unido a la relativa poca frecuencia de palabras características del evangelista, indica que la narración es primitiva y de origen palestino. Mateo omite la doble negación y añade ἐπάραντες δὲ τοὺς ὀφθαλμοὺς αὐτῶν (cuando alzaron sus ojos). Lucas escribe καὶ ἐν τῷ γενέσθαι τὴν φωνὴν εὑρέθη Ἰησοῦς μόνος (después que la voz se oyó, Jesús fue hallado solo). Ahora vamos a estudiar la BAJADA DEL MONTE (Marcos 9,9-13: “Mientras bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de la muerte». Esto se les quedó grabado, aunque discutían qué querría decir aquello de resucitar de la muerte. Le preguntaron: «¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías?» Él les contestó: «¿De modo que primero tiene que venir Elías a ponerlo todo en orden? Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? No, os digo que también Elías ha venido ya, y lo han tratado a su antojo, como estaba escrito de él»”. Véase Mateo 17,9-13: “Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.» Sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?» Respondió él: «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.» Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista”). Esta narración se une estrechamente con la anterior. No es una narración popular que circulase como unidad tradicional separada, ni puede clasificarse por su forma. Los importantes problemas que suscita son de orden histórico. R. H. Lightfoot insinúa que en este relato «tal vez puedan verse los esfuerzos de la Iglesia por elaborar una especie de filosofía de la historia, a la luz de sus convicciones sobre la persona y el ministerio de su Maestro, de su obra y de los resultados de ésta». Los críticos formales adoptan una opinión semejante. Bultmann clasifica los versículos 12-13 (“Él les contestó: «¿De modo que primero tiene que venir Elías a ponerlo todo en orden? Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? No, os digo que también Elías ha venido ya, y lo han tratado a su antojo, como estaba escrito de él»”) como sentencia apocalíptica que se originó en las discusiones teológicas de la comunidad». Este último pasaje es una sentencia alentadora formulada a raíz del relato de la parusía: ¡por lo menos algunos la verán! Los versículos 12-13 (“Él les contestó: «¿De modo que primero tiene que venir Elías a ponerlo todo en orden? Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? No, os digo que también Elías ha venido ya, y lo han tratado a su antojo, como estaba escrito de él»”), unidos por tanto con el 11 (“Le preguntaron: «¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías?»”), dan la respuesta cristiana a la esperanza judía de que Elías volvería antes. De forma semejante, Dibeliu atribuye el origen del relato a la reflexión teológica. Totalmente opuesta es la opinión de Burkitt: «Marcos 9, 9-13: “Mientras bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de la muerte». Esto se les quedó grabado, aunque discutían qué querría decir aquello de resucitar de la muerte. Le preguntaron: «¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías?» Él les contestó: «¿De modo que primero tiene que venir Elías a ponerlo todo en orden? Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? No, os digo que también Elías ha venido ya, y lo han tratado a su antojo, como estaba escrito de él»”, aunque su significado general quizá sea claro, es un pasaje tan abrupto, tan poco literario y tan oscuro que yo creo que es el recuerdo de una conversación real». El juicio que nos formemos sobre el relato depende de la impresión que nos cause, de la opinión que tengamos sobre «las sentencias de la comunidad» y de las ideas generales que nos hayamos formado sobre el carácter histórico del evangelio. La opinión de los críticos formales, juzgada según estos criterios, parece artificial, y la de Burkitt, razonable. Después de esta introducción pasemos al estudio pormenorizado de Marcos 9,9-13: 9 "Mientras bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de la muerte». 10 Esto se les quedó grabado, aunque discutían qué querría decir aquello de resucitar de la muerte. 11 Le preguntaron: «¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías?» 12 Él les contestó: «¿De modo que primero tiene que venir Elías a ponerlo todo en orden? Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? 13 No, os digo que también Elías ha venido ya, y lo han tratado a su antojo, como estaba escrito de él») MIENTRAS BAJABAN DE LA MONTAÑA, JESÚS LES MANDÓ: «NO CONTÉIS A NADIE LO QUE HABÉIS VISTO, HASTA QUE EL HIJO DEL HOMBRE RESUCITE DE LA MUERTE». ESTO SE LES QUEDÓ GRABADO, AUNQUE DISCUTÍAN QUÉ QUERRÍA DECIR AQUELLO DE RESUCITAR DE LA MUERTE (Como la escena cambia, es probable que los versículos 9-13 (“Mientras bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de la muerte». Esto se les quedó grabado, aunque discutían qué querría decir aquello de resucitar de la muerte. Le preguntaron: «¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías?» Él les contestó: «¿De modo que primero tiene que venir Elías a ponerlo todo en orden? Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? No, os digo que también Elías ha venido ya, y lo han tratado a su antojo, como estaba escrito de él»”) sean una unidad poco compacta. Para el genitivo absoluto καταβαινόντων αὐτῶν (bajaban ellos) recordemos lo dicho al estudiar 5,2 [“Apenas desembarcó le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros”. El genitivo absoluto ἐξελθόντος αὐτοῦ (desembarcó), como suele suceder en el NT, se refiere al pronombre de la frase (αὐτῷ, Él). Este uso no clásico es frecuente en el griego helenístico], y para διεστείλατο αὐτοῖς (les mandó), construido con ἵνα y subjuntivo, véase 5,43: “Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer”. Mateo escribe τὸ ὅραμα (la visión, 17,9: “Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos»”) en vez de ἃ εἶδον (que habéis visto) y sustituye εἰ μὴ ὅταν (sino hasta) por ἕως οὗ (hasta que). Según este punto de vista, que es probablemente exacto, se trató de una visión. La alusión al «Hijo del hombre» (véase 2,10: “Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico”) y a la resurrección es brusca, pero no está fuera de lugar, porque en 9, 2-8 (“Seis días después cogió Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y subió con ellos solos a una montaña alta y apartada. Allí se transfiguró delante de ellos: sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Intervino entonces Pedro y le dijo a Jesús: «Maestro, viene muy bien que estemos aquí nosotros; podríamos hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estaban tan espantados que no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, a quien yo quiero, escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos”) no sólo se confirma la declaración de Pedro, sino que se dirige la atención a la enseñanza de Jesús mediante la palabra «oídle». A pesar de todo lo que se ha dicho en su contra, el precepto de guardar silencio ἵνα μηδενὶ ἃ εἶδον διηγήσωνται (que No contéis a nadie lo que habéis visto), es natural, como también en 8,30 (“Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él”), pero el límite fijado por la resurrección, expresado en el resumen de Marcos, tal vez se haya formulado de un modo menos explícito. Recordemos el comentario a 8,31: “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días” [El evangelista refiere a continuación el primer anuncio de la pasión, y en 9,31 (“porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará»”) y 10,33-34 (“«Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará»”) el segundo y el tercero, respectivamente. Tal vez 8,31 (“Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días”) sea el comienzo de una narración o incluso de una nueva sección. Lagrange dice: «ἤρξατο (comenzó) tiene aquí todo su valor; se trata del comienzo de una enseñanza nueva». Mateo adopta este punto de vista, al añadir Ἀπὸ τότε («desde entonces»»), antes de ἤρξατο (comenzó, 16,21: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día”). En cambio, Lucas se sirve de εἰπὼν (diciendo, Lucas 9,22: “diciendo: El Hijo del Hombre debe padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día”) para unir el pasaje con la prohibición; probablemente hemos de adoptar esta opinión]. Laígrange opina que Jesús no creyó que los nueve discípulos estuviesen preparados para conocer el secreto revelado a los tres discípulos. «¿No hubiera constituido un nuevo obstáculo para admitir los sufrimientos del Hijo del hombre?». Algunos críticos más radicales opinan que el secreto se restringe a los tres discípulos, pero, a su juicio, esto no es sino una tentativa del evangelista de explicar por qué la tradición más primitiva no conoció la transfiguración. Para ἐκ νεκρῶν (de los muerte) véase 6,14 (“Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas»”), y para el empleo de ἀνίστημι (levantar) por parte del evangelista con referencia a la resurrección véase el comentario a ἐγείρω de 6,14 [“Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas»”. ἐγείρω (despertar, es decir, del sueño, de estar sentado o acostado, de la enfermedad, de la muerte de la oscuridad, inactividad, ruina, no existencia: enderezar, levantar, despertar, resucitar) se usa aquí y en 6,16 (“Pero Herodes, al oírlo, decía: «Aquel Juan a quien yo corté la cabeza, ése ha resucitado»”; 12,26: “Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?”; 14,28: “Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea”; 16,6: “Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron”; 16,14: “Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado”) en el sentido de resurrección de los muertos. En 8,31: “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días”; 9,9-10: “Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de «resucitar de entre los muertos»”; 9,31: “porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará»”; 10,34: “Y levantándose de allí va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde él y, como acostumbraba, les enseñaba”; 12,23: “En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer»”; 12,25: “Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos”; 16,9: “Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios”) se usa ἀνίστημι (levantar) sin que se pueda descubrir un significado distinto]. Marcos dice que los discípulos guardaron estas palabras, τὸν λόγον ἐκράτησαν, es decir, recordaron y observaron el precepto. πρὸς ἑαυτοὺς (dentro de sí mismos) puede unirse con ἐκράτησαν (guardar), y entonces la frase significaría «lo guardaron en secreto» (RSV); pero es preferible unir dicha expresión con συζητοῦντες (véase 9,14: “Al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos”; 9,16: “Él les preguntó: «¿De qué discutís con ellos?»”): discutían «entre sí». τὸ ἐκ νεκρῶν ἀναστῆναι (la resucitar de la muerte), leído por muchísimos manuscritos, tiene un aire un tanto formal: «lo que significaría la resurrección de entre los muertos» (RV); por ello ha de preferirse la lectura ὅταν ἐκ νεκρῶν ἀναστῇ (hasta que de los muertos se levante), atestiguada por B W fam. 1 fam. 13 a b c f i r1-2 vg ss pe geo. Así opina Lagrange. El significado de la frase es, pues, éste: «discutían entre sí qué era 'resucitar de entre los muertos'»; esta lectura concreta pudo dar origen al texto más suave, ampliamente aceptado. Mateo omite el versículo 10 (“Esto se les quedó grabado, aunque discutían qué querría decir aquello de resucitar de la muerte”); Lucas, que omite toda la sección, demuestra en 9,36 (“Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto”) que la conoció: «ellos callaron y no contaron a nadie, por aquellos días, nada de lo que habían visto») LE PREGUNTARON: «¿POR QUÉ DICEN LOS LETRADOS QUE PRIMERO TIENE QUE VENIR ELÍAS?» ÉL LES CONTESTÓ: «¿DE MODO QUE PRIMERO TIENE QUE VENIR ELÍAS A PONERLO TODO EN ORDEN? ENTONCES, ¿CÓMO ESTÁ ESCRITO QUE EL HIJO DEL HOMBRE TIENE QUE PADECER MUCHO Y SER DESPRECIADO? NO, OS DIGO QUE TAMBIÉN ELÍAS HA VENIDO YA, Y LO HAN TRATADO A SU ANTOJO, COMO ESTABA ESCRITO DE ÉL» (No hay por qué suponer que aquí se interrumpa la narración. La pregunta sobre la venida de Elías se debe a la presencia de éste en el relato de la transfiguración. ἐπερωτάω (pedir por, es decir, inquirir, buscar, hacer pregunta, preguntar), 5,9: “Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos»”. El primer Ὅτι (¿por qué?) es interrogativo, como en 2,16 (“Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?»”). La opinión de los escribas (οἱ γραμματεῖς, 1,22: “Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”) se basaba en Malaquías 4,4 (“He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible. Él hará volver”. LXX, 3,23): καὶ ἰδοὺ ἐγὼ ἀποστέλλω ὑμῖν Ηλιαν τὸν Θεσβίτην πρὶν ἐλθεῖν ἡμέραν κυρίου τὴν μεγάλην καὶ ἐπιφανῆ, ὃς ἀποκαταστήσει… (Y he aquí que yo os envío a Elías, el tesbita, antes de venir el día del Señor, el grande y manifiesto; quien restituirá...). Ἡλίας (Elías), 6,15: “Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas»”; πρῶτον (primero), 3,27: “Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa”. ἔφη (dijo, contestó), 9,38: “Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros»”; 10,20: “Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud»”; 10,29: “Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio»”; 12,24: “Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios?”; 14,29: “”Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no». אB C L Δ Ψ 579 892 1342 sa bo leen ἔφη (dijo, contestó), pero la mayoría de los manuscritos y de las versiones atestiguan Ὁ δὲ ἀποκριθείς, εἴπεν D L W Ψ fam. 1 (excepto 118) 28 565 892 it vg sys pe hl mg geo et arm omiten μὲν (de hecho, véase 4,4: “Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron”). Después de admitir que Elías debe venir primero, Jesús pregunta καὶ πῶς γέγραπται ἐπὶ τὸν Υἱὸν τοῦ ἀνθρώπου, ἵνα πολλὰ πάθῃ καὶ ἐξουδενηθῇ; (entonces, ¿cómo está escrito que el hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? ). Para ὁ υἱὸς τοῦ ἀνθρώπου (El Hijo del Hombre), véase 2,10: “Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico”. ἐπὶ equivale a «con referencia a», como también en el versículo 13 (“No, os digo que también Elías ha venido ya, y lo han tratado a su antojo, como estaba escrito de él”). Πάσχω (experimentar una sensación o impresión, por lo general dolorosa: padecer, sufrir), 5,26: “y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor”. El versículo 12b (“Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado?”) sigue bruscamente a 12a (“Él les contestó: «¿De modo que primero tiene que venir Elías a ponerlo todo en orden?”). Wellhausen opina que todo el versículo debe considerarse como una pregunta que rechaza la creencia de que Elías tenga que venir antes. Véase Torrey: «¿Vendrá antes Elías a restaurar todo? ¿Cómo, pues, está escrito...?» Turner, piensa que 12a (“Él les contestó: «¿De modo que primero tiene que venir Elías a ponerlo todo en orden?”) debe seguir al versículo 10 (“Esto se les quedó grabado, aunque discutían qué querría decir aquello de resucitar de la muerte”), y Alien al 11 (“Le preguntaron: «¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías?»”). No parece necesario ordenar los versículos de esta forma. Jesús llama la atención sobre un problema mucho más importante, que precede a la resurrección, es decir, el sufrimiento del Hijo del hombre. La opinión de Otto es totalmente opuesta a la de quienes interpretan el versículo 12b (“Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado?”) como «sentencia de la comunidad». La sentencia del versículo 13 (“No, os digo que también Elías ha venido ya, y lo han tratado a su antojo, como estaba escrito de él”) identifica implícitamente a Elías con Juan Bautista. Es oscuro el sentido de la observación de que hicieron con él lo que quisieron καθὼς γέγραπται ἐπ’ αὐτόν (Como está escrito de él). Quizá piense el evangelista en 1 Reyes 19,2: “Envió Jezabel un mensajero a Elías diciendo: «Que los dioses me hagan esto y me añaden esto otro si mañana a estas horas no he puesto tu alma igual que el alma de uno de ellos»”; 19,10: “Él dijo: «Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela»” y en las tradiciones que subyacen a Apocalipsis 11,3-13: “Pero haré que mis dos testigos profeticen durante 1260 días, cubiertos de sayal». Ellos son los dos olivos y los dos candeleros que están en pie delante del Señor de la tierra. Si alguien pretendiera hacerles mal, saldría fuego de su boca y devoraría a sus enemigos; si alguien pretendería hacerles mal, así tendría que morir. Estos tienen poder de cerrar el cielo para que no llueva los días en que profeticen; tienen también poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y poder de herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que quieran. Pero cuando hayan terminado de dar testimonio, la Bestia que surja del Abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará. Y sus cadáveres, en la plaza de la Gran Ciudad, que simbólicamente se llama Sodoma o Egipto, allí donde también su Señor fue crucificado. Y gentes de los pueblos, razas, lenguas y naciones, contemplarán sus cadáveres tres días y medio: no está permitido sepultar sus cadáveres. Los habitantes de la tierra se alegran y se regocijan por causa de ellos, y se intercambian regalos, porque estos dos profetas habían atormentado a los habitantes de la tierra. Pero, pasados los tres días y medio, un aliento de vida procedente de Dios entró en ellos y se pusieron de pie, y un gran espanto se apoderó de quienes los contemplaban. Oí entonces una fuerte voz que les decía desde el cielo: «Subid acá.» Y subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos. En aquella hora se produjo un violento terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y con el terremoto perecieron 7.000 personas. Los supervivientes, presa de espanto, dieron gloria al Dios del cielo”. Juan «vio en Herodías a su Jezabel» (Swete). En la versión de Mateo (17,11-13: “Respondió él: «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.» Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista”) Jesús dice explícitamente que Elías viene antes a renovarlo todo, y después, que Elías ya vino, pero que no le reconocieron. Con ello el evangelista establece un paralelismo con el Hijo del hombre y explica después que los discípulos comprendieron que Jesús hablaba de Juan Bautista. De esta forma Mateo reduce inteligentemente los puntos oscuros del relato de Marcos.