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En el Evangelio de hoy aparece la experiencia que en

el Monte tuvieron los 3 discípulos con Jesús. Allí van


a entrar en contacto con la tradición profética del
Antiguo Testamento (Moisés y Elías) y van a recibir la
revelación de Dios que invita a escuchar a su Hijo.
Ojalá podamos tener la certeza de que Jesús es el Hijo
Amado de Dios y que siguiéndolo en el Espíritu
lleguemos a ser hijos en el Hijo.
Evangelio según san Marcos 9,2-13
Vamos a estudiar, en primer lugar, el texto de LA
TRANSFIGURACIÓN (Marcos 9,2-8: “Seis días
después cogió Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y
subió con ellos solos a una montaña alta y apartada.
Allí se transfiguró delante de ellos: sus vestidos se
volvieron de un blanco deslumbrador, como no es
capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo. Se
les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús.
Intervino entonces Pedro y le dijo a Jesús: «Maestro,
viene muy bien que estemos aquí nosotros; podríamos
hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra
para Elías». Estaban tan espantados que no sabía lo
que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió
una voz de la nube: «Este es mi Hijo, a quien yo
quiero, escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor,
no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos”.
Véase Mateo 17,1-8: “Seis días después, toma Jesús
consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y
los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró
delante de ellos: su rostro se puso brillante como el
sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En
esto, se les aparecieron Moisés y Elías que
conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a
Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré
aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra
para Elías.» Todavía estaba hablando, cuando una
nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube
salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en
quien me complazco; escuchadle.» Al oír esto los
discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo.
Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo:
«Levantaos, no tengáis miedo.» Ellos alzaron sus ojos
y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo”; Lucas
9,28-36: “Sucedió que unos ocho días después de
estas palabras, tomó consigo a Pedro, Juan y
Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que,
mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus
vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí
que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés
y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de
su partida, que iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y
sus compañeros estaban cargados de sueño, pero
permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos
hombres que estaban con él. Y sucedió que, al
separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro,
bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas,
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin
saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas
cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra;
y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino
una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi
Elegido; escuchadle.» Y cuando la voz hubo sonado,
se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos
días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto”).
La interpretación de este relato constituye un problema
muy difícil; pocos exegetas afirmarán que su
explicación es plenamente satisfactoria. Entre las
muchas hipótesis propuestas, distinguiremos las
siguientes. 1. Admiten sin rodeos el carácter histórico
de la narración los que opinan que refiere una
experiencia real en la que la verdadera μορφή
(naturaleza, forma) de Jesús rompió los límites de su
humanidad y se reveló a los tres discípulos elegidos
(Swete, citando a Orígenes, y Lightfoot). Esta
interpretación es doctrinal y, aunque no por ello deja
de ser válida, su importancia depende naturalmente de
la opinión que se adopte sobre la persona de Cristo y
sobre su manifestación en las condiciones de la
encarnación. Además de los defensores de esta
hipótesis, ven una base histórica en el relato los que
opinan que refiere una experiencia visionaria de los
discípulos, posterior a la declaración de Pedro en
Cesárea de Filipo. Pero constituye problemas
especiales la explicación de la presencia de Moisés y
de Elías, de la nube, de la voz y del carácter verídico
de las experiencias psicológicas que implica. 2. Ed.
Meyer; Harnack; Schniewind; E. Underhill;
Rawlinson; Bartlet y otros proponen hipótesis que
podríamos denominar visionarias. Meyer, que atribuye
la experiencia a Pedro, afirma que siempre tuvieron
lugar en círculos religiosos episodios de este tipo, que
incluso influyeron en la historia política, como es el
caso de Juana de Arco. Meyer cita como ejemplo los
efectos que produjo la visión de Joseph Smith en junio
de 1829 en la suerte de los mormones, y los de la
visión de Mahoma narrada en el Corán. Harnack, que
desarrolla el argumento de Meyer, defiende que sólo
Pedro tuvo la visión y que ésta contribuyó después a
que él viese a Cristo resucitado [Según Meyer, la
visión es la raíz del cristianismo histórico: «La
resurrección y las apariciones del Resucitado surgieron
de la transfiguración, que es la última raíz del
cristianismo y de la que provienen las tres 'columnas' y
los primeros dirigentes de la naciente Iglesia»].
Schniewind alude a la δόξα (gloria) divina que se
manifestó en Jesús (Juan 1,14: “Y la Palabra se hizo
carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre
como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”; 2,11:
“Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus
señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus
discípulos”; 7,39: “Esto lo decía refiriéndose al
Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él.
Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no
había sido glorificado”; 11,4: “Al oírlo Jesús, dijo:
«Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria
de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por
ella»”; 11,40: “Le dice Jesús: «¿No te he dicho que, si
crees, verás la gloria de Dios?»”; 12,16: “Esto no lo
comprendieron sus discípulos de momento; pero
cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de
que esto estaba escrito sobre él, y que era lo que le
habían hecho”, etc.) y a la doctrina paulina (2
Corintios 3,18: “Mas todos nosotros, que con el rostro
descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del
Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen
cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor,
que es Espíritu”; Romanos 12,2: “Y no os acomodéis
al mundo presente, antes bien transformaos mediante
la renovación de vuestra mente, de forma que podáis
distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo
agradable, lo perfecto”), y opina que la experiencia de
la transfiguración constituyó para el evangelista el
preludio de la resurrección. Miss Underhill cita
ejemplos de la gloria luminosa que transfigura la faz
de los santos durante la oración extática. Bartlet opina
que tal vez una experiencia de Jesús mismo cercioró
más y más a los tres discípulos de que su maestro era
en verdad el Mesías. H. G. Wood habla también del
relato como «expresión de la vida íntima de Jesús». Es
cierto que en las hipótesis de este estilo varía la
apreciación del elemento histórico básico, pero su
mérito peculiar consiste en que, si aceptamos los
presupuestos psicológicos, tales hipótesis dan una
explicación válida de muchos elementos del relato. 3.
Frente a las opiniones antes expuestas, muchos
exegetas interpretan el relato de la transfiguración
como leyenda o narración simbólica. Muchos
comentaristas opinan que se trata de un relato de
resurrección narrado como si hubiese tenido lugar
durante el ministerio terreno de Jesús (Wellhausen;
Loisy; Bousset; Bertram; Goetz; Bultmann).
Defienden algunos autores (Klostermann) que Marcos
9,2-10 (“Seis días después, toma Jesús consigo a
Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos,
aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de
ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy
blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería
capaz de blanquearlos de ese modo. Se les
aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.
Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno
es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para
ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía
qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces
se formó una nube que les cubrió con su sombra, y
vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado,
escuchadle.» Y de pronto, mirando en derredor, ya no
vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. Y
cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie
contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del
hombre resucitara de entre los muertos. Ellos
observaron esta recomendación, discutiendo entre sí
qué era eso de «resucitar de entre los muertos»”)
rompe la secuencia original de 9,1 (“Les decía
también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes
hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean
venir con poder el Reino de Dios»”) y 9,11-12 (“Y le
preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías
debe venir primero?» Él les contestó: «Elías vendrá
primero y restablecerá todo; mas, ¿cómo está escrito
del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será
despreciado?”); el autor de 2 Pedro 1,16-18 (“Os
hemos dado a conocer el poder y la Venida de nuestro
Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas,
sino después de haber visto con nuestros propios ojos
su majestad. Porque recibió de Dios Padre honor y
gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz:
«Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco.»
Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del
cielo, estando con él en el monte santo”) conoció
todavía esta narración como relato de resurrección; y
en el etiópico Apocalipsis de Pedro (4-10: “dijo el
Señor: Vayamos a la montaña y oremos. Y yendo con
Él, nosotros los doce apóstoles, le suplicamos que nos
mostrara a uno de nuestros hermanos justos, que
había muerto, para que pudiéramos ver qué clase de
forma tenía; y tomando valor, también pudiéramos
animar a los hombres que nos oyesen. Y cuando
oramos, repentinamente aparecieron dos hombres
parados hacia el Este ante el Señor, a quienes no
podíamos ver. Emitían un rayo como del sol de sus
semblantes, y sus vestiduras brillaban de un modo
jamás visto por ojos humanos. No hay boca capaz de
expresar, ni corazón que pueda concebir, la gloria con
que estaban dotados, ni la belleza de su aspecto. Y
cuando los miramos, quedamos maravillados, porque
sus cuerpos eran más blancos que la nieve y más rojos
que las rosas; y el rojo se unía al blanco con tal
belleza que no puedo expresarla con palabras. Sus
cabellos eran rizados y brillantes y caían
elegantemente por sus rostros y por sus hombros como
una guirnalda tejida con plantas aromáticas y flores
de colores variados, o como un arco iris en el cielo.
Tal era su apariencia”) y en Pistis Sophia (1,13-19:
“Y ocurrió que estando los discípulos en el Monte
Olivete dijeron estas palabras, con gran alegría:
Nosotros somos más felices que ningún hombre,
puesto que el Salvador nos lo ha revelado todo, y
habemos toda elevación y toda perfección. Y, mientras
hablaban así, Jesús estaba sentado un poco aparte. Y
ocurrió que el día quince de la luna del mes de têbêth,
día en que había plenilunio, el sol, alzándose en su
carrera ordinaria, emitió una luz incomparable.
Porque procedía de la luz de las luces, y vino sobre
Jesús, y lo rodeó completamente. Y estaba algo
alejado de sus discípulos y brillaba de un modo sin
igual. Y los discípulos no veían a Jesús, porque los
cegaba la luz que lo envolvía. Y sólo veían los haces
de luz. Y éstos no eran iguales entre sí, y la luz no era
igual, y se dirigía en varios sentidos, de abajo arriba,
y el resplandor de esta luz alcanzaba de la tierra a los
cielos. Y los discípulos, viendo aquella luz, sintieron
gran turbación y gran espanto. Y ocurrió que un gran
resplandor luminoso llegó sobre Jesús y lo envolvió
lentamente. Y Jesús se elevó en el espacio, y los
discípulos lo miraron hasta que subió al cielo, y todos
quedaron silenciosos”) la narración de la
transfiguración sigue a las de la muerte y resurrección
de Jesús. La objeción que constantemente se formula a
esta hipótesis, es que no logra explicar la presencia de
Moisés y de Elías, la nube, la voz y las palabras que
pronuncia Pedro en 9,5: “Toma la palabra Pedro y
dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a
hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías»”. Habría que suprimir tantos detalles,
por considerarlos añadiduras, que sería muy poco lo
que corroborase esta hipótesis. 4. E. Lohmeyer
propone una interpretación puramente simbólica del
relato, en el que distingue dos fuentes: 9,4-8 (“Se les
aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.
Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno
es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para
ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía
qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces
se formó una nube que les cubrió con su sombra, y
vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado,
escuchadle.» Y de pronto, mirando en derredor, ya no
vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos”),
leyenda basada en las especulaciones escatológicas
judías que presentaba a Jesús como Mesías, y 9,3 (“y
sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy
blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería
capaz de blanquearlos de ese modo”), que describe la
metamorfosis de Jesús y que, a juicio de Lohmeyer,
refleja ideas de los misterios helenísticos. En su
comentario, Lohmeyer trata el relato como una unidad
y reconoce que las ideas de 9,3 (“y sus vestidos se
volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que
ningún batanero en la tierra sería capaz de
blanquearlos de ese modo”) pertenecen a la
apocalíptica judía. Lohmeyer opina que Jesús se reveló
como Hijo del hombre celeste en la gloria de su
parusía a los tres discípulos, que formaban el «Keim
und Kern» (Germen y Núcleo) de la comunidad
escatológica. Dios quitó el velo que encubría a Jesús a
lo largo de todo el evangelio de Marcos, y reveló por
un momento el secreto de su dignidad futura. El hecho
de que tenga en cuenta la teología de Marcos y las
necesidades que obligaron a la Iglesia a poner por
escrito el relato, apoyan esta interpretación; pero su
punto débil es que no reconoce la base histórica del
mismo. Hasta los ἡμέρας ἓξ («seis días») de 9,2 (“Seis
días después cogió Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan
y subió con ellos solos a una montaña alta y
apartada”) los atribuye Lohmeyer a la «tradición
sagrada» (Éxodo 24,16: “La gloria de Yahveh
descansó sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió por
seis días. Al séptimo día, llamó Yahveh a Moisés de en
medio de la nube”); de esta forma el relato se
convierte en un producto de carácter teológico. G. H.
Boobyer desarrolla con mayor amplitud la idea de qué
la transfiguración es «un testimonio divino en favor del
carácter mesiánico de Cristo bajo la forma de un
preanuncio de la parusía». Queda abierto, pues, el
problema histórico, porque las investigaciones
pretenden examinar el significado que el relato tuvo
para Marcos y su lugar y empleo en su evangelio. A.
M. Ramsey opina que, aunque la transfiguración
anticipa la parusía, indica también que se está
realizando la edad mesiánica. Este breve resumen de
las interpretaciones críticas revela que no puede
aceptarse sólo una explicación, excluyendo las demás.
La alusión a los seis días y las palabras características
de Pedro remiten a una experiencia real; las alusiones
a Moisés y a Elías, la nube y la voz divina indican que
el relato tiene un carácter visionario. Sin embargo, es
probable que en beneficio de la esperanza apocalíptica
del cristianismo primitivo se hayan añadido detalles
imaginativos, sobre todo por lo que respecta a la
metamorfosis y a la nube, aunque requiere ulterior
estudio el problema de si tales detalles son
exclusivamente escatológicos. El reto que lanza este
relato es si Jesús se reveló en su forma esencial. En
resumen, pues, diremos que, aunque es imposible
determinar exactamente lo que sucedió en el monte,
debemos creer que una experiencia inefable de oración
y de profundización religiosa ahondó y confirmó la
declaración de 8,29: “Y él les preguntaba: «Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta:
«Tú eres el Cristo.»”. Vamos, después de esta
introducción, a hacer el estudio pormenorizado de
Marcos 9,2-8: “Seis días después cogió Jesús a Pedro,
a Santiago y a Juan y subió con ellos solos a una
montaña alta y apartada. Allí se transfiguró delante de
ellos: sus vestidos se volvieron de un blanco
deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos
ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y
Moisés conversando con Jesús. Intervino entonces
Pedro y le dijo a Jesús: «Maestro, viene muy bien que
estemos aquí nosotros; podríamos hacer tres chozas,
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Estaban tan espantados que no sabía lo que decía. Se
formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la
nube: «Este es mi Hijo, a quien yo quiero,
escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron
a nadie más que a Jesús solo con ellos”) SEIS DÍAS
DESPUÉS, TOMA JESÚS CONSIGO A PEDRO,
SANTIAGO Y JUAN, Y LOS LLEVA, A ELLOS
SOLOS, APARTE, A UN MONTE ALTO. Y SE
TRANSFIGURÓ DELANTE DE ELLOS
(Confróntese μετὰ ἡμέρας ἓξ (seis días después), con
μετὰ δύο ἡμέρας (después de dos días, 14,1:
“Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los
sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo
prenderle con engaño y matarle”). Si prescindimos de
la narración de la pasión, ninguna indicación temporal
del evangelio de Marcos es tan precisa como ésta, que,
en su forma actual, remite a la declaración de Pedro.
Lucas escribe ὡσεὶ ἡμέραι ὀκτὼ (alrededor de ocho
días). Para otras indicaciones temporales de Marcos
véase 1,14: “Después que Juan fue entregado, marchó
Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de
Dios”; 1,21: “Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el
sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar”;
1,32: “Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron
todos los enfermos y endemoniados”; 1,35: “De
madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se
levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a
hacer oración”; 2,1: “Entró de nuevo en Cafarnaúm;
al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en
casa”; 2,23: “Y sucedió que un sábado, cruzaba Jesús
por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir
camino arrancando espigas”; 4,35: “Este día, al
atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla»”; 8,1:
“Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y
no teniendo qué comer, llama Jesús a sus discípulos y
les dice”; 14,1: “Faltaban dos días para la Pascua y
los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas
buscaban cómo prenderle con engaño y matarle”;
14,12: “El primer día de los Ázimos, cuando se
sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos:
«¿Dónde quieres que vayamos a hacer los
preparativos para que comas el cordero de
Pascua?»”; 14,17: “Y al atardecer, llega él con los
Doce”; 15,1: “Pronto, al amanecer, prepararon una
reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los
escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado
a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato”; 15,25:
“Era la hora tercia cuando le crucificaron”; 15,33:
“Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la
tierra hasta la hora nona”; 15,42: “Y ya al atardecer,
como era la Preparación, es decir, la víspera del
sábado”; 16,1: “Pasado el sábado, María Magdalena,
María la de Santiago y Salomé compraron aromas
para ir a embalsamarle”. Para παραλαμβάνω (verbo
llevar) véase 4,36: “Despiden a la gente y le llevan en
la barca, como estaba; e iban otras barcas con él”;
para ὁ Ἰησοῦς (Jesús), 1,9: “Y sucedió que por
aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y
fue bautizado por Juan en el Jordán”. Jesús tomó
consigo a tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan,
como en las escenas de la resurrección de la hija de
Jairo y de Getsemaní; véase 5,37: “Y no permitió que
nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y
Juan, el hermano de Santiago”. ἀναφέρω (verbo
tomar arriba, llevar); ὑψηλός (altura); κατ’ ἰδίαν
(apartarse, separarse), 4,34: “no les hablaba sin
parábolas; pero a sus propios discípulos se lo
explicaba todo en privado”; μόνος (solo), 4,10:
“Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con
los Doce le preguntaban sobre las parábolas”. Se
alude con frecuencia a los «seis días» que esperó
Moisés en el «monte de Dios» antes de que la voz
divina le llamase desde la nube (Lohmeyer), pero,
aunque Éxodo 24,15-16 (“Y subió Moisés al monte. La
nube cubrió el monte. La gloria de Yahveh descansó
sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió por seis días.
Al séptimo día, llamó Yahveh a Moisés de en medio de
la nube”) haya podido colorear el relato, el sentido de
la indicación temporal es distinto. Desde una época
primitiva se identificó la ὄρος ὑψηλὸν («alta
montaña») con el monte Tabor, situado a unos 16
kilómetros al suroeste del mar de Galilea, pero este
monte sólo tiene unos 300 metros de altura; la mayoría
de los exegetas modernos citan el monte Hermón, de
2760 metros, situado a unos 19 kilómetros al nordeste
de Cesárea de Filipo (Swete; Turner). Pero esta
opinión no pasa de ser una conjetura. Dalman afirma
que Tell el-Ahmar, Tell Abu en Neda y Tell esh-
Shecha, situados al sureste de Cesárea y de una altitud
superior a los 1.200 metros, «pueden disputarse el
honor de haber sido el monte en el que tuvo lugar la
transfiguración». «Todos ellos ofrecen a quien quiera
orar un lugar tranquilo y solitario». Con κατ’ ἰδίαν
μόνους (apartarse solos) expresa el evangelista el
deseo de soledad de Jesús. La alusión a la oración,
προσεύξασθαι (a orar) es una adición interpretativa de
Lucas (9,28: “Y como ocho días después de estas
palabras, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a
Santiago, y subió al monte a orar”), con la que se
armonizó la lectura ἐν τῷ προσεύχεσθαι αὐτὸς (en su
oración), atestiguada en el evangelio de Marcos por W
(Θ) P45 fam. 13 (28) (565) Or (αὐτὸν, Θ 28 565).
Wellhausen identifica la montaña con la de Mateo
28,16: “Por su parte, los once discípulos marcharon a
Galilea, al monte que Jesús les había indicado”; sin
embargo, esta identificación no es cierta, a no ser que
se demuestre que la narración de la transfiguración es
un relato de resurrección narrado como si hubiese
tenido lugar durante el ministerio terreno de Jesús.
Μεταμορφόω (verbo transformar, transfigurar), usado
en Mateo 17,2: “Y se transfiguró delante de ellos: su
rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se
volvieron blancos como la luz”; Romanos 12,2: “Y no
os acomodéis al mundo presente, antes bien
transformaos mediante la renovación de vuestra
mente, de forma que podáis distinguir cuál es la
voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo
perfecto”; 2 Corintios 3,18: “Mas todos nosotros, que
con el rostro descubierto reflejamos como en un
espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando
en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es
como actúa el Señor, que es Espíritu”, en griego tardío
y en los papiros, significa «transformarse». La
traducción «se transfiguró», frecuente a partir de
Wycliff, deriva del transfiguratus est de la Vulgata. La
idea recuerda a Éxodo 34,29 (“Luego, bajó Moisés del
monte Sinaí y, cuando bajó del monte con las dos
tablas del Testimonio en su mano, no sabía que la piel
de su rostro se había vuelto radiante, por haber
hablado con él”), donde la faz de Moisés se
«glorificó» (δεδόξασται) mientras conversaba con
Dios; sin embargo, como el evangelista no usa δοξάζω
(verbo glorificar) sino Μεταμορφόω (verbo
transformar, transfigurar) se ha pensado en el posible
influjo de 2 Corintios 3,18: “Mas todos nosotros, que
con el rostro descubierto reflejamos como en un
espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando
en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es
como actúa el Señor, que es Espíritu”. No obstante, el
evangelista no depende estrechamente de las ideas
paulinas, porque en 2 Corintios 3,12-4,6 (“Mas todos
nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos
como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos
transformando en esa misma imagen cada vez más
gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu.
Por esto, misericordiosamente investidos de este
ministerio, no desfallecemos. Antes bien, hemos
repudiado el silencio vergonzoso no procediendo con
astucia, ni falseando la Palabra de Dios; al contrario,
mediante la manifestación de la verdad nos
encomendamos a nosotros mismos a toda conciencia
humana delante de Dios. Y si todavía nuestro
Evangelio está velado, lo está para los que se pierden,
para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios
de este mundo para impedir que vean brillar el
resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es
imagen de Dios. No nos predicamos a nosotros
mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros
como siervos vuestros por Jesús. Pues el mismo Dios
que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar
la luz en nuestros corazones, para irradiar el
conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de
Cristo. Pero llevamos este tesoro en recipientes de
barro para que aparezca que una fuerza tan
extraordinaria es de Dios y no de nosotros.
Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos,
mas no desesperados; perseguidos, mas no
abandonados; derribados, mas no aniquilados.
Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas
partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida
de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues,
aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados
a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la
vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en
vosotros la vida. Pero teniendo aquel espíritu de fe
conforme a lo que está escrito: Creí, por eso hablé,
también nosotros creemos, y por eso hablamos,
sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también
nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él
juntamente con vosotros. Y todo esto, para vuestro
bien a fin de que cuantos más reciban la gracia,
mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.
Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre
exterior se va desmoronando, el hombre interior se va
renovando de día en día”) Pablo recalca la gloria
permanente de Cristo, que contrasta con la gloria
«pasajera» de Moisés, mientras que para Marcos la
transformación es temporal. Todos los detalles apuntan
a un uso independiente del término por parte de
Marcos; tampoco debe presumirse que la idea es
exclusivamente helenística. Para el uso raro de
ἔμπροσθεν (delante) en Marcos véase 2,12: “Se
levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la
vista de todos, de modo que quedaban todos
asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás
vimos cosa parecida»”. Mateo escribe también
μετεμορφώθη (se transfiguró), pero añade καὶ ἔλαμψεν
τὸ πρόσωπον αὐτοῦ ὡς ὁ ἥλιος (y su rostro
resplandeció como el sol, 17,2: “y se transfiguró
delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol,
y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz”).
Lucas evita el verbo y escribe καὶ ἐγένετο … τὸ εἶδος
τοῦ προσώπου αὐτοῦ ἕτερον (la apariencia de su rostro
se hizo otra, 9,29: “Mientras oraba, la apariencia de
su rostro se hizo otra, y su ropa se hizo blanca y
resplandeciente”). Para la sorprendente ausencia de
πρόσωπον (cara, faz, apariencia, persona) en Marcos,
véase 9,3: “y sus vestiduras se volvieron
resplandecientes, muy blancas, tal como ningún
lavandero sobre la tierra las puede emblanquecer”) Y
SUS VESTIDURAS SE VOLVIERON
RESPLANDECIENTES, MUY BLANCAS, TAL
COMO NINGÚN LAVANDERO SOBRE LA
TIERRA LAS PUEDE EMBLANQUECER (El
evangelista describe cómo los vestidos de Jesús
resplandecían con luz celestial. στίλβω (verbo
resplandecer), que significa «resplandecer», «brillar»,
se aplicó en griego clásico a las superficies
resplandecientes o brillantes (Homero, Iliada, XVIII,
596: “Mancebos y doncellas de rico dote, cogidos de
las manos, se divertían bailando: éstas llevaban
vestidos de sutil lino y bonitas guirnaldas, y aquéllos,
túnicas bien tejidas y algo lustrosas, como frotadas
con aceite, y sables de oro suspendidos de argénteos
tahalíes”) y en los LXX (Nahúm 3,3: “caballería que
avanza, llamear de espadas, centellear de lanzas...
multitud de heridos, montones de muertos, cadáveres
sin fin, cadáveres en los que se tropieza”) al bronce,
oro o acero brillante. Λευκὸς (blanco), 16,5: “Y
entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en
el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se
asustaron”, se usó también con referencia a la στολή
(ropa) del joven de la tumba. Para ἱμάτιον (vestido)
véase 2,21: “Nadie cose un remiendo de paño sin
tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo
añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se
produce un desgarrón peor”; para λίαν (en gran
manera), 1,35: “De madrugada, cuando todavía
estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar
solitario y allí se puso a hacer oración”. Es peculiar
de Marcos la frase οἷα γναφεὺς ἐπὶ τῆς γῆς οὐ δύναται
οὕτως λευκᾶναι (tal como ningún lavandero sobre la
tierra las puede emblanquecer), con lo que el
evangelista quiere indicar el origen divino del
resplandor. γναφεύς, forma tardía de κναφεύς,
significa «batanero» y deriva de κνάπτω («cardar o
abatanar la lana»). Para οῖ́ος (como), véase 13,19:
“Porque aquellos días habrá una tribulación cual no
la hubo desde el principio de la creación, que hizo
Dios, hasta el presente, ni la volverá a haber”; para
οὕτως (así), 2,7: “«¿Por qué éste habla así? Está
blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino
Dios sólo?»”. λευκαίνω (verbo blanquear), aparece en
Apocalipsis 7,14: “Yo le respondí: «Señor mío, tú lo
sabrás.» Me respondió: «Esos son los que vienen de la
gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han
blanqueado con la sangre del Cordero»”, en griego
clásico y en los LXX (5 veces). Mateo afirma que los
vestidos de Jesús se volvieron blancos como la luz (ὡς
τὸ φῶς, 17,2: “y se transfiguró delante de ellos; y su
rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se
volvieron blancas como la luz”), y Lucas que sus
ropas resplandecieron de blancas (λευκὸς
ἐξαστράπτων, 9,29: “Mientras oraba, la apariencia de
su rostro se hizo otra, y su ropa se hizo blanca y
resplandeciente”). Es extraño que el evangelista no
haga referencia a la faz de Jesús (véase Mateo 17,2: “y
se transfiguró delante de ellos; y su rostro
resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron
blancas como la luz”; Lucas 9,29: “Mientras oraba, la
apariencia de su rostro se hizo otra, y su ropa se hizo
blanca y resplandeciente”). Quizá las variantes sean
tentativas de corregir un texto original en el que se
omitió accidentalmente la palabra πρόσωπον (cara,
faz, apariencia, persona) SE LES APARECIERON
ELÍAS Y MOISÉS, Y CONVERSABAN CON
JESÚS (El evangelista no hace amplio uso del verbo
ὁράω (ver, mirar, 1,44: “Mira, no digas nada a nadie,
sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu
purificación la ofrenda que prescribió Moisés para
que les sirva de testimonio”); la forma ὤφθη
(aparecieron) sólo aparece en este pasaje del
evangelio. Cabe suponer que aquí designa, como en el
resto del NT (véase 1 Corintios 15,5-8: “que se
apareció a Cefas y luego a los Doce; después se
apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de
los cuales todavía la mayor parte viven y otros
murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a
todos los apóstoles. Y en último término se me
apareció también a mí, como a un abortivo”), la
aparición repentina de un ser celestial. Según Marcos,
los tres discípulos contemplan a los huéspedes
celestiales, conversando con Jesús. Lucas añade que
Moisés y Elías aparecieron ἐν δόξῃ (en Gloria) y que
hablaban de «la partida (τὴν ἔξοδον αὐτοῦ, de su
éxodo) que él cumpliría en Jerusalén» (9,31: “quienes,
apareciendo en gloria, hablaban de la partida de
Jesús, que Él estaba a punto de cumplir en
Jerusalén”). Lucas explica también cómo los
discípulos estaban «cargados de sueño»
(βεβαρημένοι), pero que «manteniéndose despiertos»
(διαγρηγορήσαντες) vieron su gloria y a los dos
hombres que estaban a su lado. Por tanto, Lucas
supone la presencia real de Moisés y Elías, como
Marcos, pero insiste más en ella que éste último
evangelista. Mateo sigue de cerca a Marcos, pero, a su
entender, lo que vieron los discípulos fue una visión
(ὅραμα, 17,9: “Y cuando bajaban del monte, Jesús les
ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el
Hijo del hombre haya resucitado de entre los
muertos»”). Para Μωϋσῆς, véase 1,44: “Mira, no
digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y
haz por tu purificación la ofrenda que prescribió
Moisés para que les sirva de testimonio”; para Ἡλίας,
6,15: “Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta
como los demás profetas»”. Συλλαλέω (hablar juntos).
Moisés y Elías representan a la Ley y a los Profetas,
respectivamente. Su presencia ante Jesús es un signo
de que éste es el Mesías; probablemente esto es lo que
el evangelista quiso indicar primordialmente. El hecho
de que Moisés y Elías no se relacionen de ningún
modo con la resurrección constituye una fuerte
objeción a la idea de que el relato describía
originalmente una aparición de Jesús resucitado, que
después se trasladó a su ministerio terreno. Bultmann
opina que el relato narraba originalmente una
aparición de Jesús sólo a Pedro, y que los dos seres
celestiales eran ángeles o santos, que después se
identificaron como Moisés y Elías. Parece más
probable que Moisés y Elías sean figuras escatológicas
y que, en consecuencia, el relato remita a la parusía de
Jesús. A partir de Malaquías (4,5-6: “He aquí que yo
os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de
Yahveh, grande y terrible. Él hará volver el corazón
de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los
padres; no sea que venga yo a herir la tierra de
anatema”; véase Marcos 9,11: “Y le preguntaban:
«¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir
primero?»”) estuvo muy difundida la creencia de que
Elías volvería de nuevo, pero son tardías e inciertas las
pruebas que hablan del retorno de Moisés. Boobyer
admite que hasta después del siglo I d. de C. no
apareció esta idea, pero señala que los samaritanos
esperaban que reapareciese Moisés como Mesías y
afirma que la escatología judía en general tal vez
apunte a esta creencia en el retorno de Moisés «a pesar
de que no tenemos pruebas específicas». Más tarde
estudiaremos esta hipótesis interesante, que depende
de la interpretación que se dé a otros detalles
narrativos como son la nube y la voz celeste. Digamos
mientras tanto que parece satisfactoria la
interpretación habitual de la presencia de Moisés y
Elías, aunque es extraño que Elías se mencione en
primer lugar (Ἡλείας σὺν Μωϋσεῖ) TOMA LA
PALABRA PEDRO Y DICE A JESÚS: «RABBÍ,
BUENO ES ESTARNOS AQUÍ. VAMOS A
HACER TRES TIENDAS, UNA PARA TI, OTRA
PARA MOISÉS Y OTRA PARA ELÍAS»; PUES
NO SABÍA QUÉ RESPONDER YA QUE
ESTABAN ATEMORIZADOS (para καλόν ἐστιν
(bueno es) con acusativo e infinitivo, véase 7,27: “Él
le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues
no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los
perritos»”. La presencia de los tres es «buena»,
porque la experiencia es única o porque ofrece la
oportunidad de servir a Jesús y a sus huéspedes
celestiales; nos parece más probable el primer
miembro de la alternativa. Mateo 17,4 (“Tomando
Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es
estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una
para ti, otra para Moisés y otra para Elías»”)
sustituye ποιήσωμεν (vamos a hacer), usado por
Marcos y Lucas, por εἰ θέλεις, ποιήσω (si quieres,
haré). Σκηνή (tabernáculo, tienda, morada), término
usado en Mateo 17,4: “Tomando Pedro la palabra,
dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si
quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías»”; Lucas 9,33: “Y sucedió
que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres
tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías», sin saber lo que decía”; 16,9 (τὰς αἰωνίους
σκηνάς, las moradas eternas: “Yo os digo: Haceos
amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue
a faltar, os reciban en las eternas moradas”); Hechos
(3); Hebreos (10); Apocalipsis (3), significa «tienda»,
«choza», «tabernáculo». Este término, que designa con
frecuencia la morada de un dios (Hechos 7,43: “Os
llevasteis la tienda de Moloc y la estrella del dios
Refán, las imágenes que hicisteis para adorarlas;
pues yo os llevaré más allá de Babilonia”) y el
tabernáculo del desierto en los LXX y en el NT, se
asocia con la escatología; véase Lucas 16,9: “Yo os
digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que,
cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas
moradas”; Apocalipsis 21,3: “Y oí una fuerte voz que
decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios con
los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos
serán su pueblo y él Dios - con - ellos, será su Dios»”
y la alusión de Pablo a la οἰκοδομή ἐκ θεοῦ, la morada
celestial, que contrasta con ἡ ἐπίγειος ἡμῶν οἰκία τοῦ
σκήνους (la tienda terrenal que es nuestra morada, 2
Corintios 5,1: “Porque sabemos que, si la tienda
terrenal que es nuestra morada, es destruida, tenemos
de Dios un edificio, una casa no hecha por manos,
eterna en los cielos”). Lohmeyer y Boobyer ven en las
palabras de Pedro una alusión escatológica, pero si
prescindimos del hecho de que la mayoría de los
pasajes citados dicen relación con la idea de la morada
de Dios entre los hombres (Ezequiel 37,27: “Mi
morada estará junto a ellos, seré su Dios y ellos serán
mi pueblo”; 43,7: “Me dijo: Hijo de hombre, este es el
lugar de mi trono, el lugar donde se posa la planta de
mis pies. Aquí habitaré en medio de los hijos de Israel
para siempre; y la casa de Israel, así como sus reyes,
no contaminarán más mi santo nombre con sus
prostituciones y con los cadáveres de sus reyes”; 43,9:
“De ahora en adelante alejarán de mí sus
prostituciones y los cadáveres de sus reyes, y yo
habitaré en medio de ellos para siempre”; Joel 4,16:
“Ruge Yahveh desde Sión, desde Jerusalén da su voz:
¡el cielo y la tierra se estremecen! Mas Yahveh será
un refugio para su pueblo, una fortaleza para los hijos
de Israel”; Zacarías 2,10-11: “Hala, hala, huid del
país del Norte - oráculo de Yahveh, - ya que a los
cuatro vientos del cielo os esparcí yo! - oráculo de
Yahveh - ¡Hala, sálvate, Sión, tú que moras en
Babilonia!”; 8,3: “Así dice Yahveh: Me he vuelto a
Sión, y en medio de Jerusalén habito. Jerusalén se
llamará Ciudad-de-Fidelidad, y el monte de Yahveh
Sebaot, Monte-de-Santidad”; 8,8: “voy a traerlos para
que moren en medio de Jerusalén. Y serán mi pueblo y
yo seré su Dios con fidelidad y con justicia”; Tobías
13,10: “Confiesa al Señor cumplidamente y alaba al
Rey de los siglos para que de nuevo levante en ti, con
regocijo, su Tienda, y llene en ti de gozo a todos los
cautivos y muestre en ti su amor a todo miserable por
todos los siglos de los siglos”), no hay razones
decisivas por las que Marcos 9,5 (“Toma la palabra
Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí.
Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías»”) deba interpretarse en este
sentido. Parece preferible interpretar las palabras de
Pedro refiriéndolas a las «cabañas» provisionales que
se hacían reuniendo ramas de árboles para celebrar la
fiesta de los tabernáculos (Levítico 23,40-43: “El
primer día tomaréis frutos de los mejores árboles,
ramos de palmeras, ramas de árboles frondosos y
sauces de río; y os alegraréis en la presencia de
Yahveh, vuestro Dios, por espacio de siete días.
Celebraréis fiesta en honor de Yahveh durante siete
días cada año. Será decreto perpetuo de generación
en generación. En el séptimo mes la celebraréis.
Durante siete días habitaréis en cabañas. Todos los
naturales de Israel morarán en cabañas, para que
sepan vuestros descendientes que yo hice habitar en
cabañas a los israelitas cuando los saqué de la tierra
de Egipto. Yo, Yahveh, vuestro Dios”). De hecho entre
la fiesta de la Expiación y la Fiesta de las Tiendas
median 6 días (Levítico 23,27: “el día décimo de este
séptimo mes será el día de la Expiación, en el cual
tendréis reunión sagrada; ayunaréis y ofreceréis
manjares abrasados a Yahveh”; 23,34: “Habla a los
israelitas y diles: El día quince de ese séptimo mes
celebraréis durante siete días la fiesta de las Tiendas
en honor a Yahveh”). Es posible que están ellos en el
Monte en la fiesta de las Tiendas y que la confesión de
Pedro haya ocurrido en el día de la Expiación. Otros
opinan que Pedro desea prolongar el feliz encuentro tal
vez porque se rebela contra la idea del sufrimiento
mesiánico. Véase Lagrange: «No ha comprendido aún
la lección de la cruz». Ῥαββεί (Maestro), 10,51
(“Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que
te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!»”,
Westcott and Hort 1881: ραββουνι); 11,21: “Pedro,
recordándolo, le dice: «¡Rabbí, mira!, la higuera que
maldijiste está seca»”; 14,45: “Nada más llegar, se
acerca a él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso”;
Mateo (4); Juan (8). Es extraño que en una narración
como ésta Pedro se dirija a Jesús llamándole «rabí»;
por ello no nos sorprende que Mateo y Lucas lo
sustituyan, respectivamente, por Κύριε (Señor) y
Ἐπιστάτα (Maestro). El empleo de este término
recalca el carácter primitivo del lenguaje de Pedro. La
explicación que da el evangelista, οὐ γὰρ ᾔδει τί
ἀποκριθῇ ἔκφοβοι γὰρ ἐγένοντο (pues no sabía qué
responder ya que estaban atemorizados), que casi es
una apología, revela que Marcos se dio cuenta de lo
inoportuno de la observación de Pedro (καὶ οὐκ
ᾔδεισαν τί ἀποκριθῶσιν αὐτῷ, y no sabían que
responderle, 14,40: “Y vino de nuevo y los halló
durmiendo, porque sus ojos estaban muy cargados de
sueño; y no sabían qué responderle”). El evangelista
conserva la interrogación directa y el subjuntivo
(deliberativo) de la misma. Lucas escribe μὴ εἰδὼς ὃ
λέγει (no sabiendo lo que decía) y omite el versículo
6b (“ya que estaban atemorizados”); Mateo omite toda
la frase. Las palabras de Pedro siempre cerrarán el
paso a las hipótesis que pretenden explicar el relato
como un mito o como una narración puramente
simbólica; el tono impulsivo de las mismas concuerda
con el carácter de Pedro y con las circunstancias. A
juicio de Rawlinson, la observación de Pedro,
característica de quien está soñando o en estado medio
hipnótico, es un tipo de respuesta «relacionada a
medias con las supuestas circunstancias, poco
razonable y aun fundamentalmente insensata».
ἔκφοβος (aterrado), Hebreos 12,21: “Tan terrible era
el espectáculo, que el mismo Moisés dijo: Espantado
estoy y temblando”. Véase 16,8: “Ellas salieron
huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto
se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie
porque tenían miedo...”. Los tres discípulos temen,
pero lo que les invade es el temor sobrenatural y no el
espanto; véase 4,41: “Ellos se llenaron de gran temor
y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que
hasta el viento y el mar le obedecen?»”; 5,15:
“Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que
había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano
juicio, y se llenaron de temor”; 5,33: “Entonces, la
mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó
atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó
toda la verdad”; 6,50: “pues todos le habían visto y
estaban turbados. Pero él, al instante, les habló,
diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no temáis»”)
ENTONCES SE FORMÓ UNA NUBE QUE LES
CUBRIÓ CON SU SOMBRA, Y VINO UNA VOZ
DESDE LA NUBE: «ESTE ES MI HIJO AMADO,
ESCUCHADLE» (Es de notar el doble uso de
ἐγένετο (sucedió) con participio en el mismo relato
(véase versículo 3: “y sus vestiduras se volvieron
resplandecientes, muy blancas, tal como ningún
lavandero sobre la tierra las puede emblanquecer”);
véase 1,4: “apareció Juan bautizando en el desierto,
proclamando un bautismo de conversión para perdón
de los pecados”. Mateo y Lucas emplean el verbo en
forma personal y el genitivo absoluto (Mateo: ἔτι
αὐτοῦ λαλοῦντος, mientras aún estaban hablando;
Lucas: αὐτοῦ λέγοντος, él decía). Streeter opina que el
primero tal vez se desprendiese del relato de Marcos.
Νεφέλη (nube), 13,26: “Y entonces verán al Hijo del
hombre que viene entre nubes con gran poder y
gloria”; 14,62: “Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al
Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir
entre las nubes del cielo»”. ἐπισκιάζω (envolver en
resplandor), Mateo 17,5: “Mientras estaba aún
hablando, he aquí, una nube luminosa los cubrió; y
una voz salió de la nube, diciendo: Este es mi Hijo
amado en quien me he complacido; a Él oíd”; Lucas
1,35: “El ángel le respondió: «El Espíritu Santo
vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con
su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y
será llamado Hijo de Dios»”; 9,34: “Entonces,
mientras él decía esto, se formó una nube que los
cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube”; Hechos
5,15: “hasta tal punto que incluso sacaban los
enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y
camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su
sombra cubriese a alguno de ellos”, se aplica en
Éxodo 40,34-38 (“La Nube cubrió entonces la Tienda
del Encuentro y la gloria de Yahveh llenó la Morada.
Moisés no podía entrar en la Tienda del Encuentro,
pues la Nube moraba sobre ella y la gloria de Yahveh
llenaba la Morada. En todas las marchas, cuando la
Nube se elevaba de encima de la Morada, los
israelitas levantaban el campamento. Pero si la Nube
no se elevaba, ellos no levantaban el campamento, en
espera del día en que se elevara. Porque durante el
día la Nube de Yahveh estaba sobre la Morada y
durante la noche había fuego a la vista de toda la casa
de Israel. Así sucedía en todas sus marchas”) a la
nube que cubría el tabernáculo. Al parecer, el
evangelista sugiere un contraste con las τρεῖς σκηνάς
(tres tiendas) de las que habló Pedro; Swete, a este
respecto, cita a Orígenes y a Efrén. Mateo, al añadir
φωτεινὴ (resplandor), parece referirse a la ‫שכינה‬
(Shekinah), «la presencia (de Dios)»; así explican
también muchos exegetas la alusión de Marcos a la
nube. Quizá el pensamiento del evangelista sea más
sencillo; parece referirse a la nube como vehículo de la
presencia de Dios (véase Éxodo 16,10: “Aún estaba
hablando Aarón a toda la comunidad de los israelitas,
cuando ellos miraron hacia el desierto, y he aquí que
la gloria de Yahveh se apareció en forma de nube”;
19,9: “Dijo Yahveh a Moisés: «Mira: Voy a
presentarme a ti en una densa nube para que el pueblo
me oiga hablar contigo, y así te dé crédito para
siempre» Y Moisés refirió a Yahveh las palabras del
pueblo.”; 24,15-16: “Y subió Moisés al monte. La
nube cubrió el monte. La gloria de Yahveh descansó
sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió por seis días.
Al séptimo día, llamó Yahveh a Moisés de en medio de
la nube”; 33,9: “Y cuando Moisés entraba en la
tienda, la columna de nube descendía y permanecía a
la entrada de la tienda, y Yahveh hablaba con
Moisés”; Levítico 16,2: “Dijo Yahveh a Moisés: Di a
tu hermano Aarón que no entre en cualquier tiempo en
el santuario que está tras el velo, ante el propiciatorio
que está encima del arca, no sea que muera: pues yo
me hago ver en la nube encima del propiciatorio”;
Números 11,25: “Bajó Yahveh en la Nube y le habló.
Luego tomó algo del espíritu que había en él y se lo
dio a los setenta ancianos. Y en cuanto reposó sobre
ellos el espíritu, se pusieron a profetizar, pero ya no
volvieron a hacerlo más”) y morada de su gloria,
desde donde habla (καὶ ἐγένετο φωνὴ ἐκ τῆς νεφέλης,
y vino una voz desde la nube). Boobyer cree que toda
la escena es «una imagen de Jesús en la gloria de su
segunda venida», pero, aunque la nube y la voz
aparecen con frecuencia en contextos escatológicos
(véase Marcos 13,26: “Y entonces verán al Hijo del
hombre que viene entre nubes con gran poder y
gloria”; 14,62: “Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al
Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir
entre las nubes del cielo»”) y en escritos apocalípticos
(véase Daniel 7,13: “Yo seguía contemplando en las
visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del
cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia
el Anciano y fue llevado a su presencia”; 3 Esdras
13,3: “Vi que este viento salía del mar bajo la
apariencia de un hombre: este hombre se puso a volar
con las nubes de los cielos; por todas partes hacia
donde dirigía su cara y miraba, todo lo que estaba
ante él, se iba”; Apocalipsis 10,1: “Vi también a otro
Ángel poderoso, que bajaba del cielo envuelto en una
nube, con el arcoíris sobre su cabeza, su rostro como
el sol y sus piernas como columnas de fuego”, etc.),
nada nos obliga a interpretar así estos símbolos en el
relato que estudiamos. Lo más natural es relacionar el
pensamiento del evangelista con los pasajes del Éxodo
antes citados. El interés de Marcos se centra en el
mensaje: Οὗτός ἐστιν ὁ Υἱός μου ὁ ἀγαπητός, ἀκούετε
αὐτοῦ («Este es mi Hijo amado, escuchadle»). Para ὁ
ἀγαπητός (El amado); véase 1,11: “Y se oyó una voz
que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti
me complazco»”. El mensaje es una declaración de la
filiación mesiánica de Jesús, que remite a la
declaración de Pedro (8,29: “Y él les preguntaba: «Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta:
«Tú eres el Cristo.»”). Dios afirma ahora lo que Pedro
declaró anteriormente. El mandamiento ἀκούετε αὐτοῦ
(escuchadle) se refiere a la enseñanza de Cristo y tal
vez a su enseñanza sobre el sufrimiento del Mesías
(8,31: “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del
hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser
matado y resucitar a los tres días”). Marcos piensa en
Deuteronomio 18,15; «Yahvé, tu Dios, te suscitará de
en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta como
yo; a él escucharás» (αὐτοῦ ἀκούσεσθε). Una
explicación moderna de la experiencia sería afirmar
que en el monte los tres discípulos quedaron
irresistiblemente convencidos de que Jesús era en
verdad el Hijo de Dios. Más difícil es determinar en
qué forma tuvo lugar la experiencia. El testimonio de
Juana de Arco, de George Fox y de los místicos en
general nos dice que tales experiencias pueden oírse y
a veces verse; en principio no hay ninguna objeción a
que los discípulos, o al menos Pedro, oyesen una voz
que, a su entender, era la voz de Dios que salía de la
nube. Lo importante es la revelación; los detalles
seguirán siendo materia de especulación. Una
comparación con Mateo y Lucas revela la mayor
originalidad del relato de Marcos. Mateo añade ἐν ᾧ
εὐδόκησα (en quien me he complacido, 17,5:
“Mientras estaba aún hablando, he aquí, una nube
luminosa los cubrió; y una voz salió de la nube,
diciendo: Este es mi Hijo amado en quien me he
complacido; a Él oíd”), adaptando así el mensaje a su
relato del bautismo de Jesús (3,17: “Y he aquí, se oyó
una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado
en quien me he complacido”), aunque conserva
ἀκούετε αὐτοῦ (escuchadle) de Marcos. Lucas también
refiere este mandato, pero sustituye ὁ ἀγαπητός (El
amado) por ὁ ἐκλελεγμένος (el escogido, 9,35: “Y una
voz salió de la nube, que decía: Este es mi Hijo, mi
Escogido; a Él oíd”). No obstante, la versión de Lucas
es inferior en dos puntos: Pedro hace su observación
cuando se marchan Moisés y Elías, y el temor
religioso de los discípulos se relaciona con su entrada
en la nube. Estos detalles son modificaciones
secundarias del relato de Marcos o proceden de una
fuente diferente. A diferencia de Marcos y de Lucas,
Mateo menciona el miedo de los discípulos después de
la declaración divina. Jesús va y toca a los tres
discípulos, caídos en tierra, y les dice: «levantaos y no
tengáis miedo» (17,7: “Mas Jesús, acercándose a
ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis
miedo»”). En el relato de Mateo el miedo se ha
convertido en espanto y son manifiestos sus
desarrollos legendarios) Y DE PRONTO, MIRANDO
EN DERREDOR, YA NO VIERON A NADIE
MÁS QUE A JESÚS SOLO CON ELLOS (La
narración termina de una forma brusca. Los discípulos
miran alrededor, pero no ven a nadie, excepto a Jesús
solo. ἐξάπινα («rápidamente» inmediatamente),
aparece en Números 4,20: “Y no entrarán, ni por un
instante, a ver las cosas sagradas; de lo contrario
morirían”. Véase ἐξαίφνης (de repente, WH: ἐξέφνης)
en 13,36: “No sea que llegue de improviso y os
encuentre dormidos”. Para περιβλεψάμενοι (en
derredor) véase 3,5 (“Entonces, mirándoles con ira,
apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre:
«Extiende la mano.» Él la extendió y quedó
restablecida su mano”) y para el empleo de la doble
negación por parte del evangelista, 1,44: “Mira, no
digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y
haz por tu purificación la ofrenda que prescribió
Moisés para que les sirva de testimonio”. ὁ Ἰησοῦς
(Jesús), 1,9: “Y sucedió que por aquellos días vino
Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por
Juan en el Jordán”: μόνος (solo), 5,36: “Jesús que
oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga:
«No temas; solamente ten fe»”. Aun cuando en este
caso las pruebas no son suficientes para postular un
original arameo, el problema de los múltiples
semitismos de los versículos 3-8 (“y sus vestidos se
volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que
ningún batanero en la tierra sería capaz de
blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y
Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra
Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí.
Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué
responder ya que estaban atemorizados. Entonces se
formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino
una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado,
escuchadle.» Y de pronto, mirando en derredor, ya no
vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos”), unido
a la relativa poca frecuencia de palabras características
del evangelista, indica que la narración es primitiva y
de origen palestino. Mateo omite la doble negación y
añade ἐπάραντες δὲ τοὺς ὀφθαλμοὺς αὐτῶν (cuando
alzaron sus ojos). Lucas escribe καὶ ἐν τῷ γενέσθαι τὴν
φωνὴν εὑρέθη Ἰησοῦς μόνος (después que la voz se
oyó, Jesús fue hallado solo). Ahora vamos a estudiar la
BAJADA DEL MONTE (Marcos 9,9-13: “Mientras
bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis
a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del
hombre resucite de la muerte». Esto se les quedó
grabado, aunque discutían qué querría decir aquello
de resucitar de la muerte. Le preguntaron: «¿Por qué
dicen los letrados que primero tiene que venir Elías?»
Él les contestó: «¿De modo que primero tiene que
venir Elías a ponerlo todo en orden? Entonces, ¿cómo
está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer
mucho y ser despreciado? No, os digo que también
Elías ha venido ya, y lo han tratado a su antojo, como
estaba escrito de él»”. Véase Mateo 17,9-13: “Y
cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No
contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre
haya resucitado de entre los muertos.» Sus discípulos
le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas
que Elías debe venir primero?» Respondió él:
«Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os
digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le
reconocieron sino que hicieron con él cuanto
quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que
padecer de parte de ellos.» Entonces los discípulos
comprendieron que se refería a Juan el Bautista”).
Esta narración se une estrechamente con la anterior.
No es una narración popular que circulase como
unidad tradicional separada, ni puede clasificarse por
su forma. Los importantes problemas que suscita son
de orden histórico. R. H. Lightfoot insinúa que en este
relato «tal vez puedan verse los esfuerzos de la Iglesia
por elaborar una especie de filosofía de la historia, a la
luz de sus convicciones sobre la persona y el
ministerio de su Maestro, de su obra y de los
resultados de ésta». Los críticos formales adoptan una
opinión semejante. Bultmann clasifica los versículos
12-13 (“Él les contestó: «¿De modo que primero tiene
que venir Elías a ponerlo todo en orden? Entonces,
¿cómo está escrito que el Hijo del hombre tiene que
padecer mucho y ser despreciado? No, os digo que
también Elías ha venido ya, y lo han tratado a su
antojo, como estaba escrito de él»”) como sentencia
apocalíptica que se originó en las discusiones
teológicas de la comunidad». Este último pasaje es una
sentencia alentadora formulada a raíz del relato de la
parusía: ¡por lo menos algunos la verán! Los
versículos 12-13 (“Él les contestó: «¿De modo que
primero tiene que venir Elías a ponerlo todo en
orden? Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del
hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado?
No, os digo que también Elías ha venido ya, y lo han
tratado a su antojo, como estaba escrito de él»”),
unidos por tanto con el 11 (“Le preguntaron: «¿Por
qué dicen los letrados que primero tiene que venir
Elías?»”), dan la respuesta cristiana a la esperanza
judía de que Elías volvería antes. De forma semejante,
Dibeliu atribuye el origen del relato a la reflexión
teológica. Totalmente opuesta es la opinión de Burkitt:
«Marcos 9, 9-13: “Mientras bajaban de la montaña,
Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis
visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de la
muerte». Esto se les quedó grabado, aunque discutían
qué querría decir aquello de resucitar de la muerte. Le
preguntaron: «¿Por qué dicen los letrados que
primero tiene que venir Elías?» Él les contestó: «¿De
modo que primero tiene que venir Elías a ponerlo todo
en orden? Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo
del hombre tiene que padecer mucho y ser
despreciado? No, os digo que también Elías ha venido
ya, y lo han tratado a su antojo, como estaba escrito
de él»”, aunque su significado general quizá sea claro,
es un pasaje tan abrupto, tan poco literario y tan oscuro
que yo creo que es el recuerdo de una conversación
real». El juicio que nos formemos sobre el relato
depende de la impresión que nos cause, de la opinión
que tengamos sobre «las sentencias de la comunidad»
y de las ideas generales que nos hayamos formado
sobre el carácter histórico del evangelio. La opinión de
los críticos formales, juzgada según estos criterios,
parece artificial, y la de Burkitt, razonable. Después de
esta introducción pasemos al estudio pormenorizado
de Marcos 9,9-13: 9 "Mientras bajaban de la montaña,
Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis
visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de la
muerte». 10 Esto se les quedó grabado, aunque
discutían qué querría decir aquello de resucitar de la
muerte. 11 Le preguntaron: «¿Por qué dicen los
letrados que primero tiene que venir Elías?» 12 Él les
contestó: «¿De modo que primero tiene que venir Elías
a ponerlo todo en orden? Entonces, ¿cómo está escrito
que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser
despreciado? 13 No, os digo que también Elías ha
venido ya, y lo han tratado a su antojo, como estaba
escrito de él») MIENTRAS BAJABAN DE LA
MONTAÑA, JESÚS LES MANDÓ: «NO
CONTÉIS A NADIE LO QUE HABÉIS VISTO,
HASTA QUE EL HIJO DEL HOMBRE
RESUCITE DE LA MUERTE». ESTO SE LES
QUEDÓ GRABADO, AUNQUE DISCUTÍAN
QUÉ QUERRÍA DECIR AQUELLO DE
RESUCITAR DE LA MUERTE (Como la escena
cambia, es probable que los versículos 9-13
(“Mientras bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
«No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el
Hijo del hombre resucite de la muerte». Esto se les
quedó grabado, aunque discutían qué querría decir
aquello de resucitar de la muerte. Le preguntaron:
«¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que
venir Elías?» Él les contestó: «¿De modo que primero
tiene que venir Elías a ponerlo todo en orden?
Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del hombre
tiene que padecer mucho y ser despreciado? No, os
digo que también Elías ha venido ya, y lo han tratado
a su antojo, como estaba escrito de él»”) sean una
unidad poco compacta. Para el genitivo absoluto
καταβαινόντων αὐτῶν (bajaban ellos) recordemos lo
dicho al estudiar 5,2 [“Apenas desembarcó le salió al
encuentro desde el cementerio un hombre poseído por
un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros”. El
genitivo absoluto ἐξελθόντος αὐτοῦ (desembarcó),
como suele suceder en el NT, se refiere al pronombre
de la frase (αὐτῷ, Él). Este uso no clásico es frecuente
en el griego helenístico], y para διεστείλατο αὐτοῖς (les
mandó), construido con ἵνα y subjuntivo, véase 5,43:
“Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les
dijo que le dieran a ella de comer”. Mateo escribe τὸ
ὅραμα (la visión, 17,9: “Y cuando bajaban del monte,
Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta
que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los
muertos»”) en vez de ἃ εἶδον (que habéis visto) y
sustituye εἰ μὴ ὅταν (sino hasta) por ἕως οὗ (hasta
que). Según este punto de vista, que es probablemente
exacto, se trató de una visión. La alusión al «Hijo del
hombre» (véase 2,10: “Pues para que sepáis que el
Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar
pecados - dice al paralítico”) y a la resurrección es
brusca, pero no está fuera de lugar, porque en 9, 2-8
(“Seis días después cogió Jesús a Pedro, a Santiago y
a Juan y subió con ellos solos a una montaña alta y
apartada. Allí se transfiguró delante de ellos: sus
vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador,
como no es capaz de blanquearlos ningún batanero
del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés
conversando con Jesús. Intervino entonces Pedro y le
dijo a Jesús: «Maestro, viene muy bien que estemos
aquí nosotros; podríamos hacer tres chozas, una para
ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estaban tan
espantados que no sabía lo que decía. Se formó una
nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este
es mi Hijo, a quien yo quiero, escuchadlo». De pronto,
al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús
solo con ellos”) no sólo se confirma la declaración de
Pedro, sino que se dirige la atención a la enseñanza de
Jesús mediante la palabra «oídle». A pesar de todo lo
que se ha dicho en su contra, el precepto de guardar
silencio ἵνα μηδενὶ ἃ εἶδον διηγήσωνται (que No
contéis a nadie lo que habéis visto), es natural, como
también en 8,30 (“Y les mandó enérgicamente que a
nadie hablaran acerca de él”), pero el límite fijado
por la resurrección, expresado en el resumen de
Marcos, tal vez se haya formulado de un modo menos
explícito. Recordemos el comentario a 8,31: “Y
comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía
sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los
sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y
resucitar a los tres días” [El evangelista refiere a
continuación el primer anuncio de la pasión, y en 9,31
(“porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía:
«El Hijo del hombre será entregado en manos de los
hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto
resucitará»”) y 10,33-34 (“«Mirad que subimos a
Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los
sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a
muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de
él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres
días resucitará»”) el segundo y el tercero,
respectivamente. Tal vez 8,31 (“Y comenzó a
enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho
y ser reprobado por los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los
tres días”) sea el comienzo de una narración o incluso
de una nueva sección. Lagrange dice: «ἤρξατο
(comenzó) tiene aquí todo su valor; se trata del
comienzo de una enseñanza nueva». Mateo adopta este
punto de vista, al añadir Ἀπὸ τότε («desde
entonces»»), antes de ἤρξατο (comenzó, 16,21:
“Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus
discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho
de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas, y ser matado y resucitar al tercer día”). En
cambio, Lucas se sirve de εἰπὼν (diciendo, Lucas 9,22:
“diciendo: El Hijo del Hombre debe padecer mucho, y
ser rechazado por los ancianos, los principales
sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y resucitar al
tercer día”) para unir el pasaje con la prohibición;
probablemente hemos de adoptar esta opinión].
Laígrange opina que Jesús no creyó que los nueve
discípulos estuviesen preparados para conocer el
secreto revelado a los tres discípulos. «¿No hubiera
constituido un nuevo obstáculo para admitir los
sufrimientos del Hijo del hombre?». Algunos críticos
más radicales opinan que el secreto se restringe a los
tres discípulos, pero, a su juicio, esto no es sino una
tentativa del evangelista de explicar por qué la
tradición más primitiva no conoció la transfiguración.
Para ἐκ νεκρῶν (de los muerte) véase 6,14 (“Se enteró
el rey Herodes, pues su nombre se había hecho
célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha
resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él
fuerzas milagrosas»”), y para el empleo de ἀνίστημι
(levantar) por parte del evangelista con referencia a la
resurrección véase el comentario a ἐγείρω de 6,14 [“Se
enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho
célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha
resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él
fuerzas milagrosas»”. ἐγείρω (despertar, es decir, del
sueño, de estar sentado o acostado, de la enfermedad,
de la muerte de la oscuridad, inactividad, ruina, no
existencia: enderezar, levantar, despertar, resucitar) se
usa aquí y en 6,16 (“Pero Herodes, al oírlo, decía:
«Aquel Juan a quien yo corté la cabeza, ése ha
resucitado»”; 12,26: “Y acerca de que los muertos
resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo
de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?”;
14,28: “Pero después de mi resurrección, iré delante
de vosotros a Galilea”; 16,6: “Pero él les dice: «No os
asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado;
ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le
pusieron”; 16,14: “Por último, estando a la mesa los
once discípulos, se les apareció y les echó en cara su
incredulidad y su dureza de corazón, por no haber
creído a quienes le habían visto resucitado”) en el
sentido de resurrección de los muertos. En 8,31: “Y
comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía
sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los
sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y
resucitar a los tres días”; 9,9-10: “Y cuando bajaban
del monte les ordenó que a nadie contasen lo que
habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara
de entre los muertos. Ellos observaron esta
recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de
«resucitar de entre los muertos»”; 9,31: “porque iba
enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del
hombre será entregado en manos de los hombres; le
matarán y a los tres días de haber muerto
resucitará»”; 10,34: “Y levantándose de allí va a la
región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo
vino la gente donde él y, como acostumbraba, les
enseñaba”; 12,23: “En la resurrección, cuando
resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los
siete la tuvieron por mujer»”; 12,25: “Pues cuando
resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer
ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los
cielos”; 16,9: “Jesús resucitó en la madrugada, el
primer día de la semana, y se apareció primero a
María Magdalena, de la que había echado siete
demonios”) se usa ἀνίστημι (levantar) sin que se
pueda descubrir un significado distinto]. Marcos dice
que los discípulos guardaron estas palabras, τὸν λόγον
ἐκράτησαν, es decir, recordaron y observaron el
precepto. πρὸς ἑαυτοὺς (dentro de sí mismos) puede
unirse con ἐκράτησαν (guardar), y entonces la frase
significaría «lo guardaron en secreto» (RSV); pero es
preferible unir dicha expresión con συζητοῦντες (véase
9,14: “Al llegar donde los discípulos, vio a mucha
gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían
con ellos”; 9,16: “Él les preguntó: «¿De qué discutís
con ellos?»”): discutían «entre sí». τὸ ἐκ νεκρῶν
ἀναστῆναι (la resucitar de la muerte), leído por
muchísimos manuscritos, tiene un aire un tanto formal:
«lo que significaría la resurrección de entre los
muertos» (RV); por ello ha de preferirse la lectura
ὅταν ἐκ νεκρῶν ἀναστῇ (hasta que de los muertos se
levante), atestiguada por B W fam. 1 fam. 13 a b c f i
r1-2 vg ss pe geo. Así opina Lagrange. El significado de
la frase es, pues, éste: «discutían entre sí qué era
'resucitar de entre los muertos'»; esta lectura concreta
pudo dar origen al texto más suave, ampliamente
aceptado. Mateo omite el versículo 10 (“Esto se les
quedó grabado, aunque discutían qué querría decir
aquello de resucitar de la muerte”); Lucas, que omite
toda la sección, demuestra en 9,36 (“Y cuando la voz
hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y,
por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que
habían visto”) que la conoció: «ellos callaron y no
contaron a nadie, por aquellos días, nada de lo que
habían visto») LE PREGUNTARON: «¿POR QUÉ
DICEN LOS LETRADOS QUE PRIMERO TIENE
QUE VENIR ELÍAS?» ÉL LES CONTESTÓ:
«¿DE MODO QUE PRIMERO TIENE QUE
VENIR ELÍAS A PONERLO TODO EN ORDEN?
ENTONCES, ¿CÓMO ESTÁ ESCRITO QUE EL
HIJO DEL HOMBRE TIENE QUE PADECER
MUCHO Y SER DESPRECIADO? NO, OS DIGO
QUE TAMBIÉN ELÍAS HA VENIDO YA, Y LO
HAN TRATADO A SU ANTOJO, COMO
ESTABA ESCRITO DE ÉL» (No hay por qué
suponer que aquí se interrumpa la narración. La
pregunta sobre la venida de Elías se debe a la
presencia de éste en el relato de la transfiguración.
ἐπερωτάω (pedir por, es decir, inquirir, buscar, hacer
pregunta, preguntar), 5,9: “Y le preguntó: «¿Cuál es tu
nombre?» Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque
somos muchos»”. El primer Ὅτι (¿por qué?) es
interrogativo, como en 2,16 (“Al ver los escribas de
los fariseos que comía con los pecadores y publicanos,
decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los
publicanos y pecadores?»”). La opinión de los
escribas (οἱ γραμματεῖς, 1,22: “Y quedaban
asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como
quien tiene autoridad, y no como los escribas”) se
basaba en Malaquías 4,4 (“He aquí que yo os envío al
profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh,
grande y terrible. Él hará volver”. LXX, 3,23): καὶ
ἰδοὺ ἐγὼ ἀποστέλλω ὑμῖν Ηλιαν τὸν Θεσβίτην πρὶν
ἐλθεῖν ἡμέραν κυρίου τὴν μεγάλην καὶ ἐπιφανῆ, ὃς
ἀποκαταστήσει… (Y he aquí que yo os envío a Elías,
el tesbita, antes de venir el día del Señor, el grande y
manifiesto; quien restituirá...). Ἡλίας (Elías), 6,15:
“Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta
como los demás profetas»”; πρῶτον (primero), 3,27:
“Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y
saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces
podrá saquear su casa”. ἔφη (dijo, contestó), 9,38:
“Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que
expulsaba demonios en tu nombre y no viene con
nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía
con nosotros»”; 10,20: “Él, entonces, le dijo:
«Maestro, todo eso lo he guardado desde mi
juventud»”; 10,29: “Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie
que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre,
padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio»”;
12,24: “Jesús les contestó: «¿No estáis en un error
precisamente por esto, por no entender las Escrituras
ni el poder de Dios?”; 14,29: “”Pedro le dijo:
«Aunque todos se escandalicen, yo no». ‫ א‬B C L Δ Ψ
579 892 1342 sa bo leen ἔφη (dijo, contestó), pero la
mayoría de los manuscritos y de las versiones
atestiguan Ὁ δὲ ἀποκριθείς, εἴπεν D L W Ψ fam. 1
(excepto 118) 28 565 892 it vg sys pe hl mg geo et arm
omiten μὲν (de hecho, véase 4,4: “Y sucedió que, al
sembrar, una parte cayó a lo largo del camino;
vinieron las aves y se la comieron”). Después de
admitir que Elías debe venir primero, Jesús pregunta
καὶ πῶς γέγραπται ἐπὶ τὸν Υἱὸν τοῦ ἀνθρώπου, ἵνα
πολλὰ πάθῃ καὶ ἐξουδενηθῇ; (entonces, ¿cómo está
escrito que el hijo del hombre tiene que padecer
mucho y ser despreciado? ). Para ὁ υἱὸς τοῦ
ἀνθρώπου (El Hijo del Hombre), véase 2,10: “Pues
para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la
tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico”.
ἐπὶ equivale a «con referencia a», como también en el
versículo 13 (“No, os digo que también Elías ha
venido ya, y lo han tratado a su antojo, como estaba
escrito de él”). Πάσχω (experimentar una sensación o
impresión, por lo general dolorosa: padecer, sufrir),
5,26: “y que había sufrido mucho con muchos médicos
y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno,
antes bien, yendo a peor”. El versículo 12b
(“Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del hombre
tiene que padecer mucho y ser despreciado?”) sigue
bruscamente a 12a (“Él les contestó: «¿De modo que
primero tiene que venir Elías a ponerlo todo en
orden?”). Wellhausen opina que todo el versículo debe
considerarse como una pregunta que rechaza la
creencia de que Elías tenga que venir antes. Véase
Torrey: «¿Vendrá antes Elías a restaurar todo? ¿Cómo,
pues, está escrito...?» Turner, piensa que 12a (“Él les
contestó: «¿De modo que primero tiene que venir
Elías a ponerlo todo en orden?”) debe seguir al
versículo 10 (“Esto se les quedó grabado, aunque
discutían qué querría decir aquello de resucitar de la
muerte”), y Alien al 11 (“Le preguntaron: «¿Por qué
dicen los letrados que primero tiene que venir
Elías?»”). No parece necesario ordenar los versículos
de esta forma. Jesús llama la atención sobre un
problema mucho más importante, que precede a la
resurrección, es decir, el sufrimiento del Hijo del
hombre. La opinión de Otto es totalmente opuesta a la
de quienes interpretan el versículo 12b (“Entonces,
¿cómo está escrito que el Hijo del hombre tiene que
padecer mucho y ser despreciado?”) como «sentencia
de la comunidad». La sentencia del versículo 13 (“No,
os digo que también Elías ha venido ya, y lo han
tratado a su antojo, como estaba escrito de él”)
identifica implícitamente a Elías con Juan Bautista. Es
oscuro el sentido de la observación de que hicieron
con él lo que quisieron καθὼς γέγραπται ἐπ’ αὐτόν
(Como está escrito de él). Quizá piense el evangelista
en 1 Reyes 19,2: “Envió Jezabel un mensajero a Elías
diciendo: «Que los dioses me hagan esto y me añaden
esto otro si mañana a estas horas no he puesto tu alma
igual que el alma de uno de ellos»”; 19,10: “Él dijo:
«Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los
israelitas han abandonado tu alianza, han derribado
tus altares y han pasado a espada a tus profetas;
quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela»” y
en las tradiciones que subyacen a Apocalipsis 11,3-13:
“Pero haré que mis dos testigos profeticen durante
1260 días, cubiertos de sayal». Ellos son los dos olivos
y los dos candeleros que están en pie delante del
Señor de la tierra. Si alguien pretendiera hacerles
mal, saldría fuego de su boca y devoraría a sus
enemigos; si alguien pretendería hacerles mal, así
tendría que morir. Estos tienen poder de cerrar el
cielo para que no llueva los días en que profeticen;
tienen también poder sobre las aguas para
convertirlas en sangre, y poder de herir la tierra con
toda clase de plagas, todas las veces que quieran.
Pero cuando hayan terminado de dar testimonio, la
Bestia que surja del Abismo les hará la guerra, los
vencerá y los matará. Y sus cadáveres, en la plaza de
la Gran Ciudad, que simbólicamente se llama Sodoma
o Egipto, allí donde también su Señor fue crucificado.
Y gentes de los pueblos, razas, lenguas y naciones,
contemplarán sus cadáveres tres días y medio: no está
permitido sepultar sus cadáveres. Los habitantes de la
tierra se alegran y se regocijan por causa de ellos, y
se intercambian regalos, porque estos dos profetas
habían atormentado a los habitantes de la tierra.
Pero, pasados los tres días y medio, un aliento de vida
procedente de Dios entró en ellos y se pusieron de pie,
y un gran espanto se apoderó de quienes los
contemplaban. Oí entonces una fuerte voz que les
decía desde el cielo: «Subid acá.» Y subieron al cielo
en la nube, a la vista de sus enemigos. En aquella
hora se produjo un violento terremoto, y la décima
parte de la ciudad se derrumbó, y con el terremoto
perecieron 7.000 personas. Los supervivientes, presa
de espanto, dieron gloria al Dios del cielo”. Juan «vio
en Herodías a su Jezabel» (Swete). En la versión de
Mateo (17,11-13: “Respondió él: «Ciertamente, Elías
ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo:
Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que
hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo
del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.»
Entonces los discípulos comprendieron que se refería
a Juan el Bautista”) Jesús dice explícitamente que
Elías viene antes a renovarlo todo, y después, que
Elías ya vino, pero que no le reconocieron. Con ello el
evangelista establece un paralelismo con el Hijo del
hombre y explica después que los discípulos
comprendieron que Jesús hablaba de Juan Bautista. De
esta forma Mateo reduce inteligentemente los puntos
oscuros del relato de Marcos.

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