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Uno de los graves problemas que enfrenta la educación pública o privada, en casi todo el país, es
la conducta antisocial de muchos estudiantes en diferentes espacios de la sociedad. Esto influye
gravemente sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje, el clima del aula, la formación integral, el
desafío a los padres, las autoridades educativas, policiales y judiciales.
Fernández, I. (2003), sostiene que: “es verdad que una interpretación simplista podría aducir que
es la escuela la que ha cambiado, lo cual es absolutamente cierto, pero hemos de reconocer que
la escuela está inmersa en una sociedad que traslada su problemática a esta institución”,
afirmación que evidentemente concuerda con la realidad política, social y económica de nuestro
país y de las instituciones educativas; impactadas por la elevada conflictividad social producto de
la lucha de intereses contrarios de los grupos sociales y político-partidarista y de expectativas
insatisfechas.
Ruiz, C. (1990), afirma que: “El fin de la educación es promover la autonomía de los alumnos(as),
en aspectos cognitivos e intelectuales, así como en su desarrollo social y moral. Por otra parte, en
esta etapa (12 a 16 años) los alumnos(as), experimentan cambios severos, en tal sentido la
educación aportará los elementos educativos de orden cognitivo, afectivo, social y moral para
favorecer un desarrollo equilibrado y una incorporación a la sociedad con autonomía y
responsabilidad”. En tal sentido, al igual que los padres de familia, el rol fundamental de los
docentes, en este periodo de cambios físicos y psíquicos de los adolescentes, es propiciar la
consolidación de actitudes positivas hacia el estudio, la convivencia escolar, el desarrollo de
habilidades sociales, etc. Es decir; educar con el ejemplo, que vale mucho más que las
palabras o la tiza sobre la pizarra, rechazar los mensajes que se enmascaran en las
expresiones: “La plata viene sola”, “Plata como cancha” “No importa que robe pero que
haga obra” “Es su habilidad” etc. Es romper con la nueva fraseología del accionar delictivo
de los politiqueros.
Resolver estos conflictos no es fácil para los docentes, los padres de familia ni para las distintas
autoridades más aún si no están capacitados para ello. En esta perspectiva, el maestro y los
padres de familia, deben asumir que los conflictos son inevitables; ya que crecen o desarrollan en
nosotros mismos, en cualquier lugar y por diversos motivos. Así, los conflictos, pueden
minimizarse y/o gestionarse aplicando estrategias adecuadas y algunos estilos de crianza para
retomar el poder de los padres en la dirección de la familia donde las normas de convivencia no
pierdan sentido y efectividad educativa, es decir enseñarles a asumir las consecuencias de su
incumplimiento propendiendo a que ninguno pierda sino que, al contrario, las partes involucradas y
la sociedad ganen.
En: http://nuevoeureka.blogspot.com/2011/01/conflictos-indisciplina-y-violencia.html