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El Día del Señor (yõm Yahweh)

César Misael Surk

Planteamos aquí algunas nociones en torno al tema de día del Yahweh o del Señor. La
parusía en el NT forma parte del ministerio global de Cristo, de su identidad y misión como
Hijo, y por ello ha de determinar también el modo de vivir la fe hoy (Mateo y Pablo lo
expresan así). Sin duda, el término «parusía» recoge imágenes del mundo helenístico, pero
dominadas por el aliento veterotestamentario y transformadas por la historia misma de Jesús.
Interesa, ante todo, comprender las razones por las cuales el día de Yahvé del AT acabó
convirtiéndose en el día del Señor en el Nuevo Testamento, en su parusía llena de esplendor
y majestad1. Consideremos un dato hermenéutico teológico, según Eloy Bueno: «Esta
transferencia de significado revela hasta qué punto Jesús está implicado en el designio de
Yahvé sobre la historia: es, en definitiva, Jesús el que lo lleva a consumación, precisamente
en el acontecimiento de la Parusía» (2000:258).

Desde el punto de vista teológico, son muy importantes aquellos textos que hablan del
día de Yahvé (yõm Yahweh). Pero esta expresión tiene diversos sentidos: originariamente, el
día de Yahvé era un día de alegría (así los supone Am 5:18, 20; cf. Za 14:7), sin embargo,
los profetas modificaron la representación popular que lo presenta como un día de salvación,
convirtiéndolo en un día de desgracia, el día del juicio (Am 5:18, 20; Joel 1:15; 2:2; 3:1-9).
A menudo se refiere a un acontecimiento escatológico (Am 8:9; Is 2:11-12 y 17), ligado a
representaciones cosmológicas (Sof 1:15; Joel 2:31). En este sentido, el día de Yahvé puede
ser un evento del pasado (cf. el Éxodo) o escatológico, algo que aún se espera2.

El Nuevo Testamento hereda esta perspectiva: el día de Yahvé es el día del Señor, un
kairos (¿o chronos?) que señala «el último día» o «postrer día» (cf. 2Tm 3:1). Las
formulaciones son muy diversas: se habla de aquel día (2Tm 4:8), del último día (Jn 6:30),
del día de la ira (Ap 6:17), del día del juicio (2Pe 2:9), del día del Señor (1Ts 5:2), del día
del Hijo del hombre (Lc 17:24), del día de Cristo (Flp 2:16), del gran día de Dios (Ap
16:14), o del día por antonomasia (1Ts 5:4). También el plural aparece con frecuencia (2Pe
3:3) (Braumann, 1983: 296s).

También resultan muy distintas las opiniones sobre cuándo se manifestará


definitivamente el día del Señor. Desde las consideraciones paulinas el nuevo eón ya está
presente (cf. 2Co 6:2); la expectativa apocalíptica del día futuro ya es una realidad (cf. Rm
2:5; Hch 2:16-22). En esta forma, se le considera cercano y lejano, pero no se sabe cuándo
vendrá el último día (Mc 13:32; Mt 24:42; 25:13). Por ello, aquellos que sugieren fechas en
torno a la parusía, además de ser una hermenéuticamente sospechosa, vacían el mensaje de
Cristo que es eminentemente escatológica. Su mensaje es diametralmente apocalíptico
(entendiendo, según Ernst Käsemann, que la apocalíptica es «la madre de todo la teología
cristiana» (1978: 211)3.

1 Pablo en su respuesta a los tesalonicenses sobre el tiempo de la parusía lo une con el día del Señor o de

Yahweh, siguiendo el mismo sentido antiguotestamentario de juicio y liberación (cf. 1 Tes 4:13-5:11).
2 El judaísmo tardío continúa desarrollando la idea del día que ha de venir. La escatología se convierte ahora en

una doctrina sobre las realidades últimas, en una apocalíptica. Se plantea la pregunta: ¿Cuánto falta para el nuevo eón? Esta
cuestión se intentará responder en mucha de la literatura apocalíptica de la época, además de los textos de Qumrán.
3 La apocalíptica hundió sus raíces en la profecía, mejor dicho, en la profecía no cumplida y es capaz de ofrecer

un nexo histórico entre el cristianismo y la predicación profética del AT. Aparentemente, los Apocalipsis fueron los
En el contexto de la apocalíptica, «el último día» va precedido de un tiempo de
tribulación y de catástrofes (cf. Mc 13; 2Tm 3:1; Ap 2:10), o ambas cosas van juntas (como
parece deducirse en 2Co 6:2ss). Sin embargo, el desarrollo concreto de todo esto lleva
consigo lo siguiente: Dios (Hch 17:31) y Cristo (1Co 1:8; Flp 1:6, 10; 2Co 5:10) juzgarán al
mundo, y cada uno será remunerado por sus obras (Rm 2:5); la separación entre aquéllos
que entrarán en el reino de Dios y los que serán rechazados tendrá lugar —según Mt 25— en
este día, pues, en el momento actual, la iglesia es aún un corpus mixtum (Mt 25:34.41) que
reúne a ambos indiscriminadamente. Así pues, el último día reúne en sí las características de
un día terrible (Mt 10:15) y de un día de alegría (Lc 6:23; 21,28; 2Tm 4:8) (Braumann,
1983: 297). En la obra clásica Introducción al cristianismo Joseph Ratzinger repite esta idea:
«uno de los puntos centrales de la cristología contenida en el «Credo»; Cristo volverá para
juzgar al mundo, pero también será un día de esperanza y alegría que constituye su más
auténtica manifestación vital (2005, 264ss).

Obras consultadas:

Braumann, Georg (1983). «Parusía», en Lothar Coenen et al. (eds.), DTNT, t. 3. Salamanca:
Ediciones Sígueme.

Bueno de la Fuente, Eloy (2000). 10 palabras clave en cristología. Estella: Editorial Verbo
Divino.

Contreras M., Francisco (2005). Apocalipsis. Madrid: Editorial PPC.

Käsemann, Ernst (1978). Ensayos exegéticos. Biblioteca de Estudios Bíblicos 20.


Salamanca: Ediciones Sígueme.

Nápole, Gabriel M. (2001). «Desarrollo y evolución de los estudios de la apocalíptica».


Estudios Bíblicos 59.

Ratzinger, Joseph (2005). Introducción al cristianismo. Lecciones sobre el credo apostólico.


Salamanca: Ediciones Sígueme.

VanderKam, James C. (2001). «Literatura apocalíptica», en John Barton (ed.), La


interpretación bíblica, hoy. Santander: Editorial Sal Terrae.

Vanni, Ugo (1985). «Apocalíptica como teología», en Luciano Pacomio et al. (eds.),
Diccionario teológico interdisciplinar, t. 1. Salamanca: Ediciones Sígueme.

verdaderos sucesores de la profecía. La apocalíptica, entonces, fue una profecía escrita en una lengua nueva, una
readaptación y un desarrollo de un viejo mensaje en una nueva situación. Pero, ¿qué es la apocalíptica? El fenómeno
llamado «apocalíptica» —fuera del debate y el poco acuerdo respecto a su significado y alcance— puede entenderse como
un género literario, un modo típico de sentir y pensar la vida y la historia, y un movimiento social subyacente en el texto
(cf. Nápole, 2001; 325ss; VanderKam, 2001: 349s. Vanni&Pacomio, 1985: 445; Contreras, 2005: 5-59).

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