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El lugar de la metafísica entre las ciencias especulativas1

Hay un doble modo de considerar la realidad. En algunos casos nos interesamos por conocer la
realidad simplemente para saber cómo es ella en sí misma, para conocer la verdad de las cosas,
sin modificarlas. En otros casos nos interesamos por conocer la realidad porque tenemos
interés en conseguir u obtener algún resultado práctico, modificando la realidad. Nuestro
intelecto, nuestra capacidad de entender la realidad, atiende a estos dos aspectos. Por eso se
puede decir que nuestro intelecto es “teórico”, en la medida en que atiende a aquellos
aspectos de la realidad que no son modificables, mientras que se llama “práctico” en la medida
que estudia aspectos de la realidad que son modificables. De la misma manera, las distintas
disciplinas filosóficas pueden dividirse entre “teóricas” o “especulativas” (de speculum, espejo),
cuando tienen como único fin contemplar y reflejar la realidad tal cual es, mientras que se
llaman “prácticas”, cuando tienen como fin modificar y ordenar la realidad a través de
nuestras acciones.

Ahora bien, entre aquellos aspectos de la realidad que no son susceptibles de ser modificados
por nuestra acción -y que, por tanto, corresponde que sean estudiados por la filosofía “teórica”
o “especulativa”-, hay algunos rasgos comunes, pero también algunas diferencias. ¿Qué es lo
que tienen de común aquellas realidades, o aquellos aspectos de la realidad que pueden ser
objeto de una consideración “teórica”?

En primer lugar, para que algo pueda ser objeto de una consideración especulativa, tiene que
poder ser comprendido de manera “universal”, es decir, al margen de sus rasgos más
particulares. Por ejemplo, “ser un perro”, es un aspecto de la realidad que corresponde que
sea estudiado por una disciplina teórica. En efecto, “ser un perro”, es algo no modificable por
nuestra acción. Podemos constatar la existencia de perros y podemos describir los rasgos
esenciales que corresponden a lo que consideramos un perro, pero qué sea ser un perro no es
algo que podamos modificar o producir mediante nuestra acción. Ahora bien, para que
podamos entender lo que es “ser un perro”, debemos tener un “concepto” o una “idea” que
sea igualmente aplicable a todas las instancias particulares de ese concepto, es decir, que se
pueda aplicar tanto a Bobby, como a Sultán, Excalibur o Fido. Nuestro concepto de “perro”,
está separado de los rasgos particulares que corresponden a cada perro particular. Está
separado de rasgos espacio-temporales (“aquí”, “ahora”, “ayer”, hace 3.000 años), y de las
cualidades particulares que son propias de cada perro individual (ser negro, blanco, delgado,
fofo, etc.). El “ser un perro” es un aspecto invariable de la realidad, que no depende de
ninguno de esos rasgos. Ahora bien, esos rasgos espacio-temporales, y las cualidades
particulares, dependen en última instancia de la corporeidad, es decir, de la materia física en la
que el “ser perro” está encarnado en cada caso.

En segundo lugar, algo puede ser objeto de una consideración “teórica” o “especulativa” en la
medida en que tiene algún grado de “necesidad”. En efecto, aquello que no es modificable
mediante la acción, es aquello que no puede ser de otra manera que como es, y en esa medida,
es necesario. No es necesario que existan perros, pero aquello en lo que consiste “ser un perro”
no puede ser de otro modo que como es. Es necesario es aquello que siempre se mantiene

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Este epígrafe glosa el contenido del artículo 1 de la cuestión 5 de la Exposición del libro sobre la
Trinidad de Boecio, de Tomás de Aquino.

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idéntico, mientras que lo que no es necesario es aquello que cambia su modo de ser. Ahora
bien, para que algo cambie su modo de ser, tiene que estar compuesto de algún elemento
corpóreo, que sea capaz de perder su forma o recibir otra.

Por estas dos razones, se puede concluir que para que un aspecto de la realidad sea apto para
ser objeto de una disciplina “teórica”, hay que considerarlo como separado de sus rasgos
particulares, y hay que considerarlo como separado de aquello todo aquello que implique
cambio o mutabilidad. Ahora bien, dado que los rasgos particulares y la mutabilidad dependen,
en última instancia, de la dimensión corpórea que encontramos en las cosas, las disciplinas
“teóricas” son posibles sólo en la medida en que su objeto se puede considerar sin materia
física. Esta capacidad de ser considerados sin materia es lo que tienen de común todos los
objetos de las diferentes partes de la filosofía “teórica” o “especulativa”.

Por otra parte, las diferencias que encontramos entre estos objetos, dependen del diferente
grado en que pueden ser considerados sin materia. En efecto, hay algunos objetos que,
aunque puedan ser pensados sin rasgos corpóreos particulares, no pueden existir, fuera de
nuestro pensamiento, sin ningún tipo de corporeidad. Por ejemplo, el concepto de “perro” o el
de “triángulo”, pueden pensarse sin referencia a ningún perro o triángulo en particular. Pero
no pueden existir perros o triángulos que no estén encarnados de forma corpórea, como “este
perro” negro, delgado que veo aquí y ahora (Bobby), o como este folio triangular.

A su vez, hay alguna diferencia entre esta clase de objetos. Por un lado, hay objetos que se
pueden pensar sin referencia a los rasgos particulares, pero no se los puede pensar sin ninguna
referencia a la corporeidad. En efecto, concepto de “perro” puede entenderse sin referencia a
ningún color o peso en particular, pero no puede entenderse sin referencia a algunos rasgos
corpóreos comunes, como tener cuatro patas, rabo, etc. Estos rasgos corpóreos comunes son
esenciales a la misma noción de “perro”, por lo que no puede entenderse tal concepto sin la
referencia a esos rasgos. Este tipo de objetos, que pueden considerarse sin su corporeidad
particular, pero no pueden considerarse sin referencia a rasgos corpóreos comunes, son los
objetos propios de la “filosofía de la naturaleza”, es decir, de la parte de la filosofía teórica que
se ocupa de las entidades del mundo físico.

Por otro lado, hay algunos objetos que se pueden pensar sin referencia a ninguna corporeidad.
En efecto, el concepto de “triángulo” puede pensarse no sólo sin referencia a ningún color o
textura, sino también sin referencia a ningún rasgo corpóreo común. No pertenece
esencialmente al concepto del triángulo el estar realizado en ningún tipo de elemento o
estructura corpóreos. Este tipo de objetos son los propios de la “filosofía de las matemáticas”,
que se ocupa de las entidades completamente abstractas.

Por último, si existen algunas realidades o aspectos de la realidad que no solamente pueden
ser considerados sin referencia a ninguna corporeidad, sino que además pueden existir fuera
de la mente sin ningún tipo de corporeidad, entonces hay lugar para una tercera disciplina
teórica distinta de las dos anteriores. En efecto, parece que hay algunos de nuestros conceptos
más universales que, a simple vista, no requieren de ninguna referencia a la materia física para
ser entendidos, como es el caso del concepto de ente, de sustancia, de verdad, bondad, etc.
Aunque lo que llamamos ente, sustancia, etc. se encuentre muchas veces realizado en una
materia corpórea (hay, en efecto, entes y sustancias corpóreas), parece que no es necesaria la

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referencia a la corporeidad para entender lo que estos conceptos significan. Ente es todo
aquello que es, y “ser” no es lo mismo que “ser corpóreo”. Sustancia es todo aquello que tiene
ser en sí y no en otro (a diferencia de lo que llamamos “accidente”), pero el “tener ser en sí”
no dice ninguna referencia a la corporeidad. Ahora bien, si aquello que concebimos como ente,
como sustancia, etc., además de poder ser entendido sin referencia a ninguna corporeidad
pudiera existir sin ningún tipo de elemento corpóreo (por ejemplo, si pudiera haber entes o
sustancias incorpóreas), entonces hay una tercera “filosofía teórica”. Esta parte de la filosofía
se ocuparía de aquellas realidades que, aunque en algunos casos existen ligadas a la materia
corpórea, esa relación no les es esencial, de modo que pueden existir fuera de la mente
separadas de toda corporeidad. Esta disciplina no sería otra que la “metafísica”.

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