Cierto día dos hormigas se encontraban conversando
sobre el trabajo de toda su vida bajo la sombra de una patiquina, su tema principal y favorito era la de recolectar y el trabajo en equipo. Platicaban las actividades que realizaban cada atardecer, a la misma hora de siempre y bajo el mismo fuego de ese sol que quemaba cada día más y más; de pronto el cielo azul de esa tarde, se volvió gris por el efecto de un objeto que nunca habían visto jamás, obnubilando así a todos los animales que se encontraban cerca, ningún ser viviente pudo ver nada, el objeto extraño pasó como una ráfaga de fuego, y a los minutos se escuchó un fuerte sonido en la selva, el silencio cobró vida unos minutos, ya que el estruendo del choque dejó impactados a todos los animales de la selva. Los loros volaron rápidamente a esconderse dentro de sus árboles, las huanganas se escurrieron en la selva y el feroz otorongo quien se caracteriza por su valentía, trepó al árbol más alto para que se protegiera del extraño sonido; Sin embargo las dos hormiguitas tomaron valor y decidieron ir a averiguar qué era aquel fenómeno que había ocurrido hace unos instantes.
En su recorrido hacia el lugar, Gappy y Choppi observaron
que muchos árboles habían sido destrozados, las casas de varios animales quedaron destruidas por el paso de ese extraño objeto. A lo lejos escucharon un llanto tan delicado y misterioso a la vez, se acercaron minuciosamente hasta el lugar de donde provenía el sonido agudo y melancólico, asomaron sus negruzcas narices para observar con más detenimiento, encontrándose con la imagen de un ser fantástico, quien lloraba desconsoladamente, se encontraba muy golpeada y deteriorada, ambas hormiguitas corrieron lo más rápido posible para ayudarla. De pronto dejó de llorar al sentir la presencia de las hormiguitas. Aquel ser majestuoso que todos los animales tenían como protectora y deidad, estaba completamente destrozada, sin fuerzas, casi al borde de la muerte.
Al ver que se ponía de pie aquel ser esplendoroso e
imponente, observaron que sus raíces estaban completamente marchitadas y destrozadas, el fino algodón que llevaba como vestimenta estaba maltratada como todos los caminos en la selva. Las pequeñas hormigas se asustaron mucho al verla de pie y decidieron parar a unos metros de ella escondiéndose detrás de las raíces de una retama. De pronto sintieron cosquilleos en sus antenas que alertaron el peligro, dieron rápidamente la vuelta, dándose cuenta que eran las raíces que se desprendían del cuerpo de aquella criatura maltrecha, alzaron la mirada y divisaron desde lo lejos que la madre naturaleza las estaba llamando.
Vengan, acérquense, no tengan miedo, no los voy a
lastimar, tranquilas soy la madre naturaleza, protectora de todas las especies de la selva, les dijo. Las dos pequeñitas no dudaron en acercarse. Cuando llegaron donde estaba ella, limpiaron todas sus heridas con gotas de agua, la cual llevaban en sus recipientes, también utilizaron tierra roja cuya propiedad era la de cerrar las heridas y restaurar el cuerpo rápidamente, por último las cubrieron con resina de copaiba. Después de terminar con el trabajo de sanación se sentaron a lado de la madre naturaleza y le preguntaron qué pasó, por qué estaba tan lastimada, quién le había hecho tanto daño. Ella con tanta tristeza les contó. Me encontraba en la orilla del lago Rimachi, cuidando a un grupo de charapas arraus, estos animales son muy especiales para nuestro equilibrio natural, cuyo peso es aproximadamente 50 kilogramos y miden 89 centímetros, todas estaban muy tranquilas alimentándose de las frutas caídas de los árboles altos y viejos, de pronto observé que desde lo alto caía un objeto con tanta fuerza que producía un sonido estruendoso que causaba aturdimiento en todos los animales, impactando a unos kilómetros del lago, el sonido que produjo se escuchó a kilómetros, tanta fue la potencia del impacto que muchos de los animales salieron desprendidos de la tierra, las ráfagas de viento eran tan fuertes que la piedra angular voló como si fuera cartón, quise protegerlas con mi escudo vegetal pero no pude hacer nada, todos esos animales no pudieron salvarse. Las dos hormiguitas escuchaban con tanta atención la narración de la madre naturaleza, que no soportaron más contener las lágrimas.
Gappy con voz firme, aparentando valor, preguntó por
dónde había caído el objeto, para poder ir a investigar qué es lo que realmente había causado tanta destrucción al habita donde ella y todos sus amigos vivían. La madre naturaleza agarró una hoja de Toe, sopló sobre ella y como por arte de magia se dibujó el camino donde había caído el objeto. Les entregó el mapa, sin antes prevenirles sobre los peligros que conllevaba la búsqueda, ya que todo lo que habían visto y escuchado era desconocido para ellas. Después tomó un poco de barro, lo cerró entre sus manos y a los segundos apareció una hermosa perla, con un brillo reluciente, tan pequeño como un grano de arena, era llamada el ojo de cristal, se le entregó a Choppi diciéndole: Cuando lleguen al río aullador y no puedan cruzar, llamen tres veces al barquero y entréguenselo como pago, él les hará cruzar sin ningún problema, ya que el ojo de cristal es algo valioso y preciado porque de él depende su eterna juventud.
Recibiendo todas estas indicaciones las dos pequeñitas
emprendieron su viaje a lo extraño y desconocido, sin imaginarse de los peligros que les esperaban en el camino. A lo lejos el silencio imperaba, ellos sabían que si el miedo les invadía, podían fracasar en su intento de búsqueda y que aquellos animalitos heridos jamás se enterarían qué es lo que había causado tanta destrucción. Tan solo pensar en el hecho, se les estremecía la piel. No dudaron en seguir avanzando hacia su destino. Entraron por una trocha casi cubierta por helechos, encontrándose en el camino con una Shushupe que descendía desde su árbol. ¿A dónde van amigas hormigas? ¿Qué hacen por aquí? ¡Vuelvan! Este no es lugar para ustedes, por aquí hay mucho peligro, desde que cayó aquel objeto, la selva ya no es la misma, en las noches se escuchan voces extrañas, los pájaros ya no cantan en las mañanas, el hermoso sol ya no brilla con tanta fuerza, hasta el aire se ha vuelto tan pesado para respirar, regresen por donde vinieron. Las pequeñas calmaron al aterrado ofidio, dándole de beber agüita de azar. Le explicaron que se dirigían al lugar donde el extraño objeto había caído. Al escuchar lo que las hormiguitas dijeron, el Shushupe salió aterrado del lugar.
Un fuerte trueno resonó en la selva era el anuncio del
aguacero, era la hora de las precipitaciones, los algodones del cielo se pintaron de gris, el viento comenzaba a juntarse con las tristes gotas que caían de las nubes, los dos amiguitos debían de llegar rápidamente a la orilla del río aullador ya que las pequeñas gotas que eran inofensivas para muchos animales, para nuestras amigas eran como gigantescas rocas que golpeaban la tierra sin permiso alguno, estas debían de esquivar cada una de ellas hasta llegar a la orilla. Cuando faltaba poco, una enorme gota cayó sobre Choppy, botando a Gappy lejos de su amigo, él recobró fuerzas, se paró y se dirigió rápidamente donde estaba su compañero. Nuestro amigo se encontraba en peligro, cuanto más pasaba dentro de la gota, podría morir ahogado, aterrado por la escena y sin saber qué hacer, alzó su mirada hacia el cielo logrando divisar muy distraídamente un árbol de toronja, subió a la última hoja y sin pensarlo saltó encima de la primera espina, este con el impacto se quebró cayendo al suelo junto con Gappy. Lo agarró, tomó distancia y como buen corredor profesional se dirigió a toda prisa al objetivo, logrando salvar a su amigo.
Cansados y golpeados por la lluvia, comenzaron a
escuchar un sonido suave y adormecedor, era el río quien producía ese agradable sonido, las inmensas piedras, la fuerza interminable de la corriente y sus aguas marrones hacían que se convirtiera en uno de los más peligrosos de la selva. Estando en la orilla del rio aullador Choppi gritó tres veces ¡Barquero! ¡Barquero! ¡Barquero!, divisaron en el horizonte que una isla se movía junto con la espesa neblina, observaron que comenzaba a emerger una imponente figura, cuanto más se acercaba crecía más y más. La leyenda se hacía realidad era un Motelo mama, se creía que no existía desde hace mucho tiempo y que todo lo que se contaba sobre ella era tan solo historias viejas. El dantesco animal avanzaba hacia ellos con tanta rapidez sin producir ninguna ola, al acercarse a la orilla las dos hormiguitas observaron que en su caparazón crecían bastantes árboles y sobre ella habitaban animales que se encontraban en peligro de extinción, como el mono choro de cola amarilla, el Pudu, el picuro también conocido como majás, el ocelote, el papagayo rojo y el papagayo de pecho amarillo. Desde lo lejos tenía la apariencia de una pequeña isla, esto le servía para dar refugio a estos animales y a muchos árboles que estaban a punto de desaparecer, además lo utilizaba para ocultarse de las personas, debido a que sus ancestros habían sido aniquilados para ser vendidos en los mercados de la ciudad.
Al estar frente de las pequeñas este les recordó que para
dirigirse a cualquier lugar recóndito de los ríos debían de pagar con el ojo de cristal, Choppi sacó rápidamente el objeto, lo puso dentro de su boca y viajaron encima del caparazón gigante. Le mostraron el mapa y el enorme quelonio se sumergió hasta el ras de la tierra desapareciendo así de la vista de los ajenos. Parecía una enorme isla que flotaba y avanzaba contra la corriente lentamente.
En su interior del caparazón mágico, conocieron a Bird un
joven papagayo de pecho amarillo, él tenía un plumaje muy particular que le distinguía de otros papagayos de pecho amarillo, era una silueta de plumas rojas en forma de corazón. Gappy quien era la más curiosa le preguntó por qué tenía esas plumas de color rojo en el centro de su pecho. Bird le contó que cuando era pichón había pasado una experiencia que marcó su vida, sus padres estaban fuera del nido buscando alimento y de pronto una enorme águila arpía descendió asechando el nido, pero en su primer intento no capturó nada, cuando estaba a punto de emprender el segundo intento, sus padres aparecieron y golpearon con fuertes aletazos al malhechor, sin embargo todo esfuerzo por apartar al águila era inútil, aquel animal tenía el doble de peso, fuerza y habilidad. Bird les dijo que fue testigo de la muerte de sus padres y que él en un acto de valentía se abalanzo encima del ave, pero con un solo golpe cayó a la espesa selva, cuando estaba a punto de perecer, apareció la madre naturaleza curando sus heridas y regalándole el don de la valentía y el amor. Desde ese momento se dibujó un corazón en el centro de su pecho, luego me dejó en este lugar. Finalizó acongojado y con lágrimas en los ojos.
Al término de la narración las dos hormiguitas le contaron
que se estaban dirigiendo al lugar donde aquel objeto había caído, Bird se ofreció a ayudarlas a encontrar el camino. Las pequeñas pensaron que sería bueno que Bird las acompañara, ya que él tenía la ventaja de volar y así les sería mucho más fácil encontrar, lo que estaban buscando.
El cielo comenzaba a limpiarse, la llorona había calmado
sus lágrimas, los tres amigos se bajaron del Motelo mama para continuar su camino. Bird les dijo a las hormiguitas que se subieran en su espalda, para poder continuar el camino volando. Cada vez se encontraban más cerca, observaron que la selva iba cambiando poco a poco, los árboles tenían una apariencia extraña, sus hojas que eran de color verde en algún momento habían cambiado a fucsia fosforescente, del tronco salían enormes espinas, cada una de ellas segregaban una resina venenosa, cualquier contacto con ella producía la muerte. Descendieron rápidamente porque les dificultaba respirar, ahora tenían que continuar el viaje a pie.
Trascurrieron varias noches y días para encontrar la trocha
que había formado el objeto en su trayectoria, pararon en la entrada, se miraron fijamente unos minutos y recordaron cuál era su objetivo, no podían echarse para atrás muchos animales confiaban en ellos para encontrar una explicación, pero también les embargaba el temor, pensar qué es lo que había dentro aquella trocha, cómo afrontarlo. El ruido de la caída de un zapote les volvió en sí, se armaron de valor y comenzaron a entrar, cada paso que daban era como dirigirse al frontón del fusilamiento, todos sus sentidos estaban preparados para dar la alerta de protección. A lo lejos se escuchaba el silencio de la selva sin espíritu, cansado de tanto dolor por la penuria que se respiraba en el aire.
A unos metros del camino Bird observó que el sendero
cambiaba de apariencia, las tierras ricas en árboles, frutos y animales se convertían en desierto, el sol extremadamente fuerte quemaba con tanta intensidad los pequeños cuerpos de nuestros amigos, cada paso que daban se convertían de pronto en pesadas piedras rocosas. Estas hacían más lento el avance