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Maria Claudia Martinez Romero – Programa de Quimica – Facultad de Ciencias Basicas

La cultura ciudadana y las universidades


Escojo una de las casi 200 maneras de definir cultura. La defino como formas pautadas de actuar y
hacer de un grupo social y sus patrones de justificación, explícitos e implícitos.

Las “Universidades buscan que la cultura sea una política de interés público nacional” … Un objetivo
un poquito confuso. Supone que la cultura es una política, lo que no logro captar muy bien… Pero
parece ser suficientemente amplio para justificar mi enfoque.

“Cultura ciudadana” sería un subconjunto de lo que abarca la cultura definida de la manera como
lo hemos hecho. Al nombre también le está pasando ahora con lo que le sucedió al término
“cultura”: viene ampliando su significado, incorporando más cosas, causando más confusiones. La
definición que tuvo inicialmente, cuando orientó el programa del primer gobierno de Mockus en
Bogotá, pudo haber estado presente en la mente de los organizadores de este evento: “maneras
como los habitantes de una ciudad entienden y se comportan en los entornos urbanos”. Fíjense
cómo aquí “ciudadano” no es aquel sujeto de deberes y derechos de la revolución francesa, ni el
mayor de edad que adquiere derechos políticos plenos con la “cédula de ciudadanía”. 1 Material de
uso exclusivo con fines académicos. • Uno de los objetivos de esta charla podría haber sido
reflexionar sobre esta cultura ciudadana en las universidades. Tema bien interesante. • ¿Cómo
explicamos la diferencia entre la apariencia física que tiene el campus de muchas universidades
públicas de todo el país, comparada con el campus de la Universidad privada? • Si presentáramos
aquí una foto de un punto cualquiera del campus de la Universidad Nacional en Bogotá, o de la
Universidad de Antioquia, con el campus de la Universidad Javeriana en Bogotá, o el de EAFIT en
Medellín, qué concluiríamos? • ¿Si tomamos una foto de sus carteleras? ¿Lo juzgaríamos pensando
en las diferencias de libertad? ¿Lo juzgaríamos pensando en la precariedad de los presupuestos
públicos, teniendo en cuenta que la escasez de presupuestos de funcionamiento siempre degrada
los bienes fiscales? ¿Lo juzgaríamos desde “una cultura de falta de respeto por lo público”?
Interesante, pero no es el tema.

Con esto acabamos de aclarar lo que quería decir “ciudadana” en la frase “cultura ciudadana”. La
otra faceta de la definición de cultura ciudadana la entendemos mediante este cuadro. Cuando
hablamos de cultura, la entendemos en el sentido de lo “culturalmente válido”, a diferencia de lo
“moralmente válido” y de lo “legalmente válido”. Lo legalmente válido es lo que está permitido
según le ley. La Ley, evidentemente, es un mecanismo de regulación de los comportamientos. Lo
moralmente válido es lo que nos dicta ese “yo interior”, que nos impulsa a hacer cosas o a dejar de
hacerlas, sin necesidad de testigos. Ese “yo interior” nos puede producir remordimiento o
satisfacción. Nos frena para hacer o no hacer, y nos produce arrepentimiento y remordimiento. Lo
culturalmente válido actúa mediante testigos. Cuando hacemos o dejamos de hacer algo movidos
por lo que puede ser la reacción de los otros, decimos que está actuando el sistema regulador
llamado cultura. Entonces, la palabra cultura en “cultura ciudadana” quiere decir “la forma de
regulación basada en lo que dirán los demás”.

Con el cuadro que acabamos de ver se entiende las acciones de cultura ciudadana como política
pública: se trataba de acercar lo culturalmente válido a lo legalmente válido. Lo legalmente válido
tiene un componente muy alto de racionalidad colectiva, no siempre fácil de entender o de aceptar.
Por ejemplo, las restricciones al comercio de artículos de contrabando. Comprar o vender artículos
Maria Claudia Martinez Romero – Programa de Quimica – Facultad de Ciencias Basicas

de contrabando difícilmente serán comportamientos “moralmente reprochables”. “No compraréis


ni venderéis mercancías de contrabando”, difícilmente se acomoda entre los diez mandamientos.
Pero hay una notable racionalidad colectiva en restringir la importación de ciertos artículos, o en
imponerle aranceles. La racionalidad colectiva de las normas sobre contrabando se hizo visible muy
fuertemente en Medellín durante la crisis de los años ochenta. Por cierto, lograron un compromiso
notable de los ciudadanos en proteger los puestos de trabajo de la industria localizada en la ciudad.

La política pública denominada cultura ciudadana, como se implementó en Bogotá, estuvo


acompañada por un esfuerzo importante de investigación. Recordamos que para ejecutarla y por
otras razones de fundó el Observatorio de Cultura Urbana, que todavía subsiste. En ese entonces
no dejamos que grandes sistemas teóricos oscurecieran el panorama de acciones. Varios de esos
sistemas teóricos promueven el inmovilismo. Si una teoría pretende vincular un comportamiento
analizado – la violencia, el descuido por los bienes públicos, el irrespeto a las normas – a un ethos
cultural, un: “es que así somos”, entonces no se puede hacer casi nada, porque cambiar culturas es
de décadas. A cambio de este enfoque, en Bogotá empleamos un enfoque empírico puntual.
Encontramos mediante encuestas que la gran mayoría de los comportamientos que señalaba la ley
eran aceptados culturalmente. En esos, el éxito de las acciones de cultura ciudadana era posible.

Bibliografía:

http://www.institutodeestudiosurbanos.info/dmdocuments/cendocieu/1_Docencia/Profesores
/Bromberg_Paul/Productos/Cultura_Ciudadana_Universidades-Bromberg_Paul.pdf

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