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✤ “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya adultera con ella en su corazón” (Mt 5, 8).
Jesús apela aquí al “corazón”.
✤ El discurso de la montaña, y en especial ese pasaje que hemos elegido como centro
de nuestros análisis, forma parte de la proclamación del nuevo ethos: el ethos del
Evangelio.
๏ La historia del “corazón” humano después del pecado original, está escrita
bajo la presión de la triple concupiscencia.
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Notas
1. El término griego sklerokardía ha sido forjado por los Setenta para expresar lo que en
hebreo significaba: “incircuncisión de corazón” (cf. como ej. Dt 10, 16; Jr 4, 4; Sir 3, 26 s.)
y que, en la traducción literal del Nuevo Testamento, aparece una sola vez (Act 7, 51).
La “incircuncisión” significaba el “paganismo”, la “impureza”, la “distancia de la
Alianza con Dios”; la “incircuncisión de corazón” expresaba la indómita obstinación en
oponerse a Dios. Lo confirma la frase del diácono Esteban: “Duros de cerviz e
incircuncisos de corazón y oídos, vosotros siempre habéis resistido al Espíritu Santo. Como
vuestros padres, así también vosotros” (Act 7, 51). Por tanto hay que entender la “dureza de
corazón” en este contexto filológico.
2. “Porque del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las
fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. Esto es lo que contamina al
hombre…” (Mt 15, 19-20).
✤ Cristo dice: “Habéis oído que fue dicho: No adulterarás…” (Mt 5, 27). Tiene en su mente
el mandamiento de Dios, que en el Decálogo figura en sexto lugar y forma parte de
la llamada Tabla de la Ley, que Moisés había obtenido de Dios Yahvé.
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๏ Este deseo era tan profundo y la procreación, como fin esencial del
matrimonio, tan evidente que las esposas, que amaban a los maridos, cuando
no podían darles descendencia, rogaban por su propia iniciativa a los
maridos, los cuales las amaban, que pudieran tomar “sobre sus rodillas” –o
sea, acoger– a la prole dada a la vida por otra mujer, como la sierva, o
esclava.
✤ Aquí por adulterio se entiende sobre todo (y tal vez exclusivamente) la infracción
del derecho de propiedad del hombre con respecto a cualquier mujer que sea su
esposa legal (normalmente: una entre tantas); no se entiende, en cambio, el adulterio
como aparece desde el punto de vista de la monogamia establecida por el Creador.
✤ Por otra parte, es muy significativa la circunstancia en que Cristo se pone de parte
de la mujer sorprendida en adulterio y la defiende de la lapidación.
๏ Cuando se dirige a los que querían lapidar a la mujer adúltera, no apela a las
prescripciones de la ley israelita, sino exclusivamente a la conciencia.
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✤ Como hemos visto, la historia del Pueblo de Dios en la Antigua Alianza se
desarrollaba, en gran medida, fuera del contenido normativo encerrado por Dios en
el mandamiento “no cometer adulterio”.
Notas
✤ Cuando Cristo, en el sermón de la montaña, dice: “Habéis oído que fue dicho: no
adulterarás” (Mt 5, 27), hace referencia a lo que cada uno de los que le escuchaban
sabía perfectamente y se sentía obligado a ello en virtud del mandamiento de Dios
Yahvé.
✤ El lenguaje de esta legislación, el cual, como en ese caso, es un lenguaje que refleja
objetivamente la sexología de aquel tiempo.
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✤ Por tanto, el lenguaje de la legislación del Antiguo Testamento debe
confirmarnos en la convicción de que no solamente son conocidas al
legislador y a la sociedad la fisiología del sexo y las manifestaciones
somáticas de la vida sexual, sino también que son valoradas de un modo
determinado. Es difícil sustraerse a la impresión de que tal valoración tenía
carácter negativo.
✤ Esto no anula, ciertamente, las verdades que conocemos por el Libro del
Génesis, ni se puede inculpar al Antiguo Testamento –y entre otros a los
libros legislativos– de ser como los precursores de un maniqueísmo.
✤ Así, pues, es característica propia del lenguaje de los Profetas más bien la
analogía con el adulterio que el adulterio mismo; sin embargo, tal analogía
sirve para comprender también el mandamiento “no cometer adulterio” y la
correspondiente interpretación, cuya carencia se advierte en los documentos
legislativos.
✤ Si, por una parte, Isaías 3 se presenta en sus textos tratando de poner de relieve sobre
todo el amor de Yahvé-Esposo, que, en cualquier circunstancia, va al encuentro de su
Esposa superando todas sus infidelidades, por otra parte Oseas y Ezequiel abundan
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en parangones que esclarecen sobre todo la fealdad y el mal moral del adulterio
cometido por la Esposa-Israel.
Notas
1. Cf. Dt 21, 10-13; Nm 30, 7-16; Dt 24, 1-4; Dt 22, 13-21; Lv 20, 10-21 y otros.
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๏ En los textos de los Profetas, el fondo de la efectiva y legalizada poligamia no
altera el significado ético del adulterio.
✤ Es obvio que determinemos esta razón del carácter pecaminoso, o sea del mal moral,
fundándonos en el principio de la contraposición en relación con ese bien moral que
es la fidelidad conyugal, ese bien que puede ser realizado adecuadamente sólo en la
relación exclusiva de ambas partes (esto es, en la relación conyugal de un hombre
con una mujer).
✤ Es necesario tener presente todo esto cuando decimos que el adulterio es un “pecado
del cuerpo”; el “cuerpo” se considera aquí unido conceptualmente a las palabras del
Gn 2, 24, que hablan, en efecto, del hombre y de la mujer, que, como esposo y
esposa, se unen tan estrechamente entre sí que forman “una sola carne”.
Notas
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XV. El pecado de adulterio según la doctrina de Jesús en el Sermón de la Montaña
๏ Cristo parece dejar aparte todas las disputas acerca del significado ético del
adulterio en el plano de la legislación y de la casuística, en las que la esencial
relación interpersonal del marido y de la mujer había sido notablemente
ofuscada por la relación objetiva de propiedad, y adquiere otras
dimensiones.
๏ Cristo dice: “Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya
adulteró con ella en su corazón” (Mt 5, 28).
✤ Ese hombre del que habla Cristo en el sermón de la montaña –el hombre que mira
“para desear”–, es indudablemente hombre de concupiscencia.
✤ Sin embargo, es necesario reconocer que tanto el libro de los Proverbios como el libro
de Sirácida, además de la advertencia de precaverse de la mujer y de no dejarse
seducir por su fascinación que arrastra al hombre a pecar (cf. Prov 5, 1. 6; 6, 24-29; Sir
26, 9-12), hacen también el elogio de la mujer que es “perfecta” compañera de vida
para el propio marido (cf. Prov 31, 10 ss). Y además elogian la belleza y la gracia de
una mujer buena, que sabe hacer feliz al marido.
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✤ El sentido de los textos sapienciales tiene un significado prevalentemente
pedagógico.
๏ Alguno a veces, como por ejemplo Cohélet, sintetiza esta confirmación con la
“filosofía” propia de la existencia humana, pero si influye en el método con
que formula advertencias y consejos, no cambia la estructura fundamental
que toma de la valoración ética.
✤ Para esta transformación del ethos será necesario esperar hasta el sermón de la
montaña.
Notas
1. Cf., por ej., Prov 5, 3-6. 15-20; 6, 24-7, 27; 21, 9. 19; 22, 14; 30, 20.
2. Cf. por ej., Sir 7, 19. 24-26; 9, 1-9; 23, 22-27; 23, 13-26, 18; 36, 21-25; 42, 6. 9-14.
3. Cf., por ej., Coh 7, 26-28; 9, 9.
✤ “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya adultera con ella en su corazón” (Mt
5, 28).
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๏ Cristo pronuncia esta frase ante los oyentes que, basándose en los libros del
Antiguo Testamento, estaban preparados, en cierto sentido, para comprender
el significado de la mirada que nace de la concupiscencia.
✤ He aquí, por ejemplo, otro pasaje, en el que el autor bíblico analiza el estado de ánimo
del hombre dominado por la concupiscencia de la carne:
๏ “El alma ardiente como fuego encendido, no se apagará hasta consumirse; el hombre
impúdico en su cuerpo carnal: no cejará hasta que el fuego le abrase; para el hombre
impúdico todo pan es dulce, no descansará hasta haber muerto” (Sir 23, 17)
✤ La descripción bíblica del Sirácida (23, 17) comprende algunos elementos que
pueden ser considerados “clásicos” en el análisis de la concupiscencia carnal.
✤ Esta satisfacción, según el criterio del hombre dominado por la pasión, debería
extinguir el fuego; pero, al contrario, no alcanza las fuentes de la paz interior y se
limita a tocar el nivel más exterior del individuo humano.
๏ Y aquí el autor bíblico constata justamente que el hombre, cuya voluntad está
empeñada en satisfacer los sentidos, no encuentra sosiego, ni se encuentra a
sí mismo, sino, al contrario, “se consume”.
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๏ La pasión mira a la satisfacción; por esto embota la actividad reflexiva y
desatiende la voz de la conciencia; así, sin tener en sí principio alguno
indestructible, “se desgasta”.
๏ El hombre “al desear”, "al mirar para desear” (como leemos en Mt 5, 27-28)
experimenta de modo más o menos explícito el alejamiento del significado
esponsalicio del cuerpo, en el cual (ya hemos observado en nuestras
reflexiones) se basa en la comunión de las personas.
✤ Cristo dice: “Todo el que mira a una mujer deseándola (el que mira con
concupiscencia), ya adulteró con ella en su corazón” (Mt 5, 28).
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๏ ¿No quiere remitir a los oyentes a sus experiencias interiores de este
alejamiento? ¿Acaso no es por esto por lo que lo define “adulterio cometido
en el corazón”?
Notas
1. Cf. Confesiones de San Agustín: libro VI, cap. 12, 21. 22; VII cap. 17; VIII; cap. 11.
Dante describe esta ruptura interior y la considera merecedora de pena: Divina
Commedia, Inferno, V, 37-43). «Shakespeare has described the satisfaction of a tyrannous
lust as something. Past reason hunted and, no sooner had, past reason hated» (C. S. Lewis,
The Four Loves, New York, 1960. Harcourt, Brace, pág. 28).
✤ “Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo que todo el que mira con
deseo a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mt 5, 27-28).
✤ Cristo, al expresarse de este modo, quería indicar a sus oyentes el alejamiento del
significado esponsalicio del cuerpo, que experimenta el hombre (en este caso, el
varón) cuando secunda a la concupiscencia de la carne con el acto interior del
“deseo”.
✤ Aparece así que el significado bíblico (por lo tanto, también teológico) del "deseo" es
diverso del puramente psicológico.
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๏ El psicólogo describirá el “deseo” como una orientación intensa hacia el
objeto, a causa de su valor peculiar: en el caso aquí considerado, por su valor
“sexual”.
๏ En efecto, una cosa es tener conciencia de que el valor del sexo forma parte
de toda la riqueza de valores, con los que el ser femenino se presenta al
varón, y otra cosa es “reducir” toda la riqueza personal de la feminidad a ese
único valor, es decir, al sexo, como objeto idóneo para la satisfacción de la
propia sexualidad.
๏ Por una parte, la eterna atracción del hombre hacia la feminidad (cf.
Gen 2, 23) libera en el –o quizá debería liberar– una gama de deseos
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espirituales-carnales de naturaleza sobre todo personal y “de
comunión” (cf. el análisis de “principio”), a los que corresponde una
proporcional jerarquía de valores.
๏ La feminidad deja de ser así para la masculinidad sobre todo sujeto; deja de
ser un lenguaje específico del espíritu, pierde el carácter de signo.
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XVIII. Análisis del texto evangélico sobre el pecado de adulterio
✤ En el sermón de la montaña, Cristo dice: “Habéis oído que fue dicho: No adulterarás.
Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su
corazón” (Mt 5, 27-28).
✤ Cuando Cristo habla del hombre que “mira para desear”, no indica sólo la
dimensión de la intencionalidad de “mirar”, por tanto del conocimiento
concupiscente, la dimensión “psicológica”, sino que indica también la dimensión de
la intencionalidad de la existencia misma del hombre.
✤ Ese decir, demuestra quién “es”, o más bien, en qué “se convierte”, para la
hombre, la mujer a la que él “mira con concupiscencia”.
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existir con relación a otra persona. La intencionalidad de semejante existencia
adquiere entonces una plena dimensión subjetiva.
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๏ He aquí estos elementos: cometer adulterio, desear, cometer adulterio en el
cuerpo, cometer adulterio en el corazón. Resultaría especialmente difícil
establecer el sentido ético del “desear” sin el elemento indicado aquí
últimamente, esto es, el “adulterio en el corazón”.
✤ Cuando dice “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su
corazón”, describe un hecho interior, cuya realidad pueden comprender fácilmente
los oyentes.
๏ Al mismo tiempo, a través del hecho así descrito y calificado, indica cómo es
preciso entender y poner en práctica el mandamiento “no adulterarás”, para
que lleve a la “justicia” querida por el Legislador.
๏ Esta expresión es, al mismo tiempo, la fuente principal para respetar los
valores esenciales del nuevo ethos: el ethos del sermón de la Montaña.
✤ Parece evidente que el adulterio sólo puede ser especificado “en la carne”, esto es,
cuando los dos: el hombre y la mujer que se unen entre sí de modo que se convierten
en una sola carne (cf. Gn 2, 24), no son cónyuges legales: esposo y esposa.
✤ Puesto que no puede crear dudas el hecho de que Cristo indique el estado
pecaminoso del acto interior de la concupiscencia, manifestada a través de la mirada
dirigida a toda mujer que no sea la esposa de aquel que la mira de ese modo, por
tanto, podemos e incluso debemos preguntarnos si con la misma expresión Cristo
admite y comprueba esta mirada, este acto interior de la concupiscencia, dirigido a
la mujer que es esposa del hombre que la mira así.
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mismo también un “peso específico” propio y a la vez determinan su coherencia con
el conjunto de la enseñanza evangélica.
✤ Quiero concluir hoy el análisis de las palabras que pronunció Cristo, en el sermón de
la montaña, sobre el “adulterio” y sobre la “concupiscencia”, y en particular de la
última frase del enunciado, en la que se define específicamente a la “concupiscencia
de la mirada” como “adulterio cometido en el corazón”.
๏ Pero parece que esta interpretación –más restrictiva– puede y debe ser
ampliada a la luz del contexto global.
✤ Nos detenemos en la situación descrita por el Maestro, situación en la que aquél que
“comete adulterio en el corazón”, mediante un acto interior de concupiscencia
(expresado por la mirada), es el hombre.
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๏ El adulterio “en el corazón” se comete no sólo porque el hombre “mira” de
ese modo a la mujer que no es su esposa, sino precisamente porque mira así a
una mujer.
๏ La concupiscencia que, como acto interior, nace de esta base (como hemos
tratado de indicar en el análisis precedente), cambia la intencionalidad
misma del existir de la mujer “para” el hombre, reduciendo la riqueza de la
perenne llamada a la comunión de las personas, la riqueza del profundo
atractivo de la masculinidad y de la feminidad, a la mera satisfacción de la
“necesidad” sexual del cuerpo (a la que parece unirse más de cerca el
concepto de “instinto”).
๏ Una reducción tal hace, sí, que la persona (en este caso, la mujer) se convierta
para la otra persona (para el hombre) sobre todo en objeto de la satisfacción
potencial de la propia “necesidad” sexual.
๏ Así se deforma ese recíproco “para”, que pierde su carácter de comunión de las
personas en favor de la función utilitaria.
๏ El hombre que “mira” de este modo, como escribe Mt 5, 27-28 “se sirve” de la
mujer, de su feminidad, para saciar el propio “instinto”.
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y en cuanto al contenido, es una prohibición unívoca y severa (como el
mandamiento “no desearás la mujer de tu prójimo”, Ex 20, 17)– se cumple
precisamente mediante la “pureza de corazón”.
๏ La nueva dimensión del ethos está unida siempre con la revelación de esa
profundidad que se llama “corazón” y con su liberación de la
“concupiscencia”, de modo que en ese corazón pueda resplandecer más plenamente
el hombre: varón y mujer, en toda la verdad del recíproco “para”.
๏ Sólo así pueden ser entendidas en la boca de Aquél, que hasta el fondo
“conocía lo que en el hombre había” (Jn 2, 25), y que, al mismo tiempo, llevaba
en sí el misterio de la “redención del cuerpo”, como dirá San Pablo.
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